El Libro de los Héroes

EL LIBRO DE LOS HEROES CROQUIS DE LA REPUBL1CA DEL PARAGUAY IND1CAND0 LOS TEKRITORIOS AN EX A!) >S *\ POR LOS ALIA

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EL LIBRO DE LOS HEROES

CROQUIS DE LA

REPUBL1CA DEL PARAGUAY IND1CAND0 LOS TEKRITORIOS AN EX A!)

>S

*\

POR LOS ALIADOS

REGION ORIENTAL

y

^

Y

JUAN

E. O'

LEAR

EL LIBRO DE LOS HEROES Paginal

hist'i'a, tantas veces gloriosa. Desde hace veinte alios viene enterando al universo de la tragedia inicua y, gracilis a sus formidables alegatos, se ha reabierto un proceso sin olvido y en evidencia ha quedado, baj'o nuevos puutos de vista, el aborrecible a tentado, cuya niagmiitd crece, a tnedida que avausa la lioniada investigacidn retrospectiva. Es ejemplar, es admirable, suda estoicismo, esta tenas apelacion al sentitniento de los pueblos, a su espiritu de just id a; esta infutigable devotion a un ideal inmaculado, este oustero cullo de la patria y de su altisituo credo : e*ta inmolacidn de una existencia y de una voluutad, constitute, inextinguible, sin desniayo. Fundiendo con duiino de attista, como un inspirado, la estatua de los otros, O'Leary ha

acrisolado, sin advertirlo, el metal de la propia. De ella s6lo le separa la vida, que el bronce reciin entra en ebullicidn cuando la materia muere. E? el veugador de sn raza, santificada por el martirio. En Curttpayty, mdxima victoria alcansada por el derecho de las patrras en lares americanos, desputs de la emaucipacidn, sns mayores, en enorme desproporcidu, htcharon como a 1 1 etas y totalmente vencieron. Pites e"l hizo de aqnellas astillas sit trinchera; tambie'n se batid en desproporcion enorme. con afdn atletico, y, al ignal de sns hermanos del tiempo de hierro, ampliamente vencid. O'Leary ha puesto baj'o sit verdadera Ins el

drama de

1865. Nunca podrd sn grey agrabast ante ; y, de exprofeso, no digo pagar tamafio servicio, porqne tos arranqnes superiores del alma no se conciertan cot. la idea de recompettsa, por elevada que sea la acepcidn, Recne'rdese que una propaganda tendenciosa, incesante, Javorecida por el silencio de las catdos, tan desangrados que ni fuerza tuvieran para sobreponerse al dolor y si la bear sn prolesta, ttegd a legitimar tin concepto artijicioso sobre la nacionalidad intre'pida y sobre sn tortnra. Corriente fue presentar a la Triple Aliansa como una gran Jornada libertadora. Ajena al asnnto y sin interesarse en cosas mnertas, la opinidn extrana repitid, sin inventario, el fdcil y rwdoso aserto: primd la falsa orientacidn, errdndose el Como voz rumbo en el cruce de los caminos definitiva, como voz de historia, oydse el jnicio sumario de los que aplastaran baja bota de doble suela al pueblo infortunado, culpable de renova en la edad modema, la hasaha troy ana. decirselo

,

La

larga tristesa, tan larga que parecid sin romperia el desafio de un desconocido / que asi empiesan siempre las reacciones justiciar as I Cuanto ma's avansaba el temerario en el rect'tado de las tremendas cuitas, subia en los aw ditorios la pasion por su test's sollozante. La palabra iluminada de un joven la recoge, pronto, la conciencia de un pueblo. En la actualidad, cuaudo el evangelista del patriotismo paraguayo, levantado a las ma's alias cumbres por la idol atria popular, ensefia a las nativas multitudes la Epopeya. por 61 magnlficamente desagraviada, puede afirma> se que por su boca apostolica habla a los tiempos la posteridad. El cousenso de la libre America le acompana, le alaba, le estimula, le rinde admiraciones. Y desde el fondo de la muihedumbre, yo le rubrico la mia, cdlida y fraterna ! orillas, la

Luis Alberto de Herrera

Montevideo, Setiembre 18 de 1921.

PRIMERA PARTE

DESFILE HEROICO

EL HEROE DE LOS LANCHONES

Permitidme evocar, ante todo, mi primera encon el h£roe.

trevista

Fue en

1908.

El perfodo de nuestra sangrienta anarqufa se iniciaba.

£61o, en la casi total proscripci6n de mis amiuna mafmna mis nostalgias a 1o largo de las amplias avenidas del maravilloso parque del gos. pa sea b a

gran soldaJo de Ytoror6 v Avay. La ausencia forzada del patricio ponfa una inmensa melancolfa en aquel refugio senorial de su gloriosa ancianidad.

Y,

asf,

la

con mi fntima

tristeza tristeza,

ambiente se confundfa aurecentando mi profundo

del

abatimiento.

Hacfa un buen rato que me paseaba, cuando acert6 a llegar hasta nif un viejecito, de ojos azules, tez sonro«ada y blanca cabellera. Era don ad a.

el

nuevo encargado de

la

propiedad aban-

El general Caballero, al tomar su bord6n de peregrino, le habfa rogado cuidara de aquel riucon delicioso, vinculado a los mejores dias de su vida.

12

Su edad me decia claramente que se trataba de uu veterano de la guerra. Pero no lo conocfa, ni recordaba haberlo visto nunca. Sonrieute me saludo, como si nqs vinculara una antigua amistad. Y yo. con el interns con que interrogo siempre a nuestros ancianos, me permiti preguntarle su nombre, para entrar despu6s, de lleno, en el drama de su vida militar. —Soy el Teniente Jos6 Marfa Farifia. me contest6t y-ive venido a ocupar esta propicdnd hasta que vuelva el general. ^Farina? .. me dije, tratando de recordar. Y bien pronto acudi6 a mi memoria la hazana estupenda del heroe de los la"chones... No es ue hatofa apagado el resplandor de su gloria en las sombras de la tumba. Muerto, y bien muerto es1

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De

1o contrario, cojrno serfa posible que un seraejante pasase inadvertido tanto tiempo, confundido eti la turba andnima. perdido en medio de la mediocridad general, el, que tenia talla de gigante! Decididamente no podia smino a la iniquidad, haciendo la revel;ici6n de su existencia, imponi6ndolo al respeto popular y endulzando los ultimos dlas de su una de

las satisfacciones

ancianidad.

Pronto cl heYoe desconocido sabore6 los halagos de la puhlica admiraci6ji, vie'idose festejado por nuestra juventud y aclamado por nuestro pueblo.

Reintegrado en su puesto de sargento mayor de infanteria, para los efectos de cobntr su pensi6n de v^terauo, llevado por mf a una modesta funci6n en el Colegio Nacional, favorecido a ratos por el Mini^terio de Guerra, mtjor6 tambien su situaci6n material, saliendo de las estrecheces de la miseria, no para cuiiocer la opulencia, pero sf para llevar en adelante con ma\s decoro los laureles de su corona.

Y ahora, decidme vosotros, hijos como 61 de CaacupS, desde cuando sabeis de su glwria. Para vosotros. igual que para mf, el pobre viejo, risufflo y picaresco, era uno de tantos sobrevivien* tes de la guerra.

15

Verdad es que los que le conociAis personalmente, veiais en 61 algo no vilgar, presintiendo seguramente en el desenfado de sus actos la realidad de su grandeza. Porque el Teniente Farifia, a pesar de todo, nunca dej6 de merecer vuestro respeto. Pobre, a veces tocando la miseria, sin un solo centavo, vivia feliz en medio de vosotros, y hasta vivfa con cierta arrogancia. Cuando alguna vez se levaiitaba sin pagar la vianda que os habfa pcdido para satisfacer los reclamos de su hambre, y se iba.diciendoque volverfa por «el vuelto* — frase suya inolviJable— ea que os hablaba con todo el orgullo del hombre que tenia coneiencia de su obra y no ignoraba que nuestra deuda nunca podrfa ser saldada con el. Comiese lo que comiese... siempre tendria un « vuelto » que cobrar, siempre quedarfa una enorme suma a su favor, ya que no hay dinero pnra pagar glorias como las que €\ conquistd para su patria. Ya tardc, supisteis la verdad de su pasado. Pero justo es reconocer que, tan pronto como os liegaron los ecos de mi revelacidn, pensasteis en honrar al que era honra de vuestro terruno, surgiendo el patri6tico pensamiento de ericirle ese monumento que ay el Desiino no quiso que en vida viera levantarse, y tributdndole homenajcs que yos6 cu^nto contribuyeron aalegrarel triste crepusculo de su solitaria vejez. Podemos decir, pues, que m&s alld de su tumba nos encontramos, para coronar asf nuestra obra y sellar juntos la apoteosis del h6roe de los l»nchones, dej^ndole, vosotros, fundido en el bronce consagratorio, y yo. de pie sobre el pedestal de sus proezas, ocupando el primer puesto entre los primeros actores de nuestra Epopeyal .

J

I

16

II

Y ahora, pasemos revista, r^pidamente, a su prodigiosa vida Ue soldado. P»ra eso he de aprovechar los apuntes in£ditos del heroe, que guardo en mi archivo, y, sobre todo, la documentaci6n de los que fueron nuestros enemigos amen de otros papeles desconocidos, hoy en mi poder. N.ici6 el 1>niente Farifia en este pueblo de Caacupe\ en 1836, en el seno de la honorable familia que todos conoceis.

Aquf recib ifl dose despues a

su primera

la capital,

dios, hasta adquirir

una

educarirtn, trasladdn-

para completar sus estucultura general, bastante

compkta para su tiempo. Tenia diez y ocho anos cuando, en 1854, sent6 plaza como soldado, en el Batall4n 2° dt: I.ifanterfa, iniciando asi su esplendorosa carrera militar.

Dos aftos despuSs, y organizada nuestra marina mercante y de guerra, fue escogid o, con otros compafteros, para tripular uno de nuestros buques, el Tacuarl, comand>«do entonces por el capitAn Pedro Ignacio Meza. De este buque pas6 despues al Igurey y luego al Rio Blanco, cuyo comandanera el capit&n M6rice, orgauizador t6cnico de nuestra escuaura. Bajo la direcci6n del avesado ingle\s, bien pronto se convirti6 en un verdadero lobo de mar, toc&ndole en suerte cruzar dos veces el oceano, para visitar los puertos europeos. te

Mds adelante, despues de tripular el Rio Apa, pas6 de nuevo a bordo del Tacuari, comandado a la sazon por el capitan Remigio Cabral.

17

En este buque permaneci6 once meses en el puerto de Montevideo, regresando a Asunci6n en las vfsperas de la guerra.

En aquella epoca, despues de diez afios de constantes sacrificios, hahfa alcanzado el grado de sargento, gozando de la bien adquirida fama de excelcnte artillero. Y vino la co;flTgrnci6n. El Paraguay, amenazado por una vasta conspiraci6n internacio ml, y fiel a los tratados, toino^ las armas para defenderse. Las hostilidades al Imperio empezaron en Matto Grosso, donde el BrasM, desde hacfa anos, acumul-iha enormes materiales belicos. Y fue ent6nces cuando se inici6 la carrera her6ica del Teniente Farina. Surge el heroe tripulando los lanchones, wdquihas de guerra que tanto ruldo habfan de hacer en el mtwido y que tan estrechamente habfun de quedar vinculadas a su memoria. Estas embarcaciones, bautizadas despues por los brasilenos con el pomposo nombre de Monitores Guaranls, no eraii si no fuertes canoas de madera o pequt* nas chatas, si se quiere, armadas de un grueso can6n. En realidad no eran sino fragiles baterfas flotantes, cuya tiuica ventaja era ofrecer poco bianco al enemigo, pero que, por lo dem&s, resultaban perfectamente indef'ensas. Fueroii construfdas, por indicaci6n del Mariscal L6pez, sobre plano« del constructor naval Desiderio Trujillo, que obran originated en mi poder. Las m^s grandes llegaron a medir veinte varas. El canon estaha emplazado en el centro, pudiendo girar sobre una curena movible, por medio de una serie de poleas. No ten fan espacio sino para los pertrechos y una miiy^netlucida tripma-

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Una vez

cargadas, apenas sobresalfan dos nivel del agua. Tenfan dos timone«, uno a proa y otro a popa. ci6n.

cuartas sobre

Ya

el

ve££nios_ 1o que hicieron y 1o que pudieron « ingetiiosas maquinas de guerra ».

hacer estas

Fanfla, como dijimos, mandaba dos lauchones en la expediri6n a Matto Grosso. Uno de ellos se llama ba^ tftimajtd y el otro Cerro Ledn. El primero, dirigido personalmente por 61, tenia un can6n de 80. la pieza de mds grueso calibre del Paraguay. El segundo estaba armado con un can6n de 65. El 26 de Diciembrc de 1864, una vez en las proximidades de la tenida por inexpugnable fortaleza de Coimbra, el general Barrios, jefe de nuestras fuerzas, ordeno a nuestro heroe que se adelantara con sus naves, para iniciar el bombardeo a la poderosa posicibn enemiga. Y al dfa siguiente, como el jefe de la plaza se negara a rendirse, rompi6 e fuego, tocAndole asf en suerte disparar el primer canonazo contra el Impeno esclavocrata y usurpador. Abrumados por los certeros tiros de Farifla, los brasilenos pronto agrdiejcfln la cabeza, disponiendose a emprender una vergonzosa retirada, sin ocurrfrseles, ni un solo momento, aprovechar l

sus dos canonera*, Anhambahy y faurii, para hostiprotegidos por su artilleria, & los lauchones destacados de la escuidril'a paraguaya. lizar,

El 28 de Diciembre tuvo lugar un reconocimiento por tierra Y esa misma noihe el enemigo

abandond sus posiciones. De modo que, al dfa cuando Farifla iba a reanudar el bombardeo, se vino a saber que dentro de los muros de la fortaleza de Coimbra no quedaba sino el siguiente,

19

e=pectro lencioso

del miedo,

ambiente

flotando en su

si-

!

Dtrof que dice un cronista argentino, acababa de ganar una nueva victoria sobre la escuadra acorazada del Imperio del Brasil.

35

Oscurecia.

.

Esa noche recibi6 Farina nuevas y mas entusiastas felicitaciones del Mariscal Lopez, que habfa presenciado la batalla desde su Cuartel General. Esta vez recibi6 tambien una recompensa en dinero, entregandosele una banda de musicos para que festejara su triunfo, en medio de la alegria del campamento, en una ruidosa serenata. Y amaneci6 el 27 de Marzo, que iba a ser su gran di'a, su dia epico, el dia de su capo laboro. Poco despues de las once, ocupaba su sitio de honor, frente al enemigo, iniciando el bombardeo, sin mas tr&mites y con el mayor desenfado. A las cuatro de la tarde el combate habia llegado a su punto algido. El lanch6n paraguayo tenia completamente desahuciados a los acorazados enemigos, que no sabfan qu6 camino tomar bajo sus certeros disparos. Y vi