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Dios en mi vida Estoy seguro que más de uno…, nos hemos hecho siempre un montón de preguntas acerca de nuestra existenci

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Dios en mi vida Estoy seguro que más de uno…, nos hemos hecho siempre un montón de preguntas acerca de nuestra existencia. ¿Porqué fuimos creados?, ¿cómos fuimos creados?, ¿para qué fuimos creados?… etc. Y ellos es normal, porque el ser humano es esencialmente curioso, tanto o más que lo son los animales, como muy bien sabe cualquier persona que conviva con ellos, sean animales domésticos, o que no lo sean. La curiosidad humana se distingue de la de los animales, en que la nuestra es un ansia de saber, un ansia de conocer el porqué de todo lo que nos entorna, y nuestra curiosidad es más profunda porque la mente de la que Dios nos ha dotado es de un orden superior y lógicamente ella, nuestra mente, necesita alimentarse con un mayor grado de conocimientos.   La mente animal, solo se mueve en conocimientos del orden natural, ignora la existencia del orden sobrenatural y los conocimientos que se relacionan con este orden superior, los cuales son los que nos permiten alcanzar el conocimiento de la existencia de Dios y todo aquello que de Él emana o que con el Él, directamente se relaciona. Aunque es de reconocer que existen muchos seres humanos, que bien por ignorancia nata, o bien por ignorancia vencida y asumida por astucias demoniacas, niegan la existencia del Dios y por supuesto la existencia de un orden sobrenatural.   Según escribe el obispo Sheen: “Nuestra dicha consiste en llevar a cabo los propósitos de nuestro ser.” Y uno de los tres propósitos fundamentales que el obispo Sheen señala para el hombre, es el de descubrir la verdad en toda su plenitud. Y en ese deseo de obtener la autentica verdad, y por ello la primera pregunta que solemos hacernos, es: ¿Yo porque, para que y como fui creado? ¿Qué he hecho yo para existir? Es indudable de que nadie ha hecho ningún mérito para nacer, pues tal como nos dice San Agustín: “Si nada éramos antes de existir, de ningún modo podíamos merecer la existencia, pues desde la nada, nada se hace ni sale.” Y si no he hecho ningún mérito, ¿qué razón existe para que Dios me haya creado? El abad Boyland, nos responde a esta pregunta diciéndonos: “La vida de Dios es una unión estática de conocimiento y amor, de pleno conocimiento y de felicidad infinita, Dios no tiene necesidad de nada más. Su alegría y felicidad son tales que nadie podría aumentarlas. Sin embargo en su infinita bondad, El decidió compartirlas con alguien. Y así nos creó de la nada”. Complementando esa idea del abad Boylan, hemos de señalar que una de las cualidades propias del amor es su deseo de expansión, deseo de compartir. Resumiendo todos nosotros hemos sido creados por el Amor supremo, y por razón de amor. Y este tremendo amor infinito de nuestro Creador se derrama constantemente sobre nosotros, ansiando que vayamos a Él, pues otra de las cualidades del amor es la correspondencia y esa correspondencia o reciprocidad del amor, es la que el Señor busca en nosotros, haciendo lo indecible para evitar que nos condenemos. Como todos sabemos, Dios es Espíritu puro, nosotros somos espíritu y materia; alma y cuerpo. El Génesis nos dice como Dios formó Adán: “Entonces Yahvéh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”. (Gn 2,7). Con el barro material formó el cuerpo y con su aliento le insufló el alma. Es el soplo de Dios el que instituye el alma humana y no solo así nos lo explicita el Génesis sino que podemos encontrar otros textos bíblicos que nos lo ratifican. Así en el Libro de Job, podemos leer: “A mí me hizo el soplo de Dios, el aliento del Todopoderoso me dio la vida”. (Job 33,4).  

Sabemos perfectamente que con referencia al cuerpo. Todos somos absolutamente distintos. No hay dos ADN iguales, ni dos huellas dactilares, ni dos iris de los ojos iguales. Y en cuanto a la apariencia física, esto para muchos y mucho más para ellas, es una verdadera tragedia no considerarse agraciado o agraciada. Sin embargo hay otros muchos, que no tienen ninguna obsesión por el aspecto físico. Y también los hay que se preguntan: ¿Por qué Dios no me hizo, más alto o alta, con otro color de ojos o con una figura más esbelta? En este sentido las preguntas que nos podemos formular son muchas y variadas, como por ejemplo. ¿Por qué Dios no me hizo nacer en una familia rica y hubiese podido tener unos mejores estudio y oportunidades?   Estas y otras preguntas similares podemos auto contestárnoslas, si alcanzamos un mayor desarrollo en nuestra vida espiritual, porque entonces comprenderemos que a Dios no le importa nada, el hecho de que seamos altos, bajos, feos, guapos, rico o pobres. Lo único importante para Él, es nuestra alma y que por medio de ella superemos la prueba de amor, para la cual se nos ha situado en este mundo. Y si no somos como nos gustaría ser físicamente, pensemos que mientras esto no podemos modificarlo, ni tampoco nuestra situación social o económica en este mundo, si podemos, hacer algo mucho más importante, que es embellecer nuestra alma, amando cada día más, al que más nos ama a nosotros, que es el Señor.   Tenemos pues que considerar, que a cada uno Dios, le coloca en esta vida al nacer, en el estado, y con unas determinadas condiciones físicas, económicas y sociales y en el camino, que el Señor ve como el mejor y el que más posibilidades tiene para nosotros de que a través de él nos encaminemos a Dios. En este camino en  el que, el Señor nos ha colocado, es en el que vamos a tener cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida, mayores posibilidades para alcanzar el máximo de méritos, que mejor nos sitúen en la vida eterna. Se pierde el tiempo pensando o envidiando los estados y caminos de otros, que a nuestro pobre juicio, ellos han sido colocados con más recursos que a uno mismo en esta vida. Dios nos ama a cada uno de nosotros individualmente, como si fuésemos la única criatura humana creada por Él, ya que la infinitud de su grandeza, le permite esto y muchas cosas más, que para nosotros son inimaginables.   No perdamos el tiempo mirando con envidia a otros, porque si de dinero se trata, es muy posible que a muchos ese dinero le merme las posibilidades de alcanzar una gran gloria en la vida eterna. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, lo que el estima como lo mejor para nuestra salvación y más que envidiar a nadie, pensemos en la tremenda responsabilidad que tenemos, y el tamaño que tendrá nuestra vara cuando seamos juzgados, pues hemos recibido muchos talentos, al situarnos Dios en este entorno de creyentes católicos y como tales Él piensa que nosotros debemos ser la sal de la que habla el Evangelio. Juan del Carmelo. Actividad de profundización 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Según el texto ¿En qué se diferencia la mente humana de la mente animal? El obispo Sheen afirmaba: “Nuestra dicha consiste en llevar a cabo los propósitos de nuestro ser.”, has descubierto ya cuál es el propósito de tu ser? (osea de tu existencia) menciónalo. ¿Por qué fuimos creados según el texto? ¿Cuáles son las ventajas según nos dice la lectura de alcanzar un mayor desarrollo en la vida espiritual? ¿Qué quiere decir el texto cuando afirma que “que a Dios no le importa nada”? ¿Cuáles son las recomendaciones que nos hace el texto para no terminar enfermos por el afán del dinero?