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El piojo y la pulga Dicen que había un piojo que vivía muy contento en la cama de un hombre rico, pues podía tomar de su sangre la cantidad que quisiera en el momento que quisiera. El piojo, para conservar su hogar, se aseguraba de andar muy suavemente sobre el hombre, de manera tal que éste no pudiera sentir su caminar. Un día una pulga errante pasó por la cama y le pidió hospedaje al piojo, a lo que él respondió: —Tengo aquí una muy buena posada, egoísta sería de mí negarle sus delicias a alguien en necesidad. Sería como el hombre que prefiere dejar pudrir su comida a compartirla. Le dijo la pulga: —No es necesidad lo que vivo yo, no paso hambre ni sufro mucho, incluso he vivido momentos de gran abundancia. Lo único que te pido es un lugar donde pasar la noche. Dijo el piojo: —Te aseguro que no has experimentado abundancia como la tengo yo en esta cama. Quédate conmigo esta noche en sabrosa sangre y en mullido lecho. La pulga elogió su generosidad y pasó la noche con él. Después, apenas el hombre se acostó en su cama, la pulga le dio un fuerte mordisco, ansiosa por probar su sangre. El hombre se levantó de un golpe y sacudió sus sábanas para revisar si había algo allí. La pulga, asustada por el movimiento del hombre, saltó rápidamente al borde de la cama y luego al piso, donde se escondió. Pero el piojo, aturdido y desorientado por el sacudón, fue descubierto rápidamente por el hombre, quien lo mató inmediatamente.