Devocional-Pascua

DEVOCIONAL 1 Ya no me gusta ¿Alguna vez te ha pasado que algo que te gustaba mucho de repente ya no te gusta más? ¿Algu

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DEVOCIONAL 1

Ya no me gusta ¿Alguna vez te ha pasado que algo que te gustaba mucho de repente ya no te gusta más? ¿Alguna comida? ¿Algún deporte? A mí sí. Recuerdo que cuando tenía 15 años fui a visitar a mis tíos a Estados Unido y allí probé por primera vez ice tea que es un té muy frio con mucha azúcar y… ¡me encantó! Me gustó tanto que bebí mucho más té frio en un día del que se debe beber en una semana y eso hizo que me sintiera muy mal del estómago. Les aseguro que después de eso el té frio ya no me gusta más. Al pueblo de Israel le pasó algo así hace mucho tiempo, cuando aún no tenían su tierra y vivían en Egipto. Más de 400 años atrás, ellos habían llegado a Egipto de la mano de José, uno de los hijos de Jacob que había llegado a ser el segundo después de faraón, el hombre al que Dios le había dado la estrategia para salvar de morir de hambre a toda la nación. Él era muy respetado y querido e influyente, por lo cual su familia fue tratada con mucha honra. Imagínate por un momento que no tienes nada para comer y en menos de un mes vives como un rey. ¿A quién no le gusta eso? Israel se acostumbró rápido a vivir en Egipto y se fueron multiplicando poco a poco. Se hicieron fuertes como pueblo en medio de los egipcios y todo iba a pedir de boca. El 2

problema fue que se olvidaron de Dios y de que Él les había prometido que tendrían su propia tierra, una tierra increíble, donde fluía leche y miel. Entonces Dios permitió que los egipcios los empezaran a tratar como esclavos, dejaron de ser queridos y empezaros a ser señalados, pasaron de los lugares de honra a trabajar en las cosas más deshonrosas y, como me paso a mí con el té frío, a Israel le dejó de gustar Egipto. Ellos empezaron a sufrir y recordaron que tenían un Dios y que tenían una promesa que era la tierra prometida, por lo que comenzaron a pedirle a Dios ayuda. Es curioso que cuando estamos mal por algo, tristes, enfermos o nos están tratando mal nos acordemos de Dios, pero cuando todo está bien se nos olvida. Lo bonito de esta historia es que Dios nunca se olvidó de su promesa y nunca se olvidó de Israel aun cuando ellos sí lo hicieron. Es cierto que a veces hay voces que dicen que las cosas malas como esta que le sucedió a Israel son castigos de Dios, pero eso no es verdad. Yo pasé vomitando toda la noche el té frío por consecuencia de beber más de la cuenta. Israel terminó sufriendo esclavitud por olvidarse de Dios, esa fue la consecuencia, no un castigo, pero el error no quita que Dios tiene una promesa. «Con el paso de los años, el rey de Egipto murió; pero los israelitas seguían gimiendo bajo el peso de la esclavitud. Clamaron por ayuda, y su clamor subió hasta Dios, quien oyó sus gemidos y se acordó del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob. Miró desde lo alto a los hijos

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de Israel y supo que ya había llegado el momento de actuar.» Éxodo 2:23-25 NTV Y Aquí aparece Moisés... para la próxima.  ¿Por qué cosas orabas cuando estabas mal y cuando estabas bien olvidaste a Dios?  ¿Alguna de esas cosas que pedías y te gustaban tanto luego acabo mal?  ¿Piensas que las cosas malas que nos pasan son castigos de Dios?  ¿Crees que todavía Dios cumple promesas? ¿Tienes alguna?

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Un Moisés Y en medio de todo esto nace Moisés. Debo admitir que personalmente Moisés es un personaje que me fascina y creo que lo hemos tratado de forma injusta muchas veces porque se le dio su nombre a la ley, «la Ley de Moisés», pero es «la Ley del Señor», no de Moisés... en fin vamos a lo que vamos. Moisés nació en condiciones muy desfavorables porque faraón había ordenado que todos los hijos varones Israelitas fueran asesinados al nacer; pero las parteras egipcias no obedecían esa norma y dejaban a los bebes con vida, lo cual le salvó el cuello a Moisés. Pero ahora había que esconderlo… y su mamá que lo vio hermoso (hago un paréntesis, no era hermoso, ningún niño al nacer es hermoso, te lo demostraré más tarde) solo pudo esconderlo por unos meses, así que para salvarlo por segunda vez lo pusieron en un canasto y lo enviaron por el rio Nilo en dirección a la hija de faraón. Éxodo 2:6-9 «Al abrir la canasta la princesa vio al bebé. El niño lloraba, y ella sintió lástima por él. «Seguramente es un niño hebreo», dijo. Entonces la hermana del bebé se acercó a la princesa. — ¿Quiere que vaya a buscar a una mujer hebrea para que le amamante al bebé? —le preguntó. — ¡Sí, consigue a una! —contestó la princesa. Entonces la muchacha fue y llamó a la madre del bebé. «Toma a este

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niño y dale el pecho por mí —le dijo la princesa a la madre del niño—. Te pagaré por tu ayuda». Así que la mujer se fue con el bebé a su casa y lo amamantó.» ¡Qué increíble lo que hizo Dios! No solo salvó a Moisés, sino que la mujer de faraón contrató a la propia madre de Moisés para que lo criase con todos los gastos pagados. Luego, ya crecido, se lo entregó a la princesa. Moisés estudió y pasó su adolescencia como nieto de faraón y después como el primo del siguiente faraón. Un niño que debía haber sido asesinado, acabó viviendo en el palacio. Mientras crecía, veía cómo los egipcios maltrataban a sus compatriotas y eso le molestaba mucho. Dios aun no lo había llamado, pero él ya sentía algo dentro de sí que lo impulsaba a libertar a su pueblo… aunque eso era imposible mientras viviera en el palacio. Moisés quiso libertar a su pueblo de manera incorrecta y eso le causó que tuviera que huir lejos y perder todos los privilegios que tenía por amor a un pueblo que ni siquiera lo respetaba. Aprendemos varias cosas en la primera parte de la vida de Moisés: Primero, que Dios siempre va a guardar su promesa. Hablamos en el estudio anterior de la promesa y aunque las cosas iban mal, Dios guardó la vida del libertador, Moisés. En segundo lugar, todo lo que le entregas a Dios no lo pierdes, sino que él te lo devuelve de mejor manera. Los padres de Moisés se lo dieron al Señor y mira cómo respondió. Esto pasa con todo en la vida, todo lo que le damos a Dios vuelve mejor. Tercero, todos tenemos un Moisés dentro y quizás debemos dejar ciertas comodidades de

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nuestra vida para libertar a otros, para predicarles de Jesús aunque nos de vergüenza o nos rechacen.  ¿Qué cosas no le das a Dios por miedo a perderlas?  ¿Qué cosas puedes dejar por amor a otros?  ¿Qué cosas ves injustas y se te mueve el corazón por ellas?  ¿Qué puedes hacer para solucionarlo?  ¿Qué papel tiene Dios en eso?

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¡Hay Luz! Como vimos en el anterior devocional, Moisés dejó todas las comodidades que tenía en su vida. Pasó de ser parte de la familia real a pastorear un pequeño rebaño de ovejas de su suegro; pero ahí encontró a Dios. «Cierto día Moisés se encontraba apacentando el rebaño de su suegro, Jetro, quien era sacerdote de Madián. Llevó el rebaño al corazón del desierto y llegó al Sinaí, el monte de Dios. Allí el ángel del Señor se le apareció en un fuego ardiente, en medio de una zarza. Moisés se quedó mirando lleno de asombro porque aunque la zarza estaba envuelta en llamas, no se consumía». Éxodo 3:1-2 ¡Qué genial es saber que aun en los momentos en los que sentimos que hemos fracasado, Dios tiene sorpresas para nosotros! Cualquiera diría que Moisés había fracasado en la vida, pero nada más lejos de la verdad. En ese momento empezó la parte más apasionante de ella, una relación con Dios cara a cara que lo llevaría a libertar al pueblo de Israel con milagros increíbles, a ver al Dios fuerte y poderoso, pero también al Dios padre muy de cerca. Entonces Dios le cuenta a Moisés su plan increíble de salvación para Israel y para llevarlos de la esclavitud de Egipto a la ansiada tierra prometida. Pero claro, a Moisés le pasa como a muchos de nosotros, ya que se conocía a sí mismo 8

y sabía que era un tipo imperfecto, lleno de manías, lleno de faltas, tartamudo… ¡Vamos! que no aplicaba para el trabajo, que lo que Dios le proponía era increíble, pero para alguien mejor que él. ¿Nunca te ha pasado que tienes muchas ideas y se las cuentas a alguien súper emocionado y esta persona solo ve la parte mala? Es como un imán hacia las cosas imperfectas en vez de ver lo emocionante de tu plan. Bueno, ese es Moisés. Muchas veces cuando Dios nos pide que hagamos cosas, se escapan a nuestra capacidad. Pero eso no es algo malo, no es que Dios quiere ridiculizarnos, sino que él quiere que dependamos de él y quiere caminar con nosotros. Cuando Moisés se quejaba de que no era capaz, Dios le dio la clave. Éxodo 3:11-12 «Pero Moisés protestó: —¿Quién soy yo para presentarme ante el faraón? ¿Quién soy yo para sacar de Egipto al pueblo de Israel? Dios contestó: —Yo estaré contigo». Y con Dios de nuestro lado, ¿quién contra nosotros? Moisés volvió a Egipto y se enfrentó a faraón, obviamente no iba a ser fácil. Cada vez que le pedían que dejara libre al pueblo, faraón decía que NO, pero entonces Dios a través de Moisés hacía una señal milagrosa en forma de plaga. Convirtieron el agua en sangre, pero faraón no los dejó ir. Llenaron la tierra de ranas y tampoco (por cierto, que asco, había ranas en todos lados hasta dentro de los hornos…)

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Hubo también plaga de moscas y de mosquitos (y yo no sé a cuál de los dos odio más). Luego, la plaga de todos los animales muertos y no los dejaban ir. ¡Sí! faraón era muy cabezón. Los egipcios enfermaron con llagas, una tormenta de granizo estropeó sus cosechas y lo que sobrevivió se lo comió una plaga de langostas. Todo esto a la orden de Moisés, pero ni así los dejaba ir… La novena plaga es mi favorita y la décima la dejaremos para la semana que viene. En la novena plaga fue que se hizo de noche, muy de noche, hasta el punto de que ninguna luz alumbraba, las antorchas no encendían, oscuridad absoluta excepto en la casa de los hijos de Dios. Me encanta saber que en este mundo que muchas veces es oscuro, siempre hay luz en nuestras casas, la luz de Jesús que brilla en todo lugar como dice mi amigo Marcos Witt… no lo olvides, no importa qué tan mal estén las cosas, hay luz.  ¿Alguna vez has sentido que has tenido que hacer algo para Dios que no eras capaz?  ¿Qué miras antes?, ¿tus defectos o que Dios está contigo?  ¿Crees que en medio de la oscuridad y de los problemas Jesús es Luz para ti y tu casa?

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Pesaj…

LA MUERTE PASÓ DE LARGO Me dejé la última plaga para el final porque es la más importante. La plaga con la que finalmente faraón dejó libre a Israel, fue la más dura. Dios le dijo a Moisés que cada familia comiera un cordero, que hicieran una cena siguiendo algunas instrucciones y que cuando mataran al cordero, untaran con esa sangre los dinteles de las puertas de sus casas, porque esa noche moriría el primogénito de toda familia que no hubiera pintado con la sangre su puerta. La paga del pecado es la muerte y esa noche Dios juzgaría el pecado. Pero claro, todos hablan pecado, solo que les dio la opción de que ese cordero pagara con su vida en lugar de ellos. Exactamente eso es lo que pasó, el pueblo de Israel hizo caso y así murieron todos los primogénitos de Egipto. Todas las familias, incluido faraón, perdieron a su hijo mayor esa noche. ¡Qué dolor tan grande!, no puedo ni imaginarlo. Y así, solo así dejo ir faraón a Israel. ¡Qué triste que faraón no obedeciera a Dios antes!, no hubiera perdido todo. Así

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le sucede a este mundo en el que vivimos; hasta que no pierde todo, mucha gente no quiere mirar a Dios. Esa cena es la cena de pascua, en hebreo Pesaj, que significa: pasar de largo, porque ese día a los que tenían la sangre de ese cordero en su puerta, la muerte pasó de largo. A partir de ese día hasta la actualidad, se celebra cada día 14 del mes primero del año hebreo, la pascua. Moisés cumplió su proposito, libertó al pueblo de Israel y los llevó hasta la tierra prometida (aunque no entró), pero me encanta cómo lo despide la Biblia cuando muere. Deuteronomio 34:10 «Nunca más hubo en Israel otro profeta como Moisés, a quien el Señor conocía cara a cara». Pasado muchísimo tiempo y después de 3 años llenos de aventuras, milagros, enseñanzas, risas y lágrimas… Jesús cenando con sus discípulos les dio la peor noticia posible: él tenía que morir. Su misión era como la de Moisés, pero mucho más complicada. Tenía que liberar al mundo entero, no solo a Israel, y no de la esclavitud física sino de la esclavitud espiritual en la que nos tenía el pecado. Para eso, esta vez no tenía que morir un cordero, tenía que morir EL cordero, como lo había dicho Juan el bautista tiempo antes sobre Jesús en Juan 1:29. «Al día siguiente, Juan vio que Jesús se le acercaba y dijo: ¡Miren! ¡El cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». Para cerrar un círculo perfecto, una historia fascinante, nada más y nada menos que 1546 años después en la 12

misma noche de la pascua, Dios hecho hombre, es decir Jesús, se entrega como cordero para ser sacrificado por nuestros pecados y poner su sangre en nuestras vidas, para que la muerte eterna pase de largo… Jesús es nuestra pascua. Todo en la Biblia señala este momento porque es el momento central de la historia, el día que tú y yo recibimos el regalo más grande: Dios nos amó tanto que se entregó por nosotros para salvarnos, porque solos no podíamos, y a cambio solo pide que creamos en El, que le abramos nuestro corazón y pongamos en nuestras vidas su sangre. El hizo el trabajo sucio salvándonos de la muerte y nos deja la puerta abierta para acercarnos a Él. ¡Qué bueno es nuestro Dios!  ¿Te gustaría conocer a Dios cara a cara como Moisés?  ¿Por qué es importante que Jesús muriera y resucitara?  ¿Has puesto sobre ti ya la sangre de Jesús? Si no lo has hecho todavía, te invito hoy a que lo hagas. Si ya lo hiciste, toma un tiempo ahora para darle gracias a Jesús por ser nuestro libertador, nuestra pascua y sobre todo nuestro Dios.

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El fin de semana que lo cambió todo VIERNES Es viernes: día de quebranto, aflicción y temor. Día oscuro, día de agonía de sangre y muerte. De lejos se ve la silueta de la cruz allí en la parte alta de la montaña. Ese instrumento de tortura y ejecución cruel, sanguinario, atroz que inventaron los romanos y que fue pensado para perpetrar un dolor y un sufrimiento indescriptible que las víctimas padecerían hasta el último momento. Allí están los soldados romanos con sus martillos pesados golpeando con fuerza y brusquedad esos grandes clavos que se están incrustando entre la carne, los huesos, los tendones de las manos y pies del Maestro. Hay rostros que expresan burla, sonrisas sarcásticas hirientes, un disfrute por producir dolor desgarrador. Los demonios están merodeando. Satanás tiene la idea rondando en su cabeza de que esta vez… «sí, esta vez parece que voy a ganar». 14

Es el mediodía, la tierra se llena de oscuridad. Un grito desgarrador, el último suspiro. La cortina del templo se parte en dos, la tierra tiembla, las rocas se parten, las tumbas se abren y el sol se oscurece. Los soldados de repente sienten terror y reconocen que ese crucificado no era uno más. Era quien decía ser. Ríos de sangre corren por el cuerpo rasgado que cuelga del madero. El tiempo se detiene. María llora quebrantada. Sus seguidores llevan el cuerpo a la tumba. Los soldados cierran la puerta. La noche y la oscuridad caen con fuerzas sobre la tierra.

SABADO Amanece, pocos han podido conciliar el sueño. El alma duele profundamente. Es sábado de un silencio ensordecedor; hay confusión, dudas, angustia, desilusión. Desearíamos que todo hubiese sido solo un sueño o una horrible pesadilla. Hay muchas preguntas, pero no hay respuestas. Venimos de un día trágico, violento. Y de repente no escuchamos nada, no vemos nada, no entendemos nada. Solo hay silencio, desesperanza. No van a reconocerlo públicamente, pero algunos piensan que Jesús falló, no sucedió lo que esperaban y ahora es tarde, demasiado tarde. Todos sabemos lo que ocurrió el viernes y lo que sucederá el domingo. ¿A quién le importan los sábados desoladores? Nuestras vidas están llenas de sábados. El sábado es el día que con más claridad refleja la realidad de la vida cristiana.

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Días en los que lo único que nos queda es aferrarnos con todas nuestras fuerzas, y como único recurso, a sus promesas. Y es en medio de esos días vacíos, en que Él sabe, nos abraza y se duele con nosotros.

DOMINGO Domingo día de alegría, de correr con todas nuestras fuerzas hacia la tumba vacía. Pedro y Juan corren presurosamente hacia la tumba de Jesús. María Magdalena les acaba de decir que junto a otras mujeres fueron a la tumba para ungir su cuerpo con especias aromáticas, pero que éste ya no estaba allí. Juan, el más joven de los dos, es el discípulo amado. Él estuvo con Jesús en el momento de ser crucificado y fue el único de sus discípulos que permaneció a su lado hasta el final. Se lo ve frágil, con la imagen fresca de la muerte sangrienta y dolorosa de su Maestro rondando sus pensamientos, como si apenas pudiera convencerse a sí mismo de que Cristo podría estar vivo nuevamente. A su lado está Pedro, quien fue quizás el más infiel de los discípulos. Quien lo negó públicamente a Jesús en la noche más oscura de su vida. Se lo ve aterrorizado, agobiado, como si por varias noches no hubiese podido conciliar el sueño, avergonzado, pero con un atisbo de esperanza. No está seguro de poder creer lo que le acaba de contar María Magdalena; pero con todas las fuerzas de su alma quiere hacerlo. Lo desea y lo necesita más que nadie.

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Mientras corre hacia la tumba, lleva su mano sobre el pecho, sintiendo cómo en su corazón comienza a latir la luz de la esperanza de una nueva oportunidad. Ese corazón que minutos antes estaba abatido, roto y tan muerto como su Maestro el viernes anterior, parece cobrar vida otra vez. Los ojos de ambos contienen una mezcla de ansiedad y esperanza, como los ojos de un padre que espera las noticias de un nacimiento inminente. En medio de la incertidumbre surge la expectativa que produce una luz de esperanza. Los dos están corriendo juntos. El más joven y el más viejo de los discípulos vienen de situaciones diferentes, pero ambos han estado cerca de los acontecimientos dolorosos de las últimas horas y ahora van hacia el encuentro de lo que anhelan y todavía no pueden ver. Están corriendo hacia el descubrimiento del momento que alteraría para siempre el cielo y la tierra. Todos somos Juan y Pedro en algún momento o casi siempre, corriendo hacia Jesús en medio de nuestros miedos, ansiedades, incertidumbres acerca del futuro, pérdidas y desesperación, dudas y vacío a medida que enfrentamos las pruebas y las dificultades de la vida. Corremos con el peso de la vergüenza de los errores cometidos en nuestros días oscuros, con el quebrantamiento que nos produce el desgaste de la lucha diaria y esperando con todas las fuerzas de nuestros corazones que Jesús esté vivo, y que todavía nos ame, nos reciba, nos perdone.

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Los sueños, las emociones, las visiones que habían sido destrozados, que se derrumbaron y cayeron en un olvido insoportable ese viernes negro, parecen ir ahora corriendo con desesperada anticipación hacia el encuentro de la vida. Que esta Pascua sea de consuelo para cada uno de nosotros. Que nuestra fe aumente y nuestros corazones quebrantados sean sanados. Recordemos que, a pesar de nuestros propios fracasos, Dios nos ama y nunca nos dejará ir. Afirmemos en nuestros corazones la realidad de que la muerte no es el final. Porque si Jesús resucitó de los muertos también nosotros lo haremos. Descubramos por nosotros mismos la tumba vacía. Jesús no falló. Venció a Satanás de una vez y para siempre. Que en estos días nuestros ojos se llenen de la misma esperanza desesperada que Pedro y Juan tuvieron esa mañana inolvidable del primer día de la semana. El primer día del resto de la historia. Leemos juntos en familia  San Lucas 23  Mateo 27  San Juan 20

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