El Concepto de Libertad en Hannah Arendt

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El concepto de libertad en Hannah Arendt Hannah Arendt esta considerada una de las pensadoras más significativas del Siglo XX, socióloga nacionalizada en los Estados Unidos, nació en Hannover, Alemania en 1906. Después de ampliar sus estudios en tres universidades obtuvo su Doctorado en Humanidades en la Universidad de Heidelberg a la edad de los 22 años. En 1933 se exilio en Francia durante el auge del movimiento nazi en Alemania y posteriormente en 1941 huyó a Estados Unidos en busca de exilio donde adoptó su nacionalidad. Entre sus obras más destacadas tenemos Orígenes del Totalitarismo(1951), la Condición Humana(1958), Entre el Pasado y el Futuro(1961), Revolución(1963) y Eichmann en Jerusalén(1963). Hannah falleció el 4 de diciembre de 1975 en su país adoptivo. La riqueza de sus aportes y su alta significado a la luz de las realidades que nos circundan ameritan retomar el debate sobre la libertad en momentos en que las nuevas tendencias del movimiento de las sociedades indican el debilitamiento de la lucha por la libertad a favor de un pensamiento único de corte autoritaritario en un especie de reedición de un fascismo global que apunta a destruir la acción política que intente propuestas transformadoras más allá de lo globalmente dominante. INTRODUCCIÓN El problema de la libertad constituye un problema de alto contenido histórico y es una preocupación relativamente permanente en el devenir de la humanidad desde el momento en que se fue conformando la Ciudad-estado con su tendencia a la separación entre la política o el problema del poder y las expresiones públicas de los gobernados; situación que se coloca de manifiesto de manera fuerte dentro del contexto del Estado Feudal Absolutista y el posterior desarrollo del Estado-nación que consolida un tipo de Modernidad que no logra mejorar ésta separación. En éste sentido consideramos la libertad como una búsqueda permanente en que la política proporciona una libertad potencial mayor en la medida en que la Acción Política es inspirada en una alta virtuosidad. Es necesario tener presente las condiciones históricas y concretas en que nos desenvolvemos para lograr una mayor libertad que tenga en cuenta tanto a la sociedad como a los individuos, liberando sus energías del mundo de las necesidades tanto materiales como espirituales. El concepto de libertad es interpretado de manera difusa en las condiciones de las culturas griegas y romanas, pero su estudio nos señala elementos constitutivos para la interpretación de la misma; igualmente, las interpretaciones religiosas medioevales van dando fuerza a un tipo de interpretación sobre el concepto que van fortaleciendo la separación entre libertad y política; pero es la modernidad burguesa la que hace más sofisticada dicha separación al predicar la libertad pero reducirla al libre albedrío. Tomando en cuenta lo anterior, la pregunta que subyace es: ¿Qué importancia y para qué sirve el debate en torno al problema de la libertad como debate esperanzador que libere el potencial de los seres humanos del mundo de la necesidad y la opresión?. Al introducirnos en la respuesta a éste interrogante tomamos como punto de partida la descripción de los aspectos más esenciales del capítulo cuarto dedicado a ¿Qué es la Libertad? del texto de Hannah Arendt “Entre Pasado y Futuro: Ocho Ejercicios sobre la Reflexión Política”. Posteriormente abordamos algunas reflexiones propias sobre lo planteado por la autora y concluimos con una inquietud final. ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? SEGÚN HANNAH ARENDT ¿Qué es la Libertad?

Hannah Arendt parte de considerar que ésta pregunta es una empresa sin esperanza y la dificultad para dar respuesta se puede resumir como la contradicción entre nuestra conciencia y nuestro consciente, que nos dice que somos libres y por tanto responsables, y nuestra experiencia diaria en el mundo exterior, en el que nos orientamos según el principio de la causalidad. Esta orientación hacia el principio de la causalidad es una búsqueda científica y teórica de prueba en la que nos atenemos a la verdad, es decir a la idea de que incluso “nuestras propias vidas están sujetas, en última instancia, a la causalidad”, y de que si hemos de tener un ego en esencia libre dentro de nosotros, ese ego sin duda jamás hace una aparición inequívoca en el mundo de los fenómenos y, por consiguiente, jamás puede llegar a ser el sujeto de comprobaciones teóricas (Pág. 155). Ahora bien la Prueba en torno a la Libertad manifiesta sus limitaciones por que no estamos en condiciones siquiera de conocer todas las causas que entran en juego por el enorme número de factores implicados, pero también porque las motivaciones humanas todavía están ocultas a los observadores, tanto a la inspección de nuestros congéneres como a nuestra introspección. De ésta situación se deriva una antinomia entre libertad práctica y no-libertad teórica conformando una dicotomía entre ciencia y ética que se encuentra presente en las experiencias cotidianas y son el punto de partida tanto de la ética como de la ciencia. No es la teoría científica, sino el pensamiento mismo en su estado precientífico y prefilosófico, lo que parece disolver en la nada la libertad sobre la que se basa nuestra conducta práctica. En el momento en que reflexionamos sobre un acto, éste parece quedar bajo el dominio de dos clases de causalidades, ellas son la motivación interior y el principio de causalidad que gobierna el mundo exterior. Pero Kant intento dar solución a éste doble ataque porque distinguió entre una razón “pura” o teórica y una “razón práctica” cuyo centro es el libre albedrío y de poco vale eliminar el pensamiento mismo en su forma teórica como preteórica porque hace desaparecer la libertad y además resulta extraño que la facultad de volición, cuya actividad esencial consiste en dictar y mandar, tenga que ser el refugio de la libertad. Arendt considera que la acción y la política son las únicas cosas en las que no podemos pensar sin asumir al menos que la libertad existe como un problema del ser humano tanto implícita como explícitamente; así las cosas, la razón de ser de la política es la libertad, y el campo en el que se aplica es la acción. Esta libertad que damos por sentada en toda teoría política es la antítesis misma de la libertad interior;, el espacio interno en el que los hombres pueden escapar de la coacción externa y sentirse libres, actitud de R20;libertad interiorR21; no política donde hay toda una ausencia de condición mundana como requisito para alcanzar la libertad. La “libertad interior” no política no es posible, según Hannah Arendt, si el hombre no tiene antes una realidad mundana tangible, la experiencia de su condición de ente libre que se hace consciente de la libertad o la necesidad en nuestra relación con los otros, no en la relación con nosotros mismos. Esta libertad esta precedida por la liberación que significa que para ser libre debemos liberarnos de las necesidades de la vida a través de asegurar un espacio público común con otros donde se pudiera tratar de palabra y obra los asuntos que nos preocupan; es decir un mundo organizado políticamente en el que cada hombre se inserta. Sin un ámbito público políticamente organizado y garantizado, la libertad como hecho demostrable carece de un espacio mundano en el que pueda hacer su aparición. Libertad y Política constituyen las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, el surgimiento del Totalitarismo con su presunción de subordinar todas las esferas de la vida a las demandas de la política, dice Arendt, nos hace dudar no sólo de la coincidencia de la política y la libertad sino incluso de su compatibilidad misma; ella se inclina a creer que la libertad empieza donde termina la Política porque hemos visto que la libertad desaparecía cuando las llamadas consideraciones políticas se imponían a todo lo demás. Esta consideración conduce a entender la libertad política como libertad potencial de la política.

Los Siglos XIX y XX mostraron una clara brecha entre libertad y política por cuanto los Estados fueron identificados con el dominio total de lo político; así como protectores del proceso vital, más que la libertad, de los intereses de la sociedad y de sus individuos. Así es como además de nosotros, que tenemos razones propias para desconfiar de la política en el campo de la libertad, toda la época moderna establece una separación entre libertad y política, concluye Arendt. La Libertad como Razón de Ser de la Política Este aparte esta dedicado a intentar una aproximación lógica entre los conceptos que se relacionan con la libertad. Se parte de la afirmación de que la libertad como elemento relacionado con la política no es un fenómeno de la voluntad. La acción, para ser libre, ha de estar libre de motivaciones, por una parte, y de su presunta finalidad como efecto predecible, por otra. Esto no significa que motivos y finalidades no sean factores importantes en cada acción independiente, sino que son sus factores determinantes y que la acción es libre en la medida que es capaz de trascenderlos. Si partimos de que la acción viene guiada por una finalidad futura cuyo carácter deseable ha captado el intelecto antes de que la voluntad lo quiera, de modo que el intelecto pone en marcha a la voluntad, pues sólo ella puede inducir a la acción; este movimiento conduce a que la finalidad de la acción varíe y dependa de las circunstancias cambiantes del mundo; reconocer la finalidad no es una cuestión de libertad, sino un juicio erróneo o acertado. El poder de ordenar es una cuestión de debilidad o fuerza. El Principio de la Acción, siguiendo a Montesquieu, es algo que surge de lo completamente diferente a los motivos y es inspirado desde fuera; es decir que aquí se requiere el Principio Inspirador que se manifiesta por entero sólo en el acto mismo de la ejecución que no pierde fuerza ni validez en la misma ejecución; así la validez de un principio tiene fuerza universal. Desde luego que la libertad aparece en el mundo cuando los principios se actualizan; la apariencia de libertad, como la manifestación de principios, coinciden con la acción ejecutora. Los hombres son libres mientras actúan, ni antes ni después, porque ser libre y actuar es la misma cosa. La libertad es inherente a la actuación como virtuosismo o superioridad de la interpretación en sí misma donde se denota la excelencia con que el hombre responde a las oportunidades ofrecidas por el mundo bajo la forma de la fortuna. En éste sentido, la Política no es ni arte creativa por cuanto no produce algo tangible, ni significa que sea una ciencia. El libre proceso creativo no es lo que se muestra e interesa por fin al mundo, si no la obra de arte en sí misma, el producto final del proceso. Por el contrario, las artes interpretativas tienen una considerable afinidad con la Política. Los intérpretes necesitan una audiencia para mostrar su virtuosismo, tal como los hombres de acción necesitan la presencia de otros ante los cuales mostrarse; tanto para unos como para otros es preciso un espacio público organizado donde cumplir su “trabajo”, y unos y otros dependen de los demás para la propia ejecución. En éste sentido, el objetivo de la Polis o su razón de ser consistía en establecer y conservar un espacio en el que pueda mostrarse la libertad como virtuosismo: es el campo en el que la libertad es una realidad mundana; lo que sucede en ese espacio de apariencias es por definición político, aun cuando no sea un producto directo de la acción.(Pág. 167). Parte de la Naturaleza del Pensamiento Humano es la necesidad de libertad mayor teniendo en cuenta que el pensamiento en sí mismo no es peligroso, de modo que sólo la acción necesita ser restringida; este es uno de los dogmas fundamentales del liberalismo porque busca apartar la idea de libertad del campo político, ubicando por encima de ella el mantenimiento de la vida y la salvaguarda de los intereses de tal suerte que el imperativo de la necesidad expresado en necesidades vitales sociales y económicas proyectó su sombra en el espacio político desde el principio mismo de la Edad Moderna.

Si bien es cierto que la libertad es la razón de ser de la Política, también lo es que para la acción política se requiere de Valor definido por Wiston Churchill como la primera de la cualidades humanas, porque es la que garantiza todas las demás; desde luego, que ésta definición no recompensa nuestro sentido individual de la vitalidad, sino que lo exige de nosotros la naturaleza misma del ámbito público. Dicho ámbito público implica el contraste más agudo posible respecto de nuestro ámbito privado donde todo se remite a asegurar el proceso vital y debe servir para eso, lo cual sugiere que se necesita valor incluso para abandonar la seguridad protectora de nuestras cuatro paredes y entrar en el campo público. La Antigüedad y el Cristianismo sobre la Libertad Aquí Hannah Arendt nos invita al pasado y afirma que tanto el concepto filosófico de libertad tal como apareció en la Baja Antigüedad, como la idea cristiana y moderna de libre albedrío carecen de base en la experiencia política. Desde una postura socrática, se considera que la libertad empieza cuando los hombres dejan el campo de la vida política ocupado por la mayoría y que se experimenta en interrelación con el propio yo ya sea en la forma de un diálogo interior o de un conflicto interno del yo, la lucha interior entre lo que quiero y lo que hago. Si la libertad no fuera más que un fenómeno de la voluntad, entonces, los antiguos no la conocían, pero en la antigüedad griega y romana, la libertad era un concepto exclusivamente político, en sentido estricto la quinta esencia de la ciudad-estado y de la ciudadanía. Nuestra tradición filosófica del pensamiento político, dice Hannah Arendt, empezando por Parménides y Platón, se fundó de modo explicito en la oposición a esa pólis y a su ciudadanía. La forma de vida elegida por el filósofo se entendía como antítesis del bios polítikós o forma política de vida. Por tanto, la libertad, el centro mismo de la política tal como lo entendían los griegos, era una idea que casi por definición no entraba en el marco de la filosofía griega. Sólo cuando los primero cristianos descubrieron un tipo de libertad que no tenía relación con la política, el concepto de libertad pudo entrar en la historia de la filosofía. El libre albedrío y la libertad se convirtieron en sinónimos, y la presencia de la libertad se experimento en la soledad total. Sin embargo el desconocimiento en la filosofía antigua de la dialéctica entre lo que puedo y quiero no permitió el entendimiento del fenómeno de la libertad; dialéctica de autocontrol que constituye una de las virtudes específicamente políticas en el que quiero y puedo deben estar tan bien afinados que, en la práctica, coinciden. En nuestro contexto, la convicción de que la pasión puede cegar a la razón humana es mucho más importante, pero cuando la razón logra hacerse oír, no existe pasión que impida al hombre hacer lo que él sabe que está bien. En otras palabras voluntad, fuerza de voluntad y ansias de poder son para nosotros ideas casi idénticas; consideramos que la sede del poder es la facultad de volición tal como la conoce y experimenta el hombre en su relación consigo mismo. La necesidad que me impide hacer lo que sé y quiero puede provenir del mundo que me condiciona desde fuera en la medida en que el quiero y el sé, es decir, el yo mismo están implicados; el poder que se enfrenta a estas circunstancias, que libera, por así decirlo, el querer y el saber de su servidumbre ante la necesidad es el puedo. Sólo cuando el quiero y el puedo coinciden se concreta la libertad. Históricamente, los hombres descubrieron la voluntad cuando experimentaron su impotencia y no su poder. Al respecto, para Agustín la relación entre mente y cuerpo era el ejemplo notorio del enorme poder inherente a la voluntad. A causa de la impotencia de la voluntad, de su incapacidad de generar poder genuino, de su constante derrota en la lucha con el yo, en la que la fuerza del quiero se autoagotaba, el ansia de poder se convertía de inmediato en fuerza de opresión. El hecho de que el quiero se haya vuelto tan hambriento de poder,

de que la voluntad y las ansias de poder prácticamente se hayan identificado, quizá continua Arendt, se deba a que se hayan experimentado por primera vez en su impotencia. En el momento en que la libertad se convirtió o se identifico con el libre albedrío, ella se convirtió en un problema filosófico y como tal se aplicó al campo político y se convirtió también en un problema político; el ideal de libertad dejó de ser el virtuosismo y se convirtió en soberanía, el ideal de un libre albedrío capaz de prevalecer sobre los demás. Ahora bien, Juan Jacobo Rousseau, como representante sólido de la teoría de la soberanía, la derivaba directamente de la voluntad, de modo que podía concebir un poder político según la imagen de una fuerza de voluntad individual regulada por un Estado Ideal donde los ciudadanos no tuviesen comunicación los unos con los otros con el propósito de evitar que se organizaran en facciones y donde cada uno pensara sus propios pensamientos. Como se puede observar, la propuesta rousseauniana donde hay un Estado que no se comunica con sus ciudadanos y donde cada ciudadano piensa sólo sus propios pensamientos es, por definición, una tiranía. Políticamente, deduce Hannah Arendt, esta identificación de libertad y soberanía es quizá la consecuencia más dañina y peligrosa de la ecuación filosófica de libertad y libre albedrío, ya que lleva a una negación de la libertad humana o bien a la idea de que la libertad de un hombre, de un grupo o de una entidad política se puede lograr sólo al precio de la libertad – o sea, la soberanía – de todos los demás. ALGUNAS REFLEXIONES ENTORNO A LA LIBERTAD EN HANNAH ARENDT Lo primero que llama la atención de la densidad y la profundidad de Hannah Arendt en el tratamiento del tema de la Libertad es que nos coloca frente a un debate que bajo las actuales condiciones aflora e irrumpe con mucha fuerza; se trata de preguntarnos con respecto al concepto de libertad: 1. ¿Ha sido la libertad un problema permanente y recurrente en la historia de la humanidad o hubo un momento o varios momentos que le fueron dando cuerpo a éste problema? 2. ¿Es la Libertad un asunto del alma y/o del espíritu del individuo que toma distancia de la realidad que lo circunda para encontrarla? 3. ¿Está la Libertad determinada por el espacio público o político, y si es así, qué permite que no se pueda concebir su realización en un comportamiento de recogimiento y encerramiento? 4. ¿Es la Libertad un punto de llegada y realización humana o es una búsqueda permanente? 5. ¿Qué edificio o estructura conceptual puede permitirnos seguir los movimientos de la búsqueda de la libertad? En los inicios de la Baja Antigüedad no era suficientemente clara la necesidad de asumir la libertad como problema por cuanto el dominio de lo natural como espacio de explicación de los fenómenos sociales no justificaban esta preocupación; por lo tanto los seres humanos en calidad de ciudadanos activos se consideraban libres y la Ciudad-estado correspondía a un requerimiento que permitía que la actividad fuera pública; es decir no existía distancia abierta entre libertad y política tanto para los ciudadanos de la pólis griega como para los de la res pública en Roma. La profundización de la distancia y separación entre libertad y política se va a gestar en el momento en que el Poder se erige por encima del conjunto de las condiciones sociales, se concentra y oprime el Querer; es decir que Poder y Querer también asumen un distanciamiento mediado por el mundo de la necesidad entendida como aquello que impide y reduce la capacidad plena de manifestación libre de esos ciudadanos que desean y buscan la luminosidad de la Política.

La consolidación del Estado Feudal Absolutista agudiza esta situación y proyecta el concepto de Libertad como un problema que requiere solución en el mundo intimo y espiritual, en el alma de los hombres; su búsqueda no esta en el mundo terrenal o en la mundanidad, sino en el más allá. Por ésta vía el mundo de los necesitados encontraba refugio en sí mismo en actitudes de sumisión y aceptación pasiva sin negar espacios propios de la teatralidad de la política del momento en que lo popular y lo pagano se manifestaban; mientras que los hombres libres articulados a la fuerza del poder concentrado y bendecido por Dios y el Papá disfrutaban de la libertad suficiente y el goce de los placeres terrenales como su Dominio Político. El problema se torna más agudo con el paso a la Modernidad donde, si bien se reivindica la necesidad de superación del totalitarismo y el absolutismo del Estado Feudal, también se busca la Libertad, en apariencia para el conjunto de la sociedad, en esencia apunta a la Libertad de quienes acceden al Poder dentro de un Estado Mínimo que permitiera y agilizará la movilidad de personas y objetos hechos mercancías o cosificados. Esta movilidad va a expresarse críticamente en diversos planos que van desde lo político, pasando por lo social y afectando las relaciones económicas. Bajo las circunstancias actuales se nota un retorno a la búsqueda de la libertad en la intimidad, en la interioridad a través de las más variadas expresiones místicas y religiosas que invitan a los más amplios sectores de la población ligados al mundo de la necesidad tanto material como espiritual a refugiarse en su yo. Lo más complicado es que éste fenómeno se complementa de manera altamente sofisticada con el acercamiento virtual a lo público y lo político a través de los medios de comunicación masiva que no han dejado de cumplir su función política e ideológica; pero que hoy en día asumen esta función creando y produciendo subjetividad en calidad de mecanismo que permita transitar o complementar la subsumsión formal por vía violenta y por vía contractual con la subsumsión espiritual. Se trata, entonces, de una subordinación total del ser humano a las condiciones y a la lógica de un sistema que perversamente, recogiendo a Hannah Arendt, promueve un Estado que no se comunica con sus ciudadanos y donde cada ciudadano piensa sólo sus propios pensamientos en condiciones de una tiranía. Así las cosas, es necesario ratificar la necesidad de repensar y reconstruir lo político y el espacio público más allá de la dictadura de un Estado que absorbe la Sociedad y de una Sociedad que se encierra en sí misma. Consideramos, por lo tanto, que la Libertad no constituye un punto de llegada y realización plena y última de la humanidad. En la medida que Arendt acude a relacionar la libertad con la búsqueda de una libertad mayor que articule óptimamente pensamiento y acción, confirmamos que la libertad es una búsqueda permanente de la humanidad que puede arribar a un punto de llegada cuando la relación entre pensamiento y acción disuelva esta preocupación. Sin embargo pensamos que es pertinente conformar inicial e incipientemente una estructura conceptual, a partir de Hannah Arendt, que nos permita seguir los movimientos de la búsqueda de la libertad. La Contradicción Central que se destaca en torno al problema de la libertad relaciona la Conciencia con Nuestro Conciente; el segundo se conforma a partir del Principio de Causalidad, es decir en el exterior nuestro y requiere de la acción teórica y científica como asunto ético y científico para acercarnos a la verdad de ese Principio por cuanto dicha verdad se oculta y se muestra. Ella requiere del ejercicio de la introspección que alcanzará validez en la medida que se articule a la inspección que hacen nuestros propios congenéres. La derivación más significativa del Principio de Causalidad esta en la Antinomia que se desata entre Libertad Práctica y No Libertad Teórica; la una es vista como razón práctica y reducida al libre albedrío; más la búsqueda de la libertad requiere asumirla a través de la Acción Política como Campo de la Libertad y antítesis de la “libertad interior”.

Ahora bien, la libertad encuentra en la Necesidad su antípoda más significativa por cuanto su superación requiere que el Querer y el Poder coincidan dando expresión plena a la misma libertad, coincidencia que también se convierte y es de hecho una búsqueda que requiere, igualmente, de la Acción Política como Mundo Organizado Políticamente que apunta a disolver el Estado y más allá del Estado como manifestación plena y autogestionaria de los hombres liberados de los dioses y todo tipo de poder omnímodo y omnipresente que permita tomar la libertad potencial política como transito hacia una libertad plena resultado de la exigencia acumulada y constante de una libertad mayor. Si reconocemos que la razón de ser de la política es la libertad y por lo tanto no es asunto de la voluntad entendida como fuerza de voluntad y ansias de poder que se puede convertir en fuerza de opresión; el Poder como fuerza volitiva de los seres humanos requiere que la Acción Política o Principio de la Acción, que es superior a las motivaciones, contenga una Finalidad Futura (mayor libertad y libertad plena) a partir de un Principio Inspirador como fuerza universal que tenga en cuenta que la Finalidad de la Acción se desata dentro de condiciones históricas y concretas; es decir que la actuación este impregnada de virtuosismo o de la afortunada superioridad de la interpretación de esas condiciones históricas y concretas o la interpretación en sí misma. A MANERA DE INQUIETUD FINAL Si bien es cierto que consideramos la libertad como una búsqueda permanente y que la política proporciona una libertad potencial mayor en la medida en que en que la Acción Política es inspirada en una alta virtuosidad, es necesario tener presente las condiciones históricas y concretas en que nos desenvolvemos para lograr una mayor libertad que tenga en cuenta tanto a la sociedad como a los individuos, liberando sus energías del mundo de las necesidades tanto materiales como espirituales pues “los hombres son los que los realizan (“milagros”), hombres que, por haber recibido el doble don de la libertad y la acción, pueden configurar una realidad propia” Hannah Arendt. BIBLIOGRAFÍA 1. Hannah Arendt, la Condición Humana. Piados: Estado y Sociedad 1993. 2. Hannah Arendt, Entre Pasado y Futuro: Ocho Ejercicios sobre la Reflexión Política”. Ediciones Península, Barcelona 1996: Historia, Ciencia, Sociedad. Un maravilloso aporte de Nelson Fajardo Marulanda FUNDACION GEDISOS y la Dra. Liliana Aguirre, agraden inmensamente esta valiosìsima colabraciòn a la integraciòn de la cultura y la solidaridad en la difusiòn de la misma. GRACIAS NUEVAMENTE te lleguen NELSON F. M!!! Atras

29.08.2008.

El concepto de libertad en Hannah Arendt Hannah Arendt esta considerada una de las pensadoras más significativas del Siglo XX, socióloga nacionalizada en los Estados Unidos, nació en Hannover, Alemania en 1906. Después de ampliar sus estudios en tres universidades obtuvo su Doctorado en Humanidades en la Universidad de Heidelberg a la edad de los 22 años. En 1933 se exilio en Francia durante el auge del movimiento nazi en Alemania y posteriormente en 1941 huyó a Estados Unidos en busca de exilio donde adoptó su nacionalidad.

Entre sus obras más destacadas tenemos Orígenes del Totalitarismo(1951), la Condición Humana(1958), Entre el Pasado y el Futuro(1961), Revolución(1963) y Eichmann en Jerusalén(1963). Hannah falleció el 4 de diciembre de 1975 en su país adoptivo. La riqueza de sus aportes y su alta significado a la luz de las realidades que nos circundan ameritan retomar el debate sobre la libertad en momentos en que las nuevas tendencias del movimiento de las sociedades indican el debilitamiento de la lucha por la libertad a favor de un pensamiento único de corte autoritaritario en un especie de reedición de un fascismo global que apunta a destruir la acción política que intente propuestas transformadoras más allá de lo globalmente dominante. INTRODUCCIÓN El problema de la libertad constituye un problema de alto contenido histórico y es una preocupación relativamente permanente en el devenir de la humanidad desde el momento en que se fue conformando la Ciudad-estado con su tendencia a la separación entre la política o el problema del poder y las expresiones públicas de los gobernados; situación que se coloca de manifiesto de manera fuerte dentro del contexto del Estado Feudal Absolutista y el posterior desarrollo del Estado-nación que consolida un tipo de Modernidad que no logra mejorar ésta separación. En éste sentido consideramos la libertad como una búsqueda permanente en que la política proporciona una libertad potencial mayor en la medida en que la Acción Política es inspirada en una alta virtuosidad. Es necesario tener presente las condiciones históricas y concretas en que nos desenvolvemos para lograr una mayor libertad que tenga en cuenta tanto a la sociedad como a los individuos, liberando sus energías del mundo de las necesidades tanto materiales como espirituales. El concepto de libertad es interpretado de manera difusa en las condiciones de las culturas griegas y romanas, pero su estudio nos señala elementos constitutivos para la interpretación de la misma; igualmente, las interpretaciones religiosas medioevales van dando fuerza a un tipo de interpretación sobre el concepto que van fortaleciendo la separación entre libertad y política; pero es la modernidad burguesa la que hace más sofisticada dicha separación al predicar la libertad pero reducirla al libre albedrío. Tomando en cuenta lo anterior, la pregunta que subyace es: ¿Qué importancia y para qué sirve el debate en torno al problema de la libertad como debate esperanzador que libere el potencial de los seres humanos del mundo de la necesidad y la opresión?. Al introducirnos en la respuesta a éste interrogante tomamos como punto de partida la descripción de los aspectos más esenciales del capítulo cuarto dedicado a ¿Qué es la Libertad? del texto de Hannah Arendt “Entre Pasado y Futuro: Ocho Ejercicios sobre la Reflexión Política”. Posteriormente abordamos algunas reflexiones propias sobre lo planteado por la autora y concluimos con una inquietud final. ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? SEGÚN HANNAH ARENDT ¿Qué es la Libertad? Hannah Arendt parte de considerar que ésta pregunta es una empresa sin esperanza y la dificultad para dar respuesta se puede resumir como la contradicción entre nuestra conciencia y nuestro consciente, que nos dice que somos libres y por tanto responsables, y nuestra experiencia diaria en el mundo exterior, en el que nos orientamos según el principio de la causalidad. Esta orientación hacia el principio de la causalidad es una búsqueda científica y teórica de prueba en la que nos atenemos a la verdad, es decir a la idea de que incluso “nuestras propias vidas están sujetas, en última instancia, a la causalidad”, y de que si hemos de tener un ego en esencia libre dentro de nosotros, ese ego sin duda jamás

hace una aparición inequívoca en el mundo de los fenómenos y, por consiguiente, jamás puede llegar a ser el sujeto de comprobaciones teóricas (Pág. 155). Ahora bien la Prueba en torno a la Libertad manifiesta sus limitaciones por que no estamos en condiciones siquiera de conocer todas las causas que entran en juego por el enorme número de factores implicados, pero también porque las motivaciones humanas todavía están ocultas a los observadores, tanto a la inspección de nuestros congéneres como a nuestra introspección. De ésta situación se deriva una antinomia entre libertad práctica y no-libertad teórica conformando una dicotomía entre ciencia y ética que se encuentra presente en las experiencias cotidianas y son el punto de partida tanto de la ética como de la ciencia. No es la teoría científica, sino el pensamiento mismo en su estado precientífico y prefilosófico, lo que parece disolver en la nada la libertad sobre la que se basa nuestra conducta práctica. En el momento en que reflexionamos sobre un acto, éste parece quedar bajo el dominio de dos clases de causalidades, ellas son la motivación interior y el principio de causalidad que gobierna el mundo exterior. Pero Kant intento dar solución a éste doble ataque porque distinguió entre una razón “pura” o teórica y una “razón práctica” cuyo centro es el libre albedrío y de poco vale eliminar el pensamiento mismo en su forma teórica como preteórica porque hace desaparecer la libertad y además resulta extraño que la facultad de volición, cuya actividad esencial consiste en dictar y mandar, tenga que ser el refugio de la libertad. Arendt considera que la acción y la política son las únicas cosas en las que no podemos pensar sin asumir al menos que la libertad existe como un problema del ser humano tanto implícita como explícitamente; así las cosas, la razón de ser de la política es la libertad, y el campo en el que se aplica es la acción. Esta libertad que damos por sentada en toda teoría política es la antítesis misma de la libertad interior;, el espacio interno en el que los hombres pueden escapar de la coacción externa y sentirse libres, actitud de R20;libertad interiorR21; no política donde hay toda una ausencia de condición mundana como requisito para alcanzar la libertad. La “libertad interior” no política no es posible, según Hannah Arendt, si el hombre no tiene antes una realidad mundana tangible, la experiencia de su condición de ente libre que se hace consciente de la libertad o la necesidad en nuestra relación con los otros, no en la relación con nosotros mismos. Esta libertad esta precedida por la liberación que significa que para ser libre debemos liberarnos de las necesidades de la vida a través de asegurar un espacio público común con otros donde se pudiera tratar de palabra y obra los asuntos que nos preocupan; es decir un mundo organizado políticamente en el que cada hombre se inserta. Sin un ámbito público políticamente organizado y garantizado, la libertad como hecho demostrable carece de un espacio mundano en el que pueda hacer su aparición. Libertad y Política constituyen las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, el surgimiento del Totalitarismo con su presunción de subordinar todas las esferas de la vida a las demandas de la política, dice Arendt, nos hace dudar no sólo de la coincidencia de la política y la libertad sino incluso de su compatibilidad misma; ella se inclina a creer que la libertad empieza donde termina la Política porque hemos visto que la libertad desaparecía cuando las llamadas consideraciones políticas se imponían a todo lo demás. Esta consideración conduce a entender la libertad política como libertad potencial de la política. Los Siglos XIX y XX mostraron una clara brecha entre libertad y política por cuanto los Estados fueron identificados con el dominio total de lo político; así como protectores del proceso vital, más que la libertad, de los intereses de la sociedad y de sus individuos. Así es como además de nosotros, que tenemos razones propias para desconfiar de la política en el campo de la libertad, toda la época moderna establece una separación entre libertad y política, concluye Arendt. La Libertad como Razón de Ser de la Política

Este aparte esta dedicado a intentar una aproximación lógica entre los conceptos que se relacionan con la libertad. Se parte de la afirmación de que la libertad como elemento relacionado con la política no es un fenómeno de la voluntad. La acción, para ser libre, ha de estar libre de motivaciones, por una parte, y de su presunta finalidad como efecto predecible, por otra. Esto no significa que motivos y finalidades no sean factores importantes en cada acción independiente, sino que son sus factores determinantes y que la acción es libre en la medida que es capaz de trascenderlos. Si partimos de que la acción viene guiada por una finalidad futura cuyo carácter deseable ha captado el intelecto antes de que la voluntad lo quiera, de modo que el intelecto pone en marcha a la voluntad, pues sólo ella puede inducir a la acción; este movimiento conduce a que la finalidad de la acción varíe y dependa de las circunstancias cambiantes del mundo; reconocer la finalidad no es una cuestión de libertad, sino un juicio erróneo o acertado. El poder de ordenar es una cuestión de debilidad o fuerza. El Principio de la Acción, siguiendo a Montesquieu, es algo que surge de lo completamente diferente a los motivos y es inspirado desde fuera; es decir que aquí se requiere el Principio Inspirador que se manifiesta por entero sólo en el acto mismo de la ejecución que no pierde fuerza ni validez en la misma ejecución; así la validez de un principio tiene fuerza universal. Desde luego que la libertad aparece en el mundo cuando los principios se actualizan; la apariencia de libertad, como la manifestación de principios, coinciden con la acción ejecutora. Los hombres son libres mientras actúan, ni antes ni después, porque ser libre y actuar es la misma cosa. La libertad es inherente a la actuación como virtuosismo o superioridad de la interpretación en sí misma donde se denota la excelencia con que el hombre responde a las oportunidades ofrecidas por el mundo bajo la forma de la fortuna. En éste sentido, la Política no es ni arte creativa por cuanto no produce algo tangible, ni significa que sea una ciencia. El libre proceso creativo no es lo que se muestra e interesa por fin al mundo, si no la obra de arte en sí misma, el producto final del proceso. Por el contrario, las artes interpretativas tienen una considerable afinidad con la Política. Los intérpretes necesitan una audiencia para mostrar su virtuosismo, tal como los hombres de acción necesitan la presencia de otros ante los cuales mostrarse; tanto para unos como para otros es preciso un espacio público organizado donde cumplir su “trabajo”, y unos y otros dependen de los demás para la propia ejecución. En éste sentido, el objetivo de la Polis o su razón de ser consistía en establecer y conservar un espacio en el que pueda mostrarse la libertad como virtuosismo: es el campo en el que la libertad es una realidad mundana; lo que sucede en ese espacio de apariencias es por definición político, aun cuando no sea un producto directo de la acción.(Pág. 167). Parte de la Naturaleza del Pensamiento Humano es la necesidad de libertad mayor teniendo en cuenta que el pensamiento en sí mismo no es peligroso, de modo que sólo la acción necesita ser restringida; este es uno de los dogmas fundamentales del liberalismo porque busca apartar la idea de libertad del campo político, ubicando por encima de ella el mantenimiento de la vida y la salvaguarda de los intereses de tal suerte que el imperativo de la necesidad expresado en necesidades vitales sociales y económicas proyectó su sombra en el espacio político desde el principio mismo de la Edad Moderna. Si bien es cierto que la libertad es la razón de ser de la Política, también lo es que para la acción política se requiere de Valor definido por Wiston Churchill como la primera de la cualidades humanas, porque es la que garantiza todas las demás; desde luego, que ésta definición no recompensa nuestro sentido individual de la vitalidad, sino que lo exige de nosotros la naturaleza misma del ámbito público. Dicho ámbito público implica el contraste más agudo posible respecto de nuestro ámbito privado donde todo se remite a asegurar el proceso vital y debe servir para eso, lo cual sugiere que se necesita valor incluso para abandonar la seguridad protectora de nuestras cuatro paredes y entrar en el campo público.

La Antigüedad y el Cristianismo sobre la Libertad Aquí Hannah Arendt nos invita al pasado y afirma que tanto el concepto filosófico de libertad tal como apareció en la Baja Antigüedad, como la idea cristiana y moderna de libre albedrío carecen de base en la experiencia política. Desde una postura socrática, se considera que la libertad empieza cuando los hombres dejan el campo de la vida política ocupado por la mayoría y que se experimenta en interrelación con el propio yo ya sea en la forma de un diálogo interior o de un conflicto interno del yo, la lucha interior entre lo que quiero y lo que hago. Si la libertad no fuera más que un fenómeno de la voluntad, entonces, los antiguos no la conocían, pero en la antigüedad griega y romana, la libertad era un concepto exclusivamente político, en sentido estricto la quinta esencia de la ciudad-estado y de la ciudadanía. Nuestra tradición filosófica del pensamiento político, dice Hannah Arendt, empezando por Parménides y Platón, se fundó de modo explicito en la oposición a esa pólis y a su ciudadanía. La forma de vida elegida por el filósofo se entendía como antítesis del bios polítikós o forma política de vida. Por tanto, la libertad, el centro mismo de la política tal como lo entendían los griegos, era una idea que casi por definición no entraba en el marco de la filosofía griega. Sólo cuando los primero cristianos descubrieron un tipo de libertad que no tenía relación con la política, el concepto de libertad pudo entrar en la historia de la filosofía. El libre albedrío y la libertad se convirtieron en sinónimos, y la presencia de la libertad se experimento en la soledad total. Sin embargo el desconocimiento en la filosofía antigua de la dialéctica entre lo que puedo y quiero no permitió el entendimiento del fenómeno de la libertad; dialéctica de autocontrol que constituye una de las virtudes específicamente políticas en el que quiero y puedo deben estar tan bien afinados que, en la práctica, coinciden. En nuestro contexto, la convicción de que la pasión puede cegar a la razón humana es mucho más importante, pero cuando la razón logra hacerse oír, no existe pasión que impida al hombre hacer lo que él sabe que está bien. En otras palabras voluntad, fuerza de voluntad y ansias de poder son para nosotros ideas casi idénticas; consideramos que la sede del poder es la facultad de volición tal como la conoce y experimenta el hombre en su relación consigo mismo. La necesidad que me impide hacer lo que sé y quiero puede provenir del mundo que me condiciona desde fuera en la medida en que el quiero y el sé, es decir, el yo mismo están implicados; el poder que se enfrenta a estas circunstancias, que libera, por así decirlo, el querer y el saber de su servidumbre ante la necesidad es el puedo. Sólo cuando el quiero y el puedo coinciden se concreta la libertad. Históricamente, los hombres descubrieron la voluntad cuando experimentaron su impotencia y no su poder. Al respecto, para Agustín la relación entre mente y cuerpo era el ejemplo notorio del enorme poder inherente a la voluntad. A causa de la impotencia de la voluntad, de su incapacidad de generar poder genuino, de su constante derrota en la lucha con el yo, en la que la fuerza del quiero se autoagotaba, el ansia de poder se convertía de inmediato en fuerza de opresión. El hecho de que el quiero se haya vuelto tan hambriento de poder, de que la voluntad y las ansias de poder prácticamente se hayan identificado, quizá continua Arendt, se deba a que se hayan experimentado por primera vez en su impotencia. En el momento en que la libertad se convirtió o se identifico con el libre albedrío, ella se convirtió en un problema filosófico y como tal se aplicó al campo político y se convirtió también en un problema político; el ideal de libertad dejó de ser el virtuosismo y se convirtió en soberanía, el ideal de un libre albedrío capaz de prevalecer sobre los demás. Ahora bien, Juan Jacobo Rousseau, como representante sólido de la teoría de la soberanía, la derivaba directamente de la voluntad, de modo que podía concebir un poder político según la imagen de una fuerza de

voluntad individual regulada por un Estado Ideal donde los ciudadanos no tuviesen comunicación los unos con los otros con el propósito de evitar que se organizaran en facciones y donde cada uno pensara sus propios pensamientos. Como se puede observar, la propuesta rousseauniana donde hay un Estado que no se comunica con sus ciudadanos y donde cada ciudadano piensa sólo sus propios pensamientos es, por definición, una tiranía. Políticamente, deduce Hannah Arendt, esta identificación de libertad y soberanía es quizá la consecuencia más dañina y peligrosa de la ecuación filosófica de libertad y libre albedrío, ya que lleva a una negación de la libertad humana o bien a la idea de que la libertad de un hombre, de un grupo o de una entidad política se puede lograr sólo al precio de la libertad – o sea, la soberanía – de todos los demás. ALGUNAS REFLEXIONES ENTORNO A LA LIBERTAD EN HANNAH ARENDT Lo primero que llama la atención de la densidad y la profundidad de Hannah Arendt en el tratamiento del tema de la Libertad es que nos coloca frente a un debate que bajo las actuales condiciones aflora e irrumpe con mucha fuerza; se trata de preguntarnos con respecto al concepto de libertad: 1. ¿Ha sido la libertad un problema permanente y recurrente en la historia de la humanidad o hubo un momento o varios momentos que le fueron dando cuerpo a éste problema? 2. ¿Es la Libertad un asunto del alma y/o del espíritu del individuo que toma distancia de la realidad que lo circunda para encontrarla? 3. ¿Está la Libertad determinada por el espacio público o político, y si es así, qué permite que no se pueda concebir su realización en un comportamiento de recogimiento y encerramiento? 4. ¿Es la Libertad un punto de llegada y realización humana o es una búsqueda permanente? 5. ¿Qué edificio o estructura conceptual puede permitirnos seguir los movimientos de la búsqueda de la libertad? En los inicios de la Baja Antigüedad no era suficientemente clara la necesidad de asumir la libertad como problema por cuanto el dominio de lo natural como espacio de explicación de los fenómenos sociales no justificaban esta preocupación; por lo tanto los seres humanos en calidad de ciudadanos activos se consideraban libres y la Ciudad-estado correspondía a un requerimiento que permitía que la actividad fuera pública; es decir no existía distancia abierta entre libertad y política tanto para los ciudadanos de la pólis griega como para los de la res pública en Roma. La profundización de la distancia y separación entre libertad y política se va a gestar en el momento en que el Poder se erige por encima del conjunto de las condiciones sociales, se concentra y oprime el Querer; es decir que Poder y Querer también asumen un distanciamiento mediado por el mundo de la necesidad entendida como aquello que impide y reduce la capacidad plena de manifestación libre de esos ciudadanos que desean y buscan la luminosidad de la Política. La consolidación del Estado Feudal Absolutista agudiza esta situación y proyecta el concepto de Libertad como un problema que requiere solución en el mundo intimo y espiritual, en el alma de los hombres; su búsqueda no esta en el mundo terrenal o en la mundanidad, sino en el más allá. Por ésta vía el mundo de los necesitados encontraba refugio en sí mismo en actitudes de sumisión y aceptación pasiva sin negar espacios propios de la teatralidad de la política del momento en que lo popular y lo pagano se manifestaban; mientras que los hombres libres articulados a la fuerza del poder concentrado y bendecido por Dios y el Papá disfrutaban de la libertad suficiente y el goce de los placeres terrenales como su Dominio Político.

El problema se torna más agudo con el paso a la Modernidad donde, si bien se reivindica la necesidad de superación del totalitarismo y el absolutismo del Estado Feudal, también se busca la Libertad, en apariencia para el conjunto de la sociedad, en esencia apunta a la Libertad de quienes acceden al Poder dentro de un Estado Mínimo que permitiera y agilizará la movilidad de personas y objetos hechos mercancías o cosificados. Esta movilidad va a expresarse críticamente en diversos planos que van desde lo político, pasando por lo social y afectando las relaciones económicas. Bajo las circunstancias actuales se nota un retorno a la búsqueda de la libertad en la intimidad, en la interioridad a través de las más variadas expresiones místicas y religiosas que invitan a los más amplios sectores de la población ligados al mundo de la necesidad tanto material como espiritual a refugiarse en su yo. Lo más complicado es que éste fenómeno se complementa de manera altamente sofisticada con el acercamiento virtual a lo público y lo político a través de los medios de comunicación masiva que no han dejado de cumplir su función política e ideológica; pero que hoy en día asumen esta función creando y produciendo subjetividad en calidad de mecanismo que permita transitar o complementar la subsumsión formal por vía violenta y por vía contractual con la subsumsión espiritual. Se trata, entonces, de una subordinación total del ser humano a las condiciones y a la lógica de un sistema que perversamente, recogiendo a Hannah Arendt, promueve un Estado que no se comunica con sus ciudadanos y donde cada ciudadano piensa sólo sus propios pensamientos en condiciones de una tiranía. Así las cosas, es necesario ratificar la necesidad de repensar y reconstruir lo político y el espacio público más allá de la dictadura de un Estado que absorbe la Sociedad y de una Sociedad que se encierra en sí misma. Consideramos, por lo tanto, que la Libertad no constituye un punto de llegada y realización plena y última de la humanidad. En la medida que Arendt acude a relacionar la libertad con la búsqueda de una libertad mayor que articule óptimamente pensamiento y acción, confirmamos que la libertad es una búsqueda permanente de la humanidad que puede arribar a un punto de llegada cuando la relación entre pensamiento y acción disuelva esta preocupación. Sin embargo pensamos que es pertinente conformar inicial e incipientemente una estructura conceptual, a partir de Hannah Arendt, que nos permita seguir los movimientos de la búsqueda de la libertad. La Contradicción Central que se destaca en torno al problema de la libertad relaciona la Conciencia con Nuestro Conciente; el segundo se conforma a partir del Principio de Causalidad, es decir en el exterior nuestro y requiere de la acción teórica y científica como asunto ético y científico para acercarnos a la verdad de ese Principio por cuanto dicha verdad se oculta y se muestra. Ella requiere del ejercicio de la introspección que alcanzará validez en la medida que se articule a la inspección que hacen nuestros propios congenéres. La derivación más significativa del Principio de Causalidad esta en la Antinomia que se desata entre Libertad Práctica y No Libertad Teórica; la una es vista como razón práctica y reducida al libre albedrío; más la búsqueda de la libertad requiere asumirla a través de la Acción Política como Campo de la Libertad y antítesis de la “libertad interior”. Ahora bien, la libertad encuentra en la Necesidad su antípoda más significativa por cuanto su superación requiere que el Querer y el Poder coincidan dando expresión plena a la misma libertad, coincidencia que también se convierte y es de hecho una búsqueda que requiere, igualmente, de la Acción Política como Mundo Organizado Políticamente que apunta a disolver el Estado y más allá del Estado como manifestación plena y autogestionaria de los hombres liberados de los dioses y todo tipo de poder omnímodo y omnipresente que permita tomar la libertad potencial política como transito hacia una libertad plena resultado de la exigencia acumulada y constante de una libertad mayor.

Si reconocemos que la razón de ser de la política es la libertad y por lo tanto no es asunto de la voluntad entendida como fuerza de voluntad y ansias de poder que se puede convertir en fuerza de opresión; el Poder como fuerza volitiva de los seres humanos requiere que la Acción Política o Principio de la Acción, que es superior a las motivaciones, contenga una Finalidad Futura (mayor libertad y libertad plena) a partir de un Principio Inspirador como fuerza universal que tenga en cuenta que la Finalidad de la Acción se desata dentro de condiciones históricas y concretas; es decir que la actuación este impregnada de virtuosismo o de la afortunada superioridad de la interpretación de esas condiciones históricas y concretas o la interpretación en sí misma. A MANERA DE INQUIETUD FINAL Si bien es cierto que consideramos la libertad como una búsqueda permanente y que la política proporciona una libertad potencial mayor en la medida en que en que la Acción Política es inspirada en una alta virtuosidad, es necesario tener presente las condiciones históricas y concretas en que nos desenvolvemos para lograr una mayor libertad que tenga en cuenta tanto a la sociedad como a los individuos, liberando sus energías del mundo de las necesidades tanto materiales como espirituales pues “los hombres son los que los realizan (“milagros”), hombres que, por haber recibido el doble don de la libertad y la acción, pueden configurar una realidad propia” Hannah Arendt. BIBLIOGRAFÍA 1. Hannah Arendt, la Condición Humana. Piados: Estado y Sociedad 1993. 2. Hannah Arendt, Entre Pasado y Futuro: Ocho Ejercicios sobre la Reflexión Política”. Ediciones Península, Barcelona 1996: Historia, Ciencia, Sociedad. Un maravilloso aporte de Nelson Fajardo Marulanda FUNDACION GEDISOS y la Dra. Liliana Aguirre, agraden inmensamente esta valiosìsima colabraciòn a la integraciòn de la cultura y la solidaridad en la difusiòn de la misma.