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PAI DÓS EDUCADOR Lluís Duch I lhllIlO.' lillllns publicado;;: 7.\. R. e Orcm - Lateorí" \" el método MO/lleSSuri en lo

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PAI DÓS EDUCADOR

Lluís Duch

I lhllIlO.' lillllns publicado;;: 7.\. R. e Orcm - Lateorí" \" el método MO/lleSSuri en lo aClualidod

7 l. i\. T. Jcrs ild - La p"no; /(¡/idod del maeslro

7 ~. C . B. Chadwick - Tecnolog ía educacionallmm el doren te

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77 . J. Bruncr - La impor/ancill de la educación n. M. Sc lvi ni Palazzo li y Olros - El n/ll,~o sin magia

7'), M. Ram,cy - El jordfn de infames

XII. J. Held - / .os nilios y la lileralurafimlríslicu

Xl . ;V!. M ce n~s - Cóm o {'.;'. 11-12.

LAS ESTR UCr UR AS DE ACOGJD A

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.2. 1.2. La comunidad

La comunidad es el lugar natural donde el ser humano tiene que se r acogido y reconocido. Pero al propio tiempo conviene dejar bien claro que la comunidad humana no es algo meramente «natu­ ral», instintivo, sino que es indispensable llevar a cabo la construc­ ción comunitaria de la realidad, y no limitarse, como acontece con su m a frecuencia, a su mera «construcción social». No cabe la menor duda de que la crisis actual, crisis de acogi­ miento y de reconocimiento al mismo tiempo, se experimenta de m anera muy aguda como crisis de la comunidad. ¿Qué es una co­ munidad? Para responder a esta cuestión seguiré los análisis del an­ tropólogo británico Victor Turner, que ha aportado una de las con­ tribuciones más valiosas a esta temática . ' i Este autor manifiesta que la comunidad «es una rela ción entre individuos concretos, históri­ cos y con una idiosincrasia determinada, que no están segmentados en roles ni en posiciones sociales, sino enfrentados entre sí, un poco a la manera del "yo" y d el "tú" de Martin Buben>." El hecho de en­ contrarse «enfrentados directamente entre sí» sin la predetermina­ ción establecida por los cauces legales, econórnicos, culturales, etc., es la característica más relevante que Turner atribuye a la auténtica comunidad. Es una realidad incontestable que esa manera de en­ tender la comunidad es una idealidad previa a la institución de las «normatividades» coercitivas, que aseguran el ejercicio del control social por mediación de roles y de posiciones. En este caso, como en muchos otros, lo inmediato precede a las elaboraciones culturales. Turner no deja de subrayar que esa comunidad ideal más que una magnitud histórica concreta es un tipo ideal, que debería permitir en el flujo de los tiempos y en la variedad de los espacios la rectificación de las tendencias hacia la burocratización y el anonimato, que son ine­ vitables en todas las sociedades humanas, porque incesante e inevita­ blemente se encuentran sometidas a los procesos de institucionaliza­ ción. No debería olvidarse que la búsqueda del «paraíso perdido», es decir, de una comunidad, cuyas señas distintivas son la inmediatez y la autorreferencia fraternal de todos sus miembros, ha sido una cons­ tante en la historia de la humanidad. Quienes, en el pasado y el pre­ sente, se han lanzado a esa empresa estaban plenamente convencidos 17. Véase V. TURNER. El proceso ritual. Estructura y alllieSIructura, Madrid. 1988, esp. cap. IV (pá gs. 137·169). 18. T URNE R, a.c., pág. 138. Véase M. BUBER, Jo i JÚ. Trad. de Lluís Duch, Barcelona, 1994.

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LA SlTUACIÓN ACTUAL DE LAS TRANSMISIONES

LAS ESTRUCTURAS DE ACOGIDA

de que la inmediatez del «paraíso reencontrado » podría llegar a ser una realidad palpable en los diferentes aspectos de su vida cotidiana. En este sentido, los místicos de todos los tiempos y de todas las latitu­ des, tanto si mantenían una concepción personal como impersonal de lo Absoluto, han visto en la unio mystica, el paraíso reencontrado, la comunidad perfecta, en la cual las «distancias» legales y culturales en­ tre sus miembros no sólo habrían sido abolidas «sociológicamente», sino que, para utilizar una expresión bíblica, ya se daba «Dios todo en todos» (1 Cor 15, 28): la comunidad perfectamente realizada y la ar­ monía cósmica ya era la realidad que todo lo envolvía y santificaba. Me parece que la trágica realidad de nuestros días consiste en que hay muy pocas comunidades que, al menos tendencialmente, busquen este encuentro inmediato, cara a cara, corazón a corazón, de sus miembros. A menudo, en las llamadas «comunidades» im­ peran como factores (des)estructuradores o bien la indiferencia o bien ellegalismo, porque el «mundo moderno», al menos desde la Ilustración hasta prácticamente los años posteriores a la finaliza­ ción de la segunda guerra mundial (1945), ha considerado que la inmediatez era algo muy peligroso y, sobre todo, muy poco «renta­ ble». Como veremos más adelante, el hundimiento de las estructu­ ras de acogida y de las transmisiones que deberían llevar a cabo constituye el centro capital de la actual crisis de la sociedad occi­ dental. La intensa y extensa proliferación de «comunidades cáli­ das» -Henri Desroche empezó a utilizar esta expresión a raíz de los acontecimientos del mayo francés de 1968- es un síntoma elo­ cuente de la necesidad que experimentamos de encontramos aco­ gidos y reconocidos en un mundo en el que la «moral de los afec­ tos », muy a menudo, ha sido sustituida, de acuerdo con una expresión de Alexander Mitscherlich, por «la incapacidad de com­ padecer» y por el decisionismo violento y deshumanizador de la «moral del poden). '9 Debería tenerse presente que vivir humana­ mente, como quería Antoine de Saint-Exupéry, significa tener y cul­ tivar vínculos personales. Obviamente, no se trata exclusivamente de los vínculos que mantiene el animal con su entorno natural, si­ no de una cualidad específicamente humana de sentirse religado mediante la constitución de un nosotros, que supera los modos y maneras del simple vivir «alIado de», para que sea posible alcanzar el «convivir con». Entonces, superado el instinto de «autodefensa­

agresión», es decir, el miedo como desencadenan te de la maldad humana, el otro, el tú, se convierte en la condición ineludible para la afirmación del yo. Estamos convencidos de que los vínculos hu­ manos ponen de manifiesto que el ser humano, para que realmen­ te alcance su verdadera estatura humana, debería ser un ser cor­ dial, provisto de una genuina «geografía espiritual» en la que fuera factible el descubrimiento progresivo de su verdadera contextura misteriosa, de tal manera que, como decía Goethe, estuviera en dis­ posición de percibir en todo lo que es pasajero una parábola de lo Eterno. Además no debería olvidarse que el sentido de la vida no es algo de lo que se pueda disponer individualmente, sino que se cons­ tituye en la comunicación, es decir, mediante la comunidad .

19. Soh,'c el particula r, véa se L DucH, Tran s parencia del món i capacitar sacra m en­ 175- J 89.

III /' L sltlllis s()!Jre els re¡¡ómens religiosos, Mont serrat, J 988, págs.

1.2.1.3. Lengua materna y teodicea práctica En este contexto deberíamos referirnos largamente a las cues­ tiones en torno a la «lengua materna» que, en algunas corrientes ro­ mánticas del siglo pasado (Herder, Humboldt), fue concebida como una praxis teodiceica pedagógicamente eficaz para hacer frente a las situaciones conflictivas y desestabilizadoras que jamás dejan de plantearse en la vida cotidiana .20 Sin embargo, conviene no olvidar que la pedagogía como teodicea sólo es realizable y transmisible en el seno de la comunidad. Además debe tenerse muy en cuenta que el ámbito de lo pedagógico se establece exclusivamente con el concur­ so de aquellos lenguajes que hacen posible la superación del umbral de la mera información. Se trata , en efecto, de vehículos apropiados para introducir la auténtica comunicación entre los seres humanos. Podríamos decir que el ser humano experimenta la necesidad de la lengua materna en un doble sentido: para expresarse, la comunidad debe aprender y practicar los lenguajes , pero el auténtico uso de los 20. Véase los escri tos de W. HUMBOLDT, Escritos so bre el lenguaje. Prólogo de José Ma­ ría Valve rde , Barce lona , J 991. Ade más: L WE1SBERGER , Dos enroques de/lenguaje. «Lin­ güística» y ci encia ene rgética del lengu aje , Madr id, 1979; DucH, Religión y Inu ndo moder­ 110, ya citado, págs . 279-285 . So bre las correl acio nes e ntre lengua y te mperam e nto , visión del mund o, mentalidad , etc. , véase G. H ÉRAUT, «Int roducti on a I'e thnopoli tiq ue» : Les ré­ .~ions d'Europe, Niza, 197 3, págs . 22-24. Aquí también sería con ve niente tener en c ue nta los escritos de B. L . WH ORF , Lenguaje, pensamiento y realidad. S elección de escr itos, Bar­ celona, 1971 . Desd e una perspecti va filosófi co-hermenéuti ca, resultan sumamente inte­ resa ntes las agudas reflexiones de E. B1SER, Religiose Sprachban-iere11. Aufbau einer Logo1./]Jo ri! lik, Mun rc h , 1980 y de G . WOHLFART, Del1kel1 der Spra che. Sprach e ul1d KW1St bei VicIJ. Hal1llll/Jl. Humboldt un d Herdel; Friburgo -Munic h , 1984 , págs. J 67-207.

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LA SlT UA ClÓ N ACTlu \l . DE LAS TRA NSMJSJONES

lenguajes se plasma en fo rma de com unidad. Humboldt lo expresa con rotundidad: "La producción del lenguaje es una necesidad íntima de la naturaleza humana; no se trata por tanto de un mero intercam­ bio social en vistas a la información, sino de algo asentado en su mis­ ma esencia, imprescindible para el fun cionami ento de las potencias espiritu ales [d e la naturaleza humana ] ».21En esta exposi ción nos li­ mi taremos a señalar un pa r de ideas en torno a la lengua materna, que son importantes en relación con la problemática que nos ocupa. Entendernos p or «teodiceas prácticas »22 el co njunto de repre­ sentaciones, actitudes y sentimientos qu e el ser huma no pone en prác tica en su vida co tidiana para superar los callejones s in salida a donde, con gra n frecuencia, le conducen los azarosos camin os de su vida. De esta manera, en su paso por el mundo, pued e lan zarse a la búsqu eda d el sentid o. Éste, debe señalarse sin ambages, no es un a priori, una es pecie d e facticidad inmanente a los procesos his tó­ ricos, sino que se tra ta s iempre de un a pos teriori, d e un incesant e «alejamiento » d el caos del seno del cosmos, d e una den omin ac ió n q ue realiza el ser humano con e l impresc indibl e co n c urso d e los le n guajes. Las teodic eas prác tic as no pu ed e n activarse exclusiva­ m ente, co mo sucede en los animales, m ediante los resortes del ins­ tinto, sino que requieren imperiosament e la acción benéfica d e la pala bra human a adquirida mediante los procesos d e a prendizaje en el seno de las estructuras d e acogida Y Los románticos redesc ubri eron, en op osición direc ta al ta lante «universali zador » y abstractivo d e la Ilustración, la lengua materna corno el factor decisivo p a ra que el ser human o es tuviera bien dis­ p uesto a ser ac ogido en un mundo, que, jus ta m e nte por m edi ac ión d e la acogida, se podría convertir en su mundo. Expresándolo de una m a nera m ás concreta: la lengua materna permitía que el infans no sólo adquiriese la ca te goría de parlante de una lengua determinada, s ino que sobre tod o le facilitaba la configuración d e su propio mun­ d o, de tal manera que el caos, qu e s iempre es al mismo tiempo «caó­ tico» e «informe», podía con ve rtirse en un cosmos informado, en el cual la orientación para proceder a la búsqueda del sentido podía ser posible. Benj am in Lee Whorf, qu e muy proba bleme nte d esconocía 2 1. W. H l l\l BOLDT, cil. VALVE RDE , " Pról ogo» a O. C., págs. 13-14. 22 . Me dian te la expres ión «teodi cea práctica » d eseamos to m ar dista ncia respecto a 1" ll-odil:'::1 s i" Tl J1'. 1\("0(;11)1\

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.I ()na s a propósito de esta problemática: «La responsabilidad es una función del poder (Macht). Alguien que no tenga poder, tampoco Ic ndrá responsabilidad. Se tiene responsabilidad de lo que uno ca usa (anrichten). De lo que uno no produce, no necesita responsa­ hili zarse ».46La renuncia a las responsabilidades públicas que se ob­ se r va en el momento actual es tanto más grave por cuanto el au­ men to del poder del ser humano ha alcanzado cotas que eran inimaginables para las generaciones que nos han precedido. Sin embargo, es necesario tener presente que el «principio res­ ponsabilidad» invocado por Hans Jonas adquiere su plena realiza­ ció n a través de una administración del poder justa y humanizado­ ra. Pero no cabe el menor atisbo de duda de que se encuentra directamente relacionado con la cuestión: ¿dónde se encuentra ubi­ cado en esta época finisecular, que es la nuestra, el poder? ¿Quién, efectivamente, lo ejerce como consecuencia de la aceptación o del rechazo de sus responsabilidades? Jonas argumenta: en la moderni­ dad, «proporcionalmente, tal vez, el poder del individuo ha dismi­ nuido. Pero es indudable que lo que ha aumentado es el poder rela­ tivo de las colectividades tales como, por ejemplo, el poder del s ujeto activo "la industria" »:7 Aquí es donde se detecta el cambio profundo que ha tenido lugar en los tiempos modernos y que ahora se percibe con una claridad que no se poseía hace sólo unos cuantos años. El «principio responsabilidad» ya no es ejercido prioritaria­ mente por individuos concretos y aislados que toman sus decisio­ nes, sino que son unas entidades colectivas (Gemeinwesel1) de ca­ rácter político-social las que tienen en sus manos el ejercicio de las responsabilidades o, por el contrario, la dimisión de ellas" 8 Actual­ mente, son esas entidades colectivas las que tienen las claves del po­ der. Los individuos como tales acostumbran a ser seres desvalidos, irresponsables por consiguiente, en el seno de los «grandes cuerpos sociales». Ha tenido lugar un viraje enormemente significativo: la toma de decisiones ha pasado de la esfera privada a la pública. Ante esta nueva situación, la pregunta que se plantea -y que en el futuro adquirirá aún mayor agudeza- no es tanto: «¿cómo puedo y o llevar una vida con sentido y honestidad?, sino: ¿qué podemos hacer nosotros (ese gran "supersujeto" que actúa como un todo, 46. H. JONAS, Techuik, Medi zil1 ul1d Elhik Praxis des PrinZ.ips Veranlwortullg, F ra nc­ Io n d el Meno, ] 987, pá g . 272. 47. Jo ~.\s , Techl1ik, Medizil1 ul1d E/hik, ya ci ta d o, pág. 274. 48 . Véase JONAS, a. c., págs . 274-275.

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LA SI T UACi ÓN ACT UAL UE l.AS TRA NSMI SIONES

I.I\ S I·S rl{I J(TI IRA S D E ACU G IDA

que es la humanidad actual de la civilización técnica) para que la humanidad no se comporte de tal manera que las futuras posibili­ dades de los hombres, tal como son o tal como deberían ser, no se malogren por anticipado? ».49 No nos cabe la menor duda de que en un futuro próximo este cambio de perspectiva conducirá a transformaciones muy profun­ das -no siempre positivas- en la configuración de las relaciones so­ ciales. Algunas de ellas , sobre todo en el campo económico, indus­ trial y político, ya pueden percibirse con una notable claridad. Ante esta nueva situación, la praxis pedagógica deberá buscar alternati­ vas realmente humanizadoras, porque el ejercicio de responsabili­ dades públicas continuará siendo un factor determinante en la co­ rresidencia como estructura de acogida. El ser humano , a pesar de las grandes mutaciones que, presumiblemente, intervendrán en la configuración de la vida pública, nunca dejará de ser un animal po­ lítico, porque siempre dispondrá de poder, es decir, siempre será res­ ponsable; siempre será responsable aunque el poder ya no lo ejerza el yo de la modernidad , sino el nosotros de la postmodernidad. En el momento presente, la crisis de la ciudad ha alcanzado unas dimensiones que sobrepasan las dimensiones del simple «espacio ur­ bano » en sentido convencional. Por mediación de las ideas de liber­ tad , paz, responsabilidad y justicia, la tradición ilustrada occidental acotó el ámbito que se consideraba idóneo para la convivencia hu­ mana. Actualmente no basta esta delimitación, sino que es necesario añadir otro componente imprescindible: la preservación del espacio natural (ecología) . Hasta hace relativamente poco, las reglas de la convivencia de los humanos y su contenido social, económico y cul­ tural habían constituido el objeto de la política . Las premisas natu­ rales de la vida -la naturaleza- , sin embargo, por lo general no ha­ bían merecido ningún tipo de atención ni por parte de los políticos en sentido estricto ni tampoco por parte de la religión (teología). Co­ mo máximo, los especialistas se ocupaban del sentido trascendente de la realidad en tanto que ordenación divina, pero en ningún caso del agua, la flora , las especies animales, el espacio boscoso y urbano, la contaminación, etc . En el momento presente es absolutamente necesaria una conciencia ecológica, que ponga de manifiesto la res ­ ponsabilidad ecológica de los individuos que quieren vivir como ciudadanos, es decir, como corresponsables y administradores del espacio vital humano . Como ha dicho un político alemán (de los ver­

des): "Tenemos que dejar a nuestros hijos un mundo, en el cual tam­ hién ellos puedan ser ciudadanos y no meros reparadores de un mundo que se agrieta por todos lados » (Winfried Kretschmann),

49 . J ONAS, O.C., pág. 27 5.

1.2.2.2.3. Cotrascendencia La tercera estructura de acogida que experimenta una crisis pro­ junda es la que se agrupa alrededor del grupo de la cotrascendencia, que antaño había reunido a los miembros de la sociedad , al m argen de bs convicciones religiosas personales de cada cual, en torno al mismo cuerpo de creencias y prácticas simbólicas. De esta manera quedaba ;I scgurada corporativamente la correcta relación del ser humano con lo invisible, con la trascendencia. Es evidente que la crisis de la co­ I ra scendencia tiene mucho que ver con la pérdida del