El Aura Humana - Kuthumi

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uthumi, a quien se conoce también como Koot Hoomi o K. H., es un adepto oriental de origen punyabí cuya familia había vivido en Cachemira durante varios años. Kuthumi dedicó su vida al despertar de la humanidad hacia su potencial espiritual. Se cree que realizó muchos viajes y que en 1850 estudió en la Universidad de Oxford y en 1870 en la de Leipzig, en Alemania. Durante su estancia en Leipzig, Kuthumi conoció al Dr. Gustav Theodor Fechner, filósofo y fundador de la investigación psicológica moderna. Años después se retiró a Shigatse (Tíbet) donde condujo una vida aislada. En 1875 fundó la Sociedad Teosófica junto con El Morya, por mediación de Helena P. Blavatsky. Con las enseñanzas que transmitieron a Blavatsky, El Morya, Kuthumi y otros adeptos revelaron las antiguas verdades que constituyen el fundamento de las religiones orientales y occidentales. Asimismo, con el fin de ayudar a la humanidad a crecer espiritualmente, trataron de acercar la hermandad espiritual, que trabaja entre bastidores. Fue mientras se hallaba bajo la tutela de estos adeptos que Blavatsky escribió La doctrina secreta, Isis sin velo y otras obras que contribuyeron a la introducción de las enseñanzas orientales en Occidente.

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4  El Aura Humana • Primer libro

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Las cartas de El Morya y Kuthumi dirigidas a sus estudiantes del movimiento teosófico fueron publicadas en The Mahatma Letters (Las cartas de los Mahatmas) y otras obras. Algunas de esas cartas se encuentran en la colección de manuscritos del Museo Británico. A finales del siglo xix, Kuthumi y su discípulo Djwal Kul alcanzaron un alto nivel espiritual. Gracias a este progreso se convirtieron en maestros ascendidos, es decir, en seres espirituales iluminados, unidos totalmente a Dios. En los años cincuenta empezaron a trabajar con Mark L. Prophet, y más tarde con Elizabeth Clare Prophet, para publicar sus enseñanzas a través de Summit Lighthouse. Kuthumi y Djwal Kul dictaron originalmente El aura humana a Mark y Elizabeth Clare Prophet en forma de una serie de cartas dirigidas a sus estudiantes. La enseñanza que dan acerca de diversas materias, desde el aura humana hasta técnicas para la maestría sobre uno mismo, ha sido fuente de inspiración para buscadores espirituales de todo el mundo.

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ara comenzar estos estudios áuricos, entiéndase que la manifestación combinada de cuerpo, mente y alma crea alrededor de la columna vertebral y de la médula oblonga las emanaciones que algunos llaman aura humana y que otros denominan campo magnético del cuerpo humano. Todos los lectores han de entender que cada individuo en quien reside la llama de la vida se revela a sí mismo como si lo estuviera pregonando a los cuatro vientos —todo lo que verdaderamente es, todo lo que ha hecho e incluso el presagio de lo que será— justamente en el campo energético de su ser y en las emanaciones magnéticas que rodean su cuerpo físico. Leer con profundidad el aura humana no es un arte común y corriente. Quienes deseen hacerlo deben entender que la fuente del aura humana, que surge de su propio orificio, con un simple cambio de pensamiento puede cambiar de color, de emanación, de afinidad magnética; es decir, puede cambiar toda su identidad. Sin embargo, también puede conservar, por debajo de la superficie, la facultad de envenenar la atmósfera del individuo o la emanación áurica interior, si este no ha purificado su corazón.

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6  El Aura Humana • Primer libro

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«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»1 es algo más que una bienaventuranza salida de la boca del Cristo viviente; es un fíat de fortaleza radiante, una promesa para todos los que la contemplen. Hemos reflexionado sobre la gran necesidad que tiene la humanidad de purificarse y por encima de todo recomendamos la purificación de la intención. Sin embargo, cuando los individuos no ven con claridad cuáles son sus motivos, su purificación se vuelve en extremo difícil debido a su ceguera interior. Por lo tanto, los maestros hemos considerado que lo prioritario es la purificación de la facultad de la visión puesto que nuestra experiencia nos indica que cuando los hombres aprenden a ver tal como Dios ve, entonces perciben que es necesario corregir sus problemas y, en la mayoría de los casos, lo hacen sin más tardanza. Por lo que se refiere a nuestra Hermandad, se espera de los devotos no ascendidos que visten la túnica dorada de la iluminación cósmica, quienes en verdad saben de muchos temas que normalmente permanecen ocultos al buscador corriente del sendero, que conduzcan su vida de mejor manera según las instrucciones que salen de sus propios labios. El buen ejemplo es el mejor instructor. Ahora bien, ¿con qué finalidad desean los hombres leer el aura humana? ¿Simplemente para satisfacer algún tipo de curiosidad humana o acaso encuentran satisfacción en percibir las aflicciones de los demás sin corregir las propias? Todos los que emprendan este estudio de las emanaciones áuricas y del campo energético del hombre que se derrama hacia el espacio deberían reconocer la naturaleza creativa que ya existe en la humanidad. Al abusar de esta naturaleza creativa, los hombres han creado, en innumerables vidas, situaciones indeseables y malsanas que atormentan a los jóvenes, perturban a

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los ancianos y de ninguna manera contribuyen al aumento de la calidad de vida humana tal como en un principio la previó Dios Todopoderoso. Hemos de considerar que la esperanza del mundo es la luz del mundo. Hoy en día este emite un aura que en nada se asemeja al aura crística de la conciencia crística universal; y la mayoría de la gente ignora las verdades cósmicas más sencillas debido a que los poderes de las tinieblas presentes en el mundo han logrado distorsionar las Sagradas Escrituras, algo que han deseado desde hace muchísimo tiempo. La interpretación que el hombre hace de su relación con lo Divino se relaciona con conceptos paganos y antropomórficos. Se considera que a Dios lo aplacan los sacrificios, pero el verdadero significado del sacrificio los hombres no lo comprenden. En el caso del Maestro Jesús, debido a la perfección de su naturaleza, que él percibía con claridad, no necesitó de ninguna propiciación para sus pecados. Sin embargo, se le representa como aquel que puede salvar por completo a quienes creen en él. Los que entienden el significado de Dios, de Cristo y de la vida desde un punto de vista real, ven que no hay diferencia entre la naturaleza divina de Jesús y la de ellos mismos. Entienden que el cielo no es parcial, que todos pueden equipararse con la imagen del amado Hijo. Hay que dejar a los noventa y nueve,2 pues ya tienen en su interior la fortaleza necesaria para percibir esta verdad. Y el que esté perdido, atrapado en las zarzas de la confusión, incapaz de ver su propia realidad o el resplandor interior de la imagen divina, debe abandonar ahora la falsa doctrina de los ciegos líderes de la ceguera que él mismo tiene. Debe escuchar la voz de Dios y regresar a ella. Por medio de nuestros estudios áuricos que aquí presentamos, prevemos que muchos encontrarán el camino de regreso a

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8  El Aura Humana • Primer libro

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la casa del Padre. Allí percibirán que han de ofrecerse a Dios, a modo de sacrificio vivo. El propósito del Padre nunca ha sido recibir penitencias de los hombres ni exigir alguna forma de sacrificio para aplacar su ira. Porque la única ira de Dios que es válida en los tribunales cósmicos del cielo es la recompensa kármica, el peso del pecado que imputa a la humanidad la oscuridad que ella misma ha creado, que ha consentido o que ha admitido. En realidad, el hombre vive en un universo de luz y de propósito. Dios nunca ha pretendido ocultar al hombre ese propósito. Pues Él ha dicho claramente: «No hay nada encubierto que no haya de ser descubierto»3. En este sentido —el sentido superior de entregar el conocimiento divino al hombre, que es en realidad tanto el conocedor como lo conocido— establecemos finalmente la realidad de Dios dentro de la conciencia del individuo, produciendo así en el propio hombre la perfección que anhela. Es asombroso cómo los hombres ven frustrados, por ignorancia, sus intentos de entender la vida. Sencillamente porque no saben, no averiguan. Por lo tanto, como dijo una vez nuestro amado Maestro: «Porque a quien tiene se le dará, y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quietará»4. Hablaba el Maestro de entendimiento. Intentaremos dejarte como legado, en nuestras publicaciones sobre los estudios del aura humana, este tesoro de gran valor. Todos los lectores han de tener presente que no podemos aumentar el conocimiento de quienes no lo hayan invocado del trono de gracia con anterioridad. Es de suprema importancia que el estudiante entienda que existe un proceso por medio del cual toda observación realizada con sus cinco sentidos es transmitida automáticamente a niveles subconscientes dentro de sí, donde gracias al funcionamiento

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de jeroglíficos interiores quedan grabados los sucesos que ha presenciado o los temas que ha estudiado. Así, toda la transmisión de datos desde el mundo externo al interno reside en los registros akáshicos de su propio ser. El proceso de recordar, aunque desde el punto de vista técnico resulta bastante complicado, es casi instantáneo. Es muy fácil que el hombre evoque, desde el almacén de la memoria, estos tesoros del ser. Aunque desgraciadamente, no todos los sucesos son benignos, no todas las grabaciones son ejemplos de perfección. La revisión y clasificación de estas grabaciones es responsabilidad del elemental del cuerpo y del ángel registrador de la corriente de vida del individuo. Se menciona a estos ángeles en las palabras de Jesús sobre los pequeños: «Porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos»5. Desde la creación misma del mundo cada individuo tiene uno de estos ángeles, que representa la pureza del Dios infinito, asignado a su corriente de vida por decreto divino. Este ángel tiene la capacidad no sólo de leer el registro de la vida de todas las personas del planeta, sino también de comunicarse directamente con el corazón de Dios para ver «continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos». Así, el propósito de Dios de revelarse por medio del ángel de Su Presencia, que está vinculado a cada uno de sus hijos, opera a través del Santo Ser Crístico en perfecta armonía con el plan divino. ¡Qué desafortunados son aquellos que, aun percibiendo siempre la altura y la profundidad del hombre, nunca son capaces de tener un enfoque lo suficientemente impersonal como para dotar a «estos hermanos míos más pequeños»6 con la cualidad del Cristo vivo! A los hombres no les resulta en absoluto difícil creer que la plenitud de la Divinidad residía corporal-

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mente en Jesús,7 pero sí les resulta difícil creer que también reside en ellos mismos. Sin embargo, Dios ha hecho eso. Él, al conceder la llama crística, ha depositado la plenitud de Sí mismo en todos Sus hijos e hijas. Cuando la naturaleza divina es entendida adecuadamente, con qué facilidad la humanidad puede producir el antakarana y así comenzar a tejer correctamente la manifestación de su vida. Ahora bien, a medida que el hombre estudia la ciencia del perfeccionamiento del aura, debería también entender que cuando cualifica de forma errónea los pensamientos y los sentimientos, se manifiestan muchos rasgos indeseables. El más peligroso es la cualificación errónea que tiene lugar en el cuerpo emocional, en el mundo de los sentimientos. Esto se debe a que afecta al corazón, algo que con frecuencia lleva todo el registro de la vida del individuo hacia un miasma de dudas y cuestionamientos. No quiero con esto decir que el estudiante sincero no tenga el derecho de preguntar o incluso de dudar. Lo que digo es que una vez que se le presenta la verdad con claridad, si la puerta de su corazón está abierta nunca dudará de la verdad del Dios vivo y nunca la cuestionará. Puede que no salve el obstáculo, pero percibirá claramente que puede, que es capaz, sí, que es capaz de comprender más a Dios de lo que permite su conciencia actual. Utilicemos el conocimiento correcto para liberar a los hombres de todo lo que les ha esclavizado y cegado impidiéndoles que vean su gran poder interior, el tesoro que Dios ha sellado dentro de su conciencia. Ahora quiero cerciorarme de que todos entiendan que la cualificación errónea en el mundo de los sentimientos —con ira, fariseísmo, miedo, odio, celos, condenación o resentimiento— da cierta ventaja al poder de la amplificación. Algo

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parecido a lo que sucede con el sistema transpondedor de los grandes aviones. Cuando el piloto pulsa ese botón, envía una señal desde el transpondedor que hace que un gran punto luminoso aparezca en el tablero electrónico del controlador de tráfico aéreo del aeropuerto, para así identificar fácilmente el avión. De la misma manera, es frecuente que las emociones de los hombres amplifiquen de manera equivocada pensamientos y sentimientos erróneamente cualificados, hasta el punto de que tales sentimientos lleguen a ocupar una posición dominante. Aunque ello sucede sin el consentimiento del ser real del hombre, la oscuridad, sin embargo, cubre pues la Tierra. Pero Cristo dijo: «Yo soy la luz del mundo»8. En esta primera entrega de los estudios del aura humana he presentado muchas ideas. Los Hermanos de la Túnica Dorada responderán gozosamente a la profundidad de la sabiduría del Cristo, que vamos a comunicar en la serie completa. Desde el archivo de la Hermandad se derrama nuestro amor.

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