Cuando Dios Camino por el mundo

CUANDO DIOS CAMINO POR EL MUNDO (Relatos de Chiloé) ERWIN HAVERBECK O. El Arte Espontáneo de la Leyenda “USO EXCLUSIVO

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CUANDO DIOS CAMINO POR EL MUNDO (Relatos de Chiloé) ERWIN HAVERBECK O.

El Arte Espontáneo de la Leyenda

“USO EXCLUSIVO VITANET, BIBLIOTECA VIRTUAL, 2003”

EL ARTE ESPONTANEO DE LA LEYENDA Carlos Iturra

De todos los géneros literarios es la leyenda el único que no tiene creador individual: la leyenda es creada, en realidad, por un ente múltiple y longevo, difuso y anónimo, cual es el pueblo. Vive fuera del papel, siendo el ir y venir de boca en boca su manera de existencia más propia, aunque permanece cuando el investigador o el poeta la recogen y la guardan entre las páginas de un libro. En tal caso, podemos pensar que la leyenda ha pasado de su existencia natural, “silvestre”, de esa que tiene en la espesura de la vida popular, campesina o aldeana, a una existencia formal que a cambio de la libertad que le quita, le asegura una perdurabilidad y difusión mayores, en cierta forma elevándola de rango a la vez que alejándola de su medio nativo. El investigador o el poeta, en esto, hacen algo así como recoger los más hermosos o llamativos ejemplares de serpientes o culebras, digamos, que encuentran en sus excursiones y que hasta entonces se deslizaban libre y sinuosamente por la maleza lanzando destellos y produciendo sustos y complacencias, para meterlos dentro de unas jaulas en las que, sin morir, los animalitos quedan en disposición de ser observados atentamente por todo el que quiera hacerlo.

Esto es así, pese a que la etimología de la palabra leyenda, que es latina, dice que significa “lo que debe leerse”; pero ya a partir del siglo XII pasó a significar más bien “relato de sucesos tradicionales”. Lo que debe leerse es, obviamente, lo que está escrito, y la leyenda es primero un relato oral de sucesos tradicionales antes que algo escrito. Escrita viene a quedar una leyenda luego de un trabajo de investigación y recopilación llevado a cabo por estudiosos o literatos, como ha ocurrido con el que han hecho los autores de este libro. Para ellos el significado de leyenda ha sido —y es, para el lector— el que indican los diccionarios de la literatura: narración no auténtica, adornada con material histórico popular y que, a veces, se considera como histórica por el pueblo. Se trata de narraciones no auténticas porque proceden de la propensión natural del espíritu humano a lo maravilloso, lo que a su vez explica que leyendas haya habido en todos los pueblos de la tierra y que precedan a la historia, o al menos, que formen sus primeros peldaños. La leyenda, efectivamente, comienza las historias de los hebreos, de los egipcios, de los griegos y de los romanos. Se ha sostenido que los Vedas no son sino una colección de leyendas arias, así como el Zend Avesta lo es de leyendas persas, y se ha recordado con razón que en el origen de Roma está la loba amamantando a Rómulo y Remo. Suelen, además, las leyendas, estar adornadas con material histórico, como decíamos arriba, e incluso estar basadas en sucesos reales, por lo cual es frecuente encontrar en su contenido “hechos históricos vistosa-

mente fantaseados y los nombres de los personajes que en ellos intervinieron”. Superan a la historia, sin embargo, o quedan por debajo de ella, según se lo quiera considerar, porque por regla general la leyenda introduce elementos fantásticos y, casi sin excepción, culmina con un final maravilloso, apto para producir un fuerte impacto en la imaginación de los oyentes o lectores. De ahí que tengan abundante presencia en ellas seres sobrenaturales como: los gnomos, las brujas, los gigantes, los dragones y, especialmente, el Diablo. En el presente volumen hay leyendas en las que aparece también el propio Dios. Por otra parte, y aunque puedan llegar a representar a toda una nación, como en el caso citado de los Vedas o del Zend Avesta, las leyendas son propias de una región o localidad determinada. Bastan para darles origen una hazaña o un milagro, o un hecho portentoso o interesante, ocurrido junto a un manantial, a una ensenada, a un castillo, a un puente. La repetición que de la historia harán los lugareños irá adornando y engrandeciendo el suceso originario hasta que, tras un tiempo indeterminado, habrá en común a todo el pueblo.., una leyenda. Es Chiloé, en el caso del presente volumen, la tierra natal de las leyendas que él contiene. En ella fueron originadas, imaginadas, ornamentadas y... recopiladas. Revelan el consabido espíritu imaginativo de los chilotes y permiten visualizar la naturaleza del ámbito cultural de la zona.

Pero es indispensable aclarar que se trata de productos híbridos, como híbrido es justamente el referido ámbito cultural, producto de la fusión de tradiciones indígenas o nativas con otras venidas de la europea España, es decir, del mundo legendario occidental. Por ello es que encontramos aquí leyendas que parecen fábulas de Esopo, como “El hombre, la serpiente y el zorro”, otras que recuerdan cuentos infantiles tradicionales, como “Los tres pelos del Diablo” o “La niña con la estrella en la frente”, otras que evocan sucesos históricos, como “Francisco Moraleda”, nombre que probablemente corresponda a un personaje real, y otras, en fin, que se asemejan a las parábolas edificantes de las vidas de santos, como “Cuando Dios caminó por el mundo” o “Nuestro Señor, el pobre y el rico”. Las más típicamente chilotas son, quizás, “El Caleuche”, si bien barcos fantasmas hay en las leyendas de muchas partes del mundo, o “Entierros” o “Los brujos”, de las cuales cabe decir igual cosa. El lector ha de reparar en el tono moralizador que tienen todas estas leyendas, sobre las que podemos sostener que cumplen también el papel de brindar enseñanzas de buen vivir al pueblo, dado que premian la virtud y castigan el pecado. Como en las fábulas, de cada una de ellas surge una moraleja, no por tácita menos efectiva. De tal manera, la lectura de estas leyendas proporciona momentos de agradable esparcimiento, a la vez que material cultural de contenido ético, ejerciendo, como la gran literatura, pero con modestia, las funciones tan necesarias al espíritu, de divertir y educar.