el anticristo

Dios es Espíritu, Satanás es espíritu. Dios es Espíritu de Perfección; Satanás es espíritu de pecado, sin ninguna perfec

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Dios es Espíritu, Satanás es espíritu. Dios es Espíritu de Perfección; Satanás es espíritu de pecado, sin ninguna perfección. El hombre tiene que alcanzar la espiritualidad; pero debe elegir uno u otro espíritu. Los que siguen a Cristo, siguen su Espíritu, que los lleva a la perfección del Amor. Los que siguen a Satanás matan su espíritu, hacen de su espíritu una carne y una sangre corrompida y repugnante, porque en el pecado no hay perfección, no hay belleza, no hay armonía, orden ni vida. Sólo hay una batalla en la vida: la del Bien contra el Mal. De esta lucha se originan todos los enfrentamientos, contiendas, guerras. Desde hace 20 siglos, la Palabra de Dios, que es Perfección, ha hablado a todos; pero han sido pocos los que la han escuchado y la han puesto en práctica. Muchos han hecho de esa Palabra su política, su negocio, su filosofía, su iglesia, su espiritualidad. Muchos han hecho de la Perfección la cultura de sus mentes, la ciencia de sus labios, la técnica de sus lujurias. Pero pocos viven de Fe; pocos son los que aceptan la Palabra sin poner nada de su inteligencia humana. Satanás pone su mente para formar su espiritualidad, y ofrece al hombre un camino de pecado, donde el pecado no existe. Satanás es el que remeda al Espíritu Divino en todo: todo lo imita, todo lo obra, pero nada es perfecto en sus obras, sino sólo es abominación lo que hace. «Será persona que estará muy en alto, en los alto como un astro. No un astro humano que brille en un cielo humano. Sino un astro de una esfera sobrenatural, el cual, cediendo al halago del Enemigo, conocerá la soberbia después de la humildad, el ateísmo después de la fe, la lujuria después de la castidad, el hambre de oro después de la evangélica pobreza, la sed de honores después de la ocultación» (María Valtorta – 20 de agosto). Satanás produce Su Anticristo: es un Cristo que sigue al espíritu del demonio. Un Obispo, que ha dejado de ser Obispo –porque perdió el Espíritu de Cristo- y se ha transformado en un hombre, que se viste como Obispo, pero que tiene el espíritu de Satanás. Se ha transformado en una abominación. Satanás lo imita todo: imita un sacerdocio que vive la pobreza, la obediencia, la castidad; un sacerdocio que hace actos de humildad, que predica una auténtica fe. Pero

que, llegado un tiempo, todo eso se transforma, se cambia, se desvirtúa, porque no era verdadero en el corazón de la persona. Era algo estudiado; algo adquirido; pero nunca vivido. El Anticristo no es un astro humano que brilla en el cielo humano: no es un hombre del mundo, un gobernante del mundo, un economista, un masón, un judío, un científico y menos un filosófo. El Anticristo vivió en una esfera sobrenatural, porque es un astro del Sacerdocio, del cielo divino; un astro divino. El Anticristo pertenece a la Jerarquía de la Iglesia; sale de la Iglesia Católica, pero no es de la Iglesia porque ha perdido el Espíritu de Cristo. Por tanto, el Anticristo es un Obispo que ataca a Cristo y a Su Iglesia. Es un hombre que se viste de Obispo, pero que no es Obispo. Tiene la careta de Obispo, que se la pone para predicar en la Iglesia las cosas de Dios; pero posee otra vida, una doble vida, en la que se quita la careta, y habla y obra como es: como un demonio. Ese Obispo no es conocido en su vida privada. En su vida pública sólo se ve lo exterior de pertenecer a la Jerarquía: predica, celebra misa, da charlas, sacramentos, etc. Pero lo que hace es sin el Espíritu de Cristo: son sólo cosas exteriores, apariencia externa, ritos, palabras, obras, sin Espíritu. Es sólo representar una comedia, una obra de teatro. Es algo que se ha aprendido durante muchos años y se hace con rutina. Se hace con la mente puesta en otra vida, no en la que se está representando en la Iglesia. Pero ese Obispo tiene una vida privada que nadie conoce y nadie sabe cómo es. «Será menos espantoso ver caer una estrella del firmamento que ver precipitar en las espirales de Satanás a esta criatura ya elegida, la cual copiará el pecado de su padre de elección. Lucifer, por soberbia, se convirtió en Maldito y el Oscuro. El Anticristo, por soberbia en esta hora, se convertirá en el Maldito y el Oscuro después de haber sido un astro de Mi Ejército» (Ibidem). Este Obispo fue elegido por el Señor para ser Obispo; como Lucifer fue creado por Dios para ser Ángel de Luz. Este Obispo es una criatura ya elegida por Dios, con una perfección, con una vocación divina, porque tiene el Espíritu de Cristo. Pero su pecado, que es el mismo de Lucifer, lo precipitó en las espirales de Satanás. Y perdió esa perfección, esa vocación. Y se convirtió en una abominación en su vocación al sacerdocio. Lucifer dijo: «No serviré». El Anticristo dice lo mismo. Lucifer, cuando fue creado por Dios, lo vio todo con su entendimiento angélico, pero no se sometió al

Entendimiento Divino. Una vez que comprendió la Verdad que Dios le ponía a sus ojos, dijo, con su voluntad: «No me someto a esa Verdad». El Anticristo, una vez que ha comprendido con su inteligencia humana toda la Verdad Revelada, toda la Fe que Cristo ha dado a Su Iglesia, dice: «No quiero esa Verdad Revelada; no me someto». Y, para decir, eso hay que ser un Obispo de lo alto. Un Obispo de la Alta Jerarquía, la que convive con los Papas, la que sabe de los asuntos privados de los Papas, la que sabe cómo funciona todo en el Vaticano. No es un Obispo cualquiera. Es un Obispo en el que todos han confiado porque es un astro elegido: cuando habla en público no dice ninguna herejía; es recto en todo, porque se ha aprendido muy bien la doctrina de Cristo, pero no es capaz de ponerla en práctica. Por eso, su caída es espantosa. Cae en los lazos de Satanás, que es el espíritu de la mente. Está en las espirales de las ideas humanas, dando vueltas a muchas cosas, sin centrarse en la Verdad. «Como premio por su abjuración, que sacudirá los Cielos bajo un estremecimiento de horror y hará temblar las columnas de Mi Iglesia en el temor que suscitará su precipitar, obtendrá la ayuda completa de Satanás, quien le dará las llaves del pozo del abismo para que lo abra» (Ibidem). El Anticristo ya está en la Iglesia Católica, pero nadie sabe decir quién es. Es uno de los Obispos. Un Cardenal, uno de gran rango, de gran posición en la Jerarquía. Pero es un Obispo que ha abjurado de su Fe en Cristo. Esa abjuración es algo secreto, que nadie conoce, pero real. Es decir, se ve, se palpa en el ambiente de la Iglesia: hizo temblar las columnas de la Iglesia. En su abjuración, la Eucaristía y la Virgen María tembló. Estos dos dogmas, estas dos verdades, que son el sostenimiento de la fe en las almas. Un alma, para seguir a Cristo, para imitar a Cristo, sólo tiene que alimentarse de Cristo y de Su Madre: Comunión y Santo Rosario. En la abjuración de este Obispo se produjo un hecho en contra de estas dos columnas, que hizo que la devoción a la Eucaristía y al Santo Rosario, se fuera perdiendo, diluyendo. Hace 50 años, casi se anula la Eucaristía. Señal de que en ese tiempo sucedió esa abjuración. Y no hay que pensar en el Anticristo como un hombre ya entrado en años. Se puede ser Cardenal sin ser Obispo. Por eso, no es fácil discernir a ese Obispo, a ese astro divino. Fue una persona con una gran inteligencia para hacer el bien, que conoce toda la verdad, pero que abjuró de Ella completamente.

Y esa persona tiene las llaves del pozo del abismo para que lo abra y salgan todos los demonios en la Iglesia. Ese pozo ya fue abierto, pero nadie sabe quién lo abrió. Sólo pusieron a un bufón como falso Papa para ir calentando el ambiente y dar el camino al Anticristo. Un hombre sin inteligencia, que habla lo que el Anticristo quiere. Habla vulgaridades, habla para tapar la verdad, habla para confundir, habla para obrar, después, en lo oculto, con una llamada telefónica, la maldad. Un hombre que no sabe esconder su maldad, sino que la dice para buscar publicidad entre los hombres. El Anticristo se esconde y obra la maldad sin que nadie se dé cuenta. Francisco es sólo un payaso, que hace sus payasadas, pero que le llegó el turno, porque es necesario abrir ese pozo del todo. «Pero que lo abra del todo para que salgan los instrumentos de horror que Satanás ha fabricado durante milenios para llevar a los hombres a la total desesperación, de tal modo que, por sí mismos, invoquen a Satanás como Rey y corran al séquito del Anticristo, el único que podrá abrir de par en par las puertas del Abismo para hacer salir al Rey del Abismo, así como Cristo ha abierto las puertas de los Cielos para hacer salir la gracia y el perdón, que hacen a los hombres semejantes a Dios y reyes de un Reino Eterno, en el que Yo Soy el Rey de Reyes» (Ibidem). El Anticristo no se dedica a llenar estómagos de la gente, no se dedica a dialogar con los hombres de otras religiones, no se dedica a fraternizar con nadie. El Anticristo va contra Cristo y contra Su Iglesia; es decir, contra toda Verdad Revelada. Su misión: destruir la Iglesia completamente. Y usa todas las herejías que Satanás ha inventado durante 20 siglos. Por eso, la Nueva Era anuncia ese instrumento de horror que Satanás ha fabricado. En la nueva Era están todos los errores, mentiras, engaños, que una mente humana puede vivir. Es una abominación, una abjuración de la Verdad. Pero ese cúmulo de errores hay que llevarlo dentro de la Iglesia. Hay que hacer que la Iglesia dé culto a la mente de Satanás. Hay que sacar nuevos libros, nuevos reglamentos, nuevas liturgias, un nuevo evangelio; porque hasta que no se anule toda Verdad en la Iglesia, el Anticristo no se muestra, no es reconocido por nadie. Hasta que no se quite de Roma lo externo de 20 siglos, el Anticristo no aparece. El Anticristo aparece en su iglesia, no en la de Cristo. Él destruye todo lo que lleve a Cristo. No deja nada, por su abjuración. Y tiene la misión de hacer salir al Rey del Abismo, «a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca» (2 Ts 2, 8b).

El Anticristo no es cualquier personaje del mundo. Hay muchos anticristos en el mundo y en la Iglesia, pero ninguno es el Anticristo. Nadie puede conocer a esa persona, porque se esconde detrás de una máscara. Y hoy día es muy fácil ponerse una máscara artificial, no sólo espiritual, para pasar desapercibido, para ocultarse de todos. «Así como el Padre me ha dado a Mí todo poder, Satanás le dará a él todo poder, y especialmente el poder de seducción, para arrastrar a su séquito a los débiles y a los corrompidos por las fiebres de las ambiciones como lo está él, su jefe. Pero en su desenfrenada ambición aún encontrará demasiado escasas las ayudas sobrenaturales de Satanás y buscará otras ayudas en los enemigos de Cristo, los cuales, armados con armas cada vez más mortíferas, cuanto les podía inducir a crear su libídine hacia el Mal para sembrar desesperación en las muchedumbres, le ayudarán hasta que Dios no diga su Basta y les aniquile con el fulgor de su figura» (Ibidem). Las hablas del Anticristo son fáciles de discernir: hablar para seducir; nunca habla para decir una verdad. Si dice una verdad, es para, a continuación, decir su mentira. Seduce con su palabra, seduce con sus obras. Sólo sabe seducir, llevar a la mentira, al engaño, porque su mente se opone a toda Verdad Revelada. Ante un dogma, siempre tiene una razón, una idea, una filosofía que anula ese dogma. Pero no se para sólo en la seducción, sino que va al mundo para ponerlo en contra de Cristo y de Su Iglesia. Y mete en la Iglesia el mundo. Abre la Iglesia a las ideas del mundo. Rebaja lo sagrado, lo divino, lo perfecto, a una razón humana, a un concepto simbólico, a una parte de la inteligencia humana. El Anticristo da culto a su sabiduría humana; sólo vive expectante de los descubrimientos de su ciencia; sólo hace caso de lo que su pensamiento puede entender. Es incapaz de creer, de seguir al Espíritu, porque ha perdido el conocimiento de la Verdad. Sólo puede conocer lo que su mente dice como verdad. Sólo puede obedecer lo que su mente le dice que es recto. Sólo, para él, la vida consiste en amar su inteligencia humana. Por eso, en su mente humana llega a la total abominación de toda verdad. No puede comprender ninguna verdad. Y, por eso, no puede ser salvado. Él mismo, en su inteligencia humana, se ha salvado: ha encontrado una idea para ser salvo. Y, por eso, se convierte en un Mesías, en el Salvador de los hombres. El Anticristo sabe jugar con todas las ideas de los hombres: siempre tiene una razón ante cualquier pensamiento humano. No es capaz de aprender de otro hombre: él lo sabe todo, lo entiende todo, lo puede todo.

Por eso, él viene haciendo cosas maravillosas, milagros que el demonio sabe hacer. Él no viene sólo predicando y dando dinero a los pobres. Él tiene un poder que ningún hombre posee. Por eso, puede llegar a todas las inteligencias humanas. Puede llegar a la mente de los hombres. Puede ver sus mentes, lo que piensan, de una forma mágica, por el poder que tiene de Satanás. El Anticristo no es un hombre vulgar, como Francisco. Es un hombre de calidad, de inteligencia sobrehumana, que sabe medir sus palabras, que sabe hablar cuando hay que hacer, que sabe esconderse para no ser notado, que sabe destruirlo todo a su paso. Por eso, los que promulgan el sedevacantismo desde el Beato Juan XXIII, desconocen las manipulaciones perpetradas por el Anticristo en la Iglesia, a través de la Jerarquía infiltrada, que sirve a la masonería. Si esos Papa hubieran tenido parte con el Anticristo, entonces la Iglesia habrìa desaparecido hace mucho. El Anticristo atacó a cada uno de esos Papas, para impedir, de muchas maneras sus Pontificados en la Iglesia. Si esos Papas hubiesen sido verdaderamente heréticos, es decir, excomulgados y desposeídos de su cargo, la Iglesia ya se habría disuelto por el poder del Anticristo. Y lo que impidió que se manifestase ese poder es el Papa: «sólo falta que el que lo retiene sea apartado» (2 Ts 2, 7b). Una vez, apartada la Cabeza de la Iglesia, entonces se abre todo el pozo del abismo. La Iglesia no hubiera sobrevivido 50 años con Papas herejes. Es un imposible teológico, metafísico y espiritual. Es insostenible el sedevacantismo. Y menos decir que la sucesión petrina ha sido continuada, en forma clandestina, desde la elección del Papa Juan XXIII, por el cardenal Siri. La Iglesia no la sostienen los pensamientos de los hombres, sino el Espíritu de Cristo, que es el que sabe luchar contra el Anticristo. Ni los lefebvrianos ni los que ahora se oponen a todos los Papas, saben batallar contra el demonio, porque se han dejado seducir por él, se han dejado ganar de su juego mental, de las ideas que el demonio pone en la mente de los hombres y las hace ver como divinas. Es con Francisco, cuando se nota más la presencia del Anticristo en la Iglesia. Es con él, cuando el impedimento se ha quitado, aunque no del todo, porque todavía vive el Papa. Y mientras viva, sigue siendo el Papa, sigue siendo la piedra que el Señor usa para combatir al Goliat de la Masonería.

Por eso, hay que rezar mucho por el Papa Benedicto XVI, porque es la piedra que ahora sostiene todo el edifico de la Iglesia.