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© Fundación Editorial Q’iwsa © Roberto Condori Carita © Fernando Gonzales © Edgar Soliz Guzmán Telf. 77541291 – 78935922 © Edición y corrección de estilo. Helen Álvarez Virreira Correo electrónico: [email protected] Diseño y fotografía. Movimiento Maricas Bolivia. Junio 2014. 2

“No queremos que nos persigan, no queremos que nos discriminen, ni queremos que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprometan, lo que queremos es que nos deseen”. Néstor Perlongher.

3

Retrato de palabras que perturban La

reciente

narrativa

homosexual

va

abriéndose campo en la literatura boliviana con el lamentable auspicio de las muy criticadas

y

prescindibles

ONGs

“GLBTosas”1, un acontecimiento pernicioso

1

Organizaciones no gubernamentales y “sin fines de lucro” de gais, lesbianas, bisexuales y trans (transformistas, travestis, transexuales y transgénero). María Galindo, en su libro “No se puede descolonizar sin despatriarcalizar”, critica la “oenegización de los movimientos” y sobre la sigla afirma que “expresa un enlatado de ‘lo otro’ respecto a ‘lo heterosexual’, sin revisar las bases jerárquicas que lo conforman; por eso desde lo GLBT como enlatado no se ha logrado ni poner en cuestión las jerarquías externas, mucho menos interpretar las

4

para nuestra literatura, ya que toda esta corriente está sesgada y marcada por una línea de

pensamiento

foráneo,

porque



necesariamente— estos proyectos literarios deben responder a

los indicadores de

instituciones financieras,

en

su mayoría

europeas,

el

lenguaje,

el

Desde

esa

que

pensamiento

y

norman la

palabra.

perspectiva es muy difícil hablar de una auténtica identidad homosexual boliviana, ya que es posible afirmar que somos el resultado de más de 20 años de financiamiento extranjero, que nos obliga a desdecirnos de lo que alguna vez habíamos pensado “ser”. micro-jerarquías internas que un sujeto como lo GLBT disfraza”.

5

Sin

embargo,

siempre

existen

voces

descarriadas del rebaño y aunque es difícil ser la oveja negra del redil, es necesario construir una línea de pensamiento homosexual sobre la cuestión identitaria, libre de toda regla impuesta. Esta capacidad de mirar, asumir y nombrar la libertad sexual, es la capacidad del maricón insurrecto capaz de cantar a viva voz ese universo plural de imaginarios, historias y sueños homosexuales. En esta medida el mirar supone no solo un acto de contemplación pasiva, al contrario, este verbo, “mirar”, supone conjugar, configurar y conjurar, desde el lenguaje, la pluralidad sexual y genérica; escribir estos retratos, autorretratos, desde esa capacidad

humana

para

escrutarnos, 6

conocernos y constituirnos como “el otro” no heterosexual

que

decanta

su

sexualidad

infinita. Porque explorar la identidad supone deconstruirnos como sujeto-objeto de estudio y asumir, plenamente, el protagonismo de nuestra propia sexualidad e inscribirnos como sujeto-activo

del

devenir

homosexual

boliviano. Una

identidad

que

se

reinventa

constantemente al amparo de los referentes culturales/sociales del entorno, una identidad que se plantea como un gesto de interpelación al otro: el otro que nombra desde sus prejuicios, el otro que juzga desde su moralina religiosa/hipócrita, el otro que estereotipa y estigmatiza desde su banal ignorancia, el otro 7

que margina desde su homofobia repugnante. En ese gesto de impugnación al otro, el homosexual reconoce su sexualidad planteada desde esos otros, “los héteros”, que pretenden conceptualizar al homosexual conforme sus reglas heterosexistas, ocupando, de este modo, “el lugar marginal de la enunciación como el punto de partida para la desarticulación de una sociedad heteronormativa y patriarcal: si el insulto pierde su categoría destructiva o denigrante y se usa en forma contraria, no solo se cambian las reglas de un lenguaje exclusivo, sino también se de-construyen los conceptos básicos de la opresión”2. Entonces, 2

Víctor Saúl Villegas Martínez en “El personaje gay en seis cuentos mexicanos. Un acercamiento crítico

8

esa

identidad

se

revela

sediciosamente

reafirmando su voz, su palabra, su nominación y su existencia en el rostro lavado que enfrenta esa tolerancia social hipócrita como resabio de la homofobia socialmente aceptada. Por otro lado urge un reconocimiento de las identidades sexuales anti GLBT. Es decir rechazar toda forma de nominación coercitiva, resistir

a

las

heteronormativa

formas y

de

reivindicar

asimilación el

locus

amoenus3desde donde se enuncia la sexualidad libertaria, reinventando, de este modo, la pluralidad

de

nuestras

sexualidades

sin

desde la perspectiva de género, los estudios gay y la teoría queer” 3 Lugar placentero.

9

negociar nuestros deseos fundamentales. De ahí que el ch’iso, desviado, fresco, gay, joto, loca, maricón, mariposón, marulo, mujercito, pluma, q’iwsa, rarito, sodomita, trava y trolo son unas cuantas de todas las formas y vivencias de las identidades de la diversidad sexual y genérica boliviana. Y junto a estas su correlato situacional que dibuja, desdibuja, todo este imaginario sexual, un mapeo de estados, características, estigmas, estereotipos y etiquetas como activo, bonita, gelebetoso, maraquero,

moderno,

transformista

y

pasiva,

TS

pechadora,

masculino

que

constantemente agitan estas identidades. Por

ello

es

menester

reconocer

la

multiplicidad de estas identidades que no 10

pretenden homogeneizar ni hegemonizar, sino que

mutan y

transmutan

conforme

al

individuo, el contexto y la sociedad. Pero una cosa es inmutable: la homosexualidad de uno, la asumida en la intimidad, la que no necesita de palabras que normen su existencia. Esa calidad de digno ante uno mismo es, y tiene que ser, inmutable.

11

Activo El activo es el homosexual dizque dominante. El maricón que firma un pacto imperecedero con la masculinidad obligada, aquel que se resiste a doblar la muñeca y delinear su caminata con el filo taco aguja de la loca; el niño inmaduro al que le han hecho creer que los hombres no lloran. Es el marica que oculta su homosexualidad detrás de su figura de macho y transita el ambiente4 inseguro de sí

4

Espacio físico y virtual en el que nos desenvolvemos, no necesariamente encerrados entre cuatro paredes. El “ambiente” es una concepción del ser homosexual desde la vivencia individual y colectiva, estar en “ambiente” supone

12

mismo, pues tiene miedo de que se le mueva la careta y un atisbo de pluma emerja de sus labios, trastornando amariconadamente su hombría. Sus dotes ficcionales de activo lo han situado entre los machos cotizados y a la hora de la cópula debe actuar conforme al papel que se ha asignado, porque él es el activo, el que propicia el juego erótico, el que da, el que pone, el que penetra. Y mientras la sociedad le otorga un lugar privilegiado por su apariencia, el ambiente mismo logra endiosarlo, confirmando la misma lógica heterosexista en la que se organizan todas las poblaciones. Se diría que una asimilación de la propia homosexualidad explícita y desenfadada o implícita y solapada.

13

se ha dejado absorber por el sistema patriarcal, que su forma paranoica de ver el ambiente le ha mutilado la sensibilidad y que ve al amor como una lamentable experiencia falocéntrica. Incapaz de reconocer su verdadero gesto amariconado, el activo se concentra en el estereotipo fundado en la razón machista de la sociedad: “puedes ser marica mientras no te hagas dar5 por detrás”; prejuicio castrador para su acontecer sexual, ya que el activo reprime su sexualidad para vivir la sexualidad de los otros. Sus miedos y prejuicios machistas le han penetrado profundamente, de modo que 5

Penetrar. Acepción que involucra, desde el juicio social machista, el ser tomado y sometido, como consecuencia de ello, perder los “privilegios de hombre”.

14

ha olvidado por completo su primera sensación orgásmica, aquella cuando, jugando como perritos, había sido penetrado por el amiguito que tanto le gustaba. Hoy piensa en el triste lecho homoerótico de su propia decepción. Se ha convertido en un tirano con su sexualidad; mientras es “el activo” para los otros, duerme su intimidad con su mejor amigo, el consolador americano 2020, cinco ritmos y baterías inagotables. Y aunque el activo se abre todas las noches consigo mismo, de patitas al hombro, de cucharita, de misionero…, no logra abrirse y liberarse de ese prejuicio social en el que concibe su imagen banal. Figurita de macho cabrón en la que se encierra; figurita que le 15

permite burlarse de las plumas y tocarse la entrepierna. Y es que cree ser un macho más, autómata de la sexualidad mundanal; de ahí que su caminata nunca delata nada, porque nada ha reconocido, al contrario, se pierde en ese mar de gente incógnita que transita presurosa y sin rumbo. En ese errante caminar, el activo se ha metamorfoseado, ha evolucionado y se ha perdido en esa masa amariconada, bulliciosa y trans-gresora que recorre la ciudad; desde el gay, el mariposón, el ch’iso y el marulo hasta la trava, la pechadora, la pluma y la loca. Ahora el activo es un verbo, una postura sexual, una elección voluntaria del coito marica, apenas un 16

orgasmo y un atisbo de felicidad. Así es “el activo”.

17

Bonita No por su cara, ni por su plata, ni mucho menos por hipocresía. “La bonita” es bonita porque en su sangre tiene un plus: lleva el signo de positivo que le sentencia a un destino final, no como de película de acción, sino de drama. “La bonita” es el maricón al que, por amor pasajero o pasión perenne, el VIH lo agarró desprevenido, desde entonces se volvió “bonita”, se ganó el premio mayor. Su premio puede materializarse en un pasaje gratis ida y vuelta a Europa representado a alguna ONG y si “la bonita” se vale más de ese “título”, 18

viajaría hasta en primera clase sin modestia alguna. “La bonita”, así como el virus, está camuflado entre los demás, pocos saben de su estado serológico y si por mala suerte un atrevido homologo publica en el gueto6 su gran secreto, se pone retro, se bloquea, lo detienen…siente el mismo efecto que el antirretroviral le provoca a

ese su cuerpo empantanado de

linfocitos cadavéricos. Su destino está marcado por una cruz, como el de todos, por eso “la bonita” sabe que un día dejará de serlo. Cada vez que escucha la 6

La paradoja, “el encierro como única forma de libertad”. Lo que muchas ONGs han tratado de promover, erróneamente, es decir espacios cerrados y exclusivos para la población homosexual.

19

sigla VIH recuerda esa verdad incómoda; estar consciente de su muerte lo polariza, lo hace malo, lo hace bueno, lo hace cruel, lo hace piadoso; la miel y la hiel encuentran en la bonita un caldo perfecto para mezclarse. Para “la bonita” la palabra SIDA le es tan familiar

como

la

palabra

DISCRIMINACIÓN. Cansado de “talleritis de prevención”, “la bonita” prefiere vivir y revivir, es por eso que se convierte en el ser humano perfecto: cuida su dieta, hace ejercicio, es puntual y responsable. El pastillero inspira en él semejantes valores que están al borde de la extinción. Y al borde de su misma extinción, la bonita encuentra con los suyos no un “mal de muchos consuelo de 20

tontos”, sino un haz de vida que le puede causar un desborde de llanto y/o felicidad. Pero cuando “la bonita” entra en crisis existencial, puede abandonar su lado positivo y llegar a ser cruel, vengativo, y, como si fuera un concurso de belleza, dejaría su título a las finalistas. Aunque también es ingenuo y a veces su concepto limitado de pasión se le ahoga al calor del drink drink de la noche festiva y olvida su diagnóstico cuando escucha: la palabra “te amo”; entonces, su castración sidática se queda en el limbo de sus sábanas. Y cuando el frío lo ataca, la peste helada del hospital se encarga de normalizar el estado que lo acompaña en su cotidiano ir y venir; es 21

por eso que conoce a las enfermeras que lo miran con lastima o admiración; es amigo del doctor que, con un fuerte y efusivo saludo, lo recibe como si fuera su última vez. También se conoce de memoria los pasadizos del leprosario7.

7

Leprosario del siglo XXI; calificativo que le da María Galindo a los centros de salud destinados para la población GLBT y específicamente para pruebas de VIH. Así reducen nuestros males a este estado,nos aíslan junto a PVVS (personas que viven con VIH sida), prostitutas, trabajadores de la noche y toda la población indeseada por la sociedad, y fomentan el estigma y la discriminación. “Aislar a los indeseables”, política de salud parecida a la instaurada por el gobierno cubano en 1986, que creaen las afueras de La Habana el sanatorio Santiago de las Vegas, Villa de los Cocos, donde se internaba a seropositivos y personas con sida.

22

El raro romance que tiene “la bonita” con la vida, hace que trasmita existencia y gracias a ese su obstinado ser positivo podría vernos morir a nosotros que no somos “bonitas”. Así es “la bonita”.

23

Ch’iso Quizá la palabra ch’iso ya no es usada, es noventera de repente. El ch’iso es el marica, es el maricón, es el homosexual, el gay que casi no tiene amigos varones; anda más con mujeres, por eso es blanco de insultos, humillaciones, como en la clase de educación física donde tuvo que encerrarse en el baño o fingir una enfermedad para evitar ser lapidado con burlas en el patíbulo colegial. Por eso, a pesar de aguantar todo eso, a veces se hunde en su tristeza. Para el ch’iso las tareas son una válvula de escape, su inteligencia lo distingue de los 24

demás y eso es el pasaporte a la popularidad pasajera;

sus

agresores

y

agresoras

hipócritamente le piden tregua porque saben que su nota de la materia depende del talento del ch’iso; él acepta sin dudar, porque también es ingenuo si se trata de relaciones sociales, aunque el pacto terminará con el timbre de cambio de turno. Su timidez resalta su personalidad en los recreos solitarios

y

en

el camino

fantasmagórico de retorno a casa donde se acompaña a sí mismo; su seriedad se confunde con la gestualidad amariconada si llegas a conversar con él. El ch’iso pelea y se pelea consigo mismo por su condición de marica y la cereza es no gustar 25

del deporte normativo y fundacional para ser hombre de la educación pública: el fútbol. Sin embargo, ve y sabe que pronto saldrá de ese foco de educación militarizada, uno de sus tantos pasos obligatorios por la vida. Al salir del colegio promete nunca más volver a ese lugar, porque su experiencia en el recinto escolar no fue agradable. Para el ch’iso comenzar de nuevo, comenzar con un día cero le es justo y necesario, porque aprendió a comer rabia. Así es “el ch’iso”.

26

Desviado La palabra desviado puede tener muchos significados, pero si se menciona a “el desviado” se habla generalmente del maricón; este adjetivo suelen usarlo los beatos y las beatas, o fanáticos religiosos. Al ser tildado de desviado, el maricón, por lógica, está a contracorriente, porque se enfrenta a quien se mete con su condición de marica. Pero, irónicamente, la palabra desviado le duele más, incluso le carga más que lo maricón, porque no lo asimiló, porque ser desviado no es exclusivo de los maricones.

27

Así

el

desviado

es

el

maricón

que

efectivamente se desvía, toma atajos por más difíciles que sean, no por masoquista, sino para no toparse con religiosos, predicadores o algún homofóbico que le apunte y le diga “desviado”. Todavía le duelen esas ocho letras, pero dentro de él le gusta ser desviado, ser diferente, ser especial, aunque no le gusta que la idea de “desviado” baile en la boca del homofóbico, porque suena diferente y se deja llevar por eso, lamentablemente se deja llevar por eso. Así es “el desviado”.

28

Fresco El fresco es aquel que ama de forma diferente. Para él, el día ajetreado es una constante; sube y baja avenidas, a veces el trabajo lo consume, pero no olvida su forma amanerada de hablar y al mover las manos mariconea con sus pares o cuando está solo en casa por más que lo niegue cuando se lo encara. Le gusta pensar en amores imposibles, amores perfectos de telenovela, pero no descuida sus quehaceres en casa y en el trabajo, o en el estudio; no le gusta que le digan fresco ni otra palabra que ponga en evidencia su sexualidad, prefiere obviar ese lado oscuro de su vida y 29

más cuando está con sus amigos héteros8. Para el fresco las charlas son interesantes, llega a debatir la condición de leproso que le da la sociedad en un espacio de cuatro paredes. El fresco espera a emanciparse para recién oficializar en el gueto familiar su gran secreto. Mientras tanto celebra el carnaval todo el año, con máscaras de diferentes colores y formas según la ocasión para no ser descubierto y pasa su vida esquivando risitas. Por eso el fresco es el maricón que aún no sale; lo piensa y lo repiensa antes de hacerlo, porque también es oportuno y astuto. Así es “el fresco”.

8

Heterosexuales.

30

Gay El gay adoptó un estereotipo como forma de vida. Es quien está siempre con eso del “sueño americano”; es el que ahorra para lucir la mejor ropa, sacrificando almuerzos y alguna que otra cena. A veces se hunde en una de sus tantas depresiones, como cuando se mira al espejo y ve las enormes diferencias entre él y el poster que le regalaron en una feria de prevención del VIH y que está pegado detrás de su puerta, donde se muestra un musculo del primer mundo bien comido y blanco. Sus charlas con sus homo-logos siempre están llenas de moda, 31

fiestas, chismes y también aventuras; pareciera ser el adolescente que nunca llega a ser adulto. El gay tiende a cambiar su nombre según la ocasión y el lugar. Tiende a inventar y reinventar considerarlos

mundos

fantasiosos,

verdaderos.

Le

gusta

hasta ser

distinguido entre sus amigos, aunque para lograrlo acepta una serie de requisitos normados muchas veces por el bolsillo. En raras ocasiones se cuestiona el lugar que le da la sociedad; puede que el gay algún día quiera salir del estereotipo que le impusieron y que aceptó como verdad. Pero para él repensar las cosas no es un hábito, prefiere estar lejos de todo ello. Prefiere soñar con el país de las hadas, donde le espera su príncipe 32

azul, por más imposible que parezca. Así es “el gay”.

33

Gelebetoso Su alias deriva de la sigla GLBT (gay, lesbiana, bisexual y transexual). Gelebetoso rima con leproso, pues así es visto el gay en la sociedad. Pero él niega esa mirada y se autoafirma como activista9 de los derechos gais, aunque ese su activismo es cuestionado por los disidentes, no porque sea mala onda, sino porque cuando el gelebetoso ve la bandera arcoíris le brota su patriotismo enlatado, se enajena de su realidad 9

María Galindo hace una crítica al activismo y lo define como la incapacidad de generar teoría respecto a su grupo de lucha. Un tipo de “activismo” conformista, vacío y sin mayores repercusiones que las de confirmar agendas de la cooperación que se imponen al movimiento GLBT.

34

y crea otra propia, más cómoda, más complaciente, más victimista. Le brillan los ojos como a una virginal quinceañera al planificar el día “d” de su vida, cuando su activismo se viste de gala en los medios amarillistas para mostrar el día del orgullo gay como su única forma de expresarse. El gelebetoso suele ser público, salir del closet le da cierto estatus en el gueto gay. Habla y habla de temas trillados en los congresos GLBT y su conclusión siempre se queda en “esta sociedad homofóbica”. Mientras más grita, más reconocido entre sus amigos; es el candidato perfecto para dirigir el supuesto movimiento homosexual, donde su vida política se reduce a ser el invitado gelebetoso 35

de algún encuentro social o lo convocan como jurado en una elección de Miss Transformista Gay10. Es la flor rara del florero de la inclusividad y hace una pose normalizada para la foto de la cooperación11. Y con una sonrisa de aceptación, luce orgulloso el micro poder que representa. Es por eso que el gelebetoso se quedó en el vacío activismo gay in y sus sueños quedaron frustrados, porque le enseñaron que cambiar las cosas, incluso para los gais, es perder el

10

Es el concurso de belleza de la población homosexual, hoy cambiado a “Belleza Transformista La Paz”, que imita los certámenes heterosexuales, vacíos, sin sentido y cosificantes. 11 Instituciones extranjeras de financiamiento que norman las agendas GLBT.

36

tiempo; de ahí que opta por el mero activismo de dos días al año. Así es “el gelebetoso”.

37

Joto El joto es el maricón que muta y transmuta. El hombre que no cohíbe sus movimientos a la hora de la performance trans-gresora y delictiva, y cual deseo prohibido, el joto muta de noble mal a insigne desgracia en un abrir y cerrar de ojos. Y es que para él los roles de género no los definen los hombres, sino que se construyen a sí mismos en un delicado juego de caretas, apariencias e identidades. A veces el joto duda de su existencia, titubea cuando es señalado por el Génesis y vacila en medio de esa traumática línea divisoria. Pero la duda se esfuma cuando decide dar el paso 38

triunfal enfundado en sus pieles de reina travesti; quizá con sus aires de grandeza o una simple actitud amariconada, el joto entra en la calle e irrumpe victorioso con lentejuelas de ensueño en su propio sueño. En el afán de construir su propia existencia, desplaza su banal relación con los hombres, ya que su obra y él mismo carecen de tinte lascivo. Su imaginario personal y su gestación delirante es un constructo de vida y sensibilidad por lo “rarito”; por eso el joto no lo dice aunque le gusta, lo niega aunque se le note y aunque se delata con su paso de bailarina exótica, el joto prefiere ser y existir perenne como una imagen amorfa entre dos polos. Así es “el joto”. 39

Loca La loca es el maricón trans-gresor que tiene una alianza con lo femenino, por su figura, por su forma de hablar, por su forma diferente de ver la vida; por eso se ganó el título de “loca”. Interpreta, transgrede y desafía al sistema patriarcal solo con su presencia desequilibrada al caminar, y ese su meneo también desequilibra las estructuras mentales, cuando se propone ser invasiva. Letrada o iletrada, culta o inculta, la voz amariconada de la loca nunca se calla; es bocón y bocona a la vez. Su personalidad es una síntesis armónica de los dos sexos, el 40

maricón que es loca resquebraja la solidez de las

arquitecturas

inconformidad

la

tradicionales; lleva

a

una

su

valentía

impresionante. Es la sin nombre, porque en la loca se agolpan todos los nombres del travestismo o del folklore mariposón. Es una tradición como estereotipo y también la loca es arriesgada a toda pólvora, por amor o por calentura; es amatoria y deseante. La loca es el barco que no se queda en el puerto, navega mar adentro por más escarchada que fuese la noche o más caluroso que fuese el día. Así es “la loca”.

41

Maraquero El maraquero es el homosexual vinchuca. El maricón dizque “hétero”, que revolotea presuroso por un campo minado de flores rotas, mientras absorbe desesperado la savia vital amariconada de su ocasional amante. Las flores locas son su gracia y su perdición; cada marica lo envuelve entre sus sábanas de seda y lo encandila con sus pasiones pecuniarias que tanto placer le provocan al maraquero. Éste, cumplidor a toda orden, no exige demasiado, se contenta con que no falten combos12 en su 12

Trago y refresco que se venden juntos y que se mezclan para tomar.

42

mesa,

mientras

dure

la

larga

noche

homosexualizada. Ambos establecen un pacto nupcial en el que priman

las

intenciones

profundamente

lascivas; aun así para la pechadora el maraquero

es

“su

marido

mantenido”,

mientras ella ocupa el lugar de mujer proveedora, complaciente y sumisa, un cliché heterosexual desgastado en una sociedad patriarcal por excelencia. Sin embargo, a la hora de consumar la ceremonia bendita, el maraquero muerde la almohada y la pechadora sopla la nuca de “su marido”, aunque las apariencias

digan

lo

contrario

y

los

contrayentes duren lo que dura la pasión, el dinero y la soledad. 43

De ahí que el maraquero es el maricón ausente de sí mismo, el fruto putrefacto del páramo, el inerte cuerpo andrógino que no decide su sexualidad; el hilo de pestilente falsedad que recorre el camino angosto de la condenación. Es el hombrecillo que se oculta detrás de sus actitudes machistas y su eterna frase barata “lo hago porque me pagan”, aunque en el fondo sepa que siempre se da la vuelta y es capaz de reflejarse en el mismo cristal donde los maricas retocan su maquillaje. Cuando se ve atacado, el maraquero, sin identidad, sin nombre, sin nada, es capaz de ser homofóbico y censurar al mundo marica que lamentablemente lo hace posible. Es el mancebo de la cópula barata, aquel que se 44

pierde en los albores de Baco13 y Erastes14; el homosexual

reprimido,

el

hombre

que

necesita sentirse macho al transgredir su virilidad. El maraquero, como construcción patriarcal, es el maricón que no reconoce su mariconada vida y, al mismo tiempo, es el macho burlón de su propia identidad, porque solo le falta doblar la muñeca para existir dignamente, tal vez como persona, pero mejor aún como maricón. Así es “el maraquero”.

13

En la mitología griega Dionisio, dios del vino e inspirador de la locura ritual y el éxtasis. 14 En Grecia antigua el erastes era el amante, hombre adulto, que entablaba una relación social, paternal, erótico-amorosa con un joven, el erómeno.

45

Maricón El maricón es el homosexual infractor. El niño, el adolescente, el hombre que transita la vida infringiendo las normas sociales y declarando abiertamente su inconformidad. El espíritu de rebelión que se gesta en él, es el primer rasgo de su personalidad amariconada que reconoce en sí mismo desde la primera vez que fue señalado con el dedo y castigado por la voz de su padre, que lo último que dijo fue “maricón de mierda”. Y por primera vez el maricón es reconocido, identificado y nombrado. Por eso el maricón adoptó la identidad que su padre censuraba; 46

por eso el maricón se tragó las lágrimas y nunca volteó la mirada cuando decidió marcharse; por eso el maricón decidió buscar y construir su propio espacio donde hacer posible su utopía. Esa quimera que fue tomando cuerpo conforme él repensaba su autodeterminación como sujeto político en una

sociedad

homofóbica,

desde

esa

nominación que suena a “hombre afeminado, sodomita e insulto grosero”15 hasta las variaciones nominales que los homofóbicos han impuesto “maricón, marica, maraco”. El maricón decide ser lo que las convenciones machistas determinan, no porque sea una 15

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

47

actitud complaciente, sino por la necesidad de encarnar ese significado peyorativo, sin escapar al “insulto”, y a partir de ello interpelar al homofóbico con esa presencia incómoda, arrogante y valiente. De este modo el maricón desmorona un gran aparato lingüístico sociedad

disciplinario/ homofóbica

represor y

de

machista,

la con

pretensiones de hegemonía y superioridad heterosexual, para mantener al margen, subordinado y controlado no solo al maricón sino también a toda esa población disidente sexual. Pero el maricón también decide escribir e inscribir su propio significado en el imaginario social, su propia historia en torno a esas siete 48

letras que otrora lapidaban su existencia y que hoy determinan su identidad. Una identidad que

la

asume

con

la

cara

lavada16,

posicionando su voz en primera persona17 en todos

los

espacios

de

su

vida

y

desestabilizando ese orden heterosexista con

16

“No soy un marica disfrazado de poeta / No necesito disfraz / Aquí está mi cara / Hablo por mi diferencia / Defiendo lo que soy”. Manifiesto (Hablo por mi diferencia) de Pedro Lemebel. 17 Renata Hiller, en el libro “Voces polifónicas, itinerarios de los géneros y las sexualidades”, se refiere a la heteronominación, el hecho de nombrar la homosexualidad desde el discurso heterosexual, con toda la carga prejuiciosa sociocultural que representa. El maricón se apropia de su homosexualidad para refrendar ese discurso de heteronominación histórica.

49

su presencia impertinente18. Entonces, lo que el maricón pone en la mesa de discusión no es la posibilidad de un reconocimiento a su calidad de sujeto pleno de derecho, ciudadano, sino el placer de encarnar el pecado mismo, la anormalidad, lo inapropiado, lo nefando, lo monstruoso, y constituirse en el mayor deseo19 para los heterosexuales, por esa capacidad

innata

de

ser

“rabiosamente

independiente” del dominio cultural, religioso, 18

“No habrá un maricón en alguna esquina / desequilibrando el futuro de su hombre nuevo”. Manifiesto (Hablo por mi diferencia) de Pedro Lemebel. 19 “No queremos que nos persigan, no queremos que nos discriminen, ni queremos que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprometan, lo que queremos es que nos deseen”. Néstor Perlongher.

50

político, patriarcal y machista de la sociedad. Tal vez su gesto más radical es el hecho de homosexualizar

la

vida

misma

para

democratizar el acceso al infierno para una sociedad mojigata por excelencia. En esa búsqueda de la identidad de los hombres que aman a otros hombres, el maricón cuestiona al modelo anglosajón al que se reduce su condición. Y una vez más infringe las normas del selecto grupo GLBT, porque se reconoce, no desde la máscara o el transformismo superficial, no desde la moda o el estereotipo repugnante, no desde lo foráneo o la cultura nauseabunda y elitista, sino desde la reflexión, el sentimiento de pertenencia y, 51

sobre todo, desde la construcción ideológico – política de su ser. Por eso el maricón es capaz de resignificar un conglomerado diverso, asignarle un estatus fundacional a la palabra y a su voz, e interpelar ácidamente a la sociedad que lo excluye, pero que nunca logra callarlo. Así es “el maricón”.

52

Mariposón El mariposón es el cuestionado por su forma de dar amor a este mundo; puede migrar y emigrar cuantas veces pueda en el día, en la semana, en el mes. Para el mariposón llevar la cuenta es cosa del pasado, aunque es cuestionado, humillado, discriminado por su forma de sobrevolar los pistilos y aterrizar para probar el néctar de esa pradera interminable de tulipanes. En los momentos más tristes puede soltar una carcajada, porque no le cuesta nada, por más que esté muriéndose por dentro. Su folklore mariposón adorna el callejón frío y sombrío 53

donde vive. Quizá al mariposón se lo asocie siempre con la mariposa por su delicadeza con los suyos; pero no, el mariposón es diferente, siempre lo ha sido, por su fuerza y su terquedad. Por su forma de vestir y por su forma de decir ¡aquí estoy, mírenme!, es quien puede arrancarte una sonrisa de burla o de admiración, no importa, pero lo hace. Así es “el mariposón”.

54

Marulo El marulo es el maricón abierto, el evidente, el público; pero también es el amotinado, el insurgente, el sedicioso. Su natural indignación con la norma y la autoridad le llevan a descubrir tempranamente su sentimiento de protesta, por eso no lo piensa mucho cuando se trata de hablar claro y hacer lo que le gusta; por eso no lo piensa dos veces cuando manifiesta abiertamente su sexualidad, porque para el marulo ser natural y genuino es la clave de la vida. No le importa la reacción de los ojos timoratos y de la falsa moralina, que se 55

escandalizan ante su presencia abrumadora y contestataria, porque tampoco le preocupa la norma: ha olvidado la regla y ni se ha enterado de que hay un modelo a seguir. Por eso el marulo es víctima de los machitos burlones, las beatas reprimidas y la sociedad pensada

y

construida

en

función

del

heterosexismo. No se ha enterado que le llaman “marulo” y transita la vida alborotando y callando al homofóbico solo con su rostro limpio y su mirada de frente. Cuando se atreven a gritarle ¡marulo!, él pregunta ¿por qué? por mariposa, por mariquita, por maraco, dice el homofóbico. Sin pensarlo responde: ¡sobre todo por maricón! y una mirada desafiante increpará a 56

su ocasional verdugo que esconderá la cola entre las piernas. Así es “el marulo”.

57

Moderno El moderno es el maricón que se adecua a lo que

le

viene,

pesca

cuanta

trucha

a

contracorriente venga, muta y transita de posición. Si tiene que dar el culo, pues lo da y si no, no se hace lío. Y se pelea con sus homologos metidos en los esquemas tradicionales de pasivo y activo. El moderno es versátil y eso lo hace moderno; es criticado, omitido, invisibilizado en las charlas homosexuales que halagan al macho activo o humillan al maricón pasivo. Por su calidad de mutante el moderno tiene más opciones, quizá es el maricón de pura cepa, 58

porque no se hace problemas por dar o recibir placer; su elección para compartir con otro cuerpo marica pone en jaque al sistema hétero e indigna al gueto gay. No olvida su privilegio de varón, pero tampoco olvida que es maricón; no se jacta de su hombría por dar o de su sometimiento por recibir. Así es “el moderno”.

59

Mujercito El mujercito es el homosexual que renuncia a sus “privilegios de hombre”20 y por ello es más hombre, desde su disidencia genérica, que aquellos machos y fachos de la nauseabunda cultura machista. El ser mujercito fue una expresión natural de su sexualidad desde que era niño, porque era muy llorón, delicado y prefería las muñecas, porque le gustaba perderse en la pollera de la madre dando vueltas y vueltas y soñando con lo que sueñan 20

La sociedad patriarcal y machista que determina la supremacía masculina sobre la femenina en los diferentes espacios de la vida, laborales, políticos, religiosos, culturales, económicos, familiares, etc.

60

todos los mujercitos a su edad, una muñeca inteligente capaz de hacer pipí, popó y decir mamá. Por entonces no sabía el rol que la sociedad había definido para él y, aunque le vestían de azulito y pantalones vaqueros, siempre le quedaba un mal sabor de boca observando su ropa y los encajes, los bordados y colores rosa en los vestidos de sus hermanas. Al parecer, la cofradía masculina de su familia estaba empecinada

en

hacer

de

él

todo

un

hombrecito, por eso le llenaban de pelotas de fútbol, ametralladoras con miras láser, carritos a control remoto y todo tipo de chucherías que nunca despertaron su curiosidad. 61

La preocupación surgió cuando el niño no respondía, al contrario, renunciaba a todos esos privilegios masculinos que su propia familia había establecido entre los hombres y mujeres de su casa. La indignación colmó el rostro de su padre cuando lo descubrió vestido de niña y jugando con sus hermanas al “Jacky show”21, donde él era la presentadora del programa televisivo. Y justo cuando decía ¡fanfarreas para Estefy!, levantando la mano de su hermana, fue sacado violentamente de la habitación y golpeado sin piedad ante la mirada celosa y silenciosa de la madre. Nada pudo detener la brutalidad del padre que 21

Programa infantil televisivo de los años ochenta y noventa.

62

gritaba “¡acaso eres mujercita, carajo!”, “¡te voy a enseñar a jugar de verdad!”, “¡por qué no sales a la cancha como tu hermano!”. Cada golpe le dejó una cicatriz en el alma, pero no pudo doblegar su naturaleza; el mujercito nunca comprendió los motivos de su castigo, pero entendió que para ser mujer, mujercito como le decían, había que tener demasiado valor. Desde entonces la tiranía masculina gobernaba todos los espacios de su vida, “parecía ser que a fuerza de golpes los quieran ‘hacer hombres’, hombres para la guerra, hombres para el dolor, hombres para la dominación, hombres para la dolencia”22. 22

“Machos, varones y maricones”, María Galindo y Julieta Paredes, un manual de sexualidad que

63

Pero el mujercito siempre fue una voz disidente frente a ese machismo violento de la sociedad y prefiere ese lugar que los prejuicios sociales le han reservado a entrar en ese círculo vicioso por el que los hombres gobiernan su propio y reducido imaginario trivial. Así es “el mujercito.”

cuestiona la violencia sociocultural encargada de formar a los hombres.

64

Pasiva La pasiva representa el grito contestatario a esa loca obsesión del gay por y con el macho. En un intento desesperado de

querer

normativizar su sexualidad como un hétero, el gay crea una absurda relación entre lo femenino y la posición del pasivo, e ignora que los roles de pasivo y/o activo son simplemente posiciones sexuales de goce, que nada tienen que ver con un rol de género e inclusive con una identidad sexual. La pasiva es el homosexual que evidencia su feminidad; es como un gato que siempre anda en celo, siempre tan cariñoso; tal vez es la 65

fantasía más ruin para ese otro macho. Pero sus semejantes no lo quieren, porque no lo ven como “cumplidor” (activo). Ese rasgo “femenino” lo encerró en una jaula arcoíris, donde los mismos maricas —pasivos en su mayoría—

lo

encierran,

porque

logró

evolucionar más allá del prejuicio. A él no le importa que lo menosprecien por su posición tan femenina, al contrario, se siente totalmente satisfecho. En un ambiente dicotomizado entre lo femenino y lo macho (el ambiente GLBT), existe un orden imaginario heredado de esos complejos por sentirse “normal”, donde la pasiva queda en el fondo de esa jerarquía patriarcal; pero a él no le importa revolcarse 66

en el suelo de esa misógina, machista y patriarcal pirámide, en cuya cima se encuentra el macho activo. Por todo eso y menos lo llaman “pasiva” y no pasivo, remarcando ese rol impuesto a lo femenino donde se siente dueña de su vida. Así es “la pasiva”.

67

Pechadora23 La pechadora es el marica “obsoleto”. El homosexual inevitable que, por sus aires de millonario, congrega una camada de cuervos, amariconadamente juveniles, dispuestos a sacarle los ojos por un poco de felicidad en forma de billete. De ahí que sus dotes de madre nutricia se evidencian cuando a los 23

Del verbo “pechar”, pagar pecho (tributo), obligación monetaria que se paga por el disfrute de algo. La pechadora y no el pechador, porque en el ambiente, como en la sociedad, se reproducen actitudes misóginas porque se considera que la mujer de la tercera edad, que ha dejado de ser reproductora, es un sujeto descartable; por ello la pechadora es objeto de burla, criticada y ninguneada.

68

niños se les antoja trago, comida y hasta ropa. Porque solo ella es capaz de aceptar los madrinazgos de esa veintena de párvulos maricas que cada tanto celebran cumpleaños, fiestas, borracheras, etc. La pechadora dispone de su principal capital para ganarse la devoción de sus congéneres hijos que, de tanto júbilo, olvidan hasta su nombre. Porque precisamente la pechadora no tiene nombre, es la “madrina” dispuesta a financiar la felicidad, es la “marica añeja” que siempre se aparece con cinco combos, es la “madre putativa” que fomenta el despilfarro en su “familia de ambiente24” y que, a título de

24

Grupo de amigos del ambiente homosexual.

69

confraternidad, va ganando más adeptos. Por eso en el boliche su familia junta cuatro mesas para la jarana y aunque la noche se pinta de sonrisas, besos y alegrías, la pechadora es la única a la que nadie saca a bailar. Sin embargo, la pechadora siempre consigue algo, de repente un mozalbete bien parecido engalana la tristeza de sus noches lisiadas. Se sujeta delicadamente el topo de oro que corona su mantilla de vicuña y deja brillar los diamantes falsos incrustados torpemente en su adorno. La pechadora está fascinada con el oro de imitación y cuando se le aparece una oportunidad ni corta, ni perezosa realiza gestos y movimientos sutiles para mostrar todo el oro posible que ha conseguido en la 70

feria “16 de Julio”25. Le gusta ser admirada y tomada en cuenta, porque sabe lo que tiene y lo que puede ofrecer. Y con ese gesto de las manos hacia adelante, baila morenada como la chola paceña más acaudalada del Gran Poder26, alucinada por el “cuánto cuestas, cuánto vales” el tema que le dedican; coloca cinco combos más para esa familia que la ha ignorado toda la noche, mientras intenta besar a ese jovenzuelo que se ha arrimado a sus caricias compradas.

25

Feria de compra – venta de diversos artículos, entre ellos la famosa ropa “americana” (usada) y las cosas robadas, en la ciudad de El Alto. 26 Fiesta del Señor Jesús del Gran Poder, principal celebración religiosa – folklórica que acontece en la ciudad de La Paz.

71

Al amanecer, la pechadora descubre el alojamiento al que han ido a parar sus restos, se sujeta la cabeza golpeada por el trago nocturno y no se inmuta por todo el oro faltante, ni siquiera por el celular o la billetera. Ella, mejor que nadie, sabe que el impuesto a la felicidad se paga con intereses acumulados, rutina para ella que puede costearse ese lujo. Y no es que necesariamente está forrada de dinero, al contrario, la pechadora está remendada de felicidad, esa felicidad que le produce la imagen que proyecta ante los otros, aunque por ello tenga que deambular veinte horas al día, intentando vender sus helados de canela. Así es “la pechadora”. 72

Pluma La pluma es el maricón que reproduce actitudes, gestos y vestimenta femenina. Con una delicada vocecita que simula la ópera marica del canto de las sirenas, el contoneo agresivo de la pluma irrumpe trans-gresora en la calle viril que la censura. La pluma, cuya muñeca vuela erótica y amenazante en una caída en búsqueda de su propia libertad, construye su identidad con cada despojo de mujer fatal que reúne, imaginaria y atrevida, en su ego marchito de ilusión, pero vivo de esperanza.

73

Quizá para la pluma sea natural su gesto rosa ante un mundo sin colores que no la entiende, por eso su pluma es involuntaria, es decir se tiene o no se tiene. De ahí que la pluma es un imaginario social, una actitud desafiante al machito burlón y un posicionamiento político del universo marica, que demanda el mismo cielo rosa

para los ojos cargados de

indignación. Por eso la pluma es trans-gresora hasta consigo misma, porque ser pluma, “tener pluma” es una forma valiente de ser maricón, porque la señalan, la vetan y la censuran hasta en el mismo universo marica, pero nunca se queja de la cicatriz que le dejan los golpes homofóbicos de la vida. 74

Al contrario, sale airosa de esa selva de espinas que logra atravesar y por lo único que reclama es cuando le atribuyen cierto papel televisivo de chismes y farándula, porque eso no es tener pluma, eso es rayar en la idiotez. Así es “la pluma”.

75

Q’iwsa27 (k’eusa)

27

La palabra q’iwsa ha mudado conforme el curso histórico de la humanidad. El libro “Vocabulario de la lengua aymara” del padre jesuita Ludovico Bertonio (1612) hace explícita referencia al “pecado nefando q’iwsajucha”,es decir la fuerte doctrina religiosa que sanciona la naturaleza homosexual y que, por otro lado, organiza y encausa los significados y usos lingüísticos del aymara. Del mismo modo, la entrada para q’iwsa en el “Diccionario bilingüe castellano – aymara” de Felix Laime Pairumani (2002) es “afeminado, maricón, ni hombre ni mujer”; así pone en discusión los nuevos usos del idioma —sin el castigo judeocristiano— y acomoda el significado a patrones del Diccionario de la lengua española (DRAE). En todo caso el fondo es el mismo, sancionar, estigmatizar y anular al homosexual. El dato “ni hombre ni mujer” del diccionario de Laime es crucial para entender esa anulación; se aísla al q’iwsa del estricto género binario aymara “chacha –

76

El q’iwsa es el marica del mundo aymara; el niño, el adolescente, el hombre que no encaja en la dualidad hetero-costumbrista de una sociedad homofóbica por excelencia. La palabra como tal no describe al gay o al homosexual, la palabra q’iwsa, “el q’iwsa”, describe a un conglomerado de hombres que transgreden las doctrinas, ritos y costumbres hetero-ancestrales, reforzadas por prejuicios heterosexistas de la colonia. Q’iwsa es una variante de q’iwsuña, que quiere decir torcer, desviar

o

alterar

la

rectitud

del

comportamiento heterosexual para consolidar la descarriada homosexualidad. Este gesto es warmi”, y al no corresponder a ningún género, no existe.

77

crucial para entender al q’iwsa, ya que genera una actitud de inconformidad e intervención tácita con lo establecido socialmente. El q’iwsa es bocón, desobediente y rebelde hasta consigo mismo. Traslada esa voz desestabilizadora de su intimidad hacia la comunidad que lo margina por raro, por afeminado, por anormal. Si alguien entiende de rituales es el q’iwsa, el mismo que entiende que la calidad de “jaqi” (persona) no la deciden los convencionalismos ancestrales, aunque él no puede ser autoridad, porque no se concubina ni se casa. El q’iwsa entiende que la calidad de jaqi no se construye en la dualidad aymara obligatoria hombre/mujer; para el q’iwsa “ser persona”, “hacerse persona” pasa 78

por un pacto íntimo con su sexualidad, con esa convicción de ser lo que él quiere ser, sin pensar en lo que los demás quieren que sea. No es una oveja del montón, es la oveja negra, la descarriada, la única capaz de alejarse de ese espacio opresor, que lo único bueno que le dio son sus alas migratorias. Por eso el q’iwsa debe marcharse, infringir la norma de la comunidad una vez más, buscar y fundar su propio espacio y ser libre de pensamiento, obra y sexualidad. Por eso respira profundo al salir del rebaño, porque sabe que ser libre es un lujo costoso y él, que nunca tuvo nada, es capaz de costearse su propia libertad. Así es “el q’iwsa”. 79

Rarito El rarito es el homosexual que no publica su sexualidad y tampoco la hace “evidente”, aunque por su camino va dejando pistas demasiado

“evidentes”

en

esa

vida

aparentemente “normal”28. Esas pistas son las que le han dado la etiqueta de rarito y hacen sospechar a quienes le rodean de que “algo no anda bien” en él, aunque justamente eso es lo que más le fascina, saber que en él “algo no anda bien”.

28

En la idiosincrasia boliviana se entiende como “normal” a la persona que sigue estrictamente los patrones hetero-sexistas.

80

Él se aferra al único mástil estable en su vida gobernada por la moral pública; incendió la bandera arcoíris, se empaló a su pundonor y dividió sus sesos para poder entregarse por completo,

una

parte

para

la

moralina

mayoritaria, otra para el minus-culo morboso GB (gais y bisexuales) y una más para su sublime libertad. En un equilibrado tambaleo sobrevive con la conciencia partida, tratando de callar las voces en su cabeza que le gritan dignidad. Aunque parezca que el rarito se diluyó entre los prejuicios, no es así, él aprendió a vivir el juego de la doble moral, aprendió que mientras una mano te golpea, la otra te mete mano y así perdió toda culpa 81

enseñada y adoptó como filosofía de vida un “bésame el culo”. Así es “el rarito”.

82

Sodomita El sodomita es el “pecado nefando”, el homosexual que encarna desde su analidad29 el “pecado imposible de nombrar”. Aquel que se contonea en la crueldad de su amor, mientras el verbo humano lo castiga con “lluvia dorada”, lluvia que exaspera esa sentencia ambigua en la escritura del fuego que lo redime. Es el ave fénix que renace en la escritura bíblica, el verbo divino que encarna 29

Relaciones coitales por vía anal; prácticas de exploración sexual placentera, no exclusivamente homosexual, que desplaza los usos biológicos del cuerpo y por lo que la religión judeocristiana las ha perseguido a lo largo de la historia, calificándolos de “actos contra natura”.

83

la desviación sexual a la norma judeocristiana, porque el sodomita—cansado de la arquetípica posición de misionero— logra explorar la infinidad

de

comportamientos,

actitudes,

prácticas y poses sexuales. Y para coronar la devoción a su placer, como el buen cristiano que pone la otra mejilla, él pone el culo30. No es el marica que reniega de su Dios, al contrario, es aquel que se acuesta con él, porque tiene claro el valor de la hospitalidad y,

30

“Mi hombría es aceptarme diferente / Ser cobarde es mucho más duro / Yo no pongo la otra mejilla / Pongo el culo compañero / Y esa es mi venganza”. Manifiesto (Hablo por mi diferencia) de Pedro Lemebel.

84

en el afán de “conocerlo”31, siempre abre su cuerpo a su dios favorito, aunque por ello desborde su propio nombre en la fragua de ese delirio que empieza a tomar forma humanamente placentera. El sodomita se ha forjado con cada fragmento de su cuerpo lapidado, ha recogido los restos de su piel incrustada en las piedras, le ha dedicado un canto celebratorio a su sexo castrado, mientras observaba, animosamente, cómo ese tierno ojo de Sodoma fruncía su inocencia ante la mirada impaciente de los fariseos que recordaban noches imposibles de

31

“Tener unión sexual con otra persona”. En Mateo 1, 24 - 25 se dice que José no “conoció” a María hasta que dio a luz a su hijo primogénito.

85

nombrar. La tierra santa le ha dedicado un espacio importante en su seno, se ha abierto para recoger su carne cremada, sanar su costra impúdica y adorar su torturado afán. Al absolverlo, ha descubierto el barro del que está hecho, un barro imposible de moldear, un auténtico polvo que nutre su imagen, esa imagen limpia del ser humano comprometido con su naturaleza infinita. El sodomita admite su autenticidad con el culo lavado, practica “actos deshonestos” con el pene, el dedo, la lengua, pero también con ideas revolucionarias, discursos de resistencia y

manifiestos políticos que lo posicionan

como un verdadero sujeto político. Así es “el sodomita”. 86

Transformista La transformista es el maricón que asume su postura desde el otro lado, el lado femenino, y asume su identidad de Eva en el paraíso a partir del pacto sacrificial con un Dios asexuado,

ya

que

ella

misma

mutila

ficticiamente al cordero fálico para construir su propio sexo y ejercer, divina, las veces de creadora. Sin embargo, la transformista transforma su propio cuerpo, arma sus caderas, recrea una actitud femenina, pero no logra atravesar la línea divisoria del bisturí mágico que consolida la teatralidad de esos cuerpos entregados a su devenir mujer. 87

Se dice que la transformista, el transformismo, es el primer paso a la búsqueda de la verdadera identidad de género, porque entre tantas “x” y “y” la combinación resulta un error y es justo y necesario un recambio cromosomal mediado por su propia mano. Pero hay transformistas y transformistas. Unas lo asumen como un arte que es su pasatiempo; le buscan un nombre a esa “otra”, construyen su cuerpo, ejercitan su pasarela, ensayan su sonrisa y cuidan cada detalle en algún evento, de manera que logren su cometido: un pedazo de plástico reluciente que les otorga el ocasional título de reina. Las otras transitan el camino más largo y el transformismo es más que un título de “Señorita Emancipación”; 88

para ellas asumir una identidad sexual y genérica distinta a la asignada biológicamente es una necesidad imperiosa, mediada por la vivencia interna e individual del ser en el mundo. De una u otra manera, la transformista instaura su taconeo infractor y su voz desobediente en una sociedad fálica, mediada por roles arbitrarios y reglas absurdas que hacen de los hombres y mujeres títeres mudos de un malsano titiritero. De esta forma, la transformista bocona, incisiva y mordaz ha interpelado al Eterno, ha comido de la manzana y ha buscado entre sus semejantes el lugar que le corresponde; por eso es el foco que propaga, la manzana que contagia y el 89

primer paso del camino a la soberanía. Así es la transformista.

90

Trava32 Es una dicotomía del género. Ella nació en el cuerpo incorrecto, decidió romper con las normas imaginarias del género y construyó sus propias reglas. Aunque a veces parezca una simple imitación del estereotipo femenino, no es así, la trava repensó su género, su sexualidad y su ser hasta el más mínimo detalle y por eso cada paso que da ante las miradas silenciosas del morbo, en la plataforma social, está bien planeado y repensado. 32

Trava es la palabra utilizada para referirse y ningunear a las personas trans femeninas; es empleada con más frecuencia en el ambiente homosexual.

91

Ella rompió con los moldes, quebró la estructura fálica heredada para montar una performance permanente ―un discurso político sin saliva― un instrumento cuestionador del sexismo, aunque para ello tuvo que donar parte de su vida, regalarla en ese consultorio clandestino, mutilarse en nombre de la libertad,

inyectarse

litros

de

aceite

de

esperanza y distorsionar el imaginario de su cuerpo, porque quería un trato distinto al de su destino fálico. Porque ella nació con un pene y no fue la excepción, también recibió el lugar y la educación fálica; no le negaron los privilegios sino que los rechazó y dibujó un nuevo camino, porque todos los otros se le cerraron; la ignorancia y el prejuicio siempre 92

ganan y hacen que la prostitución sea su única compañera. Pero ella continúa la vida en ese jardín de aceite, silicona y carne, con las risas “trans” de fondo como ópera burguesa, casi como música electrónica en los puestos piratas de cumbia extranjera; con una manzana de Adán atragantada, cuerpo de Venus gracias al cuchillo médico de esa bendita clínica clandestina que la acercó a su verdadera realidad. No le importa que la cataloguen como

enfermedad

o

como

un

mero

constructo social, ella nació libre y es como decidió vivir; nunca pudieron dominar su mente ni su corazón. Así es “la trava”. 93

Trolo33 Él nunca se sintió uno con su “familia”, desde la primera amenaza de la boca de su madre supo que su destino estaba muy lejos de aquel lugar al que llamaban “hogar”, cada tajo físico y psicológico animaban más esos sentimientos de escapar literalmente; apenas consiguió cierta

independencia

pudo

cumplir

ese

“sueño”. Con la necesidad en sus bolsillos, un “contrato a palabra”34 y la incertidumbre en su roído

33

Palabra despectiva para referirse a hombres homosexuales, empleada con frecuencia en Argentina.

94

corazón, las más de 72 horas de viaje consecutivo no importaban, en su cabeza solo tenía lugar un remolino de esperanza: se imagina en una flota35 arcoíris rumbo a ese destino tan anhelado. En voz baja se repite una y otra vez: “allá todo será diferente”. Poco tiempo después de llegar a su “tierra prometida”, no pudo encontrar esa “otra” parte que siente que carece desde que tiene conciencia, solo puede sentir adormecimiento por las 16 horas de trabajo diarias encadenado a su único compañero, un viejo banquito de 34

Las ofertas de trabajo para el extranjero, generalmente para costureros o cocineros en la Argentina o el Brasil, son “contrataciones” por vía telefónica. 35 Medio de transporte terrestre.

95

madera. En la soledad la búsqueda de identidad en su espejo con la mirada de otro, solo lo convirtió en su propio esclavo. Ya de vuelta a sus raíces ―se da cuenta de que lo que buscaba estaba tan cerca― todo ese innecesario calvario resultó ser tan inútil, porque después de todo lo único que buscaba era a “él”. Así es el “trolo”.

96

TS masculino36 Él deambula por los callejones de flores con espinas fálicas buscando pagar el vicio, la deuda, mantener a su “familia”, sobrevivir un día más a costa de la carne sodomita. Entre tanto quiebre camina triunfante con sus teatrales gestos cuadrados. Él solo necesita una pose viril para cumplir con el marica más antiguo, aquel cuyas fantasías se redujeron a simple voyerismo. Desterrado del circuito del sexo “legítimo” (coito heterosexual) reescribió la sicalipsis37 y 36

Término ONGero para referirse a hombres que se prostituyen.

97

encontró la tierra prometida de los excesos. Alimentado por el deseo en un estrecho pasaje, la gula por la lujuria se fusiona en un fajillo de billetes. Con el placer convertido en mercancía encontró la luz al final del camino. Muchas mentiras no hicieron una verdad y el conflicto agridulce de sus pensamientos no cesa; no se resigna con autoidentificarse como marica y prefiere imaginarse como “el macho cumplidor” similar a un hombre hétero, que se sirve de su “loca” clientela.

37

Ofensa a las reglas morales comúnmente aceptadas, en especial en materia de sexualidad.

98

Ocasionalmente entre sus prostituyentes38, encuentra a alguien que llena sus expectativas financieras ―con la conciencia vaciada por la vida nocturna, solo puede llenarla de su consumismo mundano― pero como un objeto que se cambia por otro “nuevo o mejor” al final siempre acaba solo, cinco pasos atrás de los dos que había avanzado. Mitómano por excelencia logró engañarse a sí mismo, con una promesa que jamás cumplirá: “él será el último”. Así es el “trabajador sexual”.

38

Palabra acuñada por María Galindo en su libro “Ninguna mujer nace para puta”, haciendo referencia a los hombres que consumen prostitución.

99

Indice. Retrato de palabras que perturban………… 4 Activo………… 12 Bonita………… 18 Ch’iso………… 24 Desviado………… 27 Fresco………… 29 Gay………… 31 Gelebetoso………… 34 Joto………… 38 Loca………… 40 Maraquero………… 42 Maricón………… 46 Mariposón………… 53 100

Marulo………… 55 Moderno………… 58 Mujercito………… 60 Pasiva………… 65 Pechadora………… 68 Pluma………… 73 Q’iwsa………… 76 Rarito………… 80 Sodomita………… 82 Transformista………… 86 Trava………… 91 Trolo………… 94 TS masculino………… 97

101

102