El Diario de Noah

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El diario de noah – NICHOLAS SPARKS Un hombre tiene un cuaderno, traido y llevado mil veces, en su regazo. Una mujer escucha lo que el le lee aunque no acaba de entender. El cuaderno de Noah cuenta la historia de Noah, un sureño que vuelve a casa después de la segunda guerra mundial. Noah intenta que la plantación de la que procede vuelva a su antigua gloria, pero las imágenes de la joven que conocio hace catorce años no paran de perseguirle. No ha conseguido olvidar el verano que pasaron juntos. Es entonces cuando vuelve a dar con ella. Allie esta comprometida pero la pasión que sintió por Noah no ha disminuido ni un apice. Los obstáculos que impidieron su relación continúan existiendo y Allie se ve obligada a enfrentarse a sus sueños con su boda a tan solo unas semanas de suceder.

CAPITULO 1 – MILAGROS ¿ QUIEN SOY? ¿ Y COMO TERMINARA ESTA HISTORIA? Acaba de amanecer, y estoy sentado junto a una ventana empañada por el aliento de toda una vida. Esta mañana soy un autentico espectáculo: dos camisas, unos pantalones de paño de abrigo, una bufanda enrollada dos veces alrededor del cuello y metida dentro de un sueter grueso que me tejio mi hija para mi cumpleaños, hace ya tres décadas. El termostato de la calefacción esta al máximo y he puesto una pequeña estufa a mi espalda. Silva, ruge y escupe aire caliente como el dragon de un cuento, y sin embargo mi cuerpo tiembla con un frio que no desaparecerá nunca, un frio que ha tardado ochenta años en gestarse. Ochenta años, pienso a veces, y aunque llevo mi edad con resignación, no puedo creer que no haya conducido un coche desde los tiempos en que George Bush era presidente. Me pregunto si a toda la gente de mi edad le pasara lo mismo. ¿ Mi vida? No es fácil de describir. No ha sido la experiencia vertiginosa y espectacular que hubiera deseado, pero tampoco he vivido oculto bajo tierra, como las ardillas. Supongo que podría compararse con la bolsa; relativamente estable, con mas momentos buenos que malos y una tendencia general al alza. Un buen negocio, un negocio afortunado, y se por experiencia que no hay mucha gente que pueda decir lo mismo. Pero no me interpreten mal. No soy especial; de eso estoy seguro. Soy un hombre corriente, con pensamientos corrientes, que ha llevado una vida corriente. No me dedicaran ningún monumento y mi nombre pronto pasara al olvido, pero he amado a otra persona con toda el alma, y eso, para mi, es mas que suficiente. Para los románticos, esta será una historia de amor; para los escépticos, una tragedia. Para mi, es una mezcla de ambas cosas, e independientemente de la impresión que les cause al final, nadie podrá negar que ha determinado gran parte de mi vida y señalado mi camino. No tengo quejas de ese camino ni de los sitios a donde me ha llevado; puede que tenga quejas suficientes para llenar una carpa de circo en otros planos, pero el camino que he elegido ha sido el mejor y jamas lo cambiaria por otro. Por desgracia, con el tiempo no resulta sencillo seguir rumbo fijado. El camino es tan recto como siempre, pero ahora esta salpicado de las rocas y piedrecillas acumuladas en el transcurso de una vida. Hasta hace tres años habría sido fácil sortearlas, pero hoy es imposible. La enfermedad se ha apoderado de mi cuerpo; ya no soy fuerte ni estoy sano, y paso el tiempo como un globo viejo: lánguido, flojo y cada vez mas blando.

Toso y miro el reloj por el rabillo del ojo. Es hora de salir. Me levanto del sillón situado junto a la ventana y cruzo la habitación arrastrando los pies, deteniéndome ante el escritorio para tomar el cuaderno que he leído centenares de veces. Ni siquiera lo miro. Me lo pongo debajo del brazo y sigo andando hacia el sitio adonde quiero ir. Camino sobre las baldosas blancas salpicadas en gris. Como mi pelo y como el de la mayoría de los que viven aquí, aunque esta mañana soy el único en el vestíbulo. Estan en sus habitaciones, con la sola compañía de la televisión, pero ellos, como yo, están acostumbrados. Con el tiempo, uno se acostumbra a cualquier cosa. Oigo un llanto ahogado a lo lejos y se perfectamente de donde procede. Las enfermeras me ven; nos sonreímos y nos saludamos. Son amigas mias y charlamos a menudo, aunque estoy seguro de que especulan sobre mi sobre las cosas que hago cada dia. Oigo que murmuran a mi paso: -ahí va otra vez – dicen – Ojala hoy salga bien. Pero no me dicen nada en la cara. Estoy convencido de que piensan que me molestaría hablar de ello a una hora tan temprana y, conociéndome, quizá tengan razón. Un minuto después llego a la habitación. Como de costumbre, han dejado la puerta abierta. Hay otras dos enfermeras dentro y también me sonríen. -Buenos días- saludan alegremente, y dedico un minuto a preguntarles por los niños, el colegio y las vacaciones que se aproximan. Durante otro minuto hablamos del llanto. Al parecer, no lo han notado. Ya no les afecta; y debo confesar que a mi me pasa otro tanto. Me siento en el silllon, que ha adquirido la forma de mi cuerpo. Casi han terminado; ella esta vestida, pero sigue llorando. Se que callara en cuanto se vayan. El ajetreo de la mañana siempre la perturba y hoy no es una excepción. Finalmente, las enfermeras retiran el biombo y se marchan. Las dos me tocan y me sonríen al pasar por mi lado. Me pregunto que significan esos gestos. Un segundo después la miro, pero ella no me devuelve la mirada. Lo entiendo, porque no me reconoce. Para ella soy un extraño. Me doy vuelta, inclino la cabeza y rezo en silencio, pidiendo la fuerza que se que voy a necesitar. Siempre he sido un firme creyente en Dios y en el poder de la oración, aunque, para ser sincero, mi fe me ha llevado a plantearme una lista de interrogantes para los que exigiré respuestas después de la muerte. Ya estoy preparado. Me pongo los anteojos y saco una lupa del bolsillo. La dejo un instante en la mesa mientras abro el cuaderno. Tengo que chuparme el dedo dos veces para abrir la gastada tapa. Pongo la lupa en posición. Antes de empezar a leer, siempre hay un momento de vacilación en que me pregunto: ¿pasara hoy? No lo se; nunca lo se de antemano, y en el fondo me es igual. Es la esperanza lo que me impulsa a seguir; no hay garantías, como si se tratara de una apuesta. Pueden llamarme soñador, ingenuo, o cualquier cosa por el estilo, pero estoy convencido de que todo es posible. Se que las probabilidades y la ciencia están en mi contra. Pero también se que la ciencia no es infalible; la experiencia me lo ha demostrado. Por eso creo en los milagros, por inexplicables o increíbles que parezcan, existen y pueden contradecir el orden natural de las cosas. De modo que una vez mas, como todo los días, empiezo a leer el cuaderno en voz alta para que ella me

oiga, con la esperanza de que el milagro que ha llegado a dominar mi vida vuelva a triunfar. Y quizá, lo haga.

CAPITULO 2 : FANTASMAS A principios de Octubre de 1946 Noah Calhoun contemplaba la puesta de sol desde el zaguán de su casa de estilo colonial. Le gustaba sentarse allí al atardecer, después de trabajar todo el dia, y dejar vagar sus pensamientos. Era su forma de relajarse, una rutina que había aprendido su padre. Le gustaba sobre todo mirar los arboles y su reflejo en el rio. Los arboles de Carolina del Norte son hermosos en otoño; verdes, amarillos, rojos, naranjas y todas las tonalidades intermedias. Sus colores resplandecen a la luz del sol. Por centesima vez, Noah Calhoun se pregunto si los antiguos propietarios de la casa pasarían las tardes allí, pensando en las mismas cosas.