El Nuevo Rostro Del Peru

EL NUEVO RO STRO DEL PERU En este capítulo, el autor nos revela la nueva cara o faceta de la sociedad peruana, una socie

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EL NUEVO RO STRO DEL PERU En este capítulo, el autor nos revela la nueva cara o faceta de la sociedad peruana, una sociedad que a1980 representa las ¾ partes de la población nacional, una sociedad que a dejado el campo o la vida rural y a migrado a las capitales de departamento, a las costas del país, o a la ciudad de Lima, que de por sí representa un porcentaje significativo de la población. Pero esta población ha cambiado, no es la misma de la primera mitad del siglo XX. Como antecedente de este cambio, el autor explica la existencia de una crisis económica nacional, vinculada a la subordinación al sistema financiero. La respuesta del Estado a esta crisis fue el incremento del control burocrático sobre la industria, comercio y trabajo, generándose un Estado mucho más inoperante. Frente a esta situación, estos sectores económicos (industrial, comercial y trabajo) escapan Hacia márgenes de la legalidad, produciéndose una economía popular llamada “informal”.

En tal sentido, se han ido formando dos circuitos económicos: uno oficial constituido por el universo registrado de personas que operan en el comercio, la producción, transporte, servicios al amparo de leyes; y otro, contestatario y popular, en el que opera un universo de empresas y acti vidades no registradas, que se mueven fuera de la legalidad o en sus fronteras, frecuentemente adaptando al nuevo medio las estrategias, normas, costumbres de la sociedad andina y desarrollando creativamente sus propias reglas de juego.

Al hacerse más rígido el mercado oficia de trabajo, los sectores populares tienden a crear el suyo fuera de este ámbito. Y paralelamente se han creado condiciones para respuestas regionales populares en protesta por la ineptitud estatal. De tal forma, que el divorcio entre el Estado y la Sociedad que se generó en la década de 1950, ha dado lugar a un sistema de relaciones que se opone a la formalidad, amplio y masivo. Esta realidad nos presenta a dos sistemas antagónicos, por un lado el Estado sin planes y proyectos y por otro lado, la contestación de sectores populares. Mas aún, la ausencia de un proceso de industrialización ha precipitado la descomposición de las estructuras económicas, sociales y culturales del país. EL NUEVO ROSTRO URBANO: LA FORJA DE UNA IDENTIDAD Desde 1940 hasta 1841, la población de Lima se quintuplicó, llegando a tener a inicio de la década de1980 un aproximado de 6 millones de habitantes. Esto ha generado en la capital una expansión urbana que ha incorporado los valles de Chillón y Lurín; sin embargo, Lima se divide en dos zonas: una primera surgida de barriadas y urbanizaciones populares y otra que incluye a los distritos tradicionales y modernos. Hasta 1950 el crecimiento urbano de Lima se desarrolló principalmente siguiendo los patrones y normas oficiales. En esa situación el migrante tuvo que adaptarse al contexto que le ofrecía la ciudad y encontrar soluciones dentro de las posibilidades dadas por su experiencia previa. Sin embargo, para 1984, Lima sea convertido en escenario de un masivo desborde popular.

El Centro de Lima se ha desplazado, alternando el rostro de la vieja ciudad y nuevos centros de gravedad. La población migrante traslada la herencia cultural a la ciudad generándose fenómenos como: la popularización de la música andina. Por otra parte, se genera como problema el colapso de los servicios públicos, entre ellos los de transporte. Tampoco el descanso y el ocio encuentran un espacio en la urbe Lima comienza a esbozar el nuevo rostro peruano, que pugna por lograr una forma definida y que tratará de legitimarse jurídicamente venciendo toda resistencia opuesta por la ya debilitada maquinaria de la vieja república criolla: estamos ante una fusión interregional de culturas, tradiciones e instituciones, con fuerte componente andino y dotado de un sentido propio de la ley y de la moral, que

depende más de los usos, costumbre y decisiones colectivos y de las necesidades de vivir cotidiano, que de las fuentes teóricas del derecho que fundamentaros la constituciones y códigos del Perú republicado.

A MODO DE CONCLUSIÓN: 1.

El autor nos presenta en su obra una idea propia del proceso de migración que se gener ó durante la segunda mitad del siglo XX en el Perú, que generó un cambio en la imagen de nuestra sociedad: pasamos de ser una sociedad rural a una sociedad urbana.2.

Sin embargo, este cambio se produjo de forma desordenada, calificándola como un “desborde social”, que generó una sociedad con 02 esquemas económicos distintos: un esquema formal y uno popular o “informal”. 3.

Frente a esta situación el Estado poco hizo para integrar estos 2 esquemas, mas aún cuando el Estado puso trabas que agudizaban algu na aproximación al respecto.4.

En la ciudad de Lima, que es la que ocupa casi la mitad de la población nacional, este fenómeno genera un contraste cultural de dos corrientes. Ello le otorga un nuevo rostro al Perú, quizás una nueva identidad como nación.

Por Jürgen Schuldt Gracias a la reciente publicación de la tabla de Insumo-Producto del Perú (INEI, 2012), estamos en condiciones de analizar la estructura económica del país en términos de ramas sectoriales, oportunidad que no teníamos desde hace mucho tiempo[1]. Esto nos permite establecer la contribución de cada rama económica al PBI nacional y a sus componentes por el lado de la demanda (consumo privado, inversión, exportaciones netas). Más valioso aún es que cuantifica las remuneraciones de los trabajadores y su productividad, lo que también nos da una idea de la distribución factorial de ingresos y la magnitud de nuestros mercados por segmentos.

Agrupando los 55 sectores y ramas de que consta la tabla original en diez “segmentos” productivos, estrechamente ligado entre sí, obtenemos el cuadro sintético que sigue y que presenta los indicadores mencionados. Se desprende la tremenda heterogeneidad estructural de la economía peruana y, por tanto, las extremas diferencias en la productividad de los factores de producción por sectores económicos, así como la inequitativa distribución de los ingresos que la caracteriza. Así, podemos imaginar realistamente la configuración del poder económicopolítico relativo existente en el país y que se sustenta en tales desigualdades, a la vez que las profundiza.

De la data recopilada, si bien corresponde al año 2007 y que, en términos relativos no debe haber cambiado mucho desde entonces, podemos llegar a las siguientes conclusiones:



Del total de la fuerza laboral, que ascendía a 15 millones, el 62% se ubicó en solo tres segmentos: agropecuario (30,5%), comercio (17,4%) y servicios (17,2%), mientras que en el otro extremo las finanzas apenas daban trabajo al 0,5% de la PEA y la minería-hidrocarburos al 1,5%.



No debe sorprender, por tanto, que la productividad por trabajador se diera en el sentido contrario, siendo las más elevadas las que se dieron en la minería-hidrocarburos y las finanzas, mientras que las más intensivas en trabajo —arriba nombradas— eran las que menos valor agregado por ocupado generaban. Pero no son esos valores absolutos en sí los que llaman la atención, sino las diferencias abismales existentes entre los segmentos, a tal punto que la minería respecto al segmento agropecuario representaba una relación de nada menos que 55 a 1 —a pesar de tratarse de un promedio—.



Donde la relación capital-trabajo es bastante más alta se concentran también los mayores excedentes: 54% en la minería y 20% en las finanzas, y apenas cifras de un dígito en el resto.



La minería explica el 64% de las exportaciones y la industria liviana aporta el 18%, siendo despreciables las de los demás segmentos. Como tal, es otro sesgo peligroso de la economía peruana, pues depende de la exportación de commodities, cuyos precios internacionales son tan volátiles y dependientes de los mercados internacionales.

De esas cifras se concluye que es necesario diversificar la estructura productiva del país (y los mercados a los que se dirige la producción), lo que solo será posible asignando y redistribuyendo “capacidades” y “capitales” (monetarios, físicos, humanos, institucionales, etc.) intersegmental e interregionalmente hacia los sectores rezagados productiva y competitivamente. La miríada de medidas que a ese respecto se proponen no solo permitiría incrementar y homogeneizar las productividades por ramas económicas, sino que generaría un mercado interno amplio (no tan dependiente de las turbulencias económico-políticas de la globalización) y una distribución del ingreso y los activos más equitativa, con lo que llegaría a reducirse la conflictividad y la informalidad, a la vez que se consolidan las instituciones y la democracia en el país.

Todo ello, sin embargo, no será posible mientras nuestros gobiernos insistan en la apertura comercial indiscriminada, en la atracción a toda costa de la inversión extranjera (a perjuicio de las iniciativas domésticas), en la insistencia por la explotación de recursos naturales no renovables, en la falta de interés por generar polos de desarrollo y la descentralización en el

diseño concertado de cadenas productivas que favorezcan la distribución del poder central hacia las regiones, en el desprecio por una industria que podría ampliarse y modernizarse sobre la base de la abundancia y la diversidad de recursos naturales no tradicionales y humanos que poseemos. Pero para ello se requiere un gobierno fuerte que sepa negociar con el capital transnacional y que, paralelamente, sepa escuchar y concertar con las regiones interiores.