El Giro Cultural de Jaume Aurell

El Giro Cultural de Jaume Aurell Robinson Alejandro Burbano Vega Taller del Historiador II Presentado a: María Teresa Pé

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El Giro Cultural de Jaume Aurell Robinson Alejandro Burbano Vega Taller del Historiador II Presentado a: María Teresa Pérez. El giro cultural no se identifica con los giros lingüísticos e históricos, aunque tiene vinculaciones con ellos. Este giro se interesa por el lenguaje y sus estructuras más profundas le alejaron también, de la tradición marxista y de otras ciencias sociales como la sociología y la ciencia política. El Giro cultural se caracterizó por una gran heterogeneidad en sus referentes intelectuales, dotando a dicho giro cultural con una enorme capacidad de aglutinación y consenso epistemológico. Ronal G. Suny en 2002 plantea siete contribuciones importantes del giro cultural a la historia y a otras ciencias sociales: 1. Para el giro cultural no existen instituciones o culturas atemporales, descontextualizadas o históricas; en consecuencia, siempre deben ser estudiadas a la luz de un tiempo y un espacio determinados (el texto y su contexto) 2. Mientras que los giros históricos y lingüísticos enfatizan el peso del lenguaje en la interpretación y en el devenir histórico, el giro cultural se centra en el poder de la cultura como fuente fundamental de la cultura de comprensión histórica. 3. La cultura es considerada como un sistema coherente de símbolos y significantes que deben ser descifrados por el historiador y por el antropólogo, a través de un proceso de problematización. 4. Pone un mayor interés en los procesos de identidad nacionales, compartidos por los grupos sociales y las dinámicas del poder- de ahí su vinculación con la historia social y la nueva historia política. Sospechando de lo estable, lo racional, la soberbia del sujeto, tal como Foucault. 5. El giro cultural ha oscilado desde la elaboración de sistemas de significado al estilo Geertziano, a la exploración de los regímenes de dominación y de poder, con lo que también ha conectado con la gender history y con los estudios de ciencia política, centrados en las concepciones, los discursos y las generaciones del poder. 6. El giro cultural, considera al estilo narrativo como el mejor procedimiento para describir la experiencia social. El relato no solo transmite no solo una información concreta, sino que además proporciona las mejores herramientas epistemológicas al historiador. Las conexiones con los movimientos narrativitas y la microhistoria son evidentes. 7. El giro cultural se identifica con la antropología en su dimensión más etnográfica, es decir, en la que es capaz de insertarse en un tiempo y en un espacio para analizar la cultura. Más adelante Aurel,, nos habla sobre la Nueva Historia Cultural, diciendo que los referentes de ésta se remontan a la vieja aspiración de una historia cultural que sustituyera la reducción de la historia a los fenómenos políticos o diplomáticos. En este contexto la Nueva Historia Cultural era también una mezcla eclética que pretendía recuperar y renovar

los nuevos postulados de historiadores de la cultura como Burckhardt y Huizinga, para los que el objetivo principal de la disciplina histórica era el análisis de un proceso cultural. La nueva historia cultural, sin embargo, se consolidó a través de un complejo de criba epistemológica, después de haber superado la fase de la historia de las mentalidades, de haber rechazado las propuestas basadas en la teoría literaria más radical y de haberse apropiado de las ideas de Clifford Geertz y la moderna antropología como referentes intelectuales más próximos. Más adelante, la nueva historia cultural renuncia por un lado a conquistar la historia total del paradigma- que le había hecho perder su especificidad- pero al mismo tiempo asumiendo una visión mucho más poliédrica de la realidad. Esta historia pasa de tener como gran referente la estructura de las clases sociales o mentalidades y pasando asía al individuo. La nueva historia cultural no tiene miedo al estudio del fenómeno aislado y singular- algo que los historiadores de las mentalidades siempre habían recelado- y ene esto se aprecia un flujo más profundo de los postulados de la nueva historia narrativa y de la microhistoria. Este tipo de historia habla de temáticas relacionadas con la antropología como la fiestas, folklore, rituales, símbolos etc… La nueva historia cultural rechaza el reduccionismo del historicismo clásico y de la historia económica, abandona el sueño de la objetividad, reconoce el papel fundamental de la imaginación en la reconstrucción histórica y, y dejando a un lado las antiguas aspiraciones totalizadoras, opta por la vía intermedia de la ciencia social interpretativa tal como han diagnosticado y postulado Clifford Geertz y Charles Taylor. La comprensión prima sobre la explicación, la narración sobre la estructura y la hermenéutica sobre el análisis causal en el acceso al conocimiento del pasado. Sin embargo, la nueva historia cultural también parece tener aspiraciones a la historia total, como no podría ser de otro modo en una corriente que pretende ser hegemónica. El desarrollo de tres renovados ámbitos – el de la narración, el de la política y el de la cultura- trajo consigo la revitalización de otros nuevos intereses. Se divulgaron así la microhistoria, como una concreción de la nueva historia narrativa, y la historia social del lenguaje, como una concreción de la nueva historial cultural. Microhistoria: La microhistoria no se puede separar de las condiciones políticas e histórico-filosóficas a las que se halla vinculada. Ésta se interesa por la vida de las personas que llevan una existencia ordinaria porque reflejan con mayor naturalidad las aspiraciones, los valores y los principios de una sociedad. Este planteamiento renunciaba definitivamente a considerar el poder político y los condicionantes económicos como los principales elementos constituyentes de la historia, tal como habían postulado el historicismo clásico y el materialismo histórico respectivamente. Se planteaba, además, que las culturas no tienen una historia única. Y que exige una visión múltiple, poliédrica, que sea un reflejo de la libertad humana. En el fondo, lo novedoso en la microhistoria es la prioridad del relato, porque el

aprovechamiento de un pequeño acontecimiento como fuente de conocimiento universal era algo que la historiografía ya se había plateado hace tiempo. La nueva microhistoria era fruto de algunos delos principales postulados surgidos del giro lingüístico, a los que habría que añadir las consecuencias del giro cultural. La microhistoria se basa en la narración de un hecho singular con aspiraciones globalizantes. La historiadora norteamericana Davis con su trabajo, consigue exponer en la práctica lo que White había desarrollado teóricamente unos años antes: que la narración no solo es una forma, sino que implica un contenido y una intencionalidad en sí misma, al escoger deliberadamente lo que considera más significativo y que merece la pena recordar y lo relata de modo que ve más conveniente. Lo que en el fondo se plantea, es la legitimación de la hermenéutica como modo de acceso a la realidad histórica. Davis más allá del procedimiento hermenéutico, cuestionando radicalmente la existencia de una frontera entre el hecho y la ficción. Davis pone en el tablero de la metodología histórica un nuevo elemento: el de la facultad imaginativa del propio historiador. La imaginación es, desde luego, una de las claves del hermeneuta. A través de ella, el historiador es capaz de alcanzar el punto esencia del objeto histórico que está analizando. Lo factual y lo ficticio, lo verificado y lo imaginado, se fusionan pero eficazmente en el Martin Guerre de Davis. El debate posterior a la publicación del libro puso de manifiesto que la intención de Davis era la legitimación de la capacidad del historiador de llenar con su imaginación-innetion, según el expresivo concepto utilizado por la autora-las lagunas de la documentación. Pero dicha imaginación se basa en dos aspectos: 1.En un profundo conocimiento interno de la estructura de las fuentes. Lo que le permite al historiador avanzar en el relato pese a los vacíos del mismo, supliéndolos por la suposición racional de quien crea el relato. 2. Se basa en el conocimiento del contexto, de las condiciones sociales, económicas, culturales e intelectuales de una región. A través de la conjunción de estas dos fuentes de conocimiento – texto y contexto. Lo que los microhistoriadores postulaban era la posibilidad de acceder a esas conclusiones macrohistóricas a través del estudio de la gente corriente. La microhistoria no funciona sino está debidamente documentada, por lo cual no conseguiría hacer historia global desde una escala micro. Historia Social del Lenguaje: La historia social del lenguaje surgió como fruto de una combinación entre el triunfo tardío de la historia social y en influjo de la disciplina histórica. Es posible que el desarrollo de la historia social del lenguaje esté relacionada con la tendencia de la nueva historia cultural al poner el énfasis más en el consumo más que en la producción, en el capital simbólico más que en el material y, en definitiva, en el código lingüístico más que en lo transmitido. A partir de nociones de la historia social como identidad y marcador, la noción de código, (entre otras) comienzan a ser importante en el ámbito de la historia y otras disciplinas sociales.

Durante los años ochenta, algunos historiadores herederos de los postulados del giro lingüístico, reconocieron la oportunidad del estudio del lenguaje como una institución social, como parte esencial de la cultura y como una manifestación de una determinada manifestación. Otros, más radicales, herederos de un posmodernismo ortodoxo de un Hayden White o de un deconstruccionismo de Jacques Derrida, se llegaron a plantear si la realidad venía condicionada por el modo de comunicar , más que por el mismo objeto comunicado: dicho en otras palabras, la primacía del significante sobre el significado. El lenguaje se acaba considerando como una parte esencial de la realidad que posee verdadera entidad social, porque los códigos lingüísticos pasan a instrumentalizar a quien los usa, al dejar de ser instrumento pasivo para convertirse en un agente creativo y activo, postura de White. Derrida ha llegado a afirmar que la lengua usa a quienes la hablan en lugar de que éstos sean los que se sirven de ella. El lenguaje, el código o el registro que se emplea es una parte decisiva del mensaje y por tanto el historiador no la puede pasar por alto. El lenguaje, se a éste referencia o referenciado, pasa a un primer plano. Los historiadores sociales del lenguaje se interesan también por las relaciones entre el texto y el contexto, porque parten del postulado de que los miembros de un mismo grupo social o de una idéntica comunidad emplean diferentes variedades del lenguaje en diferentes situaciones. El contexto en el que se inserta el discurso lingüístico es identificado por los sociolingüistas como el registro. El talón de Aquiles de la historia social del lenguaje es que no es nada sencillo resolver la siguiente ecuación: ¿es la lengua la que modela la sociedad en la que se usa o es un simple reflejo de la sociedad que la usa? El debate de la referencialidad del lenguaje se pone en juego también al verificarse que las convenciones lingüísticas persisten a menudo a mucho después de haber cambiado las estructuras sociales en las que se habían creado y que, supuestamente las sustentan. Entonces, el lenguaje se lo puede considerar como una importante fuente de dominación simbólica, a la manera de Bourdieu. Se pone así de manifiesto la utilidad social de la lingüística para el análisis de las hegemonías culturales y de poder.