Dimension Economica de La Educacion

Las dimensiones de la educación transcurren en los ámbitos individual y social, para una educación moral y de valores; l

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Las dimensiones de la educación transcurren en los ámbitos individual y social, para una educación moral y de valores; la dimensión social hace posible la intervención en todas las edades y formas educativas, al tiempo que las dimensiones económica y política resuelven las necesidades de una formación productiva y la participación en las políticas educativas. En este monográfico nos centraremos en la dimensión económica. Al abrirse paso en la economía científica una concepción mas amplia del capital que permite su aplicación a los hombres, comienza el desarrollo de la economía de la educación, aunque es en la década de los 60 del presente siglo cuando distintos autores formulan la teoría del capital humano. La creencia de que le hombre educado produce mas y mejor decidió el incremento de los presupuestos educativos, aunque esta democratización de la enseñanza contrasta con la realidad contradictoria de los 70, cuando comienzan a ser frecuentes los subempleos, y los titulados universitarios pasan a ser un sector de población con el índice mas elevado de parados. La critica mas frontal a la teoría del capital humano procede de la perspectiva marxista, interesada en estudiar la desventaja cultural y la relación entre la escuela y la estratificación social. A continuación exponemos tres artículos periodísticos de opinión sobre cómo afecta la crisis económica a la educación en España.

Valor económico de la educación JOAQUÍN ESTEFANÍA 12 OCT 2009 Hace poco se conocieron sendos informes del Banco Mundial y del Foro Económico Mundial que coincidían en la pérdida de competitividad de la economía española. Las causas de ello eran múltiples, entre ellas la necesidad de mejorar el modelo educativo. En relación con esta crisis tan profunda que estamos padeciendo se acentúa el valor económico de la educación. Este valor no es el primero a tener en cuenta. La primera dimensión de la educación es la ciudadana; en una sociedad democrática la educación es una de las fórmulas de ciudadanía, y por tanto es un derecho. Otra dimensión es la social: es un elemento nivelador de primer orden, de igualdad de oportunidades, de integración y de cohesión social. Se dice que la mejor política social a largo plazo es la educación. La tercera dimensión es la económica; en estos momentos, en nuestro país hay nueve millones de estudiantes y más de 800.000 profesores. En coyunturas de recesión se manifiesta la importancia de la educación en su relación con el desempleo. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), la tasa de paro entre los menos formados duplica a la de los universitarios; cuanto más elevado es el nivel educativo, menor es la pérdida de empleo. Quienes sólo lograron cursar primaria tienen una tasa de paro del 25,4%; quienes estudiaron la primera fase de secundaria registran un desempleo del 23,6%; para quienes finalizaron la segunda fase de secundaria el paro se acerca al 17,3%. Los universitarios son quienes menos sufren el desempleo, con un 9,5% de tasa de paro. Y entre los doctores el desempleo es aún menor. Según la EPA, la tasa de paro entre los menos formados duplica a la de los universitarios La crisis económica ha tenido como característica singular la de homogeneizar algunos problemas a escala planetaria, pero cuando se salga definitivamente de la recesión cada sociedad se enfrentará a sus propios fantasmas. Los de España son principalmente la falta de competitividad y un porcentaje muy alto y absurdo de desempleo. Para combatirlos es para lo que se necesitan las reformas estructurales, entre ellas la de la educación. El nuevo modelo de crecimiento que se busca no se basa sólo en la educación, pero sin ella tampoco será posible. De ahí

que el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, esté empeñado en un pacto social y político que consiga mejorar, modernizar y estabilizar la educación. Veremos qué capacidad de sacrificios compartidos son capaces de hacer los que han de participar en él, en un puñado de asuntos cruciales que representan la clara inadecuación del sistema educativo. Entre ellos hay un problema de financiación (aunque ni mucho menos es la única dificultad). Según la oficina estadística de la Comisión Europea, en 2005 el gasto en educación en relación con el PIB en la media de la Unión Europea suponía un 5,03%. España estaba en la cola con un 4,23% y por delante estaban países como Alemania (5,03%), Francia (5,65%), Italia (4,43%), Reino Unido (5,45%), Países Bajos y Finlandia. En 2009, la inversión del conjunto de las administraciones públicas en educación ascenderá a 52.000 millones de euros, es decir, un 4,95% del PIB, prácticamente el doble que en 2001 y tan sólo a poco más de una décima de la UE. El diagnóstico de la situación lo ha proporcionado el último informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Más allá de los siniestros datos sobre el abandono y el fracaso escolar, que tanto se destacan, también hay otros muy representativos. Por ejemplo, el 49% de la población adulta sólo ha acabado la enseñanza obligatoria; el 51% de los españoles de entre 25 y 64 años tiene estudios postobligatorios, lo que supone que por primera vez este colectivo supera a quienes sólo han finalizado los estudios obligatorios; un 29% posee titulación superior y un 22% tiene estudios secundarios no obligatorios. Los titulados de formación profesional de grado superior han llegado al 14%, etcétera. Habrá que seguir las vicisitudes de este pacto sobre la educación. Será un test central para saber quién asume como retórica y quién como realidad lo que el presidente del Gobierno escribía el pasado lunes en una carta abierta a los maestros: "Nunca antes nuestro porvenir ha dependido tanto de la educación, del conocimiento, de la capacidad creadora e innovadora, que son la base del bienestar y de un nuevo modelo de crecimiento económico".

Recortes en educación FRANCISCO J. PEÑA RODRÍGUEZ Albacete 22 JUN 2012 - 00:07 CET Mientras se nos habla de la prima de riesgo, del rescate bancario y de la Eurocopa, van pasando más cosas que quedan en un segundo plano o caen en el olvido. La realidad es que en los presupuestos generales de nuestras autonomías se concretan “subidas salariales” para los altos cargos en el siguiente ejercicio y prosiguen los recortes en los servicios públicos, esencialmente educación y sanidad, bajo el eufemismo deajustes. El próximo curso comenzará en Castilla-La Mancha con más de 8.000 interinos menos, de los cuales 4.752 afectarán a primaria y 4.244 a secundaria. Son un conjunto de docentes que han terminado una carrera, que han realizado su curso de aptitud pedagógica y que han pasado por un proceso selectivo de oposición y, muchos de ellos, tienen ese concurso-oposición aprobado, aunque sin plaza. Es decir, son personas cualificadas que van al paro por decisión administrativa en aras de un ahorro y de un ajuste que, como se sabe, no se aplica desdearriba. Hace poco tiempo el Gobierno bloqueó las oposiciones de secundaria en Andalucía, también bajo el pretexto del ahorro y del ajuste y, por ejemplo, la oferta de docentes de Madrid no contempla reponer plazas de Lengua Castellana y Matemáticas (¿no se ha jubilado ningún profesor de esas imprescindibles materias?, ¿no ha subido el número de alumnos en secundaria en 2012-1013 en Madrid?) o la de Cantabria saca 13 de Lengua Castellana y 17 de Matemáticas y de ninguna otra especialidad. Como se ve, nuestros dirigentes siguen un esquema propio que nada tiene que ver con la realidad de la calle. La calle quiere más educación pública y menos gastos políticos.— Francisco J. Peña Rodríguez.

Lo que usted desconoce sobre educación LA DISTORSIÓN IDEOLÓGICA OMITE LA RELEVANCIA DE LAS POLÍTICAS SOCIALES Y REDISTRIBUTIVAS, HACIENDO CREER QUE LA SOLUCIÓN VENDRÁ CON LEYES, DIDÁCTICA Y MERCADO

El Gobierno legitima los recortes en educación acusando a nuestro sistema educativo de mediocre. Un argumento paradójico, pues no sé de sistemas educativos que mejoren con tan drástica reducción de presupuesto. Pero además, es un argumento erróneo, pues oculta hechos relevantes. Por ejemplo, no se reconoce la importante disminución de la tasa de abandono educativo en los últimos años: nunca había estado tan baja (26% en 2011). Estamos lejos del promedio de la UE, pero también del 40% de comienzos de los 90 o antes. Pero también es cierto que con la LOGSE se interrumpió la tendencia a la disminución del abandono escolar. Posiblemente se deba a que es difícil aprobar la ESO. Con la LOGSE se amplió la escolarización obligatoria en dos años, lo cual supone más esfuerzo para llegar a los estudios post-obligatorios. Además, si comparamos el rendimiento educativo de nuestra juventud con el de otros países se observa que la proporción de alumnado de bajo nivel es similar a la de la OCDE, a Francia, Alemania o Reino Unido (uno de cada cinco). Si comparamos los resultados entre CC AA, los hechos son preocupantes, pues algunas obtienen buenos resultados en PISA, pero sus tasas de abandono son de las más altas de la UE. Es absurdo que tengamos autonomías con pocos jóvenes de bajo rendimiento educativo (menos del 15%), a los la Administración no les permite seguir estudiando. Otra prueba de la dificultad para lograr dicho título son los resultados en PISA de quienes no han repetido ningún curso, pues están por encima de la media internacional. Por tanto, el nivel exigido para cursar estudios postobligatorios es mayor en España que en los países de nuestro entorno.

Además, la implantación de LOGSE coincidió con la burbuja de la construcción, que generó demanda de empleo de baja cualificación. Esta demanda atrajo a inmigrantes de bajo nivel educativo, y motivó que jóvenes de orígenes populares prefiriesen un salario en mano a una incierta inversión educativa. Hay dos pruebas de ello: la fuerte relación entre el peso de la construcción y la hostelería en el empleo de las Comunidades Autónomas y el abandono escolar, y que con la crisis está aumentando la matriculación. Otro equívoco sobre nuestro sistema educativo es su equidad, que suele malinterpretase como si fuese a la baja. Nuestro sistema es igualitario porque cumple el principio de Rawls: los que están peor están mejor. Es decir, los jóvenes que provienen de familias de bajo nivel sociocultural obtienen mejores resultados que en otros países de nuestro entorno. Y además, las diferencias entre los peores y los mejores alumnos son menores que en otros países, pues las puntuaciones del mejor alumnado son más bajas en España. Aquí llegamos a otro hecho poco conocido: estas bajas puntuaciones se deben a que el nivel de competencias de los jóvenes de las familias de alto nivel sociocultural es más bajo en España que en otros países. Por tanto, nuestra diferencia no está en que tengamos más jóvenes en bajos niveles de competencia, sino en el rendimiento educativo de los hijos de familias de alto nivel sociocultural, que es más bajo, a pesar de que estudian en mayor medida en centros privados y concertados. Otra falsedad sobre nuestro sistema educativo es la creencia de que la excelencia necesariamente implica un aumento de la desigualdad. Pero los datos muestran que en los mejores países, como Finlandia, Japón o Corea del Sur, la desigualdad educativa es baja. Afirmar que la búsqueda de la excelencia educativa es necesariamente a costa de la igualdad es una manipulación para hacer creer que la desigualdad social es natural. En cuanto a la cuestión autonómica, se culpa a la descentralización de los desiguales resultados entre comunidades, pero se olvida que dichas diferencias eran mayores en la dictadura franquista. Por ejemplo, los resultados en PISA guardan estrecha relación con las tasas de alfabetización en 1960. Las diferencias seculares entre comunidades son tan abismales que resulta razonable que sean ellas las que decidan las políticas educativas más adaptadas a su entorno, en vez de

aplicar políticas homogéneas decididas en Madrid. Otra cuestión es si el currículum debe ser igual, y en este punto nacionalismo españolista y nacionalismos periféricos estarán en desacuerdo. Pero esto no es un debate sobre cómo mejorar las competencias de nuestra juventud sino una lucha por la construcción del sentimiento nacional. ¿Por qué hechos tan relevantes son poco conocidos? Por un lado, prima la distorsión ideológica, que omite la relevancia de las políticas sociales y redistributivas, haciendo creer que la solución vendrá con leyes, didáctica y mercado. Por otro, por el sensacionalismo: cuanto más tremebunda sea la crítica con más facilidad capta la atención de los medios de comunicación.

Crisis económica y educación IGNACIO SOTELO 5 ABR 2010 Algunos economistas, a los que se ha adherido el presidente Zapatero, han vinculado la política para salir de la crisis al nuevo modelo productivo que habría que ir esbozando para asegurar a la larga el crecimiento. Dos cuestiones que, pese a estar relacionadas, conviene mantener en planos distintos. Para encarar una pronta superación de la crisis la receta parece clara: reducir drásticamente el endeudamiento (para lo que sólo caben dos vías, acortar el gasto público y/o aumentar los impuestos) y disminuir el desempleo, algo que a muchos no parece factible sin modificar el mercado laboral. Un programa tan fácil de proponer como dificilísimo de llevar adelante. Si se opta por la reducción del gasto no se podrá evitar una disminución considerable del destinado a la política social con la correspondiente reacción del electorado. Si se elige una mayor imposición a las rentas más altas, los pudientes disponen de multitud de mecanismos para evitarlo: desde la manipulación de la opinión pública con el ritornello de que lo peor que se puede hacer en tiempos de zozobra es subir los impuestos, sin concretar cuáles ni a quienes, impedir que se acote la ingeniería financiera con el fin de achicar el fraude fiscal, hasta trasladar los capitales a países más propicios, agravando aún más la falta de liquidez.

Renovar el sistema educativo es clave para lograr un nuevo modelo productivo Llevamos más de dos siglos dándole vueltas a la falta de una ciencia española También, sin dañar intereses básicos de los trabajadores, parece muy difícil modificar el mercado laboral. En principio suena razonable que el primer paso consista en suprimir el dual que tenemos -uno de fijos, con derecho a indemnización, y otro de temporales sin él-, una patología, no lo olvidemos, que proviene de haber acudido al trabajo temporal para rebajar el paro. La propuesta de unificarlos en uno solo de empleados fijos se vincula a que dejen de ser la pesada carga que hasta ahora ha restringido la contratación de mano de obra. Objetivo que únicamente se consigue, dígase lo que se quiera, abaratando el despido, aunque sea el de los que se contraten en lo sucesivo. Empero, lo verdaderamente grave es que la reforma laboral que se pretende va mucho más allá del simple abaratamiento del despido. Que los ministros de trabajo de la Unión Europea hubieran propuesto (junio del 2008) una directiva comunitaria, que luego se retiró ante la indignación general, que abría la posibilidad de acordar una semana laboral de hasta sesenta horas, muestra hasta qué punto la presión exterior obliga a una mayor diferenciación de los horarios y de las jornadas laborales, acorde con las necesidades peculiares de cada rama de actividad. Pero también el velocísimo desarrollo tecnológico, así como la globalización de los mercados, ocasiona que los productos se mantengan en el mercado como máximo un lustro. Esto obliga a modificar continuamente la producción que requiere de una mano de obra, en calidad y en cantidad, tan variable como flexible. En un mundo con cambios bruscos imprevisibles la única salida que el empresario divisa es pactar jornada laboral, salario y condiciones de trabajo con la gente que emplea. Y ello, para más inri, en nombre de la libertad individual. En definitiva, para ser competitivos no habría otro remedio que quebrar uno de los logros históricos del movimiento sindical, la negociación colectiva, que impone normas comunes a empresas que actúan en condiciones muy distintas. En suma, tal como se plantea la salida de la crisis va a exigir grandes sacrificios de los trabajadores. No extrañará, por tanto, que se trate de encubrirlo con la retórica

de un nuevo modelo productivo que haga plausible soportar un paro creciente, con todas sus secuelas, ya que después viene un porvenir venturoso. Se trata de recuperar la confianza de la gente, insistiendo en que, si todos arrimamos el hombro, al final también todos saldremos beneficiados. Esto no quita que yo también, como otros muchos, piense que la especificidad de la crisis en nuestro país se debe a las enormes deficiencias del sistema educativo, que incluyen la debilidad de una ciencia española, incapaz de ofrecer tecnología de punta, crítica que también muchos hemos reiterado desde hace bastantes años. El factor principal para ir acercándonos a un nuevo modelo más competitivo puede muy bien ser una transformación profunda de la educación, pero sin olvidar que, en el mejor de los casos, se necesitará más de una década para que se note alguna mejoría, y sobre todo que marchemos por la senda adecuada. Y aquí está el intríngulis de la cuestión: acertar en el tipo de educación que se requiere para salir del atolladero. Llevamos más de dos siglos dándole vueltas a la falta de una ciencia española Renovar la educación, sí, pero antes dilucidar qué educación y con qué objetivos. Por su amplitud y trascendencia es una cuestión filosófica enormemente compleja, máxime en una sociedad "politeísta", en la que compiten muy distintos valores y cosmovisiones. Además, al tener que conectarla con la socialización familiar y social -la escuela no actúa en el vacío-, demanda conocimientos provenientes de distintas ciencias sociales. Aunque la educación sea el factor determinante para llegar un día a un nuevo modelo productivo, habrá que plantearla desde sus propios referentes, sin encajonarla de antemano en supuestos netamente economicistas. Pedir un nuevo sistema educativo sin previamente plantear los muchos y graves problemas asociados con la educación implica, bien asumir que la ciencia económica no está capacitada para abordar los problemas a los que se enfrenta y los transfiere a un campo ajeno, o bien tolerar, incluso aplaudir, que se apropie de tema tan tremebundo como el de la educación, comprimiéndola en sus postulados y conveniencias.

Porque exigir, simplemente, "un sistema educativo adecuado a las nuevas necesidades de nuestro desarrollo económico" y tratar de "poner en marcha una investigación capaz de crear y absorber tecnología", sería la forma más directa de arribar a la catástrofe. Una educación, mejor diríamos instrucción, como muy bien distinguían los institucionistas, reducida a transmitir aquellos conocimientos que el empresario cree que deben adquirir sus empleados, forjaría una serie de superespecializados incompetentes, que ni siquiera servirían para las tareas para las que se les ha destinado. Acoplar la educación a la instrucción que el sistema económico piensa que requiere, garantiza no sólo que no se logrará un cambio de modelo, sino que seguirá descomponiéndose el que tenemos. A su vez, una ciencia que no esté movida exclusivamente por el afán de saber y no se haga las preguntas teóricas pertinentes, sino que se oriente tan sólo a adquirir un saber práctico, de pronta aplicación, quedará al margen del desarrollo científico, con lo que a la postre también de los grandes avances tecnológicos. Llevamos más de dos siglos dándole vueltas al tema de la ciencia española, o mejor a la falta de una ciencia española, con periodos en los que la cuestión se discutía en serio, por ejemplo a finales del siglo XIX, con la Institución Libre de Enseñanza, la mayor oportunidad perdida, o mejor destrozada con la guerra civil que tuvo España, y otros en los que, como el actual, se ha perdido de vista las raíces históricas de nuestra peculiar relación con la ciencia y un cuerpo de científicos funcionarios presume de nuestros avances que serían aún más imponentes si recibieran más dinero. El complejísimo problema de la educación y de la ciencia sería uno de inversión insuficiente, así de fácil. Ignacio Sotelo es catedrático de Sociología en excedencia.

Conclusión: Estamos totalmente en contra al recorte económico en educación. Creemos que hay que ahorrar, pero no precisamente en educación que es un pilar básico de la sociedad junto con la sanidad. Una de las causas más importantes de los recortes en educación, es el futuro frustrado de miles de estudiantes, que son preparados en las universidades para ejercer la docencia en colegios públicos. A su vez la consecuencia de esto es que la calidad de enseñanza de nuestro país sea cada vez más pobre llegando a estar en los puestos mas bajos de nivel académico con respecto a Europa. Todo esto conlleva a un temprano abandono escolar por parte de la juventud española y supone un retroceso muy elevado. Es lamentable saber que el Gobierno es consciente de que estos recortes económicos en educación afectan mayoritariamente a los más débiles, a los que menos tienen, y aun así, esta maniobra del Gobierno se sigue aplicando a pesar de todo. Volveremos a recaer en la época en la que la educación solo estaba a disposición de las familias con un poder adquisitivo elevado y esto es un gran error ya que la capacidad de inteligencia de la persona no entiende de clases ni de estatus social. Por aclararlo con un símil seria algo como que un niño de familia pobre puede tener un coeficiente intelectual por encima de otro niño de familia con poder adquisitivo elevado y no tener la posibilidad de desarrollar esa capacidad intelectual para desgracia del país porque esto frenaría su desarrollo. Todo esto es debido a que cada vez las matriculas son más caras y a que el Gobierno cada vez pone más dificultades o reduce la cuantía a la hora de conceder becas lo que puede repercutir a muchas familias. Por tanto, estamos asistiendo a un gran golpe a la calidad de la enseñanza lo que la degradará notablemente.

En cuanto a los centros escolares con aulas adaptadas a la limitación que marca la LOE, habrá que ver cómo pueden acoger a 30 alumnos en Primaria y a 36 en Secundaria. Los padres lamentan que después de años trabajando para que las bajas del profesorado puedan cubrirse en menos de 48 horas, ahora sus hijos perderán dos semanas de clase como mínimo, hasta que llegue un sustituto, y eso irremediablemente cambiará el rendimiento escolar. Los profesores están muy concienciados y saben que si faltan, nadie va a hacer su trabajo. En conclusión, con todas estas medidas se están cargando poco a poco la educación pública de nuestro país, ya que carece de muchos aspectos, que hacen de ella una educación deficiente y a muy por detrás de otros países con una educación excelente como pueden ser Finlandia y Corea.