El hinduismo - Gavin Flood.pdf

GAVIN FLOOD El hinduismo Pu b u c a d o por Th e P ress Syndicate of th e University of Cambridge The Pitt Buildin

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GAVIN FLOOD

El hinduismo

Pu b u c a d o

por

Th e P ress Syndicate of th e University of Cambridge

The Pitt Building, Trumpington Street, Cambridge, United Kingdom

C ambridge U niversity P ress

The Edinburgh Building, Cambridge CB2 2RU, UK h u p ;//www.cup.cam.ac.uk 40 West 20ili Street, New York, NY 10011-4211, USA http://www.cup.org 10 Stamford Road, Oakleigh, Melbourne 3166, Australia Ruiz de Alarcon, 13, 28014 Madrid, España Titulo original Art introduction to Hinduism (ISBN 0 521 43878 0) publicado p or Cambridge University Press 1996 © Cambridge University Press 1996

Edición española como El binduismo Primera edición, 1998 © Cambridge University Press, Madrid, 1998 © Traducción española, Miguel José Hagerty, 1998 ISBN 84 8323 0321 rústica

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Producción YELTES SOLUCIONES GRÁFICAS S.L. Maquetado en Garamond Nanow 10 pt, en QuarkXPressTU p or YELTES, Soluciones Gráficas, Impreso en España p or C +I, S.L Depósito legal: M-17.271-1998

índice

Ilustraciones

6

Agradecimientos

8

Nota sobre la lengua y la transliteración

9

Abreviaturas y textos

10

Introducción

13

1

Puntos de partida

17 37

2

Los orígenes

3

Dbarma

67

4

El yoga y la renuncia al mundo

93

3

Tradiciones literarias y vaisnavismo primitivo

123

6

El amor de Visnu

147

7

Saivismo y tantrismo

167

8

Tradiciones de la Diosa y sáktismo

193

9

El ritual hindú

217

10

La teología y la filosofía hindúes

243

11

El hinduismo y el mundo contemporáneo

269

Bibliografía

311

Indice alfabético

327

Ilustraciones Fotografías Salvo que se especifique una fuente distinta las fotografías son de! autor. Elefante simbólico (Reproducido con la autorización del Museo Victoria and Albert). Portada Entre las páginas 293 y 309. 1

Santón saiva en las cercanías del templo de Kanyakumañ, Tamilnadu

2

Representación mítica de Patañjali de! templo de Siva Natarája, Cidambaram, Tamilnadu

3

Representación popular de Krsna

4

Representación popular de K ía con Rádhá

5

Representación popular de K ía como asceta

6

Siva Natarája, el Siva Danzante. Bronce, fechable en torno al 1100 d.C. Reproducido con la autorización del Museo Británico

7

Un ¡inga cubierto por pétalos, Cidambaram. Reproducido con la autorización de David Smith, Universidad de Lancaster

8

Ganesa. Reproducido con la autorización del Museo Británico

9

La Diosa Durgá matando al demonio-búfalo. Templo de Siva Natarája, Cidambaram

10

La feroz Diosa Cámundá sentada sobre un cadáver. Reproducida con la autoriza­ ción del Museo Británico

11

Hanumán, el dios-mono. Reproducido con la autorización de la Ann and Bury

12

El descenso de la Diosa Ganga, o la penitencia de Arjuna, Mahabalipuram,

Peerless Slide Resources and Picture Library Tamilnadu, siglo vn d.C. 13

El templo Kapalesvari, Madras

14

La puerta sur del Templo de Siva Natarája en Cidambaram

15

Una joven ofreciendo una flor a la huella de Krsna. Reproducida con la autorización de la Ann and Bury Peerless Slide Resources and Picture Library

16

Templete de serpiente (naga), Bhagamandala, Karnataka

17

Templete teyyam con tres divinidades teyyam, Nileshwaram, Kerala

6

Ilustraciones 18

Templete teyyam con dos divinidades, Nileshwaram, Kerala

19

La diosa teyyam MúvájamkuHcámundí

20

La divinidad teyyam Visnumürti

Mapas 1

La India con indicación de algunos lugares sagrados importantes

2

Emplazamientos principales de la civilización del Valle del Indo (adaptado de Parpóla, Deciphering the Indus Script, pág. 7)

pág. 14 41

Figuras 1

Sello «proto-Siva» de la civilización del Valle del Indo

2

Tradiciones de los Vedas Rg y Yajur

pág. 44

3

Fisiología mística del yoga

118

4

Desarrollo de las tradiciones vaisnava

137

5

Cosmología pairearátra

141

6

Desarrollo de las tradiciones saiva

171

7

Desarrollo de las tradiciones del culto a la Diosa

199

8

Los veinticinco tattvas del sámkhya

252

53

7

Agradecimientos Fuentes muy diversas contribuyen a la conformación de un libro y desearía dejar constan­ cia de la deuda contraída tanto con personas como con otras publicaciones. Varias exce­ lentes introducciones al hinduismo han influido en el presente libro, particularmente las de John Brockington, Claris Fuller, Klaus Klostermaier, Julius Lipner y, ya de una genera­ ción anterior, la de R.C. Zaehner. Quisiera expresar mi agradecimiento al profesor John Clayton de la Universidad de Lancaster por haberme sugerido este proyecto, y al Dr. David Smith de la misma Univer­ sidad, quien me introdujo por vez primera en el estudio del hinduismo. El trabajo delDr. Rich Freeman de la Universidad de Pennsylvania, mi iniciador en el estudio de las tradi­ ciones de Kerala, ha tenido una gran influencia en esta obra. También expreso mi deuda por lo aprendido en las conversaciones con el Dr. Sumad Ramaswami de la Universidad de Pennsylvania, con Steve Jacobs (alumno de posgrado de la Universidad del País de Gales), con Sri A. Thamban de Payannur en Kerala y por la tarde que disfruté agasajado por la hos­ pitalidad de Sri K.P.C. Anujan Bhattatirippatu, el tantri del templo Peruvanam en las cer­ canías de Trichur. Agradezco también la fructífera influencia de numerosas conversaciones con el Dr. Oliver Davies de la Universidad del País de Gales en Lampeter. El Profesor Paul Morris de la Universidad Victoria, Nueva Zelanda, y el lector de la Cambridge University Press me han brindado útiles sugerencias en relación con el original inglés de este libro. El Dr. R. Blurton del Museo Británico me ha permitido reproducir algunas ilustraciones de la colección del Museo. También me gustaría agradecer a la Si ta. Kim Baxter del Lancaster College of Higher Educación su ayuda con el material gráfico, y al Sr. Alex Wright de la Cambridge University Press su interés y aliento.

8

Nota sobre la lengua y la transliteración Lis lenguas del hinduismo son el sánscrito y las lenguas vernáculas indias, especialmente el tamil. Este libro se atiene al modo normalizado de transliteración salvo en lo referente a algunos nombres de lugar y nombres propios de uso más común, que se reflejan en sus roanas españolas generalmente aceptadas y sin puntos diacríticos. Existe una diferencia en el sánscrito entre la forma radical de una palabra y el caso nominativo. Generalmente, se emplearan las formas radicales de palabras sánscritas a excepción de términos comunes tales como karm a (nominativo singular) y de algunos nombres propios como Hanumán (en lugar de Hanumat) y Bliagaván (en lugar de Bhagavat). Los plurales se reflejan gene­ ralmente por medio de la inclusión de una s final (a la manera inglesa). El sánscrito es un idioma fonético de modo que la transliteración refleja la pronunciación correcta. Existen vocales breves (a, i, u, r, /) y vocales largas (á, i, u , r, e, o, ai, aü), dos veces más largas que las breves; de modo aproximado r se lee «ri» con una i breve; / «li» con una i breve; au se lee «ou». Las consonantes pueden ser no aspiradas (como ka, ga, p a ), o aspiradas (t omo kha, gha, pba). Los sonidos retroflejos ta, tha, da, dha y na se pronuncian con la punta de la lengua arqueada hacia auás hasta tocar el paladar. Las dentales ta, tba, da, dha y na se pronuncian con la punta de la lengua detrás de los dientes. La nasal gutural na, pronunciada «ng» y la palatal ña, pronunciada como en español, siempre se presentan en i onjtmción con otras consonantes de su categoría (salvo en el caso de algunos «mantras seminales»). El sonido m, o anusvára, representa una nasalización de la vocal anterior y el sonido h o visarga, representa una aspiración de la vocal anterior. La c se pronuncia como la ch española. Aparte de estos sonidos dos consonantes tamiles sin equivalencia en español son ¡a y ra, se trata de sonidos retroflejos.

9

Abreviaturas y textos A continuación se desarrollan las abreviaturas de los textos sánscritos citados; el carácter intro­ ductorio de este libro permite suponer que las ediciones eruditas de los textos en sánscrito no tendrán utilidad para el lector común, por esta razón sólo se facilitan detalles bibliográficos cuando hay traducciones disponibles (las aparecidas en lengua española cuando son recien­ tes, directas y suficientemente fiables y en su defecto las consultables en lengua inglesa). Ait. Ar.

Aitareya A ranyaka.

Ap.Gr.S,

Ápastbamba Grhya Sútra: H. Oldenberg, The Grhya Sútras, SBE 29-30,

Ap.S.S.

Ápastbamba Srauta Sútra.

Ar.S.

Ártha Sastra de Kautilya: L.N. Rangarajan, The Artbashastra, Delhi, Penguin,

As.Gr.S.

Asvaláyana Grhya Sútra. H. Oldenberg, The Grhya Sútras, SBE 29-30,

Delhi, MLBD, reimpresión, 1964-5.

1992. Delhi, MLBD, reimpresión, 1964-5. Ast.

Astddhydyi de Pánini: véase G. Cardona, Pdnini, His Work a n d its Tradi­ tions, vol. I, Delhi, MLBD, 1988.

Ath. V.

Atharva Veda-, M. Bloomfield, Hymns o f the Atharva Veda, SBE, 42 (1897), Delhi, MLBD, reimpresión 1967; F. Tola (It) Himnos del Atharva Veda, Bue­ nos Aires, 1968.

BAU

Brbaddranyaka Upanisad: F. llárraz (trad.) Libros sagrados de la India: la Upatiishbad del Gran Bosque, Salamanca, Universidad Pontificia, 1988; F. Rodríguez Adrados y F. Villar Liébana, Átm d y Brahma. Upanisad del Gran Áranyaka y Bhagavadgita, Madrid, Editora Nacional, 1977.

Baud.SS.

Baudháyana Srauta Sútra.

Bh.G.

Bhagavad G itd: F, Rodríguez Adrados y F. Villar Liébana (trs.), Átmd y Brah­ ma. Upanisad del Gran Áranyaka y Bhagavadgita, Madrid, Editora Nacional, 1977 (reed. de la Bhagavadgita, Barcelona, Edhasa, 1988); C. Martín (tr.) Bha­ gavad Gitd con los comentarios advaita de Sankara, Madrid, ed. Trotta, 1997.

BSB

Brahma Sútra Bhásya: G, Thibaut, Veddnta Sútras with Commentary by Sankardcdrya, 2 vols., SBE, 34,38, Delhi, MLBD, reimpresión, 1987.

10

Abreviaturas y textos

0fu .

Chándogya Upanisad: D. de Palma (tr.), Upanisads, Madrid, ed. Siruela, 1995; F. Ilárraz (tr.), Chándogya, Taittiriya, Aitareya y Kena Upanishades, Benarés, 1992 (nueva edición, Madrid, ed. Trotta, en prensa).

Dbh.Pur

Devibhágavata Purdna: véase C.M, Brown, The Triumph o f the Goddess: The Canonical Models a n d Theological Visions o f the Devi-BhdgavataPurdna, Albany, SUNY Press, 1990.

Devma.

Devimahdtmya: T.B. Cobum, Encountering the Goddess, a Translation o f the Devimahdtmya a n d a Study o f its Interpretation, Albany, SUNY Press, 1991.

Gaut.Dh.

Gautama Dharma Sástra: G. Btihler, The Sacred Laws o f the Áryas, SBE 2,

Hat.Yog.

Hathayogapradipikd de Svátmarama: T. Tatya, The Hathayogapradipikd

lab ti.

Jdbdla Upanisad-. Patrick Olivelle, TheSamnydsa Upanisads: H indu Scrip­

Delhi, MLBD, reimpresión, 1987. ofSvdtm ardm a, Madras, Adyar Library, 1972. tures on Asceticism a n d Renunciation, Nueva York y Oxford, Oxford Uni­ versity Press, 1992. fay.Sam.

Jaydkhya Samhitd.

Kat.U.

Katha Upanisad: D. de Palma (tr.) Upanisads, Madrid, ed. Siruela, 1995 (tra­

Kau.

Kaulakjñánanirnaya.

Kill

Kubjikdmata Tantra.

Kur.Pur.

R u m a Purdna: A Board of Scholars, The Kúrma Purdna, All India Tradition

Mabbbas.

Mahdbhásya de Patañjali.

Mahnar.il.

M ahdndrdyana Upanisad.

Mait.U.

Maitri Upanisad (traducción en preparación por F. Ilárraz, Madrid, ed. Trot­

Manu

Manu-smrti: W. Doniger, The Laws o f Manu, Hamondsworth, Penguin, 1991.

Mark.Pur.

Markandeya Purdna: F.E. Pargiter, The Márkandeya Purdna, Delhi, MLBD,

Mat.Pur.

Matsya Purdna: A Board of Scholars, The Matsya Purdna, Delhi, AITM, 1973.

Mbb.

Mahdbhdrata: J.A.B. van Buitenen, TheMahdbhdrata, 3 vols., University of

ducción en preparación por F. Ilárraz, Madrid, ed. Trotta, en prensa).

and Mythology, Delhi, MLBD, 1973.

ta, en prensa).

reimpresión, 1969.

Chicago Press, 1973-8. W. Buck, The Mahdbhdrata Retold, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1973.

Ml,HI)

Motilal Banarsidass.

MS

M imdmsd Stfírasdejaimini: M.C. Sandal, The Mimdrnsa Sidras o f Jaimini,

M Slav.

Mahimnastava: Arthur Avalon, The Greatness o f Siva, Mahimnastava o f

2 vols., Delhi, MLBD, reimpresión, 1980. Puspadanta, Madras, Ganesh and Co., reimpresión, 1963.

ll

El hinduismo Nar. U. Pas.Su.

Náradaparivrájaka Upanisad: P. Olivelle, The Samnydsa Upanisads. Pàsupata Sidra-. H. Chakraborti, Pásupata-Sútram with Pañchártba-Bhdsya ofKautidinya, Calcuta, Academic Publishers, 1970.

RV

Rg Veda Samhitá : Hay una selección de himnos en M. Müller, Vedic Hymns, 2 vols., SBE 32,46, Delhi, MLBD, reimpresión, 1973; W.D. O’Flaherty, The Rig Veda. Harmondsworth, Penguin, 1981, en español selección en F. Villar Liébana, Himnos védicos, Madrid, Editora Nacional, 1975.

Sam.Kar.

Sdm khya K drikd de ísvarakrsna: G. Larson, Classical Sàm khya, Delhi, MLBD, 1979.

Sat.Br.

SatapathaBrdhmana-.}. Eggeling, The Satapatba-Brahmana, 5 vols., SBE

SBE

Sacred books of the East.

Sp.Nir.

Spanda-Nìrmya de Ksemaràja: J. Singh, Spanda Kdrikds, Delhi, MLBD, 1980.

Sribha.

Sribhdsya de Ramanuja: G. Thibaut, The Veddnta-sútms with Commentary

Svet.U.

Svetàsvatara Upanisad-. D. de Palma (tr.) Upanisads, Madrid, ed. Siimela, 1995

TA

Tantrdloka de Abhinavagupta.

12,26,41,43,44, Delhi, MLBD, reimpresión, 1978-82.

by Ramanuja, SBE 48, Delhi, MLBD, reimpresión, 1976. (traducción en preparación por F. Ilárraz, Madrid, ed. Trotta, en prensa). Tait.Sam.

Taittiñya Samhitá -. A.B. Keith, en The Veda o f the Black Yajus School Enti­ tled Taittiriya Sanhita, 2 vols., Harvard Oriental Series 18, 19, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1914.

Tait.Up.

Taittiriya Upanisad-, F. Ilárraz (tr.) Chdndogya, Taittiñya, Aitareyay Kena

Vaj.Sam.

Vdjasaneyi Samhitá.

Upanisbades, Benarés, 1992 (nueva edición, Madrid, ed. Trotta, en prensa). Vakpad.

Vàkyapddiya de Bhartrhari: K.A. Iyer, The Vákyapadiya, Poona, Deccan College, 1965.

Vay.Pur.

Váyu Purátia- A Board of Scholars, The Vdyu Parana, All India Tradition and Mythology, Delhi, MLBD, 1973.

Vis. Pur.

Visnu Puràna: H.H. Wilson, The Visnu Purdna.-A System o f H indu Mytho­ logy a n d Tradition, Calcuta, Puntili Pustak, reimpresión, 1967.

Vis.Smrt.

Visnu Smrti: J. Jolly, The institutes o f Visnu, SBE 7, Delhi, MLBD, reimpresión,

Yog.U.

Yogataltva Upanisad-. T.R.S, Ayyangar, The Yoga Upanisads, Madras, Adyar

1965, Library, 1952. YS

Yoga Siitras de Patañjali: véase YS bhasya.

15 bhasya

Yoga Sùtra-bhdsya de Vyása: Swami H. Àranya, Yoga Philosophy o f Patañja­ li, Albany, SUNY Press, 1983.

12

Introducción Durante una visita a la India en la primera mitad del siglo xi el notable erudito musulmán AlBiruni, distinguió entre los puntos de vista de los filósofos hindúes y los del pueblo llano1. Pensaba que podía encontrar entre aquéllos analogías con sus propias creencias mono­ teístas. Al-Birüni pudo haber acertado o no, pero resulta significativo el hecho de que se reconozca, por parte de un extraño, la diversidad del hinduismo además de los rasgos apa­ rentemente unificadores. Según Al-BTrünl, la unidad filosófica de las tradiciones hindúes es la base de la diversidad de la religión popular, Mí intención en este libro es analizar la amplia diversidad de lo que ha llegado a conocerse como «hinduismo», y también indicar algunos de sus elementos comunes y de sus temas unificadores. El hinduismo es la religión de la mayoría de los habitantes de la India y el Nepal ade­ más de una fuerza cultural destacable en los demás continentes. A cualquier visitante del subcontinente indio procedente de Occidente le llaman fuertemente la atención no sólo los colores, sonidos, olores y lo vibrante de los rituales obligatorios diarios, sino también cómo la vida se fundamenta en la religión. Hay un sinfín de templetes apartados, dedica­ dos a diosas locales o antepasados divinizados, templos majestuosos para «grandes» divi­ nidades como Visnu o Siva, festivales, peregrinaciones a ríos y lugares sagrados, y representaciones de divinidades engalanadas con flores en los autocares, tiendas y casas. Los hindúes a menudo dicen que el hinduismo, más que una religión, es un modo de vida. A pesar de los comentarios de Al-Birúni, el hinduismo también incluye tradiciones com­ plejas y muy elaboradas de índole filosófica y teológica que pueden resultar muy diversas de las de Occidente. Este libro es un estudio histórico a la vez que temático del hinduismo. Intenta aclarar las estructuras del hinduismo y explicar tanto su cohesión interna como sus incoherencias aparentes. Aunque hay que reconocer que es imposible aproximarse de modo profundo a un tema que abarca cinco mil años y que se ha desarrollado en una extensa área geográ­ fica, se procura aportar información suficiente y adecuada de la historia, las tradiciones, los rituales y las teologías del hinduismo. Inevitablemente, al utilizar una presentación temá-

1 Sacliau, A lberuni's India, vol. I, L ondres, T n ib n e r and Co., 1888, págs. 2 2-23 .

13

El binduismo

l4

In tro d u cció n lu ,i |Hilar que conviven en ámbitos geográficos más limitados, e incluso circunscritos a algún pueblo o aldea en concreto. Los idiomas de transmisión son las lenguas regionales y verná• illas en vez del sánscrito de la tradición brahmánica. Están menos preocupados por el ascetismo que por el crecimiento de los cultivos, por alejar las enfermedades, o mantener i mya a los fantasmas. Estas tradiciones se desarrollan entre las castas «inferiores» y buscan apaciguar a divinidades «calientes», particularmente de género femenino, por medio de i lirondas de sangre y alcohol. Si bien es verdad que los temas de la religión popular son ililorentes de los de las tradiciones brahmánica y de los renunciantes, están, sin embargo, primeados por la cultura «superior». El proceso por el que la tradición brahmánica influye en la religión popular se deno­ mina sanscritización. Las divinidades locales se identifican con las grandes divinidades de la tradición brahmánica, y los mitos locales llegan a hacer otro tanto con los grandes mitos I»¡inhindúes. Por ejemplo, la diosa dravídica de las enfermedades pustulares, Máriyamman, podría identificarse como manifestación de la gran Diosa panhindú Durgá. Las divinidades ii ii ales pueden convertirse en divinidades panhindúes y las narraciones locales llegan a ser Millos

comunes37. El dios Krsna, por ejemplo, puede haber sido una divinidad local que

In minó alcanzando un impacto panhindú. Ejemplos más recientes serían la Diosa sepii nlrional

Sanstosi Ma, transformada en divinidad panhindú tras haber sido el tema de una

película, o la divinidad de Kerala, Aiyappan, de creciente atracción transregional. La , .iluencia de la cultura dravídica (del sur de la India) en la gran literatura de tradición sánsi ■a 1 1a ahmánica ha sido valorada por debajo de su importancia real, y, hasta época recienli.i sido poco investigada. la relación entre los niveles popular y brahmánico de la cultura es el foco de un notable I I'.itc entre los estudiosos del hinduismo. Por una parte, la tradición popular puede consiI i use como residuo o consecuencia de la gran literatura de tradición brahmánica: una ¡mi­ li iuii de la cultura superior. Por otra parte, se puede considerar que la tradición popular 1mu.¡una independientemente de la alta cultura brahmánica aunque interactúa con ella38. Los

,(lidiosos que interpretan el hinduismo holísticamente, como Madeleine Biardeau, tienden .i favorecer la importancia de la cultura brahmánica en la forja de la tradición39. Otros, espe-

,7 Véase Staal, «Sanskrit and Sanskritization»,/oííma/ o f Asian Studies, 233,1963, págs. 261-75. Para un análisis de estos niveles véase Fauré, The Rhetoric o f Immediacy, págs. 80-7. w Biardeau (ed.), Autour de la Déese hindoue, París, Éditions de l’École de Hautes Études en ■unes Sociales, 1981, págs. 9-16. Véase también la notable obra de Hiltebeitel, The Cult o f D raupadi, vol. Mythologiesfrom Gingee to Kurukselra, Chicago y Iondres, University of Chicago Press, 1988, vol. It: On •tiltt Ritual a n d the Goddess, Chicago y Londres, University of Chicago Press, 1991-

31

El hinduismo cialmente los antropólogos que han llevado a cabo trabajo de campo en lugares específicos, ponen de relieve las discontinuidades de la tradición y la importancia e independencia de la religión popular o regional40. Las tradiciones hindúes, dada la trascendencia que otorgan a la continuidad y a la importancia del maestro o gurú en la transferencia de conocimientos, son esencialmente conservadoras y resistentes al cambio. Existe un fino equilibrio entre dicho conservaduris­ mo, que defiende el mantenimiento de la tradición, y la necesidad de adaptarse a las con­ diciones históricas nuevas. Si las tradiciones se adaptan demasiado, mutan, pero si no lo hacen corren el peligro de extinguirse. Algunas tradiciones hindúes se han desvanecido y otras han surgido en su lugar. El hinduismo se ha adaptado y reaccionado ante los diversos retos a lo largo de su historia, manteniendo casi sin cambios muchas de sus tradiciones rituales y sus estructuras sociales durante siglos. El hinduismo sufrirá inevitablemente el impacto cada vez más notorio de la modernidad y tanto la aparición de una clase media en la India, como las disputas acerca de los derechos aviles, el nacionalismo, los derechos de las castas catalogadas y el movimiento feminista indio inevitablemente lo transformarán.

EL HINDUISMO Y EL PENSAMIENTO ACTUAL Los grandes temas que se sugieren en los estudios más recientes sobre el hinduismo encardinan en la comprensión de problemas culturales globales y reflexiones generales respecto del mecanismo de la mediación, de la interrelación entre religión y política y en la formulación de problemas relativos al género. Muchos de estos temas han surgido en el seno de lo que generalmente se denomina «posmodernidad», un movimiento que se ori­ gina en Occidente y que se manifiesta en todas las facetas de la cultura. Se trata de un dis­ curso que cuestiona y pone en duda los puntos de vista tradicionales y racionalistas. Los estudios culturales, que defienden una óptica que supera las divisiones estáticas en las ciencias humanas entre sociología, historia, filosofía e incluso teología, han tenido un nota­ ble desarrollo en el esquema general del pensamiento posmoderno. Al «desconstruin> los discursos racionalistas, los estudios culturales han puesto de relieve algunas tradiciones que se habían menospreciado tanto en Occidente como en Oriente, Uno de los ejemplos más relevantes en lo que se refiere al mundo de la India y del hinduismo, ha sido el trabajo de! historiador Ranajit Guha y sus colegas, que han dedica­ do sus esfuerzos al estudio de las clases subalternas («inferiores») en la India. Uno de los puntos claves en este grupo es la idea de que en la historiografía occidental (ya sea colo­ nial o poscolonia!) relativa a la India, se ha insistido en algunos temas, y se han relegado*

*

Véase Appadurai, Korom y Miles (eds.), Gender. Genre a n d Power in South Asian Expressiue

Traditions, Filadelfia, University of Philadelphia Press, 1991.

32

Puntos de partida al olvido otros, de un modo que resulta una diáfana demostración de ejercicio del poder, y de la negación de la acción de los oprimidos. El discurso histórico, según Guha, ha ten­ dido a hacer caso omiso de las clases subalternas (las más bajas) y considerar las protestas ile estos grupos como meras «erupciones» de descontento similares a los desastres natutales41. Esta crítica de la investigación occidental y sus presupuestos, especialmente en lo icferente a la disciplina indológica, queda manifiesta también en el libro, importante e influyente, de Ronald Inden, ¡magining In d ia '2, lnden critica los supuestos epistemoló­ gicos y los prejuicios políticos que subyacen en las «construcciones» orientalistas del hinduísmo occidental que lo han caracterizado sobre todo en términos de castas, entendidas 11 uno formas de organización comunitaria idealizadas, pero también y de modo no menos

ilistorsivo como «despotismo oriental». Afirma que todos estos puntos de vista privan a los hindúes de su identidad considerándolos gobernados por fuerzas externas que escapan a mi

control. El debate respecto de los problemas relativos al género entronca en la reflexión en

ii Huo a la importancia de la comprensión de los límites de la acción y la práctica humanas, y contrasta con el énfasis que en otras estrategias de análisis se otorga a las estructuras impersonales que rigen los destinos de los seres humanos43, la historia del hinduismo es 1.1 historia de un discurso masculino, los textos y escritos, excepción hecha de algunos i kIi ai irdinarios poemas devocionales, han sido compuestos por varones, normalmente de 1.1 i asta superior de los brahmanes. La imagen que una tradición tiene de sí misma, que es la que nos ha llegado a nosotros, es, generalmente, una percepción procedente de varones I**casta superior acerca de ellos mismos, y de las mujeres. A pesar de todo, algunos estulu * lucientes han puesto de relieve la existencia de un discurso femenino en el pasado44. ■hinduismo ha sido un asunto de varones y este hecho queda reflejado en las presentes páginas, aunque de todos modos se ha intentado tener en cuenta que la percepción que liciini Lis mujeres de sí mismas, y su experiencia, ha sido, por regla general, «excluida» de 11 .n lición. Naturalmente, estos problemas no se detectan exclusivamente en el hinduis-

■ algunas de las preocupaciones contemporáneas del movimiento feminista indio, m u por ejemplo, si el hinduismo es inherentemente androcéntrico o si puede llegar a H" i.ii fe del androcentrismo, tienen paralelos en el cristianismo y otras religiones. Las más i 'ules investigaciones empiezan a desvelar estas tradiciones marginadas; remitiré al leci lignitos de esos trabajos en el lugar oportuno,1

11 (■null, -The Prose of Counter-Insurgency, en Dirks, Eley yOrtner (eds), Culture, Power, History: ‘

In Contemporary Social Theory, Princeton University Press, 1994, pág. 337. hull'll, qp cit. I'.ii i un buen resumen de la postura estructuralista (Marx, Dumont) comparada con la teoría de la

11 lli mrilieu, Giddens), y cómo se relacionan con el sistema de castas, véase Milner, op. cit.

''

ve.i'.r la revista feminista india Manushi: Women Bhakli Poets. 50, 51,52, ene.-jun., 1989-

33

El hinduismo LA CRONOLOGÍA DEL HINDUISMO No se detecta historiografía en la zona cultural del subcontinente indio antes del primer milenio d.C. a lo que hay que añadir que los textos no están fechados. Por tanto, la cro­ nología de las religiones indias ha sido notoriamente difícil de establecer. Dependemos de los indicios que procura la numismática, la cerámica y, en particular las inscripciones, y de la propia evidencia interna de los textos. La datación de los primeros textos es muy pro­ blemática. A veces se puede establecer la secuencia de los mismos cuando uno cita a otro, ya que entonces aquél tiene que ser anterior a éste. Pero una datación precisa es imposi­ ble. Las traducciones chinas de los textos budistas están fechadas y esto ayuda a estable­ cer la cronología del budismo, pero es menos útil respecto al material hindú. Es de suponer que las investigaciones de Richard Gombrich y Heinz Bechert'*5, que han permi­ tido fijar con mayor precisión la fecha del Buda en 486 a.C. (casi un siglo después de la fecha tradicional de 566 a.C.) llevarán a una reconsideración de todas las fechas del primi­ tivo material indio. Uno de los tópicos acerca del hinduismo es que es ahistórico y que considera el tiem­ po como cíclico en vez de lineal, lo que enfrentaría cualquier intento de establecer regis­ tros históricos precisos. Si bien es verdad que la visión del tiempo del hinduismo postula que éste se repite a lo largo de grandes periodos de tiempo, no es cierto que los hindúes no se hayan interesado por su pasado. En la India, como en tantas culturas del mundo, el archivo del pasado refleja las preocupaciones del presente, aunque la conciencia histórica se haya materializado en mitos, biografías de grandes personajes (la literatura carita), genealogías de familias (las secciones vamsánu-carita de los Puránas), y en las historias de las familias dirigentes de lugares específicos (la literatura vamsávali). Los escritos his­ tóricos más antiguos de la zona del Asia meridional son las crónicas del siglo iv d.C. redac­ tadas por los monjes budistas de Sri Lanka4546. Se han conservados relatos mitológicos y genealógicos, de manera especial, en la épica hindú y en textos denominados Puránas que adquieren su forma actual a mediados del primer milenio d.C.47. Un texto especialmente llamativo, y que forma parte del género vam sávali, es la «Historia de los reyes de Cache­ mira», Rájatararigim, compuesta por Kalhana durante el siglo xn y que presentaba un punto de vista más histórico que mitológico. Consigna las genealogías de los diversos reyes junto a breves descripciones de sus hazañas48.

45 Véase Bechert, «The Date of the Buddha Reconsidered», en Indologica Taurinensia, 10,1982, pigs. 29-36. 44 Gombrich, op. cit., pig. 6. 47 Thapar, op. cit., pigs. 136-73. 48 Kalhana, Rájatararigim, trad, de Dutt, Kings o f Kashmir: Being a Translation o f the Samkrita Work Rájatararigim o f Kalhana Pandita, 3 vols. (1879, Delhi, MIBD, reimpresión, 1990).

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Puntos de partida Se lia clasificado la cronología del subcontinente indio en cuatro periodos: antiguo, no, medieval y moderno-contemporáneo. Si bien es verdad que este esquema se adei i la i ipología de los textos, es importante recordar que existe una continuidad entre '• •. periodos. En las páginas que siguen se parte del esquema general cronológico que detalla a continuación: la civilización del Valle del Indo (aproximadamente 2500-1500 a.C.). Algunos ele­ mentos del hinduismo remontan a este periodo. el periodo védico (aproximadamente 1500-500 a.C.). El advenimiento de la cultu­ ra aria, a diferencia de la dravídica, se produce en este periodo, aunque puede que haya más continuidad entre la cultura aria y la del Valle del Indo de la que se supo­ nía hasta ahora. Durante ese periodo se formuló el Veda y se compusieron los tex­ tos y rituales del dharma. el periodo épico y puránico (aproximadamente 500 a.C.-500 d.C.). En este periodo se componen el Mabdbhárata, el R ám áyam y la mayor parte de los Puránas. Sur­ gen muchos reinos importantes, especialmente la dinastía Gupta (aproximada­ mente 320 d.C,-500), y las grandes tradiciones del vaisnavismo, saivismo y sáktismo comienzan su desarrollo. el periodo medieval (aproximadamente 500-1500 d.C.) coincide con el desarrollo de la devoción hacia las principales divinidades hindúes, especialmente Visnu, Siva y Devi, Tienen lugar acontecimientos fundamentales en el desarrollo de las tradi­ ciones teístas del vaisnavismo, saivismo y sáktismo. En este periodo se compone la literatura devocional y poética, en sánscrito y en lenguas vernáculas, y se consta­ ta la plasmación escrita de la literatura tántrica. - el periodo moderno-contemporáneo (aproximadamente 1500 hasta el presente) corresponde con el advenimiento y caída de dos grandes imperios (el mogol y el británico) y el origen de la India como estado-nación. Continúan las tradiciones pero sin un patrocinio principesco importante. Durante el siglo XIX tiene lugar el desarrollo del Renacimiento hindú y, en el siglo xx, la eclosión del hinduismo como notable religión mundial,

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2 Los orígenes

I" . orígenes del hinduismo se rastrean en dos antiguos complejos culturales: la civilii' mu del Valle del Indo, que floreció desde á rea 2500 a.C. hasta alrededor del 1500 y la cultura aria, que se desarrolló durante el segundo milenio a.C. Se ha produci­ do una notable controversia acerca de la relación entre estas dos culturas. Según la opi­ nión tradicional, aún sostenida por algunos estudiosos, la civilización del Valle del Indo iInclinó y fue sustituida por la cultura de los arios, un pueblo indoeuropeo cuyo origen •'Mana en la región caucásica, que migró hasta el subcontinente indio, extendiéndose l Hu las llanuras fértiles del norte, donde nunca, durante la larga historia de la India, ha ' iisiido ningún obstáculo frente a invasores o emigrantes. La opinión alternativa plann .i que la cultura aria se desarrolló a partir de la civilización del Valle del Indo y no fue luimducida por invasores o emigrantes foráneos; que no hay ninguna disyuntiva cultui 'I cu la historia antigua del subcontinente indio, sino una continuidad desde el perioili ■más antiguo. No obstante, provengan los arios del exterior del subcontinente o no, j'ii> de considerar que el hinduismo es un desarrollo de la cultura aria, pero de un •! ■dinámico, habiendo sufrido la influencia y a la par habiendo influido en las cul■ no anas de la India (o dravídicas) y en las culturas tribales. Sin embargo, será la ili'u i n a la que aportará la «ideología maestra» que encardinará y dominará los n i.is discursos. los puntos de vista y argumentos acerca de los orígenes del hinduismo no se han ••lili i libres de intereses ideológicos, mientras que la propia búsqueda de orígenes ha mil,ido un factor notable en el desarrollo del hinduismo en las dos últimas centurias. '.Milnics, como Dayánanda Sarasvatí, expusieron la idea de un resurgimiento hindú en el |li' pasado tuvieron como punto de referencia el pasado ario hinduista para infundirle ‘in nuevo ímpetu moral. Por su parte, la búsqueda de los orígenes ha sido ingrediente nn|Mii i.iutc en la ciencia de la indoiogía como articulación y justificación erudita del colon.ilnmo la búsqueda de los orígenes también resulta relevante para los movimientos i y el presente, siendo el primero testigo de la grandeza pasada de la India y del ni liil.uuo (véase pág. 280). Al analizar las raíces del hinduismo debemos tener en cuenta la denominada retórica nigrnes. En efecto, la misma búsqueda de un «origen» podría conducir al estableiii« iilr una «esencia», concepto que resulta muy problemático. Ai buscar un origen míos meramente algunas «huellas» o signos que constantemente señalan más allá 37

El binduismo de sí mismos y que aparecen constantemente postergados1. Es decir, un «origen» siem­ pre es la consecuencia de algo que le precede, y el «origen» no puede considerarse de manera teleológica a posteriori como si se limitara a configurar lo que vendrá después. Al analizar las «huellas» que constituyen una cultura del pasado, debemos tener presente que formó un todo completo, y no solamente un preliminar; se trató de una época vivi­ da por personas que experimentaron la plenitud y las contradicciones de la vida humana; por tanto, cualquier bosquejo ha de ser necesariamente selectivo y restrictivo. Teniendo en cuenta estas premisas, el presente capitulo analizará las raíces del hinduismo tal y como se rastrea en las civilizaciones del Valle del Indo y aria, y estudiará tam­ bién la religión védica en la India más antigua.

LA CIVILIZACIÓN DEL VALLE DEL INDO En 1921 Sir John Marshall, Director General del Servicio Arqueológico de la India, encargó a D.R. Sahni que emprendiese excavaciones en Harappa. A este investigador y a R.D. Banerjee (que excavó en Mohenjo-Daro en el Sind) les cupo el honor de ser los descubridores de la civilización del Valle del Indo. Como en los casos de las grandes civilizaciones de Sumer y del Egipto faraónico, esta civilización urbana se centraba en un sistema fluvial, ubicándose en la cuenca del río Indo, que corresponde al territorio del actual Pakistán. Esta civilización del Valle del Indo, o de Harappa, se desarrolló a partir de aproximadamente el 2500 a.C., aun que sus orígenes remontan al periodo Neolítico (7000-6000 a.C.). Su apogeo se produjo entre el 2300 y 2000 a.C. (se han fechado algunos lazos comerciales con Mesopotamia en este periodo), comenzó a declinar hacia el 1800 a.C. y hacia el 1500 desapareció2 Se trató de una cultura muy desarrollada y de base urbana. Mohenjo-Daro y Harappa, distantes entre ellas unos 65 kilómetros, eran dos de las ciudades más importantes de esta civilización, con una población que rondaba los 40.000 habitantes que gozaban de un alto nivel de vida. Las ciudades estaban dotadas de una sofisticada tecnología hidráulica, ya qui­ la mayoría de las casas disponían de un sistema de alcantarillado, pozos y rampas para la basura que desembocaban en contenedores cuyo vaciado era misión de las autoridades1 Igual que en la antigua Mesopotamia, los cereales constituían la base de la economía y es

’ Al escribir sobre la idea de la «huella» en relación con el «origen», el filófoso francés Derrida afirma que «la huella no es solamente la desaparición del origen; significa... que el origen ni siquiera desapareció, o sea, nunca fue constituido salvo de forma recíproca por un no-origen, la huella, que se convierte en el origen del origen»; Derrida, 0 / Grammatology, Baltimore, Johns Hopkins University Press. 1976, pág. 61. 2 Wheeler, The Indus Civilization. The Cambridge History o f India Supplementary Volume, Cambridge University Press, 1953- Dales y Kenoyer, Excavations at Mohenjo Daro, Pakistan, Museum Monograph, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1993. 3 Parpóla, Deciphering the Indus Script, Cambridge University Press, 1994, pág. 8.

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Los orígenes 'Mille que los grandes graneros de los poblados fueran utilizados para almacenar los i !• ales recogidos como resultado del sistema de impuestos. Se desarrollaron relaciones míen iales con la zona de Oriente Medio y con las tribus de cazadores-recolectores del 'lierai donde la ciudad de Lotal aparece como uno de los centros más importantes en la «portación e importación de mercancías. No se han excavado todavía algunas ciudades i leí Valle del Indo como Judeiro-Daro, Lurewala H ier y Ganaweriwala Tlier en el curso del I laki.i, un antiguo río (hoy sin caudal) en la Haryana actual. Los orígenes de esta cultura e li h alizan en el sitio de Mergarh, a unos 240 kilómetros al norte de Mohenjo-Daro en el Melurhistán, donde el arqueólogo francés Jean-François Jarrige ha fechado el surgimieni di las primeras comunidades agrícolas con anterioridad al 6000 a.C.; ha establecido una continuidad cultural ininterrumpida desde ese periodo antiguo hasta la época de la ■wih/ación del Valle del Indo4. DI SARROLLO Y CONTINUIDAD DE LA CIVILIZACIÓN DEL VALLE DEL INDO H drsarrollo y la expansión de la civilización del Valle del Indo probablemente fueron II niíini uencias del crecimiento de la población, debido a su vez al surgimiento de la agri-

■nimia y a la mayor disponibilidad de suministros alimenticios que se cultivaban en los ..... . depósitos aluviales del Valle del Indo. En efecto, la importancia de la agricultura se •liiimicstra por los grandes graneros localizados en Mohenjo-Daro (en la orilla oeste de! Indi i), y los de Harappa (en la orilla este de la Ravi). Las evidencias de esta civilización prol ' dru principalmente de las excavaciones realizadas en estas dos ciudades y en otros iipl.izamientos más pequeños. Además de Mergarh, destacan los sitios de Amri en kiilllungan (Punjab), a 160 kilómetros al sur de Mohenjo-Daro, y de Lothal cerca de Aimuilabad, en Gujarat. Se lian encontrado pruebas arqueológicas de la civilización del Valle del Indo en su ■i n « .i de apogeo en más de mil emplazamientos que se extienden por un territorio de casi i millones de kilómetros cuadrados, desde Rupar en el este, en la falda del Himalaya .......i de Simia, hasta Lotal en la costa de Gujarat pasando por Sutkagen Dor en el oeste ......lela frontera iraní5. A juzgar por los restos arqueológicos, en un periodo tan antiguo ••mui el cuarto milenio a.C,, ya se detecta una unidad en la cultura material en el Valle del ■'i' i, especialmente en lo que respecta a la cerámica, la arquitectura y la escritura; esta fase piecedida por un periodo de desarrollo continuo en diversos emplazamientos a partir pi limpios del periodo Neolítico. La civilización del Valle del Indo no se desarrolló como

l.iirig e y S antoni, «The A nte c e d e n ts o f C iviliza tio n in th e In d u s Valley», e n Scientific American, l ,|H0 p ig s . 102 -1 0. Véase A ilc h in y A llchin , The Rise o f Civilization in India a nd Pakistan, C am bridge ' ■m i, Press, 1982, p ig s . 1 0 5 -7 . A ilchin y A le h in , op. cit. , p ig s . 166-225- Parpóla, op. cit., p ig s . 9 -1 2 .

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El hinduismo consecuencia del impacto directo de influencias culturales exteriores procedentes de Sumer o Egipto; por el contrario, constituyó un proceso originado en las regiones del Beluchistán y del Indo cuyo origen radica en culturas locales previas. LA RELIGIÓN DE LA CIVILIZACIÓN DEL VALLE DEL INDO Huelga decir que sabemos poco del sistema político o de la religión de esta civilización. Poseían un sistema de escritura, que se nos ha conservado en sellos de esteatita y planchas de cobre, pero que aún no ha sido descifrado con éxito y, hasta que se encuentren más muestras o un documento bilingüe, probablemente permanecerá sin comprenderse de modo suficiente. La cuestión más importante para el conocimiento de la relación de las tra­ diciones hindúes posteriores con la civilización de! Valle del Indo radica en la respuesta a las siguientes preguntas: ¿En qué idioma están inscritos los sellos de esteatita? y ¿a qué grupo de idiomas pertenece? Dos puntos de vista prevalecen entre los estudiosos: que se trata de una lengua de la familia dravídica, o que es una forma antigua de indoeuropeo6 El grupo dravídico incluye las lenguas del sur de la India, como el tamil, el kannada, el telegu, el malayalam ai que se añade el brahui (que habla un pueblo montañés del Pakistán). La mera existencia de estos idiomas constituye una prueba importante a favor de la presencia dravídica pan-india antes del predominio del grupo indoiranio, de carác­ ter diferente y que forma parte de la familia indoeuropea. Los idiomas indoeuropeos incluyen, por ejemplo, el griego, el latín y las lenguas indoiranias, como el avéstico (idio­ ma sagrado de los zoroastrianos), el sánscrito y las lenguas vernáculas del norte de la India, como el gujaratí, el urdu, el hindi, el cachemires, el oriya y el bengalí. Colin Renfrew argumenta que para descifrar los caracteres de la civilización del Valle del Indo se necesita partir de una base conocida. Pero, en ausencia de inscripciones bilin­ gües los criptólogos postulan una solución teórica y luego procuran demostrar su verosi militud7. Si se pudieran descifrar con éxito los caracteres sabríamos algo de las actividades cotidianas de este pueblo y, tal vez, algo de su religión o religiones. En el estado actual do la investigación debemos inferir los contenidos sociales y religiosos a partir de la cultura material, aunque Asko Parpóla afirma haber hecho notables progresos en la comprensión de los caracteres de la civilización del Valle del Indo y su relación con los idiomas dravídicos y las formas dravídicas del hinduismo.

6 Asko Parpóla y los estudiosos rusos afirman que la escritura es dravídica. Véase Parpóla, op. cit Subash Kak ha afirmado en numerosos artículos que la escritura del Indo es indoeuropea y guarda una estrecha relación con la escritura brahmi, precursora del devanagari en que generalmente se escribe el sánscrito. Véase su «On the Decipherment of the Indus Script. A Preliminary Study of its Connections with Brahmi», en The Indian Journal o f History of Science, 22.1, 1987, págs. 51-62. 1

Renfrew, Archeology and Language The Puzzle o f Indo-European Origins, Londres, Jonathan

Cape, 1987, pig. 185.

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Los orígenes

Milpa 2 Emplazamientos principales de la civilización del Valle del Indo (adaptado de Parpóla, Deciphering the Indus Script, pág. 7).

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El hinduismo Quizá lo más extraordinario de la civilización del Valle del Indo sea el alto grado de uniformidad en la planificación urbana que llega hasta la identidad en el tamaño de los ladrillos. Muchas casas fueron construidas según un plano parecido, alrededor de un patio central, y muchas de ellas tenían suministro de agua y alcantarillado. Todo lo anterior sugie re una administración sofisticada y una estructura social jerarquizada. Tanto en Harappa como en Mohenjo-Daro había una ciudad baja, fortificada y separada de una ciudadela fot tificada, o «acrópolis» que se situaba en un altozano donde radicaban las casas principales y los templos. Tal uniformidad podría sugerir algo más que una amplia difusión de una forma cultural; quizá se tratase de un sistema político impuesto por medio de la conquista en una extensa zona con un centro imperial y administrativo en Mohenjo-Daro. Si esto fuera cierto, se trataría de la formación imperial más antigua del subcontinente indio que pudo conllevar la imposición de una religión oficial, tal vez basada en el culto al soberano. Sin embargo, no pueden encontrarse pruebas concluyentes si no se descifra la escritura y cualquier hipótesis acerca de la naturaleza del estado seguirá siendo pura especulación. La religión de la civilización del Valle del Indo en su apogeo ha de ser deducida a par­ tir de la arquitectura, probablemente sagrada, de la estatuaria en piedra, las figuras en terracota y, sobre todo, de los sellos de esteatita. La religión estatal parece haber incluido rituales en los templos, tal vez sacrificios de animales, y el baño ritual en la «gran bañera» situada en la ciudadela de Mohenjo-Daro. Esta bañera recuerda a los tanques encontrados en templos hindúes posteriores y refleja una preocupación por la purificación ritual por medio del agua, un concepto importante en el hinduismo. En Kalibangan se ha encontra­ do una zona ritual en la que parece que se practicaban sacrificios de animales, y siete «alta­ res de fuego» han sido localizados. De hecho, las plataformas de ladrillo junto al gran baño de Mohenjo-Daro pueden haber sido empleadas para actividades parecidas8. El gran número de pequeñas figuras femeninas en terracota descubiertas durante las excavaciones, junto a la presencia de la devoción a la Diosa en el hinduismo posterior puede de modo hipotético permitir que defendamos que esta forma religiosa de culto quizá se remonte a este periodo primitivo. Es, naturalmente, imposible afirmar con segu­ ridad que existiera una continuidad del culto de la Diosa desde una fecha tan temprana, y el que las diosas sean el foco central del culto en la civilización del Valle Indo no signi fica necesariamente que sean las precursoras de las diosas hindúes. El culto a divinidades femeninas y la preocupación por la fertilidad parecen haber sido comunes en el mundo antiguo, y la diosa, o las diosas de Harappa quizá puedan tener más rasgos comparables con las divinidades sumerias o mesopotámicas que con las hindúes posteriores. Es posible que las imágenes de los extraordinarios sellos de esteatita, especialmente el denominado sello «Pasupati», con una figura sentada, tal vez itifálica, rodeada de ani1

11 Allchin y Allchin, op. cit.. pág. 183.

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V*

Los orígenes iih

ion cuernos o llevando un tocado de adorno, evoquen formas religiosas posterio■ii lolin Marshall y otros autores afirman que esta figura es el prototipo del dios hindú

'ni yogui y Señor de los animales (Pasupati) representado a veces con tres rostros, ii

mías la postura con las rodillas hacia afuera y los pies juntos, ha sido interpretada tiio

piueba de la existencia del yoga en la cultura prearia (véase figura l) 9.

Sin embargo, no queda claro que en los sellos la figura «proto-Siva» tenga tres roslal como se afirma; tampoco está claro que esté sentado conforme a una postura .' gun ¡i. Asko Parpóla ha sugerido de manera muy convincente que el proto-Siva es, de I" lio, un toro «sentado», casi idéntico a las figuras de toros sentados que se encuentran ■u los antiguos sellos elamitas (aproximadamente 3000—2750 a.C.)101. Afirmar que los ii'lloii contienen representaciones de un proto-Siva es pura especulación, pero, sinembari|i es posible que algunos rasgos tengan paralelos en la iconografía de Siva: así la media .... . en el cabello de Siva se asemeja a los cuernos del dios-toro. También se han encon' i,11 lo | liedras en forma «fálica» que sugieren la representación anicónica posterior de Siva, el lingt Sin embargo, si bien estas correlaciones pueden ser meramente especulativas, 1 upóla ha intentado demostrar que existen muchas continuidades lingüísticas e icono■.lili as entre la civilización del Valle del Indo y las formas dravídicas del hinduismo de la india meridional. El dios Murugan, del sur de la India, figurado como un joven e identifi■>iilo con el dios de la guerra Skanda, se representa en los caracteres del Valle del Indo, ■ .mi la hipótesis de Parpóla, mediante dos círculos entrelazados (es sugerente que la i «ilabra m uruku en las lenguas dravídicas se pueda traducir por «ajorca»), y un sello que u-pirsenta a un individuo inclinándose ante una figura de pie en medio de una higuera ic icpite en la iconografía india posterior (en la higuera de indias budista que simboliza ■il Iluda en las más antiguas representaciones). Además, el higo se asimila a! planeta Venus, '•I i nal a su vez se relaciona con la diosa Durgá y con el tilak, el punto rojo que se dibu...... la frente11. lis tentador especular sobre la existencia de continuidades entre la religión de! Valle I ludo y el hinduismo, ya que determinaría que las raíces de esta religión remontarían a

9 M arshall, Mohenjo-Daro a n d the Indus Civilization, 3 vols., Londres, University of Oxford Press, l'MI vnl. 1, pág. 52. Véase también Allchin y Allchin, op. cit., págs. 213—315- Acerca de los sellos véase l'iili irrvis, The Roots o f Ancient India, University of Chicago Press, 1975, págs. 274-7. Para un análisis del nit «ii-iílva véase Hiltebeitel, «The Indus Valley «proto-Siva», Re-examination through Reflection on the nlilrss, the Buffalo, and the Symbolism of the udhanas, en Anibropos, 73.5-6,1978, págs. 767-79; ■uilv.isani, «Unhinging Siva from the Indus Civilization», en Journal o f the Royal Asiatic Society o f Great h llnln and Ireland, 1, 1984, págs. 77-89. 111 Parpóla, op. cit., págs. 248-50. 11 ibid., págs. 256-71.

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El hinduismo

Figura 1. Sello «proto-Siva» de la civilizacion del Valle del Indo un pasado muy lejano; pero quizá convenga mantener una postura de cautela. El baño ritual, los altares de fuego, las pequeñas figuras femeninas, las divinidades con cuernos y los 4ingas» ciertamente sugieren posteriores tradiciones hindúes. No obstante, la pureza ritual, la importancia concedida a la fertilidad, el sacrificio y el culto a las diosas también son com­ partidos por otras religiones del mundo antiguo. En efecto, la imagen en esteatita de una figura en pugna con leones recuerda más al mito mesopotámico de Gilgamesh que a cual­ quier episodio testificado en el hinduismo posterior, aunque en este punto Parpóla defien de la continuidad con el mito de la Diosa Durgá enfrentada con el búfalo-demonio12. la civilización del Valle del Indo parece haber entrado en declive de forma más bien repentina entre 1800 y 1700 a.C., sobre todo por causas naturales como inundaciones o un descenso de la pluviometría al que siguieron invasiones, aunque parece que los pueblos y aldeas más pequeños del Valle del Indo sobrevivieron al abandono de las grandes ciudades. En Mohenjo-Daro se han encontrado algunos esqueletos in situ, víctimas de una muerte vio lenta. Se ha afirmado que estas muertes fueron causadas por los primeros invasores arios ’I

12 Para un análisis de este motivo véase ibid., págs. 246-8. 11 Wheeler, op. oil., pág. 92.

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Los orígenes LOS ARIOS II i .1.1 l,i fecha, la teoría más aceptada para explicar los orígenes del hinduismo ha defendíI' i|iic surgió como consecuencia de las incursiones de grupos de población conocidos mik i arios

desde Asia central hasta las llanuras septentrionales de la India, a través de los

, unios tle montaña de Afganistán, hacia el 1500 a.C, Algunos de estos grupos penetraron n lun íixisten afinidades notorias entre la religión irania plasmada en el Avesta (libro igr.ido del zoroastrismo) y la religión védica. Se mantiene que los arios procedían del un ido imnco que grupos de población que se dispersaron hasta el territorio europeo y a ni,ni una lengua indoeuropea que evolucionó conformando el sánscrito védico y, finaliiiniir, H sánscrito clásico, lenguaje sagrado del hinduismo. Veneraron, principalmente al ' lii i-, drl fuego, Agni, aSoma, una planta (u hongo) alucinógena, y a Indra, dios-guerrero. Se II iiiiaron a sí mismos árya, término que significaba «noble» u «honorable» y que se aplicai' i .i las tres clases sociales superiores de la sociedad diferenciadas de la población indígena I, I in i ilorio que subyugaron gracias a una tecnología bélica superior. Se extendieron por i m llanuras del norte y, en algún momento posterior al 1000 a.C., desembocaron en la , gii'ui del Ganges que llegó a conocerse como la «patria aria» (áryávartá). La cultura aria I» ririuS lentamente en el Deccan y se estableció en el sur de la India hacia el siglo vi d.C. i ii irsiimcn, según esta visión, los arios, parlantes de una lengua indoeuropea, contrastan un los descendientes indígenas, que hablaban lenguas dravídicas y descendían de los Iii il iln

  • iiuligcnas protohistóricas de la región, por lo cual se ha sugerido una continuidad de i nimias en vez de una disyuntiva, tal como implicaría la hipótesis de las incursiones arias. Ai Irniás, Shaffer afirma que la tecnología del hierro se desarrolló en el propio subcontinenn» ludid18y que no fue introducida por una fuente externa (como serían los invasores arios), «'giin Shaffer, las pruebas arqueológicas actuales no son suficientes para establecer la tesis li 11» migraciones arias hacia la India. Al contrario, en palabras de Shaffer: «es posible i h ii mnentar arqueológicamente una serie de cambios culturales que reflejan el desarroiii 11 iilitiral indígena desde el periodo prehistórico hasta el histórico»19. La hipótesis de las un malones arias, basada en las pruebas lingüísticas de las relaciones entre el sánscrito y ■i lenguas europeas, ha sido impuesta como clave interpretativa en los estudios arqueoli igii os, los cuales, al ser evaluados de nuevo, no respaldan la teoría. Sin embargo, hay que ii un en cuenta que investigadores actuales, y en particular Parpóla, siguen opinando que 1111 muías de hallazgo de la cerámica gris pintada corresponden con la distribución de la

    ■iillni.i védica-aria20. Aunque fuera correcta la argumentación de Shaffer (que la cerámica gris pintada ■mlio incompatible con incursiones arias), queda por considerar la evidencia lingüística. I'm un lado, la evidencia arqueológica respalda la ¡dea de la continuidad de una cultura '' míe los tiempos más primitivos en el norte de la India y, según algunos, no respalda la ii ‘iiii ile migración aria. Pero, por otro lado, los fuertes vínculos establecidos entre el sáns-

    1' T rip a ih i, The Painted Grey Ware, an Iron Age Culture o f Northern India , Delhi, C o n c e p t

    I’nlillililiiK Co., 1976. 111 Shatter, «Bronze Age Iron from A fg hanistan: Its Im p lic a tio n s fo r S ou th A sian P roto-H istory«, en 1 1*1im r ily y I’o sse lll (eds.), Studies in the Archeology a n d Paleoanthropology o f South Asia, Nueva D e hli,

    'Until ,intl IBM P ublishers, 1983, p igs. 63-1 0 2. w

    Shaffer, «Indo-A ryan Invasions: M yth o r Reality?», p ig . 88. I'a rpo la , op. cit., pags. 152-3.

    47

    El hinduismo crito y otros idiomas indoeuropeos, y entre la religión védica y las religiones de otros gru­ pos indoeuropeos son indiscutibles. Un argumento que consensuaría estas ideas es que la lengua de la civilización del Valle del Indo no perteneciera a la familia de idiomas dravídicos, sino, como Colin Renfrew y otros sugieren, a la familia indoeuropea. Según esta hipótesis, «la historia de las lenguas indoeuropeas del norte de la India e Irán se remontaría hasta el primitivo periodo neolí­ tico en esas zonas»21. Por tanto, se constataría una continuidad a todos los niveles desde la civilización del Valle del Indo hasta la cultura aria del primer milenio a.C. Según esta opinión, la religión de la civilización del Valle del Indo sería ni más ni menos que la reli­ gión de los hindúes. La lengua de la civilización del Valle del Indo según esta hipótesis se convertiría posteriormente en el sánscrito védicoy la agricultura de esta civilización pasa­ ría a ser el modus vivendi agrario védico. LAS MIGRACIONES ARIAS RECONSIDERADAS Tanto la tesis de la migración aria como la de la transformación se sustentan en bases evidencíales a tener en cuenta. Sin embargo, se puede argumentar que el trabajo meti­ culoso y metodológicamente correcto de Asko Parpóla establece pruebas claras a favor de que el sistema de escritura de la civilización del Valle de Indo soporte una lengua perteneciente al grupo de las dravídicas. Sus evidencias se basan, en primer lugar, en el análisis lingüístico de una dilatada esfera cultural, extendida desde Anatolia hasta el Decán, también en las continuidades iconográficas entre las formas del hinduismo de la civilización del Valle del Indo y la dravídica, y, por último, en las discontinuidades entre las formas védica, o aria, y la de la civilización del Valle del Indo. El texto sagrado védi­ co, el Veda, narra que los arios sometieron las ciudades de los dásas, descritas como compuestas de varios muros circulares y concéntricos. Si bien parece que no se está refiriendo a las ciudades de la civilización del Valle del Indo, cuadradas, Parpóla insiste en que correspondería con los centenares de aldeas fortificadas de la Edad de Bronce que existen en Bactria. Los dásas, enemigos de los arios, no son los habitantes del Valle del Indo, sino grupos que hablaban una lengua aria y cuya migración precedió a la de los arios. Una prueba de que las gentes del Valle del Indo no podrían haber sido hablantes de una lengua indoeuropea, según Parpóla, es la ausencia entre ellos del caballo y el carro. Siempre que se ha identificado una cultura indo-aria se han asociado restos de caballos y de carros. Parpóla afirma que las tribus arias que penetraron en el noroeste de la India condujeron carros de combate de dos ruedas tirados por caballos, nombrados con pala­ bras de etimología indoeuropea. No se han encontrado restos de caballos en ningún yaci-

    21 Renfrew, op cil'., pág. 192.

    48

    Los orígenes miento de la civilización del Valle del Indo y no están representados en sellos22. El caballi i es un animal ario y el carro un ejemplo de una tecnología bélica superior. Por tanto, una teoría modificada de la migración aria se podría adecuar a las con' luMones del trabajo de Parpóla. A principios del segundo milenio a.C. nómadas arios pnictraron en el subcontinente indio. Constituyeron, claro está, una minoría y, mientras la ' Miración del Valle del Indo se mantuvo sin solución de continuidad, como demuestran liMi piuebas arqueológicas, la cultura aria coexistió y se desarrolló en paralelo absorbiendo algunos de sus elementos. Por otra parte, existen pocas dudas respecto de las continuida­ des entre la civilización del valle del Indo y la védica. Los grupos nuevos, poseedores de tHya, «nobleza», terminaron formando una elite dominante arioparlante, aunque el sáns■lira absorbió algunas características protodravídicas, como el sonido retroflexo que no i ■imc en otros idiomas indoeuropeos, y algunos términos agrícolas. Como sería de esperar, luí lenguas dravídicas también absorbieron algunos elementos del sánscnto23. Con el paso de los siglos debió de producirse una situación de bilingüismo que terminó desembocani en la aceptación mayoritaria de la lengua aria, una variante del sánscrito védico, de igual i....lo que el francés o el español actuales se desarrollaron a partir del latín vulgar24. Tal vez esta hipótesis del bilingüismo resulte algo problemática, ya que son necesai Inertes presiones sociales para que se adopte una lengua nueva, pero los argumentos i' r ti pola están bien respaldados. Las pruebas definitivas tendrán que surgir de la escri'ii.1 de la civilización del Valle del Indo, y solamente cuando ésta se descifre de modo mili,u torio podrá ser adecuadamente encauzada la cuestión de la relación entre la civinii ióii del Valle del Indo y la aria. Sin embargo, sean cuales fueren los orígenes de los ■i i lauto si su cultura se desarrolló a partir de las civilizaciones indígenas, como si migiaioii desde lugares exteriores a la India, nuestro conocimiento de su estructura i d sus mitologías y, sobre todo, de su ritual, procede de las representaciones que de i iiiimiius dejaron en sus textos sagrados más antiguos, el Veda.

    EL VEDA 11

    u msiderado por algunos hindúes como una revelación atemporal, de autoría

    < mi ((i¡>aurusya), eterna y que contiene todos los conocimientos; mientras que ■ .1 unan como una revelación de Dios. Fue recibido, o «visto», por los sabios visio.... . antiguos (rsí), quienes lo transmitieron a otros y fue compilado por el sabio Vyása. i ■lirio, una definición popular de «hindú» engloba a aquellos que aceptan el Veda ii’veLtción. Esta idea no está exenta de problemas y excepciones, pero ilustra la 1,ii pilla , op . cil., págs. 1 42 -5 9- E specíficam ente para el a rg u m e n to d e l caballo véase págs. 155—91 1 in ru c a u y B u rro w , Drauidian Borrowingsfrom Indo-Aryan, B erkeley, U iliv e rs lty o f C a lifo rn ia

    .. I'*,.1 I»pula, op cil., págs. 167-8.

    49

    El hinduismo indudable importancia del Veda para entender cómo los hindúes se perciben y se repre­ sentan a sí mismos. Desde la perspectiva del creyente el Veda es una revelación eterna. Sin embargo, desde la perspectiva del estudioso formado en Occidente que aplica la crítica históricofilológica a los textos sagrados, fue compilado a lo largo de un amplio periodo de tiempo y refleja fases diferentes en que se ilustran acontecimientos sociales y religiosos diversos. De todos modos ambas perspectivas no resultan incompatibles, ya que la revelación pudo haberse escalonado y es posible que haya, y de hecho los hay, muchos estudiosos que también son creyentes. El término «texto», o «canon» en el contexto indio, implica una tradición oral trans­ mitida con un cuidado y precisión meticulosos de generación en generación y originada entre los sabios arios rsis del Veda, según defiende la tradición, la clase sacerdotal de los arios védicos, los brahmanes, era, y sigue siendo, guardiana de esta tradición, preservando también la recitación oral de los textos. En efecto, el Veda no fue codificado por escrito hasta unos mil años después de su composición y el mismo hecho de escribir fue consi­ derado como una actividad contaminante25. Aunque el texto principal del Veda está cla­ ramente delineado, en la categoría de «revelación» a veces se incorpora material más reciente. Por ejemplo, algunos textos a los que se les da el título de «Upanisad» fueron compuestos en el siglo xvn d.C. e incluso podrían considerarse como revelación los escri­ tos de hombres y mujeres santos actuales. Será esta tradición sánscrita y védica, que ha mantenido una continuidad hasta la actualidad, una importante fuente de inspiración tanto para tradiciones como para devotos hindúes. El Veda es la base de la mayoría de los posteriores desarrollos de lo que se conoce por hinduismo. El Veda está íntimamente relacionado con el rito védico y su función principal es de tipo ritual. La clasificación según el Veda no es el único criterio que el hinduismo ha uti­ lizado para ordenar sus escrituras, también lo ha hecho ateniéndose al rito Una de las cla­ sificaciones védicas principales es la que opone, por una parte, Mantra, versos empleados en la liturgia que componen la colección de textos llamados Samhita y, por otra parte, Bráhmana, textos de exégests ritual. Los Bráhmanas son textos que describen las reglas y explicaciones del ritual, especialmente en lo referente a los significados y finalidades. Contienen mitos etiológicos, postulan complejas correspondencias {bandhu) entre el rito y el cosmos e incluso sostienen que el sacrificio asegura la continuidad del cosmos. LosÁranyakas, textos compuestos en el bosque, constituyen las partes finales de muchos Bráhmanas. Analizan el rito y su interpretación formando un vínculo de transición entre los Bráhmanas y las Upanisads. Las Upanisads analizan los temas expuestos en los Áran­ yakas exponiendo la verdadera naturaleza y significado del ritual.

    25 Ait.Ar. 5.5.3.

    50

    Los orígenes LA ESTRUCTURA DEL VEDA Utilizamos el término Veda en dos sentidos: por una parte, como sinónimo de «revela­ ción» (srutl), que los sabios «oyen», y que, por tanto, puede aplicarse a cualquier texto esti­ mado revelado, y, por otra, y en una acepción más restringida como referencia al sustrato más antiguo de la literatura védica. F.1 Veda según el primer significado, y el más general, incluye cuatro tradiciones: Rg, Yajur, Sama y Atharva que a su vez se dividen en tres o cua­ tro categorías de texto: Samhitá, Brálimana, Áranyaka y Upanisad (las dos últimas a veces se clasifican juntas). Según el segundo significado, más restringido, el término Veda se refiere a la parte samhitá de esta literatura que contiene cuatro grupos de textos caracte­ rizados por las cuatro tradiciones en las que se ubican, Rg Veda Samhitá, Sama Veda Sam­ hitá, Yajur Veda Samhitá y Atharva Veda Samhitá. Cada uno de ellos tiene su propio Bráhmana, Áranyaka (tratado del bosque) y/o Upanisad («Escritura Secreta»), Otro con­ junto, la literatura sütra, a veces se añade a este esquema de obras, pero sin formar parte de la revelación primaria (sruti), sino de la revelación secundaria (smrti), ya que sus tex­ tos se estima que fueron compuestos por seres humanos. Esta secuencia está expuesta de manera más o menos cronológica desde el texto más antiguo, la Rg Veda Samhitá, hasta el más reciente, las Upanisads. Como veremos, este modelo ilustra un interés pri­ mario por el ritual que se convierte después en un interés por la comprensión e inter­ pretación del ritual, acontecimiento importante en el desarrollo de las ideas hindúes. Por tanto, la estructura de textos es la siguiente: Samhitá:

    Rg

    Yajur

    Sama

    Atharva

    Bráhmana: Áranyaka: Upanisad El Rg Veda es una colección (samhitá) de diez libros (marídala) con 1.028 himnos dedicados a varias divinidades, compuestos en sánscrito védico y que pueden datarse desde una fecha tan antigua como el 1200 a.C. (en su fase primera) y a lo largo de varios cientos de años26. Cada uno de los diez libros fue compuesto por los sabios de familias diferentes, los más antiguos son los libros II—Vil y constituyen nuestra fuente de conocimiento más antigua e importante respecto de la religión y sociedad védicas. El Sania Veda es un libro de cantos rituales (saman) basado en el Rg Veda y que incluye las instrucciones acerca de

    26

    La tra d u c ció n alem ana fu n d a m e n ta l del Rg Veda es la d e G e ld n e r, Der Rigveda: Aus dem Sanskrit

    im Deutsche Übersetzt und mit einem laufenden Kommentar versehen, 3 vo ls., H a rvard O rie n ta l Series, 33, 34 , 35 (C am bndge, Mass., H a rvard U n ive rs ity Press, 1951. Las tra d uccion e s al inglés son d e M ü lle r y O ld e n b e rg , Vedic hymns, 2 vols., SBE 3 2 ,4 6 , D e lh i, M LBD , re im p re s ió n , 1973. E xiste u n a tra d u c ció n asequible al inglés d e algunos h im n o s p o r O 'F la h e rty, The Rg Veda. Se cu e n ta e n lengua española co n u n a s elección del

    Rgveda en una tra d u c ció n co m p e te n te d e F. V illa r, Himnos Védicos, M a d rid , E d ito ra N acional, 1975-

    51

    El hinduismo la recitación (gana). El Yajur Veda es una colección de breves fórmulas en prosa que se uti­ liza en los rituales y de la que existen dos recensiones: la «negra» y la «blanca»; la primera es una mezcla de prosa y verso, la segunda está compuesta casi completamente en versos o mantras. El Yajur Veda blanco contiene un solo libro, la Vájasaneyi-Samhitá, mientras que el Yajur Veda negro contiene tres: la Taütiriya Samhitá, la Maitráyani Samhitá y la Kátbaka-Samhitá. Finalmente, el Atbarva Veda es una colección de himnos y fórmulas mágicas compilada hacia el 900 a.C., aunque algunas de sus partes pueden remontarse a los tiempos del flg Veda. El Atbarva Veda tiene menos relación con los sacrificios y ha sido con­ siderado como inferior a los otros tres Sambitás. La mayor parte de esta literatura, verda­ deramente extensa, está aún sin traducir a las lenguas modernas europeas. LA DATACIÓS DEL VEDA

    A pesar de ser difícil de fechar, el texto más antiguo, y el más importante para nuestra com­ prensión de la sociedad y creencias de los primeros indoarios, es la Rg Veda Samhitá, pro­ bablemente compuesta hacia el 1200 a.C., aunque algunos, como Kak y Frawley, fijan una fecha muy anterior, en plena civilización del Valle del Indo, pues suponen que la lengua de esta civilización era de tipo indoeuropeo27. Una cronología más realista sería la sugerida por Max Müller: de 1500 a 1200 a.C. Suponiendo que el Buda nació hacia el 500 a.C. (fecha que los estudiosos actuales fijan algo más tarde), Müller sugirió que las Upanisads fueron compuestas entre el 800 y 600 a.C. No obstante, esta fecha puede ser un poco temprana. En vista de las nuevas fechas del Buda, siglos iv o v a.C. en vez del v o vi, es probable que las Upanisads fueran compuestas entre el 600 y 300 a.C., ya que algunos textos son prebu­ distas. Müller fechaba la literatura Brahmana anterior entre el 1000 y 800, y la literatura Sam­ hitá hacia el 1200 y 1000, dejando un espacio de unos 200 años para la formulación de cada clase de texto, aunque hasta Müller admite que el Rg Veda podría ser más antiguo28. Sin embargo, teniendo en cuenta la fecha probablemente más reciente de las Upanisads, la lite­ ratura brahmánica podría tener una fecha posterior a la propuesta por Müller. LAS ESCUELAS VÉDICAS El esquema empleado para clasificar el Veda se complica en mayor medida como resulta­ do de la acción de las escuelas teológicas, o ramas (sákhá) que se especializan en el aprendizaje de ciertos textos. Un Veda puede tener varias escuelas que se relacionen con él. Por ejemplo, los brahmanes de la rama taittiriya aprenden la Taittiríya Samhitá de!

    27 Véase Kak, «On the C h ro n o lo g y o f A n c ie n t india», Indian Journal o f History o f Science, 2 2.3,1987, págs. 222—34. Véase ta m b ié n Frawly, Gods, Sages a n d Kings: Vedic Secrets ofAncient Civilization, Salt Lake City: Passages Press, 1991.

    28 Muller, The Six Systems o f Indian Philosophy, Londres, Longemans, Green and Co,, 1899, págs. 44-47,

    52

    Sam hitä

    B rähm ana

    Ä ranyaka

    Rg

    Aitareya

    Aitareya

    Kausltaki

    Kausitaki

    Taittinya

    Taittinya

    Taittinya

    Käthaka

    Katha

    Katha

    Sathapatha

    Sathapatha

    Maiträyani Väjasaneyi

    Figura 2. Tradiciones de los Vedas Rg y Yajur

    Srauta-Sütra

    Grhya-Siitra

    Aitareya

    Ásvaláyana

    Ásvaláyana

    Kausitaki

    Sánkháyana

    Sánkháyana

    Taittiñya

    Bauaháyana

    Baudháyana

    Bharadvája

    Bharadvája

    Ápastamba

    Ápastamba

    Hiranyakesin

    Hiranyakesin

    Katha

    Káthaka

    Káthaka

    Maitri

    Mánava

    Mánava

    Brhadáranyaka

    Kátyáyana

    Paraskara

    Los orígenes

    Upan sad

    til h im liiist'ii■ Yajur Veda negro, y sus coirespondu-nii

    Hi.iliin.iua Ai.my.ik.t, ll|iaiii, id y Si,mu

    m

    La escuela del Sama Veda aprende sus propios Urahmanas (laiwiniyti BrAhmana i Látyáyana Srauta Sútra). Los brahmanes del Rg Veda aprenden el A im nyn y . Kausitaki B ráhm am que incluye los Áranyakas del mismo nombre, las Aitaiey. Rudra es moreno, con el vientre negro, espalda roja y vestido de pieles. Es feroz y destructivo, dirige a los dioses de las tormentas, los Maruts; ataca «como una bestia salvaje y feroz», pero también aparece como un sanador benévolo que aleja las epidemias. En estos himnos (Rg Veda 2.33,1.43 y 1.114), se alaba a Rudra y se le pide que deje a las comunidades de los que le invocan en paz, que no rapte a hijos y nietos, que no mate caballos y ganado, y que, después de reci­ bir las alabanzas, marche a otro lugar donde desarrolle su labor destructiva sin trabas. En la Taittiñya Samhitd del Yayur Veda negro, y en la Vájasaneyi Samhitá del blanco6, hay un

    '

    A menudo se describe el litiga como representación «anicónica», es decir, no en cuantc

    representación de tipo humano. El litiga, por tanto, puede describirse como un icono «anicónico» en el sencido de «icono» como «espiritualización» de una forma física.

    6 Tait.Sam. 4.5.1; Vaj.Sam. 16.1-66.

    17(1

    ¿divismo y tantrismo Primitivo culto a Rudra

    Saivismo puranico

    Saivismo no-purànico

    culto popular a Siva Aghori Figura 6. Desarrollo de las tradiciones saiva himno dedicado a ios «cien nombres de Rudra» (satam dríya) que elabora con mayor detalle la naturaleza ambigua del dios y hace hincapié más en su forma benéfica que en la destructiva. Es dios de lugares salvajes y terribles, vive alejado de las comunidades humanas presas de terror por las espantosas moradas que frecuenta. Sin embargo, como en el Rg Veda, es también sanador, Señor de las hierbas medicinales, y Pasupati, Señor del ganado. Este himno es un temprano ejemplo de enumeración de nombres de una divinidad con la finalidad de establecer contacto con él o ella. Ya durante los primeros siglos de nuestra era se afirma, en laJábala Upanisad, por ejemplo, que la recitación del Satarudriya lleva a la inmortalidad7, y hay referencias numerosas al Satarudriya en el ¿iva Purána. En la actualidad todavía se recita este himno en los templos saiva8. Rudra es una divinidad periférica en el panteón védico y las descripciones que lo caracterizan viviendo al margen de las comunidades de los arios parecen indicar que sus orígenes no deben de ser védicos. Sin embargo, el hecho de que se le incluya en los him­ nos demuestra que ha de formar parte, aunque de modo periférico, del panteón védico. No obstante, ya en los siglos tv o v a.C. Rudra-Siva había ido ascendiendo a un puesto más destacado y en la Svetásvatara Upanisad se le había identificado con el absoluto supre­ mo, causa eficiente y material del cosmos.

    7 Jab.U. 3.66. 8 Véase Gonda, «The Satarudriya», en Nagaromi, Matilal y Masson (eds.), Sanskrit a nd Indian Studies Essays in Honour o f Daniel H.H. Ingalls. Dordrecht, Reidel, 1979, pâgs. 75-91.

    171

    El hinduismo LA 'VFTÁSVATARA UPANISAD La Svetásvatara Upanisad, las enseñanzas del sabio «de la muía blanca» Isvetásvatara), se com puso en torno a los siglos v o iv a.C., con posterioridad a las Brhadáranyaka y Cbdndogya Upanisads, pero antes de la Bhagavad Gitá. Este texto es muy im portante para la com prensión del desarrollo del pensam iento religioso hindú, ya que marca una transición entre el más simple m onism o de las Upanisads anteriores y el teísmo de las tra­ diciones saiva y vaisnava posteriores. El texto comienza planteando una serie de pregun­ tas acerca del origen del universo y de la hum anidad. ¿Cuál es la causa de todo esto? ¿Quién gobierna nuestras m últiples condiciones de placer y dolor? A continuación, el texto pretende contestar a estos interrogantes m ediante la propuesta de una teología que eleva a Rudra al estatus del ser suprem o, es el Señor (isa) trascendente pero m antenien­ do funciones cosmológicas, al m odo de Siva en las tradiciones posteriores. Para la Svetásvatara: - el Señor es la causa del cosmos. - el Señor es un «mago» (ináyin) que produce el m undo a través de su poder (saktí) y lo sostiene. - el Señor es trascendente, m orando más tilla del cosmos, pero a la vez es inm anente, m orando en los corazones de todos los seres. Se pueden detectar paralelos en este punto entre las teologías vaisnava algo posterio­ res de la Mahánáráyana Upanisad y la Bhagavad Gitá, e igual que ocurre en estos textos, parece postularse algún tipo de diferencia entre el Señor y el alma individual y, aunque el térm ino bhedábheda no se emplea, la Svetásvatara presenta una teología del tipo «dife­ rencia en la identidad». El alma, que no posee género, viaja de cuerpo en cuerpo según su karma hasta que llegue a alcanzar la liberación por medio del esfuerzo yóguico y por la gra­ cia (prasáda) del Señor con quien se une. De hecho, el térm ino bhakti en la acepción de ofrendar la máxima devoción a Dios y al gurú como si del Dios se tratare, se testifica por vez primera en este texto9. No obstante, ya que se expone en la última adhyáya del texto cabe la posibilidad que se trate de una interpolación posterior, pues, aunque las claves de la bhakti están ya presentes en potencia, no se desarrollan plenamente. LA FORMACIÓN DEL SAMSMO Si bien se ensalza a Rudra-Siva en el Rg Veda y se le identifica con un absoluto de carác­ ter teísta en la Svetásvatara Upanisad, tam bién se constatan otras referencias antiguas a Siva y el culto saiva. En el «Gran comentario» (Mabábhásya) de Patañjali dedicado a la famosa gramática sánscrita de Pánini (siglo n a.C.), se describe a un devoto de Siva (un 9 Svet.U.6.23.

    172

    Saivismo y tantrismo Siva-bhágavata) vistiendo pieles de animales y portando una lanza de hierro en tanto que símbolo de su dios (tal vez se trate de un precedente del tridente de Siva). También se testim onian en m onedas de reyes griegos, sáka y partos que gobernaron el norte de la India (200 a.C.-lOO d.C.) representaciones del toro, símbolo de Siva, y también hay role rencias a los prim eros ascetas saiva en el Mahdbbárata101. No obstante, será en los Puta ñas donde podam os observar el desarrollo del saivismo en tanto que rama principal (li­ la religión hindú. SAIVISMO PURÁNICO

    D urante la dinastía gupta (aproxim adam ente 320-500 d.C.) la religión puránica se tiesa rrolló y extendió rápidam ente p o r el subcontinente a través de cantores, recitadores y creadores de narraciones. La expansión conllevó el desarrollo de la forma de culto btali mánica basada en estos textos (smárta, o pauránika). Con el declive de los guptas, si bien este culto smárta estaba bien consolidado, se produjo un aum ento de los cultos esotéricos, m uchos de los cuales (o cuando m enos una parte de ellos) term inaron siendo asimilados p o r las formas de culto brahmánicas. Los Saiva Puránas (el más im portante es el Linga) y los Siva Puránas desarrollan los tem as puránicos habituales consistentes en genealogías, exposición de los deberes de las diferentes castas, material Dharma Sastra y astrológico, pero además incluyen elem entos exclusivamente salva, tales com o la erección de ¡ingas en los templos, descripciones de las diversas formas en que se puede manifestar Siva, y de la naturaleza de Siva del que se im.i gina que el cuerpo es el cosm os, trascendente e inm anente. Además del material relativo al culto formal de Siva, algunos Puránas com o el Liriga también contienen informal ion sobre las técnicas ascéticas y el yoga, especialm ente referentes a los pásupatas, la esnicl.i saiva más antigua de la que tenem os noticia. Los Puránas clasifican a los salvas en cu.iim grupos: pásupata, lákufisa, saiva y kápálika. Por su parte, Rámánuja en el com entario al Rrabma-Sútra m enciona a saivas, pásupatas, kápálins y kálámukhas11. Todos estos gru pos, p o r lo general, se perciben com o exteriores al sistema védico o puránico. De lu-i h< i, todos los Puránas fueron redactados dentro de la esfera de la ortodoxia védica o siiinrm, y textos com o el Kúrma-Purána condenan claramente el sistema pásupata12, defiaiClM-ndi i en su lugar la autoridad del Satarudriya y de una Upanisad tardía que contiene malí m i saiva, la Atharvasiras Upanisad. Aunque los Puránas están repletos de material u i w n i o doxo saiva, se distanciaron, sin embargo, de los sistemas no-ortodoxos o támbeos, pm estimaban que constituían una amenaza para la pureza védica y el dharma.

    10 Bhandarkar, Vaisnaeism, Saiuism a n d Minar Religious Systems, 1913; reimpresión en Nueva I Hlil, Asian Educational Services, 1983, pág. 165. 11 Sribba. 2.2.37. 12 Kur.Pur. 1.14.30; 1.20.69.

    I

    El hinduismo Un cabeza de familia que venerara a Siva realizando u n a p ú já puranica, por medio de ofrendas a las formas ortodoxas de Siva usando maneras védicos, no podría estimarse com o iniciado de una escuela saiva específica; su devoción se encauzaría dentro del con­ texto general de los ritos védicos dom ésticos y de la adhesión sm árta al vaniásramadharma. En su com entario al Brabma Sútra (y al mismo verso que Rámánuja) Sankara se refiere a los mahesvaras devotos de biva, en probable referencia a los que siguen la forma de cu lto pauránika. Según ha descrito Alexis Sanderson, un saiva brahm ánico de estas características, inserto en los m odos sm árta de actuar (un m ahew ara), contrasta con ese tipo de iniciado técnicam ente conocido com o saiva que ha cum plido la iniciación (idiksá ) y que sigue las enseñanzas de Siva ( sivasdsana ) contenidas en las escrituras saiva (Sástras)li . Mientras que el iniciado saiva sólo puede dedicarse al em peño de alcan­ zar la liberación (;moksa ), el cabeza de familia saiva (o mahesvara) al m orir estima ser transportado al cielo de Siva (Siva-loka) localizado en la parte superior del huevo del m undo (donde se localizaría el cielo Vaikuntha para los vaisnavas puránicos). Los iniciados saiva (en oposición al laicado, los devotos pauránika) pueden ser tam bién clasificados, según criterios de índole general claram ente expuestos en el tra­ bajo d e Alexis Sanderson, p o r una parte, según su vocación hacia la «vía externa» (iatimárga), p o r la o tra según su inclinación hacia la «vía d e los mantras» (mantramárga)1''. Se trata de las dos ramas principales descritas en los textos saiva, los Ágamas o Tantras. La prim era, sólo apta para los ascetas, es un camino exclusivamente dedicado a la liberación de samsára; la segunda, apta tanto para los cabezas de familia com o para los ascetas, es un cam ino que conduce eventualm ente a la salvación, pero que perm ite tam bién alcanzar poderes mágicos o sobrenaturales (siddhi) y gozo ibboga) en los m undos superiores encontrados en la búsqueda. Atimárga también puede tradu­ cirse com o «vía suprema», aquella que ha trascendido el sistema ortodoxo de las cuatro etapas d e la vida (ásrama), alcanzando, según los atimárgins, un nivel superior al de la etapa ortodoxa de la renuncia al m undo. SATVISMO PÁSUPATA

    En el seno de la vía suprem a (atimárga) destacan dos escuelas im portantes, la orden pásupata, y una suborden, la lákula, parte de la cual constituía la orden kálámukha. La pasupata es la escuela saiva más antigua, datando probablem ente del siglo II d.C. m en­ cionada en la sección Náráyaniya del Mahábháratal\ a pesar de que no nos han 11c-

    13

    Sanderson, «Saivism and the Tamric Traditions»; A. Sanderson, «Purity and Power Among the

    Brahmans of Kashmir», en Carri thers, Collins y Lukes (eds.), The Category o f the Person: Anthropology, Philosophy, History, Cambridge University Press, 1985, pigs. 190-8. Sanderson, «Saivism and the Tamric Traditions», pags. 664-90. 13 Mbh santiparvan 349-64.

    174

    Saivismo y tantrismo gado ninguno d e sus textos propios. El único escrito pásupata que se conserva es el Pásupata Sútra que se acom paña de un com entario tardío de Kaundinya1617(aunque ante­ rior al siglo x). Según la tradición, el texto fue revelado por Rudra, que se había trans­ formado en el sabio LakuÜsa (personaje posiblem ente histórico), al entrar y reanim ar el cadáver de un brahm án en un cam po de crem aciones. Se ha considerado a este perso­ naje com o la última de las encarnaciones (avatára) de Siva (que aparece m encionada en el Kúrma PuránaP). Bajo esta forma im partió las enseñanzas contenidas en el Pásu­ pata Sútra.

    El asceta pásupata había de ser un varón brahm án que hubiese cum plido la cere­ monia de iniciación en la casta alta. A unque se podría llegar a ser pásupata desd e cual­ quier fase de la vida, el estatus de casta alta se m antenía com o ingrediente notorio en la práctica religiosa, ya que no estaba perm itido dirigir la palabra ni a m iem bros de cas­ tas bajas ni a m ujeres. De hecho, en un pasaje del com entario de Kaundinya sobre el Pásupata Sútra18 se habla de la m ujer en térm inos misóginos figurándola com o la ten­ tadora del asceta, qu e lo lleva a la locura y cuya sexualidad no puede ser controlada por las escrituras. Si bien el asceta pásupata tenía q ue ser brahm án y célibe (brahm acárya ), algunos textos védicos sm árta, com o el K úrm a-Purána I9, lo desaprobaron y censura­ ron. Parece que los pásupatas se situaban en los límites de la sociedad ortodoxa de los cabezas de familia, se ubicaban más allá de las cuatro etapas (ásrarna ), en una quinta etapa «perfeccionada» (siddha ásramá) y rechazaban las prohibiciones que atañían a los cabezas de familia en asuntos de pureza y vida familiar. Sin em bargo, al contrario de m uchos otros grupos saiva, los pásupatas nunca abandonaron com pletam ente los valo­ res védicos, ni los atacaron explícitam ente, ya qu e percibían su tradición no com o un rechazo, sino com o la culm inación y realización plena de la vida védica. La liberación de las ataduras del karm a y el renacim iento qu e estim aban que se producía tras la m uerte se concebía com o la adquisición de las cualidades de la om nisciencia y la o m nipoten­ cia. A unque en últim a instancia esta liberación se llevaba a cabo por la gracia de Rudra, era m enester algún esfuerzo por parte del pásupata. Se materializó en la figura de un voto o cum plim iento (vrata) que implicaba una práctica espiritual (sádhana) en tres etapas progresivas. Durante la prim era etapa el asceta vivía en un tem plo saiva. cubierto de cenizas y evi­ tando lavarse con agua m ientras veneraba al dios por m edio de la danza y los cánticos, la meditación enfocada hacia los cinco mantras sagrados de Siva, la risa y la circumambulación del templo. D urante la segunda etapa tenía que abandonar el tem plo y los signos 16 Chakraborti, Pásupata-sütram with Pancártha-bhásya o f Kauvdirtya. 17 KurPur. 1.51.10. 18 Pas.SuA.9. 19 Kur.Pur. 1.14.30; 1.20.69.

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    El hinduismo externos de su afiliación religiosa para comportarse en público de forma anti-social, como si estuviera enajenado, haciendo gestos impúdicos a las jóvenes, roncando sonoramente sin estar dormido, y hasta fingiéndose tullido. Este comportamiento induciría al mal trato por parte de los transeúntes a fin de que su mérito, o buen karma, se transfiriese al asce­ ta mientras que su mal karma repercutiese en los que le hubiesen insultado. La tercera y última etapa consistía en retirarse a un sitio apartado, como una cueva o una casa aban­ donada, a fin de meditar sobre los cinco mantras sagrados y la sílaba sagrada om. Cuando podía realizar esta meditación sin esfuerzo, se retiraba finalmente a un campo de crema­ ciones viviendo de lo que pudiera encontrar hasta que finalmente moría alcanzando por último la unión con Rudra (rudrasáyujyarn)20.

    SUBDIVISIONES DE LOS PÁSUPATAS Entre los pásupatas se contabilizan diversas órdenes, siendo la lákula la más importante. Se trató de ascetas que aceptaban las doctrinas del Pdsupata Sútra, aunque eran más extremistas que los demás pásupatas en sus prácticas ascéticas y en su rechazo, o tras­ cendencia, de las prohibiciones védicas. Sanderson cita un manuscrito que ha llegado hasta nuestros días y que corresponde a esta escuela, que describe a los ascetas vagando, portando bastones en cuyos extremos se situaban calaveras (kh a tv m g a ), llevando cuen­ cos de limosnas formados por cráneos y collares de cuentas de huesos humanos, cubier­ tos de cenizas, con largas greñas o completamente rapados en imitación de su Señor Rudra21. En este caso el asceta lleva al extremo su mimesis de Rudra, ha asumido el «gran voto» (mahávrata) que se exige a aquel que ha matado a un brahmán. Los Dharma Sastras afirman que el brahmanicida a fin de expiar el crimen debe realizar penitencia viviendo fuera de la sociedad védica, en una choza en el bosque, portando la calavera de la persona asesinada como sí fuera una bandera, durante doce años22, Esta asimilación queda reforzada en mayor medida en un mito que se cuenta con diferentes variantes en los Puránas. En síntesis, la historia narra que el dios Brahmá preso de pasión hacia su hija intenta yacer con ella, Siva bajo la forma del terrible Bhairava, corta la quinta cabeza de Brahmá con la uña del pulgar, que queda pegada a la mano de Bhairava, que vaga por diversos centros de peregrinación (tirtha) hasta que llega a Benarés, donde la calavera cae en Kapálamocana («liberación de la calavera»). En este momento Siva queda libre del pecado de haber matado a un brahmán. En su papel de vagabundo portando la calavera de! brahmán (es decir, de Brahmá), a Siva también se le conoce como el mendigo Bhiksátana y el portador de calaveras Kápálin. Existen varias

    20 Pas.Su. 4.1-24. 21 Sanderson, op. cit. . págs. 665-6. 21 Mam, 11,73.

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    Saivismo y tantrismo versiones de este mito23 pero lo importante es que la narración refuerza la identificación del asceta Iikula con la forma de Siva portador de la calavera. Una sub-orden làkula eran los kàlàmukhas que florecieron en los siglos ix al xm, y acerca de los cuales tenemos información principalmente gracias a hallazgos epigráficos encontrados en el sur de la India. Predominaron en Karnataka, donde fueron suplantados por la escuela liñgayat en el siglo xm. Los kálámukhas tenían sus propios templos y se con­ sideraron miembros de la gran familia védica, a pesar de que en sus prácticas incluían ele­ mentos verdaderamente heterodoxos, como la veneración a Rudra en un recipiente repleto de alcohol o el cubrirse con cenizas de cadáveres en vez de excrementos de vaca. En contraste con la vía suprema (addhati que remonta al siglo xn44. Aunque son textos que se emplean en los cultos tan tríeos centrados en los templos (y se insertan en la religión de los cabezas de familia), sin embargo reflejan en ocasiones una cosmovisión de carácter muy arcaico cuyas raíces se adentran en el ascetismo de los campos de cremación. Otra tradición regional importan te, fusión de la bhakti con el tantrismo y que se desarrolló en Karnataka, fue la de los lirigayats, que trataremos a continuación. LOS LIÑGAYATS los lirigayats, «los que portan el liriga», o virasaivas, «héroes por Siva», fueron fundados por Basava (siglo xn d.C,), aunque parece que tuvieron algunas conexiones con la orden kálámukha. No obstante, al contrario que los kálámukhas, favorecen la devoción por enci ma del ascetismo y rechazan ei culto centrado en los templos y los ¡conos, excepción hecha del liriga, que se porta al cuello, y al que se dedica un culto diario. El devoto liñgayat cree que al morir se producirá directamente la unión con Siva y no regresará al mundo. Por tanto, los lirigayats no necesitan ritos funerarios ortopráxicos y enticrian a sus muertos igual que se hace con los hombres santos. Aún hoy en día se mantiene un a importante comunidad liñgayat en Karnataka. Basava (aproximadamente 1106-1167) fue un brahmán saiva de la corte de Bijjala, tey ils Kalyána. Reformador social y religioso, devoto de Siva bajo la advocación de «Señor del lincuentro de los Ríos», expresaba su devoción por medio de la poesía y que fundó una nueva i omunidad. Otra poetisa notable de la comunidad liñgayat fue Mahádevyakka, algo más joven que Basava, aunque coetánea suya. Llevó una vida de asceta errante y desnuda, en la icono­ grafía se la representa tapada solamente por su cabello. En su poesía habla de su arriicnii deseo por Siva despreciando el amor mundano al que estima provisional e insatisfactorio:

    Amo a Aquel que es Bello, sin vínculo, sin miedo sin clan, sin país sin hitos, por su belleza... Llevaos a estos esposos mortecinos, decrépitos, y ¡alimentad con ellos vuestros fuegos de cocina!45. 44 Para un análisis del tantrismo de Kerala véase Unni, «Introduction», en Campati Sosti i (cd.), Tniihii '«muccaya ofNdräyana, Delhi, Nag Publishers, 1990, págs. 1-75. ^

    Ramanujan, Speaking ofSiua, Harmondsworth, Penguin, 1973, púg. 134.

    Ivi

    El binduismo Basava se enfrentaba al sistema de castas y a la religión ritualista con vehemencia. Fundó una comunidad en Kalyána basada en el igualitarismo, que incluía el matrimonio sin castas, y donde se desarrolló un ethos al modo de lo que Victor Turner lia denominado communitas o «comunión»46. De hecho, según el biógrafo de Basava, se llegó a celebrar una boda entre el hijo de un descastado y la hija de un brahmán. Este menosprecio de las convenciones sociales llevó al rey Bijjala a condenar a muerte a los padres de la pareja, pero la consecuencia íue un motín que desembocó en el asesinato del rey. Se desencade­ nó una actuación represiva contra la comunidad liñgayat que, sin embargo, sobrevivió. Basava, que mantenía una posición contraria al uso de violencia contra el rey por parte de sus seguidores, terminó sus días lejos de la comunidad que había fundado47.

    RESUMEN Al igual que el vaisnavismo, el saivismo constituye una tradición rica y compleja que alcan­ za una clara articulación durante el periodo posterior a los gupta, aunque sus raíces tienen un origen muy remoto, quizá anclado en la civilización del Valle del Indo. El saivismo ha sido por lo general menos ortopráxico que el vaisnavismo, menos preocupado por ubi­ carse en la tradición que arranca de la revelación védica. Ha conformado su propia revela­ ción en los Tantas saiva, incorporando la revelación védica/pero estimándola de inferior nivel. Como también ocurría en el vaisnavismo, coexisten una amplia variedad de formas religiosas que van desde el culto a Siva smárta o pauránika de carácter ortopráxico, hasta la bhakti extática y las formas altamente esotéricas y antinómicas del culto extremista tántrico. En lo referente al universo religioso tántrico, y en los Tantras en los que la Diosa presenta un papel preponderante, la distinción entre las orientaciones saiva y sákta resul­ ta muy difícil. En las páginas que siguen dirigiremos nuestra atención hacia la variante sakta y hacia la religión de la Diosa.

    1U Turner, The Ritual Process, Harmondsworth, Penguin, 1974, págs. 80-154. ^

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    Ramanujan, op. cit., págs. 61-5.

    8 Tradiciones de ia Diosa y sáktismo

    Las tradiciones de Siva y de Visnu han dominado la literatura hindú y han sido el foco principal de la atención devocional. Sin embargo, también ha florecido una tradición de gran vitalidad centrada en la Diosa y todos los días se cumplen actos de culto a un gran número de diosas en todo el subcontinente indio. Las innumerables diosas de las tra­ diciones locales son generalmente consideradas por los hindúes como manifestaciones, o aspectos, de una sola Gran Diosa, o Mahá Devi, cuyo culto podría remontarse hasta los tiempos prehistóricos si las figuritas de terracota del VI o V milenio se entienden como imágenes suyas. El culto de la Diosa hindú también es importante, más allá de las fronteras del hinduismo, en las revitalizaciones occidentales contemporáneas del culto a la Diosa1. La Diosa es una figura contradictoria y ambivalente en el hinduismo. Por una parte, es fuente de la vida, madre benévola, generosa y efusiva, pero por otra, es la terrible fuer­ za malévola que exige ofrendas de sangre, carne y alcohol para aplacar su ira. Wendy Doniger O’Flaherty se lia referido a dos categorías diferentes de diosas indias que refle­ jan estas dos naturalezas: por una parte, están las «diosas de diente», eróticas, feroces y peligrosas, y, por otra parte, están las «diosas de pecho», propicias, bondadosas y fértiles1 2. Las diosas de pecho son generalmente modelos paradigmáticos para las mujeres hindúes y encarnan las cualidades maternales de la generosidad y la elegancia, serviciales hacia sus esposos divinos; por su parte, las diosas de diente son independientes, de bajo rango y someten a sus consortes (caso de tenerlos). Las diosas de pecho, de alto rango, presen­ tan una sexualidad adaptada a los esquemas ideológicos brahmánicos, mientras que las diosas de diente, de bajo rango, se caracterizan por la libertad, como observa Wendy Doniger O’Flaherty, incluso de agredir a los hombres3. De todos modos, destacan algu­ nas excepciones a esta dicotomía y algunas diosas, como Tripurasundarl, unen belleza e independencia. Devi, la Gran Diosa, por su parte, aúna ambas caracterizaciones y los cul­ tos que se le dedican expresan esta ambivalencia.

    1 Gross, «Hindu Female Deities as a Resource for the Contemporary Rediscovery of the Goddess», en ¡nurnal o f the American Academy o f Religion, 46.3, 1978, págs. 269-92. 2 O'Flaherty, Women, Androgynes and other Mythical Beasts, pig, 91. Véase el excelente estudio general sobre la Diosa y las diosas: Kinsley, Hindu Goddesses: Visions o f the Feminine in the Hindu Religious Tradition, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1986. Véase también N.N. Bhattacharyya, History o f the Sdkta Religion, Delhi, Munshiratn Manoharlal, 1974; Payne, TheSaktas, Calcuta. YMCA Publishing House, 1933. 3 O’Flaherty, op. c il, pág. 91.

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    El hinduismo Los devotos de la Diosa son denominados, por lo general, saktas: seguidores de Sakti, uno de los nombres que sirven para referirse a la Diosa en tanto que «poder» o «energía» femeninos que permean el universo. No obstante, la tradición sákta se define con menos claridad que el saivismo o el vaisnavismo. De hecho, sería tremendamente engañoso suponer que solamente los saktas veneran a la Diosa. Casi todos los hindúes la veneran de algún modo, especialmente en las aldeas, donde sus exigencias, igual que sus favores, son muy inmediatos. Tanto el saivismo como el vaisnavismo lian incorporado a la Diosa como consorte, o energía (sákti) de sus divinidades masculinas. De hecho, como ya vimos, el saivismo en su núcleo tántrico, incluye un elenco de imágenes feminizadas de la divinidad que configuran una práctica característica. En los textos sákta esta religión feminizada es la clave tanto en las manifestaciones puránicas como en las tántricas. La Diosa, originalmente en los márgenes del mundo brahmánico, se incorpora en el culto ortopráxico y puránico y su devoción tántrica se transformó en brahmánica en la tradición medieval tardía sri vidyá. La ortopraxis hindú alcanzó a contener a la Diosa dentro de la estructura brahmánica, no obstante, en los márgenes de la autoridad brahmánica entre las castas bajas, entre los grupos tribales, y en los grupos sociales intermedios de devo­ ción tántrica consiguió mantenerse en una independencia salvaje que es símbolo de la inversión de los valores brahmánicos. En este capítulo se describirán, en primer lugar, las (figuraciones de la Diosa en el mito y en la iconografía desarrolladas durante el primer milenio d.C., pero que continúan manteniendo su importancia en el hinduismo contemporáneo. A continuación, analiza­ remos el culto de la Diosa en sus vicisitudes históricas y en sus diferentes niveles: el brah­ mánico ortopráxico, el tántrico y el aldeano.

    EL MITO DE DEVÍ Se conocen un buen número de tradiciones literarias referentes a la Diosa y a diosas menores en Puránas y Tantras. La manifestación más notable de Devi toma el nombre de Durgá, la diosa guerrera que mata al búfalo-demonio Mahisa. Este mito es clave en el culto de Devi y base del motivo iconográfico principal, su representación bajo los atribu­ tos deMahisa-mardini, la matadora del búfalo-demonio. Se cuenta el mito con numero­ sas variantes en los Puránas, y especialmente en el Devlbhágavata Purdna y el Devlmáhátmya (que forma parte del Márkandeya Purdna). Este último texto, la obra más antigua que glorifica a la Diosa, data de los siglos v al vu d.C y presenta una versión sencilla en la que se basa la siguiente descripción. El búfalo-demonio, Mahisásura, o simplemente Mahisa («búfalo»), había recibido de Brahmá el don de no poder ser muerto por ningún varón. Confiado en su invencibilidad, conquistó el mundo y, deseando conquistar también el cielo, envió un ultimátum a Indra

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    Tradiciones de la Diosa y sáktismo rey de los dioses. Indra, tras despreciar a Mahisa, entabló una terrible batalla en la que el dios fue vencido y huyó con Brahmá en busca de refugio; otro tanto ocurrió con Siva y, finalmente, con Visnu. De los cuerpos y rostros enojados de los dioses em ergen grandes masas de energía q ue tom an la forma de una bella mujer, que es, naturalm ente, D evi. Los dioses materializan copias de sus armas y las entregan a DevI con el encargo de vencer al dem onio Mahisa. Recibe el león-m ontura del dios de la m ontaña Himavat y la copa de vino de Kubera, el dios septentrional de la riqueza. Lanza una terrible carcajada y los dio­ ses gritan «victoria». Al oír los gritos de los dioses, Mahisa, encolerizado, m anda a sus tro­ pas que descubran lo que ocurre. Regresan y le narran la extrem a belleza de la Diosa que posee todas las cualidades del am or, el heroísm o, la risa, el terror y el prodigio y además está soltera. Por m edio de sus emisarios, Mahisa la pide en m atrimonio, pero Devi lo des­ deña dejando perplejos a Mahisa y sus consejeros tanto por su conducta am orosa como por su discurso bélico. Los emisarios al recibir la negativa atacan a la Diosa y son venci­ dos. El propio Mahisa, tom ando la forma d e un joven bien parecido, acude a Devi de nuevo para declararse, pero ella le dice que ha nacido para proteger a los rectos y que debe huir al infierno o luchar. Tom ando las formas de varios animales ataca a D evi, pero ella bebe vino, lo persigue m ontada en su león, lo atraviesa con su tridente y lo decapita con su disco cuando em erge bajo forma hum ana del cuerpo del búfalo. Los dem ás dem o­ nios huyen al infierno y Devi recibe las alabanzas de los dioses a quienes prom ete ayudar cuando sea necesario“1. Un buen núm ero de temas y actitudes características aparecen expuestos en este mito. El relato enfrenta directam ente los m odelos brahm ánicos de m ujer tal como se expresan en los Dharm a Sastras, donde la naturaleza femenina (stñsvabhává) se define com o pasiva, no bélica, y donde el papel de la m ujer se construye a partir de la autoridad masculina, a la que ha d e som eterse siem pre, ya sea en tanto hija, esposa o madre. Mahisa no puede ser m uerto por ningún varón, y estim a imposible que una m ujer pueda tener suficiente fuerza para vencerle. La reacción inicial de Mahisa es q uerer casarse con la herm osa Devi y así som eterla y controlarla, pero queda perplejo am e su belleza, que con­ trasta con el discurso belicoso que expone; de hecho, la Diosa encarna a la par las cuali­ dades estéticas tradicionales (rasa) relativas al heroísm o (virya) y al erotism o (irrigara) que se alaban en la poesía sánscrita. Cuando Mahisa ataca ella bebe vino antes de entrar en lid, se trata de acto indicativo de que se trata de una divinidad que exige ofrendas de alcohol y sangre; además su poder es muy superior al de los dioses varones, puesto que sólo ella fue capaz de vencer al dem onio invicto. “* Vijnanananda (trad.),

    The Srimad Devi Bhdgavatam, Sacred Books of the Hindus 26, Nueva W in.

    ■Mental Books, reimpresión, 1977. Para una comparación del mito en otros Puránas véase C.M. Brown, TI»■

    Iriitmph o f the Goddess■Canonical Models a n d Theological Visions o f the Devi-Bbágavala P urdm , AH' mi IINY Press. 1990.

    I'

    El hinduismo LAS IMÁGENES DE LA DIOSA

    El nom bre DevI es intercambiable con Durgá, aunque Devi incorpora quizá un concepto más amplio de divinidad. Un término corriente para nombrar a la Diosa es simplemente el de «Madre». A lo largo del subcontinente indio se denom ina a la Diosa con el apelativo «Madre»: Mata, Mataji o Ma en el norte indoparlante y Amma en las lenguas dravídicas meridionales. Igual que Siva, la Diosa personifica la paradoja y la ambigüedad: es erótica y fría; suave y heroi­ ca; bella y terrible. Estos aspectos caracterizan a muchas diosas diferentes tanto en niveles locales com o pan-indios. En efecto, existe una tendencia a identificar a las diosas locales con la Gran Diosa como consecuencia del proceso de sanscritización, y a veces se unlversaliza a las diosas locales, com o en el caso de Santos! Ma que se ha convertido en una divinidad panhindú gracias a una película que narró su leyenda. Para sus devotos la Diosa es la realidad últi­ ma, conocerla es liberarse del ciclo de nacimiento y muerte, pero a la par detenta el velo de la «gran ilusión» (;mahdmdya) que encadena a todos los seres, En calidad de poder que escla­ viza a la vez que libera, es Sakti, la energía o poder de Siva. Como diosa generadora de todas las formas se identifica con la segunda esposa de Visnu, la Tierra (Bhú ), y con la naturaleza o materia (prakrti). Pero también destruye el cosmos y las comunidades humanas que lo habi­ tan con una violencia terrible. El devoto puede dirigirse a ella y venerarla bajo una diversidad de formas: puede ser percibida en los fenómenos naturales, bajo formas humanas como madre, esposa, anciana o joven. Se la representa principalmente ael m odo siguiente: - com o D urgá, m atadora del búfalo-dem onio (Mahisásúra), a lomos de un león o un tigre (entonces recibe el nom bre de Ambiká). Durgá, aquella «cuyo acceso es difí­ cil», en sus diez brazos porta diversas armas, patea y atraviesa a Mahisa con su tri­ den te y lo decapita conservando un aspecto tranquilo e indiferente. - com o Káll y otras manifestaciones terribles, com o Cámundá. Presenta formas esqueléticas, bebiendo sangre y realizando actos violentos, frecuentando los cam­ pos de cremación. Káfi es «negra» o «azul», engalanada con cabezas cortadas, con una falda de brazos cercenados, con los ojos en blanco y la lengua fuera, en esta­ do d e intoxicación. Baila sobre el cadáver de su esposo Siva, - com o la consorte o energía {sakti) de los dioses, especialm ente com o Sarasvatl, Párvati y Laksmí, consortes de Brahm á, Siva y Visnu, y que son m odelos de devo­ ción maternal y conyugal (aunque no desprovistas de una justa capacidad d e enfa­ do). En esta categoría podem os incluir también a Rádhá, la consorte de Krsna, y a S ita, esposa de Rama. - c o m o grupos de divinidades femeninas, generalm ente feroces, en particular las «siete madres» {Saptamátrkás) cuyas naturalezas son ambiguas, a la par devoran a los niños y destruyen a los dem onios. En la literatura esotérica tántrica se iden­ tifican con letras del alfabeto sánscrito y la diosa Mátrká representa la divinidad de la totalidad del alfabeto. 196

    Tradiciones de la Diosa y sáktismo - como representaciones de nivel local o regional sitas en templos y santuarios fami­ liares o aldeanos. Las diosas locales son a menudo diosas de la viruela y otras enfer­ medades pustulares, como Sítala en el norte y MáriyammaQ en el sur. - como formas «anicónicas»: piedras, varas, armas, diagramas mágicos (yantra) y genitales femeninos estilizados (yo n i). -c o m o fenómenos naturales, especialmente ríos (como la Ganga, el sagrado Ganges, y la Kaveri), lagos, árboles y bosquecillos. - como «médiums» masculinos y femeninos poseídos por una diosa, especialmente durante los festivales.

    EL PRIMITIVO CULTO A LA DIOSA El culto a divinidades femeninas parece extremadamente antiguo en el subcontinente indio. Se han encontrado figuras femeninas de barro cocido en el noroeste en Mergarh y Sheri Khan Tarakai, fechadas en los milenios V o VI, y también figuritas de terracota en Mohenjo-Daro (aproximadamente 2500-2000 a.C.), principal centro cívico de la civiliza­ ción del Valle del Indo. Desconocemos la finalidad y significado de estas figuras. Es posible que tuvieran alguna función ritual, tal vez como ofrendas o talismanes, o simplemente como regalos. Desafortunadamente, los datos ofrecidos por la arqueología son incom­ pletos, aunque algunas figuritas de la región noroeste pueden datarse de los siglos m y iv a.C., lo cual puede significar una pervivencia de tradiciones muy antiguas, tras el derrum­ bamiento de las ciudades del Valle del Indo. En ¡a antigua religión védica las diosas (devi) resultan insignificantes, ya que no desempeñan ningún papel en el sacrificio en las épocas más antiguas, aunque se mencio­ na a varias de ellas en el Rg Veda, el texto más antiguo que se nos ha conservado. Las más importantes son Prthivi (la Tierra), Aditi (la «desatada»), Usas (la aurora), Nirrti (la des­ trucción) y Vác (el habla). Prthivi es la Madre Tierra cuyo consorte es Dyaus, el Padre Cielo. Aditi es una diosa de cierta importancia en cuanto madre de los ádityas, grupo de siete u ocho divinidades que incluyen a Daksa el que posteriormente aparecerá como suegro de Siva5 Aporta seguridad y riqueza y es identificada con la vaca cuya leche alimenta a la humanidad. En los Bráhmanas es identificada con la Tierra, Prthivi6. Usas es una joven que cada mañana trae luz al mundo adelantándose al Sol (Siirya), otorga prosperidad y larga vida, pero, por lo contrario, también desgasta la vida de las personas porque anuncia el paso de los días. Nirrti es una diosa de destrucción, una representación antigua del poder femenino destaictivo que desarrollará el hinduismo posterior y se refleja en diosas

    5 RV 1.113.19; 2.27.1; 7.60.5; 8.47.96 Sat.Br. 2.2.1.19; 3 2.3.6. 197

    El hinduismo pan-hindúes com o Kafi. Los him nos del Rg Veda imploran que se aleje y piden protección a los dioses contra sus desm anes7. En los Brahmanas se la describe com o de tez morena y moradora de las tierras meridionales, la dirección d e la m uerte8. Por el contrario, Vác (el habla) es la diosa del poder creativo, inspiración de los sabios, reveladora de los significa­ dos del lenguaje, e identificada con la verdad. El habla desem peña un papel im portante en la posterior filosofía hindú y en las tradiciones yóguicas y tántricas en cuanto poder radi­ cado en las palabras y especialm ente en los mantras. Se cita a otras diosas en la primitiva literatura védica, com o la diosa-río Saravati, la Noche, la Selva, y Diti, m adre de los dem o­ nios, pero sus com etidos se subordinan a los de los dioses. — Ya que los primitivos textos constituyen la única evidencia de que disponem os res­ pecto de la religión védica, podem os concluir, a partir de ellos, lo siguiente: - q u e las diosas ocupan un puesto subordinado en la primitiva religión védica; las divinidades masculinas son las dom inantes. - q ue no existen pruebas de la existencia de una «Gran Diosa» en los Vedas; esta idea carece de evidencias textuales hasta el Medievo. - q u e algunas de las diosas del Veda, especialm ente Prthivi y Sarasvati, sobrevivie­ ron hasta la posterior época hindú. Sarasvati se convierte en Diosa del aprendiza­ je y de la música, esposa de Brahmá; Prthivi o Bhú (la Tierra) se convierte en la segunda esposa de Visnu. - q ue las pruebas de culto a divinidades femeninas basarlas ..en la arqueología y las referencias védicas sugieren que este culto tiene orígenes no-védicos y, probable­ m ente, no-arios.

    LA FORMACIÓN DEL CULTO A LA DIOSA

    En la época que m edia entre la redacción de los Vedas y de los Puránas existe poca evi­ dencia literaria de culto a la Diosa, aunque se conocen esculturas jainas y budistas que representan a seres divinos femeninos, com o la del stúpa (m onum ento budista) de Sanchi del siglo i a.C. Con el tiem po se fue consolidando entre las castas bajas un con­ junto de diosas locales, que fueron asimiladas por la tradición brahm ánica, a la par que se enfrentaba a ellas. Algunas d e estas diosas tenían un origen dravídlco en vez de ario. El Mahábhdrata, com puesto por brahm anes, ilustra en varias ocasiones ese poder destruc­ tivo fem enino bajo la forma de las siete u ocho mátrkás, las «Madres», y otras diversas especies de diablesas. Las m átrkás se representan com o seres oscuros, m oradores de los ám bitos marginales de la sociedad y portadoras d e mala fortuna, especialm ente para los

    \

    7 RV 10.59. 8 Sat.Br. 5.233.

    198

    Tradiciones de la Diosa y sáktismo Culto a la Diosa en el Veda

    Puránas

    (¿Civilización del Valle del Indo?) Culto dravídico

    --------------------------------- ► Tantras

    Culto brahmánico a la Diosa

    Sríkula

    Káfikula

    Srí Vidyá

    Cultos a Kali

    Cultos aldea­ nos a la Diosa

    Figura 7. Desarrollo de las tradiciones del culto a la Diosa niños, que deben ser protegidos de sus atenciones no solicitadas. La feroz Kafi aparece en la épica en calidad de producto generado por la ira de la consorte de Siva, la Diosa Umá o Párvati, y Durgá es objeto de alabanza en dos plegarias realizadas por Arjuna con la intención de vencer a sus enemigos9. En el sur de la India conocemos más datos, algunos muy antiguos, de culto a divinidades femeninas. La Diosa Virgen, Kanya Kumárt, cuyo templo está ubicado en el punto extremo de la India, ya se conoce en los primeros siglos de nuestra era, y la literatura carikam tamil menciona a Korravai, diosa de la victoria a quien se sacrificaban búfalos y en cuyo honor se exhortaba a los guerreros del bosque, los mapvars, al suicidio ritual10 No obstante, hasta los Puránas no encontramos una teología y mitología sákta desarrolladas, ni se constata la idea de una «Gran Diosa» (Mahádevi) sín­ tesis de las demás divinidades femeninas. Por tanto, va tomando forma de modo gradual un proceso de incorporación de la Diosa a la esfera brahmánica, una asimilación que podría considerarse como un movi­ miento «ascendente» por el que las diosas locales se van transformando desde entida­ des probablemente anicónicas (divinidades representadas por piedras, armas, bastones y fenómenos naturales) en representaciones que finalmente son asimiladas en el pan­ teón brahmánico como esposas de los dioses. La Diosa como entidad propia (al mar­ gen de cualquier relación con divinidades masculinas) se incorpora al culto smárta como una de las cinco divinidades de lapañcáyatana pú já y queda unlversalizada en la mitología puránica.*19

    9 Kinsley, cy?. cit., págs. 107-9; 152—5. 19 H ilte b e ite l, The Cult o f D raupadi, vol. I, U n ive rs ity of Chicago Press, 1988, pág. 318

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    El hinduismo LA DIOSA EN LOS PLRÁNAS La obra más antigua de la India que glorifica a la Diosa es el Devim áhátm ya («La gloria de la Diosa»), que forma parte del Márka?ideya Purána, un Purána antiguo fechado entre los siglos v y vi d.C. Este texto es extremadamente popular y aún hoy en día se recita en los templos de Durgá, y en toda la India durante la Durgá Puja, el gran festi­ val de otoño dedicado a la Diosa. Se identifica a la realidad última con la Diosa, que tam­ bién es Mahámáyá, la gran ilusión. En el texto se ilustran sus cualidades salvíficas en la narración de tres mitos en los que vence a diversos demonios y en especial a Madhu, Kaitabha, Mahisásura, Sumbha y Nisumbha. En la mitología vaisnava Madhu y Kaitabha son dos demonios que atacaron a Brahmá mientras Visnu dormía; Brahmá pudo des­ pertar a Visnu, que los destruyó. Esta leyenda se narra de modo diferente en el Devimáhátmya, y en este caso la Diosa aparece como superior a Visnu identificándose con su sueño yóguico (•yoganidrá). El sueño de Visnu se convierte en una manifestación de la Diosa, por tanto, al dominarle por medio de su hechizo, aparece como superior a él. Brahmá implora a la Diosa que libere a Visnu del sueño, ella accede y posteriormente vence a los demonios, como se narra en las versiones vaisnava del mito. Posteriormente en la obra se cuenta la leyenda del triunfo sobre Mahisásura, y el tercer mito narra cómo Káll surge de la frente de Durgá, personificando su cólera, y así vence a los demonios Sumbha y Nisumbha. El más tardío Devíbbágavata Purána acepta la visión del Devimáhátmya que figu­ raba a la Diosa como fuente absoluta del cosmos. Este texto es1^relacionado con el Bhágavata Purarn, aunque en aquél Krsna aparece como la más alta manifestación de lo divino, mientras que en éste es como si Devi retomase el poder femenino (sakti) extra­ yéndolo de la autoridad masculina y lo hiciese suyo. La Diosa no está sometida a la auto­ ridad de los dioses y, de hecho, es superior a ellos, controlando a Visnu gracias a su poder de ensueño y negándose a unirse en matrimonio con ninguno de ellos. La Diosa es su propio «dueño»11, DIOSAS PAN-HINDÚES La ideología puránica y smárta dominó el primer Medievo y alcanzó una difusión panindia. Con los Puránas la Diosa fue asimilada por la religión brahmánica y una teóloga de la Diosa se fue articulando en el seno de las tradiciones narrativas puránicas. Estas tradi­ ciones se expandieron y las pruebas arqueológicas dan fe de un culto a la Diosa disemi­ nado por todo el subcontinente indio. En Mámallapuram (también conocido por Mahabalipuram) en la costa sureste de Tamilnadu, ya aparecen representaciones de

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    Dbh.Pur. V.23.60. Véase C.M. Brown, op. c it, pág. 119.

    Tradiciones de la Diosa y sdktismo Durgá matando al búfalo-demonio en un templo del siglo vil. También su imagen se representa en escultura en las cuevas de Ellora (siglos vi al viii). El culto a Durgá, por tanto, estaba muy extendido en el primer Medievo y el mito y la iconografía de la muerte del búfalo-demonio estaban bien establecidos. No sólo se había extendido el culto a Durgá con el desarrollo del hinduismo puránico, sino también el de Káli, la cólera de Durgá personificada. Aunque siempre mora en los márgenes del mundo respetable y controlado de los brahmanes, Káfi disfrutó, y aún disfruta de una gran popularidad. Es percibida con ambivalencia por la ortopraxis brahmánica, habitando en la periferia de la sociedad, merodeando en los contaminantes cam­ pos de cremación, y mostrando una sospechosa atracción por ias castas intocables y los grupos tribales. Sin embargo, ha fascinado a los brahmanes y ha atraído hacia ella su devo­ ción, especialmente en Bengala. Tanto Ramprasad Sen, poeta bengalí del siglo xix que le dedicó versos devocionales donde la imaginaba como la «Madre», como el famoso santón Rámakrishna tuvieron visiones de ella. Káli exige sacrificios de sangre y todos los días se le sacrifican cabras en el famoso templo Kálighát de Calcuta. Otra Diosa feroz popular es Cámundá que, en el Márkandeya Purána, emergió de la frente arrugada de Durgá. En un mito del D m m á h á tm y a , las pequeñas madres (mátrkás) surgen de la Diosa, y el demonio Raktabíja («Semilla Sangrienta») aparece para retarlas. Le atacan pero cada gota de sangre que cae al suelo se convierte en una réplica del demonio, cuya sangre, a su vez, da lugar a más demonios. Se salva la situación gracias a Cámundá que bebe la sangre del demonio antes de que llegue al suelo de tal modo que finalmente cae vencido. Otras diosas con cultos independientes presentan caracteres menos violentos que Durgá, Káli y Cámundá, Sarasvatí, la Diosa antigua del río Sarasvatl en el Veda, es de talante benigno. Identificada con la diosa del habla (Vác) es, como las musas grie­ gas, fuente de inspiración de la poesía, la música y el estudio. Aunque está casada con Brahmá, el dios no desem peña un papel importante en su culto y se la representa en la iconografía de un modo independiente, sentada en un loto y tocando un instru­ mento musical, la vina. Muchas aulas en las escuelas indias tienen su retrato en la pared. Srl o Laksmi, esposa de Visnu, también tiene un culto independiente ya desa­ rrollado en la época de los Puránas. Es la diosa de los rendimientos financieros y de la buena fortuna, identificada con el poder real y representada en la iconografía sentada en un loto duchada por elefantes (acción con reminiscencias de consagración real). Junto con Durgá, posee una gran afinidad con el poder real, como puede apreciarse por la identificación ritual del rey de Vijayanagara con la Diosa. Aparte de las diosas pan-hindúes como las que hemos repasado, existen innumerables diosas locales o aldeanas, como la diosa serpiente, Manasá, del norte y del este y algunas presentan un carácter anicónico.

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    El hinduismo LA DIOSA Y EL SACRIFICIO Una de las características más sorprendentes de la Diosa es que acepta, y exige, sacrificios de sangre. El sacrificio forma parte de su culto y es fundamental para su mitología (por analogía matar al búfalo demonio puede interpretarse como el sacrificio del búfalo). La Diosa bebe vino de una copa mientras mata al búfalo demonio, en un reflejo mítico de la idea de beber la sangre de la víctima sacrificada durante el ritual. De hecho, beber la san­ gre de la víctima ha sido una característica del culto a la Diosa, especialmente en su varie­ dad tántrica medieval, tratándose de un elemento importante de la mitología de la Diosa, presente tanto en lo referente a la divinidad pan-hindú Durgá, como en las manifestacio­ nes tántricas de la Diosa, y a nivel local en las diosas aldeanas. Si bien para las formas brahmánicas «purificadas» del hinduismo el concepto de sacrificio se separa del ámbito del ritual, y se limita al simbolismo o al campo de la mitología, en la religión popular de las aldeas, en cambio, el sacrificio de sangre es parte integral del culto local a la diosa. Por ejemplo, los brahmanes nambudri de Kerala no practican el sacrificio de sangre porque hubiera sido extremadamente contaminante, pero realizan ofrendas de sustitución de sangre a las Diosas locales, o familiares, como Raktesvari, la «Diosa de la Sangre» (véase págs. 229-230). La no violencia (ahim sd) es un elemento importante en el hinduismo, particular­ mente entre los brahmanes y renunciantes. Pero este ideal contrasta fuertemente con la violencia explosiva y sangrienta de la diosa. Puesto que la Diosa es fértil y dadora de todos los bienes, debe ser renovada con sangre, que es poder de [vida, a fin potenciar que su acción beneficiosa se multiplique, Esta renovación sangrienta, puede entenderse como analogía con los ciclos de menstruación de la Diosa, aunque la sangre de las víctimas del sacrificio ante todo se considera como sustituto del devoto o devota. De hecho, así como la no violencia constituye un elemento esencial en el mundo del brahmán cuya finalidad es el mantenimiento de la pureza ritual, de igual modo la violencia podría considerarse como elemento esencial en el mundo de los ksatriya. La conexión entre la Diosa y el poder real atañe al sacrificio en cuanto que uno de los ideales de la monarquía era hacer prosperar la situación de guerra con los reinos vecinos. Por tanto, el campo de batalla puede considerarse un sacrificio, y la muerte de los enemigos equivale a la de las víctimas del sacrificio. De hecho, el sacrificio humano, el sacrificio de la «gran bestia» (mahápasu), se considera en el Veda como el mayor sacrificio posible, aunque probablemente nunca tuviera lugar tal sacrificio humano. Existe, entonces, una correspondencia entre el rey por una parte, que acepta el «sacrificio» del enemigo y de su propio ejército, y la Diosa, por otra, que acepta el sacrificio de animales. Esta idea del sacrificio se infiltró en el entramado cultural hindú por varias vías. En el nivel aldeano, a las diosas, generalmente identificadas con las castas inferiores, se dedica­ ban normalmente sacrificios de animales; en las comunidades de brahmanes el sacrificio

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    Tradiciones de la Diosa y sáktismo de animales y la ofrenda de sangre no tenía lugar en la realidad, pero permanecía como elemento simbólico; finalmente en el nivel de la mitología pan-hindú la víctima del sacrifi­ cio era algún demonio. En este último nivel la práctica ritual del sacrificio se convierte en ética: la destrucción de la víctima es la destrucción del mal, la muerte del búfalo es la destrucción del búfalo-demonio, el apaciguamiento de una divinidad colérica es la estabi­ lización del cosmos, o su reequilibrio. La idea del sacrificio a la Diosa también tiene una interpretación esotérica en algunos Tantras (de igual modo que ocurría en el caso del sacri­ ficio upanisádico); se trata de una ofrenda del yo limitado y particularizado al yo de Káli omnipresente: la Diosa aparece, pues, como conciencia absoluta e incontaminada.

    CULTO TÁNTRICO DE LA DIOSA Si bien la tradición de la Diosa elaborada a partir de los Puránas tuvo una gran importan­ cia, una tradición comparable fue desarrollada a partir de los Tantras. El culto tántrico de la Diosa, o tantrismo sákta, se rastrea en varios Tantras primitivos de la transmisión kaula del sur (véase pág. 186), redactados antes del siglo xi. Estos textos, sesenta y cuatro según la tradición, se ordenan en dos grupos, por una parte los que tienen como punto central a la Diosa benévola y suave que son los Tantras de los srlkula (la «familia de la Diosa Propicia»), y, por otra, aquellos que se basan en la Diosa feroz, que son los Tantras de los kaltkula (la «familia de la Diosa Negra»), La tradición que se desarrolló a partir de los tex­ tos snkula llegó a conocerse con la denominación de sn vidyá, y veneró a la benévola y hermosa diosa Lalitá Tripurasundari. El movimiento sn vidyá se adaptó a los valores brahmánicos ortopráxicos, aunque algunos de sus seguidores venerasen a la Diosa em­ pleando «sustancias impuras». La tradición en el sur se asimiló al vedánta ortodoxo y a los sañkarácárya de Srñgeri y de Kanchipuram, En comparación, las tradiciones centradas en Káli se interesaban menos por la ortopraxis, y mucho más por los poderes que podían adquirirse a través de actuaciones generadoras de impureza y contrarias a las normas sociales y religiosas. Una característica corriente de la ideología tántrica es que las mujeres representan (o se manifiestan como) la Diosa dentro del contexto ritual. Igual que el devoto masculi­ no se convierte en la divinidad masculina, especialmente en Síva, ya que sólo un dios puede venerar a un dios, su pareja femenina se convierte en la Diosa. De hecho, la Diosa se manifiesta en todas las mujeres a diferentes niveles. Una parte llamativa de la práctica tántrica es la devoción ritual de la mujer, o de la joven, por parte de todos los devotos, hombres y mujeres, Una ceremonia importante, que se practica sobre todo en Bengala y Nepal, es la veneración de una joven (la kum ári-pújá), en la que una virgen de unos doce años es sentada en un «trono». La Diosa se instala o toma posesión de ella, del mismo modo que ocurre con los iconos, y la joven es venerada. La deificación ritual de la joven

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    El binduismo es motivo de un festival importante todos los años en Nepal. Sin embargo, si bien la Diosa es venerada como una joven, también puede serlo bajo una forma terrible como Káli la bebedora de sangre, o Kubjiká la anciana jorobada. LOS CULTOS EN HONOR A KÀLÎ Los cultos en honor a Kâli, o a alguna de sus manifestaciones, se rastrean ya en los textos tántricos más antiguos que han llegado hasta nosotros y que posiblemente puedan fechar­ se en los siglos vn o vui. El culto a Káli forma el núcleo de las tradiciones del saivismo de Cachemira cuyos orígenes se encuentran en los cultos de los campos de cremación. Si bien el sistema srí vidyá, según su propia clasificación, se desarrolla a partir de la trans-

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    misión meridional del sistema kaula, los cultos de Kali se enmarcan en las transmisiones del norte y del este. El Jayadratbaydm ala, texto de la transmisión del norte, describe algunas manifestaciones de Kâli, que el devoto visualizaría, y que transcienden la forma masculina de Siva, Bhairava, sobre cuyo cadáver y en pie se sitúa la diosa. En este caso, Kali aparece en calidad de absoluto, identificada con la luz que mora en el corazón de la pura conciencia, a partir de la cual se manifiesta el universo y a la que ha de retornar. El devoto debe meditar sobre este proceso de proyección y retracción de la conciencia, identificada con las doce Kálls, y realizar la implosión, final y liberadora de la conciencia en su propio interior, simbolizada por la «decimotercera» Kñfi, KálasamkarsinI12. Estas tra­ diciones esotéricas que identifican a Káli con los estados de conciencia, se expresan en términos concretos más tarde (ya en el siglo x) en un ritual exteriorizado, centrado en la diosa Guhyakáfi, visualizada con cabezas animal y humana y con ocho brazos que portan armas. Se la venera en un contexto exotérico y popular en Nepal bajo la advocación de Guhyesvari y en asociación con la Diosa Kubjiká (véase infra). Los textos de los káfikula describen ritos macabros realizados en am p o s de crema­ ción para invocar a alguna diosa y conseguir que el devoto alcance ¡a salvación mediante la confrontación con experiencias horripilantes (gbora). En un rito notable, la «ofrenda a los chacales», se venera a estos animales estimados manifestaciones de Káli y se les dedi­ can ofrendas en lugares nefastos, pero poderosos, tales como cruces de caminos, bos­ ques o campos de cremación13. Otra diosa tántrica, a la que se dedican un grupo de Tantras de la transmisión kaula del oeste es Kubjiká, la «Encorvada». Esta escuela se originó en el Himalaya occidental, posiblemente en Cachemira, y se sabe que perduraba en Nepal en el siglo xn y, según sus textos, se extendió por la India. El texto principal de esta escuela es el «Tantra de las ense-

    12 S an derso n, «Saivism and th e Tancnc Tradition», pâgs. 674-8. ■- G oudriaan y Gupta, Hindu Tantric a n d Sdkta Literature, Wiesbaden, O tto Harrassowitz, 1981, pâgs. 79-80-

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    Tradiciones de la Diosa y sáktismo ñanzas de la diosa encorada», el Kubjikámata Tantra, que expone la mitología, las doc­ trinas y el ritual identificados con esta divinidad. Aunque el texto y la tradición toma su nombre.de la Diosa venerada bajo la forma de una vieja deforme, ésta no es otra que la Diosa Suprema (Para Devi), y también se le da culto bajo las formas de una muchacha y una joven. La escuela cultivó una notable dimensión esotérica y se ejemplifica su íntima relación con el saivismo de Cachemira en la identificación de la Diosa con la conciencia pura14; por otra parte, también es asimilada a la diosa «enroscada» Kundalini, poder que radica en la base del cuerpo hasta que gradas al yoga despierta para atravesar los centros de la fisiología sutil y unirse con Siva en la parte superior de la cabeza del adepto. La escuela kubjiká tiene una particular importancia porque será el Kubjikámata Tantra el primer texto en el que aparecen citados los seis centros clásicos (cakra) de fisiología mís­ tica que alcanzaron el carácter de pan-hindúes y han sido popularizados en Occidente15. Los Tantras anteriores hablan de un número diferente de cakras con diversas ubicacio­ nes. Estos seis centros también han sido adoptados por la tradición sri vidyá.

    IA TR AD ICIÓ N S R ÍV ID Y Á Sri vidyá es el culto de Lalitá Tripurasundari, o simplemente Tripurasundarí («La bella diosa de las tres ciudades»), una advocación tántrica de Sri/Laksmi, venerada bajo la forma de un diagrama sagrado, o yantra, de nueve triángulos entrelazados, denominado sricakra y como un mantra de quince sílabas denominado srívidyá, de donde la tradi­ ción toma su nombre. El culto de Tripurasundari, en su primera fase, puede clasificarse en tanto que último nivel del mantramárga, la «vía de los mantras» (véase pág. 182). Las fuentes más antiguas del movimiento sri vidyá dentro de esta categoría son dos textos: el N ityásodasikámava («Océano de la tradición de las dieciséis diosas Nityá») que se autoclasifica dentro del mantramárga, y el Yoginibrdaya («Corazón de la yoguini», juntos forman el Vámakesvara Tantra16. El Nityásodasikámava se interesa por los rituales externos y sus efectos mágicos, mientras que el Yoginibrdaya es más esotérico, pues interpreta el sricakra en clave de expansión y contracción del cosmos. Un texto poste­ rior, el Tantrarája Tantra («Rey de los Tantras»), proporciona una exposición más deta­ llada de estos temas17. Además de estos primitivos Tantras otros textos posteriores alaban a la Diosa Tripurasundari, especialmente la extremadamente popular Saundaryalabari («Océano de belleza»), el Lalitásaharanáma («Los mil nombres de Lalita»), y la Trípara

    14 Dyzckowski, op. cil., págs. 87-92. 15 Sanderson, op cit., pág. 687. 16 lbid.. pág. 689; Goudriaan y Gupta, op. cit., págs. 59-64. 17 Goudriaan y Gupta, op. cit., págs. 64-8. Este texto tuvo un especial impacto como resultado de su traducción por uno de los primeros exponentes y estudiosos ingleses del tantrismo. An!tur Avalon, alias de Sir John Woodroffe, quien lo publicó en sus «Tantrik Texts series» (n° 8), Madras Ganesh and Co., 1918.

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    El hinduismo Upanisad («El secreto de Tripura»)18. Tradicionalmente, se ha dicho que la Saundaryalahari y el Lalitásaharanáma son composiciones de Sarikara, el filósofo vedánta advaita y desde luego, como afirma Bharati, ningún estudioso indio sri vidyá dudaría de su autoría. Si bien, en principio, no es imposible que Sarikara compusiera him­ nos devocionales a la Diosas (no sería incompatible con la composición de obras filosóficas en el contexto indio19), sin embargo, estos textos deben más al no-dualismo del saivismo de Cachemira que al vedánta de Sankara. La ideología trika permea ambos textos, y la ter­ minología deriva del saivismo de Cachemira, en particular la idea del cosmos como mani­ festación del sonido. De hecho, Para, la diosa trika de Cachemira^se considera en parte de la literatura de esta escuela como la esencia profunda de Tripurasundari20 En cualquier caso, el movimiento sri vidyá que se desarrolló en el sur de la India se distanció de sus raíces tántricas y el culto de Tripurasundari fue adoptado por los dasanámis, orden monástica del vedánta meridional de Srrigeri y Kanchipuram, estimada tradicionalmente fundada por Sarikara. La tradición srí vidyá se hizo popular en el sur y el culto de Tripurasundari penetró en la comunidad saiva smárta y también en la tradi­ ción ortodoxa monástica de los sarikarácáryas. En la teología sñ vidyá la Diosa tiene un carácter supremo; transciende el cosmos que todavía constituye una manifestación suya. Aunque concebida y alabada en términos personales, la Diosa también es una fuerza o poder impersonal. Despliega el cosmos y lo vuelve a contraer una y otra vez en ciclos sin fin de emanación y reabsorción. Este proce­ so se concibe como la manifestación y contracción de la Palabra, lo absoluto como soni­ do primordial y original tsabda, nada), o la sílaba om, identificada con la energía, la luz y la conciencia. El habla cotidiana no es más que una manifestación tosca de este sonido sutil omnipresente que conforma el cosmos a través de una serie de etapas graduadas, desde los dominios más sutiles e inmateriales, hasta el tosco mundo material que habitan los humanos. Este sonido sutil se expresa como «punto» o «gota» (hindú) de energía en la fase previa a la extensión, desde el que a continuación se genera el cosmos en su mul­ tiplicidad. El bindu, término muy importante para la teología tántrica, se identifica con el decimoquinto fonema del alfabeto sánscrito, el «punto» nasal (anusvára) que simboliza la energía concentrada, potencial, lista para emerger como manifestación. Los detalles de

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    Sastri y Srinivasa Ayyangar (trad), Saundaryalahari o f Srí Samkara-Bhagauatpáda, Madras,

    Theosopliical Publishing House, 1977; Shastri, Tbe Lalitásaharanáma with the Saubhágyabnáskarabhásya o f Bháskararáya, Bombay, Nimaya Sagar, 1935- Véase también Brooks, The Secret o f the Three Cities: an Introduction to Sdkta Hinduism, Chicago y Londres, University of Chicago Press, 1990. !'2 Véase Bharati, Hindu Views and Ways and the Hindu-Muslim Interface, Santa Bárbara, Ross Erikson, 1982, págs. 23-40. 20 Sanderson, «The Visualization of che Deities of the Trika», en Padoux (ed.). L'image divine: culte el méditation dans Thindouisme, Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 1990, págs. 80-2,

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    Tradiciones de la Diosa y sáklismo los esquemas cosmológicos pueden variar según los textos, pero los principios son idén­ ticos en los textos srí vidyá y en los Tantras del saivismo de Cachemira21. Esta cosmología se simboliza en el cosmograma del sricakra, la imagen fundamental de esta tradición, utilizado como foco de veneración e instalado en los templos. Este diagrama o instrumento ritual (yantra) es a la vez divinidad y representación del cosmos. Los cuatro triángulos orientados hacia arriba simbolizan el principio masculino presente en el universo, es decir, Siva, y los cinco triángulos orientados hacia abajo representan el principio femenino, es decir, Sakti. Todos estos triángulos emanan a partir del punto central, o bindu. Su interpe­ netración representa la unión de Siva y la Diosa, la que el adepto o sádbaka realiza en su interior por medio de una identificación ritual del sricakra con su propio cuerpo. La idea de que el cuerpo humano material es una manifestación tosca de un cuerpo sutil, que a su vez es manifestación de un cuerpo supremo o causal, forma parte integral de las prácticas más esotéricas de la tradición sri vidyá y está íntimamente relacionada con la especulación cosmológica. Igual que el mundo material es la coagulación más solidificada de los mundos sutiles, así el cuerpo es la forma más coagulada del cuerpo sutil, que a su vez es una manifestación de una forma superior. La salvación, o liberación, consiste en superar el ciclo de nacimiento y muerte y se concibe como un viaje que desanda las etapas de mani­ festación hasta llegar a la fuente, la Diosa, Este viaje yóguico por el cosmos también se con­ cibe como un viaje por el cuerpo, y los niveles de manifestación cosmológica se identifican con los niveles que jalonan el eje vertical del cuerpo. El yogui sñ vidyá intenta despertare! poder dormido de la Diosa Kundalini, que asciende desde el cen tro radical» en la base del canal central, recorre todo el cuerpo, para unirse con Siva en la coronilla, atravesando varios centros, o ruedas de energía a medida que va produciéndose la ascensión (véase págs. 117-118). El modelo que sigue el sistema sri vidyá es el habitual en el hatha yoga, su carac­ terización pan-hindú supera los límites de cualquier tradición en particular. Las ideas acerca del universo como jerarquía de niveles, y la homología o corres­ pondencia esotérica entre el cuerpo y el cosmos, son fundamentales para la práctica y teología sri vidyá, igual que lo son para las demás tradiciones tántricas. Un buen ejemplo lo ofrece el Tantrarája Tantra cuando describe tres aspectos, o formas (ñ ip a ) de Tripurasundari (la suprema, la sutil y la tosca), que se corresponden con tres maneras de venerarla (con la mente, con el habla y con el cuerpo). Se trata de una referencia a la meditación sobre la diosa, la visualización de su forma, la repetición de mantras, y el cum­ plimiento del culto externo con ofrendas de flores, incienso y vegetales. Naturalmente, la iniciación es un requisito para tener acceso a los rituales diarios sri vidyá, y un gurú debe determinar si la persona está cualificada o no, aunque lo anterior no se basa en criterios de casta, como ocurre en la iniciación védica.

    -■ Padoux. Vac, the Concept o f the Word in Selected Hindu Tantras, Albany, SUNY Press, 1990, pigs. 103-24.

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    El binduismo EL TANTRA DE LA MANO IZQ U IERD A Tal vez la controversia más famosa que rodea al tantrismo en general, y que concierne al sistema srí vidyá en particular, tiene que ver con el uso ritual de «sustancias» prohibidas por el brahmanismo. Estas sustancias rituales llegaron a conocerse con el nombre de «cinco entes» (pañcam akdra) (en referencia a la primera letra sánscrita de cada una de ellas), o «cinco realidades» (pañcatattva), y son: el vino (madya), el pescado (matsyá), la carne (tnámsa), los cereales secos (m udrá) y la cópula sexual (m aithuna). El consu­ mo de alcohol, carne y pescado está expresamente prohibido a los brahmanes, según las leyes de Manu22*, de modo que el empleo ritual por parte de un brahmán de estas sus­ tancias es una contaminación consciente. Hemos visto que en los ritos kaula del saivismo primitivo las feroces divinidades femeninas eran apaciguadas con ofrendas de sangre, alcohol y secreciones sexuales (pág. 185). Ábhinavagupta habla de las «tres emes» (alcohol, carne y cópula), refiriéndose a su empleo ritual como la verdadera «santidad» o el verda­ dero «celibato» (brahmacáryá)2i. Las cinco emes fueron desarrolladas posteriormente y su empleo fue conocido con el nombre de «práctica de la mano izquierda» (vámácára) , en referencia a las prácticas de transgresión que se centraban en el uso del poder de la impureza, en contraste con la «práctica de la mano derecha» (dakánácara), que se basa­ ba en la pureza. A veces se dice que el empleo de cereales secos [mudrá) es afrodisíaco, pero puede que se esté refiriendo simplemente al tipo de ofrendas a las divinidades que se realizaba entre los grupos de casta baja. Existe una diferencia en el sistema srí vidyá entre los adeptos que rechazan el empleo de las «cinco emes» y los que las incorporan, aunque, en cualquier caso, el movi­ miento tiende a distanciarse de los grupos tántríeos extremadamente antinómicos. El tan­ trismo de la mano izquierda lanza al hinduismo de la ortopraxis un evidente desafío ético. La división de la mano izquierda, o kaula, se burla de las leyes y convenciones brahmánicas relativas a la pureza con la finalidad de alcanzar los poderes mágicos (siddhí), mien­ tras que la división de la mano derecha, la «convencional» o samaya, rechaza el empleo literal de las «cinco emes», o utiliza sustitutos simbólicos (pratinidhi) en su lugar, como leche por vino, sésamo por carne o pescado, y ofrendas de flores por la cópula sexual. El uso de las «cinco emes» en el sistema sri vidyá ha resultado, por tanto, polémico. Laksmldhara (siglo xvi), teólogo del «camino convencional» (samayácárá), rechazó con vehemencia la práctica no védica e impura de las «cinco emes». Otros, sin embargo, como Bháskaráya (1728-50) se contentaron con invocar el uso secreto de sustancias prohibidas24. De hecho, es normal que los cabezas de familia brahmanes tántricos mantengan los valo-

    22 O'FlaJiercy, The Laws o f Manu, Harmondsworth, Penguin, 1991,10.88. 21 TA. 29-97-8. 21 Brooks, op. cit., pág. 28.

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    Tradiciones de la Diosa y sáktismo res sociales brahmánicos a la par que defiendan una soteriología tántrica que implica el uso de sustancias prohibidas en otros contextos. Hay un dicho muy citado según el cual un brahmán tántrico debe ser un kaula (practicante tántrico de la mano izquierda) en secreto, un saiva en sus actos externos, permaneciendo védico en sus prácticas sociales25. El sexo en contexto ritual y la transmutación del deseo con fines de índole espiritual constituyen prácticas antiguas en la religión india que se remontan al menos a los tiempos del Buda26; la unión mística con lo absoluto ya se comparó con la alegría de la unión sexual en la Brhadáranyaka Upanisad27. La unión sexual (m aithuna) toma importancia en el tantrismo como símbolo y como acontecimiento. La literatura primitiva tántrica parece poner de relieve los ritos sexuales en cuanto ofrendas a la divinidad. En cambio, los textos posteriores indican que el semen debe retenerse a fin de facilitar una transformación yóguica hacia un estado superior de conciencia. Los Tantras sákta llegan a clasificar a los seres humanos con arreglo a tres naturalezas, o humores (bhdva), la del animal (pasu), el héroe (vira) y el ser divino (divya), aunque esta clasificación no se encuentra en los tex­ tos saiva. Solamente los héroes y los seres «divinos» deben realizar el culto sexual, ya que los de naturaleza animal dominados por el deseo serían llevados a su destrucción28. De hecho, que se realice efectivamente la unión sexual como en el rito de la mano izquierda, o se sustituya como en el de la mano derecha, el culto sexual sugiere un simbolismo rico y poderoso. La unión real, o simbólica, de Jos practicantes tántricos simboliza la unión de Siva con Sakti, de la polaridad masculina y femenina del cosmos, y su alegría refleja la ale­ gría (ananda) de esa condición última. También existen cadenas de identificaciones sim­ bólicas en los Tantras entre Siva, el semen blanco, la luna, la pasividad y la conciencia, por una parte, y Sakti, sangre roja, el sol, la acdvidad y la naturaleza (prakrti), por otra. Como las mujeres rebosan sakti, en la ideología tántrica se consideran más podero­ sas que los hombres, aunque este poder generalmente no se refleja en la realidad social, ya que las mujeres han seguido padeciendo un estatus de subordinación29. Los textos tán­ tricos fueron compuestos por varones, normalmente brahmanes, y específica (aunque no exclusivamente) para uso de los varones. Reflejan las preocupaciones del devoto mascu­ lino más que de su pareja femenina a la que se suele considerar «mensajera» o puerta de

    25 Sanderson, «Purityand Power», págs. 190-S. 26 Eliade. op, ciL, pág, 258. 11 BAU 4.3.21, «De igual modo que un hombre en los brazos de su amada no conoce ni lo exterior ni lo interior, asi quien se abandona al abrazo de la esencia de la sabiduría no conoce ni lo exterior ni lo interior» (traducción inglesa del autor). 28 Véase Bharati, The Tantric Tradition, págs. 236-40. 25 Este análisis del papel socialmente subordinado de la mujer ha sido cuestionado recientemente en lo telativo al tantrismo budista. Véase Sliaw, Passionate Enlightenment■Women in Tantric B uddhim , l’rlnceton University Press, 1994.

    209

    El hinduismo acceso al reino divino, aunque algunos textos aclaran que la consiguiente liberación cum­ ple para los dos. Sin embargo, las mujeres disfrutan de un estatus ideológico más alto en el tantrismo que en el brahmanismo estrictamente ortopráxico, aunque puede que esto no halle eco en las instituciones sociales. Las mujeres que actuaban en estos ritos gene­ ralmente procedían de las castas bajas, tales como lavanderas, y a la par que en la vida real estas mujeres sufrían mucho mayores restricciones que sus consortes masculinos, el modelo tán trico de la mujer fuerte, inteligente y hermosa se oponía al modelo brahmánico basado en la pasividad y la dependencia dócil30. También existían mujeres renun­ ciantes tántricas, eran muy consideradas y moraban en emplazamientos sagrados de la Diosa (pltha), los yoguis tántricos guardaban la esperanza de conocerlas y obtener pode­ res mágicos de sus encuentros31. Además de la transgresora rama kaula del movimiento srl vidyá, surgieron otros grupos tántricos que adoptaron las cinco emes durante el tardío Medievo. De especial interés resulta la tradición vaismva de los sahajiyas que se desarrolló a partir de sahajiyas budistas que adoptaron una teología vaisnava32. Según ellos, el hombre y la mujer son representaciones de Krsna y Rádhá y, gracias al ritual erótico, se puede lograr un estado de conciencia superior o samádhi. Los bauls de Bengala han heredado la ideología sahajiya y siguen utilizando el ritual erótico33. Muchos de los elementos del culto tántrico brahmánico derivan de la propiciación de dioses feroces por parte de las castas bajas con ofrendas de alcohol y sangre y del ascetismo kápálika de los campos de cremación. Sin embargo, en el contexto del cabeza de familia brahmánico, como, por ejemplo, el devoto srí vidyá, esta idelogía se toma una soteriología en la que el brahmán tántrico puede abrazar el camino tántrico y seguir manteniendo su pleno estatus. Aun conservando su posición social, el brahmán tántrico puede avanzar en su búsqueda soteriológica de poderes y de la liberación mediante la trascendencia de sus restricciones sociales de casta en un contexto ritual controlado. Una cosa es realizar el culto erótico con una mujer de casta baja en un ambiente ritual, y otra tener contactos con ella fuera de ese contexto. La escisión en el movimiento srl vidyá entre el camino samayácára/de la mano derecha, y el camino kaula/de la mano izquierda pone de relieve una tensión entre la ideología dominante del brahmanismo y una ideología influida por ideas y prácticas que nacen y se desarrollan en el ascetismo de los campos de cremación, y que corresponden a prácticas y formas religiosas arraigadas entre las castas bajas. En cualquier

    w Sanderson, op. cit., pag. 202; Gupta, «Women in the Saiva/Sakta Ethos», en Leslie, Roles and Rituals fo r Hindu Women, pags. 193-210. 51 Kau. 16.7-10. 32 Dasgupta, op. cit.; Dimock, op. cit. 33 Das, «Problematic .Aspects of the Sexual Rituals of the Bauls of Bengal», en Journal o f the American Oriental Society. 112.3,1992, pags. 388-432.

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    Tradiciones de la Diosa y sáktismo caso, para el sistema sri vidyá, este tipo de religión queda sometida a los requerimientos de control y contención de las estructuras e ideología brahmánicas.

    p ít h a s s a r t a

    Destacan algunos centros importantes de culto a la Diosa tanto en el norte como en el sur de la India, por ejemplo, el templo de la Diosa Virgen, Kanya Ruinan, en el Cabo Comorin, el templo de Mináksi en Madurai, y el templo de KáG en Calcuta. La Diosa no sólo se ubica en lugares particulares, sino que se identifica con la Tierra y el paisaje, de manera que en cierto sentido toda la «India» es la Diosa, las «cuatro esquinas» por las que un peregrino puede viajar y recibir por ello grandes bendiciones, Sin embargo, la literatura se refiere específicamente a «sedes» (pitha) de la Diosa diferenciadas de otros centros de peregrina­ ción. La ubicación de estas «sedes» se explica en el mito de la primera esposa de Siva, Satí. Ya se expuso anteriormente el mito del sacrificio de Daksa; el suegro de Siva, Daksa, no le había invitado al sacrificio; su hija Sati, en el paroxismo de la cólera, se autoinmoló en el fuego generado por su fuerza yóguica; y Siva destruyó el sacrificio bajo la forma del feroz VIrabhadra (véase págs. 168—169). La historia continúa en versiones posteriores del mito, en el Devibhágavata P u rá m y el Kálika P urám . Siva, profundamente afligido por la muerte de su esposa recoge su cadáver y baila con él sobre sus hombros en estado de gran desesperación. Los demás dioses se preocupan y temen la destrucción del universo a causa de este baile de muerte, así que Visnu descuartiza el cadáver de Sati a hachazos hasta que Siva recobra la compostura34. Si bien puede leerse como un mito etiológico de la inmolación (sañ, «suttee» en la gra­ fía que refleja la pronunciación inglesa) de las viudas en las piras funerarias de sus maridos, también sirve para explicar la localización de los pithas, que se ubicaban en los lugares donde cayeron los trozos descuartizados del cuerpo de Sañ. En los Tantras y Puránas se habla de cuatro sitios principales, aunque otros textos aumentan el número y el Tantra Kubjikámata dice que todos los hogares de las mujeres deben venerarse como pithas35. Las cuatro «Grandes Sedes» (mahápitha) comúnmente aceptadas son la de Jalandhára (posiblemente Jullundur en el Punjab), Oddiyana o Uddayana (el Valle Swat en el extremo noroeste), Purnagiri (de localización desconocida) y Kámarupaen Assam. En estos lugares se cuenta que cayeron la lengua, los pezones y la vulva (yoni) de la Diosa. La más impor­ tante de estas «sedes» lugar de peregrinación aún en la actualidad es Kámaaipa, o Kámagiri en Assam, donde cayó la yoni de Sati. En este lugar se da culto a la Diosa bajo la forma de vulva y sus ciclos de menstruación se celebran adornando el icono con polvos de color rojo. Esta materialización de layo«/ no es común, aunque su iconografía está bien documentada.31

    31 O’Flahercy, Hindu Myths, Harmondsworth, Penguin, 1975, págs. 250—1. 55 KBT. pág.24.

    211

    El hinduismo TRADICIONES REGIONALES Y LOCALES Si bien la formas esotéricas del tantrismo son muy importantes para la historia del hinduis­ mo y han influido en todas sus manifestaciones, no son directamente relevantes a nivel popular. La mayoría de los hindúes de la India vive en aldeas, y la mayoría de los devotos de la Diosa, a nivel regional y local, expresa su devoción medíante el culto externo (pttjá) a las diosas locales, y mediante la peregrinación a lugares especialmente sagrados para la Diosa, La ideología brahmánica de la Gran Diosa se ha extendido por el subcontinente indio, y, sin embargo, han perdurado innumerables diosas locales, muchas sin representa­ ción iconográfica, veneradas por los aldeanos locales normalmente.-de castas bajas. U S DIOSAS ALDEANAS Se puede plantear una diferencia en el hinduismo entre divinidades «calientes» y «frías». Las divinidades calientes se identifican con la pasión, las enfermedades ígneas (como la viruela) que necesitan enfriarse, la polución y las capas sociales inferiores. Las diosas aldea­ nas y las diosas feroces, como Kâli, se clasifican como divinidades calientes en contraste con las divinidades frías, generalmente masculinas, del panteón hindú, como Visnu y Siva. Las divinidades de las aldeas (grámadevatás) se clasifican generalmente como calientes. Casi siempre de género femenino, son llamadas «madres» {mata), identificadas con un pueblo o aldea en particular, y representadas por un símbolo como una piedra, un mon­ tón de rocas, un palo, un par de ladrillos, una zarza con trozos de tela atados a ella como ofrendas, o bajo la forma de un recipiente36. Estas diosas anicónicas no sólo aceptan ofren­ das vegetarianas, sino que también exigen sacrificios de sangre {balf) de pollos, cabras y, a veces, búfalos, y necesitan apaciguarse con ofrendas de alcohol. En comparación, las divi­ nidades frías pan-hindúes que tienen representación iconográfica establecida sólo aceptan ofrendas vegetarianas. En cualquier caso la Gran Diosa participa de ambas categorías. Puede ser caliente y feroz, exigiendo sangre y alcohol, pero también fría y benévola acep­ tando solamente ofrendas vegetarianas, como Tripurasundarí y Inksmi. Alguna diosa en particular, naturalmente, puede presentar ambas formas: una forma iconográfica y fría dentro de un santuario o templo, y una forma anicónica y caliente fuera del santuario (y que tal vez sólo se manifiesta durante ciertos festivales). Por ejemplo, Máriyamman, la diosa tamil, puede tener un icono, inmóvil en su propio templo, pero también aceptar ofrendas de sangre bajo una segunda forma (como recipiente para agua), fuera del santuario principal. Así, la diosa se manifiesta bajo dos formas, alta y baja, tal como describe Fuller37. Hasta cierto punto estas ofrendas reflejan las categorías inheren-

    36 Pocock, Body, Mind a n d Wealth: a Study o f Belief and Practice in an Indian Village, Oxford, Blackwell, 1973, pag. 42; fillade, op. cit., pàgs. 349-50. 37 Fuller, op. cit., pags. 91-2.

    212

    Tradiciones de la Diosa y sáktismo tes al sistema de castas apareciendo los «oficiantes» de casta baja, tal vez poseídos por alguna diosa, como los que cumplen el rito de ofrendar carne a la forma inferior de la divi­ nidad. Si bien es cierto que algunas divinidades están relacionadas con alguna casta espe­ cífica (por ejemplo, Laksmi, diosa de la riqueza, es objeto de culto por parte de las castas de comerciantes) sería una simplificación considerar las categorías de divinidades como simple reflejo de la sociedad de castas. Mientras que algunas diosas aldeanas pueden no ser veneradas por los brahmanes o, incluso dentro de la misma casta, la diosa de una fami­ lia específica (kula m á tá ) no ser venerada por otras familias, otras divinidades lo son por todo el espectro de la sociedad. Aunque a veces son difíciles de distinguir, las diosas feroces aldeanas tienen nombres y ubicaciones específicos. Tienden a identificarse con enfermedades, especialmente las pustulares como la viruela, y la muerte por accidente, y requieren ser apaciguadas, normal­ mente con sangre y carne. Aunque son impredecibles, son también las protectoras del pue­ blo o aldea. Estas diosas carecen de relaciones formales con las diosas pan-hindúes, aunque frecuentemente los habitantes de los pueblos o aldeas las identifican con la Gran Diosa panhindú, a pesar de no guardar ningún parecido iconográfico o mitológico. A veces la diosa aldeana tiene un mito que explica cómo llegó a estar en un lugar concreto. Por ejemplo, en Kerala se venera a MúválamkuHcámundi, una diosa especialmente terrible, en diversos emplazamientos, los santuarios teyyam, y, junto a otras divinidades, es conmemorada en festivales anuales locales, centrados en bailes extáticos (de pose­ sión). Durante estos festivales la bailarina se convierte en la diosa y relata su mito. Se cuenta que un brahmán que lanzaba hechizos contra uno de sus devotos, intentó captu­ rar a la diosa por medio de mantras y confinarla en un recipiente de cobre con tapón. A continuación, enterró el recipiente en un hoyo (kulí) de una profundidad correspon­ diente a la altura de tres hombres (m úválam ). La diosa emergió con violencia bajo una forma espantosa y persiguió al brahmán hasta un templo de Siva, donde aceptó instalarse con la condición de cohabitar junto a Siva, lo cual sucedió. Por tanto, la diosa es venera­ da como consorte de Siva en el templo Trikanyalapan y también en los santuarios teyyam. Este mito indica que, pese a tratarse de una divinidad de casta baja (el baile teyyam lo eje­ cutan miembros de la casta inferior malaya constituida por hechiceros profesionales), se identifica con el poder de Siva, divinidad de casta alta y pan-hindú. Su poder en el mito es definido y localizado por la divinidad masculina, por tanto, se trata de un asimilación por parte de la estructura brahmánica. Entre las diosas con culto regional de una categoría superior a la aldeana, pero no identificadas con las divinidades pan-hindúes con grandes templos, se encuentran dos diosas de la viruela, Sítala en el norte, y Máriamman en el sur. Aunque erradicada en la actualidad, la viruela resultaba particularmente terrible en algunas zonas de la India durante la estación calurosa y se consideraba como una visita, o «posesión», por parte

    213

    El hinduismo de la diosa de la viruela. Máriyamman cuenta con mitos que refieren sus orígenes. En uno de ellos era una joven brahmana que se casó por engaño con un intocable disfra­ zado de brahmán. Al conocer la verdad se suicidó y fue transformada en la diosa Máriyammaa que a continuación abrasó reduciendo a cenizas al intocable. El segundo mito narra la historia de la esposa, pura pero a la par poderosa, de un hombre santo, que era capaz de obrar milagros y que en cierta ocasión contempló a dos seres divinos haciendo el amor. Sintió celos y como consecuencia de ello perdió sus poderes; su esposo, sospechando una infidelidad, mandó a su hijo que la matara. El hijo, obediente, le cortó la cabeza. Finalmente, fue devuelta a la vida bajo la forma de Máriyamman pero, en vez de mantener su propio cuerpo, la cabeza fue colocada en el cuerpo de un into­ cable, expresando así la naturaleza ambivalente e iracunda que corresponde a la mezcla de brahmán e intocable. Sítala es una diosa caliente que duerme la mayor parte del año pero que, según la tradición, despierta con una violencia terrible durante la estación calurosa extendiendo su «gracia» en forma de epidemias por los pueblos y aldeas y exigiendo ser aplacada. A veces estas enfermedades se consideran como obra de demonios a quienes la diosa debe ven­ cer, y otras veces son la obra de la misma diosa. Las víctimas de la viruela eran considera­ das como poseídas por la diosa y eran, «refrescadas» con agua y leche, que constituyen, en efecto, las ofrendas que se realizan para apaciguar su ira, aunque la ofrenda más eficaz para ablandar su cólera es el sacrificio de sangre. Estas diosas aldeanas calientes y, de hecho, la misma Gran Diosa, se relacionan ínti­ mamente con el devenir cíclico del año, especialmente el que regula la actividad agrícola. La Diosa se identifica con la tierra y las estaciones en sus cambios podrían considerarse como los modos mudables de manifestación de la Diosa. En la India septentrional y central las estaciones se resumen en tres: la estación calurosa (aproximadamente de marzo a junio); la estación húmeda (aproximadamente de junio a octubre); y la estación seca, o invierno (el resto del año pero especialmente diciembre y enero). Los ciclos ritua­ les de los pueblos y aldeas están íntimamente relacionados con los cambios estacionales a la par que el culto a la Diosa, identificada con la tierra, se muestra en toda su impor­ tancia en esos momentos. En el contexto de los ciclos rituales, la estación calurosa es clave para las diosas aldeanas y regionales, pues es la época de celebración de sus festi vales (se venera a la diosa caliente durante la estación calurosa) y de muchas bodas en que resulta propio dejar que se exprese el «calor de la pasión»38. Además de los festivales locales durante la estación calurosa, el festival más importante para la Diosa como divini dad panltindú es la Durgá-pújá de octubre que culmina el día de dassera, el décimo día después del comienzo del festival de la «novena noche» (navarátri).18

    18 Babb, The Diuine Hierarchy, Nueva York, Columbia University Press, 1975, pag. 128.

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    Tradiciones de la Diosa y sáktismo Es posible enjuiciar el papel de las diosas aldeanas a partir de múltiples diferencias que existen entre la cultura popular y la brahmánica, las castas alta y baja, el hinduismo regional y pan-indio, la pequeña tradición y la gran tradición e incluso entre lo dravídico y lo ario. Estas diferencias podrían ser útiles para comprender las discrepancias estructu­ rales entre las diosas aldeanas y las divinidades pan-hindúes, sin embargo, la situación es más compleja y muchas diosas regionales tienen participación en las esferas culturales «alta» y «baja». Por ejemplo, como ha demostrado el importante estudio de Aif Hiltebeitel, la diosa Draupadí participa en ambas esferas como diosa panhindú (esposa de los pandavas de la epopeya Mahábhdrata) y como divinidad local o regional en Tamilnadu39.

    RESUMEN El hinduismo no puede entenderse sin la figura de la Diosa; está presente en todos los niveles, desde el de las divinidades anicónicas de los pueblos y aldeas hasta las diosas panhindúes de casta alta, como Durgá, o las paredras de las divinidades masculinas, como Laksmi. En el presente capítulo se repasaron las claves, la mitología y las representacio­ nes iconográficas fundamentales de la Diosa en el hinduismo brahmánico y en el de las aldeas. Planteamos que, si bien existen innumerables diosas, y cada cual tiene una parti­ cular vinculación con un lugar determinado, existen, sin embargo, esencialmente dos tipos de representación de la Diosa: bajo un aspecto feroz, como Káti, y bajo uno bené­ volo, suave, como Tripurasundarí o Laksmi. Algunas diosas son independientes (tienden a presentar aspectos feroces) y otras cumplen el papel de esposas perfectas para sus con­ sortes divinos a quienes aportan energía. De hecho, sin la Diosa un dios como Siva no sería en realidad nada más que un inerte cadáver.

    ,9 Hiltebeitel, op cit.

    215

    9 El ritual hindú

    En las tradiciones hindúes destaca un gran número de formas de culto y ofrendas vege­ tarianas y no vegetarianas que se realizan en honor de innumerables divinidades a lo largo de todo el subcontinente indio. El ritual hindú se desarrolla en el hogar, en el templo, en santuarios alejados, en lugares de peregrinación como la confluencia de ríos sagrados, y en pabellones especialmente construidos al efecto. Los rituales se realizan para conme­ morar ocasiones especiales, para implorar bendiciones o para agradar y ganarse a los dio­ ses. Un entramado de carácter ritual restringe y enmarca la vida en sus fases que van del nacimiento a la muerte pasando por la iniciación y el matrimonio. Aunque el comporta­ miento ritual puede ser extremadamente diverso, sin embargo, siempre navega en los límites del rito, encauzado por escrito en los manuales y materializado en pautas de actua­ ción que se han transmitido de generación en generación de maestro a discípulo y de padre a hijo, dando forma, y un cierto grado de unidad, a las tradiciones hindúes. En para­ lelo a los rituales, y en ocasiones íntimamente relacionados con ellos, surgen los mitos, las tradiciones narradas de la India, que también sirven para dar coherencia ai sistema. Las tradiciones narradas permiten que la gente comprenda quiénes son, y que esta com­ prensión tenga un sentido; ofrece el marco para explicar cómo llegaron a ser quienes son. La acción ritual aporta a la gente un sentimiento de profunda identidad y un sentido de pertenecer a un colectivo caracterizado. Los hindúes han cuestionado las significaciones del ritual y han interpretado los rituales de diversas maneras, sin embargo, el ritual pocas veces ha sido abandonado. Los modelos de actuación ritual se reproducen en extensas areas geográficas del subcontinente indio y han sido repetidos y transmitidos desde tiem­ pos remotos; muchos elementos rituales y, de hecho, muchos rituales en sí pueden remontarse a los primeros textos hindúes.

    EL RITUAL Y LA IDENTIDAD HINDÚ Esta continuidad puede, a primera vista, sugerir una notable estabilidad en las relaciones sociales hindúes, pero el problema no puede reducirse a este mero componente ni expli­ carse en esos estrechos términos. Los contextos social y político en que lian surgido y per­ vivido los rituales hindúes han sido diversos, desde monarquías hindúes hasta gobiernos coloniales; han sido exportados a otros países, primero del sureste asiático, e incluso, en la última centuria, de otros continentes (Europa, África y América). Los tipos de rituales que se describen en este capítulo han tenido una dilatada existencia, algunos, probable­ mente, remontan al segundo milenio a.C., y otros que cuentan con orígenes más recien-

    217

    El hinduismo tes, surgieron en el Medievo. Naturalmente, los rituales cambian y nuevos rituales surgen, pero mutan a un ritmo mucho más lento que las sociedades donde se realizan. Por ejem­ plo, los rituales identificados con la monarquía aún se practican en la India. Los rituales tienen una persistencia que sobrevive a las grandes conmociones políticas, catástrofes ecológicas y represión colonial. La cuestión del grado en que el ritual sufre los avatares de la historia, o refleja las estructuras socio-políticas, es difícil de resolver. Por una parte, está claro que algunas for­ mas rituales se originaron durante periodos históricos específicos y reflejan elementos culturales y políticos presentes en aquellos tiempos. Sin embargo, por otra parte, algunas estructuras rituales, notablemente las de los rituales solemnes védicos (srauta), no pare­ cen haber sufrido de modo notable el embate de los cambios sociales, políticos, y eco­ nómicos. Ya que el ritual ha sobrevivido a grandes cambios políticos y económicos en el subcontinente indio, no puede depender directamente de las estructuras económicas. Los dominios del ritual y los de la política y la economía deben ser en esencia diversos. Esto no quiere decir que nunca coincidan (de hecho está claro que lo hacen), sino que lo ritual y lo político-económico constituyen niveles o dominios diferentes dentro de la cul­ tura hindú. El dominio de lo ritual y, por tanto, de lo religioso, no puede reducirse al de lo político. De hecho, el ritual podría entenderse como un acontecimiento comparativa­ mente estable e invariable en contraste con una historia político-económica cambiante y, a menudo, inestable. De alguna manera lo ritual desafía a la historia. El ritual también se superpone a las diferencias teológicas. Si una definición de hin­ duismo fuese posible, está claro que no se podría construir en términos de doctrina o de creencias teológicas. El ritual es anterior a la teología, tanto histórica como conceptual­ mente, y diferentes teologías de la India han sido edificadas sobre una base ritual semejan­ te y sólo tienen sentido en el contexto de las tradiciones rituales. Por ejemplo, la mímámsá está basada en la interpretación de los ritos védicos. Entre la rica variedad del ritual hindú surgen formas culturales que no exigen ninguna creencia en doctrina particular alguna, sino la mera acción. Será la persistencia del ritual en el hinduismo, la conformación de la acción a ciertas pautas, y su comprensión por parte de los que emprenden esta acción, lo que con­ fiere un sentido de identidad a la comunidad hindú; identidad que va más allá de los cam­ bios sociales y políticos, y aporta a los hindúes una sensación de pertenecer a un grupo identificable, pese a enfrentarse a cambios sociales a veces vertiginosos. Si bien el comportamiento ritual parece proporcionar una sensación de continuidad y de pertenencia, recientemente Frits Staal ha afirmado que cualquier sentido que se atri buya al ritual es aleatorio, A menudo se ha comparado ritual y lenguaje como sistemas de comunicación. No obstante, usando como base referencias específicas a los solemnes ritos védicos, Staal sostiene que, si bien el ritual se parece al lenguaje en cuanto que posee estructura y sintaxis, se aparta del modelo lingüístico porque carece de significado,

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    El ritual hindú de semántica. El ritual védico tiene una estructura que se ha transmitido de generación en generación desde tiempos remotos, pero cualquier sentido que se le haya atribuido, por ejemplo, en la literatura brahmánica, resulta secundario. Puesto que las interpreta­ ciones del ritual han cambiado con el tiempo, mientras que su estructura ha permanecido constante, estos sentidos deben de ser arbitrarios o, al menos, secundarios frente a la característica dominante del ritual, es decir, su estructura y transmisión invariable1. El argumento de Staal es interesante y debe considerarse con atención, no sola­ mente a la hora de comprender el ritual védico, sino desde la perspectiva más general de la comprensión del fenómeno ritual. Se trata de una polémica que no podemos desarro­ llar en todas sus implicaciones en un trabajo de las características del presente, pero, avanzando algunas ideas, aunque bien pudiera ser que los ritos sra u ta no tengan senti­ do por sí mismos, es mucho menos claro que los rituales domésticos, los ritos g rh ya , que implican el nacimiento, el matrimonio y la muerte, resulten actividades que carezcan de sentido. De hecho, las experiencias rituales de la vida humana aparecen plenas de senti­ do vital, y se puede afirmar que los ritos de paso expresan profundas ansiedades huma­ nas e intentan resolver preocupantes conflictos. Los ritos hindúes de paso configuran un capítulo importante de la actividad ritual y condicionan el devenir del individuo desde el nacimiento hasta la muerte. El sentido de identidad y de pertenencia de un hindú tiene su expresión estelar en los ritos de paso, aunque también la peregrinación tiene un des­ tacado papel, especialmente en la actualidad, pues se ha convertido en una característica fundamental del hinduismo que sirve para dar cohesión a una religión de la diversidad. A continuación se analizarán los procesos rituales más importantes en el hinduismo que le confieren una coherencia en cuanto religión y que son los ritos de paso, el culto perso­ nal y centrado en el templo (p ú j á ), los festivales, los sacrificios y la peregrinación.

    LOS RITOS DE PASO Tradicionalmente existen dos fuentes pata configurar los ritos hindúes de paso: por una parte, los textos de tradición (sm r ti ), específicamente los Grhya Sútras y los Dharma Sütras y Sastras; por otra, las tradiciones orales regionales cuya legitimidad fue reconoci­ da en los Dharma Sástras. En la literatura grhya y dharma, los ritos de paso se clasifican como «rituales ocasionales» (n a im ittik a -k a r m a ), «ocasionados por un evento especial»2, en contraste con los ritos diarios (n itya -k a rm a ) y los ritos para un motivo y objeto de­ seados (k á m ya -k a rm a ). Los ritos de paso también se clasifican como «ritos corporales» porque su preocupación fundamental es del cuerpo (dotar de un conjunto de significa-

    1 Staal, op. cit.

    1 ApGr.S. 1.1.11.

    219

    /

    El hinduismo dos culturales al cuerpo biológico y sus transformaciones y transiciones desde la concep­ ción hasta la muerte). Los ritos de paso expresan (pero también modifican) la identidad de los individuos, identidad que es personal y psicológicamente significativa pero que, además, es reconocida por la comunidad en general; significan la imposición formal de la identidad y su reconocimiento por el grupo social. Como hemos visto, se manifiesta en el hinduismo una diferencia fundamental entre la vida mundana y la soteriologia; aquélla compete al cabeza de familia, y ésta al renun­ ciante. Los ritos de paso incumben a los dominios de la vida del cabeza de familia y no tienen que ver con la liberación. El ritual de renuncia al mundo y los ritos de iniciación de las diversas escuelas, tienen que ver con la liberación, y, por tanto, no se han inclui­ do en la clasificación en calidad de ritos de paso. Si bien es cierto que en las leyes de M a m se dice que la realización de dharm a (que incluye los ritos de paso), conduce a la felicidad en la próxima vida3, se trata de un asunto diferente a la liberación que no puede ser, desde luego, alcanzada por medio de ritos que tienen que ver ante todo con la dinámica social. Los ritos de paso moldean y ayudan en la construcción de identidades sociales. De hecho, el término sánscrito para ellos es sa m ká ra , «constructo», o -conjunto», que impli­ ca la conjunción de una persona en tanto que actor social, e incluso, hasta cierto punto, la definición de su posición ontològica. Al someterse a los diferentes sam kdras, a un hindú se le va abriendo el acceso a los recursos de la tradición que anteriormente le esta­ ba vedado, y entra en un nuevo estado. El antropólogo Victor Turner distingue entre «estado» y «proceso»4. «Estado» se refiere a una condición social relativamente fija, mien­ tras que «proceso» se refiere a un periodo de transición, no fijo y liminar. entre estados. Los ritos de paso, por tanto, son procesos transformadores que unen estados diferentes. Mientras que «estado» se identifica con «estructura» y jerarquía, «proceso» se identifica con «anti-estructura», «liminaridad» e igualdad. Sin embargo, es importante recordar que la anti-estructura provisional del proceso sirve para reforzar la estructura de! estado, Los samskdras son ritos de paso que sirven para legitimar el orden social y sustentar las ins­ tituciones sociales. Como ha señalado Pierre Bourdieu, son importantes no sólo para los que están incluidos en ellos, sino también para los excluidos de ellos y para la ordenación de los grupos sociales; para separar los que han realizado el ritual de ios que no lo han hecho, o de los que nunca lo harán5. Los Dharma Sastras solamente tratan de los ritos masculinos de paso, pero por toda la India las mujeres han cumplido ritos de paso basados en tradiciones orales

    :i M a m 2.9. ^ Turner, The Forest o f Symbols, Itliaca y Londres, Comell University Press, 1970, pág. 93. 5 Por esta razón Turner se refiere a los ritos de paso como «ritos de institución». Bourdieu, op. cil., págs. 117-26.

    220

    I

    El ritual hindú populares6. Para los varones hindúes de casta alta, o «dos veces nacidos» (los que per­ tenecen a las tres clases superiores de brahmanes, ksatriyas y vaisyas) el modelo teóri­ co del sistema ásrama, o etapas de la vida hindúes, sostiene que hay cuatro estados pol­ los que se puede pasar en esta vida: el del estudiante (brahmacdrya), el de cabeza de familia (grhastha), el de ermitaño o morador del bosque (vánaprasthá) y el de renun­ ciante (samnydsa). Como hemos visto, las dos primeras etapas tienen que ver con la vida mundana, la tercera con una vida retirada de los deberes del hogar, y la cuarta con la trascendencia del mundo social. La mayoría de los hindúes permanecen como cabe­ zas de familia, y los sam skáras tienen que ver exclusivamente con la vida en tanto ser social, es decir, de las dos primeras etapas o estados. Si bien hay un número variable de samskáras citados en diferentes textos, lo impor­ tante es que forman una secuencia ritual, o sistema completo, que expresa el orden social hindú, o dharma. La realización de cualquiera de ellos implica la aceptación de los valo­ res brahmánicos ortopráxicos y pone de relieve las diferencias entre los roles sexuales y las castas. El muchacho de casta alta que se somete a la iniciación védica se aparta de sus coetáneos más jóvenes, de las castas bajas y de las mujeres que no pueden someterse al rito. Los ritos de paso son también ritos de exclusión y destacan la diferencia entre el muchacho de casta alta y los del resto de la comunidad. El número de samskáras varía. Se habla de cuarenta en el Gautama Dharma Sastra aunque el número más aceptado en los Grhya Sútras se sitúa entre doce y dieciocho. La Manu Smrti cita trece, pero dieciséis tiende a ser el número más aceptado7 Pueden divi­ dirse en ritos prenatales, de nacimiento, de niñez, de educación y, poseriormente, en ritos de matrimonio y de muerte. Los dieciséis normales son: 1

    garbhádhána, el rito de la concepción del embrión, o «infusión de semen», rea­ lizado en el momento de la concepción.

    2

    pumsavana, el rito del «engendrar un niño» para asegurar el nacimiento de un varón.

    3

    slmantonnayana, el rito de «partir el cabello» que realiza la mujer durante el embarazo.

    4 5

    játkarman, el rito del nacimiento. námakarana, la ceremonia de imposición del nombre que tiene lugar diez o doce días después del nacimiento.

    ó

    niskramana, la primera salida del niño.

    7

    annaprásana, la primera toma de alimentos sólidos.

    6 Véase Duwury, Play, Symbolism and Ritual: a Study o f Tamil Brahman Women's Rites o f Passage. Nueva York, Peter Lang, 1991. 7 Manu 2.16; 26; 29. Pandey, Hindu Samskáras, Delhi, MLBD, 1969.

    221

    El binduismo 8

    cüdákarana, la ceremonia del corte de pelo en el primer o tercer año,

    9

    karnavedha, la ceremonia de la perforación de las orejas, entre el tercer y quin­ to año,

    10 vidyárambha, el «comienzo del aprendizaje» cuando el niño aprende el alfabeto, entre las edades de cinco y siete años. 11 upanayana, el rito de iniciación y de investidura del hilo sagrado, entre las eda­ des de ocho hasta aproximadamente los veinticuatro años. 12 vedárambha, el ritual del comienzo del estudio del Veda. 13 kesánta, el primer afeitado de la barba. 14 samávartana, el final ritual de la vida de estudiante, 13 vivaba, el matrimonio. 16 antyesti, el ritual funerario. Los más importantes de estos ritos son la ceremonia de iniciación (upanayana), el matrimonio (vivaba), que señala el comienzo de la vida de cabeza de familia, y los ritos fúne­ bres íantyesti), que la finalizan, aunque en el hinduismo contemporáneo los ritos del matri­ monio y de iniciación a menudo se combinan por razones de conveniencia y de economía. LOS RITOS DE NACIMIENTO El nacimiento, especialmente de un varón, es una ocasión alegre y propicia para los hin­ dúes, pero también aparece teñido de incertidumbre e impureza, ya que todos los proce­ sos biológicos se consideran como contaminantes y, por tanto, requieren un control ritual. Durante el primer embarazo de una mujer, después del rito de partir el cabello, la joven se desplazará a casa de sus padres para el parto y permanecerá allí durante algún tiempo antes de reincorporarse a su domicilio conyugal, ya en el estatus superior de madre (especialmente reconocida si ha dado a luz un varón). El nacimiento de un mucha­ cho, especialmente si es el primero, se considera de mejor augurio que el de una niña, aunque el nacimiento de una niña no se considera necesariamente como algo negativo. Con el nacimiento de un varón un hombre ha cumplido la deuda con sus antepasados y les ha capacitado para alcanzar el mundo celeste. Entre los aiyars, brahmanes smárta tamilparlantes, se dice que el nacimiento de un varón permite que una generación de antepasados pase desde el reino intermedio hasta el mundo del cielo (svargaloka)s. INICIACIÓN EN LA CASTA ALTA Entre los ocho y veinticuatro años un muchacho de casta alta se someterá a la iniciación védica, o upanayana, en la que le será entregado el hilo sagrado, símbolo de los varones8

    8 Duwury, op, cít., pág. 182.

    222

    El ritual hindú de casta alta. Si bien los textos rituales contienen estrictas limitaciones de edad (según el Asvaláyana Grhya Sútra, un muchacho brahmán debe tener entre ocho y dieciséis años, un ksatriya entre once y veintidós, y un vaisya entre doce y veinticuatro9), la vida hindú contemporánea es menos estricta y es corriente celebrar la ceremonia upanayana en vísperas de la boda del joven. Por medio del upanayana el chico es admitido en la socie­ dad de casta alta, lo cual le excluye de otras esferas de actividad social. Es separado del mundo de las mujeres y de la esfera de la madre, y de las cristas inferiores impuras, legi­ timando así la estructura social y los roles sexuales. La ceremonia en sí dura alrededor de un día, aunque existen variedades regionales en cuanto al contenido del rito. Un modelo corriente consiste en raparle al joven la cabe­ za, menos un mechón en la coronilla, bañarle, y vestirle con un taparrabos, un ceñidor y una piel de antílope al hombro. Se realizan votos y ofrendas al fuego sagrado, el mucha­ cho jura mantenerse célibe y es investido con el hilo sagrado formado por tres veces tres hebras sencillas, símbolo del estado de dos veces nacido, que se lleva sobre el hombro izquierdo y que se renueva anualmente hasta la muerte o la renunciación. Se le enseña el famoso «mantra de la raíz», lagáyatri que debe recitar a partir de ese momento todos los días, se le impone un nombre secreto, y se le enseña cómo efectuar las ofrendas al fuego. La ceremonia termina con la «salida hacia Kasi», el gesto simbólico de salir hacia la ciudad sagrada de Benarcs para estudiar el Veda. Su tío materno le convence, entre risas, de que no debe ir. Sigue una fiesta y se le hacen regalos al muchacho. Según el modelo clásico, después de la iniciación el chico entraría en la etapa de la vida de estudiante y pasaría a aprender el Veda con un maestro. La iniciación védica cumple para los varones de casta alta, pero, sin embargo, esto no quiere decir, naturalmente, que a las mujeres se las excluya de las comunidades de casta alta. Aunque, según las Leyes de Manu, el matrimonio es la ceremonia upanaya­ na de la mujer, servir a su esposo es el equivalente del estudio védico, y las tareas domésticas equivalen a las ofrendas al fuego10, existen, sin embargo, ritos de paso feme­ ninos. Estos ritos para la mujer no tienen como base tratados en sánscrito, sino tradi­ ciones orales populares (ilaukika), y, como ha señalado Julia Leslie, es clave para no errar nuestros juicios no considerar a las mujeres del subcontinente indio como «vícti­ mas pasivas de una ideología de opresión, sino también (tal vez sobre todo) como agen­ tes activas de sus propios constructos positivos»11. Aunque sin duda se trata de una apreciación muy interesante, el poder del esquema, o modelo ideológico, brahmánico no debe ser menospreciado.

    5 AI.Gr.S. 1.19.1-7: M a m 2.36. 10 Manu 2.67. 11 Leslie, Roles a n d Ritual fo r Women, pág. 1.

    223

    El hinduismo En su estudio sobre las mujeres aiyar (grupo de brahmanes smárta de Tamilnadu), Duwury ha demostrado que pueden considerarse como agentes activas, pero también ele­ mentos restringidos, dentro de la ortopraxis brahmánica. Demuestra que las mujeres aiyar tienen sus propios ritos de paso, incluyendo un rito durante la primera menstruación de una muchacha parecido a la ceremonia upanayana. Este rito incluye la separación y aisla­ miento de la muchacha en un cuarto oscuro durante tres días (aunque no se queda privada de la compañía de sus amigas). Al cuarto día toma un baño ritual y hay una fiesta. La madre conduce a la muchacha al templo y a otras casas donde mujeres mayores realizan ceremo­ nias de ofrecerle lámparas (arati). Es probable que ritos alternativos de mujeres siempre hayan formado parte de las religiones del subcontinente indio, pero no han sido incluidos en los tratados sánscritos por considerarse como tradiciones populares. Estos ritos expresan las aspiraciones de la mujer, y ahondan en el sentido de pertenencia a la comunidad, pero han de comprenderse dentro del amplio esquema de la ortopraxis brahmánica. Duwury afir­ ma que estos ritos, si bien expresan las esperanzas de las mujeres, también deben enten­ derse dentro de un contexto cultural que define a la mujer «fundamentalmente a partir de sus funciones como madre y esposa»12. Según el esquema común brahmánico, las tradicio­ nes populares (laukika) están subordinadas a la tradición dhármica (sastra), las lenguas vernáculas están subordinadas al sánscrito, las convenciones humanas están subordinadas a la ley universal (dharrna) y las mujeres están subordinadas a los hombres.

    EL MATRIMONIO El matrimonio (vivaba) es, y ha sido, la norma en la sociedad hindú, a no ser que la per­ sona optase por el camino de la renuncia al mundo. Con el matrimonio saniskdra un joven de casta alta entra plenamente en la vida del cabeza de familia donde puede alcanzar los objetivos del cumplimiento del deber (dbarmá), la consecución de riquezas, el éxito en el mundo (artha), y experimentar placer, especialmente el placer sexual (káma). Para la mujer, el matrimonio señala el fin de la vida infantil con su familia y amigas, y el comienzo de una nueva vida con su esposo, probablemente en su mismo pueblo, con un nuevo juego de relaciones sociales que gestionar. Los matrimonios son concertados de antema no. En la India meridional dravídica los matrimonios entre primos son corrientes, de mane­ ra que es posible que la pareja se conozca antes, pero en el norte los esposos serán unos desconocidos. El matrimonio, por tanto, puede ser emocionalmente tenso y se espera, cul­ turalmente, que una joven muestre tristeza al dejar el viejo hogar y su forma de vida. Sin embargo, la mayoría de las mujeres desean el matrimonio como transición necesaria para completar su feminidad y su integración en plenitud en el mundo de las mujeres.

    12 Duwury, op. cit., pág. 229.

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    /

    El ritual hindú El factor de compatibilidad de castas es el más importante en el matrimonio hindú, sin embargo, otros factores como la riqueza, la ocupación y la compatibilidad astrológica también se tienen en cuenta. Dentro de una casta (jdti) el matrimonio es generalmente endogámico, pero exogámico en cuanto al grupo de parentesco igotra), tal como se especifica en las Leyes de M anu1}. Sin embargo, las realidades sociales del matrimonio en el subcontinente indio son más complejas que los mandatos de las Leyes de Manu en cuanto a diferencias regionales y modelos de parentesco. Por ejemplo, una excepción notable a la endogamia de casta se encuentra ente los brahmanes nambudri de Kerala, donde el primogénito se casaba con una mujer nambudri, pero los segundones se casa­ ban con mujeres nayar, de casta baja, Los nacidos de esos matrimonios mixtos pertene­ cían a la casta nayar y vivían en casa de su madre, o de su madre y su tío materno. El padre nambudri visitaba la casa, llevando sus propios alimentos y utensilios para evitar conta­ minarse, incluso por parte de su propia familia1 314. Para un hindú el matrimonio es, probablemente, el samskára más importante. El matrimonio de las hijas supone grandes gastos, ya que es ocasión de obsequiar a la familia del novio con regalos, y organizar una celebración espléndida. De hecho, según Dumont, el matrimonio es la principal causa de endeudamiento en los pueblos y aldeas15 porque ofrece una oportunidad de demostrar la riqueza y posición social de una familia, Existen variantes regionales de la ceremonia matrimonial, sin embargo, es corriente que el padre de la novia la entregue al novio y a! padre de éste. A continuación se realizan ofrendas al fuego. Se ata la muñeca de la novia con un hilo y ella pisa tres veces el molino de la fami­ lia del novio como gesto simbólico de su intención de mantener la fidelidad. Después, la pareja da siete pasos alrededor del fuego, la parte esencial de una boda hindú, y el novio hace ofrendas al fuego, rito que aprendió durante su upam yana. Si las celebraciones tie­ nen lugar de noche la pareja podría salir fuera para observar la estrella polar, y para que la novia jure que será constante como dicha estrella. Tras las celebraciones, que pueden durar un par de días, la novia marchará con el novio a la casa de éste, donde comenzarán la andadura de los cabezas de familia.

    LOS RITOS FUNERARIOS En el hinduismo la muerte, como ocurre en la mayoría de las culturas, conlleva un gran peligro de contaminación para los familiares, y la posibilidad de ser acosados por un fan­ tasma airado. El último samskára, denominado «último sacrificio», anlyesti (pues, en efec-

    13 Manu 3.4-5. 14 L. Dumont, op cit., pág. 119.

    15 Ibid., pág. 110. 225

    E l h in d u is m o to, como demuestra Parry, el ritual de cremación se asimila a un sacrificio16) controla la contaminación de la muerte y reintegra a la familia en la vida social normal de la que la muerte les había separado, permitiendo a la vez que el espíritu continúe su viaje. Ambos aspectos tienen una validez pan-hindú, aunque las prácticas funerarias puedan variar hasta cierto punto en las diferentes regiones. Aunque la cremación es la forma normal de tratar el cadáver, la inhumación se practica entre las castas bajas y los hombres santos y niños son, por lo general, enterrados. Se puede enterrar a un hombre santo en una tumba que se denomina samádbi o samádh, un apelativo indicativo de la creencia de que ha ingre­ sado en un estado superior de conciencia aun habiendo dejado su cuerpo. Un renuncian­ te, al haberse sometido a sus propios ritos fúnebres durante la iniciación (trascendiendo así cualquier identidad social), puede simplemente ser colocado en un río. Si resulta posible, la persona es cremada el mismo día de su muerte. El cadáver es lavado, ungido con pasta de sándalo, afeitado si era varón, envuelto en una tela y llevado al campo de cremación por sus parientes masculinos que se mueven ¡o más rápidamen­ te posible mientras cantan el nombre de Dios («Rám»), En la pira se orientan los pies del cadáver hacia el sur, hacia el reino de Yama, dios de la muerte, y la cabeza hacia el norte, hacia el reino de Kubera, dios de las riquezas. Teóricamente, la pira se prende a partir del fuego doméstico del hogar del fallecido, si se trata de un dos veces nacido, y los restos son recogidos entre tres y diez días después de la cremación y son enterrados, colocados en un terreno especial, o arrojados a un río, preferiblemente el Ganges. Durante los días que siguen al funeral la familia se considera como contaminada, y permanecen en ese estado hasta que los ritos finales (srádha) se cumplan. Estos ritos srddha consisten en ofrendas al fallecido de bolitas de arroz ipinda), que le recomponen un cuerpo en el siguiente mundo, el reino de los fantasmas (preta-loka). Estas ofrendas diarias continúan durante diez días como rememoración de los diez meses lunares que dura la gestación del embrión17, al cabo de los cuales se completa el cuerpo fantasmal y, por medio del rito denominado sapindikaram , se traslada al reino de los antepasados (pitr-loka). En el sur de la India una ofrenda d e pindas a tos difuntos puede llevarse a cabo en la confluencia de un río sagrado. Un ritual para saber si el fantasma aún está presente Implica la ofren­ da Ac pindas a los cuervos. Si los cuervos comen las ofrendas quiere decir que el muerto está feliz. Esto señala el final de los rituales del ciclo vital y el último rito refleja el del naci­ miento en el comienzo de la vida. Aunque la ideología oficial del hinduismo brahmánico es la reencarnación, y éste es el modelo generalmente aceptado por las tradiciones de renunciantes, sin embargo, los

    16 Parry, op cit., pags. 151-90. 17 Knipe, «Sapindikarana. The Hindu Ritual of Entry into Heaven», en Reynolds y Waugh (eds.), Religions Encounters with Death, University Park, Pennsylvania State University Press, 1977, pags. 111-24.

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    El ritual hindú ritos fúnebres ilustran otro m odelo de vida en el más allá que coexiste junto con el m ode­ lo de la reencarnación. En este caso, los m uertos viajan a un reino interm edio, el «mundo de los fantasmas» (preta-loka) y, cuando poseen un cuerpo com pleto construido con ofrendas pinda, pasan al reino de los antepasados, o de los padres (pitr-loka). En la religión de los pueblos y las aldeas las creencias acerca de la próxima vida no son coherentes. Por lo general, se considera al individuo com o un com puesto cuyos diferentes elem entos, o poderes, que lo constituían, viajan a lugares diferentes después de la m uerte. Por ejem ­ plo, en Kerala una creencia popular corriente plantea que la persona tiene al m enos dos poderes ( sakti ) que se separan al morir. El «alma» ('jiva), o «principio vital» (ayus), va al Señor o al cielo (svargam ), incluso llamado m oksam , «liberación», m ientras que el otro poder, relacionado con el cuerpo, perm anece en la tierra com o fantasma (preta, pisáca). A veces se cree q ue esta parte de la persona relacionada con la tierra se transforma en un cuervo18. M uchos no-brahm anes se proclaman no-creyentes en la reencarnación, y, sin embargo, no se constata ninguna disonancia cognitiva respecto de los hindúes que creen en ella en lo relativo a los ritos fúnebres, todos cum plen los procedim ientos correcta­ m ente, lo que parece consolidar la noción de autonom ía del reino ritual. De hecho el m odelo ritual del funeral, seguido por la construcción imaginaria del cuerpo del difunto en el próximo m undo, se rem onta a la época d e los Vedas, antes de que surgiera la ideo­ logía de la reencarnación19. Los ritos de paso son rituales ocasionales que se realizan en las diferentes coyuntu­ ras de la vida de una persona. También hay rituales que se realizan diariam ente, no sola­ m ente por parte de los brahm anes, sino tam bién por todos los hindúes. Constituyen el culto diario a las divinidades, consistente en realizar ofrendas para, com o contrapartida, recibir d e los dioses favores y bendiciones.

    PUJA En com paración con el sacrificio de animales, lapújá es la ofrenda de alimentos vegeta­ rianos, flores e incienso a una divinidad. Todas las divinidades aceptan estas ofrendas, que constituyen los focos de puja, aunque algunas aceptan también el sacrificio de sangre {hall). Pújá, palabra sánscrita cuya traducción libre sería «culto», se realiza en las casas particulares y en los tem plos públicos por todo el subcontinente indio. En su mínima expresión implica la pequeña ofrenda de una m oneda a la imagen de una divinidad, y la contrapartida de la bendición de la divinidad que se exterioriza por m edio de una señal

    18 Véase Freeman, P urity and Violence: Sacred Powers in the Teyyam Worship o f Malabar, Tesis Doctoral, Filadelfia, University of Pennsylvania, 1991, págs. 113-14. 19 Véase O'Flaherty, Karma a n d Rebirth in Classical In d ia n Traditions, págs. XVI11-XX, 3-37.

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    El hinduisrno (tilak) de pasta de sándalo {candaría), o de polvo rojo de cúrcum a (ku n ku m a ) en la frente. En las casas particulares puja se ejecuta ante el icono de la divinidad instalada o bien en una habitación apartada para este uso, en las casas de los más pudientes, o en la habitación más pura de la casa, es decir, la cocina. En el templo una puja puede llegar a ser muy elaborada y consistir en la recitación de versos sagrados ( mantra ) por parte del sacerdote del tem plo (pújári/pücánj , mientras el icono es bañado y vestido, a la par que se realiza la ofrenda de diferentes alimentos acom pañada por la quem a de incienso y el ruidoso tañer de campanas y el parcheo de tambores. Puede congregarse una multitud en tales pujas para contem plar a la divinidad (para conseguir su darsana) y para recu­ perar la com ida ofrecida al dios {prosada) bendecida y cargada de fuerza espiritual. EL CULTO EN LOS TEMPLOS

    La p u jó sigue un m odelo parecido y contiene elem entos sem ejantes en muy diferentes tem plos de toda la India. En los tem plos del sur la p ú já generalm ente se conforma a lo que se narra en los textos sagrados (los Ágamas y los Tantras del periodo medieval) y en los m anuales rituales (paddhati). Los tem plos adoptan los ritos y los mantras que se recom iendan en algún texto específico, com o el Kámikágama em pleado en m uchos tem plos d e Tamilnadu, o el Tantrasamuccaya hoy en día en uso en la mayoría de los tem plos de Kerala. En los templos, la p ú já norm alm ente comienza con un rito consistente en bañar al icono (abhiseka) y durante el cual se frota el cuerpo» del icono con varias sustancias tales com o aceite de sésam o y cuajada. A continuación ¡a divinidad es vestida y engalana­ da con ropa nueva, portando un nuevo hilo sagrado (símbolo del nacim iento de casta alta), y enjoyada con oro, piedras preciosas y perfumes, y frecuentem ente se le pinta un punto rojo de cúrcum a en la frente o el entrecejo. Se le sirven a la divinidad platos de arroz hervido y dulces ( naivedya ) al tintinar de las campanillas. El arroz es consum ido después por los sacerdotes y oficiales del templo. Después de la comida de la divinidad se corre una cortina y los devotos pueden disfrutar de una «visión» (darsana) de la divinidad y observar la etapa final del ritual, es decir, la exhibición de lámparas (dipárádbana) durante la cual el sacerdote mueve en círculo num erosas lámparas de alcanfor delante del icono. El rito ahora se acerca a su culminación y comienza un fuerte parchear de tambores, y un sonar de instrum entos de viento y percusión. Entonces un sacerdote llevará una lámpara a los devotos para que formen una cúpula con las manos encim a d e las llamas y se tocan los ojos y cara para atraer hacia ellos la luz y el calor de la divinidad. Los devotos tom an polvo de cúrcuma, o cenizas blancas del sacerdote para hacerse una señal en la frente, y term ina la pújá. Los devotos se llevarán alimentos ben­ ditos (prasáda ) para com erlos más tarde. La lámpara que se mueve en círculos para atraer la luz y el calor hacia los devotos, se denom ina lámpara árati, térm ino em pleado

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    El ritual hindú como sinónim o de pújá. Chris Fuller observa que en el tem plo de Minakshi en Madurai, en una situación ideal, la p ú já debería precederse por un ritual preparatorio y term inar con un fuego ritual (boma), pero esto sólo se cum ple en las ocasiones im portantes20. En muchos tem plos, com o el famoso tem plo Jagannáth de Puri, se contaba con bailarinas (devadási), o sea, prostitutas del templo, casadas con la divinidad que realizaban bailes sagrados ante el altar. En algunos templos, com o el famoso de Guruvayur en la costa de Kerala que atrae a millares de peregrinos, se celebran cinco pújás diarias que tienen lugar en los tres m om entos clave del día (am anecer, m ediodía y anochecer), y dos más entre el am anecer y el mediodía. La divinidad que preside el tem plo es Guruvayurappan, «Señor de Guruvayur», al que se considera una manifestación de Krsna. El icono aparece en posición vertical, de pie, en el sanctasantórum del tem plo d o n d e se realizan los ritos diarios. Si bien el día está técnicam ente dividido en cinco pújás, de alguna manera se puede con­ cebir el ciclo ritual diario com o una sola pújá-, se despierta al dios, se le baña, se realiza con la estatua una am bulación ritual del templo, se le alimenta, se le ofrecen lámparas y todo ello mientras sus devotos reciben bendiciones p o r m edio de su contemplación (darsanani), y del reparto de alim entos y polvos de colores21. El m odelo del culto que encontram os en el tem plo de Guruvayur (en su expresión mínima: realizar una ofrenda y recibir una bendición) se encuentra, con algunas varian­ tes, en todo el hinduism o. Sirva de dem ostración un ejem plo más. A una jom ada al norte de Guruvayur se encuentra el pequeño poblado de Payyanur, donde, a la par que muchas otras familias en toda Kerala, una familia brahm án nam budri realiza un ritual anual, la p ú já en hon o r de la divinidad familiar Raktesvari. Tradicionalm ente cada grupo familiar nambudri posee una casa ancestral (illarn) donde retornan los m iembros de la familia con motivo de celebraciones rituales especiales. En esta p ú já en particular la divinidad familiar, Raktesvari, es apaciguada m ediante ofrendas y, en contrapartida, otorga su ben­ dición (anugrabam ) a la familia. Comienzan los preparativos de la p ú já la noche anterior del ritual en sí con la cons­ trucción de una estructura que cumplirá la función de altar, o m andalam , hecha con troncos partidos de banano. El día del ritual, que dura un par de horas, la familia extensa formada por padres, hijos y tíos se reúne en el santuario contiguo a la casa familiar por la mañana. Un anciano, acreedor del respeto de todos, se dirige a la Diosa tras la puerta cerrada del sanctasanctórum del santuario donde mora. Se ilumina el santuario con lám­ paras y el anciano pronuncia m antras mientras toca diferentes partes del cuerpo de la Diosa dotándolas así de poder (nyása). El sacerdote entonces sale del sanctasanctórum

    2(1 21

    Fuller, op. cil, págs. 6 4 -6 . Véase Vaidyanathan, Srí Krishna the hard o f Guruvayur, Bombay, Bharatiya Vidya Bhavan, 1992.

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    El hinduismo y se encienden lámparas en el mandalam que funciona com o emplazam iento principal de invocación a la divinidad que recibe las ofrendas. Estas ofrendas incluyen tres cuencos de un sustituto de sangre (gurusi), coloreado en negro y rojo, que el sacerdote vierte sobre el mandalam. A continuación, la familia circumambula el santuario, Finalmente, se porta la lámpara arati ante los m iem bros de la familia para que experim enten la llama y el calor de la Diosa. Se distribuye polvo rojo, previam ente ofrecido en ofrenda, para hacer una señal en la frente (denom inada tilak). Al concluir el ritual los familiares saborean un festín que incluye un postre (payasam) elaborado con los alimentos ofrendados durante la pújd, llamado prasádam. En esta p ú jd se evidencian los elem entos básicos del ritual hindú: las ofrendas a la divinidad, la repetición de fórmulas sagradas, la clausura de las puertas del santuario inte­ rior, la ofrenda d e luz y el otorgam iento de la gracia de la Diosa bajo la forma de fuego. Esta estructura tiene su paralelo directo en los rituales de Guruvayar y es un m odelo, con variantes regionales, que puede rastrearse en todo el subcontinente y, de hecho, en todos los países donde haya arraigado el hinduismo. Lo interesante de esta p ú jd es que las ofrendas de agua coloreada cum plen el rol de representaciones simbólicas de la sangre. De hecho, Raktesvari significa «Diosa d e la sangre». Así que lo que aparecen com o ofren­ das reales de sangre entre los grupos sociales inferiores, más impuros, se convierten en ofrendas de sustitución o de carácter simbólico entre los nambudris. El em pleo de autén­ tica sangre en el culto d e propiciación a la Diosa constituiría una fuerte contaminación para los nam budri de tal m odo que han de optar por el em pleo de sustitutos. De hecho, los nam budris defienden que allí do nde los grupos de castas inferiores utilizan sustancias, ellos em plean mantras. FESTIVALES El año hindú, que se rige por el calendario lunar, está jalonado de diversos festivales reli­ giosos (utsava), algunos de los cuales tienen un carácter pan-indio y otros sim plem ente locales. Durante los festivales, a m enudo propios de templos específicos, miles de perso­ nas abarrotan las calles para ver la procesión del icono (mürti) radicado en el templo en un carro (ratha) portado en ocasiones por centenares de hombres. Hay un festival famo­ so del tem plo Jagannátha, en Puri, en que un carro y una imagen de enorm e tamaño son arrastrados por la calle procesional (la palabra inglesa «juggernaut», que sirve para nom ­ brar a cualquier fuerza destructora que se mueve lema e irresistiblemente, deriva del tér­ mino para nom brar ese carro). A m enudo el icono se acom paña de una procesión de engalanados elefantes, caballos y hom bres santos (sddbu) en un am biente de carnaval. Se dice que contem plar esta imagen equivale a una visión (darsana) de carácter propicio cic­ la divinidad que se derram a sobre el fiel en forma de bendición. El icono que se empica en la procesión no es el principal, que se halla instalado en el templo, sino una imagen 230

    El ritual hindú que sólo se utiliza para las ocasiones festivas cuando la divinidad circumambula el tem ­ plo. Los festivales pan-hindúes principales son: - Krsna janamastami. En el mes de sravana (julio-agosto); conm em ora el nacimien­ to de Krsna. - Raklii bandhan. En la luna llena de sravana en que las m uchachas enlazan las muñecas de sus herm anos con hilos de colores. -G a n e s a catürthi. El festival del mes de bhadrapada (agosto-septiem bre), consa­ grado a Ganesa, el dios de cabeza de elefante. Señor de lo que em pieza y de los obstáculos. - Dasahrá (Dussehra). Festival del m es de asvina (septiem bre-octubre) que señala el final del monzón. Los nueve prim eros días se llaman navarátri («nueve noches»), al cumplirse, em pieza el festival de la Diosa, la Durgá-püjá, especial­ m ente im portante en Bengala. El décim o día del festival también conm em ora la victoria de Rama y su ejército de m onos sobre e! dem onio Rávana. - Diválí o dipáváfi. Festival de la luz en e! mes de asvina que se celebra en todo el m undo hindú colocando lámparas en las ventanas y las puertas o dejándolas flotar en los ríos, y en el que se intercam bian regalos. - Sivarátri. El festival sagrado de Siva en el mes de mágha (enero-febrero); celebra­ do de m odo particular por los saivas. - Holi. El festival de primavera en el m es de phálguna (febrero-marzo) caracteriza­ do por un com portam iento frecuentem ente desinhibido y en el que las gentes se lanzan agua y polvos coloreados. Existen otros festivales que, aunque no tan im portantes com o los anteriores, son celebrados por un buen núm ero de personas. El naga pañcaml, en el sur de la India, es particularm ente popular y consiste en alim entar y venerar a las serpientes. En el festival de primavera vasant, en el norte, las m ujeres y muchachas se visten con ropas de color amarillo brillante. También tienen lugar festivales locales com o los festivales de «posesión por la danza» de las divinidades teyyam en Kerala.

    PEREGRINACIÓN

    La peregrinación constituye una parte esencial del hinduism o y en la actualidad, con el desarrollo de la m oderna red de com unicaciones a lo largo y ancho de la India, ha aum en­ tado su popularidad. Una peregrinación es un tirtha yatra, un viaje a un lugar sagrado, llamado «vado» (tirtha), un lugar que perm ite «cruzai», donde el m undo divino toca, o confluye con el m undo hum ano. En el tirtha lo trascendente se manifiesta en la tierra, las moradas superiores se encuentran con las inferiores; es un punto de mediación entre dos 231

    El hinduistno m undos. Las peregrinaciones resultan especialm ente propicias cuando se hacen durante el festival de un tem plo, com o la procesión anual del Señor Jagannátha en Puri. En estos lugares los hindúes pueden deshacerse del «pecado» (papa) o karma acumulados, cum ­ plir con un voto (vrata), o sim plem ente disfrutar de la experiencia transformadora de la peregrinación. Durante el periodo de peregrinación se tiende a ignorar las diferencias entre las castas (aunque, quizá, no completam ente), y se potencia el que la gente se identifique con una identidad colectiva caracterizada por los ideales de igualdad y com unión22. Existen m uchos centros de peregrinación en la India; algunos son pan-hindúes, com o la ciudad de Benarés, o el tem plo de Kanya Kumárl en el extrem o más meridional de la India, mientras que otros son de interés más local o regional, com o el ya citado tem ­ plo de Guruvayur en Kerala. Las ciudades y los pueblos considerados com o sagrados para alguna divinidad específica (como Avodhya, lugar de nacimiento de Rama) o los que han surgido en la confluencia de ríos (com o Aliahabad en la unión del Ganges, la Yamuna y la mítica Sarasvati) son centros de peregrinación extrem adam ente populares. Tradi­ cionalm ente hay siete ciudades sagradas de peregrinación: Ayodhya, Mathura, Ilardwar, Benarés, Ujjain, Dwarka y Kanchipuram. Los ríos sagrados son ya de por sí lugares de peregrinación, especialm ente el Ganges, que nace en el Hintalaya y fluye hasta el mar en la Bengala Occidental; la Yamuna, que tam bién nace en el Himalaya y se une al Ganges; la Godvari, que nace en M aharashtra y fluye por el Andhra Pradesh; y la Kaveri, que fluye desde Karnataka p o r el Tamilnadu. Los asentam ientos hum anos situados a orillas de estos ríos suelen atraer a los peregrinos, especialm ente las ciudades sagradas: en el cauce pleno del río Ganges, las poblaciones de Benarés, Aliahabad (o Prayaga) o Hardwar y, río arriba, Badrinath y Kedarnath. El nacim iento del Ganges, más allá de Kedarnath en Gomukha, atrae a m uchos peregrinos a pesar de su inaccesibilidad. Otros centros im portantes de peregrinación son M athura (lugar de nacim iento de Krsna), Vrndavana (hogar en el bos­ que de Krsna) y, en el sur, Kanchipuram. También hay, tradicionalmente, cuatro moradas sagradas (dhama) correspondientes a los cuatro puntos cardinales de la India: Badrinath en el norte, Puri en la costa este, Rameshwaram en el sur, y Dwarka en la costa oeste. Es extraordinariam ente propicio realizar la peregrinación a los cuatro centros {dhama yatra) siguiendo el sentido de las manecillas del reloj, pues, según algunos hindúes, se alcanza de este m odo la salvación. BENARÉS (VARANASI)

    Benarés, es tal vez, la ciudad más im portante y famosa para los hindúes; famosa por sus ghats, las escaleras que descienden hasta el Ganges, por cuya orilla los peregrinos se bañan y a lo largo de las cuales se incineran los cadáveres. De hecho, morir en Kási, otro

    22 Véase V. Turner, The Ritual Process, Harmondsworch, 1974, págs. 80-154,

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    El ritual hindú nom bre para esta ciudad sagrada de Siva, es lograr la liberación (moksa ). Es quizá la meta de peregrinación más popular y se considera el centro no sólo de la India, sino de todo el cosmos, la totalidad de los dioses se reúnen allí y todos los lugares de peregrinación se resumen en la ciudad. Un em plazam iento que es m ucho más que un mero centro urba­ no, es el lugar que todo lo contiene, símbolo del Señor que abarca todos los fenómenos. Benarés es el gran cam po de cremación (mahdsmasána) que resum e ese gran campo de cremación que es el universo23. KUMBHA MEIA

    Los festivales kurnbha meta son reuniones especialm ente sagradas para hom bres y muje­ res santos que se celebran en Allahabad, Ujjain, Hardwar y Nasik. E! más im portante se celebra en Allahabad cada doce años, ciclo que se relaciona con el m ovim iento del pla­ neta Júpiter. D urante el festival los peregrinos y renunciantes bajan en procesión al río Ganges para lavarse. Los naga sádhus, cubiertos con cenizas y greñudos, van en cabeza, seguidos por otras órdenes de ascetas y, finalm ente, p o r los cabezas de familia24. Estas peregrinaciones atraen a enorm es m ultitudes y durante el festival kumbha niela de Allahabad de 1989 se estim ó que quince millones de personas se bañaron en el río. SABARIMALAI

    Examinemos un últim o ejem plo tom ado de Sabarimalai en los Ghats occidentales de Kerala. En este lugar se levanta un tem plo al dios Aiyappan, hijo de Siva y Mohiní, forma femenina de Visnu. La peregrinación tiene lugar en el mes de margali (diciem bre-enero) y, tradicionalm ente, dura cuarenta y un días. En el culto de Aiyappan predom inan los hombres, principalm ente jóvenes, aunque se perm ite que m uchachas prem enstruales y mujeres posm enstruales participen en la peregrinación. Los peregrinos llevan ropa negra (en algunos casos es ocre) y siguen una estricta pauta de abstinencia del sexo, el alcohol, y la ingestión de carne y huevos durante los cuarenta y un días que dura el festival. Durante el festival el peregrino se convierte en renunciante, cum pliendo sus propios ritos fúnebres, simbólicos, durante la cerem onia de la iniciación dirigida por un gurú en vís­ peras de la peregrinación. Al llegar al tem plo el peregrino rom pe un coco contra uno de los dieciocho escalones del templo, sím bolo de la disolución de su ser en la divinidad25. El peregrino d ebe llevar a cabo esta peregrinación todos los años, rom piendo un coco en cada sucesivo escalón hasta com pletar los dieciocho.

    li Véase Eck, Bañaras: City o/Ligbl, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1984. 2l> Para una descripción de prim era mano del festival kumbha meta (fechado en 1939) véase Bharati, The Ochre Robe, Sama Bárbara, Ross Erikson, 1980, págs. 228-31. Daniel, op. cit., págs, 243-78.

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    El hinduismo ASTROLOGÍA

    Existe en el hinduism o la profunda convicción de que la vida hum ana esta determ inada por el m ovim iento de los planetas, de alai que la astrología resulte de vital importancia para determ inar el m om ento (e incluso la hora) favorable para realizar los rituales. Este cálculo es clave para determ inar la fecha de las peregrinaciones, los festivales, los matri­ m onios e incluso la compatibilidad de las partes contrayentes. La ciencia de la astrología (jyotisa) se incluye com o uno de los Vedárigas26, textos que explican diversos aspectos de los conocim ientos védicos, y que se diseñaron (o se em plearon en prim er lugar) para determ inar la hora correcta de realización de un sacrificio. El astrólogo (jyotisi) es un per­ sonaje muy significativo en la vida de los hindúes, quienes tom an las decisiones im por­ tantes siguiendo sus consejos. Por ejem plo, los peregrinos de Benarés. disponen en las gradas que bajan al Ganges de una serie de astrólogos a los que pueden consultar, y los padres de m uchos niños encargan el horóscopo de sus hijos instantes después del naci­ m iento. Estos horóscopos se consultan en las ocasiones im portantes de la vida del niño para guiar en la determ inación del m om ento propicio para celebrar cada rito de paso. EL RITUAL PRIVADO Los tipos de puja que hem os descrito hasta ahora corresponden al ámbito de lo público tanto en lo que concierne a los tem plos, com o a los santuarios familiares, aunque un cier­ to grado de privacidad queda implícito en la veneración que realiza el sacerdote tras una pantalla en algunas ocasiones. Se trata de rituales propiciatorios y la comunidad, en con­ secuencia, goza de la bendición de la divinidad bajo las formas de su darsana, prasáda, y de la esperanza d e que les protegerá y guiará. Algunos hindúes, además, cum plen ritua­ les para alcanzar la salvación espiritual, que se percibe de muy diversas maneras. Estos buscadores d e la sabiduría y de la liberación del m undo material regido por el sufrimien­ to pueden ser iniciados de alguna de las grandes tradiciones del hinduism o (como la saiva, centrada en el dios Siva, la vaisnava, encardinada en Visnu o en alguna de sus encar­ naciones, o la sakta basada en la Diosa o en alguna de sus manifestaciones). Los textos que forman la base escriturística de la mayoría de estas tradiciones son los Ágamas y los Tantras, que ya hem os revisado. El devoto de una de estas tradiciones, por ejemplo, el saiva siddhánta que describe Richard Davis27, realiza en total soledad sus pújás privadas en honor a la divinidad de su elección (ista-devatá ) en un acto íntim o ante el icono de la divinidad, pero, a la par, man­ tiene una actividad ritual pública, asistiendo al tem plo y a los santuarios familiares y, en

    26 Pingree./yoftfedsfra, Astral a n d M athematical Literature, A History o f Indian Literature 4, Weisbaden, Otto Harrassowitz, 1981. 27 Davis, op. a t., pigs. 101-9-

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    El ritual hindú general, cum pliendo con sus obligaciones en tanto que cabeza de familia. Los devotos son, por lo general, hom bres, aunque las m ujeres no están necesariam ente excluidas de la iniciación en estas tradiciones. Los rituales privados, que incum ben al iniciado y buscan alcanzar la salvación espiritual no sustituyen a sus obligaciones rituales públicas. Por haber realizado los rituales privados adecuados, el devoto aspira a [a salvación espiritual bien en esta vida, bien al morir, según la tradición específica en que haya sido iniciado. Aunque el ritual interiorizado ha sido la práctica de unos pocos (los virtuosos dedi­ cados a la búsqueda de la liberación o de la adquisición de poderes espirituales, o ambas dos cosas a la vez) la mayoría de los hindúes sólo realizanpújás normales, de los dos tipos descritos anteriorm ente, en casa y en el tem plo. Una forma antigua y destacada de! culto hindú, aunque tiende a marginalizarse en los últimos tiem pos com o resultado de la popu­ larización de las ideas acerca de la no-violencia y de la preponderancia de la ideología brahmánica y su insistencia en el vegetarianismo, es el sacrificio. Se trata de un rito en el que se inmola a un animal (norm alm ente por parte de fieles pertenecientes a grupos de casta baja), que se presenta com o ofrenda generalm ente a diosas que exigen sangre. Es una práctica com ún en los pueblos y aldeas, aunque los brahm anes por lo general no la realizan (salvo que se trate de un rito védico srauta especial) por m iedo a la contam ina­ ción asociada con la m uerte (consustancial al sacrificio).

    EL SACRIFICIO Como liemos visto, existen dos tipos de ofrendas a las divinidades: ofrendas «vegetaria­ nas» de frutas, vegetales, arroz y productos similares que aceptan todos los dioses; y ofrendas no-vegetarianas o sacrificios de animales [bali) que sólo algunas divinidades aceptan. El sacrificio de animales ha sido im portante en la historia de las tradiciones hin­ dúes. Aunque a m enudo ha sido duram ente desaprobado por el hinduism o contem porá­ neo, el sacrificio de aves, cabras y, a veces, búfalos es parte integral del culto de ciertas divinidades, y en particular d e diosas feroces y violentas (o calientes), com o Máriyamman o Káli. De hecho, el sacrificio del búfalo se relaciona con el poder real y en los pueblos y aldeas puede interpretarse com o una proyección de los grandes sacrificios reales a la Diosa durante el festival de «diez días» (dassera). Si bien frecuentem ente se sacrifican aves, cabras y ovejas (pero principalm ente aves) a las divinidades masculinas y femeninas feroces, el sacrificio de búfalos sólo se produce esporádicam ente, sobre todo tras su prohibición por el Estado Indio en 1947. No obs­ tante, sí tienen lugar sacrificios de búfalos a la Diosa durante el festival de otoño de «diez días», o Durgá pújá, que conm em ora su victoria sobre el demonio-búfalo. Dada la poca frecuencia de los sacrificios de búfalos, también son raras las descripciones etnográficas. Alf Hiltebeitel cita un testim onio etnográfico antiguo, el de Sir Walter Elliot, fechado en 235

    El hinduismo 1829, que añade a su experiencia directa de una de estas ceremonias que se produjo en Gingee, Tamilnadu, en 1984. En este caso la receptora principal del sacrificio fue la diosa Kamalakkanfli, la «Doncella del Loto», cuyo pequeño tem plo se sitúa a mitad de la em pi­ nada subida al Fuerte Real de Gingee. Se asocian con la diosa en el sacrificio dos de sus siete herm anas, Káliyamman y Mariyamman. El sacrificio tiene lugar al final del festival de diez días y están implicados en él los tres tem plos de las diosas; los complicados preparativos requieren el nom bram iento de un com ité de organización com puesto, principalm ente, por miembros de una casta lla­ mada Vanniyar (son südras que reivindican una ascendencia ksatriya). Durante la cele­ bración se sacrifican dos búfalos a la diosa en el culto público y varios gallos y machos cabríos en los cultos privados realizados por individuos o familias particulares. El sacrifi­ cio en sí es ejecutado por la casta pataiyar, intocables o harijans. Las diosas Kamalakkanai y Káliyamman hacen acto de presencia bajo las formas de un tridente y un recipiente res­ pectivam ente. Más tarde se reunirán con su herm ana Máriyammao, pero en el entreacto, las acom paña la feroz divinidad masculina Virappan, que posee a uno de los paraiyars. Se conduce al prim er búfalo a un claro junto a un árbol extramuros del Fuerte Real, se le asperja con agua y se espolvorea su cabeza con cúrcum a molida roja y amarilla. Se le tum ba de costado, con las patas atadas por encima de las pezuñas, y se le decapita con varios golpes secos propinados con un gran cuchillo. El m odo tradicional de sacrificio del búfalo ha sido la decapitación, aunque Berreman relata un caso en Nepal en que el animal fue acuchillado con espadas y navajas28. En la descripción de 1829 de Elliot, recogida por Hiltebeitel, una pata seccionada del búfalo se le introducía en la boca. Esta humillación de la víctima constituye un tem a corriente en el sacrificio en que se m uestran actitudes am bi­ valentes hacia la víctima, p o r una parte, se la percibe com o sagrada y digna de ser tratada con reverencia y, por otra, es objeto d e una violencia desatada en la que se la estima sagra­ da sólo porque va a sufrir la m uerte29. En Gingee se retira en prim er lugar la cabeza de la escena del sacrificio y después se trasladan cabeza y cuerpo a la colonia harijan. Los aldea­ nos que han sido poseídos por la diosa saltan sobre el suelo m anchado de sangre y las m ujeres se untan la frente con la sangre del búfalo en calidad de señal tilak. Los repre­ sentantes de las diosas y de Virappaji (los que llevan sus emblemas) bailan en estado de intoxicación en el lugar del sacrificio, lo cual rem em ora, según Hiltebeitel, la embriaguez de la Diosa cuando m ató al demonio-búfalo. Un segundo sacrificio se produce en otro lugar del camino que lleva a la colonia harijan y el cuerpo sigue el mismo proceso que en el caso anterior. Entre tanto, las dos diosas, Kamalakkanni y Káliyamman, se encuentran

    28 Berreman, Hindus o f the Himalayas: Ethnography a nd Change, t ed., Berkeley, Los Angeles, Londres. University of California Press, 1972, pags. 378-9. 29 Girard, op cit., pag. 1.

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    El ritual hindú con su hermana Máriyammau, que es portada desde su templo materializada bajo la forma de un recipiente. En este momento tiene lugar una celebración llena de alegría, ya que las hermanas llevaban sin estar juntas desde el festival del año anterior30. La Diosa (en alguna de sus manifestaciones) es la única divinidad que acepta los sacrificios de búfalos; constituyen un medio por parte del pueblo o la comunidad para contactar con ella y, además, reflejan la jerarquía social. En cierto nivel de análisis el sacri­ ficio aparece como una representación de la propia comunidad con la Diosa ubicada en la cima. Esta estratificación social se refleja en las ofrendas durante el festival. En los «cul­ tos privados» de familias particulares se hacen ofrendas vegetarianas a la Diosa que se comen después como ágape sagrado (prasáda) por los brahmanes. Las aves y cabras que las castas carnívoras, los súdras, le ofrecen también se consideran comoprásada. Las cas­ tas intocables comen la carne del búfalo en su propia aldea. En las afueras de los límites del pueblo se ofrecen la sangre y las entrañas a los seres demoníacos31. El sacrificio del búfalo refleja el cosmos hindú con el ser divino ubicado en lo más alto, en este caso la Diosa que además puede absorber la impureza del sacrificio de sangre. En el siguiente escalón se encuentran las ofrendas y el consumo de comida exclusivamente vegetariana por parte de los brahmanes; debajo de ellos se sitúan las castas carnívoras inferiores; y por último, en lo más bajo de la escala humana los altamente contaminantes harijans. En el mundo sobrenatural los demonios se clasifican aún por debajo de los harijans.

    MITO Y SACRIFICIO La violencia que se realiza sobre el búfalo como víctima refleja la violencia de la Diosa contra el búfalo-demonio; una práctica sangrienta que, a la par, resulta un poder purificador, Al rea­ lizar un sacrificio el donante, o la comunidad, se purifica: la víctima del sacrificio, a un nivel más profundo, se convierte en sustituto del donante o de la comunidad y en cierto modo sirve para que se produzca una transmutación de los pecados del donante o de la comuni­ dad en la bendición de la Diosa. A un nivel más profundo la víctima del sacrificio actúa como sustituto del donante humano, del que realiza el sacrificio, o, tal vez, incluso de la comuni­ dad entera. Se conocen algunos textos que se refieren al sacrificio humano en las tradiciones de la India, pero es posible que nunca se materializaran tales prácticas y que sólo existieran como una posibilidad o como ideal32. La identificación de la víctima del sacrificio con el sacrificador se testifica en muchos mitos hindúes y, de forma notable, en la leyenda que se cuen­

    30 H iltebeitel, «On [he H an dling o f M eat, and R elated M atters in Tw o South Indian Buffalo Sacrifices», en L'Uomo, 9 .1 /2 ,1985, pags. 1 7 1 -9 9 31 Ibid., pag. 191.

    32 Lincoln, Myth, Cosmos and Society: Indo-European Themes o f Creation a nd Destruction , C am bridge, Mass., H arvard U niversity Press, 1986, pag. 186.

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    E l h in d u is m o ta en el Devimáhátmya, en la que Durgá mata y decapita a Mahisásura, representado icono­ gráficamente como búfalo y ser humano en una sola forma. Otro mito llamativo que sugiere esta identificación es el de la decapitación de Daksa por Siva, Está claro que Daksa, instiga­ dor del sacrificio, se identifica con la víctima del sacrificio, y, como observa Wendy Doniger O'Flaherty, Siva, igual que Virabhadra, aunque arruina el sacrificio por matar a Daksa, con­ vertido en víctima, está, de hecho, llevándolo a su completa consumación35.

    PUREZA RITUAL El concepto de pureza es fundamental para los hindúes. El que lleve a cabo un ritual, o el que lo encargue, debe estar lo más libre posible de contaminación. Lis funciones natura­ les del cuerpo y las secreciones corporales (todos los líquidos del cuerpo, el cabello y las uñas cortadas) son contaminantes para los hindúes que han de purificarse cada día duran­ te las abluciones rituales matutinas. También existen formas más graves de contaminación causadas por la muerte y el luto, la menstruación y el parto; en estas ocasiones la perso­ na afectada es considerada como contaminada y excluida de ciertas actividades, como, por ejemplo, entrar en un templo. De hecho, tradicionalmente las mujeres eran excluidas de las faenas de la cocina durante su menstruación a fin de evitar que la contaminación se extendiera al resto de la familia. En presencia de lo divino en un templo, o delante del altar doméstico, el hindú tiene que estar en un estado de pureza ritual, lo cual significa que la contaminación {mala) tiene que haber sido erradicada en lo posible. Naturalmente, existen límites a lo anterior y ciertas clases de personas nunca podían des­ hacerse de la contaminación que afecta sus cuerpos a causa de su adscripción grupal social; la entrada de una persona de casta baja en un santuario, por ejemplo, no se tole­ raba durante la pújá de los nambudris dedicada a Raktesvan. De modo parecido, sola­ mente se permite que el sacerdote brahmán entre en el sanctasanctórum del templo donde la fuerza de la divinidad es mayor.

    La escala d e p u re za y c o n ta m in ac ió n d iferen cia a los individuos e n tre sí, a los h o m ­ b re s d e las m u jeres, a la casta alta d e la baja. A dem ás d e la co n tam in ació n co tid ian a c a u ­ sad a p o r el c u e rp o y el c o n ta cto in v o lu n ta rio con su stan cias in d eseab les, existe un nivel m ás p ro fu n d o d e p u re za y c o n ta m in ac ió n q u e , p o r lo g en e ra l, se c o n sid e ra c o m o p ro ­ p ied a d d el c u e rp o , c o m o u n a su stan cia c o rp ó re a . Los b ra h m a n es, la casta m ás alta, tien en u n a su sta n cia co rp o ra l p u ra m ien tras q u e las castas m ás bajas la tien en im p u ra, y los in to ­ cables s o n los q u e p re se n ta n un m ayor g ra d o d e co n tam in ació n . A causa d e su e sta d o c o n s ta n te d e p o lu ció n , p o r la su stan cia co rp o ra l co n q u e n acen , a m en u d o se p ro h íb e la e n tra d a e n los tem p lo s o san tu ario s h in d ú es a los in to cab les, a u n q u e esta discrim in ació n ■''' O’Flaherty, Other People's Myths the Cane o f Echoes, Nueva York, Macmillan, 1988, pag. 99.

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    El ritual hindú ahora es ilegal en la India. Sin embargo, a pesar de esta legislación los hindúes de casta baja y los extranjeros son excluidos frecuentemente de los templos, pues se piensa que su naturaleza contaminante irritaría a la divinidad. La escala de pureza y contaminación es un principio organizativo y de restricción que controla la regulación de cuerpos en el espacio social hinduista. El ritual hindú no sólo expresa el culto a una divinidad (o solicita su protección, o la apacigua), sino que también asienta los principios de la identidad del grupo planteando afirmaciones implícitas y explícitas no solamente sobre quiénes pue­ den incluirse en un rito en particular, sino también, como hemos visto en el caso de los ritos de paso, sobre quiénes se excluyen de los ritos34.

    EL RITUAL Y LA POSESIÓN La posesión (dvesa) por parte de las divinidades de los templos, constituye un aspecto importante del ritual público durante los festivales. Suele producirse entre individuos de castas bajas y es, a menudo, fundamental para el proceso ritual. Igual que la presencia divina toma posesión de un icono (rnürti) en el templo, también la divinidad puede entrar y tomar posesión del cuerpo de su devoto o devota. La persona poseída se transfor­ ma en manifestación de lo divino; su cuerpo se asemeja al icono de la divinidad (vigraha, múrti). La posesión en contexto ritual por parte de la divinidad se considera una bendi­ ción de buen augurio, aunque, claro está, la posesión por parte de un fantasma o una pre­ sencia demoníaca se percibe como augurio desfavorable y requeriría la realización de un exorcismo por parte de un especialista ritual. Hasta puede darse el caso de que una per­ sona poseída por la divinidad con regularidad con ocasión del festival, termine convir­ tiéndose en «sacerdote» o «sacerdotisa» del dios35. La posesión ritual tiene lugar de forma muy llamativa en los festivales, especialmen­ te en los de las divinidades teyyam de Kerala. Estos festivales de casta baja se desarrollan en toda la región malabar en los muy numerosos santuarios que albergan a las divinida­ des teyyam bajo forma de iconos o espadas. Durante el festival la divinidad tomará pose­ sión de un bailarín teyyam, engalanado del mismo modo que la divinidad, adornado de modo extravagante con un tocado y un maquillaje elaborados (véanse fotos 19 y 20) que bailará alrededor del complejo del santuario otorgando darsanam a los concurrentes. Hay un ambiente electrizante durante estos festivales y el teyyam baila al son del frenéti­ co ritmo de los tambores que tocan sus ayudantes. El festival dura unos dos días y cada divinidad es representada a su vez por un danzante específicamente engalanado para la ejecución de la danza de esa divinidad en particular con ocasión del festival. Empieza su*3

    34 B o urd ieu , op. cit., págs. 117 -2 6. 33 Para un estu d io del fe n ó m e n o d e la p osesión a la p a r c o m o form ación cultural y c o m o ex p resió n biográfica p ersonal véase O beyesekere, Medusa's Hair, C hicago y L ondres, U niversity o f C hicago Press, 1984.

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    El hinduismo baile junto a un altar donde se sacrifican pollos y se vierte alcohol. Se presenta un espejo al bailarín que al ver su imagen reflejada cae en trance, poseído por la divinidad que está representando. Ante el altar teyyam canta en malayalam una serie de alabanzas a la divi­ nidad primero en tercera persona, después en segunda y, finalmente, en primera perso­ na, indicando esta fase final que la posesión se ha completado. Baila blandiendo espadas y escudos tomados del altar y ataca, simbólicamente, a la entusiasmada muchedumbre. A veces, el teyyam sale del recinto del templo y avanza por las calles de la ciudad hacia el templo local (en un eco de las procesiones en las que se portan los iconos de las divini­ dades), donde exige la atención del oficiante de casta alta que se encuentra en su interior. Al teyyam se le niega la entrada, aunque a veces hay un intercambio de ofrendas rituales, y se vuelve al santuario teyyam repartiendo darsanam entre las gentes que se agolpan en el camino y entrando en algunas casas, otorgándoles así su bendición. El modelo ritual consistente en llamar a la puerta del templo seguido por una prohibición de entrar en él, expresa una relación jerárquica entre la fría divinidad de casta alta de carácter pan-hindú que está instalada en el templo, y el caliente teyyam de casta baja y de carácter local. Aunque existe una clara diferencia entre la divinidad alta y el teyyam, los teyyams, si bien nunca pierden su personalidad feroz, se identifican a menudo, sin embargo, con las divi­ nidades altas. Por ejemplo, el teyyam Visnumúrti de un santuario de la aldea de Nileshwaram, se identifica con Narasimha, el avatar más feroz de Visnu. El ejemplo del teyyam demuestra cómo la posesión es un fenómeno social y cultu­ ralmente definido, según ha mostrado Rich Freeman en su estudio exhaustivo. El bailarín ritual poseído se porta de una forma ritualmente determinada. Resulta verdaderamente notable que la posesión esté determinada culturalmente y no se trate principalmente de un estado interior de conciencia del que actúa. Aunque puede haber, hasta cierto punto, lugar a la improvisación, las canciones rituales que canta acerca del teyyam siguen un modelo establecido, Freeman plantea la siguiente observación: «la posesión teyyam es una actividad fundamentalmente ritual, es decir, caracterizada por unas pautas de com­ portamiento y unas creencias convencionales que dejan poco lugar para las motivaciones y disposiciones personales»36.

    RITUAL Y MANIRA Una de las características más llamativas de todo ritual hindú es la repetición de fórmulas sagradas, los mantras, normalmente en sánscrito, que acompañan los actos rituales. Resulta extraordinariamente difícil definir el término matura, aunque en su sentido más

    36 Freeman, «Performing Possession: Ritual and Consciousness in die Teyyam Complex», en Bruckner, Lutze y Malik (eds.), Flags o f Flame; Studies in South Asian Folk Culture, Nueva Delhi, Manohar Publishers, 1993, pág. 116.

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    E l r it u a l h in d ú amplio se aplicaría a frases o palabras, generalmente en sánscrito (pero no exclusivamen­ te), en verso o prosa, que se recitan o se cantan con finalidades rituales o soteriológicas37. En la tradición védica ortodoxa se han empleado para invocar a las divinidades, para pedir su protección, y para actuar mágicamente sobre el mundo. En las tradiciones tántricas los propios mantras son considerados como divinidades, o como la encarnación del poder o energía (sakti) de una divinidad. Se pueden articular los mantras en voz alta, e incluso muy alta38; pueden susurrarse (nivel que a menudo se considera como superior al del mantra claramente vocalizado); o se puede salmodiar de una forma puramente mental, o en silencio, que se considera la forma más alta39. Especialmente relevante resulta la idea de que el maestro o gurú, detentador del conocimiento de los mantras, lo transmite por vía oral al discípulo; de ese modo el gurú colma de poder al mantra, aporta fuerza o ener­ gía a las palabras de un modo parecido a como el icono de una divinidad en un templo recibe el poder o la vida, Los mantras son fundamentales en las tradiciones rituales del hinduismo y, de hecho, las tradiciones hindúes pueden en muchas ocasiones definirse, o delinearse, por los mantras que emplean: los mantras de Visnu, o sus avatares, serán los que repitan los vaisnavas; los mantras de Siva los usan los saivas, y así sucesivamente. El mantra védico más famoso es la Gáyatrí: «om bhúr, bhúva, sva, / tat savitur varenyam / bhargo devasya dhimahi /dhiyo yo nah pracodayát», cuya traducción aproximada sería «Om, tierra, atmós­ fera, y cielo. Contemplemos la maravillosa brillantez del dios Savitr y que él guíe nuestros pensamientos»40. Se enseñan estos versos a los jóvenes brahmanes durante la ceremonia del hilo sagrado (upanayana); y son recitados cada mañana al amanecer por los brah­ manes ortodoxos. A menudo los mantras combinan unidades de sonidos, «silabas seminales» (bija), basados en la fonología sánscrita, pero que no tienen significado, con frases que sí lo tie­ nen. Por ejemplo, la frase «om namah siváya huni» contiene un elemento con significado, «loor a Siva» (namah siváya), y dos bijas, om y hum , sin contenido semántico. El man­ tra seminal más famoso es om. Om aparece por vez primera en la Atharva Veda Samhitá y se identifica con la realidad absoluta (brahmán) en la Taittiriya Upanisacft1-, con la estructura del cosmos en la Mandukya Upanisadü , y tiene cabida en todo el ritual hindú, desde el sacrificio védico hasta la p u ja diaria del templo. Se considera el sonido más sagrado del Veda y, como advierte Dermot Killingley, representa, o engloba, todo el cor-

    37 Véase Alper (ed.), Understanding Mantras, Albany, SUNY Press, 1989, págs. 3-5. 38 Ap.S.S. 24.1.8-15. 39 Mana 2.85«

    «

    RV 3.62.10. Tait.Up. 1.8. Mdndúkya Upartisad, I en Radhakrishnan, op. cit., págs. 693—705-

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    El hinduismo pus védico; es aceptado como sagrado incluso fuera de la religión hindú entre el budis­ mo y el sijismo43. Si bien om carece de significado semántico, es venerado en calidad de sonido de lo absoluto que se manifiesta en el cosmos: sería la esencia del Veda.

    RESUMEN Partiendo de diversos ejemplos se ha evidenciado que en el hinduismo existe una amplia gama de prácticas rituales encardinadas en diferentes divinidades, cada una de ellas carac­ terística de su tradición y región, pero que al mismo tiempo se detectan rasgos comunes en todo el hinduismo desde Kerala hasta los Estados Unidos. Los hindúes realizan el ritual de sacrificio y la p ú j á para propiciar a las divinidades y alcanzar sus bendiciones, además, algunos adeptos realizan rituales privados para alcanzar la salvación (m ukti) o gozar las delicias de mundos o cielos superiores (bbuktí). El ritual aporta el ingrediente de la con­ tinuidad de la tradición de generación en generación, transmite eficazmente los valores hindúes implícitos, y fija los parámetros del sentido de identidad hindú.*

    ** Killingley, «Om: the sacred syllable ill the Veda», en Lipner (ed.) , A Net Cast Wide Investigation into Indian Thought in Memory o f David Friedman, Newcastle upon Tyne, Grevatt and Grevatt, 1987, pag 14,

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    10 La teología y la filosofía hindúes

    Desde los tiempos más remotos, junto a sistemas rituales y soteriológicos que se basa­ ban en el yoga y la meditación, se desarrollaron en el hinduismo complejos y sofisti­ cados esquemas doctrinales, y una profunda especulación metafísica. A menudo se ha utilizado el término «filosofía» para describir estos sistemas. Si bien es indudable que existen similitudes entre el pensamiento hindú tradicional y la filosofía contemporánea occidental, lo que los pensadores tradicionales hindúes elaboraron sólo resultaría par­ cialmente reconocible por los departamentos de filosofía de las universidades occiden­ tales actuales. De modo alternativo el término «teología» expresa no sólo los aspectos sistemáticos y trascendentales del pensamiento hindú, sino también su carácter exegético, pero presenta el problema de que algunas escuelas de! hinduismo son ateas, y no tienen interés por algo que en griego se denominaba «theós». Ambos términos se usa­ rán en las páginas que siguen al estimarlos adecuados. Los vocablos sánscritos que generalmente se traducen como «filosofía» o «teología» son darsana (sistema de pen­ samiento expresado por una tradición de comentarios basados en distintos textos fun­ damentales) y ánviksiki, «análisis» o «ciencia de la investigación» encardinada en el campo de los conocimientos védicos, y que se emplea especialmente en referencia a la lógica (nyáyá)1. El término darsana, derivado de la raíz verbal drs, «ver», implica «vista», o incluso «visión», del mundo y se emplea para referirse no sólo a los sistemas ortodoxos (dstika) que reconocen el Veda como revelación, sino también a las opinio­ nes heterodoxas (ndstika ) tales como el jainismo, budismo y el materialismo (lokáyata). El término darsana también se emplea en un sentido bastante diferente para referirse a la acción religiosa de contemplar una imagen de algún templo o a un santón vivo, Los darsanas ortodoxos han codificado sus enseñanzas en forma de aforismos lla­ mados sütras («hilos»), frecuentemente demasiado condensados para comprenderse sin el recurso a un comentario (bhásya). Estos comentarios constituyen la expresión exegética de la tradición y presentan, a su vez, subcomentarios y glosas redactados basándose en ellos. Se desarrollan controversias muy sutiles y refutaciones técnicas de las escuelas rivales en la literatura de los comentarios. Estas controversias han sido a menudo muy ingeniosas y de un gran rigor intelectual; y dificultan seriamente algunos intentos hindúes recientes de desmontar las diferencias entre diversos darsanas, o de percibirlos como

    1 Halbfass, India and Europe, an Essay in Understanding, Albany, SUNY Press, 1988, pags. 263 -8 6,

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    aspectos complementarios de un único sistema. Se pueden resumir las características generales de los darsanas ortodoxos hindúes como sigue: - aceptan la revelación del Veda; - afirman que la liberación (moksa) es su objetivo; - son de carácter exegético, ya que se expresan principalmente a través de comenta­ rios y subcomentarios sobre la revelación (las Upanisads) y sobre textos denomina­ dos Sütras que forman la fuente escriturística de las escuelas filosóficas o teológicas; - presuponen una realidad trascendental más allá de las contingencias de la condi­ ción humana; - ofrecen explicaciones e interpretaciones sistemáticas; - se interesan por la estructura del cuerpo, la naturaleza de la materia y el funcio­ namiento de la conciencia. Estas características generales se relacionan directamente con cuestiones y preocupa­ ciones básicas del pensamiento hindú, especialmente la ontología o naturaleza del ser, y la epistemología, o teoría del conocimiento. Los problemas ontológicos se relacionan íntima­ mente con la filosofía (o teología) del lenguaje, especialmente en lo que concierne a la rela­ ción entre lenguaje, conciencia y ser, mientras que las cuestiones epistemológicas tienen que ver con los medios de cognición válidos y los métodos de la lógica y la inferencia. En las controversias relativas a estos asuntos los darsanas terminaron elaborando una terminolo­ gía común, especialmente en lo referente a los seis medios o métodos válidos de conoci­ miento (pramana): percepción (pratyaksa), inferencia (anum ána), testimonio verbal (.iabda), analogía (upam ána), suposición (artbápatti) y no-aprehensión (abháva). Los dis­ tintos darsanas aceptaron todos, o algunos de estos medios de acceder al conocimiento. Si bien el florecimiento de la filosofía y teología hindúes tiene lugar entre los siglos vn y xvn d.C., los orígenes de la especulación filosófica se remontan al Veda. Según el esquema de Frauwallner y Halbfass la historia de la filosofía india puede dividirse en los siguientes grandes periodos: - el pensamiento presistemático de los Vedas, Upanisads, la épica y los primeros tex­ tos budistas; - los sistemas clásicos de especulación del hinduismo, budismo y jainismo; - las teologías de las escuelas teístas de los Vdisnavas y saivas, claves durante el segundo milenio d.C.; - la filosofía india contemporánea y actual (de los siglos xix y xx) que se asemeja a la filosofía occidental2.

    2 Ibid., pág. 35-

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    IA ESPECULACIÓN PRESISTEMÁTICA ANTIGUA Uno de los textos más antiguos donde se detecta la tendencia hacia la especulación meta­ física es un himno del Rg Veda que plantea una serie de cuestiones acerca del origen de las cosas, y en particular sobre si en el principio hubo existencia (sat), o no-existencia (asat) y que ya repasamos (en el capítulo 2). Aunque es posible que los términos sal y asat no tuvieran un significado técnico o filosófico en estos textos primitivos, el himno demuestra una gran fascinación y sofisticación intelectual al tomar en consideración un estado anterior a la existencia o la no-existencia y más allá de la muerte o la inmortalidad. El texto concluye con ironía: «Cómo surgió la creación -s i se formó a sí misma, o si ocu­ rrió lo contrario- sólo aquel que la contempla desde arriba, desde el cielo más alto, puede saberlo, aunque tal vez no lo sepa»3. Una especulación de carácter más sisteman co comienza con las Upanisads. De especial interés resulta el capítulo 6 de la Cbándogya Upanisad donde el maestro Uddálaka Áruni, uno de los primeros teólogos, expone sus enseñanzas a su hijo, de vuelta a casa y lleno de presunción tras doce años de estudios védicos. Uddálaka le dice que la existencia (sat) está identificada con brahmán como fun damento del cosmos y la esencia de todas las cosas4. Muy interesantes resultan las especulaciones védicas acerca de la naturaleza del leu guaje, que presagian un tema y una escuela de pensamiento que se desarrollaría en tiem pos posteriores. En el Rg Veda se contienen himnos dedicados al poder del habla (m il ), entendido como diosa que hace sabios a los hom bres5.76A través del habla, medio prin< > pal de los sabios védicos, se manifiesta la verdad y la verdad del habla es un poder. En las Upanisads el habla se identifica con el brahmán absoluto a partir del cual se manifiestan las apariencias, los nombres y sus formas. La relación entre el brahmán no manifiesto y el mundo de la multiplicidad se establece a través del sonido cósmico del mantra aum (' El texto afirma que igual que todas las hojas se mantienen unidas por un tronco, de igu.il modo todos los sonidos se mantienen unidos por a u m 1.

    LA TEOLOGÍA Y EL LENGUAJE HINDÚES Cualquier intento de comprensión de la teología hindú ha de partir del lenguaje y l.i comunicación. La revelación es una comunicación a la humanidad por medio de s.ih n >-. que se expresa en un lenguaje, específicamente en el «perfecto» lenguaje sánscrito. I■

    3 KV 10.129. Traducción de O'Flaherty, TheRig Veda, págs. 25-6. 3 Ch.U 6.2.1-2. Traducción de Radhakrishnan, op. cit., págs. 447-9. 5 RV 10.125. 6 Ch.U. 2.23.3; 6.13 Véase Coward y Raja, The Philosophy o f the Grammarians, nncyclop.irdi.i ol Indian Philosophies, Princeton University Press, 1990, págs, 101-5. 7 Ch.U. 2.23-3

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    mandatos del Veda se verbalizan (se hacen lenguaje), y las tradiciones de los comentarios teológicos se expresan por medio del lenguaje. Para los hindúes védicos el lenguaje ins­ pira, aclara y revela verdades y significados y, así, constituye el punto de partida de la investigación teológica (brahmajijñásá). El lenguaje aparece como punto de interés fundamental en la teología hindú que asume (y utiliza) una larga tradición de análisis lin­ güístico. Esta tradición puede remontarse hasta las «articulaciones del Veda», oVedáñgas, las ciencias auxiliares que se enseñaban a los brahmanes y que aseguraban la correcta transmisión del Veda de generación en generación, y una adecuada ejecución de los rituales. De los seis Vedáñgas (véase pág. 69), la gramática iyyákarana) y la etimología (nirukta) tienen que ver directamente con el lenguaje como sistema abstracto, mientras que la pro­ nunciación (siksa) y la prosodia (chandas) atañen a la expresión. La ciencia de la gra­ mática (vyákarana) evolucionó como tradición independiente, un darsana aparte, y aportó la inspiración y precisión analítica necesaria para otras escuelas más directamente interesadas en los temas teológicos.

    LOS GRAMÁTICOS Desde al menos el siglo va.C., una fecha asombrosamente antigua, se había desarrollado en la India una ciencia del lenguaje de tal categoría que ha llegado a influir de modo nota­ ble en la lingüística moderna gracias al estudio del sánscrito, y a la traducción a idiomas europeos de algunos de sus textos clave en el el siglo xix, El lingüista hindú más antiguo de quien tenemos noticias, Pánini (fechable hacia el siglo v a.C.), en sus «Ocho Capítulos» (Astadhyáyñ) creó una gramática descriptiva analí­ tica del sánscrito que cubría el análisis de fonemas, sufijos, frases, la reglas para combinar palabras (sandhi), y la formación de raíces verbales. Esta obra aún no ha sido superada y su cabal comprensión ha sido posible solamente con el desarrollo de la lingüística moder­ na en Occidente. Aunque los 4.000 sútras en que consiste este texto contienen poca teo­ logía directa, es la obra fundamental con la que se confronta el idioma posterior y el punto de referencia para las subsiguientes interpretaciones de los textos védicos. También aporta la base para una escuela gramatical que tuvo intereses teológicos además de los estrictamente filosóficos.

    LENGUAJE, CONCIENCIA Y SER Con Bhartrhari (siglo v d.C.), principal pensador de la escuela de los gramáticos, la gra­ mática se pone al servicio de la teología. Bhartrhari considera a la gramática como disci­ plina básicamente concernida por la naturaleza de la existencia y, en última instancia, pol­ la búsqueda de la liberación. El análisis del lenguaje se convierte no sólo en una tarea en sí (o una tarea para asegurar la correcta transmisión del Veda), sino en un camino o una puerta que conduce a la liberación, un medio para liberarse de la transmigración: el brah-

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    m an inmortal se deja conocer por medio de la purificación de la palabra que se produce gracias al estudio de la gramática8. El estudio y uso de formas «correctas» de lenguaje genera una fuerza que conduce al éxito y la fortuna y aleja al alumno de las tendencias impuras (es decir, las incorrectas) del habla y le acerca al objetivo puro de la visión de lo absoluto. Los seres humanos pueden salvarse gracias al lenguaje y, específicamente, a su comprensión profunda y precisa. El lenguaje en esta escuela alcanza un status extraordinario llegando Bhartrhari a identificar la realidad absoluta con el lenguaje purificado y a relacionar el mundo impuro de la transacción humana con el absoluto puro, atemporal, por medio del lenguaje. El ser absoluto no está fuera, o más allá del lenguaje; su esencia es el lenguaje. El lenguaje es el vínculo entre el ser en su carácter atemporal, unitario e impersonal, y el ser en tanto expe­ riencia contingente, sujeta al tiempo y particularizada. El término que empleó Bhartrhari para denominar a lo absoluto identificado con el lenguaje es «absoluto sonoro» o «absolu­ to de la palabra» (sabdabrahman), un principio cuyo acceso vence la ignorancia (avidyá). La ignorancia nubla nuestra visión de lo absoluto sonoro, pese a que dicha ignorancia es en sí una manifestación del propio absoluto, creada por el poder del tiempo. A partir de un estado puro, no-secuencial y no-manifestado que Bhartrhari denomina «el que ve» (pasyanti), lo absoluto sonoro se manifiesta de una forma sutil, en la que el poder del tiempo comienza a obrar, creando espacio, secuencia y llegando a ser comprendido por los humanos como pensamiento, Este nivel mental es la estancia «media» (m adhyam á), caracterizada por los poderes del tiempo (que es primario) y el espacio. En la fase final de vaikhari, lo absoluto sonoro está completamente expandido y el poder del tiempo mani­ fiesta su diversidad y las relaciones causales: el tiempo es la fuerza que restringe todos los acontecimientos del universo y es expresado en la secuencia del lenguaje humano corriente9. El lenguaje, en sus modos manifestados de habla mental (m adhyamá), y habla ordinaria (vaikhari), es impulsado y diferenciado por el tiempo, pero su venero es el «lenguaje» en cuanto sustancia pura, atemporal, trascendental y purificada. Bhartrhari, además, relaciona esta división tripartita del lenguaje y la existencia con la notable «teoría de la revelación» del significado (sphota). El nivel de vaikhari vác es el nivel de la frase pronunciada, que es entendida en un instante de comprensión o intui­ ción (pratibhá): el significado es descubierto como en una Gestalt repentina. Este ins­ tante de comprensión es la revelación (spbota) del significado de la frase en tanto que unidad integral completa. Los que desconocen un idioma específico descomponen la frase en palabras y fonemas, pero el nativo comprende de manera directa y unitaria, igual que una persona comprende un cuadro como totalidad y no como conjunto de líneas y

    " Vakpad. 1.131 9 Coward y Raja, op. cit., págs. 40-1.

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    colores101. Sphota es el estallido del significado de una frase, un libro o un poema; como una revelación que parte de un nivel más sutil cuyo terreno primario es lo absoluto sono­ ro. Este absoluto, cuyo conocimiento constituye una «intuición» (pratibhá), es el objeti­ vo último, además de la fuente, del lenguaje. Las teorías del lenguaje son también teorías de la conciencia con la que está íntima­ mente relacionado. Varios términos para denominar la conciencia (cit, citta, caitanya, samvit) son el punto central de muchos sistemas filosóficos y teológicos indios, especial­ mente la escuela de sólo-conciencia (vijñánaváda) del budismo, y la escuela del correcto reconocimiento (pratyabhijñá) del saivismo de Cachemira. Y, sin embargo, hasta cierto punto la cuestión de la conciencia está presente en todos los sistemas filosóficos indios, especialmente en lo referente a su relación con el lenguaje y con el ser. De hecho, muchas escuelas, especialmente el saivismo de Cachemira y el vedánta advaita, identifi­ can la conciencia purificada o absoluta con el ser. A veces se considera que esta concien­ cia purificada va más allá del lenguaje, mientras que el lenguaje comunicativo cotidiano, que expresa el deseo, impide que la conciencia realice su verdadera naturaleza inefable, Para los gramáticos el lenguaje es la característica diferenciadora de la conciencia huma­ na que, en su nivel más profundo, se identifica con el ser. Sin estar de acuerdo con los gramáticos, todas las escuelas del pensamiento indio responden, de alguna manera, a la escuela de los gramáticos, participan en el debate acerca del lenguaje, su relación con la conciencia y el ser, y emplean una terminología filosófica compartida.

    LO UNO Y LO MÚLTIPLE Además del interés por el lenguaje y su relación con el ser, las teologías hindúes han ahondado en la comprensión de la relación entre «lo uno» y «lo múltiple». La revelación hindú y la experiencia yóguica se refieren a una realidad absoluta que es unitaria y sin derivaciones; y, sin embargo, la experiencia del mundo nos dice que la existencia es múl­ tiple y diversa. ¿Cuál es la relación entre este «uno» único, y este «múltiple» diverso?. Algunas teologías hindúes sostienen que se trata de una identidad, que lo absoluto es en última instancia idéntico a lo múltiple y su diferencia es mera ilusión; otros exponen que se trata de una relación de diferencias y que ambos son ontológicamente muy diferentes; e incluso otros sostienen que a la par la identidad y la diferencia son aplicables a la rela­ ción entre lo uno y lo múltiple11. Las teologías hindúes, por tanto, llegan a conclusiones diferentes en lo relativo a esta pregunta fundamental.

    10 Ibid., págs. 10-11. Véase también Coward, The Sphota Theory o f Language, Delhi, MI.BD, 1986; Raja, Indian Theories o f Meaning, Madras, Adyar Libraiy and Research Centre, 1963, págs. 95-148. 11 Acerca de estas posturas véase Pereira, Hindu Theology Themes, Texts a nd Structures, Delhi, MLBD, reimpresión, 1991, págs. 37—