El mundo contemporaneo, Historia y problemas

Julio Arostegui, Cristian Buchrucker y Jorge Saborido (dircctorcs) ELMUNDO , CONTEMPORANEO: HISTORIA Y PROBLEMAS 1'

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Julio Arostegui, Cristian Buchrucker y Jorge Saborido (dircctorcs)

ELMUNDO

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HISTORIA Y PROBLEMAS

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INTRODUCCION GENERAL

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En el comienw de su celebre libra EIAntiguo Regimeny Iii revoluci6n, aparecido en 1856, deda Alexis de 'Iocqueville que "no ha habido nunca acontecimiento mas gnnde, de ant:ocedentes Ir.,is remotos, mej,lr prepando y menos previsto" q'Je eI de la Revoluci6n misrna ([(xqueville, 1982 [1856]). Un tratadista actual, Paul Kennedy, ha afirmado par su parte, en relaci6n con aquel mismo heeho historico, que "el conHieto que iba a absorber las energfas de gran parte del continente [Eu­ ropa] durante dos decenios eT7lpez6 despacio y de un modo irregular" (Kennedy, 19(5). Estas sugerentes consideraciones acerca de ese gran portico del mundo con­ temporaneo que rue eI desarrollo, en el transito entre los siglos XVlI! y XL'(, de procesos revolucionarios de gran extension y alcance, no podrfan menos que inci­ tar, a lIlaS de doscientos anos de distancia y cuando comie'1zan un nuevo siglo y un nuevo milenio, algunas reHexiones que estarfan por demas lIluy indicadas en esta Introducci6n a una nueva historia del mundo contempcJraneo. 'locq'levi!le y Kennedy hab1ahan respectivamente de la revoluci6n en Francia y en Europa. No es un desprGp6silu historico extrapolar ambos juicios para hacerlos extensivos a las revoluciones que en una y otra parte del AtLintico, si aceptamos esa vieja tesis de la existencia de una ",evoluci6n atlantica" (Palmer, 1970), dieron paso a una nueva epoca de la civilizaci6n rnundial, la que llamamos justamente Edad Contem­ poninea 0 mUl1do coniemponineo. Ademas, cmprendemos esta reflexion sobre el origen del mundo contemporaneo ruando los rasgos hist6ricos esenc'iales del periodo pue­ den percihirse hoy ya en una fase en la que empiezan a perder protagonismo ante la cmergencia de nuevos y poderosos factores de cambio. En efecto, la presente obra se ocupa de la epoca historica que transcurce desde las revoluciones de fines del siglo }..'VIIl hasta nuestro tiempo, en el que de forma mas pacifica y difusa, pero no menos trasccndente, se esta procluciendo una nueva i'e'iC'!uci6n de La eivilizaci6n y de la cultura, 0 culturas, de ia humanidact Su conte­ r

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nido ahaI'Ll, pues, 1"1St.) LJ hiswri;l misl1la qUL' \'ivimos hm ljuienes cscrihimos" kemos i ,111m],] Rene Rell10nd (lCJ7+, I), desde el pl/l1m de ,ltT,]nque de los ll10\'im;elltos de agilrica lucida de LJ Gran Cuerr;l en I'.! I +, ell b que los rasgos del capitalislllo ~IJcno de base indus-­ trial se hacen hegem6mcos de t()rma definitlvc\ ell el mumlo, LJ presencia de los Fstados nacionales es el fel~6meno politico m:is definitorio y las sociedades d,> rnasas siguen l 1esarroiLindose al tiempo que se expand~ pOI' el mundo la cliltura occidental. Y todo ello se singulariza auo m;is porque en tal momento cristaliza la primera gran opci6n a la sociedad capitalista que habia ido anunciinuose en el siglo XLX: es decir, cl Estado y la sociedad xocifl/ixt!lx. EI fundamento doctrinar~o de esa opci6n procede, efectivamente, del siglo XLX. Tal Estaclo y tal sociedad fueron los que intent() establecer la revoluci6n de los bolcheviques en la Rusia de 1917. Asf, si hay razones historicas para apoyar Ja tesis que defiencle una contemporaneidad tem'­ prana, posrevolucionaria, exi~ten tambien otras que apoyan la idea de que la trans­ fonnacion profunda y definitiva de las socicdades del Antiguo Regimen tardo mueho l:las tiempo. Lo cierto es que naclie ha pensado que exista una dieotomia tajante entre el mundo modernc y el mllndo contemporineo. Analizaremos despues bre­ vemente llnas y otras posicicmes. En todo caso, es indu,lahle que la percepcion misma de una hutorifl co!1fcmporrillea y el propio term;no que h designa apareeieron, segl'l1 hemos di­ cho, en los comienzos del sig]o XIX y no en el siglo ~'X. La idea de 10 contempo­ dneo tuvo prillleramente expresi6n literaria, en los Iibros de historia y en los de politica. De ahi pasarfa a otros ambit0s de la cultura. La historia contempo­ Linea fue, en principio, una forma,lUeva de hacer hisroria que se expresaba, sobre todo, en fonna de "anales contemporaneos". Y fue tambien una historia de las ideas Iiberales y de su pugna pOI' imponerse. Pero la palabra 'con tempo­ rineo' no paso, de 1110mcnto, allenguaje politico ordinario. Tampoco se hablo de un "nuevo regimen" sustitutivo del antigllo en la terminologia politica del tiempo. Al con/unto de las novedades e instituciones que trajo la nueva situa­ cion posrcyolucionaria se 10 denominarfa, pOI' tiemplo, "regimen representati­ YO", "monarqufa limitada", induso "democracia" en ciertos casos, u otras ex­ presio'1es an;;logas que aluden casi siempre y sobre todo al Inodo de promover y ejecutar la imciativa politica. La denolllinacion "contemporaneo" se insimla 'fa en los ~iempos mismos de la revoluci6n. Fs un t';rmino que emplea fJ1toine Bama,e en su Introduction a fa Revolution Frun\'aL,e publicada en 1795, poco despues de su llluerte, para aludir a la llegada de una nueva pe.spectiva hist6rica aoierta por h revolucion. El caso espa­ nol es hien tipico: la expresi6n "historia contemporle. Debe aceptarse, sin embargo, que los iclcales al'istocr5ticos, la prcemi­ nencla de ios grandes terr'ltenientes, la pennanencia de la aristocr'leia, m:]s 0 me­ \lOS "'1hurglles'lda", como grupo dominante y Ia explosi()n de! c(\nservadnrismo social a t1nales del siglo, son hechos incontrovertibles soore los que Nhyer ha Hamada muy acertad;lli1ente la atenci611. En l:stas soeiedades aparecen, frente a 10 que se considera el peligro ohrero, las diversas cornentes de refot7t:ij7170 social. en det'lIle fin,d que es preciso senalar es el cambio operado en la Edad Crmtempora­ nea en los conflictos socialts en eualquier escala y cualquie"a que fuese su origen. En los nuevos tiempos camhi,m arnpliamente el sentdo y las causas de los conflictos, de forma que se ha hablado de una problematjca y una violencia "Il1odernas", dis­ tintas de las antiguas. La Edad Contemporanea tiene indudab\emenre cI j'ISto titulo de ser tenida par la era de las revoluciones, Sin embargo, 10 que se conocio, y se sigut' conociendo a veces, como revolucion no era en muehos casas smo un tipo de conflicto particula­ rizado que no afectaria ias grandes estructuras. EI sigio XIX, en concreto, vivi6 el paso de~de las revueltas del esti10 de los ,. fu~'f}res carnpcsinos" -las revueltas del tipo del Antiguo Regimen, revueltas del hambre- a las revue!tas modernas, con fuerrcs compo".entes politicos y con nuevas lilanifestacionl:s de la vlOkncia politi­ CL EI paso, pl'es, ,!e las J'evueltas ruralcs a los movi'nientos de rebelJ6n en las sociedades urbanizadas e industri:lli7.adas (Tilly y Tilly, cds., 1981; Ar6stegl.li, 19(6).

6, Estados y naciones Un nuevo modelo del Estado, unas nuevas concepciones sobre el origen y ejercicio del poder y sohre la potestad de hacer las leyes y de aplicarlas, la conver­ sion de los Sllbditos en ciudadanos, Ia concepci6n del cuerpo politico como ill/­ cion, h aparici('m de 1a opinic'm publica, cl constitucionalismo... Estas y muchas otras realidades nuevas de 1a vida politic" aparecen en el curso de las grandes revoluciones del XVIfT y sc consolidan en toda la Edad Contempor:inea cambian­ do eI panorama completo de b gohernacion y de la conformacion y reproduccj6'1 de 135 comunidades politicas, tCual fue el arigen de estos ealllbios que afcctarfan par completo el universo politico y jurfdico en Occidente, que se expandirian a medida que avanzaba la Edad Contempodnea;l; tque consecuencias duraderas tendrfan para eI futuro? Las respuestas a estas granclcs cuestiones tend ran que val oral' primero el hecho de que los cambios en todas las concepciones de 10 politico que trajeron las re­ voluciones fueroll de tal magnitud que en ITIuchos momentos se ha impuesto 1a idea de que las revoluciones mismas que dieron paso a la Cpoca contemporanea fueron antes que nada, 0 tal ve7, exclusivamente, fen6menos politicos (Skocpol, 1994). Import;l, pues, de manera muy determinante analiz~r 10 que eI mup..Jo con­ temporaneo i'1troduee como una nueva historia de la politica. En cuanto al punto oe p'ntioa, vVallerstein (1979-1999, i) ha recordado yuc eI

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dellltUi~do fe\,cbl. No debc olvidarse, a este (:tecto, que el establecimiento de L1S

nuevas monarqu\;ls, esel1cialmente la hisp-.iniea de los RelTs Catt,licos, cont'nu:1da

luego por l'a de ios I-!;lllsh"rgo, hi 'r,wcesa de los V"lois y 1,1 brit,inica de los Tudor,

re"resenta, sobre todo, la creacio" de nuevas estructuras del Fstado, su fortaleci­

miento en una gran orgamzaci6n llllr'ocratic~ que mantiene una precisa \' cEcal:

dialectica con la expansion del sistema c"pitalista (Artola, 19()I1. FI autor 10 formula de mancra gratica y contundente: "Cuando un pueblo h3 destruido en su seno Ia aristocracia", dice, "corre hacia Ia centralizacion como por instinto natural". La busqueda de la centralizaci6n del poder del Est:ldo es una de las corrientes mas importantes de la Dolitica del siglo y la que pretigura la situaci6n que luega consolidara la revolucion. Al!:,'Unos autores, como Goubert, han matizado las apre~ ciaciones de 10cqueville advirtiendo que mas que la centralizacion real 10 que huho fue un intento de ella, sin lIegar a conseguirlo de manera clara. El Antigua Regimen, desde luego, lucha contra la dispersi6n territonal y la dispersion palitic:l a la que propenden los intereses de grupos como las aristocracias locales. Existe una batalla por la centralizacion. En Francia se produce eI fen6meno de la inear~ poracion a un Estado muy centralizado de parlamentos y "Estaclos" provinciales ya desde el tiempo de los reyes Capetos y m:ls aun con los B'Jrbones. Los Borho~ nes de la monarquia espanola poncn '~n marcha medidas semejantes desde princi~

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