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La Historia de las Arenas Un arroyo, desde su nacimiento en las lejanas montañas, después de atravesar todo tipo de paisajes, alcanzó por fin las arenas del desierto. Igual que había cruzado todas las demás barreras, el arroyo trató también de cruzar esta, pero se encontró que en cuanto se adentraba en la arena, sus aguas desaparecían. Sin embargo, estaba convencido de que su destino era cruzar ese desierto, y de que a la vez no había manera de cruzarlo. Entonces una voz oculta, que salía del mismo desierto, le susurró: El viento cruza el desierto, e igualmente puede hacerlo el arroyo . El arroyo objetó que estaba arremetiendo contra la arena, pero que sólo estaba siendo absorbido; que el viento podía volar y de que gracias a esto podía atravesar el desierto. Arremetiendo de tu manera habitual no podrás atravesarlo. Desaparecerás o te convertirás en una marisma. Debes dejar que el viento te lleve a tu destino. ¿Pero cómo puede esto suceder? . Dejando que el viento te absorba . Esta idea no era aceptable para el arroyo. Después de todo, nunca antes había sido absorbido. No quería perder su individualidad, y una vez que la hubiese perdido, ¿cómo iba a saber que podría volver a recuperarla? El viento , dijo la arena, cumple esa función. Evapora el agua, la transporta a través del desierto, y después la vuelve a dejar caer. Al caer en forma de lluvia, el agua se vuelve a convertir en un río . ¿Cómo puedo saber que esto es verdad? Así es, y si no me crees, no podrás convertirte más que en un cenagal, e incluso eso te costará muchos, muchos años; e indudablemente no es lo mismo que un arroyo . ¿Pero, no puedo seguir siendo el mismo arroyo que soy hoy? No puedes seguir así en ningún de los casos , dijo el susurro. Tu parte esencial es transportada y vuelve a formar un arroyo. Tú recibes el nombre que tienes, incluso hoy, porque no sabes que parte de ti es la esencial. Cuando el arroyo escucho esto, comenzó a resonar un cierto eco en sus pensamientos. Débilmente, recordó un estado en el cual él ¿o era una parte de él? había sido sostenido en los brazos del viento. También recordó ¿lo recordó? que esto era lo que realmente había que hacer, aunque no necesariamente lo más obvio. Y el arroyo hizo ascender su vapor hacia los acogedores brazos del viento, que suavemente y con facilidad le llevaron hacia arriba y a lo lejos, dejándole caer suavemente en cuanto alcanzó la cima de la montaña, muchos, muchos kilómetros más allá. Y como había abrigado sus dudas, el arroyo fue capaz de recordar y grabar con más fuerza en su mente los detalles de la experiencia. Él reflexionó. Sí, ahora he conocido mi verdadera identidad . El arroyo estaba aprendiendo. Pero las arenas susurraron: Nosotras lo sabemos, porque lo vemos suceder un día tras otro y porque nosotras, las arenas, nos extendemos desde la orilla del río por todo el camino hasta la montaña . Y por eso se dice que el camino por el que el arroyo de la vida tiene que continuar su viaje, está escrito en las arenas. ( Entramos hoy en el mundo del sufismo. Es un mundo, pero no una visión del mundo. Es una transcendencia, pero no una filosofía de la transcendencia. No predica ninguna teoría, sencillamente te da consejos prácticos. (El sufismo no es especulativo. Es absolutamente realista, pragmático, práctico. Es práctico, no es abstracto. Por eso, no es una visión del mundo. Y tampoco sistematiza el conocimiento, porque no es una doctrina. (Una doctrina es una explicación completa de la existencia. El Sufismo no es una doctrina; no tiene una explicación para la existencia, es un camino hacia los misterios de la existencia. No te explica nada, simplemente apunta a lo misterioso. Te guía hacia lo misterioso. El sufismo no desmitifica la existencia. Todas las doctrinas lo hacen: su trabajo consiste en hacer conocido, desconocido, destruyendo el misterio, destruyendo el milagro. El sufismo te conduce de un milagro a otro, profundizando en la maravilla. (No es una doctrina, porque no da una explicación completa de nada, sólo te da pistas muy pequeñas, momentos de intuición. No hila y teje filosofías; hila y teje historias, anécdotas, metáforas, parábolas, poesías. No es una metafísica, son metáforas. Es un dedo apuntando a la luna. No puedes entender a la luna analizando el dedo. Pero si sigues la dirección con interés, si estás en armonía, entonces llegarás a ver la luna. El dedo no es la luna, el dedo no puede ser la luna, sin embargo puede señalar el camino. (Las historias sufíes no son filosóficas. Son sólo suaves indicios, 1

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usurros. El sufismo no grita, sólo susurra. Naturalmente, sólo aquellos que están listos a escuchar con interés no sólo con interés si no con empatía , sólo aquellos que están dispuestos a abrir sus corazones confiando y rindiéndose pueden entender lo que es el sufismo. Sólo aquellos que son capaces de amar pueden entender qué es el sufismo. ¿Cuál es su mensaje? No es un análisis lógico; ni es tan ilógico como el zen. El sufismo dice que ser lógico es un extremo y ser ilógico, el otro. El sufismo está a medio camino, ni lógico ni ilógico. No se inclina ni a la izquierda ni a la derecha. No es absurdo. No es lógico como Sócrates y no es absurdo como Bodhidharma. Se dice que Bodhidharma y Sócrates sólo parecen diferentes, pero que sus perspectivas son iguales. De hecho Bodhidharma es más lógico que Sócrates; por eso tropieza con la ilógica. Si vas siguiendo la línea de la lógica, antes o después, llegas a un punto en el que ves que la lógica se acaba, pero el viaje continua. Bodhidharma es un Sócrates que ha hecho todo el camino y ha llegado a ese extremo en donde termina la lógica pero la vida continúa. Bodhidharma parece diferente pero su perspectiva es socrática; es intelectual. El zen está muy en contra del intelecto, pero estar en contra del intelecto es seguir siendo intelectual. El zen es una anti filosofía, pero ser antifilosófico es ser filosófico: esa es tu filosofía. El sufismo evita los extremos. Sigue el punto medio, el medio exacto, el Término medio. (En el zen la palabra clave es, atención . En el sufismo la palabra clave es, de corazón . Recuerda esto; te aclarará en donde difieren. El zen está en contra de la mente, pero va más allá de la mente a través de la mente. El sufismo no está en contra de la mente, al sufismo la mente le es completamente indiferente. El sufismo está enfocado en el corazón; simplemente no se preocupa de la mente. Es de corazón. Sí, al sufí también le ocurre un cierto tipo de despertar. Si llamamos a un despertar en el zen satori, despertar de la mente, entonces tendremos que acuñar un termino para el despertar sufí: despertar del corazón . El camino del sufí es el camino del amante. El camino del zen es el camino del guerrero, del samurai. Y por esta diferencia básica en la perspectiva... (Ambas usan cuentos. El zen utiliza los cuentos y el sufismo también utiliza los cuentos, pero sus cuentos tienen un sabor diferente, un tono diferente. El cuento zen es absurdo, es un acertijo, y un acertijo que no puede ser resuelto. Puedes intentarlo, pero nunca serás capaz de resolverlo. Esa insolubilidad es intrínseca; es intrínseca al cuento zen. Tiene que ser absurdo porque es un truco para destruir tu mente, para hacer temblar tu mente. Es una espada..., para matar tu mente. Casi te vuelve loco, porque parece que no tiente ninguna solución y tienes que seguir meditando sobre esta la historia. Es un truco para meditar. La mente da muchas soluciones, pero todas las soluciones son rechazadas por el Maestro. El discípulo llega, día tras día, con nuevas soluciones, y el Maestro sigue gritándole: °Esto es un disparate! °Continua buscando! A veces pasan meses, a veces años, y entonces llega el momento en el que el discípulo ve que no hay solución. Y ten en cuenta, si simplemente crees que no hay solución entonces no has entendido la cuestión. Te has dado cuenta de que no existe una solución. En ese estado de no solución, de no conclusión, sucede una transcendencia, un salto, un salto cuántico, has ido más allá de la mente a través de la mente. El cuento zen funciona como una espada que corta el nudo de la mente. (El cuento sufí no es un acertijo, es una parábola. No es una conmoción, no es una espada; es persuasión, es seducción. Es el camino del amante. Es suave, delicado y femenino. El zen es muy masculino, el sufismo es femenino. La historia zen te vuelve loco: a través de la creación de un estado enloquecido de la mente te ayuda a ir más allá. °Te vuelve loco! La historia sufí te intoxica poco a poco, pero inevitablemente. (En la historia sufí hay poesía, hay un ritmo. La historia sufí tiene que ser contemplada, no hay que meditar sobre ella. Sobre la historia zen hay que meditar. La historia sufí tiene que ser embebida, saboreada como una taza de te, disfrutada en una actitud relajada. La historia zen tiene que ser penetrada con una mente muy concentrada, con una actitud muy tensa, con intensidad. Tienes que enfocar todas tus energías en la historia. Tienes que olvidarte de todo el mundo; sólo existe ese cuento pequeño y absurdo. Y sabes que no tiene solución, y aún así tienes que poner toda tu energía en él. Y mientras tanto sabes que esto es absurdo, no te va a conducir a ningún lado, pero el Maestro te dice: °Reflexiona! °Concéntrate! °Presta atención! °Fíjate en el acertijo del cuento! (El cuento sufí tiene que ser escuchado simplemente como un cuento. Los sufíes son grandes contadores de cuentos. Beben té o café, se sientan todos juntos en un lugar agradable, cálido. Comienza el cuento, el Maestro cuenta el cuento. Y el cuento sólo da vislumbres, pistas, pero muy potentes, muy penetrantes. Todo lo que se requiere por parte del discípulo es que escuche, no atentamente sino con interés, con un corazón abierto, sin ninguna tensión. Hay que disfrutar del cuento. Cuando lo disfrutas te revela sus misterios. (Algunas cosas más antes de que empecemos a disfrutar del cuento: te he dicho que el sufismo no es una visión del mundo. Es una visión, no una visión del mundo. Una visión del mundo significa que sigues siendo el mismo y empiezas a creer en una filosofía, en ciertas explicaciones acerca de la realidad. 2

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Sigues siendo el mismo, no has cambiado en absoluto. La visión del mundo te añade algún conocimiento: te vuelves más erudito. (Una visión te transforma. Una visión sólo ocurre si eres transformado, si eres transportado a otras altitudes, a otras cumbres, a otras profundidades de la vida. (El sufismo es una visión. De hecho llamarlo sufismo no es correcto porque no es en absoluto un ismo . Los sufíes no le llaman sufismo ; este es un nombre dado por personas ajenas a él. Ellos llaman a su visión tassawuri, una visión de amor, un acercamiento amoroso a la realidad. Es enamorarse de la existencia. La persona que piensa acerca de la existencia es un poco antagonista porque hace de la existencia un problema, como si la existencia le estuviera desafiando y él tuviera que descifrarla; tiene que descifrar el misterio, tiene que destruir el misterio. …l lucha. (Los sufíes dicen: nosotros y la existencia somos uno. No hay necesidad de luchar. Si persuades, cooperas, invitas, amas, ofreces tu amistad, la existencia comienza a revelar sus misterios. No hace falta violarla. El método científico, el método filosófico, el método intelectual, °es una violación! Es obligar a la existencia a descubrir su corazón. Es desnudar a la existencia por la fuerza y con violencia. La violencia puede ser a través de métodos científicos o de métodos lógicos, da igual, pero hay violencia. El filósofo ha adoptado un punto de vista como si la existencia no estuviera dispuesta a desvelar sus misterios; hay que obligarla. Es una manera de aproximarse violenta. (El sufismo dice que esto no es necesario, la existencia está esperando a que te acerques para poder descubrirte su corazón. La existencia está esperando a que te enamores de ella. Si estás profundamente enamorado de la existencia, comienza a abrirse, comienza a desvelar sus secretos. Ha estado esperando mucho tiempo a que te acerques. No es necesario forzarla, °no es necesario violarla! Puedes enamorarte. (Una visión del mundo es una postura agresiva, una visión es una postura de amor. (Te he dicho que el sufismo no es una doctrina, porque todas las doctrinas crean una esclavitud. Crean prisiones a tu alrededor. El sufismo es libertad. No crea ninguna doctrina a tu alrededor. No te dice que creas en una cierta doctrina. Sí, habla de confianza, pero no habla de creencia.

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El hombre cuyo tiempo estaba trastocado Había una vez un rico mercader que vivía en Bagdad. Tenia una valiosa casa, grandes y pequeñas propiedades y embarcaciones que navegaban a las Indias con ricos cargamentos. Había logrado esto en parte por herencia, en parte por sus propios esfuerzos, ejercidos en el lugar y el tiempo adecuados, en parte por el benévolo consejo y dirección del Rey de Occidente, como era llamado el Sultán de Córdoba en aquel tiempo. Entonces algo anduvo mal. Un cruel opresor se apoderó de las tierras y de las casas. Barcos en camino a la India zozobraron en tifones; el desastre afectó su casa y su familia. Aún sus amigos más cercanos parecían haber perdido la capacidad para estar en real armonía con él, aunque tanto él cómo ellos deseaban una buena relación social. El mercader decidió viajar a España para ver a su antiguo protector, poniéndose en marcha a través del Desierto Occidental. En el camino tuvo un accidente tras otro. Su burro murió; Fue capturado por bandidos y vendido como esclavo, escapando con gran dificultad; el sol le quemó la cara hasta que pareció cuero; toscos aldeanos lo huyeron de sus puertas. De vez en cuando un derviche le daba un bocado y un andrajo con que cubrirse. Algunas veces pudo tomar un poco de agua fresca de un pozo, pero frecuentemente ésta era salobre. Finalmente llegó el palacio del Rey de Occidente. Aún aquí tuvo las mayores dificultades para lograr entrar. Los soldados lo alejaban con las astas de sus lanzas, los chambelanes se negaban a hablar con él. Fue puesto a trabajar como empleado menor en la Corte, hasta que pudiese ganar lo suficiente como para comprar una vestimenta adecuado, para cuando solicitara al Maestro de Ceremonia admisión a la Presencia Real. Pero no se olvidaba de que se hallaba cerca de la presencia del Rey y el recuerdo de la bondad del Sultán hacia él, tiempo atrás, aún perduraba. Sin embargo, debido a que había pasado tanto tiempo en estado de pobreza y desgracia sus modales se habían resentido, y el Maestro de Ceremonias decidió que debía seguir un curso de comportamiento y autodisciplina antes de autorizarlo a presentarse a la corte. Todo esto soportó el mercader hasta que, tres años después de haber abandonado Bagdad, fue llevado a la sala de audiencia. El Rey lo reconoció enseguida, le preguntó cómo estaba y le pidió que se sentara en un lugar de honor a su lado. "Su Majestad", dijo el mercader "he sufrido terriblemente durante estos últimos años. Mis tierras fueron usurpadas, mi patrimonio expropiado, mis barcos se perdieron y con ellos toda mi fortuna. Durante tres años he luchado contra el hambre, los bandidos, el desierto, y con gentes cuyo lenguaje no comprendían. Aquí estoy para ponerme en manos de la misericordia de su majestad." El rey se dirigió a Chambelán. "Dale cien ovejas. Hazlo Pastor Real, envíalo a aquella montaña y déjalo hacer su trabajo". Algo deprimido debido a que la generosidad del rey aparentaba ser menor que la esperada por él, se retiró, luego de las salutaciones acostumbradas. Tan pronto hubo llegado con sus ovejas al magro apacentadero, éstas fueron afectadas por una plaga, y todas murieron. Retornó a la corte. "¿Cómo están tus ovejas?", Le preguntó el rey. " Su Majestad, murieron tan pronto las llevé al apacentadero". El Rey hizo una señal y ordenó: "Dadle a este hombre cincuenta ovejas y dejad que cuide de ellas hasta nuevo aviso". Sintiéndose avergonzado y perturbado, el pastor llevó los cincuenta animales a la ladera de la montaña. Estas 4

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comenzaron a pastar bien, pero súbitamente apareció un par de perros salvajes que las corrieron hasta el borde de un abismo .por donde se precipitaron todas ellas. El mercader, muy apenado, retorno al Rey y le contó su historia. "Muy bien", dijo el Rey "ahora puedes llevar veinticinco ovejas y continuar como antes". Casi sin tener ya esperanzas en su corazón, y sintiéndose aturdido más allá de toda medida, pues no se sentía pastor en sentido alguno, el mercader llevo sus ovejas al apacentadero. Tan pronto como hubieron llegado allí, se dio cuenta de que todas sus ovejas comenzaban a parir mellizos, llegando casi a duplicar su majada. Después, nacieron mellizos nuevamente. Estas nuevas ovejas eran gordas de buen vellón y excelentes para comer. El mercader encontró que, vendiendo algunas y comprando otras, las que compraba flacas y chicas en un principio, crecían fuertes y sanas y se asemejaban a la asombrosa nueva raza que estaba criando. Después de tres años pudo retornar a la corte, espléndidamente atareados, con su informe acerca de la prosperidad del rebaño durante su administración. Fue inmediatamente admitido a la presencia del Rey. "¿Eres ahora un próspero pastor?" , Preguntó el monarca. "Sí, en verdad, su Majestad. En una forma incomprensible mi suerte a cambiado y puedo decir ahora que nada adverso ha sucedido; aunque todavía no me agrada criar ovejas ". "Muy bien", dijo el Rey, "Allá está el reino de Sevilla, cuyo trono es mi don. Ve y que sepan que yo te hago Rey de Sevilla". Y lo tocó sobre el hombro con el hacha ceremonial. El mercader no pudo contenerse y prorrumpió: "Pero, ¿Por qué no me hiciste rey la primera ves que vine aquí? ¿ Estabas poniendo a prueba mi paciencia, ya tensa y apunto de romperse? ¿O lo hicisteis para enseñarme algo? . El Rey río. "Digamos simplemente que, si el día que llevaste las cien ovejas a la montaña y las perdiste, hubieras tomado el gobierno del reino de Sevilla, hoy no habría piedra sobre piedra".

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Nómadas del viento Érase una vez un desierto. Un desierto de arenas cambiantes. Dunas rojas por el sol y el calor asfixiante. Un océano de arena que a primera vista parecería muerto, pero que ante unos ojos expertos rebosaba vida. Esta es la historia de una caravana que nunca llegó a su destino. Todo empezó un día... Los camellos se asustaron. Abrieron las aletas de sus narices, nerviosos y atentos. El hombre cubierto por completo, solo dejaba vislumbrar una pequeña rendija para poder observar a su alrededor. El jinete y su montura llegaron al límite de la duna y en el fondo de la siguiente se hallaba la causa de su nerviosismo. Un grupo de gente caminaba acompañada de sus camellos y enseres. Dictan las normas de cortesía que al encontrarse en el desierto el saludo debe de ir acompañado de hospitalidad. Allí mismo plantaron las tiendas ya que la noche se le echaba encima. Era raro no encontrarse con alguien, ya que los caminos, aunque no marcados por nada ni por nadie, existían. Como sí una memoria ancestral guiara a las caravanas hacia su destino. Así fue ocurriendo durante varios días y se iban acercando hacia el oasis, punto final de su recorrido. A través de muchos años, se habían establecido alianzas y compromisos en el uso del agua y del fruto de las palmeras del oasis. Pero aún así existía en ese lugar un venerable anciano al que todos recurrían cuando surgía algún problema. O para oír de su experiencia en algo que se desconocía. Llegó un día en el cual el anciano reunió a todos los viajeros de las arenas. Era de noche y sólo el techo lleno de estrellas les cobijaba. Les convocó para contarles un secreto, solo por él conocido. Todos respetaban al anciano pues les había dado muchas muestras de sus acertados consejos a lo largo de los muchos años que le conocían. Les habló así: - Queridos hijos, hermanos. Os he visto crecer y os he seguido aún en los sitios en los que creíais que ya no me alcanzaba la vista. Así que creo saber como sois realmente. Estáis viniendo a este lugar para dar de beber a vuestros animales y habéis tomado este oasis como punto final de vuestro viaje. Pero no es así. Un murmullo de sorpresa se extendió entre los presentes. Alguno pensaron que el viejo desvariaba. - Os digo que más allá de estas dunas que nos protegen. Más allá del Desierto Negro, existe un oasis donde el agua fluye desde el cielo... - ¿Cómo sabes eso, anciano? - Lo sé porque yo nací allí. No debéis conformaros con este agua, porque aunque vosotros la veáis limpia y pura, y os quite la sed, os aseguro que la del Nacimiento es incomparable. La mayoría de los que estaban oyéndole empezaron a retirarse pensando que era tarde, que para qué ir tan lejos si ya estaba allí el agua, para que arriesgarse... Encontraron mil excusas. Quedaron solo unos pocos asombrados por lo que oían. El anciano les miró y dijo: - Entre vosotros algunos han reconocido el lugar del que hablo, otros os quedáis por curiosidad y otros porque se quedan los demás. Sed honestos con vosotros mismos y quedaos sólo si sentís la llamada. El viaje será peligroso y a la vez fascinante. Aprenderéis muchas cosas y tendréis que renunciar a muchas más. Pero la recompensa que obtendréis superara todas vuestras expectativas. Mañana por la mañana iniciaremos el viaje. - ¿Cómo, tú también vienes? - Naturalmente, ¿es qué acaso alguno de vosotros sabe llegar al lugar del cuál os hablo?. Al día siguiente, cuando el sol despuntaba sobre las dunas, los que iban a iniciar el viaje, recogieron todas sus pertenencias dispuestos a continuar por el Desierto Negro, así llamado porque el sol había requemado el suelo de tal manera que parecía carbón. Al cabo de poco tiempo comenzaron a formarse grupos de personas que hablaban entre ellas. El anciano les observaba y comprendía. Entre ellos hablaban de si era correcto dejar el mando de la caravana a alguien tan anciano, e incluso alguien empezó a comentar en voz alta su inseguridad ante el viaje iniciado. Todo ese día siguió igual y al llegar la noche el anciano les hizo parar y convocó una reunión. - Escuchad. Aquellos de vosotros que estáis aquí por curiosidad, aún estáis a tiempo de volveros atrás, conocéis el camino de vuelta. Los que os quedáis porque siempre habéis estado siguiendo a otro, os digo lo mismo, ya que a partir de mañana aunque vayamos juntos cada uno debe de velar por sí mismo. Debe de confiar en 6

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la huella del camello que lleva delante. Procurad no dormiros, ya sabéis que la muerte aguarda en el sueño. Y vosotros, aquellos que tenéis constancia de la verdad. Continuad en vuestra creencia. Yo os conduciré al final. Mi compromiso con vosotros es tanto o más que el vuestro conmigo. Acto seguido, algunos de entre todos ellos dijeron que se marchaban. Preferían seguir como antes, que no veían seguro el resultado del viaje... Pasaron varios días, y en su recorrido del desierto sucedió que se encontraron viajeros que se unieron a su caravana y algunos de la caravana que la dejaban por diversas razones. Pero el tiempo pasaba, y ni todos los curiosos, ni todos los acompañantes se habían marchado. Resultaba que en sus corazones no anidaba el anhelo de la verdad, sólo el ver que era aquello de lo que se hablaba y los otros, en su cobardía, no querían aceptar que estaban allí sin desear estar. De nuevo, por la noche, el anciano los reunió: - Sé que entre vosotros anida la duda del viajero. Empezáis a pensar en lo que habéis dejado atrás. Tenéis miedo a lo desconocido que hay más adelante. Solo os pido que confiéis en mí. Estáis aquí por libre voluntad, y si conseguimos estar más juntos, lo que empezó como una reunión de gentes dispersas conseguiremos transformarlo en un autentico pueblo. No desesperéis. No queráis ver ya el oasis de la Fuente, aún queda mucho camino. No prestéis vuestros oídos a todos aquellos que llamándose vuestros amigos quieren apartaros del camino que lleváis en el corazón. Siguieron pasando los días. Los puntos de desunión y unión se iban cada ensanchando vez más. Se llegó a plantear en una reunión, en la que no estaba presente el anciano, el continuar el camino por otro lugar meno agreste y que fuera más gratificante. Alguno entre ellos les dijo que él había oído hablar que parecía ser había otras caravanas surcando el mismo desierto, que si se unían a ellas todo iría mejor, y más cosas... El anciano conocía todas estas cosas y su corazón se entristecía. Él les había abierto las puertas del conocimiento, del conocerse a sí mismo, y ellos mismo le planteaban que estaba equivocado. ¿Cómo podía estarlo si él era quien había hecho la ruta que ahora ellos pretendían conocer mejor que él? El clima de los viajeros llegó a tal extremo que uno de los que no eran corrió el rumor de que el anciano estaba perdiendo el juicio, que ya no podía seguir guiándolos porque lo que hacía no estaba bien, que él sabía que las cosas no eran de la manera tal como el anciano lo contaba. De nuevo la duda anidó en los corazones de los viajeros. Pero lo que más le dolía al anciano era que nadie de entre todos ellos se dirigiera a él para preguntarle nada, sino que daban crédito a alguien que ni siquiera había hecho esa ruta con anterioridad. Pero el anciano les dejó hacer. Si estaban con él voluntariamente él no era nadie para obligarles a hacer algo que no querían. Aún así los convocó a una última reunión: Y dijo: - Cuando iniciamos este viaje, todos vosotros vinisteis voluntariamente. A nadie obligué. Os conté el lugar de la Fuente, el lugar donde yo nací. Y vosotros aceptasteis venir. Os avisé que era un viaje largo y duro. Y sin embargo, ahora, habláis de otros lugares, de otras rutas. No os puedo detener. Os dije que había tres grupos entre vosotros. Vosotros habéis elegido a que grupo queréis pertenecer. Sólo una cosa más. Yo he de continuar mi viaje, y lo haré aunque continúe en solitario. El desierto es ancho y lo recorren innumerables sendas. Esta es la mía y el que quiera caminar por ella debe hacerlo de acuerdo a las reglas establecidas para este camino. Los miró uno a uno, con gravedad y una extraña sensación se apoderó de los corazones de los viajeros. Se miraron entre ellos y cuando volvieron su vista hacia donde había estado el anciano, no había nadie. Un revuelo recorrió a todos. ¿Qué hacían? ¿Hacia dónde dirigirse? Ahora, incluso aquellos que hablaban, que decían saber otros caminos, callaban. Solo unos pocos se levantaron de la arena y mirando a las estrellas continuaron caminando. Dicen los narradores de historias que esta es una historia inacabada. Que la tribu de los que se levantaron aún sigue caminando aunque sin saber hacia donde dirigirse, sólo recuerdan que un día el anciano mencionó La Estrella y ellos ya no buscan la Fuente, si no ese punto de luz que los alumbre en su caminar a ningún lugar. ¡Ah! Se me olvidaba. ¿Sabéis el nombre por el que eran conocidos?

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Saber sentir el sabor "Saber" y "sabor" tienen una íntima relación entre los dos. Érase una vez, en un pequeño poblado perdido entre las montañas, que vivían en una aldea recogida y alegre, un grupo de seres humanos. Hacían lo que suelen hacer la mayoría de estos seres: dormir, trabajar, comer, jugar y dormir. Pero he aquí que un día uno de ellos, por extraños motivos que nos llevarían a otras historias, decidió marchar de ese pueblo. Reunió a todos lo seres del pueblo y les manifestó su intención de salir más allá de las montañas para conocer lo que se "cocía" en otros lugares. - ¿Para qué?- le preguntaron sus amigos. - Porque quiero saber- les respondió. Nuestro amigo, al que desde ahora llamaremos Sixto, se dirigió al norte, porque desde antiguo al pueblo habían llegado noticias, que allí era dónde existía más saber. Pasó un tiempo sin noticias de Sixto, hasta que un buen día apareció en lontananza. Hubo gran alegría en el poblado, todos le rodeaban, le preguntaban, pero él venía cansado del viaje y pidió que le dejasen descansar. Al día siguiente, a la puerta de su casa, todo el mundo estaba reunido esperando que él apareciera. Cuando lo hizo, todos prorrumpieron en aplausos y aclamándole le pedían que compartiera con ellos su saber. - Bueno, veréis, lo único que he aprendido no puedo compartirlo con vosotros. !Oh! Que desilusión entre los seres del poblado. -¿Por qué?- se atrevió a preguntar un niño (todos sabemos que los niños son muy atrevidos) - Porque lo que he aprendido es a distinguir el sabor de las cosas. Un murmullo de perplejidad se adueñó del pueblo. - Veréis, amigos. Cuando llegué al norte, me sentí perdido. Había mucha gente, ciudades enormes, y en ese estado me encontraba cuando vi en un cartel que se daban cursos de cocina rápida. Como el hambre me acuciaba pensé que no vendría nada mal llenar el estómago con algo y de paso aprender a cocinar comidas diferentes. Entré pero, ¿sabéis?, el curso no era para aprender a cocinar, no. Era para aprender a saborear la comida. -¡Oh!- murmuraron los del pueblo- Y eso ¿cómo se aprende? -¡Ah! Amigos míos es bastante complicado de explicar con palabras -dijo Sixto- los profesores se limitaban a dibujar esquemas y diagramas en la pizarra, y nos decían: "Tenéis que sentir el sabor de ésta posición del esquema". Otro incidía: "No hay que dar vueltas buscando el mejor sabor. Sabor solo hay uno, y es aquel que no tiene sabor, porque en él están todos los sabores". Y nos ponía el ejemplo de la luz blanca que se descompone en diferentes colores cuando pasa por un prisma. "El lugar -decía el jefe de cocina- donde hay y no hay luz blanca es el sabor sin sabor". El pueblo entero estaba maravillado de esta explicación. - Por favor, dibújanos esos esquemas. Nosotros queremos experimentar ese sabor sin sabor. Sixto los miró con conmiseración, y quedamente les dijo: - Amigos míos, esto es lo que me enseñaron en aquella ciudad, pero de regreso al pueblo me he dado cuenta, a través de procesos que si os lo contara a alguno de vosotros se volvería más confundido, digo que me he dado cuenta que todo eso no sirve para nada. - ¡¿Qué?!- preguntó asombrado el pueblo. - Os lo explicaré. La clave está en dos palabras: "sentir" y sabor". Vosotros queréis saber a que sabe el sabor sin sabor. ¿Es cierto? - ¡Sí! - Y yo os digo que lo importante es sentir ese sabor. - ¡Ah!- los seres del poblado se miraron unos a otros. Un niño, el mismo de antes, que por lo visto era un poco pesado con sus preguntas, dijo: - Sixto, Sixto... - Sí, niño, dime. - ¿Podrías decirme, entonces, por qué esos señores que hablaban mediante gráficos del sabor sin sabor dan esas clases?¿Por qué utilizan esquemas si no son importantes?¿Por qué malgastan su tiempo y su energía en dar un arte objetivo a la subjetividad de la gente? ¿Por qué...? - ¡Niño, calla! -gritó Sixto- Tú no puedes saberlo porque no has estado dónde yo he estado, ni has visto lo que yo he visto. Esas personas que dibujaban el sabor, sabían lo que estaban haciendo, lo transmitían de un 6

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a manera especial, de tal forma que se introducía poco a poco en el organismo y ha sido ahora, al llegar al pueblo, cuando me he dado cuenta de que es lo realmente importante. - ¡Dínoslo, Sixto, dínoslo! - gritó todo el pueblo. - Hay que sentir el sabor, ya os lo he dicho. - ¿Y cómo sabemos que es lo que sentimos si no tenemos un espejo en el cual mirarnos?, preguntó el mismo niño de antes. Sixto miró con dulzura al niño y le dijo: - Niño, ¡eres un pesado insolente!- sonrió y desapareció en su casa para darse un baño".

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La prisión El mundo es una prisión y nosotros somos los prisioneros: °haz un boquete en el muro de la prisión y sal de ella! Jalal al-Din Rumi. (Masnavi I, 982). Imagínate a un hombre que tiene que rescatar a gente de cierta prisión. Se ha decidido que sólo hay un modo plausible de llevar esto a cabo. El libertador tiene que entrar en la prisión sin atraer la atención. Debe permanecer allí relativamente libre para actuar durante cierto período. La solución escogida es que entrará como convicto. Por consiguiente, hace los preparativos, oportunos para que le capturen y le sentencien. Como otros que han caído víctimas de este sistema, se le envía a la prisión que es su meta. (Cuando llega, sabe que se le ha despojado de cualquier posible dispositivo que le pudiese haber ayudado en una escapada. Todo lo que posee es su plan, su ingenio, su habilidad y su conocimiento. Por lo demás, tiene que arreglárselas con equipo improvisado, adquirido en la propia prisión. El mayor problema es que los prisioneros sufren de psicosis carcelaria. Esto les hace pensar que su prisión es el mundo entero. Otra característica es el olvido de partes esenciales de su pasado. Por consiguiente, casi no poseen memoria alguna de la existencia, perfil y detalle del mundo exterior. La historia de los compañeros de prisión de este hombre es una historia carcelaria. Sus vidas son vidas carcelarias. Piensan y act˙an en base a ello. Por ejemplo, en vez de acumular pan como provisión para la huida, lo moldean y hacen dominós con los cuales juegan. Saben que alguno de estos juegos son diversiones, pero otros los consideran reales. A las ratas, que podían entrenar como medio de comunicación con el exterior, las tratan como animales domésticos. Beben el líquido de limpieza que contiene alcohol, el cual les produce alucinaciones placenteras. Considerarían una triste pérdida, incluso un crimen, si alguien lo usase para drogar y dejar inconscientes a los guardianes, haciendo posible la huida. El problema se agrava, ya que los desdichados han olvidado el significado de algunas de las palabras normales que hemos estado usando. Si les pides una definición para palabras tales como "provisiones", "viaje", "huida", obtendrías una lista de significaciones como "rancho carcelario", "caminar de un bloque de celdas a otro", y "evitar el castigo por parte de los guardianes". "El mundo exterior" sonaría a sus oídos como una extraña contradicción: "Ya que éste es el mundo, este lugar donde vivimos -dirían-, øcómo puede haber otro fuera?". El hombre que está trabajando en el plan de rescate, al principio, sólo puede actuar mediante analogía. Hay pocos prisioneros que acepten sus analogías, ya que a ellos les parecen locos balbuceos. Cuando dice "necesitamos provisiones para nuestro viaje de huida al mundo exterior", por supuesto, a ellos les suena como el absurdo siguiente: "Necesitamos provisiones -alimentos para usar en la prisión- para nuestro viaje trasladarnos de un bloque de celdas a otro- de huida -evitar el castigo de los guardianes- al mundo exterior a la prisión exterior..." Algunos de los prisioneros de mente más seria puede que digan que quieren entender el significado de sus palabras, pero ya han olvidado el lenguaje del mundo exterior. (Cuando este hombre muere, algunos de los prisioneros hacen de sus palabras y actos un culto carcelario. Lo utilizan para consolarse a sí mismos y para encontrar argumentos contra el siguiente libertador que se las ingenie para llegar hasta ellos. Sin embargo, una minoría, de vez en cuando, escapa.

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La historia del cerrajero Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día. El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración. El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella. Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo. Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huída y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave. Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar. Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron.

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FE Sheikh Muzaffer Ozak En los primeros años del Islam, mucha gente reflexiva cuyos antepasados habían sido adoradores de ídolos o del fuego, llegaron a cuestionar las prácticas de sus antepasados. Así ocurrió con dos hermanos que adoraban al fuego. Uno de ellos sugirió que pusieran las manos en él; si se quemaban, deberían dejar de adorarle y convertirse al Islam. Así que rezaron al fuego, pidiéndole al dios de sus antepasados que no les quemase. Pero la llama los abrasó. “Uno de ellos decidió investigar el Islam, pero el otro, volviéndose atrás, dijo que no estaba dispuesto a abandonar la religión de su cultura y sus antepasados. “Al día siguiente, el primer hermano decidió visitar una mezquita cercana, quedando sumamente impresionado al ver como todos rezaban juntos, sin ninguna distinción de clase o casta. “Los esclavos se situaban al lado de hombres poderosos e influyentes; ricos y pobres estaban entremezclados. “El corazón del adorador del fuego quedó conmovido por la verdad reflejada en la Escritura, así como por las reflexiones del maestro acerca de Dios. “Al finalizar las oraciones, se levantó y expresó su deseo de convertirse al Islam. Su sinceridad emocionó y llenó de alegría a la congregación allí presente. Como obviamente se trataba de un hombre pobre, algunos de los creyentes más ricos se ofrecieron a prestarle dinero o a darle un trabajo. Pero él rechazó todas las ofertas de ayuda, diciendo que si Dios le había asistido incluso cuando era un incrédulo, ahora que había hallado la fe sin duda podía continuar confiando en el Señor. “Cuando nuestro hombre llegó a su casa y le contó a su mujer todo lo que había ocurrido, ésta alborozada, también accedió a abrazar el Islam. “Más tarde, decidió salir a buscar empleo. Se ganaba la vida como arriero, pero nadie parecía tener trabajo para él. Al mediodía, acudió otra vez a la mezquita para rezar y de nuevo rechazó la ayuda ofrecida por sus compañeros creyentes. Rogó a Dios que le concediera provisión para él y su familia (. (Pero aquella tarde siguió sin poder encontrar trabajo. Al regresar a casa, y para no desilusionar a su mujer e hijos, les dijo que había encontrado empleo con un patrón maravilloso, pero que éste se había marchado muy pronto y se había olvidado de pagarle. Aquella noche cenaron exiguamente con restos de comida que hallaron en la casa. “El segundo día transcurrió igual que el primero. No podía encontrar trabajo por mucho que se esforzaba. A cada una de las horas de la oración, iba a la mezquita y le pedía a Dios que proveyese el sustento de su familia. Esa noche, en el camino a su casa, recogió algunas obras que había fuera de una posada y las llevó a su casa para aliviar el hambre de su mujer y sus hijos. Volvió a decirles que su jefe se había olvidado de pagarle. “Al tercer día a˙n no había señal de trabajo. Nuestro hombre veía esta situación como una prueba para su fe, decidió no hacer más que rezar y siguió en la b˙squeda del empleo. “Aquélla tarde, un joven radiantemente hermoso llegó a su casa y le entregó a su esposa una bolsa llena de monedas de oro. Le dijo: "Dile a tu marido que su nuevo jefe está muy complacido con él". Al abrir la bolsa, la mujer exclamó: "¡OH, qué jefe tan bueno y generoso!". “No había visto nunca una moneda de oro en su vida y ahora, de pronto, tenían allí dinero suficiente para el resto de su existencia. “La mujer llevó una moneda al cambista, Tras comprobarla, éste preguntó de dónde la había sacado. Ella le respondió que nunca había oro de semejante pureza y que no imaginaba de donde había salido. “El marido fue incapaz de encontrar trabajo en todo el día. (Cansado, triste y hambriento, decidió volver al hogar. Estaba muy preocupado por lo desanimada que estaría su familia. “En el camino a su casa se detuvo y llenó dos paños grandes, uno de arena y el otro de piedras. "Por los menos, mis vecinos, todos los cuales ya han oído de mi nueva fe no hablarán de que he vuelto a casa con las manos vacías durante tres días seguidos", se dijo. “Cuando llegó a su casa, vio velas encendidas en todas las ventanas y un fuerte aroma a carne asada que salía de la misma. Abrió la puerta de golpe y encontró a su mujer e hijos vestidos con las mejores ropas y, más allá, varias ollas con comida hirviendo en el fuego. Perturbado, preguntó a su mujer: "øHas pedido dinero prestado a alguien? øDe dónde has sacado toda esa comida y esas velas?". “Contenta, la mujer le contó que había venido un mensajero de parte de su nuevo jefe y le había dado una bolsa de monedas de oro puro. El hombre dejó caer los dos bultos detrás de la puerta y abrazó a su alborozada familia. Entonces la mujer le reprendió por tirar la comida al suelo. El se volvió y vio que la arena se había convertido en harina finísima y las piedras en pan recién horneado. “Todos somos mantenidos por Dios. También a nosotros se nos paga, solo que rara vez nos damos cuenta y somos agradecidos.

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Interpetacion de los sueños (Sheikh Muzaffer Ozak) Un incidente verídico de la historia otomana se halla relacionado con el tema de la interpretación de los sueños. De hecho, también hace referencia a nuestra orden Sufí, la orden Halveti. En aquel tiempo, el Sheikh del Islam era más o menos equivalente al Papa. El sultán era el regente secular absoluto; sin embargo, sus poderes estaban limitados por la ley islámica, que cubría todos los aspectos de la vida. Una de las mayores obligaciones del Sheikh del Islam era la de interpretar la ley religiosa. Sus edictos religiosos tenían toda la fuerza de la ley. “El Sheikh del Islam buscó por todo Estambul, que era entonces la capital del Imperio Otomano, para encontrar al mejor intérprete de sueños. Buscó ayuda de la misma manera que el Faraón buscó a José (la paz de Dios sea con él). “Sus consejeros le recomendaron a un sheikh Halveti, Abdurrahman Efendi. "Pedí un sueño que me revelara el paradero de mi llave perdida, pero ¿qué quiere decir?". “Abdurrahman sonrió y le dijo al Sheikh del Islam que mandara a su mayordomo a la biblioteca d su palacio para que les trajera el libro más grueso que hubiera. Una hora después, el mayordomo volvió de la biblioteca con un volumen inmenso, una concordancia del Sagrado Corán. Abdurrahman dijo: "En el Nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo". Entonces tomó un abrecartas y lo introdujo en las páginas del libro. Lo abrió y °allí estaba la llave!. “El Sheikh del Islam le confesó a Abdurrahman que él había estudiado la interpretación de los sueños y que había leído muchos libros sobre el tema, pero que no podía entender esa clase de sueños. Abdurrahman respondió: "Dios concedió el don de la interpretación de los sueños a Jacob y a José. En un grado mucho más limitado, mi interpretación de su sueño es una especie de revelación menor, un milagro menor". “Yo creo firmemente en esto. He leído muchos libros acerca de la interpretación de los sueños y hay otros muchos disponibles. Estos libros afirman que un caballo significa esto, una manzana significa aquello y un pez lo otro. Pero éstas no son interpretaciones verdaderas. Es un tipo de enfoque que no funciona. Es como obrar al azar. Sin embargo, es posible interpretar los sueños correctamente. La verdadera interpretación es casi heredada, un regalo de Dios, como el que le fue dado a Jacob y a José, y también a nuestra orden Halveti-Jerrahi.

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Un Distinguir lo Bueno de lo Malo Un panadero quería conocer a Uways y éste fue a su panadería disfrazado de mendigo. Cogió un pan y empezó a comérselo. El panadero lo golpeó y lo echó a la calle. -¡Loco!, le dijo un discípulo que llegaba. ¿No ves que acabas de echar al maestro, a quien querías conocer? Arrepentido, el panadero salió a la calle y preguntó qué podía hacer para que lo perdonase. Uways le pidió que los invitase a comer a él y a sus discípulos. El panadero los llevó a un restaurante excelente y pidió los platos más caros. -Así distinguimos al hombre bueno del hombre malo, dijo Uways a sus discípulos en mitad de la comida. Este panadero es capaz de gastar 10 monedas de oro en un banquete porque soy célebre, pero no puede dar pan para que se alimente un mendigo hambriento. En vida, había sido un hombre pobre cuya más querida posesión había sido su burro. Este animal había sido lo más importante de su existencia. Lo mismo será en tu caso. Aquello que más te importe determinará lo que te suceda en la resurrección. En el Más Allá te encontrarás junto a aquellos que amas.

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El Mayor Lujo Al lado del monasterio de Ibak vivía un sabio sufí, excelente negociante, que había acumulado una gran riqueza. Un visitante del monasterio, al ver los altísimos costos de los trabajos de renovación del templo, dijo para quien le quisiera escuchar: -¡He aquí que los caminos de la sabiduría se transforman en la senda de la ilusión! He encontrado a alguien que dice buscar la verdad, y sin embargo está podrido de dinero. Las palabras llegaron a oídos del sabio. Cuando le preguntaron qué tenía que decir, comentó: -Pensaba que lo tenía todo, y acabo de descubrir que me faltaba una cosa. Ahora sé que soy realmente un hombre rico, pues he conseguido un lujo más sofisticado. -¿Y cuál es ese lujo más sofisticado?, quiso saber uno de los monjes. -Ver a alguien que tiene envidia de ti. La Hora de la Decisión Un vendedor de camellos llegó a una aldea para vender bellos animales a un precio excelente. Todos compraron, salvo el señor Hoosep. Pasado un tiempo, llegó a la aldea otro vendedor. Traía camellos excelentes, pero a un precio bastante más alto. Esta vez, Hoosep compró algunos animales -No compraste los camellos que eran casi gratis, ¿y ahora los adquieres por casi el doble?, le criticaron sus amigos. -Aquéllos que eran baratos a mí me resultaban muy caros, pues en aquella época tenía muy poco dinero, respondió Hoosep. Estos pueden parecer más caros, pero para mí son baratos, ya que tengo dinero más que suficiente para comprarlos.

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Pequeñas historias de la sabiduría sufí Dar lo que se tiene Un sabio llegó a la ciudad de Akbar, pero la gente no le dio mucha importancia. El sabio sólo consiguió reunir a unos pocos jóvenes, mientras el resto de los habitantes se reía de su trabajo. Paseaba con su pequeño grupo de discípulos por la calle mayor, cuando un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En lugar de fingir que no se daba cuenta, el sabio fue hacia ellos y los bendijo. Al irse de allí, uno de sus discípulos comentó: -Te dicen cosas horribles y les respondes con bellas palabras. El sabio respondió: -Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene.

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