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Fernando Bermúdez Ardila Fernando Bermúdez Ardila Bogotá Titulo original: El Dorado en el Amazonas I Edición: Fernan

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Fernando Bermúdez Ardila

Fernando Bermúdez Ardila Bogotá

Titulo original: El Dorado en el Amazonas I Edición: Fernando Bermúdez Ardila [email protected] www.fernandobermudezardila.com © 2009: Fernando Bermúdez Ardila Primera edición Julio 2009 Bogotá Colombia. Diseño y diagramación: Grupo Vector Ltda. [email protected] www.grupovector.com Tel: 7042140 - 3112106948 Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o trasmitida por ningún medio sin permiso del autor. ISBN 978-958-44-5405-8 Impreso en Colombia.

Quien me quiera creer que crea. Si alguien se acuerda de mí, dirá que nací y viví en el lugar más violento, habitado por criminales, asesinos y corruptos; que fui maltratado, torturado y privado de mi libertad; TXHKHHVFULWRFXDQWRYLYtHQHOLQ¿HUQR\FyPRHVFDSpGHpO

El mar verde, al sur del continente americano; la selva más mítica del planeta, la impenetrable, la indescifrable, llena de mitos, leyendas y obsesiones, de las que nadie ha hablado si ingresó hasta su corazón… Misterios que permanecen vivos aún después de más de 500 años del descubrimiento, la misma que obsesionó a Jiménez de Quesada, Sebastián de Belalcázar, Pedro de Añazco, Cortés, Balboa, y los hermanos Pizarro. A la que por obsesión muchos ingresaron y entregaron, ante sus encantos, la vida. De ella se dice que existen las más formidables culturas ricas tanto en sabiduría, como en metales y piedras preciosas. Culturas que motivaron a osadas aventuras a quienes nunca regresaron. Allí, en el Amazonas, dicen, se encuentra en todo su corazón, rodeado de una jungla agreste y despiadada, cuidada con amor de madre la ciudad de…

El Dorado

Primera Parte

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n El Dorado fueron hallados antiguos y roídos mapas WRSRJUi¿FRV GHO $PD]RQDV \ XQ FXDGHUQR +DQ VLGR descifrados los caracteres escritos en clave y se sabe que pertenecieron a Alejandro Castillo. Relatan historias deshilvanadas de su viaje a la selva, algunos eventos relacionados con los anales históricos de la ciudad, que no se ciñen estrictamente a las fechas en que en realidad sucedieron. Los manuscritos, conservados y estudiados en la Biblioteca de El Dorado se incluyen a continuación, respetando sus incoherencias.

Lugares de partida de las Expediciones Algunas Rutas - Río Negro - Madeira - Río Bronco

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Jueves, 20 de septiembre /En la Fortificación LA CASA DE LOS TRAIDORES Llevamos muchos días caminando dentro de la selva y el tránsito es cada vez más difícil. Cuando logramos cruzar los sedimentados afluentes, encontramos inmensos árboles que no podemos franquear. Sólo vemos el tronco y las raíces. Son demasiados días sin ver la luz del sol, el grueso techo no la deja pasar. He perdido la cuenta de cuánto hemos caminado. Días, semanas, meses. Mi reloj no funciona. He establecido unas fechas para los acontecimientos, seguimos caminando, los días pasan y no pasa nada. No hallamos nada. Nos hemos detenido en un paraje menos oscuro. Bruno nos sigue dirigiendo, trato de ubicarme a través de los mapas pero no puedo. No sabemos en dónde estamos. (…) Hemos encontrado un claro de la selva donde descansaremos los próximos días. Hay menos suelo inundado. No me arriesgo a probar ni una sola hoja. Bruno escogió algunos cogollos para comer. No tienen sabor. No me puedo imaginar cómo hubiera sido el desplazamiento de no contar con su presencia; por el contrario, la aversión que siento por Jorge Iván no disminuye… y yo, con la tribulación más grande por el incidente que él provocó… arruinó la vida armónica de la tribu que nos tendió la mano, que le brindó ayuda a él ya moribundo, los hundió en el más indescriptible dolor y nos apartó para siempre de ellos, me duele también saber que Bruno perdió una gran amistad. No soporto su cercanía, pero menos lo soporto a él, me aterra saber que permití que vulnerara la inocencia de una niña, la estabilidad de la selva… no se cómo podría deshacerme de él, me aterroriza saber que no es lo único decadente que podría hacer, ahora veo cuan bajo puede caer. (…) Continuamos caminando entre interminables verdes. Hallamos las ruinas de un fortín… al parecer con fines militares, la vegetación tupida e impenetrable

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lo ha invadido. Hasta los troncos son verdes, pues están cubiertos por musgo. Es difícil distinguir entre esta inmensa variedad. Cualquier cosa podría esconderse en este lugar sin problema. Siento que nos acechan agazapados… que nos atacarán y no podremos detectarlos. ¿Quién? No sé, me siento vigilado. (…) Ingresamos a la fortificación y hallamos en su interior las ruinas de una opulenta y antigua construcción, su atmósfera me deprime aún más. Pude ver el miedo en los ojos cobardes de Jorge Iván, no me sorprendió… Bruno y yo caminábamos adelante. Recorrimos el lugar y hallamos una muralla perimetral construida en tapia pisada, de igual modo que las edificaciones coloniales españolas durante el periodo de conquista. También estaba tupida de vegetación. Sin embargo es imponente, tiene más de cinco metros de altura. El olor a humedad es insoportable. Ingresamos a través de un portón de madera fuertemente adherido a la construcción, observé pequeñas tallas que describen rutinas indígenas y la llegada de españoles, el lugar está parcialmente derruido, no se puede respirar, siento asfixia, me duele el pecho. Bruno trató de tranquilizarme pero no sé cómo lo habría logrado. Hemos hallado un antiguo fortín, estoy emocionado. Sin embargo, este lugar es más húmedo y más frío que la selva virgen. Las paredes propagan el frío. Hemos accedido a una sala interina que aún conserva vestigios de muebles, marcos que alguna vez comunicaron salones y compartimientos, paredes que no resistieron el paso del tiempo, es posible ver adobes y partes de los muros diseminados por doquier… En la enorme sala interina de la casona descubrimos algo aterrador. Incontables esqueletos humanos decapitados perfectamente alineados, como si alguien los hubiese organizado después de matarlos. Los cuellos tienen cortes impecables o profundos, diría que las cabezas fueron situadas deliberadamente y que algunas de ellas no corresponden a sus cuerpos. La atmósfera de este lugar es espeluznante. Nuestra estupefacción es infinita, escasamente podemos respirar. Atravesamos la enorme sala evitando pisar la osamenta cubierta por telarañas y

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arbustos, me pregunto si el hedor a mortandad no habrá atraído a algún animal hasta aquí… no lo creo o de lo contrario los esqueletos no estarían dispuestos de esa manera. Más y más maleza, la humedad incrementa. La selva se apropió del fortín. Las paredes tienen plantas que las atraviesan y aceleran su desmoronamiento. El hallazgo casi nos hizo olvidar que el hambre era intolerable, no había nada que pudiéramos comer. Hallamos más remanentes de opulencia, algunos vetustos cuadros de arte indígena que se han corroído paulatinamente sin arruinarse del todo, tejidos autóctonos y algunas piezas de cerámica extrañamente conservadas... El techo con pinturas artesanales se ha caído a pedazos… Un silencio sepulcral domina el lugar. Se aprecia una energía macabra. Respiramos con dificultad. Jorge Iván busca una y mil excusas para salir corriendo. A mí la curiosidad no me deja irme. Que tiene hambre, sueño, que está asustado, que no tolera el encierro, que huele terrible… Bruno siempre permaneció en silencio. Miraba estupefacto. Me sugirió que debíamos buscar un lugar dentro del fuerte para quedarnos en la noche, y ahora que ha anochecido, al menos estamos a salvo de las aguas tumultuosas. Jorge Iván no ha dejado de refunfuñar, tuve que decirle que escogiera entre la selva y este lugar. Por fin se calló. No puedo apartar la cara de la madre de la niña indígena… no lo tolero un segundo más… Dormimos en una esquina de la fortaleza que despejamos, usamos la maleza y los remanentes de los muebles para una fogata, pero fue en vano. El frío es inaguantable. Daría mi vida porque aún quedara alguna alcoba, no hay nada. Maleza, plantas, agua… selva…osamenta esparcida por doquier.

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Sábado, 22 de septiembre / En algún lugar de la selva… Continuación… Anoche, prendimos una fogata donde el techo estaba desplomado. Comimos algunos cogotes de plantas que invadieron la edificación y Bruno logró pescar en el estanque formado a unos metros del vestigio con el agua de un río. Un fuerte y premonitorio viento apagó la fogata… Nos acostamos a dormir en otra esquina diferente, donde no entraría la lluvia si así pasase. Intentábamos ignorar el miedo para poder dormir, pero no pudimos. El frío era impresionante y no teníamos con qué cubrirnos. Trataba de pensar y descifrar, poner mis ideas y ubicación en orden para crear una ruta y continuar con nuestro recorrido, pero es desesperante saber que no sé ni dónde estoy. Desde la devastada casona, los sonidos de la selva eran arrulladores silbidos. De repente, la lluvia arremetió, con tanta fuerza cayó que el estanque rebasó el nivel que tenía cuando Bruno pescó. La tenue luz de la luna se filtró a través de los agujeros del techo. No pudimos dormir, el tiempo pasaba más lento que afuera, cuando estábamos en plena selva… Estábamos acostados tratando de conciliar el sueño cuando Bruno repentinamente se levantó, aduciendo ruidos afuera de la casona. Fue la oportunidad para Jorge Iván de acercárseme. Preguntó: —¿En qué carajo nos metimos? ¡Son sonidos humanos! ¿Ves? ¿Ves? Te dije que era mejor dormir en plena jungla… No le respondí. Bruno estaba completamente tembloroso y el ruido incrementaba segundo a segundo. Escuchamos fuertes pisadas, voces masculinas y exaltadas conversaciones. Eran cientos de hombres agolpados tras las puertas de la casona. La puerta se abrió. De repente todo se transformó. Si no creyera firmemente en las explicaciones científicas para todos los sucesos, diría que fue algo mágico, tal vez efecto de hechicería. La casona fue recuperando rápida y consecutivamente sus formas y colores, ya no

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olía a humedad ni hacía frío. La hermosa chimenea se encendió, calentó y reconfortó el lugar. Todo cobró vida. Las pinturas se renovaron y mostraron intensos colores. Vi que los muebles fueron fabricados con madera oscura. Muchos hombres entraban y salían de la fortificación. La casa parecía acabada de construir, olía a madera recién cortada, todo era nuevo, pero rústico. Hablaban y caminaban precipitadamente. No notaron nuestra presencia. En silencio nos agazapamos en un rincón, yo esperaba ansioso para ver qué sucedía. Este parecía ser el centro de la vivienda, los adornos eran muy agradables y escogidos cuidadosamente… era notorio que también objetos de oro decoraban el lugar, antes no se veían, supongo por el polvo y la suciedad… Estábamos atónitos, no hablábamos. En el fondo de la sala había un enorme balcón al que se llegaba por medio de una escalera. Tres hombres discutían en voz alta. Vimos grupos de hombres blancos, de indígenas y de mestizos. Los blancos lucían atuendos del siglo XVI, los nativos portaban ropajes con vistosos adornos. No entendí las conversaciones ni su pronunciación, eran caracteres lingüísticos no tan claros. Traté de reproducir sus diálogos con fidelidad. No pude hacerlo con exactitud porque desconozco algunos vocablos. Los tres hombres del balcón bajaron por la escalera de piedra y madera. El primero era un hombre con una tupida barba negra, llevaba un traje de conquistador español, lucía joyas de oro con esmeraldas y diamantes incrustados. El segundo tenía un traje de fraile y portaba una enorme cruz de oro sobre el pecho, adornada igualmente con piedras preciosas, y el tercero era un indígena vestido, o más bien diría: disfrazado, con traje de conquistador. Se sentaron en los muebles que horas atrás sirvieron para nuestra fogata. Su presencia, imponente y jerárquica, hizo que con uno solo de sus movimientos los demás se silenciaran. En la sala había cerca de quince hombres sin incluirnos a nosotros. Los nombres mencionados esa noche quedarán en mi memoria para siempre. La confusión reinó, no entendíamos qué pasaba ni cómo de repente el deteriorado

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lugar recuperó en instantes su antiguo esplendor. Un concurrente interpeló en tono desafiante: —¡Vimianzo! ¡El capitán Domingo Pizarro tenía toda la razón! ¡Vos sois un hideputa ambicioso y loco. ¡Por vuestra culpa hemos de perecer en esta proterva jungla! —¿A qué os referís, Juan de Alba? —Preguntó furioso el interpelado Vimianzo sentado cómodamente. —¡La gente está aburrida de esta jungla. Hemos deambulado durante meses dando vueltas en círculo. Vuestra idea de enviar comisiones de búsqueda no ha dado resultado, ni lo dará; de todos los enviados, quienes regresaron no trajeron noticias; no hallamos una salida y no entendemos qué os ocurre: queréis construir otra casona y destinarla al descanso de vuestra persona, cuando todos queremos abandonar este impío lugar y arribar cuanto antes a España!. ¿Acaso vuestra merced ha perdido los estribos? Interpelé al fraile pero no me prestó atención y siguió su camino. Ninguno de los convidados lo hizo. Jorge Iván descubrió que ellos no nos veían, o si no, tal vez, ni Bruno ni yo lo hubiéramos detectado. —¡Es como si no existiéramos! Permanecí al lado de Bruno en el rincón. Él no se movía ni gesticulaba. Miraba estupefacto el acontecer de la casona. Jorge Iván preguntaba cada dos segundos si era un sueño; ninguno de los tres lo supimos con exactitud. Cuando volví a abordar a los hombres, Jorge Iván me repitió que por más esfuerzos que hiciera no me prestarían atención. Atónitos, reconocimos que éramos fantasmas para ellos… Los tres que estaban en el balcón continuaron gritando. —¿Tesoro? ¿Para qué tanto oro si no podemos usarlo? ¿Cómo podéis pedir calma si en esta jungla no podemos hacer nada con él? Si regresáramos a España seríamos caballeros reales… —increpaba el mismo hombre a Vimianzo. —No me disturbéis, Juan de Alba —lo interrumpió Vimianzo—. Si tenéis tantas prevenciones y zozobras, podéis emprender hacia las embarcaciones y buscar

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solo el camino. ¡Personalmente acabaré con cualquier insubordinación que tenga lugar en esta fortaleza! — agregó con firmeza, poniéndose de pie, tomando la espada que llevaba colgada en el cinturón y vociferando lo suficientemente alto para ser escuchado por todos. —¡Ardua labor vais a tener. Los soldados afuera están de acuerdo conmigo. La actitud de Juan de Alba fue más desafiante y gritó fuertemente. Con una señal, el hombre barbudo ordenó cerrar las puertas de la casona. —Entonces, cuanto antes comience más pronto he de terminar… —dijo Pedro de Vimianzo, desenfundando su espada y decapitando de un tajo a su contendiente quien no tuvo tiempo de reaccionar… No podíamos respirar, estábamos aterrorizados. Jorge temblaba, yo contuve mi respiración. Bruno parecía entonces una estatua, cuando minutos antes estuvo narrándonos las historias que su abuela le contase durante su infancia sobre atropellos y barbaries a su pueblo por violentos forasteros. Ahora creo que se sintió de nuevo inmerso en esos recuerdos, que creía escuchar la voz de ella mientras observábamos la masacre… Creo que todos estábamos delirando, de una u otra forma. Ninguno emitió palabra alguna. Los otros hombres se mostraron atentos. Vimianzo miró a su alrededor retadoramente y con respiración agitada. El fraile rompió el silencio: —Vuesa merced, calmaos. Fijaos que tenemos pocos hombres y los necesitamos para salir de aquí; recordad que las salvajes nos observan de día y de noche, nos dificultarán la salida de esta selva, más que no sabemos por dónde ir. —Lo que vosotros no sabéis es que la última comitiva que envié… halló la salida a las embarcaciones. Me aseguré que nadie más lo supiera. —Debo entender que Juan de Alba tampoco lo sabía. —Acertáis, Fray Ignacio —dijo Vimianzo— por eso he decidido que lo mejor para vosotros, hijos legítimos

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de los Reyes Católicos, es llegar vivos y pudientes a España. Conviene que conozcan la ubicación del más extraordinario tesoro en las Indias y tomen posesión de él. —Pensáis con sensatez —dijo el fraile. —No os congraciéis, mi buen fraile. Inesperadamente, interrumpió su conversación para gritar a los hombres de la sala: —¡Seguidme! Acabemos de una vez con los sobrantes y volvamos a España con lo único que necesitamos… Vuestro botín será más grande —gritó colérico. Abrió las puertas de la casona y sosteniendo fuertemente la espada decapitó y atravesó con ella a quienes encontró en su camino. Sin piedad acabó con españoles e indígenas… Asumo, por su actitud, que lo siguieron más por resignación y miedo que por compartir sus ansias de sangre; en sus rostros vi el espanto y la resignación (…) contraste absoluto con el rostro de Vimianzo en el que sólo mostraba la demencia, el enfermizo apasionamiento, la codicia y la fiebre de poder… Vi sus pretensiones de volver a su amada España con una renovada vida llena de lujos y títulos… Mientras Vimianzo hacía uso de su espada, gritaba: —¿Quiénes sois los inconformes que se atreven a cuestionar mis decisiones? Nos acercamos a la puerta de la casona y desde allí presenciamos la masacre. El Gato flaqueó y perdió el conocimiento. Ni Bruno ni yo lo ayudamos, estábamos también a punto de desfallecer. En poco tiempo se asesinaron entre sí los hombres que apoyaban a Juan de Alba contra los fieles a Vimianzo; algunos, sólo por defenderse; y otros, por pánico. Lanzas, espadas, puños, piedras y sangre. Todos murieron, nativos y soldados españoles. Quedaron Vimianzo, el fraile, y tres españoles más. El indígena que vestía con ropas de español, después de una muerte lenta también sucumbió. Supongo que tal vez era su fin por permitir y prestarse a que Vimianzo esclavizara a sus iguales.

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—Lo único que hace falta para culminar la noche es un buen vino. Con este brebaje no se puede brindar; gracias a la Divina Providencia pronto estaremos en España celebrando como Dios manda en las Sagradas Escrituras —se solazó Vimianzo bañado en sangre de sus víctimas, secundado por sus cuatro acompañantes. Continúo pensando que, de repente, todo fue un sueño o al menos una pesadilla. Pero no logro explicarme cómo Bruno y El Gato también experimentaron lo mismo y sintieron el mismo terror… Vi en la locura de Vimianzo mi trágico futuro, no se me ocurrió otra justificación para las alucinaciones, mi destino sería la demencia. Alucinaciones: las he denominado de esa manera porque no encuentro otro nombre más apropiado. Desde mi punto de vista de científico racional, reconozco cuán difícil es enfrentar este tipo de experiencias, aún cuando sabía que esta aventura en el Amazonas me llevaría a vivir los acontecimientos más inesperados e insólitos en mi vida, pero por otro lado, un reticente pensamiento permanece en mi mente: «Si esto tan descabellado es posible, o fue real en alguna época, también es posible que encuentre a los Agustinianos y Mayas, y comprobar mi teoría. Nosotros continuábamos en la puerta, inmóviles, observando a Vimianzo, a su séquito y al fraile. Lo escuchamos gritar: —Vosotros, recoged tanto oro y piedras como podáis. Los más pesados debéis dejarlos. No os preocupéis pues volveremos por estos. Los tres españoles estaban completamente turbados, temblaban al caminar. —Con los primeros rayos de sol partiremos rumbo a las embarcaciones —agregó Vimianzo. El fraile le preguntó con timidez: —Vuestra merced, ¿en verdad, conoce el camino para llegar a las naves? —Vuestro Dios os iluminará el camino, mi buen fraile —dijo Vimianzo sin parar de reír, notablemente fuera de control.

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Viernes, 2 de Noviembre /En la ciudad de Sofía. Continuación… Cuando se abrieron las puertas de la casona, un tenue claro anunciaba la llegada de un nuevo día. Los españoles salieron apesadumbrados, no hallaron cómo abrir la bóveda del oro; buscaron incansablemente pero no hallaron nada. Vimianzo caminaba de un lado a otro, planeaba en voz alta la partida, por dónde salir, cómo hacerlo… Balbuceando organizaba que enviaría primero a los nativos, después a los soldados españoles, a los jefes indígenas y por último a los españoles de mayor rango; él y el fraile cerrarían la comitiva, así como cuando recibieron el preciado oro. Giró, al ver los cadáveres, recordó que unos instantes atrás, él había desencadenado la matanza. El cuadro era deprimente: un codicioso demente, un fraile cómplice y tres españoles acongojados. Los rayos de luz del amanecer cayeron sobre la casa, los cadáveres y los cinco aún con vida. La casa, a medida que iba iluminándose, volvió a deteriorarse, perdió su majestuosidad y firmeza, perdió los colores y la calidez, la chimenea se apagó, el techo en gran parte desapareció, la maleza se apoderó del lugar… Con la inmediatez que vino, se fue. Segundo a segundo se iban desvaneciendo tanto los cadáveres como los cinco en pie, como si un soplo arrasara la vida que cobraron la noche anterior, sus ropas, su piel, su carne… Comenzaron a sangrar frente a nuestra vista: rostros, cuerpos… Se convirtieron en masas sanguinolentas; con la velocidad de nuestros acelerados respiros, se iban evaporando; no quedaron sino los huesos que caían al suelo sin mayor gracia… Las vestimentas se envejecieron quedando como harapos. Al final, sólo quedó de ellas unos pocos hilos que cubrían la osamenta y de los cuerpos se podía observar únicamente las joyas que lucieron solamente unos minutos antes. Intenté gritar, decir algo, pero el miedo que sentí por dentro y por fuera se tragó mis gritos y palabras; mi cuerpo me lo impidió como si él mismo se hubiera tragado el miedo. Guardando prudente distancia salimos en silencio absoluto, evitando

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pisar algo que, pensamos, podría activar de nuevo toda esa locura. Miramos hacia atrás, el mismo fortín desvencijado e invadido por la naturaleza. No sabemos qué pasó con ellos. Nos alejábamos de la fortificación después de la masacre, sin poder explicarnos qué había pasado. Bruno se dio cuenta que Jorge Iván se quedó en la fortaleza y me lo comunicó. Después de la demora, Jorge nos alcanzó. Juntos de nuevo emprendimos la marcha sin acertar, sin entender… sin pronunciar palabra.

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Segunda Parte

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n un concurrido hospital del Bronx, un anciano observaba ¿MDPHQWHXQSXQWRLQFLHUWRDWUDYpVGHODYHQWDQD

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ʊ©0LVWHU'RXJODVDUH\RXUHDG\"1». una enfermera pálida y rubia, con un gélido tono de voz, lo sustrajo de su ensimismamiento. 1

Señor Douglas, está listo?

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El hombre se paró de la silla, se acostó en la desvencijada cama de barrotes y recibió con paciencia la medicina diaria para tratar la enfermedad degenerativa que lo llevaba repetitivamente de la alucinación al recuerdo, del recuerdo al olvido. Alejandro Castillo Correal nació en una acaudalada familia de terratenientes y hombres de negocios vinculados a bienes raíces. Sus habilidades se hicieron evidentes desde temprana edad cuando su padre lo involucró en el negocio familiar como aprendiz. Bajo VXVRPEUDDSUHQGLyODVVX¿FLHQWHVHVWUDWHJLDVEXUViWLOHVSDUDVHU nombrado Gerente Operativo cuando apenas cumplía veintitrés años de edad. Vertiginosamente, amplió los rumbos de la empresa y sucedió con éxito a su padre antes de cumplir dos años en el cargo. Allí permaneció hasta cuando sus padres fallecieron trágicamente en un accidente automovilístico y debió asumir la dirección total del emporio. Durante su dirección amplió los horizontes del legado familiar, inauguró otras empresas en muy corto tiempo, enfocó sus intereses en el campo bursátil y fundó un instituto de investigaciones sobre todo lo relacionado o que tuviese que ver con arqueología y antropología. Allí realizaba sus propias exploraciones e investigaciones iluminadas por su herencia materna, una sólida formación en las ciencias. Tuvo algunas relaciones amorosas que concluyeron tan pronto como empezaron por no cumplir con sus expectativas. (UDLPSXOVLYRHPRFLRQDO\REVWLQDGRFRQ¿DEDSOHQDPHQWHHQVX intuición aún cuando todo estuviese en su contra. Tras la muerte de sus padres, sin hermanos ni familiares cercanos, convirtió a sus amigos, yuppies y hombres de negocios en su propia familia. Nunca logró convencerlos que su innato interés investigativo no era tiempo y energía desperdiciados, menos aún fútiles proyectos en momentos de supremacía tecnológica. Su vocación por la investigación no comenzó con la fundación del instituto, venía desde sus épocas escolares, pues siempre se destacó por ser un brillante estudiante, consumado lector e incansable investigador. Ocupó los cuadros de honor del colegio, y en la universidad obtuvo ODXGDEOHV UHFRQRFLPLHQWRV DFDGpPLFRV SRU VXV FDOL¿FDFLRQHV

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Usualmente se imbuía en prolongadas discusiones teóricas que lo hacían ver indisciplinado, inmaduro y arrogante. Cuando llegó al mundo de Sofía, intentaba hilvanar la conexión entre las teorías de la migración hacia el sur, a la región amazónica de la cultura de San Agustín y el Imperio Maya, y los momentos anteriores al arribo de los españoles a tierras americanas, antes del siglo XV. En una bulliciosa cafetería, un hombre leía un libro con ansiedad. Sin perturbarse por el ruido del lugar, fumaba y bebía café. Miraba hacia la entrada sin apartarse de su lectura. Se veía zozobrado, con la angustia de quien espera algo que pudiese no llegar. …En su informe de 1979, Sevilla Casas y asociados indican que hacia el norte la exuberancia de la franja formada por los ríos Amazonas, Putumayo y Caquetá da vía a una selva “rala y pobre” que llega hasta el río Guainía. Desde allí se va convirtiendo en una selva de transición, hasta desvanecerse en las llanuras pajizas del Vichada. En cada una de estas subregiones se asientan culturas que, a pesar de su diversidad, comparten el extenso conjunto de rasgos que interesa destacar en estas páginas. Los innumerables ríos que surcan esta selva hacen de sus habitantes gentes de hamacas y canoas. Excelentes pescadores y mejores cazadores, tiene una forma muy especial de agricultura rotatoria, cuyo cultivo fundamental es la yuca brava. Por ser rico en ácido prúsico este tubérculo debe ser sometido a un tratamiento especial para hacerlo comestible. Al deshidratarlo puede almacenarse, pese a la alta humedad ambiental. La mayoría de estas gentes no sólo pertenece a sus unidades domésticas inmediatas, sino a grandes familias. Si no fuera por los procesos de aniquilamiento cultural impulsados por misioneros y comerciantes, hoy en día observaríamos a casi todas las familias extensas de la Amazonia ocupando amplias casas comunales o malocas. Estas viviendas son rectangulares en el Vaupés, y circulares

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en muchos sitios del Amazonas y el Caquetá. Empero, en todas partes constituyen el eje de las ceremonias religiosas. Por ello, están construidas de tal modo que sus puertas, estantes, horcones y techos representen el universo. La cumbrera de muchas malocas deja entrar haces de luz que se proyectan sobre piso y horcones. Como los coguis, las gentes de la Amazonia observan cuidadosamente el movimiento de esos rayos luminosos para organizar e interpretar el ciclo agrícola. Las familias extensas se agrupan en clanes descendientes de un antepasado mitológico. La pertenencia a ellos se hereda por línea paterna y su localización sobre la ribera de un río específico es reconocida por todos. Con algunas excepciones, los hombres deben buscar sus esposas en clanes distintos de los de ellos. El cortejo se desarrolla donde vive ella, pero la pareja se establece en la maloca de él. (…) Las de la Amazonia son gentes religiosas. Participan en gran número de celebraciones, entre las cuales sobresale la del Antepasado Principal, conocida con el nombre de Yuruparí. Marca el paso de un grupo de niños a la vida adulta y tiene lugar durante el verano, en algunas culturas para fomentar la fertilidad de ciertos árboles frutales silvestres, y en otras para promover el advenimiento de las lluvias y por tanto el inicio del período femenino de siembras. Hace 400 años eran tan numerosos que dicen haber poblado la región como hormigas. Los europeos los esclavizaron, los obligaron a vivir en poblados y les contagiaron sus enfermedades. Desde entonces, toda clase de misioneros cristianos trata de convencerlos por las buenas o por las malas de que sus creencias y prácticas religiosas son del demonio, que la vida comunal en las malocas es amoral y que su agricultura seminómade es ineficiente y poco práctica…2 2

La lectura del personaje es del texto de Nina S. de Friedemann y de Jaime Arocha, Herederos del Jaguar y la Anaconda, en el capítulo correspondiente a los indígenas del Amazonas titulado “Amazónicos: gente de ceniza, anaconda y trueno”. Publicado en Bogotá por Carlos Valencia Editores en 1982.

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Un hombre viejo, con cabellera y barba, largas y blancas, apareció en el lugar después de algunos minutos. Recorrió el lugar con la mirada, preguntó a un mesero y se dirigió hacia la mesa donde Alejandro lo esperaba. Caminó con la tranquilidad del hombre que no tiene prisa. Debajo de un brazo llevaba gran cantidad de documentos, algunos enrollados en forma de tubo, semejando planos y mapas; en la otra mano, un maletín de cuero, desgastado por el uso. Cuando llegó a la mesa saludó efusivamente a Alejandro. ʊ©'H KDEHUVDELGRTXHPHHVSHUDUtDVWDQWRWLHPSRKDEUtD adelantado la cita». —le dijo el profesor Ramírez mientras se acomodaba en la silla. ʊ©1RVHSUHRFXSH0DHVWURVLPHKXELHUDFLWDGRKDFHGRV horas, igual habría llegado antes». ʊ©7~\WXLPSDFLHQFLDª Alejandro ofreció un cigarro al profesor y encendió otro para él. El profesor extendió unos viejos mapas, roídos en las esquinas, tratando con cuidado los que resaltaban por su color amarillento y de mayor antigüedad. Alejandro estaba tan ansioso que no esperó por más café. ʊ©/RHVFXFKR0DHVWURª ʊ©$OHMDQGUR W~ FRQRFHV PL LQWHUpV SRU ODV FXOWXUDV prehispánicas, especialmente por la del Imperio Maya y la cultura de San Agustín, quizá las dos tan antiguas como la civilización egipcia. Tú sabes cuánto hemos trabajado para encontrar respuesta a la desaparición de los Mayas y los Agustinianos. Me inquieta aún más el hecho que no hayan dejado rastro alguno, como si se hubiesen evaporado…». ʊ©8VWHGVDEHTXHFRPSDUWLPRVHVDSDVLyQ6LHPSUHPHKD intrigado que las únicas evidencias que conocemos son las HVFXOWXUDV SpWUHDV XELFDGDV HQ HO +XLOD VXU GH &RORPELD \ Palenque en Centro América, que han despertado no solamente nuestra curiosidad durante años, sino la de muchos estudiosos en todo el mundo, pero usted debe haberme citado para algo

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muy especial, algo que yo desconozco… y entiendo que lo que usted sabe quiere compartirlo conmigo». ʊ©7LHQHV WRGD OD UD]yQ $OHMDQGUR SRUTXH FRPR HV XVXDO ante un interrogante histórico, cientos de hipótesis intentan dar respuesta pero ninguna es totalmente plausible. Algunos D¿UPDQTXHHSLGHPLDVIDWDOHVDUUDVDURQFRQHOODVRWURVDSXQWDQ a que fueron causas bélicas, otros plantean que las poblaciones emigraron al sur, hacia la selva amazónica donde han vivido completamente apartados de la civilización occidental desde mucho tiempo antes del arribo de los españoles. Ésta es quizá la más acertada, no podemos olvidar y tenemos que recordar que como los egipcios, los Mayas y los Agustinianos, pese a vivir a miles de kilómetros de distancia, tenían ciertas similitudes en el desarrollo de sus culturas, las tres estaban muy adelantadas en ciencias como las matemáticas y la astrología, es más, poseían un calendario tan exacto como el nuestro. No había en Europa una civilización en su tiempo que igualara sus conocimientos. Me llama particularmente la atención que en las ruinas en Palenque, en la tumba del Rey Pacal se hayan encontrado unos grabados de Cosmonáutica. La posición en que fue encontrado el rey, con su cuerpo inclinado hacia atrás como si estuviese en la situación de un astronauta listo y preparado para iniciar el viaje cuando la posible nave iniciara su despegue, hace presumir que estaban adelantando estudios con respecto a ello. Conocieron tan bien la Astrología que podían predecir exactamente cuándo sembrar y cuándo cosechar… pero interrogantes que aún son PiVLQTXLHWDQWHVSUHGLMHURQTXHHOPXQGRHQFRQWUDUtDVX¿Q el veintiuno de diciembre del año 2012. ʊ©1ROHSXHGRQHJDUPDHVWURTXHWRGRFXDQWRXVWHGGLFHHV cierto pero lo de la fecha del 21 de diciembre del 2012 es una especulación suya». ʊ©£2MR $OHMDQGUR 7HQ FXLGDGR SRUTXH DTXt HO TXH HVWi especulando eres tú. En primer lugar porque no hemos llegado a esa fecha, y en segundo porque aún en el caso que de no sea

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esa la fecha puede deberse a un error de cálculo de ellos y no a una especulación». ʊ©'HSURQWRPHH[SUHVpPDOQRTXLVHGHFLUª El maestro lo interrumpió diciéndole: ʊ©'pMDPH FRQWLQXDU$OHMDQGUR /RV 0D\DV QR IXHURQ XQD cultura ni un imperio ordinario, debe existir una explicación razonable para que hubiesen desaparecido de esa forma al igual que los Agustinianos. Quizá predijeron la llegada de los españoles, pero también debemos recordar que se ha dicho en repetidas ocasiones que Colón ya había estado en América DQWHVGHTXHVHKLFLHUDR¿FLDOHOGHVFXEULPLHQWRDGHPiVVH han encontrado y existen pruebas en las Costas del Océano 3DFt¿FR GH (VWDGRV 8QLGRV GH HQRUPHV HPEDUFDFLRQHV GHO siglo XII y XIII de navegantes chinos, así como también se ha dicho que los vikingos estuvieron en América. Se ha hablado y parecen existir pruebas de que también al sur del continente americano, aproximadamente un siglo y medio antes del año 1492, arribaron ciertos grupos para ocultar no sólo inmensas riquezas, sino también secretos de la humanidad que han permanecido encubiertos hasta hoy cuando todas las incógnitas comienzan a despejarse. Esas y otras múltiples razones me llevan a concluir que los Mayas emigraron al sur atravesando las selvas de Centro América y el Darién, se encontraron con la cultura de San Agustín y los dos pueblos marcharon juntos hasta la espesa manigua amazónica. Y debo terminar diciéndote que me llaman poderosamente la atención las construcciones piramidales egipcias y la hermosa arquitectura encontrada en Palenque, siempre con trazos o rasgos piramidales… si observas el mapa puedes ver que al tomar como punto de partida el corazón de la Amazonía, hacer un trazo hasta Palenque, de allí otro hasta Egipto y de nuevo otro hasta el interior del Amazonas se dibuja la cara de una pirámide, teniendo en cuenta lógicamente la óptica de rotación de la tierra.

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ʊ©(VWR\GHDFXHUGRFRQVXVKLSyWHVLVSHURVRQHVRKLSyWHVLV No existen pruebas concretas... claramente, no queda otro camino que desenterrar la historia y recorrer los pasos hasta el Amazonas para comprobar esas conjeturas, si es que son una realidad. ¿Puede usted imaginarse que penetráramos la $PD]RQtD\ODVHQFRQWUiUDPRV"£3RGHUFRPSUREDUODWHRUtDGHO GHVSOD]DPLHQWR&RQRFHUWHUULWRULRVSUtVWLQRVHVXQSULYLOHJLR para cualquiera, más ahora cuando sabemos con exactitud que un amplio porcentaje del territorio amazónico no ha sido H[SORUDGR£6HUtDIDVFLQDQWH«ª([FODPy$OHMDQGUR ʊ©1R QRV HQJDxHPRV $OHMDQGUR 7HUULWRULR SLVDGR SRU HO hombre es territorio destruido. No hace mucho se divulgó la existencia de la Cultura Murukak, la última etnia nómada FRQRFLGDGHOD$PD]RQtD+R\HVWiGHVWHUULWRULDOL]DGDDSHVDU de haber cohabitado con la selva durante miles de años, han roto con sus tradiciones, han alterado sus modus vivendi, en realidad podrían llegar al borde de su extinción». ʊ©(VWR\VHJXURGHTXHD~QPXFKDVFRPXQLGDGHVLQGtJHQDV viven en el interior de la selva, escapando de esas condiciones. ¢4XLpQ PiV VH DWUHYHUtD D SHQHWUDU OD VHOYD"ª ([SUHVy Alejandro. ʊ©1R GHEHPRV ROYLGDU$OHMDQGUR TXH HOOD FDVWLJD FRQ OD muerte a quienes se atreven, no es un cuento, es implacable y despiadada con quienes la desafían. Durante el proceso de Conquista, expediciones españolas, portuguesas, francesas e inglesas se internaron pero nunca volvieron a aparecer. Entre ellas, la del agresivo expedicionario Domingo Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, quien ingresó al Amazonas comandando una formidable expedición pero jamás fue visto de nuevo con vida, ni ninguno de sus subordinados». Siguieron conversando sobre desapariciones en la selva amazónica. El Profesor Ramírez era Antropólogo y había estudiado los asentamientos humanos en la selva amazónica durante cuarenta años de su vida.

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ʊ©(VHWLSRGHPLVWHULRVKDQFDXVDGRWDOFRQPRFLyQTXHKDQ sido reproducidos en películas y documentales. ¿Viste el del GLUHFWRULWDOLDQR" ʊ©6L /D FUtWLFD GLMR TXH HUD YLROHQWtVLPR /D YHUGDG D mi también me pareció, pero no se puede negar que es interesante». Aceptó Alejandro. ʊ©6L0HDFXHUGRTXHPXHVWUDXQJUXSRGHH[SHGLFLRQDULRV TXH VH LQWHUQDQ HQ OD VHOYD SDUD ¿OPDU HWQLDV FDQtEDOHV \ terminan devorados por estas. Deberías verlo de nuevo, no se aparta demasiado de la realidad, más ahora que supongo tomarás la decisión de ir». ʊ©1R GXGR FXiQ SHOLJURVD SXHGH VHU OD H[SHGLFLyQ SHUR no puede negarme que es fascinante, además contamos con avanzada tecnología como telefonía satelital y sistemas globales de posicionamiento, útiles en la exploración de la Amazonía». ʊ©1R WH FRQItHV$OHMDQGUR (O$PD]RQDV HV OD MXQJOD PiV espesa del mundo, son millones de kilómetros cuadrados de tierras vírgenes e inhóspitas, árboles de hasta cincuenta, sesenta PHWURVGHDOWXUDÀRUD\IDXQDGHWRGDFODVHHQIHUPHGDGHV insectos…». ʊ©%XHQR VHUtD FRPR EXVFDU XQD DJXMD HQ XQ SDMDU 6H requiere paciencia y tiempo pero puede lograrse». El profesor bajó la cabeza y su voz adquirió un tono desolador. ʊ©1R$OHMDQGUR+DOODUXQDDJXMDHQXQSDMDUHVIiFLOSRUTXH la buscan. En la Amazonía, la penetrante aguja eres tú y el pajar son cientos de árboles inamovibles surcados por aguas fangosas, donde nadie te buscaría... conociéndote como te conozco se que igual emprenderás la expedición. Por eso SHQVpHQWUDHUWHHVWDVFDUWDVJHRJUi¿FDVGRQGHHQFRQWUDUiVODV coordenadas de algunos sitios claves para el recorrido. Espero que te sirvan». ʊ©3URIHVRU¢XVWHGPHDFRPSDxDUtD"ª

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ʊ©1R VDEHV FXiQWR GDUtD SRU WHQHU DOJXQRV DxRV PHQRV \ poder hacerlo, volver a sumergirme en ella… pero con mi edad ya no es posible. Sólo me queda desearte buena suerte. Espero que la selva no te devore». Dándose un fuerte abrazo el profesor Ramírez y Alejandro se despidieron. ʊ©%~VFDPHVLVREUHYLYHVHVWDUpHVSHUDQGRORVGHWDOOHVGHWX historia». Le dijo el profesor al marcharse. +RUDVPiVWDUGH$OHMDQGUROHFRQ¿UPDEDODIHFKDGHOYLDMHD Jorge Iván, su amigo más cercano. Era un personaje caricaturesco cuya estatura no rebasaba los ciento cincuenta centímetros mientras que su cara superaba los treinta de ancho. Tenía un LUULVRULRELJRWHFDQWLQÀHVFR\XQDVPDQRVGLPLQXWDV\DUUXJDGDV que ponían en evidencia sus cincuenta y ocho años. Decía nunca haber contraído matrimonio ni tenido hijos. Tuvo montones de mujeres ocasionales de toda estirpe y condición social. Desde hacía doce años había acompañado de manera incondicional a Alejandro en cada búsqueda, aventura y proyecto planeado en el Instituto de Investigación que él dirigía. $PLJRV\FRQRFLGRVOROODPDEDQ©HO*DWRªSRUTXHVXFDUDWHQtD rasgos felinos que su espíritu jovial y risueño asumía como una broma antes que como una ofensa. Jorge Iván, un mitómano por naturaleza, trataba de convertir su mitomanía en virtud, a costa del repudio de sus víctimas. Su interés por el instituto nunca fue real y cada vez más relegado a un segundo plano, invertía el tiempo en su única obsesión desde su juventud: las mujeres, a las que trataba como objetos. Aparentaba VHUHOPHMRUDQ¿WULyQDPDQWHDPLJRFRQVHMHURHVFXFKDYRFHUR e incluso compañero intimo porque su estatura nunca fue un obstáculo para complacer a su interminable lista de mujeres, cada una con un complejo conjunto de caprichos, congregadas bajo el impreciso título de amigas, aún cuando ellas no lo consintieran. Cuando Alejandro lo requería con urgencia y no podía localizarlo a través de medios convencionales, lo encontraba en Bar

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Luna, en el centro de Bogotá. Los tangos, las tangas, la hermosura de jovencitas radiantes, como le gustaban, que encarnaban atrevidos roles despertando el morbo de los concurrentes como enfermeras, colegialas, bomberas, policías, diosas griegas… lo hacían sentir absolutamente confortable. El Gato unía su deleite por los disfraces con la narración de historias, al lado de las cuales la mayoría de las películas hollywoodenses no eran más que irrisorias descripciones. Igual que un ventrílocuo decimonónico entretenía a una clientela mixta y sórdida, como él mismo, que sin nada más interesante que hacer en la vida lo esperaba con avidez para escuchar lo que él denominaba anécdotas de vida sin que fueran propiamente de su historia personal. Las mujeres del bar lo admiraban y lo querían, pero cuando sus narraciones se tornaban álgidas no disimulaban el tedio, entonces él optaba por incorporar mordaces cumplidos y ellas lo premiaban posteriormente con atrevidas jugarretas sexuales. Alejandro entró al bar y se acercó de inmediato a Jorge Iván. Las mujeres lo habían visto un par de veces pero no le hablaron, conocían su despotismo. Se alejaron cuando empezó a hablar con Jorge Iván que lucía una peluca rubia y ensortijada. ʊ©£3DUHFHVXQWUDYHVWLª([FODPy$OHMDQGURPDOKXPRUDGR ʊ©2MRHVWR\GHLQFyJQLWRª5HSOLFy-RUJH,YiQ ʊ©6LTXLHUHVSDVDUGHVDSHUFLELGRGHEHUtDVWDSDUWXFDUDFRQ una máscara. Tengo que hablar contigo». Ante el comentario la gente rió y se apartó de la mesa. $OHMDQGUROHFRQ¿UPyTXHODH[SHGLFLyQDO$PD]RQDVHPSH]DUtD al día siguiente. ʊ©/OHJDUHPRV KDVWD HO FRUD]yQ GHO $PD]RQDV SDUD KDOODU los resquicios de las culturas Maya y San Agustín». Dijo Alejandro.

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ʊ©'HWRGRVORVSUR\HFWRVTXHKHPRVKHFKRMXQWRVKDVWDKR\ esta es la idea más puta y más loca que se te ha ocurrido». Refutó el Gato después de escucharlo por más de media hora. ʊ©¢7HSDUHFHXQDORFXUD"¢+DVWDDKRUDORGLFHV"ª ʊ©(VPiVIiFLOTXHPHODQFHGHVGHHOHGL¿FLRPiVDOWRDTXH te acompañe… es una muerte anunciada». ʊ©£-RUJH,YiQ¢4XpSDVD"7HFRQWpVREUHPLSUR\HFWRGHVGH hace más de un año y ahora dices que no estás de acuerdo. Si piensas así… no te haré cambiar de opinión…». Contestó visiblemente molesto. ʊ©1RSHQVpTXHIXHUDHQVHULRSHUR«¢