discurso sobre la tecnologia.docx

Problemáticas: A continuación hemos optado por abordar algunas de las problemáticas que surgen del desarrollo tecnológic

Views 108 Downloads 2 File size 393KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Problemáticas: A continuación hemos optado por abordar algunas de las problemáticas que surgen del desarrollo tecnológico. Para tratar de transmitir correctamente la reflexión, hemos dividido nuestro análisis en cinco apartados -La primera problemática que queremos abordar es la siguiente: La tecnología no puede considerarse nunca como neutral y objetiva. Está imbricada con numerosos factores políticos, económicos, ideológicos, etc. Lo que pasamos a poner en duda es la afirmación de que los artefactos tecnológicos –máquinas, estructuras y sistemas- sean únicamente evaluados en términos de productividad y eficacia. Debemos tener en cuenta las formas en las que se desarrolla en un sistema social y las relaciones de poder generadas en el mismo. La decantación por un sistema tecnológico concreto tiene un efecto directo en las condiciones en las que las relaciones humanas se sitúan en relación a la estructura y les afecta directamente en su desarrollo vital. (Winner, 1983) En el caso la automovilidad podríamos observar como ciertas empresas como Volvo o Google está directamente interesadas en la implementación de la conducción autónoma (Abril, 2014), justificando la tecnología en los altos índices de siniestralidad. El lobby automovilístico es tan potente que han conseguid –entre otras cosas- el desarrollo de leyes para vehículos autónomos en algunos estados de EE.UU. Además, es curioso como el escaso esfuerzo retórico necesario de estos agentes para convencer a las instituciones de la utilidad tecnológica, pero esto lo explicaremos más adelante. -La segunda problemática es una tendencia hacia el tecnodeterminismo . Esto es la articulación de un discurso dominante que la sitúa en una posición incuestionable, llegando incluso a “coquetear” con el misticismo y la magia. Parece ser que el discurso tecnológico y científico ha desbordado todo el pensamiento occidental situándose en un paradigma de dominio absoluto. En el apartado anterior explicábamos su conexión directa con la política, sin embargo, en este fragmento trataremos de explicar cómo se articula un discurso tecnocientifico apenas cuestionado. A lo largo de los dos últimos siglos la palabra tecnología ha estado muy ligada al término progreso, dotando al concepto de una idea de mejora y avance irremediablemente positivo. Sin embargo, la tecnología no forma parte de una reproducción natural, sino que está mediatizada cultural y socialmente. Los aparatos electrónicos tienen un fin y están muy ligados a los modelos socioeconómicos y la manera de pensar de las comunidades. Así, nuestro modelo está directamente relacionado con las revoluciones industriales que nos preceden, el capitalismo y el consumo masivo, con un “combustible principal: la competitividad” (Alonso y Ardoz, 2004 p.48) La ciencia –y en consecuencia la tecnología- forman parte de los que Foucault llamó regímenes de verdad (Foucault, 199 p.187). En la línea de los paradigmas de Kuhn (Alonso y Ardoz, 2004 p.20), la ciencia y la tecnología gozan de una posición discursiva de privilegio. Esta posición les permite quedar fuera del cuestionamiento cotidiano –o incluso dentro del propio ámbito- resultando en un conocimiento difícil de contradecir. Sin embargo, esto no escapa a la ideología, pues la ciencia es una entre las muchas formas de pensamiento que han desarrollado los individuos. En la línea de Feyerabend podríamos sostener que la ciencia representa una forma ideológica de pensamiento y que puede alcanzar posiciones no muy lejanas al dogma religioso. Si la ciencia se base en seguimiento de leyes estáticas es irrealista y pernicioso (Feyerabend, 2003.) Otro de los problemas que nos produce el tecnodeterminismo es el desequilibrio derivado de los expertos, o en otras palabras la exclusión de una parte de los agentes implicados. El grado de cualificación necesaria para hacer uso de los artefactos derivados de la tecnociencia es cada vez más elevado y exclusivo por lo que se reduce en términos democráticos el número de agentes con capacidad directa de intervención en numerosas acciones. En palabras de Eugenio Moya “Este régimen epistemocrático excluye cualquier discusión pública y consciente de los ciudadanos hasta de asuntos que le afectan directamente: seguridad, salud, calidad de vida.” (Moya, 1998 p.224) Es innegable la gran aportación transformadora de la ciencia en nuestra sociedad, sin embargo, hoy está situada en el pedestal de la verdad, de la “no duda”. La vinculación

entre tecnociencia y Estado es total siendo este el eje principal que sostiene la política occidental. Esto provoca que esta episteme forme parte de una ideología que creen no tener. Los ciudadanos pueden encontrarse desposeídos ante tal desequilibrio en las posibilidades de participación en la toma de decisiones. Además, si tenemos en cuenta lo que mencionábamos en el punto anterior intervienen importantes fuerzas económicas escudadas bajo un discurso tecnodeterminista que las avala. En nuestra opinión esto aumenta las problemáticas puesto que concentra el poder en un grupo de agentes muy reducidos los cuales son movidos por el grado de eficiencia y productividad económica que les proporciona. En el otro lado podemos destacar un “contrapoder ciudadano” que trata de poner en duda este gigante tecnoestructural que les deja fuera de cualquier intervención relevante. Serían lo que los profesores Lafuente y Corsín llaman comunidades de afectados. Estos grupos tratan de ser empoderados en este sistema totalmente vertical. (Lafuente y Corsín, 2010) En el caso del mundo automóvil existe un ejemplo ya bien conocido: el caso del coche eléctrico en EE.UU. En el año 1990 se aprobaba en California la ley: “Vehículo de emisión cero” que obligaba a todos los fabricantes dar una alternativa “sin emisión” a los consumidores. Esto generó la comercialización por parte de General Motors del vehículo eléctrico EV1 –entre otros-, con una eficiencia bastante importante. Sin embargo esta historia serie tan innovadora como efímera y ningún coche llegaba a venderse. El lobby automovilístico –respaldado siempre por el sector político- consiguió revocar la ley y GM destruyó toda su flota de vehículos. Lo que ocurrió fue algo realmente extraño: los coches de GM que circulaban por las autopistas lo hacían bajo un régimen de alquiler y por lo tanto fueron retirándose rápidamente de las calles. Esto generó una comunidad de afectados –siguiendo la terminología de Lafuente y Corsín- que vio como eran desposeídos de un coche silencioso, limpio y ligero. Esta comunidad luchó sin resultado aparente, sin embargo, si consiguieron situar en la luz pública esta problemática. (Paine, 2006) Este ejemplo que bien podría hilarse con el apartado anterior, -o incluso con los siguientesha sido extraído para evidenciar como la torpeza con la que puede actuar la tecnología y la ciencia en algunas ocasiones. Sitúa a la ciencia de manera evidente en la situación dogmática que antes mencionábamos, donde la economía y la política son los motores del cambio. Lo que es técnicamente rentable y posible para los fabricantes pasa a ser considerado en términos de deseabilidad social y progreso. Con esto tratamos de cuestionar los conceptos que generalmente envuelven el ámbito tecnocientífico: progreso, avance, alternativa única y necesaria, “el camino del futuro, y un largo etcétera. -La tercera problemática es fruto del problema anterior y es una preocupante tendencia hacia el solucionismo. O en otras palabras: la tendencia a considerar a la tecnología como la respuesta a cada problema social. En primer lugar, queremos distanciarnos de las visiones salvadoras y apocalípticas que maquillan el ámbito tecnológico. (Morley, 2008 p.175) Lo que queremos cuestionar es la tendencia a situar la tecnología como la solución “sabida” a las diferentes problemáticas – planteadas o no- que surgen en la sociedad. Parece ser que el discurso dominante ha conseguido posicionar a la tecnología en el plano de la necesidad. En nuestra opinión esta es una tendencia peligrosa, puesto que no se trata de una dimensión natural, sino cultural. La necesidad es construida socialmente, no se trata de algo intrínseco a la especie humana. Siguiendo a Bustamante: “Como consecuencia, debemos desechar la creencia según la cual el progreso técnico obedece a una lógica interna y a un modelo de desarrollo universal necesario”. (Bustamante, 1993) Resulta difícil respaldar un discurso de la necesidad si tenemos en cuenta los argumentos que hemos destacando anteriormente, donde diferentes conflictos de intereses trataban de imponer una determinada ruta tecnocientífica. Pero si atendemos al término con el que hemos nombrado este apartado hemos de destacar las aportaciones de Morozov. La tendencia nos lleva a elaborar “respuestas para preguntas que no han sido plenamente formuladas” (Morozov, 2023. P.19) Con esto el autor no pretende desplazar de la inmediatez cuestiones urgentes como las

medioambientales o enfermedades, sino destacar que la urgencia que requieren algunos problemas no debe derivar en una legitimidad absoluta a la tecnología. Esta tendencia a centralizar y acotar la mirada solutiva puede desembocar en una irracionalidad de una supuesta racionalidad. Otra posible consecuencia derivada del solucionismo es la de considerar problemáticas solo aquellas soluciones que la tecnología puede resolver. Efectivamente, esto nos plantea la asociación entre tecnología y dogmatismo que mencionamos en el apartado anterior. Para el propio autor esto podría ser considerado incluso una “patología intelectual que identifica a los problemas en base a un solo criterio: el de si los problemas pueden o no resolverse mediante una buena y limpia solución tecnológica a nuestra disposición”. (Morozov en Marcus, 2012) Nos resulta interesante en este instante destacar las siguientes palabras: de Espinar y González: “Los jóvenes han interiorizado el discurso dominante según el cual el futuro depende, en gran medida, del progreso tecnológico y del control de las nuevas tecnologías. Saben que su porvenir social y profesional les exigirá ser competentes en el uso de estas herramientas”. (Espinar y González: 2011). Es tal el grado de propagación de las “necesidades” y “bonanzas” de las soluciones tecnológicas que probablemente su desarrollo y dominación del discurso “solucionista” sigan aumentando a un ritmo acelerado. En cuanto a los coches autónomos hemos percibido como este mensaje solucionista inunda el discurso que elaboran fabricantes como Volvo o el gurú mundial de esta tecnología Raúl Rojas. De esta forma se presenta como la solución necesaria y prácticamente evidente para resolver las problemáticas derivadas de la automovilidad. -La cuarta problemática es causa y consecuencia de las anteriores. El desarrollo exagerado del control y monitorización de todos los aspectos posibles de la vida. En esta ocasión nos parece oportuno destacar las problemáticas derivadas de la búsqueda de un control absoluto de todos los aspectos de la vida. En esta búsqueda inagotable de eficiencia, predicción y productividad se desarrolla una vigilancia y un control absoluto de las actividades que envuelven todos los aspectos vitales del ser humano. Para explicar esto de una manera clara nos resulta interesante recurrir al trabajo de Ritzer sobre “La Mcdonalización de la sociedad” . El autor, poniendo como ejemplo la famosa cadena de comida rápida, desarrolla algunas ideas sobre la tendencia la búsqueda de la eficacia, el cálculo, la predicción, la uniformidad y el control del proceso productivo. Al aplicar el mecanicismo desarrollado por el fordismo y tailorismo logramos una sensación de rendimiento mayor evitando sorpresas “no deseadas”. De esta manera la tecnología deviene en una herramienta de la predicción y el control de la conducta, tratando de corregir “los errores” que los humanos comentemos. (Ritzer, Así, Beck define que la característica de la sociedad moderna es al control social y tecnológico. (Beck, 1998) El discurso tecnocientífico sitúa a los artefactos tecnológicos como las soluciones necesarias para corregir “los errores” de los humanos. Esta situación de control de todas las dimensiones posibles desplaza y la capacidad de transformación por parte de los individuos. Estos se ven atrapados en un marco de control y orden perpetuo. Como señala Moraleja: “La razón tecnológica se estructura bajo una férrea creencia en la causalidad. No hay lugar para el libre albedrío en el mundo del determinismo tecnológico”. (Moraleja, 2004) Y es que en un mundo de control y monitorización de nuestras vidas la capacidad de desobedecer las normas y transformarlas se ve extremadamente cohibida. En relación a la conducción autónoma se nos ocurre un ejemplo señalado por Morozov. El autor considera muy peligroso la tendencia a la responsabilidad total de la tecnología de todos nuestros aspectos vitales. Por ello, destaca lo siguiente: “Dejadme ofrecer un argumento por el que pienso que esto es un camino peligroso. La desobediencia civil tiene que romper leyes para serlo. (…) Posiblemente no hubiera ocurrido el caso de Rosa Parks bajo este régimen de entornos inteligentes. Hay autobuses que saben cuánta gente hay en cada parada. Pronto habrá autobuses sin conductores. En teoría, podrías construir un sistema eficiente que no dejaría subir al autobús a Rosa Parks. No deja que la fricción ocurra porque se adelanta hacia ella”. Sin la fricción, defiende Mozorov, no es posible avanzar ni generar debates que posteriormente ayuden a revisar

las leyes” (Morozov en Marcus 2012) Los argumentos de Morozov nos parecen realmente interesantes. En el mundo de la predicción y donde se da por hecho que el control y la eficiencia desarrollada por el ámbito tecnológico es necesario y correcto puede provocar un régimen de vigilancia tan desarrollado que la capacidad alternativa de conductas y acciones será bloqueada de forma continua bajo el criterio de verdad absoluta de la tecnociencia. – Por último nos gustaría añadir una quinta y última problemática como resultado de la tendencia de la anterior. Se trata del concepto cyborg, a raíz de los trabajos desarrollados por Haraway y Mentor. La aceptación del control y la eficacia que la tecnología promete, sitúa al humano en una posición de vulnerabilidad absoluta. Si bien es cierto que como señala Haraway, algunas derivas tecnológicas permiten cuestionar el dogma central del falogocentrismo, rompiendo algunas disimetrías en la construcción del género, también desplaza al humano de la conducta de algunas acciones. Pero como señala Gray: “La autora llama tomar responsabilidad por la tecnología (no meramente amarla u odiarla)”. (Hables, 2011. p 85). Es tal el desarrollo tecnológico que la pregunta –como señala Gray- no es si somos o no ciborgs, si no qué tipo de ciborgs somos. (Hables, 2011, p.88) Aplicando el término ciborg a nuestros coches echamos mano de algunas reflexiones de Mentor. Para el autor el coche es un “sistema humano-máquina exoesquelético”, con enorme peligro y que no puede ser únicamente entendido como una simple herramienta”. (Mentor, 2011 p.62). Este concepto híbrido resulta interesante para comprender como los artefactos penetran en los individuos de forma potente. Sin embargo, el desarrollo de vehículos autónomos nos hace preguntarnos si esto ha terminado o se ha transformado. Con un coche autónomo el control de la conducción es cedido a la máquina, reduciendo la capacidad de actuación del “torpe” humano. Conclusiones Con este texto hemos tratado de provocar al lector con el fin de repensar la tecnología. Hemos tratado de vincular el desarrollo tecnológico a nuestro objeto de estudio en el proyecto del máster: el desarrollo de vehículos autónomos. No hemos incorporado todo el marco teórico del mismo para tratar de ser concretos y legibles. Creemos que ahora podemos entender mejor la necesidad de reflexionar y cuestionar el desarrollo tecnológico. Sus vinculaciones con el poder y la política son muy estrechas y afectan de forma directa a nuestras vidas. No debemos caer en tendencias dogmáticas y establecer categorías cerradas sobre lo necesario para resolver nuestras problemáticas, así como caer en el propio solucionismo tecnológico que nos rodea. Finalmente, el control y la monitorización de todos los aspectos de nuestra vida puede llevarnos a un régimen de vigilancia absoluta donde la capacidad de transformar las normas se vea bloqueada por la aplicación abusiva en términos tecnológicos. Puede que incluso el término ciborg comience a quedarse corto para definir un futuro a medio plazo. Pero cuando lees noticias como que Solteros prefieren un iPhone a tener una novia en la que detalla que después de realizar una encuesta, se ha descubierto que uno de cada ocho hombres, prefiere tener un teléfono de Apple a una novia, observamos el daño causado por las nuevas tecnologías en las relaciones sociales. Algunos hombres encuestados son algo mas exigentes y aseguran que: “Por supuesto que no dejaría a mi novia por un iPhone, aunque estaría tentado si se tratara del nuevo Galaxy de Samsung”, El materialismo tecnológico ha destruido valores tradicionales que antaño eran considerados virtudes. Las hipnóticas pantallas de muchos electrodomésticos, computadores, gadgets o teléfonos celulares realzan el egocentrismo, el individualismo y el egoísmo de muchos. Al igual, que muchos drogadictos adictos a diversas drogas como la heroína, cocaína, etc,

destruyeron vínculos de afecto con familiares y amigos por culpa de su adicción, observamos que un proceso análogo se produce por culpa de las nuevas tecnologías, e incluso algunos sufren daños físicos severos como la insufiencia renal crónica que padece un joven chino por donar un riñón a cambio de iphone y un ipad, sin reparar en el dolor físico que traería consigo el intercambio. Resulta impensable, compartir un proyecto en común con personas que pueden traicionarte si les entregan alguno de estos juguetes que para colmo, no tardaran mucho tiempo en volverse obsoletos. Si un individuo está dispuesto a cambiar su novia por un dispositivo electrónico, imagínese el “valor material” que tiene un desconocido o un enemigo para él.