Ejemplos de Ensayos

Ejemplos de ensayos Los conocimientos previos de la escritura Muerde el borrador del lápiz, da golpecitos con la punta d

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Ejemplos de ensayos Los conocimientos previos de la escritura Muerde el borrador del lápiz, da golpecitos con la punta de grafito sobre la mesa, lanza la mirada hacia arriba, se rasca la cabeza, hace el intento de comenzar y a medio viaje detiene el ademán, quiere encontrar la punta de la madeja, piensa: escribe. Escribir es poner a funcionar coordinadamente una serie de músculos, huesos y tendones que tienen que ver con el movimiento de la mano. Desde ese punto de vista, el dibujar las letras, o copiarlas, es relativamente fácil (aunque algunos no lleguemos jamás a la elaboración de una letra medianamente legible), pero el proceso de la composición escrita –o el concepto superior de lo que es escribir- es algo mucho más complejo y tiene que ver con la elaboración del pensamiento. Esto es, escribir representa un largo y sinuoso camino que comienza en el cerebro y termina en los dedos. Cuando una persona elabora un texto (resumen, ensayo, carta, etc.) aparte del contenido del escrito, esto es, de las ideas que quiere expresar, echa mano de una serie de conocimientos previos que tiene acerca de la escritura y que han sido aprehendidos a través de los años, desde antes incluso que aprendiera formalmente a escribir. Montserrat Castelló Badía, en su texto “El conocimiento que tienen los alumnos sobre la escritura” (en Pozo y Monereo. 1999. El aprendizaje estratégico. Santillana: Madrid) ubica cuatro tipos de conocimiento previo que tienen los alumnos sobre la escritura y que son fundamentales al momento de la composición, a tal grado de hacer fácil o difícil el ejercicio de escribir. El primero de ellos es el conocimiento del código, esto es, la posibilidad de utilizar el sistema de la escritura de manera adecuada, principalmente en sus aspectos gráfico y ortográfico; el segundo conocimiento previo corresponde a la cantidad y el tipo de conocimientos lingüísticos que el sujeto posee, lo que redunda en la coherencia y cohesión del escrito, tanto a nivel de la frase como a nivel del texto, y que tiene que ver con la sintaxis, la semántica y la pragmática; el tercero se refiere a los conocimientos que la persona posee acerca del tema sobre el que va a escribir ya que, obviamente, mientras más información se posea más fácil resultará redactar; y el último de estos conocimientos previos tiene que ver con lo que el sujeto sabe sobre el proceso de composición, esto es, sobre las diferentes actividades mentales (planeación, organización, producción, corrección, evaluación) que la escritura conlleva y que tienen que ver con la experiencia que se tenga de redactar. Estos conocimientos previos deben tomarse en cuenta a la hora de que los docentes pidan a los alumnos que redacten para así predecir lo que son capaces de hacer, pero no sólo eso, sino que pueden –y debende hacérselos conscientes (conocimiento metacognitivo) con el fin de

desarrollarlos intencionadamente como un medio de acrecentar su competencia en el difícil pero maravilloso arte de escribir.

Lectura y comunicación Vivimos en un mundo letrado. Antes de llegar a la escuela –aún al Jardín de Niños- los niños ya tienen noción de la escritura: cómo es, cómo se hace y que significa algo. Conforme avanzan en su vida se dan cuenta de que el soporte de la escuela es la letra, la escritura y, claro, su contraparte, la lectura. A partir de sus primeros años escolares y hasta que terminen su proceso educativo en la escuela, sus ojos habrán pasado por sobre miles de páginas en libros, apuntes, fotocopias y pantallas de plasma. Aunque la exposición y la guía del maestro son fundamentales para el aprendizaje, las mayores posibilidades de acceso a la información son las que pueden lograr mediante la interacción con los libros. De ahí la importancia de formar buenos lectores autónomos, capaces de buscar, analizar y usar la creciente información a la que cada día es más sencillo acceder. Pero la lectura traspasa los límites escolares; aunque se van prefigurando ya nuevos lenguajes más simbólicos que tiene la virtud de estar más allá de los idiomas particulares, y por tanto al alcance de todos, aún los no letrados, el desciframiento de las formas escritas todavía es fundamental para moverse eficazmente en el mundo. El papelito habla sigue siendo vigente y lo será por un buen tiempo más; por escrito se encuentran convenios, anuncios, instrucciones, noticias, saberes, ideas, proclamas, insultos, versos… Las actividades de la vida cotidiana en donde interviene o está presente la letra son incontables, y, siendo gráficamente las mismas, según la intención del escrito, adquiere un tono y un carácter distinto en cada caso. La letra toma la forma del tipo de texto que la contiene. Dorothy H. Cohen (1997), en su libro Cómo aprenden los niños (SEP. México) afirma: “La lectura, durante los años intermedios de la niñez, no debe ser una materia aislada aprendida en el colegio, sino un proceso de comunicación fundamental para mucho de lo que es importante e interesante en la escuela. Leer es una manera (y a medida que pasen los años será cada vez más importante) de recibir ideas y conocimientos de personas que de otro modo serían inaccesibles”. Por ello, la lectura en la escuela debe plantearse no como un aprendizaje aislado más, como una “hora de la lectura”, sino como el desarrollo de una habilidad que es el eje de la formación del estudiante. La escritura es un acto de comunicación que trasciende tiempo y espacio, y la lectura la llave para entrar en su significado. Darle a la lectura la real dimensión de su importancia por parte de los docentes es imprescindible, pero más importante aún es ayudar a desarrollar en los alumnos la idea de que leer, leer cada vez mejor, es fundamental para su vida.

Producción de textos Hay una conocida máxima que dice que a escribir se aprende escribiendo. Parece una obviedad, pero su sentido va más allá de lo literal pues no habla del acto físico de escribir, esto es, del conocimiento del código y el trazo de las grafías, sino del proceso mental que conlleva la producción de un texto. Aunado a la comprensión y dominio del código, el alumno de preescolar y primaria necesita enfocar la atención al contenido del texto que escribe, el cual deberá ser, desde un principio (aun el dibujo o el garabato), coherente y con sentido, con un mensaje, un destinatario y un propósito, de tal manera que en el aula se reproduzca, de la mejor manera, la función social de la escritura. Producir un texto –entendido como el pensarlo y escribirlo- es una actividad que se va aprendiendo paulatinamente, mediante acercamientos sucesivos, aproximaciones continuas, en una espiral que se prolonga durante toda la vida. Esto es, el nivel de competencia escritora de una persona va cambiando a lo largo del tiempo. Estos cambios tienen que ver con varias situaciones y posibilidades; una es el conocimiento que quien escribe tiene de otros textos, pues, se sabe, que, por ejemplo, detrás de un gran escritor hay un gran lector; otra es la práctica constante y su monitoreo, que nos permita, por un lado, identificar y corregir errores y limitaciones, y, por otro, reconocer y aprovechar aciertos. Así como es recomendable crear, tanto en la escuela como en la casa, desde los primeros años de vida del niño, un ambiente propicio a la lectura, es igualmente importante crear un ambiente propicio a la escritura. Para ello, la primera condición será desarrollar la noción de la necesidad de la escritura, entender que en la escuela y más allá tiene una función en la que están inmersas millones y millones de personas en el mundo; que prácticamente en todos los ámbitos de la vida social, cultural, política, religiosa, económica, escolar, militar, etc. está presente la escritura; que existen lugares destinados exclusivamente a la guarda de textos pues su contenido sigue siendo importante aún años después de haber sido escritos; que escribir es un acto humano que nos acerca a otros y a nosotros mismos. En el ámbito escolar, la escritura como objeto de estudio o como forma de mostrar habilidades y conocimientos está presente desde los niveles más elementales hasta los superiores, con sus distintas modalidades y grados de dificultad, por supuesto. Conviene en todo ese tiempo no perder de vista que mucho de lo que se trabaja con la escritura en la escuela debe servir para manejarse en la vida, para moverse con soltura en un mundo letrado.

Producir un texto, trátese del tipo que se trate, es siempre un logro, tanto en el aula como fuera de ella, y hay que estimular y motivar a quien lo escribe, especialmente si se trata de niños y jóvenes.

Vargas Llosa y la lectura “Como todos los escritores, antes de escritor, fui lector. Creo que aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida. Recuerdo el extraordinario enriquecimiento que significó para mí empezar a leer, es decir, empezar a vivir a través de la lectura, muchas más vidas de las que yo podía aspirar a tener, poder viajar en el tiempo, en el espacio, cambiar de identidades y situaciones. La lectura sigue siendo todo eso para mí: un extraordinario placer, el más rico y diverso de los entretenimientos. Sé que se puede justificar la lectura por muchas razones, pero para mí ésta ha sido siempre la primera.” Esta cita es de Mario Vargas Llosa, peruano –y español-, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, y autor de una serie de novelas impresionantes que lo sitúan como uno de los más grandes novelistas latinoamericanos de todos los tiempos, y entre las que figuran La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la Catedral, La guerra del fin del mundo y La fiesta del chivo, entre muchas otras. La idea de que detrás de todo gran escritor hay un gran lector es reafirmada aquí por Vargas Llosa. La lectura, desde los primeros años, no sólo va forjando el gusto por la actividad al grado de convertirla en hábito – en un vicio a veces-, sino que va nutriendo, desarrollando, de manera callada, imperceptible, esa potencial capacidad para escribir. Mucho de lo que Vargas Llosa –como todos los escritores- ha vertido magistralmente en sus páginas y que tanto deleita a sus lectores, lo ha seguramente cosechado durante sus propias lecturas, lo ha atesorado durante su propia travesía como lector. Y no me refiero a que haya realizado plagio o copia o siquiera imitación, no. De las cosas que se leen, el cerebro aprende de dos maneras: una conciente, que tiene que ver con retener datos, información (nombres, anécdotas, tramas, descripciones…), cosas que en un momento dado pueden nombrarse, recordarse; y la otra, inconciente y más sutil, que tiene que ver con el aprendizaje de estructuras narrativas, de usos lingüísticos, de variantes estilísticas, de recursos retóricos, de una serie de elementos que constituyen el andamiaje de la obra literaria, su forma de decir el fondo, su manera de desarrollar el asunto; un aprendizaje que se va filtrando, como la

humedad, que se va estableciendo en una zona no conciente pero que van construyendo los propios recursos narrativos del escritor. La habilidad de la escritura se cimenta en gran parte en la habilidad de la lectura. Intervienen además las experiencias de la vida misma, las capacidades individuales de observación, abstracción, análisis, síntesis, comparación, y un largo etcétera que dan a cada quien una particular visión e interpretación del mundo. Mucho de lo que somos como escritores (profesionales, aficionados, ocasionales) se lo debemos a las lecturas que hemos hecho en la vida, a lo que hemos aprehendido oficiando como lectores, tal como lo afirma líneas arriba Mario Vargas Llosa, y eso reafirma la importancia que la lectura tiene en este nuestro paso por el mundo. Filed under: Ensayos | Leave a comment »