El Papado y Bizancio

EL SURGIMIENTO DEL PAPADO ROMANO COMO REACCIÓN CONTRA BIZANCIO Y EL SURGIMIENTO DE LA TEORÍA POLÍTICA MEDIEVAL Las igles

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EL SURGIMIENTO DEL PAPADO ROMANO COMO REACCIÓN CONTRA BIZANCIO Y EL SURGIMIENTO DE LA TEORÍA POLÍTICA MEDIEVAL Las iglesias católica romana y ortodoxa griega sostienen concepciones opuestas sobre las relaciones Iglesia/Estado. De esa oposición surgen, primero la teoría política papal como reaccción católico-romana contra Bizancio y, luego, de la teoría política papal, como reacción o como adhesión a ella, surgen las diferentes teorías políticas medievales en las que buscamos la resignificación “premoderna” del concepto de natura. De allí la importancia de entender la concepción cristiana-bizantina, origen indirecto de la teoría política occidental hasta Hobbes. I. La concepción bizantina sobre las relaciones Iglesia-Imperio En 330 Constantino fundó Constantinopla. La fundación no fue un acto formal, sino un acto político tendiente a reformular la historia del Imperio Romano bajo el signo del Cristianismo. Ello se percibe en dos hechos: (1) a la fundación se agregó la transferencia a Bizancio del Senado romano y de la administración del Imperio; Bizancio no debía ser menos majestuosa que Roma; Constantino quiere otorgar a Bizancio la misma importancia que a Roma; (2) el reconocimiento del Cristianismo como religión imperial muestra que Constantino quiso otorgar al nuevo Imperio una nueva capital sin tradiciones paganas y libre de la sangre que manchaba la vieja Roma. Por ello Constantinopla comenzó a ser llamada nea (nueva) Roma o segunda Roma. Eusebio de Cesarea (†339), teólogo de la corte, transmite la teología política de Constantino en su Historia ecclesiastica y en su biografía de Constantino. Esa teología política será la futura concepción bizantina (=del Xmo. oriental-ortodoxo) sobre el Imperium Christianum. Son sus características: (a) la nueva Roma es el punto central del Imperio y de la Iglesia; (b) copertenecencia mutua de Imperio e Iglesia e indistinción entre poder espiritual y temporal; (c) el centro del Imperio cristiano lo ocupa el Emperador cristiano, representante de Dios en la tierra (no la más alta autoridad de la Iglesia); en el Emperador Dios “hace brillar la imagen de su omnipotencia absoluta”; este señorío absoluto del emperador en dependencia directa de la concesión divina queda evidenciado en el siguiente texto: “Dios mismo, el más alto conductor de todo el mundo, eligió a Constantino como señor de todos, de modo que ningún hombre puede pretender haberlo elevado a ese rango”; (d) la inmediatez de la relación del Emperador con Dios se apoya en el hecho de que Dios no enseñó el cristianismo al emperador a través de la intermediación de otro, sino que Dios conduce personalmente al emperador, como se percibió en su conversión al Cristianismo, de la que resulta que ese conocimiento (del Cristianismo, implícito en la conversión), fue asignado por Dios inmediatamente a Constantino, sin intermediarios. El núcleo de esta teología política es el emperador como primero después de Dios, un absoluto en la tierra. Esta interpretación de la figura del emperador es la reformulación cristiana de la vieja idea romana del carácter divino del Imperio. Algunas expresiones de Eusebio presentan la concepción pagana del Dios-emperador como Sol invicto, pero cristianizada. El Sol invicto es ahora el emperador cristiano, el pontífice máximo con un lugar central en la Iglesia: (a) convoca los sínodos de obispos “como si él hubiera sido colocado por Dios como obispo de todos”, (b) preside los sínodos y otorga a las decisiones

de los sínodos fuerza de ley dentro del Imperio y la Iglesia; (c) es el custodio de la Iglesia y de la unidad y verdad de la fe cristiana. Eusebio considera casi un milagro la escena de clausura del concilio de Nicea (325), en la que 250 obispos están a la mesa junto con el emperador: “Casi se podría decir que se trata -dice- de una imagen del reino de Cristo, a no ser que se trate de un sueño, y no de una realidad”. La idea del Emperador como representante de Dios en la tierra surge también en el hecho de que en el Mausoleo de Constantino han sido enterradas sus piernas en el centro del sarcófago donde yacen las reliquias de los doce apóstoles, seis a su derecha, seis a su izquierda. El emperador cristiano no solo asumió la herencia política sino también la herencia sagrada del Dios-emperador romano. Los teólogos ortodoxos entendieron el lugar del emperador al mismo nivel que el del primado de la iglesia. Fácticamente esa armonía consistía en que la Iglesia reconocía las funciones del emperador como custodio de la Iglesia y de la unidad de la fé y se limitaba a su función puramente espiritual de custodia de la verdad de la ortodoxia y del orden eclesiástico. Aunque en cuanto hijo de la Iglesia el emperador estaba sometido a la conducción espiritual de la Iglesia, el peso real estaba del lado del emperador. Frente a tal concepción del Emperador resultaba difícil una conducción de la Iglesia autónoma. En el código de 886 llamado Epanagoge (=la fijación que el derecho eclesiástico hizo de las relaciones entre Iglesia y el Estado), fue establecida canónicamente la posición del emperador y la función del patriarca como cabeza espiritual de la Iglesia. La fijación de esas relaciones hizo imposible que el patriarca bizantino tuviera la misma independencia jurídica que había empezado a tener en Roma el papado romano. La Epanagoge no garantiza al patriarca independencia politica, sino solo espiritual. Por ello es característico de la historia política eslava y bizantina la ausencia en ella de la tensión típicamente occidental entre el emperador y un papado politizado; típico de Oriente es la tensión entre el absolutismo del Imperio y una Iglesia que frente al absolutismo del Zar insiste en su propia libertad espiritual. Con el traslado de la capital del Imperio Romano a Constantinopla se erige en la nueva Roma la idea de un poder polìtico que se ha trasladado para purificarse de las antiguas tradiciones paganas que habìan viciado el Imperio con sede en Roma. Al mismo tiempo, en Constantinopla tiene lugar una transformaciòn cristiana de la antigua concepción política del Imperio Romano. Segùn esta concepción cristiano-bizantina, el Emperador es el supremo soberano en política y en religión.

II. La concepción de San Agustín En Occidente, Agustín expuso sus ideas sobre la Iglesia como ciudad de Dios entre 412 y 426. Su obra De civitate Dei es una respuesta al problema del siglo: en 410 Roma fue destruida por los bárbaros, Alarico conquistó la capital del viejo Imperio pagano y anuló el aparato administrativo y de gobierno. Todos los afectados se preguntaban: ¿quién es el culpable? Los dirigientes administrativos y de gobierno sobrevivientes a la caída del Imperio, que en su mayoría seguían siendo paganos, señalaban como culpables a los cristianos que no aceptaban la idea religiosa del Imperio romano pagano.

Agustín rechaza ese ataque. Pero no hace suya la idea bizantina del cristianismo oriental que niega la Roma pagana que persiguió cristianos y que traslada el Cristianismo a Bizancio. Agustín podría haberse refugiado en el cristianismo triunfal bizantino, pero ignora a Bizancio como la nueva Roma, ignora la versión cristiana oriental de Roma. La idea de un Imperio Romano en el sentido de la nueva Roma no es tratado por Agustín. Para él la contraimagen de origen divino de la vieja Roma pagana no es la nueva Roma sino la Iglesia católica que, en su exteriorización terrestre, es el reino de Dios visible en la tierra. No sabemos porqué Agustín ignora el mito de la nueva Roma que, sin embargo, conocía. Quizá porque para él la Ciudad de Dios como realización del Cristianismo solo es celeste, no terrestre. III. El papado romano Los obispos de Romas aprovecharon el vacío político que eclosionó con las migraciones de pueblos en terreno italiano y la caída de Roma para construir su posición como poder eclesiástico y para transformarse en el poder político en Occidente, heredero de la soberanía vacante de Roma, no limitado por el Emperador bizantino. Poco a poco el Papado se sustrajo al dominio del emperador bizantino, se resiste a pagar impuestos al emperador y a que se ejercieran derechos imperiales en terreno romano. La Iglesia romana occidental crece como heredera de la soberanía “vacante” (Hobbes). Sobre la base de este vacío pudo desarrollarse la idea papal del obispo de Roma que ocupa el lugar del desaparecido imperio romano occidental. Así se constituye en occidente un nuevo poder, la Iglesia del obispo de Roma que se considera continuadora del Imperio romano caído y que inaugura la teoría de los dos poderes, espiritual y temporal, idea extraña a Bizancio. El papa operó políticamente estableciendo una coalición política con los gobernantes del reino franco y se arrogó todo el derecho de otorgar el título de emperador a un príncipe bárbaro, el carolingio Carlos, a pesar de que en Bizancio el trono imperial del Imperio romano ya estaba ocupado por un legítimo portador del título de emperador romano. Desde la perspectiva que los bizantinos tenían acerca del Imperio Romano (RomGedanke), el desarrollo de los acontecimientos en Occidente se les presentaba como una rebelión conjunta del obispo de Roma y de reyes bárbaros occidentales que se autoatribuían mutuamente posiciones de poder y títulos de nobleza cuya legitimidad nunca pudieron demostrar. La posición del papa en Roma como plena potestas (espiritual y temporal) fue ratificada por la donatio Constantini (800), falsificación que apoya las pretensiones del papado. La donatio reconstruye la historia del imperio y del papado romano desde la perspectiva papal con el objetivo de legitimar como histórica, i.e. como existente así desde siempre (no construida por teorías) la posición política y eclesiástica del Papa tal como éste pretendía que esa posición fuera según sus concepciones teóricas: en agradecimiento por la curación milagrosa de su lepra, Constantino dona al Papa Silvestre I su Palacio, sus insignias imperiales, el dominio sobre todo el mundo occidental, el derecho de organizar la corte papal a imagen de la corte imperial y traslada la propia sede imperial a Bizancio para que el poder del obispo de Roma no se perjudique por la presencia de un emperador en Roma.

La donatio devalúa la idea de Bizancio como centro del Imperio. El obispo de Roma, nuevo señor de la Roma cristiana, es colocado en las funciones del emperador mediante una cesión de derechos realizada por el mismo emperador. El emperador de Roma deja en Roma todos sus poderes y derechos temporales y los agrega a los derechos espirituales del Papa, se traslada a Bizancio para cumplir allí, en Oriente, sus obligaciones políticas como fiel hijo de la Iglesia romana. Pero deja Roma, su palacio y su corona al obispo de Roma, quien ahora se transforma en cabeza del Imperio temporal y espiritual. Ello favorece el desarrollo de dos concepciones distintas de Iglesia y de Estado. A los emperadores bizantinos y a los patriarcas de Bizancio les resultaba históricamente imposible aceptar la idea papal del primado del obispo de Roma. En Bizancio el emperador pretendía gobernar sobre todos los romanos, incluso sobre el obispo de Roma, un romano más. En Roma, en cambio, el papa romano pretendía gobernar sobre todos los cristianos, inclusive el emperador bizantino, un cristiano más. Contra la concepción histórica bizantina la teoria papal de gobierno se apoya en teorías, i.e. a partir de la lectura hermenéutica del texto bíblico surge la primera teoría racionalista para enfrentarse contra el carácter histórico de la soberanía de la Roma pagana La teoría de gobierno del papado puede ser entendida como expresión del tránsito de la fundamentación de la política en el mito histórico a su fundamentación en un sistema “racional”. A partir del momento en que el papado introduce su racionalidad en el pensamiento político, la política se desenvuelve como un conflicto entre distintas racionalidades, que son nuestro tema. A esta teoría del papado romano le era imposible aceptar a Bizancio como nueva Roma, pues para el papa el Imperio Romano desaparecido se renovaba en la Roma papal. La realización política de una tal ideología de la Roma papal fue posible porque cayó el imperio político en Occidente y porque según la donatio el emperador romano abandonó Roma y se fue a Bizancio. Es obvio que en el sistema bizantino la máxima autoridad de la Iglesia nunca habría intentado ir más allá de sus facultades espirituales para pretender facultades políticas dentro del Imperio. En Bizancio el desarrollo de la idea del primado eclesiástico al modo del papado romano, i.e. con facultades de gobierno, estaba obstaculizada por el hecho de que allí había un Emperador que afirmaba sus derechos. En Bizancio un conflicto dentro de esta Simphonia solo era posible si el Emperador actúa contra la ley moral o contra la doctrina de la Iglesia, y entonces la máxima autoridad de la Iglesia debía utilizar su poder espiritual para corregir al emperador. Ello culminó en el cisma entre Bizancio y Roma. Las relaciones entre Bizancio y Roma suelen ser estudiadas desde la perspectiva católicoromana occidental. Según ella Bizancio es la metrópoli del Imperio oriental que (a) no se somete al primado romano, y (b) desde el punto de vista del dogma se separó de Roma. Desde la perspectiva bizantina la conciencia histórica del imperio bizantino se expresa en el nombre de Constantinopla como Nueva Roma y de los ciudadanos del Imperio romano oriental como romanos. Para los orientales la historia de Bizancio es la directa continuación de la historia romana, pero cristianizada. En la autodenominación de los bizantinos como romanos está simbolizada la pretensión del Imperio oriental a la soberanía universal romana que le corresponde por un derecho otorgado por la historia. El nombre nea Roma sugiere la continuidad: la nea Roma es portadora de toda la plenitud de poder de la vieja Roma, y al mismo tiempo es la Roma cristiana, que efectiviza la pretensión de poder del Imperio romano pero según la ley de Cristo.

IV. Moscú, tercera Roma La reconstrucción del periplo del mito de Roma como poder político perenne que no desaparece, sino que se traslada (peregrinatio) y que se renueva (renovatio) en cada nueva sede, se completa con su culminación en Moscú que, despues de la caída de Constantinopla en 1453, asume la herencia político-religiosa de la segunda Roma. En Moscú la ideología bizantina se identificó con la conciencia histórico/eclesiástica del imperio ruso y logra pleno desarrollo en la idea de Moscú como tercera Roma. Para los ideólogos rusos de la tercera Roma, la conquista de Constantinopla tuvo las mismas consecuencias que la caída de Roma en manos de los germanos tuvo para Bizancio. Así como en Constantinopla se renovó el poder político-eclesiástico de la vieja Roma, en Moscú se renueva el poder político-eclesiástico perdido por Constantinopla como consecuencia de su caída en manos turcas, castigo por su apostasía implícita en su intento de unirse con la herejía latina representada por Roma. Desde el punto de vista de Moscú, la Roma papal representa la herejía latina y todo intento de unión con Roma proveniente del Imperio bizantino equivalía a una apostasía que arrastraba la aniquilación de Constantinopla como castigo por su abandono de la ortodoxia. La transferencia del Imperio desde Bizancio a Moscú se apoya en dos ideas: (1) la caída de Bizancio es un castigo divino por apostasía; y (2) la verdadera Roma y el verdadero poder político están donde está el verdadero Cristianismo. Ahora el verdadero Cristianismo se refugiaba en Moscú. La conciencia histórica de la vieja y la nueva Roma se desarrolló de modo tal que cada uno de los dos protagonistas del conflicto desmentía y negaba la legitimidad de las pretensiones del otro al primado político y eclesiástico. Pero cada uno consideraba que el mantenimiento de esas pretensiones por parte del rival constituía un abandono de la verdadera fe, un motivo suficiente para revocar la comunidad eclesiástica y tambien para la aniquilación militar y sometimiento del enemigo. Cuando en Occidente se presentó la posibilidad, en el marco de la gran acción de política exterior de la cristiandad occidental, tal como lo presentaban las cruzadas, de someter militarmente a Bizancio, se llegó a 1206 a la conquista de Bizancio a través del ejército de la cuarta cruzada y a la instauración de un imperio latino y de un patriarcado de Constantinopla. Esta conquista de Bizancio por parte de Occidente y la persecusión de la Iglesia ortodoxa en el terreno del Imperio latino de Constantinopla profundizaron el cisma y dieron al rechazo de la Iglesia bizantina frente a Roma un carácter verdaderamente traumástico. V. EL Zar como nuevo Constantino La ideología política del zarismo ruso tiene sus raíces en la concepción bizantina de la Iglesia y del Estado tal como fue creada por Constantino, fundador de la Iglesia imperial. La idea del estado cristiano y de los Zares cristianos, en los que conjugan el ideal griego del rey filósofo, del monarca cristiano y del ungido de Dios que es considerado como representante de Dios en la tierra, es idea fue asumida como fundamento de la concepción estatal entre los rusos.

La idea de Moscú como tercera Roma fue desarrollada por algunos teólogos moscovitas en el siglo XV, especialmente por el monje Josif Sanin (ss. XV-XVI) del monasterio de Wolokalamsk. Ella sostiene que el dominio sobre Iglesia y Estado está en manos del zar, el ungido representante de Dios. El josifismo asumió las ideas fundamentales de la Iglesia estatal bizantina, pero presenta una forma característica, pues reconoce al Zar como autócrata cristiano, una plenitudo de poder no solo temporal, sino también espiritual. Estas ideas vuelven a aparecer en las cartas de Filofej von Pskow (1547) dirigidas a los gobernantes de Moscú. El Zar es “conductor de la Iglesia apostólica que en lugar de estar en Roma y en Constantinopla está en la bendita ciudad de Moscú. …todos los reinos cristianos pasaron y fueron transferidos en el reino de nuestro señor de acuerdo de los libros proféticos: es el imperio ruso. Pues han caído dos imperios, el tercero sin embargo se mantiene, y ya no habhrá un cuarto...La mujer vestida del sol y con a la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas, la Iglesia cristiana, de la que Juan dice, que escapó del dragón al dsierto, ella huyó de la vieja Roma ...hacia la nueva Roma, es decir la ciudad de Constantino. Pero tampoco allí encontró paz, pues los bizantinos se aliaron con los latinos en el Concilio. La Iglesia de Constantinopla fue destruída. Pero huyó a la tercera Roma, que es la nueva y gran Rusia. Ahora la única Iglesia iglesia apostólica, ilumina más claramente que el sol en todo el mundo, y el pio Zar ruso la conduce y la custodia” (Benz, 150). Es notable en estas palabras que la idea de la transferencia del Imperio desde Bizancio a Moscú se fundamenta de manera similar en la idea de la caída como apostasía, también presente en la idea de Bizancio como nueva Roma. Aquí está presente la idea de que la verdadera Roma y consecuentemente el verdadero poder está donde está el verdadero Cristianismo. Del mismo modo como Bizancio tiene primacía frente a Roma en virtud de la caída de Roma en la herejía, la aniquilación de Bizancio es considerada como una sanción divina por la herejía de la Iglesia bizantina, que consistió en su unión con Roma, i.e. en la caída en la herejía latina. Desde el punto de vista de Moscú, no solo Roma representa la herejía latina, sino que todos los intentos de unión con Roma, provenientes del Imperio bizantino y motivados en la presión de invasión militar turca fueron considerados como una apostasía y una herejía que debía arrastrar consigo como castigo por traición a la Ortodoxia la aniquilación de la nueva Roma. En el marco de esta ideología crecieron a la par el Zarismo ruso y la Iglesia ortodoxa rusa La segunda Roma cayó en herejía porque en el concilio de Florencia de 1348 reconoció el primado del papa romano, por eso cayó en manos de los turcos. Moscú es la tercera Roma, capital del último pueblo verdaderamente pueblo cristiano. La idea de la purificación del poder político romano se acentúa al ser recibida en Moscú, entendida como “tercera Roma”. La translatio del poder político imperial desde Roma a Constantinopla y desde Constantinopla a Moscú constituye una suerte de peregrinatio del poder, es decir, el periplo del poder político en búsqueda de su propia consumación y perfección. Ese periplo de la idea de Roma, el Romgedanke, reproduce un proceso varias veces secular a través del cual el mito de autocomprensión de la misión política de la primera

Roma, después de ser heredado en términos político-cristianos por Constantinopla, fue incorporado y asumido por la teología política rusa. Esa suerte de peregrinatio del poder romano a través de cada una de sus tres sedes -Roma, Bizancio, Moscú- representa la expresión paradigmática del mito de la translatio de la soberanía total de un poder político único, indivisible, excluyente de cualquier otro, que busca asentarse en una sede impoluta, renovada y purificada de los lastres de su anteriores sedes . Se trató, en última instancia, de un proceso de translatio, peregrinatio y renovatio imperii, es decir, de un movimiento sucesivo y gradual de transferencia de la soberanía total del Imperio Romano que se alejaba hacia Oriente para descansar definitivamente en Moscú, la tercera Roma. Así como en Constantinopla el primero después de Dios es el Emperador y en Roma es el Papa, en Moscú es el Zar. Fuente: Ernst Benz, Geist und Leben der Ostkirche, Hamburg, 1957