Desde Mi Paraiso Secreto

1 Dedicado a mi madre, quien siempre ha procurado mi bienestar y si no fuese gracias a ella, no estaría ahora escribie

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Dedicado a mi madre, quien siempre ha procurado mi bienestar y si no fuese gracias a ella, no estaría ahora escribiendo.

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DESDE MI PARAISO SECRETO

Mayra B. Esparza Medina

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INDICE

Hatsukoi…………………………………………...…….6 Rumores ………………………………………………..19 Destino………………………………………………….27 Diario……………………………………………..……..35 El Profesor………………………………………..…….43 Dairem…………………………………………….……52 Yulianne………………………………………….…….62 Lilith……………………………………………….…….72 Viejos Tiempos………………………………….…….103 Desliz……………………………………………….… 113 Por unas Vacaciones …………………………..…...127 Gotas de Agua …………………………………...…142 MMORPG …………………………………………

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Hatsukoi*

Era un viernes en la tarde cuando Melissa lo vio por primera vez, ese día había acompañado a su hermana mayor al festival de su sección, aunque estudiaban en la misma academia, al ser de diferentes grados — ella en secundaria, su hermana en bachillerato — estaban divididas, por lo que cada sección hacía actividades independientemente de la otra. Melissa había sido obligada a ir con su hermana — Yahaira — a regañadientes, por lo que se encontraba con un humor de perros. — Odio este tipo de actividades, ¡Hay demasiada gente! — se quejó Melissa cruzándose de brazos mientras recorría a la multitud con mirada despectiva. — Respira Meli, no vamos a estar mucho tiempo, prometo que en cuanto cante el grupo de mi amado Alonso, luego de saludarlo, nos iremos — respondió Yahaira sonriente, a ella no le causaba problemas la multitud, estaba acostumbrada a ella, toda su vida se la había pasado participando en concursos en

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los cuales ganaba por lo que siempre vivía rodeada de personas. — Y pensar que solo vinimos a escuchar al inútil de Alonso — musitó Melissa bajando la cabeza resignada, no tenía sentido seguirse quejado, después de todo su hermana era la que llevaba las llaves del carro consigo y ella no se atrevía a marcharse sola a casa a esas horas de la tarde. Hacía

un

calor

exorbitante,

Melissa

se

vio

obligada

a

desabotonarse aquellos botones que nunca se había atrevido a desabotonar, para ella la decencia lo era todo, por lo que siempre portaba una imagen impecable, cabellera con litros de gel para evitar pelos rebeldes, cejas peinadas, labios con bálsamo, blusas abotonadas hasta el cuello y faldas debajo de las rodillas, la imagen de toda una señorita correcta recién salida de un convento. El olor a comida grasosa aunado con el sudor de adolescentes en plenas hormonas la habían estado mareando desde hacía ya un rato por lo que se deslizó fuera de la muchedumbre y lejos de su hermana para poder respirar aire fresco.

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≪ Realmente odio esto, no sé cómo mi hermana puede soportarlo, en sin duda una boba, todo por causa de las hormonas y de su estúpido novio ≫, después de respirar unos minutos lejos del gentío emprendió la retirada, iría a nadar entre las personas dentro de una hora en búsqueda de su hermana, pero mientras el tiempo pasaba debía encontrar un lugar pacífico y placentero para estar el armonía consigo misma. Caminó con las manos

cruzadas y la mirada perdida en el

horizonte, se había perdido en sus pensamientos, hecho que ocurría muy a menudo y que causaba problemas entre los miembros de su familia al creer que eran ignorados por su hija menor; sin un rumbo fijo terminó dentro el campus, más bien, dentro de los vestidores de chicos. El cambio drástico en el ambiente y el elevado olor a hormonas y desodorantes la hizo regresar a la realidad y darse cuenta en el sitio en el que se encontraba. ≪ ¿Qué demonios hago aquí? ≫, se preguntó deteniendo sus pasos y mirando hacía todas direcciones reconociendo que, efectivamente, se encontraba en los vestidores de chicos; una

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alarma de peligro se prendió en su interior, sintió la necesidad de salir de ahí cuanto antes, si alguien la encontraba ahí, toda su imagen de perfección se iría al caño. ≪ Mejor salgo de aquí ≫, dispuesta a irse dio media vuelta pero el sonido de la regadera la hizo detenerse y mirar tras de ella, las duchas se encontraban a unos cuantos pasos, algo de lo cual no se había fijado, la alarma se intensificó pero ya era demasiado tarde, ante ella apareció la imagen de un joven desnudo con la toalla en el cuello, el cual al verla se cubrió de inmediato con las manos. — ¡No inventes! ¡Sal de aquí! — exclamó el joven maniobrando con sus manos para evitar que ella se fijase en sus partes nobles mientras trataba de cubrirse con la toalla. Ella sonrió y barrió con la mirada al joven, examinando fugazmente cada parte que había estado expuesta. El chico la miró con el ceño fruncido, ella reaccionó y bajó la cabeza. — ¡Disculpa! — dicho esto emprendió la huida lo más rápido que sus piernas le permitieron, en el camino la imagen del chico desnudo, las partes de su cuerpo no dejaban de atormentarla, sacudió la cabeza tratando en vano de sacarse tales impuras

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imágenes, pero no podría, ahora ella no olvidaría a aquel guapo chico de los vestidores.

Durante toda la semana siguiente, Melissa no pudo quitarse de la cabeza las imágenes del chico, a pesar de sus esfuerzos concentrándose en diversas tareas, exámenes, actividades escolares y extra curriculares, aquel muchacho seguía apareciendo una y otra vez, harta de ello se dispuso a averiguar la identidad del chico. ya

se

acercaba

otoño,

por

lo

que

el

clima

cambiaba

constantemente y las lluvias se dejaban caer cuando uno menos lo esperaba, Melissa como mujer precavida que era siempre llevaba consigo un paraguas, pero esa tarde sería la excepción, su hermana se lo había llevado y a ella la había dejado sin futura protección al clima. — Buen momento para dejarle el paraguas a mi hermana — se quejó en voz alta colgándose el bolso en el hombro, ahora debía esperar a que la lluvia pasase para poder correr a la tienda de abarrotes más cercana. El día había resultado infructuoso, no tenía la menor idea de quién era el chico de los

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vestidores, lo único que tenía claro, era que estaba en bachillerato puesto que cuando lo vio ella se encontraba en esa zona del campus. — sí que llueve fuerte el día de hoy, ¿has olvidado el paraguas? — escuchó Melissa la voz de un chico que le hablaba tras de ella, volteó a verle y lo reconoció. ≪ ¡es él! ≫, exclamó para sus adentros mas no realizó expresión alguna que la delatara, el chico la miró con el ceño fruncido por unos momentos y luego sonrió. — Si, es una tormenta, se lo dejé a mi hermana pensando que no llovería, pero ya ves, el clima cambia constantemente — respondió sonriéndole de vuelta, lo menos que quería en ese momento era asustar al chico, aunque ella se sentía en terror al estar hablando tan tranquilamente con él. — Eres la chica que me vio en los vestidores, ¿no es así? — preguntó el joven sin dejar de mirarla; la sonrisa de oreja a oreja en los labios de Melissa desapareció al instante, desvió la mirada.

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— No lo hice adrede, disculpa por haberte visto en paños menores — de disculpó Melissa dándose la vuelta, lo que menos quería en ese momento era enfrentarse a esa bochornosa situación. El chico

se colocó a su lado, abrió el paraguas que llevaba

consigo y la tomó del brazo. — Tranquila, fue un accidente, Soy Franklin — se presentó el chico sin mirarle mientras la conducía fuera de la protección del techo. Melissa se dejó hacer, nunca se había puesto tan nerviosa, creía que los chicos eran especímenes difíciles de tratar y por consiguiente se había negado a intentarlo, pero después de ver a Franklin, toda barrera se disipó. — Mucho gusto, Melissa — respondió en voz baja siguiéndolo, agradeció a su hermana por haber pedido el paraguas, y que el destino le hiciese cruzarse con Franklin. Caminaron hombro a hombro debajo de la lluvia en silencio, Melissa por su nerviosismo y Franklin porque no hallaba un

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tema de plática. En algún momento se encaminaron a la zona de vivienda de Melissa, hecho que la hizo extrañarse. — ¿Cómo es que sabes en dónde vivo? — preguntó Melissa mirándole de soslayo mientras seguían caminado en dirección a su hogar. Franklin sonrió. — Estudio en el mismo salón que tu hermana Yahaira, la he acompañado muchas veces a su casa hasta que Alonso se volvió su novio, por lo que me sé la ruta de memoria — respondió Franklin sin mirarla caminado más aprisa, como si el tema le causase incomodidad y quisiese irse cuanto antes. — Ya veo, entonces no fue casualidad que nos encontráramos en la entrada — dijo Melissa en voz baja caminando al paso de Franklin. Franklin detuvo su paso y jaló del brazo a Melissa, haciéndola pegarse a él. — Debes prometerme, que no le dirás a Yahaira que me conoces — dicho esto la empujo fuera de la protección del paraguas y se fue a paso veloz de ahí, dejando a Melissa enfrente de su

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casa empapándose, la caminata debajo del paraguas había sido en vano. Después de la tarde en la que Melissa se reencontró con Franklin, ambos comenzaron una relación de amistad en secreto, puesto que Franklin le repetía constantemente a Melissa que no le dijese nada a su hermana. Las dudas la carcomían por dentro, ≪ ¿Por qué no quiere que Yahaira se entere? ≫, se preguntaba al menos una vez al día, pero luego olvidaba dicha cuestión cuando pasaba la tarde con él y éste la acompañaba a su casa no sin antes comprobar que Yahaira no se encontrase cerca. Por vez primera Melissa se estaba enamorando y todo parecía indicar que el chico tenía un sentimiento hacia ella, el cual no era específico, pero ella no perdía las esperanzas de que fuera igual al suyo. — Dime Franklin, ¿Por qué debo de ocultarlo con mi hermana?, no es como si estuviésemos haciendo algo incorrecto — preguntó Melissa entregándole un paquete de galletas a Franklin, que había comprado en la tienda compartida del campus.

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Franklin tomó las galletas y posó la mirada en el horizonte pensativo. — No lo hacemos, pero no quiero que se entere — respondió Franklin zanjando el asunto en ese día; por más que Melissa tratase de sacarle la respuesta que tanto deseaba escuchar no lograba nada. Después de un mes, Melissa estaba segura de que no podía seguir siendo solo amiga de Franklin, sus sentimientos estaban a punto de desbordarse por lo que decidió citarle un sábado para declarársele. Ese día su hermana y Alonso habían salido a una cita por lo que Melissa se encontraba sola en casa, después de arreglarse se dirigió al punto de encuentro, los cines, el lugar en donde había quedado con Franklin. ≪

¡tengo tanto miedo!, nos llevamos muy bien, pero eso no quiere decir que tiene ese tipo de sentimientos hacia mi ≫, pensaba Melissa mientras esperaba sentada en la cafetería del cine, Franklin le había mandado un mensaje hacía unos minutos diciéndole que se había retrasado pero ya estaba en camino.

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— ¿Meli? — Una voz femenina la hizo sacar la vista del celular, enfrente de ella estaba su hermana tomada del brazo de Alonso. — Melissa, ¿Cómo te va?, hace mucho que no te veo, Yahi habla mucho de ti, no tienes idea, eres su adoración — Dijo Alonso pasando un brazo por la cintura de Yahaira a lo que la chica respondió apoyando su cabeza en el hombro de él. — ¿Qué haces aquí?, ¿has quedado con alguien? — preguntó Yahaira sonriente mirando de arriba abajo a su hermanita. — ah…si, algo así, un amigo — respondió Melissa desviando la mirada, aquello era fatal, en qué momento se le había ocurrido citar a Franklin en el lugar de citas comunes de su hermana y su novio, no estaba pensado de seguro cuando le dijo. Yahaira estaba a punto de hablar cuando Franklin apareció tras Melissa con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. — Perdona mel, tuve un contratiempo, pero ya llegue, vamos a ver la peli — dijo mirando fijamente a Melissa sin percatarse de la presencia de Yahaira y Alonso.

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— Franklin… ¿es él tu amigo Melissa? — preguntó Yahaira mirando a Franklin y luego a Melissa. — Ya se me estaba haciendo raro que no aparecieras en escena — comentó Alonso mirando fijamente

Franklin.

Franklin

levantó la mirada hacia la pareja, su antes sonrisa alegre se transformó en una mueca de dolor, tomó la mano de Melissa y la jaló consigo fuera de los cines. — ¡Franklin!, ¿Qué sucede? — preguntó Melissa desconcertada, todo había pasado demasiado rápido, aun no tenía ni idea de porque Yahaira y Alonso lo conocían, pero lo que más le desconcertó fue el rostro descompuesto del chico. — Perdóname Melissa, no quería ocultártelo, pero era la única manera de que pudiera saber de Alonso — confesó Franklin comenzando a caminar en dirección opuesta al centro comercial, Melissa sintió como si hubiesen tomado su corazón y lo aplastasen y embarrasen contra el suelo, el chico al cual pensaba

confesarse

en

cualquier

momento,

le

estaba

declarando que amaba al novio de su hermana, ese decir, el chico era gay.

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— Te amo, y sé que tu no me puedes amar de la misma manera, pero necesitaba decirlo, gracias por decirme la verdad — Dijo Melissa en voz alta, haciendo que Franklin voltease a verla; las lágrimas se derramaban por los ojos de la chica, ahí se había ido su primer amor, el cual tal vez algún día olvidaría y enterraría junto con los futuros.

*Palabra Japonesa en Romanji que significa “Primer amor”

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Rumores

Damián y Sebastián habían sido los mejores amigos desde que se conocieron en tercer grado de primaria, al vivir cerca se turnaban los días para ir a despertar al compañero y así caminar juntos al colegio, dicha rutina la llevaban realizando durante ocho años; ambos chicos ahora

cursaban

el

bachillerato. Sebastián era el clásico chico intelectual, al menos físicamente, de 1.67 de estatura, piel morena clara, ojos marrones y cabellera azabache que llevaba siempre hacia atrás por litros de gel que se colocaba antes de salir de casa, el chico estaba en el coro de la escuela; Damián por su parte era el chico llamativo, 1.74, cabellera cobriza, piel clara, ojos verdes y una sonrisa que constantemente adornaba su fino rostro, el chico se veía como muñeca de porcelana pero sólo de puesto que el joven era el

fachada

capitán del equipo de lucha

grecorromana. A pesar de sus diferencias en cuanto educación, gustos y actividades, ambos habían podido forjar una relación que con

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el paso de los años se fue volviendo más y más profunda hasta llegar al grado de que cualquiera que los viese, pensaría que aquellos dos chicos extremadamente diferentes físicamente salían juntos. — Enserio, ¿no te molesta que las personas que nos ven juntos comienzan enseguida a murmurar e insinúan que nosotros somos pareja? — Preguntó Damián a Sebastián un día en que ambos chicos habían quedado en casa de Clark — chico con el que se habían estado llevando desde segundo de secundaria— para realizar la tarea en equipo. — Si chicos, yo no tengo problema al respecto, porque sé que ustedes no son más que amigos, pero los rumores se esparcen — comentó Clark pausando la consola al notar que la plática entre Sebastián y Damián se estaba tornado interesante. — No pasa nada, la gente puede decir lo que le venga en gana, no comprenden el tipo de amor fraternal que tenemos Damián y yo — respondió Sebastián alcanzando con su mano la espalda de Damián y dándole palmadas a modo amistoso. — Como digas Sebas, pero si tus padres llegan a enterarse de algún rumor, tendrás muchos problemas —

Alegó Clark

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regresando a la consola, la platicaba había terminado, Sebastián era un chico que nunca entendía razones. — ¡No eches la sal!, ellos son unos mal pensados de primera, si escuchan algún rumor, seguro se pondrán a imaginar cosas que nunca hemos hecho Damián y yo, pero confiaré en que si eso ocurre, me escucharan y olvidaran los rumores — Respondió Sebastián firmemente, zanjando así el tema. Damián solamente se dedicó a sonreír, solo le quedaba confiar en la suerte, así que rezó para que los padres de su mejor amigo nunca escuchasen ningún rumor. Pasaron los meses, los padres de Sebastián no se enteraron de dichos rumores, hecho que Damián agradeció, pero los anteriores rumores leves y espontáneos se habían vuelto muy frecuentes en la última semana de clases, Damián antes los tomaba con indiferencia pero ahora algo dentro de él se agitaba cada que Sebastián estaba a su lado y las personas comenzaban a cuchichear, el chico, se estaba dando cuenta que el chico de porcelana le comenzaba a atraer de una manera que nunca cruzo por su mente.

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— Iré por unas bebidas — informó Damián guardando su cartera en la bolsa trasera de su pantalón. — ya sabes, las de siempre, que si no, luego aquí el señorito hace drama — dijo Clark señalando con el pulgar a Sebastián, quien se encontraba deglutiendo alegremente una rebanada de pizza. — ¡Cállate Clark! — exclamó Sebastián lanzándole un champiñón a modo de defensa, Clark respondió con una sonora carcajada; Damián movió la cabeza de un lado al otro, los tres chicos se llevaban muy bien y no iba a permitir que por su causa, la fraternal amistad entre ellos se quebrantase. — Iré por los refrescos pues — declaró Damián al aire, Clark y Sebastián se habían puesto a jugar por lo que ignoraron completamente la última oración de Damián. Damián se retiró a la tienda del campus, compró los refrescos y en su emprendida de vuelta las voces de un trio de chicas mencionando su nombre y el de sus otros dos amigos captó su atención, sigilosamente se acercó al grupo, tenía curiosidad acerca de los rumores, no tenía idea de lo que decían en ellos, pero se formulaba algunos y con esa idea en mente se

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quedaba, hasta ese día que se le dio la oportunidad de escuchar el rumor tal cual es. Instalado tras un bote de basura cercano al grupo se dispuso a escuchar la plática. — ¿No te lo dije? — ¡ya sé!, pero creí que había cambiado a Clark por Damián — no, eso parecía al principio, pero varias veces pude ver a Clark y Sebastián acaramelados en el aula de clases cuando no estaba Damián presente — ya decía… pero, pobre sebas, ¿no creen? — ¿Por qué lo dices? — ¿pues no lo has notado? Estas últimas semanas la manera en que mira a su amigo ha cambiado, le lanza la misma mirada que Sebastián le lanza a su novio cada que lo ve. — oh…tienes razón, pobre chico… Damián sintió que ya había escuchado suficiente, de todos los posibles rumores que había imaginado, nunca se le cruzó que su mejor amigo estuviese en una relación con Clark, salió de su escondite sorprendiendo a las chicas, las cuales cerraron la

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boca de inmediato y salieron corriendo. No podía creer en unos simples rumores, pero aquellas chicas habían acertado en cuanto a sus sentimientos hacia Sebastián, apretó la bolsa con los refrescos en su pecho y se dirigió hacia donde se encontraban Clark y Sebastián. No podía creer lo que sus ojos veían, Clark y Sebastián estaban tomados de la mano, Sebastián recargándose del hombro de Clark, soltó la bolsa de refrescos haciendo que ambos chicos lo notasen y se separasen. — Damián…ya era hora que vinieras — Dijo Sebastián levantándose del suelo y acercándose a Damián mientras que Clark recogía los trastos sucios del suelo. — Así que los rumores eran cierto, ustedes dos son novios — murmuró Damián bajando la cabeza, Sebastián

posó una

mano en el hombro de su amigo. — No sabía cómo decírtelo, eres mi mejor amigo y siempre lo serás, temía perderte si te decía que soy gay y que además salgo con Clark — Confesó Sebastián tratando de sonar tranquilo, pero se sentía sumamente nervioso, no había

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planeado decirle de esa manera a su amigo acerca de lo de él y Clark. — Son amigos de infancia, espero no pienses que te lo he robado o algo así — Dijo Clark colocándose a su lado para luego abrazarle del cuello en gesto fraternal. Damián suspiró derrotado, aquel amor del que se había percatado, ni si quiera tuvo oportunidad de decirlo, pero ahora sabía que mantenerlo oculto y superarlo era la mejor opción, perder a sus dos mejores amigos, no sería soportable. — Que tonto eres, no tengo ningún problema con los gays, me parece estupendo que salgan, ya era hora que te consiguieras a alguien — Dijo Damián levantando la cabeza con una sonrisa forzada en el rostro, miró a Clark — perdonen por tirar los refrescos, estarán algo movidos pero aún sirven, si me disculpan tengo que ir a casa, quedé con mi madre — dicho esto se zafó del agarre de Clark y dio media vuelta. Sebastián iba a protestar pero fue callado por el ademán de despedida que Damián les dedicó antes de irse. A pesar de que no logró conquistar a su mejor amigo, pudo conservarlo como tal y averiguó una parte de él que había

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estado ignorando todo el tiempo, con una mezcla de emociones en pecho Damián se dirigió a su casa a terminar ese largo día.

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Destino

Natasha era una chica que siempre había creído en los amores a primera vista y en la historia del hilo rojo del destino, la cual en breves palabras indica que todas las personas están atadas a otra persona por el dedo meñique con un hijo rojo invisible; aquella persona que lograba encontrar la otra parte del hilo, estaba destinada a un romance eterno. — Se está moviendo — murmuró Carolina, una chica que desde principio de año se hizo mejor amiga de Natasha; Carolina era una chica misteriosa y taciturna, al ser la chica de origen Chino podía ver de vez en cuando el hilo rojo en el dedo de las personas. La chica de cabellera cobriza dejó el libro que se encontraba leyendo para prestar atención a su alrededor y buscar a la persona que había hecho reaccionar su hilo. — El chico de sudadera roja, él es quien hace reaccionar el hilo — Indicó Carolina señalando con el dedo al chico antes mencionado, Natasha posó su vista en el chico.

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Adriel era el joven más antisocial de la clase, a su alrededor siempre se encontraba una barrera invisible que impedía a las personas cruzar y hablarle, salvo esa mañana que sintió un extraño movimiento en su dedo meñique. ≪ ha vuelto a moverse por secunda ocasión el día de hoy, deberé ir al doctor a checarme ≫, pensaba el pelirrubio mirando

fijamente

su

dedo

meñique.

Absorto

en

su

pensamiento y con la vista fija en su dedo no se percató cuando un par de chicas se acercaron a él rompiendo, por vez primera, la pared invisible que yacía forjada alrededor de él. — Soy Carolina — se presentó la chica de ojos achinados extendiendo la mano en dirección a Adriel mientras que Natasha se quedó en silencio mirándole por encima del hombro de su amiga. — Ella es Natasha — señaló Carolina a su tímida amiga tras ella, la cual sonrió y agitó la mano de un lado al otro a modo de saludo.

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Adriel miró a ambas chicas con el ceño fruncido, no le agradaba que las personas traspasaran la línea imaginaria que hacía tiempo tenía en torno a sí. —Adriel, ¿quieren algo? — Dijo el chico mirándolas fijamente, sobre todo a la chica tímida, la cual lo miraba como si quisiese algo de él. Carolina señaló a Natasha — Ella quiere ser tu amiga — dicho esto emprendió la retirada dejando a Natasha sola con el chico. Adriel la miró de arriba hacia abajo, Natasha se revolvió nerviosa al sentir la mirada escudriñadora por parte del chico. — ¿Te quedarás ahí parada? O ¿hablarás de algo? — preguntó Adriel rompiendo el silencio que empezaba a forjarse entre ellos dos, Natasha negó con la cabeza enérgicamente. — Perdona, Carolina es mi única amiga, y es la primera vez que hablo

con

un

chico



respondió

Natasha

sonriendo

nerviosamente, Adriel la miró unos segundos aún con el ceño fruncido para luego sonreír.

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— Tranquila, tampoco tengo muchas amistad, al menos en esta escuela no, no sé porque razón las personas me dan la vuelta — Dijo el chico apoyando sus codos en el pupitre para luego entrelazar sus manos y apoyar su barbilla en ellas. — Me pasa lo mismo, con Carolina fue diferente ya que ella era igual de antisocial que yo — comentó Natasha tomando asiento en el pupitre al lado del chico. Desde ese día inicio una estrecha amistad entre Adriel y Natasha, en la cual Carolina participaba de vez en cuando; el hilo que antes se había movido y había conducido a Natasha hacia Adriel ahora estaba totalmente quieto pero ella no le tomó importancia, ya se llevaba con el chico destinado, el amor llegaría prontamente. Los meses pasaron y la relación entre Natasha y Adriel no cambió en lo absoluto, se veían en clases, charlaban, Adriel acompañaba a la chica a casa, Carolina se había rezagado por cuenta propia, los tres chicos cuando podían salían al parque, el cine, como viejos amigos de infancia, hasta que un día algo cambio entre ellos.

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Ese día Carolina, Natasha y Adriel se habían citado en el acuario de la ciudad, Adriel y Natasha habían llegado al a hora, pero Carolina aún no había llegado. — Qué raro, ella siempre llega primero — comentó Natasha mirando hacia todas direcciones esperanzada en visualizar a su amiga. — mmm… ¿le has hablado al celular? — preguntó Adriel mirando de igual manera hacia todas direcciones. Natasha negó con la cabeza y sacó el celular, marcó el número de

carolina

pero

nadie

contestó,

preocupada

marcó

nuevamente. Adriel observaba sus movimientos con evidente ansiedad la cual Natasha pasó por alto en su preocupación por Carolina. Marcó varias veces pero en ninguna su amiga contestó, había pasado ya una hora desde que esperaban a la chica. — En fin…vamos nosotros — Dijo Adriel dándose la vuelta y comenzado a caminar en dirección al acuario. Natasha se percató de la situación, sin su amiga ahí, aquello podría tomarse como una cita, su dedo meñique se movió a lo que

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Natasha sonrió complacida, tal vez ese día sería su tan esperado inicio de romance. Caminaron por el acuario uno al lado del otro, comentando sobe los peces, quedándose varios minutos mirando ciertas peceras. — Natasha, tengo algo que decirte — dijo Adriel tomando asiento en una de las bancas que se hallaban dentro del recinto para descanso de los turistas, Natasha tragó saliva, todavía no se había preparado mentalmente para la declaración de amor. — Claro, ¿Qué es? — preguntó la chica sentándose al lado de él con las manos aferradas a sus rodillas. Adriel suspiró profundamente y volteó a verla con las mejillas teñidas de carmesí. — Me gusta Carolina — confesó mirándola fijamente para luego bajar la cabeza y esconderla entre sus manos — ¡qué pena decirlo! — exclamó azorado moviendo la cabeza de un lado al otro.

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Natasha se quedó perpleja ante lo que había escuchado, aquel chico que supuestamente era su destino le decía que gustaba de su mejor amiga, se levantó de la silla. — Ah…y yo que pensé que esto podría haber sido una cita y que hubiese sido el momento perfecto para declararme, pero ahora no hay sentido alguno — Dijo Natasha aguantando las lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos, en ese instante el hilo que antes había reaccionado con Adriel se rompió. Adriel se sorprendió al escuchar lo que decía Natasha, a pesar del tiempo juntos, no se percató de sus sentimientos, de inmediato se sintió culpable. — yo…no sé qué decirte…perdón — dijo Adriel bajando la cabeza, al escuchar la última palabra del diálogo del pelirrubio Natasha sintió que algo dentro de ella se destrozó con un “crac” incluido, había sido su corazón. El celular de Natasha sonó rompiendo la atmosfera depresiva del momento, Natasha cogió el teléfono, al otro lado de la línea Carolina le hablaba, pero ella al escuchar su voz le pasó el celular a Adriel.

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— aprovecha, dile que la veras dentro de un rato — Dicho esto Natasha dio media vuelta, secó las lágrimas con sus manos, las cuales ahora caían si querer parar — mañana en clase le das a carolina mi celular para que me lo devuelva — agregó despidiéndose con un ademán de mano para luego salir del acuario a paso veloz. Desde entonces Natasha dejó de creer en el hilo rojo del destino y se olvidó de los romances de cuentos de hadas, Adriel y Carolina se volvieron pareja pero Natasha no volvió a hablarles, había perdido a su mejor amiga y al chico que quería, pero eso no le importaba, ya había un vacío en su corazón que no en el futuro podría llenar alguna vez.

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Diario

Domingo vez que me cambian de colegio en lo que va del año, mañana empezaré en la escuela que según mis padres es “la mejor de la ciudad”, pero eso es poco importante ya que duraré a lo mucho dos semanas ahí y luego me cambiaré, en fin, recientemente he decidido escribir lo relevante del día, así cuando sea mayor cuando lo lea podré rememorar o simplemente pasar un rato agradable, de cualquier manera estoy ansiosa porque llegue mañana, quiero ver qué tipo de personas van a esa dichosa academia, pero como siempre evitaré llevarme con las personas, así es más fácil evitar que me duela cuando les tenga que dejar. Lunes He llegado temprano a clase, no hay nadie en el aula y me está dando tiempo para escribir algunas palabras, he estado observando a los alumnos y se ven buena onda, al menos, los de ésta sección, no tengo idea de si los mayores son iguales o

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peores, pero bueno, preocuparme por eso no es necesario, al fin de cuentas nunca llegaré a esa sección en esta escuela. Ahora desfilan muchos alumnos delante de mí, no saludo a nadie, no es necesario, todos han tomado asiento, la silla a mi costado sigue vacía, me pregunto si alguien se sentará allí o podré hacer mi vida solitaria feliz y contenta; estaba esperanzada en que se quedase vacía pero un chico al parecer nuevo al igual que yo, ha llegado y la ha ocupado, no me ha hablado, ni yo a él pero seguro que en los próximos días si hay trabajo nos emparejan, como odio los trabajos en grupo, en fin, solo debo cumplir y hacer la tarea, la profesora ha llegado, vaya, todos son obedientes, espero que pase algo interesante hoy. Sábado ¡no he tenido tiempo de escribir en mi diario!, parece que la escuela es una academia militar, nos tienen a todos bien regularizados y nos llenan día con día con extensos y excesivos trabajos, no me gusta esta academia, espero y pronto mis padres me digan que tenemos que mudarnos nuevamente, solo así dejare de estar bajo un régimen, con lo que me agrada que me digan que hacer; en la semana no ha

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pasado nada relevante salvo que ahora se el nombre del chico nuevo, nos han puesto un proyecto en pareja, Jeremy se llama, un nombre muy extranjero…pero va con él, después de todo es rubio de ojos azules, no comprendo porque no socializa con nadie si es muy bien parecido, oh, ya va siendo hora de mi programa favorito, una novela de drama, romance y comedia, iré a verlo y luego a hacer la tarea, que como todos los días, es mucha. Domingo ¡No puedo creerlo!, desde ayer en la tarde estoy haciendo la tarea y todavía no la he terminado, parece que estoy destinada a no ir a ningún lado hoy, las chicas con las que he socializado sin querer durante la semana me han pedido que vaya con ellas a un karaoke o algo similar, no les he confirmado pero como

van

las

cosas,

dudo

poder

ir…maldita

tarea

endemoniada, da igual, después de todo debo de evitar formar grupito y demás, encariñarse sería pésimo para mí, ya lo hice la primera vez y no acabó bien, así que mientras mis padres se jubilan, a ser niña buena y antisocial se ha dicho. Dejaré de perder el tiempo en esto y me pondré a hacer la tarea, espero terminarla hoy.

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Sábado Ok, no sé si hay algo mal con mis padres o qué, pero no han dicho nada de mudarnos, ¿debo de dejar de temer socializar?, tal vez…¡ya puedo tener novio!, espero que mi burbuja no se arruine, bueno, mientras mis padres no digan nada de mudarse puedo seguir normal, después de todo no pude evitar que aquellas dos chicas, Clarisa y Jessica,

se volvieran mis

amigas, si tengo que irme, pues al menos mantendré contacto con ellas vía internet, a pesar de no ser muy fan de las computadoras, por ellas lo haré…eso me recuerda, Jeremy se ha estado portando diferente, o no sé, me he fijado más en él, al principio me pareció el chico soso típico rubio, pero ahora que he convivido con el dos semanas me he dado cuenta que es un chico opuesto a su glamorosa apariencia, no habla con nadie más que no sea Clarisa, Jessica o yo, creo que el chico se ha prendido a nosotras, eso me alegra…¿¡qué?!, ¿me alegra?, vaya, vaya, al parecer tengo candidato para futuro novio, después de todo ninguna otra chica le habla aparte de nosotras, además no veo que tenga interés en alguna en especial…tal vez debería hacer algún movimiento mientras sigo en la ciudad...¡decidido!, el lunes haré algo, cada vez nos

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dejan menos tarea, así que puedo hacerlo, Jeremy será mi novio…¡qué pena!, pensar que lo he escrito…¡ah!, no he terminado los deberes, seguiré con ello.

Martes ¡Lo he conseguido!, he invitado a una cita a Jeremy este fin de semana, bueno…no tan así, pero lo importante es que saldré con él y Jessica y Clarisa…espero tener oportunidad para mostrarle mis grandes atributos, mis padres siguen sin decir ni insinuar nada acerca de mudarnos, así que espero que siga esto así para que por fin pueda tener una vida normal, común y corriente como todas las demás adolescentes. ¡Estoy tan ansiosa!, ya quiero que sea sábado, deberé vestirme lo más bonita posible, tengo que hacer que se fije en mí, ok, lo hace, pero no tanto como yo quiero.

Estoy tan emocionada que

mejor me pongo a ver tele para calmarme y así terminar la tarea que dejé a medias apenas me puse a escribir esto.

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Viernes ¡Mañana saldré con Jeremy!, no puedo con la emoción, verlo hace que mi corazón se agite, mis manos suden, hablarle me cuesta más trabajo que antes pero aun así hago mi esfuerzo, ahora él es un poco más abierto que hace una semana, creo que se ha adaptado al salón de clases, pero hay algo que me intriga, desde el martes revisa su celular constantemente, creo que es un adicto a los medios sociales, solo que no lo aparenta, tal vez por él me haga alguna cuenta de Facebook, twitter o esas cosas que andan mucho de moda últimamente, Jessica y Clarisa llevarán a sus novios este sábado, nunca hubiese imaginado que ellas dos tenían novio, no lo aparentaban para nada…¡Ya quiero que sea sábado!, me calmaré mejor, si no, no podré dormir y mañana tendré unas ojeras del tamaño del universo…¡demonios ya es tarde!, me he quedado demasiado tiempo pensando en Jeremy, iré a dormir, deseo que mañana sea el mejor día de mi vida.

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Sábado por la mañana Me levanté temprano, quiero prepararme bien, verme bonita, después de todo hoy pienso lazarle los perros a Jeremy, así que debo estar presentable, después de todo el amor entra por los ojos o eso es lo que algunos dicen, Jessica y Clarisa me han confirmado que si irán hoy con sus respectivos novios, en cuanto a Jeremy, tengo su número pero no me he atrevido a mandarle mensaje para recordarle lo de hoy, ¡no importa!, sé que irá y apenas llegue lo llevaré conmigo y ¡estaremos tres parejas caminando por el parque!, que romántico suena eso…quiero comer helado con él, ir tomados de la mano…¡ya es tarde!, apenas llegue escribiré todo lo que pase hoy, seguro será un éxito total.

Sábado al medio día No puedo creerlo, Jeremy ha traído a una chica desconocida, ¿Quién es ella?, estamos esperando a Jessica y Clarisa, las dos se atrasaron por culpa de sus novios, ¿Por qué no pensaron desde ayer que ponerse?, ¡me desesperan!, ando escribiendo en mi celular mientras Jeremy y la desconocida

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piden algún aperitivo, ella no se ha despegado de su lado pero el sigue indiferente, así que ha de ser su pariente o algo así, todavía no nos ha presentado, ni él ni ella, tal vez cuando lleguen las chicas nos presentemos todos…¡han llegado!, ¡hora de la diversión!. Sábado por la noche ¡Estúpido día! ¡Maldita mujer!, todo lo que hice fue en vano, esa niñita que Jeremy llevó consigo era su novia, nos la quería presentar, estuve toda la mañana rodeada de parejas, los vi besarse, abrazarse y ¡decirse cosas cursis toda la maldita mañana!…más deprimida no puedo estar, me alegra no haber hecho el ridículo al confesarme, pero ahora más que antes quiero largarme de esta ciudad, dejaré de escribir en el diario, quiero olvidar a Jeremy y este librito morado con lentejuelas me lo recuerda, así que me despido de ti rubio bien parecido…qué

demonios…ya

no

puedo

ver

correctamente…malditas lágrimas, malditas mujeres mayores, maldito Jeremy.

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El profesor

Brandy, una joven de 16 años de edad, de aspecto soso y desaliñado se encontraba concentrada en sus apuntes, al ser la chica del cuadro de honor, debía mantener su reputación por lo que desde que ingresó a la preparatoria toda su atención se centraba en lo único importante en ese momento de su vida, buenas calificaciones. — Chicos, este será su nuevo profesor de arte — Dijo la Directora dando espacio para que un joven entrara al aula. Brandy no se había percatado del cambio tan drástico del ambiente, del ruido antes estruendoso a la total calma. — Mucho gusto chicos, soy Antonio Vlandenberg y seré su nuevo profesor a partir de hoy — se presentó el joven profesor mostrando una cristalina sonrisa, Brandy al escuchar su voz levantó la mirada y quedó prendada a Antonio, el hombre era un joven de no más de 26 años, de rostro fino pero masculino, cabellera cobriza con destellos rubios, ojos miel, cuerpo atlético. La chica se quedó anonadada por la apariencia y voz

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del nuevo profesor. Al instante el bullicio se hizo presente llenando el aula de murmullos femeninos de admiración y masculinos de celos. La directora le indicó unas cuantas cosas más de rutina al joven profesor y luego se retiró del aula, dejando al nuevo a merced de estudiantes de bachillerato. Antonio se encaminó a su escritorio y tomo asiento, las chicas aprovecharon para acercársele y llenarlo de preguntas, mientras que Brandy se mantuvo al margen leyendo su libro de notas; ella quería ir y hablarle al profesor pero eso la distraería de su objetivo primordial además de que dañaría su reputación de “ñoña de clase”. Antonio se adaptó rápidamente al aula, era el profesor más popular de la sección de bachillerato y no faltaba día que alguna estudiante le declarara sus sentimientos o tratara de seducirle,

Brandy

seguía

al

margen.

Fue

reconocida

inmediatamente como la estrella de la clase de arte al igual que en sus otras asignaturas, por lo que Antonio de vez en cuando se pasaba por su lugar para admirar la habilidad artística de la chica, era en esos momentos en los que Brandy aprovechaba para admirar de cerca al profesor; aquel hombre

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le hacía sentir diferente, la distraía, le activaba una parte de ella que había mantenido con candado hasta que él apareció. Cierto día debido a una tormenta que se desató la noche anterior y no paró al día siguiente, los alumnos en la clase fueron nulos, algunos habían aprovechado la tormenta para quedarse en casa y dormir, otros para salir con sus familiares o amigos, en resumidas cuentas, solamente Brandy se había presentado a clase. — Eres muy aplicada Brandy — Dijo Antonio desde su escritorio mientras colocaba faltas a todos los alumnos que se habían escaseado de la clase. Brandy se sobresaltó, había llegado temprano y al ver que se encontraba sola, optó por tomar un libro y leer, después del timbre de entrada y que el profesor ingresara al aula al notar que sus compañeros no llegarían su nerviosismo controlado aumentó considerablemente. — Si…gracias — respondió Brandy en un murmullo sin apartar la mirada del libro delante de su visión, la página no había cambiado desde que el profesor entró al aula.

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Antonio terminó de colocar las faltas y se levantó de su asiento para luego ir hacia su única alumna responsable. — ¿Qué debemos hacer?, solo estamos nosotros dos — Dijo Antonio tomando asiento en el pupitre al lado de la chica. Brandy levantó la vista del libro, la voz del profesor resonaba en su cabeza y hacía su corazón latir furiosamente, bajó el libro y volteó hacia Antonio. — ah…emm… ¿pintar? — respondió indecisa Brandy tratando de fijar su mirada en Antonio pero le fue imposible, por lo que bajó la cabeza. Antonio sonrió al notar la reacción de la chica, le había puesto un ojo encima desde el primer día que la vio, Brandy no hacía escandalo como todas las demás cuando él se encontraba alrededor, y eso le intrigaba. — podríamos hacer eso, pero… me intrigas, siempre que te miro estás leyendo algún libro, no te he visto platicar con tus compañeros, y tienes una habilidad increíble con el pincel, ¿eres una chica genio? — Dijo Antonio acercando su banca a la de Brandy.

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Brandy negó enérgicamente con la cabeza, lo miró a los ojos. — no… solo soy una estudiante normal… me gusta estudiar — respondió sin dejar de mirarle pero con las mejillas teñidas de rojo. Antonio comprendió por qué la chica no socializaba, era la clásica introvertida y además genio. — A partir de hoy, dejaras tu obsesión por el estudio y con mi ayuda socializarás con tus compañeros, para que ellos vean que no eres una chica nerd antisocial — Declaró Antonio levantándose del pupitre para luego extender su mano hacia Brandy. Brandy le miró sin comprender, su reputación se iría por el caño si aceptaba lo propuesto por su profesor, pero la mano extendida hacia ella fue demasiado tentadora como para no aceptarla, después de todo se moría de ganas por tocar al objeto de su deseo. Al día siguiente la chica con ayuda y consejo de su profesor comenzó su vida sociable, algo que nunca se le había cruzado por la cabeza. Aquella hazaña le hizo comprender sus sentimientos hacia el profesor, le gustaba.

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Meses después Brandy había conseguido amigas y su relación con el profesor pasó a ser más estrecha al grado de salir de vez en cuando con él cuando éste no tenía trabajo que hacer, después de todo Antonio todavía era joven, de veinte años, averiguó que él estaba haciendo su servicio en esa escuela por lo que apenas terminara se iría, pero antes de que eso ocurriese, Brandy debía hacer al chico se fijase en ella. — Antonio hay algo que he querido decirte desde hace algunos meses — Dijo Brandy tomando de la manga al antes mencionado, Antonio volteó hacia ella sonriente. Ambos se encontraban en el zoológico, habían quedado de ir para tomar fotos que luego servirían como modelos en la clase. —Me gustas, ¿quisieras salir conmigo? — Confesó Brandy bajando la mirada enunciando la última oración en voz baja. Antonio tomó la mano que se aferraba a su manga entre sus manos. — Vamos a mi casa — dicho esto llevó consigo a Brandy a su apartamento, la chica se dejó llevar y por primera vez experimentó el mundo de los adultos al ser poseída por primera vez por el chico que quería, Antonio.

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Los días pasaron y la relación de ambos se mantuvo en secreto, en el aula Brandy se mantenía al margen del profesor puesto que sabía que estaba haciendo algo que su antiguo yo le recriminaría de inmediato. La fecha límite del servicio de Antonio se estaba acercando, Brandy se sentía en el séptimo cielo, enamorada profundamente del joven, él la trataba como una dama y la hacía sentirse la chica más amada y deseada del mundo. El último día de servicio de Antonio, Brandy lo citó en la tarde en un parque cercano al departamento de éste. La chica se había arreglado para una cita, algo que luego de conocer a Antonio agradeció, ya que se dio cuenta de que no era tan sosa como pensaba, poseía un cuerpo femenino que ocultaba siempre tras capas de ropa y que con un lindo vestido, accesorios, zapatos y maquillaje básico lograba sacar a relucir su belleza. Antonio llegó antes que ella por lo que al verla llegar se sorprendió de sobremanera, la abrazó. — Vaya, nunca te había visto tan hermosa como hoy — Dijo Antonio depositando un beso en la mejilla de la chica. Brandy

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se sonrojó y bajó la mirada, estaba feliz de que él la hubiese elogiado. Tomaron asiento en una de las bancas debajo de un enorme árbol de tronco grueso. — que sucede Brandy…te veo extraña — comentó Antonio mirándola mientras le apartaba uno de los mechones rebeldes de su castaña cabellera. — Tony…te amo, y quisiera estar siempre contigo — confesó la chica mirándole fijamente, Antonio palideció ante esas palabras; ella había estado guardando esas palabras durante un tiempo y sintió necesidad de sacarlas. El joven desvió la mirada y dejó el cabello de Brandy, se levantó de la banca. — Estoy comprometido, lo siento, lo nuestro solo fue algo por mientras — Dijo Antonio colocándose delante de ella — Te quiero, pero no de la manera que tú deseas, pensé que podríamos seguir así en algo informal mientras me casaba, pero ahora que has dicho tus verdaderos sentimientos no puedo seguir con esto, espero que me perdones algún día Brandy, fue divertido pasar estos meses contigo — Dicho esto

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el chico depositó un beso en la frente de Brandy y emprendió la retirada. Brandy se quedó perpleja, el hombre del que se había enamorado no la amaba, además de que se casaría dentro de poco, las lágrimas cayeron por sus ojos y la realidad la golpeo de pronto, su relación con él había sido un sueño nada más, su amor nunca había sido reciproco; aún con lágrimas en los ojos resignada volvió a su hogar dispuesta a volver a su antiguo y solitario yo.

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Dairem

— ¡Muévanse imbéciles, hagan lo planeado! — Ordenó el Líder del grupo — Manuel Salvadillo — desde su hogar, la voz se escuchó en toda la gran mansión, el Líder nunca mostraba la cara a sus sicarios , solamente Dairem sabía cómo era pero lo mantenía en secreto, el líder solo se limitaba a ladrar órdenes desde su hogar lejos de la base. Varios hombres se movilizaron a su señal; Dairem abrazó sus piernas y escondió su rostro entre ellas, se encontraba sumamente cansado, no había podido dormir desde hace tres días y su cuerpo le estaba comenzado a pasar factura. Unos minutos después el chico se encontraba solo y adolorido, apenas terminaban de usarlo, el líder daba órdenes y era abandonado a su suerte sin que nadie se preocupase por su salud o por sus pesadillas recurrentes. *** Dos años antes Dairem era un niño cualquiera que vivía con sus padres.

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— ¡Es un fenómeno!, ¡No es posible que yo le haya dado a luz! — Exclamó una mujer morena, alta y corpulenta golpeando la mesa con los puños cerrados. — No digas eso…es nuestro hijo, estuve en la sala de partos cuando le diste a luz — Trató en vano un Hombre escuálido y de menor estatura de calmarla. — No hagas escándalo Mujer, debes evitar que los vecinos se enteren, si lo mantenemos en secreto no habrá problemas — agregó el Hombre tomando las manos de su esposa, ella le miró con chispas en los ojos, zafó sus manos de entre las de su marido. — ¡Encerrarlo o matarlo!, cualquiera de las dos, no aceptare más opciones — Declaró la mujer cruzándose de brazos, el hombre asintió con la cabeza y la abrazó. El aludido miraba por la rendija de la puerta desde su habitación; él no tenía idea de lo que discutían sus padres, no lograba escuchar con claridad la plática, pero sabía que sus días en aquella casa estaban contados. Cuando tenía 6 años experimentó su primer atisbo de poder, pero al no ser tan problemático sus padres no se percataron; la situación se volvió más evidente desde que cumplió los 12, ya que sus poderes se

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estaban

desarrollando

más

y

lo

que

antes

percibía

esporádicamente, ahora era más frecuente al grado de provocarle pesadillas al menos una vez a la semana. Sus padres optaron por Encerrarlo y no dejarle salir de casa, le proporcionaron un profesor particular al cual instruyeron de no tocar a su hijo pretextando que éste tenía problemas nerviosos. Un año pasó Dairem en esa situación, miraba siempre por la ventana esperanzado en que algún día saldría y jugaría como los demás niños, pero sus padres cada que lo cachaban fisgoneando lo castigaban. Para Dairem todo en su vida estaba establecido, tenía un horario, rutinas, no podía realiza alguna otra actividad que no estuviese establecida de antemano. Un día el chico ya se había hartado de las reglas exageradas en su hogar, no veía problema en poder ver más allá de lo que alguien común pudiese, no se consideraba un fenómeno, pero por si las dudas, evitaba tocar a sus padres, temía ver algo desagradable. — Vendrán visitas dentro de media hora, así que si quieres andar por ahí paseándote, evita que te vean, no quiero tener que explicar por qué no estás muerto — Dijo la madre del chico

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desde el marco de la puerta sin mirarle, Dairem asintió y no respondió, en su cabeza ya había comenzado a maquinar su plan de escape, si sus padres no le querían, entonces no tenía sentido seguir allí. Dairem se hubiese mantenido en su habitación durante el tiempo de visita, pero su estómago lo traicionó gruñendo indicando que debía alimentarse, sigilosamente salió del cuarto, se escabulló hasta la cocina. — Nadie me vio…que suerte — se dijo así mismo mientras abría el refrigerador, el sonido de unos pasos le hicieron sobresaltarse y voltear hacia la puerta. — Así que tú eres Dairem, he oído hablar de ti y de tus extraños poderes — Dijo un hombre desconocido adentrándose a la cocina con una sonrisa maliciosa dibujada en sus labios. Dairem cerró el refrigerador y dio unos pasos hacia atrás acercándose al set de cuchillos de cocina. — Tranquilo chico, no te haré daño, puedo sacarte de aquí — Agregó el hombre sacando un cigarrillo de alguna bolsa secreta del saco.

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— Eres peligroso — murmuró Dairem extendiendo la mano derecha en búsqueda de algún cuchillo cercano, ahora que necesitaba a sus padres, estos no acudían a él, en ese momento se dio cuenta que la casa se encontraba en silencio. — te has dado cuenta…verás, he estado buscando a tu madre desde hace mucho tiempo, la mujer logró esconderse por 13 años, pero la he encontrado, y con ella a ti — Dijo el hombre dándole una calada al cigarrillo. Dairem se dio cuenta que el tiempo en aquella casa se había agotado y ahora no podría escapar del hombre delante suyo, resignado se acercó a él. — Buen niño, buen niño — susurró Salvadillo acariciando la cabeza de Dairem cariñosamente. *** El trabajo de Dairem era sencillo pero muy agotador, debía realizar al menos de 4 a 7 sesiones por día, luego de dos años se había acostumbrado pero aun así era demasiado para él, todas las noches luego de ver futuros terroríficos terminaba en cama con fiebre y pesadillas. Manuel Salvadillo pasaba a

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visitarle de vez en cuando, él era la única persona que le trataba como un ser humano en aquella enorme mansión, Dairem desarrolló un sentimiento de fraternidad hacia aquel cruel líder. Ese día Dairem había terminado su última sesión, tenía el herido y magullado, entre más crecía, podía sentir las emociones y acciones en carne propia; la última visión de un campo de cuerpos degollados, amputados y sangre le hizo correr por toda la habitación desesperado para al final desplomarse y caer de lleno en la losa fría, una nueva herida se sumó a las muchas que había sufrido durante ese año, algunas visiones le hacían tomar objetos y lastimarse con ellos para quitarse los dolores o a agresores de encima. — No soporto seguir viéndote de esta manera, tu poder no debe de ser usado de ésta manera, ellos pueden pedirle a alguna mujer que les lea las cartas para cumplir sus propósitos — Comentó Adam, uno de sus guardias que siempre le curaba las heridas luego de las terribles sesiones. — Aquí sirvo y no soy un fenómeno como en el mundo exterior, Manuel me dio una nueva vida — Dijo en voz baja

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Dairem cerrando los ojos, el dolor de la penúltima herida le estaba molestando. Adam terminó de vendar la muñeca de Dairem, guardó los instrumentos utilizados en el compartimento correspondiente y tomo asiento al lado del chico en la orilla de la cama. — Dairem, esta no es vida, tienes catorce años y pareces un cadáver, no sé cuántos huesos te has roto estos últimos meses, llevas gritando por las noches dos semanas seguidas — Replicó Adam entrelazando sus manos detrás de su propia nuca. Dairem se mordió el labio inferior, sabía que eso no era vida, pero a pesar de su horrible trabajo, vivía cómodamente, siempre tenía comida, cama limpia y cariño de la persona que más necesitaba. Adam suspiró pesadamente y movió la cabeza de derecha a izquierda. — Sé que moriré si hago esto, pero no tengo otra opción — murmuró poniéndose de pie, encaró a Dairem. — ¿de qué hablas? — preguntó Dairem confuso mirándole fijamente, Adam tomó del rostro al menor.

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Dairem trató de apartarse para evitar la visión pero fue en vano, ella ya había entrado en él. Las imágenes de Adam suplicando por vida le dolieron en lo más profundo de su ser, las lágrimas se derramaron por su rostro sobresaltando a Adam. — Como pensé, moriré, aunque de todos modos mi tiempo está contado — dijo Adam soltando el rostro de Dairem. — escucha bien Dairem, dentro de unas horas tendrás la oportunidad para escapar, debes dirigirte al sur, la cafetería “Paraíso

secreto”,

ahí

encontrarás

personas

que

te

comprenderán más de lo que estos animales lo hacen, solo tienes una oportunidad, debes irte sin mirar atrás, olvídate de todo lo que viviste aquí y haz una nueva vida, una real, no una ficticia como ésta — agregó el joven sonriendo ampliamente para luego despedirse con un ademán de mano y dejar a Dairem sumido en sus pensamientos. Esa misma noche el chico se escapó de la mansión, Adam le ayudó con el escape. Dairem se dirigió a donde Adam le había indicado, ahí encontró más personas con poderes similares a él, personas que pertenecían a la sociedad de humanos con poderes extrasensoriales.

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Los años pasaron y Dairem cumplió los 21, aprendió a manejar su habilidad y descubrió que podía bloquear emociones que no quisiese y ver sin que se agotara tanto como años antes. — Dairem, ve por la cena — Dijo Yulianne, una mujer veterana de la sociedad y con la cual él mantenía una relación amorosa. Dairem rodeo de la cintura a la mujer y la atrajo hacia sí. — claro cariño, tu ordena, yo obedezco — bromeó el joven juntando su nariz con la de ella — te amo — agregó mirándola a los ojos. Yulianne sonrió ampliamente y le dio un beso en los labios. — Ya vete, tendremos problemas si llegan los demás y no está lista la cena — Ordenó Yulianne empujando sutilmente a su pareja, él asintió con la cabeza y salió de la cafetería. Como la tienda se encontraba a unas cuantas cuadras decidió irse caminando, sonrió complacido, su vida no podía ser más perfecta, ya lejos de la cafetería y de la zona sur a una antes del súper se desplomó el cuerpo inerte de Dairem, el final

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había llegado, el chico lo supo desde un principio pero no trato de evitarlo. Y así murió joven pero sin ningún remordimiento

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Yulianne

Yulianne Cábala era una chica prodigio, con unas habilidades dancísticas

envidiables, desde pequeña fue enviada a una

academia de Ballet clásico de la cual salió como la prima Ballerina de la compañía que auspiciaba a la academia; Yulianne duró un año en dicha compañía hasta que sin motivo aparente decidió dejarla; ahora la chica trabajaba en una cafetería cercana a su departamento. — Yulianne, sigo sin creer que hayas abandonado la compañía más prestigiosa de la ciudad, ¡hubieses sido millonaria! —

expuso Daniel mientras le servía una taza de

café. Era temprano y la cafetería se encontraba prácticamente vacía a excepción de dos clientes regados por el lugar. Yulianne sonrió y termino de preparar los waffles que le habían solicitado, los colocó en el plato correspondiente y se los entregó a Daniel. — Es para el chico de lentes — Dijo señalando con la cabeza a un extremo del lugar en donde se hallaba el mencionado, aquel joven era uno de los clientes habituales.

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— Siempre esquivas platicar sobre tus tiempos de bailarina — se quejó Daniel mientras tomaba el plato y obedecía a Yulianne. Al cumplir los 19 Yulianne había renunciado a la compañía de bailarines, sus padres no se lo habían tomado bien pero ella sentía que debía hacer algo más con su vida, con ahorros juntados desde años antes rentó un departamento y se fue de casa; habían pasado dos años desde entonces y la chica ahora tenía un trabajo fijo en la cafetería “Paraíso secreto”, de la cual se sintió atraída desde el principio por algún extraño motivo. Las horas pasaron tranquilamente en la cafetería, con los clientes yendo y viniendo, Daniel quejándose de todo lo que se le cruzaba por el camino y ella sonriendo ante las despotricadas de su jefe, llegó la noche y la hora de cerrar. — Tienes veintiún años, te conozco desde hace dos años y no sé de algún hombre en tu vida, ¿has tenido alguno? — preguntó Daniel cerrando la puerta del establecimiento con seguro por fuera. Yulianne bajó la cabeza y suspiró, su amigo Daniel era muy metiche algunas veces, lo toleraba pero ese tema romántico

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siempre le causaba problemas y era en el que Daniel más insistía. — Lo mismo digo, eres mayor que yo y no te he visto con novio — respondió Yulianne extendiendo la mano para que Daniel le entregase las llaves del candado. Daniel encogió los hombros y chasqueó la lengua, para él también el romance era un tema delicado. — no es lo mismo, sabes porque no tengo pareja, pero tu caso es diferente, no solo porque eres mujer, sino porque eres normal — Dijo Daniel colocándose a su lado, ambos comenzaron a caminar hacia el condominio en donde ambos vivían. Yulianne sintió la palabra “normal” como un dardo en su pecho, Daniel no tenía razón, ella no era normal, podía fingir serlo, pero debido a su anormalidad abandonó la compañía. **** Yulianne tenía 17 años cuando se enamoró por primera vez, el chico que amaba era su co-protagonista, un joven que atraía todas las miradas no solo por su increíble y glamorosa belleza

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sino por su grácil baile, además de que el chico tan solo poseía 16 años. El amor de Yulianne era reciproco y en unos cuantos meses fueron conocidos como la pareja prodigio.

— Entonces Yuli, ¿ya me dejarás llegar hasta el final? — preguntó Mikael, el chico era apuesto, ojos marrones, cabellera ondulada y oscura, nariz aguileña, labios finos, poseía un encanto sensual en todo su cuerpo que aumentaban con su excelente elocuencia al hablar. Yulianne rodeo con sus tonificadas y pálidas piernas las caderas de su amante, así quedando juntas sus zonas inferiores. — Mi demonio de ojos pardos, si prometes no dejarme por aquellas gacelas que revolotean a tu alrededor, dejaré que hagas lo que te plazca — Respondió Yulianne mostrando una sonrisa sensual en sus labios. Mikael le besó la frente, luego los parpados, las mejillas, la nariz hasta llegar a su boca; intercambiaron un beso frenético,

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como si estuviesen seguros de que esa sería última vez que estarían juntos de esa manera. Y como si fuese profético luego de aquella noche juntos, Mikael cambió su trato hacía Yulianne. — No comprendo, ¿por qué me tratas así? — preguntó Yulianne tomando de los hombros a su joven amante, él la miro fijamente, ella pudo notar algo diferente en aquellos ojos, el brillo del que se había enamorado ya no estaba. — No te necesito más, conozco chicas mejores que tú — Respondió Mikael empujando a la chica, en ese instante Yulianne sintió como si algo fuera del mundo real se introdujese a ella, algo malvado y oscuro le hizo nublar la vista, su respiración se fue haciendo entre cortada; Mikael corrió en su auxilio tratando en vano de ayudar a la chica. — Estúpida humana, si no estuvieses aquí, ¡ese imbécil sería mío! — exclamó Yulianne empujando a Mikael, el cual de no ser por su destreza hubiese caído por el balcón. Yulianne se sumergió en completa oscuridad, su cuerpo comenzó a actuar por cuenta propia, Mikael la miraba perplejo,

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la chica que amaba estaba mirándole con una horrorosa y sádica sonrisa, sus ojos lo miraban pero no lo hacían al mismo tiempo, como si no estuviesen en el mundo real. — ¡Sal de mí! — exclamó Yulianne con el último aliento de consciencia que poseía, su cuerpo se quedó quieto para luego desplomarse en el suelo. Mikael corrió hacia ella, la tomó y la depositó en la cama. Esa fue la primera vez que Yulianne se dio cuenta de que poseía un poder fuera de lo común. Meses después Mikael cortó con

ella

dejándola

sola

en

su

actual

situación,

las

presentaciones se realizaron complaciendo a los espectadores pero Yulianne ya no era la misma. Una noche en la que la chica se levantó para ir por un vaso de agua, al pasar por uno de los cuartos de sus compañeras la voz de ellas la hizo detenerse. — ¡Funcionó lo que dijiste!, eres una experta, aun le temo a la magia negra, pero con resultados tan rápidos creo que te consultaré más seguido

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— Te lo dije, solo se necesitó hacer una breve ceremonia para hacer que Mikael dejase a esa engreída bailarina. Yulianne se sorprendió, había descubierto la razón por la cual Mikael se comportaba extraño durante ese tiempo, suspiró y siguió su camino, ahora sabía que poder poseía; el poder que durante su infancia había oído hablar a su abuela, habilidades de médium.

*** Yulianne no podía contarle el motivo real por el que había dejado la compañía a pesar de que Daniel se había convertido en alguien indispensable en su vida, pero no lo suficiente para revelarle algo que seguro pesaría en su amistad. — Yuli, hay algo que no te he dicho — Dijo Daniel deteniendo su paso, Yulianne se detuvo igualmente. — ¿Qué? — preguntó volteando a verle con una sonrisa en sus labios. Daniel la abrazó.

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— Tengo una enfermedad incurable, no me queda mucho tiempo de vida, por lo que debo dejarte el negocio — confesó Daniel al oído de la chica. Yulianne no pudo evitar echarse hacia atrás para alejar a su amigo, aquella noticia la había sorprendido. — no te lo había querido decir hasta que tuviese todo listo, y apenas ayer en la noche terminé los trámites para dejarte el lugar, pero no es lo único, también debo decirte que sé que eres una médium, yo también poseo habilidades extrasensoriales, y quiero que cuando me vaya hables con el joven de lentes que siempre se sienta en la esquina más alejada del local, él te ayudará — Dicho esto colocó un beso en la mejilla de la chica y subió las escaleras hacia su condominio. Yulianne se quedó helada, tanta información le estaba costando procesarla, Daniel se había dado cuenta de su habilidad sin siquiera hacer algún movimiento o algo que la delatara. Los meses pasaron, Daniel encontró una manera de curarse, pero debía viajar al extranjero para su tratamiento por lo que Yulianne pasó a ser dueña de la cafetería. Yulianne habló con el joven de lentes que su amigo había mencionado, él le dio una tarjeta de presentación y la cito un fin de semana.

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El fin de semana llegó, Yulianne se presentó a lo que parecía una privada, se sorprendió al ser recibida por personas que sabían su nombre, procedencia y demás datos que no había mencionado al joven de lentes. — Esta es una privada para personas con percepción extrasensorial, al ser marginados por la sociedad, nosotros que investigamos dichos comportamientos diferentes en el cerebro humano, creamos este lugar para que aquellos que posean habilidades las controlen y tengan una vida pacífica, es como una academia para niños, jóvenes y adultos — explicó el hombre de lentes que resultó ser el creador del recinto. Desde entonces Yulianne comenzó a vivir en aquel espacio dedicado a personas con habilidades similares a las de ella, y por primera vez en su vida se sintió una persona normal, aprendió a controlar sus poderes al grado de que se hizo de un espíritu acompañante que la ayuda en su trabajo. En aquel paraíso conoció a Dairem, del cual se enamoró y tuvo un romance feliz hasta que una tarde la invadió la ansiedad. — Ya vete, tendremos problemas si llegan los demás y no está lista la cena — Ordenó Yulianne empujando sutilmente a Dairem, él asintió con la cabeza y salió de la cafetería.

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Apenas Dairem se apartó de su campo de visión, su espíritu acompañante le informó que no lo volvería a ver, con lágrimas en los ojos y una mano en el vientre aceptó su cruel destino, con el tiempo se dio cuenta que las personas con su capacidad no podían estar siempre junto a alguien, que requerían mucha energía y ésta se desviaba cuando alguna pareja se aparecía en sus vidas. Años

después

Yulianne

había

abierto

su

propio

establecimiento para consultas, con un hijo de 5 años comenzó su vida dedicada a lo que había estado evitando durante su juventud.

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Lilith

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Lilith se había criado en el seno de una familia conservadora, religiosa y modelo del pueblo, al cumplir los 6 años fue enviada a un internado en el cual aprendió mil y un maneras de servir al creador, además de aprender habilidades que toda mujer de su estirpe debe saber, cocinar, limpiar, costurar, criar y cientos de actividades más, la chica nunca había tenido ni un solo momento de paz desde que fue mandada al convento mas no se quejaba y hacía las cosas sin disputar; no era la niña común hija de familia modelo, pese a que poseía todas la características físicas y de actitud como su extremada belleza y su personalidad reservada, la chica poseía algo más que eso, Lilith había nacido con un Don, el cual no adivinó hasta que fue adolescente.

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Diez años después su familia había pasado a ser una más del montón en la comunidad, ahora la familia modelo era otra, una que ella no se preocupó de conocer puesto que siempre andaba ocupada ofreciendo servicios comunales en la parroquia; cierto día la chica se encontraba limpiando el desorden que la fiesta de pascua había dejado en el patio trasero de su hogar cuando un chico captó su atención, algo sorprendente ya que ella se jactaba de no fijarse en el sexo opuesto. — Lilith Manderille — Sonó la voz gruesa y masculina del joven que había captado su atención, el chico se percató que era observado por lo que se acercó rápidamente a la chica que lo miraba atenta. — ¿Te conozco? — preguntó Lilith regresando a su trabajo de recoger los cadáveres de globos regados por todo el pasto, el chico sonrió y la ayudó a recoger globos, cuando hubieron terminado, el joven la tomó de la mano. — No, me mudé hace una semana, pero yo si te conozco, eres la chica modelo que toda madre quisiera tener — respondió el chico depositando un beso en el reverso de la

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mano de Lilith, con el movimiento uno de los enrulados mechones del joven se deslizó por la mano de ella acariciándola; Lilith sintió que sus vellos se erizaron, apartó la mano bruscamente. — Eres un chico muy irrespetuoso — se quejó Lilith limpiando su mano con la tela de su falda, el joven levantó una ceja y se cruzó de brazos. — Pensé que serías diferente, lo que dice la gente normalmente nunca es cierto, más si llevas un nombre con un significado muy peculiar — Dijo el chico caminado alrededor de ella mientras la examinaba. Lilith sintió sus mejillas arder, odiaba con toda el alma que le recordaran el significado de su nombre, siempre se preguntaba porque sus padres le habían puesto ese nombre siendo ellas tan conservadores. ≪ Que mujer más fácil de sonrojar, ya estoy imaginando como la haré retozar en mi alcoba, gritará mi nombre mientras la haga mía ≫ escuchó Lilith en su cabeza, sorprendida llevo ambas manos a ésta y la sujetó.

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— ¿te pasa algo? — preguntó el chico acercándose a ella con rostro de falsa preocupación, ella le miró de arriba hacia abajo y negó con la cabeza. — no es nada, solamente me quiere doler la cabeza, ha de ser por el cansancio — respondió dando un paso hacia atrás alejándose del alcance del chico. El chico detuvo su paso, alisó su camiseta y sonrió de oreja a oreja. — Adriel Kranz — Se presentó extendiendo la mano hacia ella sin dejar la sonrisa de su rostro, Lilith le miró con recelo, no creía lo que había oído de su cabeza pero no era una chica que confiara muy fácilmente en otras personas, por respeto estrechó la mano del chico. — Espero verte más seguido Lilith — Se despidió Adriel jalándola hacia el aprovechando que la sostenía de la mano. Lilith se sorprendió por la acción mas no logró reaccionar a tiempo para evitar un beso en la comisura de sus labios por parte del atrevido pelinegro.

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≪ Lo mismo de siempre y serás mía princesa ≫ escuchó Lilith nuevamente en su cabeza, empujó al chico, el cual soltó una sonora carcajada para luego dar la media vuelta e irse de ahí. Lilith no logró articular palabra alguna, se encontraba desconcertada, Adriel estuvo a punto de robarle su primer beso sin contar que había oído hablar al chico sin que éste moviese la boca, confundida y con conato de dolor de cabeza ingresó a su casa, luego terminaría de limpiar. Meses más tarde Lilith no pudo evitar más el alejarse de las personas, desde que conoció a Adriel, ahora que algún hombre, chico o niño se le acercaba, ella escuchaba lo que pensaba en ese preciso momento, varios pensamientos ajenos se amotinaban al mismo tiempo en su cabeza haciéndola retirarse de inmediato y encerrarse en su habitación; sus padres antes despreocupados, comenzaban a tomarle en cuenta, sabían que algo no andaba bien con su única y adorada hija. — Mi amor, ¿Qué sucede?, el pueblo comenta que te has vuelto una huraña y todavía estás con 16 años — Preguntó su madre un día que ella se había escaqueado del trabajo en la iglesia y se hallaba en su cuarto en completo silencio.

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— No es nada madre, ha de ser el estrés, como los exámenes finales están próximos — se excusó Lilith cubriéndose la cara con su sábana. — No mientras hija mía, es pecado, debes decirme que es lo que te acongoja — Sentenció su madre con voz autoritaria mientras le quitaba la sabana del rostro. Lilith suspiró pesadamente, no tenía ni idea de que decirle a su madre, seguro apenas escuchase algo, la mandarían a una casa de locos. Su madre notó la preocupación en los ojos de Lilith, llevó una mano hacia la cabeza de la chica y la acarició. — Vamos, no puede ser tan grave como para que una simple confesión no pueda solucionarlo — agregó sonriente su madre mirándola fijamente a los ojos. Lilith respiró profundo, se incorporó en la cama y miró fijo a su madre. — Le diré entonces, últimamente he estado escuchando voces en mi cabeza, más bien, pensamientos, como si las personas me hablasen en voz alta sin mover la boca —

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Confesó Lilith sin apartar la mirada de su madre, la anterior amabilidad en el rostro de ella se transformó en incredulidad. — Tal vez debas dejar este lugar un tiempo, el estrés está causando estragos en ti, y no puedes ayudar en la iglesia en tu estado actual — Dijo su madre desviando la mirada — llamaré a tu tía que vive en nueva york para que te reciba, ella sabrá que hacer — apenas terminó su discurso dejó la habitación dejando a Lilith pensativa. Ella lo supuso, su madre creyó que estaba loca y ahora, dos días más tarde, ella se encontraba esperando en el aeropuerto de la ciudad — a varios kilómetros de su pueblo — a que la llamasen para el vuelo. Su tía vivía en nueva york, no sabía exactamente donde, pero no lo necesitaba; tenía idea de porque la mandaban ahí, tanto su padre como su madre optaron por mandarla con la tía psiquiatra, la consideraban loca o una posible loca. Adriel acudió al aeropuerto a despedirla, después de conocerlo y marcar una barrera entre ambos, Lilith se había enamorado de él, después de todo nadie más le prestaba la

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atención que el chico le había prestado durante su corto tiempo en el pueblo. — Cuídate Lilith, espero no dejes que ningún hombre ponga tus garras en ti, no sería justo dado que no dejaste que yo lo hiciese — Dijo Adriel rodeando la cintura de la chica. Lilith trató de apartarle pero él la hizo acercase a su cuerpo. — Al menos me debes un beso de despedida — agregó Adriel acariciando la mejilla de Lilith con el reverso de su mano. Lilith bajó la mirada para luego mirar hacia todos lados en búsqueda de sus padres, al no verlos agarrando valor lo besó. Adriel recibió el beso sorprendido pero gustoso, aprovechó la única oportunidad para proporcionarle un placer de adultos a la chica, la cual al sentirse en desventaja y cerca del pecado lo empujó. — ¡Te has pasado! — exclamó conmocionada Lilith llevando una mano hacia sus labios, el chico simplemente sonrió y relamió sus labios, gesto que hizo a Lilith desviar la mirada.

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En ese instante aparecieron los padres de Lilith, ambos con maletas de ella ocupando ambas manos, Lilith se alejó de Adriel. — Adriel, gracias por venir a despedir a mi querida hija — Dijo la mujer mayor al joven de ojos azules que miraba fijamente a Lilith. El chico posó su vista en la mujer y sonrió. — Es un placer, después de todo ella es una gran amiga — respondió Adriel con una calmada y amable voz que Lilith no había escuchado antes. — Hija, iré a registrar tus maletas, ve a formar fila para el avión — Interrumpió el padre de Lilith señalando con su cabeza a la gran fila que esperaba el avión hacia nueva york. Lilith agradeció a los ángeles que sus padres llegasen en ese momento, obedientemente caminó hacia la fila india para abordar. Su madre le siguió junto a Adriel. Unos minutos después el avión aterrizó y la fila comenzó a movilizarse. — Bueno, ya es hora, buena suerte, dios te acompañará siempre — Dijo su madre abrazándola para luego depositarle un beso en la frente.

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— Estaremos pendientes de ti desde acá — fue el turno de su padre de despedirse, el hombre simplemente colocó una mano en el hombro de su hija. Lilith le sonrió a ambos. — Te estaré esperando, no tardes mucho — Dijo Adriel abrazándola de una manera tan amistosa que hizo sentir extraña a Lilith. ≪ te extrañaré, mi querida Lilith, la chica que amo ≫, el pensamiento de Adriel se había colado a su mente sin consentimiento, Lilith tragó sus lágrimas, su amor era reciproco, pero no podía hacer nada ahora. — No lo haré, nos vemos — dicho esto Adriel la soltó y ella se embarcó a un viaje que le haría cambiar la vida.

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2

El vuelo tardó una hora más de lo estipulado debido al mal clima de la ciudad de Nueva York, puesto que ya era diciembre, las nevadas eran muy frecuentes en dicha ciudad. Lilith se pasó el viaje durmiendo, sabía que apenas pisara el aeropuerto de la gran ciudad, no tendría tiempo para absolutamente nada. — ¡Una hora!, ¡maldito clima! — exclamó Raquel, tía de Lilith, mientras la abrazaba y la apretaba fuerte contra sí. Lilith se sorprendió de la palabra altisonante que su tía había utilizado, siempre evitaba estar cerca de personas que pudiesen hablar de tal manera, se confundió aún más, no sólo su madre la había lanzado a los lobos, sino que también la había lanzado a una tía atea. — Tía, buenas noches, no debe maldecir, es impropio de una mujer — saludó Lilith dejando abrazando de vuelta a Raquel. Raquel se separó de ella y la examinó de arriba hacia abajo, sonrió ampliamente y la volvió a abrazar.

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— no sé qué cosas raras te ha enseñado mi puritana hermana, pero aquí no es ella con quien vivirás, así que no te preocupes por pequeñeces, el señor y yo nos entendemos a nuestra manera — respondió Raquel depositando un beso en la mejilla de Lilith. Lilith se sonrojó hasta las orejas, aquellas muestras de cariño igualmente se le hacían de mala educación, sus padres nunca habían sido muy cariñosos con ella. Después del intercambio de saludos y unas cuantas palabras, Raquel ayudó a Lilith a recoger su maleta y ambas se encaminaron al complejo departamental en el que vivía Raquel. La chica durante el camino se dedicó a observar las calles, los locales, las personas; se sobresaltó cuando pasaron por la zona gay, ella sabía de dichas preferencias pero las veía como relaciones impuras merecedoras del infierno, cada calle y local que observaba la hacía darse cuenta que Nueva York era un mundo completamente diferente a su pueblo natal, además de que lo consideraba libertino. — Hemos llegado, aquí vivirás de ahora en adelante — Dijo Raquel pidiéndole parada al taxista; luego de pagar y bajar

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las maletas ambas chicas se encontraban en el portal del alto edificio. — Espera con las maletas acá, llamaré a Mark y Dylan — ordenó Raquel sonriente mientras subía la escalinata que separaba la puerta del edificio de la acera. Lilith obedeció, tomó dos de las cuatro maletas en cada mano, colocó las otras dos delante de ella y aguardó a su tía. Minutos después su tía regresó con dos apuestos hombres, el primero se notaba de la edad de ella, alto y con porte, de cuerpo atlético, cabellera rubia y ojos azules; el segundo del rango de su tía, más alto que el anterior, de cuerpo igualmente atlético pero bronceado, ojos verdes y cabellera azabache, Lilith se sorprendió de lo atractivo que eran esos dos hombres, en su pueblo natal nunca hubiese imaginado tal atractivo. Con ayuda de aquellos dos chicos y su tía, Lilith se instaló en un apartamento al lado del de su tía, puesto que ella vivía con el hombre adulto, Mark, así que no podían vivir los 3 juntos debido a que Lilith era una adolescente.

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— Cariño, tú dormirás en el departamento contiguo, Dylan lo ocupa actualmente, pero no objetó cuando le dijimos que lo compartiera contigo — Informó Raquel sirviendo una taza de chocolate caliente a la chica, los 4 se encontraban en el departamento de Raquel. — ¡Tía!, ¡es pecado vivir con un hombre que

no es mi

marido! — Exclamó Lilith escandalizada levantándose de la silla y azotando las palmas abiertas en la mesa, Mark la miró con una sonrisa al igual que Dylan. — Calma chica, no te haré nada, no eres mi tipo — Dijo Dylan hablando por primera vez, la voz del chico heló la sangre de Lilith, aquella voz carecía totalmente de emoción. — Esa Anabel, exageró con su fanatismo religioso — comentó Raquel rascando su mejilla, miró a Lilith y luego a Dylan. — Confía en tu tía, nunca te haría vivir con un hombre que pudiese dañar tu integridad — agregó posando una mano en la mano de Lilith. Lilith miró a Raquel, notó la sinceridad en sus ojos, suspiró resignada y volvió a tomar asiento.

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— Da igual, perdona por mi comportamiento grosero tía — se disculpó haciendo una reverencia con la cabeza. Raquel le revolvió la cabellera y sonrió. Unas horas después ella ya se había quedado dormida en su habitación designada, después de todo se encontraba cansada por el viaje. Al día siguiente el olor del desayuno la levantó. — Buenos días Dylan, Mark, tía — saludó Lilith caminado hacia el comedor, Mark y Raquel habían dormido esa noche en ese departamento, por lo que el desayuno había sido realizado por ambos. ≪ Vaya, ¿así que hasta cuando duermes usas ropas puritanas? ≫ escuchó en su cabeza la chica cuando dirigió su mirada hacia Dylan. Éste se limitó a sonreírle, Raquel notó el cambio de expresión de su sobrina al mirar a Dylan. — Desayunemos, hoy hice una receta mexicana, huevos motuleños, espero sean de su agrado — Dijo Raquel repartiendo el desayuno, así los cuatro comenzaron con el día.

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Lilith se pasó la mañana acomodando su equipaje, tenía casi toda su ropa en las maletas, el viaje duraría varios meses o hasta que sus padres hablasen con Raquel pidiéndole devuelta a su adorada hija. Mark y Dylan en algún momento de la mañana desaparecieron dejando solas a Raquel y Lilith. — Lilith, me alegra que nos hayan dejado solas, el motivo de que te haya acogido con los brazos abiertos es un poco complicado — Dijo Raquel desde el marco de la puerta mientras la observaba doblar sus pijamas. — Se el motivo, mi madre cree que estoy loca y lo más económico fue enviarme con un familiar especializado, una psiquiatra en tu caso, para un tratamiento — Respondió Lilith sin mirarla mientras seguía doblando su ropa. Raquel se adentró al cuarto y tomó asiento en la orilla de la cama. — Es el motivo de tu madre, el mío es diferente — afirmó Raquel cruzándose de piernas — sé que has tenido experiencias extrañas estos últimos meses, y que la última fue esta mañana y por causa de Dylan — agregó buscando su mirada. Lilith soltó los pijamas que estaba doblando y volteó hacia su tía.

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— No estoy loca tía, realmente puedo escuchar voces en mi cabeza, pensamientos e ideas, he podido aprender a bloquear distrayéndome, pero cada vez se hace más complicado — Confesó Lilith arrodillándose delante de su tía. — Lo sé cariño, así es al principio, no puedes evitar escuchar absolutamente todo, cuando crees que lo bloqueas no lo haces realmente, apenas te concentras vuelven las voces y cuando son muchas terminas con un terrible dolor de cabeza — Dijo Raquel colocando una mano en la cabeza de Lilith. Lilith se levantó y sentó al lado de su tía para luego apoyar su cabeza en el hombro de ella. ≪ es una habilidad de la cual no debes temer ≫ escuchó Lilith la voz de su tía en su cabeza, cerró los ojos. ≪ una vez que aprendes a controlarla, puedes rechazar aquellos pensamientos que no necesitas e inmiscuirte en la cabeza de la persona que desees, mientras ésta no posea una habilidad como la tuya, porque si es así no podrás leer su mente para nada ≫, siguió con el discurso Raquel en la cabeza de Lilith, ella simplemente se limitó a escuchar, aquella habilidad iba total y completamente con su educación, puesto que sólo

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personas poseídas por algún demonio

podían hacer tales

cosas, a pesar de saberlo, no se sentía como una pecadora o a punto de ir al infierno al contrario, se sentía más tranquila al saber que no estaba loca. Con el tiempo Lilith aprendió sobre la existencia de personas con habilidades fuera de lo común, su mente cerrada del principio se volvió totalmente flexible, se sorprendió al averiguar que en su familia la habilidad que ella poseía era más normal de lo que creía, su tía Raquel tenía el mismo don de la telepatía; varios meses después Lilith ya había controlado su habilidad, pero esta se veía descubierta cuando algún chico le interesaba. — ¡No es justo!, no es divertido que mi nerviosismo haga que mi mente quede abierta para recibir cualquier pensamiento — se quejó Lilith un día después de su última sesión de práctica del día. — Dylan suele causar eso en la mayoría de las mujeres, a mí me ocurría con Mark cuando lo conocí, pero ahora ya no, además él aprendió a proteger sus pensamientos de mí cuando quería meterme en su cabeza — comentó Raquel

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dejándose caer en el sofá de la sala, ambas chicas practicaban en el departamento de Dylan. — ¿Eso que significa tía?, ¿Qué él me gusta? — preguntó Lilith enfatizando la última oración mientras la miraba con el ceño fruncido y los brazos en jarra. Raquel se soltó a reír, con el tiempo ambas se habían vuelto buenas amigas, Lilith quería a su tía como si fuese su madre. ≪ así es Lilith, yo te gusto ≫ irrumpió en sus pensamientos la voz de Dylan, con el rostro como semáforo Lilith volteó a verlo. ≪ ¡No bromees!, escuchó lo que dije, ¡qué vergüenza! ≫ exclamó mentalmente Lilith mientras se escondía al lado de su tía, la cual se reía a carcajadas. Dylan se acercó a ambas chicas. — Raquel, Tu hermana está al teléfono — informó Dylan señalando con el dedo pulgar hacia la cocina. Raquel se levantó del sofá de un salto y corrió a la cocina.

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≪ Si, lo escuché ≫ respondió Dylan mentalmente a la chica mientras tomaba asiento al lado de ella. — ¿También puedes leer la mente? — Preguntó Lilith alejándose lo más que el sofá le permitía del chico. — Si, pero no solamente puedo hacer eso, también puedo reemplazar pensamientos y hacer que las personas hagan lo que yo quiero — respondió el chico recostando la espalda en el respaldo del sofá. — sé que cada que estoy cerca te desconcentras y no evitas los pensamientos ajenos — agregó mirando hacia el techo. Lilith se escondió entre sus piernas, se sentía totalmente descubierta, tener ese tipo de habilidad era a veces muy vergonzoso. — Si no mal recuerdo Raquel tuvo el mismo problema con Mark, y éste se solucionó cuando comenzaron a salir — comentó Dylan extendiendo una mano hacia el techo con la palma mirando hacia éste.

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— ¿Qué estás tratando de insinuar? — preguntó Lilith levantando la cabeza y mirando a Dylan. El chico cerró en puño la mano elevada y la señaló. — Salgamos, eso hará las cosas más fáciles, tanto para ti, como para mí — manifestó Dylan sonriendo ampliamente, Lilith se escondió nuevamente entre sus piernas. — Déjame pensarlo — Dijo Lilith levantándose del asiento, Dylan asintió con la cabeza y se levantó del asiento. — Vale, pero no me hagas esperar mucho — Dicho esto el chico se retiró a su habitación, Lilith le miró marcharse sin mencionar palabra, lo que él decía podía ser cierto, pero no podía olvidar la promesa que le había hecho a Adriel. Raquel regresó con el rostro lleno de preocupación a la sala, Lilith se inquietó un poco, su tía había hablado con su madre, y aquella expresión revelaba que algo no andaba del todo bien. — Lilith, acabo de hablar con tu madre y quiere que regreses cuanto antes, le dije que esperase a que terminases el tratamiento en dos meses y ha aceptado, así que solo te

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quedarás dos meses más — Dijo Raquel con las manos entrelazadas en su pecho mirándola preocupada. — No hay de otra, después de todo no pertenezco aquí, debo de estar con mi madre — comentó Lilith en voz baja mirando hacia el suelo, nunca se había sentido tan querida y comprendida como con su tía y Mark. — eso no es todo, también debo decirte que ella no sabe sobre tu habilidad, ni sobre la mía, tus abuelos se obstinaron en ocultárselo y hacerla una devota a la religión, así que deberás

pensar

como

decírselos



agregó

Raquel

balanceándose hacia tras y hacia adelante en gesto nervioso. Con el tiempo contado Lilith no podía seguir jugando, debía aprender a controlar al cien por ciento su habilidad, consideró la propuesta de Dylan y optándola como algo favorable le informó al chico, y así obtuvo su primer novio. Después de comenzar su relación con Dylan, Lilith se dio cuenta que en efecto, ahora no podía leer la mente de su novio, a menos que él le diese el acceso, pero aquello no era algo que siempre ocurría.

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— Lili, me gustaría crear un lugar en donde las personas con capacidades similares a la de nosotros puedan sentirse bien y vivan sin ser marginados — Dijo Dylan abrazándola en el sofá mientras miraban una película en la sala. — No es una mala idea, yo deseo ser la esposa de quien creen ese mundo — Comentó Lilith apoyando su cabeza en el pecho de su novio. Dylan besó la coronilla de su cabeza. — ¿Es eso una propuesta de matrimonio? — preguntó el chico sin dejar de mirar la televisión. Lilith levantó la cabeza y buscó la mirada de él. — Si así lo quieres ver si lo es, creo que nosotros podremos crear un lugar tan fantástico como ese — respondió colocando un beso en la mejilla del chico, a lo que él respondió con otro en los labios de ella. Los dos meses pasaron rápidamente, Lilith nunca se había sentido tan deprimida, debía regresar a casa y dejar a su novio y tíos, a pesar de que no le agradaba la idea no tenia de otra, Dylan le había prometido que se volverían a juntar cuando fueran mayores.

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— Todo está en orden, ahora debemos esperar a que llegue tu avión — Dijo Mark mirándola con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en los labios, Raquel se encontraba al lado de su pareja tomada de la mano. — Sabes que cuando quieras puedes volver, te recibiremos con los brazos abiertos — Se despidió Raquel con lágrimas en los ojos sin dejar el lado de Mark, Lilith notó que su tía solo podía controlar sus emociones cuando tenía a Mark cerca. Dylan se acercó a ella y la abrazó, Lilith no soportó más y se soltó a llorar, no quería abandonar al chico que amaba, se dio cuenta que lo que había sentido por Adriel no se comparaba con lo que ahora sentía por Dylan. — Te extrañaré, mantendré contacto contigo por medio de cartas, ya que sé que en tu comunidad no existe el internet y el teléfono es muy caro — susurró Dylan al oído de la chica, ella le apretó con fuerza. Y así luego de las despedidas se embarcó en su viaje de regreso a casa, ahora debía pensar en cómo decirles a sus padres acerca del nuevo mundo que aprendió en Nueva York, una tarea que no sería para nada sencilla.

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3

Sus padres la recibieron sonrientes y alegres, la atiborraron de preguntas durante el camino al pueblo, las cuales ella respondía con evasivas o de manera que pensaran que sí había tenido algún tipo de terapia psiquiátrica. Lilith dejó pasar los días y regresó a su rutina normal ayudando a la iglesia, agradeció a las horas de prácticas con su tía y Dylan, la iglesia siempre tenía un flujo monumental de pensamientos de todo tipo. — Si cumples tus promesas — Dijo Adriel mientras la ayudaba a repartir panfletos de la próxima actividad de la iglesia, Lilith había estado evitando al chico pero supuso que no lo evitaría para siempre. — sí, siempre las cumplo, es raro verte ayudando a la iglesia, creía que tu familia no practicaba la religión — Respondió Lilith hablando en voz baja mientras entregaba volantes a las personas que salían de la misa.

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Todos los domingos Lilith era designada para diversas actividades de ayuda comunitaria, ese día le había tocado ser la repartidora de panfletos. — Nueva York sí que cambia a las personas, ¿al fin harás gala a tu nombre? — Dijo Adriel en tono irónico levantando una ceja mientras la examinaba a consciencia, Lilith sintió escalofríos al sentir la mirada maliciosa del chico. — Eres desagradable, no vuelvas a hablarme — Dicho esto Lilith le entregó los panfletos que le quedaban y se fue dando grandes zancadas. Debido al cambio repentino de actitud, Dylan aumentó su interés hacia ella, el cual hizo saber varios días después una tarde de campo que había salido con sus padres y él. — Señor y señora Manderille me gustaría decirles algo importante — Comenzó Adriel mientras tomaba la mano de Lilith, ambos padres de la chica pasaron su vista de las manos unidas a el rostro sonriente de Adriel. — Dinos querido, sabes que cuentas con nosotros en lo que sea — Comentó la madre de Lilith sonriente. El padre

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de la chica frunció el entrecejo mas no emitió queja alguna, al contrario, asintió con la cabeza enfatizando las palabras de su esposa. — Quisiera pedirles la mano de su hermosa hija en matrimonio, he llegado a amarla en este tiempo — Declaró Adriel pasando un brazo por la cintura de Lilith. Los padres de la chica accedieron enseguida y lo llenaron de felicitaciones mientras Lilith no sabía cómo reaccionar ni que decir para evitar que el chico siguiera diciendo sandeces. ≪ ..Deseo ser la esposa de quien cree ese mundo… ≫, el recuerdo de la frase que ella misma había dicho le llego de golpe a la cabeza, miró al chico que aun la sujetaba y luego a sus padres. — ¡No decidan sin consultarme! — Exclamó empujando a Adriel y alejándose de sus padres quienes la miraban sobresaltados, era la primera vez que Lilith hablaba en voz alta. — ¡Hija!, ¡cuida esos modales! — la amonestó su madre mirándole furiosa disimulando con una sonrisa.

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— ¡No es manera de hablarle a tus padres! — ahora su padre le había regañado, Lilith los miro a ambos y soltó un suspiro. — Perdonen padres — se disculpó haciendo una reverencia de medio cuerpo al estilo oriental, luego se acercó a Dylan y coloco ambas manos en cada hombro del chico. — Dylan lo lamento pero ya tengo alguien a quien amar y quien será mi marido, además tu nunca me entenderías — Dijo con una sonrisa en el rostro para luego soltarle y encarar a sus padres. — Me la he pasado desde que llegue pensando en cómo decirle sobre mí y lo que realmente ocurrió en Nueva York, pero veo que no habrá otra manera más que decirles directamente y sin palabras rebuscadas — Lilith tomó aire y lanzando una rápida plegaria confesó la verdad de lo que había ocurrido durante los meses de su estadía en Nueva York, tanto sus padres como Dylan se asombraron de sobremanera.

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— ¡Eres una bruja!, ¡te queda de maravilla el nombre! — Exclamó Dylan señalándola con el dedo índice mientras la miraba con desprecio, aquella mirada hizo que Lilith se sintiese dolida, a pesar de que ya no quería al chico, sentía cariño hacia él y ahora él la despreciaba. Después de su confesión sus padres llamaron a su tía y le dijeron un sinfín de palabras entre las cuales “Infierno” destacó, prohibieron a Lilith salir de casa, Dylan por su parte corrió el rumor acerca de los poderes de la chica, el cual no fue tomado de buena manera por el pueblo, sus padres no dispuestos a soportar las burlas y abucheos de sus anteriores amistades mandaron a Lilith a un convento con la consigna de que debía mantener oculta su habilidad, así los años pasaron hasta que la chica tuvo edad suficiente para decidir sobre su futuro. Con veintitrés años Lilith ahora vivía en el piso debajo del apartamento de su tía, luego de salir del convento había cortado todo lazo con sus padres y se había mudado a Nueva York con el dinero de sus ahorros; con la bendición de Raquel y Mark ella y Dylan se unieron en matrimonio y

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comenzaron con su proyecto de la zona exclusiva para personas con su tipo de habilidad. Veinte años después el lugar ya era conocido por toda la ciudad y estaba asociado con diversas instituciones de estudio paranormal, en el cual el punto de encuentro era una cafetería cualquiera localizada al este de la gran manzana. — Paraíso secreto, buen nombre — Comentó Lilith a su marido mientras ambos miraban el gran letrero desde la acera delante de la cafetería. — Logramos lo que nos propusimos de jóvenes, nadie adivinaría que éste lugar es el punto de encuentro de jefes de asociaciones paranormales — Dijo Dylan pasando su brazo por los hombros de su mujer. En ese instante Yulianne salió de la cafetería y al verlos observando atentamente el letrero se unió a ellos. — Nunca les he agradecido por lo que hicieron por mí y las demás personas que ahora formamos parte de la asociación — Dijo Yulianne sin dejar de mirar el letrero

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mientras buscaba algún desperfecto en la pintura por el paso de los años. La pareja soltó una sonora carcajada. — Una familia dirás — Dicho esto se adentraron a la cafetería con Yulianne pisando los talones. Con el tiempo aquel lugar se convertiría en el hogar para muchas personas que la sociedad no quería aceptar debido a ignorancia o simplemente porque todavía no estaba preparada, para un mundo de seres con poderes extrasensoriales.

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Viejos Tiempos

Una mujer miraba por el gran cristal con los ojos grandes y brillosos de chiquilla cuando encuentra un juguete nuevo y lo desea, el dependiente de la tienda al verla desde su sitio, limpiando los cristales fijó su atención en el objeto que la mujer miraba, unos zapatos dorados con franjas plateadas, un excéntrico par de zapatos. — ¡Los quiero! — Exclamó la mujer jalando de la manga al hombre a su lado, un joven alto, apuesto, de barba de días, ojos grandes y de un profundo azul, cabellera

oscura

enrulándose

en

su

cráneo.

El

dependiente que había estado observando a la mujer lo reconoció enseguida, aquel espécimen era su tío, aquel tío que había sido como su padre en la etapa que más había necesitado. — No bromees Anabelle, ya sabes que solo debemos gastar lo necesario, nada de extravagancias, no somos ricos — Respondió el hombre dando la espalda al gran

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cristal, Anabelle infló los cachetes y bajó la cabeza resignada. — ¡Tío Gabriel!, no te preocupes, puedo hacerte un gran descuento — Dijo el chico dependiente que había salido del local y ahora se encontraba mirando a la pareja desde el marco de la puerta del local. Anabelle levantó la vista y fijó su atención en el chico que le había hablado a su hombre, era un joven muy apuesto, al parecer pariente de su futuro marido. — ¡Alexander!, ¿Qué haces por estos lugares?, ¿trabajas aquí? — Preguntó Gabriel acercándose al mencionado y rodeándole enseguida en un abrazo. Anabelle levantó la cabeza y se acercó a ambos hombres, uno más bajo que el otro, pero ambos sumamente masculinos, Alexander se veía como un Gabriel adolescente, todo en él era similar a excepción del lunar debajo de su ojo izquierdo. — Así es, conseguí un departamento cerca de mi universidad y trabajo medio tiempo para poder costearlo

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— Respondió Alexander abrazando de vuelta a su tío, Anabelle examinó al joven adulto de arriba hacia abajo, sonrío en sus adentros. — ¡¿No me presentarás?! — exclamó Anabelle demandante mientras miraba a los dos hombres con las manos en su cintura y el ceño fruncido. Gabriel soltó a su sobrino y encaró a su exigente prometida. — Calma cielo, estaba saludándolo, me emocionó verlo — se excusó Gabriel tomándola del rostro para luego depositarle un beso en la punta de su nariz, ella sonrió y se relajó. Alexander por su parte miró hacia otra dirección, las demostraciones de afecto publicas le causaban cierto recelo, después de todo el chico había sido cortado hace menos de una semana. — Alexander, ella es mi novia y futura esposa Anabelle — presentó Gabriel a la mujer que mantenía sostenida de la cintura de manera posesiva. Alexander extendió la mano en dirección de Anabelle. Ella estrechó su mano y colocó una cándida sonrisa en sus labios que lo hizo estremecerse.

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Después de las presentaciones y demás formalidades los tres quedaron en verse dentro de dos horas que Alexander terminase su turno, el tema de los zapatos no fue sacado durante esa breve platica. — Entonces te veo al rato primo — Se despidió Gabriel abrazando nuevamente al menor, éste le correspondió el abrazo y lo apretó hacia sí. Anabelle los miró con una ceja levantada, su novio nunca se había visto tan cariñoso con otros hombres antes, era reconocido en su trabajo por ser taciturno y por ende antisocial. — Diviértanse, nos vemos luego Anabelle — Dicho esto Alexander regresó a la tienda, la pareja se tomó de las manos y se retiró a sus deberes. Alexander se topó con su jefe al entrar a la tienda, él lo miró despectivamente, odiaba a los chicos de su clase, pero no había tenido más opción que aceptarlo, si no fuese por ese muchacho la tienda estaría en bancarrota. — Ángel, ¿sucede algo? — preguntó Alexander con tono animado, el cual resultó más fastidioso para su jefe.

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— No te pago por hablar, ve a hacer el inventario, si no lo terminas a tu hora te quedarás hasta que lo termines — declaró Ángel dándole la espalda; Alexander sonrió y aceptó la orden de buena gana, sabía que acabaría pronto ya que siempre se adelantaba a las tareas que su jefe pudiese darle, además estaba alegre de haber visto después de dos años a su querido tío. A la hora acordada Alexander acudió a la cafetería de antaño, lugar al cual había recurrido mil veces luego de disputas familiares, lugar también en el cual Gabriel le había recogido por primera vez, aquel pequeño local era para el joven un centro de recuerdos. — Alexander, me alegra que vinieras — Saludó Gabriel apareciendo tras el joven, éste sonrió ampliamente, sus ojos se agrandaron. — Que puntual, recuerdo como siempre me quejaba que llegabas tarde a todos lados — respondió Alexander caminando hacia la mesa de siempre, al fondo, cerca de los baños por cualquier cosa.

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Gabriel siguió al joven, tomo asiento junto a él como hace dos años, la relación que ambos tenían no se había hecho añicos después de ese tiempo. Una mesera joven y coqueta les atendió, ambos pidieron una grasosa y enorme hamburguesa, hábito que a ninguno de los dos se les había quitado. — sigues con la misma dieta, no comprendo cómo no engordas — Comentó Alexander a su tío mientras le palpaba el estómago sin una gota de grasa, más que la necesaria para revestir su marcado abdomen. Gabriel soltó una sonora carcajada y rodeo con un brazo el cuello de su sobrino. — ¡ejercicio diario mi estimado! — exclamó orgulloso al tanto que le revolvía la cobriza cabellera, las risas se instalaron en ambos hombres, hacía tiempo que ninguno de los dos se sentía tan relajado como en esos momentos. — ¿Por qué no has traído a tu novia? — preguntó Alexander separándose del estrecho abrazo en el que

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había terminado luego de risas incontrolables. Gabriel el dedo índice y señaló al más joven. — Es mi novia pero no siempre estamos pegados como chicle — respondió Gabriel mirando la hamburguesa que se acercaba hacia ellos, la coqueta mesera les sirvió la cena al tiempo que dejaba adrede a la vista su par de enormes senos, ellos solamente le sonrieron y tuvieron de respuesta un guiño y número telefónico. — Ya veo, pensé que estaría ella ya que habíamos quedado los tres — Dijo Alexander tomando en sus manos la grande y grasienta hamburguesa para luego darle una gran mordida, Gabriel realizó el mismo acto. Horas

después

ambos

se

encontraban

en

el

departamento de Alexander, Gabriel le había explicado a su sobrino que Anabelle le había dado la noche libre ya que notó que necesitaba tiempo para estar con su adorado sobrino, por lo que el más joven le propuso pasar la noche juntos como en los viejos tiempos. — justo como tu habitación, un lugar pulcro — comentó Gabriel adentrándose al departamento mientras dejaba su

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chaqueta en el perchero. Alexander cerró la puerta y se colocó delante de su tío. — No has olvidado lo que pasamos, ¿no es así?, yo no lo he hecho — declaró Alexander acorralando al gran hombre entre su cuerpo y la puerta. Gabriel suspiró y rodeo de la cintura al de cabellera cobriza. — Claro que no mi querido, siempre te he tenido presente — acto seguido cubrió el rostro del más joven con besos, suaves y castos besos que hicieron las piernas del joven flaquear. Gabriel lo cogió en brazos y siguiendo las instrucciones de su sobrino terminaron en la habitación. Días más tarde Anabelle miraba nuevamente el par de zapatos desde afuera de la tienda, Alexander la había visto desde detrás de la caja registradora, mas no quería acercarse, la culpa lo mataba, había retozado con su prometido horas antes. Anabelle se adentró a la tienda y caminó directo hacia los zapatos, el jefe de la tienda la atendió y así Alexander pudo esconderse tras el mostrador. Gabriel entró a la

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tienda, había quedado con su querido sobrino de verse para comer, no se percató de la presencia de su prometida en el local. — Ya quiero ir a comer contigo, anoche termine agotado, eres muy exigente, se nota lo joven que eres todavía — comentó Gabriel mientras se acercaba hacia el mostrador, Alexander se sobresaltó al verlo, rogó porque Anabelle no hubiese escuchado su voz pero fue inútil, la chica les miraba con las manos en jarra y ceño fruncido. — Pero amé como gritabas mi nombre y los dulces gemidos provenientes de tu boca — agregó Gabriel tomando del rostro al menor, el gran hombre pensó que el sobresalto del jovencito era debido a su causa. Alexander se sonrojó y bajó la cabeza. — Así que ese tipo de actividades eran las que practicaban hace tiempo… ¡quien lo hubiese creído, que tú me engañarías con un hombre, y además, tu sobrino! — Exclamó Anabelle furiosa haciendo que Gabriel al fin se percatase de su presencia, Alexander se escondió tras

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el mostrador mientras que el mayor se quedó sin palabras y con el rostro pálido. — ¡Toma tus promesas de amor y sueños de eternidad juntos, imbécil! — Anabelle lanzo el anillo al rostro de Gabriel, el cual de no ser por sus gatunos reflejos hubiese quedado herido. Anabel soltó en llanto y salió corriendo de la tienda como melodrama de telenovela, quien podría culparla, después de todo había sido víctima de una infidelidad.

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Desliz

Clara se había presentado a la cita que su madre había acordado en una clínica con una increíble reputación, miraba desde el pavimento el inmenso edificio, al ser una clínica de renombre poseía varias especialidades y por ende varios pisos, entre ellas destacaba ginecología, a pesar de sus 23 años, la joven no había tenido ni atisbo de vida sexual hasta hace una semana, motivo por el cual ahora se encontraba mirando la construcción sin decidirse a entrar. — ¿No entrarás? — una melodiosa y femenina voz irrumpió en sus pensamientos, Claro pasó su mirada hacia la mujer que le hablaba. — Si, pero estoy tomando valor — respondió Clara regresando la mirada hacia el edificio, el cual se había visto imponente hace unos segundos y ahora parecía una construcción cualquiera, la mujer que le había hablado opacaba de sobremanera dicha construcción. La atractiva mujer tomo el brazo de Clara, al sentirla cerca, la joven

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sintió que su corazón se aceleraba, no supo si por causa de la fragancia a vainilla que la mujer emanaba o por su angelical belleza. — Vamos, te acompaño, trabajo aquí — Comunicó la alta, morena e imponente mujer caminando hacia el edificio y llevando consigo a Clara. Minutos después Clara ya se encontraba en la recepción de la clínica. — No fue tan difícil, ¿eh? — Dijo la mujer soltándola para luego caminar hacia la recepción, intercambiar palabras y retirase dejando a Clara sin saber que hacer o decir. La joven miro hacia todas direcciones, había sucedido todo tan rápido que no logró preguntarle su nombre a aquella hermosa mujer. Después de vencer su vergüenza en recepción, solicitó información

sobre

la

consulta

ginecológica,

realizó

papeleo y luego se encaminó al quinto piso del enorme edificio, en el camino se cruzó con muchas personas pero no las miraba, llevaba la cabeza gacha, se sentía como una niña yendo por primera vez al doctor. Al entrar al

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consultorio destinado se sorprendió de encontrar a la atractiva mujer que la había ayudado minutos antes. — Que coincidencia, no imaginé que tú eras la chica que pidió consulta por teléfono, Clara Hemingway — Saludó la doctora levantando la mano e inclinando la cabeza. Clara cerró la puerta y se quedó quieta y en silencio. — No soy una chica, tengo 23 años — Dijo Clara en voz baja mientras miraba el suelo como si éste fuera de lo más entretenido del universo. La doctora movió de derecha a izquierda la cabeza y se levantó de su cómoda silla. — Perdona, comencemos de nuevo — se disculpó la doctora para luego aclarar la garganta al tanto que caminaba hacia Clara. — Elizabeth Mcford, especialista en ginecología — se presentó la mujer extendiendo su mano hacia Clara, la cual tomó la mano y estrechó de buena manera, al fin sabía el nombre que aquella hermosa mujer, se recriminó mentalmente por pensar

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aquello, después de todo Elizabeth era su ginecóloga además de Mujer al igual que ella. — Primero deberás quitarte la ropa y colocarte una bata — Indicó la doctora al tiempo que señalaba con la mano

extendida

hacia

el

baño.

Clara

sonrió

nerviosamente y obedeció; minutos más tarde Clara se encontraba ya en la cama de exploración. — Sentirás extraño, como una molestia y tal vez un poco de frio — Comentó la doctora colocándose los guantes de látex — recuéstate y coloca las piernas en los soportes — agregó señalando los brazos de hierro que se alzaban en los extremos de la cama, Clara colocó las piernas en posición y así la Doctora procedió a realizar el examen. Hora y media después clara se encontraba ya en casa, aquella visita a la clínica la había hecho sentir más adulta, además de que la doctora Elizabeth le había hecho sentir inexplicables emociones, las cuales, su marido no había logrado.

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— ¿Cómo te fue?

— Pregunto Eduardo sirviéndole

una taza de té y luego tomando asiento delante de ella en la pequeña mesa de comedor que poseían. La casa aún se encontraba vacía salvo las cajas que se apilaban en la sala cerca de la puerta; Clara se había casado hace una semana y debido a que temía embarazarse de buenas a primeras, terminó visitando la clínica. — No tengo nada ni tampoco estoy embarazada — respondió Clara tomando un sorbo del té de anís servido por su marido, él suspiró y junto las manos agradeciendo a las entidades divinas por la salud de ella. Clara aun no sabía cómo podía su esposo ser tan devoto a la religión, a ella sus padres no se lo había inculcado de pequeña, por lo que, ahora de grande, tanto comportamientos como ideas religiosas estaban fuera de cuestión, pero lograba convivir con él debido a su enorme paciencia y tolerancia. — Realmente me alegra, todavía es demasiado pronto para los hijos, ya veremos dentro de unos años —

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comentó Eduardo terminándose el té, seguidamente se levantó y colocó la taza vacía en el lavabo. Ella agradeció el pensamiento de Eduardo, ya que ella tampoco quería tener hijos, al menos no ahora. — ¿te vas? — preguntó mirándole de reojo lavar la taza, otra cualidad de su marido era su extrema limpieza y consideración, no esperaba a que llegase ella a lavar los trastes, la ropa o diversas actividades de mujer de casa común, ese detalle mantenía el equilibrio en sus tareas diarias; se había casado hace una semana, pero había vivido juntos durante muchos años en una relación formal. Eduardo asintió con la cabeza, terminó de lavar la taza, secó sus manos y se acercó a ella. — Regreso en la noche, como siempre, te amo — se despidió depositando un beso en la frente de Clara, ella le respondió con un beso en los labios. El hombre se fue y Clara se quedó sola nuevamente sumidad en sus pensamientos.

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Dos meses pasaron, en su vida matrimonial, tanto ella como Eduardo se mantenían como una vieja pareja casada, las escasas noches juntos no duraban lo suficiente como para satisfacerla, pero debido a la vergüenza de admitir que disfrutaba del sexo, Clara se veía optando por disfrutar el poco tiempo y dormirse insatisfecha rato después. Ese día tenia cita en la clínica, los resultados de los análisis específicos ya estaba listos, Clara se encontraba emocionada, había estado esperando dos meses por ir y ver a la doctora, no tenía clara la idea de porque se sentía así, pero no pensaba dedicarle tiempo a razonarlo, tal vez sólo había visto en la mujer una prometedora amiga. Clara se arregló como la primera vez que salió en una cita con su actual esposo, incluso él se sorprendió al verla tan arreglada. — Hoy te vez hermosa, ¿se celebra algo? — cuestionó Eduardo antes de salir por la puerta y dirigirse a su trabajo, ella negó con la cabeza y le sonrió.

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— Nada cariño, simplemente entré a mi etapa de querer verme hermosa, ¿es un pecado? — respondió Clara con las manos en la cintura demostrando que, efectivamente, se veía mucho más joven con aquel atuendo y maquillaje. Eduardo negó con la cabeza, se despidió de ella con un ademán de mano y salió de la casa cerrando la puerta tras sí. Clara acudió a la cita sorprendiendo a Elizabeth con su puntualidad y extremo acicalamiento, le sonrió apenas pasó por la puerta, las señales habían llegado muy claras, la mujer morena de cabellera cobriza no iría esa vez solamente por los resultados, iría por algo más. — Buenos días doctora — saludó Clara acomodando uno de sus largos mechones tras su oreja en gesto nervioso. Elizabeth se levantó de su asiento y se acercó a ella. — Hoy se ve muy hermosa Clara — comentó Elizabeth a unos cuantos pasos de ella con los brazos cruzados y la mirada penetrante en el cuerpo de Clara.

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— Muchas gracias doctora, hace mucho que no me tomaba la molestia de arreglarme — respondió Clara desviando la mirada nerviosa. Elizabeth caminó hacia la puerta y le colocó seguro, ese día estaba de suerte, Clara estaba a su completa merced y pensaba aprovecharlo. — Dime Elizabeth, estamos en confianza, toma asiento — Dijo Elizabeth señalándole la cama de examinación, Clara obedeció y se sorprendió al no ver los dos brazos metálicos a los costados de dicha cama, optó por mantener la boca cerrada, alguna explicación lógica debía tener, así su mente dejó de buscar opciones a su parecer bizarras. Clara no supo en que momento Elizabeth había acortado la distancia entre ellas, lo único que pudo pensar fue

que

aquella

mujer

besaba

de

una

manera

increíblemente sensual, no comparable con los besos castos y poco entusiastas de su marido, debido a su constante represión sexual dejó que ésta tomase el

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control de su cuerpo y así pasó la hora de consulta en los brazos de la doctora. Minutos después del último clímax Clara cayó en cuenta de su realidad, había cometido el peor de los errores en su vida, había engañado al hombre más perfecto del mundo por una simple calentura, y peor aún, con una persona de su mismo sexo, consternada se zafó de los brazos de Elizabeth, tomó su ropa, se vistió y salió del consultorio dejando a Elizabeth con mil y un preguntas en la boca. Horas más tarde llego a su casa, Eduardo la recibió con un cariñoso abrazo y un dulce beso, aquellos gestos la hicieron sentirse aún más culpable, sin darle explicación a su esposo, se encerró en el baño. — ¡Cariño!, ¿Qué sucede? — preguntó Eduardo con tono preocupado mientras trataba en vano de abrir la puerta. Clara se sentó en el bacín y rompió en llanto, se sentía la mujer más sucia y mal agradecida del planeta, Eduardo al no recibir respuesta optó por dejar de insistir.

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— Cuando quieras decirme, estaré en la habitación — dicho esto se retiró al cuarto; las palabras no llegaron a Clara, ella solo podía oír sus sollozos.

Después de

tranquilizarse y lavarse el rostro, Clara se dirigió a la habitación de su esposo; lo encontró recostado en la cama leyendo la biblia, uno de sus hábitos antes de dormir, al ver el libro en sus manos no pudo evitar sentirse como el mismísimo diablo, resignada tomó asiento en la orilla de la cama. — Lo lamento, he estado muy sensible últimamente — se

excusó

Clara

tomando

su

pijama

para

luego

colocársela y meterse bajo las sábanas. — Me alegro que solo sea eso, pensé que algún análisis había resultado mal — Dijo Eduardo cerrando la biblia, la coloco en el cajón del buro al lado de la cama y miró a Clara. — Buenas noches amor — agregó besándole la frente; todas las noches en las que no mantenían relaciones sexuales, él le daba un beso en la frente y de inmediato caía rendido, Clara se había acostumbrado, pero ahora sentía que esa muestra de afecto era demasiado para ella, con el filo de la culpa

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amenazando

su

alma

cerró

los

ojos

y

durmió

profundamente. Esa noche soñó como nunca había soñado, con ella en la consulta rodeada de abrasadoras flamas y la sonrisa seductora de Elizabeth que la miraba desde su asiento sin inmutarse de la temperatura del lugar. Gritó desesperada, trató de salir pero las puertas y ventanas estaban selladas, se vio después caminado por calles desiertas, casas destruidas y olor a azufre; sobresaltada despertó del sueño, el reloj marcaba las seis de la mañana, respiró profundo y salió de la cama dispuesta a olvidar aquella pequeña desviación que había cometido, después de todo, una mujer no podría contar como infidelidad, al menos eso se obligó a pensar para así sentirse bien consigo misma. El día paso tranquilamente hasta que en la tarde tocaron la puerta, ella y Eduardo se encontraban mirando una película en el televisor, ese día era sábado por lo que ambos se pasaban en casa descansando. — Iré a ver quién es — Dijo Clara deshaciéndose con sutileza del abrazo de su esposo, éste le sonrió y siguió mirando la película; Clara abrió la puerta y casi se

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desvanece de la impresión, la doctora Elizabeth se encontraba ahí delante de ella, con ropa de calle mirándola de una manera que le hizo dar un vuelco el corazón. — Me alegra que la clínica tenga registro de los pacientes — comentó Elizabeth sonriendo ampliamente — no me agrado como terminamos, te he extrañado — agregó rodeándola en un abrazo que iba más allá de lo fraternal, Eduardo había dejado de ver la película y miraba la escena con el ceño fruncido y el rostro descompuesto. Clara posó su vista en la calle, la cual se encontraba vacía, pero por alguna razón deseó que estuviese llena de carros para salir corriendo y dejarse arrollar, la culpa le corroía los huesos y ahora que había sido expuesta no podía hacer nada. — Clara, ¿Qué significa esto? — preguntó Eduardo demandante acercándose a ellas, Elizabeth al ver a Eduardo soltó a Clara y le dio un poco de espacio. — ¿eres casada? — fue el turno de Elizabeth de preguntar, el tono demandante y dolido de ambos le

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taladró a Clara el corazón, las lágrimas inundaron sus ojos. — ¡No fue mi intención!, ¡no pude evitarlo! — exclamó entre sollozos tratando de enjuagar las lágrimas que salían sin querer controlarse. Eduardo caminó a la cocina, tomó las llaves del automóvil y salió de casa, no sin antes decir un “hasta nunca” desprovisto de emociones. Clara se derrumbó en el suelo, había arruinado toda su futura felicidad por un momento de lujuria, Elizabeth la rodeó en un abrazo y le ofreció

su

pecho

para

llorar.

Después

de

aquel

acontecimiento Eduardo le pidió el divorcio y ella nunca logró perdonarse, por lo que se fue de la ciudad lejos de aquellos sentimientos que la hicieron perderse, lejos de su pecado.

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Por unas vacaciones

Un año de pareja, a pesar de las críticas de sus compañeros y el constante rechazo familiar por parte de la familia de Maxwell, él y Anderson habían logrado saltar esos enormes muros y seguir su relación sin que el amor entre ellos disminuyese, al contrario, entre más trabas y obstáculos debían vencer, éste aumentaba. — De nuevo, por poco no me dejan venir, mi hermano es detestable, no pasa ningún momento en el que me diga palabras hirientes — Se quejó Maxwell apoyándose en el respaldo del sofá, se encontraba en la sala en casa de Anderson, el cual al ser hijo único y con padres constantemente ocupados, se la pasaba la mayor parte del mes solo, y ese era uno de esos días. — Olvídalo, ya estás aquí y tendremos la casa para los dos, además es fin de semana y ya hicimos los deberes — Lo consoló Anderson pasando su brazo por el cuello de este para seguidamente jalarlo hacia sí; Maxwell adoraba

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como los gestos románticos de su novio, le hacían sentirse en la séptima nube luego de un día tormentoso. — Es lo bueno de ser estudiantes de preparatoria privada, no dejan mucha tarea y si dejan, es demasiado sencilla para nosotros — comentó Maxwell apoyando su cabeza en el hombro de su novio, éste bajo el brazo del hombro a la espalda de Maxwell, el cual se sobresaltó más no se separó. — Oh, estás muy seguro de tu inteligencia, señor presidente del consejo estudiantil — lo burló Anderson enfatizando la última línea un tono de voz grave. Maxwell lo empujó y se separó de él falsamente ofendido. Tanto Maxwell como Anderson pertenecían al consejo de estudiantes, el primero como presidente y el segundo como tesorero por lo que era común verlos siempre juntos y al ser una pareja conocida, debían ocultarse de los ojos chismosos asiduamente. El primer chico tenía la apariencia de un cerebrito cualquiera — Cabellera negra corta, ojos azules escondidos tras lentes, piel morena clara y cuerpo delgado —, mientras que el segundo con

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apariencia de gigoló — Alto con el cabello teñido de rubio cenizo cortado irregularmente, ojos miel, cuerpo atlético —, le fue más complicado conseguir sitio en el prestigiado consejo de estudiantes. —

Adoras

molestarme,

como

cuando

éramos

pequeños, te decía que alejaras los capullos de mariposa que tanto adorabas coleccionar de mí, pero en vez de hacerlo, cada que podías los escondías en mi pupitre — se quejó Maxwell levantándose del sofá y tomando asiento en el individual. Anderson suspiró pesadamente, su querido novio a veces era extremadamente sensible, desde su asiento extendió una mano hacia él. — Perdona Max, ven acá, estás muy lejos — se disculpó el rubio mostrándole una sonrisa seductora en sus labios, la cual siempre daba resultados y lo sabía; Maxwell se acercó a él hipnotizado por dicha sonrisa, se sentó entre sus piernas en el sofá. — Sólo estaba haciendo un pequeño berrinche, siento ser tan infantil — Dijo Maxwell

bajando la cabeza al

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tiempo que dejaba al descubierto su morena nuca, la cual enseguida fue besada por Anderson. — No eres infantil, eres extremadamente lindo — le susurró Anderson al cuello, Maxwell sintió su piel erizarse al sentir el cálido aliento de su novio, sus mejillas se tiñeron de carmesí, tenía idea de que harían a continuación. Como si estuviese planeado al poco tiempo Maxwell fue arrastrado a la habitación de Anderson, de las veces que se veían a la semana, no faltaba día que se abrazaran a menos que la familia de Anderson estuviese en casa, y si dicha cosa sucedía, no pasaban más allá de los besos. Al día siguiente habían quedado de ir al cine pero sus planes fueron mermados, Maxwell se sentía agotado, Anderson como siempre había ignorado al presidente y habían hecho el amor más de una vez, y ahora las caderas de Maxwell se sentían pesadas. — ¡Te lo dije!, ¡No puedo tantas veces! — reclamó Maxwell desde la cama apoyando en su codo, Anderson

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se encontraba en el baño lavándose los dientes. El pelinegro se colocó boca abajo y cerró los ojos, sus planes se habían ido por la borda, a pesar de haberle reclamado

a

su

novio,

se

sentía

completamente

satisfecho. — No pude evitarlo, te veías tan condenadamente sexy, todavía recuerdo… — comenzó Anderson pero fue callado por un almohadazo en el rostro. — Vale, no diré nada — Dijo tomando la almohada del suelo para luego lanzarla de vuelta, ésta fue esquivada. A continuación la habitación se inundó de carcajadas, era lo bueno de que aún fuera amigos, podían tener una charla incomoda pero enseguida la incomodidad desaparecía y se volvía fraternidad. — Y pensar que si no me hubiese lanzado a ti, ahora no estaríamos con esta charla matutina — comentó Maxwell cubriéndose con la sábana, planeaba quedarse en cama toda la mañana. Anderson se acercó a la cama se sentó en la orilla.

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— Tienes razón, el presi salió picarón — Dijo Anderson palpando la espalda de su amante, le hacía mucha gracia verlo cubierto de pies a cabeza, le recordaba a sus tiempo de niñez en los que Maxwell terminaba como oruga cada que veían una peli de terror. Maxwell se limitó a darle la espalda, Anderson sonrió y le abrazó por encima de las sábanas y así iniciaron uno de sus cuantos días desde que se juntaron. Dos semanas más tarde Maxwell fue de visita a casa de su novio, ese día sus padres si se encontraban en casa por lo que debieron ir de inmediato al cuarto, con excusas de tareas inexistentes ambos chicos se retiraron de la sala. — Regresaron temprano esta vez — comentó Maxwell encendiendo el televisor y tomando el control de X-box. Anderson tomó el otro control. — Si, pero no pasa nada, ellos no sospechan nada, piensan que somos los amigos inseparables de infancia — Dijo Anderson colocando el disco del juego que tocaba

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ese día, tenían ya una lista determinada de juegos cada que los padres de Anderson no se ausentaban. — Me alegra, desearía que los míos dejaran de mal pensar, pero cada vez es más difícil salir de casa y venir a verte, hoy por un pelo no me dejan, pero por gracia divina mi hermano llego en un estado inconveniente y optaron por dejarme venir — Replicó Maxwell aferrándose al control mientras miraba la pantalla en seriedad total, Anderson le palmeó el hombro e hizo que lo mirara. — Tranquilo, ya hemos pasado por mucho, seguiremos juntos hasta que ya no quieras — le susurró al oído, Maxwell sonrió y abrazó a su novio dejando el control de la consola en el suelo, a los pocos minutos ambos chicos se estaban besando, por suerte, lograron separarse antes de que la madre de Anderson irrumpiera en el cuarto con un aperitivo. — Por cierto, hay algo que no te he dicho — Dijo Maxwell sentado sobre sus piernas mientras cortaba una rebana del pastel que la madre de Anderson les había llevado momentos antes.

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— ¿Qué es? — preguntó Anderson llevándose un bocado de dicho pastel a la boca, sonrió complacido, su madre siempre hacia excelentes pasteles. — La siguiente semana, mi familia y yo iremos a visitar a mis abuelos en España y estaremos un tiempo ahí, por suerte entraremos en vacaciones este viernes, así que no te veré por un tiempo — Respondió Maxwell sonriente, se llevó un bocado de pastel y lo saboreó, sus ojos se iluminaron ante el sabor, los postres era su talón de Aquiles. Después del aviso, Maxwell se fue de viaje con su familia y Anderson no supo de él salvo por los escasos comentarios y fotos que subía el pelinegro en su Facebook, al parecer su querido novio estaba demasiado ocupado para mandarle mensajes o al menos llamarle, no dispuesto a aceptar que se sentía solo optó por también aprovechar el mes solo para salir con sus amistades. El

tiempo

pasó

y

Anderson

dejó

de

recibir

actualizaciones del muro de su novio, ahora parecía que la tierra se lo había tragado y arrastrado a algún inhóspito

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lugar de España, resignado siguió con su vida dejándole mensajes de vez en cuando a su novio al celular o en su muro. Días después mientras se encontraba en una reunión con sus amigos su celular sonó. — ¿Diga? — Respondió a la llamada sin verificar quien le hablaba, se sorprendió al escuchar la voz de su novio del otro lado, unos minutos de charla y colgó, ahora se sentía más tranquilo, Maxwell le había hablado avisándole que regresaría al día siguiente. Al día siguiente Anderson recibió con un abrazo repleto de emociones a

Maxwell, éste se sorprendió un poco

pero no dijo nada, solamente lo abrazó de vuelta. — Te extrañe — le susurró Anderson al oído, Maxwell enseguida se separó de él y miró hacia todas direcciones, después de comprobar que no habían ojos chismosos rodeo del cuello a Anderson. — Yo también — dicho este depositó un casto beso en los labios de su novio, éste lo recibió gustoso y antes de que dejasen a Anderson emocionarse la puerta sonó indicándoles que la madre de él estaba al otro lado con

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algún aperitivo. Después de que Maxwell llegara, apenas dejó las maletas en casa se dirigió a ver a Anderson. Comieron

los

aperitivos,

tomaron

el

refresco

y

platicaron como mejores amigos, durante ese rato Anderson notó algo distante a su novio, tomando valor le preguntó el motivo pero éste solamente le respondió con una evasiva, sabiendo que sacarle la real respuesta sería una odisea prefirió pasarlo por alto, después de todo seguían juntos a pesar del mes separados. Las cosas siguieron como antes, salvo un nuevo comportamiento por parte de Maxwell, éste se pasaba un rato en la computadora, antes ni siquiera tocaba dicho aparato, y ahora pareciese como si su vida dependiese de él, Maxwell le dejaba usar su laptop ya que el chico no tenía una propia, la pediría en su próximo cumpleaños, pero para eso faltaban meses. — ¿Qué hay en el internet que te hace estar horas y horas? — preguntó Anderson un día que ambos se encontraban en una cita comiendo en un restaurante familiar.

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— No es nada importante, solo charlo de vez en cuando con mis familiares en España, resultaron muy entretenidos — respondió Maxwell llamando a la mesera pidiendo la cuenta con un ademán de mano. Anderson notó un cambio de voz en la respuesta de su novio, sin contar que éste no le había mirado a los ojos cuando le respondió. — Ya veo, me alegra que la hayas pasado bien — Dijo Anderson sacando el billete de su cartera, ese día le tocaba pagar, no le causaba inconveniente alguno pero notaba que últimamente su novio le dejaba todas las cuentas a él. La conducta extraña por parte de Anderson continúo durante más de dos meses, Anderson ya había estado tejiendo ciertos motivos de su actitud pero dejó que su novio continuase así, temía perderlo por un arranque de celos sin fundamento. Cierto día después de que Maxwell se retirara a su casa, Anderson checó su computadora, su novio había dejado su cuenta de correo abierta, y en ésta había un mensaje no leído.

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De: Carla quintana ( [email protected]) Para: Maxwell Shiefeld ( [email protected]) Cielo, no te preocupes, dentro de unos meses iré a verte, las cosas han estado difíciles acá, ya sabes, el trabajo más la carrera, es todo un show!, en fin, te extraño un montón, ya quiero verte, me haces mucha falta, quiero que me beses y abraces de nuevo, te mando besos en donde tú quieras!, salúdame a la tía y el tío, te amo‼. Carla Quintana Al terminar de leer el correo, se dio cuenta de que todo encajaba, ahora comprendía por qué ahora le resultaba más complicado no solo intimar con él, sino también ser cariñoso, se sintió estúpido por todo ese tiempo, Maxwell había hecho lo imposible para llegar a su corazón, y ahora que lo había logrado le cambiaba así de fácil. Dispuesto a no dejarse llevar por el primer impulso, se dispuso a investigar aún más, descubrió mensajes en el muro del Facebook que hubiese visto antes si no estuviese tan en contra de las redes

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sociales; con tan clara y evidente información cerró la laptop devastado, esa noche lloró hasta quedarse dormido, era la primera vez que lloraba por alguien. al día siguiente cito a Maxwell en el parque en donde se habían emparejado, éste se presentó primero, Anderson sonrió al verlo ahí con las manos en los bolsillo y mirando a todos lados como niño perdido, suspiró, aunque Maxwell no le hubiese conquistado igual su corazón a la larga le hubiese pertenecido. — Llegas temprano — saludó Anderson levantando la mano, Maxwell sonrió ampliamente al verlo y caminó a paso veloz hacia él para seguidamente abrazarlo. El rubio se dejó abrazar mas no le correspondió. —

¿sucede

algo?



preguntó

Maxwell

con

tono

preocupado separándose de Anderson, éste desvió la mirada y le indicó que se sentara en la banca cercana a ambos. Maxwell obedeció, a continuación Anderson sacó de su mochila unas hojas, las colocó en las manos del pelinegro. — Ya sé de la existencia de Carla — Dijo Anderson fingiendo una sonrisa, tenía ganas de llorar y sus ojos se

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empañaron un poco, miró hacia otra dirección evitando que Maxwell se diese cuenta. — Esto… ¡no es lo que parece!, admito que si estuve con ella, pero no es serio, ¡a ti es quien amo!— exclamó Maxwell tirando las hojas al suelo y tomando de los hombros a Anderson. — No juegues, estoy harto de tus mentiras, siempre he hecho lo que tú has querido, eres demasiado egoísta — reclamó Anderson apartándose del agarre, se sentía como un chiquillo en esos momentos, a pesar de que sobrepasaba a Maxwell por centímetros. — No es mentira, solo te amo a ti, lo sabes — Dijo entre sollozos Maxwell tratando de tomarle del brazo, Anderson le rehuyó y lo miró fijamente. — No más, deja de mentirte, ve y haz lo que quieras con tu vida y no vuelvas a la mía, adiós Maxwell, se feliz — dicho esto le dio la espalda y comenzó a caminar, Maxwell le trató de tomar del brazo para evitar que le dejara pero Anderson lo apartó sin miramientos. El tiempo pasó y Anderson y Maxwell dejaron de verse, si se encontraban en la academia,

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Anderson enseguida le ignoraba y tomaba la dirección contraria, Maxwell se había llevado su corazón y confianza, nunca lo perdonaría.

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Gota de Agua

— Eliot Arias, estudiante de tercer grado, 18 años, signo acuario,

especialidad humanidades — Dijo Casandra

sacando una libreta mientras observaba escondida tras un arbusto al mencionado, Dominic recorrió de arriba abajo y viceversa al chico, era totalmente su tipo. Dominic era estudiante de segundo de bachillerato, nunca se había fijado en ningún chico hasta que vio a Eliot en la guardería de su hermanita como voluntario, el chico físicamente era perfecto, alto, atlético, cabellera ondulada hasta los hombros recogida en una coleta, tez blanca, ojos azules y ante todo sonrisa de comercial, la cual sacaba a relucir cada mil años. — En la misma especialidad que yo, es dos años mayor, pero no importa, me gusta, ¿me ayudarás a conquistarlo? — preguntó Dominic a su amiga, la cual tenía aun la mirada fija en el apuesto caballero, en ese instante otro chico de aspecto idéntico se acercó a él.

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— Ernest Arias, tercer grado igual, 18 años, signo piscis, especialidad ciencias biológicas — comentó Casandra al tiempo que cerraba la libreta de apuntes y observaba al segundo chico con afán de colegiala enamorada. Ambos chicos eran sumamente apuestos, gemelos, uno el clásico social y el otro antisocial, Ernest y Eliot respectivamente. — sobre tu pregunta, como quieras, no será fácil, es conocido por rechazar a las chicas que se le acercan, no importando su aspecto — respondió Casandra pasando su mirada a Dominic, ésta sonrió de oreja a oreja, lo que más adoraba, eran los retos, decidida y con la frente en alto se dispuso a ejercer su plan de conquista con ayuda de su amiga. El plan consistió en coincidir en lugares con Eliot ciertas horas

del

día,

entablar

casuales

conversaciones,

averiguar sus intereses, y con dicha fácil estrategia en dos meses ella y Eliot se hicieron pareja, Casandra al principio se sorprendió de sobremanera de la rapidez con la que Dominic había conquistado al antisocial, pero se dio cuenta que el chico, no era del todo antisocial, solo tímido. Ernest por su parte se mantuvo al margen apenas el

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romance entre Eliot y Dominic le fue anunciado, por algún extraño motivo cada que estaban los 4 juntos, él se comportaba como todo un patán y trataba como una cualquiera a Dominic. — Eres un maldito Ernest, tienes engañadas a todas las mujeres que te mariposean — se quejó Dominic mirando con el ceño fruncido al mencionado, éste se limitó a suspirar e ignorarla. — Hermano, recuerda que dentro de unos días tenemos que visitar a nuestros parientes, así que ve planeando como deshacerte de esta mosquita muerta — Dijo Ernest con una sonrisa de oreja a oreja a su hermano mientras le palpaba el hombro. Dominic apretó los puños y le mostró los dientes. — Ernest, no seas tan descortés con Dominic, sabes que es la chica que amo — replicó Eliot cruzándose de brazos y mirándole de mala manera, Ernest chasqueó la lengua y se disculpó con un ademán de Dominic, ella sonrió y lo disculpó. Ella realmente no sabía porque el hermano de su novio se comportaba de esa manera, pareciese como

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si quisiera que ella no estuviese ahí estorbando en la vida de Eliot. En el tiempo que llevaba de pareja con Eliot, muy pocas veces veía a Ernest, eso le preocupaba porque podía sentir la soledad que comenzaba a emanar de su novio, después de todo los gemelos no pueden estar mucho tiempo separados. Cierto día Dominic fue cita en casa de Eliot, emocionada se arregló lo mejor posible, después de todo conocería a su futura suegra, fantaseaba día y noche con una vida eterna junto a Eliot, Casandra se había cansado de regresarla a la realidad, y optó por dejarla hacer lo que quisiese no sin antes recalcarle que ella siempre estaría ahí cuando la necesitara. Llegó a la casa temprano, era de tarde, los faroles de la calle ya se encontraban encendidos, estaban a mediados de noviembre por lo que la oscuridad entraba desde muy temprano, la chica respiró profundamente antes de tocar el timbre. Dos timbrazos y ninguna respuesta, rascó su mejilla sin comprender, la habían citado pero no había nadie, eso era raro.

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— ¡Buenas noches! — gritó a todo pulmón esperanzada que ese estruendoso grito hiciese a alguien ir a la puerta y abrirle, silencio nuevamente, iba a tocar el timbre nuevamente cuando la puerta se abrió, Dominic se sorprendió al ver al chico delante suyo, era Ernest, lucía como un príncipe a pesar de la ropa de corte militar, nunca lo había visto tan guapo, de pronto sintió los ojos del chico recorrerle por completo, llevaba puesto un vestido color carmín con escote, pero con esa profunda mirada sintió que ese escote había desaparecido junto con la demás tela, se movió incomoda y con las mejillas sonrojadas. — Así que si es posible que te veas guapa, vaya, quien lo diría, pasa — Comentó Ernest dejándole espacio a la chica para que se adentrase a la casa, ella sintió un golpeteo en su pecho al escuchar el elogio un tanto sarcástico por parte del pelinegro. — ¡Te ves preciosa! — la recibió Eliot con los ojos abiertos como platos, aquella mirada llena de devoción y amor puro la hizo sonrojar de sobremanera, sus orejas de encendieron y escondió su rostro entre sus manos.

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La casa se encontraba tenuemente iluminada, en una esquina junto al gran ventanal yacía el árbol de navidad a medio hacer, al parecer los chicos se encontraban arreglándolo y por eso no oyeron su llamado, el sonido de una música de jazz le llegó a los oídos, el lugar se veía acogedor y un tanto íntimo, se sintió extremadamente nerviosa, en cualquier momento aparecería la madre de su novio. — Tranquila, están en el patio preparando la cena, Ernest y yo estábamos armando el árbol cuando llegaste, por eso no respondimos a tiempo — Dijo Eliot rodeándola de la cintura con un brazo mientras la encaminaba al patio, Ernest

se

mantuvo

alejado

sin

dejar

de

mirar

penetrantemente a la joven de vestido carmesí, Ella pudo sentirlo, el nerviosismo aumentó. Horas después la familia se encontró reunida en el patio trasero, los padres de Eliot asando carne, el chico jugando con su mascota, un perro san Bernardo que no había notado hasta hace unos minutos en que piso el patio, su vestido sufrió las consecuencias de su primer encuentro con el chucho. La chica ahora se encontraba en el cuarto

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de baño, Ernest la estaba ayudando a quitar la mancha de tierra. — Perdona, él se emociona con las personas nuevas — se disculpó Ernest por el can mientras tallaba con delicadeza la punta del vestido que se encontraba manchada, Dominic no respondió , simplemente se dedicó a mirar al chico, se veía y actuaba muy diferente a como de costumbre, sonrió ampliamente. — ¿Por qué sonríes? — preguntó Ernest dejando el vestido, éste ya no tenía la mancha tan evidente en la punta, Dominic se sonrojó al sentirse descubierta, desvió la mirada y se levantó del banco en el que se encontraba sentada. — es que es raro, normalmente no me ayudarías — respondió caminado hacia el lavabo, se miró al espejo, se acomodó los cabellos y checo que el maquillaje aun existiese. Ernest dejó el trapo encima de una mesita cercana a la bañera y se colocó tras Dominic. — No tienes ni idea de cuan hermosa te ves en estos momentos, ni de cuando me está costando contenerme —

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declaró Ernest mirándola a través del espejo, Dominic fijó su mirada en el reflejo de Ernest, aquellas palabras le habían llegado directo, como un dardo a su pecho. Estaba a punto de responder cuando la puerta se abrió y por ella apareció Eliot con una sonrisa de oreja a oreja. — Vamos, tardan demasiado, la cena ya está lista — informó el chico mirando fijamente a Dominic, al notar como su hermano estaba peligrosamente cerca de ella, se acercó a ambos y jaló a su novia. — espero no la estés intimidando — dijo Eliot con tono serio con la mirada fija en los ojos de su hermano, este soltó una sonora carcajada y movió la cabeza de derecha a izquierda en signo de negación. — Tranquilo, no tengo suficiente tiempo libre como para jugar con esta niñita — Respondió Ernest en tono sarcástico mientras salía del baño; Dominic sintió un golpe en su pecho al escuchar aquella frase, se maldijo al haber creído en lo que él había declarado momentos antes. Eliot notó el desconcierto de Dominic, la abrazó.

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— No le hagas caso, no te odia, pero ya sabes, está celoso de que me pase el tiempo contigo y no con él como de costumbre — le susurró al oído tratando de calmarla, Dominic abrazó de vuelta a su novio. La cena pasó sin más inconvenientes evidentes, salvo que Dominic ahora estaba más pendiente de los movimientos de Ernest, aquella declaración le había sacudido el mundo por completo, a pesar de las palabras hirientes después, sintió que el chico lo decía enserio. Las semanas pasaron, la relación entre Eliot y Dominic continúo igual que antes, se veían, salían, hacían lo que cualquier pareja de adolescentes, la chica se encontraba feliz por aquello pero cada que veía a Ernest las dudas le llenaban la cabeza. Cierto día la chica había quedado con Casandra para ir a una fiesta de cumpleaños de uno de los amigos de ella, la chica se presentó con una ropa cualquiera pero sin dejar de lado su arreglo personal. — No inventes, son universitarios — comentó Dominic cruzando las piernas mientras pedia con un ademán de mano una bebida al mesero.

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— sí, es lo genial, aquí hay muchos chicos universitarios, agradezco a mi hermana por estudiar en una facultad de ricos — respondió Casandra mirando hacia el chico que sería su próximo objetivo, un guapo joven de cabellera rubia, ambos se habían estado mirando desde que ella piso el local. — ¿no se molesta Eliot de que vengas a este tipo de fiestas sola? — preguntó Casandra mirándola por unos segundos para luego llamar al mesero. — Lo que pida el de aquella mesa por favor — le pidió al mesero, este asintió con la cabeza y obedeció. — no se molesta, sabe que le soy fiel, que aventada Casandra — Respondió Dominic jugando con el popote de su refresco, miraba hacia el horizonte sin ver un punto exacto. Repentinamente ante su campo de visión apareció Ernest, la chica se sorprendió, nunca había coincidido con él en fiestas. — iré a averiguar algo, ve a charlar con el guapo rubio antes de que te lo bajen, vi a unas tipas que tienen igual su mirada fija en él — Dijo Dominic señalando a un grupo

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de chicas que, efectivamente miraban al rubio con una sonrisa en sus rostros, Casandra no dispuesta a perder ante

ellas

se

levantó

y

caminó

hacia

el

joven

despidiéndose con un ademán de su amiga. Dominic aprovechó que Casandra se retiró para caminar hacía Ernest. —

Vaya,

vaya,

¿así

que

también

tienes

amigos

universitarios?— saludó Dominic al chico con una sonrisa sardónica dibujada en su rostro, el chico la miró de arriba abajo sin reconocerla, los chicos que se encontraban alrededor de él voltearon a verla. — ¿es tu novia? — preguntó uno de ellos examinando a la joven descaradamente con una mano en su barbilla a modo pensativo, Dominic se sintió avergonzada, aquellos chicos eran unos cerdos. Ernest sonrió y asintió con la cabeza para luego tomar del brazo a la chica y llevársela consigo lejos del grupo y de la bulla. Dominic sintió el tenue olor a alcohol de Ernest, se sorprendió, nunca imaginó que el chico tomaba.

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— Haz el favor de no venir con este tipo de ropa cuando tienes a mi hermano — le reclamó pegándola a la pared cerca de los baños, aun sosteniéndola del brazo. — no eres quien para decirme que hacer, deja de fastidiarme, eres irritante — protestó Dominic molesta tratando de zafarse del agarre, Ernest al sentir que la chica trataba de liberarse, la tomó del otro brazo y la acorraló con su cuerpo. — no lo soy, pero no permitiré que la novia de mi hermano ande por ahí como una puta cualquiera — declaró acercando su rostro al de ella con el ceño fruncido, Dominic volteó su rostro hacia él, al verlo tan cerca se sonrojó, pudo notar que el color de los ojos de él era un grado más bajo que el de su novio, mordió su labio inferior y sin pensar lo besó, Ernest se sorprendió ante la acción de la chica, trató de apartarla pero solo consiguió que ella lo rodeara por el cuello al verse liberada de los brazos, Dominic profundizo el beso y recorrió la cavidad el chico como una experta, ese tipo de beso no había ocurrido entre ella y Eliot, su relación era demasiado pura como para mancillarla con actuaciones hormonales.

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De un momento a otro los chicos terminaron en casa de Dominic, la chica no tenía ni idea de en qué momento salió con Ernest de la mano y pidieron un taxi, lo único que sabía, era que aquel chico era el que sería suyo esa noche, sin miramientos la chica aprovechó el estado poco sobrio del apuesto joven y así ambos tuvieron una noche pasional, en la cual Dominic no se sintió ni un ápice de culpable hasta el día siguiente; se levantó con el despertador taladrándole la cabeza, odiaba aquel ruido en esos momentos, la mala noche le estaba cobrando factura. — Maldito aparato — se quejó extendiendo la mano hacia el aparato, lo apagó y se incorporó en la cama, bostezó y limpió sus ojos, sintió algo de frío y entonces notó que se encontraba desnuda, el sonido de una respiración la hizo voltear a su costado. Ernest se encontraba plácidamente dormido boca abajo, el rostro hacía Dominic, en sus labios se dibujaba una sonrisa satisfecha, la chica saltó de la cama y se vistió deprisa.

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En ese instante el timbre sonó, Dominic se maldijo, había olvidado la cita con Eliot al día siguiente, terminó de arreglarse y corrió a la puerta. — Veo que no estás lista — comentó Eliot con una sonrisa dibujando su rostro apenas Dominic abrió. Dominic negó con la cabeza y bajó la mirada, Eliot hizo lo mismo pensando que había algo interesante en el suelo cuando vio unos zapatos familiares. — Esos son los tenis de Ernest — Dijo con el ceño fruncido, poso su mirada en Dominic, ella se sobresaltó al sentir la frialdad de los ojos de su novio, se maldijo al haber sido tan estúpida como para dejarse llevar la noche anterior. — Ah…lo deje quedarse, lo encontré en la fiesta y estaba un poco pasado de copas, así que fui buena y lo deje quedarse — se excusó Dominic desviando la mirada, Eliot notó enseguida que aquello era una mentira, sin esperar a que la chica le dejase pasar entro al departamento. — ¡Eliot!, ¿Qué haces? — exclamó Dominic sobresaltada tratando de evitar que el chico entrase a su habitación, en

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ese instante la puerta se abrió por dentro y ante ambos apareció Ernest solamente con el bóxer. La furia invadió el rostro de Eliot. — ¡Hermano!, deja que te explique… — un golpe en la mejilla hizo callar a Ernest, Dominic corrió hacía él en su auxilio, un cardenal le apareció de inmediato. Eliot movió la cabeza de un lado al otro y dio media vuelta. — No te vuelvas a acercar a mí, que estúpido al creer que realmente me querías, lo de nosotros termina ahora — Dicho esto salió a paso veloz del departamento cerrando con un portazo. Ernest llevó una mano hacia su mejilla adolorida, Dominic se arrodillo al lado de Ernest, bajó la cabeza y se soltó en llanto, si se hubiese controlado nada hubiese pasado, si su curiosidad no hubiese sido más grande, ahora Eliot y ella estarían en el cine viendo una comedia romántica, Ernest la rodeó en un abrazo, ella apoyó su frente en el pecho del chico y lloró. Días después Dominic no volvió a hablar a Eliot, cada que lo veía él le lanzaba una mirada glacial que le atravesaba el corazón, en cuanto a Ernest, ése siguió llevándose con

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ella y se volvieron los mejores amigos, había perdido a un amor pero ganado un amigo, resignada siguió con su vida, aprendió la lección.

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MMORPG*

Cargando…20%

Llevaba ya más de diez minutos Andrés esperando a que el dichoso juego se cargara, ignoraba el motivo de tal lentitud, aunque supuso que se debía a los otros dos juegos online que se encontraban minimizados en su barra de tareas de la laptop. — Maldigo a la compañía de internet, no puedo creer que aún no se haya cargado — se quejó en voz alta mientras lanzaba los audífonos hacia la cama, no tenía sentido tenerlos puestos si no había nada que escuchar. Su madre, quien le miraba desde el marco de la puerta desde hacía unos minutos le miró con el ceño fruncido y los brazos cruzados. — Andrés Javier Santos Castilla, ¡Métete en la cama en este instante! — lo reprendió su madre, la mujer era joven todavía, al haber tenido a su hijo en la preparatoria con 17 años, ahora con 33 seguía luciendo la figura de la jovencita rompe corazones del pasado, físico el cual heredó Andrés.

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— No permitiré que te desveles por andar jugando en internet, ya duérmete, mañana tienes clases, además luego te andas quejando de dolor de cabeza — Exclamó la mujer caminando hacia el dispuesta a cerrarle la laptop en las narices. Andrés chasqueó la lengua e hizo un mohín, cerró el navegador y los otros dos programas minimizados. — Ya voy, no la cierres, se echará a perder si haces eso — Dijo apagando la portátil, a continuación se levantó de la silla y encaró a su madre. Ella sonrió ampliamente y extendió sus brazos hacia él, Andrés comprendió lo que quería su madre, luego de abrazarla se metió a la cama dispuesto a dormir. Su madre apagó las luces y le dio las buenas noches. Andrés era hijo único, vivía solamente con su madre, ya que ella se había divorciado apenas él cumplió los 3 años, y desde entonces habían sido ella y el, por lo que ahora, la confianza era tal, que parecían viejos amigos a pesar de ser madre e hijo. Al día siguiente Andrés asistió a la academia como de costumbre, obedeció a los profesores, realizó las tareas debidas y no realizó ningún vínculo social; el chico era conocido en su aula como el antisocial, cualquiera que se acercase a él recibía una helada mirada de su parte, Andrés odiaba relacionarse con las personas, por lo que

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las relaciones amorosas estaban fuera de cuestión, al menos hasta eso entonces. Cierto día, su madre había salido con su nuevo novio y él aprovechó la situación para mantenerse conectado en el nuevo juego online que había descargado hacía poco tiempo. Nunca se había preocupado por socializar incluso en los juegos que tanto adoraba, pero ese nuevo juego requería congraciarse con otros personajes para lograr las aventuras y así, subir de nivel, receloso comenzó sin prestarle atención a dicha condición, no tardo ni media hora para darse cuenta de que realmente necesitaba de otros personajes para desbloquear niveles nuevos. - Hey, ¿quieres una mano? Andrés miró el mensaje en la pantalla con el ceño fruncido, lo que menos deseaba era someterse ante algún personaje de mayor nivel a él, ignoró el mensaje y siguió jugando hasta que el personaje que le había mandado el aviso se plantó frente al suyo, se trataba de un ser necesario para el siguiente mundo, como esperaba, dicho personaje poseía 10 niveles por encima del suyo.

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- ¿No eres muy sociable, eh? - tranquilo, si no lo deseas no respondas, podríamos formar dúo para que subas de nivel y puedas ir a otros mundos, ¿te interesa? Suspiró pesadamente y aceptó que realmente necesitaba de ayuda, sin responderle le pidió alianza y de paso solicitud de amistad, así aquel personaje “Altair” se convirtió en su primer amigo del juego. Varios meses después, Andrés ya respondía los mensajes de su amigo, había hecho otras alianzas pero ninguna tan fructífera como la de él y Altair. - ¿Cómo te fue hoy? - bien, lo mismo de siempre, profesores hablando, ruido, gente tratando de hablarme… - jajajaja, sí que eres todo un antisocial, eso quiere decir que ¿soy tu único amigo? -… ¡No te lo creas tanto!, pero si… - oh, debo aprovecharme de eso… -¿Cómo? -no nada, venga, vamos a matar al rey dragón para ir Faia -¡vamos!

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El tiempo pasó, La madre de Andrés comenzó a preguntarse por qué su hijo se desvelaba más de lo usual, pero se encontraba demasiado ocupada con el trabajo como para darle mucha importancia; ambos chicos subieron de nivel, pasaron varios mundos y se intercambiaron correos. El usuario de “Altair” resultó ser un chico de E.U dos años mayor que él, podían comunicarse gracias a que el joven — Steve —, estudiaba idiomas en su universidad, además de que poseía recursos para aprender lo que se le viniese en gana. Andrés pasaba horas charlando por Messenger con único amigo, al principio era un poco reacio a dejarse mostrar vía cámara, pero por medio de convencimiento por parte de Steve, un día al fin lograron verse por cámara. — No bromees, eres como los que salen en las series — Dijo Andrés señalando la cámara como si lo estuviese señalando a él. Steve soltó una sonora carcajada que pudo haberse escuchado por toda la casa de Andrés de no ser por los audífonos. — Y tú no te quedas atrás, pensé que los mexicanos eran morenos, con bigote y cara regordeta, tú estás muy lejos de eso, eres muy lindo — Respondió Steve acariciando su propio mentón mientras entrecerraba los ojos y se acercaba a la cámara.

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Andrés se sonrojó por el comentario, agradeció a la tenue luz de la habitación que evitaba que se viera a totalidad el color de su piel. Después de su primera video llamada, las que siguieron fueron aún más amenas que la primera, en la cual después del comentario que hizo sonrojar a Andrés, no volvieron a cruzar palabra. Así el tiempo pasó, Andrés dejo el juego y se enfocó en su colegio y en su nuevo mejor amigo, porque así lo consideraba ahora.

— ¡Andrés, levántate de una buena vez! — exclamó la madre del chico mientras le quitaba las sábanas de encima; Andrés entreabrió los ojos y sonrió, se encontraba de muy buen humor y había dormido de maravilla, la noche anterior la plática había sido indiscreta pero entretenida y, gracias a ella ambos chicos se abrieron uno al otro conociéndose un poco más. — ya voy má, no seas cascarrabias — Se quejó el adolescente incorporándose en la cama al tiempo que limpiaba sus ojos de impurezas. Esa noche Andrés quedó de charlar un tiempo determinado con Steve, emocionado encendió la laptop y conectó el Skype, preparó el micrófono y los audífonos y espero pacientemente a que la hora llegase; minutos después como habían acordado Steve se conectó.

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— ¡Good night Sweetie! — lo saludó Steve con la voz emocionada y una resplandeciente sonrisa dibujada en sus labios. Andrés se sorprendió por dicho saludo, nunca lo había saludado de esa manera, a pesar de que no sabía inglés, había entendido aquellas palabras, bajó la mirada avergonzado, su corazón comenzó a palpitar velozmente. — Buenas… — Respondió al saludo en voz baja aún sin mirar hacía la cámara. El sonido del movimiento de la cámara del lado de Steve hizo a Andrés levantar la mirada, Steve se estaba cambiando de camisa. — ¡¿Pero qué haces?! — exclamó Andrés escandalizado mirando hacia otra dirección, la risa fresca de Steve resonó en sus oídos. — Nada malo, solamente me cambio para dormir, recién llego de una fiesta — respondió Steve terminando de colocarse la camiseta. Andrés no pudo evitar sentir cierta molestia sin motivo, la cual se hizo notar en su entrecejo. — Ah…ya veo, ¿te fue bien?, ¿ya tienes novia? — preguntó Andrés con un tono de voz molesto y colocando énfasis en la última pregunta. — ¿Novia? No bromees, no la necesito, I have a boyfriend, but he's too shy to admit it, even so I love him — Respondió Steve formando con ambas manos un

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corazón. Andrés se sorprendió ante lo que había escuchado, cada palabra la entendió perfectamente. — ¿eres gay? — preguntó acercando su rostro a la cámara como si ésa fuese a hacer que sus palabras aumentasen en énfasis. Una nueva carcajada resonó en sus oídos, al parecer había atinado con la pregunta, su mejor amigo era gay, además de que tenía un novio, del cual él ni enterado; sintió un ligero dolor en su pecho, se llevó la mano instintivamente. — yeah, soy gay, pensé que ya lo sabías — respondió Steve recogiendo su ondulada y castaña cabellera en una coleta. Andrés negó con la cabeza, respiro profundamente y se mentalizó para hacerle preguntas que sabía que le afectaría de sobre manera, pero la curiosidad fue más fuerte. — ¿Viste hoy a tu novio?, ¿Quién es?, ¿hace cuánto que salen?, ¿en dónde se conocieron? — cuestionó Andrés mirando la ventana que mostraba la imagen de Steve. Steve rascó su mejilla y sonrió. — muchas preguntas…veamos, nos conocimos en un juego, hace 6 meses, un chico muy lindo — respondió Steve acomodándose en su cama, en algún momento de la conversación Steve había cambiado de lugar, ahora se

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encontraba apoyado en el respaldo de su cama con la laptop en las piernas. — Oh…ya veo…espera, no respondiste una pregunta, ¡dime! — exigió Andrés acomodándose también en su propia cama, era más cómodo charlar por laptop si esta la colocabas en tus piernas. — En cuanto a si lo vi hoy… — Steve llevo ambas manos hacia su rostro y lo escondió — lo estoy viendo en estos momentos — respondió sin quitar las manos de su rostro. Andrés se sonrojó de sobremanera, el chico del que Steve hablaba era él, en ningún momento se percató del cambio de amigos a novios. — ¿en qué momento nos volvimos novios? — preguntó Andrés incrédulo levantando una ceja. — mmm…. Cuando dijiste “si” a mi propuesta en el juego, no iba en broma, lo decía enserio — respondió Steve quitando las manos de su rostro, mostrando sus mejillas sonrojadas. Andrés frunció el entrecejo y se esforzó por recordar aquellas palabras…

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- Yeah, matamos a otro líder - ¡sí!, adoro hacer dúo contigo! - yo igual…aunque adoro más verte en cam por las noches - jajajaja, no bromees, deja de hablarme como si me coquetearas - … no es como…te coqueteo... Bueno, algo similar… jajajaja -… - ¡hey!, no te traumes - ¡no!, no me traumo…es que no te creo… - oh well, quiero proponerte algo… - ¿Qué es? - seamos cibernovios…al menos por ahora, mientras cumplo la mayoría de edad y voy a verte. - ¿cibernovios?, deja de jugar! -no juego…¿quieres o no? - …ok, seamos cibernovios!

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Gracias a su prodigiosa memoria, Andrés rememoró aquella charla, al principio le había parecido extraña, pero luego creyó que era un juego de su amigo y con tal de no aburrirse, había aceptado; ahora se daba cuenta de que en efecto, él y Steve eran cibernovios desde hace seis meses. A pesar de la sorpresa al principio, Andrés se dio cuenta que aquello de ser novios no distaba mucho de la amistad que llevaban, así Andrés tuvo su primer noviazgo, el cual mantuvo en secreto de sus padres hasta su mayoría de edad. Apenas cumplió 18 años, con ayuda de una de sus tías que estaba a favor de la comunidad gay, logró que su madre aceptara su orientación y además a su novio, el cual ella creía que era juego puesto que vivían demasiado lejos el uno del otro. — Hijo, Steve es de Estados Unidos, tú de México, es imposible que lo suyo dure mucho — Dijo La madre del chico mientras cortaba las papas de la comida. Andrés frunció el entrecejo y dejó de pelar las zanahorias. — ¡Mentira!, llevamos dos años así, el me prometió que apenas le dieran su licencia y credencial para validar su mayoría de edad vendría a verme — respondió Andrés zanjando así el tema. El tiempo pasó y con ello las esperanzas de Andrés de ver en persona a su novio, resignado se limitó a mantener conversaciones por

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internet con él, hasta que un día no lo encontró conectado. — me dijo que entraría…siempre charlamos a esta hora, ayer tampoco duro mucho tiempo online — se quejó Andrés mirando hacia la puerta con barbilla recargada en sus brazos. Su madre le miraba desde el sofá de la sala. — Tranquilo cariño, seguro tuvo algún inconveniente — trató la mujer de consolarlo, pero fue inútil, sus palabras parecían vacías debido a la poca atención que le ponía en esos momentos, era más interesante la película en el televisor. Eran las doce de la noche cuando el timbre sonó sobresaltando a la madre e hijo, ambos se miraron sin comprender, ninguno de los dos esperaba visita ese día. — anda a abrir, me duelen mucho los pies como para levantarme — ordenó la madre de Andrés al chico mientras cambiaba el canal del televisor, Andrés la miro con una sonrisa de oreja a oreja, aquella mujer era en extremo trabajadora, era un milagro verla ahí tirada viendo televisión un fin de semana; Andrés se levantó de la silla y se dirigió a la puerta. — Buenas noches — saludó Andrés abriendo la puerta sin mirar a la persona que se encontraba tras ella, solamente le miraba los pies, los cuales portaban zapatos que le parecieron muy elegantes.

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— ¡Honey! — exclamó una voz que Andrés reconoció enseguida, levantó la mirada y se encontró a Steve en carne y hueso delante de él, llevaba una maleta en ambas manos y su cabellera se encontraba un tanto desordenada, además de que sus ropas parecían de frio glacial desentonando con el ambiente veraniego de la ciudad. La madre de Andrés se sorprendió al escuchar el evidente acento extranjero de la persona en la puerta, apagando la televisión huyó a su cuarto, se encontraba indispuesta para visitas. Andrés no logró articular palabra alguna, se encontraba anonadado, Steve aprovechó para abrazarle y plantarle un beso en los labios. Después de dicho beso Andrés reaccionó. — ¡Steve! ...¿cómo?, debe ser un sueño… — se dijo así mismo Andrés pellizcándose su propia mejilla, al sentir el inmediato dolor se dio cuenta de que no era un sueño, que su amado novio estaba ahí enfrente y él ni siquiera lo había hecho pasar. Después de las debidas presentaciones la madre de Andrés accedió a alojar a Steve mientras éste estuviese de visita, pero dicho placer solamente duro dos meses ya que Steve fue solicitado por su familia.

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— No quiero irme, pero es necesario, volveré en cuanto pueda — prometió Steve abrazando a su novio. Se encontraban en el aeropuerto. — No, esta vez yo iré a verte, conseguí una beca y apenas entre a universidad comenzaré mis estudios allá — replicó el pelinegro apretándolo con fuerza. — Este niño cuando quiere es un excelente estudiante — comentó la madre de Andrés desde atrás de ellos; se despidieron los unos de los otros con lágrimas en los ojos, minutos después Steve ya se encontraba de viaje de vuelta a su ciudad. Un año después Andrés comenzó sus estudios en estados unidos, su madre se había casado nuevamente por lo que él no se sintió culpable al momento de viajar al extranjero, apenas piso tierra nueva conoció a la familia de su novio, la cual liberal, aceptó su relación y apoyaron dicha unión, Andrés rentó un departamento con ayuda de Steve y su familia así comenzando su vida de pareja.

* son videojuegos de rol que permiten a miles de jugadores introducirse en un mundo virtual de forma simultánea a través de internet e interactuar entre ellos.

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