El cerebro adolescente

El cerebro adolescente La problemática del debate entorno al cerebro adolescente se nos presenta de la mano de dos artí

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El cerebro adolescente

La problemática del debate entorno al cerebro adolescente se nos presenta de la mano de dos artículos, uno de David Dobbs y otro de Robert Epstein. Aunque cada uno tiene una postura peculiar que posteriormente comentaré, ambos parten de dos puntos siméticros: por un lado el enfoque de la adolescencia como un periodo concreto del desarrollo humano con sus propias caracteristicas y no subsumible, por tanto, bajo las descripciones de los individuos adultos o niños, por otro, la tendencia a intentar reducir el problema de la adolescencia a una serie de explicaciones biologicistas donde el cerebro y sus procesos parecen acaparar la mayor parte de la atención frente a otros factores como pudieran ser los ambientales y los emocionales. De manera más o menos explícita se encuentra operando, también, la percepción de la adolescencia como un peirodo caótico e intrínsecamente negativo en términos de conducta. Aunque los autores del artículo no defienden esta postura, es imposible entender el desarrollo de dichos artículos sin entender que estan, de alguna forma, respondiendo a esa noción popular generalizada de la adolescencia, y de los propios adelescentes en tanto que individuos que se encuentran esa etapa madurativa, como aquello que no se puede controlar. Buena parte de los artículos es, de una manera u otra, una respuesta a ese "no hay quien le entienda" que lanza el padre o la madre cuando se trata de su hijo o hija adolescente. Dicho esto, cada artículo se centra y desarrolla un argumento propio. David Dobbs es el que menos se aparta de la solución biologicista, pero el que más se enfrenta directamente con la noción de adolescencia como "problema", como una etapa que hay que sufrir y que, cuanto antes se pase, mejor. Frente a esta propuesta, Dobbs presenta el proceso de adolescencia como, si, una temporada en la que por la reorganización de los propios procesos internos del cerebro humano, el individuo puede verse sujeto a cambios de humor inesperados, o donde una incomprensible -para los adultosimpulsividad aparece dentro del comportamiento del adolescente. Sin embargo, nos cuenta Dobbs, reducir la adolescencia solamente a esto sería apsar por alto el hecho de que, desde el punto de vista evolutivo, el ser humano ha sobrevivido a todos estos procesos de cambio y que, por tanto, asumir que un adolescente es un individuo con un cerebro "no funcional del todo" sería absurdo ya que ¿Como podriamos explicar, entonces, desde un punto de vista Darwiniano que nuestra especie haya conseguido no solo sobrevivir, sino adaptarse a su

entorno conviertiendose en la especie dominante? Es en esa noción de adaptación donde Dobbs pone el enfasis: si bien el desarrollo adolescente entraña multiples dificultades, especialmente para aquellos al cargo de los adolescentes, también supone una etapa de excepcional sensibilidad y donde la capacidad de adaptación espunta. La adolescencia es, por tanto, un momento para re-descubrir el entorno, experimentar y ser capaces de organizar su propio yo de una forma que se adapte a lo que está por venir.

El punto de Epstein esta, por otro lado, escrito en una dirección diametralmente opuesta. Lo importante para este autor es cuestionar la propia consistencia del concepto de "adolescencia" visto desde el punto de vista biológico, y es que para él, la adolescencia es más un proceso cultural originado en el seno de la civilización occidental que algo ineludible dentro del desarrollo del ser humano. En esta linea toma el argumento clásico biologicista: el adolescente sufre cambios en el cerebro que repercuten en su forma de socializarse, comportarse y ver su entorno, y le da la vuelta afirmando que, si, tal vez haya procesos mentales que varían de los adolescentes a personas en otras etapas de madurez pero ¿No podrían precisamente estos cambios a nivel interno ser el efecto de un proceso externo, cultural, de socialización? Para él, es evidente que si. Defiende que culturas distintas a la occidental no habían tenido problemas con sus adolescentes hasta que la globalización empezó a influir en su población a través del cine y de otras expresiones culturales, así mismo, identifica como causa de esta desviación cultural la progresiva infantilización que el adolescente sufre por parte de sus responsables y del ambiente social y normativo. El intento de mantener en un ámbito controlado y de cierta niñez a individuos que estan madurando es, para él, un factor causante de los problemas asociados a la adolescencia. A esto añade el hecho de que, frecuentemente, los adolescentes se relacionan casi exclusivamente con individuos de su misma franja de edad, teniendo una relación muy supercial o circunstancial con adultos, algo que favorece una especie de retroalimentación en las posibles conductas antisociales de los adolescentes problemáticos e impide que estos encuentren en los adultos modelos de actuación que les ayuden a ordenar sus ideas y comportamientos.

A mi juicio, creo que ambas visiones funcionan bien juntas. Es decir: parece obvio que el ordenamiento cerebral afecta al individuo, aunque solo sea en forma de una suerte de inquietud y un no saber muy bien que sucede y tratar de ignorar los cambios físicos y materiales es una gran imprudencia si se busca dar el mejor de los apoyos a los adolescentes. No obstante, la adolescencia

en la cultura occidental ha ido sufriendo una progresiva fetichización, esto es, se le han ido añadiendo significatos o contenidos, a menudo fuertemente simbólicos, que poco tienen que ver con el proceso "natural" de la adolescencia. Nos encontramos, por tanto, con un constructo social cargado de significados simbólicos y de prejuicios ampliamente extendidos sustentados en una base más o menos firme como es la biológica. Considero que la opción de Epstein que parece inclinarse por una progresiva des-occidentalización del proceso adolescente es, igual que las posturas excesivamente biologicistas, reduccionista. Que algo sea el resultado de un constructo social, no quiere decir que ello sea menos real, o consistente. Es más, es posible que la aparición de una suerte de "adolescencia simbólica occidental" no responda a una corrupción o infantilización de los adolescentes en nuestra cultura, sino más bien a la necesidad de adaptarse progresivamente a un entorno cultural y ambiental que en otros contextos, por ejemplos en los inuits que el propio autor ponía de ejemplo, no existe. Es innegable la importancia de ambos factores y considero, por tanto, que la correcta aproximación al tema será siempre aquella que huya del falso debate entre naturaleza y cultura ya que, de hecho, ambos planos estan intimamente ligados.