Describir el escribir Daniel Cassani

DANIEL CASSANY Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir, Barcelona, Ediciones Paidós, colección Paidós Comunica

Views 134 Downloads 0 File size 292KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

DANIEL CASSANY Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir, Barcelona, Ediciones Paidós, colección Paidós Comunicación,1989. Como profesor de Redacción periodística, topo cada año con un grupo más o menos numeroso de alumnos que piensa que jamás podrá escribir bien. La idea de que el buen escritor – el escritor competente, como diría Cassany – nace y no se hace parece estar mucho más extendida de lo que imaginaba. Pero, desde luego, no es cierta, aunque sí es verdad que aquellas personas dotadas de una mayor sensibilidad pueden descubrir antes las capacidades expresivas de la palabra escrita. Con todo, he podido confirmar con un ejemplo bien claro y hasta deslumbrante que el escritor se hace: me refiero a Miguel Delibes, Cualquiera que lea su primer artículo, escrito a los veintiún anos, reconocerá que entre ese texto y los que compuso sólo cinco anos más tarde hay un abismo. Un abismo remontado por miles de líneas escritas y leídas: la adquisición del código escrito a que se refiere Daniel Cassany en este libro.

Describir el escribir – Traducción del catalán Descriture escriture. Com s'apren a escriture, Barcelona, Editorial Empuries, 1988, que fue presentado un año antes como Memoria de Licenciatura – es un resumen de diversas teorías sobre la creación de textos escritos. Se apoya, principalmente, en estudios provenientes de la lingüística del texto y, dentro de ésta, aprovecha la corriente encabezada por el holandés Teun A. van Dijk y de la psicología cognitiva. Particularmente se inspira en trabajos de Lilian Flower, John R. Hayes y Stephen D. Krashen. Cassany parte de la distinción inicial entre código escrito "conjunto de conocimientos gramaticales y de lengua que tienen los autores en la memoria" y composición del texto "conjunto de estrategias comunicativas que utilizan los autores para producir un escrito" tomada de Krashen, quien a su vez se inspira en la distinción competencia/actuación formulada por Noam Chomsky. En torno a estos conceptos se articulan las dos partes del libro. Por lo que se refiere a la primera, resultan de particular interés los experimentos – de origen americano en su mayoría – que se refieren a la

adquisición del código escrito, Algunas de las conclusiones parecen universalmente aceptadas hoy día en las clases de redacción. Es el caso, por ejemplo, de la que se refiere a la preeminencia de la lectura sobre la misma práctica de escribir en la adquisición y mejora del código escrito y, en general, de la competencia como autor. A escribir se aprende escribiendo, suele decirse; pero todavía es más verdadero que a escribir se aprende leyendo (por placer). Otra cosa, ciertamente, es que se lleve a la práctica. Sin embargo, decir que las correcciones finales de un escrito apenas ayudan al estudiante o, cuando menos, no adquieren la relevancia práctica de las correcciones y ayudas del profesor en el mismo proceso de escritura es algo casi nuevo en estos lares. Digo casi, porque en alguna Facultad de Ciencias de la Información ya se había adoptado este método por influencia del writing coach movement estadounidense. Otro tanto puede decirse sobre la utilidad de la instrucción gramatical, primada hasta nuestros días en todos los niveles de la enseñanza. Las experiencias recogidas por el profesor barcelonés demuestran algo que no se acababa de admitir: "Una preocupación prematura por la gramática es perjudicial para el producto textual final (...) una excesiva atención consciente por los aspectos gramaticales de la escritura puede interferir en el proceso más global de planificación del texto" (p. 88). Por ello, "sólo si la instrucción gramatical tiene la importancia que merece y no

más, y solamente si el desarrollo del significado del texto tiene el papel principal en las primeras etapas de la composición, evitaremos (...) un mal irreparable" (pp. 89-90). El autor dedica la segunda parte del libro al examen de algunas teorías sobre la composición del texto y al análisis de los experimentos que las apoyan. Se detiene algo más en la explicación del modelo descrito por Lilian Flower – distinción entre prosas de escritor y de lector – y en el proceso cognitivo elaborado por la misma autora en compañía de John R. Hayes. Sin embargo, la conclusión de esta parte puede considerarse desalentadora: poco conocemos, hoy por hoy, acerca de estos procesos y, fuera de algunas estrategias que de algún modo habían sido ya señaladas por la retórica clásica, casi lo único que se puede concluir es que cada uno escribe como quiere y puede, sin posibilidad de definir unos procesos más rentables o eficaces que otros. Desde el punto de vista del profesor, se puede confirmar otra conclusión: la conveniencia de presentar a los alumnos modelos de referencia. Por seguir con la paráfrasis: a escribir buenos artículos se aprende leyendo e imitando a los buenos articulistas. Algo de indudable interés en las clases de Periodismo, quizás – salvo pocas excepciones – demasiado orientadas a la descripción teórica de unos géneros más que dudosos. La obra se cierra con un sabroso epi1ogo – aunque breve y algo insuficiente – sobre la influencia de los ordenadores en los procesos menta-

les del escritor y en sus estrategias de composición del texto. En la bibliografía final algo sucinta en lo que se refiere a los núcleos temáticos del libro, se echa en falta – como en el texto mismo – cualquier referencia a los tratados clásicos de retórica y argumentación. No estoy muy seguro de que el libro, como reza la contraportada, se destine al público en general, pero será de indudable valor aun teniendo en cuenta su carácter de síntesis y resumen de autores y teorías ya conocidas para todos los que se dedican a la enseñanza. La difusión y generalización del movimiento writing-across-the-curriculum al que el autor se refiere incidentalmente en la página 184 constituiría un notable avance – también en los estudios de Periodismo – en la formación de escritores competentes. José Francisco Sánchez

Juan José GARCIA NOBLEJAS José Javier SANCHEZ ARANDA (eds.) Información y Persuasión, Pamplona, Servicio de Publicaciones, 1990, 656 pp. Este volumen, magníficamente editado, corresponde a la publicación de las actas de las III Jornadas Internacionales de Ciencias de la Información, celebradas en la Universidad de Navarra los días 3 y 4 de noviembre del pasado año. Como se indica en la "Presentación", el tema de estas jornadas y, por lo tanto, del libro surgió como

desarrollo natural de las discusiones y debates generados a raíz de las ponencias y comunicaciones de las anteriores jornadas. Se trataba, pues, de analizar algunos de los tópicos y estereotipos que se vienen manejando en el ámbito de las Ciencias de la Información, como los de "objetividad, neutralidad, equilibrio, transparencia, etc., desde la óptica de la persuasión, precisamente porque conviven sin excesivos problemas reales con otros estereotipos como manipulación, desinformación, tráfico de influencias, etc." (p. 11). Si hemos de hacer balance, hemos de decir que estos temas han sido abundantemente tratados en este libro, y que tópicos como los de "objetividad" o el de la "sacralidad de los hechos" han sido abiertamente contestados por la mayoría de las comunicaciones. Aunque es difícil enjuiciar una obra de este tipo, precisamente porque al ser distintos los autores son distintas las calidades (y este volumen no es excepción a esta regla), llama la atención el buen nivel científico de las ponencias y de buena parte de las comunicaciones. Si siempre es positiva la publicación de una obra de este tipo, porque el hecho de enfrentarse a los problemas ya es algo positivo, en este caso ha de añadirse otra positividad: la de la seriedad de gran parte de los trabajos. Hay una serie de ideas recurrentes a lo largo de estas páginas (ideas que han surgido desde planteamientos muy diversos); son las siguientes: 1) La ideología ilustrada ha impregnado las reflexiones en torno a la

información de un cientifismo que pervierte la naturaleza y el carácter práctico de la información (es decir: político, estético, ético, retórico y también – en cuanto a las técnicas, y para algunos autores no sólo en cuanto a las técnicas – poético). 2) Los hechos necesitan ser interpretados para constituirse como hechos, por lo tanto no tiene sentido alejar de la información la interpretación. Los hechos no explican nada, sino que ellos mismos necesitan ser explicados. 3) El totalitarismo de los hechos lleva a dos actitudes: el abuso de poder y el escepticismo. 4) Ha de despojarse a la persuasión de su carácter negativo. La retórica no es una cosmética engañosa, sino una actividad de hombres libres que intentan compartir con otros la visión de la vida. No se puede establecer la ecuación "retórica sofística". 5) No cabe separar de la información el aspecto retórico/argumentativo, ya que la información es siempre para un destinatario. 6) En consecuencia, una buena información se guía por la ley del respeto: respeto a la verdad, respeto a los otros, La información tiene un carácter prudencial. 7) No se adelanta nada con negar el aspecto retórico, argumentativo, político, estético, etc. de los textos informativos. La objetividad de la ciencia consiste precisamente en adecuarse a su objeto. Estas ideas recurrentes, que hemos expuesto en forma de tesis, no son un punto de llegada. Son un punto de partida para la investiga-

ción posterior. El trabajo del congreso, y la publicación de este libro, puede servir para el comienzo de la fundamentación de una ciencia de la información que respete la naturaleza de su objeto, el discurso informativolla acción informativa (un único objeto si esto se estudia desde la Pragmática). En este sentido, la discusión queda abierta para las próximas Jornadas de Ciencias de la Información, que tratarán precisamente sobre el "Discurso Informativo"; este libro bien puede ser la base para las discusiones e investigaciones futuras. En esta segunda parte de la resena comentaremos algunos de los artículos de que consta el volumen, No es posible tratar aquí de todos ellos. Nos centraremos en los que por un motivo o por otro más han llamado nuestra atención. El libro se inicia con una ponencia de R. Alvira titulada "Las Luces de la Razón: sobre la unilateralidad de un concepto de información". Allí se muestra la incapacidad de la ilustración para fundamentar una teoría de la comunicación. Parte en sus explicaciones del adagio ilustrado Sapere aude!, planteando no sin ironía, si ésta es una propuesta que parte del entendimiento o de la voluntad. La crítica, como actividad constructiva – indica Alvira – no es posible desde el preciso momento en que se descubre al otro: la crítica no puede tener valor primario. La comunicación se ha de dar sobre una base común ya dada, que no es producto de la actividad crítica de los interlocutores. Los problemas que

plantea la comunicación se han intentado resolver, en opinión del autor, por dos caminos: a) el convencionalismo; b) el recurso al carácter universal de la razón. El primer intento carece en sí mismo de fundamento racional, porque toda convención requiere un lenguaje previo ya común. El recurso al carácter universal de la razón fracasa porque para vivir de acuerdo con una razón universal se precisa una voluntad universal: se trata, pues, de un desideratum que lleva a una ética de la eficacia práctica, de manera que el poder político es quien, a la postre, decide lo que es ético y lo que no. De acuerdo con lo anterior, la "opinión pública" ilustrada sólo se podría mantener: a) sabiendo lo que es la razón pura; b) teniendo ésta efectividad práctica; condiciones que no se dan. En relación con lo anterior, R. Alvira salvaría: las ideas de la "comunicación universal" y de la "opinión pública", y la utilidad de la persuasión cuando ésta sigue fines morales, pero indica que "un fundamento racional para una comunicación universal sólo se puede encontrar si existe un sentido último que, aunque se pueda conocer racionalmente, en un detalle concreto y definitivo no puede ser más que objeto de fe" (p. 28). Sostiene, finalmente, que el ideal de objetividad planteado por la mentalidad ilustrada es imposible (cfr. p. 29). En esta ponencia se mantienen las tesis 1, 3 y 4 de nuestro elenco. La segunda es una ponencia de F. Colombo que lleva por título "Memoria social y mass-media", y quiere

ser un "análisis de las transformaciones de la memoria cultural en el contexto social actual, y sobre todo en el ámbito de las comunicaciones de masa" (p. 33) ; consiste en una "descripción de los mecanismos de funcionamiento de la memoria social en los medios de comunicación de masas y en una serie de consideraciones sobre la progresiva disminución de la duración en un corpus de recuerdos en la memoria de la audiencia" (Ib.). En primer lugar, resulta problemático a nuestro entender el término "memoria social", concepto que no se explica. Nos resulta problemático porque nos sugiere el tristemente célebre concepto durkheimiano de conciencia colectiva, una especie de intelecto colectivo separado. A este respecto habría que indicar que, sin más precisiones, resulta poco feliz la expresión "memoria social", ya que no cabe más memoria que la de los sujetos particulares; tal y como está dicho, se le podría aplicar la crítica que hace Coseriu a Las reglas del método sociológico de Durkheim y a su concepto de conciencia colectiva (cfr. Sincronía, diacronía e historia, 1.3.1.). Sin embargo, nos parece que cabe un desarrollo lícito de una teoría sobre la "memoria social", entendiendo lo social como "intersubjetivo", es decir: situando la memoria en los individuos. Y sería de hecho muy interesante estudiar la relación que se establece entre la memoria de los sujetos y las manifestaciones sociales de esta memoria. Pero, en nuestra opinión, no se puede dejar sin explicar el término "me-

moria social", porque es un concepto fundamental, y porque tal como está puede llevar a confusiones. En segundo lugar, yendo directamente a la cuestión, en este inteligente e interesante artículo Colombo plantea si la memoria cultural de los medios es más corta o no que en el pasado, Este efecto – el de la disminución – se explica en su opinión por la pérdida del carácter ritual de la comunicación. En la sociedad de la información periodística (dominada por la presencia del cine), las alteraciones del sistema cultural habrían dejado intacta la característica principal de la cultura tradicional: la ritualidad. La televisión también conservó – en su primera fase – la instancia ritual; sin embargo, las grandes transformaciones que se sucedieron a partir de la mitad de los 70 borraron cualquier residuo de ritualización en la fruición y en la comunicación. Con esto, habría un salto definitivo con respecto a la cultura tradicional: la información se apartaría del contexto, dejaría de actuar en un flujo informativo. Sería simplemente una mercancía para vender. En opinión de Colombo, a medida que el consumo aumenta, la cultura disminuye (cfr. p. 41), Al disminuir la cultura, disminuye el reconocimiento de la individualidad de los grupos y de los pueblos. Y con esto en su opinión se concluiría también el destino de los medios. Surgirían nuevas formas de agregación y de culturación: la comunicación medial acabaría por anularse a sí misma. El artículo de J.J. García-Noblejas

supone una interesante reflexión sobre el quehacer informativo, Aquí nos explica una de sus tesis fundamentales: los medios informativos son creadores de ficciones ejemplares, como en su momento lo fueron las fábulas de Esopo. Así, "las informaciones periodísticas, y las demás que aparecen en la configuración del ámbito público, son ficciones, de modo semejante a los mapas de carreteras u otros" (p. 56); y a continuación precisa que "una vaca dibujada sobre el plano de la comunidad autónoma de Santander nunca ha significado que allí haya una animal de cien kilómetros de longitud" (Ib.). En la información, pues, como en el resto de las ficciones, hay pactos de lectura; sin embargo, la cuestión está en que los pactos de lectura de las ficciones informativas "no son muy conocidos en todas sus implicaciones prácticas" (Ib,). Los textos informativos serían, pues, ficciones pero toda ficción – indica citando a Vargas Llosa – hunde sus raíces en la experiencia humana, aunque – precisamente por no distinguir entre ficción y realidad – muchos sufren por esto terribles quebrantos (cfr. p. 58). A estos quebrantos llama García-Noblejas "síndrome Quijano-Bovary", y, en su opinión, este síndrome afecta a muchas personas, debido a la persuasión que desarrollan los medios informativos. A continuación habla de algunas de las aportaciones que, desde la semiótica, pueden hacerse a la teoría de la información; mecanismos que permitan explicar las técnicas persuasivas que se utilizan en la

información (trabajos de Kibédi Varga, E. E. Ryan y H.J. Child). El artículo concluye destacando el carácter prudencial de la actividad informativa, punto de vista fundamental para entender otros aspectos de la información. A este respecto nosotros querríamos indicar que el aspecto veritativo de la información y el prudencial no pueden estar en contradicción; que el carácter prudencial presupone – a nuestro entender – el veritativo, porque su prudencia necesariamente se fundamenta en la verdad, como la verdad práctica se fundamenta en la verdad teórica. En este artículo se manteeden las tesis 1,4,5,6, e implícitamente también la 7. La ponencia de M.' A. Labrada coincide con la anterior en la crítica de la supuesta "objetividad" de la información. Se pregunta por qué tipo de verdad se da en la información y en el arte. Defiende la tesis número 5 del elenco, e implícitamente tal vez la 1 y la 7. El artículo de Liminski es una exposición sobre las técnicas desinformativas de la URSS. Por lo que respecta a las comunicaciones, éstas se hallan agrupadas en torno a cuatro grandes temas: 1) "La argumentación cultural hegemónica" ; 2) "Persuasión cognoscitiva (información), persuasión ideológica (propaganda) y persuasión comercial (publicidad)" ; 3) "La persuasión: técnicas y géneros periodísticos", 4) "Retórica de la persuasión". Hablaremos muy sucintamente de algunas de ellas, que coinciden más claramente con nuestras 7 tesis.

La comunicación de A. Cruz es una reflexión sobre las raíces filosóficas de la manipulación. Según el autor, detrás de toda manipulación hay una voluntad de dominio y una pérdida de la noción de la naturaleza: un olvido de en-sí de las cosas. El trabajo de J. A. Alonso y M. A. García es un excelente estudio semiótico sobre la publicidad de Eusko Alkartasuna en las elecciones al Parlamento vasco de noviembre de 1986. Es un buen ejemplo de la ayuda que puede prestar la semiótica al estudio de los textos informativos. Sorprende el esfuerzo analítico de los autores y la capacidad heurística del método empleado. Carlos Barrera presenta un estudio sobre el modo en que se planteó el referendum español de 1966. Lo que aquí se muestra es que lo que en realidad se votó fue el apoyo al régimen de Franco. El de M.' V. López es un interesante análisis sobre el vocabulario y ámbitos de persuasión del eslogan publicitario actual. Trabajo similar al de A. Méndiz sobre el género narrativo en los spots de televisión y sus fórmulas de persuasión publicitaria. M.' P. Martínez Costa escribe sobre el "Carácter persuasivo de los modos genéricos del discurso informativo". Los géneros supondrían una distinta relación con la realidad: cada categoría del discurso informativo en un intento de captar la complejidad de lo real y ofrecerlo al público. Mantiene, pups, las tesis 4 y 5 de nuestro elenco. La comunicación de C. Naval es una reflexión sobre algunos aspectos

de la Retórica de Aristóteles: sobre el sentido y valor de los medios de persuasión. La comunicación de F. Sánchez supone una crítica a la objetividad del dato. Los datos requieren ser incluidos en una explicación del mundo que les dé sentido. Mantiene la tesis número 2 del elenco. J, L. Orihuela realiza un estudio sobre el recurso a la lógica de los hechos como argumento persuasivo. Muestra cómo los hechos son aquéllo que debe ser explicado, y no aquéllo que explica su realidad. Mantiene las tesis 1,2 y 4. Por último, A. Vilarnovo escribe sobre "Dialéctica, Política y Retórica en Aristóteles". Es un intento de explicar cuál es la concepción de Aristóteles sobre estas realidades. El estudio aporta abundantes textos de Aristóteles, con los que se reconstruye y explicita el pensamiento aristotélico. En conclusión, pensamos que esta publicación es importante por varios motivos: a) puede servir como propuesta para una nueva ciencia de la información que trate sobre el discurso informativo; b) incluye dentro de lo informativo los aspectos estéticos, éticos, retóricos y poéticos; c) viene a cubrir un hueco no cubierto hasta ahora en la bibliografía en español. Antonio Vilarnovo

PAUL HEYER Communications and History. Theories of Media, Knowledge, and Civilization, Wesport, Connecticut, Greenwood Press, 1988, 197 pp. Paul Heyer, en Communications and History, ha intentado llevar a cabo un resumen de las interpretaciones que se han realizado sobre lo que ha sido la comunicación en la historia desde el siglo XVIII a la actualidad, A este límite temporal hay que añadir un límite que el propio autor manifiesta: sólo considera los pensadores de habla inglesa y francesa. Heyer, que es un testigo fiel de lo que comenta, tiene que enfrentarse con el inconveniente de empezar su exposición en fecha tardía, cuando ya se había reflexionado profusamente sobre los fundamentos de la comunicación humana. Así, por ejemplo, asimila indiscriminadamente el problema del origen del lenguaje con el del carácter convencional o no convencional de los signos y se sitúa en la perspectiva del siglo XVIII. Mientras la cuestión del origen histórico del lenguaje, que tanto atrajo a Condillac (1715-1780), Monboddo (1714-1799) y Rousseau (1712-1778) entra de lleno en el terreno de lo inverificable, existía ya toda una tradición desde la Antigüedad que ponía de manifiesto que los signos del lenguaje eran convencionales, Por tanto, insinuar, como insinúa el autor, que desde Locke se advierte el origen puramente huma-

no de los signos es una evidente exageración. Iniciar el estudio en el siglo XVIII presenta, sin embargo, algunas ventajas. Sin duda un tema central de la ilustración es la historia. Historia que se concibe como un progreso, como una marcha hacia la civilización. Incluso el tópico que conduce a dividir la historia en tres etapas: estado salvaje, barbarie y civilización, fue formulado por un pensador tan característico como J.J. Rousseau. Evidentemente, en el siglo XVIII se plantearon cuestiones fundamentales para la interpretación de lo que habían sido las comunicaciones: el lenguaje oral y el lenguaje gestual, la escritura que permite definir a una sociedad como civilizada, la diversidad de signos utilizados para transmitir información, la escritura como ampliación de la memoria, el contraste entre tradición oral y tradición literaria, el papel de la imprenta en el desarrollo de la civilización... Parece estar uno leyendo los temas tratados en nuestro siglo por Innis y Mc Luhan entre otros. Filólogos, historiadores, pensadores sociales, antropólogos, contribuyeron a elaborar los conceptos básicos de la historia de las comunicaciones durante el siglo XIX. Heyer, que sólo de pasada se refiere a los precursores alemanes de la teoría social de la comunicación, analiza la obra de filólogos como Max Muller (1823-1900) y William Dwight Whitney (1827-1894) ; historiadores de la escritura como Isaac Taylor (1829-1901) ; antropólogos como

Lewis Morgan (1818-1881) y Edward Bumett Tylor (1832-1917); sociólogos como Robert Park. Es decir, se trata de autores británicos y americanos. En ellos se pueden encontrar cultivadores de las diversas disciplinas que cooperan a la creación de la historia de las comunicaciones como un saber interdisciplinar. Si en el siglo XVIII los principales aspectos de la comunicación se formularon en términos de ensayo filosófico, en el siglo XIX se sentaron las bases para un tratamiento más científico de la comunicación en la sociedad. Con todo, la perspectiva unitaria exigía que se desarrollasen los medios informativos tal como se han desarrollado en el siglo XX. Heyer presenta como precursores al australiano Gordon Childe (18921957) y al americano Lewis Mumford (n. en 1895). Arqueólogo el primero e inclasificable el segundo, reflexionaron sobre el papel de la técnica en la evolución social, coincidiendo en su planteamiento con las ideas de Innis y Mc Luhan. Estos dos autores, que constituyen el núcleo del estudio de Heyer, recogieron la tradición que hemos expuesto y dotaron a sus investigaciones de una autonomía científica. Harold Adams Innis (1894-1952), especialista en Historia Económica del Canadá, consagró los últimos años de su vida a la Historia de la Comunicación: Empire and Communications (1950), The Bias of Communication (1951), Changing Concepts of Time (1952). Su método de presentación del tema de la

comunicación se basa en aforismos, consideraciones generales y notas a pie de página. Innis no llevó a cabo una revisión completa de la comunicación en la historia. Su análisis alcanza las civilizaciones del Próximo Oriente, Grecia y Roma, Europa y América del Norte. Innis, por su origen académico, ve la comunicación con una perspectiva social. Cada sociedad se define por el medio de comunicación empleado: lenguaje oral; escritura sobre piedra, arcilla, papiro, pergamino; imprenta y medios electrónicos. Innis, que murió en 1952, no pudo asistir al pleno despegue de la televisión. Dos ideas pueden permitir comprender el sentido del pensamiento del historiador canadiense: el poder, la organización social, se apoyan en el modo en que la comunicación se produce. Según el medio empleado hay sociedades conservadoras, orientadas a mantener una cultura heredada ("time-biased societies"), o bien orientadas al presente y al futuro, con un carácter expansivo ("space-biased societies"). El libro manuscrito y el libro impreso representarían perfectamente ambas etapas. Preocupado por mantener una dimensión humanista en la comunicación, Innis sintió predilección por la Grecia primitiva cuando convivieron la tradición literaria, que permitió el avance científico y técnico, y la tradición oral que garantizaba una relación más humana y directa entre los hombres. Completa lo que Heyer llama la "canadian connection" la figura de

Herbert Marshall Mc Luhan (19111980). Mc Luhan, según el autor de Communications and History, reflejó en sus libros lo que estaba en el ambiente de los anos 60. Se convirtió en uno de los profetas del momento. De un modo asistemático, con una aproximación en mosaico como indica en la Galaxia Gutenberg (1962), Mc Luhan completa a retazos, con técnica impresionista, el panorama histórico de la comunicación. Innovador en el método es muy tradicional en su periodificación de la historia de la comunicación y en sus preferencias. Si Innis, debido a su formación como historiador de la economía, tiene una perspectiva social, Mc Luhan se inclina por una interpretación psicológica. Los medios son una prolongación de los sentidos. Heyer habla de un determinismo tecnológico: el mensaje está condicionado por los medios técnicos empleados en su difusión..De acuerdo con este criterio divide Mc Luhan las etapas de la comunicación: fase oral (predominio audiotáctil), escritura fonética (aún no totalmente separada de la anterior, como lo demuestra el hecho de que algunas cosas se escriben para ser leídas), la revolución de la imprenta o Galaxia Gutenberg (con hegemonía de la vista), la era de los medios electrónicos con la que se vuelve a la tribu (aldea global). En esta última etapa pueden reconcialiarse los sentidos, utilizar todos los recursos cognoscitivos del hombre y apartar el individualismo engendrado por la imprenta, por la lectura personal de los libros.

Mc Luhan completó su visión histórica en Understanding Media (1964). En este ensayo estableció su bien conocida distinción entre medios calientes y medios fríos, entre medios que exigen una más activa utilización (imprenta, radio y cine) y medios ante los cuales el comportamiento es más pasivo (conversación coloquial, teléfono, televisión). Heyer concluye con el pensador francés Foucault (1926-1983). Quizá porque este filósofo se centra en la evolución histórica del discurso, el medio de comunicación por excelencia, que como recurso técnico fundamental subyace a toda tarea informativa. Quien ha leído atentamente Communications and History agradece al autor la síntesis que presenta, pues se trata de un punto de partida interesante para adentrarse en lo que han sido las comunicaciones en la historia. Juan María Guasch

escribir estas líneas, los demás volúmenes de la Colección. El que he referenciado, ostenta en su portada el número d de la Serie, tiene como autora a la Profesora Lecaros, actual Directora de la Escuela que lo edita y plantea el tema de la Etica, no sólo en el Periodismo – lo que podría sugerir su título – sino en la Información. Empleo esta palabra con inicial mayúscula para aludir a su significado institucional que comprende tanto la información en cuanto acto, como la información en cuanto resultado de este acto o mensaje, en cuyos casos empleo la sigla minúscula. Un libro, en correcto castellano, que trata de los problemas éticos, principalmente deontológicos, de la Información, supone ya un dato importante, dado lo escaso de la producción científica sobre tal materia en nuestro común idioma hispánico. El Prólogo antepuesto por el Profesor Carlos Cousiño V., de la misma Universidad, comienza diciendo que "El renacer de una aguda conciencia M.ª JOSE LECAROS en torno a la necesidad de una reEtica periodística. Santiago de Chile, Central flexión ética sobre el quehacer hude Publicaciones Campus Oriente, Colección mano constituye, quizás, una de las "Actualidad e Información", 1989, 187 pp. más sobresalientes características de este final de milenio". Referido, en La Pontificia Universidad Católica concreto, a las profesiones informativas se ha dicho, entre nosotros, de Chile acaba de coronar su primer que es la hora de la Etica. En camCentenario. Entre otras conmemobio, el interés y el trabajo serio por raciones, la Escuela de Periodismo fundamentar esta Ciencia de la Inde la Universidad ha proyectado formación no han sido, en España, una colección de libros bajo el título proporcionados a la importancia obActualidad e Información, auspiciajetiva, estructural y coyuntural, que da por la Fundación Hanns Seidel. la Etica tiene en el quehacer comuDesconozco, hasta el momento de nicativo.

En algunas Facultades de Ciencias de la Información se ha suprimido la Deontología como Disciplina del curriculum académico. En otras se explica, de un modo desenfocado, reducida a un simple examen sociológico de unos usos sociales cambiantes. En el mejor de los casos, se explica por científicos de la Etica en el más riguroso sentido de la expresión, que no conocen la realidad informativa, con lo que privan de toda experiencia de futuro y, en consecuencia, de todo interés teórico y práctico a los futuros científicos o profesionales de la Información. Hay, por supuesto, excepciones. Pero la regla general significa que el libro de María José Lecaros constituya una interesante apertura del horizonte de la Ciencia ética informativa. Al enseñar la Deontología de la Información, todavía existen otros peligros ya no sólo en nuestro idioma, muy unidos a una visión extrainformativa del tema: la progresión de ideas a golpe de silogismo, con una proyección formalista pseudoclásica y paralizante; o la pulverización casuística de la asignatura, no precisamente planteando los modernos métodos del caso, sino sembrando las palabras o el texto de distinciones y subdistinciones que, al cabo, nada tienen que ver con el discurrir intenso y extenso de la Información. La incidencia en uno y otro de estos defectos ahorra a los que en ellos caen el esfuerzo de buscar un lenguaje nuevo, acoplado al nuevo y eruptivo fenómeno de la comunicación social. El plantea-

miento general de nuestro libro es, en cambio, en todos los sentidos, innovador y valiente. Los tiempos renovados exigen renovados ordenamientos de las palabras, que presuponen reordenamientos de los conceptos. Y estas innovaciones exigen un conocimiento profundo de aquello que se ordena. En otras palabras, la Etica informativa no puede ni debe prescindir de los principios morales que la sustenten, pero ha de plantearse desde dentro mismo de la Información. La Etica de la Información se va forjando, día a día, en el tajo de las redacciones. Y, día a día, se ha de ir elevando a conceptos en los gabinetes de estudio. Entonces se advierte, como se advierte en el libro, que los valores morales no tienen nada que ver a priori con "lo que se hace". Lo normal no es lo frecuente, sino el cumplimiento de la norma. Y de la norma ética ante todo, Sin olvidar que las normas técnicas, cuando de la Información se trata, puesto que la información es un debitum, se convierten en normas éticas. Exponer Etica, en nuestra Facultad, presupone conocer el objeto de la Ciencia que constituye su razón de ser. Todas estas ideas se rastrean a lo largo de la lectura del libro, que cumple una de las funciones que un libro científico ha de llenar: hacer pensar al lector y estimular su entendimiento al abrirle ante los ojos del espíritu panoramas inéditos. El conocimiento científico y práctico de la Información que la autora tenía acreditado – y del que puedo dar fe – le permite atraer, desde dentro,

los principios teoréticos, antropológicos y éticos, que le son aplicables. El libro es muestra de madurez, por la difícil facilidad con que se adaptan los principios morales al tema informativo, agilidad conseguida a través de los años de docencia universitaria de la materia, apoyada en su investigación científica. Con todos estos antecedentes, todavía supone mayor mérito el planteamiento radical de los temas fundamentales que, por fundamentales, son tan reducidos en número cuan densos en su consideración, Para la autora, la más profunda raíz de todos los temas éticos es la realidad, Solamente la observación atenta de la realidad – por el mismo estudioso o a través de las acertadas observaciones de otros autores – nos permite advertir la naturaleza de las cosas y de las instituciones que, para una Ciencia valorativa, no es sólo su modo de ser, sino su principio activo o legitimador de su operatividad. El planteamiento de la cuestión en el libro de Lecaros nos hace recordar la moderna escuela alemana del Derecho que proclama como su fundamento die Natur der Sache; o la escueta expresión definitoria de Pieper; "la Etica es la realidad hecha norma". La realidad, entre otras proyecciones que en libro tiene, confiere, por ejemplo, un fundamento inmanente y definitivo a la verdad en la información, que viene a reforzar, con ventaja, al trascendente de la necesidad de estar informado. Pero el total planteamiento ético no prescinde tampoco de la trascen-

dencia. La más importante realidad informativa es el hombre, en su triple aspecto de creador, receptor y objeto de información. De aquí que parezca una errata la frase con que comienza el Capítulo III: "La persona es un elemento central en el proceso informativo". Según se deduce del contexto, debería decir que la persona es el elemento central en el fenómeno informativo. A partir de la realidad y de la realidad humana se despliega todo el amplio y brillante horizonte ético de la Información. En el hombre como emisor porque el deber de informar consiste en conseguir la conformidad de la acción informativa con la dignidad humana que la opera; por lo que, con ella, se realiza o perfecciona. Lo que solamente es posible alcanzar si se sabe qué es el hombre. En el informador, como en toda persona humana, es dispensable el error, pero no la ignorancia, sobre todo la de las cuestiones cardinales. Solamente un cuidadoso estudio científico de estas cuestiones hace posible que se forme la conciencia profesional, sin la cual la identidad de la profesión entra en crisis. En primer término, para el mismo profesional; y, como consecuencia, para la sociedad en que se inserta. Pero el hombre, la persona humana, es también receptor de información, lo que plantea el problema de "el otro", igual al informador en cuanto que ambos forman parte de la especie humana, pero distinto en cuanto que es "otro", individualmente considerado. La diferencia real con el receptor implica que el in-

formador ha de actuar siendo "él mismo", es decir, con libertad. Y, al propio tiempo, en relación con la alteridad, es decir, con justicia. El acto informativo es un acto libre y es un acto de justicia. Libertad y justicia vienen a ser, por tanto, nuevos despliegues de la verdad que no es más que el conocimiento criteriológico de la realidad, de lo que el hombre "es". La realidad sirve también de fulcro para levantar el peso de los problemas que plantea el hombre como objeto potencial y actual de la información. Aquí encontramos otro de los aciertos del libro: el planteamiento crucial de la cuestión permite, en breves pinceladas, no sólo exponer y dar solución a problemas como los clásicos de la intimidad, el honor y la propia imagen, sino suscitar y apuntar soluciones a problemas nuevos surgidos en el contacto con la palpitación informativa. Si esto ocurre con el estudio de la Deontología de la Información a partir del hombre como persona individual, de manera paralela se desarrolla el aspecto societario de la información cuando se comienza por advertir la coincidencia de las ideas de comunicación y comunidad, que los griegos ya conocían por la utilización del vocablo común koinnona para nominar ambas realidades. Tan sólo es posible referirse a ejemplos de temas nuevamente desarrollados, como la armonización de los principios de solidaridad y oposición; la condena del conformismo y de la evasión; las capacidades y hábitos que requiere la polémica informati-

va; la diferencia entre omisión y ocultación de los mensajes; la manipulación, el eufemismo y el "contrabando ideológico". Materias cuyo discurrir hacia soluciones va fluyendo suavemente, sin la contundencia que puede hacer suponer su nominación, con orientaciones claras y breves para el quehacer informativo, que permiten afirmar a la autora que lo que se estudia en la Etica no es una entelequia, sino la misma manera de vivir el hombre. Las reflexiones en torno a los temas tratados harían interminables estos párrafos pues supondrían repasar todo el contenido del libro y continuar transitando los caminos que deja abiertos. Caminos que obligan a la autora a darnos a conocer, en el futuro, su propio recorrido. El libro de la Profesora Lecaros, como libro de fundamentos, exige un posterior desarrollo, sistemático y completo, de los elementos bien consolidados que en él se nos proporcionan, con una adecuada construcción a partir de los principios que en él se van decantando. La certeza moral de que así se hará convierte al trabajo reseñado en una promesa de vida y esperanza para la Ciencia histórica, valorativa, cimentadora y formativa del buen quehacer en la Información que es la Deontología informativa. Los juristas de la Información esperamos siempre de la Etica informativa las ideas que han de inspirar nuestro trabajo, pero que trascienden del nivel máximo a que alcanza el Derecho, sobre todo entendido como Ciencia normativa. Por el mo-

mento, el libro de María José Lecaros sienta unas bases Firmes y originales en las que, como modesto jurista, he encontrado fuentes de inspiración para mantener la contestación frente al positivismo jurídico que nos agobia, más que por su abundancia cuantitativa, por los estrechos parámetros que circunvalan el desarrollo de la Ciencia jurídica. Pero el trabajo tiene una mayor envergadura. El profesional de la Información y el estudioso de la Etica informativa pueden sentir, transmitida por este pequeño volumen, una brisa pura y refrigerante que nos llega desde las orillas andinas del Pacífico Sur.

que por el arte – hacia la meca del cine, Algunos de los más prestigiosos escritores del momento realizaron guiones para cine, tal fue el caso de Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, Dorothy Parker, Nathanael West, Robert Sherwood, Ben Hecht, Charles Mac Arthur, Clifford Odets, Christopher Isherwood, Bertolt Brecht y Thomas Mann. Pero las exigencias industriales del medio desplazarían a los escritores y darían paso a los escribidores, Brecht lo indicaría años más tarde de modo muy gráfico: "La competencia entre las películas se parece a una carrera de carros de caballos, en la que se prestase máxima atención José María Resantes al púrpura de las monturas y al color de los rocines. No hay poeta capaz de mantener este ritmo". WILLIAM MILLER Legiones de escritores anónimos Screenwriting for narrative film and trabajando a destajo en las peores television, London, Columbus Books, 1988, oficinas de los grandes estudios lle256 pp. varon a los guionistas a ser considerados "el felpudo de Hollywood". La figura del guionista es relativaAnte la falta de reconocimiento profesional los guionistas comienzan a mente reciente en el medio cinemaagruparse para defender sus deretográfico. Hasta la llegada del sonochos laborales y en 1937 la Suprema ro, el cine era un ámbito más bien Corte reconoce a la Screen Writers técnico: directores, camarógrafos y Guild (nacida en 1921 como fusión montadores se afanaban por las pode la Authors Guild y de la Dramasibilidades de la reproducción de tists Guild) su carácter de sindicato. imágenes en movimiento. Pero la Durante los anos sesenta la creanovedad técnica pronto revelaría la tividad logra abrirse paso y comienza necesidad narrativa, y en la década a reconocerse el carácter de autores de los años treinta comienza una a los guionistas, productores y direcmigración de escritores desde Broadtores. En los setenta la situación se way a Hollywood: dramaturgos, noasentara, y Robert Evans, productor velistas, poetas y periodistas se viede películas como Love Story, El ron atraídos – más por la necesidad Padrino o Chinatown, llegaría a

afirmar que "el escritor es la estrella más grande de cualquier película. Si tengo un buen guión puedo conseguir cualquier actor que desee para el filme". La década de los ochenta supuso una suerte de retorno a los comienzos, pues al margen de un puñado de prestigiosos guionistas (Paddy Chayefsky, William Goldman, Ernest Lehman, Paul Schrader, Neil Simon, Robert Towne), se impone la práctica de escritura por consenso – la irónicamente llamada "escuela cinematográfica Paramount" – en la cual guionistas y ejecutivos perfilan trabajosamente las historias que llegarán a las pantallas. Por otra parte, la paulatina incorporación a la profesión de guionistas formados en la Universidad, así como las nuevas exigencias y posibilidades del transformado sector audiovisual, parecen apuntar la tendencia de una nueva era de reconocimiento profesional. Se ha visto con meridiana claridad que ante las exigencias de aumento de la producción audiovisual en Europa se requiere poner el acento en la formación de guionistas, y es de esperar que iniciativas comunitarias como el programa SCMPT (Support for Creative Independent Production Talent) o el Certificat Européen de Littérature de Cinéma et de Télévision, se vayan multiplicando y profundizando en los próximos años. Es en este contexto en el que comienza a llegar bibliografía especializada – ediciones europeas de libros americanos, como en este caso, o

bien traducciones al español como las que viene publicando el IORTV – a las que lentamente se va sumando la producción autóctona, de la que de momento es destacable el trabajo de C.S. Brenes, Fundamentos del guión audiovisual (Pamplona, EUNSA, 1987). William Miller es actualmente profesor de la Escuela de Radio y Televisión de la Universidad de Ohio, se especializó en cine en las prestigiosas universidades de Los Angeles y Southern California, y en esta última obtuvo su grado de doctor y dictó cursos de escritura de guiones en el Departamento de Cine y Televisión. Fruto de su experiencia docente y profesional, nace este manual publicado en 1980 en Estados Unidos, con el objetivo de constituirse en una vasta guía introductoria al apasionante oficio del guionista. El libro se estructura en doce capítulos y cinco apéndices e incluye toda la filmografía citada en los numerosos ejemplos (314 títulos). Considera el autor en sus palabras preliminares que la escritura de guiones es un oficio con sus técnicas y principios generales que puede ser estudiado y enseñado, pero que requiere cierta inteligencia y una competencia básica en lo que respecta a la presentación de ideas por escrito, imaginación y buena percepción. Los diversos capítulos van abordando los múltiples factores que intervienen en el desarrollo de una idea hasta constituir un guión audiovisual: el proceso creativo, la estructura narrativa y sus técnicas, la

creación de personajes, la elaboración de escenas y secuencias, el desarrollo del tema, la puesta en escena, la importancia dc los diálogos y el sonido, etc. Se trata con cierto detenimiento el género de la comedia y finalmente se realiza una rápida incursión en el problema de las adaptaciones literarias y en la elaboración de documentales. Los apéndices, aunque breves, presentan sugerentes indicaciones sobre el modo de comercializar un guión en el mercado americano, los diversos formatos de guión, un glosario de términos y abreviaturas técnicas, el modo de elaborar una propuesta para una serie de televisión y una síntesis del esquema narrativo de escenas de Christian Metz. El libro en su conjunto resulta muy didáctico puesto que todos los temas tratados son ejemplificados con películas, la mayoría de las cuales puede conseguirse en su versión videográfica. Por su carácter introductorio y su formato de manual, es una obra de utilidad para estudiantes y profesionales, aunque muchos de los temas requieran un tratamiento más detenido y una fundamentación teórica más elaborada. El intento de incluir en un solo trabajo los elementos narrativos propios del cine y la televisión resulta bastante ambicioso, y esta última especialidad no encuentra suficiente tratamiento. Para un desarrollo monográfico de la escritura de guiones para televisión pueden verse los trabajos de R. A. Blum, Television writing. From concept to contract

(New York, Hastings House,1980) o el más reciente de A. Brenner, The TV scriptwriter's handbook (Ohio, Writer's Digest Books, 1985). En cualquier caso, el libro de Miller se suma al repertorio de obras clásicas sobre el tema, como los trabajos de Field, Swain, Straczynsky y Seger, las traducciones de Vale, Rowlands y Comparato y las obras autóctonas de Gutiérrez Espada y Brenes. Todas las cuales van constituyendo un fondo bibliográfico de carácter complementario que suministrará al lector herramientas de utilidad para el aprendizaje de un oficio que aspira a mayores cuotas de protagonismo en el medio audiovisual, Afirma García-Noblejas que: "El oficio es mucho más de lo que de ordinario se le atribuye, cuando queda reducido a mera técnica, desprovista de dimensiones prácticas, puesto que el oficio – en cada uno de los campos específicos – es lo que permite dar el paso claramente definitivo entre naturaleza y cultura. Y en el campo del cine y la televisión, el oficio artístico comienza con el dominio explicito de las claves narrativas y dramáticas de los géneros expresivos" ("Fundamentos para una iconología audiovisual", en Comunicación y Sociedad, Vol. I, n.' 1, p. 69). Un dominio sin el cual no será posible la compartida aspiración a una mayor calidad en los medios audiovisuales que necesariamente pasa por la preparación y perfeccionamiento de los guionistas, por su trabajo bien hecho, pues como bien lo cita Miller al comienzo de su libro: "Si quieres hacer algo, hazlo

impecablemente, eso es lo único que importa".

micos a la Publicidad: antes de adentrarse en análisis pormenorizados de anuncios, era preciso trazar José Luis Orihuela unas líneas maestras subrayando sus rasgos más sobresalientes. Desbrozada esta primera senda, las Ciencias ENRIQUE RODRIGUEZ de la Información y en particular la Las palabras muertas no venden. Análisis de Semiología están ya en condiciones textos publicitarios, Madrid, Edipo, 1989, de realizar el análisis de los mensajes 167 pp. publicitarios. Esta última es precisamente la que ha emprendido EnriLa escasez relativa de bibliografía que Rodríguez en Las palabras muertas no venden. publicitaria en lengua española se Editorialmente, el libro es una resuple, desde hace unos treinta años, copilación de los artículos publicacon traducciones de obras anglosajodos por el autor en la revista Connas y francesas. El código verbal del trol durante tres años desde mensaje publicitario ha resultado, noviembre de 1985. Sin embargo, la hasta la fecha, el más estudiado y agrupación orgánica de las colaborasistematizado, en detrimento de ciones, las observaciones compleotros ingredientes sustantivos de la mentarias y la selecta bibliografía fiPublicidad como la economía, la sonal dotan a este trabajo de la ciología, la psicología, la iconicidad, naturaleza propia de una obra cienel sonido, la ética, el derecho, etc., tífica de envergadura. abordados de manera más desigual Para Rodríguez, la "redacción pupor los especialistas. blicitaria es una actividad creativa y, En la mayoría de los excelentes como tal, no puede encorsetarse en trabajos sobre lingüística y retórica un manual de instrucciones" (p. publicitarias (N. Bachala, R. Bar13), En consecuencia, sus análisis y thes, L. Block de Behar, D. Cardeelucubraciones arrancan siempre de na, R. Fernández Berasarte, M. Caslos hechos reales, los anuncios, en tagnette, P. Carrero Eras, J. Durand, este caso tomados de la Publicidad U. Eco, E. Feliú García, E. Ferrer, impresa. Su metodología de investiM. Galliot, A. García Calve, A.A. gación ha consistido en "escapar del Moles, J. Muguerza, G. Pénineu, síndrome del manual "mágico" y del M.A. Pérez Ruiz, L. Pignetti, Ch. crítico que "lo ve todo desde fuera" Pratt, O. Rebeul, M.V. Romero (p. 159). La doble condición de linGualda, K. Spang...) sobresale un güista y profesional de la comunicaenfoque recurrente: el método deción del autor avalan su particular ductivo, Probablemente, esta persforma de proceder. En el libro no se pectiva científica ha sido una exibuscan soluciones, sino "ventilar gencia de la corta y reticente problemas y aspectos de la redacción historia de los acercamientos acadépublicitaria que, de alguna forma,

estimulan la reflexión del profesional" (p. 14). Aunque Rodríguez afirma que "no figuran en el libro ni declaraciones de principios ni conclusiones generales" (p. 14), los principios afloran con frecuencia. Lo que sucede es que las generalizaciones se desprenden, de forma espontánea y casi inevitable, de la textualidad e iconicidad de los anuncios, no de una teoría superpuesta artificialmente. En la primera parte, "Aspectos generales", se incluyen dieciséis estudios de carácter semiológico, en los que se ilumina la íntima relación entre imagen y código lingüístico. Frente a muchos tópicos hoy en boga sobre el descrédito y progresiva desaparición de la palabra, amenazada por el triunfo avasallador de la imagen, Rodríguez escribe: "Nadie es capaz de pensar en un anuncio donde el ingrediente de la palabra esté por completo ausente" (p. 24). Y añade: "La palabra sigue siendo andamio fundamental para alcanzar tanto la comunicación individual como la comunicación social" (p. 19). Asimismo, precisa la singular convivencia de palabra e imagen en el marco del anuncio: "Si no logran complementarse en su función comunicativa, acaban estorbándose la una a la otra y desbaratando el mensaje publicitario, que siempre debe ser uno solo" (p. 18). A propósito de sus funciones, de la imagen asegura que es una forma de comunicar más sugeridora y abstracta, con más margen de interpretación que la palabra. Por su parte, la palabra comunica significados de modo

más concreto y cerrado. Siguiendo a Roland Barthes, Rodríguez precisa que la palabra carga con la función de concretar, de "anclar" en una zona determinada el significado difuso de la imagen. Siete artículos componen la sección "Retórica publicitaria". Frente a los defensores de la función eminentemente estética de la Retórica, el autor sostiene que "... sin Retórica, no hay Publicidad (...) socialmente la comunicación es persuasión y la persuasión no es otra cosa que el uso adecuado de los recursos de la Retórica" (p. 86). La sencillez y naturalidad de los mejores anuncios ("Hacer anuncios sencillos es muy difícil", p. 87) se oponen al juego intelectual y la manipulación de las palabras. La publicidad de índole culturalista, basada en referencias a títulos de novelas, obras de arte, fragmentos de música clásica o la propia imagen de un personaje histórico, un escritor, un músico, un actor teatral, etc,, corre un riesgo: "funciona en la medida en que el receptor conoce las referencias culturales que aparecen en el anuncio" (p. 100) ; de lo contrario, "no se producirá la complicidad necesaria entre el contenido de un anuncio y su comprensión" (p. 101). Por otra parte, Rodríguez advierte de los peligros de un abuso incontrolado de la manipulación de las palabras: "puede producir la impresión de cosa pachanguera y chabacana que llegue a resultar antipublicitaria" (p. 102). Como modelo de penetración analítica, brillantez expositiva y tono

fecundamente divulgador, destaca el capítulo "Algunos trucos del humor" (pp. 91-93), que se ocupa del anuncio del vodka SLOVA. La obra se cierra con diez artículos que integran el apartado de "Lingüística y publicidad", Rodríguez no cree en la especificidad de una lingüística publicitaria, que, según él, es semejante a la de cualquier otro acto de comunicación 1ingüística. La única diferencia reside en que "la Publicidad utiliza algunos elementos de estos códigos y deja sin empleo otros" (p. 115). En las últimas páginas del libro desfilan cuestiones tan candentes como los neologismos, la imagen retórica, el adjetivo, el nombre de marca con valor simbólico, las palabras ausentes, las asociaciones y preguntas maliciosas, los mensajes desafinados y la lingüística del tiempo. Seguramente es en el tratamiento de estos temas donde más destaca la sólida formación lingüística del autor, capaz de explicar con claridad admirable los intrincados vericuetos de la lengua publicitaria, a menudo oscurecidos más todavía por la jerga de lingüistas y semiólogos, Rodríguez subraya, en la comunicación publicitaria, el papel primordial del receptor, del que a veces el publicitario parece desconfiar al "cargar sobre los adjetivos la función de mostrar las cualidades del producto" (p. 118). Esta aguda reflexión enlaza con otra premisa publicitaria: "El buen anuncio dice sugiriendo, deja siempre ese margen inacabado que estimula la complicidad del receptor para completarlo"

(p. 33), afirmación que implícitamente pone de relieve las estrechas afinidades entre el lenguaje publicitario y el literario. No en balde Leo Spitzer calificó a la publicidad de "arte popular" y Georges Pénineu la ha definido como "poesía de lo prosaico, de lo trivial, de lo instrumenca1". Las palabras muertas no venden está redactada con el rigor del estudioso de la Publicidad y la claridad del divulgador y pedagogo. Alejada de la habitual orientación formalista y descontextualizada, Rodríguez ofrece en su obra muchos más ricos contenidos que los prometidos en la introducción: en ella sentimos el pulso exaltado, euforizante, hueco y contradictorio de la Publicidad, esto es, de nuestra vida y nuestro tiempo. Tomás Yerro JOSE FRANCISCO SANCHEZ Miguel Delibes, periodista, Barcelona, Ediciones Destino S.A., Colección Destinolibro, 1989, 278 pp. El biografismo como método de estudio fundamental en todas las ramas de las Ciencias Humanas – principalmente, las vinculadas a manifestaciones literarias – comienza a abrirse paso, lentamente, en las facultades españolas de Ciencias de la Información, en contraste con la práctica académica de las universidades extranjeras más avanzadas, como el caso de las norteamerica-

nas, donde las tesis sobre la vida y la obra de periodistas, o sobre corrientes o escuelas, son materias constantes y predominantes de investigación. El libro de José Francisco Sánchez sobre Miguel Delibes, basado en la tesis doctoral que le dirigió el prestigioso profesor de Lengua Española Manuel Casado, es la más interesante de las aportaciones bibliográficas que en esta especialidad se han hecho hasta ahora en España. No es la primera aportación, por supuesto. Dentro y fuera de los departamentos de Periodismo de distintas universidades de nuestro país se han desarrollado ya algunos estudios monográficos sobre la vida y la obra de periodistas, como es el caso de los trabajos sobre Mariano de Cavia, por Enrique Pardo Canalis; sobre Wenceslao Fernández Flores, por Rosa María Echeverría; sobre Manuel Llano, por Pilar Diezhandino; sobre Gabriel García Márquez, por Pedro Sorela; sobre Manuel Aznar, por Jesús Tanco; sobre Julio Camba, por Marius Clavell; sobre Eugeni d'Ors, por Biel Mesquida; sobre Juan Beneyto, por Pilar Equiza; y sobre los recursos de humor en Jaime Capmany, por Fabiola Morales. Nos faltan, sin embargo, todavía, estudios de conjunto sobre tradiciones, modalidades o escuelas, o que hagan crítica de autores, estilos y géneros en el marco de la evolución histórica del periodismo. Salvo esforzadas excepciones, no han entrado aún de manera plena en nuestros centros universitarios especializados

métodos de análisis del texto específicos de la periodística, como es el caso del que ha aplicado William Braasch Watson a la obra de Hemingway en el Massachussetts Institut of Technology; o importados desde las líneas contemporáneas de investigación literaria que, precisamente, resultan muy próximas a las necesidades de la periodística, como es el caso de los actuales trabajos de Siegfried Schmidt en la Universidad de Siegen. Tampoco disponemos de ensayos del alcance global que tienen las obras de Enrico Falqui, en Italia, y de Norman Sims, en Estados Unidos, respecto a las relaciones entre periodismo y literatura. Los dos volúmenes de José Acosta Montoro, aparecidos en 1973, son la única aportación que se ha hecho aquí en esta línea. En el cuadro desolador del desierto español que existe en el territorio reservado a esta especialidad, la biografía de Delibes, que José Francisco Sánchez ha elaborado con gran esfuerzo documental y con enorme rigor, debe apreciarse más allá de sus resultados, que son muchos, y más allá de las reservas que pueden suscitar las limitaciones de su metodología. Desde la perspectiva de los avances actuales en materia de crítica e historia literarias y periodísticas la biografía de Delibes que ha elaborado el profesor Sánchez se ha acogido a unos metódos y objetivos de corte totalmente tradicional, pero en esta opción descansa, precisamente, la precisión de los datos aportados y la solvencia de la investigación. La

estructura de la obra sigue rígidamente las pautas tradicionales, las preceptivas antigua y clásica en materia de biografías, sin apartarse en lo más mínimo de las rutinas de exposición cronológica y lineal, tal vez demasiado académica, encorsetada y normativa, pero la riqueza de documentación inédita y cierta, y el cúmulo de revelaciones y sugerencias que el lector encuentra a lo largo de la obra, convierten esta buena biografía en un libro de consulta obligado para quien quiera conocer el periodismo de la posguerra española, y, por supuesto, la vida profesional del más brillante de los articulistas en lengua castellana de la actual generación madura.

La juventud, la sólida preparación y el entusiasmo docente e investigador del doctor José Francisco Sánchez le facilitarán, sin duda alguna, el desarrollo de futuras investigaciones en esta especialidad que incidan en aquellos otros aspectos de la obra periodística de Delibes – o de otro autor – que la singular dinámica de la tesis obligó, seguramente, a descartar; o investigaciones que apliquen los nuevos métodos de análisis de textos que permiten conocer mejor las raíces y los recursos de un estilo y sus vinculaciones históricas y actuales con una cultura periodística determinada. Josep María Casasús