Discurso Arrepentimiento

 Jesucristo padeció el castigo por nuestros pecados a fin de que podamos arrepentirnos. El arrepentimiento es un cambi

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Jesucristo padeció el castigo por nuestros pecados a fin de que podamos arrepentirnos. El arrepentimiento es un cambio de corazón y mente que nos acerca a Dios. Implica apartarse del pecado y volverse a Dios en busca del perdón. Está motivado por el amor de Dios y el deseo sincero de obedecer Sus mandamientos.  Satanás quiere hacerte pensar que no puedes arrepentirte, pero eso es absolutamente falso. El Salvador te ha prometido perdón si eres humilde y haces el esfuerzo que el arrepentimiento requiere. Si has pecado, cuanto más pronto te arrepientas, más pronto comenzarás tu camino de regreso y encontrarás la paz y el gozo que vienen con el perdón. Si retrasas el arrepentimiento, podrías perder bendiciones, oportunidades y guía espiritual. También podrías verte involucrado(a) en una conducta pecaminosa, de tal manera que el camino de regreso sea aún más difícil. El arrepentimiento es un tema extenso, pero hoy quisiera mencionar sólo cinco aspectos de este principio fundamental del Evangelio que espero sean de ayuda.  Primero: La invitación al arrepentimiento es una expresión de amor. Cuando el Salvador “comenzó… a predicar y a decir: ¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!” (Mateo 4:17), era un mensaje de amor, invitando a todo el que estuviera dispuesto, a calificar para unirse a Él “y [gozar] de las palabras de vida eterna en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero” (Moisés 6:59). Si no invitamos a otras personas a cambiar o si no nos exigimos a nosotros mismos el arrepentimiento, no cumplimos un deber fundamental que tenemos el uno hacia el otro y hacia nosotros mismos. Un padre condescendiente, un amigo indulgente, un líder de la Iglesia temeroso están más preocupados por sí mismos que por el bienestar y la felicidad de aquellos a quienes podrían ayudar. Sí, el llamado al arrepentimiento a veces se considera intolerante u ofensivo, e incluso puede resentirse, pero cuando es inducido por el Espíritu, en realidad es un acto de genuino interés ( D. y C. 121:43–44 ).43 reprendiendo en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo; 44 para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte.  Segundo: El arrepentirse significa esforzarse para cambiar. Sería una burla al sufrimiento del Salvador por nosotros en el Jardín de Getsemaní y en la cruz esperar que Él nos transformase en seres angelicales sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Más bien, buscamos Su gracia para complementar y premiar nuestro máximo y diligente esfuerzo (véase 2 Nefi 25:23 Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos;). Tal vez deberíamos rogar por el tiempo y la oportunidad de trabajar, luchar y superar, del mismo modo que oramos por misericordia. Con seguridad el Señor se complace con aquel que desea presentarse ante el juicio dignamente, quien con resolución trabaja día a día para reemplazar la debilidad con la fortaleza. El verdadero arrepentimiento, el verdadero cambio quizás requiera repetidos esfuerzos, pero hay algo refinador y santo en ello. El perdón y la sanación divinos fluyen naturalmente a esa alma,

pues “la virtud ama a la virtud; la luz se allega a la luz; [y] la misericordia tiene compasión de la misericordia y reclama lo suyo” (D. y C. 88:40).  Mediante el arrepentimiento podemos mejorar de forma constante nuestra habilidad para vivir la ley celestial, pues reconocemos que “el que no es capaz de obedecer la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial” (D. y C. 88:22).  Tercero: Arrepentirse significa no sólo abandonar el pecado, sino comprometerse a obedecer. En el Diccionario Bíblico en inglés dice: “El arrepentimiento significa entregar el corazón y la voluntad a Dios, [así como] renunciar al pecado al que, por naturaleza, tenemos inclinación”1. Uno de los muchos ejemplos de esta enseñanza del Libro de Mormón se encuentra en las palabras de Alma a uno de sus hijos: Alma 39:12–13 12 Y ahora el Espíritu del Señor me dice: Manda a tus hijos que hagan lo bueno, no sea que desvíen el corazón de muchos hasta la destrucción. Por tanto, hijo mío, te mando, en el temor de Dios, que te abstengas de tus iniquidades; 13 que te vuelvas al Señor con toda tu mente, poder y fuerza; que no induzcas más el corazón de los demás a hacer lo malo, sino más bien, vuelve a ellos, y reconoce tus faltas y la maldad que hayas cometido.



Para que nuestra entrega al Señor sea total, debe incluir nada menor que un convenio de obediencia a Él. A menudo hablamos de este convenio como el convenio bautismal, puesto que se ratifica al ser bautizados en el agua (véase Mosíah 18:10). El mismo bautismo del Salvador, que dio el ejemplo, confirmó Su convenio de obediencia hacia el Padre: “Mas no obstante que era santo, él muestra a los hijos de los hombres que, según la carne, él se humilla ante el Padre, y testifica al Padre que le sería obediente al observar sus mandamientos” (2 Nefi 31:7). Sin este convenio, el arrepentimiento queda incompleto y no se obtiene la remisión de los pecados 2 “La decisión de arrepentirse es decidir cerrar las puertas en todas direcciones [con la determinación] de seguir para siempre sólo un camino, el único camino que conduce a la vida eterna”  Cuarto: El arrepentimiento requiere un serio propósito y el deseo de perseverar aun en medio del dolor. Tratar de crear una lista de pasos específicos para el arrepentimiento puede ser útil para algunos, pero también puede conducir a cumplir esos pasos de forma mecánica para eliminarlos de la lista, sin que haya verdadero sentimiento ni se produzca un cambio; el arrepentimiento sincero no es superficial. El Señor especifica dos requisitos fundamentales: “Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará” (D. y C. 58:43).  Confesar y abandonar son conceptos poderosos. Son mucho más que un “tienes razón, lo siento” superficial. Confesar es un reconocimiento profundo, y a veces angustiante, del error y la ofensa a Dios y a la persona. A menudo, dolor, pesar y lágrimas amargas acompañan la confesión, en especial cuando los actos cometidos le causan dolor a alguien, o aún peor, han conducido a otras personas a cometer un pecado. Es esa angustia profunda, el ver las cosas como realmente son, lo que conduce a alguien como











Alma a exclamar: “¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas cadenas de la muerte!” (Alma 36:18). Con fe en el misericordioso Redentor y en Su poder, lo que puede ser desconsuelo se convierte en esperanza. El corazón y los deseos de la persona cambian y el pecado, que antes era atractivo, es cada vez más abominable; una resolución de abandonar y renunciar al pecado y de rectificar, en la medida de lo posible, el daño que se ha causado, nace en ese nuevo corazón. Esa resolución pronto llega a ser un convenio de obediencia a Dios. Al hacer este convenio, el Espíritu Santo, el mensajero de la gracia divina, traerá alivio y perdón. y se sentirá el impulso de declarar, una vez más como Alma: “Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor” (Alma 36:20). Cualquier dolor que implique el arrepentimiento siempre será mucho menos que el sufrimiento que se requiere para satisfacer la justicia por una transgresión que no se haya resuelto. El Salvador dijo muy poco acerca de lo que sufrió para satisfacer las demandas de la justicia y expiar nuestros pecados, pero sí hizo esta reveladora declaración: “Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten; “mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo; “padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa…” (D. y C. 19:16–18). Quinto: Sea cual sea el costo del arrepentimiento, se consume en el gozo del perdón. He visto a alguien que ha pasado un largo invierno de remordimiento y hambre espiritual despertar a la mañana del perdón. “Al llegar la mañana, aprendieron lo siguiente: “‘He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más’” (D. y C. 58:42). Con agradecimiento reconozco y testifico que los incomprensibles sufrimiento, muerte y resurrección de nuestro Señor “…[llevan] a efecto la condición del arrepentimiento” El divino don del arrepentimiento es la clave de la felicidad aquí y en el mundo venidero. Citando las palabras del Salvador y con gran humildad y amor, invito a todos a “[arrepentirse], porque el reino de los cielos se ha acercado. Sé que al aceptar esta invitación, encontraremos gozo tanto ahora como por la eternidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.