Curso-Bendiciones

Cómo obtener las bendiciones por la fe No es difícil tomar posesión de las bendiciones de Dios por la fe. De hecho, si e

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Cómo obtener las bendiciones por la fe No es difícil tomar posesión de las bendiciones de Dios por la fe. De hecho, si existe alguna dificultad, ésta es creada por nosotros mismos, porque Dios tiene interés en bendecirnos aun más de lo que nosotros necesitamos recibir Sus bendiciones. Eso puede hasta parecer un poco exagerado, ¡pero no lo es! Lo que pocos saben es que nosotros los cristianos, por obligación ¡tenemos que ser la gloria de Dios en este mundo! En los Cielos, Su gloria es vista por Sus ángeles; pero aquí en la Tierra, nosotros somos o deberíamos ser testigos vivos de la gloria de Dios delante de los hombres, los cuales han despreciado al Creador. Cuando Dios nos bendice, inmediatamente queremos compartir Sus maravillas con todos nuestros conocidos. Eso no ocurre simplemente con el sentido de glorificarlo, sino también, porque es algo natural del ser humano querer compartir sus alegrías con otras personas. ¡Cuanto más alcanzamos Sus favores, más glorificado será el Señor nuestro Dios! Además, aquellos que descienden a las sepulturas no pueden glorificarlo, sólo pueden aquellos que salen de ellas.

a) Cómo recibir la salud por la fe Así como por la fe se recibe la bendición financiera, también por la fe, se recibe la bendición espiritual. La única diferencia entre una y otra, es que la fe debe ser dirigida a objetivos diferentes. La Palabra de Dios es la misma, el sacrificio del Señor Jesús fue el mismo y la fe también es la misma, es decir, sobrenatural, positiva y activa. Aunque el grado de fe sea el mismo para alcanzar cualquier tipo de beneficio de Dios, las acciones a tomar con relación a aquello que deseamos son diferentes. Por ejemplo, jamás podemos esperar recibir la cura divina a causa de las ofrendas que regularmente damos en la iglesia; de la misma forma, no podemos esperar la bendición financiera simplemente porque hemos tenido fe para expulsar los demonios. Una cosa es independiente de la otra, aunque la fe sea una sola. Tiene que haber hechos por la fe, en dirección exacta a aquello que nosotros queremos. Es la misma cosa con respecto a la oración: si queremos pan, oramos a Dios pidiendo pan; si es que queremos la liberación de una persona querida, entonces nuestra oración tiene que ser dirigida a Dios en favor de aquel ser querido. Nuestras oraciones tienen que ser específicas y expresar exactamente lo que nosotros realmente deseamos. Como hemos visto en el párrafo anterior con respecto a la bendición financiera y a las acciones que serán tomadas, de la misma forma tenemos que actuar en función a la cura divina. Todos los beneficios provenientes de la fe tienen un precio, y es lógico, pues cada milagro tiene su propio valor. El gran problema es que no siempre las personas están dispuestas a pagar el precio real para tomar posesión de aquello que desean. La fe siempre exige ciertas decisiones de coraje, las cuales siempre son muy difíciles de tomar. Sin embargo, cuando alguien tiene el carácter perseverante y se lanza de cuerpo y alma, con todo coraje, en busca de aquello que tiene la certeza en su corazón de recibir, entonces definitivamente recibe la respuesta positiva. El precio del milagro de la cura divina, en mi opinión es uno de los más altos, porque las decisiones de la persona enferma tienen que ser realmente de coraje, pues es su vida la que está en juego. Si la fe no está bien fundamentada en la Palabra de Dios y hay cualquier sombra de duda con relación a lo que ella cree de todo su corazón, entonces ella puede perder su vida. En realidad, cuando la fe está apoyada en la Palabra de Dios, y la persona no se deja llevar por los demás, es decir, no se deja influenciar en ningún momento por

ninguna palabra de duda, síntomas externos u otras circunstancias, será imposible que ella no sea curada. Existen aquellas personas que acostumbran a dudar de sus propias dudas. Éste es el gran secreto de las personas victoriosas. Cuando surge cualquier duda, inmediatamente ellas dudan de aquella duda, y no la aceptan como una verdad. Entonces la duda desaparece. Cuando una persona pide oración o consejo, con relación a su enfermedad, acostumbramos hacer la oración de fe tal como lo ordenan las Escrituras; sin embargo, siempre procuramos mostrar dos alternativas: la primera sería buscar la sanidad a través de los médicos que dependiendo de la enfermedad, podrán curarla o no, y la segunda, es buscar la sanidad a través de la fe sobrenatural. Cualquiera que sea el camino a seguir, ya sea el de la medicina o el de la fe, la decisión es exclusivamente del enfermo, especialmente si el camino a seguir es por la fe, porque nadie puede hacer lo que él tiene que hacer por sí mismo. Escogiendo el camino de la fe, obligatoriamente tendrá que tomar decisiones de absoluto coraje. Muchas veces es considerado como loco o fanático por sus familiares, pero el resultado siempre es positivo, porque la Palabra de Dios, el nombre del Señor Jesús y el Espíritu Santo no pueden fallar. Por ejemplo: si alguien tiene cáncer, está desahuciado por la medicina, su caso está irremediablemente perdido. ¿Cuál debe ser la actitud de la persona delante de Dios, con relación a su caso? Partiendo del principio de que su fe está sólo en la Persona del Señor Jesús, y Él está en primer lugar en su vida, siendo más importante que todo en el mundo, entonces ella puede rasgar su corazón delante de Dios, diciendo: “El Señor realmente es mi Salvador, Señor y Dios. Tú eres el primero en mi vida.” Así, estará en condiciones de exigir de Dios una solución para su caso. A partir de esa convicción de fe, ella empieza a tomar posesión de todas las promesas de Dios, apoyándose especialmente en la sanidad divina, diciéndose a sí misma: “Sí el Señor Jesús tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores, Él llevó mi cáncer. Como la Palabra de Dios no puede mentir, entonces este cáncer es una mentira del diablo en mi vida; ¡Yo no lo acepto en el nombre de mi Señor Jesús!” A partir de ese momento, absolutamente convencida de que ya ha sido curada, por la fe en las promesas de Dios y en el nombre del Señor Jesús, ella comienza a despreciar todos los síntomas de aquella enfermedad. Empieza a hacer todo aquello que no podía realizar, porque está segura que no tiene nada más. Su única certeza está puesta en lo que está escrito en la Palabra de Dios, ¡y de ahí no se mueve! Aunque los seres queridos intenten convencerla de que la enfermedad existe, aunque los exámenes sigan saliendo “positivos”, aún así, ella no cree en ningún síntoma: sólo en las promesas de Dios. Entonces, ¡eso es fe en acción! Por supuesto, que la persona debe estar absolutamente segura de que la Palabra de Dios no puede fallar ¡y que el Espíritu Santo tiene que confirmar Su Palabra! La persona permanece luchando valientemente contra todos los síntomas exteriores, y especialmente, contra aquella palabra sutil y diabólica que viene de los labios de aquellos que dicen tener fe, pero en realidad no la tienen: son instrumentos del diablo dentro de la propia familia, para debilitar la convicción de fe de los que han desarrollado la verdadera fe cristiana. Claro está que la mayoría de las veces los familiares o los amigos quieren en verdad ayudar y tienen buena intención. Este tal vez sea el mayor problema, porque el enfermo normalmente se sensibiliza demasiado con la manifestación de cariño de esas personas, y por eso no quiere desagradarlas haciendo uso de una fe agresiva y así resistir aquellas palabras. ¡La persona jamás debe dejarse envolver por ningún consejo o palabra que de una manera u otra desanime su propia fe! Si el enfermo resiste todos esos obstáculos, con

seguridad verá que todos aquellos síntomas desaparecen instantánea o paulatinamente. Otra decisión muy importante que debe ser tomada por la persona durante su batalla personal, es rechazar toda y cualquier preocupación. Sus pensamientos deben estar totalmente sustituidos por los pensamientos de Dios, esto es, por la Palabra de Dios, porque solamente ella es capaz de estimular la fe sobrenatural, positiva y activa. Solo ella es capaz de llenar nuestro corazón de confianza y certeza de que Dios es real y que cumplirá todo lo que promete.

b) Cómo recibir la bendición espiritual Cuando nos referimos a la bendición espiritual, estamos hablando del estado de gracia del cristiano cuando la plenitud del Espíritu Santo es derramada sobre él; cuando él es el foco de las atenciones de Dios para un servicio especial. Hay una infusión de las virtudes divinas y claro, una inmediata transformación en su ser, al punto de no reconocerse a sí mismo, pues el carácter del Señor Jesús viene a hacer parte del suyo. Hay un cambio completo en su modo de actuar delante de toda y cualquier circunstancia en la vida; su cuerpo pasa a ser el templo e instrumento del uso particular del Espíritu de Dios. De todas las bendiciones de Dios, la más expresiva, significativa e importante; es el reconocimiento del bautismo con el Espíritu Santo. Sin Él, es casi imposible seguir al Señor Jesús, o sea, con o sin Él, podemos incluso amar al Señor Jesús, aceptarlo como Señor de nuestras vidas; en fin, teóricamente acatar toda Su Palabra. Sin embargo, asumir una postura de acuerdo a Su voluntad, como “perdonar 70 veces siete”, “dar la otra mejilla”, “caminar otra milla”, y cosas de esa naturaleza, es realmente muy, pero muy difícil. El bautismo con el Espíritu Santo le da la capacidad necesaria al cristiano para hacer aquello que jamás haría si no tuviese la plenitud de Dios obrando en su interior, porque no es fácil tener que perdonar la misma persona, todas las veces que ella se equivoque contra nosotros; solamente el bautismo con el Espíritu Santo puede hacer eso posible. Además, este bautismo significa el sello de Dios en nuestras vidas, y que somos propiedad particular de Dios, como el apóstol Pedro afirma: “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su luz admirable.” 1 Pedro 2:9 A partir de este bautismo, el cual es personalmente realizado por el Señor Jesús, el cristiano comienza a gozar de derechos y privilegios, como por ejemplo el orar en lenguas extrañas para su propia edificación; la manifestación de la fe viva y poderosa delante de las fuerzas del mal; condiciones de sobrepasar cualquier barrera de dificultad por el poder concedido por Dios en aquel instante, y tantas ventajas que solamente después de esa bendición la persona puede evaluar. La acción de fe que se debe tomar en ese sentido, es esforzarse al máximo en la búsqueda de la presencia de Dios, a través de oraciones, ayunos, lectura de la Sagrada Escritura, y sobre todo, en la participación regular de reuniones, especialmente en aquellas donde los cultos son hechos con ese propósito.

Durante la búsqueda del bautismo con el Espíritu Santo, el candidato debe abstenerse de cualquier preocupación o pensamiento insignificante que lo haga distraer; debe tratar de ocupar su mente con alabanzas al Señor Jesús. Es obvio que en el momento que la persona se propone buscar el sello de Dios para su vida, encuentra un millón de obstáculos causados por el diablo para desanimarla. El diablo sabe que cuando la persona recibe el bautismo con el Espíritu Santo, se vuelve implacable en su fe, y consecuentemente, un soldado habilitado para vencerlo en cualquier momento en el nombre del Señor Jesús. Amigo lector, durante la búsqueda, jamás se quede callado delante de Dios, con la expectativa de que va a acontecer alguna cosa ¡No! Dirija sus pensamientos a través de oraciones y palabras que expresen su cariño y amor por su Señor. El libro de Salmos está repleto de oraciones de alabanzas a Dios; sería muy bueno para el candidato, conocer bien la manera por la cual se glorifica a Dios, expresando Su gloria a través de palabras. Cuando la persona haya honrado a Dios de todo su corazón, entonces la manifestación de la presencia de Dios viene a envolver su ser, haciéndola sentirse renovada en sus fuerzas sintiendo una sensación profunda de paz. Enseguida, empieza a orar en lenguas extrañas. En ese momento, la persona realmente empieza a ver todos los problemas de una forma insignificante, grande es la capacidad que el Espíritu de Dios le da. En el momento exacto en que la persona estuviera intentando alabar a Dios y se envuelve en un clima de alabanza, es normal que acontezcan pinchazos en la espalda, que algún niño llore, o que alguien a su lado comience a llamar la atención para sí mismo, en vez de llamar la atención de Dios. En fin, siempre acostumbra acontecer alguna cosa para intentar desviar la atención. Si eso realmente sucediera, la persona debe quedar aun más feliz de la vida, pues esto significa que ella está realmente en el camino correcto y que el bautismo tan deseado está listo para acontecer. ¡Gracias a Dios! Aquellos “disturbios” no son sino una actividad de los demonios, con el objetivo de desviar la atención de las personas de Dios hacia las situaciones a su alrededor, y consecuentemente, impedirles que continúen buscando al Señor de todo corazón. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra.” Lucas 1:35

C) Cómo recibir la bendición financiera Uno de los mayores problemas que ocurren en las personas de clase menos privilegiada, es la situación financiera. Es muy difícil para ellas alcanzar una buena posición en un lugar alto dentro de la sociedad en la cual vivimos. Siempre existen aquellas barreras impuestas por la clase más favorecida, por ejemplo, la mayoría de los ricos en Latinoamérica viven de la miseria de los pobres. Si el pobre no logra encontrar un camino propio, por el cual pueda ascender en la vida, independientemente de quien quiera que sea, será muy difícil para él poder alcanzar una mejor posición en nuestra sociedad. Es justamente ahí que entra la fe sobrenatural positiva y activa.

Debemos considerar ciertos aspectos con relación a la fe para que podamos ponerla en práctica y alcanzar sus frutos. Primeramente es necesario tener la certeza de que es la voluntad de Dios que tengamos plenitud de vida, no solamente espiritual y física, sino también financiera. El Señor Jesús afirmó esto cuando dijo: “El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Juan 10:10 Ahora, Dios quiere darnos vida abundante y nosotros la queremos tener. Solamente el diablo y aquellos que le pertenecen, no quieren que nosotros seamos bendecidos. La persona oprimida por la situación económica tiene que comenzar una verdadera batalla espiritual contra aquellos que se oponen a su éxito material; y es a través de la fe en las promesas de Dios, siendo éste el único camino por el cual ella podrá alcanzar su victoria. El segundo paso es aplicar todos los consejos de la Palabra de Dios en su vida, es decir, seguir fielmente aquellos pasos en los cuales Dios promete bendecirnos financieramente: “Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto, dice el Señor de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde. Por vosotros reprenderé al devorador, para que no os destruya los frutos del suelo; ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Señor de los Ejércitos. Y todas las naciones os llamarán bienaventurados, porque seréis una tierra de delicias, dice el Señor de los Ejércitos.” Malaquías 3:10-12 Obedeciendo esa palabra, debemos dar el diezmo de todo lo que nos llega a las manos; ya sea del salario bruto, de la venta de una casa, apartamento o terreno; del interés de cualquier dinero invertido; de una herencia; en fin, de todo el dinero que llegue a nuestras manos. Es lógico que en la Iglesia Universal del Reino de Dios nadie esté obligado a cumplir esa ley, pues aunque sea una ley de aplicación física, es mucho más espiritual, y corresponde a cada miembro o asistente de la Iglesia ser fiel a este mandamiento, por libre y espontánea voluntad. Si la persona no da los diezmos que le pertenecen al Señor, es un asunto entre ella y Dios; pero nosotros los pastores tenemos que alertar y enseñarle al pueblo la verdad. Es claro también que los que son fieles en los diezmos, tienen el privilegio de poder exigirle a Dios el cumplimiento de Su Promesa en sus vidas y obligatoriamente el Señor tendrá que cumplirla. El diezmo significa la fidelidad del pueblo cristiano para con Dios; las ofrendas representan su amor. Los diezmos son relativamente obligatorios y previamente determinados: diez por ciento de todo lo que viene a nuestras manos. Sin embargo, las ofrendas son espontáneas: la persona da si quiere, si su corazón fue motivado para eso. Cuando la persona da su diezmo con fidelidad, está realmente demostrando un carácter genuinamente cristiano. Cuando no tiene nada con el Señor Jesús, ninguna afinidad, entonces no se preocupa por ese tipo de obediencia, al contrario, se incomoda al saber de aquellos que así proceden.

El diezmista muestra a Dios que realmente Lo reconoce en primer lugar en su vida, ya que el diezmo son los primeros frutos de nuestro trabajo. Es también una especie de impuesto, el cual solamente los ciudadanos del Reino de Dios tienen interés en pagar, por libre y espontánea voluntad y amor. Dios no necesita de nada, ni de dinero, pues Él es el Señor de todas las cosas; pero, de la misma forma por la cual alguien contribuyó para que el Evangelio del Señor Jesús pudiera llegar a mí, por ejemplo; también yo tengo una obligación moral y espiritual de hacer todo lo posible, para que nada falte en la Casa del Señor, a fin de permitir que otros también tengan la misma oportunidad que yo tuve. Personalmente creo más que justa la contribución, sea de diezmos o de ofrendas, porque cuanto más damos, más Dios nos lo devuelve multiplicado, como el Señor Jesús dijo: “Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en vuestro regazo. Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir.” Lucas 6:38 La tercera acción que la persona debe tomar para ser bendecida financieramente, es no poner su corazón en ninguna cosa de este mundo: hasta las bendiciones de Dios jamás deben ser objetos de adoración. Lo que sucede con mucha frecuencia es que cuando la persona comienza a prosperar financieramente, automáticamente y casi sin notarlo comienza a valorizar más lo que sus ojos están viendo, en menoscabo de los valores espirituales. Es común que ya no tenga mucho tiempo para ir a la iglesia a buscar la presencia de Dios, porque sus negocios están creciendo y necesitan de más atención. Los domingos por la mañana eran sagrados para aquella persona, aunque tuviese que tomar un tren, un autobús u otro tipo de transporte difícil, pero ahora, con un carro en la puerta, es mejor ir a la playa y por la noche participar de la reunión, “porque es la misma cosa...” Esto quiere decir, que el primer amor comienza a enfriarse lentamente. Veamos lo que dice la Palabra de Dios: “Y aquel en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, mas las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto.” Mateo 13:22 “Si las riquezas aumentan, no pongáis el corazón en ellas.” Salmo 62:10 A veces Dios prolonga nuestro tiempo de cosecha porque nuestro corazón todavía no está preparado para recibir tantas bendiciones. Es igual al padre que jamás colocará una fortuna en manos de su hijo con apenas siete años de edad, pues sabe que si lo hace, aquel niño gastará todo el dinero en chocolates, caramelos, helados, etc. Es necesario que aquel niño crezca y tenga madurez y capacidad para administrar lo que el padre le tiene reservado. Así también Dios ha reservado mucho para nosotros; pero jamás nos concederá todo de una vez, sino paulatinamente, de acuerdo a nuestra capacidad de recibir y administrar aquello que Él pone en nuestras manos. Por eso, la persona debe ser paciente y, al mismo tiempo perseverante con respecto a la “cosecha”, pues ella tiene la certeza que tarde o temprano sucederá. La Palabra de Dios no puede fallar: por más que demore, es necesario continuar confiando.