El Perfil de La Mujer de Dios

Prologo Hace mucho que venimos comentando con respecto al verdadero hombre de Dios. Y hasta parece que él es independien

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Prologo Hace mucho que venimos comentando con respecto al verdadero hombre de Dios. Y hasta parece que él es independiente del auxilio de la mujer para que su trabajo tenga éxito. En verdad, los hijos de Dios nacen de la unión entre la mujer y el hombre de Dios. Aunque la mujer no esté regularmente en el púlpito, aún así, jamás puede ser separada de la obra de Dios. No creo en el ministerio de un hombre solitario. Incluso si ella jamás ha subido al altar, su trabajo de apoyo a su marido, a través de la oración y ayuno en favor de su ministerio; es decir, un trabajo totalmente anónimo, es de vital importancia para el desenvolvimiento de la Iglesia del Señor Jesucristo. De hecho, la gran realidad es que, al lado de un hombre de Dios existe una gran mujer de Dios. Y es justamente de ese aspecto que nosotros tratamos en este trabajo: la grandeza de una mujer de Dios, su importancia en el plano de la salvación y su participación directa dentro de la obra de Dios. Hemos observado que una mujer es responsable del éxito o de la desgracia de un hombre. No importa la profesión que él ejerza, su éxito va a depender mucho de la mujer que forma parte de su vida. El rey Salomón, con toda su sabiduría y poder, no pudo resistir los caprichos y enredos de las mujeres y acabó perdiendo toda su gloria justamente a causa de ellas. La madre del rey Lemuel, muy sabiamente, le enseñó, diciendo: “Hijo mío, fruto de mis entrañas, respuesta de Dios a mis ruegos, ¿qué más te puedo decir? Que no gastes tu energía con mujeres, pues por ellas los reyes se pierden” (Proverbios 31:2-3), (versión popular). En toda la historia bíblica, a pesar de encontrarnos con mujeres insensatas, la figura de una mujer de ánimo fuerte, fe alentadora y sabias decisiones, siempre está presente a los ojos de Dios. “El Perfil de la Mujer de Dios”, del Obispo Macedo, se convierte en un estudio de gran importancia, porque la función de la mujer es como la piedra fundamental en la cual se sostiene toda la familia. Es a través de su participación que las enseñanzas de la Biblia llegan al marido, a los hijos y a todos cuantos la rodean, influyendo muchas veces hasta en la comunidad en que vive. Pero, si esa piedra fundamental falta, puede desarmar toda la estructura

cristiana del hogar, volviendo a la mujer vulnerable a la acción del diablo, porque cuantos menos compromisos tenga con la Palabra de Dios, mayor y más aguda se hace la virulencia con que el demonio lanza sus dardos para destruirla. Y como que de insensatas está lleno el infierno. Creo que es por eso la preocupación dominante del Obispo Macedo al escribir este libro exclusivamente para la mujer, ofreciéndole un abundante ramillete de enseñanzas que van a ayudarle a medir su fe con relación a su propia conciencia, porque va a cuestionar su comportamiento delante del Señor: ¿será ella realmente una mujer de Dios o sólo estará convencida de estar convertida? En resumen, este libro contiene enseñanzas que van a capacitar a la mujer a distinguir con mayor claridad lo que es de mayor importancia para el Señor Jesucristo, pudiendo excluir lo innecesario y lo que no sirve para el hogar cristiano. Que estas enseñanzas sean de gran valor para todas las lectoras.

El Editor

La importancia de la mujer en la creación de Dios Cuando Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18), ciertamente no pensaba solamente en la soledad de Adán, sino en todo el desarrollo de la Creación, pues Él sabía que todo lo que había creado necesitaba ser sujeto y dominado. ¿Pero sujeto y dominado por quién? Por esta razón, el Señor, después de haber formado al hombre, le tomó una costilla y formó a la mujer, y habiéndoles bendecido, les dijo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). El hombre, obviamente, jamás podría ser fecundo, multiplicarse y llenar la tierra si no existiese la mujer, que fue sacada de él para poder ayudarle a través de su unión con él. Fue creada de tal forma que, solamente a través de ella, tendría las condiciones para alcanzar la multiplicación y llenar la tierra. La magnitud de la importancia de la mujer es tan grande que, si hubiera sido creada sin el hombre, aún así, ¡ella sería capaz de llenar la tierra! Pues Dios podría haber hecho lo mismo que hizo con la virgen María: concebir a través de la acción del Espíritu Santo. Eso no sería posible con el hombre, pues aunque le fue dada la capacidad de sujetar la tierra y dominar todo tipo de animales, no tiene la grandeza de la mujer, que es la capacidad de poder engendrar un hijo en su vientre.

Su fuerza El lector ya debe haber observado hombres de gran talla dirigidos por mujeres de pequeña estatura. ¿No es así? Y no precisa ser necesariamente de pequeña estatura para subyugar, pues la gran mayoría de las mujeres, no importando su tamaño físico, han colocado a sus respectivos maridos bajo su autoridad. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo por el cual, normalmente, la mujer ejerce el dominio sobre el marido? ¿Dónde está la fuerza de su dominio? Creo que no hay nadie mejor que el rey Salomón para responder a estas

preguntas. Él las conocía muy bien, pues tenía setecientas mujeres, princesas, y trescientas concubinas. A pesar de todo dijo: “Un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé” (Eclesiastés 7:28). ¡Eso no quiere decir que la mujer ideal no exista! ¡Depende mucho de cada uno! Las mujeres que él poseía eran todas idólatras y no tenían un mínimo de temor al Dios de Israel. Ya que él mismo tampoco tenía temor de Dios en su corazón como lo tuvo su padre David. De ahí la razón de por qué Salomón tuvo cientos de mujeres, pero ninguna estaba de acuerdo con aquello que deseaba en lo más profundo de su corazón, porque ese corazón se había corrompido. Naturalmente, las mujeres de las que se enamoró también estaban corrompidas. El diablo, en el Jardín del Edén, no tentó en primer lugar a Adán, sino a Eva. ¿Por qué? Porque sabía que la mujer reunía las fuerzas necesarias para hacer que el hombre se rebelase contra Dios. Un corazón corrompido sólo se enamora de otro corazón corrompido; pero un corazón puro solamente acepta otro corazón puro. Pero, a fin de cuentas, ¿dónde está la fuerza de la mujer? Con certeza la fuerza de la mujer no está en sus brazos, ni en su mirada. Por medio de unos ejemplos, podemos llegar a una conclusión. Veamos algunos: 1. Eva en el Jardín del Edén.–El diablo sembró en su corazón la duda contra la palabra de Dios. El Señor dio esta orden: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). El diablo le dijo: “No moriréis...”. Ella comió el fruto del árbol prohibido y “...dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6). La pregunta es: ¿Cómo es que Adán recibió la fruta de manos de Eva? ¿Acaso él no conocía su origen? ¿Cómo pudo comerla así, de cualquier manera? Él sabía perfectamente que aquella fruta estaba prohibida. Entonces, ¿por qué la aceptó de las manos de Eva y la comió? Simplemente porque la misma palabra de duda que Eva recibió de Satanás, la transmitió a Adán. Ella lo persuadió de la misma forma como lo hizo la serpiente, ¡incluso porque no quería ser castigada ella sola! ¡También sucede esto con muchos que sufren de

SIDA! No quieren morir solos, y por eso, no les importa contaminar a otros. No nos olvidemos: ¡el mismo espíritu que persuadió a Eva en aquel tiempo continúa haciendo lo mismo con las personas en el día de hoy! 2. Sara, mujer de Abraham.–Porque no podía concebir hijos, persuadió a su marido para que tuviese relaciones sexuales con su empleada Agar. ¡Pues bien! Esa sierva egipcia, después que dio a luz, comenzó a despreciar a su señora Sara, quien se vio obligada a expulsarla de casa junto con su hijo Ismael. Fue un terrible dolor para Abraham, sin embargo, él no tuvo otra alternativa que la de acatar la decisión de su mujer. Sin embargo, lo peor de todo eso no fue la separación entre Abraham y el joven Ismael, sino el resultado de la descendencia de aquel hijo: él dio origen a la nación árabe. Más tarde, cuando Sara concibió a Isaac, éste dio origen a la nación de Israel... Hoy nosotros tenemos problemas en todo el mundo, casi de imposible solución, provocados por árabes e israelitas, y todo a causa de aquella sugerencia de Sara a Abraham... 3. Dalila y Sansón.–Sansón fue consagrado a Dios desde el vientre materno para librar a Israel de la opresión de los filisteos. Su fuerza estaba simbolizada en su largo cabello, pues cuando el Ángel del Señor se apareció a su madre le dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y la navaja no pasará sobre su cabeza” (Jueces 13:5). Mientras fue temeroso de Dios, tuvo fuerzas para sojuzgar a los filisteos; sin embargo, como mantenía relaciones con Dalila, los príncipes de los filisteos fueron a ella y dijeron: “Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata” (Jueces 16:5). Tanto intrigó Dalila que acabó por saber el porqué de su gran fuerza. Sansón no resistió a sus lisonjas, y le reveló su secreto. Ella le cortó el cabello, y él, además de su fuerza, perdió su propia vida. 4. Las mujeres de Salomón.–Vea lo que la Biblia dice: “Pero el rey Salomón amó, además de extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes de las cuales el Señor había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a

vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con el Señor su Dios, como el corazón de su padre David” (1 Reyes 11:1-4). A partir de ahí, el reino de Israel fue dividido en dos: Judá e Israel. Sus respectivos reyes que escucharon a mujeres de Dios tuvieron éxito en el gobierno, pero los gobernantes que escucharon a mujeres endiabladas, fueron avergonzados y destruidos 5. Jezabel y Acab.–Acab, rey de Israel, hizo lo que era malo delante del Señor, más que todos los que estuvieron antes que él: “Porque le fue ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró” (1 Reyes 16:31). Jezabel, reina de Israel, era verdaderamente quien dominaba a través de su marido. Fue ella quien juró matar al profeta Elías; ella escribía cartas a nombre de Acab, y las sellaba con el sello real. Así, mató a todos los que se atravesaban en su camino. La Biblia dice que: “Ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos del Señor; porque Jezabel su mujer lo incitaba” (1 Reyes 21:25). 6. La mujer de Job.–Después que Job perdió a sus hijos, todos sus bienes y hasta su salud, su mujer se aproximó a él y dijo: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). Está claro que Job no siguió su consejo: al contrario, la llamó fatua y le dio una bella lección: “... ¿qué?, ¿recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios” (versículo 10). Y es bueno recordar que Job es el prototipo del hombre de gran paciencia, fe y prudencia y así pudo resistir las insinuaciones de su esposa. 7. Balaam instruyó a Balac, enemigo de Israel, a poner trampas delante del pueblo de Dios. Él dijo a Balac que enviase las más lindas jóvenes al campamento israelita no solamente para hacer que los hombres practicasen la prostitución, sino para comer también cosas sacrificadas a los ídolos, con el fin de provocar la ira del Señor.

De acuerdo con la instrucción de Balac, Balaam ejecutó el plan, y los hijos de Israel se prostituyeron física y espiritualmente con las mujeres enviadas por Balaam (Números 25:1, 2; 31:16). Verificamos entonces que la fuerza de la mujer está en el poder de persuasión de su palabra, que tiene más fuerza que cualquier hombre. El lisonjeo de sus palabras es casi irresistible. Una prueba de eso es el hecho de que casi siempre, la mujer consigue llevar a su marido y a toda su familia a la Iglesia; sin embargo, difícilmente el marido consigue hacer lo mismo. También hemos notado que las viudas siempre consiguen educar a sus hijos y llevar a buen término sus casas, incluso sin que hayan tenido experiencia anterior en ese sentido. Los viudos, difícilmente consiguen lo mismo sin ayuda de una compañera, encuentran grandes dificultades para dirigir sus hogares, muchos de los cuales acaban deshaciéndose.

La mujer, figura de la iglesia “Así, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:23-27). Dios creó a Adán y Eva perfectos con el fin de que su descendencia fuese perfecta y poblase la tierra edificando Su reino. Por eso, recibieron la bendición del matrimonio y la autoridad para dominar y sojuzgar la tierra. Adán tipificaba al Señor Jesús, y Eva, a la Iglesia. Ese matrimonio es lo que hace generar verdaderos hijos de Dios. Hijos que tienen la imagen del Padre. El Espíritu Santo, a través de la palabra, ha sugerido que el comportamiento del marido y de la mujer reflejen, de alguna forma, la relación entre el Señor Jesús y Su Iglesia. Cuando la Biblia enseña que “La mujer sabia edifica su casa...” (Proverbios 14:1), es porque sobre sus hombros pesa más que en el hombre la responsabilidad de estabilizar su hogar. Hasta donde dependa de la mujer, así dependerá toda su familia. La mayor responsabilidad del hombre está

en su fidelidad con su mujer: él tiene la obligación de amarla de la misma forma como el Señor Jesús amó a Su Iglesia.

Cuando la mujer no es de Dios En cierta forma, quien quiera conocer bien a la mujer, puede recorrer la experiencia de Salomón, pues, además de haber tenido él muchas mujeres, era un hombre muy inteligente y, ciertamente, dotado de capacidad para conocerlas más a fondo. Incluso, si su inteligencia no hubiese sido suficiente para comprenderlas, seguro que su experiencia jamás podría fallar. Creo que varios tipos de mujeres pasaron por su vida: mujeres con temperamento dócil y mujeres con temperamento agresivo, sabias y estúpidas, discretas e indiscretas, calladas y parlanchinas, pacíficas y contenciosas, humildes y muy orgullosas. Fueron tantos los tipos diferentes de mujer, que él dejó registrados muchos proverbios con respecto a ellas, de entre los cuales, seleccionamos los siguientes: “Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa” (Proverbios 21:9). “Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda” (Proverbios 21:19). “Mujer virtuosa ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” (Proverbios 31:10). “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba” (Proverbios 14:1). El mayor problema de las mujeres que no tienen temor a Dios, no es el genio ruin o el mal temperamento: lo peor es su condición de ser instrumentos de Satanás. Es aquella mujer que trama proyectos diabólicos y no descansa hasta que no los ejecute. Tiene conciencia del peligro de muerte que hay para los que a ella se aproximen, y anda buscando a aquellos que desprecian el temor del Señor con el fin de simpatizar con ellos. El Espíritu de Dios las describe así: “... vi entre los simples, consideré entre los jóvenes, a un joven falto de entendimiento, el cual pasaba por la calle, junto a la esquina, e iba camino a la casa de ella, a la tarde del día, cuando ya oscurecía, en la oscuridad y tinieblas de

la noche. Cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón. Alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa; unas veces está en la calle, otras veces en las plazas, acechando por todas las esquinas. Se asió de él, y le besó. Con semblante descarado le dijo: sacrificios de paz había prometido, hoy he pagado mis votos; por tanto, he salido a encontrarte, buscando diligentemente tu rostro, y te he hallado. He adornado mi cama con colchas recamadas con cordoncillo de Egipto; he perfumado mi cámara con mirra, áloes y canela. Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana; alegrémonos en amores. Porque el marido no está en casa; se ha ido a un largo viaje. La bolsa de dinero llevó en su mano; el día señalado volverá a su casa. Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de sus labios. Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado; como el ave que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón. Ahora pues, hijos, oídme, y estad atentos a las razones de mi boca. No se aparte tu corazón a sus caminos; no yerres en sus veredas. Porque a muchos ha hecho caer heridos, y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (Proverbios 7:7-27). Salomón, con toda su sabiduría, no pudo evitar los lazos de la mujer diabólica, y confesó haber hallado una cosa peor que la muerte, cuando dijo: “He hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso” (Eclesiastés 7:26).

La historia de Semíramis La historia de Semíramis revela hasta qué punto una mujer es capaz de servir como instrumento del diablo y prestar su vientre para concebir la destrucción y la muerte eterna. Ella fue la madre de Nimrod, y más tarde, su propia amante. Nimrod, a su vez, fue el más eminente líder en el período que va desde el diluvio a Abraham. Él era hijo de Cus y nieto de Noé. Su fama de vigoroso cazador le condujo a ser él el protector del pueblo, en un tiempo en que los animales salvajes eran una

amenaza constante de muerte. Construyó tres ciudades: Erec, Acad y Calne, consolidándolas en un reino bajo su gobierno. Satanás desarrolló un sistema religioso oculto que controlaría todo el mundo. Un sistema en que las personas podrían matar y hasta morir por él. Para introducir este sistema en el mundo, usó el corazón de una única persona: Semíramis. Babilonia fue la primera ciudad construida después del diluvio, por Nimrod, y su madre-amante fue la reina. Era el centro del proyecto satánico. Nimrod, además de cazador, era brujo, y bajo su dirección se desarrolló la astrología. Él asentó las bases para las magias negra y blanca, ya que estaba poseído por una legión de demonios. A causa de sus prácticas ignominiosas, el hermano de su abuelo, Sem, quiso matarlo, intentando acabar con sus brujerías. Su madre-amante que reinaba en Babilonia se auto proclamó diosa y se instituyó a sí misma como símbolo de la luna. Además de eso, exigía el sacrificio de niños en su adoración. Determinó que a su hijo-amante, después de la muerte, le fuese dado culto como a un dios. Se llamó Baal, el dios sol. Embarazada, aunque decía que era virgen, dio a luz un hijo al cual llamó Tamuz, y ahí, pasó a proclamar por todo el reino que su hijo-amante se había reencarnado en Tamuz. En realidad, el espíritu de Baal concibió aquella criatura. A partir de entonces, fue considerada como virgen-madre, apareciendo en todos los lugares en forma de imágenes cargando al pequeño dios-sol en sus brazos. Ella decía que el pequeño Tamuz, dios-sol, era su salvador. Mire, toda esta trama fue dirigida por Satanás, el cual sabiendo de alguna forma que un día el Espíritu de Dios envolvería a una virgen auténtica, y que ella concebiría al verdadero Salvador de la humanidad, hizo previamente una copia de los hechos para fundar una religión con la cual millones de personas serían engañadas y llevadas al infierno. A partir de ahí, las historias de Nimrod, Semíramis y Tamuz pasaron a circular por todo el mundo. Sus fábulas se hicieron populares en la mitología. Fueron concebidos muchos dioses y diosas originarios de aquellos personajes. Ella pasó a ser conocida como reina de los cielos.

Para engañar a los que desconocen la Sagrada Biblia, el diablo está utilizando sus poderes para reproducir imágenes de Semíramis en muchos países con forma y nombres diferentes. Tienen su propia Semíramis con el pequeño Tamuz en los brazos, y todas ellas tienen la misma apariencia con la cual la iglesia católica romana presenta su “virgen”, es decir: algo que hace que los católicos piensen en la virgen María con el pequeño Jesús en los brazos. Semíramis es semejante a la imagen de Aparecida en Brasil, Concepción en Portugal, y Fátima en México. Cuando la imagen de Semíramis no es representada con el pequeño Tamuz en los brazos, entonces aparecen la luna o el sol bajo sus pies. No es casualidad que la propia hostia de la comunión católica es en forma de sol. Además, la iglesia católica está llena de símbolos que representan respectivamente a Semíramis, la diosa-reina de Babilonia y a Nimrod, el dios del sol o Baal. Siendo así, el diablo consigue hasta hoy tener éxito con su proyecto, teniendo en cuenta la falta de conocimiento que millones de personas tienen del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.

El engaño de Balac Balac fue un profeta que recibió una gran paga de Balaam, rey de los moabitas, para profetizar contra los hijos de Israel. Sin embargo, por tres veces profetizó contra el propio Balaam. Para no perder la paga del rey de los moabitas, le enseñó a preparar una trampa con el fin de destruir al pueblo de Israel. La trampa consistió en enviar al campamento de los soldados de Israel a las mujeres moabitas paganas más bonitas del lugar, con el fin de corromper su corazón, no sólo moralmente, sino también espiritualmente, y hacerles sacrificar a sus propios dioses. Haciéndolo así, el Señor se apartaría de ellos, y se volverían presas fáciles para el ejército de Balaam. Vea lo que la Biblia dice con respecto a esto: “... el pueblo comenzó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor del Señor se encendió contra Israel” (Números 25:1-3).

Vemos en ese episodio que la mujer sin Dios puede ser fácilmente usada por el diablo para producir sus hijos espirituales.

Cuando la mujer es de Dios “La mujer hace y deshace a un hombre; pero una mujer de Dios hace hombres de Dios”. La Biblia presenta muchas mujeres de valor, tales como Sara, Rebeca, Raquel, Ruth, Noemí, Esther, María y muchas otras que manifiestan en sí mismas el verdadero carácter de la mujer de Dios. Voy a hablar solamente de tres, que a mi parecer manifiestan un carácter singular y merecen ser analizadas: Noemí, Ruth y la Virgen María. La historia de Noemí y Ruth muestra la grandeza de la mujer cuando es de Dios. En este caso, toda su apariencia, ya sea gruesa o delgada, blanca o negra, fea o bonita, en fin, todo su exterior queda en un plano inferior cuando en su interior existe la imagen de Dios, formada por la plenitud del Espíritu Santo. A partir de ahí, es transformada en una mujer virtuosa; la mujer que todos los hombres de Dios están buscando para formar con ella un sólo cuerpo. María fue la más bienaventurada entre las mujeres; la más favorecida y más llena de gracia. Su secreto es simple: era una verdadera mujer de Dios.

Noemí Había hambre en Israel y un hombre llamado Elimelec, saliendo de Belén, se trasladó a la tierra de los moabitas, junto con su mujer Noemí y sus dos hijos. Después de algún tiempo, Elimelec murió y sus hijos se casaron con mujeres moabitas. Una se llamaba Orfa, y la otra Ruth. Pasados casi diez años en aquella tierra extranjera, los hijos de Noemí también fallecieron, quedándose ella y las dos nueras solas. Noemí aconsejó a Orfa y a Ruth que volviesen a la casa de sus padres, porque ella volvería a su tierra. Aunque Orfa se resistió al principio, acabó aceptando el consejo de la suegra y volvió a la casa de sus padres. Ruth, sin embargo, se apegó a su suegra y no quería separarse de ella, pero, Noemí le dijo: “He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella” (Rut 1:15). Cuanto más insistía Noemí para que se marchara Rut, más se apegaba a ella, hasta el punto de decirle: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque adonde quiera que tú fueres, iré yo, y donde quiera que

vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieses, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga el Señor, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1: 16,17). Ciertamente Noemí tenía algo muy especial para que su nuera se apegase a ella con tanta determinación. La verdad es que Rut debió haber visto en Noemí el ejemplo de una mujer de Dios. No había motivo alguno, por lo menos aparentemente, para apegarse a su suegra de la forma como lo hizo, pues Noemí no poseía otros hijos, ni dinero; no tenía bienes, ni un futuro prometedor, además de que ya tenía una edad avanzada; en fin, nada podía ofrecer a su nuera. La única riqueza que Rut deseaba heredar, con la más absoluta certeza, ¡estaba dentro del corazón de Noemí! La mayoría de las suegras y nueras no se llevan bien. Normalmente, la suegra no acepta ser cambiada por la nuera o la nuera no permite que la suegra se le interponga en su casa. Pero Noemí era una suegra diferente. ¡Ella era de Dios! Rut, que era moabita, y por tanto, una mujer idólatra y endemoniada, ¡pasó a ser tan pura y tan santa como su suegra! ¿Por qué? Porque Noemí reflejaba la imagen de Dios para ella. Y eso cautivó tanto, que ella dejó a su pueblo, la casa de sus padres, sus dioses y todas las cosas atrás con la finalidad de vivir el resto de sus días junto a su suegra. Ahí está el camino para conquistar el corazón de los maridos, mujeres, hijos, padres, suegras, en fin, todos los familiares y parientes incrédulos para el Señor Jesús. El ejemplo de vida santa y fervorosa de Noemí, logró conquistar a su nuera para el Dios de sus padres.

Rut Si Noemí fue un ejemplo de fe, Rut lo fue de fidelidad. Sus palabras para Noemí retrataban el carácter de la mujer virtuosa. Su origen pagano no consiguió cegar su corazón a un entendimiento sensato. Fue esa misma sensatez lo que la hizo descubrir la diferencia entre servir al Dios Vivo o servir a los dioses de palo, piedra y metal.

En este mundo caótico, hay muchas personas inteligentes y de buena formación cultural que, a pesar de eso, no han sido despertadas, sino que al contrario, parece que su cultura las hace más ciegas e insensatas, hasta el punto de no conseguir descubrir la diferencia entre lo real y lo irreal, lo que está vivo y lo que está muerto. En una ocasión, cuando el Señor Jesús visitó a las hermanas de Lázaro, aconteció que mientras Marta se preocupaba con las cosas de la casa, María estaba sentada a los pies del Señor oyendo sus enseñanzas. Marta se aproximó al Señor y le dijo: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (Lucas 10:40-42). ¡Fue justamente esta la elección de Rut! Ella decidió tomar la buena parte porque fue sabia. Tuvo entendimiento para discernir lo mejor... Más tarde recogió los frutos de su fidelidad, pues se casó con un pariente de su suegra, y fue la abuela de Isaí, y bisabuela del rey David. La historia de Noemí y sus dos nueras deja clara una cosa: que Dios da la oportunidad a todos para hacer su elección.

La Virgen María La Biblia no da muchas informaciones con respecto a la virgen María. Sólo se sabe que era alguien muy especial, es decir, una virgen, no sólo en el sentido físico, sino también en el sentido espiritual. Además, cuando hay virginidad espiritual, la virginidad física es una consecuencia. El Espíritu Santo no escogería una joven sólo porque ella nunca tuvo contacto con un hombre; además de eso, debería de tener un carácter de mujer de Dios. El rey Salomón dijo: “Mujer virtuosa ¿quién la hallará?” (Proverbios 31:10). Es verdad que esa mujer virtuosa es algo difícil de hallar, especialmente para el hombre carnal, pero no para el Creador. Él conoce perfectamente cada ser humano, antes incluso de haber sido engendrado en el vientre materno. María fue una joven bienaventurada, digna de ser escogida para servir de instrumento

al Espíritu de Dios, con el fin de concebir al Salvador. El ángel Gabriel la saludó, diciendo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres... No temas, porque has hallado gracia delante de Dios” (Lucas 1:28-30). Todas las veces que Dios quiere realizar algo grande y notable, escoge ciertas personas para ese propósito. Cuando creó a Adán y Eva, Su objetivo era tener hijos a través de ellos. El Señor Dios quería que ellos se multiplicasen en la tierra, la sujetasen y la dominasen. Por eso, Él les bendijo. Sin embargo, todo eso fue destruido por la desobediencia del matrimonio. El Espíritu Santo escogió a la virgen María, para que a través de ella naciese el Redentor del ser humano; el cual restituiría la imagen de Dios. A partir de Su sacrificio realizado en la cruz del Calvario y de Su resurrección, nació la Iglesia. Esta Iglesia, una vez purificada y santificada, serviría como Su instrumento para concebir verdaderos hijos de Dios. El Señor Jesús es como el novio Adán y la Iglesia es como la novia Eva. De esta unión nacieron los verdaderos hijos e hijas de Dios. Fue justamente esa gloria del Señor Jesús que el apóstol Juan vio en el cielo, cuando escribió: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9-10). La frase: “... y reinarán sobre la tierra”, significaba exactamente aquella orden que Dios diera a Adán y Eva, en el Jardín del Edén, cuando dijo: “¡¡¡Sojuzgad la tierra y dominadla!!!” María estaba desposada con José (comprometidos) cuando el ángel se le apareció. Fue por eso que al encontrarse embarazada del Espíritu Santo, José, que no lo sabía: “... como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mateo 1:19). Después que el ángel se le reveló en sueños y contó todo lo que estaba sucediendo, entonces José la recibió como esposa. Ciertamente, después del nacimiento del pequeño Jesús, el matrimonio pasó a relacionarse normalmente y ambos tuvieron otros hijos (Marcos 6:3). Quiere decir, ella dejó de ser virgen después del nacimiento del pequeño Jesús. Vea cómo la Biblia relata un encuentro de María con el Señor Jesús: “... he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar” (Mateo 12:46-

47). Otra referencia semejante puede ser encontrada cuando Jesús predicaba en Nazaret: “Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Mateo 13:54-56). La bienaventuranza de María se completa en su matrimonio y en la composición de su familia. Sabemos que hay una tradición que indica que María fue siempre virgen y que no tuvo más hijos, pero el mismo evangelio nos habla de los hermanos de Jesús. Los católicos tienen como una ofensa mencionar esto, como si la maternidad no fuese uno de los hechos más hermosos de la Creación de Dios.

Las vestiduras de la mujer virtuosa No hay absolutamente nada de malo cuando la mujer se maquilla discretamente, se arregla el cabello con aderezos, corta, pinta, en fin, hace todo lo que precisa o es mejor para tener una apariencia bonita. Además, es deber de toda mujer, especialmente si ella es de Dios, procurar tener la mejor apariencia posible para presentarse en la Iglesia o en cualquier otro lugar. Sin embargo, eso no debe exceder los límites, hasta el punto de que ella se vista y se maquille de tal forma que atraiga la atención de todos. Todo el cuidado que pudiera tener con su exterior debe ser observado con la máxima discreción y simplicidad. La vestimenta sensual y exótica es condenable por la palabra de Dios, cuando excede el buen gusto, además de manifestar un carácter totalmente contrario al de Dios. Las mujeres que extralimitan su sensualidad a través de su comportamiento o de su vestimenta, lo hacen porque tienen un espíritu del diablo, que en Brasil se le llama “pomba-gira”. ¿Por casualidad, no actúan así las mujeres prostitutas cuando quieren atraer clientes? Cuando la mujer es virtuosa, es también sabia. Y en su sabiduría se preocupa por la apariencia interior, porque ésta naturalmente se reflejará en su exterior. Por tanto, cuida por encima de todo, su corazón, guarda su lengua de conversaciones vanas, y así manifiesta discreción. Cuando habla, nunca pretende que su voz cubra la de los demás. Cuando el corazón está lleno de la presencia de Dios, se alegra; y su alegría embellece el rostro. “El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate” (Proverbios 15:13).

El temor a Dios “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Dios, esa será alabada” (Proverbios 31:30). El temor de Dios constituye la base del carácter genuinamente cristiano. Todas las demás virtudes, no sólo de la mujer sino también del hombre de Dios, están basadas sobre esta piedra: el temor de Dios. Muchas personas han

confundido la fe con el temor de Dios. Es posible tener fe sin temor de Dios, y eso ha sucedido con mucha frecuencia en estos últimos tiempos. No son pocos aquellos que han manifestado incluso una gran fe en Dios y, sin embargo, el testimonio de sus vidas es totalmente diferente de aquello que han creído. Para este tipo de personas, la prédica de la Palabra de Dios es fácil. Hablar de la salvación y del amor del Señor Jesús también es muy simple. A fin de cuentas, ¿cuántos cantantes y artistas han interpretado el amor de Dios y vivido un verdadero infierno en su vida? También así son muchos predicadores profesionales. Presentan una gran fe delante del público pero, en la vida personal, no hay un mínimo de temor de Dios, pues practican justamente lo opuesto de lo que predican. El Señor Jesús dijo que no son los oyentes de la Palabra quienes serán salvos, sino los que la practican. Solamente practican la Palabra de Dios aquellos que verdaderamente tienen temor de Dios en el corazón, o sea, sumo respeto en su relación con Él. La mujer que teme a Dios es sabia y, por lo tanto, edifica su casa.

La sumisión En el reino de este mundo, la palabra sumisión significa servidumbre. Los más débiles son obligados a someterse a los más fuertes. En el Reino de Dios, sin embargo, sumisión significa gran placer en servir por amor. Mientras en este mundo las personas más débiles están sometidas a las más fuertes por el poder del dinero, de la posición o incluso por la fuerza física, en el mundo de Dios, Sus siervos hacen de la cuestión de servirle de todo corazón y con todas sus fuerzas, una experiencia gozosa, movidos por el Espíritu de amor. Ahí está el gran valor de la mujer de Dios: ella se somete a su marido movida por el Espíritu del amor que hay dentro de ella, pues ese amor no es suyo, sino que viene de Dios, para compartir con los demás, especialmente con su marido, que es parte de su cuerpo. Aún cuando la mujer sea de Dios y su marido no sea cristiano, debe someterse a él por amor, y no porque esté obligada por estar escrito en la Biblia. Debe ser algo natural, que fluye de su interior, como si fuese una fuente de aguas cristalinas.

Su marido puede ser una gran piedra intentando impedir que el agua fluya; puede ser hasta una persona poseída por un espíritu inmundo, pero todo eso no debe impedir que esa fuente de amor fluya en su vida. Su fuerza hará fluir agua por los lados y acabará empujando y librándose del peso de aquella piedra. Si la mujer es de Dios y, mira a su marido como si estuviese mirando al Señor Jesús, entonces él acabará transformándose en el marido cristiano que ella desea. La principal razón por la que muchas mujeres cristianas no consiguen convertir a sus maridos es porque todavía no han sabido transmitirles la imagen de Dios que hay en ellas. Muchas veces, en vez de mirarles con la misma mirada de misericordia y compasión cristianas, sólo critican su comportamiento, además de hacer reproches a cada instante. Ese proceder les aparta cada vez más de la fe. La mujer temerosa de Dios y sumisa a su marido, sabe admitir sus equivocaciones, porque tiene conciencia de que él todavía no ha tenido un encuentro con el Señor. Lucha a través de oración y ayuno y, sobre todo, manifiesta un comportamiento ejemplar de mujer de Dios, especialmente dentro de su casa.

La virginidad La virginidad simboliza pureza y santidad. Bien es verdad que, en el mundo actual, virginidad, pureza y santidad están “fuera de moda”. Aquellos que no tienen conocimiento de la majestad del Santo de los Santos se extrañan cuando tratamos este asunto. Esa es, sin embargo, la preocupación constante del corazón de los que son de Dios. La virginidad de la mujer de Dios, al igual que la del hombre de Dios, no reside sólo en el hecho de nunca haber tenido una experiencia sexual sino, sobre todo, en su proceder ejemplar y en la pureza de sus pensamientos y de sus palabras. Esa es la recomendación que el Espíritu Santo nos hace a través del apóstol Pablo: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Los padres, por tanto, deben instruir a sus hijos, tanto niñas como niños, a

que se abstengan de relaciones sexuales antes del matrimonio, para que sus cuerpos puedan servir como templos del Espíritu Santo. Creemos que, a los ojos de Dios, la cosa más linda en cuanto al amor de Sus hijos es el matrimonio de una pareja virgen. La propia naturaleza divina hará que se descubran el uno al otro y, así, conozcan el más puro y tierno amor.

Su palabra Pocos conocen el poder de la palabra, y menos aquella que sale de la boca de una mujer. Es verdad que la palabra de una mujer tiene mucha fuerza cuando es dirigida a un hombre. En ese caso, la cosa es muy seria. La Biblia dice que la lengua es como una pequeña llama, la cual enciende un gran fuego que puede destruir bosques inmensos. La palabra de una mujer tiene tanta influencia, que el diablo la usó para hacer caer al hombre. Ella no necesita participar de movimientos feministas para intentar imponer sus derechos, pues ya los tiene cuando usa su lengua. Por eso también es que el Espíritu Santo orienta para que las mujeres sean sumisas a sus propios maridos. Esa sumisión en amor encuentra refugio en el corazón de la mujer, que a causa de eso mismo, comprende esa relación. Se dice, con mucha propiedad que, en el hogar, el marido es la cabeza y la mujer, el corazón. A los hijos de Israel se les prohibe hasta hoy día casarse con personas que no sean de la fe judaica. La razón de eso es muy simple: Dios no quiere que Su pueblo santo se contamine con otro pueblo que no tiene nada que ver con Él. Además, es porque el diablo usa con mucha frecuencia el poder de la influencia de las mujeres para desvirtuar la fe del hombre. Por eso, bajo la ley de Moisés, el matrimonio mixto estaba definitivamente prohibido, puesto que las mujeres de los pueblos vecinos eran adoradoras de dioses falsos cuyos ritos inducían a la corrupción de las costumbres. La mujer que desea servir a Dios como instrumento de Su voluntad, necesita estar consciente de que su palabra tiene que ser moderada, pensada y ponderada. Ella debe ser breve y tardía en el hablar. El apóstol Santiago, dirigido por el Espíritu de Dios, dijo: “Todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo” (Santiago 3:2).

Está claro que todas las personas deben tener el máximo de cuidado al hablar, incluso los hombres. Pero aquí estamos enfocando a la mujer que pretende ser de Dios. La mujer de Dios tiene discreción y sabiduría en su hablar, por eso ella es sabia y por eso, ella es de Dios.

La constitución de su familia Después de la conversión al Señor Jesucristo, el paso más importante en la vida del ser humano es la constitución de su familia. Muchos jóvenes, en el afán de alcanzar el éxito económico, han dejado el matrimonio en un segundo plano. Hasta los propios padres tienen una gran parte de culpa cuando el matrimonio de sus hijos fracasa, pues ellos han procurado estimularlos mucho más a los estudios y conquistas económicas, que propiamente para la constitución de sus familias. Creen que si los hijos van económicamente bien, entonces el matrimonio será una consecuencia y todo marchará bien. Pero aquí se equivocan, porque la felicidad de una persona está directamente relacionada con su matrimonio. Normalmente, las personas piensan que el matrimonio es sólo una sociedad entre dos personas de sexos opuestos, y que, en el caso de que no funcione bien lo pueden separar ante la justicia común, y a partir de ese momento cada uno cuidar de su propia vida. Pero no es así de simple. Eso hasta puede suceder con cierta naturalidad y sin grandes prejuicios cuando el matrimonio no tiene hijos. Ellos pueden, separados, incluso reconstruir sus vidas nuevamente. Pero cuando hay hijos, la cosa se complica y ciertamente traerá perjuicios y problemas para el resto de la vida de esa familia rota. Básicamente, ¿qué es un matrimonio? Desde el punto de vista mundano, nada más que un contrato social entre dos personas. Y en tal caso, ¡vale todo! Pero dése cuenta de que todo lo que tiene la orientación del diablo no tiene nada que valga la pena. Libertad sin Dios, normalmente se traduce en la práctica del libertinaje, y ahí vale todo. Desde el punto de vista bíblico y cristiano, el matrimonio es la unión de dos personas de sexos opuestos, que se aceptan y reciben mutuamente. Ellas creen que, unidas bajo las bendiciones de Dios, pueden construir un hogar consolidado en el verdadero amor. Hay dependencia de uno con el otro. Es como si uno fuese la pierna izquierda y el otro, la pierna derecha y ambas hacen que el cuerpo se mueva de forma natural.

De hecho, el matrimonio cristiano es la unión de dos mitades que hacen un todo, o sea, un cuerpo completo. El hombre es una mitad y la mujer es la otra; los dos se complementan, volviéndose un solo cuerpo. El elemento que hace que se convierta en ese cuerpo único es el amor que el Espíritu Santo derrama en sus corazones, pues como está escrito: “... el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5) Creemos que es justamente eso lo que el Señor Jesús quería decir cuando Le preguntaron con respecto al divorcio: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:4-6). El lector no puede confundir el matrimonio entre los hijos de la luz o entre los hijos de las tinieblas. Ambos son radicalmente opuestos entre sí: el matrimonio de los hijos de la luz está sujeto a las reglas establecidas en la Palabra de Dios. El matrimonio de los hijos de las tinieblas no está sujeto a ninguna ley divina.

Su conciencia La joven o la mujer, que está llena del Espíritu Santo, sabe analizar las consecuencias de un mal casamiento, porque el Espíritu de Dios confirma con su Espíritu los consejos de la Palabra de Dios. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente...” (2 Corintios 6:14-16). Ella nunca correrá el riesgo de un mal casamiento, teniendo en cuenta que ambos son de Dios. Pero esa conciencia pura y cristalina está faltando hoy en la Iglesia del Señor Jesús. Y es por eso que el auténtico cristianismo, el cristianismo primitivo está invalidado, pues los jóvenes, aparentemente cristianos, están despreciando los consejos de Dios y se apegan a los deslumbres de sus ojos

carnales para unirse con los hijos de las tinieblas. Después, procuran justificarse diciendo: ¡Ah! Después yo le llevo a la iglesia... O entonces dicen: Pero yo le amo tanto, y él también a mí... No faltan razones, justificadas para dejarse llevar por el corazón engañador. ¡Cuánta ilusión! El Espíritu de Dios revela para Sus hijos: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). No se puede dar lugar a los instintos del corazón. Vea cuántos matrimonios han fracasado, cuántos suicidios se han cometido, cuántas peleas, contiendas y tantas otras cosas que han acontecido en nuestra sociedad. ¡Y todo a causa del corazón corrupto y engañador! La familia es la célula-madre de la sociedad. Todos los grandes problemas que afligen a la humanidad tienen origen en esa célula: la familia. Cuando la familia va mal, entonces todos los miembros de ésta también van mal; y por donde vayan, llevarán consigo la contaminación de un hogar fracasado. El mismo espíritu que condujo a la destrucción en su familia va a hacer lo mismo en las futuras familias. La Biblia lo llama espíritu familiar –es un espíritu inmundo que no tiene otra función sino destruir hogares–. Este tipo de espíritu no destruye familias que son constituidas por miembros del cuerpo del Señor Jesús, es decir, aquellas personas que tienen sus vidas basadas en la Palabra de Dios. Cuando la joven nutre su corazón con el temor a su Señor y Salvador, entonces se apega a los consejos de Dios y jamás permite que el corazón la engañe. Al contrario, tiene el poder del Espíritu de Dios dentro de ella, para controlar los impulsos engañosos del alma. Porque desea servir al Señor de todo su corazón, procura relacionarse con personas que tienen el mismo objetivo que el suyo.

El marido con quien ella sueña ¡Cuando la mujer es de Dios, se casa con un hombre también de Dios! Esto es porque ella sueña servir como instrumento del Espíritu Santo, para dar a luz hijos de Dios. Eso significa que si tiene vocación para servir al Señor en el altar, tiene que buscar en Dios una pareja que también quiera servirle en el altar.

Si ha sido llamada para servir a Dios, jamás debe comprometerse con alguien que no tenga su mismo sentir y propósito, de lo contrario, puede tener la seguridad de que su talento será sepultado. Pero siendo de Dios, por eso mismo es prudente, y espera que el Señor haga con ella como hizo con Rebeca, que no estaba ni lo más mínimo preocupada con su matrimonio, ni tampoco ansiosa con ello. Su preocupación era preservar su virginidad y pureza para alguien que Dios le iba a mostrar. De hecho, el mismo ángel del Señor la encaminó hasta Isaac. “La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas del Señor la mujer prudente” (Proverbios 19:14). La verdad es que Dios ha preparado para cada mujer prudente un siervo fiel; y para cada siervo fiel, una esposa prudente. Sólo espera que cada uno deje de lado la ansiedad por casarse y se mantenga firme en Su Santa presencia, pues, nadie tiene más interés en hacernos felices que el mismo Dios. “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia del Señor” (Proverbios 18:22). Muchos jóvenes cristianos a veces cometen un grave error al casarse con personas que pertenecen a otra denominación. Aunque la fe cristiana sea una sola, el “vino” (o la doctrina), que es servido en una iglesia acostumbra ser diferente del servido en otra. Esta diferencia de “vinos” ha creado problemas entre los jóvenes casados, causando hasta la separación, aunque no siempre tiene por qué ser así, pues si hay respeto por la libertad de conciencia, lógicamente se llegará a un entendimiento. Imagine por ejemplo la persona que acostumbra a escuchar las profecías casándose con otra que no cree en ellas. ¡O piense en alguien que cree en el caer “por el poder de Dios” y se case con alguien de la Iglesia Universal, que no acepta doctrinas de ese tipo! Si llevan la vida cristiana en serio, vea qué complicación. Lo ideal es que la joven se case con un joven de la misma iglesia o de doctrina similar.

La educación de los hijos “Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Los hijos son la imagen de los padres; si los padres actúan mal, entonces los

hijos también actuarán mal, pero si los hijos ven el respeto y temor de Dios en la vida de sus padres, ellos también tendrán respeto y temor de Dios, y ciertamente serán instrumentos en Sus manos. El niño jamás nace bandido, asesino, ladrón o cosa semejante. Pero las circunstancias que les rodean son las que les animan hacia el mal, es decir, son su escuela. Considerando la Palabra de Dios, nos muestra su enseñanza que la mujer sabia es quien edifica su casa, eso significa que es responsabilidad de la mujer la estructura básica de su hogar. La educación de los hijos forma parte de esa estructura básica. Es ella quien cuida de la casa, quien procura el alimento para los niños, quien lava su ropa, quien, en fin, cuida de todo lo que se relaciona con los miembros de su familia. Así, sus hijos se quedan observándola atentamente. Y de ella hay una transferencia de carácter para los hijos, mucho más que del padre, que casi siempre está trabajando fuera de casa, de manera que ella tiene mayor carga de responsabilidad en la edificación de su casa. ¡Mire, cuando la mujer es de Dios, es casi imposible que sus hijos no sean también de Dios! Pues todo su ser es usado por el Espíritu Santo. Ella es como una fuente de vida, y todos cuantos conviven con ella obligatoriamente beberán de sus virtudes. La mujer de Dios sabe cuidar y educar a sus hijos con el principio básico de la propia sabiduría, es decir: el temor del Señor. Todas sus enseñanzas siempre se dirigen a infundir en el inocente corazón de ellos el temor a Dios. Vea lo que el Espíritu de Dios dice: “Para entender sabiduría y doctrina, para conocer razones prudentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y equidad; para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo, para entender proverbio y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos” (Proverbios 1:2-7). Mientras la madre moderna que no tiene ningún compromiso con el Señor Jesús está preocupada en colocar a sus hijos en los mejores colegios, para que ellos tengan la mejor cultura de este mundo, y así asegurarles un futuro prometedor, la madre que es un verdadero instrumento del Espíritu de Dios procura hacer que sus hijos busquen en primer lugar el Reino de Dios y su

justicia. De ahí que, permanentemente cuidará para que ellos no sean influenciados por programas de televisión o juegos infernales; ella cuida para que sus compañeros sean también temerosos de Dios; y para que nunca falten a las reuniones dominicales en la iglesia. En fin, cuida para que haya una formación genuinamente cristiana en el carácter de sus hijos. El Espíritu de Dios llama virtuosa a este tipo de mujer; y así comenta a su respecto: “Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir. Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba: muchas mujeres hicieron el bien; más tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada” (Proverbios 31:25-30).

Cuando el matrimonio es de Dios Cuando una mujer de Dios está casada con un hombre de Dios, tenemos la base fundamental de la Iglesia del Señor Jesucristo. Es así que van a nacer generaciones de hijos de Dios. El Señor quería hacer de Abraham una gran nación, por eso no permitió que Sara, su mujer, tuviese hijos hasta que los dos formasen un matrimonio de Dios. Quiere esto decir que Dios permitió que Sara fuese estéril para que ella tuviese, junto con Abraham, el carácter adecuado, antes de engendrar a Isaac. Éste, a su vez, tenía que heredar el carácter de sus padres tal como Dios quería, para que el plan de Dios pudiese ser llevado a cabo. Así también tiene que suceder con la mujer de Dios. Para que ella dé a luz hijos de Dios, tiene que estar casada con un hombre de Dios. A través de este matrimonio sagrado es como viene el nacimiento de hijos de Dios. Es así que comienza la iglesia. El matrimonio de Dios tiene su vida entera en el altar, y como consecuencia de eso, sus hijos nacerán en ese altar, que es el lecho inmaculado, para que sus hijos, tanto biológicos como espirituales, sean de Dios. La iglesia del matrimonio de Dios comienza dentro de su propia casa. Sus hijos tienen la obligación de ser convertidos como aquellos que componen su iglesia. Eso debe suceder de forma tan natural que se mezclen con los hijos espirituales, y todos compongan la Iglesia del Señor Jesús, de la cual el matrimonio es el elemento generador. Este matrimonio representa al Señor Jesús y Su Iglesia. Creo que éste es el ministerio del cual el apóstol Pablo se refiere, cuando dice: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Efesios 5:31-32).

El ministerio en el hogar Si el hombre de Dios no nutre un gran amor por su esposa, lo mismo acontecerá en relación con la iglesia. Es imposible que él ame a una y desprecie a la otra, porque su iglesia comienza dentro de su propia casa.

Su primer púlpito está en su hogar. Su ministerio es cuidar de la Iglesia, su primera ovejita será su esposa. Después sus hijos, y seguidamente aquellos que el Señor aumente en su rebaño. El ministerio de la mujer de Dios es cuidar del marido, de los hijos y de la casa. Podemos comprobar eso en las Sagradas Escrituras: “Mujer virtuosa, ¿quien la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida. Busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos. Es como nave de mercader; trae su pan de lejos. Se levanta aun de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas. Considera la heredad, y la compra, y planta viña del fruto de sus manos. Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos. Ve que van bien sus negocios; su lámpara no se apaga de noche. Aplica su mano al huso, y sus manos a la rueca. Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso. No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles. Ella se hace tapices; de lino y púrpura es su vestido. Su marido es conocido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra. Hace telas, y vende, y da cintas al mercader. Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir. Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba: Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos” (Proverbios 31:10-31). Las mujeres de Dios, en el ministerio terreno del Señor Jesucristo, también participaban en Su trabajo evangelíco al prestarle asistencia con sus bienes. Sin embargo, como el Señor no tenía empleo y todo Su ministerio consistía en ayudar a las personas que venían a Él, ellas siempre Le rodeaban atendiendo los más elementales servicios.

Cuando una mujer cristiana está casada con un hombre no cristiano Ésa ha sido la situación más común entre el pueblo de Dios: la mujer de Dios casada con un hombre no cristiano y viceversa. Muchas de esas mujeres han derramado lágrimas de dolor y humillación, por sufrir tantas injusticias por parte de aquellos a quien tanto aman. La mayoría de ellas, sin embargo, desconocen la fuerza que tienen o subestiman el poder de Dios que hay dentro de ellas. Por eso, la situación se vuelve cada vez peor. Hay mujeres que han orado, ayunado; hicieron vigilias y toda clase de sacrificios en la iglesia con el fin de convertir a sus maridos, y el resultado ha sido negativo. ¿Por qué? La verdad es que esas mujeres han hecho sus sacrificios dentro de la iglesia. En vez de hacer tanto sacrificio fuera de casa, deberían de haberlo hecho empezando en su propia casa y sirviendo a sus maridos. ¡De nada sirve sacrificar en la iglesia y no sacrificar en la casa! ¡Y en casa debe comportarse igual que en la iglesia! De qué sirve orar, ayunar y llorar delante de Dios, si en casa discute con su marido, se irrita por todo, exige una serie de cosas que él no tiene capacidad de atender o solucionar, y en fin, en vez de fortalecerlo con palabras de fe, de estímulo y de amor, sólo tiene para él reproches y más reproches. Es imposible que el Espíritu de Dios encuentre ocasión o condiciones para hablar con él, ya que ese tipo de mujer, con sus problemas reales o ficticios, no hace más que irritar a su marido. Mire, mujer, usted que enfrenta este tipo de problema, debe reconocer que usted ha sido la mayor barrera para impedir que su marido se convierta. Si reconociera eso y fuera humilde delante de Dios, para pedirle sabiduría en el gobierno y dirección de su casa, y especialmente en el trato con su marido, tengo la más absoluta convicción de que Dios le inspiraría sobre cómo actuar para ganar a su marido para el Señor Jesús. Así es como el Espíritu de Dios ha hablado a través del apóstol Pedro: “Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta

y respetuosa” (1 Pedro 3:1-2).

En el sexo No importa si la mujer está llena del Espíritu Santo y su marido, está perturbado. Desde el momento en que estén casados delante de Dios, ella ya no es más dueña de su cuerpo, y sí él; de la misma forma, el marido tampoco es más dueño de su propio cuerpo, sino ella. Siendo así, ninguno de los dos puede privar al otro de la relación sexual; a no ser por mutuo consentimiento para orar, ayunar, consagrar sus vidas, o algo en lo que estén de común acuerdo. Esta es la orientación que recibimos del Espíritu Santo: “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7:3-5). Además de eso, el marido no tiene derecho a obligar a la mujer a practicar el sexo contrario a la naturaleza, es decir, anal. La propia naturaleza enseña que, en el sexo, hay un lugar para cada cosa y cada cosa debe ser colocada en su debido lugar. Además la mujer no es un homosexual, para someterse a tal infamia diabólica. Esa práctica es llamada sodomía, porque proviene de Sodoma. Observemos el juicio de Dios para esa ciudad. También así sucede con los que de la misma forma la practican. “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Romanos 1:26-27). La mujer que fuese forzada por su marido a tener relación sexual anal debe, en el momento oportuno y con calma en la conversación, someter tales versículos a la conciencia de su pareja. ¡Después el Espíritu de Dios ha de hacer el resto!

Amor y pasión Decidimos incluir un tema sobre este asunto, por creer y sentir la necesidad de que los jóvenes adquieran conocimiento de la gran diferencia, entre el más puro amor y la pasión desde el punto de vista bíblico. La falta de este discernimiento ha hecho que muchos jóvenes pongan sus vidas en las manos de la personas equivocadas, y ése el motivo de tantos sinsabores e infelicidad conyugal por causa de una pasión errónea. Esto, sin hablar de los numerosos casos de personas con sus corazones destrozados por un falso amor o una pasión desenfrenada que ha llevado a muchos hasta el punto de cambiar la salvación eterna por un sentimiento terreno. Sabemos que el diablo ha hecho que muchas personas caigan en la trampa del corazón engañoso. Muchos han sentido pasión y han pensado que eso era amor, mientras otros juzgan que si no siente pasión, no es amor. Pero, ¿qué es la pasión? La pasión es una emoción llevada a un alto grado de intensidad, traspasando la lucidez y la razón. En otras palabras: la pasión es una emoción tan fuerte, tan intensa que llega hasta el punto de superar la propia razón. La pasión es un sentimiento posesivo, cuyo objetivo es satisfacerse solamente a sí mismo, no importando nada más. La persona apasionada pierde el sentido del ridículo, no tiene equilibrio, no reacciona como debería y acaba entregándose a la locura de un hecho diabólico. Es obvio que solamente una persona poseída llega hasta tal punto, pues es imposible que alguien dirigido por el Espíritu Santo caiga en esa trampa satánica. Muchas veces, la pasión lleva a sus prisioneros a matar o a morir. Veamos, por ejemplo, el caso de David: él llegó al extremo de su pasión. Mandó matar a uno de sus más fieles soldados, sólo para quedarse con su mujer. Urías fue llamado al palacio y se le ordenó pasar una noche en casa. Él era tan fiel al rey David que llegó a rehusar dormir con su propia mujer por lo que respondiendo al rey dijo: “El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a

dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa” (2 Samuel 11:11). Esta fidelidad le costó la vida, a causa de una pasión demoníaca que dominó al rey. En nuestros tiempos existen también muchos casos de posesión errónea. Al final de 1994, una mujer apasionada, rechazada por su amante por tener dos hijos: uno de casi un año y el otro de aproximadamente tres años, decidió deshacerse de ellos para juntarse con el amante. Amarró a los niños en el interior de un automóvil y los hechó a un lago... ¡Cuántos han sido los sucesos reales de verdaderas atrocidades movidas por la pasión! No cabe la menor duda de que ese tipo de pasión es movida por un espíritu demoníaco capaz de cualquier mala acción. El amor es totalmente inverso a la pasión. Mientras la pasión es dirigida hacia sí misma, el amor es dirigido hacia el otro. Es el sentimiento que expresa el querer bien a la persona amada. La Biblia define el amor de la siguiente manera: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8). El mayor ejemplo de amor fue practicado por el Propio Amor: Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí el castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el

que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quién no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4:16-21).

Los diez mandamientos de la mujer de Dios Primero: Ella teme al Señor.–Y ese temor hace que vea al marido como si fuese el Señor Jesús, incluso si es incrédulo.

“La mujer que teme al Señor, ésa será alabada” (Proverbios 31:30). Segundo: Ella es sabia.–Por eso habla poco o incluso sólo lo necesario. Cuando la persona habla mucho es porque es egoísta, y siempre quiere imponer a los otros sus ideas y pensamientos.

“El que guarda su boca, guarda su alma; más el que mucho abre sus labios tendrá calamidad” (Proverbios 13:3). Tercero: Ella es discreta.–Nunca procura llamar la atención de los otros. Su comportamiento es contrario al de las mujeres del mundo. Su hablar es suave, sus vestidos son discretos. Su rostro puede estar maquillado, pero no enmascarado; su cabello peinado, pero no de forma exótica.

“Como zarzillo de oro en el hocico de un cerdo, es la mujer hermosa y apartada de razón” (Proverbios 11:22). Cuarto: Ella es virtuosa.–La mujer virtuosa es aquella que procura cuidar mucho más de su corazón que de su cuerpo. Tiene, como fragancia en su cuerpo, la plenitud de la presencia del Espíritu Santo.

“Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden” (2 Corintios 2:15). Quinto: Ella es fuerte.–No desmaya delante de las dificultades. Al contrario, cuando aparecen los momentos difíciles, surge con la determinación de la mujer de Dios.

“Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir”

(Proverbios 31:25). Sexto: Ella es mujer de fe.–La mujer de fe es aquella que ve en las dificultades sólo nuevas oportunidades. Como dueña de la casa, sabe hacer del limón una buena limonada. Estimula la fe de su marido con palabras de ánimo y coraje.

“El corazón de su marido está en ella confiado” (Proverbios 31:11). Séptimo: Ella es trabajadora.–La mujer de Dios nunca es perezosa, porque tiene placer en cuidar de los quehaceres de la casa, todo está en orden. No espera que los otros hagan aquello que es de su competencia.

“Se levanta aun de noche y da comida a su familia y ración a sus criadas. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde” (Proverbios 18:15; 27). Octavo: Ella es fiel.–La mujer de Dios no es fiel sólo a su marido, sino también a su iglesia. Su fidelidad se deja ver en su servicio en la obra de Dios.

“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes” (Lucas 8:1-3). Noveno: Ella es sensata.–La mujer de Dios sabe ser cuidadosa con sus palabras, especialmente cuando su marido es incrédulo. Los lamentos y reclamos nunca surten buen efecto en los oídos de quien los oye. Si es sensata, entonces sabe cómo cambiar las situaciones desagradables, en vez de estar quejándose y reclamando todo el tiempo.

“Se levanta aún de noche y da comida a su familia y ración a

sus criadas. Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde” (Proverbios 31:15; 27). “Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez” (Proverbios 19:20). Décimo: Ella tiene buenos ojos.–La mujer de Dios procura ver a las demás personas como Dios las ve. Es verdad que hay personas malas y que es difícil verlas con buenos ojos, pero como ella es de Dios sus ojos siempre procuran ver el lado bueno de aquellas personas. Es mejor ser perjudicado con buenos ojos que alcanzar ventajas con malos ojos.

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:2223).