Diez Poetas Jóvenes Chilenos

DIEZ POETAS JÓVENES CHILENOS 28 Feb 2017 Presentamos una muestra de diez poetas jóvenes chilenos nacidos entre 1990 y

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DIEZ POETAS JÓVENES CHILENOS 28 Feb 2017

Presentamos una muestra de diez poetas jóvenes chilenos nacidos entre 1990 y 1999 preparada por Fernanda Martínez. En este muestra se observa los planteamientos de los nuevos poetas chilenos, herederos de una extensa tradición que va desde Gabriela Mistral y Pablo Neruda, hasta Nicanor Parra y Raúl Zurita.

Roberto Ibáñez Ricóuz (Neuquén, 1993). Licenciado en Letras. Sus poemas aparecen antologados en Halo: 19 poetas nacidos en los noventas, 90 revoluciones y Parias poetas y borrachos. Obtuvo el premio Roberto Bolaño de escritura joven y una mención honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral.

El verano quiere extenderse hasta abril

Dicen las noticias Que el verano quiere extenderse hasta abril.

Yo no sé.

A veces, me pone nervioso ver a las señoras en la micro con sus sienes aceitosas cargando bolsas colmadas de duraznos amenazantes de rodar por todo el piso.

El trayecto diario se ha convertido en placer extraño: un sauna público a la luz –toda la luzdel sol. Eso sí, los parroquianos, frecuentes, aún no superan su pudor y se mantienen firmes en su vestir.

La ciudad calurosa es un festival. La pileta ha sido reinaugurada como piscina pública. Los niños disfrutan del retorcido placer de hacer llegar el chorro de agua más potente directo a sus traseros.

El verano se extiende a expensas de todos. Nos disfrazamos de escolares y oficina para simular el paso del tiempo, pero no abandonamos la costumbre de deshacer sandía en la boca, aunque ya en ningún mercado se encuentren. Ayer no más una compañera inició la campaña estudio con bikini

aburrida de su instinto a cubrirse de otoño. ¡Un verano justo para todos!, gritaba ¡Abril es verano para todos!

Yo no sé.

Algo hace que me olvide del ritmo común de las cosas. En la radio suena la canción del verano y es la misma canción del año anterior. Por la ventana se ve un perro frenético en su búsqueda de sombra. No sé, algo me dice algo y estoy muy aturdido por el sopor para comprender.

Último bombazo

Las explosiones lo resuelven todo algún desajuste en las moléculas del aire el paso del tiempo: de sur a norte las estelas de humo que van nadando en el cielo. Las explosiones pueden resolverlo todo las monedas a la baja, las abejas que dejaron

de producir miel o cera para prender los ánimos.

Las explosiones sirven para todo: para perder dedos o metafóricamente hablando, claro, perder la cabeza.

Los basureros desaparecen lentamente y la ciudad va mutando formas para combatir fuego enemigo. La ilusión del todos a salvo va estrechándose cada vez más con recomendación de rejas, alambres de púas, cercos eléctricos: las hojas secas que caen al parque podrían contener serias infecciones transmisiones o pulsares, ondas eléctricas, energía eólica, solar amarillo que se extingue: cualquier voltio, una chispa y todo estalla pues las explosiones sirven para todo.

Gran excusa para tenderse en la cama si cuatro niños pierden un ojo, ¿cuán lejos estamos de aquello? Puede que llegue el día de mirarse al espejo y decir con asombro: ¡Vaya! Me falta un ojo, ¿dónde habrá quedado? Y este brazo del demonio, ¿dónde se quebró? Las piernas incompletas, la piel volcánica, ¿cuándo ocurrió todo esto? Será, acaso, algún mal interior que me anda por las tripas.

No falta mucho, los relojes avanzan implacables. Ninguna velocidad los reduce ahora, excepto el afilado inicio de una mecha, ya sabes, las explosiones lo solucionan todo,

alguna estadística funeraria o corbata mal atada cruzada por un solo extremo o desatendiendo la seda alguna tela más económica. Entonces estalla y todo puede volver a ser como un día de este a oeste, el sol elevándose tras la cordillera yendo a la desaparición marítima la armonía de las cosas naturales: las casas gigantes a un lado y las casas casas al otro: de costa a altura todo desplazamiento, prestar servicios higiénicos, vaciar basureros, vaciarse los dedos observar bien antes de vaciar cualquier recipiente la comida fría puede transportar alucinógenos terribles horas de poco equilibrio, hojas verdes y cogollos. El muchacho de quince años puede hacerte estallar o devorarte los dedos. ¡¿Cómo has de tomar la escoba?!

Mejor es quedarse tendido en la cama -piensas- cerrar todo vínculo, dejar aquello de los paseos -piensas- la situaciones delicadas no hacen más que estallar, de un lado u otro podrían caerte cinco dedos en la nuca, de un lado u otro no importa tanto: en algún momento alguien te toca la espalda diciéndote “oye, qué bella bomba llevas a cuestas”, “oye, qué bello momento, podríamos perpetuarlo” y la cara no te la saca nadie cuando te das vuelta y sabes que la única explosión sucede en términos lejanos: cuando has perdido dos dedos no te das cuenta hasta que amaneces bello, bello día, en un hospital público de cualquier lugar, en cualquier televisor.

Dinosaurios

Lejos las atroces fauces del Tiranosaurio Rex -ahora incluso se esboza una sonrisa al nombrarloLejos la imaginación, el terror de un depredador gigante dragón o lagarto terrible meteoro que cae a lo lejos dios máquina que nos libra de correr cada mañana delante de las bestias.

O despertar y que el dinosaurio permanezca: nada de eso queda, no hay temor de que cada cierto tiempo un pterodáctilo pase volando en el mismo canal y a la misma hora.

Nada que temer.

Salvo quizás el molesto momento en que te quedas sin palomitas de maíz y tienes que interrumpir la visión

de Godzilla comiendo personas como sushi, atormentando una ciudad japonesa quizás Nagasaki, quizás otra, quién sabe, la imaginación soporta límites insospechados.

Así lo sabe un hermano o primo más pequeño empeñado en recrear el pleistoceno en su habitación dedicado a espiar sus pequeños dinosaurios de plástico y tolueno a ver si por la noche recrean la prestidigitación del cine y gruñen por su propia cuenta incluso, si la suerte ya es mucha que un Spinosaurus le devore un dedo como juego, claro, mejor aún, como vio en varias películas antes incluso de poder masticar las palabras.

Victoria Ramírez (Santiago, 1991). Periodista de la Universidad de Chile. Ha participado en diversos talleres literarios. Incursionó en el documental con el cortometraje “Todos los ríos dan a la mar”, sobre la poeta chilena Cecilia Vicuña. El 2016 obtuvo el Premio Roberto Bolaño en poesía.

Mudanza

El primer día de mudanza las cenizas se refregaban en las casitas de la villa la gente de La Viluma tenía la ropa ahumada pero no había leña ardiendo ni la huella negra de los techos amortiguaba el silencio de los cerros

el jarrón de bronce de mi madre los cucharones de cobre combinaban con la tierra que se desprendía allá arriba -una verdadera tormentalas cajas de mudanza el vidrio molido y los brazos polvorientos que hacían humo

no teníamos nada fuera de esos sobres las copas tintineaban en sus cubículos

madre reparaba una trizadura las casas más bellas son las rotas, nos dijo las mejores ventanas son las que dan a la humareda

de qué huimos, madre a dónde van las cenizas que flotan cuando el aire espeso las atraviesa y se juntan para llenar los resquicios de las familias

Magnolios

La mitad de los quemados de la Posta Central se han quemado a sí mismos con bencina o con alcohol se han fosforeado desde la ventana que da hacia Portugal se pueden ver los magnolios allá adentro las vendas respladecen como lámparas de sal

me pregunto quiénes son esa mitad

de los quemados si acaso comentan el origen del fuego o esas mujeres que fueron bellas se tocan la cara y piensan en sus maridos y si se sientan en torno a una hoguera se abrazan como una tribu volcánica les sienta bien el alivio de la sobrevivencia

para ellas las llamas han suturado las costuras y caminan como santas averiadas con la dignidad rota para que las reciban en el cielo y si todos pudiéramos revertirnos volver visibles nuestras grietas correría el agua a través de nosotros ¿nos traspasaríamos, nos arruinaríamos? nuestras hendiduras nos impedirían mentir

entonces si me afirman que la mitad de los quemados de la Posta Central son un porcentaje a lo bonzo puedo mirar sus magulladuras desear sentirlas como se supone que se sienten sulfurarme como se supone que debo sulfurarme y sentir los magnolios y fumarme las colillas juntar los encendedores que dejan en mi casa como trofeos

o medallas o estatuas milenarias rendir en cada chispazo homenajes modestos tener altares como ofrendas colgando de las paredes oír con tristeza los anuncios de la radio los pequeños incendios propagándose

besarme con chicos que echan de menos a otros chicos todo eso un alivio tierno, porque así son todos los alivios mirar por la ventana y ver a los magnolios pensar que ya es época de magnolios, que es hermoso que una flor salga de un árbol que los árboles den flores y frutas al mismo tiempo todo eso pensando en la sala de los quemados de la Posta Central en esa blancura triste como astillas de cuarzo estalactitas en mi espina dorsal y la mitad de los quemados por voluntad propia

Cambio de estación

Todos los años un árbol nuevo en el mismo agujero un limón de pica que no sirve

y los ciruelos, nísperos las hojas naranjas del liquidámbar mis tréboles favoritos las mariposas negras insecticidas la inestabilidad de los maceteros que habitaban la casa y el romero que me llevé a mi primer departamento

Una vez una llamada la puerta cerrada por dentro jugué con un alambre mientras esperaba recordé las flores artificiales y ese polen que se les cae sin nada de gracia

Un domingo

En una cancha oval un niño rebota la pelota en la pared mugre a esa hora la siesta de domingo

desolando los patios los dibujos de la ropa arrugada colgada en el barandal es un cliché que nos resbala como los murales de San Miguel no es que siempre tenga sed pero ahora me parece espantoso desear agua no es que siempre me interese pero ahora me parece aterrador ver el movimiento de regreso la cancha oval marcada con tiza el niño bordeando los cuatro años -la edad del discernimientola violencia del balón que se devuelve más rápido y más pesado el dolor de la presión ojitos chinos que se comprimen una aureola roja sobre la piel un silencio que cruje antes de empezar otra semana

Francisca Pérez Morales (Santiago, 1998). Es estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de Chile. En 2015, obtuvo el primer lugar en el X

Concurso Metropolitano inclusivo de cuentos, honroso y segundo en el lll y lV concurso de poesía organizado por la municipalidad de Lo Barnechea y el primer lugar en el 3º Concurso Juvenil de Poesía, organizado por la Fundación Pablo Neruda. En el año 2016, fue becaria del taller organizado por la misma Fundación y obtuvo mención honrosa en el concurso Roberto Bolaño.

Prólogo o teoría de cuerdas “Si el Hombre es 5 Entonces el Diablo es 6 Y si el Diablo es 6 Entonces Dios es 7” Pixies 1.

Las tríadas se componen de tres grupos que tienen relación entre sí, se complementan y sin la existencia de una, no es posible la existencia de la otra. Son movimiento, e intercambio constante de vibración, de rabia contra su coetáneo.

2.

Se necesitan tres puntos no alineados para determinar un plano, y son tres los elementos base en diferentes aplicaciones (tres colores primarios, tres planos metafísicos, tres potencias de la inteligencia humana, tres estados de la materia). Para mantener el equilibrio de la familia convencional, se usan tres elementos; padre a la cabeza, madre e hijo como base del triángulo. Paralelo a esto, la regla de tres es una regla que no se debe romper bajo ningún ámbito, y debe repetirse cuantas veces sea posible, por lo que se suma un grupo más; vida-muerte-resurrección.

3.

La finalidad es la descomposición de las triangulaciones desde dentro, abriendo las grietas de los espacios oscuros, de la regla moral familiar, de lo que se ve correcto socialmente. Las palabras se unen, como el nido de un ave que funciona críptico entrelazado para dar calor, crear incendios. Los circuitos son como el hielo, y poseen la propiedad cortopunzante del vidrio roto. Un vidrio que cuando se une, encaja a la perfección en alguna ventana, reemplazando ese umbral parchado por el padre con cinta de embalaje.

3.

Poner atención a las señales, a los pájaros que hablan y que con sus ojos negros reflejan el vacío o el espacio entre los cuerpos que no está. El ave es quizás el posible gobernador de un mundo que se reconstruye, tan bruscamente, que lo hace sin tomar en

cuenta su propia esencia extinta. Los ornitólogos lo saben, cada pájaro tiene su propia historia construida como el eterno observador de estas murallas. Con una mitad afuera, y otra encerrada en la Atmósfera.

3.

La primera cuerda viene desde la entraña, desde el fondo de la tierra, y se expande hasta los faros, reflejándose hacia alguna mujer que se mire y solloce porque la mujer suele hacerlo, y también conversa con las escobas y mimetiza su cuerpo con las madejas de lana, siempre pisando estrías, aunque sus piernas se llenen de unos ojos amarillos de perro muero.

3.

La segunda cuerda forma un vitral que puede ser peligroso si no son bien encajadas las piezas. Su dimensión, está repleta de falsas verdades. Esto es resultado de que el padre toma control de todas las acciones, desde respirar hasta el acto de escribir. Por esto, la segunda de las cuerdas parece ser un gemido doloroso, que termina en el parto o la reconstrucción de la casa, niños enfilados de tres en tres.

3.

La tercera cuerda se manifiesta como la última respuesta vibratoria. Visualizada como un niño que se embarra el rostro y detiene el movimiento del plano.

4.

La tercera cuerda está escrita con el objetivo de matar al padre.

Martín Torres Miranda (Santiago, 1996). Estudiante de Letras Hispánicas en la Pontificia Universidad Católica de Chile. El año 2008 fue premiado en el Concurso “Dar la Palabra”, organizado por la UNICEF y se publicó su cuento “Más vale sueño en mano que cien realidades volando” en la recopilación Dar la palabra (Buenos Aires: Editorial Planeta, 2009). El 2015 ganó el premio Gonzalo Rojas “Nacimiento del relámpago” de poesía y también fue becario del taller de la Fundación Pablo Neruda. Ha sido incluido las siguientes antologías: “90 revoluciones”, antología de poesía joven latinoamericana, editada por la editorial Mecánica Giratoria (Ecuador, 2015); “De Macul en el castillo” (Santiago, Editorial Punta de rieles, 2016), “La vida es un Shonen”, 1ra antología neotaku en Chile, (Santiago, 2016). En 2016, obtiene la Beca de Creación del Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con el proyecto de creación poética “Interdictos”.

A los animales atropellados en la calle

Preferir dejarlos ahí es una opción

Ver cada día una nueva marca de la putrefacción se nota primero la piel que comienza a soltarse los ojos reduciéndose a cuencas de a poco día tras día el cuerpo más aplanado contra el asfalto un abandono que carcome casi a caricias

El rigor mortis de las palomas todo parte con una pluma que se desprende o un ala luego, un día u otro el cuerpo irreconocible solo trozos de cartílago y rastrojos plumíferos por aquí y por allá

Aparece un papel arrugado ¿un confort

o una bolsa? ¿qué es ese bulto?

Pero justo antes justo antes de que tu mente defina la figura definitiva de un cuerpo aplastado así, puro amasijo de pelos das vuelta la mirada y prefieres haber visto una bolsa de basura o una caja de cartón mojada

Un día en el Río Mapocho un perro que parece que se fuera a levantar

-está moviéndose, miraflota entre los destellos fúnebres del agua

-está vivo- repite

e s t á

m u e r t o

acostado en el sedimento del fondo del río grande aún, vivaz como nunca pero date cuenta

el río lo arrastra de a poco todo es de a poco

metro a metro se va alejando metro a metro hasta unirse con el comienzo de las aguas allá lejos, donde vive ese relámpago que se lleva las almas de los olvidados (manteniéndolos así… olvidados)

Y es aún más en la realidad más real esa que no censura ningún acto y es por eso mismo más real y más dolorosa aún a los perros atropellados los recoge el camión de la basura que luego los abraza entre los grandes labios metálicos de la compactadora y los sella como un secreto cruel

Hay un animal muerto en medio de la calle las ruedas le pasan por encima y parece no importarle la muerte nos hace más impenetrables, el dolor más incoherentes Un día o dos un año o dos el animal se transforma en una mancha oscura que destiñe en medio de la calle un día o dos un año o dos el cuerpo en sepultura

fundido al pavimento invisible atrapado célula a célula entre las ruedas de los autos que lo reparten por la ciudad entera

Su cuerpo en reservada sepultura esperando, porque

Todo sucede de a poco espera un día o dos un año o dos para los sacramentos de las veredas en el camposanto de la calle

Congénito

A mi primer mes de vida ya era un licenciado en hospitales

Ernia, incubadora, cesárea y ecografía.

El sabor del suero cayendo a través de los irrigadores de sangre me fue más próximo que el del pecho de mi madre.

El calor uterino de los pabellones.

La cálida mano de una enfermera cubierta de guantes antisépticos me dio mi primera caricia.

A los cinco postgrado en cicatrices una caída a la salida del baño un golpe en la cabeza contra la esquina puntiaguda de un velador fueron mis tesis de grado.

-¡Qué precoz!decían aplaudiendo los médicos de la urgencia Mientras suturaban mis certificados de título. Y luego más -no hay que estar conforme-, me decían

Extirpación de lunares malignos a los doce apoplejía y falla del pulmón izquierdo a los quince. Me dijeron que no iba a vivir igual que los otros jóvenes ¡Oye! -les escupí sobre sus mascarillas a ellosno me comparen con mozalbetes faringosos, alérgicos o gripientos. Aneurisma y resfrío son mundos muy distintos.

(Me callé)

Cuando la primera bocanada de sangre me salió junto a la tos disfónica a los diecisiete.

Me fui entonces al extranjero especialización en cáncer agujas y quimioterapia no eran lo mío me sentí asqueado a la segunda sesión. El terreno metastásico estaba muy trillado y yo a mis veintiuno no conocía el amor.

Hemofilia, hemopstisis, hematuria pero no el amor. Y con todos mis títulos mis diplomados me estaba muriendo tajante de bisturí me estaba muriendo.

A mis veintidós postración y camillas de nuevo el beso de los catéters no me alegraba como antes ni me reanimaban los choques fríos de los desfibriladores.

Mi último logro: Falla multisistémica con epicentro en hígado, pulmón, estómago Lobotomía, pensé.

Fractura de la moral o falla de los nervios.

Dislocación del miembro cardiaco con principio de autopsia A mis veinticinco

Graciela Olave Ramos (Concepción, 1995). Estudiante de último año de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de Chile. Ha participado en el Taller “El ritmo en la narrativa” con Yuri Pérez (Balmaceda Arte Joven), Taller literario de escritura creativa en la SECH también con Yuri Pérez, Taller de poesía con Tulio Mendoza en Concepción y Taller de la Fundación Pablo Neruda año 2016. Actualmente se encuentra editando su primera novela “Arsénico” con la editorial Narrativa Punto Aparte.

Fin de Ruta

“Esta casa que hemos compartido durante tantos años …..es bajita como el suelo y tan alta o más que el cielo, …..pero, estad vigilantes …..porque al menor descuido confundiréis las señales de ruta …..y de esta vida al fin, habréis perdido toda esperanza”

Juan Luis Martínez, la desaparición de la familia

I

Supimos que el río se había secado y no valía la pena adentrarse perderse en la violencia del silencio

Árboles como abuelos toman el sol fuera de casa se desarman las escaras, los huesos caen, alimentan a los treiles.

II

Caminamos descalzos las ramitas ya no quiebran tu piel para advertir la falta de sombra.

Nos desorienta el calor o una rata que huye después de tantos años creyéndola muerta en ese cúmulo de zapatos de verano.

La tierra cuando tiembla desarma vertederos y nidos

III

Andar, sostener la mitad del cuerpo hecha de escamas soplarte en la nuca un diente de león

los mirlos aprovechan nuestros restos construyen nuevas señaléticas pavimentan el límite del bosque.

Grito vacío

Derramo la voz en el piso mis zapatos se pegan como al chicle el niño que nunca engendramos busca un fósil pegajoso en los pelitos de la alfombra.

Doblar en las esquinas no se puede pasillo torcido esguince en las manillas de las puertas. Me quedo atornillada en un condicional sujeto las paredes con la espalda que siempre caían como derritiendo habitación por habitación.

Me gasto como una piedra de afilar. Me aplana el edificio y sus alturas repliegan al invunche que hay en mí los dientes me encementan los dientes me separan en un grito.

Compite con la lluvia en la ventana mi saliva se me secan las palabras se me corta el Invierno.

En mute no permiten que haga falta

mi palabra ni el sudario que le abruma la silueta.

Peso muerto

Una planta inconclusa al final de cada pasillo recorta la vista desde el departamento.

Caminas rápido para cerrar las cortinas antes de que entre la helada meticulosa como un alacrán que espía desde el rincón más sucio de la cama.

Entre tanto espacio un cactus se muere ando siempre dándome golpes con fragmentos de la casa preguntándome cómo es posible que en dos años compráramos tan pocos muebles.

Llego de calles extrañas y dejo las llaves en algún cadáver vegetal

Inmovilizo adhiero mi cuerpo a tu torso de pastizal seco. Se prende la basura en la cocina como en los campos agarra una chispa más fuerza de la habíamos premeditado.

Pablo D. Sheng (Santiago, 1995). Obtuvo el premio Roberto Bolaño en la categoría novela. Publicó Charapo (Editorial Cuneta, 2016).

No más chinos (dos fragmentos)

Olor a comida china aceite negro, vapor de carne y arroz quemado unas monedas lanzan el I-Ching los vecinos solo hablan de noche

comen arrollados para no molestar.

Las cervezas esparcen sonidos de cañerías y wáteres en mal estado.

Preferimos partir labios humedecerlos en sal.

Aún no se acuestan dan ganas de rayarles NO MÁS CHINOS las luces de neón los cobijan pantallas de papel que sudan la fachada del edificio.

El restorán, el milagro de anochecer sin que nos imaginemos cuotas de quitarnos los vellos uno a otro.

Al día no lo cargo con nada menos mirando arbustos las mismas rejas de pasajes calles divididas a cuadros imágenes de un barrio cenicero.

Psiquiátricos y el San Cristóbal barcos que conectan el Mapocho con Pekín.

El techo falso se nos cae encima.

Barremos, pero hay pichones moribundos miramos por la ventana un perro ladra, jadea bajo su sombra lame su lomo.

Sale un chino en bicicleta fumando, moja al perro, tranquilo. Una posa lo embarra, chapoteamos mientras adornamos un florero con picos y patas de pollo.

Tus muelas del juicio aún no abren las encías por eso estás mirando patos amarrados te detienes a pedir ají para tu ceviche yo solo veo humo que quiebra al cielo, café en nuestro vaso lúcuma, harina

grumos de queque beso, la cumbia, Chiclayo también es Santiago otro sol, el rouge una manera de nombrar el río anticuchos de gato bacterias, los hilos compramos cierres mirando rodelas alfileres, pincharnos los dedos, sangrar como sangran mis encías flemas, un atardecer en taxi, chao a luces semáforos apagados, otra vez la nieve naranja y nada un mundo de azulejos luces fluorescentes, mejor que el agua borre tatuajes, la capa de encía cubo de hielo amarilla una muela partida, mañana a las diez nos vemos

otra vez pescado ceviche, carne de pangasius, cebollas que arden los ojos atrapan sus capas dormir, sueños el corazón en un ajo y nos imaginamos robando monedas de teléfonos placas madres de videojuegos, máquinas de apuestas, cascadas tu vientre bañarnos bajo nidos de antena satelital un colmillo te atraviesa el labio entonces podremos adorarnos tal como una vez nos dijimos tal como una vez te dije que un mono

te regalaría así: un mico que salte al edifico más alto de la ciudad nos mire boca abajo regalarnos ramos claveles un pétalo que es el más alto pico nevado, el océano en nuestras narices de mono pies y garras hechas charqui a la venta como patos amarrados al puente, colgantes formas de encadenarnos si a oídas retenemos el segundo en que una naranja se exprime alguien se saca la polera baila y lanza aceite de sus pelos y tú solo sorbes el resto de jugo

me dices que tome pero me ensucio las manos, estampo grasa en servilletas de papel, las ampollas soles rojos, herpes iluminando tu mejilla hinchada, yace tu sombra al lado del río, te diré no importa, podremos ser felices.

Maximiliano Andrade (Santiago, 1990). Publicó Bonzo (2016, Cástor y Pólux, Santiago de Chile), aparece en las antologías: Halo, 19 poetas chilenos nacidos en los noventa (2014, J.C. Sáez Editor, Santiago de Chile), Mil Novecientos Violeta (2015, El Gaviero, Almería, España), y Pasarás de moda (2015, Editorial Montea, León, México). Participó en la exposición Poetry will be made by all! (2014, 89plus/ LUMA Publications, Zurich, Suiza) con el libro Sangre de pájaro [viaje al centro de las cosas].

De “Bonzo” (Cástor y Pólux, 2016)

I Una fogata que ilumine el silencio

Quemaré mi cuerpo con monedas con billetes con papeles de un vacío irrenunciable Para construir una ciudad que explote todo el tiempo

Estallar sólo con un fin didáctico como un profesor que exhibe su muerte para enseñarle a una estrella a dar luz

II El fósforo es una anécdota del incendio

Quizás si mi carne ardiera sería flor mi pecho de hielo azul Quizás si mi pecho fuera flor de concreto caería como las aves abatidas por el viento Estoy ardiendo como un fósforo mientras el fuego quiebra mi voluntad

Es imposible tener la imparcialidad de un monje budista frente a la muerte como el impávido ritmo de la bencina al escurrir por los bordes de la piel

Quemarse a lo bonzo sólo reencarna el cuero vivo

La calma es una utopía geográfica en la carne el verdadero incendio no siempre quema por dentro

III

Entre el ruido de las llamas de un incendio personal

Los hoyos que deja el cuero tenso calzan las cavidades de la pulpa derritiendo los ojos las manos la boca y todo agujero que sostenga algún rastro de voluntad o quizás queden sólo los espacios quemados suplantando un pecho de granizo azul

Nunca habla quien se quema brama muge bala

Retumba entre paredes de concreto derritiéndose

IIII Inmolar el bosque de una piel donde nunca hubo árboles La agitada lucha entre los corpúsculos dentro de los pulmones desencadena el choque de mucosas congeladas que calcinan las paredes reverberantes de las perforaciones que dejó la contracción muscular

Encender el brillo de los ojos involuntariamente al momento de llorar

Nada apaga el resplandor sobre las córneas

Decir cien veces luz no suplanta la luminosidad

IIIII Quemar la casa propia

El argot de los huesos no sirve para nada Si los caldos y los jugos penetran la humedad simbólica de los intestinos La cornamenta se descalcifica La hiperlaxa coherencia del pellejo cede ante la brasa

No hay arrojo en la instrumentalización de la carne

Pensar un lenguaje de señas que no necesite señas

Distraer la imparcialidad del tiempo sin objetivos

Fernanda Martínez Varela (Santiago, 1991). Socióloga y escritora. Obtuvo mención honrosa en el premio Roberto Bolaño (2015) y el primer lugar en el Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral (2016). Ha participado en festivales literarios dentro y fuera de Chile. Sus textos aparecen en las revistas y antologías Otro Lunes (España), Puño y letra (Bolivia), Maestra Vida (Perú), Carajo (Chile), St. Paul´s (Barcelona) y en Halo, 19 poetas chilenos nacidos en los noventa (JC Sáez editor, Chile). Durante 2016, participa como becaria de la Fundación Pablo Neruda. Ha publicado los libros de poesía Ángulos Divergentes y La sagrada familia. Actualmente mantiene el libro inédito El génesis.

La sagrada familia (fragmentos) Si escribía el vidrio rasguñaba es este el lenguaje que me aterra Malagüera la bisagra como a punto de decir ahí no entres parpadea la luz fuerte Pues abajo hay una bestia que no quieres ver Colas salen desde su nariz Nidos ya tendrá de ratas las orejas Algo se asomó Si al caminar rechina justo cruje donde estás parada como tonta! La radio está encendida no te oigo bien Escribe qué encajes delicados el mantel tenía de charol tullidas piernas frías Di que parecía un tulipán No tomes en cuenta las moscas

Entonces se hurga si tiene una bestia en su vientre mis piernas sus pies o cabeza dice una bestia habrá que matar La tuve en mis brazos era una niña escribe la niña de tripas más bellas con formas de nubes era exagera! El ave yo he dado a luz en cuclillas con alas pringosas de hollín Allí carolín con la boca tapada iba Tosiendo retazos de lengua temía dijese las tripas me enredan el pelo Pues quiero ser madre y no es justo si sale una bestia del vientre Quizás deliré

Cuando quiero ser mamá Pienso en esposo En cinco hijos de una todas niñitas Vestidos trenzas la enana el colegio católico Pero pienso en esposo En un hombre aburrido que coja con orden Nada por detrás dueles por atrás los hijos no se cagan Por atrás por la puerta de atrás la enana Los calzones colgados y tus calcetines En mi madre y su casa preciosa Cortinas decoradas adecuadas telas Muebles importados de pino oregón La alfombra vistosa y rara No corran no pisen sólo visitas La casa para perros educados El jardín dibujado por un chiquillo hermoso y cortés Y pienso en esposo en domingos la misa el diario sección b mi padre sección b mi abuelo La revista de campo las niñas en el álbum Las fotos del parto la torta los globos Las amigas del jardín sus perfectas madres La hora del té mi abuela Con su lámpara llorona en su bello comedor En su casa qué alta y grande Pasillos qué largos fríos La alfombra vistosa y rara Los cubiertos de plata Cuántas copas yo no entiendo La campanilla que suena la enana que corre de allá para acá Luego el mareo El mareo y los síntomas de parto Yo quiero ser madre porque soy mujer Y porque soy mujer Pienso en esposo

Si pienso en esposo te veo a mi lado con tu pezón negro y pobre Tu pelo de chuzo labios bruscos quijada poco delicada Esas caderas anchas americanas Pies de tu padre uñas mordidas falta de esmalte Diez nudillos secos Miro el techo y el reloj dará las doce Me avisas que a las seis me tocarás Roncas te digo dejes de fumar Vayas al doctor por el tabique Si pienso en ser madre levanto la sábana tu pezón sigue negro y pobre Ombligo promedio

piernas moradas la no turgencia Esa extraña franja común americana Labios de rudo mineral La fea forma de tus cejas

Marcelo Nicolás Carrasco (Santiago, 1999). Poeta y artista visual. Autor de “Catalepsia” (Piélago, 2015). Ha participado de diversas lecturas y actividades entre las que se cuentan el Ciclo Poesía Constituyente y el encuentro Haremos Desaparecer el miedo.

Incisura

No sé, yo sólo quiero sentir tanto como pueda. Es de todo lo que trata el alma. Janis Joplin

Había que salir del cuerpo y salirse cómo. Merodear los orificios incisuras grietas nudos bajos hendiduras. Escaparse.

Evaluar el más afuera los pliegues las salidas y dejar caer esos hilitos rojos hebras líneas rojas. Como sangres por el ojo del lagarto al enemigo. Al más adentro. Menos fuera.

Retenerse. Saber cuándo. Separar todas las partes y juntarlas. Todas juntas en un orden en un otro en un tercero. Repartirse. Repactarse en lo genuino. Desasirse. Renacerse en todos los lenguajes y las lenguas. En las alas. En el habla insecta escapada de su frasco. En la única experiencia física que huye de la carne

Volverán

Diles que me perdí en el parque, mamá. Que no regreso. Que de tanto tironear perdiste el brazo y el horror salía a borbotones de tu hombro.

Me morí.

Si preguntan -que lo dudo- diles que era un laberinto de animales de concreto: Una jirafa

Un cocodrilo

Un elefante.

Eran sombras. Más oscuras que la vida. En un rincón. Eran como almas de animales de concreto. Como infancias rotas de concreto rotas. Como rotas cláusulas de pactos innombrables. Como nombres clausurados en el pastizal del parque.

Me llevaron. Di que me llevaron. Que no fue tu culpa. Hazlo parecer una mentira. Así te creerán y nos veremos en las noches, madre. Tú conmigo. Yo contigo. Tu. Mi. Yo. Tú.

A través del enrejado trae lápices papeles formas y colores. Para que yo salga fuera aunque no salga.

Me quedé jugando diles, con los animales con los árboles. Que raíces me salieron en las piernas. Que luchaste. Que intentaste. No pudiste. Me quedé jugando diles, con mi cuerpo con tu llanto. Dando vueltas en la rueda. Con los niños.

Cuando mis hermanos crezcan les explicas,

se los cuentas. Diles que a las 7.30 – al otro día- se abre el parque. Cuando vayan por sus hijos me hallarán jugando. Cuando vayan por sus hijos. Volverán.

X

La fuerza de una fuerza. De qué fuerza.

Preguntarle a los objetos y encontrar preguntas que preguntan otras cosas. A otras cosas. Otras tantas.

Este lugar ha sido construido por el hombre. Este lugar no ha sido construido para el hombre.

Estas cosas no son estas cosas. qué preguntas qué encontrar qué fuerzas

El paisaje es una imitación de lo que quiso ser. Su réplica. No es la proyección en el principio.

En qué principio. De cuál ciencia. El paisaje es lo que quisieron que no fuera.

La máquina de hacer pájaros

Podrán inventar la máquina para hacer pájaros. Podrán salir y acabar con todos los pájaros del mundo de una vez por todas. Podrá desaparecer también el hombre de la tierra.

Pero no conseguirán exterminar el origami.

Emilia Pequeño Roessler (Santiago, 1997). Estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de Chile. Ha participado en talleres de poesía con Héctor Hernández Montecinos, Javier Bello y Raúl Zurita. Forma parte del colectivo de poesía Taller Juan Gabriel. Actualmente trabaja en sus proyectos La Tumba Serás y La ronda del hambre. Este último obtiene en 2016 la Beca de Creación del Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

La tumba serás (fragmentos)

como quien recompone un himen roto no tuvimos más opciones que armar una canción

juntando retazos de aspiraciones desgastadas la acumulación de los días que resaltó la historia agarrándonos de los escombros hurgando entre la basura como un simulacro de intimidad en el silencio que imponen las luces de una micro en la madrugada su andar sobre el asfalto roto cada ventanilla como habitáculo las palabras que leíamos, residuos en los rayados de los paraderos como las inscripciones de las tumbas de los héroes como la letra del himno nacional nuestros nombres: la marca de un plumón que se irá borrando por el uso de los asientos

*

en los supermercados las cajas de mercadería se apilan infinitamente y de niños creemos que son las casas de las cosas que comemos

Animita

mi país es una esquina en que se orillan los cacharros que ha botado el mar todos estos años de patria rota, cortopunzante

bultos acarreados por equecos afónicos apilados a lo largo de las abolladuras del mapa paquetes de supermercado desescamando sus muñecas como grilletes invasión de trastos plásticos con olor azumagado en las alacenas de las casas bolsas de basura reventadas en los bordes de las veredas las huellas del trajín de los descalzos sin nombre escarbando cartones entre las sobras de las trasnacionales como perros olfateando los huesos de un pollo desollado la esperanza de ganarse cuatro paredes, una puerta y ventanas mi país es un bordado torcido sobre arpillera sucia montado en los hombros de toros atrofiados sin raza campo de flores machacadas que se oxidan silentes como las palomas que se bañan en el agua contaminada de los ríos amarga e inhabitable, ácida de cenizas volcánicas derrotero de los mártires que llevan a sus santos a cuestas se le aferran aún con las uñas unos pocos los que no encontraron la reja para salir sus caras molidas por el cansancio creen en la inercia como modo de resistencia estigma de una inmolación involuntaria mi país es una costra alargada que chapotea en nuestra sangre y duele el caminar a pie descalzo por las calles astilladas de faroles quebrados ampollarse los ojos ante el fuego de las barricadas atropellarse la lengua para no hablar más de la pena la melodía perdida de los organilleros que amaestran loros

pasean por los barrios y nos anestesian de nostalgia como cuando los chamanes de guitarras despintadas cantan en las micros por nuestras monedas repiquetean en las fotos granuladas de primeras comuniones los programas que veíamos las tardes de domingo ese jugo que yo tomaba y ya no existe las botellas de bebida y los medidores de gas el matinal a las nueve las noticias a la una la teleserie a las cuatro las noticias a las nueve el reality a las diez las noticias a las doce mi país es un campo de batalla que nunca se usó ciudades de metro cuadrado amuralladas de cholguán orilladas por bosques de yuyos secos que amenazan incendiarse el sonido de la lluvia sobre el zinc como disparos de una ametralladora tinajas roídas por la humedad descascarándose gatos tuertos vigilando sobre las tapias el aserrín hinchado frente a los guardapolvos que espera la flagelación de una escoba se parapeta en el tiempo como un soldado vencido antes de nacer cajas de lata repletas de hilos amarillentos juntadas en secreto mi país es la animita de un accidente brutal cachivaches en memoria de la mugre bajo las alfombras siglos enterrados bajo las baldosas enrojecidas de tanto encerar estampitas de caras borrosas gritando que aquí se mató

una tía, un abuelo, un hermano lloran acurrucados en una fosa común sin conocerse una bandera agujereada flamea sobre sus cabezas las lombrices sabrán por ella que están hechos de la misma carne esa carne aplastada que se adormece al arrodillarnos cada día para hacer una plegaria a todo lo caído en el intento y prender velas al monumento del edén que nunca se construyó