Diez Palabras Clave Para Educar en Valores

Carlos Díaz Diez palabras clave para educar en valores \¿ar yen ÍN»tcB tuto ll Al lector I SABER 1. 2. .' sab

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Carlos Díaz

Diez palabras clave

para educar en valores

\¿ar

yen

ÍN»tcB tuto ll

Al lector

I SABER 1.

2.

.'

saber?............ ¡Para que sepas! ........... 2.1. iractica el saludo sincero

¿Qué es

15 18

2.2. Arrepiéntete, pide perdón, dimite si es menester

2.3. Soniíe, porfavor 2.4. Cultiva la amistad siempre que puedas 2.5. Practica deportes 2.6. Humoriztl .................... 4'edición, septiembre del 2000

2.'7.

ISBN 968-6839-44-5 Pedro Luis Ogzón, 56. 01020 México. I).F. Teléf, (5) 6614465. Fax (5) 661428ó

Razona

............. 2.8. ........ 2.9. 2.10. Contempla .................. Resumen: querer saber, para saber querer

3.

O ln.stitum Etnmunutl Mtruni>, pero tanrb¡én de exigencia de esfuerzo al modo de «padre y rnaestro>> que promueve en nosotros hábitos de perlección y excelencia; y vigor- pueden darse ambos principios juntos en una sola -ternura persona.

I)IEZ

PAI-ABRAS CLAVE PAF./. EDI]CAR

EN

VALORES 29

Hermoso es el cariño del verdadero maestro (magister) que enseñándote te impulsa a elevarte más (magis) haciéndose a sí mismo menos (minus), para que tú crezcas y desarrolles lo mejor que ahora duerme en ti, ese arpegio potencial de tu arpa llamada a poblar el mundo de hermosa lírica. Sí: la otra cara del magister es el minister o servidor. El así servido se convierte en discípulo, el cual aprende sin rigidez pero con firmeza, con disciplina, antítesis de esa discipulina, que es mero sometimiento al dictado de un Rasputín canalla que procura hacer clonables similares a sí mismo. No. Nada de hacer del discipulado un limbo de adoradores de los de encima de la tarima: aberraciones no, gracias. 1.3. Un cariño que fortalece y restaura

La fierza del cariño es nutritiva: energetiza, dinamiza, fortalece, restaura el ala rota del pajarillo que aterido ya sobre el alfeizar de mi ventana carecía de fuerzas vitales para entonar el canto y, convirtiendo el hueco de la mano en nido, devuelve a la garganta aterida Ia capacidad y la esperanza canora, la libertad para la aventura, la alegría de vivir. No puede considerarse libre quien no vive dispuesto a conceder la libertad a los demás. Quien me quiere me confiere confianza para que yo confíe en mí mismo y en los demás. Paul Gauguin se dió cuenta del valor de la conflanza cuando afirmó: «prefiero pecar de confiado, aunque me lleve mil decepciones, a vivir desconflado de todo y de todos; en el primer caso se sufre sólo en el momento del desengaño, y en el segundo se sufre constantemente». Só1o el cariño per-dona. Sólo el perdón permite

que al ohno viejo en su mitad podrido puedan salirle renuevos de verde esperanza. Perdonar es renunciar

30

cARLos D|AZ

al derecho por amor, en favor de una relación sin derechos. Perdonar es renunciar a tener la última palabra. Perdonar es abrir futuro liberador donde sólo hubo pasado obsesivo: «ojo por ojo, y el mundo aca_ bará ciego»,_aseguraba Mahatmá Gandhi. ¿perdón sin olvido?. Bueno, a condición de recordario como perdonado, de recordarlo para que no se repita. por lo.demás,_ ni quien perdona húmilla, ni qüien nos pide perdón se rebaja, antes al contrario: qrien p"r_ dona se ennoblece a sí mismo, y quien piáe peiaOn nos concede a nosotros mismos lá opo?tuniáad de volver a ser libres otorgándolo 1.4

que ilumina

La fuerza del cariño, rlistalldo de ser ciega, ense_ ñarála verdad bañada clr bonrlircl, pues no se enÍra a la verda.d si no es ytr el unror: e.l,í2.ír alguna vez, pot desgracia, quien bien tc c¡r-ricr.a habrá dá hacerte llo_ rar; sin embargo, cuando la vcrdacl se nos aparezca con toda su crudeza y cruelclirrl, ta rcspuesta ante ella nunca será violenta, iunque sí scvcra (7se t)era; yeÍdadera de suyo!). El instiuído cn el caiiño no puede no .serlo en Ia exigencia intelcctiva, porque verdad y cariño son dos dimensiones der un rnismó fenémeno. Mantener unidas las llamas de la lucidez y de la bon_ dad pudiera constituir tal ve.t, cl ideal de humanidad. Y, cuando haya que extirpar tlc raíz la mentira, se sembrarán en su lugar fiutos con raíz más profunda y radical que los anteriores, a fin de enraiiar en la tierra buena de ese cariño que ilumina la verdad. En definitiva, se es responsablu ele aquel a quien se ama, se.-es responsable en El principito_ -leemos de aquél a quien se ha odomesticaáo» invitánbole a la propia casa (domus,), en la propia escuela (sjoté, ocio) en que compartimos ocio y no-ocio lnegotio¡.

DIEZ PALABRAS CLAVE PARA EDIJCAR EN

VALORES 3I

2. Querer por haber sido qutrido

Antes incluso de querer nosotros sabemos que hemos sido queridos, agraciados por la gratuidad que otros nos han regalado de anternano y sin concurso de mérito propio. En el fondo de todos los cariños hubo un Querer primero. Dar siempre las gracias por ello constituye el corazón de la ciud(td armoniosa del espíritu. Gracias a esa Gracia (fundamento del único poder que puede) el se torna tanto más rico cuanto más quiere a los que menos pueden. He aquí lo que han aportado ciertas voluntades especialmente valiosas a la historia de la humanidad: la fuerza de su «yo quiero» orientado hacia el «nosotros queremos)) desde el solícito «te quiero». Sé que el otro es agradecido cuando me trata como persona, y sé que el

otro es más agradecido aún cuanto más trata a la entera humanidad como persona de personas. Así pues ¿qué es la voluntad religiosamente vivida? Una voluntad que durante y después del ejercicio de su propio -antes, querer- se sabe y siente querida por el querer que le es más propio, el del Protoquerer; es, pues, una voluntad que quiere agradeci-

por saberse querida antes. De ese Protoquerer procede la energía del propio actuar volente, que por ello dice: soy amado, luego existoe. En suma, la voluntad que quiere sin saberse querida es heroica; esta otra, religiosa. Fue el error de Unamuno creer que creer es crear, lo cual es creer poco y crear demasiado. damente

9. Sobre la sustitución del pienso luego exísto por el soy amado luego existo, y la dialéctica de la gratuidad volente vocativo/genitivo/dativo/ablativo/nominativo, cfr. Díaz, C.: La buena aventura del comunicars¿. Ed. Nossa y Jara, Móstoles, 1995.

m INTENTAR

1. EI querer-voluntad Junto al querer-cariño está el querer-voluntad, qle stilo brota sano si el cariño también ha sido sano. l)csde aquí podemos afirmar con Kant que «nada hay lan bueno en el mundo como una buena voluntad». Iin efecto, ¿de qué serviría saber mucho y ser muy querido, si no quisiéra,mos intentar hacer nada bueno? De bien poco: «Yan-kieu dijo a Confucio: tu tloctrina me complace, maestro, pero no me siento con fuerzas para practicarla. El maestro le contestó: Ios débiles emprenden el camino, pero se detienen a l¡t mitad; tú, ni siquiera tienes voluntad para iniciar cl camino; no es que no puedas, sino que no quieIcs>>

illil]tl

"'.

Ahora bien, no se quiere lo que no se conoce, /a voluntad que quiere necesita conocet por eso escribc santo Tomás que «hay un conocimiento perfecto tlcl fin cuando no sólo se aprehende la cosa que es f in, sino también se conoce su razón de fin y la proporción con el fin de lo que se ordena a él>>". Así 1rues, el querer-voluntad tiene su principio en sí mismo, en su propia inmanencia: si quiero hacer un icono con rostro humano he de tenerlo en mi mente. l)cro no basta con conocer lo real, pues, así como la 10. Lun-Yu, capítulo VI, 10. ll. Summa Theologica I-II, q. 6 a 2.

34

I,ILZ

cARLos DíAZ

inteligencia es 18. Sin cmbargo, desde el mundo mismo trasciende esas tlificultades y esos fallos; por decirlo metafóricarnente, despierta a la vida aquello que yacía inerte cual princesa hechizada esperando el beso transfornrador de su príncipe; la voluntad se encuentra sometida a deseos y tendencias, pero en su potencial inflnitud remonta el vuelo más allá de lo oscuro de la noche, orientándolo hacia el orden ideal de l«r cxcelente.

17. 18.

Bakunin: Obras, 111,283. Lun-Yt, capítulo VII, 30.

l 38

IIII',/,

CARLOS DíAZ

2. El deseo, una voluntad débil que tiende a querer Io facilón Contra el desorden de los deseos Hemos hablado hasta ahora de la voluntad, mas ¿qué relación existe entre ella y el deseo? Si, como dijera Fichte, el querer es el carácter esencial de la razón, no siempre puede decirse lo mismo del caprichoso desear. Por mucho que aceptemos el primado de la voluntad (conformc a la clásica fórmula aristotélica, ), una cosa es el querer valeruso tle lo difícil, y otra el mero desear lo fácil y disperso. I)l yo que quiere y el yo que desea entablan de por vicla un contencioso; en todo caso, el apático que ha ido desmedulando su ethos desiderativo hasta el lírnitc de la abulia vegetalizada no refleja ya lo propiarncntc humano. Buena es la voluntad cuyo bene-volente yo quierc no se ve torpedeada por un turbio yo tlesco "'; bella es por su parte la fierza del deseo cuya apcteucia es la de ser mejor Desear muchas cosas no cs lo mejor, pues no ha de ser el hombre a la meditla de los deseos, sino los deseos a la medida del hornbre. El mero antojo no es formativo; una cosa es dcsear apasionadamente teniendo a la voluntad dominadora como centro, y otra muy diferente desear r.nuchas cosas, según la pulsión consumista donde la autarquía y la autonomía moral del sujeto se desvanecen, terminando por hacer a la voluntad misma esclava de los deseos. Nada grande se hizo nunca sin un gran querer; pero una cosa es tener aspiraciones elevadas, y otra muy distinta desearlo termitescamente todo sin intermi19. Según Aristóteles, la elección desiderativa no vinculada al discernimiento deliberativo y electivo es mera tendencia apetitiva, dóxa bouletiké (Et. a Nic. l11l b).

IALABRAS

CI,\VE PAM EDUCAR EN VALORES 39

A ser posiexpectatielevadas' lrlc habría que tener aspiraciones aquel como pequeñas' vlrs rnoderadur, y n"""^'idades gritaba: Atenas' de calleJ las de medio i;;',;;;t A;", en poco que nece,, ¡tttúnto'es lo que no necesito!»' Y lo lejos' pues' M.uy. poco' lo necesitaba tí,,,r,r," desean' y lo to-do "¿"*ás,' que .t" SOlrates los consumidores

tcrrc:ia alguna, como los niños malcriados'

lo ..i"u los creadores que fodo lolesproducen' los regalan lo .águiun' A süs amigos las ",;¿";;,; a- la s, pequeño ;;;;;;; ;"i.or"ut". .humanidad saben se sí.mismos' a li;;^;;á"t. Euot té "iig"t' que los consumidores ,,,i.'toí de deberes. mientás ; sí propios cbmo sujetos de dere',ii;;;;.;;;; r'lxrs v de deseos.

,,l,.tl ;

'"6¡'rüirJñ,.iá'p.","n"iu

de la voluntad de ser más

jerarquía

no anula el reconocimiento de una cierta sano deseo tltl deseat pues no deben confundirse el justificar para v /a.s insanos deseos, tan nefastos como me cosas «dos Bernard: '" ,""". áárel aserto de T' bestialidad la bestias las de ,,¿ri.á,G int"tig"n"iá -y ..i;'l"t il;-rnor,]En todo caso, cuando.los que manla u.'gtitn'u, Ios que obedecen pier,ñ;;i ;i.rden gi amo-bestia busca hacer' il; ;i'rátñá. ¿.tlto delparticular.dr seo y orden' c:oincidir para su "goítrno de decir: «nara mí tus r¡ntítesis del enamoiado Ia "apu' tlcseos son órdenes". é"'"t" ;-btayá-naul^nicceur' arbitray acto el responsablb el acto ii¡"iiii¡á ',i.'í'rti¡i:;;; "úre ;; ésta: el'último actúa para n^ada,Y

mientras que el primero connere a la ¿" é¡"t""t iu presencia " en persoxal precrsamenyo respondo ii;"ió, á lu qu" resl'onsoy' persónal flr"trá i" ,ot e.u 19 solamente ante' también responsable io66 '-l;-ñA", sinourot"*iui moiiuacionales estallan en el moral' y últimamentc relativismo del *;"d; prépersonal' sitt casi "u.p" d"t"o áá tiempos vivimos ,ot*tu¿,sinautocontrol,sinDeseo(escritoestavcz (tp(t('mayúscula), que tienen al mero nle ;;ü;

nadiá' '*ta lí."i0, v iu^iá*"

T,Till"

40

cARLos DíAZ

ce/no me apetece como único criterio. La universali-

zación de tal arbitrarismo conduciría a admitir que aquel que más puede satisfacer su caprichosa apetencia sería el más valioso, de ahí que el desear sin el deber no valga. Siyo deseo pero no debo, el deber habrá de frenar el desear, y el buen gusto estético deberá aceptar el amargo deber; sólo cuando lai deseo y mi deber coinciden puedo permitirme el gozo en toda su magnitud, sin sombra alguna de enfermizos remordimientos (el remordimiento sano es el deber contra el deseo in-debido o contra su realización in-debida). A la jerarquía de la voluntad desiderativa le es asimismo consustancial el saber perder: lo importante no siempre es ganar sino quererlo, sabiendo perder aun sin desearlo, pues de otro modo no se entendería el cxácter estético de la ética, que anula el carácter violento de la victoria y suaviza el sesgo oscuro del fracaso; pide, en fin, el deseo ordenado deporte, que no gueffa. Diremos más: pertenece a la esencia del deseo ser tanto voluntad de poder como .fuente de obediencia, de obediencia precisamente ¿r los valores mismos de cuya victoria pudiéramos quizá estar gozando. De ahí que la ética no sea tarea del héroe que afirma imperativamente su imperio (forma suma de vanidad, que adopta la forma de desafío contra todo sin más asidero que el propio vacío), sino colaboración de humildes voluntades, apoyo mutuo. Sin esa humildad el heroísmo no pasa de ser pueril infatuación.

2.2.

El

desventurado malquerer del trastornado

emocional Y, desde

luego, existe un no-saber-querer que

brota de la minusvalía, del sentimiento de impoten-

t)ttlz

PALABRAS

CLAVE PAI.A EDUCAR EN VALORES

4l

del yo, de la incoherencia entre la voluntad y e I rlcseo, y que iría asociado a algurio de los síntomas siguientes, o incluso a todos ellos: 'a) El sujeto se percibe incapaz de tomar las decisioies cotiáianas sin una cantidad exagerada de conscios o recomendaciones por parte de los demás' b) Permite que los demás tornen la mayor parte dc ías decisiones importantes; por ejemplo, dónde vivir, qué trabajo ocuPar, etc. c) Tiende a óstar úe acuerdo con los demás, incluso cuando se encuentran equivocados, por temor ¿l e:ia

sentirse rechazado.

Tiene dificultad para iniciar proyectos, o para hacer cosas por propia iniciativa' e) Acepti hatei voluntariamente cosas incluso Ocságradables pÍra é1, con tal de agradar-a los demás' cuando se .f)"Se encuentra incómodo o desvalido esa difípara evitar esfuerzos grandes y vc'áolo, hace

d)

cil situación. termiB) Se siente devastado o desvalido cuando n¿rn las relaciones íntimas.

h) Se preocupa con frecuencia desmesuradamente por el temor de ser abandonado. i) Resulta fácilmente herido por las críticas o por cuálquier desaprobación, aun por las infundadas o ¡rrovénientes de gentes perversas'0..

Y todo esto, por désgracia, sin dejar aparte la

cxcesiva carga dé sufrimiento que con frecuencia le supone.

kviatun' 20. Cfr. Marina, J. A.: «La libertad como artificio"' ln conque estas los a infemalización grados de los 65, p. 69. Sobre vicla' tlucias podrían llegar, y al infierno real que introducen ya en .ii. piár, C.: Dielmiiadas iobre el n¡stro del otro' Ed Caparrós' Madrid, 1993.

I

42

u t'tl (

CARLOS DIAZ

El desventurado malquerer del eterno negador Y hay también un no-saber-querer que brota de la minusvalía que aparenta hipervalía, hay voluntades cuyo deseo egocéntrico anula por paradoja la capacidad de querer. Muchos adolescentoides, en efecto, enfatizan tanto el ornitorrinco de su enfatuado yo, que para destacar su enfermizo encumbramiento siempre insatisfecho sólo saben negar lo que no habla de ellos: todo les da lo mismo, porque en torno a su voraz autolatría el mundo gira; ellos quisieran ser el niño en el bautizo, el novio en la boda, incluso el muerto en el entierro. Obviamente también la noluntad (voluntad de afirmarse negando) puede sucumbir bajo el impulso degenerativo, y Gethe designaba al diablo como el eterno negador, el omnidisolvente que llega a morder la mano buena que lo alimenta. Como escribiera Manuel Abril, la tragedia del espíritu satánico no es otra cosa que la de querer ser el no-ser, siendo su voluntad constante y exclusiva la de vivir y existir únicamente para eso, para imponer su voluntad y vencer al enemigo. Mas, siendo su enemigo el ser, no puede el espíritu satánico, por definición, vencer nunca: en cuanto yenza y afirme aborrecerá la afirmación, sentirá envidia y celos de ella, le consumirá la idea de que la obra pueda- vivir y ser por sí misma, y no ser ya, por eso, exclusivamente suya. Pero no toda noluntad se eierce sin infortunio; éste llega si no sabe con-vivir, ni con-jugarse.

DIEZ PAI.4BRAS CLqVE PAM EDUCAR EN VALORES

a) Agresiones violadoras

l{

o destrüctoras

Entre las agresiones de la voluntad que provenicn tcs del exterior tienden a destruirla se encuenlra lrr civilización neocapitalista misma: la educación consr¡ ruista desde la escuela, la minusvaloración de la >, el culto a lo hedonista fácil, etc. h)

A g re sione

sp

se

ud o satisfactoras

Son aquellas que aparentan posibilitar lo querickr. l)oro en realidad lo sustituyen: manipulación dc' lr¡ o¡linión pública, modas, adoctrinamientos, símbolrrs

tlc estatus, estereotipos, etc. c)

A

gresiones inhibidoras

Las hay, obviamente, de carácter endógeno, y ¡rruchas otras exteriores: >, derrota anticipada, pesimisnro social, pereza, carencia de modelos ejemplares, ctr'. tl)

Agresiones con apariencia de satisfacciones

¡»ri

vadas Se potencian las voluntades en una sola direcciírrr, la competitiva, la no sinérgica, la unidireccional c¡trt. sólo beneficia al individuo aislado, intentos que son

tontas intentonas2'.

3. Una voluntad creada creadora

3.1. Unavoluntad que sabe decir sí Violadores, pseudosatisfactores, inhibidores y satisfactores parciales de la voluntad

En fin, la voluntad padece muchas agresiones, no sólo endógenas sino también exógenas, algunas de las cuales las siguientes:

Pese a las dificultades, la voluntad sólo crece hurrrir n¿rmente conjugándose con otras voluntades, respL'liln

21. Cfr. Max-Neef, M.: Desarrollo a escala hutntttttt. l;tl K¿rirós, Barcelona, 1993, pp. 58-64.

I

44

I)II.,"I PALA,BRAS CLAVE PARA EDUCAR EN

cARLos DíAZ

do la propia autonomía pero sin borreguismo. Sólo una voluntad solidaria puede ser autopoyética, autocreativa. Como tal, la persona no pertenece al orden de los meros hechos, sino al universo de los actos, los cuales brotan de la humana subjetualidad creadora y producen aquéllos, que se reifican en el horizonte de lo fáctico cuando se desvinculan del agente. A través de sus actos el agente se manifiesta como realidad volente, a través de sus cuatro fórmulas de

rl,0ll

manifestación:

a) .Fórmula de presentación: aquí estoy, contad

confrugo.

b) Fórmula de identidad y cualificación: yo soy este que soy, aquí estoy como tal persona.

c) Fórmula de identiJicación: me conocéis por

mis obras.

d) Fórmula de reconocimiento:

os quedaré agra-

A su través, pues, el agente personal establece asimismo los dos imperativos, el cósmico-pindárico y el personal-fichteano: a) Imperativo pindárico de la voluntad: «Llega a ser /o que eres>>. b) Imperativo fichteano de la voluntad: , el yo que debes ser'2. Uno se hace más humano si asume el deber de llegar a ser el que podría ser, es decir, mejor de lo que ya es, pues toda persona tiene la obligación de llegar a ser mejor: la humana condición es humanógena, generadora de mayor humanidad cada vez, tanto individual como específicamente. Y si además nos dejamos contagiar por los humanos que van por delante de nosotros en esa dirección humanógena, mucho mejor, ya que «sólo llegamos a ser plenamente humanos cuando los demás nos contagian su

UALORES ']5

y con nnestra complicidrrtl l.rr condición humana es en parte espontaneitlltl rrllural, pero también deliberación artificial: llegar rr

lrtrnlanidad a propósito,

st'¡'humano del todo es siempre un

arte>>2t.

1.2. Una voluntad que sabe decir no

l)ecir sí precisa saber decir también no (nolutt ttul): yo quiero no querer el mal que tú sin quercr r¡rc me ofreces; esto que me ofreces no 1o quiero' tc ofrezco por contrapartida un querer más allo llravo: gran «negar afirmando» ese que consiste ctt ,t() querer queriendo mejor, antítesis del egoístltrr vulgar; lo único bueno de los egoístas es que ti() h¡rblan de los demás. Al menos para el profeta, hay momentos históricos en que la resistencia deviene heroicidad (ahora sí)' y l los que cuadra mejor que ninguna otra imagen lrr rlc una fortaleza asediada, en cuyo interior un puñitcltr rlc disidentes solitarios sigue en pie, sabiendo inclttstr su resistencia- no sólo no cosecharl'ilr t¡uc -tras rr¡llauso aunque logren romper el cerco, sino quc krs irsaltantes mismos les pasarán factura por la devastlt c:ión a ellos debida. No importa, será el momento tlc cnarbolar la bandera del amo, resisto, insistt¡, exi.sttt No es resistir contra nadie, sino contra la nada, v rtt lhvor del se4 contra el vacío donde vive el desaltrrl ckl malo la triste plenitud de lo vano insatisfaclorio. rlc esa vanidad que nunca tiene bastante (in-sati.t-.liu' toria), que nadea y anonada. Para el bene-volente, pues, mil veces mejor cs t'l ,¡o que el sí inuniversalizable, pues, como rectlrtlittlt lgnacio Ellacuría en 1988, antes de morir viltrlcrtlt' 23. Savater. F.: El valor de educar. Ed. Ariel, Barcel«rnit'

22. Cfr. Diaz,

I

C:

Yo

quiero. Ed. San Esteban, Salamanca,

1

991

¡t.72.

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46 ¡t (

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cARLos D|AZ

IIII,.'I IAIABRAS CL"AVE PARA EDUCAR EN VALORES

asesinado, ra.

Unu voluntad que quiere eternizarse dejándose

eterniz.ar

Ciertamente la voluntad quiere distintos fines v objetos finitos sin hallar uná .utiriá";i¿;"ái;i;i ellos, tendiendo siempre a rebasarlos áúii¿n¿os" a to absoluto del querer y^al euerer aUsoluiá,-aUsoluto de suyo y porque se adelanta y funda nuestro propio querer relativo. Al movernos en esta dialécticá dá la oponemos a la de Scnofent uuer, para :::l:, «cacla :^g acto concreto. tiene su qulen fin, pero la voiun_ tad en general no tiene ningun-o>>, to qire no deja áe sorprender. Como reconoóe Mauricé ntondei, en efecto, «Aristóteles tenía ya u, pi"i.ntirn-iento cuan_ en et hombre ,il, uiJu'rn"¡o. qu. ü 91,:.::!11 hayy.esta vloa,humana; vida no la puede sostener el es preciso.que algo divino habite en él>>,5; lp^-ol:; «la concrencia de la acción implica Ia noción dó infinito; y la noción de infinito ;fuii." Iá conciencia oe ra accron.Irbre»r6; «el fin perseguido consciente_ mente no colma el deseo. Lo^que ñacemos, lo hace_ mos también. por algo distinto áe lo que cieemos. En Ia lntencrón hay oculto algo supérfluo, y esta tenden_ cra ocultaes-la que vuelve a encontrai en el mismo resultado cle la operacjón»2r. 24. «Obra de tal modo que la máxima de tu querer pueda siempre.valer como principio de una legislaciOn unir!.rui, (Kant: Kpl

454).

25. Blondel, M:. ttt acción. BAC, Madrid, 26. Ibi, p. 153. 27. Ibi, p.391.

1996,

p. 436.

1,,¡l

41

resumidas cuentas, «actuar es. de alguna ntitn('

rir, confiarse al universo. Consécuente"con la lcy rruccsaria a su desarrollo, el utilitarismo está. por l¡rnlo, forzado a superarse de alguna manera. En rcir. lirl¡rd, la voluntad individual no puede buscarse nt¿ís

r¡uc a través de una infinita complejidad en la qut t'll¿r misma parece perderse>>28. 2lt. Blondel, M.'.

la

acción BAC, Madrid, 1996, p. 324. pot

r's() rtrismo, según Maurice

Blondel asum.ir la demosÍración ¿lc l,t ¡'ristt'ncia del hombre (de su acción) es asumir la demosfración tlt Itt t.ristencia de Dios: «Comprendido de esta manera. el argunrcn lo u contingentia tiene un carácter totalmente distinto, un rcsot.l(. rruis lüerte del que ordinariamente se ha pensado. En lugar de bus c¿rr lo necesario fuera de lo contingente, como un término ulterior.. Io cncuentra en 1o contingente mismo como una realidad ya prt: s('rlto. En lugar de convertirlo en un soporte trascendente pcro t'xtcrior, descubre que es inmanente al corazón mismo de todo lo quo existe. En lugar de probar simplemente la imposibilidad tlc llirmar 1o contingente solo, se prueba la imposibilidad de negar lo rtcccsario que lo fundamenta. En lugar de decir 'ya que en ur) nx)mento nada existe, eternamente nada existirá', se llega a cslrr conclusión: 'puesto que algo existe, el único necesario existe c(cr nlmente'. En lugar de apoyarse sobre la ficción de un ideal nect: sirrio, se apoya sobre la necesidad misma de lo real» (La acr.iítn. llAC, Madrid, 1996, p. 391). «Así, el orden entero de la naruralcza viene a ser para nosotros necesariamente un garante de aquello que lo sobrepasa. La necesidad relativa de lo contingente nos revc la la necesidad absoluta de lo necesario» (Ibi, p.392). «Por tanto, cste argumento puede también revestir mil formas diversas, pero su esencia consiste en revelar, en. todo aquello que se mueve, sc organiza, o se conoce, una fuente común de poder y de sabidurí¿r. Si todo lo demás se resume y se funda en nuestra acción y nuestro pensamiento, nuestro pensamiento y nuestra acción no se fundan ni se fecundan mútuamente más que gracias al acto del pensamiento perfecto. De esta manera la prueba teleológica, lo misnto qtl.e el argumento cosmológico, aparece renovada y confirmada, por su unión con las demás pruebas. Presentarla aisladamente cs quitarle lo mejor de su valor» (lbi, p. 393). «Dios es el único quc no puede ser buscado en vano. sin que otra parte- pue(l¿r nunca ser encontrado plenamente»

-por (Ibi, p. a0$.

48

cARLos DÍAZ

IV

No hará falta decir que todo querer exige buena disposición, a mal tiempo buena cara, pues el solar sobre el que habrá de edificarse nuestra Neópolis continúa siendo todavía el escenario del conflicto entre Caín y Abel. La piedra primera la pondrá cada cual en su corazón; luego, atrabajar contando con el acarreo de los otros. Sólo quedará lo eterno; eternidad y contingencia parecen gemelos, pero a la manera de los Dióscuros, uno de los cuales, Polux, inmortal, y otro de ellos, Cástor, mortal.

DEBER

L" En la escuela del maestro Kant

l.l. 4. Resumen: un querer a la altura del deber Asumir la hermosa aventura de ayudar a los demás

y a uno mismo en esa asignatura pendiente que ella tiene como humanidad no fijada todavía, invita a estudiar (mucho) para saber (un poquito) cómo querer (adecuadamente). Pero no basta con querer pues querer pide saber por qué debo querer Así, hacia la fecunda tarea de alumbrar una humanidad medida por la sola medida del amor universal: sabiéndose todos para uno, y uno para todos; queriéndose todos para uno y uno para todos. Tal cosa constituye un deber y un deber gozosísimo, para quienes creemos que sabemos y queremos intentarlo. Frente a aquellos que estiman no poder ni siquiera consigo mismos, no podremos por menos de asumir el deber de recordarles que querer es poder, y acompañarles pedagógicamente en el esfuerzo necesario para que su hermoso quercr termine sustanciándose en un bello poder. Y, cuando al fin lo hayan logrado, su propia biografía se convertirá en estímulo para otros que vengan detrás.

La autonomía del deber

Nada mejor para encauzar el esfuerzo que hacerlo a tanbrotar del áebir palabra vigorosa que asusta exceel por ,rruóhut veces abrumados im sus de costuras las "t"ár*"., urot áeberes que rompen su J" espaldas' frágiles sus pcsados carterones y castigan *in ou" sepa nadie explicarles de verdad por que nl qué ri d.b., de hacer /os deberes"' Dara t-P.i;-"*que el maestro Kant no ponía deberes' sí

esencia del deber' Sabiamente alerta KJnt contra el deseo sin la voluntad moral' sólo desearJi"." ti lmás allá de la facultad del meropor sentir actúa que querer, ;?;;; d piincipio del ya mundo' el abajo v"t'ga te iue debe ob.a. aunque

*^pii*Uu la

r"rpond" a su própia autono.mía: se da 1a otuga"ion de aciuar, diga la gente 1o inteoue disa: quien no actie por respeto a esa ley no actúa moralmente' i¡r, ' --BiAí U ionciencia Áaestro Kant llevaba raz6n al vincular el desequerer de la voluntad racional' aunque no

;;; ;ú;ú ] rr *i.Á" ar y el iunío

caráctet solitario de la voluntad misma' con los demás en el interior de y qué deba ia historia, pues yó sólo sabré qle debo todo en sobre si los demái me áyudan a descubrirlo'

"n'el del diálogo rrtii"f¿" lr- *rn¿o

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donde

el sentimiento del deber

escasea

CARLOS DíAZ

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IIIII,/ ¡AIABRAS CI-AVE

cada vez más, dado el sociologismo y el juridicismo moral.hoy ambientales. Es én et áiatogo abierto intencionalmente al otro donde la palab-ra se hace respuesta y ésta responsabilidadre, sin por ello debi_ litar la autonomía de mi voluntad, pues en eso de ser responsable nadie puede reemplazár lo que yo tengo que hacer, lo que rne conviertá en máximamente res_ ponsable de lo míor'), y en seriamente co-responsable de lo tuyo.

it t'tl (

PARA EDUCAR

EN

VALORES 5I

lrrs responsabilidades propias, pero procura arre-

el fruto de su esfuerzo. aristócrata moral se regala incluso a sí mismo;

b¿rlarle

c) lll

cl plebeyo únicamente sabe arrimar el ascua a su ¡rr.opia sardina, estando siempre a las maduras ¡lcro prácticamente nunca a las duras.

l) Ill aristócrata moral sabe agradecer sus mercedes ir aquellos respecto de los cuales se siente

en

ttcuda, el plebeyo moral sólo sabe amontonar, y rlo entiende otra deuda que las deudas que a él le irtlcudan.

l) lll

1-2. l^a aristocracia moral del deber

aristócrata moral se sabe en deuda con los otros ¡incluso por amarles!, por eso asurne agratlccido el deber ante sus rostros; el plebeyo reducc todos los rostros al suyo propio, porque ignora r¡uc sólo se posee lo que se entrega.

Aristócrata moral es el sentimiento del deber, ple_ beyo el sentimiento de que yo sólo tengo derecños. Por eso: a) El aristócrata moral siente que libertad y deber

van juntos, pues sólo el libie puede asumir el

b)

deber de ser libre; el plebeyo vt en todo deber una forma de esclavitud, y en el mero derecho la única libertad. El aristócrata moral reconoce: «yo debo, y de lo que yo debo hacer soy el único responsabler; el

plebeyo masculla: «mi menda sóló tiene dere_ chos>>.

c) El aristócrata moral valora el papel del esfuerzo, del riesgo y de la aventura; el-plebeyo se retranquea def'endiendo al enano de sus temores con

y un cerrojos. d) El aristócrata moral. asume la responsabilidad

mil que

se deriva de su acción; el plebeyb endosa al oiro

29. Cfr. Ebner,F.: Ltt palabra 1, lcts realidacles espirituales. ^ Capanós, Madrid, 1995.

Ed,.

30. Cfr. Lévinas, E.: Humanisnto del otro hombre.

Ed,.

Caparrós, Madrid, 1992.

i

2. Pesadez y levedad del fardo del deber ,t

.1. f:l camello del deber

l)csde luego, el camello porta los grandes y pesarlos l'¿rrdos del «¡tri debes!». Aquí el querer se cont'it'rle en un reqwerir Animal modesto y desacreditarkr, c:l camello es el mejor en la travesía del desierto; srrr crnbargo, nadie, y menos que nadie el abúlico, rlcbcría reírse de la chepa del camello, pues es en t'srr c:hepa donde conserva la humedad necesaria para lrr tlura travesía del desierto. El oficio del camello es tlrrrrr, trabajoso, pero ése es el magnífico regalo que Leo¡r t'urnbio ofrece al mundo: ^,,. Obviamente tampoco nosotros quisiéramos cambiarlo por el esclavo, o el peón de ajedrez, pero estamos trabajando por liberario de su esclavitud y de su ajedrecístico peonaje, sin encomendarnos al alma de los supue§tos hijos de Zaragalidad, que me fijase en un yo eternamente responsable, tal como

El desde la eternidad se ve ligado a su iclentidad. Tal Dics sería el único capaz de establecer unos valores que ni mi goce ni mi fuer-

za han elegido en modo alguno, valores a los que áebería someter

mi irreductiblemente libre diferencia, sin contradicción ni varie_ dad; en recbazar tales valores consiste mi nihilismo. pues tales valores, de dos cosas, una: o van contra lo que en mí crece y asciende, doblegan mi fuerza, y me hacen elegir lo que para mí ei arrastrarme, mutilarme, la muerte en suma, o coinciden con lo que yo eventualmente valoro por libre elección en este instante, péro en tal caso pliegan mi peculiaridad a una regla que pudierahiber_

se vuelto contra mí, hacen que el bien que elijo sea un .bien común'-¿pero cómo algo que yo pudiese llamar realmente bien pueden ser 'común'? Es conclusión obligada que, en ambos casos, no puedo aceptar sin mengua tales valores. y esta conclusión tiene como corolario ese inmoralismo de que, no sin razón, se me acusa; porque la moral no es otra cosa rnás que la posibilidad aceptada y venerada de pensar contra uno mismo, de juzgarse y sancionarse a uno mismo, de acuerdo con una regla suprema y general>>... ..Os veis obligados a condenarme porque sabéis que yo nunca me con_ denaré a mí mismo y creéis que todo hombie desea ser condena_ do»... «§sy tan vulnerable, que ya no se me puede atacar desde ninguna parte; tan fuerte, que debo volver uni y otra vez, Íenaciendo pese a todas las condenas» (Savater, F.: Apología del sortstu. Ed. Taurus, Madrid, 1996, pp. 29-33). 46. Savater, F.: Apología del sofista. Ed. Taurus, Madrid, 1996,

p.12.

DIEZ PAI.4BRAS CLAVE

PARA EDT]CAR

EN VALORES 19

tustra, los elevados superiores, los valerosos guerreros vikingos. Vamos más lejos. Apuntamos hacia una nueva civilización, no a la perpetración de la vieja, que para lavarse la cara suelta el lastre de los pobres de la tierra abandonándolos mientras predica engañosas fórmulas de aristocracia del espíritu. Orar laborando y laborar orando, la vida es vn ora et labora, un lab-oratorium. Orar y laborar se interpenetran, contemplar y actuar se besan, y ambos agradecen su hacer

y su padecer, su acción y su expecta-

ción al Dios que salva, porque Dios no es

el destinatario distraído del mecánico recitador del molinillo de oraciones. Aprendamos a orar hora a hora desde ahora, a Dios orando y con el mazo dando las horas sobre el yunque del trabajo solidario. Mas ¿cémo orar sin alavez ad-orar? ¿no es acaso la oración una presencia que ora, labora, adora y alaba en las manos a Aquél a quien todo le debemos?

2.2. Si no tengo caridad, nada soy EsÍe itinerario del hombre hacia Dios, que es militante encuentro y exigente trabajo con los hermanos, sin caridad no es nada: ". 4tl. Cornte-Sponville, A: 47.

I

Cor 13.

Pequeño tratado de las grondes vir-

turle s. Espasa Calpe, Madrid, I 996, pp.

I 6'7 - I

68'

82

lt lt tt

cARLos DíAZ

Toda alegría, incluso la puramente interior, tiene un motivo exterior, por eso nos sentimos agradecidos a la vida, al universo, al Hacedor del mismo, con gratitud contagiosa, expansiva, universalizante, puesto que la totalidad de lo real es la única realidad. A más gratitud, también más júbilo, más alegría y alabanza por todo; cuanto más aprendamos a amar las cosas singulares, tanto más a Dios y a nosotros mismos (la satisfacción de uno mismo, bien entendida, es como una gratitud de uno mismo hacia uno mismo). En fin, >. Se trata de pasar del dolor atroz de la pérdida a la dulzura y la abgrta del recuerdo. ro-

Vivirlo, desde luego, con sentido de los límites y el dolor,

humanos, dentro incluso de la tribulación

pues es preferible una verdadera tristeza que una falsa alegría. Dentro de la frágil finitud, la alegría pide huntildad, .>; pide también cual complemento necesario t'; pide asimismo pureza, sabiduría de lo esencial: «la pureza Simone Weil- es el poder de contemplar -escribió la mancharr, resultado de un trabajo de purificación; pide, en fin, felicidad, pues vamos de aquí para allá buscando por todas partes una alegría diseminada en migajas, y los saltos de un gorrión son nuestra única oportunidad de gozar de Dios diseminado por la tierra; sin embargo, no hay que olvidar que «sólo hay felicidad si lo deflnitorio de un acto es capaz de ser elevado a definitivorr". común es la del servil que da las gracias para recibir mayores beneficios: diciendo «¡gracias!» piensa «¡más!». 51. Comte-Sponville, A.: Pequeño tratado de las grandes virfudes. Espasa Calpe, Madrid, 1996, p. 176. Kant define la humildad como «la conciencia y el sentimiento del poco valor que uno tiene en comparación con Ia ley moral>> (Doctrina de la virtud, segunda sección, parágrafo I 1). Lejos de atentar contra la dignidad del sujeto, la supone: sólo puede someterse a la ley moral de la propia conciencia un ser capaz de tal ley moral. 52. Ztfiiri, X.: Sobre el hombre. Alianza Ed. Madrid, 1986,

p.393.

l 84

c,ARt,os D|AZ

Para Dios todo es sencillo; para los sencillos todo es divincr. Se trata de aprender a vivir ct'¡n sencillezsr ,sin lastimeros prétlít'os humuni.stu.t, pero también sin -53. La persona sencilla no cs cl:oíst:r, no sc nr:r¡,,uilica a sí misrna, nr para ensalz:rrsc ni ¡rara conclcnirrstr, ni sir¡uicra par:r.frr.r.rr.re. ntr se cree mujer barbuda, ni cnuno dc circo, y sc acepta corrro cs, sin prctensiones ni clistorsioncs, ni nrinrrsvlrlonrciolrcs. "Nr¡r:stnrs nre-jorcs accioncs sott sospcchosls: nu('\trr'\ nl('ir)rr's rcrttinticntcls, equívocos. El hornbrc scncillo lo subc y sc r'íe tlc clkr. No se interesa Io suficicntc a sí rnisrno com() pilrir jrrzgirrst'. l-ir nriscricordia hace en él las veccs dc inoccncia, o la inoct'nci;r. r¡uizlí. dc ntiscricorclia. No sc toma ni en scrio ni tr¿igicanror)lc. Sigrre su canlino con el corazírn iigero, el alrna en paz. sirt otrjetrvos. sirr rrostal.qia, sin inrpacit-ncie. E[ mundo cs su rcino y lc cs sulicit'utc. I')l prcscntc cs su etcmidad y le llena. Nt'¡ ticne que clemostnrr rr:ullr, ¡lrcsto quc no quicrc- parcccr nacla. Ni tantpoco tienc quc busclr'¡uula, pucsto quc todo está ahí. ¿,Existe algo mírs scncillo t¡ut: lrr st'ncillcz.'l ¿,Existe algo rnás ligcro'l La scncillcz cs la viflutl rlc los s¡¡hios, y la sabiduría de los

santos.." Todo cs más simplc tlc lo t¡ut: ¡-rothnros imaginar, y al misrlo ticmpo míis cnmarañatkr tlc lo r¡rrc poclartros inxrginur.... Conrplejidad dc las caus¿rs: sinr¡rlicitlad dc la ¡rresencra. Conr¡rlcjidld clc Io lcal: sirl¡rlicirl:rtl «lel st'¡. I-u scncillez enscña a tlcsprentlcrse, o ntits bicn es cs(c tles¡rrerrtlirrriento clc tocltl y de uno utistrto. L¡r sencillez. cs desnt¡cicz. rlesposesir'ur. ¡robtcza. Su única riquezl es loclo. Su tinico lesr»l t's rurrl;r l.:r sr:ncillcz cs libcrtad. ligercza^ tr¿rnsp¿rrcncia. Scncillo con¡o e l l¡irc. librc como el aire: la scncillcz. es el ¡rirc dcl pcns:rnticrr((,. ('\ ('unr() unJ vcnlilnil abiefla al gran alicnto del mundo. a la inlinita y srlcnciosa ¡rrcsencia dc todo. ¿,l1ay algo nrí¡s sencillo quc el vicntol ¡,1Iay algo nrírs aérco quc la sencillczJ... l-a generosidad cs un:r victorir¡. l¿r scncillcz.. la paz. La gcncrosidad cs rttra lttcrza: la se ncillcz. unu gnrcia... Así pues. sin la scncillcz {odl vir'(ud r'stli pcrvertidrr. corrro r'¿rcía tle sí nrisntl. crrnrtr llcn¿r clc sí. [-a sencillcz cs la vertlutl tlc lus virtudcs y la cxcusa dc los delcctos. Es la gracia dc los s¿rntr¡s y cl cncanto dc los pccarlore's... La scncillcz es cl olvitkr rlt'uno nrisnlo. dcl orgullo y dcl tnictkr: r's c¡uiolucl contra int¡uiclutl. alcgr'íl contra prcocupacirin. ligcrcza c()nlrl scricdad. cspotttancitlatl c()ntra rcllcxitín. ¿ull()r'c()ntra alllor propio. r'crtlld contr'u prctcnsi(ín. Irl yo suhsistc. llcro c()lllo aligcratlo. llrrilicutlo. lihcratk¡" (clr'. ('orntc S¡ronvillc. A.: I'ct¡trt,ño trotut¿lo dc ltt.r qnrrrit.s titÍtttlcs cit.. p¡r. l8l-l9l).

DIEZ lALABllAS CLAVE ?ARA L:D(ICAR EN VAt.ORt:),\ E5

endurecimientosl, en el corazón cle la qlegrío intc rior (acquiescentia in se ipso, según Spinoial: ,.por que sin duda esta alegría es tan grandé, que lnuchas veces, cuando el bueno -se halla triste y airibulado, y volviendo los ojos a todas partes, no ve cosa que i; consuele, volviendo los ojos hacia clentro y rniiando la paz de su conciencia y el testimono de ella, sc consuela y estuerza; porque entiende bien que toci0 lo demás, como quiera que suceda, no hace ni des_ hace a su caso, sino sólo esto. y aunqlle

dUe- no pueda tener

eviclencia de esto, -como m¿is así como el sol por la mañana, antes que se descubra, esclarece el mundo con Ia vecindaá de su resplan_ dor, así la buena conciencia, aunque no se conozca por evidencia, todavía alegra con él resplandor de su testimonio al ánima. Lo cual es en tanto graclo \¡erdad, que dice san Crisóstomo estas palabias: .Toda abundancia de tristeza, cayendo en una buena conciencia, así se.apaga como una centella de fuego cayendo_en un lago muy profundo de agua'»55. Fue Nietzsche uno de los ateos máslríticos con_ tra una religión triste, esa de quienes, al salir del templo en cuyo interior se han cubierto de ceniza. sólo parecen interesados en comentar triviahnente el 54. Avezarse y endureccrse son dos cosas muy diferentes, [_,a nransedumbre cs fucrza. fuerza tan fuerte que pLicde clominar l:r violcncia, la cítlera y la agresividacl. por eso cs una virtucl: ..Es rur;r fuerza en est¿tdo de paz, una fucrza apacible y llena dc puciencirr y de mansedumbre. Miren a una nlaclrc con su hijo (.la manscdurrr bre cs toda su 1e'. decía niaravillosamente Camus a propr-rsito rle sLr

propia madre). Mircn a Jesucristo o a Buda con iodos los scrt¡s

hunranos. Sí, la rnanscdumbrc cs lo que más se parecc al alltor. uuis aún que la gcnerosidad y quc Ia com¡rtrsittu. Esa es la verdadera y perfecta alegría, la que se alza en alabanza, la que se entusiasma en el cántico de las criaturas: «Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el señor hermano So1" ' Lqado seas, mi Señor, por la hermana luna y las

fé áigo: si he tenido

56. Francisco de Asís:

ln

verdadera y perfecta alegría. ln

Obras. BAC, Madrid, 1985 p. 86.

estrellas... Loado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire, y el nublado y el sereno, y todo tiempo... Loado seas, mi Señor, por la hermana agua... Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego... Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra... Loado seas, rni Señor, por aquellos que perdonan por tu amor y soportan enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las sufren en paz, pues por ti, Altísimo, coronados serán. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar... Bienaventurados aquellos a quienes (la muerte) encontrará en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no les hará mal. Load y bendecid a mi Señor y dadle gracias y servidle con gran humildad>>5'.

hermano Francisco'

-El él dice: -Y de aquí. Tú eres un simple.y

VALORES 87

El hermano

Francisco

mismo tiempo-

adora, agradece, y exulta de alegría: da gracias por la Creación, y por las Bienaventuranzas, por la bienaventurada creación, cuando ella se encarna y centra en el corazón de un ser centrado en el Dios Amor encarnado en Cristo. Bendecir, celebrar, elogiar, enaltecer, engrandecer, honorar, aplaudir, felicitar al otro también cuando está vivo. Alabar lo alabable, encomiar lo encomiable y encomiástico sin ser alabador, ni inclinado a alabar por alabar, sin ser amigo de alabar(se), jactar(se), hinchar(se), vanagloriar(se), dar(se) bombo o jabón, sin ser alabancioso, pues la vida humilla al jactancioso, que se deja a sí mismo en ridículo.

57. Cántico de las Criaturas. pp. 49-50.

ln

Obras, BAC, Madrid, 1985

IX HACER

1. Hacer según el lema

Hacer es pasar de la alabanza y- la gratitud simplemente afectivas a la alabanTa y la gratitud actiya.s, pues ¿de qué valdría todo, si no hacemos nada por asumir aquello que amamos? Si no hay ser no hay actuar, desde luego, pero también debe decirse que el actuar hace que el ser sea como esl así pues, hacer es pasar del reino de la posibilidad al reino de la efectividad, y en consecuencia la prueba de la verdad: obras son amores, y no meras buenas razones. Responsabilidad que no es respuesta respondente no es más que una metáfora de la moral, asegura Martin Buber. Decir, hacer y escuchar no son contradictorios, debiéndose buscar el equilibrio entre ellos, no siempre fácil.

Por el hacer, el formar se ha convertido en un trans-formar cuando el saber ha desembocado en el hacer. Mucho hablar y poco hacer es hacer mal. Hacer novillos ante la vida no es hacer («hacen tiempo para dejar pasar el tiempo», criticaba Unamuno). No se debe esperar a que el otro haga por uno lo que uno espera que haga por él el otro, pues el sabio proverbio chino- "si piensas a un-según año vista, planta arroz, si piensas a diez años vista, planta un árbol; si piensas a cien años vista, educa a tu pueblo». Hay qlle moverse.

."

90

cARLos DíAZ

En la Parábola de Buda sobre la casa en llamas, Bertold Brecht trazó con gran maestría la irnagen áe l^o que ha terminado sienáo el final del siglo"xx en Occidente: