~ A D A EDITORES URAS DE HISTORIA DEL ARTE GEORGES DIDI-HUBERMAN El hombre que andaba en el color Serie LECTURAS
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~ A D
A EDITORES
URAS DE HISTORIA DEL ARTE
GEORGES DIDI-HUBERMAN
El hombre que andaba en el color
Serie
LECTURAS H.' del Arte y de la Arquitectura
DIRECTORES
Juan Miguel
LEÓN y Juan
HERNÁNOEZ
GEORGES DIDI-HUBERMAN
CALATRAVA
El hombre que andaba en el color Cualquier forma de reproducción, distribución, comueicacióa pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorizaciÓll de sus tilulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, WWN.cedro.org)si necesita fotocopiar o manear algún fragmento de esta obra.
Título original: L'homme qui marchait dans la couleur
e
LES ÉDITIONS DE MINUIT, ~OOI
e JUAN
MIGUEL HERNÁNDEZ LEÓN, ~0I4
de la introducci6n © ABADA EDITORES, S.L., 2014 para todos los países de lengua española Calle del Gobernador
18
28014 Madrid www.abadaeditores.com
diseño producción
SABÁTICA GUADALUPE GISBERT
ISBN 978-84-16160-17-4IBIC depósito
HPN
legal M-3064-5-~OI4
preimpresión impresión
ESCAROLA
PUNTO
LECZINSKA
VERDE,
S.A.
traducción de JUAN MIGUEL HERNÁNDEZ
LEÓN
INTRODUCCiÓN Juan Miguel Hernández León
Este ensayo de Georges Didi-Huberman trata, en principio, de la obra del artista]ames Turrell. Más bien, sospecho, sobre la dimensión ontológica del arte a partir de esa obra concreta. Porque Turrell crea, inventa lugares trabajando con la luz; lugares que se reclaman de la acepción platónica de la chora, la que exige un decir propio paTaalcanzar su sentido. Quizás por esto (así al menos lo plantea DídíHuberman),
la fábula, el apólogo, resulta el género
literario más apropiado para dar cuenta de un pensar que se enfrenta a la visibilidad de lo que no es visto, a lugares que subvierten las convenciones perceptivas de lo visible; donde el horizonte se sitúa por delante del ilimitado espacio que debería contener, donde el
6
JUAN
MIGUEL
HERNÁNDEZ
LEÓN
INTRODUCCiÓN
deseo anuncia la presencia, y el color es sustancia y no atributo. De un pensar que pretende resolver, mediante el bucle continuo de nuestro ser (estar) en el mundo, la antigua y asumida contradicción entre lo sentido y lo pensado. Es decir, de un pensamiento adecuado para aproximarnos a aquello que llamamos arte; y que
7
una Pérdida. En ese mismo sitio se trae a colación lo que en Benjamin se entendía como un poder dela memoria: «oo. aura de un objeto ofrecido a la intuición; el conjunto de las imágenes que, surgidas de la mémoire involon-
no puede prescindir de la experiencia, o mejor, a la
taire, tienden a agruparse en torno a él». En todo caso hay que comprender de manera completa lo complejo de esta relación entre ausencia, memoria y síntoma, cuestión
manera del decir de Deleuze, de la sensación. Todo relato (insistimos, fabula) se construye con la
ampliamente tratada por Didi-Huberman en su biblio- . grafía, y donde también rastrea esa cuestión fenome-
presencia de personajes, sujetos de la acción en la que se enhebra el acontecimiento (tal vez un caminante
nológica que sitúa la noción de voluminosidad como una
que recorre por el tiempo y el espacio; un tiempo anacrónico y un espacio vaciado). Aunque aquí, como prota-
A esta reflexión no es ajeno Merleau-Ponty en cuanto que entre lo visible y lo tangible, esa distinción
gonista (aun con la duda de que pueda ser un perso-
estratégica con la que dividimos nuestra experiencia de
naj e), se nos propone un lugar desertificado.
Pero los
las cosas en el mundo, no establece una separación
que le acompañan, y sirven para componer una constelación conceptual, se asoman con más o menos dis-
radical, sino, más bien, un entrelazamiento o superposición. Un pliegue en la continuidad de lo múltiple,
creción al escenario de la escritura y nos obligan a dia-
donde lo que reconoce el tacto no es ajeno a lo que vemos, ni, de la misma forma, lo visual es indiferente
logar con ellos. Sin orden de preferencia, por qué no comenzar
dialéctica entre el espe~ory la profundidad.
a la anticipación del contacto.
con Benjamin y su aportación sobre el concepto de aura, «esa trama singular de espacio y tiempo». Es decir, como en otro lugar escribe Didi-Huberman,
Dicho de otro modo, que el espacio del cuerpo se constituye mediante el acto, que su naturaleza reside
«un espaciamiento obrado» por el que mira y por lo mirado, en la que el mismo objeto deviene el indicio de
es la potencialidad de la movilidad; que ella es la que proporciona sus modalidades.
en la potencialidad de movimiento, que esa espacialidad
u
JUAN
MIGUEL
HERNANDEZ
LEON INTRODUCCiÓN
Quizás por ello, es un caminante el hombre que nos guía en el relato, no ya atravesando etapas temporales y recalando, aun por instantes, en arquitecturas disímiles, sino por una constelación de imágenes-concepto, las que conforman el auténtico escenario de la fábula. y Heidegger también aparece, precisamente para atender una de las cuestiones más determinantes: la inestable relación entre lugar y vacío. Leere des Raumes (vacío del espacio) es un tema protagonista en su noción de espacialidad (Riiumlichkeit) y de espacio (Raum), ya que «el espacio no está en el sujeto, ni el mundo está en. el espacio. El espacio está, más bien, en el mundo, en la medida en que el estar-en-el-mundo, constitutivo del Dasein, ha abierto el espacio» (Sein und ~it). Este abrir y dar espacio (Raumgeben) es una apertura en la que se habita y donde nos salen las cosas al encuentro. Recordemos, nosotros también, aquel fragmento de «El arte y el espacio»: «¿Y qué sería del vacío del espacio? Con demasiada frecuencia el vacío aparece tan sólo como una falta. El vacío pasa entonces por una falta de algo que llene los espacios huecos y los intersticios. Sin embargo, el vacío está presumiblemente hermanado con el carácter peculiar del lugar y, por ello, no es echar en falta, sino un producir» (Puede que no
9
haga falta señalar que Hervorbringen tiene también el significado de crear o engendrar). ¿No es así como nos dice Didi-Huberman que Turrell crea lugares? Es decir, ¿en la conjunción de ese vaciamiento y aquel espaciamiento? Heidegger ofrece la sentencia definitiva: «El vacío no es nada. Tampoco es una falta. En la corporeizacióri plástica el vacío juega a . la manera de un instituir (stijfens) que busca y proyecta lugares». (Tampoco resulta obvio recordar que stiffens puede volver a tener el sentido de fundar, donar o crear). Lo que dicho de otro modo, como es conocido, hace residir en la obra de arte la posibilidad de la verdad, pero no sólo como apertura sino también como ocultamiento.
Una lucha por tanto, una contienda, una
lucha entre tierra y mundo. La obra de arte resulta la posibilidad misma de que se dé la presencia: el mismo
aparecer. De ahí su sentido de inminencia, donde la espera se funde con el deseo. Y donde el tiempo ya no es una sucesión continua sino cesura, una brecha análoga al momento, un umbral en el que se da la transición entre el sueño y el despertar. Al fin, descubrimos que Didi-Huberman, como AbyWarburg (a quien ha estudiado afondo), ha seguido el inquietante camino de una «atracción visual», la «que nos produce vértigo y nos hace hundirnos en el
ro
JUAN MIGUEL HERNÁNDEZ
LEÓN
cráter de los tiempos que nos hablan también de la regresión y del deseo». Pero reconozcamos que una fábula, como género narrativo, no es independiente de su estilo literario, más bien se sustancia en él. Es Dichtung, y, como tal, presenta una especial dificultad en su translación a otra lengua. Sólo espero que la traición de la traducción no haya falseado en exceso al personaje.
Georges Didi-Huberman
EL HOMBRE QUE ANDABA EN EL COLOR
¿Qué es, de hecho, esta superficie coloreada que antes no estaba allí? No habiendo visto ".nunca nada parecido, no lo sé. Lo encuentro sin relación con el arte, en todo caso si mis recuerdos del arte son exactos. S.
Trois dialagues (1949). París. Minuit, 1998, p. 30.
BEOKETT,
r ANDAR EN EL DESIERTO
Esta fábula comienza con un lugar desertificado, nuestro personaje principal personaje?).
(¿pero se puede llamar a esto un
Es «una estancia donde los cuerpos bus-
can, cada uno, su despoblarse». para permitir
«Lo bastante amplia
una búsqueda inútil».
«Lo suficiente-
mente restringida para que toda fuga lo sea en vano» '. Nuestro
personaje
secundario
será, singular
entre
otros, un geómetra del lugar, un hombre que camina. .Camina sin fin; parece que esto durará cuarenta años, pero como su capacidad para contar los días se ha agotado con bastante rapidez, el tiempo real de su andadura no tiene ya nada que ver con el tiempo verdaderamente 1. Vista aérea del Roden Crater, Painted Desert (A rizo na), 1982. Foto: J. Turrell y D. Wiser.
1
S. Beckett, Le Dépeupleur, París, Minuit, I970, p. 7.
16
EL HOMBRE
transcurrido:
se encuentra, por tanto, andando sin fin,
aUE ANDABA
ANDAR
EN EL COLOR
EN EL DESIERTO
¿Desde cuándo la montaña
está delante de él? No lo
andando sin fin en ausencia de cualquier trazado, de
sabe. Imagina a veces que el marco de la monocrornía,
cualquiera ruta. El objetivo de su andadura no es una
el límite entre el agobiante amarillo y el grk--amarillo
meta, sino un destino. Tal vez, después de todo, incluso
de ahora, fue arrastrado por el viento, signo táctil de
probablemente, no habrá hecho más que girar en círcu-
un pasaje, signo que tal vez señalaba el borde de un
los. Sin saberlo o sabiéndolo muy bien, no lo sé.
horizonte
El lugar de esta marcha lenta es una gigantesca monocromía.
Es un desierto
[fig.1J.
del color. O signo de que es el desierto lo
único que vive y se mueve bajo sus pies.
El hombre anda
*
en el amarillo abrasador de la arena, y este amarillo no tiene límites para él. Anda en el amarillo, y comprende que el mismo horizonte,
por más nítido que aparezca
,
Así sería la experiencia. No crea ninguna obra de arte.
en la lejanía, no le servirá nunca de límite o de marco:
No veremos nada de lo que fue visto. No hay objeto-
sabe bien, ahora, que, más allá del límite visible, sólo
reliquia.
hay un mismo lugar tórrido,
siempre
algunas frases violentas de un libro titulado Éxodo, y
idéntico y amarillo hasta la desesperación. ¿Y el cielo?
consagrando a esta ausencia, que el lugar incluía en sí
¿Cómo podría aportar algún remedio para este encie-
mismo, algo así como un culto. Sin duda no hay nece-
rro coloreado,
sidad de un desierto para que probemos
si no propone
que continúa
más que una capa de
No nos quedan más que algunas palabras,
esta esencial
ardiente cobalto, a la que resulta imposible mirar de
coacción sobre nuestros deseos, nuestro pensamiento,
frente? ¿Él, que obliga a nuestro caminante a inclinar
nuestro
su cabeza hacia un suelo siempre, y cada vez más, de
-espacioso, vaciado, monocromo-
color crudo?
el lugar visual más apropiado
En cierto momento,
sin embargo,
el
dolor,
que es la ausencia.
Pero el desierto constituye sin duda
paTa reconocer
hombre fatigado se da cuenta de que algo ha cambia-
ausencia como algo infinitamente
do: la textura de la arena ya no es la misma; ahora hay
Más aún, constituye sin duda el lugar imaginario
peñascos; un gris ceniza, una inmensa franja rojiza ha
apropiado
ocupado el paisaje. ¿Cuándo
como una persona,
ha cambiado aquello?
a esta
poderoso, soberano. más
para creer que esta ausencia se manifestará con un nombre propio -impro-
18
EL HOMBRE
QUE ANDABA
ANDAR
EN EL COLOR
19
EN EL DESIERTO
sin cesar+. Y más aún toda-
capa de rocío al amanecer dejará aparecer la superficie
vía, constituye sin duda el lugar simbólico más apro-
granulosa y coagulada de una donación de alimentos,
piado para concebir la antigüedad de una ley y de una
Lloverá pan, los pájaros cubrirán la arena amarilla, el
pasada alianza con el ausente.
agua brotará de un pefiasco
nunciable
O
pronunciado
Esto es lo que nos cuenta el Éxodo. El ausente florece ahí del desierto -del deseo+, ahí adquiere nombre,
i.
El hombre
que anda se
atreverá a levantar los ojos hacia el cielo, de frente, hacia la montaña
-y verá a/Ausente.
Al fin.
ahí se vuelve celoso, o muy furioso, o incluso benevolente. No es ya el despoblador
*
sino el divino, el ornni-
creador. No es el ausente como tal sino el deseado, el inminente,
el pronto
presente. En la inmensidad
de-
Recapitulemos:
había un lugar desertificado
y un hombre
sértica encontrará su lugar: a partir de ahora se situará
real de mi apólogo-
delante de este hombre que anda y que cree encontrar
en ausencia de todo,
en é/ -el ausente, el dios- un objeto único para todos
color amarillo o gris, obsidional
sus deseos. He aquí pues por qué el hombre
determinado
habrá
aceptado tan fácilmente la absurda prueba de andar sin fin: se inventa andando
hacia él, caminando
hacia el
-el
tema
que andaba por allí,
con la única evidencia de un y soberano.
En un
momento la ausencia vaciante deviene un
nombre, y el hombre decide acordar una alianza, colmarse del Ausente. El libro cuenta que antes fue nece-
oasis de un diálogo, de una ley, de una alianza defini-
sario mantenerse a distancia tanto de las mujeres como
tiva que establecer. Entonces,
de la montaña -lugares propios de la alianza, lugares
las aguas saladas podrán
endulzarse por el bastón de Moisés. Entonces podrán
por excelencia donde la alteridad
crearse las falsas dulzuras de la lelo El Ausente, en ade-
hombre-
lante con mayúscula, fascina y alimenta a su pueblo: una
ribete del vestido, habría sido lapidado hasta la muerte
2
Éxodo, XV, ~5: «Moisés interpeló a Yahvé , y Yahvé le mostró un trozo de madera. Moisés lo arrojó al agua, y el agua se volvió dulce. Es así como él afirmó un estatuto y un derecho».
3
4
llega a abrazar al
y que aquel que fuera tocado, aun sólo en el
[bid" XVI, 1-36; XVII, 1-7· [bid"XIX, 1~-15,
4.
~o
EL HOMBRE
A continuación
QUE ANDABA
EN EL COLOR
ANDAR
el mito nos cuenta la aparición
dios: episodio de especial condición
del
volcánica, com-
puesto de relámpagos y oscuros nubarrones,
de fuegos
alianza
7•
Concluida
21
EN EL DESIERTO
la alianza (en hebreo se dice: la
alianza zanjada, puesto que acordar una alianza con el Ausente nos arrebata algo, nos vacía, nos priva y nos
y humaredas escapadas del Sinaí en medio de inconce-
marca), a los hombres sólo les queda retornar al desier-
bibles rumores. De inmediato
to. Así pues, de nuevo, andan en el color, ahora tran-
Decálogo
prescribe
«no
-y no fortuitamente-
esculpir
ninguna
el
imagen,
nada que se asemeje a lo que está en los cielos, allá arriba, o sobre la tierra, tierra»5.
quilos, o más bien confiados.
El Ausente, de ahora en
adelante, los protege con su ley, los precede, los espera:
aquí abajo, o en el agua, bajo la
La paradoja
reside más bien en el hecho de
que a este hombre errante
«A cada etapa, cuando la nube se elevaba sobre el
en el desierto, sin nada a lo
que anclarse, Dios le impone
como condición
Tabernáculo, se ponían en marcha. Si la nube no se ,
para su
elevaba, no iniciaban la marcha hasta el día en que
alianza la forma de una inmensa prescripción arquitectónica: deberá construir altares de tierra, un Arca, un
ella lo hacía. Pues, durante el día, la nube de YHWH
altar de ofrendas,
un candelabro,
albergaba en su interior un fuego»
con sus cortinas,
su cubierta,
. 1, su atrro . 6 ... rrtua
se situaba sobre el Tabernáculo y, durante la noche,
un «Tabernáculo»
su armazón,
su pileta
y todo esto lo consigna Moisés grabando palabras definitivas y compartiendo
la sangre de un sacrificio: la
mitad esparcida sobre el altar del dios -mesa monocroma, roja, vacía de imágenes-, mada sobre el pueblo.
5 6
Unción
¡bid" XIX, r6-25: XX, 4. ¡bid" XX-XXXI y XXXV-XL.
la otra mitad derradividida,
señal de la
7 8
¡bid., XXN, r-B, ¡bid"XL,36-38,
8
I ~
!
ANDAR EN LA LUZ
I f ~
Transcurre
el tiempo. Dos mil trescientos cincuenta y
cinco años para ser precisos. El hombre ya no anda en los desiertos, sino en el laberinto de las ciudades: pensemos en Venecia. Recordemos
que para entonces el
mundo está abigarrado, que las figuras han invadido el espacio, y que el Ausente de los Judíos se ha encarnado en una nueva religión bajo el rostro del hijo sacrificado. Pero, judío
o cristiano,
el Ausente
continúa
actuando, exigiendo su alianza con el hombre. Lo que llamamos «arte»
n05 2, Anónimos bizantinos e italianos, Pala d'oro, siglos X-XIII. Oro, esmaltes, pedrerías. Venecia, basílica de San Marcos, Foto: D, R.
1
sirve también para esto '. En el año
el dogo Ordefalo Falier manda renovar el antepen-
Cfr. P. Fédida, L'Absence, París, Gallimard, 1978, p. 7: «La ausencia es, tal vez, la obra del arte».
24
EL HOMBRE
QUE ANOABA
ANDAR
EN EL COLOR
dium, es decir, la delantera del gran altar de la basílica de San Marcos. Decide que será toda de oro, enriquecida con piedras preciosas y esmaltes bizantinos
2.
lienzo a su mirada, desde la joya central de la basílica, esa pala d'oro, donde se cristaliza el lugar sagrado por excelencia, el cuadrilátero del Ausente: el altar [fig. 2]. Si se entiende
el espacio de la basílica como una
inmensa «instalación»
*
EN LA LUZ
ritual, se puede decir que en la
Edad Media el altar constituye el punto (o más bien,
Cuando nuestro hombre penetra en la basílica, des-
por esto, el lienzo) focal, el lugar visual más destacado,
pués de un recorrido de aguas glaucas y puentes retor-
el lugar simbólico
cidos, se encuentra de repente con este color masivo,
«donante
más pregnante:
de sacramento»
espacio tabular
(sacramenti donatrix mensa),
saturado, misterioso, donde creerá descifrar su propio
superficie para interceder
pasado, su destino, la señal de su salvación: color del
cacia litúrgica, irrcluso milagrosa, ámbito central de la
fin de los tiempos. Éste ya no es el amarillo tórrido del
esperanza,
desierto, sino un amarillo torrencial,
mano encima significa comprometerse
un amarillo que
la húmeda luz de Venecia proyecta en oleadas fugitivas en torno a él, aquí y allá, sin que sepa nunca, con exactitud, en dónde se refleja. Por arriba, el oro acariciador, casi maternal, de las bóvedas de mosaicos. Alrededor, las vetas orgánicas del mármol rojizo. Y, frente a él, el oro que sale a su encuentro,
puede
con dios, superficie de efi-
que del cumplimiento.
Posar la
con un jura-
mento, con un acuerdo, con una alianza. El oficiante debía besarlo nueve veces durante el oficio solemne. A los fieles se les mantenía a distancia -es decir, «respetuosamente
e+
o también se precipitaban sobre él con
la pasión de los abrazos3•
Constituía,
en el espacio
que se hace masivo y 3
Sea esto dicho por elegir una fecha significativa en la historia de esta Pala d'oro, a propósito de la que es necesario, en realidad, tener en cuenta una cronología que se extiende desde el final del siglo X hasta el XN. En este lapso temporal el objeto será elevado de la situación de antependium a la de gran retablo.
Cfr. L. Gougaud, Dévotions el pratiques ascétiques au M'!Yen Age, París, Desclée-Lethielleux, 19Q5, P: 56, «A una beguina de Viena, Agnes Blannbek, que vivió a finales del siglo XIII, [., .j le gustaba practicar por devoción el beso a los altares. Encontraba una dulzura especial en aproximarse. cada mañana, al altar donde acababa de celebrarse la misa, besarlo y aspirar el agradable olor a harina cálida que se desprendía [.. .]».
26
EL HOMBRE
QUE ANDABA
EN EL COLOR
sagrado, el lugar central del misterio, frontalidad
mineral.
con su brusca
su sobredeterminado
figura Christi, y con el secreto corporal-una quia- que debía
ANDAR
valor de santa reli-
contener4•
27
EN LA LUZ
para mi mirada y mi cuerpo, el resultado del más ínfimo -íntimo-
de mis movimientos. Hay así, respecto al
altar dorado de la basílica de San Marcos, una doble distancía contradictoria,
una lejanía que seaproxima depen-
diendo de mi paso sin que yo pueda prever el encuen-
*
tro casi táctil. Algo como una brisa. Es, hablando con propiedad,
Así pues, tenemos aquí a nuestro
hombre situado a
una cualidad de aura 5. Un enigma especu-
lar en el sentido en el que lo entendía San Pablo
6
•
El
distancia frente a la pala d'oro. No podrá distinguir nin-
dios del hombre
que anda se llamaba a sí mismo «la
gún detalle, ni podrá describir
luz del mundo»
(ego sum lux mundi), y el caminante en el
a nadie lo que ve con
exactitud. Rayos intersticiales le dan al objeto como un
interior de San Marcos, yendo al encuentro
velo o un joyero de luz. Pero nada puede obnubilar la
tecimiento coloreado, tal vez se diría, en este momento,
resplandeciente
que es sólo para él para quien brilla allí el objeto.
frontalidad
monocroma.
El lienzo
del acon-
dorado aparece literalmente,
surge de allí pero lo hace
como parte del resplandor,
nada puede indicar con
vuelve el lugar imaginario de donde procede toda luz.
exactitud dónde se encuentra ese allí. El resplandor no
Es el altar lo que «ilumina» la iglesia, es él quien con-
es una cualidad estable del objeto: depende del movi-
duce el paso ritualizado del caminante. Deviene el sig-
miento
no de una teofanía: el equivalente al juego de nubes y
del observador
orientación
y de su encuentro
con una
la pesante superficie
monocroma
se
luminosa siempre singular, siempre ines-
perada.
El objeto está allí, desde luego, pero el res-
plandor
viene a mi encuentro,
4
Entonces,
es un acontecimiento
Sobre todo en tanto que «piedra de vida» (vitae petra). Cfr. Sirneón de Tesalónica, Desacrotemplo, CVIII,P.G., CLV, cols. 313-3I4.
5
Evidentemente en el sentido de Walter Benjamin, Charles Baudelaire, Un poéte Jyrique á /'apogée du capitalisme, ed. R. Tiedemann (I969), trad. J. Lacoste, París, Payot, I982, Pl': I96-200. 6 Cfr. 1 Corinthiens, XIII, I2, «En espejo, en el elemento del enigma [' .. l». Todo ello se ha perdido hoy en día, ya que la pala d'oro se contempla iluminada por proyectores, yen la posición opuesta a su emplazamiento original, de espaldas a la nave.
EL HOMBRE
QUE ANDABA
fuegos que dominaban
ANDAR
EN EL COLOR
a los Hebreos del Éxodo. Se pre-
senta además, litúrgicamente,
como el marco de una
29
EN LA LUZ
miento, de una aparición. y también mucho «menos», en otro sentido, puesto que no consigue nunca la esta-
teofanía en sentido estricto, ya que la hostia consagra-
bilidad,
da -esa monocromía
una cosa cuya apariencia característica
por excelencia de la religión cris-
tiana+, la hostia elevada sobre el altar, ofrece la materia, visual e incluso gustativa, de una «presencia
dorados
cincelados,
monocromía
puesta en escena, de «figurabilidad» la Darstellbarkeit freudiana).
de
(en el sentido de
arquitectónica:
una manera definitiva.
*
le
Para todo esto habrá sido
necesaria la gran prescripción
se conocería de
de sus
de presentación,
el dispositivo
de una cosa visible, de
real»
del dios encarnado ... Ya esta mística «presencia» aporta el altar, con la fascinante
posible de describir,
compo-
¿Cómo
crear un objeto
mantenga
al hombre
fascinante,
en actitud
un objeto
de respeto?
que
¿Cómo
conseguir una visualidad que se dirigiría no a la curiosidad de lo visible, incluso a su placer, sino sólo a su
templum. Diseñar el marco, la volumetría imaginaria del
deseo, a la pasión de su inminencia (palabra que, como se sabe, se dice en latín praesentia)? ¿Cómo dar a la creen-
Ausente. Habrá sido necesario el juego monocromo
de
cía el soporte visual de un deseo de ver al Ausente? Esto
el altar como lienzo fasci-
es lo que los clérigos y los artistas religiosos de la Edad
ner el lugar como la Mansión del dios, es decir, como
una paradoja visual: disponer nante e ilocalizable, del color. También
como acontecimiento
orgánico
lo fue, como en el Éxodo, que las
palabras fueran grabadas y salmodiadas
sobre el altar;
que una sangre (el vino eucarístico, Sanguis Christi) fuera distribuida
entre los hombres
Este Ausente, prendido,
y su
mentado Ausente.
en todo caso, como se habrá com-
no se representa. Pero se presenta. Lo que, en
cierto sentido, es mucho «más», puesto que accede así a la autoridad,
siempre conmovedora,
de un acontecí-
Media han debido, en algún momento, a veces encontraron
una solución
preguntarse.
y
radical, tan simple
como arriesgada: inventar un lugar, no sencillamente vacío, sino desertificado. donde
«Él»
presente,
Sugerir
habría habitado
«Él»,
Un lugar portador
a la mirada un lugar -pero
con toda evidencia,
de donde,
en el
estaría ausente-.
de evidencia (évidence), por tanto, o de
vaciamiento (évidance), como se prefiera. Algo evocador de un Sancta Sanctorum. Algo que conseguiría, a su manera,
30
EL HOMBRE
QUE ANDABA
toda visualidad monocroma:
!
EN EL COLOR
ofrecerse como la mani-
fiesta evidencia del color del «vaciamiento».
I
ANDAR
producir
«imágenes a pesar de todo» de su presencia,
obtuvo la identidad
«atópica
su propio vocabulario-
* «Tened
habéis visto nada parecido, incluidos
los cristianos:
pues a todo el
imágenes»,
plandece sin mezcla a través de todo, y sin embargo
Cuando los teólogos
separado de todo, siendo al mismo tiempo totalmen-
el salmo «El hombre anda en
te luminoso y como secreto, incognoscible en sí si no
(in imagine pertransit horno), era en general para
se le añade una materia [oo.] bajo las especies del oro,
desemejanza»,
la evidencia
bronce, bermejo, y piedras multicolores»9
donde el hombre era imaginado camiLa pala d'oro responde
nando' buscando a su dios, como en un desiert08.
semejantes»
de
«Un fuego sensible, por así llamar a todo lo que res-'
elaborar el tema de la regiodissimilitudinis, la «región de la
conjuntar
la prescripción
del
medievales comentaban
Cuando
mediante
el día en el que Dios os ha
Ausente se da en la desemejanza. la imagen»
-tal era
y que conducía hacia un mundo extraño de velos, fuegos, luces y piedras preciosas: «desnudar
hablado» 7. La Biblia había advertido mundo,
y monstruosa»
de las «semejanzas desemejan-
tes», algo que abordaba
cuidado con vuestras almas, vosotros que no
31
EN LA LUZ
el Pseudo Dionisia
la imposibilidad
Areopagita
ontológica
quiso
de «imágenes
de Dios con la exigencia anagógica de
evidentemente
a esta gran
exigencia. Pero también los mosaicos bizantinos cálices de cornalina Saint-Denis
y los
de San Marcos o del tesoro
Ca propósito
de
del cual el abad Suger, lo
sabemos, nos ha dejado su irremplazable testimonío I'". IV, 15.
7
Deuteronomio,
8
Puede encontrarse en san Agustín, san Bernardo, Pierre Lombard y muchos otros. Cfr. especialmente P. Coureelle, Tradition néoplatonicienne et traditions chrétiennes de la région de dissemblance, Archives d'histoire doctrinale et littéraire du M'!)!enAge, XXXII, 1957, pp. 5-23, e id" «Répertoire des textes relatifs a la régíon de dissemblance jusqu'auXIV siecle s-, ibid" pp. 23-34.
DionisioAreopagita, La Hiérarchiecéleste, )01,2, 329A-B, y)01, 7,336 B-C: trad. M, de Gandillac, París, Le Cerf, 1970, pp. 169y183· ro Cfr. E, Panofsky, Abbot Suger on the Abb'Y Church of Saint- Denis and its Art Treasures, Princeton, Prineeton University Press 1946: trad. P. Bourdieu, L'abbé Suger de Saint-Denis, Architeclure gothique etpensée scolasti-
9
que, París, Minuit, 1967, pp. 7-65·
32
EL HOMBRE
QUE ANDABA
El! EL COLOR
De igual forma, el dorado de los retablos góticos: no es en absoluto un «fondo» figuras. La saturación
preparado para situar allí las
luminosa,
al contrario,
avanza
por delante de las figuras, proyecta desde el ábside o la capilla privada ecos visuales, señales de aviso, como las
b , PD'chanaJyse á I'université, XIV, 1989, n? 53, pp. 3-14, Yn? 56, PP_ 3-18.
EN EL ESPACIAMIENTO
L. Binswanger, «Le réve et l'existance s (1930), trad,j. Verdeaux y R. Kuhn, Introduction á l'anaJyseexistentielle, París, Minuit, 1971, Pl': 199-2Z5 (en particular, pp, 199-Z02 y ZZ4), Platón, rimée, 49a, trad. cit., p. 167' «[oo.] de todo nacimiento, ella (la ch6ra) es el soporte y como el alimento». Cfr. B. D. Lewin, «Le somrne i], la bouche et l'écran du réve > (1949), trad. j.-B. Pontalis, Nouve/le Revue de P9'chanaJyse, na 5, 1972, pp- 216-219.
EL HOMBRE
QUE ANDABA
EN EL COLOR
tamaños pierden cualquier significado habitual en la confusión atmosférica de una hipocondría generalizaro
da
•
Aunque también hay sueños -o algo en cualquier
parte de todo sueño, nunca recuerda uno bien- que no proponen
más que un lienzo de pura satisfacción:
sueños «blancos»
(blank),
sin contenido.
Soportes
puros, puras virtualidades que evocan, una vez más, la omnipotencia de la chóra
Il •
* ¿Existe aquello -ese dónde- de verdad? No nos es dado saberlo, puesto que no se nos da más que desde el olvido (ese dónde no se observa psicológicamente, se construye metapsicológicamente).
¿Cómo,
con los ojos
abiertos, experimentar algo de esa potencia del lugar?
¿ Cómo acceder a la ausencia, y de su obtención elaborar la obra, la abertura? Los pintores, los escultores o
JO
II
Cfr. S. Freud, «Complément métapsychologique á la théorie du reve» (r915), trad. J, Laplanche y J. B. Pontalis, Métaprychologie, París, Gallimard, 1968, p. 1~7, P. Fédida, «L'hypocondrie du réve ». NouvelleRevuedeprychanaJyse, na 5, 1972, pp. 225-238. Cfr. B. D. Lewín, «Le sommeil, la bouche et I'écran du réve e , art. cit., pp. 212-~15, quien elabora una teoría clínica de los «sueños blancos» (blank).
10, J. Turrell, Mendota 5toppages, 1969-1974, Exposición múltiple de varios estados de la instalación, Foto: J, Turrel.
66
EL HOMBRE
QUE ANDABA
los arquitectos probablemente
EN EL COLOR
ANDAR EN EL LíMITE
abordan esta cuestión
cuando trabajan sobre el espacio visual de los cuerpos con el deseo de su difuminado.
A Leonardo
da Vinci
le gustaba, según sabemos, preguntarse sobre los cuerpos vistos en la niebla, e incluso sobre la misma niebla como soporte de los cuerpos; veía el infinito alejándose en cada fragmento del mundo visible; interrogaba al aire para que le confiara su color; y llegó a someter a la misma perspectiva a una 19' del esfomado'2. Como si producir la obra visual equivaliera a some-
terse a la potencialidad de un lugar que nos ausenta de las cosas visibles. James Turrell
sigue, sin duda,
este mismo
camino, él que ama la palabra yield en la polisemia del
Nuestras antiguas fábulas nos han enseñado
dar, del producir y del exhalar, pero también del acto
potencia
donde uno cede y se somete a la potencia vaciadora del
dependiente
lugar'3.
una simplicidad,
que la
vaciadora del lugar es de una simplicidad de violentos riesgos y equilibrios sutiles: pues, que se construye, se ritma, se
elabora. El lugar desertificado no es un simple lugar donde no habría nada en absoluto. Para conseguir la evi12 Cfr. Leonardo da Vincí , Iroité de lapeinture, trad. A. Chastel y R. Klein, París, Berger-Levnult, 1987, p. 290 « , art. cit., pp. 102-103. Id., «Batir habiter penser» (1952), trad. A. Préau, Essais elconférenees, París, Gallimard, 1958, pp. 170-176.
4
5
6
7
Cfr. el hermoso relato narrado en C. Adcock, James Turrel/, op, cit., pp. XX-XXIII, parcialmente reproducido en francés en James Turrel/, A la levée du soir, Nimes, Musée d'Art contemporain, 1989, pp. 9-14, Sucede que el mismo cielo -ese día por su carácter especialmente radiante- decide que ha llegado para el melancólico el momento de suicidarse (según una comunicación oral de Pierre Fédida). Aristóteles, Du eiel, 1, 9, 279a, trad. P. Moreaux, París, Les Belles Lettres, 1965, p. 37. Ibid.• 1, 3, 269b-270a, pp. 6-9,
88
EL HOMBRE
Y, cuando lugar»,
QUE ANDABA
miramos
EN EL COLOR
el azul de ese «lugar
sabemos que su color -del
del
BAJO
LA MIRADA
89
EL CIELO
igualmente colores por reflexión. cuando el espejo
que Aristóteles
señalaba con acierto que es irreproducible mento de los pintores-
ANDAR
es de tal naturaleza que no refleja figuras sino solamente el color [... J»9.
por el pig-
nunca ha cambiado ni enveje-
cido desde el origen de los tiempos8. Pero este color
Ahora bien, hay obras de Turrell realizadas expre-
no es sin embargo simple: tiene su vida, respira, posee
samente para servir de receptáculos al color indomable
sus leyes y sus extraños síntomas, tanto por el día como
del cielo. Llamadas S'9spaces, construidas
por la noche:
de los años setenta en el Mendota Hotel, y más tarde
al comienzo
para la colección Panza di Biumo, nos obligan a inver«A veces. en el transcurso de una noche clara, se
tir algunas de las condiciones
observa cómo se forman apariciones de distinto tipo
observar una obra de arte
en el cielo: abismos, por ejemplo, agujeros y colores
habitualmente
semejantes al de la sangre [... J Ya que, en efecto, es
-quiero
del valor de exposición-
habituales
[figs. 15y
a la hora de
161. En efecto,
decir desde la óptica moderna todas esas condiciones
están
manifiesto que el aire superior se condensa de tal
subordinadas a que nuestro cuerpo pueda dominar a la
manera que resulta inflamable, y que la combustión
obra de arte si es de tamaño pequeño , recorrerla
adopta tanto el aspecto de una ardiente llama, como
gusto si es grande. Sin necesidad de pensarlo,
el de antorchas que se mueven y el de estrellas fuga-
mos a nuestra conveniencia
ces, no hay nada asombroso en que este mismo aire,
ojo y el objeto pintado
cuando se condensa, presente una gran variedad de
obra nos permite dominar las condiciones
a su
ajusta-
la distancia entre nuestro
o esculpido.
En resumen,
la
con las que
colores. [... J Y también por eso los astros, al levan-
ella se expone. Aquí, en los S'9spaces, no podemos más
tarse y al acostarse, en tiempo caluroso o a través de
que voltear la cabeza +hasta invertir el total equilibrio
los vapores, parecen escarlatas. El aire producirá
8
Ibid" 1, 3, 27ob, p. 9, YIII, 2, 372a, p. 186.
9
Id" Les Météorologiques,
1976, PP' 23-24.
1, 5, 342a-b, trad.
J
Tricot, París, Vrin,
ANDAR
BAJO
LA MIRADA
de nuestra mirada a la obra-. una distancia incontrolable;
EL CIELO
91
Lo que miramos está a
el cielo está en todo caso
demasiado lejos, no nos dará nunca detalles o la intimidad de su textura; y, desde otro punto de vista, él ya está invadiendo la pieza, ya nos «toca», pues nos sofocamos si hace calor y tiritamos si hiela. Lo que miramas, pues, nos domina literalmente,
y de esta forma lo .
que miramos nos mira, ya que, después de todo, estas obras no son otra cosa que oculi arquitectónicos. Por otra parte, p_araque estas obras puedan llegar a sernas visibles, el tiempo se dilata de forma extraordinaria. Tal dilatación no depende de nosotros:
es el
cielo mismo quien decide -a su manera, ese determinado día, «levantar» un crepúsculo'J+. En ese momen-
10
16. J, Turrell, Skyspace, ca, 1970-1972. Luz natural. Instalación del Mendota Hotel, Ocean Park (California). Foto: J. Turrell.
I
Cfr. la descripción que ha dado G. Panza di Biumo, Artistofthe S9' Occ/uded Front. James Yurre/l, Los Ángeles, The Museum of Contemporary Art, Ig85, P: 64, reproducida en francés en L'Art des années saixante et soixante-dix. La col/eclion Panza, Milán- Lyon-Saint- Étienne, Jaca Book-Musée d'Art Contemporain-Musée d'Art Moderne, Ig8g, p. 46 (a propósito de otra obra utilizando el cielo, en el Mendota Hotel): «Habíamos visto en su casa una obra muy interesante. Consistía en una pieza vacía, con una luz proveniente de abajo, entre el suelo y los muros, que iluminaba el interior, y una abertura practicada en la parte superior del muro oeste, dirigida hacia el océano y desde la que sólo se veía el cielo. Era el final del atardecer. Estábamos sentados sobre el mismo suelo y mirábamos
92
EL HOMBRE
QUE ANDABA
EN EL COLDR
ANDAR
BAJO
to, el cielo ya no es el fondo neutro para ver las cosas, visual. El cielo no está ya de forma imprecisa «alredeo «encima»
de nosotros,
pintura.
sobre nosotros y contra nosotros, presente porque está a su encuentro.
No es ya el «marco»
o el «fondo»
de
las cosas visibles -como un anillo que cambia, como un
No es una escultura n i una
¿Qué vemos entonces?
sino exactamente ahí,
cambiando, porque nos obliga a habitarlo, si no a salir
93
EL CIELO
*
sino el campo activo de una imprevisible experiencia dor»
LA MIRADA
Es más bien la condición
un experimento i j
1
r
arquitectónica
de
para sobrepasar la pintura o la escul-
tura en tanto que géneros de las Bellas Artes. Ya Giotto, antes de que existiera la idea misma de las Bellas Artes, había indicado
simbólicamente,
en la capilla
está exactamente
Scrovegni de Padua, esta doble y paradójica condición
ahí, central, enmarcado por las vivas aristas que Turrell
del cielo que Turrell p~ne aquí en práctica físicamen-
ha concebido para él.
te: por un lado, sugiriendo un cielo de profundidad pura,
azulado recinto que rodea al objeto-:
mediante la híper-volumetTÍa el ocaso del sol por esta abertura. Al principio, era de un azul oscuro, más tarde se volvió de azul claro. Con el azul oscuro, el espacio que se veía a través de la abertura parecía vacío, posado sobre la superficie del muro; los bordes de la ventana estaban bien delimitados. No se veía el espesor del muro sobre el que así parecía continuar el espacio vacío. La luz interior equilibraba la que venía del cielo. La abertura era como una superficie plana, no aparentaba ya ser un vacío. A medida que el sol descendía en el horizonte, y que la luz cambiaba, nuestras sensaciones también lo hacían. Se tenía la impresión
de ver a la abertura transformar el
espacio vacío en superficie, hasta parecer que estaba hecha de una materia sólida coloreada. i Qué extraña sensación la de ver una cosa que no existía, pero que al mismo tiempo era real! Los colores cambiaban sin cesar, pero de una manera que no se produce
de los planos jerárqui-
cos con los que organiza su JuicioFinal, ventanas incluidas; por otro, insinuando
en los bordes de su fresco
que el cielo, tal como enuncian
los textos sagrados,
puede ser un manto, un tejido, en pocas palabras, un inmenso lienzo que despliegan dos engalanados arcángeles. En el caso de James Turrell, éste no ignOTani.l a l'
,
profundidad
vertiginosa del cielo -él que practica,
los mandos de su avioneta, subidas o caídas increíblesni la proximidad lingüística y fantasmática de las palabras s9 y skin II.
cuando observarnos una puesta de sol desde el exterior: azul oscu-
ro, azul claro, rojo, rojo claro, o amarillo, rojo oscuro, verde y al final violeta, en un encadenamiento
ininterrumpido».
II
Cfr. C, Adcock, James Turre/l, op. eit, , p. 158,
a
94
EL HOMBRE
Turrell, exposición
QUE ANDABA
EN EL COLOR
sin duda, ha soñado
con realizar una
en el cielo. Ya en 1970, en colaboración
con Sam Francis, realizó una S9writing Puce, utilizando las estelas de humo que escapaban de sus aviones. En cierto modo, considera al cielo como el estricto equivalente -y simétricoMendota
Hotel:
de los espacios cerrados
CAER EN LA FÁBULADEL LUGAR
!
del
a la vez pieza (studio) gigantesca y
gigantesca pieza (work). Lugares para la experiencia en todo caso -versiones
paradójicas
puede observarse la inversión
del taller-,
donde
óptica de las curvaturas
de la Tierra, la textura de las nubes o la potencia visual del viento
12.
Sin duda Turrell sueña con caer indefini-
damente en el cielo, sueña sin duda en dormir allí, en
Recordemos
soñar -y quizá morir-
Moisés, tras su interminable
allí.
-para
finalizar la fábula-
cómo muere
marcha por el desierto y
su parada decisiva en la cima del Sinaí: en primer lugar, toma la palabra con un largo poema que dirige a los cielos y a la tierra, Invoca al desierto. Invoca la presencia del dios sobre el Sinaí, y habla del dios como de una sencilla piedra: mundo»,
«La roca que te ha puesto en el
la roca que alimenta
a todo un pueblo
l.
Después levanta la mano hacia el cielo. Habla de la ley 12 Cfr. K. Halbreicht, L. Craigy W. Porter, «Powerful Placess , art. cit., p. 35. Recuérdese la pasión confesada de Leonardo da Vinci por el cielo, y sus múltiples escritos su/ VD/O. Cfr. Leonardo da Vinci, LesCarnels, trad. L. Servicen, París, Gallimard, 1942, 1, pp.
421-519.
enunciada fuente
1
y grabada sobre la piedra,
de vida. Entonces,
Deuteronomio,
XXXII,
1-31.
como de una
la voz divina le ordena:
96
EL HOMBRE
QUE ANDABA
EN EL COLOR
«Muere sobre la montaña a la que subirás, y te reunirás con los tuyos» en el mismo acto de tu retirada, de tu renovada soledad hacia los habitantes
2.
Moisés volverá a dirigir su mano de la tierra para bendecirlos,
y
ascenderá solo al monte Nebo, donde, con un mismo gesto, Dios le hace ver la tierra deseada y le hace morir sustrayéndole para siempre a la mirada, al contacto con los humanos3.
Moisés había encontrado
pués del Sinaí, reencontrado-
allí -o, des-
esa condición litoral de la
experiencia visual, realizada aquí una vez más de manera visionaria:
un lugar de extensiones y límites, un
lugar de intensa cualidad mineral, abierto a la profundidad ilimitada del cielo.
* Muy, muy ajeno a los antiguos profetas, James Turrell buscó también un lugar de extremosidades para sus experiencias visuales. No ha caminado cuarenta años por el
Painted Desert de Arizona (por fortuna para él), Yno ha ido y venido por los caminos o las pistas, como por ejemplo hace hoy Richard Long. Simplemente, ha uti2
Ibid.,XXXlI, 48-50.
3 Ibid.,XXXN, r-6.
17. Vista aérea del Roden Crater, Painted Desert (Arizona), 1980, Foto: J. Turrell y D, Wiser.
98
EL HOMBRE
aUE ANDABA
EN EL COLOR
CAER EN LA FÁBULA
99
DEL LUGAR
lizado los recursos de una beca Guggenheim para com-
nubes en tanto que prominencia
prar gran cantidad queroseno y someter con dureza a
saje donde irrumpe;
su avioneta Helio Courier
fuerza proviene de su interior, puesto que, aunque apa-
a una infatigable explora-
ción del lugar desertificado elegido, si puede decirse así.
astronómicamente,
geodésicamente,
fantasmáticamente,
estéticamente-
bajo la especie de un cráter situado Hopi, dominando
y 17J.
jero prominente,
en el territorio
ffigs. 1
de consagrar una gran parte de
su energía en transformar
el lugar volcánico en una
red de viewing chambers; allí debía construirse completo
de experiencias
un campo
sensibles que confronten
y
4
reúnan el cielo con la tierra
una altura que se vacía-lo ha conver-
tido en un verdadero campo heurístico para experimen-
Era I974, fecha a partir de la cual el artista no ha
dejado -ni terminado-
imposible, en este lugar, ignorar su potencia temible. Por otra parte, su misma estructura topológica -un agu-
se le presentaría
una inmensa región desértica
al mismo tiempo, su inquietante
gado, forma parte de un sistema volcánico aún activo. Es
Tras unos siete meses de continuos vuelos, el lugar elegido -elegido
única en el llano pai-
•
tar todas las versiones de un estado del lugar. Transformado arquitectónicamente
con materiales tomados en exclu-
siva del sitio (arenas, silicio, escorias, lava), el Roden Grater está concebido
para ofrecer al observador
amplia trayectoria de direccionalidades
una muy
que se multipli-
can, de colores atmosféricos que cambian, de horizontes que invierten su curvatura, o bien se reducen, o bien se elevan de manera anormal ... En otro tiempo, Leonardo
*
hacía del ojo el receptáculo del mundo y constataba que con el menor de sus movimientos todo se modificaba, el
¿Qué es un cráter sino el límite por excelencia entre
color, el horizonte y la sensación de lejanía
dos abismos simétricos como son el fondo del cielo y el
obrado
fondo de la tierra? El Roden Grater nos proyecta hacia las
monumental,
por Turrell
sería la versión
Cfr. C. Adcock, james Turrell, op, cit., pp. 154-z07. Cfr. igualmente C, Adcock y J. Russell, james Turrell, The Roden erater Project, Tucson, The University ofArizona Museum of Art, 1986.
5
El volcán
arquitectónica,
de semejante ojo abierto al mundo para
verlo cambiar constantemente, 4
5 •
y cambiar con él
ffig.18J.
Cfr. Leonardo da Vinci. Traité de lo peinture, op. cit., pp. 162-168,
190-192, etc.
CAER
101
EN LA FÁBU LA DEL LUGAR
Lo que resulta asombroso es que aquí la potencia del lugar -todavía tierra y ya cielo, todavía cielo y ya abismo- no adviene sino a través de la abertura) laJa bar del
marco, del borde. Antes de la intervención humana, el Roden Crater no era más que naturaleza, desde luego potente e imponente,
peTo no era aún un lugar. Para
ello es necesario la memoria Hopi, que habrá otorgado sentido al menor accidente del horizonte,
que habrá
informado la lejanía desértica, orientado los coloreados campos de la tierra y el cielo. Es necesario el trabajo de corte realizado por J:i.mes Turrell, relación con la inmemorial-y
que restablece la
estructural-ley
según la
cual lo ilimitado no puede ser presentado más que en el marco de una rigurosa prescripción
arquitectónica.
Esta paradoja no manifiesta, después de todo, más que una situación común a muchas obras potentes: su simplicidad esencial es el resultado de un trabajo complejo y, siempre, de un delicado equilibrio. De esta manera,
los S9spaces
de Turrell no son
nunca simplemente ventanas abiertas al cielo, incluso si el simple acto de mirar detenidamente
(durante un largo
tiempo) al cielo es la culminación de una gran parte de su trabajo arquitectónico. 18, J_ Turrell, Finished (rater Topo, 1985, Técnica mixta, Colección del artista, Foto: D, M, Parker,
Hace falta, en realidad, una
extremada atención a la estructura física de las líneas y del espesor de los bordes, que van deshilachándose. Es
102
EL HOMBRE
QUE ANDABA
CAER EN LA FÁBULA
EN EL COLOR
necesario +una cuestión absolutamente
103
DEL LUGAR
mo: trazos ontológicos, en el sentido en que Heidegger lle-
fundamental-
todo el sutil juego de la relación entre la luz exterior y
gó a considerar el trazo como el resultado de una dia-
la interior
léctica, incluso de un combate, y como la consecuencia
(artificial o no, aunque para Turrell no hay
otra cosa que luz, sea solar o recreada, de origen metá-
de una abertura, de una «talla» y de una luminosidad
lico o gaseoso)6. Hace falta también una elección ade-
esencial es 9.
cuada de la pintura de los muros y del suelo, incluso de una ligera curvatura de las superficies interiores. decirse que Turrell, en el fondo, de interrogar
no ha cesado nunca
límites y fabricar bordes. Desde sus tra-
bajos más iniciales, realizados durante el período 19651966, en los que intentaba
*
Puede
crear llamas-lienzos,
llamas
Trazar un borde, encerrar
un marco, no equivale siempre a
o focalizar una cosa para visualizarla.
En
Turrell el marco es el1ugar de un rito de paso entre
planas como cuadros 7, hasta los «recortes estructura-
condiciones
les», pasando por los «velos», los «trabajos de esqui-
mismo lugar del rito de paso donde acontece ese lugar,
nas»
y
Turrell,
la «construcción
de espacios sin fondo»
8,
en efecto, no ha dejado nunca de producir
espacios paradójicos en un juego de trazados sin grafis-
heterogéneas
de visualidad -y es en este
estach6ra para la que buscamos una fábula+. Aquí, la nitidez del corte
y de
los ángulos sirve, como se ha visto
en Blood Lust, para «desenfocar» terminar
el espacio,
para inde-
(ilimitar) un lugar sin embargo restringido.
Resulta evidente que en Trough the looking-glass [A través del 6
Cfr. S. Pagé,