Como Nos Llego La Biblia -Serie

La Atalaya 15 de agosto de 1997, págs. 8-11. [c. 443 a.E.C-1300 E.C] La Atalaya 15 de septiembre de 1997, págs. 25-29.

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La Atalaya 15 de agosto de 1997, págs. 8-11. [c. 443 a.E.C-1300 E.C]

La Atalaya 15 de septiembre de 1997, págs. 25-29. [1400 E.C-1611 E.C]

La Atalaya 15 de octubre de 1997, págs. 8-12. [1800 E.C.-1996 E.C.]

Serie de artículos publicados en La Atalaya. Muestra cómo los intrépidos traductores de la Biblia de antaño arriesgaron todo para darnos la Palabra de Dios. Que su ejemplo nos inspire a todos a leer la Palabra, vivir según sus normas y anunciarla con la misma convicción que tuvieron ellos. (Isaías 40:6-8.)

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EN UN pequeño taller, el impresor y sus jóvenes aprendices manejan con rítmicos movimientos su prensa de marco de madera, y cuidadosamente colocan sobre los tipos las hojas de papel en blanco. Cuando las retiran, revisan el texto impreso, y a continuación las cuelgan a secar sobre unas cuerdas tendidas de pared a pared. De repente alguien golpea la puerta con violencia. El impresor, sobresaltado, descorre el cerrojo, y un grupo de soldados armados irrumpen en la estancia. Entonces comienzan a buscar el libro ilegal más condenado: la Biblia escrita en el idioma de la gente común.

Han llegado demasiado tarde. Advertidos del peligro, el traductor y un ayudante han ido a toda prisa al taller y han recogido brazadas de páginas; en este momento huyen remontando el río Rin. Al menos han salvado parte del trabajo. En este caso el traductor era William Tyndale, quien en 1525 trataba de producir en Colonia (Alemania) su “Nuevo Testamento” en inglés, que había sido prohibido. Su experiencia no resultó en absoluto excepcional. A lo largo de los casi mil novecientos años transcurridos desde que se finalizó la escritura de la Biblia, muchos hombres y mujeres lo han arriesgado todo por traducir y distribuir la Palabra de Dios. Hoy todavía nos beneficiamos de su labor. ¿Qué hicieron? ¿Cómo nos llegaron las Biblias que tenemos ahora? Primeras copias y traducciones de la Biblia Los siervos verdaderos de Dios siempre han tenido la Biblia en la mayor estima. La

New Catholic Encyclopedia reconoce: “Al igual que sus antepasados judíos, los primeros

cristianos apreciaban la lectura de los Libros Sagrados. Siguiendo el ejemplo de Jesús (Mt 4.4; 5.18; Lc 24.44; Jn 5.39), los apóstoles tenían un conocimiento del V[iejo] T[estamento] que suponía una lectura y un estudio prolongados y concienzudos, e instaron a eso a sus discípulos (Rom 15.4; 2 Tm 3.15-17)”. ___________

* La segunda y la tercera partes aparecerán en los números del 15 de septiembre y 15 de octubre, respectivamente.

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Con ese fin tuvieron que hacerse copias de la Biblia. En tiempos precristianos, mucho de ese trabajo lo realizaban „copistas hábiles‟ muy profesionales, que tenían terror a los errores. (Esdras 7:6, 11, 12.) Como su objetivo era hacer copias perfectas, dejaron un nivel alto para todos los copistas de la Biblia posteriores. No obstante, durante el siglo IV a.E.C., se presentó un problema. Alejandro Magno quería que todo el mundo se educara en la cultura griega. Sus conquistas impusieron el griego común, o koiné, como el idioma de uso generalizado por todo el Oriente Medio. Como consecuencia, muchos judíos se criaron sin aprender a Los primeros cristianos leer hebreo, así que no podían leer las Escrituras. Por fueron los pioneros en ello, hacia el año 280 a.E.C., un grupo de eruditos la utilización del códice hebreos se reunieron en Alejandría (Egipto) para traducir la Biblia hebrea a la lengua popular koiné. Su traducción llegó a conocerse como la Septuaginta, del latín para “setenta”, un nombre que hacía referencia al número aproximado de traductores que se cree tomaron parte en la obra. Se finalizó hacia el año 150 a.E.C. En los días de Jesús, en Palestina todavía se hablaba hebreo. Sin embargo, la koiné era la lengua imperante tanto en esa zona como en el resto de las remotas provincias del mundo romano. Por consiguiente, los escritores cristianos de la Biblia utilizaron esta forma común de griego a fin de llegar a tantas personas de las naciones como fuera posible. Además, citaron profusamente de la Septuaginta y emplearon muchos de sus términos. Puesto que los primeros cristianos eran misioneros entregados, enseguida aprendieron a utilizar la Septuaginta para probar que Jesús era el Mesías esperado por tanto tiempo. Los judíos se alarmaron por ello y se sintieron impelidos a realizar algunas nuevas traducciones al griego, las cuales estaban concebidas para privar a los cristianos de sus argumentos, por lo que tenían revisados los textos que estos más usaban para sustentar sus creencias. Por ejemplo, en Isaías 7:14, la Septuaginta empleó una palabra griega que significa “virgen” para referirse proféticamente a la madre del Mesías. Las nuevas traducciones utilizaron un término griego distinto que significa “mujer joven”. El 1

uso constante que daban los cristianos a la Septuaginta finalmente hizo que los judíos abandonaran por completo su táctica y fomentaran una vuelta al hebreo. A la larga, esta medida resultó de gran ayuda en la traducción posterior de la Biblia, pues contribuyó a conservar vivo el idioma hebreo. Los primeros cristianos, editores de libros

Jerónimo fue a Belén para estudiar hebreo

Los fervorosos primeros cristianos se pusieron a producir tantas copias de la Biblia como les fue posible, todas ellas a mano. Fueron, además, los primeros en utilizar el códice, con un formato similar al de los libros actuales, y descontinuaron el uso de los rollos. El códice no solo facilitaba la rápida localización de los textos, sino que contenía en un solo volumen más información que un solo rollo; por ejemplo, todas las Escrituras

Griegas o incluso toda la Biblia. El canon de las Escrituras Griegas Cristianas se completó hacia 98 E.C. con los libros de Juan, el último apóstol superviviente. Existe un fragmento de una copia del Evangelio de Juan, llamado Papiro de Rylands número 457 (P52), que data de, como mucho, el año 125. Ya entre los años 150 y 170, Taciano, un estudiante de Justino Mártir, produjo el Diatessaron, un relato de la vida de Jesús compuesto a partir de los mismos cuatro Evangelios que tenemos en nuestras Biblias actuales.* Este hecho indica que él consideraba que solo esos Evangelios eran auténticos y que estos ya estaban en circulación. Hacia el año 170 se realizó el catálogo de los libros del “Nuevo Testamento” más antiguo que se conoce, llamado Fragmento de Muratori. Incluye la mayoría de los libros de las Escrituras Griegas Cristianas. La propagación de las creencias cristianas enseguida provocó la demanda de traducciones de las Escrituras Griegas Cristianas y de las Escrituras Hebreas. Con el tiempo se hicieron numerosas versiones en idiomas como el armenio, el copto, el georgiano y el siriaco. Muchas veces hubo que crear los alfabetos con ese propósito. Por ejemplo, se dice que Ulfilas, obispo de la Iglesia Romana del siglo IV, compuso el alfabeto gótico para traducir la Biblia. Omitió los libros de Reyes porque pensaba que alentarían las tendencias guerreras de los godos. Esta omisión, no obstante, no impidió que los godos “cristianizados” saquearan Roma en 410. Las Biblias latinas y eslavas Mientras tanto, aumentaba la importancia del latín, y aparecieron varias antiguas versiones latinas. Estas variaban en estilo y exactitud, por lo que en el año 382, el papa Dámaso encargó a su secretario, Jerónimo, que preparara una Biblia latina fidedigna. _______

* El libro El hombre más grande de todos los tiempos, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., es un ejemplo actual de una armonización de los cuatro Evangelios.

Jerónimo comenzó revisando las versiones en latín de las Escrituras Griegas Cristianas. En cambio, para las Escrituras Hebreas insistió en traducirlas del original hebreo. Por ello, en 386 se trasladó a Belén para estudiar hebreo y buscar la ayuda de un rabino. Esta decisión suscitó mucha controversia en los círculos eclesiásticos. Algunas personas, entre ellas Agustín, contemporáneo de Jerónimo, creían que la Septuaginta era inspirada, y acusaron a Jerónimo de “pasarse a los judíos”. Pero Jerónimo siguió adelante y terminó su trabajo hacia el año 400. Al acercarse a la fuente de los idiomas y documentos originales y traducirlos al lenguaje vivo de aquel día, Jerónimo se anticipó a los métodos de traducción actuales en mil años. Su trabajo llegó a conocerse como la Vulgata, o versión común, y la gente se benefició de ella durante siglos. En la cristiandad oriental, muchos aún podían leer la Septuaginta y las Escrituras Griegas Cristianas. Tiempo después, sin embargo, comenzaron a utilizarse comúnmente en la zona oriental de Europa los idiomas y dialectos de la familia eslava. En el año 863, dos hermanos que hablaban griego, Cirilo y Metodio, fueron a Moravia, actualmente parte de la República Checa, y comenzaron a traducir la Biblia al eslavo antiguo. Para ello compusieron el alfabeto glagolítico, que con el tiempo fue sustituido por el cirílico, llamado así en honor de Cirilo. Este fue el origen de los alfabetos ruso, ucraniano, serbio y búlgaro de la actualidad. La Biblia en eslavo antiguo fue de utilidad para la gente de esa zona durante generaciones. Con el tiempo, sin embargo, al cambiar los idiomas, la gente común dejó de comprenderla. Sobrevive la Biblia hebrea Durante este período, desde aproximadamente el siglo VI hasta el X, un grupo de judíos conocidos como masoretas elaboraron unos métodos de copiado sistemáticos a fin de conservar el texto hebreo de la Biblia. Llegaban al extremo de contar todas las líneas e incluso todas las letras, fijándose en las diferencias entre los manuscritos, todo ello con el empeño de conservar el texto auténtico. Sus esfuerzos no fueron en vano. Para citar un ejemplo, la comparación de los textos masoréticos modernos con los Rollos del mar Muerto, escritos entre 250 a.E.C. y 50 E.C., no indica ningún cambio doctrinal en más de mil años.* En Europa, Edad Media y Edad del Oscurantismo fueron en líneas generales expresiones sinónimas. El nivel de lectura y educación del pueblo era muy bajo. Con el tiempo, incluso la mayor parte del clero era incapaz de leer el latín eclesiástico y en muchos casos los clérigos no sabían ni siquiera leer su propio idioma. Fue también en esta época cuando recluyeron a los judíos en guetos como ganado. En parte gracias a ese aislamiento, se conservó la erudición hebrea de la Biblia. Sin embargo, a causa del prejuicio y la desconfianza, el conocimiento de los judíos pocas veces era asequible fuera de los guetos. En Europa occidental también estaba en decadencia el conocimiento del griego. La situación se agravó más debido a la veneración que la Iglesia occidental sentía por la Vulgata latina, de Jerónimo. Por lo general se la consideraba la única versión _________

* Véase Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, página 299, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

autorizada, aunque al final del período masorético, el latín se estaba convirtiendo en una lengua muerta. Por ello, al comenzar a germinar poco a poco el deseo de conocer la Biblia, se estaba preparando el escenario para un gran conflicto. La traducción de la Biblia se enfrenta a oposición En el año 1079, el papa Gregorio VII emitió el primero de muchos edictos eclesiásticos medievales que prohibían la producción y a veces hasta la posesión de versiones vernáculas. Revocó el permiso para que la misa se celebrara en eslavo antiguo aduciendo que requeriría que se tradujeran secciones de las Santas Escrituras. En completa contradicción con el espíritu de los primeros cristianos, escribió: “Al Dios Todopoderoso le [ha complacido] que la santa escritura se mantenga en secreto en algunos lugares”. Siendo esta la postura oficial de la Iglesia, cada vez era más común que a los que favorecían la lectura de la Biblia se les considerara peligrosos. A pesar de que el ambiente era desfavorable, se continuó copiando y traduciendo la Biblia a los idiomas comunes. Por Europa circularon clandestinamente versiones en muchos idiomas. Estaban copiadas a mano, pues la imprenta de tipos móviles no se inventó en Europa hasta mediados del siglo XV. Pero como las copias eran caras y escasas, un ciudadano común podía considerarse afortunado con poseer solo parte de un libro de la Biblia o simplemente unas cuantas páginas. Algunos se aprendieron de memoria grandes secciones, incluso todas las Escrituras Griegas Cristianas. Con el tiempo, sin embargo, hubo indicios de extensos movimientos favorables a la reforma de la Iglesia. Estos movimientos estaban motivados en parte por una nueva conciencia de la importancia de la Palabra de Dios en la vida diaria. ¿Cómo afectarían a la Biblia estos movimientos y la invención de la imprenta? ¿Y qué fue de William Tyndale y su traducción, mencionados al comienzo? En próximos números continuaremos con esta fascinante historia hasta nuestros mismos días.

LA ATALAYA – 15 DE AGOSTO DE 1997

Las llamaradas ascendían al cielo a medida que se echaba más combustible a la enorme hoguera. Pero no era esta una hoguera corriente. Estaban alimentando el intenso fuego con Biblias ante la mirada de sacerdotes y prelados. Pero al comprar las Biblias para destruirlas, el obispo de Londres ayudó sin saberlo al traductor, William Tyndale, a sufragar ediciones posteriores.

¿Qué condujo a que ambos contendientes manifestaran semejante resolución? En un artículo anterior repasamos la historia de la publicación de la Biblia hasta finales de la Edad Media. Ahora llegamos a la aurora de una nueva era, cuando el mensaje y la autoridad de la Palabra de Dios estaban a punto de causar un profundo impacto en la sociedad. Se presenta un precursor John Wiclef, respetado erudito de Oxford, predicó y escribió de modo convincente contra las prácticas antibíblicas de la Iglesia Católica, basando su autoridad en la „ley de Dios‟, a saber, la Biblia. Envió a sus estudiantes, los lolardos, por la campiña inglesa a predicar el mensaje de la Biblia en inglés a todo el que escuchara. Antes de su muerte, acaecida en 1384, comenzó a traducir la Biblia del latín al inglés de su día. La Iglesia encontró muchas razones para despreciar a Wiclef. En primer lugar, él condenó al clero por sus excesos y su conducta inmoral. Además, muchos de los simpatizantes de Wiclef se valieron erróneamente de lo que él había enseñado para justificar sus rebeliones armadas. El clero culpó a Wiclef, incluso después de muerto, aunque él nunca propugnó levantamientos armados. En una carta al papa Juan XXIII, escrita en 1412, el arzobispo Arundel se refirió a “ese sujeto despreciable e irritante, John Wiclef, de detestable recuerdo, ese hijo de la vieja serpiente, el mismo heraldo e hijo del anticristo”. Y culminando su denuncia, escribió: “Para colmar la medida de su maldad, concibió el recurso de una nueva traducción de las Escrituras a la lengua materna”. En realidad, lo que más enfureció a los guías eclesiásticos fue el deseo de Wiclef de poner la Biblia a disposición de la gente en su propio idioma. No obstante, algunos personajes importantes consiguieron las Escrituras en los idiomas vernáculos. Uno de ellos fue Ana de Bohemia, que se casó en 1382 con el rey Ricardo II de Inglaterra. Poseía la traducción que Wiclef hizo de los Evangelios al inglés, la cual estudiaba constantemente. Cuando se convirtió en reina, su actitud favorable contribuyó a fomentar la causa de la Biblia, y no solo en Inglaterra. Ana estimuló a los

estudiantes de la Universidad de Praga, en Bohemia, a ir a Oxford. En esta universidad estudiaron con entusiasmo las obras de Wiclef y se llevaron algunas cuando regresaron a Praga. Más tarde, la popularidad de que gozaban las enseñanzas de Wiclef en la Universidad de Praga constituyó un apoyo para Jan Hus, que estudió y con el tiempo enseñó en ella. Hus hizo una interesante versión checa de la antigua traducción eslava. Su empeño promovió el uso frecuente de la Biblia en Bohemia y los países vecinos. La Iglesia toma represalias El clero también estaba enfurecido con Wiclef y Hus porque enseñaban que el “texto íntegro”, las El “Nuevo Testamento” de Escrituras inspiradas originales sin ningún añadido, Tyndale, de 1526, el único ejemplar completo conocido tenía mayor autoridad que las “glosas”, las pesadas que se salvó de las llamas explicaciones tradicionales anotadas al margen de las Biblias aprobadas por la Iglesia. Era el mensaje puro de la Palabra de Dios lo que estos predicadores deseaban poner a disposición de la gente común. A Hus lo engañaron con la falsa promesa de un salvoconducto para que compareciera ante el concilio católico de Constanza (Alemania) en 1414, a fin de defender sus ideas. Componían el concilio 2.933 sacerdotes, obispos y cardenales. Hus accedió a retractarse si le probaban con las Escrituras la falsedad de sus enseñanzas. Pero no era esa la intención del concilio. Su desafío a la autoridad fue motivo suficiente para que lo quemaran en la hoguera en 1415 mientras él oraba en voz alta. Este mismo concilio hizo un gesto final de condena e insulto a John Wiclef decretando que en Inglaterra se exhumaran sus huesos y se quemaran. Esta directriz era tan repugnante, que no se llevó a cabo hasta 1428 ante la exigencia del Papa. Como siempre, sin embargo, esa feroz oposición no apagó el ardor de otros amantes de la verdad, sino que intensificó su decisión de publicar la Palabra de Dios.

El impacto de la imprenta Para 1450, solo treinta y cinco años después de la muerte de Hus, Johannes Gutenberg comenzó a imprimir con tipos móviles en Alemania. Su primera gran obra fue una edición de la Vulgata latina, finalizada hacia 1455. Para 1495 se había impreso la totalidad de la Biblia o parte de ella en alemán, italiano, francés, checo, holandés, hebreo, catalán, griego, español, eslavo, portugués y serbio, por ese orden. El erudito holandés Desiderio Erasmo produjo la primera edición impresa completa del texto griego en 1516. Erasmo deseaba que las Escrituras “se tradujeran a todos los idiomas de la gente”. Sin embargo, no se decidió a arriesgar su enorme popularidad traduciéndola él mismo. No obstante, llegarían otras personas que demostrarían más valor. Entre ellas se destaca William Tyndale. William Tyndale y la Biblia en inglés Tyndale se educó en Oxford, y hacia 1521 llegó a la casa de sir John Walsh en calidad de preceptor de sus hijos. Durante las abundantes comidas que ofrecía Walsh, el joven Tyndale y los clérigos del lugar solían entablar combates dialécticos. Tyndale desafiaba con toda naturalidad las opiniones de estos abriendo la Biblia y mostrándoles textos. Con el tiempo, a los Walsh les convenció lo que decía Tyndale, y a los clérigos cada vez se les invitaba con menos frecuencia y se les recibía con menos entusiasmo. Como es natural, los eclesiásticos se resintieron más con Tyndale y sus creencias. Durante una de estas disputas, uno de los adversarios religiosos de Tyndale afirmó: “Mejor nos iría sin la ley de Dios que sin la del Papa”. Imagínese cuál sería la convicción de Tyndale cuando replicó: “Desafío al Papa y todas sus leyes. Si Dios me hace merced de seguir vivo, de aquí a no muchos años lograré que el muchacho que guía el arado sepa más de la Escritura que vos”. La decisión de Tyndale había cristalizado. Más tarde escribió: “La experiencia me enseñó que era imposible afianzar a los legos en la verdad, a menos que se presentara claramente la Escritura ante ellos en su lengua materna, de modo que pudieran percibir la esencia, el orden y el significado del texto”. En ese entonces aún no se había impreso ninguna Biblia en inglés. Así que en 1523, Tyndale fue a Londres para solicitar al obispo Tunstall su respaldo para la obra de traducción. El obispo lo rechazó, por lo que Tyndale abandonó Inglaterra para continuar

con su proyecto, y nunca volvió. En Colonia (Alemania), allanaron el taller de su primer impresor, y Tyndale logró escapar con algunas de las valiosas páginas sin encuadernar. En Worms (Alemania), en cambio, se finalizaron al menos tres mil ejemplares de su “Nuevo Testamento” en inglés. Se enviaron a Inglaterra, donde comenzaron a distribuirse a principios de 1526. Algunas de estas Biblias fueron las que el obispo Tunstall compró y quemó, ayudando sin saberlo a Tyndale a continuar su trabajo. La investigación resulta en un mejor entendimiento Es obvio que a Tyndale le gustaba su trabajo. La obra The Cambridge History of the Bible dice: “Las Escrituras le hacían sentirse feliz, y hay cierta agilidad y alegría en su ritmo que transmite su felicidad”. El objetivo de Tyndale era dejar que las Escrituras hablaran a la gente común con términos tan exactos y sencillos como fuera posible. Sus estudios le revelaban el significado de términos bíblicos que durante siglos había estado oculto tras las doctrinas de la Iglesia. Tyndale incorporó sus hallazgos a su traducción sin dejarse intimidar por la amenaza de muerte ni por la maliciosa pluma de su poderoso enemigo, sir Tomás Moro. Como trabajó con el griego original del texto de Erasmo en lugar de con el latín, escogió la palabra “amor” en lugar de “caridad” para expresar más plenamente el significado del término griego a·gá·pe. También utilizó “congregación” en lugar de “iglesia”, “arrepentirse” en vez de “hacer penitencia” y “ancianos” en lugar de “sacerdotes”. (1 Corintios 13:1-3; Colosenses 4:15, 16; Lucas 13:3, 5; 1 Timoteo 5:17, Tyndale.) Estos cambios asestaron un duro golpe a la autoridad de la Iglesia y a las prácticas religiosas tradicionales, como la confesión a los sacerdotes. Así mismo, Tyndale conservó la palabra “resurrección”, y rechazó el purgatorio y la vida después de la muerte por no ser doctrinas bíblicas. Con relación a los muertos escribió a Moro: “Al ponerlos en el cielo, el infierno y el purgatorio, [usted] acaba con los argumentos con los que Cristo y Pablo probaron la resurrección”. A este respecto, Tyndale aludió a Mateo 22:30-32 y 1 Corintios 15:12-19. Llegó a creer con razón que los muertos permanecen inconscientes hasta una resurrección futura. (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5; Juan 11:11, 24, 25.) Eso implicaba que carecían de sentido todas las oraciones a María y a los “santos”, pues al estar inconscientes no podían ni oír ni interceder por nadie. Tyndale traduce las Escrituras Hebreas En 1530, Tyndale produjo una edición del Pentateuco, los cinco primeros libros de las Escrituras Hebreas. Así se convirtió en la primera persona que tradujo la Biblia del hebreo directamente al inglés. También fue el primer traductor inglés que utilizó el nombre Jehová. El erudito londinense David Daniell escribe: “A los lectores de Tyndale debió impresionarlos poderosamente que el nombre de Dios se revelara de nuevo”. Con el fin de lograr claridad, Tyndale utilizó varias palabras inglesas para traducir una sola palabra hebrea. No obstante, siguió estrechamente la estructura hebrea. El resultado conserva la fuerza y la concisión del hebreo. Él mismo dijo: “Las propiedades

de la lengua hebrea se parecen mucho más al inglés que al latín. La manera de expresarse es muy similar; así que en una gran cantidad de casos no hay más que traducir al inglés palabra por palabra”. Este enfoque fundamentalmente literalista dio un sabor hebreo a la traducción de Tyndale al conservar construcciones en el idioma original. Algunas de ellas debieron sonar bastante extrañas en una primera lectura. No obstante, con el tiempo la Biblia llegó a conocerse tanto que en la actualidad, muchas de esas construcciones forman parte del inglés. Es más, de ese modo los lectores de la Biblia inglesa se familiarizaron con el pensamiento hebreo, lo que les ayudó a comprender mejor las Escrituras inspiradas. Se proscribe la Biblia y a Tyndale La posibilidad de leer la Palabra de Dios en el propio idioma de uno era emocionante. El pueblo inglés respondió comprando todas las Biblias que les fue posible pasar de contrabando al país camufladas como fardos de tela u otros artículos. Mientras tanto, el clero preveía la pérdida segura de su posición si llegaba a considerarse la Biblia como la máxima autoridad. Como consecuencia, la situación se tornó cada vez más peligrosa para la vida del traductor y sus partidarios. Acosado constantemente por la Iglesia y el Estado, Tyndale continuó trabajando en la clandestinidad en Amberes (Bélgica). Pese a todo, dedicaba dos días a la semana a lo que llamaba su pasatiempo: ocuparse de otros refugiados ingleses, los pobres y los enfermos. De este modo gastó la mayoría de su dinero. Antes de que pudiera traducir la última parte de las Escrituras Hebreas, un inglés que se hizo pasar por su amigo lo traicionó por dinero. Lo ejecutaron en Vilvoorde (Bélgica) en 1536; sus últimas fervientes palabras fueron: “Señor, ábrele los ojos al rey de Inglaterra”. Para 1538, el rey Enrique VIII había ordenado por motivos propios que se colocaran Biblias en todas las iglesias de Inglaterra. La traducción que se escogió fue en esencia la de Tyndale, aunque a él no se le dio ningún mérito. De este modo, la obra de Tyndale llegó a ser tan famosa y apreciada que “condicionó el carácter fundamental de la mayoría de las versiones posteriores” en inglés. (The Cambridge History of the Bible.) Hasta el 90% de la traducción de Tyndale se transcribió directamente en la Versión del rey Jacobo de 1611. Poder leer libremente la Biblia supuso un gran cambio para Inglaterra. Las conversaciones que se mantenían en torno a las Biblias que se habían colocado en las iglesias eran tan animadas que a veces interferían en los servicios religiosos. “La gente mayor aprendió a leer a fin de acudir directamente a la Palabra de Dios, y los niños iban con sus mayores para escuchar.” (A Concise History of the English Bible.) Este período también fue testigo de un espectacular aumento en la distribución de la Biblia en otros países e idiomas europeos. Pero el movimiento bíblico en Inglaterra iba a tener una influencia mundial. ¿Cómo llegó a ocurrir? ¿Y qué efecto tuvieron en las Biblias que utilizamos hoy los descubrimientos e investigaciones posteriores? Concluiremos nuestro relato con el siguiente artículo de esta serie.

BIRMANIA, 1824. Los agentes del rey acaban de saquear la casa misional de Adoniram y Ann Judson de cuanto han estimado valioso. Pero han dejado el tesoro más precioso: el manuscrito de una versión de la Biblia que Ann ha enterrado en secreto bajo la casa. Adoniram, el traductor, yace encadenado en una cárcel infestada de mosquitos, acusado de espionaje. Ante la amenaza de que la humedad estropee el original, ¿qué harán? Ann lo cose dentro de una almohadilla dura que envía a su marido, quien sigue preso. La almohadilla se conserva, y las páginas que oculta acaban formando parte de la primera Biblia en birmano.

A lo largo de la historia, la Biblia ha pasado por muchas vicisitudes como esta. En números anteriores examinamos la traducción y distribución de la Biblia desde que se terminó de redactar hasta comienzos del siglo XVII. ¿Cómo le fue desde entonces? ¿Estaría algún día al alcance de todo el mundo? ¿Qué papel ha desempeñado la Sociedad Watch Tower? Los misioneros y las sociedades bíblicas

Del libro Judson the Hero of Burma, por Jesse Page

Ataron y se llevaron a rastras a Judson

Los siglos XVII y XVIII vieron en muchos países un renovado interés por la lectura bíblica. Inglaterra, en particular, estuvo expuesta a una gran influencia de las Escrituras durante esta época. En efecto, las historias y doctrinas bíblicas se evidenciaban en las ideas de todos, desde el rey hasta el joven labriego. Pero aquel influjo se extendió a otros lugares. En sus travesías, algunos súbditos de Inglaterra, a la sazón metrópoli dedicada al comercio de ultramar, llevaban consigo la Biblia. Así se pusieron los cimientos de una amplia campaña bíblica. Hacia fines del siglo XVIII, las Escrituras sensibilizaron a algunos ingleses frente a las necesidades espirituales de los pueblos aborígenes de los extensos territorios de su imperio. Su inquietud, sin embargo, no era en absoluto universal. Como muchos eclesiásticos creían en la predestinación, opinaban que la voluntad divina era que algunos no se salvasen. Cuando William Carey, ansioso de ser misionero, pronunció un fogoso discurso en petición de apoyo para una misión en la India, alguien exclamó con desdén: “Siéntate, muchacho; cuando le plazca a Dios convertir a los paganos, lo hará sin tu

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ayuda”. Pese a todo, Carey zarpó hacia la India en 1793. Logró la proeza de traducir la Biblia, íntegra o parcialmente, a 35 idiomas de la India. Los misioneros comprendían que su herramienta fundamental era la Sagrada Escritura en las lenguas nativas. Ahora bien, ¿quién les iba a proporcionar Biblias? Las difundiría por todo el mundo un movimiento cuyo origen, curiosamente, lo desencadenó una galesa de 16 años llamada Mary Jones, quien en 1800 caminó 40 kilómetros descalza para comprarle a un clérigo la Biblia en galés con sus ahorros de seis años. Cuando se enteró de que se habían agotado las existencias, no pudo menos que llorar abatida. Conmovido, el religioso le dio una de sus Biblias personales. Más tarde, el eclesiástico reflexionó en cuántos más requerían Biblias, y trató el asunto con sus amigos de Londres. Como consecuencia, en 1804 se fundó la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, con un sencillo objetivo fundamental: Proporcionar a la gente Biblias económicas en su idioma nativo y “sin notas ni comentarios”. Aunque sus fundadores pretendían eludir las controversias doctrinales excluyendo los comentarios marginales, en varias ocasiones hubo disensión por cuestiones como los libros apócrifos, el bautismo por inmersión y la Trinidad. El entusiasmo inicial se difundió con rapidez, de modo que para 1813 ya existían sociedades hermanas en Alemania, los Países Bajos, Dinamarca y Rusia, y más tarde se formaron en otros países. Cuando las primeras sociedades trazaron sus objetivos, creían que en la mayor parte del mundo se hablaban solo unas cuantas lenguas principales. Ni se imaginaban que había miles. Eran pocos, en realidad, los traductores que dominaban el hebreo y el griego al grado de traducir directamente a una lengua vernácula. Por consiguiente, las versiones patrocinadas por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera se basaron con frecuencia en la Versión del Rey Jacobo, en inglés. Las pruebas de un traductor Gran parte de la Biblia consta de narraciones y símiles que se fundan en experiencias cotidianas. De ahí que sea más fácil de traducir que si emplease términos filosóficos

Pictorial Archive (Near Eastern History) Es'

Tischendorf rescató un valioso manuscrito en este monasterio situado al pie del monte Sinaí

abstractos. Pero, como cabría esperar, las primeras versiones de los misioneros contuvieron a veces lecturas confusas o jocosas. Por ejemplo, una versión dio a entender a la gente de cierta región de la India que Dios era un ser azulado. Empleaba la expresión “padre celeste”, que les daba la idea “del color del firmamento”. Adoniram Judson escribió en 1819: “Aprender la lengua de un pueblo que vive al otro lado del mundo, con patrones mentales distintos de los nuestros y que, por ende, se manifiestan en formas de expresión completamente nuevas, que emplean letras y palabras sin la más mínima semejanza con los idiomas que uno conoce, todo ello sin el auxilio del diccionario o del intérprete y sabiendo que hay que tener una mínima comprensión del idioma para beneficiarse de la ayuda de un profesor nativo, exige un enorme esfuerzo”. La labor de traductores como Judson contribuyó mucho a poner la Biblia al alcance de más lectores. (Véase el gráfico de la página 12.) Ann Judson colaboró con su esposo en la ardua labor de la traducción. Pero el matrimonio Judson no solo arrostró dificultades de orden académico. Cuando los agentes reales se llevaron a rastras a la cárcel a Adoniram, Ann estaba embarazada. Durante veintiún meses tuvo el valor de abogar por su esposo ante funcionarios hostiles. Aquella odisea, aunada a la enfermedad, afectó su salud. Poco después de la liberación de Adoniram, la intrépida Ann y su niña murieron víctimas de la fiebre. Aunque Judson quedó desconsolado, acudió a Dios en busca de ayuda y prosiguió con la traducción, lo que le permitió finalizar su versión al birmano en 1835. Entretanto, se iban tramando otras insidias contra la Biblia. Polémicas en torno a la Biblia En el siglo XIX hubo vivas controversias sociopolíticas en las que la Biblia ocupó a veces un lugar crucial. Por ejemplo, aunque la Sociedad Bíblica Rusa comenzó con el apoyo del zar y la Iglesia Ortodoxa, estos con el tiempo decretaron su disolución y proscripción. (Un año antes, sus detractores ya habían quemado miles de Biblias.) El clero ortodoxo se afanó por suprimir lo que habían iniciado celosamente los primeros

cristianos: la circulación universal de las Escrituras. La jerarquía decimonónica insistió en que las Escrituras constituían una amenaza para la autoridad eclesiástica y estatal. Es irónico que el movimiento revolucionario político en ciernes no llegó a ver la Biblia como una amenaza a las autoridades, sino como el medio del que se habían valido la Iglesia y el Estado para mantener sumisas a las masas. Las Escrituras recibían ataques desde ambos lados. Los años posteriores también presenciaron un creciente número de ataques “intelectuales” contra la Biblia. En 1831, Charles Darwin zarpó en una expedición que le llevó a formular su teoría de la evolución. En 1848, Marx y Engels publicaron El manifiesto comunista, en el que presentaron el cristianismo como una herramienta de opresión. En aquel período, los altos críticos también cuestionaron la autenticidad de las Escrituras y la realidad histórica de sus personajes, incluido Jesús. Pero también hubo personas reflexivas que reconocieron la sutileza maligna de las teorías que rechazaban a Dios y las Escrituras, y buscaron medios eruditos de confirmar que la Biblia era fidedigna. Una de ellas fue Konstantin von Tischendorf, destacado filólogo alemán. Los hallazgos contribuyen a establecer el texto bíblico Tischendorf recorrió Oriente Medio en busca de manuscritos bíblicos antiguos, con la esperanza de establecer sin dudas el texto bíblico original. En el año 1859, el mismo en que Darwin publicó El origen de las especies, Tischendorf halló en un monasterio al pie del monte Sinaí el manuscrito completo de las Escrituras Griegas Cristianas más antiguo que se conoce. Se denomina Códice Sinaítico, y probablemente se copió medio siglo antes de que Jerónimo acabara de traducir la Vulgata latina. Aunque aún se discute si obró bien al llevárselo del monasterio, Tischendorf lo puso al alcance de los eruditos cuando lo editó.* Al ser el Códice Sinaítico uno de los manuscritos más antiguos en lengua original, no solo reveló que se habían conservado las Escrituras Griegas sin alteraciones esenciales, sino que ayudó a los eruditos a descubrir errores que se habían infiltrado en copias posteriores. Por ejemplo, el Códice Sinaítico ofrece en 1 Timoteo 3:16 la lectura “Él fue puesto de manifiesto en carne”, refiriéndose a Jesús. Pero la mayoría de los manuscritos conocidos hasta entonces tenían en vez de “él” una abreviatura para “Dios”, formada al modificar un poco la palabra griega correspondiente a “él”. Ahora bien, el Códice Sinaítico se copió muchos años antes que los manuscritos griegos que ofrecían la lectura “Dios”. Así se pudo ver que había habido una corrupción textual posterior, con la clara intención de respaldar la doctrina de la Trinidad. Desde los días de Tischendorf han salido a la luz más manuscritos. En la actualidad hay unos seis mil de las Escrituras Hebreas y más de trece mil de las Griegas. Del estudio comparativo de estas copias surge un texto confiable en la lengua original. Como indicó el erudito F. F. Bruce: “Las variantes [...] no atañen a cuestiones de peso sobre la historicidad o sobre la fe y vivencia del cristianismo”. La traducción de la Biblia a muchos más idiomas prosiguió. ¿Qué beneficios obtendría la gente? _________

* Véase “El rescate del Códice Sinaítico”, en La Atalaya del 15 de octubre de 1988.

La Sociedad Watch Tower y la Biblia En 1881, un pequeño grupo de fervorosos maestros y estudiantes de las Escrituras formó lo que sería la Watch Tower Bible and Tract Society (Sociedad de Biblias y Tratados la Torre del Vigía). Inicialmente distribuían Biblias de otras sociedades, entre ellas el texto de Tischendorf de las Escrituras Griegas. Pero en 1890 emprendieron la publicación directa de la Biblia al patrocinar la primera de varias ediciones de las Escrituras. En 1926 la Sociedad comenzó a imprimir Biblias en sus propias prensas. Ahora bien, cada vez era más patente la necesidad de una versión actualizada. ¿Se lograrían incorporar en una Biblia fácil de entender y asequible los conocimientos que habían provisto los hallazgos y la erudición del siglo anterior? Con este fin, personas relacionadas con la Sociedad comenzaron a elaborar una nueva versión en 1946. Una sola versión en muchos idiomas Se formó un comité de traducción, integrado por cristianos ungidos capacitados, para realizar la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. Se editó en inglés entre 1950 y 1960 en seis volúmenes, comenzando con las Escrituras Griegas Cristianas. Desde 1963 se ha traducido a otros veintisiete idiomas, y hay más en preparación. La edición inglesa y las versiones en otras lenguas coinciden en sus objetivos. Primero, la traducción debe ser exacta y ceñida lo más posible a las ideas originales, sin forzar el sentido para que encaje en una determinada postura doctrinal. Segundo, ha de ser uniforme, empleando un solo equivalente para cada término principal siempre que lo permita razonablemente el contexto. Así, el lector puede ver cómo utilizaban ciertos términos los escritores bíblicos. Tercero, debe ser lo más literal posible en tanto no se oscurezca el sentido. La literalidad permite al lector disfrutar del sabor de los idiomas originales y entender mejor los procesos mentales que subyacen a tales lenguas. Y cuarto, ha de ser sencilla, para que la lea y entienda la gente común. El estilo considerablemente literal de la edición inglesa de la Traducción del Nuevo Mundo facilita la realización de versiones en otros idiomas. Con este fin, los equipos de

traducción de la Sociedad recurren hoy a avanzados medios informáticos que acrecientan su rapidez y exactitud. Este sistema les facilita la elaboración de listas de equivalentes vernáculos de cada término principal, y les permite estudiar las soluciones utilizadas en inglés para cada vocablo hebreo y griego de la Biblia. Traducir del inglés, en vez de hacerlo directamente del hebreo y el griego, tiene importantes ventajas. Además de agilizar la traducción, posibilita una mayor unidad de expresión en todos los idiomas. ¿Por qué? Porque es mucho más fácil traducir con precisión de una lengua moderna a otra, que de un idioma antiguo a una lengua actual. Al fin y al cabo, los traductores pueden consultar a los hablantes nativos de los idiomas modernos, pero no a los de un idioma de hace milenios. Buenas nuevas para todas las naciones Cabría decir mucho más acerca de los hombres y mujeres resolutos que han contribuido a que la Biblia sea, con mucho, el libro más difundido de la Tierra. En el

transcurso de los siglos se han editado un mínimo de cuatro mil millones de Biblias y porciones bíblicas en más de dos mil idiomas, que habla una población que sobrepasa con creces el 90% de la humanidad. La Biblia predijo que en nuestros tiempos tendría lugar una proclamación mundial del Reino de Dios. Con este fin, es patente que el propio Jehová Dios ha intervenido para que la Biblia tenga una distribución casi universal. (Mateo 13:47, 48; 24:14.) Los intrépidos traductores y editores de la Biblia de antaño arriesgaron todo para darnos la Palabra de Dios, la única fuente de iluminación espiritual en un mundo que en sentido moral vive en tinieblas. Que su ejemplo nos inspire a todos a leer la Palabra, vivir según sus normas y anunciarla con la misma convicción que tuvieron ellos. Sí, aprovechemos al máximo la Biblia fidedigna que tenemos en nuestras manos. (Isaías 40:6-8.)

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