El Dios Vivo y Verdadero

Dos preocupaciones fundamentales están en Ja base de esta obra. En primer lugar, la de ofrecer una suficiente informació

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Dos preocupaciones fundamentales están en Ja base de esta obra. En primer lugar, la de ofrecer una suficiente información positiva, sobre todo de los principales datos neotestamentarios y de la tradición y el magisterio de la Iglesia sobre el misterio de Dios uno y trino revelado en Cristo; 'pero también de las principales aportaciones sistemáticas sobre este tema, que han orientado en la historia la reflexión teológica o ejercen un influjo notable en la actualidad. En segundo lugar, la de articular este abundante material en una síntesis coherente que haga ver la relación intrínseca entre las diversas cuestiones estudiadas. El misterio de Dios es incomprensible para nuestra razón humana, pero ello no impide que la enseñanza que la Iglesia nos ofrece acerca de él sea profundamente armónica. Toda reflexión teológica deberá poner de relieve esta coherencia interna, de la que hablaba el concilio Vaticano l. En todo caso el esfuerzo del creyente por dar razón de la esperanza (cf. 1Pe3,15) no puede jamás ser confundido con la pretensión de someterlo todo al imperio de nuestra razón. Esta obra, ahora profundamente remodelada, ansía contribuir a que se hagan realidad las palabras de Jesús: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Jn 17,3).

[.uis F. Ladaria, S.I., nació en Manacor (Mallorca) en 1944. Realizó sus estudios teológicos en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, en la Philosphisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen de Frankfurt am Main (Alemania) y en Ja Universidad Gregoriana de Roma, donde obtuvo el doctorado. Enseñó teología dogmática en la Universidad Pontificia de Comillas y ha sido desde 1984 profesor ordinario de esta misma materia en la Facultad de Teología de la Universidad Gregoriana. Fue miembro de Ja Comisión Teológica Internacional de 1992 a 1997 y Secretario General de Ja misma de 2004 a 2009. En julio de 2008 fue nombrado arzobispo titular de Thibica y Secretario de Ja Congregación para Ja Doctrina de la Fe. Destacamos entre sus publicaciones: El Espíritu Santo en San Hilario de Poitiers (Madrid 1977); El Espíritu en Clemente Alejandrino (Madrid 1980); Antropología teológica (Madrid-Roma 1983); San Hilaría de Poitiers. La Trinidad (Madrid 1986); La cristologíá de Hilario de Poitiers (Roma 1989); lntroduzione a//'antropología teologica (Casa le Monferrato 1992); Teología del pecado original y de la gracia (Madrid 1993); Antropología teologica (Roma-Casale Monferrato 1995); La Trinidad misterio de comunión (Salamanca 2002); San Hilaría de Poitiers. Diccionario, Burgos 2006; Jesucristo, salvación de todos (Madrid 2007). Muchas de estas obras han sido repetidamente reeditadas y traducidas a diversas lenguas.

ISBN: 978-84-88643-4(}.7

231 LIS 2010

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Trinitario

EL DIOS VIVO Y VERDADERO El misterio de la Trinidad

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Luis F. Ladaria ÁGAPE 19

Algunas obras significativas de nuestro catálogo sobre el misterio de la Trinidad •

Diccionario teológico El Dios cristiano



Inhahitación trinitaria y gracia

(Pikaza-Si/a11es, eds.) •

G. Philips La Iglesia de la Trinidad. Ensayo sobre el misterio de la Iglesia, comunión y misión B. Forte



Cristología y Trinidad N. Cio/a La SS. Trinidad, misterio ele vida.



S. de Fiores La Trinidad creadora.



Experiencia trinitaria en comunión con María

Teología de la Trinidad y sinergia

A. Gra11ocq •

Trinidad y comunión. A los cuarenta años de la L11men Ge11ti11m



Enchiridion Trinitacis. Texros básicos sobre el Dios de los cristianos

EL DIOS VIVO Y VERDADERO ·EI misterio de la Trinidad Cuarta edición renovada y ampliada

\&rios X Pikaza •

María y la Trinidad. Espirirualidad mariana y existencia cristiana

A.Amato •

• • •

Dios es comunión. El nuevo paradigma trinitario

G. J Zarazaga La Trinidad y el diálogo interreligioso G. D'Costa La Trinidad en el arte \&rios

BIBLIOTECA DE FILOSOFÍA Y TEOLOGJA MARIO VALENZUELA, S.J.

Trinidad y sociedad. Implicaciones éticas y sociales en el pensamiento trinitacio de L. Boff

J M Vázq11ez Carbal/o •

• •

El misterio de la Trinidad. Curso de teología ortodoxa

B. Bobrimkoy La Teología Trinitacia de Santo Tomás de Aquino Gilíes Emery Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo

J Mª Rovira Be/luso •



El rostro del hombre. Ensayo de antropología trinitaria E. Scog11amiglio Trinidad y Reino de Dios

\&rios

SECRETARIADO

TRINITARIO

Filiberto Villalobos, 80 - 37007 SALAMANCA

Prólogo

© LUIS FRANCISCO LADARIA FERRER ©SECRETARIADO TRINITARIO, 2010 Filiberto Villalobos, 80 Teléf. y Fax 923 23 56 02 [email protected] www.secretariadotrinitario.org 37007 SALAMANCA (España)

ISBN: 978-84-88643-40-7 Depósito Legal: S. 29-2010

Impresión y encuadernación: ÜRÁACAS CERVANTES, S.A. Ronda de Sancti-Spíritus, 9-11 37001 SALAMANCA

Impreso en España - Printed in Spain Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con Ja autorización de sus titulares, salvo excepción prevista po~ la ley ..Diríjase a ~EDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos -www.cedro.org. ), s1 necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La teología de la Trinidad ha sido objeto de renovado interés en los últimos tiempos. Basta una mirada rápida a los repertorios bibliográficos más comunes para persuadirse de ello. Algunas bibliografías especializadas muestran todavía con más claridad la: abundancia -absolutamente inabarcable- de estudios que, desde diversos puntos de vista, abordan el tema1• No faltan tampoco en las principales lenguas occidentales, como puede observar el lector en la Bibliografía general, los tratados y manuales que responden aproximadamente a las características del presente volumen. Surge la pregunta obvia del porqué de una obra más que contribuirá, aunque sea en muy pequeña medida, Es especialmente significativo el volumen que dedicó a la bibliografía trinitaria la revista Estudios Trinitarios 25 (1991), que abarca los años 19761990; en las diferentes contribuciones de X. Pikaza (Nuevo Testamento), E. Romero Pose (Patrística), M.M. Garijo-Guembe (teología ortodoxa y pneumatología), s. del Cura Elena (sistemática católica y protestante), E. Schadel Oa Trinidad como problema filosófico), se n;cogen 4463 títulos. Aunque haya inevitables repeticiones, no deja de ser una cifra imponente; tengamos en cuenta además que algunos autores notan que, por muy comprensibles razones, los elencos no son exhaustivos. Es aleccionador comparar esta bibliografía con la que la misma revista publicó en su volumen 11 (1971), aunque los criterios cronológicos y de numeración de los títulos son menos claros en este último caso. Es también interesante a este respecto el artículo de A. Cozzi, L 'origina/ita del teísmo trinitario. Bibliografía trinitaria: ScCatt 123 (1995) 765-840. Que la tendenciá sigue en los últimos años lo muestra la nueva bibliografía de Estudios Trinitarios 40 (2006), en la que se recogen 3046 tÍtulos; las contribuciones son de F. García López (Antiguo Testamento y teologías bíblicas), X. Pikaza (Nuevo Testamento), A Novo (patrística), E. Schadel Oa Trinidad como problema filosófico) G.M. Salvati (teología medieval), J.R. Flecha Andrés (Trinidad y moral cristiana), F .M. Arocena (Trinidad y liturgia). No se encuentra un apartado dedicado a la teología sistemática en sentido estricto. 1

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

a hacer todavía más impenetrable la selva de publicaciones. La pregunta se hace todavía más aguda para el autor mismo, cuando es bien consciente de que la aportación que ofrece no merecerá ciertamente ser calificada de decisiva y no es probable que influya de modo significativo en los derroteros ulteriores de la teología. Pero la abundancia misma de publicaciones puede ser un obstáculo a quien por vez primera se acerca a una materia compleja como la que aquí se trata de abordar. Asegurar un punto claro de referencia, en primer lugar a mis alumnos, ha sido la primera finalidad que me propuse en la elaboración de este texto. Si además de cumplirse este objetivo el esfuerzo ha podido resultar ser útil también para otros se nos ofrece un nuevo motivo de satisfacción. Dos preocupaciones fundamentales me han guiado en la redacción de la obra. En primer lugar la de ofrecer una suficiente información positiva, sobre todo de los principales datos neotestamentarios y de la tradición y el magisterio de la Iglesia sobre el misterio del Dios uno y trino que se nos ha revelado en Cristo; pero también de las principales aportaciones sistemáticas acerca de este tema que han orientado en la historia la reflexión teológica o ejercen notable influjo en la actualidad. En segundo lugar la de articular este abundante material en una síntesis coherente que haga ver la relación intrínseca entre las diversas cuestiones estudiadas. El misterio de Dios es incomprensible a nuestra razón humana, pero ello no impide que la enseñanza que la Iglesia nos ofrece sobre él sea profundamente armónica. Toda reflexión teológica deberá intentar poner de relieve esta coherencia interna, el "nexus mysteriorum" de que nos hablaba el concilio Vaticano I (cf. DH 3016), aunque no sea posible en muchos casos elipllnar las paradojas. Ello nos servirá de perenne recuerdo de que el esfuerzo creyente por dar razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1 Pe 3,15) no puede jamás ser confundido con la pretensión de someterlo todo al imperio de nuestra razón. He tomado del escrito más antigl}o del Nuevo Testamento el título de la obra (cf. 1 Tes 1,9). Este es el Dios que, según Pablo, los cristianos adoramos. La vida y la verdad (veracidad) son propiedades divinas que ya el Antiguo Testamento pone de relieve y que adquieren en la revelación de Jesús todo su significado.

No hace falta insistir en la importancia que el dato bíblico, en especial neotestamentario, debe tener en toda exposición teológica y en particular en la materia que nos proponemos estudiar2. El Nuevo Testamento da testimonio de Jesús, que nos da a conocer al Padre, y, después de su resurrección y exaltación, ha enviado sobre sus discípulos al Espíritu Santo que ha reposado sobre él. He dedicado bastante espacio al desarrollo doctrinal de los primeros siglos cristianos, de capital interés en nuestro tratado. Colocándonos en la gran tradición occidental, aunque muy buenas razones ecuménicas nos obliguen a dirigir también nuestra mirada al Oriente, no se podía en ningún modo prescindir de dar amplio espacio a la teología trinitaria de san Agustín y de santo Tomás de Aquino. Ante todo por l_a preocupación a la que ya me he referido de ofrecer una suficiente información histórica, sin la cual no se puede entender la teología de Occidente, empezando incluso por la más reciente. Pero también y sobre todo por el valor intrínseco de muchas de sus intuiciones. No hay que pensar que haya sido mera casualidad el influjo determinante que han ejercido en el pasado y en el presente. Aunque no debamos dar a t~da~ sus afirmaciones la misma importancia, no podemos prescrndir de sus decisivas aportaciones. De todas maneras, no serán éstas las únicas voces que escucharemos. La tradición prenicena no puede considerarse simplemente superada por un. desarrollo dogmático que ha precisado conceptos que en los primeros tres siglos no se pudieron conocer ni utilizar con la exactitud con que lo han hecho los siglos pos~eriores. ~ño~ de est1:~io me han familiarizado con el pensarruento de Hilano de P01tiers, al que el mismo san Agustín dedicó tantos elogios3, y que lentamente va saliendo del olvido gracias al valor que le han reconocido insignes especialistas4 • El recurso a los Capadocios, a 2

Me he servido, en general, de la traducción de la Biblia de Jerusalén. Cf. p. ej. Contra Iulianum I :3,9 (PL 44,645) II 8,28 (693); Trin. VI 10~11 (CCL 50,241). También santo Tomás hizo un uso muy abundante de Hilario en su tratado sobre la Trinidad de la Summa Theologiae. 4 A. Orbe, El estudio de los santos Padres en la formación sacerdotal, en R. Latourelle (ed.), Vaticano IL· balance y perspectivas. Veinticinco años después (1962-1987}, Salamanca 1989, 1037-1046, 1043: «Sin negar valor a san Ambrosio, siempre será dogmáticamente más aleccionador -aunque más difícil- san Hilario. Quien domina al obispo de Poitiers tiene mucho adelanto 3

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PRÓLOGO

PRÓLOGO

Basilio de Cesarea y a Gregario Nacianceno en especial, necesita menos justificación. Pasando a la Edad Media, sin olvidar a san Buenaventura, no podemos desconocer el influjo que en los últimos tiempos ha ejercido Ricardo de San Víctor; también tendremos que prestarle atención, aunque bastante de lo que se ha escrito sobre el modelo social de la Trinidad necesite de una profunda revisión crítica. Como se explica con más detalle en el capítulo primero, esta obra pretende reunir los contenidos clásicos de los tratados "de Deo uno" y "de Deo trino'', pero con una declarada preferencia por el segundo. Dedicaremos nuestra atención a los contenidos de la fe de la Iglesia, y menos al "contexto" en el que ésta es hoy profesada y testimoniada5• No por menosprecio de estas cuestiones actuales, cuya importancia no se puede desconocer, sino por la conciencia de los límites personales y también por el carácter que he pretendido dar a esta obra. Sólo a partir del conocimiento del núcleo central de la fe cristiana en el Dios uno y trino pueden estudiarse con posibilidades de éxito los otros problemas que se relacionan íntimamente con él. La primera edición de esta obra apareció en el año 1998. Desde entonces ha sido objeto de dos reimpresiones en 2000 y 2005; en el año 1999 apareció la traducción italiana6, que ha sido objeto de tres s.ucesivas reimpresiones en 2002, 2004 y 2007. También ha sido traducida al portugués7 y al inglés 8 • Transcurridos ya algo más de diez años desde la publicación inicial del volumen, y teniendo presente la buena acogida de que ha sido objeto, parecía conveniente una puesta al día a la vez que una reflexión ulterior acerca de algunas de las cuestiones tratadas. En continuidad sustancial con las precedentes ediciones, la obra ha sido sometida a una reelaboración profunda. '

He incorporado, y no solamente en las notas, la bibliografía más relevante aparecida desde el año 1998, o en los años inmediatamente anteriores y de la que no había podido tener: noticia en el momento de la redacción inicial de la obra. Además en el año 2002 publiqué una monografía, La Trinidad misterio de comunión9, en la cual se tratan con más extensión algunas cuestiones solamente insinuadas en el libro precedente. Una parte de estas reflexiones, no la totalidad ni mucho menos, han sido introducidas en la presente edición. En algunos puntos concretos se han matizado o justificado mejor los puntos de vista ya adoptados. El tratado resulta ahora más extenso que en la edición y reimpresiones precedentes, pero creo con todo que se mantiene en los límites razonables en una obra de este estilo. Como ya hice notar al presentar la publicación inicial, he sido generoso en citar a los autores clásicos y modernos porque pienso que nada puede suplir el acceso directo a los textos que, de esta manera, queda en parte facilitado. A muchos tengo que agradecer el que esta obra remodelada vea ahora la luz. En primer lugar a los responsables del Secretariado Trinitario, pasados y presentes; me es grato en este contexto recordar al P. Nereo Silanes, de quien siempre recibí tantas atenciones. Mi gratitud va también a los colegas y alumnos de quienes he recibido estímulo constante. En el prólogo de la primera edición agradecía especialmente la ayuda y el interés de Mons. Eugenio Romero Pose y del P. Ángel Antón. Ninguno de los dos se encuentra ya entre nosotros. V alga este recuerdo de modesto homenaje a su memoria.

en patrística. Mucho más que si extendiera el campo de estudio, simultáneamente, a todos los Padres occidentales (fuera de san Agustín)». 5 Cf. A. Amato (a cura di), Trinita in contesto, Roma 1993; también P. Coda- A. Tapken (edd.), La Trinita e il pensare. Figure percorsi prospettive, Roma 1997. 6 Il Dio vivo e vero. Il mistero della Trinita, Ed Piemme, Casale Monferrato 1999. 7 O Deus vivo e verdadeiro. O mistéiro da Trindade, Edi¡;:oes Loyola, Sao Paulo 2005. 8 Tbe Living and True God. Tbe Mystery ofthe Trinity. Convivium Press, Miami2009

9 Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 22007; ha sido también traducida al italiano, La Trinita mistero di comunione, Milano 22008 ~a primera publicaci6n es del 2004).

Abreviaturas

AAS AG Ang Aug BAC Cath CCL CEC CSEL DH

DV EphThLov EstEcl EstTrin FP GCS Greg GS LG LThK MünThZ M ySal NA NRTh PG

Acta Apostolicae Sedis. Conc. Vaticano II, Decr. Ad Gentes. Angelicum (Roma). Augustinianum (Roma). Biblioteca de Autores Cristianos (M:adrid). Catholica (M:ünster). Corpus Christianorum. Series Latina (Turnhout) Catecismo de la Iglesia Católica. Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (Wien). Denzinger-Hünermann, El magisterio de la Iglesia.

Enchiridion symbolorum et declarationum de rebus fidei et morum, Barcelona 1999. Conc. Vaticano II, Const. dogm. Dei Verbum. Ephemerides Theologicae Lovanienses (Bruges). Estudios Eclesiásticos (M:adrid). Estudios Trinitarios (Salamanca). Fuentes Patrísticas (M:adrid). Die griechischen christlichen Schriftsteller der ersten drei Jahrhunderte (Leipzig). Gregorianum (Roma). Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudium et Spes. Conc. Vaticano II, Const. past. Lumen Gentium. Lexikon für Tf;eologie und Kirche, 2 ed., Freiburg 1957-1965. Münchener Theologische Zeitschrift (St. Ottilien).

Mysterium Salutis. Fundamentos de la dogmática como historia de la salvación, Madrid 1969ss. Conc. Vaticano II, Decl. Nostra Aetate. Nouvelle Revue Théologique (Louvain). Patrología Graeca (París).

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ABREVIATURAS

PL

Patrología Latina (París). Revista Española de Teología (Madrid). Revue Thomiste (París). RevTh RM Juan Pablo II, Ene. Redemptoris Missio. RSPhTh Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques (París). RSR Recherches de Science Religieuse (París). RThLou Revue Théologique de Louvain (Louvain). ScCat La Scuola Cattolica (Milano). Sources Chrétiennes (París). SCh TheolSt Theologícal Studies (Baltimore). TheoPhil Theologíe und Philosophíe (Freíburg), Theologisches Worterbuch zum Alten Testament, TWAT Stuttgart 1973ss. Martín Luther, Werke. Kritische Gesamtausgabe, WA Weimar 1883-1949. WiWe Wíssenschaft und Weísheit (Düsseldorf). Zeirschrift für Theologie und Kirche (Tübingen). ZThK

RET

CUESTIONES PRELIMINARES

1 Introducción al tratado

DIOS QUE SE REVELA COMO OBJETO PRIMARIO DE LA TEOLOGÍA

No parece difícil de justificar que el tratado sobre Dios sea el que merezca sobre todo y del modo más estricto el calificativo de «teológico». Es claro que sólo a partir del conjunto de todos los tratados teológicos podemos hacernos una idea global del misterio cristiano, de Dios y de la salvación que el Padre en Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo nos quiere otorgar. Pero no hay duda de que estando directamente ligadas a Dios mismo las verdades que ha querido revelarnos para nuestra salvación (cf. DV 2.6), a él corresponde una prioridad sobre las demás cuestiones que han de ser objeto de estudio en la teología. Todas ellas recibirán su última luz de Dios mismo. En el estudio del tratado de Dios nos hallamos por consiguiente en el centro de la teología. En el comienzo mismo de su Suma teológica1 santo Tomás se pregunta por la necesidad de una doctrina fundada en la revelación, distinta por consiguiente de las disciplinas filosóficas. La razón fundamental que ofrece para justificar la existencia de esta doctrina es el fin del hombre. En efecto, el ser humano se ordena a Dios, a un fin que excede la comprensión de la razón. A este fin deben los hombres ordenar sus acciones para que puedan alcanzar la salvación. Tiene que ser por consiguiente un fin conocido de antemano, «praecognitus», por el hombre. Por ello hace falta la doctrina fundada en la revelación, para que pudieran ser conocidas por el hombre aquellas cosas que exceden la 1

S7b I 1,1: «Utrum sit necessarium, praeter philosophicas disciplinas, aliam doctrinai;n haberi». Cf. este art. para lo que sigue.

EL DIOS vrvo y VERDADERO

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INTRODUCCIÓN AL TRATADO

El conocimiento que viene de la revelación, que el hombre acepta por la fe, es, según ~a ter~ología de s~to .T ~m~, sacra doctrina, que aun en su diferencia de las demas ?Jsciplinas ~u­ rnanas merece el nombre de «ciencia»4 • Y esta ciencia especial 5 tiene; Dios como objeto, es teología, es decir es sermo de D_eo • El objeto de esta ciencia tiene que ver directamente con la fi~a­ lidad de la misma, es decir, ayudar al hombre a la consecucion de su fin, que es sólo Dios. La teología tiene que ver por tanto con bias mismo, porque aunque se ocupe de otros asuntos, los estudia todos sub ratione Dei. Dios es en todo caso el tema _de la teología, bien sea porque ésta trata directamente de D10s mismo, bien porque se ocupa de las otras cosas en cuanto se ordenan a Dios6 • Lo que nos proponemos hacer es por t:into, en el sentido más estricto de la expresión, sermo de Deo. Si a todos los temas teológicos nos acercamos con temo~ y temblor, con mucha más razón a éste. El esfuerzo especulativo ~,° puede ~e­ pararse de la actitud de escucha y de cor~.templac10n. Esta -i;ltima no ha de considerarse ~orno algo diverso 1d~ la teologia. Más bien es la que ha de ~~r el e~fu~rzo teologico para que éste no se desvíe de su autentico objetivo, ayudarnos a la consecución de nuestro fin último que es Dios.

razón y que se refieren a su fin último. Todavía por un segundo motivo fue necesaria la revelación: incluso aquellas verdades sobre Dios que el hombre puede conocer por la luz de la razón son difíciles de entender, requieren mucha investigación, no están al alcance de todos; no se llega a estos conocimientos sin la mezcla de muchos errores. Por ello fue necesaria la instrucción sobre ellos por revelación divina. El concilio Vaticano I, en la constitución «Dei Filius», se hizo eco de estas razones que ya santo Tomás había adelantado (cf. DS 3004-3005). En sumomento volveremos con más detención sobre este asunto. La necesidad o conveniencia de la revelación se funda únicamente en el fin al que Dios destina al hombre. No se trata por tanto de que adquiramos un nuevo conocimiento por mera curiosidad. Es un conocimiento, como dice el concilio Vaticano II (DV 6), que tiene como objeto el mismo Dios y los decretos eternos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres. La necesidad del conocimiento de Dios fundada en la revelación se basa por tanto en que él es el único fin del hombre, al que el ser humano tiende aun sin conocerlo y que es el único que puede calmar la inquietud de su corazón2• Por otra parte los grandes escolásticos y el magisterio contemporáneo hablarán explícitamente del conocimiento y el amor del Dios uno y trino como el fin de la vida humana al que tienden los deseos de los santos3 • 2

Agustín, Con/ I 1,1(CCL27,1): «Tu excitas, ut laudare te delectet, quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te». Notemos que Agustín relaciona la alabanza da Dios con el reposo en él. Cf. también de civ. Dei XXIl 30 (CCL 48,866). 3 Agustín, Trin. I 18 (CCL 50,52): «Hoc est enim plenum gaudium nostrum quo amplius non est, fruí Trinitate Deo ad cuius imaginero facti sumus»; Tomás de Aquino, In L Sent.dis. 2, exp. textus: «Cognitio enim Trinitatis in unitate est fructus et finis totius vitae nostrae»; Buenaventura. Breviloquium, prologus: «...y mediante este conocimiento [de Jesucristo] llegar a la plenísima noticia y al extraordinario amor de la Trinidad bienaventurada al que tienden los deseos de los santos, y en el cual se halla el estado y la plenitud de toda verdad y bien»; ib., Myst. Trin. q.l,a.2: «fides Trinitatis et fundamentum et radix est divini cultus et totius christianae religionis»; Juan Pablo II, Fides et Ratio 15: «El fin último de la existencia personal ... es objeto de estudio tanto de la filosofía como de la teología. Ambas, aunque con medios y contenidos diversos, miran hacia este "sendero de la vida" (Sal 16 [15] 11), que, como nos dice la fe, tiene su meta última en el gozo pleno y duradero de la contemplación del Dios Uno y Trino». Cf. también ib. 13, la vocación del hombre es participar en el misterio de la vida trinitaria de Dios.

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4 S1b I 1,2: «Y de esta manera la sagrada d~ctr~a es ci~ncia: porque ~ro­ cede de principios conocidos a la luz de una ciencia superior, qt;e es la. ciencia de Dios y de los bienaventura~os». D~ m~eyo la referencia,ª D10s es fundamental para determinar el caracter «~ientífico» de la teologia., No entramos evidentemente ahora en el comple¡o problema de la teologia coill:o ciencia. Cf. P. Coda, Tea-Logia. La parola di Dio nelle paro/e de!l'uomo. Epzstemologia e metodología teologica, Rom~ 1997, 171-190; J. Ratzmg_er, Natura

e compito della tea logia. Il teologo nella disputa contemporanea: stona e dogma, Milano 1993· A. Cordovilla, El ejercicio de la teología, Salamanca 2007, esp. 11-39. Se puede ver también, Congregación para la Doctrina de la Fe. Donum veritatis. Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo (1990). . s S7b I 1 7: «In hac scientia fit sermo de Deo: dicitur enim teología, quasi

sermo de D~o. Ergo Deus est subiecwm ~uius scientiae:'· ~~e de la revelación, de lo que Dios mismo nos dice, y tiene_ como prmcip_10, como sant? Tomás nos recordaba, la misma ciencia de D10s. Cf. Benedic~o XVI honnlía del 6 de octubre de 2006 a la Comisión Teológica Internac10nal, en AAS 158 (2006) 690-693,691. 6 STh I 1,7: «Todas las cosas se tratan en la doctrina sagrada desde el punto de vista de Dios, sea porque se trata del mismo Dios,_ sea porqu: se ordenan hacia Dios como al principio y al fin. De donde se sigue q1:1~ Dios es v~rda­ deramente el objeto de esta ciencia. Lo cual se pone de manifie?to a part~ de los principios de esta ciencia, que son los artículos de la fe que viene de D10s»;

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INTRODUCCIÓN AL TRATADO

EL DIOS VIVO Y VERDADERO ·

Nos ocupare~os en r:ue~tro tratado,. siguiendo la pauta de cuai:to hasta aqu; ~emos mdicado, del D10s revelado en Cristo. La ne~ problemati~a ~ctual so~re Dios y la apertura del hombre a el nos ocupara solo margmalmente para evitar repeticion~s con tratados de teología natural u otras obras de índole diversa c¡ue tratan específicamente de este amplio complejo de problemas7 • Deberemos. tomar com;> guía y base de nuestro curso algunos textos capitales del prologo del evangelio de Juan: La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros

J;' ~emos visto su glc:ria, gloria que recibe del Padre como Hij~

u?-1-co, lleno de ~racia y de verdad... De su plenitud hemos recibido t~d?s, gracia ~obre gracia. Porque la ley fue dada por medio de ~01ses; l~ gracia y !a verdad nos han llegado por Jesucristo. A D10s nadie 10 ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, el lo ha dado a conocer Gn 1,14.16-18). 1

En su venida al mundo, dándonos a conocer la gloria que le corresp~nde coi;no al Hijo único del Padre, Jesús nos ha reve~ado a J?ios a qmen nadie ha podido ver y que habita en una luz maccesible a todo ~~r humano (cf. Ex 33,20; 1 Tm 6,16). Nos lo da a ~onocer haci~~donos partícipes de su vida, dándonos de s~,Plerutu.d, comurucandonos su gracia y su verdad. La revelacion de J?ios en Cristo no es una simple comunicación de «verdades», sm? que comporta una donación de su vida misma. Es un~ auténtica «autocomunicaciÓn» de Dios. Por esta razón la a~titud de fe es fundamental para el acceso a esta revelación divma. En Jesús no sólo podemos ver al Padre sino que a la vez tenemos ;l únic~ caminopa.ra llegar hasta él' (cf. Jn 14,6-9). J?e ahí el carac~;r teolo~ico de nuestro tratado, que quiere partir de la revelac10n acaecida en Cristo y acogida por la Iglesia

ib, ad 2: «Todas las otras cosas que se determinan en la doctrina sagrada se cm1iprenden en D~o~». Cf. tambié~ Buenaventura, Brev. I 1.4. .P.odemos remm.r sobre el particular, entre la enorme bibliografía a X Zubm, El hombr_ey Dios, Madrid 1984; J. de S. Lucas, La búsqueda de DÍos ~ el J:ombre, Madrid 1994; J. Alfara, De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios~ Salamanca 1?~8; M. Cabada Castro, El Dios que da que pensar. Acceso fi1osófi~o-antropologzco a la divinidad, Madrid 1999; O. González de Cardedal, Dios, Salamanca 2004.

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en la fe 8• En realidad, todo conocimiento que el hombre puede tener de Dios, de un modo o de otro, se basa en el hecho de que él se ha dado a conocer. Deberemos estudiar en su momento el problema teológico del acceso de la razón humana a Dios. Por ahora nos basta señalar que toda búsqueda de Dios por parte del hombre tiene en Dios mismo su iniciativa, está guiada por su providencia y por su mano, aunque nosotros no lo sepamos9• El mismo conocimiento de Dios que el hombre puede adquirir a partir de la creación viene del testimonio perenne que Dios da de sí (Vaticano II, DV 3). Además de este testimonio de la creación la const. Dei Verbum 3 nos habla de una manifestación divina a nuestros primeros padres, de nivel más elevado que el de la creación misma, en relación con la salvación de un orden superior (supernae salutis) a que desde el principio los destinaba. La revelaeión del Antiguo Testamento al pueblo elegido es sin duda otro paso en el autodesvelamiento de Dios: así ha podido ser reconocido como «Dios único, vivo y verdadero; Padre providente y justo jueZ>> (DV 3). De esta forma Dios fue preparando el camino del evangelio. Pero sólo con Jesucristo llega la revelación a su plenitud, porque el Verbo que ilumina a todos los hom8

Significativos los tÍtulos de algunos tratados que ponen de relieve este aspecto: W. Kasper, Der Gott]esu Christi, Mainz 1982; y más recientemente L. Scheffczyk, Der Gott der Ojfenbarung. Gotteslehre, Aachen 1996. 9 La tradición de la Iglesia ha insistido sobre este particular; bastarán_ algunas referencias: Ireneo de Lión, Adv. Haer. N 6,4 (SCh 100,446): «Edocuit autem Dominus quoniam Deum scire nemo potest nisi Deo docente, hoc est sine Deo non cognosci Deum»; Agustín, Soliloquiorum Lib. I 1,3 (PL 32,870): «Deus, quem nemo quaerit nisi admonitus»; Anselmo de Canterbury, Proslogion I (Opera I,98): «Eia nunc erto tu, domine Deus meus, doce cor meum ubi et quomodo te quaerat, ubi et quomodo te inveniat»; ib. (100): «Doce me quaerere te, et ostende Te quaerenti; quia nec quaerere te possum nisi Tu doceas, nec inveniri nisi Te ostendas»; ib. XN (384): «Aut potuit [quis] omnino aliquid intelligere de Te, nisi per lucem tuam et veritatem tuam?»; Bernardo de Claraval, Liber de Diligendo I}eo VII (PL 182,987): «Nemo quaerere te valet, nisi qui prius invenerit. Potest quidam quaeri et inveniri, non tamen praeveniri»; Guillermo de Saint Thierry, Speculum Fidei 122 (SCh 301,192): «inveni nos et inveniemus te»; cf. M. Cabada Castro, El Dios que da que pensar (cf. n. 7), 384; O. González de Cardedal, Dios (cf. n. 7), 104-105, 269: «Debemos hablar a la vez que de "buscadores" de Dios" de "encontrados" por Dios ... Ha sido el hombre el cercado, acosado y apresado en la red por Dios Inismo cuando no le buscaba e incluso cuando huía de Él»; G. Amengual, La religió en temps de nihilisme, Barcelona 2003,108-109.

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bres ha sido enviado por el Padre «para que habitara entre ellos y les revelara los secretos de Dios» (DV 4) 10 • La teología tiene como objeto a Dios en cuanto es el fin del hombre, porque también la revelación que en Jesús alcanza su cumplimiento no tiene otro objeto más que Dios y las verdades de nuestra salvación. AJesús tenemos que mirar por tanto para conocer a Dios Padre. Revelándonos a Dios como Padre se nos da a conocer él mismo como el Hijo. Podemos acceder a este misterio en el Espíritu de Dios, «porque nadie puede decir Jesús es Señor si no es en el Espíritu Santo» (1Cor12,3). La revelación de Dios como Padre de Jesús, que comporta la de Jesús como Hijo de Dios y Dios también como el Padre y la del Espíritu Santo, don del Padre y de Jesús que introduc~ en la intimidad de su vida, es la revelación del Dios uno y trino. La doctrina de la unidad divina en la trinidad y la trinidad en la unidad que la Iglesia ha desarrollado es la consecuencia directa del Dios que Jesús nos ha dado a conocer. No estamos ante un apéndice o cuestión secundaria de la teología o de la fe sino ante su núcleo más profundo, porque nos enfrentamos co~ el misterio de Dios que se da a conocer como el único fin al que el hombre tiende y en el que puede alcanzar su plenitud.

LA ORlGINALIDAD DE LA NOCIÓN CRlSTIANA DE DIOS

.En la confesión del Dios uno y trino tenemos por consi~me_nte el punto focal de la fe cristiana. Por una parte el Cristianismo se coloca al lado de las grandes religiones monoteístas: s~gue la tradición del ~D;tfguo Testamento y se considera legítlillo heredero de la relig10n de Israel, en la que la unidad y unicidad de Dios es la verdad fundamental (cf. Ex 20,lss; Dt 6,4, etc; Me 12,29; Jn 17,3). Después del cristianismo ha venido el Islam, que ha mantenido con mucha fuerza el monoteísmo de la tradición veterotestamentaria, aunque considera como una desviación la Trinidad cristiana.

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4: «Co~ toda su presencia y manifestación, con sus palabras y sus obras, signos y milagros: y sobre todo con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos, y fmalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que Dios vive con nosotros ... ». 10

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Pero precisamente porque el monoteísmo cr~stian?, que debemos afirmar con todas las fuerzas, es el del D10s tnno, no se puede identificar sir: m~s con el d~l judaísm~ º.el Islam. Las características que atnbUimos al D10~ uno y uru~o son enormemente diversas aunque nuestro D10s sea el fillsmo que se ha revelado al puehlo de Israel, y en algún sentido el que el Islam venera en la medida en que perduren en él algunos elementos fundamentales de la tradición bíblica (cf. LG 16). Para nosotros la unidad última de Dios, la más grande que podamos .J?ensar.' es en sí misma plural 11 • De ahí que, aunque haya en la afirmaci?n una parte de verdad, no se pueda af~mar .sin matices que e.l J?ios uno puede ser conocido por la raza~, fille~tras que la T ru;idad divina debe ser objeto de la revelacion. Cierto, con la razon se puede llegar al conocimiento. ~el Dios un?, como también han llegado a esta idea las otras :~ligioi:es. .r:ienciona?as y tal vez ot~as en el mundo sin la revelacion deflilltiva en Cnsto. Pero el D10s que se da a c~nocer en Jesucristo es ~l Dios uno y ~~ino. ~ª. unidad no es unicamente un dato previo a la revelac10n cnstlana, sino que con ésta recibe un sentido nuevo y mucho más profundo. No hay unidad divina sin trinidad, y viceve:sa. ~a Ú~c~ unidad divina que el Cristianismo profesa es_l~ umta_s zn Tnmtate, mientras que no se puede entender la Trlilldad.srn tener en cuenta la unidad divina, Trinitas in unitate12 • El Dios revelado en Cristo es a la vez el Dios uno y el Dios trino. 1

1

11 La teología cristiana es siempre más consciente de este problema; lo abordaremos en el cap. 10 sobre la unidad de Dios. Cf. A. Manaranche, 11 monoteísmo cristiano, Brescia 1988. Este problema no debería ser pasado por alto en el diálogo con hebreos y musulmanes. Cf. recientemente sobre. el problema del monoteísmo, J. L. Sánchez Nogales, Creemos en un solo D~os, pero ¿en un mismo Dios?: Burgense 41 (2000) 37~-413; G. Eme17-P. Gisel (ed.),Le christianisme est-il ur: mon~tkéísn:e?, ~enev~ ~001~ N. c.10~~' Monoteísmo cristiano come monotezsmo tnmtano, en 1d. CrZSLologza e Tnnzta, Roma 2002 109-158· P. Coda Trinité et monothéísme: Transversalités 89 (2004) 87102; 's. del C~ra Elena'. UNUs DEus TRINITAS. Repensar el m_onot~ísmo cristiano en diálogo con el judaísmo y con el Islam, en A. Cordovi1:1a Perez - J.1'.f Sánchez Caro - S. del Cura Elena (dir.), Dios y el hombre en Cnsto. Homena¡e a Olegario González de Cardedal, Salamanca 2~06, 245-271; R. Brague, Schluss mitden «DreiMonotheísmen»: IKZCommuruo 36 (2007) 98-113. 12 Conc. Lateranense, año 649 (DH 501): «Si quis ... non confitetur... trinitatem in unitate et unitatem in trinitate». Formulaciones parecidas en DH

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Des~e. el c;:omienzo t~.r;i.~mos. q;ie ser bien conscientes de la gran ongmalidad de la v1s10n cnst1ana de Dios. La iremos desa~{o~lando ~ lo largo de nuestra exposición. Esto no quiere ebir f>1:e margen d~ la fe cristiana no se pueda saber nada s?, red {~~ ~uestra illlsma fe nos dice lo contrario La revela ci?n. e tiguo 1:estamento es parte integrante del mensaj~ ~{1¡.ti~o, a~nque solo a la .11:1z de J esúcristo reciba su sentido e lllltivo. n. muchas tradiciones culturales y religiones se encuentrélf. se:;im~s del Verbo y rayos de la verdad y resencia d~} E(p{n;1b · Dios puede ser conocido por las obras la crea¡10n c . a , 13, 1-9; Rom 1,19-23), que pueden llevar con la u~ ~e la razon a la certeza de su existencia (cf. DS 3004) La fe cristiana, qu~ n~ J?Uede ser el fruto de una deducción ra~ional ~ale pod~r JU~tificars.e ante la razón misma. Pero la profundi~ .ª del lsteno d~ Dios se conoce sólo con la revelación cristiana, en a que J esus -?-º~ dice todo lo que ha oído a su Padre (cf Jn 15,15). El reconocllllento de la posibili"dad de d d . · · d · un ver a ero co.noclllle.r;tt? ~ D10s fuera de la fe no debe llevarnos a minif1ªr la ongmalidad del mensaje cristiano y su visión de Dios o o con.~l trasfon~o del misterio trinitario es comprensible l~ e-?-~~nacion, que D10s se haga hombre y comparta nuestra condicionen todo menos el pecado (cf Heb 4 25) h 1 y muerte de cruz (Fl ) · . ' asta a muerte D" . P 2,6-11, como igualmente sólo porque h wsbes unoly trlm? podemos pensar que nos introduce a los om res en a p emtud de su vida. c. , Llegad~s a este p;into debemos dar un paso más: la revelai?n de D10s en J esus, la revelación cristiana del Dios uno y ~moi es una co.r;i.frontación con un misterio cada vez mayor n e ect¡°, ui; Di~s q;i~ se presentara como simplemente uni~ persona s.ena mas fa.cil de entender, menos misterioso ue dle~? D10s uno y tn.r;i.o, revelado como tal en la encarnacÍ>, el que no conoce el límite. Así según Jn 4,24, Dios es espíritu; la noción de espíritu nos indica precisamente lo incontrolable, lo que el hombre no puede abarcar. Según 1 Jn 1,5, Dios es luz, noción que claramente apunta también a la plenitud sin límites. 20 Cf. R. Schnackenburg, Cartas de san Juan, Barcelona 1980, 256-264, «El amor como esencia de Dios»; Th. Soding, «Gott ist Liebe». 1 ]oh. 4,8.16 als Spitzensatz Biblischer 1beologie, en id. (Hg.), Der lebendige Gott. Studien zur 1beologie des Neuen Testaments (Festschr.if¡: W. Thüsing), Münster 1996, 306-357. 21 Cf. Aristóteles, Metafísica XII 7-9, 1072-1074 (ed. G. Reale, 562-584). Cf. Benedicto XVI, "Deus caritas est", 9. Pero se ha de notar que el propio Aristóteles ha indicado que la divinidad no es envidiosa; cf. Metafísica I 2 (108). Nos encontraremos con el motivo de la falta de envidia en Dios en nuestro recorrido por los Padres de la Iglesia. . 22 Cf. E. Jüngel, Dios como misterio del mundo, Salamanca 1984, 433 (ong. al. 464): «.. .la equiparación 'Dios es amor' es una afirmación que preserva la divinidad de Dios».

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que nos pone en evidencia la condición de inabarcable del Dios amor. El misterio de Dios que su revelación pone ante nosotros es, ante todo, el misterio de su infinito amor. Este amor es el que la doctrina trinitaria de la Iglesia trata de profundizar. Por ello nada tiene de particular que el misterio de Dios en sí mismo en su trinidad sea central en la fe y en la vida cristiana. Esta constatación nos lleva como de la mano a nuestro siguiente objeto de reflexión.

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al de la Trinidad entre las verdades de la A este puesto cent r . 1 fl ºón sobre este fe cristiana corresponde el primad? que a re. e~ de la fe· misterio ha de ocupar en la teologia, como ciencia . El bº . fundamental al que tiende la teología ~onsiste o Jetivlao . z· ia de la Revelación y el contenido de la en presentar inte igenc fl . ' ' 1 ntem fe. Por tanto, el ve~dade~o centro ~e sTr~ exi~nit~: lle~~ reíle~ plación del misterio mismo de D10s rm?; d 1Hiº o de Dios· xionando sobre el misterio de la enc~rn~c1on e . J h . 1.

h?~~i~ ~=ld~~e~:~~~~:~~l;~os:c;;su~ ~::~~fó~ ;:~~sfbnt a la cferecha ~el .Padre,. de dond;~k;{:;ª

sob.re su hacerse 1

EL CARÁCTER CENTRAL DE LA FE EN EL

Dros UNO y TRINO

Los recientes documentos de la Iglesia nos presentan el misterio del Dios uno y trino como el misterio central del cristianismo, la fuente y el origen de todos los otros misterios cristianos que en él encuentran su luz y su fundamento: El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es por tanto la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental en la «jerarquía de las verdades» de la fe. «La historia de la salvación es la misma historia del camino y del modo con el que el Dios verdadero y uno: Padre, Hijo y Espíritu Santo se revela a los hombres, apartados por el pecado, y los reconcilia y los une a SÍ»23 • CEC 234, trad. a partir de la edición típica, Catechismus Catholicae Ecclesiae, Citta del Vaticano 1997, 71. La idea se repite en forma sintética en ib. 23

261, con el añadido significativo de la estricta necesidad de la revelación de este misterio para que podamos conocerlo: «El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Solamente Dios nos lo puede dar a conocer, revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo» (ib. 78). Cf. también el Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, n. 44. Otras confesiones cristianas confiesan también esta centralidad del misterio del Dios uno y trino. Así el Consejo Ecuménico de las Iglesias, se define a sí mismo con estas palabras: