Del Ser Al Hacer Teoria Vincular y Psicoanalisis Berenstein

Del ser al hacer- Teoría vincular y psicoanálisis BERENSTEIN Noción de borde Lo vincular crea y marca un borde entre los

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Del ser al hacer- Teoría vincular y psicoanálisis BERENSTEIN Noción de borde Lo vincular crea y marca un borde entre los sujetos, donde lo exterior se hace interior y lo interior, exterior. En ese lugar donde cada uno de los territorios subjetivos se separan y se unen, se envía lo ajeno, en tanto que lo propio pertenece cabalmente al interior del mundo propio. Lo que habita en ese borde, es vivido como algo extraño dentro de un territorio de pertenencia. ¿Cómo es o de qué tipo de relación se trata aquella que involucra a los que están a ambos lados del borde? Es una relación compleja donde lo vincular se implica formando parte del conjunto, en una relación necesaria aunque no suficiente. Implicar como relación no es simplemente articularse. El afuera está en una relación de exclusión incluida y lo interno lo está en una de inclusión excluida, como se da en la proyección. Al afuera, deberá ser tratado en se borde que permite incluirlo sin mezclarlo ni disolverlo en el adentro del psiquismo, así como lo interno, lo inconsciente, también deberá ser tratado como exclusión, una exclusión que lo lleva a formar parte del sujeto. Incorporar es agregar o unir dos o más personas o cosas para que hagan un todo conjunto y un cuerpo entre sí. Lo vincular es una técnica de tratamiento de los conjuntos humanos como los del parentesco, la pareja y la familia o los grupos y da lugar a una teoría que reúne conceptos diferenciados derivados de aquellos propios del psicoanálisis. Lo vincular hoy se ubica tanto en los bordes de las formaciones psicoanalíticas individuales, como en los de aquellas derivadas de los grupos y la lógica de esta ubicación es que incluye conceptos diferentes de los que recorren ambos campos. Desde estos conjuntos subjetivos, como son la familia y la pareja, y también la sesión individual e tanto vínculo de dos sujetos con su correspondiente diferencia y ajenidad, debieran producirse las formulaciones que constituyen una teoría vincular. Lo interno está asociado a la identidad, a lo que es propio del sujeto o de una institución, tiende a ser homogéneo así como lo externo está asociado a lo no idéntico, lo extraño. La noción de sujeto implica pensar cómo se producen los límites en las relaciones con los otros, como se supone proteger la individualidad.

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La proyección hace que lo interior sea exterior, aunque éste es la continuación de aquel, mientras que la imposición hace que lo exterior, sin dejar de serlo, sea interior. De lo interior se desea que al ser proyectado se reconozca, y al devolvérselo al lugar de origen ayude a modificar al sujeto, no a su mundo exterior. De la imposición se suele decir tradicionalmente que el sujeto debiera hacer algo consigo mismo para no aceptarla y por lo tanto no aceptar esa parte del exterior. Estas dos proposiciones parecen invocar una inconsistencia: que el mundo exterior que nos afecta no debiera o no va a modificarse. Objeto y otro En psicoanálisis se llama objeto al habitante del mundo interno, es producido por y en estrecha relación con el yo. Se trata de una marca predominantemente de una interioridad cuya existencia se da a conocer como uno de los muchos personajes que están en el texto de lo que dice el paciente. En la sesión, refiere a una ausencia, es representación de una situación concurrida en otro tiempo-espacio y que se vale de la identificación y la proyección. Al ser la mente una entidad opaca, no transparente, solo recibiremos una versión del paciente. El material de ésta trata de versiones y el analista supone que al interpretar dará otra versión, solo que más inclusiva, bastante despejada, aunque no del todo, de implicaciones personales, una versión explicativa y que la última instancia le corresponde al paciente. Otros analistas piensan que el sentido se crea allí en la relación. Los psicoanalistas, hacen la distinción entre objeto interno y objeto externo, para dar a entender que tales objetos habitan en esos dos espacios, mundo interno y mundo externo. Se trata de hacer una división clara entre interno y externo al yo, aunque la denominación de objeto refiere inevitablemente a un yo. Acostumbramos a llamar relación a la ligadura persistente con el objeto y la llamamos relación de objeto. El termino Otro nombra a un sujeto, a alguien que esta tan investido como ese otro sujeto que soy yo, pero que sin embargo es diferente y esa diferencia es irreductible. A esa última prefiero llamarla ajenidad. No me podría referir al otro como a un personaje del sueño o de una fantasía icc, al que llamo objeto. El vínculo entre esos dos otros participes de una situación construye una subjetividad distinta de aquella que resultaría si lo hicieran con un otro diferente. Podemos llamarlo vínculo con el otro o vinculo de sujeto. El análisis representa un objeto del paciente y a la vez, se presenta como otro, ejerciendo ese efecto de presencia que lo modifica y modifica al vínculo. Lo no modificable y esa marca del otro que no cede a mis intentos de que piense y actúe como yo, definen lo llamado ajenidad.

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Quiero decir que los nombres del parentesco, padre, madre, hijo, en la misma operación clasifican, ubican y ocultan lo que tiene ese sujeto de otredad en su relación con otros. Al hablar de la relación con otro se estará introduciendo lo externo en lo interno, y al hablar de la relación de objeto lo interno, al hacer borde con el otro, se incluye en lo exterior. El analista debiera informar al paciente individual de que a veces éste se refiere a una construcción interna y otras veces, al vínculo con alguien diferente y ajeno que lo tras-torna, a quien la investidura proyectiva le va solo parcialmente ya que parece mostrar un sector de vida propia que no entra en lo común de la relación. En la sesión psicoanalítica, se trata de considerar lo propio del paciente, en tanto que lo ocurrido en la familia, en la calle, en el trabajo, es considerado exterior. Se entiende que esos acontecimientos transcurren en un afuera de lo que realmente ocurre en el espacio de la sesión y son tratados en su significación como determinados por ese mundo interno. Ausencia y presencia El termino ausencia nombra lo que no está presente y presencia lo que sí está, es aquello que está pero no solo bajo la percepción; no nos deja seguir siendo, es decir va en contra de lo identitario en nosotros. Presencia refiere también al efecto de quien hace con nosotros y con quien nosotros hacemos, lo que llamamos vincularse, ese conjunto de acciones por las cuales devenimos sujetos e ese hacer que nos modifica en tanto tales. La representación lleva a un hacer, pero a los efectos de reproducir lo ya hecho, con la condición de introducir modificaciones de forma o de significado perceptible por el yo no como repetición sino como continuidad. Cada relación entre analista y paciente es originaria y primera, es un punto de partida inédito, puesto que desarrolla una experiencia singular y no habrá continuidad con las anteriores (en el caso de reanalisis). Hablar con otro siempre bordea la desilusión de no entender; en realidad, no nos vamos a entender del todo, pues no habrá coincidencia una que cada cual aplica un significado a lo que se dice, cada cual esta corrido del lugar donde lo ubican. Al aceptar la exterioridad (fuera de mi) interna (de la relación) o la interioridad (de lo vincular) externa (otredad) estamos obligados a hacer (obligación mía para con el otro y del otro para conmigo) un lugar donde no lo había. Esto es posible únicamente desde el Dos, uno solo no podría realizarlo. Identificación e imposición Freud en La interpretación de los sueños definió en una primera instancia la identificación como una apropiación, hacer propia una cualidad de otro al

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convertirse uno en el propietario de esa cualidad que ahora formara parte del yo. Requiere tanto la ausencia del otro de quien se tomó ese rasgo que lo representa como la reproducción de él en la interioridad. Este mecanismo implica un intento imposible de reproducir ese vínculo. En la sesión, el paciente se identifica con nosotros y nos identifica con sus objetos bajo la modalidad proyectiva e introyectiva. Allí somos la presencia ilusoria del ausente, lo cual nos negativiza en tanto presencia, esto es como sujetos. La aceptación de las otras personas con mentes tan reales como las nuestras, puede crear dificultades desde la perspectiva narcisista y es desde allí que la presencia de otro resulta amenazante. Esta presencia marca nuestras vidas de una manera diferente y excede la de los objetos internos proyectados o introyectados. Melanie Klein considera como objeto total esa representación del otro con una mente propia. Pero en tanto objeto, éste sigue siendo dependiente del yo. El requerimiento de presencia continua, como frecuentemente desean algunos pacientes debiera trabajarse a partir de la dificultad generada por el requerimiento de continuidad ante el intento frustrado de semejanza y el rechazo o desestimación del trabajo de hacerle lugar a ese otro. Éste con una vida ajena, nos marca desde la imposición de su presencia por la definición misma de otro y la consiguiente dificultad de inscribirla como algo propio; esto es aquello que teniendo una existencia exterior pasa a través del borde con la interioridad y ha de requerir un trabajo y un saber acerca de ella. Ante la obligación de darle lugar interior a lo exterior, sin la posibilidad de incorporarlo como algo propio, el sujeto deberá hacer un trabajo no realizado hasta entonces. El requerimiento de continua presencia se asocia a veces al rechazo de la ajenidad de ese otro, cuya característica es la discontinuidad. Es esta imposibilidad que puede ser tomada equivocadamente como falta y promueve esos reclamos imposibles de satisfacer y que tanto dolor y enojo provocan en el sujeto. Los reproches son una formación discursiva a través de la cual se intenta sobrellevar esa dificultad tratando de darle al otro algún tipo de continuidad “siempre me haces lo mismo”, desde la generalización se trata de otorgarle continuidad a la relación con el otro, lo cuya conforma una formación delirante de la vida cotidiana. El trabajo vincular surgirá de esa imposición, pero no solo de ella sino además de la elaboración de una falta anterior, de lo que se imagina que no hubo o de lo que, habiendo estado o sido, ya no es. La imposición dará cabida a ambos sujetos, paciente y analista, y es allí donde surgirá lo nuevo, si lo hacen posible dando lugar a que la repetición se minimice. Dos y uno La práctica vincular consiste en una serie de operaciones que una familia, pareja, conjunto de sujetos, ha de hacer desde el Dos. No está determinada

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solo por la “práctica individual” aunque ésta le impone frecuentemente su significado tratando de que lo vincular sea pasado como tal. Lo individual es lugar de resistencia y muestra una suerte de “viscosidad” que sostiene la insistencia del destino personal e la determinación del conjunto, como si éste resultara de su cumplimiento. Frecuentemente, el vínculo familiar es pensado como determinado por los destinos individuales, por ejemplo por el duelo no elaborado de la madre por la muerte del padre. Una práctica analítica llevaría a pensar e interpretar que es el trastorno vincular aquello que empuja a la madre a permanecer en el duelo por su padre. El mantenimiento de estas situaciones individuales, resulta a su vez de una actividad vincular además de individual. Esta práctica muestra la aproximación asintótica de las producciones vinculares y los episodios individuales, traumáticos o no, tempranos, infantiles, adolescentes, etc. El pasado hace borde con la situación presente, modo de definir y recortar lo actual, el conjunto de elementos indeterminados que se determinan desde el hacer ahora entre los sujetos. Uno de esos elementos es la experiencia y los registros de aquello realizado antes en otras situaciones con otros sujetos. En la sesión psicoanalítica la transferencia, hace limite o borde con la situación actual, la de las presencias y a su renovado obstáculo prefiero llamarlo interferencia.

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