Detras Del Velo - Brian j. Bailey

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Detrás del Velo

Brian J. Bailey

Título original: Within the Veil Copyright © 2001 Brian J. Bailey All rights reserved under International Copyright Law. Título en español: Detrás del Velo Copyright © 2001, 2007 Brian J. Bailey Todos los derechos reservados.

Traducción al español por Verónica Lozada de Roque. Primera edición en español por Pastor Enrique Carbajal, Conchita Masters y Mercy Alarid. Segunda edición en español por Instituto Bíblico Jesucristo, Guatemala, febrero 2008. Diseño de portada Carla Borges y Marcela De León.

Todas las referencias bíblicas en este libro son tomadas de la versión Reina-Valera 1960, © Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que se indique lo contrario.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida por cualquier vía o bajo ninguna forma: electrónica, mecánica, fotocopiado, grabado o cualquier otra, sin la autorización escrita que exprese el consentimiento del autor.

Para mayor información, diríjase a: Zion Christian Publishers P.O. Box 70 Waverly, New York14892 EE. UU. de Norteamérica Teléfono: (1-607) 565-2801 Fax (1-607) 565-3329

ISBN # 1-59665-201-2

AGRADECIMIENTOS A Verónica Losada de Roque, quien realizó la traducción de este libro. Al Pastor Enrique Carbajal, Conchita Masters y Mercy Alarid, por la corrección del manuscrito de este libro. A Carla Borges y Marcela de De León, quienes diseñaron la portada de la primera y segunda edición de este libro respectivamente. Al equipo de trabajo de Instituto Bíblico Jesucristo, Guatemala, quienes realizaron la segunda edición, el formato final y la impresión de este libro. Deseamos extender nuestra gratitud a todos ustedes ya que sin todas sus horas de arduo trabajo la publicación de este libro no hubiera sido posible. Estamos verdaderamente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelente labor en la compilación de este libro para la gloria del Señor.

ÍNDICE Introducción Una mirada al libro de los Hebreos.

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Un resumen de Hebreos.

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Sección 1 (1:1-14) Cristo: superior a los profetas y a los ángeles.

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La primera advertencia (2:1-4) Atendamos a las cosas que hemos oído de Dios.

11

Sección 2 (2:5-18) Contemplad al Hombre: Jesús.

13

Sección 3 (3:1-6) Cristo: superior a Moisés.

23

La segunda advertencia (3:7 - 4:13) No perdáis el reposo de Dios.

27

Sección 4 (4:14 - 5:10) Cristo: mucho mayor que Aarón.

41

La tercera advertencia (5:11 - 6:20) Guardaos de la pereza y de la apostasía.

49

Sección 5 (7:1-28) El sacerdocio según el orden de Melquisedec.

59

Sección 6 (8:1-13) Un nuevo Santuario y un Nuevo Pacto.

69

Sección 7 (9:1-28) La Sangre de Cristo: superior a la sangre de animales.

73

Sección 8 (10:1-20) El camino nuevo y vivo.

83

Sección 9 (10:21-25) La vida en el Lugar Santísimo.

91

La cuarta advertencia (10:26-39) Guardaos del pecado voluntario y de retroceder.

93

Sección 10 (11:1-40) El testimonio de la fe.

99

Sección 11 (12:1-13) La paciencia de la esperanza.

109

La quinta advertencia (12:14-29) Guardaos de la amargura y de desechar a Cristo.

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Sección 12 (13:1-25) El amor y las buenas obras.

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INTRODUCCIÓN Bienvenidos al estudio de la Epístola de Pablo a los Hebreos. El tema de nuestro estudio será “Detrás del Velo”. Por lo tanto, el propósito final en este estudio no es simplemente entender el mensaje de Hebreos, sino experimentarlo. El Tema “Detrás del Velo” es muy precioso. El Velo se relaciona con el Tabernáculo de Moisés, el cual contaba con tres secciones: el Atrio Exterior, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, donde moraba la gloria de Dios. Un velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo. Este velo, le impedía al hombre entrar a la plenitud de la presencia de Dios. En el Antiguo Testamento, solamente el Sumo Sacerdote podía entrar detrás del velo una vez al año, en el día de la Expiación. El Espíritu Santo daba a entender por medio de este velo, que el camino a la presencia de Dios aún no estaba abierto. Mientras el Antiguo Testamento todavía estaba en vigencia, el camino al Lugar Santísimo aún no había sido revelado. Fue necesario que el Señor Jesucristo derramara Su sangre para abrir el camino para que nosotros entráramos detrás del velo a la presencia misma de Dios. Éste es el tema central de Hebreos y, también, es la razón por la cual la epístola es tan sagrada. La epístola a los Hebreos nos muestra cuán superior es el Nuevo Pacto, comparado con el Antiguo Pacto.

Autor La primera pregunta que surge cuando leemos Hebreos es: ¿Quién es el autor? Hebreos es diferente a todas las otras epístolas, ya que no aparece el nombre del autor. Por esta razón, se ha especulado mucho con respecto al autor. Generalmente, se asume que el apóstol Pablo fue el escritor de Hebreos, pero esto ha sido puesto en duda por algunos eruditos de la Biblia por varias razones. Además de la ausencia del saludo usual de Pablo, se ha argumentado que el estilo de Hebreos es diferente a los otros escritos de Pablo. Sin embargo, el estilo de Apocalipsis y 3 de Juan también son distintos, aunque ambos fueron escritos por el mismo autor. Así que, poniendo a un lado estas objeciones, ¿Quién más pudo haber escrito Hebreos, sino Pablo? Debemos admitir que no hay otro autor en el Nuevo Testamento, a excepción de Pablo, que haya tenido la capacidad de escribirla. Consideremos a los escritores del Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Santiago, Pedro, Judas y Pablo. Comunmente, se ha determinado que ni Mateo, ni Marcos, ni Lucas tuvieron la habilidad para escribir Hebreos. En cuanto al apóstol Juan, la epístola a los Hebreos es tan diferente a Juan. Juan es muy simple, y escribe desde el ámbito de la revelación. Pero Hebreos, es un estudio muy elaborado y profundo extraído del Antiguo Testamento. Tampoco pudo haber sido escrita por Santiago o Judas, ya que sus epístolas difieren enormemente de Hebreos. Ciertamente, Pedro no fue el escritor, ya que él mismo reconoce que las epístolas de Pablo estaban en un nivel espiritual más alto, cuando nos dice en 2 Pedro 3:16, que algunos de los escritos de Pablo eran “difíciles de entender”. Si Pedro pensaba que las epístolas de Pablo eran difíciles de entender, seguramente no habría

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sido capaz de escribir Hebreos, que es el más complejo de todos los libros, con excepción de Apocalipsis. Por lo tanto, debemos concluir que ninguno de los escritores del Nuevo Testamento, tuvo la habilidad necesaria para escribir Hebreos, a excepción de Pablo. Retrocediendo al año 150 d.C., Panteneo de Alejandría, un respetado maestro de su tiempo, acreditó la paternidad literaria de Hebreos a Pablo. Esto ocurrió solamente ochenta años después de la muerte de Pablo. También existen evidencias internas que favorecen a Pablo como el escritor de esta carta. En Hebreos 10:34 el autor declara: “Porque de mis prisiones también os resentisteis conmigo” (RV1909). Por lo tanto, el escritor fue alguien que estuvo en prisión. Este hecho apunta nuevamente a Pablo, ya que él había estado en prisión y había escrito un buen número de epístolas inspiradas mientras estuvo cautivo. El escritor también estaba relacionado con Timoteo, ya que dice en Hebreos 13:23: “Sabed que está en libertad nuestro hermano Timoteo, con el cual, si viniere pronto, iré a veros”. Por lo tanto, este hecho señala nuevamente a Pablo como el autor, quien fue amigo íntimo y padre espiritual de Timoteo. Naturalmente, el estilo que Pablo usó para escribir Hebreos, tenía que ser diferente que el de sus otras epístolas, debido a que estaba escribiendo a los judíos. Básicamente, sus otras epístolas fueron escritas para los gentiles. En esas epístolas él siempre comenzó con su nombre: “Pablo, apóstol de Jesucristo”. Pablo evitaría utilizar esas palabras al escribirle a la congregación judía. En lugar de esto, él comenzó con el nombre de Dios: “Dios, habiendo hablado muchas veces...”. Habría sido inaceptable para los hebreos, si el apóstol Pablo hubiese incluido su propio nombre, después del nombre de Dios. Por lo tanto, si tomamos en cuenta la audiencia a la cual estaba dirigida, y consideramos la extraordinaria erudición y conocimiento de la ley judía del Antiguo Testamento que nos proporciona esta epístola, debemos concluir, que debió haber sido el apóstol Pablo, quien la escribió. Muchos de los padres de la Iglesia Primitiva atestiguan esto. Nadie más que Pablo, pudo haber sido capaz de escribir esta obra maestra. Él fue, no solamente el maestro de los gentiles, sino también el maestro de toda la Iglesia. Pablo, quién fue capaz de escribir la elaborada epístola a los Romanos, sin duda, también habría tenido la capacidad de escribir Hebreos.

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UN RESUMEN DE HEBREOS Ahora, daremos un breve vistazo al bosquejo de Hebreos, recordando en todo momento el tema de Pablo: “detrás del velo”. El apóstol quiere probar en esta epístola que el Nuevo Pacto es mucho mayor que el Antiguo Pacto. En la primera parte, Pablo comienza presentando la grandeza del Autor del Nuevo Pacto, el Hijo de Dios mismo. Cristo es superior a los profetas y a los ángeles Sección 1 (1:1-14)

En el capítulo 1:1 Pablo les recuerda a los hebreos que Dios habló en tiempos pasados por los profetas, pero ahora Él nos está hablando a través de Su Hijo. Por lo tanto, él declara a los hebreos siete maneras en las cuales Cristo es superior a los profetas (1:1-3). Luego, en el capítulo1:4-14 muestra diez maneras en las que Cristo es mucho mayor que los ángeles. La primera advertencia 2:1-4

En el capítulo 2:1-14, encontramos la primera de cinco advertencias en el libro de Hebreos. Pablo nos insta a “poner atención” a lo que Dios está diciendo. Puedo decir que estas advertencias son terribles y no están dirigidas a los pecadores, sino a los santos. Cada una de estas advertencias, está dirigida a aquellos que pueden convertirse en apóstatas. Por lo tanto, podemos ver claramente que Pablo no creía que una vez salvo, un hombre jamás podía perderse, tampoco lo creía Cristo, ni los apóstoles, ¡tampoco nosotros debemos creerlo! Contemplad al Hombre: Jesús Sección 2 (2:5-18)

He titulado esta segunda sección de la epístola: “Contemplad al Hombre: Jesús”. Esto es lo que Cristo aceptó: hacerse hombre y sufrir la muerte para traer a muchos hijos a la gloria, para destruir al que tenía el imperio de la muerte (esto es, el diablo), para liberar a aquellos que estaban sujetos a esclavitud y temor, para ser un misericordioso y fiel Sumo Sacerdote, para ser la reconciliación por el pecado y para fortalecernos en nuestras tentaciones. Cristo superior a Moisés Sección 3 (3:1-6)

Teniendo en mente que el Nuevo Pacto es mucho mayor que el antiguo, Pablo desarrolla el tema de que Jesús, el administrador del Nuevo Pacto, es mucho más grande que Moisés, el administrador del Antiguo Pacto. Moisés instituyó el Antiguo Pacto, el cual separaba al hombre de la presencia de Dios por un velo, pero Cristo trajo el Nuevo Pacto con el cual quitó el velo.

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La segunda advertencia 3:7-4:13

La sección 3 es seguida inmediatamente, por una segunda advertencia: “No quedarnos cortos en alcanzar y entrar en el reposo de Dios”. Éste es otro punto que debemos entender. Al apóstol Pablo le preocupaba que los lectores de esta epístola no alcanzaran los propósitos de Dios para su vida. No solamente quería que sus oyentes llegaran al cielo, también deseaba que terminaran la misión para su vida aquí en la tierra. De otra manera, su galardón en los cielos sería pequeño. Cristo es mucho mayor que Aarón Sección 4 (4:14-5:10)

Como ustedes recordarán, Aarón fue el primer sumo sacerdote en el orden levítico. Él fue el primer sumo sacerdote del Antiguo Pacto. La idea presentada aquí, es que el Hijo de Dios es mucho más grande que Aarón y todo lo que él representa. El ministerio de Aarón cesaba con la muerte, pero el ministerio de Cristo continúa para siempre. La tercera advertencia 5:11-6:20

La advertencia que se nos da en esta sección, es en contra de la pereza y la apostasía. Los creyentes hebreos se habían vuelto “tardos para oír”. Ellos estaban satisfechos y contentos con las verdades elementales del cristianismo. Pablo los exhorta a ir más allá de los principios básicos de la fe, y a “continuar hacia la perfección”. En lugar de dar hierbas aromáticas (los frutos del Espíritu), ellos estaban produciendo espinas y abrojos (las obras de la carne). La triste verdad es que cuando los creyentes se rehúsan a continuar, se degeneran y pierden todo su gozo. El sacerdocio según el orden de Melquisedec Sección 5 (7:1-28)

Después de la muerte de Cristo, el sacerdocio levítico terminó y fue instituido un nuevo sacerdocio, según el orden de Melquisedec. Un nuevo santuario y un Nuevo Pacto Sección 6 (8:1-13)

Obviamente, si existe un Nuevo Pacto y un nuevo sacerdocio, también debe haber un nuevo santuario.

La sangre de Cristo: superior a la sangre de animales Sección 7 (9:1-28)

Un pacto (o testamento) está basado en la muerte del testador. Un testamento no entra en vigor hasta que aquel que lo ha escrito, muere. Jesucristo es el Testador del Nuevo Testamento. Él es Aquel que delegó todas las bendiciones de los cielos a Su pueblo, pero la herencia no entró en vigor hasta que Él murió. El Antiguo Testamento fue fundado sobre la sangre, sobre la muerte de animales. Pero la sangre de los animales no puede compararse con la sangre de Dios. Así que Pablo hace la observación que la sangre de Cristo es, por mucho, superior a la sangre de los animales. Muchos de los creyentes hebreos, continuaron en su tradición del sacrificio de animales, pero Pablo les hace ver que con un sólo sacrificio, Cristo ha borrado para siempre nuestros pecados.

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El camino nuevo y vivo Sección 8 (10:1-20)

El camino nuevo y vivo es cruzar a través del velo al Lugar Santísimo con Dios. No debemos conformarnos con una relación con Dios en el Atrio o en el Lugar Santo, como muchos de los creyentes hebreos estaban dispuestos a hacerlo. En lugar de avanzar en su caminata cristiana, muchos de ellos estaban muriendo en el desierto. Se contentaron con instalarse en la posición espiritual que habían alcanzado, y ya no continuaron hacia su destino final. Este destino está detrás del velo. Cristo ha abierto un camino para que Su pueblo entre al Lugar Santísimo, a la plenitud de Su presencia, al reposo total y a la madurez plena. La vida en el Lugar Santísimo Sección 9 (10:21-25)

Éste es el bendito lugar en donde queremos morar continuamente. Aquí, nuestra conciencia está en completa paz y experimentamos la plenitud de la gloria de Dios. La redención total se encuentra detrás del velo, en el Lugar Santísimo. La cuarta advertencia 10:26-39

Más adelante en el libro, encontramos la cuarta advertencia. Esta advertencia es en contra del pecado voluntario y de retroceder. Podríamos pensar que si alguien ha avanzado tan lejos, seguramente ya no hay peligro de retroceder. Pero, lamentablemente, en cualquier punto en la vida cristiana, uno puede retroceder y regresar a las viejas costumbres. El testimonio de la fe Sección 10 (11:1-40)

En el capítulo 11, encontramos el famoso capítulo de la fe y los héroes de la fe. Debido a que los creyentes hebreos mantenían muchos de sus antiguos rituales religiosos, Pablo enfatizó la fe únicamente en Cristo para salvación y perfección. La paciencia de la esperanza Sección 11 (12:1-13)

En esta sección, Pablo insta a los hebreos a “despojarse de todo peso”, para poder correr hacia la meta y terminar la carrera. La quinta advertencia 12:14-29

La advertencia final de Pablo, es para que los creyentes no permitan que en su corazón crezca la amargura y en consecuencia, rechacen a Jesús. Él advierte: “Mirad que no desechéis al que habla... desde los cielos”. El amor y las buenas obras Sección 12 (13:1-25)

En conclusión, podemos ver que el amor y las buenas obras son los frutos del hombre o la mujer que vive en el Lugar Santísimo con Dios.

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Sección 1 CRISTO: SUPERIOR A LOS PROFETAS Y A LOS ÁNGELES 1:1-14

CRISTO ES SUPERIOR A LOS PROFETAS 1:1-13 “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. En esta epístola, el apóstol Pablo busca probar que el Nuevo Pacto es mucho más grande que el antiguo. De modo que, lo primero que hace es presentar al Autor del Nuevo Pacto: el mismo Hijo de Dios. “Dios habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas”. En todo el Antiguo Testamento, el medio que Dios utilizó para hablar a los hijos de Israel fue los profetas. Dios habló a los padres por medio de los profetas. Pero ahora, Pablo explica que: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”. El punto que Pablo quiere reafirmar a los hebreos en los versículos 2 y 3, es que el Hijo de Dios es mucho más grande que todos los profetas. Por lo tanto, para que la superioridad de Cristo sobre todos los profetas pueda ser comprendida, Pablo hace siete grandes aseveraciones acerca de Él. “Él es el heredero de todo” La primera de las siete grandes aseveraciones de la superioridad de Cristo, es que Él es el “heredero de todo”. El tema contenido aquí es el de la herencia. ¿Cuál es la diferencia entre la herencia de un profeta y la herencia del Hijo de Dios? A Daniel el profeta se le dijo: “Tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Dn. 12:13). A Daniel le fue mostrado, que su herencia estaba en un lugar específico en el cielo, pero el Hijo de Dios es el heredero de todo en el cielo. Todo le pertenece al Hijo. Toda potestad le ha sido dada a Él en los cielos y en la tierra (Mt. 28:18; Fil. 2:9-11). Cristo es el heredero de todo. En contraste, la recompensa de un profeta o un santo de Dios es permanecer en el lugar específico que Dios ha señalado para él, desde antes de la fundación del mundo. “Y por quien asimismo hizo el universo” El Hijo de Dios fue el Co-creador de todo el universo. La Escritura establece claramente que el Padre creó todas las cosas por medio de Cristo Jesús. (Ef. 3:9; Jn. 1:3, 10). Así que ¿cómo se puede

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comparar al Creador con un profeta? Los profetas solamente declararon que Él hizo el universo, pero Aquel que lo creó, es mucho mayor que los profetas quienes afirmaron que Él lo hizo. En Génesis 1:26, Moisés declaró que Dios es el Creador. Jeremías también declaró que Dios hizo el cielo y la tierra (Jer. 32:17). Del mismo modo, los profetas simplemente señalaron a Dios como el Creador. Pero el Hijo de Dios creó todo, incluyendo a los ángeles y a los profetas (Col. 1:15-18). “El resplandor de la gloria del Padre” El Hijo de Dios es el “resplandor de Su gloria”. Cristo es la fuente de toda la luz. Él es la fuente de toda la gloria. El único profeta que probó y reflejó esta gloria fue Moisés. Moisés no tenía gloria propia. Él reflejaba la gloria que Cristo había puesto sobre él, mientras estaba recreándose en la presencia de Dios en el monte Sinaí. Es muy importante ver la diferencia entre Moisés y Cristo, en la esfera de la gloria. El rostro de Moisés resplandecía con la gloria de Dios. Esta gloria fue puesta sobre Moisés, pero no se originó en él (Ex. 34:28-35). Dios también ha prometido a la Iglesia de los últimos días que “Su gloria será vista sobre ti (la Iglesia)” (Is. 60:1) Esto lo confirma Pablo en 1 Corintios 3:7-10. La gloria de Dios que experimentó Moisés será manifestada en una forma aún mayor en el avivamiento de los últimos días. Cristo es la fuente de toda la luz y de toda la gloria. La gloria no se origina en los profetas o en nosotros. Hay un peligro al pensar que la gloria y el poder son algo que reside dentro de nosotros. Una vez, cuando yo estaba en una conferencia de pastores en Nueva Zelandia, hubo una amonestación profética sobre este asunto. El Espíritu advirtió: “Recuerda siempre que solamente eres un canal, tú no eres la fuente”. A través de los años, he visto a personas destruidas, debido a que pensaron que la fuente residía en ellos. La fuente es Cristo Jesús solamente. Cristo en nosotros es la fuente. Por lo tanto, existe una advertencia para que cada uno de nosotros caminemos en humildad y que siempre reconozcamos quién es nuestra fuente de poder. “La imagen misma de Su sustancia” Cada uno de los profetas manifestó cierto aspecto de la naturaleza de Dios. Por ejemplo, Moisés fue reconocido por su mansedumbre y Jeremías, por su compasión. A veces se ha dicho que Jeremías tenía el corazón de una mujer porque era muy, pero muy sensible. Juan, el apóstol, manifestó el amor de Cristo. Pablo mostró el atributo de la longanimidad (l Ti. l:l6). Sin embargo, Cristo manifestó perfectamente al Padre en todos los aspectos, tanto que pudo declararle a Felipe “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9). Jesús es la réplica perfecta del Padre. La palabra imagen literalmente significa un sello o impresión. Antiguamente los hombres presionaban un sello sobre cera fundida y la imagen exacta del sello quedaba sobre la cera. Esto es lo que significa realmente “la imagen misma de Su sustancia”. Cristo es totalmente similar al Padre en cada detalle, y esto no puede decirse de ninguna otra persona. “Sustenta todas las cosas con la Palabra de Su poder” Pablo repite estas mismas verdades en Colosenses 1:15-17 cuando dijo: “Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean

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principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. Así que, por un momento examinemos la palabra “subsisten”. Un amigo mío estaba enseñando una clase a estudiantes universitarios, acerca del tema de la creación. Él les dijo a los estudiantes: “La madera de este escritorio tiene suficiente poder atómico como para destruir este edificio: ¿Qué piensan ustedes que mantiene unidos estos átomos? Los científicos no saben qué mantiene unidos a los átomos, así que ellos le han llamado ‘el factor X’”. El factor X es Cristo porque todo se mantiene unido por Él. No hay una explicación científica. Cuando los científicos no saben la respuesta utilizan una “X”. Solamente Pablo fue capaz de explicar el factor “X”. Él dijo: “Todo está sostenido por la Palabra de Dios”. Todas las cosas subsisten o están unidas por Cristo. Ésta es una verdad extraordinaria. El poder de los profetas era muy limitado. Moisés le habló a la roca y el agua brotó. Elías le habló al cielo y descendió fuego. No obstante, el poder de ellos no se compara con el poder de Cristo, quien sostiene a todo el universo en armonía por Su Palabra. Josué, literalmente le ordenó al sol detenerse. Sin embargo, los decretos de aquellos antiguos profetas solamente tenían poder, debido a que estaban sustentados por la Palabra de Cristo. Los profetas hablaron por Su mandato. Cuando Josué ordenó: “Sol, detente”, Cristo dijo: “Sol, Josué ha hablado. Detente”. “Él efectuó la purificación de nuestros pecados” Todos los profetas tenían que ser purificados de sus pecados por Dios. Todo el capítulo seis de Isaías atrae nuestra atención con respecto a esto. Isaías clamó: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos”. Entonces, uno de los serafines tomó un carbón encendido y tocó sus labios y dijo: “Es quitada tu culpa y limpio tu pecado” (Is. 6:5-7). Esto fue realizado en el poder del futuro sacrificio de Cristo. En el Antiguo Testamento, Dios podía limpiar y perdonar el pecado porque Él estaba viendo el sacrificio que haría Su Hijo sobre la cruz. Los pecados de los profetas, tuvieron que ser limpiados y pagados por el Único que estaba sin pecado. La diferencia entre los profetas y Cristo es que ellos necesitaban ser purificados, mientras que Cristo fue quien realizo la purificación. En este sentido, no puede haber ninguna comparación. “Se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” Ninguno de los profetas fueron reyes (a excepción de Moisés y David). De Moisés se nos dice que fue rey en Jesurún (Dt. 33:5). Sabemos que David fue rey. Sin embargo, Cristo no es solamente rey, sino Él es: “El Rey de reyes y El Señor de señores” como lo establece Juan en Apocalipsis 19:16. En Salmos 24:8, Él es llamado “El Rey de Gloria”. Cristo, no es solamente el rey de Israel, él es el gran Rey sobre toda la tierra (Sal. 47:2). Su nombre está por encima de todo nombre en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra (Fil. 2:9-11). Su posición única a la diestra del Padre, nunca ha sido ofrecida a ningún profeta. Nunca, en ningún momento, el Padre ha dicho esto a ninguno de sus ángeles en el cielo: “Siéntate a mi diestra” (He. 1:13). Recordando el tema “detrás del velo,” Pablo está presentando en el primer capítulo la grandeza de Aquel que abrió el velo, el mismo Hijo de Dios. En los versículos del 1 al 3, él abre y expone cuánto más grande es Cristo que los profetas. Luego, él continúa en los versículos del 4 al 14, mostrando

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cuánto mayor es Cristo que los ángeles. Revisemos ahora los siete puntos en los que Pablo presenta a Cristo como superior a los profetas. Cristo es superior a los profetas porque: 1) El Hijo hereda todo el cielo. Los profetas sólo heredan un lugar en el cielo. 2) El Hijo hizo el universo. Los profetas sólo declararon que Él lo hizo. 3) El Hijo es la fuente de la gloria. Los profetas sólo tuvieron algo de Su gloria en ellos. 4) Los profetas manifestaron ciertos aspectos de la naturaleza de Dios. El Hijo expresó todas las facetas. Él es la réplica perfecta del Padre. 5) Los profetas hablaron creativamente. El Hijo hizo la creación. Aun los átomos se mantienen unidos por la Palabra de Cristo. 6) Los profetas necesitaban la purificación de sus pecados. El Hijo de Dios, quien no tiene pecado, limpió los pecados de ellos y los nuestros. 7) La posición única del Hijo a la diestra del Padre jamás fue ofrecida a algún profeta. CRISTO ES SUPERIOR A LOS ÁNGELES “Un nombre más excelente que los ángeles” 1:4 “[Hecho más excelente] que los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”. Los ángeles jugaron un papel muy importante en el Antiguo Testamento, especialmente en la entrega de la ley (vea Hch. 7:53). Los israelitas miraban a estos ángeles con un gran temor reverente (Ex. 23:20-23). Las intervenciones de las huestes angélicas estaban entretejidas en la historia de Israel. Sin embargo, el Hijo es digno de mucha más honra que los ángeles, porque Él es Aquel quien controla la historia. El Hijo de Dios emitió la Ley, que a menudo fue entregada por los ángeles a los profetas. Su Nombre está sobre cualquier otro nombre en los cielos o en la tierra (Fil. 2:9-11; Mt. 28:18). De acuerdo a la forma de pensar de los judíos, un nombre revelaba la naturaleza esencial de la persona, y también podía expresar rango o dignidad. Cristo tuvo un nombre más excelente que los ángeles, porque Él era esencialmente más excelente en todos los sentidos. “Mi hijo eres tú” no fue dicho a los ángeles 1:5 “Porque ¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú…”. Hay una gran diferencia entre un ángel que es creado, y Cristo, quien es la misma sustancia del Padre y quien proviene del Padre. Este título único “Mi Hijo,” pertenece solamente al Señor Jesucristo. Es verdad que los ángeles fueron llamados “hijos de Dios” en Job 38:7. El Padre tiene muchos “hijos” por creación o adopción, pero Él tiene solamente un Hijo. En el río Jordán el Padre habló muy claramente: “Este es mi Hijo

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amado”. En Romanos 1:4, Pablo dijo: “Que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad [o por el Espíritu Santo]”. “Él es el Primogénito y Unigénito del Padre” “Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo”. Cristo es el primogénito del Padre. En Juan 1:18 se nos dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. Aquí tenemos un entendimiento del nacimiento de Cristo (si es posible decir esto), en el sentido de que Él procedió del seno del Padre. Cristo siempre existió en el seno del Padre, pero hubo un momento (mucho antes de la creación), en el cual el Hijo salió del Padre. El Espíritu de profecía lo hace muy claro en el libro de Proverbios 8:22-30. Cristo testificó: “Porque yo de Dios he salido, y he venido” (Jn. 8:42; 16:28), y “Verdaderamente salí de ti” (Jn. 17:8). Los ángeles son creados al igual que el hombre. Sin embargo, el Hijo es el único engendrado por el Padre. El Hijo de Dios es Dios, y es igual a Dios (Jn. 1:1; 5:18). ¡Solamente el Hijo es Deidad! “Adórenle todos los ángeles de Dios” 1:6 “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios”. Dios mandó a todos los ángeles a adorar a Cristo, pero Cristo nunca rindió homenaje a los ángeles. Esta es, en sí misma, una amplia prueba de la superioridad de Cristo sobre los ángeles. Solamente Cristo es digno de adoración. Los hombres y los ángeles nunca deben de ser adorados. El apóstol Pablo nos advierte en Colosenses 2:18: “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles”. Debemos de tener muy claro este punto, porque en cada avivamiento hay visitaciones angélicas, y existe la tendencia de involucrarse demasiado en los fenómenos angélicos, en lugar del Señor. Hoy, se han escrito algunos libros sobre los ángeles que producen un deseo desmedido por ver ángeles. Si deseamos ver a alguien deberíamos desear ver a Cristo. Toda la atención debe de estar dirigida a Cristo y no a los ángeles o a los hombres. Una cosa es que el Señor escoja enviar un ángel, pero nuestro deseo siempre debe estar enfocado al Señor y no a los fenómenos angélicos. No obstante, veamos el lado positivo del tema de los ángeles. 1:7 “Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego”. El apóstol Pablo está citando el Salmo 104:4. Los ángeles no son la deidad. Ellos solamente son mensajeros celestiales con tareas especiales que deben de cumplir. Los ángeles están subordinados a Dios como los hombres también lo están. Los ángeles son espíritus, y debido a que son espíritus, tienen la habilidad para transformarse en hombres. Esto lo podemos ver en Hebreos 13:2 donde se establece: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos sin saberlo, hospedaron ángeles”. Cuando usted ve un ángel en su forma espiritual, tiene manos, pero definitivamente, también tiene alas y está vestido con vestiduras blancas. Los ángeles son muy radiantes, con una fuerza tremenda en su rostro. Obviamente, nadie estaría hospedando a un ángel sin saberlo si un ser con alas llama a la puerta. Los ángeles tienen la habilidad sobrenatural de transformarse en seres humanos. Un pastor de Escocia amigo mío, vivía con dos o tres ancianos de la Iglesia. En una ocasión, estaban en el campo en un área montañosa, y desde su cabaña se podía mirar a una gran distancia. No existían otras casas alrededor. Él y los ancianos estaban allí en un breve retiro, estudiando el libro de Ezequiel. Estaban teniendo algunas dificultades en su estudio cuando, repentinamente, oyeron que alguien tocaba la puerta. Después de que invitaron amistosamente al visitante a pasar, él les preguntó:

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“¿Qué están haciendo”? Y ellos contestaron: “Estamos estudiando el libro de Ezequiel, ¿quieres acompañarnos?” Él contestó: “Claro que si”. Para su asombro, el invitado comenzó a abrir y a exponer todos los capítulos relevantes de Ezequiel. Después de un rato, el visitante les dijo: “Se me está haciendo tarde, debo retirarme”. Así que los hermanos se levantaron junto con él, y le acompañaron a la puerta, despidiéndose cada uno de ellos. De repente, se dijeron el uno al otro: “¡No le ofrecimos al visitante nada de comer ni de beber; qué poco hospitalarios hemos sido!” No habían transcurrido más que unos cuantos segundos, cuando abrieron la puerta nuevamente, pero el visitante había desaparecido de la vista de ellos. Entonces, la palabra que vino a ellos fue: “Algunos sin saberlo han hospedado ángeles”. La Escritura también nos enseña a probar las visitaciones angélicas como lo hizo Josué (Jos. 5:1315) debido a que algunas veces las personas son visitadas por ángeles caídos. Sólo los ángeles falsos recibirán adoración; pero los verdaderos no la recibirán (Ap. 22:8-9). Los ángeles caídos no se especializan en la humildad. Las personas que han tenido encuentros con ellos pueden decir todos sus nombres, ya que ellos están muy dispuestos a revelar no solamente sus nombres, sino también una gran cantidad de “información”. Por lo tanto, debemos estar muy seguros de no entrar en contacto con el campamento equivocado. El mormonismo es el resultado de la visitación de un ángel caído a Joseph Smith. Él debió de haber probado a este ángel. “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” 1:8 “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino” (ver Sal. 45:6). A los ángeles nunca se les llama “Dios”. Solamente el Hijo tiene este título. Asimismo, nunca se sugirió que los ángeles deberían tomar el trono del reino (ver He. 2:5). “Te ungió Dios... más que a tus compañeros” 1:9 “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”. Aquí Cristo se distingue de entre todos Sus hermanos, todos los profetas y todos los ángeles. El Padre lo ha ungido por encima de todos Sus hermanos, incluyendo a los ángeles. Cristo ama la justicia y aborrece la iniquidad. El problema en la Iglesia es que mucha gente ama la justicia pero no aborrece la maldad. Esto es bastante común en la vida cristiana. Por lo tanto, haríamos bien en meditar acerca de esto. Amar la justicia y aborrecer la maldad es la clave para el gozo. También es la clave para tener esa unción especial. A menudo, cuando una persona no tiene gozo, es porque no aborrece la iniquidad. “Y: Tú, oh señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos...” 1:10 “Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos”. Nuevamente, el Hijo de Dios es exaltado como el Creador de los cielos y de la tierra. Esto concuerda con Colosenses 1:15-18, pero me gustaría repasar el versículo 16 una vez más: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades, todo fue creado por medio de él y para él”. Es primordial comprender que Jesucristo es el co-Creador del Universo. Esto se ve claramente en Génesis 1:26, donde se usa la pluralidad de Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. El asunto no es que Dios esté creando, sino que el Padre y el Hijo están creando

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el Universo juntos. Dios creó todas las cosas por medio de Cristo Jesús (Ef. 3:9), por Su Palabra. Ciertamente, Cristo es superior a los ángeles, porque Él los creó a ellos. “Ellos perecerán, mas Tú permaneces” 1:11-12 “Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo. Y tus años no acabarán”. Cristo existe desde mucho antes de la fundación del mundo, y existirá por siempre, después de que todo envejezca y desaparezca. Él es el YO SOY que permanece igual ayer, y hoy y por los siglos (He. 13:8). Ningún ángel podría demandar existencia eterna, ni carácter inmutable. Jesús dijo: “Los cielos y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán” (Mc. 13:31) Las palabras de Cristo no pueden pasar, porque Cristo es eterno y Él es la Palabra encarnada de Dios. Juan 1:1 establece: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”. Es muy importante enlazar la Palabra con Cristo. Él es la Palabra Encarnada de Dios. La Palabra es creativa y poderosa porque proviene de la PALABRA DE DIOS, el Creador (Ap. 19:13). ¿Quién es Cristo? Él es la Palabra viva de Dios. Por lo tanto, la Palabra de Dios es creativa. Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”. El cielo y la tierra pueden pasar porque fueron creados, pero las Palabras de Cristo no pueden pasar porque provienen del Creador eterno. Cuando hablamos la verdadera Palabra de Dios bajo la unción, ésta es creativa. Cuando una palabra rhema sale de Dios, ésta tiene la habilidad para crear un órgano en el cuerpo. Por lo tanto, la Palabra de Dios, hablada bajo la unción, puede traer a la vida aquellas cosas que aún no existen. La Palabra ungida de Dios tiene un poder tremendo. Tiene la habilidad de producir finanzas, edificios y todas las cosas que necesitamos. Los científicos que estudian la estructura atómica, no pueden entender cómo es que los átomos permanecen unidos entre sí. No existe una explicación científica. Pero, las Escrituras nos revelan este secreto. Nos declaran que el Universo está sostenido por la Palabra de Dios. Dios ordenó a los mares: “Hasta aquí llegarás y no pasarás adelante” (Job 38:11). Los mares no pueden ocupar toda la tierra, porque Dios les ha puesto límites, por Su Palabra. El poder radica en la Palabra. Cuando Dios nos habla, debemos recibir Sus palabras con fe. Israel fracasó en entrar a su herencia, ya que no recibieron con fe lo que les fue predicado (He. 4:2). La fe es un tema muy intenso en la epístola de Pablo a los hebreos. Josué y Caleb miraron a los gigantes de la tierra de Canaán y dijeron: “Si Dios está por nosotros y nos muestra su favor, ellos serán como nada”. Ésta es la misma razón por la cual David pudo matar a Goliat. La unción del Señor estaba sobre él y le pudo decir al gigante: “Tú vienes a mí con espada, escudo y lanza, pero yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los Ejércitos. ¿Cómo puedes tú pararte contra mí?”. Ésta es la razón por la que debemos creer y atesorar las palabras que Dios nos ha hablado y prometido. Debemos asegurarnos de recibir con fe la palabra que Dios nos ha prometido, porque ciertamente producirá lo que Dios ha dicho, si la recibimos con fe. “Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: siéntate a mi diestra...” 1:13 “Pues, ¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Estas palabras fueron dichas únicamente a Dios el Hijo, no a los

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ángeles. La posición a la diestra del Padre está reservada únicamente para el Hijo de Dios. El Salmo 2 confirma esta idea. El Hijo de Dios ha sido designado heredero de todo. Satanás, el arcángel caído, ha codiciado esta elevada posición. En el Salmo 2, podemos ver los celos de Satanás obrando con furia a través de los pueblos engañados de la tierra. Salmos 2:1-12 dice: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira. Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la tierra. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad (besad o someteos) al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían”. Los ángeles son: “enviados para ministrar a los que serán herederos de la salvación” 1:14 “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” ¿Qué son los ángeles? Los ángeles son seres espirituales. Ellos no tienen un cuerpo como nosotros, pero tienen la habilidad de tomar forma humana. Son espíritus ministradores enviados para servir a aquellos que son herederos de la salvación. ¿Quiénes son los herederos de la salvación? Ellos son los redimidos. Por lo tanto, los ángeles son enviados para auxiliar y asistir a cada uno de los cristianos. Cada creyente tiene un ángel guardián. Por lo tanto, los ángeles son siervos con tareas por realizar. No son divinos, y ciertamente no son iguales en rango al Hijo. Ellos fueron creados por el Hijo de Dios. En mi juventud, trabajé en un campamento de verano de la Escuela Bíblica y estuve a cargo de una excursión a cierta montaña en Derbyshire, Inglaterra. A la mitad del camino, subiendo la montaña, nos encontramos con una vereda que serpenteaba a la entrada de una cueva. Mi responsabilidad era llevar a la gente a la cima, y cuando estábamos ascendiendo de manera muy lenta la última parte de esta ondulante vereda, decidí salirme del camino y tomar un atajo para alcanzar la cúspide. Cuando uno es un líder, las ovejas pequeñas lo seguirán. Exactamente detrás de mí, se encontraba una dama de unos setenta años. Ella se salió del camino tal como yo lo había hecho, y al llegar a la cima se resbaló. Al extender mi mano para ayudarla, mi pie desprendió unas grandes piedras que se fueron rodando en cascada sobre los santos. En ese momento, mi espíritu clamó a Dios por ayuda. Entonces el Señor abrió mis ojos y vi que detrás de cada uno de los santos había un ángel que estaba ayudándoles. Ésta fue una escena maravillosa. Algunos de estos santos, eran gente mayor y estaban pasando por momentos difíciles, pero los ángeles tenían mucha gracia y paciencia con ellos. Fue tan hermoso observarlos. Por supuesto, ninguna de las rocas tocó a los santos. Esta experiencia me hizo comprender como nunca antes, que los ángeles son espíritus ministradores, que son enviados para ayudar a los “herederos de la salvación”. Recuerdo la historia de un ministro metodista, que en su juventud había sido misionero en China. En una ocasión, cuando él y su familia cruzaban el río Yang-Tze, repentinamente el bote en que viajaban volcó. Él luchó por mantener el bote a flote, lo volteó de nuevo hacia arriba y puso a su esposa e hijos

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a salvo en el bote. Sin embargo, tanto el esposo como la esposa pensaron que el otro tenía al bebé. Cuando se dieron cuenta de que ninguno de los dos lo tenía, el horror y el pánico se apoderó de ellos. Entonces, miraron alrededor y pudieron ver, en el otro extremo del río, una mano y un brazo extendido hacia abajo, sosteniendo al bebé. El misionero nadó hacia donde se encontraba el bebé, y tan pronto como lo tomó, la mano dejó de sostenerlo y desapareció. Con respecto a los niños, nuestro Señor Jesús nos dijo que cada uno tiene un ángel que mira continuamente el rostro del Padre en los cielos (Mt. 18:10). Sabiendo las cosas en las que los niños pueden caer, es un consuelo saber que los ángeles están cuidando de ellos. Los ángeles son todos espíritus ministradores. Así que cuando el Señor dice que nunca estamos solos, es que nunca lo estamos. Cuando hay una persona, hay dos. Y cuando hay dos personas, hay cuatro. Saber que tenemos estos guardianes observándonos en todo tiempo, debería fomentar la santidad en nosotros. Es asombroso que la gente no sufra más accidentes, pero existe una razón para esto. Mis ojos han sido abiertos en algunas ciudades, y a veces he visto ángeles en las intersecciones de los caminos, cuidando a los autos y a los peatones. Creo que existe un ministerio angélico mucho mayor del que podemos reconocer. Ciertamente, también hay ángeles que gobiernan naciones enteras. Realmente creo que existen intervenciones angélicas que salvan países, que están a punto de dirigirse hacia un caos y destrucción total. A veces parece como si ciertos países estuvieran a punto de ser destruidos por completo, pero de alguna manera sobreviven. Pienso que esto se debe a las intervenciones angélicas. Si nuestros ojos fueran abiertos, veríamos a muchos ángeles y fuerzas invisibles. A propósito, los buenos ángeles superan a los ángeles caídos dos a uno. A veces, la gente tiene la impresión de que estamos con la minoría, y de que existe un demonio en cada esquina, pero estos son superados dos a uno por los ángeles de Dios. Deberíamos estar más conscientes de los que están de nuestro lado que de los que están del otro. Recuerde lo que Eliseo le dijo a su sirviente, cuando estaban rodeados por el enemigo: “No temas; porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” (1 R. 6:16). Cristo es superior a los ángeles porque: 1) Él tiene un nombre (rango, dignidad) más excelente que los ángeles. 2) Jamás se les ha dicho a los ángeles: “Tú eres mi Hijo” sino solamente al Hijo. 3) Cristo es el Unigénito del Padre y ha salido del seno del Padre. Los ángeles fueron creados. 4) A todos los ángeles se les ha ordenado adorar al Hijo. 5) El Hijo tiene el título de “Dios”. A los ángeles jamás se les llamó Dios, ni se les prometió un trono o un reino. 6) El Hijo ha sido ungido por sobre todos Sus compañeros, (Sus hermanos, los profetas y los ángeles). 7) El Hijo es el Creador. El creó todo, incluyendo a los ángeles. 8) El Hijo y Sus Palabras permanecen para siempre. Cristo es el “Inmutable” (El que nunca cambia) por los siglos de los siglos. Los ángeles jamás podrán pretender esto.

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9) A ningún ángel se le prometió jamás la posición única de sentarse a la diestra de Dios. 10) Los ángeles son “espíritus ministradores enviados para ministrar a los herederos de la salvación”, los redimidos. Por lo tanto, los ángeles son siervos, y no deidades. Están subordinados a Dios, y obedecen a Sus mandatos.

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La Primera Advertencia Atendamos a las cosas que hemos oído de Dios 2:1-4 Ahora entramos al capítulo dos, y a la primera de las cinco advertencias que se nos dan en el libro de Hebreos. Después de una explicación detallada sobre el hecho de que Cristo es superior a los profetas y a los ángeles, Pablo ahora da esta solemne advertencia: 2:1 “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”. La idea representada aquí de “algo que se desliza” es la figura de un barco al cual se le han soltado las amarras, y comienza a naufragar, debido a la negligencia del capitán. Lamentablemente, durante mi vida y ministerio, he visto a muchos que han dejado que el barco de sus almas se suelte de las amarras seguras de la salvación que es en Cristo. El resultado es que han naufragado, y esto ha ocurrido de una manera muy sutil. La primera señal de peligro es cuando un hombre o una mujer dejan de leer y meditar en las Escrituras. Después, dejan de asistir a la iglesia y poco a poco, se alejan del compañerismo con los santos. En lugar de buscar a Dios para recibir dirección, ellos se apoyan en su propio criterio y toman decisiones de acuerdo a su propio juicio. En consecuencia, el fruto es desastroso y se tambalean de una tragedia a otra, como un barco sin timón en una tormenta. Oh, recordemos siempre que sujetarnos a Cristo y a Su verdad es nuestro único puerto seguro. Por lo tanto, Pablo exhorta: “Es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído”. 2:2 “Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución”. Nuevamente hago alusión a Hechos 7:53, pero ahora me gustaría citar Éxodo 23:20-21, donde Dios le habló a Israel en el desierto y le dijo: “He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”. Éste es un pensamiento muy solemne. La palabra hablada por los ángeles fue firme, y toda transgresión recibió una justa retribución. Cuando los hijos de Israel desobedecieron en el desierto, vinieron juicios fenomenales sobre ellos. Por lo tanto, el apóstol Pablo nos recuerda esto, y continúa su advertencia en el versículo 3. 2:3 “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron”. Aquí, Pablo nos da una advertencia impresionante: ¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? El apóstol Pablo está razonando en este pensamiento: Se nos han dado privilegios mucho más grandes que a los creyentes del período en el Antiguo Testamento. Nosotros tenemos un pacto mucho mayor y tenemos una experiencia más profunda en Cristo; tenemos el bautismo en el Espíritu Santo,

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así como la salvación por gracia y el bautismo en agua. Si los creyentes del Antiguo Testamento con experiencias menores, no escaparon del castigo cuando desobedecieron, ¿Cómo piensas que nos irá a nosotros? 2:3b-4 “La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. El Señor Jesús habló extensamente de esta maravillosa salvación que Él mismo compró para salvar a los hombres plenamente y que fue confirmada por todos los apóstoles con grandes señales y maravillas. Desde el día de Pentecostés en adelante, Dios ha considerado conveniente confirmar Su Palabra acompañándola con señales. Un evangelio “acompañado de señales”, fue prometido por Cristo en Marcos capítulo 16. Una de estas señales (entre muchas otras), es la de hablar en otras lenguas. Hoy tenemos el honor y el privilegio de ser bautizados en el Espíritu Santo y hablar en otras lenguas. Se nos han confiado numerosos privilegios, y por lo tanto nos corresponde a nosotros el impedir que nuestro barco se deslice de las amarras de Cristo y de todas Sus maravillosas verdades. Debemos ser más diligentes con la luz que aquellos que vivieron en el Antiguo Testamento. Con frecuencia, en el Nuevo Testamento, se hace la referencia al viaje de Israel en el desierto, cuando Israel fue guiado por un ángel. Este ángel no los perdonó. Los juzgó severamente por su desobediencia. Por lo tanto, debemos de darnos cuenta de estas cosas y ponerlas en nuestro corazón. Esta es la primera de cinco advertencias en el Hebreos: “Atiende, pon mucha atención y se diligente en hacer lo que Dios te está diciendo”.

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Sección 2 CONTEMPLAD AL HOMBRE: JESÚS 2:5-18 2:5 “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando”. En la sección número dos, Pablo nuevamente está comparando a los ángeles con Cristo. Haciendo referencia al mundo por venir, el apóstol Pablo nos dice que los nuevos cielos y la nueva tierra, no están sujetos al dominio de los ángeles, sino al gobierno de los hombres y a la de uno en particular, el Hombre Cristo Jesús. Esta “gran salvación” que comenzó en la tierra, continuará en el mundo venidero. 2:6 “Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites?” (ver Sal. 8:4). El que está testificando de esto, por supuesto, es el rey David. El Salmo 8, escrito por David después que había matado a Goliat, fue posiblemente el primero de los Salmos de David. Este Salmo compara a los ángeles con el Hijo del Hombre y los hijos de los hombres. Mirando a las estrellas y a la inmensidad del universo, una oración profética brotó del corazón de David, y dijo: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” David era un profeta, y por consiguiente, muchas de sus declaraciones proféticas señalaban a Cristo. Aquí, él está hablando del hombre, pero en particular del Hijo del Hombre. 2:7a “Le hiciste un poco menor que los ángeles” (ver Sal. 8:5). La humanidad está hecha un poco menor que los ángeles. El pensamiento de que el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles, llegó a ser muy claro para mí hace muchos años cuando ministrábamos a una de las hermanas de la iglesia. Los ancianos y yo estábamos echando fuera demonios de esta mujer, y nos encontrábamos sacando al último. El demonio quería salir, pero la mujer quería que este demonio se quedara. Ella no quería soltar sus habilidades síquicas. Entonces vi que un ángel caído entró a la habitación y la envolvió. El ángel habló a través de los labios de esta mujer y nos dijo: “Puedo recordarte respetuosamente, que el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles”. En otras palabras, él quería hacerme saber, que él era un ángel y que yo era un hombre. Después de la sesión de ministración, la mujer salió de la habitación y le confesó a varias personas: “Yo pude haber sido liberada, pero no quise dejar salir a ese espíritu”. Debido a su obstinada voluntad y a su abierta invitación a Satanás para mantener una fortaleza en su vida, un ángel caído vino para reforzar y fortalecer al demonio, aunque éste quería salir. Estoy mencionando esta historia, para ilustrar el punto de que el hombre fue hecho (por lo menos en esta vida) un poco menor que los ángeles. 2:7b “Le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos”. Este versículo no solamente es profético de Cristo, el último Adán, sino que regresa al primer Adán, a quien Dios le dio la orden de que “tener dominio” sobre toda la tierra y las criaturas (Gn. 1:26-28). Creo que esto es

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algo que debemos de recordar, especialmente si somos enviados al campo misionero. En el campo misionero nos hemos encontrado con serpientes, leones y otras bestias, pero creo que si mantenemos nuestra posición en Cristo, no debemos temerles. Los animales nos temen, porque el temor del hombre está en los animales. Ellos se retiran, si nosotros reconocemos nuestra posición en Cristo. El hombre redimido debería de tener el dominio sobre todas las criaturas de la tierra. 2:8 “Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”. Dios ha declarado que todas las cosas estarán sujetas a Cristo, pero por el momento, vemos rebelión en todos lados. Todo lo que existe, ya sea en los cielos o en la tierra, aún no está sujeto a Cristo y debajo de Sus pies. Esto se debe a que el Padre ha señalado un tiempo determinado para ello (Ec. 3; Ap. 11:15; Hch. 1:7). Esto llegará a ser una realidad, en la Segunda Venida de Cristo. Cuando los demonios vieron a Cristo durante Su ministerio terrenal, clamaron horrorizados: “¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mt. 8:29b). Los demonios están muy conscientes de que hay un tiempo señalado para que sean juzgados. Ciertamente, los demonios “creen y tiemblan” como lo dice Santiago. Ellos saben que Cristo tendrá el dominio sobre todo, en el tiempo determinado por el Padre. Aun Satanás sabe que su tiempo es corto y que Cristo, el heredero de todo, tendrá el poder (Ap.12:12). Contemplad al Hombre: Jesús 2:9 “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos”. No solamente el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles, sino también Jesucristo el Hombre, fue hecho un poco menor que los ángeles para que pudiera sufrir la muerte. Los ángeles no pueden morir, solamente los hombres pueden morir. Por lo tanto, Cristo tuvo que ser hecho menor que los ángeles; Él tuvo que convertirse en hombre, porque solamente a través de la muerte podíamos ser redimidos. Es sólo a través de la muerte que un testamento puede entrar en vigencia. De modo que Cristo, el Testador del Nuevo Testamento, fue hecho un poco menor que los ángeles para que Él pudiera experimentar la muerte por todos los hombres, por la gracia de Dios. Hoy vemos al Señor Jesucristo coronado de gloria y honra, esperando el tiempo en que todos Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. 2:10 “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos [maduros] a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”. Éste es el propósito por el cual Cristo se hizo hombre y murió por el hombre. Cristo no murió solamente para salvarnos del infierno, sino para llevarnos a la gloria y a la madurez. Ésta es la idea en este versículo y es muy importante. El propósito y el deseo de un padre es que su hijo crezca y tome su posición. Hay un gran gozo cuando un bebé nace; sin embargo, si nunca llega a crecer, solamente traerá dolor a su padre. Hace muchos años, mientras estaba en las Filipinas, leí un artículo en un periódico acerca de un niño que permaneció como un bebé por nueve años. Nunca creció ni maduró. Sus padres estaban con el corazón destrozado. El tremendo gozo que experimentaron cuando él nació se convirtió en tristeza cuando al pasar de los años, vieron que él no crecía. ¿Cómo cree usted qué se siente el Padre Celestial cuando Sus hijos e hijas no crecen? Una y otra vez, cuando he sido invitado como conferencista a

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Iglesias y conferencias, los ministros que me han invitado me han pedido que no enseñe cosas profundas. Muchos de ellos me dicen: “Por favor, solamente dé su testimonio de salvación y del bautismo en el Espíritu Santo. No queremos oír nada más”. Muchos creyentes están satisfechos de quedarse como bebés. Dios le habló a un famoso evangelista diciéndole: “Todo lo que tu ministerio está produciendo son bebés espirituales”. Por lo tanto, debemos de tener un temor santo en nuestro corazón respecto a este asunto, porque cada líder que le impide a su congregación alcanzar el supremo llamamiento, tendrá que dar cuentas a Dios por este pecado. Pecado es no alcanzar la gloria de Dios y Sus propósitos (Ro. 3:23). Recuerde, el propósito principal de Dios es el de: “Traer muchos hijos a la gloria” y no solamente rescatarlos del infierno. “...Perfeccionase por aflicciones al Autor [Capitán o Príncipe] de la salvación de ellos”. El Autor de nuestra salvación fue perfeccionado a través del sufrimiento. Esta declaración produce muchas preguntas: ¿Cómo pudo ser perfeccionado Cristo? ¿Por qué necesitaría Él ser perfeccionado? ¿No era ya Él, el perfecto Hijo de Dios? Un entendimiento de la traducción original para “perfecto” nos puede ayudar a resolver estas desconcertantes preguntas. La palabra “perfecto” proviene de la palabra griega teleios que significa: “prepararse completamente para cumplir con la tarea por la cual fuimos enviados al mundo”. Ésta es la misma palabra utilizada por Cristo, cuando Él ordenó: “Sed pues, vosotros perfectos [teleios], como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Dos naturalezas Jesús era el Hijo de Dios, pero también era el Hijo del Hombre. Él era, de manera simultánea, cien por ciento Dios y cien por ciento hombre. Por lo tanto, Él tuvo dos naturalezas. Como Hijo de Dios, Él no podía pecar. Sin embargo, como Hijo del Hombre, Cristo estaba sujeto a las tentaciones y a la posibilidad de rendirse a ellas. Como ser humano, Cristo necesitaba sufrir para prepararse perfectamente para Su misión terrenal. Él tuvo que volverse disciplinado, entrenado, equipado y con dominio propio. Cristo es descrito en Isaías 49:1-4 como la saeta (o flecha) de Dios. Una saeta, básicamente tiene dos partes: la punta afilada y la vara. La punta afilada representa la Palabra de Dios que procura penetrar en el corazón de los hombres. Isaías 49:2 dice acerca de Cristo: “Y puso mi boca como espada aguda…” La punta afilada o aguda representa el lado divino de Cristo, pero la vara de madera habla del lado humano de Cristo. En la tipología Bíblica, la madera habla de humanidad. Su humanidad tuvo que ser pulida, debido al linaje humano del cual descendía. Sí, Su espíritu era divino, Dios era Su Padre; Él había descendido del cielo. Sin embargo, Su cuerpo salió del vientre de María. Su cuerpo físico, fue hecho de la sustancia humana de María. El cuerpo de Cristo, por lo tanto, fue hecho a semejanza de carne de pecado (Ro. 8:3). Considere lo que Jesús tuvo que vencer en Su genealogía terrenal. Nosotros le llamamos “la línea Mesiánica” pero piense por un momento, lo que había en Su linaje terrenal. Hubo una prostituta, Rahab. Otro ancestro, Judá, cometió incesto con su nuera. David cayó en pecado con Betsabé y ciertamente Salomón no fue un modelo de santidad. Todos ellos estuvieron en el linaje de María y, por consiguiente, en el lado humano de nuestro Señor Jesucristo. El Hijo del Hombre fue tentado en todo al igual que nosotros, pero jamás cometió pecado. Por lo tanto, se nos dice en Hebreos 5:8: “…por lo que padeció aprendió la [activa, especial] obediencia”. Nunca olvidemos que Jesús tenía el linaje de María, así como el linaje del Espíritu Santo.

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El lado humano de Cristo, el cual provino de María, tuvo que ser perfeccionado. Él fue perfeccionado (teleios) por medio del sufrimiento para que pudiera cumplir el propósito por el cual fue enviado al mundo. Por treinta años, Jesús fue entrenado, disciplinado y equipado por su Padre Celestial, para poder llegar a ser el perfecto Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 2:11 “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”. En Juan 17:19 el Señor nos dice: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo”. Es importante entender lo que la palabra “santificar” realmente significa. La santificación, frecuentemente es confundida con la santidad. Aunque ambas palabras pueden tener relación entre sí, cada una tiene un significado distinto. La santidad es naturaleza divina. Es la naturaleza misma de Dios. Ésta es la virtud de carácter. La santificación es diferente; ésta significa: “apartarse para el servicio de Dios”. El ser apartado para el servicio de Dios puede ser tomado de varias maneras. En Isaías 13:3, los babilonios fueron llamados: “los santificados” (RV1909) de Dios. Los babilonios eran extremadamente crueles. Ciertamente, no era un pueblo santo en ninguna manera y tampoco pertenecían a Dios. Dios los había “separado” para Su propósito, el cual era destruir a Jerusalén. Así que debemos entender que santificación significa: “ser apartado para los propósitos de Dios”. Jesús fue, y es el Santo de Dios. Cuando Él declaró en Juan 17:19: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo” significa sencillamente que Él se estaba separando a sí mismo para el propósito de Dios, que era el ir a la cruz. Este pasaje no implica que habría una impartición adicional de santidad conferida sobre Él, puesto que Jesús ya era Santo. “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos”. Existe una afinidad especial entre Cristo, quién se separó a sí mismo para los propósitos de Dios, y los creyentes que hacen lo mismo. Dios nos separa para Su servicio; somos apartados para la obra de Dios. Por lo tanto, nosotros somos propiedad exclusiva de Dios y estamos a Su servicio. Por esta razón, hay cierto compañerismo entre el Señor Jesucristo y nosotros. Esto es una verdad en las fuerzas armadas. En el ejército, existe cierto compañerismo porque todos han sido apartados para un propósito en común. Ellos sienten cierta pertenencia unos con otros, porque están allí con el propósito específico de luchar y poner su vida por su país. Existe cierta hermandad en las fuerzas armadas. De igual manera, cuando Cristo nos aparta para hacer la voluntad de Dios, hay un compañerismo. Por lo tanto, Él no se avergüenza de llamarnos hermanos, porque estamos separados para los mismos propósitos. 2:12 “Diciendo: anunciaré a mis hermanos tu nombre” (ver Sal. 22:22). Jesús anunció el nombre de Su Padre a Sus hermanos. En el Antiguo Testamento, Dios no fue conocido íntimamente como Padre. El Hijo fue quien Lo reveló como tal. Uno de los requisitos previos en la vida Cristiana es conocer todos los nombres de Dios. Deberíamos conocer todos Sus nombres por experiencia y no solamente poder recitarlos. En el Salmo 91:14 encontramos varias claves de la exaltación de Cristo: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre”. Jesús puso todo Su deseo en Su Padre. También conoció todos los nombres de Su Padre por experiencia, y no solamente de memoria. Por lo cual, el Padre lo exaltó hasta lo sumo. Ésta es también la clave para

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nuestra vida. Mientras pongamos nuestro amor en el Señor nuestro Dios, Él nos librará; y conforme conocemos Sus nombres por experiencia (y no en teoría solamente), Él nos pondrá en alto junto a Él. Dios tiene muchos nombres. Uno de Sus nombres es Jehová Jireh que significa: “El Señor es nuestro Proveedor”. Tenemos que conocerlo como nuestro proveedor. Necesitamos tener esa relación con Él, donde sabemos que en cualquier circunstancia, Él es Quien todo lo ve, que conoce nuestras necesidades y las suplirá. Sin embargo, la única manera de conocer a Dios como Jehová Jireh es pasando a través de experiencias en las cuales tengamos grandes necesidades, y luego verlo entrar en escena con una provisión milagrosa. ¿Lo conoce usted como su Proveedor? Cuando lo conoce por experiencia como su Proveedor, entonces puede declarar ese Nombre a sus hermanos. Entonces, ya no es una teoría, sino vida y realidad. Así es con todos Sus otros nombres. ¿Cómo podemos conocerlo como Jehová Rafa (Jehová nuestro Sanador) a menos que hayamos experimentado necesidades físicas primero? Los hombres y mujeres con ministerios poderosos de sanidad, primeramente tuvieron grandes ataques de enfermedad en su propia vida, los cuales fueron sanados por el Señor Jesucristo. En nuestra vida devocional, hay otro nombre de Dios que debemos conocer por experiencia y ése es el de Jehová Tsidkenu (el Señor es nuestra justicia). En el nuevo nacimiento, cada cristiano es contado como justo, pero muchos no le permiten a Dios que los haga justos. La justicia impartida es concedida, solamente a aquellos que tienen hambre y sed de ella (Mt. 5:6). 2:12b “En medio de la congregación te alabaré”. Este pasaje también es profético de Cristo, y proviene del Salmo 22:22. Hay veces en nuestros servicios de adoración, cuando el Señor interviene con un cántico espiritual, adorando a Su Padre a través de la congregación. Recuerde, Cristo está en nosotros. Hay momentos cuando el Señor toma nuestras cuerdas vocales y canta a través de nosotros a Su Padre Celestial. Esto es la cúspide de la alabanza. 2:13a “Y otra vez: yo confiaré en él”. Pablo, está citando Isaías 8:17 de la Septuaginta (o versión griega del Antiguo Testamento) que dice proféticamente de Cristo: “Yo esperaré en él”. Hebreos 2:13 nos dice: “Yo confiaré en él”. Cristo nos dijo en Juan 5:19: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”. El Hijo, manifestó una santa y hermosa dependencia de Su Padre. Él sabía y reconocía que no podía hacer nada por Sí mismo. Él tenía que ser ungido e impulsado por el Espíritu Santo para presentarse a Sí mismo como un sacrificio sin mancha para Dios (He. 9:14). De igual manera, Dios nos llevará a este lugar de santa dependencia de Él, en cada aspecto de nuestra vida espiritual y natural. Pablo dijo: “Yo vivo por la fe del Hijo de Dios” (Gá. 2:20). Ni siquiera vivimos por nuestra fe, sino por Su fe. Jesús tuvo que poner toda Su confianza en Su Padre Celestial y creer que Su Padre lo guiaría a través de cada circunstancia. 2:13b “Y de nuevo: he aquí, yo y los hijos que Dios me dio” (ver Is. 8:18). Jesús enfatizó esto en Juan 17:12, donde hace referencia a aquellos que Su Padre le había dado. El Padre le ha dado una simiente a Su Hijo (ver Is. 44:3; 53:10). Por la gracia de Dios, nosotros somos Su simiente y Sus hijos. Del mismo modo, Dios quiere darnos una simiente espiritual. Dios Padre, desea darnos muchos hijos e hijas espirituales. Cuando vemos el principio de la creación, lo primero que Dios le dijo a Adán fue: “Fructificad y multiplicaos y llenad la tierra” (Gn. 1:28). El

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Padre es glorificado, cuando producimos mucho fruto (Jn. 15:8). El tema de la multiplicación es tomado nuevamente en la vida de Abraham. Dos de las grandes promesas que Dios le hizo a Abraham fueron: “De cierto te bendeciré, y te multiplicaré” (Gn. 22:17). Cuando Dios está complacido con nuestra vida, Él no solamente nos bendice, sino que también nos multiplica con muchos hijos espirituales. Producimos según nuestra especie. Reproducimos en la vida de otros exactamente lo que somos. Por esta razón es tan importante permitirle a Dios tratar con la “cizaña” y las áreas no rendidas de nuestra vida, para que no se reproduzcan en la vida de nuestros hijos e hijas. Nuestra herencia está en nuestros hijos e hijas espirituales. Son ellos quienes llevarán nuestra visión y mensaje. Una de las mayores bendiciones de Dios es tener hijos espirituales. Pablo hace una pregunta en 1 Tesalonicenses 2:19; y después él mismo responde a su pregunta, para enfatizar el punto: “Porque ¿Cuál es nuestra esperanza o gozo, o corona de que me gloríe?” Él está diciendo: “Como ministro, ¿cuál es mi esperanza, mi gozo y mi corona?” Luego responde su pregunta de esta manera: “No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1 Tes. 2:19-20). ¿Cuál es el gozo de un cristiano y cuál es el gozo de un ministro, en el día del juicio final? ¡Nuestro gozo será presentar al Señor los hijos e hijas espirituales que hemos ayudado a llegar a la madurez y a la gloria! El deseo de un padre es que sus hijos no solamente crezcan para estar sanos y fuertes físicamente, sino también que lleguen a ser maduros espiritualmente y capaces de enfrentar las pruebas de la vida. Permítame hacerle esta pregunta: ¿Cuál es el deseo de Dios? El deseo de Dios es tener hijos e hijas maduros. Por consiguiente, nuestro gozo es presentar a cada hombre perfecto en Cristo Jesús (Col. 1:28-29). Ésta es la razón por la cual no podemos contentarnos con predicar solamente algo del consejo de Dios o parte del consejo de Dios. Hablar únicamente de la salvación, del bautismo en agua y del bautismo en el Espíritu Santo, sólo desarrollará bebes gordos y pequeños. Estas son únicamente doctrinas elementales de Cristo, y ésta era la plataforma espiritual en la cual se habían acomodado los creyentes hebreos (He. 5:12–6:3). Debemos llevar a la plenitud a aquellos a quienes Dios ha puesto a nuestro cuidado. Un niño pequeño debe crecer hasta llegar a la plenitud espiritual. El apóstol Juan describe a un joven como alguien que es fuerte, que ha vencido al maligno y que tiene la Palabra de Dios morando profundamente en su corazón (1 Jn. 2:14). Es imperativo llevar a nuestros hijos hasta una posición en donde ellos obtengan victorias personales en su vida, sobre todas sus ataduras y sobre Satanás. Después, tendremos que guiarlos hacia la paternidad espiritual. El deseo de los padres, después de que sus hijos e hijas han crecido, es tener nietos. Espiritualmente, deseamos que nuestros hijos crezcan y tengan sus propios hijos. ¿Cómo describiríamos la paternidad espiritual? El apóstol Juan describió a un padre como alguien que conoce íntimamente a Dios (1 Jn. 2:13-14). Por lo tanto, la paternidad es un grado muy alto de madurez. En resumen, nuestro deseo debería ser llevar a nuestros bebés convertidos al conocimiento de la salvación, para que sepan que sus pecados han sido perdonados. Después, deberíamos llevarlos a una victoria personal sobre todas sus ataduras y sobre Satanás, y luego guiarlos a la paternidad espiritual. 2:14-16 “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al

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diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham”. Aquí se proclama una verdad muy importante: el hecho de que Jesús no se hizo un ángel; Él se hizo un hombre. Jesús tomó sobre sí la descendencia de Abraham: “Porque ciertamente no tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles, sino que tomó sobre sí la descendencia de Abraham” (2:16). Por lo tanto, el sacrificio fue solamente para la humanidad. No hubo un sacrificio para los ángeles caídos o para los demonios. Esta verdad fue muy clara para nosotros en Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial. En la década de los cincuenta, tuvimos el privilegio de ministrar casi todos los fines de semana en varias ciudades de Alemania. Cuando un país ha pecado, como lo hizo Alemania bajo el régimen de Adolfo Hitler, las fuerzas demoníacas se apoderan de ese país. Así que tuvieron muchos problemas espirituales después de la guerra. Muchos no tienen idea de lo que Adolfo Hitler le hizo a ese país y a ese pueblo. Los requisitos que él impuso para ser miembro de las tropas (o la élite de la guardia nazi) eran diabólicos. Él abrió el país a toda clase de espíritus inmundos. Mientras estábamos en una de estas ciudades, una joven de unos veintidós años vino a nosotros y nos dijo: “Pastores, ¿podrían ayudarme? Mi conocimiento en las Escrituras no es suficiente y necesito saber cómo manejar un problema”. Entonces le preguntamos: “¿Cuál es tu problema?” Y ella comenzó a relatarnos su historia. Dijo: “Cada noche vienen espíritus y se detienen junto a mi cama y me piden que les muestre el camino a la salvación. Yo saco mi Biblia y les hablo de cómo Jesús murió por nuestros pecados. Les doy un versículo tras otro, pero pareciera que nada les satisface. Sé que debe ser difícil de creer, pero esto me sucede todas las noches” (ver Hch. 16:16-18). Entonces, le respondimos: “Hay un versículo que debes darles, y eso detendrá las visitas de estos espíritus”. Así que le mostramos Hebreos 2:16 que dice: “Porque ciertamente no tomó a los ángeles, sino a la simiente de Abraham tomó”. Le dijimos: “La próxima vez que lleguen los espíritus, cítales este versículo y diles con la autoridad de la Palabra de Dios que no hay salvación para Satanás, ni para los demonios, ni para los ángeles caídos”. No hubo sacrificio para la redención de los ángeles caídos. Cristo se hizo hombre y murió únicamente para redimir al hombre, no a los ángeles. La joven, algo sorprendida, accedió a hacer lo que le aconsejamos. Lo hizo, y dos noches después volvió y nos comentó: “Ésta fue la primera noche que no fui perturbada por esos espíritus inmundos”. Quizás ésta no sea su experiencia, pero a veces hay situaciones en las que la gente se encuentra con estas cosas y usted debe saber cómo responderles. Hoy, existen horrendas doctrinas que vienen del abismo, diciendo que, eventualmente, todos los que están en el infierno serán salvos. Esta doctrina es llamada: “La reconciliación final”, y es una exageración del mensaje de amor. Cualquier verdad llevada a un extremo se convierte en un error. La reconciliación final, es la creencia de que el Dios de amor jamás podrá condenar a nadie al juicio eterno. La realidad del asunto es que el hombre es quien “se juzga indigno de la vida eterna” y no Dios (Hch. 13:46). Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P. 3:9; 1 Ti. 2:4). Él ha pagado nuestra deuda con su propia sangre. Cualquiera que rechaza o toma a la ligera el perdón que Dios ofrece, se ha juzgado a sí mismo indigno de la vida eterna. Pablo nos advierte: “Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27). Después de morir y dejar este mundo ya no tenemos oportunidad para el arrepentimiento. Las Escrituras nos dicen bien claro que después de la muerte, todas las decisiones son definitivas e irreversibles.

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“Y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (2:15). Otro propósito por el cual Cristo se hizo hombre, fue para librar a la raza humana del temor de la muerte y para destruir al que tenía el imperio de la muerte: el diablo. Los santos del Antiguo Testamento estaban sujetos al temor de la muerte durante su vida. Ésta es una atadura aterradora. Una de las gloriosas victorias ganadas por Cristo para el hombre, fue Su triunfo sobre la muerte y también sobre el temor de la muerte. Pablo declaró: “Tampoco queremos hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él” (1 Ts. 4:13-14). Cristo, nos ha dado consuelo a causa de la esperanza de la resurrección. Él ha destruido el aguijón de la muerte y el sepulcro (1 Co. 15:51-57). En relación con la muerte, Pablo dijo que: “morir es ganancia” y “partir y estar con Cristo es mucho mejor” (Fil. 1:21,23). Ahora me gustaría compartir con usted una escena de la que yo fui testigo, con relación a lo que ocurre cuando los justos llegan al momento de la muerte. En una ocasión, conocí a una joven francesa llamada Madeline, que estudiaba en nuestro instituto bíblico en Suiza. Ella se enfermó, y después de un tiempo, fue evidente que el Señor la estaba llamando su hogar para estar con Él. Había un buen número de ministros reunidos alrededor de su cama orando y adorando. Cuando ella comenzó a partir mis ojos fueron abiertos y contemplé una escena indescriptiblemente bella. Vi una senda desde su cama directa hacia el cielo, y vi al Señor Jesucristo descendiendo por esa preciosa senda resplandeciente. Él llegó exactamente a la cama de Madeline, la tocó suavemente y ella salió de su cuerpo, vestida con hermosas vestiduras blancas. Allí se encontraban ambos, uno al lado del otro. Ella iba tomada de su brazo derecho y conversaban como el Novio y la Novia, mientras recorrían la senda hacia el cielo. Días más tarde, tuve dos visiones más de Madeline en los cielos. En una de estas visiones, la vi junto a un grupo de muchachas de su misma edad en el cielo. Ella estaba en una área verde, e iba caminando y cantando con este grupo de muchachas. Estaba muy feliz. Luego la vi nuevamente. Esta vez ella estaba sentada tocando un instrumento musical, el cual no pude ver. No había absolutamente nada de tristeza, solamente amor perfecto, gozo y paz. 2:17-18 “Por lo cual debía ser [era esencial que fuera] en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Uno de los requisitos en nuestra vida espiritual es tener la naturaleza de Dios y demostrarla a los demás. Nuestro tema en Hebreos, como lo hemos dicho anteriormente, es: “detrás del velo”. ¿Qué hay detrás del velo? Detrás del velo está el Arca del Pacto y sobre ella está el Propiciatorio (o el Asiento de Misericordia). La misericordia es la más alta revelación de Dios. Cuando el Señor se le apareció a Moisés en el Sinaí, la primera palabra que usó para describirse a Sí mismo fue misericordioso. Él declaró: “Jehová misericordioso, piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Ex. 34:6). Por lo tanto, lo primero que Dios quiere que un hombre conozca acerca de Él, es el hecho de que Él es misericordioso. “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote. . .pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Hebreos 5:1-2 es paralelo a este pasaje: “Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente

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ofrendas y sacrificios por los pecados, para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad”. Cristo es llamado primeramente el “Misericordioso Sumo Sacerdote”. ¿Cómo se desarrolla la misericordia en nuestra vida? Yo creo que la misericordia es desarrollada al estar “rodeados de debilidad”. Una vez un diácono en mi Iglesia me dijo: ¿Por qué usted enfatiza la sanidad divina?” Entonces yo le respondí: “Porque se encuentra en la expiación, y también porque hay una gran cantidad de gente enferma que no puede ser sanada por los doctores”. Entonces él me respondió: “Estamos aquí solamente unos setenta años entonces, ¿por qué molestarnos con la sanidad?” Era sorprendente lo que estaba diciendo, pero hablaba en serio. Así que le hice la siguiente pregunta: “¿Alguna vez ha estado usted enfermo en su vida?” “¡Nunca!” me respondió. Sin embargo, una persona enferma está muy interesada en la sanidad divina. Esto nos muestra una extraordinaria verdad. Para que Cristo llegase a ser un misericordioso Sumo Sacerdote, Él tuvo que ser rodeado de debilidad. Por lo tanto, tenemos que sobrellevar flaquezas y debilidades en nuestro cuerpo. A veces tenemos que sufrir ciertas enfermedades, y a veces, tenemos que soportar opresiones para que la misericordia sea desarrollada en nuestra vida. La misericordia es desarrollada a través de las debilidades. Verdaderamente, solamente podemos entender el problema de otra persona, si nosotros hemos tenido que atravesar por la misma situación. A veces no podemos tener una victoria definitiva en ciertas áreas de nuestra vida, hasta que Dios ha usado esa debilidad para desarrollar la misericordia en nosotros. La misericordia y la compasión son las mayores cualidades que un ministro puede poseer, pero solamente pueden ser desarrolladas a través de las tentaciones. ¡No existe otra manera! Cristo, como el Hijo del Hombre, tuvo que pasar por la tentación a fin de ser misericordioso. Más adelante, Pablo explica esto en Hebreos 4:14-15: “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Por lo tanto, (especialmente si somos llamados a ser pastores o líderes espirituales) experimentaremos tremendas tentaciones. El requisito más importante para un sacerdote es ser compasivo y misericordioso. La misericordia y la compasión no vienen de otra manera, sino a través de la tentación, la debilidad y la fragilidad. A veces, Dios nos crea con malestares en nuestro cuerpo, solamente con el fin de desarrollar la compasión y la misericordia en nosotros. He oído a personas testificar acerca de esto una y otra vez en todo el mundo. Algunos han venido a mí y me han dicho: “Yo nací con esta limitación”, y con frecuencia Dios les ha contestado: “Sí, esto es para desarrollar Mi compasión, Mi misericordia y Mi entendimiento”. ¿Cómo puede usted entender realmente a otra persona, si no ha pasado por el mismo valle? También tenemos este punto acerca de la fidelidad. Tenemos un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel. No puedo dejar de enfatizar este punto de la fidelidad. Pablo dijo en Hebreos 3:2 que Cristo: “Es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios”. Uno de los requisitos para estar en el ministerio es la fidelidad. Tenemos que ser fieles al llamamiento que Dios ha puesto sobre nuestra vida. A Moisés se le dijo que edificara el Tabernáculo de acuerdo a las especificaciones que se le dieron. No podemos edificar de acuerdo a las especificaciones de alguien más. Debemos encontrar el patrón que Dios tiene para nuestro trabajo en particular. Es en vano tratar de copiar el patrón de alguien más. No funciona, porque somos responsables del patrón que Dios tiene para nosotros. Como pastor, Dios puede pedirle a usted que haga cosas en su iglesia que alguien más no hace en la suya. Tenemos que ser fieles al patrón que Dios nos ha dado. Dios demanda fidelidad.

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Solamente podemos ser fieles al patrón si conocemos el patrón. Por lo tanto, lo primero que debemos hacer es preguntarle a Dios qué es lo Él quiere que hagamos. En el caso de Moisés, fue edificar el Tabernáculo. El Tabernáculo tenía que ser construido con las medidas exactas que Dios le había mostrado en el monte (He. 8:5; Ex. 25:40). La verdad y la doctrina también deben de ser exactas. Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Si no somos fieles a la doctrina verdadera, entonces produciremos hijos deformes. Si no somos fieles a la doctrina, y si no somos fieles a la Palabra que Dios nos ha dado, vamos a atar a las personas y a producir enfermedades espirituales y un crecimiento atrofiado en la congregación. Es una tremenda responsabilidad la de predicar y enseñar, porque nuestras palabras son creativas. Si nuestra doctrina es errónea, producimos hijos espirituales deformes que no darán la talla para la posición que Dios ha dispuesto para ellos en la eternidad. Las medidas en el Templo de Ezequiel son muy precisas. Dios es muy específico acerca de las dimensiones. Debemos ser fieles a las especificaciones que Él nos da. Debemos ser fieles a las personas y a Dios. En esta vida, encontraremos que los que son fieles a Dios, también son fieles a los hombres.

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Sección 3 CRISTO: SUPERIOR A MOISÉS 3:1-6 En la Sección 3 se hace una comparación entre el Hijo de Dios y Moisés. También, el apóstol Pablo continúa desarrollando el tema que el Nuevo Pacto es mucho mejor que el antiguo. Por lo tanto, hace el contraste entre Aquel quien dio el Nuevo Pacto con el que dio el Antiguo Pacto. Aquí, él compara a los dos autores: El Hijo de Dios, quien es el Autor del Nuevo Pacto, y es mucho más grande que Moisés, quien sirvió como administrador del Antiguo Pacto. 3:1 “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión [confesión], Cristo Jesús”. Pablo se dirige a los creyentes hebreos como hermanos “santos”. ¿Cómo podía él llamarlos santos, con todos los problemas que tenían en su vida? En realidad, la respuesta es bastante simple. Fueron llamados santos porque estaban unidos a Dios, quien es santo. La santidad nos es imputada instantáneamente en nuestro nuevo nacimiento, pero luego debe de ser impartida. La santidad debe llegar a ser una realidad. Pablo dice en este versículo que somos “participantes del llamamiento celestial”. Nuestro llamamiento celestial es explicado en muchos otros lugares del Nuevo Testamento, así como en el Antiguo Testamento. El llamamiento celestial nos hace coherederos con Cristo; y todo lo que Dios ha prometido está contenido en este llamamiento. Por lo tanto, Pedro nos exhorta a hacer firme nuestra vocación y elección (2 P. 1:10). Luego se nos dice que “consideremos al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús”. Pablo dirige toda nuestra atención a Jesucristo, cuando lo glorifica con estos dos títulos elaborados de “Apóstol” y “Sumo Sacerdote”. El oficio de apóstol era el más alto rango en la Iglesia del Nuevo Testamento. También en el sacerdocio, el oficio de Sumo Sacerdote era el más alto. Solamente el sumo sacerdote podía entrar detrás del velo al Lugar Santísimo. 3:2 “El cual es fiel al que le constituyó”. Uno de los símbolos distintivos de nuestro Señor Jesucristo es la fidelidad. Él está ceñido de fidelidad (Is. 11:5). En el libro de Apocalipsis, Cristo es llamado “Fiel y Verdadero”. Los más cercanos al Cordero en Apocalipsis son los: “llamados, escogidos y fieles” (Ap. 17:14). Uno de los atributos más grandes que se le pueden dar a un creyente es la fidelidad, porque muy pocos son hallados fieles. Abraham fue descrito como “fiel”. Muchos son llamados por Dios, pero pocos son escogidos. Hay una gran distancia entre ser los llamados y los escogidos. Durante mi vida, he conocido a muchas personas que han dicho sí al llamado de Dios; sin embargo, no le permitieron a Dios prepararlos para ese llamado. He conocido a otros que han continuado en los propósitos de Dios y han entrado al ministerio, pero al cabo del tiempo, han demostrado que no son fieles al ministerio. Jesús fue totalmente fiel a Su Padre, quien lo había constituido, y así debemos nosotros ser fieles.

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“El cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios”. Pablo está resaltando el hecho de que Moisés fue fiel en terminar todo el trabajo de su vida, así como Cristo cumplió Su carrera. Cada uno de nosotros debemos de ser fieles a nuestro llamado. En Hechos 26:19, Pablo dijo que: “No fui desobediente a la visión celestial”. 1 Corintios 4:1-2 declara que: “somos administradores de los misterios de Dios”. Un mayordomo es un fiduciario: alguien a quien se le han confiado los bienes de otro. Como pueblo de Dios, se nos ha confiado Su verdad. Por lo tanto, Él nos pide que seamos fieles a la revelación que nos ha dado. Si no somos fieles a las verdades que Dios nos ha mostrado, las perderemos. Él nos las quitará y se las dará a otros (Mc. 4:24-25; Mt. 21:43). 3:3 “Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste (Jesucristo), cuanto tiempo mayor honra que la casa el que la hizo”. El tema aquí es una “casa”, y la relación de Moisés y de Cristo con esta casa. Primeramente, debemos considerar a qué casa se está refiriendo Pablo aquí. En el Hebreos 3:6 se nos da una clave porque dice: “…la cual casa somos nosotros”. En el lenguaje original, la palabra usada aquí para casa se refiere especialmente a los ocupantes de la casa. Por lo tanto, tenemos que entender que esta casa es la Iglesia, y no solamente los “llamados” del Nuevo Testamento, sino también los del Antiguo Testamento (Hch. 7:38). Es en esta casa, o en los habitantes de esta casa, que ambos, Moisés y Cristo, demostraron fidelidad. Pablo está ahora comparando a Moisés con el Señor Jesucristo en la relación que ellos tenían con esta casa. Moisés fue solamente un administrador en esta casa de los redimidos. Él fue un administrador en la casa de Dios y funcionó en el papel de un siervo. Ciertamente, el siervo no es mayor que el edificador. La autoridad del arquitecto y constructor, es mucho mayor que la autoridad de un siervo. Cristo no es solamente el Arquitecto y Constructor de esta casa, sino también es el Propietario y el que preside sobre ella. Él es Aquel quien dijo: “Yo edificaré mi iglesia”. 3:4 “Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios”. Aquí está la gran diferencia entre Moisés y Cristo. Moisés fue solamente un ser creado, pero Jesús fue el Creador. En el capítulo uno Pablo presentó al Hijo de Dios como el Creador de todas las cosas. Moisés fue solamente una mínima parte de lo que Cristo hizo. Es indudable que Aquel quien construyó la casa es superior a cualquiera que haya gobernado la casa. El Creador de la casa, está por encima de la casa y de cualquiera que gobernó la casa. Moisés fue solamente un dirigente en la casa de Dios. Él dio el Antiguo Testamento a Israel. Él fue un libertador, un legislador y un intercesor. Pero, ¿quién tendría mayor honor, Moisés o Aquel que hizo a Moisés? Moisés ayudó a dirigir la edificación del tabernáculo, y promulgó la Ley y el Antiguo Pacto. Pero la autoridad para administrar todo esto vino directamente del Cristo preencarnado quien lo visitó en el monte Sinaí. Moisés, por lo tanto, fue solamente un mediador y gobernador en la casa de Dios. 3:5 “Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir”. Como siervo, Moisés gobernó a la casa de Israel, les entregó las leyes y los estatutos de Dios, y erigió el tabernáculo. Él instituyó todas las ordenanzas levíticas: las ofrendas, los sacrificios, los días de fiesta y el sacerdocio. Todo esto tiene un significado espiritual para la Iglesia; por lo tanto, fueron un testimonio de las cosas por venir. 3:6 “Pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros”. Un hijo no puede ser comparado con un siervo, y aquí Pablo establece el contraste. Un hijo hereda todo y posee todo; al siervo sólo se le paga un salario. Moisés fue un siervo fiel que ayudó a gobernar una casa (esa casa es

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la casa de Israel, los redimidos); pero Cristo es el dueño de la casa, la cual se compone de los redimidos de todas las épocas. Moisés fue solamente un pastor a quien se le encargó el cuidado del pueblo de Dios, pero Cristo es el Pastor principal del rebaño. Él es la Cabeza de la Iglesia, y a Él le pertenece la Iglesia. Él es el “heredero de todo.” 3:6b “La cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”. Nosotros somos “Su casa”, ¡pero permanecer en la familia de Cristo es condicional! La condición está claramente establecida: “Si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”. Los lectores hebreos habían sido justificados por fe, y bautizados en el Espíritu Santo. Ciertamente, habían sido colocados en el Cuerpo de Cristo. Sin embargo, tenían que llenar ciertos requisitos para poder continuar en esta singular relación con Dios por medio de Cristo. Ser parte de la familia de Dios y permanecer en ella es condicional. La advertencia implica un peligro de apostasía para estos creyentes hebreos, porque ellos habían sido culpables de negligencia, descuido e indiferencia.

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La Segunda Advertencia Mirad que no perdáis el reposo de Dios 3:7- 4:13 Ahora el apóstol Pablo pronunciará una segunda advertencia larga. Me gustaría hablar con gran énfasis acerca de esta segunda advertencia, ya que es muy importante. El título de esta sección del capítulo 3:7 al capítulo 4:13 podría ser: “No te quedes sin alcanzar el reposo de Dios”. Comienza con una cita directa de los Salmos donde el Espíritu Santo dice a través de él Rey David: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (leer Sal. 95:7-11). La advertencia de no endurecer nuestro corazón es tan importante que Pablo la repite cuatro veces. Cuando algo está escrito en la Escritura debemos poner atención; pero cuando se repite cuatro veces, tenemos que darnos cuenta de que es una advertencia que no debemos tomar a la ligera. Pablo enfatiza el “hoy”; no dice mañana. Isaías dice: “Hoy es el día de salvación”. El hoy es muy importante. Somos tan propensos a decir mañana, pero mañana nunca llega. Hoy debemos escuchar su voz y no endurecer nuestro corazón. Es hoy cuando debemos guardar nuestro corazón con toda diligencia. Para ilustrar este punto de no quedarnos sin alcanzar el reposo de Dios, Pablo utiliza la escena del viaje de Israel desde Egipto hacia la Tierra Prometida. Este viaje es un tema que frecuentemente se menciona en la Palabra de Dios. El viaje de Israel a la Tierra Prometida duró cuarenta años, pero debería haber durado sólo dos años. Este viaje está lleno de lecciones valiosas para nosotros. 3:7-11 “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo”. En estos pasajes, Pablo insta a los lectores hebreos y a los creyentes de todos los tiempos: “No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto”. En el desierto, los padres probaron (retaron) a Dios una y otra vez. Repetidamente lo acusaron de irresponsable por sus circunstancias incómodas y los retrasos. Constantemente calumniaron Su carácter (Dt. 1:26-27). Como resultado, Dios se entristeció tanto con esa generación, que les juró en su ira que no entrarían al reposo de la tierra de Canaán. Por lo tanto, a Israel se le negó el privilegio de alcanzar su destino y todas las bendiciones que los esperaban allí. Se vieron forzados a vagar sin rumbo en el desierto, durante otros treinta y ocho años. La conclusión del Señor para esta generación que salió de Egipto: fue la siguiente: “Siempre están vagando en su corazón y no han conocido mis caminos”.

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Corazones vagabundos La condición de nuestro corazón determina si tenemos sabiduría y entendimiento. Un corazón endurecido hace que un hombre o una mujer sea incapaz de recibir este bendito don del entendimiento. Israel, como nación, carecía de entendimiento a causa de la dureza de su corazón. Los hijos de Israel habían sido enseñados en la verdad de Dios, aun así, constantemente se desviaban de ella. Se nos dice que siempre estaban vagando en su corazón. El rey Salomón advierte: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). Debemos guardar nuestro corazón para que no se endurezca. Esta es una decisión constante. Un corazón de piedra es un corazón que se endurece y se rebela. El corazón endurecido impide que el fruto del Espíritu Santo eche raíces y se desarrolle en nuestra vida. Necesitamos clamar constantemente: “Oh Dios, dame un nuevo corazón” (Ez. 36:26). El Rey David oró de esta manera: “Crea en mí, oh Dios un corazón limpio” (Sal. 51:10). El Señor pudo decir con respecto al joven David: “He hallado un hombre conforme a mi corazón”. Nuestra oración continua debería ser: “Señor dame un corazón como el tuyo”. El corazón es como un jardín. Un jardín no se puede abandonar. Una porción de tierra puede cultivarse cuidadosamente para convertirse en un jardín de exquisita belleza, pero si se descuida, se degenera rápidamente. Si usted toma unas dos o tres semanas de vacaciones, éste se llenará de malas hierbas. Un jardín tiene que ser constantemente cultivado y regado, y no se le puede abandonar. Lo mismo sucede con el corazón humano. Debemos cuidarlo constantemente. Debemos exponerlo al resplandor de Su presencia, porque un jardín necesita la luz del sol. El Sol de Justicia debe de brillar sobre nuestro jardín. También nosotros debemos de quitar la cizaña constantemente. Las espinas, la cizaña y los abrojos representan las obras de la carne. Si no las quitamos, éstas cubrirán y ahogarán los frutos del Espíritu que están floreciendo en nuestro jardín. Estas malas hierbas son pensamientos, en forma de pequeñas semillas, sobre algo que hemos leído, escuchado o meditado, y tenemos que arrancarlas antes de que crezcan. Israel no cuidó de su jardín. El jardín de ellos se convirtió en tierra endurecida y descuidada (ver Jer. 4:3). Un corazón endurecido se priva a sí mismo del don del entendimiento (Dt. 29:2-4) y también del favor de Dios. Si no alcanzamos entendimiento no podremos tener la relación que Dios tanto ha deseado que tengamos con Él. Él anhela que tengamos una relación como la que un padre tiene con su hijo. Un padre desea que su hijo conozca sus caminos y sus propósitos. Este es el clamor del corazón de Dios. Moisés entendió los caminos de Dios, pero los hijos de Israel solamente vieron sus obras (Sal. 103:7). Muchas personas ven las obras de Dios, pero no conocen los propósitos escondidos detrás de lo que Él está haciendo. Ellos ven a Dios moviéndose en evangelismo, en sanar a los enfermos, y en los muchos milagros, pero Dios quiere que conozcamos Sus caminos. Él desea que el entendimiento de Sus caminos sea implantado profundamente en nuestro corazón. Por lo tanto, necesitamos clamar: “Oh Dios, enséñame tus caminos”. ¿A quién le revelará Dios Sus caminos? El Salmo 25:9 nos declara: “enseñará a los mansos su carrera”. La mansedumbre es “la aceptación santa de las circunstancias”. La mansedumbre es la habilidad para soportar la adversidad sin endurecer nuestro corazón, ni enojarnos contra Dios. Es imperativo entender los caminos de Dios. Debemos preguntarnos: “¿Cómo manejaría Dios esta situación en particular?” No podemos confiar en principios o en experiencias pasadas. Cuando esté a cargo de una obra, frecuentemente será presionado por aquellos que están bajo su mando a tomar acciones rápidas y apropiadas para las situaciones que surjan. Pero usted tendrá que decirles: “Esperemos

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hasta que estemos seguros de saber qué piensa Dios, y cómo manejaría Él esta situación”. A menudo nos vemos forzados por una urgencia emocional de ¡hacer algo ahora! pero es mejor esperar hasta que estemos seguros de haber comprobado cuál es la dirección de Dios. Entonces podremos comunicar esa dirección a las partes involucradas en la situación. Muchas veces, pensamos que sabemos cómo manejar una situación; pero en realidad, necesitamos escuchar algo fresco que provenga del trono de Dios. El reposo de Dios 3:11 “Por tanto, juré en mi ira; no entrarán en mi reposo”. Este es el resultado final de no conocer los caminos de Dios y de andar continuamente vagando en el corazón. Necesitamos detenernos aquí por un momento, porque este tema del “reposo de Dios” se repetirá continuamente en esta sección de la Escritura. ¿Cuál es el reposo de Dios? El reposo puede ser visto desde diferentes aspectos, los cuales vamos a considerar. El primero es el séptimo día o día de reposo, como se menciona en Génesis 2:2. Dios ordenó que teníamos que descansar en el día de reposo. Ésta es la primera interpretación del reposo. La segunda interpretación es desde el punto de vista del viaje de Israel desde Egipto hasta Canaán. El destino de ellos era un lugar geográfico llamado Canaán, pero específicamente era el monte de Sion en la tierra de Canaán. El hecho de no alcanzar su destino, significaba estar inestables, incompletos y sin descanso. La tercera interpretación del reposo de Dios es el día de reposo espiritual. Es parar nuestras obras (Is. 58:13) y confiar completamente en Dios. El día de reposo espiritual ocurre cuando nuestra lengua entra en el reposo, y también nuestros caminos y motivos. Toda lucha y ambición se detienen cuando hemos entrado en nuestro día de reposo espiritual. El matrimonio es el cuarto símbolo del reposo (Rut 3:1). El matrimonio significa estar bajo la autoridad y la protección de otro, y no ser independientes y andar por nuestra propia cuenta. Isaías 11:10 nos promete que “Su reposo será glorioso”. En Hebreos capítulos tres y cuatro, Pablo está mirando al reposo, principalmente, desde el punto de vista del viaje de Israel. El reposo al que él se refiere aquí, implicaba pasar las pruebas en el desierto, cruzar el río Jordán, someter a muchos enemigos y, finalmente, instalarse en su herencia en la Tierra Prometida. El reposo estaba en la tierra de Canaán. Por consiguiente, lo que Dios quiso decir cuando les juró en Su ira que no entrarían en Su reposo, fue que no entrarían en la Tierra Prometida, en el lugar que Él había designado para ellos. Esto significaba que el llamamiento, las promesas y las bendiciones que Él había planeado para la vida de ellos, no se cumplirían. No alcanzarían el propósito final por el cual Dios los había sacado de Egipto. Recordemos que cuando Dios nos saca de un lugar, Su propósito es llevarnos a otro lugar. Dios le dijo a Moisés que los sacara de un lugar (Egipto) para introducirlos a otro (Canaán). Como veremos más adelante en Hebreos, es muy claro que ellos debieron haber entrado a la tierra de reposo y finalmente al monte de Sion. Pero Él le dijo a esa generación que no entrarían. Luego, Pablo da esta advertencia en el versículo doce: 3:12 “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo”. Ahora el apóstol Pablo nos habla directamente a cada uno de nosotros. Se está dirigiendo a los creyentes del Nuevo Testamento: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad”. Detengámonos por un momento aquí, y consideremos varias

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cosas que pueden endurecer nuestro corazón. ¿Qué puede impedirnos obtener a las promesas de Dios? En esta sección, básicamente encontramos tres pecados de los cuales debemos cuidarnos. El primero es: “un corazón malo de incredulidad” (v.12). Debemos buscar, por la gracia de Dios, ser llenos de Su fe. Cuando Dios nos habla, debemos tener un corazón que cree. No endurezca su corazón en contra de las cosas que Dios le ha prometido. La dureza de corazón y la incredulidad están casadas (Mc. 6:52; 8:17; 16:14). 3:13 “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado”. La segunda cosa que puede endurecer nuestro corazón es “el engaño del pecado”. El pecado es muy engañoso. Podríamos pensar: “Oh bueno, puedo pecar y después arreglarme” pero ¡no lo crea! El pecado es muy destructivo, y es muy difícil soltarse de sus garras. No podemos jugar con el pecado. No podemos pensar que podemos tomarlo y después dejarlo. No, porque nos ata con cuerdas fuertes (Pr. 5:22). ¡El pecado endurece el corazón! Debemos ser extremadamente cuidadosos ya que el pecado afecta nuestra mente: nuestra forma de pensar, nuestro ánimo, nuestras actitudes y nuestra relación con otros hermanos y hermanas. El pecado levanta un muro entre nosotros y Dios. El pecado endurece nuestro corazón y nuestra conciencia. Causa que perdamos nuestra sensibilidad a la convicción de pecado que trae el Espíritu de Dios. Ésta es la razón por la que Pablo habla de esto como: “el engaño del pecado”. La tercera cosa que puede endurecer nuestro corazón, es provocar al Señor. Israel se levantó y desafió al Señor diez veces en el desierto (3:8). Esto se menciona en Números 14:22, cuando Dios le dice a la nación: “Y me han tentado ya diez veces”. Hubo diez diferentes pruebas en el desierto, y todas son apropiadas para nosotros. Una de las pruebas fue en Mara, donde las aguas estaban amargas (Ex. 15:23-24). A veces tenemos la impresión de que todo va a estar bien después de aceptar a Cristo como nuestro Salvador. Sin embargo, esto no es verdad. En algunas ocasiones nosotros también tendremos que beber de las aguas amargas. ¿Cuál va a ser nuestra actitud cuando tengamos experiencias amargas? Israel reaccionó con murmuración y queja, fortaleciendo más una actitud desafiante en su corazón en contra de Dios. Cuando lleguemos a nuestra Mara, seremos tentados a decir: “Yo no te seguí para esto, Señor”. El único remedio para las experiencias amargas es la cruz. A Moisés se le ordenó cortar un árbol (símbolo de la cruz), y después de que el árbol fue echado en las aguas amargas, las aguas se endulzaron (Ex. 15:25). Tenemos que aplicar la cruz a nuestras aguas amargas y decir: “Señor, no tengo ningún derecho. Yo acepto lo que Tú has traído a mi vida”. La cruz siempre nos hace triunfar sobre la amargura. Pero si continuamos luchando y demandando nuestros derechos, seremos derrotados y atrapados por la amargura. Recuerde, fue el Espíritu de Dios quien guió a Israel por el desierto y a cada una de estas diez pruebas. No fue el diablo quien los llevó a Mara; la nube los llevó allá. Estas diez pruebas fueron para educarlos y no para castigarlos. El Señor deseaba aumentarles su fe y darles una nueva victoria en cada prueba. Los estaba preparando para una herencia maravillosa en la gloriosa Tierra Prometida. Sin embargo, Israel fue falto de entendimiento. No comprendieron el verdadero sentido de cada prueba que enfrentaron.

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Otra prueba tenía que ver con sus apetitos (ver Nm. 11:1-6). La queja es algo que le desagrada mucho al Señor. Israel constantemente se quejaba de sus alimentos y de sus circunstancias. A veces, no tenemos lo que queremos, sino solamente lo que necesitamos. Si usted ha sido llamado a ser un misionero, será transplantado de su país y de su cultura a otro diferente, y los alimentos serán muy distintos. Entonces la tentación será anhelar la comida que tanto disfrutaba en casa. Debemos triunfar sobre nuestro estómago. La Palabra de Dios dice que nuestro estómago puede ser un dios. El apóstol Pablo habló de aquellos “cuyo dios es su vientre”. Tenemos que aprender a aceptar con acción de gracias, lo que es puesto delante de nosotros. En el campo misionero, toda clase de alimentos que serán puestos delante de nosotros, por los cuales debemos agradecer a Dios, cerrar los ojos y ¡tragar rápidamente! Mientras que estamos en el tema de los apetitos, hubo otra área en la que Israel fracasó: el área de la glotonería. Cuando Dios proveyó lo que a ellos les gustaba, comieron y comieron hasta excederse. Israel enfrentó nueve pruebas y obtuvo la puntuación perfecta de cero. De modo que, se estableció un patrón; y cuando llegaron a su décima prueba en Cades-barnea, también fracasaron. Fue aquí en Cadesbarnea, en donde Dios les juró en Su ira que no entrarían jamás a Su reposo en Canaán (leer el capítulo completo de Números 14). Nuestra respuesta a cada prueba es muy importante porque está creando patrones en nuestra vida: en nuestra mente, en nuestro espíritu, en nuestra vida emocional y en nuestro corazón. Por lo tanto debemos crear un patrón de victoria. Debemos ponernos atención en cada prueba, para clamarle a Dios que nos de gracia para vencer. Guardemos nuestro corazón con toda diligencia y no permitamos que se endurezca y se ahogue con las espinas de la naturaleza caída y del pecado. “Negligencia” es una palabra clave para los lectores hebreos, y también para nosotros (He. 2:1). 3:14 “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. Aquí está el aspecto positivo: “somos hechos participantes de Cristo”. Ésta es una de las verdades de la fiesta de la Pascua. Ellos tenían que comer el cordero; tenían que participar de Cristo. Nosotros somos participantes de Cristo, pero esta es la condición: “Si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. Esto es una repetición del versículo 3:6b: “La cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”. Pablo dice más adelante en Hebreos 12:1: “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. El propósito en una carrera es tocar el listón de la meta. El propósito de un viaje es llegar al destino y no quedarse a la mitad y decir: “Ya tuve suficiente”. Estamos en un viaje y debemos retener nuestra confianza firme hasta el fin. 3:15 “Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”. Aquí, de nuevo, se repite el clamor: “Si oyereis hoy Su voz”. Cuando Dios dice “hoy”, debemos actuar hoy, no mañana; de otra manera nuestro corazón se endurecerá. Cuando Dios diga: “Quiero tratar con esa cosa en tu vida”. Respondámosle rápidamente: “Oh Dios, trata con eso ahora; quiero ser liberado ahora”. Cuando Dios advierte: “No vayas por esta senda”. Respondamos rápidamente: “No Señor, no daré un paso mas en esta senda”. 3:16 ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? La mayoría de los hijos de Israel que salieron de Egipto provocaron al Señor y perecieron en el desierto. “Ahora bien, no todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés”. No todos provocaron al Señor. Hubo excepciones, y las excepciones notables fueron Josué y

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Caleb. Ellos tenían otro espíritu. Su espíritu estaba sincronizado con el Espíritu de Dios, y por consiguiente, confesaron lo que Dios estaba diciendo. Ellos poseían la fe divina porque estaban unidos íntimamente a Aquel que es el Autor de nuestra fe. 3:17 “Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? Una generación entera pereció y nunca entró a la tierra de reposo de Canaán. Una generación entera no alcanzó los propósitos de Dios, aunque habían sido bautizados en el mar y en la nube, y habían sido testigos de la gloria del Señor (1 Co. 10:1-12). Aquellos hombres y mujeres de veinte años para arriba murieron en el desierto. Todos los que tenían veinte años de edad al salir de Egipto murieron en el desierto, con excepción de Josué y Caleb. Los que eran menores de veinte años fueron preservados, y cuarenta años más tarde entraron a la Tierra Prometida. 3:18 “Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? La incredulidad es un pecado terrible, la incredulidad es un tremendo insulto a Dios, y la incredulidad es el resultado de un corazón endurecido. Es como decirle a Dios: “¡Señor, Tú no eres digno de confianza. No creo que harás lo que has dicho!”. Cuando Dios nos habla, nuestra actitud y nuestra respuesta siempre debe ser: “¡Gracias Señor Jesús! En lo natural parece imposible, pero yo creo que puedes hacerlo. Creo esto porque Tú lo has dicho”. No importa lo que Dios diga, permita que su corazón cante: “¡Te creo Dios!” 3:19 “Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”. En Cades-barnea ellos no le creyeron a Dios (lea Nm. 13 y 14). Dios dijo: “Subid hoy”. Y Dios lo limitó a un día: “Hoy, si oyereis Su voz”. Doce hombres habían espiado la tierra, pero diez de ellos regresaron con un mal reporte que inspiró temor e incredulidad en la congregación. Confesaron que la tierra era maravillosa, pero... pero es la naturaleza de una cabra. La cabra da topes con su cabeza. Pero, pero, pero... ¡hay gigantes en la tierra y a sus ojos somos como langostas! Pero Josué y Caleb, con ojos de fe, vieron algo más, y declararon: “Su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis. Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque nosotros podemos más que ellos”. El enemigo sabe que Dios está con nosotros. El apóstol Santiago nos dice que los demonios “creen y tiemblan”. El enemigo cree y tiembla. Su única esperanza es que los redimidos no crean, como fue el caso de los hijos de Israel. En realidad, los israelitas estaban aterrorizados de los enemigos quienes estaban aterrorizados de ellos. Israel no le creyó a Dios. Dios había limitado su entrada a la tierra a un día. Él dijo: “Hoy subirás”. Israel dijo: “Hoy no subiremos”. Entonces Moisés dijo: “Está bien, vagarán otros treinta y ocho años”. Al día siguiente se arrepintieron y trataron de entrar, pero Dios ya no estaba con ellos y huyeron delante de sus enemigos. Hay ocasiones cuando Dios limita nuestras decisiones a un día. La decisión principal, sin embargo, está afectada por todas nuestras decisiones anteriores. 4:1 “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. En el capítulo cuatro, el apóstol Pablo continúa su advertencia de quedarse atascado en el desierto y no entrar en el reposo. Él comienza: “Temamos pues”. El temor mencionado aquí no es una fobia que nos paraliza o nos impide hacer la voluntad de Dios, sino que es un temor reverente. Este temor viene de Dios. El temor de Jehová es una unción. Es uno de los siete Espíritus del Señor mencionado en Isaías 11:2-3.

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El temor divino es saludable; es el temor de no alcanzar los propósitos de Dios para nuestra vida. Impide que nos descarriemos (Jer. 32:40). Salomón nos dice que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría. El temor de Jehová produce sabiduría y entendimiento, y esto es precisamente lo que nos lleva a entrar al reposo. Los israelitas, en su viaje hacia la Tierra Prometida, estaban faltos de entendimiento y siempre vagaban en su corazón. Así que vemos la necesidad del temor de Jehová: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en el reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”. Dios nos está llamando a todos al monte de Sion. Sion es nuestro destino final, como lo fue para Israel en su viaje. Sion no estaba en el desierto; estaba del otro lado del río Jordán, en la tierra de Canaán. También fue la última fortaleza en ser capturada, y fue el lugar que, más adelante, Dios escogió para establecer Su presencia. Sion fue escogida por encima de todas las moradas de Israel (Sal. 87:2). El Señor nos dijo: “Este es mi reposo para siempre, aquí habitaré, porque la he querido” (ver Sal. 132:13-14). También nosotros, hemos sido llamados al reposo de Dios, y ese reposo está detrás del velo. El monte de Sion y el Lugar Santísimo son lo mismo. Ambos lugares albergaron el Arca del Pacto. Éste es el destino que Dios tiene para nosotros, pero ¿dónde estamos situados actualmente en nuestro viaje cristiano? ¿Estamos solamente en el mar Rojo (bautismo en agua), o en el monte Sinaí (bautismo en el Espíritu Santo)? El monte Sinaí estaba en el desierto. El Sinaí no estaba en la Tierra Prometida, sin embargo muchos creyentes están conformes con morar allí. Dios no nos ha llamado al monte Sinaí, Nos ha llamado al monte de Sion. ¿Estamos quedándonos sin alcanzar el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús? ¿Estamos aún en el desierto, fracasando en las mismas pruebas del pasado, mes tras mes, y año tras año, como hicieron los hebreos? 4:2 “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron”. Desde la antigüedad, a Israel le fue predicado el Evangelio (las buenas nuevas). Sus buenas nuevas fueron: Dios los llevará a la tierra de reposo. Las buenas nuevas para nosotros son que Dios nos llevará detrás del velo, a un reposo mejor. “Pero no les aprovechó el oír la palabra, por no oír acompañada de fe en los que la oyeron”. La Palabra de Dios puede ser predicada bajo una unción poderosa semana tras semana. Sin embargo, muchos se vuelven “insensibles al Evangelio” porque no reciben la Palabra con fe. La Palabra no es de provecho a una persona, si no es recibida con fe. La Palabra de Dios es creativa, y si se mezcla con fe, entonces puede crear lo que Dios dice. Cuando Dios nos dice: “Voy a hacer esto y esto en tu vida”, debemos estar de acuerdo con Él y decir: “Amén” desde lo profundo de nuestro corazón. Al hacer esto, estamos permitiendo que la poderosa obra creativa de Dios opere en nuestro ser. Esta acción empieza a poner en movimiento lo que Dios ha dicho que Él hará. Dios podría decirle: “Te estoy llamando a determinada nación”. Y podría parecer absolutamente imposible en ese momento. ¿Qué vamos a decir? ¿Cómo vamos a responder al mensaje que Dios nos da? Dios podría decir: “Te voy a dar una Escuela Bíblica” o “te daré una Iglesia o un orfanato”. Debemos recibir esa Palabra con fe. Si respondemos en una forma negativa, confesando: “Esto no tiene sentido. ¿Cómo podré pagarlo? Es impráctico, ilógico y físicamente imposible”. Entonces, esa palabra ungida, se perderá. Las promesas

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de Dios no se cumplirán si no se reciben con fe. Debido a esto, haríamos bien en poner atención a la advertencia de Isaías cuando dijo: “Si no creyereis, de cierto no permaneceréis” (Is. 7:9b). Otra clave para tener un corazón que cree es una vida de obediencia. Un corazón creyente se obtiene obedeciendo lo que Dios nos habla hoy. Podemos ver el porqué los israelitas tenían un corazón incrédulo. Antes de Cades-barnea, ya habían desobedecido al Señor nueve veces. La desobediencia endurece el corazón. El hombre o la mujer con un corazón que cree, es aquel que obedece lo que Dios le dice que haga hoy. La obediencia es un estilo de vida. Cada vez que tomamos la decisión correcta, nuestro corazón se ablanda. Si tenemos una actitud constante de obediencia en nuestro corazón, veremos que cuando Dios nos hable, podremos creer. Para un corazón creyente no hay atajos, y creer no es algo “místico,” sino algo muy práctico. El corazón creyente es el resultado de una caminata, de un estilo de vida. Esta es la clave. Una caminata de obediencia produce un corazón creyente. 4:3a “Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo..”. Conforme mantengamos un corazón que cree en cada encrucijada de nuestro camino con el Señor, Él llevará a nuestra herencia y a todo lo que tiene planeado para nuestra vida. Entraremos al reposo y seremos establecidos en Su llamamiento divino. Él nos introducirá detrás del velo a Su misma presencia, y lo conoceremos de una manera más íntima, conforme continuemos creyendo y obedeciéndole. Obedecer y creer debe de ser un estilo de vida para nosotros. Si tenemos este estilo de vida, al final nos llevará al reposo y a la gloria del santo monte de Sion. Dios nos prometió a través de Isaías: “El que en mí confía tendrá la tierra por heredad, y poseerá mi santo monte” (Is. 57:13b). 4:3b “Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo, aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo”. Israel nunca entró al reposo de Canaán a causa de un corazón incrédulo, desobediente y endurecido. “Aunque las obras fueron terminadas desde la fundación del mundo”. Antes de la fundación del mundo, Dios había determinado y planeado el viaje de los hijos de Israel. De hecho, él diseñó todas las circunstancias. Él mandó una hambruna e hizo que los patriarcas descendieran a Egipto, y envió con anticipación a José para preparar el camino para que Jacob y sus hijos habitaran en ese lugar. Anteriormente Dios le había dicho a Abraham que su simiente moraría en Egipto, pero que después de cuatrocientos años, Él los sacaría y les daría la tierra de Canaán. Dios había pre-ordenado todo esto, Sin embargo, también había pre-ordenado que Israel entrara a la Tierra Prometida, y no que vagaran sin rumbo en el desierto y que murieran ahí. Por lo tanto, Israel descendió a la sepultura con profecías que no se cumplieron y con promesas que no se cumplieron. Debemos ser muy cuidadosos cuando entramos al tema de las profecías personales. Las promesas de Dios son condicionales. Las profecías no se cumplirán, si no cumplimos las condiciones requeridas, o si somos desobedientes. Pablo dejó esto muy claro a sus lectores hebreos, cuando les dijo en el capítulo 10:36: “Para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. La generación que salió de Egipto nunca alcanzó el reposo en la Tierra Prometida. Dios le dijo a esa generación rebelde: “Y conoceréis mi castigo” N.Ed. (Nm. 14:34b). Dios dijo: “He cambiado de opinión, no les daré lo que les prometí porque han sido muy malos delante de Mi presencia”. Un entendimiento básico de Números 14:34, nos ayudará a responder algunas de nuestras interrogantes acerca de la profecía personal. Quizás usted ha estado en reuniones de avivamiento y recuerda muy claramente a ciertos individuos recibiendo profecías maravillosas. Sin embargo, usted los ve hoy tan lejos del curso que Dios había declarado que debían seguir. Nuestra tendencia es pensar que tal vez la profecía no fue correcta, cuando N.Ed. En la versión King James dice: “Y conoceréis la ruptura de mi promesa”.

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verdaderamente pudo haber sido muy exacta. El problema esta en el hecho de que la persona no ha caminado en obediencia, y no ha cumplido con los propósitos que Dios ordenó para él o ella, desde antes de la fundación del mundo. Ciertamente sería absurdo andar de aquí para allá con una gran cantidad de profecías diciendo: “Aleluya, este es el tipo de hombre que yo soy” cuando en realidad no estamos caminando en obediencia. Nunca llegaremos a ser lo que Dios ha declarado por medio de la profecía, si no somos obedientes a Él y si no cumplimos las condiciones. ¡Toda promesa tiene condiciones! 4:4 “Porque en cierto lugar [Génesis 2:2] dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día”. Ésta es la primera referencia al séptimo día en la Escritura. Cuando algo es mencionado por primera vez en la Escritura, es la clave para entender los eventos posteriores. Esto es llamado: “La ley de la primera mención”. En el séptimo día Dios reposó de Sus obras. Ésta es la forma de vida a la que Dios siempre ha querido llevar al hombre. Él quiere llevarnos a una gran quietud de mente y de corazón, donde todas nuestras luchas, batallas y ambiciones tienen un fin. Entonces Él podrá fluir a través de nosotros y ejecutar Sus obras poderosas a través de nosotros. 4:5-6 “Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de la desobediencia”. Esta es una verdad muy importante. Algunos deben de entrar a lo que Dios está haciendo hoy y cumplir Sus propósitos. La generación que salió de Egipto no pudo alcanzar el reposo y los propósitos de Dios, a causa de la incredulidad, pero la siguiente generación sí lo hizo. Cuando una generación falla, el llamado es transferido a la siguiente. Cuando una generación desobedece, el llamado de Dios pasa a la siguiente generación. He visto acontecer esto en varias familias. Dios pone un llamado divino en los padres, pero a causa de su ligereza y desobediencia, no cumplen el llamado. Y debido a que los dones y el llamamiento son irrevocables, he visto, invariablemente, que la antorcha pasa a alguien más en la siguiente generación, y esa persona cumple el llamado de Dios. Esto es exactamente lo que le ocurrió con los israelitas. Después de que los padres murieron en el desierto, sus hijos entraron a la tierra y poseyeron la herencia. He visto esto una y otra vez. Cuando los padres han fallado, de alguna manera los hijos logran sobresalir donde sus padres fracasaron. ¡Habría sido estupendo que los padres también sobresalieran! Al final, Dios hace Su voluntad. Sus propósitos serán cumplidos. Dios prometió que Su Palabra no volvería a Él vacía, sino que cumpliría todo aquello para lo que fue enviada. Algunos deben de entrar al reposo y a Sus propósitos: “Y aquellos a quienes primero se les anunció no entraron por causa de desobediencia”. ¡A pesar de todo, los propósitos de Dios nunca son obstaculizados! Y algunos entrarán. 4:7-8 “Otra vez determina un día: Hoy [Salmo 95:7-8], diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría [el Espíritu Santo en David] después de otro día”. David vivió cuatrocientos años después de que Josué llevó a Israel a la tierra de Canaán, pero aún en los días de David, los israelitas todavía no habían entrado al reposo total. La fortaleza de Sion todavía no había sido conquistada, al igual que muchos otros enemigos. El reposo de Dios involucraba mucho más que entrar a la Tierra Prometida. El reposo de Dios incluía sojuzgar a toda la tierra, incluyendo el monte de Sion. Josué completó parcialmente la tarea, pero justo antes de su muerte tuvo que amonestar a los hijos de Israel por ser tan negligentes en poseer la tierra (Jos. 18:3). El Señor mismo los exhortó: “Aún queda mucha tierra por poseer” (Jos. 13:1b).

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Es evidente que Israel todavía no había entrado a la plenitud de su herencia. Jueces, capítulo uno, claramente revela que Israel se había acomodado en habitar con muchos de sus enemigos. Cuatrocientos años más tarde Dios habló de nuevo, pero esta vez fue al rey David: “Hoy, después de tanto tiempo”. De hecho, le dijo a David: “Sí, David, Yo aún estoy hablando acerca del reposo. Voy a cumplir lo que he prometido, voy a traer a Mi pueblo al reposo total y tú eres quien lo va a hacer”. Por lo tanto, fue el rey David (el hombre conforme al corazón de Dios) quién peleó las batallas del Señor y sometió a todos los enemigos del Señor. David fue quien capturó el monte de Sion, la última fortaleza. Fue él quien llevó a Israel a la plenitud de la herencia que Dios le había prometido a Abraham. El viaje de Israel desde Egipto, que comenzó cuatrocientos años antes, no estuvo completo hasta que alcanzaron el monte de Sion. Este fue el monte acerca del cual Moisés profetizó en el mar Rojo, cuando dijo: “Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado” (Ex. 15:17). Éste es el monte del que Dios dijo: “Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré” (Sal. 132:14). El monte de Sion fue el lugar del Arca del Pacto. Por lo tanto, representa entrar detrás del velo al Lugar Santísimo. Dios había ordenado el reposo para Su pueblo, pero entrar en la tierra de Canaán no era suficiente. El requisito era someter a todos los enemigos. Esto incluía obtener toda la herencia, desde el río Jordán hasta el río Eufrates. Josué no los introdujo al reposo total, de otra manera, Dios no habría hablado de otro día, en el tiempo de David. Ahora el apóstol Pablo aplica esto a nosotros, porque espiritualmente, también estamos en un viaje con un destino. 4:9-10 “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo [de Dios], también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”. ¿En el reposo de quién entramos? Entramos en el reposo de Dios, no en el nuestro. ¿Qué significa entrar al reposo de Dios? Significa que habiendo cesado de nuestras propias obras, luchas, motivos, ideas y ambiciones, entremos a la paz de Dios. Éste es el mensaje de Sion. Porque cuando entramos en Su paz y reposo, entonces Su Espíritu fluye a través de nosotros. El reposo es el resultado del control de Su Espíritu en nosotros. Es tener la justicia de la ley cumplida en nosotros, los que no andamos conforme a la carne (ni en pos de nuestros propios caminos), sino conforme al Espíritu. Entrar en Su reposo es una bendita realidad; muy real. Conforme entramos en Su reposo, la paz de Dios envuelve nuestra mente y nuestro corazón, y somos revestidos con paz. Cuando los problemas asoman a nuestra puerta, de algún modo somos capaces de entregárselos a Dios, sabiendo que Él tendrá la respuesta. Cuando estamos en el reposo de Dios, sabemos que Dios tiene todo bajo control. 4:11 “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. Como ya hemos dicho, el reposo es alcanzar nuestro destino en Sion, y esto requiere de un arduo trabajo. Israel iba en un viaje, pero no “procuraron” alcanzar su destino. Tenían que pasar por muchas pruebas y ganar muchas batallas, pero Israel no peleó la buena batalla de la fe. Tendrían que haber buscado vigorosamente la gracia de Dios en cada prueba y en cada tentación, pero en lugar de ello, fueron espiritualmente pasivos y flojos. Después de que la siguiente generación cruzó el río Jordán para entrar a Canaán, fue necesario realizar una circuncisión. Hubo luego, treinta y un reyes que tuvieron que ser muertos a espada. Estos

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reyes representan señores que gobiernan la vida egocéntrica. A menos que estos señores sean enfrentados con la espada, habrá mucha turbulencia y agitación en nuestra vida. Israel fue negligente para poseer la tierra y tratar con sus enemigos; ellos no procuraron entrar a Sion. En lugar de esto, ellos se contentaron con hacer alianzas y morar entre sus enemigos. Procuremos, por lo tanto, entrar en la victoria y en el reposo, y no tropecemos en el desierto debido a una fe débil. Dios nos disciplina para darnos reposo (Sal. 94:12-13). Dios juzgará y destruirá todo desorden y enemigo en nuestra vida que nos esté quitando el gozo y la paz. Él puede quitar toda raíz de ansiedad y conflicto en nuestra vida, si no nos rebelamos contra las circunstancias que Él crea para nuestro bienestar. Israel no se mantuvo firme en el desierto, sino que flaqueó en su fe, negándose así el reposo prometido en la tierra de Canaán. 4:12a “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Para entrar al reposo, necesitamos que en nuestra vida, haya una separación entre nuestra alma y nuestro espíritu. El alma es el asiento de nuestras emociones. Muchos cristianos son muy almáticos, especialmente los pentecostales. Aman la presencia de Dios, cantar, danzar y alabar. Su pequeña alma salta de gozo, mientras todo está efervescente, pero, ¿qué hacen cuando la música se detiene? Hace muchos años, yo era parte del personal de un campamento en Inglaterra. El campamento duraba varias semanas, y cada semana veía nuevos rostros. Sin embargo, hubo una excepción. Una dama llegó al principio del campamento y permaneció hasta el final. Ella no tenía mucho dinero, pero el director del campamento fue muy amable y le permitió quedarse. Ella era el alma y la vida del campamento. Todos la amaban porque era muy alegre. Era maravilloso estar cerca de ella. Varios meses después de que el campamento terminó, yo fui a visitarla. Cuando la vi, no podía creer lo que veía, porque ella era una persona totalmente distinta. Entonces le pregunté: “¿Qué sucedió?” Ella me contestó: “Me siento muy triste porque no hay campamento. Estoy esperando el campamento del próximo año”. Bueno, en realidad, el problema era su alma. Su alma amaba las reuniones del campamento, pero cuando no había reuniones, su pequeña alma estaba deprimida. Su alma se ponía de mal humor y hacía berrinches. Éste no es un caso raro o aislado. Muchas hermanas y hermanos son así. Tratemos de distinguir nuestra alma de nuestro espíritu, utilizando el Salmo 43:5 como ilustración. El rey David, se encontraba rodeado por las fuerzas hostiles de una insurrección contra él, dirigida por su propio hijo Absalón. Cuando vio las circunstancias tan adversas, le habló a su alma diciéndole: “¿Por qué te abates oh alma mía? ¿Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios: porque aún he de alabarle”. El espíritu de David le ordenó a su alma que se calmara y que esperara en Dios. Con frecuencia, la Biblia instruye a los creyentes a hablarse y a animarse en el Señor (1 S. 30:6; Ef. 5:19). David le permitió a la Palabra de Dios que separara su espíritu de su alma. Al observar los ejércitos enemigos reuniéndose alrededor de él, su alma se levantó y dijo: “Mira esos veinte mil soldados. Hay cuarenta mil ojos centelleando sobre nuestro pequeño bando. ¡Nos sobrepasan en número, no tenemos esperanza!” El alma de David se había rendido. Algunas veces nuestra alma desmaya, y sentimos como que ya no podemos soportar la presión. Tal vez la batalla ha sido muy larga, y las nubes han formado densas tinieblas. Nuestra alma se siente abrumada y tiene la tentación de decir: “Estoy acabado. Ya no puedo más. Me rindo”. En ese momento tenemos que separar el alma del espíritu. Nuestro espíritu, con

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la ayuda del Espíritu Santo, tiene que tomar el control de nuestra alma. El espíritu de David se hizo cargo de su alma y exclamó: “¿Alma... por qué te abates dentro de mí? Espera en Dios”. Con frecuencia nuestra alma se siente turbada, indispuesta y preocupada. Nuestra alma mira la acumulación de cuentas por pagar y tiembla de ansiedad, o mira a personas hablando en el rincón y asume que están hablando de nosotros. Como resultado, perdemos nuestra paz. Cuando el alma gobierna, estamos sujetos a depresiones todo el tiempo. Por esta razón necesitamos ser espirituales, y no almáticos. Nuestro espíritu debe de estar al mando, y no nuestra alma. Si nuestra alma está al mando, nuestras circunstancias gobernarán nuestra vida. Cuando el sol está brillando, el alma se regocija y danza y se levanta temprano. Pero si está nublado y oscuro, el alma quiere acurrucarse y quedarse en la cama. El alma está gobernada por las circunstancias. Por otro lado, el espíritu está gobernado por lo que Dios dice en medio de las circunstancias, y es allí donde tenemos que tomar nuestra decisión. O nos ponemos de acuerdo con los sentimientos de nuestra alma, o nos ponemos de acuerdo con Dios. Estar de acuerdo con Dios es ser espiritual. Ponerse de acuerdo con los pensamientos y los sentimientos es ser almático. Por lo tanto, debemos separar el alma del espíritu. Mientras más almáticos seamos, serán las circunstancias las que gobernarán nuestra vida espiritual, como le sucedió a esta querida hermana del campamento. Cuando no había campamento, su alma estaba de mal humor y gobernando su vida. Ella quería gatear al rincón. No quería verme a mí ni a nadie más. Su alma resentía aquellas épocas de su vida cuando no había diversión. Muchos cristianos son así. Son “cristianos de campamento”. Pueden gritar, danzar y cantar cuando están en las reuniones y cuando se sienten bien. Pero cuando usted los ve fuera de esa atmósfera, o en la adversidad, o rodeados por el mundo, ellos se esconden y ya no brillan más para Cristo. Hebreos 4:12 es un versículo muy importante. La Palabra de Dios, no solamente divide el alma del espíritu, también discierne nuestros pensamientos y nuestros motivos y los revela. Con frecuencia, no estamos conscientes de nuestros verdaderos motivos. Necesitamos clamar: “¡Oh Dios, muéstrame mis motivos!, ¿Por qué estoy haciendo esto?” Dios acostumbraba hablarme y me decía: “¿Por qué hiciste eso?” Su pregunta, hacía que esta verdad fuera tan real para mí: el motivo para hacer algo es tan importante como el hecho mismo. El pensamiento e intención del corazón es muy importante para Dios. Los motivos y expresiones de nuestro corazón revelan lo que realmente está en lo profundo de nuestro ser. A veces, deberíamos detenernos y escuchar lo que estamos pensando. 4:13 “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Los ojos de Dios están en todas partes. No hay absolutamente nada oculto para él. Job dijo: “Yo conozco que... no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:2). Una vez, estando yo parado en la esquina de una calle en una gran ciudad, vi a un ángel muy poderoso. Había cuadras y cuadras de edificios, y por un breve instante, Dios me permitió ver con los ojos de ese ángel. Literalmente, pude mirar en cada oficina y en cada habitación de estos edificios simultáneamente, y ver todo lo que sucedía. Esto fue solamente a través de los ojos de un ángel. ¡Puede usted imaginar, entonces, lo que Dios puede ver! Todo está expuesto ante los ojos de Dios. Podríamos esconder algo de los hombres, pero todo está desnudo ante los ojos de Dios. Y finalmente, todo, bueno o malo, saldrá a luz. Hemos concluido ahora, la segunda advertencia de Pablo, la cual es muy importante. Pablo ha exhortado a los lectores hebreos (y a cada uno de nosotros) a no dejar de alcanzar el reposo de Dios. Él

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nos apremia a terminar nuestro viaje y a no quedarnos postrados en el desierto. Debemos procurar entrar a este reposo. Esto implicará pelear la buena batalla de la fe, y vencer nuestras emociones almáticas y pensamientos negativos. Esto quiere decir que no debemos permitir que el huerto de nuestro corazón se endurezca y sea cubierto de cizaña, a causa del pecado o la negligencia. Esto incluye pasar por muchas pruebas y enfrentarse a otros enemigos que Dios señalará con Su espada aguda. Tengamos un temor santo en nuestro corazón, de no alcanzar los propósitos de Dios que están más allá de la experiencia pentecostal en el Sinaí. No nos contentemos con acampar alrededor del bautismo en el Espíritu Santo en el Sinaí, que está en el desierto. Por el contrario, avancemos y crucemos el río Jordán y entremos a la Tierra Prometida, para finalmente alcanzar el monte de Sion, la plenitud del reposo y la gloria de Dios.

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Sección 4 CRISTO MUCHO MAYOR QUE AARÓN 4:14-5:10 Después de esta segunda amonestación de Pablo (3:7—4:13), él apóstol retoma ahora el tema de la superioridad de Cristo. Él ha establecido repetidamente, que el Nuevo Pacto es mejor que el Antiguo. Los profetas del Antiguo Pacto dieron la Palabra de Dios a Israel, pero el Hijo es la Palabra de Dios que ilustraron los profetas. El antiguo Israel fue guiado por ángeles, pero el Hijo está muy por encima de los ángeles porque Él los creó. El administrador del Antiguo Pacto fue Moisés, sin embargo, Moisés solamente fue un siervo en la casa de Dios. En contraste, el Hijo es dueño de la casa y Él es el Arquitecto de la casa (la casa es la familia de la fe). También, otro aspecto importante del Antiguo Pacto, fue el sacerdocio, el cual estaba encabezado por Aarón. Esto nos trae a la sección 4 (del capítulo 4:14 al 5:10), en donde Pablo va a hablar de un sacerdocio superior. El sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio de Aarón. Por lo tanto, Pablo comienza con palabras de consuelo en el versículo 14. 4:14 “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión”. Es muy importante retener nuestra profesión, o nuestra confesión de fe. ¿Cómo retenemos nuestra confesión de fe? Aferrándonos al Autor y Consumador de nuestra fe, nuestro gran Sumo Sacerdote, quien vive para siempre para interceder por nosotros. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel eran muy dependientes de los sacerdotes. Ellos buscaban a los sacerdotes para consejo, e iban a ellos con sus sacrificios. Los sacerdotes eran los intermediarios entre los hijos de Israel y Dios, pero nuestro Mediador es el Señor mismo, Jesucristo Hombre (1 Ti. 2:5). 4:15 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Esta es una hermosa descripción de nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote, a quien ya hemos mencionado en el capítulo 2:17-18. Qué consuelo es saber que Jesús está muy consciente de todas nuestras debilidades y tentaciones y que es sensible a ellas. Esto es porque Él fue tentado en todo, al igual que nosotros, pero nunca pecó. Mucho de la vida del Señor y Sus múltiples tentaciones no están registradas en los cuatro evangelios. Antes de Su ministerio de tres años y medio, Jesús tuvo que aprender obediencia por las cosas que padeció. Él fue tentado en cada aspecto, como nosotros. Podríamos decir: “¡Yo estoy atravesando una batalla terrible y siento que ya llegué a mi límite. Estoy enfrentando una gran tentación. No conozco a nadie que haya pasado una prueba como esta y que pueda entenderlo! Es tan delicado que no puedo ni mencionárselo a otros”. Pero hay alguien que puede entenderlo ¡Nuestro misericordioso y fiel Sumo Sacerdote entiende! Él ha sido tentado en todo, no en todas las áreas, sino en todos los detalles. Él entiende perfectamente lo que estamos sintiendo y pensando.

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4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia, para el oportuno socorro”. ¿Puede usted ver dónde está sentado Cristo? Está sentado en el trono de la gracia. ¿Por qué está sentado en el trono de la gracia? Porque Él está lleno de gracia y de verdad, las cuales recibió de Su Padre en Sus momentos de necesidad. Se requiere de abundante gracia para reinar en el trono con Cristo (Ro. 5:17), y esta gracia (que es capacitación divina) se ofrece cuando estamos en momentos de gran necesidad. Esta maravillosa sustancia llamada gracia, fue derramada por el Padre en el Hijo cuando fue tentado. Por lo tanto, cuando estamos atribulados, debemos acercarnos al trono de gracia de Cristo, para encontrar ayuda en el tiempo de nuestra necesidad, porque esta gracia se encuentra en Jesús (1 Ti. 2:1). Las muchas tribulaciones realmente nos dan la oportunidad de recibir una abundancia de gracia, siempre que no endurezcamos nuestro corazón y cortemos el suministro de gracia (He. 12:15). La gracia, también le es dada únicamente a los humildes de espíritu. Solamente a través de la gracia (capacitación divina) podemos triunfar. Es solamente a través de la gracia y no a través de nuestros esfuerzos, que podemos levantarnos por encima de la naturaleza caída. Todos los diferentes filósofos han tratado, por su propio esfuerzo, de conquistar el mal, pero la verdadera transformación sólo viene por gracia, y únicamente por ella. Si usted entiende algo de filosofía, usted sabe que está pervertida y llena de doctrinas de demonios. La mayoría de los filósofos griegos que hoy son sumamente alabados, eran homosexuales. Ellos nunca tuvieron victoria sobre sí mismos, y aun así, enseñaron a las masas. El Imperio griego fue fundado y arraigado en las enseñanzas de Homero. Alejandro Magno, aprendió de memoria las enseñanzas de Homero. Pero Alejandro Magno llegó a ser igual a su maestro: un homosexual y glotón, que murió a causa del libertinaje. La filosofía, la sociología, la sicología y todas las ciencias humanas combinadas jamás podrán liberar al hombre de sus verdaderos problemas. Jesucristo y Su gracia que transforma la vida, es lo único que puede liberarnos del vicio y la tentación. Debemos venir ante Él con sinceridad y humildad, y decirle: “¡Oh Señor, libértame por favor! Oh Dios, ten misericordia de mi”. Usted podría decir “He hecho esto y todavía no he obtenido liberación”. ¡Sí, pero debemos persistir! Luego, usted podría preguntar: “¿Por qué Dios no nos libera inmediatamente?” Bueno, a veces Él nos libera de ciertas cosas inmediatamente, pero en otras ocasiones, no lo hace. En Ezequiel 36:37 Dios dice: “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto”. Esto fue dicho en el contexto de darle a Israel un nuevo corazón y escribir Sus leyes en el corazón (ver Ez. 36:25-28). Él dice: “aún seré solicitado”. La tardanza de Dios no es necesariamente negación. Los retrasos obran algo en nuestro corazón. Cuando un problema se prolonga y tenemos que luchar con algo, se desarrolla un odio hacia esto, de modo que cuando Dios nos liberta, no regresaremos nunca más. El apóstol Pedro advierte acerca de: “Los perros que vuelven a su vómito” (1 P. 2:22). Esto se refiere a un cristiano que regresa a la corrupción de la cual ya fue liberado. Dios quiere desarrollar en nosotros un odio santo por las contaminaciones de este mundo, para que no volvamos a ellas. No hay nada de lo que Dios no pueda liberarnos, siempre que le hayamos creído a Él. Desafortunadamente, hay ministros cuyas ataduras aún permanecen y sus problemas son evidentes a muchos. ¿Por qué no son liberados? Ellos se levantan y predican, y aun así sabemos que tienen estas ataduras en su vida. Ellos están llenos de celos e ira. La razón por la que no han cambiado al paso de los años, es porque no han encontrado el favor de Dios, y por consiguiente, nunca entran en Su reposo. Amados, poniendo todo esto a un lado, consideremos lo siguiente: Si hemos de ser totalmente para Dios, si hay una completa consagración de nuestra parte, entonces entraremos en el reposo de Dios y tendremos una victoria completa y total.

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5:1-2 “Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad”. Los sacerdotes del Antiguo Testamento tenían que llevar los animales, los dones y las ofrendas, y presentarlas delante del Señor. El sumo sacerdote era el representante de Dios, y era el mediador entre el pueblo y Dios. Por lo tanto, su conducta tenía que ser de gran benignidad y compasión. La compasión era algo que el sacerdote tenía que aprender. Pablo dice que debe ser alguien “que se muestre compasivo con los ignorantes, y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad”. El sacerdocio estaba formado de hombres muy humanos. Elías, también fue un hombre “sujeto a pasiones como nosotros” (Stg. 5:17). ¿Cómo puede un sacerdote (o ministro) llegar al punto de poder tener compasión por los ignorantes? ¿Cómo puede el hombre de Dios tener la capacidad de mostrar misericordia a aquellos que están equivocados y que se están extraviando? Las cualidades de compasión y misericordia solamente son desarrolladas cuando Dios pasa a Sus ministros a través de pruebas extremadamente difíciles. Es en el horno de la aflicción donde los corazones endurecidos son suavizados, y las mentes estrechas son ensanchadas. Así es como aprendemos a ser tiernos y compasivos con otros. 5:3 “Y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo”. Debido a que los sacerdotes del Antiguo Testamento estaban rodeados de debilidad, ellos también tenían que ofrecer sacrificios por sus propios pecados. Ellos tenían sus propias luchas y batallas. 5:4 “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. El sacerdocio (o ministerio) no es lo mismo que el oficio de un anciano o de un diácono. El oficio de un anciano o un diácono puede desearse (1 Ti. 3:1), y si una persona califica, puede ser ordenada para esa posición. Sin embargo, el ministerio quíntuple es diferente. Esto no es algo que podamos desear o tomar por la fe. Por ejemplo, no podemos decir: “Yo quiero ser pastor, o yo quiero ser profeta”. No, los dones del ministerio quíntuple (Ef. 4:11) son soberanamente elegidos por Dios. Es Él quien da el llamamiento a un hombre, o no; pero ningún hombre puede tomar esa honra para sí mismo. Nosotros debemos ser llamados por Dios, como lo fue Aarón. Este versículo llegó a ser una realidad para nosotros en Suiza. Habíamos oído de cierto evangelista alemán que hacía muchos milagros, y que aparentemente tenía gran éxito con un ministerio acompañado de señales. Suponiendo que así fuera, sabíamos que su vida personal no daba la talla para tal ministerio. Luego recibimos una carta de este hombre, diciéndonos: “Siento que Dios me ha dicho que me debo de unir a ustedes”. Otro pastor y yo, como directores adjuntos de la obra en Suiza, no teníamos testimonio del Espíritu, de que este hombre debía unirse a nosotros. Bien, un día, el evangelista vino a visitarnos. Cuando él se sentó frente a nosotros en un escritorio, comenzó a enumerar (y él estaba hablando en Alemán) todas las razones por las que deseaba unirse a nosotros. Mientras él hablaba, Dios abrió mis ojos y detrás de él vi a un príncipe demoníaco. Supe que era un príncipe demoníaco, porque el demonio tenía una corona en su cabeza. Entonces, Dios habló a través de mis labios en alemán y cité este versículo: “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios”. Este hombre había deseado un ministerio que Dios no le había dado. El resultado fue que él mismo se abrió a otros espíritus, de modo que estaba haciendo milagros por medio del poder de Satanás. El

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Espíritu Santo en mí, citó este versículo en alemán y el demonio respondió al Espíritu Santo a través de los labios de este evangelista. El demonio nos dijo: “Lo que el Espíritu Santo ha dicho es verdad”. Entonces el evangelista trató de contradecir lo que la potestad demoníaca acababa de responder. Es interesante el darnos cuenta de que estos demonios tienen que responder al Espíritu Santo. Pero quiero reiterar el punto que estoy tratando de establecer aquí. Por favor, no luche por un ministerio (el ministerio quíntuple o ciertos dones del Espíritu), a menos que usted tenga el llamado soberano de Dios. El Espíritu Santo distribuye los dones del Espíritu de acuerdo a su propia voluntad, no a la nuestra (He. 2:4; 1 Co. 12:11). ¿Recuerda el episodio de Coré y sus seguidores? Bueno, ellos deseaban un ministerio que Dios no les había dado. Ellos le dijeron a Moisés y a Aarón: “Estamos en tu mismo nivel, todos somos iguales. ¿Quiénes se creen ustedes que son, elevándose por encima del resto de la congregación?” (Nm. 16:13). Pero Moisés y Aarón no eran del todo igual a ellos. Moisés y Aarón eran los ungidos de Dios. Aunque Coré era un levita y tenía ciertas tareas en la casa de Dios, únicamente a Aarón y a sus hijos les fue dado el sacerdocio. Cuando el grupo de Coré trató de usurpar el sacerdocio, Dios se disgustó muchísimo, y más tarde, los destruyó (Nm. 16:9-10,32). El rey Uzías también fue juzgado por Dios, por usurpar el sacerdocio (2 Cr. 26:16-23). Podemos pensar que sólo hay unos cuantos pasos de distancia entre la primera banca de la iglesia y el púlpito, pero hay más que unos pocos pasos; hay una enorme distancia que ningún hombre puede traspasar. Debemos tener una revelación de Dios, de que somos llamados al sacerdocio (o al ministerio quíntuple). De otra manera, no nos atrevamos a tocar el sacerdocio. Sin embargo, cada uno de nosotros es un miembro del cuerpo de Cristo, y cada uno de nosotros tiene una función especial; pero el sacerdocio está en una categoría diferente. 5:5-6 “Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. Incluso Cristo, no trató de glorificarse a sí mismo, o elevarse a la ilustre posición del Sumo Sacerdote. Este oficio le fue dado por Su Padre, quien le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”. También en otro lugar el Padre le dijo: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Sal. 110:4). Más adelante hablaremos del sacerdocio de Melquisedec, cuando entremos al capítulo siete. “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”. Esta pequeña frase es muy importante. En el Antiguo Testamento, un hombre llegaba a ser sacerdote por derecho de nacimiento. Él tenía que trazar su genealogía hasta Aarón. El derecho al sacerdocio pertenecía al linaje de Aarón. Pero Jesucristo no era de la tribu de Leví, ni del linaje de Aarón. El linaje de Cristo vino directamente de Su Padre Celestial. Jesucristo fue hecho sumo sacerdote por Aquel que le declaró: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”. Así es como también nosotros recibimos el llamamiento al sacerdocio. No llegamos a ser sacerdotes o a tener un ministerio por causa de la genealogía natural, o porque nuestro padre y abuelo estuvieron en el ministerio. Recibimos el soberano llamamiento de Dios en el nuevo nacimiento. 5:7-9 “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar [sacar] de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”. En los versículos del 7 al 9, Pablo está cambiando el tema del sacerdocio de Cristo, a los años formativos del Señor, entre los doce y los veintiocho años de edad.

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En el versículo 10, él retoma su tema original del sacerdocio. Ésta es la razón por la que a veces es difícil seguir a Pablo. Él comienza con un tema, se desvía a otro, y luego regresa a su tema original. En los versículos del 7 al 9 él no se está refiriendo a los sufrimientos del Señor en la cruz, sino al período cuando el Padre estaba preparando al Hijo para su futuro ministerio. Existieron muchas pruebas y sufrimientos ocultos en su vida, los cuales la Escritura no describe. Solamente podemos vislumbrar algunas de las pruebas por las que atravesó. “…Ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar [sacar] de la muerte”. Esto no era un deseo o petición para ser liberado de la muerte en la cruz. Jesús dijo: “Para esto he llegado a esta hora” (Jn. 12:27b). Estos grandes clamores y lágrimas fueron antes del comienzo de Su ministerio, durante sus años de preparación. Hay una experiencia que la Palabra de Dios denomina: “El pavor de una grande oscuridad” (LBLA) ¡Abraham experimentó esto! (Gn. 15:12-21). Cuando Dios va a hacer algo extraordinario en nuestra vida, es precedido por este pavor de una grande oscuridad. El propósito de que esta nube de tinieblas caiga sobre nosotros, es hacernos conscientes de que estamos totalmente desamparados. Así que, cuando nuestro milagro ocurre, estamos maravillosamente conscientes de que solamente Dios pudo haber hecho que esto sucediera. “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”. Esto se refiere a los años formativos del Señor. A la edad de doce años, Cristo asombró a los doctores de la Ley en el templo. Pero desde ese momento hasta la edad de treinta años, cuando comenzó Su ministerio, Él estuvo escondido. Se nos dice en Isaías 49:2 que Cristo estuvo escondido bajo la sombra de la mano de Su Padre. Sabemos muy poco acerca de Cristo desde la edad de doce años hasta los treinta, cuando fue presentado a Israel como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Qué ocurrió durante esos años? Entendemos, por Isaías 49:2, que Él estaba siendo bruñido como saeta, y que luego fue colocado en la aljaba de Dios. El hecho de que fuera colocado en la aljaba significa que Él fue preparado y que estuvo listo antes de comenzar Su ministerio. José llegó al trono a la edad de treinta años, aunque pudo haber estado listo dos años antes. Dos años antes de que fuera elevado del calabozo al trono de Egipto, ya estaba interpretando sueños. Sin embargo, Dios hizo que esperara otros dos años en ese obscuro y tenebroso calabozo. Entonces fue llamado a interpretar el sueño de Faraón, y fue elevado a la posición de primer ministro en Egipto. José es un tipo de Cristo. Tal vez a la edad de veintiocho años, el Hijo de Dios estaba listo para Su ministerio, pero el tiempo exacto de Dios aún no había llegado, y por dos años más, Él permaneció en la aljaba de Dios. Desde los doce hasta los treinta años (conocidos como “los años de silencio”), Jesús estuvo experimentando la disciplina del Padre en el área de Su carne, en el área de Su alma y en el área de Su espíritu. El apóstol Pablo dijo que este período estuvo lleno de “gran clamor y lágrimas”. Oh, cómo lloró amargamente el Hijo durante estos años de silencio, cuándo estuvo escondido bajo la sombra de la mano de Su Padre. Como hombre, Cristo aprendió a depender completamente de Su Padre Celestial (Jn. 5:30). Y amados, nosotros también somos llevados a ese lugar, para que reconozcamos nuestra absoluta dependencia en Dios. Cuando yo era un joven cristiano, asistía regularmente a la iglesia. Antes de que Dios me diera un sueño, yo pensaba que cualquier persona podía ir a la iglesia cuando quisiera. En el sueño vi la entrada de una Iglesia, y Dios me dijo: “Este es Mi umbral. Es solamente por Mi gracia que alguien puede

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atravesar este umbral”. Aunque el umbral estaba en el edificio de una iglesia terrenal, éste estaba dedicado a Dios, y por lo tanto, era santo. Dios me hizo entender que solamente aquellos a quienes se les concede la gracia, pueden entrar a una iglesia. Les diré esto: Yo temblaba después de este sueño. Entonces le dije: “Dios, por favor, hazme estar siempre agradecido por Tu gracia, y que siempre esté consciente de que debo depender de ti en todo”. El apóstol Pedro nos recuerda que “somos guardados por el poder de Dios” o por la gracia de Dios. En una ocasión, cuando un ministro estaba en una escalera podando sus manzanos, le dijo a Dios: “Nunca me soltaré de tu mano”. Y hay ocasiones cuando Dios responde rápidamente; y esta vez, Dios respondió inmediatamente: “Tú no estás tomado de mi mano, Yo estoy sosteniendo la tuya”. Y hay una gran diferencia. Cuando usted está cruzando una calle muy congestionada con un niño, ¿Quién está tomando la mano de quién? Ciertamente es el padre quien sostiene la mano del niño, y la sostiene con firmeza. Él no permite que sea el niño quien sostenga su mano. Somos guardados por el poder de Dios, pero debemos mantenernos mirándolo a Él. Yo no quiero tener la experiencia que Ezequías tuvo cuando Dios lo dejó para probarlo, para ver lo que había en su corazón (2 Cr. 32:31b). Yo quiero que el poder de Dios guarde mi vida a cada momento. Pidámosle a Dios: “Oh Padre, nunca me dejes solo”. “Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”. Consideremos por un momento la idea de “habiendo sido perfeccionado”. Es importante entender lo que realmente significa el ser “perfecto” porque en un sentido, Cristo fue siempre perfecto. ¡La perfección es relativa! Y es relativa en tiempo y en crecimiento. Cuando nace un niño, se considera que es un bebé perfecto. A pesar de que un niño no es un hombre plenamente maduro, se considera que es perfecto de acuerdo a su nivel de desarrollo. Asumiendo que mantiene un índice de crecimiento normal, en cada etapa de su desarrollo, él podrá ser considerado como “perfecto”. Él puede ser un bebé perfecto, un niño perfecto, un adolescente perfecto y un adulto perfecto. El significado pleno de la perfección es la madurez. Perfección viene de la palabra Griega teleios que significa: “ser enteramente preparados para cumplir con la tarea que se nos envió a hacer en este mundo”. Cristo fue perfeccionado (teleios) a través de los sufrimientos, y llegó a ser “Autor de eterna salvación”. Fueron muchos sufrimientos, los que lo hicieron perfecto y enteramente apto a nuestro Señor, para la tarea a la que fue enviado a este mundo. Cuando Él llegó al río Jordán, estaba perfectamente maduro y apto para la tarea. Fue perfeccionado en cada área de Su vida: cuerpo, alma y espíritu. Él había llegado a la madurez en cada área. 5:10-11 “Fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír”. En el versículo 10, Pablo regresa al tema de Melquisedec. Luego, en el versículo 11 él derrama su corazón a los lectores hebreos. Les dice que tenía muchas verdades profundas que compartir respecto a Melquisedec, pero que para él era difícil hacerlo, debido a que ellos eran tardos para oír. Pablo no se andaba con rodeos. En los versículos 12 al 14, él los amonesta, diciéndoles que después de todos estos años, ellos ya debían ser maestros capaces, pero no tenían claras las doctrinas elementales. Les dice que todavía tenían necesidad de ser nutridos con leche en vez de alimento sólido. Obviamente, la leche es para los bebés espirituales, y el alimento sólido para los adultos. Pablo comienza de esta manera, su tercera advertencia a los hebreos. Sin embargo, antes de entrar en esta advertencia, veamos varias diferencias notables que hay entre el sacerdocio de Aarón y el sacerdocio de Cristo, constituido según el orden de Melquisedec.

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Diferencias entre los sacerdocios del Antiguo y Nuevo Testamento 1. El Sacerdocio de Aarón era por derecho de nacimiento. Un hombre sólo podía ser sacerdote si su genealogía llegaba hasta Aarón. El sacerdocio de Cristo provenía del Padre Celestial, no de una genealogía física. Nuestro llamamiento sacerdotal nos es dado por el Padre cuando nacemos de nuevo. Cada creyente está llamado a ministrar al Señor, y a entrar detrás del velo. Esto no fue así en el sacerdocio de Aarón. 2. El ministerio de Aarón cesaba con la muerte. Durante la era del Antiguo Testamento, cuando morían los hombres, su espíritu descendía a las partes más profundas de la tierra, a un lugar de reposo. Cuando Cristo se levantó de entre los muertos, Él llevó: “cautiva la cautividad” y abrió el camino para que los espíritus de los muertos fueran al cielo. Hoy, cuando un creyente muere, inmediatamente entra al cielo a la presencia del Señor. Por lo tanto, un sacerdote del Nuevo Testamento continúa su ministerio en los cielos después de que ha muerto. Nosotros somos sacerdotes para siempre, según el orden de Melquisedec. Hoy, Cristo vive siempre para interceder siempre por nosotros. 3. Los sacerdotes aarónicos no podían llegar a ser reyes. Los sacerdotes venían de la tribu de Leví, y los reyes venían de la tribu de Judá y jamás podían mezclarse las dos líneas. El sacerdocio de Melquisedec del Nuevo Testamento hace esto posible que podamos llegar a ser las dos cosas: reyes y sacerdotes. Melquisedec era un rey y un sacerdote (Gn. 14:18). Cristo mismo no fue solamente un sacerdote que abrió el velo, Él es también el Rey de reyes, y el Señor de señores. Apocalipsis 5:9-10 establece claramente que Dios está formando en Su pueblo reyes y sacerdotes para reinar sobre la tierra. Un sacerdote sufre vicariamente para llevar a otros a la perfección, pero un rey gobierna con autoridad sobre reinos y naciones. Así es el llamamiento superior de un sacerdote del Nuevo Testamento: combinar el llamado doble de ser rey y sacerdote. Así que en realidad, en todo sentido el sacerdocio de Aarón era inferior.

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La Tercera Advertencia Guardaos de la pereza y de la apostasía 5:11 - 6:20 5:11b “Por cuanto os habéis hecho tardos para oír”. Ahora el apóstol Pablo les da una tercera advertencia a sus amigos hebreos. Esta es la tercera de cinco amonestaciones. Pablo comienza en el capítulo 5:11b, donde les dice muy serenamente que son “tardos para oír”. A través de la Palabra de Dios, especialmente en las enseñanzas del Señor Jesucristo y también en el libro de Apocalipsis, se hace énfasis en el oír. Esto no significa oír con nuestros oídos naturales, sino más bien, con nuestro corazón. También tiene la connotación de que cuando oímos, debemos obedecer lo que se nos dice. Pablo les dijo a los lectores hebreos que eran tardos para oír. El oír está directamente afectado por la condición del corazón y en este caso, muchos corazones se habían endurecido. Por lo tanto, sus corazones no estaban sensibles para entender y comprender lo que Dios les decía. A Pablo, también se le estaba haciendo muy difícil exponerles verdades tan profundas. Una cosa que debemos pedirle a Dios con clamor es un corazón que escuche. Hay muchas que pasan por nosotros, y nuestro corazón no las capta porque espiritualmente somos tardos para oír. Un día, un hombre oró: “Señor, podrías hablar un poco más alto; difícilmente te escucho”. Y el Señor le contestó: “Ya casi te estoy gritando”. ¡Y esto no es una exageración! Nuestro corazón y oídos espirituales necesitan sintonizarse con el Espíritu Santo, o perderemos mucho de lo que Dios está tratando de decirnos. El hombre debería vivir “de toda palabra que sale [tiempo presente] de la boca de Dios” (Mt. 4:4). El Padre abrió los oídos espirituales de Su Hijo para que pudiese “oír como los sabios” (Is. 50:4; Sal. 40:6). ¡Esto es tan importante! Nosotros no queremos caer en la misma trampa que los hebreos. Ellos habían escuchado muchísimos buenos sermones, y fueron expuestos a las mejores enseñanzas de la época, pero aun así, sus vidas nunca fueron transformadas porque el mensaje nunca penetró a sus espíritus. 5:12-13 “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño”. La iglesia siempre ha tenido dos aspectos principales. Es un centro de adoración, pero también es un lugar de enseñanza. Cuando estudiamos la historia de la Iglesia, encontramos que la Iglesia instituyó escuelas. La Iglesia siempre ha tratado de enseñar a la gente a leer y a escribir porque dependemos de la instrucción de la Biblia para entender los caminos de Dios y para llevarnos al cielo. Por lo tanto, la Iglesia es una institución de aprendizaje.

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Cada uno de nosotros deberíamos de ser un maestro capacitado, (y no me estoy refiriendo aquí al ministerio quíntuple del don de enseñanza, de Efesios 4:11), ya sea en la escuela dominical, en nuestra familia, en grupos de amigos o compañeros; todos debiéramos tener la capacidad de enseñar. Debiéramos ser capaces de impartir a los más jóvenes, las verdades que entre nosotros han sido ciertísimas (Lc. 1:1), y poder darles una explicación de la esperanza que hay en nosotros. El apóstol Pablo les dijo a los hebreos que eran incapaces de enseñar a otros porque ellos mismos todavía no estaban seguros de las doctrinas básicas de la fe. Estaban satisfechos con la leche. La leche representa los principios elementales de la Palabra de Dios y todavía, hoy, muchos se contentan con permanecer en el nivel básico. “El alimento sólido” nos habla de las verdades profundas de la Palabra de Dios. El alimento sólido podría hacerle daño a un bebé, pero la leche no es suficiente para desarrollar a un adulto. Por lo tanto, Pablo les dice a sus amigos hebreos que: “todo el que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño”. En realidad, ésta es una evaluación bastante triste de este grupo de creyentes. Con toda la luz que se les había presentado al correr de los años, nunca la tomaron para alumbrar su corazón, y nunca crecieron (1 Co. 3:1-2). 5:14 “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”. Cuando Pablo habla aquí del alimento sólido, se está refiriendo al tema de Melquisedec. Él tenía muchas cosas que quería decirles acerca de Melquisedec, pero los creyentes hebreos eran inmaduros para escucharlas. Entonces el apóstol Pablo les menciona la necesidad de ejercitar los sentidos espirituales para discernir entre el bien y el mal. El discernimiento del bien y el mal, es un tema que debemos examinar con frecuencia. Nuestros sentidos, nuestra conciencia, nuestra mente y nuestro espíritu, necesitan ser sensibles para discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Una de las cosas que el Señor enfatiza, y que fluye en toda la Palabra de Dios, es el hecho de que Su pueblo necesita discernimiento. Frecuentemente, Cristo nos advierte del engaño. Respecto a los últimos días, Él dijo: “Mirad que nadie os engañe” (Mt. 24:4). Pablo acentúa especialmente la importancia del discernimiento en nuestros días, porque viene el hombre de pecado (2 Ts. 2:3-12). Los últimos días estarán caracterizados por mucho engaño y mentira que probarán a la Iglesia. Malaquías 3:16-18 nos muestra cómo podremos discernir entre lo que es de Dios y lo que es error. Una clave para el discernimiento “Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve” (Mal. 3:18). En Malaquías 3:16-18, vemos a un grupo de cristianos devotos cuyos pensamientos están girando continuamente en torno al Señor y Sus caminos; para ellos esto es una forma de vida. Dios pone especial atención en los santos que meditan en Él continuamente. ¡Esto atrae Su presencia! El versículo 18 es el resultado de una mente y de un corazón que medita frecuentemente en Su nombre. “Entonces... discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”. Aquí está la clave: Dios da el discernimiento a aquellos cuyo corazón es totalmente para Él. Seremos capaces de saber quien es genuino y quien no, conforme nos alimentamos de la carne de la Palabra de Dios y de Dios mismo. Para sobrevivir en los últimos días es esencial participar del alimento sólido. La

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leche es para los niños, pero los niños no son capaces de discernir entre lo falso y lo verdadero. En esos días, cuando el engaño se intensifique a su máximo nivel, deberemos tener el alimento sólido que nos dará discernimiento. El alimento sólido no se les concede a los que están satisfechos y contentos con los elementos básicos del evangelio. La carne solamente se les da a los que están con el Señor de todo corazón y tienen hambre de Él (ver Ap. 3:15-19). 6:1 “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios”. Cuando el apóstol Pablo dice: “dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo”, no quiere decir que se desechen. Podemos ver por el contexto, que se está refiriendo a los cimientos de un edificio. Cuando usted construye un edificio, primero echa los cimientos y continúa desde ahí. Un constructor no pone una y otra vez los cimientos. Él deja los cimientos. No los destruye, sino que edifica sobre ellos. Sin embargo, consideremos por un momento los cimientos de esta casa espiritual. Los cimientos del cristianismo 6:1b-2 “No echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno”. Aquí están las verdades fundamentales sobre las cuales está edificada la Iglesia. Estos son los principios básicos o primordiales del cristianismo. Nuestra vida debe de estar firmemente cimentada sobre estas verdades, pero después de esto, debemos avanzar más allá de estos principios fundamentales, hacia las verdades más profundas. Aquí están nuevamente las doctrinas elementales de Cristo: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Arrepentimiento de obras muertas. Fe en Dios. Bautismo en agua. Bautismo en el Espíritu Santo. Imposición de manos. Resurrección de los muertos. Juicio eterno.

El arrepentimiento es el primer fundamento. Esta palabra literalmente significa: “cambiar la forma de pensar”. Es un acto divino por medio del cual, la persona que esta caminando en una senda de pecado, cambia de opinión, da una vuelta de 180 grados y empieza a caminar en dirección contraria. El arrepentimiento es retractarse, es un cambio total de dirección y de actitud. Aquí se nos ordena arrepentirnos de obras muertas. Las obras muertas son las obras de la carne mencionadas en Gálatas 5:19-21. El arrepentimiento hace que la persona se aleje del pecado y que se mantenga lo más lejos posible del pecado. José escapó de la tentación cuando huyó de la esposa de Potifar. Por otro lado, Sansón se quedó y jugó con el pecado; y como resultado cayó. Algunos cristianos quieren vivir lo más cerca posible de la zona de peligro. Hay una historia de una dama del siglo pasado que deseaba contratar a un cochero. Ella entonces decidió poner un anuncio en el periódico y el anuncio trajo a tres solicitantes a su casa. Ella vivía

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bastante lejos del pueblo y el camino al pueblo corría al lado de un profundo desfiladero, pero del otro lado estaba bordeado por montañas. Ella le preguntó al primer cochero: “¿Cuán experto es usted como cochero?” y él le contestó: “Yo puedo conducir a un paso del borde del camino sin que el carro se caiga al desfiladero”. Entonces ella le respondió: “Muchísimas gracias”, y se dirigió al siguiente solicitante, a quien le preguntó: “¿Bueno, y qué tan bueno es usted?” “Señora”, le respondió el segundo hombre, “yo puedo conducir con la rueda sobre el borde del desfiladero sin caerme”. Ella, agradeció al segundo hombre y se acercó al tercero haciéndole la misma pregunta: “¿Cuánto se puede usted acercar?” Entonces el tercero le contestó: “Yo no veo cuánto puedo acercarme. Yo trato de permanecer lo más alejado posible del desfiladero”. Entonces ella le contestó en forma muy resuelta: “Usted es mi nuevo cochero”. La moraleja de la historia es muy evidente. No debemos tratar de probar cuán cerca podemos estar de la zona de peligro sin caer, sino cuán alejados podemos mantenernos. Esta es la idea de poner el cimiento de arrepentimiento en nuestra vida. Alguien que está verdaderamente arrepentido, tratará de evitar situaciones y tentaciones que alguna vez lo enlazaron, y esto se convertirá en un estilo de vida para él. Los buenos cimientos son extremadamente importantes. Puede observar esto hace algunos años cuando un grupo de pastores y yo estábamos ministrando en Grecia. Una tarde visitamos cierto parque en Atenas donde vimos varias esculturas y monumentos de la antigua Grecia. Luego caminamos por una calzada donde había columnas en ambos lados. El guía nos informó que estas columnas habían perdurado por siglos. De hecho, habían sido construidas antes de que el Señor Jesús viniera a la tierra. Desde hace más de dos mil años estas majestuosas columnas se levantaban majestuosas y firmes. Al continuar recorriendo el lugar, observamos algo impresionante en estas antiguas y majestuosas columnas, ya que una de ellas se había desplomado. El guía de turistas señaló la columna caída y nos dijo: “Esta columna cayó hace sólo veinte años, después de haber estado de pie por más de dos mil años”. Entonces le preguntamos al guía: “¿Qué fue lo que estaba mal con en esta columna?” y su respuesta aún me sigue asombrando. Él nos dijo: “No había nada malo en la columna. Les mostraré el problema”. Así que nos llevó a la base de la columna, y pudimos ver el cimiento. El cimiento había sido agrietado por una raíz del césped, y esa pequeña raíz echó abajo la columna. ¡Oh, que divina lección nos ofrece a todos! No debemos permitir que las raíces de la vieja naturaleza destruyan nuestros cimientos porque derribarán nuestra vida y ministerio. Lamentablemente, en años recientes hemos visto derrumbarse algunos de los ministerios más sobresalientes, a causa de cimientos agrietados. El arrepentimiento es un principio elemental del cristianismo que debemos mantener toda nuestra vida. El siguiente principio fundamental es la “fe en Dios”. Debemos buscar a Dios para que nos dé una fe que crezca constantemente. Después tenemos la doctrina de los bautismos, que son las enseñanzas elementales de la doctrina del bautismo en agua y el bautismo en el Espíritu Santo. Estas son enseñanzas básicas; y no son verdades profundas. A veces las personas piensan que cuando son bautizadas en el Espíritu Santo, han alcanzado la espiritualidad más alta. Pero la realidad de este asunto es que el bautismo en el Espíritu Santo simplemente nos da poder para ser lanzados a los propósitos de Dios. Es poder para el servicio. Las doctrinas de imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno, también son elementales. Estas doctrinas son leche, y no constituyen alimento sólido. El apóstol Pablo insta a la Iglesia de todas las generaciones a ir más allá de estas verdades fundamentales y proseguir a la perfección.

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6:3 “Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite”. Pablo está refiriéndose al versículo uno cuando los exhortó: “vamos adelante a la perfección”. La actitud de nuestro corazón debe pasar de los principios fundamentales hacía la perfección. Sin embargo, en el versículo tres, Pablo equilibra esta verdad y nos dice que “seguir adelante” depende también de algo más: de la soberanía de Dios. “Esto haremos, si Dios en verdad lo permite”. Aunque nuestra voluntad está involucrada en seguir adelante, también lo está la gracia soberana de Dios. La verdad es que no podremos avanzar hacia la madurez espiritual, a menos que Dios de manera soberana nos imparta gracia nueva. Para ilustrar este concepto de la voluntad del hombre y la gracia de Dios, nosotros podemos pensar en un maestro y en un alumno. Durante todo el año el maestro anima a sus alumnos a estudiar para poder aprobar sus exámenes y pasar al siguiente grado. Pero al final del año, la decisión de qué alumnos van a pasar depende del maestro. Tenemos que entender la soberanía de Dios y el libre albedrío del hombre. Pablo dice: “Prosigan, pasen las doctrinas elementales y vayan adelante”. Pero es Dios quien determina si podemos continuar hacia verdades frescas. Dios no nos llevará más adelante si no tenemos las cosas claras, y si no caminamos a la luz de la verdad que ya tenemos. Por lo tanto, necesitamos clamar constantemente a Dios por Su gracia y misericordia para que pasemos nuestras pruebas por su poderosa gracia, y prosigamos hacia la perfección. El llamado es hacia la perfección o hacia la madurez cristiana. Lo aterrador de volverse en contra de la Luz 6:4-6 “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Es obvio que Pablo consideraba que la caminata de un cristiano normal incluía experiencias especiales con el Espíritu Santo: el gustar de los poderes del siglo venidero, tener visiones del cielo y mucho más. “Y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Aquí Pablo está advirtiendo que no podemos jugar con Dios. Un hombre o una mujer, que ha sido iluminado con la gloriosa luz del Evangelio, no puede volverse en contra de estas verdades y rechazarlas sin tener graves consecuencias. Más adelante, en el capítulo 10:26, Pablo afirma esto cuando dice: “Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados”. Es terrible tener esta maravillosa luz y luego desecharla y burlarse de ella. Una cosa es ser ignorante, como Pablo lo fue antes de su conversión (1 Ti. 1:13-14); pero cuando conocemos a Cristo y luego nos volvemos en contra de Él, esto mucho más serio (1 P. 2:20-22). Algunos cruzan la línea y después ya no pueden regresar. Unos cuantos versículos más adelante Pablo les dijo a los hebreos que él estaba persuadido de mejores cosas para ellos (6:9), aunque tenía que advertirles de una forma severa. 6:7-9 “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada. Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así”.

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Aquí el apóstol Pablo está haciendo una analogía de nuestro corazón siendo comparado con la tierra. Cuando Dios derrama Su Espíritu es como la lluvia sobre la tierra árida. Los labradores son Sus ministros que plantan la Palabra de Dios y cultivan lo que se siembra en el corazón de los hombres. El Señor y sus labradores buscan un buen fruto. La hierba provechosa representa los frutos del Espíritu, y esta es la clase de fruto que Dios espera de Su pueblo. Las espinas y los abrojos son el resultado directo de la caída y representan las obras de la carne. Dios había sembrado semillas seleccionadas de su Palabra en los creyentes hebreos y las había regado abundantemente. Él esperaba plantas provechosas, pero en lugar de esto, brotaron muchas espinas y abrojos en sus tierras descuidadas. El apóstol Pablo les advirtió que las espinas y abrojos son reprobados y están próximos a ser maldecidos, y su fin es el de ser quemados. Es obvio que Pablo está aplicando la analogía a los hebreos porque termina diciendo: “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque así hablamos”. Nunca debemos jugar con el Dios viviente. Siempre cosecharemos lo que sembramos. Si sembramos las semillas de la carnalidad en nuestra vida, esas semillas van a producir fruto malo, y así seremos juzgados. Por otro lado, el fruto del Espíritu (que es el fruto de una vida obediente) recibe la bendición de Dios y es aceptado por Dios. Los hombres y las mujeres que producen las obras de la carne son malditos y están próximos a ser quemados. Esto se refiere al lago de fuego. No debe haber malas interpretaciones acerca de todo esto. Esto lo enseñó el mismo Señor Jesucristo en el capítulo quince del evangelio de Juan. Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará” (Jn. 15:1-2). Dios “quita” todo pámpano que no lleva fruto. En Juan 15:5, Jesús dice: “Vosotros sois los pámpanos”. Si nosotros no producimos fruto, somos quitados. No debemos malinterpretar este tema. Cristo se está refiriendo a los cristianos aquí, y no a los que están en el mundo. “Todo pámpano que en mí [(en Cristo] no lleva fruto, lo quitará”. Si no producimos el fruto que el Señor desea, seremos reprobados y maldecidos. Las advertencias de Pablo, de los otros apóstoles y del mismo Señor Jesucristo, fueron siempre para los creyentes y no para los incrédulos. Sus epístolas fueron escritas para la Iglesia. Los incrédulos no leen las Escrituras. La Palabra de Dios está escrita para los cristianos y las advertencias se aplican a ellos. Recuerde, Demas estuvo con el apóstol Pablo casi hasta el fin, pero luego abandonó a Pablo porque amó este mundo (1 Ti. 4:10). Judas fue uno de los doce apóstoles originales del Señor Jesucristo. Él hizo milagros, echó fuera demonios y ayudó a alimentar a los cinco mil. Pero al final, traicionó al Salvador. Por lo tanto, debemos de echar mano de la vida eterna (1 Ti. 6:12, 19). La vida eterna es para aquellos que permanecen hasta el fin. Recompensas 6:10 “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”. Pablo trata de animar a los lectores hebreos porque habían estado pasando por muchas pruebas. Él les está recordando que cada buena obra es observada por Dios y será ampliamente recompensada. Apocalipsis 14:13 declara: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (ver 1 Ti. 5:25). Nuestras obras nos seguirán hasta la eternidad. La siguiente historia nos ilustra claramente esta verdad.

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En una ocasión, conocí a cierta dama que había estado seriamente incapacitada desde su nacimiento. Su madre era una mujer piadosa y había orado al respecto y recibió la seguridad de que Dios iba a sanar a su hija. En cierto momento su fe fue probada severamente, porque a la edad de diecisiete años su hija empezó a debilitarse. Los vecinos vinieron para consolarla y oraron con la madre, pero la hija murió poco después. Cuando un cristiano muere, el ángel del Señor desciende y el cristiano sale de su cuerpo. Su espíritu queda a corta distancia del cuerpo por unos cuantos minutos, hasta que se da cuenta de que está muerto. Algo en el espíritu tiene que asimilar el hecho de que está muerto. El ángel y la persona entonces van juntos al cielo. Esta jovencita de diecisiete años murió y fue llevada al cielo. El ángel tenía instrucciones de mostrarle muchos de los esplendores de los cielos. Una de las cosas que más le asombraron a ella, fueron las recompensas que se les dan a los santos. “Nada es olvidado”, dijo ella. “Incluso una sonrisa o un apretón de manos son recompensados. Por cada pequeña cosa que hacemos, hay una recompensa. Absolutamente nada es olvidado”. Las pequeñas cosas que a nosotros nos parecen sin importancia, y los pequeños actos de amabilidad que hacemos desde lo profundo de nuestro corazón, son recordados por Dios. Cosas de las que hace mucho nos hemos olvidado, son registradas en el libro de Dios; ya sea una palabra amable de ánimo, una palmadita en la espalda o el hecho de atar las correas del zapato de un niño. Luego de ver la magnificencia del cielo, ella vio al Señor. Él le sonrió con mucha ternura, y fue muy amoroso. Luego de decirle algunas cosas, todo Su rostro cambió a un rostro de extrema ira y le dijo: “Satanás, deja ir a mi niña”. Y luego dijo a ella: “Yo tengo una obra para que tú hagas y debes de volver”. Oh, cuánto le rogó ella que no la enviara de vuelta. Bien, usted sabe cómo es el Señor. Él solamente le sonrió y le dijo: “Yo quiero que tú regreses”. Entonces ella y el ángel regresaron. Cuando ella y el ángel se acercaron a la cama de la joven, ella pudo ver la gente alrededor que estaba hablando y decía: “Oh, es tan triste”. No obstante, pudo ver a su piadosa madre, en el otro cuarto, todavía orando: “Señor, tú prometiste. Señor, tú prometiste”. Esto continuó por casi dos horas. Entonces cuando la chica se acercó a su cuerpo, el ángel la tocó y ella entró nuevamente a su cuerpo. Ella revivió y saltó completamente sana. El poder de Dios en la resurrección fue tan grande que ella caminó por varias semanas en las puntas de sus pies; ésta era una muchacha que nunca antes había caminado. Todos los periódicos en Tennessee le tomaron fotos, y el relato de este milagro fue el objeto de mucha publicidad. Volviendo por un momento al punto principal, podemos ver en este episodio, no solamente la absoluta realidad de la vida por venir, sino también las recompensas de Dios para los fieles. Dios recompensa al cristiano por cada acto sencillo de bondad. Los hebreos necesitaban recordar que Dios no había olvidado “sus obras y trabajos de amor”. Advertencias contra la pereza 6:11 “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza”. De nuevo somos enfrentados a considerar el fin. La vida es una carrera y no debemos rendirnos en la onceava hora como lo hizo Demas (2 Ti. 4:10). Debemos terminar nuestra carrera y mantener la fe. Pablo está dando una seria advertencia aquí contra la pereza espiritual.

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6:12 “A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. La vida cristiana demanda diligencia. Si vamos a lograr algo en la vida, tendremos que darlo todo. Los ganadores son aquellos que se levantan temprano y van a dormir tarde; siempre están trabajando. Dios recompensa el trabajo arduo. Él honra las largas horas de estudio y oración. Los jóvenes deben aprovechar su juventud y usar su fuerza y energía sabiamente (Ec. 12:1). Tenemos que ser cuidadosos de cómo usamos nuestro tiempo. Cuando era yo joven perdí mucho tiempo valioso porque amaba el fútbol. Mi comida, mi bebida y mi sueño era el fútbol. Bueno, llegué a ser muy bueno en el fútbol. Pero ¿saben qué hizo el fútbol por mí? Me hizo un hombre pobre espiritualmente. Proverbios 21:17 dice: “Hombre necesitado será el que ama el deleite (o el deporte)”. Los deportes, los placeres, y los entretenimientos, dejan el alma vacía. Debemos ser cuidadosos, aun con las cosas legítimas. Los pasatiempos son muy agradables, pero consumen el tiempo. Alguien podría decir que no hace daño tenerlos, y quizá es verdad, pero nuestro tiempo es consumido por ellos. Es correcto hacer ejercicio para mantener nuestro cuerpo en forma, pero debemos hacer todo con moderación. Invirtamos nuestro tiempo en aquellas cosas que permanecen para siempre. El tiempo no puede ser comprado, prestado o recobrado. El tiempo es un depósito sagrado. Dios nos pedirá cuentas de cómo hemos usado nuestro tiempo. Él nos dará suficientes años sobre la tierra para cumplir nuestra carrera en esta vida, pero si desperdiciamos nuestro tiempo, no podremos completar Su plan perfecto para nuestra vida. “Sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Consideremos por un momento el tema de “heredar las promesas”. Una cosa es que Dios nos dé una promesa, o que veamos una promesa en la Palabra de Dios. Sin embargo, tener una promesa no significa que poseamos esa promesa. Sólo porque Dios nos dé una promesa no quiere decir que vamos a obtenerla. He tenido gente que viene con un pedazo de papel y me dice: “Dios me dio esta profecía,” y me piden que la lea. Entonces yo les respondo: ¿Qué pasos has dado para asegurarte que la profecía ocurrirá? ¿Ya cumpliste con las condiciones que Dios te pidió en la profecía? Quizás la profecía diga: “Tú enseñarás mi Palabra con gran autoridad, pero primero debes entregarte al estudio de mi Palabra y a mucha oración”. Si la persona se rehusó a permanecer en la escuela Bíblica que Dios escogió para ella, y se fue a una escuela secular a estudiar filosofía y psicología, ciertamente, ese ministerio de enseñanza ungida no se cumplirá. La profecía no se cumplirá a menos que obedezcamos lo que dice. Virtualmente hay condiciones para cada profecía. Las profecías no se cumplen a menos que cumplamos los requisitos. Recuerde, nuestro deseo es heredar las promesas, no sólo hablar de ellas. 6:13-14 “Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto, te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente”. Esta es una promesa que fue confirmada a Abraham en Génesis 22:16-17. Antes de esto, había sido una promesa, pero ahora era un juramento solemne proclamado desde el cielo por Dios a Abraham. Usted puede ver en el contexto de Génesis 22, que este juramento le fue dado a Abraham después de no haberle rehusado nada a Dios, ni siquiera su más querida posesión, Isaac. A veces Dios probará nuestro corazón, y nos pedirá que le ofrezcamos nuestro “Isaac” a Él. Sin embargo, siempre nos concederá gracia especial para hacerlo. Si estamos dispuestos a sacrificarle a Dios lo más querido de nuestro corazón, entonces Dios nos dará lo mejor de Él. Esta entrega, en rendir o no, nuestras más preciadas posesiones, determinará si hemos de recibir o no, las más grandes bendiciones de Dios para nuestra vida.

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6:15 “Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa”. La promesa que obtuvo Abraham fue el nacimiento de Isaac. Sin embargo, Isaac fue solamente una pequeña muestra de todo lo demás que había de venir. A través de Isaac todas las otras promesas serían cumplidas, porque de Isaac vendría Jesucristo. Abraham tuvo que tener gran paciencia para obtener la promesa que Dios le dio. Abraham tenía cien años y Sara noventa antes de que naciera Isaac. Cuando Dios nos da una promesa suena tan maravilloso. Es como si los cielos se abrieran y fuéramos levantados a los lugares celestiales. Pero, una cosa es tener la promesa, y otra cosa es que se cumpla. Con frecuencia hay un largo y arduo camino entre recibir la promesa y su cumplimiento. 6:16-18 “Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”. Cuando los hombres hacen un juramento o una declaración solemne, invocan a alguien más grande que ellos para confirmar y testificar la honestidad o veracidad de dicha declaración. Debido a que Dios no podía jurar por alguien mayor, le juró a Abraham con un juramento por Sí mismo. Esto se refiere al momento en Génesis 22:16-17, cuando Dios le habló a Abraham desde el cielo y le juró que en su simiente “serían benditas todas las naciones de la tierra”. Dios hizo esto por dos cosas inmutables: Primero, por una promesa y después por un juramento a Abraham. La “Simiente” que bendeciría a todas las naciones es el Señor Jesucristo (Gá. 3:16). Debido a que nosotros pertenecemos a Jesucristo, entonces somos también descendencia de Abraham y herederos de las promesas. Dios quiso que los herederos de la promesa tuvieran tal seguridad de Sus promesas, que Él las confirmó con un juramento pronunciado con voz audible desde los cielos. Toda la tierra iba a ser bendecida a través de una simiente prometida: la del Señor Jesucristo. Pero, ¿cuál es nuestra esperanza y bendición final, traída por medio de la simiente especial de Abraham, que es el Señor Jesucristo? ¡Es la de ser llevados detrás del velo donde ha entrado Jesús nuestro precursor! Su misión final fue abrir el velo y hacer posible la redención plena. Cristo pagó nuestra deuda del pecado, hizo provisión para la sanidad de nuestro cuerpo, y nos ha dado otras muchas bendiciones. Él también nos ha ofrecido la posibilidad de entrar detrás del velo, a la misma presencia de Dios y el ser hechos perfectos. 6:19-20 “La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Éste es el tema de Hebreos: ser llevados detrás del velo. El propósito final de Dios es introducirnos al Lugar Santísimo, a la misma presencia de Dios. Esta es la esperanza gloriosa del cristiano, entrar detrás del velo. Esta es el ancla de nuestra alma. Oh, cuando hemos dado un vistazo a lo que Dios tiene para nosotros, esto nos sostiene a través de las pruebas. Por encima de cualquier cosa, yo quiero entrar detrás del velo. ¿No es éste su deseo también? En resumen, me gustaría reiterar lo que hemos dicho en el capítulo 6:13-20. 1) Repetidamente se le prometió a Abraham una simiente especial. Esta simiente (Jesucristo) descendería de Isaac (Gá. 3:16) y bendeciría al mundo entero.

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2) Abraham y Sara no tenían descendencia. Existió un largo período entre el tiempo de la promesa y el nacimiento de Isaac. Durante años ellos soportaron pacientemente y esperaron. Entonces nació Isaac. 3) Más tarde Abraham fue puesto a prueba. Dios le pidió que ofreciera a Isaac en sacrificio. Cuando Abraham estuvo dispuesto a dar a su único hijo amado, Dios le confirmó su promesa y la convirtió en un juramento. Él habló audiblemente desde el cielo diciendo: “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia... en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gn. 22:16-18). 4) Al proclamar este juramento desde los cielos, Dios quiso añadir seguridad a los herederos de la promesa, que lo que dijo era inmutable y ciertamente ocurriría. 5) Cuando vino la Simiente prometida, su misión principal era ser el sacrificio que rasgaría el velo. Como precursor, Cristo entró detrás del velo, y Él ha ofrecido este privilegio a los suyos. Es detrás del velo que se hace posible la perfección cristiana y la plena redención. Esto concluye la tercera advertencia de Pablo a la Iglesia. No debemos acampar alrededor de las verdades elementales y quedarnos allí. Somos llamados a seguir a la perfección. No debemos conformarnos con ser santos del “Atrio Exterior”. Somos instados a movernos, por la gracia de Dios, hacia el Lugar Santo, para luego entrar detrás del velo. Ésta fue la visión que el apóstol Pablo quería darles a los hebreos. Él advirtió: “No rechacen las maravillosas verdades que conocen, no sean perezosos y no sean tardos para oír”. Que Dios nos ayude para poder escuchar y responder a lo que su Espíritu está diciéndonos hoy. Que los cielos digan de nosotros como Pablo le dijo a los hebreos, “Estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así”.

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Sección 5 EL SACERDOCIO SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC 7:1-28 Consideremos ahora el sacerdocio del Nuevo Testamento que está conformado según el orden de Melquisedec. En capítulos anteriores, el apóstol Pablo ha aludido al sacerdocio de Melquisedec, pero ahora se va a enfocar en esta importante verdad. No solamente es una verdad importante, sino que es una verdad difícil de entender. Como ya mencionamos anteriormente, el apóstol Pablo está tratando de probar que el Nuevo Pacto es mucho mejor que el Antiguo Pacto. Así como existió un sacerdocio bajo el Antiguo Pacto, también hay un sacerdocio bajo el Nuevo Pacto. Sin embargo, el sacerdocio del Nuevo Testamento no está constituido según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec. Por lo tanto, Pablo va a presentarnos a Melquisedec en el capítulo 7:1. 7:1 “Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo”. Históricamente, Melquisedec fue rey de Salem, y Salem era el nombre antiguo de Jerusalén. Él también era sacerdote del Dios altísimo, y no solamente era rey de Jerusalén, sino que también era sacerdote. Esto fue una desviación del régimen del Antiguo Pacto. Bajo el Antiguo Testamento, la línea de los reyes venía de la tribu de Judá, y el sacerdocio provenía de la tribu de Leví. Melquisedec fue diferente, él fue rey y sacerdote al mismo tiempo. Aquí sería bueno hacer una breve pausa para considerar porqué hubo un cambio del sacerdocio Levítico al sacerdocio de Melquisedec. La intención original de Dios para su pueblo, después de haberlos redimido de la esclavitud de Egipto, fue hacerles un reino de sacerdotes y una nación santa. En Éxodo 19, Israel acampó delante del monte Sinaí. El Sinaí es una analogía de la fiesta de Pentecostés. Ellos acamparon en el Sinaí durante el tiempo de la fiesta de Pentecostés en el mes tercero. En Éxodo 19:6, el Señor dijo a los hijos de Israel: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. Este fue el plan original de Dios: que Israel fuera una nación de reyes y sacerdotes. Este plan fue frustrado temporalmente debido a la rebelión de ellos, pero Dios nunca es frustrado en sus planes. Él cumpliría su plan más adelante, bajo otro pacto. Cuando Israel cayó en rebelión e idolatría al pie del monte Sinaí, hicieron un becerro de oro. Irónicamente, fue Aarón, el sumo sacerdote, quien los guiaba. Cuando Moisés descendió del monte y vio lo que habían hecho, él llevó a la nación entera a que tomara una decisión. Clamando en alta voz les dijo: “¿Quién está por Jehová?” Solamente la tribu de Leví respondió. Los Levitas permanecieron con Moisés y con Dios, tomando una posición incluso contra sus propios hermanos. En este punto Dios decidió quitarle el sacerdocio a Israel como nación y dárselo únicamente a una tribu, la de Leví (ver Ex. 32; Nm. 3:12, 41, 45; Dt. 33:8-11).

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Leví deseó tanto las cosas que agradaban a Dios, que estuvo dispuesto a usar la espada aun en contra de su propia carne. Esto es algo que pocos están dispuestos a hacer. Por esto, Dios hizo un pacto con Leví: “Mi pacto con él fue de vida y paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. La ley de verdad estuvo en su boca e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad” (Mal. 2:5-6). Éstos son los requisitos que Dios exige de Sus sacerdotes. Leví, y solamente Leví, recibió el sacerdocio. Sólo la tribu de Judá tenía los derechos para el reinado. Pero en el Nuevo Testamento, Dios reunió a estos dos oficios. El Nuevo Testamento hace posible que cada creyente pueda llegar a ser un rey y un sacerdote, como Melquisedec. Esto es retomado por el apóstol Pedro en 1 Pedro 2:9: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa”. ¡Real sacerdocio! Esto es precisamente lo que Dios le había dicho a Israel en Éxodo 19:6, antes de que ellos mismos se descalificaran. Hoy esas mismas promesas son ofrecidas a la Iglesia. El libro de Apocalipsis está mezclado con el tema de ser reyes y sacerdotes para Dios (ver Ap. 1:6; 5:9-10; 20:6). Me gustaría citar una escritura en particular: “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Ap. 1:6). La pregunta que surge es: ¿Cómo hemos de convertirnos en reyes y sacerdotes? Bueno, tenemos que estar arraigados y cimentados en un sacerdocio que combine ambos, el reinado y el privilegio del sacerdocio: el sacerdocio de Melquisedec. En Hebreos 7:1, Pablo resalta que Melquisedec salió a recibir a Abraham cuando volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo. Para apreciar plenamente este relato, tenemos que leer Génesis 14:17-20 para encontrar la primera mención de Melquisedec. Génesis es un libro que contiene las semillas de toda verdad. Virtualmente, todo tiene su origen en Génesis. “Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo” (ver Gn. 14:18-20). Abraham fue bendecido por Melquisedec. Esto será desarrollado un poco más adelante por el apóstol Pablo. Aunque Melquisedec solamente es mencionado brevemente en Génesis capítulo 14, y una vez en el Salmo 110:4, él fue un profundo tipo de Cristo, y del sacerdocio del Nuevo Testamento que vendría. 7:2 “A quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz”. Abraham pagó diezmos a Melquisedec, como también lo hizo Leví, cuando estaba aún en los lomos de Abraham. Esta es una verdad muy importante que será explicada por el apóstol Pablo. Luego, interpreta el significado del nombre de Melquisedec: “cuyo nombre significa primeramente Rey de Justicia”. Él fue un perfecto tipo del Señor Jesucristo, porque fue un rey justo. “Y también Rey de Salem [o Jerusalén], esto es, Rey de Paz”. Aquí tenemos dos de los títulos del Señor Jesucristo. Él es Aquel quien reina en justicia. Él es el Rey de justicia y Su cetro, es cetro de justicia. Melquisedec fue también rey de Salem, o Rey de Paz. Salem significa “Paz”. Ciertamente nuestro Señor Jesucristo es el Príncipe de Paz. Melquisedec fue un notable tipo del Señor Jesucristo. 7:3 “Sin padre, sin madre, sin genealogía, que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”. Para algunos, el versículo tres es un

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poco difícil de entender, pero en realidad, si lo miramos cuidadosamente, creo que lo entenderemos. Pablo está hablando de un hombre que es rey y sacerdote. Pero nos dice: “Sin padre, sin madre”. En el griego original simplemente significa: “Padre desconocido, madre desconocida”. Por supuesto que Melquisedec tuvo padre y madre. Pero el punto que Pablo está tratando de establecer es que Melquisedec no fue rey o sacerdote por causa de su genealogía. Él no era un rey en virtud del hecho de que su padre fuera rey antes que él. No fue un sacerdote porque su padre lo haya sido antes que él. En el Antiguo Testamento, los reyes de Judá reinaban debido a su genealogía. Ellos podían trazar su genealogía hasta David, y por ende, sus demandas al trono estaban basadas en el derecho de nacimiento. Así mismo, el sacerdote debía remontar su genealogía hasta Aarón. Por lo tanto, sus demandas al sacerdocio estaban basadas en la genealogía. Sin embargo, en el Nuevo Testamento es completamente diferente. El Nuevo Testamento no está basado en la genealogía. Cuando estudiamos la historia de los tiempos de Melquisedec, encontramos que los reyes ascendían al trono por elección, no por genealogía. Ésta es la razón por la cual Pablo dijo: “Sin padre, sin madre”. En el griego original dice que su padre y su madre eran desconocidos. La genealogía natural no intervino en esto. Luego Pablo dice: “sin genealogía”N.Ed. Esto significa que sus hijos no heredaron el trono por derecho de nacimiento. El reinado fue determinado por elección. Podríamos usar la analogía entre la presidencia de Estados Unidos y la familia real de Inglaterra. La familia real de Inglaterra no es elegida al trono, sino que los herederos ascienden al trono en virtud de su genealogía. Ellos pueden rastrear su linaje muchos años hacia atrás. Este linaje real en particular, ha durado más de novecientos años; mientras que en los Estados Unidos los líderes son escogidos mediante una elección, y no por su genealogía. Los hijos del presidente no heredan automáticamente la presidencia. “Que no tiene principio de días, ni fin de vida”. Melquisedec no fue la preencarnación de Cristo, como algunos lo han sugerido. No es posible que Cristo tuviera una existencia anterior como hombre sobre la tierra. Esto significaría que Cristo nació dos veces, y dos veces murió. Melquisedec fue un hombre. Fue literalmente, un rey elegido en Jerusalén. Cuando Pablo dice de él “que no tiene principio de días”, significa que el sacerdocio o reinado de Melquisedec no fue remontado hasta su genealogía, o hasta su nacimiento. “Ni fin de vida”. El apóstol Pablo hace referencia al hecho de que el ministerio de Melquisedec continuó hasta la eternidad y no terminó con la muerte. Melquisedec se asemeja al Hijo de Dios. En otras palabras, fue un tipo extraordinario de Cristo. Él fue como el Hijo de Dios, pero no era el Hijo de Dios. Melquisedec “permanece sacerdote para siempre”. Los sacerdotes de la tribu de Aarón, del Antiguo Testamento, cesaban su sacerdocio al morir. La única excepción fue Finees, a quien se le dio un sacerdocio eterno porque actuó correctamente al detener la inmoralidad en la congregación. “Entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel. Por tanto diles: He aquí yo establezco mi pacto de paz con él; y tendrá él, y su descendencia después de él, el pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel” (Nm. 25:10-13) N.Ed. En la versión King James dice: “Sin descendencia”.

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Finees entró a lo que tenemos en el período del Nuevo Testamento: un sacerdocio eterno. Este es un ministerio que no termina con la muerte sino que continúa después de la muerte por la eternidad. No somos llamados a ser reyes y sacerdotes solamente durante esta vida, sino que somos llamados también para gobernar y reinar como reyes y sacerdotes por toda la eternidad ante el trono de Dios. Este es el ministerio y sacerdocio de Melquisedec. 7:4 “Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín”. Aunque Melquisedec solamente es mencionado en dos o tres versículos del Antiguo Testamento, debemos considerar la grandeza de este hombre. Era tan grande que aun Abraham le dio los diezmos de todo lo que él tenía. El sacerdocio Levítico, que aún estaba en los lomos de Abraham, se estaba sometiendo a Melquisedec y pagándole los diezmos. Melquisedec era como el Hijo de Dios. 7:5-7 “Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”. Aquí Pablo está comparando los dos sacerdocios: el levítico y el de Melquisedec. Los sacerdotes levíticos tomaban los diezmos de los israelitas, es decir, de los descendientes de Abraham; pero Melquisedec tomó los diezmos de Abraham, el padre de la nación Israelita. E incluso Leví, que aún estaba en los lomos de Abraham, estaba pagando los diezmos a Melquisedec. Pablo resalta esto en los versículos del 9 al 10. De modo que, nosotros podemos ver la grandeza de este hombre, y del sacerdocio que fue bastante superior al sacerdocio levítico. “Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor”. Cuando Melquisedec bendijo a Abraham, el sacerdocio superior estaba bendiciendo al sacerdocio inferior. Porque aunque Melquisedec estaba bendiciendo a Abraham, éste estaba bendiciendo a Leví, y al sacerdocio que habría de nacer. 7:8 “Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.”. Pablo está enfatizando que los sacerdotes Levíticos abandonaban su sacerdocio al morir, mientras que el ministerio de Melquisedec continuaba después de esta vida. Melquisedec entró a ese lugar de vida eterna que llegó a estar disponible en la era del Nuevo Testamento. 7:9-10 “Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro”. Esta es una verdad expuesta por el apóstol Pablo en Romanos 5:12-14. Pablo aquí nos da a entender que cuando Adán pecó, nosotros también pecamos, porque estábamos en Adán cuando él pecó. En Adán, todos morimos, porque estábamos en él y éramos parte de él. Este pensamiento es difícil para el mundo occidental, pero para el mundo oriental es verdaderamente sencillo. Por lo tanto, debemos ajustar nuestro patrón de pensamiento a la mente oriental y a la Palabra de Dios. Los judíos pueden entender esto perfectamente. Cuando Abraham pagó los diezmos, Leví estaba en sus lomos. Por consiguiente, cuando Abraham los pagó, todos sus descendientes que estaban en sus lomos pagaron los diezmos también. Cuando Abraham se sometió a Melquisedec, también Leví se estaba sometiendo a Melquisedec. Por lo tanto, el sacerdocio Levítico, en cierto sentido, estaba siendo bendecido por Melquisedec cuando Abraham fue bendecido por él.

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7:11 “Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?” “Si pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico”. Pablo está tratando de señalar algo aquí: que nuestra meta es la perfección. Debemos entender que la meta en el cristianismo es llevarnos a la perfección. Él razona que si la Ley y el sacerdocio del Antiguo Testamento llevaran a la perfección, ¿por qué entonces habría necesidad de que se prometiera otro pacto y otro sacerdocio? La razón del cambio de orden es sencilla: el antiguo no cumplía con los propósitos de Dios ni perfeccionaba al pueblo. El rey David profetizó que se levantaría otro sacerdocio, y que sería según el orden de Melquisedec (Sal. 110:4). Si el sacerdocio levítico hubiera sido efectivo, no tendría caso que David pronunciara esa declaración profética. El Sacerdocio del Antiguo Testamento fue incapaz de perfeccionar al pueblo de Dios. Por lo tanto, se levantaría otro sacerdote según el orden de Melquisedec, que haría perfecto al pueblo de Dios. 7:12-14 “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio”. Junto con el cambio de sacerdocio, también era necesario que hubiera un cambio de dispensación. No era posible cambiar el sacerdocio levítico sin cambiar también todas las leyes. Un nuevo sacerdocio requeriría nuevas regulaciones y tendría que haber sido administrado de otro modo. Por lo que dicen los versículos 13 y 14, es obvio que el nuevo sacerdocio implicaba un Nuevo Pacto: “Y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio”. El Señor era de la tribu de Judá, no de la tribu de Leví. La Ley del Antiguo Testamento limitaba el sacerdocio a la tribu de Leví únicamente. Por lo tanto, al introducir un nuevo sacerdocio, la ley tenía que ser cambiada. Ciertamente, un nuevo sacerdocio requería un Nuevo Pacto y una nueva dispensación. Bajo la Ley, Moisés no emitió ley alguna que permitiera a otras tribus ministrar en el altar. Este privilegio únicamente pertenecía a la tribu de Leví. Ni aun los reyes de Judá podían acercarse al altar a ofrecer sacrificios. Cuando el rey Uzías trató de ejercer el sacerdocio, fue herido con lepra para el resto de su vida. 7:15 “Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto”. ¡Todas las profecías que contiene la Escritura tienen que cumplirse! La palabra profética del Salmo 110:4, mostraba claramente que vendría un nuevo orden sacerdotal. “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. También fue muy evidente en Génesis 14 que Melquisedec combinaba ambos oficios: rey y sacerdote. De estas dos porciones de la Escritura, podemos ver que el orden de Melquisedec tenía que ser restaurado. 7:16 “No constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible”. Cristo no fue hecho Sumo Sacerdote debido a Su genealogía terrenal. Generalmente, este oficio recaía sobre el hijo mayor después de la muerte de su padre. La palabra profética creativa de David en el Salmo 110:4, fue la fuerza espiritual que dio a luz al sacerdocio de Melquisedec, y ésta palabra es para siempre (He. 5:6). “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. El Sacerdocio del Nuevo Testamento es un sacerdocio eterno.

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7:17 “Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. De nuevo Pablo hace referencia al Salmo 110:4. Aunque este salmo es profético del sacerdocio de Jesús, los otros versículos del Salmo se enfocan en Su reinado, que procederá de Su posición en Sion. En el Salmo 110:1-2 David dijo: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Jehová enviará desde Sion la vara de tu poder; domina en medio de tus enemigos”. Por lo tanto, el trono del gobierno está situado en Sion. Sion nos habla de la realeza combinada con el sacerdocio, lo cual es el ministerio de Melquisedec. Este ministerio representa la autoridad, la perfección y la santidad de Sion. Por lo tanto, nuestra meta es llegar a Sion. Éste es uno de los temas principales de la epístola de Pablo a los hebreos. 7:18 “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia”. Pablo está diciendo que el primer pacto y sus ordenanzas levíticas fueron anuladas y abandonadas debido a su debilidad e inconveniencia. El primer pacto no pudo producir el fruto que Dios deseaba. En el versículo diecinueve, para reforzar este argumento, él añade: 7:19 “Porque nada perfeccionó la ley; más hizolo la introducción de mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios” (RV1909. Aquí está nuevamente, el tema de la perfección. La Ley, por sí misma, no pudo hacer perfecto a nadie. Pablo muestra en Romanos que la Ley solamente revela el pecado, pero no le da a nadie el poder para cambiar. La Ley no perfecciona nada: “mas hízolo la introducción de mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios”. Ésta es la clave para la perfección. Esto es lo que Dios siempre ha deseado. Él siempre ha anhelado que el hombre pueda entrar a Su presencia de una forma muy íntima, para cambiar su corazón por medio de una relación. Dios siempre ha dado el primer paso hacia el hombre; porque en Éxodo 25:8 el Señor dijo: “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”. Éste es el propósito de la creación; que el Dios santo more en medio de Su pueblo. Este propósito es similar al propósito de tener una familia. ¿Cuál es el propósito de tener hijos? Los hijos no piden nacer. ¿Por qué los padres desean hijos? Es porque ellos sienten que hace falta algo en su vida, y quieren tener el gozo de tener hijos. Incluso después de que los hijos han crecido, y se han ido lejos del hogar, sus padres aún desean estar con ellos. En Navidad, en el día de Acción de Gracias y en cualquier otra ocasión especial, los hijos llegan a casa porque a los padres les gusta estar rodeados de sus hijos. Algunas personas que no pueden tener hijos propios, adoptan hijos para satisfacer su necesidad. Bueno, Dios también es Padre. Él está en las alturas de los cielos, pero sus hijos están aquí en la tierra. Esta es una situación muy insatisfactoria, especialmente para un Dios de amor. ¿Qué es lo que él desea hacer? Él quiere morar entre sus hijos. Por lo tanto, el propósito del Tabernáculo era permitir que hijos pecadores se acercaran a un Padre santo. El problema fue que aunque el Tabernáculo de Moisés le permitía a Dios morar en medio de Su pueblo, Él tenía que estar confinado al Lugar Santísimo. Existía un velo que separaba a Dios de Su pueblo debido a Su santidad. No había sacrificio suficientemente grande como para permitir que Sus hijos entraran a Su presencia en una forma íntima. Otro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec vendría más tarde y rasgaría este velo. Ese Sumo Sacerdote fue nada menos que el Señor Jesucristo. El Antiguo Pacto (y todas sus ordenanzas levíticas) no era suficiente para un Dios Santo, un Padre Celestial y un Dios de amor quien anhelaba expresar ese amor. El Antiguo Pacto no pudo cumplir con

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lo que Él deseaba. Dios quería que Su pueblo tuviera acceso a Él. Por lo tanto, Él introdujo “una mejor esperanza” por la cual podemos acercarnos a Dios. El Antiguo Pacto fue instituido para mostrarnos los requisitos para entrar al Lugar Santísimo. Sin la ley nunca podríamos haber comprendido o apreciado el sacrificio de Jesús y todo lo que Él logró en la cruz. No tendríamos la posibilidad de haber entendido cómo abrió el camino a la presencia de un Dios santo. Nuestro entendimiento de todas estas cosas viene a través de la Epístola a los Hebreos, a medida que Pablo nos explica los misterios del Antiguo Testamento. 7:20-21 “Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. Jesucristo fue hecho Sacerdote por un juramento de Dios. En el sacerdocio levítico ellos no recibían un juramento de parte de Dios cuando asumían el sacerdocio. Pero Cristo llegó a ser sacerdote por un juramento, cuando Su Padre le juró: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”. Este juramento, es realmente una promesa del nuevo sacerdocio bajo el Nuevo Pacto. Pablo persiste en repetir el Salmo 110:4 porque es una parte integral del Nuevo Testamento: “Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. 7:22 “Por tanto [debido a lo poderoso del juramento], Jesús es hecho fiador [garante] de un mejor pacto”. Por el juramento del Padre, de que Cristo sería sacerdote según el orden de Melquisedec, Él selló el Nuevo Testamento. El Salmo 110:4 realmente es una promesa del Nuevo Pacto. 7:23-24 “Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable”. Hubo muchos sacerdotes en el orden levítico del Antiguo Testamento. Sin embargo, al morir, eran quitados del sacerdocio. Al morir, ya no eran sacerdotes. Pero Cristo vive para siempre, y Su ministerio no cesa ni cambia. 7:25 “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Este es un versículo espléndido: “Es poderoso para salvar a los que por él se acercan a Dios”. La redención de Cristo es muy completa. Él ha provisto totalmente para cada problema en nuestra vida, de modo que ahora es posible para nosotros entrar a la perfección cristiana. Esto nos recuerda el cántico de Ana, cuando ella dijo: “Él levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor” (1 S. 2:8). Mi esposa y yo, hemos visto gente literalmente levantada del muladar para ser puesta entre príncipes, y heredar un sitio de honor. Tal es el poder del Evangelio cuando los hombres y mujeres se rinden totalmente a Su obra. En África Oriental, la tribu Masai vive en partes de Kenia y de Tanzania. Visitamos algunas de las villas de los Masai, donde la riqueza de un hombre está determinada por el tamaño de su muladar. Todas las casas están hechas de estiércol de vaca, y si usted es un huésped distinguido, entonces es conducido dentro de la cabaña para que esté más fresco. Puedo decir que está fue una experiencia muy ilustrativa. Algunos de esos guerreros Masai que estaban sentados en el muladar, se convirtieron y fueron llenos del Espíritu Santo. Ellos fueron notoriamente transformados y levantados a grandes posiciones en Dios. Particularmente pienso en uno de ellos, que fue uno de nuestros estudiantes en la escuela Bíblica cuando enseñábamos en África Oriental. Él fue levantado y ungido por Dios para ministrar a

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las tribus Masai en Kenia por cierto período de tiempo. A causa de su influencia y poder otorgado por Dios, miles de ellos vinieron a escucharlo predicar. Nadie asistía a los mitines políticos cuando él estaba ministrando. Esto obligó a los políticos a planificar sus mitines dependiendo de los servicios. En una ocasión, cuando el presidente estaba enfermo, este hermano le impuso manos y el presidente fue sanado. Instantáneamente, este guerrero Masai fue levantado por Dios del muladar, y tuvo un tremendo impacto sobre toda su nación. Ciertamente Dios puede salvar y llevar hasta lo más alto. Él puede levantar a alguien de las cloacas y sentarlo con los príncipes en el trono de la gloria. Cristo compró una salvación completa. Él es poderoso para salvarnos de cualquier problema en nuestro espíritu, alma y cuerpo (ver 1 Ts. 5:23). La salvación de Dios es una salvación completa. Él puede darnos la victoria sobre todo pecado. “Viviendo siempre para interceder por ellos”. El Señor Jesucristo siempre está delante del trono intercediendo por nosotros; y a través de Su intercesión podemos experimentar una gran salvación. Ése es el propósito de un sacerdote. En el Antiguo Testamento el sacerdote era un mediador entre Dios y el hombre, y entre el hombre y Dios. Israel se acercaba a Dios por medio del sacerdote, pero nuestro mediador es el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, el mismo Señor Jesucristo. 7:26 “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Jesús está perfectamente adaptado a nuestras necesidades. El es Santo, inocente, sin mancha, y Él capacita a Su pueblo para participar de las mismas virtudes. Cristo compartió la misma naturaleza de santidad de Su Padre, pero Aarón fue santo solamente en el sentido que estaba consagrado a cierta función. Cristo era inocente. El era incapaz de lastimar a alguien. Esta es una hermosa descripción de Jesús. Aarón fue considerado inocente solamente porque fue purificado de pecado a través del rito. Hay una gran diferencia. Cristo era la esencia de la inocencia, mientras que Aarón era inocente debido únicamente a los ritos de purificación. Pablo también describe a Cristo como sin mancha. Él fue irreprensible moral y espiritualmente. No había faltas en el Señor Jesucristo. Aarón era limpio solamente porque observaba las reglas para no contaminarse. Cristo fue “apartado de los pecadores” porque nunca pecó. Aarón fue separado porque tenía que obedecer las reglas estrictas de Levítico 21:10-15. Aquí vemos la diferencia entre los dos sumos sacerdotes. En Cristo podemos ver la misma esencia de la santidad, inocencia y pureza. Aarón, el Sumo Sacerdote, poseyó estos atributos solamente de forma externa y superficial a través del ritualismo. Ésta es la gran diferencia. 7:27 “Que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo”. Para que Aarón cumpliera la función de sumo sacerdote, primero tenía que ofrecer sacrificios por sus propios pecados. Él no podía acercarse al Señor sin estos sacrificios. Los sacrificios levíticos lo capacitaban para estar ritualmente puro. Esto es verdaderamente importante. Cuando él ofrecía un sacrificio, esto lo hacía ceremonialmente puro, pero no lo cambiaba. Dentro de él seguía siendo la misma persona, pero a causa del sacrificio era contado como puro. Cada día tenía que ofrecer sacrificios: primero, por sus propios pecados, y luego por los del pueblo. Pero el Cordero de Dios sin mancha hizo expiación por todos los pecados del mundo una vez y para siempre, cuando puso Su vida en la cruz. Él fue el único sacrificio perfecto.

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En el Antiguo Testamento había un recordatorio diario de los pecados debido a que los continuos sacrificios de animales nunca podían hacer perfecto a nadie. Pero Cristo, con un sólo sacrificio, borró para siempre nuestros pecados. 7:28 “Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”. La ley decía que los descendientes de Aarón heredarían el oficio del sumo sacerdote. Sin embargo, el sumo sacerdocio de Cristo no estaba basado en la ley. Estaba basado en la palabra de un juramento pronunciado a través de David en el Salmo 110:4, unos quinientos años después de la ley. Este ha sido mi énfasis en la Epístola a los Hebreos. Debemos experimentar estas cosas. No estamos viendo las diferencias entre el sacerdocio de Aarón y el de Melquisedec sólo académicamente; ni los estamos comparando solamente para entender la causa de la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de Aarón, aunque esto es bastante importante. Lo que estoy tratando de decir es esto: Así como Cristo fue designado para ser sacerdote eterno a través de un juramento, también así, estas escrituras deben ser aplicadas a nuestro corazón por el Espíritu Santo. Ésta es la razón por la que es tan importante tener un encuentro con Dios. Es muy importante tener promesas personales de parte de Dios, y obtener un entendimiento dado por Dios acerca de Sus propósitos para nuestra vida.

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Sección 6 UN NUEVO SANTUARIO Y UN NUEVO PACTO 8:1-13 8:1 “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”. Pablo dice que el punto principal de todo lo que ha dicho es que ¡nuestro Sumo Sacerdote está sentado en el trono ahora mismo! Este Sumo Sacerdote está en los cielos y está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. En su epístola a los Filipenses, Pablo establece que Cristo está sentado por encima de todo principado, potestad y señorío, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla (Fil. 2:10; Ef. 1:21). 8:2 “Ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. Jesús es el ministro del verdadero Tabernáculo. Pablo va a comparar el Templo en los cielos con el Tabernáculo de Moisés que fue construido por el hombre. 8:3 “Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer”. Pablo está diciendo que el propósito de un sacerdote y del sacerdocio es ofrecer sacrificios. Por lo tanto, era necesario que este hombre, Jesucristo, quien es nuestro Sumo Sacerdote, también tuviera algo que ofrecer. 8:4-5a “Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales…”. Cuando Pablo escribió a los hebreos, es obvio que el Templo estaba todavía en pie y funcionando. Los sacerdotes de ese tiempo aún ofrecían sacrificios de acuerdo a la ley, que solamente servían como ejemplo o sombra de las cosas celestiales. El santuario terrenal era solamente una sombra o tipo del santuario en los cielos. Es importante entender esta palabra “sombra”. Una sombra es nada más el bosquejo de un objeto. No es precisamente el objeto. “[Esta es la razón por la cual] se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte”. Porque el Tabernáculo terrenal sólo era una sombra del Tabernáculo celestial, Moisés fue advertido que debía seguir cada medida exactamente como Dios le había mostrado, mientras estaba en el Monte Sinaí. A Moisés se le dio el patrón de las cosas celestiales cuando estuvo en el monte cuarenta días y cuarenta noches. Por lo tanto, el Tabernáculo y los muebles que construyó reflejaban verdades espirituales. El Tabernáculo fue instituido para darnos entendimiento de las verdades celestiales.

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Quisiera hacer un paréntesis por un momento y analizar cuidadosamente esta frase: “Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado”. Cuando somos llamados a hacer algo en el ministerio, no podemos tratar de copiar a alguien más. Dios tiene un patrón único y especial para nuestra vida, que es diferente a cualquier otro. Se nos manda a hacer todo de acuerdo al modelo que Dios quiere que nosotros reproduzcamos. Por lo tanto, estamos obligados a buscar a Dios para saber exactamente cómo desea que realicemos nuestro llamamiento. He visto algunos que son llamados a ser pastores y tratan de ser evangelistas. Esto no funciona. También he visto a evangelistas que tratan de ser pastores y esto tampoco funciona. Básicamente, el tema principal de un evangelista es la salvación, y él ve el mensaje de la salvación en cada pasaje de la Escritura. Una iglesia no puede vivir con una dieta de salvación por mucho tiempo. Debemos comprender lo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Debemos preguntarle: “Señor, muéstrame por favor el modelo para la obra que tú me has llamado a hacer”. Mi esposa y yo hemos tenido el privilegio de ayudar a establecer varias escuelas bíblicas al paso de los años, y nos hemos dado cuenta de que Dios tenía en mente programas diferentes para cada escuela. Por lo tanto, no tratamos de duplicar lo que hemos hecho en algún otro lado, sino que buscamos cumplir la misión que Dios tiene para cada lugar en particular. 8:6 “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”. El ministerio de Cristo no es solamente bastante superior al ministerio levítico, Él también es mediador de un nuevo pacto que es muy superior al antiguo. El nuevo pacto fue establecido sobre mejores promesas. Es algo que necesitamos recordar, porque muchas personas, en su búsqueda de santidad, tratan de volver a estar bajo la Ley del pacto antiguo. Pero estos amados santos en el Antiguo Testamento seguían un pacto que nunca los pudo perfeccionar. El nuevo pacto fue establecido sobre mejores promesas. 8:7 “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo”. Si el primer pacto hubiera podido cumplir lo que Dios deseaba y hubiera podido perfeccionar al pueblo, entonces no hubiera habido necesidad de un segundo pacto. ¿Por qué entonces, Dios instituyó el primer pacto? Porque fue para ilustrar el segundo. No entenderíamos todos los sacrificios de Cristo y Su obra en la cruz, a menos que existiera el Antiguo Pacto. También la Ley del Antiguo Pacto reveló el pecado, nuestra impiedad y nuestra carnalidad. La Ley nos mostró que nuestros esfuerzos por ser santos con sus “haz esto” y “no hagas esto” era una tarea imposible. La santidad sólo es posible por la gracia y el poder de Dios. 8:8 “Porque reprendiéndoles dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto”. Dios reprendió a Su pueblo, mencionando la debilidad del Antiguo Pacto. Este pacto no alcanzó lo que Dios deseaba. Esto es lo que en realidad Dios estaba diciendo acerca del primer pacto, ya que fue incapaz de cambiar su corazón y hacerlos santos. Así que mientras estaba en efecto el Antiguo Pacto, Dios declaró la venida del nuevo pacto a la casa de Israel y de Judá. Esto fue predicho en Jeremías 31:31-34. 8:9 “No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor”. Jeremías y Ezequiel declararon que Dios iba a hacer un nuevo pacto con Israel (Jer. 31:31-34; Ez. 36:25-27). Este nuevo pacto no sería como el que hizo con ellos cuando los sacó de Egipto en el Éxodo. Ellos no pudieron continuar con ese pacto a causa de la debilidad de la carne. Dios iba a proveer un nuevo pacto que les traería redención a su mente y a su corazón.

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8:10 “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo”. Este es el nuevo pacto. Necesitamos entender claramente el propósito del nuevo pacto. El Señor prometió: “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos serán a mí por pueblo”. ¿Qué es el nuevo pacto? El nuevo pacto es una experiencia con Dios, en la que Sus leyes están escritas en las tablas de carne de nuestro corazón. Las leyes de Dios deben estar en nuestro corazón (en nuestros afectos y motivos) y en nuestra mente (nuestros pensamientos y meditación). Esta es la obra del Espíritu de Dios, la cual fue dada por el nuevo pacto. Mientras vivimos en las glorias del nuevo pacto, volvamos nuestra atención por un momento al Tabernáculo de Moisés, porque ambos están relacionados íntimamente. El Tabernáculo de Moisés consistía de un atrio exterior con una tienda en el centro. Esta tienda estaba dividida en dos secciones por un velo. La primera parte era llamada el Lugar Santo. La segunda parte de la tienda era llamada el Lugar Santísimo. Dentro del Lugar Santísimo reposaba el Arca del Pacto que contenía los diez mandamientos. Los diez mandamientos que Dios desea escribir en las tablas de carne de nuestro corazón, estaban guardados en el Lugar Santísimo. Para que la plenitud del nuevo pacto sea obrada en nuestro interior, y que podamos tener las leyes de Dios escritas en las tablas de carne de nuestro corazón, tenemos que entrar detrás del velo, al Lugar Santísimo. Sin el Antiguo Pacto no entenderíamos ninguna de estas cosas, ni comprenderíamos los requisitos para entrar a la total redención y perfección. El apóstol Pablo define al Antiguo Testamento como el ayo o maestro (Gá. 3:23-35). El Antiguo Testamento fue como un maestro que entrenaba a los niños hasta que aprendieran bien sus lecciones y estuvieran listos para graduarse. El propósito del Antiguo Testamento fue enseñarle a la humanidad las bases de la redención, mostrarle sus necesidades, y luego llevarlos a Cristo y al nuevo pacto. El Antiguo Testamento nos ayuda a entender el Nuevo Testamento. No podríamos entender el Nuevo Testamento sin el Antiguo Testamento. Esta es la belleza de Hebreos. Esta es la razón por lo que Hebreos ha sido tan amada por millones de hijos de Dios a través de las edades. Hebreos nos muestra el camino a la presencia manifiesta de Dios, la cual todos nosotros deseamos tan desesperadamente. 8:11 “Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.” Esta promesa se cumplirá en la nación de Israel durante el período Milenial. Pero en la Iglesia puede ser una absoluta realidad ahora, porque tenemos la unción que mora en nosotros y que nos enseña (ver 1 Jn. 2:27). Este versículo se vuelve muy real en los tiempos de avivamiento. “Porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos”. El Espíritu Santo en nosotros es nuestro maestro. Él nos revela a Cristo y los caminos de Dios a través Su Palabra. Es muy importante comprender la Palabra de Dios. Nuestro entendimiento de Dios depende de nuestra habilidad para entender Su Palabra. He conocido a muchas personas quienes no podían leer ni escribir hasta que se convirtieron. Pero, milagrosamente, Dios les dio la habilidad de leer cuando tenían ochenta años. Lo interesante es que sólo eran capaces de leer la Palabra de Dios, no podían leer el periódico ni alguna otra cosa. A otra hermana que conocí, las Escrituras se le revelaban de una forma maravillosa a través de visiones. Ella tampoco pudo leer sino hasta ya entrada en años. Dios nos da la

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habilidad de leer y conocer Su Palabra. Tenemos al mejor Maestro de todos los tiempos: el Espíritu Santo. A través de la unción y por medio del poder del bendito Espíritu Santo, nosotros capacitados para entender Su Palabra. Dios le da a Su pueblo, desde el menor hasta el mayor, la habilidad de conocerlo. 8:12 “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. En el Tabernáculo también se revela la misericordia de Dios. El propiciatorio era una lámina de oro que cubría el arca del pacto y las tablas de piedra. Esto mostraba que la misericordia de Dios cubre Su Ley y está por encima de Su Ley. Sin embargo, para obtener misericordia, tenemos que reconocer que hemos quebrantado Su Ley. Debemos confesarle al Señor: “He pecado y quebrantado Tu Ley. Oh Dios, por favor ten misericordia de mí.” Antes de que Él nos extienda su misericordia, debemos confesar que hemos pecado. Proverbios 16:6 dice: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado”. Tenemos que reconocer la verdad antes de que podamos recibir misericordia (ver Pr. 28:13). Debemos de ser cuidadosos cuando tocamos el tema de la misericordia. No debemos olvidar que la prerrogativa de otorgar misericordia y gracia, es de Dios únicamente. No debemos abusar de la bondad de Dios. Él es misericordioso con los que le temen (Sal. 103:11), Dios no muestra Su gracia a los que no se arrepienten. Nosotros tenemos que admitir que hemos quebrantado Su Ley antes de recibir misericordia. 8:13 “Al decir: nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”. El primer pacto debe ser llamado el viejo pacto, porque el segundo es llamado el nuevo pacto. Pablo describe el viejo pacto como decadente y próximo a desaparecer. Esta declaración de Pablo fue verdaderamente profética por diversas razones. Esta epístola fue escrita aproximadamente a principios del año 60 d.C. y el templo judío fue destruido por los romanos en el 70 d.C. La ley levítica y todos los sacrificios y ordenanzas cesaron después de ese tiempo. Desde entonces no ha habido templo o restitución de los sacrificios. Se envejecieron y desaparecieron. Solamente eran la sombra de las cosas mejores que estaban por venir. Gracias a Dios que vivimos en los días del nuevo pacto, cuando tenemos un Sumo Sacerdote que vive para siempre y que es poderoso para salvarnos totalmente. El velo que una vez nos separó del amoroso rostro de nuestro Padre, ha sido quitado por el Autor de nuestra salvación. Ahora es posible entrar al Lugar Santísimo y tener las leyes de Dios escritas en las tablas de carne de nuestro corazón. Está disponible un nuevo acceso a Dios para que desde esta nueva relación de amor, podamos obedecerlo con todo nuestro corazón. La promesa de Dios a través de Ezequiel de que “Él nos haría andar en Sus estatutos” se puede convertir en una realidad para nosotros. ¡Cuán maravillosa y victoriosa es la vida del Nuevo Testamento! Este fue instituido debido a que el Antiguo Pacto nunca pudo llevarnos a la perfección. Llegar a la perfección y andar en Sus estatutos deben de ser nuestra meta.

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Sección 7 LA SANGRE DE CRISTO ES SUPERIOR A LA SANGRE DE ANIMALES 9:1-28 9:1-3 “Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal. Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaba el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo.” En Hebreos capítulo 9, somos llevados nuevamente al Tabernáculo de Moisés. Como ya hemos visto, este Tabernáculo fue diseñado según el patrón celestial. Este fue una de las siete moradas de Dios en la Escritura. Estas siete moradas son las siguientes: 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7)

El Tabernáculo de Moisés. El Tabernáculo de David. El Templo de Salomón. El Templo de la Restauración. El Templo de Herodes. La Iglesia hecha de piedras vivas. El Templo de Ezequiel en el Milenio.

Pablo está enfocando ahora en el Tabernáculo de Moisés. Debido a que el Tabernáculo era un patrón de las cosas celestiales, sería bueno considerar los muebles y su significado espiritual. Mobiliario del Atrio Exterior Me gustaría reiterar que el Tabernáculo de Moisés estaba rodeado por un Atrio Exterior que tenía un cerco hecho de lino. Medía 50 codos de ancho, 100 codos de largo y 5 codos de altura. Al entrar por la puerta del atrio exterior, lo primero que se veía era el Altar del Holocausto donde se sacrificaban los animales. El Altar del Holocausto: A este altar también se le conocía como el Altar de Bronce. Este era el lugar donde se derramaba la sangre para obtener el perdón y la aceptación de Dios. Este altar representa nuestra experiencia de salvación. La sangre es la primera cosa que se nos presenta al ser salvos. En las cuatro esquinas del altar estaban unos cuernos. Los cuernos son símbolo de poder y fuerza. Por ejemplo,

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los cuernos son la fuerza de un toro. Habacuc dice de Cristo: “Rayos brillantes salían de sus manos, y allí estaba escondido su poder” N.Ed. (Hab. 3:4). Estos cuernos en el altar, representan el tremendo poder que viene con el bautismo del Espíritu Santo, el cual es una experiencia del Atrio Exterior. Cristo dijo en Hechos 1:8 que recibiríamos poder después que hubiese venido sobre nosotros el Espíritu Santo. En resumen, este altar en el Atrio Exterior representa dos cosas: nuestra salvación por la sangre derramada y el poder recibido con el bautismo del Espíritu Santo. La Fuente de Bronce: Después del altar de Bronce con cuatro cuernos, estaba la Fuente de Bronce llena de agua. La fuente estaba frente a la entrada del Lugar Santo, pero estaba en el Atrio Exterior. Aunque la Fuente de Agua representa el bautismo en agua, también puede simbolizar el lavamiento del agua por la Palabra de Dios (Ef. 5:26-27). Esta fuente de bronce fue hecha con los espejos de las mujeres (Ex. 38:8). Cuando un israelita se asomaba a la fuente, podía ver su reflejo y entonces se lavaba. Tal es el poder de la Palabra de Dios. Es como un espejo. Podemos mirarnos en ella y ver qué clase de persona somos, y que tiene el poder de limpiarnos totalmente (Stg. 1:23-24). Todos estos muebles estaban en el Atrio Exterior y representan experiencias del Atrio Exterior. Mobiliario en el Lugar Santo Luego entramos al Tabernáculo, que realmente era una tienda dividida en dos secciones. La primera sección era llamada el Santuario o el Lugar Santo. La segunda sección era el Lugar Santísimo, donde reposaba la gloriosa Arca del Pacto. Dentro del Lugar Santo había tres importantes piezas del mobiliario: el candelabro, la mesa de los panes de la proposición y el altar del incienso. Me gustaría que viéramos brevemente los muebles del Lugar Santo. El Candelabro: Cuando uno entraba al Lugar Santo, en el lado izquierdo estaba colocado el Candelabro que estaba hecho de oro puro. El oro nos habla de la deidad. Este tenía siete lámparas, que representan los siete espíritus del Señor nombrados en Isaías 11:2: “Y reposará sobre él [refiriéndose a Cristo] el Espíritu de Jehová”. El Espíritu de Jehová está representado por la lámpara del centro, y más abajo están seis brazos, tres a cada lado de la vara central. De acuerdo a Isaías 61:1, el Espíritu de Jehová es la unción para predicar. Después, en el lado derecho está el Espíritu de sabiduría y al lado izquierdo el Espíritu de inteligencia. Estos son seguidos por el Espíritu de consejo y el Espíritu de poder. Por último, al final está el Espíritu de conocimiento y el Espíritu de temor de Jehová. Estos siete espíritus son comparados a los siete colores del arco iris que Ezequiel y el apóstol Juan vieron alrededor del trono (Ez. 1:28; Ap. 4:3-5). El candelabro representa siete unciones diferentes que pueden venir sobre nosotros. Cuando somos llamados a predicar, necesitamos ser ungidos con el Espíritu de Jehová. De acuerdo a nuestro nivel de experiencia, podemos sentir la unción del Espíritu Santo cubriéndonos e inspirándonos conforme predicar. Aunque es bueno tener notas siempre que sea posible, no obstante, el Espíritu de Jehová es el agente necesario para inspirarnos cuando vamos a dar el mensaje de Dios. El Espíritu de Sabiduría es otro de los siete espíritus de Dios. Este es mencionado por el apóstol Pablo en Efesios 1:17. La Iglesia de Éfeso era carismática, o pentecostal. Ellos habían recibido el bautismo del Espíritu Santo. Sin embargo, en Efesios 1:17, Pablo ora para que estos creyentes reciban el Espíritu de sabiduría y revelación para conocer a Cristo de una manera mas íntima. Estos siete Espíritus son una cobertura que viene sobre nosotros. El bautismo del Espíritu Santo está dentro de nosotros. N.Ed. En la versión King James dice: “cuernos salían de sus manos…”

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¿A quién le concede Dios la sabiduría? Daniel 2:21 nos dice que Dios da sabiduría a los sabios. En Marcos 4:25, encontramos el mismo principio enunciado por el Señor Jesucristo: “Porque al que tiene, se le dará”. Hay un viejo adagio que dice: “El que tiene es el que obtiene”. ¿Qué significa esto para nosotros espiritualmente? Significa que conforme disponemos nuestro corazón para buscar a Dios para pedirle sabiduría, conforme meditemos con frecuencia en la Palabra de Dios y conforme clamemos a Él por sabiduría, al igual David instruyó a Salomón, Dios comenzará a establecernos en la senda de sabiduría (Pr. 2:1-7; 4:3-9). Él nos hará tomar las decisiones correctas en cada situación. El Señor no sólo nos concederá “sabiduría en lo íntimo” como dice David en el Salmo 51:6, sino que también nos ungirá con el Espíritu de sabiduría para que cuando la gente venga a nosotros con sus problemas, Dios nos dé la respuesta divina a través del Espíritu de sabiduría. Este mismo principio se aplica también al Espíritu de inteligencia. Mientras buscamos a Dios para pedirle un corazón entendido, Él comenzará a ceñirnos con el Espíritu de inteligencia. La inteligencia difiere del conocimiento y de la sabiduría. El conocimiento es la acumulación de información y de hechos. La sabiduría es la habilidad para aplicar correctamente el conocimiento, y nos permite tomar las decisiones correctas. Sin embargo, la inteligencia es la percepción del interior para saber por qué una persona toma una decisión y por qué hace determinada cosa. La inteligencia también nos ayuda a conocer los caminos de Dios. El Espíritu de consejo es la unción que se les da a los que tienen un ministerio de consejería. El Señor Jesucristo es llamado Consejero en Isaías 9:6. Hay ministerios de consejería en el cuerpo de Cristo hoy. Si Dios nos coloca en la posición de consejero, nosotros debemos clamar a Él por el Espíritu de consejo para enseñar a otros lo que deben hacer en determinada circunstancias. Cada situación es única; por lo tanto, no podemos basarnos en experiencias pasadas, o aconsejar a la gente solamente por principios. También la consejería, debe permanecer dentro de los límites de la Palabra de Dios. El Espíritu Santo y la Palabra de Dios siempre están en perfecta armonía. Nunca debemos ofrecer consejos que contradigan la Palabra escrita de Dios. Esto se aplica en todas las áreas de consejería, incluyendo el matrimonio. No podemos aconsejar a alguien que está divorciado, cuyo ex cónyuge aún vive, a que se case con otra persona. Esto sería contrario a las enseñanzas del Nuevo Pacto. Cuando Dios nos da el ministerio de consejería, debemos clamar a Él por el Espíritu de consejo. Esta unción nos capacitará para decirles a las personas lo que Dios quiere decirles en cualquier momento. El consejo que Dios de, muchas veces irá en contra de nuestros sentimientos humanos. Por lo tanto, debemos poner a un lado nuestros sentimientos y permitirle a Dios hablar a través nuestro, lo que Él sabe que es lo mejor. El Espíritu de poder es otro de los siete Espíritus de Dios. ¡El poder es una fortaleza tremenda! Necesitamos vivir por la fortaleza de Dios. El Espíritu de poder es demostrado de maneras extraordinarias, como por ejemplo, en la vida de Sansón. Él tomó las puertas de la ciudad y corrió con ellas por unas veinte millas hasta el monte de Hebrón. El Espíritu de poder se manifestó en Elías cuando corrió delante del carro de Acab. El Señor Jesucristo volcó todas las mesas de los prestamistas y los echó fuera del templo cuando el Espíritu de poder vino sobre Él. Se requiere del tremendo Espíritu de poder para separar a los judíos de su dinero. El Espíritu de conocimiento puede ser ilustrado con lo que Jesús le dijo a Natanael: “He aquí un verdadero Israelita, en quien no hay engaño”. Natanael respondió: “¿De dónde me conoces?” Jesús le

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respondió: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (ver Jn. 1:47-50). Jesús miró a Natanael y pudo saber todo acerca de él. Esta fue una maravillosa manifestación del Espíritu de conocimiento. El Espíritu de conocimiento puede darnos la habilidad de conocer el pasado, el presente y el futuro. El Espíritu de temor de Jehová es la unción que trae convencimiento de pecado y avivamiento. En el libro de los Hechos, hubo una gran convicción de pecado porque el Espíritu de temor de Jehová había caído sobre la gente. Por supuesto, el temor de Jehová fue manifestado también, en diversas partes de la Escritura. Necesitamos tener esta unción porque produce santidad, y nos guarda de apartarnos del camino de Dios. No solamente podemos sentir la unción cuando Dios quiere manifestarse, sino que también tenemos el candelabro como si estuviera dentro de nuestro corazón. Estamos conscientes de la presencia del candelabro dentro de nuestro de nosotros. Quiero enfatizar un punto importante aquí. Uno puede ser ungido por Dios y aun así ser muy injusto y profano. Tenemos que darnos cuenta de que Dios puede ungir a cualquiera. Hay muchos ministros que son ungidos, pero que no podrían ser llamados santos, ni siquiera justos. Ciertamente, Sansón estaba en esa categoría. Él no vivió una vida moral o recta; sin embargo, Dios lo ungió. Mientras estuvo separado para Dios por un voto de nazareato, Dios mantuvo la unción sobre él. Dios honró el ritual del nazareato. Bajo este voto, Sansón no cortó su cabello. Sin embargo, tan pronto como fue quitado el símbolo ritual de separación, Sansón perdió su poder y la unción. Por tanto, oremos, no solamente para ser usados por Dios, sino para ser aprobados por Dios, y para mantener Su amoroso favor. La Mesa de los Panes de la Proposición: La mesa de los panes de la proposición era el siguiente mueble, el cual estaba a la derecha del lugar santo (o el santuario), delante del candelabro. La mesa tenía los panes, que nos hablan de Cristo, quien es el Pan de Vida. Jesús dijo: “Si no coméis mi carne... no tenéis vida en vosotros” (ver Jn. 6:48-58). En la última cena, Él tomo el pan y lo dio a Sus discípulos diciendo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo que por vosotros es partido” (ver Mc. 14:22; 1 Co. 11:24). En la Mesa de los Panes de la Proposición hay una revelación más profunda de la Palabra de Dios. En el Atrio Exterior, la Palabra de Dios era revelada en la Fuente de Bronce. Era como un espejo para mostrarnos nuestra necesidad, y como agua para limpiarnos, pero aquí, en el Lugar Santo hay una experiencia más profunda. El pan de la proposición representa la Palabra hecha carne en nosotros. Es una asimilación de la Palabra de modo que Cristo es formado en nosotros. El Altar del Incienso: En Hebreos 9:2, Pablo no toma tiempo para mencionar el altar del incienso, el tercer mueble del Lugar Santo, el cual nos habla de oración, alabanza y adoración. Hay una razón por la que Pablo no haya mencionado aquí el altar del incienso. Ahora que el velo ha sido rasgado, se entiende en Apocalipsis 8:3 que el altar del incienso ha sido trasladado del Lugar Santo al Lugar Santísimo: a la presencia literal de Dios. Ahora está delante del trono de Dios. Puesto que el velo ha sido roto, tenemos un nuevo acceso por medio de la oración, la alabanza, la adoración y la intercesión ante la sala del trono de Dios. Mobiliario del Lugar Santísimo 9:3-5 “Tras el segundo velo estaba la parte de tabernáculo llamada el Lugar Santísimo el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto; y sobre

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ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle”. Este “segundo velo” era llamado simplemente el velo, y separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (el primer velo era la entrada al Lugar Santo). El velo, es la clave para el Nuevo Pacto. Por medio del Nuevo Pacto Dios ha abierto el camino para entrar detrás del velo y experimentar la plenitud de Su presencia y tener Sus leyes escritas en nuestro corazón y en nuestra mente. Veremos esto más adelante, en el siguiente capítulo. Dentro del Lugar Santísimo reposaba el Arca de Gloria, ¡y allí es donde deseamos permanecer! En los versículos cuatro y cinco Pablo enumera las cosas que estaban en el Lugar Santísimo. “El cual tenía un incensario de oro” El Incensario de Oro contenía incienso, y era llevado dentro del Lugar Santísimo por el sumo sacerdote cuando entraba detrás del velo en el Lugar Santísimo una vez al año (Lv. 16:12). Habían dos muebles principales en el Lugar Santísimo: el Arca del Pacto y el Propiciatorio, el cual tenía dos querubines. Dentro del Arca estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las dos tablas de la Ley. El Arca del Pacto “Y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná”. El maná también es llamado “comida de ángeles” en el Salmo 78:25 (LBLA). Apocalipsis 2:17 promete que los vencedores comerán del “maná escondido”. El maná escondido nos habla de las verdades escondidas de la Palabra de Dios, los misterios de Dios. Estas verdades se encuentran detrás del velo y son mostradas solamente por medio de la revelación del Espíritu Santo. Proverbios 25:2 dice que “Es gloria de Dios encubrir un asunto, pero honra del rey es escudriñarlo”. Dios revela Su maná escondido a los que continúan presionando para entrar al Lugar Santísimo. A los vencedores, Dios les abre las verdades en Su Palabra que están disimuladas con símbolos, tipos, parábolas, proverbios e ilustraciones. “La vara de Aarón que reverdeció”. En Números capítulo 16, ciertos hombres trataron de usurpar el sacerdocio. Dios no les había dado ese oficio. Para detener la controversia, Dios ordenó a cada tribu de Israel que presentara una vara delante del Señor (Nm. 17:1-8). El nombre de Aarón estaba escrito en la vara de Leví, y cuando la vara de Aarón reverdeció, floreció y dio fruto, fue manifiesto que Dios le había dado el sacerdocio y la autoridad espiritual únicamente a la familia de Aarón. La vara de Aarón fue colocada en el Arca del Pacto en el Lugar Santísimo. Esta vara era sólo un pedazo de madera muerta que había cobrado vida, y representa el poder de la resurrección y la autoridad que se encuentran detrás del velo. “Y las tablas del pacto”. El Arca del Pacto también contenía las dos tablas de piedra. Sobre estas dos tablas Dios había escrito con Su dedo los diez mandamientos. En el Nuevo Pacto, Dios prometió escribir Sus leyes en las tablas de carne de nuestro corazón (ver He. 8:10; 2 Co. 3:3). Nosotros realmente podemos sentir el Nuevo Pacto obrando en nuestro corazón. El Propiciatorio El Arca del Pacto estaba cubierta por una delgada lámina de oro puro, llamada el Propiciatorio. El oro nos habla de la deidad. El hecho de que el Propiciatorio fuera de oro puro, significa que la misericordia

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es la sola prerrogativa del Dios Todopoderoso. Dios nos dice: “Tendré misericordia del que tendré misericordia”. En Éxodo 25:22 Dios le dijo a Moisés: “Y hablaré contigo de sobre el propiciatorio”. Encima del Propiciatorio estaba la gloria shekina de Dios. Por la gracia de Dios, nosotros queremos tener la presencia literal de Dios y Sus leyes escritas, en nuestro corazón. Pablo continúa el tema del Tabernáculo de Moisés en el versículo 6. 9:6 “Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo (o Lugar Santo) entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto”. A los sacerdotes sólo les estaba permitido entrar al Lugar Santo donde estaba el Candelabro, el Altar del Incienso y la Mesa de los Panes de la Proposición. En otras palabras, estas experiencias estaban disponibles durante el tiempo del Antiguo Testamento. Sin embargo, él dice en el versículo siete: 9:7 “Pero en la segunda parte [o Lugar Santísimo], sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo:” Las unciones del candelabro del Lugar Santo fueron manifestadas en el Antiguo Testamento, pero las bendiciones del Lugar Santísimo no estaban disponibles. El camino todavía no había sido abierto. No había un sacrificio lo suficientemente grande para introducir al creyente a la presencia de Dios. Levítico capítulo 16, nos muestra claramente que sólo el sumo sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo una vez al año, en el día de la Expiación. Esta es una verdad muy importante, porque el sacrificio del Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento, le permite a cada creyente entrar detrás del velo. Pablo nos dará una explicación precisa de esto en el capítulo diez. 9:8 “Dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie”. El velo significaba que el camino al Lugar Santísimo aún no estaba abierto. Durante el tiempo de la Ley, mientras que el Tabernáculo de Moisés estaba todavía en pie, los creyentes no podían entrar al Lugar Santísimo. El Espíritu Santo revelaba por medio de este velo que el camino a la presencia manifiesta de Dios aún no había sido abierto. ¿Por qué entonces el Espíritu Santo le permitía entrar al sumo sacerdote? Para tipificar a otro Sumo Sacerdote que vendría y que abriría el camino. 9:9 “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto”. El Tabernáculo de Moisés ilustraba una verdad importante para los que vivían en la edad de la Ley. Aunque el sumo sacerdote entraba detrás del velo con la sangre, una vez al año (por sus propios pecados y por los del pueblo), las ofrendas y sacrificios que ofrecía no podían llevarlos a la perfección. Estos sacrificios nunca pudieron limpiar la conciencia. Siempre había un sentimiento de culpabilidad. Siempre estaban plagados de los recuerdos de sus pecados pasados. 9:10 “Ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas”. La ley estuvo impuesta sobre Israel por casi mil quinientos años. El propósito del Antiguo Pacto, como dice el apóstol Pablo en Gálatas 3:24, era que la Ley enseñara al hombre ciertas lecciones acerca de sí mismo, y lo llevara a Cristo y al Nuevo Pacto. La Ley fue necesaria porque reveló nuestra condición pecaminosa, pero la Ley también reveló la grandeza del sacrificio de Cristo y lo que Él obtuvo en la cruz, cuando cumplió todos los sacrificios y ofrendas levíticas. 9:11 “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación”. Aquí se nos presenta la

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idea de un templo en los cielos. En el libro de Apocalipsis nuevamente encontraremos la mención del Templo Celestial. Aquellos de ustedes que han tenido experiencias celestiales saben que hay un templo en los cielos, y que usted puede entrar a ese templo. Cristo es el Sumo Sacerdote, pero no del Tabernáculo de Moisés, no de un tabernáculo hecho por manos, ni del Templo de Salomón, tampoco del Templo de la Restauración, ni del Templo de Herodes. ¡No! Él es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, el tabernáculo perfecto que no es obra de manos. En otras palabras, este tabernáculo está hecho por Dios y está en los cielos. El sacrificio de Cristo es infinitamente superior a los sacrificios ofrecidos en el Antiguo Testamento. Este es el tema continuo del apóstol Pablo en toda la epístola a los Hebreos. Cristo es superior a los profetas, a los ángeles, a Moisés y a Aarón; y Su sacrificio sobrepasa enormemente al sacrificio de animales. 9:12 “Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. Esta es una hermosa verdad. Cristo no tomó la sangre de machos cabríos y de becerros para entrar al santuario terrenal hecho con manos. Fue a través de Su propia sangre que entró al Lugar Santísimo en los cielos, y por ese sacrificio “obtuvo eterna redención para nosotros”. El velo rasgado en la tierra, significó una apertura al santuario celestial donde estaba accesible la presencia de Dios. 9:13 “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne”. Pablo está diciendo que en el Antiguo Testamento, la sangre de los toros y machos cabríos, y las cenizas de la becerra podían limpiar, pero esa limpieza solamente era un ritual. En otras palabras, era una limpieza imputada, Dios los consideraba limpios, aunque ellos no fueran limpios. Debemos entender la diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Como hemos dicho anteriormente, Aarón era ceremonialmente santo debido a los sacrificios que ofrecía. Él fue separado de los pecadores por su obediencia a los rituales y leyes levíticas, pero esto no lo cambiaba por dentro. La sangre de estos animales nunca pudo quitar el poder del pecado, y jamás pudo limpiar la conciencia culpable. 9:14 ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Cristo se ofreció a Sí mismo, como un cordero sin mancha mediante la capacitación del poder del Espíritu Santo. Cristo dependió completamente del Espíritu Santo. También nosotros debemos depender totalmente del Espíritu Santo para que nos haga capaces de presentar nuestros cuerpos a Dios sin mancha. “Limpiará vuestras conciencias de obras muertas”. Una conciencia limpia es algo que no podía obtenerse en el Antiguo Testamento. La sangre de toros y machos cabríos no tenía el poder para limpiar la conciencia, pero el mensaje del evangelio ofrece algo muy bello y que no tiene precio. Dios es poderoso para limpiar nuestra conciencia completamente para que podamos ser librados y que los pecados pasados ya no corroan nuestro corazón. Conocí a un pastor que había cometido un pecado muy grave. Pasado un tiempo el Espíritu Santo le trajo convicción de su pecado, y estaba realmente mortificado. Todas las mañanas clamaba: “Oh Dios, perdóname por favor”. Después de seis semanas de clamar a Dios que lo perdonara, escuchó una voz

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audible que le dijo: “¿Perdonarte de qué?” Esto fue muy real para él. El pastor miró alrededor y dijo: “Señor, ¡Tú sabes por qué!” Y de nuevo la voz audible le dijo: “Tú me pediste que te perdonara, te perdoné y lo he olvidado. Ahora, olvídalo tú también”. Tal es el poder de la sangre de Cristo para limpiar nuestra conciencia de obras muertas (las obras de la carne), para servir al Dios vivo. “Para servir al Dios vivo” La conciencia limpia nos permite entrar en la presencia de Dios, para estar en paz con nosotros mismos, para tener autoestima y luego ser productivos para con Dios. 9:15 “Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto” Un mediador significa “el que se pone en medio”. Esta es una persona que está entre usted y alguien más. Un abogado es un ejemplo de un mediador. El sacerdote del Antiguo Testamento era el mediador entre los israelitas y Dios. El israelita entregaba su sacrificio al sacerdote quien luego lo ofrecía a Dios. El sacerdote era el mediador. También en el Nuevo Testamento tenemos un mediador: el Señor Jesucristo. Solamente hay un mediador entre Dios y los hombres en el Nuevo Testamento, Jesucristo hombre (1 Ti. 2:5) Ningún sacerdote del Nuevo Testamento es un mediador, porque para ser un mediador usted que ofrecer un sacrificio. Hoy no existe ningún sacrificio hecho por hombres, que pueda capacitar a alguno para entrar en la presencia de Dios. Solamente el sacrificio de la sangre de Cristo puede hacer esto. Ningún sacerdote puede tener el ministerio de mediador y ser “el que se pone entre” Dios y el hombre, porque no puede ofrecer un sacrificio. “Para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna”. Es a través de la muerte de Cristo, que somos redimidos de las transgresiones. Este es el sacrificio que Él ofreció una vez y para siempre. Cristo no sólo pagó nuestra deuda, Él también quiere redimirnos de las transgresiones que nos atan en el presente. Cuando Pablo dice: “remisión de las transgresiones que había bajo el primer testamento”, él se está refiriendo al hecho de que la Ley del Antiguo Testamento sólo revelaba el pecado; pero no daba el poder para ser libres de las transgresiones. La Ley gobernaba el primer testamento y sólo mostraba el pecado. Para que “los llamados reciban la promesa de la herencia eterna”. Jesús no solamente ofreció un sacrificio para pagar la deuda de nuestros pecados, también abrió el camino para entrar a la presencia de Dios. No me estoy refiriendo únicamente a la presencia de Dios en la tierra, sino a la presencia de Dios en el cielo. De modo que por la sangre de Cristo tenemos derecho a una herencia eterna. 9:16-17 “Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive”. Cuando alguien hace un testamento, éste no tiene efecto mientras el testador viva. El Antiguo Testamento estaba basado en la muerte de animales, el Nuevo Testamento está basado en la muerte de nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesucristo. Dios determinó muchas bendiciones como herencia para nosotros, pero no podían entrar en vigor sino hasta que Su Hijo muriera. Cuando Cristo murió, la herencia estuvo disponible para nosotros. El apóstol Pablo resalta la importancia de la muerte en el versículo dieciocho. 9:18-19 “De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre. Porque habiendo anunciando Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo”. El poder del Antiguo Testamento estaba en la sangre derramada por la muerte de los toros y machos

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cabríos. Sin muerte y sin derramamiento de sangre no podría haber testamento ni promesas. El Antiguo Testamento estaba firmemente cimentado en la muerte de animales. 9:20 “Diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado”. Moisés estaba diciendo que es la sangre lo que sella el testamento. Cuando alguien hace un testamento, este no entra en vigor sino hasta que muere el testador. 9:21 “Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio”. Moisés tenía que entrar al Tabernáculo para limpiarlo, y limpiar también todo lo que estaba allí, con la sangre de animales. ¿Por qué? Porque habían sido tocados por manos humanas pecadoras y, por lo tanto, tenían que ser purificados. Todos los utensilios del Tabernáculo tenían que ser purificados con sangre. 9:22 “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. Sin derramamiento de sangre es imposible el perdón de pecados. Las bendiciones de un testamento sólo son válidas con la muerte. En el Antiguo Testamento, esto se lograba a través de la sangre de toros y machos cabríos. Con esto en mente, él prosigue en el versículo veintitrés. 9:23 “Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos”. El patrón de las cosas celestiales tenía que ser purificado. Este patrón era el Tabernáculo de Moisés. Pero también las cosas reales en los cielos tenían que ser purificadas. Nosotros podríamos decir: ¡Esto es extraordinario! ¿Por qué tiene que ser purificado el cielo? ¿Por qué el templo celestial tiene que ser purificado con sangre? Bueno, consideremos lo que sucedió en los cielos. Antes de la fundación del mundo hubo una rebelión en el cielo, y esta rebelión manchó las cosas celestiales. 9:24 “Porque no entró Cristo [nuestro Sumo Sacerdote] en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. Pablo está refiriéndose al templo en los cielos. Cristo no entró al Lugar Santísimo del Tabernáculo de Moisés o al templo de Herodes, sino al cielo mismo. Él entró a la misma presencia de Su Padre en el cielo. 9:25 “Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena”. El sumo sacerdote de la orden de Aarón entraba al Lugar Santísimo una vez por año por la sangre de animales. Cada sumo sacerdote tenía que entrar una vez al año mientras viviera. En el Antiguo Testamento había una constante repetición de sacrificios, año tras año. Se requería de un supremo sacrificio para entrar al Lugar Santísimo cada año. Pero Cristo sólo hizo un sacrificio perfecto, el sacrificio de Sí mismo. Este es el punto al que Pablo quiere llegar aquí. 9:26 “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”. Puesto que el sacrifico de Cristo fue perfecto, éste solamente tuvo que ser ofrecido una sola vez. El poder de Su sacrificio quita el pecado para siempre. Esto es muy importante. El poder de la sangre quita nuestros pecados. Miqueas dice: “Sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Mi. 7:19) Nuestros pecados son borrados para siempre con la sangre de Cristo. Por supuesto, puede haber consecuencias del pecado, pero el pecado es olvidado para siempre.

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9:27 “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Pablo dice esto fuera de contexto y luego regresa al tema en el versículo veintiocho. No obstante, este es uno de los versículos más tremendos de todos los versículos de esta epístola, porque no hay una segunda oportunidad para la salvación después de la muerte. Desde nuestro lecho de muerte somos conducidos por un ángel, ya sea al cielo o al infierno. Entonces se determina el juicio dependiendo de nuestra vida. En los cielos, seremos colocados en el plano de gloria que corresponda, o en la posición que merezcamos de acuerdo a las obras de nuestra vida. En el infierno, podemos ser relegados a alguna de las abismales moradas de miseria, llegando cada una a ser más horrible y espantosa que las otras. Amados, vivamos una vida justa y honorable delante de Dios para que no seamos condenados al juicio eterno con los incrédulos y otros cristianos hipócritas. 9:28 “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Aquí de nuevo se enfatiza el sacrificio único de Cristo. Él murió una vez, pero el poder de ese sacrificio “lleva los pecados de muchos”. Cuando Él venga la próxima vez, en Su Segunda Venida, no será para llevar pecados. Él ya hizo esto con un sacrificio. Él traerá salvación completa a los que lo están esperando ansiosamente, con paciencia y persistencia. Esta bella promesa de que Él vendrá por segunda vez, puede ser tomada de dos maneras. Puede significar, literalmente, Su Segunda Venida, pero yo creo que también puede significar que el Señor nos permite verle a veces. Hay una revelación personal del Señor a nosotros, y cuando Él aparece, nos trae salvación total. Esto concluye el hermoso capítulo de la sangre de Cristo, un sacrificio superior que es mucho más grande que la sangre de los toros y de los machos cabríos.

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Sección 8 EL CAMINO NUEVO Y VIVO 10:1-20 10:1 “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”. Es importante entender una vez más que las “sombras” no son la imagen perfecta de un objeto. Cuando ponemos un objeto a la luz del sol, la sombra proyectada por el sol sólo nos da un perfil de él. La ley del Antiguo Testamento, con sus símbolos y tipos, fue semejante a esto. No era una imagen perfecta de las cosas por venir. El Antiguo Pacto solamente dio una sombra o una idea de lo que vendría. La ley “nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”. La ley era incapaz de hacer perfectos a los oferentes. A lo largo de la epístola a los Hebreos, este tema del anhelo de Dios por la perfección, se expresa una y otra vez. De hecho, el mismo Señor dijo: “Sed perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). La perfección es la norma. La Ley no pudo hacer perfecto a nadie; por lo tanto, un Dios de perfección no podría estar satisfecho. La ley no cumplió Sus requisitos. Si la ley levítica hubiese perfeccionado al pueblo, hubieran dejado de ofrecer sacrificios. 10:2 “De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado”. Si estos sacrificios hubiesen podido limpiar sus conciencias, entonces no hubieran existido estos sacrificios continuos por todas las generaciones. Los sacrificios del Antiguo Testamento no tenían el poder de limpiar la conciencia. 10:3 “Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados”. El hecho de que los sacrificios tenían que repetirse cada año, claramente prueba que había un recordatorio de pecados. Por lo tanto, no era suficiente un sólo sacrificio; ellos tenían que ofrecer continuamente nuevos sacrificios. La razón para esto es bastante clara en el versículo cuatro. 10:4 “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”. Los toros y los machos cabríos son inferiores al hombre mortal, y el hombre no puede ser purificado con algo inferior a él. Así que Pablo dirige nuestra atención al sacrificio superior mencionado por el rey David en el Salmo 40. 10:5-7 “Por lo cual, [Cristo] entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”. Pablo se está

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refiriendo a las palabras de David en el Salmo 40. El Señor le había revelado a David lo que Su corazón realmente buscaba en un hombre o una mujer. David le respondió a Dios: “Sacrificio y ofrenda no te agrada; has abierto mis oídos” (Sal. 40:6). Dios no está interesado en sacrificios de animales. Él quiere a un hombre o una mujer que le escuchen y le respondan en obediencia con todos los miembros de su cuerpo. ¿Qué es lo que realmente quiere Dios? Bueno, ciertamente no quiere los cuerpos de toros y de machos cabríos. ¡No! Él quiere un cuerpo humano que se rinda a Él. Por lo tanto, cuando Cristo entró al mundo, le dijo a Su padre: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”. El Padre había preparado un cuerpo para Su amado Hijo en el vientre de María (Lc. 1:34-38). Esta es la razón por la que Cristo dijo: “Me preparaste cuerpo”. Recuerde que Cristo es nuestro precursor; Él es nuestro ejemplo. Si se preparó un cuerpo para Cristo, y en ese cuerpo Él ofreció un sacrificio perfecto, entonces es bastante razonable entender por qué Pablo dice en Romanos 12:1: “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. El Señor Jesucristo es un Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. El sacrificio en el sacerdocio de Melquisedec es un cuerpo mortal. El sumo sacerdote ofrecía su cuerpo, y nosotros también debemos de hacerlo, ya que somos sacerdotes según el orden de Melquisedec. Cristo ofreció Su cuerpo a Dios por el poder del Espíritu Eterno, y Él era puro y sin mancha. Nosotros también, somos templo del Espíritu Santo y debemos ofrecer nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo agradable a Dios. Pablo dice que este es nuestro culto racional. Esta es la vida cristiana normal. En el Nuevo Pacto, el sacrificio es el cuerpo de Jesús y los cuerpos de los creyentes. “Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron”. ¿Por qué no le agradaron a Dios los sacrificios de animales? Creo que la respuesta se encuentra en el Salmo 51:16-17 “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto”. El rey David había pecado gravemente al cometer adulterio con Betsabé y luego matar a su esposo. ¿Qué iba él a ofrecer por su pecado? Dios dijo: “No quiero tus sacrificios David, yo quiero algo más”. En el versículo 17 se nos dice lo que Dios requiere: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Dios se deleita en el sacrificio de una actitud de verdadero quebrantamiento y de humildad. Si pecamos, Dios no quiere que demos el doble de diezmos o que nos comprometamos a muchas horas de servicio en la iglesia. No, lo que Dios quiere es un espíritu quebrantado y un corazón contrito. En ambos casos, el Salmo 40 y el 51, David estaba previendo la edad del Nuevo Testamento, y él ofreció lo que era agradable al Señor. “Entonces dije: He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí” (10:7). Aun en el Antiguo Testamento, Dios dejó muy claro que la obediencia es mejor que el sacrificio. Cuando el rey Saúl ofreció sacrificios para compensar su desobediencia, Dios los rechazó. Él declaró por medio del profeta Samuel: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 S. 15:22). La obediencia es algo que Dios desea por encima de cualquier cosa, y sin embargo muy pocos de Sus hijos son verdaderamente obedientes a Él.

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10:8-9 “Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último”. Pablo está repitiendo lo que Cristo dijo cuando descendió del cielo. Jesús entendía muy bien que todos estos sacrificios que se ofrecían diariamente, mensualmente durante la luna nueva y anualmente en los días de fiesta señalados, no le agradaban al Padre. El Señor se dio cuenta que lo que agradaba al Padre era alguien que hiciera Su voluntad y obedeciera Su voz. Por esta razón Él dijo: “He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Cristo abolió el primer pacto para establecer el segundo. 10:10 “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. Es por la voluntad de Dios y de Cristo fluyendo juntas que “somos santificados”. Somos santificados (o separados del mundo para Dios) “mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”. El sacrificio del cuerpo de Cristo es lo que nos separa y nos santifica, mientras que en el Antiguo Testamento el sacrificio era solamente un rito. Fue a través de la ofrenda, no de muchos sacrificios sino de un sólo cuerpo, que somos santificados una vez y para siempre. Esta es una obra completa. 10:11 “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados”. Los servicios del templo todavía estaban en operación y aun después de la crucifixión del Señor. De hecho, continuaban en el tiempo que fue escrita la epístola a los Hebreos. Pablo dice en tiempo presente: “Todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados”. Los sacrificios de animales nunca podrían quitar el pecado porque no tenían el poder para hacerlo. Fue necesaria la propia sangre de Dios (Dios en carne), para tratar con el problema del pecado. Recuerde, nosotros fuimos comprados con la propia sangre de Dios (ver Hch. 20:28). 10:12 “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”. Este es el sacrificio que fue aceptado. Tal fue el poder del sacrificio de Cristo, que lo llevó directamente al cielo, a sentarse a la diestra de la Majestad en las alturas. ¡Cuán maravilloso es tener un sacrificio que lleva al Oferente, y a aquellos que tienen fe en ese sacrificio, a la misma presencia de Dios! 10:13 “De ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies”. El sacrificio de Cristo no solamente limpia de pecado a los creyentes, también hace que Dios juzgue con justicia y dé la recompensa que se merecen los enemigos de Cristo. El Padre puede poner todos los enemigos de Cristo debajo de Sus pies, debido a la completa obediencia de Cristo a la voluntad de Dios. La obediencia total a la voluntad de Dios le cierra la boca a Satanás. Esta verdad se aplica también a nosotros. El apóstol Pablo muestra esta verdad cuando dice que Dios va a “castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2 Co. 10:6). Pablo dice que Dios va cobrar venganza sobre nuestros enemigos después de que nuestra obediencia sea perfecta. Conforme le permitimos a Dios obrar una obediencia completa en nuestro corazón, Él va a vengarse de nuestros enemigos y los va a silenciar. El sacrificio de Cristo provee la fortaleza que necesitamos para que la obediencia sea obrada en nuestra vida. 10:14 “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. ¡Oh, qué tremendo poder fue liberado de ese sacrificio único! Es verdad que la sangre de Cristo cubre nuestros

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pecados y nos aparta de este mundo que perece, pero la ofrenda de Cristo provee mucho más que sólo perdón. Por medio de esa única ofrenda, fueron cumplidas todas las ofrendas levíticas. Todas las ofrendas levíticas fueron una sombra de la ofrenda que Cristo haría. Existieron muchas ofrendas levíticas. Fueron necesarias muchas ofrendas levíticas para expresar lo que significaba el sacrificio de Cristo. Hay tantas necesidades en el hombre, y esta es la razón por la cual había tantas ofrendas, cada una suple una necesidad en particular de nuestra vida. Había un cordero pascual para salvación. Cristo se convirtió en nuestro Cordero Pascual (1 Co. 5:7). Después hubo una ofrenda en Pentecostés, que representa el sacrificio de Cristo que nos capacita para recibir el bautismo del Espíritu Santo. Una de las grandes promesas que el Padre le hizo a Cristo, fue que Él derramaría el Espíritu Santo sobre su simiente (Is. 44:3). Jesús obtuvo esta promesa por Su obediencia, cumpliendo espiritualmente la ofrenda de Pentecostés en Levítico 23. Él cumplió la ofrenda de paz, y nos da Su paz. Él cumplió la ofrenda por el pecado y proveyó los medios para liberarnos de nuestra naturaleza de pecado. Incluso llevó nuestras enfermedades y nuestros dolores para que no seamos atormentados con depresión, desánimo y aflicción (Isaías 53:4). Él cumplió todo con una sola ofrenda. Todas las bendiciones de la Palabra de Dios están disponibles para los creyentes en virtud de esta única ofrenda. 10:15-16 “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en su corazón, y en sus mentes las escribiré”. Esta promesa de escribir las leyes de Dios en nuestro corazón y mente no ocurre automáticamente cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador. Al leerlo, podría parece que fuera instantáneamente, pero el Antiguo Testamento nos ayuda a comprender que obtener un nuevo corazón requiere de un proceso. En Ezequiel 36:25-27 tenemos la promesa de la posibilidad de un nuevo corazón. Dios dijo: “Haré que andéis en mis estatutos”. Él promete “Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne, y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardaréis mis preceptos, y los pondréis por obra” (Ez. 36:26b-27). Esto quiere decir, tener Sus leyes escritas en las tablas de carne de nuestro corazón, como dijo en Ezequiel 11:19. En Ezequiel 36:29, Él promete guardarnos de todas nuestras inmundicias. Pero, ¿se hace esto automáticamente? No, ¡seguro que no! Está precedido por el versículo 25. Debemos ser limpiados de toda nuestra inmundicia. Luego tendrán que ser removidos todos los ídolos en nuestra vida. Cuando continuamos leyendo el capítulo 36 de Ezequiel, entendemos por el versículo 37, que también requiere mucho esfuerzo y búsqueda. “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto”. En otras palabras, estas bendiciones se las debemos pedir a Dios con ahínco. En primer lugar, tenemos que experimentar el privilegio de que los ojos de nuestro entendimiento sean abiertos, a fin de comprender lo que significa el Nuevo Pacto. Necesitamos que nuestros ojos sean abiertos para ver la gloriosa victoria que está proclamada para nosotros en Ezequiel capítulo 36. Dios promete “hacernos andar en sus caminos”. ¡Y esto es lo que queremos! Queremos que la sombra de su unción nos capacite para caminar en Sus estatutos. Queremos que Sus leyes sean escritas en las tablas de carne de nuestro corazón. Sin embargo, Dios nos muestra en Su Palabra, que este privilegio no es dado a todos, aunque es ofrecido a todos. Los israelitas de la antigüedad estaban limitados al Atrio Exterior. Algunos de los

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sacerdotes entraban al Lugar Santo. Solamente el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo. Antes, había una separación, como existe hoy. Hablando espiritualmente, ¿En qué posición estamos ahora? ¿Estamos en el atrio exterior, contentos solamente con la salvación, el bautismo en agua, y tal vez el bautismo en el Espíritu Santo? Ciertamente, estas son experiencias sagradas, pero amados, queremos entrar al Lugar Santo para recibir unciones más poderosas de Dios. El Lugar Santo es donde experimentamos el andar en el Espíritu. Sin embargo, hay algo más que queremos, y esto es entrar detrás del velo. Entrar detrás del velo es contemplar Su rostro y tener las leyes de Dios escritas en las tablas de carne de nuestro corazón. Ya que este pensamiento de entrar detrás del velo es tan importante, me gustaría verlo más detalladamente. 10:17 “Y añade: y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”. Bajo el Antiguo Pacto, la sangre de los animales cubría temporalmente los pecados del pueblo. Pero estas ofrendas simplemente apuntaban a Aquel que removería totalmente el pecado y lo borraría. Gracias al sacrificio de Cristo nuestros pecados están sepultados en lo profundo del mar (Mi. 7:19). Si un cristiano cae en pecado de nuevo, él debe de buscar a Dios hasta tener la seguridad que ha sido perdonado. 10:18 “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”. Esta ofrenda en el Calvario fue eterna. No solamente cubre nuestros pecados pasados, sino que también cubre los pecados que pudiéramos cometer después de ser cristianos, en el caso que mantengamos un espíritu arrepentido. En esta única ofrenda de Cristo estaba el sacrificio para salvación y para los pecados futuros del cristiano. 10:19-20 “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne”. Consideremos lo que ocurrió cuando Jesús murió. Cuando Jesús estaba en la cruz y clamó: “Consumado es,” el velo del templo se rasgó de arriba a abajo. Cuando Cristo fue crucificado, el velo se rasgó; por lo tanto, el velo nos habla de Cristo crucificado. Queremos experimentar estar crucificados con Cristo y entrar detrás del velo. Esta es la experiencia de Romanos 6:6 “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”. Este sabiendo viene de una palabra griega que significa “sabiendo por experiencia.” “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido [llegue a estar inactivo]”. Hace muchos años cuando yo era pastor, Dios estaba tratando conmigo y yo estaba clamándole que me quitara el corazón de piedra, y que me diera un corazón de carne. El Señor comenzó a hablarme en Romanos 5:21: “Para que así como el pecado reinó para muerte; así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” Entonces Pablo hace la pregunta retórica de Romanos 6:1: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” En otras palabras, ¿va a ser nuestra experiencia cristiana estar en la cumbre del monte un día, sólo para que al siguiente caigamos y nos estrellemos en el valle de la derrota? Cuando comenzamos, ¿estamos arriba un día y el siguiente por el suelo? ¿Va a ser esa nuestra experiencia cristiana? La voz del apóstol Pablo nos responde: “En ninguna manera.” El sacrificio de Cristo nos proporciona mucho más que salvación. Él no solamente nos perdona y luego nos deja con una experiencia cristiana de “altibajos”. ¡No!, Su sacrificio provee una victoria completa. ¿Pero, cómo? ¿Cómo vamos a entrar detrás del velo, y a obtener victoria sobre nuestro viejo hombre? Nuestro hombre nuevo (Cristo en nosotros) no puede pecar. Es nuestro hombre viejo, o naturaleza caída, lo que nos hace pecar; y lo hace de una forma natural, porque esa es su naturaleza.

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Nuestra vieja naturaleza es pecaminosa; entonces, ¿qué hace? Lo único que sabe hacer es pecar. Por lo tanto, ¿cuál es la clave para la victoria? La clave es que nuestro viejo hombre sea puesto en la cruz. En lo natural, no podemos crucificarnos a nosotros mismos. Podemos matarnos de muchas otras maneras, pero no podemos matarnos crucificándonos. Usted podría clavar sus pies, o una mano, pero, ¿cómo clavaría su otra mano? Es sorprendente que Dios en su sabiduría escogió la muerte por crucifixión, para probarnos que no podemos crucificarnos a nosotros mismos. La crucifixión es una experiencia. ¡Una experiencia a la cual solamente Dios puede llevarnos! El camino a la experiencia de Romanos 6:6 está representado para nosotros en el viaje de los hijos de Israel. Después que los israelitas pasaron sus pruebas en el desierto, Dios los llevó al Jordán. El cruce del Jordán trató con la naturaleza adámica de ellos y representa la experiencia de ser muertos al pecado. En el desierto, Dios tratará con una cosa después de la otra. Nuestra respuesta a lo que Dios trate en nuestra vida es muy importante. Cada vez que respondemos a Dios y decimos: “Oh Señor, estoy dispuesto,” somos llevados un poco más cerca de nuestra experiencia del Jordán. Hubo una gran transformación después de que los israelitas cruzaron el Jordán. Hace muchos años, en cierto momento de mi vida, Dios me estaba preparando para mi experiencia de Romanos 6:6. Dios se mantuvo poniendo Su dedo en una y otra cosa de mi corazón, diciéndome: “¿Estás dispuesto a rendir esto, y esto?” Algunas de las cosas que mencionó eran fáciles de dejar, y parecían bastante insignificantes. Yo le pregunté: “Señor, ¿estás interesado en eso?” Dios me hizo saber que para Él eso era muy importante. Muchas de estas cosas no eran pecado. Entonces llegó al punto en que me dijo: “¿Me darás a tu esposa, ahora?” Yo contesté: “Señor, yo no puedo hacer eso”. Yo me di cuenta que esto implicaba algo muy costoso y simplemente no podía entregarla. Poco después, yo estaba en una reunión donde el Espíritu del Señor me derribó al suelo y el Señor comenzó a razonar conmigo, diciendo: “Veamos, ¿quién ama más a tu esposa, tú o Yo?” Yo dije: “Bueno, Tú, Señor”. Luego Él me dijo: “¿Y quién tiene el poder para procurar su bienestar, tú o Yo?” En ese momento, yo estaba tendido en el suelo sin poder moverme, y reconocí: “Señor, Tú tienes el poder”. Entonces Dios, misericordiosamente, hizo una obra en mi corazón en ese momento y dijo: “Ahora, dame a tu esposa,” y yo pude entregarle a mi esposa al Señor. Abraham tuvo que estar dispuesto a ofrecer a su amado hijo, Isaac. En cuanto a mí, el Señor quería que estuviera dispuesto a darle mi esposa. En ese momento no me di cuenta que mi disposición para decir sí me estaba preparando para la experiencia de Romanos 6:6. El Señor no nos lleva al Jordán (o a Romanos 6:6), hasta que está satisfecho de que hemos aprobado todas nuestras pruebas. Unos diez días después de este episodio, estando en mi oficina una mañana, repentinamente sentí que el Espíritu Santo se paseaba en el cuarto, como una persona lo haría. Entonces tuve una visión de Cristo en la cruz. En esa visión fui levantado por el Espíritu del Señor y colgado con Cristo en la cruz. Yo estaba realmente en Cristo, y en ese momento entendí que estaba crucificado juntamente con él. Cuando estaba pendiendo con Cristo en la cruz, literalmente pude ver a la gente vituperándole. Pero nada ocurría; yo estaba en la cruz. Después de un breve instante la visión cesó y yo estaba de regreso en mi oficina. Entonces desde adentro de mí, se inició un mover del Espíritu, y el Espíritu comenzó a moverse dentro de mí repitiendo las palabras de Gálatas 2:20, y desde mi boca, Él habló estas palabras: “Con Cristo estoy juntamente crucificado.” Este mover del Espíritu Santo con las palabras de Gálatas 2:20 se repetían desde dentro de mí una, y otra, y otra vez. Yo sabía que estaba crucificado con Cristo, y que un poder tremendo había entrando

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en mi vida, y sobrepasaba el poder del pecado. Hubo una gran liberación de la atracción de la vieja naturaleza. Y en ese momento vi el velo del templo rasgado de arriba a abajo. ¡Oh, fue una experiencia gloriosa! La experiencia de estar crucificado con Cristo es una experiencia muy, muy real. Esta fue mi experiencia de estar “muerto al pecado”. Obviamente, usted no necesita tener una experiencia idéntica para saber que ha sido crucificado juntamente con Cristo y que ha entrado detrás del velo. La razón por la que tuve una experiencia dramática es porque yo tengo que enseñar estas cosas por todo el mundo, y quien tiene una experiencia no está a merced del que tiene una teoría. Su experiencia de Romanos 6:6 será diferente. Dios puede darle una escritura, una revelación o de alguna otra manera, hacerle saber que de verdad está muerto al pecado, y desde ese momento usted no debe servir más al pecado. Este es el resumen del Nuevo Pacto: por el camino nuevo y vivo podemos entrar detrás del velo. Que tengamos hambre y sed de que Dios nos introduzca detrás del velo. La experiencia de atravesar el velo nos hace saber que estamos crucificados juntamente con Cristo. No tenemos que tratar de crucificarnos a nosotros mismos; Dios lo hace. Cristo no se colocó sobre la cruz; el Padre lo puso allí, pero Cristo estuvo dispuesto. Me gustaría que miráramos Filipenses 2:13. Este versículo es una clave para nuestra vida espiritual y ha significado mucho para mí a través de los años. “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. En otras palabras, es Dios quien obra en nuestro corazón para que estemos dispuestos. Usted podría decir: “Pero pastor, hay demasiadas cosas que no puedo dejar”. Amigo, sólo dígale al Señor que no tiene la fuerza para dejarlas, y dígale: “Señor, por favor dame la disposición para dejar esas cosas”. Si usted lo hace, Dios obrará en su corazón hasta que usted pueda entregarlas al siempre amoroso Padre celestial. Filipenses 2:13 nos muestra quién nos traerá a ese “camino nuevo y vivo, a través del velo”, y esto es glorioso.

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Sección 9 LA VIDA EN EL LUGAR SANTÍSIMO 10:21-25 No solamente queremos entrar detrás del velo, sino también deseamos permanecer allí. Nuestro objetivo es vivir nuestra vida dentro del Lugar Santísimo. David clamó en los Salmos “¿Quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?” (Sal. 15:1). No deseamos únicamente dar fruto, sino fruto que permanezca. El fruto que permanece viene de permanecer en Su presencia. Los siervos entran y salen, los súbditos van y vienen de la presencia del soberano, pero los hijos del soberano moran en su presencia. Por lo cual, como verdaderos hijos e hijas maduros del Dios viviente, nuestro deseo es morar en la casa del Señor para siempre; contemplar Su hermosura, e inquirir en Cu templo. 10:21-22 “Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Ser lavados con agua pura, también se menciona en Efesios 5:26 y en Ezequiel 36:25. El agua de la que aquí se habla no era agua santificada por medio de un rito, o agua del río Jordán en la tierra santa. La Iglesia es limpiada con el lavamiento del agua por la Palabra (Ef. 5:26). ¿Cómo somos lavados? Somos lavados por la obediencia al rhema, o la palabra viva que Cristo nos habla. Tenemos que leer y estudiar la Palabra de Dios, pero más que eso, tenemos que oír a Cristo hablándonos por medio de Su Palabra. Esta es la Palabra que nos limpia. Cuando obedecemos la palabra específica que el Señor nos habla, entonces nuestros cuerpos son lavados. Nuestra mente es lavada, nuestras piernas y pies son lavados, nuestros ojos y oídos son lavados, nuestro corazón y entrañas son lavados. Todo nuestro cuerpo necesita ser lavado con agua pura. 10:23 “Mantengámonos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”. Necesitamos tener una experiencia de permanencia, y ésta viene a través de la fe. El apóstol Pablo dijo: “Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá. 2:20). La fe que permanece es la que nos permite morar en Su presencia. La gente pregunta: “¿Podemos darle la espalda a Dios después de haber tenido esas maravillosas experiencias?” ¡Por supuesto que podemos! Podemos alejarnos después de cualquier experiencia. Así que muy pronto, Pablo nos dará una cuarta advertencia. 10:24 “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”. La vida en el Lugar Santísimo implica que la naturaleza de amor está siendo perfeccionada en nuestra vida, y asimismo las buenas obras. Ambas deben de abundar. Amor es otra palabra para perfección. En Colosenses 3:14 Pablo dice: “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”. El amor es el vínculo de la perfección.

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En el Lugar Santísimo las leyes de Dios están escritas en las tablas de carne de nuestro corazón, y esto produce amor verdadero. Esas dos tablas de la ley pueden ser resumidas así: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente [...] y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:36-40). Consecuentemente, debemos estimularnos unos a otros en amor y buenas obras, porque obviamente, el amor da. La esencia del amor es dar. El amor es manifestado a través de buenas obras. De tal manera amó Dios al mundo que dio a Su hijo unigénito (Jn 3:16). ¡El amor da! 10:25 “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Desafortunadamente, algunos que entran a la experiencia de la vida crucificada, luego se enfrían en su corazón a causa de una ofensa. Ellos empiezan a encontrar fallas en su iglesia y en otros cristianos, o se ofenden por algo que ocurre en la iglesia. Entonces dicen: “Ya no iremos más a la iglesia, vamos a adorar al Señor en casa”. Esto es muy peligroso. Respecto al tema de separarse de otros miembros del cuerpo de Cristo, Dios me dio una ilustración estando en África Oriental. Vi un montón de madera que estaba quemándose y todos los pedazos de madera se mantenían ardiendo juntos, unos con otros. Había varios trozos de madera apartados del montón, y al observarlos vi como esos pedazos se apagaban rápidamente, pero los que estaban apilados continuaron ardiendo. El Espíritu Santo puso en mi corazón un mensaje fuerte y claro. Si nos separamos de la iglesia y de la comunión con los hermanos, vamos a morir. Nuestro fuego se va a apagar. Una vez que somos encendidos por el amor de Cristo, el fuego se mantendrá gracias a los hermanos. El apóstol Pablo dice: “Exhortándonos unos a otros: tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Hoy, ese “día” realmente está próximo. Vemos que en Israel todo está cayendo en su lugar, y sucesos en Europa que están preparando el camino para los diez reyes y el Anticristo. Grandes tinieblas están cayendo sobre la tierra, y necesitamos estar clamando al Señor para que nuestra relación con nuestros hermanos sea fortalecida. De modo que se nos da la orden de animarnos y exhortarnos unos a otros diariamente. No podremos estar de pie en esta hora sin la fortaleza de nuestros hermanos.

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La Cuarta Advertencia Guardaos del pecado voluntario y de retroceder 10:26-39 10:26-27 “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.” Si bien vemos a Dios como un Dios misericordioso, también debemos considerar que Él es un juez. Tenemos que retroceder a la Ley para entender lo que Pablo está diciendo aquí. En Éxodo 34:6, Dios se le apareció a Moisés y le dijo: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad”. Pero en el versículo siete le dijo: “Que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. Jehová el Señor también es juez, y nunca debemos olvidar este aspecto de Su naturaleza. Hay varios ejemplos clásicos en la Palabra de Dios, de hombres que pecaron y no hallaron lugar para el arrepentimiento. Saúl no encontró arrepentimiento después de años de rechazar la Palabra de Dios. Esaú buscó arrepentimiento por la pérdida de su primogenitura, pero no lo halló, aunque lloró con lágrimas de amargura. Saúl, Esaú y Judas, todos ellos lloraron, pero no fueron restaurados. No se les mostró misericordia. Por supuesto, siempre hay una razón por la cual Dios muestra misericordia a unos y a otros no. Juzgando desde el punto de vista humano, el rey David cometió un pecado más grave que el de Saúl, pero David tenía un corazón diferente. Su espíritu se quebrantó delante del Señor. Él fue recibido de nuevo y va a ser rey en el Milenio. Judas y Pedro negaron al Señor, pero una negación fue premeditada y la otra fue por temor; y Pedro lloró amargamente. Lo primero que el ángel les dijo a las mujeres en la tumba fue que fueran y dijeran a los discípulos y a Pedro que Cristo había resucitado de los muertos (Mc. 16:5-7). Hubo una gran diferencia entre Judas y Pedro, sus corazones eran totalmente diferentes. Debemos ser cuidadosos de no pecar voluntariamente. El rey David fue vencido por una debilidad, pero el pecado de Saúl fue premeditado. Él lo hizo para quedar bien ante el pueblo. Él desobedeció la orden de Dios de matar a todos los amalecitas. Al igual que Judas, su traición fue calculada, mientras que Pedro fue vencido por su debilidad. Hay una gran diferencia. En Judas 1:23, el apóstol dijo: “Y de otros tened misericordia, con temor”. Aquí es donde debemos entender cómo obra la misericordia de Dios.

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Hubo cierto pastor que una vez clamó a Dios y dijo: “Oh Dios, por favor, dame de Tu misericordia”. Inmediatamente Dios le respondió: “La misericordia me pertenece. Tendré misericordia de quien tenga misericordia”. Hay una diferencia abismal entre alguien que es atrapados en un momento de debilidad y alguien cuyo corazón está inclinado al mal. No estoy excusando el pecado, no me malentiendan por favor, pero tenemos que hacer una diferencia entre ambos. Cuando el pecado es voluntario ya no queda más sacrificio. 10:28-29 “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta [insulto] al Espíritu de gracia”. Observemos estas palabras: “La sangre, en la cual fue santificado”. Esto sólo puede estar refiriéndose a un creyente. Las cinco advertencias de Hebreos son para creyentes, no para el mundo. No debemos volvernos voluntariamente de Dios e insultar al Espíritu de Gracia. 10:30 “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo”. ¡El Señor juzgará no solamente al mundo, sino a Su pueblo! El apóstol Pedro dice que el juicio debe comenzar primero por la casa de Dios. Por lo tanto, debemos clamar continuamente: “¡Oh Dios, purifícame!” El mismo Señor Jesucristo declaró: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre” (ver Jn. 8:34-35). El hombre o la mujer que continúa cometiendo pecado, no se quedará en la casa para siempre. Durante mi vida, he visto esto una y otra vez. Nuestras iglesias estarían llenas si todos aquellos que han aceptado a Cristo permanecieran, pero muchos no lo hacen. Muchos no guardan su corazón con toda diligencia y se vuelven atrás, como dijo Pedro, como un perro que vuelve a su vómito. Regresan a las contaminaciones de este mundo, y esto se aplica también a algunos predicadores. Pedro habla específicamente de ministros de liberación que prometen libertad a otros y ellos mismos están atados con ligaduras de iniquidad. Él los describe así en 1 Pedro 2:15: “Han dejado el camino recto, y se han extraviado”. Estos son ministros que una vez estuvieron en camino de justicia, pero se han extraviado. “Son fuentes sin agua, [dando a entender que el Espíritu los ha abandonado] nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones, a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad y son ellos mismos esclavos de corrupción” (2 P. 2:17-19). Hay ministros que predican injusticia, disculpan la impiedad y seducen a los santos inestables que una vez escaparon de esas cosas. Nuestro ministerio no nos salva. Conozco predicadores que han predicado del infierno de fuego y azufre. Ellos predicaban con dureza, pero, ¿sabe usted por qué predicaban con dureza? Porque trataban de salvarse sí mismos. Pensaban que si predicaban justicia, su predicación los salvará. Pero el apóstol Juan dijo: “Amados, nadie os engañe; el que hace justicia es justo” (1 Jn. 3:7). “Si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 P. 2:20-21). Juan Bunyan fue presentado en un sueño con el intérprete, en el “Progreso del Peregrino”. El intérprete le mostró una gran jaula en la que estaba sentado un joven muy enfadado, suspirando con

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profundos lamentos. El interprete le hizo señas a Juan Bunyan para que lo interrogara, así que Juan Bunyan le preguntó: “Por qué estás en esa jaula?” A lo que el joven contestó: “Una vez fui un creyente que había escapado de la concupiscencia del mundo, y según lo que decían los demás, estaba viviendo una vida muy justa”. A partir de su testimonio, uno podía entender que él había estado llevando a otros al Señor en los primeros años de su experiencia cristiana. Pero entonces, algo ocurrió. Él comenzó a escuchar a sus antiguos amigos y a jugar con el pecado de nuevo. Él fue vencido y regresó a sus ataduras. Su destino eterno fue sentarse en esa jaula y nunca volver a ser liberado. Esto es más que un drama. Estas cosas son muy reales. No nos dejemos engañar por nadie. Estas terribles advertencias a los hebreos son respaldadas por los apóstoles y por el Señor Jesucristo. 10:31 “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Estas son advertencias aterradoras. Oh, clamemos a Dios para que seamos preservados por Su poder, y clamemos a Dios para que seamos lavados continuamente por la sangre de Cristo. Somos lavados continuamente por la sangre de Cristo, solamente si caminamos en la luz y en la verdad. Entonces tendremos compañerismo con el Padre y Su Hijo. 10:32-34 “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo [la confiscación] de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”. Los cristianos hebreos estaban apartándose del Señor. En tiempos de avivamiento, multitudes vienen a la iglesia, pero luego hay un tiempo de prueba y muchos se apartan. “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados [o después que ustedes llegaron a la luz y fueron salvos], sostuvisteis gran combate de padecimientos”. Pablo estaba diciéndoles a estos creyentes judíos que recordaran el tiempo cuando, por primera vez, se encontraron con Cristo como su Salvador. Sus corazones estaban llenos de amor y de celo por Cristo; y también habían tenido gran compasión de Pablo cuando estuvo en prisión y en cadenas. Ellos estuvieron dispuestos a perder sus bienes y sufrir el destierro de sus hermanos judíos, con tal de ser identificados con el Señor Jesucristo y Su prisionero, el apóstol Pablo. Los hebreos estuvieron dispuestos a sufrir grandemente, sabiendo en su corazón que tendrían una mejor y más perdurable herencia en los cielos. Cristo dijo: “El que dé un vaso de agua fría a un profeta, recibirá recompensa de profeta” (Mt. 10:41-42). 10:35 “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón”. Ya hemos mencionado la experiencia de la jovencita que fue llevada a los cielos en una visión. En el cielo ella vio que había recompensas hasta por un apretón de manos, una sonrisa y pequeños actos de bondad. ¡Imagínese, cuán grandes habrán sido las recompensas para los santos hebreos, a causa de todos sus sufrimientos por Cristo! Irónicamente, aunque habían sufrido enormemente por su testimonio, estaban a punto de darse por vencidos. Esta es la razón por la que Pablo instó a no perder su confianza que les traería grande galardón. 10:36 “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. Abraham tuvo que esperar un largo tiempo y hacer las cosas a la manera de Dios, antes de obtener las promesas. Las mayores bendiciones no son entregadas a la ligera en el reino de Dios. Es lo mismo en lo natural, un padre amoroso le da a su hijo cosas pequeñas para empezar. Él espera a que su

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hijo madure antes de darle cosas valiosas. Usted nunca le daría a su pequeña hija un costoso collar de perlas, ¿o sí? Usted le daría pequeñas perlas de imitación. Así es con los cristianos. Dios no nos da las cosas costosas hasta que hemos sido fieles en las cosas pequeñas, en los asuntos normales de la vida. “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. Aun cuando cumplamos con la voluntad de Dios, de todas formas necesitamos perseverar para esperar hasta que Dios nos de la promesa en Su tiempo. Proverbios 20:21 dice: “Los bienes que se adquieren de prisa al principio, no serán al final bendecidos”. Saúl fue elevado rápidamente y se le dio el reino, pero su fin fue desastroso. También Salomón, llegó a ser rey a la edad de diecinueve años, pero su fin fue muy desdichado. Por el contrario, aquellos que se levantan poco a poco y que pagan el precio por el ministerio, por lo general, llegan a ser muy estables y tienen honra perdurable. Moisés pasó cuarenta años en el desierto y llegó a ser uno de los dos candeleros mencionados en Apocalipsis 11:4. Él y Elías son los dos testigos que están de pie a la derecha e izquierda del Señor. Estos dos hombres pagaron un precio muy alto por el ministerio, y esto implicó largos períodos de retraso y esterilidad. 10:37-38 “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Más el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma”. Pablo está preparando el camino para el siguiente capítulo, que es el capítulo de la fe. “Más el justo vivirá por fe”. Esta es una cita de Habacuc 2:4. Vivimos por la gracia de Dios, por la misericordia de Dios y por la fe de Dios. Por lo tanto, necesitamos tener una relación continua con Cristo para tener la unción y ser victoriosos. “Pero si retrocediere, no agradará a mi alma”. Siempre que hemos alcanzado una experiencia en Cristo, existe el peligro de retroceder. He conocido personas que han recibido el bautismo del Espíritu Santo y poco después han renunciado a esta verdad. Otros que han sido usados en la predicación se han apartado del Señor. También otros a quienes Dios ha usado para sanar enfermos y realizar milagros, se han desviado del camino. He conocido a muchos que han retrocedido y ya no permiten el fluir del Espíritu Santo, porque estiman más la honra de los hombres que la honra que viene de Dios. Ellos no están dispuestos a soportar el oprobio que viene con la nueva experiencia en Dios. Pero entonces, Pablo declara triunfalmente de sí mismo y de los que están con él: 10:39 “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, [y sí es posible retroceder al punto de perderse] sino de los que tienen fe para preservación del alma”. Que Dios nos conceda Su gracia para ser siempre un pueblo que prosigue hacia adelante. Por si alguno piensa que ha alcanzado todo lo que Dios tiene, me gustaría concluir esta sección mirando 1 Corintios 2:9: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman”. Pablo está diciendo que Dios tiene mucho más en mente para nosotros de lo que podemos imaginar. Por lo tanto, tiene que haber una constante presión para conocer al Señor más y más. La vida es una carrera. Cuando usted se hace viejo, tiene que correr más arduamente. En una carrera de larga distancia, usted comienza con un ritmo fácil, pero conforme se va acercando a la meta tiene que aumentar la velocidad. Por tanto, entre más viejo sea usted, más tiene que estudiar y avanzar en el Señor. Pablo continúa en 1 Corintios 2:10: “Pero Dios nos la reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios”. El tiempo verbal de este versículo es el presente continuo. Significa que el Espíritu Santo está escudriñando constantemente las cosas de Dios, y

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revelándolas a nosotros. Daniel 12:4 nos dice que en los últimos días aumentará la ciencia. Los científicos están buscando constantemente, escudriñando, y tratando de romper barreras para entrar a nuevas áreas de conocimiento. Si esto es así en lo natural, y Pablo nos dice que primero es lo natural y luego lo espiritual, entonces seguramente que en estos últimos días Dios tiene reservada la mejor revelación hasta el final. Él tiene mucho más conocimiento para impartir a su Iglesia de lo que podemos imaginar. Jesús prometió que el Espíritu Santo nos guiará a toda verdad. Él dijo que el Espíritu Santo tomaría de las cosas que le pertenecen a Él y nos las revelaría a nosotros. Por lo tanto, con esta promesa en mente, oremos “Oh, bendito Espíritu Santo, soy tan lento para percibir. Por favor, revélame Tu Palabra”. Hay una hermosa oración en el Salmo 119:18 donde el salmista clama: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”. Cada vez que abrimos la Biblia, debemos de venir con reverencia, pidiendo la ayuda divina del Espíritu. Y cuando el Señor exponga su Palabra, seremos transformados más y más en hijos e hijas maduros del Altísimo y Le daremos mucho gozo.

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Sección 10 EL TESTIMONIO DE LA FE 11:1-40 11:1-2 “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos”. La fe es una sustancia, es algo muy tangible. El apóstol Pablo dice en Efesios 2:8 que la fe no proviene de nosotros, pues es un don de Dios. De modo que cuando Dios nos da fe, podemos sentirla, y sabemos que la tenemos en el corazón. La fe es la sustancia de las cosas que se esperan. Tal vez podemos parafrasear esto y decir que la fe es la seguridad de que vamos a recibir las cosas que esperamos, porque la fe siempre produce aquello para lo cual fue dada. Algunas veces, Dios nos imparte una fe específica para una necesidad específica. Él no nos da una manta de fe que cubre todo de una vez. Él nos da una fe específica. Antes que nada, nos da fe para salvación. Luego nos imparte fe para recibir el bautismo del Espíritu Santo. La fe también nos es concedida para que conozcamos al Señor como el Proveedor de todas nuestras necesidades. A través del testimonio de la fe de este capítulo, veremos que los hombres de la antigüedad recibieron fe para propósitos específicos. En realidad, recibieron fe para cumplir la voluntad de Dios. Fe es seguridad; es la evidencia de que las cosas que esperamos se van a materializar. Fue a través de la fe, la fe de Dios, que los ancianos, los patriarcas, los profetas y los hombres de la antigüedad obtuvieron un buen testimonio. 11:3 “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Se nos concede fe para que podamos entender la creación. Hoy existen toda clase de teorías acerca de la evolución, pero con un examen cuidadoso y una mente abierta nos daremos cuenta de que la evolución es científicamente imposible. Incluso desde la teoría del ADN no tiene sentido considerar la evolución. El universo entero está muy bien ordenado y opera bajo el control de un Ser Divino. Es por medio de la fe que podemos entender la creación; y es por la fe que entendemos que hay un Ser Divino y un Dios de amor. Por la fe podemos ser hombres y mujeres con propósito, sabiendo de dónde hemos venido y a dónde vamos. Es Dios quien nos da este precioso producto llamado fe; la fe es cien por ciento divina. Sin embargo, el apóstol Pablo nos dice que no todos los hombres tienen fe (2 Ts. 3:2) Cuando las personas son destituidas de la fe caen en graves errores. En su libro titulado “Visiones del Cielo y el Infierno,” John Bunyan nos relata la historia de una ocasión cuando el Señor lo llevó al infierno y allí encontró a uno de los principales maestros de la evolución, que vivió un poco antes de su época. John Bunyan le preguntó: “¿Es usted ese gran hombre que escribió un libro acerca de la evolución, tratando de disipar el concepto de que hay un Dios? El hombre contestó: “En la tierra yo fui alabado, pero aquí en el infierno soy una de las criaturas más viles”. Incluso los demonios se burlaban de él, diciendo: “¿Cómo es posible que creyeras esa teoría?”

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Lamentablemente, aquellos que exponen esos engaños tendrán un crudo despertar cuando pasen de esta vida al infierno por la eternidad. John Bunyan le preguntó a otros que estaban en el infierno: “¿Realmente ustedes creían sus teorías ateas?” Ellos reconocieron, “Tratamos de persuadir a otros, pero no pudimos persuadirnos a nosotros”. Ellos mismos no estaban convencidos, porque hay una conciencia en la raza humana que clama contra tales absurdos. 11:4 “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”. Ahora, entramos a la fe que nos capacita para ofrecer un sacrificio más excelente. Este sacrificio fue ofrecido por Abel, pero en realidad comenzó con Adán. Cuando Adán pecó, Dios le vistió con pieles de animales, dando a entender que era necesario el derramamiento de sangre para que el hombre fuera redimido. Probablemente, eran pieles de ovejas o corderos que representaban al Cordero de Dios quien moriría por los pecados del mundo. Caín entendía esto plenamente. Sin embargo, cuando los dos hermanos vinieron a ofrecer un sacrificio a Dios, Caín ofreció del fruto de sus manos, lo cual fue una abominación a Dios. Por otro lado, Abel, ofreció un animal de su rebaño, y su sacrificio fue aceptado por Dios. Este es llamado: “un sacrificio más excelente”. Por esta acción Dios testificó que él era justo. El sacrificio de Abel fue por fe. Él tuvo fe en la sangre. Abel se acercó a Dios bajo los términos de Dios. Pero Caín se acercó bajo sus propios términos. Es sólo por la fe, por una relación, que podemos saber qué sacrificios ofrecer, y es por la fe que somos capacitados para ofrecerlos. Ahora vamos a ver lo que llamamos “la fe para ser traspuesto”. 11:5 “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios”. Enoc es un tipo de los que serán traspuestos, y no verán muerte en los últimos días. Apocalipsis 12:5 nos habla de este grupo especial llamado el hijo varón. Esta es una compañía de devotos creyentes que son arrebatados al cielo y no ven muerte. La vida de Enoc, nos muestra los requisitos para estar en ese bendito grupo. Él fue un hombre que caminó con Dios y agradó a Dios. El Señor Jesús dijo que oráramos para ser tenidos por dignos de escapar de las cosas que habrán de venir sobre la tierra (Lc. 21:36). Ahora entramos al versículo seis que es la contraparte del versículo dos. En el versículo dos se nos dice que los antiguos obtuvieron buen testimonio por medio de la fe, pero en el versículo seis, Pablo nos da esta advertencia. 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. La fe es la única manera de recibir aprobación de Dios; nuestras obras no bastan, como aprendimos de la vida de Caín. No debemos de tratar de agradar al Señor por medio de buenas obras, aunque son importantes. Es una vida de fe (que Dios toma de Su Palabra), la que realmente agrada a Su corazón. Necesitamos ver también que el propósito de la oración es recibir. Es alcanzar algo. Cuando nos acercamos al Señor y le hacemos nuestra petición, debemos creer las palabras de Cristo en Lucas 11:910. Él dijo que todo aquel que pide (y se mantiene pidiendo) recibe. Por lo cual, debemos persistir hasta que recibamos aquello que pedimos. Dios es galardonador, no de los que le buscan, sino, de los que le buscan diligentemente. Debemos perseverar en oración y continuar orando hasta que obtengamos la respuesta.

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11:7 “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”. Tal vez, esta puede ser llamada: “la fe para construir un arca”. Esta fue una situación muy notable porque en los días de Noé nunca había llovido sobre la tierra. Parece que había un vapor o rocío que regaba la tierra (Gn. 2:6). Sin embargo, Noé tuvo que recibir la fe de Dios para creer que iba a haber un diluvio universal. Frecuentemente encontramos que estos héroes de la fe tuvieron que creer cosas que nunca antes habían ocurrido. Ellos fueron precursores de lo que Dios quiere hacer en estos últimos días. Enoc recibió fe para ser traspuesto, y Noé construyó un arca porque creyó que vendría un diluvio universal. Él preparó un arca, la cual preservó la raza humana. El arca simboliza un lugar de refugio. Nuestros hogares, por ejemplo, deben de ser un refugio contra la tempestad. Deben estar bajo la sombra de la presencia de Dios y cubiertos con la sangre de Cristo. Recuerdo la historia de una mujer que había orado fervientemente por su marido que era borracho. Una noche, mientras su marido llegaba tambaleándose a casa, comenzó a escuchar voces de demonios diciendo: “Tú nos perteneces, tú nos perteneces, y te vamos a llevar”. Conforme los demonios lo perseguían, él corría más y más rápido. Sin embargo, los espíritus pueden moverse con gran rapidez y continuaron tras él hasta que llegó a la puerta de su jardín. Entonces ellos dijeron: “No podemos entrar aquí porque esta casa y el jardín están cubiertos por la sangre”. Este hombre atravesó a tientas el jardín, llegó a la casa y encontró a su esposa. Entonces cayó sobre sus rodillas y clamó a Dios pidiéndole salvación. Su casa había sido convertida en un refugio para las tormentas de la vida y del adversario, a través de las oraciones y el carácter piadoso de su esposa. Hagamos de nuestros hogares arcas de seguridad. 11:8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”. Hay muchas cosas que me gustaría decir acerca de esta pareja excepcional, llamados Abraham y Sara. La primera cosa es con respecto a su llamamiento. Abraham salió de Ur de los Caldeos que era una ciudad muy grande cerca de Babilonia, y evidentemente, él era un hombre muy próspero. La Escritura nos dice que salió “sin saber a dónde iba”. Este versículo requiere una pequeña explicación. En Génesis 11:31 encontramos que su padre, Taré, salió con él. Su padre dijo: “vayamos a la tierra de Canaán”. Ur estaba a gran distancia de Canaán. Ir desde Ur hasta la tierra de Canaán, requería de una clara palabra de dirección de Dios. Él no podía ir a cualquier lado. Dios le había dicho específicamente que fuera a la tierra de Canaán, aunque no le dijo exactamente a qué parte de Canaán. Esa es la razón por la que Pablo dice que “salió sin saber a dónde iba”. Cuando Dios nos dice que salgamos, es importante preguntarle a Él ¡A dónde! Si somos llamados a ser misioneros, no podemos decir nada más, “tengo el llamado ser misionero”. Un misionero el llamado a un país en particular, y también debe de tener una localidad específica en ese país, para su base de acción. Observemos que Abraham supo cuál era el país de su llamamiento. 11:9-10 “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”. Las mismas promesas que fueron dadas a Abraham, pasaron a Isaac y a Jacob. Abraham estuvo satisfecho con moverse por toda esa tierra y morar en tiendas porque sus ojos estaban fijos en una recompensa y una ciudad eterna. Abraham debió de haber tenido una visión de la Nueva Jerusalén en los cielos.

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11:11-12 “Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar”. Abraham y Sara tenían el mismo llamamiento y el mismo propósito. Es importante tener una pareja con el mismo llamamiento. Esta es una de las cosas que el Señor le enfatizó a mi esposa antes que nos conociéramos. Dios le prometió que le daría un compañero con la misma visión preciosa y llamamiento. Es muy importante darnos cuenta que no solamente tenemos que casarnos con alguien que sea cristiano. No, debemos casarnos con alguien que tenga la misma visión. Si usted es una mujer, entonces debe de ser ayuda idónea para su esposo. Si usted tiene un llamamiento para ir en una dirección y él tiene un llamamiento para ir en otra, habrá muchas frustraciones en su vida. Por lo tanto, el compañero matrimonial que Dios elija para usted, será un creyente que tenga la misma visión, el mismo llamamiento y las mismas promesas que usted. Sara tuvo que creerle a Dios para recibir fortaleza divina a fin de concebir cuando ya había pasado la edad de dar a luz. Las promesas hechas a Abraham dependían de Sara. Dios le dijo a Abraham que el heredero saldría de sus propios lomos y heredaría las promesas. Por supuesto, las promesas que Dios nos da se cumplen también sobre nuestros hijos espirituales. Hay una promesa para la estéril en Isaías 54:1-3: “Canta, Oh estéril..., porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas”. Nuestra herencia está en nuestra simiente espiritual, nuestros hijos espirituales. Por lo tanto, Sara fue parte integral del cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham. Sara es una de las seis mujeres estériles en la Palabra de Dios. Estas seis mujeres son: Sara, Rebeca, Raquel, Rut, Ana, la madre de Sansón y Elizabeth. Ellas fueron estériles por un tiempo, pero dieron a luz un hijo importante. Sara dio a luz a Isaac; Rebeca dio a luz a Jacob; Raquel dio a luz a José; Rut dio a luz a Obed (linaje de David), Ana dio a luz a Samuel, la mujer de Manoa dio a luz a Sansón y Elizabeth dio a luz a Juan el Bautista. Dios lleva a sus hijos a esterilidad espiritual para que seamos probados. Es en este lugar de debilidad y aparentemente infructífero, donde recibimos fe para extendernos a la derecha y a la izquierda. Dios dará a luz una simiente espiritual de nosotros, que heredará todo lo que Él nos ha prometido. 11:13-14 “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria”. Aquí hay una verdad muy importante: el hecho de que los santos del Antiguo Testamento no entraron a la plenitud de las promesas de Dios. El cumplimiento de estas promesas estaba reservado para nosotros, como vemos en los versículos 39 y 40. El rey David tuvo una revelación de que los sacrificios levíticos y las ofrendas eran algo que Dios no pedía. Él tuvo el entendimiento de que lo importante para Dios era la obediencia, y no el sacrificio. Dios quería alguien que lo escuchara y respondiera a Sus palabras desde su corazón. Él anhelaba a un hombre o una mujer en cuyo corazón estuviera Su Ley. David estaba viviendo en la era del Antiguo Testamento, pero él abrazó la promesa del Nuevo Testamento de tener un corazón nuevo. Los santos de la antigüedad “creyeron las promesas (estaban persuadidos de ellas), y las saludaron (abrazaron), y confesaron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que dicen esto, claramente dan a entender que buscan una patria.”

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La patria que Abraham estaba buscando no era la tierra física de Canaán, era la patria celestial. Por lo tanto, también nosotros debemos buscar las cosas celestiales y tener una mente celestial. Colosenses 3:1-2 dice: “Si pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Debemos d buscar las cosas celestiales y vivir a la luz de la gloria celestial, aquí sobre la tierra. Esto es lo que Abraham y Sara hicieron. 11:15 “Pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver”. En este versículo tenemos una de las más asombrosas advertencias de la Palabra de Dios. Esta es una tentación en la que he visto sucumbir a muchos, durante mi vida y ministerio. Si Dios nos envía como misioneros a un país extranjero, debemos aprender a estar contentos allí. Si comenzamos a comparar esa tierra con nuestro país, y comenzamos a desear y a orar para regresar, nos estamos preparando para que Dios abra una puerta para que regresemos. Sin embargo al hacer esto, vamos a perder el derecho a nuestro galardón y a nuestra corona. Un poco antes de salir al campo misionero por primera vez, oí a un joven inglés que decía haber sido misionero en otra parte de Europa, pero luego volvió a Inglaterra permanentemente. Él tenía solamente veinte años. Testificó que mientras estuvo en el campo misionero pasaba añorando regresar a su hogar en Inglaterra. Él dijo: “Dios abrió el camino para mi regreso, pero sé que nunca más regresaré al campo misionero. Dios no me permitirá volver”. Les diré algo: esas palabras realmente hicieron algo en mí. Yo le agradezco a Dios por haberme permitido escuchar ese testimonio, ya que tuvo un impacto tremendo sobre mi vida. Ciertamente no quiero volver a casa prematuramente y perder mi corona. 11:16 “Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. La ciudad a la que Pablo se está refiriendo es Sion, la Jerusalén celestial. Esta es una verdad que Pablo va a proclamar en los siguientes capítulos. 11:17-19 “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”. A esto lo podemos llamar “la prueba de nuestra fe”. Nuestra disposición a ofrecer lo que es más precioso para nosotros, determina si hemos de entrar a las promesas de Dios. El Señor nos probará a cada uno de nosotros para ver qué amamos más, el ministerio o a Él. Hay tiempos cuando Dios nos pide que devolvamos el llamamiento o el ministerio que Él nos ha dado. Este “sacrificio” llegó a ser una realidad para mí hace muchos años en Francia. Francia fue el primer país al que yo fui llamado. Después de estar establecido allí por varios años, fui a Suiza ya que Dios me había abierto una puerta para ministrar allá. Cuando traté de regresar a Francia, fui detenido por un inspector de la frontera quien tomó mi pasaporte y dijo: “Usted debe venir conmigo”. Él me preguntó: “¿Quién es usted?” y cuando le contesté: “¡Soy un pastor!” su semblante decayó y dijo: “Bien, ¿qué es lo que usted ha hecho? Hay carteles con su nombre en cada puesto fronterizo de Francia, y tenemos instrucciones de no dejarlo entrar.” El inspector llamó al gobernador local para informarle mi situación, y él dijo: “Suéltelo, pero debe firmar una declaración de que jamás volverá a entrar en el país”. Naturalmente, yo me preguntaba qué había ocurrido, así que hice indagaciones. Supe que no solamente me habían negado la entrada a

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Francia, sino que había sido expulsado permanentemente por el oficial a quien yo le había solicitado una visa de residente. Al poco tiempo de esto, fui a una reunión donde el Señor comenzó a tratar conmigo, respecto a ciertos asuntos de mi vida. Cuando le confesé mis necesidades, sentí que las aguas del Espíritu fluían por todo mi ser, limpiándome. Después de esa refrescante limpieza y de un nuevo encuentro con Dios, recibí una carta de un oficial del gobierno de Francia que decía: “Una visa lo está esperando”. En la frontera, pasé por el mismo puesto fronterizo y estaba de turno el mismo inspector que la vez anterior. Cuando me vio, ya estaba listo para abalanzarse sobre mí de nuevo, y yo simplemente le sonreí y extendí la carta ante él. De mala gana, me dijo en francés: “Oh, pase Señor.” Sólo quiero decir esto: Dios me probó durante ese tiempo. Yo sabía que el Señor me había dicho: “Yo te llamé a Francia y tengo una herencia para ti en ese país”. En aquel tiempo tuve que estar dispuesto a renunciar y nunca más volver a Francia. Pero Dios estaba probando mi corazón. Después de que hice una nueva consagración a Dios, recibí esa carta diciéndome que podía regresar a ese país. Dios había movido al Cónsul General británico a quejarse acerca de la manera en que el oficial me había tratado; especialmente, debido a que yo era un pastor. El cónsul habló con el gobernador y el gobernador estaba enfadado debido a que esta situación podría haber afectado las relaciones entre Francia e Inglaterra. El gobernador reprendió al hombre que me había expulsado del país y le hizo firmar una carta en la que decía que yo podía entrar a Francia y vivir allí todo el tiempo que yo deseara. Ciertamente, Dios puede cambiar la opinión de los gobernantes. Sin embargo, Dios quería cambiar primero mi corazón, y hacer una obra profunda de gracia en mí, para que, en mi vida, yo pusiera al Señor primero como lo hizo Abraham. Tuve que estar dispuesto a rendir mi llamamiento a Francia, antes de que mi llamamiento pudiera ser resucitado. Abraham tuvo que ofrecer a su hijo Isaac. Él tuvo que creer que Dios resucitaría a Isaac, porque en Isaac estaban todas sus promesas. Hay ocasiones en nuestra vida cuando tenemos que rendir nuestro llamamiento a Dios. En ese punto, comprendemos que no podemos continuar, a menos que Dios nos lo devuelva. 11:20 “Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras”. En este versículo vemos “la fe para bendecir” por medio de la cual Isaac bendijo a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras. Hay una unción específica de fe que nos capacita para poner nuestras manos sobre las personas, y dar una palabra profética para ellos respecto a lo que Dios quiere para sus vidas. El manto profético opera por la fe. 11:21 “Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón”. Esta es “la fe de adoración”. Esta adoración viene de la fe. En este caso fue una fe que creyó que Dios cumpliría las promesas a través de José y sus hijos. Esa fe inspiró que la adoración fluyera de Jacob. 11:22 “Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos”. Esto podría sonar un poco extraño, pero en este relato de José tenemos “la fe de funeral”. En una ocasión, yo estaba charlando con varios ministros acerca de cuán caro es tener un funeral en los Estados Unidos. Los ministros decían: “Para mí con una caja de cartón es suficiente, de todos modos yo estaré en el cielo, ¿Para qué desperdiciar el dinero?” Yo estaba a punto de convenir con

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el consenso general de la conversación. Entonces el Espíritu del Señor habló muy claramente a mi corazón: “Oh, entonces ¿por qué fue tan importante para Jacob el ser sepultado en su heredad? Y, ¿por qué fue tan importante para José el ser enterrado en su heredad si no tiene importancia dónde seas sepultado?” Dejaré eso allí para que usted lo considere. “La fe de funeral” es para ser sepultado en el lugar que Dios ha ordenado para nosotros. Cuando murió el famoso misionero de África, David Livingstone, su cuerpo fue llevado para ser sepultado en la Abadía de Westminster en Inglaterra, pero su corazón fue enterrado en África. Su corazón fue enterrado allí porque el Doctor Livingstone dio su vida por el África y esta fue la tierra de su herencia. Él abrazó de todo corazón la tierra de su adopción y nunca se quejó de su entorno ni de su nostalgia por Inglaterra. Esta es la señal distintiva de un verdadero misionero. 11:23 “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”. Aquí esta “la fe para ser escondido”. Hay otros casos en la Palabra de Dios donde Dios escondió a alguien para protegerlo. En Jeremías 36:26 Dios escondió al profeta. Queremos creer que Dios nos preserva en tiempos de dificultad (ver 1 R. 18:4). Hay numerosas promesas en la Escritura de que seremos escondidos por el Señor durante los tiempos de juicio, si nuestros caminos le agradan a Él. Esta protección divina viene por medio de la fe. 11:24-26 “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”. En estos versículos, el apóstol Pablo nos presenta “la fe para escoger,” porque dice que Moisés escogió “ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado”. Hay momentos que necesitamos fe para tomar las decisiones correctas en la vida. Muchas veces las decisiones correctas son costosas y dolorosas, pero por fe podemos entender que el premio es mucho mayor que el precio. 11:27 “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al Invisible”. Esta es “la fe para dejar”. A veces necesitamos tener fe para dejar nuestro propio país, nuestra tierra e incluso a nuestros padres, para ir a donde Dios nos llama. Debemos tener la fe de Dios para abandonar estas cosas. Algunas personas no tienen esa fe, y no pueden dejar a sus seres queridos cuando Dios les dice que lo hagan. 11:28 “Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos”. También hay una fe para celebrar la Pascua. Esta es la fe para salvación. La fe para salvación se ve en Efesios 2:8 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Necesitamos tener la fe para salvación para apropiarnos la obra redentora de Cristo en la cruz, y para apropiarnos Su gracia salvadora. Cristo murió por toda la humanidad, y aunque muchos creen que hay un Dios, ellos no son nacidos de nuevo a menos que reciban la fe para abrazar al Salvador. 11:29 “Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentado los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados”. Luego está la fe para pasar el mar Rojo. Moisés tuvo fe para llevar a los hijos de Israel a través del mar Rojo. Esto representa la fe necesaria para ser bautizados en agua (ver 1

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Co. 10:2). Por la fe, descendemos a las aguas del bautismo, identificándonos con la muerte y la resurrección de Cristo, y salimos con una nueva fortaleza para caminar en vida nueva (Ro. 6:3-5). El bautismo en agua es una verdad fundamental (He. 6:1-2); sin él, nadie es capaz de presionar hacia verdades y experiencias más profundas con Dios, tales como entrar detrás del velo. El bautismo en agua es un paso muy importante de obediencia en la vida cristiana. Así como Cristo fue bautizado en agua para cumplir toda justicia, así lo debemos hacer nosotros también (Mt. 3:15). 11:30 “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días”. Jericó era una fortaleza enemiga. Algunas veces necesitamos recibir fe de Dios para ver caer las fortalezas enemigas delante de nosotros. Hubo una clave para someter a Jericó. Por seis días ellos tuvieron que marchar alrededor de la ciudad, una vez cada día, y en el séptimo día tuvieron que marchar siete veces alrededor de la ciudad, haciendo un total de trece circuitos. Para nuestra situación particular, Dios también nos dará una clave especial que derribará las fortalezas enemigas. Algunas veces, la clave será, literalmente, caminar alrededor de un edificio, pero otras veces será algo más. Debemos escuchar a Dios respecto a la clave para nuestra liberación. No hay llaves maestras en el reino de Dios. Cada batalla requiere un nuevo plan de batalla. Esta es la razón por la que necesitamos tener un corazón sensible que escuche al Señor cuando nos habla. 11:31 “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”. En el versículo treinta y uno tenemos “la fe para ser preservado en el tiempo de destrucción”. Jericó fue destruida, pero Rahab, la ramera, tuvo fe para ser preservada. Vienen juicios sobre la tierra, y necesitamos entrar a esta área de fe, por medio de la cual recibimos la fe de Dios para ser salvos de los juicios y de la destrucción (ver Sof. 2:1-3). 11:32 “¿Y qué más digno? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas”. En los versículos finales del capítulo once hay una lista de otros héroes de la fe. Gedeón es llamado “varón esforzado y valiente” en Jueces 6:12. Él es más conocido por poner un vellón delante del Señor por fe. El relato de su vida se encuentra en Jueces, capítulos del seis al ocho. Barac destruyó por fe a los malvados ejércitos de Sísara cuando recibió la dirección de Dios de parte de Débora, la profetisa. La vida de Barac está registrada en Jueces capítulos 4 al 5. Sansón se apropió de la fe para manifestar la tremenda fuerza de Dios (Jue. 13–16). Por la fe, Jefté se levantó por encima de sus antecedentes, de ser un hijo ilegítimo, y llegó a ser libertador de sus hermanos que lo habían rechazado al principio. Este relato se encuentra en Jueces, capítulos 11 y 12. La vida de David está registrada en 1 Samuel capítulo 16 a 2 Samuel capítulo 24. El es más conocido por haber dado muerte a Goliat. Esto requirió gran fe, pero la fe de David se observa en un sinnúmero de ocasiones. Luego está el gran profeta Samuel, cuya vida inmaculada y ministerio hicieron que toda la nación buscara a Dios. Samuel y Moisés están relacionados como grandes intercesores (ver Sal. 99:6; Jer. 15:1). 11:33-34 “Que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros”. En estos versículos, vemos

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la fe que mueve montañas. A continuación, en los versículos 35-38, vemos la manifestación del fruto de la fe que nos permite soportar. 11:35-38 “Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección, mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”. En los versículos 35 al 38, vemos diez sufrimientos específicos intensos que soportaron los hijos de la fe. Ellos soportaron porque recibieron fe y gracia de parte de Dios. Diez intensos sufrimientos que soportaron los hijos de la fe: 1) Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección (Significa que primero tuvieron que ver morir a sus amados). 2) Otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. 3) Otros experimentaron vituperios y azotes. 4) Prisiones y cárceles. 5) Algunos fueron apedreados, aserrados (Isaías fue aserrado por el rey Manasés). 6) Fueron puestos a prueba (Hay fe otorgada para que soportemos las tentaciones). 7) Muchos fueron muertos a filo de espada. 8) Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras. 9) Pobres, angustiados, maltratados (En el tiempo de los Macabeos fueron perseguidos por Antíoco IV Epífanes, quien es un tipo del anticristo que vendrá y que también perseguirá a los cristianos). 10) Vagaron por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Estos son diez aspectos del sufrimiento para los cuales los santos de la antigüedad recibieron fe para soportar. De modo que, cobremos valor y animémonos, ya que podemos atravesar cualquier problema, y ¡podemos ser guardados por el poder de Dios mediante la fe! 11:39 “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido”. ¿Qué fue lo prometido? Fue entrar detrás del velo y llegar a la perfección. Fue entrar a las promesas que Dios hizo para la Edad de la Iglesia. 11:40 “Proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”. Los santos del Antiguo Testamento no fueron perfeccionados. Queda todavía un reposo para entrar. Dios hizo una provisión completa para que el creyente del Nuevo Testamento entre

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detrás del velo y llegue a la perfección. Demos gracias a Dios por estos maravillosos testimonios de aquellos que se han ido antes que nosotros, y que ellos sean una fuente de tremenda fortaleza para nosotros en tiempos de necesidad. Recuerde, esos héroes de la fe, recibieron fe de Dios para llevar a cabo un propósito específico, y para hacer la voluntad de Dios. Repasemos brevemente estos poderosos hechos de fe.

LOS HECHOS DE FE 1) El sacrificio de fe (Abel, 11:4). 2) La caminata de fe (Enoc, 11:5). 3) La obra de la fe (Noé, 11:7). 4) La obediencia de la fe (Abraham, 11:8). 5) La fortaleza de la fe (Sara, 11:11). 6) La prueba de la fe (Abraham, 11:17). 7) La bendición (o manto) de fe (Isaac, 11:20). 8) La Adoración de fe (Jacob, 11:21). 9) El triunfo de la fe (José, 11:22). 10) La decisión de fe (Moisés y sus padres, 11:23-24). 11) La fuente de la fe (11:27). 12) La resistencia de la fe (Moisés, 11:27). 13) El poder de la fe (11:28-38).

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Sección 11 LA PACIENCIA DE LA ESPERANZA 12:1-13 El capítulo doce puede ser dividido en dos partes. La primera parte se titula “la Paciencia de la Esperanza” de los versículos 1 al 13. Luego, tenemos la quinta advertencia de Pablo en los versículos 14 al 29. Demos un vistazo al versículo uno. 12:1 “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. Estamos rodeados de una gran nube de testigos. Una nube es algo que está por encima de la tierra, y nos habla de las huestes angélicas que nos rodean. Aquellos cuyos ojos espirituales alguna vez han sido abiertos, saben que estamos rodeados de ángeles. Cada hijo de Dios tiene su ángel personal. El gobierno de este universo ha sido confiado en las manos de los ángeles. Los ángeles están por todas partes. Hay una tendencia a pensar que Satanás está también en todos lados, pero él no tiene el poder para estar en todas partes al mismo tiempo. Sin embargo, él tiene muchos ángeles caídos bajo su autoridad. Cuando Eliseo estaba rodeado por el enemigo en el monte de Dotán, le pidió al Señor que abriera los ojos de su aterrorizado criado. Eliseo declaró: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. Cuando el Señor abrió los ojos del joven, él vio que estaban rodeados de gente de a caballo, y de carros de fuego (1 R. 6:13-17). Esta es una verdad importante. Debemos darnos cuenta de que hay ángeles por todas partes que nos están observando. Por esta razón, el apóstol Pablo dice que debemos despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia para correr la carrera. Cualquiera que corra una carrera tiene que quitarse todo el peso posible, y vestirse muy ligeramente para poder correr sin estorbos. ¡Muchísimas cosas que hacemos en la vida son totalmente innecesarias! Son pesos y cargas que no necesitamos llevar. Por lo tanto, deberíamos preguntarle al Señor, en oración, qué cosas debemos dejar a fin de poder correr la carrera sin estorbos.. Luego Pablo dice: “y del pecado que nos asedia”. El pecado que nos asedia frecuentemente es un pecado que ha sido transmitido a través de varias generaciones. Es algo que parece que nosotros solos no podremos quitar. Pero si acudimos al Señor, Él romperá toda cadena. En Cristo podemos encontrar la liberación del pecado que nos ha molestado por tantos años. No debemos pensar que como ha pasado de generación en generación no puede ser roto. ¡Puede ser roto! Tenemos la posibilidad de una liberación completa en Cristo.

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“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. Básicamente, una carrera se corre con cierto ritmo. Un corredor experimentado no tiene explosiones y arrebatos de energía. él va a su paso; y así es como los santos maduros corren la carrera de la vida, con un ritmo armonioso. 12:2 “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Cristo es nuestro modelo supremo. Él no sólo comenzó la carrera, sino que también la terminó. Debemos seguir a hombres que han sido victoriosos. Estamos hechos de tal manera que necesitamos un modelo. Como es en la vida secular, así es en la vida espiritual. Somos estimulados por el ejemplo. Asegúrese de no tratar de imitar a los héroes equivocados. “El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz”. Aquí está la clave para la victoria. ¿Cómo ganó la batalla el Capitán de nuestra salvación? El triunfó porque miró a los lugares celestiales. Contempló el gozo eterno que lo estaba esperando allí. Es muy importante tener una revelación de la eternidad y una mente orientada a lo celestial. Meditar en el cielo condiciona nuestros pensamientos y nuestras acciones. Yo estuve físicamente muerto, sé lo que es estar muerto. El ángel de Jehová, o el Señor mismo viene por ti, y viajas a una velocidad extraordinaria rumbo al cielo. Justo antes de cruzar el río en el cielo, ves tu vida entera desplegada delante de tus ojos, como en cuadros. Entonces se te muestra el propósito de Dios para tu vida, y tú puedes ver si llegaste o no a la meta que Dios señaló para tu vida. Así que, debemos comprender que Jesús tenía una meta que alcanzar: la cruz. Él sabía cuál era Su meta. Pero, ¿cómo tuvo la fortaleza para alcanzarla? El soportó porque tuvo un vistazo de la eternidad. Cuando Él fue a la cruz y redimió a millones de Sus seguidores, vio el gozo eterno que tendría. Eso fortaleció a Cristo para menospreciar (o ignorar) la vergüenza. Pablo dijo que las aflicciones del presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (Ro. 8:18). Hay mucha vergüenza que soportar en la vida cristiana. El mundo derrama desprecio sobre la vida de un cristiano, tal como el desprecio fue derramado sobre la vida de Cristo. A menudo sufrimos burla y vituperio por las normas que sostenemos. Lamentablemente, la burla no solamente viene del mundo, sino también viene de otros creyentes que no están caminando rectamente. Después de la cruz, Cristo “se sentó a la diestra del trono de Dios”. Cuánto necesitamos dar un vistazo a lo que está preparado para nosotros. He visto en visiones algunos de los tronos de los vencedores (ver Ap. 20:4) y, ¡oh, amados!, bien vale la pena todo, para alcanzar lo que Dios tiene para nosotros. ¡Oh, qué gozo eterno! Oh, poder ver Su hermoso rostro, verlo sonreír con amor y escuchar esas palabras: “Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor”. Todo habrá valido la pena cuando veamos a Jesús. Así pues, meditemos constantemente en Cristo, como Aquel quien corrió la carrera, y quien también la terminó. Hemos comenzado la carrera, pero el propósito de comenzar una carrera es terminarla. No es tan importante cómo comenzamos la carrera, sino cómo la terminamos. 12:3 “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”. Hay una batalla feroz que enfrentamos, y se libra básicamente en nuestra mente. La gente discute con nosotros y algunos de sus argumentos son muy persuasivos en verdad. Suenan racionales, pero son engañosos. No estoy hablando de incrédulos, me estoy refiriendo a algunos en la iglesia que son muy persuasivos en presentar doctrinas que hacen que la gente viva por debajo de las normas del supremo llamamiento de Cristo.

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Algunos argumentan: “¡Lo que importa es que lleguemos al cielo! Cristo ya pagó todo, ya no hay nada más que podamos hacer. No tenemos que vivir una vida santa. Todas esas otras cosas son sólo legalismo y ataduras”. Pero, todo lo que tenemos que hacer es ¡leer la epístola a los Hebreos! El tema de Hebreos es santidad y perfección y ser introducidos detrás del velo. Eclesiastés 11:3 dice que si el árbol cayere... allí quedará. Salomón está diciendo que la condición espiritual de una persona al momento de su muerte, es la condición en la que permanecerá el resto de la eternidad. Oh, que tengamos una “amplia y generosa entrada [o rica bienvenida] en el reino” de los cielos, como dijo Pedro. 12:4 “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. Varias veces he estado en conferencias donde otros ministros me han atacado desde el púlpito. Algunos se han opuesto a mí porque yo he dicho que el Anticristo viene, y ellos argumentan que no existe el Anticristo. Bueno, usted tendría que quitar muchos versículos de la Biblia para aseverar esto. Pero, ¿sabe una cosa? escucharlos realmente afecta. Es un espíritu maligno atacándole a través de ellos, y comienza a atacar su mente. Su mente entra bajo una gran nube y usted siente en una gran tensión. Otros dicen que los creyentes reciben el bautismo del Espíritu Santo al nacer de nuevo, pero esto tampoco concuerda con la Palabra de Dios. En Hechos 19:1-2, Pablo les preguntó a los discípulos de Éfeso: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” Esta es una pregunta escritural. Aquí estaban los creyentes de Éfeso quienes no habían sido bautizados en el Espíritu Santo. Otros aprueban y alientan el divorcio y nuevo matrimonio, y estas contradicciones luchan contra su mente. Esto es lo que pasó con Jesús en el Huerto de Getsemaní. La tentación y el conflicto en Su mente eran tan grandes, que los vasos sanguíneos en Su cabeza se rompieron y grandes gotas de sangre corrieron por Su rostro. El apóstol Pablo dijo que aún no hemos llegado a esa situación donde nuestra mente es destrozada por la presión de la contradicción y la lucha contra el pecado. 12:5 “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él”. Pablo está citando Proverbios 3:11-12. No hemos combatido contra el pecado hasta el punto que nuestra mente colapse. Sin embargo, somos disciplinados a través de otras situaciones en la vida, porque Dios está probándonos. ¿Hemos de tomar el camino fácil? ¿Vamos a rendirnos? Las recompensas en los cielos son muy grandes; por lo tanto, las pruebas y los requisitos tienen que ser igualmente grandes. De modo que tenemos que pasar por todas las disciplinas necesarias. En el versículo seis Pablo nos dice quiénes son disciplinados. 12:6 “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”. ¡La disciplina y el azote son dos palabras muy fuertes! Hay ocasiones en que usted piensa que se va a partir en dos cuando el Señor lo azota y lo disciplina; pero considere que Él sólo azota y disciplina a los que ama. Algunos predican una doctrina de prosperidad desequilibrada. Creen que una vez que usted ha recibido a Cristo, todo le va a ir bien; que ya no va a tener problemas, ni pruebas. Y que si las tiene, es porque usted es ignorante de la Palabra de Dios, o porque no tiene fe. Un querido hermano dijo que si el apóstol Pablo tan sólo hubiera entendido la doctrina de la prosperidad, nunca hubiera sufrido. De alguna manera, dudo que Pablo hubiera abrazado esta “nueva enseñanza” Sí, es posible tener una vida cristiana más fácil, pero al final no tendremos corona. El Señor no entrena a cristianos con un corazón dividido. Él les permite irse por su propio camino, y no trata con ellos. Pero a los que ama, los azota y disciplina.

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12:7 “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Durante el tiempo de nuestro entrenamiento tenemos que soportar y no debemos rendirnos. Aun en los deportes hay arduo entrenamiento y tentación de rendirse antes de salir al campo de juego. Aquí esta la condición para entrar a las promesas de Dios: “Si soportáis la disciplina,” Si continuamos clamando a nuestro Padre celestial pidiéndole gracia para soportar, entonces “Dios os trata como a hijos; porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” 12:8 “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos [ilegítimos], y no hijos” Es una realidad que en nuestros días, y en nuestra generación hay muchos hijos ilegítimos. El porcentaje es impresionante. Hay muchas familias que no tienen al padre como cabeza del hogar. Muchos han sido abandonados y se les ha dejado andar por donde les place. Es una situación desagradable, y el fruto en su vida es terrible. Pero nosotros no queremos ser como esos hijos rechazados e indisciplinados. Queremos conocer a nuestro Padre y ser entrenados por Él. Pablo dice que podemos hacernos bastardos por nuestra propia voluntad, si rechazamos las correcciones de nuestro Padre celestial. Si un creyente constantemente rechaza la corrección él, quedará sin cambio. Como resultado el Padre dirá: “Tú no tienes mi semejanza; tú no eres mi hijo.” 12:9 “Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Mucha gente rechaza las disciplinas de Dios, y debido a que rechazan las disciplinas de Dios, son pasados por alto y no avanzan en la vida Cristiana. Consideremos, pues, por un momento Levítico 26:40-42: “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que pecaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob”. Me gustaría resaltar una verdad aquí. Cuando aceptamos los tratos de Dios, que son para corregirnos y para darnos vida, entonces nos convertimos en candidatos para recibir Sus bendiciones. Cuando Dios nos disciplina y castiga, si aceptamos las pruebas por las cuales Él nos lleva, entonces Dios recordará Su pacto y restaurará en nosotros Sus bendiciones. El nos introducirá detrás del velo. Pero he visto algunas personas que rechazan los tratos de Dios vez tras vez. Ellos han dicho: “No permitiré que mi familia esté en esas condiciones. Yo quiero cierto nivel de vida para ellos. No dejaré que mi esposa o mis hijos pasen por esas dificultades”. De modo que ellos se esconden para evitar las pruebas. Al hacer esto se salen de los propósitos de Dios y comienzan a vagar. Cuando ponemos oídos sordos a Dios, cesa la guía divina y escogemos irnos por nuestro propio camino. Oh, cuán importante es darnos cuenta que tenemos que poner todo sobre el altar del sacrificio Debemos rendir nuestros derechos a Dios. Hubo una ocasión cuando mi esposa y yo tuvimos que caminar por las calles en el invierno, sin dinero y sin comida. Fácilmente pudimos haber levantado el teléfono y contarle a nuestros amigos y parientes y a otros cristianos nuestra necesidad, y ellos se habrían horrorizado. Nos habrían dado todo lo que necesitábamos. Pero, en esa situación particular, el Señor dijo: “No hagan eso, porque si lo hacen, se descalificarán de mi prueba”. Si usted se queja y trata de cambiar sus circunstancias, Él dirá: “Están fuera, ya no trataré contigo”. Tenemos que aceptar nuestras circunstancias ordenadas por Dios. He conocido a personas que rechazan la disciplina y el resultado es que son pasados por alto.

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12:10 “Y aquéllos [refiriéndose a nuestros padres terrenales], ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”. La única manera en la que podemos ser partícipes de la santidad de Dios es por medio del castigo y la disciplina. No es una fase agradable en nuestra vida; es muy doloroso. Pero las bendiciones que siguen son astronómicas. 12:11 “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. El apóstol Pablo fue un ejemplo de longanimidad (ver 1 Ti. 1:16). Aunque también reconoce que el castigo puede ser doloroso. El apóstol Pablo aparece triunfante, pero debemos observar también otras escrituras respecto a él. Por ejemplo, en 2 Corintios 1:8 declaró: “perdimos la esperanza de conservar la vida”. Esto no era precisamente navegar en aguas muy agradables, ¿o sí? “Pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” Amados, bien vale la pena, cuando vemos la recompensa de todas nuestras tribulaciones. Una vez, estuve muy enfermo y quedé postrado en cama por varias semanas. Todo lo que podía hacer era estar acostado ahí y mirar por la ventana, y lo único que podía ver era un enorme árbol. Era muy fuerte, y cuando el viento soplaba contra él, el tronco ni se movía. El Señor me habló al corazón y me dijo: “Si tú soportas este tiempo de sufrimiento, te haré como ese árbol”. ¡En ese tiempo yo me sentía tan débil! Mi querida esposa me estaba cuidando y ¡parecía como que nunca me levantaría de la cama! Bueno, en el tiempo indicado, Dios me liberó de mi crisol, pero durante ese tiempo había obrado fortaleza en mí. Esas pruebas producen “el fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. Tenemos que ser ejercitados en disciplina y azotes. Muchos se rinden cuando están en el ministerio. Mucha gente piensa que la vida de un ministro es fácil, pero esto no es verdad. Un maestro le preguntó a un niñito de la escuela en qué trabajaba su padre, a lo que él contestó: “Oh, mi padre no trabaja; él es predicador”. Pero el niñito no tenía el concepto del ministerio. Si el ministerio fuera predicar nada más, las labores del pastor se acabarían después de predicar tres veces por semana. Pero es mucho más que eso. El ministerio es soportar presiones. Es pagar el precio para ser conformados a la imagen de Cristo y luego guiar a otros por la misma senda. Es un trabajo de veinticuatro horas, les aseguro, porque aun cuando duerme, usted está siendo tratado por Dios. Por lo cual, Pablo nos exhorta en el versículo doce diciendo: 12:12 “Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas”. Hay ocasiones en que llegamos a sentirnos tan débiles, que nos preguntamos si vamos a poder soportar otro día más. Durante la difícil y larga prueba de Job, Dios le dijo: “Ciñe tus lomos como varón” (ver Job 38:3). Pero, Dios promete darnos suficiente fortaleza en nuestros días. 12:13 “Y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”. Esta es una verdad muy importante. Las pruebas están diseñadas para hacernos mejores, y no amargados. Pero si rehusamos aceptarlas con la actitud correcta, pueden sacarnos del camino e incluso, destruirnos. Ahora Pablo comienza su quinta advertencia, aunque ya antes nos estaba conduciendo a esto. La quinta advertencia puede resumirse así: “Guardaos de la amargura y de desechar a Jesús,” y nos lleva de los versículos catorce al veintinueve.

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La Quinta Advertencia Guardaos de la amargura y de desechar a Jesús 12:14-29 12:14 “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Se nos manda vivir en paz con todos los hombres, pero para poder hacerlo así, primero debemos de tener paz en nuestro propio corazón. La paz de Dios debe gobernar nuestra vida. Debemos tener esa paz. La paz de Dios literalmente debe ser como un árbitro, como dice Colosenses 3:15: “Y la paz de Dios gobierne (como un árbitro) en vuestros corazones”. La paz de Dios indica si estamos o no en cadenas. Es como un árbitro. Tenemos paz con Dios mientras le permitimos enderezarnos (Ro. 5:1). Así como un impresor justifica o pone igual el margen derecho de una página, así el Señor endereza nuestra vida. Mientras que nos rendimos a la obra del Espíritu y le permitimos a Dios conformarnos a Su imagen, tendremos la paz de Dios. Pero cuando rechazamos lo que Dios está diciendo, perdemos nuestra paz y dejamos de crecer. La paz y el contentamiento se mantienen a través de tener una vida obediente. Si rechazamos lo que Dios está diciendo a nuestro corazón, entonces los celos, la ira y la contienda invadirán nuestra vida. Y si estos males combaten dentro de nosotros, no podemos tener relaciones pacíficas con otros, ni podemos ser santos. Si soportamos la disciplina, Dios nos hace participes de Su santidad. Por lo tanto, debemos de seguir (o proseguir en) la santidad para ser santos. La santidad no solamente nos debe de ser imputada. No sólo debemos de ser tenidos o contados por santos, debemos de tener la santidad impartida para ser participantes de Su santidad. Y esto requiere de tiempo. La santidad es perfeccionada en nuestra vida cuando somos limpiados de ídolos y cuando continuamos reverenciando al Señor en nuestro tiempo de prueba, sin endurecernos (1 Co. 7:1). Sin santidad nadie verá al Señor. Este punto es vívidamente claro por la aseveración del profeta Balaam en Números 24:17. Él declaró por la inspiración del Espíritu Santo: “Lo miraré, más no de cerca”. Balaam estaba diciendo que vería al Señor a cierta distancia en los cielos. El cielo, es muy, muy grande. Uno puede estar en el cielo, sin estar en la presencia del Señor. Había una jovencita en Zaire, como de dieciséis años de edad, a quien Dios le dio varias visiones extraordinarias del cielo. En una de las visiones ella fue llevada ante el trono de Dios. El Señor le habló y le dijo: “No todos los cristianos podrán venir ante mi trono en los cielos, debido a los ídolos en su corazón”. Impactada por la revelación, la jovencita salió a predicar y enseñar por dondequiera. Su testimonio produjo tal impacto que fue invitada para una entrevista en el sistema de radio y televisión nacional. Frecuentemente en estos programas, se invita a otra persona o personas con distintos puntos de vista. Así que eligieron al cardenal arzobispo de Zaire, para que saliera al aire con la joven. Durante el programa el entrevistador le dijo al cardenal arzobispo: “¿Es correcto que los cristianos tengan ídolos?”

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y él respondió: “Está bien que tengan pequeños, pero no grandes”. Entonces el entrevistador se dirigió a la joven y le preguntó: “¿Y qué dices tú?” Ella afirmó: “Los cristianos no de deben tener ídolos en absoluto”. Entonces el entrevistador le respondió a la chica, “Bueno, yo creo que tú tienes razón porque tú has visto a Jesús y el Cardenal, no.” 12:15 “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. El versículo quince es uno de los versículos más tremendos de la Palabra de Dios, porque nos muestra la razón por la cual algunos lo logran y otros fallan. Este versículo es la clave que determina si triunfamos o fallamos. Una prueba nos hará mejores o amargados, pero la elección es nuestra. El asunto de la vida es éste: ¿Descansaremos en la gracia sustentadora de la vida de Cristo durante nuestro tiempo de prueba, o rechazaremos la gracia, endureceremos nuestro corazón y nos volveremos amargados? La gracia siempre está disponible cuando estamos en momentos de presión (He. 4:16; 1 Co. 12:9) y Su gracia siempre es suficiente. ¿Cómo reaccionamos ante las pruebas? ¿Cuál es nuestra respuesta a la adversidad? Recuerde, las pruebas son permitidas por Dios (a menos, por supuesto, que sean autoinducidas, o que nos metamos en algunos predicamentos por nuestra propia insensatez). Las pruebas son permitidas y ordenadas por Dios para nuestra propia promoción. En una prueba, nuestra actitud puede ser: “Eso no es justo”. O podríamos decir: “Señor, por favor detenlo, ya tuve suficiente”. O, “Yo no tengo que soportar esto; lo voy a dejar”. Pero si esa es nuestra actitud, entonces el endurecimiento entra en nuestro corazón y nos volvemos amargados. ¡Muchos cristianos han tropezado y han sido lastimados debido a que no descansaron en la gracia del Señor durante su prueba! Ellos no obtuvieron la perspectiva de Dios para su situación ni recurrieron a la gracia de Dios para que los sustentara a través de su dificultad. De modo que no pueden atravesar el fuego con una mente entendida y carecen del discernimiento divino de lo que está sucediendo. Los que fracasan en una prueba y se amargan, son aquellos que han rechazado la gracia disponible de Dios, ellos resistieron la gracia, abrigaron la ofensa e intentaron contaminar a otros. Lo terrible acerca de la amargura es que es una raíz que brota en una persona amargada y se extiende hacia muchos más. Muchos son contaminados por la amargura de un corazón lastimado. La Palabra de Dios no nos enseña que tenemos el derecho de ofendernos. Nuestro único derecho es llevar nuestra ofensa ante Dios y recibir una impartición de Su gracia para sustentarnos en nuestra herida. Si un corazón ofendido se deja sin restricción, se volverá sumamente perverso. Si un hombre o una mujer son lastimados, la ofensa los llevará a aborrecer o a traicionar a otros (Mt. 24:10). Uno de los engaños entre los hermanos (Pr. 18:19) o hermanas lastimados, es que creen que tienen derecho a estar ofendidos y a propagar sus heridas a otros. Pero eso es una total contradicción de la Escritura. Hebreos 12:15 es tal vez, uno de los versículos más importantes en la Palabra de Dios. Nos muestra cómo triunfar, y por qué algunos fracasan, y otros se vuelven de los caminos de Dios. 12:16 “No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura”. Esaú no tenía respeto para las cosas sagradas y eternas. Él no tenía una visión de largo alcance, sólo vivía para los apetitos presentes. Esta es la razón por lo que la Escritura dice que menospreció su primogenitura (Gn. 25:34). Por lo tanto, Dios no tuvo consideración de Esaú. 12:17 “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”. Esaú fue una de esas personas a las que Dios decidió no mostrarles misericordia. Su hermano Jacob era un engañador, y

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tenía muchas características que eran menos que admirables ¿Por qué, entonces, Jacob llegó a la meta, y Esaú no? Jacob consideró la recompensa. Él deseó desesperadamente las bendiciones de Dios, pero las buscó por el camino equivocado. Por lo tanto, Dios tuvo que pasarlo por muchas pruebas difíciles y quebrantos de corazón para enderezar su naturaleza torcida, y para hacerlo digno de las promesas de Dios. ¡Alabado sea el Señor! Jacob luchó para estar en el linaje de la promesa. Sin embargo, Esaú cedió la primogenitura, aunque más tarde “la procuró con lágrimas,” pero fue irreversible. A veces se cruza una línea que ya no se puede volver atrás. 12:18-21 “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando”. Ahora el apóstol Pablo sale del tema y regresa al viaje de Israel. Él va a comparar dos montes: el monte Sinaí y el monte de Sion. “No os habéis acercado al monte que se podía palpar [un monte físico] que ardía con fuego, ni a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más”. En este monte del Sinaí, los hijos de Israel no podían soportar escuchar la voz de Dios. “Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo.” “Y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando”. Ese monte era el monte físico del Sinaí, pero espiritualmente representa Pentecostés. Podríamos pensar que las bendiciones de Pentecostés son tan gloriosas que nunca enfrentaríamos ninguna prueba como las que ellos enfrentaron en el monte Sinaí. Pero yo no estoy tan seguro de eso, porque cuando recibimos el bautismo del Espíritu Santo, se nos abre el mundo espiritual en una nueva dimensión. Después de que recibí el bautismo del Espíritu Santo mis ojos fueron abiertos y vi enormes demonios que me rodeaban, y se miraban feroces. El bautismo del Espíritu Santo es maravilloso, pero nos expone al mundo espiritual y tenemos que andar en gran humildad. El apóstol Pablo nos dice que nuestra batalla no es contra carne y sangre sino contra principados y potestades en las regiones celestes. Quiero asegurarle que son más fuertes que nosotros, y solamente tenemos dominio sobre ellos al estar ungidos, caminando en humildad, al movernos en el Espíritu y al tener la mente del Señor. Yo recuerdo un incidente cuando un ángel entró a mi habitación en Londres, Inglaterra. Él era un ángel hermoso, y por un momento pensé que era un ángel de Dios, hasta que se volvió hacia mí y me tomó por el cuello. Mientras luchaba por salvarme, mis manos pasaban a través de él y no podía tocarle. Lo único que pude hacer fue clamar en mi espíritu: “Jesús”, y me dejó. No son ilusiones; son más fuertes que nosotros, pero cuando estamos en Cristo y nos movemos en él, tenemos autoridad sobre ellos. Todo esto lo he dicho para demostrar que puede haber algunas experiencias aterradoras asociadas con la experiencia pentecostal. El monte Sinaí representa el bautismo en el Espíritu Santo. El Sinaí se encontraba en el desierto durante el viaje de Israel. No se encontraba más allá en la tierra gloriosa. Sinaí no era el destino final de Israel, ni es el nuestro. El reposo está del otro lado del Jordán, en la Tierra Prometida. Después que Israel se graduó del desierto y cruzó el Jordán, tuvieron que ganar todavía numerosas batallas, y arrojar a muchos enemigos. Finalmente los sometieron y ocuparon el monte de Sion, la última fortaleza en la tierra de Canaán. Allí es donde Dios escogió ubicar su presencia. Este es Su reposo para siempre.

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Este es el monte al que somos llamados, es el destino final de nuestro viaje espiritual. No acampemos alrededor del monte Sinaí y el bautismo del Espíritu Santo. Vayamos a la perfección. La perfección se encuentra detrás del velo. Detrás del velo es equivalente al monte de Sion, porque allí es donde reposó el Arca de la gloria, y es el lugar para todas las demás bendiciones. No os habéis acercado a:

Sino que os habéis acercado a:

Sinaí que podía palparse

Al Monte Sion

Que ardía con fuego

La ciudad del Dios vivo

A la oscuridad

Jerusalén celestial

A las tinieblas

La compañía de muchos millares de ángeles

A la tempestad

La congregación de los primogénitos

Al sonido de la trompeta

Dios el juez de todos

La voz que hablaba

Los espíritus de los justos hechos perfectos Jesús el mediador del Nuevo Pacto La sangre rociada que habla mejor que la del Abel

12:22-23 “Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”. Este es el monte al que somos llamados, el monte de Sion. Este monte es la nueva Jerusalén en el cielo. Aunque el cielo es muy, muy extenso, allí hay una ciudad, y en esa ciudad está el monte de Sion. El Señor Jesucristo, el Cordero de Dios, mora en el monte de Sion (Ap. 14:1), junto con los más cercanos a Él (Ap. 14:1-5). Aquí es donde está la compañía de muchos millares de ángeles. David capturó el monte de Sion terrenal en Jerusalén. Después de levantar una tienda y colocar en ella el Arca del Pacto en el monte de Sion, él preguntó: “¿Quién subirá al monte de Jehová?” (Sal. 24:35; 15:1-5). El Espíritu Santo enumeró los requisitos necesarios para ascender a esta meseta espiritual, y morar en ella. Así que el monte de Sion es una esfera espiritual a la que somos llamados y también es un lugar literal en el cielo. Los habitantes del monte de Sion son el Cordero y “la compañía de muchos millares de ángeles”. También es la morada de los primogénitos. En el griego original, primogénitos es una palabra plural. Los primogénitos reciben una doble porción, eso significa que los que son dignos de estar en el monte de Sion con el Cordero, son aquellos que no vendieron su primogenitura como Esaú. En este monte hay hombres y mujeres cuyo espíritu ha sido hecho perfecto, “los espíritus de los justos hechos perfectos”. Cuánto necesitamos clamar a Dios para que nuestros espíritus sean hechos perfectos. 12:24 “A Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. Pablo declara en 1 Timoteo 2:5, que hay un sólo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. Su sangre que “habla mejor que la de Abel”. Abel fue declarado justo por la sangre de un cordero que sacrificó, pero a Dios gracias, tenemos un mejor sacrificio. Tenemos la sangre de Cristo que puede llevarnos detrás del velo.

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12:25 “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que les amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”. De nuevo hay una advertencia aquí, que cuando Dios habla, debemos oír y obedecerle. “Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que les amonestaba en la tierra”. Esto se refiere a los hijos de Israel en el viaje por el desierto cuando el ángel les habló y ellos no le obedecieron, por lo que, murieron. “Mucho menos escaparemos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”. No debemos darle la espalda al Señor, como Jonás lo hizo. Misericordiosamente, Dios trató con Jonás, de tal manera, que lo hizo volver en sí y le permitió cumplir su ministerio. Pero, ¿a quién le gustaría descender al vientre de una ballena para aprender esa lección? No todos los que rechazan al Señor son restaurados para volver a Él. Recuerde a Esaú. 12:26 “La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo”. Por el libro de Apocalipsis entendemos que caerán las estrellas del cielo. “Las estrellas” en este contexto se refiere a Satanás y a sus ángeles, quienes caerán del cielo en los últimos días. Habrá una gran conmoción en los cielos y en la tierra. 12:27 “Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles”. Quiero decir esto: va a haber una gran conmoción entre las naciones y estamos comenzando a verlo ahora. Viene una gran sacudida por todas partes, y vendrá “la apostasía”, como dice Pablo, de la ley y el orden y estamos comenzando a ver esto ahora (2 Ts. 2:3). Todo lo que es del hombre caerá, sólo lo que es de Dios permanecerá. Por tanto, es imperativo advertir a aquellos que no predican la santidad. Pareciera como que la gente puede huir de esas cosas ahora, pero cuando Dios comienza a sacudir, la sacudida viene a toda la iglesia también. Las iglesias de todas partes serán sacudidas, sacudidas y sacudidas, y solamente quedarán los verdaderos. 12:28 “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia”. El reino de Dios es eterno. No puede ser removido o sacudido. Por lo tanto, debemos invertir todo nuestro tiempo y recursos en las cosas que permanecen para siempre. “Tengamos gratitud y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia”. Esto es lo que hemos tratado de explicar en este libro. Debemos presionar para llegar a Dios y entrar confiadamente al trono de gracia, para recibir la gracia de Dios en el tiempo de nuestra necesidad. La gracia es sustancia; es la sustancia vivificante y es impartida a aquellos que son humildes de espíritu. La gracia es la única cosa que nos cambia y nos guarda. También la gracia es capacitación y es solamente por la capacitación de Dios que podemos servirle a Él aceptablemente y con temor santo. 12:29 “Porque nuestro Dios es fuego consumidor”. De acuerdo a 1 Corintios 3:13, todas nuestras obras serán pasadas por fuego. Hace algunos años, un amigo nuestro tuvo una visión del cielo. En la visión vio que había una fila en el cielo y todos los que estaban en esa fila llevaban grandes pilas de obras en sus manos. Éstas representaban las obras que ellos habían cumplido en la tierra. En esta visión, él vio que entró un evangelista con mucha confianza, llevando una enorme pila de obras al ángel de la entrada. El ángel sonrió con mucha gracia, tomó estas obras, y las puso en el fuego. Sorprendentemente, todo lo que salió del fuego fue un pequeñísimo bulto. Eso fue todo lo que el evangelista había dejado. La mayoría de las obras de su vida fueron reducidas a cenizas. Después el evangelista, vio a una querida anciana delante del ángel. Sus obras no se miraban tan grandes como las del evangelista, pero cuando el ángel tomó esas obras y las puso en el fuego, salieron intactas. Realmente la hermanita llevaba mucho más fruto perdurable a la eternidad que el evangelista.

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Esta es la razón por la que tenemos que ser cuidadosos, para que todas nuestras obras sean forjadas en oro, plata y piedras preciosas. Estas representan las obras divinas que resisten el fuego. Pero si nuestras obras están hechas de madera, heno u hojarasca, entonces se quemarán. Mucha gente pasa su vida trabajando para Jesús, pero a menudo lo hacen a su manera, no a la manera de Dios, y eso es madera, heno u hojarasca. Pidámosle a Dios que todo lo que hagamos en la vida sea nacido de Dios, no de nosotros mismos, y que permanezca para siempre.

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Sección 12 EL AMOR Y LAS BUENAS OBRAS 13:1-25 13:1 “Permanezca el amor fraternal”. La palabra clave de este versículo es permanezca. Me gustaría extenderme en esa palabra por un momento. Con frecuencia existe tendencia a pensar que ya hemos alcanzado nuestro destino y que ya no necesitamos avanzar más. Por esta misma razón necesitamos tener una visión progresiva. Proverbios 29:18 dice: “Sin profecía [visión progresiva] el pueblo se desenfrena [vive descuidadamente]”. Que en nuestro corazón nunca exista la sensación de que ya hemos llegado (ver Ap. 3:17). Cuando esto ocurre, hemos llegado a cierta estación en la senda de Dios para nuestra vida, pero estamos siendo desapercibidos de que hay muchas millas más por recorrer. Me gusta apropiarme del pensamiento de Pablo en Filipenses 3:14 de proseguir hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. ¿Cuál es la meta y el premio del supremo llamamiento al que estamos prosiguiendo? Es tener una mejor resurrección y estar tan cerca de Cristo como sea posible en la eternidad. El apóstol Pablo, el maestro de la Iglesia, declaró en Filipenses 3:11 “Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”. Él está hablando aquí de la primera resurrección. No todos los cristianos son considerados dignos de estar en esta resurrección antes del Milenio (ver Ap. 20:4-6) Luego continúa en el versículo 12: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Pablo ya había sido cristiano por veintiocho años, pero él todavía estaba tratando de alcanzar algo. Otro rasgo significativo de Filipenses 3:10-14 es que Pablo escribió esto sólo seis años antes de su martirio. Sus últimas palabras en 1 Timoteo 4:6-7 fueron: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. Esto fue escrito sólo semanas antes de su martirio. Seis años antes de su martirio, aún no lo había alcanzado, no había completado el propósito de Dios para su vida. Si así fue con el apóstol Pablo, estoy seguro que también es una verdad para nosotros. Tenemos que presionar hasta el fin. Debemos proseguir para ganar el premio y obtener todo lo que Dios tiene para nosotros (ver Jn. 8:31-32). 13:2 “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Sé de mucha gente que ha experimentado ministración de extraños, sólo para después darse cuenta que esos extraños eran realmente ángeles. Yo recuerdo un incidente en Nueva Zelandia cuando cierto pastor amigo nuestro tuvo una visitación angélica durante uno de los servicios en su iglesia. Al llegar la gente al servicio de media semana, el pastor observó a un extraño que entraba. Inmediatamente, percibió en su espíritu que era un ángel de Dios. Él pensó que lo mejor que podía

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hacer era dejar que el servicio transcurriera como siempre y sólo esperar qué ocurriría. El pastor esperó hasta que los santos hubieron terminado de dar sus testimonios, entonces le dijo al visitante: “Señor, ¿le gustaría dar su testimonio?” El ángel se puso de pie y dijo: “Yo alabo a mi Señor. El Señor está en este lugar y él llenará este lugar”. Y luego se sentó. El corazón del pastor estaba rebosando de gozo. Con dificultad esperó hasta el final del servicio porque quería hacerle al ángel algunas preguntas importantes. Llegó el final del servicio y como pudo, el pastor, sin ser descortés, se abrió camino rápidamente entre la congregación hasta llegar a este hombre. El tenía ciertas preguntas en mente que deseaba hacerle. Pero cuando vio ese rostro que le sonreía tan amablemente, todas las preguntas se le fueron de la mente. Fue incapaz de formularlas, y en ese punto, se dio cuenta que Dios estaba en control absoluto de la situación. Más tarde explicó: “Cuando el ángel no quería responder ciertas preguntas, yo era incapaz de hacerlas. Ellas salían de mi mente”. Un grupo de hermanos le preguntaron al ángel hacia donde se dirigía. Él simplemente contestó: “Al norte”. Ellos dijeron: “Oh, nosotros vivimos en el norte; te llevaremos”. Él respondió: “No gracias, voy camino a la India”. Lo interesante es que de allí tendría que ir al sur para llegar al aeropuerto e ir a la India. Los hermanos estaban un poco confundidos por esta respuesta, entonces lo invitaron a pasar la noche en su casa. El extranjero les agradeció muchísimo y entró al carro, muy a disgusto del pastor que había esperado pasar más tiempo con el mensajero celestial. El ángel fue a la casa donde estos jóvenes vivían. Cuando le ofrecieron una cama, él dijo: “No gracias, me quedaré afuera, bajo los árboles que mi Señor ha hecho”. Apenas se levantaron estos hombres, cerca de las cuatro de la mañana, miraron por la ventana para ver si su huésped estaba allí todavía. Allá estaba él, arrodillado y alabando, completamente consciente de que lo estaban observando desde la ventana. Volvió a verlos, y les dijo adiós con la mano, y desapareció. No fue hasta entonces, que ellos se dieron cuenta a quién habían hospedado. El verdadero tema de Hebreos 13:2 es la hospitalidad. Nosotros no sabemos a quién vamos a hospedar como nuestro invitado. 13:3 “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo”. Cuando los miembros de la congregación sufren, debemos clamar a Dios fervientemente por ellos como si estuviéramos en su situación. En ciertos países donde hay persecución, y los miembros de la congregación son hechos prisioneros, debemos interceder por ellos y orar para que sean liberados. El mismo Pablo estuvo en prisión con cadenas. Ahora Pablo toca una variedad de temas, como generalmente uno hace al final de una carta. Esta podría haber sido su última oportunidad de comunicarse con estos hermanos judíos y él deseaba mencionar algunas cosas que eran muy importantes. Comienza con la importancia de la pureza marital. 13:4 “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Dios instituyó el matrimonio, y es honorable a su vista. Por esta misma razón, él juzgará a todo el que rompa el sagrado pacto del matrimonio con relaciones adúlteras y convenios traicioneros de divorcio. 13:5 “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. Aquí está un área de nuestra vida que tenemos que guardar muy

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cuidadosamente. 1 Timoteo 6:10 nos advierte: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. Obviamente, Dios permite que su gente sea rica en algunas ocasiones. Abraham era sumamente rico. También Job, David y otros. A algunos de los reyes Dios les dio muchas riquezas. Los recursos son necesarios en el reino de Dios para distribuir para las necesidades de la Iglesia, bajo la guianza del Espíritu Santo. El dinero en sí no es el peligro, sino el amor a él es el peligro. Cuando hacer dinero se vuelve una meta, el dinero se convierte en un ídolo. El dinero no es el asunto importante, pues hay muchos pobres que tienen una tremenda codicia por el dinero, y para un multimillonario, el dinero puede no tener la menor importancia. Quizás él sólo quiera ser un canal para que Dios resuelva las necesidades de otros. Recordemos que no es la cantidad de dinero, sino el aferrarse al dinero, lo que es peligroso. Dios va a probarnos en todas esas áreas. Pablo dijo que “grande ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti. 6:6). Debemos contentarnos en cualquier situación en que nos encontremos (Fil. 4:11-12). Este es el tema de Hebreos 13:5. 13:6 “De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. De nuevo encontramos el pensamiento de que el Señor está en control. El enemigo sólo puede ir tan lejos y no más, como en las pruebas de Job. Dios permite a los hombres hacer ciertas cosas, pero no debemos temer lo que nos pueda hacer el hombre, porque nunca estamos solos. Dios tiene todo bajo control, y Él ha prometido que nunca nos dejará ni nos desamparará. Él siempre está con nosotros. 13:7 “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”. Debemos honrar a los líderes, porque es Dios quien los pone en Su Iglesia. Esta verdad no sólo se menciona en el versículo siete, sino que también se vuelve a hacer referencia en los versículos diecisiete y veinticuatro (1 Ts. 5:12-13). Por todo el Nuevo Testamento fluye el concepto de orden y gobierno en la Iglesia. Ciertamente había liderazgo en las sinagogas judías. De hecho, había un principal en la sinagoga. Esto se lleva hasta la iglesia. En cada congregación debe de haber una cabeza, y este es el pastor. No puede haber pluralidad de liderazgo. Bajo el pastor están los ancianos y luego los diáconos. Pablo nos manda aquí a “acordarnos de nuestros pastores, que nos han hablado la palabra de Dios; considerando cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”. Cuando era joven, teníamos en alta estima a los que eran ancianos. Había una actitud de reverencia porque podíamos ver los frutos de su vida piadosa. Recuerdo a la generación más joven diciendo: “Quisiéramos tener sesenta años”. Ellos pensaban que a esa edad estaban seguros y nunca resbalarían. En la Iglesia de hoy hay mucha inestabilidad. Los jóvenes buscan estabilidad. Esa es la razón por la que los miran con admiración, como mirábamos nosotros a los ancianos cuando éramos jóvenes. Solíamos pensar de los mayores: “Oh, ellos ya lo lograron, están muy bien”. Es bueno mirar a los estables ancianos en nuestra iglesia. Los ancianos, aquellos que gobiernan sobre usted, generalmente son personas mayores. Ellos han sido moldeados en el camino de justicia por una larga vida de decisiones correctas. Las iglesias deben de buscar a la gente mayor para que sean los ancianos, porque en cierto sentido representan el logro. Son un ejemplo y un mensaje para los jóvenes de que sí es posible tener éxito en la vida cristiana. 13:8 “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Cristo es nuestro modelo de estabilidad. Él es El inmutable, y esta es la forma que debemos de ser también. Como fuimos ayer, debemos ser hoy

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y también mañana, salvo en que estamos madurando. Lo hermoso de permanecer en el camino de Dios es que cada paso que damos, continuamos en la senda y nos acerca más a la meta. Esto es lo maravilloso acerca de Jesucristo; Él siempre es consistente y confiable. En el versículo nueve podemos ver las razones por las que la gente se extravía. Esto es porque siempre están cambiando sus doctrinas y van de un lado al otro. 13:9 “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”. Nuestro corazón, nuestra vida, y nuestras emociones son establecidas con gracia, no por abstenerse de cierta clase de alimentos. Nuestra naturaleza y carácter no cambian por abstenerse de ciertos alimentos. Tener un encuentro con Dios y recibir una impartición de Su gracia es lo que nos cambia. En la Iglesia del Nuevo Testamento muchos fueron inquietados con los alimentos y las comidas. ¿Cómo podemos discernir la doctrina verdadera de la falsa? Al estudiar la verdadera doctrina podemos discernir. Los cajeros de los bancos están entrenados para reconocer un billete verdadero, para que puedan discernir el falso. En los días de los dólares de plata, el cajero principal era instruido para enseñar a los cajeros nuevos a dejar caer el dólar de plata una vez y otra vez, hasta que el sonido quedará firmemente grabado en su mente. Entonces ellos podían distinguir rápidamente uno que fuera falso. Les diré esto: tenemos que estar firmemente arraigados en la Palabra de Dios. Si una doctrina es verdadera, tiene que estar desde Génesis hasta Apocalipsis. La doctrina, después de todo, es verdadera. La verdad no cambia en la Palabra de Dios. Pablo advirtió constantemente a sus convertidos contra el error. Él dijo en Efesios 4:14 “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con las artimañas del error”. Los niños son aquellos que van de aquí para allá, no los que son maduros. Los que son jóvenes en Cristo y han vencido al maligno no son llevados por doquier. Los inmaduros son los que son influidos por falsas doctrinas. Lamentablemente, un cristiano inmaduro puede ser de cualquier edad. Unos cuantos años atrás, Dios advirtió que cierta doctrina falsa entraría a la Iglesia en los Estados Unidos. Los que escucharon la advertencia y la atendieron estaban esperando. Y alguien preguntó: “¿Cómo sabremos si es correcta o errónea?” Bueno, hay varias maneras de determinar si es falsa o verdadera. Tiene que estar sustentada desde Génesis hasta Apocalipsis para ser verdadera. Pero otra manera de juzgar la doctrina es esta: sólo espere a ver quienes son atraídos a ella. Siempre son los mismos, los inestables, los que corren a abrazar las enseñanzas erróneas. Hace muchos años, hubo una disputa en cierto instituto bíblico acerca de una doctrina que era obviamente errónea. Cuando cité un versículo que desaprobaba esa enseñanza, uno de los que la proponían, me dijo: “Por favor, no cite ese versículo, ya que trastorna mi doctrina”. Así que yo pensé, “si un versículo puede hacer tropezar su doctrina, su doctrina debe estar muy mal”. Cuando una doctrina es verdadera, ni un sólo versículo podrá contradecirla. Pablo nos insta a “probarlo todo, y retener lo bueno” (I Ts. 5:21). Así que, examine lo que cree. Los discípulos de Berea fueron llamados “nobles,” porque escudriñaban las escrituras diariamente para ver si lo que les enseñaban era cierto (Hch. 17:11). 13:10 “Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo”. En el tiempo que Pablo estaba escribiendo esta epístola, el templo de Herodes aún estaba en pie, y los sacrificios continuaban ofreciéndose en esos días. Después de todo, Jerusalén había rechazado a Cristo

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y al Nuevo Pacto. Por consiguiente, eran indignos de participar de todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales que Cristo hizo disponibles. 13:11 “Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento”. Los rituales de la Ley continuaron en el templo hasta el año 70 d.C., cuando el templo fue destruido por la invasión Romana. Ahora Pablo va a sacar otra analogía del Antiguo Testamento. Los cadáveres de los animales que eran sacrificados por el pecado eran llevados fuera del campamento. Así también, Jesús, sufrió fuera del campamento. 13:12 “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”. En otras palabras, Jesús fue crucificado fuera de las puertas de Jerusalén, no lejos de donde se arrojaban los cadáveres de los sacrificios. Esta es una verdad importante. Si vamos a seguir a Jesús, habrá un tiempo en nuestra vida cuando seamos puestos fuera del campamento. ¿Y qué es el campamento? ¡El campamento es la Iglesia! Muchas veces los creyentes enfrentan esto después que han recibido el bautismo del Espíritu Santo. Sus iglesias, que no creen en esta experiencia, los expulsan de la congregación. He conocido a muchos pastores que han sido expulsados de su denominación por esta causa. Pero si seguimos a Jesús, vendrán tiempos en nuestra vida cuando tengamos que sufrir fuera del campamento. Al hacer esto, estamos siguiendo los pasos del Maestro y tendremos Su gloria. 13:13 “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento llevando su vituperio” ¡La verdad carga con el vituperio! Cuando recibimos nueva verdad, también vamos a llevar vituperio. Podemos rechazar la nueva verdad para conservar nuestros amigos, o podemos escoger ser puestos fuera del campamento por otros creyentes. Muchos al enfrentar este dilema, prefieren comprometerse y ser un discípulo secreto como Nicodemo, permaneciendo dentro del campamento. El apóstol Pablo hizo muy claro donde estaba parado, cuando dijo: “Salgamos pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”. Aquí es donde Cristo está, fuera del campamento. Yo pasé una situación como ésta en mi vida, siendo un cristiano joven. Estaba en una iglesia donde había multitudes de jóvenes, y todos estábamos ardiendo por el Señor. Muchos estaban encontrando a Cristo como su Salvador. Cada domingo en la noche teníamos un servicio de jóvenes, después del servicio regular. El servicio regular comenzaba a las seis, y nosotros esperábamos que dieran las siete para salir a las calles y traer a la gente. Lucas 14:23 dice que los forcemos a entrar, y nosotros, literalmente, rodeábamos a otros jóvenes en las calles y los movíamos hacía la iglesia para el servicio de las ocho. Muchos eran salvos, y entonces nos ayudaban a testificarles a otros. Sin embargo, vino un tiempo cuando tuve que tomar una decisión, porque esta iglesia no aceptaba el bautismo del Espíritu Santo. Algunos que habían recibido el bautismo del Espíritu Santo se comprometieron a quedarse en la iglesia, pero los dones del Espíritu no se manifestaban allá. Yo había sido bautizado en el Espíritu Santo, y me di cuenta que Dios me estaba llamando para ir con él. Fue muy difícil, pues tenía que dejar esa iglesia que amaba tanto e ir una iglesia pentecostal donde difícilmente encontraría gente joven. Si yo no hubiera tomado esa decisión, no habría continuado con Dios. Así que recibimos gracia de Dios para continuar con Jesús, llevando su vituperio. 13:14 “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”. La “ciudad permanente” a la que Pablo se refiere aquí, es la Nueva Jerusalén celestial. Esta es la razón por la que debemos poner nuestros afectos en las cosas de arriba, no en las de la tierra (Col. 3:2). Solamente

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debemos invertir en las cosas eternas, y hacernos “tesoros en los cielos” (Mt. 6:19-21). Edifiquemos en lo invisible y no nos enredemos demasiado en las cosas de esta vida, aunque sean legítimas. 13:15 “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”. El apóstol Pedro dice que ofrezcamos sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (1 P. 2:5). Los sacrificios espirituales que ofrecemos son de mucho más valor a los ojos de Dios que los sacrificios de animales. Uno de esos sacrificios es el sacrificio de alabanza. La alabanza se convierte en un “sacrificio” cuando estamos cansados o bajo presión, pero esos verdaderos sacrificios nos traen libertad de nuestras cargas. Los cantos de alabanza son un sacrificio espiritual. Cantar el cántico del Señor, prorrumpir en otras lenguas, e interpretando melodías en nuestro corazón son sacrificios espirituales, agradables a Dios. La acción de gracia mantiene abiertos nuestros pozos espirituales, cuando aceptamos con gracia las dificultades que vienen a nuestra vida. La acción de gracias y la alabanza van de la mano. 13:16 “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. Los siguientes son otros sacrificios que Dios desea: hacer el bien y abundar en buenas obras, ayuda mutua; que significa compartir con otros. Uno de los más grandes sacrificios que podemos hacer es alimentar o vestir a los pobres, y cuidar de aquellos que están en necesidad. Estos son sacrificios prácticos, y Dios nos recuerda que no los olvidemos. 13:17 “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”. Se nos dice que “obedezcamos” a los pastores (los que gobiernan sobre nosotros). En el versículo siete se nos dice “acordaos” de aquellos que gobiernan sobre nosotros. Es muy importante obedecer y cooperar con nuestros líderes porque ellos son responsables por nuestra alma. De modo que hay un tiempo en nuestra vida cuando tenemos que estar sujetos a aquellos que tienen autoridad sobre nosotros. Quizás vendrá un tiempo cuando tú seas un pastor, y cosecharás lo que has sembrado relacionado a la sumisión. Si hemos sido obedientes a nuestros líderes, entonces Dios nos dará gente que sea obediente a nosotros. Por otra parte, si siempre hemos resistido y resentido la autoridad, terminaremos pastoreando una banda de rebeldes. 13:18 “Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo”. Aquí vemos la humildad del apóstol Pablo. La humildad puede definirse como “dependencia”. Él dijo: “confiamos en que tenemos buena conciencia”. Pablo siempre tuvo una búsqueda continua del Señor para asegurarse que su conciencia estuviera limpia delante de Él. No confió en su propio corazón. Él dependió totalmente de Dios para que le alumbrara a fin de conocer su corazón (1 Co. 4:3-5). Él quiso saber cómo lo miraba Dios a él, deseaba una conciencia sin ofensas hacia Dios y hacia los hombres en todo (Hch. 24:16). Debemos de tener mucho cuidado de que todo lo que hagamos sea correcto delante de Dios y del hombre, porque eso es agradable a los ojos de Dios. Debemos de ser escrupulosamente honestos. 13:19 “Y más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto”. El apóstol Pablo había estado en prisión y deseaba ser restaurado a la Iglesia. Por lo tanto, les está pidiendo que oren fervientemente por él, para que pueda regresar a ellos. 13:20-21 “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda buena obra para que hagáis su

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voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Dios tiene muchos nombres. Uno de ellos es Jehová Shalom; el Señor es nuestra paz. Él es el Dios de paz. “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos para toda obra buena”. Debemos entender que la perfección está ligada a conocer a Dios como el Dios de paz. Este versículo no es una escritura aislada. 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardada irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Así que la paz de Dios está ligada a la santificación y la perfección. Por lo tanto, a menos de que estemos gobernados por el Dios de paz; en realidad no habrá santificación, ni santidad real, ni verdadera perfección. Pablo dijo en Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos”. No podemos ir hacia la perfección si andamos llevando un montón de inquietudes y estamos preocupados todo el tiempo. La histeria, el alarmismo, la crítica, la irritación, la queja, y la ira, son frutos de la ansiedad. Pero la paz es la clave para la santificación, la santidad y la perfección. ¿Por qué es cierto eso? Es verdad porque la paz acepta todas las cosas y la paz gobierna sobre todas las cosas. Esto lo podemos ver cuando miramos la vida del Señor Jesucristo. Cuando la tormenta estaba rugiendo en el mar de Galilea, ¿Qué dijo Él? Él no dijo: “Por el poder de Dios te ordeno que te aquietes”. No, simplemente dijo: “Calla, enmudece”. La paz calma los enemigos, las pasiones de nuestra alma y sujeta todos nuestros deseos. Por lo tanto, entendemos que el camino hacia la santidad, aunque atraviesa por el sufrimiento, la disciplina y el azote, también pasa por la paz. También en Hebreos 12:14 usted observará que la paz y la santidad están ligadas. Pablo dice; “Seguid la paz con todos, y la santidad”. La paz y la santidad van de la mano en Hebreos 12:14, 1 Tesalonicenses 5:23, y de nuevo en Hebreos 13:20. “Y el Dios de paz os perfeccione”. Por lo tanto, necesitamos entrar a la experiencia de Filipenses 4:6-8 como la entrada hacia la perfección y la santidad. Es la entrada de la paz. ¿Cuál es su idea de la paz? A un gran artista se le pidió en una ocasión que representara la paz en un cuadro. Los que lo habían comisionado pensaban que él pintaría un hermoso paisaje con el sol brillante y las flores creciendo y tal vez, unos niños jugando. En lugar de eso, él escogió algo bien diferente. Pintó una tremenda tormenta, con los vientos bramando, la lluvia cayendo, y los árboles siendo doblados por la tormenta. Entonces en el centro había una rama donde estaba un gorrioncito cantando alegremente. Esta fue su impresión de la paz. Y eso, en realidad, es la verdadera paz. Porque cuando la tormenta está alrededor, usted tendrá un santo contentamiento en su corazón, reposo en su mente y espíritu, y un cántico en su corazón. 13:22 “Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente”. Si esta es una breve carta, entonces no sé, cómo habrán sido sus cartas largas, pero de todos modos, él puso mucho en poco espacio, ¿no cree? Hebreos es un libro muy hermoso. Nos muestra el camino para entrar al Lugar Santísimo, detrás del velo. Nos muestra la clave para la santidad. Nos muestra el camino a la victoria. Pero también están esas cinco impresionantes advertencias en Hebreos. Estas son advertencias que debemos atender, porque como el mismo Pablo dice en 1 Corintios 10:12: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Siempre debe estar ese pensamiento en nuestro

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corazón: “Oh Dios, si no es por Tu gracia y misericordia no lo voy a lograr”. Somos guardados por el poder de Dios. Así que, ¿A quiénes les da Dios gracia para ser guardados? Él da gracia a los humildes. Queremos pedirle a Dios que nos vista con el espíritu de humildad para que siempre tengamos Su favor y presencia. Oseas 13:1 es una escritura absolutamente impresionante: “Cuando Efraín hablaba, hubo temor, fue exaltado [por sí mismo] en Israel; mas pecó en Baal, y murió”. Efraín fue la tribu principal del norte de Israel, pero en ese tiempo fue muy rebelde. Cuando Efraín hablaba temblando, con contrición y temor de Jehová, Dios lo exaltó. Efraín fue exaltado para ser el más fructífero que todas las tribus en ese tiempo, “pero cuando pecó en Baal,” cuando permitió que la idolatría entrara en su corazón y ya no cuidó más su corazón con toda diligencia, entonces murió. Lo mismo fue verdad en la vida del rey Saúl. El Señor lo exaltó cuando era pequeño a sus propios ojos, pero lo rechazó cuando se volvió altivo y orgulloso, y se exaltó a sí mismo. Lamentablemente, habrán muchos apóstatas en el infierno. Como mencioné antes, hace muchos años yo pastoreaba una Iglesia en la costa occidental de los Estados Unidos. La esposa de un diácono de esa iglesia, tuvo un sueño en el que fue llevada al cielo. Ella se sorprendió mucho cuando vio quiénes estaba en el cielo y quiénes no habían llegado. Muchos de sus conocidos no habían ido al cielo. Ella compartió su testimonio en la Iglesia. Oh, cuán cuidadosos debemos ser para lograrlo. Nunca olvidaré la muerte de cierta mujer de esta misma Iglesia. Yo acababa de llegar a la Iglesia y estaba a punto de ser el nuevo pastor. Cuando llegué, esta mujer ya estaba en el hospital y me pidieron que la visitara. Ella ya estaba en su lecho de muerte, había estado criticando duramente a mi esposa y a mí, y a nuestra posición, y siempre estaba allí para añadir su voz de crítica. Sin embargo, había sido superintendente de la Escuela Dominical por muchos años. La primera y única vez que la traté, realmente, fue en su lecho de muerte, porque me pidieron que la visitara. Mientras estaba en su cuarto, traté de orar por ella, pero había un muro que no podía atravesar. Entonces el Espíritu me mostró las personas que eran este muro. Otros miembros de la congregación realmente se estaban oponiendo a mi oración por ella. Yo tuve que dejarlo así. Bueno, ella murió unas horas más tarde, y esa noche, su espíritu vino a mí, por supuesto, me di cuenta que ella no había ido al cielo. Y le pregunté al Señor: “Señor, por qué me visitó su espíritu? Él dijo: “Cuando una persona muere y ellos ven a alguien que tiene luz en ellos, son como insectos atraídos por la luz, pero, no pueden participar de ella”. Así que, después de esto, debemos habitar en el versículo veintidós y “soportar la palabra de exhortación”. 13:23 “Sabed que está en libertad nuestro hermano Timoteo, con el cual, si viniere pronto, iré a veros”. Aquí de nuevo es evidente que es Pablo quien está escribiendo esta epístola, porque Pablo y Timoteo eran como padre e hijo. 13:24 “Saludad a todos vuestros pastores, y a todos los santos. Los de Italia os saludan”. Pablo declaró claramente que los que ejercían el oficio de ancianos y diáconos recibían algo muy especial. Pablo estableció en 1 Timoteo 3:13: “Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.” Los ancianos y diáconos que han hecho bien su tarea, adquieren para sí un grado honroso, que significa posición eterna. Por lo tanto, cuando aceptamos responsabilidades en la Iglesia, estamos

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adquiriendo para nosotros un grado honroso y también gran fuerza, porque con cada oficio hay cierta unción, cierto manto. Entonces Pablo dice: “Los de Italia os saludan” mostrando claramente que estaba escribiendo desde Italia. 13:25 “La gracia sea con todos vosotros. Amén”. Gracia es realmente lo que necesitamos. Al concluir, me gustaría dirigir nuestra atención al tema de la gracia en Romanos 5:17b: “Mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. La gracia es la única cosa que nos cambia, nos guarda y nos capacita. Hay un fuerte énfasis en la gracia, en la carta de Pablo a los Hebreos. Por lo tanto, necesitamos abrir nuestro corazón y vivir de tal manera, que recibamos no solamente la gracia de Dios, sino “la abundancia de gracia” y Su don de justicia para que reinemos en esta vida y también en la venidera. Gracias, y que Dios lo bendiga. Espero que esta epístola verdaderamente haga todo lo que el Espíritu Santo desea hacer en Su pueblo en cada generación.

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