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Cuentos Policiales: EL ROBO DEL DIAMANTE AQUILES (Anónimo) La Mansión Barns se encuentra retirada de la ciudad, a la s

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Cuentos Policiales:

EL ROBO DEL DIAMANTE AQUILES (Anónimo)

La Mansión Barns se encuentra retirada de la ciudad, a la salida de la misma. Al señor Barns le gusta coleccionar joyas, y cuenta, entre su colección con el diamante más grande del mundo: el Diamante "Aquiles". En la mansión trabajan muchas personas, las que se siempre se quejan porque reciben malos tratos. Cierto día, cuando Barns se fue de viaje de negocios a Buenos Aires, alguien sustrajo el Diamante Aquiles. Esa mañana, luego de que el señor Barns se había ido, la mucama se dirigió al escritorio a realizar la limpieza de todos los días y se encontró con la caja fuerte abierta. Enseguida llamó a la policía. Al cabo de un rato, se presentó el detective Hector Osvaldo Quiroga, con su ayudante Noelia López. Héctor Quiroga es un hombre de unos 33 años, con mucha experiencia en casos de robo de joyas, es alto, delgado, desaliñado en su aspecto, también es desordenado en su trabajo. Usa cabello largo y tiene ojos pequeños y marrones. Al ingresar al escritorio, el detective encontró la caja fuerte abierta, sin haber sido forzada. Noelia y el detective recorrieron el lugar y observaron restos de barro y pisadas de zapatos en la alfombra, por lo que sospecharon del mayordomo y del jardinero. Comenzaron a interrogar a los habitantes de la casa y la mucama comentó que había escuchado discutiendo a dos personas en el escritorio del patrón, eran voces de hombres, y que también había escuchado mencionar al Diamante Aquiles. La mucama también contó que el jardinero necesitaba dinero para pagar los gasto de un tratamiento muy caro por la enfermedad de su madre, y, el mayordomo se quería vengar porque lo trataban mal. El detective y su ayudante fueron rápidamente en busca del jardinero y del mayordomo, cuando llegaron al lugar, los encontraron preparándose para escapar. El detective los detuvo y recuperó el Diamante Aquiles.

El asesinato del perro de un detective (Anónimo)

Esmider Ledesma es un detective de piel morena, alto, de 1,90 de estatura, tiene 26 años, sus ojos son color miel. Es un hombre muy tranquilo y simpático con su colega Silvia Schneider, una mujer esbelta, de unos 20 años, rubia, de ojos claros, muy ordenada y responsable; juntos han participado de numerosos operativos policiales. Una tarde de abril muy lluviosa, saliendo de la casa de sus amigos, la pareja de detectives se encontró con el detective Fernández, un viejo amigo de ambos, quien estaba muy triste porque le habían matado a su perro Coco. Los detectives enseguida se pusieron a investigar, sospecharon, en primer lugar de un vecino de Fernández, el señor León, porque éste había manifestado rencor hacia el perro porque una vez lo había mordido, además observaron pisadas de botas correspondiente al nº 42 (el número que calzaba Fernández) que se dirigían hacia la cucha del perro, donde Fernández lo había encontrado muerto, las pisadas provenían de la casa del vecino. Los detectives continuaron buscando y encontraron el cuchillo con el que habían matado al perro, envuelto con un pañuelo, con el nombre de León, en el basurero. La detective Silvia Schneider, se dirigió a la casa de León, golpeó la puerta y la atendió la empleada de la casa, quien llamó a su patrón. La detective lo interrogó, León negó todo, explicando que hacía varios días que no estaba en la casa y recién, el día anterior había llegado, siendo que al perro lo habían asesinado hacía dos días atrás. La detective pidió hablar con la empleada porque sospechaba que León mentía. Cuando la interroga, la empleada le dice que León la había obligado a asesinar al perro, diciéndole que si no lo hacía la iba a dejar sin trabajo, y ella era el único sostén de su familia. Entonces decidió ponerse las botas del patrón y buscar un pañuelo para que de esa forma se lo pueda culpar. También aclaró que el patrón no había salido de la ciudad. Mientras la mucama hablaba con el detective, León se escapaba por la puerta trasera.

EL SECUESTRO (Anónimo)

El detective Leo López es un hombre muy fumador, atrevido y de mal humor, a quien además le gusta la bebida, siempre anda desprolijo, con su cabello largo despeinado. Sus ojos verdes permanentemente están buscando las pistas para resolver los casos más difíciles. Un lunes por la mañana, alrededor de las 10:30, recibe un llamado telefónico de Joaquín Bustamante quien le decía: ¡Ven rápido! ¡Recibí un llamado telefónico donde me decían que tienen a mi hijo Julio! – Gritaba Bustamante del otro lado del teléfono-. -

¡Voy enseguida! – Le contestó el detective Leo-.

Rápidamente se dirigió a la casa de Bustamante en su moto Mel 125. Cuándo llegó, el padre de Julio le hizo escuchar una grabación donde la voz de un hombre decía: “me voy a vengar de usted porque me dejó en la calle”. Cómo el número del celular de donde habían realizado la llamada quedó registrado, descubrió que era del ex empleado de Bustamante, Emmanuel Ramos. Leo se dirige a la casa de Ramos, lo interroga y este le dice que había perdido su celular dos días antes del secuestro y que había realizado la denuncia a la policía. Leo llama a la policía y comprueba que lo que decía Ramos era verdad, porque en la policía había una denuncia por la pérdida de un celular hecha por Emmanuel Ramos. Entonces ¿dónde estará Julio? ¿Lo habrán secuestrado realmente? ¿Estará vivo o estará muerto…?

La huella roja (Anónimo)

Un día el profesor William Estorch tocó la puerta de mi casa, yo abrí y lo invité a pasar. Él me contó que en su escuela se habían robado las respuestas de un examen. Yo acepté investigar el delito y me dirigí hacía la escuela. En la escuela todo estaba muy silencioso, el profesor me llevó hacia su oficina donde se habían robado las respuestas. Éstas habían aparecido debajo del banco de la estudiante Cisne (le decían cisne por su piel blanca). Ella negaba todo, decía que jamás había robado las respuestas. El profesor le creía porque era muy buena estudiante. Yo investigué el lugar del crimen y observé una huella de zapatilla color roja. Le pregunté al profesor cuántos estudiantes estudiaban en esta escuela, él me respondió que eran seis estudiantes: Patricio, apodado Pato; Carla, Julieta, Tomás, Carlos y Florencia. Cuando los estudiantes estaban en clase entré a sus habitaciones, observando y deduciendo logré descifrar el misterio. Me dirigí hacia la oficina donde se encontraba William Estorch y le dije: -He resuelto el misterio. Las huellas venían de las zapatillas de Pato que al estar pintadas a mano y pisar con fuerza, la pintura se sale y deja una huella única de color rojo. -¿Y cómo entró a mi oficina si la puerta estaba cerrada? -Él sabe que siempre usted deja una llave de repuesto debajo de la alfombra de la puerta de su oficina. -Gracias por resolver el misterio, se lo agradezco mucho. -No fue nada.