Dientes de Ema Wolf

“Dientes” De Ema Wolf Boris Dracul trabajaba de vampiro. Todas las noches se ponía su capa de seda negra – tenía otra de

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“Dientes” De Ema Wolf Boris Dracul trabajaba de vampiro. Todas las noches se ponía su capa de seda negra – tenía otra de hule impermeable para los inviernos húmedos – y se largaba a vampirear por los caminos de Moldavia. No es fácil ser vampiro en un pueblo donde la gente se acuesta temprano. Al menos no lo era para Dracul, incapaz de atravesar paredes y de cruzar volando las ventanas convertido en murciélago. Dracul tenía que conformarse con morder el pescuezo de alguna persona que estaba fuera de su casa en las noches. Para colmo, los habitantes de ese pueblo vivían de la cosecha de ajo, y quién más quién menos siempre andaba con un diente en el bolsillo. El conde Dracul vivía en un castillo tenebroso. Durante el día dormía en la bañadera. Durante la noche... alentaba sus peores propósitos. ¿Quién ha visto alguna vez el despertar de un vampiro? Cuando el cucú daba las doce se levantaba de un salto. Solía darse la nuca con las canillas. Con los ojos todavía enlagañados se peinaba – de memoria, porque los vampiros no se reflejan en los espejos- y se ponía su capa. Después se deslizaba por el ventiluz del baño hasta el jardín. a comer!

¡Y

Una noche, una tormenta maligna sacudía los muros del castillo. Afuera aullaban los lobos, las lechuzas y varios animales más. A pesar de ello, el conde se aprestaba a salir. Como siempre salió por el ventiluz y se marchó hacia el pueblo. En las calles de la aldea no había un alma. Dracul pisó varias baldosas flojas y maldijo. La panza le crujía y él ya imaginaba una desgraciada noche de ayuno. ¡De pronto...! Pasos que se acercaban. Suspenso. - Scruich, scruich – hacían los pasos mojados.

Dracul se puso duro y observó que una sombra se acercaba por la vereda. Miró bien. Era una señora. Dracul se agazapó detrás de un buzón y esperó para dar un gran salto. Cuando la tuvo cerca salió de su escondite y abrió su boca exhibiendo sus colmillos. La señora lanzó un grito espantoso. -¡ AAAAHHH! ¡Qué horror! Lo que pasó después nadie se lo imaginaba, ni siquiera el conde. La mujer lo zamarreó por el cogote y después le dio un golpe de karateca. ¿Con quién se había metido el conde? ¿Quién era? Era nada menos que Carramela, la dentista del pueblo. ¡El terror de las caries! El conde cerró los ojos y en minutos se encontró sentado en el sillón del dentista con la boca abierta. Carramela estaba furiosa. - ¡Qué barbaridad! ¿Cuándo aprenderán a cuidarse la boca? En un rato le emparejó los colmillos, le arregló las seis muelas picadas y le sacó dos dientes. Después lo mandó a su casa prohibiéndole comer merengues y caramelos. Nunca más anduvo el conde por las noches de Moldavia. Y desde entonces guarda su cepillo de dientes junto al tubo de pasta cerca de la jabonera.

Fuentes consultadas: https://es.slideshare.net/nataliaghayquel/dientes-8402576 https://ar.pinterest.com/pin/373658100317545841/ https://www.pinterest.de/pin/191332684155523407/ https://es.123rf.com/photo_18726571_ilustraci%C3%B3n-vectorial-de-cepillo-de-dientes-y-pasta-de-dientes-dedibujos-animados.html https://www.pngocean.com/gratis-png-clipart-zvmdn

Profes Jimena y Walter