El muro

El muro 1 El muro Maca caminaba por aquellas calles empedradas, perdida, intentando localizar en el mapa el punto exa

Views 216 Downloads 5 File size 3MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

El muro

1

El muro

Maca caminaba por aquellas calles empedradas, perdida, intentando localizar en el mapa el punto exacto en el que se encontraba. El mapa y la cámara de fotos era lo único que llevaba, pues hacía dos horas, un muchachito, le había robado el bolso con toda la documentación. Lo persiguió por aquella maraña de calles, pero pronto, el chaval, gran conocedor de aquel barrio, le dio esquinazo Lo curioso es que para ser una bulliciosa ciudad como aquella, en una bulliciosa fecha como en la que se encontraba, aquellas calles estaban vacías. Un escalofrío recorrió su cuerpo - Ya sólo me faltaba perderme... ¡Mierda! (masculló) Al doblar una esquina vio a un par de soldados y se decidió a preguntarles: - Excuse me, do you speak english? - Yes, we do, can we help you? (una chica le respondió) - Oh, yes. I think I'm lost, and a boy has stolen my bag - Ok, what's your name? - Macarena Fernández La chica apuntó los datos en una libreta, frunció el ceño y se dirigió a ella - ¿Eres española? - Sí - Yo también, bueno, hispano-israelí - ¿Sí? ¡Uff! Pues menos mal, porque no me encuentro muy cómoda hablando inglés La joven soldado esbozó una sonrisa - Mira, nosotros no podemos ayudarte, pero te podemos llevar hasta la comisaría más cercana a que pongas una denuncia, nosotros te traduciremos - ¿De verdad? - Sí, claro. Carmel (dijo señalando al muchacho que estaba con ella) y yo ya hemos terminado nuestro turno - Muchas gracias Caminaron un trecho sin mediar palabra y Maca se sintió realmente como una estúpida, pues solamente con girar un par de esquinas llegó al concurrido mercado donde le habían robado el bolso - Aquí me han robado el bolso

El muro

2

- Entonces el muchachito debe de estar por aquí... Los conocemos a todos. A veces podemos recuperar las cosas, otras no Maca bajó la vista, apesadumbrada porque su viaje no había empezado de la mejor manera, además, perdería un montón de días para renovar la documentación necesaria para estar en Israel Cuando levantó la vista, ahí estaba el chavalín, con su bolso, intentando venderle a una turista norteamericana sus gafas de Dolce&Gabanna - ¡Es ese! (dijo, señalando con el dedo) Antes de que el chiquillo se diera cuenta, Carmel ya había caído sobre él. Le pasó el bolso a su compañera y ésta se lo tendió a Maca - ¿Está todo? Maca revisó el bolso, observando que sólo le faltaba el dinero en metálico, pero que la documentación y la cartera, por estar en un bolsillo interior, no habían sido tocadas - Falta solo el dinero en metálico - Si lo demás está todo, ya está - ¿No vamos a denunciar? - ¿Para qué? Puedes considerarte afortunada, no detendrán al niño, es más, vamos a dejarle marchar (le hizo un gesto con la mano a su compañero y éste soltó al niño, quien salió corriendo para perderse en las angostas callejuelas) - ¡Qué fuerte me parece! (se mostró indignada Maca) Encima le soltáis. En España... Antes de que pudiera decir nada más, la soldado la calló: - Esto no es España, no compares. Nos preocupa más que no pase nada estos días que a una turista le roben el bolso. Ya te he dicho que te sientas afortunada. Buenos días La soldado se dio la vuelta y su compañero la sonrió antes de darse la vuelta también "Pero qué tía más estúpida", pensó Caminó por el mercado (shuc en hebreo), tirando algunas fotos, pues ese era el propósito del viaje A mediodía decidió comprar falafel en un puesto ambulante muy cerca del Muro de las Lamentaciones. Se cubrió los hombros por respeto al acercarse a ese lugar sagrado y se sentó en una fuente llena de turistas a degustar ese plato típico que, si bien los israelíes decían que era suyo propio, lo habían importado de Egipto y los países árabes Era sábado y el muro estaba vacío, se llenaría de gente a la puesta del sol. Pero decidió que pasaría la tarde en el barrio armenio, pues aquella misma tarde había una procesión, conmemorando el inicio de la Semana Santa

El muro

3

Fotografió a los cristianos ortodoxos que poblaban aquel barrio armenio. A sí mismos se llamaban los protectores de los Santos Lugares, y le chocó ver sus cultos, tan diferentes a los que ella misma veía cuando se asomaba a su balcón de su casita en Jerez. No pudo evitar suspirar con nostalgia, evocando los recuerdos de su tierra, aunque pronto los desterró de su cabeza Decidió que, por aquel día ya había tenido suficiente, así que se dirigió a su hotel, el King David, lujoso a más no poder, pues aunque ella siempre había intentado hacer menos ostentación de su dinero, no podía evitar que, cuando viajaba, el dinero la ayudara a sentirse cómoda Su habitación del hotel era un auténtico apartamento. Nada más entrar, un pequeño recibidor con un lujoso sofá y deliciosamente decorado daban la bienvenida a aquel pequeño trozo de paraíso. A la derecha, una habitación profusamente decorada, con una enorme cama de matrimonio; a la izquierda, cual terma romana, el baño. El suelo era de mármol de Ferrara, caro entre los caros. “He elegido bien el sitio”, pensó Maca con una sonrisita autocomplaciente asomando por sus labios Dejó el bolso y la cámara sobre el sofá de la entrada y se dirigió hacia el dormitorio, mientras tanto, se desprendió de la camiseta, y se observó durante unos segundos en el espejo. “Si es que estoy buenísima”, y le lanzó un beso a la imagen que el cristal le devolvía. Se quitó los pantalones y decidió que llamaría al servicio de habitaciones para que le trajeran la cena. Cogió el teléfono y pidió en inglés lo que le apetecía. Tardarían media hora, así que decidió prepararse un baño de sales. Entró al cuarto de baño y se terminó de desnudar. Abrió el grifo del agua caliente y vertió sales en el agua. Cuando consideró que el agua estaba lo suficientemente caliente, entró despacito, exhalando un suspiro de satisfacción cuando se sentó en el fondo Se enjabonó despacio, disfrutando de la tibia sensación del agua en su piel, con los ojos cerrados. Un timbrazo la despertó de sus ensoñaciones. Miró el reloj que había dejado en la repisa de la bañera y se dio cuenta de que ya había pasado aquella media hora Se puso el albornoz y fue a abrir la puerta. Un joven botones, con chaleco rojo, empujó una mesita con ruedas hasta el interior de la habitación. La miraba alucinado, con los ojos como platos, pues Maca no había tenido mucho cuidado en anudarse el albornoz y dejaba mucho a la imaginación, sobre todo, si dejaba aquel pecaminoso lunar a la vista Le dio al muchacho diez sheckels de propina y él se marchó, más contento que unas castañuelas, dándole las gracias La cena le sentó bien, y, como no tenía ni idea de hebreo para ver la tele, decidió que lo mejor sería irse a dormir A la mañana siguiente cuando se despertó, decidió visitar aquella jornada las puertas de la ciudad vieja. Cada una de aquellas puertas se abría a una parte de aquella ciudad vieja, dividida en cuatro sectores religiosos: judío, musulmán, cristiano y armenio Comenzó su periplo por el este, a pesar de la peligrosidad de la zona por hallarse en sector musulmán, pero, para ver realmente Jerusalén, debía entrar por aquella puerta del

El muro

4

Homenaje, por la que, según la tradición, Jesucristo había entrado a la ciudad la pascua de su muerte. Lo que más le sorprendió fue que, al otro lado de aquellas puertas selladas, se hallaba el viejo cementerio judío de Getsemaní, y se apuntó mentalmente el proyecto de llegar un día hasta la Iglesia de la Ascensión, que, según le habían comentado, era muy bonita Cuando, siguiendo la muralla, y habiendo tropezado con miles de turistas, llegó hasta la puerta de Jaffa, o de Hebrón, la entrada principal a la ciudad vieja, se sintió un poco decepcionada, porque la esperaba más espectacular, pero se encogió de hombros y se sentó en una piedra a observar cómo la gente caminaba de un lado a otro. Se quitó la mochila, pues, a pesar de ser mediados de abril, hacía calor, y la dejó a su lado, en el suelo El vuelo de una paloma le llamó la atención, y la siguió con la mirada surcar el cielo con facilidad. De pronto, el ave fue descendiendo hasta situarse sobre un saliente en las rocas de la puerta. Maca, cámara en mano, la enfocó y disparó Se quedó pensando en la libertad de aquellos animales que volaban allá donde hubiera comida, o en el perro callejero que cruzaba la calle, ajeno a la motocicleta que pitaba para que se apartase, y que entraba a toda velocidad en el casco antiguo Un leve toque en sus hombros la despertó de sus ensoñaciones Se giró y se encontró con una cara conocida - Señorita (la soldado borde que el día anterior la había ayudado con su bolso perdido aparecía ante ella vestida de paisano), le recuerdo que mantenga a la vista su bolso - Gracias... (Maca cogió el bolso y se levantó) Ya me iba. ¿No trabajas hoy? - Es mi día libre, lo dedico a pasear - Yo estoy fotografiando las puertas de la ciudad... La soldado enarcó una ceja, no sabía a dónde quería la fotógrafa llegar - Había pensado que quizás quieras mostrarme la ciudad (añadió Maca) - No tengo nada mejor que hacer (repuso la soldado) - Me llamo Macarena, aunque eso ya lo sabes, pero me gusta que me llamen Maca (dijo, y le tendió la mano a modo de saludo) - Yo soy Esther (le estrechó la mano) Caminaron un trecho sin mediar palabra, pues Esther no era muy habladora. Hasta que Maca comenzó a hablar: - ¿Hace mucho que vives aquí? - Siete años, mi padre era comercial en una gran empresa israelí que tenía una sucursal en Madrid. Nací allí - ¿Y qué te gusta más: Israel o España? Esther se encogió de hombros. Realmente los dos sitios eran muy diferentes, pero tampoco echaba de menos España

El muro

5

Siguieron charlando hasta que llegaron a la siguiente puerta, la de Sión, que daba entrada a la zona Armenia. Allí Esther le explicó que esa puerta había formado parte del cuartel general israelí durante la guerra de independencia de 1948. Así se explicaban los cientos de impactos de bala que casi la habían destruido Buscaron un lugar para comer, pues casi sin darse cuenta, se les había hecho la hora. Esther pedía en hebreo un par de kebabs, y aunque Maca ya los había probado, no le seducía la idea de meterse en uno de los concurridos restaurantes de la ciudad - ¿Te asusta la comida israelí? (preguntó Esther, dando un bocado a su pita) - No (contestó Maca) es sólo que no sabría qué pedir - Es fácil, si quieres, un día, te acompaño. Te aconsejo que pruebes el humus - ¿Humus? ¿Eso no es una capa de vegetación descompuesta? Esther se echó a reír - Sí, y también es una pasta de garbanzos muy rica Maca sonrió levemente Comieron y continuaron su tour por las puertas. A media tarde, las habían recorrido todas. Entonces a Esther se le ocurrió una idea - ¿Quieres tener una vista espectacular? - Claro - Entonces, acompáñame Esther echó a andar, y Maca la siguió un poco asustada, pues la soldado caminaba hacia fuera de la muralla, y pronto empezaría a anochecer - Date prisa o te lo perderás Maca la siguió a paso ligero, y pronto comprendió a dónde se dirigía Esther. El monte de los Olivos. Cuando la alcanzó, ésta ya estaba sobre un montículo de piedras que alguien había colocado ahí con la misma intención que ellas, obtener una preciosa foto de la Cúpula de la Roca bañada por el sol del atardecer

El monte los olivos (Al fondo La Cúpula de la Roca)

El muro

6

Maca hizo unas cuantas fotos, mientras Esther se apartaba un poco para que la fotógrafa tuviera su espacio Pronto se marcharon, pues oscurecía pronto y la judía no quería caminar por la ciudad vieja de noche. Llegaron al barrio cristiano en poco más de media hora, y Maca se sorprendió por que las distancias en el mapa siempre le habían parecido más grandes. Maca se empeñó en ir hasta la Iglesia del Santo Sepulcro, pues de noche debía de ser preciosa y quería aprovechar para tirar unas fotos mientras duraba la procesión que en aquellos momentos circulaba por aquel barrio Maca tiró unas cuantas fotos y contempló absorta la procesión. Otra vez llegaron a su mente recuerdos de su tierra. La voz de Esther hizo que dejara de pensar por un momento - ¿De dónde eres? - De Jerez - Allí la Semana Santa se vive de un modo especial... - Sí, pero no tanto como aquí (repuso Maca, señalando con la barbilla a un grupo de exaltados que representaban la llegada de Jesucristo montado en un asno su llegada a la ciudad santa) Esther sonrió levemente, y pensó que ya era hora de marcharse - Maca, es tarde, y yo mañana trabajo - Sí, será mejor que me vaya al hotel - ¿En qué hotel te alojas? - En el rey David (no quiso parecer pretenciosa al decirlo, pero a Esther se lo pareció, y pensó que era una pija, simpática, pero pija, al fin y al cabo) - Bonito hotel (respondió la soldado) Si quieres te acerco - Vale, gracias Esther caminó en dirección a la puerta de Jaffa, donde se habían encontrado, y Maca la siguió. Cuando llegaron, Esther se montó en una vieja moto que tenía pinta de no aguantar el peso de las dos Al ver el recelo de Maca, preguntó divertida: - ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? - No... no... ¿no llevas casco? - Te dejo el mío, no contaba con que iba a llevar pasajero... (le tendió su casco a Maca, y, cuando ésta se montó en la moto, arrancó bruscamente) Maca nunca había pasado tanto miedo en su vida. Cada coche que adelantaban le parecía estar más cerca de su muerte. Cuando llegaron por fin al hotel, a Maca le temblaban las piernas - ¡Joder! (exclamó mientras se quitaba el casco) ¿Todos los israelíes conducís así de mal?

El muro

7

Esther, a modo de respuesta se echó a reír. Cogió el casco y se despidió de ella - Adiós, Maca Sin darle tiempo a la fotógrafa de decir nada, arrancó la moto y se alejó a toda velocidad. Maca, parada en la calle, veía cómo Esther se alejaba - Adiós (susurró y entró al hotel) Una vez en la habitación, la pediatra rememoraba su día pasado. El inesperado encuentro con Esther había resultado interesante. Una vez sobrepasados su seriedad y bordería inicial, resultaba una persona agradable, de conversación fácil y fluida, y se arrepintió de no haberle dado su número de teléfono para quedar con ella otro día y que le mostrara la ciudad. De pronto, su móvil comenzó a sonar, y su corazón comenzó a bombear, pues se había asustado ante la coincidencia. Miró la pantalla: “Ana”, sonrió y descolgó - ¡Hola, tía perra! - Hola, Maca... Anda que... si no te llamo yo... la reina no se digna a juntarse con la plebe... - Joder, Anita... Que, como quien dice, acabo de llegar... - De eso nada, que ya llevas allí un día... Si no me has llamado es que has conocido a alguien interesante, ¿es eso? - Claro que no, Ana... pero ayer, nada más llegar, dejé las cosas en el hotel y me fui a callejear. Un niño me robó el bolso y un par de soldados me ayudaron a recuperarlo - Mmm... ¿Soldados? ¿Guapos? - El chico sí... La chica, del montón... - Vaya, no me digas que ahora te fijas también en las chicas... con la de veces que me has visto desnuda... - ¡Ay! Ana, no me seas payasa... - ¿Y hoy? ¿Qué has hecho? - He estado todo el día fotografiando las puertas de la ciudad, deberías venir... es impresionante Después de charlar con Ana unos minutos más, se despidió de ella y volvió a llamar al servicio de habitaciones, no le apetecía bajar a cenar a uno de los salones del hotel. Había obviado su segundo encuentro con Esther. Tampoco quería precipitar las cosas, y mucho menos, que Ana sacara conclusiones donde no las había. Según ella, todo el mundo era bisexual hasta que se demostrara lo contrario, y su encuentro con Esther podría haberlo traducido por: “Uy, esa chica quiere rollo”, prefería no calentarse mucho la cabeza con amoríos Mientras Maca probaba el humus del hotel, Esther cenaba en el pequeño apartamento que compartía con Carmel y Ayelet, otra soldado. Carmel llegó a casa y se sentó con ella en la mesa de la cocina. Le contó cómo le había ido el día y se interesó por ella. Ella le contó su encuentro casual con Maca, cómo le había estado enseñando la ciudad, nada extraño, pues de sobra es conocida la hospitalidad de los israelíes... Sin embargo, Esther sí que le dio más vueltas a su encuentro con Maca, la fotógrafa le parecía sumamente atractiva, un poco pija, y demasiado sobrada, pero, cuando no adoptaba esa actitud, le parecía encantadora. Había pasado un buen rato con ella aquél día. Lamentó no haberle

El muro

8

dado siquiera un número de teléfono para que la llamara, o haberle pedido el suyo. Así, verse de nuevo, sería prácticamente imposible - No te aflijas, Esther (le recomendó su amigo), sabes al menos en qué hotel está alojada - Sí, algo es algo Maca se levantó aquella mañana un poco tristona, echaba de menos a Ana. Habían planeado ese viaje juntas, pero, por motivos de trabajo, Ana se quedó en Jerez. Así que había viajado sola para desintoxicarse de la ciudad, de la gente... Decidió dedicarle la mañana a pasear por el shuc donde estuvo dos días antes, y tirar fotos sin preocuparse. Con cada patrulla de soldados que se cruzaba buscaba inconscientemente a Esther con la mirada, sabiendo que resultaría muy difícil encontrarse con ella de nuevo. No supo por qué, pero sintió que no quería estar sola en la ciudad, quería a alguien que le sirviera de guía, que le explicara las cosas con la misma paciencia con la que lo hacía esa chica Mientras Maca paseaba por el mercado, Esther vigilaba la entrada al Kotel, o muro de las Lamentaciones. Estaba cansada de pelearse con turistas que no comprendían por qué debían entrar con aquella kippá improvisada de papel que daban a la entrada, o de por qué hombres y mujeres tenían cada uno un sitio donde rezar, o por qué, ellas debían entrar con velo al recinto sagrado. Su turno terminaba a mediodía, y esperaba llegar a casa y echarse una siestecilla, pues la noche anterior, casi sin saber por qué, no había podido dormir muy bien Maca regresó al hotel a mediodía, y bajó al restaurante a comer, se dejó guiar por el maître, quien le recomendó un plato de cordero al horno, ya que era un plato típico del Pesaj, o la pascua judía, que comenzaba aquella misma noche Cuando terminó de comer, durmió un poco la siesta, sin tener ningún plan preconcebido. Lo mismo le daba quedarse aquella semana entera sin salir del hotel. No sabía de dónde había venido aquella pesadumbre que se apoderaba de sus huesos, así que la achacó a estar lejos de casa A media tarde, el teléfono de su habitación la despertó. Alguien en recepción preguntaba por ella. Se extrañó, pues no conocía a nadie, y de pronto, aquellos ojos, aquella risa, vinieron a su mente. No sería tan extraño que fuese Esther, al fin y al cabo, sabía dónde se alojaba. Se levantó de la cama, se lavó la cara, cogió la cámara, el bolso, y bajó las escaleras corriendo Al llegar a recepción, allí estaba ella. Una dulce sonrisa adornaba su cara y Maca no pudo hacer menos que responderle - Hola (saludó muy contenta) - Hola (Esther disminuyó la intensidad de su sonrisa, pues Maca la intimidaba con su proximidad, con sus ojos marrones mirándola fijamente) ¿Quieres ver una cosa chula, y te invito a cenar? - ¿Humus? - No exactamente. ¿Vienes?

El muro

9

- Claro Salieron del hotel sonrientes y Maca se alegró al ver que Esther no había traído consigo la moto - ¿Ya se te ha roto la moto? - Lo dices como si no te gustara (respondió Esther con retintín) - Me gustaría más si condujeras mejor - Donde vamos está cerquita (Y se encaminó feliz hacia el centro) - ¿Qué tal el trabajo? - Cansada, pero bien... Esta semana es agotadora, aunque es más tranquila, porque hay más seguridad. ¿Y tu mañana, qué tal? - Bien, he estado en el mercado del otro día - ¿No te han robado nada? (preguntó con una sonrisa) - Pues no, la verdad. No estabas tú para pillarlo (respondió, sonriendo a su vez. Se interesó por el destino de aquella tarde) ¿A dónde vamos exactamente? - Como sabrás, esta noche empieza Pésaj, la Pascua judía. Vas a verla en todo su esplendor. Si te consigo colocar en un buen sitio, tendrás una bonita foto Entraron al barrio antiguo por la puerta de Jaffa y pudieron comprobar cómo la gente salía a la calle para celebrar la fiesta que conmemoraba la salida del pueblo hebreo de Egipto. Aquella primera noche era especial, se guisaba con más esmero y se respiraba un ambiente difícil de superar Maca comprendió a dónde la llevaba Esther - ¿Vamos al Kótel? - Vaya, veo que ya vas aprendiendo hebreo... - Lo he leído en una guía, ¿se dice así? - No, se dice Kotél, es diferente la manera de pronunciarlo. Pero bueno, te lo dejaré pasar porque es tu primera visita a Israel... - Vaya, gracias La plaza del Muro de las Lamentaciones estaba llena de gente, y Esther pensó que no podría hacer que Maca obtuviera esa bonita foto. Sin embargo, Maca, consiguió subirse a la fuente donde el día antes habían comido - ¿Qué es exactamente lo que tengo que fotografiar? Esther se subió con ella a la fuente y le señaló: - Mira, ahí a tu derecha hay un hombre completamente vestido de blanco, ¿lo ves? Lleva una especie de cuerno de carnero en la mano - Ah, sí, ahora lo veo - Es el Gran Rabino de Jerusalén, va a dar la bienvenida a esta época de esperanza soplando el shofar - ¿Shofar? - El cuerno - Ah...

El muro

10

Cuando el Gran Rabino sopló el cuerno la gente mantuvo un piadoso silencio, rezando por la pronta llegada del Mesías

Gran Rabino Mientras Maca echaba fotos, observó cómo Esther mantenía la vista gacha, y se preguntó qué podría estar pasando por su cabeza La ceremonia finalizó y Esther sonrió a Maca - ¿Quieres ver cómo es la primera cena de Pésaj? - ¿Me vas a llevar a tu casa? - Los restaurantes cierran esta noche - No sé, ahí con tus padres y eso... no quiero molestar... - Mis padres viven en Tel-Aviv. Comparto un pisito pequeño con Carmel, ¿te acuerdas de él? (Maca asintió) y con otra soldado - Si no molesto... - ¡Qué va! Además, Carmel cocina muy bien, ya verás. Le encantará que vengas - ¿Y a tu compañera? - Cena en casa de sus padres, es de aquí. No le importa que venga nadie... ¿Qué me dices? - Que me has convencido (respondió Maca con una sonrisa enorme) Se encaminaron hacia la casa de Esther. No era el mejor barrio para vivir el de ellos, pues era el ultraortodoxo barrio de Me’a She’arim, pero los alquileres eran baratos, y la presencia de tres soldados del Tsáhal, garantizaba su propia seguridad Esther vio que Maca llevaba un jersey anudado a la cintura, y, cuando entraron al barrio, le pidió que se lo pusiera - ¿Por qué? No hace frío - Póntelo, aquí no les gusta que lleves los hombros al descubierto Maca se descolgó la cámara del cuello y se la tendió a Esther

El muro

11

- Cógela con cuidado, cuélgatela del cuello Se cruzaron con un par de ultraortodoxos que miraron a Maca de arriba abajo, lanzándola miradas reprobadoras. Esther los miró desafiante y apremió a Maca para que se pusiera el jersey Cuando Maca sacó la cabeza por el cuello del jersey, vio a Esther trasteando con la cámara - ¡Ey, cuidado! - Tranquila, que sé cómo manejarla. Sólo quiero ver las fotos que has hecho (le dio al botón de “play” y apareció la última foto que había hecho. Fue pasándolas una a una, mientras Maca caminaba a su lado, mirando interesada cómo manipulaba la cámara) Son geniales, Maca, tienes un buen ojo - Gracias Al llegar a un portal, Esther se paró y sacó unas llaves del bolsillo de su pantalón - Es aquí Abrió la puerta y una humilde escalera apareció ante ellas. Maca torció el gesto ante la vista, y Esther se dio cuenta - No es el King David, pero se vive bien - Ya Subieron a un cuarto piso, sin ascensor, y, cuando Esther abrió la puerta y le franqueó el paso a Maca, la fotógrafa comenzó a examinarlo todo con interés - ¡Shalom, Carmel! (dijo Esther, y el chico se asomó por una puerta con el delantal puesto) - Shalom (y sonrió aún más cuando vio a Maca) Los presentó y comenzaron a charlar, pues Carmel provenía de una familia de judíos sefarditas y conocía el idioma Mientras cenaban, Esther explicaba a Maca las costumbres de aquella noche, como la de dejar una silla y un plato de más, por si el profeta elegía ese día para venir. Aunque ni Carmel ni Esther eran muy religiosos, ambos participaban activamente en las tres fiestas principales: Pésaj, Janucá y Purim Cenaron y brindaron. Como había dicho Esther, Carmel había resultado un excelente cocinero, y la cena resultó excelente Después de cenar y recoger la mesa, Carmel se fue a ver a su novia, que vivía a las afueras de la ciudad, y Maca y Esther se quedaron a solas - Bueno, ¿qué te ha parecido la primera cena de Pésaj? (le preguntó Esther con una sonrisa mientras le servía un ron a Maca)9

El muro

12

- Muy bien, la verdad (respondió sonriendo Maca, pues Esther se había girado hacia ella, con las dos copas en la mano y le ofrecía una con una de sus deslumbrantes sonrisas) Se mantuvieron unos instantes calladas, saboreando el licor que había servido Esther - Nunca... (comenzó a hablar Maca) nunca me había interesado conocer otras culturas. Ni siquiera la mía propia (miró a Esther a los ojos cuando ésta levantó la vista de su copa) Sin embargo, este viaje me está animando a conocer mis raíces. ¿Sabes? Muchos de los apellidos españoles terminados en “ez”, provienen de judíos conversos - Lo sé, mi apellido también. Soy García - Es curioso (Esther asintió, permitiendo que Maca continuara) cómo nuestras culturas se parecen tanto, y, sin embargo, somos tan diferentes... en el idioma, costumbres... Y los cristianos somos una especie de “mutación” de vosotros - ¿Eres creyente? - No mucho (decía mientras negaba con la cabeza) - Yo tampoco lo soy, ya ves, en fiestas importantes, y más por costumbre que por credo - Los seres humanos somos animales de costumbres, las culturas son costumbres, pero, en realidad, somos iguales, lo único que cambia es la forma de entender las cosas. En realidad creo que hay más diferencia entre tus vecinos y tú, que entre tú y yo - Si te refieres al incidente de antes... ellos son así, se sienten ofendidos cuando una mujer como tú, o como cualquier otra enseña su piel... Pero, en el fondo, si quitamos algunas cosas, son buenos Volvieron a guardar silencio, reteniendo las palabras que acababan de pronunciar - ¿Qué tienes pensado hacer mañana? (preguntó Esther) - No sé, cuando llego al hotel es cuando planeo algo para el día siguiente - ¿Vas a estar sólo en Jerusalén? - No, el viernes tengo pensado marcharme - ¿Regresas a España? - No, estaré hasta el domingo, pero quiero ir al Mar Muerto, Masada y poco más... - Yo empiezo a trabajar el viernes, mañana, el miércoles y el jueves puedo acompañarte. Si quieres, claro (añadió con timidez) - Claro que quiero (respondió Maca, sin percibir el tibio rubor en las mejillas de la soldado) - Mañana podemos visitar la tumba del rey David, visitar el monte Sión y los alrededores, y ya por la tarde, la vía Dolorosa, que seguro que hay cosas interesantes que fotografiar. ¿Sabes?, entraremos a la iglesia del Santo sepulcro, donde se juntan todas las confesiones cristianas, te contaré la historia cuando lleguemos Maca no pudo más que asentir ante el entusiasmo de la judía - Esther (dijo, mirándose el reloj) Es tarde, y el hotel queda un poco lejos, será mejor que me vaya - Te llevo (dijo, más que preguntando, afirmando) - ¿Vamos en la moto? - Al final te va a terminar gustando - No te creas, es por hacerme a la idea de que voy a morir estampada contra un coche o una esquina

El muro

13

- Vamos en coche. Lo tengo aparcado en la esquina Al llegar al hotel, Esther detuvo el coche en la puerta - Mañana paso a buscarte a eso de las 10, ¿vale? - Claro. Gracias, Esther, me lo he pasado muy bien esta noche - No me las des, ha sido un honor tenerte como invitada al séder - Bueno, pues... nos vemos mañana, ¡ciao! (dijo Maca, abriendo la portezuela del coche y saliendo) - Hasta mañana Cuando iba a arrancar, Maca la detuvo, golpeando el cristal de la ventanilla - Esther, ¿cómo se dice buenas noches en hebreo? - Laila tov, ¿por? - Laila tov, Esther (y se dio la vuelta, sin dejar, por segunda vez, que la soldado respondiera) Esther golpeó el volante maldiciendo - ¿Qué esperabas? (se preguntó a si misma) ¿un beso de buenas noches? Maca no paró de sonreír hasta que se miró en el espejo del baño para lavarse los dientes. Pensó que sonreía como una tonta, pero era verdad, se lo estaba pasando muy bien en aquel viaje que, al principio, le daba un poco de miedo. Esther le había caído muy bien, y si antes había albergado un sentimiento negativo hacia ella en su corazón, aquella tarde, se había disipado Repitió el ritual que solía hacer todas las noches, sólo que esta vez, necesitaba más que un baño relajante para liberar su cabeza de las emociones del día. No entendía por qué estaba nerviosa, había viajado sola infinidad de veces, en ocasiones, sus guías habían sido masculinos, y, claro está, se fijaban en ella, como habían hecho siempre. En otras ocasiones, sus guías habían sido mujeres, y nunca habían llegado a establecer más contacto que el de alguna pregunta y los saludos pertinentes. Sin embargo, con Esther, las cosas eran más fáciles. Quizá porque su profesión no era la de guía, y no estaba forzada a repetir día tras día lo mismo, su relación era más espontánea, aunque a veces intentara mantener un invisible velo de lejanía con ella Se desnudó despacio, observándose frente al espejo, disfrutando de la imagen que le devolvía. Se estudió la cara, el contorno de sus labios, ese pequeño hueco que quedaba entre su cuello y su pecho, y que tan sensual le parecía, el lunar goloso que captaba muchas miradas, su pecho, ni grande ni pequeño, el justo y necesario para disfrutarlo, así como sus sonrosados pezones. Los rozó con la yema de los dedos hasta que se endurecieron, y siguió bajando las manos hasta que se desnudó por completo Se metió en el jacuzzi y conectó las burbujas. Se dejó resbalar por la superficie y sumergió la cabeza bajo el agua. Notaba un poco de tensión en la espalda. Quizá debido a lo acontecido en los últimos meses. Su ruptura con Ignacio, tan buen chico, tan simpático, tan rico, tan... caradura, crápula, mujeriego, juerguista... Sabía de sus

El muro

14

amantes, porque Ana se lo había dicho, pero lo que no esperaba era que, al ir a su futura casa con la decoradora para ver qué le iba mejor a su nidito de amor, se lo encontrara con su secretaria follando como dos locos en la encimera de la cocina Maca no pudo aguantar la humillación de ese cabrón. Todo en Jerez se sabía y ese rumor corrió como la pólvora Se mantuvo recluida en su casa, como las protagonistas de las coplas que cantaba Carmen, la cocinera, hasta que un día, por fin, la llamaron de una pequeña agencia en Madrid. Le preguntaron si quería realizar un reportaje fotográfico por Israel, y ella, a pesar de la inestabilidad de la zona, decidió ir Hacía mucho tiempo que no lo hacía, pero cuando, al enjabonarse, pasó sus manos entre sus muslos y notó el calor imperante en ellos, se acarició, sin pensar en nada, sólo sintiendo, sólo dejándose llevar, hasta que el orgasmo en que estalló la dejó exhausta. Después volvió a pensar en Ignacio: “Nunca me hacías correrme”, pensó con despecho. “Te jodes, cabrón” Esa noche, cuando Esther llegó a casa, Ayelet la esperaba. Era una muchacha de pelo castaño y rizado. Sus gafas le daban un aire serio, pero era una chica muy alegre y dulce. Esther y ella se habían liado un par de veces, siempre cuando no estaba Carmel, pero no era nada serio, pues Ayelet era de esa clase de chicas que no quieren aceptar que le gustan las mujeres, y Esther era de esa clase de personas a las que no les gusta atarse a nadie. En realidad, no estaban enamoradas la una de la otra, pero se atraían, y, tras una noche de fiesta al finalizar unas maniobras arriesgadas en los Altos del Golán, se acostaron juntas Ayelet le preguntó a Esther por la cena y por dónde había estado. Esther, con lágrimas en los ojos, queriendo evitar la realidad, la esquivó - Ayelet, ajshav lo, bevacashá. Ayelet, ahora no, por favor Su compañera la dejó ir. Sabía que Esther estaba triste por algo, y, aunque tenía ganas de ella, comprendió que si se aprovechaba de uno de los momentos de bajón de su compañera, se estarían haciendo mucho daño, y prefería tenerla como amiga antes que como amante esporádica Abrazada a su almohada, Esther intentaba que esos sentimientos que empezaba a tener por Maca, que le venían desde lo más profundo de su ser, dejaran de crecer a pasos agigantados “Ella se irá, tiene su vida en España, con lo guapa que es, seguro que tendrá a un hombre a su lado, ¿cómo se va a fijar en ti, tonta?” Entre lágrimas, por fin, logró conciliar el sueño

El muro

15

La mañana la recibió con un terrible dolor de cabeza. Intentó reponerse, pero los surcos de sus lágrimas eran profundos, y, cuando recibió a Maca en la puerta del hotel, la fotógrafa no pudo reprimir la pregunta que todos le hacían: “¿Qué te pasa, Esther?” Estuvo más silenciosa que de costumbre, y le explicaba todo a Maca más escuetamente Al lado de la Puerta de Jaffa, se encuentra la ciudadela cruzada y la famosa Torre de David. Maca no perdió el momento de fotografiarla, pues Esther aquel día no demostraba la misma paciencia de los anteriores. Los jardines estaban llenos de gente, y mientras Maca fotografiaba aquí y allá, Esther se sentó en un banquito de piedra a pensar

Torre de David Escondió la cabeza entre las manos y cerró los ojos con fuerza, intentando que el dolor de cabeza desapareciera Cuando una mano de mujer se posó sobre su nuca, masajeándola, no pudo reprimir un escalofrío. Abrió los ojos y levantó la cabeza, encontrándose con la mirada preocupada de Maca - ¿Estás bien? Esther negó con la cabeza, pero no habló - Hoy no quiero ir a ningún lado si estás mal (insistió Maca ) ¿Por qué no te vas a casa a descansar? - No quiero ir a casa, Maca. Venga (dijo, levantándose) tenemos que ver muchos sitios Siguieron hasta la Iglesia del Santo Sepulcro donde se celebraba un ritual armenio. Se quedaron a verlo hasta el final. El arzobispo, en latín, ofrecía a sus fieles la misa del Martes Santo

El muro

16

Iglesia del Santo Sepulcro Cuando la misa terminó y la iglesia se quedó vacía, Maca pudo hacer una bonita foto del interior. Miró por el rabillo del ojo a Esther, que permanecía a su derecha, un poco más atrás, inmensamente triste, y quiso saber el por qué de esa tristeza. Se le pareció injusto que alguien como ella estuviera así

Iglesia del Santo Sepulcro - Sé que estás triste (le dijo, volviéndose) No quiero que lo estés “Entonces, no te vayas, Maca”, pensó Esther Maca alargó la manó y le acarició la mejilla a Esther, ésta, que no se lo esperaba retiró la cara, como si le quemase el contacto - Esther... - Maca... no... no me gusta que me toquen, por favor (la miró con los ojos brillantes, llenos de lágrimas) Maca se separó de ella, dolida por su reacción. No podía verla así, no soportaba ver a nadie llorar, y, aunque Esther era prácticamente para ella una simple desconocida, al verla la noche anterior sonreír, sabía que lo de ahora tenía que ser serio - Esther, por favor, dime qué te pasa - Es una tontería, Maca

El muro

17

- Dímelo, anda... Esther cogió aire, dispuesta a soltárselo todo, o a plantarle un beso, pero en el último instante se arrepintió y la mintió - Nada, que, en esta época echo de menos a mi familia, y me ha pillado un poco de bajón, porque hace años que no nos hablamos “Esther, eres una cobarde, tan valiente para tirarte de un avión, y tan gallina para declararte a esta belleza” - ¿De verdad es eso? - Claro (respondió intentando sonreír) si tengo al pobre Carmel aburrido... - Ven, vamos fuera, que se nos va a hacer la hora de comer Comieron unos bocadillos mientras recorrían la Vía Dolorosa a la inversa. Maca hizo fotos de todas las estaciones hasta la primera, donde le pidió a Esther que posara - No, Maca, que salgo muy fea... Con las fotos tan bonitas que has hecho... - Nunca suelo hacerle fotos a la gente, Esther, pero quiero hacerte una, y que poses, vas a salir en una revista, y quiero mostrar la hospitalidad de los israelíes. Además, no eres fea, a mí me pareces muy guapa Esther se ruborizó hasta la raíz del pelo, pero accedió a posar - ¿De verdad crees que soy guapa? - Claro - Tú lo eres más (dijo con sinceridad, mirándola a la cara, escrutando su reacción. A Maca le pareció tan natural que, como ya estaba acostumbrada, se encogió de hombros, mientras tomaba varias instantáneas de la soldado) ¿Te puedo hacer una pregunta? - Claro - ¿Qué haces viajando sola? - Disfrutar y trabajar... - ¿Pero no tienes ninguna amiga con quien venirte? ¿O tu novio, o tu marido? No sé... - Al principio, me iba a acompañar mi amiga Ana, que es arquitecto, pero le han salido planes y por eso he venido yo sola - ¿No tienes novio? - ¿Te extraña? - Sí... Maca esbozó una sonrisa y le acarició uno de los rizos a Esther, que se dejó hacer - Mi novio me engañaba con todo Jerez, ¿sabes?, se lió con su secretaria, los pillé en la cocina haciendo sus cosas... - Qué cabrón (se enfureció Esther) No entiendo cómo pudo hacerte eso... - No me quería... - ¿Y tú a él? - No sé... imagino que sí... - ¿Imaginas?

El muro

18

- Estábamos juntos por conveniencia, yo creo... Nuestras familias hacían negocios juntas, hasta que rompimos... - ¿Qué clase de negocios? - ¿Quieres saberlo todo, eh? (sonrió, haciendo que la judía sonriera también) Mis padres son bodegueros. ¿Conoces el vino Wilson? - Claro, uno de los más caros... - Pues... soy la hija menor del dueño - Pero te apellidas Fernández... - Wilson Fernández, para ser más exactos. Pero no me gusta el apellido Wilson, se trae mucha guasa... - Imagino... Poco a poco, la tarde fue llegando, y una procesión en la Vía Dolorosa las pilló de lleno

Procesión en la Vía Dolorosa Cuando la procesión finalizó, las dos mujeres se encaminaron hacia la Puerta de Jaffa. Ahí Esther había dejado aparcado el coche, y, una vez que subieron, se encaminó hacia el hotel de Maca - Vaya (exclamó Maca admirada) veo que el coche lo manejas mejor que la moto - Conduzco igual, lo que pasa es que le tienes miedo a la moto Maca sonrió al ver que, por lo menos, había hecho sonreír a la israelí - Esther, ¿estás mejor de lo de antes? - Sí, gracias, Maca - ¿Quieres cenar conmigo? Esther no contestó al instante, y ese silencio preocupó a Maca. Que no sabía qué esperar - Claro (respondió con voz muy queda) Esther aparcó en las inmediaciones del hotel, y comenzó a ponerse nerviosa. Al entrar, Esther se sorprendió al ver la majestuosidad y el lujo del recinto, y Maca sonrió al ver sus ojos abiertos como platos

El muro

19

- Ven (la cogió de la mano y tiró de ella hacia el comedor) La soldado se sentía feliz de estar con ella, así, de esa manera Un camarero las acompañó hasta su mesa, y trajo dos menús para que eligieran - Maca, esto es muy caro... - Tranquila, la agencia paga - ¿De verdad? - Claro. Recomiéndame algo de comer - A ver... mmm... (Esther frunció el ceño mirando la carta, y a Maca le pareció una tierna imagen, así que, con mucho disimulo, cogió la cámara y la fotografió) Al escuchar el chasquido del obturador, Esther levantó la vista - Maca... La fotógrafa se limitó a sonreír mientras guardaba la cámara en su bolsa - ¿Sabes? (preguntó Maca) Antes te he dicho que no me gusta fotografiar a la gente, en realidad me encanta, pero me gusta hacerlo como lo he hecho ahora, de improviso. Odio los modelos, la gente posando, todas esas historias, prefiero que todo sea espontáneo, natural - Espero que no publiques esa foto... - No, esa es para mí Al escuchar esas palabras, Esther sintió un pinchacito en el corazón. ¿Qué había querido decir con eso? ¿Era probable que su corazón albergara el más mínimo sentimiento parecido a lo que sentía ella? - Me gusta guardarme las fotos que hago, y sólo le doy a la agencia las que necesita. El resto son para mí, para disfrutarlas viéndolas yo Esther suspiró al escuchar aquella pequeña confesión Llegó el camarero y le tocó pedir a Esther. Pidió para ambas ghefilte fish, bacalao relleno, un rico plato para aquellos días. Mientras esperaban a que les trajeran la comida, Maca comenzó a preguntarle cosas de su vida a Esther - Oye, Esther, y tú, ¿tienes novio? - No, no... qué va... - Pues no entiendo por qué... - Digamos que... todavía estoy buscando a alguien especial - Seguro que pretendientes no te faltan Esther enrojeció visiblemente, y Maca se rió de ella - Venga, cuéntame (la animó la fotógrafa) ¿Cuántos novios has tenido? Apuesto a que muchos

El muro

20

- Soy muy enamoradiza, me enamoro muy rápido, y eso pasa factura. Pero siempre me topo con la realidad, idealizo a las personas, y luego resultan ser muy diferentes a la imagen de ellas que tenía en la cabeza Esther se había puesto un poco triste con esa confesión, y se reconoció absolutamente sola Maca le acarició una mano por encima del mantel en señal de apoyo. Decidió cambiar de tema porque no quería volver a verla triste - Oye, Esther, ¿qué haces en el ejército? - ¿A qué te refieres? - Pues a que estos días he visto a muchos soldados, y, bueno, me preguntaba cuál es tu misión - Bueno, pertenezco al Tsanchanim, ahora mismo no sé cómo traducirlo... Es algo así como paracaidista, por eso mi boina y la de Carmel son rojas - ¿Paracaidista? - Sí, pertenezco a la unidad de Infantería del Tsáhal. No te creas que me tiro todos los días desde un avión en pleno vuelo - ¡Vaya! Debe ser muy emocionante saltar desde un avión... - ¿No lo has hecho nunca? - No - Te da un subidón de adrenalina enorme, lo necesitas para sobrevivir en un campo de batalla Maca permaneció en silencio, dejando que hablara y se fuera relajando - No te creas que he estado en muchas, pero los cuatro primeros meses de mi estancia en el ejército los pasé vigilando la frontera con el Líbano. Allí la situación es muy dura. Hay mucha tensión y miedo - Entiendo... ¿Alguna vez te han herido? - Una vez, atacaron a nuestra unidad en Gaza. La metralla me destrozó el riñón derecho. Pero estoy bien - ¿Y después de eso, no pensaste en dejar el ejército? - Sí, claro. Pero aquí estoy bien. Tengo mi sueldo fijo y a mis amigos. Mi servicio termina dentro de ocho meses, y entonces, no sé lo que haré. Podría seguir estudiando, como hacen mis colegas, pero yo lo hice al revés. Continué estudiando y pidiendo prórrogas, en vez de alistarme, por eso soy la más mayor del grupo - ¿Estudias? - Ya no, cuando terminé química, hace un año y medio, no tuve más remedio que cumplir con los dos años de servicio militar obligatorio - ¿Y no te arrepientes de no haberlo hecho antes? - Al principio sí, porque todos mis amigos del instituto ingresaron en el ejército nada más terminar las clases, pero ahora, no El camarero llegó con el pescado. Ambas comieron en silencio, absortas en sus propios pensamientos - Está muy bueno el... ¿cómo dices que se llama? - Ghefilte fish. Sí que está bueno, sí

El muro

21

De postre pidieron unos pequeños pasteles árabes confeccionados con hojaldre y cubiertos con miel y frutos secos. Maca quiso pedir más, pero Esther se lo impidió - No, que empachan un montón. Ya verás como con uno tienes bastante Una vez terminaron de cenar, Esther decidió marcharse a casa, porque si seguía charlando con Maca en el hall del hotel, sabía que no podría controlarse, y no quería perder el control de sus sentimientos, aunque con aquella mujer delante le pareciera imposible Esther había vuelto a amanecer llorando. No se sentía con fuerzas para dejarla marchar. Sabía que se estaba enamorando a pasos agigantados, y sabía que aquello suponía dolor y más dolor, pues su amor no era correspondido. Pensaba que era una tonta porque se había enamorado de la primera turista que le había hecho cuatro carantoñas... Maca se levantó tarde y bajó a desayunar. Tenía bastante sueño, pues no había podido dormir mucho. Se quedó volcando las fotos de la tarjeta a la memoria del portátil, y, ya en el ordenador, estuvo retocándolas un poco. Se detuvo un tiempo en las que salía Esther. Tenía una bonita sonrisa, y unos ojos muy expresivos. Maca sonrió al verlas. Cuando llegó a la foto que le hizo en el restaurante del hotel se entristeció, pues el ceño fruncido de Esther le recordaba lo mal que la había visto por la mañana. “Hoy le tengo que preguntar, en serio, qué es lo que le pasa”, se dijo La fotógrafa salió a la puerta del hotel, donde siempre la esperaba la soldado, y como ya eran pasadas las diez, se impacientó porque no aparecía. Si había algo que Maca odiaba, era la impuntualidad, así que, cuando vio aparecer a Esther, con la moto, no pudo evitar ponerle mala cara - Y era hora, ¿no? (casi le gritó) Que son las diez y media - Perdona (le dijo, temblando como una hoja) Me he entretenido más de la cuenta Lo cierto era que Esther se había tirado media hora rumiando si aparecía o no por el hotel, ¿para qué hacerse más daño? Lo mejor era empezar a olvidarla cuando aún estaba a tiempo Esta vez, Esther condujo la moto con precaución, provocando que, así, Maca no se abrazara a su espalda como la primera vez que la llevó. Rodearon la ciudad vieja. Cuando Maca se dio cuenta de que habían atravesado las murallas, le preguntó medio gritando, pues el ruido de la moto era ensordecedor: - ¿Adónde vamos? - ¡Al Monte Scopus! Esther aceleró para internarse en la carretera que las llevaba hacia las afueras. Detuvo la moto en el arcén e hizo que Maca bajara

El muro

22

- Aquello de allá (dijo, señalando un puñado de edificios blancos, con una torre en la cima de la colina) es el Monte Scopus. Es la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ahora vamos a ir hacia allá, y señaló a un lugar hacia el sur de donde se encontraban - Pues esa carretera me da miedo, Esther, ¿has visto la de curvas que tiene? - Sí, pero no vamos a ir por esa carretera, aunque sea el camino más corto. Las vistas desde ésta son mejores Volvieron a la moto y Esther dio la vuelta, bajando hacia el sur por una carretera mal asfaltada Maca cerró los ojos con fuerza, pensado que lo próximo que vería sería su cuerpo destrozado en una cuneta, y es que Esther había vuelto a acelerar - ¿No sabes ir más despacio? (le gritó, clavándole los dedos en las costillas) Esther aminoró la marcha considerablemente, más por ella misma que por Maca, pues el cosquilleo que le habían provocado sus dedos sobre sus costillas, había hecho que perdiera el control por un momento La primera parada fue en la Tumba de María, situada al pie del Monte de los Olivos. Unas escaleras conducían hacia la gruta excavada en la tierra

Tumba de María - Según la tradición (relataba Esther), la Virgen María fue enterrada en el Valle de Kidrón, que este éste donde estamos ahora, la iglesia que ahora vemos fue construida por los Cruzados sobre las ruinas de una basílica bizantina - ¿Cómo sabes tanto de historia? - Me gusta conocer la ciudad donde vivo Cuando salieron, se dirigieron hacia la segunda parada, no sin antes fotografiarla desde abajo

El muro

23

Valle de Kidrón (Con la Iglesia de Santa María Magdalena al fondo) - Aquello que ves ahí arriba es la Iglesia de Santa María Magdalena. Es una iglesia ortodoxa rusa. Esas dos pequeñas construcciones de ahí abajo son las tumbas de Absalóm y Zacarías (sin mirarla, volvió a encaminarse a la moto y la instó a subir) Cuando llegaron, la Iglesia estaba cerrada, así que se quedaron fuera, paseando por los alrededores Al ver que Esther permanecía callada y un tanto alejada de ella, Maca se acercó - ¿Estás enfadada por lo de antes? - No - ¿De verdad? - Sí - Pues no estás muy habladora - Porque no lo soy Maca miró hacia arriba, intentando armarse de paciencia con esa mujer - Pobre mujer, ¿no? (preguntó Maca, mirando a su alrededor) - ¿Quién? - María Magdalena. Llevan dos mil años diciendo que era una prostituta, difamando su imagen Esther siguió en silencio, muy interesada, al parecer, en unas piedrecitas a las que golpeaba con la punta de las botas - ¿Has leído “El código da Vinci”? - En nueve horas. Pero no me creo nada de lo que pone. Todo eso son conjeturas. Además, ¿qué nos importa a los judíos? Maca se mantuvo callada, apretando la mandíbula. Desde luego, el tono con que le había hablado Esther no era nada conciliador. La observó durante un rato. Estaba tensa, lo notaba en la rigidez de su cuello, en la crispación de sus manos. Si no quería conversación, por supuesto que no se la iba a dar

El muro

24

Volvieron hacia la moto en un silencio incómodo. Cada una sumergida en sus pensamientos - Vamos a Getsemaní (anunció Esther, y se montó en la moto. Cuando Maca montó tras ella, se sintió desfallecer, pues no había colocado sus manos en su cintura, sino que se aferró al pequeño portaequipajes situado tras el asiento)

Getsemaní Esther detuvo la moto en la puerta y esperó a que Maca bajase. Durante unos instantes pensó en salir corriendo y dejar a Maca en el jardín. Total, estaba a diez minutos andando de la ciudad vieja, pero se armó de valor, y, tragándose las lágrimas que pugnaban con volver a salir, bajó de la moto Maca vio sus ojos brillantes y no pudo evitar sentirse mal - Esther, ¿qué te pasa? - Nada, Maca (contestó, intentado secar sus lágrimas) que se me ha metido algo en el ojo, ve entrando tú, no vaya a ser que cierren Esther se quedó en la entrada, con la espalda apoyada sobre el muro. Poco a poco dejó que sus lágrimas resbalasen libres, y así, ella se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo. Encogió las piernas y ocultó la cabeza entre ellas Maca caminó por una arboleda muy bien cuidada hasta llegar a una pequeña plazoleta donde se explicaba el lugar en el que se encontraba. En seguida echó en falta a Esther y sus explicaciones Un monje franciscano, pues esta era la Orden que se encargaba del cuidado del recinto, se acercó a ella. En un rudimentario inglés le pidió que la acompañara. Lo siguió hasta la salida, donde encontró a Esther derrumbada en el suelo Sin darle siquiera las gracias al monje, se arrodilló junto a ella, llamándola - Esther... Esther... Tranquila, por favor... No llores... (le acarició la cara, intentando secarle las lágrimas con los pulgares) Esther... La judía se dejó hacer por Maca

El muro

25

- Por favor... dime por qué lloras... - Maca... déjame... por favor... - No, Esther, no voy a dejarte... pequeña... vamos, dime qué te pasa... - Por favor... (repetía, sin dejar de llorar, aunque más calmada) - Vamos, Esther, cálmate, por favor... (se movió un poco y se arrodilló entre sus piernas) Esther... Esther... Maca juntó sus frentes, en un intento desesperado por hacer que Esther se calmara - Vamos... (le susurró) Mírame, mírame a los ojos... Esther la miró, y, por unos instantes, deseó besarla, deseó quedarse sumergida en la inmensidad de sus ojos marrones, pero ahogó ese deseo con un suspiro - ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así? Esther se cubrió la cara con las manos, pero no lloró de nuevo - Debes pensar que soy una tonta - No, no lo eres, Esther - Lo soy, si no, no estaría así por una tontería - Esther, no... no te conozco mucho, pero creo que eres una tía fuerte... No creo que llores por una tontería... Dime por qué es... - Estoy enamorada (susurró, bajando la vista) - Imagino que ese amor no es correspondido... (Esther negó con la cabeza) ¿Lo conozco? ¿Es Carmel? Esther se desesperaba, ¿cómo podía ser Maca tan tonta? ¿Cómo podía no darse cuenta de que lo que le pasaba era sólo por su culpa? - Sí (asintió, sin ni siquiera saber por qué lo había hecho) Maca la volvió a abrazar, pero Esther se soltó en seguida y se levantó - Maca, soy una tonta... Sé que tiene novia, que debo olvidarlo... (dijo de mala leche) Ya me lo han dicho miles de veces - Sólo quería que te desahogaras - Gracias Se internaron en el jardín, y, tras caminar unos metros, apareció a su vista un antiguo cementerio - Ahora es un cementerio cristiano (susurró Esther, muy cerca de ella, pues Maca la había tomado de la mano, impidiéndole que se alejara) Caminaron unos metros más, y docenas de majestuosos olivos se alzaron ante ellas. Las dos los contemplaron admiradas. Maca los había visto grandes, pues incluso en las tierras de su padre habían plantados unos cuantos, pero nunca tanto como éstos

El muro

26

Olivo (Huerto los Olivos) - Según dice aquí (comentó Esther, leyendo una placa que había al lado) en este huerto apresaron a Jesús. Estos olivos tienen alrededor de dos mil años... Siguieron caminando hasta que llegaron a una pequeña iglesia con una bella ornamentación. Cuatro columnas múltiples sostenían cinco arcos, los cuales, a su vez, aguantaban un precioso frontón decorado con pan de oro

Iglesia de todas las Naciones - La Iglesia de todas las Naciones (anunció Esther) la financiaron hasta doce países diferentes. Por supuesto, dentro de esta iglesia, se unen todas las diferentes confesiones cristianas posibles

El muro

27

La iglesia estaba cerrada, así que volvieron sobre sus pasos. Maca volvió a sacar la cámara y sacó unas cuantas instantáneas del jardín. Se volvió hacia Esther y le preguntó: - ¿Cómo se dice jardín en hebreo? - Gan, aunque creo que, si te refieres a esto (respondió, señalando a su alrededor) se puede llamar bustán - ¿Bustán? - Sí, árabes y judíos lo llamamos de la misma manera Ya en la salida, Esther decidió que volverían hasta la ciudad vieja y comerían algo de algún puesto ambulante Regresaron en moto hasta la puerta de Jaffa. Desde allí, decidieron ir andando mientras comían hasta el cenáculo y la tumba del rey David, situados en el mismo recinto Al lado justo de la puerta de Sión, fuera de la muralla, se encontraba el cenáculo, el edificio donde, según la tradición, se celebró la Última Cena. Era un lugar disputado por cristianos y judíos, ya que los cristianos lo reclamaban para ellos, pero los judíos también, puesto que allí estaba enterrado el rey que unificó los dos reinos de Israel, Judá e Israel Se dirigieron al recinto por una pequeña calle. Allí Maca sacó otra foto, pues el edificio más parecía una iglesia

Iglesia de la Dormición - ¿Eso es el cenáculo? - No, es la Iglesia de la Dormición. Si quieres, luego pasamos a verla. El edificio de al lado es el cenáculo Accedieron por la famosa sala del cenáculo al edificio. Allí Maca volvió a sacar fotos, sin embargo, no le gustaba mucho la zona. Los franceses comenzaron a entonar himnos cristianos dentro de la sala, lo que le pareció una falta de respeto

El muro

28

Sala del cenáculo - Pueden hacerlo (le dijo Esther, viendo su indignación) Lo que no pueden hacer es celebrar misa - Pues aquí se celebró la primera... - Ya, pero, como es un sitio sagrado también por los judíos... Ha sido varias veces una yeshiva - ¿Qué es eso? - Una escuela de rabinos - Ah... ¡Buf! (bufó Maca para hacer reír a Esther) soy una ignorante, perdona - No lo eres, Maca. Mi padre dice que es más ignorante quien no quiere aprender que quien no sabe, pero quiere aprender Tras esas palabras, accedieron a la tumba de David bajando unas escaleritas Allí, Esther se acercó un momento a la valla metálica y rezó una oración con los ojos cerrados. Maca pensó en sacarle una foto, pero era un momento tan íntimo, que decidió no hacerlo Sí que lo hizo cuando Esther se alejó de la valla, caminando hacia atrás, hasta colocarse al lado de la fotógrafa

Tumba de David

El muro

29

- Ven, vamos a la iglesia de la Dormición (esta vez fue Esther quien cogió a Maca de la mano y tiró de ella) Entraron y Maca fotografió un poco el interior. Esther la observaba con atención, fijándose en los gestos de su cara cuando hacía una foto y no salía como ella quería, o cuando se le ponía alguien delante. Se fijó en sus manos, eran muy suaves, pues ya había comprobado su tacto. Sus dedos, largos y finos manipulaban la cámara con decisión. Y Esther no pudo evitar que un dormido pensamiento surcara su mente “Qué fuerte... yo pensando en estas cosas dentro de una iglesia...” se decía, medio sonrojándose Maca fotografió una bella cúpula, adornada con pan de oro. Ahí, una imagen de la Virgen con el Niño, rodeada por los apóstoles. Procuró que toda la luz incidiera en la escena central, la Virgen con el Niño

Iiglesia de la Dormición (Cúpula con la imagen de la Virgen con el Niño) - Esther (se giró hacia ella Maca) ¿de esta iglesia no te sabes nada? - No, aquí estoy un poco fuera de juego... No es la iglesia más famosa de la ciudad Se dirigieron a la salida. Cuando llegaron a la calle, un niño las abordó para que le compraran una baratija. Maca se entretuvo comprándole un par de pendientes que, según el niño, en un mal aprendido inglés, estaban hechos de nácar - Para Ana, mi amiga, la arquitecto Esther comenzó a caminar hacia la moto. No se le ocurría ningún sitio donde llevar a la fotógrafa - Esther, ¿no hay ningún parque por aquí donde descasar un ratito? Entonces, se le ocurrió el lugar perfecto - Claro, pero tendremos que ir en moto...

El muro

30

- Bueno, creo que me voy acostumbrando a tu manera de conducir - Conduzco bien (se hizo la ofendida) - ¿Cómo? (le siguió el juego la jerezana) Casi nos matas dos veces o tres... - Exagerada (le decía, mientras la golpeaba suavemente en el brazo) Atravesaron toda la ciudad a la máxima velocidad que daba la moto, aunque tampoco era mucha, dada su antigüedad. Si Esther se daba prisa, podrían pasear por allí un par de horas hasta que se pusiese el sol Al llegar, una extensa vegetación les daba la bienvenida - ¿Dónde estamos? (preguntó Maca, que no había visto hacia dónde se dirigían, por llevar los ojos cerrados durante el trayecto) - En el jardín botánico de la Universidad de Jerusalén - Este sitio es fantástico - Ven (le tendió la mano) vamos a verlo El jardín estaba dividido en diversos hábitat, que figuraban una zona del planeta. Se quedaron en la zona mediterránea, sentadas bajo unos pinos El jardín a esas horas estaba casi vacío, sólo quedaban unos cuantos estudiantes, y algunos paseantes que, como ellas, habían ido a aquél bello lugar a relajarse Estaban apoyadas sobre el tronco del mismo árbol, brazo contra brazo. A veces se necesita el contacto físico, aunque sea tan nimio - ¿Sabes? (preguntó Esther, sin prisa) Cuando estudiaba química, venía aquí a estudiar - ¿Sí? - Sí. Es un sitio muy tranquilo, muy diferente a la ciudad, con tanto ajetreo. Es curioso ver cómo, en un sitio tan, relativamente, céntrico, haya tanta paz - Sí (a Maca no se le ocurrió otra cosa que decir, y tampoco quería interrumpir el ataque de sinceridad de la israelí) - Maca, ¿qué quieres hacer mañana? - No sé. ¿Qué me recomiendas? - Es tu último día en Jerusalén, quieres... no sé... ¿ir de tiendas? Maca se mantuvo en silencio, en todos sus viajes compraba algo de recuerdo. Su casa estaba llena de ellos, sin embargo, de aquél viaje iba a ser difícil llevarse algo material habiendo vivido tantos momentos inolvidables - Me gustaría ver el centro, ya sabes... si hay algún edificio interesante... - ¡Claro! El ayuntamiento, el knesset (Maca enarcó una ceja, provocando la risa de Esther) el parlamento (aclaró) ¿Siempre eres tan payasa? - Si se trata de hacer reír a alguien como tú, sí, lo soy Esther la miró profundamente a los ojos. Sus mejillas se tiñeron de rubor, y Maca esta vez se dio cuenta: - Te has puesto roja (le dijo, acariciándole la mejilla) - Tu mirada me intimida (admitió, bajando la vista)

El muro

31

- ¿Por qué? (sorprendida, Maca le levantó la barbilla con dos dedos) - Porque es tan directa, tan franca... que... me da un poco de... miedo... - ¿Miedo? En ese momento pasaron ante ellas un par de chicas cogidas de la mano. Maca y Esther las miraron pasar - Es bonito, ¿eh? (preguntó Maca, dando, sin quererlo, en el clavo) - ¿El qué? - El vestido azul que llevaba la chica (respondió riendo. Esther la miró muy seria) El amor, Esther, es bonito, ¿verdad? - Cuando es correspondido, sí - Y cuando no lo es... El amor es bonito en todas sus formas... No entiende de raza, de sexo, de religión, de estatus social... - Maca... - Rompe fronteras y barreras... - Maca... (a Esther le volvían a brillar los ojos) Tenemos que volver, ahora mismo cerrarán el jardín... - Esther, sólo dime una cosa, pues te noto molesta... ¿no te ha gustado que esas dos chicas fueran de la mano? “Maca es imbécil”, pensó Esther, “Rematadamente imbécil... pero qué buena que está...” - No me ha molestado, Maca. Cada uno es libre de amar a quien quiera, pero este es un país muy tradicional. Mis vecinos no lo consideran correcto - ¿Y tú, lo consideras correcto? - Sí... no sé... si ellas se quieren... Un vigilante del parque las pidió amablemente que se fueran, pues iban a cerrar Ya en la moto, Maca le pidió ir a cenar a un restaurante. Sin saber por qué, Esther se vio negando la invitación - Maca, estoy un poco cansada... prefiero dejarte en el hotel e irme a casa - Me invitas a cenar entonces a tu casa, ¿vale? - ¿Y cómo vuelves luego al hotel? - En taxi - Maca... - ¿No quieres que cene en tu casa? Esther detuvo la moto en un semáforo en rojo - No es eso, pero estoy agotada, no tengo ganas ni de cenar... Entiéndelo... Maca resopló - Está bien

El muro

32

Poco a poco llegaron al hotel. Esther no corría por prolongar más el contacto de las manos de Maca sobre su cintura. Sabía que aquella era una de las últimas veces que podría sentirla En la puerta, Maca bajó de la moto y le pasó el casco a Esther, que miraba hacia otro lado - Esther, ¿te pasa algo? - No (respondió con una sonrisa deslumbrante) estaba recordando lo que me has dicho antes del amor - ¿Y has sacado alguna conclusión? - Sí - ¿No me la vas a decir? - Claro. Te mentí esta mañana. No estoy enamorada de Carmel, es mi mejor amigo, pero no estoy enamorada de él - ¿Entonces? - Si estoy así es por otra persona... una mujer... - No sabía que tú fueras... -Yo sí (le interrumpió) Me he acostado con varias de mis compañeras (pues no sólo Ayelet formaba parte de sus compañeras de cama) - Esther... no sé... (Maca se separó de ella, aunque no con intenciones de marcharse) Viendo cómo Maca había dado un paso hacia atrás, Esther se armó de valor, y ya que estaba metida en el tema, se lo soltó: - Creo que... me gustas mucho Maca permaneció unos segundos muda, asimilando lo que Esther le acababa de decir. Viendo que Maca no hacía ni decía nada, Esther arrancó la moto. Cuando se disponía a marcharse, Maca la retuvo del brazo - Esther, me siento muy halagada, pero yo... bueno... - Ya (la cortó, seria) No soy tu tipo. Lo entiendo (hizo otra vez ademán de marcharse, pero Maca siguió reteniéndola) - Esther, mañana quiero verte aquí, ¿vale? La israelí la miró con los ojos llenos de lágrimas y se alejó. El petardeo de la moto cada vez fue perdiéndose entre el tráfico nocturno La noche fue muy larga para las dos. Esther no podía dejar de llorar. Desde que había llegado a casa, se abrazó a Carmel y le dijo que se lo había soltado a Maca, a bocajarro. Hundió la cabeza en su pecho, buscando consuelo. El pobre chico sólo podía susurrarle palabras tranquilizadoras. Sabía de los escarceos amorosos de Esther, incluso cuando se acostaba con Ayelet, aunque ellas quisieran ser muy discretas. Le daba igual con quien se metía en la cama, sólo quería que fuese feliz - ¡Es que siempre me pasa lo mismo! (se quejaba Esther) Siempre me tengo que enamorar de una hetero, o está pillada... ¡Joder!

El muro

33

Cuando se calmó un poco, gracias a la tila que le preparó su compañero, se sentó en el sofá a relatarle lo sucedido. Cuando le dijo que Maca la esperaba al día siguiente, él la instó a que fuera a verla, pero Esther se negaba - ¿Para qué voy a ir? ¿Para que me diga que no soy su tipo, para que se compadezca de mí? No... (negaba con la cabeza) Tengo que olvidarla, como sea... - ¿Y si te dice que quiere intentarlo? Lo mismo hoy la has pillado fuera de juego... pero, si esta noche se lo piensa y decide que sí, que quiere ver qué pasa... Esther, no puedes perder esa oportunidad... Y, aunque te dijera que no, os habéis hecho amigas, ¿acaso quieres perder su amistad? - Si no puedo tenerla de la manera que yo quiero, sí - No seas cría, Esther. Sabes que no quieres eso... Aunque dijera lo contrario, a Esther no le daba igual perderla como amiga. Le hubiera dolido mucho que Maca se hubiera alejado de ella por eso. Sin embargo, cuando se está nervioso, triste... como estaba ella esa noche, se dicen cosas que no se sienten Mientras tanto, en la lujosa habitación 503 del hotel King David, Maca no paraba de pasear de un lado a otro. Se había duchado, pero no se había puesto el pijama, ni siquiera la ropa interior. Con el teléfono móvil en la mano, pensaba en llamarla, o llamar a Ana para contárselo. Sin embargo, contaba con dos pequeños problemas: primero, no sabía el número de teléfono de Esther; y segundo, no sabría qué decirle - Dios... (murmuró, acercándose a la ventana) Fuera ya había anochecido, y se fijó, por primera vez en las espectaculares vistas que le ofrecía aquella habitación. La ciudad vieja se abría ante ella. La ciudadela brillaba recortada sobre el oscuro cielo jerosolimitano y la torre de David, quizá la construcción más alta de la ciudad vieja, lucía solitaria Apoyó la cabeza sobre el frío cristal para intentar mitigar su incipiente dolor de cabeza. Pensó en lo que le había dicho Esther y se sintió halagada. Por vanidad, le gustaba que la gente la piropeara, pues estaba acostumbrada a ello desde pequeñita, pero nunca, que ella supiera, ninguna chica había ido detrás de ella Pero ahora, llegaba Esther, una chica a la que acababa de conocer, aunque se llevaba estupendamente bien con ella, y resulta que no sólo es lesbiana, cosa que respetaba por encima de todo, sino que, encima, se había enamorado de ella. Maca ni siquiera se había planteado la posibilidad de enamorarse de una mujer, ni siquiera tener una aventura pasajera Tenía que verla, contarle sus infinitos defectos, sus manías y su adicción a la cafeína. No es que quisiera alejarla de ella, pero sabía que era lo mejor para su amistad, pues estaba claro que Maca quería seguir siendo su amiga, pero no quería que sufriera por su culpa. “Si fuera lesbiana...”, pensó Maca, “sería mucho más fácil, porque imagino que enamorarse de Esther no es tan difícil” Se tumbó en la cama, dejando el móvil sobre la mesita de noche

El muro

34

No era tarde, pero tanto caminar, el miedo pasado en la moto, la confesión de Esther... hizo que se quedara dormida La luz se colaba entre la tela de la cortina del hotel, y eso la despertó. Apenas había amanecido, así que, después de desperezarse, abrió por completo las cortinas, observando el precioso amanecer que se cernía sobre la Cúpula de la Roca. Deseó haber ido en ese viaje, pero las medidas de seguridad eran excepcionales, y dudaba que Esther hubiera accedido a ir con ella. Se contentó con sacar un teleobjetivo de la bolsa donde guardaba la cámara y hacer una preciosa foto de la Cúpula a contraluz

Cúpula de la Roca Como la noche anterior, volvió a apoyar la frente sobre el cristal, pensativa, y deseó con todas sus fuerzas que Esther acudiera a su cita Esther estaba tumbada en el sofá, con los ojos cerrados y un brazo sobre ellos. No dormía, se había pasado toda la noche en vela, pensando si acudir a su cita o no Al final decidió ir, pues no tenía nada que perder, pero no se hizo ilusiones. Se duchó y se vistió. No comió nada, pues no tenía hambre Para evitar sus manos aferrándose a su cintura, decidió ir andando a por ella, así que salió a la calle, conectó su mp3, y cabizbaja y lentamente, inició su marcha hacia su destino Las pequeñas tiendas de frutas y verduras del barrio habían sacado sus productos al exterior y se podía ver a varias personas alrededor de esos puestos comprando quizá la cena y la comida para esa noche y el día siguiente. Sus vecinos no cocinarían a partir del anochecer de ese día hasta el anochecer del día siguiente, pues era día de descanso Miró el reloj y comprobó que se le había hecho tarde, pues ya eran las diez y acababa de salir de su barrio. Calculó que tardaría media hora más en llegar hasta el hotel de Maca

El muro

35

Las diez. Maca se desesperaba. Pensó que Esther no aparecería. Miró el reloj otra vez, nada, que no se movía. Subió a su habitación e hizo la maleta. Después de comer partiría hacia un kibbutz cerca de Masada para cenar allí y hacer noche, pues los sábados en Israel no funcionan los transportes públicos. Cuando terminó de hacer la maleta, volvió a bajar al hall. Eran las diez y media, y Esther seguía sin dar señales de vida, así que decidida, pidió un taxi y, cuando llegó, le pidió que la llevara al centro Esther se maldecía una y otra vez haber seguido caminando por aquella calle. Una señora había sufrido una caída y se había dislocado el hombro. Esther, como buena ciudadana, se detuvo a ayudarla y a llamar a una ambulancia. Se quedó con ella hasta que llegó, mirando el reloj a cada segundo, maldiciendo el tráfico de la ciudad Los escasos ochocientos metros que quedaban por cubrir desde donde estaba ella hasta el hotel los hizo corriendo. Cuando llegó a la puerta, jadeando por el esfuerzo, no había ni rastro de Maca, sólo en el trasiego de coches que iban y venían, le pareció ver su pelo castaño a través del cristal trasero de un taxi Entró al hotel y preguntó por ella en recepción. Le dijeron que había salido, pero que no sabían a dónde se había ido - Que no se haya ido ya, por favor (suplicó muy bajito, saliendo del hotel) Nada podía perder si iba hasta el centro, donde Maca había dicho el día anterior que quería ir, así que cogió uno de los autobuses blancos y verdes que transitaban por la ciudad. Al ver la línea que era, un escalofrío recorrió su cuerpo, pues era la más azotada por los atentados suicidas, la 19, que cubría el trayecto entre el Parlamento y la puerta de Jaffa, pero le daba igual, en ese momento, sólo quería ver a Maca, verla y pedirle perdón por su estúpido comportamiento, pues cada minuto, cada segundo que pasaba, estaban más lejos la una de la otra El trayecto en el autobús se le hizo eterno, pero no podía hacer nada por acelerar su curso Cuando llegó al Parlamento, salió del autobús escopetada, buscándola con la mirada. Recorrió la plaza, buscó en bares y cafeterías, pero no había rastro de ella. Cuando se fue a dar cuenta, eran pasadas las doce. Volvió a coger el autobús para regresar al hotel. No volvería a casa hasta que consiguiera verla Al llegar al hotel, volvió a preguntar por ella en recepción, pero le anunciaron que aún no había llegado, así que se quedó en la puerta, paseando de un lado a otro, esperando a que regresara Maca bajó del taxi enfadada. No le había cundido la mañana, se había dejado una pasta en el servicio de taxis de Jerusalén y, para colmo, se iba sin arreglar las cosas con Esther. No sentía nada por ella, pero el orgullo de su familia era que, pese a todo, mantenían relaciones cordiales con la gente a la que conocían. Maca no era de esa clase de personas que están de vuelta de todo. Quería guardar un buen recuerdo de aquél viaje, incluyendo el de su guía, y, si no solucionaba lo de la soldado, no se iría tranquila

El muro

36

Por un momento, estuvo enfadada con la israelí, pues pensó que era una cobarde incapaz de asumir sus sentimientos y las consecuencias de sus actos. Sin embargo, pronto pensó que algo le podía haber pasado. Sabía que era una tía valiente, y Jerusalén, a pesar de todo, es una ciudad conflictiva Sin embargo, no había escuchado ni visto nada fuera de lo normal, ni ruidos de sirenas, ni gente asustada, nada. Si hubiera pasado algo gordo, se habría enterado Bajó del taxi ensimismada cuando llegó a su destino. Era viernes santo, y el tráfico de viajeros se notaba, pues la ciudad se preparaba para la conmemoración aquella misma noche de la muerte de Cristo De pronto, se quedó parada en la mitad de la acera. Esther estaba sentada en uno de los maceteros con palmito que decoraban la entrada del hotel con los codos sobre las rodillas y apoyando la barbilla en las palmas de las manos. Al final, había venido Se aproximó hacia ella con una sonrisa, pues aún no se había percatado de su presencia - Esther... La judía levantó la cabeza lentamente y la miró. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y Maca no pudo evitar acariciarle un rizo de su pelo - Pensaba que no vendrías - Las cosas se han complicado (respondió triste, bajando la cabeza) Llegué muy tarde, casi a las once, y me dijeron que te habías ido. Fui al knesset y te busqué, pero no... - Esther... (Maca le levantó la cabeza, viendo cómo la muchacha se había agobiado) Tranquila, ¿vale? (Esther asintió con la cabeza, perdiéndose ante la intensidad de sus ojos marrones) Te invito a comer. Dime un buen restaurante - Ticho House. Está aquí cerca - Venga, pues vamos a comer, que me muero de hambre Caminaron por la calle del hotel hasta llegar a la avenida de Jaffa. Una vez allí, subieron hacia el noreste. Maca observaba los nombres de las calles traducidos al inglés. De vez en cuando, se sorprendía porque no se imaginaba que una calle pudiera llamarse Rosa, o Reina Helena... Entraron a la calle Ticho, y Esther le contó que el doctor Ticho y su prima Ana se establecieron en la ciudad y abrieron una clínica en esa misma casa. Ella pintaba, y juntos, fueron piezas importantes para el desarrollo cultural de la ciudad. A la muerte de Ana, que fue la última en morir, todos los bienes y la casa fueron donados a la ciudad Hoy en día, todavía se celebraban exposiciones, conferencias y conciertos en el recinto - En verano se está genial (le dijo Esther) Tiene un patio interior y se come estupendamente. Como hace buen tiempo y hay mucha gente, a lo mejor está abierto Como Esther había dicho, el patio estaba abierto, y un camarero las acompañó hasta el interior. Maca, cómo no, no perdió la ocasión de fotografiar el acceso al patio

El muro

37

Patio interior Una vez acomodadas, pidieron una ensalada variada, salmón “kulibiak”: salmón, arroz y especias para las dos y unas galletitas caseras de postre Esther miraba a Maca nerviosa mientras esperaban a que el camarero les trajera lo que habían pedido - Esther... (comenzó a hablar Maca, pues sentía que debía hacerlo) yo no quería irme sin hablar contigo (Esther bajó la cabeza, pero Maca, mientras acariciaba una de sus manos, le levantó la cabeza con la otra) Escucha, lo que te dije ayer es verdad, me halaga mucho que me hayas dicho que te gusto, en serio. Pero yo nunca me había planteado la posibilidad de enamorarme de una mujer, de hecho, no me la planteo, no te lo tomes a mal - No me lo tomo a mal, Maca, pero yo tampoco quiero que estés incómoda por mi culpa. Aunque me digas que te halaga, a lo mejor estás incómoda - No, Esther, no lo estoy. Mira, estoy acostumbrada a que los hombres me piropeen y que alguno intente meterme mano, ¿sabes? Tú eres la única persona que se ha mostrado interesada por mí que me ha tratado con respeto - ¿En serio? - Sí. Y no veas cómo te lo agradezco Esther sonrió. Para ella, el que Maca no se alejara de su lado, suponía una alegría. Decidió cambiar de tema, pues daba por arreglados sus asuntos con la fotógrafa - ¿Qué tal la mañana? - No me ha cundido nada. El taxi iba súper lento, porque había mucho tráfico, y casi no he podido hacer fotos - ¡Vaya! Lo siento, siento no haber llegado antes - ¿Por qué no...? Esther, antes de que Maca finalizara la frase, la cortó: - Porque ya llegaba tarde, y, cuando quedaban unos ochocientos metros para llegar al hotel, una mujer se cayó y se hizo daño en el hombro. Como en el ejército nos enseñaron primeros auxilios, la ayudé y esperé con ella a que llegara una ambulancia. No debía haberme quedado El camarero les trajo los platos y ellas comenzaron a comer

El muro

38

- Maca, ¿a qué hora te vas? - A las cuatro sale mi autobús - Yo empiezo a trabajar a las seis. Si quieres, puedo acompañarte hasta que te vayas - Claro - ¿Luego no vuelves a Jerusalén? - No, mañana estaré en Masada y el Mar Muerto, y bajaré a Eilat, a fotografiar el Mar Rojo y el Sinaí. El domingo subiré a Tel-Aviv para coger el avión. Aunque, si te digo la verdad, no me apetece nada irme, y más en estos días - Pues quédate (le dijo, con una sonrisa) - No me lo digas dos veces - Quédate. Al menos, hasta el día que te tengas que ir... - ¿Y qué hago con la reserva del hotel? Sólo la tengo hasta hoy - Seguro que te la prorrogarán. Y si, bueno, quieres ir a Masada y al Mar Muerto, esta tarde podemos ir. Ahora, después de comer, cogemos el coche, y en una hora, nos plantamos allí Maca accedió y siguieron comiendo tranquilamente. El salmón estaba muy rico, y a ambas les gustó Después de salir de Casa Ticho, que estaba a medio camino entre el hotel de Maca y la casa de Esther, se dirigieron a éste último lugar a coger el coche. Mientras tanto, Maca llamó al hotel, y éstos confirmaron su reserva para dos días más Emprendieron el camino a Masada por la carretera de Ramallah. Allí Maca observó el estado en que se encontraban los refugiados palestinos - Es una pena cómo vive esta gente (le dijo, mientras pasaban por el paso fronterizo de Ramallah) Son tan pobres y viven tan oprimidos... - Y se meten en nuestros autobuses a matarnos... - Esther, no debes ser tan radical - Tú tampoco, no sabes ni la mitad de lo que pasa - ¿Y tú sí? - Vivo aquí. Sé lo que pasa. No me puedo creer que una madre que acaba de perder a un hijo cuando éste se pone un cinturón de bombas y se hace explotar en un autobús o en un restaurante, pueda caminar orgullosa cuando ha matado a tanta gente inocente y desee que el reto de sus hijos hagan lo mismo... Maca vio cómo Esther se había puesto tensa, y su conducción se hizo más agresiva. Puso su mano izquierda sobre la de Esther, que reposaba en la palanca de cambios y la miró. Esther, al percibirla, la miró - Perdona (le dijo) a veces me emociono con estas cosas - No quiero hablar de política, Esther - Yo tampoco. ¿Sabes? En los primeros meses del servicio militar coincidí con una chica que tocaba el violín muy bien. Ella había estado en verano con una orquesta fundada con un gran pianista judío, de origen argentino, Daniel Baremboim. Esa orquesta alberga a músicos israelíes y de los países árabes vecinos. Al principio recelaban un poco, pero después se hicieron como hermanos. No son mala gente, la mala gente son los fanáticos

El muro

39

Una carretera serpenteante las llevó entre cañones al Mar Mojo. Esther detuvo el coche un momento, antes de que las montañas dieran paso a la planicie - Sobre esa colina solitaria está situada Masada. Fíjate en la rampa que la une con las montañas. Esas las construyeron los romanos durante el asedio

Masada Continuaron hasta la subida del teleférico. Podían hacerlo también andando, pero era una penosa tarea subir hasta la cima a esas horas de la tarde Durante el trayecto en teleférico, Esther comenzó a contarle la heroica historia de la fortaleza: - En el año 66 de nuestra Era, los zelotes, una secta judía, comenzaron una revuelta en Jerusalén contra Roma. Los romanos asediaron y conquistaron la ciudad, aniquilando a sus habitantes, y destruyendo el Templo. Todo lo que queda de él es el Kotel. En el año 73, 960 zelotes todavía resistían aquí, en Masada. Los romanos sitiaron la ciudad durante muchos meses, y construyeron una rampa, la que hemos visto antes, para atacar los muros. Al final, todos los judíos murieron, pero no a manos de los romanos, sino que decidieron suicidarse antes que caer ante ellos - Como en Numancia - Sí Desde lo alto de la fortaleza, Maca fotografió el Mar Muerto

Mar Muerto (Vista desde Masada) - Ojalá algún día pueda ir y bañarme (le dijo a Esther) - Claro

El muro

40

Viendo que eran pasadas las cuatro y media, decidieron poner rumbo a la ciudad - ¿Quieres ver la procesión de esta tarde-noche desde una posición privilegiada en la Vía Dolorosa? - Claro - Pues entonces vendrás con nosotros. Podrás subir a tirar fotos a nuestro puesto de vigilancia - Esther... Esto que estás haciendo... - Lo hago porque sí, Maca. Olvídate de que lo hago por ti... - Vale. ¿Sabes? Tú también vales para la fotografía, los sitios a los que me llevas son fascinantes... - Me gusta observar... En el ejército tienes tiempo de todo, y cuando estamos de ronda, pues me gusta mirar a mi alrededor - Oye... no te pondrán pegas por que suba, ¿no? - Qué va... Si la mujer del comandante viene todos los años... Es que es cristiana... - Ah... ¿A qué hora empieza la procesión? - A las seis, la misma hora a la que empieza mi turno. Si quieres, te dejo en el hotel y quedamos a las seis menos cuarto en la puerta de Jaffa - Vale, así me ducho y me visto un poco más decente La vuelta se les hizo más corta, pues había menos gente en el paso fronterizo Esther dejó a Maca en el hotel y puso rumbo a su casa. Se duchó y se vistió. Salió de casa a toda prisa, pues llegaba tarde a su cita con la jerezana Maca había terminado de ducharse tardísimo, y ahora caminaba con el pelo mojado por la acera. Cuando ella llegó, vio el pequeño coche rojo de Esther estacionado en un aparcamiento para minusválidos - Hola (la saludó muy contenta Esther) Veo que se te ha hecho tarde - A ti también, que te he visto aparcar... (continuó con la broma) - Mi barrio queda lejos... - Y yo he venido andando... Se miraron a los ojos, y Esther desvió la mirada - Vamos, que como llegue tarde, mi comandante me forma un consejo de guerra... Esther caminaba aprisa, y Maca la seguía un par de metros por detrás. La verdad es que la chocaba verla con su fusil M16 colgado del hombro. Vestida de paisano era tan agradable... Pasada la Iglesia del Santo Sepulcro se cuadró ante un hombre con el pelo rizado y canas en las sienes, vestido con pantalones negros y una camisa blanca con galones en los hombros. Habló un poco con él adoptando una actitud informal, y dedujo que, más que su comandante, aquel hombre era un amigo, no sólo para ella, sino también para el resto de sus compañeros

El muro

41

- Ven, Maca, que os presente (cuando la jerezana se acercó a ellos, el hombre la miró con expresión bonachona) Bevacashá lehakir at mará Macarena Fernández, mi Sfarad. (Le presento a la señora Macarena Fernández, de España) Éste es Gilad Horowitz, mi comandante El hombre, afablemente, le tendió la mano - Na’im me’od (la bonita voz del hombre, y su sonrisa simpática le dieron confianza a Maca) - Dice que mucho gusto (tradujo, Esther) - Pues dile que el gusto es mío - Ha’onag hu li El hombre le franqueó el paso y accedieron a una casa. Cruzaron una estancia vacía, y Esther le explicó que era una casa franca del ejército. Había varias en la ciudad vieja, para mantener vigilados los cuatro costados de la trisacrosanta ciudad Cruzaron un patio con una pequeña fuente, y Maca pensó que se parecía a aquellos que poblaban las ciudades de Andalucía. Sólo con advertir el olor a incienso que invadía el aire por momentos, se sintió como en casa Accedieron a la terraza por una estrecha escalera. Cuando llegaron arriba, cinco soldados más, dos chicas y tres chicos, y una mujer rubia de mediana edad miraban hacia la procesión que se acercaba Uno de los chicos se dio la vuelta y saludó a Esther afablemente. Miró a Maca receloso, pero no dijo nada Esther los presentó a todos: Lior, Dan, y Carmel, que ya la conocía, y las chicas: Raquel y Miriam. También le presentó a la mujer del comandante, Rocío - Soy malagueña (le dijo la mujer, haciéndole un hueco a su lado) pero el amor me trajo aquí - Yo soy de Jerez - ¿Nunca has visto una procesión de éstas? - No - Pues vas a alucinar, no se parecen en nada a las de nuestra tierra Pronto la procesión comenzó a pasar por donde ellos estaban. Maca charlaba con Rocío de banalidades, dejando pasar el rato. La malagueña le ofreció un cigarrillo y Maca aceptó, aunque no solía fumar a menudo Las fotografías se iban sucediendo, e incluso, gracias al ambiente distendido de aquella terraza, los soldados se dejaron fotografiar Esther, aunque estaba de servicio, se acercó a Maca y a Rocío y les pidió un cigarrillo. Se lo dieron ya encendido, y, tras darles las gracias, se alejó con sus compañeros. Maca la siguió con la mirada y la vio apoyarse sobre los codos en la balaustrada de la terraza. Como tenía la cámara a mano, la fotografió de improviso, mientras charlaba con una de sus compañeras

El muro

42

- Es una chica estupenda (escuchó cómo la mujer del comandante le hablaba) - ¿Quién, Esther? (la mujer asintió con la cabeza, sonriendo) Sí que lo es... - ¿La conoces desde hace mucho? - Esta semana... justo el sábado pasado me robaron el bolso en un mercado, y ella me ayudó a recuperarlo. El domingo nos encontramos casualmente y ella accedió a hacerme de guía, y así hasta hoy - ¿Cuándo te vas? - El domingo después de comer. En realidad me iba a ir hoy a un kibbutz cerca del Mar Muerto, pero Esther me ha convencido para que me quedara. Me ha llevado a Masada y hemos vuelto... - Esther es muy generosa, lo da todo, sin esperar nada a cambio - Además, me está ayudando mucho con las localizaciones de las fotos - Sí... Le encanta la fotografía - ¿En serio? No sabía que le gustara... - Suele ser muy reservada con ese tipo de cosas, no le gusta que la conozcan mucho. De hecho, le cuesta mucho coger confianza con la gente. Recuerdo que, la primera vez que vino a cenar a casa con el resto de su compañía, no levantó la vista de plato y no abrió la boca en toda la noche (sonrió melancólica al recordarlo) - Pues conmigo ha sido muy simpática... - Porque le gustas (repuso la malagueña, sin ningún tipo de reparo. Al ver que Maca se sorprendía un poco, continuó) ¿No sabías que es lesbiana? - Sí, incluso que le gusto, pero no pensaba que... - Tranquila, es bastante transparente para mí. Además, sólo hace falta ver cómo te mira para saberlo Guardaron silencio varios minutos. Maca continuó fotografiando la procesión, y Esther, de vez en cuando, la miraba. Se derretía por dentro al verla tan hermosa y concentrada. De pronto, una llamada por el walkie-talkie del comandante daba un aviso de un personaje sospechoso justo en frente de donde estaban ellos Dos soldados y el comandante se quedaron en la terraza, mientras Esther y el resto bajaron por la terraza y se intentaron camuflar entre el gentío De pronto, Maca vio al sospechoso en cuestión. Vestía de negro, y llevaba un alzacuellos como los sacerdotes. Llevaba la mano derecha bajo la chaqueta, como sujetando un bulto que sobresalía bajo su brazo izquierdo Cuando miró hacia el comandante, observó que los dos soldados que se habían quedado en la terraza, Dan y Raquel, habían sacado dos rifles de francotirador israelíes, los llamados Galatz por los propios soldados, y miraban por la mirilla Tanto Maca como Rocío se apartaron de la zona de riesgo, pero no perdían detalle de lo que sucedía en la calle - Los francotiradores trabajan de dos en dos, para no fallar el tiro (le susurró la mujer) Con el corazón en un puño, Maca vio cómo Esther se había aproximado al hombre por un lado, y Carmel por el otro. Miriam y Lior llegaban de frente, haciendo imposible su escapatoria, pues estaba acorralado por los cuatro soldados y la pared

El muro

43

Esther era quien estaba más cerca, y, con tranquilidad, le pidió al hombre que sacara la mano de su chaqueta. Carmel llegó en seguida, y ayudó a Esther a dar la vuelta al hombre. En seguida, Lior y Miriam, con presteza y discreción, ayudaron a sus dos compañeros a meter al presunto delincuente en la casa La procesión transcurrió como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, Esther y el resto de compañeros no subían. El comandante bajó, y poco después subió Esther, se acercó al pequeño botiquín y, frente a un espejo, empezó a desinfectarse una herida que tenía en el labio - ¡Esther! ¿Estás bien? (preguntó Maca, al verla) - Sí, es sólo un golpe. El imbécil ese se ha revuelto y me ha dado un puñetazo, pero ya le hemos reducido Rocío se acercó y ella misma la ayudó a curarse - A ver, deja que te ayude (le sostuvo la cara y comenzó a pasar un algodón empapado en alcohol por su labio maltrecho) ¿Le habéis identificado? - Sí. Es un ortodoxo de Me’a She’arim, quería atentar contra el arzobispo. Como sospechamos de todos los ortodoxos que pasean por este barrio, se ha vestido de cura, a ver si podía pasar desapercibido Poco después, subieron todos y les anunciaron que una patrulla de la policía militar se había llevado al desquiciado Maca se había quedado un poco asustada, pues era la primera vez que veía algo así, y le daba miedo la profesión de Esther, ahora que la conocía más a fondo La procesión continuó durante horas y Maca siguió tirando fotos. Se le habían pasado un poco los nervios, aunque no podía evitar que pensara en lo ocurrido y le temblaran las manos - Conozco esa sensación (le dijo Rocío. Maca la miró) Al principio de conocer a Gilad, me pasaba lo mismo Maca la miró inquisitivamente - No me mires así, Macarena, ¿sientes algo por Esther? - No (respondió, segura de sí misma) quiero decir... es mi amiga, nos hemos hecho amigas estos días, y me da miedo a lo que se dedica, sobretodo, en esta zona del mundo - Tranquila, sabe cuidarse - No lo dudo, pero, aún así... Rocío le estrechó la mano que reposaba sobre el pretil de la terraza Esther miraba hacia ellas. Las veía charlar, y percibió en Maca un poco de tristeza. Quiso saber de qué hablaban, pero se contentó con seguir su trabajo

El muro

44

Durante unos minutos, la gente en la terraza calló, pues la procesión llegaba a su fin, y el arzobispo hizo su aparición con una cruz de madera a sus espaldas. Cuando él pasó, Rocío se persignó. Maca hizo lo mismo por tradición, no por creencia, y Esther se acercó hasta ellas con las manos en la espalda - Rocío, Gilad dice que esta es la mejor hora para volver a casa - Sí, será mejor que me vaya ya. Macarena, ¿te llevamos? - Oh, bueno... - Venga, mujer, ¿en qué hotel te alojas? - En el King David - ¡Vaya! Un lujoso hotel... Te llevamos Bajaron las escaleras y Rocío se despidió de Gilad. Esther, Miriam y Dan se dirigieron hacia ellas y las acompañaron hasta un todoterreno con el emblema del ejército israelí que estaba aparcado en la puerta de Jaffa Rocío caminaba entre Miriam y Dan, hablando con ellos de lo ocurrido aquella tarde. Maca y Esther, un poco más atrás, caminaban en silencio - Estás muy callada (se atrevió a decir Esther) - Uhmm... - ¿Es por lo de antes? - La verdad es que me he asustado un poco - Pues esto ha sido lo menos peligroso que hemos hecho en el ejército - Esther... ¿a qué hora terminas la guardia? - A las ocho - ¿Quieres que desayunemos juntas? - Vale. ¿En tu hotel? - Sí... si quieres - Claro que quiero, Maca Una vez llegaron a todoterreno, montaron y se dirigieron a llevar a Maca a su hotel. Maca y Rocío se despedían - Bueno, Macarena, aquí tienes mi tarjeta, con mi número de teléfono y mi dirección de correo electrónico. Ya sabes que puedes llamarme o escribirme cuando quieras - Claro Se dieron dos besos y Maca bajó del coche. Esther bajó la ventanilla - Que no se te olvide, Maca, o, si no, te despertaré - Tranquila, me pondré el despertador Desde el coche, a coro, todos le desearon buenas noches: - Laila tov! - Laila tov (les dijo adiós con la mano) El coche se alejó, y, de camino a casa de Gilad y Rocío, ésta comenzó a hablar con Esther, garantizando discreción, pues ni Miriam ni Dan hablaban castellano

El muro

45

- Esther, ¿tú estás segura? - ¿De qué? - De lo que sientes... - Sí - Sabes que conmigo puedes contar... - Lo sé - Maca se ha preocupado por ti - ¿En serio? - Sí... Esther suspiró, sincerándose con Rocío - Tengo miedo de sentir lo que siento en tan poco tiempo - No lo tengas, cariño... - Tengo que mantener su amistad, como sea La mañana se presentó algo fría y nublada. Esther había estado toda la noche pensando en Maca, pues, afortunadamente, no habían sufrido más percances y las guardias nocturnas en la ciudad vieja eran muy tranquilas El fin del turno la sorprendió medio amodorrada. En seguida se marchó al hotel de Maca, sin ni siquiera pasar por casa El martilleante sonido del teléfono la despertó bruscamente. Había tenido una noche agitada. Cuando respondió con voz soñolienta, una sonriente Esther le contestó al otro lado de la línea - ¿Esther? - ¿Te sorprendes? Habíamos quedado a las ocho para desayunar... Maca miró el reloj que tenía sobre la mesita. Las nueve menos veinte - ¡Mierda! (exclamó) - Tranquila, si quieres, te subo el desayuno... - Pues la verdad es que me harías un favor, porque entre que me ducho y todo... y me muero de hambre... Mi habitación es la 503 - Ok, ahora te subo algo Esther subía en el ascensor nerviosa con el muchacho del servicio de habitaciones. Llamaron a la puerta y Maca anunció que abriría en un momento. Esther le entregó veinte shéckels al chaval y le dijo que se marchara, pues observó que él también estaba visiblemente agitado por la visita a aquella habitación Cuando Maca abrió la puerta en albornoz, Esther sonrió - ¿Qué les das, Maca? El del servicio de habitaciones estaba nervioso perdido... - No lo sé. Pasa (dijo, franqueándole el paso) - ¡Vaya! (dijo admirada) Menuda habitación... es más grande que mi casa...

El muro

46

- No digas tonterías... - En serio... Sólo el recibidor es como mi cocina y mi sala de estar... - Oye (le pregunto, cambiando de tema, pues odiaba que la gente comparara lo que tenía con ella) ¿qué has traído de desayuno? - El típico desayuno de Jerusalén: café, leche, pan, fruta fresca, olivas, miel, zumo de naranja, queso fresco... - Bueno, venga... que todo esto tiene muy buena pinta, vamos a comer Acercó la mesita a la cama y se subió encima cruzando las piernas con cuidado de que no se le viera nada. Esther observó en panorama y no pudo evitar pensar en lo que podría pasar entre ellas dos con una cama de por medio, sobre todo, llevando Maca tan poca ropa encima Cogió una bandeja y puso en ella todo lo que necesitarían. Después, quitándose las botas y la cartuchera donde llevaba la pistola, se subió en la cama, frente a Maca - ¿Qué tal la guardia? - Aburrida. ¿Y tu noche? - No he podido dormir mucho... - ¿Seguías nerviosa? - Cuéntame cuando te hirieron (le pidió, sin contestar. Al ver que Esther la miraba, pero no hablaba, suavizó el tono de su petición) Bueno, si quieres - Sí que quiero, pero es algo que no me gusta recordar (esperó un par de segundos para poner su mente en orden, ya que concentrarse con el escote de Maca a un metro de ella le resultaba muy difícil) A ver... se suponía que vigilar fronteras no es nuestra tarea, pero esa semana estaba habiendo mucha tensión con los colonos de la franja de Gaza, así que nos enviaron a patrullar allí. Una tarde, ya oscureciendo, nos atacaron. Esas cosas conllevan mucha tensión, y no sabes muy bien por dónde vienen los tiros, así que empezamos a disparar a todos lados. Ten en cuenta que la mayoría de los componentes del ejército israelí no superan los 22 años. Para un chaval asustado es muy fácil ponerse a pegar tiros (Esther suspiró y mordió un poco de pan con queso fresco y miel por encima) De pronto, escuchamos silbar un proyectil por encima de nuestras cabezas, cuando nos fuimos a dar cuenta, estábamos todos tirados por el suelo - Debió ser duro - Lo peor fue cuando tuvimos que dar nuestras condolencias a las familias de los muertos. Eran amigos nuestros Maca vio cómo Esther se ponía triste al recordarlo - No debía de habértelo preguntado - No, tranquila... Esto me sirve de catarsis. Es bueno contar las experiencias traumáticas, aunque duelan - Dicen que todo lo que pica, cura - Sí Durante unos instantes se limitaron a comer en silencio. Esther, de reojo, miraba aquel hipnótico lunar de Maca. Cuando levantó la vista, se encontró con los ojos de Maca, brillantes

El muro

47

- Ayer pasé miedo (le confesó, dejando su taza de café vacía sobre la mesita y doblando las piernas sobre la cama) - Ya, me lo dijiste... - Miedo por ti... El tío ese podría haberte disparado Esther sonrió, quitándole hierro al asunto. Se desabrochó la camisa y dejó ver parte de su chaleco antibalas - Llevo chaleco - ¿Y en la cabeza? - Soy dura de mollera... (dijo, dándose golpecitos con los nudillos en la frente) - No me gustaría que te pasara nada. Eres mi amiga - Maca, no me va a pasar nada - ¿Cómo estás tan segura? - Afortunadamente, patrullar en Jerusalén es relativamente seguro. No es como estar en otros sitios más peligrosos - ¿Y quién te garantiza que no te puedan mandar a otro sitio? - Mi compañía es estable, el comandante se encarga de que no nos separen, somos como sus hijos. Además, me quedan cuatro meses de servicio obligatorio, a nadie con tanta antigüedad le mandan a un sitio de riesgo - Aún así, Esther... - Tranquila... (le dijo, apretándole el brazo, en señal de apoyo) Se miraron profundamente a los ojos, hasta que Esther retiró la vista, abrumada - ¿Qué quieres hacer hoy? (preguntó, evitando la intensidad de su mirada) - ¿Tú no tienes sueño? - No - Pues no sé... como es sábado, estará todo cerrado, ¿no? - Mmmm... No todo... (dijo, frunciendo el ceño) Creo recordar que el Museo de Israel abría los sábados en fechas especiales, como estas... Podemos intentarlo - Vale, pero antes... ¿Quieres ducharte? Lo digo porque no vayas con el uniforme - Vale. Déjame una camiseta y estoy lista en cinco minutos Siete minutos después, Esther salía del baño con los pantalones del uniforme y una camiseta blanca de manga corta que le había dejado Maca Maca, mientras tanto, había aprovechado para recoger un poco las cosas del desayuno. Al ir a doblar la camisa de Esther, se le cayó de uno de los bolsillos del pecho una billetera. La abrió curiosa y se encontró con su Identificación del ejército escrita en hebreo y en inglés. Unos billetes y algunas facturas de tarjetas de crédito eran todo lo que había Cerró la billetera y la guardó en su sitio. Se recriminó a sí misma el ser tan curiosa Cuando salió Esther, cogió sus cosas y salieron del hotel, poniendo rumbo al museo Durante los veinte minutos del trayecto, no hablaron mucho. Esther sabía que sólo podría estar con ella hasta el mediodía, pues empezaba a trabajar a las seis, y tendría que descansar algo antes

El muro

48

Cuando llegaron, el museo estaba cerrado, así que dieron media vuelta y volvieron sobre sus pasos - ¿A dónde vamos? (preguntó Maca) - No sé... La verdad es que Jerusalén es un poco aburrida un sábado De pronto, al ver una de las señales de dirección, torció bruscamente a la derecha mientras exclamaba: - ¡Vamos al zoo! El zoo quedaba cerca del parque donde habían estado días antes, y, a pesar de ser sábado, estaba abierto La entrada estaba llena de turistas, americanos, sobre todo, que no querían desaprovechar un día como aquel Caminaron tirando fotos a los animales. Maca no expondría esas fotos en la revista, como así se lo hizo saber a Esther, sino que las guardaría para ella, porque quería que esos recuerdos de esos momentos compartidos fueran sólo para las dos - Cuando llegue a Jerez, lo primero que haré será pasar todas las fotos al ordenador y enviártelas por e-mail. ¿Tienes e-mail, no? - Sí, claro - Pues entonces, nos los intercambiamos y te mando todas las fotos - Vale Se detuvieron ante el foso de los leones. Una barandilla verde evitaba que los visitantes se acercasen demasiado al lugar donde habitaba el rey de la selva. Maca tiró unas cuantas fotos, pues una leona acababa de tener un cachorrito y era un acontecimiento único para un zoo. Esther apoyó sus brazos sobre la barandilla, mirando a los felinos - ¿Sabes que el león se ha asociado siempre con Jerusalén? - No, no tenía ni idea - De hecho, el escudo de la ciudad es un león (Esther sacó su móvil de un bolsillo del pantalón y se lo enseñó a Maca. Como fondo de pantalla tenía el escudo blanquiazul de la ciudad) - Vaya... Veo que te gusta mucho donde vives... - Sí. Antes de hacer aliá (Maca frunció el ceño, pues no entendía el significado de la palabra. Esther rió) antes de establecernos en Israel, venía una vez al año a ver a mis abuelos. Desde pequeñita he aprendido a amar esta tierra - ¿Te quedarías aquí para siempre? - Sí - ¿A pesar de todo? - Sí - A mí me daba miedo venir aquí. Lo que sale en la tele asusta bastante - A mí, si te digo la verdad, también me asustaba. Mis abuelos vivían en un asentamiento en Cisjordania. Ellos son sionistas hasta la médula y son de los que piensan que toda la tierra les pertenece. Cuando era pequeña, no me daba cuenta de las

El muro

49

cosas, y pensaba que eso de los asentamientos estaban bien, pero cuando fui creciendo, me di cuenta de que eso no estaba bien, que tampoco era seguro para ellos. Así que, junto a mis padres, los convencimos de que lo mejor era que se vinieran a vivir a una ciudad plenamente establecida. Ahora viven en Tel-Aviv, cerca de casa de mis padres - Eso está bien (dijo Maca, por decir algo, pues del tema de asentamientos no entendía mucho) - Cuéntame algo de ti, Maca - No sé... Como sabes, vengo de una familia bodeguera... - ¿Tienes hermanos? - Dos, los dos más mayores que yo - ¿Te dedicas a algo más, a parte de la fotografía? - No. Estudié economía, ya sabes, para seguir el negocio familiar, pero no me gusta nada. Mi padre dice que lo de la fotografía es como vivir del aire, pero a mí me gusta, y, ahora mismo, me está dando de comer... Decidieron dejar los leones e ir a tomarse algo al bar, pues las nubes de la mañana habían dado paso a un calor sofocante, impropio de aquellos meses - ¿Siempre hace tanto calor? - No. Además, es curioso, porque aquí tenemos más o menos el mismo clima que en la zona mediterránea de España Mientras Esther iba a por las cervezas, Maca sacó un papelito del bolso y escribió en él su dirección de correo electrónico y un par de números de teléfono - Toma (le dijo en cuanto llegó y se sentó a su lado) Aquí tienes mi número de móvil, el de mi casa y mi dirección de correo. Quiero tener noticias tuyas, Esther (la miró severamente) - Las tendrás (dijo, cogiendo el papel entre sus dedos y guardándolo en su billetera) ¿Te doy los míos? - Claro, quiero mandarte cuanto antes esas fotos Esther buscó por los bolsillos para ver si tenía un papel, pero, al no encontrar nada, cogió una servilleta y escribió en ella sus señas Cuando Maca se las guardó en el bolso, decidió hacerle una pregunta a Esther que llevaba varios días rondándole por la cabeza: - ¿Es diferente el amor entre dos mujeres al de una mujer y un hombre? Esther, que no se esperaba esa pregunta, se atragantó con la bebida - No... no lo sé (dijo, una vez que se recuperó) Nunca he estado con un hombre - ¿Nunca? - No (negó con la cabeza) A mí siempre me gustaban las actrices y las cantantes Maca se quedó sorprendida por la respuesta, pues esperaba que Esther hubiera tenido, al menos, una experiencia con un hombre - ¿Tus padres lo saben?

El muro

50

- Sí, y lo tienen asumido - O sea, que la excusa esa de que no os hablabais que me pusiste cuando te pillé llorando, era en realidad por mí... - Ajá... - No sé cómo has aguantado tanto tiempo así - ¿Así, cómo? - Triste... - Maca... No suelo ligar mucho con chicos, así que con chicas, en un país como Israel, muchísimo menos. Estoy acostumbrada a que, a veces, lo que siento no sea correspondido. No me molesta, ni me enfada el que me hayas dicho que no. De hecho, de todas quienes me han rechazado, eres quien mejor se lo ha tomado. Pero me pone triste pensar que tú mañana te vas... Si no fuera tan cobarde, te habría intentado besar en alguna ocasión - Oye, no te creas que soy tan buen partido, ¿eh? Soy una pija borde egocéntrica - Pues tienes tu puntito... - Soy adicta al café - Yo a las golosinas... Rieron ante el juego que habían iniciado, y entonces, Esther miró el reloj. La mañana se les había pasado volando, sin darse cuenta de que el mediodía había pasado - Mierda... Maca... Yo... la verdad es que me tengo que ir... Si quieres, te dejo en el hotel y... (no pudo hablar, pues la proximidad de la despedida le había formado un nudo en la garganta) - ¿Empiezas a las seis? - Sí, ¿por? - ¿Quieres comer en el hotel y luego descansas un poco en mi habitación? - No quiero abusar, Maca... - No lo haces, es lo que menos puedo hacer por mi guía - Está bien Camino al hotel, Maca pensaba en todo lo que estaba pasando. Por unos momentos pensaba que se estaba pasando con Esther, con su paciencia, pues, aunque nunca había pasado por una experiencia similar, imaginaba que, para la soldado, no debía ser fácil estar a su lado sin intentar nada. Sintió que no era justo hacerle daño, pero no podía evitar sentirse culpable al ver sus ojos llenos de lágrimas. Eso le provocaba un sentimiento extraño en su corazón. Así que por eso había decidido invitarla a comer y a subir luego a su habitación Esther, mientras tanto, pensaba en la petición de Maca. Aunque le hubiera dicho que sí, después de reflexionarlo un instante, se había dado cuenta de que eso sólo le podía hacer más daño. Y no quería, por nada del mundo, odiarla Sin embargo, los ojos de Maca eran realmente poderosos, y, cuando, al llegar a la puerta del hotel, al ver que Esther seguía con el motor en marcha, le preguntó si iba con ella, la soldado no pudo resistirse Pronto se vio arrastrada hasta el comedor, pidiendo dos platos para ella y para Maca, y charlando con ella de tonterías, riendo sus chistes, intentando que el nudo de su garganta la dejara comer

El muro

51

- Son las tres (anunció Maca, mirándose el reloj) - Debo irme (Esther se levantó de la mesa, dispuesta a marcharse para no sufrir más) Maca la retuvo por el brazo - Quédate - No puedo, de verdad que no... - Esther... entre que llegas a tu casa o no, se te va a hacer tarde... Y tú tienes pinta de ser una marmotilla... Esther sonrió tristemente con los ojos bañados en lágrimas. Se dejó hacer por Maca, al fin y al cabo, eran sus últimas horas juntas Subieron a la habitación en silencio. Y, cuando Maca abrió la puerta de la habitación, a Esther le asaltaron los recuerdos del desayuno. Había intentado, sin mucho éxito, enseñarle a pronunciar los nombres de lo que comían, y habían permanecido unos segundos muertas de risa, tumbadas en la cama. En ese momento, Esther había deseado abalanzarse sobre ella y comérsela a besos - Ponte cómoda (le dijo Maca, mientras se desanudaba la cola del pelo y dejaba que éste cayera libre sobre su espalda) Esther la imitó, se descalzó las botas y se quitó los calcetines. Maca se había sentado en la cama y programaba el despertador del móvil para no quedarse dormidas - Si pongo el despertador a las cinco y media, ¿te dará tiempo a arreglarte y estar a tu hora? - Sí Maca se tumbó boca arriba en la cama, recostando la cabeza sobre un brazo - Esther... (la soldado la miró, pues aún estaba sentada en la cama, pensando si tumbarse a su lado o salir corriendo) Túmbate aquí, anda Esther obedeció, tumbándose de lado lo más cerca posible del borde de la cama, evitando todo contacto con la fotógrafa Piano... piano... Así fueron escurriendo sus lágrimas por sus mejillas. Maca, aunque tenía los ojos cerrados, no dormía, pendiente de ella - Esther (la llamaba muy suavemente, poniendo sus manos en sus hombros, intentando que se volviera hacia ella) - Déjame, por favor... - Esther, venga... ¿qué te pasa? - Lo sabes muy bien (le dijo, casi gritándole, con el rostro congestionado por la rabia) Tú eres lo que me pasa Maca no dijo nada. Sólo la abrazó y la acunó en sus brazos hasta que se durmió

El muro

52

Un tiempo después, Esther se despertó. No se movió, pues era plenamente consciente de dónde y con quién estaba, y lo que menos le apetecía era despertarla Notaba su olor introduciéndose en su nariz, fijándolo en su mente; su respiración suave cosquilleaba en su nuca, y aquella mano fijada en su cintura era lo único que quería sentir hasta la hora de su muerte Miró el reloj y maldijo por lo bajo, pues se le hacía tarde. El despertador de Maca, o no había sonado, o ella estaba tan cansada que no lo oyó. Así que se levantó despacio, intentando no despertarla Si no hubiera sido porque tenía prisa, se hubiera quedado más tiempo con ella en la cama, viéndola dormir, acariciándola, besándola, haciéndole el amor... Se puso la camisa del uniforme y las botas mientras la miraba. Le daba tanta pena tener que despertarla, que, apresuradamente, cogió papel y boli y le escribió una nota: “Siento haberme marchado de esta manera, pero, créeme, es la mejor. Un beso. Esther”. La dejó donde instantes antes había estado ella, sobre las sábanas Se acercó a Maca y, firmando su sentencia de muerte, besó suavemente sus labios entreabiertos Acto seguido, salió corriendo del hotel lo más rápido que pudo, conteniendo las lágrimas Al intentar cambiar de postura, Maca se dio cuenta de que algo faltaba en aquella cama. Abrió los ojos muy despacio y miró hacia donde debía de estar Esther Entre las sábanas sólo encontró una nota. La leyó con el corazón en un puño, pues no había podido despedirse de ella, y le supo mal no haberlo hecho antes Cuando se fue a dar cuenta de la hora, ya habían pasado las siete de la tarde Se vistió y se fue a dar una vuelta por la ciudad vieja, con la esperanza de encontrarse con ella Sin embargo, no fue así, así que volvió al hotel enfadada consigo misma. “Eres idiota, Maca”, se decía, “tonta perdida... En vez de despedirte de ella, vas y te quedas durmiendo, ahora habrás quedado con ella como una auténtica gilipollas... ¡Mierda!” Mientras tanto, Esther intentaba no llorar. Hacía esfuerzos titánicos por que sus lágrimas no salieran de sus ojos, aunque el temblor de su barbilla la delataba Maca cenaba sola en uno de los comedores del salón. Hombres de negocios, parejas de gente mayor... hubiera deseado estar en un hotel de esos a los que van las familias normales a pasar sus vacaciones, con niños correteando de acá para allá. Al menos así hubiera estado entretenida durante aquella interminable cena

El muro

53

Decidió que la mañana siguiente la dedicaría a descansar en el hotel, pues no tenía ganas de hacer nada ante la perspectiva de un viaje como el que tendría que emprender por la tarde No quería pensar... no quería darle vueltas a lo mismo... sabía que su historia con Maca no podía ser... Esa noche fue movidita, pues, al ser sábado por la noche, los chavales bebían más de la cuenta, y había que andar con mil ojos para que no se produjeran altercados entre unos y otros A eso de medianoche, unos chavales empezaron a armar jaleo en una calle residencial, así que la patrulla de Esther, que era la que estaba más cerca, fue a dispersarlos En un momento determinado, un chaval que no tendría más de diecisiete años, un niño rico de papá, se le puso chulito y la empujó. Ella, ni corta ni perezosa, le golpeó con la culata del fusil en el hombro, provocando que cayera al suelo. El muchacho se echó a llorar, y Esther se agachó a su lado, poniendo su mano donde había impactado el arma. En hebreo le susurró algo parecido a un: “Para que aprendas a reírte de la autoridad”, y le hizo levantarse Después de ese altercado, no hubo más, y a Esther sólo le quedaba ver amanecer sobre la ciudad, mirando hacia donde se encontraba el hotel de Maca Maca despertó aquella mañana con un dolor de cabeza horrible. Se miró al espejo, y unas leves ojeras delataban que había dormido más bien poco No se sentía con fuerzas como para hacer examen de conciencia y reconocer que la mala noche pasada tenía algo que ver con la soldado Bajó a recepción y preguntó si alguien la había llamado o algo, pero le respondieron negativamente. Fue entonces cuando Maca se hizo a la idea de que Esther no pensaba volver aquel día Subió de nuevo a la habitación. Se puso el bikini y bajó a la pequeña piscina cubierta que tenía el hotel a disposición de sus clientes. Cogió su móvil y el bolso, como si Esther fuese a llamarla “¡Qué tontería!”, se dijo, “No va a llamar. ¿Por qué habría de hacerlo? Seguro que no quiere hacerse daño, es normal que no quiera despedirse de mí... Al fin y al cabo, es ella quien está enamorada de mí... ¡No yo de ella! Me hubiera gustado despedirme de verdad, con un: “Bueno, pues ya nos veremos”, pero con ella es imposible... Joder... ¿Pues sabes lo que te digo? ¡Que yo tampoco la llamo!” Al terminar el turno, Esther se fue directamente a casa y se encerró en su habitación. Abrazada a la almohada, lloraba. Por Maca, por su mala suerte, porque se sentía sola... Si algo tenía claro es que no quería volver a verla, más bien, no podría volver a verla sabiendo que no iba a ser suya jamás

El muro

54

Maca pasó media mañana en la piscina, y, cuando se cansó, se paseó por el hotel. Descubrió que tenía una pequeña tienda, así que decidió comprar unos souvenirs Nunca había sido de la clase de personas que compran un plato o un colgante, pero vio un plato de cerámica esmaltado en diversos tonos azules y con una estrella de David chapada en oro, y pensó que era el complemento perfecto para su casa Para sus sobrinos compró dos colgantes. Eran dos tubos de metacrilato rellenos con tierra de diferentes sitios de Israel. Sabía que eso podía ser un engaño, que cualquiera podía haberlos rellenado con tierra de un descampado o de la playa, pero se dejó seducir por un momento por la impresión de que era la tierra que Esther tanto amaba Al hacer esa reflexión se pilló a sí misma. Tenía que salir de ese país cuanto antes, o acabaría volviéndose loca. No quería pensar. Lo de Esther sería una tontería de la que luego podría reírse... “Que ella sea lesbiana no hace que yo lo tenga que ser...” Después de comer, decidió marcharse al aeropuerto. No quería encontrarse con Esther si ésta aparecía por el hotel por sorpresa. No sabía si podría soportar sus lágrimas Estuvo dos horas vagando por el aeropuerto hasta que llegó la hora de facturar sus maletas. Había llamado a Ana y a su madre para comunicarles la hora a la que salía su vuelo Facturó y se quedó en la cafetería. Miró el reloj y vio que eran las cuatro. A las cinco salía su avión. Se tomó dos cafés más. Compró un par de revistas y se dirigió hacia su puerta de embarque, aunque aún no era su hora Mientras tanto, Esther se había despertado con mala cara. Tenía la tarde libre, pero no se le apetecía hacer nada. Por más que Carmel y Ayelet intentaban animarla, no lo conseguían. Sentada en el sofá de la sala de estar, con la tele puesta y la mirada perdida en el vacío, Esther estrujaba el papel donde Maca había apuntado su correo y sus números de teléfono Decidió hacerse fuerte y llamarla, con un poco de suerte, no estaría en el aeropuerto todavía Marcó su número y le dio a la tecla verde Nada. No daba señales de vida Lo intentó tres veces más. Cuando se fijó en la hora, cogió las llaves de la moto y salió escopetada hacia el aeropuerto Conducía a toda velocidad. La ciudad se le emborronaba, y no sabía si las lágrimas eran producto del aire que azotaba su cara o por la marcha de Maca Las cinco menos cuarto. Maca había apagado el móvil tras llamar a Ana y a su madre. No le apetecía nada hablar con nadie. Quería dedicarse esos momentos a sí misma, despedirse de Jerusalén en silencio

El muro

55

Esther, todavía vestida de uniforme, corría por el aeropuerto de una puerta a otra, intentado dar con la que llevaba a España Pasó por un detector de metales, y, aunque pitó, su uniforme le daba inmunidad para atravesarlo Allí estaba ella, sentada en un banco, mirando hacia la puerta de embarque Casi sin aliento por la carrera, Esther la llamó Lentamente, Maca se dio la vuelta - ¡Maca! (dijo al llegar hasta donde estaba ella, apoyando las manos sobre las rodillas, agotada por el esfuerzo) Te he estado llamando - Tengo el móvil apagado (la miró casi sin creerse que estaba allí) ¿Qué haces aquí? - Tenía que verte (hasta la propia Maca se sorprendió de que Esther lo hubiera dicho) Ayer no nos despedimos - En tu nota decías que era mejor así - Soy una idiota. Sé que es mejor, pero no he podido evitarlo... Maca, sabes lo que siento por ti... Yo... no... me va a costar mucho despedirme - Esther... (le dijo, acariciándole la cara) A mí también me cuesta despedirme de ti... Eres una tía genial... - Dentro de cuatro meses termino mi servicio obligatorio... Haré un viaje por Europa con algunas compañeras, cuando estemos en España, te llamaré - Claro, y quedamos. Pero no me tienes que llamar sólo cuando estés en España, ¿eh?. Tenemos los teléfonos y los correos. Quiero que me escribas y que me llames, que yo haré lo mismo, ¿vale? - Sí - No quiero perder el contacto contigo, Esther - Yo tampoco (dijo, intentado que no se le saltaran las lágrimas) Se abrazaron durante unos segundos Se soltaron cuando daban el último aviso para los pasajeros del vuelo a España - Me tengo que ir (dijo, soltándose lentamente del abrazo de Esther) - Que tengas un buen viaje. ¡Nesi’áh tová! - Todá, Esther Las dos sonrieron y Maca pellizcó la mejilla de Esther. Se dieron un sentido beso en la mejilla y Maca se dio la vuelta, intentando no llorar, las despedidas no eran lo suyo Antes de entrar por la puerta, se giró y le dijo adiós con la mano Esther hizo lo mismo. Cuando Maca desapareció por el pasillo, se dejó caer, derrotada en uno de los bancos Maca localizó sin problemas su asiento. 1ª clase, asiento de ventanilla. Miró hacia el cielo de Jerusalén. Quizá fuera la última vez que lo viera

El muro

56

Esther se acercó a una de las cristaleras del aeropuerto. Puso su mano sobre el cristal, mientras observaba cómo el avión de Iberia enfilaba la pista de despegue. Por un momento deseó que se rompiera un motor antes de salir, que, por problemas técnicos no pudieran despegar y Maca pudiera quedarse más tiempo en Jerusalén Sin embargo, el avión despegó sin novedad, y cuando se perdió en el cielo, Esther apoyó la frente en el cristal, dejando escapar una lágrima Maca había observado por la ventanilla cómo la figura de Esther permanecía quieta tras los cristales. Se iba tranquila, pues, al menos, había podido despedirse decentemente de ella. “Encima está enamorada de mí”, no dejaba de darle vueltas a la cabeza con el asunto ese. “Creo que he actuado mal con ella” Poco después se quedó dormida Esther se había marchado del aeropuerto después de serenarse un poco. No podía llorar siempre que se acordara de Maca, pues ella iba a estar siempre en su mente. Al contrario, debía de ser fuerte e intentar olvidarla, era lo mejor que podía hacer. Montó en la moto y condujo despacio. Atravesó la ciudad y puso rumbo al Monte de los Olivos. Atardecía sobre la ciudad de la paz, y la Cúpula de la Roca brillaba bajo los rayos del Sol Se acordó de la primera vez que fue con Maca. Era un atardecer como ese, y recordó que Maca le había confesado sobrecogerse con la vista Se sentó en el borde de la carretera, dejando que la brisa meciera sus cabellos. Para olvidar a Maca harían falta muchos atardeceres como aquel... Maca llegaba a Madrid a las diez de la noche, hora local. Ana fue a recogerla al aeropuerto, pues esa noche se quedaría con ella Se abrazaron fuertemente, y, refugiada en sus brazos, Maca dejó salir sus lágrimas - ¡Maca! ¿Por qué lloras? - No lo sé... la emoción, los nervios del viaje... ya sabes lo tonta que me pongo cuando viajo... Ana dio por válida aquella respuesta, aunque no le convencía demasiado - Venga, Maca... Vamos a cenar fuera... - No... Sólo quiero dormir, por favor... - Está bien, pero antes de que te vayas mañana, me tienes que contar por qué estás así. No me creo que sea por el cansancio del viaje Durante el trayecto Ana estuvo contándole novedades. El trabajo le iba genial, la habían contratado para efectuar la restauración de un edificio en el centro, las cosas con Carlos, su último ligue, no iban nada bien, y estaban en un momento de stand-by, como le

El muro

57

gustaba denominarlo a Ana. Había contratado a una aparejadora muy atractiva y emprendedora, como le gustaban a ella, quizá la invitara a cenar un día Maca se alegró por su amiga, y, por unos instantes deseó ser como ella: siempre feliz y despreocupada, alegre y con el corazón enorme Cuando el sol se puso tras la ciudad, Esther decidió volver a casa. Condujo despacio, observando las calles llenas de gente aquel domingo. Enfiló la entrada a su barrio de Me’a She’arim. Tenía algo de cotidiano esa zona de la ciudad, como vivir en un pueblo pequeño Aparcó la moto en la puerta de su edificio y entró. Recordó la cara que le puso Maca al ver las escaleras... Sonrió tristemente. Ni Carmel ni Ayelet estaban en casa, así que se metió en la ducha. Se desabrochó la camisa, y sólo cuando se miró al espejo, se dio cuenta de que la camiseta blanca que llevaba debajo era la que le había dejado Maca la mañana anterior. Se había ido con tanta prisa de la habitación del hotel que no se había acordado de quitársela Se la quitó y la dejó junto con el resto de su ropa. Abrió el grifo y se metió en la ducha, dejando que el agua fuera cayendo sobre ella, borrando el dolor de su corazón En cuanto llegaron a casa de Ana, Maca se duchó y se fue a dormir. Al día siguiente tenía que pasar por la agencia y quería estar presentable para entregar las fotos. Pero antes tenía que volcarlas a la memoria del ordenador, así que se levantaría temprano si no quería llegar tarde a la cita Ana, preocupada por ella, le hizo de cenar unas tostadas, pues le había visto la carita descompuesta. Pero Maca apenas probó bocado - Ya sé que soy una pésima cocinera, pero las tostadas no me han salido del todo mal... (le decía Ana desde la cocina, intentado animarla) Maca sonrió dulcemente, pero se mantuvo triste Se acostaron pronto y la fotógrafa cayó rendida automáticamente Por la mañana, Esther se levantó con ánimos renovados. Había estado pensando. Sabía que le costaría olvidar a Maca, pero, como decía su padre, “El tiempo todo lo cura”, y lo de la jerezana no iba a ser menos. Hablaría con ella, le mandaría correos electrónicos y sería su amiga, así seguro que sacaría algún defecto de ella. ¿No dicen que si no puedes con tu enemigo te unes a él? Pues eso mismo haría ella Tenía la mañana libre, por lo que salió a correr para desintoxicarse. Hacía tiempo que no lo hacía y le vino bien

El muro

58

Maca, por su parte, se levantó temprano para pasar las fotos al disco duro de su ordenador y luego seleccionar las que saldrían en la revista Estuvo un buen rato decidiendo cuáles presentar y cuáles no, pero al final le salió una selección bastante buena Ana, con una taza humeante de café en las manos, se acercó a ella desde atrás - ¿Quién es? (preguntó al ver a Esther en la pantalla - Se llama Esther, es una soldado que conocí en Jerusalén, es quien me ayudó cuando me robaron el bolso - Me dijiste que era normalita... - Y lo es... Pero es un cielo. En estas fotos sale un poco triste, pero cuando sonríe de verdad... (dijo ella, sonriendo a su vez) - Vaya... vaya... (Ana vio que habían bastantes fotos de ella) - Me dijo que es lesbiana Ana enarcó las cejas: - Maca... ¿sabes que me pirran los uniformes? - También me dijo que le gusto - Normal... Si la que está buena, está buena... Maca la miró muy seria - ¿Te has enamorado? (le preguntó apoyando una de sus manos en las rodillas) - No... - Pero... - No lo sé... creo que, al saber que le gusto... no sé... es como si esperase que ella intentara algo conmigo... y no lo ha hecho... - ¿Querías liarte con ella? - No... pero el sábado pasamos nuestro último día juntas. Como no le daba tiempo a llegar a su casa, le pedí que se quedara a dormir la siesta conmigo, porque ella tenía guardia... Sé que fue muy egoísta por mi parte hacerlo, porque ella no quería quedarse y yo la presioné... Y luego se fue sin despedirse... Bueno... me dejó una nota... Te parecerá una tontería, pero ayer la eché mucho de menos... - ¿Habéis estado más días juntas? - Todos - Vaya... - Ayer fue a despedirme al aeropuerto. Ella lloró, y yo no podía verla así... No tenía fuerzas para eso... - ¿Tienes algún modo de ponerte en contacto con ella? - Sí, su móvil y su correo electrónico - Pues ya sabes, Maca. Llámala, escríbele... no pierdas el contacto con ella... - Estamos a miles de kilómetros... - Nada es imposible... nada Maca fue a llevar las fotos a la revista, el editor se mostró muy contento con el trabajo de la jerezana. Le encantaron sus fotos

El muro

59

Cuando terminó fue con Ana a comer. Se quedaría esa noche en Madrid con ella, para luego volver a Jerez. Le apetecía ver a su familia, que tanto miedo había pasado cuando les dijo que se iba una semana a Jerusalén La madre de Maca, Rosario, siempre la había querido de una manera especial, pues era la única chica, y encima, la menor. Ahora, cuando ya tenía bien cumplidos los treinta, seguía sobreprotegiendo a Maca, y mucho más cuando ella le contó, compungida, que Ignacio le había puesto los cuernos Su padre rompió toda relación con la familia del ex-novio, aunque, en un principio, hubiera instado a Maca a reconciliarse con él Se alegró de tener a la familia que tenía. A pesar de todo el dinero que pudieran tener, su padre siempre le recordaba los inicios de la familia, cuando su bisabuelo era un pobre vendimiador. Eso siempre le había ayudado a salir adelante. Los Wilson siempre salían adelante, a pesar de cualquier adversidad Se presentó en el despacho de Ana poco antes de las dos. Había cobrado bastante bien por ese trabajo, y estaba contenta - Hola, Ana - Hola, Maca, pasa, que ya termino esto Ana se encontraba revisando unos planos con una chica morena, de pelo rizado. Vestía un traje de raya diplomática negro, que le daba un aire dinámico y decidido Maca las miraba trabajar. La chica la miró de reojo unas cuantas veces, y la mirada que percibió en sus cristalinos ojos verdes hizo a Maca ponerse nerviosa Cuando finalizaron el trabajo, Ana las presentó e invitó a la chica, Abigail, a comer con ellas. Aceptó de buena gana, pues Maca le había causado buena impresión Comieron en un tailandés que había cerca del trabajo de Ana, y Abigail les estuvo contando cosas de su vida. Aunque parecía una chica seria, era bastante simpática y tenía sentido del humor Ana le tiraba los trastos descaradamente, pues a ella le gustaba eso, liarse con alguien, pero sin llegar a conocerse mucho. A Maca, ese tipo de actitud no terminaba de gustarle, pues pensaba que era oportunista y utilizaba a las personas, pero si Ana era feliz, poco podía hacer por impedírselo Maca volvió a casa de Ana a dormir un poco la siesta, y Ana y Abigail volvieron al despacho a seguir con sus quehaceres A media tarde, Maca despertó. Se acercó al ordenador y comprobó que su ordenador se había conectado a una línea wíreles, así que gorroneó Internet todo lo que pudo Abrió su proveedor de correo electrónico y comprobó sus mensajes, casi todo publicidad, uno de su madre y otro de su prima Lidia

El muro

60

No contestó al de su madre, pues ya había hablado con ella antes, pero sí lo hizo con el de Lidia. Habían sido, más que primas, casi como hermanas. Le contó todo el viaje, con detalles. Le habló de Esther y le dijo todo lo que había pasado con ella. También le mandó una foto de la soldado, esperando que su prima le diera el visto bueno “¿Visto bueno? ¿De qué? Dios... ¿Qué me está pasando? ¿No me estaré pillando por ella? No tendría nada de malo... ¿no? Esther es una chica simpática y muy dulce... Ya pensé una vez que no sería tan difícil enamorarse de ella... Joder...” Después de mandar el e-mail a su prima, cogió su bolso y buscó algo dentro de él Cuando regresó de correr, se duchó, comió y jugó un rato a las cartas con Ayelet y Dan, que había venido a visitarla. Cuando se fueron a media tarde, se preparó algo de merienda y encendió el ordenador, que casi nunca usaba. Abrió su cuenta de correo electrónico y miró a ver si tenía algún mensaje. Publicidad y un par de forwards de unos amigos. No había señal de Maca y de sus fotos, pero pensó que quizás no le había dado tiempo a pasarlas al ordenador y conectarse Buscó el papel donde había apuntado su dirección de correo y la añadió a sus contactos Poco después recibía un aviso de que Maca se había conectado. Empezaron a temblarle las manos, pero se contuvo y esperó a que ella le hablara: Maca dice: ¡¡Hola!! Esther dice: ¡Hola! ¿Qué tal el viaje? Maca dice: Muy bien, gracias. ¿Cómo estás? Esther dice: Mejor, gracias Maca dice: Me alegro. He pasado las fotos. Son un montón Esther dice: Pues pasarlas una a una es muy lento Maca dice: Te las comprimo en un archivo y te las mando, ¿ok? Esther dice: Claro Maca comenzó a comprimir las fotos. Le había alegrado encontrarse con ella Esther dice: ¿Estás en Jerez? Maca dice: No, estoy en casa de mi amiga Ana, la que se iba a venir Esther dice: Ah Maca dice: Es que la agencia está en Madrid, y no me voy a quedar en otro hotel... Esther dice: ¡¡Jajaja!! Gorrona... Maca dice: ¡¡Jajaja!! Todavía no sé qué hubiera hecho si no me hubieran prorrogado la reserva del hotel... Esther dice: Pues quedarte en mi casa... Maca dice: ¿Y dónde hubiera dormido? Esther dice: Tú en mi cama, y yo en el sofá Maca dice: Bueno, lo tendré en cuenta la próxima vez... Esther dice: ¿Es que va a haber próxima vez? Maca dice: Claro... hay muchas cosas que no he visitado. Oye, te paso el archivo de las fotos Esther: Ok

El muro

61

Esther aceptó el archivo y comenzó la descarga. Eran un montón, así que tardaba mucho, pero no se desesperaba De pronto, Carmel aparecía en la habitación. Necesitaba usar el ordenador para terminar unos informes. Esther le dijo que mantuviera el Messenger encendido, pues Maca le estaba pasando las fotos de su estancia en la ciudad Esther dice: Me tengo que ir, Carmel necesita usar el ordenador Maca dice: Vale, ¿dejas esto enchufado? Esther dice: Sí, claro... quiero ver las fotos cuanto antes Maca dice: Cuando salga la revista te la enviaré también, ¿ok? Esther dice: Ok. Venga,¡¡ ciaoo!! Maca dice: ¡¡Ciaoo!! Poco después de que finalizara la descarga, Maca cerraba la sesión y se daba por satisfecha. Al menos había hablado con ella Esther le pidió a Carmel que descomprimiera el archivo y grabase las fotos en un CD, pues así, en cuanto estuviera grabado, bajaría a una de las tiendas del centro e imprimiría las fotos Poco después, Esther salía corriendo de su casa hacia el centro. Cuando localizó la tienda de fotos, le dijeron que en una hora tendría listas las fotos, así que se fue a dar un paseo Se fijó en los turistas que comenzaban a abandonar la ciudad. La Semana Santa había terminado, y Jerusalén volvería a estar llena en verano Cuando pasó la hora, regresó a la tienda de fotos Nada más salir, buscó un banco donde sentarse y comenzó a ver las fotos. Todas ellas le trajeron a la mente gratos recuerdos Cuando Esther llegó a la última foto, se sorprendió, pues no se la esperaba. Era de Maca No recordaba cuándo le había hecho esa foto, es más, estaba segura de que Maca no se había fotografiado ni una sola vez. Sólo cuando reparó en ello, se dio cuenta de que estaba hecha en el avión, pues detrás, en segundo plano aparecía una auxiliar de vuelo de Iberia Cuando regresó a casa y cenó, encendió el ordenador, y un mensaje le avisó de que tenía nuevo correo. Se llevó una alegría muy grande cuando vio que era de Maca. El correo decía así: “¡Hola! Ya sé que hemos hablado antes, pero no te quería decir nada. Imagino que ya habrás visto las fotos. También imagino que te habrá sorprendido encontrarte con esa foto mía... Le pedí al que estaba en al asiento contiguo al mío que me hiciera una, pues

El muro

62

quería enviártela... Me parecía injusto que yo tuviera varias fotos tuyas, y tú ninguna mía... Me ha alegrado mucho hablar contigo antes por Messenger. Espero que se repita muchas veces Besos, Maca.” Esther le escribió a continuación otro correo, dándole las gracias por las fotos De ellas escogió dos: la de Maca, y una que hizo en el jardín botánico de la universidad. Esas las puso en la cabecera de su cama, junto con las del resto de sus amigos, aunque la de Maca ocupó un lugar de honor, donde fuera lo último que viera al dormirse y lo primero al despertar Maca preparó la cena para Ana y para ella: una ensalada de pasta ligera. Cuando la arquitecto llegó, con una sonrisa imborrable de la cara. Maca sonrió maliciosa - ¿Qué ha pasado? - Abigail - ¡Joder! ¿Ya te has liado con ella? - Sí... - Pues sí que pisas fuerte tú, ¿eh? - ¿Y yo qué culpa tengo de ser irresistible? Bueno, aunque al principio le ha costado... - ¿Era hetero? - No. Más lesbiana que la madre que la parió... pero le gustabas tú - ¡Joder! - Pero le he dicho que ya estabas pillada y se ha tirado a mis brazos, aunque me ha dicho que irá a por ti... - Vaya tela... Imagino que no querrás nada serio con ella... - Claro que no... Es mi empleada... Y se lo he dejado muy claro... Pero no veas cómo folla la tía... qué cuerpo... qué caderas... qué de todo... Con mujeres así me planteo cómo pueden gustarme también los hombres... - Anita... estás muy mal, ¿eh? - No... Sólo un poco... Cenaron comentando cosas del día. Maca le dijo que le había mandado un e-mail a Esther, a lo que Ana sólo pudo preguntarle: - ¿De verdad que no sientes nada por ella? Sé sincera Maca se tomó su tiempo para contestar. Quería ser sincera con ella y consigo misma - Cuando estaba en Israel estaba segura de que lo único que sentía por ella era amistad. Al fin y al cabo, nos hemos tirado una semana juntas. Sin embargo... la estoy echando mucho de menos... Y ya no sé por qué es... si como amiga o como algo más... - Date un poquito de tiempo, Maca. Es difícil saber cuáles son tus sentimientos cuando tienes algo como lo de Ignacio tan reciente. Quizá sólo te hayas sentido bien con ella y hayas podido confundir tus sentimientos - Yo sólo sé que no quiero hacerle daño... - Lo sé...

El muro

63

Maca se fue a acostar temprano, pues a la mañana siguiente saldría pronto para Jerez. Quería estar en casa antes de comer, ver a los suyos y pasarse un par de días de relax antes de partir para su nuevo destino: Grecia Ana fue a despedirla a la estación. El AVE la dejaría en Sevilla, y ahí esperaba a Maca su padre, que había podido dejar de lado sus compromisos laborales y recoger a su ojito derecho Como no podía dormir en el tren, sacó su ordenador portátil y comenzó a ver las fotos de nuevo. Algo en su interior le dijo que volvería a ver esas fotos a menudo Como le había prometido, Pedro estaba en la estación esperándola Se dieron un sentido abrazo, y Maca se sintió un poco sorprendida por el aluvión de besos que le dio su padre - ¡Papá! Me alegro mucho de verte... - Yo también, cariño... Es que... te vas a unos sitios que... - El próximo viaje es a Grecia - ¿Grecia? ¿Cuándo te vas? - Dentro de dos días - Vaya... no vamos a poder disfrutar de nuestra pequeña... Durante el trayecto en coche, Maca no paró de contarle cosas del viaje a Israel, aunque omitió ciertos detalles - Sé que voy a volver (le decía) Tengo que volver... hay muchas cosas que no he visto y que me he perdido... - Vaya... Nunca te he visto así... por lo general no quieres coger un avión en mucho tiempo - Ya, pero este viaje ha sido diferente. He conocido cosas que me han hecho comprender... Llegaron a Jerez a media mañana. Rosario los esperaba en el porche, tomándose un refresco sentada en un sillón de mimbre. Cuando vio bajar a Maca del coche, salió casi corriendo a abrazarla - Maca, cariño... ¡qué ganas tenía de que estuvieras aquí! Que esos sitios son muy peligrosos - Bueno, mamá, el próximo es más normalito - ¿Adónde vas? - A Grecia - ¿Y cuándo? - Dentro de dos días... - ¿Dos días? Pues sí que vamos a vernos poco... Esther se levantó y fue a trabajar. Fue una guardia tranquila, así que, aunque quedaban cuatro meses, planeaba con sus compañeras su futuro viaje por Europa. Ella decía que

El muro

64

quería estar mucho tiempo en España, por Maca, claro, y, de pronto, le vino a la cabeza una idea... Quizá Maca podría acompañarlas en su viaje por la piel de toro Llamó a sus padres, pues hacía tiempo que no se veían y tenía ganas de ir a pasar los siguientes días libres con ellos. Además, pasear por Jerusalén le traía recuerdos, y quería conservarlos intactos, con la imagen de Maca en sus calles Maca estuvo comiendo en casa de sus padres, con sus hermanos y sus cuñadas. Nuria, la mujer de su hermano Jerónimo, estaba embarazada, y les relataba a todos lo maravilloso que era poder tener un bebé del ser amado Después de comer se formaron dos grupos para el café. Las mujeres se sentaron en unos sofás de anea del porche, y los hombres en unas butacas, separados de ellas por unos metros Mientras ellos charlaban de negocios, ellas proseguían con los temas estrella del día: la llegada de Maca y el embarazo de Nuria - Bueno, dejemos el tema del embarazo por un momento (cortó Rosario la conversación) Vamos a ver qué nos cuenta Maca de ese viaje a la tierra prometida Las tres la miraron expectantes, y Maca comenzó a contarles el viaje: - Bueno, pues nada... El primer día que llegué me robaron el bolso, pero dos soldados, una chica y un chico, me ayudaron a encontrarlo. Afortunadamente sólo me habían robado el dinero en metálico, pero los documentos y las tarjetas de crédito estaban intactos - Pues qué suerte, ¿no? (intervino Clara, su otra cuñada) - Sí. Además, los dos soldados eran muy majos, hablaban español - ¿Sí? (esta vez era su madre la sorprendida) - Sí. La chica nació y vivió un montón de años en España, y el chico era sefardí, y hablaba ladino - ¿Ladino? - Sí, castellano mezclado con hebreo... Un poco como el castellano antiguo - Bueno, cuéntanos más cosas... - Pues coincidí de nuevo con la soldado al día siguiente, y estuvimos paseando por allí, y me estuvo enseñando muchos sitios. Además coincidió que empezaba la pascua judía ese día y me invitó a cenar a su casa para que viera las costumbres. La verdad es que se portaron muy bien... pero me faltaron muchas cosas por ver... y, además, como Esther es judía, no quería que fuéramos a zonas musulmanas, como la cúpula de la Roca, o la mezquita de Al-Aksa - ¿Esther? - La soldado. Por eso tengo que volver - Pero, hija, con la tensión que hay en esa zona... - Lo sé... Pero creo que es el viaje que más me ha impactado. En los demás sólo visitaba resorts de lujo, sitios exclusivos... Ahora he podido ver otras cosas... No sé... Sólo sé que tengo que volver... quiero volver...

El muro

65

Esther estuvo mirando el correo por si Maca le había mandado algo más, pero su bandeja de entrada estaba vacía. Estuvo toda la tarde conectada al Messenger, esperando su aparición, pero Maca no se conectó “Es normal”, se decía, “te ha mandado las fotos por compromiso y ya está, pero ella no quiere nada, ya te lo dijo en su día... Joder...”. Necesitaba cuanto antes esos días de descanso. Quedarse en su casita, con sus padres, sin pensar en Maca y el dolor que le producía pensar en ella, en que ella ya no estaría más en su vida Pensó en llamarla, pero no se atrevía... No quería fastidiar nada. Esperaría a que la fotógrafa diera el primer paso. No quería agobiarla, o, peor aún, que pensara que la estaba acosando o algo Sin embargo, cada día que pasaba la echaba más y más de menos. No podía soportar la certeza de que Maca podría estar con cualquiera mientras Esther pensaba noche y día en ella Maca salió al porche después de cenar. Decidió mandarle un mensajito a Esther al móvil, aunque le costara un ojo de la cara. Sin embargo, cada vez que intentaba mandarlo, le salía un mensaje diciendo que había sido imposible realizar la operación, así que se desesperaba por momentos Su madre la descubrió enfadada con el teléfono - ¿Qué te pasa, Maca? - Nada, mamá - ¿Cómo que nada? Llevas insultándole al móvil un montón de tiempo... - Es que estoy intentado mandar un mensaje y no me deja - Pues aquí hay cobertura - Lo sé, en mi teléfono está al máximo, pero no me deja mandar el puñetero mensaje - Maca... la boquita... - Perdona, mamá... Pero esto me saca de quicio - ¿Es un mensaje a alguien especial? Maca la miró como si la hubiera pillado cometiendo un delito. Pero decidió ser sincera - Sí. Muy especial - ¿Os conocisteis en el viaje? - Sí - ¿Es Esther? - Mamá... (Maca bajó la vista, mordiéndose los labios) - Cuéntamelo... anda... - Ella es... bueno... es lesbiana... Me dijo que yo le gustaba, pero yo le dije que no podía ser, porque yo no sentía nada por ella... Pero ahora ya no estoy segura... Mierda... (dijo, al ver que no podía enviarlo de nuevo) - Tranquila... (le dijo su madre, acariciándole una mano)

El muro

66

- Es una chica muy dulce (le contaba Esther a su madre por teléfono) Pero no quiere nada conmigo, ya me lo dijo. Yo sé que no debo hacerme ilusiones, pero no puedo evitarlo. Cuando nos despedimos en el aeropuerto puedo jurar que ella me abrazó tan fuerte como yo a ella, y que se dio la vuelta para que no viera cómo le brillaban los ojos, pero seguro que son sólo imaginaciones mías - Bueno, hija, tranquila... Además, ¿no querías hacer un viaje por Europa? - Sí, eso es lo que me consuela, quizá podamos vernos - ¿Qué vas a hacer después? - Bueno, ya sabes que Gilad me ha recomendado al servicio de investigación del ejército... Me gustaría aceptar. Trabajaría en lo que me gusta. Me ha dado de plazo hasta la vuelta del viaje. Tengo casi nueve meses para pensármelo - A mí me gustaría que aceptaras, hija. Estás más cerca de Tel-Aviv, y podrías quedarte con nosotros una temporadita, que hace mucho que no estamos todos juntos - Ya... ¿Cómo están David y Samuel? - Están muy bien. David se va a vivir con Levana dentro de poco, y Samuel, pues ahí va, estudiando... Todo el día enganchado al ordenador, con esa horrible música a toda pastilla... Normal... Tiene quince años... - Me alegro, dales recuerdos de mi parte - Claro. Oye, Esther, ¿cuándo vienes, entonces? - La semana que viene, entera de viernes a viernes - Muy bien, te prepararemos tu habitación. Papá está deseando verte - Yo también. Oye, tengo que colgar, dentro de nada empieza mi turno, y tengo que arreglarme todavía - Está bien. No vayas a llegar tarde. Cuídate, hija - Lo mismo te digo, mami Maca se sentó en las escaleras del porche. Su madre hizo lo mismo a su lado y le acarició el pelo - ¿Nunca habías sentido nada por una mujer? - No. Ni se me había pasado por la cabeza... No sé si confundo sentimientos o qué me pasa, pero sé que quiero volver a ver a Esther, lo necesito, para saber qué es lo que siento aquí dentro - Maca, sea lo que sea, sabes que te voy a ayudar. Me podrá costar más o menos que te guste una mujer, o que no te guste y sólo sea una confusión. Pero sea lo que sea, puedes contar conmigo - Gracias, mamá - De nada, cariño. Me tienes que enseñar las fotos del viaje - Claro. Ahora subimos a mi habitación y te las enseño Sus cuñadas y sus hermanos se fueron, y ellos se fueron a dormir, pues era ya muy tarde - Pedro, cariño, ve acostándote tú, que ahora voy contigo - Vale Rosario y Maca entraron a la habitación, y la fotógrafa encendió el portátil. Comenzaron a ver las fotos mientras Maca las comentaba. Rosario estaba muy orgullosa, pues las fotos eran bellísimas, y estaban muy logradas

El muro

67

- La mayoría de las localizaciones me las dijo Esther (puntualizó Maca) Le gusta mucho la fotografía y tiene buen ojo Cuando llegaron a las fotos de la soldado, Rosario le preguntó a Maca: - ¿Es ella? - Sí. Esta foto es del principio de la Vía Dolorosa, le insistí tanto en que se pusiera, que, al final, tuvo que posar. Aún así, esta foto no me gusta mucho, tiene otras en las que sale más guapa Estuvo enseñándole fotos de la soldado. Aquellas en las que la había pillado desprevenida y la auténtica belleza de Esther saltaba a la vista - Es muy guapa (le dijo su madre cuando se despidieron) Maca se limitó a sonreír levemente. Desconectó el ordenador y se durmió plácidamente pensando en Esther Esther llegó a casa por la mañana temprano después de su guardia nocturna. No se había llevado el móvil, pues lo había dejado cargando. Así que cuando lo cogió para ver si tenía algún mensaje o alguna llamada, se sorprendió al ver tres mensajes, y todos ellos de Maca El corazón comenzó a latirle fuertemente. Cerró los ojos, tomó aire y comenzó a leer los mensajes “¡Hola! ¿Qué tal? Yo estoy en Jerez. He llegado esta mañana y no he tenido ni cinco minutitos para conectarme. Pasado mañana me voy a Grecia. Ya te contaré y te mandaré fotitos... Un beso” El segundo mensaje decía lo mismo, al igual que el tercero. La soldado decidió contestar Segundos después, Maca recibía un mensaje y el pitido del móvil la despertaba “¿Pero qué coño...?”, miraba el reloj de pulsera y resoplaba, “Que son las seis y media de la mañana... ¿quién cojones manda mensajes a las seis y media de la mañana?” Miró el móvil todavía con los ojos medio cerrados, pero los abrió del todo al ver de quien se trataba: “’¡Hola! Yo estoy bien, acabo de llegar de una guardia nocturna y acabo de ver tu mensaje. No hacía falta que me lo mandaras tres veces, a la primera te iba a contestar, ¡jaja! ¿A Grecia? Joder, tú sí que vives bien...” Maca sonrió al leerlo. “¡Qué mona!”, pensó, “no me importa que me despierte a las seis de la mañana...”. De pronto reparó en la cuenta de las dos horas de diferencia horaria que había entre Israel y España. “Claro, allí son las ocho y media... ¡Bufff! Voy a dormir”

El muro

68

Se volvió a dormir y no se despertó hasta tarde El olor del café de Carmen la sacó de los brazos de Morfeo. Bajó las escaleras y se encontró a su padre en la cocina, desayunando - ¡Vaya! Veo que a ti también se te han pegado las sábanas... - Sí... Además, quería desayunar con mi niña... Como cuando eras pequeña Maca sonrió y se sentó a su lado. Desde chiquitita había adorado a su padre. Ella siempre había sido su ojito derecho, y la niña mimada. No se podía enfadar con su princesita, y por eso, todas las trastadas que Maca hacía de pequeña, se las perdonaba Ahora que ya era una mujer hecha y derecha, su padre la seguía queriendo igual. Ella seguiría siendo su princesita mucho tiempo - Mamá me ha dicho que le estuviste enseñando las fotos del viaje - Sí... - ¿No me las piensas enseñar a mí? - Claro. Ahora subimos y te las enseño - Vale. Y después vamos a las cuadras, cogemos un caballo y paseamos un ratito, ¿quieres? - Sí Terminaron de desayunar y subieron a la habitación de Maca. Ésta le estuvo enseñando las fotos, aunque, cuando llegó a las de Esther, no se sintió tan segura de contarle lo mismo que le había dicho a su madre Después fueron a montar. A Maca siempre le había gustado, y más cuando iba con su padre, porque él había sido quien le había enseñado y quien le había regalado su caballo. El mismo que ella montaba en esos momentos Iban despacio, pues el caballo de Maca era muy viejo, y ella quería disfrutar de un paseo tranquilo y lento por sus tierras, como hacía antes - ¿Sabes? (le dijo su padre). El otro día vi a Ignacio Maca torció el gesto - Papá, no quiero hablar de él - No, si era para decirte que, en cuanto me saludó, lo mandé a la mierda - ¡Vaya! - Mira... ya sé que no quieres nada con nadie... Pero ahora ha entrado un chico nuevo a trabajar en la empresa. Es economista - ¡Papá! No empieces... - Yo sólo te lo digo... - Papá... Es que... no me apetece conocer a nadie en este momento, de verdad. Con mis viajes estoy muy liada, y no... no sé... no quiero... - Vale... Lo comprendo... Pero no entiendo cómo una mujer como tú no tiene al hombre que desee...

El muro

69

“A veces no es un hombre, es una mujer, papá”, pensó Maca. Pero se calló y sonrió levemente Esther se despertó a mediodía. Comió un poco y salió a pasear con Ayelet. Le estuvo contando lo de Maca, y le confesó que no le parecía justo acostarse con ella mientras pensaba en la jerezana, cosa que Ayelet aceptó de buen grado, pues había conocido a una chica que le hacía ojitos y no podía resistirse Al llegar a casa, Esther se conectó un poco a Internet, esperando que Maca se conectara. Cuando estaba cansada de esperar y ya se iba a ir, una musiquilla la avisó de que Maca se había conectado Una ventanita apareció en su pantalla Maca dice: ¡Hola! Esther dice: ¡Hola! Maca dice: Perdona por lo de los tres mensajes, pero cada vez que intentaba enviártelo me daba error Esther dice: Da igual, suele pasar con los mensajes al extranjero Maca dice: ¿Qué haces? Esther dice: Hablar contigo... Maca dice: ¿Nada más? Esther dice: No... estoy de ocupa en la habitación de Carmel... Voy a comprarme un ordenador para mi solita Maca dice: Eso está bien Esther dice: ¿Mañana te vas a Grecia? Maca dice: Sí. Le he pedido a mi madre que se venga conmigo, pues hace mucho tiempo que quería ir, y nunca ha ido... Esther dice: Qué bien... Ayer estuve planeando con mis amigas el viaje por Europa Maca dice: Avísame con tiempo, y dime las fechas en las que vas a estar en España... Esther dice: ¿Vas a venir con nosotras? Maca dice: ¿Te gustaría? Esther dice: No Maca dice: ¿No? (a Maca le dio un vuelco el corazón) Si quieres no voy... Esther dice: No me gustaría. Me encantaría Maca dice: Qué susto me has dado... Esther dice: ¡Jajaja! Maca dice: De verdad Esther dice: Lo más probable es que estemos un mes... Yo tengo muchas ganas de volver, y mis amigas dicen que les da igual a donde vallamos, así que yo mando Maca dice: Ahí, ahí... con autoridad... Esther dice: Ya ves... El viernes me voy a casa de mis padres a Tel-Aviv. Tengo Internet, así que ya charlaremos Maca dice: El hotel donde vamos tiene Internet en las habitaciones, y Grecia e Israel tienen el mismo huso horario Esther dice: Podríamos quedar a una hora... Maca dice: Me gustaría mucho charlar contigo todos los días... Esther, ante ese mensaje, se derritió

El muro

70

Esther dice: A mí también Se despidieron, pues Esther volvía a irse a trabajar. Aquella semana de turno de noche era agotadora, pero era lo mejor si luego quería irse a su casa una semanita Maca apagó el ordenador después de repasar las fotos de la mujer con la que acababa de hablar, y bajó a la biblioteca, donde su madre le enseñaba a su padre toda la ropa que había comprado para su viaje a Grecia - ¡Pero mamá! ¿Qué es todo esto? - La ropa que me voy a llevar a Grecia. Mi vestuario está obsoleto, hay que renovarse o morir, hija - ¿Tienes ya el planning? (le preguntó su padre) - Sí, me lo acaban de mandar por correo - ¿Al final, cuántos días son? - Cinco. Estaremos alojadas en el Hotel Atrium de Atenas. Cuatro estrellas, jacuzzi en las habitaciones, aire acondicionado, Internet... Bueno, de todo... - ¿A qué hora tenemos que estar en el aeropuerto? - A las tres de la tarde sale nuestro avión, por lo tanto, tendremos que estar a la una o así - ¡Ay, qué ganas! (exclamó Rosario) Me voy a hacerme la maleta Maca y Pedro sonrieron y la dejaron con sus bolsas y su ropa. Pedro le hizo un gesto a Maca para que se sentara a su lado, y ésta lo hizo - ¿Estás nerviosa? - No. No veo por qué habría de estarlo - Un viaje siempre pone un poco de los nervios... Sobre todo, si vas con tu madre... - Bah... La mandaré a tomar el sol a alguna playa... Seguro que cuando vuelva parecerá un conguito... Pedro rió y abrazó a su hija - Sé que no te lo digo muy a menudo, pero... estoy orgulloso de ti - Gracias, papá - Oye, lleva cuidado con los griegos, que, como buenos latinos, son muy mujeriegos... - ¡Papá! (protestó sonriendo) Ya soy mayorcita... Sé cuidarme... - Vale, si yo sólo te lo digo como recomendación... Maca pasó el resto de la tarde en la pequeña piscina climatizada que había detrás de la casa, relajándose Después cenó y comenzó a prepararse la maleta. Mientras ordenaba la ropa, echó en falta aquella camiseta blanca que se había llevado a Israel. Hizo memoria pensando en que se la había dejado en casa de Ana, pero cayó en la cuenta de que se la había quedado Esther el día en que salió huyendo de su habitación “Da igual”, pensó, “que se la quede... le quedaba bien... ¡Qué guapa!”

El muro

71

Esther comenzó la guardia con movida. Al parecer, judíos procedentes de su barrio habían entrado al barrio cristiano, provocando altercados entre los dos bandos La soldado lamentaba profundamente la falta de tolerancia de sus correligionarios, cuando éstos insultaban a los cristianos y pedían que se fueran de aquel barrio de la ciudad vieja Cuando la cosa se calmó, se acercó a Carmel - Hola - Hola - ¿Qué tal? - Bien, después de los capullos éstos... - Ya... He hablado con Maca esta tarde... - ¿Y qué se cuenta? - Nada... mañana se va a Grecia por trabajo... Vive mejor que quiere... - Pues sí. Ya me gustaría a mí tener un trabajo como el de ella - Sí... - Oye, me ha dicho Miriam que ya estáis planeando el viaje por Europa... - Sí (respondió Esther con carita ilusionada) Primero vamos a España, y estaremos por allí un mes. Maca quiere venir con nosotras... - Y claro... tú no le has dicho que no... - Pues no... - Ya... - Carmel... yo... no sé lo que piensas... pero eres mi amigo, y tu impresión cuenta mucho... - No sé... No conozco a Maca tanto como tú... Pero me pareció buena tía... si a ti te gusta, adelante... - A mí me gusta mucho... Además... últimamente la noto rara... - ¿Rara? - Sí... No sé cómo explicártelo, serán imaginaciones mías... Este trabajo es agotador... Necesito esas vacaciones, menos mal que mañana me voy - ¿A qué hora te vas? - No lo sé, cuando esté lista, supongo. Tengo que llegar a casa y hacerme la maleta, después iré a la estación de autobuses, paso de coger el tren - Si quieres, te acerco... - Mejor, porque cargar yo sola con la maleta... como que no... Llegaron al hotel de Atenas muy tarde, así que Maca le mandó un mensaje a Esther avisándola de que había llegado bien. Automáticamente se metió en la cama Esther recibió el mensaje con alegría y le mandó otro deseándola que descansara y que disfrutara de su viaje Se levantó temprano y se dirigió con Carmel hacia la estación central de autobuses. En poco más de tres horas llegaría a Tel-Aviv. Deseaba volver a abrazar a sus padres y a sus hermanos. Durmió casi todo el trayecto. Los viajes la agotaban

El muro

72

Maca se levantó temprano. Su madre ya danzaba por la habitación, trasteando con las maletas y con las cosas que no había podido guardar la noche antes - Mamá... Es muy temprano - Lo sé (le dijo sonriendo)pero hay que aprovechar, hija - Vale... (se tapó la cabeza con la almohada, intentando quedarse cinco minutos más en la cama, pero no lo consiguió, pues en seguida Rosario tiró de las sábanas, dejando a la fotógrafa destapada) Habían decidido ir esa mañana a la Acrópolis, sin prisas. Al bajar a la recepción del hotel, unos cuántos hombres esperaban en la puerta a los turistas, diciendo ser guías. Ya les habían recomendado que se abstuvieran de contratar sus servicios, así que, en recepción contrataron a una guía cualificada Era guapa, de porte atlético y elegante. Llevaba el pelo rizado que le caía sobre los hombros, y sus ojos, de un azul intenso, luchaban por competir con el azul del Mediterráneo. Se presentó como Karina, y hablaba un fluido español, aunque con marcado acento Una familia de españoles, con abuela incluida, las acompañaba. Al principio, a Rosario no le gustó la idea, pues prefería ir ella sola con Maca, aunque la guía saliera más cara, pero luego decidió que era lo mejor, pues podría entretenerse con algo por si Maca o la guía no le daban conversación Un minibús del hotel las llevó hasta la entrada principal de la Acrópolis, la colina más famosa de Atenas, los restos de la antigua ciudad El primer edificio que visitaron fue el Partenón, dedicado a la diosa protectora de la ciudad, Atenea

El Partenón La guía les explicó que las columnas estaban construidas de manera que, si se mirasen de abajo a arriba, provocasen en el visitante un extraño juego de ángulos y perspectivas Frente al Partenón se alzaba el Erecteíon, completamente restaurado, cuya tribuna de las cariátides miraba directamente al mencionado edificio

El muro

73

Tribuna de las Cariátides (Erecteíon) - ¿Has visto, Maca? (le decía su madre dándole un leve codazo) ¡Qué bonito todo! - Sí Maca, mientras tanto, pensaba en Esther. La guía que tenían no era para nada parecida a la soldado, y se sorprendió a sí misma echándola de menos Al llegar a Tel-Aviv, Esther vio cómo sus padres y su hermano menor la esperaban en el andén de la estación de autobuses Bajó y los abrazó a los tres, besándolos sonoramente - ¡Ayyy! ¡Cuánto os he echado de menos! A pesar de llevarse casi quince años, Esther se llevaba muy bien con su hermano menor, y era la única a la que le hacía caso. Él sabía, al igual que sus padres y su otro hermano, que Esther era lesbiana, y, aunque los demás lo aceptaban e intentaban hacer que todo fuera normal, él era el único que lo aceptaba de corazón Cuando Maca y Esther coincidieron aquella noche en el Chat, lo hicieron con sus corazones bombeando fuerte, como si hubieran corrido los cien metros lisos Maca dice: Hola Esther dice: ¡Hola! ¿Qué tal por Grecia? Maca dice: Muy bien, hoy hemos ido a la Acrópolis Esther dice: ¡¡Jooo!! ¡¡Qué chulo!! ¡¡Yo quiero ir!! “Contigo, sólo contigo” Maca dice: La verdad es que es muy bonito. “No más que tú” Esther dice: Me quedé enamorada del sitio cuando lo estudié en Historia del Arte Maca dice: Es un lugar impresionante, sobrecogedor... Esther dice: A ver si, cuando hagamos el viaje, podemos ir Maca dice: ¡Claro! Abren todos los días, de ocho a seis Esther dice: Tomo nota Maca dice: ¡¡Oye!! Que me acabo de acordar... ¿Qué tal por tu casa? Esther dice: Muy bien, ya los echaba de menos. “Como a ti” Maca dice: Si es que con la familia es con quien mejor se está. “O contigo” Esther dice: Cuánta razón llevas...

El muro

74

Maca dice: Al final mi madre se ha venido. Nos lo estamos pasando muy bien Esther dice: Me alegro, aunque yo a mi madre no le pediré que haga el viaje por Europa conmigo, es viaje es para desfasar, ¡¡jajaj!! Maca dice: ¡¡Jajajaj!! Esther dice: No quiero que me vea haciendo ciertas cosillas... “Uy, lo que he dicho” Maca dice: ¿Cómo qué? Esther dice: Beber, fumar, ya sabes... Maca dice: Ahhh... Esther dice: Cree que el ejército no me ha corrompido todavía. Tengo una reputación que mantener Esther dice: Pero no te creas que cada vez que bebo me pillo un ciego, ¿eh? Maca dice: ¡¡Jajajaj!! Ok, vale Maca dice: Mi madre ya me ha visto fumar y beber, así que está curada de espanto Esther dice: Qué peligro... Imagino que no te emborracharás... Viniendo de familia bodeguera... Maca dice: Pues no, no mucho... Aunque un día sí que me cogí una buena con mis primos Esther dice: No te imagino borracha... Maca dice: Mejor... ¡¡jajajaj!! Esther dice: Carmel me ha dado recuerdos para ti Maca dice: Qué majo... Devuélveselos... Esther dice: Ok Maca dice: ¿Sabes que tenemos una guía? Esther dice: Seguro que no es tan buena como yo, ¡¡jajajaj!! Maca dice: ¡¡Jajajaaj!! Pues no, la verdad. “No, no lo es” Esther dice: Pero a ella le pagan por su trabajo Maca dice: Es una seca y una rancia... Esther dice: ¡¡Jjajajja!! Maca dice: En serio... Te hecho de menos “¡Ala... ya lo he dicho!” En aquel momento, a Esther se le paró el corazón. “Venga, Esther, seguro que lo dice como guía” Esther dice: Eso seguro que lo dices porque fui buena guía, ¡¡jajajaj!! Maca dice: Sí, claro, ¡jajaj! “Mierda, no se ha dado cuenta... Esta tía es tonta...” Poco después se despidieron A Maca se le quedó mal sabor de boca. Aquella conversación, que tanto prometía al principio, se había enfriado considerablemente, y al final habían terminado hablando de tonterías, como dos desconocidas Maca deshacía su cama con rabia. Su madre, viendo cómo golpeaba la almohada con el puño por cuarta vez, la detuvo con dulzura - ¿Qué pasa, Maca? - Nada, que Esther es tonta perdida... - ¿Os habéis peleado? - No... déjalo... por favor... (la miró a los ojos dolida, así que Rosario la dejó descansar)

El muro

75

Esther había notado rara a Maca al final de la conversación. No entendía esa prisa por irse... “Ésta tía es más rara... Sí, pero... está buena de cojones...” Durante unos instantes estuvo mirando su foto, pues se la había llevado consigo. Aquellos ojos marrones, tan profundos, hablaban de sinceridad en su mirada. Sus labios golosos decían: “bésame”, y así lo hizo. Poco importaba que aquellos labios con los que soñaba supieran a papel de revelado, mientras los besaba, imaginó el olor a jazmín de la jerezana. Abrazando la foto contra su pecho se quedó dormida Al día siguiente tenían previsto visitar el puerto del Pireo, el más famoso de Atenas. Por la tarde visitarían la isla de Santorini. El Pireo era un puerto estratégico para la antigua polis de Atenas, su especial geografía lo hacía prácticamente inexpugnable Maca buscaba una foto del Pireo decente, pero no lograba concentrarse, y, con tanto barco, le era prácticamente imposible encontrar un encuadre que le gustase Hizo pocas fotos, y su madre la encontró bastante huraña. Había dormido mal pues la había escuchado dar vueltas en la cama varias veces. Durante el desayuno no había hablado mucho, pero decidió no decirle nada, pues sabía que, cuando Maca se enfadaba, era mejor no estar cerca Durante la comida en el restaurante del hotel, Maca habló por primera vez por iniciativa propia - ¿Has hablado con papá? - Sí, mientras estabas en el cuarto de baño - ¿Qué se cuenta? - Pues nada, trabajando, como siempre - Debería saber delegar. Ya no está para estos trotes, ni para jaleos... - Ya sabes como es tu padre... Comieron y montaron en el barco que las llevaría hasta Santorini. Mientras zarpaban, Maca obtuvo la foto del Pireo que tanto deseaba, y sonrió con orgullo Mientras llegaban a la isla, Maca tiró otra foto, pues la vista se le antojó preciosa

Isla Santorini

El muro

- A Esther le encantaría estar aquí (dijo en voz alta, casi sin pensarlo) Rosario la miró. Maca no había sido consciente de su propio comentario y siguió absorta en las olas y en las gaviotas que se adentraban en el mar para coger algún pececillo despistado Desembarcaron y comenzaron una rápida visita por el pueblo. Maca no perdió la oportunidad de fotografiar aquellos edificios blancos con cúpulas azules como el mar que las rodeaba El pueblo estaba asentado sobre la falda de un volcán, de ahí que fuera tan costoso caminar por sus estrechas callejuelas

Horas después regresaron al hotel de Atenas. Tanto Maca como su madre estaban cansadas de andar, sobre todo, Rosario, que no llevaba el calzado adecuado, y había terminado haciendo el camino de vuelta descalza Después de cenar, Maca no faltó a su cita puntual con el ordenador. Rosario se había quedado hablando con la guía, y con la otra mujer del grupo Mientras esperaba a que Esther se conectase, pasó las fotos de la tarjeta al disco duro. De pronto, una campanita le avisaba de que tenía un mensaje instantáneo nuevo: Esther dice: ¡Hola! Maca dice: Hola Esther dice: ¿Qué tal? Maca dice: Bien, hoy hemos visitado el puerto del Pireo, y por la tarde, la isla de Santorini Esther dice: Eso era un volcán, ¿no? Maca dice: Sí Esther dice: Ahí los pueblecitos son blancos Maca dice: Sí Esther dice: Mediterráneos Maca dice: Ajá... ¿Y qué has hecho tú? Esther dice: Vaguear. Me he ido por ahí con mi hermano pequeño y hemos terminado paseando por la playa Maca dice: Yo creo que no la voy a pisar, la cabrona de la guía nos ha preparado un itinerario de infarto Esther dice: ¡Vaya! Yo que contaba con que, al menos, te hubieras mojado los pies... Maca dice: ¿Y eso?

76

El muro

77

Esther dice: Porque así tendría la sensación de que estamos más cerca... El mismo mar baña nuestras costas... “Dios mío...”, pensó Maca, “Ayer tan cabreada porque se rió de mí cuando le dije que la echaba de menos, y hoy me salta con esto. Joder... Tengo que decirle algo” Maca dice: Eso que has dicho es muy bonito... Esther dice: Pero... Maca dice: Pero nada. Lo es. Esther, éste no es tema para hablar por el Messenger, la verdad... Esther dice: ¿? Maca dice: Sé que en Jerusalén te dije que no... Pero... Si ayer te dije que te echaba de menos, es porque te echo de menos de verdad, no como guía Esther se quedó parada Esther dice: ¿De verdad? Maca dice: Sí Esther dice: No sé qué decir... Maca dice: No puedo quitarte de mi cabeza, no sé qué me has hecho... Esther dice: Joder, Maca... Maca dice: Necesito tiempo para asimilar todo esto... No quiero que esto interfiera en nuestra relación Esther dice: No va a interferir, pero entiende que, de pronto, estamos igual... Quizá hayas confundido sentimientos... Maca dice: No lo creo... pero quiero que, cuando vengas a España, nos veamos, quiero pasar mucho tiempo contigo, llegar a conocernos mejor, para entender mis sentimientos... Esther dice: Maca... me tengo que ir... Maca dice: Está bien. Un beso Esther dice: Otro para ti Esther desconectó la sesión automáticamente, aunque hubiera querido hablar con ella toda la noche, porque las lágrimas le impedían seguir viendo la pantalla Esther salió aquella noche a despejarse. Su casa estaba en primera línea de playa, y se sentó en la arena. El batir de las olas siempre la había despejado, y aquella noche le hizo muy bien. Encendió un cigarro. Nunca solía fumar, pero aquella noche, lo necesitaba Ni siquiera sabía por qué lloraba. No era de felicidad, eso estaba claro. Tenía miedo a que lo de Maca sólo fuera una tontería, un arrebato, y que luego todo se quedara en agua de borrajas. Sentía pavor al pensar en que podía ilusionarse con el amor de la fotógrafa pero que ésta, al volver a reencontrarse, ya no sintiera nada por ella. Temía perderla, que no fuera nada, pero sintió luego aún más pánico al darse cuenta de que lo que más temía en realidad era a ser correspondida. ¿Qué pasaría con su vida? Cuándo se volvieran a ver, ¿qué pasaría? ¿Sería Maca el amor de su vida? ¿Y si salía mal? ¿Y si salía bien? Por primera vez en su vida se sentía confusa. Nunca, en sus anteriores relaciones había sentido miedo, pues siempre era ella quien llevaba la voz cantante. Pero aquella situación la superaba

El muro

78

Se tumbó boca arriba sobre la arena, respirando fuerte. Sólo pensaba en ella. “Joder... Que sea lo que Dios quiera” Se levantó con determinación y se dirigió a su casa Maca estaba tumbada en la cama, vestida y sin haber quitado las sábanas, con una sonrisilla idiota en la cara. Cuando Rosario llegó y la vio de esa guisa no pudo reprimir una sonrisa - ¿Has hablado con Esther? - Sí. ¿Tanto se me nota? - Un poquito, sí, hija... Tienes una sonrisa tonta inconfundible... Maca sonrió mordiéndose los labios Al día siguiente, visitaron varios museos donde se acumulaba el arte griego: el arqueológico nacional, el del antiguo ágora y el bizantino. Antes de comer, el autobús las llevó hasta un barrio del Pireo llamado Mikrolimano, donde degustaron una comida típica griega, musaka Rosario y pollo souvlaki Maca La fotógrafa se sorprendió al ver cómo ese pollo con un nombre tan especial no era más que lo que más había comido durante su estancia en Irsael: kebab... Eso le hizo acordarse de Esther - De esto comí un montó cuando estuve en Israel... (le dijo a su madre) - ¿Qué es? - Pollo souvlaki, pero en Israel y en los países árabes se llama kebab - A ver... dame un bocado que lo pruebe Maca le tendió el bocadillo a su madre, y ésta lo mordió - Pues está muy bueno (dijo, cuando terminó de masticar) - Sí, ¿verdad? Se quedaron toda la tarde en aquel barrio, y Maca, al anochecer, aprovechó que estaban en un bar con una terraza a muchos metros sobre el nivel del mar, para fotografiar la bella perspectiva del puerto que allí había

El muro

79

Barrio del Pireo llamado Mikrolimano - Es muy bonita la vista, ¿verdad, Maca? - Preciosa - A papá le haría ilusión estar aquí - Sí... - El año que viene, para nuestro aniversario, a ver si le convenzo y venimos - Sería una buena idea, a ver si lo separas un poco del trabajo - Bueno, Maca, ¿vamos volviendo al hotel a cenar y a que hables con tu Esther? - ¿Mi Esther? (“Mi Esther... Qué mona...”, pensó sonriendo, mordiéndose el labio inferior) - Anda, vamos (Rosario cogió a su hija del brazo y se encaminaron hasta una parada de taxis) Esther se despertó tarde aquella mañana. No tenía nada que hacer, y había silencio absoluto en la casa, ya que sus padres y sus hermanos se encontraban fuera Se duchó y se puso ropa cómoda. Limpió el salón, pues esa noche habían dejado las ventanas abiertas y había entrado un poco de polvo y arenilla Fue a comprar el periódico y recogió el correo. Al ver las cartas, apareció una invitación de boda. Su primo Omer se casaba con su novia de toda la vida, Tali. La boda se celebraba en un mes, así que tendría que pensar en si tenía guardia o no, y si la tenía, cambiarla Por lo general, no le gustaban las bodas. No creía en el matrimonio, pero tampoco tenía expectativas de casarse, pues la homofobia es algo bastante extendido en Israel, y nunca podría pasarle por la cabeza la posibilidad de casar a dos personas del mismo sexo. Sin embargo, le apetecía ir a aquella. Omer y Tali eran de su misma edad, y los tres eran muy buenos amigos. Esther todavía recordaba cuando hacía de celestina entre ambos. Sin duda, formaban una bonita pareja Cuando llegó su madre, la ayudó a hacer la comida. Mientras, charlaban de cosas sin importancia. Esther agradecía esos momentos. Tiempo en el que podía dejar de pensar en su vida, en lo complicada que era su relación con Maca...

El muro

80

Sin embargo, una madre sabe cómo dar con el dedo en la llaga - ¿Has hablado con la fotógrafa? - Sí (respondió con un hilo de voz) - ¿Sois amigas a pesar de que te guste? - Claro, mamá (le contestó, poniéndose a la defensiva) No tenemos quince años, somos adultas y sabemos mantener una relación cordial... - Bueno, no hace falta que te pongas así - Ya. Perdona - ¿Es guapa? - Sí (sonrió con los ojos) mucho, parece una modelo - ¿No tienes ninguna foto, ni nada de ella? - Una foto, me la regaló cuando se fue - Enséñamela, anda (le rogó como una niña) Esther sonrió y se dirigió a su habitación. Cogió su objeto más preciado y regresó a la cocina. Le mostró la fotografía a su madre, y ésta se sorprendió al ver los ojos de diosa de Maca, que miraban profundamente. Parecía como si atravesaran el papel y llegaran hasta lo más hondo del corazón - Es muy guapa, hija Esther sonrió con sus dientes de conejo y volvió a guardar la fotografía en su habitación Sus hermanos y su padre llegaron y comieron todos juntos. Esther echaba de menos aquellas comidas familiares, era su familia, una familia normal, pero no se podía comparar su vida en Jerusalén con aquella semana que pasó en Tel-Aviv con su familia Después de cenar, Maca y Esther se conectaron casi a la vez Esther dice: ¡Hola! Maca dice: Hola... Hoy he pensado mucho en ti Esther dice: Ah, ¿sí? Maca dice: Sí Esther dice: Yo te mentiría si te dijera que no lo he hecho Maca dice: Me gustan esas cosas que me dices Esther dice: A mí me gusta decírtelas Maca dice:¿ Sabes? Me tienes con una sonrisa de boba increíble... Esther dice: Me gustaría verte así... Maca dice: Yo no sé lo que me has hecho, Esther, pero estoy como loca por volverte a ver Esther dice: Yo también tengo ganas Maca dice: Al final ¿es seguro que vienes? Esther dice: Sí. En septiembre nos veremos Maca dice: Intentaré pillarme todo ese mes libre Esther dice: ¿Te vendrás con nosotras? Maca dice: Ya te dije que sí. Quiero pasar mucho tiempo contigo Esther dice: Ahora mismo estoy como un tomate...

El muro

81

Maca dice: Mi madre se está riendo de mi cara... Dice que parezco una quinceañera... Esther dice: Mi madre ha visto la foto que me mandaste Maca dice: ¿Y qué te ha dicho? Esther dice: La verdad, que eres muy guapa Maca dice: Me cae bien tu madre, fíjate... Esther dice: Mi madre es un cielo... Maca dice: La mía es un poco pija, pero maja, en el fondo... Esther dice: Pobrecita, con lo de pija... Maca dice: Es que me está leyendo por encima del hombro Rosario le dio un golpecito en el hombro a Maca sonriendo - No te acuestes tarde, ¿eh? (Rosario besó en la sien a su hija y se metió en la cama) Maca dice: Se acabó el problema, se ha ido a dormir Esther dice: Pobrecita, ¡si es que mira la hora que es! Es tardísimo Maca dice: La verdad es que sí, y yo mañana tengo que madrugar, porque nos vamos a Creta Esther dice: Entonces, ¿mañana charlamos otro ratito? Maca dice: Claro. A la misma hora de siempre Esther dice: Vale. ¡Un beso! Maca dice: Un beso.¡ Laila tov! Esther dice: ¡Laila tov! Maca y Rosario madrugaron para coger el barco a Creta. La isla estaba bastante lejos, y querían aprovechar al máximo el día Después de desembarcar en el puerto fortificado de la ciudad de Iraklio (antigua fortaleza veneciana), se dirigieron a Knossos, a unos 20 minutos en coche

Puerto fortificado de la ciudad de Iraklio Al llegar al yacimiento arqueológico más importante de la cultura minoica, la guía comenzó a explicar la historia de la ciudad, a parte de la mitología característica griega: - Este palacio que ahora ven ustedes se puede considerar un laberinto, pues, según la mitología, aquí vivía el minotauro. El héroe Teseo, con la ayuda de la hija del rey de Minos, Ariadna y su hilo, consiguió dar muerte al monstruo

El muro

82

A Maca poco le importaba la historia, había cientos de bellos rincones que fotografiar, aunque, sin duda, el más famoso, era aquel patio profusamente decorado, que hizo las delicias de los visitantes

Rosario se detuvo ante una pintura en la que aparecían varios jóvenes saltando sobre la figura de un gigantesco toro - Era una prueba de los antiguos juegos olímpicos (le dijo la guía a su espalda) Esos jóvenes tenían que saltar sobre las astas de un toro que corría hacia ellos. Después, debían situarse en su lomo y cabalgarlos durante unos segundos - ¡Vaya! (exclamó Rosario alucinada) Sorprendentemente, tanto el palacio como gran parte de sus pinturas se conservaban, así que fue para todos bastante fácil imaginárselo en todo su esplendor Después de visitar el yacimiento, volvieron a Iraklio, donde comieron en un chiringuito en la playa Tuvieron la tarde libre, y mientras los demás iban de tiendas, Maca y Rosario se quedaban en la playa, dejando pasar el rato Sentadas sobre unas rocas, veían el hipnótico vaivén de las olas. Un muchachillo se acercó a ellas, ofreciéndoles baratijas hechas con conchas y corales. Maca compró un collar para Esther, y Rosario compró unos pendientes - ¿Tú no te compras nada? - No... no sé, no se me apetece. Ya compraré algo para la casita - Si sigues comprando souvenirs en cada uno de tus viajes, dentro de nada, no te cabrán más cosas - No seas exagerada, mamá - Es que, con la casa tan pequeña que tienes... - Es la que más me gusta - ¿Vas a volver allí? - Claro, en cuanto lleguemos, ya me quedaré allí. Mandaré las fotos a Madrid por email, y esperaré a que me vuelvan a llamar

El muro

83

- ¿Y si no te llaman? - Pues me buscaré otra cosa. Lo que sea Poco después embarcaron y pusieron de nuevo rumbo a Atenas Esther pasó un día como el anterior. Después de comer, su hermano pequeño la acompañó a la playa Sentados en la arena, casi a la orilla del mar, se disfrutaba de paz y tranquilidad. Pronto, iniciaron una conversación - Es que mamá no me deja, ni a sol ni a sombra (se quejaba David) Todo el día está con que baje la música, con que estudie... Si yo estudio... Este año, he sacado todo con nota - Pero ya sabes cómo es mamá, sólo quiere lo mejor para nosotros - Ya, pero me agobia... ¿A ti no te agobiaba cuando tenías mi edad? - No lo sé, supongo... Quince años no es una edad fácil - Podrías hablar con ella... - No. Quien debe hablar con ella eres tú. Es un tema que sólo podéis solucionar vosotros... [...] - ¿Qué quieres hacer cuando termines el instituto? - Quiero estudiar, entrar al tsáhal cuando sea más mayor, como tú - ¿Y qué quieres estudiar? - Medicina - ¡Vaya! Esa es muy buena salida [...] - Y esa chica me gusta mucho, pero no me hace ni caso... ¿Y a ti no te gusta nadie? - Hay una chica que conocí hace dos semanas en Jerusalén - ¿Cómo se llama? - Maca, Macarena. Es española - ¿Es guapa? - Preciosa - ¿Y sabe que te gusta? - Sí. El otro día me dijo que yo le gustaba - ¿Y qué vais a hacer? - Cuando yo termine el servicio, nos veremos, y ya... pues lo que surja... - ¿Volverías a España por ella? - No lo sé... es un poco pronto para decirlo... Ni siquiera sé si lo nuestro funcionaría - ¿Tienes alguna foto de ella? - Sí (rebuscó en su cartera y sacó la foto. David la tomó entre sus manos y la observó detenidamente) - Es muy guapa (dijo, después de un tiempo) - Tiene otras cualidades, aparte de la belleza (rió Esther al ver a su hermano cómo miraba la foto fijamente) Es inteligente, simpática, dulce...

El muro

84

Después de cenar, mientras Rosario se duchaba, Maca conectó el ordenador como hacía todas las noches. Pasó las fotos que había hecho durante el día y abrió el Messenger. Esther ya estaba conectada Maca dice: ¡Hola! Qué tempranito te has conectado... Esther dice: ¡Hola! Sí, es que acabo de cenar y como no tenía nada que hacer, estaba mirando unas cosillas en Internet Maca dice: ¿Para el viaje? Esther dice: Sí, alojamiento y todo eso... Maca dice: ¿En hoteles? Esther dice: ¡Pero qué pija eres! En albergues... Si nos pillamos un hotel, nos dejamos toda la pasta Maca dice: Cuando estéis en España, ya me encargaré yo de que vayamos a buenos sitios Esther dice: Nada de hoteles, no me seas tiquismiquis... Maca dice: Está bien, como quieras... Un albergue chulo Esther dice: ¿A dónde habéis ido hoy? Maca dice: A Creta Esther dice: ¿Y qué tal? ¿Bien? Maca dice: Sí, aunque la guía cada vez me cae peor, es una marisabidilla... Esther dice: ¡¡¡Aysss!!! Maca dice: ¿Y tú qué has hecho? Esther dice: Pues poca cosa, la verdad, he estado vagueando un poco. Por la tarde he ido con mi hermano pequeño a la playa y hemos estado hablando un poquito Maca dice: ¿Has hecho de hermana mayor? Esther dice: Sí... Me ha estado contando sus problemillas y sus planes de futuro... Ha visto tu foto Maca dice: ¿Sí? ¿Y qué le parezco? Esther dice: Se ha quedado embobado. Dice que eres preciosa Maca dice: Me sonrojo... Esther dice: En serio, lo tienes loco. Dice que a ver cuándo vienes y os conocéis... ¡jajaj! Maca dice: ¡¡Jajajaj!! Esther dice: ¡¡Jajajaj!! Maca dice: ¡Qué peligro! ¿Cuántos años tiene? Esther dice: Quince Maca dice: Le doblo la edad, lo siento por él. Seguro que, si se parece en algo a ti, tendrá que llevar locas a todas sus amigas Esther dice: Seguro Maca dice: ¿No has hecho nada más? Esther dice: Pensar en ti Maca dice: Yo también he pensado mucho en ti Esther dice: Estoy deseando que llegue septiembre... Maca dice: Yo también. Tengo muchas ganas de volver a verte Esther dice: Tienes un montón de fotos mías... Maca dice: Ya, y tú una sólo mía... No es justo. Mañana me hago más y te las mando Esther dice: No es necesario, de verdad... Maca dice: Quiero hacerlo Esther dice: Lo que quieras... Maca dice: ¿Qué vas a hacer mañana?

El muro

85

Esther dice: No lo sé todavía. Lo mismo salgo un poco con mis amigas del instituto, que hace tiempo que no las veo, aunque no lo sé todavía Maca dice: Pásatelo bien, ¿eh? Esther dice: Claro. ¿Dónde vas mañana? Maca dice: Ni idea, creo que nos dan el día libre, así que callejearé un poco Esther dice: No te canses mucho, ¿vale? Maca dice: Tranquila. Me conectaré poco rato, porque tendremos que madrugar pasado mañana, nuestro avión sale temprano Esther dice: Vale. A mí me quedarán un par de días en Tel-Aviv, y después, regreso a la vida normal Maca dice: ¡Qué horror! Esther dice: No te creas, ya lo hecho de menos... Maca dice. Bueno, lleva mucho cuidadito Esther dice: Siempre lo llevo, pero ahora más. En septiembre he quedado con una chica, y le he prometido que iría Maca dice: Y más te vale que vengas, porque, sino, esa chica se va a poner muy triste Esther dice: Lo tendré Maca dice: Oye, me voy a dormir, que mi madre me dice que deje de golpear el teclado, que así no hay quien duerma Esther dice: Vale. Un besito Maca dice: Otro para ti Cerraron la sesión y, casi a la vez, se acostaron en sus camas Rosario y Maca decidieron gastar su último día tomando el sol en la playa. Rosario había convencido a su hija para que, por un día, dejara el trabajo y se relajara Caminaron por la orilla de una playa de chinorros, mojándose los pies. Maca entonces, se acordó de lo que le había dicho noches antes Esther, y miró hacia el este, como si mirase a Tel-Aviv, donde estaba ella, haciéndose la ilusión de que esa misma agua que le bañaba los pies era la que bañaba también los pies de Esther Maca le pidió a su madre que le hiciera algunas fotos, pues esa misma noche, se las enviaría a Esther como le había prometido Pasaron un día relajado y divertido. Ana llamó a Maca a eso de media mañana y estuvieron contándose novedades. La fotógrafa reconoció que Esther le gustaba y le contó que se lo había dicho a ella, y Ana le habló de su última adquisición, un italiano muy majo que había conocido haciendo turismo en la puerta del Sol La tarde se les presentó luminosa, así que fueron de tiendas, aunque no compraron nada Sin darse cuenta, se les hizo de noche. Cenaron en el restaurante del hotel, y después, por decisión de Rosario, se tomaron una copita en una de las terrazas Maca se desesperaba por momentos, porque quería subir a la habitación, y cada vez era más tarde. A esa hora, seguro que Esther se había cansado de esperarla

El muro

86

Cuando, por fin, subieron a la habitación, Maca corrió hacia el ordenador, pero cuando inició la sesión en el Messenger, Esther ya no estaba y le había dejado un mensaje en su nick: Esther - ¡Maca, me he ido ya a dormir, que tengas un buen viaje! Maca se sintió culpable, y una pequeña punzada de dolor se instaló en su corazón Cogió el móvil y salió al pequeño balcón de su habitación. Estuvo jugueteando con las teclas hasta que se decidió y marcó un número Esther había pasado un día como el anterior. Anodino hasta que, cuando llegó la noche, se conectó al Messenger y esperó a que se conectara Maca Sin embargo, ya había pasado en bastante tiempo la hora habitual a la que se conectaba Maca, y ésta no había dado señales de vida El desasosiego que le causó no verla aparecer hasta que ella se desconectó fue tal que la invadieron unas ganas enormes de llorar, pero se mantuvo firme. No quería llorar por una tontería, pues la fotógrafa ya la había avisado de su posible ausencia esa noche Cuando acababa de arroparse entre las sábanas, su móvil comenzó a sonar. En la pantalla, cuatro letras la invitaban a soñar: “MACA” Descolgó con las manos trémulas, pero intentó que la voz no lo pareciera demasiado - Hola (dijo, muy bajito, pues en su casa ya todos dormían) - Hola (la voz de Maca parecía igualmente contagiada por la zozobra de la de Esther) ¿Estabas durmiendo? - Casi, me acababa de meter en la cama. ¿Y tú? - No. Acabo de llegar a la habitación, y he visto tu mensaje en el Messenger - Ya, lo siento, es que no aguantaba más... Se me cerraban los ojos - Perdona, pero mi madre se ha empeñado en que nos tomáramos una copita y claro... - No pasa nada - Me gusta mucho hablar contigo por Messenger, pero por teléfono, me encanta... ¡bufff! (al otro lado de la línea, se escuchó una tímida sonrisa de la soldado) ¿De qué te ríes? - Es que me dices unas cosas... - Sólo te digo la verdad - ¿A qué hora sale tu avión? - A las nueve, tenemos que estar en el aeropuerto a las siete de la mañana - Pues, entonces, te dejo ya, Maca, que mañana no vas a poder levantarte - ¡Bah! No conoces tú a mi madre... Vale para poner en orden a todos tus compañeros del ejército... - No, venga, Maca, que yo también estoy cansadita... - Está bien. Ya hablamos mañana, ¿vale? - Sí - Un beso - Otro para ti - ¡Muack! (le tiró un beso Maca, nada tímido) - Muá (al otro lado de la línea, Esther tiraba otro, un poco más tímido que el de la fotógrafa)

El muro

87

Poco después, cuando ya Esther estaba durmiendo, Maca se metía en su cama con el recuerdo de la vocecita de Esther temblando en sus oídos Habían pasado dos meses y medio desde la vuelta de Grecia. Todos esos días habían hablado por el Messenger, o, excepcionalmente, por teléfono, aunque eso era sólo cuando alguna de las dos necesitaba desesperadamente escuchar la voz de la otra Hacían planes acerca del viaje de Europa, aunque más parecía el viaje a España, pues la tierra de Maca iba a recibir a Esther y sus compañeras durante un mes. Más del doble de tiempo que ningún otro país que pensaban visitar En otro tiempo, Esther hubiera reconocido que permanecer tanto tiempo en España, obedecía a la razón de haber nacido allí, pero ahora admitía que lo hacía por estar con Maca. Sentía que, cada vez, le daba menos miedo el amor. Maca, una noche, le había dado todas las razones que conocía para amar - Esther (le dijo), no sé si nunca habrás amado de verdad, pero no tienes por qué tenerle miedo. El amor es lo más maravilloso que hay. Nada es comparable a ese sentimiento que ves crecer cada día en tu corazón - Es que, Maca (repuso, casi entre lágrimas), para una vez que amé, me dolió más que si me hubieran quemado el pecho con brasas al rojo - Todos, alguna vez, salimos escaldados, pero, dime una cosa, ¿acaso no te has vuelto a ilusionar? ¿No has pensado en qué pasaría cuando nos veamos? - Sí - Yo también, Esther. ¿Sabes? Antes te decía que quería saber cuáles eran los sentimientos que albergaba mi corazón, pero ahora tengo cada vez más claro cuáles son A raíz de aquello, dejó que su corazón fuera libre de sentir lo que sentía por Maca. No callaba que estaba enamorada, y, si todo en el viaje iba bien, se había planteado seriamente la posibilidad de establecerse en España después de su viaje No había comentado esa posibilidad con Maca, pero estaba segura de que la fotógrafa la apoyaría en todo Le daba un poco de pena pensar en esa perspectiva, pero si quería a alguien, debía de sacrificarse, dejarlo todo a un lado y luchar por ella Maca, por su parte, también hacía planes. Esther le había dado carta blanca para organizar el viaje por España, y había pensado en comenzarlo por el norte, pues hacía más fresquito, y terminarlo en el sur, pues el calor se habría ido marchando en el transcurso de ese mes Visitarían lo más característico. Para ello, Maca se había estado documentando en Internet durante las horas libres de su nuevo trabajo: fotógrafa en un periódico provincial. La agencia para la que trabajaba antes le pagaba muy bien, pero después de visitar Japón, decidió dejarlo, pues tanto viaje, y además, tan seguido uno de otro, terminó por agotarla

El muro

88

Los cuatro últimos días, habían decidido pasarlos en Jerez, en el ático de la fotógrafa. Esther, por supuesto, no había puesto pegas, y sus compañeras tampoco Maca había dispuesto que la hispano-israelí durmiera con ella, pues daba por hecho que todo iba a ir sobre ruedas, y sus dos compañeras durmiesen en una pequeña habitación con dos camas que pediría prestadas en su casa Aquella noche, al conectarse al Messenger, Esther no estaba todavía conectada, y era raro en ella, pues siempre estaba antes que ella debido a la diferencia horaria La llamó al móvil y no contestaba. Recordó que le había dicho que no tenía guardia, así que no se explicaba por qué no había acudido a su cita nocturna Después de intentar contactar con ella varias veces, decidió desconectar el ordenador y marcharse a la cama. Sin embargo, el sueño no venía, pues no dejaba de darle vueltas al por qué no había aparecido su enamorada. Empezó a pensar en lo peor, al fin y al cabo, Oriente Medio es una olla a presión, y podía suceder, ¿no? Se durmió mucho tiempo después, tras haberle rezado a todo ser, divino o no, que tuviera poder sobre aquella parte del mundo Habían pasado cuatro días y Esther todavía no había dado señales de vida. Maca, desesperada, había acudido a su madre, que sólo pudo acogerla entre sus brazos mientras lloraba por la posibilidad de haberla perdido para siempre Rosario le preguntaba si había conocido a alguien que pudiera darle señas de ella, pero Maca no tenía forma de ponerse en contacto con nadie Cada noche miraba las fotos de Esther, llorando y diciéndole tantas cosas... Hasta que, en una de ellas, reparó en un detalle que había pasado desapercibido todo el tiempo Fue directa a su bolso, a aquella pequeña carterita que llevaba siempre en los viajes, y sonrió triunfal cuando encontró aquella pequeña tarjeta de cartulina con letras impresas en dorado “¡Qué tonta!”, se dijo, “¿Cómo no lo he pensado antes?” Aunque ardía en deseos de marcar aquel teléfono, se contuvo, pues la diferencia horaria hacia que en Israel fueran las dos de la mañana. No era hora de ir llamando a la casa de nadie Encendió el ordenador y se conectó a Internet. Abrió su servidor de correo electrónico y comenzó a redactar un desesperado mensaje Se aseguró mil veces de escribir correctamente la dirección y le dio a “enviar”, ahora sólo le quedaba esperar que aquella mujer fuera de las personas que, lo primero que hacían al levantarse, era mirar el correo

El muro

89

A la mañana siguiente, en Jerusalén, una mujer rubia tomaba café en camisón y bata mientras abría su cuenta de correo electrónico. Antes de abrir ningún mensaje, los revisó todos, viendo cuáles eran dignos de visitar su papelera sin ni siquiera ser abiertos, pero hubo uno, por su desesperación, que acaparó por completo su interés El nombre, Macarena Fernández, no le decía prácticamente nada, pero el asunto del mensaje, lo decía todo: Nos conocimos en Jerusalén, necesito información sobre Esther, es urgente Lo abrió esperando encontrarse con algo parecido a un interrogatorio, pero se encontró con una epístola desesperada: “Hola, soy Macarena Fernández, nos conocimos en Jerusalén. Soy la amiga de Esther. Durante estos meses hemos estado en contacto todos los días. Le mentiría si le digo que no siento nada por ella, porque se ha convertido en una pieza muy importante en el engranaje de mi vida. Desde hace cuatro días no sé nada de ella, y necesito saber si le ha pasado algo o si está bien o... no sé... Sé que es un poco egoísta contactar con usted cuando la necesito, y no haberlo hecho antes. Discúlpeme, pero estoy desesperada... Espero su respuesta Maca” Un pensamiento se dibujó en la cabeza de la malagueña. “Pobrecita” Tras unos segundos pensando, comenzó a escribir Maca había pasado la noche con los ojos como el dos de oros. Y lo primero que hizo al levantarse, fue encender el ordenador, a ver si un alma caritativa había escuchado sus súplicas Nada, no había obtenido respuesta alguna Desesperada, fue a tomarse un café, dejando el ordenador conectado. Cuando estaba en la cocina, trasteando con la cafetera, escuchó el aviso de un nuevo mensaje de correo electrónico. Ni siquiera se dio cuenta del golpe que se había llevado en el dedo meñique de su pie derecho hasta que se sentó y comenzó a leer aquel mensaje “Estimada Maca: Las circunstancias te disculpan. Sé que las cosas entre Esther y tú van muy bien, por lo tanto estás perdonada por no haber contactado conmigo antes Esther está bien, perfectamente. La razón por la que no ha contactado contigo ha sido porque se encuentra muy deprimida. Hace cinco días que Carmel murió. Esther está destrozada, hace días que no pasa por su casa. Hace muchas horas extras, imagino que para no pensar

El muro

90

Tanto Gilad como yo estamos muy preocupados por ella. Intentaremos que se ponga en contacto contigo cuanto antes Espero haberte servido de algo Un fuerte abrazo, Rocío Horowitz” Maca se quedó helada al leer aquel mensaje. No podía creerlo... Carmel... Aquel muchacho de no más de veintidós años... Muerto... Con lo buena gente que era, siempre sonriendo... No pudo evitar el llanto. Imaginó el dolor de Esther, pues Carmel para ella era como un hermano, y deseó con todas sus fuerzas poder estar allí con ella, en aquellos momentos difíciles, para abrazarla e intentar confortarla lo poco que fuera Mucho tiempo estuvo tentada de coger un avión y presentarse en Jerusalén, pero un viaje a Israel no es fácil de planificar, y menos si se tenía en cuenta que el jefe de Maca en el periódico no le daba los días libres que ella le pedía Un par de días después, cuando charlaba con Ana por Messenger de aquella desgracia, una conocida campanita la avisaba de que Esther estaba conectada Maca dice: Hola Esther dice: Maca dice: Lo siento mucho Esther dice: Más lo siento yo Maca dice: Me preocupé mucho por ti Esther dice: A mí ahora todo me da igual Maca dice: No digas eso, por favor Esther dice: ¿Tú qué coño sabes? Maca dice: Esther... Esther dice: Mi mejor amigo ha muerto por mi culpa. Y yo ahora mismo sólo quiero irme con él Maca dice: Cariño... Esther dice: Si me he conectado es porque Rocío me lo ha dicho Maca dice: Esther... Esther dice: No voy a ir al viaje. Si quieres, hazlo tú Maca dice: Ese viaje es para que lo hagamos juntas Esther dice: No voy a ir, Maca. Olvídate de todo lo que hemos planeado Maca no podía aguantar las lágrimas Maca dice: Cariño... cuánto quisiera esta ahí, contigo, abrazándote... Esther dice: Por favor... déjame... Maca dice: No... Maca dice: No quiero dejarte... me importas demasiado... Maca dice: Te quiero El siguiente mensaje no ha podido enviarse a todos los destinatarios “Maca dice: Te quiero”, Esther aparece como No conectado

El muro

91

Derrumbada por la fuerza de sus propias lágrimas, Maca cayó al suelo y se dejó llevar por su propia tristeza Esther, en la habitación de Carmel, donde estaba el ordenador. Lloraba abrazada a las sábanas de la cama de su amigo Maca se había mantenido unos días más, manteniendo correspondencia casi diaria con Rocío. Por ella sabía que Esther estaba bien físicamente, aunque anímicamente seguía destrozada. Insistía en que la muerte de Carmel había sido culpa suya, y se mortificaba yendo cada tarde, al finalizar su turno, al cementerio que había cerca del monte de los olivos, donde enterraban a los soldados como héroes de guerra Esther había dejado de creer en el mundo que la rodeaba. Para ella, Dios ya no existía, los rabinos no eran sabios a quienes seguir, pues los vanos consejos que le habían dado para superar la muerte de Carmel no le habían servido de nada; su ejército, donde había hecho tantos amigos, donde cobraba un sueldo por hacer lo que le gustaba, donde, por un tiempo, decidió permanecer el resto de su vida, perdió todo su encanto como institución donde afiliarse Maca lo pensó mucho antes de hacerlo, pero, al final, se decidió. Se puso en contacto, como hacía siempre últimamente, con Rocío, y le contó su plan - Pero, Maca (Pedro Wilson se negaba a escuchar a su hija) Que ahora no puedes irte... Tienes un trabajo estable... Y además, Israel es un país muy peligroso ahora - Lo siento, papá. Tengo que ir... Sólo voy a estar dos días. Volveré el jueves Maca se marchó a Madrid. A coger por los cuernos al toro de su destino Su vuelo salió temprano por la mañana, a las 8:30. Cinco horas después, a las 15:30, hora local, pisaba el aeropuerto de Tel-Aviv. Le había sido imposible encontrar un vuelo a Jerusalén, así que tuvo que conformarse en viaja tres horas más en un caluroso y atestado autobús que cubría el trayecto Tel-Aviv – Jerusalén Casi no llevaba nada en la pequeña mochila. No había tenido así que facturar, y, como era un viaje de un par de días, tampoco llevaba gran cosa Sobre las siete de la tarde, llegaba a la estación. Allí, con un aspecto bastante diferente del de la última vez que se vieron, la esperaba Rocío. Parecía mucho más mayor de lo que en realidad era, unas ojeras profundas surcaban su rostro Se abrazaron al verse. Y Rocío la llevó directamente a ver a Esther Condujo el coche por un camino que le resultaba familiar a la fotógrafa. Rodearon la ciudad vieja por el sur, y Maca pudo ver la ciudadela, con la torre de David destacando sobre el atardecer Poco después, Rocío dejaba el coche aparcado en una zona al uso en una ladera del monte de los Olivos. Juntas se adentraron en el cementerio

El muro

92

Esther había pasado todos y cada uno de los días que transcurrieron desde su muerte, visitando la tumba de Carmel. Aquella tarde, como siempre, al finalizar su turno, había acudido a su cita, puntualmente Permanecía allí hasta que el vigilante la acompañaba amablemente hasta la salida. Entonces, se marchaba a dormir al cuartel, pues su pisito le hacía daño en el corazón Caminaban por un pequeño camino de tierra. Rocío se detuvo cuando divisó a Esther en la lejanía. Estaba sentada en el suelo, con la cabeza entre las rodillas - Está allí (señaló hacia un punto sobre la colina) Yo os espero por aquí - Está bien Maca se encaminó hacia el punto que Rocío le había señalado Cuanto más se acercaba, más le parecía escuchar el suave sollozo de la soldado. El sonido de sus pasos sobre la gravilla parecía no haber alterado a Esther Echó un vistazo a la tumba. Una gran losa de piedra gris cubría un espacio de unos dos metros de largo por un metro de ancho. Sobre ella, una sencilla inscripción en hebreo, imaginó que era su nombre, y debajo, en caracteres latinos: “Carmel Cohen, 1984 – 2006” Veintidós años... En la flor de la juventud... - Lo siento mucho (murmuró) Entonces, Esther levantó la vista. Y lo que vio le pareció una mala pasada de su subconsciente Sin embargo, estaba allí, con su pelo castaño ondeando al viento, y el universo marrón de sus pupilas ofreciéndole todo su amor - Maca... La fotógrafa se arrodilló a su lado, abriendo sus brazos para acogerla en su pecho, y Esther no pudo negarse a aquella invitación, estrechándose contra su cuerpo, queriendo traspasarla, comprendiendo que era real No quiso hablar. Tan sólo dejó que Esther de desahogara entre sus brazos. Mirándolo fríamente, le resultaba irreal estar allí con ella. Por la mañana se había despedido de sus padres que la habían acompañado hasta Madrid, y ahora, por la tarde, estaba a miles de kilómetros abrazando a una mujer por la que estaba perdiendo la cabeza Consiguió levantar a Esther, que se había calmado un poco. Ésta se arrepintió tanto de haberle dicho con un gesto tantas cosas... Y ninguna buena... Maca rodeó con un brazo los hombros de Esther, y la mantuvo junto a sí, con su cabeza recostada sobre su hombro derecho

El muro

93

Le besó la frente varias veces mientras caminaban hacia donde se encontraba Rocío, que la abrazó en ese abrazo de madre que había tenido que dar tantas veces aquellos tristes días Se metieron en el coche y Rocío las llevó a casa de Esther - No quiero volver allí, Rocío, por favor - Está bien, os venís a casa y os quedáis allí, pero tendrás que coger algo de ropa, Esther... - Vale - ¿Quieres que te acompañe? (le preguntó Maca, sentada a su lado en el asiento trasero del coche) - Sí Durante el trayecto hasta su piso de Me’a She’arim no hablaron nada. Esther se limitaba a mirar por la ventanilla con la mirada perdida, muy lejos de aquel coche y de aquella ciudad Al llegar al piso, Esther y Maca bajaron del coche. La soldado abrió la puerta y comenzó a subir las escaleras Su piso estaba lleno de recuerdos, las fotos, la ropa de Carmel estaban allí, y Esther casi no se atrevía a mirarlas. Había quedado con su familia y con su novia en que podían llevarse todo lo que le había pertenecido Caminó deprisa hasta su habitación. Maca la siguió con timidez a través del pasillo. Cuando entró a la habitación, Esther estaba metiendo en una bolsa ropa de civil, pero también un uniforme de repuesto y su ropa interior. Después salió y se encaminó hacia el cuarto de baño, donde cogió lo indispensable Maca, mientras tanto, curioseaba en la habitación. Allí, en la cabecera de su cama, estaba su foto, ocupando seguramente un lugar de honor. La enterneció tanto ese gesto, que la buscó por la casa y la encontró en la habitación de Carmel, sentada sobre su cama y con algo entre sus manos Maca se acercó a ella, y Esther la miró. Le enseñó una pequeña pieza de metal. Era un paracaídas desplegado, con dos alas extendidas a los lados - Es la señal de que eres paracaidista (le dijo, Esther) Para él, esto lo era todo. Incluso después de haber terminado su servicio, seguiría en el ejército Maca no dijo nada, sólo la atrajo hacia sí y le besó el pelo - Vámonos (le susurró Esther) Antes de salir de casa, Esther cogió la foto de Maca y se la metió en el bolsillo Cuando bajaron y se metieron en el coche, Rocío las llevó a su casa

El muro

94

Rocío y Gilad las instalaron a las dos en una habitación con dos camas que había sido de sus hijas A la hora de la cena, Esther no probó bocado. Ahora que se daba cuenta, Maca la notaba más delgada. No paró de mirarla en toda la cena, sin embargo, Esther permanecía con la mirada fija en el plato, removiendo la comida Gilad también estaba muy triste, quería a todos sus compañeros de la compañía como si fueran sus hijos, y la muerte de alguno de ellos suponía una derrota personal, un fracaso. Por desgracia, ya la había vivido en un par de ocasiones, y había tenido que resignarse, aunque deseaba que hubiera sido él, y no los chavales quienes hubieran muerto Fueron a dormir temprano. Esther se dejó llevar hasta la habitación que compartía con Maca. Se sentó en una de las camas, y se quedó allí, sentada, con las manos sobre su regazo y la cabeza gacha Maca se quitó la camiseta y se puso la del pijama. Cuando se dio la vuelta para ver a Esther y la encontró así, se acercó a ella, se agachó a su lado e intentó mirarla a los ojos - Esther... (sujetó su barbilla con suavidad, pero firmemente y la obligó a mirarla) ¿Por qué no te pones el pijama? La soldado la miró y obedeció Maca se sentó frente a ella, en la otra cama y la observaba cambiarse. Tanto ejercicio había moldeado el cuerpo de Esther, y tenía una bella figura Esther se metió en la cama y apagó la luz de su mesita de noche, Maca hizo lo propio, no sin antes desearle buenas noches Poco después se despertó escuchando un sollozo. No le hizo falta para saber que quien estaba llorando era Esther, así que se levantó y se acercó hasta su cama. Sin pedir permiso, se metió con ella y la abrazó fuertemente. Esther se dejó hacer. Cuando se calmó, Maca, con mucha dulzura, le preguntó: - ¿Quieres contármelo? - Es culpa mía - ¿Por qué? - Porque sí - ¿Y por qué sí? (sabía que estaba jugando a un juego peligroso, pero quería que Esther se lo contara) - Porque sí, Maca - Si me lo contaras, quizá te sentirías mejor - No lo creo - Esther... (la obligó a que se pusiera frente a ella y le sujetó la cara con las dos manos. Sus cuerpos estaban muy cerca, se tocaban, se sentían, ardían) La soldado retiró la vista, conocedora del poder de persuasión de los ojos de su amor. Se dio la vuelta, dándole la espalda a la fotógrafa. Buscó una de sus manos a tientas y,

El muro

95

cuando la encontró, entrelazó los dedos de ambas sobre su vientre, obligando a Maca a estrecharla Permanecieron unos segundos así, hasta que Esther lo rompió - Íbamos caminando por una calle de la ciudad vieja, muy cerca del shuc donde te robaron el bolso. Yo estaba escribiéndote un mensaje para darte los buenos días y, de pronto, sólo vi una sombra delante de mí. Era Carmel, que caía herido de bala (las lágrimas habían aparecido en el rostro de ambas) Ni siquiera le vi la cara al agresor, ni recuerdo si escuché el disparo o no, Maca. Murió por protegerme. Si yo no hubiera estado escribiéndote el mensaje, me habría dado cuenta y hubiera podido hacer algo Maca sólo pudo abrazarla más mientras Esther lloraba encogida sobre sí misma. Un rato después, aunque le habría sido imposible precisar la hora, se dio cuenta de que Esther no lloraba, sólo dormía. Dejó un beso en su cuello y, respirando el olor de su pelo, se durmió Esther se despertó siendo poco consciente del lugar donde se hallaba, así que, al percibir un cuerpo de mujer abrazándola en aquella estrecha cama, lo primero que pensó fue en salir corriendo, pero un instante después, cuando aquel olor a jazmín invadió sus sentidos y abrió un poco los ojos y vio que no estaba en el cuartel, sino en casa de Rocío y Gilad, cerró los ojos y se recostó un poco sobre Maca Se arrepintió de haberse enfadado con ella, cuando sólo quería ayudar, y ahora se daba cuenta de cuánto le importaba para que lo dejara todo y fuera hasta su país para encontrarse con ella y querer reconfortarla Se dio cuenta de que, por ella, debía empezar a vivir, a hacerle caso a Gilad, que ya había pasado por su situación y podía darle más consejos sabios. No debía olvidar a Carmel, pero sí que debía seguir con su vida, aunque su ausencia le doliera, y debía luchar por que lo que le había pasado a su amigo no le pasara a nadie más Notó cómo Maca comenzaba a despertarse, pues sus dedos comenzaban a juguetear inconscientemente en su cintura. Antes de que le provocaran unas cosquillas que no deseaba, Esther los detuvo, entrelazándolos con los suyos Maca se incorporó sobre su hombro y muy despacito acercó su rostro al de ella. Le susurró al oído los buenos días y dejó un tierno beso en su mejilla Esther se giró hacia ella y, aunque no sonrió, ver la paz en su gesto, le devolvió la serenidad a Maca - ¿Nos levantamos? - Sí, debe ser tarde Esther se miró el reloj de pulsera y comprobó que, aunque no era muy tarde, en la casa ya debía haber actividad

El muro

96

Minutos después aparecían por la cocina. Gilad estaba tomándose un café y leyendo el periódico, mientras Rocío preparaba unas tostadas. Los dos se alegraron de ver a Esther de nuevo más calmada. Aquél día, Gilad se lo dio a Esther libre, así que Maca y ella decidieron dar un paseo por la ciudad antigua Caminaban serias, sin apenas hablar, aunque hay veces que las palabras sobran, y ese silencio las reconfortaba a ambas - Gracias por haber venido - No tienes por qué dármelas. He venido porque he querido - Aún así... después de cómo te traté aquél día por Messenger... - ¿Qué día? Lo he olvidado, cariño... - ¿Cariño? - Sí Esther la abrazó espontáneamente, muy fuerte. Le había encantado cómo sonaba ese cariño viniendo de los labios de Maca. Le había gustado oírlo, y esperaba hacerlo mucho, mucho tiempo Compraron algo de comer en un puesto de kebab y se sentaron en una pequeña plazoleta a comérselos. Esther, de vez en cuando, miraba a Maca tímidamente, y la fotógrafa le devolvía miradas tiernas Después de comer, y dando un paseo, llegaron hasta el Kotel. Después de pasar los rigurosos controles de seguridad, Esther propuso acercarse al muro. Quería rezar una oración, y Maca no se opuso - Te espero por aquí fuera - No, ven conmigo (dijo, tirando de su brazo) - ¿Y qué voy a hacer yo? No sé rezar - ¿Tienes papel y boli? Maca rebuscó en su bolso y, cuando los halló, se los enseñó a Esther - Bien (le dijo la judía) Pues escribe algo que quieras pedirle y mételo en una de las ranuras del muro - ¿Se cumplirá? - Se supone (dijo Esther, con media sonrisa) Maca escribió su deseo rápidamente, pues lo tenía en mente desde hacía mucho tiempo Antes de entrar al recinto, se guardó sus cosas en el bolso y se acercó hasta donde estaba Esther, quien atendía a una judía ortodoxa que se encargaba de las normas a observar del lugar Les dio un pañuelo grande a cada una con el que cubrirse la cabeza y les permitió el paso. A esa hora no había mucha gente cerca del muro, y pudieron ocupar un lugar fresco en el sol de las cuatro de la tarde

El muro

97

Esther apoyó el antebrazo derecho sobre el muro, recostando la cabeza después sobre él. Cerró los ojos y, silenciosamente, comenzó a rezar Maca se sentía un poco fuera de lugar, pero observar el rostro sereno de Esther, tan diferente al de la tarde anterior, la hizo sentirse más cómoda con aquella nueva situación Sacó el papel que se había guardado en el bolso, lo releyó y lo besó, doblándolo después un par de veces. Lo introdujo por una de las rendijas del muro, procurando que no cayera tampoco ninguno de los papeles allí introducidos, y después apoyó la frente desnuda sobre la piedra - Por favor... (dijo, moviendo los labios, pero sin emitir ningún sonido) Bevacashá... Una mano en su cintura la hizo girarse. Cuando estaba a punto de darse la vuelta, Esther la detuvo - No te des la vuelta. Tenemos que salir de espaldas - ¿Por qué? - Porque sí, son las normas - Pues vaya normas más absurdas - ¡Maca! No digas eso... Se hace por respeto - Bueno, vale... Antes de que comenzaran a caminar hacia atrás, a Maca la sorprendió la visión de una anciana en silla de ruedas, con la cara grotescamente arrugada. Podría tener noventa o cien años, y tenía pinta de no poder levantarse de la silla. Sin embargo, cuando su cuidadora la dejó frente al kotel, la anciana se hizo con todas sus fuerzas y se levantó sobre sus piernas sólo unos segundos. Lo justo para rozar con su frente el muro Maca, visiblemente conmovida, le preguntó a Esther si había visto lo mismo que ella - Seguro que no estaba paralítica, Maca - Ya, pero me ha sorprendido que sea tan mayor y venga aquí... - ¿Por qué? - No sé - Para ser judío hace falta mucha fuerza de voluntad, ¿no lo sabías? (le dijo Esther, medio en broma) A Maca la alegraba verla así. Por unos segundos sus ojos se iluminaban y, estaba segura de que su mente dejaba de pensar en la muerte de Carmel, y, lo más importante, dejaba de culparse por ello Pasearon, rozándose los dedos, hasta la Iglesia del Santo Sepulcro. Volvieron a entrar, y allí Maca le confesó a Esther la fecha de su regreso - Mañana me voy - Lo sé - ¿Cómo? - No es que te hayas traído mucho equipaje - No...

El muro

98

Después de una pausa, Esther prosiguió: - Nos veremos en septiembre, ¿no? - ¿De verdad quieres venir? - Claro. Lo que te dije fue una tontería Maca cogió por los hombros a Esther y la abrazó contra sí. Después se soltaron y salieron a ver el atardecer desde la torre de David La ciudad vieja se exponía ante ellas majestuosa. Aprovechando la diferencia de altura, Maca se situó detrás de Esther y puso con timidez sus manos sobre la cintura de la soldado - Voy a echar mucho de menos a Carmel (le dijo Esther, en un susurro) Maca se limitó a asentir, rozando con su nariz la nuca de Esther, haciendo que ésta lo percibiera - Pero no puedo quedarme en casa llorando Maca negó con la cabeza, haciendo que Esther notara ese gesto La soldado sonrió levemente y acarició las manos de Maca, que rodeaban su cintura - ¿Sabes? (le susurró Esther. Cuando Maca volvió a negar con la cabeza, ambas sonrieron tímidamente) Estar así contigo era lo máximo que yo pedía cuando me empecé a enamorar de ti... - ¿Sí? - Sí - Pues yo espero que esto sea lo mínimo... Maca dejó un beso en el pelo de Esther y comenzaron a descender de la torre. Iban casi de la mano, rozando sus dedos Cenaron en casa de Rocío y Gilad con ellos y sus hijas, que habían pasado a cenar con ellos. Esther se llevaba muy bien con ellas, pues eran mellizas de su misma edad y se trataban casi como hermanas Poco después, las hijas de Rocío y Gilad se marchaban, y Maca y Esther se iban a la cama Maca suponía que dormirían cada una en la suya, pero cuando Maca iba a destapar las sábanas, Esther la llamó - Maca, ¿quieres dormir conmigo, como ayer? Esther se había puesto de costado, y dejaba un hueco tras de sí para que Maca se metiera

El muro

99

La fotógrafa se metió en la cama con una sonrisa tímida y la abrazó por la cintura. Esther entrelazó sus dedos, los llevó a su boca y los besó Maca, a su vez, besó el cuello de Esther, la nuca. En realidad no quería avanzar mucho, pues, aunque intuía que Esther llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo, Maca todavía no estaba preparada, y no creía que aquel fuera el mejor momento - Me gustan tus manos (susurró Esther en la oscuridad de la habitación) Me gusta sentirte así, conmigo - Me gusta estar contigo (le dijo Maca a su oído, en un susurro estremecedor) A Esther le tembló el alma al percibir en su oído el aire que exhaló la boca de Maca. Se volvió un poco hacia ella, recostándose en su pecho - ¿Puedo? (preguntó) - Claro que sí, cariño Maca se sorprendió al escuchar ese “cariño” saliendo de sus labios. Nunca antes lo había dicho de una forma tan espontánea como le salía cuando estaba con ella. Se lo hubiera estado diciendo toda su vida Poco a poco, mientras notaba cómo la mano libre de Maca le acariciaba los rizos de su pelo, Esther se iba relajando y quedándose dormida. Poco antes de caer en los brazos de Morfeo, un pensamiento le llenó cabeza como la explosión de un cohete un día de fiesta grande, la paz existía en los brazos de Maca Maca se durmió poco después que ella. Su avión salía por la tarde, pero tenía que estar en el aeropuerto de Tel-Aviv a las dos, así que Esther se había ofrecido a llevarla, ya que Gilad le había dado hasta el domingo descanso La mañana amaneció clara y apacible. Durante la noche, Esther se había movido de tal forma que se había quedado cara a cara con Maca. La fotógrafa seguía abrazando su cintura con firmeza, no quería que se le escapara La soldado abrió poco a poco los ojos, acostumbrándose a la luz. Lo primero que vio fue la cara de un ángel, y creyó estar muerta. Pero sólo cuando se acostumbró a la claridad comprendió que no estaba muerta, que ese ángel existía en la vida, en su vida, y que estaba abrazándola en sueños Acercó su cara a la suya, respirando su olor, hasta chocar sus narices, entonces, dejó libre la mano de Maca y pasó a acariciarle la cara y el pelo Poco a poco, la fotógrafa abrió los ojos y sonrió. No pudo reprimir el primer impulso que le vino a la mente, así que, muy despacio, acercó lo poquito que quedaba su boca a la de Esther y dejó un suave beso en sus labios La soldado no se lo esperaba, y, por la cara que puso, Maca supo que le había pillado desprevenida - Perdona (le dijo) no debía de haberlo hecho, pero no me he podido contener

El muro

100

Esther, como toda respuesta, la besó de la misma manera que había sido besada antes Las dos sonrieron, nerviosas, como niños jugando a novios, y se volvieron a besar con un poquito más de confianza - Cariño... (le susurraba Maca mientras la besaba, abriendo la boca, intentando quedarse con el sabor de sus labios, arrastrando ese beso por sus labios) Esther no se quedaba corta, y comenzó a besarla con la misma intensidad, pero pronto pararon, pues Esther quiso, ya que prefería esperar a tener un poco más de intimidad Cuando bajaron a desayunar se dieron cuenta de que no les quedaban más que tres o cuatro horas juntas, pues eran las diez de la mañana, y tendrían que partir para Tel-Aviv si Maca no quería perder el avión Ya en el coche, camino a Tel-Aviv, Esther encendió el aparato de cd. Música suave comenzó a sonar, y Maca se relajó Encendió un pitillo y se recostó sobre la ventana, viendo cómo Esther conducía - Te voy a echar mucho de menos (le dijo, mientras soltaba el aire lentamente) - Yo también. Siento que, aunque no hayamos hablado de nada en concreto, me has ayudado mucho - Era lo único que pretendía cuando vine. Sólo quería volver a verte y verte feliz - Yo ahora no soy feliz (le dijo Esther con la mirada triste posada en la carretera) pero quiero serlo - Claro que sí, cariño (Maca le acarició el brazo con una de sus manos) El aeropuerto internacional David Ben Gurión de Tel-Aviv era un lugar que a Esther siempre le había gustado. A pesar del ajetreo constante, a la soldado le gustaba contemplar el vaivén de pasajeros y jugar a adivinar a qué se dedicaban las personas que veía pasar Sin embargo, aquella vez, el aeropuerto le pareció tan triste como un cementerio. Se tomaron un par de cafés en la cafetería del aeropuerto mientras esperaban la llamada para que Maca embarcara - No sé si voy a poder aguantar el tiempo que me queda en el ejército (le dijo Esther, jugueteando con su taza vacía) - Te queda un mes, cariño, y yo voy a estar contigo. Quiero que hablemos. Todos los días. Si te aburres, me llamas al móvil, si te acuerdas de Carmel, también, y si te acuerdas de mí, pues también - Te llamaré - Yo a ti también (habían entrelazado sus dedos por encima de la mesa, y jugueteaban con ellos suavemente) y te mandaré mensajitos - Yo también Como un eco lejano se escuchó la llamada para el vuelo de Maca, y se encaminaron, sin prisa, hacia la puerta de embarque

El muro

101

Se abrazaron, intentando captar la esencia de ese abrazo, ocultando el rostro de una en el cuello de la otra. Esther lloraba, aunque con menos intensidad. Maca intentaba que las lágrimas no salieran, pero no lo consiguió y Esther se las limpió besándole la cara - Mi vida... (susurró Maca, muy bajito) - No llores, Maca, septiembre está ahí mismo... - Lo sé, sólo es poco más de un mes... Escucharon la última llamada del vuelo, y se separaron despacio. La gente que embarcaba en el vuelo las miraba despedirse, y proseguían su marcha Se besaron suavemente, una sola vez, saboreando sus labios. Fue un beso que, sin duda, les supo a poco, pero Maca tenía que irse en ese avión. Se separaron lentamente, mirándose a los ojos - Hasta pronto, Esther (dio un paso hacia atrás, aunque no quería separarse de ella) - Nos veremos en septiembre (Maca se alejó otro pasito) - Te llamaré (Maca alcanzó la puerta) - Y yo (Esther le mandó un beso con la mano y Maca le mandó otro. Acto seguido se introdujo en el pasillo que la llevaba hasta el avión) Esther se acordó entonces de la última vez que se había despedido de ella, y en el apoyo que había resultado ser Carmel para ella. Ahora se sentía realmente sola Tanto Esther como Maca pensaban que ese mes no terminaría nunca, sin embargo, gracias a los correos electrónicos, el Messenger y el teléfono habían conseguido hacer la espera más amena Esther se había comprado un ordenador, ya que los padres de Carmel se habían llevado el suyo, e hizo instalar en su habitación una línea de Internet sólo para poder hablar con Maca por las noches Los días en que tenía guardia nocturna se llamaban y a Esther siempre se le hacía la noche más corta después de hablar con Maca Maca trabajaba duro en la redacción del periódico para poder cogerse todo el mes de septiembre entero, muchas veces era la primera en llegar y la última en marcharse. Ese esfuerzo no había pasado en vano por los ojos del director de la redacción, y le había concedido aquel mes gracias a sus propios méritos La víspera del viaje, Esther apenas pudo dormir. Maca le había dicho que la quería por Messenger, pero que deseaba decírselo en persona. Esther se había creído morir cuando lo leyó A las cuatro de la tarde salió su avión. Viajaba sola, pues Raquel, que era la novia de Carmel, decidió no viajar, y Miriam había renunciado al viaje para esperar al año siguiente y hacerlo con su novio, que terminaba el servicio militar después. Durmió durante casi todo el viaje, y, tras seis horas de vuelo, a las diez de la noche, hora local,

El muro

102

puso sus pies en España. Maca la esperaba en el aeropuerto. Durante su estancia en Madrid ocuparían la casa de Ana, pues ésta se encontraba en Barcelona, en un encuentro de arquitectos, y se había ido con su nuevo aparejador a conocer la ciudad Nada más verla, a Esther comenzó a temblarle todo el cuerpo. Estaba preciosa, con aquella camiseta sin mangas y esos vaqueros ajustados que dibujaban su perfecta silueta Esther sonrió y se acercó a ella, que la miraba mordiéndose el labio inferior, con la cabeza un poco gacha. Ambas extendieron los brazos a la vez y se estrecharon en un sentido abrazo. Las dos lloraban Maca había llorado mucho aquellos días. Cada vez que hablaba con Esther por teléfono y escuchaba su vocecilla emocionada, y se despedían lanzándose un beso, no podía evitar llorar - Mi amor (le susurraba Maca, besándole el pelo y la cara, limpiándole las lágrimas a Esther) ya estamos juntas, cariño... - Bésame, porque todavía no me lo creo... Se besaron dulcemente, reconociendo los labios, saboreándose, comprobando que era los mismos labios que se habían besado apenas un mes antes Maca se extrañó de la ausencia de las compañeras de Esther, y ésta le comentó el panorama. Además, ante la ausencia de Raquel, Miriam le había dicho que, en pocos días, preferirían ir ellas solas de parejita, y no quería ser ningún estorbo. Así que tenían vía libre para pasear su amor por Separad, la piel de toro Maca conducía por las calles de Madrid hasta la casa de Ana. Apenas dejaron las maletas en la habitación de invitados, volvieron a besarse suavemente - ¿Has cenado? (le preguntó Maca, que seguía abrazándola, meciéndola entre sus brazos y repartiendo suaves besos por su rostro) - No, no he comido nada. No me entraba. Estaba un poquito nerviosa (admitió con una sonrisilla de ratón) - ¿Bajamos al bar de la esquina y nos comemos algo? - Sí Pidieron algo de cenar, una ensalada para Esther y un bocadillo de jamón serrano para Maca - Toma, prueba (le ofreció Maca del bocadillo) - No como jamón, Maca, ni nada que provenga del cerdo - Perdona, es verdad... Lo había olvidado - No pasa nada (dijo Esther, metiéndose un trozo de lechuga a la boca) Aunque aquí, en España, es difícil no comer jamón - Sí que es verdad... Se quedaron calladas unos instantes. Simplemente mirándose. Esther fue la primera en rendirse ante esa guerra de miradas, no podía aguantar la franqueza castaña del iris de aquella mujer

El muro

103

- ¿Tienes pensado qué vamos a hacer este mes? (preguntó Esther, pinchando una aceituna) - Más o menos, sí. Como me dijiste que viviste aquí, mañana y pasado nos quedaremos en Madrid, y después partiremos hacia Toledo, veremos la ciudad, la judería y todo lo que haya por ver. Después, haremos noche allí y nos iremos tempranito hacia Cuenca. Sé que está lejos, pero de camino veremos cosas chulas... - Vale - Después ya te iré adelantando cositas del viaje - Ok Cuando terminaron de cenar, subieron al piso de Ana - ¿Te apetece tomar una copita? - ¿Un whisky? - ¿Sólo? - Con hielo - ¿No lo tomas con nada más? - No Maca se dirigió al mueble-bar mientras Esther se sentaba en el sofá. Aunque había dormido durante casi todo el vuelo, estaba cansada, pero podría aguantar un par de horas al lado de la fotógrafa - Cuéntame tu trabajo en el periódico - Bueno, no es tan creativo como el de antes, pero es más seguro. Voy con un reportero y me dedico a hacer unas cuantas fotos para el periódico. Ellos seleccionan lo que quieren incluir y me pagan. Eso es todo. A veces es aburrido, porque es un periódico local, y echo de menos los viajes, pero prefiero esto - Si se diera la ocasión, ¿volverías a viajar? - ¿A Israel? Sí. Me dejé muchas cosas por fotografiar... Esther sonrió dulcemente. Maca encendió la tele, y fue haciendo zapping hasta llegar a una película re-coloreada con Catherine Hepburn y Humphrey Bogart como protagonistas, “La reina de África”. A Maca le encantaba el cine clásico, y había visto esa película unas cuantas veces, pero prefería esas películas antes que una actual - Lo malo de los canales locales son los anuncios de teletienda (dijo sonriendo Maca, cuando interrumpieron la película para anunciar el último limpia-ventanas milagroso) Esther sonrió y se acurrucó en su pecho. Cuando repusieron la película estaba casi dormida, pero todavía notaba los dedos de Maca enredados entre sus rizos Cuando la película terminó, Maca despertó a Esther muy suavemente, besándole la cara y el pelo y susurrándole dulces palabras - Cariño... Mi amor... Vamos a dormir, cielo... Esther abrió los ojos y deseó que, cada vez que despertara en su vida, apareciera esa cara frente a ella

El muro

104

Volvieron a besarse suavemente. Esther saboreaba los labios de Maca, intentando apreciar esos labios con más intensidad. Maca la deseaba, y notaba cómo, con la intensidad de sus besos, una sensación que hacía tiempo que no percibía, se instalaba en un lugar concreto en su vientre Sin embargo, su sentido común la indicaba que era demasiado pronto para lo que deseaba. En ese instante, poseer a Esther se había convertido en su objetivo prioritario, y le costó un mundo aguantarse las ganas que tenía de ella La soldado lo notó cuando Maca redujo la intensidad de sus caricias, abortando la escalada sobre sus pechos - ¿Qué pasa, Maca? - Es demasiado pronto... yo... nunca... - Lo entiendo (le interrumpió) Tranquila, mi vida... Iremos al ritmo que tú quieras... Se acostaron en la cama, acariciándose. Así, poco a poco, y a pesar del calentón, terminaron cayendo rendidas en la cama Maca despertó creyendo que había tenido un sueño erótico con Esther, pero se convenció de lo contrario cuando descubrió una mano de Esther dentro de su camiseta, explorando su cintura. Todo era muy real - Buenos días... - Buenos... - Estás preciosa cuando te despiertas... - No más que tú. Eres preciosa, Maca... Esther acercó su rostro al de Maca para besarla. Sus narices chocaron y ambas sonrieron. Esther se incorporó sobre sus codos para poder besar a Maca, situándose sobre ella - Anoche te hubiera hecho el amor... (susurró Esther, acariciándole la mejilla con la punta de la nariz) - Lo sé. Yo también - Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿sabes? Maca sonrió levemente. Pronto profirió un suspiro al notar cómo Esther situaba una de sus piernas entre las suyas, e iniciaba un ligero balanceo, casi imperceptible - He estado toda la noche soñando contigo, Maca (le decía, excitada) - Yo también he soñado contigo (su respiración se agitaba. El peso de Esther sobre su cuerpo la incendiaba) Tenía... tenía miedo por no poder corresponderte... - ¿Corresponderme? - Nunca me he acostado con ninguna mujer... - Sólo tienes que hacer lo que te gustaría que te hicieran a ti... Maca abrió un poco más sus piernas, permitiendo un roce más intenso y proporcionándoselo también a Esther

El muro

105

Durante unos minutos no supieron qué piel era de quién, ni que manos acariciaban sus cuerpos. Sólo se limitaban a sentirse, a gozarse... El mediodía las descubrió desnudas sobre la cama. Habían vuelto a dormirse después de disfrutar de aquel amor sosegado - Esther, cariño... nos hemos dormido (Maca intentaba despertar a Esther, zarandeándola muy despacito) - ¡¡Mmmmhhhh!! (Esther, con los ojos cerrados, se revolvía suavemente entre las sábanas) - Buenos días de nuevo, cariño (Maca la besó suavemente) - Buenos días. ¿Qué hora es? (preguntó abriendo un ojo) - Tarde (Maca se estiró hasta alcanzar su reloj de pulsera, que reposaba sobre la mesita de noche) La una y media - ¿Desayunamos? - ¿Dónde? - No sé, en cualquier sitio. Pero antes, nos duchamos y ya salimos para toda la tarde, nada de volver a casa, que, aunque lo que haya visto esta mañana es mejor que toda la geografía española, no quiero hacer el viaje en balde - Está bien (sonrió divertida Maca) Esther se levantó y fue a baño, cuando volvió, ya estaba duchada - Joder, qué rapidez... (exclamó asombrada la jerezana) - Es lo que tiene vivir con dos hermanos y mis padres y tener sólo un cuarto de baño, o eres rápido, o mueres antes del desayuno Maca volvió a sonreír. Se duchó, aunque tardó un poco más que Esther Al salir a la calle, Maca cogió su inseparable cámara de fotos y, en la puerta, le sacó una foto a la soldado, que se esforzaba en meter varias cosas en una pequeña bandolera - Me gusta la cara que pones cuando te ofuscas - Mala... Comieron en un coqueto restaurante tailandés del centro. Al salir, Maca se atrevió a hacerle una pregunta que se le había ocurrido durante la comida, pero, por unas cosas u otras, no había podido hacérsela - Esther, ¿qué vas a hacer cuando no haya comida kosher? ¿O cuando tengamos que viajar en sábado? - Nos las arreglaremos, Maca. Además, no soy muy creyente. ¿Qué te crees, que no he probado el jamón? Pues sí que lo he probado, de jabugo además. Ya puestos a quebrantar las reglas, que sea con algo especial... Además (se acercó a ella a modo de confesión) lo que hice anoche quebranta más normas que no guardar un shabat... Caminaron sin prisa, cogidas de la mano hasta llegar a los Jardines del Moro. Esther los recordaba de pequeña, siempre le habían gustado, al igual que a Maca, tenían algo que los hacía especiales

El muro

106

Dedicaron toda la tarde a pasear por allí, incluso por el Retiro. Se tumbaron bajo los árboles y se hicieron unos cuantos arrumacos - ¿Tus padres saben que estamos juntas? (preguntó Esther, que reposaba su cabeza sobre el vientre de Maca) - Mi madre sí. A mi padre todavía no le he dicho nada. Para él, estoy con una amiga. ¿Y los tuyos? - Lo mismo. Mi madre sabe lo que siento por ti, e imagino que no le hace mucha gracia, porque ellos, aunque no son muy conservadores, no ven muy bien mi lesbianismo. El único que me comprende es mi hermano pequeño - ¿El que decía que estaba buena? - Sí - Me cae bien tu hermano (dijo, acariciándole la mejilla) Esther sonrió dulcemente. Poco a poco, se incorporó hasta situarse a la altura de Maca. Acercó lentamente su cabeza y se besaron dulcemente - Me encanta besarte así, Maca - A mí también, aunque me haces sufrir un poquito... - Es para que me tengas más ganas... - Ganas te tengo siempre, Esther, y más después de lo que hemos hecho esta mañana - Podemos repetirlo, ¿eh? Por mí no te cortes... - ¿Aquí? Esther sonrió. Maca sonrió, y miró a su alrededor. Niños jugando y abuelos paseando perritos... No era el mejor momento - Esta noche (le susurró Maca, tan cerca del oído que Esther habría jurado sentir sus labios sobre su piel) vas a saber lo que es bueno De camino a casa, Maca se sorprendía a sí misma por lo que le había dicho a Esther, pero no le molestaba. Al contrario. Se sentía bien, deseada, Esther había conseguido cautivarla, y ese tiempo que se propuso esperar para ver si sus sentimientos eran reales, ahora no pintaba nada, pues al viajar por segunda vez a Israel, se dio cuenta de que la realidad dolía como un puñetazo en el hígado Esther decidió preparar la cena mientras Maca volcaba las fotos en el ordenador. Mientras cortaba unos tomates, un pensamiento revoloteó sobre su cabeza, hasta instalarse, sin ser siquiera certero, en su mente. Ese momento, ella preparando la cena, y Maca en el salón, enfrascada en sus fotos y el ordenador, le daban la sensación de ser algo cotidiano, algo a lo que podría acostumbrarse con facilidad Cenaron lo que había preparado Esther; de postre, una pieza de fruta cada una. Después de cenar se tumbaron un rato en el sofá a ver la televisión Maca estaba sentada, con las piernas sobre la mesita auxiliar que había frente al sofá. Esther, por su parte, había recostado su cabeza en el regazo de Maca, y ésta jugueteaba con sus rizos morenos

El muro

107

- Maca... - Dime - ¿Cuántas relaciones estables has tenido? - ¿Estables? Dos. ¿Y tú? - Cuéntamelas, y yo te las digo Maca sonrió y le acarició con un dedo la punta de la nariz. Sin dejar de mirar la tele, Maca buscó una de las manos de Esther, y cuando la encontró, entrelazó sus dedos - A ver... (fingía hacer memoria) Fernando fue el primero. Su familia y la mía eran socios desde siempre. Era un buen chico, la verdad, pero un poco parado... No sé si me entiendes... (le echó un vistazo rápido, buscando su asentimiento) Era demasiado condescendiente. Siempre hacía lo que yo quería, y eso me resultaba molesto. No tenía iniciativa propia. Así que lo dejé - Pobrecito. Seguro que se moría por tus huesos - Que no te quepa duda, pero no le quería - ¿Y al otro? ¿Al capullo ese que te puso los cuernos? - Ya te lo conté. Imagino que estaba enamorada de él, pero con el tiempo y la distancia, todo se va olvidando. Sobre todo (se inclinó sobre ella para besarla) cuando te tengo a ti... Esther sonrió, derritiéndose ante los ojos de Maca, incapaz de soportar la visión del universo marrón de sus pupilas - Ahora, cuéntame tú, Esther - Poca cosa (sonrió) Estuve con un chico antes de establecerme en Israel. Fue un amor de verano. Era un coleguilla del instituto. Coincidimos el último verano en un pueblo de Alicante y, no sé, supongo que fue saber que ya no nos volveríamos a ver lo que aceleró la cosa. Yo tenía muy claro que no íbamos a llegar a nada serio, pero me acosté con él en una calita retirada... - ¡Vaya! - Después nos olvidamos el uno del otro. Fueron pasando los años y yo me di cuenta de que me gustaban más mis compañeras que mis compañeros. Salí con varias chicas, pero con ninguna cuajó... Mejor dicho, todas se iban, me engañaban... No sé. Por eso decidí no volverme a enamorar. Cuando entré al ejército me acosté con varias chicas, a veces, cuando estaba medio “ennoviada” con una, me acostaba con otra, pero yo tenía muy claro que, en mis relaciones, no me permitiría enamorarme. Pero llegaste tú. Y me tiraste los palos del sombraje... Las dos rieron. Mantuvieron silencio unos instantes, mirando la tele, con los restos de la sonrisa, felices de poder estar así Maca fue poco a poco descendiendo su mano, hasta que llegó al borde de la camiseta de Esther. Introdujo poco a poco los dedos, acariciando el vientre plano de la israelí. Esther rió porque los dedos de la fotógrafa le hicieron cosquillas en los costados Como si tuvieran telepatía, se pusieron en pie y se dirigieron a la habitación Antes de llegar a la cama, Esther rozó la punta de su nariz con la de Maca

El muro

108

- Guapa... (le dijo) - Guapa tú... Se besaron. Sus lenguas entablaron un diálogo con un lenguaje que apenas habían empezado a dominar, pero fácil de aprender Esther fue dejándose caer hasta sentarse en la cama. Se tumbó, obligando con ello a que Maca se situara encima de ella, a horcajadas Tiró de su camiseta hasta que consiguió sacársela, cosa que no fue fácil, pues no querían parar de besarse. Sin embargo, la prenda fue a parar a un rincón de la habitación. Maca tiró de la de Esther antes de volver a besarse - Ésta también sobra (8susurró, antes de lamer la boca de Esther) Esther no recordaba la última vez que había hecho el amor de aquella forma. Era impresionante la manera de tocar de Maca. Sentía cómo ardía su cuerpo ante el contacto de la jerezana, cómo se nublaban sus sentidos cuando la lengua de Maca abandonaba un lugar para dedicarse a otro Esther elevó las caderas, intentando que su sexo entrara en contacto con el de Maca, aunque si no hubo un contacto más pleno fue porque los vaqueros de ambas se lo impedían Al ver que Esther luchaba con los botones de sus pantalones, Maca la ayudó a deshacerse de ellos, desabrochando los botones y bajándose los pantalones junto con sus braguitas Como a horcajadas sobre el cuerpo de Esther no podía maniobrar, se tumbó sobre ella para después dejarse caer hasta un lado de la cama y terminar de una vez por todas de deshacerse de tan, en aquel momento, molesta prenda Esther, a su vez, se quitó sus pantalones y la ropa interior. Y así, desnudas, se observaron por primera vez intensamente - Dios (susurró Maca ante la imagen del cuerpo de la israelí) - Él no tiene nada que ver con nosotras (sentenció Esther, y la atrajo hacia sí, para besarla con pasión) Maca se volvió a poner encima de Esther, cediendo a sus deseos más ocultos. Inició un camino de besos que empezó en su boca y descendió dejando un rastro de saliva por su piel hasta sus pechos, donde se detuvo para saborearlos En medio de aquel beso desesperado en sus pezones, a Maca no se le ocurrió otra cosa que levantar la cabeza de su tarea y preguntarle a Esther si lo estaba haciendo bien. Tomó aquel: “Por Dios, sigue”, como un sí, y prosiguió su faena La piel del ombligo de Esther vibraba tersa como la piel de un tambor. La lengua de Maca estaba encendiéndola cada vez más, y, a juzgar por la humedad de su sexo, Esther sabía que le haría falta muy poco para explotar

El muro

109

De pronto, dio un respingo, pues notó cómo la mano de Maca acariciaba su centro. Era tan sabia y tan diestra que, si no lo hubiera sabido de antemano, hubiera jurado que no era su primera vez Poco a poco fue introduciendo sus dedos en la vagina de la soldado. Maca se sorprendió haciéndolo. La verdad es que, en otras circunstancias, aquel acto la habría repugnado, pero sentía a Esther bajo ella, escuchaba su respiración agitada, los gemidos que, a veces, se escapaban de su boca, sus ronroneos de gata... Todo ello provocaba que, desde sus entrañas, el deseo más primitivo y profundo aflorase como un volcán Esther la sentía tan adentro, y sentía que la tocaba con tanta maestría que poco le faltó para gritar de placer cuando estalló en un orgasmo ensordecedor Cuando se recuperó, Maca ya había reptado por su cuerpo, desandando el camino de besos ascendentes, y ahora yacía tumbada de medio lado, acariciando sus pechos suavemente - ¿En serio es la primera vez que te acuestas con una mujer? - Es la segunda (rió Maca, negando con la cabeza) ¿o acaso la de esta mañana no cuenta? - Sí, pero la de esta mañana no tiene nada que ver con la de ahora Después le llegó el turno de disfrutar a Maca. Con un hábil movimiento, Esther se situó encima de Maca, aprisionándola por las muñecas Comenzó a besarla dulcemente por la cara, los ojos, los labios, la nariz, los lóbulos de sus orejas. De ahí bajó por su cuello, donde se demoró hasta arrancarle a Maca un gemido excitado. La fotógrafa notó cómo se le erizaron los pezones con aquel último beso en su cuello, y elevó sus caderas, buscando las de Esther, rogándole que tuviera compasión de ella Esther, sin embargo, no oyó sus súplicas y continuó su lenta tortura, descendiendo ahora por sus pechos, lamiendo sus pezones, mordiéndolos ligeramente, intentando abarcar con su boca todo su contorno El trayecto desde su busto hasta su vientre se le antojó tan dulce que tuvo que recorrerlo dos veces para cerciorarse de que era piel humana lo que besaba. Maca se excitaba con el contacto entre sus muslos y los pechos de Esther y se asombraba de la fuerza de la soldado, que había conseguido mantener sus manos a raya - Mmmm... Esther... Maca gemía al notar los expertos labios de la israelí dibujar contornos imposibles en su piel - Cómo te quiero (le susurró Esther sin dejar de besarla) - Yo también te quiero, y mucho...

El muro

110

Esther se acercó peligrosamente al vello púbico de Maca y la fotógrafa la sintió llegar. Sintió su aliento unos segundos antes que su lengua, y cuando notó el húmedo músculo de la israelí, se sorprendió Era la primera vez que una mujer estaba entre sus piernas, y lo que sintió, le gustó. Era tan suave, no había barba o bigote que pinchase y la irritara, además, conocía a la perfección la anatomía femenina y la estaba haciendo alcanzar las estrellas Esther había soltado las muñecas de Maca e introdujo con delicadeza uno de sus dedos en su interior La fotógrafa suspiró de gozo. Esther se afanaba en proporcionarle placer a su amada, introduciendo sus dedos sin lastimarla, arrancándole suspiros y sintiendo cómo su humedad ya lo impregnaba todo - ¡¡Bufff!! Esther... (decía Maca, sin aliento por la proximidad del orgasmo) Me... me matas... cariño... De pronto, una oleada de placer la asaltó desde el interior de su cuerpo, erizándole el vello, dejándola desmadejada sobre el lecho, mientras Esther mordisqueaba su clítoris para prolongar su placer Subió hasta su boca y, cuando Maca volvió en sí, se besaron ardientemente. A Maca, probar su propio sabor de los labios de Esther le pareció maravilloso, cuando antes repugnaba que Ignacio se lo hiciera Y así, abrazadas, cansadas y sudorosas se durmieron, satisfechas ambas con sus actuaciones El día siguiente lo dedicaron a visitar los Reales Sitios de Aranjuez. Esther había estado allí cuando era pequeña, y le quedó un grato recuerdo. Es por ello que animó a Maca a que visitaran el lugar Maca nunca había estado, y el lugar le sorprendió, y, a la vez, le encantó - Es tan bonito (le dijo Esther emocionada como una niña, mientras caminaban de la mano por uno de los jardines) Es como volver atrás en el tiempo, al Madrid de los Austrias - Por eso me gusta el casco viejo de Madrid... Se hicieron un sin fin de fotos, aunque Maca no pudo precisar cuántas. Fue una de las primeras veces que posó para su propia cámara. Esther la manipulaba con cuidado, sabedora del cariño que le tenía Maca a la cámara, mientras le echaba fotos No era un día de mucho sol, pero aún así, hubo una foto que le gustó especialmente a Esther. Maca, casi de perfil, la miraba. El poco sol que había se reflejaba en sus ojos, dándole ese toque mágico de su mirada. Esther se preguntó cómo había podido tener tanta suerte en la vida. Ni por un momento, se imaginó que una mujer como Maca

El muro

111

pudiera enamorarse de ella, y se sintió feliz por saberse la primera mujer que la amaba. Sonrió tontamente antes de que la voz de Maca la sacara de sus pensamientos - ¡Esther! (le decía Maca, muerta de risa, mientras intentaba mantener el equilibrio subida a una fuente) ¡Date prisa, que como venga el vigilante, nos va a echar a los perros! La soldado se apresuró a sacar la foto, y automáticamente, Maca se acercó a ella, para comprobar cómo había salido - ¿A ver cómo he salido? (le dijo, poniéndose a su lado, quitándole suavemente la cámara de las manos y dejando un tierno beso en su mejilla) - ¿Cómo vas a salir? (preguntó Esther, agarrándola de la cintura) Preciosa Caminaban hacia el coche sin prisa, aunque la tarde avanzaba rápido. Se quedarían a dormir en un hostal de Aranjuez, así al día siguiente emprenderían la marcha hacia Toledo Se subieron al coche, y Maca conectó el motor. Esther se recostó sobre el asiento y la miró, soñadora, mientras conducía - ¿En qué piensas? (le preguntó Maca sin despegar la vista de la carretera) - En la suerte que tengo... Le estoy dando las gracias al niño que te robó el bolso en aquel mercado... Maca sonrió con la lengua entre los dientes. La miró un segundo y luego devolvió la vista a la carretera - Nunca pensé que pudieras enamorarte de mí (le susurró Esther) Recuerdo cuando estaba tan mal, en el Monte de los Olivos, cuando fui todo lo borde que pude contigo... - No pienses en eso, Esther - Cuando me abrazaste, sentí que estaba haciendo las cosas mal, pero no quería darme cuenta... - Bueno, ahora eso da igual. Lo importante es que estamos juntas - Sí - Pase lo que pase Al llegar al hostal, disfrutaron de la gastronomía de la zona y poco después subieron a su habitación, bajo la reprobadora mirada del dueño - ¿Has visto cómo nos ha mirado? (le preguntó Esther) - Sí, qué imbécil - Joder, yo pensaba que eso sólo pasaba en países como Israel - Que aquí se haya legalizado el matrimonio gay no significa que le guste a todo el mundo, cariño - Ya... - Oye (le dijo Maca, con una sonrisita maliciosa) ¿qué te parece si nos damos un homenaje tú y yo en nombre de este señor? - Vale

El muro

112

El dueño del hostal no pudo dormir en toda la noche, pues aquella pareja de “degeneradas”, tuvo a bien amarse hasta que no pudieron más, y su habitación estaba pegada a la recepción Al día siguiente emprendieron la marcha hacia Toledo. El trayecto se les hizo un poco largo a las dos, porque Maca se perdió en uno de los desvíos hacia la ciudad, y tuvieron que dar la vuelta Comieron en uno de los muchos y buenos restaurantes toledanos, a orillas del Tajo, mientras conversaban de todo y de nada, mirándose a los ojos embebida una en la mirada de la otra - No sé qué me pasa que no puedo dejar de mirarte, Maca (le dijo Esther, apoyando su mentón en la palma de su mano izquierda) - Yo tampoco puedo dejar de hacerlo, pero es que tampoco quiero... - Todo esto para mí es como un sueño... Tengo miedo de despertarme y ver que no es real... - Es muy real, cariño... Tenlo presente... Visitaron la judería, la sinagoga reconvertida en iglesia de Santa María la Blanca, una bella expresión del arte judeo-español del siglo XII. A Maca le encantaron sus bellos arcos blancos, y Esther se dedicó a pasear por el recinto imaginándose a sus antepasados dentro de aquél lugar

Iglesia de Santa María la Blanca Al salir del lugar, caminaron unos metros hasta llegar a la casa del Greco, en el paseo del Tránsito, casi a orillas del Tajo Visitaron la casa y, poco después se encaminaron hacia la plaza del Zocodover. Se tomaron unas cañitas en una de las terrazas, y después emprendieron el camino, a través de la cuesta de Carlos V, hacia el Alcázar. Sin embargo, debido a la hora que era, no pudieron entrar, pues eran más de las siete de la tarde - Bueno, pues como mañana estaremos por aquí, nos pasamos, ¿vale?

El muro

113

- Claro, Maca Cenaron en un coqueto restaurante con vistas al río, cerca de donde habían comido El ambiente acogedor y la rica gastronomía de la zona, hicieron las delicias de las chicas, si bien Esther se abstenía de comer cerdo, marisco y pescados sin escamas. Maca, por solidarizarse con ella, también modificó un poco su dieta Poco después de cenar, mientras se dirigían a su pensión abrazadas por la cintura, el móvil de Maca sonó - ¡Vaya! (susurró riendo) ¡y yo que me había olvidado de que tenía móvil! Buscó el teléfono por su bolso, pero justo cuando lo encontró, dejó de sonar. Al ver el buzón de las llamadas perdidas, se encontró con que había sido su madre quien la había llamado Pulsó el botón de rellamada y esperó a que contestase - ¡Hola, Maca! - Hola, mamá - ¿Qué tal, hija? - Muy bien, estábamos dando un paseito - ¿Dónde estáis? - En Toledo - ¿En Toledo? ¿Pero no empezabais el viaje desde el norte? - Al final, no. Iremos hacia el este, en redondo, y de ahí, hasta el norte, después bajaremos ya para Andalucía - Ah... ¿Y qué tal te va con Esther? - Bien (le dirigió una mirada cargada de ternura a su chica, que fingía no tener interés en le conversación y desviaba la mirada hacia el suelo) Muy bien, mamá - ¿Y con sus amigas? - Al final no han venido. Ha venido Esther sola - Ah... Pues mejor, ¿no? Así vais a tiro hecho - Mamá (protestó la fotógrafa) - Bueno, hija, para una vez que intento comprenderte y te me escandalizas (reía su madre divertida) - Anda, anda... ¿Y papá? - Bien, en su despacho está, con Jerónimo - No sabe nada, ¿no? - Sabe que estás de viaje con una amiga, pero no entiende cómo no te quieres quedar en casa cuando vengáis a Jerez - Porque yo tengo mi pisito allí. Pero, de todas formas, iremos a haceros una visitilla Al escuchar esto último, Esther levantó la vista, sorprendida, y le rogó con los ojos a Maca que no lo hiciera. Ésta sonrió y le dijo a su madre - Que Esther tiene muchas ganas de conoceros

El muro

114

La soldado se mordió los labios, sonriendo. No se le apetecía conocer a los padres de Maca, pero todavía quedaba mucho tiempo para llegar a Jerez, así que ya podría asimilarlo con tranquilidad Maca la besó después de hablar con su madre - No te preocupes (le susurró) Mis padres no se comen a nadie, además, seguro que te querrán mucho. Les encantarás, en algo nos tenemos que parecer - Me preocupa un poco... - ¿Por? - No quiero parecer una creída, pero es por mí por quien te has cambiado de acera... Seguro que soy un ogro para ellos - ¡Qué va! A mi madre le encantas. Me pasé el viaje de Grecia hablándole de ti - ¿En serio? - Claro. Además, ella me ha apoyado mucho con todo esto. Imagino que debo estarle agradecida - Bueno... (aceptó la soldado, no muy convencida) Al entrar al hotel, la anciana recepcionista las saludó amigablemente y conversó un rato con ellas sobre lo que habían visto de la ciudad y les estuvo indicando sitios a los que ir al día siguiente Subían por las escaleras en silencio, aunque mirándose constantemente muy acarameladas Esther reía tontamente - Parecemos recién casadas en su luna de miel (decía Maca, mientras intentaba besarla, y Esther se apartaba, jugando) - ¿Sí? - Sí (dijo, consiguiendo, por fin, darle un beso) ¿Sabes lo que hacen los recién casados en su luna de miel? - Mmmm... No... No he estado nunca de luna de miel... - Yo tampoco... pero... me han dicho cositas... Abrieron por fin la puerta, Maca, sin poder vencer sus impulsos, comenzó a besar su cuello, deslizando su lengua por él. Esther se estremecía bajo sus caricias. Notaba las manos de Maca deslizándose por su cuerpo, aprisionando sus pechos, abarcando al máximo todo lo que podía de su cuerpo No paraban de repetir sus nombres, agitadas sus respiraciones en sus pechos... Se deshicieron de sus ropas lentamente, disfrutando del placer de desnudarse mutuamente Maca no podía dejar de mirar a su chica, era realmente preciosa - Cariño... (Maca cogió la cara de Esther con sus manos) te quiero tanto... - Yo también te quiero... No podían, ni querían dejar de besarse, sus cuerpos batallaban en una guerra sin final, ni vencedores ni vencidos, con sus cuerpos como únicas armas

El muro

115

Al día siguiente visitaron la catedral, el alcázar, en el que ninguna de las dos se sintió muy a gusto, pues les parecía descarada la propaganda franquista del lugar, así que se salieron a media visita, justo cuando una anciana se enjugaba las lágrimas con la recreación de la famosa (y falsa) llamada al general Moscardó - Pobre chico (decía la anciana) - Pero si esa llamada es más falsa que Judas (le espetó Maca) - Maca (la cortó Esther, tomando su mano y mirándola reprobadora) - Vámonos, anda El resto del día lo dedicaron a pasear por la ciudad. De pronto, cuando caminaban por una zona de tiendas de souvenirs, Maca se quedó parada, maldiciendo - ¡Mierda! - ¿Qué pasa? - Joder... que te compré un collarito de corales en Grecia, y me lo he dejado en casa... - Bueno, no pasa nada, cuando vayamos a Jerez, me lo das - Jo, pero yo quería dártelo ahora... Esther se acercó a ella, le acarició la mejilla con la mano, dedicándole una sonrisa de aquellas que tanto le gustaban y dejó un suave besito en sus labios - Ays... (sonreía la soldado) mi niña... tan joven y con Alzheimer... - Serás... (le pellizcaba el culo) mala... - Pero te encanto - Pues sí - Tú a mí, más La gente que caminaba por la calle las miraba abrazarse y besarse. Algunos murmuraban la vergüenza que les daba aquel acto de amor, otros, las miraban y no decían nada Camino del hostal, Maca pensaba en lo que estaba viviendo. Por primera vez en su vida, estaba siendo muy, muy feliz con alguien a su lado. ¿Que era con una mujer? Pues sí, pero estaba muy orgullosa de tener a Esther, de haber ido a Israel y de haberla conocido. No la cabían dudas acerca de sus sentimientos respecto la soldado. Cada día la quería más Inconscientemente, se había puesto a sonreír como una tonta Esther lo había notado, aunque prefería observarla unos segundos más en su ensimismamiento antes de decirle nada - ¿De qué te ríes? - De nada - Jo... pues tienes una sonrisa de tonta... - Tonta perdida es lo que estoy cuando te veo...

El muro

116

Esther se derritió ante aquellas palabras de Maca, y más si las acompañaban aquellos ojos castaños tan arrebatadoramente seductores Se dejó besar mientras subían a la habitación en el pequeño ascensor. Maca la atrapó entre la pared y su propio cuerpo, dejando sobre su cuello un rastro de saliva Esther notaba su cadera clavándose en un punto muy concreto entre las suyas, soltó un suspiro y se abandonó a la voluntad de Maca, conocedora de que sus caricias surtirían efecto en muy poco tiempo La soldado se mordía los labios. Jamás nadie la había hecho sentir tanto con unos cuantos besos en su cuello El ascensor se abrió y ambas se separaron despacio, mirándose con deseo. Maca abrió la puerta con las manos temblorosas por la excitación que le provocaba saber que la israelí pronto sería suya de nuevo Nada más cerrar la puerta, Esther se abalanzó sobre la boca de Maca. No sabía de dónde había salido aquel deseo tan desesperado por tenerse, sólo sabía que necesitaba saciarlo cuanto antes. Así que la besó como si su vida dependiera de ese beso, del sabor de esos labios que la volvían loca Maca luchaba por tomar el control y llevarla hasta la cama, pero Esther la había recostado sobre la puerta y la furia de sus besos y el calor de sus manos no la dejaban moverse - Cariño (le susurraba entre besos) vamos... vamos a la cama... Esther metió sus manos bajo la camiseta de Maca, tiró del borde y la sacó sin muchos miramientos. El pelo de Maca quedó alborotado y su mirada se llenó de deseo al ver que Esther se quitaba también la suya y con violencia la lanzaba lejos de su alcance Por fin, y tras unos breves segundos de lucha pacífica, cayeron sobre la cama, Maca sobre Esther Maca ocultó su cabeza en el cuello de Esther, buscando ese resorte tras su oreja que la hacía temblar y gemir al mismo tiempo, que la subía al cielo. Lo estimuló con la lengua hasta que Esther le apretó el culo por encima de los vaqueros, intentando que sus sexos coincidieran, aun apresados por los pantalones - Esther... Esther... (Maca no podía parar de repetir su nombre. En un momento determinado, soltó sus manos de sus pechos, y Esther ahogó un gemido, pidiendo explicaciones de por qué le negaba esas caricias. Pronto suspiró hondamente, pues supo a dónde habían ido a parar sus manos: dentro de sus pantalones vaqueros) Maca había finalizado con victoria la pelea con el botón del pantalón de su chica. Introdujo su mano lentamente, tanteando el terreno, comprobando que, si Esther elevaba sus caderas intensificando el contacto con su mano, era porque la necesitaba urgentemente, así que no se demoró. Se deshizo de su pantalón con presteza, a la misma vez que arrancaba sus braguitas de sus piernas

El muro

117

Situó la cabeza entre sus muslos, y aquella fue la primera vez que probó el sabor del sexo de una mujer, y no le pudo saber mejor Abrió sus labios con sus dedos, dibujando con su lengua sus pliegues, produciéndole mil sensaciones a Esther. La soldado agarró con sus manos la cabeza de Maca, guiando el camino que su lengua debía recorrer Pronto sintió cómo los fuegos artificiales invadían su cabeza, y el vuelo de mil mariposas recorría como un rayo su espina dorsal, dejándola exhausta, a merced de la boca de la fotógrafa Cuando se recuperó un poco, se encontró con el rostro de Maca, con las mejillas llenas de rubor, que la miraba embobada - Guapa (le susurró) - Más guapa eres tú, Maca (Esther alargó la mano para acariciarle la mejilla) Te has puesto roja Maca se ruborizó aún más y bajó la vista. Esther le levantó la cabeza y sonrió: - Ha sido genial, Maca (sonrió maliciosa) ¿En serio es la primera vez que... - Digamos (sonrió) que he tenido una buena maestra - ¿Sí? - Sí, pero creo que no estaría mal repasar... - Pues nada, vamos con la repetición Esther se tumbó sobre ella y comenzó a besarla, recorriendo con su lengua su piel, abrasándola mientras la tocaba como nunca la habían tocado, mientras apretaba su entrepierna con uno de sus muslos Maca sentía que su humedad crecía por momentos, inundándola. Sentía el roce de Esther sobre sus vaqueros, que aún seguían puestos, sus manos sabias desabrochando el botón, bajándole las bragas y acariciando su monte de Venus, provocándole escalofríos Esther se puso de rodillas a los pies de Maca y tiró de las perneras de sus pantalones para sacárselos. Le levantó la pierna derecha, acariciándole el pie y besando su tobillo. Subió sus besos por sus pantorrillas, una zona que le pareció altamente erótica, para dejar un rastro de besos por sus rodillas, y de ahí ascender hasta su muslo. Cuando alcanzó su ingle con su lengua, Maca gimió, pero Esther pasó por alto sus necesidades y continuó bajando por sus ingles hasta la punta de sus pies - Cariño, por favor (Maca requería sus necesidades, así que Esther continuó subiendo por su pierna sin demorarse, sólo un poco en sus ingles, antes de atacar su vulva con su lengua) Abrió sus labios mayores con sus dedos, dejando la entrada de su vagina bien expuesta, a merced de sus dedos y su lengua

El muro

118

Maca casi estalló cuando notó la boca de Esther succionando su clítoris, e introduciendo lenta y suavemente dos dedos en su sexo - Mmmm... (dejó escapar un gemido, excitando a Esther, quien intensificó el ritmo de su lengua y sus dedos hasta provocar que su sexo se convulsionara en un poderoso orgasmo) Esther reptó por su cuerpo, acariciándola con sus labios, apaciguando su ansiedad, saciando su sed de ser besada, calmándola tras el clímax Habían pasado cinco días desde que salieran de Toledo. Habían parado en Ciudad Real y Albacete, y habían visto todas aquellas cosas que consideraron importantes de aquellos lugares. Quedaban apenas 30 kilómetros para llegar a Cuenca, allí se alojarían en una pequeña pensión cerca de la catedral Conducía Esther, pues la noche anterior Maca había terminado agotada. Cada vez les quedaban menos pudores cuando hacían el amor, y eso se traducía en horas y horas de sexo Sin embargo, las dos sabían que lo suyo no era sólo físico, había mucho amor en sus acciones, una compenetración desmesurada para el poco tiempo que llevaban juntas, y un cariño sincero dentro de sus corazones La fotógrafa dormitaba en el asiento del copiloto. Esther, mientras tanto, tarareaba al compás una canción que sonaba en la radio El sonido de su móvil despertó a Maca, que primero miró a Esther desconcertada, y después a la pantalla de su móvil. Un número de sobra conocido parpadeaba en ella - Mierda... (masculló) Esther la miró dulcemente un instante antes de volver la vista a la carretera - ¿Quién es? - Es del trabajo (Maca la miró con cara de fastidio, por nada del mundo quería contestar a aquella llamada) - Cógelo, anda (la animó Esther) Maca apretó el botón verde y se puso el teléfono en la oreja - ¿Diga? - Hola, ¿Macarena Fernández? - Sí, soy yo - Mira, soy Emilio Rodríguez, responsable del personal del periódico. Te llamaba para decirte que hace falta que te incorpores de nuevo a nuestra plantilla - Lo siento, estoy de vacaciones - Mira, nos hemos quedado sin fotógrafos, Lucio Quesada tuvo un accidente de tráfico y está con una pierna rota, y Bernabé está de vacaciones - Yo también - Ya, pero entiéndelo, Macarena, eres nueva en la redacción, y como tal, no tienes ciertos “privilegios”

El muro

119

- Joder... (asintió resignada, frotándose las sienes) ¿Cuándo tengo que estar en la redacción? - Mañana por la mañana - Vale, mañana estaré allí Colgó el teléfono enfadada. Esther la miraba, pues hacía tiempo que había detenido el coche en una cuneta. Había puesto su mano sobre su muslo izquierdo, intentando tranquilizarla - Joder (la miró, con los ojos cargados de desilusión) Esther acarició su mejilla, y dejó un suave beso sobre ella. Comprendía que en aquel momento no valían las palabras Maca se soltó el cinturón de seguridad y salió del coche, dando un portazo. Aquella llamada del trabajo le había sentado realmente mal, le jodían las vacaciones, le jodían su incipiente noviazgo con Esther, le jodían aquella visita cultural por España... Se había alejado un par de metros del coche, dándole la espalda. No quería que Esther la viera llorar - Cariño (Esther había salido del coche y se había acercado a ella, poniendo una de sus manos sobre su cintura) - Joder, Esther (la miró, con una lágrima rodando por su mejilla) quería pasar este mes contigo... - Ya (Esther bajó la vista. Una posibilidad había comenzado a forjarse en su mente, pero no quería decírselo a Maca) Yo también - ¿Qué hacemos ahora? (preguntó Maca, aun conociendo de antemano la respuesta) - No lo sé... Pero tú te tienes que ir a Jerez - Vente conmigo... (le suplicó, enjugándose las lágrimas) - ¿A Jerez? - Claro, ya ibas a venir los últimos días... - Ya... (Esther se encaminó hacia el coche, y Maca, asustada por la reacción, se acercó a ella) - Esther... - Venga, Maca (le respondió con una sonrisa desde el asiento del conductor) ¿dónde está el próximo cambio de sentido? El camino hasta Jerez se les hizo muy largo y pesado, pues las dos estaban cansadas, y, ante la perspectiva de no continuar su viaje se habían desanimado bastante Cuando entraron a la provincia de Cádiz, casi a las ocho de la tarde, el móvil de Maca volvió a sonar, pero ésta vez, como era ella quien iba conduciendo, le pidió que lo atendiera la israelí - ¿Diga? - ¿Maca? - Es que... está conduciendo... - Ah... ¿Eres Esther? - Sí

El muro

120

- Yo soy Rosario, la madre de Maca. Cuando puedas, dile que me llame, ¿vale? - Sí, yo se lo digo - Pues nada, un placer hablar contigo - Lo mismo digo - Hasta luego, Esther - Hasta luego Esther se mordió el labio inferior y puso cara de no haber roto nunca un plato cuando se giró hacia Maca y le comunicó que su madre quería hablar con ella - Pero no me pongas esa carita, niña... (le sonrió Maca) - Jo... Pero es que me ha dado mucha vergüenza hablar con tu madre - ¿Por qué? - Porque creo que estado demasiado sosa con ella... No sé... - Bah, cariño... Mira, vamos a hacer una cosa: como veo que te da un poco de apuro pensar en conocer a mis padres, no les diremos que estamos en Jerez todavía, ¿vale? - Bueno... Al llegar a la casa de Maca, Esther no pudo hacer otra cosa que sorprenderse. En un edificio de tres plantas, muy andaluz, de paredes encaladas, Maca ocupaba el ático. Era una estancia muy luminosa y diáfana. Las paredes, también blancas, estaban decoradas con cuadros imitando anuncios de época. Los pocos muebles de la casa, de diseño, muy del estilo de la fotógrafa, estaban situados estratégicamente para crear una verdadera sensación de confort. Esther lo miraba todo boquiabierta. Maca se dio cuenta y se acercó a ella por detrás, rodeando su cintura con sus brazos. Esther se estremeció, disfrutando del abrazo de su chica - Me encanta tu casa, Maca. Es mejor que la mía de Jerusalén... - Bah... No digas eso... - Ahora entiendo la cara que pusiste cuando entraste por primera vez - Esther... Yo estoy acostumbrada a vivir en sitios como éste... Pero (se calló al comprobar que lo que iba a decir podía ser malinterpretado) - Pero ¿qué? - Olvídalo - No, no quiero olvidarlo... No soy rica, Maca... Pero me gano la vida honradamente, y si pudiera pagármela, viviría en una casa mejor... - Esther, no quería que pensaras eso... - Pues lo he pensado Maca bajó la vista, era la primera vez que discutían, y lo hacían por algo que ella odiaba: su dinero Las dos permanecieron calladas un instante, frente a frente, aunque ambas miraban al suelo Maca estiró un brazo, buscando el contacto entre su mano y la cara de su chica. Esther, al sentirla, no lo rehusó, es más, se acercó a ella, haciéndolo más intenso - Perdóname (le susurró Maca) - Perdóname tú... No debí ponerme así...

El muro

121

- Tranquila... (pasó su mano por la nuca de Esther, reconfortándola, y la atrajo hacia sí hasta abrazarla. Besó su frente con dulzura y buscó refugio en su cuello) Esther la estrechó también entre sus brazos. Sabía que aquella pelea había sido fruto de una tontería, y, de pronto, se asustó cuando pensó que ellas apenas se conocían. Habían hablado mucho por Internet y por teléfono, habían pasado una semana maravillosa de vacaciones, pero ahora llegaba la parte más jodida, que era la auténtica convivencia. ¿Y si no funcionaba? Maca se separó muy lentamente de ella, pero antes la besó en los labios con cariño - ¿Qué tal si guardamos la maleta y preparamos algo para cenar? La mirada de Maca despejó el cielo nublado de la mente de la israelí - Vale Acomodaron la ropa de Esther en el armario de Maca. A la fotógrafa le sobraba espacio en aquel vestidor concebido para una pareja. De pronto se sintió llena. Esther terminaba de colgar su ropa en las perchas y guardar sus prendas íntimas en uno de los cajones vacíos, y Maca quiso que esos cajones no se vaciaran nunca. Quería que su vida fuese así Sin duda, cuando volvió de Israel, no pensaba que su vida pudiera cambiar tanto, pero son cosas que nadie se espera Prepararon la cena jugueteando y, como hacía buen tiempo, cenaron en el balcón Hicieron un amor reposado y tranquilo, pues Maca estaba muy cansada y al día siguiente tenía que trabajar. Se durmieron abrazadas, y así las descubrió el sol, cuando no eran más que dos cuerpos desnudos, brazos y piernas enlazados entre las sábanas Esther se levantó antes que Maca. La contempló un rato dormida entre las sábanas blancas y después abrió la puerta del balcón, dejando que entrara un poco de claridad, aunque no la suficiente para despertar a la fotógrafa Después de visitar el baño, que le sorprendió el día anterior por su amplitud y comodidad, se dirigió a la cocina. Preparó café para las dos, pan tostado y unos pequeños pastelitos que habían comprado la tarde anterior en la compra de urgencia al ver que Maca no tenía nada en la nevera Después buscó una bandeja en los armarios y dispuso las cosas en ella para llevarle el desayuno a la cama Al llegar al dormitorio, Maca seguía dormida: boca abajo, la luz del sol filtrándose, perezosa, por las persianas, dejando puntos de luz sobre la espalda desnuda de la fotógrafa

El muro

122

Esther se acercó a ella muy despacio, intentando no despertarla. Se tumbó de lado y comenzó a dejar tiernos besitos por su espalda y sus hombros - Mmmm (gimió la jerezana) - Buenos días... - Mmmm... - He preparado café... y tostadas... y los bollitos esos que compramos ayer... Maca se giró lentamente, quedando frente a frente con la soldado. Se miraban serias a los ojos, pupila contra pupila. Lejos quedaba aquella timidez de Esther cuando, sin querer, sus ojos se encontraban - Así son muy buenos días (susurró la fotógrafa, besándola) aunque tenga que trabajar Esther subió la bandeja a la cama, y se dispusieron a desayunar - Es la segunda vez que me traes el desayuno a la cama (le dijo Maca, untando con mermelada una tostada) - ¿Sí? Pues vas a tener que compensarme... - Vale. Esta noche, salimos a cenar. Es sábado y apetece, ¿no? - Bueno... - ¿Qué vas a hacer hoy? - No sé. Teóricamente, no debería hacer nada, pero... no sé... si quieres puedo ir a hacer la compra o algo... - Es sábado, cariño - Ya, pero yo nunca he sido muy religiosa. Me da igual salir a la calle - Vale. Mira, hay un súper dos calles más abajo. Es baratito, y bueno, que es lo más importante - OK Cuando terminaron de desayunar, Maca se metió en la ducha pues ya se le hacía tarde. Atrapó a Esther en la cocina, entre su cuerpo y la encimera, besándola con fruición, despidiéndose de ella hasta la hora de comer Esther se arregló y bajó a comprar. Maca le había dejado dinero encima del mueble de la entrada, pero ella prefirió usar el suyo. Hasta la tarde anterior no habían tenido problemas con el dinero, pero Esther sentía algo por dentro que la hacía sentirse incómoda, aunque todavía no había acertado a descubrir el qué Después de hacer la compra, estuvo arreglando un poco la casa, aunque como no sabía muy bien dónde estaba la mitad de las cosas, a media mañana había terminado Salió a la terraza del salón. El sol le daba de lleno en la cara y la relajaba Sobre la una y media decidió hacer la comida para que, cuando Maca llegara, ya la tuviera puesta en la mesa Maca se aburría soberanamente, como era sábado, en el Ayuntamiento de Jerez habían organizado un acto solemne y aburrido. Maca no sabía qué era: si una inauguración o una entrega de premios, porque allí hablaba todo el mundo por un micro dando las

El muro

123

gracias a no sé quién. Sacó las pocas fotos que se podían sacar en aquel acto y se marchó para la redacción. Ya se le hacía bastante tarde para entregar las fotos. Pero aún habría gente trabajando Cuando llegó a casa, dejó las llaves sobre la mesa y se dirigió hacia la cocina, allí estaba Esther, terminando de poner los platos - ¡Hola! (saludó cansada, pero feliz de verla allí) - Hola, cariño... - ¡Mmmm! (decía mientras la abrazaba por detrás y besaba su cuello, ocultando su rostro en él. Esther reía porque la fotógrafa le hacía cosquillas) Has hecho pasta... con lo que me gusta... Maca se separó, no sin antes dejan un húmedo beso en el cuello de la israelí, beso que clamaba ser correspondido, así que Esther soltó los platos que llevaba en la mano, cogió la cara de la fotógrafa con las dos manos, y la besó profundamente, recorriendo con su lengua la boca de la jerezana, invadiéndola amistosamente, dejando en su cuerpo una creciente ansiedad de poseerla - Esther... ¿tú tienes mucha hambre? - Sí, me comería un caballo (dijo riendo, pues sabía por qué camino quería llevarla Maca) - Pues yo ninguna, ahora lo que quiero es (se acercó a su oído, intentando un susurro que la hiciera saltar) irme contigo a la cama y no salir en toda la tarde... - Maca, lo siento, a otras horas me hubiera ido contigo al fin del mundo, pero con un plato de pasta frente a mí, perdono hasta el sexo - Pues a la hora de la siesta, te vas a enterar... (dijo Maca, entrecerrando los ojos) Mientras comían, Maca le contó lo aburrido y poco creativo que le parecía su trabajo. Era en días como ese cuando se arrepentía de haber cambiado su trabajo de fotógrafa itinerante por éste que, si bien era cierto que le concedía más estabilidad, estaba carente de emociones Sin embargo, los dioses no se habían aliado con Maca, pues, cuando estaba a punto de abalanzarse sobre el cuello de Esther, sonó el teléfono. Las dos maldijeron a Alexander Graham Bell y a su dichoso aparatito... En qué mala hora se le ocurriría inventarlo... - Joder, mi madre... ¡Dios no le concedió el don de la oportunidad! ¡Qué mujer! Descolgó a regañadientes, pero intentando componer una sonrisa - ¿Mamá? - ¿Maca? - Sí, soy yo, no tienes otra hija, y estás llamando a mi móvil... - Oye, no te pongas así de borde... Maca suspiró, reconociendo que se había pasado - Vale, perdona... ¿Qué querías?

El muro

124

- Hoy te han visto en el acto del Ayuntamiento sacando fotos, ¿por qué no me has dicho que estabas aquí? - Pensaba decírtelo... Antes de discutir, Rosario inspiró profundamente y soltó el aire poco a poco, relajándose - ¿Está Esther contigo? - Sí - ¿Queréis veniros a cenar esta noche? - Es que ya tenemos planes... - Pues a comer mañana, ¿vale? Quiero conocerla - Bueno... vale Sin dejar siquiera que Esther recogiera la mesa, Maca la arrastró hasta el dormitorio, besándola con fuerza - Maca... Maca... ¿qué te pasa? - No lo sé (decía, poseída por sus propias ganas de tenerla) Sólo sé que no puedo esperar más a hacerte el amor Ayudó a Esther a deshacerse de su camiseta y comenzó a besar sus pechos, pues la soldado no llevaba sujetador - Me encanta que no te pongas sujetador (le decía Maca con sus pechos en sus manos) Menos trabajo para mí Esther reía, en parte por lo que le acababa de decir Maca, y en parte, porque el pelo suelto de la fotógrafa le hacía cosquillas en el vientre Cuando estuvieron desnudas por completo, Maca tumbó a Esther sobre la cama, situándose, casi sin demora, entre sus piernas. Comenzó a besar su vientre que se ondulaba bajo sus caricias, excitándola. Bajó el sentido de sus besos hasta llegar a la línea de su vello púbico, donde comenzó a darle suaves tironcitos para provocarla Hundió la cabeza entre los muslos de Esther, embriagándose con su olor y su sabor. Hacía tiempo que había perdido el pudor de colarse en su sexo Repartió dulces besos por su piel, reconociendo su humedad. Esther gemía y sus pieles sudaban con el calor de la siesta. Maca alzó sus manos para contener los pechos de su novia, que se agitaban ante las convulsiones que le originaba la lengua de Maca recorriendo su sexo Esther arqueó la espalda, pues los dedos de Maca se habían introducido en su interior con facilidad, llegando a un lugar muy concreto que hizo que la soldado sólo pudiera estallar de placer Cuando se recuperó, Esther se situó sobre Maca, besándola con fruición, saboreando su propio sabor en la boca de su amante

El muro

125

Con su mano izquierda buscó el centro de Maca y estuvo recorriéndolo con sus dedos unos minutos, los suficientes para llevarla hasta donde quería Cuando la fotógrafa iba a alcanzar un poderoso y placentero clímax, Esther apartó su mano y se situó sobre ella, haciendo que sus pelvis coincidieran. Sólo así, moviendo sus caderas, haciendo que Maca sintiera las ondulaciones de su vientre, besando su boca y su cuello, acariciándole todo el cuerpo, consiguió su objetivo: un orgasmo de la fotógrafa Después de reposar un ratillo en la cama, se ducharon y decidieron salir antes para dar un paseo hasta el restaurante donde cenarían Caminaban tranquilamente, muy juntas, pero sin darse la mano. En las ciudades donde habían estado, no les había importado, pero a Maca, ahora que estaban en Jerez, no le apetecía tener que dar explicaciones de por qué iba de la mano de una mujer. A Esther no le importó, pero cuando Maca se cruzó con un par de conocidas suyas, a quienes no les presentó, y éstas la miraron de arriba abajo, la soldado se mosqueó - No sé por qué me miran así, Maca - No les hagas caso, cariño - ¿Por qué no nos has presentado? - Porque estoy segura de que no querrías conocerlas - Da igual que quiera conocerlas o no, Maca, a mí me encantaría presentarte a mis amigos... (le dijo, un poco dolida) - A mí también (le susurró en tono conciliador) pero éstas no son dignas de conocerte - ¿Y quién lo es? - Pues... Ana, mi prima Lidia... Ellas sí que merecen conocerte Esther se quedó medio conforme con lo que le había dicho, así que Maca le cogió la mano para animarla, dándole un apretón Entraron al restaurante. Cómo no, era un sitio caro, de esos a los que Maca estaba acostumbrada a ir - Me recuerda al restaurante del King David. Tan moderno, tan de diseño... - Está bien, pero lo mejor es la compañía... Un camarero, impecablemente vestido, se acercó a ellas, y les ofreció para beber vino, Wilson, por supuesto Maca reconoció a algunas personas de su entorno, amigos o socios de su padre, y alguna amiga de su madre. Gente que la conocía desde pequeña. Miraban a su acompañante con interés, pues no era una cara para nada conocida en el entorno de la jerezana Hacia la mitad, aproximadamente, de la cena, entró una pareja en el local. A Maca, que poseía una vista inmejorable de la puerta de acceso, le cambió el color de la cara. Al ver cómo su expresión cambiaba, Esther giró la cara para ver aquello que había hecho que su chica se pusiera seria de repente

El muro

126

En la puerta, un hombre con el pelo ligeramente engominado, moreno, de rasgos atractivos, impecablemente vestido, vamos, el típico señorito andaluz, hacía su aparición con una rubia despampanante cogida de su brazo Esther vio algo en él que no le gustó. No supo qué fue, o si fue la mirada de su novia la que le hizo ver algo, pero, cuando ellos se sentaron unas mesas más allá, Esther le preguntó: - ¿Quién es? - Ignacio - ¿El imbécil ese? (Esther lo volvió a mirar con desprecio). ¿Y la rubia? - Creo que es modelo, una que empieza a estar en auge... Creo que lo que tiene de guapa lo tiene de lista - ¿Te parece guapa? - Más lo eres tú (le dijo Maca, acercando su rostro al de ella y juntando sus manos en una imperceptible caricia) Esther sonrió dulcemente y siguieron charlando. Poco después, Ignacio reparó en la presencia de Maca. Se acercó a ella marcando mandíbula y endureciendo la expresión de su rostro - Macarena Wilson (pronunció cuando llegó a su altura) - Hola, Ignacio - Cuánto tiempo, ¿no? - Sí, desde que te vi en tu oficina follándote a tu secretaria Él apoyó sus dos manos sobre la mesa, en un gesto de chulería que no le gustó nada a Esther. Como se acercara un poco más, le haría una llave. Había sido entrenada en Krav Maga, un tipo específico de defensa personal sin armas, y aunque el tipo éste le sacara dos palmos, conocía puntos débiles del cuerpo más allá de los testículos - Macarena, no mientes al diablo (le dijo, contrayendo su rostro en una mueca de asco) - No sé ni para qué te acercas a mí (le espetó la fotógrafa, mirándolo con desprecio) - ¿Quién es ésta? (le preguntó sin dejar su mueca de asco, señalando con el mentón a la israelí. Esther le aguantó la mirada, retándolo) - Se llama Esther, es... (titubeó) una buena amiga... Esther sintió que la traicionaba, pero se decidió a no alterar la dureza de su rostro - Tú no eres de por aquí, ¿verdad? - No - Ya, no te había visto antes con Macarena Se produjo un incómodo silencio. Maca, harta de Ignacio, le hizo un gesto al camarero y pidió la cuenta Poco después se alejaban del restaurante en silencio, sumidas en sus pensamientos - ¿Quieres ir a tomar algo a algún pub? - No, no se me apetece

El muro

127

- ¿Y dar una vuelta? Jerez es muy bonita de noche - No, tampoco - Venga, pues vamos a casa Maca se había dado cuenta del cabreo de Esther y lo achacó al encuentro con Ignacio. Aún así, no dijo nada, y continuaron su camino calladas Al llegar a casa, Esther había inventado mil excusas diferentes para no meterse con ella en la cama, de verdad que aquella noche no se le apetecía hacerlo. Cuando se sentó en el sofá con la mirada perdida, Maca se quedó de pie frente a ella, observándola - Esther, ¿te pasa algo? - Sólo una cosa: ¿por qué no quieres presentarme a nadie como tu novia? - Ya te lo he dicho antes, cariño: porque no merecen conocerte - ¿Ni siquiera Ignacio? - Ni siquiera él - Ya... y mañana, ¿cómo me vas a presentar? Maca guardó silencio. No lo había pensado. Sin decírselo, su madre intuía que estaban juntas, pero su padre ni siquiera lo sospechaba. ¿Cómo se lo tomaría él? Con lo tradicional que había sido siempre... Bajó la vista apesadumbrada, y Esther admitió ese gesto como su triste victoria - Si no te importa, hoy dormiré en el sofá Maca se mordió los labios. Esther se encaminó hacia la habitación, pasando por su lado evitando tocarla. La fotógrafa la vio perderse por el pasillo hasta su habitación. Cuando Esther regresó con un pijama, Maca comprendió que su intención de quedarse en el salón era firme - Esther (dijo, en un último intento) vente a la habitación, el sofá es muy incómodo... - No (respondió firmemente la soldado) me quedo aquí. Tengo mucho en qué pensar... - Cariño... yo... - Por favor (la interrumpió) mañana hablamos, en serio Maca se fue a su habitación. Los ojos le escocían por las lágrimas aún no derramadas, y notaba cómo la garganta le ardía. Aún así, todavía tuvo fuerzas para volver al salón con una manta y dejarla sobre el brazo del sofá Esther la miró dolida, pero no era tan orgullosa como para no reconocer que Maca había pensado en ella al llevarle la manta, y no lo tomó como un acto de expiación. Murmuró levemente las gracias y le dio la espalda, dispuesta a quitarse la camiseta y ponerse la del pijama Maca deseó quedarse a contemplarla, pero no le pareció justo, y dirigió sus pasos hacia su cuarto Desde que comenzó su relación con Esther, pensó que nunca más volvería a dormir sola, sin embargo, aquella noche, tuvo la certeza de que podría pasar

El muro

128

Ninguna de las dos pasó una noche tranquila. Maca no cerró la puerta, dándole a entender a su chica que podría pasar a la habitación cuando quisiera A Esther le despertó la claridad de las siete de la mañana. Había conseguido dormir un poco, aunque no lo suficiente para evitar que se formasen ojeras alrededor de sus ojos. Decidió preparar su desayuno y el de Maca. No estaba enfadada con ella, sabía que le resultaba imposible, sólo estaba dolida, jodida por la actitud comprensible de la jerezana. Sabía que debía darle tiempo, y estaba dispuesta a concedérselo, pero seguía teniendo miedo. Sus relaciones con mujeres habían sido difíciles, y no quería volver a pasar por lo mismo Maca se levantó poco después. Había estado llorando, se notaba porque no se había quitado el maquillaje de los ojos para dormir y el rimel se había deslizado con sus lágrimas Entró al aseo mientras escuchaba a Esther preparar zumo de naranja. Se lavó la cara y entró a la cocina dispuesta a comerse el mundo - Hola (saludó) Esther, de espaldas a ella, se giró y, aunque no sonrió, le dirigió a Maca una mirada cargada de esperanza - Hola, ¿quieres tostadas? - Sí, por favor Esther sacó dos rebanadas de pan de molde de la tostadora que ya estaban calientes y se las puso en un plato a la fotógrafa. Sobre la mesa había mantequilla, mermeladas diversas y unas cuantas piezas de fruta. En un pequeño jarroncito con agua, una gardenia adornaba la mesa Maca se quedó mirando la flor embriagada de ternura, y Esther la descubrió con los ojos cerrados, aspirando el suave aroma de la gardenia - La flor es del gardenio que tienes ahí fuera, lo he regado porque he visto que estaba un poco seco (dijo Esther con timidez, provocando las ganas de Maca de besarla) Sé que te gusta la manteca colorá, pero ayer no había en el súper... - Da igual (la miró Maca con los ojos tristes) Da igual que no haya manteca, da igual la flor, da igual el mundo... Esta noche ha sido la más larga de mi vida, Esther La soldado se tocó el cuello, pues el sofá no se caracterizaba precisamente por su comodidad, se acercó a ella con los zumos en las manos, los dejó sobre la mesa y se sentó a su lado Miró a los azulejos de la cocina, formas geométricas blancas, verdes, azules y rojas, muy andaluzas, y sonrió

El muro

129

- No debí ponerme así (reconoció) Sé que esto es nuevo para ti. Debí tener más paciencia... - Cariño... Yo... tenía que haberte presentado... Tarde o temprano, se enterarán y prefiero que lo sepan por mí antes que por nadie más... - Prometo no enfadarme contigo... Maca la interrumpió, poniendo sus dedos sobre sus labios - Las dos nos hemos equivocado, yo sólo quiero pedir tu perdón, porque ya estás perdonada desde hace tiempo - Tú también lo estás, mi amor... Pusieron fin a aquella discusión cuando juntaron sus bocas en un beso que les supo a mermelada y zumo de naranja Quedaba todavía bastante tiempo para ir hasta la finca de los Wilson, así que Maca y Esther decidieron charlar largo y tendido sobre su relación, y sobre cómo la iban a llevar. Decidieron que, cuando llegaran a casa de los padres de Maca, la soldado sólo sería Esther, sin más, aunque no ocultarían su relación. Su madre les daba el visto bueno, y, aunque su padre no lo hiciera, ellas no iban a esconderse A media mañana, llamó Rosario a su hija para comunicarle que le había insinuado a Pedro su relación con Esther. A Maca no le pareció buena del todo la idea, pero la dio por válida, ya que no quería que su padre se molestara por si se le escapaba algún cariño, mi amor, o cualquier otra de esas nuevas palabras que había aprendido a decir al lado de Esther Durante el trayecto hasta la finca, Maca fue contándole cosas a Esther de su familia, los nombres de sus hermanos y sus cuñadas, de las trastadas de sus sobrinos y de los gustos de sus padres. Antes de salir de Jerez, habían comprado una bandeja de pasteles con la que esperaban sorprender Esther admiraba extasiada la campiña que se dibujaba a ambos lados de la carretera. Hacía ya mucho tiempo que sólo se veían viñedos por todos lados. A la derecha, una señal anunciaba que pronto alcanzarían la propiedad de los Wilson, y Esther comenzó a ponerse nerviosa - ¿Nerviosa? - Un poco... Voy a conocer a tus padres... - Si no quieres, doy media vuelta y nos quedamos en Jerez... - No... Ahora que estamos... vamos, vamos... Rosario y Pedro esperaban en el porche, sentados tranquilamente en unos sillones de anea

El muro

130

A Esther le sorprendió la amabilidad con la que la trataron al llegar. Rosario, muy efusiva, la besó repetidas veces en las mejillas, provocando un ligero rubor en la soldado. Pedro, menos afectuoso, se limitó a darle un abrazo y un beso. Conocía por su mujer la relación las dos chicas mantenían, y, aunque hubiera preferido un hombre para su niña, sólo bastó conversar con Esther unos minutos para darse cuenta de lo mucho que se amaban las dos Como buen suegro, Pedro le estuvo explicando a Esther cómo funcionaban más o menos las bodegas, quien asentía interesada en el proceso químico llevado a cabo dentro de las barricas - Yo estudié química (le dijo Esther, probando el vino que Pedro le había dado a catar) - ¿En serio? Pues fíjate que nos haría falta alguien así en la empresa. Siempre viene bien para comprobar la acidez... - Bueno... yo... (la soldado se sonrojó. Maca dejó un momento de hablar con su madre para echarle un cable a Esther) - Anda, papá... déjala, que me la has puesto colorada Los cuatro sonrieron, disfrutando del buen vino que había servido Pedro. Sin embargo, a Esther le había asaltado una idea con el tema ese de trabajar en las bodegas Carmen había servido la comida con mucho tino, pues le habían comentado que Esther era judía y no comía determinados platos, así que se documentó por Internet y preparó una receta en honor de la invitada - Así que (comenzó Pedro cuando hubieron terminado de comer) sois novias Esther se quedó con la copa a mitad de camino entre la mesa y su boca. Maca la miró pidiéndole permiso para hablar, a lo que la israelí asintió - Papá, yo... no sé qué es lo que te parece todo esto... Pero... nos queremos... Pedro hizo un gesto con la mano para que Maca no siguiera. En realidad, le incomodaba que su hija se hubiera liado con una mujer, ya no sólo por el qué dirán, sino porque, para él, una pareja homosexual contravenía todas las normas de la lógica y de la ética. Sin embargo, algo en él parecía haber cambiado. Si su hija era feliz, o creía ser feliz, allá ella, ya se daría cuenta del tremendo error que había cometido Se adentró en la casa, en dirección a su despacho. Maca lo siguió y Esther se quedó con Rosario en el porche, tomando un café - Los dos son tan cabezotas (comentó Rosario cuando se fueron) Pero se llevan muy bien - Imagino (dijo Esther) que todo esto hubiera sido más fácil si yo hubiera sido un hombre Rosario asintió, pero no pretendió hacerle daño a la soldado

El muro

131

- Lo que yo siento (continuó Rosario) es que a Maca le hubieran hecho tanto daño. Sé que os queréis, es fácil verlo, pero, en una sociedad como ésta, como es la de Jerez, pues va a chocar mucho que una Wilson esté con una chica - Yo no quiero hacerle daño a Maca, pero la quiero con toda mi alma... Mientras tanto, en el despacho de Pedro, Maca y él mantenían otra conversación - Papá, ¿tanto te cuesta entender que soy feliz? - Maca, no se trata de eso... Esther me parece buena chica, pero no creo que sea lo que buscas - No sabes lo que busco - Mira, a ti te conviene un hombre. No una mujer, por muy buena que sea... - ¿Y por qué me conviene un hombre? (le preguntó Maca, enfadada) - Porque no creo que sea bueno para una mujer como tú, de tu posición, liarte con una mujer, como si fueras una cualquiera - Papá, no esperaba esto de ti. Y menos, viendo cómo has tratado a Esther desde que hemos llegado - Una cosa es que no me caiga bien, y ella me cae bien, y otra muy distinta es que no la quiera para ti - No la quieres para mí, ¿es eso? - Claro que no, Maca. Pero veo que eres feliz con ella... Y sólo puedo dejar que hagas lo que quieras, al fin y al cabo, ya eres mayorcita Después de ambas conversaciones, la tarde se enfrió, así que Maca decidió que ya era hora de irse de aquella casa Esther iba seria y cabizbaja en el coche. Maca lo había notado y por su mente pasaban mil conversaciones que habría podido mantener su madre con la soldado - ¿Te ha dicho algo mi madre que te haya molestado? - No, ha sido simpática... No me ha dicho nada - No me lo creo... ¿de verdad que no te ha dicho nada? - De verdad... Esther buscó una emisora en el dial de la radio, no porque le apeteciera escuchar música, sino porque así evitaba tener que hablar con Maca - Supongo (dijo la soldado después de unos minutos en silencio) que si yo fuera un hombre, pues todo sería más fácil - ¿Te ha dicho eso mi madre? - No, pero imagino que es lo que piensan, al fin y al cabo, hasta hace nada tenías un novio y erais la envidia de toda Jerez - Puede que lo fuera, sí, pero si yo te quiero a ti... No hay nada ni nadie más. Te quiero mucho - Sé que me quieres (le dijo Esther, acariciando la mano de Maca que reposaba en la palanca de cambios) y yo también te quiero a ti, pero... - Ya... Jerez, como todas las ciudades pequeñas, es un patio de vecinos... - Tu madre me ha insinuado algo de eso...

El muro

132

Maca chasqueó la lengua en un gesto de desaprobación. Sabía que su madre no lo había hecho con mala intención, pero no sabía cómo se había podido tomar su chica ese comentario - Cariño... Yo... sé que mi madre no lo ha hecho con mala intención... - Lo sé... Y sé que ellos terminarán aceptando lo nuestro Maca sonrió ante la seguridad que Esther había impreso a sus palabras. Subieron a su casa y se ducharon juntas. Esther se sentía un poco triste, pero Maca supo cómo alegrarle aquella tarde Horas después, la fotógrafa llamó a su prima Lidia, con quien siempre se había llevado muy bien, para anunciarle que había vuelto a Jerez con su novia, aquella chica de la que tanto le había hablado por el Messenger. La invitó a cenar, y, aunque pudiera parecer precipitado, aceptó gustosa la invitación para aquella noche Lidia llegó puntual, como solía ser habitual en ella. Lo cierto es que, desde bien pequeña, le habían dicho que ser puntual era una de las exigencias de las chicas de su clase, lo mismo que a Maca Esther le asombró su tremendo parecido físico con la fotógrafa - Nuestras madres son hermanas (le aclaró Maca sonriéndola) Lidia le pareció a Esther una chica agradable. Era un poco frívola, y se notaba que frecuentaba más las altas esferas que su novia, pero, en conjunto, su sonrisa cuando Maca las presentó le pareció sincera a la soldado Hubo un momento en que Esther y Lidia se quedaron solas en el salón mientras Maca estaba en el baño. Durante unos instantes, se quedaron sin saber muy bien qué decir, hasta que Lidia, más habladora y dicharachera que la israelí, rompió el silencio: - Me ha dicho Maca que, a parte de soldado, eres química - Sí (sonrió Esther con fuerza) es fascinante... - A mí no me gustaba la química en el instituto, tanta fórmula... se me hacía muy pesado... Todavía, cuando veo el CSI por la televisión y empiezan a hablar de compuestos, me pierdo... - Ya... (Esther asintió comprensiva) ¿Y tú, a qué te dedicas? Automáticamente, se arrepintió de ello. Pensó que había sido una indiscreción por su parte y trató de disculparse: - Perdona... yo... - Tranquila, mujer, soy decoradora de interiores. Pensarás: “¡Qué horror! ¡Qué pija! Decoradora de interiores (se burlaba de sí misma con guasa) Sí, hija, sí, soy pija, rematadamente pija Esther rió, dejando a un lado su timidez. Cuando Maca llegó al salón y las encontró a las dos riendo abiertamente, no pudo evitar apoyarse en el quicio de la puerta y gozar del privilegio de observarlas sin ser vista

El muro

133

- Fíjate si soy pija (continuaba Lidia) que soy más pija que tu novia, ¡que ya es bastante! - ¡Oye! (protestó Maca, saliendo de su escondite y sentándose en el brazo del sofá donde estaba sentada Esther) Que yo no soy pija... - No (intervino Esther, con su limpia sonrisa) sólo tienes estilo... - O, como decimos las pijas (terció Lidia, contagiada por la risa de la israelí) style... Las tres reían y se lo pasaban bien. Hacia el final de la velada, surgió el tema de los padres de Maca. La fotógrafa no quería darle más vueltas al asunto, pero Lidia se empeñó. Insistió en ayudarlas. Era una mujer que tenía mucha influencia en las capas altas de la sociedad jerezana, al fin y al cabo, la decoración de sus casas estaba en sus manos Cuando Lidia desapareció tras la puerta. Maca abrazó a Esther por la cintura, llenando de besos su cuello, inflamándola con su lengua de la misma pasión que a ella la desbordaba Subió sus manos de su cintura a su vientre, por encima de la ropa, poseyéndola, hasta llegar a sus senos. Los tomó con ambas manos y los acarició y masajeó a placer, provocando que sus pezones se erizaran Esther posó sus manos sobre las de ella, dejándose acariciar, y se recostó sobre su cuerpo, dejando que fuera la fotógrafa quien sintiera todo su peso Maca subió sus besos desde su cuello hasta el lóbulo de su oreja, donde se detuvo hasta hacer que la soldado gimiera y apretase sus manos sobre sus pechos La jerezana, entonces, introdujo las manos bajo la camiseta de Esther. Se la quitó de un tirón y comenzó a acariciar su piel desnuda. Esther se erizó cuando un latigazo recorrió su espina dorsal Esther echó hacia atrás la cabeza, ofreciéndole el cuello a Maca para que lo cubriera de besos. Dejó de acariciar una de sus manos para llevarla a la nuca de Maca, enredando sus dedos en su pelo - Vamos (decía, desbordada por su propia pasión) vamos a la cama, Maca... - Sí (acarició su cara y su boca, y la israelí le mordió un dedo, chupándoselo después) Cayeron sobre la cama, desnudándose, arrebatándose la ropa - Preciosa (le decía la fotógrafa, metiendo sus dedos por el pantalón. Le desabrochó los pantalones con fuerza, tirando de ellos y besando a su vez la piel que iba dejando al descubierto. Lamió su ombligo, introduciendo su lengua en la cicatriz, lo que provocó un pinchazo en el centro de la israelí, que no pudo reprimir un gemido Esther agarró la cabeza de la fotógrafa, guiándola, acariciando sus cabellos, mientras Maca hundía su cara entre sus piernas

El muro

134

Se dedicó a lamer, chupar y dar pequeños mordisquitos en su sexo, llevando a la soldado hasta las puertas del placer, pero cuando estaba a punto de correrse, Maca frenó sus caricias - Maca, ¿qué haces? - Ahora me toca a mí... - Pero... ¡oh! (la sujetaba de las manos e intentaba llevarlas a su sexo) sólo me falta un poco... - ¿Y si intentamos llegar a la vez? A Esther le gustó la idea, y cualquier otro día podría haber aceptado el plan, pero estaba tan excitada que sólo pensaba en ella misma. Sin embargo, decidió que, cuanto antes pudiera darle placer a Maca, antes podría satisfacer sus necesidades, así que se lanzó a la boca de la fotógrafa, y fue bajando sus manos por su vientre, hundiendo sus dedos en su hendidura, percibiendo su humedad - Mmm... (gimió Maca) Esther se manejaba tan bien cuando se trataba de hacer disfrutar a Maca, que a la soldado le costó muy poco hacerla llegar casi al clímax - Buff... (resopló la fotógrafa) yo casi estoy... - Yo también... cariño... Esther se situó sobre Maca, acoplando sus centros a la perfección. Pronto comenzó a balancearse. La fotógrafa paseaba sus manos por la espalda y el costado de la soldado, apretando sus glúteos para infundir más presión sobre sus sexos - Maca... Maca... - Esther... ahhh... mi niña... Y así, poco a poco, mientras se sentían cada vez más, llegaron a la vez, como pocas veces a uno de sus más intensos orgasmos Habían pasado varias semanas, Maca y Esther convivían en armonía. Mientras la fotógrafa se iba a trabajar, la soldado se quedaba de ama de casa. No le disgustaba, pero se sentía una ocupa en casa de la jerezana - Si, al menos (se decía tristemente en la soledad de la casa) pudiera sentirme útil... Maca llegaba a casa y se saludaban con un beso suave y dulce. Cenaban fuera de vez en cuando, a veces quedaban con Lidia, y pasaron un fin de semana en Madrid con Ana A Esther le gustaba pasar el rato con ellas, pero se sentía un poco vacía. Echaba de menos la acción y la actividad del ejército, a sus amigos, a su familia. La actividad la paliaba saliendo a correr todas las mañanas, pero las llamadas a Israel eran caras, y su mejor amigo no estaba

El muro

135

La fotógrafa la encontró un día sumida en la tristeza. Había hecho la comida para las dos, y la casa estaba impoluta. Esther, con la cara entre sus manos, mantenía fruncido el ceño que se le había instalado por la mañana - Esther, cariño... ¿qué te pasa? - Nada Maca se acercó a ella, besándola en la boca. Se agachó frente a ella y acarició sus rodillas dulcemente. Esther rozó cariñosamente sus mejillas - ¿De verdad que no te pasa nada? La israelí negó con la cabeza - Maca, quiero trabajar. Ganarme la vida seriamente... No sé - Vale - Es que... me siento... como una... una inútil... - No eres ninguna inútil - Ya, pero aquí, en casa... me ahogo... Estoy acostumbrada a la acción, al trabajo, y me siento como si me estuviera aprovechando de ti - No te estás aprovechando de mí... - Pero no quiero que lo parezca. Quiero... no sé, pagar la casa a medias, por ejemplo... - Está bien, buscaremos un trabajo Maca, con una sonrisa, le acarició la cabeza. Esa misma tarde, compraron un periódico con ofertas de empleo de toda la comarca. Estuvieron mirando todo tipo de trabajos que ella pudiera desempeñar: guardia de seguridad, técnico de laboratorio en una empresa química y analista en unas bodegas Al final, Esther, aconsejada por Maca, se decantó por las bodegas Sin embargo, se les había hecho tan tarde, que cuando se fueron a dar cuenta, ya no eran horas de llamar al horario de oficina que indicaba en el anuncio Pasaron la noche tranquilas. A Maca le habían comunicado que comenzarían a darle los días de vacaciones en los viernes, sábados y domingos que quedaban hasta Navidad, puentes incluidos, así que estuvieron planeando una escapadita en el puente del Pilar a Córdoba. Para esos días todavía quedaban cerca de tres semanas, así que estuvieron buscando hoteles en Internet, sin demorarse mucho, pues ese puente, la ciudad se llenaba de gente A la mañana siguiente, como era viernes, decidieron llamar a las bodegas donde ofertaban aquel empleo. Maca no trabajaba, y estaba tumbada en el sofá con la cabeza apoyada sobre las piernas de Esther La soldado mantenía el teléfono, respirando profundamente antes de marcar los números

El muro

136

Cuando marcó y empezaron a sonar los tonos, Maca se incorporó, dejando un suave besito sobre su nariz Al cuarto tono, una voz femenina, respondía al otro lado de la línea: - Bodegas Julio Romero, departamento de personal, ¿en qué puedo ayudarle? - Hola... Buenos días... Le llamo por el anuncio que publicaron en el periódico donde buscaban técnicos de laboratorio - Muy bien. Dígame su nombre - Esther García - Está bien, señorita García, ¿el lunes podría pasarse por las bodegas para que la entrevistáramos? - Sí, no hay problema - Muy bien, apúntese la dirección... Maca sonreía feliz. Durante ese fin de semana estuvo ayudando a Esther todo lo que pudo con respecto a la elaboración del vino. Para ello, le pidió a su hermano documentos de las bodegas de años pasados. Como eran para la competencia, le mintió un poquito y le dijo que lo iban a utilizar para un artículo en el periódico Esther fue una buena alumna ese fin de semana. Los Wilson estaban a la cabeza de I+D en la industria del vino. Las bodegas Julio Romero siempre les habían ido a la zaga, y ahora, después de cuarenta años haciendo el vino como se había hecho toda la vida, querían innovar como había hecho la familia de Maca Al lunes siguiente, Esther acudía puntual a su cita. Dos horas después salía sonriente de las oficinas que las bodegas tenían en el centro de Jerez Llamó a Maca para comunicarle que el puesto era suyo, y que, gracias a sus orientaciones lo había conseguido, así que, a la hora de comer, salieron a celebrarlo Con lo que no contaban era que, en aquel mismo restaurante, los señores Wilson comían tranquilamente En el mismo instante en el que Maca levantaba la cabeza, su madre hacía lo propio desde la otra mesa - Mi madre (exclamó Maca, con una sonrisa) - ¿Eh? (Esther levantó la vista de la carta y se giró hacia donde apuntaban los ojos de su chica) Cuando Rosario hizo ademán de levantarse, ellas lo hicieron antes y se dirigieron a su mesa - ¡Hola! (Maca los saludó con dos besos) - Maca ( Pedro parecía sorprendido), ¿qué hacéis aquí? - Hemos venido a celebrar el nuevo trabajo de Esther - Ah, ¿sí? - Sí (asintió la israelí) - ¿Y de qué? (volvió a interrogar Pedro)

El muro

137

- De técnico en un laboratorio (sonrió autosuficiente la químico) Pedro Wilson dio por hecho que se trataba de un laboratorio farmacéutico cercano a Cádiz, no en una empresa competidora con la suya - Entonces, ¿te quedas en España? (Rosario sonrió) - Bueno, en principio, sí (respondió Esther con una de sus mejores sonrisas) Pero dentro de cuatro meses tengo que volver a Israel para resolver unos asuntillos. No creo que me lleve más de dos semanas en regresar (dijo, respondiendo con los ojos brillantes la mirada emocionada de Maca) Al final, optaron por comer con los padres de Maca, ya que éstos insistieron en que lo hiciera. Más Rosario que Pedro, pero el hombre puso buena cara Esther sabía que Pedro no la quería para su hija, pero aún así, estaba dispuesta a demostrarle que su amor era sincero y fuerte, y que, dados sus orígenes, era una luchadora nata que no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer Esther estaba tensa. Maca, viéndola, se preguntaba cómo había podido aceptar el sentarse a la mesa con sus padres. Al menos estaban en un lugar público, donde no montarían ninguna escenita, aunque eso no la tranquilizaba mucho. Si por algo se caracterizaba su padre era por tener un carácter fuerte y temperamental, y cuando se enfadaba gritaba mucho, aunque a los cinco minutos se le pasaba. Sin embargo, estaba serio y distante con las dos, y Maca sabía lo que aquello significaba: estaba muy, muy enfadado A la fotógrafa le dolía más esa actitud que si hubiera gritado, pues no sabía qué pasaba por su mente, y, como estaba tan unida a él, su ansiedad por perderlo crecía por momentos Pensando en ello le entraron unas ganas enormes de llorar, impidiéndole tragar la comida - Voy un momento al baño (anunció, limpiándose la boca con la servilleta y luego dejándola sobre la mesa) - ¿Te acompaño? (se ofreció su novia) - No, no hace falta, car... Esther (rectificó. No quería que la viera llorar) Maca se encaminó hacia el baño y Esther se quedó sola ante el peligro. Continuó con la mirada gacha hasta que Rosario le preguntó: - ¿Y en qué laboratorios vas a trabajar exactamente? Esther casi se atragantó con el trozo de carne que llevaba en la boca, pero los segundos que tardó en engullirlo le vinieron bien para serenarse antes de hablar: - En los de las bodegas Julio Romero (respondió con seriedad) Esta vez fueron Pedro y Rosario quienes casi se atragantaron con la respuesta

El muro

138

- ¿Y tú qué sabes de la elaboración de los vinos? (le interpeló Pedro, sumamente contrariado) - Lo suficiente como para poder desempeñar ese trabajo - Claro, y te habrá enseñado Maca, ¿no? (cuando Esther fue a abrir la boca para contestar, Pedro continuó) Pues que sepas, que todo lo que ella sabe de vinos se lo enseñé yo. Me parece mentira que ella haya podido hacernos esto... - No les ha traicionado (dijo la israelí con un hilo de voz y con la mirada puesta en el plato. Pedro y Rosario la miraron asombrados. Ni siquiera Ignacio con su arrogancia había sido capaz de plantarles cara. El apellido Wilson tenía un gran peso) Maca sólo quiere ayudarme. Además, no creo que mi trabajo vaya a perjudicarles mucho Ignorando la respuesta de Esther, Pedro se dirigió a ella: - ¿Qué le has hecho a mi hija para que crea que te quiere? - Nada... (respondió sorprendida por esa inesperada pregunta) Yo la quiero, no he hecho nada, simplemente ser como soy... - No sé qué hemos hecho mal con la niña (Pedro se dirigió a su mujer, ignorando la respuesta de Esther) Maca regresó a los pocos segundos. Cuando vio la seriedad en los tres rostros, supo que algo acababa de ocurrir, así que decidió marcharse cuanto antes del restaurante - Mamá, papá, nosotras nos vamos ya (anunció la fotógrafa con decisión) Cogió a Esther de la mano y se dirigieron hacia el maître. Pagaron, por insistencia de Esther, la comida de los cuatro y se marcharon Esther estaba muy triste. Aunque Maca había tomado su mano en el restaurante, y ello podría suponer una pequeña victoria, no lo era en aquella ocasión - ¿Qué te han dicho mis padres, Esther? - Saben que voy a trabajar para la competencia... - ¡Oh! - Me lo han preguntado y no he tenido más remedio que decírselo - Tranquila... ¿Qué te han dicho? - Nada... - ¿En serio? - Sí... No me han dicho nada... (repuso, forzando una sonrisa) Maca supo que aquella sonrisa era forzada, pues sabía cuándo su chica sonreía de verdad y cuándo no, pero decidió no decir nada al respecto Llegaron a casa en silencio. Maca dejó el bolso y las llaves en el recibidor. Mientras, Esther se quitaba los zapatos y se dirigía hacia la habitación. Se tumbó boca abajo sobre la cama. Cuando Maca llegó a la habitación, se tumbó a su lado y comenzó a cubrir de besos dulces sus hombros y su cuello - Maca... quiero dormir un poco... (le dijo Esther, dándose la vuelta apenas) - Vale (la fotógrafa hizo ademán de levantarse, pero Esther la retuvo por un brazo) - Quédate conmigo y abrázame, anda...

El muro

139

Como respuesta, la jerezana se acercó más a ella y la abrazó por la cintura, reconfortando al instante a Esther, que se arrebujó sobre ella, sintiendo su calor Maca llevó a Esther a los laboratorios de las bodegas en su primer día - Bueno, cariño (le dijo, deteniendo el coche ante la puerta) Mucha suerte y no te pongas nerviosa, ¿eh? - Vale Se dieron un besito en los labios a modo de despedida y Esther salió del coche y entró a su nuevo trabajo. Maca se dirigió al periódico A media mañana Maca recibió un mensaje de Esther que decía lo siguiente: “Hola, cariño, espero que hoy no tengas mucho trabajo. Yo, por ahora, estoy comprobando los niveles de acidez de las barricas. Ya te contaré. Besitos”. La fotógrafa decidió contestarle, pues, en ese momento, disfrutaba de su pausa para el café: “Yo estoy almorzando, aunque hoy sólo he salido a hacer unas fotos al Ayuntamiento y estoy revelándolas. Espero que te vaya muy bien en tu primer día. Un beso” Cuando la jornada de la fotógrafa terminó y se disponía a marcharse a su casa, su padre la llamó al móvil: - Dime, papá (contestó seria) - Maca, tenemos que hablar de lo de ayer - ¿Para qué? ¿Para seguir discutiendo? Si no aceptáis que, estando con ella, soy feliz, pues lo siento mucho por vosotros... - Maca, no quiero hablar esto contigo por teléfono. Ven a casa y lo hablamos tranquilamente La fotógrafa se llevó la mano libre a la cabeza, retirando el pelo que caía sobre sus ojos y resopló: - Está bien, ahora voy Mientras tanto, Esther comía en un bar que había cerca de los laboratorios con Curro, su ayudante, un chico rubio y de ojos claros, que hablaba con un marcado acento andaluz. Se lo habían asignado a ella porque era un chico serio y conocía muy bien su trabajo. Lo cierto es que habían congeniado muy bien. Él le había comentado todos los entresijos de las bodegas, y la había puesto al día en el quién es quién de la empresa. Cuando terminó de informarla, le tocó el turno de las preguntas: - ¿Tú no eres de Jerez, verdad? - No, no lo soy - ¿Y qué te ha traído aquí? - El amor (respondió con un deje de tristeza) - ¿Por qué pones esa cara? ¿No os va bien? (Esther lo miró) Perdona, a veces soy un poco indiscreto - Nos va bien, pero sus padres no terminan de aceptar nuestra relación - Eso les pasaba a mis abuelos maternos, no aceptaban a mi padre, porque era extranjero

El muro

140

- Mi caso es aún más complicado que el que yo sea extranjera... - ¿Por? No pareces extranjera, hablas mejor el castellano que yo - Gracias, pero no es eso. Dejémoslo, ¿quieres? - Vale, perdona... no quería molestarte - Tranquilo, pero es un tema que... bueno, ya te enterarás Dieron por zanjada la cuestión y continuaron su trabajo. A la salida, Maca la esperaba apoyada en el capó del coche. Había hablado largo y tendido con su padre. Le había explicado que lo que sentía por Esther no era una moda, no era fruto de algún fallo en su educación, sino que obedecía a los designios de su corazón. Además, le había recordado a su padre cuánto tuvo que luchar éste ante sus propios padres para defender su amor por Rosario Fernández, una simple secretaria Aquello no lo había convencido del todo, pero le había dado a Maca un motivo más para sonreír Esther salía por la puerta de los laboratorios acompañada por Curro. Cuando las dos se saludaron con un beso en los labios, en chico sonrió y comentó, dirigiéndose a Esther: - Claro que es más complicado lo tuyo... (exclamó asombrado) ¡Si es Macarena Wilson! Esther presentó a Curro y a Maca. Él las invitó a un café, pero lo rehusaron, pues la fotógrafa estaba deseando llegar a casa y contarle a Esther la charla con su padre Nada más atravesar el umbral de la puerta, Esther se descalzó, deshaciéndose también de la trenza que recogía su pelo - ¿Sabes que estás muy sexy cuando te quitas así la trenza? (le susurró Maca a la espalda, mientras acariciaba con suavidad su nuca y sus hombros) - Sí, pero no te vas a librar de contarme qué tal te ha ido con tu padre Maca sonrió y se dejó caer en el sofá, haciéndole un hueco a su lado a su chica, que volvía de la habitación ya cambiada, con unos cómodos pantalones anchos de algodón y una camiseta de tirantes - Básicamente me ha dicho que está tratando de asimilar lo nuestro, que va a hacer un esfuerzo - Entonces, genial, ¿no? - Pues sí, la verdad es que me ha alegrado el día (dijo, recostándose sobre el regazo de Esther) ¿qué tal tu primer día? - Bien, por lo pronto, sencillito. Curro me ha estado explicando el proceso y lo que tenemos que hacer. Básicamente, nos encargamos del control de los procesos químicos - Pues muy bien, ¿no, cariño? - La verdad es que sí, estoy muy contenta - ¿Y qué tal con los compañeros? - Bien, no me puedo quejar, por ahora son todos muy majos - Curro parece muy simpático - Sí, y además, sabe hacer muy bien su trabajo Maca comenzó a jugar con el borde de la camiseta de Esther

El muro

141

-¿Qué te apetece cenar hoy? (preguntó la químico, acariciando su pelo) - Pues... poca cosa... una ensaladita... - ¿Con un poco de pan tostado con queso fresco? - Cómo me conoces... Se quedaron en silencio unos minutos. De pronto, Esther comenzó a hablar: - Maca, yo... ¿te he enfrentado con tu familia? - No, claro que no, cariño... ¿por qué dices eso? - No sé, cuando nos conocimos, tú tenías tu vida hecha y... y... no sé... a veces siento como si te hubiera obligado a... - ¡Eh! (la interrumpió, incorporándose y dejando un dedo sobre sus labios) No me has obligado a nada, mi amor... Si estoy contigo es porque te quiero, porque no puedo hacer otra cosa que quererte... - Ya, pero como yo te dije que me gustabas... - Esther, estoy segura de que te querría aunque no me lo hubieras dicho. ¿Sabes? Cuando estuvimos en la terraza con Rocío, durante aquella procesión, ella vio que yo te hacía algunas fotos mientras estabas desprevenida. Me preguntó si te quería, si me gustabas, y le dije que no muy segura de mis sentimientos. Cuando volví a Jerez y luego me fui a Grecia, empecé a echarte mucho de menos, y ya no supe si estaba tan segura de lo que sentía por ti. Y cuando (se le estranguló la voz al recordar su segundo viaje a Israel) y cuando volvimos a vernos, supe lo que en realidad quería y había estado buscando toda mi vida: a ti El otoño se desgranaba perezosamente por el calendario. Tanto Maca como Esther estaban felices y a gusto en sus trabajos. La noticia de su relación todavía no había trascendido a círculos más amplios que a los de sus amistades más cercanas, como Curro o Lidia. Y Pedro Wilson cada día se mostraba más tolerante con la relación de su hija Esther hablaba constantemente con su familia, contándoles maravillas de la tierra que la había acogido. También charlaba vía correo electrónico con Rocío, quien se alegraba por las dos, pero más por Esther, pues la veía feliz y sin sombra de tristeza por la muerte de su amigo - En febrero tengo que volver a Israel (anunció una noche Esther después de cenar) - Entonces, ¿es seguro ya? - Sí, me voy el doce, y vuelvo el veintiocho - Si quieres, me voy contigo - A mí me gustaría, sin duda, pero son quince días, y no te corresponden vacaciones. No puedes sacrificar tu trabajo por acompañarme - Es que no soporto la idea de tener que pasar dos semanas sin ti... Esther sonrió, dejó el plato que estaba lavando sobre el fregadero, se secó las manos en un trapo y atrapó la cara de su novia para dejar un intenso beso en sus labios - ¿Ves? (le dijo Esther una vez se hubo separado) Es imposible no quererte...

El muro

142

Una noche, cerca ya del mes de noviembre, los Wilson celebraron una fiesta en su casa. A ella estaba invitada la flor y nata de la sociedad jerezana y andaluza. Ni Pedro ni Rosario eran muy dados a celebrar fiestas de ese tipo, pero el lanzamiento de un nuevo y selecto vino espumoso merecía la ocasión En el extenso jardín de la finca se habían dispuesto diversas carpas donde se podían degustar las riquezas culinarias de la zona. El mejor vino, Wilson, por supuesto, acompañado por los mejores jamones y quesos, y unas innovadoras tapas creadas por Mathieu, el chef del mejor restaurante de la ciudad Maca estaba especialmente nerviosa. Sabía de sobra quién iba a acudir a la fiesta, y eso le disgustaba. Desde la ventana de su habitación observaba a la gente que ya iba empezando a llegar Esther la miraba recostada en la amplia cama. Sabía que Maca estaba histérica, y sabía por qué era... Mejor dicho: por quién. Ignacio también asistía a la fiesta. Como heredero del banco de Jerez, su invitación a la fiesta estaba más que justificada. Maca decía sentirse incapaz de mirarle a la cara - Pues no lo mires (le dijo Esther, dando por zanjada la cuestión) - No lo voy a mirar, pero me da rabia, porque él va a venir acompañado de su golfa de turno, y voy a ser el centro de las miradas de todo el mundo. Seguro que más de uno me dirá: “Pobrecita, que tu novio te dejó”... Y encima, no puedo decirles lo feliz que soy... Esther se levantó de la cama, se acercó a ella y la abrazó, reconfortándola al instante. Rosario se asomó por la puerta de la habitación y las encontró así, abrazadas. Se preguntó cuántas veces había visto a su hija así de mimosa con alguno de sus novios, y cuántas veces la había visto así con Esther. Sonrió al ver la diferencia entre su nuera y sus antiguos yernos. Esther era fuerte y dulce. Simpática y seria. Trabajadora como la que más. Y una luchadora nata. Ninguno de sus yernos era como ella. Fernando había sido un rastrero, siempre pegado a Maca, sin decisión ninguna. No era simpático, ni era agradable, y siempre iba a protestar a sus padres cuando Maca hacía algo que a él le disgustaba. Ignacio era serio y aburrido, siempre hablaba de bancos y transacciones. De hecho, él veía su boda con Maca como un negocio más. La trataba con superioridad, y menospreciaba sus ideas. Casi nunca tenía en cuenta su opinión. Sin embargo, Esther cuidaba de ella, acariciaba sus manos, la abrazaba y dejaba besos sobre su frente. Hablaba de mil temas diferentes, siempre con buen criterio y miraba a Maca con profunda devoción - Ejem (carraspeó) Chicas, lamento interrumpiros, pero la fiesta acaba de empezar Las dos se separaron sin prisa, pues sabían que esa iba a ser una de las últimas oportunidades de abrazarse de la noche - Ya vamos, mamá - Muy bien, yo voy bajando, no tardéis Rosario se fue y ellas se concedieron unos minutos para besarse

El muro

143

Tras el último beso, se retocaron el maquillaje y salieron. A pesar de ser casi noviembre, en Jerez se disfrutaba de una buena temperatura, así que se pusieron los chales sobre los hombros y se acercaron a la carpa donde la familia Wilson al completo iba, en pocos instantes, a presentar el lanzamiento del nuevo vino Esther supo mantenerse al margen, junto con sus cuñadas, cuando los fotógrafos comenzaron a tirar fotos de la familia al completo para los diferentes periódicos y revistas Cuando finalizó la presentación, donde todos brindaron con el nuevo espumoso, Maca y sus hermanos se dirigieron hacia donde estaban Esther y sus cuñadas - ¿Sabes que estás guapísima? (piropeó Jerónimo a Esther, pellizcándole un moflete) bueno, aunque no tanto como mi mujercita... (sonrió, abrazando a Nuria, su mujer, quien estaba a punto de dar a luz) - Dicen (sonrió Esther a la feliz pareja) que las mujeres están más guapas si es un chico lo que van a tener... - Pues a lo mejor lo es, porque como no hemos querido saberlo... (respondió Nuria, que había hecho muy buenas migas con la químico) - Otro sobrinito más (se unió Maca a la conversación, tocando la barriga de su cuñada) Tendré que volver a Israel para comprarle otro de esos colgantes que les traje a Manuel y a Silvia - Ay, sí, hija (intervino Clara, la mujer de su hermano Pedro) que no veas lo pesaditos que están, no se los quitan ni para bañarse... - Me alegro que les gustaran (sonrió Maca. Miró a Esther dulcemente y le hizo una señal con la cabeza para que la siguiera) Se acercaron a una carpa donde un grupo de mujeres charlaban animadamente - Fueron compañeras mías de colegio (le aclaró Maca susurrándole al oído) No son muy amigas mías, pero sólo quiero saludarlas - Vale, pero, si quieres, me quedo aquí... - ¿Pero qué dices? Tú te vienes conmigo... En ese momento, Pedro, acompañado por otro hombre se cruzó con ellas. Reclamó la atención de Esther, así que Maca se acercó sola hasta donde se encontraban sus antiguas compañeras de clase Odiaba tener que juntarse con esa clase de gente superficial y arrogante. Tanto tiempo al lado de Esther, que le había hecho entender la vida de manera distinta, marcaba, y mucho. Tras los saludos de rigor, todas comenzaron a interesarse por la vida sentimental de la fotógrafa, pues habían visto a Ignacio, y ardían en deseos de saber cómo se sentía ella - ¿Sinceramente? (preguntó Maca, mirando hacia Esther) Me da lo mismo, ahora soy más feliz que en toda mi vida - ¿Hay alguien? - Sí, y es mil veces mejor persona que cualquiera de los capullos con los que he salido - ¿Por qué no nos lo presentas? (saltó una voz) - Sí (la animó otra) queremos conocerlo...

El muro

144

- Está bien (Maca, sin ni siquiera dudarlo, se acercó a Esther, y, disculpándola ante su padre y su acompañante, la agarró del brazo para acercarla a sus amigas) Ella es Esther Sus amigas, las más avispadas, la miraron asombradas, otras no se terminaron de creer la situación de Maca - Maca, estarás de broma, ¿no? - ¿Tú qué crees? (dijo, mientras abrazaba a Esther de la cintura y dejaba un suave beso en su cuello) Las amigas de Maca se quedaron a cuadros, aunque las más escépticas la miraban con recelo, pues pensaban que la fotógrafa siempre había ido un poco contra corriente para, según ellas, llamar la atención. Pensaban que la tontería de cambiar sus apellidos de orden, no dedicarse a la profesión que había estudiado, economía, para trabajar de fotógrafa freelance antes, y ahora para un periodicucho local; o la de presentar a su “novia”, no obedecía más que a caprichos de niña consentida Al ver que no les daban conversación, Maca y Esther se fueron a otra carpa - ¿Sabes? (le preguntó Esther mientras caminaban juntas, tocándose a veces, pero sin llegar a darse la mano) Cuando me he quedado con tu padre y con el otro hombre, nos ha presentado. ¿Sabes quién era él? - No, ¿quién? - Julio Romero, mi jefe - ¡Vaya! - ¿Y sabes cómo me la ha presentado? - No - Como tu novia - ¿En serio? - Sí, hemos estado hablando de ti (hizo una pausa mientras Maca la miraba enternecida) Todo bueno, ¿eh? Se encontraron en una de las carpas con los padres de Maca y se quedaron con ellos a charlar y picar algo de comer - Esther (Pedro le ofreció un langostino) prueba un langostino, verás qué rico - No, gracias (rechazó Esther con una sonrisa) no como marisco Pedro y Rosario se sorprendieron - Los judíos (aclaró la químico) no comemos marisco, y, además, soy alérgica a los conservantes de los congelados - Entonces (siguió Rosario la conversación) bueno, casi todos los alimentos vienen congelados, ¿tienes problemas con todos? - No, sólo con el marisco. Del resto, si están bien cocinados, sólo me salen algunas manchitas rojas por el cuello y los brazos... - Y, bueno, tengo entendido que no coméis cerdo... - En efecto - ¿Y eso por qué?

El muro

145

- La Torá, que es el antiguo testamento para los cristianos, nos lo prohíbe. Pero bueno, imagino que es porque hace cinco mil años, los judíos éramos un pueblo nómada que se desplazaba por el desierto, y es muy difícil mantener las condiciones higiénicas con todos los animales. Además, los cerdos transmiten la solitaria. ¿Sabe lo que es? - Sí, un parásito - Sí, es por una cuestión de salud - ¡Vaya! - Pero bueno (continuó la químico) también se nos prohíben comer otras cosas, e imagino que no es por salud, sino porque, en aquella época no se conocían... - ¿Y tú... bueno, alguna vez has comido alimentos prohibidos? - Sí. En Israel, no, porque allí vigilan mucho la alimentación, pero aquí, en España, pues lo normal: en el colegio probaba o compartía el bocadillo con mis amigas y, sí llevaba jamón, pues me lo comía. ¡Bien rico que está! Aunque intento cuidar mi alimentación, y Maca también. Yo no quiero que cambie su dieta por mí, pero... ya sabe cómo es (a modo de conclusión, añadió) Es difícil ser judío en un país donde somos minoría - Pues sí Maca y Pedro, mientras tanto, charlaban sobre Esther y la naturalidad que Pedro quería imprimirle a la relación de las dos chicas - Tu madre y yo (le aclaró) tuvimos una conversación la otra noche y, bueno, digamos que me ha abierto los ojos. Además, como vosotras no vais a ocultar lo vuestro, bien que hacéis, hemos pensado que, lo mejor, tanto para vosotras como para evitar comentarios, es que la gente se entere de primera mano, sin intermediarios - Gracias, papá (sonrió Maca, que se acercó a su padre y le besó en la mejilla mientras le daba un efusivo abrazo) La noche avanzaba con rapidez. Maca había estado todo el tiempo de una carpa a otra, saludando a unos y otros, presentándoles de vez en cuado a Esther, aunque, a media noche, todos supieran en la fiesta que la niña de los Wilson estaba liada con una mujer El tema de conversación de la noche también había llegado a oídos de Ignacio, que, no sabía por qué, se encontraba muerto de celos e iba buscando a Maca por el jardín de la finca La encontró en una de las carpas centrales, charlando con uno de los empleados de su padre - Maca (la llamó cuando llegó a su lado) - Un momento (le dijo ella, girándose un instante para mirarlo) Estoy hablando - No (la agarró del brazo con fuerza. Ante ese gesto, Esther se tensó, pues, aunque hablaba con Julio Romero sobre el espumoso de la familia Wilson, no había perdido de vista el acercamiento del ex de su chica) La fotógrafa, tranquilamente, miró la mano que apretaba su brazo con gesto desdeñoso -¿Qué haces, idiota? (le preguntó Maca, aumentando su enfado, aunque sin levantar la voz) Suéltame ahora mismo Él la soltó y la miró apretando los dientes

El muro

146

- Quiero hablar contigo - Pues yo no, fíjate - Maca... - No tenemos nada de qué hablar - Sí que tenemos... Al ver que varias personas se habían vuelto para mirarlos, Maca lo agarró del brazo y se alejaron unos metros de las carpas - ¿Qué coño quieres? - ¿Es verdad que estás liada con una tía? - No, no estoy liada con una tía. Se llama Esther, y es mi novia - Y tienes el valor de ir presentándola a todos... ¡Qué vergüenza! - Vergüenza me das tú - ¿Qué ves en ella? - Muchas más virtudes de las que tendrás tú nunca - No lo entiendo... (respondió contrariado) - Yo menos, no sé a qué viene tanta preguntita. Lo nuestro se acabó hace mucho - Maca, tú sabes tan bien como yo (respondió con arrogancia) que a nuestras familias les conviene que estemos juntos... - ¿Qué quieres? ¿Qué vuelva contigo después de que me pusieras los cuernos con todas las putas de Jerez? ¿Quieres que haga de esposa buena que no sabe en qué coños mete su marido la cabeza? ¿Quieres una mujer trofeo? Él sonrió y Maca lo entendió como un asentimiento - Pues conmigo te equivocas (respondió la fotógrafa) No soy de esa clase de mujeres que se conforman con tan poco (Sonrió Maca, mirándolo de arriba abajo. A Ignacio se le borró su sonrisa de tiburón) - Serás... - Dilo (la jerezana lo amenazó con el dedo) insúltame, y te pongo los huevos de corbata. Y ahora (dijo, dándose la vuelta) si me disculpas, me voy con mi mujer y mi familia “Me voy con mi mujer, me voy con mi mujer”, una y otra vez resonaban esas palabras en su mente. Había sido bien consciente de lo que decía. Le había dicho que se iba con su mujer para dejarlo más chafado aún sin podía, pero esas palabras se estaban volviendo contra ella. Cuando regresó junto a Esther y sus padres, se quedó al lado de la químico, que la miró interrogante - ¿Qué tal? - Bien, quería saber si lo nuestro era de verdad... - ¿Y qué le has contestado? - Que era cierto... ¡y mucho! (de lado, abrazó su cintura con una brazo y la apretó ligeramente contra su cuerpo) Aún así, Esther percibió a Maca bastante seria y pensativa. Temió que Ignacio pudiera haberle dicho algo malo, pero se calló y permaneció atenta a sus gestos durante el resto de la velada

El muro

147

Cuando la fiesta acabó y los invitados se marcharon, todos se quedaron a dormir en la finca Mientras Maca se desmaquillaba en el cuarto de baño, Esther se desvestía en el dormitorio. Charlaban tranquilamente de la fiesta, de las reacciones que había suscitado su relación, cuando la fotógrafa recordó como dos fogonazos las dos palabras que, para ella, habían sido las más trascendentes de su vida: mi mujer Miró hacia el dormitorio, donde la químico estaba terminando de ponerse el pijama y se apoyó en el quicio de la puerta Esther se sintió observada y se volvió para mirarla - ¿Qué pasa? Maca volvió a la realidad y sonrió - Que no sé para qué te pones el pijama, si luego te lo voy a volver a quitar - ¿No estás cansada? - ¿De ti? Nunca - Pues yo estoy molida (bromeó) Las fiestas de tu familia son agotadoras. Pero (se acercó a ella) no lo estoy tanto como para dejarte escapar esta noche (le guiñó el ojo y, acercando sus bocas, dejó un ligero mordisco en el labio inferior de Maca) Entró al baño a desmaquillarse y, mientras tanto, Maca se quedó en el dormitorio. Cuando Esther salió del baño se encontró con que Maca ya se había metido en la cama y tapado hasta las orejas - ¿Y eso que estás tan tapadita? (preguntó la israelí, abriendo su lado de la cama) - Tenía frío (respondió Maca sonriendo inocentemente) - Pero si no hace frío (rió Esther, metiéndose en la cama. Cuando su cuerpo tocó el de Maca, se mordió los labios al comprobar que su chica estaba desnuda bajo las sábanas) ¡Vaya! Por eso tenías frío... - Sí (asintió con cara de niña buena, abrazándola) ¿Me das calorcito, cariño? - Claro que sí, mi amor Se besaron, comprobando el sabor de sus labios durante unos minutos, acariciándose con sus lenguas, mezclando sus salivas, perdiéndose en las sensaciones que sus bocas entreabiertas les ofrecían Maca comenzó a desnudar a Esther, quitándole primero la camiseta y vistiendo su piel con dulces besos, primero, y con otros que no hacían sino aumentar su hambre de ella, después. La fotógrafa atrapó los pechos de la israelí con sus manos y fue devorándolos poco a poco con su boca, saboreando lentamente sus pezones Cuando Esther estaba ya muy excitada, y Maca comenzaba a colar sus manos por su pantalón, la químico consiguió hacer un poco de fuerza y voltearse sobre la fotógrafa. Quería que, por una vez, llegaran las dos a la vez, así que le pidió a Maca que se fueran turnando

El muro

148

Fue Esther entonces quien comenzó a degustar los pechos de su novia, emborronando su vista de placer. Maca, como era incapaz de mantener sus manos quietas, las coló por el pantalón de Esther, arrancándole un hondo gemido cuando sus manos repasaron sus glúteos y acariciaron su vulva Ninguna de las dos podía controlar ya su deseo, así que Esther se quitó el pantalón de l pijama de un tirón y lo lanzó a la otra punta de la alcoba. Maca aprovechó ese momento de distracción para situarse sobre la israelí y sujetar sus manos firmemente, pero sin hacerle daño, y juntar sus caderas, haciendo que sus centros coincidieran. Las dos comenzaron a balancearse a la vez, mientras succionaban toda aquella parte del cuerpo de su compañera que estaba al alcance de sus bocas, ya fueran labios, cara, cuello, pechos... Minutos después, yacían sobre la cama, abrazadas y con una inconfundible sonrisa satisfecha Habían pasado dos meses. En unos cuantos días entrarían en Navidad. Era una fecha que le gustaba especialmente a Maca. Hacía lo mismo que todas las familias, pero una Navidad en la finca Wilson podía llegar a ser inolvidable Maca y Esther habían ido a Cádiz a hacer unas compras. Paseaban tranquilamente por el centro comercial donde compraron un par de regalos para la familia, cuando decidieron sentarse a tomar un café Habían comprado bastantes libros para el padre de Maca, novelas históricas, que le gustaban mucho, unos cuantos ensayos filosóficos, y un libro de enología que hacía tiempo que quería tener Para Rosario, habían comprado un bolso de viaje de Dior, ya que Maca se había dado cuenta que, cuando fueron a Grecia, su bolso era demasiado pequeño. También le habían comprado un libro, el último de su escritor favorito, y, como detalle personal, Esther le había comprado un broche de plata en forma de magnolia. Su suegra se había convertido en un pilar fundamental para afianzar su relación en las altas esferas de Jerez. Las había defendido a capa y espada ante las miradas sorprendidas de sus amigas de toda la vida Para Jero y Nuria, habían comprado una fuente decorativa de interior que pasarían a instalársela un par de días después de Navidad, y unos pijamitas para el niño que habían tenido la última semana de noviembre Para Pedro Jr. y Clara, un juego de bufanda, guantes y gorro conjuntados, pues el fin de año lo pasarían esquiando en los Alpes suizos Esther, en esas fechas estaba un poco nostálgica, porque estaba lejos de casa, y Hanuká, la fiesta de las luces, se acercaba también. Maca, secretamente, le había comprado una menorá, un candelabro de nueve brazos, el elemento esencial de la fiesta. Cada noche, después de la salida de las tres primeras estrellas, se encendía una vela del candelabro, recitando una oración, conmemorando la lámpara de aceite que, milagrosamente,

El muro

149

permaneció encendida en el Templo durante ocho días, cuando sólo había aceite para uno sólo. Ese sería uno de sus regalos, pues tendría más La noche antes de nochebuena, 23 de diciembre, comenzaba Hanuká. Fue cuando Maca decidió entregarle el primer regalo a Esther. Según había leído, durante los ocho días que duraba la fiesta, se entregaba un regalo cada día, así que comenzó por regalarle la menorá La había guardado en una caja envuelta en papel azul con un gran lazo blanco. Antes de que anocheciera la había sacado del armario en silencio para que Esther, que estaba leyendo en el salón, no la escuchase. La había notado un poco triste, estaba echando bastante de menos a su familia y pensó en regalarle algo que la hiciera sentirse, al menos, un poco más cerca de ellos Entró en el salón de puntillas, intentando que Esther no notara su presencia. Se situó detrás del sofá donde estaba sentada la químico y colocó el regalo entre Esther y el libro que leía abstraída Esther dio un salto sobre el sofá - Joder, Maca, qué susto me has dado... (dijo, llevándose una mano al pecho) - Perdona, no era mi intención (sonrió, con cara de no haber roto un plato en su vida) - ¿Y esto? (preguntó Esther, sosteniendo el regalo con sus manos) - Una cosita... Para ti... - Pero si aún no es Navidad... - Ya, pero sé que hoy empieza una fiesta muy especial para vosotros, y quería regalártelo Esther la miró arrobada. Le robó un besito antes de abrir el paquete. Mientras lo abría, su cara cambió de la expectación hasta la de profunda sorpresa y emoción Un precioso candelabro de siete brazos apareció ante sus ojos

- Cariño... (fue lo único que pudo articular, debido a la emoción) - Es que... bueno, había pensado que podrías encender esta noche la primera vela... Esther se incorporó en el sofá, saltó por el respaldo y se abrazó a Maca, estampando un beso sobre sus labios

El muro

150

- Te quiero... te quiero... te quiero... (le decía sin parar de besarla) Te quiero tanto... - Yo también te quiero, mucho, mucho, Esther (respondía a sus besos igualmente) Pusieron el candelabro sobre una mesita y Maca sacó unas velitas que había comprado especialmente para ello Antes de prender la cerilla, Maca la detuvo un momento - Cariño, sé que esta fiesta dura ocho días, pero no tenían candelabros de nueve brazos... Yo... no quería esperar a que lo trajeran, pues hubiera sido muy tarde ya... - ¡Ey! (la sonrió, acariciando su cara con las dos manos) No pasa nada, ¿vale? Ponemos otra velita auxiliar y no pasa nada... Pues anda que no hacíamos maravillas en el ejército para encender las velas... Esther, ahora sí, prendió la cerilla y encendió la primera vela. Acto seguido, se tapó los ojos con las manos y recitó: - Baruj atá Adonai, eloheinu, mélej aolam, aher kideshanu vemitsvotá vetsivanu lehalik nel sheljanucá. Baruj atá Adonai, eloheinu, mélej aolam, shosat nimin la’avoteinu va’yoamin ha’hem bazaman hazeh Maca la observaba atentamente, aprendiendo sus gestos, contemplando su emoción Cuando Esther abrió los ojos de nuevo, miró a Maca y le lanzó una de sus maravillosas sonrisas - Gracias, muchísimas gracias, de verdad... - De nada, cariño, lo hago con todo mi amor, ya lo sabes... Se volvieron a besar con pasión. Esther intentaba agradecer en ese beso todo lo que Maca le estaba dando, y la fotógrafa intentaba no perderse en aquellas sensaciones que la boca de su novia le provocaba cada vez que la besaba Esther se levantó del sofá, provocando un resoplido de disgusto de Maca - Espera, impaciente (le susurró, inclinándose sobre ella y dejando un beso en la punta de su nariz) La químico desapareció por el pasillo que conducía a su habitación. Maca la oyó trastear por los cajones y su cabecita maquinaba qué era lo que podía estar haciendo la israelí - Esther, ¿qué haces? - Ahora voy, no te muevas del sofá... (le dijo, medio cantando) Poco después escuchó sus pasos descalzos avanzar hasta el salón. Maca la miró incorporándose sobre el respaldo del sofá. Esther lucía su más espléndida sonrisa y llevaba las manos a la espalda

El muro

151

- ¿Qué escondes, preciosa? (le preguntó Maca, apoyando la barbilla sobre sus brazos) - Nada (respondió Esther, sacando las manos de detrás de su espalda y mostrándoselas vacías a la fotógrafa, que no pudo evitar una mueca de desilusión, pues pensaba, infantilmente que Esther podía haber ido a por algún regalo para ella) - Entonces, ¿para qué has ido a la habitación? Esther rodeó el sofá, acercándose a Maca - Descúbrelo (la provocó, tentándola con la mirada) Maca se mordió los labios, pues la perspectiva de tener a Esther se le hacía inmejorable, pero cuando la químico se situó a horcajadas sobre sus piernas y la fotógrafa rodeó su cintura con sus brazos, se topó con algo duro entre el pantalón y la camiseta de Esther que no supo identificar La fotógrafa sacó el paquetito envuelto en papel rojo con motivos navideños y sonrió - ¿Es para mí? (le preguntó mientras la ilusión se le escapaba por los ojos) - Claro Maca abrió el paquete con mucho cuidado, intentando no rasgar el papel - ¡Uau! (exclamó al ver la portada del CD). ¿Cómo sabías que lo quería? - Bueno, he visto tu colección, te faltaba este lp, y sé que de este cantante te gustan los discos originales, así que cuando lo vi, no lo dudé y te lo compré - Gracias, mi amor (la abrazó con dulzura y le besó repetidas veces la mejilla) Te quiero, te quiero mucho - Yo también a ti. No sabes cuánto (se besaron unos instantes. Esther paró y le preguntó) ¿Qué te parece si ponemos el disco? - Me encanta, vamos Y así, a la luz de la vela que Esther había encendido, bailaron abrazadas al son de la relajante música que salía por los altavoces del estéreo Al día siguiente las dos trabajaron sólo por la mañana. Ya por la tarde, después de echarse una... siestecita, se dirigieron a la finca de los Wilson. Estuvieron montando a caballo hasta el anochecer con Pedro y Silvia. Cuando regresaron de las cuadras, ya habían llegado Jero y Nuria con su pequeño Maca cogió a su sobrino en brazos y comenzó a darle tiernos besitos en la cara y el pelo. A Esther le gustó mucho esa dulce imagen. Conocía de sobra la pasión que tenía la fotógrafa con sus sobrinos, y, que, de todos, el pequeño Javi era su favorito. Sacó la cámara de Maca y les hizo una foto sin que se dieran cuenta Carmen les había preparado una cena especial. A parte del marisco que solían comer, la cocinera preparó platos típicos judíos en honor de Esther, que se lo reconoció con un abrazo y un sentido beso

El muro

152

Después de cenar, llegó la hora de repartir los regalos. Todos se mostraron muy contentos con los suyos. A Maca, le regalaron una cámara nueva, con trípode y todo. A Esther, libros, CD’s y gran cantidad de ropa A instancias de Maca, se habían llevado el candelabro y habían encendido la segunda vela antes de ducharse. En ese momento, Esther quiso darle su regalo, pero pensó que, quizá sería lo mejor dárselo después, cuando estuvieran todos juntos Reposaban en un sofá las dos en actitud muy cariñosa, que ya no incomodaba a nadie, cuando Esther se acordó de su regalo. Se levantó de un salto y subió corriendo las escaleras que daban a su habitación - Esta juventud (murmuró Pedro al verla con tantas prisas) ¡Qué chiquilla! Cuando la químico regresó con un sobre en las manos, todos se quedaron desconcertados - Para ti (se lo extendió a la fotógrafa, que no tenía ni idea de lo que podía ser) Maca abrió el sobre expectante, sonrió cuando comenzó a leer - ¡Esther! ¡Esto es demasiado! (casi gritó, abrazándola) ¡Un crucero por el Mediterráneo! Varias exclamaciones de sorpresa salieron de las bocas de los presentes. No se esperaban tal sorpresa por parte de la químico - Gracias, cariño (le susurraba Maca de forma emocionada) No me lo esperaba - Trabajas muchas horas al día, y como estás de vacaciones hasta el siete de enero, nos vamos el treinta y pasamos el fin de año en Mónaco, ¿qué te parece? - Genial, mi amor, ¿qué me va a parecer? Se besaron emocionadas, ignorando al resto de la familia hasta que una voz las sacó de su tierno embeleso - Chicas... (Jero les llamaba la atención) estamos aquí todavía, ¿eh? - Perdonad (se separaron sin quererlo mucho) - Esther, bueno, y cuéntanos cómo va a ir ese crucero - Bueno (comenzó a relatar con ojillos emocionados a los demás) salimos de Barcelona, y la primera parada es en Mónaco y Montecarlo, viajamos por la noche hasta Livorno y veremos Florencia y Pisa, al día siguiente, Roma. Ya el quinto día, vamos a Nápoles, el sexto a Túnez, y el séptimo volvemos para estar el último día en Barcelona - ¡Ay! (suspiró Rosario) mira qué bonito - El barco (prosiguió Esther) es de superlujo, tiene piscina, gimnasio, diez cubiertas, guardería, casino, biblioteca, tiendas, bueno, de todo... Y estamos en una suite toda exterior... - O sea, que el treinta os vais... (aseveró Pedro) - Sí (respondió la químico) - ¡Vaya! Yo que pensaba tomarme las uvas con mi hija y mi nuera...

El muro

153

- ¡Ay, papá! Deja que estemos unos días solas, que vamos a estar mañana y pasado también aquí... Además, para una vez que los del periódico me dan los días libres que me deben, y me coinciden las vacaciones con Esther... (respondió volviéndola a abrazar) Poco después se iban todos a dormir. Maca y Esther continuaron con la nochebuena. Antes de meterse en la cama, la fotógrafa había bajado a hurtadillas a la cocina y había cogido una botella de champagne y un par de copas. Cuando ambas estaban tumbadas en la cama, abrió la botella con el mayor cuidado posible y vertió un poco del dorado líquido en las copas - Por nosotras (propuso el brindis Esther) - Por ese pedazo de crucero que mi chica me ha regalado Hicieron chocar sus copas y bebieron mirándose a los ojos. Poco a poco, Esther fue separando el cristal de sus labios, y cuando Maca hubo hecho lo propio, la químico le quitó la copa de las manos y la dejó sobre la mesita de noche Con dulzura, cogió la cara de Maca entre sus manos y comenzó a besarla suavemente, mientras se tumbaba sobre ella Comenzó a besar sus labios con delicadeza, lamiéndolos despacio, saboreándolos, regocijándose en su sabor Desnudó su cuerpo lentamente, quitándole la camiseta, levantándola con cuidado, descubriendo su pecho. Besó sus senos por encima del sujetador, mojando la tela con su saliva Notó su pezón erecto entre sus labios, y la vista de su piel de gallina nublaba sus sentidos. Maca gimió al sentir el contacto de su lengua en su pecho - ¡Uhm! Se mordió los labios cuando las manos de Esther se colaron bajo su sujetador, acariciando sus pezones, provocando que se endurecieran. Maca acarició el pelo de la químico guiando sus besos por su pecho, dirigiéndolos. Poco a poco fue bajando sus manos por su espalda hasta llegar al borde de su camiseta. Esther soltó una risita al sentir las caricias de Maca sobre su piel Despacio, la fotógrafa fue levantándole la camiseta a la químico, que se dejaba hacer. Siguió besando sus labios mientras sus manos reptaban por su piel, recorriendo centímetro a centímetro su espalda Tumbadas sobre la cama, no paraban de dar vueltas, luchando por tomar el control, aunque ninguna de las dos lo conseguía Esther había conseguido deshacerse del sujetador de Maca, y besaba sus pechos sin parar, arrancándole gemidos. Maca, mientras tanto, luchaba con el pantalón de la judía, desabrochando el botón y colando sus manos por debajo de éste y de la ropa interior, apretando sus glúteos

El muro

154

Maca comenzó a mordisquear su cuello. Esther se derretía. La fotógrafa le había conseguido bajar el pantalón y las braguitas, y ya acariciaba su sexo ávidamente. Esther soltó un profundo gemido al sentir aquella mano intrusa en su vulva, pero no le importó cuando Maca profundizó sus caricias y coló un dedo explorador en su interior A pesar de sentirse muy excitada, aún fue capaz de deshacerse del pantalón de Maca y corresponder sus caricias como era debido Otra vez volvían a rodar sobre la cama, luchando, abrasándose por el calor que emanaban sus propios cuerpos Maca situó una de sus piernas entre las de Esther, haciendo coincidir sus sexos, rozándola, excitándola, sintiendo su cuerpo vibrar. Y se perdieron en esas vibraciones hasta que alcanzaron un grandioso orgasmo Fueron pasando los días fugazmente, pues entre el trabajo y los preparativos del viaje, apenas tenían tiempo para pensar en otra cosa La mañana del treinta se presentó movidita. Había habido movida en el pleno del Ayuntamiento de Jerez, y a Maca le pilló de lleno, haciendo fotos. Llegó bastante tarde a la redacción, casi a la hora del cierre, lo que le costó un buen puro del director. Esther no hacía más que llamarla, pues viendo las horas que eran, pensó que no llegarían a coger el avión a tiempo, y eso no hacía más que poner de los nervios a la fotógrafa, que terminó por apagar el móvil A las cinco de la tarde, Maca llegaba a casa con un cabreo monumental - ¿Dónde estabas? - Trabajando, ¿dónde quieres que esté? - Pensaba que te había pasado algo (repuso temerosa) - Pues no, ¿ves? Estoy de una pieza (respondió secamente, agarrando su maleta) Venga, que llegamos tarde Fueron bastante calladas en el taxi que las llevó al aeropuerto. Maca tamborileaba sus dedos sobre uno de sus muslos y mantenía la mandíbula apretada. Ni siquiera sabía por qué le había contestado así a Esther. Juntas habían acordado dejar los problemas del trabajo en el trabajo, no tenían por qué aparecer en casa cuando ninguna de las dos tenía nada que ver. Sin embargo, el cabreo de aquél día se había acentuado con los nervios del viaje Cuando llegaron al aeropuerto, facturaron sus maletas deprisa y corriendo y pusieron rumbo hacia su puerta de embarque Justo cuando anunciaban la última llamada para su vuelo, ellas entraban al avión Esther miraba por la ventanilla del avión sin fijar la vista. Sólo pensaba. Le había dolido que la fotógrafa le hablara de aquella manera. Sólo estaba preocupada por ella, por si le había pasado algo, y la jerezana le había contestado tan secamente... “Si habíamos quedado en que dejaríamos los problemas del trabajo fuera, ¿por qué me ha hablado de

El muro

155

esa manera?”, pensaba la químico. Por el rabillo del ojo veía cómo la fotógrafa se revolvía en su asiento, inquieta, y se mordía la uña del pulgar. Estuvo tentada en un par de ocasiones de preguntarle si se encontraba bien, pero no lo hizo por miedo a su posible respuesta Cuando el aparato despegó, decidió intentar dormir. Lo que menos le apetecía en ese momento era pensar, no iba nada bien para su incipiente dolor de cabeza Maca la miraba tiernamente. Hacía ya un rato que Esther había cerrado los ojos, intentando descansar, pero su ceño fruncido hacía ver a la fotógrafa que algo perturbaba el sueño de su novia Pensó que había sido muy borde al tratarla. Conocía de sobra la susceptibilidad de la químico, y reconocía que se había pasado con el tono de sus palabras. “Lo que me faltaba”, pensaba, “empezar el viaje cabreada con Esther” Se volvió hacia ella y continuó viéndola dormir. Acarició casi imperceptiblemente su frente, el puente de su nariz, recorrió sus cejas con la yema de los dedos, sus ojos. Se regodeó en el contorno de su mejilla y ese tacto aterciopelado que tanto le gustaba. Al final, posó un dedo sobre sus labios, y éstos respondieron frunciéndose inconscientemente, besando la yema Maca sonrió enternecida. Tomó con cuidado una de las manos de Esther, que reposaban en su regazo, y entrelazó sus dedos con los suyos. Antes de volver a dejar la mano donde estaba, la llevó a sus trémulos labios y depositó en el dorso un tierno beso Hora y media después, aterrizaban en Barcelona. Durante el aterrizaje cruzaron unas breves palabras. A Maca no le pereció lo adecuado hablar en el avión del enfado de aquella tarde, así que esperó hasta que llegaron a la cinta que les tenía que devolver sus maletas Las dos, con los brazos cruzados sobre el pecho, miraban las maletas pasar por la cinta. Tras la cortina, Esther vio aparecer su maleta. Se acercó y tiró de ella. Al ver que apenas podía, Maca se acercó a ayudarla Entre las dos consiguieron depositar la maleta en el suelo - Gracias (sonrió tímidamente Esther) - De nada (respondió Maca, sonriéndola igualmente) Perdona por lo de esta tarde (le dijo, mirando al suelo, mordiéndose los labios) Esther continuó en silencio, mirando la cinta transportadora - Estaba nerviosa por el follón del trabajo, pensaba que no llegábamos al aeropuerto, y, ya sabes cómo soy, odio llegar tarde a los sitios, me puse muy nerviosa y lo pagué con quien menos lo merece... (la miró) Cariño... Esther se giró hacia ella. La verdad es que no estaba realmente enfadada con ella, pero sí que le molestaba que Maca le hubiera hablado de aquella manera, pero la conocía de

El muro

156

sobra, y sabía que sus palabras ahora eran sinceras. No podía resistirse a aquellos ojos de cordero degollado. La abrazó metiendo sus manos por debajo del abrigo abierto y acariciando su espalda suavemente Se mantuvieron abrazadas unos instantes, hasta que Maca vio aparecer, por fin, su maleta en la cinta transportadora - ¡Mi maleta! (exclamó) Por fin, pensaba que me la habían perdido... - Pues ahora que tenemos las maletas ( sonrió Esther, agarrando su mano) vámonos corriendo a por un taxi, que no llegamos a coger el barco - ¿A qué hora embarcamos? - A las 8, pero entre que llegamos o no... - Pues vamos Caminaron de la mano hasta la parada de taxis. Maca volvía a respirar tranquila. Nunca se perdonaría estropear su relación por una tontería como aquella Dentro del taxi, iban de la mano, aunque cada una con la mirada perdida en la ventanilla Poco a poco divisaban, a través de los edificios, las grúas del puerto de Barcelona. Como, al final, iban bien de tiempo, decidieron sentarse en una cafetería a tomarse un café y charlar un poco más sobre lo ocurrido aquella tarde - Me he pasado, cariño (le decía Maca a Esther, removiendo con la cucharilla su capuchino) - No pasa nada, pero ya hablamos de esto. Cuando vengamos mal del trabajo, no podemos pagarlo con la otra - Lo sé, mi amor, te juro que no volverá a pasar - Eso espero, no quiero discutir contigo nunca... Embarcaron a las ocho de la tarde tranquilamente. Su camarote, todo exterior, se parecía aquella suite de hotel en donde habían dormido juntas por primera vez, abrazadas, mientras Esther lloraba por su imposible amor por la fotógrafa - ¡Vaya! (exclamó Maca) ¡Qué poderío, cariño! - ¿Te gusta el camarote? - ¿Camarote? ¡Esto es un lujazo! (respondió abrazándola con fuerza) Gracias, mi amor... - De nada... Se besaron dulcemente hasta caer sobre la cama. Siguieron repartiéndose caricias hasta que Maca se separó muy poquito de ella y rozó suavemente la punta de su nariz con la de Esther - No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí... (comenzó a decir la fotógrafa) - No me tienes que dar las gracias, Maca. Lo he hecho porque he querido... - No me estaba refiriendo al viaje (se recostó de medio lado, mirando a la químico) sino a todo lo intangible que me has dado, desde que te conocí - ¿Todo lo intangible? - Sí... ¿Sabes? Yo antes no conocía las palabras: cariño, mi amor, mi vida... Ni sabía lo que era el romanticismo, ni había deseado morirme por un empacho de dulzura y

El muro

157

besitos, y ahora, contigo, conozco todas esas cosas, la boca se me llena cuando te nombro... Me has enseñado muchas cosas que yo antes desconocía, y no me refiero a las cosas de la cama, que también están muy bien, sino a valores y creencias tan válidos como cualquiera... - Tonta (le susurró Esther, besándola para intentar ocultar sus lágrimas de emoción) todo eso ya lo sabías, lo que pasa es que no lo habías explotado - Pues me alegro de que hayas sido tú quien me haya hecho hacerlo Sobre las nueve decidieron ir a cenar a uno de los varios comedores del barco. Estaba lleno de recién casados, pero también había bastantes parejas de gente más o menos mayor, jubilados y algunas familias con niños y todo. No se sentían fuera de lugar, pues ellas también estaban enamoradas y aquel viaje, por así decirlo, podría ser, perfectamente, su luna de miel Maca volvió a reflexionar sobre el matrimonio. Desde aquella fiesta en Jerez no lo había pensado, pero cada vez lo tenía más claro. Hacía poco que se conocían y que vivían juntas, tenían sus peleas, como todo el mundo, pero eran incapaces de permanecer enfadadas mucho tiempo, la quería, la adoraba, y sabía que sus días los terminaría junto a ella Miraba el mar, desde la terraza de su camarote, perdida en sus pensamientos cuando Esther se acercó a ella con dos copas - Unos de ahí abajo se ha puesto con que hay barra libre que no veas... (reía Esther mientras le tendía su copa a la fotógrafa) estaban gritando: ¡Venga, que estamos de viaje de novios, bebida para todos! Maca sonrió desde la lejanía de sus pensamientos. Tomó la copa que le ofrecía Esther y bebió un sorbo. El licor calentó su garganta, haciéndole bien, pues hacía un poco de frío - Se lo están pasando bien, ¿eh? (sonreía Esther, señalando con la barbilla la cubierta que se extendía bajo ellas. Una pareja de recién casados bailaba un bolero de Los Panchos) - ¿Bailas? (se giró Maca hacia ella. El brillo de sus ojos a la luz de la Luna hizo que la químico no pudiera resistirse a abrazarla y moverse al compás de la música que les llegaba) La mañana las recibió alegre y soleada. Se despertaron más temprano que de costumbre, pues la noche anterior se les olvidó cerrar las cortinas y el sol se colaba como un polizón por la ventana Cuando Maca se despertó, perezosa, se acercó a Esther y le dio un beso en la frente. La químico ya estaba despierta, pero permanecía con los ojos cerrados, pues le encantaban los gestos de cariño que le dedicaba Maca cuando se despertaba, y le gustaba disfrutar de ellos cuando la fotógrafa la creía dormida Maca se levantó y se metió al baño, y en la ducha la encontró Esther cuando, minutos después, entró ella también

El muro

158

- ¡Vaya! (exclamó, pegándose a su espalda) Pensaba que, al menos, tendríamos bañera... - No me digas que no te diste cuenta ayer cuando inspeccionamos la habitación... - Pues no, estaba tan emocionada por el viaje que ni me fijé (se estrechó un poco más contra ella y Maca dirigió la alcachofa de la ducha hacia ella, mojándola) - ¿Está así bien el agua? - Sí Se enjabonaron mutuamente unos minutos, lo que era una excusa perfecta para meterse mano descaradamente, pero pronto Esther se quejó, porque cuando le tocó aplicarle el champú a Maca, al ser la fotógrafa más alta, no llegaba bien - Agáchate un poco, Maca, que no llego... - Sí, la verdad es que en la bañera de casa, sentaditas, se está más cómoda - Pues sí - Aunque (respondió Maca, agachándose) desde aquí tengo una excelente vista (pues sus labios habían quedado a la altura de sus pechos) - ¡Maca! (protestó Esther riendo cuando la boca de la fotógrafa atacó a uno de sus pezones) Que no me dejas enjabonarte y quiero bajar a desayunar, que tengo hambre - Yo ya estoy desayunando (respondió, dejando, por un momento, sus pechos libres, pero continuando en seguida) Esther se recostó un poco sobre la pared y disfrutó unos minutos del placer que le proporcionaba su chica, pero cuando se dio cuenta, el jabón que le había aplicado en la cabeza se le iba deslizando poco a poco, a los ojos, así que puso una de sus manos sobre la frente de la fotógrafa y la obligó a que la mirara: - Venga, Maca, vamos a enjuagarnos que nos va a entrar jabón a los ojos... - Vale, además, es un poquito incómodo, empezaba a dolerme la espalda Poco después salían de la habitación camino de uno de los comedores A las diez de la mañana desembarcaban en Montecarlo. La vista desde el barco debía ser espectacular, pero ellas estaban dormidas cuando habían llegado al puerto Les habían ofrecido una visita guiada, pero decidieron ver la ciudad por su cuenta. De la mano de Esther y con la cámara colgada del cuello, Maca se sentía la mujer más feliz del mundo - ¿Sabes a qué me recuerda esto? - No, ¿a qué? - A Puerto Banús, en Marbella, pero a gran escala - En Tel Aviv hay una zona parecida, pero vamos, que el coche más barato aquí vale lo que él más caro allí, jeje Pasaron por la puerta del Gran Casino

El muro

159

Gran Casino Maca le tiró bastantes fotos, pero ninguna la convencía hasta que, de casualidad, convenció a Esther para que posara - Ésta foto está perfecta (sonrió satisfecha Maca) - ¡Pero si sólo salgo yo! (le dijo Esther cuando se acercó hasta ella y vio la instantánea) - Por eso Estuvieron paseando por la ciudad. Vieron el palacio de los Grimaldi desde fuera, numerosas tiendas en las que la mayoría de los artículos estaban valorados en precios prohibitivos, siguieron durante unos metros el recorrido que trazaban los fórmula 1 cuando había carreras y volvieron de nuevo al puerto a la hora de comer - ¿Qué te parece si comemos en el barco y luego seguimos dando una vuelta? (propuso Maca) - No, me apetece invitarte a comer a uno de esos carísimos restaurantes (le dijo, señalando con el dedo una de las terrazas que se alzaban varios metros sobre el nivel del mar) - Ni de coña, Esther, es muy caro - Venga, es quizá, la única vez que estoy en Montecarlo, deja que haga una locura - Pagamos a medias (le advirtió con un dedo la fotógrafa) pero antes vamos a cambiarnos de ropa, que, como nos vean en vaqueros y deportivas no nos dejan pasar ni por la puerta Una vez ataviadas con las ropas más elegantes que tenían, se dirigieron hacia uno de los restaurantes. Eligieron uno donde, desde la terraza, se divisaba el puerto. Un camarero muy serio las acompañó a su mesa, situada justo donde mejor vista se tenía Cuando les trajeron las cartas y las abrieron, Esther soltó un bufido de sorpresa - Joder, Maca (dijo, bajando la voz) esta noche tendré que jugarme el poco dinero que me quedará en el casino del barco, a ver si lo recupero, porque... vaya tela... qué precios... - Ya te lo dije, si quieres, todavía estamos a tiempo de irnos y comer algo en el buffet - No, el mes que viene (dijo bromeando) a pan y agua, y ya verás como nos recuperamos...

El muro

160

- Espero (continuó Maca con la broma) que no en todo vayamos a estar a pan y agua... - Eso nunca... Continuaron de broma hasta que llegó el camarero. Esther pidió para ella un plato revuelto de salmón con verduras gratinadas al horno, y Maca eligió cocina más innovadora, aunque no sabría cómo definir su plato Las dos continuaron charlando sobre comida mientras esperaban sus platos - Mi madre (comenzó Esther) hace un revuelto de espinacas, carne de ternera y huevo frito que te chupas los dedos - Mi madre no sabe cocinar (rió Maca) Todo lo que sé, me lo enseñó Carmen. Si no fuera por ella... - Apuesto lo que sea a que de las comidas que más te acuerdas es de las meriendas - ¡Jajaja! (rió Maca) ¿Cómo lo sabes? - Porque, un día, hablando con Jero, me dijo que os preparaba, a escondidas, claro, unos bocadillos de ¡chocolate! ¡Qué fuerte! - Mmm... (Maca fingió relamerse los labios) ¡Qué buenos! Mi madre odiaba que nos preparase esas guarrerías, pero, ¡no veas cómo quemábamos calorías por aquél entonces! Después del cole, siempre íbamos a montar a caballo, o me ponía a jugar con mis hermanos, y, claro, como eran unos brutos... - ¿Jugabas con ellos? - Claro, ¿qué te crees? Que me iba a mi cuarto a jugar a las barbis mientras ellos jugaban al fútbol o al escalextric? (Esther rió) Pues no, jugaba con ellos, claro - No te imagino jugando al fútbol, la verdad - Pues no veas cómo llevaba las rodillas siempre de despellejadas... - Se me está cayendo un mito, Maca... El camarero les trajo sus peticiones y comenzaron a comer. Coqueteaban, se daban a probar de sus platos, brindaban, hacían manitas... Alguna antigualla, desde las otras mesas, las miraban y murmuraban escandalizadas que a dónde iban a llegar éstos tiempos, pero ni a Maca ni a Esther les importaba en lo más mínimo. La verdad es que estaban disfrutando como enanas en la comida, y no sólo por las viandas, también por la compañía y por las vistas Habían terminado de comer y Esther se levantó para ir al baño. Cuando regresó, se quedó observando a Maca unos instantes, que miraba distraída hacia el puerto. Estaba realmente preciosa - ¿Sabes? (le preguntó cuando regresó y se sentó a su lado) Te estaba mirando cuando he vuelto del baño, y me he dado cuenta de lo bien que te sienta el glamour de Mónaco - ¿Qué dices? - Sí. Te he visto así, tan elegante, con ese aire tan digno que tienes, y me ha venido a la cabeza. Podrías ser, perfectamente, el prototipo de la mujer que se da la dolce vita, ya sabes, Niza, Cannes, Mónaco... Las dos rieron con ganas. A Maca le encantaban las ocurrencias de Esther. Y volver la vista atrás y pensar que, cuando la conoció, le pareció una borde insoportable... Y ahora se daba cuenta de que la adoraba, que ya no sabría vivir sin ella...

El muro

161

Sonrió antes de coger dulcemente con una mano su barbilla y atraerla hacia sí para besar sus labios repetidas veces La comida, al final, no resultó ser tan cara como imaginaban, aunque se les fue un buen pico. Esther bromeaba con lo de intentar recuperar el dinero en el casino del barco, pero a Maca no le hacía mucha gracia Estuvieron paseando, mirando escaparates hasta que se les hizo la hora de embarcar. Se lo habían pasado muy bien en aquél día en Mónaco, y esperaban que el resto del viaje fuera igual que ese día Se ducharon y se cambiaron de ropa. Bajaron al buffet a cenar, pues era el restaurante más económico que tenía el crucero, y se pusieron las botas Durante la cena, llamaron a sus respectivas familias, contándoles lo que habían hecho y dónde habían estado. Esther estaba emocionadísima hablando con sus padres. Los echaba mucho de menos, pero estaba entusiasmada con aquel crucero, y, además, febrero estaba a la vuelta de la esquina y podría pasar unos días con ellos cuando volviese a Israel Maca fue algo más escueta con sus padres, ellos ya habían estado en Montecarlo y sabían lo que era, por lo tanto, a Maca no le hizo falta describir cómo era todo aquello. Cuando terminó de hablar con sus padres, Esther todavía hablaba con los suyos. Había dejado de hablar castellano con su padre, para pasar al hebreo con su madre, pues ésta se sentía más cómoda La fotógrafa no sabía de lo que estaban hablando. Desde que estaba con Esther había aprendido a decir algunas palabras sueltas, lo típico: saludar, despedirse, por favor, gracias y ya está... Así que se dedicaba a observar a Esther fijamente, haciendo que ésta se sonrojara visiblemente Cuando terminó de hablar con su familia, Esther colgó y la miró - Eres una petarda (le dijo) ¿sabes que me estabas desconcentrando? - Es lo que pretendía, niña - Mala (le susurró, entrecerrando los ojos) Maca acercó su silla a la de Esther y atrapó con dulzura sus labios - Pero te encanto... - Claro que me encantas... Juntaron sus frentes, hicieron chocar sus narices y las frotaron dulcemente. Permanecieron así, juntas, varios minutos. No tenían ganas de separarse - ¿Nos tomamos una copita antes de irnos a la cama? - Venga Se levantaron y, de la mano, se dirigieron al bar

El muro

162

Pidieron un par de copas y se acercaron a una de las terrazas para saborearla mejor. Apoyadas en la barandilla, miraban al mar y libaban de sus copas. Montecarlo se veía preciosa aquella noche, con todas las luces encendidas

Montecarlo Estaban sentadas tranquilamente en la barra del bar, disfrutando de unas bebidas cuando se les acercó una pareja de jubilados - Perdonad, ¿sois españolas? - Sí - Es que (respondió la mujer) como aquí mucha gente habla inglés y nosotros no sabemos ni papa... era para preguntaros si nos podríais pedir unas bebidas, por favor - Claro (contestó Esther sonriendo) ¿Qué les pedimos? - Dos gin-tonics, por favor Esther se giró hacia la barra y llamó la atención de la camarera. Mientras ésta pedía, la pareja de jubilados hablaba con Maca - ¿Estáis de luna de miel? Maca abrió mucho los ojos, sorprendida - No (sonrió tímida) es un regalo de Navidad de mi novia - ¡Vaya! ¡Qué bonito! (respondió la mujer, sin lugar a dudas, más parlanchina que su marido) Nosotros celebramos las bodas de oro - ¿Las bodas de oro? ¡Enhorabuena! - Gracias, hija En ese momento se volvió Esther con las bebidas para la pareja - Aquí tienen - Muchas, gracias, hijas - De nada

El muro

163

La pareja se alejó y las dos se quedaron mirándose fijamente a los ojos. Tras unos segundos, Maca bajó la vista un poco seria - ¿Qué te pasa, Maca? - No sé, estoy un poco tontita... - ¿Tontita? - Sí, perdona... - No, venga (la animó, acariciándole la cara) dime por qué estás así - Es una tontería, Esther - Las tonterías te las quito yo en un momentito (añadió Esther en un tono meloso) - Vale (respondió Maca sonriendo) Se encaminaron hacia su habitación. Mientras tanto, iban charlando de lo que verían al día siguiente - ¿Qué vamos a hacer mañana, Maca? ¿Vamos a ir sólo a Florencia? ¿Sólo a Pisa? ¿O qué? - Podemos ver si vamos por la mañana a Florencia y por la tarde a Pisa - Jo, es que hay tantas cosas por ver... - Ya, que no da tiempo... - Tendremos que venir más veces... - Todas las que quieras... De pronto, Maca la miró y, una vez franqueado el umbral de la puerta del camarote, le preguntó: - ¿Sabes que la pareja de jubilados creía que estábamos de luna de miel? Esther se encogió de hombros - Bueno, tampoco me extraña, es un barco donde hay muchas parejas y que tú y yo lo seamos, puede inducir a ese comprensible error. Desde que estamos juntas, parece que vivamos en una eterna luna de miel... Que me encanta... - Y a mí también (sonrió Maca, sentándose en el borde de la cama) - ¿Hay algo que te preocupe, cariño? (preguntó Esther, gateando por la cama hasta situarse detrás suya y, ya de rodillas, masajeando sus hombros) - No, nada, nada... - ¿De verdad? Te noto muy seria... - Estoy bien, cansadita... - ¿Sí? Bueno, pues eso se te pasa con uno de mis masajitos, verás qué bien. Quítate la camisa, y túmbate boca abajo en la cama Maca obedeció sin oponer resistencia mientras Esther iba al baño y cogía un poco de crema hidratante para que sus manos resbalasen mejor por la piel de su novia Eran ese tipo de acciones las que derretían a Maca y hacían que se pensara en serio en pedirle matrimonio a Esther. Sentía que su corazón se encogía al notar cada palabra, cada gesto de cariño de su novia, y su mente planificaba al milímetro un plan donde poder decirle cuánto, cuantísimo la amaba

El muro

164

Maca se tumbó boca abajo sobre la cama, tal y como Esther le había dicho, y la esperaba impaciente. Pronto sintió sus pasos acercarse al lecho y notó cómo la químico se sentaba a horcajadas sobre sus glúteos. Eso la excitó. Sabía que aquel masaje no era más que el preludio de una noche de sexo, sin embargo, no podía evitar sentirse expectante ante lo que iba a ocurrir en unos instantes Esther comenzó a masajear sus riñones lentamente, amasando la piel de la fotógrafa, sintiéndola en las palmas de sus manos. Fue subiéndolas, muy despacio, por los costados. Sentía entre sus piernas los glúteos de Maca, y se moría de ganas de mandar el masaje a freír espárragos y hacerle el amor de una vez, pero se controló. También le gustaban los preliminares... Cuando llegó a sus hombros, los acarició, destensándolos, y provocando que de la boca de la fotógrafa se escaparan varios suspiros más sonoros de lo habitual. Siguiendo con las provocaciones, Esther se dirigió a su nuca, una parte de su chica que le resultaba muy erótica. Maca apretó involuntariamente los músculos de su culo, y Esther lo interpretó como una pequeña victoria, sabía que, en unos segundos, se entregaría a ella totalmente. Pero todavía faltaba un poco para dar por finalizado el masaje Reptó por su espalda hasta subirse sobre sus riñones, así sus manos alcanzaban para acariciar los brazos de la fotógrafa y continuar con el sensual masaje. Para ello tuvo que recostarse sobre la espalda de Maca, y la fotógrafa comprobó satisfecha que Esther no llevaba sujetador, pues sus pezones erizados se le clavaron en la piel - Estás desnudita... (susurró Maca, llevando uno de sus brazos hacia atrás, intentando tocarle el culo) - Shhh... quieta, fiera (la frenó Esther antes de que la mano de Maca llegara a su objetivo) Déjame terminar... Maca la dejó, pues estaba demasiado excitada como para dejar su masaje a medias, así que, controlándose, decidió seguir disfrutando de las caricias que su chica le brindaba Poco a poco, Esther fue abandonando posiciones sobre la mitad superior de su novia para dirigirse a la mitad inferior. Al sentirla, Maca elevó el trasero, reclamando atención, pero la químico se hizo la desentendida y lo pasó por alto. Acarició sus muslos, apretándolos posesivamente, masajeando todas sus caras, aunque, cuando se acercaba a sus ingles, sus caricias se hacían más livianas Bajó las manos por sus corvas, apretando fuerte con las palmas, pues sabía que Maca tenía muchas cosquillas y lo último que quería era desconcentrarla con aquello. Cuando llegó a sus contorneadas pantorrillas, las palpó a placer. Eran firmes y lo suficientemente gruesas como para considerarlas excitantes, así que, harta del masaje, decidió comenzar con otro juego mucho más divertido Comenzó besando sus tobillos. Sabía que a Maca le gustaba, así que permaneció un tiempo allí, humedeciendo con su lengua la articulación

El muro

165

Tenía el firme propósito de recorrer con su lengua todo su cuerpo, pero al sentir el gemido excitado que emitió Maca, cuando besó sus corvas, mandó al carajo todo su autocontrol y subió su boca hasta sus nalgas para morderlas y saborearlas a placer Involuntariamente, Maca apretó los músculos. Su excitación había ido en aumento al sentir la lengua de fuego de Esther sobre su piel, y notarla ahí, tan cerca de su sexo, abrasándola, la atenazaba de deseo Esther comprendió a la primera lo que el cuerpo de Maca le pedía, así que, sin más dilación, se aproximó a su vagina. Obligó a la fotógrafa a abrir bien sus piernas e introdujo la cabeza entre ellas, intentando abarcar al máximo su vulva con su boca. Maca se sentía derretir por dentro, Esther era una maestra en proporcionarle placer, y, entre lo que le estaba haciendo y el masaje anterior, notaba que, en pocos minutos, estallaría en un intenso orgasmo Como así, fue. Apenas dos minutos después, sus gemidos comenzaron a ser más intensos, más profundos, más entrecortados y rápidos. Maca consiguió darse la vuelta y ponerse boca arriba antes de que la sorprendiera el orgasmo. Afortunadamente, Esther había continuado magistralmente con su tarea, haciendo cumplir con creces sus objetivos La fotógrafa estaba apenas recuperándose cuando, reptando por su cuerpo, llegó Esther hasta sus labios y los besó largamente, recorriéndolos con su lengua, chupándolos. Se recostó un poco sobre su cuerpo y se quedó mirándola a los ojos Maca sonrió con la lengua entre los dientes, dejó un beso húmedo sobre sus labios y comenzó a acariciar su espalda arriba y abajo, cada vez más abajo, hasta llegar a un lugar más allá de sus nalgas donde coló un dedo explorador. Esther dio un respingo al sentirlo, pero abrió un poco más sus piernas para poder notarlo más profundamente Esther comenzó a moverse sobre el cuerpo de Maca. El roce de su vulva contra uno de los muslos de la fotógrafa y aquél dedo polizón la estaban desposeyendo de toda cordura. Maca la miraba muy seria, concentrada en descifrar las sensaciones que traslucía la cara de la químico, afanada en proporcionarle placer. Esther intentaba ocultar su cara en el cuello de la fotógrafa, pues todavía le daba un poco de vergüenza correrse y mirarla a los ojos a la vez; sin embargo, Maca no se lo permitía, quería verla, verla gozar, ver aquella carita de ángel alcanzar el clímax - Vamos (le repetía) vamos, Esther, vamos, mi niña... Al ver que ella intensificaba la presencia de su dedo en su interior, Esther apretaba el abrazo y comenzaba a moverse frenéticamente, llegando, segundos después, al cielo sin haber muerto A la mañana siguiente desembarcaron en Livorno. Decidieron seguir la ruta que les proponía el crucero, así que tomaron un autobús alquilado y marcharon primero a Florencia. El viaje se les hizo un poco largo. La gran mayoría de gente que estaba allí no paraba de hablar y cacarear, y tanto ruido a Maca la molestaba

El muro

166

Cuando bajaron del autobús, siguieron a la guía hasta una plazoleta. Mientras Esther la escuchaba con atención, Maca, de su mano, no paraba de mirar a todos lados, observando la ciudad con atención Caminaron bastante tiempo hasta que llegaron a una imponente plaza, la del Duomo. Allí, en una perfecta reproducción, se hallaba una copia del David de Miguel Ángel rodeada de gente Se hicieron una foto con el monumento en cuestión desde la lejanía, porque Maca no se quería acercar más al tumulto - Hay que ver qué sosa que estás hoy, Maca (le reprendió Esther) - Me agobia tanta gente junta... - Ya, la verdad es que las de nuestro grupo son un poco pesaditas - Y escandalosas, en el autobús me estaban poniendo dolor de cabeza... Esther se acercó a ella y le acarició la cabeza: - Pobrecita, mi niña... ¿Te sigue doliendo? (preguntó preocupada) - Un poquito (Maca juntó sus dedos pulgar e índice para indicarle el tamaño de su dolor) - ¿Quieres tomarte algo? - No, de verdad. Se me pasará en seguida, en cuanto nos alejemos un poco del gentío Se acercaron hasta donde estaba la guía, que en esos momentos recitaba las maravillas de aquella plaza, y se quedaron escuchándola. A Maca se le había puesto mejor cara, y, de la mano de Esther, paseaban a toda velocidad por alguno de los muchos lugares de interés que posee la ciudad

Plaza del Duomo Les dieron una hora libre y decidieron aprovecharla al máximo. Fueron paseando por el casco antiguo, la zona romana y se hicieron fotos en el impresionante Ponte Vecchio

El muro

167

Ponte Vecchio - Es impresionante (exclamó Esther maravillada al comprobar que, dentro del puente, había gran cantidad de tiendas de souvenirs) - Ver sitios como estos te sobrecoge, ¿verdad, cariño? - Sí - Recuerdo cuando fui a Egipto, fue impresionante ver las pirámides... Edificios construidos hace miles de años, recordándonos lo efímera que es nuestra vida... Nosotros habremos muerto y este tipo de obras de arte seguirán miles de años más... Te parecerá una tontería, pero cuando vi por primera vez la Gran Pirámide, no pude evitar caer de rodillas, sobrecogida con tanta grandiosidad Comieron en un restaurante de las afueras, desde donde se divisaba la ciudad y la campiña toscana. La vista era realmente preciosa. La guía apremiaba a los turistas para que comieran deprisa, pues Pisa las esperaba Durante el viaje de Florencia a Pisa, las personas que las acompañaban en el autobús se calmaron un poco y a Maca se le pasó el dolor de cabeza. Habían comido deprisa y corriendo un bocadillo antes de subir al autobús, y la digestión las había relajado En Pisa, el autobús las dejó a la entrada de la zona antigua. La influencia florentina se podía vislumbrar por cualquier rincón y todos escuchaban maravillados las explicaciones de la guía

Torre de Pisa

El muro

168

Cuando llegaron a la famosa torre, todo el mundo comenzó a hacerse la típica foto en la que, mediante el juego de perspectiva, simulaba sujetar la torre. Los guardas que vigilaban que nadie se metiera en el césped no daban abasto, y Maca y Esther reían viendo a sus compañeras de viaje forzosas corriendo de un lado a otro para hacerse la dichosa foto y eludir al guardia - ¿Quieres que te haga una foto de esas? (preguntó Maca) - No, cariño, que sé que no te gustan nada. Mejor le preguntamos a alguien que nos haga una foto a las dos donde salga la torre de fondo Se acercaron a la guía y amablemente le preguntaron si podía hacerles la foto. Ésta aceptó de buen grado y, tras tomarla, se quedaron las tres charlando un rato sobre la ciudad y las joyas del Renacimiento Permanecieron un par de horas más en la ciudad, hasta que oscureció, y emprendieron el camino de vuelta. En el autobús, Esther se recostó sobre el hombro de Maca. Lo cierto es que estaba agotada, la noche movidita y todo el día andando de un lado a otro y con prisas, hicieron que se quedase dormida sobre su novia Tardaron una hora y poco en llegar a Livorno para embarcar. Se despidieron de la guía y subieron al barco. Maca también estaba cansada, le dolían los pies de tanto andar y ya había bostezado unas cuantas veces - ¿Se te ha pasado el dolor de cabeza? (preguntó Esther, acariciando su barriga unos segundos) - Sí, lo que estoy es cansada - Haber dormido en el autobús, como yo - No, que enseguida me duele el cuello y me cuesta mucho dormirme después - Pues nada, mi amor, tempranito, a la cama - ¡Cómo lo sabes! Como habían dicho, tempranito se fueron a dormir Con las pilas cargadas, se despertaron al día siguiente ya en Roma. Decidieron ir por su cuenta, porque Maca había escuchado a las cotorras el día anterior decir que en Roma también harían la visita guiada, y lo que menos quería era volver a sentirse mal Tomaron el bus que llevaba del puerto de Ostia a la capital italiana y decidieron hacer una ruta por los monumentos más famosos, para ello, se hicieron con un mapa nada más pisar la ciudad, y emprendieron la marcha Comenzaron la visita por la plaza de España. A Maca le encantaba su ambiente bohemio y libre que se respiraba en aquél rincón de Roma. Se sentaron en las escaleras, pero decidieron no tomar nada, pues un simple granizado de limón costaba casi ocho euros, así que, por un capuccino, no imaginaban cuánto podría costar. Sin embargo, no desaprovecharon la ocasión de fotografiarse sentadas en la escalinata, como todos aquellos turistas y no tan turistas que había allí

El muro

169

Plaza de España (Roma) Después bajaron por el Quirinale hasta la plaza del mismo nombre. Lo cierto es que las dos estaban tan sorprendidas por la visita a Roma que no hablaban mucho - ¿Nunca habías estado en Roma? (preguntó Maca) - No, ¿y tú? - Un par de veces - ¿Con alguien especial? (y de pronto, tras realizar esa pregunta, se sintió presa de los más absurdos celos, odiaba saber que Maca había querido a alguien más antes que a ella) - Con mis padres la primera vez, y después con Lidia y Ana Esther respiró tranquila, ni siquiera sabía por qué le habían atacado los celos de pronto, cuando ella nunca había sido celosa, ni con Maca... “Joder (pensaba) que yo también he tenido otras relaciones antes que ella, y Maca no está celosa, ¿por qué he pensado ahora en eso? Maca me quiere, me lo dice siempre... No voy a pensar en tonterías” Maca se extrañó ante la pregunta de Esther. No hablaban mucho de sus antiguas relaciones, pero conocían ambas la historia de cada una. No sabía por qué podía haberse puesto tan seria de repente. Sin embargo, al notar su mano agarrar la suya con firmeza, sonrió, la miró y se acercó a ella para besar sus labios con pasión Caminaron unos metros y, de pronto, se encontraron con el Foro de Trajano. Impresionante. No tenían más palabras

Foro de Trajano

El muro

170

- Es precioso (comentó admirada Maca) - Lo es. ¿Quedaría cursi decir que no lo es más que tú? (preguntó Esther) - No (respondió la fotógrafa, golosa) - Pues tú lo eres más Dejaron pasar unos segundos mirándose a los ojos. Muy despacio, comenzó Maca a hablar: - Me encantaría hacernos una foto aquí, besándonos - Pues hazla (respondió Esther, ofreciéndole sus húmedos labios) Maca conectó el disparador automático y, tras comprobar que el ángulo de la cámara era correcto, la dejó sobre una piedra, y se acercó corriendo a Esther, que la abrazó y comenzó a besarla Tras el beso, Maca recogió la cámara y, tras comprobar que había salido bien, le dijo: - Ésta foto la ampliaremos y la pondremos en la cabecera de la cama - ¿En serio te gusta ahí? - Sí, es el sitio perfecto. ¿A ti no te gusta? - No sé (respondió, arrugando la nariz) tendría que verlo, quizá haya otro sitio u otra foto - ¿Te incomoda que quiera ponerla? - No, claro que no, somos pareja, es normal que celebremos nuestro amor así... Si por mí fuera, tendría toda la casa llena de fotos tuyas... - ¿De verdad? - Sí Maca sonrió de oreja a oreja. Escuchar hablar así a Esther le producía una sensación en el pecho comparable sólo al vuelo de miles mariposas. Se acercó a ella, rodeándola por los hombros y besó sus labios repetidas veces - Te quiero, ¿sabes? - Yo también, y mucho, además Siguieron caminando agarradas de la cintura, presumiendo de novia por el foro romano, camino al coliseo. Cuando alguna de las dos veía algo que le llamaba la atención, apretaba un poco más el abrazo y señalaba con el dedo al objeto en cuestión. Lo comentaban riendo y mirándose embobadas Anduvieron unos metros más, y ya desde lejos divisaron el imponente edificio del Coliseo... Esther emitió un silbido de admiración y Maca sonrió. Sacó la cámara y tiró unas cuantas fotos mientras se acercaban al monumento - Me han dicho (comentó Esther) que por dentro no tiene nada - A mí también, pero eso es porque no saben valorarlo. Piensa que en aquella época no había tantos recursos como hay ahora, y que ésta gente se lo curró mucho para hacer el bicho éste. ¿Sabías que dentro se podía inundar y hacían batallas navales?

El muro

171

- Sí, y que tenían ascensores - ¿En serio tenían ascensores? - Sí, ¿no lo sabías? - No - Ah, claro, que vi el documental un día que llegaste del trabajo y te quedaste frita... - Mmm... entonces, juegas con ventaja... tramposilla (susurró, acariciando su vientre y haciendo rozar sus narices) Esther, como respuesta, mordió levemente su labio inferior, tirando de él y provocando un gemidito, más de placer que de dolor, de Maca. Escuchar ese sonido le produjo un escalofrío que recorrió su comuna vertebral como un latigazo - ¿Te ha dado frío? (preguntó Maca, divertida, sabiendo que esa reacción venía a raíz de aquel gemido) - Mala (sonrió Esther, entrecerrando los ojos) Comieron un bocadillo de un puesto ambulante cerca del Coliseo lo rodearon y continuaron hacia el Circo Máximo. Una vez allí, se sentaron en el césped que antaño había servido de graderío en las competiciones. Esther se recostó en el regazo de Maca, permitiéndole que acariciara los rizos de su pelo Maca pensó en ese momento en pedirle que se casara con ella, al fin y al cabo, era un atardecer idílico en un lugar mágico de la ciudad eterna. Sin embargo, el destino no estaba de su parte: Esther se había quedado dormida gracias a sus caricias. Chasqueó la lengua, pero se quedó prendada viéndola dormir, le parecía tan tierna... Se quedó con la sonrisa tonta pintada en los labios durante un buen rato, hasta que el sol terminó de ponerse, anunciando que debían de volver ya al puerto de Ostia Llegaron a Ostia casi con el tiempo justo, pues se confundieron con la combinación de autobuses que tenían que tomar y habían terminado en un taxi apremiando al conductor para que acelerase - ¡Joder! (reía Esther) Para un italiano que conduce despacio, ¡y tiene que tocarnos justo hoy! - Bueno, lo importante es que hayamos llegado Se apoyaron en la borda del trasatlántico viendo cómo el barco se alejaba, cada vez más, del puerto de Roma. A pesar de los abrigos que llevaban, a Esther le entró frío y tembló un poco. Maca pasó un brazo por su espalda y la frotó, intentando que entrara en calor En la cubierta de abajo, una pareja, como ellas, se hacía arrumacos, a Maca le volvieron a entrar ganas de pedirle matrimonio a Esther, pero todavía no sabía cómo decírselo, y mucho menos, cómo se lo iba a tomar, así que decidió ir tanteando el terreno - ¿Nosotras somos como ellos? - ¿Cómo quién? - Como los de ahí abajo - ¿A qué te refieres? - A que nos pasamos todo el día haciéndonos carantoñas y dándonos mimos... ¿Parecemos recién casadas?

El muro

172

- No sé (respondió en tono seco) Imagino que parecemos una pareja, como las demás. No todas las parejas de recién casados se comportan como nosotras... No entiendo a qué viene ésta pregunta, Maca No fueron las palabras, sino el tono con que las dijo lo que le cortó el rollo a la fotógrafa, así que respondió con evasivas: - No, por nada, simplemente, se me ha ocurrido... Esther, sonriendo, le acarició las puntas del pelo, pasando sus dedos entre ellas - Pero qué tontita estás... (le lanzó a Maca una de sus habituales sonrisillas de ratón y besó su mejilla dulcemente) La ligera brisa que corría se convirtió en un viento un poco más molesto, así que entraron al comedor Cenaron sin hablar mucho. Tenían un hambre voraz, así que, en un santiamén, terminaron la cena y subieron a su habitación Maca, directamente, se tumbó en la cama y encendió la tele. Le fastidiaba el comentario de la químico. Lo más seguro es que lo hubiera hecho sin intención, quizá le había dado más significado a sus palabras de lo que había querido decir Esther, pero se sentía realmente molesta - ¿Vienes a la ducha? (le preguntó Esther asomándose por la puerta ya envuelta en una toalla) - No (respondió Maca, sin mirarla) me quedo viendo ésta peli, que está bastante interesante, luego me ducho yo La químico se encogió de hombros, aunque no entendía la actitud de Maca. No sabía qué le había pasado de pronto para que estuviera tan rara. Normalmente, la fotógrafa elegía ducha antes que tele, es más, aborrecía la caja tonta y siempre decía que uno de sus momentos preferidos del día era el de la ducha compartida con Esther En cuanto Esther desapareció por la puerta del baño, Maca se levantó y salió a la terraza. Se habían prometido contárselo todo, pero esto a Maca todavía le daba un poco de miedo. Al fin y al cabo, sólo llevaban cuatro meses juntas, y aunque sabía que Esther estaba enamorada de ella desde el principio, se tomaba con cautela el tema del matrimonio, pues una cosa es estar enamorada y otra muy distinta, dar ese paso Esther se duchaba sumida en sus pensamientos. No sabía qué narices le había pasado a Maca para estar tan seria. Desde la conversación sobre la pareja de novios... A Esther le hartaba ese tema. No le gustaban las bodas, de hecho, las odiaba. Cuando algún conocido se casaba y la invitaba, ella se excusaba para no ir, pues odiaba que dos personas le restregasen por la cara que eran más felices que ella, que sí se podían casar... A veces se olvidaba del miedo que le daba despertar un día y no encontrarse con Maca a su lado, y entonces era plenamente feliz, pero, la gran mayoría del tiempo vivía convencida de que, en cuanto pensase que su vida estaba completamente plena, vendría

El muro

173

algo o alguien que le arrebataría todos sus sueños. Ya había vivido eso antes y no tenía ganas de volver a pasar por lo mismo, a atarse a nadie irremisiblemente Salió de la ducha sin que le hubiera servido de mucho. Se sentía horriblemente cansada, y de lo que menos ganas tenía, en ese momento, era de discutir con Maca. Fuera había empezado a llover abundantemente, y, cuando había empezado a preguntarse dónde estaba Maca, la fotógrafa entró desde la terraza completamente empapada - ¡Maca! ¿Qué hacías ahí fuera? (exclamó Esther yendo al baño y cogiendo una toalla limpia para secarla) Estás empapada - Me ha pillado el chaparrón de golpe (se excusó la fotógrafa, aunque, en realidad, era así: lo que había empezado como una ligera llovizna, se había convertido en un auténtico diluvio en tan sólo unos segundos) - Venga (dijo Esther con determinación, comenzando a desnudarla) no quiero que te resfríes Se encaminaron las dos al baño, que aún mantenía el ambiente cálido de la ducha de Esther, y, cuando la químico consiguió desnudarla, la metió bajo el chorro de agua caliente Minutos después, las dos estaban sentadas en la cama, Esther tras Maca, secándole el pelo con una toalla. Le encantaba hacerlo, los domingos por la tarde, perezosamente, después de ducharse, se sentaban en el sofá y se secaban el pelo mutuamente. Era un ritual que seguían casi todas las semanas, era como su momento sagrado. Ahí siempre sobraban las palabras, pues se lo decían todo con la devoción con la que se dedicaban a mimar al cuerpo de su compañera. Y, en ese momento, mientras Esther secaba pacientemente el pelo de Maca, la fotógrafa comenzó a hablar: - Perdona por haberme puesto así, Esther - ¿Así, cómo? - Tan seria, sabes que me encanta ducharme contigo, y hoy no he querido - No pasa nada, Maca, yo también he estado un poco seria - ¿Te molesta que saque el tema del matrimonio? - No sé, Maca... Últimamente, lo sacas demasiado a menudo - Tal vez, porque me dan un poquito de envidia (sonrió levemente) - A mí no me dan envidia... Maca cerró los ojos, derrotada. ¿Era posible que Esther no quisiera casarse? Cabía esa posibilidad, y aterraba a Maca, así que decidió sincerarse, se giró hasta quedar sentada frente a ella, bajó la vista, pensando la pregunta, y, cuando la volvió a alzar, se encontró con los interrogantes ojos de Esther - ¿Tú quieres casarte conmigo? - Maca... yo... (titubeó antes de decir nada) no lo sé... (al ver que Maca bajaba la vista, desilusionada, Esther sostuvo su rostro con sus manos, intentando que la mirara) Te quiero mucho, Maca, muchísimo, más que a mi vida... Pero... ahora mismo, no me pidas que me case contigo, porque te diría que no... - ¿Por qué? (preguntó con la voz entrecortada y los ojos empañados en lágrimas) - No lo sé, pero creo que no estoy preparada para dar este paso...

El muro

174

A la fotógrafa se le escaparon las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos y Esther se las retiró con las yemas de los pulgares - No llores, por favor... Te quiero, voy a estar contigo siempre. No tienes por qué llorar, cariño (le decía suavemente la químico mientras cubría de besos su rostro) Que ahora mismo no me quiera casar no significa que no te quiera o que tengamos que dejarlo, tal vez, algún día, te diga que sí, estoy casi segura de ello - Entonces, ¿por qué no quieres ahora? (le preguntó vehemente, como una niña pequeña) - No lo sé, cariño (respondió mientras la abrazaba fuertemente) Tengo... tengo que poner en orden muchas cosas... - ¿Qué cosas? - Mis pensamientos, Maca... Sé que estoy segura de que te quiero, desde el primer día... Pero todo esto me agobia un poco... (murmuró, bajando la vista, apenada. Le dolía horrores haberle dicho eso, hacerle tanto daño. Dejó que unas lágrimas se escurrieran, lentas, por sus mejillas) Pero nunca dudes de mi amor por ti... - No lo dudo (dijo la fotógrafa muy bajito) Poco a poco, Esther fue aproximando su cuerpo al de Maca, se moría de ganas por besarla, por abrazarla y decirle que estaba con ella, que siempre iban a estar juntas. Maca tendió las manos hacia delante y la miró profundamente a los ojos - Te quiero tanto... (dijo Esther lanzándose a sus brazos) La fotógrafa correspondió al abrazo. Lo deseaba con todas sus fuerzas, tanto, que terminaron cayendo de costado sobre la cama, una frente a la otra. Con su dedo índice, Esther fue, poco a poco, trazando el contorno de la cara de Maca, sus ojos, su nariz, aquellos labios que la habían vuelto loca desde el primer día que los vio... Maca estaba dolida por la reacción de Esther, a pesar de que quería perdonarla de corazón, y, lo que antes podía haber sido preludio de una noche de amor, en aquél momento, le atenazaba el alma, así que se dio la vuelta hasta ponerse de espaldas a la químico Esther se mordió los labios con fuerza. Odiaba ver que su chica la rechazaba de manera tan flagrante, así que, a pesar de que sus viejas heridas podrían abrirse con facilidad, comenzó a hablar: - No fui sincera contigo al hablar de mis antiguas parejas A Maca le sorprendió el triste tono de voz con que lo dijo, pero no se dio la vuelta - ¿Sabes? Una vez estuve tan enamorada que me daba miedo volver a sentir lo mismo, y, sobre todo, volver a perder lo que yo más quería (tras una pausa para poner en orden sus pensamientos y comprobar que Maca se mantenía en una tensa espera, continuó) Nada más llegar a Israel conocí a una chica que iba a mi mismo curso en el instituto. Se llamaba Kineret, y me ayudó mucho a adaptarme al instituto. Al final de curso, y ante la perspectiva de que yo iba a seguir estudiando y ella entraba al ejército, le dije que estaba enamorada de ella, y ella me correspondió con un beso. Me sentía tan feliz... Pronto ella empezó a trabajar en el centro de Artillería de Jerusalén, y yo a estudiar en la Universidad allí. Nos veíamos muy a menudo, yo conseguí un trabajito a media jornada dando clases de apoyo a los niños y con su sueldo y el mío pudimos alquilar un pisito de

El muro

175

estudiantes que pronto convertimos en nuestro nidito de amor. No veas lo que era para un par de jovencitas como nosotras aquello. Era nuestro sueño hecho realidad. Cuando ella terminó su servicio entró a trabajar en una oficina de secretaria. Ganaba más que de soldado y nos iba bastante bien todo, tanto que nos prometimos. Decidimos que, cuando yo terminara la carrera, renunciaría al ejército, me haría objetora y nos iríamos a Holanda a casarnos legalmente. Me regaló un anillo precioso, y, a la vista de todas nuestras amistades, tanto gays como heteros, éramos un matrimonio. Hasta, medio en broma, celebramos una boda religiosa, invitamos a nuestros amigos, y allí nosotras intercambiamos nuestros votos y nuestros anillos... (de nuevo volvió a hacer una pausa, ésta vez, para enjugarse las lágrimas. Maca se giró hacia ella al escuchar su tenue llanto) La quise muchísimo, Maca... (dijo, mirándola a los ojos) Estuve al borde del suicidio cuando me dejó, tirada como un perro, sin ninguna explicación, ni una carta, ni una miserable nota... Ese año no aprobé ninguna asignatura en la universidad y perdí la beca de investigación. Tuve que repetir el último curso, fue entonces cuando empecé a frecuentar el jardín botánico y, al terminar la carrera decidí que entraría al servicio del cuerpo de elite más peligroso de Israel, los paracaidistas. Suerte que allí conocí a Carmel y a todos los demás y me ayudaron a superarlo... Suerte, también, que te conocí a ti (Maca fue a hablar, pero Esther silenció sus labios poniendo su dedo índice sobre ellos) Espera. Sé que esto que te digo ahora suena a excusa barata, pero es la verdad. Sé que no me vas a dejar, al menos, eso espero. Pero ya estuve prometida una vez, y me da mucho miedo pensar que puede pasar lo mismo - Yo también estuve prometida una vez, cariño, pero no por eso me voy a echar para atrás en cuanto al tema del matrimonio... - Pero tú eres mucho más fuerte que yo, tienes recursos... Esta vez fue Maca quien cortó sus palabras poniendo un dedo sobre sus labios: - No te voy a dejar... Antes que eso... no sé... me cortaría las venas... - ¡Qué drástica! (susurró Esther...) - No te haría daño en mi vida... Además, no tendríamos que casarnos en seguida, no es ya o ya... Sería a largo plazo, pero, ¿sabes? La última vez que hablé con Ignacio me referí a ti como mi mujer, y no sabes lo bien que sonó - ¿En serio? - Sí. Mi mujer. Eres mi mujer, haya o no un papel por en medio Se miraban abrazadas en la penumbra de la habitación. A pesar de haber estado molestas la una con la otra, permanecían desnudas, con las piernas enlazadas. No habían hecho el amor, aunque tampoco lo necesitaban. Habían aclarado muchas cosas más importantes para su futuro La tormenta fuera de la habitación arreciaba, la verdad es que estaba haciendo muy mal tiempo, y Esther temió por la visita la mañana siguiente a Nápoles Un relámpago brillo a través de la ventana y Maca se abrazó más a Esther, buscando cobijo en su pecho. Ésta le acarició la cabeza con dulzura y estiró las mantas hasta tapar a la fotógrafa, quien, al ver el resplandor de la tormenta eléctrica, había tiritado - ¿Tienes miedo de los rayos? (preguntó) - No, pero me ha dado frío. Ahí fuera hace una noche bastante desagradable - Bueno, pues tú abrázame, que yo te doy calorcito...

El muro

176

Maca se apretó un poco más contra ella. Le encantaba el olor natural de su piel, el tacto de sus pechos desnudos en su cuerpo, sentir su vientre palpitante al alcance de sus manos, saber que toda ella era suya. Y así, con esos felices pensamientos, se quedó dormida Se despertaron tarde. La noche de antes se les olvidó poner el despertador y aquel día el cielo descargaba tal cantidad de agua que era imposible imaginar que hubiese un Sol en él Desayunaron por los pelos en uno de los buffets del crucero, pero se dieron cuenta de que la excursión programada ya había salido. Aún así, el barco ofrecía gran cantidad de diversión alternativa para aquellos que se quedaban a bordo. Esther se acercó al gimnasio. Aquellas vacaciones no había salido a correr y se notaba en baja forma. Maca rehusó acompañarla. No porque no quisiera, sino porque era poco amiga de los gimnasios. Prefería salir a patinar, montar en bici o a caballo antes que subirse a una de esas maquinitas del demonio. Se dieron un piquito antes de separarse en la puerta del gimnasio y la fotógrafa se dirigió a la biblioteca. Allí encontró unos cuantos ordenadores con Internet, así que conectó uno de ellos y comenzó a revisar el correo electrónico. Un correo de su madre, otro de Ana y publicidad era lo que encontró. El spam fue automáticamente a la basura y dedicó unos minutos a contestar los dos mensajes. A su madre, sin entrar en detalles, le contó qué tal era el barco, lo bien que se lo estaban pasando muy bien y le envió unas cuantas fotos. A Ana, sin embargo, le contó lo acontecido la noche anterior, confesándole sus miedos y sus dudas, aunque también le contó que, a pesar de todo, estaba disfrutando plenamente de su vida con Esther, de aquel viaje, y que todas aquellas cosas que soñaban de pequeñas: encontrar al amor de su vida, establecerse, todo, lo había encontrado al lado de la israelí Después de enviarle el correo a Ana, decidió enviarle uno a Rocío Horowitz, pues hacía tiempo que no sabían de ella y sabía que a Esther le haría ilusión mantener el contacto con la mujer de su exjefe Por su parte, Esther estuvo toda la mañana machacándose en el gimnasio, tanto física como mentalmente. Había intentado no pensar en la noche anterior, pero no lo conseguía. Cuanto más se esforzaba por mantener un ritmo adecuado para su respiración, más se acordaba de las palabras de la fotógrafa, y más rabia le daba no haberle correspondido plenamente. Que si quería casarse con ella... ¡Pues claro que sí! Cada día que pasaban juntas lo deseaba más, sin embargo, le daba tanto miedo volver a tenerlo todo y volver a perderlo... Si no, sólo tenía que recordar los días que pasaron juntas en Israel cuando Maca ni siquiera conocía sus propios sentimientos, cuando se echaba a llorar pensando que no iba a ser nuca suya, que su vida iba a ser siempre una sucesión de encuentros y adioses, donde nunca nadie se quedaría para siempre y donde ella sería quien se quedaba, cada vez más sola, más ajada y con el corazón más roto... Desterró esos pensamientos de su cabeza. Maca no la iba a dejar, había sido ella quien había planteado la pregunta del matrimonio, aunque también Kineret lo había hecho en su tiempo y luego se fue sin más... Se metió en la sauna, donde sólo había un par de mujeres mayores, y se quedó relajada durante unos minutos. Estaba realmente cansada por el ejercicio realizado, le había

El muro

177

venido bien para quemar toxinas y poner en orden sus pensamientos. No iba a ser ella quien le pidiera el matrimonio a Maca. Si la conocía bien, sabía que ésta podía llegar a ser muy insistente. Siempre lo hacía hasta que conseguía sus propósitos, y no iba a desistir ahora que todo estaba tan cerca Se pasaron toda la mañana sin verse, así que, a mediodía, cuando Esther subió a su habitación a ducharse y se encontró allí a Maca, no pudo evitar besarla con intensidad durante unos segundos - Vaya, ¿y eso? - Te he echado mucho de menos. ¿Tú a mí no? - No mucho (respondió Maca, en broma) después de cómo te estás portando... - No me lo tengas en cuenta, Maca... (suplicó Esther, bastante agobiada por la situación. Maca, al verla de esa forma, decidió suavizar el tono de sus palabras) - Claro que te he echado de menos, cariño... ¿Cómo no iba a echarte de menos, si quiero pasar todas las horas de mis días contigo? La besó suavemente, aproximando su cabeza y sujetándola suavemente de la nuca, acariciándola una vez que terminó. Ese beso convenció a Esther, que se fue más contenta que unas castañuelas a la ducha Mientras dejaba que el agua resbalara por su piel, volvía a darle vueltas al tema que había estado pensando en el gimnasio. ¿De verdad quería que Maca le volviera a pedir matrimonio? ¿Y si no quería hacerlo en mucho tiempo por miedo a otro posible rechazo? Cabía esa posibilidad. Y, de pronto, como un flash, le vino a la mente la idea de pedírselo ella. Le haría mucha ilusión a Maca, y estaba casi segura de que le diría que sí, pero, ¿qué excusa utilizar para pedirle ahora el matrimonio? Maca podría tacharla de voluble y caprichosa y cantarle aquello de “La donna é mobile...”, pero cada vez que lo pensaba, su mente y su corazón repetían que sí, que se casara, que, por una vez, tuviese valor de ser feliz Salió del baño ya arreglada y bajaron a comer. Después subieron a dormir la siesta, pero Esther no conseguía conciliar el sueño, pese a ser más dormilona que su chica, así que salió a dar una vuelta Cuando quiso darse cuenta, sus pies la habían llevado hacia la pequeña zona comercial. Había tiendas de todo tipo, pero al llegar a una en especial, se quedó parada en el escaparate. Menos mal que había traído consigo la tarjeta de crédito, así no tendría que volver a la habitación a por ella Decidida entró en la tienda. Le pidió a la dependienta lo que estaba buscando exactamente y, cuando lo encontró, sonrió satisfecha. Maca iba a flipar Después se marchó a la biblioteca, pues era el lugar donde era más seguro encontrar papel y lápiz, y no se equivocó. Se sentó frente a un escritorio y comenzó a escribir Maca despertó a media tarde. Se sorprendió al no encontrar a Esther. Normalmente había que tirarla de la cama, y ahora se encontraba con su lado del lecho completamente vacío

El muro

178

Intentó llamarla al móvil, pero se lo había dejado en la habitación. No estaba intranquila. Sabía que estaban en un barco y que la químico no había bajado a tierra, pues toda su ropa de abrigo estaba encima de una silla y afuera seguía lloviendo a cántaros Un rato después, Esther abría la puerta del camarote sigilosamente. Un rumor de agua proveniente del baño indicaba que Maca estaba ocupada en esos momentos, así que escondió el paquetito que traía consigo en su maleta y se tumbó en la cama, viendo una película, a esperar A los pocos minutos salió Maca del baño tapada sólo con un albornoz, Esther, desde la cama, sintió la imperiosa necesidad de quitárselo de un tirón, y así se lo comunicó: - Ese albornoz te sobra... - ¿Y a qué esperas para quitármelo? Esther se levantó y comenzó dejar tiernos besos sobre el cuello de Maca. A la vez que le bajaba el albornoz, recorría con su lengua la piel que iba dejando al descubierto. Cuando la fotógrafa estuvo completamente desnuda, Esther se quitó rápidamente su ropa, fundiendo su piel con la de Maca en un ardiente abrazo Cuando terminaron de hacer el amor, se vistieron y bajaron a cenar de la mano. Acababan de zarpar con rumbo a su próximo destino y la tormenta parecía haber pasado de largo, tanto dentro como fuera del barco Esther, disimuladamente, se había guardado la cajita en uno de sus bolsillos sin que Maca la viera Cuando la fotógrafa iba a entrar al buffet, Esther la detuvo cogiéndola de un brazo suavemente: - Oye, ¿qué te parece si hoy cenamos en el restaurante? Me apetece que nos traigan los platos a la mesa (sonrió) - ¿Pero tú crees que nos dejarán entrar? No sé si así, en vaqueros... - Somos clientes de este crucero, viajamos en primera clase, nos dejarán entrar... En efecto, así fue. Un camarero muy bien arreglado las acompañó a su mesa mientras las observaba con curiosidad, no era normal ver a dos mujeres solas hacer un crucero como ese, y, mucho menos, que fueran tan jóvenes y estuvieran de tan buen ver El sitio escogido era un reservado apartado de las miradas de los demás, iluminado sólo con la luz de las verlas y cerca de una chimenea que daba al lugar un ambiente acogedor Otro camarero, igualmente vestido que el anterior, se acercó a ellas para sugerirles lo que podían degustar. Maca eligió el vino y Esther la comida, había resultado tener un paladar exquisito, y elegía con acierto todos los platos Se miraban cómplices recordando lo sucedido en la habitación. Maca percibía en los ojos de su compañera un brillo especial, y creyó que era por la satisfacción del sexo

El muro

179

realizado, así que sonreía pícara, con la lengua entre los dientes, mientras se miraban y se devoraban con los ojos Esther estaba feliz porque había vuelto a recuperar la sonrisa de Maca. La fotógrafa había vuelto a adornar su cara con aquel gesto tan hermoso suyo y veía cómo su plan se estaba desarrollando a la perfección A la hora de los postres, Maca se fue un momento al baño, momento que aprovechó Esther para dejar bajo la servilleta de su chica el misterioso paquete Cuando Maca regresó del baño, rió por la expresión angelical de la químico, pero, automáticamente, borró su expresión al ver, cuando ésta retiró la servilleta de la mesa y se la puso sobre sus piernas, un pequeño paquete cuadrado y cuidadosamente envuelto - ¿Y esto? (preguntó asombrada) - Ábrelo... Por un momento, Esther había temido que Maca, en un arranque de orgullo la rechazara, pero, afortunadamente, su cara traslucía todas sus emociones cuando abrió la pequeña cajita y vio un precioso anillo de oro blanco rodeado de pequeños brillantes y un papelito bajo él Maca la miró emocionada, pero justo cuando iba a hablar, Esther la silenció: - Shhh... No digas nada todavía, lee la nota antes, por favor La fotógrafa obedeció sin rechistar. Desdobló el papelito y comenzó a leer: “Querida Maca: Siento mucho haberte dicho ayer que no quería casarme contigo. Te mentí. Claro que quiero casarme contigo, y hubiera aceptado anoche si este estúpido miedo mío a ser feliz no me lo hubiera impedido, pero ya sabes cómo soy Esta mañana he estado pensando mucho, y me he dado cuenta de que ayer me comporté como una idiota integral Espero que sepas perdonarme Muchos besos, tu Esther” Después de leerla, Maca se quedó muy seria, mirándola fijamente. Esther, al verla, borró la sonrisa de su cara - ¿Es por orgullo? - ¿El qué? - Todo esto. Lo haces por orgullo, ¿no? Te jode no ser tú quien tome la iniciativa en esto... Por eso ayer me dijiste que no, para poder pedírmelo tú... - No, Maca, claro que no... (respondió Esther, completamente descolocada)

El muro

180

- ¿Pues sabes lo que te digo? (preguntó muy seria, intentando que no se le escapara la risa. Esther negó con la cabeza) Que sí (añadió muy bajito) - Joder, Maca, yo... (Esther se calló al asimilar correctamente la información que acababa de recibir) ¿En serio? - Claro (asintió, tomando entre sus manos el anillo y poniéndoselo en el dedo anular de su mano derecha) Maca acercó su silla a la de Esther para rodearla con sus brazos sus hombros y atraerla hacia ella para poder besarla mejor - ¿Ya no te da miedo? - No, lo he pensado mucho, te lo aseguro En broma, Maca preguntó: - ¿Le pedimos al capitán que nos case ya? Esther abrió mucho los ojos. Maca rió al comprobar su reacción - Es broma, cariño (añadió la fotógrafa) Lo hablamos tranquilamente, ¿eh? La químico asintió sonriente mientras volvía a acercar su rostro al de la fotógrafa para fundir sus labios en un tórrido e intenso beso Habían pasado seis meses. Maca esperaba impaciente en la puerta de embarque del aeropuerto de Jerez. Esther debía llegar de Madrid con sus padres hacía veinte minutos, pero el avión había salido con retraso de la capital. La fotógrafa no podía ocultar su nerviosismo. En apenas dos días darían el paso más importante de su vida, y conocer a los padres de Esther alteraba, aún más, su estado de ánimo La químico, sin embargo, no estaba nerviosa. Durante su viaje a Israel en el mes de febrero había anunciado a sus amigos y familiares su próximo enlace con Maca, y, aunque, en un principio, sus padres no estaban muy de acuerdo, conforme fue pasando el tiempo se fueron haciendo a la idea Ahora Esther se había vuelto a ir una semana para recoger a sus padres, visitar a sus amigos y la tumba de Carmel, y despedirse de lo que había sido su vida durante tantos años Maca sonrió al verla. Al salir de la puerta de embarque, Esther comenzó a buscarla con la mirada, pero no la localizó a primera vista La jerezana aprovechó esos momentos para observarla a ella y a sus padres. Se sorprendió de lo tantísimo que se parecía a su madre e intentó encontrarle algún parecido con su padre y sus hermanos, pero no sacó ninguno. Ella se parecía a su madre y ellos a su padre Cuando por fin Esther la vio, sonrió con aquellos ojos suyos tan expresivos y le hizo un gesto a su madre para avisarla de la presencia de su novia

El muro

181

Se acercaron a paso lento, arrastrando las maletas. Al llegar a su altura, Esther dejó la suya en el suelo y la abrazó brevemente unos segundos antes de dejar un casto beso en su mejilla. Acto seguido pasó a presentarle a sus padres y hermanos. Todos hablaban correctamente castellano, quizás, a quien más le costaba hablarlo era a su hermano pequeño, pero, auque no lo hablaba fluidamente, era capaz de mantener una conversación coherente Había cogido un monovolumen propiedad de los padres de Maca para ir del aeropuerto a la finca Wilson, donde se celebraría la boda dos días después. Lo habían arreglado todo con el juez para que éste las casara entre viñedos. Los Wilson gozaban de mucha influencia en Jerez La familia de Esther se mostraba cada vez más sorprendida cuanto más se aproximaban a los dominios de los Wilson Extensos campos de viñas se expandían a lo largo de la carretera, Esther les contaba su trabajo en las bodegas Romero, competidoras de las de su futura mujer Cuando se adentraron en las tierras de su familia, Maca lo anunció con un ligero “Estamos llegando”. Lo cierto es que se sentía un poco cortada. Sabía que a los padres de Esther no les hacía gracia que su única hija fuera lesbiana, y, aunque lo toleraran, le daba un poco de reparo pensar que ellos pudieran rechazarla La familia de Esther miraba a todos lados, maravillados por la imponente vista que se disfrutaba en la mansión Wilson. Cuando Rosario y Pedro salieron a visitarlos, ellos se intimidaron un poco, pero los padres de Maca se comportaron como auténticos anfitriones y consiguieron que, poco a poco, se fueran relajando. Tanto que, tras la comida y la charla del café, se habían dividido por sexos para mostrar la finca y las bodegas a sus futuros consuegros Mientras tanto, Maca y Esther subieron un rato a la habitación que solían compartir cuando hacían noche en la casa - Te he visto un poco asustadilla con mis papis... (dijo Esther, abrazándose desde atrás a Maca y besando dulcemente su espalda) - Bueno, cariño, es que imponen un poquito... - ¡Los tuyos sí que imponen! Qué mal lo pasé... - ¿Tú sola? - Ya... (reflexionó) Pero, al final, lo importante, es que lo hayan aceptado - Pues sí. ¿Y los tuyos, cómo lo llevan? - Dicen que bien, aunque, en un principio, ya sabes, no les hacía ni pizca de gracia que estuviéramos juntas - Lo sé (respondió poniendo cara de circunstancias, girándose hacia ella y acariciando su cara suavemente) Tu hermano pequeño estaba cortadísimo... - Ya, bueno, ¿te has parado a pensar lo que puede pasar por la cabeza de un chaval de dieciséis años cuando te ve a ti y te imagina con una mujer? - Bueno, dicho así... - Además, ya sabes que me dijo que estás buenísima...

El muro

182

- Pues yo (dijo Maca, acercándose más a ella y poniendo sus manos en su trasero) sintiéndolo mucho por mi cuñadito... prefiero a mi chica... Aproximaron sus rostros hasta hacer que sus labios encajaran a la perfección, como otras tantas veces. Poco a poco fueron cayendo sobre la cama, Maca sobre Esther Faltaban manos para poder acariciarse todo el cuerpo, aunque en pocos segundos consiguieron deshacerse de toda su ropa. Maca, de lado, bajó su mano hasta el sexo de Esther, estimulándola con la yema de sus dedos, mientras la químico, cada vez más excitada, abría sus piernas permitiéndole un contacto más íntimo, más profundo Apenas media hora después, unos leves golpes en la puerta despertaron a Maca. Esther dormía desnuda a su lado, así que la cubrió con las sábanas antes de taparse ella misma con una bata y abrir la puerta de la habitación - ¡Mamá! ¿Qué pasa? - Es casi la hora de cenar. Hemos entretenido a los padres de Esther todo lo posible, pero ya no son horas de andar metidas en la cama... - Está bien, mamá, ya bajamos - Daos prisa, anda Cerró la puerta y se dirigió a la cama a despertar a Esther. Comenzó a acariciar su rostro y su pelo - Cariño... Mi amor... Despierta, dormilona... Esther se desperezó medio sonriendo - ¡Mmm! (abrió los ojos lentamente) ¿Qué hora es? - Las nueve, mi madre acaba de llamarnos para que bajemos a cenar - ¿Tan tarde? (preguntó, incorporándose sobre la cama) Contigo se me pasa el tiempo volando Maca sonrió y se dio la vuelta para recoger del suelo sus pantalones y comenzó a vestirse mientras Esther entraba al baño a asearse un poco Carmen había preparado una suculenta cena. Como siempre que Esther comía en casa, había cocinado según el “cashrut”, proporcionando comodidad a sus invitados. Maca se había estudiado las leyes judías respecto a la alimentación y procuraba que en su dieta y en la de Esther sólo tuvieran cabida los alimentos permitidos. Sin embargo, a veces, discutía con Esther respecto a la comida. La químico se empeñaba en que Maca no debía seguir su dieta si no quería, pero la fotógrafa insistía en hacerlo. Aquella misma mañana había estado dándole las últimas instrucciones a Carmen a la hora de cocinar los alimentos, pues los padres de Esther eran bastante más tradicionales que ella y no consentían algunas cosas que la químico sí El padre de Esther permanecía callado durante la cena. No le hacía ni pizca de gracia que su única hija fuera lesbiana; pero, encima que ahora se iba a casar... Cuando Esther le dio la noticia, en un principio, pensó en no ir, pero su mujer le convenció. Ahora se arrepentía de haber pensado en no ir. Su hija estaba encantada con Maca. Veía cómo se

El muro

183

miraban y podía adivinar en sus ojos un amor profundo y sincero. Cada acción de la fotógrafa hacia Esther estaba envuelta en un halo de ternura, y eso le hacía pensar que no sólo el sexo las unía Durante la cena pudo comprobar que sus futuros consuegros eran muy buena gente, que querían a Esther como a su propia hija, y eso lo tranquilizó Maca y Esther se fueron pronto a la cama. Aquella iba a ser su última noche de solteras y tenían que aprovecharla, además, así dejaron a sus padres conociéndose mejor Al día siguiente se quedaron ultimando los detalles de la boda: confirmando el menú con Carmen y los del catering, con la floristería para concretar el color de las flores, que hiciera juego con los vestidos de las novias... Quien se encargaba de todo aquello era Rosario, que se movía entre la gente como pez en el agua. Maca y Esther la observaban desde la terraza y sonreían haciendo comentarios sobre ella - Tu madre ha nacido para esto - Ya ves, se tenía que haber dedicado a la organización de eventos, se le habría dado muy bien Rosario se detuvo en una de sus idas y venidas del jardín hacia el salón frente a ellas y les dijo, con un poco de guasa: - Y vosotras ya podríais ayudar un poco, en vez de hacer manitas y estar tiradas ahí a la bartola... - ¡Ay, mamá! Por favor, si nos ponemos a ayudarte y a los cinco minutos nos echas porque no hacemos las cosas como quieres... - Es que estoy muy nerviosa, ¿vosotras no? - Yo no (respondió Esther) - Yo tampoco, todo va a salir prefecto (contestó Maca, quien volvió la cabeza hacia su novia para mirarla embelesada) Da igual cómo salga todo si me voy a casar contigo (añadió muy bajito antes de besar dulcemente sus labios) - ¡Ay, por Dios! ¡Cuánto empalago! (oyeron exclamar a Rosario mientras se besaban. Cuando abrieron los ojos se encontraron con que la madre de Maca ya se había ido al ver las muestras de cariño entre su hija y su nuera) Durante la tarde, aprovechando la hora del café, el padre de Esther salió un rato al jardín a observar el lugar donde al día siguiente tendría lugar la boda Como la químico se había quedado dormida, Maca salió al jardín y allí encontró a su suegro, fumándose un cigarro y mirando muy interesado la carpa donde darían el sí quiero - Hola (saludó) - Hola (dijo el hombre) - ¿Le gusta? (preguntó mirando ella también hacia el pequeño altarcito que habían dispuesto) - Sí, es bonito

El muro

184

- Lo eligió Esther, dice que es lo que más se aproxima a una jupá - Es muy parecido, la verdad Se formó un silencio incómodo entre ambos. Maca no sabía muy bien de qué hablar con su suegro, pues le tenía cierto temor. El hombre permanecía en silencio, fumando y manteniendo la distancia con la fotógrafa. En un principio, él había mantenido la esperanza de que “lo de Esther”, como él llamaba a su gusto por el bello sexo, fuera algo pasajero, algo de lo que poder reírse después, pero cuando se hizo firme la decisión de casarse, se dio cuenta de que su hija no era como él quería que fuera, pero debía aceptarla con todo el amor de su corazón. A ella y a su novia Se volvió lentamente hacia Maca y le sonrió - ¿Sabes? (le preguntó) Cuando nació Esther pensé que mi vida estaba completa. A pesar de no ser la menor de mis hijos, siempre le he tenido un cariño muy especial, tal vez, porque sea la única chica... (hizo una pausa para darle una calada a su cigarrillo) Así que, como te imaginarás, no me hizo ni pizca de gracia que me dijera que le gustan las chicas (Maca asintió) Pero ahora que te conozco... mi opinión ha cambiado a mejor, claro. Hacía mucho tiempo que no la veía tan feliz, y, qué decirte... que, si lo es contigo, si me prometes que vas a hacerla feliz toda su vida, que vas a quererla como a nadie y que nunca le harás daño... Tienes mi bendición Maca se limitó a asentir con la cabeza, pues se le había formado un nudo en la garganta que le impedía articular palabra alguna. Dejó escapar unas lagrimillas, y, por fin, pudo reunir las fuerzas suficientes para decirle: - Tiene mi palabra de que intentaré que siempre sea feliz La tarde se les pasó volando, así como la hora de la cena, donde, en un ambiente mucho más distendido que la noche anterior charlaban las dos familias. Como era el mes de junio, disfrutaban todos de una copa en la terraza. Las carpas ya estaban dispuestas sobre el verde manto del césped, así como las mesas y las sillas para los asistentes y comensales del enlace Maca y Esther se alejaron unos metros de la mesa donde charlaban sus familias, y fueron a sentarse en las escaleras que conducían al porche, mirando hacia las carpas del jardín. La fotógrafa miró a su novia con una sonrisa enorme en la cara, aproximó sus labios a su hombro izquierdo y lo besó con dulzura. La piel de la israelí se erizó y Maca sonrió aún más ante su gesto Esther, por su parte, tomó la mano de Maca y besó su palma. A la jerezana siempre le había derretido ese gesto, quizá porque era tan sensual y de los labios de Esther le parecía tan terriblemente inocente... Se estremeció y apoyó con cuidado su cabeza sobre el hombro de la químico Se dieron la mano y estuvieron un rato jugueteando con sus dedos. Los repasaban con las yemas, cada pequeña arruga, cada falange... Cuando llegó al dedo anular, Maca sonrió, y Esther, como si le leyese el pensamiento, comenzó a hablar, muy bajito:

El muro

185

- Mañana, a estas horas, ya llevaremos los anillos... - Sí. Quedarán perfectos... (replicó Maca, en el mismo tono) - Seguro que sí... - Soy tan feliz... - Y yo... Y pensar que cuando me lo pediste te dije que no... - Bueno, pero no te costó mucho decirme que sí - Pues no... - Además (se miró la mano izquierda) el anillo me queda genial... - Lo vi y supe que te encantaría, con lo pija que tú eres... Las dos rieron levemente mientras se miraban, embebidas, a los ojos - No quiero dormir esta noche sola (comentó la fotógrafa) - Yo tampoco - ¿Y si nos fugamos y volvemos para la boda? - Mi madre nos matará... Con lo que cree ella en esa absurda tradición... - ¡Qué antigua! - ¿Tú crees en eso? - No, pero, por si acaso... - Ya, no eres supersticiosa, porque eso da mala suerte, ¿no? Las dos volvieron a reír Comenzó a refrescar y Esther se frotó los brazos para entrar en calor. Instintivamente, Maca la abrazó y comenzó a frotárselos ella con suavidad. Se estaba tan bien así, abrazándola, sintiendo su piel tibia en la palma de sus manos... Deseó sentirla para siempre, y ese deseo comenzaría a cumplirse al día siguiente Poco rato después llegó Rosario para avisarlas de que se tenían que ir ya a dormir, pues al día siguiente tendrían que levantarse bien tempranito, ya que las peluqueras y maquilladoras llegarían a las ocho de la mañana para arreglarlas para la boda Se despidieron dulcemente en la puerta de la habitación de Maca. No querían dejar de besarse, pues iba a ser una de las pocas noches que habían dormido separadas, pero, por fin consiguieron despegar sus labios - Buenas noches, mi amor (susurró Maca) - Igualmente, cariño... Que descanses - Lo mismo te digo. No estés nerviosa - Tú tampoco, que te conozco... Cuando, por fin, cada una entró a su habitación, Esther fue directa a la cama, pues su naturaleza dormilona le pedía reposo a gritos, pero Maca, más nerviosa, se tumbó en la cama, aunque no conseguía dormirse. Repasó su vida junto a Esther desde el mismo día en que se conocieron en aquella callejuela de la ciudad vieja de Jerusalén, la Semana Santa, el séder de Pesaj junto a ella y al malogrado Carmel, su confesión, la primera vez que durmieron juntas, su despedida en el aeropuerto, todo el tiempo que la echó de menos y lo mucho que sufrió por ella cuando murió su mejor amigo, el regreso a Israel y el primer beso, la de veces que la echó de menos, esperando el viaje por Europa, y que, al final se quedó en un pequeño recorrido por la meseta castellana...

El muro

186

Y al día siguiente, se casaban... Casi no se lo podía creer, estaba tan nerviosa que hasta le costaba respirar... Pero debía relajarse, sino, al día siguiente, la maquilladora tendría que hacer trabajo extra para borrarle unas profundas ojeras, así que se puso a contar ovejas hasta que se durmió A la mañana siguiente, las madres de ambas entraban a sus respectivas habitaciones a despertarlas. Se ducharon casi a la vez y les subieron el desayuno para que no se juntaran en el comedor. Las maquilladoras y peluqueras hacían su trabajo, pero Maca se sentía tan agobiada, que echó a su madre porque la estaba poniendo más nerviosa de lo que estaba con sus comentarios sobre el color del lápiz de labios o de la sombra de ojos Esther, sin embargo, se mantenía tranquila. Por lo general no le gustaba aquello de que la maquillaran, pero lo soportaba con estoicidad A las diez y media, las dos estaban listas. El juez ya había llegado y esperaba a las contrayentes bajo la carpa. Todos los invitados estaban sentados en las sillas que habían dispuesto Maca miraba nerviosa hacia el jardín. Sabía que todo iba a salir bien, pero no podía evitarlo. Iba a dar el paso más importante de su vida Cerca de las once vio llegar a Esther al jardín, y se quedó prendada de aquella imagen. Llevaba un vestido color azul claro de tirantes anudados en la espalda. La falda era de vuelo amplio desde las rodillas hasta las caderas, donde se estrechaba, marcando su figura. Le habían recogido el pelo en un moño, con algunos mechones sueltos. Le pareció la visión más encantadora que había visto nunca Su madre la sacó de su ensoñación, pues le anunció que debían de bajar Esther esperaba nerviosa a Maca. Cuando la vio salir por la puerta principal de la casa se quedó boquiabierta. Llevaba un traje compuesto de falda y chaqueta corta sobre una blusa semitransparente color beige. Las dos sonrieron al verse frente al altar. Parecían comerse con la mirada, se tomaron de la mano y miraron expectantes, nerviosas, al juez - Estamos aquí reunidos para formalizar la unión entre Esther y Macarena (comenzó el juez) que han decidido unirse en matrimonio según el código civil Todos seguían la ceremonia con expectación, e incluso la madre de Maca se enjugaba una lagrimilla rebelde que se escapaba de sus ojos. Pedro sonreía con orgullo al ver las miradas que su hija y su nuera se lanzaban, y los padres de Esther miraban curiosos a un nutrido grupo de amigas de la pareja que se sentaban en segunda fila y que no paraban de comentar lo felices que estaban de estar en aquella boda. Sin embargo, cuando llegó el momento clave, todos se callaron y miraron hacia las contrayentes - Esther, ¿quieres tomar a Macarena como esposa? - Sí, quiero (dijo con su típica sonrisa de oreja a oreja y mirando a Maca a los ojos) - Macarena, ¿quieres tomar a Esther como esposa? - Sí, claro

El muro

187

- Entonces, por la potestad que me otorga el cargo que ostento, os declaro: legalmente casadas Después de la ceremonia, comenzaron a hacerse las tradicionales fotos ellas solas y con las familias y amigos. Lo cierto es que esa era la parte más pesada de la boda, pero, después, cuando vieron el resultado final de las fotos, a todos le encantaron. Lo cierto es que Maca siempre había odiado posar y que posaran para ella, pero aquella vez lo hizo gustosamente, pues su mujer estaba a su lado Fueron a un pequeño estanque que había detrás de la casa y, mientras los demás se tomaban el aperitivo, ellas se retrataban a orillas del estanque, jugando con los juncos que crecían alrededor Después de más de una hora de sesión fotográfica, las recién casadas aparecían en la carpa principal. Iban sonrientes y de la mano, seguidas, unos metros detrás, por el fotógrafo, que había aprovechado su posición para fotografiarlas así, de espaldas, tomadas de la mano Brindaron con el primer champagne Wilson, recién salido de los viñedos de Burdeos, que la empresa había adquirido unos meses antes, por la feliz vida de las recién casadas. Esther quiso hablar antes de brindar - Yo (comenzó con timidez), bueno, todos sabéis que no me gusta mucho hablar en público, pero creo que la ocasión lo merece. Cuando conocí a Maca, al principio pensé que era una pija insoportable, sin embargo, tuve la suerte de volverme a encontrar con ella, y entonces ya no pensé que lo fuera, al contrario, me enamoré locamente. Y fue dura de pelar, ¿eh? Que lo suyo le costó (sonrió mirando a Maca) Pero lo importante es que ahora estamos celebrando nuestra boda, con la gente que nos quiere y a la que le tenemos que agradecer muchas cosas. Sobretodo a nuestros padres, quienes han sabido adaptarse a los tiempos que corren y nos han aceptado tal y como somos (se dirigió a su familia y la de Maca, que estaban sentadas juntas) No sabéis todo lo que esto significa para nosotras (alzó su copa y sonrió) Por vosotros Tanto sus padres como los de Maca se acercaron para besarla, mientras la fotógrafa la miraba con ojillos emocionados. Esther se aproximó a ella y besó su mejilla dulcemente - Guapa (le susurró) Sabía que eras capaz de emocionarme, pero no a todos los invitados... - Para que veas, una que es polivalente Carmen se aproximó a ellas con lágrimas en los ojos. Habían decidido darle vacaciones e invitarla como una más a la boda, de la cocina ya se encargarían los del catering - ¡Qué guapas estáis! (les dijo, dándole un par de besos a cada una) - Gracias, Carmen. Tú también lo estás (le respondió Esther) Se quedaron unos minutos hablando con la cocinera mientras los camareros pasaban a su lado con más copas de champagne y bandejas con canapés variados

El muro

188

Poco después avisaron a los comensales de que la comida iba a dar comienzo. Pedro Wilson sonrió y comentó, mientras se dirigía a su mesa: - Yo no sé si voy a poder seguir comiendo, he secuestrado a una camarera con canapés y me he comido todos los que llevaba en la bandeja... Ese comentario provocó la risa de todos los que estaban cerca. Pedro no era un hombre muy dado a chanzas y chascarrillos, pero debía de reconocer que ver a su hija feliz lo convertía en un hombre feliz igualmente Habían dispuesto una mesa alargada para ellas dos y sus familias, y varias mesas circulares para los demás invitados, destacando como la más escandalosa donde habían situado a los amigos y amigas de las novias A la hora de los postres, los camareros sacaron del interior de la casa una gran tarta con varias alturas y una pareja de novias como colofón Con una gran espada que les habían proporcionado, contaron un par de trozos, antes de que los camareros se pusieran a partir ellos el pastel Maca untó uno de sus dedos en la nata y lo pasó por el labio de la químico, para después arrebatárselo de los labios en un beso algo más apasionado de los que se habían dado en público hasta ese momento Música: Vals nº2 de la suite de Jazz, Dmitri Shostakhovich Después comenzó la música. Al principio fue una lenta melodía, pero uno de los integrantes del grupo que habían contratado para amenizar la tarde que ya caía sobre Jerez se acercó hasta las novias para anunciarles que debían abrir el baile ellas. Como no tenían ninguna canción favorita, el chico les sugirió un vals muy conocido, que había salido en la última peli de Kubrick, así que ellas aceptaron Salieron a la pequeña pista de baile, improvisada sobre tablas de madera para que los tacones no se les engancharan en el césped, cogidas de la mano y mirándose un poco cohibidas ante el hecho de que todo el mundo las estuviese mirando Cuando la música comenzó a sonar, ellas se pusieron frente a frente, enlazaron sus manos y comenzaron a bailar al son de la música Daban vueltas y vueltas, pero sólo se encontraban ellas. El sol de junio se colaba entre las rendijas que, sabiamente, habían practicado sobre el techo de las carpas, dotando al lugar de luz, pero a la vez, de frescor. Esos haces de luz que se colaban creaban en los ojos de Maca pequeños destellos dorados a los que Esther no sabía resistirse Cobijó la cabeza en su cuello, suspirando y provocando así un escalofrío en el cuerpo de su mujer - ¿Qué pasa? (preguntó Maca, riendo) - ¿Eres feliz?

El muro

189

- Mucho - Yo también. Siento una sensación aquí (y se llevó la mano enlazada a la de su mujer al pecho, sobre su corazón) que no sé cómo describir, pero que hace que tenga ganas de reír y llorar a un tiempo, de gritar, de saltar (se detuvo a mirarla intensamente) De besarte y no parar (añadió en tono meloso) de subir a nuestra habitación y no salir hasta que tengamos que embarcar mañana por la noche... Te quiero tanto, Maca... A Maca le emocionó tanto el tono vehemente de sus palabras que no pudo hacer otra cosa que exhalar el aire de sus pulmones, abrazarla aún más y susurrar, cuando el nudo de su garganta se lo permitió, un leve “mi niña”, que estremeció a Esther hasta los tuétanos La fiesta ofreció hasta cena, pero sólo para los más allegados miembros de las dos familias. Esther y Maca casi no probaron la comida, estaban demasiado emocionadas con la boda Se pasaron todo el tiempo mirándose embebidas. Después de aquél vals, habían seguido bailando, no porque quisieran, sino porque no querían dejar de abrazarse, de tocarse, de sentirse, y les daba igual que el ritmo de la música hubiera pasado de un tranquilo vals a un pasodoble o un animado cha-cha-chá Ya de noche, pero mucho antes de que la fiesta terminara, las dos se retiraron a su habitación, alegando el cansancio y las emociones del día. Los padres de las dos sonrieron. Sabían, pues ellos mismos habían pasado por ahí, las ganas que tenían de estar solas, así que las dejaron marchar Cruzaron el jardín a toda prisa, casi corriendo, de la mano. A medio camino, Esther se quitó los tacones y caminó descalza el tramo que quedaba, pues tenía los pies hechos polvo, no estaba acostumbrada a llevar tacones, y tantas horas con ellos habían hecho mella Entraron en la casa, saludaron a Carmen, que intentaba poner en orden todo lo que los del catering habían desordenado en la cocina, y subieron a su cuarto Una vez dentro, Maca abrazó a Esther antes de que ésta alcanzara el baño - Maca, que me meo... (protestó, riendo y estremeciéndose ante el encendido beso que la fotógrafa había dejado en su cuello) - Corre (le dijo, soltándola y dándole una palmada en el culo antes de verla desaparecer por la puerta del baño) Sonrió y se sentó en la cama. Se quitó los zapatos con un suspiro de alivio, pues aunque no quisiera reconocerlo, a ella también le hacían daño. Comenzó a masajearse los pies con las dos manos mientras pensaba en lo acontecido ese maravilloso día. Todo había salido a pedir de boca: la familia de Esther había aceptado la relación, las dos familias habían conectado, no había hecho mal tiempo, pero tampoco había hecho mucho calor, nada, que ella supiera, había salido mal, ni en la ceremonia, ni durante la fiesta de después... Y encima, se había casado con la mujer más maravillosa sobre la faz de la Tierra. Sonrió tontamente y se tumbó boca arriba en la cama, con los pies colgando fuera del colchón

El muro

190

- ¿Qué haces? (le preguntó Esther mientras la miraba, con los brazos cruzados sobre el pecho) - Nada, pensar - ¿En qué? Porque, con esa sonrisilla que luces... - Mala... (se incorporó) En ti... Siempre pienso en ti... - ¿Sí? (acercó su cuerpo hasta ella, de modo que su vientre quedaba a la altura de la cabeza de Maca) - Ajá (afirmó la fotógrafa, meneando la cabeza de arriba abajo y besando por encima de la ropa el vientre cálido de la químico) Acarició su pelo y su cabeza con la yema de los dedos y se separó un momento para agacharse y permitir que sus bocas se unieran en un beso que ninguna de las dos quería cortar Poco a poco fueron tumbándose sobre la cama, Esther sobre Maca, sin dejar de besarse ni de tocarse - Mmm... (gimió Maca, cuando Esther acarició su pecho por encima de la fina tela del vestido) No veas el morbo que me da hacerlo con una mujer casada... - A mí también me da morbo, y más si está tan buena como la mía... Sonrieron y volvieron a besarse, ésta vez, permitiendo que sus manos comenzaran a desnudarlas Unos segundos después, Maca sólo llevaba encima la ropa interior, un conjunto muy sexy de dos piezas más un liguero, pero Esther aún seguía con el vestido a medio quitar - Cariño (le decía Maca, luchando con la cremallera) me encanta éste vestido, estás preciosa con él, pero el diseñador no ha tenido en cuenta lo difícil que es quitártelo... - Espera, a ver si yo puedo... (se incorporó sobre Maca y se puso a horcajadas sobre ella. La fotógrafa, juguetona, comenzó a introducir sus manos debajo del vestido hasta acariciar el borde de sus braguitas de encaje) ¡Maca! (protestó, riendo y golpeando suavemente sus manos para que no la desconcentrara, pero la fotógrafa no se daba por vencida) Para, de verdad, que me haces cosquillas... - No son precisamente cosquillas lo que yo quería hacerte (dijo, parando sus manos por fin, dejándolas sobre los muslos de la israelí) Esther forcejeó unos segundos más, hasta que consiguió sacárselo del todo con una exclamación de júbilo - Espero (le dijo con una mirada pícara) que estés preparada, porque esta noche no vas a dormir nada de nada... - Me arriesgaré (respondió Maca, subiendo las manos de los muslos hasta los pechos de la químico, introduciéndolas por debajo del sujetador y acariciando con los pulgares sus pezones, que ya comenzaban a responder a sus caricias) Poco a poco comenzaron a desprenderse mutuamente de la poca ropa que todavía les quedaba encima. Cuando finalmente se quedaron desnudas, Maca bajó sus manos hasta el sexo de Esther, acariciándola directamente, provocando mil sensaciones en la israelí

El muro

191

- Maca, espera, quiero que... ¡¡buf!! (suspiró al sentir un intenso espasmo en su interior), quiero que lleguemos juntas... por favor La fotógrafa detuvo sus caricias y permitió que esta vez fuera Esther quien llevara las riendas, que se tumbó sobre ella y comenzó a besarla intensamente por todo el cuerpo, recorriendo con su lengua todo su cuerpo, provocándola hasta llevarla casi al mismo estado de excitación en el que se encontraba ella Cuando ya las dos estaban a punto, Esther se detuvo y situó una de sus piernas entre las de Maca, encajándolas a la perfección, y comenzó un suave balanceo, que comenzó a incrementarse a cada roce de su piel - Mi amor (susurraba) me haces tan feliz... - Mmm... por favor... no te detengas ahora, Esther... - No, no, cariño... - Vamos, vamos, ya casi estoy... - Y... y yo... Unos segundos más bastaron para que las dos disfrutaran a la vez de un intenso y placentero orgasmo, preludio sólo de los que siguieron aquella noche y toda su vida

FIN