El Chico Nuevo

El chico nuevo R. L. Stine El chico nuevo – R. L. Stine No escuches las historias que te cuenten sobre la calle del t

Views 106 Downloads 4 File size 3MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

El chico nuevo R. L. Stine

El chico nuevo – R. L. Stine

No escuches las historias que te cuenten sobre la calle del terror. ¿No sería mejor que investigaras tú mismo y vieras si esos oscuros misterios no aclarados son verdad?

Sinopsis Cuando el guapo y misterioso Ross Gabriel llegó a Shadyside High, todas las chicas querían salir con él, incluso aquellas que ya tenían novio. Janie, Eve y Faith llegaron a hacer una apuesta: ¿Quién de ellas conseguiría la primera cita con el chico? Pero entonces comenzaron una serie de asesinatos y todo parecía indicar que disfrutar de una velada con Ross era igual que flirtear con una muerte violenta y prematura. ¿El que les había robado el corazón deseaba robarles también la vida? ¿La cita de Janie con Ross se convertiría en el soñado encuentro o en la noche de su muerte?

2

El chico nuevo – R. L. Stine

1 Dos semanas antes del asesinato, Janie Simpson vio al chico nuevo por primera vez en Shadyside High. Era guapo. Tenía ese andar suave, elegante y elástico que suele caracterizar al atleta natural. Era alto y esbelto. Su rostro delgado, coronado por unos cabellos rizados y castaños, exhibía una expresión solemne. Janie se preguntó entonces si alguna vez sonreiría. Lo estudio con atención y no pudo dejar de mirar sus ojos grandes, oscuros y brillantes. , pensó. . Tuvo que parpadear para dejar de examinarle y notó que se ruborizaba. < ¡Vaya tontería! ¿Y qué que tenga unos ojos preciosos?> pensó Janie ocultando su rostro dentro de la taquilla gris mientras el chico pasaba a su lado. < ¿Por qué me comporto de un modo tan melodramático?> Dos de las animadoras del equipo de los Tigres pasaron junto a ella con sus uniformes granates y blancos cotas. Reconoció a Corky Corcoran y a su amiga Kimmy Bass. Iban riendo tontamente y dándose juguetones empujoncitos. Janie se volvió y alcanzo a ver al chico nuevo que desaparecía tras la esquina del pasillo. ¿Habría reparado en ella? No, no creía que lo hubiese hecho. -Janie, tienes que vivir la vida- se dijo murmurando en voz baja. El timbre que había sobre la fija de taquillas sonó con fuerza, Janie se estremeció y dejo caer los libros dentro de su armario personal. El vestíbulo del colegio estaba prácticamente vacío. La mayoría de los chicos se encaminaban hacia sus casas o a las tareas que habían asignado para después del horario de clases. Janie deseaba regresar a su casa a fin de prepararse para el examen trimestral de sociología. Sin embargo, antes tenía algo que hacer. Comenzó a cerrar su taquilla y entonces, súbitamente, cambio de idea. La abrió completamente y se observo con impaciencia en el pequeña espejo que tenía sujeto al interior de la portezuela. Alisó sus lacios cabellos pelirrojos con rápidos movimientos de la mano. Llevaba el pelo largo y suelto. Se quitó una mota de suciedad de su mejilla pálida y suave. Un par de ojos azules le devolvieron la mirada y se ajusto la camisa azul que llevaba por encima de un top de color amarillo. Era de baja estatura y muy delgada. Normalmente llevaba muchas capas 3

El chico nuevo – R. L. Stine

de ropa, una encima de la otra, porque era el estilo que más le gustaba. Sin embargo, sus mejores amigas, Faith y Eve, le hacían bromas continuamente hacer de esa afición suya, acusándola de intentar parecer más grande. -Los chicos no te prestan atención porque no pueden verte- le decía Faith, tomándole el pelo. A Janie aún le parecía oír el tono jocoso de la voz de Faith. -Tienes una figura de una modelo y te viste como una vieja sin hogar-. Faith era naturalmente mente bella; tenía el cabello rubio y delicioso aspecto físico, típico de las animadoras de los equipos deportivos de los institutos y universidades estadounidenses. Y, además, nunca se cansaba de decirle como debía maquillar y vestirse para estar más atractiva. Janie, sin embargo, jamás usaba maquillaje. Y, por otra parte, no deseaba en absoluto parecerse a una versión desteñida de Faith. Quería ser ella misma… aunque el problema era que no sabía exactamente quien era esa persona que deseaba ser… - se preguntaba, echando un vistazo al vestíbulo vacio. Cerró la taquilla de un golpe- . Tal vez estén esperándome en el despacho del señor Hernández. Quizás hayan comenzado a contar el dinero sin esperar a que yo llegue.> Ella y sus dos amigas se habían hecho cargo del comité organizador del baile del colegio. Y ahora tenían que contar los ingresos y entregarle la recaudación del señor Hernández, el nuevo director. Había mucho dinero que contar. El baile había sido un verdadero éxito. Un éxito financiero, claro, y no éxito personal, reflexiono Janie con cierta amargura. Eve y Faith, sus amigas mas intimas, habían acudido escoltadas cada una por chico. Faith apareció en el baile con Paul Gordon, como era lógico, ya que llevaban varias semanas saliendo juntos. Y Eve, por su parte, llego acompañada de su novio, Ian Smith. Janie avanzo por el pasillo, y suspiro profundamente cuando, al final del corredor, avisto la puerta del despacho del director. De las tres, ella era la única que no tenía novio. De todos modos había ido al baile. Tenía que hacerlo ya que era una de las encargadas de la organización. Bailó con uno cuantos chicos pero no se lo pasó nada bien. Observó a sus amigas, a Faith y a Eve, divirtiéndose con sus novios, tuvo que combatir heroicamente el agudo sentimiento de celos y soledad que la invadió. 4

El chico nuevo – R. L. Stine

Eso había sucedido la noche del sábado y ahora era ya el lunes. , pensó Janie. Fuera lo que fuese lo que aquella frase significara. Pasó junto al cartel fijado en la pared y que rezaba: ; abrió la puerta y entró en la oficina exterior de las dos que ocupaba la dirección del colegio. -Lo siento, se me ha hecho tarde, chicas…-. Pero interrumpió sus disculpas cuando comprobó que la oficina estaba vacía. ¿Dónde estaban Eve y Faith? Avanzó hacia el despacho interior. La puerta estaba ligeramente entreabierta y la luz encendida. -¿Hay alguien aquí?-. No hubo respuesta. . Janie echo un vistazo al gran reloj de pared. Eran casi las tres menos cuarto. Se llevó las manos a la cabeza, se alisó la larga melena pelirroja y a continuación sacudió el pelo para darle volumen. De repente la puerta que daba al vestíbulo se abrió de golpe y Eve se precipito en el despacho. Era una guapa morena de aspecto llamativo. Sus cabellos largos y lustrosos brillaban bajo la luz del techo con un matiz negro azulado. Sus ojos aceitunados de excitación. -¿Has oído las noticias?- le preguntó a Janie sin aliento. -¡Denna Martinson ha roto con Gary Brandt!-. -¿Ah, si?- exclamó Janie, boquiabierta.- Pero si estuvieron juntos toda la noche durante el baile del sábado. -¿Dónde has oído ese rumor?-. -Acabo de hablar con Denna- dijo Eve, echándose la cabellera hacia detrás de los hombros, sobre su jersey color verde lima.-Esta muy decepcionada, pero no se encuentra demasiado mas. Dice que continúan siendo amigos-. Janie asintió con expresión pensativa. -¿Cómo haces para enterarte de todo antes que el resto de nosotros?-. -Bueno, es muy fácil enterarse de las cosas antes que tú…- bromeó Eve.- ¡Tú nunca sabes nada!-. Janie se obligó a dedicarle una media sonrisa muy poco sincera. -Bueno, podemos esperar a Faith- dijo, dirigiéndose hacia la mesa redonda que había junto a la pared. –Vamos a trabajar. ¿Dónde está el dinero?-.

5

El chico nuevo – R. L. Stine

-¿Cómo?- exclamo Eve, abriendo mucho los grandes ojos oscuros con una expresión de autentica sorpresa. -El dinero- repitió Janie con impaciencia.- ¿Dónde está?-¡Creía que lo tenias tú!- exclamó Eve. A Janie se le oprimió la garganta y notó un peso en el estomago. -Vamos, Eve- dijo procurando conservar la calma.-Se suponía que tu te encargabas de recoger el dinero de la señora Fritz. El rostro de Eve perdió toda animación y se expresión se hizo muy seria. -Faith fue a recoger el dinero en mi lugar esta misma mañana- le explico a Janie.Lo dejo en su taquilla. Sin embargo cuando fue a buscarlo después de las clases y no lo encontró supuso que tú lo habías cogido-. Janie lanzó un gritó sofocado. -¡Pero yo no lo cogí!- gritó conmocionada.-¡No lo hice!-. -Oh, no- gimió Eve, sacudiendo la cabeza.-Eso quiere decir… quiere decir que… alguien lo ha robado…-

6

El chico nuevo – R. L. Stine

2 Janie sintió que el nudo que le oprimía la garganta se hacía más apretado. Tragó con dificultas tratando de dominar una sensación de náusea. -Eve- sollozó.-Nosotras… nosotras somos las responsables. Se trata casi de mil dólares. Si-sí…Le pareció que la habitación daba vueltas a su alrededor. No podía pensar con claridad. Eve le tiró la manga. -Venga, vámonos. Tenemos que encontrar a Faith cuando antes-. Las dos chicas corrieron hacia el vestíbulo vacío. Los gritos de las animadoras les llegaban claramente desde el gimnasio. Un grupo de profesores se había reunido, conversando y riendo, junto a una bombona de agua. Pero Janie no tenía ganas de reír. Tenía ganas de llorar. Si el dinero realmente había sido robado… ¿Cómo harían para devolverlo? Y todavía había otra cuestión… ¿Las acusarían a ellas de haberlo robado? No, de ninguna manera. Aquello no podía suceder, se dijo Janie tratando de tranquilizarse. Encontraron a Faith junto a su taquilla. Estaba cepillándose los rubios cabellos. -¡Faith, el dinero!-chilló en tono estridente y atemorizado.- ¿Lo has encontrado? ¿Lo tienes?-. -Por supuesto- repuso Faith despreocupadamente, sacando de su taquilla una cartera de lona verde.-Aquí esta- Se volvió hacia Eve y su expresión cambió por completo.- ¡Oh, Eve, me prometiste que no le harías una broma tan estúpida a Janie!- exclamó. Eve lanzó una carcajada, los ojos verdes muy brillantes. -¡Es una broma muy pesada!- gritó Faith.- Habíamos decidido no hacérsela-. -Yo… La verdad es que… bueno… no pude resistirme- reconoció Eve sin dejar de reírse, aferrando los hombros de Janie y apoyándose en ellos.-Lo siento, de verdad que lo sintió, pero… si hubieras visto la expresión de tu rostro… Ha valido la pena solo por ver la cara que has puesto cuando has creído que habían robado el dineroañadió Eve, que prorrumpió de nuevo en una interminable carcajada, abrazada a Janie y estremeciéndose de risa. Faith meció la cabeza en un gesto de desaprobación aunque también ella comenzó a reír de buena gana. 7

El chico nuevo – R. L. Stine

-Vaya amigas…- refunfuñó Janie, apartándose de Eve con gesto brusco.-Sois dos personas horribles. No puedo creer que hayáis sido tan malvadas-. -Solo ha sido una bruma- dijo Eve, secándose las lagrimas de risa. -Ja, ja- repuso Janie con amargura. -No debiste hacerlo- le dijo Faith a Eve, colocando su cepillo del cabello dentro de un pequeño compartimiento de su mochila.- Sabes muy bien que Janie se deprime por cualquier cosa-. -Lo siento, Janie- repitió Eve, procurando ponerse seria. –Realmente lo siento.-¿Por qué no vamos a contar el dinero de una vez? Propuso con impaciencia, cogiendo la bolsa de lona verde- Cuando antes le entreguemos esto al señor Hernández mucho mejor para todos. Janie se encaminó hacia el despacho del director mientas Faith y Eve le seguían a corta distancia. Nada mas doblar la esquina del pasillo vio otra vez al chico nuevo. Primero observó sus ojos oscuros y preocupados. Luego se fijó en la expresión de angustia de su pálido rostro. Lanzó un grito sofocado cuando vio el brillante charco de sangre que había en el suelo, a sus pies. -Por favor, ayudadme…- suplicó dirigiéndose a Janie. Entonces descubrió la sangre que goteaba del brazo del muchacho.

8

El chico nuevo – R. L. Stine

3 Lanzando un grito de alarma, Janie corrió hacia él, seguida de cerca por sus dos amigas. El chico jadeaba y era evidente que sentía un dolor intenso. La sangre iba empapando la manga de su camisa blanca. -¿Qué ha ocurrido?- gritó Eve. -No-no es tan grave como parece- dijo el chico, sosteniendo alzada la manga.-De verdad que no es tan grave-. -Pero… toda esa sangre…- comenzó a decir Faith. Janie retrocedió, abrazada con fuerza a la bolsa del dinero que sostenía junto al pecho, como si fuese un escudo. -Si pudieras ayudarme a encontrar el consultorio de la enfermera-dijo el chico-Soy nuevo aquí y no sé donde está la enfermería-. -Yo te llevaré- dijo Faith, cogiéndole por el brazo sano. -Yo también voy- añadió Eve con rapidez.-El consultorio está por allí, subiendo esas escaleras. Normalmente la enfermera se queda hasta más tarde. ¿Qué ha sucedido?-. -Solo ha sido un tonto accidente- dijo el sacudiendo la cabeza mientras unos mechones castaños le caían sobre la frente. Miró un instante a Janie:-Estaba tratando de ayudar a una chica. Fuera de la escuela. Su bicicleta se había atascado en la cerca que hay detrás del aparcamiento-. Hizo una mueca de dolor. Janie echó un vistazo al charco de sangre que se formaba en el suelo. -Cuando conseguí liberar la bici- prosiguió el chico-, al tirar de ella el alambre de la cerca me hizo un corte en el brazo ¡Zas!-. -Vamos a ver si la enfermera todavía está en el consultorio- le apremió Faith, sosteniéndole el brazo al chico. -¿Cómo te llamas?-Ross Gabriel- repuso él. Faith y Eve le condujeron hacia las escaleras. -Yo… creo que será mejor que lleve el dinero a la oficina del director- gritó Janie a sus espaldas. Pero sus amigas estaban hablando animadamente con Ross y no le contestaron.

9

El chico nuevo – R. L. Stine

-Reuniros conmigo allí, ¿de acuerdo?- les gritó Janie. El grupo despacio tras la esquina del pasillo. Evitando pisar el charco de sangre y llevando la bolsa de lona verde debajo del brazo, Janie se dirigió muy abatida hacia el despacho del director. -No es justo- murmuró para sí misma, en voz muy baja. –Yo lo vi primero-.

En el despacho exterior de la dirección, Janie había echando el dinero sobre la mesa redonda y empezaba a clasificar los billetes cuando Faith y Eve regresaron. -¿Habéis encontrado a la enfermera?- le preguntó, observándolas por encima del montón de dinero. Faith asintió con una gran sonrisa dibujada en el rostro. -Sí, le hemos salvado la vida a Ross. Ahora nos debe mucho.-Es realmente encantador- asintió Faith, sentándose a la mesa.- ¿Crees que se ríe alguna vez?-. -¿Y a quien le importa eso?- repuso Eve, recogiendo un fajo de billetes y comenzando a contarlos rápidamente entre los dedos.-Es fantástico. ¿De dónde habrá venido?-. Faith se encogió de hombros. -Me gustan sus ojos. Cuando te miran parecen capaces de atravesarte. Estuvo mirándome como si…-Oíd… ¡Fui yo quien lo vio primero!- estalló Janie, sorprendida por el tono clórico de su propia voz. Asombrada, Faith abrió los ojos como platos. -Dinos Janie… ¿Te gusta él? No le has dirigido la palabra una sola vez…-¿Por qué no has ido con nostras a la enfermería?- quiso saber Eve, sentándose a su vez a la mesa. -No-no lo sé- tartamudeo Janie notando que le subían los colores a la cara. -¡Anda, si te has ruborizado!- se burló Eve, señalando a su amiga. -Oye, Janie, tienes que dejar de una vez por todas de mostrarte tan tímida con los chicos- la aconsejo Faith con aire distraído mientras iniciaba la cuenta de un fajo de billetes de cinco dólares.- ¿Sabes? Los chicos pueden adivinar que a ti te gustan-. -Presta atención a la mujer de experiencia- comentó Eve, poniendo los ojos en blanco. Faith se echó hacia atrás los rubios cabellos.

10

El chico nuevo – R. L. Stine

-Lo que yo haría sería ir directamente al encuentro de Ross y decirle “Vamos a tomar un refresco después de clase” o tal vez le pidiera que me acompañara al cine el sábado por la noche-. Eve dejo caer los billetes que estaba contando. -¿Ah, sí? ¿Eso es lo que le dirías a Ross? ¿No te estás olvidando de Paul?-. Por toda respuesta Faith le dedicó una mueca sardónica. -Paul es un pelmazo. Realmente no me explico que es lo que ves en él- dijo Eve, esquivando la mirada de Faith. -Supongo que no tienes en cuenta el hecho de que es alto, guapo, muy listo, que conduce el coche más guay de Shadyside y, naturalmente, que el año pasado jugó todos los partidos de la Liga, ¿no es verdad?- replicó Faith a la defensiva. Janie podría haber suscrito aquel listado de virtudes. Debía confesar que sentía hacia Paul una atracción muy fuerte y... secreta. -Admítelo, Faith, el mayor admirador de Paul es el propio Paul- dijo Eve, evitando todavía mirar de frente a su amiga. –Es tan creído que, francamente, me enferma ver el modo en que vas tras él como una tonta muerta de amor-. Faith lanzó un chillido furioso. Luego inspiró profundamente. -No pienso enfadarme contigo, Eve- dijo con serenidad.-Me das pena-. -¿Yo, yo te doy lastima?- repuso Eve irritada, alzando la voz. -Sencillamente estas celosa de la relación que mantenemos Paul y yo- dijo Faith a su amiga con tono acusador.- Tú eres la tonta de amor. Te observe atentamente la otra noche, el sábado, durante el baile, y bailabas tan apretada a Ian que pensé que necesitaríamos una palanca para despegarte de él-. Eve se quedo boquiabierta. Janie se rió con ganas. -Es algo estupendo que seamos amigas íntimas- dijo Janie-, ya que de otro modo la gente podría pensar que nos odiamos de todo corazón…-. -Ian no es un pelmazo como Paul- declaró Eve casi sin aliento, ignorando el intento de Janie por calmar los ánimos.-Siento un gran respeto por Ian. ¿Sabías que tiene dos trabajos cuando sale del instituto, y que lo hace para ahorrar dinero y poder ir a la universidad? Mientras que Paul… todo cuanto tiene que hacer es arrojar la pelota y ahí están los descubridores de talentos deportivos acampados en el jardín delantero de su casa y dispuestos a ofrecerle todas las becas del mundo. No es justo-. -¿Los padres de Ian no pueden ayudarle?- preguntó Janie. 11

El chico nuevo – R. L. Stine

-Podrían hacerlo si quisieran, pero el padre de Ian es un cretino- le repuso Eve amargamente- Cree que si Ian se mata trabajando para obtener el dinero suficiente para ir a la universidad eso le templará el carácter.- Eve hizo una pausa, y después de suspirar, continuo-: Tal vez sea así, tal vez se haga más hombre… si consigue salir vivo de la experiencia. Sin embargo, ya no puedo verlo más que unos instantes entre una clase, y otra o durante la hora del almuerzo-. Janie miré nerviosa el gran reloj de pared. -Será mejor que terminemos con tanta cháchara y nos dediquemos al trabajo. Le prometí a Hernández que habríamos contado el dinero y apilado y atado los fajos de billetes para cuando él llegara a su despacho-. Eve señaló con el pulgar hacia la puerta de la oficina interior haciendo un gesto elocuente. -¿Quieres decir que Hernández no está allí?-Todavía no.-En ese caso relájate- repuso Eve, pasando las manos por encima de la mesa cubierta de dinero.- No sabía que se trataba de una tan grande. ¿Cuánto creéis que hay?-. -Bueno, si tenemos en cuanta la suma destinada a los impuestos…- comenzó a decir Janie mientras realizaba unos rápidos cálculos mentales-, debe haber al menos… unos mil doscientos dólares. Tal vez al más-. -¡Mil doscientos dólares!- exclamó Eve con los ojos desorbitados. Janie observó a su amiga. Sabía que los padres de Eve se encontraban sin trabajo, aunque incluso en la época en que trabajaban lo Mellers no conseguían reunir dinero suficiente. El agujero que decoraba la rodilla del tejano de Eve no era un rasgo clásico de la moda imperante de los jóvenes. Faith entrecerró los ojos con una expresión seria. -Eh, chicas, vamos a dividir el dinero y huyamos con él- dijo en un murmullo. Janie dirigió a Faith una mirada suspicaz. Las mejillas rosadas y llenas de su amiga se tiñeron de rojo. ¿Acaso estaba hablando en serio? No. Janie sabía que los padres de Faith estaban forrados, tanto, que consentía demasiado a su hija. Faith tenía cuando deseaba. Excepto en lo que concernía a Ross, pensó Janie, mientras comenzaba a reunir en fajos los billetes de cinco dólares. En ese momento se abrió la puerta del vestíbulo. 12

El chico nuevo – R. L. Stine

Janie levantó la vista esperando encontrarse con el señor Hernández, pero no se trataba del director. Ian y Paul entraron en la estancia. Sus ojos cayeron de inmediato sobre la mesa cubierta de billetes. -¡Dinero!- gritó Ian, frotándose las manos con avidez y haciendo chasquear los labios. -¡Uau, somos ricos!- exclamó Paul que dejo caer su bolsa de baloncesto al suelo, cogió un puñado de billetes y comenzó a llenarse los bolsillos.-Mi coche necesita una transmisión nueva. Creo que esto es suficiente-. -¡Ni hablar! ¡Es mío!- gritó Eve que cogió a Ian, le introdujo la mano debajo de la camiseta y comenzó a recuperar los billetes-. Riendo con fuerza, Ian trato de quitársela de encima. -¡Eh, vamos, corta el rollo, chica! ¡Me haces cosquillas!-. Faith y Janie persiguieron a Paul alrededor de la mesa. -¡Devuélvemelos el dinero, Paul! ¡Vamos, danos el dinero!-. Cuando ya lo tenían acorralado contra la Paul divisó el fajo de billetes que Janie acababa de contar y atar en un paquete. Janie se lanzó sobre él. Pero Paul fue más rápido que ella y cogió el dinero de la mesa. -¡Ian!- gritó alegremente.- Ya tengo el tesoro-. Todavía riéndose de buena gana, Ian consiguió deshacerse de Eve, y corrió a través de la oficina en dirección a la puerta del despacho del señor Hernández. Paul logró esquivar las manos de Faith y alzó en alto el fajo de billetes, como si se tratara de un balón. Lo movió de un lado al otro, como i se hallara en un campo de juego, antes de arrojarlo a su amigo. Entonces, inesperadamente, se abrió la puerta del despacho interior. Ian salto para coger el fajo, pero el lanzamiento había sido demasiado alto y no pudo atraparlo. El señor Hernández asomó la cabeza calva a través de la puerta… y el fajo de billetes le golpeó con fuerza justo en mitad de la frente. ¡Toc! Janie emitió una exclamación ahogada. Los demás quedaron paralizados. El rostro de seños Hernández se puso como un tomate mientras llevaba la mano a la frente. 13

El chico nuevo – R. L. Stine

Con los ojos empequeñecidos de furia, miró uno a uno a los jóvenes, que seguían petrificados. -Estáis todos suspendidos por lo que resta del año escolar- dijo lacónicamente.

4 14

El chico nuevo – R. L. Stine

A Janie se le oprimió la garganta, y notó como le latía el pulso en las sienes. Pensó inmediatamente en sus padres y en lo terriblemente decepcionados que se sentirían. Dijo la mirada en Ian. Pobre Ian. Había trabajado tan duro por las tardes al salir de instituto, en dos sitios diferentes, para ganar el dinero suficiente para salir a Yale el próximo otoño. Y ahora todos sus planes se habían ido al granete. ¡No es justo! Las palabras se formaron en su mente, pero no fue capaz de pronunciarlas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el señor Hernández estaba sonriendo muy divertido. -Os he dado un susto de muerte, ¿no es así?- dijo el director, que se echó a reír con unas carcajadas que le sacudían el abultado vientre. Janie y sus amigos eran incapaces de reaccionar. -Está bien, de acuerdo, la gente dice que tengo un sentido del humor malsano- dijo el señor Hernández. –Lo siento. Pero los directores tienen que divertirse alguna vez… ¿no?-. -Ja, ja, sí señor, ha sido una broma estupenda- dijo Paul, que fue el primero en romper el silencio-. Los demás le corearon con unas risas poco entusiastas. Janie pensó con melancolía que aquel era el día de las bromas desagradables. Por alguna razón la imagen de Ross pasó como un relámpago por su pensamiento. Se preguntó si se encontraría bien y si todavía se hallaría en el edificio. -No puedo suspenderos, muchachos- dijo el director, mirando a Janie.-Vosotras tres, chicas, habéis organizado el baile de mayor éxito en toda la historia de Shadyside High. -¡Eso es fantástico!- gritó Eve. -¡Uau, si somos un éxito!- exclamo Faith chocando su mano contra la de Janie. La expresión del señor Hernández se ensombreció cuando se volvió hacia Ian y Paul. -¿Qué estás haciendo aquí?- preguntó. -Oh, sí… pues… yo iba de camino a mi entrenamiento de baloncesto- dijo Paul, rascándose los espesos rizos rubios mientras sus mejillas se teñían de rubor. -¿Y por razón no estás ahora allí, entrenándote?- quiso saber el señor Hernández. -La señora Fritz me pidió que entregara esto a una de las chicas- dijo Paul, introduciendo la mano en uno de sus bolsillos. Unos cuantos billetes cayeron al 15

El chico nuevo – R. L. Stine

suelo. Paul dio la vuelta hacia los bolsillos de su sudadera y más billetes revolotearon hacia el suelo para reunirse con los anteriores. -Bueno… donde esta lo que… -murmuró Paul hasta que, por fin encontró lo que buscaba, una péquela llave plateada. Entre la llave a Eve. Janie la reconoció de inmediato. Era la llave de archivador donde el comité de baile guardaba sus ingresos y otros materiales. El señor Hernández miró fijamente a Ian. -¿Qué explicación me das, muchacho?-Bueno… pensé que tal vez… yo podría… echarles una mano- repuso Ian, tirando se su camiseta y dejando caer unos cuantos billetes más. -Quizás fueras de mayor utilidad si te marcharas de aquí, ¿no crees?- preguntó el señor Hernández secamente. -Hasta luego- dijo Ian, haciendo un rápido gesto de despedida a sus amigos. Luego se volvió hacia Eve y añadió-: Yo… bueno ya sabes… estaré esperándote…Ian desapareció por la puerta y Paul le siguió un instante mas tarde. -Siento mucho lo sucedido, señor Hernández- dijo Eve tímidamente-. Se suponía que Ian y yo íbamos a dar un paseo por las galerías comerciales de Division Street en cuanto acabara de contar el dinero. Pero entonces apareció Paul y…-Fue… fue culpa mía, señor Hernández- la interrumpió Faith.-Olvide la llave cuando recogí los ingresos de la señora Fritz…El director bajo la mirada hasta posarla en los billetes dispersos en el suelo de la habitación. -Imagino que aun no habéis finalizado vuestra labor.- Las chicas negaron con la cabeza. -Muy bien, daos prosa y así todos podremos marcharnos de aquí- dijo el director con un suspiro. Se dio la vuelta y estaba a punto de desaparecer en el interior de su despacho cuando volvió a asomar la cabeza. -Una cosa más chicas, todo cuanto encuentre en el suelo me los quedaré para mi… ¿lo habéis comprendido?Diez minutos más tarde Janie y sus amigas habían finalizado la tarea. Los billetes contados y perfectamente distribuidos en fajos sobre la mesa. Las monedas, empaquetadas en rollos, se hallaban junto a los billetes.

16

El chico nuevo – R. L. Stine

-Y la suma total es de mil doscientos cuarenta y un dólares y sesenta y cinco centavos- anunció Janie, anotando la cifra en una hoja de papel.-No puedo creer lo que hemos conseguido. Supongo que se debe al hecho de haber contratado una banda en vivo, ya sabéis, es mucho mejor que un disc-jockey y montones de discos. -Ese dinero serviría para pagar un montón de facturas que tenernos en casa- dijo Eve en un suspiro. -También alcanzaría para corrernos una buena juerga e irnos de comprar a Dalby’sexclamó Faith con los ojos azules brillantes de alegría. -¡Ni tocarlo!- la riñó Janie en broma apartándole las manos. Luego metió los billetes y las monedas dentro de la bolsa de lona verde y añadió la hoja de papel en la que había anotado el total recaudado. Eve abrió un cajón del archivador y colocó allí la bolsa de lona. Janie llamó suavemente a la puerta del despacho del señor Hernandez. -Adelante-. Las tres amigas entraron en la oficina del director. Este se hallaba sentado tras su escritorio, hablando por teléfono, y tenía una expresión muy compungida. Levanto los ojos al cielo en un gesto de impotencia e indicó a las chicas que tomaran asiento. -Señor Jefferson… señor Jefferson, si tuviera la amabilidad de escucharme unos segundos…- dijo hablando al auricular. Eve se inclinó sobre Janie y le murmuró al oído: -Tengo la impresión de que Ian todavía esta esperándome en el vestíbulos. Sera mejor que vaya a decirle que no me espere. No me gustaría que llegara tarde al trabajo- Janie asintió. Eve se puso de pie y salió de la habitación silenciosamente, para regresar al cabo de unos minutos. El director continuaba hablando por teléfono, rogando al señor Jefferson que le diera la oportunidad de explicarse. Faith echo una mirada a su reloj, luego se inclinó hacia Janie y dijo: -Será mejor que llame a casa y les diga que llegaré tarde-. Janie asintió y Faith salió del despacho. Janie miró a su alrededor en busca de algo interesante que le sirviera de distracción para que el tiempo pasara con mayor rapidez. Su mirada se posó sobre una fotografía en la que se veían tres chicos con atuendo de futbol, completamente cubiertos de lodo y abrazados uno a otros por los hombros. Sus amplias sonrisas evidenciaban que acababan de ganar un partido muy importante. Janie descubrió con asombro que el chico que estaba en medio no era otro que el señor Hernández. 17

El chico nuevo – R. L. Stine

Pensó entonces que había sido un chico muy guapo, hacia ya muchos años, cuando todavía conservaba el cabello. Faith regresó y se sentó junto a ella. Janie echó un vistazo y notó con sorpresa que Faith había estado afuera por espacio de cinco minutos. Por fin el seños Hernández colgó el auricular con una expresión de abatimiento. Mientras se volvía hacia las tres amigas se rascó reflexivamente la calva-¿Y bien? ¿Cuánto hemos recaudado?-Mil doscientos…- comenzó a responder Janie, tratando de recordar la cifra exacta. Se volvió entonces hacia Eve y Faith y les preguntó-: ¿Cuánto hemos obtenido?-. -Tú lo acabas de anotar- le recordó Faith. -Lo siento, señor Hernández- dijo Janie, saltando de la silla-. He escrito la cifra en la hoja de papel pero la he dejado dentro de la bolsa junto con todo el dinero. Enseguida vuelvo-. Janie salió rápidamente del despacho del director y cerró la puerta a sus espaldas. Le sorprendió encontrar a Paul n la oficina contigua. EL chico le dedicó una sonrisa algo cohibida y le enseñó sus botas de baloncesto. -Las había olvidado. No puedo entrenar sin ellas- se justificó. Embutió las deportivas dentro de su bolsa de gimnasia y se colgó esta al hombro. -Dile a Faith que la llamaré más tarde- dijo, encaminándose hacia la puerta. Janie abrió el archivador en busca de la bolsa de lona y descubrió que estaba vacío. -En fin…- murmuró en voz alta-, supongo que me he equivocado de cajón-. Abrió el segundo cajón. Estaba lleno de papeles, documentos e informes. Janie volvió a abrir el primer cajón, el que desde un principio había sido el correcto, y se quedó petrificada, mirando hacia el interior sin poder creerlo. Estaba vacío. Completamente vacío. Se le heló la sangre en las venas y empezaron a temblarle las rodillas. -Señor Hernández-. Consiguió murmurar roncamente. Inspiró profundamente y volvió a intentarlo-: ¡Señor Hernández!- gritó entonces con voz estridente y temerosa-. ¡Por favor, venga enseguida! ¡No está! ¡El dinero no está! Esta vez, el dinero realmente había desaparecido.

18

El chico nuevo – R. L. Stine

5 Aquella noche, recluida en su habitación, Janie miraba sin ver el manual de ciencias sociales hasta el texto no fue más que una mancha blanca y borrosa. -No puedo estudiar- pensó sintiéndose desdichada-. No consigo concentrarme. Mi mente vuelve una y otra vez a lo que sucedió esta tarde. No puedo dejar de pensar en el dinero robado. Con un triste suspiro cerró el libro y se puso en pie de un salto. Recogió la chaqueta del suelo, donde la había arrojado nada mas al entrar en su cuarto, salió de la habitación y bajo las escaleras a toda prisa. -¡Voy a salir!- gritó a sus padres. Franqueó a la carrera la puerta de calle antes de que pudieran preguntarle a donde iba y por que salía esa noche si al día siguiente tenía que ir a clase. Condujo hasta llegar a la casa de Faith, en North Hills. Faith la recibió en la puerta. Vestía unos tejanos gastados y un jersey de una talla demasiado grande para ella. Llevaba el cabello rubio despeinado y su rostro mostraba una expresión de sorpresa. -Janie… ¿Qué sucede?-Tenía que hablar con alguien- explico ella, siguiendo a su amia a través del brillante suelo del inmenso salón adornado con costosas antigüedades, hasta llegar al estudio. Paul estaba de pie delante del fuego que ardía en la chimenea, acomodando los leños con un atizador de bronce. Cuando Janie entro en el cuarto también él la miró sorprendido. El fuego de la chimenea hacia refulgir sus mejillas redondas y sus rubios cabellos rizados. -Ah, hola. No sabía que estabas aquí- dijo Janie sintiéndose incomoda. Paul tampoco parecía sentirse confortable, cosa que en el era poco corriente. -Faith y yo estábamos… hablando del instituto- dijo echando una mirada a Faith. Se sentaron en el amplio sofá que estaba dispuesto frente a la chimenea, mientras las llamas danzaban y crepitaban proporcionando al estudio un ambiente y un aroma muy agradables. -No puedo dejar de pensar en lo que ha ocurrido esta tarde… en el dinero robadodijo Janie, uniendo ambas manos en el regazo. -Al menos Hernández no sospechó de nosotras- repuso Faith, dirigiendo una mirada nerviosa.-Quiero decir es obvio, ¿no?19

El chico nuevo – R. L. Stine

-Pero… ¿Quién mas podía saber que la bolsa de lona estaba en ese cajón archivado?- preguntó Janie-. Me lo he estado preguntando una y otra vez…-Es posible que Hernández sospeche de Ian y de mi- le dijo Paul, y enseguida lanzó una risilla nerviosa y aguda-.Quiero decir que Ian fuera, en el vestíbulo, esperando a Eve. Y yo estaba en el despacho exterior, ya sabes, buscando mis zapatillas de baloncesto-. -No sé lo que Hernández piensa- dijo Janie, mordiéndome el labio inferior-. Yo misma no sé qué pensar acerca de todo este asunto. Estoy hecha un lío-. Repentinamente Janie deseo no haber acudido a casa de Faith. Pensó que ella y Paul se comportaban de un modo extraño, lanzándose nerviosas miradas todo el tiempo. Parecían muy incómodos. -Pues yo sigo sintiéndome culpable- admitió Janie, clavando la mirada en las llamas- Sé que es tonto, pero me siento culpable. ¿Sabes a que me recuerda eso, Faith?-. Faith la miró frunciendo el entrecejo mientras las llamas arrojaban sombras sobre su rostro. -¿Qué?- preguntó. -Me recuerda aquella vez que tú, Eve y yo nos colamos dentro de aquella vieja casa abandonada en la calle del Terror. ¿Lo recuerdas?-Sí. Se suponía que estaba encantada-. Replicó Faith, acariciando con la mano la suave textura del cuero que cubría el brazo del sofá. -¿Lo recuerdas? La policía llegó antes de que hubiéramos subido la mitad de aquellas viejas y crujientes escaleras- prosiguió Janie-. ¡Estábamos tan sorprendidas y atemorizadas! Recuerdo que incluso me alegré un poco de que nos cogieran. Quiero decir que si efectivamente había fantasmas en aquella vieja casa no tenía ganas de toparme con ellos-. Faith y Paul dejaron escapar unas risillas algo forzadas. -Tú nos desafiaste a que entráramos allí- recordó Janie-. Eve y yo no queríamos hacerlo pero tú nos retaste, Faith. Y supongo que estábamos un poco cohibidas y tuvimos que aceptar el desafío-. -Nos metimos en un lío muy gordo- dijo Faith, echándose el cabello detrás de los hombros. -Estuve castigada todo un mes- prosiguió Janie-. La policía nos hizo sentir como verdaderas criminales…-Lanzó un suspiro y luego dijo-: Así es precisamente como me siento ahora. El mismo sentimientos de culpa... aunque sé que ninguno de nosotros ha hecho nada malo-. Se produjo un silencio incomodo, mientras los tres 20

El chico nuevo – R. L. Stine

mirábamos fijamente el fuego que ardía en la chimenea. Un estallido repentino de los leños al arder les hizo dar un brinco. Paul se rió divertido. -Cambiemos de tema- le propuso Faith, poniéndose en pie para agregar leño al fuego-. Paul dice que sabe quién es Ross. Me refiero a ese chico nuevo al que socorrimos esta tarde-. -¿Lo conoces?- preguntó Janie a Paul con demasiado afán. -Bueno, en realidad no lo conozco y ni siquiera sabía su nombre- repuso Paul-. Esta en mi clase de cálculo. Pero lo recuerdo bien del último otoño cuando jugamos en New Brighton. El primer partido de futbol de la temporada-. -¿Es de New Brighton?- preguntó Janie-. Me pregunto por qué razón se habrá cambiado de colegio en medio del curso-. Paul se encogió de hombros. -Era el running back. Y nos liquidó. Fue durante aquella noche tan lluviosa, ¿os acordáis? El campo estaba blando y mojado, como una porqueriza-. -Una descripción muy colorida- le interrumpió Faith con sarcasmo. -Bueno, pues ese chico, Ross, corrió casi setenta metros sobre el barro y consiguió un ensayo- prosiguió Paul, ignorando el comentario de Faith-. Uno de los nuestros cayo al suelo y Ross prosiguió la carrera. Convirtió el único tanto del partido-. Hizo una mueca de disgusto y sus ojos azules brillaron ardientes a la luz de las llamas.Sí, un gran héroe-. -Yo creo que es simpático- dijo Faith, removiendo el fuego. -Es un cretino- dijo Paul con tono brusco. -¿Solo porque marco un ensayo contra los Tigres?-preguntó Janie. -no, por su actitud n general- repuso Paul-. Después de conseguir el ensayo corrió hasta nuestro banquillo dando saltos y agitando el puño en alto. Además, tiene esa misma actitud en clases de mates. Como si lo supiera todo. Como si fuera mas listo que el resto de nosotros. Es un verdadero cretino-. -Tal vez solo sea un poco tímido- aventuró Janie. -Tal vez solo sea un cretino- insistió Paul. -Yo sigo pensando que es muy simpático- dijo Faith sonriendo. Paul le dedicó una mueca de desagrado. -Tú no tienes gusto- Y todos se echaron a reír. 21

El chico nuevo – R. L. Stine

Paul se marchó poco después de las diez. Janie sabía que también ella debería regresar a su casa, pero algo la retuvo. Quería hablar con Faith acerca del robo del dinero y comprobar si su amiga tenía alguna teoría. Quería preguntarle por qué razón ella y Paul se habían comportado de un modo tan extraño, tan tenso, durante toda la noche. Sin embargo, no estaba muy segura de atreverse a hacerlo. Faith echo leño al fuego bostezando ostensiblemente. -El fuego siempre me da sueño- dijo, dejándose caer sobre el sofá-. Y bien… ¿Le pedirá a Ross que salga contigo o deberé hacerlo yo?- preguntó mientras sus ojos brillaban divertidos. -¿Cómo? ¿Pedirle que salga conmigo?- repitió Janie a quien la pregunta había cogido desprevenida-. Pero bueno… ¿Cómo vas a pedirle que salga contigo, Faith? Tú y Paul…-Paul no tiene porque enterarse- declaró Faith sonriendo. -Bueno, tal vez…- comenzó a decir Janie, sintiendo que se ruborizaba. -Sé que te gusta- afirmó Faith para pincharla-. ¡Eh, se me acaba de ocurrir algo divertido! ¿Qué te parece si hacemos una pequeña apuesta? Ya sabes… quien de las dos consigue salir primero con Ross-. -¿Una apuesta? ¿Quieres decir… apostar dinero?- Faith se echó a reír. -Bueno, que sea por dinero. Digamos… diez dólares. No será más que una pequeña competición. La primera que consiga salir con Ross se lleva el dinero-. Antes de que Janie pudiera responder, el teléfono inalámbrico que había detrás del sofa comenzó a sonar. Faith lo cogió enseguida. -Ah, sí, hola Eve ¿Quieres participar en nuestra apuesta?- Janie escuchó pacientemente mientras Faith le explicaba a Eve los detalles de la apuesta. -Ian se pasa todo el tiempo trabajando, Eve. Jamás se enterará- le aseguró Faith- Sí claro que sí, Janie también participa en la competición- Discutieron el asunto un poco más y luego Faith se volvió hacia Janie. -Eve también participa. Nos vemos mañana; Eve- se despidió de su amiga y cortó la comunicación-. Una cita con Ross y la ganadora se lleve veinte dólares. ¿Qué me dices?-. Janie lanzo un profundo suspiro. Sabía que era demasiado tímida como para pedirle a Ross que saliera con ella. A Faith en cambio, no le costaría nada acercarse directamente a él e invitarlo a ir al cine o a cualquier otra cosa. Tampoco Eve se cortaría el pelo-.

22

El chico nuevo – R. L. Stine

-Yo sé quien pierda la apuesta- dijo Janie suavemente-. Pero está bien, acepto el desafío. Al poco rato Janie recogió su chaqueta y Faith la acompañó hasta la puerta de su casa. -Te veré por la mañana- dijo Janie, y a continuación las palabras brotaron por si solas de su boca-: ¿Por qué tú y Paul os habéis comportado de un modo tan extraño esta noche?-¿Qué dices?- reaccionó Faith sorprendida. -Sí, habéis actuado como si estuvieras… no sé… nerviosos- dijo Janie-. ¿Tenéis algún problema? ¿Os sucedía algo especial?- Faith dudo un instante antes de responder. -Bueno, algo por el estilo, sí…- repuso de mala gana, clavando sus ojos azules en los de Janie. -Yo, bueno…- dijo Janie, sintiéndose muy embarazosa ante aquella situación-. ¿Qué clase de problema?- preguntó, bajando la mirada. Faith vacilo de nuevo. -Bueno, Janie, verás… es solo que… Paul y yo sabemos que fuiste tú quien robó el dinero del baile del colegio.-

23

El chico nuevo – R. L. Stine

6 -¿Qué?- exclamó Janie, boquiabierta. Los ojos de Faith brillaron acusadores sin apartarse de los de su amiga. -Tú- tú crees que yo…- tartamudeó Janie, incapaz de creer lo que acababa de ori. Faith rompió a reír. -¡Ha sido una broma!- le dijo. –Que lastima, no he conseguido evitar reírme-. Janie lanzó una exclamación de furia. -¡Faith, no es momento de bromas y no eres nada graciosa!- gritó colérica-. ¿Es que no puedes tomar nada en serio?- La sonrisa de Faith se borró de sus labios. -Sí que puedo. Voy a tomarme en serio nuestra apuesta acerca de Ross. Puedes estar segura de ello- dijo con firmeza. Al día siguiente, por la tarde, cuando comenzó la clase de química, Janie abrió su libro de apuntes de laboratorio y comenzó a disponer sus tubos de ensayo. Sin embargo, su mente no estaba concentrada en los experimentos de química sino en Ross Gabriel. Había estado pensando en Ross durante todo el día, preguntándose una y otra vez por qué había sido tan tonta como para apostar contra Faith y Eve. pensó Janie sintiéndose fatal. -Janie- llamó la voz de seños Mancuso apartándola de sus cavilaciones. Cuando levanto la vista le aprecio estar sufriendo una alucinación. Junto al señor Mancuso se hallaba Ross Gabriel, con los mechones castaños cayéndole rebeldes sobre la frente y los ojos oscuros fijos en los de ella. -¿Serias tan amable de trabajar junto a Ross hasta que Pam se haya repuesto?- le preguntó el profesor de química. La compañera habitual de la clase de química, Pam Dalby, se encontraba ausente, enferma de gripe. El señor Mancuso se encaminó al frente de la clase para hacer la demostración de un nuevo experimento. -hola otra vez- dijo Ross, dejándose caer displicentemente en el alto del taburete que había junto a ella-. Tu eres Janie, ¿no?-. 24

El chico nuevo – R. L. Stine

Ella sintió que su corazón latí con tanta fuerza que se preguntó si Ross lo oiría. -Sí, hola- se las compuso para responder-. ¿Cómo está tu brazo?-Estupendamente. Este experimento nos convertirá en unos verdaderos ases, ya lo verás. Lo conozco muy bien, ya que lo he hecho antes, en mi antigua escuela, creo que en el séptimo curso. Es muy fácil, un juego de niños.-Sí, ya lo sé- asintió Janie con rapidez. En realidad opinaba que aquel experimento era especialmente difícil, pero jamás lo admitiría delante de Ross. -Ten cuidado con eso, es amoniaco- advirtió a Ross, señalando un tubo de ensayo-. Una vez olí por equivocación un tubo de amoniaco y la nariz me ardió por una semana-. Ella esperaba que ese comentario le hiciera reír, pero el chico continuo muy serio. -Sí. Debes tener mucho cuidado-. Dijo Ross, examinado los tubos de ensayo-. Claro que yo bebo esa cosa cada día… durante el desayuno-. Janie se echó a reír. Los ojos oscuros de Ross brillaron con intensidad, pero no sonrió. -Creo que deberíamos comenzar- sugirió Janie, volviéndose hacia los tubos de ensayo-. ¿Esto es oxido de magnesio?-. -Lo que sea- le repuso Ross, pero su atención estaba concentrada en la parte delantera de la clase, donde el señor Mancuso estaba inclinado sobre una de las mesas, ayudando a un grupo que iba a iniciar su experimento. Ross se volvió hacia Janie y puso su mano sobre las suyas, impidiendo que cogiera un tubo de ensayo. -¿Quieres ver algo malo de verdad?- murmuró él acercándole mucho los labios al oído, tanto que Janie sintió en la cara el calor de su aliento. La muchacha se estremeció. -¿Algo malo?Ross llevó un dedo a los labios de ella indicándole que guardara silencio. Luego levantó la mirada para comprobar que el profesor les daba la espalda y entonces con gran rapidez vertió un líquido verde sobre otro transparente. -Mira- indicó a Janie. Los líquidos se mezclaron y un vapor blancuzco comenzó a surgir del mejunje verdoso. -¿Qué es eso?- preguntó Janie en un murmullo.

25

El chico nuevo – R. L. Stine

-Es una bomba fétida- replicó Ross, mirando atentamente el tubo de ensayo. El liquido verde alcanzó la boca de tubo y el vapor húmedo salió del recipiente.Huele-. Janie olió de mala gana e hizo una mueca de asco. -¡Ajjjj!- El olor a acre comenzó a flotar en el aula. Los hicos empezaron a gemir y a quejarse. Unas cuantas cabezas se volvieron interrogantes hacia Janie y Ross. -¡Oh! ¿Qué es esa peste?- exclamó alguien. -Ricky, ¿Has sido tú?- preguntó un chico, dirigiéndose a Ricky Schorr, el típico payaso de la clase al que siempre culpaban de todas las fechorías que se cometían. -¡No, de ninguna manera!- se defendió, enfadado. Los chicos tosían y les acometían arcadas. Janie se deslizó fuera del banco y se apartó de la mesa; los ojos le lagrimeaban a causa del picor. Finalmente el señor Mancuso se dio cuenta de que algo raro estaba sucediendo, de modo que alzó la cabeza y olfateo el aire. -¡Oh!- exclamó con expresión de asco. -Señor Mancuso, es aquí.- Creo que Janie y yo hemos hecho algo mal-. -¿Yo…? Pero si yo no…- comenzó a defenderse Janie. El señor Mancuso se apresuró a llegar hasta la mesa de Janie. -Janie y yo seguramente hemos cometido alguna equivocación, al menos eso creodijo Ross-. Huele como si fuera… como si fueran huevos podridos- añadió e hizo un guiño de complicidad a Janie. El señor Mancuso entrecerró los ojos para observar la burbujeante mezcla de color verde. Aguantaba la respiración procurando no inhalar aquel gas apestoso. -Yo me encargo de esto- le dijo a Ross. El profesor cogió el tubo de ensayo, lo saó del soporte y salió corriendo de la habitación. Tan pronto como hubo desaparecido por la puerta todos prorrumpieron en grande risotadas y comentaros jocosos. -Eso si que ha sido fuerte, Ross- exclamó Rocky Schorr. -Organicemos una fiesta. Propuso un alumno. -Por favor, que alguien abra las ventanas- suplico otro. Ross se volvió hacia Janie. -Lo siento- dijo- La verdad es que hoy no me sentía de humor para soportar la clase de química-. Janie se rió. Afortunadamente la atmosfera comenzaba a aclararse. -¿Dónde has aprendido a fabricar esa bomba fétida?- preguntó, sentándose nuevamente a su lado. 26

El chico nuevo – R. L. Stine

-Mi madre me compró un juego de química cuando tenía ocho años- le explico Ross-. Fue el primer experimento que hice-. Janie lanzó una risilla. -Pues has hecho un gran trabajo, Ross. Probablemente consigas una nota alta, tal vez un sobresaliente-. -Me gusta fastidiar a la gente- declaró Ross. Janie creyó que él se reiría después de decir aquello, pero el chico permaneció impasible. Ella pensó que el comentario de Ros era muy extraño.

Echó un vistazo al reloj. No quería que la clase se acabara. Deseaba permanecer allí, sentada junto a Ross, y hablar con él durante horas. Y repentinamente pensó en la apuesta. Era la oportunidad perfecta. El timbre sonó en ese preciso instante. Janie recogió sus libros y siguió a Ross al vestíbulo. Él se detuvo en el pasillo y se volvió hacia Janie como si estuviera esperando a que ella dijera algo. Janie sonrió, tratando de encontrar algo adecuado que decir.

-Tal vez pueda enseñarte otras cosas útiles mañana- le dijo Ross, apartándose con un gesto el mechón de cabellos que le caía sobre la frente. < ¡Es tan guapo! –Pensó Janie- Es tan guapo… y lo peor es que él lo sabe. Claro que lo sabe. ¡Pídeselo, pídeselo!> -¡Eh, Ross…- comenzó a decir, aclarándose la garganta y apretando con fuerza la mochila contra su pecho-. Oye… el sábado la noche…Pero se detuvo en seco al ver el cambio de expresión de Ross: sus ojos, que miraban a lo lejos por encima del hombro de Janie, se desorbitaron y su rostro adquirió una palidez enfermiza. -¡Ross!- exclamó Janie, perpleja. Pero él no pareció oírla. Abrió la boca como si estuviera pasmado, y su bello semblante se deformo en una mueca de horror.

27

El chico nuevo – R. L. Stine

7 Asustada, Janie se dio la vuelta y siguió la dirección de la mirada de Ross. En el otro extremo del vestíbulo atestado de gente divisó a una chica muy alta con largos y rizados cabellos de un rubio muy claro. La chica miraba con firmeza a Ross.

-¿Ross, qué sucede?- inquirió Janie.- ¡Ni que hubieras visto un fantasma!-. Sin embargo, para sorpresa de Janie, Ross había desaparecido.

Cuando terminaron las clases buscó a Ross sin éxito. Había estado pensando toda la tarde en aquella chica de largos cabellos rubios casi blancos. Era alta y muy guapa, con aquella magnifica cabellera rizada cubriéndole parte de la espalda. ¿Cómo era que Janie no la había visto antes? ¿Acaso era una nueva alumna en Shadyside High? Janie se puso la chaqueta y cerró con un golpe su taquilla. Luego echó a andar lentamente hacia la salida. Fue entonces cuando vio a Eve que corría hacia ella. -Adivina que ha sucedido- gritó Eve con sus ojos oscuros muy brillantes y amplia sonrisa en su rostro-. ¿Lo has adivinado? ¡He ganado! ¡Tengo una cita con Ross el viernes por la noche!-.

El viernes por la noche Janie permaneció echada sobre la cama, mirando fijamente el techo, escuchando una canción de los Beatles a través de la emisora especializada en melodías de antaño. De pronto, el teléfono comenzó a sonar. Se inclinó hacia la mesilla de noche, apagó la radioreloj, y cogió de un tirón el auricular. -¿Diga?-Esta noche es la gran noche de Eve…- Era Faith. -Como si no lo supiera- refunfuño Janie.-Eve me pidió prestado mi blazer azul-. -Y también lleva esos vaqueros tan sexy que reserva para las ocasiones especialesañadió Faith, y luego permaneció callada. Janie se imagino a su amiga sacudiendo la cabeza con gesto resignado. Faith realmente odiaba perder la apuesta.

28

El chico nuevo – R. L. Stine

-Eve se acercó tranquilamente a Ross y le pidió que saliera con ella- dijo Faith por fin-. Me pregunto cómo se lo diría.-Sea lo que fuere, funciono- dijo Janie con un suspiro-. Lo admito… ¡Me siento terriblemente celosa!-. -Eh, que yo también estoy celosa- reconoció Faith. -Al menos tu tienes a Paul- le dijo Janie. -¿Sabes una cosa? Debería contárselo todo a Ian- dijo Faith con tono rabioso-. Debería llamarle y decirle donde está Eve en este preciso momento. ¡Se pondría furioso!-. -No, no debes hacerlo- replico Janie con sequedad-. Es mejor que no lo hagas. Sabes muy bien que Ian es muy celoso. Deja al pobre chico en paz. Este fin de semana le toca trabajar todas las noches-. Faith canturreó maliciosamente. -La idea de llevar adelante esta estúpida apuesta fue tuya, Faith- le recordó Janie con seriedad-. ¿Por qué quieres entonces crearle problemas a Eve?-. -Me encantan los problemas- repuso a Faith con una risilla sardónica, y luego añadió-: Eh, Janie, solo estoy bromeando. No sería capaz de llamar a Ian-. -Nunca estoy segura si estas de guasa o no- admitió Janie. -Eso es lo que te convierte en la victima perfecta- dijo Faith. -Gracias, compañera-. Faith lanzó un profundo suspiro. -Yo tengo mis propios problemas-. -¿Ah, sí? ¿Y qué problemas son ésos?- inquirió Janie, sentándose en la cama y cambiando el auricular a la otra mano para escuchar con mayor comodidad. -Oh, bueno… las cosas no funcionan muy bien por aquí- explicó Faith con desgana-. Aguarda un minuto voy a cerrar la puerta de mi cuarto.-Se ausentó unos segundos y luego volvió a coger el teléfono-. Creo que las cosas no funcionan muy bien entre mis padres- dijo en voz muy baja-. Prácticamente no está nunca en casa… quiero decir los dos a la vez. Y cuando están aquí se encierran en su dormitorio y discuten durante horas de un modo bastante violento. -¿Quieres decir que…?- comenzó a decir Janie. -Creo que tal vez estén a punto de dejarlo, no lo sé- dijo Faith, suspirando otra vez-. Y luego esta ese horrible Paul…29

El chico nuevo – R. L. Stine

-¿Qué sucede con Paul?- preguntó Janie. -¿Sabes de qué quería hablarme ese miserable ayer a la hora del almuerzo?-¿Desde cuándo se ha convertido en un miserable?- quiso saber Janie, incapaz de disimular su estupefacción. -Des que me pidió que le diera trescientos dólares para poder comprar una nueva transmisión para su coche. ¿Puedes creerlo?- Janie reflexionó unos instantes. -Sí la verdad es que no me cuesta nada creerlo- admitió finalmente. -Yo comenzaba a creer que realmente le gustaba- reconoció Faith con tristeza-. Sin embargo, solo sale conmigo por la exclusiva razón de que soy rica-. -Eve dijo que era un perdedor- comentó Janie. -Bueno, al menos por una vez Eve tenia razón- admitió Faith amargamente. -Dime… ¿Quieres que vayamos al cine o a alguna otra parte?- preguntó Janie intentando cambiar de tema. -No, no tengo muchas ganas. Creo que me quedaré encerrada en mi habitación y pensaré en cosas odiosas el resto de la noche-. Janie se rió con ganas. -Al menos aún conservas tu sentido del humor-. -Me pregunto cómo se lo estarán pasando Eve y Ross-. Comentó Faith tristemente. -Sí, yo también- dijo Janie-. Me muero de ganas de saber cómo les ha ido. Apuesto a que Eve tiene una buena historia que contarnos.

30

El chico nuevo – R. L. Stine

8 Después del cine Ross condujo su pequeño Civic de color azul hasta el límite del bosque de la calle del Terror y aparcó allí. Se deslizó en el asiento, atrajo a Eve hacia sí y la besó. Sus labios estaban secos y calientes contra los de ella. Eve le devolvió el beso con entusiasmo, enredando sus dedos entre los cabellos rizados de Ross y abrazándolo luego por los hombros. Se detuvieron un instante para recobrar el aliento. Ross comenzó a besar la otra vez pero de repente se detuvo y se reclinó en su asiento con un suspiro. -Lo siento- dijo. -¿Por qué?- le preguntó Eve mientras le latía con violencia el corazón. pensó. El rostro de Ian se le aparecía sin cesar, pero ella trataba de apartarlo de su mente. -No sueñp comportarme de este modo cuando salgo con una chica por primera vezdijo Ross encogiéndose de hombros. Luego sus ojos se posaron penetrantes en los de ella y añadió-: ¡Suelo aguardar a la segunda cita! -Entonces supongo que depende de mí- dijo Eve atrayéndolo hacia sí, presionando sus labios contra la boca de Ross y besándolo larga y apasionadamente. La mano de Eve se enredó en su bufanda azul, de modo que se la quitó y la dejo caer en el asiento. -Hace mucho calor aquí dentro- comentó Ross cuando el beso finalmente hubo acabado- ¿Quieres dar un paseo por el bosque?-. -¿Qué? Estos son los bosques de la calle de Terror – protestó Eve. -¿Y qué hay con eso?-Oh, lo siento, había olvidado que eres nuevo aquí- dijo ella, apretándole la manoNo sabes que historias tan terribles se cuentas acerca de estos bosques. -Ni quiero saberlas. Mi casa está situada en la calle del Terror. Vamos Eve, un corto paseo nos refrescara un poco. ¿Qué puede pasarnos? No tendrás miedo… ¿Verdad?-

31

El chico nuevo – R. L. Stine

Esa frase no era una simple pregunta, se trataba un desafío en toda regla. Ross salió del coche y lo rodeo hasta llegar a la portezuela de lado de Eve, que no había hecho el menor movimiento para apearse del vehículo. Ross abrió la puerta y le tendió la mano. Eve dudo un instante, pero luego cogió su mano y salió del coche. Ross la precedió camino del bosque. El viento soplaba a su alrededor en cortas ráfagas. Eve sintió un escalofrío y comenzó a temblar. Se envolvió el cuello con la bufanda y se subió las solapas del blazer azul que le había prestado Janie. -¿A dónde vamos?- preguntó con un escalofrío-No muy lejos- repuso Ross con suavidad. Eve notó el brazo del chico alrededor de los hombros. Aquella mañana de sábado, cuando Janie abrió los ojos comprobó que el sol ya se colaba a través de la ventana de su habitación. Se restregó los ojos para ahuyentar los últimos vestigios del sueño y luego estiro los músculos. Sintió una corriente de aire frio procedente de la ventana cerrada. pensó, deseando que la primavera no tardara en llegar. Se arrebujó cómodamente debajo del tibio edredón. Echo una mirada a la radioreloj. Marcaba solo las ocho y cuarto de la mañana. Bostezó- Algo había estado molestándola, impidiéndole que durmiera a gusto la noche anterior. ¿Qué era? Oh, si, ahora lo recordaba. Se trataba de la cita de Eve con el chico nuevo, Ross. Tengo que llamar a Eve para que me cuente toda la historia, hasta los menores detalles. De repente, en su mente solo despierta a medias, se le planteo un interrogante sorprendente: ¿si Eve comienza a salir con Ross… podría yo salir con Ian? Janie se imaginó a Ian. Era casi tan bajo y delgado como ella. Tenia espesos cabellos color castaño oscuro que llevaba muy cortos. Y los ojos, detrás de sus gafas sin montura, eran de un gris acerado y muy serios.

Se abrazó a la almohada apoyando en ella la mejilla y debió dormirse otra vez. El sonido del teléfono sobre la mesilla de noche hizo que se incorporara de un salto. 32

El chico nuevo – R. L. Stine

Cogió el auricular, parpadeando somnolienta. -¿Diga?-¿Hola, eres tú Janie?- preguntó Ian- Dime… ¿esta Eve contigo?- preguntó sin aliento-. ¿Está ahí en tu casa?-. Janie experimento una punzada de pánico. -No, no está aquí… ¿Por qué?-¡Eve ha desaparecido!- grito Ian- ¡Esta noche no ha vuelto a casa!-

33

El chico nuevo – R. L. Stine

9 Janie estuvo a punto de dejar caer el auricular que, repentinamente, parecía pesar una tonelada. Cerró los ojos con fuerza, los frotó con vigor y experimento súbito dolor en la base del cráneo, un dolor intenso que comenzaba a subir lentamente hacia la cabeza. -¡Janie!- gritó Ian y su voz estridente la sacó de su ensimismamiento.- ¿todavía estas ahí?-. Janie se llevo nuevamente al auricular oído. -Sí- replicó con voz temblorosa. - ¿Eve no ha dormido esta noche en tu casa?- le preguntó Ian-. -No. ¿Has hablado con sus padres? - Sí, por supuesto. Están frenéticos, Janie. Han llamado a la policía-. Janie sintió un nudo en la garganta y la acometió una oleada de náusea. Ahora la voz de Ian era tensa. -Janie, por favor, dime si Eve salió con alguien anoche… ¿con algún chico tal vez? Fui a su casa después del trabajo pero su hermano pequeño me dijo que había salido. No me dio más detalles. -Llamare a la señora Muller- dijo Janie, luchando contra las ganas de vomitar. -¿Qué es lo que ocurre, Janie?- preguntó Ian-. Eve salió con un chico, ¿no es así?-. -Yo… no lo sé, Ian- repuso Janie. Odiaba mentir, pero tampoco quería romper la promesa que le había hecho a Eve-. Eso no es lo que importan ahora- dijo a Ian-. Lo que realmente importa es encontrar a Eve. -¿Janie, puedo ir a tu casa…? Estoy muy preocupado-. -No creo que sea una buena idea, Ian. Yo..- La verdad era que en aquel momento no tenía ganas de verlo. -Por favor, Janie…- suplicó Ian y su voz parecía la de un niño pequeño y desvalido. -Está bien, Ian- acepto ella-. Estaré esperándote-. -Eres una verdadera amiga- dijo Ian-. Enseguida estoy allí. Y se cortó la comunicación.

34

El chico nuevo – R. L. Stine Janie se sentó en el borde de la cama y cerró los ojos con fuerzas para combatir el mareo que se había apoderado de ella. ¿Qué podía haberle sucedido a Eve? ¿Qué? Se obligó a incorporarse. Tenía que lavarse y vestirse. Ian llegaría en cualquier momento. Se dirigió al cuarto de baño a través del pasillo y se lavó la cara con agua fría. Tenía la sensación de que movía en cámara lenta, como si su cuerpo pesara una tonelada. Se vistió con unos tejanos y una sudadera, se puso las zapatillas deportivas y bajó las escaleras para aguardar a Ian. -¿Mamá? ¿Papá?-. Una nota pegada a la nevera le informó que sus padres habían salido de compras. -Tal vez Faith sepa algo- se dijo en voz alta, sintiendo que el miedo le oprimía la garganta. Llamó a casa de su amiga pero la línea estaba ocupada. Con un gesto de exasperación colgó el auricular para volver a cogerlo enseguida y mar el numero de la casa de Eve. Sus dedos temblaban de tal modo que tuvo que intentarlo tres veces antes de poder marcar correctamente. Finalmente fue Marky, el hermano pequeño de Eve, quien cogió el auricular cuando el teléfono ya había dado cinco largos e interminables timbrazos. -¿Marky? Soy Janie Simpson, ¿Esta tu mamá?-Espera un momento, Janie, voy a buscarla-. A través de la línea, oyó el sonido inconfundible de alguien que lloraba. No era buena señal. Se estremeció. Luego oyó la voz de Marky y el sonido de unos pasos. Finalmente la señora Muller se puso al teléfono. -Janie… ¿esta Eve contigo? ¿La han encontrado? ¿Has sabido algo?- El ritmo frenético de sus preguntas revelaba su estado de pánico. -No, señora Muller- repuso con voz temblorosa-. Yo-yo pensaba que ya habría regresado a casa-. -No, no está aquí- dijo la madre de Eve entre sollozos-. Su padre, la policía, todos están buscándola. Están… están…- pero el llanto le impidió terminar la frase. -Señora Muller… -dijo Janie, desenado terminar aquella conversación para que la pobre mujer no se sintiera todavía más afligida. -Todo el mundo está buscándola- continúo la señora Muller, haciendo un esfuerzo para controlar su angustia-. Están buscando a Eve y a ese chico con el que salió-. -¿Cómo?- preguntó Janie.- ¿Ross? ¿Ross también ha desaparecido?-Sí- repuso la madre de Eve-. Me temo que el chico también ha desaparecido-.

35

El chico nuevo – R. L. Stine

10 Ian llego uno pocos segundos después de que Janie hablara con la señora Muller por teléfono. Permaneció de pie ante la puerta de entrada, vestido con unos amplios y arrugados pantalones y una sudadera manchada. Tenía el rostro desencajado, los ojos enrojecidos y enmarcados por oscuras ojeras. Janie le recibió con un “Hola” escueto y sostuvo la puerta para que Ian entrara. Pero él no se movió. -¿Podemos dar una vuelta en coche, por favor?- preguntó con un tono de voz que expresaba todo su abatimientos, y echo a andar hacia su Ford Escort amarillo-. No tengo ganas de estar quieto-. Janie asintió. -Supongo que puedo acompañarte. Aguarda un momento. Dejare una nota a mis padres-. Corrió hasta la concina, escribió rápidamente una nota y la fijó sobre la puerta de la nevera con un imán. Luego recogió su chaqueta y salió a la calle. Era un día inusualmente frio para principios de primavera. En el prado, frente a la casa, las ramas de los arboles se agitaban a impulsos de las ráfagas de viento. Ian estaba sentado tras el volante de su pequeño coche. Puso el motor en marcha y el coche empezó a andar antes incluso de que Janie hubiese cerrado la portezuela. -¿Janie, que esta sucediendo?- le preguntó con desesperación. -Me gustaría saber, Ian-Tú sabes algo- dijo con tono acusador, girando hacia Sanyon Drive y saltándose una señal de stop-. Sé que sabes algo. Tú, Eve y Faith siempre os lo contáis todoañadió mirándola fijamente, como si estuviera tratando de leer mis pensamientos-. -¿Has venido a verme para hacerme pasar un mal rato?- preguntó Janie en tono lastimero-, porque si es así será mejor que des la vuelta y me lleves a mi casa. Estoy terriblemente asustada por lo que pueda haberle sucedido a Eve, Ian. Esto aterrorizada, ¿lo entiendes?, y no quiero que me interrogues-. Esa explosión de cólera sorprendió a Ian que se acomodo las gafas, se removió incomodo en el asiento y fijo sus ojos grises en el parabrisas. -Lo siento- dijo con calma-. Yo- yo también estoy muy asustado-.

36

El chico nuevo – R. L. Stine

Continuaron en silencio. Ian conducía sin rumbo por toda la ciudad. Fueron hasta la casa de Eve en Old Village. No había un solo coche delante de la vivienda y tampoco la menor señal de vida. Se dirigieron entonces mas allá de Shadyside Hygh; el colegio permanecía oscuro y vacio en la mañana del sábado. En Old Mill Road los altos arboles cubrían la calle con sus ramas extendidas. Janie sentía un impulso muy intenso de sincerarse y explicarle a Ian el asunto de Ross, de Eve y de la apuesta. A través de la ventanilla Janie observó que estaban asando a los bosques de la calle del Terror. -¡Eh!- exclamó Janie mientras Ian apretaba de súbito el pedal del freno. El automóvil se detuvo con violentamente y Janie se vio precipitada hacia delante. Tuvo el tiempo justo de levantar las manos para impedir que su rostro se golpeara con fuerza contra el parabrisas. -¡Perro bobo!- gritó Ian. Se volvió hacia Janie, tragando con dificultad-. ¿lo has visto? Se ha puesto justo delante del coche. He estado a punto de atropellarlo-. -No lo he visto. Supongo que estaba distraída mirando por la ventanilla- dijo Janie temblorosa. El motor del coche se había detenido. Ian no trató de volver a ponerlo en marcha. -¿Estás bien?- le preguntó, solícito. ¿Qué era aquello que se divisaba en el bosque? Había algo sobre el suelo, delante de los árboles. Algo azul intenso. -¡Oh!- exclamó angustiada y salió del coche. -¡Eh, Janie! ¿Adónde vas?- gritó Ian. Janie dejo la puerta del coche abierta y echo a correr hacia la mancha azul que había visto entre los árboles. -¡Janie, espérame!- gritó Ian en su espalda. -¿Qué es eso?- preguntó Janie- ¿Lo ves, Ian? ¿Esa cosa azul subido que hay allí delante? Al principio solo se trataba de la bufanda. Pero en cuanto estuvieron mas cerca pudieron captar toda la escena. Janie fue la que primero vio el blazer. El blazer azul fuerte. Su propio blazer azul fuerte. Luego vio el cuerpo sin vida de Eve. Entonces comenzó a llorar. 37

El chico nuevo – R. L. Stine

11 El rostro de Eve estaba de lado y medio enterrado en diez centímetros de lodo. La parte superior del cráneo había sido aplastado como si tratara de una cascara de huevo. Un grueso círculo de sangre seca había cubierto y enmarañado sus oscuros cabellos. Los insectos rondaban su cuerpo inerte. Janie miro horrorizada una mosca que se paseaba lentamente por el rostro de Eve; paso sobre un ojo y luego se introdujo en la boca abierta. Con una exclamación de horror Janie se volvió de espaldas y cerró los ojos. Sin embargo, aquella visión horripilante permaneció grabada en su mente. -¡Eve! ¡Eve!- El grito de angustia de Ian rasgo el aire. El muchacho se arrodillo junto al cuerpo de su novia y cogiendo una mano pálida e inerte de Eve comenzó a frotarla como si ese gesto pudiese devolverle la vida. -¡Eve! ¡Eve!- Janie se dejo caer sobre un montón de hojas frías y húmedas e inclino la cabeza hacia delante hasta posarla sobre las rodillas. Pensó que estaba a punto de desmayarse. se dijo. Lentamente volvió a levantar la cabeza, luchando por respirar con normalidad. Los arboles parecen girar a su alrededor. El viento daba la impresión de envolverla, llevando hasta ella el olor del cadáver. Janie procuró aguantar la respiración pero sintió nauseas. Resistió el impulso de volver a mirar el cuerpo de su amiga. Lo que había visto iba a darle horribles pesadillas durante toda su vida. -¡Eve! ¡Eve!- Ian iba repitiendo ese nombre, como en una cantinela llena de espanto e incredulidad-. -¡Eve! se dijo Janie. Se puso de pie. Ian, desolado, continuaba llamando a Eve mientras frotaba con frenesí su mano inerte. -¡Ian!- dijo Janie con severidad y su voz se repitió como un eco en la profundidad del bosque. Cogió a Ian por el cuello de su sudadera y tiró de él hacia arriba hasta apartarle del cadáver-. Ian, vámonos de aquí- suplico, sacudiéndolo-. Tenemos que llamar a la policía, por favor, Ian…Una mosca zumbo junto a la oreja de Janie y ese sonido pareció crecer hasta tapar todos los demás. ¿Se trataba de una sola mosca o acaso eran miles? Janie cerró los ojos, pero todavía continuaba viéndolas. Todavía oía el zumbido. Moscas. 38

El chico nuevo – R. L. Stine

Descendían como una muerte negra sobre la que una vez había sido su hermosa amiga.

La radio crepitaba dentro del coche policial. Los dos oficiales de policía ya habían examinado el cuerpo de Eve y ahora regresaban a su vehículo para reclamar más ayuda. Janie permanecía de pie al borde del camino, observándolos. Había conducido con Ian hasta su coche y le había dejado allí mientras corría hasta una de las casas de la calle del Terror para llamar a la policía, que llego al cabo de unos pocos minutos. Janie fue quien les condujo hasta su amiga muerta. < ¿Dónde está Ross?>, se preguntó repentinamente, cerrando los ojos con fuerza. Hasta aquel momento no habían hallado el menor rastro del chico nuevo. ¿Acaso también estaba muerto? ¿Yacería su cuerpo sin vida entre los arboles del bosque? Súbitamente Janie recordó a Ian. Se volvió y le vio todavía sentado en el Escort amarillo, echado hacia adelante, con la cabeza apoyada sobre el volante. Janie dio unos golpes en la ventanilla del coche policial. El cristal descendió. -Discúlpeme, señor. Creo que mi amigo me necesita-dijo Janie, señalando hacia el automóvil de Ian y miró nuevamente a Janie. Luego asintió con expresión grave. -No hay problema. Os llevaremos a vueltas casas tan pronto como nos sea posible, ¿de acuerdo?-. Janie corrió hacia donde se hallaba Ian y se deslizo en el asiento del acompañante. -Ian- dijo suavemente.- La policía me ha dicho que muy pronto podremos irnos a casa-. Ian levantó lentamente la cabeza y se cubrió el rostro con las manos. , se dijo Janie, comprendiendo a su amigo. -Tal vez sea mejor que me dejes conducir a mí- dijo Janie-. No me importa hacerlo. -Fue el dinero- dijo Ian con voz apagada, y con la manga de su sudadera se limpio las lágrimas que corrían por su rostro. -¿Qué?- preguntó Janie, que no estaba segura de haberle oído correctamente-. ¿De que dinero hablas?- ¿Acaso Ian conocía la apuesta que habían hecho? ¿Sabía que cada una de las tres amigas había apostado diez dólares? -Fue por el dinero- murmuró Ian con un hilo de voz. Evitando la mirada de Janie. 39

El chico nuevo – R. L. Stine

-Ian… ¿De qué dinero hablas?-Sé por qué mataron a Eve- dijo entonces, y sus ojos grises se estrecharon hasta convertirse en dos grietas diminutas-. La mataron por el dinero. Quienquiera que lo haya hecho, la asesino por el dinero. Janie miró con fijeza el rostro de Ian, surcado por las lágrimas. -¿Ian, de qué diablos estás hablando?- Ian se volvió hacia ella, reprimiendo un sollozo. -Oh, Janie. Fue Eve quien robo el dinero del baile…-

40

El chico nuevo – R. L. Stine

12 Janie puso una mano sobre el hombro de Ian. -Ian, me temo que lo que dices no tiene el menor sentido- le dijo con amabilidad-. Eve es la persona más honesta que conozco. Ella nunca hubiera podido…- Fue en ese momento cuando comprendió que continuaba hablando de Eve como si estuviera viva. Las lágrimas brotaron espontáneamente de sus pupilas. Ian se volvió hacia ella y la miró a los ojos. -Janie, ¿con quien salió Eve anoche? ¡Y no me mientas! Tengo que saberlo-. Janie tragó con dificultad. Ya no tenía necesidad de mantener la promesa que le había hecho a Eve. Además, la policía sabía todo lo concerniente a Ross. También estaban buscando al chico nuevo por todas partes. -Salió con Ross- le dijo a Ian-. Ross Gabriel. Pero no fue una verdadera cita, Ian. Solo se trato de una absurda apuesta-. -¿Cómo?- dijo Ian y en sus ojos llorosos apareció una expresión de confusa-. ¿Una apuesta? ¿Qué clase de apuesta?-. -Nosotras tres, Eve, Faith y yo, hicimos una apuesta- le explicó Janie de mala gana, bajando la mirada-. Fue una apuesta tonta. La primera de nosotras que consiguiera citarse con Ross ganaría. Esa es la única razón por la que Eve salió con él…La sangre desapareció del rostro de Ian y todo su cuerpo comenzó a temblar. Janie comprendió que se estremecía de ira. Ian puso en marcha el coche con una mano temblorosa. –Sal del coche, Janie, y volvió el rostro para mirarle directamente a los ojos, sorprendida por la furia que expresaba su voz. -He dicho que salgas de mi coche.-Ian… ¿qué piensas hacer?- pregunto Janie. -¡Sal ahora mismo!- gritó Ian. -No lo haré- replicó Janie-. Tienes que calmar, tienes que recobrar la serenidad, Ian- Y con un movimiento muy rápido giro la llave de contacto, apagó el motor y se quedo con las llaves-. No puedo permitir que cometas una locura. ¿Acaso no 41

El chico nuevo – R. L. Stine

comprendes que estás como loco?- Ian se lanzó sobre ella para coger las llaves pero Janie las puso fuera de su alcance. -Dame las llaves, Janie- le pidió Ian con voz fría como el hielo. Janie percibió el sonido de una sirena no muy lejos de allí. -Oye, vamos a tu casa, allí estarás seguro y recobraras la calma, ¿de acuerdo?- le dijo en tono deliberadamente dulce y afectuoso. -Dame esas llaves- repitió Ian una vez más con los dientes apretados de furia. La sirena se hizo mas audible. -¡Dame las malditas llaves!-¡No!Sin la menos advertencia Ian cogió a Janie por la manga de su sudadera y la acercó con violencia hacia él. Janie trató e mantenerlo apartado con una mano mientras con la otra procuraba bajar desesperadamente el cristal de la ventanilla. Cuando lo consiguió arrojó las llaves del coche de Ian tan lejos como pudo, en medio de las hojas muertas y la maleza húmeda que había junto a la carretera. Con un grito de rabia Ian abrió violentamente la portezuela de su lado y salto del coche. Con el corazón desbocado, Janie tuvo arrestos suficientes para subir el cristal de la ventanilla y cerrar lados puertas con seguro. Ahora la sirena se oía tan cerca que parecía resonarle dentro de la cabeza. Echó un vistazo por la ventanilla trasera y divisó un automóvil de la policía que, con las luces rojas encendidas, frenaba violentamente detrás del coche de Ian. Un segundo después una ambulancia se detuvo a su lado, bloqueando la calle. Las puertas traseras de la Unidad de Servicio de Urgencias se abrieron con premura y un par de miembros del equipo del personal sanitario saltaron a tierra portando una camilla plegable. Un oficial de policía indicó el camino a los enfermeros, que corrieron en dirección al bosque de la calle del Terror, cargados con la camilla.

Un tercer vehículo, con la sirena ululando y las luces multicolores girando frenéticamente, se reunió con los anteriores. Luego apareció otro más. Muy pronto un grupo numeroso de policías vestidos de uniformes oscuros comenzó a pulular por el bosque.

42

El chico nuevo – R. L. Stine

, pensó Janie con amargura. Como moscas sobre un cuerpo sin vida. Ian todavía estaba buscando las llaves de su coche entre los matorrales húmedos cuando los enfermeros levantaron el cadáver de Eve. La policía no había encontrado la menor señal de Ross. < ¿Acaso Ross también había sido asesinado?-. ¿Estaría también muerto en el bosque?>

43

El chico nuevo – R. L. Stine

13 La comisaria de policía parecía salida de una serie de televisión. Detrás del mostrador de entrada había un sargento grueso, de modales bruscos y cabellos grises. Los teléfonos sonaban incesantemente sobre los mellados escritorios de metal gris. Los terminales de ordenar brillaban y zumbaban por todas partes y en el fondo de la amplia habitación de los patrulleros Janie observo a dos oficiales que se arrojaban bandas elásticas el único al otro. Miró a Ian, que caminaba a su lado. Tenía el negro cabellos pegado a la frente. Tras las lentes de sus gafas, sus ojos se veían tristes e inyectados en sangre. Bajo las luces fluorescentes del techo su tez estaba pálida como la de un fantasma. Hacían ya casi una hora que estaban allí. -Lo siento. Siento que hayáis tenido que venir aquí esta tarde- dijo el teniente Frazier, guiándoles hasta la sala de espera que había al frente del edificio. El teniente Frazier era un hombre joven con una voz muy suave de modales amables. -Sé que ambos os sentís terriblemente conmocionados por lo que habéis descubierto esta mañana. Janie asintió, esforzándose por no llorar. Había sido capaz de responder una a una a todas las preguntas del teniente sin derramar una sola lágrima. ¿Por qué razón se sentía ahora tan abatida, con ganas de sollozas a gritos? -No os hubiera pedido que vinierais- prosiguió el teniente con suavidad, colocando una mano sobre el hombro de cada uno de los chicos, pero los dos conocías muy bien a la víctima. Y sé positivamente que cuanto me digáis acerca de Eve nos ayudara a encontrar a su asesino. . La palabra penetró a través del cerebro de Janie como si se tratara de un estilete afilado. Aspiró profundamente y trató de conservar el aire en sus pulmones. -¿Vuestros padres os están aguardando fuera?- preguntó el teniente Frazier. Janie e Ian asintieron con un movimiento de cabeza. De repente, la puerta de la oficina de detectives se abrió y Ross se presentó ante ellos. Dos oficiales de rostro grave lo escoltaban. Janie sintió que su corazón dejaba de latir. 44

El chico nuevo – R. L. Stine

A Ross le llevó un momento reconocer a Ian y Janie. Parecía sumido en sus propios pensamientos y su expresión era tensa y preocupada. -Hola, Janie-dijo con suavidad cuando finalmente descubrió su presencia-. Ian…-Ross… ¿estás bien?-Yo-yo no puedo creer que todo esto esté sucediendo- repuso el chico, sacudiendo con fuerza la cabeza, como si intentara librarse de sus pensamientos-. ¿Cómo puede ser que Eve esté muerta?-. Ian lanzó un gemido de dolor. Los dos oficiales intentaron que Ross continuara andando, pero él se detuvo delante de Janie y sus ojos oscuros escudriñaron los de ella. -Tuve que regresar a New Brighton esta mañana muy temprano- le explicó Ross-. Con mis padres. Acabo de llegar hace solo unos minutos. La policía… me esperaba en casa. Me dijeron… lo que había ocurrido a Eve. Yo-yo…- su voz se quebró y Ross inclinó la cabeza sobre el pecho, abatido-. Janie colocó una mano sobre su hombro tembloroso. -Simplemente no puedo creerlo-repitió Ross con vehemencia-. Después de nuestra cita la llevé de regreso a su casa. Fue poco después de las once de la noche. La observe mientras se encaminaba a la puerta por el camino de entrada. La deje en casa, Janie. La deje en su casa sana y salva. Yo…-Por favor, continua andando-le dijo a Ross uno de los oficiales-. Necesitamos hablar contado, hijo. Ve hacia allí.-Y señaló una de las pequeñas habitaciones que había al extremo más alejado de la estancia. Ross, con la cabeza todavía agachada, comenzó a andar obedientemente, pasando junto a Ian y Janie. -Vosotros me creéis, ¿verdad?- le preguntó a Janie por encima del hombro. Janie tuvo n momento de duda, luego miró hacia Ian. Antes de que pudiera contestar, Ross desapareció en una de las pequeñas salas de interrogatorio. -Gracias otra vez, chicos. Vuestros padres os están esperando fuera-dijo entonces el teniente Frazier y sostuvo abierta la puerta del recinto para que ellos salieran-¿Tú crees la historia que ha contado Ross?- le preguntó Ian mientras se dirigían hacia la entrada de la comisaría. Janie se encogió de hombros. -Pues yo no- dijo Ian fríamente.

45

El chico nuevo – R. L. Stine

El domingo por la tarde grandes y negras nubes de tormenta cubrieron el cielo amenazando con una lluvia inminente. El viento soplaba húmedo y frio, doblando los arboles sin hojas, todavía desnudos. Janie conducía hacia la pizzería de Pete, en las galerías comerciales, para encontrar con Faith. Se sentaron una frente a la otra en un reservado tapizado de vinilo rojo, y trataron sin éxito de mantener una conversación normal. Las puertas de la sala de cine del otro lado de la calle se abrieron y una ruidosa multitud comenzó a invadir la acera. El restaurante se lleno rápidamente de gente bulliciosa que reía y hablaba en vos alta. Una gran pizza de pimientos permanecía intacta sobre la mesa, entre las dos amigas. Faith jugueteaba con su cuchillo y su tenedor de plástico. Janie observaba la calle a través del ventanal. Finalmente fue ella quien rompió el silencio. -Cinco minutos más-. -¿Cinco minutos más para qué?-Otros cinco minutos mas y ya llevaré una hora entera sin llorar- dijo Janie. Faith soltó una risita triste. -Las dos lo habremos conseguido-. -¿Vendrá Paul a buscaste aquí?- inquirió Janie. Faith se encogió de hombros. -Tal vez…- dijo con un suspiro. De nuevo un silencio cruel se cernió sobre la mesa. -Todavía no puedo creer que Eve robara ese dinero- dijo Faith, frunciendo el ceño-, Y no me importa lo que diga Ian-. -¿Por qué habría de mentirnos acerca de una cuestión así?- le preguntó Janie, apoyando la barbilla en las manos. Faith se mordisqueo el labio inferior. -Se que Eve siempre estuvo preocupada por el dinero. Pero dime… ¿la policía ha registrado su casa… o su taquilla?-. -No creo que Ian le haya contado a nadie que Eve cogió el dinero. Excepto a mí. Y tú eres la única persona a quien se lo he dicho, Faith-. -Tal vez lo mejor sea mantener las cosas como están- sugirió Faith. -Sí- asintió Janie. Faith sacudió la cabeza. -Pero es que no tiene el menor sentido. Eve jamás se metió en un lio en toda su vida-. 46

El chico nuevo – R. L. Stine

-Lo sé- murmuró Janie, sintiendo ganas de echarse a llorar otra vez. -Quiero decir que tu y yo éramos sus mejores amigas- prosiguió Faith acaloradamente-. Si ella hubiera pensado en robar el dinero del baile, nosotras lo habríamos sabido. Antes o después nos habríamos enterado. No había modo de que pudiera mantener algo así en secreto. No con nosotras-. -Ian creer que Ross mató a Eve por el dinero del baile- dijo Janie, mirando a través del panel de cristal. -¿Qué? ¡Pero eso es algo horrible! ¡Qué idea más espantosa!- exclamo Faith, verdaderamente conmovida. Luego miro a Janie a través de la mesa-. ¿Y qué es lo tú crees?-. -Yo- yo… no sé muy bien que creer- repuso Janie tartamudeando. -¿Acerca de qué?- preguntó una voz a su lado. Janie levantó la mirada y descubrió a Ross de pie junto a la mesa que ocupaban. Sin esperar a que le invitaran Ross se deslizó al lado de ella en el asiento. La manga de la cazadora de cuero del muchacho le rozó el costado y ella se desplazó contra la pared. Observando a su amiga, sentada al otro lado de la mesa, Janie comprobó a Faith no conseguía disimular su horror. Miraba acusadoramente a Ross con el semblante tenso de furia. -¿Cómo estáis?- preguntó con calma. - No demasiado bien- repuso Faith con tono helado. Un silencio glacial se cernió sobre la mesa. Janie le resultaba muy difícil mirar a Ross. Faith en cambio, lo miraba fijamente con un desdén infinito. Janie pugnaba por encontrar algo que decir, algo que rompiera aquella tensión insoportable. Era una sensación tan horrible y embarazosa… Ross golpeó la mesa con un tenedor de plástico. pensó Janie. El silencio resultaba asfixiante. Pero… ¿Qué se le podía decir a un chico que tal vez acababa de asesinar a tu mejor amiga? Finalmente Ross rompió el silencio. Se inclinó sobre la mesa y clavó una mirada ardiente en las pupilas de Faith. -Tal vez la próxima vez te mate a ti- le dijo.

47

El chico nuevo – R. L. Stine

14 Faith lanzó un grito sofocado. La expresión de Ross se endureció mientras permanecía inclinado por encima de la mesa. -Eso es lo que estás pensando, ¿no es verdad?- acusó a Faith-. Tú crees que yo maté a Eve. Realmente piensas que soy un asesino, ¿no es así? ¡Una especie de psicópata!-No, nosotras no…-comenzó a justificarse Janie. Faith se había asido con las dos manos al borde de la mesa y sus ojos azules refulgían temerosos. -¿Qué piensa la policía?- le dijo a Ross con frialdad. -Ellos me creen- gritó Ross-. ¡Pero sé muy bien que pensáis vosotras! Pues bien, n tenía el menor motivo para matar a vuestra amiga. ¡Ninguna razón en absoluto!añadió a voz en cuello. Muchas cabezas se volvieron para ver que sucedía. Una camarera se detuvo en medio del salón para dedicarles una mirada de reconvención. -¡Dadme una sola razón!- exigió Ross, mirando con ferocidad a Faith a través de la mesa-. ¡Vamos… estoy esperando!-Tú-tú estas lcoo- exclamo Faith-. Todo elmundo nos esta mirando-¡No me importa!- vocifero Ross, golpeando la mesa con los puños. Luego lanzó una especie de bufido de exasperación y comenzó a delizarse fura del asiento del reservado. Janie, sin embargo, le cogió por la manda de su cazadora de cuero. -Yo no creo que tú lo hayas hecho- le dijo. Él la miro con desconfianza. -Realmente no lo creo- repitió Janie-. Faith y yo nos sentimos tan apenadas y confusas, Ross… No sabemos…-¡Eh, ahí están Paul e Ian!- la interrumpió Faith, mirando hacia la calle a través del ventanal y haciéndoles señas a través del cristal para que se acercaran-. Tengo que irme- dijo a continuación y se deslizó fuera de la reserva sin intentar disimular evidentes ansias de marcharse cuanto antes de allí-. ¿Vienes conmigo, Janie?- le preguntó. -Eh… sí… dame un minuto- replicó Janie con los ojos clavados en Ross. 48

El chico nuevo – R. L. Stine

Faith se marcho deprisa. Janie observó como se acercaba a saludar a los dos chicos fuera del restaurante. Ian y Paul miraron con suspicacia a Janie y Ross. Janie se volvió hacia Ross. -Tienes que creerme- le suplicó Ross, cogiendo la mano de Janie, que se sorprendió al descubrir que la mano del chico estaba incluso más fría que la suya-. Yo no maté a Eve. No tenía el menor motivo para hacerlo ¿Me crees? Dime la verdad… ¿Me crees?-. -Sí- repuso Janie con rapidez. Sin embargo, comprendió que no estaba muy segura de lo que realmente creía. Algo horrible había sucedido y se sentía deshecha, deshecha en mil pedazos, como un puzle en el que las piezas se habían mezclado y algunas de ellas habían desaparecido. ¿Por qué estaba pensando en puzles? ¿Por qué sus pensamientos seguían un curso tan enloquecido, tan disperso? ¿Qué pensaba realmente de Ross? ¿Qué? -¿Ross, por qué saliste con Eve?- le preguntó intempestivamente. Los ojos del chico se entrecerraron en un gesto de confusión. -¿Acaso no te lo dijo?-¿Qué? ¿Decirme qué?- le preguntó Janie. -¿Eve no te lo dijo?- repitió Ross-. Salí con ella por el dinero.

49

El chico nuevo – R. L. Stine

15 Janie se quedó boquiabierta y enseguida, con voz sofocada, preguntó: -¿El dinero? ¿Te refieres al dinero de la recaudación del baile de la escuela?-. Ross reaccionó de manera confusa. -No. Yo…Una camarera los interrumpió. -¿No les ha gustado la pizza?- preguntó señalando los trozos intactos que ya estaban fríos. -No, está bien. Es solo que… estábamos charlando- respondió Janie con rapidez-. La camarera frunció el ceño y se alejo, secándose las manos en el delantal blanco. -Salí con Eve por el dinero de la apuesta- le explicó Ross-. Tú, Faith y Eve hicisteis una apuesta, ¿no?-. -Sí, así es-. Dijo Janie sintiendo que se ruborizaba-. Claro, te referías a ese dinero…- añadió, tragando con dificultad-. ¿Cómo te enteraste del asunto de la apuesta?-Eve me lo dijo- le repuso Ross-. Me explicó el tema de la apuesta. Dijo que queria ganar la y que nos dividiríamos los veinte dólares que ella sacaría. Fue una tontería pero no reímos mucho con el plan-. Perdida en sus reflexiones cayó en la cuenta de que Ross continuaba hablando. -No puedo creer que esto esté pasando- estaba diciendo Ross-. Especialmente después de lo que sucedió en New Brighton. -¿Qué sucedió?- pregunto Janie, sacudiendo la cabeza para alejar los pensamientos que la inquietaban. -Nada- replicó Ross amargamente. -¿Qué has dicho que sucedió en New Brighton?- le preguntó Janie. -Nada.- repuso él rápidamente.- Sólo estaba pensando en voz alta-.

50

El chico nuevo – R. L. Stine

Faith, Ian y Paul estaban aguardándola fuera del local, en el amplio pasillo de la galería comercial. Faith le dedicó a Janie una mirada cargada de desaprobación. -¿Entonces qué ha pasado? ¿La ha matado él?- preguntó Paul. Janie dejo escapar una exclamación de enfado. Paul se encogió de hombros y se pasó la mano por los espesos cabellos rubios. -Lo siento, Janie. No quería decírtelo de ese modo. Sólo estoy sorprendido que te quedaras con él ahí dentro. -¿Qué fue lo que le dijo Ross a la policía?- preguntó Ian con voz chillona-. ¿Por qué le dejaron marcharse?-. -No hablamos de eso- replicó Janie, lacónica. -Yo me mantendría apartado de él- le dijo Paul, subiéndose la cremallera de su chaqueta granete y gris de Shadyside-. Es un chico conflictivo, solo trae complicaciones. Estoy seguro-. -Tú no sabes nada, Paul- replicó Janie bruscamente.- De modo que no continúes fingiendo que eres un tipo duro y listo, ¿vale?-. Paul se ruborizó. -¿por qué lo defiendes?-. Él mato a Eve. Todos lo sabemos. No me importa que pueda haberle dicho a la policía. Sabemos que llevó a Eve al bosque y la asesinó. De modo que dime, Janie… ¿Por qué lo defiendes?-. -Creo que me iré a casa- dijo Janie.- No tiene sentido que nos quedemos aquí dándole vueltas y más vueltas al asunto.-Sí, vámonos- aceptó Faith, y se cogió al brazo de Paul.-¿Quieres que te llevemos?- le preguntó Paul a Janie. -No. Iré en mi propio coche- repuso ella, buscando las llaves en el bolsillo de su chaqueta-. Oye, Paul… ¿Ya te han entregado tu coche?-. Paul asintió con la cabeza. -Pensaba que necesitabas una trasmisión nueva- dijo Janie. -Y ya la tengo- le informó Paul. -¿De dónde sacaste el dinero? Preguntó Ian. Paul sonrió ampliamente. -¿Qué puedo decirte, amigo? Fue una especie de regalo de cumpleaños anticipado que me hizo una admiradora secreta-. Repuso Paul mientras se alejaba del brazo de Faith. Janie se retraso un poco mientras reflexionaba a toda máquina. < ¿Cómo hizo Paul para conseguir el dinero- se preguntó-. ¿Acaso Faith había sucumbido y 51

El chico nuevo – R. L. Stine

se lo había dado ella? Sin embargo, Faith había jurado que no lo haría. De modo que… ¿de donde había sacado Paul el dinero?>

El lunes por la noche, después de cenas, Janie se llevó un buen susto al encontrar a Ross ante la puerta de su casa. -¿Ross… que ocurre?- exclamó sobresaltada, observando el rostro preocupado del chico-. -Se trata de mis deberes de francés-dijo Ross, frunciendo el ceño-. No consigo hacerlos bien. He oído que a ti se te da bien el francés y pensé que tal vez podrías echarme una mano. Ya sabes, convertirte en mi tutora por esta noche. -Está bien, de acuerdo- replicó Janie, guiándole hasta su cuarto de estudio. Comprendió, no obstante, que se sentía complacida. , pensó encantada. Un escalofrío le recorrió la espalda. Si sólo pudiera alejar las dudas que siento acerca de él… si sólo pudiera estar completamente segura de que nos ha dicho la verdad acerca de lo sucedido con Eve… Janie descubrió que, a pesar de todas las dudas, se sentía muy atraída por Ross… Sentados uno junto al otro sobre el sofá, estudiaron la lección de francés. Al cabo de una hora, sin embargo, Ross cerró su libro de texto. -Bueno, creo que por fin lo he cogido, eres una gran profesora, Janie-. Y rozó ligeramente su hombro. Luego, con una gran dulzura, sus dedos recorrieron el brazo de ella hasta cogerle la mano. -Y ahora vayamos a comer algo. Estoy hambriento- dijo muy suavemente-Oh, Ross, esta noche no puedo. Mañana debo levantarme temprano para ir a la escuela-. -Claro que puedes. Son solo las ocho y cuarto. Prometo traer de regreso a tu casa a las diez de la noche. Bueno…-prosiguió Ross como si la cuestión ya estuviera resuelta-. ¿A dónde vamos? Janie no deseaba correr el riesgo de encontrar con Fatih, o con Paul o con Ian, ya que solo le echarían en cara que estuviera con Ross y le harían pasar un mal rato. De modo que sugirió una pequeña cafetería en el Old Village.

52

El chico nuevo – R. L. Stine

-Es un sitio agradable… y además es barato- le dijo a Ross y luego corrió hasta su habitación en busca de su anorak. Janie deslizó la puerta del ropero buscando algo que animara su acostumbrado atuendo, consistente en unos tejanos gastados y una camiseta de manga larga. Encontró un ancho cinturón de cuero negro con una gran hebilla y se lo ajustó alrededor de la cintura. Pero todavía necesitaba añadir algo de color y volvió a rebuscar dentro del ropero. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba su blazer azul…? En cuanto comprendió lo que estaba buscando lanzó un gemido de dolor. Se lo había prestado a Eve. Y ella lo llevaba puesto cuando fue asesinada. Janie cayó abatida sobre la cama, anonadada por un repentino sentimiento de culpa. ¿Era incorrecto salir con Ross cuando Eve acababa de morir? Respiró profundamente para dar tiempo a que aquél sentimiento torturante desapareciera de su ánimo. Luego regresó al ropero y escogió una bufanda de color azul intenso para protegerse el cuello. Cuando regreso al estudio todavía pensaba en Eve. Ross continuaba allí sentado, mirando distraído hacia la pared desnuda. No pareció darse cuenta de que ella había regresado. Janie lo observó durante algunos momentos y luego interrumpió sus reflexiones. -Bueno… ¿nos vamos?- Ross se puso de pie y se echó sobre los hombros su cazadora de cuero. Se dirigió hacia la puerta. -Après toi-dijo en francés-, después de ti. Se encontraban aproximadamente a un par de kilómetros de la casa de Janie cuando el Civic azul de Ross hizo un ruido raro y el motor enmudeció. -¿Qué ocurre?- le preguntó Janie con voz estridente, mirando hacia fuera a través de la ventanilla del acompañante. Solo se veía el bosque oscuro. No había casas, ni tiendas, ni luces. -Nos hemos quedado sin gasolina- se lamentó Ross volviéndose hacia ella con los ojos brillantes. Janie se replegó contra la puerta del coche. Un helado escalofrío de pánico le recorrió el cuerpo. Comprendió que se encontraban completamente solos, aislados en el medio de la nada. Nadie podía ayudarla. Nadie.

53

El chico nuevo – R. L. Stine

16 -Créeme que lo siento- dijo Ross suavemente, con sus ojos clavados en los de Janie. Su rostro, oculto en las sombras del coche, se acercó a al de ella-. Lo siento, Janie. < ¿Qué querrá decir?- se preguntó ella, helada de terror-¿Por qué continúa disculpándose? ¿Acaso se está disculpando por lo que se dispone a hacer conmigo?> -Tenemos que caminar hasta una gasolinera- dijo Ross, alejándose de ella y abriendo la puerta de su lado. Una ráfaga de aire frio invadió el interior del coche-. Tiene que haber alguna gasolinera cerca de aquí. No estamos muy lejos de Old Village. ¿Vienes?¿Ir caminando con él? ¿Ir caminando con Ross a través del bosque? El mero pensamiento la hizo estremecer. Sin embargo, tampoco le atraía la idea de quedarse sola en el coche. -Debes pensar que soy un completo tonto- dijo Ross, que se había apeado y se inclinaba hacia ella a través de la ventanilla del copiloto-. Realmente estaba convencido de que tenía el depósito medio lleno- añadió sacudiendo la cabeza-. Al menos no está lloviendo ni nada de eso. Vamos, Janie. Pongámonos en marcha. Janie tuvo un momento de vacilación. Poco a poco su respiración se hacía más lenta e iba recuperando el ritmo normal Se sintió embarazosa y confusa.

-¿Vienes?- repitió Ross con impaciencia. Su aliento se convertía en vapor ante su rostro. Hundió las manos en los bolsillos de su cazadora. -Un poco más adelante hay una estación de servicio Texaco que permanece abierta hasta muy tarde-. Creo que esta justo después de la próxima colina. -¡Estupendo!- exclamó Ross- démonos prisa. Tú conduces y yo empujo. Espero que todavía esté abierta-. Janie se situó detrás del volante. 54

El chico nuevo – R. L. Stine

Janie observo a Ross a través del espejo retrovisor. Este acabo de llenar el depósito de gasolina y rebusco en los bolsillos de sus holgados tejas… pero no encontró nada. Se palpó entonces los bolsillos de su cazadora de cuero, pero tampoco tuvo suerte. A la luz violeta de la gasolinera Janie advirtió que el chico profería una maldición y luego, sacudiendo la cabeza cuyos negros cabellos el viento alborotaba, se acercó al coche y se detuvo junto a Janie. Ella bajo el cristal de la ventanilla. -Bueno, creo que ésta no es mi noche- murmuró Ross con expresión avergonzada-. Debo haberme dejado el billetero en mi casa. Al menos espero que esté allí. ¿Puedo pedirte prestados cinco dólares? -Creo que sí- dijo Janie, sacando un billete de cinco dólares de su bolso. Ross cogió el dinero y corrió hasta la oficina de la estación de servicio para pagar la gasolina. Por alguna razón, Janie pensó repentinamente en Eve y en el dinero de la apuesta. Eve y Ross habían planeado repartirse las ganancias. Janie suspiro profundamente. < ¿Acaso no puedo dejar de pensar en Eve>. Unos pocos segundos después Ross se deslizó detrás del volante, se abrochó el cinturón y puso el motor en marcha. -Lo siento- dijo-, pero creo que será mejor que pase un segundo por mi casa para comprobar si me he dejado allí el billetero. No me gustaría que me arrestaran…dijo Ross, y enseguida añadió-: Quiero decir que no me gustaría que me arrestaran por conducir sin llevar el carné-. Se inclinó sobre el volante y alejó el coche de la gasolinera. Cuando pasaron junto al cementerio, Janie comprendió donde se hallaban. -¿Vives en la calle del Terror?- le preguntó. -Sí- contestó Ross, pero al volverse hacia ella y descubrir su expresión preocupada, añadió, perplejo-: ¿Por qué todos reaccionan de este modo cuando digo que vivo en esta calle?-. -Es que… se cuentan un montón de historias acerca de esta calle- le explicó Janie, sin dejar de observar las viejas y oscuras casas que había a los lados. -¿Qué clase de historias? -Historias acerca de crímenes y de extrañas criaturas, ya sabes, fantasmas y esas cosas- replicó Janie, observando el exterior a través de su ventanilla. -Oh, por favor, no sigas- murmuró Ross.- Dejé de creer en fantasmas hace años. 55

El chico nuevo – R. L. Stine

En cuanto el automóvil avanzó por la calle del Terror, internándose entre los árboles, la noche se hizo todavía más oscura. Janie cerró los ojos con fuerza. , pensó. Para su sorpresa Ross detuvo el coche. Janie echó un vistazo al bosque a través de la ventanilla.

-Ross… ¿Por qué te detienes aquí?- le preguntó con voz atemorizada. -Ésa es mi casa- respondió él despreocupadamente, señalando un pequeño chalé cuadrado situado al otro lado de la calle. No había luces en la vivienda. Ni fuera ni dentro de ella. -Pe-pero…-tartamudeó-. Es justo enfrente del sitio donde Eve…-¡Lo sé!- dijo Ross, cortante-. No creas que la policía no me hizo un millón de preguntas debido a ello. –Murmuró algo en voz muy baja y luego dijo-: Enseguida vuelvo- y saltó fuera del coche, cerrando la puerta tras él. Janie le observó mientras desaparecía en la oscuridad. Ahora estaba sola. Sola en la calle del Terror. En un coche aparcado exactamente frente al sitio en el que Eve había sido asesinada. Siguiendo un impulso puso el seguro de su puerta y una a una bloqueó todas las demás. Luego echó una mirada a la casa que permanecía a oscuras, confiando en que Ross no tardara demasiado en regresar. De repente vio un movimiento detrás de una ventana delantera. Las cortinas se entreabrieron suavemente, revelando una mínima franja de luz. Alguien estaba espiándola. A ella. Luego la cortina se cerró otra vez y la franja de luz desapareció por completo. La casa volvía a estar a oscuras. Janie se removió nerviosa en su asiento. ¿Dónde estaba Ross? ¿Por qué todavía no había regresado? Oyó entonces un estrépito ensordecedor y lanzó un grito sofocado apartando la vista de la casa para escudriñar a través de la ventanilla del conductor. Su corazón latía aceleradamente. ¿Qué era lo que había producido aquel ruido? No podía ver nada. Estaba demasiado oscuro… esa oscuridad no parecía natural ¿Acaso había alguien allí fuera? Notó que alguien sacudía el tirador de la puerta del conductor. Alguien intentaba entrar en el coche. Janie abrió la boca para gritar, pero no consiguió articular sonido alguno.

56

El chico nuevo – R. L. Stine

17 Alguien volvió a forcejear con el tirador, intentando abrir la portezuela. -¡Janie, déjame entrar!- Era la voz de Ross. Janie se inclinó hacia la ventanilla del conductor. -¡Oh, Ross, lo siento!- Y quitó el seguro. Ross abrió la puerta. -¿Te he asustado? Pensé que no había cerrado con seguro-. Se acomodó en el asiento y le tendió una mano en la que sostenía un billete de cinco dólares. -He encontrado mi billetero. Bien… ¿y ahora adónde vamos?-. Janie miró su reloj de pulsera tratando de ver la hora en la oscuridad. -Se está haciendo tarde. Tal vez lo mejor sea comprar unas hamburguesas en el White Castle. -Sí, suena bien- dijo Ross, poniendo el coche en marcha y apartándolo del bordillo-. Te llevaré a tu casa alrededor de las diez. Luego regresaré a mi casa y repasare mis deberes de francés. Ross torció a la izquierda por Old Mill Road. Janie se acercó más a él, sonriendo con alivio al dejar atrás la calle del Terror. Unos minutos antes de las diez de la noche Ross enfiló con el coche el camino de entrada hacia la casa de Janie y cuando hubo llegado apagó el motor y las luces. Janie había comenzado a despedirse de él cuando Ross deslizó los brazos alrededor de sus hombros, la atrajo hacia sí y la besó en la boca. Janie intentó resistirse pero el beso se hizo todavía más insistente. Entonces le devolvió el beso. Co fuerza. Con mucha fuerza. Había estado deseándolo toda la noche. De pronto Ross parecía tan vulnerable, tan necesitado de sus besos… Cuando la caricia termino los dos jadeaban. -El viernes por la noche- dijo él sin aliento-. ¿Quieres ir al cine o a algún otro sitio? Janie asintió con la cabeza y pronuncio la palabra como si estuviera en trance. Ross se inclinó frente a ella para abrir la puerta del pasajero y de repente… estaban besándose de nuevo, los dos fuertemente abrazados. < ¡Esto es asombroso!>, pensó Janie. 57

El chico nuevo – R. L. Stine

Finalmente salió del coche y corrió hacia la puerta de su casa, sintiendo todavía el sabor de los labios de Ross en los suyos. Cerró la puerta tras de sí. El interior estaba en penumbra. Sus padres al parecer se habían ido a dormir temprano. La luz del estudio permanecía encendida. Janie se dirigió hacia allí para apagarla… y descubrió en el suelo el libro de texto. Era el libro de francés de Ross. El chico e lo había dejado. Tenía que devolvérselo. Ross había dicho que esa noche pensaba estudiar. Cogió las llaves del coche y corrió otra vez fuera de la casa. Había comenzado a caer un fuerte chaparrón. El viento soplaba como si quiera arrastrarla de nuevo al interior de la casa. Janie se puso el libro de francés debajo del brazo y se dirigió a la carrera hasta su coche. La idea de dirigirse otra vez a la calle del Terror en esa noche siniestra hizo que se estremeciera. < ¿Por qué lo hago?>, se preguntó. < ¿Es solo porque deseo devolverle el libro a Ross? ¿O acaso porque quiero volver a verlo? ¿Tal vez… por otro beso? ¿O por muchos otros besos?> Sintiéndose mareada y algo aturdida, condujo marcha atrás por el camino de entrada y salió a la calle dirigiéndose a la casa de Ross. Todavía sentía los brazos de Ross alrededor de su cuerpo, estrechándola con fuerza. Todavía percibía el calor de sus labios presionando con ansia los suyos. Guió el coche a gran velocidad bajo la lluvia, mirando a través del cristal empañado y oyendo el rítmico vaivén de los limpiaparabrisas. Cuando giró la calle del Terror y divisó la casa de Ross la lluvia había amainado un poco. Avanzó unos metros sobre la grava de la entrada de coches y, dejando el motor en marcha, saltó del automóvil. Encogiéndose para protegerse de la lluvia, corrió hacia el porche del frente de la casa. La vivienda estaba completamente a oscuras. Janie se dio la vuelta buscando el coche de Ross, pero no lo vio. Temblando de frio llamo a la puerta de la casa y escuchó el sonido del timbre resonando en el interior. Aguardó. Silencio. Empujada por el viento, la lluvia golpeaba con furia contra la casa. Janie volvió a llamar y esta vez lo hizo con un poco mas de insistencia. -Vamos, Ross… ¿Dónde estás?- se preguntó en voz alta. ¿Estaría dormido? ¿Todos los habitantes de la casa estarían dormidos? , pensó Janie, y lanzó un suspiro de decepción. 58

El chico nuevo – R. L. Stine

Comenzaba a alejarse del porche cuando oyó que alguien quitaba el cerrojo de la puerta. La puerta principal se abrió con un chirrido. Una mujer muy anciana, con el cabello blanco recogido en un moño sobre la nuca, miró con recelo a Janie. -Hola- le dijo Janie, obligándose a sonreír-. Yo… lo siento, lamento molestarla. He traído esto para Ross. Y le tendió el libro de texto. La anciana la observó con aun mayor suspicacia. -¿Quién?- le preguntó con una voz parecida a un graznido de un ave. -Es para Ross- repitió Janie-. Ross Gabriel. La anciana sacudió su cabeza. -¿Ross Gabriel? Aquí no vive nadie llamado Ross Gabriel. Y le cerró la puerta en las narices.

59

El chico nuevo – R. L. Stine

18 Al día siguiente Janie llego tarde al instituto. No había dormido mucho durante la noche. Estuvo despierta pensando en la calle de Terror. La casa de Ross. Y en la anciana que apareció en la puerta para decirle que allí no vivía nadie que se llamara Ross Gabriel. Voy a averiguar la verdad acerca de Ross, resolvió entonces. Janie comprendió hasta que punto él la atraía, cuánto le importaba, hasta que punto comenzaba a preocuparse por Ross. < ¿Me estoy enamorando?>, se preguntó adormilada, mirando fijamente el techo de su dormitorio. Ya en la escuela, entre una clase y otra, buscó a Ross por los pasillos. Pero no pudo dar con él. Durante la hora del almuerzo comprobó la lista de asistencias en el despacho de la secretaría. Ross estaba apuntado como ausente. Janie corrió hacia el comedor. Faith está allí, sentada a la mesa que ocupaba siempre, con una expresión melancólica en su rostro y un montón de galletas apiladas ante ella. Janie se dejo caer en el asiento, al otro lado de la mesa. -¿Dónde están Ian y Paul?-. Faith se encogió de hombros, con el ceño fruncido. Le ofreció una galleta a Janie. -¿Dónde estuviste anoche?-preguntó-. Te llamé por teléfono poco después de las nueve. -Yo… bueno… eh… estuve con Ross- admitió Janie de mala gana. Los ojos de su amiga se abrieron en un gesto de sorpresa. -Janie, por favor, no me digas que tu y Ross…-¡Todos os equivocáis con él!- estalló Janie con un tono de voz demasiado chillón. Faith puso los ojos en blanco. 60

El chico nuevo – R. L. Stine

-¡No, lo digo muy en serio!- insistió Janie-. ¡No sois justos con él! Ninguno de vosotros. Janie no pudo contenerse por más tiempo. No había sido capaz de hablar con Faith acerca de Ross porque tanto esta como los demás parecían convencidos de que era él quien había matado a Eve. Sin embargo, Janie tenía que hablar con alguien, y Faith continuaba siendo su amiga. Inclinada sobre la mesa, con el corazón latiendo desbocado en su pecho, Janie reveló a Faith cuales eran sus verdaderos sentimientos. Le explico lo sucedido la noche anterior, le dijo cuanto comenzaba a importarle Ross y lo mucho que se preocupaba por él, y a la vez, ese extraño sentimientos de temor que él le inspiraba. -Creo que deberías estar realmente asustada- la interrumpió Faith, clavando los ojos en los ojos de Janie. -Tú no conoces al verdadero Ross- replicó Faith con una amargura sorprendente. A Janie no le gustó el modo en que Faith pronunció el nombre de Ross. Era como si profiriera un insulto. -Pero ¿de qué me hablas?- inquirió. -Solo de algunos rumores que he oído- replicó Faith en tono misterioso. Janie tragó con dificultad y se inclino un poco hacia adelante-Faith, por favor… ¿Qué es lo que has oído?-. -Solo unos cuantos rumores. Janie experimento una punzada de pánico. -¿Qué rumores?- los ojos de Faith se estrecharon. -Janie por favor, escúchame. No vuelvas a salir con él, ¿de acuerdo? He oído algunas cosas. Tal vez sean ciertas o tal vez no. Pero entretanto…-¡Faith, me estas volviendo loca!- gritó Janie, sintiendo que perdía el control-. ¡Tienes que contarme lo que has oído! Faith arrugó la envoltura de galletas y con el ceño fruncido e chupó el labio inferior con expresión pensativa. -Primero tengo que hablar con esa chica… Jordan Blye. -¿Quién?- preguntó Janie. 61

El chico nuevo – R. L. Stine

-Su nombre es Jordan Blye. Probablemente la has visto alguna vez. Es muy alta y tiene los cabellos muy largos y tan rubios que casi son blancos. Janie emitió una exclamación sofocada. Recordaba perfectamente a esa chica… Jordan Blye. Recordaba el miedo y el horror que expresó el rostro de Ross cuando vio a la chica en el pasillo del colegio. -¿Qué pasa con ella?- preguntó Janie angustiada-. ¿Quién es ella, Faith? -Jordan se trasladó aquí desde New Brighton High- le explicó Faith. -¿De la antigua escuela de Ross?-Ella sabe algunas cosas acerca de él, Janie- prosiguió Faith-. Le ha contado a Deena Martinson que… -Hola, chicas, ¿qué hay?- las interrumpió la voz de un chico. Janie se giró para descubrir que Paul estaba detrás de su asiento y las miraba sonriendo con cierta excitación. -¿Paul, donde estabas?- preguntó Faith. -¿Sabéis lo de Ross?- dijo Paul sin contestar la pregunta de su novia. -¿Ross, has dicho? ¿Qué le ocurre?- inquirió Janie con voz trémula. La sonrisa de complacencia de Paul se hizo todavía más amplia. Estaba disfrutando el momento. -¡Uau, vosotras sí que estáis fuera de onda!- exclamó Paul, sacudiendo la cabeza-. En el instituto no se habla de otra cosa. Ross no ha venido hoy a clase porque la policía le ha arrestado esta misma mañana. Janie lanzó un gemido de angustia. -¿Le han arrestado? ¿Por qué? -Por asesinato- repuso Paul, desplegando su burlona sonrisa.

62

El chico nuevo – R. L. Stine

19 Janie se quedó helada. Faith, la mesa a la que se hallaban sentadas, el restaurante lleno de gente, todo pareció desvanecerse. Tuvo la impresión de que estaba sola, sola en medio de un espacio oscuro y frio.

La horrible palabra se repetía en sus oídos. -Janie… ¿Te sientes bien?- le preguntó Faith interrumpiendo sus cavilaciones. Se encontró nuevamente en el salón del restaurante, sentada a la mesa, rodeada de rostros conocidos y de gente que hablaba y reía ruidosamente. Entonces miró hacia la puerta de entrada… y vio a Ross. -¡Eh, pero si está aquí!- exclamó, dirigiéndose a Faith y a Paul. ¿La había visto Ross? No. No parecía haber notado su presencia. Janie le vio dirigirse lentamente hacia una mesa apartada, situada contra la pared del fondo y junto a la ventana, y sentarse en silencio. Con las manos todavía embutidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero, Ross apoyó los pies en el reborde de la ventana y miró hacia el exterior como si fuera la única persona en la cafetería. -¡Paul, eres un mentiroso!- le acusó Janie muy enfadada. Las redondeadas mejillas de Paul se tiñeron de rubor. -Sólo te he dicho lo que había oído. LA silla de Janie rechinó contra el suelo cuando la apartó para ponerse de pie de un salto. -¡Janie, ven aquí!- oyó que le gritaba Faith. Pero Janie ya se hallaba en mitad del salón y se dirigía a grandes zancadas a la mesa que ocupaba Ross, que continuaba inmóvil, mirando a través de la ventana. Él no descubrió su presencia hasta que ella le posó la mano sobre el hombro. -¡Eh!- exclamó Ross dando un respingo, sorprendido en medio de sus pensamientos. Luego aparto una silla con el pie para que ella se sentara.

63

El chico nuevo – R. L. Stine

Janie tomó conciencia de que muchos chicos y chicas la miraban fijamente. Se sentó frente a Ross. -¿No tienes miedo de que te vean conmigo?- dijo él con amargura. -¿Dónde estabas esta mañana? Le preguntó Janie-. ¿Dónde estabas anoche? Fui hasta tu casa. -¿Cómo?- su expresión abatida se convirtió en un gesto de sorpresa. -Olvidaste tu libro de francés en mi casa, de modo que cogí el coche y fui a devolvértelo- le explicó Janie-. Sin embargo, sucedió algo muy extraño. Ross no dijo nada; se limitó a esperar a que ella prosiguiera con su historia. -Una anciana respondió a mi llamada- dijo Janie-. Me dijo que tú no vivías allí. Dijo que no conocía a nadie que se llamara Ross Gabriel. Ross lanzó un profundo suspiro, pero continuó sin decir nada. Janie clavó los ojos en los de él, buscando alguna respuesta pero no halló ninguna en el fondo de sus pupilas. Finalmente Ross apartó los pies del reborde de la ventana y se inclinó hacia ella. -Janie- dijo suavemente tan suavemente que ella apenas pudo oírle por encima de las voces y las risas que inundaban el local-, Janie, voy a contarte la verdad.

64

El chico nuevo – R. L. Stine

20 Janie sintió que un escalofrió helado le recorría la espalda. Echo un vistazo al salón del restaurante y vio con toda claridad que Paul y Faith no le quitaban la vista de encima. -Esa anciana es mi abuela- le confió Ross-. Y, la verdad, no está bien de la cabeza. A veces tiene estados de confusión. Suele llamarme por el nombre de mi padre. Y en otras ocasiones confunde a mi padre con su hermano menor que murió hace veinte años- concluyó con un suspiro-. Créeme, no es fácil vivir con ella. -Lo-lo comprendo- dijo Janie, sintiéndose aliviada. -Esa es la verdad- añadió Ross-. ¿Me crees?- dijo, aunque en realidad no se trataba de una pregunta, sino de un desafío-. Nadie en esta ciudad parece creer una sola de mis palabras- prosiguió con amargura, sin esperar a que ella le respondiera-. ¿Y tú Janie, que opinas tú? ¿Me crees? ¿O también opinas que soy un mentiroso? Janie sintió un nudo en la garganta. Se sentía furiosa y herida al mismo tiempo. Este no era el Ross que había visto la noche anterior. Éste se mostraba hosco y enfadado. Era un Ross muy diferente. -¿Qué sucedió? Le preguntó con voz temblorosa-. ¿Dónde estabas esta mañana? Paul me dijo que te habían arrestado. -¿Qué problema tiene Paul?- preguntó Ross, dedicando una mirada furiosa a Paul y Faith, que continuaban sentados en el otro extremo del salón. -Todo el mundo estaba habla de ti- dijo Janie. Ross se volvió, apartando la vista de ella para clavarla, a través de la ventana, en el cielo gris y helado. -¿Y bien? ¿Dónde estabas esta mañana?-En la comisaría de policía- dijo con voz muy baja, evitando su mirada. -¿Quieres contármelo?- le preguntó Janie sintiéndose muy preocupada por él. -¿Qué hay que contar?- repuso Ross con tono seco-. Me han hecho más preguntas acerca de Eve. Supongo que tu amigo Ian le dijo a la policía que Eve robó los mil doscientos dólares de la recaudación del baile del colegio. -¿Lo hizo?- preguntó Janie sin poder ocultar su estupefacción.

65

El chico nuevo – R. L. Stine

-La policía me ha dicho que estuvieron buscando el dinero en casa de Eve y entre todas sus pertenencias y que no pudieron hallar un solo centavo. Incluso intentaron investigar en la cuenta bancaria de sus padres. Sin embargo, y escucha bien lo que te digo… ¡apenas tienen dinero!-. -¡Eso es terrible!- murmuró Janie. -De modo que naturalmente vinieron a buscarme a mi- prosiguió Ross con una sonrisa de desprecio-. Quieran saber acerca del dinero. Por supuesto yo no sabía nada. Pero sí sabía exactamente lo que ellos suponían. Ellos pensaban que yo me lo había llevado. Creen que yo…- y se interrumpió unos segundos para sacudir la cabeza con pesar-. ¿Qué es lo que piensas tú Janie? ¿Crees que son un ladrón y un…?

Janie acabo mentalmente la frase por él. Un ladrón y un asesino. -No, por supuesto que no- respondió Janie rápidamente. < ¿Realmente estoy tan segura? ¿Realmente estoy tan segura que es lo que pienso?> -Por supuesto que no creo semejante cosa- repitió Janie como tratando de convencerse a sí misma. Ross se permitió una sonrisa amarga. -Gracias- dijo con un suspiro-. Todo esto está comenzando a afectarme, Janie. ¿Has visto como me miraban todos cuando entré aquí? -Sé que…- comenzó a decir Janie. -Todos esos rumores. Todo el mundo hablando de mí. Acusándome- dijo Ross, furioso-. Tus amigos. Faith, Paul, y ese chico delgaducho, Ian, leo el odio en sus rostros. Yo…-Eve era una chica muy popular- dijo Janie con suavidad-. Pero no debes preocuparte por mis amigos- le aseguró-. Cuando encuentren el asesino de Eve las cosas cambiaran por completo, Ross. -Sí, seguro- dijo él con una sonrisa sardónica-. Si es que encuentran al asesinoañadió, sacudiendo la cabeza de un lado al otro y evitando su mirada-. A veces me da la impresión de que los problemas me siguen adónde voy. -¿Qué quieres decir?- dijo Janie. Pero él no le respondió. Parecía inmerso en sus lúgubres pensamientos.

66

El chico nuevo – R. L. Stine

De pronto, sin embargo, su expresión se iluminó. -¡Oh, casi lo olvido!- exclamó, rebuscando en el bolsillo de su cazadora-. Tengo algo para ti. -Fue entonces cuando saco algo azul y se lo tendió. -¡No!- gritó Janie, dando un salto y echando ruidosamente la silla en que había estado sentada. >¡No! Era la bufanda de Eve. Janie la reconoció de inmediato. La bufanda favorita de Eve. Seguramente la llevaba junto con el blazer la noche que fue asesinada.

67

El chico nuevo – R. L. Stine

21 -Janie… ¿Qué te ocurre?- gritó Ross, tendiéndole la bufanda azul. -¿Estás loco?- sollozó Janie. Todo el mundo se volvió a mirarles y ella oyó gritos de sorpresa. Pero no le importo. Corrió ciegamente hasta la salida. -¡Janie! ¡Janie!- la llamó Ross. Ella continúo corriendo. Subió las escaleras y se dirigió hacia la puerta trasera del local. Y salió a la tarde gris y helada. decidió, respirando con avidez al aire helado mientras el corazón le latía locamente dentro del pecho. Janie evitó encontrarse con él resto de la tarde. Ross intentó hablarle en el laboratorio, durante la clase de química pero ella se cambio a una mesa en la parte delantera del aula. Luego, a la salida, descubrió que Ross intentaba aproximarse mientras ella guardaba sus cosas en la taquilla. Pero la cerró con fuerza y escapó por los pasillos atestados de estudiantes. Una vez en el exterior, en el aparcamiento de los alumnos, buscó a Faith. < ¿Faith, donde estas? Pensó, observando el movimiento de los coches-. Necesito que alguien me lleve a casa. Necesito irme de aquí… rápidamente.> Por fin descubrió a Faith junto a la valla, Paul estaba de pie a su lado y los dos hablaban al mismo tiempo, gesticulando furiosamente. Janie echo a andar hacia ellos. -Eh, Faith…- se detuvo cuando descubrió que la pareja sostenía una violenta pelea. Mientras Janie los observaba desde detrás de un automóvil aparcado, Paul le gritó algo a Faith y luego saltó dentro de su coche, puso en marcha el motor con un rugido y se alejó a toda velocidad. Faith, con el rostro enrojecido y los hombros moviéndose convulsivamente se dio la vuelta y comenzó a correr a través del aparcamiento. < ¿Qué sucede?-pensó Janie-. 68

El chico nuevo – R. L. Stine

La llamaré por teléfono más tarde, cuando se haya calmado un poco. La llamaré esta noche. Le diré que tenía razón en lo que me dijo acerca de Ross. Le explicare lo de la bufanda. Le diré lo loca que está Ross. Se lo contaré todo. Y luego ella podrá explicarme lo sucedido con Paul.> Janie contaba con su vieja amiga para confiarle sus penas. Mientras comenzaba a andar en dirección a su casa no tenía medios para saber que ya no volvería a ver a Faith.

69

El chico nuevo – R. L. Stine

22 Ross le telefoneó después de cenar. Pero Janie le pidió a su madre que le dijera que no estaba en casa. –¿Quién es ese chico?- preguntó su madre, mirando a Janie con suspicacia-. Parecía muy enfadado cuando le dije que no estabas aquí. –Oh, es sólo un chico del instituto- le explicó Janie-. ¿Necesitas algo de las galerías comerciales? Tengo que salir un momento-.

Las galerías comerciales parecían vacías y deprimentes. pensó Janie. Después de comprar unas pocas ocas que necesitaba, se detuvo en el Doughnut Hole para ver a Ian. Hacía algún tiempo que no hablaba con él. Se preguntó si ya se sentiría mejor. Lo encontró detrás de la barra, limpiando la máquina de café con un paño húmedo. Ian se volvió, sorprendido de verla allí. Sus gafas reflejaron la luz rosa del letrero de neón que iluminaba el ventanal. Tenía el rostro muy pálido, y parecía terriblemente cansado. –¿Cómo te van las cosas?- preguntó Ian, restregándose las manos en el paño. Le dedicó una sonrisa forzada-. ¿Quieres un donut? Hoy tenemos unos especiales rellenos de mermelada. –No, gracias- repuso Janie, devolviéndole la sonrisa-. Sólo he pasado a verte. ¿Cómo estás? Ian encogió los estrechos hombros. Parecía un niño pequeño dentro del enorme uniforme rojo y blanco que le obligaban a llevar. –Estoy mejor, supongo… todavía no consigo dormir muy bien. – ¡A quien se lo cuentas, Ian!- dijo Janie. – Cuando por fin condigo dormirme no tengo más que pesadillas- le confesó a Ian-. Pesadillas terribles.

70

El chico nuevo – R. L. Stine

– ¿Podrías servirme un poco más de café?- le interrumpió un hombre vestido con un mono azul de trabajo sentado en un extremo de la barra y tendiendo a Ian su taza de plástico. Ian cogió la cafetera y se apresuró a servirle. – ¿Cuánto cuestan los buñuelos?- preguntó entonces una adolescente que llevaba el cabello apilado como una torre encima de la cabeza-. No, ésos no. Aquellos- dijo, señalándolos. Ian se inclinó junto al exhibidor de cristal para verificar el precio. La chila le pidió dos buñuelos e indico los dos que deseaba. Ian fue a atender a otro cliente. Luego regresó junto a Janie con una expresión de abatimiento en el rostro. – ¡Qué noche!- dijo-. Trabajo un turno en el Sporting World cuando salgo del instituto. Y luego vengo aquí a las seis. ¿Sabes qué he tomado para cenar? Dos donuts de chocolate. –Muy saludable- dijo Janie, poniendo los ojos en blanco. Ian echó un vistazo al reloj. –Sólo me queda media hora de trabajo- dijo, cogiendo nuevamente el paño húmedo-. ¿Quieres acompañarme a tomar una hamburguesa o cualquier otra cosa cuando salga de aquí? Janie recordó entonces que tenía planeado llamar a Faith por teléfono. –No, no puedo- le dijo a Ian-. Tengo que llamar a Faith. Ella y Paul tuvieron una pelea bastante violenta en el aparcamiento del instituto, a la salida de clase. – ¿Y cuál es la novedad?- dijo Ian, pasándose la mano por los erizados cabellos castaños-. ¿Crees que van a romper? –No lo sé- repuso Janie. Se dio cuenta entonces de que había estado tan inmersa en sus propios problemas que no había pensado mucho en la relación de Faith con Paul. –Te veré en el instituto- le dijo a Ian. – ¡No si yo te veo primero!- bromeó él, sin entusiasmo. Tan pronto como llegó a su casa, Janie corrió a su habitación. Tiró de la antena de su teléfono portátil y presiono el botón que automáticamente marcaba el número de Faith. Faith cogió el auricular al primer timbrazo. – ¿Dónde has estado?- le pregunto en un tono exasperado-. Llevo toda la noche llamándote.

71

El chico nuevo – R. L. Stine –He ido a las galerías comerciales– le explicó Janie–, y me he detenido un momento

a hablar con Ian. – Oh– dijo Faith– ¿Y cómo se encuentra? –Un poco mejor, creo…– repuso Janie–. Echa de menos a Eve, por supuesto. Pero está trabajando tan duramente que no tiene tiempo para sentarse, tomarse un respiro y sentir pena de si mismo. –Supongo que eso es una suerte– comentó Faith con tono pensativo. Y súbitamente cambio de tema–: Escucha, Janie, estuve hablando con esa chica que fue con Ross al instituto. Ya sabes… Jordan Blye, la chica que tiene esos cabellos muy largos de color rubio muy claro… – ¿Has hablado con ella? – preguntó Janie, inclinándose hacia adelante en la cama, muy interesada. –Sí, y me ha contado algunas cosas realmente aterradoras– le confió Faith. Janie sintió una punzada helada en el estomago. – ¿Cosas aterradoras? ¿Sobre Ross? – preguntó. –Eso me temo– dijo Faith en voz muy baja. –Janie, esto seguramente será un disgusto para ti… pero ella me ha dicho que Ross… Y en ese preciso momento un clic en la línea interrumpió la comunicación. – Espera un segundo. Tengo una llamada aguardando– le informó Faith. Cortó la línea… que continuo así, en silencio, a lo largo de todo un minuto. Luego Faith volvió a hablar. – Escucha Janie, ¿puedes venir a mi casa? Tienes que saber lo que me han dicho acerca de Ross y más vale que no sea por teléfono. Será mejor si estamos las dos juntas. –Faith… ¿Por qué me dejas con esta inquietud?– protestó Janie–. ¿No puedes decírmelo ahora, por teléfono? –Ven, por favor– le suplico Faith–. ¿Por favor? Estoy sola en casa. Mi padre ha ido a un coctel y mi madre sigue en Suiza. Y es la noche libre del ama de llaves. –De acuerdo… está bien– dijo Janie–. Y también podrás contarme lo de tu pelea con Paul. 72

El chico nuevo – R. L. Stine

Se produjo un momento de silencio en el otro extremo de la línea. – ¿Cómo te has enterado de la pelea?– preguntó Faith. –Estaba en el aparcamiento y os vi a los dos junto a la valla– admitió Janie. –Menudo día…– dijo Faith con un suspiro–. Date prisa, ¿quieres?

Janie condujo hasta Noth Hills, el barro rico de Shadyside, y entro en el amplio camino circular que llevaba hasta la casa de Faith. Mientras avanzaba opr el sendero de losas le sorprendió comprobar que la puerta principal estaba entreabierta. – ¡Que extraño!– se dijo Janie. Empujó la puerta. – ¿Faith? No obtuvo respuesta. – ¿Faith? ¡La puerta está abierta! Tampoco tuvo respuesta. Janie la abrió con cautela, lo suficiente como para entrar en la casa. – ¿Faith? ¿Estás arriba? Nadie respondió. Janie cruzó el amplio salón decorado con carísimos muebles antiguos. – ¿Faith? ¿Estás en el estudio? Soy yo. Un agradable olor a pino en combustión llego hasta ella procedente del estudio. Janie corrió hacia allí, ansiosa por encontrarse con su amiga. Se detuvo en la entrada. En la pared más alejada de la habitación había una gran chimenea donde ardía un buen fuego. – ¿Faith? Entonces descubrió a su amiga y lanzó un grito de espanto. Faith yacía boca arriba, con sus hermosos ojos azules muy abiertos, mirando sin vida el techo del estudio. En un lado de la cabeza, tenía una herida oscura y 73

El chico nuevo – R. L. Stine

profunda, y la sangre que había manado de ella se había deslizado a través de sus rubios cabellos. El atizador de cobre de la chimenea estaba, a su lado, sobre la alfombra blanca teñida de rojo.

74

El chico nuevo – R. L. Stine

23 Janie intentó volver a gritar pero no profirió el menor sonido. Se cogió la cara con las manos y su boca se abrió en una helada mueca de horror. Faith había averiguado algo acerca de Ross y ahora estaba muerta, pensó. < ¿Qué sabia de Ross–se preguntó–. ¿Y por qué esa información le costó la vida?> Todo su cuerpo temblaba inconteniblemente. A su alrededor, la habitación pareció balancearse e inclinarse. Se dirigió hacia el sofá de cuero y otra vez, inconsciente de lo que decía, transida de dolor. ¿Qué era ese sonido? Levantó el rostro y escuchó con atención. ¿Se había abierto una puerta? ¿Eran pasos lo que se oía? – ¿Quién está ahí?– gritó con una voz débil y aguda. ¿Acaso el asesino continuaba en la casa? – ¿Quien está ahí? ¿Hay alguien ahí? No obtuvo respuesta. Y entonces oyó otra vez el sonido. Tragando con dificultad, Janie intentó vencer su espantosa sensación de vértigo y cogió el teléfono portátil de la mesilla de café. Con un dedo tembloroso marco el número de la policía. – ¡Oiga, oiga, por favor! ¡Mi amiga… ha sido asesinada! Al otro lado de la línea la voz de una mujer parecía serena. – ¿Cuál es la dirección, por favor= Enviaremos a alguien allí en cinco minutos. Janie trato de recordar la dirección de Faith. Su mente estaba en blanco. Finalmente lo consiguió y tartamudeo las señas por el auricular. ¿Qué era ese sonido? ¿Pasos? ¿En el pasillo, fuera del estudio? La sensación de vértigo se hizo insoportable. –Creo que el asesino continua en la casa– dijo por el teléfono con una voz trémula y casi inaudible–. ¡Por favor, ayúdenme! 75

El chico nuevo – R. L. Stine

La habitación se deformó hasta adquirir unos ángulos extraños. pensó Janie. – Salga de ahí inmediatamente– le dijo la voz a través de la línea telefónica, dándole instrucciones precisas con deliberada calma–. Deje el teléfono y abandone la casa. Aléjese de ella tanto como pueda. Los oficiales de policía ya están en camino. –Deprisa, sí, debo darme prisa– repitió Janie. Sabía perfectamente que no estaba pensando con claridad. Tampoco estaba muy segura de que pudiera ponerse en pie. La habitación giraba. Giraba y se deformaba. El fuego rugía en la chimenea. Y rugía en su cabeza. –Salga ahora mismo de la casa– volvió a repetirle la voz por el teléfono. Janie dejo caer el auricular sobre la alfombra. Respiró profundamente, aferrándose al brazo de sofá. Se obligó a incorporarse, a pesar del temblor que sacudía sus rodillas. Un paso. Otro paso. Hacia la puerta del estudio. Los pasos del exterior se aproximaban. pensó. >tengo que echar a correr>

El fuero crepitó ruidosamente en la chimenea, a su espalda.

< ¡No puedo! ¡Me precipitare en manos del asesino!>

< ¿Como he podido sentirme atraída por él?> se preguntó. – Solo quiero hablar– insistió Ross. –¡ Me haces daño!– gritó Janie. Los ojos de Ross tenían un brillo salvaje. Y por su cabello, empapado, la lluvia caía como una cortina cubriéndole el rostro. – ¡Suéltame!– gritó Janie y con un tirón consiguió soltarse y echo a correr. Sus zapatillas deportivas resbalaron sobre el pavimento mojado. El la cogió por la cintura y la arrastro hasta una parada de autobús, donde se refugiaron bajo la cubierta de vidrio. La lluvia repicaba con fuerza sobre el techo del refugio. Ross la empujo contra el tabique del fondo. – ¡No! ¡Por favor! – gritó Janie. – ¿Qué te pasa?– le pregunto Ross, mirándola salvajemente con el rostro retraído de rada–. ¡Pensaba que al menos podía hablar contigo! – ¡No!– replico Janie, sollozando, atenazada por el miedo. – ¡Has estado comportándote como una loca desde que traté de devolverte tu bufanda!– le grito él por encima del ensordecedor ruido de la tormenta. – ¿Mi bufanda?– gritó Janie–. ¿Has dicho mi bufanda?

86

El chico nuevo – R. L. Stine

se preguntó. Y luego: < ¿Estará tan loco como para matarme aquí mismo, en medio de la calle? >Tengo que conseguir que continúe hablando–. Decidió en un momento de lucidez–. Si puedo hacer que no deje de hablar tal vez aparezca alguien. Alguien que comprenda que me retiene aquí por la fuerza. Alguien que me salve. – ¿Dónde has estado?– le preguntó. – Dando vueltas por ahí con mi coche– repuso él, presionando sus hombros contra el tabique de la parada de autobús–. Conduciendo durante días. Me inscribí en un motel cerca de New Brighton. Cuando oí lo sucedido con Faith perdí el control. Solo pensé en huir. Tenía que pensar… < ¡Pero tú la asesinaste!>, se dijo Janie. – ¿Por qué la mataste? ¿Por qué?– le gritó, incapaz de controlar la furia que la embargaba. Los oscuros ojos de Ross se entrecerraron y el sonido de un trueno ahogó su respuesta. – ¿Por qué me acusas?– le preguntó. – Oh, Ross, eres tan falso… un verdadero farsante. Sé la verdad acerca de ti–le dijo Janie–. ¡Ni siquiera te llamas Ross! Ella advirtió por su expresión que esas palabras lo habían conmocionado. – ¿Lo sabes?– preguntó él. –Ross, yo puedo ayudarte– le dijo. – ¿Ah, sí? –Llamaremos a la policía– prosiguió Janie–. Te conseguiremos ayuda. Necesitas ayuda, Ross. Necesitas que alguien te… – ¡Cállate! –gritó–. ¡Y deja de jugar conmigo! –Esta bien, está bien– replicó Janie, abandonando aquella línea de acción , comprendió angustiada. Echo un vistazo hacia la calle por encima del hombro de Ross. ¿Por qué no aparecia alguien? ¿ Nadie iba a ayudarla a desembarazarse de él? 87

El chico nuevo – R. L. Stine

Un relámpago cruzó el cielo. – Sube al coche– le ordeno Ross. . –¡No, Ross, por favor, te lo ruego! –Sube al coche. No voy a hacerte daño. Sólo quiero hablar contigo, Janie. – ¡No, no puedo! ¡No puedo, Ross!– replicó con el cuerpo estremecido y el corazón desbocado. –Janie, me estás haciendo enfadar. Yo… – ¡ Me encontraré contigo más tarde– propuso de golpe.

– ¿Te encontraras conmigo?– preguntó él mientras sus ojos la estudiaban con suspicacia. –Sí, más tarde– repuso ella–. Entonces podemos hablar.

– ¿Dónde?– le preguntó Ross–. ¿Dónde nos encontraremos? –Bueno… en las galerías comerciales– dijo ella, pensado de prisa–. En la pizzería. Ya sabes. ¿Qué te parece a eso de las ocho de la tarde? – propuso, y con una voz que le resultó desconocida incluso para ella misma. Él la soltó. La furia pareció esfumarse de sus ojos. –Lo siento– murmuró–. ¿No te he hecho daño, verdad? Ella sacudió la cabeza. –se preguntó–. ¿Acaso mi triquiñuela ha funcionado?> – Yo… no puedo pensar con claridad– dijo Ross–. He estado tan confundido.

– Deja que te lleve a tu casa en el coche– se ofreció Ross. 88

El chico nuevo – R. L. Stine

– Ya casi no llueve y quiero ir a mi casa andando– le dijo Janie. Ross la observó con recelo. – ¿Pero te encontraras conmigo esta noche a las ocho? ¿Es una promesa? – Prometido– aceptó ella. Con la espalda firmemente apoyada contra el tabique del fondo lo miró entrar en el coche, cerrar la portezuela y alejarse. >Estoy a salvo>, pensó entonces. < Lo he convencido para que se marchara. Estoy a salvo… de momento.> Respirando anhelosa, con el corazón latiéndole con fuerza, se apartó el cabello mojado que le cubría la frente y se colgó la mochila a la espalda. Luego corrió sin parar hasta llegar a su casa.

En la puerta de la nevera halló una nota de su madre en la que le informaba que había salido a hacer unas compras y luego iría a recoger a su marido al aeropuerto. , decía la nota. Janie arrojó la mochila y al anorak mojado al suelo de la cocina. Suspiro profundamente. Se sentía frustrada. Deseaba hablar con su madre. No quería estar sola. Temblando bajo su ropa empapada, se dirigió hacia el teléfono que había junto a la encimera.

Se llevó el auricular al oído. Silencio. No había línea. Pulsó varias veces la palanca del teléfono. Silencio. Era algo que sucedía siempre que llovía de aquella forma. Los hilos telefónicos se caían debido a la tormenta. Janie tragó con dificultad, procurando controlar el pánico que la embargaba.

89

El chico nuevo – R. L. Stine

, se dijo.

Cuando el reloj marcó las ocho y media, Janie se paseaba nerviosamente arriba y abajo por el salón de su casa. Las cortinas cubrían la venta del frente y todas las luces de la casa estaban encendidas. < ¿Dónde estarán mis padres?>, se preguntó. Comprobó por milésima vez el teléfono. Pero seguía sin tener línea. Con un grito de frustración devolvió de un golpe el auricular en su sitio. En ese momento Ross debe de encontrarse ya en las galerías comerciales –pensó–. Y también debe de imaginarse que no acudiré a la cita.

Cruzó los brazos sobre el pecho, procurando darse calor. El baño caliente no le había ayudado a combatir la sensación de frio interior. Y tampoco lo habían hecho las ropas secas con las que se había vestido, ni siquiera el grueso jersey que se había puesto sobre un polo de lana más ligero. Dejó de pasearse cuando oyó ruidos de pasos en el porche de su casa – ¡Por fin!– gritó en voz alta–. ¡Por fin habéis llegado! Y abrió ilusionada la puerta de entrada. La sonrisa se desvaneció de su rostro. – ¡Ross!– exclamó, lanzando un gemido. Él la miró amenazador con el rostro semioculto en la sombra que proyectaba la luz amarilla del techo. – ¿Has olvidado nuestra cita?– le preguntó, burlón. – ¡No puedes entrar!– le gritó Janie–. Mis padres… están durmiendo arriba. ¡Los despertaras! Intentó cerrar la puerta, pero Ross avanzó un pie y la bloqueó. – No te preocupes– dijo fríamente–. Puedo ser muy silencioso.

90

El chico nuevo – R. L. Stine

27 Ross entró en la casa y cerró la puerta a la espalda. Janie retrocedió hasta el salón. – Dime… ¿Dónde estabas?– preguntó él, abriendo la cremallera de su cazadora de cuero mientras avanzaba hacia ella–. Al no verte aparecer por allí, me sentí preocupado. Con el ceño fruncido, estudió el rostro de Janie. – Escucha, Ross…– comenzó a decir Janie, mientras sus ojos recorrían velozmente la habitación buscando algo que pudiera servirle de arma. – No, escúchame tú– replicó él secamente, hundiendo las manos en los bolsillos de los tejanos. Janie miró el reloj sobre la repisa de la chimenea. < ¿Mama?, ¿Papá?... ¿Dónde están? ¡Por favor, daos prisa!> – Se que estás muerta de miedo– dijo Ross muy acalorado–. Te lo veo en la cara. Se lo que estás pensando. Es lo que piensa todo el mundo. Y esa es la razón por la que no acudiste a nuestra cita… ¿No es verdad?, ¿No es verdad? – ¡No!– gritó Janie, incapaz de contener el terror que la embargaba–. Yo… tenía que salir Paul. Eso es. Habíamos quedado que vendría a recogerme para llevarme a las galerías comerciales. Pero me ha dejado colgada. Ross meneó la cabeza con amargura. –No sabes mentir muy bien, Janie. Ni siquiera deberías intentarlo. – ¡No estoy mintiendo! Ross dio unos cuantos pasos hacia ella. Ella miró otra vez el reloj. ¿Dónde estaban sus padres? ¿Dónde? Cuando se volvió, Ross había sacado de su cazadora la bufanda azul y se la había enrollado en una mano. Janie retrocedió trastabillando mientras Ross se acercaba a ella. –Ross… ¿Qué vas a hacer?– preguntó con un sollozo. 91

El chico nuevo – R. L. Stine

28 Ross dio otro paso en dirección a Janie y le arrojo con furia la bufanda azul sin tratar de cogerla ella se apartó. – ¡Aquí tienes tu bufanda!– gritó Ross–. Yo-yo… no lo comprendo. ¿Qué es lo que he hecho mal? ¿Por qué razón una bufanda te ha vuelto en contra de mí? < ¿Es posible que no lo sepa?>, se preguntó Janie. < ¿Es posible que no recuerde que asesinó a Eve y se llevó su bufanda?> – ¡Esa no es mi bufanda!– exclamó con voz temblorosa–. La bufanda… –comenzó a decir mirando la prenda tirada en el suelo y entonces, repentinamente la reconoció–. ¡Es mía! – gritó llevándose las manos a la cara. No era la bufanda de Eve. Era la bufanda azul que Janie llevaba puesta el día que ella y Ross habían ido al White Castle. – Te la has dejado hoy mismo en mi coche– dijo Ross con voz suave, mirando la bufanda que continuaba en el suelo–. De modo que dímelo de una vez… ¡Que he hecho de malo! Janie sintió que el corazón le latía alocadamente y que sus mejillas enrojecían. – ¡Dímelo!– insistió Ross.

Lo miró fijamente, incapaz de ocultar su miedo. – ¡Podría matarte por no confiar en mí!– gritó Ross.

– No soy un asesino– dijo Ross suavemente, acercándose a ella, mientras Janie retrocedía hacia el sofá–. ¿Averiguaste lo sucedido con aquella chica de New Brighton? –Sí– admitió Janie–. Me dijeron que…

92

El chico nuevo – R. L. Stine

– Yo no la maté. Había cogido un atajo del bosque y la encontré allí. Yo fui quien la encontró y eso es todo. Ya estaba muerta– le explicó, apartándose con una mano el flequillo de la frente. < ¿Por qué no le creo?>, se preguntó Janie. < ¿Por qué estoy tan segura que es un mentiroso?> –Entonces comenzaron los rumores– dio Ross amargamente–. Me hicieron mucho daño. Los chicos del instituto se ensañaron conmigo. Mi familia y yo tuvimos que mudarnos. Y ahora… y ahora… todo ha vuelto a empezar.

– Yo no maté a Eve. Yo no maté a Faith– dijo Ross, echando a andar a grandes zancadas de un lado a otro del salón–. Yo no las maté. Yo no las maté– repitió como un sonsonete. se repitió Janie, deslizándose hacia un extremo del salón. – ¿Por qué no me crees?– le preguntó Ross, dejando de pasearse y plantándose frente a ella–. ¿Por qué, Janie? Ella no le respondió, se limito a devolverle la mirada, pensando con rapidez, buscando el modo de escapar. – Se lo dije todo a la policía– le confió Ross, de pie ante ella, en una posición muy rígida con los brazos muy tensos como si se dispusiera a agarrarla–. Les expliqué todo esta tarde. Yo no he matado a nadie. ¿Por qué continúan deteniéndome una y otra vez para hacerme más y más preguntas? – ¿Has hablado con la policía esta misma tarde?– le preguntó Janie. Él asintió. – No me dejan en paz. Les expliqué que estaba en la casa de mi primo en Waynesbridge cuando Faith fue asesinada. Mi primo respaldó mi historia.

De modo que ya no tenía objeto llamarla, comprendió Janie con tristeza. – Tú me tienes miedo– la acusó Ross repentinamente. Janie no supo que responderle. 93

El chico nuevo – R. L. Stine

–Mírate. Estás aterrorizada– dijo Ross, señalándola con desprecio. – ¡No! ¡No lo estoy!– protestó ella. < ¿Qué vas a hacer ahora –se preguntó Janie–. ¿Qué se propone?> –Estás completamente aterrorizada– dijo Ross con una extraña sonrisa en el rostro. –Ross, sal de aquí, ¿Vale?– le exigió ella, tratando de hablar en tono bajo y calmado–. Vete a tu casa. Él la miró con una expresión dolida que después se convirtió en furia. Cuando Ross se inclinó para recoger del suelo la bufanda azul, Janie saltó del sofá, pasó corriendo por su lado y se dirigió a toda prisa hacia la puerta de entrada. – ¡Eh!– gritó el chico, enfadado. Janie notó que se precipitaba tras ella. Abrió la puerta empujo con el hombro la antepuerta exterior y con la respiración jadeante saltó los escalones del porche cayendo sobre la tierra todavía mojada tras la tormenta, en medio de la noche helada. Sus deportivas resonaban sobre el pavimento del camino de entrada y su respiración formaba ante su rostro pequeñas nubes de vapor.

Había conseguido recorrer la mitad del camino cuando él se le echó encima desde detrás. Janie se desplomó sobre el duro pavimento con un gemido de dolor y Ross cayó encima de ella. – No vas a ir a ninguna parte– gruñó Ross, y ella sintió su aliento caliente junto al oído.

94

El chico nuevo – R. L. Stine

29 – Por favor, deja que me marche– suplicó Janie. Ross se apartó de ella y se puso rápidamente en pie. Respirando con dificultad, permaneció allí, erguido ante ella. –No vas a ir a ninguna parte– repitió–, hasta que me hayas explicado porque no me crees. Janie se incorporó y logró ponerse de rodillas. Los fríos charcos de agua de lluvia le habían empapado los tejanos. El codo le dolía mucho allí donde se lo había golpeado al caer. –Dime, Janie– dijo Ross con suavidad, bajando el tono de voz–. Por favor, dímelo. >No sabe si mostrarse enfadado o amable conmigo–pensó Janie–. No puede decidir si gritar o suplicar. Esta tan confundido… Robert… Ross… Robert… Ross. >Solo se una cosa con seguridad. No va dejar que me marche.

Una enceguecedora luz blanca la hizo gritar. Se llevo las manos a la nuca por un momento pensó que Ross la había golpeado y que estaba viendo las estrellas. Pero cuando la luz se acercó comprendió que se trataba de faros. Faros de un coche. Finalmente sus padres habían regresado a casa y entraban por el camino de acceso al garage. – Ross… son mis padres– le dijo–. ¡Mis padres están aquí! Sin embargo cuando se volvió comprobó con sorpresa que Ross había desaparecido.

Cuando el timbre del despertador sonó a la mañana siguiente, Janie despertó con una angustiosa sensación de temor. Se cubrió la cabeza con las mantas tratando de sofocar así las voces de sus padres que ya se ajetreaban en la planta baja. No quería ir al instituto. Temía que Ross pudiera estar allí, esperándola.

95

El chico nuevo – R. L. Stine

Se dio cuenta de que Ross le daba más miedo que nunca. Le había visto tal como era en su peor momento. La noche anterior había conocido su lado violento. ¿Por qué la policía lo había dejado marchar? ¿Por qué no veía lo peligroso que era Ross? ¡ Porque siempre creía sus excusas y sus coartadas!

Como Janie se figuraba, nada mas entrar en el vestíbulo del instituto, Ross fue a su encuentro. Al verlo acercarse, ella corrió hacia el lavabo de las chicas y aguardó allí dentro hasta que sonó el timbre. , rogó en silencio. Más tarde tuvo que salir corriendo del comedor cuando él intentó hablarle. Y por la tarde oculta en la biblioteca, se salto la clase de química, porque sabía que Ross estaría allí, aguardándola en su mesa del laboratorio. Cuando terminaron las clases Janie guardó con rapidez los libros en su mochila, ansiosa por salir cuanto antes del edificio. Cerro de un golpe la puerta de su taquilla y camino deprisa por el pasillo central en dirección a la salida Y allí estaba él, salido de detrás una esquina. Los ojos de Ross se clavaron en los de ella. Llevaba un jersey negro y tejanos del mismo color. El flequillo oscuro que caía sobre la frente. Janie dio media vuelta. Deseaba con desesperación alejarse de él. Los pasillos se iban quedando desiertos, unos pocos chicos permanecían charlando en el otro extremo más allá de la puerta del aula vecina, una chica estaba acuclillada buscando algo en su taquilla. – ¡Janie!– llamó Ross–. ¡Espera! Ella lo miró y se apresuró a encaminarse en la dirección opuesta. – ¡Espera!– le gritó Ross. Janie lo oyó correr tras ella y a su vez inició una carrera. – ¡Janie!– le gritó él, enfadado, acercándose cada vez más. Al dar la vuelta una esquina del pasillo Janie oyó voces y risas. – ¡Paul!– grití sin aliento.

96

El chico nuevo – R. L. Stine

Paul y dos amifos del equipo de baolcesto estabn riéndose de algo aparentemente muy gracioso. Sin embargo, interrumpieron sus carcajadas cuando observaron la expresión de Janie. – ¡Eh, espera!– dijo ross, apareciendo po detrás de la esquina del pasillo. Pero al ver a Paul y sus dos amigos se detuvo en seco, con los ojos muy abiertos. –Déjala tranquila, chico– dijo Paul, dando un paso para ponerse delante de Janie a finde protegerla Ella jadeaba y trataba de recuperar el aliento. La expresión de Ross se endureció y Janie advirtió que apretaba la mandibula. –Solo quiero hablar con ella– dijo Ross con suavidad. – Déjala en paz– le repitió Paul en tono amenazador, adelantándose con rapidez hacia Ross, seguido de sus dos amigos. Janie se replegó contra la pared. Ross levantó las manos por encima de la cabeza, como si estuviera rindiéndose. – Eh, no quiero problemas– dijo retrocediendo un paso. – Tú mismo eres un problema– gritó Paul–. ¿Sabes una cosa? Hace mucho tiempo que deseo hacer esto. – ¡Ay!– gritó Ross. Janie lanzó una exclamación cuando Paul, con un grito de rabia, hundió el puño en el estómago de Ross. Ross abrió la boca sin proferir ningún sonido, y sus ojos se desorbitaron. Su rostro adquirió un tono rojizo. Se cogió el estómago con ambas manos y cayó arrodillado al suelo. –Dale otra vez, Paul– dijo uno de los chicos.

Su mochila cayó pesadamente al suelo y comenzó a correr. A su espalda oyó los gritos excitados de los chicos. Pero no volvió la mirada atrás. Todo lo deprisa que pudo, salió por la puerta de entrada den instituto, atravesó el aparcamiento y se adentro en el aire frio y gris de la tarde lluviosa.

97

El chico nuevo – R. L. Stine

Atravesó a la carrera el parque de Shadyside, detrás de la escuela, con las zapatillas resonando sobre el suelo duro. Corrió hasta que un dolor agudo en el costado la obligó a detenerse. Jadeando en busca de aire, se dejo caer sobre el tocón de n árbol, junto al sendero. Era el mismo sitio en el que había estado hablando con Jordan Blye, el lugar en el que Jordan le había revelado la horrible verdad acerca de Ross. Hundió la cabeza entre las manos y comenzó a llorar. Sollozaba tan fuerte que sus hombros se estremecían. Lloraba por Eve. Lloraba por Faith. Lloraba por su propio miedo. >Tiene que haber una manera de demostrar que Ross es culpable –pensó sintiéndose muy desdichada–. Tiene que haber una manera de probar que él mato a mis amigas. A mis mejores amigas. >Tiene que haber una manera de demostrar a la policía que él es el único culpable. ¿Pero como hacerlo? ¿Cómo? Sola en el parque silencioso, Janie lloró durante mucho tiempo. Cuando finalmente se calmo y alzó la cabeza, el cielo se había oscurecido. Los arboles se erguían amenazadores y negros, muy negros contra el cielo de pizarra. –He de regresar a casa– dijo con un suspiro. Entonces recordó su mochila. La había dejado caer en mitad del pasillo. ¿Estaría todavía allí? Se secándose con ambas manos las lágrimas que cubrían su rostro se apresuro a regresar al instituto. ¿Estaría abierta la puesta posterior? Sí. Se deslizó silenciosamente dentro del edificio y se dirigió hacia la parte de delante. No halló el menor rastro de su mochila. No estaba en el sitio done la había dejado caer. Tal vez alguien la había llevado a las oficinas. Dobló una esquina del pasillo principal y súbitamente oyó un rumor de voces. La puerta del despacho del director estaba abierta. Ross salió de allí con la cabeza gacha. El señor Hernández lo tenía asido por el hombro. El director tenia una expresión severa mientras hablaba con Ross. – ¡Oh!– gimió Janie.

98

El chico nuevo – R. L. Stine

¿La habría visto Ross? Una punzada de pánico la hizo inmovilizarse durante unos segundos. Luego se precipito hacia la puerta más próxima, la abrió, entró y la cerro tras sí. La oscuridad era absoluta. Esto no es un aula, comprendió Janie de inmediato con el corazón palpitante. Se había metido dentro de un cuarto de trastero. Cerrando con fuerza los ojos en la oscuridad con el corazón palpitante, presiono las manos contra la puerta y permaneció atenta al sonido de los pasos. Al cabo de un momento oyó que Ross y el señor Hernández que se aproximaban a su escondite. –No podemos tolerar ninguna clase de violencia– decía el señor Hernández