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Índice El desarrollo del lenguaje

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Conversando con mi recién nacido

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El lenguaje en los niños

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Las etapas del habla

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Hablar con tu bebé

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Problemas del lenguaje Mi hijo no habla bien

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Síntomas del retraso en el lenguaje

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¡Mi hijo vuelve a hablar como un bebé!

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Tartamudez en la infancia

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Rotacismo, ¡No pronuncia bien la r!

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Combatir la grosería

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Aprendiendo idiomas

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Niños bilingües: aprender idiomas desde pequeños

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Cómo lograr que tu hijo sea equilingüe

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Probablemente no hayas dejado de hablar a tu bebé desde que le tuviste en brazos por primera vez. Aunque también es probable que esas charlas no pasen de las 5 o 6 palabras mientras le cambias el pañal, le das el biberón o le haces una carantoña. Y es que si te paras a pensarlo no es tan sencillo hablarle a alguien que apenas lleva unos días en el mundo… ¿Qué le digo? ¿En qué tono? ¿Comprenderá algo? 4

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bviamente no entiende tus palabras, pese a ello es muy importante dialogar con él. Al principio te frenará el hecho de que no te entienda y no te pueda responder, pero conviene no cejar en el empeño.

¿A qué edad debo comenzar a hablarle? Antes de nacer. Sí, has leído bien. Se recomienda empezar cuando tu bebé aún esté en el útero. Seguramente ya le hayas hablado entonces. Bien hecho. Según algunos estudios el bebé puede reconocer tu voz ligeramente, aunque distorsionada por el líquido amniótico. Conversar con él en este momento es una excelente manera de comenzar vuestra relación.

El desarrollo del lenguaje Tras dar a luz es útil hablar a tu pequeño, desde el principio. A su manera, buscará comunicarse contigo y responderte con señales que no tardarás en descifrar, como su risa, sus movimientos, llorando o mirándote fijamente.

¿Cómo le hablo? La respuesta es sencilla: lo más natural y espontáneamente posible, escuchándole y dándole la oportunidad de contestar. Durante los primeros días o meses te sorprenderás dirigiéndote a tu bebé en un tono muy particular, con una voz más aguda que la tuya. Esto es normal y tiene su explicación. Este lenguaje, al que los anglosajones denominan “motherese” se encuentra en prácticamente en todas las culturas y tiene unas características comunes: Está compuesto de frases muy cortas, hay mucha repetición y redundancia, el tono es melodioso, y contiene muchas palabras especiales de bebé, con referencias a objetos y actividades de su entorno. Además, está comprobado que los recién nacidos responden mejor a los sonidos agudos. En cualquier caso es importante que le hables con un lenguaje adecuado y aumentando el tono, el ritmo, la entonación y el vocabulario a medida que vaya creciendo. Es lógico que en sus primeros meses de vida oiga las mismas palabras repetidas una y otra vez (leche, pañal, juguete, muñeco, osito, biberón, chupete, casa, calle, etc.) pero no temas emplear términos más complejos. No te limites a nombrar las cosas que le rodean. Cuantas más palabras oiga el bebé en sus primeros meses más rico será su vocabulario después. Cuando se inicie en el léxico y la sintaxis el bebé va a tratar de imitarte, así que dale ejemplo. No obstante comoquiera que hables a tu bebé, asegúrate de dejar pausas para permitirle

responder aunque sea con un simple balbuceo, una sonrisa o una mirada. A los bebés les encanta que les prestes atención cuando tratan de comunicarse contigo. Así que no te sientas ridícula teniendo una “conversación” con tu pequeño, y utiliza expresiones habituales en una charla adulta como “¡No me digas! ¿De verdad piensas eso?” o cualquier frase que suelas emplear, el objetivo es hablarle con naturalidad. En poco tiempo será más receptivo y pronto comenzará a pronunciar sus primeras sílabas.

Se recomienda empezar cuando tu bebé aún esté en el útero. Según algunos estudios el bebé puede reconocer tu voz ligeramente, aunque distorsionada por el líquido amniótico ¿Qué le digo? Todo lo que concierne a vuestra relación o lo que haces con él puede ser explicado. No, no te va a entender, pero cuéntale todo lo que haces paso por paso, tu día, lo que vais a hacer juntos… le encantará. La comunicación no sólo implica el habla. Incluye el tacto (cogerle, acariciarle, besarle...), la expresión oral (gestos, contacto visual…) y por supuesto el sonido. Extender los brazos hacia tu pequeño, por ejemplo, le indica que estás a punto de cogerle. Otras formas de comunicación que tu bebé entenderá son la risa, los abrazos, los besos, las miradas… Es más, el simple contacto físico o visual con tu bebé le indicará que está seguro. www.todopapas.com

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El desarrollo del lenguaje

La comunicación y el lenguaje son dos aspectos que se suelen confundir. El niño durante el primer año de vida desarrolla las bases necesarias para la aparición del lenguaje oral, sus primeras palabras. Hasta ese momento el niño ya es capaz de comunicarse con las personas de su entorno aunque aún no hable

¿Qué hacer para fomentar el desarrollo del lenguaje en los niños? Hay que estimular al niño para la actitud verbal desde que nace; hablarle aunque creamos que no nos entiende. No le aturdáis, pero contarle lo que vais a hacer, lo que estáis haciendo, a dónde vais, etc. Hacerle preguntas para que él también hable.

Dejar siempre un espacio para que el niño exprese sus deseos, necesidades, sentimientos y pensamientos. Siendo pacientes hacia su dificultad de expresión, que cada vez será más fluida. Cuando le preguntéis algo, dejadle tiempo para que responda. Y cuando le pregunten a él, esperar a que sea él quién conteste. No os adelantéis a su respuesta.

Utilizar palabras correctas para designar los objetos, acciones y situaciones. El lenguaje infantil es muy gracioso para los niños, pero no para los adultos.

Hablarles en un tono de voz correcto. No se puede pedir a un niño que no grite si los adultos de su alrededor lo hacen. Respetar y hacerle respetar los turnos de palabra. Esto se lo exigimos al niño, pero pocas veces se lo respetamos.

No hacer comentarios negativos acerca de su lenguaje delante de él.

Ante los enunciados de vuestro hijo, siempre tratar de extenderlos y expandirlos. Ello significa lo siguiente: * Expansión sintáctica: él dice “Coche grande” y vosotros le decís: “Sí, es un coche grande”. Es decir, habéis introducido nuevos elementos sintácticos para alargar sus frases e introducir los elementos nexo del lenguaje. * Extensión semántica: él dice “Mira, un coche grande” y vosotros le decís: “Sí, es un coche grande y muy bonito”. Así, en este caso, aumentáis el contenido semántico, introducís palabras con significado.

Festejar su esfuerzo y felicitarle cuando lo haga bien. Si lo hace mal, no le digáis nada. Sólo le dais el modelo correcto, pero sin que él se vea corregido constantemente.

Fomentar en el niño el gusto por la lectura. Seleccionando los libros adecuados a su edad y capacidad lectora. Cuando el todavía no sepa leer, tomarnos un ratito cada noche para leerle un cuento; si no entiende una palabra, hay que explicársela y relacionarla con otras que sí entienda para ir ampliando su vocabulario.

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El desarrollo del lenguaje

No pueden decir ni una sola palabra pero ya pueden comunicarse. Los bebés se expresan desde el primer día en que llegan al mundo, reconocen la voz de su madre, el tono, los gestos y responden de la única manera que saben: llorando. Al cabo de unos días lo harán ayudados de su cuerpo y de las expresiones faciales. En poco tiempo sabrás lo que quiere decirte tu hijo

Los sonidos que realiza un bebé pasan por varias etapas durante su primer año de vida. Después comenzará a descubrir las palabras. A los tres meses ese primer balbuceo se hace sonoro. Su capacidad de poder producir sonidos le encantará al bebé, quien no tardará en emitir las primeras vocales abiertas (aaaaaaaaa, ooooooo). La necesidad de los niños de balbucear durante los primeros meses es innata, si bien, el lenguaje hablado se aprende por imitación, por lo que aunque creas que no te entiende, conversar con un recién nacido es muy útil. Al hablarles interactúan, esperan su turno quietos y escuchan e intentan emitir un balbuceo. Aún tiene que pasar un tiempo antes de que respondan de forma adecuada y comprensible, pero no importa. El lenguaje receptivo es anterior al lenguaje expresivo, lo que significa que necesitan entender antes de poder hablar. Alrededor de los 4 meses pronunciarán sus primeras consonantes (g, p y b) y variarán el tono de los sonidos.

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os bebés poseen la anatomía necesaria para crear sonidos, pero hasta que madure y pueda manifestar palabras de forma coherente deberá pasar alrededor de un año. Durante los primeros meses solo será capaz de emitir balbuceos, gruñidos y lloros.

De 0 a 6 meses Los recién nacidos, antes del primer mes, son capaces de producir diferentes tipos de gruñidos con los que exteriorizan su humor. Según los expertos, estos sonidos representan el origen del lenguaje.

De 6 a 9 meses A partir de los 6 meses empiezan a formar su primer repertorio de sonidos claros y distintos. El balbuceo suele estar compuesto de sonidos monosilábicos y repetitivos (bababa, nanana), al que irán incorporando nuevas sílabas (da, ga, ca, pa…). Si bien no existe aún relación entre los sonidos producidos y un objeto o persona concretos. Es en esta etapa cuando empiezan a asimilar los sonidos específicos de su lengua nativa. Alrededor de los 8 meses da comienzo el aprendizaje de las palabras. www.todopapas.com

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De 9 a 12 meses Aunque continúan balbuceando y la pronunciación aún dista mucho de ser buena, a esta edad puede esperarse que digan sus primeras palabras. Ya responden a su nombre y entienden preguntas sencillas. Balbucearán más si quieren conseguir algo y obedecen a órdenes sencillas (dámelo, mira, etc.). Al rondar el primer año de edad podrá ser capaz de utilizar una media de tres palabras con sentido.

frecuencia para practicar. A partir de esta edad ya saben cómo se llaman la mayoría de las cosas que forman parte de su vida cotidiana. Asimismo comienzan a entender el concepto del tiempo (después, hoy, mañana…) y pueden construir frases inteligibles de dos palabras (Papá coche).

De 24 a 30 meses De 12 a 18 meses Cumplido el año de vida los niños ya dicen alrededor de tres palabras, conocen algunas partes del cuerpo y saben su nombre. En poco tiempo serán capaces de construir frases sencillas, que solo entenderán sus padres y que les permitirá iniciar una conversación básica. A los 14 meses comienza la etapa en la que repiten las palabras que oyen. A partir de este momento debéis prestar atención al lenguaje y las conversaciones que empleáis, ya que no dudarán en repetir constantemente lo que oyen.

Con 24 meses los niños son muy parlanchines, hablan la mayor parte del tiempo y podrán construir frases de 4 palabras. Ahora el pequeño está en el umbral de una verdadera conversación, sentando las bases de la gramática. Empezará a utilizar a menudo los adjetivos dentro de las frases, descubrirá los pronombres personales “yo”,”tú”, así como los verbos (aunque todavía con imprecisión) y la formación de plurales a partir del singular. Su pronunciación irá mejorando y podrán comunicarse mejor con otros niños y adultos.

De 30 meses a 3 años De 18 a 24 meses A los 18 meses cuentan con un vocabulario de unas 40 palabras, aunque no todas las emplean correctamente y muchas de ellas serán de invención propia. También es probable que empiecen a cantar a esta edad. Su palabra favorita suele ser “no”. Comprenden prácticamente doscientas palabras, que tras oírlas no dudarán en repetir con

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En esta etapa los niños ya entienden casi todo lo que se les dice. Alrededor de los 2 años y medio les gusta interactuar con los adultos. Formulan muchas preguntas y aprenden la expresión “¿Por qué?” que utilizarán sin descanso. Hablarán sin parar sobre su vida, sus juegos, sus amigos y las actividades que realizan, aunque no se les pregunte. Sus frases ya tienen una media de 5 palabras.

El desarrollo del lenguaje

El bebé absorbe todo lo que oye desde el primer momento y reacciona positivamente cuando se le habla, se le canta, se le cuenta un cuento o se le hacen preguntas. Con el tiempo intentará contestar, primero con balbuceos, luego con el lenguaje corporal y más tarde con palabras. Antes de iniciar una conversación, llámale por su nombre. Se concentrará y escuchará mejor. Establece contacto visual cuando hables con él para mejorar la comprensión y sus capacidades lingüísticas, ya que les hace prestar más atención. Utiliza frases sencillas y comprensibles. Aprovecha para charlar con tu bebé en el transcurso de las actividades y tareas cotidianas que realices con él. Acompaña tus conversaciones con el tono de voz y los gestos, ya que serán de gran ayuda a la hora de comprender lo que se les dice. Los dibujos y los cuentos son una excelente ocasión para aprender conceptos. Las canciones también le ayudarán a aprender los ritmos y sonidos del habla, especialmente si las cantáis juntos y se exageran los gestos. Alaba sus logros y reacciona con entusiasmo cuando diga palabras nuevas o responda a una orden o pregunta. Le animará a seguir aprendiendo. Seguramente te resulte divertido su original pronunciación, sin embargo no conviene repetir su dicción, pues solo prolongará sus errores, sus capacidades lingüísticas se estancarán y le resultará más difícil después aprender a pronunciarlo bien. Cuando le corrijas no lo hagas directamente, sino ofreciéndole la forma correcta de decirlo (si dice por ejemplo “abesa”, respóndele: “sí, es una cabeza”). www.todopapas.com

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El desarrollo del lenguaje

Desde el momento que coges a tu bebé por primera vez os estáis comunicando mutuamente. Su llanto no es una manifestación de tus habilidades como padre, sino un intento de comunicación del pequeño. Un “idioma”, el del bebé, que al principio te sonará a arameo, pero que antes de lo que crees entenderás perfectamente, logrando atender sus necesidades según lo que él te comunica. Y a la inversa, tú también podrás enseñarle tus formas de comunicación: hablando, tocando, susurrando, abrazando, gesticulando, etc. A medida que vayas aprendiendo su lenguaje, él aprenderá el tuyo

Desde el primer día Las vías de comunicación con el bebé son infinitas y cada padre o madre recorre unas u otras. A continuación proponemos algunas que puedes intentar: Comenta todo Mientras estés con tu bebé, no des un paso sin comentarle lo que estés haciendo. Describe el proceso de vestirlo: “Ahora vamos a poner el pañal... aquí va la camiseta sobre la cabeza... abrochamos los pantalones...”. En la cocina describe cómo lavas los platos, cómo preparas la lasaña, etc. Durante el baño explícale que el jabón y el agua lo limpian, etc. no importa que el bebé no entienda una palabra de lo que estás diciendo. La descripción punto por punto hace que mientras tú hablas el niño escucha, iniciándose el camino de la comprensión. Pregunta mucho No esperes a que el pequeño pueda contestar para hacerle preguntas. Interrógale sobre todo, las preguntas pueden ser variadísimas, según lo que hagáis durante el día: “¿quieres ponerte el jersey azul o el blanco?, ¿Qué compro para comer, carne o pescado?". Y haz una pausa para la respuesta y respóndete tú mismo en voz alta: “¿Carne? Muy bien”. Ya verás como un día te sorprenderá contestándote. Dale la palabra Varios estudios han demostrado que los niños aprenden a hablar antes cuando los padres hablan con ellos y no a ellos. Dale la oportunidad de intervenir en el diálogo con un balbuceo, una risita, etc. Frases sencillas Por el momento, para el niño, el placer de escuchar es igual si le recitan una poesía que si le leen un informe de economía; pero a medida que vaya creciendo es bueno irle ayudando a identificar algunas palabras. Así que al menos, algunas veces, esfuérzate por usar frases sencillas: “Mira la luz”, “Adiós”, etc.

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No emplees pronombres Para un niño muy pequeño es difícil distinguir que “yo” y “tú” pueden ser mamá o papá o la abuela. A él llámalo por su nombre: “Ahora mamá le cambia el pañal a Paula”. En presente Aunque por el momento no haya comprensión por parte del pequeñín, cuando ésta se desarrolle, convendrá que te ciñas a lo que él esté experimentando en la actualidad. Los niños pequeños no tienen memoria del pasado ni noción del futuro. Sube el tono La mayoría de los bebés prefieren una voz en tono alto, lo que quizá explique por qué las voces femeninas son naturalmente más altas que las masculinas y por qué las mamás al hablar a sus niños suben el tono de la voz. Sube tú el tono cuando te dirijas a tu niño y observa la reacción: hay bebés que prefieren una voz más grave; pruébalo para ver cuál le gusta más. Imítale Al bebé le encanta la adulación que implica la imitación. Cuando él balbucee, haz tú lo mismo; cuando diga “aaa” dile “aaa”. La imitación se convierte rápidamente en un juego que le servirá de base para que el niño aprenda el lenguaje. Ponle música No hace falta que seas un gran melómano para introducir a tu niño en la música. Los niños no son exigentes en materia musical. Les gusta cualquier cosa que les canten: un aria de ópera, la última canción de moda, las nanas de toda la vida o el tarareo de la sintonía de un programa de televisión. Y su alegría será mayor si acompañan las canciones con gestos y ademanes. Con el tiempo tu niño te dará a conocer las que prefiere, las que tendrás que volverle a cantar una y otra vez.

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Lee en voz alta Aunque al principio la lectura no tenga ningún sentido, nunca es demasiado pronto para empezar a leerle poemitas infantiles. Comparte con él lo que estés leyendo, desde un artículo de política internacional del periódico hasta una receta, pasando por las instrucciones del nuevo esterilizador para biberones. Déjalo descansar La cháchara y el canturreo incesantes agotan a cualquiera incluso a un bebé que no entienda de qué trata la conversación. Si el niño ya no presta atención a tus palabras, se le cierran los ojos, desvía la mirada o se muestra inquieto quiere decir que ha llegado a su punto de saturación. Déjalo descansar.

El desarrollo del lenguaje

Sus primeras palabras Cuando el niño entra en la etapa de desarrollo lingüístico, todo lo que le digas adquiere nuevo significado. Esto le dará los cimientos para aprender el lenguaje tanto receptivo -comprender lo que oye-, como expresivo –hablar-, que se desarrollará más lentamente que el primero. Para ayudarle a desarrollar ambos tipos de lenguaje, puedes proceder de la siguiente forma. Toma nota: Háblale despacio Cuando el niño apenas empiece a desenredar la “confusa jerga” que empleas, hablarle rápidamente puede confundirle. Para que pueda empezar a distinguir las palabras, debes hacerlo lentamente, con mucha claridad y frases sencillas, recalcando cada palabra: “Te voy a cambiar el pañal... Y aquí está el pañal… Ahora te estoy cambiando el pañal”. “Te voy a servir el zumo en el vaso... Éste es el zumo y lo echo en el vaso... Mira, éste es el vaso”. En general las oraciones deben ser cortas y sencillas, concentrándose principalmente en las palabras de uso corriente en la vida diaria de un niño. Después de cada frase, antes de hablar más, haz una pausa para darle tiempo a descifrar tus palabras. Evita los pronombres Los pronombres todavía confunden al bebé, de modo que sigue con: “Éste es el libro de mamá”, “Ésta es la muñeca de Carlota”. Refuerza la imitación Ahora que el número de sonidos que hace el bebé está aumentando, también aumenta la diversión de imitarse el uno al otro. Se pueden elaborar conversaciones enteras con unas pocas consonantes y vocales. El niño dice: “ba-ba-ba” y tú dices: “baba-ba”. Sigue con este juego mientras él siga disfrutando. Si el niño parece receptivo, intenta con otras sílabas: “ga-ga-ga”, estimulando la imitación. Pero si el cambio no le gusta, vuelve

atrás. Antes de pocos meses te sorprenderá imitando tus palabras sin incitarle a ello. Crea un repertorio de canciones y rimas Aunque te pueda parecer aburrido repetir las mismas canciones de cuna doce veces a día, al niño le encantará la repetición y así es como aprende. Ya sean canciones infantiles de siempre o inventadas. A él le dará lo mismo. Lo que importa es la perseverancia. Ahora también es el momento de ampliar la variedad de música. Ponle CDs infantiles en casa, en la radio del coche, etc. Usa libros El bebé no está todavía en edad de escuchar cuentos enteros, pero sí le pueden llamar la atención las rimas sencillas de libros ilustrados. Señálale constantemente objetos aislados, animales o personas. Empieza preguntando: “¿Dónde está el perro?” Y un día te impresionarás viéndole señalar con su dedito al perro. Espera la reacción Aun cuando el niño todavía no hable, ya está empezando a procesar la información y a menudo reaccionará a lo que dices, aunque sea simplemente con un grito de alegría -cuando le propones salir con el cochecito- o con un gruñido de queja -cuando le dices que se baje del columpio-. Dale órdenes Es importante que el niño aprenda a obedecer órdenes sencillas, como: “Dale un beso a la abuela”, “Di adiós”, “Dame la mano”, y no estaría de más añadir el “por favor” al final si quieres que estas palabras acompañen de forma natural las solicitudes que él mismo haga. Seguramente el niño no te obedecerá inmediatamente, pero si le ayudas a ejecutar lo que se le ha pedido, entenderá de qué se trata. Cuando esto ocurra ten cuidado de no tratar a tu hijo como una foca amaestrada exigiéndole que muestre su última gracia en cuanto tenga un poco de público.

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Aunque tu niño ya sea capaz de hablar sin parar y su vocabulario sea muy amplio, lo normal es que aún pronuncie mal algunas palabras, que cambie las sílabas de orden o que tartamudee. A esta edad es normal y no debe preocuparte, pero puedes ayudarle a pronunciar correctamente cuanto antes

¿Qué le pasa a mi niño? Lo primero, es saber distinguir entre un problema del habla y un retraso normal –no todos los niños comienzan a hablar a la misma edad, por lo que muchos aún pronuncian con dificultad ciertas palabras con 3-4 años, sin que esto signifique que sufran un trastorno. Se calcula que uno de cada cinco niños entre 2 y 5 años tiene problemas de lenguaje. Las alteraciones más comunes son: Dislalia: No pronuncia correctamente uno o varios sonidos del lenguaje (los omite o los sustituye por otros); por ejemplo, si con más de 4 años dice “telol” en vez de “terror” o “zopa” en lugar de “sopa”. Es el trastorno más frecuente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que hasta los 6 años los niños no dominan la pronunciación y a veces simplifican las palabras complejas mediante mecanismos de “asimilación” (“pistina” en vez de “piscina”).

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Problemas del lenguaje

Pero el ceceo (pronunciación de /z/ en lugar de /s/); la guturalización del sonido /r/ (“pego” en vez de “perro”); la omisión de consonantes finales (“camió” en lugar de “camión”); o la sustitución de los sonidos /k/, /g/, /j/, /ch/, /ll/ y /ñ/, por /t/, /d/, /s/, /l/ y /n/ sí son síntomas de un problema del habla.

Tartamudeo: Suele aparecer alrededor de los 3 años, y todos los niños pasan por una etapa en la que tartamudean un poco; algunos simplemente repiten alguna palabra o sílaba y otros hacen una pausa entre una palabra y otra, pero en principio no debe ser motivo de preocupación, el niño piensa más rápido y con mayor complejidad de lo que puede hablar. El mejor tratamiento de ese tartamudeo infantil es no darle importancia, ni siquiera decirle nada, ya que de esa forma sólo lograrás que sea consciente de su problema, se ponga más nervioso y cada vez le cueste más. Solamente será necesario acudir a un logopeda si el problema continúa a los cinco años o si existen otros problemas de la fluidez del habla asociado a éste, como silabeo o problemas de articulación. En este caso, si el retraso en el lenguaje es muy evidente o confunde gran parte de los sonidos, puede que sea necesario acudir a un psicólogo o un neurólogo, por si esta dificultad para hablar correctamente es el síntoma de un problema mayor.

Traslocaciones: Esto es muy común y todos los niños lo hacen con aquellas palabras largas que son más difíciles de decir. Consiste en cambiar el orden de alguna de las sílabas, como “cocholate” en lugar de “chocolate” o “estógamo” en vez de “estómago”. Se corri-ge solo a medida que aprenden a hablar bien; sólo si sigue haciéndolo con más de 5 años puede suponer una alteración.

Recomendaciones para estimular su lenguaje Háblale desde pequeñito e incítale a hablar. No le dejes que pida las cosas señalándolas, tiene que hacer el esfuerzo de pronunciar su nombre. Nunca le presiones para que hable bien. Evita frases como "no te pongas nervioso", "habla más despacio", "dilo rápido para no confundirte", "piensa bien antes de hablar", etc. Estos comentarios sólo tienden a confundirlo y angustiarlo con algo de lo que aún no es consciente. No le corrijas continuamente. Si lo haces, cogerá miedo a hablar y dejará de hacerlo. Es preferible que más tarde repitas tú correctamente -y dentro del contexto de una frase- la palabra que él ha dicho mal. Le servirá de ejemplo. Háblale de forma clara y sencilla, pero siempre de manera “adulta”. Si adoptas tú las palabras mal dichas de tu hijo, como “pipi” en vez de “pájaro”, no le ayudarás en nada, sino todo lo contrario. No le interrumpas mientras habla, aunque tarde mucho en decir lo que desea. Dale su tiempo. Hablarle y explicarle cosas es muy positivo, pero aún lo es más escucharle y hacerlo relajadamente, aunque repita frases o palabras. Léele cuentos y permite que él también te cuente sus historias: lo que ha hecho durante el día, o una aventura mágica que os podéis inventar entre los dos… www.todopapas.com

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La edad en la que un niño comienza a hablar difiere de uno a otro. Alguno balbuceará sus primeras palabras a los nueve meses, y otros no pronunciarán más de una sílaba hasta los dieciocho. Generalmente las niñas se adelantan a los varones, como en otras muchas habilidades. 20

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Problemas del lenguaje

E

l modo en el que los niños aprender a hablar es por imitación, esto es, repiten lo que oyen. Por lo que cuanto más le hables más oportunidades tendrá de progresar en su destreza.

Consulta al pediatra lo antes posible si el niño: Con dieciocho meses No dice ninguna sílaba.

¿Retraso o trastorno del lenguaje? No siempre una demora del habla implica que exista un problema. No es extraño que muchos se animen a hacerlo cumplidos los dos años, recuperando luego el tiempo perdido conforme pasa el tiempo, con lo que llegan a alcanzar a los demás chicos de su edad en pocos meses.

No emite sonidos consonánticos. Solo usa vocales. No señala objetos cuando se le pregunta por ellos. No muestra intención por comunicarse, ni siquiera a través de gestos. No entiende órdenes simples. Con 2 años Solo habla repitiendo lo que oye. No se entiende lo que dice.

Los niños aprenden a hablar por imitación. Cuanto más le hables más podrá progresar El entorno del pequeño, tanto social como familiar, es fundamental en su aprendizaje, especialmente en las primeras etapas del lenguaje. Aquellos niños que no reciben demasiados estímulos, o no están expuestos a muchas experiencias en su vida cotidiana, suelen ser más lentos en empezar a hablar. Pero además hay otras circunstancias que retrasan el desarrollo lingüístico: • Ser niño, varón • Haber nacido prematuramente • Haber nacido con poco peso al nacer Ahora bien, también es importante permanecer alerta ante la posibilidad de un trastorno. Hay algunas señales que nos advierten de que un niño puede tener un trastorno del lenguaje. En estos casos el menor requerirá atención especial.

Con 3 años Confunde consonantes, intercambiándolas en una palabra. No utiliza pronombres personales (yo, tú, él…). No construye plurales. Con 4 años Pronuncia mal las consonantes. Los sonidos suenan nasales. No conjuga los verbos.

Además de estos síntomas, pueden aparecer otros comportamientos asociados que nos pueden indicar que algo no va bien. Normalmente estos niños sufren también un retraso motor, suelen comenzar a andar bastante tarde y presentan dificultades psicomotrices. No se aplican tanto en los juegos, les cuesta concentrarse y manifiestan incapacidad para dibujar como los niños de su misma edad.

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Tu hijo hablaba como una cotorra, comía con sus propios cubiertos e iba al baño casi sin que te enteraras… ¡Qué mayor! Pero de repente, sin aviso previo, un día vuelve a hablar como un bebé, pide el biberón y quiere llevar pañales. ¿Qué le ocurre?

L

os episodios de regresión de comportamiento en los niños son normales, especialmente si ha ocurrido algo que suponga un cambio en su entorno. Las regresiones son una vuelta a etapas anteriores que parecían ya superadas pero que en ciertos momentos reaparecen. Ante determinadas situaciones (o ante determinadas personas) un niño con cierta independencia puede querer demandar la atención de sus progenitores comportándose como un niño pequeño, volviendo a gatear en lugar de andar, pidiendo

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el chupete, hablando como un bebé, haciéndose el enfermo o simplemente negando su autonomía no queriendo hacer las cosa solo. Aunque puede sonar preocupante, este comportamiento forma parte de su evolución normal. Durante estos años tu hijo ha progresado muy deprisa y esta vuelta atrás puede tomarse como una parada necesaria en su crecimiento que le permitirá seguir avanzando. Y es que es común que a lo largo de su desarrollo aparezcan comportamientos característicos de cada etapa que irán dejando paso a

Problemas del lenguaje brado. Y lejos de considerarlo un trastorno o una conducta negativa, debemos verlo como reacciones a algo novedoso que les sorprende y ante lo que se sienten inseguros. Por ejemplo la llegada de un nuevo bebé a la casa que le quite el protagonismo, una mudanza, la muerte de un familiar… Empezar un nuevo curso, conocer a caras nuevas, una crisis matrimonial y en general cualquier cambio que genere estrés, puede activar también este comportamiento.

¿Cómo actuar? Ante todo no debes preocuparte. Ten en cuenta que son trastornos pasajeros que se pasarán con el tiempo. Intenta conocer la causa, conversando con él y animándole a expresar sus sentimientos. Tu sensibilidad y consuelo junto con tus ánimos le ayudarán a salir adelante. Abrázale y dale muestras de cariño. No te enfades ni le trates con dureza, si manejas la situación con calma y benevolencia será menos duradera.

otros, si bien no significa que unos desaparezcan radicalmente y sean sustituidos por los nuevos, sino que en determinados momentos coexistirán unas conductas con otras, pudiendo convivir las recién adquiridas con las anteriores.

Pregúntale si se acuerda de cuando era un bebé, y elógiale por todo lo que ha aprendido y ya sabe hacer. Recuérdale lo mayor que es y dedícale un tiempo especial para él solo, sobre todo si la causa es la llegada de un nuevo hermanito. Plantéate la posibilidad de hacer actividades con él donde pueda demostrar sus habilidades y otórgale privilegios o nuevas responsabilidades por el hecho de ser el hermano mayor.

¿Qué causa la regresión? Estos retrocesos en el crecimiento del niño suelen coincidir con algún acontecimiento especial ajeno a la rutina a la que está acostum-

Y sobre todo, no alimentes la regresión. Si lo sigues tratando como a un bebé, hablas como él, o le sobreproteges será más difícil que supere esta fase. www.todopapas.com

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Problemas del lenguaje

Es habitual que los niños pequeños, entre 2 y 5 años, no tengan una fluidez total en el habla hasta que aprenden a organizar las palabras y las frases. Sin embargo, hay que ser conscientes de que las disfluencias del niño pueden ser atípicas, por lo que es imprescindible diferenciarlas de las más corrientes para tratarlas lo antes posible

¿Qué es la tartamudez? La tartamudez es un trastorno funcional de la fluidez del habla, que se manifiesta en el diálogo, es decir, en la comunicación verbal. No es una enfermedad, sino un trastorno producido por diversas causas en las que intervienen: factores genéticos, biológicos y psicológicos. Aprender a expresarse no es una tarea fácil para algunos niños. La mayoría adquiere esta habilidad casi sin que los padres se den cuenta, por la facilidad con que se desarrolla; sin embargo, en determinados casos existen problemas, mostrando el niño esfuerzo al hablar. Es normal que los niños pequeños, de entre 2 y 5 años, no tengan una fluidez total hasta que aprenden a organizar las palabras y las frases, por lo que es fácil escuchar a los pequeños vacilar, reformular las oraciones, repetir palabras o titubear al hablar; sin embargo, estas disfluencias pueden ser también preocupantes, convirtiéndose en signos de alarma. Por ello, es importante saber diferenciar entre los errores comunes y los anormales para actuar de la forma correcta.

Disfluencias normales o típicas Estos errores en el habla suelen ser comunes y aparecer en el desarrollo del lenguaje del niño, sobre todo cuando está nervioso, alterado, cansado o cuando quiere decir algo demasiado largo y complicado para él. Entre ellos se encuentran los siguientes: • Vacilaciones: “Pues... pues eso es de papá”. Reformulación de las oraciones: “¿Voy a... esto...me quedo con papá?”. Una o dos repeticiones de toda la palabra o la frase: “Mamá, mamá ven” o “para bañarme, para bañarme”. Silencios entre las palabras: “Éste es... mi amigo Javi”. Interjecciones: “Um, um, yo…quiero ir a casa”. Muletillas: “Es un juego,...bueno una cosa, ...bueno, es un juguete”.

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¿Qué hacer?

Disfluencias anormales o atípicas Otras faltas de fluidez, aunque similares a las anteriores, pueden ser preocupantes e indicar tartamudeo, entre las que destacan: Repeticiones de sonidos: “P…p…p…p…papá” o “s…s…s…s…sí quiero”. Repeticiones de sílabas: “Pa…pa…pa…pajarito” o “mi…mi…mi…mío”. Más de dos repeticiones de palabras cortas: “Pero… pero… pero… pero dámelo”. Alargar un sonido durante varios segundos: “Eeeeeeese niño” o “ddddddímelo otra vez”. Bloqueoo interrupción del flujo de aire (“atasco”). Silencios tensos entre las palabras: “¿Por qué... (silencio, mientras mantiene la boca abierta) se llama Pablo?”. Palabras partidas: “Vamos to…dos a casa” o “tele…visión”. Tensión mientras se habla, esfuerzos por hacer salir las palabras. Movimientos asociados al habla en la cara o el cuerpo, de esfuerzo y tensión: cerrar los ojos, hacer muecas, mover el cuello o las manos para ayudarse cuando se está bloqueando…

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La detección temprana de la tartamudez es vital para el futuro del niño, por lo que es muy importante realizar una consulta preventiva con un terapeuta del lenguaje especializado y no esperar, ya que cuanto más cerca del inicio del síntoma se intervenga, mejor será el resultado. Actualmente existen determinados métodos de diagnóstico modernos que permiten diferenciar los errores normales de la fluidez de las expresiones indicadoras del inicio de una tartamudez; estableciendo distintos tipos de tratamiento y de intervención, que pueden ser directamente con el niño (intervención directa) o a través de sus padres (intervención indirecta), forma que se suele utilizar en los más pequeños.

Método Lidcombe La Fundación Española de la Tartamudez ha puesto en marcha el método Lidcombe en España, desarrollado por un equipo de investigación dirigido por el profesor Mark Onslow, compuesto por investigadores de la Facultad de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Sydney y los clínicos de la Unidad de Tartamudez, de Bankstown Servicio de Salud. Este programa está centrado en el tratamiento temprano de la tartamudez y es utilizado por el 80% de los logopedas australianos. Los estudios realizados hasta el momento revelan que el 5% de los niños empiezan con esta disfunción entre los 2 y los 6 años, etapa en la que se desarrolla el aprendizaje del lenguaje, porcentaje del cual el 80% de los casos puede llegar a remitir. La novedad que aporta este método es que se trata de un programa en el que los padres ayudan al niño en su entorno cotidiano y familiar, siempre en un ambiente de juego, sin agobios y sin cargarle la responsabilidad de hablar diferente. El papel

Problemas del lenguaje del logopeda se centra en enseñar a los padres a llevar a cabo el tratamiento, sin interferir en el día a día del niño, y teniendo en cuenta que cada niño y cada familia es diferente. Los padres aprenden a realizar el tratamiento durante las visitas semanales a un profesional del lenguaje, donde éste los entrena mediante la demostración de diversas herramientas que se utilizarán en el tratamiento y se les brinda información acerca de la forma en que se pueden medir los resultados (donde 10 es “muy grave”, y 0 es “no tartamudeo”), medición que se utilizará para: Verificar que el tartamudeo del niño está mejorando y, de lo contrario, realizar los ajustes necesarios para el caso de que no haya señales de mejora. Determinar con precisión cuándo el niño ha cumplido los criterios para la recuperación del habla. Comprobar que el discurso del niño sigue cumpliendo los criterios a largo plazo. El método Lidcombe se lleva a cabo en dos etapas. En la primera, los padres desarrollan el tratamiento de forma diaria y asisten, junto al niño, a la clínica una vez a la semana, continuando así hasta que el tartamudeo desaparece o llega a un nivel muy bajo. La segunda fase del programa consiste en el mantenimiento de la falta o del bajo nivel de las disfluencias durante, al menos, un año. Aunque las investigaciones han demostrado que el número medio de visitas semanales a la clínica para llegar a la segunda etapa del programa, para niños en edad preescolar, es de once aproximadamente, el tiempo que tardan los pequeños en completar este método depende del niño y de sus circunstancias personales.

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El 80% de los niños de 5 años ya pronuncia correctamente todos los fonemas, sin embargo existe una pequeña minoría que todavía no lo tiene superado, ocasionando dislalias, sobre todo con la “r” y la “s” 28

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o obstante, hay niños que sí presentan un frenillo sublingual u algún otro defecto físico que puede impedirles la emisión de ciertos fonemas; de ser así habrá que concentrarse en ese ámbito antes de comenzar con la terapia. Una vez comprobada la predisposición física, el logopeda determinará a qué clase de rotacismo se enfrenta para aplicarle así el tratamiento respectivo.

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¿Cómo ayudarle? El tratamiento con el logopeda consistirá en una reeducación del proceso de articulación y de la respiración para corregir los defectos que presente el niño. Los ejercicios se realizarán junto al especialista y después se deberán continuar en casa, delante de un espejo generalmente, haciendo repeticiones del movimiento que debe hacer la lengua para una adecuada pronunciación, chasqueándola con el paladar superior y arrastrándola hacia el exterior, hacia los dientes. En casa, puedes practicar con él: Antes de empezar, haced ejercicios de relajación y respiración profunda. Dile que haga entrenamientos con la lengua como mover la punta de derecha a izquierda y de arriba a abajo; chasquearla con el paladar; tocar el paladar superior, justo detrás de las encías varias veces y a diferentes velocidades; doblar la lengua hacia arriba y morderla ligeramente sin ejercer presión; colocarla en el paladar e imitar el sonido de la moto: rrrrrrr-on, rrrrrrrr-on… Busca frases que tengan las palabras que más le cuesta pronunciar, como trabalenguas o frases con muchas erres, tipo: “El perro de San Roque no tiene rabo porque Ramón Rodríguez se lo ha cortado”. Al corregirle, pronuncia tú claramente haciendo que te mire a la boca para que vea cómo colocas la lengua. Es importante corregirlo a tiempo y enseñarle a pronunciar cuando todavía es pequeño ya que a medida que crezca, se hará más difícil combatirlo, trayendo consecuencias negativas para el niño como baja autoestima, reclusión social, retraso escolar al tener miedo a hablar delante de los compañeros, predisposición a evitar aquellas palabras que contengan la “r” haciendo más dificultosa la expresión oral, etc.

Otro ejercicio es alargar las erres, por ejemplo, pronunciar “carrrrrrrrrrrrrrro”. Dibujad juntos en varios folios o cartulinas elementos cuyo nombre contenga la “r” (rosa, perro, caramelo, ratón, naranja…) y después enséñaselos y pídele que te diga en voz alta qué está viendo.

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Aunque cada vez son más comunes en el vocabulario habitual de cualquier persona (y oírlas por la televisión está a la orden del día) escuchar a nuestro hijo de 4 años diciendo un taco todavía disgusta y sorprende. Mostrar indiferencia y no reírle la gracia es fundamental para que no se habitúe a hacerlo 30

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n la calle, en la tele, en el colegio… a todas horas los niños están expuestos a oír palabrotas, y en seguida empiezan a repetirlas. Aunque no puedas evitar que de mayor acabe diciendo algún taco de vez en cuando, sí puedes lograr que sea algo esporádico y que de cada diez palabras que diga, ocho no sean malsonantes.

¿Qué hacer? Lo más importante es mostrar total indiferencia al oírles. Si nos enfadamos o sorprendemos y le damos trascendencia, los niños lo repetirán para llamar nuestra atención. Existe la hipótesis de que el niño dice palabrotas de cara a la galería, por lo que es razonable imaginar que, al no obtener el efecto deseado, podría desistir. También es conveniente explicarles, de forma sencilla y clara, que a mamá y a papá no les gusta oír palabras tan feas. Se les ha de mostrar que hay otras maneras de expresar enfado o sorpresa. Nunca te rías cuando diga palabrotas. Aunque a veces resulte cómico ver a un mocoso de 4 años diciendo un taco, si te ríes una sola vez, el niño querrá repetirlo para buscar tu aprobación y luego ya será imposible hacerle ver que es algo feo. Si a pesar de todo sigue diciéndolas, procura no enfadarte ni reprenderle, es mejor ignorarlo. Cuando el niño esté presente, nunca comentes con otras personas las palabras que dice. Enséñale a disculparse si molesta u ofende a alguien con sus palabras.

Tú también las dices, papi Los niños aprenden por imitación, y para uno de 4 años, sus padres son héroes. Por lo tanto, procura no decir palabrotas delante de él, por muy enojado que estés con tu equipo de fútbol. Si te oye decirlas, no te tomará en serio cuando le reprendas por hacer lo mismo. En caso de que te cace diciendo una y ya no haya escapatoria, dile que te arrepientes mucho de haberlo hecho y que en el futuro intentarás controlarte. Así, el niño aprenderá que sus padres no son infalibles y que todos nos podemos equivocar, pero que lo importante es darse cuenta de ello, saber pedir perdón e intentar no cometer los mismos errores en el futuro.

Procura no decir palabrotas delante de él. Si te pilla diciendo una dile que te arrepientes mucho Si a pesar de todo lo que has hecho, sus palabrotas empiezan a ser intolerables o te ponen en situaciones comprometidas y vergonzosas delante de otras personas, deberás ponerte firme y regañarle más en serio. Hazle entender que esas expresiones molestan a algunas personas. Puedes proponerle un juego, cada vez que un miembro de la familia diga una palabrota, meteréis un caramelo en un bote, y el que consiga estar todo un día sin decir ni una, se lleva las chucherías que haya. Si nada de esto funciona, plantéate que a lo mejor tu hijo quiere llamar tu atención porque está preocupado por algo o que no le prestáis suficiente atención. La llegada de un hermanito o el cambio de casa o colegio pueden acentuar este problema.

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Hasta los 8 años, los niños tienen una gran facilidad para aprender idiomas. Hasta esa edad, lo asimilan de forma intuitiva y apenas tienen que esforzarse. A pesar de que algunos padres son reacios a enseñarles desde pequeños por temor a que esto dificulte su aprendizaje, los niños crecen como si tuviesen dos seres monolingües arrojados en su cabeza, y viven el proceso con total naturalidad. El mejor método, cuando sea posible, es hablarles en casa en dos idiomas diferentes

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Aprender desde bebés Gracias a los matrimonios formados por personas con diferentes lenguas maternas, se ha podido comprobar que los hijos de estas uniones incorporan espontáneamente ambos idiomas sin confundirlos. Mucho antes de saber hablar, los bebés son sensibles a las entonaciones propias de cada lengua. Es decir, que diferencian dos idiomas por el tipo de acento particular de cada uno. Desde el momento en que nacen, los niños están genéticamente preparados para aprender a hablar más de un idioma. Su cerebro es sumamente permeable y está abierto al mundo para descubrir todo lo que le rodea. Su oído está muy desarrollado y prefiere escuchar palabras a cualquier otro sonido. Ya es capaz de discriminar entre tonos de diferente volumen y distinguir las palabras de los ruidos producidos por objetos naturales y artificiales. Además reconocen las voces. Su mundo está mediado por la palabra, que más adelante será su principal herramienta de comunicación e interacción. El cerebro de los recién nacidos está listo para aprender un idioma. Los bebés nacen con millones de células en el cerebro que controlan el lenguaje. Estas células se conectan con otras al principio de la vida, formando "caminos." Cuando escuchan hablar a los adultos se fortalecen los "caminos" que tienen que ver con el lenguaje en el cerebro. Sin embargo, a los diez años estos caminos ya están bien desarrollados y a partir de ese momento cuesta más aprender otro idioma. Los niños de hasta tres o cuatro años tienen la capacidad de crecer en varios idiomas sin mayores problemas. A partir del cuarto año, ya no pueden conjugar algunos verbos de un idioma nuevo de una forma tan rápida y tan correcta. Entre los ocho y los diez años concluye una de las fases principales del desarrollo humano…

precisamente el momento en que los niños suelen empezar a aprender su primera lengua extranjera. A esa edad, ya no aprenden de forma intuitiva, sino que tienen que esforzarse de una forma similar a los adultos. En 1997, el equipo de neurólogos del hospital Memorial Sloan Kettering, de Nueva York, comprobó que el cerebro de un niño es capaz de memorizar dos lenguajes en forma simultánea en una misma región de la corteza cerebral, utilizando un único grupo de neuronas, a diferencia de los adultos, quienes al adquirir un segundo idioma lo almacenan en un área distinta. En términos prácticos, esto significa que mientras más pequeños sean los niños, el aprendizaje de idiomas es natural y simple, ya que no hacen el proceso de traducir el pensamiento de un idioma a otro, como los adultos.

Hasta los tres o cuatro años tienen la capacidad de crecer en varios idiomas. A partir de esta edad ya no pueden conjugar algunos verbos de una forma tan rápida y tan correcta. A partir de los ocho años tienen que esforzarse de forma similar a un adulto Recientes estudios han comprobado que los bebés que escuchan discursos en lengua extranjera durante sus primeros meses de vida hallan más fácil aprender idiomas en el colegio o una vez son adultos. Psicólogos de la Universidad de Bristol indicaron que el cerebro en desarrollo pasa por un periodo de "programación" en la infancia que establece para la vida del individuo su capacidad para reconocer sonidos clave en cualquiera que se convier-

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ta en su lengua nativa. Así, cuando un bebé nace, tiene la capacidad de distinguir cada tipo de discurso. Incluso si los padres son ingleses, el niño tiene la capacidad de distinguir sonidos vocales griegos y chinos. Un recién nacido es capaz de distinguir todos los sonidos, pero cerca de los seis meses selecciona sólo aquellos que son relevantes para su lenguaje.

¿Existen inconvenientes? Los matrimonios entre personas que no hablan el mismo idioma cada vez son más comunes gracias a la globalización. Muchos padres hablan a su hijo en el lenguaje propio, pero otros acaban echándose atrás por miedo a que se desarrollen más despacio o sean menos competentes en sus dos idiomas que los niños monolingües en su única lengua materna. Un temor infundado. Nuestro cerebro está preparado para aprender varias lenguas, por lo que desperdiciamos nuestra capacidad si no explotamos esta opción.

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No es raro que algunos padres lleguen a dudar del éxito de su misión plurilingüe. Lo hacen si ven que sus hijos no se lanzan a hablar en la segunda lengua, cuando su evolución se estanca o si se niegan a hablar otro idioma porque no quieren llamar la atención en la guardería. Como en cualquier aprendizaje, a lo largo del proceso se pueden producir una serie de alteraciones en el lenguaje, similares en monolingües y bilingües, ya que los niños monolingües de 18 meses tienen un vocabulario de unas 50 palabras, igual que los plurilingües, pero repartidas entre sus distintos idiomas. Es posible que no puedan expresarse tan bien en un idioma si se los compara con otros niños de su edad. Pero esto no debe preocupar a sus padres, ya que recuperarán la diferencia a medida que profundicen en el conocimiento de ambos idiomas. A juicio de la doctora Laura-Ann Petitto, directora de la investigación sobre la educación bilingüe en la Sociedad Americana de Neurociencia, cuando los niños son expuestos desde muy temprano a dos lenguas diferentes, “crecen como si tuviesen dos seres monolingües

Aprendiendo Idiomas alojados dentro de su cerebro”. Petitto explica que, a diferencia de los que se podía temer, “no se produce ningún tipo de contaminación lingüística ni retraso en el aprendizaje”. Contrariamente a lo que aseguran algunos expertos, defensores de retrasar la exposición a la segunda lengua hasta que el niño no tenga un firme entendimiento de una lengua primaria, Petitto y su equipo defienden el bilingüismo precoz. Además, el bilingüismo tiene muchas ventajas: estos niños tienen una mayor capacidad de atención, pueden distinguir mejor lo importante de lo trivial, se concentran mejor, su cerebro crece a medida que se producen nuevas conexiones neuronales… En resumen, favorece su desarrollo intelectual, memoria y concentración, potenciando sus capacidades a todo tipo de aprendizaje.

Recomendaciones El método más seguro para conseguir un niño bilingüe es que uno de sus padres le hable en otro idioma desde que nace. Lo que recomiendan los logopedas es que si el padre es francés, siempre utilice ese idioma con sus hijos, y aunque éstos quieran hablarle en castellano, él se mantenga firme en su lengua nativa. Distinta es la situación si el padre no tiene otra lengua materna, sino simplemente domina otro idioma. En este caso, probablemente le ayudará al conocimiento del idioma, pero no logrará desarrollar un bilingüismo propiamente, porque la pronunciación no será exacta ni la conversación fluida y constante. Esta fórmula, si es reforzada por el colegio, una cuidadora o una academia, permite de una forma precoz y casi sin esfuerzo el dominio completo de la lengua por parte del niño. Claro que exige un esfuerzo por los padres al principio, ya que no deben ceder si el pequeño intenta comunicarse en un solo idioma.

Los colegios bilingües (que cada año aumentan de número, tanto privados como públicos), son la mejor opción para aquellos padres que no saben otra lengua. Pero si no hay posibilidad de mandarle a un colegio así, las academias o profesores nativos son también una estupenda elección. En la actualidad, existen academias de idiomas para bebés, en las que se aprende mediante juegos. Además, cualquier actividad que se realice en el otro idioma que se quiere enseñar, ayudará a reforzar lo aprendido. Canciones, cuentos, juegos, películas… todo es válido para practicar una lengua. Pero recuerda siempre que no debes presionar ni atosigar a tu hijo para que hable otro idioma y nos demuestre lo que sabe. Y si tu niño presenta alguna dificultad en el habla como inmadurez articulatoria, retraso del lenguaje, dislalia… no es recomendable que se inicie en otro idioma. www.todopapas.com

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Todos los padres quieren que sus hijos tengan la mejor educación posible para asegurarse un buen futuro. Actualmente, eso pasa por hablar varios idiomas de manera perfecta, para lo cual ya no basta con chapurrear inglés, es necesario ser bilingüe o, mejor aún, equilingüe

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ara llegar a este grado de dominio de un idioma, Elvira López asegura que “es necesario que los niños estén inmersos en un bilingüismo absoluto desde pequeños y que vivan ambos idiomas como uno solo. Es importante que adquieran un solo sistema lingüístico con dos canales de salida: el inglés y el español”.

Hablar varios idiomas correctamente es muy beneficioso. Según Jill Stribling, directora de English for Fun y Barbara Zurer Pearson, experta en bilingüismo y autora del libro Cómo Conseguir que tu hijo sea Bilingüe, “ser bilingüe ayuda a nuestra autoestima. No hay nada que siente mejor que la habilidad de poder comunicar en dos idiomas. Hay un sentido de confianza y libertad que se refleja en otros aspectos de tu vida. También, hablar un segundo idioma ha dejado de ser una opción, es una obligación. Es imposible sobrevivir sin hablar inglés y español. Cualquier persona que ahora hable el español y el inglés podrá “dominar” el mundo”.

¿Cómo conseguir que sea equilingüe? La elección del colegio, organizar las vacaciones de los niños, motivarles con consolas portátiles y proponerles prepararse para los exámenes oficiales son algunos de los consejos con los que podemos ayudar a nuestros hijos a ser equilingües. ¡Empezar pronto! Es importante aprender el segundo idioma antes de cumplir los 9 años para facilitar así el proceso. Es más fácil adquirir la correcta pronunciación y hablar como un nativo porque los músculos de la boca y la lengua siguen desarrollándose. La importancia de aprender de profesores nativos. En la etapa infantil es cuando el oído se acostumbra a los sonidos y a la pronunciación en un idioma concreto. Hasta los 5 años, los niños incorporan nuevos sonidos y fonemas con toda naturalidad y de manera espontánea, por imitación. Además, aprenden sin traducir de forma rápida y fácil. Por eso es importante que escuchen un acento nativo en toda su educación, pero sobre todo cuando son más pequeños. Se dice que los niños son “como esponjas” porque absorben todo lo que escuchan y ven a su alrededor. Aprovechar esta ventaja y facilitarles el contacto con nativos ingleses es la mejor fórmula para asegurarse de que el niño sea equilingüe cuando termine sus años de escoarización. Esta recomendación es extrapolable a otros ámbitos, de modo que también es aconsejable que siempre que sea posible la niñera sea nativa, así como los profesores de apoyo que ayuden al niño en casa con las asignaturas del colegio. Las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) para el aprendizaje equilingüe. Las

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TIC facilitan la autonomía en el aprendizaje del idioma y “promueven el reconocimiento del idioma inglés como medio de comunicación mundial y herramienta imprescindible de acceso a todo tipo de fuentes de información”. Además, la directora de Comunicación del Colegio Brains destaca que “las TIC para el aprendizaje equilingüe potencian la expresión, comprensión, reflexión y producción de distintos lenguajes y códigos”. Estas herramientas deben ser parte de los recursos didácticos del aula del colegio, aunque existen juegos para las videoconsolas portátiles que pueden servir de apoyo para el aprendizaje del idioma en edades más avanzadas. Versión original. Del mismo modo, lo ideal es que los niños se acostumbren a ver sus películas y series preferidas en versión original. Con la televisión digital, el formato DVD y las nuevas videoconsolas de sobremesa, se abre un nuevo mundo de posibilidades con las que los más pequeños pueden aprender un segundo idioma de forma amena y sin trabajo para los padres.

¡Padres y niños a estudiar juntos! No hay nada más importante para el desarrollo de los niños que el ejemplo a seguir en todos los aspectos de su vida. Tener una clase en paralelo con nuestro hijo es la mejor manera de mandar el mensaje sobre la importancia que tiene aprender inglés. Aprender un idioma no debe ser un castigo. No debe utilizarse el castigo como manera de forzar a un niño a aprender un segundo idioma, porque le creará miedo y ansiedad. Integración en países anglófonos. Cada vez son más los padres que comprenden la importancia de que sus hijos viajen a otros países de campamento o de intercambio al extranjero. En estos casos, también es importante que los organizadores aseguren a los padres que sus hijos trabajarán en inglés y que serán acogidos por familias anglófonas, para que la inmersión sea completa. Tampoco podemos olvidar que el verano está hecho para descansar, por lo que lo ideal es que el niño aprenda divirtiéndose. Las academias de verano en las que se imparten clases siguiendo la misma metodología y estructura que durante el curso académico pueden desmotivar al niño, e incluso crearle cierto rechazo hacia el idioma. No todo se resume al inglés. Es importante que los alumnos aprendan otros idiomas como el francés, el alemán o el chino mandarín, este último en auge debido al poder que está tomando en todos los aspectos el gigante asiático. En 2008 la embajada de China en España confirmó que ya son cerca de 10.000 españoles los que se han lanzado al estudio de esta lengua, lo que demuestra que el chino es un idioma que está cada día más presente en el mundo de los negocios.

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