DECISIONES a La Manera de Dios

Decisiones a la manera de Dios Pro 14:12 Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte. I

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Decisiones a la manera de Dios

Pro 14:12 Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte. Isa 55:8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.

Cómo tomar decisiones que agraden a Dios En Colombia con la pirámide DMG. Tomaron la decisión de invertir. Invirtieron y perdieron su dinero Este suceso ilustra lo difícil que es tomar buenas decisiones. A lo largo de la vida tomamos decisiones muy diversas, muchas de las cuales marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso y —tarde o temprano— entre la vida y la muerte. ¿Cómo podemos, entonces, asegurarnos de tomar decisiones acertadas?

“Este es el camino” Todos los días decidimos sobre cuestiones como lo que vamos a comer, la ropa que nos vamos a poner y los lugares a donde vamos a ir. Hay decisiones que parecen de poca importancia y, sin embargo, tienen graves repercusiones. Así, por ejemplo, encender por primera vez un cigarrillo puede sumirnos para toda la vida en el hábito de fumar. Tomarnos la primera cerveza puede amarrarnos a un futuro alcoholismo. Fumar por primera vez marihuana puede conducirnos a la drogadicción. De ahí que no debamos subestimar nunca las decisiones que en apariencia son insignificantes. Ahora bien, ¿dónde encontramos ayuda para tomar decisiones, incluso las que parecen de poca monta? ¿No sería estupendo tener a alguien confiable que nos asesorara en los casos difíciles? Pues bien, tal consejero puede hallarse. Un antiguo libro que contiene un mensaje muy actual dice: “Tus propios oídos oirán una palabra detrás de ti que diga:

‘Este es el camino. Anden en él’, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda” (Isaías 30:21). ¿Quién

pronunció esas palabras? ¿Y qué razones tenemos para confiar en su guía? Tales palabras están tomadas de la Biblia, un libro que millones de personas han estudiado y han reconocido como inspirado por Jehová Dios, el Creador (2 Timoteo 3:16, 17). Dado que Jehová conoce nuestra composición, él es quien mejor puede guiarnos. Además, él también conoce el futuro, pues es “Aquel que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho; Aquel que dice: ‘Mi propio consejo subsistirá’” (Isaías 46:10). Un salmista expresó así su confianza en la Palabra de Jehová: “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda” (Salmo 119:105). ¿De qué manera nos ayuda Jehová a capear las tormentosas aguas de este mundo? ¿Cómo podemos tomar decisiones que agraden a Dios?

Apliquemos los principios bíblicos Jehová Dios ha dado a los cristianos principios muy útiles para la toma de decisiones. Aprender y aplicar los principios bíblicos se asemeja al aprendizaje de una lengua. Una vez que la dominamos, normalmente nos damos cuenta de si alguien comete un error gramatical, pues lo que dice no nos suena del todo bien. Aunque no seamos capaces de explicarlo con palabras técnicas, sabemos que algo está mal. Del mismo modo, una vez que asimilamos los principios divinos, es más fácil reconocer una mala decisión, pues percibimos que no se ajusta a las normas bíblicas. Tomemos, por ejemplo, el caso de un joven que debe elegir qué peinado llevar. La verdad es que no hay un mandamiento bíblico que condene un estilo en particular. Aun así, examinemos un principio bíblico. El apóstol Pablo escribió: “Deseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso, sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, mediante buenas obras” (1 Timoteo 2:9, 10). Aunque estas palabras van dirigidas a las mujeres, el principio es igual de aplicable a los hombres. ¿Y cuál es el principio? Que nuestra apariencia debe reflejar modestia y buen juicio. Así que el joven puede preguntarse: “¿Refleja mi peinado la modestia propia del cristiano?”.

El joven también puede extraer otro principio práctico de las siguientes palabras del discípulo Santiago: “Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está constituyéndose enemigo de Dios” (Santiago 4:4). A los cristianos nos repugna la idea de ser amigos del mundo, el cual está en enemistad con Dios. Si el joven opta por arreglarse el cabello según el estilo de sus compañeros, ¿se verá como un amigo de Dios, o como un amigo del mundo? Valiéndose de estos principios bíblicos, podrá decidir acertadamente. Como vemos, los principios divinos son muy valiosos, y si nos acostumbramos a utilizarlos para fundamentar nuestras decisiones, nos resultará más fácil llegar a conclusiones sensatas que no tengan secuelas negativas. La Palabra de Dios abunda en principios. Claro, es posible que en ocasiones no hallemos un texto que se refiera a la situación concreta que afrontamos; aun así, podemos leer relatos de personas que hicieron caso de los consejos divinos y de otras que los desatendieron (Génesis 4:6, 7, 13-16; Deuteronomio 30:15-20; 1 Corintios 10:11). Observar los resultados de su conducta nos permitirá captar los principios divinos implicados, y así podremos tomar decisiones que agraden a Dios. Ilustrémoslo con una breve conversación que tuvo lugar entre Jesucristo y el apóstol Pedro. Los hombres que cobraban el impuesto de los dos dracmas habían preguntado al apóstol: “¿No paga el maestro de ustedes el impuesto de los dos dracmas?”, a lo que Pedro respondió afirmativamente. Al poco rato, Jesús le preguntó: “¿De quiénes reciben los reyes de la tierra contribuciones o la capitación? ¿De sus hijos, o de los extraños?”. “De los extraños”, contestó Pedro. “Entonces, realmente, los hijos están libres de impuestos —concluyó Jesús—. Pero para que no los hagamos tropezar, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que suba y, al abrirle la boca, hallarás una moneda de estater. Toma esa y dásela a ellos por mí y por ti.” (Mateo 17:24-27.) ¿Qué principios divinos contiene este relato? Jesús utilizó preguntas para llevar a Pedro a la conclusión correcta: el Hijo de Dios estaba exento de impuestos. Aunque Pedro no había captado esta verdad, Jesús lo ayudó bondadosamente a hacerlo. De igual modo, cuando alguien comete un error, podemos imitar a Jesús tratando a esa

persona con compasión en vez de señalarle bruscamente su falta o condenarla. Pedro también comprendió la razón por la que Jesús pagaba el tributo: para no hacer tropezar a nadie. Este es otro principio que se deriva del pasaje anterior. Tomar en consideración la conciencia ajena es más importante que insistir en nuestros propios derechos. ¿Qué nos impulsa a respetar la conciencia de los demás cuando tomamos decisiones? El amor al prójimo. Jesucristo enseñó que amar al prójimo como a uno mismo es el segundo mandamiento en importancia, después de amar a Dios con toda el alma (Mateo 22:39). No obstante, el mundo en que vivimos y nuestras inclinaciones pecaminosas nos incitan al egoísmo; por eso, para amar al prójimo como a nosotros mismos tenemos que cambiar nuestra forma de pensar (Romanos 12:2). Muchos han hecho tal cambio y piensan en los demás al tomar decisiones, sean estas importantes o no. Pablo escribió: “Ustedes fueron llamados, por supuesto, para libertad, hermanos; solamente que no usen esta libertad como incentivo para la carne; antes bien, mediante el amor, sírvanse como esclavos unos a otros” (Gálatas 5:13). ¿Qué implica seguir este consejo? Consideremos el caso de una joven que se mudó a una zona rural para predicar allí la Palabra de Dios. Al conversar con las personas del lugar, se dio cuenta de que la ropa que llevaba, aunque modesta según los criterios de la ciudad, estaba dando que decir. Pese a que su arreglo personal no tenía nada de inmodesto, decidió vestir de manera más sobria “para que no se habl[ara] injuriosamente de la palabra de Dios” (Tito 2:5). ¿Qué habría hecho usted si hubiera tenido que tomar una decisión respecto a su modo de arreglarse o algún otro asunto personal? Tenga la seguridad de que Jehová se complace mucho cuando tomamos en cuenta la conciencia de los demás al tomar nuestras decisiones.

Preveamos las consecuencias a largo plazo ¿Qué otros factores, aparte de los principios bíblicos y la conciencia ajena, debemos tener presentes al tomar decisiones? Aunque el camino del cristiano es angosto y accidentado, Dios le da un amplio margen de

libertad dentro de los límites que ha fijado (Mateo 7:13, 14). Por tal razón, es preciso que reflexionemos sobre el efecto que, a la larga, tendrán nuestras decisiones en nuestro bienestar espiritual, mental, emocional y físico. Supongamos que usted está considerando una oferta de trabajo. El empleo no implica nada inmoral ni impropio. Le permite asistir a las reuniones y asambleas cristianas. El sueldo es mucho más alto de lo que se imaginaba. Quien le ofrece el puesto valora mucho su capacidad y experiencia y quiere aprovecharlas al máximo. Además, se trata de una actividad que a usted le encanta. ¿Pondría algún impedimento para aceptar? Pues bien, ¿y si prevé que podría convertirse en un fanático del trabajo? Es verdad que no lo obligarán a hacer horas extras, pero ¿se sentiría tentado a quedarse más de lo debido para terminar una tarea? ¿Se convertiría esto en una costumbre? ¿Podría alejarlo de su familia y, posteriormente, de actividades espirituales que de ningún modo debe abandonar? Veamos qué importante decisión tomó Jim con respecto a su empleo. Gracias a su incansable labor, fue ascendiendo hasta que llegó a ser director ejecutivo de su empresa en Oriente, director de la sucursal de Estados Unidos y miembro de la junta directiva para las actividades en Europa. No obstante, cuando Japón sufrió un revés económico, comprendió lo inútil que es ir tras el dinero y el poder. Los ahorros de toda una vida se esfumaron en poco tiempo. Jim se sentía sin rumbo. “¿Qué será de mí dentro de diez años?”, se preguntaba. Por otro lado, veía que su esposa y sus hijos, que llevaban años relacionándose con TJ, tenían metas más significativas en la vida. Él también quería disfrutar de ese mismo gozo y contentamiento, así que empezó a estudiar la Biblia. No tardó en comprender que su agenda de trabajo le impedía llevar una vida significativa como cristiano. Sus continuos viajes entre Asia, Estados Unidos y Europa no le dejaban mucho tiempo para estudiar la Biblia y reunirse con sus hermanos en la fe. Era el momento de tomar una decisión: o seguía viviendo como lo había hecho por los pasados cincuenta años, o empezaba una vida nueva. Le oró a Dios, reflexionó sobre los efectos que su decisión tendría a largo plazo y dejó todos sus

cargos, salvo uno, para poder dedicar tiempo a los asuntos espirituales (1 Timoteo 6:6-8). Aquella decisión lo hizo sentirse muy feliz, pues le dio la oportunidad de ocuparse en actividades cristianas. Toda decisión, sea grande o no, es importante. Una decisión que tomemos hoy puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso o, incluso, entre la vida y la muerte. Si tenemos en cuenta los principios bíblicos, la conciencia de los demás y los efectos a largo plazo, tomaremos buenas decisiones. Con esto presente, tomemos decisiones que agraden a Dios _______________________________________________________________________

Salmo 119.103-105 (Sal 119:104 De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.

Sal 119:105 Lámpara es a mis pies tu palabra,

Y lumbrera a mi camino.)

¿Alguna vez ha tomado cierto camino, y al final lamentado la decisión? La vida consiste en una serie de decisiones, algunas tan insignificantes como lo que se va a comer en la cena, y otras que tienen consecuencias eternas. Hacer frente a estos momentos cruciales puede parecer angustiante, pero la Biblia ofrece directrices para darnos confianza y dirección. Por tanto, cuando debamos tomar decisiones, tengamos presente lo siguiente: 1.- Dios promete sabiduría a sus hijos que le piden con fe (Stg 1.5, 6)( Stg 1:5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Stg 1:6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga,(dudar, sin fe)que recibirá cosa alguna del Señor. ).

Recuerde que su Espíritu Santo reside dentro de los creyentes y es accesible para recibir orientación. Muchos cristianos tratan de sopesar los pros y los contras por sí mismos, y desaprovechan la magnífica ayuda de Aquel que todo lo sabe. 2.- debemos ahondar en la Palabra; pedirle a Dios que abra nuestros ojos a su verdad, pues Él promete que su Palabra nunca volverá vacía (Is 55.11). Y si memorizamos las Sagradas Escrituras y meditamos en ellas, Él traerá la verdad a nuestra mente en el momento apropiado.

3.- actuamos con prudencia si somos conscientes de nuestro estado mental a la hora de tomar una decisión. Decidiremos mal si estamos hambrientos, enojados, tristes o cansados. Al considerar las alternativas, vale muy bien la pena esperar hasta un mejor momento. Nuestras elecciones determinan nuestra dirección; por tanto, piense con cuidado al tomar alguna decisión. La Biblia es clara cuando nos dice que solo Dios ve el panorama completo. Por tanto, es vital que confiemos en su sabiduría, verdad y dirección. ___________________________________________________________ Seis Pasos para Tomar Decisiones Bíblicas

“Necio es el que confía en sí mismo; el que actúa con sabiduría se pone a salvo.” Proverbios 28:26 (NVI) Dios le dio a Moisés el sueño de liberar a los hijos de Israel de 400 años de esclavitud, Pero para hacerlo, Moisés tuvo que tomar la decisión de enfrentar al faraón. Dios le dio a Noé el sueño de salvar al mundo de la inundación, para hacerlo Noé tuvo que tomar la decisión de construir el arca. A Abraham, Dios le dio el sueño de construir una nueva nación, pero para hacerlo Abraham tuvo que tomar la decisión de dejar todo lo que tenía e ir hacia lo desconocido. Al igual que estos hombres, nunca te darás cuenta del sueño que Dios tiene para tu vida hasta que llegue el momento de tomar decisiones y dar un paso de fe. Sea en el área de tu carrera, tu matrimonio, tus finanzas, tu salud o tus hijos, existe un plan muy simple que te llevará a tomar decisiones bíblicas que te mantendrá en el camino hacia la búsqueda del sueño que Dios tiene para tu vida. 1. Ora por dirección. Antes de cualquier cosa, obtén la perspectiva de Dios en el tema. “Necio es el que confía en sí mismo; el que actúa con sabiduría se pone a salvo.” (Proverbios 28:26 NVI). 2. Entérate sobre la realidad. No hay contradicción entre la fe y los hechos reales. Averigua todo lo que puedas antes de tomar una decisión. Proverbios 13:16 dice: “El prudente actúa con cordura, pero el necio se jacta de su necedad”. (NVI). 3. Pide consejo. Habla con alguien que haya tomado una decisión similar a la que estás apunto de tomar y habla con amigos que conocen tus debilidades “La guerra se hace con buena estrategia; la victoria se alcanza con muchos consejeros” (Proverbios 24: 6b NVI).

4. Calcula el costo. Cada decisión tiene un precio; te costará tiempo, dinero, energía, reputación, talentos y recursos. Proverbios 20:25 dice “Trampa es consagrar algo sin pensarloy más tarde reconsiderar lo prometido."(NVI). Cuando la gente te presione para que tomes una decisión,está bien decir: " Déjame pensarlo, te responderé luego". Es más importante hacer una sabia decisión que una decisión rápida. 5. Prepárate para los problemas. En la fe, siempre espera lo mejor. Espera que Dios obre en tu vida. Pero también prepararte para los problemas que vienen con cada decisión. Salomón dijo en Proverbios 22: 3: “El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias” 6. Hazle frente a tus temores. El perfeccionismo paraliza cualquier potencial. Dios ha usado siempre a gente imperfecta en situaciones imperfectas para obtener su voluntad. Eclesiastés 11:4 dice: “El que mira al viento, no siembra, y el que mira a las nubes, no cosecha” (DHH) Reflexiona sobre esto:    

¿Por qué crees que dudamos tanto antes de pedirle a Dios por la dirección que debemos tomar cuando hay grandes decisiones? ¿Cuál es la diferencia entre dar un paso de fe y seguirlos pasos bíblicos para tomar sabias decisiones? ¿Cuál de estos pasos es el más difícil para ti? Ora y pídele a Dios que te ayude a confiar en él en cada paso de tu camino de fe. ____________________________________________________________

Tomar decisiones que honren a Dios, 1ª parte: Averiguar la voluntad divina Uno de los rasgos de la humanidad, como seres creados a imagen de Dios, es el libre albedrío, que incluye la capacidad de tomar decisiones y el responsabilizarnos de las consecuencias de las mismas. Aprender a tomar decisiones que glorifiquen a Dios y que cumplan Su voluntad en nuestra vida puede resultar muy difícil a veces; el proceso de descubrir Su voluntad y esperar a que nos comunique soluciones y guía pone a prueba nuestra fe y la hace crecer. La decisión más importante de nuestra vida es la de recibir a Jesús como Salvador y aceptar la salvación que Él nos regala, pues determina nuestra relación eterna con Dios y Su reino. Esa decisión debería orientar las decisiones que tomemos el resto de nuestra vida con respecto a nuestro modo de vivir, nuestro trato con los demás y nuestra relación con Dios. Se trata de una decisión fundamental que define nuestro presente y nuestro futuro, además de redefinir nuestro pasado al anular los cargos contra nosotros, que nos eran adversos, «clavándolo[s] en la cruz»[1]. La decisión de aceptar a Cristo como Salvador solo la podíamos tomar nosotros; invitar a Jesús a entrar en nuestro corazón y participar en nuestra vida fue una decisión voluntaria. Sin embargo, con la salvación no se acaba todo: después que entregamos nuestra vida al Señor, nos enfrentamos a diario a numerosas decisiones sobre cómo alimentar nuestra fe por medio del estudio de Su Palabra y vivir según Sus mandamientos y guía. Tras establecer una relación con Dios, es lógico que queramos incluirlo en el proceso de toma de decisiones; es más, aprender a tomar decisiones que

lo glorifiquen es una de las principales habilidades que adquirimos durante el tiempo que estamos en la Tierra. Para los cristianos, tomar decisiones debe ser un proceso relacional en el que intervenga Dios; para ello le presentamos todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él cuida de nosotros[2]. Jesús ha prometido que Él y Su Padre harán morada en todo el que lo ame y guarde Su Palabra[3]. Nos ha dicho que nos acerquemos a Él y «razonemos»[4], con lo que expresa Su deseo de conversar con nosotros. Quiere estar presente y participar en la conversación cuando tomamos decisiones, y ha prometido que Su Espíritu en nosotros nos guiará a toda la verdad[5]. Como cristianos, a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones trascendentales que influyen en nuestro futuro: está la elección de una profesión, de la persona con quien nos casaremos, de la forma de criar a nuestros hijos, del país en que viviremos, y las decisiones sobre nuestro grado de compromiso con nuestra fe y de participación en la obra de Dios. Uno de los pasos más importantes para averiguar la voluntad divina y tomar decisiones acertadas consiste en tener presente a Dios y encomendarle nuestros caminos. Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas[6]. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará[7]. Para aprender a tomar decisiones que honren a Dios y estén en consonancia con Su voluntad y mandamientos suele ser necesario pasar por períodos de reflexión, de oración ferviente y de pruebas. A veces cuesta determinar cuál es la voluntad de Dios en cierta situación o qué decisión conducirá a los mejores resultados. En esos casos, es posible que deseemos que un rayo ilumine el cielo, o que alguna fuerza nos tire al suelo, como le ocurrió al apóstol Pablo, a fin de disponer de una señal precisa, infalible. Sin embargo, muy a menudo la voz de Dios es tan suave que si no nos tranquilizamos, abrimos nuestra mente y prestamos oído, puede pasar inadvertida. El Señor le ordenó: «Sal y preséntate ante Mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí». Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo[8]. ¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como te oiga, te responderá. […] Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo»[9]. ¿En qué consiste nuestra función en el proceso de toma de decisiones? ¿Cómo podemos hacer todo lo posible por tomar decisiones acertadas, acallar nuestro espíritu para oír la voz de Dios y determinar la mejor opción en decisiones que de algún modo vayan a alterar el curso de nuestra vida? Hace varios años publicamos una vez más una lista de siete maneras de averiguar la voluntad de Dios, y la voy a incluir aquí porque contiene buenos consejos prácticos sobre dónde buscar orientación a fin de tomar decisiones que honren a Dios:

1) La Palabra de Dios. La Palabra de Dios —la Biblia— es el primer lugar en que debemos buscar Su voluntad. El Señor no nos pedirá que hagamos algo que vaya en contra de los principios fundamentales que Él ha sentado en Su Palabra escrita. 2) La voz de la Palabra. Un pasaje de las Escrituras te llama la atención y te habla de forma personal, como si hubiera sido escrito exclusivamente para ti. 3) Revelaciones. Es cuando el Señor te habla por medio de revelaciones venidas directamente de Él: una profecía, un sueño o una visión que aclaren cuál es Su voluntad. 4) Consejos inspirados por Dios. Aunque nadie puede saber cuál es la voluntad de Dios para ti, a menudo son útiles los consejos y el asesoramiento de personas que tengan mucha fe y experiencia de seguir al Señor. «Sin consulta, los planes se frustran, pero con muchos consejeros, triunfan»[10]. 5) Puertas abiertas o cerradas. A veces la situación o las circunstancias pueden ser un indicio de la voluntad del Señor. ¿En qué dirección parece que Dios te guía? ¿Qué oportunidades se han presentado? ¿Cuáles ya no son viables? ¿En qué dirección parece que Dios está abriendo camino y proporcionando los medios? 6) Convicción profunda. A veces, cuando tienes la profunda impresión o convicción de que cierta decisión es la acertada y eso es exactamente lo que debes hacer, puede ser una señal de que en efecto es la voluntad del Señor. Uno está seguro de que algo es la voluntad divina y convencido de que eso es lo que debe hacer. 7) Vellones. Esto es en alusión a un pasaje de la Biblia sobre Gedeón; es cuando le pides al Señor que haga algo para manifestar Su voluntad[11]. «Si haces esto, entonces sabré que esta otra cosa es Tu voluntad». Cuando Gedeón quiso averiguar la voluntad de Dios, puso en el suelo el vellón de una oveja esquilada y dijo: «Señor, si por la mañana el vellón está mojado de rocío, y toda la tierra está seca, entenderé que eres Tú quien me guía»[12]. En la mayoría de los casos, cuando se trata de decisiones importantes que afectarán nuestra vida o la de nuestros seres queridos es prudente emplear varios de estos métodos de averiguar la voluntad de Dios, para confirmar que nuestra inclinación en cierto asunto es la correcta. Si después de dar el primer paso de encomendarle al Señor nuestro camino, reconocerlo y pedirle que nos guíe y nos dé sabiduría, empleamos algunos de los métodos descritos anteriormente, podemos tener la confianza de que vamos bien encaminados para determinar Su voluntad y tomar una decisión prudente. Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada[13]. No hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios[14]. ¿Cuál es nuestro papel en el proceso de toma de decisiones? Por un lado, las Escrituras dicen: «Separados de Mí nada pueden hacer»[15]; y por otro: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»[16]. El primer versículo indica que sin Dios somos incapaces de hacer nada; y en el segundo se nos asegura que podemos lograr todo lo que nos

propongamos siempre que sea la voluntad de Dios y que se lo encomendemos a Cristo. Creo que esos dos versículos se aplican en igual medida a la hora de tomar decisiones. Debemos encomendarnos a Dios y confiarle cada aspecto de nuestra vida, sabiendo que sin Su ayuda somos incapaces de producir algo de valor eterno[17]; y al mismo tiempo debemos actuar con confianza, convencidos de que Él nos puede dar fuerzas para hacer cualquier cosa. En cada caso, lo primero es amar a Dios de todo corazón, con toda el alma y con toda nuestra mente. Él nos creó a Su imagen, somos seres racionales capaces de tomar decisiones voluntarias y de optar por poner a Dios en el centro de nuestra vida. Esa es una forma de amar a Dios con toda nuestra mente: tomar reflexivamente la decisión de amarlo, de permitir que ocupe un lugar central en nuestra vida y nuestros deseos, y de procurar glorificarlo en todas nuestras decisiones y acciones. Si amamos a Dios de esa manera, racionalmente, con una mente resuelta y con el compromiso interior de seguirlo a donde sea que nos lleve, estamos en condiciones de verificar la voluntad de Dios, tal como Pablo explica en Romanos: Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto[18]. El vocablo griego que se tradujo como verificar, dokimazō, tiene en muchos casos el sentido de averiguar el valor de algo empleándolo o probándolo[19]. Ese versículo indica que a menudo puede ser necesario probar algo para determinar por medio de la experiencia si es la voluntad de Dios. Es posible que la decisión que tengamos delante no esté lo suficientemente clara como para saber con absoluta certeza cuál es el mejor camino. Quizá tenemos que decidir si vamos a invertir en un negocio, o iniciar una nueva modalidad de evangelización, o poner a nuestros hijos en tal colegio, o mudarnos a un nuevo barrio. Hemos acudido al Señor para que nos dé sabiduría y orientación. Hemos evaluado las ventajas y desventajas. Hemos hecho un análisis minucioso de la situación. Hemos pedido asesoramiento a personas que están en condiciones de darnos buenos consejos. Sin embargo, es posible que aun así no estemos cien por cien seguros de la decisión, pese a que se está acabando el plazo para tomarla. En situaciones como esa, es posible que sientas que Dios te está empujando a dar un paso y tomar una decisión preliminar, al tiempo que te dejas un espacio para la etapa de verificación y te reservas el derecho de alterar el rumbo si la dirección propuesta no resulta ser la voluntad de Dios en tu caso. A veces nuestras decisiones dependen también de las que tomen otras personas. En esos casos, tu decisión inicial es solo el primer paso. Después de dar ese paso de tomar una decisión preliminar, a menudo sucederá que el Señor la confirmará, o bien surgirán nuevos factores que arrojarán luz sobre la situación. En cada nueva encrucijada en que te encuentres en la ruta hacia la decisión final, es posible que tengas que volver a examinar las circunstancias y orar de nuevo antes de dar el siguiente paso. Es posible que tengas que ajustar el rumbo que te has trazado cuando veas que las coordenadas de tus decisiones originales, a pesar de hallarse en términos generales en la dirección correcta, deben afinarse para apuntar directamente a tu destino final. Tomar decisiones es a menudo un proceso en el que intervienen muchas decisiones, no solo una; y cada decisión sienta las bases para las siguientes. La mayoría preferiríamos que Dios nos diera instrucciones que no dejaran lugar a dudas. Sin embargo, parece que Él a menudo quiere que hagamos el trabajo de buscar de todo corazón Su voluntad, investigar, analizar, evaluar y aprovechar todos los medios que estén a nuestro alcance para tomar decisiones prudentes que lo honren. Parece ser que Él rara vez hace por nosotros lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos. Yo he comprobado que las mejores decisiones que tomo suelen ser

las que tomo en conjunción con Él, cuando hago la tarea preparatoria de analizar las posibilidades y opciones, de sopesar las ventajas y desventajas de cada una, al tiempo que busco Su guía y Su opinión orando y escuchándolo. Tomar decisiones que honren y glorifiquen a Dios es una forma de demostrarle que lo amamos con todo nuestro corazón, cuerpo, alma y mente. Aunque a la mayoría nos cuesta asumir la seria responsabilidad de tomar decisiones que se ajusten a Su voluntad, estas constituyen una oportunidad de glorificarlo. Si le reservamos un lugar central en nuestra vida, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos encomendamos a Él, podemos tener la confianza de que nos guiará y nos ayudará a discernir cuál es Su voluntad y a tomar decisiones prudentes. En la 2ª parte de «Tomar decisiones que honren a Dios» hablaremos de la cuestión de responsabilizarnos de nuestras decisiones cuando Dios no nos da una respuesta terminante.

Nota A menos que se indique otra cosa, todos los versículos están tomados de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy, © The Lockman Foundation, 2005. Utilizados con permiso. Derechos reservados.

[1] Colosenses 2:13,14. [2] 1 Pedro 5:7. [3] Juan 14:23. [4] Isaías 1:18. [5] Juan 16:13. [6] Proverbios 3:5,6 (RVR 95). [7] Salmo 37:5. [8] 1 Reyes 19:11,12 (NVI). [9] Isaías 30:19,21 (NVI). [10] Proverbios 15:22. [11] Jueces 6:36–40. [12] Adaptación de Siete maneras de averiguar la voluntad de Dios, de David Brandt Berg. [13] Santiago 1:5.

[14] Colosenses 1:9,10. [15] Juan 15:5. [16] Filipenses 4:13. [17] Las notas sobre Juan 15:5 de la versión inglesa ESV indican: «No significa “absolutamente nada”, pues está claro que los que no son creyentes llevan a cabo sus actividades cotidianas a pesar de vivir separados de Cristo. Más bien se refiere a una incapacidad de producir cosas de valor eterno o dar fruto espiritual». [18] Romanos 12:2. [19] Notas de la versión inglesa ESV. Traducción: Patricia Zapata N. y Jorge Solá.

___________________________________________________________ Tomar decisiones que honren a Dios, 2ª parte: Responsabilizarnos de nuestras decisiones ¿Alguna vez has tenido que tomar una decisión importante para la que necesitabas orientación explícita, y te dio la impresión de que Dios te daba la callada por respuesta, justo en el momento en que más te habría gustado que te diera una contestación precisa para ayudarte a tomar esa decisión trascendental? A mí me ha pasado, y fue una lucha espiritual. Tenía tantas ganas de que el Señor me indicara claramente el camino; sin embargo, Él sabiamente optó por no darme una respuesta directa. Por consiguiente, me vi en la necesidad de seguir adelante y hacer el laborioso trabajo de estudiar las diferentes opciones, pedir consejo a personas piadosas, evaluar las puertas abiertas y oportunidades que se me presentaban, orar con fervor y, sobre todo, encomendarle mis caminos. Tuve que confiar en que Él allanaría mis sendas de la manera que mejor le pareciera. En momentos así se agradecen mucho las revelaciones directas. Lo que más querríamos es que el Señor nos mostrara, de entre las diferentes opciones, cuál es la mejor, y así nos evitara el proceso a menudo angustioso de examinar las diversas posibilidades, sopesar los pros y los contras y asumir la responsabilidad de tomar una decisión sin saber bien en qué terminará todo. A menudo el Señor confirma Su voluntad con un mensaje en profecía, como señal de Su gracia y favor, lo cual puede ser tremendamente alentador y motivador. Otras veces, Él espera que empleemos otros medios de averiguar Su voluntad (ver la 1ª parte de Tomar decisiones que honren a Dios), mientras pasamos por todo el proceso de analizar la situación y las opciones hasta tomar la decisión final, lo cual generalmente resulta ser una experiencia didáctica que nos obliga a crecer. Todo eso puede suponer una gran lucha mental, emocional y espiritual, similar a la experiencia de Jacob cuando peleó una noche entera con un ángel[1]. Pero si hemos hecho todo lo que podíamos para orar y seguir a Dios conforme a nuestra capacidad, podemos tener la confianza de que los resultados y el desenlace de nuestra decisión redundarán en última instancia en nuestro bien[2].

Muchas veces en que he acudo al Señor para averiguar Su voluntad y pedirle orientación con respecto a alguna decisión importante, Él no me dice exactamente qué escoger ni cuáles van a ser las consecuencias. A menudo me indica la dirección general que debo seguir o el primer o los dos primeros pasos, y me da instrucciones de que vuelva a consultarlo en oración a medida que las cosas se vayan desarrollando. En situaciones así, por lo general deben ocurrir ciertas cosas antes de poder tomar una decisión final. A lo largo del proceso decisorio, aunque estoy continuamente pidiéndole a Dios sabiduría y orientación, es mi responsabilidad evaluar las ventajas y desventajas, ver qué puertas están abiertas o cerradas, pedir asesoramiento a otras personas y hacer todo lo posible para trabajar en conjunción con el Señor a fin de tomar la decisión acertada. Aunque el Señor no me dé una respuesta específica sobre lo que debo hacer, siempre puedo tener la seguridad de que Él estará presente a lo largo del proceso y me guiará y orientará mientras estudio las diversas opciones y posibilidades, hasta que tenga la tranquilidad de que la decisión es acorde con Su voluntad. Un aspecto importante del plan de Dios para la humanidad es el hecho de que nos dotó de libre albedrío, el cual nos permite escoger y tomar decisiones por voluntad propia. En calidad de cristianos que queremos glorificar a Dios en nuestra vida, queremos aprender a tomar decisiones basadas en sanos principios y elegir las mejores opciones de las muchas que se nos puedan presentar cotidianamente. Examinar diversas posibilidades, sopesar ventajas y desventajas, aprovechar la sabiduría que nos ha dado Dios y evaluar situaciones mediante la Palabra de Dios son formas de amar a Dios con toda nuestra mente, corazón y alma, en obediencia al primer y mayor mandamiento[3]. Aunque no recibamos una revelación directa de Dios que nos guíe a la hora de tomar una decisión, podemos cobrar ánimo por el hecho de que Él ha prometido guiarnos si le encomendamos nuestros caminos y procuramos averiguar Su voluntad por medio de todos los métodos que tenemos a nuestra disposición. En realidad, aunque Él nos dé una revelación es prudente verificar que la decisión se ajuste a la buena y aceptable voluntad de Dios[4]. Podemos evaluar tales decisiones haciéndonos preguntas como: ¿Concuerda la decisión con la Palabra de Dios? ¿Me ha hablado Él por medio de pasajes específicos de las Escrituras? ¿He pedido asesoramiento a consejeros inspirados por Él? (En la 1ª parte se presentan más maneras de averiguar la voluntad de Dios). En parte, el estrés y la confusión que a menudo se apoderan de nosotros cuando debemos tomar una decisión se deben al temor al fracaso, a no dar con la voluntad de Dios, o a tomar una decisión que imprevisiblemente tenga un efecto negativo en nosotros o en otras personas. Cuando se trata de una decisión importante que definirá nuestro futuro, o por lo menos nuestro futuro inmediato, la experiencia nos enseña que por culpa de una decisión imprudente nos podemos ver obligados a dar marcha atrás más adelante, o a sufrir las repercusiones de un desacierto. A veces, por mucho que tengamos muy buenas intenciones y deseos, nuestras decisiones conducen a consecuencias y resultados negativos, que no nos queda más remedio que aceptar. Dado que hemos sido diseñados por Dios como seres con libre albedrío, tenemos la capacidad de elegir de forma autónoma, y por lo mismo somos responsables de las decisiones que tomamos y de los resultados de las mismas. Esa es una de las razones por las que las decisiones deben tomarse con oración y prudencia. Responsabilizarnos de los resultados de nuestras decisiones constituye una parte importante del proceso. Disponemos de libertad para tomar decisiones, pero debemos hacernos cargo de las consecuencias que tengan. Si hay repercusiones negativas, no debemos achacárselas a los demás ni a Dios. La culpa es nuestra. Por otra parte, debemos confiar en la promesa de Dios de hacer que todo redunde en bien para quienes lo aman, sean cuales sean las consecuencias iniciales. Aun si hemos cometido errores y parece que la hemos

embarrado con las coordenadas de nuestras decisiones, Dios puede corregir nuestro rumbo de manera que sea beneficioso y nos lleve al destino final que Él ha dispuesto. Las curvas inesperadas a lo largo del camino y los resultados no planeados son parte de la vida, por muy prudentes que sean nuestras decisiones. En la Biblia se ven muchas situaciones que tuvieron desenlaces distintos de los que la gente esperaba o se había imaginado. Cuando Moisés partió hacia la Tierra Prometida, probablemente no preveía que andaría errante por el desierto durante 40 años. Sin embargo, no dudó que hubiera tomado una buena decisión ni perdió de vista su destino final; siguió adelante pese a los obstáculos. Incluso cuando tomamos decisiones acertadas, no hay garantía de que todo vaya a ir como una seda. Es habitual que sigamos topándonos con escollos y contratiempos, los cuales son parte de la experiencia humana y en muchos casos sirven para fortalecer nuestra fe. Dios, nuestro Padre celestial, sabe que aprender a tomar decisiones y responsabilizarnos de los resultados de las mismas —con todas las enseñanzas que eso nos deja— contribuye a nuestro desarrollo y crecimiento espiritual. Creo que la mayoría podemos contar anécdotas de ocasiones en que debíamos tomar una decisión crítica en nuestra vida, y el Señor nos habló —en profecía, en una visión, en sueños o por algún otro medio directo— de una forma tan clara y específica que no tuvimos dudas ni vacilaciones sobre cuál era la decisión correcta en aquella situación. Pero estoy seguro de que también hemos vivido momentos en que nos tocó esforzarnos para tomar una buena decisión valiéndonos de los otros medios que tenemos a nuestra disposición para averiguar la voluntad de Dios. Él ha prometido que si lo buscamos de todo corazón, lo encontraremos[5], y que si le encomendamos nuestros caminos y lo tenemos presente, Él allanará nuestras sendas y hará caer nuestras cuerdas en lugares agradables[6]. Podemos tener la confianza de que nunca nos dejará ni nos abandonará, aun cuando parece que guarda silencio y no nos proporciona directamente las indicaciones que buscamos para una decisión que debemos tomar. Rick Warren lo expresó de esta manera: Aparte de Jesús, David fue probablemente quien tuvo una amistad más íntima con Dios. A Dios le complació llamarlo «un hombre conforme a Mi corazón». Sin embargo, David con frecuencia se quejaba de la aparente ausencia de Dios: «Dios mío, ¿por qué te quedas tan lejos? ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito?» (Salmo 10:1, TLA). «¿Por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento» (Salmo 22:1, BAD). «¿Por qué me has rechazado?» (Salmo 43:2). Por supuesto, Dios en realidad no había abandonado a David, ni nos abandona a nosotros. Repetidamente ha prometido: «Nunca te dejaré ni te abandonaré» (Deuteronomio 31:6). Pero no ha prometido: «Siempre sentirás Mi presencia». De hecho, Dios admite que a veces oculta Su rostro de nosotros. Hay momentos en que da la impresión de estar desaparecido. El Señor ha escondido Su rostro del pueblo de Jacob, pero yo esperaré en Él, pues en Él tengo puesta mi esperanza (Isaías 8:17, NVI). Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a

percibirlo. Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro. […] Hará conmigo lo que ha determinado (Job 23:8–10,14, BAD)[7]. A veces Dios parece guardar silencio en esos momentos cruciales y decisivos porque deja el asunto en nuestras manos, y quiere que nosotros tomemos una decisión prudente y acertada y que nos responsabilicemos de las acciones y consecuencias que se deriven de ella. David Berg mencionó en sus escritos que los cristianos pueden encontrarse con distintas opciones dentro de la voluntad de Dios, y que a Él le encanta dejarnos decidir: Tal vez les sorprenda escuchar que a Dios le gusta que ustedes, Sus hijos, tomen sus propias decisiones dentro del marco de Su voluntad. Sé que se deleitan en el Señor por encima de todo y quieren hacer Su voluntad. Pero cuando actuamos así, Él también se deleita en concedernos los deseos de nuestro corazón, pues es Él quien los pone allí cuando lo complacemos (Salmo 37:4). Al Señor inclusive le place dejarnos escoger entre varias alternativas buenas, todas ellas dentro de Su voluntad, de acuerdo con nuestros deseos personales. Es lo mismo que haríamos con nuestros hijos, al dejarles escoger por sí mismos un juguete, una excursión o un gusto en tanto que sea seguro y bueno para ellos. Ese es un aspecto de Dios que la gente no parece entender: que a Él le encanta dejarnos escoger, como nos pasa a nosotros con nuestros hijos, siempre y cuando no se trate de algo perjudicial para nosotros o para los demás[8]. Al crear a los seres humanos, Dios nos dotó de volición, que es la capacidad de elegir entre varias opciones y de actuar para acercarnos a la consecución de lo que hemos escogido. Los teólogos Lewis y Demarest lo explican así: La libre voluntad puede significar tanto la capacidad de elegir entre varias opciones como la posibilidad de procurar la materialización de la que se ha escogido. En primer lugar, la libertad del ser humano incluye la capacidad de elegir entre diversos fines. Estamos de acuerdo con los valores y propósitos que Dios ha revelado, pues son para nuestro bien. Puede haber varias opciones específicas que no violen las pautas morales reveladas, así que es posible que dispongamos de diferentes alternativas igualmente morales. […] En segundo lugar, la voluntad humana también incluye la capacidad de autodeterminación. Tras haber elegido una alternativa, no somos libres a menos que tengamos la capacidad de avanzar hacia ese objetivo y hacer lo que deseamos. Somos volitivamente libres cuando tenemos libertad para escoger entre diversas opciones y la capacidad de alcanzar el fin elegido[9]. Desde el principio, Adán y Eva, los primeros seres humanos, debieron tomar decisiones en el huerto del Edén. Dios los creó a Su imagen, como seres racionales, y de inmediato los puso a tomar decisiones. A Adán se le encargó que diera nombre a todas las criaturas vivientes, y en la Biblia no hay nada que sugiera que Dios le haya dicho cómo hacerlo o qué nombre ponerles. Dios le encargó la tarea sabiendo que las cualidades racionales e intelectuales con que lo había dotado le permitirían tomar buenas decisiones. Claro que su autodeterminación le dio igualmente la libertad de tomar malas decisiones, como se aprecia en la decisión de Adán y Eva de desobedecer el mandamiento de Dios. Su decisión de comer del fruto prohibido contravino la voluntad expresa de Dios y resultó en la caída del hombre, con todas las consecuencias negativas que eso trajo aparejadas.

La desobediencia abrió la puerta al pecado, y el pecado creó un distanciamiento entre el Creador y Su creación. Afortunadamente, Jesús expió nuestros pecados e hizo que pudiéramos reconciliarnos con Dios y establecer una relación con Él. No solo nos hemos reconciliado con Él, sino que al optar por amarlo y aceptar el sacrificio de Jesús hemos tomado la senda que conduce a una relación íntima con Dios. La metáfora del matrimonio que se emplea en la Biblia para describir la íntima relación espiritual entre Jesús y Su iglesia representa la apasionada unión de corazón, mente y espíritu que Jesús busca tener con cada uno de nosotros. Si amamos a Dios ferviente e íntimamente, y vamos incrementando nuestra fe por medio del estudio de Su Palabra y la observancia de los preceptos contenidos en ella, esa relación se convierte en una aventura llena de opciones y alternativas, muchas de las cuales son buenas posibilidades que se ajustan a Su voluntad. Parte de ese viaje para alcanzar una mayor intimidad con Dios y llevar una vida productiva en la que Él esté muy presente consiste en aprender a tomar decisiones prudentes, que honren a Dios, estrechen nuestra relación con Él y aumenten nuestra fe y nuestro fruto, a la vez que confiamos en Su providencial cuidado, que nunca nos falta. Si le encomendamos nuestros caminos y procuramos complacerlo y hacer lo que le resulta agradable, podemos tener confianza en nuestra relación con Él, y la seguridad de que nos acompañará en cada decisión, grande o pequeña, que tomemos a lo largo de nuestra vida[10]. El Dios de paz […] los haga aptos en toda obra buena para hacer Su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos[11].

Nota A menos que se indique otra cosa, todos los versículos están tomados de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy, © The Lockman Foundation, 2005. Utilizados con permiso. Derechos reservados.

[1] Génesis 32:24–30. [2] Romanos 8:28. [3] Mateo 22:37,38. Él le contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento». [4] Romanos 12:2. [5] Jeremías 29:13. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. [6] Proverbios 3:6. En cualquiera cosa que hagas, tenlo presente: Él aplanará tus caminos (BLA 2005). Salmo 16:6 Las cuerdas me cayeron en lugares agradables; en verdad es hermosa la herencia que me ha tocado.

[7] Una vida con propósito (Vida, 2003), 54–55. [8] David Berg, Escoge, 1973. [9] Gordon R. Lewis y Bruce A. Demarest, Integrative Theology (Grand Rapids, EE. UU.: Zondervan, 1994), 156–157. [10] 1 Juan 3:21,22. Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios. Y todo lo que pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él. [11] Hebreos 13:20,21. Traducción: Patricia Zapata N. y Jorge Solá.

Pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.

Pro 14:12 Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte. Isa 55:8 Porque mis pensamientos no son vuestros