Comentario Biblico Mundo Hispano TOMO 15 Marcos

COMENTARIO BÍBLICO MUNDO HISPANO TOMO 15 MARCOS Editores Generales José Tomás Poe Rubén Zorzoli Mario Martínez L. Artí

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COMENTARIO BÍBLICO MUNDO HISPANO TOMO 15

MARCOS Editores Generales José Tomás Poe Rubén Zorzoli Mario Martínez L.

Artículo general: El mundo grecorromano del primer siglo Mario Martínez L. Exposición: Fernando Méndez Ayudas prácticas: Roberto Gama

PREFACIO GENERAL Desde hace muchos años, la Editorial Mundo Hispano ha tenido el deseo de publicar un comentario original en castellano sobre toda la Biblia. Varios intentos y planes se han hecho y, por fin, en la providencia divina, se ve ese deseo ahora hecho realidad. El propósito del Comentario es guiar al lector en su estudio del texto bíblico de tal manera que pueda usarlo para el mejoramiento de su propia vida como también para el ministerio de proclamar y enseñar la palabra de Dios en el contexto de una congregación cristiana local, y con miras a su aplicación práctica. El Comentario Bíblico Mundo Hispano consta de veinticuatro tomos y abarca los sesenta y seis libros de la Santa Biblia. Aproximadamente ciento cincuenta autores han participado en la redacción del Comentario. Entre ellos se encuentran profesores, pastores y otros líderes y estudiosos de la Palabra, todos profundamente comprometidos con la Biblia misma y con la obra evangélica en el mundo hispano. Provienen de diversos países y agrupaciones evangélicas; y han sido seleccionados por su dedicación a la verdad bíblica y por su voluntad de participar en un esfuerzo mancomunado para el bien de todo el pueblo de Dios. La carátula de cada tomo lleva una lista de los editores, y la contratapa de cada volumen identifica a los autores de los materiales incluidos en ese tomo particular. El trasfondo general del Comentario incluye toda la experiencia de nuestra editorial en la publicación de materiales para estudio bíblico desde el año 1890, año cuando se fundó la revista El Expositor Bíblico. Incluye también los intereses expresados en el seno de la Junta Directiva, los anhelos del equipo editorial de la Editorial Mundo Hispano y las ideas recopiladas a través de un cuestionario con respuestas de unas doscientas personas de variados trasfondos y países latinoamericanos. Específicamente, el proyecto nació de un Taller Consultivo convocado por Editorial Mundo Hispano en septiembre de 1986. Proyectamos el Comentario Bíblico Mundo Hispano convencidos de la inspiración divina de la Biblia y de su autoridad normativa para todo asunto de fe y práctica. Reconocemos la necesidad de un comentario bíblico que surja del ambiente hispanoamericano y que hable al hombre de hoy. El Comentario pretende ser: * crítico, exegético y claro; * una herramienta sencilla para profundizar en el estudio de la Biblia; * apto para uso privado y en el ministerio público; * una exposición del auténtico significado de la Biblia; * útil para aplicación en la iglesia; * contextualizado al mundo hispanoamericano; * un instrumento que lleve a una nueva lectura del texto bíblico y a una comprensión más dinámica de él; * un comentario que glorifique a Dios y edifique a su pueblo; * un comentario práctico sobre toda la Biblia. El Comentario Bíblico Mundo Hispano se dirige principalmente a personas que tienen la responsabilidad de ministrar la Palabra de Dios en una congregación cristiana local. Esto incluye a los pastores, predicadores y maestros de clases bíblicas. Ciertas características del Comentario y algunas explicaciones de su metodología son pertinentes en este punto. El texto bíblico que se publica (con sus propias notas —señaladas en el texto con un asterisco, *,— y títulos de sección) es el de La Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada. Las razones para esta selección son múltiples: Desde su publicación parcial (El Evangelio de Juan, 1982; el Nuevo Testamento, 1986), y luego la publicación completa de la Biblia en 1989, ha ganado elogios por estudios bíblicos serios. El Dr. Cecilio Arrastía la ha llamado ―un buen instrumento de trabajo‖. El Lic. Alberto F. Roldán la cataloga como ―una valiosísima herramienta para la labor pastoral en el mundo de habla hispana‖. Dice: ―Conservando la belleza proverbial de la Reina-Valera clásica, esta nueva revisión actualiza magníficamente el texto, aclara —por medio de notas— los principales problemas de transmisión… Constituye una valiosísima herramienta para la labor pastoral en el mundo de habla hispana‖. Aun algunos que han sido reticentes para animar su uso en los cultos

públicos (por no ser la traducción de uso más generalizado) han reconocido su gran valor como ―una Biblia de estudio‖. Su uso en el Comentario sirve como otro ángulo para arrojar nueva luz sobre el Texto Sagrado. Si usted ya posee y utiliza esta Biblia, su uso en el Comentario seguramente le complacerá; será como encontrar un ya conocido amigo en la tarea hermenéutica. Y si usted hasta ahora la llega a conocer y usar, es su oportunidad de trabajar con un nuevo amigo en la labor que nos une: comprender y comunicar las verdades divinas. En todo caso, creemos que esta característica del Comentario será una novedad que guste, ayude y abra nuevos caminos de entendimiento bíblico. La RVA aguanta el análisis como una fiel y honesta presentación de la Palabra de Dios. Recomendamos una nueva lectura de la Introducción a la Biblia RVA que es donde se aclaran su historia, su meta, su metodología y algunos de sus usos particulares (por ejemplo, el de letra cursiva para señalar citas directas tomadas de Escrituras más antiguas). Los demás elementos del Comentario están organizados en un formato que creemos dinámico y moderno para atraer la lectura y facilitar la comprensión. En cada tomo hay un artículo general. Tiene cierta afinidad con el volumen en que aparece, sin dejar de tener un valor general para toda la obra. Una lista de ellos aparece luego de este Prefacio. Para cada libro hay una introducción y un bosquejo, preparados por el redactor de la exposición, que sirven como puentes de primera referencia para llegar al texto bíblico mismo y a la exposición de él. La exposición y exégesis forma el elemento más extenso en cada tomo. Se desarrollan conforme al bosquejo y fluyen de página a página, en relación con los trozos del texto bíblico que se van publicando fraccionadamente. Las ayudas prácticas, que incluyen ilustraciones, anécdotas, semilleros homiléticos, verdades prácticas, versículos sobresalientes, fotos, mapas y materiales semejantes, acompañan a la exposición pero siempre encerradas en recuadros que se han de leer como unidades. Las abreviaturas son las que se encuentran y se usan en La Biblia Reina-Valera Actualizada. Recomendamos que se consulte la página de Contenido y la Tabla de Abreviaturas y Siglas que aparece en casi todas las Biblias RVA. Por varias razones hemos optado por no usar letras griegas y hebreas en las palabras citadas de los idiomas originales (griego para el Nuevo Testamento, y hebreo y arameo para el Antiguo Testamento). El lector las encontrará ―transliteradas‖, es decir, puestas en sus equivalencias aproximadas usando letras latinas. El resultado es algo que todos los lectores, hayan cursado estudios en los idiomas originales o no, pueden pronunciar ―en castellano‖. Las equivalencias usadas para las palabras griegas (Nuevo Testamento) siguen las establecidas por el doctor Jorge Parker, en su obra Léxico-Concordancia del Nuevo Testamento en Griego y Español, publicada por Editorial Mundo Hispano. Las usadas para las palabras hebreas (Antiguo Testamento) siguen básicamente las equivalencias de letras establecidas por el profesor Moisés Chávez en su obra Hebreo Bíblico, también publicada por Editorial Mundo Hispano. Al lado de cada palabra transliterada, el lector encontrará un número, a veces en tipo romano normal, a veces en tipo bastardilla (letra cursiva), son números del sistema ―Strong‖, desarrollado por el doctor James Strong (1822–94), erudito estadounidense que compiló una de las concordancias bíblicas más completas de su tiempo y considerada la obra definitiva sobre el tema. Los números en tipo romano normal señalan que son palabras del Antiguo Testamento. Generalmente uno puede usar el mismo número y encontrar la palabra (en su orden numérico) en el Diccionario de Hebreo Bíblico, por Moisés Chávez, o en otras obras de consulta que usan este sistema numérico para identificar el vocabulario hebreo del Antiguo Testamento. Si el número está en bastardilla (letra cursiva), significa que pertenece al vocabulario griego del Nuevo Testamento. En estos casos uno puede encontrar más información acerca de la palabra en el referido Léxico-Concordancia… del doctor Parker, como también en la Nueva Concordancia Greco-Española del Nuevo Testamento, compilada por Hugo M. Petter, el Nuevo Léxico GriegoEspañol del Nuevo Testamento, por McKibben, Stockwell y Rivas, u otras obras que usan este sistema numérico para identificar el vocabulario griego del Nuevo Testamento. Creemos sinceramente que el lector que se tome el tiempo para utilizar estos números enriquecerá su estudio de palabras bíblicas y quedará sorprendido de los resultados. Estamos seguros de que todos estos elementos y su feliz combinación en páginas hábilmente diseñadas con diferentes tipos de letra y también con ilustraciones, fotos y mapas harán que el Comentario Bíblico Mundo Hispano rápida y fácilmente llegue a ser una de sus herramientas predilectas para ayudarle a cumplir bien con la tarea de predicar o enseñar la Palabra eterna de nuestro Dios vez tras vez.

Este es el deseo y la oración de todos los que hemos tenido alguna parte en la elaboración y publicación del Comentario. Ha sido una labor de equipo, fruto de esfuerzos mancomunados, respuesta a sentidas necesidades de parte del pueblo de Dios en nuestro mundo hispano. Que sea un vehículo que el Señor en su infinita misericordia, sabiduría y gracia pueda bendecir en las manos y ante los ojos de usted, y de muchos otros también. Los Editores Editorial Mundo Hispano

Lista de Artículos Generales Tomo 1: Principios de interpretación de la Biblia Tomo 2: Autoridad e inspiración de la Biblia Tomo 3: La ley (Torah) Tomo 4: La arqueología y la Biblia Tomo 5: La geografía de la Biblia Tomo 6: El texto de la Biblia Tomo 7: Los idiomas de la Biblia Tomo 8: La adoración y la música en la Biblia Tomo 9: Géneros literarios del Antiguo Testamento Tomo 10: Teología del Antiguo Testamento Tomo 11: Instituciones del Antiguo Testamento Tomo 12: Historia general de Israel Tomo 13: El mensaje del Antiguo Testamento para la iglesia de hoy Tomo 14: El período intertestamentario Tomo 15: El mundo grecorromano del primer siglo Tomo 16: La vida y las enseñanzas de Jesús Tomo 17: Teología del Nuevo Testamento Tomo 18: La iglesia en el Nuevo Testamento Tomo 19: La vida y las enseñanzas de Pablo Tomo 20: El desarrollo de la ética en la Biblia Tomo 21: La literatura del Nuevo Testamentov Tomo 22: El ministerio en el Nuevo Testamento Tomo 23: El cumplimiento del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento Tomo 24: La literatura apocalíptica

EL MUNDO GRECORROMANO DEL PRIMER SIGLO Mario Martínez La era del Nuevo Testamento comienza con el nacimiento de Jesús en Palestina, la cual estaba ocupada por Roma y donde gobernaba Herodes el Grande. Herodes murió mientras Jesús y sus padres se refugiaban en Egipto. Cuando regresaron encontraron que Arquelao presidía sobre Judea. Siendo advertidos de no permanecer en Judea, la familia regresó a Nazaret en Galilea, donde Antipas era el tetrarca. El ambiente es muy diferente al del Antiguo Testamento. Es un mundo dominado por dos grandes potencias: Roma, con su poderío militar y social, y Grecia, con su gran influencia en la cultura de su tiempo. El mundo del primer siglo es, sin duda, un mundo grecorromano.

En Nazaret, ―Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres‖ (Luc. 2:52). Él también aprendió el oficio de su padre (albañil o carpintero) y probablemente haya participado de la misma educación e instrucción religiosa como los otros hombres en la sociedad judía de la pequeña aldea de Nazaret. El nacimiento de Jesús y el posterior surgimiento y esparcimiento de la iglesia cristiana hacen surgir dos preguntas: ¿Cómo era la vida en el mundo grecorromano del siglo primero de la era cristiana? ¿Qué caracterizaba al judaísmo durante la época del nacimiento de Jesús?

BAJO EL GOBIERNO ROMANO Y LA CULTURA GRIEGA Los eventos del NT y la composición de los documentos que llegaron a ser nuestro NT se llevaron a cabo durante la época cuando Roma gobernaba el mundo y Grecia tenía gran influencia en la cultura. Consideremos brevemente varios elementos del mundo grecorromano que merecen atención.

Política y sociedad romanas Durante la época de los eventos que fueron registrados en el N.T., César Augusto (31 a. de J.C.–14 d. de J.C.) y sus sucesores gobernaron sobre Israel a través de la familia de los Herodes. Sin embargo, en la provincia de Judea en el año 6 d. de J.C., los romanos gobernaron más directamente a través de un sistema de procuradores, incluyendo a Poncio Pilato (26–37 d. de J.C.). En algunas partes de su imperio Roma gobernó por medio de procuradores, pero en otras áreas gobernó a través de reyes-clientes, como lo había sido Herodes el Grande. Aunque los reyes-clientes gozaban de cierta autonomía, los emperadores romanos podían removerlos a discreción. El seleccionar gobernadores que debían sus posiciones a Roma aseguraba su lealtad y un constante fluir de impuestos para Roma. Estos gobernantes locales sabían que el factor más importante para asegurar su éxito era servir bien a los intereses de Roma. El sistema judicial romano y sus tribunales locales venían con el gobierno romano. Aunque la justicia era importante, a menudo esta se inclinaba a favor de los ricos y estaba diseñada para preservar sus posiciones. Pablo se presentó ante el procónsul romano Galión en Corinto (ver Hech. 18:12–17). Roma también empleaba un gran contingente de soldados para mantener la paz por todo el vasto imperio. Los impuestos locales proveían el sostén para estas fuerzas armadas y para todas las otras labores gubernamentales. Miembros locales de una clase élite colectaban los impuestos para Roma (ver Luc. 19:2), causando que estos cobradores de impuestos fueran odiados por sus conciudadanos. La gente local pagaba impuestos personales en base a un censo (ver Luc. 2:2; Mat. 17:25), al igual que impuestos de propiedad y muchos otros impuestos indirectos (como en el transporte de mercancía). Por supuesto, los judíos también pagaban impuestos religiosos, tales como los requeridos para operar el templo, y diezmos sobre el producto de la tierra para tener los fondos necesarios para el sacerdocio. Estos impuestos eran una tremenda carga sobre la gente y a menudo causaban disturbios e inclusive rebelión.

Religión grecorromana Una palabra describe la religión en el mundo romano: diversidad. De acuerdo con la mitología griega, el dios Zeus presidía sobre un panteón de dioses. Los romanos adoptaron los dioses griegos, pero les dieron sus propios nombres: por ejemplo, Júpiter para Zeus y Venus para Afrodita. Con el surgimiento de los emperadores romanos, la religión imperial se transformó a sí misma. El emperador actuaba como el sacerdote principal (pontifex maximus) ante los dioses. Al morir el emperador Augusto, el senado romano le otorgó la posición divina (y a subsecuentes emperadores que servían bien a Roma). Algunos emperadores inclusive reclamaron la condición de divinos mientras estaban vivos: Calígula, Nerón y Domiciano. Los cristianos que rehusaron adorar a Domiciano como divino fueron severamente perseguidos. Además del culto de Roma, muchas regiones practicaban localmente sus propias religiones. Por supuesto, el judaísmo era una de ellas. Por otro lado, muchas religiones griegas, egipcias y orientales de misterio proliferaron en el imperio. Florecieron muchos otros cultos locales: Eleusis, Mitra, Isis, Dionisio y Cibeles, para mencionar unos pocos. La magia y la superstición, que se habían expandido en el imperio, requerían de conjuros y fórmulas especiales, exorcismo y otros ritos para aplacar a los dioses y obtener el éxito. El sincretismo —la combinación de elementos de una gran variedad de doctrinas religiosas— prácticamente era un requisito para que la gente sobreviviera. Un ciudadano del Imperio romano podía adorar una deidad local

para asegurar una buena cosecha, honrar al César como Señor y practicar un rito supersticioso para curar alguna enfermedad. Los descubrimientos arqueológicos confirman la variedad de dioses domésticos y amuletos (los cuales supuestamente daban suerte) que utilizaba la gente para abrirse paso en el mundo. Hacia fines del siglo primero de la era cristiana empezó a tomar forma un movimiento religioso que con el tiempo llegó a conocerse como gnosticismo. Dicho movimiento combinaba varios elementos de las religiones orientales y occidentales. Los gnósticos enfatizaban la separación de lo material y lo espiritual, lo cual llevó a la gente a tratar con el mundo físico en una de dos maneras: algunos gnósticos se convirtieron en ascéticos (absteniéndose de los placeres mundanos), intentando controlar los apetitos de la carne y llevar una vida santa; otros se convirtieron en sensualistas, decidiendo que debido a que la materia es mala y no sobrevive a la muerte, ellos podían libremente complacer sus apetitos carnales. Paralelamente a estas opciones religiosas, la gente intelectual en el mundo del siglo primero podía alinearse con una de las escuelas filosóficas. Los principales ejemplos en el siglo I de la era cristiana eran: Estoicismo (ver Hech. 17:18). Esta filosofía proclamaba que no existe ningún dios ni inmortalidad personal; vivimos en un universo sin propósito. Los estoicos practicaban un credo de autosuficiencia, libertad y sumisión (o apatía). Platonismo. Esta filosofía proclamaba que existen los arquetipos o modelos, pero no en ninguna realidad material sino solo como ideas universales. Todas las cosas del mundo son réplicas imperfectas de sus formas perfectas, esas ideas imperecederas que se encuentran fuera del espacio y del tiempo. Epicureísmo (ver Hech. 17:18). En contraste con el platonismo, los epicúreos consideraban la realidad como completamente material. Eran hedonistas que vivían para el placer bajo el lema: ―Sin temor de dios, sin temor a la muerte; lo bueno [placer] puede lograrse; lo malo [dolor] puede soportarse‖. Cínicos. Estos ascéticos actuaban en contra de las costumbres sociales, rechazando el placer y buscando el deshonor para obtener la firmeza. Sus metas eran la apatía, la simpleza y la libertad. Escépticos. Esta filosofía aseguraba que no hay nada que sea más probable que otra cosa y que para cualquier argumento existe otro argumento en contra. Pitagóricos. Quienes seguían esta manera de pensar estaban interesados en los números, el ascetismo y la filosofía como religiones. Ellos creían que el mundo material era malo (una creencia adoptada por los gnósticos). Aunque existían estas filosofías, la gente más común vivía bajo la esclavitud de la superstición y el sincretismo. Por supuesto, podemos observar que el cristianismo entró a un mundo religioso complejo, pluralista y confuso, ¡muy parecido al nuestro!

Cultura y sociedad en el siglo primero Aunque las prácticas y patrones culturales eran singulares en cada cultura o subcultura, los habitantes del siglo primero compartían ciertos valores. Al leer la Biblia podemos ver cómo cada uno de estos valores salía a la superficie en diferentes épocas. Podemos presentar cuatro pinceladas generales para describir estos valores compartidos. 1. Pureza. La gente del siglo primero se esmeraba por mantener la pureza ritual, la santidad y lo sagrado. Evitaban el contacto con todo aquello que pudiera causar corrupción y contaminación. Cuando se contaminaban, como inevitablemente sucedía, se sometían a diversos rituales para obtener nuevamente la pureza. 2. Honor. En una cultura ―basada en la vergüenza‖ la gente se esforzaba de manera extrema para evitar quedar mal o hacer que otros quedaran mal. La comunidad era más importante que el individuo. De la misma manera, dado que la conducta individual afectaba al grupo, la gente controlaba su conducta para no ocasionarle vergüenza a su familia o comunidad. La práctica de esta cultura privaba al individuo de todos los derechos y posibilidades inherentes. 3. Patrocinio y reciprocidad. Una persona era patrocinador (alguien que cuidaba de otros), cliente (alguien que era responsable ante un patrocinador), o agente (alguien que se encargaba de los arreglos). Estas relaciones requerían gracia, lealtad y confianza de todas las partes. En la cultura existía una cantidad de riqueza fija.

Algunos la tenían, pero la mayoría no. Para que el sistema funcionara, la gente sabía cuál era su lugar y operaban dentro de la estructura establecida. 4. La familia. La familia de una persona —trazada en una genealogía y dependiente de la reputación del padre— establecía su posición en la sociedad. Las normas familiares determinaban cómo la gente trataba a los otros miembros de la familia y a los de afuera. Estos arreglos también preparaban el escenario para el llamado ―parentesco ficticio‖, el hecho de otorgarle a la gente un título familiar y tratarla como si realmente tuviera la relación implícita en el título. Por ejemplo, los seguidores de Jesús se denominaban entre sí como hermanos y hermanas, implicando deberes y privilegios como miembros de una familia.

EL JUDAÍSMO EN EL SIGLO PRIMERO Comenzando con Alejandro el Grande y continuando con los poderes que gobernaron a Israel en los siglos subsiguientes, el judaísmo del siglo primero estaba definitivamente helenizado (influenciado por la cultura y los valores griegos). Aun cuando los judíos se resistieron, inevitablemente adoptaron muchos de estos elementos foráneos. Los judíos tradujeron la Biblia al griego (LXX), pero retuvieron el arameo como el idioma común para comunicarse y el hebreo como el idioma religioso. Fuera de Palestina la gente hablaba griego, y en Palestina los judíos por lo general hablaban griego para relacionarse con sus vecinos gentiles. Bajo la ocupación romana de Israel y otras tierras se introdujo el latín para funciones oficiales, pero nunca se popularizó de manera significativa. Para mantener su religión, los judíos resistieron fuertemente las incursiones del helenismo y otras presiones culturales, como lo demuestran la resistencia macabea y la revuelta de los zelotes (en 68–70 d. de J.C.). Veamos brevemente varias de las características del judaísmo.

La dispersión de los judíos El comentario de Lucas acerca de los lugares de donde procedían los judíos en su peregrinaje a Jerusalén para la fiesta del Pentecostés subraya la extensión de la Diáspora o Dispersión (ver Hech. 2:9–11). Los judíos residían en estos lugares remotos por diferentes razones. El pueblo sufrió varios exilios o deportaciones después de que su tierra fuera conquistada por fuerzas extranjeras. Algunos judíos salieron del país voluntariamente debido a las dificultades o conflictos en Israel. En varias ocasiones, muchos judíos se mudaron a Egipto. Alejandro el Grande y los seléucidas (reyes sirios) también reubicaron a grupos de judíos durante su ocupación del territorio. Durante el gobierno de los macabeos, los judíos fueron animados a establecerse en otros lugares, particularmente en Roma. En cuanto al cristianismo se refiere, la dispersión de los judíos previa al siglo primero dio como resultado dos importantes dinámicas: 1. El pueblo de Dios vivía en muchos de los centros importantes del mundo de esa época. Algunos estimados sugieren que entre 4 y 4,5 millones de judíos vivían fuera de Palestina para ese entonces. 2. Estas comunidades judías, y las sinagogas que comúnmente surgían, formaron los plantíos donde se sembró el mensaje del evangelio cristiano.

La sinagoga Aunque no se sabe a ciencia cierta el origen de la sinagoga, sabemos que la idea de una casa de adoración judía surgió durante el período del exilio y posteriormente. Inclusive después de la reconstrucción del templo en Jerusalén la sinagoga había llegado a ser una institución permanente del judaísmo, muy seguramente en la Diáspora pero también dentro de Israel. Toda ciudad o aldea donde habitaran por lo menos diez judíos varones adultos tenía una sinagoga. Inicialmente, sinagoga se refería a una asamblea de gente; con el tiempo llegó a referirse al lugar donde se reunían los adoradores. Una inscripción en una sinagoga del primer siglo y comentarios por el historiador judío Josefo (en su obra Contra Apión 2.175) indican que las funciones centrales de una sinagoga eran la lectura de la Ley y el estudio de los mandamientos. El relato de Jesús leyendo del rollo de Isaías en Lucas 4:16–22 confirma estas funciones, subrayando la lectura e instrucción en base a la Ley o los Profetas (ver Hech. 13:13–16). Al desarrollarse la institución, un culto típico incluía algunos o todos los elementos siguientes: invitación a la adoración, incluyendo la invocación y la lectura del Salmo 95; Shema (ver Deut. 6:4) y lectura del Decálogo

(los Diez Mandamientos); repetición de las Dieciocho Bendiciones; lectura de la Torah; lectura de los Profetas o Escritos; un sermón; y la bendición. Además de los hombres y las mujeres (separados durante el culto), las sinagogas del siglo primero de la era cristiana probablemente incluían una categoría de gentiles conocidos como ―temerosos de Dios‖. Estos gentiles fueron atraídos a la fe judaica a causa de su monoteísmo y altos principios éticos y morales, pero aún no se habían convertido completamente al judaísmo por medio de la circuncisión. Varias fuentes judías se refieren a esta clase como convertidos incompletos (por ejemplo, Josefo, Filón, varias inscripciones, e inclusive el filósofo pagano Epícteto). El NT menciona a Cornelio, un importante gentil temeroso de Dios que llegó a ser uno de los seguidores de Jesús como resultado de la predicación de Pedro (ver Hech. 10–11). La sinagoga contribuyó a la sobrevivencia del judaísmo; el ―llamado a mantenerse unidos‖ de los judíos fieles durante los exilios mantuvo vivas las tradiciones y prácticas. La dispersión de las sinagogas por todo el mundo romano plantó y preservó el judaísmo sobre una extensa área, sin importar qué problemas políticos ocurrieran en la misma tierra de Israel. Inclusive la destrucción final del templo en 70 d. de J.C. y la expulsión de los judíos de Israel no extinguió el judaísmo, ya que localmente los judíos continuaron reuniéndose en las sinagogas por todo el mundo conocido.

MARCOS Exposición: Fernando Méndez Ayudas prácticas: Roberto Gama

INTRODUCCIÓN En los medios cristianos antiguos, Marcos no fue muy valorado aunque contaba con el prestigio de Pedro, sobre todo porque no es un Evangelio tan completo como lo son Mateo y Lucas. Anterior al 69 d. de J.C., el Evangelio de Marcos está dirigido a los cristianos de origen pagano. A lo largo de todo el texto está presente la pregunta: ¿Quién es Jesús? El escritor responde desde el inicio con la declaración: Jesús es el Cristo (Mesías) esperado por los hebreos y el Hijo de Dios (Mar. 1:1). Esta propuesta inicial viene comprobada en el curso de los subsiguientes versículos y capítulos, introduciendo al lector a las acciones de Jesús, en particular las muchas curaciones y su disposición de acoger a los pecadores, a través de los cuales va descubriendo progresivamente el misterio de su persona: siervo sufriente e Hijo de Dios. Marcos es el Evangelio del primer anuncio y un recorrido obligado del creyente que quiere llegar a la fe plena en Jesús y compartir su vida. Marcos es el Evangelio del sendero que el discípulo estará caminando detrás del Maestro.

EL AUTOR DEL EVANGELIO Marcos, al igual que Mateo y Lucas, es una obra en la cual no se da a conocer el nombre del autor. Sin embargo, no hay grandes dudas en cuanto a que el autor sea Marcos. Esto se debe a la evidencia externa que atestigua desde muy temprano que Juan Marcos es el autor. Eusebio, el historiador (275–339 d. de J.C.) cita a Papías (110 d. de J.C.), uno de los padres de la Iglesia, quien afirmaba que fue el apóstol Juan quien dijo que Marcos fue el ―intérprete de Pedro‖. Papías era Obispo de Hierápolis y se refiere a este Evangelio en su obra ―Exégesis de los oráculos de Jesús‖, en unos fragmentos que

se recogen en la ―Historia Eclesiástica‖ de Eusebio de Cesarea (siglo IV). El fragmento de la obra de Papías que nos interesa dice lo siguiente: ―Y el Presbítero dijo también esto: Marcos, como intérprete de Pedro, escribió con exactitud, aunque sin orden, todo lo que recordaba de los dichos y hechos de Jesús. Él personalmente no había oído al Señor ni había sido discípulo suyo, sino que posteriormente había sido compañero de Pedro, como ya dije. El apóstol había adaptado su enseñanza a las necesidades (de los oyentes), pero sin intención de componer un relato ordenado de las palabras del Señor. Así, pues, Marcos, no se equivocó al poner por escrito las cosas tal como las recordaba, porque su única preocupación fue no omitir ni falsear nada de lo que había oído‖. El primer asunto que sobresale es qué significa ―intérprete‖. Posiblemente era que Pedro fue la principal fuente para la escritura. Por otro lado, es evidente que Marcos puso los eventos de acuerdo a los conceptos que quería transmitir, de acuerdo a su teología. Marcos organizó su material en forma creativa respondiendo a las necesidades de su auditorio. En los primeros años del cristianismo fue incuestionable que Marcos fue el autor de este Evangelio. Juan Marcos está perfectamente identificado (Hech. 12:12), fue el compañero de Pablo en el primer viaje misionero (Hech. 13:5). Más tarde, por una aparente deserción de Marcos, y luego de un desacuerdo de Pablo y Bernabé, viajó solo con Bernabé (Hech. 15:37–41). En los días finales de Pablo, Marcos fue reclamado como una persona útil (2 Tim. 4:11). Según la tradición, Marcos tenía problemas con sus manos y sirvió como una especie de secretario.

RECEPTORES El Evangelio de Marcos está dirigido a los cristianos de origen pagano. El uso de palabras arameas con la traducción (Mar. 3:17; 5:41; 7:34; 14:36) y de tradiciones judías (Mar. 7:3, 4) con explicación, implica una audiencia gentil. Usa equivalentes latinos para explicar expresiones griegas (Mar. 12:42; 15:6), todo esto señala la posibilidad de que fue escrito para gentiles.

FECHA El Evangelio de Marcos probablemente fue escrito entre los años 60 y 70 d. de J.C., eso es, a solo 30 años después de la muerte de Cristo. Esto lo colocaría en la época de la muerte de Pablo y de Pedro, que creemos ocurrieron alrededor del año 64 d. de J.C., poco tiempo antes de que los ejércitos romanos destruyeran a Jerusalén en el 70 d. de J.C. Esta fecha previa al año 70 encajaría mejor con lo que los cristianos primitivos decían del Evangelio, como también con lo que dice el mismo Evangelio. Por ejemplo, en Marcos 13 Jesús profetizó la caída de Jerusalén, pero no hay indicio en el texto de que la profecía se hubiese cumplido para el tiempo de Marcos.

PROPÓSITO DEL EVANGELIO Marcos da la impresión de que su Evangelio tenía más de un propósito en su escritura. Los más sobresalientes son: 1. Hacer que las buenas nuevas fueran accesibles a los gentiles. Roma era una ciudad gentil, aunque allí también vivían muchos judíos atraídos por el comercio y los negocios. Considerando la carta de Pablo a los cristianos de Roma, a la iglesia pertenecían tanto gentiles como judíos y, en ocasiones, los sentimientos mutuos a veces eran tirantes. Un Evangelio escrito para una iglesia ―mixta‖ así tendría que explicar cuidadosamente las palabras y costumbres judías, para que los lectores no judíos pudieran comprenderlo. Esto es lo que hace Marcos y en ese sentido es un Evangelio para los no judíos, los gentiles y los de afuera. Esto también explica por qué Marcos no cita tanto el AT como lo hace Mateo Los cristianos gentiles de Marcos no habrían conocido el AT tanto como los cristianos judíos, ni tampoco hubieran tenido el mismo interés en ello.

Marcos parece haber sido escrito con un propósito misionero, el de esparcir las buenas nuevas a los de afuera: el mundo no judío. Naturalmente, tenía el propósito de la enseñanza también (todos los Evangelios fueron escritos parcialmente para que los cristianos que ya creían en Jesús conocieran más acerca de él; ver Luc. 1:4). Sin embargo, si recordamos este impulso misionero del Evangelio de Marcos, servirá de ayuda para explicar muchas cosas. Por ejemplo, revela otra razón para que Marcos evite el uso de palabras ―propias‖ del judaísmo. También explica por qué omite mucho de lo que es verdad y valioso para poder concentrarse en lo que él considera de vital importancia para sus lectores. En todo esto podemos aprender mucho de Marcos en nuestro día. El hecho de que él se identificara con los lectores a quienes procuraba alcanzar resulta admirable cuando recordamos que él era tan judío como Mateo. ¿Habría aprendido, cuando era un ―aprendiz de misionero‖ con Pablo, a contextualizarse con los de ―afuera‖ para poder ganar a estos para Cristo? (1 Cor. 9:20). Esta es una lección que los cristianos de este día debemos aprender también: no usar el idioma de los de ―adentro‖ ya que es solo confusión para los de ―afuera‖. 2. Para animar a los que contemplan la persecución. Siendo Roma la capital imperial y, por lo tanto, estando directamente bajo el ojo del gobierno central, era el lugar donde propiamente podría ocurrir la persecución. Sabemos, tanto por el NT (Hech. 18:2) como por la historia romana, que los judíos habían sido objeto de persecución aún antes de que se persiguiera a los cristianos. También sabemos, por escritos romanos, de la gran persecución de los cristianos en Roma bajo Nerón, 64 d. de J.C. Muchos cristianos, probablemente incluyendo a Pablo y a Pedro, murieron por su fe en esa ocasión. El Evangelio de Marcos, con su fondo en Roma, parece haber sido escrito para preparar a los cristianos, estuviesen en Roma o en alguna otra parte, para persecuciones futuras. Lo consigue hablando de los sufrimientos de Cristo y cómo él había predicho sufrimientos similares para sus seguidores. En otras palabras, fue escrito para animar a una iglesia en minoría ubicada en un ambiente hostil, por lo que nos habla a nosotros y anima a muchos en nuestro día. 3. Para defender la fe. Marcos, como escritor, podría describirse como un apologista de la fe cristiana. Al igual que Lucas en Hechos él quería demostrar que los cristianos eran buenos ciudadanos del Imperio romano, no revolucionarios, y que cualquier funcionario romano de buena fe podría darse cuenta enseguida, al igual que la gente término medio, y no cegados por el prejuicio. Marcos aclara que en el caso de Jesús, la acusación de que él era un rebelde en contra de Roma fue inventada y completamente falsa. Marcos quería aclarar la verdadera naturaleza del cristianismo y quitar ideas falsas que podrían impedir la evangelización. Esta es una tarea importante ante la iglesia de hoy, tanto en países donde coexisten otras grandes religiones (y los cristianos a veces corren peligro por parte de los líderes religiosos ―fundamentalistas‖) y en países llamados supuestamente ―cristianos‖, donde hay ignorancia e indiferencia paganas. 4. Para explicar la importancia de la cruz. Marcos está deseoso de evitar no solo el malentendido político, sino también el religioso, que era un impedimento mucho más serio al procurar predicar el evangelio, su tarea primordial. Él aclara que la muerte de Jesús no fue un accidente trágico, sino parte del plan de Dios desde el principio, y que no solo lo sabía Jesús, sino que se lo dijo a sus discípulos. Es cierto que Marcos demuestra que los discípulos estuvieron ciegos a todo esto hasta después de la muerte y resurrección de Jesús, pero es otro tema. Marcos, en contraste con Pablo, no da detalles excepto en dos o tres lugares de por qué Jesús tuvo que morir. Sin embargo, declara que la cruz estaba incluida en el plan original de Dios para la salvación, a pesar de que no cita tanto del AT, como otros escritores de Evangelios, para respaldar este hecho. Además, el camino que Dios tenía para establecer su gobierno sobre la tierra involucraría la muerte del Mesías, su elegido. Era un plan escondido y misterioso, y ninguno más que Jesús lo había visto desde el principio. También parece ser el significado de la frase ―el misterio del reino de Dios‖ en Marcos 4:11. Aun las personas que admiraban a Jesús como un obrador de milagros o, aun como un profeta, no podían ver todo esto. Que Dios hubiese escogido hacer llegar su reino por medio de la muerte vergonzosa de su siervo escogido, era una gran piedra de tropiezo tanto para judíos como gentiles que oían la prédica de la iglesia primitiva. Hoy en día sigue siendo un problema para algunos. Por ejemplo, los musulmanes ven como una gran piedra de tropiezo el que Dios hubiese permitido que un hombre tan bueno, y en realidad un profeta tal, tuviera que sufrir una muerte tan horrible.

Marcos declara en su Evangelio que Jesús no solo era un buen hombre, o aun un profeta: era el Hijo de Dios. Lo comprueba, no relatando el nacimiento virginal (que debe haber sido de su conocimiento), sino que demostró cómo Dios mismo proclamó a Jesús como su Hijo en su bautismo y más tarde en la transfiguración. Jesús nunca dijo a nadie directamente que él era el Hijo de Dios; no lo admitió públicamente hasta su juicio ante el sumo sacerdote. El silencio de Jesús es lo que denominamos el ―secreto mesiánico‖; él esperó hasta que Dios lo revelara a otros; p. ej. Pedro llegó a darse cuenta de que Jesús era el Mesías y lo reconoció como tal, pero la idea de que fuera un Mesías sufriente seguía muy alejada de su mente (Mat. 8:29). Jesús admitió el título cuando se le otorgaba a él, pero no que dicho testimonio fuera dado por un demonio. Parte de la razón que tuvo Jesús para no revelar su verdadera identidad era porque no quería ser conocido como un mero obrador de milagros. Esta podrá ser una palabra de precaución para nosotros en nuestros días que en medio de épocas de renovación espiritual en la que todos nos regocijamos, podemos correr algunos peligros. Jesús veía su tarea, por otro lado, como la de presentar las buenas nuevas acerca de Dios y su reino, por lo que deseaba que las personas sanadas no divulgaran el hecho de su sanidad. También así se explica por qué se retiraba súbitamente de las multitudes cuando corría el peligro de que su misión se transformara en una mera ―campaña de sanidad‖ y nada más. El secreto se supo con claridad ante la cruz. Para Marcos, las palabras del centurión romano (Mar. 15:39) fueron una confesión de que Jesús era el Hijo de Dios, fuera lo que fuere lo que el centurión quiso decir en aquel momento. La segunda prueba fue la tumba vacía y el mensaje del ángel en la mañana de la resurrección: el Hijo de Dios había conquistado la muerte y su identidad no tendría que seguir siendo un secreto.

BOSQUEJO DEL EVANGELIO DE MARCOS I. PRÓLOGO, 1:1–15 1. 2. 3. 4. 5.

Presentación, 1:1 Ministerio de Juan el Bautista, 1:2–8 El bautismo de Jesús, 1:9–11 La tentación de Jesús, 1:12, 13 Jesús comienza su ministerio, 1:14, 15

II. MINISTERIO DE JESÚS, 1:16–8:21 1. Autoridad de Jesús, 1:16–45 (1) Jesús llama a los primeros discípulos, 1:16–20 (2) El endemoniado de Capernaúm, 1:21–28 (3) Jesús sana a la suegra de Pedro, 1:29–34 (4) Jesús predica en Galilea, 1:35–39 (5) Jesús sana a un leproso, 1:40–45 2. Controversias, 2:1–3:6 (1) Jesús sana a un paralítico, 2:1–12 (2) El llamamiento de Leví, 2:13–17 (3) Preguntas sobre el ayuno, 2:18–22 (4) Jesús: Señor del sábado, 2:23–28 (5) El hombre de la mano paralizada, 3:1–6 3. Las multitudes siguen a Jesús, 3:7–12 4. Respuestas a Jesús, 3:13–35 (1) Elección de los doce apóstoles, 3:13–19 (2) Por quién echa Jesús fuera demonios, 3:20–30 (3) La familia de Jesús, 3:31–35 5. Parábolas del reino de Dios, 4:1–34 (1) Parábola del sembrador, 4:1–9

(2) La parábola del sembrador explicada, 4:10–20 (3) Parábola de la lámpara y la medida, 4:21–25 (4) Parábola del crecimiento de la semilla, 4:26–29 (5) Parábola del grano de mostaza, 4:30–34 6. Milagros de Jesús, 4:35–5:43 (1) Jesús calma la tempestad, 4:35–41 (2) Jesús sana a un endemoniado, 5:1–20 (3) Jesús sana a una mujer, 5:21–34 (4) Jesús resucita a la hija de Jairo, 5:35–43 7. Jesús es rechazado en Nazaret, 6:1–6 8. La misión de los doce, 6:7–13 9. La muerte de Juan el Bautista, 6:14–29 10. Milagros junto al mar, 6:30–56 (1) Jesús alimenta a cinco mil, 6:30–44 (2) Jesús camina sobre el agua, 6:45–52 (3) Jesús sana a muchos en Genesaret, 6:53–56 11. Lo que contamina al hombre, 7:1–23 12. Misión a pueblos vecinos, 7:24–8:10 (1) La fe de una mujer extranjera, 7:24–30 (2) Jesús sana a un sordo y tartamudo, 7:31–37 (3) Jesús alimenta a cuatro mil, 8:1–10 13. Incomprensión hacia Jesús, 8:11–21 (1) Los fariseos piden una señal, 8:11–13 (2) La levadura de los fariseos, 8:14–21 III. CAMINO A JERUSALÉN, 8:22–10:52 1. Jesús sana a un ciego en Betsaida, 8:22–26 2. Identidad de Jesús, 8:27–9:13 (1) La confesión de Pedro, 8:27–30 (2) Jesús anuncia su muerte y su victoria, 8:31–33 (3) Condiciones para seguir a Jesús, 8:34–9:1 (4) La transfiguración, 9:2–13 3. Jesús sana a un muchacho, 9:14–29 4. Enseñando sobre el reino, 9:30–50 (1) Jesús vuelve a anunciar su muerte, 9:30–32 (2) Quién es el más importante, 9:33–37 (3) Quién está de nuestra parte, 9:38–41 (4) Ocasiones de caer, 9:42–50 5. Valores del reino, 10:1–31 (1) Una pregunta acerca del divorcio, 10:1–12 (2) Jesús bendice a los niños, 10:13–16 (3) Jesús y el joven rico, 10:17–22 (4) El peligro de las riquezas, 10:23–31 6. Seguimiento a la cruz, 10:32–45 (1) Jesús anuncia su muerte y victoria, 10:32–34 (2) Petición de los hijos de Zebedeo, 10:35–45 7. Jesús sana al ciego Bartimeo, 10:46–52 IV.

JESÚS CULMINA SU MINISTERIO EN JERUSALÉN, 11:1–13:37

1. Cuestión de autoridad, 11:1–33 (1) La entrada triunfal en Jerusalén, 11:1–11

(2) Jesús y la higuera sin fruto, 11:12–14 (3) Jesús purifica el templo, 11:15–19 (4) Lección de la higuera seca, 11:20–26 (5) La autoridad de Jesús, 11:27–33 2. Enfrentamientos con las autoridades en Jerusalén, 12:1–44 (1) Parábola de los labradores malvados, 12:1–12 (2) Pregunta sobre el tributo al César, 12:13–17 (3) Preguntas acerca de la resurrección, 12:18–27 (4) El gran mandamiento, 12:28–34 (5) Jesús, hijo y Señor de David, 12:35–37 (6) Jesús denuncia a los escribas, 12:38–40 (7) La ofrenda de la viuda pobre, 12:41–44 3. Señales y exhortaciones sobre el fin de la era presente, 13:1–37 (1) La inminente destrucción del templo, 13:1–3 (2) Señales que anticipan el fin, 13:3–13 (3) La abominación desoladora, 13:14–20 (4) Falsos cristos y falsos profetas, 13:21–23 (5) La venida del Hijo del Hombre, 13:24–37 V. PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS, 14:1–15:47 Conflictos que conducen a la muerte (1) Acuerdo para matar a Jesús, 14:1, 2 (2) Jesús es ungido en Betania, 14:3–9 (3) Judas ofrece traicionar a Jesús, 14:10, 11 (4) Preparativos para la Pascua, 14:12–16 (5) Jesús anuncia la traición de Judas, 14:17–21 (6) La Cena del Señor, 14:22–26 (7) Jesús predice la negación de Pedro, 14:27–31 (8) Angustia de Jesús en Getsemaní, 14:32–42 (9) Arresto de Jesús, 14:43–52 (10) Jesús ante el Sanedrín, 14:53–65 (11) Pedro niega a Jesús, 14:66–72 (12) Jesús ante Pilato, 15:1–15 (13) Los soldados se burlan de Jesús, 15:16–20 (14) La crucifixión de Jesús, 15:21–32 (15) La muerte de Jesús, 15:33–41 (16) Jesús es sepultado, 15:42–47 VI.

RESURRECCIÓN DE JESÚS, 16:1–8 (9–20) (1) La resurrección de Jesús, 16:1–8 (2) Una conclusión del Evangelio, 16:9–20

MARCOS TEXTO, EXPOSICIÓN Y AYUDAS PRÁCTICAS I. PRÓLOGO, 1:1–15 1. Presentación, 1:1 Marcos inicia su obra con la expresión: El principio, que cumple una triple función. En primer lugar, alude a la sección inaugural de la obra, el prólogo del Evangelio, en el que se adelantan los contenidos temáticos de todo el escrito. En segundo lugar, es también el comienzo del Evangelio de Marcos en su globalidad, puesto que los temas presentados serán lugar común en el desarrollo de la obra completa. En tercer lugar, es principio del evangelio de Jesús en relación a su paso por este mundo; la historia continúa en la vida de la iglesia tras la resurrección. La expresión elegida para iniciar este Evangelio es habitual, si bien en formas distintas, en los demás Evangelios canónicos. Mateo 1:1 habla del ―libro de la genealogía (origen, principio) de Jesucristo‖. Incluso Lucas, aunque de manera más difusa, legitima su relato sobre el testimonio de aquellos que ―desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra‖ (1:2). Juan, en su prólogo teológico, inicia su testimonio subrayando la unión del Verbo con Dios (1:1). El elemento y objetivo común de todos ellos es el de fundamentar el origen de los relatos evangélicos en la realidad de Jesús. La realidad del reino de Dios tiene su principio en la persona de Jesús, situándole en el principio mismo de todas las cosas. El nombre ―Jesús‖, que proviene del hebreo Yeshúa, era un nombre muy frecuente entre los judíos del siglo I. De hecho, cuatro de los doce sumo sacerdotes que conocemos durante ese tiempo llevaron ese nombre. Era habitual acompañar el nombre con alguna característica del individuo, como por ejemplo su lugar de procedencia, por ejemplo: ―Jesús de Nazaret‖. Sin embargo, Marcos hace alusión clara al rol que Jesús desempeña como Mesías. Es importante destacar que aunque en nuestra traducción castellana aparece el nombre compuesto Jesucristo, en el que Cristo funciona como nombre, su función en el texto es el de título, Jesús el Cristo. Marcos define su texto como evangelio (euanguélion2098), el anuncio de algo bueno, que en el contexto pagano se refería al anuncio del nacimiento de un hijo al emperador o de una victoria militar. La Septuaginta (LXX) relaciona habitualmente este término con el anuncio de la restauración de Israel y la venida del reino de Dios. Esta buena noticia está vinculada aquí con la realidad de Jesucristo. Existe el debate de cómo vincular el término evangelio con la expresión de Jesucristo; ¿es el evangelio de Jesucristo porque es él quien lo proclama (subjetivo) o porque es él el contenido del mismo (objetivo)? Posiblemente no sea necesario inclinarse por una de las dos opciones, puesto que si bien es evidente que Jesús aparece predicando acerca del reino de Dios (vv. 14, 15) como un mensaje que hay que creer, no es menos claro que la buena noticia de la cercanía del reino de Dios está vinculada y se hace concreta en la vida y obra de Jesús. Como género literario, el evangelio no existía como tal, y su origen literario fue, se podría decir, natural, resultante de la misma proclamación cristiana. No será hasta el siglo II que se reconozca su estilo como propio de los textos cristianos acerca de la vida y obra, muerte y resurrección de Jesús. Si se observa la tradición judía de nombrar los libros por sus primeras palabras, que reflejan sintéticamente el sentido de los mismos, se puede deducir que la proclamación de la buena noticia sobre Jesús el Cristo es un propósito central en la motivación de Marcos al escribir su obra. No hay unanimidad en los manuscritos respecto de la inclusión o no de la referencia a Jesús como Hijo de Dios (uiou theu). Es más probable que el término no apareciera en primera instancia y que después fuera añadido por algún copista. Suprimir una referencia así sería muy improbable.

2. Ministerio de Juan el Bautista, 1:2–8 Existe una clara dependencia entre el v. 1 y lo que viene después; por medio de la cláusula Marcos introduce el ministerio de Juan el Bautista con una serie de citas bíblicas que afirma provienen del profeta Isaías. Sin embargo, solo la cita del versículo 3 corresponde a Isaías 40:3. Las referencias del versículo 2 son una mezcla

de Malaquías 3:1 y Éxodo 23:20. La práctica de combinar textos bíblicos la encontramos también en los textos judíos de Qumrán. Isaías es el único profeta mencionado por nombre en Marcos (1:2; 7:6). Joya bíblica Voz del que proclama en el desierto: “Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas” (1:3).

La expresión el camino del Señor (kurios2962) resulta relevante en este Evangelio. Por un lado, recuerda la práctica de la LXX al traducir el nombre divino YHWH, evitando así la mención del nombre de Dios. Por otro lado, camino del Señor se torna en equivalente a ―camino de Jesús‖. El camino del Señor no es, inicialmente, el de su pueblo sino el de Jesús mismo, por medio de su sacrificio y victoria final en Jerusalén. Cualquier insinuación acerca de un camino de confrontación y revuelta militar contra el Imperio romano queda descartada por el énfasis en el carácter sacrificial del camino de Jesús. Por tanto, la alusión a lo dicho por Isaías recuerda el anuncio divino de la venida del enviado de Dios (Jesús), precedido por su mensajero (Juan). El texto destaca la relevancia de la iniciativa divina en el proceso salvífico, pues es Dios quien establece la venida del Señor, cumpliendo así lo prometido, y la venida de aquel que le ha de preparar camino. No es una circunstancia accidental o improvisada. Semillero homilético Preparemos el camino del Señor 1:1–8 Introducción: Marcos habla del principio del evangelio. Es decir, del principio de las buenas nuevas que anuncian la actividad salvadora de Dios a favor de los seres humanos. Es solo el principio porque el anuncio continúa cada día a través de la predicación de la iglesia de Jesucristo hasta que él venga. I. Preparemos el camino del Señor predicando (v. 4). 1. Juan predicaba el arrepentimiento. 2. Prediquemos el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. II. Preparemos el camino del Señor predicando con nuestra vida (v. 6). 1. Juan preparaba el camino viviendo un estilo de vida distinto. 2. Preparemos el camino viviendo un estilo de vida santo. III. Preparemos el camino del Señor predicando con nuestra vida y glorificándole en todo (vv. 7, 8). 1. Juan señalaba la superioridad de Jesús. 2. Debemos mostrar al Señor y no buscar destacarnos. Conclusión: Juan fue un excelente preparador del camino del Señor. Su actitud, su vida y su predicación prepararon el camino para que la gente conociera a Jesucristo. De nuestra actitud, de nuestra vida y de nuestra predicación dependerá que la gente conozca a Cristo. ¿Estamos cumpliendo nuestra parte?

La preparación del camino de Dios podría tener como trasfondo la procesión de los dioses de Babilonia, contexto probable del texto de Isaías citado, o la costumbre antigua de eliminar del camino cualquier obstáculo que estorbara el paso de la carroza real. La interpelación a la preparación se concreta en la predicación por parte de Juan de un bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. La conversión es la acción que corresponde al ser humano ante la venida del Señor. La figura de Juan resalta como la primera de la era escatológica en la que la buena nueva será proclamada. Su predicación se centra en la invitación a un bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. Es un llamado a los oyentes a reconducir su vida conforme al llamamiento divino. La acción de predicar, proclamar

(kerusso2784), encuentra paralelos en la actividad de los profetas del Antiguo Testamento (Jon. 1:2; 3:2–4; Isa. 61:1; Zac. 9:9, 10), pero, en su uso distintivo en el NT, se convierte en la acción de propagar la buena nueva de salvación en Jesucristo, que acerca el futuro escatológico de Dios a la creación. Juan, en conexión con la referencia bíblica, aparece predicando en el desierto, sin mayor concreción espacial. Tan solo se nos indica sumariamente el contenido de dicha predicación, bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. No encontramos en Marcos la posterior referencia, presente en los otros Evangelios sinópticos, a la respuesta a la predicación de Juan, ni a la reacción de este. La acción de Juan bautizando (baptidzo907) alude al hecho de introducir, hundir, sumergir a la persona en el agua, lo que se corrobora en los distintos usos del término en el griego fuera del NT, entre otros la LXX. Existían diferentes ritos de lavamiento en la antigüedad que podrían servirnos para comprender la práctica de Juan. En el AT, previo a los sacrificios rituales, sacerdotes y demás participantes, se lavaban en señal de limpieza de cualquier impureza. También es conocida, aunque debatida su obligatoriedad, la práctica del baño ritual de purificación en los convertidos al judaísmo. Esta última práctica se observaba con mayor rigidez en el contexto de las comunidades judías del mar Muerto, como por ejemplo los esenios, comunidades con las que es muy probable que Juan hubiera estado vinculado por algún tiempo. El elemento distintivo aquí es el hecho de que todos los bautismos rituales de purificación conocidos hasta el momento eran autoinmersiones realizadas tantas veces como se requiriera. Aquí, sin embargo, aparece Juan participando en la administración del mismo a otros una sola vez. Se ha planteado la cuestión acerca del carácter absolutorio del bautismo de Juan, debido a que este se menciona antes que el propio perdón de los pecados, planteándose si la absolución llega con el bautismo en sí o por el arrepentimiento de los mismos. Existe un comentario al sentido de la actividad de Juan por el historiador judío contemporáneo Flavio Josefo, que asevera que el bautismo es un paso posterior al arrepentimiento, al cambio previo de vida; la dedicación del cuerpo tras la anticipada purificación del alma (Ant.18, 117). La comprensión posterior de la secuencia queda reflejada en los otros Evangelios sinópticos, en los que Juan aparece rechazando a aquellos que van a él para que les bautice sin arrepentimiento previo (cf. Mat. 3:7, 8; Luc. 3:7, 8). Aunque el ministerio de Juan terminase identificándose con uno de sus elementos, el bautismo, lo cierto es que el énfasis central de su enseñanza recaía sobre el arrepentimiento y conversión, ante la inminencia escatológica de la venida del Señor. La descripción global de que los que venían para ser bautizados por Juan provenían de toda la provincia de Judea, habitantes de Jerusalén incluidos, cumple una función aglutinadora que simbolizaría el comienzo del cumplimiento de la promesa de la futura restauración de Israel (cf. Zac. 12:10–13). La descripción física de Juan y su alimentación puede parecer una inserción que carezca de relevancia entre dos referencias al contenido de su predicación. Sin embargo, según una tradición rabínica, y en referencia al relato del jardín del Edén como modelo de un estilo de vida más sencillo, cercano a la naturaleza, la descripción de su vestimenta evoca Génesis 3:21 (LXX), donde Dios viste a Adán y a Eva de esa manera. La dieta, típica de los habitantes del desierto, revela el carácter ascético de Juan. Todo esto para resaltar el carácter escatológico del mensaje del Bautista, que proyecta el recuerdo de la primera creación a la expectativa de esa nueva creación en el futuro. También es reseñable la semejanza con Elías: vestimenta (2 Rey. 1:8; cf. Zac. 13:4); llamamiento al arrepentimiento (1 Rey. 18:21); énfasis escatológico (Mal. 4:4–6); ubicación geográfica (el desierto, 1 Rey. 19:3–18; el Jordán, 2 Rey. 2:4–11): Todo esto lleva a algunos estudiosos a la conclusión de que Marcos, conforme a la expectativa judía, quiere presentar a Juan como Elías redivivo. Lo que sí podemos afirmar es la presentación de Juan como profeta (cf. 6:15; 11:32). Esta segunda referencia al contenido de la predicación de Juan (v. 7) revela el carácter mesiánico de la misma. La figura de ese más poderoso (isjurós2478) apunta, sin duda, al Mesías, que por la vinculación con el relato que le sigue, 1:9–11, Marcos identifica con Jesús. La diferencia en poder no es una connotación física sino de autoridad, y, a su vez, una expresión de diferencia de condición. Juan se reconoce inferior incluso al esclavo, una de cuyas tareas era la de desatar la cinta de cuero que sujetaba la sandalia al pie de su amo. Ni siquiera se considera digno de agacharse (kúpto2955) ante él. El poder del Mesías, de Jesús, es poder frente al mal, lo cual queda evidenciado inmediatamente tras su bautismo, al resistir la tentación de Satanás (1:12, 13) y exorcizar a un hombre con espíritu inmundo (1:21–28; cf. 3:22–27; 9:14–29). El carácter temporal expresado por la frase: viene tras mí indica la inmediatez en la venida del Mesías.

Las escrituras hebreas presentan distintas referencias en las que se vinculan la figura del Mesías con la unción del Espíritu Santo (cf. 2 Sam. 23:1, 2; Isa. 11:1, 2; 61:1). La experiencia del bautismo en el espíritu en aquellos que tras el bautismo del agua para el perdón de pecados forman parte de la realidad mesiánica, son capacitados para la misión de exorcizar y profetizar. La conexión con el texto profético de Joel 2:28, 29 en el que en el tiempo escatológico habría profecía se cumple con las manifestaciones de poder del Mesías y se hace extensivo a los que creen al recibir al Espíritu Santo en su vida. Es posible hablar de ser bautizado con o en agua y con el Espíritu Santo. El contraste entre el bautismo de agua y el del Espíritu Santo resulta en la superioridad del bautismo con el Espíritu comparado con el practicado por Juan con agua (cf. Isa. 11:2).

3. El bautismo de Jesús, 1:9–11 La alusión al bautismo en sí es bastante breve, dedicándose mayor atención a lo que Jesús experimentó después. Sin duda, la intención del evangelista es la de conectar el anuncio del Bautista con la figura de Jesús. Él es el Mesías que Dios reivindica tras el bautismo. La expresión introductoria —y de transición— a la siguiente historia kai egeneto es propia de la tradición semítica, sin paralelo en el griego no bíblico. La vaguedad e imprecisión de esta cláusula introductoria se interpreta como evidencia de la independencia en su origen de la perícopa anterior. Aun así, la fórmula introductoria aparece en distintos textos del AT (cf. Éxo. 2:11; 1 Rey. 28:1; Jer. 31:33; Joel 3:1; Zac. 8:23), destacando la referencia escatológica en la que se sitúan los textos proféticos. Jesús fue bautizado en el Jordán. La preposición utilizada eis se traduce como ―dentro‖, aunque se intercambia frecuentemente con en, con un uso indistinto entre las dos. Resulta paradójico que Marcos presente a Juan anunciando el bautismo de Jesús como superior al suyo, para, seguidamente, contar cómo Juan bautiza a Jesús. Han sido varios los intentos de explicar esta paradoja. Algunos consideran que Jesús se inicia así como discípulo de Juan, antes de iniciar su propio ministerio. Otros piensan que Jesús se identifica en el bautismo con aquellos que viene a salvar o como un acto de obediencia a Dios, dado su carácter humano. Hay quienes apuntan a la comparación entre los versículos 5 y 9, señalando una construcción paralela de los mismos, en base a distintos contrastes. Así, frente a los muchos que vienen a Juan, aquí aparece Jesús; ante la procedencia de los primeros de Judea y Jerusalén, Jesús viene de Nazaret de Galilea. Todo esto para señalar cómo uno, Jesús, toma el lugar de muchos, en alusión a su asunción del pecado de estos. Finalmente, otros biblistas conectan el bautismo de Jesús con su muerte. Al subir Jesús de las aguas (anabáino305), los cielos se abrieron, más concretamente, según Marcos, los cielos fueron partidos, fueron rasgados (scízo4977). En Isaías 64:1, el profeta implora por el desgarre de los cielos y la venida de Dios a la tierra, como expresión de ruptura de la separación entre la realidad de Dios y la de su creación, surgiendo así cielos nuevos y tierra nueva (Isa. 65:17). La imagen es más poderosa y radical en Marcos que en los otros Evangelios sinópticos, donde los cielos no se rasgan sino que solo se abren. El tiempo del cumplimiento de la promesa de Dios ha sido iniciado en Jesús de manera irreversible. Además, la figura del Espíritu descendiendo como paloma evoca la imagen del Espíritu de Dios moviéndose sobre las aguas (Gén. 1:2) en el relato de la creación; por lo que ahora el Espíritu aparece participando también de la nueva creación en Jesús. Todo esto sucede de inmediato (euthús2117), término propio de Marcos, que lo usa en cuatro de cada cinco apariciones en el NT, y que da agilidad a la narración, transmitiendo la sensación de prontitud en la actuación divina. Marcos es el único evangelista que indica el carácter de visión privada de la teofanía relatada; Jesús vio los cielos abrirse y al Espíritu descender, y fue él quien recibió la voz del cielo. Es posible considerar la intención de separar el bautismo de la subsiguiente visión privada de Jesús, para indicar que la venida del Espíritu no fue efecto del bautismo sino cumplimiento de la esperanza apocalíptica en Jesús. La imagen que la iconografía religiosa ha plasmado del Espíritu como paloma descendiendo sobre Jesús puede prevenir al lector actual del sentido que tiene el texto. Jesús fue llenado del Espíritu Santo que descendió de los cielos, y le señaló como el ungido de Dios. La implicación evidente del texto es que la voz desde el cielo es la voz de Dios, que habla a su Hijo. Esto da una idea clara acerca de la identidad de Jesús; Dios mismo le declara su Hijo. La manifestación de Jesús como Hijo amado (agapetós27) refleja la posición especial, en la antigüedad, del hijo varón y primogénito o único. La referencia veterotestamentaria de este pronunciamiento es del Salmo 2:7 y de Isaías 42:1. El Salmo 2 es un

salmo real que el judaísmo posbíblico leía en clave mesiánica, por lo que Jesús es presentado como el redentor escatológico anunciado desde la antigüedad. La declaración divina confirma quién es Jesús y no en quién se convierte, por lo que cualquier teoría adopcionista aquí carece de fundamento. La conexión con el texto de Isaías 42:1 no solo sirve para reconocer la identidad de Jesús sino para conectar con la afirmación previa de la venida del Espíritu Santo sobre él, como confirmación de su elección y llamamiento. Esto, según algunas tradiciones judías y cristianas primitivas (Ef. 1:4–6), ya desde antes de la fundación del mundo. Si hay algo nuevo en este pasaje, pues, es el inicio del ministerio público de Jesús, el Hijo de Dios. Profesión de fe ―La profesión de fe en Jesucristo, como el Hijo de Dios, es un resumen que expresa lo esencial y específico de la totalidad de la fe cristiana. Sin la profesión de fe en Jesús, como el Hijo de Dios, no puede existir la fe cristiana‖. W. Kasper Semillero homilético Un bautismo para imitar 1:9–11 Introducción: Los seres humanos establecemos, de manera consciente o inconsciente, modelos para nuestra vida que en cierta manera guían nuestra conducta. Obviamente, el cristiano tiene un solo modelo, Jesucristo. Aquellos que le hemos recibido como Señor de nuestra vida debiéramos imitar su vida, su ministerio, su entrega, y su obediencia ya que son patrones dignos de imitar. Muchas de las diferencias que existen entre los distintos grupos del cristianismo dejarían de existir si pusiéramos nuestra referencia en Jesús y en su Palabra para establecer nuestras doctrinas y nuestras conductas. El bautismo es una de estas diferencias. ¿Por qué no miramos el modelo de Jesús y lo imitamos? I. El bautismo de Jesús fue el de un adulto (v. 9a). 1. Jesús fue bautizado por su propia voluntad: ―vino‖ (v. 9). 2. Jesús fue bautizado antes de iniciar su ministerio (v. 9). II. El bautismo de Jesús fue por inmersión (v. 9b, 10). 1. Jesús fue bautizado en el río Jordán (v. 9). 2. Jesús fue bautizado y subió del agua (v. 10). III. El bautismo de Jesús fue un acto de obediencia (vv. 10, 11). 1. Jesús fue bautizado por obediencia, aunque no necesitaba hacerlo. 2. Jesús fue bautizado y recibió la complacencia del Padre (v. 11). IV. El bautismo de Jesús es el modelo para nuestro bautismo. 1. Un bautismo de adultos creyentes por inmersión (Rom. 6:3, 4). 2. Un bautismo de obediencia al mandato de Jesús (Mat. 28:19). Conclusión: Marcos responde a varias de las preguntas que nosotros podemos hacer acerca del bautismo: ¿Quién puede ser bautizado? Un adulto creyente. ¿Cómo debe ser bautizado? Por inmersión. ¿Por qué tiene que ser bautizado? Por obediencia al mandato del Señor. Después de contestar a nuestras preguntas, queda aun flotando una que nosotros necesitamos responder: Si Jesús se bautizó, ¿qué impide que yo también lo haga?

4. La tentación de Jesús, 1:12, 13

La inmediatez (euthús2117) con la que el relato del bautismo de Jesús da paso a su tentación en el desierto, enfatiza el impulso y control de la acción por parte del Espíritu guiando a Jesús. También advierte al lector de que se produce un cambio de escena. Jesús es llevado ahora al desierto (eremos2048). La expresión marcana para describir la fuerza con que el Espíritu impulsa (ekballó1544) a Jesús al desierto corresponde con la descripción en el AT del Espíritu como fuente de poder (cf. Miq. 3:8) y que en Marcos frecuentemente aparece en relatos de exorcismo (1:34, 39; 3:15, 22; 6:13; 7:26; 9:18, 28, 38) o de una salida forzada (1:43; 5:40; 9:47; 11:15; 12:8). No obstante, se puede traducir como un mero enviar a alguien, puesto

que Jesús es presentado aceptando de buen grado la encomienda divina. Posiblemente Marcos pretende enfatizar el carácter irresistible del llamamiento de Dios por su Espíritu. Si bien la referencia espacial es ambigua, el desierto, aunque llena de múltiples connotaciones en el mundo bíblico, la referencia temporal es concreta, cuarenta días. En el texto bíblico, el simbolismo del número 40 se hace presente en diversas historias. Así, el diluvio se prolongó por cuarenta días (Gén. 7:17); el pueblo de Israel anduvo por el desierto 40 años (Núm. 14:33, 34); Moisés estuvo delante del Señor en el monte Sinaí 40 días y 40 noches (Éxo. 24:18); Israel comió maná en el desierto durante 40 años (Éxo. 16:35); Elí juzgó en Israel por 40 años (1 Sam. 4:18); Goliat retó al ejército israelita 40 días (1 Sam. 17:16); Jonás proclamó la destrucción de Nínive en 40 días (Jon. 3:4), etc. El hecho de que Jesús sea tentado (peirázo3985) no recibe mayor cualificación o presentación de cómo tuvo lugar esto; no se indica el propósito de la tentación. Posiblemente, y en continuidad con los pasajes previos en los que Marcos ha presentado quién es Jesús, ahora se pone a prueba lo verosímil y fiable de su carácter. Y para ello aparece Satanás (‗adversario‘ en su acepción hebrea), que en el AT aparece interponiéndose y dañando la relación entre el ser humano y Dios (cf. Job 1:6–2:7; Zac. 3:1, 2). Es el primer encuentro entre Satanás y Jesús, en el que queda reflejado el antagonismo entre los dos y el conflicto entre las dos realidades que cada uno representa. La pretensión de apartar a Jesús del propósito al que Dios le envía ha fracasado. Para aquellos que interpretan a Jesús como el nuevo Adán, el texto evidencia que Jesús triunfó allí donde este fracasó. Es el inicio del triunfo de Dios en Cristo y la derrota de Satanás. Además, la posibilidad de que Jesús fuera auténticamente tentado afirma la naturaleza humana del Hijo de Dios, en cuya resistencia y victoria ante la tentación se abre una puerta de esperanza para el resto de la humanidad. La función de los animales mencionados en el texto, y habituales de los lugares desérticos, es debatida por los especialistas. Una interpretación apunta a la hostilidad de los animales a Jesús, como evidencia de la ruptura de la armonía en la creación por causa del pecado. Otra perspectiva, sin embargo, señala que la aparente concordia en la historia, en la que los animales acompañan a Jesús mientras los ángeles le sirven, es otro énfasis escatológico vinculado a la realidad de Jesús como Mesías, cuyo efecto es la recuperación de esa armonía en la creación (cf. Isa. 11:6–9; 65:25). También es relevante destacar que Jesús no estaba solo ante la tentación (cf. Sal. 91:11–13). Los ángeles sirven a Jesús en su enfrentamiento con Satanás. En similitud con la historia de Elías en el desierto que durante sus cuarenta días allí fue sustentado con alimento y bebida (1 Rey. 19:4–8).

5. Jesús comienza su ministerio, 1:14, 15 La escena presenta un cambio dramático en este punto. Juan, quien ha sido presentado como aquel que preparó el camino del Señor, que predicaba el bautismo del arrepentimiento para el perdón de pecados y que bautizó a Jesús, ahora aparece en prisión. Marcos introduce este cambio con una fórmula propia, meta de, que indica una ruptura en la línea de continuidad argumental de la historia. Más adelante en la narración, Marcos indicará que fue Herodes el autor del encarcelamiento de Juan (6:17), de su entrega (paradidomi3860), que se establece en el parámetro temporal (y de propósito) divino: el tiempo se ha cumplido (1:15). La referencia profética es notoria al destino del siervo sufriente (cf. Isa. 52:13–53:12), que será entregado, conforme al propósito divino, a su destino en el plan eterno, que se adelante en Juan y que, finalmente, se cumple en el mismo destino previsto para Jesús (9:31). Aplicación a la vida ―El Espíritu no mima al creyente, no le asegura un clima favorable, no pone al resguardo su fe. Más que aire acondicionado, es soplo que empuja hacia el mundo, donde las potencias del mal obstaculizan el plan de Dios‖. A. Pronzato ―Los poderes celestiales son puestos a disposición de quien ha hecho huir al diablo‖. G. Dehn ―El desierto es, ante todo, aprendizaje y conocimiento de sí; es revelación del ser a sí mismo. Mientras, la ciudad es el lugar del tener, que esconde y da seguridad‖. A. Abecassis

Tras superar las tentaciones de Satanás en el desierto, Jesús aparece de nuevo en Galilea, lugar del que marchó al Jordán para ser bautizado por Juan, y, posteriormente, al desierto para ser tentado. Galilea está vinculada en Marcos con el comienzo del ministerio de Jesús. De las doce ocasiones en que aparece citada en Marcos, cinco de ellas están en el primer capítulo del Evangelio, y en dos de las últimas menciones finales se alude al reinicio del ministerio de Jesús resucitado (14:28; 16:7). Marcos define el ministerio de Jesús como predicación del evangelio de Dios (1:14). Algunos manuscritos presentan una expresión más amplia, al indicar que lo predicado era el evangelio del reino de Dios, una referencia más clara y habitual en el evangelio. Pero tanto la evidencia textual (fundamentada en manuscritos más fiables) como la mayor dificultad de la versión ofrecida (lo cual lleva a pensar que durante el proceso de copiado de manuscritos se añadieron palabras para aclarar la expresión) llevan a optar por la no inclusión aquí de la referencia al reino. En relación con la referencia en 1:1 al evangelio de Jesucristo, aquí el evangelio de Dios se refiere principalmente al hecho de que Dios es su contenido; es el evangelio acerca de Dios, que Jesús proclama, sin descartar la comprensión de este evangelio como proviniendo de Dios. En la predicación de Jesús, Dios es el objeto y sujeto de la misma. El tiempo aquí referido (v. 15) no alude a la medida que habitualmente usamos para cuantificar los espacios temporales (jrónos5550) sino que se refiere al momento señalado por Dios para cumplir su propósito (kairós2540). En el NT, la voluntad divina determinando acciones o momentos decisivos en la historia se expresa con el uso del verbo en pasivo, el pasivo divino, en el que la acción señalada tiene a Dios como causante de la misma. Es significativo señalar que el hecho de que el tiempo se haya cumplido ya, marca una diferencia temporal entre el ministerio de Juan, el precursor, y el de Jesús, con quien el reino de Dios se hace presente. La presencia del reino se hace concreta en el ministerio de Jesús, si bien tan solo es reconocido por medio de la fe, por lo que cabe hablar de un acercamiento relativamente encubierto, aun parte del misterio de Dios (4:11). Aquellos que lo perciben responden con arrepentimiento y fe, lo que les da acceso a la vida eterna, que para Marcos es equivalente al reino. El tiempo de salvación se ha inaugurado. El acercamiento del reino apunta a que aún no se ha instaurado plenamente. Este hecho repercute grandemente en la realidad de la comunidad cristiana que vive la tensión entre la experiencia presente del reino y la espera de su establecimiento universal. Pero sería un grave error desplazar al futuro la realidad del reino de Dios que en Jesucristo ya está presente hoy. El kairós de Dios se hace presente, de manera continuada hasta su consumación escatológica. Por tanto, el dominio de Satanás llega a su fin. ¿Qué es ese reino que ya se ha acercado? Esta es una cuestión complicada, pues hablar de un reino implica o induce a pensar en términos espaciales, en un lugar. Sin embargo, la idea del reino de Dios está vinculada a la realidad de Dios que reina, que tiene el dominio. Sería aceptable traducir la expresión como reinado o ―dominio de Dios‖, pues es la presencia, la influencia, el dominio de Dios que transforma la vida. Las expectativas terrenas del reino entre muchos de los contemporáneos de Jesús entran en conflicto con la naturaleza del mismo, y es causa de incomprensión y conflicto sobre la identidad y ministerio de Jesús. Descartada, pues, una comprensión territorialista/imperialista del reino de Dios, y para evitar una visión eminentemente trascendente del mismo, el reino debe interpretarse en términos relacionales, Dios y los que creen en él, en el contexto temporal y concreto de la comunidad de fe. En la perspectiva temporal que condiciona este texto, la predicación de Jesús inaugura una nueva era en la que las promesas divinas de antaño inician su cumplimiento escatológico. Ante la realidad de la presencia del reino de Dios, la invitación a estar bajo su dominio se expresa con dos verbos en imperativo, arrepentíos y creed (metanoéo3340 y pistéuo4100). Así pues, la interpelación de Jesús es un llamamiento a la conversión, a reorientar la vida propia hacia Dios y así formar parte de la nueva realidad que se instaura bajo su dominio y vivir confiando en él. La invitación a creer en el evangelio no es tanto la aceptación de una serie de principios intelectuales o dogmáticos sino el resultado de la conversión, de vivir comprometidos con Dios y su propósito, que es la buena nueva para la humanidad. Semillero homilético La plataforma de Jesús 1:14, 15

Introducción: Los grandes líderes al iniciar sus carreras hacen públicas sus principales pautas programáticas. Aquí, Marcos describe brevemente la inauguración del ministerio de Jesús y presenta su ―plataforma‖ resumida en un solo versículo. I. La plataforma de Jesús indica que el tiempo se ha cumplido. 1. Es el tiempo de la venida del Mesías esperado. 2. Es el tiempo de la gracia y la salvación. II. La plataforma de Jesús anuncia que el reino de Dios se ha acercado. 1. Es un reino espiritual y no político. 2. Es el reinado de Dios sobre nuestras vidas. III. La plataforma de Jesús desafía al arrepentimiento. 1. El arrepentimiento implica un reconocimiento del pecado. 2. El arrepentimiento exige una conversión. IV. La plataforma de Jesús invita a creer en el evangelio. 1. Creer en el evangelio es creer en el mensaje de Cristo. 2. Creer en el evangelio es creer en Cristo mismo. Conclusión: El tiempo se ha cumplido. Hoy es el día de salvación. Mediante un arrepentimiento auténtico y un depositar nuestra fe en Cristo haremos realidad el reinado de Dios en nuestra vida.

II. MINISTERIO DE JESÚS, 1:16–8:21 1. Autoridad de Jesús, 1:16–45 (1) Jesús llama a los primeros discípulos, 1:16–20 Tras la presentación e introducción de Jesús y su ministerio, Marcos relata el llamamiento de los primeros discípulos de Jesús, que dejan todo para seguirle. La tradición primitiva presenta a Pedro como la fuente de información de Marcos a la hora de escribir su Evangelio. De ser así, el relato parece recoger la perspectiva de los propios pescadores además de la inclusión de ciertos detalles tales como las referencias a los remiendos de redes, los jornaleros, Zebedeo. Sin embargo, la fuerza de la historia reside en la figura de Jesús, que llama a hombres no mencionados antes. Jesús aparece en las cercanías del mar de Galilea, que más correctamente es un lago, y que solo recibe ese nombre en el NT, donde también se le denomina mar de Tiberias (Juan 21:1) o de Genesaret (Luc. 5:1). En los textos judíos se le denomina mar de Quinéret, así como en el AT (cf. Núm. 34:11; Jos. 12:3). La zona reflejaba gran actividad comercial y humana debido a la industria pesquera que alrededor de este mar se desarrollaba y por la cercanía a una de las rutas comerciales de la región. Marcos dice que Jesús pasó (parágo3855) por allí, imagen que recuerda el pasar de Dios ante Moisés (33:18– 23) y Elías (1 Rey. 19:11) y que podría llevar implícita una semejanza con el hacer de Dios, quien también llamó en distintas ocasiones a Israel y sus profetas, como lo hará Jesús con sus discípulos (1:20). Simón, a quien posteriormente Jesús cambiará el nombre por el de Pedro (3:16), es el primer discípulo de Jesús, posición que se repite en Marcos en el listado de los apóstoles (3:16–19) y en las listas reducida de aquellos que, de entre los apóstoles, acompañan a Jesús en la sanación de la hija de Jairo (5:37), la transfiguración (9:2), en el monte de los Olivos (13:3) y Getsemaní (14:33). Esta mención en primer lugar de Simón Pedro indicaría su rol como líder o portavoz del grupo de los apóstoles. El nombre Simón es griego, lo cual refleja la marcada influencia helenista en Palestina. Andrés, sin embargo, a pesar de ser citado en segundo lugar, no ocupa una posición destacada en la memoria de las comunidades cristianas posteriores, que necesitaron ser recordadas del parentesco de este con Simón para poder identificarlo. El hecho de aparecer Andrés en segundo lugar indicaría que era el menor de los dos hermanos. El llamado de Dios ―El llamado al ministerio, en cualquiera de sus formas, es en definitiva un encuentro personal

con Dios. En realidad, el camino que Dios emplea para realizar ese encuentro es secundario‖. S. Canclini …―¿Qué dices? ¿No has sido llamado? Lo que debieras decir en cambio es: ‗No he sentido el llamado‘ ‖. W. Booth

Simón y Andrés estaban dedicados a su oficio de pescadores. El término usado para la red (anfíbalo292B) que estaban utilizando no era el más común, y dado el carácter urbano de los lectores de Marcos, es probable que se tuviera que mencionar la actividad que hacían para que pudieran identificarla. El hecho de que estuvieran echando la red indicaría que es ya la tarde o la noche. El llamamiento de Jesús evidencia su iniciativa en la actividad del reino de Dios y el poder de su palabra. No hay recogida ninguna explicación sobre el llamamiento que Jesús hace, lo cual evidencia su autoridad. Sin mayor detalle, el texto dice que Jesús los llamó y, a partir de entonces, los discípulos le siguieron de inmediato (euthús2117). Este seguimiento es una evidencia de una entrega total a Jesús, puesto que el texto afirma que dejaron las redes, es decir, la actividad que servía de sustento a su vida, para seguirle. El llamamiento de Jesús viene complementado por la indicación de que en el futuro serán pescadores de hombres, actividad vinculada con la acción del reino. Con el tiempo, la expresión se convertiría en una descripción de la actividad misionera de la iglesia primitiva. Llamamiento y propósito serán características propias del discipulado cristiano. El llamamiento de Jacobo y Juan (nombres semitas) es similar al de Simón y Andrés (nombres griegos). Con la excepción de 9:38, Jacobo y Juan son citados siempre juntos en Marcos. También es habitual encontrarlos en la compañía de Pedro, como parte de ese círculo, de entre los apóstoles, más cercanos a Jesús (5:37, 9:2, 14:33). La mención de Zebedeo, padre de estos dos discípulos, parece cumplir la función de distinguirlos de otras figuras conocidas como Jacobo el hermano de Jesús y Juan el bautista. Jacobo y Juan también son pescadores, aunque no se encuentran pescando sino reparando las redes para la próxima jornada de pesca, lo cual indicaría un encuentro con Jesús a la luz del día. Se encontraban en su barca, en la que posiblemente entraban de seis a doce personas, con una quilla poco profunda, pues era probable que en muchas de las zonas de pesca no hubiera un muelle, por lo que la barca debía ser arrastrada a mano a tierra. Semillero homilético Seguir a Jesús 1:16–20 Introducción: En el judaísmo eran los discípulos quienes elegían al maestro. Los rabinos eran escogidos por sus discípulos; pero con Jesús ocurre lo contrario (Juan 14:16). Es Jesús el que toma la iniciativa y la respuesta es el seguimiento. Pero este seguimiento tiene ciertos requisitos que el pasaje nos ayuda a considerar. I. Seguir a Jesús exige subordinación a él de todas las demás cosas. 1. Simón y Andrés dejaron sus redes. 2. Jacobo y Juan dejaron a su padre y a su trabajo. 3. ¿Qué cosa tenemos que dejar nosotros para que Cristo sea el primero? II. Seguir a Jesús implica el cumplimiento de una misión. 1. No es un llamamiento meramente contemplativo. 2. Es un llamamiento a ser pescadores de hombres. 3. El Señor nos está llamando a una misión similar. III. Seguir a Jesús demanda una respuesta inmediata. 1. Simón y Andrés le siguieron ―de inmediato‖. 2. Jacobo y Juan le siguieron ―en seguida‖. 3. ¿Qué cosa nos detiene? Conclusión: El Señor nos llama a que le sigamos y cumplamos la misión de extender su reino. Pero su llamamiento es radical: ninguna otra cosa o persona puede ocupar su lugar y además la respuesta debe ser ahora. ¿Somos verdaderamente sus seguidores?

Hay un elemento de distinción entre estos hermanos y Simón y Andrés. Marcos indica que Jacobo y Juan dejaron a Zebedeo en la barca con los jornaleros, lo cual algunos biblistas han interpretado como un intento de suavizar la radicalidad de la respuesta al llamamiento de Jesús, pues Zebedeo no queda solo. Otra posible interpretación a la mención de los jornaleros apunta a la diferente situación económica de las dos parejas de hermanos; los segundos en ser llamados por Jesús disfrutan de una posición económica desahogada, evidenciando así que los discípulos de Jesús provenían de estratos sociales diversos, y no solo de los más desprovistos. Sin duda, la mención de los jornaleros refleja el realismo en la narración de Marcos. Más allá de todo esto, la respuesta de Jacobo y Juan, al igual que la de Simón y Andrés, es inequívoca; dejan posesiones y familia para seguir a Jesús. (2) El endemoniado de Capernaúm, 1:21–28 Tras elegir a sus primeros discípulos, Marcos describe las primeras acciones relativas al ministerio de Jesús, la enseñanza y un exorcismo. Esto contrasta con la manera en que introducen el ministerio de Jesús los diferentes evangelistas: Mateo, con el Sermón del monte (5–7); Lucas, con el Sermón programático (4:16–30); Juan con Las bodas de Caná (2:1–12). El primer desplazamiento conjunto de Jesús y sus primeros discípulos les lleva a Capernaúm, una población pesquera al norte del mar de Galilea, en la que había una sinagoga de la que hoy solo quedan los vestigios de una posterior, construida en el siglo IV, sobre las ruinas de la que aparece mencionada en este pasaje. Jesús aparece enseñando en la sinagoga el día sábado, el día de reposo, en la que la variedad de su liturgia (oraciones, bendiciones, lectura y meditación de los textos sagrados), parece centrarse en las referencias neotestamentarias al estudio de las Escrituras. El pasaje sobre el que Jesús habló provendría de la Torah o de los profetas. El hecho de que se mencione que Jesús enseñaba los sábados no se debe entender como que lo hizo necesariamente más de una vez. Jesús está enseñando a cuantos se encuentran en la sinagoga y, poco después, el mismo Maestro identifica su enseñanza en la sinagoga como predicación (cf. 1:38). Autoridad verdadera ―Cuando Jesús anunció el evangelio hizo que la gente se encontrara de golpe en presencia de Dios mismo. La autoridad con que hablaba era la autoridad de aquel que habla como el Padre le había enseñado (Juan 8:28) y a quien el Padre había entregado todo (Mat. 11:27). Ahora, la predicación vuelve a ser Palabra de Dios y los hombres se asustan porque se sienten puestos frente al Dios vivo. Con terror ellos se dan cuenta de que Dios está ausente de sus vidas‖. G. Dehn

Los oyentes se admiran de la enseñanza (didajé1322) de Jesús, por dos motivos: uno, por el contenido mismo de lo que decía, cuestionado la interpretación normativa de la ley en temas relativos, por ejemplo, al día de reposo (2:23–28), las normas alimentarias y de pureza (7:1–23), o el divorcio (10:1–12); dos, por la forma en que impartía esa enseñanza, con una autoridad o poder (exousía1849) superior al de los propios intérpretes de la ley. No habría que descartar connotaciones de inspiración divina en las palabras de Jesús, reforzando la veracidad de sus afirmaciones y el reconocimiento por parte de la gente de la presencia del reino en medio de ellos. Marcos identificará posteriormente las interpretaciones de la ley por parte de los líderes religiosos como enseñanzas de hombres y no de Dios (cf. 7:8, 9). Es el adelanto de los diversos desencuentros que tendrán lugar entre estos líderes religiosos y Jesús. Joya bíblica Y se asombraban de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas (1:22).

La secuencia en la acción es inmediata. Tras concluir Jesús sus palabras, pues debemos entender que el asombro de la gente es fruto de que Jesús finalizó su enseñanza, se oye la voz de un hombre con espíritu inmundo, que en la tradición judía equivalía a un endemoniado. Se dice que el hombre estaba en la sinagoga de ellos (sunagogé autón), lo cual se puede interpretar como una muestra del distanciamiento de la comunidad de Marcos del judaísmo, aunque su significado podría ser, sencillamente, la sinagoga de los que, asombrados ante la enseñanza de Jesús, habían sido mencionados anteriormente. La exclamación del hombre con demonio —que se dirige a Jesús en plural— refleja hostilidad hacia este, lo que evidencia la diferente naturaleza de los demonios y Jesús (cf. 3:22–27). Estos reconocen quién es realmente Jesús, pues en la antigüedad se creía que los demonios tenían conocimiento sobrenatural, y adoptan una actitud defensiva, propia de la amenaza que Jesús supone para ellos. Intentaron, sin éxito, someter a Jesús con una especie de encantamiento que se basaba en reconocer la identidad del otro, sé quién eres. La identificación que hacen de Jesús es como nazareno y santo de Dios, la primera como reconocimiento de su procedencia terrena, la segunda como manifestación de su verdadera naturaleza divina. La definición de Jesús como santo (ágios39 y 40) contrasta con la inmundicia (akáthartos169) del espíritu que poseía al hombre (1:26). La santidad es lo opuesto a la impureza. Quien está en estado de santidad está alejado del pecado (cf. Lev. 20:24–27). Los demonios identifican a Jesús con el Espíritu Santo que cualifica su ministerio (cf. 1:8) y, por tanto, entienden la misión de Jesús como una acción contra ellos. Los demonios reconocen en Jesús un poder sobrenatural y temen su destrucción. Saben que no es solo una reprensión la que recibirán de él sino su expulsión definitiva. La presencia del dominio escatológico de Dios se hace presente en Jesús: donde hay santidad no hay lugar para impureza ni espíritu inmundo (Zac. 13:2). Jesús toma control de la situación mandando callar al demonio. No hay ninguna representación de un exorcismo; es su mera palabra poderosa que basta para imponer su autoridad. La reprensión (epitimáo2008) de Jesús es semejante a la de Yahvé ante sus oponentes (cf. Sal. 106:9; 119:21; Zac. 3:2), identificando, pues, a Jesús con Yahvé. Resulta curioso, anecdótico, que la expresión con que Jesús demanda silencio a los demonios es bastante coloquial, ―cierra el pico‖ (fimóo5392). Cabría pensar, a la luz de los diferentes momentos en los que Jesús pide que se mantenga en secreto su actividad y, por ende, su identidad (cf. 1:44; 5:43; 7:36), que más allá de liberar al hombre de ese espíritu inmundo, Jesús pretendiera también frenar un reconocimiento popular anticipado. El desenlace de la historia no se hace esperar. El espíritu inmundo sale del hombre, que cae al suelo convulsionado, y grita, quizás como expresión de su derrota o muerte. En 15:37, Marcos nos relata que Jesús en la cruz, tras dar una gran voz, murió. La expresión usada en ambos casos es similar, lo que permite colegir la idea de la muerte del demonio que poseía al hombre. El impacto de esta escena entre los presentes en la sinagoga es de total asombro. No es algo a lo que ya están habituados pues es doctrina nueva (kainós2537) en fondo y forma. Primeramente, se maravillaron por la autoridad con la que enseñaba (1:22) y, ahora, se admiran de la autoridad que despliega al doblegar incluso a los demonios, lo cual evidencia que no estaban acostumbrados a ver exorcismos y, menos aun, en la manera en la que Jesús lo realiza. Además, por encima de las cuestiones relativas a la enseñanza y poder sobre los demonios, el debate o discusión (suzetéo4802) de la gente es acerca de quién es Jesús. El reino se acerca en su ministerio, de lo cual da muestra su enseñanza y exorcismo. La cuestión acerca de su identidad será un motivo frecuente en este Evangelio. ¿Estarán dispuestos a reconocer, pues, quién es Jesús y a responder en los términos esperados (cf. 1:15)? Dada la proximidad entre las pequeñas poblaciones de Galilea, la fama (akoé189) de Jesús se difunde ampliamente por ese territorio, lo cual Marcos refleja con profusión de calificativos: pronto (euthús2117) por todas partes (pantajóu3837), en toda (jólos3650) la región. Es probable que esta descripción de la inmediatez con la que se extiende la fama de Jesús corresponda con la realidad escatológica propia de la época en la que la acción de Dios se difundiría con rapidez (cf. Isa. 48:3). (3) Jesús sana a la suegra de Pedro, 1:29–34 La historia de la curación de la suegra de Pedro evidencia el poder de Jesús y sirve para señalar el surgimiento de la comunidad cristiana en Capernaúm. Tras la escena en la sinagoga, Jesús y sus discípulos se dirigen a la casa familiar de Pedro. Si atendemos a la referencia en Juan 1:44, Pedro era originario de Betsaida, por lo que esta casa podría ser la de su suegra, a la que Pedro pudo haberse mudado tras su matrimonio.

Se entiende, en continuidad con la historia previa, que la acción de ir a la casa de Pedro, fueron (érjomai2064), la realizan Jesús y sus cuatro discípulos, por lo que la mención de Jacobo y Juan también yendo con ellos resulta redundante. Esta dificultad queda resuelta en los otros sinópticos que expresan la acción en singular; es Jesús el que va a la casa, y se asume que los discípulos le acompañan (cf. Mat. 8:14; Luc. 4:38). En seguida (euthús2117) pasaron de la sinagoga a la casa de Simón y Andrés. Esto puede ser un hecho real, y no solo el efecto del uso, una vez más, de un adverbio temporal muy frecuente en Marcos, para indicar una transición o cambio de escena. Se han encontrado en la zona, cerca de los restos de la sinagoga de Capernaúm, vestigios de unas viviendas, sobre una de cuales se construyó una basílica en el siglo IV, en el convencimiento de que era la casa de Simón y Andrés. Por tanto era de inmediato que se accedía de la sinagoga a la casa en cuestión. Además, el contraste en la historia sobre dónde se reúne la gente es significativo. Aunque el milagro se produce en la sinagoga, la gente no viene a Jesús de inmediato en la sinagoga, sino en la casa. Marcos apunta a la realidad de las primeras comunidades cristianas que se reúnen en las casas, en continuidad con la presencia y acción de Jesús en medio de ellos y a través de ellos. Esta es la única ocasión en la que se hace referencia a que Pedro estuviera casado. Más allá de los Evangelios, es tan solo Pablo quien hace otra mención de esto (1 Cor. 9:5). La mención de que esta mujer estaba en cama (katákeimai2621) sirve para indicar la gravedad de la dolencia. Tenía fiebre (puresso4445). La acción de Jesús es propia de otros casos de sanidad en los que entra en contacto físico con la persona enferma, tocándola (cf. 1:41; 5:41; 6:5; 7:32, 33; 8:23–25). Este proceder es diferente al empleado en los exorcismos, en los que no hay mención de ningún contacto físico, a excepción de la historia del joven con espíritu mudo (cf. 9:14–29), donde el contacto es posterior a la salida del espíritu maligno del joven (cf. 9:27). La curación de la mujer es inmediata, lo que se evidencia en el hecho de que empezó a servirles (diakoneo1247). La actitud de la suegra de Pedro es, por un lado, evidencia inequívoca de su recuperación, pues antes estaba postrada en cama y con fiebre, y, por otro lado, es una muestra de la respuesta apropiada a la acción de Jesús, que posteriormente repetirán otras discípulas de Jesús que le servían cuando estaba en Galilea (cf. 15:41). La fama de Jesús se extiende de tal manera, que aun en el ámbito privado de la casa, la gente viene a traerle a sus enfermos y endemoniados para que los sane. Marcos afirma que toda la ciudad (jóle je pólis) estaba presente, lo cual no deja de ser una exageración, dado el espacio limitado de las casas. No obstante, el efecto que produce esta imagen refleja el interés que el ministerio de Jesús despertaba en la gente y la universalidad de este. La expansión de la historia, de la sanación individual de una mujer a la de todos (pás3956) los enfermos y endemoniados, se realiza con una doble referencia temporal. La primera, imprecisa; la segunda, como concreción de la primera (cf. 1:35; 2:20; 4:35; 10:30; 13:24; 14:12; 14:43; 15:42; 16:2). En este caso, Marcos hace esta aclaración temporal para indicar que el día de reposo había concluido, con la puesta de sol, y que, por tanto, no se estaba incumpliendo la observancia del día de reposo al traer a los enfermos a Jesús. Jesús aparece dando un trato distinto a enfermos y endemoniados, conforme a su necesidad (v. 34). Los primeros reciben sanidad, mientras que a los segundos le son expulsados los demonios. Marcos afirma a muchos (polús4183) sanó y echó fuera demonios. Esto parece crear un conflicto de número, entre todos (pás3956) aquellos traídos y los muchos sanados, liberados. Es posible que esté implícita la necesidad de la fe para que la sanidad o liberación tengan lugar, y no una mera curiosidad ante Jesús. Sin embargo, más allá de la referencia al rechazo de Jesús en Nazaret por la incredulidad de la gente que limitó su obrar poderoso (cf. 6:5), la interpretación del pasaje dentro del contexto general de la obra de Marcos invita a una lectura inclusiva de muchos sin mayor connotación de reducción en los beneficiados por Jesús. Semillero homilético Un huésped poderoso 1:29–34 Introducción: Hay quienes se acuerdan de Dios en los momentos de las grandes dificultades, pero se olvidan por completo de él en la vida de todos los días. En cambio, otros creen que Dios existe pero que no se interesa por sus graves problemas. A través de este pasaje podemos ver que contamos con Dios no solo en los momentos difíciles y graves, sino a cada instante de nuestra

vida personal y familiar. I. Un amigo cotidiano. 1. Un amigo cotidiano desea entrar en su hogar. (1) Jesús se hizo presente en la enfermedad de la suegra de Pedro (v. 30). (2) ¿Está Jesús presente en las dificultades diarias de su hogar? 2. Un amigo cotidiano desea entrar en su hogar y gobernarlo. (1) Jesús fue servido por la suegra de Pedro en su hogar. (2) ¿Tiene Jesús en su hogar a alguien que le sirva? II. Un Dios poderoso. 1. Un Dios poderoso desea entrar en su vida. (1) Jesús recibía a los enfermos y a los endemoniados (v. 32). (2) ¿Ha probado a Jesucristo en sus graves problemas? 2. Un Dios poderoso desea entrar en su vida para salvarle. (1) Jesús sanó y liberó a muchos (v. 34). (2) ¿Es Jesús el sanador y liberador de toda su vida? Conclusión: Si deja entrar en su vida y en su hogar al amigo Jesús, el Dios de poder se manifestará y traerá salvación.

Una vez más (cf. 1:25), Jesús manda callar a los demonios que, nuevamente, son conocedores de la identidad de Jesús. Algunos manuscritos ampliaron el texto con la frase ―porque ellos conocían que él era el Cristo‖, que no es más que un intento de explicitar lo obvio. Al mandar callar a los demonios, Jesús vuelve a frenar cualquier intento de estos de anunciar quién es él y muestra su dominio sobre ellos. La razón es doble; por un lado, no son los demonios los llamados a realizar dicha proclamación; por otro lado, aún no es el momento estimado para ello. (4) Jesús predica en Galilea, 1:35–39 Tras la intensidad de las actividades del día en Capernaúm, todos duermen. Esta es la ocasión que Jesús aprovecha para apartarse a orar, en un lugar desierto (eremon topon). La indicación temporal que ofrece Marcos indica que todavía estaba oscuro (énujos1773) y que eran entre las tres y las seis de la mañana (proi4404). Posiblemente, dada la proximidad de las casas, y por tanto de la gente, en una población pequeña, Jesús decide apartarse para orar, antes incluso de que los trabajadores iniciaran la jornada al salir el sol, y así tener un tiempo a solas con el Padre. Marcos añade, pues, una nueva característica del ministerio de Jesús, la oración, que está vinculada a su incipiente ministerio. Tras haber predicado, y sanado en Capernaúm, Jesús se aparta y se prepara en oración para extender su ministerio a otros lugares, conforme a su llamamiento, bajo la dirección del Espíritu. Marcos usa una expresión llamativa para definir la acción de los discípulos que buscan a Jesús, pues estos le persiguen (katadióko2614), como el cazador a su presa, por lo que tiene un tono de cierta hostilidad. Es probable que se pretenda dar una sensación de ansiedad o angustia ante la percepción de la ausencia de Jesús entre ellos. Las palabras de Pedro cuando, finalmente, lo encuentran, señalando que todos lo buscan (pántes zetousín se), evidencian, por un lado, continuidad con la escena previa en las que todos vienen a Jesús con sus enfermos y endemoniados. Por otro lado resalta un aspecto propio de este Evangelio como es la constante incomprensión acerca de quién es Jesús y qué implica su ministerio, incluso por parte de sus propios seguidores. Parece que ahora le buscan con ansiedad, movidos por el interés de cuanto ha hecho entre ellos, y no por ninguna preocupación acerca de Jesús mismo. La búsqueda de Jesús es realizada por Pedro y los otros (met’ autou), lo cual comienza a perfilar la posición de liderazgo de este entre el grupo de los discípulos. La respuesta de Jesús evidencia la falta de comprensión acerca de su ministerio. Mientras todos le buscan para que siga entre ellos haciendo señales, Jesús les indica que su ministerio ha de continuar y desarrollarse en otros lugares. Jesús no se deja tentar por la popularidad obtenida ni por las expectativas de la gente; el alcance de su ministerio es universal y no local. Jesús afirma que ha venido a predicar (kerússo2784), expresión habitual en la antigüedad para designar a los enviados por la divinidad a la Tierra. Que Jesús ha venido (exérjomai1831) podría apuntar a un concepto de preexistencia que, sin embargo, no recibe más desarrollo. Además, Jesús dedicará parte de su ministerio a la expulsión de demonios, lo cual es muestra de la resistencia a la implantación

del reino de Dios en la Tierra. Jesús tendrá oposición y conflicto de manera continuada hasta el cumplimiento escatológica del dominio divino. La expresión usada para describir los lugares (komópolis2969) a los que Jesús ha de ir y predicar los califica como poblaciones mayores que una aldea o pueblo (kóme2968), pero que no tienen el rango de cuidad (polis4172). La manera en que Jesús aproxima su ministerio por toda la región es predicando en las sinagogas de ellos (autón), lo cual apunta al progresivo distanciamiento que la comunidad cristiana sufriría de la sinagoga, fundamentalmente a finales del siglo I, aunque aún no encontramos en el texto ninguna expresión de hostilidad. (5) Jesús sana a un leproso, 1:40–45 La transición a la siguiente historia viene dada por la aparición de un hombre enfermo que suplica a Jesús. Está aquejado de lepra (leprós3015), dolencia entonces que no se corresponde hoy necesariamente con la enfermedad que conocemos por ese nombre o enfermedad de Hansen, sino que es un término genérico que alude a una amplia gama de enfermedades de la piel. Dicha enfermedad era considerada como una de las peores que alguien podía padecer, por lo que no es extraño que la ley de Moisés dedique amplio tratamiento sobre cómo afrontar los casos de lepra en la comunidad (cf. Lev. 13–14) o que se considere a los leprosos como muertos en vida (cf. Núm. 12:12). Debido a las normas de pureza religiosa de la época, entrar en contacto con un leproso suponía ser uno mismo impuro. Por todo ello, los leprosos vivían al margen de la familia, la comunidad, y sin poder trabajar para su sustento, por lo que aparecen frecuentemente mendigando en los caminos. Una sanidad integral Cuando Jesús tocó al leproso, además de sanarlo lo humanizó. El verdadero evangelio además de salvar almas, también humaniza a los individuos. Cuando el indio aymara Manuel Zuñiga Camacho, que había asistido en Chile a una escuela evangélica, organizó, en 1904, en Platería, departamento de Puno, junto al lago Titicaca, una escuela sin referencia confesional, el obispo de Puno envió frailes para que disuadieran a los indígenas de participar en la iniciativa escolar. En uno de los sermones se intimidó a los indígenas: ―Dios nunca ha tratado de que vayan a la escuela y se hagan del saber. Su tarea es preocuparse de sus ovejas y sus cosechas; si se empeñan en acudir a la escuela, sus cosechas quedarán aniquiladas y sus rebaños perecerán de enfermedad‖. El resultado fue que Zuñiga debió cerrar su escuela. Pero buscó la ayuda de los misioneros evangélicos Frederick y Ana Stahl. Estos predicaron la salvación por la gracia y el hecho de que Jesús amaba a los indígenas. Se los instruyó sobre la higiene personal, se hicieron campañas de vacunación, se les enseñó cómo cuidar a los enfermos y cómo luchar contra la adicción a la bebida y a la coca. La escuela contaba con más de 70 alumnos, y además asistían 800 indígenas a escuchar semanalmente la predicación de la Palabra de Dios.

El hombre se postra ante Jesús y le suplica. La referencia al poder de Jesús para sanar indica su autoridad y origen divino (cf. 10:27), así como la insuficiencia del poder humano (cf. 3:27; 5:3; 8:4). Sin embargo, el tono no es de exigencia, sino de súplica. Que el hombre se arrodillara ante Jesús es algo que no está atestiguado en todos los manuscritos, por lo que cabría pensar que se tratara de un añadido posterior para asimilarlo con el texto de 10:17, lo cual realzaría la divinidad de Jesús. El hecho de que se postre ante Jesús y ruegue por su sanidad es evidencia de su fe en él. El elemento condicional en la petición si quieres (eán théles) ha sido interpretado en ocasiones como expresión de duda por parte del leproso, pero esta idea no es correcta. La determinación que el hombre muestra al acercarse a Jesús, cuando esto era algo que no le estaba permitido a causa de su enfermedad, es una muestra de determinación y convicción en el poder de Jesús para sanarle. La expresión del hombre es una muestra de humildad y de sujeción a la decisión divina. El término que presenta la petición del hombre (katharidzo2511) es habitual en los relatos de curación de lepra pero no es común emplearla para la sanación de otras enfermedades. La idea es que en el caso de la lepra van unidas la sanidad física y la purificación ritual, por lo que el afectado, una vez sanado, estaría limpio para poder integrarse de nueva cuenta en la sociedad.

Atendiendo a las diferentes variantes de lectura en este texto (v. 41), resultan sorprendentes, en primer momento, las dos posibles alternativas en la respuesta de Jesús, que se irrita (orguidzo3710) o es movido a compasión (splanjnídzomai4697) ante la situación. Si bien es la segunda propuesta de lectura la que se asume en la mayoría de las traducciones, resulta llamativo que dos términos contradictorios aparezcan como posibles expresiones de la reacción de Jesús. Así, es más verosímil que una expresión inicial de enojo por parte de Jesús se cambiara para suavizarla. De hecho, los otros Evangelios sinópticos eliminan en sus versiones paralelas de esta historia la expresión de ese sentimiento en Jesús, probablemente por su dureza. Además, la presentación de Jesús irritado ante la petición aparece reforzada en el v. 43, donde tras despedir al hombre sanado, le amonesta (embrimáomai1690) para que no diga nada sobre lo sucedido. Es probable que las dos expresiones reflejen lo que Jesús sintió. Por un lado, Jesús se irritó, no por la petición ni con la persona sino con el hecho de la enfermedad. La irritación de Jesús estaría motivada también por el hecho de que su fama se extendía y que esto podría darle a su ministerio una dirección no deseada. Posiblemente Jesús era consciente de que los acontecimientos se precipitan y su incomodidad proviene de una fama creciente que le impide moverse con libertad (v. 45), cuando debe ser Jesús, bajo la dirección del Espíritu, quien determine el curso de la acción y no otros. Por otro lado, se conmovió, sintió compasión por el hombre, evidenciando así su rechazo a la dolencia que padecía (cf. Juan 11:33, 44, donde la irritación ante la muerte le lleva a resucitar a Lázaro). Jesús desatendió las normas de pureza judía que advertían contra todo contacto físico con un leproso y le tocó con su mano (jéir5495), acción vinculada a los milagros de sanidad (1:31; 5:41; 6:5; 7:32, 33; 8:23–25). Además, una vez más el poder de la palabra de Jesús se hace manifiesto en que la sanidad tiene lugar tras estas afirmando su voluntad (thélo2309) de sanarle. Más concretamente, la orden fue que quedase limpio (katharidzo2511). El uso del tiempo pasivo para indicar el efecto buscado apunta al pasivo divino que evidencia la acción como proveniente del poder y voluntad divina. El efecto fue inmediato, y el hombre quedó sanado. El efecto de caer en impureza por tocar a una persona leprosa queda desactivado; es más, la pureza de Jesús es la que pasa al hombre, que queda limpio. Tras la sanidad del leproso, Jesús se dirige a él en un tono duro, identificándole con la enfermedad misma. El texto dice que Jesús le advirtió (embrimáomai1690) después de expulsarle (ekbállo1544). Jesús parece interpretar toda la situación como una acción demoníaca, pues sus palabras despidiendo al que fuera leproso son las habituales en un exorcismo. Las instrucciones que Jesús da al hombre sanado de lepra son dos: una respecto de no comentar cómo ni por quién había sido sanado, y otra relativa al cumplimiento de los requisitos socioreligiosos establecidos para su plena restitución. En cuanto a mantener el silencio, era una petición casi imposible. Alguien que vivía apartado de la sociedad por causa de su enfermedad y que ahora estaba sano de manera milagrosa no podía dejar pasar este milagro inadvertido. Resulta curioso que los demonios obedecen a Jesús cuando les manda callar y sin embargo, este hombre no puede hacerlo. La petición de presentarse ante el sacerdote era un requisito exigido para su plena reinserción social. Parte de esta exigencia era ofrecer sacrificios, conforme a lo establecido por la ley de Moisés y según las posibilidades económicas de la persona; aquellos más pudientes ofrecían dos corderos y una cordera (cf. Lev. 14:10), y los más pobres un cordero y dos tórtolas o dos pichones de palomo (cf. Lev. 14:21, 22). Una vez cumplidos los requisitos ante el sacerdote, el hombre es declarado limpio por este, que da testimonio (martúrion3142), prueba de la veracidad de dicha purificación. El resultado final no es el deseado por Jesús, pero resulta inevitable a la luz del milagro realizado. El hombre que padeció lepra difundió cuanto Jesús le había hecho reintegrándolo a la vida social. Si bien esto contravino el mandato expreso de Jesús, que ahora no puede pasar inadvertido en las ciudades a las que se acerca, no es censurable pues tiene como resultado que el poder y ministerio de Jesús sean conocidos ampliamente. En definitiva, aquí encontramos un ejemplo de lo que va a ser característico de la comunidad cristiana a lo largo de los tiempos: la proclamación del poder de Dios en Jesucristo en todo lugar.

2. Controversias, 2:1–3:6 (1) Jesús sana a un paralítico, 2:1–12

Los conflictos que Jesús ha enfrentado hasta el momento han sido contra demonios (cf. 1:12, 13; 1:21–28). Se inicia ahora una serie de conflictos con personajes humanos, como los escribas. La autoridad e identidad de Jesús es puesta en cuestión una vez más, iniciándose una serie de historias de oposición a Jesús. Tras un periodo impreciso de tiempo, varios días, en el que Jesús ha estado predicando en la región de Galilea, este regresa a Capernaúm. Posiblemente, ese tiempo transcurrido habría servido para que los ánimos se calmaran y Jesús hubiera vuelto casi sin ser descubierto. El evangelista lo ubica en casa (óikos3624), expresión que en griego se refiere a estar en la casa propia. Por ello, se puede pensar que se refiere a la casa de Pedro (cf. 1:29), que sirvió a Jesús de hogar de referencia a lo largo de su ministerio. Sin embargo, tan pronto como la gente sabe de la presencia de Jesús, van a él en gran número; tantos que ya no cabían en el lugar. La gente se agolpaba ya en la puerta (thura2374). Marcos ya había dado a entender lo reducido del espacio en las casas de la época, y la proximidad unas de otras, al decir que Jesús tuvo que buscar un lugar y una hora distintos para poder orar (cf. 1:35). La reacción de Jesús está en consonancia con su llamamiento a predicar (cf. 1:38). El contenido de sus palabras a la gente es descrito como ton logon, a semejanza de la expresión veterotestamentaria la palabra de Dios. Si bien en el AT no es habitual el uso de la expresión absoluta la palabra, esta sí está atestiguada en los posteriores escritos del cristianismo primitivo (cf. 16:20; Luc. 1:2; Hech. 4:4; 6:4; 8:4; 10:44; 11:19; Gál. 6:6;). Marcos ya había señalado que la gente traía a Jesús sus enfermos (1:32), pero en esta historia van a adquirir un papel central aquellos que traen a Jesús un paralítico (paralutikós3885), es decir, a una persona incapaz de caminar. Marcos afirma que eran cuatro personas que cargaban con el enfermo, algo que los otros sinópticos suprimen. Ante la imposibilidad de entrar a la casa en la que se encuentra Jesús, con gente agolpada en la misma puerta, deciden subir al tejado de la casa para poder llevar al enfermo ante Jesús. Las viviendas normales de la época eran pequeñas, de una sola planta, y estaban levantadas sobre unas paredes de adobe y piedra, sobre las que se colocaba un techado de madera cubierto de ramas y cañas, compactadas con barro. Había una escalera exterior que facilitaba el acceso al tejado, que servía en ocasiones como lugar de trabajo. Esta decisión de acceder por el tejado de la casa no es porque hubiera algún tipo de abertura en el techo sino fruto de la determinación de estas personas de que el paralítico se encuentre con Jesús. De hecho, el tejado fue roto, literalmente tuvieron que cavar (exorússo1846) para conseguir bajar al paralítico al interior de la casa. La camilla o lecho (krábattos2895) en la que transportaban al enfermo era un armazón flexible de madera, propio de personas pobres. Marcos no refleja las reacciones que la escena provoca cuando Jesús está enseñando y, junto con su audiencia, ve que el techo que les cobija parece caerles encima. Aunque no hay petición expresa de sanidad, ni por parte del enfermo ni de alguno de los cuatro porteadores, la actitud de estos hombres habla por sí misma. Jesús entiende que la escena que se presenta es evidencia de una fe y un convencimiento genuinos en su poder para sanar. No hay mención alguna a la fe del paralítico sino a la de ellos (ten pístin autón), expresión inclusiva que no concreta si es la fe de los cuatro o la de estos junto con la del enfermo, siendo probable esta última opción, puesto que al paralítico es a quien Jesús dirige sus palabras. La presencia de fe en los relatos de sanidad (cf. 5:34; 10:52) evidencia el orden en que estas dos realidades interactúan; no es el milagro el que lleva a la fe, sino que es la fe la que facilita el milagro. Las palabras de Jesús al hombre son afectuosas, hijo (téknon5043), posiblemente p 45 buscando tranquilizarle tras toda la imaginable tensión producida por el esfuerzo de llegar hasta él. Jesús no declara la sanidad del enfermo sino el perdón de sus pecados. Posiblemente, esté detrás de esta declaración la concepción antigua de que la enfermedad estaba vinculada al pecado (cf. Isa. 1:4–6; 33:24). Jesús actúa como mediador divino en el perdón de los pecados del enfermo. No estaba descartado en el judaísmo que Dios pudiera perdonar pecados por medio de un representante suyo, por ejemplo, un sacerdote. Pero Jesús no era sacerdote, ni el relato de Marcos afirma que haya mediado arrepentimiento ni sacrificio por los pecados, según estaba establecido en la ley (cf. Lev. 4:27–31). La reacción a las palabras de Jesús, introducen por primera vez de forma participativa en la escena a los escribas (cf. 1:22). En primer lugar, aparecen sentados (káthemai2521), lo cual los expone en una posición de autoridad, observando y juzgando cuanto acontece; en segundo lugar, están cavilando (dialoguídzomai1260), pensando acerca de lo que Jesús dijo, expresión que tiene una connotación negativa en Marcos (8:16, 17; 9:33;

11:31). Este proceso interno tiene lugar en el corazón (kardía2588), lugar que se consideraba centro del pensamiento y sede de la voluntad, el sentimiento, el deseo, los afectos y las emociones. En el AT, el corazón es presentado en ocasiones como malicioso y engañoso (cf. Gén. 6:5; 8:21; Jer. 17:9). Frente a las cavilaciones de los escribas en su corazón, Jesús discierne en su espíritu (v. 8). En tercer lugar, Marcos verbaliza el pensamiento de los escribas cuestionando las palabras de Jesús como blasfemia (blasfeméo987). Dios es el único capaz de perdonar pecados y Jesús no está actuando aquí como un mediador humano del perdón de Dios, algo asumible en la tradición judía, sino que está asumiendo una prerrogativa que solo le corresponde a Dios. Jesús está actuando como Dios mismo lo hace. Semillero homilético Una fe digna de imitar 2:1–12 Introducción: Este pasaje nos presenta un aspecto novedoso en los milagros de Jesús. La fe, necesaria para el obrar de Dios, aquí es prestada. La fe no es tanto del paralítico como de sus amigos. Un pasaje que nos hace reflexionar en cuál es nuestra parte en la salvación de otros. Los amigos demostraron una fe que nosotros deberíamos imitar. I. Una fe intercesora. 1. Dios actúa por la acción de los camilleros (v. 5). 2. Dios actúa en otros por nuestras oraciones y acciones. II. Una fe bien colocada. 1. La fe de ellos fue colocada en Jesucristo (v. 3). 2. Nuestra fe debe señalar solo a Jesucristo. III. Una fe puesta en acción. 1. La fe de ellos no fue contemplativa: trajeron, cargaron, destaparon, bajaron (vv. 3, 4). 2. Nuestra fe debe ponerse en acción llevando otros a Cristo. Conclusión: El relato nos resalta la importancia de una fe mediadora. Jesucristo perdonó los pecados del paralítico al ver la fe de sus amigos. ¿Puede Dios ver en usted una fe semejante que conduzca a sus amigos y familiares a Jesucristo? ¿Está orando por la salvación de otros? ¿Está llevando a la acción su fe hablando de Cristo?

En comparación y contraste con los escribas, Jesús también es presentado pensando para sí, pero no en su corazón sino por medio de su espíritu. En este caso, la connotación es positiva, pues el espíritu humano está vinculado al soplo divino de vida. Este discernimiento de Jesús le permite reconocer los pensamientos de los escribas, por lo que toma la iniciativa de responderles, en un diálogo hasta ahora silencioso, que llegamos a conocer por medio del narrador. La forma comparativa en la que se expresa la pregunta de Jesús, resulta paradójica desde un punto de vista teológico. Si es Dios el único capaz de perdonar pecados, esta sería la acción más difícil de acometer, pues no está al alcance de nadie humano. Sin embargo, la acción de esta historia está planteada desde aquello que es medible por el testigo humano. En consecuencia, se establece que perdonar pecados es algo más fácil de decir, porque no hay manera de comprobar si ha sucedido, y lo difícil es realizar el milagro de sanidad; por tanto, Jesús da la orden al hombre de que se incorpore y camine, lo cual sucede a la vista de todos. El milagro actúa como confirmación de lo anterior. Si Jesús ha podido hacer lo más difícil, sanar al paralítico, la conclusión es que ha podido también perdonar sus pecados. Por tanto, la autoridad (exousía1849), el poder del Hijo del Hombre queda vindicado en esta historia, y los reproches de los escribas silenciados. Marcos presenta aquí a Jesús autodenominándose Hijo del Hombre (jo juiós toú anthrópou), el título cristológico más frecuente en este Evangelio (catorce veces) y casi siempre usado por Jesús para referirse a sí mismo. Si bien la expresión generalmente en el AT no indica más que un miembro de la raza humana, es el uso singular en Daniel 7:13, 14 de donde adquiere connotaciones mesiánicas, y es en este pasaje del Evangelio que sus acepciones se amplían, como por ejemplo la capacidad de perdonar pecados. El poder del Hijo del Hombre, proveniente de Dios, se evidencia en la Tierra (gué1093), idea que confirma el anuncio programático sobre la misión de Jesús, que el reinado de Dios se ha acercado (cf. 1:15).

La historia de la sanación del paralítico se cierra en claro contraste con la anterior del leproso (cf. 1:40–45), pues la acción de Jesús es visible a todos y contrasta con la petición expresada anteriormente de mantener en silencio la sanidad recibida. Es el mismo Jesús el que ahora expone su identidad al público en forma que no pasa inadvertida o indiferente. Marcos dice que fueron todos los que presenciaron el marchar por su propio pie del hombre que había sido traído por cuatro amigos sobre su camilla, tras la sanación recibida de Jesús. Esto, además, hace a los propios escribas testigos del milagro y de la auto revelación de la identidad de Jesús, lo cual hace que no aparezcan haciendo comentario alguno. Implícitamente, Marcos quiere darnos a entender que en este primer encuentro con Jesús los propios escribas se asombraron de lo que habían presenciado y, cuando menos, tuvieron que callar ante la expresión unánime de gloria a Dios por todos los testigos presentes. Es inevitable percibir que esta situación supone una nueva victoria de Jesús ante los escribas, pues ya anteriormente la gente se asombraba de que Jesús enseñaba con autoridad y no así los escribas (cf. 1:22), y ahora manifiestan ante ellos no haber visto jamás acción como la de Jesús. Este es un relato impactante por cómo acontece. Cuatro hombres que han oído de Jesús, le buscan para que ayude a un amigo paralítico. Por su actitud y fe fueron instrumentos de sanidad para su amigo. Buscan a Jesús con fe, y no se detienen ante las dificultades que se puedan plantear, ya sea por las propias limitaciones o las del entorno. La fe se hace concreta en la constancia de buscar a Jesús, en la confianza de que en él hay poder para sanar. Frente a esto, el pasaje destaca la autoridad estéril de los escribas, que no pueden más que callar ante las expresiones de adoración a Dios. (2) El llamamiento de Leví, 2:13–17 El ministerio de Jesús continúa, en esta ocasión junto al mar de Galilea, enseñando como era costumbre en él (cf. 1:21). A esta secuencia habitual de enseñar, y de hacerlo en el entorno del mar de Galilea, se añade el hecho de que la gente venía a él en gran número. El texto no explicita si esta gente es diferente a la mencionada en la historia anterior o no. En cualquier caso, se hace evidente el atractivo y capacidad de convocatoria que Jesús muestra en este momento de su ministerio. En una de las orillas del mar de Galilea, en la ciudad fronteriza de Capernaúm, estaba ubicada una caseta para el cobro de impuestos (telónion5058) sobre mercancías que llegaban al puerto de otras poblaciones costeras. En ella misma estaba un tal Leví, hijo de Alfeo. Más allá del texto paralelo de Lucas 5:27–32, no hay otra mención a Leví en todo el NT. Mateo cambia el nombre en su versión de esta historia (Mat. 9:9–13) y le llama Mateo, por lo que se ha propuesto que este Leví sea el apóstol Mateo, y, por tanto, hermano de Jacobo, hijo de Alfeo, mencionado en todas las listas evangélicas de apóstoles. Es previsible que fuera de familia levita, dado que los que tenían este nombre eran varones descendientes de la tribu de Leví. El sentimiento que evocaba en los lectores judíos de la época que Leví fuera un cobrador de impuestos (telónes5057) era de total rechazo, pues se les consideraba deshonestos por la actividad que desarrollaban. Era un publicano, un cobrador de impuestos, que en este caso trabajaba empleado de alguien por encima de él. Habitualmente se ha puesto mucho énfasis en que el rechazo que los publicanos provocaban era fruto de su servicio a los conquistadores romanos. Sin embargo, este tipo de impuestos, como los que Leví cobraba, no iban a parar a Roma sino al gobernador de la región, en este caso a la administración de Herodes Antipas. Además, es suficiente considerar el contrastado abuso con que desarrollaban su tarea para explicar este rechazo. El cobro de los impuestos era dado en arriendo al mejor postor, que por medio de su tarea debía recaudar la cantidad fija que se le exigía más su ganancia, que no estaba regulada, ni tampoco la cuantía impositiva sobre las mercancías. Era frecuente, por tanto, que los gravámenes sobre las mercancías fueran arbitrariamente altos, aumentando la ganancia del recaudador y provocando el rechazo de los que tenían que pagar. Al igual que en el llamamiento de los cuatro primeros discípulos, a los que invita a seguirle (cf. 1:16–20), ahora es Leví quien recibe el llamamiento de Jesús, sígueme (akolouthei moi), que pasará a convertirse en término descriptivo de la actitud del discípulo de Jesús. La respuesta de Leví es igualmente decidida e inmediata, así como la de los otros discípulos, al dejarlo todo para seguir a Jesús. La escena que sigue al llamamiento de Leví resulta difícil de ubicar físicamente. La secuencia aparente es que Jesús llama a Leví, este lo deja todo y le sigue hasta aparecer en su casa (en te oikia autou). ¿De quién? El texto griego dice que Jesús estaba en su casa, lo cual, en primera instancia apuntaría a una casa de su propiedad. Sin embargo, en ningún caso se afirma en el NT que Jesús tuviera casa propia. Es probable, y a eso ayuda el paralelo en la historia del llamamiento de los primeros cuatro discípulos, que a pesar de que Pedro y los otros

siguen a Jesús, la casa en la que se encuentran es la de Pedro (cf. 1:29). Además, la referencia a que estaban reclinados (katákeimai2621) para comer apunta a un banquete propio de casas ricas más que a la práctica en casas humildes, que comían sentados. Esta descripción correspondería a la casa de Leví, quien en señal de gratitud y gozo por la salvación recibida, ofrece un banquete a Jesús. Joya bíblica Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido para llamar a justos, sino a pecadores (2:17).

A Jesús y a sus discípulos (mathetés3101), se suman a la mesa otros publicanos y pecadores (jamartolós268) que, junto con Leví, han seguido a Jesús, es decir, han creído en él y le siguen como discípulos. Cabe señalar que se está haciendo referencia a dos grupos distintos, pues los publicanos eran pecadores pero no todos los pecadores eran publicanos. La discusión sobre cómo identificar a los pecadores ha sido amplia. Una posición que tuvo gran aceptación por mucho tiempo señalaba a la gente común como pecadora, vinculando el término a cuestiones de pureza ritual. Recientemente, el término pecadores se ha vinculado con la desobediencia a la ley mosaica y no solo con cuestiones de impureza. Es importante observar quién define a quién como pecador (el narrador, Jesús, los fariseos, la gente) pues el término tiene en ocasiones un uso partidario que no ha de reconocerse como de aceptación generalizada. Por ejemplo, los fariseos, cuando establecían normas y preceptos más allá de lo exigido por la propia ley, estaban reinterpretando el concepto de pecado/pecador conforme a sus propios decretos. Semillero homilético El llamado de Dios 2:13, 14 Introducción: En este pasaje Jesús llama a Leví, quien a partir de allí sería uno de los doce. Al igual que cuando llamó a los primeros cuatro discípulos, Jesús estaba caminando junto al mar de Galilea. Tan pronto la gente se enteró de que Jesús andaba por allí, comenzó a rodearle. Jesús aprovechó para enseñarles. La multitud no fue un obstáculo para que Jesús individualizara y llamara a quien sería uno de sus seguidores inmediatos. I. El llamado de Dios implica dejar. 1. Dejar una vida de pecado y mala fama (v. 16). 2. Dejar de recaudar tesoros terrenales y empezar a recaudar tesoros celestiales (v. 14). II. El llamado de Dios exige obediencia. 1. Obedecer la voz de Dios aunque no lo entendamos todo (v. 14). 2. Obedecer la voz de Dios sin postergaciones (v. 14). III. El llamado de Dios demanda seguimiento. 1. Seguir a Jesús requiere levantarse y andar tras sus pisadas (v. 14; ver 1 Jn. 2:6). 2. Seguir a Jesús requiere una entrega total (ver Luc. 5:28). Conclusión: Este relato no menciona muchos detalles, apenas se da el nombre: ―Leví, hijo de Alfeo‖. Sin embargo, no importa cuál sea el nombre; puede ser Leví, Juan, María; puede ser mi nombre, o quizás el suyo. En definitiva lo que cuenta es que Dios nos está llamando. Hoy también se escucha su voz diciéndonos: ―Sígueme‖.

De la misma forma que el cambio de escena de la mesa de tributos a la mesa en la casa de Leví acontece sin aviso, ahora encontramos a escribas presenciando la comida en casa de Leví. Esta es la única ocasión en Marcos en la que los escribas son presentados como parte de la secta de los fariseos. Sin duda no eran parte de los invitados, pues compartir mesa con aquellos que reciben la consideración de pecadores les haría entrar en estado de impureza. Por tanto, a pesar de lo inverosímil de la situación, cabe deducir que estuvieron espiando a Jesús, posiblemente desde la sanación del paralítico (2:1–12).

La crítica que proyectan los escribas sobre Jesús con su pregunta se plantea a dos niveles diferentes. Uno se relacionaba con la pureza ritual. Comer con pecadores era entrar en contacto con gente impura y, por tanto, entrar en estado de impureza también. Otro era el relacionado con cuestiones de honor y estatus. Compartir la mesa era una práctica en la antigüedad que expresaba identificación entre los comensales. Jesús aceptaba y se identificaba con gentes que eran consideradas marginales por los líderes religiosos de su tiempo, creando una situación escandalosa e inaceptable para estos. La respuesta de Jesús no está exenta de ironía. Si bien su llamamiento a predicar la proximidad del reino de Dios era para todos, ante el rechazo evidente de los escribas a su predicación, so pretexto de sentirse distintos y mejores que aquellos con los que Jesús confraterniza, Jesús afirma que él había venido a sanar a enfermos y pecadores, y no para tratar a sanos y justos. Aplicar el término justo (díkaios1342) a los escribas no es un reconocimiento de su adecuada relación con Dios y, por tanto, de su no necesidad del ministerio de Jesús. Es una aceptación tácita del rechazo por parte de los escribas. Si ellos no le aceptan, pues se consideran a sí mismos como justos, Jesús se dedicará a los que le necesitan. Queda sin definir a qué llama Jesús a los pecadores. El contenido del ministerio de Jesús es el reino de Dios, que se ha acercado y hecho accesible por medio del arrepentimiento y la fe (cf. 1:15). Recientemente se ha argumentado que el escándalo de la actitud de Jesús residía no en que ofreciera fraternidad a pecadores, sino que lo hiciera sin necesidad de arrepentimiento. Esta es una deducción errónea. El pecador es comparado al enfermo que necesita sanidad del médico. Jesús restaura la salud espiritual de aquellos que reconocen su enfermedad. El resultado es un cambio de vida que es testimonio del arrepentimiento. El conflicto puede centrarse en el hecho de que Jesús reconoce y acepta el arrepentimiento de pecadores sin que estos cumplan los requisitos rituales exigidos por la ley. Por eso, mientras que para Jesús estos ya han sido perdonados de sus pecados, para los líderes religiosos del momento aún son pecadores. El conflicto con los fariseos, tras la discusión sobre el tema del arrepentimiento y la comida con pecadores, se traslada ahora a otras prácticas judías como son el ayuno y el sábado. Enfermedades terminales La medicina moderna ha desarrollado una gran variedad de especialidades en el campo de la salud. Una meta común de los investigadores es abatir las enfermedades llamadas terminales. Ninguna persona inteligente que tenga alguna enfermedad despreciaría estos servicios por creer que la asistencia médica es solo para enfermos terminales. En el campo espiritual, creemos que solo los ―grandes pecadores‖ necesitan de Dios. Pero Dios dice: ―No hay justo ni aun uno‖ (Rom. 3:10). Por esa razón, todos necesitamos del gran Médico.

(3) Preguntas sobre el ayuno, 2:18–22 La práctica del ayuno era habitual entre los judíos, conforme a la ley de Moisés que establecía un día anual de ayuno (cf. Lev. 16:29–31; 23:26–32), el Yom kippur o Día de la Expiación. Parece que en el periodo postexílico se observaban habitualmente otros días de ayuno (cf. Zac. 8:19). También se practicaba ayuno voluntario en señal de contrición, como muestra de arrepentimiento ante Dios por algún pecado cometido. Frente a esto, grupos dentro del judaísmo tenían sus propias prácticas del ayuno, como los esenios o los discípulos de Juan el Bautista, o los fariseos que practicaban ayuno dos veces por semana (cf. Luc. 18:12) como muestra de una más estricta observancia de la ley. No se especifica quienes son los que presentan la objeción a Jesús respecto del no ayuno por parte de sus discípulos, dado que la referencia a los discípulos de Juan y a los fariseos es realizada en tercera persona, tomándolos como referencia para el contraste con los discípulos de Jesús. La pregunta, aunque afecta al comportamiento de los discípulos, es dirigida a Jesús, pues se entendía que el maestro respondía del comportamiento de los discípulos. La respuesta de Jesús es en forma de pregunta, conforme a la costumbre judía. Y es conforme a esta misma tradición que Jesús articula su respuesta, pues era aceptado que los participantes en una boda quedaban liberados de la observancia de determinadas normas religiosas so pretexto de que estas eran incompatibles con el carácter festivo y gozoso de una boda.

La comparación de la situación presente de Jesús y sus discípulos con la de un novio (numfíos3566) en el momento de su boda pretende señalar el tiempo presente como un tiempo de gozo y celebración por la cercanía del reino, comparado también con una boda (cf. Mat. 22:1–14; 25:1–13; Apoc. 19:7–9). Más aun, el énfasis recae en la presencia del novio, en este caso de Jesús, motivo de gozo y eximente, por tanto, del ayuno. La alegría vinculada a la presencia del reino y de Jesús no se manifiesta con ayuno sino con celebración y comida, como sucedió en la reacción de Leví tras su encuentro con Jesús, al que ofreció un banquete (v. 15). Dado que muchos de los ayunos practicados por estos grupos de judíos celosos estaban destinados a adelantar el escatón, la respuesta de Jesús afirma que la era mesiánica esperada ya se ha iniciado en medio de ellos. A pesar de la disculpa de sus discípulos por no ayunar, Jesús no rechaza la práctica del ayuno, que prevé observarán también sus seguidores (cf. v. 20), y cuya continuidad queda atestiguada en la propia práctica de la iglesia primitiva (cf. Hech. 13:3; 14:23; 2 Cor. 6:5; 11:27). Pero esto sucederá en el futuro, cuando lleguen esos días (sentido escatológico) en los que Jesús ya no esté físicamente con ellos. Se adelanta un tema central en Marcos como es el de la cruz. Llegará el día que el novio será quitado (apáiro522), aunque en este punto de la narración de Marcos, la referencia es aún encubierta. La expresión no implica una acción violenta pero, en contraste con el gozo provocado por la presencia del novio, su ausencia será, pues, motivo de tristeza y ayuno. Volviendo a la cuestión planteada sobre por qué sus discípulos no ayunan, Jesús abunda en la comparación entre lo viejo y lo nuevo, con referencia contrastada entre la espera de la llegada del reino de Dios (lo viejo) y su presencia actual (lo nuevo). Con la venida de Jesús, da comienzo una nueva realidad marcada por la presencia del reino de Dios que irrumpe de manera poderosa, por lo que no puede ser contenido por las formas religiosas y sociales existentes. De la misma forma que una tela nueva sobre vestido viejo lo rasga o el vino nuevo sobre odres viejos los rompe (régnumi4486), la nueva realidad del gobierno de Dios sobre la tierra no es compatible a los modelos sociales y religiosos existentes. La afirmación es, pues, confirmación de la llegada de un nuevo orden, de una nueva era que superará y substituirá, finalmente, la existente. La parábola de la tela nueva y el vestido viejo indica el cambio que se produce con la llegada del gobierno escatológico de Dios (cf. Heb. 1:10–12); la parábola del vino y los odres viejos apunta al cumplimiento de la promesa escatológica. En el relato de Juan de las bodas de Caná (Juan 2:1–12), Jesús transforma el agua, vinculada a los ritos de purificación, en vino, símbolo de la presencia mesiánica (cf. Jer. 31:12; Amós 9:13, 14; Ose. 14:7). Desde la perspectiva de esta nueva realidad, es posible comprender los conflictos que Jesús va a tener con los líderes religiosos de su tiempo, que actúan como representantes del viejo orden que ha de ser substituido por el nuevo orden escatológico que Jesús representa. Jesús trae una nueva realidad. La implicación de este contraste hace que el ministerio de Jesús colisione con la perspectiva de su tiempo, no solo en la esfera de lo religioso sino también de lo social. Jesús recibe entre sus discípulos a personas provenientes de los sectores marginales de la sociedad, sin exigirles la observancia de muchos de los preceptos religiosos establecidos, como han sido hasta ahora los relacionados con el ayuno, los ritos de pureza y el arrepentimiento. La venida del reino de Dios es tiempo nuevo de celebración y gozo. Jesús invita a sus oyentes a reconocer esto con alegría y esperanza en el futuro de Dios, presente y accesible en su ministerio. Es un tiempo de contraste de experiencias y percepciones entre Jesús y líderes religiosos. (4) Jesús: Señor del sábado, 2:23–28 Marcos continúa presentando el ministerio de Jesús en relación a sus conflictos con los fariseos. El formato en esta ocasión mantiene elementos comunes con el anterior, pues es la acción de los discípulos la que provoca la reacción de los fariseos en forma de pregunta dirigida a Jesús, que aparece junto a sus discípulos atravesando los sembrados. La expresión jodon poiein significa ―hacer un camino‖, lo cual se ha interpretado de manera simbólica, indicando que los discípulos hacen camino para Jesús, preparan el camino del Señor (cf. 1:3). Los discípulos arrancaban espigas en el día de reposo (sábbaton4521), mientras caminaban por los sembrados, lo cual era considerado por la ley judía como trabajo y, por lo tanto, algo prohibido en el día de reposo (cf. Éxo. 34:21). Cabría pensar que también pudieran estar infringiendo el límite de cuánto estaba permitido caminar en el día de reposo. Sin embargo, el conflicto en la narración se establece por el hecho de recoger el grano. La aparición de los fariseos en la escena ha suscitado dudas acerca de la autenticidad de la historia, por dos motivos. Uno, porque parece artificial que cada vez que Jesús supuestamente infringe la ley, ahí están los

fariseos para constatarlo; otro, porque se cuestiona el hecho de que en el día de reposo los fariseos se desplazaran a los campos de trigo. Pero hay constatación en textos antiguos judíos de grupos de rabinos que se reunían en el campo en el día de reposo, por lo que tampoco habría de ser algo inverosímil que los fariseos replicaran una situación igual. Trabajos prohibidos en sábado Los rabinos habían confeccionado una lista de 39 trabajos prohibidos en sábado. A su vez, de cada uno de estos trabajos había una lista de seis casos que contemplaban las distintas posibilidades. Así la siega estaba prohibida y entre los casos estaba la tarea de arrancar, que fue lo que los discípulos hicieron.

La pregunta que hacen los fariseos a Jesús es relativa a lo que hacen sus discípulos, que no consideran lícito en el día de reposo. Una vez más (cf. v. 18), la pregunta la dirigen al maestro, según la costumbre entonces, al que consideraban responsable de las acciones de sus discípulos. Jesús también responde con una pregunta (cf. v. 19) en la que cita las Escrituras, con la pretensión de ofrecer un precedente que contrarreste la crítica de los fariseos. La pregunta es de carácter retórico, pues no cabe pensar que los fariseos nunca hubieran leído el pasaje (cf. 1 Sam. 21:1–6), en el que se narra la historia en la que David pide cinco panes al sacerdote Ajimelec (según Marcos el sacerdote era Abiatar, hijo de Ajimelec), que solo tiene para ofrecerle pan sagrado. Eran doce los panes ofrecidos semanalmente a Dios, que se cambiaban cada día de reposo y que tras ser retirados estaban reservados para los sacerdotes (Lev. 24:5–9); cinco de ellos fueron entregados a David. Si bien la comparación entre las dos historias, y entre la versión de la historia de David en el Antiguo Testamento y cómo la recuenta Marcos, no es necesariamente equiparable, el elemento importante en la comparación no es que Jesús identifique a sus discípulos con los acompañantes de David, sino que él mismo se está identificando con David, en lo que algunos autores han querido ver una sutil alusión mesiánica (cf. 12:35–37). Semillero homilético ¿Qué lugar ocupa la ley? 2:23–28 Introducción: Con bastante asiduidad el cristiano corre el riesgo de caer en un mero legalismo. Si bien Jesús no vino a abolir la ley, el peligro está no en el cumplimiento de la ley sino en asumir actitudes de un legalismo extremo. A la luz de este pasaje consideremos el lugar que ocupa la ley en el nuevo pacto. I. La ley está subordinada a la vida. 1. La ley como carga (v. 24). 2. La ley como ayuda (1 Sam. 21:1–6). II. La ley está al servicio del hombre. 1. La liberación convertida en prisión (Deut. 5:15). 2. El hombre como medida de la ley (v. 27). III. La ley está bajo la soberanía del Señor. 1. Cristo recupera la intención original de la ley (Lev. 24:1–9). 2. Cristo cumple la finalidad de la ley (v. 28). Conclusión: El plan de Dios al establecer la ley era ayudar al hombre para que viva una vida abundante. Sin embargo, cuando el hombre reduce la ley a una mera producción de apariencias externas, no tan solo restringe su libertad y se priva de la felicidad, sino que también cambia y frustra la voluntad divina. Jesús es el Señor de la ley porque la cumplió trayéndole al hombre vida en abundancia.

Sin duda, el argumento de Jesús no convenció a los fariseos que, conocedores de la argumentación rabínica, no aceptarían una hagadá (texto no jurídico) como fundamento de una halajá (texto jurídico). Dios no debe nada ―El observante de la absolutidad de la ley busca la salvación en la observancia escrupulosa y minuciosa de la ley; a tal punto que se convierte así en un medio de autoliberación y autoafirmación. Esto es porque creen que el Dios justo es deudor de una recompensa a la observancia legalista y farisaica de la norma, y así ya no queda confiado a la gracia de Dios. Ya no recibe de Dios su liberación‖. A. Pronzato

Jesús establece aquí un claro orden de prioridades: el día de reposo fue dado para facilitar la relación de la criatura con el Creador, así como de proveer descanso a todos los que trabajan (cf. Deut. 5:14, 15). Por tanto, no es un fin en sí mismo sino un medio divino para bendecir la relación de la humanidad con Dios y consigo misma. Jesús rechaza una observancia legalista de los mandatos divinos. No está, Jesús, justificando infringir la ley sino el hecho de que las Escrituras recogen, y por tanto legitiman, una acción tan singular como la realizada por David, por el hecho de quién era. Sería difícil de justificar una interpretación de este pasaje fundamentada en que una infracción justifica otra. Lo que aquí sucede es que Jesús, el Hijo del Hombre, está indicando su autoridad como Señor del día de reposo. Joya bíblica Así que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado (2:28). Ilustración selecta Entre los rabinos hay un viejo dicho que asegura que si los judíos llegasen a cumplir por lo menos dos veces el sábado, el reino de Dios vendría. Lo llamativo de este dicho es que proviene de un ambiente legalista. Uno que ha rechazado la venida del Señor de la ley, de aquel que a causa de nuestra impotencia vino a regalarnos la salvación.

(5) El hombre de la mano paralizada, 3:1–6 Esta es la última en la serie de controversias que Marcos presenta entre Jesús y los escribas y fariseos. Jesús aparece una vez más en la sinagoga, lugar en el que había enseñado con anterioridad (1:21). En esta ocasión, entre los presentes estaba un hombre con una de sus manos paralizada, seca (xeráino3583). Si bien no hay mención de que su condición significara un riesgo para su vida, esta situación le suponía la incapacidad para el desempeño de una vida normal, es decir, de poder realizar la mayoría de los trabajos que una sociedad agraria ofrecería y, por tanto, ver limitadas sus posibilidades de sustento. La hostilidad hacia Jesús aquí no resulta de una acción puntual de este sino que Marcos la presenta como efecto de encuentros anteriores en los que Jesús ha desafiado, a ojos de los fariseos, la interpretación y aplicación de la ley. Por ello le están acechando (parateréo3906). Aquí Marcos puede estar haciendo un juego de palabras pues el mismo vocablo aquí referido a cómo observan los fariseos a Jesús se usa también para indicar la observancia de los ritos y festividades religiosas (cf. Gál. 4:10), vinculando así su acecho al cumplimiento o no por parte de Jesús del día de reposo. El propósito de todo esto era encontrar la ocasión para acusar a Jesús de quebrantar la ley de Moisés respecto del día de reposo, infracción que, en la teoría aunque no en la práctica habitual, se penalizaba con la muerte (cf. Éxo. 31:15). Sin mediar ninguna interacción ni comunicación previa entre ellos, Jesús se dirige al hombre y le pide que se ponga en pie, en medio (mésos3319), donde todos le puedan ver. Es una nueva acción de Jesús que contrasta con el carácter secreto que en otros momentos quiere dar a sus acciones (cf. 1:26, 34, 44).

Jesús vuelve a mostrar su capacidad para conocer el pensamiento de los fariseos (cf. 2:8) y les lanza una pregunta sobre la licitud de hacer bien o mal, de dar vida o quitarla, en el día de reposo. Sin duda, es toda una provocación de Jesús, pues en la historia anterior se planteó un conflicto respecto del día de reposo, y ahora, en una sinagoga, Jesús confronta a los fariseos sobre su interpretación del mismo. La cuestión que Jesús plantea suscita diversos planteamientos. En primer lugar, cabe pensar que la sanación del hombre podría haber esperado unas horas, y así se evitaba infringir el día de reposo y el conflicto con los fariseos. La ley reconocía excepciones en las cuales se podría sanar el día de reposo, pero siempre en situaciones en las que peligre la vida de la persona, lo cual no es el caso aquí. Es evidente que junto con la sanidad del hombre con la mano paralizada, Jesús pretende transmitir otras enseñanzas a los que están con él. Sorprendentemente, los fariseos guardan silencio. Probablemente porque si respondían positivamente, parecería que relajan la observancia del día de reposo; pero si respondían negativamente, estarían afirmando que es lícito hacer el mal y quitar la vida. Además, su silencio suponía una humillación para ellos, pues el ámbito público en el que tiene lugar la pregunta de Jesús supone un reto a su honor y credibilidad. Semillero homilético Parálisis 3:1–16 Introducción: El diccionario define parálisis como la ―privación o disminución considerable de la sensibilidad y del movimiento voluntario‖. El relato nos cuenta de un hombre que tenía la mano paralizada; es probable que este hombre careciera de fuerzas y de una irrigación sanguínea adecuada. El énfasis de la narración está enfocado en la parálisis de la lengua y del corazón, que caracterizaron la actitud farisaica, y no tanto en la parálisis de la mano enferma. La insensibilidad del corazón los privó de respuestas e inmovilizó sus corazones para amar. I. La parálisis de la mano. 1. La necesidad de ser sanado (v. 1). 2. La dificultad del día para ser sanado (v. 2). 3. La bendición de ser sanado (v. 5). II. La parálisis de la lengua. 1. El silencio de los expertos legalistas (v. 4). 2. El silencio de la falta de amor (v. 4). 3. El silencio ―escuchado‖ por Jesús (v. 5). III. La parálisis del corazón. 1. El corazón duro provoca el enojo divino (v. 5). 2. El corazón duro nos conduce a seguir pecando (v. 6). 3. El corazón duro nos aleja más de Dios (v. 7). Conclusión: A lo largo del Evangelio vemos a Jesús sanando todo tipo de enfermedades, la sanidad de la mano paralizada fue una más. Sin embargo, Jesús no pudo sanar a aquellos que no desearon ser sanados. El relato empezó con la aparición de un enfermo, quien finalmente fue sanado, y finalizó con la revelación de la enfermedad de los fariseos y herodianos, quienes no desearon ser sanados.

Jesús reacciona con enojo a su silencio, pues callaban avergonzados y especulando qué era mejor para sus propios intereses. Este término se relaciona con la ira de Dios contra aquellos que cometen injusticia. Más aun, Jesús sintió dolor (sullupéo4818) ante la falta de misericordia que su actitud y silencio manifestaban. Marcos define esta actitud como dureza de corazón, una expresión habitual en las Escrituras para indicar la incapacidad o falta de voluntad para entender y aceptar la voluntad de Dios (por ejemplo el Faraón con el pueblo de Israel; cf. Éxo. 7–11) o a Jesús y su ministerio. En este caso, no es incapacidad sino mala intención pues, finalmente, deciden urdir un plan contra Jesús en contubernio con los herodianos. La orden al hombre es tajante por parte de Jesús, que le conmina a estirar su mano seca, la cual queda restaurada por su mandato. El verbo usado para expresar la restauración (apokathístemi600) de la mano aparece en pasivo, lo cual apunta a Dios como causante de la sanación.

El contraste que se establece entre los personajes con quien Jesús interactúa es bastante gráfico. La mano seca del hombre adquiere, por medio de Jesús, el vigor y la vitalidad que le faltaba, mientras que el corazón de los fariseos, un órgano que irriga fuerza y vida, se presenta duro e insensible a la necesidad del hombre y al mensaje de Jesús. Humillados por todo lo sucedido, los fariseos salen rápidamente de la sinagoga y, sorprendentemente, buscan apoyo en los herodianos, a los que no les unía gran afinidad. Sin embargo, en esta ocasión les une un interés común, silenciar a Jesús. Juntos planean destruir (apóllumi622) a Jesús, lo cual se debe interpretar como la acción de matarlo. Lo irónico de esta situación es que aquellos que en defensa del día de reposo condenan a Jesús por ofrecer vida, ahora lo quebrantan urdiendo un complot encaminado a su muerte.

3. Las multitudes siguen a Jesús, 3:7–12 Marcos hace aquí un intervalo en la narración del ministerio de Jesús insertando una reflexión del mismo. No es una narración abreviada de cuanto Jesús ha hecho hasta el momento, sino una descripción resumida de su actividad (conflictos, sanaciones y exorcismos) y el impacto resultante (popularidad y reconocimiento). Es probable que Jesús fuera consciente del peligro que sobre él se cernía, pues dice el texto que busca un lugar al que apartarse, expresión que suele indicar alejarse de un peligro. Tampoco habría que descartar razones adicionales de descanso y de oración. A pesar del intento de buscar un lugar apartado, Jesús fue seguido por una muchedumbre procedente de lugares muy variados. La referencia geográfica es muy amplia en este punto, pues incluye tierras muy diversas y distantes, por lo que cabe deducir que su propósito es el de señalar el amplio alcance del ministerio de Jesús, hasta donde ha llegado su fama. En todos los lugares mencionados habitaban judíos, incluso en Tiro y Sidón. Aunque hay quien plantea la posibilidad de que Marcos esté indicando una incipiente respuesta de gentiles, provenientes de estos últimos lugares, al mensaje de Jesús. Vienen a él gentes de todo lugar, entre las cuales se ha difundido su capacidad como taumaturgo, como sanador. La gente se avalancha sobre Jesús, al punto en que ordena a sus discípulos que tengan siempre una barca preparada para subirse y evitar ser estrujado (thlíbo2346) por cuantos venían a él. Otra acepción del término es oprimir o afligir, habitual en alusión a contextos de persecución, especialmente al final de los tiempos (cf. 1 Tes. 3:4; 2 Tes. 1:6, 7), pero sería excesivo interpretar la intención del pasaje como una alusión a la persecución de la iglesia en los últimos días. Es previsible que la actitud de Jesús se deba entender como la de evitar ser aclamado por la gente porque tiene una percepción equívoca de su persona y su ministerio. Vienen a él como resultado de haber sanado a muchos, pero eso no era el fin último de su llamamiento sino la proclamación del reino. Los que venían a Jesús son descritos como teniendo plagas (mástix3148), concretamente ―azotes‖, lo cual refleja la antigua creencia de que las enfermedades eran castigos infligidos por los dioses. Estos enfermos tenían el convencimiento de que con tan solo tocar a Jesús quedarían sanos de sus dolencias (cf. 6:56), por lo que dado su gran número e intención de tocarle caían (epipípto1968) literalmente sobre Jesús. Además de venir a Jesús los enfermos, también se le acercan los endemoniados. Jesús ya había mostrado su poder como exorcista (1:23–26). Así, los espíritus, que aparecen en control de aquellos poseídos pues hablan por ellos, se postraban (prospípto4363) ante Jesús, no en señal de adoración sino de humillación, reconociendo la superioridad de este (cf. 1:24). Declaran que Jesús es el Hijo de Dios, confesión pública que hasta este momento solo había realizado Dios en el bautismo de Jesús (1:11). La exclamación de los demonios no puede interpretarse como muestra de favor hacia Jesús, sino todo lo contrario, es un grito de frustración e impotencia. Es el reconocimiento del poder superior de Jesús sobre Satanás, fruto de su filiación divina. De nuevo, Jesús reprende (epitimáo2008), manda callar a los demonios (cf. 1:25, 34), tras mostrar estos un claro conocimiento de quién es él. Jesús quiere evitar, por un lado, que sean los demonios los que le den a conocer y, por otro, evitar que la gente relacione su identidad tan solo con sus milagros y exorcismos. Aún es necesario desarrollar su ministerio de proclamación y enseñanza, y sobre todo la cruz y la resurrección, para poder entender plenamente su identidad y ministerio entre los hombres. Desafío y confianza 13:9–13

Al formar parrte del grupo de seguidores de Jesús, vendrán grandes retos y prubas a la vida de los discípulos. Juicios, azotes, testificar ante autoridades, predicar el evangelio entre las naciones, la familia se volverá uno contra el otro, los odiarán solo por ser seguidores de Cristo. Pero tendrán recursos para salir victoriosos, confianza en la intervención del Espíritu Santo en los momentos difíciles, y tendrán así la fuerza de llegar hasta el fin a experimentar la salvación. Ser discípulo de Cristo tiene un precio.

4. Respuestas a Jesús, 3:13–35 (1) Elección de los doce apóstoles, 3:13–19 El escenario en el que se desarrolla la acción de esta historia cambia respecto del anterior. Jesús aparece en un monte o montaña. Hay toda una tradición respecto de los montes como lugares de especial revelación y comunicación con Dios, como sucedió con Moisés (cf. Éxo. 19:24–34) y Elías. Era la ocasión de recluirse a un lugar tranquilo y apartado para afrontar un momento importante en su ministerio, la elección de sus colaboradores más cercanos. Marcos relata que Jesús llamó a sí (proskaleitai autos) a los que él quiso. No cabe duda que esta extraña expresión revela un profundo énfasis teológico, pues presenta a Jesús con la iniciativa y autoridad divina de llamar por sí mismo y bajo su autoridad, a semejanza del llamamiento de Dios a Israel (cf. Deut. 7:6–8; Isa. 41:8–10). Hay autores que plantean dos momentos en este proceso. El primero sería el de Jesús retirándose a la montaña, acompañado de un grupo amplio de discípulos, y el segundo sería la elección, de entre este grupo más amplio de discípulos, de doce de ellos que pasarían a ser sus colaboradores más cercanos e íntimos. La respuesta de los escogidos por Jesús es correspondida en la misma manera que otros discípulos (cf. 1:18, 20; 2:14), abandonando sus quehaceres cotidianos y siguiendo a Jesús. La elección de Marcos del verbo para describir la acción de los llamados por Jesús apunta a algo más que un mero ir a él. Van a Jesús separándose, dejando atrás lo que es su vida hasta el momento. Fueron doce los llamados por Jesús. El testimonio de diferentes manuscritos respecto del hecho de que estos doce fueran llamados apóstoles (apóstolos652) es diverso. Unos lo incluyen y otros no, lo cual es probable que apunte a una asimilación por parte de los copistas de la versión de Lucas (Luc. 6:13). El hecho de que fueran doce los elegidos por Jesús refleja la importante influencia de la tradición judía, que apunta a las doce tribus de Israel, de manera especial a su restauración escatológica (cf. Eze. 45:8). Las características o cualidades que habrán de evidenciar los doce han sido hasta ahora evidencia del ministerio de Jesús: predicar (1:38; 1:39; 2:2) y echar fuera demonios (1:21–28; 1:34; 1:39; 3:11, 12), lo que a su vez es evidencia de la presencia de la nueva era escatológica que se inaugura con el ministerio de Jesús (1:14, 15) y que los discípulos continúan. La autoridad con la que los discípulos predican y expulsan demonios es consecuencia de su vinculación con Jesús. Parten de Jesús y son enviados por él, aunque no es hasta 6:7 que la acción comienza. Probablemente, Jesús quiere dedicar un tiempo para preparar y formar a los escogidos para la tarea. La mención de los nombres de los doce discípulos escogidos se introduce con una expresión que puede parecer redundante, pues ya ha sido usada en el v. 14, pero su función aquí puede servir para retomar el tema central del relato. Los tres primeros nombres aparecen en lo que podría reconocerse como un orden jerárquico. En primer lugar, Simón, seguido de Jacobo y Juan. Andrés, hermano de Simón, será mencionado a continuación de ellos y su figura parece diluirse en la tradición cristiana posterior, a la sombra de su hermano. De hecho, necesita ser identificado como hermano de Pedro (cf. 1:16). Estos tres primeros apóstoles mencionados reciben sobrenombres por parte de Jesús: Simón será Pedro y Jacobo y Juan serán Boanerges, hijos del trueno. No se sabe por qué Jesús decide estos sobrenombres. Ya en el Antiguo Testamento encontramos ejemplo de cambio de nombre tras la elección o llamamiento divino (cf. Isa. 45:4). Probablemente, dado el rol de liderazgo que Simón va a realizar dentro del grupo, y la perspectiva escatológica que impregna la concepción de los doce, la idea de identificarlo con una roca pueda estar vinculada a una posible comparación con el patriarca Abraham, también presentado como una roca o piedra (cf. Isa. 51:1, 2) o a la dureza de su carácter, Simón el rocoso.

Después, el apodo se convertirá en nombre. Del sobrenombre para Jacobo y Juan, no hay una idea clara de su por qué; cabría aventurar un reconocimiento de su carácter impulsivo (cf. 9:38; 10:35–40). Estos tres aparecerán como figuras destacadas en la iglesia primitiva (cf. Gál. 2:9). El resto de los apóstoles serán citados sin mayor comentario, salvo en el caso de que aparezcan dos con el mismo nombre, lo cual requería mencionarlos para distinguirlos: Jacobo, que era hijo de Alfeo, y Simón en cananita o zelote (cf. Luc. 6:15). Caso aparte es el de Judas, que ya es introducido como el traidor en el grupo, el que entregó (paradídomi3860) a Jesús. En este caso, la connotación es negativa, implicando traición, aunque en otros casos la entrega sea una expresión positiva de la acción divina (cf. Rom. 5:21) o del propio Jesús quien se entregó a sí mismo por nosotros (cf. Gál. 2:20; Ef. 5:2, 25). Hay autores que han vinculado a Simón y a Judas como parte del grupo nacionalista radical de los zelotes, pues traducen Iscariote como sicario o asesino, pero es probable que en su procedencia del arameo signifique ―el falso‖ u ―hombre de falsedad‖. Semillero homilético Cuando el Señor llama hay que responder 3:13–19 Introducción: Hay una realidad ineludible y es que Jesús nos llama a seguirle y a servirle. A veces no lo oímos porque nuestra vida está sintonizada en otra dirección y no hemos ―encendido‖ nuestro interior; tenemos las ―baterías espirituales‖ descargadas porque nos hemos desconectado de la corriente que provee la verdadera vida. El llamado sigue vigente y solamente hay que captarlo. Él sigue llamando. I. El Señor lo llama. 1. El Señor lo llama porque lo quiere (v. 13). 2. El Señor lo llama porque ve lo que puede llegar a ser (v. 16, Simón convertido en Pedro). 3. El Señor lo llama para constituirlo en un ministerio (v. 14). 4. El Señor lo llama y lo forma para el ministerio (v. 14, ―estar con él‖). 5. El Señor lo llama para enviarlo a predicar (v. 14). II. Usted responde. 1. Aceptando su llamado (v. 13). 2. Permitiendo ser transformado (v. 16). 3. Cumpliendo la misión de predicar (v. 14). 4. Decidiendo estar con él (v. 14). 5. Luchando contra el mal en el poder de Dios (v. 15). Conclusión: Existe un Dios que lo llama y una comunidad necesitada. ¡Su respuesta es importante para que en el mundo se cumpla otra vocación realizada!

(2) Por quién echa Jesús fuera demonios, 3:20–30 Después de haber elegido a los doce que habrían de formar su círculo de colaboradores, Jesús se dirige de la montaña a una casa cuya ubicación no se indica. Es probable que fuera en Nazaret, porque Marcos afirma que la noticia de la presencia de Jesús llega a oídos de los suyos, que seguidamente aparecen en escena. Dado que la expresión no se refiere a sus discípulos, que ya están con él, los suyos alude con toda seguridad a los familiares de Jesús. Además, en el v. 31 se menciona a la madre y hermanos de Jesús como aquellos que pretendían llevarlo con ellos. Algunos autores creen, sin embargo, que la casa es la de Simón y Andrés en Capernaúm (cf. 1:29), la única mencionada hasta el momento en Marcos, lo cual llevaría a pensar que la familia de Jesús se desplazó desde Nazaret para rescatarle pues estaba fuera de sí (exístemi1839). En concreto, la expresión usada para describir la intención de la familia apunta a una acción de fuerza, prenderlo, que en ocasiones se traduce por arrestar (kratéo2902). Marcos relata que la multitud se agolpa alrededor de Jesús y sus apóstoles con tal intensidad que no les dejan tiempo ni para comer, en lo que se podría definir como una búsqueda positiva de su poder. Por otro lado, la familia de Jesús le busca para llevarle a casa, lo cual tiene una connotación negativa pues suponen que ha perdido la razón. El pasaje no justifica qué les lleva a pensar de esta manera. Quizá interpretan su popularidad

como producto de su locura. La implicación del pasaje para los lectores de Marcos señala la incomprensión por parte de la familia ante el seguimiento de Jesús, incluso la necesidad de romper con ella por esta causa (cf. 1:16–20; 10:23–31). Este es el precio que cualquier discípulo de Jesús habrá de pagar, la ruptura con la familia por causa del evangelio y la incomprensión por parte de esta (cf. Jer. 12:6). El propio Jesús experimenta y da ejemplo de esa realidad, lo cual pone perspectiva a la experiencia de los cristianos que padecen lo mismo. Los escribas hacen aparición en la escena acusando a Jesús de estar poseído por los demonios, pues en la antigüedad se atribuía la locura a algún tipo de posesión demoníaca. Además, un criterio para reconocer si un milagro provenía de Dios o era una manifestación demoníaca era si este llevaba al cumplimiento y correcta observancia de la ley o no. En el caso de Jesús, los conflictos previos respecto de la observancia del día de reposo (2:23–28; 3:1–6) o el ayuno (2:18–22) le hacían sospechoso de vulnerar los preceptos de la ley. Resulta interesante que los escribas, igual que los demonios que expulsa en sus exorcismos, reconocen implícitamente el poder de Jesús para obrar prodigios, pues lo que aquí se cuestiona es la procedencia de ese poder. Marcos ya dejó entrever que la popularidad de Jesús ya había llegado a Jerusalén (cf. 3:8), por lo que no sorprende del todo que aparezcan en este relato escribas provenientes de esa ciudad, situación que se repetirá más adelante, acompañados de algunos fariseos (7:1). En ambos casos, el carácter hostil de la venida de estos escribas (y fariseos) desde Jerusalén está marcada por la impresión negativa que en este Evangelio se ofrece de dicha ciudad, pues es el lugar en el que Jesús será rechazado, torturado y muerto (cf. 10:32, 33). La acusación, pues, contra Jesús es que obra sus milagros bajo la influencia del poder de Beelzebul, de Satanás. El significado de ese nombre para Satán, atendiendo a su etimología y al uso veterotestamentario, sería ―señor de la casa‖, con la implicación aquí de que Satanás sea señor del mundo (cf. 3:25, 27; Mat. 10:25). El evangelista Juan, por ejemplo, lo denomina príncipe de este mundo (Juan 12:31). La lógica, pues, de los escribas es que Jesús actúa bajo el poder de Satanás para realizar sus milagros. La respuesta de Jesús se expresa en términos cuasi judiciales; los cita (proskaléo4341) a reunirse con él; ahí, les habla por medio de parábolas. Popularmente, se han interpretado las parábolas como pequeñas narraciones extraídas de la vida cotidiana que todos podrían entender. Sin embargo, en Marcos se encuentra muestra de todo lo contrario. Las parábolas resultan relatos enigmáticos, complicados de comprender, que necesitan ser aclarados, como también sucede en las parábolas de la Septuaginta y la literatura apocalíptica judía. El propio Marcos reconoce en 4:11, 12 que el misterio divino, que es revelado por Jesús a los suyos, es velado en parábolas a los que no creen. ¿En qué consiste la dificultad? Principalmente, no el propio relato parabólico sino en la ausencia de fe en los que escuchan. Es como decir que para los que no quieren creer, ni aun la explicación más sencilla despierta en ellos la fe, por lo que no hay excusa para ellos. Por ello, en estas parábolas, como en otras en este Evangelio (cf. 4:1–9; 7:14–17; 12:1–12), encontramos dos aspectos destacados; por un lado, la defensa de la autoridad de Jesús y, por otro, el rechazo por parte de la gente. La parábola se introduce con una pregunta que apunta a la realidad de que los exorcismos son obra de Dios, puesto que lo contrario supondría la irracionalidad de Satanás actuando contra sí mismo. El desarrollo de la parábola abunda en la tensión que plantea la acusación de los escribas contra Jesús. Para ello Jesús recurre a dos instituciones fundamentales en la construcción del mundo grecorromano, el reino, como representación del Estado, y la casa, como expresión nuclear de este. Si Satanás lucha contra sí mismo, es como si un reino (basiléia932) lucha intestinamente, resultando en una guerra civil que provoca su destrucción. La idea subyacente es que el mundo no está sin dominio, pues el gobierno de Satanás es una realidad presente. Es con la venida del reino de Dios en Jesús que surge el conflicto, pues viene a derrotar a Satanás y liberar al mundo de su dominio maligno. Igualmente, una casa (óikos3624) o familia que lucha entre sí está destinada a su desaparición. No se debe interpretar el término casa como edificio, sino que más bien apunta al concepto de una familia cuyos miembros se enfrentan entre sí. Por tanto, la lógica que Jesús presenta en sus comparaciones es que Satanás no actúa contra sí mismo, pues supondría su autodestrucción. Por ello, Jesús no actúa como un demente ni expulsa fuera demonios por su dependencia del poder de Satanás. Pecado imperdonable ―El pecado contra el Espíritu Santo es imperdonable no porque sea más grave que los demás, sino porque incluye en sí mismo el rechazo del perdón, excluyendo la postura de fe y de

conversión‖. R. Fabris

De hecho, lo que realmente está sucediendo es que el poder de Jesús y sus exorcismos apuntan a una dependencia de Dios que se manifiesta superior al poder de Satanás. El reino de Dios está haciendo presencia en el mundo con poder. Esto lo ilustra Jesús con la parábola del hombre fuerte. Sorprende que Jesús use como comparación de sí mismo a un ladrón que entra en casa de un hombre fuerte a robar, tras maniatarlo. Este es un buen ejemplo que debe recordar al lector la importancia de un buen criterio interpretativo, así como la necesidad de no forzar una excesiva alegorización de las parábolas. La enseñanza que el texto resalta es la del poder de Jesús, superior a cualquier otro, incluido el de Satanás, por más que se presente como el dueño de la casa (cf. v. 22). Esto queda resaltado por el uso por parte de Marcos de la doble negación: nadie puede (cf. v. 27) que refuerza la imposibilidad de encontrar un poder superior al de Jesús. La presencia del reino de Dios en Jesús supone la derrota de Satanás, cuya plasmación en el texto es que le serán saqueados sus bienes y su casa (óikos3624). Es decir, el tiempo de la derrota final de Satanás ha llegado; su casa —el mundo— le será arrebatada, así como sus bienes (figurativamente, aquellos bajo su poder) (cf. Isa. 49:24–26). Esto es posible por la acción del Espíritu Santo que dirige a Jesús (cf. 1:12, 13) y por medio del cual es poderoso para derrotar a Satanás. De ahí que, una vez finalizadas las parábolas, Jesús lanza una advertencia contra los que cuestionan su procedencia y autoridad divina, advirtiendo de la blasfemia (blasfemía988) contra el Espíritu Santo. Jesús revierte la acusación recibida sobre los que le acusan y les advierte del pecado que cometen al no reconocer en él la presencia del poder de Dios actuando contra Satanás. La advertencia es introducida con la expresión amén légo jumín, reconocida como propia en el estilo de Jesús y que resulta sintomática de la autoridad con la que habla por sí mismo, algo sin precedente en la literatura judía contemporánea. El estilo de la advertencia es habitual en el judaísmo, expresándose en primer lugar la máxima general (todos los pecados y las blasfemias serán perdonados) para, luego, expresar la excepción (pero blasfemar contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás). Igualmente, los judíos contemporáneos de Jesús estaban familiarizados con la existencia de pecados que no alcanzarían perdón. En concreto, el rechazo al pacto de Dios era un pecado imperdonable, lo cual no carece de lógica. Perdonar el rechazo del pacto sería como obligar a pertenecer al pueblo de Dios en contra de la propia voluntad. De igual manera, tan solo la negación de Jesús como el Hijo de Dios es el único pecado que no recibe perdón, puesto que supone el rechazo a su realidad y propósito; nadie entra al reino de Dios contra su propia voluntad. En el contexto de Marcos, la blasfemia se identifica con el rechazo al poder de Jesús como proveniente de Dios, por lo cual se rechaza la realidad del reino de Dios que vino a traer. El efecto de esa blasfemia tiene consecuencias eternas, aunque el texto no excluye la posibilidad de arrepentimiento y, por tanto, de una posterior restauración. La advertencia afecta a los hijos de los hombres, expresión que Marcos presenta en plural (Mat. 12:32 y Luc. 12:10 lo hacen en singular), significando cualquier persona, en distinción del uso en singular, ―Hijo del Hombre‖, que señala a la persona de Jesús (ver 2:10). Marcos concluye la presentación del conflicto acerca de la raíz del poder de Jesús recordando la acusación vertida contra él: tiene espíritu inmundo. Posiblemente, la función de este recordatorio sea la de concretar la advertencia proferida de que no habrá perdón para el que niega que Jesús es el Mesías de Dios, en aquellos que pronunciaron la acusación, los escribas (v. 22). Una vez más, el fondo de la cuestión afecta al concepto de la autoridad de Jesús. Desestimar su persona y ministerio supone negar su realidad como Mesías de Dios. Esa es la blasfemia contra el Espíritu Santo, no reconocer quién es Jesús ni la procedencia de su poder. (3) La familia de Jesús, 3:31–35 La familia de Jesús aparece nuevamente (v. 21) en escena. En esta ocasión la referencia es más precisa, pues el evangelista hace mención de que son la madre y los hermanos de Jesús los que le buscan. El término empleado para mencionar a los hermanos (adelfós80) de Jesús indica claramente su sentido más directo, aquellos que con Jesús comparten a María y José como padres, por más que el sentido teológico solo permita que sean medio hermanos, pues José solo era padre putativo de Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo. Pero hay quienes plantean como lectura alternativa ―hermanastros‖ o ―primos‖. La primera opción presupone que José tuviera otros hijos, previos a su matrimonio con María, de lo cual no hay evidencia textual que lo justifique. La

segunda opción se opone a la riqueza propia del idioma griego que tiene un término preciso para primo, anepsiós431. Jesús tenía otros hermanos, de los que incluso conocemos sus nombres (cf. Mat. 13:55). Parte del error proviene de ordenar equívocamente los énfasis teológicos en los relatos sobre el nacimiento de Jesús. Las lecturas mariológicas de los mismos yerran al hacer de la virginidad de María el énfasis central del relato, que pasa de ser un medio de Dios a un fin en sí mismo que, por tanto, se debe mantener. Sin embargo, los relatos del nacimiento de Jesús mencionan la virginidad de María como realidad subsidiaria al énfasis principal de la historia: la naturaleza divina de Jesús, quien nació hombre pero fue concebido por obra del Espíritu Santo, afirmándose también así su naturaleza divina. Tal y como lo ha expresado la fe cristiana desde el principio, Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. De hecho, la Biblia dice que María y José no tuvieron relaciones sexuales sino hasta que Jesús nació (Mat. 1:25), consecuencia de lo cual Jesús es el primogénito (Luc. 2:7) de varios hermanos. Los hermanos y la madre de Jesús le hacen llamar. Es importante prestar atención a la ubicación física de los personajes, y en esta ocasión, los familiares de Jesús esperan afuera (éxo1854), frente aquellos que, por ejemplo, se agolpan dentro de la casa para estar con él (cf. 2:4), En un caso y otro, la imagen apunta a la cercanía o afinidad con el ministerio de Jesús. De hecho, sus familiares ya han expresado anteriormente que lo perciben fuera de sí (v. 21). Por tanto, el pasaje presenta a escribas y familiares de Jesús como incapaces de reconocer su ministerio. La petición llega hasta los que están sentados junto a Jesús, que le reiteran la demanda; su familia le espera afuera. La respuesta de Jesús a la exigencia de su familia demanda una reinterpretación de los lazos familiares, que evidencian la radicalidad del seguimiento del reino de Dios. Frente a la petición de su familia, que lo encuentra fuera de sí y que pretenden que sea Jesús quien vaya a ellos, él pregunta quién es su madre y quiénes sus hermanos. Resulta cuestionable la interpretación de las palabras de Jesús como un rechazo frontal a cualquier relación sanguínea. Lo que Jesús hace es plantear las nuevas prioridades de sus discípulos así como una nueva concepción de la familia. Son los que están junto a Jesús a los que él define como su madre y sus hermanos. Una cercanía que se debe interpretar como evidencia de identificación con la persona y ministerio de Jesús. Se acercan a Jesús atraídos por su poder y predicación del reino de Dios. Esos son sus verdaderos familiares, sobre el criterio de la obediencia a Dios y no otro. En la realidad de la comunidad lectora de Marcos, es probable que ya hayan experimentado rechazo de parte de sus familias por causa del evangelio. Es ahí donde el discípulo de Jesús tiene que establecer sus prioridades, no permitiendo que ni aun la familia sea un estorbo o impedimento para seguir a Jesús. El precio pagado por esa decisión de fidelidad y obediencia al llamamiento divino no queda sin recompensa (cf. 10:29, 30). El creyente encuentra en otros creyentes, en la comunidad de fe, la auténtica familia que no impide sino que apoya la decisión de seguir a Jesús.

5. Parábolas del reino de Dios, 4:1–34 (1) Parábola del sembrador, 4:1–9 El ministerio de Jesús ha sido presentado como un ministerio de predicación, enseñanza, sanidad y exorcismo. Poco ha sido presentado acerca de la enseñanza de Jesús, por lo que este capítulo 4 va a ser una presentación amplia del contenido de su enseñanza. Marcos introduce esta sección acerca de la enseñanza de Jesús en un momento en el que su popularidad es creciente. Ya no es solo una multitud la que se junta con Jesús, sino una muy grande (polús4183). El motivo de esto queda enfatizado en dos ocasiones en el hecho de que Jesús vuelve a enseñar (didásko1321) y de que les comparte su enseñanza. Esto sucede junto al mar, lugar ya habitual para el ministerio de Jesús (cf. 1:16; 2:13; 3:7). Era tal la aglomeración de gente junto a Jesús que ahora sí tiene que subirse a la barca que tenía preparada (cf. 3:9) para evitar que la gente le aplastara. La escena presenta la avidez con la que la gente busca a Jesús en que una vez que este se embarca, la multitud se acerca a él cuanto puede, sentándose en la orilla para escuchar sus enseñanzas. Joya bíblica Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, este es mi hermano, mi hermana y mi

madre (3:35).

La imagen de Jesús enseñando junto al mar evoca la presentada en el Salmo 29, en la que Dios despliega su poder y su dominio sobre todo lo creado, lo cual apunta al contenido de la enseñanza de Jesús en esta sección. Ser cristiano Alguien con mucho humor dijo que el nacer en una cochera no nos hace automóviles; de igual manera nacer en una familia cristiana no nos hace cristianos (ver Juan 1:12, 13).

Marcos afirma que Jesús les enseña sobre muchas cosas, lo cual va a hacer por medio de parábolas. El término parábola (parabolé3850) se refiere a relatos breves e ilustrativos que buscan crear un impacto en la audiencia, retándola a replantear su situación respecto del tema propuesto de una forma nueva. Usa de analogías que requieren que el orador y el lector compartan un mismo lenguaje y sentir; es decir, requiere una sintonía entre ambos, por lo que el efecto de la parábola dependerá en gran manera en la disposición del oyente y su cercanía con quien pronuncia la parábola. De ahí que en los vv. 23, 24 se conmine a cuidar cómo se oyen las mismas. Jesús llama la atención de aquellos que se congregan para escucharle, reclamando su atención con un imperativo: ¡Oíd! (akoúo191). Esta demanda refuerza la idea de que el hablar en parábolas no es de fácil asimilación, sino que requiere plena atención de la audiencia dado su carácter enigmático. No se debe descartar la confusión que en un primer momento causa en la audiencia este tipo de lenguaje, la cual se refleja también en los propios discípulos (v. 10). La escena de la vida cotidiana que Jesús usa en esta parábola es la de un sembrador que sale a echar la semilla en el campo, imagen conocida para sus lectores propia de una sociedad eminentemente agraria. La magistral descripción que Jesús va a hacer de los diferentes suelos en los que cae la semilla representa los distintos tipos de respuestas que recibe la predicación de Jesús sobre el reino de Dios. Es un reflejo de cuanto ya ha estado sucediendo. Una parte de la semilla sembrada cae junto al camino. No cabe pensar en una acción intencional o del sembrador sino más bien en que, por ejemplo, un camino atravesara el campo de siembra. Estas semillas quedan al alcance de las aves las cuales se las comen. Otra parte de las semillas sembradas caen en zona pedregosa. Esta es una zona en la que, bajo una fina capa de tierra, abundan los pedruscos que se encuentran a muy poca profundidad. Esa carencia de tierra da como resultado que la semilla brote pero que no desarrolle suficiente raíz como para permanecer. El calor del sol la seca. El texto parece ofrecer una perspectiva algo extraña, como si por el hecho de tener poca tierra y mucha piedra el crecimiento fuera más rápido, inmediato (euthús2117). Esta perspectiva está condicionada por el sentido pretendido en la parábola. Una tercera semilla cae sobre espinos, es decir, sobre tierra donde también hay raíces de espinos, imperceptibles para el sembrador. Las semillas sembradas y los brotes de los espinos crecerán juntos, disputándose el agua y el alimento de la tierra así como la luz, lo cual le impedirá dar fruto, aunque no dice que muera. Finalmente, el relato menciona semillas que caen en buena tierra, lo cual se evidencia por el crecimiento y el fruto que produce de continuo. Las proporciones de crecimiento mencionadas son exageradas, pero no es una presentación extraña, pues algunos textos apocalípticos contemporáneos emplean exageraciones similares para enfatizar el contraste entre la era presente y la venidera. Una vez que ha concluido la parábola, Jesús reitera la invitación a atender a sus palabras que ya profirió al principio (v. 1). Sin embargo, en esta segunda ocasión, el llamamiento a escuchar no es universal, como el primero. Ahora viene mediatizado por la capacidad de ―tener oído‖, lo cual implica que no todos los que han escuchado hablar a Jesús serán capaces de percibir el sentido de sus palabras. Es otra manera de reconocer que

no todos responderán de igual manera al ministerio y llamamiento de Jesús. Además, la frase refleja el hecho de que el significado de la parábola no es claro y directo. Hay quienes interpretan esta expresión como una acción divina en la cual se decide que, en principio, unos han de entender y otros no. Esta idea parece reforzarse en los versículos siguientes, en los que la comprensión de la parábola es la de un misterio revelado arbitrariamente a quienes Dios le place. Sin embargo, el peso de la parábola está en las diferentes respuestas que el mensaje predicado recibe, sin que esto se oponga a la idea de que la revelación del misterio salvífico es una gracia divina. (2) La parábola del sembrador explicada, 4:10–20 Marcos no presenta qué respuesta hay por parte de la audiencia a la parábola del sembrador. En un cambio de escena carente de transición alguna, Jesús aparece en un lugar aparte, fuera ya de la barca desde la que se ha dirigido a la multitud, acompañado ahora únicamente de un grupo alrededor de él —implicando cercanía y afinidad con Jesús, en contraste con los que están fuera (v. 11)— y de los doce, que inquirían acerca del significado de la parábola que acababan de escuchar. Jesús les contesta afirmando que lo que han escuchado es parte del misterio (mustérion3466) del reino de Dios, y estableciendo un contraste entre lo que han escuchado los discípulos y lo que han oído los demás. Lo cierto es que el misterio del reino ha sido revelado a los discípulos por medio de diferentes recursos didácticos, entre otros, la parábola del sembrador, por lo que cabe destacar que, finalmente, es la actitud con la que se recibe a Jesús y sus enseñanzas, la fe, la que se convierte en el criterio para entender y recibir o no el mensaje de Dios. El concepto de misterio apunta a aquello que está escondido, reservado, mantenido en secreto, pero que ahora es revelado por la fe. La idea no es de algo incomprensible o indescifrable en sí mismo, sino que requiere de una condición clave que facilite su manifestación. Nuevamente se establece la diferencia de planos entre la realidad humana presente y la que se ha acercado proveniente de Dios. Para el ser humano es imposible alcanzar a entender y recibir la realidad del reino de Dios, a menos que sea por medio de la fe. Sin fe es imposible entender los misterios de Dios, reservados para los que creen en él. Para aquellos que tienen fe, los misterios del reino de Dios son revelados, pero para los que no creen, todo es confusión. No es que tengan dificultad para entender los sencillos ejemplos que Jesús toma de la vida cotidiana, sino que son incapaces de trascender su significado y comprender así la realidad del reino de Dios que se hace presente en medio de ellos por medio de la vida y ministerio de Jesús. La parábola es, en sí misma, como la semilla del sembrador. Dependiendo de la tierra en la que cae, así es fuente de revelación del propósito de Dios, así es fuente de confusión y rechazo. Por tanto, Jesús no está predicando en parábolas para que quienes oyen no se conviertan (epistrefo1994) ni sean perdonados (afíemi863); la afirmación de Jesús es el reconocimiento implícito de lo que sucede a aquellos que teniendo la oportunidad de escucharle desaprovechan la ocasión para recibir la realidad y efecto del reino de Dios en su vida. Semillero homilético Las parábolas del reino de Dios 4:10–12 Introducción: Hoy en día sabemos que las imágenes se graban fijamente en la memoria de las personas más que los temas abstractos. Jesús utilizó frecuentemente imágenes. Este es un pasaje muy importante para la interpretación del resto de las parábolas. Sobre estos versículos se construyó la teoría de la obstinada incredulidad, según la cual se ve a las parábolas como un velo para ocultar el misterio del reino de Dios a los incrédulos. Sin embargo, las parábolas son ventanas que nos permiten ver con claridad el misterio del reino de Dios, o mejor dicho son espejos que nos reflejan y nos confrontan con el desafío del reino de Dios. I. Las parábolas del reino de Dios no las entiende el que no cree. 1. Viendo no entienden (v. 12). 2. Oyendo no comprenden (v. 12). II. Las parábolas del reino de Dios las entiende el que cree. 1. El que sigue a Jesús (v. 10).

2. Es el que se convierte (v. 12). Conclusión: Las parábolas de Jesús son palabras que aclaran la visión de los que con fe siguen al Maestro. Para quien decide quedarse fuera es un enigma que lo deja perplejo.

La afirmación de que los que no aceptan a Jesús sean identificados como los que están fuera ya ha sido usada por Marcos, cuando plantea que la familia de Jesús, incapaz de comprender por qué Jesús actúa como lo hace y pensando que está fuera de sí (3:21), permanece fuera (3:31, 32), mientras la multitud de sus seguidores se agolpa en la casa para escucharle (1:33; 2:2; 3:20, 32). Jesús continúa hablando a sus discípulos, haciéndoles ahora una pregunta retórica, resultante de la evidente incomprensión de estos. Sin duda, una situación confusa, puesto que Jesús acaba de afirmar que a los discípulos les ha sido revelado el misterio del reino de Dios (v. 11), pero ahora no son capaces de entender esta parábola, cuya comprensión se presenta como clave para entender todas las demás. Esta situación evidencia que la revelación del misterio divino no es una acción puntual y final sino un proceso en el que los discípulos aparecen en constante aprendizaje a lo largo de todo el Evangelio de Marcos. Marcos no identifica al sembrador, pero la descripción de su acción, sembrar, se realiza como algo que sucede de continuo, por lo que el sembrador podría ser tanto Jesús, que ya está sembrando la palabra, como cualquier otro discípulo que se suma a la tarea de la proclamación de la palabra y el mensaje divinos. La interpretación de la parábola se inicia con una alegorización del relato, con la invitación al lector a identificar cada uno de los suelos descritos con personas. Así, la semilla que cae junto al camino es interpretada como la palabra oída por aquellos en los que Satanás hace que se olviden de inmediato de la misma. En la tradición judía se encuentran casos en los que Satanás es representado como disfrazado de pájaro. Dada la inmediatez con que la acción tiene lugar, la semilla no penetra y se pierde. Algunos autores interpretan que esta situación exculpa de responsabilidad a las personas aludidas, ya que la responsabilidad de que la semilla no penetre es fruto de la acción repentina e incapacitante de Satanás. Sin embargo, y sin negar la influencia y poder enajenante del diablo, la predicación de Jesús, en la que se inserta esta parábola, es una invitación a una respuesta responsable. Los de junto al camino, pues, representan a aquellos cuya dureza de corazón no dan opción alguna al mensaje de Cristo en su vida. Hay otros que sí responden positivamente a la semilla sembrada en ellos, y manifiestan una primera y pronta expresión gozosa. Sin duda se sienten atraídos por las enseñanzas y acciones poderosas de Jesús, pero su compromiso y convencimiento es frágil, por lo que el seguimiento es breve. Las tribulaciones provenientes de la oposición y persecución a los discípulos de Jesús por parte de las autoridades hace que desistan en su seguimiento. Otro tipo de personas son las que de buen grado reciben el llamamiento a seguir a Jesús. Llegan a ser discípulos y el texto no indica que abandonan su pertenencia al grupo de seguidores de Jesús. Sin embargo, aparecen como un grupo de discípulos improductivos. En este grupo pesa más la influencia del mundo, tanto que se deja seducir por la atracción de los bienes materiales y la riqueza, afectando su vida y la calidad de su compromiso cristiano. Es destacable el hecho de que la contraposición del seguimiento fructífero de Jesús no es tan solo con la posesión de las riquezas sino incluso con la codicia de las mismas. En ambos casos, la posesión y el deseo de las riquezas ahogan en el discípulo cristiano el efecto de la palabra. Esta se torna estéril, sin el fruto esperado en el discípulo de Jesús. Finalmente, la descripción de las diferentes respuestas que la siembra de la palabra recibe alcanza el punto en el cual la semilla cae en buena tierra y fructifica. La situación descrita hasta ahora presenta diferentes y poderosos factores que se postulan como serias amenazas a la respuesta esperada en la predicación de la palabra: a Satanás y la propia dureza del corazón; oposición y persecución; riqueza y afanes mundanos. Joya bíblica Y aquellos que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno (4:20).

El tiempo verbal cambia en relación a los tres casos previos de suelo mencionados, y ahora aparece en tiempo presente. La implicación es que aquellos que representan la buena tierra se mantienen escuchando de manera activa y continuada. La respuesta que ofrecen a la predicación de la palabra es de total entrega, sin dejarse desviar por el poder de Satanás, la seducción del mundo o las dificultades del discipulado. Esto se hace evidente en la vida de discípulos que dan fruto conforme a la realidad del reino de Dios. La interpretación de esta parábola es compleja y diversa. El contexto escatológico, en el que Marcos sitúa desde un principio el ministerio de Jesús, contribuye a una posible interpretación coherente del relato. Atendiendo al desarrollo de la parábola, se marcan dos tiempos bien diferenciados, por un lado, el tiempo de la siembra, en el que el grano es sembrado generosamente, pero con frecuencia no germina. Esto apuntaría a las diversas respuestas que la predicación de Jesús recibe, con frecuencia dispar y sin fruto visible en muchos casos. Por otro lado, se presenta el tiempo de la cosecha en el que el fruto se recoge abundantemente. Es el resultado final que trae el reino de Dios, que ha llegado con Jesús. La realidad del reino se hace presente en las semillas que dan fruto, por más que haya otra evidencia que parezca negarlo, como las semillas que nunca llegan a germinar. El significado de algunas parábolas era inconfundible, mientras otras requerían una explicación para que se captase su significado (4:13–20). Métodos de sembrar Uno de los métodos más usuales de sembrar era poner una bolsa de semillas sobre un asno. Se hacía un corte sobre una punta de la bolsa y se hacía caminar al asno de un sector al otro del campo que se quería sembrar, mientras las semillas iban cayendo. Parte de esa semilla caía junto a los caminos del campo, los cuales, a causa del caminar de la gente, estaban tan duros que si la semilla caía en ese suelo no penetraba la tierra, y quedaba como alimento para las aves. Otra parte caía sobre la piedra. El terreno de Palestina era en gran parte de tierra caliza cubierto por una fina capa de tierra. La semilla caía y germinaba muy bien, pero como la capa de tierra era muy fina no había espacio para hacer raíces. Otra parte caía sobre espinos. Había sectores donde la tierra tenía espinos. El sembrador cortaba superficialmente los yuyos pero no arrancaba sus raíces, y luego sembraba; al poco tiempo las malezas recuperaban sus fuerzas y ahogaban la semilla. Solo la parte de semilla que caía en buena tierra daba fruto.

(3) Parábola de la lámpara y la medida, 4:21–25 La relación entre la parábola del sembrador y los siguientes dichos de Jesús evidencian un desarrollo en la manifestación de su ministerio. Si en un primer momento Jesús pretende limitar la difusión de su fama, para evitar que la percepción de su ministerio sea confundida con la de un mero taumaturgo, se hace evidente ahora que la realidad del reino que Jesús anuncia no es para permanecer oculta sino conocida por todos. De ahí la conexión entre la parábola del sembrador y los dichos de Jesús que la siguen. La semilla sembrada (ocultada) finalmente da su fruto, se hace visible. El tiempo presente, el tiempo de la siembra, da paso a la nueva era del reino de Dios, visible en el fruto de la predicación de la palabra. Jesús mismo es quien reconoce la visibilidad del reino de Dios. Al comparar la palabra con una lámpara encendida, su propósito inevitable es ser visible y alumbrar a todos los que están en oscuridad. Los ejemplos a los que recurre Jesús son de cotidiana familiaridad, pues una lámpara cumple su función cuando es puesta en un lugar alto para que lo ilumine todo. Lo contrario sería una negación de su naturaleza y propósito, como el hecho de poner una luz en un cajón o debajo de una cama. La expresión que se traduce aquí como cajón (módios3426) puede traducirse también como vasija, tiesto, almud. Debido a su polisemia es difícil concretar el recipiente al que se está aludiendo. Finalmente, la luz prevalece sobre las tinieblas. La realidad del reino de Dios no puede mantenerse oculta, por más que en un principio esa fuera su apariencia. La paradoja del texto estriba en el hecho de que a pesar de los intentos de ocultar la palabra y sus efectos, como resultaba en la parábola del sembrador por causa de Satanás, las tentaciones del mundo o la persecución, lo cierto es que finalmente la luz resplandece en las tinieblas. El propio destino final de Jesús es evidencia de esta realidad. Si por causa de la predicación de la

palabra Jesús es muerto, ocultado en el sepulcro, este no es el destino último pues su muerte da paso a su resurrección, a su manifestación gloriosa e inequívoca. El reino de Dios se hace presente en el ministerio de Jesús. La realidad futura de Dios se ha acercado a la realidad presente en Jesús. En medio de las tinieblas, la luz del futuro de Dios brilla para todos. Las parábolas de Jesús ―Su hablar permanece privado de sentido para el hombre ‗normal‘ y se hace comprensible solo para quien deja que Jesús lo lleve consigo‖. E. Schweizer ―Las parábolas de Jesús no son obras de arte (al menos en primera intención); no quieren tampoco inculcar principios generales. Cada una de ellas fue pronunciada en una situación concreta de la vida de Jesús en circunstancias únicas, a menudo imprevistas. Además, se trata preferentemente de situaciones de lucha; se trata también de justificación, de defensa, de ataque, incluso de desafío. Las parábolas son —no en forma exclusiva, pero sí en gran parte— armas de combate. Cada una de ellas exige una respuesta al instante‖. J. Jeremías

El reto, pues, continúa siendo el de oír la palabra por parte de aquellos que tienen oído. La luz no va a permanecer oculta sino que viene para brillar, para manifestar la realidad futura de Dios. Es necesario oír con fe, si se quiere recibir esa luz. Jesús pasa a matizar qué se debe escuchar, puesto que esto también afecta cómo se debe oír. Para ello, Jesús interpela a sus oyentes con un imperativo a que consideren, literalmente a que vean (blépo991). Posiblemente, la combinación de llamamientos a oír y ver sea una forma de reclamar toda la atención de la persona sin restricciones. La consideración sobre qué deben escuchar se hace en un contexto en el que son muchas y contrarias las voces y llamamientos que cada persona recibe, algunas de ellas conduciendo, incluso, a la confusión en sus seguidores (cf. 13:5, 6, 22, 23). Escuchar el mensaje divino, frente a otras voces, es lo que da fruto. Para ejemplificar esta idea, Jesús alude a una metáfora de medidas, vinculando lo que uno da con lo que uno recibe. No debe entenderse esta parábola como una especie de compensación divina a la acción humana, sino más bien el reconocimiento de la responsabilidad humana en todo este proceso. En la medida que se está dispuesto a escuchar, así se recibirá. Según la atención prestada, así la comprensión. Siguiendo la tradición judía, el justo juicio de Dios tendrá en cuenta la forma de medir humana. De ahí la invitación a poner todos los sentidos en escuchar con fe el mensaje del reino predicado por Jesús. Jesús concluye esta segunda parábola confirmando la reciprocidad ya expresada en la misma. Cuanto más se escucha, más se oye; cuanto menos se escucha, menos se oye. Pero es importante insistir que no es una cuestión mercantil, de comprar el favor divino. En la literatura rabínica encontramos expresiones que aclaran esta idea, ubicándola en el contexto del favor y generosidad divinos, pues afirma que cuando el individuo hace un acercamiento hacia Dios, Dios en su abundante gracia bendice ampliamente ese acto. Por tanto, aquellos que con fe buscan a Dios no serán defraudados, puesto que él dará ampliamente de su gracia a aquellos que le buscan con corazón receptivo. Joya bíblica Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado (4:25).

(4) Parábola del crecimiento de la semilla, 4:26–29 El tercer dicho de Jesús, tras la parábola del sembrador, proviene también del contexto de la siembra. En esta ocasión, el peso de la parábola recae en el misterio del crecimiento, que escapa al control último del agricultor. Es importante señalar que la parábola no pretende ser exhaustiva en todo lo que tiene que ver con la realidad del reino de Dios. Los dos énfasis destacados aquí son, por un lado, la responsabilidad del sembrador de echar la semilla, y, por otro lado, el crecimiento de la misma al margen de la acción del agricultor. Es evidente que se omiten muchas de las acciones propias de un sembrador, relativas al cuidado del crecimiento de

la planta, como por ejemplo regar y abonar. Pero esas son cuestiones que escapan a la enseñanza que en este momento se quiere trasmitir. El reino de Dios, al igual que esa planta, crece fruto de la acción divina. No se puede frenar su crecimiento, así como las tinieblas no podrán mantener oculto lo que finalmente la luz habrá de revelar (cf. v. 22). A pesar de las dificultades presentadas para que la semilla germine, para que el reino de Dios se establezca (Satanás, incredulidad, materialismo, persecución), lo cierto es que el proceso es irreversible. Desde una perspectiva escatológica, el texto introduce dos variables temporales. Por un lado, apunta al momento final en el que llega la siega, es decir, el momento en el que la siembra ha dado su fruto, el reino de Dios se ha establecido. Por otro lado, se menciona el proceso de crecimiento de la semilla como confirmación del avance del reino de Dios, incluso en el momento presente y a pesar de las citadas dificultades. Aun para los propios creyentes puede parecer sorprendente el avance del reino, pero su realidad es constatable para los que miran con fe. Semillero homilético El crecimiento de la iglesia 4:26–29 Introducción: El tema del crecimiento de la iglesia es de gran preocupación hoy en día. Ocupa uno de los lugares principales en la agenda teológica presente. Decenas de libros, encuentros, congresos, conferencias se desarrollan en el mundo sobre este tema. Lamentablemente, muchas de estas cosas están inspiradas en cuestiones sociológicas, en técnicas de venta y cosas por el estilo. Es prudente que consideremos la enseñanza de Jesús sobre el crecimiento. I. El crecimiento de la iglesia requiere el cumplimiento de su misión (v. 26). 1. Nuestra responsabilidad es no esconder el evangelio. 2. Nuestra responsabilidad es cumplir la misión de manera integral. II. El crecimiento de la iglesia es obra de Dios (vv. 27, 28). 1. No se alcanza copiando métodos humanos de crecimiento. 2. El crecimiento lo da Dios (1 Cor. 3:7; Col. 2:19). III. El crecimiento de la iglesia llega a su tiempo (v. 29). 1. El crecimiento viene recién después de hacer nuestra tarea. 2. El crecimiento se recibe y hay que estar preparados (listos para la siega). Conclusión: El crecimiento es obra de Dios. No viene como fruto de nuestros planes o proyectos ni imitando a otras iglesias que crecen. El crecimiento es don de Dios y se recibe cuando cumplimos de manera integral nuestra misión.

Algunos ven en textos como este una prueba del determinismo divino que establece el destino final de las personas. Sin embargo, la acción divina que, sin duda, es fundamental para la salvación humana no exime de su responsabilidad al ser humano. La salvación es una gracia y un milagro divino, pero no exenta de responsabilidad humana. Los creyentes son llamados a cumplir su tarea de sembrar la semilla, de predicar la palabra. El crecimiento es obra y gracia de Dios, su soberanía es inalterable. (5) Parábola del grano de mostaza, 4:30–34 Jesús concluye sus explicaciones de la parábola del sembrador a sus discípulos con la parábola del grano de mostaza, que inicia con una pregunta retórica. ¿A qué parábola se puede asemejar el reino de Dios? En su propia respuesta, Jesús reincide en la temática tratada en la parábola previa, en la aparente invisibilidad inicial del reino de Dios que contrasta con su grandeza final. El grano de mostaza se convierte en la medida visual del reino de Dios en su comienzo. Es una semilla descrita por Jesús como la más pequeña de todas, idea recogida en otros textos judíos. Probablemente la semilla que se cita sea la de la mostaza negra, que puede convertirse en una planta de gran tamaño entre las que se encuentran en un huerto. Su crecimiento es sorprendente, por más que inicialmente sea de tamaño tan reducido. Diferentes autores difieren en la medida final de la planta, que oscila entre uno y cuatro metros de altura. En cualquier caso, la imagen es la de un buen arbusto, con ramas suficientemente grandes y fuertes como para que los pájaros aniden y se posen en ellas. Atendiendo a otros usos veterotestamentarios de la imagen de las aves del

cielo buscando cobijo en las grandes ramas del árbol (cf. Eze. 17:23, 31:6, Dan. 4:20, 21), que simbolizan la creación de grandes reinos e imperios, se infiere que su significado aquí apunta a la inclusión de todas las naciones, de judíos y también gentiles, en el reino escatológico de Dios, resaltando así el carácter universal del propósito divino. Joya bíblica Pero una vez sembrado, crece (4:32).

No solo se destaca aquí la diminuta presencia inicial del reino, sino también la propia percepción que los primeros cristianos tenían de sí mismos, en un tiempo de dificultades y persecución. Si en la parábola del sembrador aparecen más ejemplos de semillas que no llegan a germinar o dar fruto que de semillas que caen en buena tierra y producen fruto, lo cual es reflejo de la difícil implantación del reino de Dios en la tierra, la parábola del grano de mostaza ofrece un contrapunto optimista. Es una connotación de esperanza, pues un inicio modesto no es óbice para un gran final, y los cristianos se saben partícipes de la obra de Dios que ya está en marcha hacia su culminación gloriosa. La conclusión que el narrador ofrece en este punto, tras una serie de cinco parábolas alusivas a la realidad del reino de Dios, es que Jesús recurre a estas como vehículo de su enseñanza, pero que las parábolas tienen que ser explicadas si se quiere alcanzar el propósito de las mismas. Ya se ha mostrado que las parábolas en sí, aunque alusivas a sencillos ejemplos de la vida cotidiana, no son capaces de provocar una misma respuesta en los oyentes. La cuestión no es de ámbito intelectivo. La importancia recae en la actitud del oyente de recibir con fe o no el contenido y consecuencia de la enseñanza de Jesús. La sencillez de las parábolas pone en evidencia las diversas capacidades para oír en aquellos que se acercan a Jesús. Hay quienes oyen pero no entienden, mientras que otros oyen con fe. A estos últimos les es concedido que Jesús les explique aparte, en privado (idios2398), no solo lo referido en las parábolas, sino todo (pás3956) lo concerniente a los misterios del reino de Dios (cf. v. 11).

6. Milagros de Jesús, 4:35–5:43 (1) Jesús calma la tempestad, 4:35–41 El ministerio de Jesús, así como sus enseñanzas dadas en parábolas, muestra, entre otros temas, el poder de Dios para establecer su reino, independiente de las circunstancias adversas que se pudieran concitar. Historias de exorcismos, así como de sanidades han sido evidencia de esta realidad. El relato de Jesús calmando la tempestad ofrece una nueva muestra de ese poder divino. Jesús propone un cambio de escenario, más concretamente un cambio de orilla, por medio de una orden simple, Pasemos al otro lado. Ese otro lado será precisado un poco después (cf. 5:1) como la región de los gadarenos, es decir, tierra de gentiles. El espacio temporal viene definido por dos referencias, el día y el atardecer, dualismos típicos en Marcos. El texto no especifica la razón para ir al otro lado, pero Marcos ya ha presentado a Jesús buscando lugares apartados para descansar de las exigencias de las multitudes, así como para orar. Posiblemente, la dureza de la jornada le motivara a buscar un lugar donde descansar, lo cual explicaría lo profundo de su sueño en la barca. Aunque la información puede resultar confusa en el texto griego acerca de si Jesús estaba aún en la barca o no (cf. v. 1), el v. 10 sirve de clarificación. Allí Jesús parece salir de la barca desde la que enseñaba a la gente para poder reunirse aparte con sus discípulos. Por tanto, ahora Jesús vuelve a la barca para ir a la otra orilla con ellos. En el 1986, dos pescadores de Genesaret (hoy día Ginosar) encontraron en el fondo del mar de Galilea el casco de una embarcación que los expertos consideran similar a la que usaban los pescadores del tiempo de Jesús. Sus medidas eran de 8 metros de largo, por 2 de ancho, por 1.25 de alto, aproximadamente. Junto a la barca en la que se encontraba Jesús aparecen otras embarcaciones que, sin embargo, no desarrollan papel alguno en la historia aquí narrada. Es probable que la intención de esta referencia sea para confirmar el continuo seguimiento de Jesús por parte de la gente.

Tormentas intempestivas eran frecuentes en el mar de Galilea, con fuertes vientos propios de la zona. La escasa altura de la embarcación la hacía muy vulnerable a las altas olas provocadas por la tempestad, lo cual hacía que estuviera a punto de hundirse. El sueño de Jesús evidencia su agotamiento tras una larga jornada de trabajo. Su actitud es también muestra de su tranquilidad y confianza, que contrasta con el temor y falta de fe que manifiestan los discípulos. Estos le interpelan ante su aparente pasividad frente al peligro que les acecha. El poder sobrenatural de Jesús ya se había hecho patente en diferentes momentos, especialmente por medio de sanidades y exorcismos. Jesús ejecuta su poder por medio de su voz, por la cual trasmite autoridad (1:25, 41; 2:5, 11; 3:3, 5). En el judaísmo es Dios quien tiene poder sobre la naturaleza (Sal. 107:29), por lo que la imagen de Jesús ejerciendo control y autoridad sobre el viento y el mar tiene la implicación cristológica de identificarle con Dios mismo. Las órdenes de Jesús se asemejan más a las increpaciones dirigidas a personas, pues manda callar y enmudecer. La orden de Jesús coincide con la dada al espíritu inmundo en Capernaúm (1:25) y pone en perspectiva la historia. Según la tradición judía, detrás de las fuerzas naturales malignas están actuando demonios, por lo que la acción de Jesús corresponde a la de un exorcismo. En uno y otro caso, el poder de Dios actuando por medio de Jesús muestra su superioridad frente al poder de Satanás. El momento de pleno entendimiento por parte de los discípulos acerca de la identidad y ministerio de Jesús aún no había llegado. La presentación que hace Marcos de los discípulos es habitualmente negativa, faltos de fe y de entendimiento, a pesar de ser estos quienes se supone tienen oídos para oír y reciben enseñanza directa acerca de los misterios del reino del propio Jesús. No será hasta el momento de la cruz que los discípulos entenderán plenamente el significado de cuanto están viendo y oyendo. Por eso, después de su acción milagrosa, Jesús se dirige a sus discípulos y les confronta con su falta de fe. El ejemplo de Jesús enfatiza, al menos, dos aspectos propios de la fe esperada en un discípulo. Primero, el discípulo debe imitar a Jesús en su fe. Jesús enseña lo que es la auténtica confianza en Dios, capaz de dar tranquilidad y confianza en cualquier tormenta de la vida. Segundo, el discípulo debe poner su fe en Jesús. Cuando Jesús forma parte de la vida, se debe vivir confiado en su protección y poder para vencer cualquier tormenta que se presente. Semillero homilético El ―sueño de Dios‖ 4:35–41 Introducción: En la vida cristiana hay momentos de oración profunda y de gran clamor que vienen seguidos de la sensación de que Dios está dormido y no escucha nuestros ruegos. Al igual que los discípulos, le gritamos a Dios: ―¿No te importa que perecemos?‖. Yes en esos momentos que uno se pregunta: ¿Por qué Dios se hace esperar? ¿Hay algún propósito en el ―sueño de Dios‖? I. El ―sueño de Dios‖ prueba nuestra vida. 1. La realidad de la tormenta, aunque Jesús esté en la barca (v. 37). 2. La realidad del sufrimiento en la vida cristiana (v. 38). II. El ―sueño de Dios‖ termina en el momento indicado. 1. Él tiene poder para terminar la tormenta (v. 39). 2. Él nunca llega tarde con su bonanza (v. 39). III. El ―sueño de Dios‖ acrecienta nuestra fe. 1. Una fe que crece en su Palabra (v. 35). 2. Una fe que vence el temor (v. 40). IV. El ―sueño de Dios‖ aumenta nuestro conocimiento de él. 1. Una renovada conciencia de su presencia (v. 38). 2. Una renovada conciencia de su divinidad y poder (v. 41). Conclusión: El creyente no está exento de sufrir. Es más, seguir a Jesús es seguir el camino de la cruz. Pero podemos estar seguros de que a pesar del dolor él está vivo. Aunque a veces para nuestro bien él detenga su respuesta y nos parezca dormido, recordemos que él está vivo, es poderoso, nos ama y obra en el momento oportuno (1 Cor. 10:13).

Verdadera liberación ―A quien pasa a nuestro lado, llorando y mendigando esperanza, le decimos la única palabra que tenemos: ‗¡no hay liberación, sino de la muerte; la verdadera liberación es el Mesías viviente y resucitado!‘ ‖. E. Bianchi

¿Quién es este?, se preguntaban los discípulos. Se sienten sobrecogidos ante su autoridad. Todavía no comprenden quién es realmente Jesús. Sin embargo, no pueden más que sentirse sobrecogidos ante el despliegue de poder ante ellos; aun el viento y el mar se someten a él. Jesús evidencia la realidad del mensaje que anuncia; con él, el reino de Dios se ha acercado, la nueva vida que viene a traer se manifiesta con poder de lo alto. Incluso las fuerzas de la naturaleza y del mal se someten a su autoridad. El relato del milagro de la calma de una tempestad presenta a Jesús tomando la iniciativa en la vida de los discípulos, que le siguen incluso en la noche oscura. Seguir a Jesús obedientemente conlleva afrontar tormentas; pero cuando se vive bajo su autoridad y dirección, incluso en la peor tempestad, la autoridad y poder de Jesús para salvar se hacen patentes, y la única respuesta posible es la de imitar su confianza en Dios y poner la fe en él. (2) Jesús sana a un endemoniado, 5:1–20 Jesús llega con sus discípulos a la otra orilla, aunque estos no van a tener una participación activa en el desarrollo de la acción. Desembarcaron en tierra de gadarenos, aunque la ubicación concreta es bastante imprecisa, siendo probable que fuera tierra de los gerasenos. En cualquier caso, ambas poblaciones se encuentran en la región de Decápolis, cuya población era mayoritariamente gentil. En esta ocasión, la acción de Jesús tiene que ver con la aparición de un hombre con espíritu inmundo (akáthartos169) que de manera sorprendente viene a él desde los sepulcros (mneméion3419). Estos sepulcros eran unas cuevas en las montañas que podían ser naturales o fruto del la excavación humana, en las que una persona se podía poner en pie. A veces servían de cobijo a personas sin casa, aunque el hecho de que en ellas se hubieran depositados cadáveres en algún momento las convertía en lugares impuros y, por lo tanto, indeseables por la mayoría de las personas. No sorprende, pues, que alguien con un espíritu inmundo habitase en una de ellas, sumado al hecho de que su condición les hacía vivir apartados del resto de la sociedad. El texto podría estar describiendo a alguien que consulta a los muertos y que está fuera de sí, mentalmente enajenado; de día y de noche deambula por los sepulcros, gritando e hiriéndose. Su fuerza física está por encima de lo normal, tanto que los intentos de los vecinos de controlarle atándole con cadenas resultan fallidos, pues el endemoniado las rompe. Este último elemento resulta bastante gráfico, pues este hombre sufre por causa de ataduras espirituales (poseído por demonios) y físicas (encadenado por sus vecinos). En la descripción del encuentro entre Jesús y el endemoniado el contraste es tan desproporcionado como la misma descripción de este. El mismo que vocifera fuera de sí por los sepulcros, aquel que está fuera del control de sí mismo y de los que le rodean, ahora aparece postrado a los pies de Jesús. La expresión que describe la acción del hombre es ambigua (proskunéo4352), traduciéndose como adoración aunque sería más adecuado pensar en un gesto de respeto o reverencia ante una figura de autoridad. Las propias palabras del endemoniado reflejan un reproche impropio de alguien que está en actitud y posición de adoración. Cabría la opción de reconocer en el gesto del hombre una acción cuerda dentro del conflicto interno que vive entre su propio yo y el demonio que está en él. El hombre dirigió su reproche a Jesús por venir a él. Jesús es percibido en control de la situación y como alguien hostil. El demonio en el hombre sabe quién es Jesús y lo que su poder supone para él. Recurre, una vez más (cf. 1:24), al intento de control sobre Jesús por medio del reconocimiento de su identidad. Aquí lo identifica como Hijo del Dios Altísimo, expresión usada tanto en el contexto del judaísmo de la diáspora como del mundo gentil. La expresión alude al Dios soberano sobre toda la creación (cf. Deut. 32:8; Dan. 4:17), lo cual viene a ser el reconocimiento del poder de Dios en tierra de gentiles; aquí está implícito el reconocimiento adelantado de la derrota del demonio ante la presencia y poder de Jesús. Semillero homilético

Jesús el libertador 5:1–20 Introducción: Este pasaje, en particular el hato de cerdos dominado por los espíritus inmundos y que cae por el despeñadero, presenta algunas dificultades para nuestra mentalidad contemporánea. Sin embargo, este detalle puede hacer que olvidemos el tema central de este relato: un hombre que estaba completamente arruinado es transformado en un ser humano feliz por el poder de Jesús. I. Jesús trae vida a los que viven en sepulcros (v. 15). 1. Jesús lo liberó del que tenía dominio sobre la muerte (Heb. 2:14, 15). 2. Jesús libera a los que viven como muertos en vida. II. Jesús trae libertad a los que viven en cadenas (v. 4). 1. Jesús lo liberó del que tenía engrillada su felicidad (Juan 8:31–47). 2. Jesús libera a los que viven esclavos de pecados y vicios. III. Jesús trae paz a los que viven hiriéndose (v. 5). 1. Jesús lo liberó del que arruinaba su existencia (Juan 10:10). 2. Jesús libera a los que viven angustiados y atormentados. Conclusión: El relato termina diciendo que: ―Él se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él‖ (Mar. 5:20). Si usted se atreve a confiar, también podrá decir las maravillas que Jesús hará en su ser: vida verdadera, libertad y paz.

Sorprende la frase usada por el espíritu inmundo hacia Jesús, conjurándole en nombre de Dios, puesto que es una expresión a usar por el exorcista y no por un endemoniado. Todo contribuye a lo esperpéntico de la escena, así como la petición a Jesús de que no lo atormente. La petición se hace eco del tormento que los demonios sufrirán al final de los tiempos (cf. Apoc. 20:10). Jesús no solo es anticipo del futuro de Dios sino también de su juicio, en el cual el mal será derrotado. De ahí que la petición sería de no ser atormentado antes de tiempo. El narrador de la historia indica que las palabras del demonio a Jesús tienen lugar simultáneamente al mandato de Jesús de salir del hombre. Este mandato se realiza por la autoridad de su palabra, que ordena al espíritu inmundo a salir del hombre. Jesús pregunta el nombre al demonio, mostrando su poder y control sobre él. Esto contrasta con los intentos similares pero fallidos de los demonios (cf. 1:24; 3:7). La respuesta que recibe Jesús es que el demonio se llama Legión, término que usa la milicia romana y que corresponde a una unidad militar compuesta por entre cinco mil a seis mil hombres (dependiendo del momento). Esta cifra no coincide con los dos mil demonios que en el v. 11 se afirma que entraron en los cerdos. La referencia apunta más a la gran cantidad de demonios que estaban en el hombre poseído que a la precisión numérica. Sorprende la petición del espíritu inmundo a Jesús de que le permita permanecer en la región o tierra en la que están, ya que la función del exorcista es la de enviar los demonios que expulsa a lugares apartados de las personas. Esto apunta a la convicción antigua de la territorialidad de los demonios, es decir, que los demonios mantenían su poder en determinados lugares, por lo que enviarlos a otro lugar les quitaría ese poder. Además, otra acepción de tierra sería lugar seco, en contraste, por ejemplo, con el mar. De ser así, la concesión de Jesús evidencia su astucia y el alcance de su poder; no es que pretenda desplazar el mal, sino acabar con él. La petición es la de entrar en un hato de cerdos, animales considerados impuros por los judíos, lo que resalta de manera gráfica el carácter del mal. Poseen a un hombre y lo hacen vivir en los sepulcros y ahora aspiran a continuar en un hato de animales impuros. La petición es evidencia y reconocimiento de su derrota por parte de Jesús, que va a expulsar al espíritu inmundo fuera del hombre, tal y como había sido su mandato (v. 8). Jesús concede la petición del espíritu inmundo, lo cual podría parecer como una cierta victoria por parte de este frente a Jesús, pues consiguen mantenerse en la zona, en un refugio alternativo. Sin embargo, la historia toma un giro inesperado, ya que el hato se precipita al mar por un despeñadero y mueren todos los cerdos. El efecto de esta situación pone en evidencia el carácter destructivo del mal, que lleva a la muerte de los cerdos; pero sobre todo, el poder de Jesús sobre el mal se hace visible, puesto que finalmente los demonios son destruidos sin capacidad para seguir actuando en ningún otro lugar. En Jesús se hace presente la realidad del

reino escatológico de Dios en el cual el mal no tendrá lugar nunca más. El hecho de que el nombre del espíritu inmundo sea un término militar y que este sea derrotado ahogado en las aguas hace eco de la historia de la salida de Israel de Egipto, cuando los ejércitos de faraón se ahogaron en el mar (cf. Éxo. 14:28). La acción de Jesús de permitir al demonio entrar en los cerdos, precipitando así su muerte, es visto hoy como una acción desproporcionada pues conlleva el sacrificio de tantos animales, junto con el gravísimo perjuicio económico a sus dueños. Sin embargo, esta cuestión no aparece reflejada en el texto como tal. La preocupación y miedo que muestran las gentes del lugar es acerca de quién es Jesús y de dónde proviene su poder. La reacción en aquellos que cuidaban los cerdos es de ir a cuantos pueden y contar lo que había pasado. Aquellos que oyen lo contado por los lugareños se sienten atraídos por lo que dicen y van a ver por ellos mismos. Cabría pensar que es una acción de testimonio y proclamación del poder de Dios en Jesús, tal y como había sucedido en los otros milagros, pero la situación es otra. Cuando la gente ve al hombre que anteriormente había estado poseído por un demonio se dejan llevar por el miedo (fobéo5399), probablemente porque no han sido testigos del milagro, lo cual crea en ellos una concepción equivocada de lo sucedido. Hay diferentes interpretaciones acerca de por qué piden a Jesús que se marche de su tierra. Una interpretación tiene que ver con el hecho de que el milagro de Jesús había provocado una gran pérdida a los dueños de los cerdos. Estos habían escuchado de los porqueros tanto el relato del exorcismo del endemoniado como lo acontecido a los cerdos y, posiblemente, consideraron que era mayor el perjuicio sufrido con la muerte de los cerdos que el beneficio de ver al hombre sano. Otra explicación apunta al hecho de no reconocer la autoridad de Jesús como proveniente de parte de Dios sino de Satanás, como ya hicieran los escribas venidos de Jerusalén (3:22). Atendiendo a la secuencia de la narración, esta última interpretación sería más acorde con el orden de lo narrado, pues tan solo han visto al hombre otrora endemoniado ahora tranquilo y en sus cabales. No será hasta que los porqueros narran todo lo acontecido, que los venidos de la ciudad y pueblos colindantes obtengan una descripción completa de lo sucedido, y aun así consideran a Jesús alguien peligroso, por lo que lo quieren fuera de su territorio. El final de la historia de la primera incursión de Jesús en tierra de gentiles revela un fracaso en la respuesta de la gente. Jesús aparece subiéndose a la barca, de regreso. Al contrario de lo sucedido en otros milagros de Jesús (1:28, 33, 37, 45; 2:2, 12; 3:20), aquí las multitudes no parecen maravilladas por lo visto, sino asustadas y deseosas de que Jesús se aleje de ellos. Sin duda estos actúan como los descritos por Jesús al explicar a sus discípulos la parábola del sembrador, pues tienen ojos y no ven (cf. 4:11, 12) Sin embargo, será el hombre exorcizado el que evidencia una respuesta de fe y seguimiento de Jesús, llegando a implorarle que le permita ser uno de sus seguidores. Joya bíblica Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo misericordia de ti (5:19).

La respuesta de Jesús sorprende al hombre que quiere seguirle. Estaba deseoso de ir con él, de ser su discípulo. Sin embargo, Jesús tenía otro plan para este hombre y no le permite entrar en la barca y sumarse al grupo de discípulos que van con él. Le dice que debe ir a su casa, a los suyos, y contarles lo que Dios ha hecho en él. Ninguno de los que le conocía podría negar el cambio en su vida, y esta debería ser la oportunidad para proclamar la realidad del poder y misericordia de Dios. La narración de este milagro concluye con la proclamación por parte del hombre sanado de todo cuanto Jesús había hecho en él y de la recepción positiva de la gente de su testimonio en la región de Decápolis, conjunto de diez ciudades caracterizadas por su cultura helenista. Este es el primer relato que Marcos nos ofrece de la predicación del mensaje del reino de Dios en tierra de gentiles, cuyo impacto y efecto parece duradero, pues más adelante Jesús volverá a la zona encontrando una mejor recepción por parte de la gente (cf. 7:31–37). El relato es una exaltación del poder de Dios en Jesús. Ha mostrado su superioridad al poder de Satanás, cuyos demonios ha derrotado, y su capacidad de sobreponerse al rechazo inicial de la gente, que, finalmente, reconoce maravillada el poder de Dios por medio del testimonio del hombre sanado. El carácter universal del

mensaje de la buena nueva de Dios se manifiesta en su extensión ahora en tierra de gentiles. Todos tendrán acceso a la salvación por la fe en Cristo Jesús. (3) Jesús sana a una mujer, 5:21–34 Jesús regresa en barca a la orilla galilea del mar, congregándose alrededor de él una gran multitud de gente, lo cual contrasta con el rechazo recibido en la tierra de gadarenos. Destaca entre los que se acercan a Jesús un hombre llamado Jairo que es uno de los líderes de la sinagoga. Su función en la sinagoga está vinculada a la adoración comunitaria, de la que es responsable. Su acercamiento a Jesús evidencia que no todo el liderazgo judío se le opone. Es más, Jairo se postró (pipto4098) ante él en un gesto que conforme a la costumbre del tiempo es muestra de reconocimiento del poder y autoridad de Jesús. La acción de Jairo es descrita de manera que contrasta con la actitud de la gente de Gadara. Si estos se corresponden con los que tienen ojos y no ven, Jairo es presentado viendo (eídon1492) a Jesús y, consecuentemente, postrándose a sus pies. La petición que Jairo presenta con insistencia (polús4183) a Jesús no es como líder religioso sino como padre. Le suplica a favor de su hija que está agonizando. La niña es de corta edad (thugátrion2365), más adelante se dirá que tiene doce años (v. 42). En la petición de Jairo se reconocen tres elementos: primero, la urgencia de la situación, pues ruega a Jesús que vaya con él; segundo, la petición de que ponga las manos sobre ella, un gesto habitual en los relatos de curaciones; tercero, la confianza de que la niña será salva, que vivirá gracias a la acción y poder de Jesús. El término griego para definir la sanidad de la niña es sódzo4982, salvar. La connotación inicial del término es la de rescatar de un peligro, en este caso de una enfermedad. Sin embargo, su sanidad se enmarca en una realidad más amplia en el propósito divino, pues su recuperación es evidencia del poder de Dios sobre la enfermedad, el dolor y la muerte, ya que la niña estaba muerta (v. 35) cuando Jesús la encontró. La presencia del reino de Dios en Jesús acerca la nueva realidad escatológica en la que aun la muerte será derrotada con poder. Destaca poderosamente la actitud de Jairo, que se acerca a Jesús con determinación, sin preocuparse por su estatus social (es un líder social y religioso pero se postra ante Jesús) y con una gran fe que le hace estar convencido de que el Señor tiene poder para sanar a su hijita. Jesús reacciona ante la súplica de Jairo y accede a ir a su casa. La multitud que se ha agrupado a la orilla alrededor de Jesús, le acompaña a casa de Jairo, apretujándole. Este hecho prepara la escena para la situación que Marcos relata a continuación, y que irrumpe en medio de la historia de la sanidad de la hija de Jairo. Marcos pasa a describir la situación de una mujer con flujo de sangre, lo cual es una descripción imprecisa desde un punto de vista médico, pero que provoca en ella una serie de consecuencias que el texto narra y que crean en el lector una imagen clara de su estado. Era una dolencia que sufría desde hacía doce años, que la había llevado a someterse a todo tipo de tratamientos médicos sin resultado, que la había arruinado económicamente y cuya situación era cada vez peor. Para las gentes de su sociedad, la mujer estaba en constante estado de impureza (cf. Lev. 15:25), lo cual la hace, además del propio padecimiento de la enfermedad, vivir en un estado de relativo distanciamiento social. Semillero homilético Una mujer en la multitud 5:21–34 Introducción: Se calculaba que para el año 2010, casi el 80 por ciento de la población de América Latina viviría en grandes ciudades. En medio de la multitud, el ser humano pierde su propio valor y pasa a ser una pieza más en medio de una gran maquinaria. Sin embargo, esto no es así para Dios. Para él cada uno es importante. En este pasaje vemos como en medio de la multitud que le seguía y lo apretujaba, Jesús busca reconocer a una mujer. Aun en medio de una multitud que lo apretujaba, la única persona que existía para Jesús era esa mujer necesitada. Dios se interesó personalmente en ella. Dios se interesa personalmente por mi vida para darme una salvación integral. I. Una mujer enferma. 1. La enfermedad: menstruación permanente y dolorosa (v. 25). 2. El fracaso de la ciencia: los médicos no la curaron (v. 26).

3. El dinero perdido: iba de mal en peor (v. 26). II. Una mujer sanada. 1. La importancia del testimonio: le hablaron de Jesús (v. 27). 2. La importancia de la fe: pensó que sería sanada (v. 28). 3. La importancia de la voluntad de Dios: curada por el poder divino (v. 30). III. Una mujer salvada. 1. La humillación demostrada: se postró delante de Jesús (v. 33). 2. La fe necesaria; ―tu fe te ha salvado‖ (v. 34). 3. La salvación integral: espiritual y física (v. 34). Conclusión: Todos, absolutamente todos, hemos padecido por años una enfermedad. Se trata de una enfermedad que ningún médico de este mundo puede sanar. Es una enfermedad que no puede ser curada con todo el dinero del mundo. Esa enfermedad es nuestra separación de Dios. Cuando nos humillamos y arrepentimos de nuestros pecados y ponemos nuestra fe en Jesús, él trae a nuestra vida una salvación integral.

Es inevitable reconocer el contraste entre Jairo y esta mujer enferma. Mientras Jairo es un hombre importante en la sociedad, líder religioso, económicamente desahogado, socialmente aceptado, ve a Jesús; la mujer, por su parte, es anónima, excluida por su impureza de la celebración religiosa, arruinada y apartada de una vida social normal, por lo que tan solo oye de Jesús. No es menos importante el hecho de que es mujer, en una sociedad donde estas son consideradas inferiores frente a los hombres. Pero tienen algo en común, una enfermedad y la esperanza cierta de que en Jesús está la sanidad, la salvación. La mujer enferma aparece como paradigma del seguidor ideal de Jesús, pues ha oído de él, de su poder para sanar, y va a él. La fe de la mujer la hace asumir un riesgo grande, pues se mezcla entre la multitud que normalmente evita, se acerca a Jesús y le toca. Así lo narra Marcos, en una exteriorización del pensamiento de la mujer, convencida de que tocar el manto de Jesús será suficiente para obrar el milagro. Su gesto evidencia la creencia de que hombres santos estaban investidos de poder y que, por tanto, Jesús estaba lleno de poder para sanar; sería suficiente con tocarle para recibir la sanidad. Era esa una convicción generalizada (cf. 6:56) y antigua (2 Rey. 13:20, 21). Sin duda está convencida también de la misericordia y aceptación de Jesús, pues dado su estado de impureza se arriesga al reproche y rechazo de este, pues tocarle supondría trasmitirle su impureza ritual. La mujer parece mostrar su consideración hacia Jesús al tocar solo su manto y no tocarle a él, pues existía la creencia de que la impureza transmitida era menor si solo se entraba en contacto con la ropa y no con parte alguna del cuerpo, aunque el efecto final era el mismo. Dos planos necesarios ―La ciencia camina en un plano horizontal; la fe no progresa solamente de manera horizontal sino también en sentido vertical, en dirección hacia Dios‖. J. Grau

El resultado del contacto de la mujer con Jesús es inmediato. El flujo de sangre que la ha acompañado y atormentado por doce años desaparece al instante (euthús2117), algo que tanto la mujer como Jesús perciben. La mujer siente en su cuerpo la detención de su flujo constante, que es descrito como un azote, una plaga en ella (mástix3148). Jesús, por su parte, siente que había salido poder (dúnamis1411) de él, lo que le lleva a preguntar quién le ha tocado el manto. En vez de pasar la impureza de la mujer a Jesús, es el poder de este el que pasa a ella. Los discípulos de Jesús reaccionan a su pregunta con sorpresa, pues la multitud se agolpaba sobre él. Su actitud de incomprensión ante la pregunta de Jesús concuerda con la presentación habitual de estos en Marcos, pues aún no alcanzan a entender la naturaleza y alcance del ministerio de Jesús. Responden a Jesús atónitos, pues no comprenden la naturaleza de la pregunta, que refleja un discernimiento sobrenatural del que carecen los discípulos. Jesús ignora a sus discípulos y dirige su mirada a la multitud, entre la cual está la persona que le ha tocado. Se plantea la cuestión de cómo Jesús es capaz de percibir que sale de él poder pero no de reconocer entre la

multitud a quien le ha tocado. La mujer que ya se marchaba, no puede eludir la pregunta de Jesús, que despierta en ella miedo y temblor. Pensaba que probablemente le reprocharía su acción, pues era una mujer impura, que al tocarle le hacía impuro a él también. Jesús confronta a la mujer consigo misma y con sus miedos, lo cual provoca una respuesta positiva, pues esta se postra ante él, en un gesto que recuerda al de Jairo, que se postró a los pies de Jesús reconociendo su poder y autoridad. Pero la mención de temor y temblor en la reacción de la mujer no es tan solo una descripción de un estado emocional, sino también de reconocimiento de quién está ante ella. En las tradiciones judías, la presencia de Dios provocaba temor y temblor, así como la realidad de su salvación (cf. Fil. 2:12). Por tanto, la mujer se postra ante y le confiesa toda la verdad (alétheia225). Jesús se dirige a la mujer con términos afectivos, tranquilizándola de sus temores. La trata de hija (thugáter2364), aunque no conste que sea de su familia o más joven que Jesús. Esta es la única ocasión en los Evangelios en que Jesús se dirige a alguien de esa manera. La intención es la de calmar y hacer sentir que la mujer se sienta acogida. Hay quienes interpretan que es un reflejo y anticipo de la nueva familia en la que se constituye la comunidad de seguidores de Jesús. El gesto de la mujer es interpretado por Jesús como una acción de fe y no como algo supersticioso. Es la fe de la mujer, declara Jesús, la que la ha salvado. Fe que debe ser entendida como confianza en Jesús, como reconocimiento de su poder, más que un conjunto de creencias o credos. Aunque la escena es de sanidad, puesto que la mujer ha sido sanada de su dolencia física, Jesús afirma que su fe también la ha salvado. Una vez que desaparece el flujo de sangre, su estado de impureza queda anulado, lo cual la restaura para la vida en comunidad, no solo la comunidad social sino la del reino. En la tradición sinóptica queda establecido un orden claro, en el que la fe precede al milagro y no al revés. Jesús reconoce ser un profeta sin honra en su propia tierra, pues no pudo realizar muchos milagros entre sus conciudadanos por causa de la falta de fe de estos (cf. 6:1–6). La vinculación entre la fe y la salvación es propia de la tradición cristiana, que posteriormente vinculará con el bautismo. Finalmente, Jesús declara a la mujer limpia y la envía en paz (eiréne1515), concepto este último que en la tradición judía va más allá de ser un saludo o despedida, e implica un deseo de bendición y bienestar, vinculado aquí a la nueva realidad del reino que Jesús representa. (4) Jesús resucita a la hija de Jairo, 5:35–43 La escena de la sanación de la mujer con flujo de sangre surge como una intrusión en la historia de la petición a Jesús por parte de un principal de la sinagoga de que sane a su hija. De hecho, mientras Jesús atiende a la mujer enferma, llegan noticias de casa de Jairo informándole de la muerte de su hija. Aunque en esta ocasión la espera no ha sido deliberada, la historia tiene ciertas semejanzas con la historia de Lázaro (Juan 11:1–44), que está enfermo cuando se da aviso a Jesús, pero que muere antes de que este llegue, aunque Jesús dice que no ha muerto, sino que duerme. Sorprende la actitud que asumen los que traen la mala noticia de la muerte de la niña, pues expresan que no es necesario seguir molestando al Maestro (didáskalos1320). Es dudoso que expresan más preocupación por Jesús que por Jairo, por lo que cabe pensar que el tratamiento puede ser sarcástico o burlesco, lo cual coincidiría con las burlas que posteriormente Jesús va a recibir en casa de Jairo (v. 40). Jesús no le da oportunidad a Jairo de que reaccione, e ignorando (parakóuo3878) las palabras de los que vienen de casa este último, tomó la iniciativa en la acción. Algunas versiones traducen la actitud de Jesús como de oír lo que dicen a Jairo, una de las acepciones posibles del término, pero su uso habitual en las Escrituras es de ignorar. Jesús ignora, desoye, las palabras que anuncian la muerte de la niña, e invita a Jairo a no temer, a tener fe. Más aun, el tiempo verbal sugiere que Jesús pide a Jairo que siga creyendo, que no pierda esa fe inicial que le llevó a los pies de Jesús, confiándole la salud de su hija. Joya bíblica No temas; solo cree (5:36).

La multitud que se agolpa alrededor de Jesús continúa presente, por lo que da instrucciones para que no le sigan a casa de Jairo, salvo a tres de sus discípulos más cercanos, Pedro, Jacobo y Juan. Más allá del elemento

práctico de que no cabrían muchos en la estancia donde se encontraba la niña, es costumbre en Jesús, en determinados momentos de su ministerio, hacerse acompañar de un número reducido de sus discípulos (el monte de la transfiguración, 9:2–13; la reflexión acerca del fin, previa a la pasión, 13:3–37; la oración en el huerto de Getsemaní, 14:33–42). La determinación de Jesús contrasta con la desesperación evidente en casa de Jairo, que se hace patente en alboroto, llanto y lamento. Marcos dice que Jesús vio esto, singularizando en él la iniciativa y peso de la acción, por más que la escena era evidente a cuantos iban con él. El origen de todo este alboroto está en las plañideras profesionales, que acostumbraban a estar en cualquier funeral, más que en la propia familia, ya que Jesús expulsa a las plañideras pero hace que la familia vaya con él al lugar donde se encuentra la niña (v. 40). El texto afirma que Jesús entró al lugar en la casa donde se encontraba la niña, lo cual es muestra de que la casa de Jairo era de alguien de buena posición económica, pues lo habitual era que las casas constaran de una sola habitación donde dormía toda la familia. Jesús parece sorprenderse por todo el alboroto y lamento en el lugar, puesto que no corresponde a la realidad tal y como él la ve. En la literatura judía, y también en el NT, era habitual encontrar referencias al sueño como metáfora de la muerte. Probablemente, la actitud de Jesús debe comprenderse como la representación del poder de la vida que él trae, frente a la muerte que derrota. Jesús es el único que no ve a la niña muerta, e invita a los que están con él a compartir la misma esperanza, la misma fe. Frente al sarcasmo de los que anunciaron a Jairo la muerte de su hija, pidiendo que no se moleste más al Maestro, y las burlas de cuantos le escucharon afirmar que la niña dormía, Jesús va a hacer evidente, una vez más, el poder que posee de parte Dios sobre el mal, e incluso sobre la muerte. Prejuicios y fe Los prejuicios son las razones de los tontos. Voltaire En todos existe la posibilidad de apoderarse de ese gran tesoro que es la fe, porque en su germen ella viene contigo al mundo. Gutiérrez Marín

Jesús, atendiendo la petición inicial del padre (v. 23), pone su mano sobre la de la niña para darle la orden de levantarse. Es habitual en Jesús que por medio del mandato de su voz se produzca el milagro. En esta ocasión, el evangelista recoge la orden de Jesús en arameo, su idioma materno y de comunicación habitual. Posiblemente, la intención de recoger estas palabras en arameo sea para mantener la tensión y misterio de la escena sobre sus lectores. Hay quien argumenta que era frecuente en otros textos antiguos que el taumaturgo pronunciara algunas palabras secretas antes de realizar el milagro, pero no parece ser el caso aquí, más allá del mencionado efecto escénico sobre los lectores (cf. 7:34). Evidentemente, este es un recurso meramente literario, para una audiencia greco parlante, puesto que cuantos estaban con Jesús hablaban arameo como él. Jesús le dice a la niña unas palabras nada mágicas o misteriosas en sí mismas, pues talita, cumi es la mera orden a la niña de que se levante, por más que el milagro refleja la vuelta a la vida de esta. El poder reside pues en Jesús, y no en fórmulas mágicas secretas. La niña se levanta de inmediato, al mandato de la voz de Jesús, y camina, situación que contrasta con la estupefacción de los que presencian el milagro. Marcos nos dice que la niña tiene doce años, cifra que coincide con los años de sufrimiento de la mujer con flujo de sangre (v. 25), probablemente una manera más de vincular los dos relatos, en los que el poder de salvación de Jesús se ha puesto de manifiesto como resultado de la fe en el poder de Dios para sanar y dar vida. La petición última de Jesús es la de mantener lo sucedido en secreto. Si la historia de la hija de Jairo sirve como un tipo de la resurrección de Jesús, el momento es aún inadecuado en el ministerio de Jesús. Aún es mucha la incomprensión hacia su naturaleza y ministerio, incluso entre los propios discípulos. No será hasta la propia resurrección de Jesús que todos los misterios del reino serán revelados. Finalmente, Jesús manda que se dé de comer a la niña, lo cual confirma su plena recuperación. Frente al poder destructor de la muerte, Jesús trae vida.

Desde la perspectiva escatológica en la que se enmarca el ministerio de Jesús, el presente tiene que ser visto desde la realidad del futuro de Dios. Por tanto, la muerte no resulta ser el final de la vida, pues la fe en Jesús culmina en la certeza de la vida eterna. Para ello es necesaria la fe en Jesús, por más que esta pueda ser motivo de burla. Es la esperanza de la vida sobre la muerte. Costumbre oriental para dar el pésame Según la costumbre oriental, de manera inmediata a la muerte se hacía venir a las plañideras y a otras personas para dar el pésame. La gente se acomodaba alrededor del muerto y comenzaba a lamentarse con fuertes gritos. Las personas se golpeaban el pecho, se arañaban la piel y se rompían la ropa en señal de dolor. Las lamentaciones, el llanto, los gritos evidenciaban el sentimiento trágico frente a la muerte. Muchas de las personas que participaban en estos eventos se dedicaban ―profesionalmente‖ a apoyar a los dolientes con sus expresiones de dolor y llanto.

7. Jesús es rechazado en Nazaret, 6:1–6 Jesús abandona la casa de Jairo y regresa a su tierra. Marcos en ningún momento menciona el nombre de la población, y aunque el término griego usado se traduce como país, aquí tiene el uso de ciudad natal, que por el contexto se deduce es Nazaret (cf. 1:24). Tampoco hay una mención a Belén en relación con Jesús. Nazaret es una población pequeña y de poca relevancia (cf. Juan 1:46), que no se cita nunca en el AT. Ya no es la multitud la que le acompaña sino el grupo de sus discípulos. Como buen judío, Jesús observa el día de reposo y se reúne en la sinagoga. Lo llamativo en este texto es que aparece enseñando allí algo que ya había sucedido en Capernaúm, y con una reacción inicial similar en la gente (cf. 1:21–28). Marcos no recoge el contenido de lo que Jesús enseña sino que se centra en la reacción que provoca en los que le oyen. Se admiran de su sabiduría, fruto de la inspiración divina en sus palabras. Evidencian haber oído de las obras poderosas (dúnamis1411) que ha realizado, dando a entender que reconocen el poder de Dios actuando por medio de Jesús. Las exclamaciones de los presentes en la sinagoga se originan en lo que escuchan directamente de Jesús y de su fama que le precedía. De ahí que se admiren inicialmente de los milagros que hace Jesús, aun cuando no ha realizado ninguno entre ellos. La aparente admiración hacia Jesús se torna bruscamente en beligerancia. Los que hasta ahora parecían expresar admiración y orgullo hacia Jesús comienzan a mostrarse hostiles. Probablemente el hecho de que su fama se había forjado, entre otras cosas, por los milagros que había realizado en otros lugares, les hace caer en la cuenta de que no había hecho ninguno entre ellos. Ahora Jesús es el carpintero y no alguien venido de Dios; aquel a quien todos conocen bien, pues su oficio era importante en la construcción de las casas y de las herramientas para la labranza. Jesús es identificado por el nombre de su madre, y no de su padre como era la costumbre, aun en el supuesto de que este ya hubiera muerto. En ocasiones se identificaba el origen de alguien en relación a la madre si el linaje familiar de esta era superior al del padre, lo cual no es el caso aquí, ya que José era de ascendencia davídica. Hay autores que han querido explicar esto aduciendo que José había tenido hijos en un anterior matrimonio, y que lo que aquí se pretende es señalar los que tuvo con María. Pero la lectura más probable es la de interpretar el comentario a la luz de la frase que le sigue y que marca el tono del mismo: se escandalizaban de él. Por tanto, destacar la identidad de Jesús por vía materna era una manera de acusarle de hijo ilegítimo, hijo bastardo de María. También son mencionados los hermanos varones de Jesús por sus nombres, que coinciden con los de patriarcas bíblicos (Jacobo, José, Judas y Simón). Los nombres de las hermanas no son mencionados, muestra del papel e importancia inferior que las mujeres recibían en la época. En definitiva, los habitantes de Nazaret se escandalizan de Jesús, lo cual es evidencia de su incredulidad. Ya el profeta Isaías anunció que Israel vería a Dios mismo como piedra de tropiezo (Isa. 8:14), o en palabras de Pablo, Jesús es visto como tropezadero para los judíos (cf. 1 Cor. 1:23). La respuesta de Jesús es tajante, para la que recurre a una expresión habitual en la literatura grecorromana que afirma que en todos los lugares se da honra al profeta excepto en su tierra. Jesús se identifica con los antiguos profetas que proclamaban el propósito divino para su pueblo y que sufrían rechazo y persecución por parte del pueblo. Se podría decir que Jesús está confirmando la procedencia divina de su mensaje y poder, frente

al rechazo que recibe de los suyos, que les sitúa en el grupo de los que cuestionan dicha procedencia (cf. 2:7; 3:22). Jesús amplía el alcance del dicho, matizando que el rechazo viene de los vecinos, familia y casa, reconociendo la incomprensión recibida de su propia familia (cf. 3:20, 21, 31–35). No obstante, el carácter instrumental de la descripción aquí de Jesús como profeta no colisiona con el hecho de que Jesús es confesado como más que un profeta por aquellos que creen en él (cf. 8:27–29). Probablemente, la dificultad de reconocer a Jesús aun como un profeta justifica las peticiones de mantener todavía en secreto su identidad real. La falta de fe en los vecinos de Nazaret se hace evidente en que Jesús no pudo hacer milagros allí, salvo por unos cuantos enfermos, sanados al poner Jesús las manos sobre ellos. El relato llega a su fin, no con la reacción habitual de la gente causada por el ministerio de Jesús, sino con una expresión del propio ánimo del Señor. Marcos dice que Jesús está asombrado por la actitud de la gente, aserción que adquiere aquí un tono negativo, puesto que es fruto de la incredulidad de ellos. No obstante, Jesús no se desvía de su misión y continúa enseñando en las poblaciones colindantes, abandonando Nazaret (cf. v. 11).

8. La misión de los doce, 6:7–13 La determinación expresada por Jesús de continuar enseñando, a pesar del fracaso en Nazaret, le lleva a ampliar el alcance de su misión sirviéndose de los doce, a los que comisiona y envía de dos en dos. Este era el propósito para el cual los llamó en un primer momento (cf. 3:14, 15). Es el inicio de la acción misionera de la iglesia, conforme al modelo de Jesús. El hecho de que fueran por parejas era propio de las culturas griega y judía respecto de los mensajeros o representantes oficiales, además de que en este pasaje los discípulos serán testigos de la respuesta que se dé a la predicación, especialmente en caso de rechazo (v. 11). La fiabilidad del testimonio en la tradición veterotestamentaria requería de, al menos, dos testigos (cf. Núm. 35:30; Deut. 17:6; 19:15). Jesús renueva la autoridad de los discípulos para la tarea (cf. 3:15), descrita como dominio sobre los espíritus inmundos, ejercida hasta ahora por el mismo Jesús, y que los discípulos van a poder desarrollar por ellos mismos por primera vez. En la tradición rabínica se recoge el hecho de que el dar autoridad a una persona y enviarla era evidencia de que la persona enviada y quien la envía eran iguales. Por tanto, hay un sentido de identificación entre Jesús y su misión y los discípulos. Pablo habla de los creyentes como embajadores, representantes de Cristo, identificados con él en la tarea de la reconciliación (2 Cor. 5:20). Junto con la autoridad conferida, Jesús ordena a los discípulos que lleven a cabo la tarea sin muchos de los elementos propios del viajero: pan para alimentarse; bolsa para provisiones o mendigar; dinero para comprar; una segunda túnica para abrigarse. Esta descripción asemeja al discípulo de Jesús con los predicadores cínicos de la época. Probablemente la diferencia esté en el propósito que todo esto pretende: en los filósofos cínicos, autosuficiencia; en los discípulos, dependencia de Dios. Tener las sandalias calzadas es indicativo de disponibilidad para salir. Las monedas mencionadas son de cobre, de escaso valor, puesto que las de plata u oro serían impensables en la economía de los discípulos. Tan solo les permite una túnica, las sandalias y el bastón. En todos los detalles propios de la misión se hace evidente la total dependencia divina; reciben poder para predicar y expulsar demonios y provisión para sus necesidades. Lo que Dios da para el sustento material toma forma en la hospitalidad ofrecida a los discípulos por causa de su actividad. La respuesta al mensaje repercute en la forma en que serán tratados los discípulos. Donde reciban el mensaje, los discípulos serán acogidos con hospitalidad; donde rechacen el mensaje, deberán salir del lugar. Allí donde la predicación es bien recibida, Jesús ordena la permanencia en la casa donde los hospeden, evitando así el posible abuso de aquellos que se dedicarán a ir de casa en casa aprovechándose deshonestamente de la hospitalidad ofrecida. Sin duda, esto es reflejo de la realidad de la comunidad cristiana en el tiempo de Marcos más que del tiempo de Jesús mismo. Existen textos cristianos contemporáneos que indican que el misionero no debe estar más de dos o tres días en la casa de sus huéspedes; si lo hace así, será considerado un falso profeta. Es evidente que los contextos son distintos, y el que Marcos presenta tiene como trasfondo la creación de una comunidad cristiana estable, lo cual requeriría una estancia más prolongada. Semillero homilético

Misión integral 6:7–13 Introducción: Hoy en día el tema de la misión de la iglesia es un tema candente en todas partes pero aun más en Latinoamérica. La misión de la iglesia es la continuación de la misión de Jesucristo. En este pasaje vemos cómo los discípulos son enviados precisamente por el Señor para realizar la misma tarea que él. Se trata de una misión integral. I. La misión de predicar el evangelio. 1. Jesús los envió a predicar de dos en dos (vv. 7, 12). 2. Hoy la iglesia es enviada a salir de los templos y predicar. II. La misión de salvar del poder de Satanás. 1. Jesús los envió y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos (vv. 7, 13). 2. Hoy la iglesia tiene autoridad para salvar a quienes están bajo el poder de Satanás (pecados, ocultismo, etc.). III. La misión de responder a las necesidades físicas. 1. Jesús los envió a ungir con aceite a los enfermos (v. 13). 2. Hoy la iglesia debe responder a las necesidades físicas de la gente. IV. La misión de servir urgentemente. 1. Jesús los envió sin nada porque el tiempo de la cruz se acercaba (vv. 8–11; ver Mar. 3:6). 2. Hoy la iglesia no debe perder tiempo en cosas secundarias porque el tiempo de la segunda venida se acerca. V. La misión de trabajar confiando en Dios. 1. Jesús los envió confiando que Dios proveería para ellos (v. 10). 2. Hoy la iglesia debe confiar en que Dios proveerá los recursos para su misión. Conclusión: La misión de la iglesia hoy será fiel si se inspira en la Palabra de Dios. La misión de la iglesia hoy será relevante si responde a las necesidades espirituales y físicas de las personas. La iglesia desarrollará su misión hoy de manera integral, si se basa en un evangelio integral para el hombre total.

Por el contrario, en aquellos lugares donde rechazan la predicación, los discípulos deben salir inmediatamente. El gesto de sacudir el polvo de sus pies equivale a comparar el lugar donde el mensaje predicado no ha sido recibido como tierra de gentiles. Debe, por tanto, purificarse y borrar de sí cualquier evidencia de su estancia en el lugar. En el marco escatológico del ministerio de Jesús, el destino de los que han rechazado el mensaje predicado es de juicio, donde el testimonio de los discípulos se levantará contra ellos. Una vez impartidas estas instrucciones, los discípulos se ponen en marcha y predican el mensaje de arrepentimiento a la gente. Este mensaje es el que se describe en la presentación del ministerio de Jesús (cf. 1:15), vinculado a la proximidad del reino de Dios que requiere una respuesta acorde —arrepentimiento— de la gente que oye la predicación de la buena nueva de Dios. La predicación del evangelio también va acompañada de poder sobre los espíritus inmundos y la enfermedad, a semejanza del ministerio de Jesús. La referencia a la unción con aceite de los enfermos refleja la costumbre de la época en la que los médicos aplicaban ungüentos a los enfermos con fines curativos. No hay ninguna indicación de que Jesús hubiera recurrido a este método en ninguna de sus sanaciones. Más bien parece reflejarse aquí la práctica de la iglesia primitiva, que ungía a los enfermos con aceite, sin adjudicarle ningún efecto mágico al hecho, sino al poder de Dios que se implora en oración y que es el que efectúa la sanidad (cf. Stg. 5:14, 15). En el relato de la misión de los doce se aúnan dos realidades presentes en la realidad que Marcos refleja: Una es el éxito final de la proclamación del evangelio que se verá acompañada hasta su objetivo final de rechazo y sufrimiento. La otra es la cruz y la resurrección prefiguradas en el ministerio de los discípulos, en el contexto de la iglesia. Definiciones importantes 1. Bolsa ni dinero en el cinto: Las monedas solían guardarse en bolsas, que eran como sacos que en algunos casos eran sellados. El cinturón se usaba también como bolsa, ya que tenía dos

dobleces entre los cuales había una abertura cerrada con una tapa o correa. 2. Sandalias: Era un calzado compuesto por una suela que se ataba al pie por medio de correas que pasan por entre los dedos alrededor del talón y sobre el empeine del pie. Los judíos, por lo general, no usaban sandalias en la casa sino solo para salir; en caso de viaje debían llevar un par de reserva. 3. Hospitalidad: En el mundo hebreo la hospitalidad era algo normal; debido al estado de la sociedad, la carencia de posadas públicas, lo diseminado de la población y lo corto de las jornadas. 4. Sacudirse el polvo: Este era un gesto común para los hebreos cuando regresaban a su tierra desde un territorio gentil, ya que cualquier tierra fuera de Israel era considerada impura. En el caso de Jesús en su indicación a sus discípulos, más que una maldición el gesto de sacudirse el polvo indicaba que el mensaje había sido transmitido pero no había sido recibido.

9. La muerte de Juan el Bautista, 6:14–29 La narración de la misión de los doce viene seguida del relato de la muerte de Juan el Bautista, en una secuencia que establece un claro contraste entre las mismas, pero que ejemplifica la realidad del ministerio de Jesús, y por ende el cristiano, en el que una actividad misionera exitosa coexiste con la realidad del rechazo y el sacrificio. La muerte de Juan adelanta la que será la muerte de Jesús. La primera referencia a una figura política en Marcos es a Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Marcos afirma que es rey aunque su título es el de tetrarca de Galilea y Perea, gobernando sobre el territorio desde el 4 a. de J.C. al 39 d. de J.C. Herodes era un gobernante títere de Roma. El título de tetrarca define al gobernante de una de las cuatro partes en las que se divide un territorio, aunque en el caso de Roma con Herodes, no es más que el reconocimiento de gobierno sobre un territorio pequeño dentro del imperio. Herodes ha escuchado sobre Jesús y manifiesta su interés en conocerlo, debido a su popularidad. Dada la secuencia de historias, cabría pensar que el nombre de Jesús llega a ser muy conocido tanto por su propio ministerio como por el resultado de la misión de los doce (cf. vv. 7–13). No es descartable la posibilidad de que Jesús hubiera criticado también el comportamiento de Herodes, como lo había hecho Juan el Bautista, y de ahí la identificación que Herodes hace entre ambos. Son varias las especulaciones existentes en torno a la identidad de Jesús, de las que Marcos no precisa su origen. Unos pensaban que era Juan el Bautista que había resucitado, lo cual explicaba, según estos, los poderes que se reconocen en Jesús. Otros pensaban que se trataba de Elías, cuyo retorno esperaba el pueblo (cf. Mal. 4:5) y que era recordado también por sus milagros. Finalmente, están aquellos que ven en Jesús a uno de los profetas de antaño que tan solo volverían en el tiempo final, en el escaton. Marcos recoge la opinión del propio Herodes que piensa que es realmente Juan el Bautista que ha resucitado, o más correctamente, que ha sido resucitado, usando el pasivo divino que indica la acción divina levantándole de los muertos. Además, se añade un matiz importante como es la asunción de su responsabilidad en la ejecución de Juan, que fue decapitado. Marcos es el evangelista que ofrece un relato más amplio sobre las circunstancias conducentes a la ejecución de Juan el Bautista. El origen del conflicto fue la denuncia por parte de Juan del matrimonio entre Herodes y Herodía como no lícito (éxesti1832), por varias razones. En primer lugar porque tanto Herodes como Herodía, su ahora mujer, habían estado casados y sus anteriores cónyuges aún vivían; es decir, Juan había censurando sus respectivos divorcios, conforme a la ley judía (cf. Éxo. 20:17). En segundo lugar, Herodes había tomado a Herodía como esposa, algo que rechazaba igualmente la ley (cf. Lev. 20:21). A todo esto se añade la sórdida relación familiar entre Herodes y Herodía. Ella era nieta de Herodes el Grande, que tuvo diez esposas, y sus dos matrimonios fueron con hijos de este, por tanto tíos de ella, y medio hermanos entre ellos (diferentes madres). Ambos hermanastros se llamaban Herodes, al primero Marcos lo identifica como Felipe (Herodes Felipe) y al segundo como Herodes Antipas. La hija de Herodía era fruto de su primer matrimonio. Su nombre, Salomé, Marcos no lo registra. Parece que Juan había censurado en más de una ocasión esta situación, lo cual Herodes recibía con desagrado y temor, ya que fuentes contemporáneas evidencian que la denuncia de Juan se sumaba al sentir

popular y a una inestabilidad política, fruto ya de su primer divorcio, lo que le hacía temer una conspiración contra él. Sin embargo, Marcos narra que Herodes también sentía una cierta fascinación por Juan, escuchándolo muy perplejo (aporéo639), término que parece reflejar una expresión aramea que se podría traducir como que le escuchaba con frecuencia. Juan es descrito como un hombre justo (díkaios1342) y santo. Por todo esto, a pesar de las constantes denuncias de Juan, Herodes le protege probablemente de su propia mujer, Herodía. Joya bíblica Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo (6:20).

Sin embargo, la mujer de Herodes Antipas acechaba (enéjo1758) a Juan, con ánimo de venganza. De hecho, deseaba matarle. La figura de Herodía y su actitud hacia Juan reforzaría la imagen de este como Elías redivivus, pues ella recuerda a Jezabel y su odio hacia el profeta Elías, conjurándose para matarle (cf. 1 Rey. 19:2). Con todo, Herodía no encontraba la ocasión para matar a Juan, quizá por la protección que el propio Herodes le ofrecía. La determinación y empeño de Herodía de matar a Juan encontró su ocasión con motivo de la celebración del cumpleaños de Herodes. Es interesante notar que tanto el judaísmo antiguo como la iglesia primitiva censuraban las fiestas de cumpleaños, que vinculaban con prácticas paganas. Al fastuoso banquete estaban invitados tres grupos de gentes, miembros del gobierno, mandos militares y la aristocracia (prótos4413) galilea. La perversidad de Herodía es tal, que hace que su propia hija baile ante Herodes y sus invitados, acción propia de las prostitutas. La actuación de la muchacha agradó (arésko700) a todos, expresión que en determinados contextos tiene una connotación sexual. Herodes, llevado por la pasión del momento le ofrece concederle lo que pida. La escena recuerda a la de Ester con el rey Asuero (cf. Est. 5:1–3), quien ante la contemplación de la belleza de Ester le promete la mitad de su reino. En la tradición judía, Asuero era considerado un pervertido. El juramento de Herodes es en firme, reiterado, y público. No había posible revocación. La muchacha, bien aleccionada, va a su madre para que la aconseje sobre qué pedir, a lo cual Herodía responde que pida la cabeza de Juan el Bautista. La escena presenta a la muchacha entrando y saliendo de la sala para recibir el perverso consejo materno. La exigencia de inmediatez (exautés1824) en el cumplimiento de lo prometido refleja la sed de venganza en Herodía. Herodes se entristeció mucho (perílupos4036) por la petición de la muchacha pero su palabra estaba comprometida en presencia de muchos, por lo que ordenó a un soldado que cumpliera la orden. El soldado aquí referido (spekoulátor4688) se refiere a un tipo de guardia personal, frecuentes en periodos de inestabilidad política, a quien se le encargaba determinados trabajos sucios. Este decapita a Juan en la cárcel y trae su cabeza en una bandeja, muestra del cumplimiento de la orden. La cabeza es entregada a la muchacha, y esta, a su vez, la entrega a su madre, quien ve satisfecho su deseo de venganza contra Juan el Bautista. La escena termina con los discípulos de Juan enterrando en un sepulcro su cuerpo sin cabeza. Según la tradición judía, esa era una responsabilidad del hijo primogénito, pero al no tener hijos Juan, son sus discípulos los que asumen esa responsabilidad. Según el relato de la muerte de Jesús y su entierro, la acción de José de Arimatea de pedir el cuerpo de Jesús para sepultarlo es presentada como una osadía (cf. 15:43), probablemente porque desde el punto de vista legal era el cuerpo de un reo y cualquier afinidad con este podría considerarse sospechosa. Marcos dice que los discípulos oyen la noticia de la muerte de Juan y que, seguidamente, tomaron su cuerpo para sepultarlo, lo cual puede indicar que Herodes no puso ningún obstáculo para ello. Este grupo de discípulos continúa existiendo más allá de la muerte de su maestro (cf. 2:18). Semillero homilético Cuando perder la cabeza vale la pena 6:14–29 Introducción: En algunos de los países latinoamericanos la expresión ―perder la cabeza‖ o

―jugarse la cabeza‖ tiene diversos significados. Por ejemplo, se dice que alguien ―perdió la cabeza‖ cuando ha asumido una actitud irracional, casi loca. También se usa esta expresión para manifestar seguridad: ―Me juego la cabeza que esto va a suceder…‖. En otros casos se dice que alguien ―perdió‖ o se ―jugó‖ la cabeza cuando esa persona tuvo una actitud arriesgada, valerosa. Juan el Bautista pierde literalmente su cabeza. Algunas de las razones por las que sucedió esto podrían ser asociadas a los significados recién mencionados: I. Juan perdió la cabeza porque primero la había ―perdido‖ Herodes. 1. La locura de Herodes comenzó cuando le quitó la mujer a su hermano (v. 17). 2. La locura de Herodes culminó cuando obedeció a la hija de Herodías (vv. 26, 27). II. Juan perdió la cabeza porque se la ―jugó‖ con seguridad. 1. Juan estaba seguro de que Jesucristo crecería y él menguaría (ver Juan 3:30). 2. Su seguridad se vio confirmada (vv. 14 y 29). III. Juan perdió la cabeza porque se la ―jugó‖ con valor y santidad. 1. Arriesgó su vida por denunciar el pecado (v. 18). 2. Arriesgó su vida en justicia y santidad (v. 20). Conclusión: Al comienzo del Evangelio vimos que Juan era un buen modelo de cómo preparar el camino para el Señor. Aquí vemos que también es un buen modelo de cómo un líder cristiano debe vivir en santidad y justicia, denunciando el pecado aun a costa de su propia comodidad, de su propio beneficio y hasta de su propia vida. La voz que clama en el desierto no pudo ser callada por Herodes, ni siquiera cuando le cortaron la cabeza (v. 16). Nuestro mensaje jamás desaparecerá si está respaldado por una vida vivida con santidad y valor.

La historia de la muerte de Juan el Bautista traza un paralelismo entre él y Jesús, lo cual el propio Herodes reconoce. La muerte de Juan preconiza la muerte del Santo y Justo, que será vindicado en la resurrección. Aquí Herodes aparece como alguien conflictuado entre hacer lo correcto, y salvar a Juan, o agradar a la gente, y salvarse a sí mismo. Más adelante dirá Jesús de qué sirve ganar el mundo a costa del alma propia (cf. 8:36). Atendiendo a lo expuesto por Jesús en la parábola del Sembrador, Herodes sería de aquellos que oyen la palabra, pero las preocupaciones de este mundo, la riqueza y la codicia ahogan la palabra (cf. 4:18, 19).

10. Milagros junto al mar, 6:30–56 (1) Jesús alimenta a cinco mil, 6:30–44 Más allá del momento de su elección (3:13–19), esta es la única ocasión en la que Marcos designa a los doce como apóstoles (apóstolos652), que regresan junto a Jesús después de haber sido enviados a predicar (vv. 7–13). Aunque apóstolos vino a significar posteriormente un título dentro de la comunidad cristiana, es probable que aquí sea una mención de su condición como enviados, que es lo que originalmente significa el término. Es el momento de hacer un balance de su primera experiencia misionera por sí mismos, por lo que cuentan a Jesús lo que habían hecho (poiéo4160) y enseñado (didásko1321). En ninguno de los sinópticos hay referencia alguna a la conversación que mantuvieron Jesús y los discípulos sobre la experiencia vivida. Tan solo queda resaltar la referencia a una misión con un resultado positivo, según la descripción del narrador en los vv. 12, 13. Sí cabría destacar cómo los doce sintetizan la descripción de su misión como palabras y hechos, reflejo de la propia misión de Jesús, consistente en predicación, enseñanza, sanidades y exorcismos. Tras la intensidad de la misión que han desarrollado, Jesús propone a los doce ir a un lugar tranquilo para descansar. Marcos dice que es tanta la gente que se acerca a ellos que no tienen tiempo ni siquiera para comer. El gesto es muy humano en Jesús al considerar la situación de sus discípulos, actitud que va a encontrar amplia expresión en esta historia. La opción tomada es la de subir a la barca e ir a un lugar desierto, deshabitado (éremos2048). Estas son las ocasiones en las que Jesús se aparta con sus discípulos, las que aprovecha para proveerles descanso e instrucción. La descripción de la marcha de Jesús y los discípulos en la barca, siguiendo una ruta más corta y directa, y cómo la gente consigue llegar antes que ellos a pesar de ir por tierra, resulta casi cómica. Buscan desplazarse a un lugar solitario y, sin embargo, una multitud de gente de varias ciudades están ya en la orilla esperándoles, pues han llegado primero que el Maestro y sus discípulos. No parece que se dirijan a un lugar muy distante, y la

gente, dice Marcos, les reconocen y van a su encuentro. La clave está en interpretar los datos con perspectiva teológica. Más allá de lo extraño en la descripción, la narración quiere crear en el lector la imagen de una multitud deseosa de encontrarse con Jesús y los discípulos, dada su necesidad. Es interesante a quién reconoce la multitud, pues no solo identifica a Jesús sino también a sus discípulos, les reconocieron (epégnosan, tercera persona del plural). Probablemente están implícitos ecos de la misión de los doce por diferentes lugares. El encuentro de Jesús con la multitud tiene lugar en la orilla, puesto que la gente ya estaba allí y Marcos dice que Jesús vio la multitud al salir de la barca. Esta no es una situación nueva, pues ya han sido varios los encuentros de Jesús con la gente a la orilla del mar (2:13; 3:7; 4:1; 5:2, 21). La expresión empleada por Jesús para describir a la multitud es la de ovejas que no tenían pastor, descripción que aparece en el AT en relación con el pueblo de Israel, como por ejemplo en la búsqueda de un sustituto para Moisés, a fin de que el pueblo no quedara sin liderazgo (cf. Núm. 27:17). La figura del líder del pueblo, especialmente el rey, como pastor del rebaño, aparece en tradiciones de diferentes culturas antiguas, así como en el AT y judaísmo posterior, con el rey David como modelo destacado (Sal. 78:70–72). Igualmente, la percepción de la multitud como pueblo sin pastor aparece también en el AT para representar a Israel sin liderazgo o guiada por malos pastores (1 Rey. 22:17; Eze. 34:5). Al ver Jesús a la multitud, tuvo compasión de ella, actitud propia de Dios en el AT, que tiene compasión por la situación de Israel. Jesús siente compasión ante la situación de la multitud, sentimiento provocado al reconocer la condición espiritual de la gente, con hambre, y que ha puesto su esperanza en Jesús y su predicación del reino de Dios. Prueba de esto es que Jesús comienza a enseñarles muchas cosas. La descripción del pueblo como ovejas sin pastor, en la connotación veterotestamentaria de la expresión, se convierte en una crítica implícita de la desatención espiritual del pueblo por parte de los responsables y líderes religiosos galileos, cuya actitud critica Jesús en alguna otra ocasión (cf. 7:1–23; 12:38–40). Los discípulos aparecen en escena con otra preocupación, la de una multitud con hambre, dado lo avanzado de la hora. Hay autores que plantean el carácter simbólico de la expresión temporal que Marcos usa aquí, apuntando a que el tiempo se termina y que ahora solo es Dios quien puede actuar y obrar el milagro. La justificación de la petición de los discípulos se encuentra en que la hora del día en la que la gente hace su comida principal ya ha pasado y hay que permitirles marchar para comprar algo de comer en las poblaciones cercanas. No se debe olvidar que la gente llega a la orilla donde Jesús desembarca antes que él, lo cual apunta a la cercanía del lugar de procedencia. Resulta curioso que a pesar de la urgencia temporal que transmiten los discípulos, el día todavía ofrece tiempo para el milagro que está por suceder, organizando a una gran multitud, repartir los alimentos, recoger las sobras; para que Jesús despida a toda la multitud y envíe a los discípulos; para un periodo de oración a solas en un monte, y todo esto antes de que se hiciera de noche (v. 47). La urgencia de los discípulos refleja, una vez más, su falta de sintonía y plena comprensión del alcance del ministerio de Jesús. Esta no es la única ocasión en la que los discípulos discrepan con la actitud de Jesús y le plantean su propia percepción sobre cómo actuar (cf. 1:36, 37; 4:38; 10:13). La respuesta de Jesús es directa e inequívoca: Dadles vosotros de comer. Jesús traslada la responsabilidad sobre los discípulos, que se ven incapaces de afrontar la situación, incluso de entender la orden como una propuesta real. Simplemente no tienen los recursos suficientes para satisfacer el hambre de toda la multitud. Ni aun con doscientos denarios, es decir, con el salario correspondiente a doscientos días de trabajo de un asalariado, podrían comprar suficiente pan para atender la necesidad alimenticia de tanta gente. Más allá de la mera falta de recursos económicos para una compra tal, miles de panes, es evidente que no resultaría fácil encontrar un lugar donde se pudiera comprar tal cantidad pan. El contraste entre las dos opciones es claro: los discípulos quieren que la multitud se marche y busque por sí misma la comida, mientras que Jesús les insta a que sean ellos mismos, los discípulos, los que alimenten a la multitud. El desentendimiento entre Jesús y los discípulos es evidente, por lo que, ignorando su actitud, requiere ahora de ellos un inventario de cuánta comida tienen disponible. El resultado es desalentador, pues todo se reduce a cinco panes y dos peces. Algunos autores han querido ver el simbolismo de los números citados, ya que, por ejemplo, la suma de los panes y peces da siete, número referido como símbolo de santidad, santificación, de la perfección divina. En cuanto al número de panes, cinco, evoca los cinco libros de la ley de Moisés, coincidiendo la imagen con la del judaísmo posbíblico que identifica la ley de Moisés con el maná del desierto. En cualquier caso, lo relevante de estos números es la escasez de alimentos disponibles para alimentar a tan gran multitud.

Una vez que sabe cuánta comida hay, Jesús ordena que la gente se siente por grupos. Marcos recurre a una expresión no usada en ningún otro lugar en el NT (sumpósion4849), que aquí significa grupo de personas que comen. La imagen de Jesús mostrando compasión de la multitud como ovejas sin pastor (v. 34) se refuerza ahora con la gente sentada en hierba verde, función del buen pastor que lleva al rebaño a verdes pastos, alusión que recuerda al Salmo 23:2 y que identifica a Jesús con ese buen pastor. Dado que en Palestina la hierba solo crece en primavera, coincidiendo con el periodo de la Pascua, la referencia temporal de la historia se situaría, por tanto, en esa estación y momento del año. La gente se recuesta por grupos de cien y de cincuenta, en lo que algunos han querido ver una organización cuasi militar, y que reflejaría la pretensión de erigir a Jesús en su líder contra la opresión romana. Existen referencias en el AT de agrupar al pueblo de Israel en grupos de cien y cincuenta cuando, por ejemplo, Dios ordena a Moisés elegir a los jueces que le ayudarán en la dirección del pueblo. Estos fueron puestos al frente de grupos de diferente número, entre ellos grupos de cincuenta y de cien (cf. Éxo. 18:22). Sin embargo, nada en el texto de Marcos indica que la pretensión de la gente fuera militarista, ni que Jesús interactúe con ellos en términos que aparente ninguna asunción de un liderazgo militar. Es Jesús quien agrupa a la gente por cuestiones meramente prácticas. Impera en el pasaje, pues, la imagen de Jesús como el buen pastor y no como un general militar. El pueblo de Dios se forma alrededor de la mesa y en el partimiento del pan y no como un ejército. Llama la atención la progresión terminológica de Marcos al describir la multitud. Si en un primer momento (v. 34) no es más que una multitud desordenada, gente en el momento previo al milagro (v. 39) aparecen agrupados para comer (sumpósion4849), y finalmente (v. 40), como grupos organizados (prasiá4237). Aunque Marcos dice que Jesús toma los cinco panes y los dos peces, hace mención especial de orar al tomar los panes. La acción de Jesús de tomar los panes (ártos740), bendecirlos, partirlos (katakláo2622) y darlos (dídomi1325) mantiene un paralelismo con la última cena que celebra con los suyos (cf. 14:22; Mat. 26:26; Luc. 22:19), con unos énfasis litúrgicos que señalan a la Cena del Señor como posible marco de referencia de esta historia. Hay diferentes interpretaciones acerca de si Jesús bendice a Dios o bendice el pan que van a comer. Lo habitual en la comida judía era bendecir a Dios por el pan que producía la tierra en señal de gratitud por los alimentos que iban a tomar, lo cual conecta con la afirmación previa de que Jesús alza los ojos al cielo, en actitud de oración. Sin embargo, el sentido de la frase vincula la bendición de Jesús con el partimiento del pan: … bendijo y partió los panes. Desde el propio texto es difícil ofrecer una alternativa final. Jesús da el pan a sus discípulos, para que estos, a su vez, lo distribuyan entre la multitud. Este hecho contribuye a compensar la incredulidad inicial de ellos, que solo veían como posible solución despedir a la gente para que ellos mismos buscaran dónde comer. Al actuar con obediencia al mandato de Jesús, los discípulos se convierten en canales de bendición entre Jesús y la gente. La realidad del milagro es evidente a todos, pues los discípulos repartieron pan y pescado a todos, de manera que se saciaron y recogieron la comida sobrante en doce canastas. Recoger la comida sobrante en cestas era práctica común entre los judíos, para evitar que se echara a perder. Las cestas aquí mencionadas eran propias de los instrumentos de trabajo de campesinos humildes. La mención de las cestas con la comida sobrante cumple la función de resaltar lo extraordinario del milagro, ya que fueron cinco mil hombres los que comieron hasta que sobró; imagen poderosa en un tiempo donde la escasez y lo limitado de los recursos era la experiencia común de la gente. La historia recuerda la narración en la que Eliseo multiplica unos panes de forma que todos los hijos de los profetas comieron hasta saciarse y aun sobró (cf. 2 Rey. 4:42–44) y, de manera más relevante, ejemplifica una de las figuras con las que frecuentemente se describe el futuro de Dios, como un gran banquete (cf. Isa. 25:6; Apoc. 19:17). Marcos, así como Lucas (9:14) y Juan (6:10), solo describe a hombres (anér435) comiendo, es decir varones adultos, sin la mención de Mateo a mujeres y niños (cf. Mat. 14:21). Parece que sigue el ejemplo de ciertos textos del AT, en que solo se contabilizaba a los varones adultos, sin tomar en cuenta en esta contabilidad a las mujeres y a los niños presentes. En este milagro de la multiplicación de los panes y los peces se evidencia, una vez más, el alcance del reino de Dios que Jesús adelanta y representa. Es un reino de misericordia ante una humanidad descarriada, a la que Jesús, el buen Pastor, trae alimento espiritual por medio de sus enseñanzas, pero también alimento material para

satisfacer sus necesidades físicas. Es un milagro que adelanta el futuro glorioso de Dios donde no habrá más necesidad para aquellos que se acercan a Jesús. (2) Jesús camina sobre el agua, 6:45–52 Jesús y sus discípulos se separan, momentáneamente. Les ha ordenado que crucen una vez más el lago, en esta ocasión en dirección a Betsaida. La expresión con la que Marcos refleja el mandato de Jesús a los discípulos es bastante tajante, pues les obliga a marchar sin dilación. No queda claro en el texto si la actitud de Jesús refleja la frustración ante unos discípulos incapaces de entender su ministerio (cf. v. 52) o el hecho de que está preparando la siguiente escena. El caso es que los discípulos se dirigen por orden de Jesús a Betsaida, en la orilla oriental del mar de Galilea, aunque el v. 53 afirma que finalmente desembarcaron en tierra de Genesaret, que se encuentra en su orilla occidental. Hay quienes han explicado esta situación afirmando que la tempestad causó que se desviaran en su ruta, pero no aclaran por qué una vez calmada la tormenta no se dirigieron a su destino inicial. Otra interpretación habla de dos Betsaida, cada una en orillas diferentes. La primera sería la situada en la orilla occidental, de la que provendrían Felipe, Andrés y Pedro (cf. Juan 1:44). La segunda sería la ciudad llamada Betsaida Julias, construida por Herodes Filipe, llamada así en honor de la hija del emperador Augusto, y situada en el lado oriental, cuya población era mayoritariamente gentil. Sin embargo, no hay justificación para la existencia de dos entidades llamadas Betsaida fuera del texto bíblico. Entre tanto que los discípulos viajan, Jesús despide a la multitud. Una segunda mención a Jesús despidiéndose de ellos apunta a que se despide de los discípulos, que ahora ocupan un primer plano en la narración. Jesús aprovecha el momento de tranquilidad para apartarse a orar (cf. 1:35), lo cual acontece en este Evangelio en momentos clave como es el inicio del mismo (1:35) y en Getsemaní, previo a su pasión (14:32). La oración de Jesús es real, muestra de su naturaleza humana y dependencia del Padre. Marcos dice que Jesús fue a orar a un monte (óros3735), lugar tradicional en el judaísmo de revelación y encuentro con Dios (Éxo. 19:3; Deut. 33:2; Hab. 3:3), y que en este Evangelio se relaciona con experiencias destacadas en el ministerio de Jesús, como la elección de los doce (3:13); la transfiguración (9:2); la entrada triunfal en Jerusalén (11:1); la preparación la pasión (13:3) y antes de su arresto (14:26). Marcos prepara al lector con una breve descripción de la situación en la que la acción va a tener lugar: es de noche, los discípulos están en la barca en medio del mar y Jesús en tierra firme. Después de haber orado, Jesús aparece mirando a sus discípulos remar en medio de un viento contrario, y percibe que se encuentran en una situación difícil. La mención del mirar (eídon1492) de Jesús evidencia una característica peculiar en él, pues es capaz de reconocer actitudes y situaciones de la gente, más allá de lo que es evidente exteriormente (cf. 2:5; 5:32; 6:34; 10:21; 12:34). En este caso es capaz de ver la difícil situación de los discípulos, a pesar de la noche y la distancia. La fatiga de los discípulos es grande, pues ya era la cuarta vigilia de la noche, o sea, entre las tres y las seis de la mañana, puesto que los judíos dividían la noche en cuatro vigilias de tres horas cada una. Posiblemente llevan varias horas remando con gran dificultad y cansancio. Desde una perspectiva simbólica, presente en la tradición judía, este momento en el que la noche da paso al día, representando la ayuda de Dios que trae luz donde hay tinieblas. Sorprende que, en medio de una situación tan dramática como la que viven los discípulos, la acción de Jesús sea expresada como un gesto de indiferencia hacia ellos, de pasar de largo, lo cual es un contrasentido, puesto que lo que motiva a Jesús a ir a ellos es el momento de peligro que están viviendo. El Evangelio de Mateo suprime esta referencia, posiblemente por la confusión que provoca. Algunos interpretan la frase como expresión de la precepción subjetiva de los discípulos, que piensan que Jesús pasa de largo. Sin embargo, la comprensión del aparente pasar de largo de Jesús proviene de la tradición veterotestamentaria en la que la gloria de Dios se manifiesta pasando por delante del testigo (cf. Éxo. 33:18–23, 34:6; 1 Rey. 19:11–13). Además, atendiendo a la afirmación de que la fe precede al milagro (cf. 6:4–6), se podría explicar que Jesús pretendiera pasar de largo, esperando la iniciativa de los discípulos solicitando su ayuda. Sin embargo, la reacción de los discípulos no refleja fe ni reconocimiento de que es Jesús quien pasa ante ellos. Él se acerca a los discípulos caminando sobre las aguas, acción que algunos han interpretado como que camina por la orilla. El texto deja claro que los discípulos están mar adentro cuando Jesús pasa junto a ellos; además, afirmar que Jesús tan solo camina por la orilla presenta la situación como absurda: ¿qué impide a los discípulos bajarse de la embarcación y llegar a la orilla por su propio pie? El relato es una narración milagrosa, con ecos del AT en el que Dios

aparece como el único capaz de caminar sobre las aguas (Job 9:8; Sal. 77:19), lo cual contribuye a la comprensión cristológica que el pasaje pretende y define la acción de Jesús como una teofanía. La descripción del encuentro entre los discípulos y Jesús es decepcionante. No hay expresión alguna de reconocimiento sobre quién se les acerca ni, por tanto, petición de ayuda o declaración de confianza en él. Confunden a Jesús con un fantasma (fantasma5326), lo cual provoca más desesperación. Los discípulos pierden control sobre sí y comienzan a gritar al ver a Jesús, visión muy real pues Marcos afirma que le vieron todos (pás3956). Ante tal muestra de temor, Jesús habla (laléo2980) a los discípulos y entra (anabáino305) en la barca, para que vean que no es un fantasma sino alguien real. Sus palabras pretenden calmarlos e infundirles aliento, además de confirmarles su identidad: ¡Yo soy! (egó eimi). Jesús se presenta a sus discípulos tal como Dios se revela en el AT (Éxo. 3:14; Deut. 32:39), tanto en su ser como en su hacer. Dios se muestra a ellos en Jesús, manifiesta su poder calmando el viento y les ofrece su fraternidad al entrar en la barca con ellos. Además, desde la visión antigua del mar como símbolo de caos y muerte, allí donde los poderes del mal habitan, el hecho de que Jesús calma el viento y, por tanto, calme las aguas es evidencia de su poder sobre la muerte, que se hará evidente en su resurrección. La expresión que finalmente refleja la respuesta de los discípulos es que continúan perplejos (existemi1839), al igual que aquellos que vieron a Jesús sanar al hombre paralítico que fue bajado por el techo. Sin embargo, estos últimos glorificaron a Dios por cuanto habían visto (2:12), mientras que los discípulos no expresan nada, y es el narrador quien explica que tenían su corazón endurecido (poróo4456), a causa del milagro de la alimentación milagrosa. Marcos no explica por qué el milagro de la alimentación de los cinco mil es especialmente difícil de entender por los discípulos, pero la reacción de estos ante esos dos milagros describe la incredulidad de los discípulos. La semejanza buscada entre la acción de Jesús pasando de largo frente a los discípulos como representación de la gloria de Dios manifestándose ante ellos fracasa en su propósito. Jesús tiene que pararse a hablar con ellos y subirse a la barca. Ni siquiera el milagro de calmar la tempestad abre los ojos de los discípulos, que no hacen más que mostrar perplejidad. La actitud de asombro sirve el propósito de resaltar la imagen de Jesús y no la fe de los discípulos, bastante mal parados aquí. La identidad de Jesús se hace manifiesta en su autoridad y poder divinos, más allá del reconocimiento que estos reciban de otros. La identidad de Jesús como enviado de Dios se hace cada vez más visible, en la misma medida que aumenta la dificultad de los discípulos para asimilar quién es Jesús, a pesar de que a ellos se les ha dado a conocer los misterios del reino de Dios (cf. 4:11). El seguimiento de Jesús puede provocar vivencias difíciles y problemáticas, como las que los discípulos afrontaron en medio de la tormenta; pero el hecho de que sea una experiencia causada por obediencia a Jesús también supone la salvación final de Jesús. No obstante, es al Señor a quien esta historia invita a mirar y no a los discípulos, cuya actitud se acerca preocupantemente a la de aquellos que no aceptan ni creen en él. Semillero homilético Cuando el viento nos es contrario 6:45–52 Introducción: La vida cristiana no es un lecho de rosas. El cristiano no está exento de sufrir las dificultades propias de esta existencia. Ocurre a menudo en la vida cristiana que en vez de ir todo ―viento en popa‖, en muchas ocasiones sentimos que el viento nos es contrario. Es precisamente en esos momentos cuando podemos experimentar mejor el amor de Jesús por nosotros. I. Cuando el viento nos es contrario nos cansamos (v. 48). 1. Los discípulos se fatigaron queriendo remar. 2. Nos fatigamos queriendo solucionar la dificultad con nuestras fuerzas. II. Cuando el viento nos es contrario nos desesperamos (v. 49). 1. Los discípulos clamaron a gritos por no reconocer a Jesús. 2. Nos llenamos de ansiedad por no reconocer a Jesús. III. Cuando el viento nos es contrario nos atemorizamos (v. 50). 1. Los discípulos se turbaron. 2. Nos atemorizamos en lugar de confiar. IV. Cuando el viento nos es contrario Jesús nos está mirando: (vv. 46, 48).

1. Mientras oraba estaba pendiente de ellos. 2. Hoy también intercede por nosotros en la dificultad (ver Rom. 8:34). V. Cuando el viento nos es contrario Jesús viene a nuestro auxilio (vv. 48, 49) 1. Su presencia quitó el temor y les dio ánimo. 2. Hoy también su presencia nos anima librándonos del temor en la dificultad. VI. Cuando el viento nos es contrario, Jesús manifiesta su poder (v. 50). 1. Jesús calmó el viento. 2. Hoy también él trae su calma en medio de la dificultad. VII. Cuando Jesús calma la tempestad en nuestra vida le servimos mejor. 1. Ya no hay temor 2. Ya no hay confusión Conclusión: Los discípulos se quedaron perplejos. El milagro de los panes no había sido suficiente para que pudieran comprender quién era Jesús. Necesitaron que el viento les fuera contrario para vivir una experiencia nueva del amor y poder de su Maestro. Es probable que la dificultad que estamos atravesando sea un medio que Dios está utilizando para que renovemos nuestra experiencia con un Jesús que nos ama y tiene poder en medio de nuestros problemas. Él mismo, hoy nos dice: ―¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!‖ (6:50). El valor de las pruebas ―La mayoría de las grandes verdades de Dios tienen que ser aprendidas por medio de la prueba; deben ser marcadas a fuego en nosotros por el acero al rojo de las dificultades, de otra forma no las recibiríamos verdaderamente‖. C. Spurgeon ―Los golpes de la adversidad son muy amargos pero nunca son estériles‖. E. Renán

(3) Jesús sana a muchos en Genesaret, 6:53–56 Jesús y los discípulos alcanzan la otra orilla, después de una difícil noche en el mar. Marcos afirma que llegaron a Genesaret, una zona geográfica en la parte occidental del mar de Galilea, aunque la orden inicial de Jesús había sido la de dirigirse a Betsaida (v. 45) (ver comentario a 6:45). Coincidiendo con la situación que da lugar al milagro de la alimentación de los cinco mil, tan pronto como Jesús (y sus discípulos) llegan a puerto, la gente le reconoce (cf. 6:33). La fama de Jesús se hace cada vez mayor, a pesar de que, por momentos él mismo ha intentado mantener la proclamación de sus acciones milagrosas lo más discreto posible. Sin duda, la actitud de incomprensión que incluso sus propios discípulos muestran hacia Jesús y su ministerio hace necesaria una actitud prudente hacia cómo se difunde su fama. Jesús quiere evitar un falso concepto sobre quién es él y la naturaleza de su ministerio. Marcos recoge el hecho de que recorrían toda la región, sin especificar el sujeto de la acción del verbo, aunque la mención de que traían enfermos a Jesús identifica a la gente de la región como los que se desplazan de diferentes lugares para llegar a Jesús. La imagen es muy impactante y dinámica, puesto que describe a gente que trae en camilla a sus enfermos dondequiera que estuviera Jesús. Surgen, inevitablemente, varios énfasis de este hecho. En primer lugar, la gran necesidad de la gente, que está dispuesta a hacer cuanto sea necesario para ayudar a sus enfermos. En segundo lugar, el reconocimiento y convicción del poder de Jesús para sanar, que hace válido el esfuerzo. Jesús es reconocido como alguien que tiene poder para sanar. Ambos aspectos coinciden con la mujer que padecía hemorragias (5:25–34) y que después de todos los intentos por sanar, decide ir a Jesús para que, tocándole, su enfermedad desaparezca. La mujer no ha escatimado esfuerzos y recursos para ser sana, y se dirige finalmente a Jesús, convencida de su poder para curar su dolencia. Tras describir a la gente desplazándose con sus enfermos allí donde se encuentre Jesús, Marcos mantiene la visión dinámica de este pasaje al describir al Señor en movimiento, yendo de población en población. Dondequiera que entra, la gente saca a sus enfermos a la plaza pública (agorá58) para que se encuentren con Jesús. Destaca el hecho de que ruegan a Jesús que les permita tocar el borde de su manto. La idea detrás de esta petición puede ser fruto de una actitud humilde frente a Jesús, que en la historia previa ha caminado sobre las aguas manifestando así su naturaleza divina. La consideración hacia la figura de Jesús es creciente. Si de manera general Marcos ha indicado que en un primer momento los enfermos tocaban a Jesús, ―le caían encima‖ (cf. 3:10), para luego narrarnos cómo la mujer con hemorragias tan solo toca su manto (cf. 5:28), ahora los

enfermos piden permiso para tan solo poder tocar el borde su manto (v. 56). El resultado, en cualquier caso, es el mismo. La confianza, la fe depositada en Jesús hace posible el milagro, y todos cuantos tocan a Jesús son sanados.

11. Lo que contamina al hombre, 7:1–23 Jesús continúa atrayendo gente a su alrededor. Hasta ahora, la mayoría de esos encuentros han sido ocasiones en las que el poder de Jesús se ha hecho presente y la gente glorifica a Dios por ello. En esta ocasión son los fariseos y los escribas quienes se juntan (sunágo4863) a él, por lo que este encuentro tiene un cariz peor a los anteriores, puesto que los fariseos, junto con los herodianos, se habían puesto de acuerdo para matar a Jesús (cf. 3:6). Los escribas vienen de Jerusalén a Galilea para esta ocasión. Es probable que estos escribas sean también del grupo de los fariseos, puesto que en el desarrollo de esta historia evidencian las mismas preocupaciones y puntos de vista sobre normas de pureza propias de los fariseos. El punto de fricción entre estos representantes de los fariseos y Jesús surge al observar estos que algunos de los discípulos de Jesús estaban comiendo pan sin lavarse las manos previamente, es decir, en estado de impureza ritual, según ellos. Destaca el hecho inicial de que, al mirar a Jesús que reconoce la fe en las personas y a la compasión hacia los necesitados, los fariseos solo ven las deficiencias de otros. La ley de Moisés establecía que los sacerdotes debían lavarse las manos antes de ofrecer un sacrificio (cf. Éxo. 30:20, 21) y serán las normas farisaicas las que amplíen el alcance de estas medidas de pureza, trasladando las exigencias propias del ritual sagrado al ámbito de lo cotidiano. La discusión es amplia acerca de cuán extendidas estaban estas normas en la época. Marcos señala que todos los judíos las practicaban, lo cual es cuestionable. Pero sí es reseñable el hecho de que la transgresión de las estrictas normas farisaicas respecto a la pureza ritual no debe llevar a la conclusión inmediata de que las personas estaban en estado de impureza desde la perspectiva de la ley mosaica. Estas normas se representan aquí como tradición (parádosis3862) de los ancianos (presbúteros4245), que alude a todas esas normas y prácticas observadas por generaciones pero que no están en la ley de Moisés. De hecho, los saduceos las rechazaban por no aparecer en las Escrituras. Es probable que los fariseos no estuvieran esperando la observancia de sus normas por parte de todo el pueblo, pero sí de Jesús y sus discípulos, es decir de un maestro judío y sus seguidores. La práctica descrita presenta dificultades en su traducción. Probablemente, el sentido de la acción descrita es la de lavarse las manos con especial cuidado, lo cual enfatiza el aspecto ritual más que cualquier planteamiento higiénico. Si no podían lavarse bien las manos, no comían. Es probable que la afirmación de que todos los judíos practicaban este ritual sea fruto de la práctica del lavamiento de manos antes de la oración en la sinagoga, por lo que en casa antes de orar por la comida se lavarían las manos. Igualmente, al volver del mercado, donde podrían haber entrado en contacto con personas y alimentos impuros, no comían hasta haberse lavado También se describe el lavamiento de muchos otros utensilios de la casa, utilizados en la comida. Todos estos eran también limpiados ritualmente antes de usarlos. La referencia al lavamiento de los divanes, de las camas (klíne2825a) es interpretado como una exageración incluida por Marcos a modo de sarcasmo; son muchos los manuscritos antiguos que suprimen esta referencia. La explicación detallada de Marcos, tanto del ritual de lavamiento de manos antes de comer pan, así como de los diferentes utensilios de la casa, como del porqué de su práctica, apunta a una comunidad receptora de su Evangelio eminentemente de origen gentil a la que necesita poner en contexto de la cuestión que suscita el conflicto entre Jesús y los fariseos. Los fariseos se dirigen directamente a Jesús, para preguntarle acerca de la actitud de sus discípulos. Resulta significativa la manera indirecta en la que le plantean la cuestión a Jesús, puesto que no le pregunta por su propia práctica, sino por la de sus discípulos. Es evidente que la actuación propia de Jesús no sería diferente de la de sus discípulos, y aunque no fuera así, un maestro era responsable del modo de actuar de sus discípulos. La pregunta que hacen los fariseos es acerca del caminar (peripatéo4043) de los discípulos, expresión que en el contexto del AT simboliza la forma de vida conforme al mandamiento divino. La acusación pretende apuntar al contraste expresado entre la forma de actuar de los discípulos de Jesús y la de los fariseos. Los primeros viven de espaldas a una observancia estricta de la ley, mientras que los otros se convierten en su referente y se presentan como defensores de la misma. En la tradición judía, todo el conjunto de normas que emanan de la tradición de los padres relevantes a la manera de conducirse en la vida se conoce como halakah, cuya raíz es

halak que significa caminar, andar. Es inevitable pensar, pues, que la narración plantea un contraste entre el caminar de los discípulos de Jesús y el de los fariseos. Idolatría en América Latina Uno de los peores males que sufre nuestra América Latina es la idolatría. Centenares de miles de personas peregrinan periódicamente hasta la basílica de Luján en Argentina, para adorar a la virgen. Decenas de miles, el día séptimo de cada mes se acercan al santuario de San Cayetano para pedir pan y trabajo. Algo similar ocurre en la basílica de Guadalupe en la ciudad de México. Millones de peregrinos llegan de toda partes del país el día 12 de diciembre para celebrar el aniversario de la supuesta aparición de la virgen. Algo similar acontece en el resto de los santuarios esparcidos por todo el continente. Cuando reemplazamos la Palabra de Dios por las tradiciones humanas, estamos reemplazando al verdadero Dios por los ídolos muertos.

Jesús responde a la pregunta de los discípulos con una censura de los fariseos. Si estos consideraban su camino superior al de Jesús y sus discípulos, este desestima todas sus prácticas como contrarias al mandamiento divino que dicen cumplir. Jesús rechaza una vivencia meramente formal de la fe y acusa a los fariseos de hipócritas (jupokrités5273), de actores, según el uso del término en el contexto del teatro griego. La acusación implica que los fariseos, al igual que los actores de teatro por medio de máscaras, tienen una doble cara, actúan con falsedad. Se presentan como temerosos de Dios pero en el fondo no lo son. La dura censura de Jesús a los fariseos y escribas es fundamentada en un texto del profeta Isaías (29:13), tomado de la Septuaginta (LXX). Siguiendo una práctica muy extendida en el Nuevo Testamento de usar tipológicamente la relación entre Dios y su pueblo, el pasaje de Isaías es traído a la situación presente para respaldar la acusación contra los fariseos de honrar a Dios de manera superficial, externa, de rendirle un culto no sentido, vano (máten3155), fruto de intereses o preceptos humanos. Jesús comenta y justifica su acusación acusando a los fariseos y a los escribas de hacer a un lado los mandamientos de Dios, que supuestamente eran su razón de ser, poniendo en su lugar la tradición de los hombres, es decir, preceptos humanos. Jesús continúa su acusación contra los fariseos y los escribas reprochándoles que invalidan (athetéo114) el mandamiento divino, y ahora lo va a hacer tomando un caso práctico para fundamentar su imputación. El ejemplo presentado por Jesús, evidencia el conflicto entre la ley de Dios y una norma establecida por los fariseos. El caso es muy clarificador, puesto que los fariseos enfatizaban el mandamiento de honrar a padre y madre, pero a la vez toleraban actuaciones que eximían de dicha obligación, bajo el criterio y autoridad de sus propias tradiciones. La norma causante del conflicto es la observancia del Corbán, término que es la transliteración al griego del término hebreo qorbân, que significa ―regalo‖ u ofrenda a Dios. La ley de Moisés da el mandato de honrar al padre y a la madre (Éxo. 20:12) lo cual incluye la responsabilidad de los hijos de sostener económicamente a sus padres ancianos, lo cual parece el contexto de la referencia aquí. Además, Jesús menciona la referencia de la ley en la que maldecir a los padres estaba penado con la muerte (Éxo. 21:17), para dejar entrever su interpretación del hecho de no ayudarlos como una forma de maldecirlos. La excusa del hijo para librarse de esa obligación y del cumplimiento del mandamiento es un voto o promesa realizada a Dios, Corbán, que según las Escrituras debe cumplirse (cf. Núm. 30:2). Parece ser que una forma de eludir la responsabilidad del quinto mandamiento por parte de un hijo era hacer voto de dedicar su propiedad a Dios y, por tanto, esta quedaba fuera de la ayuda a los padres, pero a disposición del hijo. Semillero homilético La religiosidad que Jesús rechaza 7:1–23 Introducción: América Latina tiene una población altamente religiosa. Sin embargo, mucha de nuestra religiosidad adquiere formas y actitudes similares a las que Jesucristo rechazó en los religiosos de su tiempo. Miremos el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y escribas a la luz de

nuestra propia experiencia. I. Jesús rechaza la religiosidad hipócrita (v. 6). 1. Los fariseos y escribas tenían su corazón lejos de Dios. 2. Muchos cristianos viven un cristianismo nominal. II. Jesús rechaza la religiosidad basada en tradiciones humanas (v. 7) 1. Los fariseos se aferraban más a la tradición que a la ley escrita. 2. En América Latina se ha dejado de lado la Biblia para seguir tradiciones humanas. III. Jesús rechaza la religiosidad meramente exterior (v. 15). 1. Los fariseos se preocupaban solamente por las cuestiones legales y externas. 2. En América Latina es preciso que el cristianismo toque verdaderamente el corazón del hombre. Conclusión: Para que América Latina no viva meramente una religiosidad nominal, exterior y basada en cuestiones humanas, es preciso que nuestros pueblos vivan una fe verdadera en Jesucristo como Señor. Para que eso sea una realidad, esto debe empezar por usted que hoy es confrontado con su Palabra.

Dado el conflicto entre los mandamientos de honrar a los padres, por un lado, y de cumplir los votos a Dios, por otro, Jesús acusa a los fariseos de servirse de ese tipo de argucias para evitar una obligación mayor, como es la de atender a los padres, so pretexto de cumplir una promesa a Dios. De fondo está la idea de que con tradiciones de hombres (egoístas en este caso, pues lo que en definitiva buscan es librarse de la responsabilidad hacia los padres) se anula el mandamiento de Dios y se da justificación a dicha actuación. Es poderoso el contraste entre Moisés dice y vosotros decís, pues presenta la voz de Moisés y la de los fariseos y escribas como términos contrapuestos, resaltando que sus normas son resultado de propuestas de hombres y no de Dios. La conclusión que Jesús hace de todo esto es que los fariseos y escribas invalidan la palabra de Dios, que aquí debe entenderse en la misma manera que en los vv. 8, 9 como mandato o mandamiento de Dios. Se produce un cambio de interlocutores, puesto que Jesús amplía la audiencia que se involucra en el debate al incluir a la multitud. No hay referencia de si los fariseos o escribas continúan presentes o se han marchado, dando por terminado así su encuentro con Jesús. Lo cierto es que este traslada la cuestión a la gente, retomando el tema inicial de la discusión que no ha quedado resuelto con los fariseos y escribas: la pureza. Pero solo encontramos una sentencia de Jesús, que realiza ante la multitud, quizás para justificar a sus discípulos de la acusación recibida, y que habría llegado a oídos de la gente que cavilaría dentro de sí acerca de lo acertado o no de la imputación de comer con manos impuras, contraviniendo la ley de los ancianos (v. 5). La cuestión que plantea Jesús, si bien relacionada con la acusación contra sus discípulos, se amplía y apunta al principio, a la esencia de cualquier norma de pureza como es el contacto exterior con algo contaminado, y lo hace por medio de una parábola (cf. v. 17). Este proceder no es nuevo en la presentación de Marcos, pues en 4:10–12, 33, 34 ya se afirma que Jesús enseña por parábolas que luego explica en privado a sus discípulos. La parábola en cuestión establece una antítesis entre las cosas fuera del ser humano, que no son las que ensucian o contaminan a una persona, y las que salen de dentro, que sí lo hacen. En concreto, la referencia se enmarca en las normas referentes a los alimentos. Es lo que uno hace o dice lo que verdaderamente contamina. Jesús explicará con más detalle el sentido de la parábola en el encuentro siguiente con sus discípulos. Los manuscritos que se consideran los más importantes excluyen el v. 16, que dice ―el que tiene oídos para oír, oiga‖. En un tercer cambio de contexto en la narración, Jesús aparece ahora entrando en una casa, cuyo dueño no se menciona. Lo relevante de esta alusión a la casa es que delimita el ámbito privado en el que tienen lugar ahora las palabras de Jesús a sus discípulos, como ya ha sucedido antes (cf. 4:10–12, 33, 34). La multitud y los fariseos y escribas han desaparecido de la escena. La referencia a las palabras de Jesús a la multitud como parábola resulta llamativa pues es diferente a otras parábolas recogidas en Marcos; algunos autores prefieren hablar de dichos o enseñanzas de Jesús. Es probable que se trate este dicho como una parábola debido a la necesidad de interpretación. Son los propios discípulos los que preguntan a Jesús acerca del significado de la misma, a lo que él responde con sorpresa y, consecuentemente, censura por la incapacidad que muestran los discípulos, una vez más, de entender el significado de sus palabras.

Jesús confronta con su pregunta a los discípulos, sorprendido de que no entiendan lo que a él le parece evidente, que lo que entra en el ser humano por la boca, esto es, los alimentos, al final acaban en la letrina y no le contaminan. Siguiendo la lógica de lo expuesto en el v. 15, Jesús declara que no hay alimentos impuros y que, por tanto, no contaminan. Otra cuestión sería que llegaran al corazón (kardía2588), centro de la existencia, de donde surgen los pensamientos y los afectos, los impulsos para hacer el bien o el mal. Pero como los alimentos no tocan el corazón, entonces no pueden contaminar a la persona. Esta declaración de Jesús está en clara oposición con la ley de Moisés, que sí reconoce una serie de alimentos como impuros. ¿Está Jesús contradiciendo a Moisés, cuando acaba de defender su ley frente a las tradiciones de los fariseos y escribas? Sin duda, Jesús no contradice a Moisés sino que está introduciendo una nueva realidad desde la perspectiva escatológica del reino de Dios que se ha acercado. Así pues, desde esa nueva realidad, ya no hay alimentos considerados impuros, por lo que una mejor forma de leer las palabras de Jesús aquí sería que a partir de ahora declara todas las comidas limpias. La afirmación de que todas las comidas son declaradas limpias aparece como un comentario de Marcos en conclusión lógica de las palabras de Jesús. Esta aserción es importante en el contexto de la comunidad cristiana primitiva, donde muchos de los conflictos entre cristianos de origen judío y gentil son por causa de las diferentes normas alimentarias, amenazando la propia existencia de la comunidad cristiana. El pronunciamiento final de Jesús, tras declarar puros todos los alimentos, aporta una perspectiva diferente a la de escribas y fariseos, pues pone el énfasis en lo que sale del hombre, frente a lo que entra en él, como causa de impureza y contaminación. El corazón del ser humano es el causante de toda posible inmundicia, y Jesús hace un listado de vicios que son fruto de un corazón impuro. Es probable que el primero de ellos, los malos pensamientos (dialogismoi joi kakoi), sea una especie de aglutinador de todo lo que viene después, pues es en el corazón donde se entendía entonces que residían el pensamiento y la voluntad, por lo que, tanto las palabras como las acciones descritas, se originan en un corazón impuro, cuyos malos pensamientos se expresan en todo tipo de vicios sexuales y morales. Atendiendo a otros textos contemporáneos en los que aparecen listas de vicios similares a la de Marcos, se nota la falta de la correspondiente lista de virtudes, como por ejemplo en la carta a los Gálatas, donde el apóstol Pablo alterna su lista de vicios, las obras de la carne (5:19–21), con una lista de virtudes, el fruto del espíritu (5:22, 23). La sola representación de vicios en la descripción del corazón humano muestra una visión antropológica negativa de Marcos, pero esto sería una lectura imprecisa del texto, ya que el tema principal es qué que contamina al ser humano, por lo que la lista ha de ser necesariamente de vicios. La lista de vicios citados se distribuye en dos bloques de seis, los primeros en plural y los segundos en singular, sin que ninguno de los diferentes intentos de explicar esto sean satisfactorios, más allá de un mero recurso retórico de Marcos. Lo cierto es que muchos de los vicios citados aluden a incumplimientos de algunos de los mandamientos: los robos (klopé2829) al octavo mandamiento; los homicidios (fónos5408) al sexto mandamiento; el adulterio (moijéia3430) al séptimo mandamiento, como quizás también la inmoralidad sexual (porneía4202); la avaricia (pleonexía4124) al décimo mandamiento; mientras que los demás reflejan de distintas formas expresiones de los malos pensamientos del ser humano. Todos estos vicios representan la maldad que sale del corazón humano. Por ello Jesús afirma que cuanto contamina al ser humano no es lo que entra dentro, la comida, que al final sale del cuerpo, sino todo lo malo lo que sale inicialmente del corazón humano, que es lo que verdaderamente contamina y es impuro en su naturaleza. La oración, un mapa de vida Pensemos en la oración como en un mapa absolutamente exacto. Un mapa nos dice cómo llegar a un determinado destino. Pero el solo hecho de examinar el mapa no nos transportará automáticamente al destino elegido. Para llegar con exactitud a donde queremos llegar, debemos hacer el esfuerzo de pagar el costo, apartar el tiempo para viajar, y de seguir el viaje hasta llegar al punto final de nuestro viaje. Así es la vida de oración. Dios responde, pero la oración no es una fórmula mágica; requiere humillación, sumisión, fe y perseverancia.

Un elemento que resulta del contraste de posiciones afecta también a la percepción respecto de dónde parte la responsabilidad humana por sus acciones. Si la responsabilidad del ser humano está condicionada por lo que

viene de fuera, por las tradiciones de los hombres que justifican o no determinadas acciones o comportamientos, hay un eximente por causa de la norma que establece lo que es puro o no. Sin embargo, al afirmar que las (malas) acciones del ser humano nacen del corazón, es decir de su propia voluntad y pensamiento, enfatiza que el ser humano es responsable de sus actos, pues nacen de él. Además, para Jesús es más importante atender a lo que sale del corazón humano, pues no solo se contamina uno mismo, sino a otros. Es evidente que las posiciones de Jesús y los fariseos con sus escribas son opuestas acerca de la pureza e impureza en el ser humano y la vida religiosa. Los fariseos están más preocupados por la observancia de normas religiosas que por la ética, planteamiento que Jesús rechaza por completo y que acusa de posición hipócrita, porque en la práctica lo que buscan es un camino más fácil del que proclaman. Ellos mismos no son capaces de cumplir sus normas.

12. Misión a pueblos vecinos, 7:24–8:10 (1) La fe de una mujer extranjera, 7:24–30 Jesús va de Galilea a Fenicia, marcando un cambio geográfico importante, pues se traslada a tierra de gentiles. Esta no es la primera incursión en territorio no judío, pues ya estuvo en la región de los gadarenos (cf. 5:1–20). La mención de las poblaciones de Tiro y Sidón en algunos manuscritos parece estar en armonía con la versión paralela de Mateo (15:21); pero falta de Sidón en otros, por lo que parece posible que la población citada originariamente fuera solo Tiro. La idea inicial de Jesús no es la de llevar su misión al contexto gentil, lo cual resultaría una secuencia natural a la discusión con los escribas y fariseos respecto de las normas relativas a la dieta y la pureza ritual, ya que Jesús ha declarado todas las comidas limpias (cf. v. 19). Sin embargo, Jesús se aparta a esta región de gentiles buscando, probablemente, descanso en un lugar donde espera que no le conozcan. No hay referencia alguna a que los discípulos le acompañen en este desplazamiento. Aunque Marcos no menciona que la actitud de Jesús contraviene, una vez más, las normas de pureza judías, cabe señalar que la casa es gentil, por lo que entrar en ella era ilícito para un judío y fuente de impureza ritual. A pesar de querer esconderse (lantháno2990), pasar inadvertido, Marcos afirma que Jesús no pudo permanecer oculto a la gente, lo cual refleja cómo la fama y el carisma de Jesús se hace evidente allí donde va. El poder de Dios en Jesús no puede permanecer escondido ni en secreto, pues siempre sale a la luz, incluso más allá de la misma tierra de Israel. Una mujer, cuya hija tiene espíritu inmundo (pneuma akátharton), irrumpe en la escena y rompe el propósito de Jesús de que nadie supiera dónde se encontraba. La mujer actúa movida por la situación de su hija, y tan pronto oye que Jesús está en esa casa, va a él y se postra (prospípto4363), se tira a sus pies, gesto que recuerda al de la mujer con flujo constante de sangre (cf. 5:33). Es un gesto que no debe interpretarse como una muestra de adoración sino de desesperación y súplica, aunque lleva implícito el reconocimiento de Jesús como alguien que puede ayudarle en su problema. Es esta la segunda ocasión en que alguien viene a Jesús por causa de la enfermedad de una hija de corta edad (thugátrion2365). Anteriormente, Jairo, un principal de la sinagoga, pidió ayuda a Jesús porque su hija agonizaba (cf. 5:22, 23). La escena es, por tanto, muy llamativa, ya que el relato previo había supuesto un choque de Jesús con fariseos y escribas sobre la interpretación de las normas de pureza. Jesús se halla en tierra de gentiles, en una casa gentil, ante una mujer (algo que en la época un maestro debía evitar), gentil de origen, que le plantea la situación de su hija aquejada de un espíritu impuro. Tan grave conflicto confronta a Jesús con la propia naturaleza de su ministerio. Cómo afronte Jesús este encuentro va a definir el alcance de su ministerio y, por ende, la definición y alcance del reino de Dios. Por si al lector no le había quedado clara la situación, Marcos hace un breve resumen enfatizando aspectos de la mujer, y su situación que a cualquier judío habrían resultado chocantes: una mujer (guné1135), griega (jelenís1674), es decir, gentil, de nacionalidad sirofenicia (surofoiníkissa4949), y su hija tenía un demonio (daimónion1140) que espera que Jesús expulse de ella. Sorprende la respuesta de Jesús, que lejos de mostrar cercanía o sensibilidad hacia la situación de la mujer, le dice que está ocupado en otras cosas. Usa para ello un dicho en el cual se establecen prioridades temporales y de personas. Jesús habla de hijos (téknon5043) y perritos (kunárion2952), y de lo que se debe hacer primero

(próton4412). Jesús le dice a la mujer que está dedicado a la proclamación del reino de Dios a los judíos y que su petición es ajena a su propósito. Ha habido distintos intentos de explicar la rudeza de las palabras de Jesús hacia la mujer. La mayoría de estos pretenden disculpar un gesto en Jesús que supone la negativa de auxilio a alguien que lo necesita, imagen que no coincide con la presentación que el Evangelio hace de él, y aducen que realmente Jesús está poniendo a prueba la fe de la mujer o, incluso, que está hablando consigo mismo. Probablemente, la expresión refleje la perspectiva real de los judíos hacia los gentiles. Además, Marcos ha dejado claro que la mujer proviene de Tiro, por lo que en la afirmación de Jesús se refleja el conflicto socioeconómico existente entre Tiro y Galilea, pues gran parte de la producción agrícola galilea se llevaban a Tiro, una gran urbe pagana, mientras que los campesinos judíos vivían con grandes penurias. La comparación con un perro es despectiva al ser un animal por el cual los judíos no tenían excesivo aprecio, pues lo veían como un animal carroñero. Tan solo cabría encontrar un tono menos ofensivo en las palabras de Jesús si estuviera refiriéndose a perros domésticos. El texto, sin embargo, también hace una afirmación que apunta más allá de un mero rechazo de Jesús hacia la mujer gentil, pues afirma que es necesario que primero se sacien los hijos, Israel, lo cual es una expresión no excluyente. Jesús resalta la prioridad de los judíos en el orden de la historia de la salvación, afirmación que también usa Pablo cuando afirma que el evangelio es poder de Dios para salvación, al judío primero (próton), y también al griego (Rom. 1:16). Jesús reconoce, como será el caso en la incipiente comunidad cristiana, el llamamiento y elección de Israel, pero con perspectiva de inclusión de los gentiles. Además, la mujer es descrita como griega, término usado para hablar de los temerosos de Dios o prosélitos, es decir, gentiles cercanos a la fe y práctica judía (cf. Juan 12:20; Hech. 14:1). Semillero homilético La lucha de la oración 7:24–30 Introducción: Por lo general, hablamos de estar de manera quieta y confiada, delante de Dios en oración. Sin embargo, la otra cara de la moneda es la ―lucha de la oración‖. En realidad, la Biblia habla más de lucha que de descanso. Aquí podemos ver un buen ejemplo. I. Para que la lucha sea victoriosa se requiere sumisión. 1. La mujer reconoció a Jesús como Señor (v. 28). 2. Si Jesús no es Señor no podemos esperar respuestas a las oraciones. II. Para que la lucha sea victoriosa se requiere humillación. 1. La mujer reconoció su condición. (1) Se postró ante Jesús. (2) Aceptó la calificación de ―perrito‖. 2. Es necesario reconocer nuestra condición de pecadores. III. Para que la lucha sea victoriosa se requiere fe. 1. La mujer logró la petición a través de su fe. 2. La oración para ser respondida requiere de nuestra fe. (1) Sin fe es imposible agradar a Dios. (2) La fe permite que se exprese la voluntad de Dios. IV. Para que la lucha sea victoriosa se requiere perseverancia. 1. La mujer alcanzó el milagro por su persistencia. 2. A Dios le agrada nuestra perseverancia. Conclusión: La lucha no es contra Dios. No se trata de que tengamos que arrancarle a Dios algo a la fuerza. La lucha es contra Satanás (Efe. 6:12), pues él no desea que oremos. Lo venceremos sometiéndonos en humildad al Señor y orando con fe y perseverancia.

La mujer no se desalienta por las palabras de Jesús, sino que entabla un diálogo con él, respondiendo a sus palabras con el propósito de que atienda su petición. Destaca que esta anónima mujer es la única que aparece en todo el evangelio de Marcos dando el tratamiento de señor (kúrios2962) a Jesús, expresión que puede tener una doble función en el texto. Por un lado, se puede entender como una expresión de cortesía hacia Jesús, sin

ninguna connotación teológica. Por otro lado, la manera en la que la mujer insiste en solicitar la ayuda de Jesús para su hija, implica un reconocimiento del poder sobrenatural que actúa por medio de él. Hay un reconocimiento implícito de la autoridad y poder de Jesús; de otra manera, la mujer hubiera renunciado a su tentativa de buscar ayuda de Jesús. La mujer sigue la lógica de la ilustración puesta por Jesús para afirmar que incluso esos perrillos comen de las migajas que caen de la mesa, lo cual, en cierta medida, les hace también partícipes de la comida. Era costumbre que los comensales se limpiaran las manos con hogazas de pan que luego echaban a los perros. La expresión usada por Jesús para referirse a los hijos (téknon5043) indica origen biológico mientras que la mujer usa un término más genérico (paidíon3813), que podría percibirse como más inclusivo, ―niños‖. A pesar de que la mujer acepta identificarse como uno de eso perrillos que comen de las migajas que caen al suelo, su uso del término niños suaviza la distancia que crea el hablar de hijos biológicos y los consiguientes derechos que les pertenecen. Persistencia Insistencia, firmeza, empeño en la ejecución de algo. Duración, permanencia de una actividad o suceso. No debemos orar solamente; debemos orar hasta que nuestra oración prevalezca y dé resultados. R. A. Torrey

No hay ninguna emoción reflejada en la respuesta de Jesús, por lo que no cabe presumir sorpresa ante la sabia respuesta de la mujer. Atendiendo a la interpretación posible de las duras palabras iniciales de Jesús como prueba hacia la mujer, sin duda esta la ha superado. Jesús no evidencia cambio en su posición tras las palabras de la mujer, sino que han sido las palabras de esta las que él percibe como respuesta adecuada para obtener lo que busca. A la luz de otros acontecimientos en los que personas llegan a Jesús buscando sanidad, se puede afirmar que Jesús reconoce en la actitud de la mujer, más en concreto, en sus palabras, esa fe que sana (cf. 2:5; 5:34). Por tanto, a pesar de ser uno de los pasajes más llamativos acerca de Jesús afirmando la prioridad de los judíos en el plan de salvación, la conclusión evidencia la inclusividad del mismo. Marcos confirma el efecto de la palabra de Jesús, y la mujer al llegar a casa encuentra a su hija acostada en la cama, liberada del demonio. La mención de que la hija está acostada (bálo906), es decir, en una posición calmada, sosegada, confirma la sanidad de la hija. En el relato del exorcismo en Gadara (5:1–20), la descripción del endemoniado es de alguien fuera de sí, agitado y sin descanso día y noche (5:3–5). La sanidad de la niña restaura su vida y la reintegra a una convivencia normal. La salvación de Dios muestra su carácter universal, ejemplificado en la historia de una mujer que intercede ante Jesús por su hija poseída por un demonio. Su muestra de fe en Jesús resulta en la liberación del poder y presencia del demonio en su vida. Joya bíblica Y cuando ella se fue a su casa, halló a su hija acostada en la cama y que el demonio había salido (7:30).

(2) Jesús sana a un sordo y tartamudo, 7:31–37 La descripción geográfica del viaje de Jesús tras abandonar Tiro no presenta un trayecto directo hasta Galilea, sino que más bien parece un deambular impreciso en zigzag. Esto ha sido interpretado en ocasiones como una muestra del desconocimiento geográfico de la zona por parte de Marcos. Sin embargo, es posible aducir una razón teológica más que geográfica para explicar esto. La zona descrita aquí presenta las poblaciones gentiles colindantes con el mar de Galilea con el propósito de mostrar la continuidad del ministerio de Jesús en tierra de gentiles, donde poco tiempo después queda constancia de la presencia de comunidades cristianas en la zona (cf. Hech. 21:3, 4; 27:3). El relato del milagro que va a tener lugar en este territorio de gentiles solo lo recoge Marcos.

La situación recuerda al milagro del hombre paralítico al que sus amigos bajaron por el techo para llevarlo ante Jesús (2:1–12). De igual manera, son otros los que acercan a un hombre enfermo a Jesús rogando por su sanidad. El hombre es sordo (kofós2974) y tartamudo (moguilálos3424). La sordera es una dolencia real en este hombre, pero cabría destacar también el elemento simbólico de la dolencia, pues en el AT la sordera aparece como descripción de la actitud de rebeldía contra Dios (Isa. 42:17–19; Miq. 7:16), lo que en este caso describiría la situación inicial de este gentil ante Jesús; necesita que Jesús le abra los oídos para escuchar el mensaje del reino de Dios. Dado que el término moguilálos solo es usado aquí en todo el NT, y que la única otra alusión en el A T (LXX) es en uncontexto escatológico (Isa. 35:5, 6). Algunos interpretan que el hombre está mudo y que su sanación será una evidencia más de la presencia de la realidad del reino de Dios por medio de Jesús. Sin que esto último deje de ser cierto, el término moguilálos alude a un problema del habla en el hombre, pero no que esté mudo. La referencia en el v. 35 de que el hombre habla bien tras la sanación de Jesús muestra que se trata de un hablar con dificultad, probablemente, tartamudez. La petición de los que traen al hombre a Jesús es que le toque con su mano, gesto habitual en los relatos de sanidad: tener contacto físico de Jesús (cf. 1:31; 1:41; 3:10; 5:28, 41; 6:56; 8:22; 10:3). Tiro y Sidón Tiro era la ciudad más célebre de Fenicia. Se la llamaba ―la hija de Sidón‖ y estaba situada a unos 30 km al sur. Sin embargo, Tiro adquirió más importancia que Sidón y se convirtió prácticamente, a través de toda la historia, en la ciudad más importante de la región. En el año 332 a. de J.C., Tiro fue tomada por Alejandro el Grande. Luego de grandes esfuerzos la ciudad fue prácticamente arrasada. Cuando los romanos tomaron el dominio de la zona, Tiro continuó gozando de cierto prestigio comercial, pero el deterioro de su puerto hizo que su importancia fuera decayendo. Tiro estaba situada en la costa occidental del mar Mediterráneo, aproximadamente a 65 km de Nazaret. Sidón está ubicada en la falda septentrional de un promontorio que se levanta en un llano estrecho entre la cordillera del Líbano y el mar Mediterráneo. Es considerada una de las ciudades más antiguas del mundo. Costumbres 1. Saliva: Cuando Jesús usó la saliva, él estaba haciendo lo que los doctores judíos frecuentemente hacían, ya que ellos reconocían un poder curativo a la misma. Poner saliva en las orejas y en las ventanas de la nariz del candidato al bautismo permanece aún como parte de la liturgia romana. 2. Efata: Se trata de una palabra aramea como las usadas en 5:41; 7:11; 15:34. El propio texto aclara su significado. Jesús hablaba naturalmente y en su propio idioma. No se trata de una palabra mágica como era costumbre entre la gente que usaba palabras de lenguajes desconocidos.

El hecho de que Jesús tenga que separar al hombre de la multitud implica que el encuentro no sucede de manera casual, en un encuentro aislado, sino que es en un contexto en el que una multitud se reúne alrededor de Jesús. Esta es una muestra más de la creciente popularidad de Jesús, aun en tierra de gentiles (cf. 7:24, 25). Tan solo tenemos dos descripciones en las que Jesús hace uso de la saliva para sanar (cf. 8:23), y en ambos casos se aparta, junto con el enfermo, para realizar el milagro. ¿Por qué? Algunos argumentan que para mantener en secreto su método de sanación. Otros para mantener ese halo de misterio que parece impregnar algunos relatos de curación, mencionando incluso las expresiones arameas (cf. 5:41). Es probable que Jesús quisiera menguar el aspecto llamativo de un milagro de sanidad, para evitar que se le identifique como un curandero y se desatienda el propósito más amplio de su ministerio: la predicación del reino de Dios. Marcos hace un relato más detallado de lo habitual acerca del proceder de Jesús (cf. 8:22–26), además de señalar que toca directamente la zona afectada por la dolencia. Jesús introduce sus dedos en las orejas del hombre y escupe sobre su mano y toca la lengua del enfermo. Más allá del claro énfasis en el poder de Jesús manifiesto en el toque de su mano, el pasaje refleja la tradición antigua en la que se reconoce poderes curativos a la saliva, no solo en contextos mágicos o supersticiosos sino también de la medicina. En este caso, la saliva

proviene de Jesús en quien se reconoce habita poder de lo alto, por lo que su saliva trasmite también ese poder para sanar y derrotar el mal espíritu que se encuentra en el hombre. La narración de esta sanidad tiene muchas similitudes con un exorcismo, aunque no haya mención específica de un mal espíritu en él. Tras entrar en contacto con el enfermo con sus manos en oídos y lengua, Jesús mira al cielo en señal de dependencia divina, tras lo cual suspira (stenádzo4727), gesto que se identifica en exorcismos como la acción de lucha frente a un obstáculo demoníaco. Jesús exclama effathá2188, expresión aramea que significa ―ábrete‖. No debe sorprender el uso de este término por parte de Jesús fuera de Galilea, porque por toda la zona de Decápolis se hablaba un dialecto del arameo. Lo significativo del uso de este término es que no es entendido por sus lectores, por lo que ha de traducirlo, pero lo mantiene por la creencia en el poder de las palabras mismas de Jesús (cf. 5:41). Inmediatamente, los oídos del hombre quedan abiertos, así como su capacidad para hablar es restaurada. En los exorcismos se hablaba de lengua desatada como constatación de la liberación experimentada en la p 110 persona que había quedado sin habla. Más allá del efecto físico en el hombre, son muchos otros los efectos de la acción de Jesús en él. Si anteriormente se indicaba la sordera como símbolo de la rebeldía ante Dios, este hombre ahora tiene los oídos abiertos para escuchar el mensaje del evangelio. Su lengua restaurada ahora le permite proclamar las grandes maravillas que Dios hizo en él. Joya bíblica Se maravillaban sin medida, diciendo: ¡Todo lo ha hecho bien! Aun a los sordos hace oír, y a los mudos hablar (7:37).

Jesús hace un nuevo intento por mantener uno de sus milagros en silencio, dando la orden de no contar a nadie lo sucedido. En definitiva, la presencia del reino de Dios hecha evidente en acciones poderosas en la gente no puede ser silenciada: no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni nada escondido, sino para que salga en claro (4:22). ―No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído‖, dijeron los discípulos de Jesús (Hech. 4:20). Es claro que no solo la lengua del tartamudo ha sido liberada sino también la de la gente que ha presenciado el milagro. Marcos describe su reacción como de asombro desmedido (juperperisós5249), probablemente porque son conscientes de que lo que han presenciado es evidencia de las promesas de Dios cumpliéndose en medio de ellos. No hay otra ocasión en Marcos donde se describa la respuesta de la gente con tanta intensidad. En esta historia hay ecos evidentes de dos pasajes del AT. En primer lugar del texto de Génesis 1:31, en el que Dios mismo observa el resultado de su acción creativa y reconoce que todo lo que ha hecho es muy bueno. Esta conexión describe la acción de Jesús como restauración de la creación caída, recuperando su estado inicial en el propósito de Dios. En segundo lugar, de Isaías 35:5, 6, un texto en el que el profeta relata el efecto del futuro escatológico de Dios en el que ―serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán. Entonces el cojo saltará como un venado, y cantará la lengua del mudo‖. La salvación de Dios se hace presente en el ministerio de Jesús. Semillero homilético Prohibido escupir 7:31–37 Introducción: Todavía hoy se pueden ver en algunos edificios antiguos de la ciudad de Buenos Aires anuncios que dicen: ―Prohibido escupir en el suelo‖. Muchos quisieran prohibir este pasaje donde Jesús escupe al hombre enfermo. Tenemos problemas con la metodología usada. Tenemos problemas con la saliva. Sin embargo, fue usada por Jesús en la sanidad del enfermo, y la usa hoy para dejarnos una enseñanza. I. Jesús usa medios que despierten nuestra fe. 1. La saliva no sanó al enfermo pero sí le ayudó a creer. 2. Jesús busca despertar nuestra fe por todos los medios posibles (pruebas, milagros, etc.).

3. El método de Jesús no es nada convencional, pero sumamente efectivo. II. Jesús usa medios cotidianos. 1. La saliva era un elemento común. 2. Jesús usa frecuentemente medios ordinarios para llegar a mi vida (familia, amigos, etc.). 3. Todos los elementos, hasta los más inconcebibles le sirven al Señor para hacer su obra. III. Jesús usa medios personales. 1. La saliva no fue el único medio para sanar. Jesús usó varios, según el caso. 2. Jesús me trata según mi propia especial necesidad. 3. No debemos oponernos ni dudar de los métodos que Dios usa en nuestra necesidad personal. Conclusión: En el fondo lo que nos preocupa no es la saliva. Lo que deseamos prohibir es que Jesús actúe y reclame mi vida. Pero él sigue buscando despertar nuestra fe a través de cosas cotidianas porque solo él puede responder a nuestra necesidad especial. ¡No prohíba que Jesús desee actuar en su vida!

(3) Jesús alimenta a cuatro mil, 8:1–10 Tras el encuentro con la mujer sirofenicia, en el que Jesús y ella discuten sobre si el pan de los hijos debiera compartirse también con los perritos (cf. 7:24–30), ahora Marcos presenta de manera real cómo el pan sí llegara a toda una multitud de gentiles en lo que será una segunda alimentación milagrosa acontecida durante el ministerio de Jesús, que tiene señaladas coincidencias con la primera (6:30–44). Es un relato que también recoge Mateo, no así Lucas ni Juan. Este pasaje es un cuadro de lo que será el alcance universal del evangelio. Las similitudes entre ambos relatos de alimentación milagrosa en Marcos son notorias: * * * * * * * * * * * *

Una gran multitud ee reúne junto a Jesús (6:34 / 8:1) Se menciona el tiempo que llevan con Jesús (6:35 / 8:2) Jesús muestra compasión por la multitud (6:34 / 8:2) Se considera enviarlos de vuelta (6:36 / 8:3) Incapacidad de los discípulos para alimentar a la multitud (6:37 / 8:4) Jesús pregunta de cuánto alimento se dispone (6:38 / 8:5) Jesús hace que la gente se recueste en el suelo (6:39 / 8:6) Jesús bendice la comida (6:41 / 8:6) Jesús da la comida a los discípulos para que estos la den a la gente (6:41 / 8:6) Comen hasta saciarse (6:42 / 8:8) Se recogen cestas de alimentos sobrantes (6:43 / 8:8) Se refleja el número de comensales (6:44 / 8:9)

Las diferencias también son relevantes: * * * * * * *

Un milagro sucede en Galilea y el otro en tierra de gentiles Estancia con Jesús de un día (6:35) frente a tres (8:2) Los discípulos alertan a Jesús de la situación (6:35–36) frente a la iniciativa de Jesús en ver la situación (8:2–3) Disponibilidad de cinco panes y dos pescados (6:38) frente a siete panes y unos pescados (8:5, 7) La gente se sienta en grupos de cien y de cincuenta (6:40) frente a ninguna referencia de cómo se sentaron Sobran doce cestas (6:43) frente a siete (8:8) El número de los que comen es de cinco mil (6:44) frente a cuatro mil (8:9)

Se puede decir que el número de coincidencias es demasiado alto como para pensar en dos historias independientes, pero el número de diferencias es suficiente para pensar en que sea este el relato de un mismo acontecimiento que desarrolla y llega a Marcos por dos vías de tradición diferentes. Independientemente de la

percepción que se tenga sobre la relación o dependencia de estas dos narraciones, lo más relevante de este segundo relato de una alimentación milagrosa es su ubicación en tierra de gentiles. Marcos cambia de escenario de manera imprecisa, con una transición temporal, en aquellos días, que indica la continuidad del ministerio de Jesús donde lo había dejado en el relato anterior, en tierra de gentiles. La escena se construye de manera bastante casual, pues la gente se agrupa alrededor de Jesús sin que se indique la razón, aunque esta es fácilmente deducible por las escenas anteriores; se reúnen junto a Jesús para escucharle enseñar. En ese contexto se dice que la multitud no tiene qué comer, tras tres días junto a él, por lo que este llama a sus discípulos para, en primera instancia, expresarles sus sentimientos por la situación. Jesús les expresa la compasión (splanjnídzomai4697) que siente por ellos, porque tienen hambre, y el problema que se le plantea si decide enviarlos a casa para que coman, pues sabe que algunos vienen de lejos, están ahora en un lugar desierto y no tienen fuerzas para caminar hasta llegar a su lugar de origen. Cabe destacar que en las palabras de Jesús no hay una petición directa a los discípulos para que hagan algo al respecto. Sin embargo se, sienten compelidos por las palabras de Jesús, por lo que contestan que no es posible conseguir pan para tantas personas. La respuesta de los discípulos ha de analizarse desde, al menos dos perspectivas; una inmediata, en la que es cierto que no hay posibilidad de encontrar en un lugar cercano para comprar tanto pan para tanta gente. Este hecho hace destacable el milagro que a continuación va a realizar Jesús. Pero una segunda perspectiva sobre las palabras de los discípulos evidencia una falta de entendimiento de cuanto acontece a su alrededor. Marcos mismo ha dejado muestra de la conexión de esta alimentación con la anterior, pues presenta junto a Jesús una multitud otra vez (pálin3825), siendo la vez anterior la que condujo al milagro de la alimentación de los cinco mil (6:30–44). Su fe es tan exigua que no son capaces de pensar que Jesús puede dar de comer otra vez a la multitud hambrienta y se preguntan quién podrá (dúnamai1410). Esta expresión se usa en Marcos para referirse a la acción poderosa de Dios por medio de Jesús (cf. 2:7; 3:27; 5:3; 9:22, 23, 28, 29). La respuesta debería ser sencilla de contestar para los discípulos; Jesús es el que puede satisfacer esa necesidad. Semillero homilético Naturaleza del ministerio 8:1–9 Introducción: En forma jocosa algunos comentan que estarían más felices en el ministerio si no tuvieran que lidiar con la gente. Las relaciones interpersonales pueden ser una oportunidad para crecer o una piedra de tropiezo. I. Ministramos a mucha gente. 1. Liderar a mucha gente puede ser una gran pesadilla o una excelente oportunidad. 2. Algunos líderes ven el liderazgo con mucha gentecomo una pesadilla. 3. Otros líderes, en cambio, aceptan y entienden que un liderazgo así es una gran bendición. II. Ministramos a las necesidades. Estas nunca faltarán. Algunas son reales y otras no. 1. Las necesidades reales son de seguridad, sentimientos, o alguna determinación. 2. Las necesidades artificiales no tienen que ser satisfechas. 3. En este caso era una necesidad real, que la gente que seguía al Señor experimentaba. 4. Acción o reacción. Frente a las necesidades podemos hacer algo para satisfacerlas o simplemente podemos ignorarlas. Cristo siempre tomó acciones provechosas para ayudar a los que padecían necesidades. III. Ministramos haciendo discípulos. 1. Las personas aprenden de nosotros y de otros. 2. Hacemos discípulos en forma directa o indirecta. En el sentido general todos somos discípulos, pues seguimos inmersos en el proceso de aprendizaje. 3. Aprendemos De por vida. En la medida en que se multiplica el conocimiento y la ciencia permaneceremos como discípulos toda la vida. Conclusión: El ministerio no es otra cosa que un llamamiento que se desarrolla mientras ministramos a las personas en sus necesidades; estas son las oportunidades para que otros aprendan a servir con su llamamiento.

Si consideramos el relato desde una perspectiva simbólica, en la que la multitud con hambre representa a los que tienen hambre espiritual, la actitud de los discípulos evidencia una vez más su dificultad para reconocer quién es Jesús, cuál es la naturaleza de su ministerio y el poder de Dios que le acompaña. No llegan a ver a Jesús como aquel que puede saciar el hambre espiritual de la gente. No perciben su mensaje como el pan de vida. Siguen mostrando un corazón endurecido (6:52), carentes de entendimiento (7:18). Jesús pregunta de cuánto pan se dispone, a lo que se le responde que son siete los panes disponibles, así como unos cuantos pescados. Con esto, Jesús hace que la multitud se siente y, tras bendecir los alimentos como era costumbre entre los judíos antes de comer, comienza a repartir el pan y los pescados a los discípulos para que estos a su vez lo entreguen a la gente. Jesús sigue contando con los discípulos, a pesar de su manifiesta incredulidad, como partícipes de su ministerio, lo cual es relevante en el ministerio de la iglesia posterior, que no depende finalmente de la capacidad humana, por más que necesaria, sino de la iniciativa y poder de Dios. Aunque la cantidad sobrante no es tan grande como en la otra alimentación milagrosa, en la que sobraron doce cestas (6:43), el hecho fundamental aquí es que comen hasta saciarse (jortádzo5526) y aun sobran alimentos para llenar siete canastas. El número de los que han comido es de cuatro mil (tetrakisjílioi5070), y aquí el significado del término griego empleado es más inclusivo que en la alimentación milagrosa anterior, a pesar de tener una terminación masculina, por lo que se da a entender que comieron cuatro mil personas, no solo hombres. Finalmente, Jesús despide a la multitud para marchar en una barca, ahora sí (cf. 6:45), con los discípulos a Dalmanuta, zona de la que no existe hoy constancia de su existencia. No hay que descartar la existencia entonces de pequeños asentamientos de pescadores de los que no ha quedado constancia posterior. El milagro de la alimentación de los cuatro mil es un ejemplo que manifiesta el propósito universal del reino de Dios, hecho manifiesto en Jesús. Si la respuesta de Jesús a la mujer sirofenicia pudo crear alguna duda acerca de la intención y voluntad de Jesús de llevar su ministerio también a los gentiles, este milagro la disipa. Jesús ha llevado abundantemente el pan de vida también a los gentiles. Contrasta en esta historia la actitud de los discípulos que siguen sin comprender plenamente el ministerio de Jesús, su compasión y su poder. Un rango más alto Durante la revolución de los estados americanos, un hombre vestido en ropa de civil cabalgaba; este vio a un grupo de soldados quienes reparaban una barrera defensiva. El líder que dirigía al grupo daba las instrucciones a gritos, pero no hacia ningún esfuerzo propio por ayudar al grupo. El hombre vestido en ropa de civil le preguntó al líder: —¿Por qué no ayuda a su grupo? —Tengo un rango más alto que el de ellos —respondió el líder, haciendo un gesto de gran dignidad. El hombre vestido en ropa de civil desmontó del caballo, y procedió a ayudar a los soldados exhaustos. Cuando terminaron de trabajar, el extraño se dirigió hacia donde estaba el que tenía un rango más alto y le dijo: —Soldado, la próxima vez que tenga una trabajo como este y no tenga suficientes hombres para hacerlo, vaya con el comandante general; vendré y le ayudaré de nuevo. Después de decir eso, George Washington se montó en su caballo y se fue. Recursos divinos Somos dados a medir todos nuestros esfuerzos desde la limitada visión de nuestra humanidad caída y sin ejercitar la fe. Los discípulos encontraron obstáculos insalvables para satisfacer el hambre de tantas personas. Si no se toman en cuenta los recursos divinos dentro de la ecuación para la solución de las necesidades, todo parecerá imposible. No excluyamos los recursos divinos cuando se trata de satisfacer necesidades.

13. Incomprensión hacia Jesús, 8:11–21 (1) Los fariseos piden una señal, 8:11–13 Aparecen en escena, nuevamente (cf. 7:1), los fariseos. En esta ocasión están discutiendo (sudzetéo4802) con Jesús. No se indica cómo ni dónde se encontraron, ni el motivo de la discusión, pero coincide el hecho de que tras la primera alimentación milagrosa también se sucede un encuentro con los fariseos y una disputa de Jesús con ellos (cf. 7:1–13). Tan solo se dice que en un momento del debate piden una señal (seméion4592) del cielo (ouranós3772) a Jesús para probarle (peirádzo3985). Esta petición parece fuera de lugar justo después de un milagro tan prodigioso como la alimentación de los cuatro mil, que si bien se puede suponer que los fariseos no han sabido de este, sí han sabido de otros milagros o exorcismos de Jesús. La perspectiva bíblica acerca de las señales es diversa, algunas positivas, como la petición de Gedeón a Dios de confirmación de su llamamiento por medio de un vellón (cf. Jue. 6:36–40); otras, a instancia del propio Dios, como en el caso del rey Acaz, para confirmar la liberación de Judá (Isa. 7:10, 11); otras negativas, como la que Marcos narra aquí. Los fariseos quieren tentar a Jesús y por eso le piden una señal, que ha de ser del cielo, es decir, de parte de Dios, pues rechazan la autoridad divina de Jesús. Tratan de desacreditar a Jesús. Marcos menciona que Jesús gime o suspira (anastenádzo389) tras la petición de una señal por parte de los fariseos, como ya hizo anteriormente durante el exorcismo-sanación de un sordomudo (cf. 7:34). Este suspirar de Jesús interpreta la petición de los fariseos como algo maligno, ya que es Satanás quien, en primer lugar, se ha mostrado como el tentador (cf. 1:13). Jesús dirige a muchos más que a los fariseos su reflexión acerca de la incredulidad que percibe, y la circunscribe a esta generación (gueneá1074). Es una expresión que en los dos Testamentos se dirige contra aquellos que muestran incredulidad o maldad, como la generación perversa en el tiempo de Noé (cf. Gén. 6:6– 9), así como el pueblo de Israel en su peregrinaje por el desierto (cf. Deut. 32:20). La idea de fondo es que, frente a la admiración de Jesús que las multitudes habían mostrado hasta ahora, la gente empieza a compartir el escepticismo de los fariseos hacia él. Marcos refleja en las palabras de Jesús una expresión que, en su forma abreviada aquí, alude a un juramento que se hace cuyo incumplimiento trae maldición sobre sí: ―así me haga Dios y aun me añada, si…‖ (2 Rey. 6:31; cf. Núm. 14:21–23). Dios no dará señal a los fariseos, ni por ende a esta generación, para legitimar el ministerio de Jesús, algo que ya ha quedado suficientemente demostrado en sus enseñanzas, sanidades y exorcismos. No obstante, la gente no creía en Jesús. El conflicto concluye con Jesús entrando en la barca y alejándose del lugar y la gente. (2) La levadura de los fariseos, 8:14–21 Jesús se dirige a Betsaida (v. 22), en la orilla este del mar de Galilea, acompañado de sus discípulos, que aunque no son citados directamente, el contexto del pasaje evidencia que son ellos quienes van con Jesús. Es una nueva situación en la que el Maestro tiene una conversación solo con sus discípulos (cf. 7:17–23), una reflexión sobre lo acontecido, para que ellos puedan recibir enseñanzas. Marcos afirma que, a pesar de que tras la alimentación de los cuatro mil sobraron siete cestas (v. 8), los discípulos olvidaron llevar pan para ellos mismos, y en la barca solo había un pedazo. Probablemente, la situación citada indique que los discípulos tienen hambre, por lo que buscan algo de comer, con el resultado mencionado. Algunos encuentran elementos eucarísticos en el relato (cf. 1 Cor. 10:17). La narración refleja que solo hay un pedazo de pan en la barca, motivo por el cual los discípulos podrían sentirse ansiosos; pero que Jesús esté en la barca con ellos es cuanto necesitan, puesto que él es el pan de vida (cf. Juan 6:35). Desde esta perspectiva, la advertencia que Jesús va a hacer a continuación a sus discípulos debe entenderse como un aviso preventivo ante la posibilidad de quedar sin comer ese pan por causa de la levadura (zúme2219) de los fariseos y de Herodes. La advertencia de Jesús se introduce con un doble imperativo a mirar (joráo3708) y a observar con atención (blépo991), lo cual en los discípulos debía ser una característica distintiva frente a quienes ven pero no perciben (cf. 4:12). Si hay un tono de severidad en las palabras de Jesús a sus discípulos es por causa de las reiteradas ocasiones en las que estos debían haber mostrado una percepción clara sobre quién es Jesús y su ministerio, pero que, sin embargo, evidencian lo contrario. La levadura aparece en diferentes textos con acepciones distintas. Unas son positivas, cuando sirven para ilustrar la realidad del reino de Dios (cf. Mat. 13:33), mientras que otras apuntan al mal como su ámbito de

interpretación (1 Cor. 5:8). En el judaísmo sirve de símbolo a la llamada inclinación al mal. Por eso Jesús advierte de la influencia maligna de los fariseos y de Herodes, avisando de abstenerse de su levadura, que les llevaría a la incredulidad. Llama la atención que tras un conflicto con los fariseos, Jesús introduzca la figura de Herodes. Probablemente, Jesús ve en el destino de Juan el Bautista a manos de Herodes un adelanto de lo que será su propio fin. Además, Marcos ya ha mostrado la vinculación de fariseos y herodianos contra Jesús, a causa de la sanación en el día sábado de un hombre con la mano paralizada (cf. 3:6). Levadura Es una sustancia que cuando se mezcla con la masa del pan la hace fermentar. Aquí, Jesús identifica la levadura con la hipocresía. Así como la levadura penetra la masa del pan, la falsedad o hipocresía se había infiltrado en la actitud de muchos fariseos y de Herodes. Ellos no tenían nada en común excepto la pretensión de vivir de cierto modo sin lograrlo. Es enteramente decepcionante el que una persona pretenda vivir algo que no es verdad en su vida. La tristeza de la hipocresía son los resultados negativos que afectan a los individuos.

El simbolismo de la levadura usado por Jesús en su advertencia a los discípulos no es entendido por ellos, que discuten (dialoguídzomai1260) entre sí por el hecho de no tener pan, en vez de atender lo dicho por Jesús contra el poder corruptor de fariseos y Herodes. Esto provoca la irritación de Jesús, que les reprocha la incomprensión de sus palabras, pues piensan que habla del pan en un sentido literal, sin ir al fondo del significado de cuanto dice Jesús. El juicio sobre los discípulos es reiterativo de censuras anteriores, donde se les reprocha su falta de entendimiento (cf. 4:13; 7:18) y dureza de corazón (cf. 6:52). Las palabras de Jesús al preguntarles si ven, oyen o recuerdan sitúan a los discípulos en el mismo plano de aquellos que han rechazado el mensaje y ministerio de Jesús (cf. 4:12). Ver, oír, recordar debían ser evidencia del proceso de revelación de los misterios del reino de Dios en su vida (cf. 4:11). ¿Qué hace a los discípulos diferentes, pues, de aquellos que no han creído en Jesús? La referencia temporal de que todavía (óupo3768) no comprendían, apuntan a que en un momento posterior sí lo harán. Hay un contraste en el texto entre los discípulos, que no son capaces de entender, y Jesús, que es presentado entendiendo (guinósko1097), una vez más (cf. 2:8), quizá de manera sobrenatural, la discusión que está teniendo lugar entre los discípulos. Jesús apela a la memoria de lo experimentado junto a él por parte de los discípulos, y les menciona la alimentación de los cuatro mil y de los cinco mil, preguntando si recuerdan cuántas cestas sobraron en cada caso. La respuesta es positiva por parte de los discípulos, que recuerdan esos milagros. No queda claro en el texto que sean capaces de ir más allá y sacar conclusiones de estos milagros respecto de Jesús y su ministerio. Tan solo evidencia una preocupación por lo material, el pan (que ahora no tienen) para comer, sin mostrar afectación espiritual ninguna en su posición tras la advertencia de que tengan cuidado de la levadura de los fariseos y de Herodes. ¿Mente embotada? A los discípulos les faltaba hacer las ―conexiones‖ que les permitieran entender con claridad las enseñanzas del Señor. El deseo del Señor era que sus seguidores pudieran tener muy claro el contenido de sus enseñanzas. No siempre vemos con claridad lo que Dios desea comunicarnos; muchas veces parece que nuestra mente está ―embotada‖. Los discípulos ya no se acordaban de lo que el Señor dijera en forma repetitiva. Esto corrobora la gran necesidad que tenemos de congregarnos para estimularnos al amor y a las buenas obras.

El relato termina con una pregunta retórica de Jesús, que va dirigida a sus discípulos pero también a cada lector, ¿no entendéis? La incapacidad para comprender por parte de los discípulos es evidencia de su falta de fe, su pobre percepción espiritual. Esto, puesto de otra manera, recuerda que la poca fe afecta el entendimiento

espiritual. Sin fe no se pueden entender las cosas de Dios, discernir la realidad del reino de Dios. Por otro lado, esa incomprensión, por causa de una fe escasa, priva de las bendiciones y provisión espiritual de Dios. Los discípulos solo son capaces de pensar en el pan en un sentido literal, desperdiciando el alimento espiritual que Jesús tiene para su vida. Una mirada limitada al evento de la alimentación milagrosa priva a los discípulos de la oportunidad de recibir lecciones trascendentes respecto del reino de Dios y sus consecuencias. Necesitan mayor discernimiento de lo que pasa.

III. CAMINO A JERUSALÉN, 8:22–10:52 1. Jesús sana a un ciego en Betsaida, 8:22–26 La reprimenda de Jesús a sus discípulos por su ceguera y sordera espiritual (v. 18) está enclavada entre el relato de la sanación de un sordo y tartamudo (7:31–37) y la de un ciego (vv. 22–26). Ambos milagros tienen elementos en común, pues traen a los enfermos a Jesús con la petición de que los toque; él lleva a los enfermos a un lugar aparte, y utiliza saliva para efectuar la sanación. Además, ninguno de los otros Evangelios sinópticos recoge esta historia, ni incluyen referencia alguna a sanidad con saliva. Jesús ha llegado a Betsaida en barca, medio que no volverá a ser utilizado ni mencionado en este Evangelio. Algunos interpretan que este cambio en la forma de desplazarse de Jesús, sin duda más lento y duro ir a pie, es un reflejo de cómo se va complicando el propio ministerio de Jesús hasta llegar a la cruz. Aquí se plantea la petición a Jesús de que toque al hombre ciego, expresando así la convicción de que por medio de ese contacto se producirá la sanidad (cf. 1:31; 1:41; 3:10; 5:28, 41; 6:56; 7:32; 10:3). Existía la creencia en la antigüedad que un rey estaba dotado de poder para sanar. Con esta creencia de fondo, la afirmación cristológica del pasaje apunta a Jesús como rey mesías poderoso que restaurará al final de los tiempos la vista a los ciegos (cf. Isa. 42:7). Marcos describe Betsaida como una aldea (kóme2968), aunque realmente era una ciudad, que experimentó un notable crecimiento tras las obras realizadas por Herodes Filipe que la denominó Betsaida Julias, en honor de la hija del emperador Augusto. La razón para referirse al lugar como aldea podría estar condicionada por la comprensión de ciudad como recinto fortificado, lo cual haría que solo Jerusalén alcanzara ese estatus. Semillero homilético El ciego ve 8:22–25 Introducción: Aquellos que tenemos la capacidad de ver no tenemos ni idea de lo que es vivir totalmente ciego. Así que el entusiasmo y la persistencia de este hombre ciego nos ayudan a apreciar lo que él deseaba. I. Precisaba ayuda: ―y le trajeron un ciego y le rogaban que lo tocase‖ (v. 22). 1. Tenían verdadero interés en la sanidad de este hombre. 2. Sabían del poder sanador de Cristo. II. Jesús satisface necesidades reales: ―¿Ves algo?‖ (v. 23). 1. Sanidad progresiva. Jesús le pregunta al ciego qué tanto podía ver; el hombre le contesta: ―Veo a los hombres, pero los veo como árboles que andan‖ (v. 24). 2. Sanidad completa: ―puso otra vez las manos sobre sus ojos… y fue restaurada su vista‖ (v. 25). III. Paralelo con la ceguera espiritual. 1. Jesús nos encuentra ciegos a las verdades espirituales y ofrece su toque milagroso inicial. 2. Nuestra visión todavía no es tan clara como debe ser. 3. Dios todavía no ha terminado de hacer su obra sanadora en nosotros. 4. Testificar. Es interesante que le indique que vaya primero con los de su casa. Es en el hogar donde se prueba nuestra fe. Son los de casa los que se dan cuenta de la realidad espiritual en que vivimos. 6. Verificar. Otros ven lo que Dios ha obrado en la vida. Conclusión: Poder ver las cosas maravillosas del mundo que Dios ha creado es algo estupendo

que debiéramos disfrutar. Sin embargo, el tener una visión espiritual renovada por el poder de Cristo nos otorga el privilegio de contemplar el amor de Dios, su gracia y su poder transformador obrando en la vida de otros así como en nosotros.

Jesús saca al hombre fuera de Betsaida, probablemente para evitar que, dada la creciente incredulidad de la gente, incluidos todavía sus discípulos, se imponga una imagen de Jesús como la de un curandero, sin alcanzar a comprender la naturaleza y propósito de su ministerio. Sirviéndose de la creencia en la antigüedad del poder curativo de la saliva, entre otras cosas como bálsamo ocular, Jesús moja los ojos del hombre con saliva y poniendo sobre estos sus manos (propio de las escenas de sanidades, cf. 5:23; 6:5; 7:32), le pregunta si ve. La respuesta del hombre es sorprendente, pues habiendo recuperado la vista (anablépo308), afirma que ve (blépo991) personas andar pero que las ve (joráo3708) como si fueran árboles que caminan. Esta identificación de hombres y árboles, a pesar de no ser una vista plena, lleva a pensar que el hombre no era ciego de nacimiento. Jesús vuelve a poner sus manos sobre los ojos del hombre hasta ahora ciego y le ordena que mire fijamente, con intensidad (diablépo1227), y su vista fue restaurada, viendo incluso de lejos con nitidez, claramente (telaugós5081). ¿Por qué hace Jesús este milagro así? Habría que mirar al carácter simbólico de este relato e interpretar las dos fases en la recuperación de la vista del hombre con fases en los discípulos, cuya creencia inicial es imprecisa hasta llegar a la fe plena. Se podría decir que la historia refleja el hecho de que la ceguera de los discípulos va desapareciendo paulatinamente. De hecho, el siguiente relato con la confesión de Pedro será una evidencia de una vista mejorada pero todavía no recuperada en su plenitud, lo cual no tendrá lugar hasta la resurrección de Jesús. El hombre que ha recibido la vista, recibe también de Jesús el mandato de no entrar en la aldea sino de irse a su casa. Es un caso más en el que Jesús evita la publicidad de sus milagros, lo cual es imposible. ¿Cómo podría pasar desapercibido u ocultarse el hecho de que aquel que antes era ciego ahora ve? El Jesús de Marcos persiste en minimizar la publicidad de sus acciones milagrosas hasta el tiempo de su resurrección (cf. 9:9).

2. Identidad de Jesús, 8:27–9:13 (1) La confesión de Pedro, 8:27–30 El ministerio itinerante de Jesús continúa, junto con sus discípulos. Son ahora los caminos (jodós3598) los que describen su ministerio, dejando atrás el mar, sus orillas y las barcas. Es el camino hacia Jerusalén, hacia la cruz, que va a centrar en adelante la narración. Jesús pasa por diferentes aldeas (kóme2968) de Cesarea de Filipo, capital de la región, sin entrar en la ciudad. Cesarea de Filipo se ubica a unos 40 km del mar de Galilea, hacia el norte, donde se encuentra uno de los manantiales que abastece el río Jordán; es una ciudad mayoritariamente gentil. El emperador Augusto la regaló a Herodes el Grande en el año 20 a. de J.C., quien construyó un templo dedicado a Augusto. Fue Herodes Filipo quien le dio el nombre de Cesarea en honor de César Augusto. A la población se le añadió la denominación ―de Filipo‖ para distinguirlo de Cesarea en Palestina. Cesarea de Filipo Cesarea de Filipo estaba localizada a 457 metros sobre el nivel del mar, en una llanura triangular en la parte alta del Jordán en las faldas del monte Hermón. Es una de las regiones exuberantes y bellas de Palestina. El agua es abundante por eso crecen los pastos y las arboledas. La ciudad misma está localizada para cuidar las llanuras del área. Las ruinas demuestran que era una ciudad de considerable tamaño. Lo que queda hoy es una ciudad muy disminuida llamada Banyas. Fue el centro de adoración de Baal-gad, el dios de la fortuna, que se adoraba en tiempos del Antiguo Testamento. Más adelante fue el centro de adoración del dios Pan, de los griegos. Muchos nichos estaban dedicados a la Ninfas. Cuando Herodes el Grande era el rey construyó un templo de mármol blanco cerca del mismo lugar y lo dedicó al emperador Augusto. Los romanos le concedieron el territorio a Herodes el Grande. Después de la muerte de Herodes pasó a su hijo Filipo (4–34 d. de J.C.). Bajo la administración de Filipo se edificó en un bello lugar y se le dio el nombre de Cesarea de Filipo. La ciudad con toda su historia anterior vino a ser un importante

centro cristiano por la asociación de Cristo con este lugar.

Jesús aborda un tema que ha estado presente a lo largo de todo su ministerio, la cuestión acerca de su identidad. El proceso sigue un modelo socrático, por medio de preguntas hasta llegar a su objetivo, recabando la propia comprensión de sus discípulos sobre quién es él para ellos. De ahí que el primer paso sea una pregunta abierta, sobre la opinión de la gente acerca de él. A estas alturas de su ministerio, la gente se ha creado una opinión acerca de Jesús, opinión que los discípulos conocen tras el contacto diverso con las multitudes que se han reunido a su alrededor. Las respuestas ofrecidas por los discípulos coinciden plenamente con las expresadas sobre Juan el Bautista (cf. 6:14, 15), en el mismo orden, aunque de manera más concisa. Estas opiniones no son del todo incorrectas, puesto que Jesús es identificado con Juan el Bautista, cuyo destino similar Jesús deja entrever en su advertencia acerca de guardarse de la levadura de Herodes (cf. v. 15). Además, la percepción de Juan como profeta no es del todo incorrecta en Jesús (cf. 6:4), y de manera especial su rol como predicador escatológico concuerda con el mensaje de Jesús. Así también, la figura de Elías enlaza con esta percepción escatológica, ya que será quien venga antes del día final (cf. Mal. 4:5, 6). Finalmente, la identificación de Jesús con uno de los profetas apunta a la aparición de uno de estos personajes del pasado, lo cual es, una vez más, una descripción positiva sobre quién creían que era Jesús. Las tres percepciones por parte de la gente acerca de quién es él no son del todo incorrectas, pero no revelan su plena identidad. Es importante valorar esta situación, puesto que una percepción cristológica imprecisa en la gente es también una apreciación equivocada sobre el mensaje y el impacto del ministerio de Jesús sobre su vida. La pregunta llega a los discípulos, dado que las respuestas hasta ahora ofrecidas no son del todo correctas. El planteamiento es directo, como la fe que han de tener en Jesús. Ahora es el momento de que los discípulos se interroguen a sí mismos y verbalicen su comprensión acerca de Jesús y su ministerio. Su respuesta, a pesar de las muchas ocasiones en las que se han mostrado sin entendimiento y de duro corazón, es previsible. Es la respuesta de aquellos que han dejado todo por seguir a Jesús y a quienes, en virtud de su fe y relación con él, se les revelan los misterios del reino de Dios (cf. 4:11). La respuesta es puesta en boca de Pedro, y aunque nada indica que lo hace en nombre del grupo de discípulos puede entenderse como una respuesta representativa del sentir de los demás, puesto que poco después, Pedro volverá a dirigirse a Jesús, y aunque la conversación sigue siendo en privado (v. 32), Jesús mira a todos los discípulos antes de responder a Pedro. La respuesta acerca de quién piensan los discípulos que es Jesús es ¡Tú eres el Cristo! (su ei jo jristós). Es la primera ocasión, tras la mención por parte del narrador en el inicio del Evangelio (cf. 1:1), que el término Cristo (jristós5547) aparece en Marcos. Finalmente, los discípulos parecen mostrar una clara idea de quién es Jesús, a quien confiesan como el Cristo, término griego que traduce el hebreo Mesías, que significa ungido. Era práctica en Israel ungir con aceite a reyes y sacerdotes reconociendo así su rol en la comunidad o consagración a un servicio de parte de Dios. Jesús era el ungido de Dios para la tarea de acercar el reino de Dios a la Tierra, de traer salvación a la humanidad. Cabe identificar la unción de Jesús con el momento en el que, tras su bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre él (1:10), declarándose así públicamente su llamamiento divino. Joya bíblica ¡Tú eres el Cristo! (8:29b).

Tras una declaración precisa de Pedro acerca de la identidad de Jesús, sorprende el mandato (epitimáo2008) que Jesús da a sus discípulos de no hacer pública su condición de Cristo. Una vez más, este tipo de prohibiciones por parte de Jesús de dar a conocer su identidad o sus acciones milagrosas reflejan el propósito de no crear una imagen errónea de él o del significado de sus obras. Jesús pretende evitar que los acontecimientos se precipiten y deriven en algo que no es. Así, tras siglos de espera del cumplimiento de la promesa de Dios de enviar a un rey de la línea davídica, que implantaría su justicia y dominio final sobre la tierra y destruiría a sus enemigos (cf. Isa. 9:1–7; Jer. 23:5, 6), los seguidores de Jesús habrían tomado la ocasión como una oportunidad

para elegirlo su líder en una revuelta contra el poder invasor de Roma. Los líderes religiosos del momento, lo hubieran tomado como una blasfemia y una justificación para su arresto, al igual que Roma, que hubiera visto en Jesús un sedicioso peligroso. Todo esto habría supuesto el fin anticipado del ministerio de Jesús, sobre un fundamento erróneo, lo cual quiere evitar. Jesús prohíbe la declaración pública de su identidad, según lo ha expresado Pedro. Aún no es el momento, que llegará en la propia revelación de Jesús en el tiempo próximo a su muerte (cf. 14:61, 62). (2) Jesús anuncia su muerte y su victoria, 8:31–33 Junto con la cuestión acerca de la identidad de Jesús aparece también la de su destino final. Jesús matiza y redefine las expectativas acerca del Cristo, percibido como poderoso y triunfante, declarando que este habrá de padecer. Jesús usa aquí la expresión Hijo del Hombre quien, conforme a la descripción de Daniel 7:13, 14, proviene de Dios con poder y dominio eterno, pero que tiene que sufrir muchas cosas (polús4183), lo cual apunta no solo a su muerte sino a las dificultades y rechazo que habrá de experimentar durante su ministerio. La idea concuerda con Isaías 53, donde la imagen del cordero sacrificial es descrita como muestra de entrega en rescate de muchos. Es más, Jesús afirma que le es necesario (dei1163) padecer, es decir, que está en el plan divino que el Mesías sufra para lograr la salvación. Jesús asume la necesidad divina de su padecimiento, que da sentido a su ministerio, y que resultará en la resurrección que pondrá fin al pecado y a la muerte. Por tanto, Jesús cumple el propósito divino, no a pesar de su muerte sino en virtud de esta. El rechazo al Hijo del Hombre es descrito como proveniente de los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, es decir, de los líderes laicos y religiosos del pueblo. Los causantes de su muerte, sin embargo, no son precisados en este primer anuncio de su pasión y muerte. Finalmente, Jesús será resucitado (anístemi450), levantado de la muerte, al tercer día, por lo que el sentido último de sus palabras es de esperanza, de vida. Es indiscutible, pues, que la resurrección es la que da sentido y propósito a todo cuanto la precede. Hay referencias veterotestamentarias que coinciden con la vuelta a la vida al tercer día, como en la historia de Jonás tras tres días en el vientre del gran pez (Jon. 1:17); y la esperanza de la Israel arrepentida de volver a la vida al tercer día (Ose. 6:2). Marcos enfatiza la franqueza (paresía3954) con la que Jesús trasmite estas enseñanzas a sus discípulos sobre sus padecimientos y muerte, con la misma intensidad que les conmina a guardar silencio acerca de su identidad y acciones. De hecho, es posible interpretar la expresión como que Jesús habla abierta y públicamente acerca de sus padecimientos y muerte, en contraste con la privación y silencio que requiere sobre su identidad y milagros. Esto cumple el propósito de ir creando en la gente una clara percepción clara acerca de quién es él realmente, el Cristo sufriente y no un milagrero o un revolucionario, lo cual permite percibir de manera adecuada su ministerio. Nuevamente, Pedro se dirige a Jesús. La confesión de Jesús como Mesías parecía indicar, finalmente, una comprensión adecuada por parte de los discípulos sobre quién es Jesús. Sin embargo, Pedro se lleva a Jesús a un lugar apartado para reconvenirle, para reprenderle (epitimáo2008), recriminando a Jesús la declaración que acaba de realizar sobre su pasión y muerte. Pedro, y en su conjunto los discípulos con él, está dispuesto a reconocer el carácter mesiánico de Jesús pero no su sufrimiento ni su conflicto con los líderes laicos y religiosos del pueblo. A pesar de la gran respuesta ofrecida por los discípulos por boca de Pedro, su actitud es similar al milagro que precede esta historia (vv. 22–26); ven hombres como árboles, aún no ven con claridad. El seguimiento de Jesús es aceptado cuando este apunta a la gloria, la cual no se alcanzaría si Jesús es rechazado y muerto. El camino que pasa por la cruz no es fácil de entender ni de asumir. Pedro no parece haber tenido éxito en su intento de llevar a Jesús a un lugar aparte. Jesús no tiene más que girarse (epistréfo1994) para ver al resto de los discípulos, así como conseguir que oigan su amonestación (epitimáo2008) a Pedro. Jesús llama a Pedro Satanás, lo cual refleja la forma en que percibe sus palabras reconviniéndole acerca de su sufrimiento y muerte, como un obstáculo al propósito o necesidad divina que está obrando en Jesús. La orden de Jesús a Pedro es para que se quite (jupágo5217) de delante de él, que también se puede interpretar como ―ponte detrás de mí‖. Son varias las interpretaciones dadas a estas palabras de Jesús. Una primera y directa sería la orden de que se marchara de su presencia; una expulsión del grupo, al menos en la medida en la que su actitud representa todo lo contrario de lo que Jesús es y pretende. Una segunda sería la advertencia a no ser un estorbo o un freno para la misión a la que Jesús ha venido. Aquí es posible encontrar alguna similitud con las tentaciones de Jesús en el desierto, donde Satanás buscaba desviarlo del propósito al

que había venido (cf. 1:13). La tercera sería un mandato a Pedro a que se ponga detrás de él, es decir, a que abandone esa posición en la que se permite reconvenir a Jesús y se someta como buen discípulo a su maestro. Esta última interpretación es la más probable, pues coincide con la definición de seguimiento como ir en pos de Jesús que va a ofrecer a continuación, y sirve como una especie de invitación a renovar el compromiso de seguir a Jesús, evocando el llamamiento primero de dejarlo todo para ir en pos de él (cf. 1:17). La actitud de Pedro refleja la lucha interna entre el bien y el mal, las cosas de Dios y las de los hombres, que no dejan de ser las de Satanás, según Marcos. Una visión espiritual limitada ―¡Quítate de delante de mí, Satanás!‖ (8:33). Entender personalmente la voluntad de Dios viene a ser un acuerdo espiritual que resulta directamente de la comunión de la persona con Dios. Otros bien intencionados, como lo fue Pedro, se transforman en adversarios y sus buenos deseos marchan en contra de la voluntad divina. Es fácil ser muy directivos en nuestros consejos pero es necesario tener la humildad de aceptar nuestra limitada visión espiritual en lo que a otros concierne la voluntad de Dios para su vida.

(3) Condiciones para seguir a Jesús, 8:34–9:1 Las declaraciones acerca de la identidad de Jesús alcanza un último estadio en estos versículos. En primer lugar, Jesús pide que la confesión de Pedro, que lo declara el Cristo, se mantenga en el más absoluto silencio. En segundo lugar, afirma la necesidad de sus padecimientos, muerte y resurrección, para que todos sus discípulos la oigan con claridad y entiendan la esencia de su ministerio. Ahora, Jesús llama a la gente para que se una a sus discípulos, para que puedan escuchar una última enseñanza: todo cuanto él ha de padecer lo tienen que sufrir sus discípulos también. Aunque la multitud no ha jugado ningún papel en estos últimos acontecimientos, cabe pensar que está familiarizada con el mensaje de Jesús. La frase inicial de Jesús es un condicional sobre el deseo de seguirle, si alguno quiere (thelo2309). Aunque el tono de la interacción entre Pedro y Jesús ha sido brusco, no se debe pasar por alto el tono de invitación (proscaléo4341) que hay ahora en las palabras de Jesús. Esto también indica que no se asume que todos están dispuestos a seguir a Jesús. Pero es una invitación que incluye una clara definición, para que nadie se llame a engaño, de lo que significa seguir a Jesús y no confundan la voluntariedad del seguimiento con el hecho de que es él quien marca los términos del mismo. ¿Cuáles son esos requisitos para ir en pos de Jesús? Negarse a sí mismo; tomar la cruz y seguirle. La negación (aparnéomai533) de sí mismo va más allá de la privación de ciertas cosas, haciendo la vida propia más austera. El sentido de la expresión va más allá e implica la renuncia a todo lo que uno es y tiene, incluso la propia vida; rendir la propia voluntad y someterse a la de Jesús. Esto no es un proceso interno y privado, sino que es externo y social, pues es vivir asumiendo los valores del reino de Dios, en conflicto con los de su propia realidad social. Esto tiene como consecuencia el vivir tomando la cruz (staurós4716), término que aparece aquí por primera vez en el evangelio de Marcos. La vida de seguimiento de los valores del reino de Dios concita el rechazo de otros, lo que puede incluso llevar a perder la vida, a la que, por cierto, ya se ha renunciado por ir en pos de Jesús. La comprensión de lo que significa seguir a Jesús ya ha surgido en el conflicto con Pedro, donde se ha establecido que seguir a Jesús es pensar según Dios y no según los hombres (o Satanás). Es ponerse tras Jesús y caminar siguiendo sus enseñanzas y su ejemplo. Es convertirse en imitadores de su vida (y su muerte). Jesús abunda en el precio del seguimiento, definiéndolo como algo en lo que va la vida (psujé5590), debiendo situarse sus palabras en una perspectiva escatológica. Todas las renuncias y la vida que se pierde en la era presente redundarán en nueva vida en la era venidera. Jesús plantea la paradoja de que, ante la invitación a seguirle, la persona tiene que estar dispuesta a perder su vida por causa de Jesús y del evangelio, y solo así la ganará. Aquí evangelio (euanguélion2098) se usa posiblemente desde la realidad pospascual en la que Jesús es accesible por medio del evangelio. La posición de estar dispuesto a perder la vida apunta no solo al momento final en el que el discípulo sufra la muerte por causa del seguimiento de Jesús, sino que es la asunción de una existencia sacrificada por motivo de este. Es encontrar la vida al entregar la misma. Y todo esto no es algo opcional sino que Jesús lo plantea como criterio de partida para poder ir en pos de él. Esta realidad no está reñida con el hecho de que en el tiempo presente se pueda disfrutar ya de algunos de los efectos de la vida

venidera en la realidad de la comunidad de fe, aunque esto no es parte de lo que ahora enfatiza Jesús, la radicalidad absoluta de su seguimiento. Semillero homilético El precio del discipulado 8:34–38 Introducción: Es necesario definir la vida y la muerte a la luz de la relación con Cristo. Si hemos admitido que Cristo es el Hijo del Dios viviente, entonces muchos de nuestros valores tienen que cambiar. La muerte ya no nos asusta ni nos causa terror porque estamos seguros en Cristo. I. La cruz era el medio para castigar con la pena capital más humillante (v. 34). 1. Pablo cambia esto al decirnos: ―para los que se pierden, el mensaje de la cruz es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios‖ (1 Cor. 1:18) 2. El creyente es instruido a llevar la cruz cada día. 3. Necesitamos morir a nuestra naturaleza pecaminosa y crucificarla cada día. (vv. 34, 35). II. Lealtad absoluta 1. Se pierde el alma. El que quiere acomodarse a este mundo, para seguir viviendo dentro de las estructuras de maldad, perderá su vida (v. 36). 2. Se gana la vida. Los que han sacrificado el acomodarse al mundo y, se han dedicado al servicio del reino para hacer la voluntad del Rey de reyes, salvarán su vida (v. 35). 3. Se paga un precio. El evangelio tiene sus demandas establecidas por Cristo mismo. Cuando somos obedientes ganamos las bendiciones de la gloria (v. 37). III. Surge una pregunta: ¿Qué dará el hombre en rescate por su alma? (v. 37). 1. La pregunta que el Señor nos hace nos conduce a reflexionar en el hecho de que nuestra vida vale por lo que Dios hace por ella y que nada podemos hacer por nosotros mismos para salvarnos. 2. En la analogía que Pablo presenta nos dice que en nuestros delitos y pecados estamos realmente muertos para Dios. 3. Es Cristo quien cuando estábamos muertos nos dio vida, extendiéndonos así su gracia salvadora (Efe. 2:1, 2). Conclusión: El discipulado incluye no tener vergüenza del evangelio (Rom. 1:16). El servicio a Cristo es lo menos que él puede esperar de nosotros al anunciarles a otros lo que él les ofrece. El Cristo glorificado nos ha abierto la puerta para que juntamente con él seamos partícipes de su gloria eterna. A los discípulos les advierte que ellos verán la gloria de la resurrección manifestando el gran poder de Dios. Esta es la inauguración del reino de Dios en medio de los hombres.

Por el contrario, y en el mismo tono escatológico del texto, quien renunciando al precio de seguir a Jesús pueda pensar que así salva su vida, finalmente, la perderá en el juicio de Dios al final de los tiempos. A la luz de la afirmación previa de Jesús, se plantean ahora dos preguntas retóricas que establecen el contraste, no entre la vida terrena y la eterna como el versículo anterior podría llevar a pensar, sino entre la vida misma y sus afanes y ambiciones. Es el contraste entre algo real, capaz de trascender a la eternidad, y una ilusión, como son los bienes y afanes materiales, que no acompañan a la persona tras la muerte. La idea de fondo es que, realmente, la vida solo es vida si se vive conforme a la realidad del reino de Dios. Solo hay salvación por medio del seguimiento de Jesús. El precio de esta vida es tal, que nada lo puede superar. Dado el desencanto creado por la realidad de un Mesías frente a la expectativa de un líder político y militar que se levantara contra las fuerzas de la Roma opresora, el contraste, entre la vida conforme a los valores del reino de Dios y una existencia ambicionando el mundo, añade luz al asunto. Una vez establecido que el seguimiento de Jesús no es una cuestión privada (cf. v. 34), vivir como auténticos discípulos de aquel que vino a instaurar el reino de Dios en la tierra es vivir comprometidos con la construcción de una realidad alternativa y diferente a la presente. De ahí el padecimiento, el rechazo y la cruz, del compromiso en establecer una realidad diferente a la que el mundo ofrece, si bien no por los medios de la violencia y la fuerza, sino por el seguimiento de Jesús.

Jesús añade, por último, un nuevo elemento en su explicación sobre el precio del discipulado, como es el de la vergüenza (epaisjúnomai1870) por su causa. ¿Qué hay en Jesús que pueda provocar esta vergüenza? Atendiendo al conflicto entre Jesús y Pedro (cf. vv. 31–33), cabe pensar que el hecho de que Jesús hable de sus padecimientos, rechazos y muerte, provocó en Pedro un intento desesperado por cambiar la dirección y sentido del ministerio de Jesús. La dificultad de aceptar que el Mesías esperado habría de sufrir como parte del plan divino provoca vergüenza entre los propios discípulos y, no cabe duda, entre las primeras comunidades cristianas. Es, en definitiva, la perspectiva de la cruz la que se convierte en piedra de tropiezo, en motivo de vergüenza para los seguidores de Jesús. El apóstol Pablo hace alusión a este mismo asunto de la dificultad de conciliar a Jesús como Mesías o Cristo y la idea de la cruz, cuando afirma que la cruz es tropezadero a los judíos y locura a los gentiles (cf. 1 Cor. 1:23). Las ciencias sociales relacionan cuestiones de honor y vergüenza con el estatus dentro del grupo social, donde el honor le da una posición a las personas e indica pertenencia, mientras que la vergüenza, la deshonra, deriva en pérdida de esa posición y por ende resulta en exclusión. Jesús identifica a aquellos que se avergüenzan de él con esta generación que cuestiona su origen divino y demanda señales del cielo (cf. 8:12), a la que califica como adúltera (moijalís3428) y pecadora (jamartolós268), haciendo eco de la generación del tiempo de Noé (cf. Gén. 6:6–9), o Israel en el desierto (cf. Deut. 32:20). Se avergüenzan de la cruz de Jesús porque buscan el reconocimiento de este mundo. Ese es el precio de su alma. Por el contrario, cuando el Hijo del Hombre regrese en la gloria (dóxa1391) del Padre, rodeado de sus ángeles, vendrá como el Cristo triunfante a establecer el reino escatológico. Vendrá para juzgar a todos aquellos que buscan los afanes y la honra de este mundo, y serán avergonzados y excluidos de esta su gloria divina y, por ende, de la vida venidera. El versículo 1, cap. 9 hace una transición entre el relato del precio del seguimiento de Jesús y la transfiguración. El trasfondo de la afirmación, de que algunos verán la llegada del reino de Dios con poder (dúnamis1411) mientras aún viven, es la experiencia del futuro escatológico de Dios en el tiempo presente. Ahora bien, si la interpretación de la declaración de Jesús se interpreta como la presencia definitiva del futuro escatológico de Dios, la profecía es errónea. Todos ellos murieron y aún hoy se espera esa venida del reino de Dios. Ni siquiera, como hacen muchos, sería correcto aducir que la historia de la transfiguración que sigue sea el cumplimiento de esta profecía, pues no debe ser identificada con esa venida final del Señor sino con una de sus señales prolépticas. Si este versículo se interpreta en el marco de las narraciones que lo preceden, entonces se puede afirmar que es el último desarrollo de los aspectos que Jesús ha predicho como parte de su destino en el 8:31, y, por ende, del de cualquiera que desee seguirle. Jesús ha presentado ya a sus discípulos los aspectos del padecimiento, rechazo y muerte, conminando a estos a seguir su estela negándose a sí mismos, llevando la cruz y siguiéndole (cf. v. 34). Pero la descripción es incompleta, y no más que un llamamiento a un voluntariosa penitencia y martirio, si no se enfatiza su resurrección (cf. v. 31c) y su subsiguiente ascensión a los cielos, sentándose a la diestra de Dios en señal de autoridad y poder (cf. 16:19). La resurrección de Jesús es la victoria del poder de Dios sobre la muerte que, por tanto, hace presente su reino en la tierra. Los que ahora escuchan las palabras de Jesús serán testigos, pues, de su resurrección. Dios está en control y cumpliendo su plan divino en la historia. (4) La transfiguración, 9:2–13 Seis días después de que Jesús ha estado enseñado a sus discípulos acerca de su propia identidad, del precio del discipulado y del final glorioso que les aguarda, escoge tres de estos para que le acompañen a un monte alto, lugar habitual de las teofanías en el AT, donde busca estar a solas (cf. 6:31; 8:27). La cifra de seis días alude a la experiencia de Moisés en el monte Sinaí, donde tras seis días en él, Moisés tuvo su encuentro con Dios (cf. Éxo. 24:16). Los discípulos escogidos forman parte del círculo más cercano a Jesús (5:37, 9:2, 14:33), columnas de la futura iglesia en Jerusalén (cf. Gál. 2:9). Jesús los escoge para que le acompañen en una experiencia única, su transfiguración (metamorfóo3339). Jesús es transformado ante sus discípulos, en manera contraria a la conocida en la literatura helenista, donde los dioses se transfiguran para relacionarse con los humanos, mientras que Jesús transfigura su forma humana para afirmar su carácter divino. Marcos, en contraste con Mateo y Lucas que mencionan el cambio en su rostro, solo afirma que sus vestiduras eran de un blanco resplandeciente. Esta figura es habitual en menciones a los reyes, cuyas vestiduras resplandecen, lo cual apunta a la idea del carácter real de Jesús. Se afirma que nada en la tierra puede obtener ese blanco, con lo que se pretende enfatizar que no

está dándose ningún fenómeno natural sino un evento divino. La transfiguración de Jesús es un adelanto de su resurrección, en la que Jesús aparece a la diestra de Dios (cf. 16:19), demostrando su poder. Hay quienes han debatido la razón por la que Elías aparece citado antes que Moisés, pues no se corresponde con la cronología histórica. Se han planteado razones de importancia en la historia de Israel o en el relato de Marcos. Sin embargo, en el v. 5 Moisés es mencionado por delante de Elías, por lo que ideas de prioridad y subordinación entre ambos personajes es difícil de sostener. La presencia de estos dos grandes personajes de la historia de Israel se suele interpretar como representativo de las Escrituras judías, Moisés de la Ley y Elías de los Profetas, confirmando así es testimonio de las Escrituras acerca de Jesús. Pero es más probable interpretar la presencia de Moisés y Elías desde la perspectiva escatológica que el propio texto ofrece (cf. vv. 11–13), afirmando así la esperanza escatológica de la venida del Mesías. Marcos no dice nada de la conversación de Jesús, Moisés y Elías (cf. Luc. 9:31). Pedro se dirige a Jesús como maestro (rabbí4461), aunque existen dudas fundamentadas de que el término significara solamente ―maestro‖ en el periodo neotestamentario. Es probable que fuera una fórmula de respeto a personas destacadas e influyentes, y no solo a maestros. El hecho de que se utilice el término hebreo y no el griego contribuye a mantener el sentido veterotestamentario de la narración. La interpretación general de las palabras de Pedro, planteando la construcción de una enramada (skené4633) o cabaña (que recuerda a la celebración de la fiesta de los Tabernáculos; cf. Deut. 16:13–15) para cada uno de los tres seres celestiales de esta historia, es una nueva muestra de incomprensión de la naturaleza y destino de Jesús. Pedro ha oído a Jesús afirmar su sufrimiento y muerte, pero insiste en la idea de permanecer en la gloriosa experiencia que ahora disfruta. Todo esto, en un contexto en el que los discípulos aparecen aterrados (ékfobos1630) por lo que están presenciando, de ahí la torpe propuesta de Pedro. El diálogo entre Pedro y Jesús se corta debido a la aparición de una nube que ensombrece el lugar. En el Antiguo Testamento, la aparición de una nube era muestra de la presencia divina (Núm. 10:34) y de su gloria (Éxo. 40:34). Además de símbolo de la presencia de Dios, la nube es señal de la protección divina (Sal. 91:4). También era una manera en la que Dios respaldaba la autoridad de uno de sus siervos (cf. Éxo. 19:9). Aquí se hace evidente que la presencia gloriosa de Dios está de manera especial sobre ellos y les habla. Lo que Dios habla coincide con las palabras expresadas en el bautismo de Jesús (cf. 1:11). Dios lo vindica una vez más, manifestando que es su Hijo amado (jotús estin jo juiós mou jo agapetós). Esta declaración divina acerca de la identidad de Jesús le confirma como el Mesías. No hay que caer en el error de ningún planteamiento adopcionista, como si fuera este un momento en el que Dios escoge a Jesús para la misión. En este texto se evidencia quién es Jesús ya, y no quién pasa a ser (cf. 1:11). La consecuencia de la declaración por parte de Dios de la identidad divina de Jesús es que se le debe oír (akoúo191). Esto implica la total asunción de su enseñanza sobre el precio de ir en pos de él: negación de uno mismo, cruz y seguimiento (cf. 8:34). Joya bíblica Vino una nube haciéndoles sombra, y desde la nube una voz decía: ―Este es mi hijo amado; a él oíd‖ (9:7).

Se establece la superioridad de Jesús sobre personajes tan importantes como Moisés y Elías que aparecen en la historia como secundarios ante Jesús. El mensaje de la voz divina ordena que se oiga solo a Jesús. Oír a Jesús es evidencia de fe, de aceptación de su ministerio y de discipulado, por lo que los que no siguen a Jesús tienen oídos pero no oyen (cf. 4:12). Cualquier muestra de falta de entendimiento o incomprensión acerca de la identidad de Jesús, incluso en los discípulos, se identifica con el hecho de no tener oídos para oír (cf. 8:17, 18). Por eso la exhortación divina es a oír a Jesús, a la obediencia y pleno sometimiento a él, aun a costa de un alto precio (cf. 8:34). De repente, la escena cambia de manera absoluta. La nube que les cubría ha desaparecido; ya no están Moisés y Elías; Jesús parece haber recuperado su estado previo a la transfiguración, y permanece junto a los discípulos. A pesar de la diferente realidad entre los discípulos y Jesús, estos comparten la presencia de aquel a quien Dios ha confirmado como su Hijo.

La escena trascurre contraria a como Pedro y los otros dos discípulos ha habían previsto. No hubo lugar para hacer enramadas, ni se dio una larga estancia de los seres celestiales con ellos. Ahora bajan de la montaña con Jesús, al valle donde habrán de afrontar el discipulado en los términos que él ha determinado. Pero este seguimiento de Jesús ahora debe ser distinto, pues a los discípulos les ha sido confirmada la gloria futura de Jesús y de los que le siguen. La gloria de Cristo (9:2–8). ¡Oh, cuánto anhelo ha sido para los santos tener tan solo un leve indicio de la misma presencia de Dios! A Isaías se le concedió ver al Señor y Padre sentado en su trono y él prorrumpe en lamentación sabiendo que le seguiría la muerte. Por dispensación especial de la divinidad se le confirma que no morirá. Juan, en su Evangelio, nos confirma que en Cristo hemos visto la gloria del Padre. A Pedro, Jacobo y Juan se les concedió el privilegio de ver la gloria del Padre antes de la resurrección. Contundentemente reprenderíamos a Pedro y le diríamos que mejor se quedara callado y que escuchara la voz del Padre confirmando la gloria de su Hijo. ¡Qué privilegio es vivir del lado de la resurrección! Como lo afirma Juan, que en Cristo hemos visto la gloria del Padre lleno de gracia y de verdad (ver Juan 1:14). Quien ha entrado en la relación salvadora con Cristo, sin duda que ha visto esta gloria manifestada en su vida. Además, nuestra esperanza viva es que un día estaremos en su presencia misma. ―¡Yo solo espero ese día!‖, como dice el canto. ―Este es mi Hijo amado; a él oíd‖ (Mar. 9:7). El Padre celestial ha hablado y ha identificado a Cristo como su Hijo amado. El imperativo nos obliga a prestar atención a lo que el Hijo tiene que decirnos. Escuchar intensamente demanda gran concentración, pero como sabemos que lo que se nos dice son asuntos de vida o muerte, entonces no tendremos ningún problema en prestar toda nuestra atención.

Finalmente, los discípulos reciben de Jesús un nuevo mandato de no contar a nadie la experiencia de la transfiguración. Es probable que Jesús quiera evitar, una vez más, una actitud exaltada, a la vez que equívoca, sobre sí. Si tras confesar a Jesús como Mesías, Pedro tiene que ser reprendido por su rechazo a los aspectos de sufrimiento y muerte del Señor, ahora, en la experiencia de la transfiguración, la visión gloriosa recibida sobre Jesús sería tergiversada otra vez por los discípulos, lo cual sería de poco beneficio para su ministerio. Dado que en esta parte de su ministerio el Maestro está dedicando tiempo a formar y enseñar a sus discípulos en los menesteres del reino de Dios, la experiencia de la transfiguración servirá para confirmar en ellos aspectos cristológicos y escatológicos vinculados a su persona. Es evidente que la resurrección de Jesús es el referente temporal en el que todas las cosas alcanzarán su sentido y serán, por tanto, plenamente comprendidas. Por ello, la transfiguración ha de ser interpretada como una experiencia adelantada de la resurrección de Jesús, y será entonces cuando el ahora requerido silencio se tornará en proclamación a todos, cuando el Hijo del Hombre sea resucitado (anístemi450) de entre los muertos (cf. 16:6). Los discípulos evidencian que no entienden las palabras de Jesús, pues aunque Marcos afirma que cumplen el mandato de evitar contar lo que habían visto, discuten entre sí el significado de la resurrección de los muertos. No pensaemos que los discípulos ignoran este tema o que no crean en la resurrección. Lo probable en este texto es que, siendo conocedores de la expectativa escatológica de la resurrección de los muertos, no son capaces de entender la resurrección del Hijo del Hombre fuera de contexto. Es decir, los discípulos están desconcertados por la afirmación de que Jesús el Mesías, aquel cuya muerte y sufrimiento aún no han asimilado plenamente, será resucitado primero, independientemente de la resurrección universal y escatológica de todos los muertos. De ahí que le pregunten a Jesús, aunque su planteamiento no corresponda de manera directa con lo que Marcos presenta como motivo de su confusión. No preguntan directamente sobre el Mesías y la resurrección de los muertos sino que plantean la cuestión de porqué los escribas enseñan sobre el regreso de Elías, previo al advenimiento mesiánico y, por tanto, previo a la resurrección general de todos. La enseñanza de los escribas está fundamentada en las palabras del profeta Malaquías, que anunció la venida de Elías para restaurar la paz (cf. Mal. 4:5, 6). Posiblemente, a los discípulos tampoco les cuadran los tiempos, pues si Elías habría de venir antes que el Mesías y el reino escatológico de Dios, ¿cómo debían interpretar el hecho de que

Jesús dice que el reino de Dios ya se ha acercado en él, y la posterior aparición de Elías en el monte de la transfiguración? Jesús responde a los discípulos partiendo de la asunción de que Elías viene primero y les plantea la pregunta de cómo, entonces, si Elías viene a traer paz y solucionar, ¿para qué viene el Mesías? Además, si Elías pacifica el mundo con su venida, ¿cómo explican los discípulos el sufrimiento del Mesías, conforme a lo que está escrito? ¿Cuál es, entonces, su propósito? La expresión como está escrito debe entenderse en el uso y forma que hace Marcos, así como otros autores bíblicos, de la misma. La idea no es la de una cita literal sino la de una especie de suma de referencias bíblicas diversas, como por ejemplo la descripción del ministerio de Juan el Bautista en 1:2, 3, que se pone en boca del profeta Isaías pero que realmente combina partes de Malaquías 3:1 e Isaías 40:3 (cf. Juan 7:38; Gál. 4:22). Por tanto aquí, la imagen del Mesías sufriente aúna conceptos mesiánicos con referencias al siervo o al justo sufriente (cf. Sal. 22; Isa. 50:4–9; 53). Está en juego la concepción de la tarea y misión del Mesías, que los discípulos aún tienen dificultad de reconocer en Jesús. Las experiencias de rechazo de Elías y Moisés por parte de su propio pueblo sirven aquí de confirmación del destino sufriente del propio Jesús. Igualmente, el hecho de que Elías no hubiera muerte sino llevado a los cielos (2 Rey. 2:11) y que existirán tradiciones similares en el judaísmo acerca de Moisés (a pesar de Deut. 34:5, 6), hacen interpretar su presencia en este relato de la transfiguración como confirmación de la victoria de Jesús sobre la muerte por su resurrección. Después de cuestionar la enseñanza de los escribas respecto de la prioridad de Elías sobre el Mesías en cuanto al tiempo de su venida, Jesús sorprende diciendo que Elías ya ha venido, identificando a este con Juan el Bautista, encarcelado antes del comienzo del ministerio de Jesús en Galilea (cf. 1:14). Desde esta perspectiva de Juan el Bautista como Elías, se cumple, entonces, la secuencia: primero Elías y después el Mesías. Además, Jesús subordina Elías al Mesías, y dado que el Mesías va a sufrir, Elías también ha sufrido como él, ya que él es su precursor.

3. Jesús sana a un muchacho, 9:14–29 Marcos relata otra vez el encuentro de Jesús con una multitud, pero en esta ocasión no es la multitud la que viene a Jesús, sino al revés. Jesús, tras la transfiguración, baja del monte con Pedro, Jacobo y Juan para reunirse con el resto de los discípulos, que se encuentran rodeados de gente. Además, hay unos escribas con los que los discípulos están discutiendo (sudzetéo4802). Marcos no se interesa en citar ni la causa ni el contenido de la disputa, pero esto quedará claro en el transcurso de la narración. La discusión es por causa del muchacho endemoniado que es traído por su padre a los discípulos, y al cual ellos no pueden sanar. Es previsible que la actitud de los escribas sea hostil, independientemente del resultado de la acción de los discípulos. Ya habían acusado a Jesús de estar poseído, y así explicaban su capacidad para expulsar demonios (cf. 3:22); y ahora, previsiblemente, están censurando a los discípulos por su incapacidad de hacer lo que ellos habrían reprochado de todos modos: expulsar al demonio del muchacho. El relato provoca dos diferentes situaciones; una de ellas es el diálogo de Jesús con el padre del joven y su exorcismo (vv. 17–27), y otra es, a modo de emparedado, la conversación con los discípulos, antes y después del exorcismo (vv. 14–16 y 28, 29), a causa de que no solucionaron la situación que se les había presentado, a pesar de haber sido capacitados para expulsar demonios (cf. 3:15; 6:7) y de haberlo hecho con éxito en el pasado (cf. 6:13). La gente al ver a Jesús corre hacia él, a pesar de que se sorpendieron (ekthambéo1568), y casi tuvieron miedo al verle. Probablemente se esté presentando aquí la confusión y tensión que están viviendo en esos momentos. Corren hacia Jesús porque aún esperan que él pueda poner orden en medio del caos y desconcierto reinantes. Cabe recordar que los casos de exorcismo han conllevado comportamientos violentos e incontrolados por los afectados. La gente reconoce en Jesús el poder y la autoridad suficientes para sanar al muchacho. Jesús, al ver la discusión pregunta por su causa. Quiénes son los receptores de la pregunta de Jesús es algo que está en debate, pues hay quien piensa que son los propios discípulos, con quienes ya se ha reunido; otros afirman que es la multitud, pues se ha dirigido a él y de donde va a llegar la respuesta; otros que los escribas, a quienes Jesús estaría interpelando en defensa de sus discípulos. En cualquier caso, de entre la multitud surge el padre del muchacho que pone al día a Jesús sobre lo que está sucediendo, dándole el trato respetuoso de maestro (didáskalos1320). Había traído a su hijo endemoniado, en primera intención, a Jesús (pros sé), y ante su ausencia,

lo llevó a los discípulos con la convicción de que ellos podrían actuar igualmente en su problema. El muchacho está poseído por un espíritu mudo (álalos216), es decir, que ha dejado al muchacho mudo, sin habla. Hay quienes ven en la descripción de la sintomatología que describe el padre del muchacho un caso de epilepsia, conocida entonces como la enfermedad sagrada, posiblemente porque consideraban su origen como divino o como castigo por una ofensa a la divinidad. Por más que la descripción apunte a esa dolencia (rigidez, espumarajos, crujir de dientes), el texto refleja el convencimiento de que es una posesión demoníaca, y así la trata Jesús. Llama la atención el hecho de que el demonio es descrito como residiendo en el muchacho pero los ataques son esporádicos, no son continuos en él. La expectativa en el padre del muchacho de que los discípulos podrían actuar con el mismo poder y autoridad que Jesús resulta vana, pues estos fracasan en el intento de expulsar el demonio. Aunque en este punto no hay ninguna indicación que lo justifique directamente, se puede percibir en las palabras del padre del muchacho un cierto reproche o desconfianza hacia el poder del propio Jesús. De hecho, en el v. 22 se dirige a Jesús dubitativo, preguntándole si realmente puede ayudar a su hijo. Además, cuando Jesús ha llegado a sus discípulos (v. 14), la escena está centrada en la discusión entre estos y los escribas, mientras que el padre (junto con su hijo) parece haberse perdido entre la multitud. Jesús exterioriza su enojo y frustración hacia sus discípulos. La respuesta al hombre va dirigida, muy probablemente, hacia los discípulos (autois), aunque no es del todo descartable que sea una sentencia dirigida hacia todos. A sus discípulos, por su incapacidad para resolver la situación y a los escribas, por aliarse con los fariseos en su actitud hacia Jesús (cf. 8:10–13); a la multitud, por su temerosa sorpresa (v. 15); y al padre del muchacho, por llegar a dudar del propio Jesús (v. 22). Todos entran en la descripción de la generación incrédula (ápistos571), carente de fe, que provocan el hastío y desencanto de Jesús, que se pregunta por cuánto tiempo más habrá de estar con ellos, de soportarlos (anéjomai430). Jesús está cansado de su relación con ellos, porque no es una relación positiva, gratificante. La actitud de Jesús hace eco de la del propio Padre ante su pueblo incrédulo (cf. Deut. 32:20), y que desea apartarse de este. A los discípulos se les acorta el tiempo para comprender y asumir la realidad de la presencia y poder del reino de Dios en Jesús. Finalmente, Jesús da la orden de que le traigan al muchacho. Ya no quiere decir ni enseñar nada más; tan solo mostrar su poder sanando al joven. Resulta notable el hecho de que, frente a la incapacidad de reconocer quién es Jesús y su poder, los demonios siempre aparecen identificándole claramente (cf. 1:24; 5:7). En este caso, Marcos dice que tan pronto como ve a Jesús, el demonio sacude al muchacho, provocando un nuevo ataque, haciendo que caiga al suelo, revolcándose y echando espumarajos. Es probable que este demonio esté retando a Jesús, tras el fracaso de los discípulos de expulsarlo. No hay petición de clemencia o de que se aleje de él, sino un despliegue de su maléfico poder ante Jesús. Jesús pregunta al padre desde cuándo padece esa situación, a lo que él responde que desde niño. Son ataques que se producen desde hace mucho tiempo y con gran crueldad. El padre afirma que cada vez que está cerca de agua o fuego, el espíritu maligno lanza al joven contra alguno de estos elementos con la intención de matarlo. El aspecto temporal resulta relevante por varias razones. En primer lugar, porque pone perspectiva a la gravedad de la posesión demoníaca. Si es asumible que durante todo ese tiempo el padre ha intentado, de todas las maneras posibles, ayudar a su hijo, aunque sin éxito, el milagro que Jesús está a punto de realizar adquiere una mayor dimensión y grandeza. En segundo lugar, hay un elemento simbólico en los tiempos aquí descritos: Si desde su niñez, es decir, casi toda su vida, el demonio es quien ha estado en control, ahora con el encuentro con Jesús una nueva realidad, una nueva era da comienzo en su vida. El futuro escatológico de Dios se acerca en Jesús, y el tiempo de salvación reemplaza al tiempo de dominio del maligno. Semillero homilético La vida ordinaria 9:14–29 Introducción: Después de haber tenido la experiencia de ver la gloria de Dios en Cristo, en la montaña de la transfiguración, la realidad de la vida aquí los golpeó demasiado fuerte. No estaban preparados para enfrentar el reto del poder del demonio en una vida. I. Las opiniones y la solución (vv. 14–28).

1. La gente trata de diagnosticar la situación del joven enfermo (v. 14). 2. El Señor no discute sobre la enfermedad sino que procede a aliviar al muchacho (v. 25). 3. El poder de Cristo es mayor que el del espíritu que se había apoderado del muchacho (v. 27). II. El poder sanador (v. 23). 1. El pueblo de Dios necesita tener fe en que Dios quiere siempre lo mejor para su pueblo. 2. Hay necesidades espirituales para las cuales solo Dios tiene el poder de suplir y sanar si tan solo tenemos fe en él. 3. Negar los poderes de maldad que existen en nuestro medio no soluciona en nada la condición de los enfermos, solo el poder de Dios lo logra (v. 25). III. La oración y el ayuno (v. 29). 1. La oración y el ayuno son elementos que fácilmente pueden manipularse sin que lleguen a tener el valor espiritual que el Señor anticipa. 2. La oración no es asunto de magia sino de nuestra total apertura a la acción de Dios en y por medio de nosotros. 3. No se necesitan mejores técnicas sino ser más receptivos a la acción poderosa de Dios. 4. Orar comprende la conversación de intimidad con Dios en una postura continua no un simple procedimiento de emergencia. Conclusión: En la vida ordinaria que el creyente tiene que vivir, se hace necesaria la fe. Los dolores, las adversidades, angustias, frustraciones y otras necesidades ponen a prueba nuestra fe. La fe que tenemos es suficiente pero por cobardía espiritual no usamos la fe que Dios nos ha dado. Cristo nos desafía al decir que si tuviéramos tanta fe como la de un grano de mostaza haríamos maravillas. Aun el recién convertido tiene ese tipo de fe. Hoy somos desafiados a hacer uso de la fe que Dios nos ha dado, a vencer el miedo espiritual y a confiar en Dios.

En este punto, el padre hace un último intento de buscar ayuda en Jesús, si bien no con todo el convencimiento, dado el fracaso de los discípulos, apelando más bien a la misericordia de Jesús. Le suplica que si puede hacer algo, tenga de ellos misericordia. Ahora la petición de ayuda y misericordia no es tan solo para el joven sino también para el propio padre: ¡Ten misericordia de nosotros y ayúdanos! Este uso plural o colectivo en una petición de misericordia es habitual en el Antiguo Testamento, donde las peticiones de este tipo a Dios, aunque presentadas por un individuo, suelen expresarse así (cf. Sal. 108:12; 123:1, 2). Esta fórmula colectiva de plantear la petición lleva implícito el reconocimiento de la incapacidad humana de solucionar el problema frente al poder de Dios para hacerlo. Es, pues, consecuencia de esto que Jesús aparece identificado con Dios todopoderoso, frente a una humanidad impotente y necesitada. El relato ha seguido una dirección equivocada desde el principio, dando a entender que lo que está en entredicho es el poder de Dios, en este caso, para sanar. Los discípulos no han podido ayudar al joven; los escribas, la multitud e incluso el padre no están convencidos, en vista de los resultados, del poder de Jesús y sus discípulos, y aun el demonio se permite hacer una muestra de su propio poder, retando a Jesús. Sin embargo, la respuesta de Jesús a la situación hace ver que no es una cuestión de poder, y repite las palabras dubitativas del padre, si puedes… con supuesta molestia y ofensa. La cuestión no es de poder sino de fe. No se trata de si Jesús tiene poder o no, sino de si ellos creen en él lo suficiente como para que se realice el milagro (cf. 5:34; 10:52). Ya quedó patente en la visita de Jesús a su tierra de Nazaret que no pudo hacer muchos milagros entre ellos por su incredulidad (cf. 6:5, 6). Sin embargo, al que cree todo le es posible, afirma Jesús (v. 23). La respuesta del padre del joven a Jesús es un claro reflejo de la situación de los discípulos, a los que habiéndoseles revelado el misterio del reino de Dios (cf. 4:11) continúan sin alcanzar a comprender plenamente quién es Jesús y, por tanto, de creer plenamente en él. Todos son hijos de esta generación incrédula, mientras que Jesús es el modelo de la fe perfecta, que todo lo puede. El padre del muchacho endemoniado sí acepta el reto lanzado por Jesús afirmando que cree, pero que quizás no lo suficiente. Que tiene fe en él pero que también duda. Esta tensión dentro del propio individuo, o de los mismos discípulos, no es comparable a esa total incredulidad de aquellos que rechazan totalmente a Jesús. Es el reflejo de un proceso en el cual la fe y la duda conviven pero que busca en Jesús la ayuda para que la fe se imponga sin ninguna duda sobre la incredulidad.

El peso de la acción retorna ahora al joven y su situación. Según Marcos la multitud se agolpa (episuntréjo1998) alrededor de él, lo que provoca la reacción inmediata de Jesús, dado que este verbo utilizado para describir la acción de la multitud es la de correr hacia el muchacho, quizás para poner fin ella misma a lo que otros no han sido capaces de solucionar. Por tanto, sin mayor dilación, Jesús reprende (epitimáo2008) al demonio, que es presentado ahora como espíritu inmundo (akáthartos169), calificativo habitual en Marcos en los relatos de exorcismo (cf. 1:23; 3:30; 5:2; 7:25). Además, junto con la incapacidad de hablar del espíritu maligno en el joven, en este momento se afirma que también es sordo, lo cual ya ha aparecido como sinónimo de rebeldía ante Jesús, el no tener oídos para oír. La orden definitiva de Jesús sobre el demonio mandándole salir del joven para nunca volver a él se cumple sin dilación, aunque con gran violencia y gritos (cf. 5:13). Es la confirmación del poder superior de Jesús sobre el mal y su derrota definitiva. El joven queda tendido como muerto (nekrós3498), como un cadáver, impresión de la que se hace eco la gente, afirmando que el muchacho está muerto. Nada en el texto cuestiona esta impresión, al contrario de lo sucedido con la hija de Jairo, que todos consideraban muerta pero que Jesús afirmaba que dormía (cf. 5:39). En un gesto que, una vez más, evidencia su poder incluso sobre la muerte, Jesús agarró de la mano al muchacho, lo enderezó y este se levantó, igual como lo hizo la hija de Jairo (cf. 5:41, 42). La aparente victoria de este demonio sobre los discípulos, su arrogancia ante la presencia de Jesús, retándole con otra embestida al joven, dejándolo como muerto, resultan inútiles ante el poder de Jesús, incluso sobre la muerte. La escena de la transfiguración en la que se adelanta la resurrección de Jesús de entre los muertos, mostrando su primacía y poder, se confirma en la experiencia del joven, sobre el cual la muerte se torna en vida y la derrota en victoria. La escena pasa del lugar público al privado, lo cual, tras la historia del exorcismo del muchacho endemoniado, se plantea como una situación embarazosa para los discípulos, seguramente avergonzados por su ineptitud. No se atreven a preguntar públicamente sobre su propia incapacidad para expulsar al demonio, por qué ellos no pudieron echarlo fuera. La respuesta de Jesús es singular pues asume que el trato con los demonios es un género (guénos1085) específico que parece requerir que se trate de una manera especial. Jesús afirma que la oración es la vía para afrontar esta situación. En este caso, dado que ha sido la fe (su ausencia) el tema a debate en este relato, Jesús está vinculando fe y oración. Si no pudieron expulsar al demonio en el joven fue porque les faltó oración, es decir, no dependieron de Dios para ello. Jesús censura en sus discípulos el que, tal vez animados por sus ―éxitos‖ anteriores (cf. 6:13), confiaran en su propia capacidad en vez de poner su fe y dependencia en Dios por medio de la oración. Jesús les conmina a que dependan de Dios en cada momento. Esto no debe interpretarse como una fórmula automática para conseguir lo que se quiere, sino un sometimiento al poder y criterio divino en todo momento. Así, Jesús en Getsemaní pidió al Padre que si era posible pasara ese trago amargo, pero que finalmente fuera hecha la voluntad del Padre y no la suya (cf. 14:36), lo cual es el modelo perfecto del discípulo. En algunos manuscritos, junto con la fe aparece el ayuno como criterio para la expulsión de los espíritus inmundos. Sin embargo, dado que Jesús ha dispensado a los discípulos de ayunar mientras él está con ellos (cf. 2:18, 19), la referencia al ayuno debe entenderse como una inclusión posterior, reflejo ya de la práctica de la iglesia primitiva (cf. 2:20), además de no aparecer citado en los manuscritos más antiguos y fiables. Es pues la fe, como expresión de dependencia y confianza en Dios y su poder, y no la confianza humana, la vía para afrontar los problemas que la vida plantea. Jesús se convierte en el gran modelo de fe (y oración), lo cual se sigue confirmando en el poder divino que actúa por medio de él. Una vez más se revela la importancia de no pretender hacer la obra del reino separados del poder de Dios.

4. Enseñando sobre el reino, 9:30–50 (1) Jesús vuelve a anunciar su muerte, 9:30–32 Jesús continúa su camino por Galilea. No sorprende a estas alturas el interés por parte de Jesús de que no se sepa que se encuentra en la zona, pues ya es muy popular en ella. Esta nota editorial sobre el silencio acerca de su paso por Galilea se justifica por ser éste un tiempo en el que Jesús está más centrado en la formación de sus discípulos que, siendo los más cercanos a él, no acaban de mostrar la aceptación y respuesta adecuadas en un discípulo suyo al anuncio del sufrimiento y muerte como vías para el cumplimiento escatológico del propósito divino. Además, acaban de fracasar en el intento de sanar a un joven endemoniado, debido a su falta de fe y oración. Por tanto, la ocasión es una nueva oportunidad para seguir enseñando a sus discípulos, recuperando los

énfasis en su pasión, muerte y resurrección, surgidos ya en la discusión con Pedro, tras confesar a Jesús como Mesías y la trasfiguración. Las palabras de Jesús enfatizan lo que se ha señalado anteriormente (cf. 8:31): el sufrimiento del Hijo del Hombre, su muerte, y su resurrección. La figura del Hijo del Hombre es una poderosa, según Dan. 7:13, 14, y esto los discípulos no tienen problema en aceptarlo. Pero su padecimiento, según Isaías 53, se convierte en un asunto que causa dificultad, porque el Hijo de Hombre será llevado a la muerte por hombres, no los líderes religiosos o de los gentiles sino de hombres en general, que no han alcanzado a entender ni aceptar su mensaje y que serán los sujetos finales de su soberanía. Los discípulos no consiguen aceptar que todo esto sea parte del plan preordenado por Dios para alcanzar su objetivo final, establecer su reinado en la tierra. Ya se mostró en el primer anuncio de su muerte que lo que se plantea como un problema no es la comprensión en sí del hecho de que Jesús sería muerto, sino el aspecto de la aceptación de esta realidad que rompe con todos las ideas preexistentes acerca del carácter del Mesías. Es probable que los discípulos tengan aún en mente la reacción de Jesús con Pedro cuando le dijo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! (8:33), con motivo de su intento de reconvenirle sobre lo relativo a su sufrimiento y muerte. Por ello, deciden no hacer ningún comentario o pregunta a Jesús tras el nuevo anuncio de su muerte. Tienen miedo (fobéo5399). No debe confundirse el origen de este miedo como un mero comentario acerca del temperamento de Jesús, que provocaba en ellos dicha reacción, sino como resultante de la situación espiritual y emocional de los discípulos que reiteradamente han sido presentados como incapaces de asumir el mensaje de Jesús, mostrando corazones endurecidos (6:52; 8:17) y sin entendimiento (8:21). Probablemente temen el enfado de Jesús, conscientes de que poco más se puede decir sobre los acontecimientos próximos concernientes a su destino. Ahora es el momento para ellos de aceptarlos. Se nota con relativa facilidad un método por parte del autor del Evangelio. Si bien es cierto, la atención se enfoca en las enseñanzas de Jesús a sus discípulos, también es cierto que en repetidas ocasiones inserta el tema del sufrimiento y la muerte de Jesús. Enseguida de las predicciones acerca de este tema hay una sección de lo que significa ser discípulo de Cristo. Jesús enseña a sus discípulos que él es el Mesías, cuya verdadera misión consiste en sufrir y morir por su pueblo. El hombre no puede, bajo ninguna circunstancia modificar el plan que fue diseñado desde el cielo mismo para la salvación de los pecadores. (2) Quién es el más importante, 9:33–37 El segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección (9:31) ha provocado miedo en los discípulos de Jesús y les ha llevado a mantener una cierta distancia de él en el camino hasta llegar a Capernaúm. Esta es la tierra de Pedro, Andrés, Jacobo y Juan. Lo cierto es que al llegar a la casa, probablemente la de Pedro (cf. 1:29; 3:19), Jesús muestra conocimiento de que han estado discutiendo entre ellos y les hace una pregunta sobre el motivo de la disputa. Son varios los elementos que han podido entrelazarse como origen de la discusión entre los discípulos durante el camino. Por ejemplo, la experiencia de la transfiguración fue vivida tan solo por tres discípulos privilegiados escogidos por Jesús (Pedro, Jacobo y Juan), quedando los demás al margen. Además, las enseñanzas acerca de la muerte de Jesús, por más que no fueran aceptadas de buena gana por los discípulos, van haciendo mella en ellos, por lo que se plantearía el tema de la sucesión en el liderazgo al frente del grupo. El caso es que los discípulos se disputan entre ellos el liderazgo del grupo, intentando identificar al más importante (méidzon3187) del grupo. Es curiosa la coincidencia de que en esa misma casa, asumiendo que es la de Pedro, se den dos situaciones relacionadas tan diferentes. La primera, tras la sanación de la suegra de Pedro por parte de Jesús, esta se pone a servirles (cf. 1:31), es decir, acepta un rol humilde y de servidumbre; la segunda, en este relato, la discusión versa sobre quién habrá de ocupar el primer lugar, en el grupo. La primera lleva la relación con Jesús a una actitud agradecida y de servicio; la segunda, plantea una actitud competitiva y de ambición. Dado que Marcos en dos ocasiones en este relato menciona que toda esta discusión se da en el camino, es llamativo el contraste entre el camino de Jesús, quien siendo el Mesías se dirige a la cruz, y el camino de los discípulos, que les lleva a buscar ser uno de ellos el primero, el que lidere. Es otra circunstancia más en la que muestran sus reticencias a seguir el camino de Jesús, marcado por el negarse a sí mismo, la cruz y el seguimiento (cf. 8:34). A pesar del silencio de los discípulos ante la pregunta, Jesús sabe el motivo de su disputa. Por ello se sienta, postura habitual de un maestro para enseñar, y les sentencia que para llegar a ser el primero (prótos4413) hay que

ser el último (ésjatos2078) de todos y siervo (diákonos1249) de todos (pás3956); que la humildad es mejor que la altivez; porque siempre es mejor que sean otros los que reconozcan la valía de un individuo, a que sea el individuo mismo quien se autopromocione. Jesús evidencia el reverso de valores propio del reino de Dios, que alcanza sus objetivos por caminos contrarios a los habituales. Es una enseñanza que coincide plenamente con la propia implantación del reino de Dios, que no pasa por la llegada de un rey poderoso que conquista y doblega a sus enemigos, sino que se ha acercado por medio del Mesías de Dios que alcanzará su propósito por medio del sufrimiento y de la cruz. Necesitamos formar líderes (9:31) Educar a los discípulos era muy importante en el ministerio del Señor Jesucristo. Él no deseaba distracciones de otros en Galilea. El tiempo era corto. Jesús lo sabía, y él tenía que aprovecharlo al máximo para que sus seguidores estuvieran preparados para la obra de la expansión del evangelio en el mundo entero. Los líderes no siempre pueden estar a la disposición de todos. Hay que formar otros líderes y eso demanda tiempo exclusivo. Si el Señor lo tuvo que hacer, cuánto más nosotros. La formación de líderes es la multiplicación del que instruye y la obra de Dios necesita de líderes bien formados e informados para la tarea de hoy.

Pero más allá de entrar en la dinámica de búsqueda del lugar más importante entre ellos, Jesús quiere mostrarles de manera pedagógica y gráfica el estilo de ser y actuar en el reino de Dios, que contraviene todas las expectativas de los discípulos, que invierte los valores socialmente aceptados, apreciando lo que otros menosprecian. Jesús afirma que si alguno quiere ser grande, debe estar dispuesto a servir. Y esto no es algo teórico, conceptual, sino real, concreto. Para ello toma a un niño y lo ubica en medio de los discípulos. El gesto afectivo de tomar el niño en sus brazos se podía interpretar incluso como un gesto de adopción. Algunos se han preguntado quién es ese niño, e incluso han llegado a plantear si es hijo de Pedro, asumiendo que están reunidos en su casa. Pero esto no es más que especulativo. Lo cierto es que Jesús toma como muestra para su enseñanza a un niño (paidíon3813), que en aquel tiempo era considerado de escaso valor, a veces, incluso, abandonado. Incluso, el término griego empleado aquí también puede significar esclavo, lo cual incide en la referencia en la época a personas poco estimadas. Este es el ejemplo presentado por Jesús. Sus discípulos deben acoger a esos niños que son rechazados, no solo en un sentido metafórico, sino también literal, algo que fue una práctica común en la iglesia primitiva, especialmente acogiendo y cuidando de los huérfanos. Pero más allá de la propia aceptación y cuidado de los niños, Jesús está invitando a sus discípulos, preocupados por ocupar posiciones de privilegio, a mostrar verdadero interés por los desfavorecidos, por los marginados y necesitados, y esto solo es posible si la comunión, la identificación con Jesús es total. De ahí que la exhortación sea a recibir a alguien como ese niño en su nombre, en el nombre de Jesús, es decir, como si Jesús mismo lo estuviera haciendo. La imagen adquiere mayor fuerza cuando Jesús afirma que quien actúa de esta manera, le está recibiendo a él mismo, en un ejemplo de identificación con los más necesitados y desfavorecidos. Cada vez que reciben a un niño, a un marginado, a Jesús reciben. El énfasis final es mayor, si cabe, porque recibiendo a Jesús reciben al que le envió, imagen poco habitual en Marcos, la del enviado, que es más propio del Evangelio de Juan, aunque Jesús ya ha dejado ver que su misión es parte del propósito divino (cf. 8:31; 9:12). Cuando reciben a un niño, reciben a Dios mismo. Lucha contra los prejuicios Había cierto pastor que se dirigía a la reunión de la congregación donde él era el pastor. Él tenía que pasar por donde estaba una iglesia muy grande, que aun el tráfico se congestionaba por el gran número de personas que asistían a aquella congregación. Para sus adentros este pastor se decía que sin duda esta iglesia estaba ―aguando‖ el evangelio para que la gente se sintiera tan atraída; ―algo tiene que andar mal en esa congregación‖, pensaba este pastor. Este pastor se quemaba por la envidia porque mucho deseaba que su congregación creciera así y aun mucho más grande. Un día, el Señor tocó su corazón y le hizo ver que en aquella iglesia grande se

predicaba y se adoraba con tanta dedicación como él lo hacía en la suya. Al siguiente lunes, al pasar frente a la iglesia grande, él decidió parar por unos momentos para visitar al pastor de esa iglesia. Fue recibido cariñosamente por el pastor. Confesó cómo el Señor le había indicado que entrara para dar gracias por su ministerio tan próspero que Dios le concedía a su colega. Oraron juntos, y la envidia desapareció del corazón de aquel pastor.

Este énfasis, en que recibir a un niño equivale a recibirle a él mismo, refleja relatos veterotestamentarios en los que la práctica de la recepción de otros, de la hospitalidad, hizo que algunos llegaran a acoger a ángeles (Gén. 19:1–3). Ahí es donde está la grandeza del servicio. No en ser el más grande ante los ojos humanos, sino la grandeza de recibir a Dios mismo por medio de la humildad y el servicio. (3) Quién está de nuestra parte, 9:38–41 La disputa entre los discípulos de Jesús por conseguir uno de ellos ser el primero tiene continuidad en un conflicto con un exorcista independiente, que se plantea como una amenaza a su posición de privilegio y derecho por ser parte del círculo de colaboradores de Jesús. Su actitud es merecedora, una vez más, de la corrección de Jesús. En esta ocasión, y tan solo por una vez, Juan aparece como portavoz del grupo de los discípulos, y le refiere a Jesús el caso de un exorcista que está actuando en su nombre pero no es parte del grupo de los discípulos. Juan dice: nos sigue a nosotros, usando aquí el plural, en vez del lógico singular del seguimiento a Jesús. Cabe recordar que una de las características de los apóstoles al ser elegidos por Jesús es que recibieron la capacidad de expulsar demonios (cf. 3:15). Algunos encuentran en esta mención de la hostilidad de Juan hacia el exorcista independiente la justificación de su sobrenombre ―hijo del trueno‖ Boanerges, (cf. 3:17). Además, el último intento de expulsar un demonio por parte de los discípulos de Jesús fue un fracaso (vv. 14–29), lo cual les ponía más en evidencia. Es curiosa la coincidencia del problema planteado por Juan por medio de la historia de Eldad y Medad (Núm. 11:24–29), que profetizaron fuera del tabernáculo donde se encontraban profetizando los setenta ancianos escogidos por Moisés, situación que Josué censura. Hay quienes ven en este relato la proyección de un conflicto en la comunidad cristiana primitiva en la que los judaizantes miran con recelo a los cristianos de origen gentil, especialmente a sus misioneros, incluso al propio Pablo. Es, sin duda, y en congruencia con la narración previa, otra enseñanza sobre recibir a aquellos que normalmente rechazarían. El uso del nombre de Jesús para realizar esos exorcismos solo está evidenciado, durante el tiempo de su ministerio terrenal, en este pasaje. Esto será una práctica habitual tras la resurrección de Jesús en donde los discípulos actuarán solo como administradores de su poder. Los discípulos han intentado impedir (kolúo2967) la actuación del exorcista independiente, pero el tiempo verbal usado puede dar a entender que no tuvieron éxito en su esfuerzo, por lo que traen el problema a Jesús, esperando que sea él quien ponga fin a esa situación. La respuesta de Jesús a las palabras de Juan es tajante; no se debe impedir la acción de ese exorcista. Frente al uso de nosotros por parte de los discípulos, Jesús se desvincula de la responsabilidad por la acción de los discípulos, por lo que ordena no se lo prohibáis (vosotros). La lógica es que tanto el uso de su nombre como el éxito de los milagros evidencian que el exorcista no es un enemigo de Jesús, por lo que no podrá hablar mal de él. Son la incredulidad y el rechazo a Jesús lo que provoca un testimonio hostil contra Jesús, como fue el caso de los escribas venidos de Jerusalén lo que acusaron de estar poseído por Beelzebúl y de actuar bajo el influjo de los demonios (cf. 3:22). Si el uso de la primera persona del plural en boca de los discípulos es interpretado como un uso restrictivo y excluyente, en boca de Jesús es una expresión de acogida e inclusión. Contrasta, además, que una sentencia similar en los Evangelios de Mateo y Lucas aparecen en negativo, el que no es conmigo, contra mí es (cf. Mat. 12:30; Luc. 11:23). En la versión de Marcos, Jesús reconoce al exorcista independiente como uno de los suyos, porque no actúa contra ellos. Jesús vuelve a usar la primera persona del plural, para hacer parte a los discípulos de la recepción del otro, por nosotros es. En última instancia, Jesús abunda en lo ya expresado, pero desde un ángulo diferente. Ofrece una reflexión en la que los discípulos son parte de la ilustración. En el contexto dinámico de la misión o extensión del reino de Dios, cualquier gesto de hospitalidad hacia los discípulos, incluso algo tan habitual en la cultura de la época como era ofrecer un vaso de agua, no quedaría sin recompensa, si se hacía en el nombre de Jesús (cf. 6:8–11).

El mínimo gesto hacia alguien por ser un discípulo será recompensado. Jesús pone al mismo nivel la acción del exorcista con la donación del vaso de agua, pues ambas son realizadas en nombre de Jesús, lo cual es premiado por Dios, que es quien juzga las acciones de cada uno. Si Dios, pues, tiene misericordia de alguien que ofrece un gesto tan simple como dar un vaso de agua, ¿cómo van a menospreciar los discípulos a quien expulsa demonios en el nombre de Jesús? En la parábola del crecimiento de la semilla, Jesús ya ha establecido la manera el reino de Dios va creciendo inesperadamente, sin que quien ha sembrado la semilla sepa cómo (cf. 4:26–29). Así, el reino de Dios está creciendo ante los discípulos sin que ellos mismos lo perciban. Esta es la primera, y única, ocasión en la que Jesús se presenta a sí mismo como el Cristo. Sería esperable que Jesús usara la expresión ―Hijo del Hombre‖ como una habitual designación de sí mismo. Probablemente, el uso del nombre de Cristo sea más propio de la comunidad marcana, pues no es frecuente encontrarlo durante el ministerio terrenal de Jesús sino más bien tras su resurrección. En cualquier caso, la mención aquí conlleva un sentido de pertenencia. Ser de Cristo es pertenecerle, estar plenamente identificado con él. (4) Ocasiones de caer, 9:42–50 Jesús continúa su actividad didáctica con los discípulos, pero el tono ahora se torna duro, incluso amenazador. Para ello mantiene la referencia al niño que antes usó como modelo para su enseñanza, aunque en esta ocasión la mención es a unos pequeños (mikrós3398). Cualquier sentido literal que pudiera haberse dado en el pasaje anterior, ahora se torna en imagen de un discípulo de cualquier edad, pues se menciona a los pequeños que creen (pistéuo4100) en Jesús. Esta mención a los más pequeños entre el pueblo de Dios ya se usa en el Antiguo Testamento aludiendo a los más débiles entre el pueblo (cf. Zac. 13:7). De ahí que la advertencia es contra quienes puedan o intenten hacer tropezar (skandalídzo4624) a uno de aquellos más vulnerables de entre los que cree en él. En el contexto de las palabras de Jesús a sus discípulos por haberse opuesto a un exorcista independiente, a quien ha definido como alguien en su favor, este texto apoya la idea de que aquellos pudieran considerarse más grandes entre los seguidores de Jesús, que es definitiva como se perciben a sí mismo los discípulos que incluso disputan sobre quién es el más importante entre ellos (cf. v. 34), deben cuidar cómo tratan a los más pequeños, es decir, los como el exorcista independiente, cuyo seguimiento no es el adecuado a los ojos de los doce. El apóstol Pablo hará una advertencia similar contra los fuertes en la comunidad que hacen tropezar a los más débiles en la misma (cf. Rom. 14:15). Piedra de molino La piedra de molino era redonda y hecha de la roca, y tan pesada que era movida por un asno al que se le cubrían los ojos para que siguiera en forma circular. Estaba abierta en la mitad y colocada de tal manera que servía para triturar o moler bien los granos o las aceitunas. La piedra era suficientemente pesada para llevar el cuerpo de un hombre hasta el fondo de un lago o del mar. Estas piedras se han encontrado en Galilea.

El castigo al que Jesús hace comparable la ofensa contra el pequeño en la comunidad de fe será tal que, incluso, ser lanzado al mar con una gran piedra de molino al cuello sería un castigo más llevadero. La piedra o rueda de molino mencionada aquí era una gran piedra usada para moler el grano, con un orificio en el centro, que se hacía girar movida por un asno. Es evidente que ser lanzado al mar con una piedra así al cuello supone la muerte segura. Además, se añade el terrible agravio que suponía, según la tradición antigua, morir sin un funeral digno. Es posible interpretar la dureza de la imagen empleada por Jesús para describir el castigo contra aquellos que hacen que alguno abandone la fe como una aplicación de la ley del talión; es decir, aplicar un castigo equiparable a la falta cometida. Así pues, en el contexto escatológico del ministerio de Jesús, hacer que un alma se pierdase paga nada menos que con la condenación eterna. La referencia al tropiezo o hacer tropezar continúa como eje de las exhortaciones de Jesús a sus discípulos, pasando ahora al tropiezo propio. Para ilustrar cómo un discípulo puede tropezar, Jesús menciona la mano (jéir5495), el pie (póus4228) y el ojo (ofthalmós3788). Estos tres miembros del cuerpo han sido interpretados como vinculados a pecados sexuales. Sin embargo, nada en el contexto del pasaje hace pensar que Jesús esté haciendo mención específica de este tipo de pecados, por más que haya alguna referencia interpretativa de esta índole en

la literatura judía, donde la mano y el pie han sido interpretados por algunos ―maestros‖ como eufemismos del pene, y el ojo está relacionado con todo tipo de pecados sexuales. Es propio de la tradición judía entender la mano y los pies como miembros activos y al ojo como miembro receptivo, por lo que, en un sentido interpretativo un poco más amplio, y afectando las diferentes situaciones que podrían llevar a tropezar a un discípulo, la mano apunta a la comisión del pecado, el pie al ir a lugares donde se comete el pecado y el ojo es el medio por el cual se es tentado. Además, ya ha sido establecido que el sentido de tropezar está relacionado con la pérdida de la fe, con la muerte espiritual (cf. 4:17; 9:42). La consecuencia terrible de este fatal tropiezo es el infierno (guéena1067), término que procede de las lenguas hebrea y aramea, que alude al valle de Hinom (Jos. 15:8), y que tiene dos posibles interpretaciones de su sentido presente. Una está íntimamente vinculada a los sacrificios humanos pasados por fuego ofrecidos por israelitas al dios Moloc (2 Rey. 23:10), por lo que se lo relacionó con el lugar donde irían a parar los idólatras (cf. Jer. 7:30– 34). Otra interpretación alude al lugar cercano a Jerusalén donde se quemaban las basuras de la ciudad, por lo que siempre estaba encendido el fuego. En ambos casos, el infierno es tenido por lugar de sufrimiento eterno, y el fuego como elemento de juicio y tormento. Para evitar ir o ser enviado al infierno, Jesús recomienda amputar (apokópto609) mano y pie o sacar (ekbálo1544) el ojo transgresor. La lógica es que resulta mejor entrar en la vida o reino de Dios manco, cojo o tuerto que condenarse en el infierno. La idea puede dar a entender que se entraría en la otra vida con las mismas amputaciones que se pudieran tener en la vida terrenal, pero las mismas tradiciones judías que recogen énfasis de este tipo también afirman que todo esto será cambiado entonces. De todos modos, hay que interpretar todas estas menciones de cortar y sacar partes del cuerpo de manera metafórica. Lo que Jesús está estableciendo aquí es la consecuencia severa del pecado, ante la cual el creyente no puede actuar con superficialidad o fragilidad sino con determinación, sabiendo lo que está en juego. La meta de cualquier discípulo de Jesús es alcanzar la vida, el reino de Dios, una realidad que aquí se entiende como esa otra vida más allá de la terrenal, lo cual se alcanzará por medio de la resurrección. Tanto la expresión vida como reino de Dios aparecen aquí como sinónimas. Semillero homilético Un mundo de pecado 9:42–50 Introducción: Realizar ciertas acciones destructivas puede parecerles divertido a algunas personas. Estas no solo encuentran satisfacción en hacer esas maldades sino que se complacen en hacer que otros pequen como ellos. Cristo advierte que ser tropiezo a otros tiene una condenación de pena capital. I. Nuestros miembros le pertenecen a Cristo (v. 43). 1. Dios nos ve. Siempre vivimos bajo el juicio escrutador de Dios en todas nuestras acciones. 2. Mejor amputados. Cristo enfatiza lo que verdaderamente vale. 3. El uso de nuestros sentidos. Los cinco sentidos de nuestro cuerpo nos conectan con el mundo externo para bien o para mal. Hay cosas que son dignas de sacrificio. II. Los miembros para bien (vv. 45–47). 1. Las manos son instrumentos increíbles de trabajo. Sin embargo, también pueden servir como instrumentos de iniquidad. No vale la pena perder la vida al dedicar nuestros esfuerzos de trabajo para la maldad. 2. Los pies son necesarios para nuestra locomoción. La Palabra de Dios los llama benditos cuando se usan para ir y anunciar las buenas nuevas de paz. Los pies, sin embargo, pueden llevarnos a lugares peligrosos y pecaminosos. 3. Los ojos nos sirven para gozarnos al contemplar las maravillas de la creación de Dios. También nos sirven para contemplar la necesidad de la gente y acudir a su socorro. Pero, los ojos también pueden ser seducidos hacia el mal. Conclusión: Si cualquiera de estos sentidos nos seduce al mal sería mejor que los sacrifiquemos en el altar y se los entreguemos al Señor. Cristo nos dice que vale más considerar el sacrificio doloroso de estos miembros que perder la vida eterna yendo al infierno. Así como en las situaciones de los soldados muchas veces hay que amputar miembros para salvar la vida, igual

ocurre en la vida espiritual. Hay que amputar las tentaciones que nacen del corazón extraviado para salvar la vida espiritual, tanto la nuestra como la de los demás.

La vinculación de estas sentencias de Jesús debe hacerse con pasiones propias del individuo lo cual hace que el énfasis recaiga en el sometimiento y renuncia de las propias bajas pasiones, de los malos pensamientos, de las acciones innobles, para así ser dignos de la vida que el reino de Dios ofrece. Hay una ampliación final a lo que habrá de ser el infierno para los que se condenan, más allá de la evidente alusión al fuego, que nunca se apaga. En el infierno su gusano (skólex4663) no muere. La idea es que hay un gusano en el infierno que come los cuerpos de los que allí son enviados. Es muy probable aquí que la imagen sea un préstamo de Isaías 66:24. El contenido de este v. 48 aparece en algunas versiones como vv. 44 y 46, probablemente buscando la simetría enfática en el texto. Los manuscritos más antiguos y fiables no los incluyen. Tras la mención al fuego del infierno destinado para los que se apartan de la fe, aparece una mención al fuego afirmando que lo salará todo. Hay referencias a uso de la sal (jalídzo233) junto con el fuego (púr4442) en los sacrificios, lo cual puede ser el trasfondo donde podemos ubicar las palabras de Jesús (cf. Lev. 2:13; Eze. 43:24). Es posible una mención aquí al precio del discipulado, una vez hecha las advertencias sobre el control de acciones y pensamientos si se quiere entrar a la vida. El apóstol Pablo habla de que el creyente debe presentar su cuerpo como sacrificio a Dios (cf. Rom. 12:1). En este texto de Marcos, es el fuego el que se representa como una sal que lo salará todo, por lo que la referencia al fuego afecta, finalmente, tanto a los que creen como a los que no. Por un lado, y en la perspectiva escatológica propia de estas sentencias, para los que no creen, el fuego implica castigo, mientras para los que creen el fuego actúa como elemento purificador, descripción que corresponde con la acción del enviado de Dios al final de los tiempos (cf. Mal. 3:2), que purificará a los que buscan a Dios y los presentará como una ofrenda agradable a él, mientras que a los que no tienen temor de Dios vendrá para juicio. También están implícitas las dificultades y tribulaciones que han de afrontar todos los discípulos de Jesús como parte de su seguimiento. La sal es descrita como buena (kalós2570), pues además de ser de uso cotidiano para conservar los alimentos y sazonarlos, ha sido mencionada como parte de los sacrificios a Dios, y porque, continuando con la referencia al gusano del infierno del v. 48, la sal también es usada para matar gusanos. Es la victoria de la vida sobre la muerte. Pero si la sal, que purifica con el fuego y destruye el mal, pierde su esencia y se torna insípida, dejar de ser sal. Esta afirmación de que la sal que se vuelve insípida es hoy día incomprensible, pues el cloruro de sodio nunca pierde su salinidad. Sin embargo, la sal a la que se puede estar haciendo mención aquí procedía de la zona del mar Muerto, que tras la evaporación del agua producía una mezcla de varias sustancias, entre ellas sal. Algunas de estas sustancias al cristalizar eran confundidas y mezcladas con la sal y su sabor era amargo. Asumiendo esta acepción de una sal que es insípida, Jesús afirma que la sal pierde su propósito, se torna inútil Gehena En el Nuevo Testamento se habla muchas veces de la gehena, que casi siempre se traduce como infierno. Es una forma de la palabra hinnom que era un barranco en las afueras de Jerusalén en el valle de Hinon. Allí fue donde Acaz constituyó el fuego de adoración del sacrificio de los niños en el fuego. En 2 Crónicas 28 se nos cuenta cómo Acaz sacrificó sus hijos en tal fuego de adoración. Manasés continuó con esta costumbre. Esta fue una de las desviaciones más terribles hacia el paganismo que encontramos en el AT. Josías, en sus reformas, declaró este lugar como inmundo y no permitió más la práctica de esta vergonzosa costumbre pagana. Más tarde se designó este sitio como el tiradero de la basura que iba a ser quemada. Este sitio se convirtió en el más bajo de los lugares y llegó a ser un símbolo de lo peor, a donde irían a parar los pecadores que no se arrepintieran para ser torturados y destruidos. La gehena es pues un lugar de castigo, y la palabra traía a la mente la imagen del cuadro más horrible y temible. Por eso se habla de que es el sitio donde el gusano no muere ni el fuego se apaga. Es todo lo contrario a ser parte del reino de Dios.

Más allá de todas las alusiones a la sal mencionadas, también era interpretada como prenda y símbolo de unión entre Dios y su pueblo (cf. Núm. 18:19), o como sucede en Hechos 1:4, la comunión del resucitado con los discípulos es descrita literalmente como ―el que toma sal con nosotros‖. De ahí que la exhortación final de esta sección en la narrativa de Marcos sea a que los discípulos tengan sal entre ellos, es decir, que tengan unidad y fraternidad entre ellos, y que vivan en paz (eirenéuo1514) unos con otros. Eso solamente será posible si atienden a toda la serie de enseñanzas que Jesús les ha impartido últimamente, como privilegiar la humildad y el servicio frente a buscar la primacía en el grupo (vv. 33–37); a ser inclusivos y no excluyentes como conjunto de seguidores de Jesús (vv. 38–41); a no ser de tropiezo a los que se inician en la fe (v. 42); a cuidar de sí mismos para no tropezar (vv. 43–48). Solo así, el fuego será para ellos purificador y no de juicio en el día final.

5. Valores del reino, 10:1–31 (1) Una pregunta acerca del divorcio, 10:1–12 Concluye una especie de paréntesis en el ministerio de Jesús, dedicado primordialmente a enseñar a sus discípulos, iniciado en 8:27 con la confesión de Pedro de Jesús como el Cristo, la cual Jesús define desde la perspectiva del rechazo y la cruz, para llegar a la resurrección, lo cual conlleva para el que quiera seguir a Jesús, negación de sí mismo, tomar la cruz, renuncia a la propia vida, dependencia de Dios, fe, oración, humildad, servicio, inclusividad. Marcos establece la transición entre esto y lo que sigue con una referencia a que Jesús retoma su viaje hacia lo que va a ser su destino final, Jerusalén. Para ello se dirige a las regiones de Judea y Transjordania. Hay una cuestión a debate entre diferentes manuscritos antiguos sobre si el texto incluye la conjunción kai para referirse a dos regiones, es decir, Judea y la de más allá del Jordán, o una sola, Judea más allá del Jordán. La segunda opción es la que en griego resulta mejor gramaticalmente, además de armonizar con la versión de Mateo 19:1, pero evidencia un error geográfico, pues Judea solo llega hasta el Jordán, sin sobrepasarlo. Esto sería, como algunos argumentan, una muestra de la falta de conocimiento geográfico de la zona por parte de Marcos. Sin embargo, a pesar de que la lectura sea desde un punto de vista gramatical menos adecuada, la primera alternativa con kai y, por tanto, con referencia a dos regiones es más adecuada, algo que Marcos conoce (cf. 3:7, 8). El regreso a una cierta normalidad en el ministerio de Jesús queda constatado en que las multitudes vuelven a acudir a él (cf. 1:33; 2:2; 2:13; 3:20; 3:32; 4:1; 5:21; 6:34; 8:1) y que vuelve a enseñarles (cf. 2:13; 4:1, 2; 6:34). En una forma de aparición habitual de los fariseos y de los escribas, surgiendo de entre la multitud o aprovechando esas ocasiones en las que Jesús aparece rodeado de esta (cf. 2:6, 15, 16; 8:11; 12:13, 28), Marcos relata que unos fariseos se acercan a Jesús para tentarle (peirádzo3985). Para ello le plantean una cuestión sobre la licitud (éxesti1832) por parte de un marido de divorciarse (apolúo630) de su mujer. No pasa desapercibido el contraste entre una multitud receptiva a Jesús y unos fariseos que buscan tentarle (cf. 8:11; 12:15), como muestra de su rechazo hacia él y su ministerio. La pregunta es maliciosa, pues es evidente que la ley permite esa posibilidad (cf. Deut. 24:1), pues este texto del Antiguo Testamento no debate la posibilidad o no del divorcio, sino que recoge la prohibición de que un hombre que se divorcia de su mujer vuelva a casarse con ella. Es probable que los fariseos ya conocieran la posición de Jesús que es más estricta al respecto y que buscaran que se posicionara públicamente contra la ley. La pregunta no versa sobre los motivos del divorcio y su pertinencia o no, lo cual era motivo de debate en la época. La cuestión es la licitud o no de ese divorcio, algo que la ley explicitaba con claridad. Dado que la muerte de Juan el Bautista está sin duda presente en la memoria de todos, es muy probable que los fariseos busquen un pronunciamiento de Jesús similar al de Juan, con las consiguientes consecuencias negativas que esto podría causar si llegaba a oídos de Herodes Antipas y su mujer. Jesús apela a la figura de Moisés que es respetada por todos en el judaísmo, para responder a los fariseos con otra pregunta, algo propio del estilo judío. Pero es llamativo que Jesús lanza el mandamiento de Moisés contra los fariseos plateándoles qué les ordenó Moisés a ellos, y no qué nos ordenó a nosotros, incluyéndose Jesús, como judío que es, entre los receptores del mandamiento. Jesús se distancia del dicho de la ley, lo cual parece provocar un conflicto entre el mandamiento mosaico y el propósito divino. Pero no es este el caso. Ya anteriormente, Jesús había establecido una excepción para sus discípulos en la norma del ayuno, pero no como desobediencia a la ley mosaica sino en conflicto con las tradiciones interpretativas propias de los fariseos (cf. 7:9).

Los fariseos responden a la pregunta de Jesús declarando que Moisés fue quien permitió el libelo de repudio. Así está escrito en Deut. 24:1. Sin embargo, Jesús está reclamando que se plantee la cuestión desde otra perspectiva, yendo a la raíz, al porqué de esa reglamentación mosaica. Jesús menciona la dureza del corazón (sklerokardía4641) como razón para que Moisés permita el divorcio. Jesús establece una línea de continuidad entre los israelitas rebeldes en el tiempo de Moisés y los propios fariseos que le interpelan, unidos en su desobediencia a los mandamientos de Dios. La dureza de corazón está vinculada en Marcos con increencia y duda (cf. 8:17; 16:14). Son aquellos que vivían entonces, y viven ahora, en rebeldía y desobediencia a Dios los destinatarios de la excepción al mandato de no divorciarse. Existe una tradición judía que plantea que rebeldía del pueblo al adorar al becerro de oro (cf. Éxo. 32:1–8) llevó a Moisés a romper las tablas donde Dios había escrito su ley (cf. Éxo. 31:18), por lo que Dios le dio al pueblo una segunda ley (cf. Éxo. 34:27), de carácter menor, debido a su desobediencia. Esto estaría reflejado en Ezequiel 20:25, como reconocimiento de una ley menor, y podría ser el contexto en el que interpretar este pasaje de Marcos. Una ley menor, debido a la rebeldía, a la dureza del corazón del pueblo, que solo sería válida hasta el tiempo del fin, cuando Dios cambiará los corazones y los llevará a su estado primero (cf. Eze. 11:19, 20). En esa misma línea, Jesús apela al orden y propósito de Dios en la creación del ser humano, en un tiempo previo al pecado y, por tanto superior, a la circunstancia que hace necesario este mandamiento. Para ello cita dos textos: Génesis 1:27 y 2:24. Esta forma de argumentación es singular, puesto que lo habitual es tratar en la literatura judía, como por ejemplo los textos rabínicos, la ley mosaica como superior a cualquier norma o realidad previa. También Pablo, en Gálatas 3:15–18, argumenta a la manera aquí usada por Jesús, dando prioridad a las promesas hechas a Abraham frente a la misma ley de Moisés. La referencia a Génesis 1:27 parece, en principio, ajena al tema que se está tratando. Es posible que la mención de este texto se deba a una corriente interpretativa judía previa, que lo vincula con el texto sobre el divorcio de Deuteronomio 24:1–4, donde el énfasis está en que el hombre divorciado no puede contraer matrimonio otra vez mientras su, hasta entonces, esposa continúe viva. Por tanto, sería una lectura literal de Génesis 1:27, en la que la lectura ―un hombre y una mujer‖ se interpreta como un solo varón para una sola mujer y no para varias, por lo que no hay opción para un nuevo matrimonio mientras la excónyuge viva. La cita de Marcos recoge aquí, pues, una interpretación preexistente de Génesis 1:27, vinculada a Deuteronomio 24:1– 4. Jesús describe su comprensión del matrimonio en dos pasos, dando lugar a una nueva realidad. Primero, el hombre dejará a padre y madre, y consecuentemente en segundo lugar, se unirá a su mujer, lo cual les hace una sola carne; ya no son más dos, desde esta perspectiva, sino uno. El hecho de ser una sola carne Jesús lo presenta como argumento contra el divorcio. De ahí que las dos citas de Génesis puedan interpretarse como base la primera, 1:27, de la segunda, 2:24. En el propósito creador de Dios, un hombre y una mujer se hacen una sola carne, lo que entonces ya no se puede separar y que apunta al propósito indivisible del matrimonio en el plan divino. La lógica concluyente de Jesús en este momento es que, si ha quedado establecido que el propósito de Dios es que por medio del matrimonio, un hombre y una mujer sean una nueva y sola realidad, una sola carne, no habrá lugar, pues, para el divorcio. Para ello, Jesús establece una nueva norma, que afirma que algo que está establecido por Dios no lo debe romper el hombre. Jesús estable así un contraste entre la normativa divina y la humana. Se plantea, pues, el conflicto entre lo que establece Dios y lo que decide o hace el hombre. Cabría reconocer el hecho de que no queda resuelto el conflicto entre el ideal divino de no separar lo que Dios ha unido y la licencia mosaica de divorcio, en un mundo alejado del ideal. Ya ha quedado reflejada en el v. 5, la posibilidad de que Dios hubiera tenido que permitir una ―legislación menor‖, menos exigente, para aquellos de entre el pueblo que eran rebeldes, duros de corazón. Si el marco de referencia para recuperar el estado ideal en el cual Dios establece la observancia del principio de indisolubilidad del matrimonio es escatológico, se podría aceptar entonces el divorcio como una realidad perteneciente a la naturaleza pecaminosa del ser humano. El énfasis en las palabras de Jesús confirma que sería un gran error fundamentar la argumentación sobre el divorcio en lo permitido excepcionalmente por causa de la dureza de corazón y no en lo normativo o ideal en el propósito de Dios. En cualquier caso, quedaría establecido el hecho de que el divorcio es una ruptura del propósito de Dios para el hombre y la mujer que se unen y son una sola carne. El texto deja abierta la relación entre el ideal que establece Dios, y que Jesús afirma, y esa ley ―menor‖ que dio Moisés a los de duro corazón. En 7:9 se encuentra una matización de Jesús a su crítica sobre la ley mosaica,

alegando que el problema está en las tradiciones de los hombres, que contravienen el mandato divino. Aquí, Jesús parece cuestionar al hombre que separa lo que Dios ha unido, al que se identificaría con aquellos duros de corazón a los cuales Moisés dio ese mandamiento. No obstante, no es descartable que Jesús pudiera estar cuestionando la ley de Moisés como señal de su superioridad frente a esta. Los discípulos parecen sorprendidos por una posición tan radical de Jesús, que se distancia de los posicionamientos de su tiempo que, en cualquier caso, permiten el divorcio y que tan solo difieren entre sí en los motivos aceptados para su concesión. Por eso aparecen preguntando a Jesús sobre lo mismo, en esta ocasión esperando encontrarse en un lugar privado, una casa, sin la presencia de la multitud. La respuesta de Jesús a la curiosidad de los discípulos continúa condicionada por la referencia de Deuteronomio 24:1–4, donde el asunto tratado es la relación entre el divorcio y el nuevo matrimonio por parte del hombre que se divorcia. Está en mente el hecho de que, habitualmente, el hombre daba carta de divorcio a su mujer para así poder casarse con otra. Jesús afirma que si un hombre, tras divorciarse de su mujer, se vuelve a casar, estará cometiendo adulterio contra (epí) ella, es decir, que peca contra su primera mujer. Dado que Jesús ha afirmado la indisolubilidad del matrimonio en el ideal de Dios, quien se casa por segunda vez está cometiendo adulterio (moijáo3429), aunque realmente cabría pensar en bigamia. Posiblemente Jesús opta por definir la situación como adulterio porque en el Antiguo Testamento este está penado, incluso con la muerte (cf. Deut. 22:22), mientras que la bigamia no lo está. Jesús pretende resaltar la gravedad de la falta que se está cometiendo. Semillero homilético Permanencia del matrimonio 10:2–11 Introducción: Jesús fue cuestionado acerca del matrimonio y su permanencia o destrucción. Jesús responde que la intención de Dios era que el matrimonio fuese un arreglo permanente. El divorcio no era sino una concesión a la dureza del corazón del hombre. I. Las normas para el matrimonio. 1. Hoy se cuestiona la permanencia del matrimonio y se provee el divorcio para disolverlo. 2. Doctrinalmente el divorcio no tiene cabida en la vida del creyente. 3. Contrato o pacto. Se distingue entre lo que es un contrato y un pacto. El contrato humano se puede modificar. En el pacto se compromete la integridad indeclinable del compromiso dado con nuestra palabra (v. 5). II. La intención original para el matrimonio. 1. Lo que Dios ha unido queda sellado para siempre (v. 8). 2. Cuando los contrayentes vienen al altar deben hacerlo voluntariamente y sin cohesiones o presiones de ninguna clase. 3. Se invoca la presencia de Dios y de los testigos en la ceremonia de matrimonio (v. 6). III. La intención personal (v. 9). 1. Comúnmente los que deciden casarse lo hacen con el sentimiento de que si el matrimonio no funciona hay la oportunidad de terminar la relación. 2. Por otra parte cuando surgen diferencias y dificultades se racionaliza de que tal vez su unión no fue la voluntad de Dios. 3. No puede ser que Dios haya indicado la dirección en un sentido y luego se arrepienta. IV. Divorcio y nuevo matrimonio. 1. Cristo es claro al declarar que el hombre que se divorcia y quiere casarse con alguien más comete adulterio y lo mismo sucede con la mujer que se divorcia y quiere casarsede nuevo. 2. El matrimonio es tan permanente que sólo la muerte deshace la unión. 3. Cuando uno de los cónyuges muere el otro queda libre para contraer matrimonio. Conclusión: Si a la tragedia del divorcio se le añade la culpa del adulterio, se busca cargar con penas inmensas. Dios tuvo compasión de los pecadores y perdonó a David tanto como a la mujer hallada en el acto mismo del adulterio. Dios es perdonador. Sin embargo, hay que afirmar que el pecado ha dejado huellas y consecuencias que no pueden borrarse fácilmente y que quienes han experimentado tales condiciones tienen que vivir sostenidos de la mano llena de gracia de Dios.

Pero hay un elemento que amplía lo tratado sobre el divorcio hasta ahora, y es que, frente a una primera aproximación al tema en la que es el varón el sujeto de la acción, el que se divorcia de su mujer, ahora Jesús menciona la posibilidad de que sea la mujer la que se divorcie de su marido. Esta no era una opción en la legislación judía, por lo que Jesús puede estar haciendo mención de la ley romana al respecto, que sí lo permitía. A pesar de ser un contexto negativo, no deja de ser relevante que Jesús trate en igualdad de condiciones al hombre y a la mujer, posiblemente, fruto de la referencia a Génesis 1:27, en cuyo contexto el hombre y la mujer son creados iguales, a la semejanza divina. En cualquier caso, sea el hombre o sea la mujer quien se divorcie y se vuelva a casar, estará cometiendo adulterio contra su primer cónyuge. (2) Jesús bendice a los niños, 10:13–16 Los discípulos ya han sido advertidos acerca del error de buscar ser los primeros y de discriminar a las personas (cf. 9:35–37), aunque parece que no alcanzan a comprender lo dicho. En esta narración se presenta una situación en la que gente trae niños a Jesús para que ponga sus manos sobre ellos. Aunque ya se ha mostrado que el tocar de Jesús produce sanidad, aquí está relacionado con el hecho de impartir una bendición. Estos niños (paidíon3813) pueden ser de diferentes edades, desde recién nacidos a adolescentes, como era el caso de la hija de Jairo, que tenía doce años (cf. 5:39–42), aunque el hecho de que Jesús los tome en sus brazos para bendecirlos (cf. v. 16) pueda apuntar a niños de corta edad. Lo constatable es que los discípulos hacen, una vez más, caso omiso de las palabras de Jesús que les había exhortado a recibir a los niños como si al él mismo recibieran (cf. 9:36, 37), e impiden que le traigan los niños a él. Es probable que los discípulos están reprendiendo (epitimáo2008) a aquellos (¿los padres?) que intentan acercar niños a Jesús, y no a los propios niños, lo cual, en cualquier caso, provoca la reacción del Señor. Hay algunos autores que han querido ver en este pasaje una defensa de la práctica del bautismo infantil en la iglesia primitiva. Sin embargo, esta opción debe ser descartada por contradecir el propio testimonio bíblico al respecto y el hecho de que no hay referencias directas a la práctica del bautismo de infantes en la iglesia primitiva hasta el siglo II. Marcos vincula la respuesta de Jesús con una emoción fruto de ver lo que sucede ante sí (cf. 6:34; 8:1, 2). En esta ocasión, Jesús se indigna (aganaktéo23) por la oposición de los discípulos a que le traigan los niños para bendecirlos. Jesús ordena que se les permita llegar a él, y alega como justificación para que no se les impida el hecho de que el reino de Dios es para gente como ellos (toióutos5108). La discusión está aquí en si el reino de Dios es literalmente de los niños o de aquellos a quienes los niños representan. Es probable que Jesús tome a los niños como ejemplo de quienes entrarán en el reino de Dios porque esto sea de hecho cierto. Si el pecado y por ende la responsabilidad por este es fruto del conocimiento y de tener uso de razón para responder, o no, al llamamiento al seguimiento de Jesús, los niños están libres de esta situación hasta que tengan la capacidad para decidir por sí mismos. El reino de Dios incluirá a estos niños. Joya bíblica Dejad a los niños venir a mí, y no les impidáis; porque de los tales es el reino de Dios (10:14).

Pero más allá de la interpretación literal de las palabras de Jesús, hay fundamentalmente un sentido figurado en ellas que las convierte en una exigencia para todos aquellos que deseen entrar en el reino de Dios. Jesús rechaza cualquier concepto social de mérito o privilegio como llave de entrada al reino de Dios. En una afirmación que describe el propósito de su ministerio, Jesús responde a los fariseos que lo acusan de que come con publicanos y pecadores diciendo que no ha venido a llamar a justos sino a pecadores, porque es al enfermo y no al sano al que viene a curar (cf. 2:17); y que, en consecuencia, no hay que pretender ser el primero sino el último, el que sirve (cf. 9:35). De ahí que la figura de un niño sea la que mejor representa las características que Jesús establece, del carácter o perfil del auténtico discípulo de Jesús. En Deut. 1:35–39 aparecen dos elementos coincidentes con este relato, donde se presenta a los israelitas antes en entrar en la tierra prometida y el hecho de que sean niños los que adquieren el derecho de entrada. La

razón para esta decisión divina era que la presente generación era una generación mala, por lo que no entraría a la tierra prometida, mientras que Caleb y sus hijos, los niños, sí entrarían, por seguir al Señor con integridad. Todo esto en un contexto social en el que todos pensaban que los niños eran frágiles y vulnerables, por lo que no conseguirían llegar. La realidad del propósito divino subvierte, va radicalmente en contra de los valores y concepciones socialmente aceptadas. Por tanto, solamente identificándose con un niño, en su falta de poder y reclamo de derechos, es que se entrará en el reino de los cielos. A la luz de enseñanzas previas de Jesús en Marcos, es posible afirmar que no es por el mérito o una posición privilegiada que se entrará en el reino de Dios sino por medio de negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús. El mejor ejemplo lo ofrece el mismo Jesús, quien corrige expectativas mesiánicas de poder y fuerza, afirmando que el camino a la victoria de Dios, la resurrección, es de rechazo, oposición y muerte en la cruz. Semillero homilético De los niños es el reino 10:13–16 Introducción: Lo que parecía ser una ―interferencia‖ en el programa del Hijo de Dios sirvió para dar a los discípulos una lección de importancia. ―De los tales es el reino de Dios‖ (v. 14). Esta declaración nos obliga a mirar más de cerca cuáles son las cualidades que se anticipan de los ciudadanos del reino. Estas son las cualidades que Cristo aprecia en los niños. I. Sencillos. Los niños vienen sin pretensiones de ninguna clase. 1. Los niños no buscan prominencia ni el enfoque personal. 2. Cosas como orgullo y prestigio están ausentes de su conducta. II. Obedecen. Los niños están listos a seguir instrucciones. 1. Los niños siguen instrucciones porque aún no han aprendido a hacer lo que les parece. 2. La soberbia y el sentimiento de independencia es lo que causa la separación del hombre de sus semejantes y de su comunión con Dios. III. Confiados. Se resalta la confianza. 1. Confía en los demás: sus padres, sus hermanos, y aun en los mayores. 2. Acepta la autoridad de otros en todas las cosas. 3. Como está en proceso de conocer acepta lo que se le enseña sin rebeldía. IV. No guardan rencor. Los niños pueden pelear por algo, pero pronto se reconcilian. 1. Pudiera ser que los padres, sin saber qué hacer ante esta situación, se disgusten entre sí. 2. Sin embargo, los niños pueden seguir jugando sin ningún rencor. Los padres, sin embargo, pudieran seguir disgustados por algún tiempo. Conclusión: Estas cualidades son las que se debieran observar en los integrantes del reino de Dios. Por ser como son, el reino de Dios se hace presente en la vida de los niños. El Señor los abraza y los bendice porque para él son muy especiales. También debieran serlo para nosotros como padres o adultos. La manera de ser de los niños nos instruye de lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.

Finalmente, Jesús atiende la petición inicial de que bendiga a los niños. La petición tiene su correspondencia en la costumbre veterotestamentaria de bendecir a los hijos o familiares imponiéndoles las manos. Así, Jacob abrazó a sus nietos Efraín y Manasés y los bendijo (Gén. 48:9, 10). De la misma manera, Jesús no solo pone sus manos sobre los niños para bendecirlos sino que los toma en sus brazos. La reprensión e indignación que marcan el inicio de este relato se tornan en un afectivo abrazo de Jesús a los niños, señal de la compasión, misericordia y aceptación del más débil y necesitado por parte del reino de Dios que Jesús representa. El discípulo cristiano, a modo de imitación y seguimiento de Jesús, debe mostrar la misma actitud de Jesús en aceptar e incluir a los demás (cf. 9:36–41). (3) Jesús y el joven rico, 10:17–22 Marcos continúa el relato de Jesús en su camino al que será su objetivo, Jerusalén. Ya ha sido anunciado por Jesús mismo el destino trágico que le espera: la muerte a manos de los líderes y autoridades religiosas y civiles (cf. 8:31; 9:31; 10:33, 34). Resulta llamativo que comienza este relato con una mención en singular de la acción

de Jesús, como si los discípulos no fueran con él. Tan solo son mencionados en el v. 23, una vez que el encuentro con uno que inicialmente no es presentado, y del que al final se dirá que tenía muchas posesiones (cf. v. 22). Aunque tradicionalmente a este relato se le titula ―El joven rico‖, lo cierto es que es una nominación inadecuada, una acomodación al pasaje paralelo de Mateo (19:16–30), donde sí se menciona el hecho de que es un hombre joven (neanískos3495) (cf. Mat. 19:20). Tampoco aquí se hace mención de su rol social como hombre principal (árjon758) (cf. Luc. 18:18). El hombre llega a Jesús con una petición, que introduce con una forma de dirigirse a Jesús inédita en la literatura judía, pues une el tratamiento de maestro (didáskalos1320) con el calificativo de bueno (agathós18). Jesús ya ha sido tratado en varias ocasiones como maestro (4:38; 5:37; 9:17; 9:38), pero Marcos nunca ha usado el calificativo bueno para ningún personaje en su Evangelio. Probablemente la frase actúa como un reconocimiento hacia Jesús, puesto que viene corriendo y se postra de rodillas ante él. Pero después de que Jesús mismo haya enfatizado la importancia de la humildad y el servicio, de asemejarse a los niños para entrar en el reino de Dios, las palabras del hombre que ahora se dirige a Jesús resultan fuera de lugar, tal vez como un intento de establecer la comunicación sobre el reconocimiento de estatus y posición social. Todo esto es algo que el propio Jesús va a considerar excesivo. La petición del hombre sobre obtener (kleronoméo2816), heredar, la vida eterna está bien establecida en el judaísmo, originaria de la promesa a Abraham de que habría de heredar una tierra (cf. Gén. 15:7), que posteriormente se proyectará hacia el futuro, como parte de las promesas escatológicas de Dios de que los justos heredarán la tierra (cf. Isa. 60:21). En este caso la herencia divina que el hombre aspira obtener es la vida eterna, lo cual es evidencia de su creencia en la resurrección de los muertos y en el hecho de que es una decisión que debe afrontar individualmente, no como efecto de pertenecer al pueblo judío. Jesús responde ante el tratamiento formal que recibe de manera que es relevante a su propia identidad y misión. Jesús resalta su identidad como ser humano, para que el hombre entienda que debe dirigir su reconocimiento y adoración a Dios y no a un hombre. Si algo bueno tiene ese hombre que recibir, debe entender que proviene de Dios y no de hombre. Jesús resalta un elemento fundamental en la creencia sobre un solo Dios que aparece en la Shemá, oración que todo buen judío aprende y recita, recordando el mandamiento recibido de Dios mismo, afirmando su unicidad en dos aspectos (cf. Deut. 4:5, 6), unicidad de existencia y de atributos divinos. Jesús invita al hombre a que reflexione sobre su idea de bondad, aplicada a otro hombre, frente a la gran bondad de Dios. Jesús vincula la bondad de Dios con su unicidad, por lo que no cabe llamar a nadie más bueno sino a Dios que es uno. En las primeras palabras de Jesús al hombre, vista desde la óptica del Decálogo que ahora va a mencionar directamente, el énfasis ha recaído en la primera parte del mismo, esos cuatro primeros mandamientos que apuntan a la relación del ser humano con Dios. Ahora Jesús destaca la segunda parte del Decálogo que comprende aquellos mandamientos que ordenan la relación del individuo con su prójimo. El orden de aparición de estos mandamientos difiere de la versión de Éxodo 20:12–17, algo no del todo extraño en diferentes versiones judías, y que este caso lleva el quinto mandamiento, honra a tu padre y a tu madre, al final de la lista. Quizás esto se deba a su pretensión de realzar su importancia, dado que en alguna ocasión anterior, Jesús ha confrontado un supuesto celo religioso (por ejemplo una ofrenda a Dios, Corbán) que descuidaba la debida atención a los padres (cf. 7:10–12). ¿Quién viene? Cuando el cortejo fúnebre de Carlomagno llegó a la catedral, todos se sorprendieron de que a la puerta de la catedral estaba el obispo. —¿Quién viene? —preguntó el obispo. —Carlomagno, Señor y Rey del Santo Imperio romano —respondieron los heraldos. Respondiendo por Dios, el obispo expresó: —A él no lo conozco. ¿Quién viene? —preguntó nuevamente el obispo. —Carlos el grande, un hombre bueno y honesto de la tierra — respondieron los heraldos.

—A él no lo conozco —respondió el obispo. —¿Quién viene? —preguntó por tercera vez el obispo. Los heraldos, completamente humillados, dijeron: —Carlos, un pobre pecador que implora el regalo de Cristo. —A él sí lo conozco —respondió el obispo—. Pueden entrar. Y que reciba de Cristo el regalo de la vida.

Es especialmente llamativo que el décimo mandamiento, el de no codiciar, es matizado o parafraseado por el mandato de no defraudar (aposteréo650). Si el codiciar podría apuntar más hacia un mal deseo de poseer lo que no es suyo, defraudar es una acción concreta, materializada. Posiblemente, en contraste con su previa identificación humana, Jesús está evidenciando ahora su carácter divino al saber cuál es la situación del hombre respecto de sus posesiones. Esto le lleva a decirle que no defraude, que no se quede con lo que no le corresponde y que pertenece, probablemente, a los jornaleros a los que explota, dado que es un término empleado en alusión a contextos de opresión social (Stg. 5:4). Jesús asume el conocimiento que el hombre tiene de los mandamientos. La respuesta del hombre a las palabras de Jesús es doble, atendiendo así a los dos aspectos mencionados. Por un lado, vuelve a tratar a Jesús de maestro, pero sin añadir calificativo alguno. Por otro lado, confirma la asunción de Jesús de que no solo conoce los mandamientos sino que los ha guardado (fulásso5442) desde su juventud. No hay por qué interpretar arrogancia o falsedad en las palabras del hombre, sino una sincera intención de cuidarse de las acciones contra las que advierten los mandamientos. Es probable también que no haya notado la alteración de Jesús al décimo mandamiento, lo que va a motivar la siguiente respuesta de Jesús. Marcos ya ha dejado clara la vinculación entre el mirar de Jesús y el sentimiento resultante en él hacia los receptores de su mirada (cf. 6:34; 8:1, 2; 10:14). En el caso de este hombre, Jesús lo mira y siente amor por él. Esta reacción de Jesús confirma la sinceridad de la confesión que ha hecho sobre la observancia de los mandamientos desde su juventud. También hay en el mirar de Jesús un discernimiento que le lleva a descubrir una importante carencia en el hombre, pues le falta una cosa. La carencia en el hombre no es resaltada por Jesús para desalentarlo o como reproche. El sentimiento que ha despertado en Jesús es positivo, y, por lo tanto, se debe interpretar como una invitación a solucionar una insuficiencia y que tiene como objetivo el seguimiento como discípulo. La bondad de Jesús hacia el hombre es distintivo de su naturaleza divina, pues ya ha dejado claro que solo Dios es bueno, y por tanto su bondad, así como su poder, son de origen divino. Como consecuencia, si solo Dios es bueno, para entrar en la esfera divina es necesario actuar con bondad, que es lo que Jesús le está requiriendo por medio de vender todo lo que tiene y darlo a los pobres (ptojós4434), para entonces seguirle. Hay referencias de maestros de escuelas filosóficas griegas que ponían a prueba a posibles discípulos ricos exigiéndoles que renunciaran a sus riquezas como muestra de su aprecio y valoración de las enseñanzas a recibir. Pero no era habitual, tampoco en el judaísmo. Se plantea la discusión en este punto sobre lo literal o metafórico, lo general o individual del mandato de Jesús. No aparece la invitación a no tener posesiones como un patrón universal para el discípulo, pero se advierte que una de las mayores amenazas para el seguimiento de Jesús son las riquezas materiales y la dependencia de estas. Ya en la parábola del sembrador queda establecido lo pernicioso de los afanes de este mundo y las riquezas para el discipulado (cf. 4:19). Por ello, no hay mejor evidencia que la renuncia a las riquezas cuando estas son un impedimento para una vida cristiana adecuada. Y cuando no se requiere esta renuncia, la evidencia de no estar sometido a la tiranía de las posesiones es una correcta administración de las mismas, compartiendo con aquellos más necesitados, con los pobres. No se trata, pues, de una invitación a la pobreza, sino a un uso adecuado de sus posesiones a favor de los más necesitados. El criterio universal se establece en el mandato de Jesús de negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirle (cf. 8:34). Y en el caso de este relato, el mandato es literal, pues Jesús ha descubierto que esta es la razón que impide en el hombre un auténtico seguimiento como discípulo.

Las ciencias sociales aportan conceptos como el de reciprocidad, un principio de ayuda o correspondencia mutua, y en esta narración, el mandato de Jesús de venderlo todo y darlo a los pobres no quedará sin su reciprocidad, es decir, la renuncia a los bienes materiales por causa del reino de Dios será recompensada con tesoro en el cielo. El final del encuentro entre Jesús y el hombre que busca saber cómo heredar la vida eterna es un fracaso. Marcos revela ahora lo que las palabras de Jesús evidenciaban, que el hombre era rico, pues tenía muchas posesiones (ktéma2933), algo que no pasaría inadvertido entonces, en una sociedad de bienes limitados. Las demandas de Jesús dejan al hombre abatido (stugnádzo4768), por lo que se marcha. El reino de los cielos y las riquezas El joven dignatario que llegó corriendo a postrarse ante Jesús ahora se alejaba de Jesús y sus discípulos, quienes se quedaron mirándolo hasta que este desapareció en medio de la gente. Jesús, entonces, dice: ―¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!‖ (v. 23). Al seguir la lectura encontramos que los discípulos se asombraron dos veces de lo que afirmaba el Señor. En aquel entonces, al igual que ocurre en algunos círculos cristianos de hoy, se medía el progreso de la persona de acuerdo a los bienes que poseía. Entre más tenía era porque la bendición de Dios había superabundado. Esta era una nueva manera de ver las características del reino que aparentemente cambiaba todo el entendimiento sobre los bienes de este mundo. Esta manera de pensar no apelaba a los discípulos ni a los que piensan que el evangelio es para ser económicamente prósperos. Por esto no tiene nada de extraordinario que los discípulos se maravillaran de esta afirmación de Cristo.

Jesús hace ver que el cumplimiento de los mandamientos no es una mera cuestión formal, como finalmente parece ser el caso de este hombre, que sinceramente cree haberlos cumplido desde su juventud. En las palabras de Jesús aparecen dos preceptos fundamentales para el cumplimiento de los mandamientos y, por ende, de la ley de Dios. En primer lugar a Dios se le debe amar por encima de todas las cosas. Esto ya lo establece Jesús cuando afirma que solo uno es digno de ser llamado bueno, y este es Dios. En segundo lugar, que el amor al prójimo es un mandamiento tan esencial como el primero. Esto lo establece Jesús en la cita que hace de la segunda parte del Decálogo. Por tanto, como Jesús va a sentenciar posteriormente (cf. 12:29–31), el hombre debe hacer de su devoción a Dios algo que se concreta en su actitud hacia el prójimo. Para este hombre, el último paso para obtener la vida eterna supone deshacerse de sus riquezas a favor del pobre, del único obstáculo que se interpone entre él y Jesús. Esto es algo a lo que no está dispuesto, por lo que sigue su propio camino y no el de Jesús, camino de la negación de uno mismo y de la cruz. La autentificación de esta realidad en la comunidad cristiana aparece en los relatos del libro de los Hechos, donde se afirma que entre los discípulos no había ninguno que pasara necesidad, pues compartían entre sí sus bienes (cf. Hech. 2:44, 45; 4:34, 35). (4) El peligro de las riquezas, 10:23–31 En un efecto muy gráfico, Marcos presenta a Jesús mirando a su alrededor, para encontrar solo a sus discípulos. El hombre que no estuvo dispuesto a dejar sus posesiones para seguirle como discípulo se ha marchado. Solo están con Jesús los que han asumido el precio del seguimiento y a ellos les dirige la afirmación de que los que tienen riquezas difícilmente entrarán en el reino de Dios, que actúa como realidad sinónima de vida eterna. Estas palabras dejan perplejos a los discípulos, lo cual hace que Jesús reitere su afirmación. En esta ocasión se dirige a ellos con afecto y cercanía, como a hijos (téknon5043), añadiendo el dicho hiperbólico del camello (kámelos2574) y el ojo de una aguja (trumalías rafís4476). Es una ilustración efectiva para reforzar la enseñanza impartida por Jesús de que es imposible para un rico, a través de sus riquezas, entrar en el reino de Dios. Jesús rechaza cualquier intento de hacer depender la salvación de las riquezas. Existe un dicho muy similar en la literatura rabínica posterior, quizás influenciada por este dicho de Jesús, en la que se menciona la imposibilidad de que un elefante pase por el ojo de una aguja. Hay quienes intentan suavizar la expresión de Jesús para hacerla más llevadera a oyentes ricos, y leen kámilos, que es una soga gruesa, en vez de kámelos, y algunos otros han identificado el ojo de la aguja con una pequeña puerta en el muro de la ciudad. Todo esto rebaja el efecto en la impresión que Jesús quiere convenir.

Los discípulos verbalizan ahora su cada vez mayor perplejidad ante las palabras de Jesús, y preguntan quién entonces se puede salvar. Expresan la sorpresa de que un rico no se pueda salvar dada su condición económica, puesto que asumen que la riqueza, así como el honor, son muestra de la bendición divina (cf. Deut. 28:1–14; Prov. 10:4; 21:5). Por tanto, desde la perspectiva de los discípulos, si aquellos que cuentan con el favor divino no se salvan, ¡entonces será imposible que alguien se salve! El ojo de la aguja y el camello Las agujas eran hechas de bronce y por su ojo diminuto tenía que cruzar el hilo para que este, a la vez, pasara fácilmente en la tela. Desde luego que en este ojo diminuto no cabía una cuerda gruesa, como algunos presuponen. La verdad es que el contraste entre el ojo de la aguja y el camello es tan inmenso que los discípulos se preguntan: ―¿Y quién podrá ser salvo?‖. Jesús contesta que para Dios no hay nada imposible. Otros proponen que el ojo de una aguja era una entrada muy pequeña por la cual se podía forzar a un camello para que pase, pero arrodillado. Se ha descartado la idea de que a estas puertas pequeñas eran a las que Cristo se refería. Ha prevalecido el concepto del contraste de tamaño entre el ojo de la aguja y el camello, el animal más grande de la Palestina. El efecto que produce el contraste es mucho mayor y explica la pregunta que los discípulos hicieron: ―¿Y quién podrá ser salvo?‖.

Jesús percibe la confusión de los discípulos y muestra una vez más su capacidad para reconocer sus pensamientos. Por ello afirma que lo que les parece humanamente imposible, es posible para Dios. Jesús no explica el cómo, pero el hecho es que Dios hace posible el milagro de la salvación, incluso en los ricos. La lógica es aplastante: para Dios todas las cosas son posibles. Desde la perspectiva humana, que es desde la que los discípulos están afrontando el tema, no hay salvación posible. Por ello, la invitación es a ver, percibir, interpretar la realidad desde la perspectiva divina. Solo así es posible. El efecto de las palabras de Jesús parece tener fruto en los discípulos. Pedro, haciendo otra ocasión más las veces de portavoz del grupo de discípulos, realiza una confesión que encaja en el patrón de lo enseñado por Jesús hasta ahora. No hace ninguna alusión o reconocimiento de mérito propio, salvo que han dejado todo para seguirle (cf. 1:18, 20), en contraste con la actitud del rico que decide no seguir a Jesús por no renunciar a sus posesiones. En principio, no hay ningún reclamo, salvo la confirmación de haber hecho lo correcto y tener, pues, entrada al reino de Dios. De todos modos, no cabe descartar un cierto tono de exigencia en los discípulos, pues en relatos posteriores seguirán evidenciando una comprensión incompleta e imprecisa del ministerio de Jesús. Sin prejuzgar las intenciones ocultas de los discípulos en la declaración de Pedro, el Señor confirma que el resultado de su actitud de renuncia y seguimiento los llevará a la vida eterna. Esta respuesta de Jesús evidencia que si bien es el poder de Dios el único que hace posible el milagro de la salvación, las acciones humanas no son todas igualmente percibidas o valoradas. No es lo mismo el apego del rico a sus bienes que la renuncia del discípulo a sus posesiones. La detallada lista de elementos renunciados por causa del seguimiento de Jesús tiene su contraparte en la lista de recompensas que habrán de recibir en el tiempo presente, multiplicadas por cien. Esta referencia aumentativa se hace eco de la parábola del sembrador donde se afirma también que la semilla que cae en buena tierra dará fruto al ciento por uno (cf. 4:20). Es la confirmación de que la promesa escatológica también tendrá su evidencia en el tiempo presente, pues el reino de Dios ya se ha acercado en Jesús. El único elemento negativo que aparece en la lista de recompensas es la persecución. Jesús recuerda que por más que haya también bendición en el seguimiento y que a Dios no le pasan inadvertidas ninguna de las renuncias hechas por ese motivo, el precio que hay que pagar es ineludible en el discípulo, como lo es para Jesús mismo, que se encuentra camino de Jerusalén, camino de la cruz. La lista de elementos a los que los discípulos renuncian se concretan en posesiones (casa y campos) y familia (hermanos, hermanas, madre, padre, hijos), tiene su parte equivalente en la lista de recompensas que han de recibir, excepto por la mención del padre en la primera lista que no tiene su equivalente en la segunda. Esto suele tomarse como una manera de reforzar el papel de Dios como padre de sus hijos, también en la tierra (cf. Sal. 27:10). Incluso Jesús mismo puede cubrir ese rol, pues acaba de dirigirse a ellos como hijitos (v. 24), y ya

ha mostrado su carácter paternal hacia los niños, tomándoles en sus brazos (9:36), abrazándoles y bendiciéndoles (10:16). Finalmente, Jesús resume lo dicho en una expresión que refleja la inversión de valores que se da con la llegada del reino de Dios. Aquellos que ocupan los primeros lugares, como los ricos por su abundancia de posesiones, serán los últimos, mientras que aquellos que ocupan los últimos lugares, como los discípulos que han renunciado a todo para seguir a Jesús, alcanzarán los primeros lugares en el reino de Dios. También, es posible una interpretación menos general de estas palabras, sin que se tengan que interpretar como una idea en conflicto. Se trata de aplicarlas a Jesús, a la luz del siguiente relato donde va a anunciar, una vez más, su muerte. Así, Jesús el Mesías, el Hijo amado de Dios, el primero, en obediencia al propósito divino se ha hecho el último, aceptando el rechazo, la persecución y la cruz. Por el contrario, esa posición vulnerable, humilde, en el último lugar, será cambiada al lugar primero por medio de la resurrección.

6. Seguimiento a la cruz, 10:32–45 (1) Jesús anuncia su muerte y victoria, 10:32–34 Jerusalén está cada vez más próxima y Jesús continúa su camino con los discípulos a una cierta distancia de él. Este es un contexto familiar ya en los anuncios de su pasión (cf. 8:31–33; 9:30–32). Parece que son dos grupos los que siguen Jesús, algo que parece ya habitual en su ministerio (cf. 4:10). El primero sería el grupo amplio de discípulos de Jesús, mientras que el segundo correspondería al grupo más cercano, a los doce. Es posible reconocer en ocasiones un tercer grupo formado por gente curiosa o simpatizante (cf. 8:34). Marcos describe la tensión del momento al describir cómo el viaje crea en unos un sentimiento de asombro (thambéo2284) y en otros uno de miedo (fobéo5399). La causa de estas emociones puede surgir de la cercanía de Jerusalén, donde Jesús ya había anunciado que habría de sufrir y morir, y de la determinación de este, que camina al frente (proágo4254) de ellos. Es el reconocimiento de lo inevitable de su destino. Aceptando la posibilidad de tres tipos o grupos de personas que están vinculadas al ministerio de Jesús, podría decirse que los simpatizantes y curiosos sienten asombro, los discípulos en general tienen miedo, y por último, los doce, son los que van a recibir la instrucción de Jesús sobre los acontecimientos que están a punto de vivir. Este es el tercer anuncio de su muerte por parte de Jesús, aunque en esta ocasión aparece más amplio y detallado. Jesús inicia su exposición con la misma interjección que Pedro ha usado para describir su renuncia a todo para seguirle (idoú2400), ―he aquí‖, ―mirad‖, lo cual puede conectar esas primeras palabras de renuncia con la pasión y cruz de Jesús. Es la primera vez que se menciona el nombre de Jerusalén en conexión directa con la pasión de Jesús. Los líderes judíos aparecen como responsables de la condena (katakríno2632) a muerte y entrega (paradídomi3860) a los gentiles para su ejecución, lo cual corresponde con la realidad histórica, puesto que los líderes judíos no tenían autoridad para materializar una sentencia de muerte, por lo que entregan a Jesús a los gentiles, a Roma. Pero es destacable que hay dos menciones en este versículo al hecho de que el Hijo del Hombre será entregado, la que ya se mencionó en el episodio de los judíos entregándole a los gentiles, y una anterior por la cual el Hijo del Hombre es entregado a los principales sacerdotes y escribas. Es sin duda un uso claro del pasivo divino, por lo que se destaca que todo cuanto ha de acontecer está dentro del propósito divino, en cumplimiento de las Escrituras (cf. Isa. 50:4–9; 52:13–53:12). La responsabilidad de los líderes judíos por la condena de Jesús, y la de los romanos por su ejecución, parece contradecir la afirmación de que todo esto acontece bajo el propósito y acción divinos. Sin embargo, no es necesario enfrentar estas dos afirmaciones, puesto que el propósito divino no supone que se exima la responsabilidad humana, ni esta impide la actuación de Dios. Jesús morirá conforme al propósito divino pero los que lo ejecuten serán responsables de ello. La descripción de los castigos y tormentos que serán infligidos al Hijo del Hombre de mano de los gentiles coinciden con expresiones de Isaías describiendo el sufrimiento del siervo (cf. Isa. 50:6). A pesar de que apenas hay variación en la descripción de la resurrección en cada uno de los tres anuncios marcanos de los acontecimientos finales de Jesús, esta se convierte en el catalizador que da sentido a todo lo anterior. El Hijo del Hombre será resucitado al tercer día, en la misma manera que el siervo sufriente sería exaltado (cf. Isa. 52:13). El sufrimiento de Jesús no es un fin en sí mismo sino el medio por el cual alcanzará la gloria. El triunfo del reino de Dios sobre las fuerzas del mal será posible por medio de la pasión, no evitándola.

(2) Petición de los hijos de Zebedeo, 10:35–45 La trascendencia de la escena se rompe por la irrupción de dos discípulos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo (cf. 1:19), que plantean a Jesús una petición inusual. Le urgen a que les conceda una petición sin darle a conocer previamente su contenido. La actitud de estos discípulos contrasta con la descrita en el relato anterior, llena de asombro y miedo. Ahora están decididos a no perder la oportunidad que la esperanza de la resurrección les brinda, según su propia comprensión de esta, y están dispuestos a intentar manipular al propio Jesús. Es la única ocasión en Marcos en que los dos aparecen solos, sin la compañía de Pedro. Semillero homilético Encarando el dolor 10:32–34 Introducción: Por tercera vez Jesús anuncia su muerte y su resurrección; no quiere que los discípulos sean tomados por sorpresa con lo que le espera a él. Los que le seguían ―estaban asombrados, y… tenían miedo‖ (v. 32). El miedo no ayuda para nada en una situación de crisis. I. Iban a Jerusalén (v. 32). 1. Jesús va a Jerusalén sabiendo que se encontrará a los principales sacerdotes y a los fariseos. 2. Los principales sacerdotes y los fariseos se hicieron aliados contra el Señor. 3. Jesús entendió que esa era la voluntad del Padre y estuvo dispuesto a cumplirla. II. Con valentía (vv. 33, 34). 1. La valentía del Señor se deja ver cuando les da los detalles de lo que le harán. 2. Ninguna de estas cosas dejan de ser dolorosas y mortificantes. 3. Jesús las encarará con una integridad y valor inaudito. 4. El justo moriría por los injustos a sabiendas de la maldad de los hombres. III. Contrarresta la confusión. 1. Los discípulos estaban asombrados y… con miedo. 2. Habían escuchado la voz de Dios que lo confirmaba y que pedía que lo escucharan. 3. El sentido común les decía que tal cosa no podría suceder. 4. Pero ahí va el Maestro; no se detiene ni nadie puede impedir que siga adelante con su plan. 5. Pedro quiso disuadirlo pero sin ningún éxito, y hasta fue reprendido por el Señor. 6. Estaban listos para sufrir en la fe lo que no podían entender con la razón. Conclusión: Encarar el dolor demanda una resolución de fe y mucha valentía. Esto es más elocuente todavía dado que es la muerte del Maestro la que está de por medio. Por amor y lealtad lo siguen a Jerusalén. Cuando en medio del fuego de la prueba ejercemos la fe en aquel que nunca nos ha fallado saldremos purificados como el oro y la plata. Quiera el Señor que no desfallezcamos en las pruebas sino que seamos inspirados por el ejemplo de Cristo.

La respuesta de Jesús a la petición es cautelosa y evita una respuesta directa. Fuerza a estos dos discípulos a concretar su petición al preguntarles qué quiere que les haga. Jacobo y Juan buscan en Jesús el favor de aquel a quien tratan como rey, pues reconocen su gloria (dóxa1391). Además, la petición asume un rol real de Jesús, quien sentado en su trono tiene la potestad de decidir quién se sienta a su derecha y a su izquierda. Buscan ser las dos figuras de poder del futuro rey. Evidentemente, no hay sitio para Pedro ni para ningún otro de los discípulos. La petición revela el carácter selectivo de la comprensión del ministerio de Jesús. En esta ocasión parece que afirman la expectativa de la resurrección, así como la venida de Jesús en poder y gloria. Sin embargo, parecen olvidar cualquier otra mención hecha a negarse a uno mismo, la cruz, la humildad, el servicio, el ser último para poder aspirar a ser el primero. Parece que olvidan todas las menciones que el mismo Jesús ha hecho sobre su propio sufrimiento, del que los discípulos habrán de participar también. La respuesta de Jesús es ahora directa, sin ambages: Jacobo y Juan no saben lo que están pidiendo, no son conscientes del precio que habrán de pagar por lo que piden. Jesús toma la iniciativa en la acción y pregunta a estos dos discípulos si pueden beber de la copa que su Señor bebe y ser bautizados del bautismo con que él será

bautizado, pulsando así el grado de comprensión que tienen sobre las implicaciones de su petición. La copa simboliza el destino de cada uno, ya sea este positivo o negativo, aunque en este caso apunta a sufrimiento y aflicción (cf. Sal. 75:8; Isa. 51:17). El bautismo es, igualmente, aquí símbolo del sufrimiento de Jesús (cf. 2 Sam. 22:5; Sal. 69:3). Son dos metáforas que Jesús refiere para expresar su propio destino de sufrimiento, padecimiento, incluso muerte, que será también el destino de sus discípulos. Jacobo y Juan responden afirmativamente a lo que podría haber sido una mera pregunta retórica. Están decididos a alcanzar el destino glorioso de Jesús y dispuestos a pagar el precio. La confirmación de Jesús a la respuesta de los hijos de Zebedeo no es un asentimiento a que comprenden totalmente el alcance de lo que dicen, sino la aseveración de que realmente beberán su copa y serán bautizados en su bautismo, es decir, que participarán de sus padecimientos y muerte. En Hech. 12:2 se registra que Herodes mató a espada a Jacobo, como parte de su persecución hacia la comunidad cristiana. Sobre el destino de Juan tan solo hay constancia de que murió anciano, posiblemente durante el reinado del emperador Trajano. A pesar de este reconocimiento de que padecerán como auténticos discípulos suyos, esto no les concede el derecho a su petición; es más, los lugares ya están asignados, y no son negociables. Ni siquiera Jesús mismo lo sabe, pues es Dios quien ha preparado (jetoimádzo2090) estos lugares, no según preferencias personales, sino según idoneidad. Jesús va a definir, una vez más, esta idoneidad en parámetros de servicio y sacrificio, y no de ambición. Aunque el diálogo de Jacobo y Juan con Jesús parece tener lugar de forma privada, lo cierto es que el resto de los doce, es decir, los otros diez, oyeron la petición de los dos hermanos y se enojaron (aganaktéo23) contra ellos, probablemente porque la petición les deja a ellos fuera de esos lugares de poder y no porque evidencien una mejor comprensión sobre el tema. Jesús aprovecha la circunstancia para impartir una nueva enseñanza sobre el carácter del reino de Dios y de aquellos que quieren formar parte de él. La descripción que hace Jesús de aquellos que ostentan, o en este caso detentan el poder, es bastante dura y negativa. No habla de los príncipes, sino de los ―así llamados‖ o tenidos (katexousiazo2715) por príncipes o gobernantes, cuestionando su derecho o la consecución del mismo, que lleva implícito violencia y opresión. Aquí se cita a los príncipes de los gentiles (éthnos1484), también interpretable como los gobernantes de la tierra, en alusión a un concepto general de poder en el mundo, lo cual le servirá para establecer el contraste con la realidad del reino de Dios. Esos grandes se enseñorean (katakuriéuo2634) de la tierra. La alusión a estos líderes y poderosos del mundo está relacionada con la petición de Jacobo y Juan. Jesús está confrontándoles con el modelo que ellos parecen tener en mente y que pretenden replicar cuando Jesús venga en su gloria. Joya bíblica Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (10:45). Semillero homilético ¿Podemos soñar a lo grande? 10:35–45 Introducción: Marcos al relatar la conversación de los hijos de Zebedeo con el Maestro los presenta con todos sus ambiciosos sueños, que después de todo no eran tan malos. Sin embargo, la clave para alcanzar la grandeza está en reconocer que esta se basa en el servicio a los demás. I. Una sorpresa. 1. Les esperaba una gran sorpresa. La naturaleza del reino es diferente a la que ellos creían. 2. Uno de ellos quería ser el primer ministro; el otro anhelaba ser el secretario de estado. II. Bautismo de fuego. 1. Jesús les anticipa lo que le espera si en verdad quieren ser grandes en el reino de gloria. 2. ―¡Podemos!‖. Seguían confiando en su fuerza humana para hacer cosas difíciles. 3. Pero no era eso lo que el Señor les anticipaba. Cristo les afirma que también ellos van a saber personalmente el significado del bautismo y de la copa de la cual él les hablaba. 4. Jacobo fue matado a espada (Hech. 12:2) por Herodes Agripa. Juan, era un anciano

cuando fue encarcelado en una isla. No fueron vidas fáciles las que vivieron. III. La verdadera grandeza. 1. Les anticipa que el símbolo de la verdadera grandeza es el servicio. 2. Si ambicionaban ser admirados por otros, estaban equivocados. 4. Cristo desafía a Jacobo y a Juan a una total entrega a la voluntad de Dios. 5. Cristo hace el mismo llamamiento al servicio a los discípulos de hoy. Conclusión: De la grandeza mundanal Cristo los transporta al campo del gozo de la satisfacción del servicio en el nombre del Padre. No hemos sido llamados a que nos sirvan sino a servir a los intereses del reino de Dios.

La conclusión es sencilla. Si el modelo de gobernante del mundo es el que han tomado como referencia, si esa es la grandeza a la que aspiran, Jesús la rechaza por completo, no es así entre vosotros. Llama la atención el uso del verbo en presente (estin) y no en futuro (estai), como está atestiguado por algunos manuscritos antiguos; esto puede parecer un error, ya que los discípulos aún no han asimilado la actitud de servicio que Jesús requiere de ellos. Sin embargo, la realidad de las cosas no se define sobre la actitud de los discípulos. Aceptar ser discípulo de Jesús es ser consciente de las demandas del reino. No es Jesús y sus enseñanzas quienes se amoldan a los discípulos sino al contrario. No son los discípulos los que deben definir el carácter del reino de Dios, sino que es el reino de Dios el que define el carácter de los discípulos. Por tanto, la verdadera grandeza de un discípulo viene definida por la realidad del reino de Dios, que invierte los valores de este mundo. Si alguno, pues, desea ser el primero, ser grande, deberá ser un servidor (diákonos1249), esclavo (dóulos1401) de todos (pás3956). Ser esclavo suponía pertenecer al escalafón más bajo y devaluado de la sociedad. Por tanto, el llamamiento es a un servicio que no corresponde con el deseo y la acción de alguien que ansía poder. Sin embargo, este es el camino del discípulo. No suele haber mayor autoridad que la del ejemplo propio. De ahí que Jesús, tras severas afirmaciones sobre el carácter servicial del discípulo, presente su realidad como ejemplo de servicio. Él no vino para ser servido, como probablemente piensan y esperan incluso sus propios discípulos. Jesús vino a servir a Dios y a la humanidad. A Dios, porque con su ministerio terrenal, pasión y muerte cumple el propósito divino preestablecido. A la humanidad, porque su servicio, concretado que culmina con la entrega de su propia vida, resulta en el rescate (lútron3083) de muchos. La idea convenida aquí es la del pago para liberar a alguien de la esclavitud. Jesús se describe como pago para la liberación de aquellos que viven bajo la opresión de Satanás. En este aspecto, aunque los discípulos son llamados a llevar la cruz y a, incluso, perder su vida para así ganarla (8:34, 35), no es comparable la muerte de Jesús con la de ningún otro. La muerte de Jesús tiene carácter redentor y vicario, paga por la salvación de los pecadores, carga sobre sí el pecado de otros. Jesús se identifica una vez más con el siervo sufriente descrito en el Antiguo Testamento (cf. Isa. 53:10–12). La salvación de Dios no va a llegar, por tanto, por la fuerza o la ambición humana, sino por la entrega y sacrifico del Hijo del Hombre a favor de los pecadores. Algo de gran relevancia en la enseñanza de Jesús acerca de la grandeza del servicio es que el Maestro ofrece su propio ejemplo desinteresado y lleno de misericordia por los demás. No solo presentaba una teoría interesante, sino su propia realidad.

7. Jesús sana al ciego Bartimeo, 10:46–52 Penúltima parada de Jesús y sus discípulos antes de entrar en Jerusalén. En esta ocasión llegan a Jericó, ciudad milenaria, primera en ser conquistada por los israelitas, bajo el liderazgo de Josué (cf. Jos. 6). La Jericó que cruza Jesús no es la misma del primer asentamiento, abandonada siglos antes, y que se reconstruye a casi dos kilómetros de distancia de la primera, y a veinte kilómetros al este de Jerusalén, junto a un oasis en la hondonada del Jordán, llena de palmeras. Disponía de un hipódromo y un anfiteatro. Su clima benigno la convertía en residencia de invierno de reyes asmoneos. No habría que descartar elementos simbólicos en el paso de Jesús por Jericó antes de llegar a Jerusalén, pues Jericó fue la ciudad desde la que se gestó la conquista de la tierra de Canaán, y desde Jericó Jesús se dirige a la conquista o culminación del plan divino en Jerusalén. Curiosamente, no se dan detalles de la estancia de Jesús y los suyos en esta ciudad, más allá de que cuando se disponen a salir de ella, lo hacen acompañados de una gran multitud. No queda claro en el texto si todos son

seguidores de Jesús o grupos de peregrinos que se dirigen a Jerusalén a la fiesta. La comitiva se cruza en el camino con un mendigo ciego (tuflós5185), llamado Bartimeo. Marcos decide explicar a sus lectores que desconocen el arameo que el nombre es un patrónimico, compuesto por el prefijo arameo Bar, que significa hijo, y el nombre griego Timeo. Es poco frecuente que un judío lleve un nombre así, aunque no improbable dada la mezcolanza de gentes en Palestina en aquel tiempo. Que Bartimeo se encuentre en un camino, lugar de paso de gentes, mendigando evidencia que no pertenecía a una familia acaudalada que le pudiera sostener, por lo que no había otra solución en la época más que confiar en la caridad de la gente. El ciego se percata de que quien preside esa comitiva que se acerca es Jesús de Nazaret. Dado lo habitual en Palestina del nombre Jesús, este necesita ser cualificado, en este caso con su origen de Nazaret, ya que se encuentra en una población lejana como es Jericó. Marcos cita el hecho de que quien viene es Jesús de Nazaret dando a entender que Bartimeo ya tiene conocimiento de él. Es decir, la fama que tanto le ha acompañado por Galilea, ahora le acompaña por Judea. Bartimeo comienza a gritar para llamar la atención de Jesús sobre sí, exclamando ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! Bartimeo, al vincular a Jesús con la figura regia de David le está reconociendo como Mesías. Es la única instancia en Marcos en que Jesús recibe este tratamiento de hijo de David. Frente a los gritos de Bartimeo aparecen algunos que pretenden callarlo. Es dudoso saber por qué le quieren hacer callar, si por evitar molestias a Jesús; porque no creían en el poder de Jesús para sanar, o porque se sentían incómodos porque llama a Jesús, hijo de David. Lo cierto es que en este intento de acallar a Bartimeo hay reminiscencias de la parábola del sembrador, en lo tocante a la semilla que cae junto al camino (cf. 4:15). Así, Bartimeo está sentado junto al camino, oye que es Jesús quien pasa por ahí y le llama, pero en seguida es reprochado por sus gritos. Sin embargo, la semilla en Bartimeo no es quitada, ni aún por aquellos que le reprenden (epitimáo2008), término habitual en Marcos de la lucha contra espíritus inmundos (cf. 1:25; 9:25). Su uso aquí parece implicar la lucha de fuerzas malignas contra el deseo de Bartimeo de encontrarse con Jesús. Bartimeo, sin embargo, persiste en sus gritos reclamando la atención del hijo de David, para que tenga misericordia de él. Esta insistencia es evidencia de la fe de Bartimeo, que fue puesta a prueba en la acción de quienes querían hacerle callar. En esta ocasión, los gritos surten efecto, y Jesús se detiene y ordena que le traigan al ciego. La escena presenta entonces un gran cambio. Si las primeras palabras a Bartimeo por parte de muchos fueron de reproche, intentando silenciarle, el tono ahora es de ánimo, pues llaman al ciego y le dicen que tenga confianza y se levante. ¿Dónde se produce el cambio, si no se quiere simplemente concluir que la muchedumbre es manipulable y sin criterio? Lo trascendente aquí está en la autoridad de Jesús, que le llama (fonéo5455). Es el poder irresistible de la palabra de Jesús el que opera el cambio en la gente. La respuesta de Bartimeo no se hace esperar, y Marcos la relata con grandes dosis de realismo, pues dice que arroja su manto para ir a Jesús. El manto era una prenda importante en la vestimenta de alguien que se sentaba a mendigar en los caminos, pues le servía de protección ante las inclemencias del tiempo. El gesto de tirarlo puede simbolizar su renuncia a todo por seguir a Jesús, algo propio de un discípulo, así como una muestra de su fe en el poder de Jesús para sanarle; el manto ya no le servirá más, pues ya no tendrá que mendigar. Es muy importante responder con diligencia al llamado de Jesús. Es interesante que Jesús no presupone la necesidad o petición de Bartimeo, sino que quiere que este exprese abiertamente su petición. La pregunta que le dirige es la misma que la recibida por Jacobo y Juan, cuando le solicitan que les conceda lo que le pidan (vv. 36, 37). Es inevitable ignorar el contraste que se establece entre una petición y otra. Mientras los dos discípulos piden posiciones de privilegio en el reino de Dios, algo que Jesús dice que no le es dado conceder (v. 40), Bartimeo solicita recuperar la vista (anablépo308), algo que está dentro del plan escatológico de Dios (Isa. 35:5) que Jesús representa. Bartimeo introduce su petición tratando a Jesús de maestro (rabbouní4462), que debe entenderse como una muestra de respeto hacia él, a la manera propia de un discípulo, en contraste con el uso equivalente rabbí, mencionado en ocasiones que denotan menor aprecio y comprensión de Jesús y su ministerio (cf. 9:5, 6; 14:45). Semillero homilético ―Que yo recobre la vista‖ 10:46–52

Introducción: El incidente con Bartimeo tiene lugar en la salida para Jerusalén. Este milagro nos enseña a tener determinación, confianza y claridad cuando buscamos un encuentro con el Señor. I. Persistencia en fe (vv. 47, 48). 1. El ciego persiste porque para él era ahora o nunca; nadie lo puede callar porque toda su existencia estaba en juego. 2. Determinación. La determinación del ciego era tal que aguantaba y sobrepasaba a los que lo querían callar. 3. Lo suyo no era un asunto de mera curiosidad, o un deseo de poder contar después que había estado con Jesús; su desesperación se evidenciaba en lograr la atención del Señor. 4. Sin duda que el nombre Jesús no era desconocido para Bartimeo; quizá Jesús ya había pasado por allí; quizá había oído del poder sanador y de la compasión hacia los necesitados. II. Bartimeo llamó la atención de Jesús (vv. 47–52). 1. Los que estaban cerca lo animaron, pues el Señor se detuvo a atender su caso. 2. Bartimeo dejó el manto, se levantó y fue a Jesús. Hay ocasiones que no se deben dejar pasar por ningún motivo. Bartimeo sabía que esta era la hora que había esperado por tanto tiempo. 3. Para ir a Jesús tendremos que dejar de lado muchas cosas que nos puedan impedir el compañerismo con él. 4. La entrega demanda dejarlo todo para seguirlo fielmente. 5. Si no actuamos cuando tenemos la oportunidad, tal vez la ocasión no vuelva y quizá dejemos pasar el momento más importante de nuestra vida. III. ―¿Qué quieres que te haga?‖, pregunta el Señor. 1. Bartimeo expresa al Señor con claridad lo que espera que haga por él. 2. Con el respeto debido a un maestro le dice: ―Rabí, que yo recobre la vista‖ (v. 51). 3. Jesús le da la posibilidad de poder ver: ―Vete. Tu fe te ha salvado‖ (v. 52). 4. En ese instante recobró la vista y seguía a Jesús en el camino. 5. La fe en Cristo en ese encuentro personal obró en Bartimeo este milagro. 6. El resultado natural de tal evento es seguir a Jesús en el camino. 7. Hay quienes desean milagros en los tiempos de crisis y dolor y vienen buscando la ayuda del Señor, pero después de que les concede el milagro no quieren seguir a Jesús en el camino. Conclusión: ¿Qué es lo que queremos que nos conceda el Señor? ¿Lo que deseamos lo deseamos tanto como la vida? ¿Tenemos la misma insistencia de Bartimeo? ¿Sabemos plenamente lo que deseamos? Cuando nos acercamos de esta manera, el poderoso y amoroso Señor nos concederá las peticiones que le hacemos de corazón.

Jesús reconoce fe en la actitud y palabras de Bartimeo, por lo que el milagro tiene lugar y recupera la vista, sin recurrir a ningún gesto o imposición de manos sobre el ciego. Es su fe la que destaca poderosamente en este relato. Esto contrasta con la escasez de milagros realizados, por ejemplo en Nazaret, debido a la falta de fe en la gente (6:5, 6). Cómo entiende Jesús la evangelización 10:46–52 En el milagro de Bartimeo hay varias acciones en Jesús que nos orientan a cómo él entendía la evangelización: 1. Valora al recipiente del milagro, el enfermo tiene nombre concreto, es una persona. 2. Su acercamiento aliviará de varias marginaciones: física (era ciego, que equivalía a pecador indigno de dar culto a Dios), social (es rechazado por los que creen que Jesús se preocupa solo por los importantes), económica (necesita la caridad) y espiritualmente (tiene necesidad de que le tengan misericordia). 3. Además, Jesús le hace a Bartimeo sujeto de su sanidad no solo objeto (él tiene voz propia, v. 51).

Una vez más, Jesús concluye un milagro de sanación despidiendo al hasta entonces enfermo con la orden vete (jupágo5217), habitual tras este tipo de milagros (cf. 1:44; 2:11; 5:19, 34; 7:29). Con la excepción de 5:19, donde Jesús específicamente impide al hombre exorcizado seguirle para que quede con los suyos, convirtiéndose así en uno de los primeros misioneros entre los gentiles, esta expresión debe entenderse como una confirmación de que el milagro ya ha tenido lugar y que la persona puede retomar una vida normal. Bartimeo, sin embargo, decide hacer camino a Jerusalén con él. No menos importante es la mención de que Jesús continuó su camino. El encuentro con Bartimeo ha hecho patente una vez más la misericordia y poder presentes en el ministerio de Jesús, como evidencia de la presencia del reino de Dios. Pero nada puede apartar a Jesús del propósito al que ha sido encomendado por Dios, por lo que retoma camino a Jerusalén, lugar de consumación de su obra.

IV. JESÚS CULMINA SU MINISTERIO EN JERUSALÉN, 11:1–13:37 1. Cuestión de autoridad, 11:1–33 (1) La entrada triunfal en Jerusalén, 11:1–11 Marcos hace una descripción bastante detallada de la ubicación en la que se encuentran Jesús y sus discípulos, acompañados hasta ese punto de la multitud de peregrinos que se dirigen a la fiesta, en las afueras de Jerusalén. Existían en aquel tiempo dos términos para Jerusalén, uno Ierusalem y otro Ierosóluma. El primero era el que mostraba mayor consideración hacia la ciudad, mientras que el segundo era usado por los no judíos con connotaciones menores. En este contexto, Marcos usa el segundo término, Ierosóluma, puesto que la ciudad es el lugar en el que se ubican los opositores a Jesús (cf. 3:22; 7:1) y donde este será muerto (cf. 15:41). Menciona también dos poblaciones, Betfagé y Betania, además del monte de los Olivos. Betfagé era una pequeña población pegada a Jerusalén, casi un barrio de esta, situada en la ladera oriental del monte de los Olivos. Su nombre significa ―la casa de los higos‖, lo cual es llamativo en una sección previa a la maldición de un higuera (vv. 12–14). Betania era una población situada a tres kilómetros de Jerusalén, si se venía desde Jericó. El monte de los Olivos es mencionado aquí probablemente por su significancia cristológica, pues existía el convencimiento de que Dios se habría de manifestar en el día del juicio (cf. Zac. 14:4), por lo que se aguardaba la manifestación del Mesías en ese monte. Betfagé y Betania Betfagé significa ―casa de los primeros higos‖. Era el límite de lo que se podía caminar en el día sábado ya que se encontraba a menos de una milla de la ciudad de Jerusalén. Betania significa ―casa de dátiles‖; estaba situada en la falda oriental del monte de los Olivos al otro lado del valle del Cedrón. Allí vivían Marta, María y Lázaro, cuyo hogar ocupó un lugar muy importante en la vida del Señor, ya que era su casa cuando iba a Jerusalén. Betania se encontraba a unas dos millas al este de Jerusalén. Eventos importantes como la resurrección de Lázaro, el ungimiento, y la ascensión de Jesús tuvieron lugar allí. Betania era uno de los sitios donde se alojaban los que venían a las celebraciones festivas en Jerusalén. Si solo existiera el Evangelio de Marcos se concluiría que Jesús subió a Jerusalén una sola vez. Pero gracias al Evangelio de Juan nos damos cuenta que el Señor visitó varias veces la ciudad durante las fiestas (Juan 2:13, 5:1, 7:10). Las varias visitas permiten que Jesús pueda decir: ―¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!‖ (Mat. 23:37).

Jesús envía a dos de sus discípulos, que no se nombran, a una aldea cuyo nombre tampoco se precisa, a recoger un borriquillo (pólos4454) que no haya sido montado, lo cual es propio de las tradiciones religiosas judías (cf. 1 Sam. 6:7). Aunque se debate la mejor interpretación de polos, desde la cría de un caballo a un asno, es más probable en este contexto que se trate de un asno o borriquillo, animal en el que habría de llegar el Mesías (cf. Zac. 9:9). La orden a los discípulos es de que, tras encontrar el animal, lo desaten y lo traigan, lo cual plantea algunas dudas sobre cómo se ha dispuesto esto. En el Evangelio de Marcos no se da ninguna

indicación de que Jesús haya visitado Jerusalén con antelación, como para dar órdenes tan precisas. De ser así, cabría pensar que se trata del uso de un conocimiento sobrenatural por parte de Jesús. Si se opta por una estancia previa no mencionada en este Evangelio, de la que sí se hacen eco los otros evangelistas, eso explicaría la precisión de las órdenes y las facilidades para su consecución. Si se opta por desestimar esta posibilidad, entonces Marcos estaría conviniendo a sus lectores sobre cualidades proféticas en Jesús, capaz de prever los siguientes acontecimientos. Posiblemente Marcos no esté aquí del todo preocupado de las preguntas de carácter histórico que su descripción suscita, pues está más interesado en el simbolismo y mensaje que conlleva. Así, en caso de que alguien preguntase por qué los discípulos se llevan el animal, bastará con que digan que el Señor (kúrios2962) lo necesita, y que posteriormente lo devolverá. El uso de kúrios aquí es más que una mención de cortesía o respeto, sino que es usado como un título divino aplicado a Jesús, lo que en este momento supone un paso adelante en la asunción pública de su rol como Mesías por parte de Jesús, algo que se hace patente en el uso del título kúrios, además de en el arreglo de todos los preparativos para hacer su entrada en Jerusalén. Desde esta perspectiva, hay autores que interpretan también la orden de ir a por el pollino como una especie de incautación propia del derecho de un rey. Indicar que el Señor lo necesita sería razón suficiente para superar cualquier objeción que se planteara, pues se estaba indicando que se necesitaba el animal como un servicio a Dios. El hecho de que el pollino estuviera atado no está carente de simbolismo, pues Gén. 49:10, 11 es interpretado desde una perspectiva mesiánica, y menciona que el que tiene el poder tiene su pollino atado a una vid. Joya bíblica ―¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!‖ (11:9).

Cuando los discípulos ejecutan la orden de Jesús, todo sucede tal y como lo había dicho; el animal estaba atado a la puerta, y cuando hicieron el intento de llevárselo, fueron cuestionados por su acción y bastó con decir que el Señor lo necesitaba, para que se lo pudieran llevar. Marcos destaca que los discípulos repiten las palabras de Jesús, es decir, no hablan por sí mismos. Es la palabra de Jesús la que resuelve cualquier dificultad que se plantea. Una vez que el animal es llevado a Jesús, dado que al no haber sido montado carecía de montura, los discípulos disponen sus propios mantos para que Jesús se sentara sobre estos. También se interpreta como un gesto de reverencia, en sintonía con el de aquellos muchos (polús4183) que echan sus mantos al suelo, en trato semejante al de un rey (cf. 2 Rey. 9:13). El momento en que Jesús se sienta sobre el animal se puede identificar como el momento en el que a la manera que los siervos de David sientan a Salomón en la mula de David su padre, como parte del proceso que le lleva a ser reconocido como rey de Israel (cf. 1 Rey. 1:33–40). La acusación que penderá sobre la cabeza de Jesús en la cruz será la de pretender ser ―el rey de los judíos‖ (cf. 15:26), reclamo que se hace público en este momento con la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un borriquillo a modo de rey davídico. Todas las referencias en este relato de Marcos hacen entender que la proclamación y exaltación de Jesús proviene de aquellos que le acompañan, principalmente galileos. Es decir, no es gente de la ciudad que le recibe según entra, sino que Jesús entra en Jerusalén acompañado de un grupo de personas, mayor que meramente los doce, que van aclamándole. No solo extienden sus mantos a su paso sino que cortan ramas de los árboles para que también pisase sobre ellas. Este hecho ha llevado a varios autores a vincular esta acción con la celebración de la fiesta de los Tabernáculos, en la que la gente agitaba ramas de palma durante dicha celebración. Aquí, además, aclaman a Jesús gritando ¡Hosanna! que significa, sálvanos, por favor o sálvanos ahora, expresión que tiene su origen en el Salmo 118:25, 26, himno que se utilizaba en diferentes celebraciones judías, especialmente en la fiesta de los Tabernáculos. La comprensión de este pasaje del salterio fue evolucionando hasta alcanzar los énfasis mesiánicos, algunos dicen que tan solo escatológicos, que encontramos en el tiempo de los Evangelios. Junto con el canto ―Hosanna‖, aquellos que acompañan y aclaman a Jesús, bendicen al enviado divino, que es el que habrá de ejecutar la salvación que Dios ha preparado para su pueblo. Aunque la exclamación hosanna en las alturas podría hacer referencia a la ciudad santa de Jerusalén, que se encontraba en un lugar alto, a unos

ochocientos metros por encima del nivel del mar, es evidente que la declaración apunta a la altura del cielo, allí donde está Dios, que es de quien se espera que envíe la salvación. A pesar de toda esta puesta en escena en la que Jesús aparece utilizando para sí el título divino Señor; no obstante que entra en Jerusalén conforme a las descripciones veterotestamentarias del rey coronado que entra montado sobre un pollino; y aunque que los discípulos y otros que les acompañan ofrecen a Jesús pleitesía real y le aclaman como el Mesías que viene a traer la salvación de Dios; a pesar de todo esto, Jesús entra en Jerusalén, sin que haya mención alguna de que las gentes del lugar salgan a recibirle, entra en el templo para poco más que echar un vistazo al lugar, y como se hacía tarde, regresó con los doce a Betania. No cabe duda de que la historia va de más a menos. Los preparativos para la entrada de Jesús en Jerusalén parecen crear en los que le acompañan una excitación y entusiasmo que no concluye en nada concreto ni efectivo. Jesús es descrito mirando el templo y marchándose por el camino que había venido, sin que se especifique encuentro ni reacción alguna. Toda una decepción… si no se tienen las expectativas adecuadas sobre el Mesías de Dios. Durante todo su Evangelio, Marcos ha presentado diferentes situaciones en las que Jesús se ha visto en la necesidad de corregir las expectativas de sus discípulos, que pensaban en gloria y no en humildad, en puestos de privilegio y no en servicio, en recibir y no en sacrificar, así como las tentativas de la gente de ver en él la esperanza de su liberación. Sin embargo, el reino de Dios se manifiesta en Jesús de manera diferente. El Mesías poderoso de Dios es también el siervo sufriente, que para alcanzar la gloria tiene que pasar por la cruz, conforme al propósito divino. El final de este relato es inesperado, lo cual se demuestra en el hecho de que Mateo y Lucas, que reciben esta historia de Marcos, la hacen continuar inmediatamente en la purificación del templo, vinculando la entrada en Jerusalén con sus acciones y sus declaraciones en el templo, acción propia del Mesías que viene. Esto lo entenderán los discípulos hasta después de la resurrección. (2) Jesús y la higuera sin fruto, 11:12–14 Los relatos de Jesús y la higuera, y de la purificación del templo han de interpretarse en conjunto, puesto que su significado está relacionado. Jesús va a aprovechar el encuentro de una higuera en el camino para convenir una enseñanza simbólica y profética vinculada con el templo y sus líderes. Jesús está camino de Jerusalén después de haber pasado la noche en Betania, a donde había regresado después de una breve entrada triunfal en Jerusalén. Marcos dice que Jesús tiene hambre (peináo3983), término que solo aparece en otra ocasión en este evangelio (cf. 2:25), donde se menciona a David y al templo, elementos próximos a esta escena en la narración de Marcos, donde Jesús mismo se presenta en el templo como el Mesías davídico. El hambre de Jesús hace que se fije en una higuera en el camino, por si pudiera tener fruto. Esto provoca en el lector la pregunta de si realmente Jesús no sabe que no es época de higos. La respuesta más evidente es que él sí sabe el tiempo en el que se encuentra, pero la situación le brinda la oportunidad de ofrecer una nueva enseñanza a sus discípulos. Si, como es conjeturable, esta historia sucede a principios de abril, fecha probable de su muerte, la higuera no empezaría a dar higos desde el mes de mayo hasta octubre. Hay quien propone que el contexto original de la historia es la fiesta de los Tabernáculos que se celebra en otoño (lo cual coincidiría con la referencia a las ramas de palma en la entrada triunfal), por lo que Jesús sí que podía esperar higos en la higuera, y al no encontrarlo reacciona tal como el relato recoge aquí. La higuera La higuera da dos cosechas al año: la primera (abril a mayo en el hemisferio norte, octubre a noviembre en el hemisferio sur) de brevas, mientras que la segunda (agosto a septiembre en el hemisferio norte, febrero a marzo en el hemisferio sur) son higos.

Marcos dice que Jesús ve desde la distancia una higuera frondosa llena de hojas, y se acerca a ella, pero sin encontrar fruto alguno, pues no era tiempo de higos. Jesús va a aprovechar el contraste entre la frondosidad de la higuera y la carencia de frutos en ella para enseñar una lección importante a sus discípulos. Jesús profiere una maldición contra la higuera, condenándola a que nadie vuelva a comer de ella fruto (karpós2590). Es interesante el empleo del término fruto, y no específicamente higo, lo cual apunta al carácter simbólico, parabólico, de la acción. No es algo novedoso en las Escrituras encontrar referencias a higueras/higos o árboles para ilustrar una enseñanza (cf. Isa. 34:4; Jer. 24:1–10; Ose. 9:10); incluso en las

tradiciones judías aparecen escenas de maestros dialogando con árboles. La idea que aquí se quiere convenir es que la respuesta esperada y positiva a la predicación de la palabra se confirma en producir fruto, tal y como refleja lo que enseña la parábola del sembrador (cf. 4:20). La presencia o no de fruto es evidencia de aceptación o rechazo de la realidad del reino de Dios que Jesús proclama. Marcos concluye en este punto la narración de Jesús y la higuera, aunque solo temporalmente, para luego insertar el relato de la purificación del templo. Posteriormente, retomará esta narración, que va a vincular con el incidente en el templo, para ofrecer una enseñanza final. Marcos cierra este punto aquí con la afirmación de que los discípulos de Jesús oyeron a Jesús maldecir a la higuera. (3) Jesús purifica el templo, 11:15–19 Una vez retomado el camino a Jerusalén, Jesús llega allí con los suyos y entra en el templo, símbolo de unidad nacional, tanto desde una perspectiva religiosa, pues era el centro cúltico de los judíos, como desde una perspectiva política, puesto que en el año 164 a. de J.C. el templo fue rededicado a Yahvé, en una importante victoria militar contra el invasor. Joya bíblica Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones (11:17).

Sin mediar mayor provocación, Jesús comienza a expulsar a los que compran y venden y a los cambistas, sin permitir que nadie cruce por el templo cargado de utensilio alguno. Destaca en la descripción que hace Marcos de la acción de Jesús que este expulsa (ekbálo1544) a cuantos hacen algún tipo de negocio en el templo. El uso aquí de ekbaló es significativo, pues en Marcos aparece mayoritariamente en el contexto de las expulsiones demoníacas, de los exorcismos (cf. 1:34, 39; 3:15, 22, 23; 6:13; 7:26; 9:18, 28, 38; 16:9, 17). Es inevitable, pues, inferir que Marcos percibe la acción de Jesús como la expulsión de agentes de Satanás. ¿Por qué hace Jesús esto? Hay diferentes interpretaciones posibles, aunque es necesario señalar la necesidad de vendedores y cambistas relacionados con las actividades cúlticas y sacrificios del templo. Los peregrinos, especialmente los provenientes de más lejos, necesitaban comprar animales aptos para los sacrificios, en vez de traerlos consigo, arriesgándose a que se los rechazaran o se dañaran en el viaje. Igualmente, en el templo se usaban monedas de Tiro, por lo que los peregrinos necesitaban cambiar de divisa para poder pagar el impuesto del templo (Éxo. 30:11–16). Por tanto, las actividades de cambio y venta eran necesarias, pero aun así Jesús se indigna ante ellas. Para unos, Jesús se rebela contra una práctica comercial impropia del lugar en el que se encuentran, el templo. Jesús considera que el cambio de monedas y la venta de animales debe hacerse fuera del recinto del templo, no en sus patios. Incluso impide que alguien pase con mercancías (cf. Zac. 14:21), lo cual podría entenderse como un intento de purificación del templo. Otros plantean el hecho de que Jesús está mostrando su indignación ante el abuso que mercaderes y cambistas hacen de la necesidad de los peregrinos. Es de suponer que un peregrino que viene de lejos, alguno quizás una vez en la vida, a ofrecer sacrificios en el templo, acabaría sometiéndose a los cambios y precios abusivos que se les imponía, pues de otra manera su viaje no habría cumplido su propósito y nadie se volvería sin haber ofrecido sus sacrificios. Jesús estaría, pues, condenando esta práctica abusiva y deshonesta. Algunos también plantean que el gesto de Jesús aprovecha la situación para convenir un mensaje simbólico más amplio. Y es posible que todas estas opciones estén en la intención de Jesús, quien se rebela contra el uso del templo para actividades comerciales de cualquier tipo, que él rechaza (v. 16); se rebela contra cualquier abuso en el trato a los peregrinos (cueva de ladrones); y todo esto se expresa en un gesto simbólico (volcar las mesas de los cambistas y expulsar a los mercaderes y a los que compran) que apunta a la destrucción del templo, algo que poco después Jesús mismo va a anunciar (cf. 13:1, 2), como parte de la acción escatológica de Dios. Esta sería una nueva ruptura en la concepción judía del Mesías, que para ellos habría de venir para restaurar el templo expulsando de este a los gentiles impuros, mientras que Jesús profetiza su destrucción, hablando, principalmente, contra los líderes religiosos judíos. En su protesta contra la ocupación del templo que se debía dedicar a la oración, el atrio de los gentiles, a zona de comercio, Marcos refleja la cita de Isaías 56:7, donde se alude al templo como casa de oración para los gentiles, las naciones, indicando que el carácter inclusivo del reino de Dios que Jesús predica está en

continuidad con el propósito divino a través de los tiempos. El propósito del templo, que es ser casa de oración, se ha pervertido y se ha convertido en cueva de ladrones. Esta última referencia es una cita del profeta Jeremías (7:11), quien ha censurado las acciones de quienes roban, matan, cometen adulterio, dan falso testimonio, van tras Baal (cf. Jer. 7:9), pero después se reúnen en el templo, identificándolos como villanos que convierten el local en su refugio, en cueva de ladrones. El resultado de esto será la destrucción del propio templo (cf. Jer. 7:12–15). Desde esta perspectiva, la maldición de Jesús a la higuera se interpreta como una predicción de la destrucción del templo que ahora Jesús ejemplifica de manera gráfica en su acción de expulsar a los cambistas y vendedores. La actitud y acción de Jesús en el templo provoca reacciones encontradas. Por un lado, los líderes religiosos, los principales sacerdotes y escribas, oyeron a Jesús y deciden matarle, pues sus palabras las perciben como una amenaza directa contra ellos. En definitiva, como responsables del templo, Jesús les está acusando a ellos de permitir cuanto sucede, y proyecta sobre ellos la culpa de las consecuencias futuras de cuanto suceda. Jesús ya ha desafiado a estas autoridades entrando en Jerusalén como rey davídico, mesiánico, reclamando así la autoridad última. El Mesías sería quien purificaría (cf. Eze. 37:26–28) e incluso sustituiría el templo actual (cf. Eze. 40–48; Zac. 6:12, 13), como resultado del juicio escatológico. El gesto simbólico de Jesús en el templo resulta en una ―declaración de guerra‖ contra los líderes religiosos. No es la primera vez en Marcos que líderes religiosos judíos aparecen, a su vez, mostrando su hostilidad hacia Jesús. Ya los fariseos, con la ayuda de los herodianos, se propusieron destruirle tras la sanación del hombre de la mano seca en un sábado (cf. 3:6), los escribas pensaban de él que estaba endemoniado (cf. 3:22), y Jesús mismo anuncia su muerte a manos de los sacerdotes y escribas (cf. 10:33). Por otro lado, la gente estaba maravillada de su doctrina, lo cual frenó, en ese preciso momento, cualquier acción de los líderes religiosos contra Jesús. Marcos alude a todo el pueblo (pas jo ójlos) como aquellos que muestran su admiración por la doctrina de Jesús, si bien no refleja en momento alguno que hubiera enseñado ya en el templo. La gallina de los huevos de oro El templo se había convertido en la gallina de los huevos de oro para los sacerdotes y para los que de él vivían. El sistema sacrificial les proporcionaba una fuente inagotable para sus necesidades personales. Pero ese no era el propósito del templo. El propósito del templo era para que el pueblo viniera con corazón puro buscando la reconciliación con el Dios santo que habitaba en medio de su pueblo. Las ofrendas y los diezmos, las oraciones, los sacrificios y las grandes peregrinaciones no servían para nada si no se hacían con fe. Como se puede captar, la actitud de los líderes era una de ostentación de poder y de lucro personal. No había palabra profética de Dios ni edificación espiritual. Esta es la tragedia de la devoción religiosa aun hasta llegar al fanatismo, pero sin la comunión con el Dios santo. El templo perdió el valor espiritual que Dios le había asignado. Este gran mal prevalece entre nosotros hoy. El templo Era el lugar consagrado a la expresión de adoración del pueblo de Israel. Estaba situado entre los montes Moriah y Sión, y cubría aproximadamente treinta acres. Estaba protegido con fuerte murallas de piedra. Había un espacio exterior llamado la corte de los gentiles y allí entraban tanto judíos como gentiles. Dividía esta corte una pared baja la cual ningún gentil podía cruzar bajo pena de muerte si lo hacía. Más allá de la corte de los gentiles estaba la corte de las mujeres. Las mujeres que llevaban sacrificio eran las únicas que podían ir más allá. Luego estaba la corte de los israelitas y en las grandes ocasiones la congregación se reunía allí. La corte interior, el lugar santo, era para los sacerdotes. La corte de más adentro era el lugar santísimo. A este lugar solo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año para rogar por sus propios pecados y por los del pueblo, y lo hacía llevando la sangre de lo sacrificado.

Cabe deducir que aquellos que formaban parte del séquito que le acompañó hasta Jerusalén estaba maravillado por todo cuanto le había oído y visto hacer antes de entrar en Jerusalén, mientras que aquellos que eran vecinos de Jerusalén o peregrinos que se encontraban allí con motivo de la fiesta no le habrían escuchado

enseñar aún, sino que más bien estaban admirados de su determinación y el sentido de sus gestos en el templo. En sus acciones Jesús también transmite su autoridad (cf. 1:22, 27) y, por consiguiente, pone en evidencia la autoridad de los líderes religiosos frente al pueblo. En el templo, tras su entrada real en Jerusalén, Jesús ha reivindicado su imagen como el Mesías que viene con autoridad a inaugurar la era escatológica de Dios. Tras el discurrir de todos estos acontecimientos, se ha hecho de noche y Jesús con los suyos abandonan Jerusalén. (4) Lección de la higuera seca, 11:20–26 En el tercer día de estar en Jerusalén, Marcos retoma el relato de la higuera (vv. 12–14), y en esta ocasión el enganche con la narración anterior lo provee las palabras de Pedro, que al volver a pasar junto a la higuera descubre que esta se había secado desde las raíces. Pedro le hace notar el hecho a Jesús y lo relaciona con su maldición de la higuera. Y es en este punto en el que Jesús crea los vínculos entre su acción contra la higuera y el significado simbólico que le asigna. Así, la higuera se refiere al templo o al propio pueblo de Israel, que va a sufrir las consecuencias de su incredulidad. La maldición y posteriormente la higuera marchita anuncian el fin de la Israel rebelde en el día del juicio escatológico. Una higuera llena de hojas ofrece expectativas que después no se cumplen. Israel disponía de todo lo que necesitaba para su salvación pero no lo aceptó. El templo como lugar de referencia para la oración del pueblo ha sido profanado y su destrucción anunciada. Una catástrofe de tal magnitud sería devastadora para cualquier judío, incluidos los discípulos, por lo que Jesús les dirige unas palabras de seguridad y confirmación. Deben tener fe en Dios, en contraste con lo que la higuera seca evidencia, la falta de fe en Dios por parte de muchos en Israel, especialmente los líderes religiosos. Si el templo era el punto de referencia para la religiosidad y fe del pueblo, las palabras de Jesús afirman que la centralidad de la fe en aquellos que creen en Dios pasa del templo a él mismo. Es él quien invita a los discípulos a tener confianza (v. 23). Esta idea se refuerza con el uso que Jesús hace del término amén281, que tradicionalmente es para confirmar algo anterior. El uso que Jesús hace de este término en Marcos sirve para confirmar algo que está por suceder, lo cual se interpreta como una autoafirmación por parte de Jesús de su poder escatológico, por el cual puede afirmar algo que va a suceder sobre el fundamento de su propia autoridad.

Hoja de higuera p 169 Observación pertinente

11:21, 22, 25 La observación de Pedro no apunta al hecho de que la higuera se haya secado, sino más bien de que ―cómo sucede esto‖. Jesús hace un llamado a la fe, no a una fe en cualquier cosa, sino una fe en Dios. Esta es la única que puede hacer las cosas, porque realmente quien las hace es Dios, con quien se debe tener una relación adecuada (v. 25).

Jesús ejemplifica el poder de esa fe en Dios en el hecho de que podrían decir a este monte que se echara al mar y lo haría. La referencia es claramente al monte sobre el que se asienta el templo, puesto que es el que está a la vista en el camino que Jesús, como los demás peregrinos, hace de Betania a Jerusalén. Además, existen testimonios judíos que refieren al templo como ―este monte‖. Jesús continúa enfatizando el juicio de Dios sobre Israel y el templo, sobre el que los judíos depositan su esperanza escatológica. La verosimilitud del dicho de Jesús es posible si no se alberga duda en el corazón, si se cree que esto sucederá. Más aun, todo por lo que oran y piden les será hecho. La expresión que Jesús emplea da a entender que aquello que se pide y que se concederá en el futuro debe percibirse como si ya se hubiera recibido. Entre otras cosas, Jesús resalta el valor de la oración (que se acostumbraba a realizar en pie) y su validez continua, incluso tras haber predicho la destrucción del templo, de la casa de oración. Son muchas las interpretaciones que se ofrecen a estas palabras tajantes de Jesús acerca de la consecución de cuanto se ora (proséujomai4336) y pide (aitéo154) con fe. Pero si hay algo cierto, desde el contexto escatológico en el que tiene lugar la escena y las palabras de Jesús, es que la realidad del advenimiento del reino de Dios no es algo que deben dudar. El cumplimiento de las promesas tan deseadas y

expectativas en la salvación de Dios se cumplen en Jesús, que acerca el reino de Dios, que establece el inicio de la era escatológica. Jesús, que en tantas ocasiones ha resaltado el rechazo, sufrimiento y muerte que va a padecer (cf. 10:33, 34), así como todo aquel que le sigue (cf. 8:34), quiere reforzar la confianza de sus discípulos asegurándoles que el cumplimento final de las promesas de Dios está aguardado a los que confían en él, aunque para ello hayan tenido que abandonar su familia y sus posesiones (cf. 10:28–30) y aun cuando el mundo parezca derrumbarse a su alrededor (cf. 13:1, 2). Que deben vivir, aun en medio de la situación más catastrófica, confiados en el triunfo final de Dios. La fe hace posible lo imposible. La invitación es, pues, a la constancia, a la perseverancia, a la esperanza en el cumplimiento futuro de las promesas de Dios, más que a un efectismo milagroso e inmediato de la oración. Frente a esto, y como resultado de la confianza en la fidelidad de Dios para cumplir sus promesas, no hay lugar para estar resentido durante la espera. Esto no es apropiado de los que esperan en Dios el perdón para su propia vida. La realidad presente de la esperanza escatológica de Dios se hace manifiesta en una relación de confianza y fe en Dios, así como una actitud de perdón hacia el prójimo. En esto reside también la eficacia de la oración. Siempre debe haber una expectativa escatológica y ética como parte de una misma realidad en la vida de los discípulos. Finalmente, cabe destacar que esta es la única ocasión en la que Marcos habla de Dios como Padre (patér3962) de los discípulos, y no solo como Padre del Hijo del Hombre (cf. 8:38), y lo hace refiriéndose a él como Padre que está en los cielos (ouranós3772). (5) La autoridad de Jesús, 11:27–33 La acción y las palabras de Jesús en el templo no han pasado desapercibidas para los líderes religiosos, que se sienten aludidos directamente por estas, y que como consecuencia habían determinado matarle (cf. v. 18). Así, en la siguiente ocasión que Jesús aparece por el templo, tras la visita anterior en la que había volcado las mesas de los cambistas y había expulsado a los que vendían y compraban, como gesto simbólico de su autoridad, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos abordan a Jesús, inquiriendo sobre el origen de su autoridad (exousía1849) para hablar y actuar de esa manera. Es probable que en el contexto de este Evangelio, la cuestión aquí suscitada sobre la autoridad de Jesús vaya más allá de sus últimas acciones y palabras en el templo y sea una especie de juicio general por todo cuanto enseña y hace. Anteriormente, han surgido cuestiones relativas a su autoridad después de alguna de sus enseñanzas (cf. 1:22, 27) o acciones milagrosas (cf. 2:10). En el primer anuncio de su pasión y muerte, Jesús ya había señalado a estos tres grupos como los instigadores y ejecutores de su rechazo y muerte (cf. 8:31), por lo que el lector ya está, una vez más, en aviso de que las intenciones de estos no son buenas. Aunque Jesús aparece andando por el templo, sin mayor concreción de su quehacer, aunque posteriormente se indique que se dedicó a enseñar diariamente durante su estancia en el templo (cf. 14:49), aquí parece ignorar el peligro que se cierne sobre él; parece que camina despreocupado. La autoridad de Jesús En los corredores del templo era donde se enseñaba al pueblo y donde se exponían asuntos doctrinales y de filosofía. Al andar Jesús por allí vinieron los representantes del gobierno judío para hacerle la pregunta en cuanto al origen o naturaleza de la autoridad con que hacía lo que hacía. Si Jesús decía que lo hacía por cuenta propia, de inmediato lo arrestarían por su insolencia y atrevimiento de perturbar la marcha de los negocios del templo. Si decía que lo hacía en nombre de Dios, lo arrestarían igual por el obvio cargo de blasfemia. Sin importar la respuesta que diera Jesús estaba en sus manos; por lo menos así creían los gobernantes judíos. Pero ellos no contaban con la inteligencia del Señor quien también los pone en un dilema al preguntarles si el bautismo de Juan era de Dios o de los hombres. Si decían que era de Dios, les preguntaría por qué no le habían creído; si decían que era de los hombres, temían que el pueblo se fuera contra ellos, ya que el pueblo consideraba a Juan como uno de los profetas. Además, Juan había presentado a Cristo como el Mesías de Dios. Los gobernantes judíos contestaron que no sabían cómo responder a la pregunta. Jesús les dijo que tampoco él les respondería. Muchos se enfrentan con la verdad pero encuentran difícil aceptarla. No se dan cuenta que al rehusarla se hunden cada vez en su propia decepción y sin esperanza.

La pregunta misma de estos líderes no está exenta de peligro, puesto que dependiendo de la respuesta que Jesús ofrezca, podría ser acusado de falso profeta, lo cual está penado con la muerte (cf. Deut. 13:1–5), o con algunas otras penas más al alcance de las capacidades ejecutorios de estos líderes judíos. Jesús no responde de manera directa sino que ofrece una contrapregunta, trasladando así el peso de la confrontación sobre los líderes. Jesús les pregunta, siguiendo el hilo conductor de la autoridad, de quién proviene la autoridad del bautismo de Juan, del cielo (expresión que se usa para evitar citar el nombre de Dios), o de los hombres. Es evidente que Jesús conoce el rechazo de estos líderes también hacia Juan, por más que este gozara el favor del pueblo. Desde esta perspectiva, los líderes se ven en una situación incómoda, pues dependiendo de su respuesta, su posición frente al pueblo quedaría comprometida. No podían afirmar que el bautismo de Juan era del cielo; serían vistos como líderes religiosos que ignoran, e incluso rechazan cuanto viene de Dios. Es más, la implicación de un posible reconocimiento de Juan como actuando de parte de Dios conllevaría la consecuencia de que su anuncio acerca de Jesús como el enviado de Dios al que él preparó el camino debería ser tomado en serio y, por tanto, debían reconocer a Jesús como el Mesías de Dios anunciado por Juan. Esto no era posible para estos líderes, pero tampoco podían reconocer abiertamente su rechazo hacia Juan, porque esto supondría enfrentar la hostilidad del pueblo que sí ve en él a un profeta. Finalmente, optan por una declaración de (falsa) ignorancia, no sabemos (óida1492), más propia de un sopesar las consecuencias políticas de manifestarse contrarios al sentir de la gente que de una respuesta honesta y valiente. Jesús por su parte, no incurre en la misma actitud de los líderes religiosos que le cuestionan, y no recurre a una falsedad para contestar, sino que al contrario, responde de manera que denuncia la actitud de sus acusadores, tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas, es decir lo sabe, como también lo saben los líderes religiosos, pero dejará que la respuesta quede implícita en sus palabras, por lo que no será esta la ocasión en la que los líderes religiosos y del pueblo le prendan y enjuicien. Jesús sabe que la autoridad del bautismo de Juan es de Dios, algo que el pueblo asume y que los líderes religiosos se niegan a reconocer pero que no pueden negar. De esta manera Jesús declara en el templo su autoridad proveniente de Dios, confirmada por Juan su profeta. Parábolas y alegorías La naturaleza de las parábolas es enseñar una verdad central. Las parábolas se diferencian de las alegorías en que en la alegoría cada detalle contiene un determinado significado que hay que extraer. Sin embargo, hay parábolas que participan de la naturaleza de la alegoría. Las parábolas eran un medio eficaz entre los pueblos orientales para comunicar alguna enseñanza. Como ya hemos visto en repetida ocasiones, las parábolas eran usadas consantemente por el Maestro para comunicar verdades espirituales.

2. Enfrentamientos con las autoridades en Jerusalén, 12:1–44 (1) Parábola de los labradores malvados, 12:1–12 1. La discusión en el templo de Jesús con los líderes religiosos y del pueblo acerca del origen de su autoridad sucede con una parábola situada en el mismo contexto y grupos presentes. El lenguaje directo y de confrontación continúa con unas parábolas de Jesús, práctica que ha quedado establecida como canal de comunicación con los que ―están fuera‖ (cf. 4:11, 34). Marcos usa el plural del término (parabolé3850), aunque en principio tan solo aparece una, la de los labradores malvados. Es posible que considere los vv. 10, 11 como una parábola en sí mismos o que Jesús pronunciara otras parábolas que no se recogen en este Evangelio. La parábola está directamente vinculada con los acontecimientos previos en los que Jesús ha sido cuestionada acerca de su autoridad (11:27–33), con la maldición de la higuera (11:12–14, 20–26) y los acontecimientos en el templo (11:15–19). La parábola menciona a un hombre que plantó una viña y la acondiciona para su explotación, cercándola, construyendo un lagar y levantando una torre, con el propósito de poder vigilar su propiedad. El dueño arrendó la viña, lo cual apunta a que cedió la explotación a terceros, a cambio de una parte de la producción obtenida. Esta situación no es desconocida para los que escuchan a Jesús, puesto que el ausentismo de los terratenientes

era práctica habitual, así como el arrendamiento de la explotación a cambio de un precio convenido. En el tiempo estipulado, el dueño de la viña envía a por su pago a uno de sus siervos, pero que es agredido por los labradores y enviado de vuelta con las manos vacías. Esto mismo sucede una segunda ocasión, resultando en que este siervo fue herido en la cabeza, y un tercero fue muerto. Esta situación se repite varias veces, con el mismo patrón resultante de una recepción violenta de los siervos del dueño de la viña por parte de los labradores, y el incumplimiento del pago del fruto acordado. El dueño, finalmente, decide enviar a su propio hijo, pensando que a este lo respetarían, aunque los labradores vieron la ocasión de apropiarse de los terrenos. Diferentes autores han querido argumentar el razonamiento de los labradores, aduciendo que la ley permitía, una vez que no hubiera dueño de la tierra, que esta fuera reclamada por quienes la ocupaban actualmente. Esto no es fácil de justificar por varias razones. Por un lado presupone la muerte del dueño, mientras que el texto solo menciona la de su heredero. Por otro lado, ningún tribunal adjudicaría las tierras a los asesinos de sus dueños. Es más sencillo, dado que se trata de una parábola y de las conexiones con el libro del profeta de Isaías, que se esté reflejando una vez más la inconsciencia y rebeldía de Israel hacia su Dios (cf. Isa. 1:2–4). Desde una perspectiva histórica, es probable que Jesús tome la escena de una situación frecuente en la época en la que el dueño de la viña fuera un terrateniente que viviera lejos o incluso un extranjero, práctica habitual en la época de premiar algún servicio con tierras. Los labradores serían lugareños, posiblemente galileos disconformes con la situación, que buscan la ocasión para controlar y apropiarse de la tierra. Pero más allá del detalle histórico, la parábola se pronuncia y circunscribe en un momento de conflicto entre Jesús y las autoridades judías que marcan este tramo final de su ministerio, especialmente sobre la cuestión de su autoridad para hacer y enseñar en la forma que lo hace. Ahora, Jesús de un paso más en su afirmación de autoridad con una parábola que le sitúa como agente principal del plan salvífico divino y cuyo desenlace está determinado indefectiblemente por la actitud hacia él. Existe un claro paralelismo con la parábola de la viña de Isa. 5:1–7, en la cual se presenta a Israel como una viña y a Dios como el dueño, que se ha esforzado en cuidarla, plantando, edificando una torre y construyendo un lagar (cf. Isa. 5:2). El resultado de estas acciones no es lo que se espera puesto que la viña produce uvas silvestres en vez de comestibles (cf. Isa. 5:2, 4). Este paralelismo refuerza la necesidad de interpretar alegóricamente la parábola de Jesús. Según el relato de Marcos, la viña sería igualmente Israel y su dueño Dios, donde la relación del dueño de la viña y los labradores reflejaría la relación entre Dios y su pueblo. Los siervos enviados y afrentados serían semejantes a los profetas enviados a Israel, que también fueron rechazados y desechados por el pueblo (cf. Jer. 7:25, 26). El elemento de contraste con Isaías 5 es que en este último texto la viña no produce fruto apetecible, después de todos los esfuerzos hechos sobre ella. La conclusión es que la viña será desechada y dejada yerma, baldía. En el texto de Marcos, por el contrario, aparece incluido el envío del hijo del dueño de la viña, como acción última, pensando que a éste sí le recibirían y atenderían. Este hijo es descrito como hijo suyo amado (agapetós27). Sin embargo, el hijo muere a manos de aquellos a los que se les había confiado el cuidado de la viña. Sin duda está reflejándose una vez más la realidad de que Jesús es el Hijo de Dios, su Hijo amado, enviado a Israel para salvar y restaurar, pero que sin embargo, es rechazado y muerto a manos de los líderes de Israel, tal y como estaba profetizado y Jesús mismo ya había recordado en ocasiones anteriores (cf. 8:31; 9:31; 10:33, 34). Además, tras la acción de Jesús en el templo, los líderes religiosos estaban determinados a matar a Jesús (cf. 11:18). Semillero homilético La naturaleza de Dios 12:1–12 Introducción: En este pasaje encontramos algunas verdades aplicables a la conducta divina y que tienen que ver con la naturaleza de esa forma de actuar. Su naturaleza divina lo hace totalmente apto para ser nuestro proveedor, para tener confianza en nosotros como su creación y por lo tanto es paciente y justo. I. Su provisión (v. 1). 1. Plantó una viña. 2. No escatimó en nada, la cercó, edificó un lagar y le puso seguridad. 3. Dios siempre proveerá todo lo necesario.

II. Confianza (v. 1). 1. Le dio la viña a los labradores. 2. Ellos sabían lo que tenían que hacer para que la viña fuera productiva. 3. Todo lo que había invertido de su capital y trabajo lo entregó. 4. Dios nos confía la creación, y la ha puesto en nuestras manos para que la cuidemos. III. Paciencia (v. 2). 1. Espera los resultados o frutos que naturalmente vendrían por el buen cuidado de la viña. 2. Espera que los labradores le recompensen por su inversión. 3. Prolongar su espera muestra la cortesía que los labradores no merecían. De igual manera lo hace con nosotros. 4. Nos bendice aun a pesar de que nos resistimos a vivir como él espera que vivamos. IV. Justo (v. 9). 1. Los labradores no se salieron con la suya. Finalmente recibieron lo que merecían. 2. La justicia triunfó. 4. El hombre no puede jugar con el pecado y salir ileso de su camino de rebeldía contra Dios. 5. Finalmente el hombre recibe lo que sus acciones merecen. Conclusión: En este pasaje aprendemos que Dios es nuestro proveedor, que confía en nosotros, que nos tiene paciencia y que es justo. Toda esta acción divina nos invita a que consideremos la grandeza, el cuidado y la gracia de su amor, y a hacer una entrega completa de nuestra vida a él.

Tan solo en dos ocasiones previas es usada la expresión ―Hijo amado‖, en Marcos, y las dos provenientes de Dios hacia Jesús. Una tras su bautismo (cf. 1:11), otra en la transfiguración (cf. 9:7), ambas con un claro carácter afirmativo de la identidad divina de Jesús. La reacción del dueño de la viña es definitiva, que aquí es de destruir a los labradores y dar la viña a otros (alos243). La hostilidad y falta de reconocimiento hacia Jesús habrá de culminar en el rechazo por parte de Dios de los líderes religiosos judíos. Queda la pregunta: ¿Quiénes son estos otros? Ciertamente, aquellos que creen y siguen a Jesús; los discípulos, la iglesia. Dado que la viña continúa siendo la misma, los que ahora aparecerán como arrendatarios de esta se definen en conformidad a su identificación con Jesús. Está implícito el hecho de que la pertenencia a Israel no se fundamentó en cuestiones étnicas o de cualquier otro tipo, sino que se define en base a la fe en Dios, ahora concretada y expresada en la fe en Jesús como el Hijo de Dios, el que viene a traer salvación a los que creen en él. La conclusión de que los discípulos, posteriormente la iglesia, será identificada como la Israel de Dios no debe, bajo ningún concepto, interpretarse como un alegato anti judío, como desgraciadamente ha sucedido reiteradamente durante dos mil años. Jesús era judío, como lo eran todos los apóstoles y primeros discípulos. Todos los que creen son Israel de Dios, judíos y gentiles a la vez, de la misma forma que entre los que no creen están igualmente judíos y gentiles. Nunca la aceptación o el rechazo, la pertenencia o no al reino de Dios, se ha fundamentado sobre cuestiones étnicas, sino sobre la fe en Jesús como el Hijo de Dios que vino a traer salvación a todos los que por la fe creen en él, sin acepción de personas o pueblos. La cabeza de ángulo La piedra principal es la que forma la esquina más notoria de un edificio. Es la cabeza de ángulo, la misma que se refiere a la piedra puesta para sostener una esquina del edificio. El sentido de la imagen es claro: lo que había sido rechazado como despreciable ha pasado a ocupar el lugar de honor. El NT se refiere al rechazo, muerte y resurrección de Cristo. Parece referirse a una piedra especial que fue rechazada cuando construían el templo, y que al final se dieron cuenta de que se trataba de la piedra que sostenía la estructura de todo el edificio.

Aunque el final de la parábola de los labradores afirma la conclusión del orden presente y el inicio de uno nuevo en el que otros cuidarán de la viña, Jesús concreta la identidad de esos otros y la vincula a su persona, con la referencia a la piedra que desecharon los edificadores y que, finalmente, será exaltada. Solo podrán

acceder a la viña aquellos que lo hacen por medio de él. Jesús, la actitud de aceptación o rechazo, de fe o incredulidad hacia él, es el criterio de exclusión e inclusión en el reino de Dios. Interpretaciones judías contemporáneas identifican la piedra rechazada con el Mesías davídico, victorioso sobre las naciones, que pasa a ser piedra destacada del templo de Dios. La imagen de una piedra desechada que llega a convertirse en principal del ángulo resulta del Salmo 118:22, 23, de donde también se toman algunas de las frases a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén (cf. Sal. 118:26). La interpretación tradicional del dicho es que Jesús es la piedra angular de la base, la de referencia para la construcción del edificio, lo cual no es una concepción errónea si se relaciona con la realidad de Jesús respecto de la iglesia. Sin embargo, desde una perspectiva cristológica, y pensando que se alude aquí a la muerte y resurrección de Jesús, el dicho no apuntaría a una piedra colocada en la cimentación del edificio, lo cual sería difícil de armonizar con el uso de cabeza (kefalé2776) del ángulo, sino de una piedra en alto, bien visible, en un arco principal del edificio, apuntando a la exaltación de Jesús por su resurrección. Desde una óptico arquitectónica, esta piedra era tallada de forma irregular para que encajara en la clave del arco; así pues, la primera impresión de irregularidad de la piedra se substituye por su encaje perfecto en la construcción. De esta forma, Jesús, que ha sido percibido como irregular en su mensaje y ministerio por parte de los líderes religiosos al punto de conducirle a su muerte, por su resurrección evidencia ser el encaje perfecto de Dios para la salvación de la humanidad. Por conocer poco las técnicas judías de construcción, ambas imágenes coinciden plenamente con la idea de Jesús como fundamental para la iglesia, así como aquel que es exaltado por su resurrección. La destrucción del templo predicha por Jesús culminará en un nuevo templo vivo, la iglesia, fundamentado sobre Cristo la roca principal, exaltada (cf. 1 Ped. 2:4–10). Todo esto es obra de Dios (v. 11), lo cual apunta al tema de debate entre Jesús y los líderes religiosos. Su autoridad proviene de Dios, no de los hombres, lo cual es motivo de maravilla y asombro a los ojos de todos. Este maravillarse (thaumastós2298) ante la acción de Dios coincide con la reacción de la gente ante los milagros de Jesús. Sin embargo, en una especie de contrapunto en la narración, los líderes religiosos se dan por aludidos por Jesús como aquellos edificadores que desecharon la piedra, lo cual resultaba ofensivo para ellos, pues tradicionalmente se interpretaba como referencia a las naciones que se enfrentaban a Israel. La intención de estos líderes religiosos es la de prender a Jesús, pero como en el caso de la confrontación tras las acciones de Jesús en el templo, no se atreven a hacer nada contra él, pues cuenta con el apoyo de la multitud. Por ello, deciden marcharse, aunque sin desistir de su plan de prenderle en el futuro. (2) Pregunta sobre el tributo al César, 12:13–17 Dado el grado elevado de hostilidad por parte de los líderes del pueblo hacia Jesús, estos no desisten en tratar de encontrar la oportunidad de prenderle (agréuo64), literalmente, de cazarle, pues esta es una expresión habitual de contextos de caza y pesca. Para ello, evitan las confrontaciones abiertas que les han puesto en evidencia ante la multitud, y ahora se sirven de intermediarios, algunos fariseos y herodianos, para ver si encuentran ocasión manifiesta para acusarle. Esta no es la primera ocasión en que representantes de estos dos grupos se unen contra Jesús (cf. 3:6), lo cual evidencia una vez más la gravedad de la amenaza sobre este, pues se coluden representantes del poder civil y religioso contra él. En esta ocasión, el enfoque es sutil. Se dirigen a Jesús dándole trato de maestro (didáskalos1320) y afirmando que saben (óida1492) que habla verdad y que enseña el camino de Dios. Contrasta esta disposición a reconocer que saben, con su pretendida ignorancia respecto de la autoridad de Juan el Bautista (cf. 11:33). En ambas ocasiones la falsedad de su actitud es manifiesta, pero en cualquier caso sus palabras sirven aquí como descripción no intencional de la verdad acerca de quién es Jesús. Los herodianos y fariseos dicen reconocer en Jesús la virtud propia de un maestro veraz, que no condiciona el contenido de sus enseñanzas a intereses o condiciones externas, que no enseña para complacer a la audiencia o con parcialidad sino según verdad, conforme al camino de Dios. Evidentemente es una adulación por parte de los herodianos y fariseos reconocer en Jesús que enseña según Dios y no según los hombres, porque esto les debería llevar a creer en él, lo cual no es el caso. Se acercan a Jesús con la intención de encontrar alguna contradicción u ofensa, política o religiosa, para así poder acusarle. Tras este adulador reconocimiento, le plantean a Jesús la pregunta sobre el tributo (kénsos2778) a César. El kensos era un latinismo (census) que indicaba un registro de propiedades realizado con el fin de cobrar tasas por las mismas. Posteriormente se atribuyó el término a cualquier tipo de tributo por persona exigido por Roma. En

el caso de Judea, convertida en provincia bajo gobierno directo de Roma, el impuesto se percibía como una muestra evidente de su servidumbre al invasor, lo cual suscitó en el tiempo de su imposición por el gobernador Quirino, allá por el año 6 d. de J.C., una revuelta popular que fue prontamente sofocada, pero que dejó el germen revolucionario en grupos diferentes, como por ejemplo los zelotes. La pregunta en cuestión es si es lícito (éxesti1832) dar tributo al César. Es evidente que busca simplemente que Jesús responda si se deben pagar los impuestos a Roma o no. Por tanto, la pregunta plantean a Jesús los representantes de los herodianos y de los fariseos tiene una incuestionable componenda política. Si Jesús responde positivamente a la pregunta planteada, estará poniéndose del lado del invasor frente a sus compatriotas judíos. Si responde que no, entonces se le percibirá como un sedicioso contra el poder establecido y podría usarse para acusarle frente a Roma. Pero la pregunta no solo pone a Jesús ante una tesitura delicada en lo político sino también en lo teológico, puesto que el pago del impuesto se percibía por los sectores más patrióticos como una deslealtad a Dios, como una muestra de impiedad. Joya bíblica Entonces Jesús les dijo: —Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaban de él (12:17).

Marcos afirma que Jesús reconoce la hipocresía (jupókrisis5272) de los que le cuestionan, y les confronta abiertamente ‗¿por qué me probáis (peirádzo3985)?’, o también, ―¿por qué me tentáis?‖. Esperaban que la respuesta de Jesús le delatara como un sedicioso o como un impío. Sin embargo, Jesús no cae en la trampa que le han tendido los representantes de los herodianos y los fariseos, sino que, tomando él ahora la iniciativa, reclama que le traigan un denario para que lo vea. Este hecho es curioso, pues Jesús no tiene un denario consigo pero los que quieren acusarle sí. El denario era una moneda de plata equivalente al pago por un día de trabajo (cf. Mat. 20:2) con la que se pagaba el impuesto a Roma y que en una de sus caras aparecía la inscripción: Tiberius Caesar Divi Augusti Filius Augustus (César Tiberio, hijo del divino Augusto, Augusto [digno de veneración]), mientras que en la otra, aparecía: Pontifex Maximus (Pontífice máximo o Sumo Sacerdote). Para los judíos, pagar los impuestos a Roma con esta moneda era una ofensa, pues les recordaba su sometimiento además de la provocación de reclamar la divinidad y adoración al emperador. Grupos en el judaísmo Saduceos. Se formó durante el período intertestamentario. Aceptaban solo la Torah (Pentateuco) y eran rígidamente conservadores, rechazaron la tradición, negaron la existencia de demonios, eran materialistas y no creían en la resurrección, mantenían una lectura literal de la ley, los sumos sacerdotes generalmente eran de este grupo. Creían ser los únicos que estaban correctos. Fariseos. Se guiaban por la tradición y por las 613 leyes que se habían establecido después del cautiverio, para no caer de lo que la ley prescribía. Aceptaban lo que consideramos ser el Antiguo Testamento. Este grupo sí creía en la resurrección. Eran más liberales en la interpretación. Creían en la vida después de la muerte. Creían en la realidad de ángeles y demonios. Creían en hacer prosélitos, y en que las personas son responsables por la manera en que viven. Zelotes. Eran muy parecidos a los fariseos, esperaban que el reino se hiciera presente en su día. Eran fanáticos en cuanto a su fe al punto de morir por sus creencias. Herodianos. Era un grupo político, sus miembros abrazaban diferente puntos de vista doctrinales. Apoyaban el gobierno de Herodes y de mantener buena relación con los romanos. Esenios. Eran estrictamente ascéticos, monásticos con votos de celibato, aferrados a la Ley con gran rigidez. Consideraron otros escritos, además del AT dignos de confianza. Eran pacifistas. Creían en la inmortalidad del alma, pero no en la resurrección corporal. Eran muy apocalípticos en su orientación.

Jesús lleva a reconocer a sus cuestionadores que la imagen en la moneda es la de César, y, por tanto, responde que deben dar (apodídomi591), devolver a César lo que es suyo, una moneda. En ningún caso implica adoración o reconocimiento de divinidad. Y a Dios deben darle lo que es suyo. ¿Y qué es lo de Dios como para poder dárselo? La respuesta de Jesús, a la luz de su interés en que se identifique de quién es la imagen en la moneda para poder devolvérsela, y teniendo en mente el texto de Génesis 1:27, equivaldría a afirmar que como las personas han sido creadas a imagen y semejanza de Dios, deben, en lógica correspondencia, darse a sí mismas a Dios a quien pertenecen. Desde esta óptica, Jesús estaría evidenciando la desproporción entre lo adeudado a César, una moneda, un impuesto, frente a lo adeudado a Dios, la propia vida. Probablemente, la respuesta de Jesús deja abierta la actuación del individuo en su mutua relación con el poder civil. En primer lugar, afirma que debe darse lo suyo a César, lo cual no es una actitud rebelde, pero tampoco de un sometimiento acrítico. Si se atiende a la interdependencia de las dos frases, al César se le debe dar lo que es suyo, y en este contexto es una moneda, es decir, el tributo fiscal. Sin embargo, a Dios debe darse lo que es de Dios, y esta afirmación sigue a la primera, por lo que la matiza y condiciona. A pesar de que la moneda tiene la efigie del emperador romano con tratamiento divino, Jesús no le reconoce esa dimensión, y se limita a lo meramente en cuestión, el pago o no del tributo. La divinidad y la adoración solo es a Yahvé, y no a hombre. Es decir, el discípulo debe cumplir con sus obligaciones de ciudadano, pagar sus impuestos, pero no sin criterio. Por encima de todo está la obligación ante Dios, ante la cual todo reclamo de lealtad u obediencia queda supeditado. Así dieron testimonio los primeros cristianos cuando fueron compelidos a someterse a la autoridad civil, mandato que suponía dejar de compartir su fe, por lo que declararon públicamente el orden correcto de sus prioridades en caso de conflicto, ―es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres‖ (Hech. 5:29; cf. 4:18–20). Impuestos que se cobraban 1. Impuesto de la tierra. Consistía del diezmo de todo el grano y el veinte por ciento del vino y fruta que se produjera. Se pagaba con moneda y también con especie. 2. Impuesto sobre lo que se ganaba. Consistía en el 1 por ciento del salario. 3. Impuesto como ciudadanos. Requería de todos los varones de 14–65 y de todas las mujeres de 12–65. Era equivalente al salario de un día de trabajo. En verdad se pagaba por el privilegio de estar vivo.

Los que cuestionan a Jesús reciben con asombro su respuesta, maravillados (ekthaumadzo1569a) de él. (3) Preguntas acerca de la resurrección, 12:18–27 En cuanto concluye la disputa con los fariseos y los herodianos llega otro grupo, ahora los saduceos, y se acerca a Jesús con otra pregunta. Los saduceos eran un grupo judío proveniente de la aristocracia sacerdotal, rico y vinculado al templo. Su fundamento teológico era tan solo el Pentateuco. Eran enemigos de los fariseos y no creían en la vida después de la muerte, en la resurrección (anástasis386), pues afirmaban que con la muerte fallecía el cuerpo y el alma. Sobre este motivo se dirigen a Jesús con una pregunta, acompañada de un caso concreto que ilustra su planteamiento, con el cual pretenden ridiculizar la creencia en la resurrección. Aunque no hay, como el caso anterior, una acusación directa de hipocresía por parte del narrador ni un reproche por intentar tentarle por parte de Jesús, es evidente que tanto el trato de maestro que ofrecen a Jesús, como el propio contenido de la pregunta —asumiendo la realidad de la resurrección en la que no creen— les hace acreedores de las mismas consideraciones. El presupuesto ideológico de la pregunta de los saduceos proviene de la práctica del levirato (cf. Gén. 38:8; Deut. 25:5, 6), que indica que un hombre debe casarse con la viuda de su hermano, si no media varón heredero que mantenga el nombre del fallecido. Sin embargo, esta norma no era de cumplimiento obligado, y en caso de que el hermano del difunto no quisiera casarse con la viuda, había prevista una ceremonia de rechazo llamada halizah (Deut. 25:7–10; Rut 4), que en principio era vista como una deshonra para el hombre que no quería

casarse con su cuñada viuda, pero que con el tiempo, por ejemplo en el periodo talmúdico, cayó en desuso, incluso era desaconsejada. La cuestión aquí para los saduceos no es más que un ejercicio intelectual para llegar al punto que les interesa, por medio de un ejemplo improbable: evidenciar que Moisés no sabía de la resurrección de los muertos. Así describen una situación, conforme al mandamiento mosaico del levirato, en la que una mujer enviuda en siete ocasiones, su esposo y seis cuñados que cumplen el levirato, pero que ninguno deja descendencia. Cuando ella también muera, ¿cuál de los siete será su marido en la resurrección? De fondo está la enseñanza de Jesús acerca de la indisolubilidad del matrimonio, pues son una sola carne (cf. 10:1–9). Los saduceos preguntan sobre cómo eso será posible para llegar a negar, como consecuencia, la propia realidad de la resurrección. Jesús responde a los saduceos, acusándoles de algo que a ellos les resulta claramente ofensivo, están equivocados (planáo4105) en su planteamiento porque no conocen (óida1492) las Escrituras y el poder de Dios. Curiosamente, esta acusación a los saduceos de estar errados por negar la resurrección sería asumida ampliamente por la gran mayoría de los judíos contemporáneos de Jesús. De entre las diferentes referencias escriturales al tema de la resurrección, Jesús decide no mencionar las más evidentes (cf. Isa. 26:19; Eze. 37:1– 14; Dan. 12:2, 3), probablemente porque apuntan a la resurrección futura de los muertos al final de los tiempos, cuando Jesús quiere enfatizar la realidad presente de la resurrección. Además, aunque el argumento es teológicamente más sutil, está sustentado por una mención al Pentateuco, texto de referencia para los mismos saduceos, y responde, por lo tanto, a Moisés con Moisés. Así, Jesús rectifica dos elementos incorrectos en la cuestión que se le plantea. Por un lado, rechaza equiparar el plano de la vida terrenal con el de la vida futura tras la muerte. En la vida terrenal, marcada por su carácter temporal y finito, el matrimonio y la procreación pertenecen a su ámbito, cumpliendo la imprescindible función de proveer continuidad de la vida. En la vida tras la muerte, ya no hay necesidad de la procreación, puesto que la vida es inmortal entonces. Se reconoce que la vida tras la muerte es corporal pero carente de relación sexual, pues Jesús afirma aquí que los resucitados serán como los ángeles, célibes, es decir, sin necesidad de reproducirse, aunque no sin identidad sexual. Este asemejar a los resucitados con los ángeles, en los cuales tampoco creían los saduceos, es muy propio de la literatura apocalíptica de la época. Por otro lado, la fidelidad de Dios a sus promesas es una confirmación de su poder para dar vida a los muertos, puesto que en el libro del Éxodo, en el relato de la zarza ardiente, Moisés escucha la voz de Dios que se presenta como ―el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob‖ (Éxo. 3:6). La lógica del argumento de Jesús no es simple, pero viene a concluir que Dios se presentó a Moisés por su nombre ―YO SOY‖, es decir como un Dios vivo, que no se le puede ubicar en el lugar de los muertos, sino en el de la vida. Por esa lógica, si el Dios vivo no lo es de los muertos, entonces ser el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, implicaría que estos están vivos con él. La fidelidad del Dios vivo al pacto eterno dado a los patriarcas de protegerles y bendecirles es tan real que incluso les ha liberado de la muerte. Esta es la manifestación del poder de Dios, superior incluso que la propia muerte. Así pues, los que creen en Dios, en Jesús, tienen la certeza de que la muerte no es el final, porque su fe es en un Dios vivo, que por su poder ha derrotado a la muerte y ha abierto la puerta de la vida eterna a todos cuantos creen en él. Semillero homilético El estado y el creyente 12:17 Introducción: Somos ciudadanos de dos mundos. Tanto el uno como el otro demandan lealtades específicas y obligaciones que tiene que cumplirse. Si la vida eterna es importante en todos sus aspectos, también lo es la temporal con todas sus implicaciones. Veamos algunas de ellas. I. Las autoridades fueron ordenadas por Dios. 1. Sin las leyes del estado la vida sería un caos completo. 2. Podemos vivir en comunidad por las garantías que deben ofrecernos las autoridades. 3. Muchos servicios provechosos proceden del estado. 4. El estado es el origen de muchas de las cosas que hacen posible el orden social. II. Tenemos responsabilidades para con el estado. 1. Nadie debe esperar los beneficios que concede el estado sin aceptar las responsabilidades

cívicas que tenemos que cumplir. 2. Es necesario pagar los impuestos. 3. Los romanos establecieron la famosa ―pax‖ romana ofreciendo una seguridad que antes no se conocía. Para poder hacerlo, demandaban que el pueblo pagara sus impuestos. III. El propósito del estado. 1. Proveer las condiciones y los medios para vivir en paz y tranquilidad. Posibilitar que llevemos una vida piadosa, digna y productiva. 2. Cuando el gobierno se comporta amenazando estas condiciones entonces produce caos y se aleja de lo que es la orden divina para el estado. 3. Como Dios concede la autoridad hay una continuidad entre el estado y la voluntad de Dios. Conclusión: Vivir en este mundo es un privilegio. Asumir la responsabilidad ciudadana es lo menos que podemos hacer como cristianos. Procurar el mayor bienestar para la mayoría sin olvidarnos de las necesidades de las minorías es esencial para cumplir con la ley de Cristo de amarnos los unos a los otros y de llevar las cargas los unos de los otros.

Cabría esperar una reacción de los oyentes a las palabras de Jesús, como suele ocurrir al final de sus enseñanzas, milagros o enfrentamientos con opositores. Sin embargo, en esta ocasión el relato se cierra con la reiteración de cuán errados están los saduceos respecto de la resurrección y el poder de Dios. El gran problema de los ―eruditos‖ era que a pesar de sus grandes conocimientos, ignoraban la esencia de las Escrituras. (4) El gran mandamiento, 12:28–34 Aunque los conflictos que Jesús está afrontando en los últimos relatos están vinculados a preguntas e interacción con colectivos judíos definidos (fariseos, herodianos, saduceos), no cabe duda de que la audiencia es más amplia, dado que los debates tienen lugar en un sitio público, en el templo. Por ello, Marcos presenta ahora a un escriba que había escuchado la discusión entre Jesús y los saduceos. Este escriba había llegado a la conclusión de que Jesús había argumentado bien, por lo que ahora se dirige a él con una pregunta propia, cuya motivación no recibe el consenso de los biblistas. Algunos entienden que la pregunta es bien intencionada, puesto que Marcos la presenta en un plano diferente a otras claramente hostiles. Por ejemplo, Marcos no dice que el escriba se dirija en primer momento a Jesús como ―maestro‖, algo habitual en sus oponentes; además, frente a la habitual actuación de grupo contra Jesús aquí es uno (jéis1520), un escriba, el que pregunta. Tampoco pasaría desapercibido a los lectores de Marcos que el escriba es descrito positivamente oyendo la discusión, y dándose cuenta, viendo según el texto griego, características contrarias a los oponentes de Jesús, incapaces ver y oír (cf. 4:12). Por último, el comentario final de Jesús hacia el escriba es extremadamente positivo, algo inusual en este tipo de envites. Otros especialistas consideran que la pregunta del escriba está en línea con la del resto de oponentes de Jesús puesto que los escribas son presentados negativamente, especialmente como enemigos impenitentes de Jesús (cf. 1:22; 2:6, 7, 16; 3:22; 7:1–13; 10:33; 11:18), y Marcos mismo concluye que tras la pregunta de este escriba nadie más se atrevía a preguntarle, lo cual indicaría que Jesús ha derrotado, ha callado, a todos los que le venían con preguntas insidiosas. Además, poco después, Jesús va a proferir unas duras palabras contra los escribas en general (vv. 38–40). Hay quienes, finalmente, optan por una posición intermedia en la que una hostilidad inicial del escriba hacia Jesús se transforma en una expresión positiva de Jesús hacia este. El amor El escriba interpretaba la ley con todas sus reglas y regulaciones. No solo lo que estaba escrito sino las tradiciones que oralmente se pasaban de generación a generación. Los escribas en general eran fariseos. Se desarrollaron dos escuelas principales de interpretación: Hillel y Sammlai. Hillel trataba de sintetizar todo en una oración. Un convertido le pidió a Hillel que le enseñara toda la ley mientras que se podía mantener en un solo pie. Hillel le contestó, lo que odies para ti, no lo procures para tu prójimo, esta es toda la ley, el resto es comentario. Akiba ya había dicho, ama a tu prójimo

como a ti mismo, este es el gran principio general en la ley. Sammlai enseñaba que Moisés recibió 613 preceptos en el monte Sinaí, 355 de acuerdo a los día del año solar y 248 de acuerdo al número de las generaciones de los hombres. Joya bíblica ―El primero es: Escucha Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es uno. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas‖ (12:29, 30).

Dado que en la última discusión con los saduceos relativa a la resurrección Jesús ha hecho referencia a la ley de Moisés, no es de extrañar que un maestro de la ley pregunte a Jesús sobre esta. La cuestión es sobre cuál es para Jesús el primer (prótos4413) mandamiento de todos los existentes, 613 en los libros de la ley de Moisés, la Torah, divididos en mandamientos leves y graves, lo cual provocaba intensas discusiones en escribas y rabinos acerca de categorías y posiciones entre los mandamientos. La pregunta, pues, es cuál es el primer mandamiento, no en un sentido ordinal, es decir el que va primero en el orden del Decálogo (Éxo. 20:3), sino el primero en importancia. No obstante, tanto el primer mandamiento del Decálogo como el que cita Jesús coinciden en dar la prioridad y la lealtad solo a Dios. En esta ocasión, Jesús responde de manera directa y sin aludir a la pregunta o al interrogante. Su respuesta reproduce la primera parte de la Shemá (declaración que recibe el nombre de su primera palabra hebrea, shema, ―oye‖; Deut. 6:4, 5), confesión que todo judío recitaba diariamente, y que afirma la unicidad de Dios, frente a la multitud de dioses, y el amor que le es debido. Escuchar es aquí un acto de memoria. Se exhorta a amar a Dios por que él ha amado primero. Todo judío era invitado a recordar la gran misericordia de Dios hacia ellos; muchas veces el propio Dios les tiene que traer a la memoria: ―Yo soy Jehovah tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud‖ (Éxo. 20:2). Es la memoria de ese amor de Dios por su pueblo que debe provocar una misma respuesta de amor con la intensidad aquí descrita, con el corazón (kardía2588), el alma (psujé5590), la mente (diánoia1271), las fuerzas (isjús2479). En el texto hebreo solo aparecen tres énfasis sobre cómo amar a Dios, con el corazón, alma y fuerza, a lo que Marcos añade mente. Esta cuádruple descripción de cómo amar a Dios no es una presentación que define áreas y capacidades del individuo sino una construcción enfática, de intensidad, resaltando que el amor a Dios merece todo lo que uno es. Aunque normalmente se afirma que se debe amar a Dios con corazón, alma, mente y fuerza, la expresión griega utilizada aquí, ek, enfatiza la idea de que esos sentimientos, pensamientos, acciones, deben salir desde dentro del ser humano; son expresión de una realidad interior. Así pues, se debe amar desde el corazón, desde el alma, desde la mente, desde la fuerza interior de uno. Aunque el escriba solo pide un primer mandamiento, Jesús ofrece un segundo (déuteros1208) mandamiento, el de amar al prójimo (plesíon4139) como a uno mismo (cf. Lev. 19:18). Desde la perspectiva de Jesús, no es posible amar a Dios sin amar también al prójimo. El amor a Dios tiene que llevar a amar al prójimo, y el amor del prójimo es evidencia del amor a Dios. Sin duda, el pasaje tiene un marcado énfasis cristológico, puesto que Jesús es la mejor expresión de ese amor a Dios, quien se entrega sin reservas hasta la muerte, en obediencia a la voluntad divina, para la salvación de los pecadores. Amor a Dios y al prójimo El Señor nos aporta con claridad que significado de prójimo. Para el judío, prójimo era el hermano judío, el gentil no entraba dentro de ese contenido y se le podía odiar. Con gran claridad en todo su ministerio el Señor enseñó que la idea de prójimo iba mucho más lejos hasta incluir a la humanidad entera dentro del gran mandamiento. En la práctica tanto como en la doctrina, el Señor nos enseña que estos mandamientos van atados el uno al otro. No es posible amar a Dios y aborrecer al prójimo y no es posible tampoco tener amor por el prójimo sin tener amor por Dios.

El nexo que hace Jesús entre amar a Dios y amar al prójimo tiene también una importante implicación práctica. El amor a Dios no es algo meramente emocional, interior, sino que es también acción concreta, tangible, visible. Quien ama a Dios lo hace manifiesto en su ética de vida. En esto también Dios da ejemplo, puesto que no solo amó a su creación como un sentimiento, una emoción que se despertó dentro de sí ante la humanidad caída, sino que envió a su hijo a morir a favor de la humanidad perdida. Amor sentido y amor puesto por obra son dos aspectos inseparables del verdadero amor. No es aceptable ni posible el uno sin el otro. La respuesta de Jesús vuelva a recibir la aprobación del escriba, que ahora se dirige a Jesús como Maestro, lo cual puede evocar cierta distancia u hostilidad hacia Jesús. El escriba reconoce que Jesús ha respondido con corrección, puesto que Dios es ciertamente uno, y se hace eco de la afirmación de Jesús pero aludiendo a otro texto del Deuteronomio (4:35) que incluye la aseveración de que no hay otro aparte de él. Esta apostilla solía usarse contra los cristianos por parte de los judíos, quienes rechazaban la pretensión cristiana de hacer a Jesús igual a Dios. No está claro si en efecto el escriba está coincidiendo plenamente con Jesús o lo hace marcando las distancias en lo que respecta al reconocimiento de Jesús y su autoridad. Junto con la afirmación acerca de la unicidad divina, el escriba incluye en la misma declaración el reconocimiento de amar al prójimo como a uno mismo. Todo esto, el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo, es comparado por el escriba con los holocaustos y sacrificios, concluyendo que estos últimos son inferiores al mandato de amar. No está indicándose, por supuesto, la ruptura o la desaparición de todo el sistema ritual y sacrificial judío sino relativizándolo. En esto hay también una coincidencia entre el escriba y Jesús, que al llegar al templo había volcado las mesas de los cambistas y expulsado a los que vendían en él. Con todo, la afirmación es sorprendente en boca de un escriba, estricto intérprete de la ley y de la observancia de sus normas. Jesús no puede más que elogiar la respuesta del escriba, declarando que no está lejos del reino de Dios. Estas palabras de Jesús son importantes en este contexto, puesto que hace una declaración en la que se muestra como juez de la humanidad, frente a intentos como el del escriba y otros de juzgarle a él. Tampoco habría que exagerar el alcance las palabras de aprobación de Jesús al escriba, puesto que, aunque se le reconoce que está cerca del reino, aún no está dentro. Finalmente, la secuencia de preguntas a Jesús acerca de su autoridad para enseñar y actuar en la manera que lo hace concluyen aquí. Los que buscan acusarle no han encontrado nada que poder reprocharle aún, por lo que parece que momentáneamente dejan de interrogarle, aunque no desistirán en su propósito de acabar con él. Por el momento, la autoridad de Jesús ha conseguido imponerse y callar a sus adversarios. (5) Jesús, hijo y Señor de David, 12:35–37 Ha concluido la serie de preguntas que, de forma más o menos capciosa, distintos representantes de grupos religiosos y políticos han ido planteando a Jesús, dirigidas a cuestionar su autoridad. Jesús ha logrado callarlos, pero eso no evita que él mismo continúe la discusión relativa a su identidad y autoridad, planteando una cuestión acerca del Mesías, que afecta a la posición de los escribas pero que se dirige de forma casi retórica a la audiencia general que acompaña a Jesús. Marcos recuerda que esta cuestión se plantea en el templo, donde Jesús está enseñando. Este recordatorio de la ubicación física es relevante al tema que Jesús va a plantear, puesto que en el templo es donde la tradición del Mesías davídico se habrá de reivindicar, lo cual ya ha evidenciado el propio Jesús, con su entrada triunfal y sus acciones en el templo. Lo intrigante de cómo Marcos introduce la pregunta de Jesús es que lo hace como respuesta a algo: Jesús respondiendo (apokrínomai611) decía. No está claro en el texto a qué responde Jesús. Posiblemente al silencio de sus oponentes, para afirmar desde las Escrituras que el Mesías es el Señor de David. La pregunta que Jesús hace es, ¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? La enseñanza de los escribas afirma que el Mesías es hijo de David. Es inevitable percibir un tono negativo en la pregunta de Jesús sobre la relación entre la figura del Mesías y el hijo de David. Esto es, sin embargo, una aparente contradicción puesto que Marcos ha presentado a Jesús recibiendo el tratamiento de ―hijo de David‖ como una descripción adecuada de su identidad (cf. 10:47, 48; 11:10), así como su reconocimiento como Mesías (cf. 8:29; 9:41). ¿Cuál es el problema entonces? Parece que Jesús reacciona contra una comprensión de ser hijo de David que probablemente se vincula de manera excesiva con los movimientos nacionalistas judíos, que esperaban al libertador del linaje de David que en un momento dado restauraría el reino de Israel, según Dios había prometido (cf. 2 Sam. 7:12–16), y que no reflejaba fielmente su auténtica identidad. Por consiguiente, Jesús va a establecer que su identidad se formula fundamentalmente en su relación con Dios y no tanto en su relación con David, así como su superioridad frente a este último. La

mención de ―hijo de David‖ sin artículo evidencia que su uso no es todavía como título cristológico sino afirmación de linaje. De ahí que Jesús argumente que el Mesías es superior al mismo David, puesto que aunque su linaje según la carne sea davídico, hay un linaje superior en él que es ser Hijo de Dios. Para ello hace uso de las Escrituras, citando el Salmo 110:1, donde se establece un orden jerárquico en el que David, inspirado por el Espíritu Santo, habla de su Señor (Dios) que le habla a su Señor (el Mesías) y le pide que se siente a su diestra, es decir, le reconoce su dignidad como Hijo de Dios. Por tanto, la conclusión a la que llega Jesús con esta referencia escritural es que el Mesías es el Señor de David, no su hijo, puesto que ningún padre llama ―señor‖ a su propio hijo. Jesús establece la superioridad del Mesías sobre David y afirma su naturaleza exaltada como Hijo de Dios, sentado a su diestra. La multitud que escucha los argumentos de Jesús responde con aprobación a los mismos, por lo que se supone un rechazo al planteamiento de los escribas, que en el siguiente relato van a ser descritos como amantes de la ostentación y explotadores de los pobres. Identidad equivocada Cuando se pensaba del Cristo siempre se consideró que vendría de la línea genealógica de David. Cristo mismo no niega tal genealogía como realizada en su vida. El problema radica en la manera como la gente había adherido al concepto de Mesías la idea de un libertador político que levantaría a la nación de su postración dentro del conglomerado de pueblos de la tierra para ponerlo como el número uno entre las naciones. Ese era el Cristo para el pueblo judío. Jesucristo viene a indicar que en verdad su ministerio no es el de ser un activista político por que Su reino no es de este mundo. Él no vino a crear un reino terreno sino a llevar a los pueblos de la tierra a Dios en Su reino espiritual. Cristo trae a los hombres el amor de Dios.

(6) Jesús denuncia a los escribas, 12:38–40 La acometida de Jesús en contra de los escribas no es meramente una cuestión ideológica sobre la identidad del Mesías, puesto que Jesús continúa su ataque con una advertencia a su audiencia contra la conducta ética de los escribas. Deben guardarse (blépo991) de los escribas, puesto que actúan de manera que puede seducir a la gente con su religiosa impostura, aparentando piedad para beneficiarse de los más vulnerables. Jesús los describe vistiendo ropas largas (stolé4749), prendas muy vistosas usadas habitualmente en celebraciones festivas o ceremoniales y vinculadas a los sacerdotes, grupo al que generalmente pertenecían los escribas. A los escribas les gustaba pasearse por las plazas, es decir, lugares públicos, para ser vistos y recibir un saludo honroso que todos los presentes pudieran oír. Igualmente, tanto en la sinagoga como en los banquetes buscaban los sitios de mayor honor, lo cual era una costumbre de la época. En la sinagoga había lugares de honor donde se sentaban personas de reconocido prestigio, y en los banquetes los comensales se reclinaban a comer en el lugar asignado para ellos según su status reconocido en la comunidad. Esta búsqueda de la notoriedad y de los asientos primeros (protoklisía4411) por parte de los escribas resultará en su propia condena, puesto que Jesús ya había establecido que desde la perspectiva del reino de Dios, los que buscan ser primero serán los últimos y viceversa (cf. 10:31), puesto que el camino a la vida eterna es camino de renuncia y sacrificio (cf. 10:29, 30; 8:34, 35). Frente a la descripción de la vanidad y suntuosidad con la que se proyectan al exterior los escribas, Jesús presenta una realidad menos glamorosa cuando estos entran en las casas de las viudas, las cuales devoran (katesthío2719) cual animales de presa. El texto no deja claro qué acción de los escribas hacia las viudas es la que recibe tan dura condena por parte de Jesús. Diferentes autores plantean opciones diversas como ayudarlas en asuntos legales y cobrarles cantidades abusivas por los servicios prestados; exigirles ofrendas excesivas; cobrar de los bienes dejados por su marido atrasos en los diezmos; mala gestión de sus bienes sobre los que actuaban como administradores, etc. En cualquier caso, la censura de la actuación de los escribas está justificada ante la realidad de una acción abusiva en su trato con las viudas, un grupo social que recibe especial atención y demanda de cuidado en las Escrituras, cuyo descuido es duramente condenado (cf. Éxo. 22:21; Sal. 68:5; 94:1, 6; Isa. 1:17; Jer. 7:6, 7; 22:3; Zac. 7:10). La condena que hace Jesús de esta situación es tal, que asume una mayor condenación para los escribas en el día del juicio final por su actitud abusiva hacia los más débiles y vulnerables, en este caso las viudas. De ahí la exhortación inicial en la que Jesús advierte de la necesidad de guardarse de los escribas, puesto que con una apariencia externa de piedad, dentro de sí planean el mal. Jesús ya había advertido que lo que sale de dentro es lo que realmente hay que atender, pues de dentro salen los malos

pensamientos y las malas acciones (cf. 7:20–23). Un escriba acaba de coincidir con Jesús en reconocer que el amor a Dios y al prójimo es el primer mandamiento de la ley y superior a holocaustos y sacrificios (cf. vv. 28– 33), pero esto parece quedar en la esfera de lo teórico y no de la práctica cotidiana. La verdadera grandeza Le sucede a muchas personas que si no son reconocidas se ofenden y pelean por su posición. Se cuenta la historia de un monje humilde que por su actitud fue nombrado para ser el director de cierto convento. Cuando llegó a tomar posesión de su nuevo puesto, por su disposición tan humilde lo enviaron a lavar platos y a barrer y a mantener limpio el lugar. Sin protesta de ninguna clase se sometió a lo que le pedían que hiciera. Pero en la visita del obispo se enteraron de que ese monje había sido seleccionado por su humildad para ser el director del convento y entonces fue instalado como tal. No peleó ni discutió sino que tomó todo como parte de su educación y servicio. Esto es grandeza.

(7) La ofrenda de la viuda pobre, 12:41–44 Jesús cierra su extensa e intensa actividad en el templo con una reflexión acerca de las ofrendas que están siendo depositadas en el arca del tesoro (gadzofulakéion1049), que comprendía trece receptáculos en forma de trompeta, posiblemente cada uno de ellos destinado a un propósito particular. Estos estaban ubicados en el Patio de las Mujeres, al que tenían acceso tanto hombres como mujeres. La escena que Marcos recrea indica un momento en el que Jesús ya no está enseñando o debatiendo sino que aparece sentado (kathídzo2523), algo insólito en el recinto sagrado, por lo que diferentes autores afirman que es una identificación de Jesús con el Mesías davídico, el único al que según tradiciones rabínicas le está permitido sentarse en el patio del templo. Jesús está observando cómo la gente echa sus ofrendas, sin que el evangelista Marcos detalle cómo sabe Jesús cuanto ofrece cada quien. El caso es que aparecen ricos echando mucho dinero y, en contraste, aparece también una mujer, descrita casi redundantemente en la época como viuda y pobre, que depositó dos blancas (leptón3016, moneda de cobre de poco valor) equivalente a un cuadrante (kodrántes2835), es decir, la moneda menos valiosa en el Imperio romano. Su valor era de un sesentaicuatroavo de denario (cf. v. 15). Se podría decir que la ofrenda de la viuda era sin valor en sí misma, especialmente frente a las considerables sumas aportadas por los ricos. Sin embargo, Jesús no deja pasar la ocasión para enseñar una nueva lección a los que están con él; les quiere enfatizar la perspectiva diferente del reino de Dios frente a cualquier otra perspectiva humana. Por ello recurre a la expresión de cierto os digo cuya función es la de resaltar y fundamentar la autoridad de cuanto va a decir, no en las valoraciones sociales en vigor sino desde una perspectiva escatológica. Desde esta óptica, la ofrenda de la viuda, la que cuantitativamente parecía insignificante, es descrita por Jesús como mayor que la ofrecida por los ricos. ¿Por qué? Porque los ricos ofrendan en abundancia (perisséuo4052), lo que también se puede traducir como de lo que les sobra, mientras que la viuda pobre ha aportado todo cuanto tiene, todo cuanto tiene para vivir, todo su sustento (bios979), literalmente, toda su vida. Jesús resalta que desde la perspectiva del reino de Dios es más valiosa la ofrenda de la viuda porque encarna la respuesta ideal al llamamiento divino, entregando todo, entregando la propia vida. La medida no es para Jesús de cuantía económica sino de amor y entrega a Dios, en lo cual la mujer viuda supera a los demás. No basta con entregar bastante o mucho a Dios, puesto que lo demanda todo de quien desea seguirle, como en la historia del rico que deseaba saber qué hacer para obtener la vida eterna, y que se marchó fracasado porque le faltó entregar una última cosa (cf. 10:17–22). No así a esta viuda que no escatimó nada para demostrar su devoción. Joya bíblica Porque todos han echado de su abundancia; pero esta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento (12:44). Semillero homilético La mayor ofrenda

12:41–44 Introducción: Ofrendar es la presentación del corazón agradecido delante de Dios de quien recibimos todo. Este acto de adoración involucra tres cosas: la persona, la ofrenda y la actitud con que se da. I. La persona (vv. 41, 42). 1. La Biblia habla del cuidado que se debe tener de los huérfanos y de las viudas. 2. No había ninguna organización que tuviera cuidado de las personas solas. 3. Tanto los padres como los esposos eran el fundamento del sustento para estas personas. II. La ofrenda (v. 42). 1. En el templo estaban los lugares fijos para presentar las ofrendas. 2. Los presupuestos familiares con frecuencia se elaboran dejando la ofrenda al final. 3. Cuando llegó la viuda y presentó su ofrenda, impresionó no por la cantidad que presentó sino por el espíritu y la actitud al ofrendar. 4. Dio todo lo que tenía, todo su sustento. III. La fe (vv. 43, 44). 1. La viuda ha aprendido que no debemos apegarnos a las cosas materiales. 2. Pero darlo todo parece demasiado. ¿Por qué quiso darlo todo? 3. Lo prudente hubiera sido que hubiera retenido para sus necesidades una de esas monedillas. 4. Pero manifiesta su amor por la causa que tanto bien le ha hecho a ella y muchos otros. 5. ¿Qué tanto apreciamos las bendiciones del Señor? 6. La viuda nos enseña a confiar en Dios aun cuando aparentemente nos quedemos sin nada. Conclusión: La ofrenda la damos con el convencimiento de que todo lo hemos recibido de gracia y favor divino y que por lo tanto damos de la misma manera diciendo gracias Señor. Desde luego que sí nos cuesta ofrendar; si no nos costara no significaría ninguna bendición para nosotros. Dios desea que seamos de bendición a otros por medio de nuestras oraciones y ofrendas a la vez que nos edificamos a nosotros mismos.

Una vez más, Jesús resalta la importancia de la actitud interior frente a la superficialidad engañosa de la apariencia externa, aunque esta se revista de piedad. No menos importante es recordar el peligro que las riquezas suponen para entrar en el reino de Dios, para un auténtico seguimiento como discípulos de Jesús. Aparentar es fácil, pero no se puede engañar. Aunque sea una interpretación que se aleja en parte de la visión tradicional del pasaje, es posible hacer otra deducción de la escena que Marcos relata de la ofrenda de una viuda, en el contexto de la censura a la actitud de los escribas que, entre otras cosas, Jesús acusa de robar a las viudas. Es posible afirmar que la interpretación que Jesús da a la escena de la mujer viuda ofrendando en el templo tenga una doble lectura. Por un lado, Jesús alaba la actitud de la mujer que da todo cuanto tiene, todo su sustento, frente a los ricos, que a pesar de dar mucho, lo hacen de los que les sobra. El compromiso de la mujer es sincero y total, un ejemplo de la entrega absoluta del discípulo, del propio Jesús que da todo, su propia vida, en obediencia a Dios. Por otro lado, cabe pensar que hay una relativa censura en las palabras de Jesús a la imposición de tal demanda de ofrenda, que no guarda proporción con la situación de la mujer, que da todo su sustento. Junto con la reciente acusación de que los escribas roban a las viudas (v. 40), Jesús ya había denunciado los abusos que se estaban produciendo en el templo (cf. 11:17), e indicado que, frente a normas sobre votos materiales como el Corbán, debe primar el cuidado de las personas (cf. 7:9–13). Resulta difícil no percibir la crítica de Jesús a un sistema abusivo de recaudación de ofrendas legitimado por unos líderes religiosos caracterizados como explotadores de los pobres, lo cual les hace receptores de la mayor condena divina. El contraste entre los escribas y la viuda es notable. Los escribas hipócritas tienen una apariencia de bondad, pero en realidad son codiciosos y egoístas. Por otro lado, la viuda entrega una ofrenda que no es de gran importancia desde el punto de vista de las finanzas del hombre. Sin embargo, esta ofrenda es un verdadero acto de entrega y sacrificio. Los cristianos de la iglesia de hoy haríamos bien en recordar que, cuando damos, no es el monto lo que interesa a Dios, sino la actitud con que ofrendamos (2 Cor. 9:6, 7).

3. Señales y exhortaciones sobre el fin de la era presente, 13:1–37 (1) La inminente destrucción del templo, 13:1, 2 El cambio de escena viene marcado por el movimiento de Jesús y los suyos fuera de los límites del templo, a donde él no volverá más. Jesús se dispone a salir de este cuando uno de sus discípulos llama su atención sobre la majestuosidad y grandeza de sus muros y las otras construcciones que formaban el maravilloso complejo del templo. Sus muros tenían un trabajo sobre la piedra que hacía resaltar aun más, con el reflejo de la luz, su impresionante aspecto. Sus puertas estaban recubiertas de oro y plata. La majestuosidad presente del templo se debe a Herodes el Grande que, comenzando sobre el año 19 a. de J.C., renovó y reconstruyó el conocido como Segundo templo, originalmente construido medio milenio antes, convirtiéndolo en uno de los edificios más grandiosos de su tiempo. Sin embargo, el conocido también como templo de Herodes no dejó de identificarse como el Segundo templo, puesto que durante todo el tiempo de realización de las obras nunca dejó de celebrarse ninguno de los sacrificios rituales. Jesús responde a las palabras del discípulo con una sentencia contra el templo, que será destruido hasta que no quede piedra sobre piedra. Sin duda esta es una afirmación que conmovería a cualquier judío, ya que el templo era el lugar de adoración e identidad del judaísmo. Su destrucción sería el símbolo inequívoco de su decadencia. Ciertamente, esto es lo que Jesús pretende evocar en su audiencia, puesto que sus palabras apuntan a la nueva realidad que llega con la venida del reino de Dios y que supone el fin del tiempo presente. Tal y como Jesús había hecho ver con su entrada en Jerusalén (cf. 11:1–11), al denunciar los abusos que están teniendo lugar por parte de los cambistas y los mercaderes (cf. 11:15–19), ahora vaticina el fin del poder religioso presente, con el templo como referencia, para demandar esa autoridad sobre sí. Esta expresión de admiración por la suntuosidad del templo y la respuesta que Jesús ofrece van a servir como introducción a unas instrucciones privadas a sus discípulos sobre el final de los tiempos que se avecina, pero cuyas señales pueden prestarse a interpretaciones equivocadas. (2) Señales que anticipan el fin, 13:3–13 La hostilidad de las autoridades hacia Jesús trajo como consecuencia el anuncio de la destrucción del templo, muestra del fin de la era presente, incrédula, y el surgimiento de nuevos tiempos. Jesús y sus discípulos ya se encuentran en el monte de los Olivos frente al templo. Jesús es descrito sentado, posición habitual para enseñar (cf. 9:35). Los cuatro primeros discípulos a los que Jesús llamó a seguirle procuran un lugar aparte con Jesús para inquirir más acerca de su predicción. Es curioso que los cuatro nombres citados sean dos parejas de dos hermanos, Pedro y Andrés, Jacobo y Juan, pero que, sin embargo, Pedro y Andrés no aparecen juntos, pues uno inicia la lista y el otro la termina. Es probable que sea, por un lado, evidencia de la posición destacada de la figura de Pedro en la iglesia primitiva frente a la casi desconocida de Andrés, mientras que, por otro lado, sea como una muestra de la nueva realidad del reino de Dios que Jesús introduce en donde las relaciones familiares pasan a ser secundarias frente a otros criterios (cf. 3:31–35; 10:29, 30). Estos cuatro discípulos cuestionan a Jesús sobre el tiempo en que sucederá la destrucción del templo y qué señales precederán dicho acontecimiento. La pregunta se origina en la predicción de la destrucción del templo, pero los discípulos preguntan acerca del tiempo cuando sucederán todas estas cosas, evidenciando la conciencia e interés escatológico de la época. A tenor de la respuesta de Jesús, cabe entender que los discípulos le cuestionan asumiendo la tradición prevalente en la que Dios les dará la victoria sobre sus enemigos, y olvidando la predicción que Jesús acaba de hacer, es decir, la destrucción del templo y lo que esto implica de sufrimiento y conflicto para Israel. Jesús aparece apaciguando dichas ansias recordándoles lo que ya ha sido parte principal de su enseñanza, el camino del sacrificio, de la cruz, como medio a la vida. Por tanto, aparece en este relato, tanto una descripción del fin de los tiempos, como una exhortación a los suyos a la perseverancia ante los tiempos difíciles que se avecinan antes de la venida triunfante del Hijo del Hombre. La experiencia de falsos anuncios acerca del fin es un tema puntual en la experiencia de los primeros cristianos. En el Nuevo Testamento encontramos correcciones a falsas enseñanzas que circulan entre las comunidades cristianas, en las que hay todo tipo de engañadores distorsionando la verdad respecto del final de los tiempos (cf. 2 Tes. 2:1–12; 1 Jn. 2:18–20; Apoc. 13:14; 19:20). Estos serán juzgados en el juicio final (cf. 2 Ped. 2:1; 1 Jn. 4:1–6; 2 Jn. 7). Pero la situación que Jesús pasa a describir es aun más compleja que el hecho de que falsos maestros anuncien el fin de manera equivocada y mal intencionada. Llegará el tiempo en el que

vendrán algunos reclamando ser el Mesías que ya ha regresado y conseguirán engañar a muchos. No está claro en el texto si la referencia sobre los psuedomesías que aparecerán es en el contexto general de Israel o en el particular de la comunidad cristiana. Probablemente, ambos, puesto que la venida del Mesías es una expectativa judía y hay vestigios en el siglo I que denotan la presencia de quienes reclamaron ser el mesías, tales como Judas Galileo en el año 7 d. de J.C. (cf. Hech. 5:37), Teudas en el año 45 d. de J.C. (cf. Hech. 5:36) o Simón Bar Kokhba en el año 132 d. de J.C. Sin embargo, Jesús centra sus palabras en el entorno de la comunidad cristiana, donde estos reclamos mesiánicos también llegarán y confundirán a muchos. Jesús les dice a sus discípulos que vendrán algunos afirmando que ellos mismos son Jesús el Mesías que ha regresado. El uso de las palabras yo soy (egó eimi), con sus connotaciones de uso por la divinidad en el Antiguo Testamento, en boca de estos falsos mesías tiene el propósito de reclamar sobre sí la legitimidad mesiánica. La segunda venida de Cristo 13:3–13 Se han tenido dos actitudes con respecto a la venida de Cristo: una es el completo olvido de esta doctrina, la otra es una total obsesión que a juzgar de cerca pareciera que no existen otras doctrinas. El olvido de esta doctrina arriesga el honor de ser parte de un reino que ya está en medio de los creyentes y que el Rey está preparando lugar para nosotros. Hoy los hombres buscan significado para sus vidas. La segunda venida de Cristo proyecta nuestra visión más allá de nuestras necesidades inmediatas para darnos cuenta de lo que Dios hace en la historia. La iglesia no vive para sí, sino que en verdad tiene que ser el cuerpo de Cristo en la tierra. En la iglesia Dios está prolongando la obra de Cristo en medio de los hombres, en la que ofrece su amor y gracia salvadora a todos los hombres. Así se validan los ministerios sociales, educativos, de salud, de cuidado pastoral, profético y evangelizador. Este equilibrio es necesario para ser fieles a las enseñanzas de la palabra de Dios, la Biblia. Lo que ambas corrientes tienen que recordar es que nadie sabe de la hora final y que las señales no son tan definitivas. El mensaje para todos es que tenemos que ser vigilantes porque en cualquier hora puede venir el Señor y esperamos que nos encuentre siendo fieles a sus propósitos. Joya bíblica ―Es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones‖ 13:10.

En total consonancia con los vaticinios escatológicos (cf. Dan. 9:26, 11:40–42; Zac. 14:1–5) Jesús afirma que habrán guerras y luchas nación contra nación y desastres naturales, terremotos en diversos lugares, hambre, lo que tendrá como efecto que muchos se confundirán y otros aprovecharán para autoproclamarse mesías. Aun así, los creyentes no deben alarmarse, turbarse (throéo2360) porque esto no es el fin, sino el inicio del mismo. Es el principio (arjé746) de dolores (odín5604), frase típica de la literatura escatológica, que ya aparece en el Antiguo Testamento vinculada a juicio (cf. Isa. 26:17–19; 66:8; Jer. 22:23), y que en la literatura rabínica se relaciona con la venida del Mesías, que refleja la idea de Jesús de que aún no es el tiempo de la llegada del escatón. Ante de la llegada de la salvación prometida por Dios habrá un tiempo de sufrimiento, al que los discípulos no serán ajenos. La segunda venida de Cristo Según La Biblia, cuando Jesús regrese a este mundo, vendrá: 1. Con todos los ángeles (Mat. 24:31; 25:31; Mar. 8:38); 2. Con poder y gran gloria (Mat. 24:30; Mar. 13:26; Luc. 21:27); 3. Con voz de mando (1 Tes. 4:16); 4. Con voz de arcángel (1 Tes. 4:16); 5. Con gran sonido de trompeta (Mat. 24:31; 1 Cor. 15:52; 1 Tes. 4:16); 6. En la gloria de su Padre (Mat. 16:27; Mar. 8:38; Luc. 9:26);

7. 8. 9. 10. 11.

En su propia gloria (Luc. 9:26); Con resplandor (2 Tes. 2:8); En llama de fuego (2 Tes. 1:7, 8); Como el brillo de un relámpago (Mat. 24:27); Visiblemente, todo ojo le verá (Apoc. 1:7).

Ante esta realidad compleja de un futuro en el que las señales parecen apuntar a la inminencia del fin pero que no son más que la confusión y cruenta inestabilidad que le precede, Jesús exhorta a sus discípulos a cuidar, a mirar (blépo991) por ellos mismos en estas situaciones adversas que vienen. Destaca esta exhortación no tan solo por las palabras que la han precedido, anunciando un tiempo generalizado de guerras, desastres y hambre, sino por las que la siguen, en las que el conflicto va a tomar expresión particular en los discípulos, por causa de la persecución y hostigamiento de los líderes de la tierra. Aunque la definición de los que se opondrán a la iglesia es general, reyes y gobernantes, el empleo del término sunédrion4892 para describir los concilios donde serán entregados (paradídomi3860) los cristianos, y la siguiente referencia a la sinagoga, lleva a pensar, en la situación concreta de conflicto entre la iglesia y la sinagoga, experiencia que comienza a ser real en la comunidad lectora de Marcos. El hecho de que los cristianos serán entregados a las autoridades refleja la semejanza de su situación y destino con la del Mesías, quien también será entregado a las autoridades y muerto por estas (10:33; cf. Isa. 52–53). La amenaza sobre los cristianos es, igualmente, tan real que Jesús describe los castigos físicos que sufrirán en las sinagogas, donde serán azotados (déro1194) por causa de él, es decir, por causa de predicar a Jesús en las sinagogas donde aún se reúnen los cristianos (cf. 2 Cor. 11:23, 24). Estos azotes parecen formar parte de las medidas de disciplina que se aplicaban en las sinagogas ante diversas faltas, principalmente las vinculadas a las normas de pureza, quedando al arbitrio del líder de la sinagoga la cuantía del castigo a infligir. Aun y a pesar de lo desagradable de la situación, esto será un testimonio para las autoridades acerca del mensaje que predican, como sucedería con Pablo cuando, durante una de sus estancias en la prisión, se dirige a la comunidad cristiana en Filipos y les dice que sus prisiones han servido para conocer la causa de Cristo y el avance del evangelio (cf. Fil. 1:12, 13); igualmente, dos de los tres relatos de la conversión de Pablo en Hechos (22:6–16; 26:12–18) están motivados por la detención de Pablo, situación que no es motivo para una alegato de defensa personal sino para testificar en favor del evangelio que predica. Así será también con los demás cristianos cuando se vean frente a las autoridades por causa de su fe en Jesús. Además de este sentido positivo del testimonio ante las autoridades, también hay una connotación de advertencia a las mismas, porque su testimonio será también un argumento en su contra en el día del juicio final. Pero todo esto aún llevará su tiempo. El fin está anunciado, pero su venida aún tiene que esperar a ver ciertos acontecimientos previos, como la predicación del evangelio a todas las naciones. Esto es un elemento importante para los lectores de este Evangelio, para aquellos que aguardan la venida del Señor. No es un tiempo de mera espera o sufrimiento, sino tiempo de proclamación. La invitación de Jesús a sus seguidores, preocupados por saber cuándo tendrán efecto los acontecimientos finales que él vaticina y qué señales habrá (cf. vv. 1–4), es a que prediquen el evangelio en todo lugar. No es algo opcional sino que es algo necesario (déi1163), un mandato divino. Esta será una señal, que el evangelio llegue a toda nación. La predicación del evangelio no será sin consecuencias negativas. No todos estarán dispuestos a escuchar, como ya sucede con Jesús, y las autoridades detendrán a los discípulos por causa de la predicación. Pero el tiempo de prueba es también un tiempo de testimonio, que los creyentes no experimentarán solos, puesto que la proclamación del evangelio se realiza bajo la dirección e iniciativa del Espíritu Santo. Por tanto, los discípulos no deben preocuparse sobre qué decir cuando enfrenten a las autoridades, el Espíritu Santo les dará las palabras adecuadas para pronunciar en ese momento (cf. Éxo. 4:15). Desafío y confianza 13:9–13 Las grandes arengas tienen un gran carácter de la realidad que se tiene que encarar y que en general hace tremendas demandas en las vidas de los seguidores. Y terminan con el cumplimiento lleno de gloria y satisfacción. Las demandas son grandes exigencias que vendrán en la vida de los discípulos. Juicios, azotes, testificar ante autoridades, predicar el evangelio entre las naciones, la

familia se volverá en contra del uno contra el otro, los odiarán todo por ser seguidores de Cristo. Pero, tendrán recursos para salir victoriosos, confianza en la intervención del Espíritu en los momentos difíciles y tendrán así la fuerza de llegar hasta el fin a experimentar la salvación. Este es tanto el costo de ser fieles como la gloria por ser perseverar hasta el fin. Esto, desde luego, no era lo que los discípulos querían oír en esos días. Estaban más interesados en que el Señor les hablara de la cercanía del reino con todas sus delicias y gozar de la victoria del Señor sobre sus enemigos que escuchar una arenga de guerra.

No serán únicamente las autoridades las que mostrarán su hostilidad contra los discípulos por causa de la predicación del evangelio, sino que el conflicto alcanzará también el ámbito de la familia. La crudeza con la que Jesús describe el odio y crueldad de los miembros de la familia más cercana hacia los discípulos es desgarradora, y se presenta escalonadamente, posiblemente añadiendo tragedia en cada peldaño que asciende. En primer lugar, se presenta que el discípulo podrá ser traicionado y muerto por su hermano; o, en segundo lugar, por su propio padre; para, en tercer lugar, llegar a poder ser traicionado y muerto por sus propios hijos. Cuando se llega a una situación así, la frase de Jesús no puede ser más gráfica, los discípulos serán aborrecidos (miséo3404), odiados por todos, por causa de su nombre, por ser discípulos de Jesús y de su predicación de este como el Mesías de Dios. A pesar de todo esto, no quedarán sin recompensa aquellos que perseveren hasta el fin, quienes lo sacrifiquen todo por causa del nombre de Jesús (cf. 10:28–30). Serán los que pierdan su vida por causa de Jesús los que finalmente la ganarán para la eternidad (cf. 8:35). La semilla sembrada en ellos no será sin fruto de vida (cf. 4:20). (3) La abominación desoladora, 13:14–20 Los discípulos han planteado a Jesús la pregunta acerda de cuándo y qué señales evidenciarán el fin anunciado del tiempo presente. La respuesta no ha sido directa, puesto que ha sido una descripción de las dificultades que aún habrán de afrontar los discípulos por causa del evangelio, antes de que llegue el fin, y cómo afrontarlas con fidelidad, mientras que el evangelio llega a toda nación. En el presente relato, Jesús continúa hablando a sus discípulos acerca del fin, pero en esta ocasión sí va a atender las cuestiones planteadas por estos de manera más directa. Para ello, Jesús va a servirse del relato apocalíptico del libro de Daniel (9:27; 11:31; 12:11) para reforzar sus palabras, haciendo mención de una abominación (bdélugma946) desoladora (erémosis2050). En las palabras del profeta Daniel se hace mención a la profanación del templo por parte del rey de Siria Antíoco IV Epífanes, rey seléucida, que conquistó Jerusalén y profanó el templo en el año 168 a. de J.C., erigiendo una estatua al dios pagano (Baal Shemayin) sobre el emplazamiento del altar de los sacrificios. La reconquista del Jerusalén por parte de los judíos y la reconsagración del templo en el año 164 a. de J.C. dieron lugar a la fiesta judía que se celebra hasta el día de hoy, la fiesta de Hanukkah o Janucá. Dicha profanación fue presentada por el profeta Daniel como una abominación desoladora, expresión que repite Jesús para describir el principio del fin. En el Antiguo Testamento la abominación apunta a los ídolos de dioses paganos, lo que en el presente contexto puede apuntar a una situación de profanación del templo. Sobre la interpretación de la abominación desoladora aquí hay diferentes teorías, de las que cabe destacar la que la vincula con lo acontecido en el año 70 d. de J.C. cuando las tropas de Roma, lideradas por Tito, arrasan Jerusalén y destruyen el templo. El término usado por Marcos que se traduce por se ha establecido (jístemi2476), en relación a la abominación desoladora, es masculino y se refiere a una persona no al templo. Esto podría coincidir con la figura de Tito, que entró en el lugar santísimo mientras destruía el templo. Otra posible interpretación señala la ocupación por revolucionarios judíos (67, 68 d. de J.C.), zelotes, que profanan el templo; estos usurpan el sumo sacerdocio y nombran como sumo sacerdote a Fanías. Desde la perspectiva de los grupos revolucionarios, la abominación desoladora sería la presencia e influencia de gentiles en el templo. ¡Jerusalén! ¡Jerusalén! La predicción de la destrucción de Jerusalén se presenta como la abominación desoladora. Esta es la tercera vez que se destruirá la ciudad de Jerusalén, la primera la lograron los babilonios cuando tomaron la ciudad en el año 586 a. de J.C. Las tropas babilónicas saquearon y quemaron

el templo. Jeremías llora esa tragedia en sus Lamentaciones. La segunda vez fue por los griegos en su conquista con la abominación del tempo por Antíoco en el tiempo de los Macabeos entre los dos testamentos. Una de los grandes proyectos del rey-vasallo Herodes el Grande fue la reconstrucción del templo, que fue el templo admirado por los discípulos. Los romanos finalmente decidieron tomarse la ciudad y Vespasiano se lanzó contra Jerusalén, al llegar a ser el siguiente cesar dejó a su hijo Tito quien tuvo la paciencia de sitiar la ciudad. Jerusalén cayó por la fuerza externa que no permitía alimentos para la ciudad y por dentro porque todos los recursos se terminaron.

En todo caso, la idea de la abominación desoladora está probablemente inspirada en los distintos intentos de levantar un ídolo de una divinidad pagana en el templo, como hiciera Antíoco IV Epífanes (168 a. de J.C.) o intentara Calígula (41 d. de J.C.). La frase cuasi enigmática, invitando al que lee a que entienda, es probablemente una forma de resaltar, por parte del evangelista, la importancia de lo que se está diciendo, especialmente por ser profecías que anuncian persecución al final de los tiempos. Ante esta situación, la recomendación es a huir, a ponerse a salvo. Dado que la profecía es sobre la tierra de Judea, zona muy montañosa, la exhortación es a buscar refugio en las montañas, como sucedería alrededor del año 66 d. de J.C., cuando durante la revuelta judía y el posterior asedio romano, los cristianos huyeron de Jerusalén a Pella, en Decápolis. La descripción de dicha futura situación es de total caos y pánico, sin tiempo que perder al huir, pues el riesgo es inminente, Por tanto, quien se encuentre en el tejado de la casa, lugar fresco de la casa donde solía encontrarse una habitación (cf. 2 Rey. 4:10) para descansar o almacenar bienes (cf. Jos. 2:6), no debe bajar; ni quien se encuentre trabajando en el campo debe regresar para recoger el manto que ha dejado atrás. La situación descrita es más complicada y penosa para las mujeres que están embarazadas o amamantando a sus bebés, puesto que se presupone que hará su huída más difícil o lenta. Más duro aún es si la fuga tiene lugar durante el periodo de las lluvias de invierno. Esto último fue la experiencia de aquellos que durante el asedio romano a Jerusalén, en el invierno entre los años 67, 68 d. de J.C., no pudieron cruzar el Jordán debido a las crecidas por causa de la lluvia. La descripción de la calamidad escatológica, vinculada ahora a la abominación desoladora y no a la predicación del evangelio, adquiere tintes muy reales en esta descripción. En una especie de sumario, Jesús reconoce que cuanto se viva en esos días será de una dureza sin parangón, ni aún desde los días de la creación de Dios (cf. Dan. 12:1); ni tampoco en el futuro. La amenaza que se cierne sobre la humanidad es la de ser destruida en su totalidad; si nada la frena, no se salvará nadie, ninguna carne (sárx4561). Pero no todo es desolación y desesperanza en el texto. Dios está siempre en control de todo lo que ha creado y que prometió no abandonar nunca, por lo que se le puede orar para pedir que la desolación no acontezca en invierno, y lo que es más importante, el amor de Dios por sus escogidos, aquellos que permanezcan fieles en tiempo de pruebas y juicio divino, es tal que pondrá fin, ―amputará‖ (kolobóo2856) tanta destrucción antes de que esta concluya. Dios acortará la tribulación que está en marcha, para que la salvación de los escogidos sea posible. Es un ejemplo más de la coexistencia o la tensión irresoluble entre la elección de Dios de los suyos y la responsabilidad de cada uno de ellos de mantenerse firme hasta el fin. (4) Falsos cristos y falsos profetas, 13:21–23 Tras afirmar la misericordia de Dios al acortar el tiempo de la tribulación, Jesús vuelve a hablar de esta última y retoma la advertencia dada a sus discípulos acerca de la aparición de falsos mesías, reclamando autoridad en Jesús (v. 6), advierte que siendo tiempo de tribulación, muchos estarán ávidos de reconocer y aceptar a a estos engañadores. Jesús dice que estos mesías no vienen en su nombre, reclamando su autoridad, sino que reclaman por ellos mismos ser mesías, aunque este reclamo no parecer ser directo sino mediado por las voces de otros. Es importante ver que no es el propio ―mesías‖ el que anunciará o hará notoria su llegada, sino que serán otros los que digan que el Cristo está aquí o allí. Detrás de esto está la idea judía de que el mesías podría venir sin llegar a manifestarse abiertamente. Sin embargo Jesús rechaza esta posibilidad, puesto que su venida será manifiesta a todos, como evidencia en sí misma de la llegada del Mesías (cf. vv. 24–29). Por tanto, no se debe creer a los falsos anuncios de aquellos que dicen que el mesías está aquí o allí. Porque durante el tiempo de la tribulación, continúa diciendo Jesús, se levantarán falsos cristos (pseudójristos5580) y falsos profetas (pseudoprofétes5578), cuyo propósito es el de engañar (apoplanáo635) por medio de señales

(seméion4592) que puedan hacer pensar que el fin está cerca, y maravillas (téras5059) que causen asombro y atracción sobre los que las presencian. En consonancia con la tradición apocalíptica, estos falsos cristos y profetas son actores demoníacos que llevan a la perdición. En el Antiguo Testamento aparecen serias advertencias acerca de los falsos profetas, capaces de realizar señales y prodigios, pero que al final lo que buscan es apartar a la gente de Dios (cf. Deut. 13:1–5; 18:18–22). Aquí es pertinente el consejo de Juan sobre la necesidad de probar los espíritus, ante la presencia de falsos profetas en la comunidad (cf. 1 Jn. 4:1). El uso de la expresión: de ser posible, vinculada al engaño de los escogidos, ha sido causa de diversas interpretaciones, suscitando Jesús la incertidumbre acerca de los escogidos y su destino. El aspecto más controvertido es el relativo a que los escogidos puedan ser engañados, es decir, apartados de su fe. ¿Está Jesús afirmando algo que por su naturaleza divina ya sabe? De ser así, se estaría entrando en una contradicción de términos, puesto que si son escogidos de Dios no pueden ser engañados, y si son engañados entonces es que no son escogidos de Dios. Nada más lejos de la realidad. Es lo más probable que la expresión, que algunos incluso adjudican a Marcos o a algún copista posterior, esté dirigida a resaltar la imposibilidad de dicho engaño. Más que reconocer la posibilidad que un escogido de Dios se pierda, que no es posible, lo que Jesús hace es reforzar la atención que deben prestar los escogidos en esos tiempos finales de confusión y engaño. Como diría el apóstol Pablo, los cristianos deben ocuparse de su salvación ―con temor y temblor‖ por más que es ―Dios… el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad‖ (cf. Fil. 2:12, 13). Jesús, por tanto, advierte a sus discípulos a mirar (blépo991), a cuidar de sí mismos (cf. v. 9) en estos tiempos finales, como ya les ha advertido de la misma manera en otras ocasiones a estar prevenidos de la levadura de los fariseos y de Herodes (cf. 8:15), y de los escribas (cf. 12:38). La amenaza es de sufrimientos y tribulaciones (cf. vv. 9–13) pero también de seducción y engaño. Jesús ya les ha advertido contra esto. (5) La venida del Hijo del Hombre, 13:24–37 Jesús avanza en su explicación a los discípulos sobre los tiempos finales, y alcanza en esta sección el punto culminante de la descripción, con la venida del Hijo del Hombre triunfante. La sección se podría dividir en tres partes, cada una de ellas correspondiente a una de las preguntas de los discípulos sobre el cómo (vv. 24–27) y el cuándo del fin los tiempos (vv. 28–32), junto con una exhortación final de Jesús a permanecer atentos y preparados para ese incierto momento (vv. 33–37). Al final de la tribulación, en aquellos días, habrá una serie de acontecimientos naturales como el oscurecimiento del sol, la falta de brillo en la luna, la caída de las estrellas y la sacudida de los cielos. Toda esta descripción apunta a señales verdaderas de la venida del Mesías, tal y como estaba profetizado sobre la venida del Hijo del Hombre (cf. Joel 2:30, 31), en contraste con las señales y prodigios de los falsos cristos y profetas (cf. v. 22). Todos estos cataclismos naturales simbolizan el fin del orden presente y la venida de una nueva realidad, la que trae Dios por medio de su Enviado. Aunque todas estas señales de la naturaleza parecen apuntar al estado de caos previo a la creación (cf. Gén. 1:2), la idea que se pretende trasmitir aquí es que finalmente habrá control sobre el caos, el mal, que es destruido con la venida del Hijo del Hombre. De hecho, Jesús alude a los poderes de los cielos, que se creían entonces eran poderes malignos que controlaban los astros, y que serán sacudidos con la venida del Hijo del Hombre, que llega con gran poder y gloria (cf. Isa. 51:6). Es la victoria del poder de Dios sobre el poder de Satanás, de lo cual se ha dado ya evidencia en el ministerio de Jesús. La sacudida de los cielos es otra descripción de la reacción que provoca la venida triunfal de Dios en un terrible juicio sobre la tierra (cf. Isa. 13:10; 34:4). Joya bíblica ―Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria‖ 13:10.

El Hijo del Hombre vendrá en las nubes, una descripción propia de las teofanías divinas y que tiene aquí una gran relevancia cristológica, puesto que es Cristo, Jesús, quien bajará de los cielos en aquel tiempo, para juzgar con poder, derrotar el mal y establecer su reinado escatológico. En medio del caos cósmico descrito anteriormente, con las connotaciones obvias de oscuridad, el Hijo del Hombre vendrá resplandeciente en su gloria, de manera que todos le puedan ver. El resultado positivo de todo esto, junto con la destrucción del mal,

es que los escogidos de Dios serán reunidos. Esto será por medio de sus ángeles, lo cual destaca la soberanía de Cristo, que reunirán a los escogidos, dispersos por toda la tierra. La referencia a que los elegidos serán recogidos no solo de los cuatro vientos y de los extremos de la tierra (expresión que en la antigüedad refería al mundo; cf. Eze. 37:9), sino también de los extremos de los cielos, parece apuntar a que no solo irán con el Hijo del Hombre aquellos escogidos que le vean venir en su gloria, sino también aquellos que creyeron en él pero que ya han muerto (cf. 1 Tes. 4:15–17). La explicación sobre el cómo del fin da paso a la presentación sobre el cuándo, por medio de una enseñanza en forma de parábola. De esta manera, Jesús vuelve a elaborar su identificación del reino de Dios con imágenes propias del contexto agrario en el que se encuentran (cf. 4:1–34). En esta ocasión es una higuera la que sirve de objeto para la ilustración, por ser uno de los pocos árboles de hoja caduca en Palestina, perdiendo sus hojas en el invierno para que comiencen a brotar con la proximidad del verano. En el breve periodo de primavera en Palestina, las ramas de la higuera crecen tiernas y comienzan a brotar sus hojas, evidencia de la proximidad del solsticio estival. La imagen del verano en la literatura judía está vinculada con el tiempo del escatón, en el que habrá juicio y vendrá el Hijo del Hombre. Es necesario también recordar la imagen usada anteriormente de la higuera en relación al templo y su destrucción, como señal previa del fin de los tiempos (cf. 11:12–14, 20). Jesús presupone en sus discípulos el conocimiento suficiente de las estaciones y sus efectos sobre la naturaleza, en concreto aquí sobre la higuera, y les dice que, de la misma forma que viendo las ramas tiernas y las hojas brotar pueden reconocer que el verano está próximo, así también las señales que les ha descrito hasta ahora, como la destrucción del templo, la abominación desoladora o la venida del Hijo del Hombre, son evidencias inequívocas de que el fin de los tiempos está cerca (engús1451). De hecho está a las puertas (thúra2374), a la entrada, es decir, ya no hay nada más entre medio que impida su llegada. El periodo de tribulación y angustia no se extenderá en demasía, y el poder de Dios pronta y finalmente triunfará sobre el mal. A todo esto, sigue resonando la pregunta de los discípulos sobre cuándo exactamente habrá de suceder todo eso. Las señales son un indicio evidente de su proximidad e inmediatez. Jesús va un paso más al afirmar que la generación presente no verá la muerte antes de que suceda todo cuanto ha anunciado. Cabe cuestionar la precisión de esta afirmación de Jesús. Lo cierto es que si se asume que una generación entonces comprendía cuarenta años, y que Jesús estuviera diciendo esto cerca de los años 30, la referencia histórica alcanzaría el año 70 d. de J.C. en el que Jerusalén y el templo serán destruidos. Esto coincidiría con la predicción hecha por Jesús, sobre la cual preguntan los discípulos, y que forma parte del periodo de tribulación que antecede al fin. Joya bíblica Velad, pues, porque no sabéis cuando vendrá el Señor de la casa, sea a la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana (13:35).

Jesús vuelve a mencionar el desastre cósmico que tendrá lugar (cf. vv. 24, 25), con la destrucción del cielo y de la tierra, que pasarán (parérjomai3928). En contraste con la temporalidad y finitud de la realidad presente, las palabras de Jesús no pasarán, permanecerán. Esto tiene una gran importancia en la comprensión de lo que se está describiendo, porque ya se ha indicado la comprensión en la época de que los poderes del mal gobernaban los cielos así como la tierra. El hecho de que las palabras de Jesús perduren, es evidencia de su victoria sobre el mal. La palabra de Jesús se ha mostrado ya poderosa en los relatos de los exorcismos para vencer a Satanás, declarando así la superioridad del poder de Dios sobre cualquier otro poder, incluso el de Satanás, ante el cual el ser humano se muestra inevitablemente impotente. Las palabras de Jesús también han de permanecer porque son el nexo entre la era presente, que será destruida, y la por venir. El contenido de sus palabras han sido el anuncio de la realidad del reino de Dios que abre la puerta a una vida mejor, lo cual se ha hecho manifiesto en el ministerio de Jesús con milagros y exorcismos, evidencias del poder de Dios obrando en él que apunta a un futuro mejor. La expectativa lógica sobre aquellos que escuchan (o leen) las palabras de Jesús es una respuesta de fe. Creer en las palabras de Jesús es participar de su salvación escatológica, formar parte del reino de Dios, de sus escogidos.

Semillero homilético Vigilantes 13:28–37 Introducción: Una de las señales que nos ofrece la Biblia acerca de la segunda venida de Cristo es la predicación del evangelio en todas las naciones. Esto está por lograrse todavía. I. Las señales dentro de esa generación. v. 28. 1. Es claro que nadie sabe el tiempo cuando vendrá el Señor por su iglesia. 2. Las profecías con sus señales se refieren a la destrucción de Jerusalén. 3. La profecía era un llamado a esa generación para que se arrepintiera y se volviera a Dios porque el tiempo de su destrucción estaba cerca. II. La hora de la venida de Cristo. v. 32 1. La afirmación de la segunda venida es categórica: nadie la sabe. 2. Ni los ángeles lo saben; hubo y hay asuntos que quedan en las manos del Padre únicamente. 3. Los que hacen mapas y horarios atrevidamente rebasan los límites del conocimiento del cual solo el Padre es poseedor. III. La seguridad. vv. 35–37. 1. Queda en claro para los cristianos que Cristo ha prometido regresar. 2. La espera nos debe de animar a hacer bien lo que hacemos y que todo lo que hagamos sea hecho a la luz del encuentro precioso con nuestro Salvador y Rey. 3. Siempre estaremos listos para recibirlo y encontrarnos con él cara a cara. 4. A todos nos dice Cristo que estemos velando diligentemente. Conclusión: No tenemos ningún mapa ni horario en la Escritura con respecto al fin. El fin es seguro y como creyentes tenemos que estar siempre preparados para cuando tal evento acontezca. Cristo vendrá por su iglesia y habrá cielos nuevos y tierra nueva de acuerdo a su promesa. Ser vigilantes y vivir santamente es lo mejor que podemos hacer en vista de la incertidumbre de las fechas que están solo en el calendario del Padre celestial.

Con todo, Jesús afirma que, por más que las señales sean muestra evidente y reconocible del fin que se aproxima, el tiempo preciso del fin nadie lo sabe excepto el Padre. No lo saben los ángeles en el cielo; es más, ni aun el Hijo. Esta es la única ocasión en Marcos en la que la alusión al Hijo no va acompañada por el genitivo ―de Dios‖. Si en todas las otras referencias al Hijo de Dios se asume la identificación entre el Hijo y el Padre, en esta ocasión parece haber un cierto distanciamiento. El Padre sabe el tiempo del fin, pero el Hijo no. Esta situación ha creado cierta incomodidad desde un principio, llevando incluso a quienes cuestionan la divinidad de Jesús a usar este texto como argumento a su favor. Diferentes autores se inclinan a pensar hoy que la mejor interpretación de las palabras de Jesús es la que conlleva el conocimiento de Jesús de la hora del fin pero que no lo revela a sus discípulos. Posiblemente, una buena manera de ponerlo son las propias palabras del Jesús resucitado en Hech. 1:7, cuando afirma: ―a vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad‖, pero no se incluye él mismo como ignorando esa información. Sin embargo, es suficiente asumir lo que Jesús dice tal cual. El Padre lo sabe y él no. Esto no disminuye en nada su divinidad o su unicidad con el Padre; tan solo refleja las limitaciones propias de su realidad humana. Por tanto, y como conclusión a toda esta sección acerca del cuándo y del cómo del fin, Jesús ha descrito las señales y acontecimientos previos al fin de los tiempos, que los discípulos han de saber discernir e interpretar. Sin embargo, el cuándo es una incógnita reservada únicamente para el Padre. Por ello, el consejo de Jesús a sus discípulos es relativo a lo que sí está en sus manos hacer, es decir, mirar (blépo991) y velar (agrupnéo69), mantenerse despiertos, ante lo imprevisible de dicho advenimiento. Para ilustrar su exhortación a velar, Jesús refiere una parábola en la que el señor de una casa sale de viaje y concede a todos sus criados autoridad (exousía1849) para llevar adelante las tareas de la casa, a cada uno según su capacidad o tarea (érgon2041). Entre estos siervos se destaca al portero, que debe estar velando, atento al regreso de su amo, porque esa es su capacidad, su tarea, pero no porque sea diferente la exigencia sobre él que sobre los otros. Probablemente, la afirmación anterior de Jesús de que el fin está a la puerta (v. 29) sea la razón por la que se menciona al portero.

El fin está muy cerca. Jesús mismo aplica la parábola, según la va contando, a sus discípulos y les dice que todos ellos deben estar vigilantes, porque no saben en qué momento vendrá el Señor, en qué vigilia. Aquí Jesús hace referencia a cuatro vigilias, lo que corresponde al modelo romano, frente al modelo judío que constaba de tres vigilias. La primera vigilia empezaba a las seis de la tarde; la segunda a las nueve de la noche; la tercera a medianoche y la cuarta a las tres de la madrugada. El regreso del señor de la casa es imprevisible y no debe hallar, en ningún caso, a sus siervos durmiendo. Los elementos de la parábola apuntan a Jesús como ese señor de la casa que se marcha, pues su muerte le hace dejar este mundo para, por su resurrección, marchar a los cielos, de los cuales regresará para juzgar a todos y recoger a los escogidos. En cuanto a los discípulos, la parábola deja claro que el tiempo de espera requiere, cuando menos, dos elementos importantes. Por un lado, deberán servir con la autoridad concedida, según sus dones. Ya ha dejado claro Jesús que el tiempo de tribulación no es tiempo sin propósito sino de predicación a todas las naciones. Por otro lado, los discípulos deben velar, pues la marcha de Jesús es inminente, y los acontecimientos anunciados se precipitan, como el siguiente capítulo va a presentar. Por tanto, una vez más, y ya son tres aquí (cf. vv. 33, 35, 37), Jesús le dice a sus discípulos que deben velar, aguardando la venida de su Señor.

V. PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS, 14:1–15:47 (1) Acuerdo para matar a Jesús, 14:1, 2 Marcos retoma la descripción de los conflictos entre Jesús y las autoridades en Jerusalén, en esta ocasión presentando la confabulación entre principales sacerdotes y escribas para matar a Jesús. Desde el punto de vista de la narración marcana, esta situación se ha ido preparando desde el comienzo del Evangelio, cuando en uno de sus primeros milagros se comienza a vislumbrar la hostilidad de algunos de los representantes religiosos, los escribas, que le acusan de blasfemia (cf. 2:6, 7), castigada en el Antiguo Testamento incluso con la muerte (cf. Lev. 24:14). El marco temporal de esta narración se sitúa dos días previos al 14 del mes de Nisán, fecha de celebración de la Pascua, fiesta vinculada a la de los panes sin levadura, celebrada del 15 al 21 de Nisán (cf. Núm. 28:16, 17). A pesar de ser dos fiestas, se celebraban juntas, una tras la otra, lo que acaba dando la impresión de una sola celebración, a lo que contribuye el hecho de que en la Pascua también se comía pan ázimo. La Pascua (cf. Éxo. 12:1–28) se celebraba en memoria de la liberación de los primogénitos hebreos de la muerte, en la última plaga en Egipto. Todas aquellas casas que hubieran marcado su dintel con sangre de un cordero no sufrirían la muerte de sus primogénitos, humanos y animales (cf. Éxo. 12:12, 13). La fiesta de los panes sin levadura o panes ázimos (cf. Lev. 23:5, 6) conmemora la liberación por parte de Dios del pueblo hebreo de Egipto, de cuya tierra tuvieron que salir a prisa. Por eso no tenían tiempo de leudar la levadura como lo hacían normalmente (cf. Éxo. 12:37–39). Dado que la fiesta es inminente, los líderes religiosos deciden posponer la detención y muerte de Jesús, pare evitar que el pueblo se alborote, en unas fechas en las que Jerusalén ve multiplicada su población, llegando al medio millón de personas en esos días. Sin embargo, los acontecimientos se precipitarán de tal manera que Jesús será muerto el primer día de la fiesta los panes ázimos, es decir, en la Pascua (cf. 14:12). Marcos presenta la actitud de estos líderes religiosos como inmoral y perversa, pues pretenden prender a Jesús sirviéndose de engaño (dólos1388). El mismo Jesús describe el engaño como parte de las maldades que salen de dentro de la persona, de su corazón, y que la contaminan (cf. 7:22). Es interesante ver cómo las palabras previas de Jesús, tanto las relativas al final de los tiempos resaltando la muerte del Mesías, así como la recomendación a velar por parte de sus discípulos (cf. vv. 32–37), tienen su reflejo en el presente relato, puesto que la fiesta de la Pascua era noche de vigilia (cf. Éxo. 12:42) y cercana a esta los líderes religiosos están urdiendo un plan para matar a Jesús.

(2) Jesús es ungido en Betania, 14:3–9 Una vez más, la ciudad de Betania aparece como lugar de hospedaje de Jesús durante su estancia en Jerusalén (cf. 11:11), pues es una población cerca a ella. En esta ocasión lo encontramos sentado a la mesa de un tal Simón el leproso. Nada sabemos acerca de este, salvo lo común de su nombre y el hecho de que había padecido lepra, pues no cabe pensar que la sufriera en este momento. Hay quien considera la posibilidad de que

fuera alguien a quien Jesús hubiera sanado, aunque nada en el texto lleva a esa conclusión. Lo que sí es relevante es la asociación de Jesús, una vez más, con personas consideradas en los márgenes de la aceptabilidad social, como son los pecadores y publicanos (cf. 2:15) o un ex leproso, con toda la connotación de impureza ritual que esta enfermedad conllevaba, por más que ya estuviera sano. El propio apodo evidencia la memoria prejuiciada de su sociedad. Jesús es descrito por Marcos como sentado, más bien recostado (katákeimai2621) para comer, postura propia de la influencia griega asumida ya en Palestina, por más que considerada impropia en el Antiguo Testamento (cf. Amós 6:4–7). En algún punto de la comida, una mujer se acerca a Jesús, y le unge. No sabemos su nombre, ni de dónde viene. Nadie expresa asombro por su presencia, lo cual es en cierta medida entendible, puesto que si la comida es un banquete que se ofrece en esa casa, es habitual que este sea un acto social y público, de ―puertas abiertas‖, para hacer ostensible el estatus del anfitrión. Para ello, se permite a personas pobres acceder a la casa para llevarse comida preparada especialmente para ellos, como un medio más de exhibición de la riqueza del propietario de la casa, o incluso llevarse de la comida sobrante del banquete. Posiblemente, la mujer está entre esas personas que esperaban recibir comida, por lo que su acceso a la casa no crea extrañeza alguna. Con ella, la mujer lleva un frasco de alabastro, un material parecido al mármol o al ónix. El frasco tenía habitualmente un cuello largo y se utilizaba normalmente para conservar perfumes. En este caso, el perfume es de nardo puro, planta de un gran valor procedente de la India, con cuyo aceite se hacía el perfume. La mujer llega hasta Jesús y rompe el frasco, lo cual es debatido si era una práctica habitual o no. Hay quienes piensan que podía ser habitual quebrarlo en la unción de difuntos, mientras que otros afirman que el tarro tenía en su abertura una tela o pergamino taponándola. De ser así, el hecho de que la mujer rompa el frasco para ungir a Jesús se interpreta como un gesto de total devoción hacia él, al decidir no volver a usar un frasco dedicado solo para él. El gesto de derramar el perfume sobre Jesús no es tan usual como alegan algunos comentaristas. No era una exigencia de la hospitalidad cotidiana, sino una expresión muy puntual y extraordinaria hacia ciertos huéspedes. Lo habitual era lavar los pies de los huéspedes, que calzados con sandalias llevaban consigo todo el polvo del camino. Por ello, verter perfume sobre Jesús es un gesto de extrema generosidad y devoción. Incluso cabe interpretar el gesto como un reconocimiento simbólico más del carácter real y mesiánico de Jesús (cf. 1 Sam. 10:1; 2 Rey. 9:6). Es fundamental evitar la proyección de prejuicios machistas sobre esta acción de la mujer. Por algún tiempo, la interpretación de este relato ha incluido la visión de esta mujer como una prostituta, pues no atinan imaginar cómo ha podido pagar el perfume. Además, el gesto se podría prestar a una confusión puesto que ciertas prácticas sexuales de la época involucraban el uso de ungüentos, pero en ningún caso aquí se menciona connotación alguna de tipo sexual. Es más, como a continuación queda reflejado, ninguno de los presentes hace comentarios que se puedan interpretar de tal manera, sino que suscitan cuestiones de otro carácter, como el despilfarro de algo tan caro, lo cual provoca en ellos indignación (aganaktéo23). Marcos no especifica quiénes son los que expresan su desacuerdo con la acción de la mujer, lo cual hace pensar en parte de los comensales, entre los cuales pueden estar los discípulos de Jesús, que son casi su única compañía desde 12:43, sin mención ya de multitudes que le acompañan. De hecho, el Evangelio de Juan (12:4, 5) señala a Judas como autor del reproche por tal desperdicio de perfume. Sin embargo, no tenemos información aquí para señalar a un individuo o grupo en concreto; tan solo el malestar de algunos (tines). Su argumento es el elevado costo del perfume, establecido aquí en trescientos denarios, o lo que es lo mismo, el equivalente a trescientos días de trabajo, pues un denario es el salario medio de un día de trabajo de un asalariado en Palestina. Estos no solo se indignaron contra ella, sino que murmuraron (embrimáomai1690), o más precisamente, arremetieron con indignación contra la mujer. Consideran que el alto precio del perfume desperdiciado (apóleia684) podía haberse utilizado a favor de los pobres. Sin embargo, lo que es percibido por algunos como una acción inútil, desperdiciada, Jesús la interpreta como una buena (kalós2570) obra (érgon2041) hacia él, por lo que sale en defensa de la mujer, pidiendo que dejen de molestarla. Muchos se han preguntado si es que Jesús no estaba de acuerdo con el hecho de que el precio de ese perfume dedicado a los pobres no habría sido mejor destino, pues afirma que a los pobres siempre los tienen con ellos (cf. Deut. 15:11), más no siempre le tendrán a él. Jesús no está mostrando insensibilidad hacia los pobres, puesto que ya ha dejado claro que una actitud diferente hacia las posesiones y los más necesitados es una evidencia del discipulado y camino a la vida eterna (cf. 10:17–31), ni que la pobreza sea un fatalismo irremediable, puesto que la implantación del reino de Dios finalmente traerá bendición y prosperidad (cf. 10:30). Jesús está estableciendo aquí una cuestión de prioridad temporal. Por un lado, hace ver a los murmuradores que siempre encontrarán pobres con ellos a los que ayudar, a hacer bien con regularidad, si es

que es eso lo que realmente les preocupa, mientras que a él solo le tendrán con ellos un tiempo breve. Jesús reconoce lo cercano de su propia muerte e interpreta la acción de la mujer como un adelanto profético de la preparación de su cuerpo ya muerto. El respeto por aquellos que habían muerto y la relevancia de darles apropiada sepultura eran considerados entonces como más importantes incluso que la limosna. Semillero homilético Expresión de amor 14:3–5 Introducción: Según algunos la costumbre antigua era que cuando se distinguía a una persona de alta dignidad con una acción como esta, se rompía el frasco para no volverlo a usar con alguien de menor dignidad. Eso hizo la mujer como una muestra de su amor y gratitud para Jesús. I. Entrega total (v. 3). 1. Que la mujer haya roto el frasco significa que el ungido es de la más alta dignidad. 2. Que la mujer no ahorrara su capital significa que lo usó para honrar al Maestro. 3. Que haya derramado todo el perfume significa su total devoción al Maestro. II. Sin vergüenza (v. 4). 1. La mujer se expuso a lo que otros pudieran decir. 2. La vergüenza no le impidió rendir un gran homenaje al Señor de su vida. 3. ¡Qué gran lección nos deja esta mujer! Nos enseña qué debemos hacer para dar lo mejor. III. En exceso (v. 5). 1. Tres gotas de perfume hubiera sido suficiente para distinguir al Maestro. 2. Esta mujer dejó un testimonio claro de un amor lleno de gratitud, ya que el Maestro significaba mucho en su vida. 3. La entrega total al Señor es una experiencia que enriquece a todos. Conclusión: El amor no se cuida del qué dirán sino que expresa el sentimiento delante de todos. El amor da abundantemente sin medir lo que sea necesario. Cuando entregamos nuestra vida a Cristo es así, lo amamos sin reservas. No solo lo decimos sino que también lo vivimos delante de la gente sin experimentar vergüenza. Lo amamos y nos entregamos totalmente a él.

Jesús va más allá en la defensa de la acción de la mujer que le unge con un caro perfume, puesto que reconoce que ha hecho lo que podía, lo cual es una alabanza similar a la realizada tras la ofrenda de la viuda (cf. 12:42–44), y testimonio de auténtica entrega y sacrificio, en contraste a la afectada preocupación por los pobres de aquellos que la critican. Incluso afirma que la acción de esta mujer formará parte de la predicación del evangelio en todo lugar. Su reconocimiento esforzado y costoso de Jesús, frente a la incomprensión y rechazo de otros, hace de esta mujer un símbolo o modelo del verdadero discípulo. Por eso quedará memoria de ella (eis pnemósunon autés), una frase encontrada, por cierto, en lápidas de la época, que posiblemente tenga como referente el contexto escatológico del momento, por lo que Jesús estará afirmando que en el tiempo del juicio final Dios tendrá memoria de la acción de esta mujer que ha dado honra a Dios. Su acción de ungir anticipadamente el cuerpo de Jesús está vinculada a la predicación del evangelio pues este es anuncio de buena nueva de salvación por medio de la muerte y resurrección de Jesús. La referencia sobre la necesidad de ayudar a los pobres no es tan pura en su motivación como podría parecer inicialmente. Juan (12:4) Identifica a Judas como el principal vocero, a la vez que lo cataloga como ladrón.

(3) Judas ofrece traicionar a Jesús, 14:10, 11 Con una expresión única de Marcos en todo el Nuevo Testamento, uno de los doce (jo jeis ton dódeka), aparece en escena Judas Iscariote. En las tres ocasiones que es citado el nombre de Judas, Marcos siempre añade su pertenencia al grupo de discípulos más cercano a Jesús, los doce apóstoles, y su rol de traidor de Jesús (cf. 3:19; 14:43). Aquí, en un cambio de escena sin mayor transición, Judas aparece marchándose (apérjomai565), abandonando el grupo de discípulos para ir a los principales sacerdotes con el propósito de entregarles a Jesús. Esta descripción es más que una mera descripción de la acción física de Judas, sino también el reconocimiento de su alejamiento, distanciamiento definitivo del grupo de seguidores de Jesús, su cambio de

bando. En otros contextos, la expresión usada para definir la marcha de Judas tiene connotaciones de desafección, incluso de apostasía. Resulta sorprendente que no aparece ninguna razón por la cual Judas actúa en la manera como lo hace. Simplemente hay una descripción casi telegráfica de la situación: los principales sacerdotes oyen a Judas, se alegran por la oferta de entregar a Jesús y, en compensación, le ofrecen dinero, aunque este no sea la razón de su traición. Tan solo se incluye la apostilla de que Judas busca el momento oportuno para entregarle, es decir, que su acción no fue un impulso momentáneo sino una decisión en firme. Llama la atención que la iniciativa de Judas precipita la intención de los líderes religiosos de posponer la detención de Jesús a la finalización de las fiestas de la Pascua y de los panes ázimos. Finalmente, esta tendrá lugar el primer día de la fiesta (v. 12). La mencionada ausencia de por qué Judas actúa como lo hace invita a buscar el detonante de su actitud en el relato previo. Ahí, la mujer protagonista de la historia gasta una gran cantidad de dinero en un perfume de nardos con el que unge a Jesús, de quien recibe palabras de reconocimiento y que vincula la acción con su muerte inminente. Es muy probable que Judas se convenciera definitivamente de que Jesús no habría de satisfacer sus expectativas mesiánicas, y la reiteración de que la victoria del Mesías exigía el tránsito de la muerte le lleva a romper definitivamente con el grupo de discípulos, habitualmente representados por Marcos con dificultades para plenamente entender la naturaleza y devenir del ministerio mesiánico de Jesús. La mujer gasta su dinero para honrar a Jesús; Judas recibe dinero por su traición. La acción de la mujer está en la esencia del evangelio, la de Judas en su rechazo.

(4) Preparativos para la Pascua, 14:12–16 Marcos inicia el relato de la celebración de la Pascua por parte de Jesús y los suyos con una referencia temporal, no exenta de dificultades. En ella, afirma que en el primer día de la fiesta de los ázimos se sacrifica el cordero. Esto no es del todo correcto, si se mide el tiempo desde la óptica judía, ya que el día de la celebración de la Pascua es el 15 de Nisán, y el cordero siempre se sacrifica el 14 de Nisán. Sin embargo, Marcos está usando aquí la medición temporal propia del mundo grecorromano, que mide los días desde que nace el sol hasta que se pone, mientras que en el mundo judío los días se miden desde el atardecer. Por tanto, si el 15 de Nisán comienza con el atardecer, momento en el que se hace la comida de Pascua, y horas antes, es decir, en el 14 de Nisán se sacrifica al cordero, desde la perspectiva temporal del mundo grecorromano, todo esto sucede en el mismo día; el sacrificio en las horas del medio día o tarde temprana (14 de Nisán), y por la noche (15 de Nisán) se celebra la comida pascual. El sacrificio de los corderos pascuales se realizaba en el templo, desde el medio día y se extendía hasta el atardecer. Los discípulos, que también comerán la Pascua con Jesús, le preguntan a este sobre el lugar en el que quiere comer él la Pascua. Es la centralidad de Jesús para los discípulos la que se destaca en la escena. Además, su pregunta presupone el hecho de que Jesús no está en Jerusalén sino, probablemente, en Betania. De ahí que el propio Jesús envíe a los discípulos a ir a la ciudad, a Jerusalén, con un mandato específico; deben seguir a un hombre que les saldrá al encuentro (apantáo528), que reconocerán por llevar un cántaro de agua, y al que deberán seguir hasta la casa en la que entrare. Es muy amplia la discusión sobre cómo habrían de identificar los discípulos al hombre, pues no sería el único llevando un cántaro de agua, a lo que algunos responden que lo llamativo es que sea un hombre haciendo una actividad habitual de mujeres, lo cual no es del todo cierto, o que las mujeres cargaban el agua en cántaros y los hombres en odres de cuero, de ahí lo reconocible de este hombre. Igualmente, surge la cuestión sobre por qué el dueño de la casa habría de responder positivamente a la pregunta de sus discípulos. Algunos sugieren que Jesús hizo arreglos previamente con el dueño de la casa para la celebración de la fiesta. Sin embargo, por más que interesante y pertinentes estas reflexiones de concreción históricas, Marcos parece más preocupado en hacer una descripción sobre el poder y autoridad de Jesús y su capacidad para predecir los acontecimiento relativos, en esta ocasión, con su pasión y muerte, todo ello evidencia de que nada sucede al azar sino que está en el conocimiento y propósito divinos. Fiestas judías La celebración de la Pascua tenía un doble significado. En primer lugar, conmemoraba la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. En salvación milagrosa, cuando el ángel de la muerte pasó por Egipto dejó vivos a los primogénitos que vivían en las casas cuyo

dintel y poste fueron marcados con la sangre del cordero. Esta fue la última plaga antes de que el faraón los dejara partir. Antes de dejar Egipto tuvieron que comerse la carne del cordero sacrificado y los panes sin levadura. En segundo lugar, significaba la cosecha de la cebada la cual servía para elaborar los panes. La cebada se presentaba al Señor antes de vender cualquier parte de la cosecha. Esta fiesta se celebraba el 14 del mes Nisan (marzo 30). La fiesta de los panes sin levadura consistía en la observación de siete días después de la fiesta de la Pascua. En esa semana no se trabajaba, aunque se concedía permiso para realizar actividades que fueran necesarias para el interés público o para prevenir alguna pérdida privada. Desde luego, la fiesta más importante era la Pascua.

La confirmación de todo esto es que los discípulos, tras hacer cuanto Jesús les ha dicho, ven cumplidos cada uno de los hechos descritos previamente por Jesús. El dueño de la casa ha reservado un gran (mégas3173) aposento alto (anágaion508) ya preparado, es decir, con el mobiliario necesario. Según la costumbre de la época, los vecinos de Jerusalén ofrecían hospitalidad a los peregrinos durante la fiesta, por lo que no se da una situación de arrendamiento del aposento, sino que este habría sido cedido por el dueño que, en contrapartida, recibiría la piel del cordero sacrificado. El aposento está en alto porque las familias judías destinaban la planta superior de la casa, a la que se accedía por una escalera exterior o interior, para hacer vida. La preparación por parte de los discípulos se refiere, probablemente, a la comida en sí.

(5) Jesús anuncia la traición de Judas, 14:17–21 La hora de celebración de la cena pascual o séder es al atardecer del día, según el calendario grecorromano, o lo que es lo mismo, el comienzo del 15 de Nisán del calendario hebreo. En este momento, Jesús se dirige junto a los doce al lugar donde había sido preparada la cena, según sus indicaciones. Jesús se encuentra a la mesa, recostado (katákeimai2621) para comer, postura propia de la influencia griega asumida ya en Palestina, y símbolo de una persona libre, parte del significado de la celebración. Es también una posición que revela un ambiente distendido, festivo, frente a la premura con que el Antiguo Testamento invita a celebrar inicialmente esta cena, en recuerdo de la rápida huida de Egipto (cf. Éxo. 12:11). Hay quienes han resaltado el contraste entre la alusión en este relato a ‗los doce‘, frente a la mención de ―los discípulos‖ en la narración previa, argumentando que Jesús ya habría estado en Jerusalén en ocasiones anteriores para celebrar la Pascua, por más que Marcos no lo mencione, y que incluso tendría discípulos vecinos de Judea. Sin descartar esta posibilidad, cabe destacar que la mención a los doce aquí sirve para subrayar su participación en algunos de los últimos acontecimientos en la vida de Jesús en los que uno de ellos le traicionará, otro le negará y, finalmente, todos le abandonarán (cf. v. 50), sin que vuelvan a reunirse hasta la resurrección de Jesús, donde les reprochará su incredulidad (cf. 15:14). Preparativos para la Pascua 1. 2. 3. 4. 5.

El cordero que recuerda la protección de los primogénitos en Egipto. El pan sin levadura que recuerda el apresuramiento para salir de Egipto. Taza con agua salada que recuerda el paso a salvo por el mar Rojo. Varias ramas amargas de varias clases que recuerda la amargura de la esclavitud en Egipto. Una pasta formada con manzanas, dátiles, granadas y nueces que recuerda la tarea de hacer los ladrillos 6. Había cuatro copas. Cada copa contenía seis onzas de una mezcla (tres partes de vino y dos de agua). Se tomaban de acuerdo a las partes de la cena. Servían para recordar las cuatro promesas que Dios les había hecho: (a) liberarlos de los egipcios, (b) acabar con sus cadenas, (c) redimirlos con brazo fuerte, y (d) tomarlos como su pueblo y ser el Dios de ellos. Esta era la preparación que el Señor le encarga a los discípulos.

En medio de este ambiente de fiesta, Jesús anuncia que va a ser traicionado por uno de los presentes, es decir, uno de los suyos (cf. Sal. 41:9), uno de los doce, pero sin indicar directamente su nombre. Jesús ya había anunciado que sería entregado (paradídomi3860) a la muerte, a manos de ―hombres‖ (cf. 9:31) o sacerdotes,

escribas y gentiles (cf. 10:33), pero no quién ejecutaría ese acto de traición. El hecho de que sea uno que come con Jesús no aclara aún la cuestión de la identidad del traidor, puesto que todos empiezan a preguntarse ¿Acaso seré yo? (¿méti egó?), incluido Judas, que oculta todavía su traición a Jesús y deslealtad al grupo con engaño (cf. Sal. 109:2). Sin embargo, el lector de Marcos dispone ya del nombre del traidor, puesto que el evangelista se lo ha adelantado (cf. v. 10, 11). El ambiente festivo se torna dramático, con todos los discípulos entristecidos (lupéo3076) pues la afirmación de Jesús, hecha con tal firmeza, de cierto os digo (amén281), no deja lugar a la duda, a lo que añade una nueva predicción de su traición, señalando que se trata de uno que moja el pan en el plato con él. Aunque el texto griego no hace mención del pan, el término es introducido en el texto para aclarar al lector que mojar el pan en el plato común de la comida era costumbre habitual de la época y que era práctica intencional en la comida pascual, puesto que mojar el pan muchas veces era señal de libertad y tranquilidad. La expresión, sin embargo, no hace más concreta la identificación del traidor, puesto que era costumbre también comer todos de un mismo plato. Jesús añade una sentencia contra aquel que le ha de traicionar, afirmando que más le valdría no haber nacido. No se especifica el destino ni condena del traidor pero es una maldición sobre este que hace prever un final trágico. Es responsable de la marcha del Hijo del Hombre, que se va (jupágo5217). Esta forma de expresar lo que será su muerte es propia de la literatura de la época en la que la muerte es descrita como una marcha o viaje; o en términos paulinos, como una ausencia (cf. 2 Cor. 5:6, 8, 9), lo que, en cualquier caso, vislumbra la posibilidad cierta del regreso del Hijo del Hombre en su gloria (cf. 13:26). Pero además, la expresión en pasivo del tiempo verbal coincide con la afirmación de que la muerte del Hijo del Hombre va, tal como está escrito, es decir, parte del propósito divino. Aquí confluyen, una vez más, la tensión irresoluble entre la voluntad divina y la responsabilidad humana. Por un lado, Dios lo ha determinado; por otro, Judas y solo él es responsable de sus actos.

(6) La Cena del Señor, 14:22–26 La revelación de que un traidor en el grupo de los discípulos entregará a Jesús a la muerte no impide la celebración de la comida pascual, que se lleva adelante según lo previsto y ya preparado con antelación (cf. 14:16). Es durante la comida que Jesús se dirige nuevamente a los que están con él, tras bendecir (euloguéo2127) el pan. Este hecho resulta singular, puesto que lo habitual en las comidas judías era pronunciar una sola bendición al principio de la comida y otra al final. Sin embargo, aquí Jesús aparece bendiciendo el pan cuando se dice que la comida ya ha comenzado, pues han comido ya, aunque no se menciona, el apio mojado en vinagre o agua con sal, que simboliza las lágrimas de la cautividad. Este hecho confirma que esta comida es la propia a la celebración de la Pascua, el séder de pesaj. No hay que olvidar que las bendiciones pronunciadas, aunque vinculadas con el momento o alimento, no están dirigidas a estos sino a Dios; cada una de las bendiciones es una expresión de acción de gracias a Dios. También es habitual, dado el alto carácter simbólico de cada uno de los alimentos, que durante la cena el anfitrión dé una explicación o reflexión sobre su significado. Lo inusual aquí es la interpretación que Jesús da del pan y del vino. Del pan dice Jesús que es su cuerpo (sóma4983), aunque este término griego tiene difícil equivalencia en el arameo que habló Jesús, por lo que es más probable que Jesús diga que ese pan es su carne. Esta afirmación, en el contexto de la Pascua recuerda la esclavitud de Egipto pero también la liberación divina, por lo que la identificación del pan con su propia carne hace que Jesús se esté refiriendo claramente a su sufrimiento y muerte en la cruz, pero también a la liberación que su muerte producirá por medio de la resurrección. Si al tomar el pan ázimo cada judío recordaba la acción redentora de Dios al librarles de la esclavitud de Egipto, con el nuevo significado que Jesús le da en este momento, tomar el pan es, en el contexto altamente simbólico de esta cena, tomar figurativamente la realidad de Jesús es decir, lo que él representa, la realidad de liberación, de salvación del reino escatológico de Dios en el que tendrá lugar la nueva vida. Ninguno de los presentes entendió las palabras de Jesús en un sentido literal de comer carne humana, por más que sea la de Jesús, aunque esto ha suscitado en distintas épocas amplias discusiones teológicas en las que se plantea el hecho incluso de que Jesús hubiera tomado del pan y del vino para evitar que los discípulos pensaran que tenían que comer carne y beber sangre humana. Pero en la misma forma en la que el pan ázimo es un elemento simbólico de la liberación de Egipto, el pan de la Cena del Señor es símbolo de su muerte en la cruz y de la esperanza escatológica de la liberación del pecado y de la muerte.

Seguidamente, Jesús toma la copa y, tras dar gracias a Dios, la da a los que estaban con él, y todos beben de ella. Es llamativa la implicación de que también Judas bebiera de ella, lo cual no está exento de dificultad interpretativa, lo que ha llevado a la explicación de que aunque todos pueden tomar de esa copa, no todos reciben el efecto de lo que simboliza. Jesús afirma que su sangre es derramada por muchos (cf. Isa. 53:12), lo cual es símbolo de su muerte vicaria en la cruz en lugar de los pecadores. Su sangre derramada por muchos es sangre de pacto (diathéke1242). En la misma forma en la que el primer pacto fue sellado con un sacrificio (cf. Éxo. 24:8), este nuevo pacto en Jesús es confirmado por medio de su muerte. El antiguo pacto dio paso a un nuevo pueblo, al pueblo de Dios; el nuevo pacto da origen en Jesús al nuevo pueblo escatológico de Dios. La sangre de Jesús no solo recuerda a sacrificio sino también a salvación. La sangre del cordero sacrificado puesta sobre el dintel de la casa supuso la liberación de la muerte de los primogénitos hebreos en Egipto. De igual manera, la sangre de Cristo es lo que Dios ha provista para librar de la muerte a los que por la fe creen en él. Ese es el pacto que Dios ofrece en Jesús. Las palabras finales de Jesús aquí se caracterizan por su eminentemente carácter escatológico, pues no volverá a beber vino hasta el momento del cumplimiento de la venida del reino de Dios al final de los tiempos. Esta afirmación supone, en primer lugar, su sacrificio y muerte expiatoria en la cruz, que no es un mero trámite o circunstancia fatal, sino parte del propósito de Dios. Por ello, en segundo lugar, la expresión no es alusión a una derrota sino a una victoria, puesto que la muerte no tendrá la capacidad de impedir el regreso glorioso de Jesús. El final de todo es un contexto festivo en el que el vino nuevo (kainós2537) será símbolo de la nueva realidad escatológica (cf. Isa. 25:6–9). La cena pascual concluye con el cántico de un himno, muy probablemente uno de los salmos 113 al 118, habitual en la ocasión, tras lo cual Jesús y los doce se dirigen al monte de los Olivos, al este de Jerusalén.

(7) Jesús predice la negación de Pedro, 14:27–31 El sorprendente relato de que un traidor en el grupo de los doce entregaría a Jesús para ser muerto se sigue ahora en el monte de los Olivos con el anuncio de que todos ellos se escandalizarán (skandalídzo4624) de Jesús. Esta expresión tiene diferentes posibilidades de interpretación. En algunos casos se entiende como la acción de caer en el error o en el pecado; en otras, como avergonzarse, sentido cercano aquí. Es decir, Jesús está acusando a sus seguidores más cercanos, a los doce, de avergonzarse de él, lo cual se materializará no en una mera expresión de una emoción o sentimiento de rechazo hacia Jesús sino en su abandono y huída (cf. v. 50). Los discípulos no soportarán el hecho del arresto y tortura de Jesús. El propio Jesús ahora se muestra comprensivo hacia la actitud de los doce y afirma que esa vergüenza será según está profetizado (cf. Zac. 13:7), pero que quienes en el momento del arresto y muerte de Jesús le abandonarán y huirán de su presencia (cf. Is. 53:6), posteriormente, tras la resurrección, le seguirán a Galilea. Ya no serán ovejas dispersas sino un rebaño que sigue a su pastor. La resurrección pondrá todo en orden y será el signo de una nueva realidad victoriosa. Es importante observar que skandalídzo también tiene relación con la idea de estar atrapado en una red o caer en una trampa. Jesús reconoce el señorío divino sobre los acontecimientos históricos. Ni aun la herida de su pastor (cf. Zac. 13:7) a manos de sus enemigos escapa de su propósito divino. Pero esta situación de disposición divina de los acontecimientos no exime a los discípulos de su responsabilidad. Ya anteriormente les ha advertido acerca de los peligros de caer y las consecuencias escatológicas de ello (cf. 9:42–47), por lo que debían estar en actitud de vela (cf. 13:33–37) ante las trampas, los engaños de Satanás (cf. 13:5, 21–23). La reacción de los doce a estas palabras de Jesús se exteriorizan inicialmente en la persona de Pedro, que rebate la afirmación de Jesús diciendo que él no le negará, aunque los demás sí lo hagan. Sin embargo, Jesús responde de manera inequívoca y enfática a Pedro, de cierto te digo (amén281), que aun él le negará, momento para el cual ofrece incluso una referencia temporal: antes de que esa misma noche el gallo haya cantado dos veces, Pedro le habrá negado tres. Una vez más, Pedro replica que él no le negará, aunque el precio sea tener que morir con él, lo cual secundan los demás discípulos, sin siquiera imaginar la realidad de su declaración. Esto resulta irónico, puesto que Pedro es quien verbaliza su propósito de lealtad, contemplando incluso la posible deslealtad de sus compañeros, para acabar siendo él quien le niegue verbal y públicamente. Pedro ha querido negar la predicción de Jesús de que todos se escandalizarán, haciendo ver que al menos uno no lo hará, él mismo. Marcos refleja que esta actitud de contradecir la profecía de Jesús es compartida por todos los discípulos.

Pedro confía en su propia capacidad para afirmar que no negará a Jesús. Sin embargo, ninguna seguridad humana es suficiente frente al poder del tentador, salvo que sea sustentada por la gracia divina. Realmente, Pedro y los demás discípulos necesitaban morir, en primer lugar, a sí mismos, a su propio yo y autosuficiencia, para depender plenamente de la gracias de Dios, además de llegar a morir literalmente con Cristo, como demanda el verdadero discipulado (cf. 8:34–38). Solo entonces la gracia divina hace posible una vida segura por el poder de la resurrección. Los discípulos aún deben aprender el significado de la muerte vicaria de Jesús en la cruz, llevando el pecado de muchos (cf. v. 24). Es su muerte la que lleva a la resurrección y nueva vida, y no seguridad o autosuficiencia humana alguna. Igualmente, deben aprender que el destino de Jesús es el suyo propio, por lo que llega para ellos también el tiempo de sufrimiento que resultará en dispersión, hasta que la gracia y poder de Dios manifiestos en la resurrección los reúna y guíe a la salvación.

(8) Angustia de Jesús en Getsemaní, 14:32–42 La tradición judía establecía que quienes celebraban la Pascua en Jerusalén debían permanecer dentro de sus límites en la noche de la fiesta, lo cual se corresponde con el hecho de que Jesús y sus discípulos se encuentran en la falda occidental del monte de los Olivos, en Getsemaní, lugar de ubicación imprecisa, pues es un término que significa lagar, prensa o molino de aceite. Por tanto, están en una zona, posiblemente una finca rústica, donde se prepara aceite de oliva. Jesús dice a la mayoría del grupo que permanezcan en un determinado lugar, mientras que él se dirige a otra ubicación en Getsemaní, junto a Pedro, Jacobo y Juan. No es la primera ocasión en la que estos tres discípulos destacan por su relación y acompañamiento de Jesús. Así, fueron los primeros llamados a seguirle, junto con Andrés, hermano de Pedro (cf. 1:16–20). Son los tres primeros en la lista de apóstoles (cf. 3:16, 17). Solo a ellos permite Jesús que le acompañen a casa de Jairo (cf. 5:37) y al monte de la transfiguración (cf. 9:2). Son ellos los que, junto a Andrés, preguntan a Jesús respecto del tiempo y las señales del fin (cf. 13:3, 4). En esta ocasión, Jesús aparece frágil y vulnerable, pues comienza a entristecerse (ekthambéomai1568) y a angustiarse (ademonéo85) ante sus tres discípulos, ante los cuales abre su corazón y les confiesa sus sentimientos sobre los acontecimientos que se avecinan y que resultarán en su muerte en la cruz. No es esta situación una percepción sola que el narrador trasmite sino que, incrementando el dramatismo de la escena, es Jesús mismo quien aparece diciendo que su alma está triste (perílupos4036) hasta la muerte (thánatos2288). Probablemente, Jesús se siente aislado del resto, no solo por la momentánea separación física, sino por la soledad que siente ante la abrumadora tarea que recae sobre él. Si hasta ahora ha hablado del Hijo del Hombre en tercera persona, de una forma algo más desapegada, en este momento siente plenamente su peso sobre sus hombres y ora al Padre en primera persona. Esta soledad se hace físicamente visible, puesto que Jesús se aparta de los tres discípulos que le acompañan en este momento, para orar en privado. El texto presenta a un Jesús humanamente desbordado por los acontecimientos, con una angustia tan intensa, que se siente morir. No es la misma situación que la de Jonás, pues este último, en su angustia desea morir (cf. Jon. 4:3). Jesús en ningún caso desea morir, ni como efecto de la situación que vive ni por motivo de la cruz, pues pide al Padre que haga pasar la copa de él, esa copa que había aceptado y cuyas consecuencias ha asumido hasta ahora con fidelidad. Jesús parece estar al límite de sus fuerzas humanas y busca refugio y poder en el Padre. Por ello, cae a tierra, una postura habitual en aquellos que se humillan ante Dios buscando hacer su voluntad. Es probable que palabras como la del salmista, en tiempo de abatimiento y turbación, sirvieran a Jesús de fortaleza en este momento, recordando que ha de esperar en Dios para ver su salvación y alabarle (cf. Sal. 42:5, 11). Joya bíblica ¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres (14:36)

Las tradiciones judías de la época reflejan el sufrimiento del escogido de Dios al final de los tiempos, previo a su victoria sobre el mal. Es la realidad escatológica encarnada ahora en Jesús, donde la lucha entre el bien y el mal combaten ferozmente. Por ello, Jesús exhortará en dos ocasiones a los tres discípulos que le acompañan a que velen, porque el tentador está al acecho.

Hay autores que cuestionan la historicidad del contenido de la oración de Jesús, puesto que, por un lado, los discípulos se encuentran a una relativa distancia, algunos dicen que a unos veinticinco metros, tomando la referencia lucana de que Jesús estaba a tiro de piedra de los tres discípulos (cf. Luc. 22:41), y que, por lo tanto, difícilmente podrían oír a Jesús, salvo que orase a gritos. Por otro lado, está el hecho de que los discípulos dormían y, por lo tanto, no podían atender las palabras de Jesús. Sin duda, estos dos elementos, descartando el hecho, improbable, de que Jesús mismo hubiera contado qué oró, suscitan la pregunta sobre cómo se supo el contenido de la oración de Jesús. Sin embargo, el propio texto menciona un hecho que ayuda a elaborar una propuesta al respecto. Tras la primera oración de Jesús, y tras dirigirse a los durmientes discípulos, Marcos afirma que Jesús oró diciendo las mismas palabras (v. 39). Es probable, pues, que en otros momentos durante el periodo de su pasión, Jesús hubiera orado de manera repetida, presentándole al Padre sus miedos y angustias ante el destino que ya se le avecinaba con gran rapidez. Joya bíblica Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil (14:38)

Jesús clama al Padre, de lo que Marcos deja constancia tanto en arameo, Abba (cf. Rom. 8:15; Gál. 4:6), como en griego, pater. El hecho de que se mantenga la expresión en arameo, la lengua vehicular de Jesús, refleja la particularidad de su uso y lo distintivo de su empleo, que ha sido interpretado como una expresión propia de un niño a su padre, ―papito‖. Esta último, sin embargo, no es la mejor interpretación del término, especialmente en un adulto como Jesús. Más bien debe entenderse como la exclamación: ―Padre mío‖, lo cual por su singularidad no le resta relevancia, al nivel de intimidad y cercanía que Jesús muestra hacia el Padre. ―No lo que yo quiero‖ Jesús aprendió a hacer la voluntad de Dios por medio de la oración. Jesús venció su tremendo estrés con oración intensa. Así, se nos enseña a orar al estilo de Cristo. Se muestra la humanidad de Cristo y el deseo de hacer la voluntad del Padre. Nos muestra la necesidad de someternos incondicionalmente a la voluntad de Dios. Fue en la oración que Cristo logró entregarse completamente al plan salvador del Padre. Postrados ante el Padre nosotros también ganaremos al salir victoriosos por el valor espiritual de rendirnos a la voluntad del Padre. Semillero homilético ¿Se puede contar con los amigos? 14:27–31 Introducción: Es muy doloroso encontrarse completamente solo en una situación crítica en la cual los amigos no pueden hacer nada para ayudarnos. El Señor Jesucristo llamó a los discípulos sus amigos pero en la hora suprema de la muerte no pudo contar con ninguno de ellos. I. La predicción (vv. 27, 28). 1. Han cenado y celebrado las grandes obras de la gracia de Dios para con el pueblo. 2. En un momento de intimidad el Señor les dice lo que va a suceder. 3. El escándalo sería sufrido por todos. 4. El Señor les asegura la victoria anticipando el encuentro con todos en Galilea. II. La afirmación de lealtad (vv. 29–31). 1. Pedro asegura que aunque todos lo nieguen él no lo hará aunque pierda la vida. 2. Esta buena disposición y sentimiento fue corroborado por todos. III. No se engaña (v. 31). 1. Jesús le dice a Pedro, que antes de que el gallo cante dos veces Pedro lo habrá negado tres. 2. El Señor no encuentra fortaleza en las promesas de lealtad hasta la muerte que le han

expresado sus seguidores. 3. Todos los discípulos serían derrotados porque no tenían las armas para vencer. Conclusión: Una vez más, el hombre que confía en sus propias fuerzas hace promesas que, aunque sean muy nobles, no podrá cumplir. Los que tanto ama lo negarán. Aunque el Señor les advierte sobre lo que van a hacer, le dice que espera verlos de nuevo en Galilea. A pesar de todo no los rechaza ni los condena. Cuando no podamos descansar completamente en nuestros amigos o íntimos, siempre podemos estar seguros de que Dios está con nosotros y que nos demostrará su poder que vence tanto el rechazo humano como la muerte y el pecado.

La oración de Jesús gira sobre dos conceptos principales, el poder y la voluntad. Por un lado, el poder de Dios para cambiar la situación, para hacer que pase esa hora, para que pase esa copa, lo cual Jesús desea y confiesa como posible (cf. 11:22–24). Por otro lado, la referencia a la voluntad, que es doble, una subordinada a la otra; la voluntad de Jesús para que el Padre todopoderoso le libre del sufrimiento y muerte que se le aproximan, que se somete a la voluntad superior del Padre, que es quien ha determinado el orden de los acontecimientos. El poder de Dios está subordinado a su voluntad. Jesús se somete a la voluntad del Padre, en medio de una gran agonía y sufrimiento, fruto, entre otras cosas, de que será entregado a sus enemigos, y esto dentro del propósito y designio divino. La oración de Jesús en Getsemaní no fue la oración de un hombre débil y temeroso. Jesús tuvo siempre plena conciencia de lo que le esperaba en Jerusalén. No le temía al sufrimiento físico ni a la muerte. Jesús sabía que tenía que enfrentar todo esto, pero también decidió ser obediente. En contraste con la agonía de Jesús y su oración intensa al Padre, los discípulos están durmiendo cuando Jesús se acerca a ellos. Marcos no explica por qué duermen los tres discípulos que acompañan a Jesús. Es probablemente el cansancio, una copiosa comida pascual y lo avanzado de la hora lo que les lleva a este punto. Jesús se dirige a los tres discípulos, velad y orad, pero cuestiona individualmente a Pedro, preguntándole si duerme y reprochándole que no esté en vela ni siquiera una hora. En la única ocasión en la que Jesús se dirige por nombre a Pedro en todo el Evangelio de Marcos, le llama Simón, su nombre antes de que el propio Jesús se lo cambiara, cuando le llamó a formar parte del grupo de los doce (cf. 3:16). En este uso de Simón hay un reproche implícito por parte de Jesús a quien había aseverado que jamás le negaría, confiado en sus propias fuerzas, y que sin embargo es incapaz de resistir una hora despierto. Este hecho es evidencia también de su limitación para percibir la gravedad e importancia del momento, sucumbiendo, probablemente, al cansancio. En la hora del sufrimiento, cuando el tentador está cerca, los discípulos deben velar y orar, para resistir la tentación (peirasmós3986), como ya les ha advertido anteriormente (cf. 13:5, 21–23, 33–37). La amenaza es real, puesto que la carne (sárx4561), es decir, lo mortal, lo tendente al pecado en el ser humano, es de por sí débil (asthenés772). Por el contrario, el espíritu (pnéuma4151), aquello en el ser humano capaz de escuchar y obedecer a Dios está dispuesto (próthumos4289), preparado a resistir la tentación, si se le dota de vela y oración. En el contexto del relato previo, en el que Jesús anuncia la negación de Pedro, caer en la tentación equivaldría a negarle. Marcos narra que la situación se repite de manera idéntica una segunda vez, con Jesús orando la misma oración y con los discípulos nuevamente durmiendo. En esta ocasión, Marcos ofrece una razón simple para su dormitar, ¡los discípulos tienen sueño!, ante lo cual no saben qué responder, qué excusas ponerle a Jesús. La tercera ocasión en la que la escena se repite, Jesús es consciente de que el tiempo ha llegado. Ya no hay razón para velar y orar pidiendo que el Padre haga pasar de él esa hora, puesto que la hora, el momento final, ha llegado inexorablemente. En primera instancia Jesús les dice que duerman y descansen, probablemente exteriorizando su frustración y desengaño, para finalmente demandarles que se levanten y afronten lo que en breve va a suceder, esto es, que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de pecadores, lo que tantas veces había predicho (cf. 8:31–33; 9:30–32; 10:32–34), según estaba escrito (cf. v. 21) y que Judas facilitaría con su traición (cf. vv. 10, 11).

(9) Jesús es arrestado, 14:43–52 No ha terminado Jesús de decir a sus discípulos que el Hijo del Hombre iba a ser entregado a los pecadores de manera inminente cuando una multitud con espadas y palos vienen para prenderle, quizás porque prevén algún tipo de resistencia por parte de Jesús y los suyos o para mostrar gráficamente su impiedad. Lo más

significativo de esta nueva escena dentro del relato de la Pasión es que los que vienen a prender a Jesús son liderados por Judas, quien Marcos recuerda es uno de los doce. Es la imagen de la traición máxima, pues es un discípulo, un miembro del grupo de colaboradores más cercano de Jesús, quien ahora aparece aliado con sacerdotes, escribas y ancianos contra su Maestro. Judas ha cuidado los detalles de su traición de tal manera que aun ha previsto la señal por la cual la muchedumbre reconocerá a Jesús, además de dejar claro que deben llevarlo con seguridad (asfalós806), es decir, atarle bien, ante la posibilidad de cualquier intento de liberación por Jesús mismo o por parte de alguno de sus discípulos. La actuación de Judas parece normal, en primera instancia. Se acerca a Jesús, le reconoce como maestro (rabbí4461) y le besa (katafiléo2705). Sin embargo, la acción de Judas es la señal de su traición y detonante de la detención de Jesús, pues enseguida vienen y le prenden. No se especifica dónde besa Judas a Jesús, por más que la iconografía cristiana posterior represente el beso siempre en la cara; es probable que, dado el trato que ofrece a Jesús de maestro, fuera en las manos, señal de respeto. En cuanto a que los que detienen a Jesús, son descritos echándole mano, es decir, poniendo sus manos sobre él para detenerle, lo cual contrasta con la misma acción cuando es realizada por Jesús, quien al poner sus manos sobre la gente trasmite su poder de sanidad, de salvación (cf. 1:31; 1:41; 5:41; 6:5; 7:32; 8:23, 25; 9:27; 10:16). Los temores de que alguno de los detenidos ofreciera resistencia se hacen concretos en el intento de uno de los presentes (parístemi3936) de defenderse, a lo que saca su espada e hiere en la oreja al siervo del sumo sacerdote. No se indica la identidad del agresor, lo cual se suele interpretar como un gesto de protección de su imagen porque posiblemente aún esté vivo en el tiempo que Marcos escribe. Hay quien incluso ha manejado la posibilidad de que no fuera un discípulo quien realizara esta acción sino un espectador de la escena o, incluso, uno de la multitud arrepentido de su acción. Juan (18:10) lo identifica como Pedro. Jesús parece ignorar el acontecimiento con el siervo del sumo sacerdote y se dirige a los que le apresan, reprochándole su acción como impropia para alguien a quien el mismo traidor trata de maestro. Es más, los que ahora le detienen le habían visto enseñar en el templo. Jesús les echa en cara que vengan a él como si se tratara de un vulgar bandido o ladrón, (lestés3027) aunque la ironía de los acontecimientos posteriores le harán aparecer en la cruz entre dos ladrones (cf. 15:27). En su autodefensa, Jesús rechaza ser ningún ladrón ni nada semejante y traslada la imagen de deshonestidad en sus acciones a los que le detienen, alegando que él había enseñado en el Templo cada día (kath’ jemerán), lo que también se puede traducir como durante el día, frente a la acción de ellos, que no le detuvieron entonces sino que vienen a hacerlo de noche, cuando todavía está oscuro, momento propio de actuación de bandidos y ladrones. En cualquier caso, Jesús no opone resistencia a su detención, más allá de la citada protesta, porque él es sabedor de que los acontecimientos que está viviendo siguen el plan divino según estaba profetizado en las Escrituras. Momentos antes de su detención, Jesús oraba pidiendo que se hiciera la voluntad del Padre sobre la suya, y aquí se demuestra el cumplimiento y la aceptación de la voluntad divina. Otro elemento irónico en el relato es el hecho de que deteniendo a Jesús, los líderes religiosos del pueblo, por medio de sus secuaces, están siendo instrumentos involuntarios del plan divino que actúa en Jesús. Los discípulos escandalizados, avergonzados, aterrorizados, huyen abandonando a Jesús; posiblemente esperan de él una respuesta distinta, quizás más determinada y propia de un mesías. En cualquier caso, la actitud de estos también cumple las Escrituras y la predicción de Jesús de que el pastor sería herido y las ovejas dispersas (v. 27). Jesús mismo evidencia el precio de la obediencia a Dios en los tiempos finales, cuando los fieles serán entregados a los concilios y desechados por los que estaban más cercanos (cf. 13:9, 12, 13). Marcos incluye en su Evangelio una escena única, la de un joven que sigue a Jesús sin que sea uno de los doce ni tampoco uno de los componentes de la multitud que viene a prenderle. El joven va envuelto en una sábana o prenda de lino (sindón4616) propia de vestimentas sacerdotales (cf. Éxo. 28:39, 42) y que, cuando está a punto de ser detenido por aquellos que han prendido a Jesús, abandona y huye desnudo (gumnós1131). Más allá de la historicidad del acontecimiento, el relato del joven que huye desnudo cuando iba a ser detenido sirve de resumen o imagen de lo que los discípulos representan en este momento. En sus enseñanzas sobre el discípulo y sus características, Jesús ha enfatizado, por un lado, el seguimiento hasta las últimas consecuencias, es decir, negándose a sí mismos, tomando la cruz y siguiéndole (cf. 8:34). Sin embargo, en el momento de pagar el precio de ese seguimiento, este joven no está dispuesto a pagar el precio, a compartir sufrimiento y destino con Jesús, como tampoco lo hicieron el resto de los discípulos que también huyeron y abandonaron a Jesús. Si Pedro argumentó anteriormente que lo habían dejado todo para seguirle (cf. 10:28), en la hora final, en la hora de la

prueba, este seguidor anónimo de Jesús, lo deja todo para huir de él, como también hicieron Pedro y los demás discípulos. Jesús llegó a Getsemaní con los suyos, los doce (once, realmente), y lo abandona en la compañía de sus captores. Es el principio del fin. Una entrega de amor Jesús estuvo seguro de la cruz, pero también de la gloria. Su paso por los diferentes capítulos en su camino a la cruz no fueron nada fáciles. Realmente su entrega fue por amor.

(10) Jesús ante el Sanedrín, 14:53–65 Jesús ha sido traicionado por uno de los doce, detenido por encargo de los líderes religiosos del pueblo y abandonado por los suyos. Sus captores le llevan ante el sumo sacerdote, quien aparece acompañado para la ocasión por todo el Sanedrín, compuesto por principales sacerdotes, ancianos y escribas; setenta miembros en total, más el sumo sacerdote. El lugar corresponde a la casa del sumo sacerdote, un palacio situado en la zona oriental de la Jerusalén alta, orientada hacia el monte del templo, lo cual provoca las primeras dudas acerca de la legitimidad del juicio de Jesús. Aunque Marcos no menciona el nombre del sumo sacerdote, en el tiempo de este relato, es sumo sacerdote Caifás (cf. Mat. 26:3), quien ocupa el cargo entre los años 18 al 37 d. de J.C. Caifás es yerno de Anás (Juan 18:13) también sumo sacerdote. Este hecho debe sorprender al lector, puesto que el sumo sacerdocio era vitalicio. Sin embargo, debido al alto grado de corrupción en diferentes instancias judías durante ese periodo, el sumo sacerdote era una figura títere del gobernante de turno, que era puesto y depuesto del cargo según criterios de conveniencia política. De hecho, Caifás, quien se había mostrado muy hábil en su trato con las autoridades romanas, fue destituido como sumo sacerdote en el año 37 d. de J.C. tras la destitución del prefecto romano Poncio Pilato, su mentor político. Pedro aparece en escena, pero de lejos (makróthen3113). Su irrupción en la narración, descrita de esta manera, recuerda que Jesús anunció su traición (cf. vv. 27–31). En contra de lo que describe al verdadero discípulo, es decir, seguir a Jesús de cerca, Pedro es descrito siguiéndole en la distancia (cf. Sal. 38:11), mezclado ahora con aquellos que han apresado a Jesús, en el patio mismo del sumo sacerdote. Pedro aparece calentándose junto a la luz (fós5457), es decir, junto al fuego. Este hecho de que Marcos use el término fós para describir el fuego, término no habitual, parece tener una intencionalidad simbólica en que a pesar de la oscuridad de la noche, de la oscuridad de los acontecimientos que le han sobrevenida a Jesús, Pedro aún intenta mantenerse, en alguna manera, de forma simbólica, cerca de la luz. No se ha perdido, quizás, toda esperanza, aunque el peligro de la defección es evidente. Los miembros del Sanedrín (una institución judía con competencias concretas y limitadas en temas religiosos y legales del pueblo) se reúnen para juzgar a Jesús, pero Marcos evidencia desde un primer momento que no se trata de un juicio justo, puesto que el Sanedrín ya tiene la sentencia decida previamente, condenarlo a muerte (thanatóo2289) (cf. Sal. 38:22). La ley mosaica establecía que en caso de una condena a muerte no era suficiente el testimonio de un solo testigo sino de varios (cf. Núm. 35:30). Por eso, el Sanedrín busca testigos contra Jesús, lo cual, en primer momento no aparece como algo fácil, entre otras cosas porque no es culpable de fallo alguno ni merecedor del trato que recibe. El Sanedrín no duda en buscar falsos testigos contra Jesús, pero ni aun esto se muestra eficaz en sus planes, pues los falsos testigos entran en contradicción entre sí. Marcos no presenta el contenido de las distintas acusaciones contra Jesús, salvo la relativa a su anuncio de la destrucción del templo, aunque tampoco todos los testigos coincidían en su testimonio de manera acorde. La acusación es, pues, que Jesús afirmó que derribaría (katalúo2647) el templo actual, hecho con manos (jeiropóietos5499), y que en tres días edificaría (oikodoméo3618) otro, hecho sin manos (ajeiropoíetos886). Marcos da a entender que esta afirmación es también una prueba falsa, al menos en parte, puesto que Jesús no afirma que sea él quien vaya a llevar a cabo la destrucción del templo, sino que será resultado de los acontecimientos escatológicos que se aproximan. En las tradiciones apocalípticas judías estaba presente la expectativa de que el ungido de Dios construiría un nuevo templo (cf. Zac. 6:12, 13), y que este no sería hecho de mano de hombre (cf. Apoc. 21:22). En cualquier caso, sí hay responsabilidad en Jesús en la acusación descrita, porque aunque serán los romanos los que destruyan el templo físico, hecho con manos, el templo construido sin manos debe entenderse como la iglesia, que surge de la resurrección de Jesús por parte de Dios al tercer día de su muerte. En

la acusación de querer destruir y levantar un nuevo templo está implícita la acusación a Jesús de afirmar ser el Mesías de Dios. La intensidad de la escena va en aumento, el sumo sacerdote se levanta para interrogar a Jesús, después de haber oído a los testigos. Posiblemente, el desconcierto que ha creado la suma de falsos testimonios, contradictorios estos entre sí, llevan al sumo sacerdote a conducir el interrogatorio de otra manera. Quiere que Jesús mismo sea quien responda a las acusaciones vertidas contra él, que se defienda, para ver si se inculpa con sus palabras. No obstante, Jesús permanece en silencio, sin responder a las acusaciones, en consonancia con lo que las Escrituras anunciaban acerca del silencio del justo, del siervo sufriente de Dios falsamente acusado (cf. Sal. 38:13, 14; Isa. 53:7). En un último intento, el sumo sacerdote hace evidente la acusación que tienen contra él, sin ambages ni rodeos: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? El sumo sacerdote se refiere a Dios como el Bendito (euloguetós2128), circunloquio habitual en el judaísmo. Los dos títulos aquí usados, ―Cristo‖ e ―Hijo del Bendito‖, plantean la cuestión de si la combinación de ambos aparece ya en la literatura judía o no, lo cual parece probado en diferentes documentos contemporáneos, así como en la lectura mesiánica que hacían de textos como 2 Sam. 7:14; Sal. 2:7; 110:1; Dan. 7:13. Más aun, lo relevante en esta conexión de títulos es la apropiación que Jesús hace de esas funciones en sí mismo. El sumo sacerdote le está preguntando a Jesús si reclama ser el Mesías, el Hijo de Dios. Hasta ahora, Marcos ha evitado poner en boca de Jesús una afirmación así (excepto en 9:41), haciendo siempre de manera implícita la aseveración de su identidad y prefiriendo presentarlo como ―Hijo del Hombre‖. El propio Jesús ha intentado evitar en distintos momentos de su ministerio que la gente le proclame como el Mesías, impidiendo así cualquier situación que precipitara acontecimientos y le privara de concluir la misión que Dios le había Dado. Con la entrada a Jerusalén y las acciones y enseñanzas que allí vertió, Jesús se muestra y reclama públicamente ser el Mesías de Dios, lo cual precipita la hostilidad de los líderes religiosos y sus planes de prenderle. Semillero homilético La perfidia contra lo sagrado 14:43–50 Introducción: Cuando Judas decidió lo que iba a hacer, él eligió su propio futuro aunque su acción encajaba en el plan de Dios. No fue la acción de Judas lo que marcó el camino hacia la cruz. I. La entrega (vv. 43, 44). 1. Las autoridades salieron a prender a Jesús. 2. ¡Cuán equivocados estaban los líderes! 3. El Mesías estaba en medio de ellos pero estaban ciegos. 4. Sus intereses eran más importantes y tenían que quitar a Cristo de en medio de ellos. II. El beso (v. 45). 1. Judas había dado señales claras para que reconocieran al Maestro. 2. Le dio a Cristo un beso. 3. No era un beso cualquiera; era la clase de beso que se clasificaría como el beso de amor. 4. Este beso consuma la perfidia de la entrega del Maestro. III. Todos se fueron (46–52). 1. Los discípulos lo abandonaron cuando huyeron. 2. La promesa de estar firmes hasta la muerte quedó en el olvido. 3. Pensaron en lo que les podría pasar si defendían a su Maestro. 4. Estaban dominados por el terror. Conclusión: No es fácil mantenerse calmado y firme cuando nos vemos avocados a afirmar o a deshonrar lo sagrado. Los momentos de adversidad y angustia tienden a revelar nuestras flaquezas y debilidades, aunque nos hayamos comprometidos a ser fieles hasta la muerte. Dios en su gracia infinita está dispuesto a recibirnos nuevamente a pesar de nuestras deslealtades y negaciones. Joya bíblica

Yo soy. Y además, veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo (14:62).

La respuesta de Jesús a la pregunta del sumo sacerdote es inequívoca, yo soy. Pero no solo eso, sino que afirma que volverá de manera visible y gloriosa como el Mesías, viniendo con las nubes del cielo, es decir, en la misma forma y manera de las teofanías veterotestamentarias. Esta realidad será visible para todos, incluso para aquellos que se han opuesto al ministerio de Jesús y que le llevarán a la muerte. Todos, incluidos los de corazón endurecido que teniendo ojos no ven (cf. 8:17, 18), en ese día final, verán al Hijo del Hombre venir en su gloria (cf. Dan. 7:13). Jesús, a pesar de reconocerse como el Mesías, mantiene el uso de la expresión Hijo del Hombre, entre otras cosas para mantener la diferente comprensión mesiánica existente entre Jesús y sus oponentes. El Hijo del Hombre vendrá sentado a la diestra del poder (dúnamis1411), expresión que se refiere a Dios (cf. Sal. 110:1), quien es reconocido por su poder, y que ahora se hace manifiesto y cercano en Jesús. Sentado y viniendo pueden parecer dos acciones incompatibles, pero se deben interpretar como expresiones metafóricas que sirven para evidenciar ambas una misma realidad: el poder divino y escatológico de Jesús, Mesías e Hijo de Dios. ―Yo soy‖ Ante la pregunta: ―¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?‖, Jesús responde: ―Yo soy…‖. Una respuesta diferente, hubiera sido la negación de todo el plan divino para la salvación del hombre. Cuando Moisés iba a volver a Egipto; le dijo a Dios: cuando me pregunten el nombre del que me envió ¿qué les responderé? El Señor lo instruye para que les diga: ―YO SOY me ha enviado…‖ (Éxo. 3:14). Jesús no solo afirmaba que era el Cristo el Hijo de Dios sino que era igual a Dios. El sumo sacerdote preguntó lo que no debía de preguntarse al acusado, quien se incriminó a sí mismo con su respuesta. Quizá el sumo sacerdote lo hizo en su desesperación de no hallar ningún cargo contra Cristo. En medio de todo esto nos impresiona mucho el valor de Cristo al contestar. Él no tenía que contestar la pregunta y no lo hubieran podido tocar. Ahora bien, Cristo no solo contesta sino que les anticipa la plena confianza que tiene en el triunfo final después de la cruz. Este es uno de los ―Yo soy‖ más importante en la boca de Jesús.

Son las propias palabras de Jesús y no las de sus falsos acusadores las que serán determinantes para su condena. El sumo sacerdote, al escuchar las palabras de Jesús, rasga sus vestiduras, símbolo del desgarro ante el dolor en una tragedia (cf. Gén. 37:34) o en caso de blasfemia (cf. 2 Rey. 18:32–19:3). Este gesto se presta a interpretaciones y comentarios diversos. En primer lugar, es un gesto el rasgarse las vestiduras que la ley mosaica prohibía al sumo sacerdote (Lev. 21:10), por lo que cabe pensar que no vestía en ese momento sus hábitos sacerdotales, que no se permitían llevar fuera del templo (cf. Eze. 42:14), o que, en una muestra más de desdén por la ley de Dios, ya que están juzgando con falsos testimonios a Jesús, el sumo sacerdote rasgas ahora sus vestiduras. En todo caso, la acusación sobre Jesús es de máxima gravedad, pues es declarado blasfemo. No cabe fundamentar la acusación en la mención del nombre de Dios, que tanto Jesús como el sumo sacerdote evitan (cf. el Poder, el Bendito), sino que más bien la blasfemia se produce al identificarse Jesús a sí mismo con Dios. Posteriormente, la confesión cristiana de Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios, será percibida por los judíos como blasfemia. Jesús es condenado a muerte por el Sanedrín por blasfemo (cf. Lev. 24:16; Núm. 15:30), lo cual refuerza los múltiples anuncios que Jesús había hecho de su propia muerte a mano de pecadores (cf. 14:41), haciendo de la cruz un paso necesario, conforme al plan divino, para la victoria final de Dios por la resurrección. La escena de la condena a muerte de Jesús concluye con la tortura física y moral del reo, puesto que algunos de los que le han condenado le escupen, le cubren la cara y abofetean, además de burlarse de él, reclamándole que adivine quien le golpea, ya que el uso aquí de profetéuo4395 no implica predicción del futuro sino adivinar quién le abofetea. A estos abusos de de Jesús se suman también los guardias, aquellos mismos con los que Pedro está calentándose junto al fuego. El juicio ante el sanedrín

El juicio era tan solo una formalidad porque, de alguna manera, lo querían muerto en ese mismo día. Esto hizo que se violara el protocolo establecido para la consideración y el juicio en tales casos, especialmente el de la pena capital. Acciones ilegales: 1. Casos de pena capital tenían que tratarse durante el día y el veredicto debía darse durante el día. 2. Los juicios no se trataban en la víspera del sábado o en la víspera de un día festivo. 3. Los casos capitales se tenían que empezar con razones para exoneración y no con razones de condenación. 4. Veredictos de exoneración se alcanzaban el mismo día, pero veredictos de condenación tenía que ser confirmados al día siguiente después de una noche completa. 5. La condenación requería la evidencia de dos testigos. Cuando no estaban de acuerdo, esos testimonios eran anulados. El testigo falso sufriría el mismo castigo capital del acusado. 6. Se requería que el juicio se llevara a cabo en el templo, en la cámara de piedra, y no en la casa del sumo sacerdote.

(11) Pedro niega a Jesús, 14:66–72 Pedro ha aparecido en un rol secundario en el relato anterior, siguiendo a Jesús de lejos y reuniéndose con sus captores alrededor del fuego que les calienta en la fría noche. Está en el patio de la casa del sumo sacerdote, abajo (káto2736), con el resto de sirvientes y guardias que han detenido a Jesús. En un momento de la noche, una sierva del sumo sacerdote se dirige a Pedro, y le identifica como uno de los que estaba con Jesús de Nazaret, característica propia de un discípulo. La expresión: tú también parece dar a entender que Pedro no es el primero en ser identificado como seguidor de Jesús. Pero el texto de Marcos no menciona a ningún otro con él. Posiblemente sea este un reflejo en el texto de la experiencia de la comunidad cristiana primitiva, en la que miembros individuales de la misma eran acusados de pertenecer al grupo de seguidores de Jesús, —Tú también estabas con Jesús. Resulta irónico que, mientras que a Jesús le acusan falsos testigos, en el caso de Pedro el testimonio es cierto; él es uno de los que estaba con Jesús. Igualmente, contrastan las respuestas de uno y otro. Mientras que Jesús no niega la filiación divina de la que le acusan, sino que la afirma, Pedro niega (arnéomai720) incluso conocer a Jesús, ni saber de qué le habla la mujer. A todo esto, el gallo canta por primera vez, con lo que la predicción de Jesús comienza a cumplirse (cf. v. 30). Pedro decide apartarse del lugar en el que se encuentra, aunque no se marcha de la casa del sumo sacerdote donde están juzgando a Jesús, lo que le sería más seguro. De hecho, la misma criada del sumo sacerdote vuelve a identificar a Pedro con uno de los seguidores de Jesús, uno de ellos. Esta referencia al grupo de seguidores de Jesús y no a Jesús mismo da a entender que no es solo Jesús quien es percibido como una amenaza sino también el grupo de sus discípulos. La mujer, en esta segunda ocasión, no se dirige directamente a Pedro, sino que hace su comentario a los que parecen encontrarse cerca. Pedro niega una segunda vez. Finalmente, es el grupo el que se dirige a Pedro relacionándolo con Jesús, posiblemente inducidos por las palabras de la mujer, puesto que justifican el hecho de que Pedro sea uno de los del grupo de Jesús por ser también galileo. La reacción de Pedro a esta tercera acusación de conocer a Jesús y pertenecer al grupo de seguidores del Carpintero es una respuesta airada y desproporcionada. Pedro parece perder el control sobre sí mismo al verse acusado directamente por un grupo amplio de personas de pertenecer al grupo de seguidores (sediciosos) de Jesús. Si la acusación de una sola mujer no era cargo suficiente contra él, puesto que se necesitaba más de un testigo para hacer entonces una acusación (Núm. 35:30; Deut. 17:6) y preferentemente hombres, ahora son varios los que afirman su vinculación a los sediciosos galileos. Pedro comienza a maldecir y jurar que no conoce a ese hombre del que le hablan y con el que le relacionan. Posiblemente Pedro esté expresando algo así como ―que Dios me maldiga si lo conozco…‖. En ese momento de tercera negación por parte de Pedro, con juramento y ante testigos, el gallo canta por segunda vez, lo cual no pasó desapercibido para Pedro, que recordó cómo Jesús había predicho su negación. Pensando en esto, el evangelista Marcos dice que Pedro lloraba (kláio2799). ¿Cómo interpretar las lágrimas de Pedro? A la luz del contexto posterior, en el que Pedro será uno de los líderes de la iglesia que incluso morirá como mártir cristiano, y en la propia predicción de Jesús en la que la dispersión de las ovejas verá su posterior reunión bajo su liderazgo (cf. v. 28), las lágrimas de Pedro son de verdadero arrepentimiento.

El proceso de su restauración ha comenzado, aunque no culminará hasta después de la resurrección, puesto que Pedro no será uno de los que acompañe a Jesús a la cruz. Semillero homilético Pedro en la prueba 14:66–72 Introducción: Pedro es representativo de todos los que desean de todo corazón ser fieles al Señor, pero cuando llega la hora de la verdad y son sometidos a la prueba, fallan. I. Queriendo cumplir con Cristo (v. 66). 1. Es fácil criticar a Pedro por su conducta en la hora crítica para el Maestro. 2. Antes de catalogar sus acciones consideremos el valor de Pedro. 3. Cuando detuvieron a Cristo, Pedro estuvo dispuesto a morir en ese mismo instante. II. Pedro en el patio de la casa del sumo sacerdote (vv. 67–70). 1. Se estaba metiendo en la boca del león. 2. Una criada lo reconoce y lo denuncia como uno del grupo de Jesús. 3. Pedro lo negó. 4. El gallo cantó. 5. Pedro lloró por haberle fallado al Maestro. III. El evangelio (vv. 70–72). 1. El material en Marcos fue suministrado por Pedro. No pudo dejar de incluir lo que tanto le dolía de lo que pasó en la madrugada del día de la crucifixión del Señor. 2. Lo hacía a manera de testimonio de antes de la resurrección. 3. Explicaba cómo el evangelio había transformado su vida. 4. Su Maestro lo transformó en uno de los héroes de la fe cristiana. 5. El Señor lo perdonó y lo restituyó a una vida de victoria. Conclusión: Encontramos una verdadera transformación de la vida por el conocimiento del amor de Cristo. Muchos testificamos de este gran milagro del amor que nos hizo renacer a la esperanza viva por la fe en Cristo.

Las escenas presentadas en el relato del juicio de Jesús y la negación de este por parte de Pedro materializan situaciones profetizadas por Jesús sobre los tiempos finales, describiendo la persecución de los que se oponen a la realidad del reino de Dios, a la predicación del evangelio de Jesucristo; las acusaciones y amenazas del concilio. Jesús ya había advertido a sus discípulos de la necesidad de perseverar y velar para estar preparados ante estas situaciones extremas (cf. 13:9–13). Las respuestas y afrontamientos de Pedro y Jesús en el relato se han mostrado opuestas. Mientras Jesús se ha mantenido íntegro en su lealtad a Dios y a su llamamiento como Mesías, a pesar de que esto le conduce a la muerte, Pedro pretende salvar su vida mediante la negación de Jesús. No son estas palabras que el Espíritu Santo ha puesto en boca de Pedro (cf. 13:11), sino el resultado de estar durmiendo cuando debió estar velando y orando (cf. v. 37). En esta ocasión, Pedro salva su vida, pero esto no es más que una vana ilusión, puesto que quien ―quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará‖ (8:35).

(12) Jesús ante Pilato, 15:1–15 Marcos retoma el relato de Jesús ante el Sanedrín (cf. 14:53–65), tras contar cómo Pedro negó tres veces a Jesús (cf. 14:66–72). Con una especie de resumen de la situación, presenta a los actores principales en este historia, además del propio Jesús, a los principales sacerdotes, los ancianos, los escribas, en definitiva, todo el Sanedrín, que ha llegado al acuerdo de condenar a muerte a Jesús, acusándole de blasfemia. Dado que el Sanedrín no parece tener la capacidad legal de ejecutar dicha sentencia, sus integrantes deciden llevarle ante Poncio Pilato, el prefecto romano (26 al 36 d. de J.C.). Se especifica que es muy de mañana, tras el canto del gallo, dando a entender que el juicio ha sido más largo e intenso de lo que el texto refleja, y la urgencia por parte del Sanedrín de acabar con Jesús, presentándole ante la justicia romana a primera hora del día. Marcos dice que después de atar a Jesús le entregan a Pilato, pero dada la función resumen de este versículo, es correcto

asumir que Jesús ha permanecido atado desde su arresto en Getsemaní. Pilato es el prefecto romano de Judea, en la provincia de Siria, nombrado directamente por el emperador Tiberio y recomendado por el poderoso antijudío Sejano. Pilato era responsable de diferentes áreas administrativas, entre ellas las relativas a la seguridad y estabilidad política del territorio. Relatos contemporáneos le presentan como un hombre duro, un político corrupto, nada empático con sus súbditos, y sin interés por las costumbres y sensibilidades políticas y religiosas de estos. Sufrió varias revueltas que sofocó con extrema violencia, lo que, finalmente, llevó a su destitución tras la revuelta de los samaritanos, algunos de los cuales crucificó. Pilato se encuentra en Jerusalén, aunque su residencia habitual está en Cesarea. Probablemente está en Jerusalén con motivo de la fiesta, para controlar o reprimir cualquier posible levantamiento popular que se pudiera dar con la presencia masiva de peregrinos. Parece ser que finalmente fijará su residencia en Jerusalén debido a las constantes revueltas que se producen. Es evidente que, dado el carácter y función de Pilato, los miembros del Sanedrín preparan una estrategia antes de presentarse ante él. Es muy probable que una acusación de blasfemia sería desestimada como algo irrelevante para el interés y preocupación del prefecto. Esta estrategia se hace evidente en la pregunta que le hace Pilato a Jesús, si es él el rey (basiléus935) de los judíos (Ioudáios2453). El título de rey de los judíos no ha aparecido antes a lo largo del evangelio de Marcos. La expresión es propia de gentiles, pues los judíos se refieren al rey de Israel o rey de Judá. Desde el año 4 a. de J.C. no había rey en Israel, salvo breves excepciones como la de Arquelao (4 a. de J.C. al 6 d. de J.C.), hijo de Herodes el Grande, por tanto, todo reclamo de ser rey de los judíos sonaba a rebelión en los oídos romanos, lo que, en ocasiones, se castigaba con la muerte. Así pues, la pregunta de Pilato a Jesús es muy directa, así como lo fue la del sumo sacerdote (cf. 14:61). En lo que serán sus últimas palabras hasta la cruz, según el relato de Marcos, Jesús responderá la cuestión en un tono que se percibe retador. No solo no aparece mención alguna de un trato propio de quien se dirige a una figura de autoridad como Pilato (cf. Hech. 26:2–3; 19, 15–27), sino que de manera bastante provocativa, y con actitud de superioridad, pone en boca de Pilato la afirmación de su condición real: tú lo dices (sù légeis). Jesús no afirma ni niega la acusación, lo cual refleja la ambigüedad del uso de determinados títulos en Jesús, según se mire desde la perspectiva del reino de Dios o desde la perspectiva de las expectativas mesiánicas judías o políticas romanas. Curiosamente, son los líderes judíos los que reaccionan con más virulencia a las palabras de Jesús, pues comienzan a acusarle de muchas otras cosas que no aparecen mencionadas en el texto, pero que se pueden intuir relacionadas con cuestiones políticas, que son las que el procurador romano está dispuesto a atender. Sin embargo, Pilato, no parece tomar excesivamente en serio la situación, pues vuelve a preguntar a Jesús y refiere a las acusaciones que le están haciendo los líderes judíos, como si a él no le afectaran. Jesús permanecerá ya en silencio (cf. Isa. 53:7) hasta la cruz, lo cual asombra (thaumadzo2296) a Pilato, pues no entiende que Jesús rehúse hablar en su propia defensa. Realmente, Jesús actúa consciente de su destino establecido por el propósito divino y que le llevará a la cruz. Nadie puede cambiar eso. Joya bíblica Y Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Y respondiendo le dijo: —Tú lo dices (15:2).

En este punto de la narración se introduce una nueva situación sobre la costumbre de liberar a un preso durante las fiestas. La historicidad de este hecho es bastante discutible, pues no hay referencias fuera de la Biblia a una práctica rutinaria en los términos aquí presentados, si bien resultaría también extraña la invención de una acción tal, atestiguada en otras culturas antiguas. De ahí que la situación que aquí se refiere deba entenderse como una costumbre de los judíos, y no de los romanos, la costumbre de pedir la amnistía de algunos presos, algo no siempre concedido. La descripción de la situación, tal como la presenta el Evangelio de Juan parece más plausible: ―vosotros tenéis la costumbre de que os suelte un preso en la Pascua‖ (Juan 18:39). En primera instancia, resulta inverosímil que Roma ofrezca soltar a un preso como Barrabás, acusado de sedición y responsable de la muerte de soldados romanos, posiblemente, cabecilla de un grupo de insurrectos.

Barabbás912, bar = hijo; abba = padre, significa ―hijo del padre‖, que inevitablemente provoca una comparación entre las dos figuras en pugna. Por un lado, Barrabás es el hijo del padre, mientras que por otro, Marcos ha presentado a Jesús como el (verdadero) Hijo del Padre (cf. 14:62), que horas antes oraba a Dios, clamando ―Abba, Padre‖ (14:36). Tradiciones posteriores afirman que el nombre completo del rebelde homicida es Jesús Barrabás, ―Jesús el hijo del padre‖. La multitud presiona al prefecto romano para que deje en libertad a un preso. Para ellos la decisión se inclina en favor del rebelde que parece ser un héroe local. En dos ocasiones, Pilato, que parece tomar cierto partido por Jesús, ofrece liberar a Jesús, al rey de los judíos. Incluso pregunta cuál es el mal que Jesús ha cometido para merecer esa sentencia, sabedor de las razones aviesas que motivan a los principales sacerdotes, lo cual no es respondido, porque no hay ningún mal en Jesús. Tristemente, el clamor enfervorecido de la muchedumbre, incitada por los líderes religiosos, no solo pide la libertad de Barrabás sino que pide de manera expresa crucificar (stauróo4717) a Jesús. Sorprende la facilidad con que la muchedumbre es manipulada, sorpresa de la que no escaparían los propios líderes religiosos que, en un primer momento, pensaban que era más apropiado detener a Jesús después de la fiesta, por temor del pueblo (cf. 14:2). Marcos quiere crear la impresión en los lectores de que son los líderes religiosos judíos, los responsables intelectuales, los incitadores de la ejecución de Jesús. Para ello han trasformado una acusación de blasfemia en un reclamo sedicioso de ser rey de los judíos por parte de Jesús (cf. v. 2); ante las aparentes dudas o poco interés de Pilato, añaden otras acusaciones contra Jesús (cf. v. 3), movidos entre otras razones por la envidia (cf. v. 10); y cuando se llega a la cuestión de liberar a un preso durante las fiestas, rechazan la posibilidad que les ofrece un Pilato poco convencido de la culpabilidad de Jesús (cf. vv. 9, 12, 14), incitando al pueblo a pedir la libertad de un asesino (cf. v. 11) en vez de un justo inocente, para el que piden su muerte en la cruz (cf. vv. 13, 14). Pilato, consciente del valor de congraciarse, aunque sea por una vez, con el pueblo, decide concederles la petición de liberar a Barrabás, y de condenar a Jesús a la cruz, previo azotamiento según la práctica hacia los condenados a muerte. Estos azotes se infligían con un látigo de cuero de varias puntas, con trozos de metal o huesos en sus extremos, que se enganchaban en la carne desgarrándola. El destino de Jesús es una señal más de los tiempos finales que se aproximan, en los que el odio de los oponentes lo conducirá a la muerte (cf. 13:12, 13). Hay un cierto tono irónico en este relato, pues Pilato actúa de manera imprevisible, tomando partido por Jesús, pero cediendo a las presiones de los líderes religiosos, algo impropio en él, y que le presenta, a pesar de estar respaldado por el poder de Roma, como incapaz de ejercer su poder para liberar al que él mismo cree merecedor ello, y soltando a un preso peligroso. Pilato no aparece en control de las circunstancias porque detrás de todo esto está el todopoderoso propósito divino obrando en Jesús. Ni Pilato, con todo su poder, puede impedir lo que está divinamente determinado: la muerte de Jesús (cf. Isa. 52–53:12).

(13) Los soldados se burlan de Jesús, 15:16–20 La afirmación de que cuanto está aconteciendo es conforme al propósito divino, y el hecho evidente de que Jesús ha asumida la voluntad del Padre, tal como ya oraba en Getsemaní (cf. 14:36), así como la presentación de Jesús como el Hijo de Dios, no debe hacer de menos el sufrimiento psicológico y físico por el que ahora está pasando. Ya antes de su detención, Jesús reconoce estar triste y angustiado hasta la muerte (cf. 14:33, 34), y ahora Marcos resalta las vejaciones a las que está siendo sometido por los guardias que lo custodian. El proceso ahora parece similar al que se hizo tras el juicio en casa del sumo sacerdote. Una vez sentenciado y condenado, Jesús es insultado y torturado por sus captores. Aquí el lugar es descrito como el atrio, el pretorio. La descripción es equívoca pues parece que llevan a Jesús al lugar donde ya está, pues ha sido juzgado en el pretorio. Posiblemente, debido a posibles traducciones diferentes de los términos usados, lo que Marcos está queriendo señalar es que a Jesús lo llevan al patio del pretorio, lo cual guarda mayor sentido como lugar en el que se desarrolla la presente escena y donde estarían estacionados los soldados que se mencionan. En ese patio se convoca a toda la compañía o cohorte que constaba de algo más de 500 hombres. Es probable que la afirmación de que toda la cohorte estaba convocada dentro del patio sea una exageración, puesto que eso sería todo el ejército presente en Jerusalén en ese momento, y por motivo de seguridad, especialmente en tiempo de fiestas, habría soldados distribuidos estratégicamente por toda la ciudad. La cuestión no es tanto la exactitud numérica sino la amplia humillación pública a la que se somete a Jesús, ante una tropa compuesta por soldados extranjeros, hostiles a los frecuentemente opuestos y rebeldes judíos. Los soldados, sabedores de la acusación contra Jesús de pretender proclamarse rey de los judíos, tras desnudarle le visten con una capa púrpura. Este

tipo de tejidos era extremadamente caro, debido al elevado costo de los tintes empleados, por lo que su uso se limitaba a la realeza, al emperador, a aquellos pocos que podían costear su compra. Por ello, es previsible que no fuera una auténtica capa de púrpura la que pusieran sobre Jesús, sino quizá una similar de color escarlata o rojiza como las que llevaban los soldados, pero dando a entender que parodiaban un acto burlesco de coronación real. Más aun, los soldados tejen una corona de espinas, a modo de corona real, y tras ponérsela a Jesús comienzan a aclamarle como rey de los judíos. Toda esta burla se acompaña de golpes con una caña o bastón con la que le golpean la cabeza además de escupirle. Marcos no indica la duración de la burla y tortura a Jesús por parte de la cohorte, pero sin duda interminable para él. Una vez finalizada la ofensa, lo visten con su propia ropa. Aunque la costumbre romana parece ser la de ejecutar a los reos desnudos, es posible que en esta ocasión mostraran una actitud diferente por causa de la sensibilidad judía al respecto. Con todo, la escena concluye con los soldados conduciendo a Jesús a la cruz. La crucifixión era reconocida como cruel y perversa, incluso por el mundo pagano. Sin embargo, la cruz llega a ser la realidad central de la fe cristiana, porque fue allí donde Jesús ―llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero‖ (1 Ped. 2:24). Dos ―delitos‖ diferentes, un solo veredicto Jesús fue declarado ―culpable‖ sobre la base de dos acusaciones independientes, en los dos juicios a los que fue sometido. Ante el tribunal judío fue acusado de blasfemia; ante el tribunal romano la acusación fue de insurrección política. Evidentemente la mentira se revela por sí misma. Es impresionante ver cómo los protagonistas de estos veredictos no tienen ni la menor idea de que estan juzgando al Justo. La única persona que en un momento dado podría dar un veredicto completamente justo es precisamente Jesús el ―Juez justo‖ (2 Tim. 4:8). En el día del juicio nos asombraremos cuando el divino Juez emita su veredicto final.

(14) La crucifixión de Jesús, 15:21–32 La mofa y tortura a la que Jesús ha estado siendo sometido por los soldados romanos acuartelados en el pretorio de Jerusalén ha concluido y se dirigen ahora fuera de la ciudad, tal y como era la costumbre de llevar a cabo las ejecuciones fuera de las murallas de la misma, especialmente la de los blasfemos (cf. Lev. 24:14). Sin mediar mayor explicación, Marcos dice que pasaba un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y al que obligan a llevar la cruz (staurós4716) de Jesús. La mención a que venía del campo ha sido interpretado como que transgredía la observancia del sábado, pues o bien viene de trabajar o está recorriendo una distancia no permitida en el sábado. Algunos toman esta referencia para cuestionar la fecha de la muerte de Jesús, adelantándola en un día, por lo que no se estaría incumpliendo la observancia de la Pascua. Simón es un nombre judío, aunque su ciudad de origen, Cirene, está ubicada en el norte de África, lo que hoy es Libia. El grupo de los cireneos era muy numeroso en Jerusalén, al punto de que tenían su propia sinagoga (cf. Hech. 6:9). Se trata, pues, de un judío de la diáspora, padre de Alejandro y Rufo, posiblemente conocidos de la comunidad marcana por ser también cristianos, quizás convertidos tras este encuentro de su padre con Jesús, de ahí la inclusión de sus nombres. El hecho de que Simón sea obligado a cargar con la cruz, es decir con el travesaño horizontal de la misma, puesto que el vertical está clavado en el lugar de la ejecución, refleja la imposibilidad física de hacerlo Jesús mismo, seguramente debido al severo castigo físico que le han infligido. De hecho, Jesús murió relativamente pronto (cf. v. 44). Desde una perspectiva simbólica, Simón representaría aquí al discípulo ideal, que carga sobre sí la cruz (cf. 8:34). El trayecto concluye en un lugar llamado Gólgota (Golgothá1115), que significa calavera o cráneo (kraníon2898). De ahí procede el nombre con el que también se conoce el lugar, ―Calvario‖, puesto que calavera en latín es calvaria. La tradición señala un pequeño montículo prominente que parece un cráneo, especialmente debido a algunas de las oquedades en su superficie, como ese lugar aquí mencionado, aunque no se diga en el texto bíblico que se trate de un lugar elevado o montañoso, sino tan solo de un lugar (tópos5117). Allí, le dan a Jesús un brebaje compuesto por vino y mirra, cuyo propósito era anestésico, para mitigar el sufrimiento del reo. Marcos no especifica quién realiza esta acción. La continuidad de la acción del sujeto haría pensar en los soldados, pero esto es altamente improbable, pues su función es la de

aumentar el sufrimiento del crucificado, además de que han sido mostrados mofándose sin misericordia de Jesús (cf. vv. 16–20). De ahí que se haya especulado con que fuera alguno de los discípulos o de la familia, o, como alguna tradición parece reflejar, unas mujeres de la ciudad que se dedicaban a acompañar a los reos en estos sus últimos momentos (cf. Deut. 31:6; Luc. 23:27). En cualquier caso, Jesús rechaza tomar el brebaje anestésico que se le ofrece, a lo que Marcos no ofrece explicación alguna. Los comentaristas bíblicos ofrecen diferentes intentos de explicar, desde una perspectiva simbólica, la razón por la que Jesús desprecia el sedante. Unos dicen que para cumplir su compromiso de beber la copa de padecimiento que el Padre había establecido para él (cf. 14:36); otros, que para mantenerse fiel a lo prometido a los discípulos en la última cena, cuando afirmó que no bebería más vino hasta que estuviera en el reino de Dios (cf. 14:25). Cabría incluso reconocer un último esfuerzo por parte de Jesús de asumir todo el impacto de su castigo, llevando, de esta forma, sobre sí el pecado de muchos (cf. 10:45). Sin mayor adorno ni descripción de este proceso, sin definir si le amarran o le clavan al madero, Marcos dice que Jesús es crucificado, la forma de ejecución más humillante para los romanos. La posición en la que queda fijado el condenado a la cruz, no le permite gran movimiento. Esta inmovilidad servía para que animales salvajes o aves depredadores se cebaran con ellos, incluso antes de que murieran. Seguidamente, los soldados que custodian al crucificado echan suertes, conforme a las Escrituras, para ver quién se llevaba qué parte de las vestimentas de Jesús (cf. Sal. 22:18). Probablemente, su indumentaria se compondría de una túnica, un vestido, un cinturón y unas sandalias. Contrasta la intensidad de una vida que se extingue en la cruz con la indiferencia con que todos los verdugos reparten despojos. La práctica de repartirse los soldados las pertenencias del reo fue abolida por el emperador Adriano en el siglo II. Marcos ofrece una hora de referencia para el momento de la crucifixión, la hora tercera, es decir, las nueve de la mañana. Hay quien considera temprana la hora, apuntando como más verosímil lo que ha propuesto el cuarto Evangelio, por más que imprecisa, de la hora sexta (cf. Juan 19:14). Dado que Marcos ofrece tres referencias horarias en el pasaje, las horas tercera (v. 25, crucifixión), sexta (v. 33, tinieblas) y novena (v. 34, muerte), con una precisión y regularidad sorprendentes, hay quien concluye que hay que prestar más atención al carácter simbólico de esta sincronía que revela un tono escatológico; Dios está en control de cada acontecimiento, como parte de su plan preestablecido. Era costumbre en la época escribir en un cartel los cargos por los cuales se condenaba a un reo y que le colgaban al cuello o que alguien llevaba delante de él, camino de la cruz. Marcos no indica en qué lugar queda ese letrero inculpatorio en el Gólgota. Los cargos contra Jesús se resumen en el hecho de que se proclama el rey de los judíos, un cargo político de sedición contra Roma. Irónicamente, el cargo incriminatorio contra Jesús que le lleva a la cruz servirá de medio para que se convierta de manera auténtica en un rey. Jesús es crucificado entre dos ladrones (lestés3027), expresión que también puede significar zelotes, es decir, rebeldes judíos contra Roma. Hay quien incluso especula con el hecho de que pudieran ser parte del grupo de sediciosos liderados por Barrabás. En todo caso, Jesús es crucificado entre dos judíos, algo que la propia tradición judía rechazaba, pues consideraba que no debía haber más de un ajusticiamiento diario, algo que no preocupaba a los romanos. Los dos crucificados con Jesús, uno a su derecha y otro a su izquierda parecen ser su séquito real. La escena parece propicia para la burla de Jesús por parte de la gente que pasa, que se mofa de él, con una especie de conmiseración burlona meneando sus cabezas. Estos le echan en cara su predicción sobre la destrucción del templo, una predicción que presuponía el poder de Jesús, incluso sobre el mismo templo, y que ahora no es capaz de librarle de la cruz (cf. Sal. 22:7, 8). Reprochan a Jesús por la afirmación que también el Sanedrín le condena, la predicción de la destrucción del templo. Marcos describe las burlas de la gente hacia Jesús como insultos (blasfeméo987), pero también se puede traducir como blasfemar. En esa ambivalencia de significados hay una mención velada de que los que pasan junto a Jesús, con sus palabras de menosprecio, no solo están reprochándole su fracaso y falta de poder sino que niegan cualquier pretensión de Jesús como rey y como Hijo de Dios y, por tanto, blasfeman al negar su naturaleza y propósito divinos. Pero, además, en el reproche a Jesús aparece añadida una crítica, que hasta ahora no se había presentado, la de su incapacidad para salvar (sódzo4982). Está implícita en la censura de la gente la correlación entre el poder de Dios y el propósito redentor de éste. De hecho, la gente buscaba a Jesús durante su ministerio con la esperanza de que el poder de Dios obrando por medio de él trajera salvación a sus necesidades (cf. 5:23; 5:34; 10:52). Aquí la gente reta a Jesús a mostrar su poder divino salvándose a sí mismo. Sin duda, ignoran que Jesús está mostrando aquí el poder de Dios obrando por medio de su muerte en la cruz para salvar a muchos (cf. 10:45). Los propios líderes

religiosos, sacerdotes y escribas, son descritos participando en la mofa contra Jesús y cuestionando con gran carga de ironía su poder para salvar, acción descrita con el mismo término (empáidzo1702) empleado para describir la burla de los soldados hacia Jesús (cf. v. 20). Marcos presenta las palabras de los líderes religiosos como teniendo lugar entre ellos (pròs allélous), lo que acentúa el desprecio hacia Jesús. Sin embargo, son estos los que en su mofa articulan la realidad acerca de Jesús al describirle como Cristo y rey de Israel, expresión esta última más propia de un judío que la usada por los gentiles rey de los judíos. Más aun, reconocen que ha salvado a otros, pero este hecho no es suficiente, si no es capaz de salvarse a sí mismo y bajar de la cruz. Solo al verle hacer eso, afirman, creerán en él. Una vez más, estos líderes religiosos evidencian que no han comprendido quién es Jesús ni el carácter de su ministerio. Dudan de su poder para salvarse, sin entender que están presenciando el propósito y poder redentor de Dios obrando por medio de él. Son los que teniendo ojos se manifiestan incapaces de ver, percibir y arrepentirse (cf. 4:12; 8:18). Finalmente, incluso los otros crucificados con Jesús se suman a su injuria, estableciéndose a sí también la diferencia entre ellos. Jesús va a morir en completo rechazo y soledad. Por supuesto, éste no es el final de la historia, pues, haciendo uso de las propias palabras de Jesús a sus discípulos, lo paradójico de la situación es que quien pierda la vida por causa del evangelio se salvará (cf. 8:35). Burla Mientras se preparaba la cruz los soldados tuvieron tiempo para estar con Jesús. La sentencia había sido que se le crucificara. El consentimiento de Pilato había sido un acto de total cobardía e injusticia. Los soldados lo único que vieron era la oportunidad de divertirse con el condenado a muerte. La malicia se había hecho presente en los líderes del pueblo judío y en Pilato, pero no en los soldados que poco sabían del odio y espíritu vengativo de los líderes jusíos, ni del acto irresponsable y cobarde de Pilato. La gente se puede burlar de nuestra fe, considerándonos tontos e ingenuos al poner nuestra fe en la obra salvadora de Cristo. Cuando tal nos acontezca tenemos que recordar que primero se lo hicieron al Salvador y que es nuestro privilegio no solo creer en Cristo sino también padecer por él. La cruz El condenado tenía que cargar su cruz. Se le paseaba por las calles principales como advertencia de lo que le podría acontecer al que se le hallare culpable de muerte. Cuatro soldados escoltaban al condenado. Cuando se llegaba al lugar de la crucifixión la cruz, que tenía la forma de una T, se colocaba en el suelo. Al prisionero se le abrían los brazos y se le clavaban las manos, se le amarraban los pies, el cuerpo descansaba en lo que se denominaba silla, pues de otra manera los clavos rasgarían la carne y se caería el cuerpo. La cruz se levantaba al hueco preparado, y se dejaba para que el condenado sufriera hasta morir. Algunos prisioneros languidecían por días y morían de sed y hambre sufriendo hasta la locura. Pilato se admiró que Cristo hubiese muerto tan pronto; sin embargo, se entiende que después de los azotes su cuerpo quedó tan debilitado que la muerte no se dejó esperar.

(15) La muerte de Jesús, 15:33–41 Llega la hora sexta del día, es decir, las doce del día, momento en el que en Judea brilla habitualmente un sol radiante. Sin embargo, Marcos relata que sobrevino una gran oscuridad (skótos4655) que durará hasta la hora novena, o lo que es lo mismo, las tres de la tarde. Con esto queda reflejado que la agonía de Jesús en la cruz, desde su crucifixión hasta su muerte se prolongó unas tres horas. Dicha oscuridad se extendió sobre toda la tierra, dando a entender el carácter universal del acontecimiento que se está describiendo. Más allá de una más que difícil explicación física del hecho que motiva dicha oscuridad, el efecto que se describe debe interpretarse desde la perspectiva teológica que implementa. La oscuridad, desde esta perspectiva escatológica, es el preludio del fin que se acerca y que trae juicio universal, conforme al propósito divino: ―Sucederá en aquel día, dice el Señor Jehovah, que haré que el sol se oculte al medio día; y en pleno día haré que la tierra sea cubierta de tinieblas‖ (Amós 8:9). Es como el llanto por la muerte del hijo amado (cf. Amós 8:10). Pero tras la tribulación

que señala esta oscuridad (cf. 13:24, 25), está la esperanza del regreso del Hijo del Hombre en su gloria y poder (cf. 13:26) para juzgar a toda la tierra. Semillero homilético La muerte de Jesús 15:33–40 Introducción: En su muerte, Cristo experimentó el desamparo, el abandono de sus amigos, el dolor por el pecado de toda la humanidad. Pero, finalmente pudo ser obediente hasta la muerte. I. La muerte. v. 33–34. 1. En la cruz, Jesús experimentó el desamparo. 2. Conoció el abandono de los amigos y el odio de los enemigos. 3. Dios lo hizo pecado por nosotros para que podamos ser salvos por su muerte vicaria. II. El dolor. vv. 34–39. 1. Por el rechazo humano. 2. Cristo conmovió al centurión a hacer la confesión que ni los sacerdotes, ni los saduceos, ni los fariseos, ni los zelotes estuvieron dispuestos a hacer. 3. Es la muerte de Cristo lo que nos convence de la realidad del amor eterno de Dios. III. La fidelidad de las mujeres. vv. 40–41 1. No se dan por vencidas. 2. Es una fidelidad inculcada por Cristo en sus vidas. 3. Con todo no eran ellas las que ponían su vida por la humanidad. 4. En Cristo está Dios dándose por nosotros; ¡tanto así nos ama Dios! Conclusión: El pecado tenía que tener solución para que el hombre experimentara la paz que concede el perdón. Esto fue realizado por Cristo al dar voluntariamente su vida y vencer el pecado y la muerte. Hoy el hombre que cae rindiendo su vida a los pies de Cristo experimenta en su propia vida el gran significado de la muerte de Cristo al recibir el perdón de sus pecados y la vida eterna que Dios le ofrece por medio de la fe en Cristo. Joya bíblica El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: ¡Verdaderamente este hombre el Hijo de Dios!‖ (15:39).

Llegada la hora novena, las tres de la tarde, Jesús exclama a gran voz. Marcos narra el clamor de Jesús en su lengua original aramea, Eloi, Eloi, ¿Lama sabactani?, por lo que necesita traducirla al griego para facilitar la comprensión a sus lectores, y que será el motivo de la confusión en los testigos de la crucifixión, que piensan que Jesús está llamando a Elías. Las palabras de Jesús en la cruz corresponden al Salmo 22:1, y reflejan el sentimiento de abandono por parte de Dios. El sufrimiento que el tormento de la tortura y la cruz le provocan, unidos al abandono de todos los hombres, reflejado en la traición, negación y huída de sus discípulos, sumado a la burla de soldados y líderes religiosos, hacen que Jesús sienta sobre sí toda la carga del pecado que ha venido a derrotar. Jesús es descrito gritando a gran voz en dos ocasiones (vv. 34, 37), y así se puede percibir su agonía. Pero Jesús no grita profiriendo una maldición contra Dios, pues a pesar de que se siente abandonado, aun es a su Dios al que clama (jo theós mou). Marcos no presenta la exclamación de Jesús como una señal de derrota sino de plena asunción de cuanto le acontece, al tomar la copa que le estaba preparada (cf. 14:36). Sin duda, Jesús está evidenciando la fragilidad del ser humano que se siente dejado de la mano de Dios. El pecado de la humanidad sobre sí le hace sentir el abandono de Dios, pero no se separa de él sino que le busca en sufrida y angustiada oración, se agarra de él. Algunas versiones antiguas del pasaje hacen que la pregunta sea ―¿para qué me has abandonado?‖ en vez de ―¿por qué me has abandonado?‖, haciendo más evidente la cuestión de propósito en la experiencia de Jesús en la cruz. Los que oyen las palabras de Jesús, creen escucharle llamando a Elías, en lo que parece ser, aunque está débilmente atestiguado previamente, la convicción de que Elías vendría a rescatar y restaurar todas las cosas (cf.

9:12, 13), aunque Jesús daba a Elías como ya presente en la figura de Juan el Bautista, por lo que no regresa Elías para librar a Jesús de la cruz sino para precederle en su sufrimiento y muerte. Quizás en espera de que Elías pudiera venir, uno de los allí presentes, un soldado, empapa una esponja en vinagre y alcanzándosela a Jesús por medio de una caña, intenta darle de beber. El vinagre que se le ofrece a Jesús parece ser una especie de vino agrio, que servía para mitigar la sensación de sed (cf. Rut 2:14). Ese vinagre no estaba ahí para aliviar el sufrimiento del reo sino para prolongarle su agonía no dejándole morir de sed. Sin embargo en este caso, es la curiosidad, quizás la expectativa de poder presenciar algo milagroso, por lo que ese hombre le ofrece el brebaje a Jesús, para prolongar su vida y ver qué sucede. Sin embargo, ni aparece Elías ni la vida de Jesús se prolonga, sino que tras gritar a gran voz, expiró (ekpnéo1606). La muerte de Jesús aparece señalada por un hecho milagroso, de gran simbolismo. Si la percepción creciente de fracaso inunda el texto, con la falsa acusación de Jesús por los líderes religiosos (14:55, 56; 15:3); la tortura por parte de los soldados (cf. 14:65; 15:19); el rechazo de la gente (cf. 15:13, 14; 29–32); su abandono de todos (cf. 14:50) y sensación de abandono divino (cf. 15:34), junto con su crucifixión y muerte, lo cierto es que todo este sufrimiento es la tribulación que precede a la victoria de Dios. Con el último suspiro de Jesús, el velo del templo se rasga, como señal de victoria. Jesús ha destruido simbólicamente el templo (cf. 13:2), señalando así su superioridad sobre este y la nueva realidad que habrá de comenzar en Jesús tras su resurrección. Ya no será el templo el que defina la identidad del pueblo de Dios sino Jesús. Además, el velo servía para marcar la separación entre los lugares santo y santísimo del templo (cf. Éxo. 26:33; Heb. 10:19, 20), por lo que ahora ya no hay separación entre Dios y el pueblo, entre Dios y las naciones. Ahora Dios se ha hecho accesible en Jesús, el Hijo de Dios. La gloria de Dios deja de estar oculta tras una cortina y se hace accesible a todos en Jesús. Que el último grito de Jesús en la cruz debe interpretarse como un grito de victoria, de cumplimiento, y no de derrota o fracaso, se hace también evidente en las palabras del centurión que está junto a la cruz. Sus palabras sirven de epítome de lo que ahí se ha representado, la muerte del Hijo de Dios. El centurión no entiende que la muerte niegue la divinidad de Jesús sino que le convence de lo contrario. Son las palabras de un gentil las que hacen una lectura correcta de los acontecimientos y confiesan al Jesús de la cruz como el Hijo de Dios (cf. Sal. 22:27, 28), frente a las declaraciones burlescas de los líderes religiosos que son incapaces de reconocer la realidad divina que se despliega ante ellos. El reconocimiento por parte del soldado de que Jesús es el Hijo de Dios obra como adecuada conclusión de la identidad de Jesús que se ha venido desenvolviendo. Este reconocimiento final, en labios de un soldado romano, tenía significado especial para los lectores romanos de este Evangelio. El hecho de que dicho reconocimiento ocurre cuando Jesús está todavía en la cruz también resulta significativo, porque confirma una vez más la verdadera identidad del Mesías (cf. Isa. 53). El contraste en la narración está claramente establecido. Mientras que para unos, la debilidad, sufrimiento y muerte en la cruz de Jesús no son más que evidencia de su falta de poder e incapacidad para salvarse, para otros, su muerte es la evidencia suprema de que es Dios quien está detrás de todo cuanto ha sucedido y, por tanto, no hay lugar para la duda de que el propósito divino se ha cumplido. Jesús ha llevado sobre sí el pecado de muchos y, por tanto, la salvación ha llegado. Dios se revela a sí mismo en el sufrimiento de Jesús, haciendo suyo el sufrimiento de una humanidad que por sí misma no se puede salvar. En su victoria sobre el sufrimiento, el pecado y la muerte, Dios conquistará por la resurrección de Jesús la victoria eterna para la humanidad. En una especie de nota complementaria, Marcos hace una referencia a unas mujeres que también están allí en el momento de la muerte de Jesús y que comparten el mismo criterio hacia Jesús que el centurión, lo cual no deja de ser llamativo en la época, que un gentil y unas mujeres se establezcan como testigos de la naturaleza divina y acontecimientos finales en la vida y ministerio de Jesús. A pesar de que las mujeres citadas son descritas mirando desde lejos (apò makróthen), lo cierto es que son las únicas de entre sus seguidores que se mantienen en cierta proximidad a Jesús en estos momentos finales. Son parte del grupo de discípulos de Jesús, puesto que son descritas siguiendo (akolouthéo190) y sirviendo (diakonéo1247) a Jesús cuando éste estaba en Galilea, y que le habían acompañado hasta Jerusalén. En general, la descripción de su relación con Jesús las coloca en una perspectiva positiva, como sus fieles discípulas. Ellas serán las únicas testigos, de entre el grupo de los discípulos de Jesús, de los momentos culminantes que están sucediendo esta Pascua, puesto que no solo han acompañado a Jesús durante su ministerio en Galilea y Judea (al igual que los doce), sino que aparecen como las únicas testigos de lo que después será la esencia de la proclamación de la iglesia primitiva: la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (cf. 1 Cor. 15:3, 4). La presencia de estas mujeres las coloca en una posición

de testigos principales de unos acontecimientos clave en el establecimiento del reino de Dios en la tierra, lo cual refleja claramente la nueva realidad que el reino de Dios trae. Mientras que en la sociedad contemporánea se consideraba superior y deseable el testimonio de los hombres, Dios elige como testigos a mujeres, que estarán presentes en la crucifixión de Jesús, en el momento de su sepultura y las primeras junto a la tumba vacía. Aunque fueron tres discípulos varones los que disfrutaron de una cercanía mayor con Jesús durante su ministerio (Pedro, Jacobo y Juan), ahora estos están escondidos, y son tres mujeres las que están presentes y podrán dar testimonio de los acontecimientos señalados en el final del ministerio terrenal de Jesús: María Magdalena, María madre de Jacobo el Menor y José, y Salomé, y junto a ellas otras mujeres que también habían seguido a Jesús desde Galilea.

(16) Jesús es sepultado, 15:42–47 La afirmación temporal en la que Marcos ubica la muerte de Jesús y los preparativos para su sepultura originan un conflicto de fechas de difícil resolución. Es evidente que las tradiciones premarcanas manejan referencias temporales diferentes, y si con anterioridad Marcos ha presentado a Jesús y a sus discípulos comiendo la Pascua, es decir, en el atardecer del viernes (cf. 14:12, 17), ahora es en ese mismo atardecer que se aproxima cuando José de Arimatea solicita el cuerpo de Jesús para darle sepultura, antes de que comience el sábado judío. Es decir, Jesús no pudo a la vez comer la cena pascual y morir en la misma tarde previa al sábado. Varios autores han intentado solucionar el conflicto haciendo que Jesús celebrara la Pascua con sus discípulos un día antes que el resto de los judíos, previendo los acontecimientos posteriores, o simplemente celebrando una última cena con sus discípulos previa a la Pascua, tal y como el evangelista Juan presenta (cf. Juan 13:1, 2). En cualquier caso, la precisión de fechas se hace elusiva en el relato marcano, por lo que basta afirmar que en el entorno temporal de la celebración pascual, Jesús tuvo una cena con sus discípulos, tras la cual fue detenido, juzgado, condenado y crucificado, todo ello antes de la llegada del sábado. En este contexto, aparece un personaje hasta ahora desconocido, José de Arimatea, una ciudad al noroeste de Jerusalén, descrito como miembro ilustre (eusjémon2158), noble, del concilio, es decir del consejo que condenó a Jesús a muerte. Sin embargo, Marcos lo describe como alguien no hostil hacia Jesús, puesto que es alguien que espera también la venida del reino de Dios. No es claro a quién refiere ese ―también‖. No apunta al Sanedrín, por más que todo judío oraba en la sinagoga por la venida del reino, pero en Marcos la venida del reino está vinculada de manera inconfundible a Jesús; tampoco refiere a los doce, huidos desde el arresto de Jesús (cf. 14:50). Es probable, pues, que esté estableciéndose aquí un nexo entre José de Arimatea y las mujeres que aún siguen a Jesús, que aún están expectantes ante la llegada inminente del futuro de Dios. José de Arimatea irrumpe ante Pilato osadamente (tolmáo5111) para solicitar el cuerpo de Jesús para sepultarlo, gesto propio de alguien acostumbrado a moverse por el pretorio y ante personas de alta posición social con naturalidad, pero, sobre todo, dado el carácter tiránico y complicado de Pilato, propio de alguien comprometido con Jesús hasta unas consecuencias imprevisibles. De hecho, no hay mención de que solicitara enterrar a los otros dos crucificados con Jesús, lo cual resalta su vinculación con este, y de manera concreta, con su muerte en la cruz. La costumbre romana sobre los cuerpos de los crucificados era la de dejarlos en la cruz hasta que se descomponían, o bajarlos de la cruz pero no enterrarlos para que las aves de carroña dispusieran de su cuerpo. En el contexto judío, ni aun los crucificados debían dejarse sin enterrar (cf. Deut. 21:22, 23), por lo que Roma se deshacía de los cuerpos en fosas comunes. De ahí que la petición de José de Arimatea resulta poco frecuente, pues reclama el cuerpo de Jesús para darle un enterramiento individual en una tumba en la roca, algo muy costoso económicamente, y no en una de las fosas comunes habilitadas para el caso. No cabe alegar que Jesús fue enterrado de manera vergonzosa al no ser llevado a Nazaret junto a su familia. En la época era habitual que los que fallecían lejos de casa, como por ejemplo peregrinos en Jerusalén, fueran enterrados allí donde morían (cf. Mat. 27:7). La tumba que se cita aquí sería muy probablemente de carácter familiar, una especie de panteón familiar, que constaría de un estrecho acceso a la cámara funeraria donde el cuerpo sería depositado. La cámara en sí tendría menos de un metro de alto por otro tanto de ancho y un largo de ciento ochenta centímetros, donde el cuerpo era introducido con la cabeza hacia adentro. Tras un año de descanso del cuerpo en la tumba, cuando ya solo quedaban los huesos, estos eran recogidos y depositados en un osario, que ya en esta época era individual.

Pilato se sorprendió, por ello envía al centurión para que compruebe si realmente Jesús ha muerto, es decir, a alguien experimentado en ese tipo de ejecuciones y ajeno al grupo de Jesús, evitando así las sospechas de que fuera una trampa o intento de rescatar a Jesús antes de morir. El centurión confirma la muerte de Jesús a Pilato. Sorprendentemente, Pilato aparece concediendo la petición de José de Arimatea sin mayores reservas. Dada la premura de tiempo, antes de que comience el sábado y, por lo tanto, esté prohibido cualquier actividad como la de enterrar un cuerpo, José de Arimatea compra un lienzo (sindón4616) en el que envolver el cuerpo desnudo de Jesús, al que baja de la cruz para enterrarlo. Surgen aquí cuestiones relativas a la costumbre judía en la preparación de los cadáveres. No se hace mención alguna de que se lavara el cuerpo de Jesús, ni que se le ungiera como era preceptivo. Pero no cabe concluir que estas ―ausencias‖ suponen una actitud despectiva de José de Arimatea hacia Jesús. Tan solo se trata de una cuestión práctica, de urgencia, pues está a punto de comenzar el sábado y habría que dejar el cuerpo expuesto todo un día, lo cual no es recomendable dada la climatología de la zona. Más aun, aunque existe alguna referencia a que en algunos casos se recomendó esperar a que pasara el sábado para poder enterrar, también parece recomendado el enterramiento inmediato en una ciudad como Jerusalén. No habría que descartar que el cuerpo de Jesús fuera lavado antes de ser amortajado en la tela de lino, puesto que las mujeres discípulos que siguen todos los acontecimientos, posteriormente pretenderán ungir su cuerpo (cf. 16:1), sin mención alguna a lavarlo. Finalmente, cuando el cuerpo de Jesús es depositado en la tumba en la roca, José de Arimatea hace rodar (proskulío4351) una piedra ante la entrada del sepulcro. De los cientos de tumbas encontradas en Jerusalén, la mayoría estaban selladas con piedras rectangulares o cuadradas, mientras que tan solo cuatro son circulares. El peso de las primeras era de unos doscientos cincuenta kilos, mientras que las segundas, las circulares, pesarían tres o cuatro veces más. Estas piedras se hacían rodar sobre unos surcos o canales preparados para ello. El excesivo peso de esta piedra explica la preocupación de las mujeres discípulos de Jesús sobre cómo removerla (cf. 16:3), y ayuda a entender que, aunque Marcos singularice la acción en la persona de José de Arimatea, afirmando que es él quien baja a Jesús de la cruz, lo amortaja y coloca en la tumba y hace rodar la piedra a la entrada de la tumba, realmente contó con ayuda para ello. Es más, dado que está celebrándose la fiesta de la Pascua y los Panes Ázimos, es muy probable que José de Arimatea no realizara directamente ninguna de estas acciones, especialmente las que le ponían en contacto con el cuerpo sin vida de Jesús, puesto que las normas de pureza de la ley judía le declararían inmundo, impuro durante siete días, como a todo aquel que entrase en contacto con un cadáver (cf. Núm. 19:11). Una vez más, María Magdalena y María la madre de José, mujeres que forman parte del grupo de discípulos de Jesús desde sus comienzos en Galilea, actúan como testigos en la escena. Ese es su rol esencial en esta narración. Su presencia sirve para conectar la muerte y sepultura de Jesús con su posterior resurrección, de la que también serán testigos. Ellas representan la esperanza de que aún no se haya dicho la última palabra en la historia, por más que una piedra selle la entrada de la tumba, a modo de lapidario final. Ellas miran dónde se deposita el cuerpo de Jesús, preparadas para lo que aún ha de suceder. Finalmente, Marcos presenta un cuadro de victoria. No podría ser otro el tema sino el triunfo de Cristo sobre la muerte y la culminación de su obra de amor y misericordia en su ministerio terrenal.

VI. ¿RESURRECCIÓN DE JESÚS, 16:1–8 (9–20) (1) La resurrección de Jesús, 16:1–8 Los acontecimientos descritos en el relato de la muerte y sepultura de Jesús se han presentado con urgencia. Se aproximaba la celebración del sábado y el cuerpo de Jesús no podía quedar sin enterrar, aunque eso supusiera no poder completar la preparación del cuerpo para la sepultura. Pero ahora el sábado ha concluido y una nueva semana ha comenzado. Ahora es posible llegar a la tumba de Jesús para ofrecerle unas últimas exequias. Con ese fin, María Magdalena, María madre de Jacobo y Salomé, las mujeres discípulos de Jesús testigos de su muerte y sepultura, compraron esencias aromáticas para ungir el cuerpo de Jesús (cf. 2 Crón. 16:14), según la tradición del momento. No se trata de un embalsamamiento, pues no era práctica común de los judíos. Las especias cumplen la función de reducir los malos olores que el cadáver despide, máxime cuando el ritual funerario exige cercanía, en unos primeros momentos, de los seres queridos al cuerpo. Dado que Jesús fue muerto y enterrado poco antes del comienzo del sábado, surge la cuestión de cuándo compraron esas especias, ya que Marcos ubica temporalmente la visita de las mujeres a la tumba muy de mañana, apenas salido el sol,

cuando no es previsible que se pueda comprar nada. La decisión de las mujeres de ir antes de que el día avance es también una cuestión práctica, pues quieren perfumar el cuerpo de Jesús antes de que las temperaturas suban, y dado que ya ha mediado un día desde que fue enterrado. Marcos indica de manera redundante el tiempo en el que sucede este relato, pues afirma que es muy de mañana, para después recalcar que apenas salido el sol. Sin duda, hay aquí un mensaje mediado por un efecto visual de la naturaleza. Si la muerte de Jesús en la cruz es acompañada de una gran oscuridad (cf. 15:33), los eventos que a continuación se van a describir serán acompañados del sol, que de manera premonitoria apunta al brillo y luz de la vida del resucitado (cf. Sal. 30:5). Sin embargo, las mujeres que se dirigen hacia la tumba no son capaces de recordar que Jesús había anunciado su resurrección al tercer día (cf. 8:31; 9:31; 10:34), ni que Jesús ya había sido simbólica y premonitoriamente ungido por una mujer dos días antes de su muerte (cf. 14:3– 9). Su estado de ánimo podría describirse como de duelo y no de expectativa ante lo que Dios está a punto de hacer. Su sola preocupación es la de finalizar el proceso de sepultura del cuerpo muerto de Jesús, por lo que solo son capaces de pensar en quién moverá la pesada roca redonda que les impedirá el acceso, tarea del todo imposible para ellas. La sorpresa de estas mujeres es mayúscula cuando miran hacia la tumba y ven la piedra removida. El gesto de las mujeres es descriptivo de la situación, pues caminan cabizbajas, derrotadas por la muerte de Jesús, y cuando se acercan a la tumba, frustradas por la imposibilidad de mover la pesada piedra, alzan los ojos (anablépo308) para ver que esta ha sido removida. Este alzar de ojos corresponde con dos acciones de Jesús en las que levanta sus ojos a los cielos antes de una acción milagrosa como la alimentación de los cinco mil (cf. 6:41) y la curación de sordo y tartamudo (cf. 7:34), en ambos casos un gesto de búsqueda del poder divino para hacer algo que humanamente es imposible. De ahí, que en el alzar los ojos de estas mujeres discípulos y ver la piedra removida hay la intencionalidad de mostrar que lo sucedido es algo que escapa al ámbito del poder humano y atribuible solo a Dios. Están a punto de presenciar algo sobrenatural. Joya bíblica No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. He aquí el lugar donde le pusieron (16:6).

Las tres mujeres discípulos entran en la tumba y encuentran a un joven con vestiduras blancas sentado a la derecha. Aunque no hay mención alguna de que este joven sea un ser celestial o un ángel, la implicación de la reflexión precedente hace que el lector piense en alguien de parte de Dios, un ser divino, capaz de mover por sí solo la piedra circular de la entrada. Las mujeres se asustan ante lo que ven, por lo que el joven toma la iniciativa y les anuncia, tras intentar tranquilizarlas, que aquel al que buscan, a Jesús de Nazaret, el crucificado, ¡ha resucitado! Estas palabras están acompañadas de la invitación a ver que el lugar donde el cuerpo de Jesús había sido colocado, ahora está vacío. Aunque la expresión usada en el texto para describir la nueva realidad de Jesús es ha resucitado, es recomendable expresarla en el tiempo pasivo en que el verbo aparece (eguéiro1453). Es decir, es preferible y más correcto decir ―ha sido resucitado‖, puesto debe quedar claro que la resurrección de Jesús no es una acción que Jesús realiza sobre sí mismo o que sucede sin más. Jesús no pudo resucitar por sí solo, como no lo podrá hacer ningún ser humano. Es el poder de Dios quien hace posible la resurrección, por lo que Jesús ha sido resucitado, como un día por la fe, todo creyente será resucitado. El propósito de Dios actuando en Jesús se está cumpliendo conforme a su divino plan. Así lo reflejan las palabras del joven en el sepulcro, quien identifica a Jesús, en primer lugar, por su lugar de procedencia, Nazaret, confirmando así su realidad y ministerio terrenal; en segundo lugar, por su muerte en la cruz, quien fue crucificado; y, finalmente, por su resurrección. Vida, muerte y resurrección de Jesús son tres elementos fundamentales para una cristología equilibrada y conforme a la descripción evangélica. Cualquier énfasis o desatención de uno o de cualesquiera de los otros elementos supondría una cristología errónea o herética, es decir, etimológicamente hablando, que se sale de la norma. Joya bíblica Allí le veréis, como os dijo (16:7).

La función de la tumba vacía ha sido ampliamente discutida. Con frecuencia es referida como evidencia de la resurrección de Jesús. Nadie en el relato evangélico parece convencido de la resurrección de Jesús tras visitar la tumba vacía. A lo sumo provoca miedo, perplejidad o sorpresa. Sin embargo, no es la tumba vacía la que convence de la resurrección de Jesús sino el encuentro mismo con el resucitado, como más adelante se indicará. A lo sumo, la tumba vacía cumple la función aquí de dar a entender que cuando el joven en la tumba afirma que Jesús ha sido resucitado, no se refiere a una experiencia trascendente o espiritual, sino que, de manera física y comprobable, Jesús está vivo otra vez entre ellos. El hecho de que el joven en la tumba, más allá de sus vestiduras blancas, trasmita una orden divina a las mujeres de ir y anunciar la resurrección de Jesús a los demás discípulos, en especial a Pedro, diciendo que Jesús va delante de ellos a Galilea, parece confirmar que se trata de un ángel. Dios, habitualmente, se sirve de estos seres celestiales para trasmitir su palabra a la humanidad. Además, resultaría aun más extraña la elección para esta tarea de un mero viandante testigo de los hechos. La mención singular de Pedro sirve para mostrar el cumplimiento de las promesas realizadas por Jesús. En uno de los anuncios de su muerte, Jesús afirmó que las ovejas serían dispersadas pero que posteriormente él iría por delante de ellas a Galilea (cf. 14:27, 28), implicando que volverían a reunirse en el lugar donde Jesús desarrolló de manera central su ministerio. Implícitamente, Jesús ofrece su perdón, de manera singular, a Pedro, y, de manera general, a todos aquellos seguidores suyos que le abandonaron y huyeron tras su detención. Aquel Jesús que sufrió las burlas de los que le vieron inerte, clavado a un madero, ahora evidencia su vida y dinamismo yendo por delante de sus discípulos a la tierra símbolo y testigo de su ministerio. Y allí podrán verlo. La resurrección es un hecho sobre el cual no se puede dudar y sobre el cual las especulaciones no pueden sustentarse. Sin embargo, las mujeres discípulos que habían acompañado desde la distancia a Jesús a la cruz, las que lo habían visto enterrar, ahora no son capaces de asimilar el anuncio de su resurrección. No pueden más que huir del sepulcro, en una acción similar a la de los otros discípulos que huyeron tras el arresto de Jesús, temblando y aterrorizadas. Estas decididas mujeres discípulos que han acompañado a Jesús durante su ministerio desde Galilea a Judea, hasta la cruz y el sepulcro, no son capaces de obedecer el último llamamiento a seguirle a Galilea tras la resurrección. Solo pudieron callar, atenazadas por el miedo. De esta manera tan inesperada concluye el Evangelio de Marcos. El milagro de la resurrección de Jesús silenciado por el miedo de las mujeres discípulos y la desaparición absoluta, hace ya tres días, de los otros discípulos. Aquellos que junto con Pedro dijeron que nunca abandonarían a su Maestro no se ven por ningún lado. Tan solo un posteriormente añadido final extenso (cf. vv. 9–20) parece ofrecer un cierre más apropiado a este Evangelio. Dicho final extenso no aparece en los códices Sinaítico y Vaticano, los más antiguos y fiables, aunque sí aparecen en la casi totalidad de los manuscritos existentes y constatable en fechas muy tempranas.

(2) Una conclusión del Evangelio, 16:9–20 Son varias las teorías existentes respecto del final del Evangelio de Marcos. El consenso cuasi universal es que concluye en el versículo 8, por lo que las diferentes teorías propuestas intentan explicar por qué concluye de manera tan abrupta ahí: 1. Marcos ya ha presentado la esencia del evangelio de Jesús, culminado con su resurrección. Es ahora el momento de que el lector se involucre en la acción y ponga el final a la historia. Esto no resulta del todo novedoso, por más que sea un abrupto final. Ejemplos similares se encuentran en el libro del profeta Jonás, con una pregunta de Dios sin resolver (cf. Jonás 4:11); o el libro de los Hechos, donde el relato concluye con Pablo en una especie de arresto domiciliario en Roma durante dos años (Hech. 28:30, 31), sin especificar el desenlace del juicio a Pablo. 2. Existe la teoría de que había un final que se ha perdido. Algunos han querido reconstruir lo que falta, según ellos, asumiendo la existencia de algunos versos posteriores en los que el mensaje del ángel sí es comunicado por las mujeres discípulos a Pedro y los demás sobre la resurrección de Jesús. 3. Hay quien argumenta que el manuscrito pudo haberse dañado. Esto no es probable, porque la experiencia comparativa evidencia que eso sucede en un proceso de décadas de desgaste, y los evangelistas

Mateo y Lucas, que se sirven de Marcos para la composición de sus obras, y que escriben poco más de diez años después, no conocen el final largo de Marcos. 4. Marcos se enfermó o murió sin poder terminar su Evangelio. Esto no resuelve la incógnita de por qué uno de los discípulos de su escuela no la terminó. En cualquier caso, con un final en el versículo 8, el Evangelio de Marcos concluye de forma muy abrupta, violentando el hecho ya acaecido de que la iglesia ya no se esconde ni calla en la proclamación de la resurrección de Jesús. Es bien probable, pues, que el final existente en Marcos se haya perdido, un final en el que se evidenciara que el silencio no fue definitivo. El hecho de la desaparición del final original de Marcos llevó a algún copista posterior a añadir otro final, construido sobre la base de las ya firmemente establecidas convicciones de la comunidad cristiana primitiva, así como de enseñanzas recogidas en los otros evangelios y Hechos. No es este otro final, en ningún caso, obra de Marcos, tal y como divergencias lingüísticas, de estilo y énfasis atestiguan. La sección final conservada del Evangelio de Marcos (vv. 1–8) parte de hechos consumados. El relato del evangelio de Jesucristo que el evangelista propuso como razón y contenido de su obra (cf. 1:1) ha alcanzado su clímax (o punto culminante) con la afirmación de que Jesús de Nazaret, el crucificado, es también ahora el resucitado. El relato, sin duda alcanza su propósito completo. Sin embargo, la historia recogida en este Evangelio está inevitablemente unida a la realidad de los seguidores de Jesús, aquellos que han visto su vida afectada por la presencia del reino de Dios que Jesús vino a proclamar. De ahí la necesidad de este segundo cierre del Evangelio (cf. vv. 9–20), en el que la figura del discípulo es descrita también de manera completa. Es cierto que la presentación de los discípulos a lo largo del Evangelio de Marcos no ha sido muy positiva, llegando incluso a concluir con los discípulos varones huyendo y abandonando a Jesús cuando este va a ser detenido (cf. 14:50), y con la esperanza frustrada de que las mujeres discípulos pudieran responder de mejor manera, teniendo en cuenta que han permanecido con Jesús incluso en la cruz y sepultura. Pero en el último momento también ellas huyen con miedo y sin contar acerca de la tumba vacía. Al menos, de momento. Pero la historia va continuar tras la resurrección en la vida de la comunidad de fe. ¿Dónde se produce el cambio, la transformación de un grupo de seguidores timoratos y confundidos, que tantas veces se mostraron incapaces de plenamente entender la naturaleza y misión de Jesús? Marcos dice que es el encuentro con el resucitado el que trasforma de manera definitiva su realidad, pasando a ser auténticos y valerosos discípulos de Jesús. ¿Cómo se sabe esto, más allá de que Marcos así lo indica (cf. v. 20)? En el hecho de que conocemos toda esta historia. Los que antes callaron, después proclamaron y compartieron la buena nueva de que Jesús había sido resucitado. Analizando la sección añadida tras el v. 8, se hace evidente que el punto de partida del cambio radical en los discípulos es la aparición de Jesús resucitado, en primer lugar a María Magdalena, de quien se dice por primera vez que fue exorcizada por Jesús. Esta aparición sucede en el mismo día en que Jesús es resucitado, es decir, el primer día de la semana. María ahora no huye ni calla sino que va a los demás discípulos a compartirles la noticia de la resurrección de Jesús. El estado de ánimo descrito de los discípulos es de derrota, pues están tristes y lloran, situación que no cambia ante el anuncio de María Magdalena, pues no le creen. La escena del Jesús resucitado apareciéndose a María Magdalena se repite con la aparición de éste a dos discípulos que van de camino, que igualmente trasformados por el encuentro con Jesús, no huyen ni callan, sino que lo cuentan a los demás discípulos, pero con el mismo resultado de incredulidad por parte de los oyentes. No será hasta que el propio Jesús resucitado aparezca a los discípulos que estos no creerán en su resurrección. Este hecho confirma que no hay fe sin el encuentro con el resucitado, pero Jesús crítica a sus discípulos por su incredulidad, lo cual es una advertencia también a aquellos que dudan de la proclamación del evangelio, a los que no creen a los testigos del poder y mensaje divinos. ―Y a Pedro‖ Frente a las fallas personales sentimos vergüenza e indignación con nosotros mismos. Esto debió de sucederle a Pedro y a los demás de los discípulos. Se singulariza a Pedro por haber dicho que aunque le fuera necesario morir no negaría al Señor. Esta comisión de decirle a Pedro lo acontecido con el cuerpo del Señor dice elocuentemente de la calidad de amor, compasión y perdón de Dios que no desea que vivamos en derrota sino con el vigor de la victoria que el conquistó al levantarse de entre los muertos. El poder de la resurrección llegaba hasta Pedro y lo

reafirmaba como discípulo de Cristo. Esta es una buena noticia para todos nosotros que fallamos de muchas maneras y que nos avergonzamos de nuestros fracasos. Dios nos ama y nos tiene muy en cuenta hasta por nombre.

Es interesante el hecho de que Jesús aparece a sus discípulos y estos son presentados sentados a la mesa. Son muy probables ecos litúrgicos en esta referencia a la mesa, indicando que el Jesús resucitado está presente cuando la comunidad de fe se reúne a partir el pan. Dado que la resurrección indica la realidad de la presencia de un nuevo tiempo para la humanidad, Jesús deja ya atrás los reproches a sus discípulos y les encomienda una tarea, que corresponde con la que él mismo ha iniciado. Los discípulos ahora deben predicar el evangelio, y lo deben hacer por todo el mundo y a toda criatura, es decir, Jesús les encomienda una tarea de carácter universal. El objetivo de dicha tarea es la salvación por medio de la fe y el bautismo que la acompaña. Pero dado el contexto escatológico en el que el ministerio y enseñanzas de Jesús se han desarrollado, el texto también recoge la consecuencia de no creer en el día del juicio, la condenación. p 237 Joya bíblica

Y ellos salieron y predicaron en todas partes, actuando con ellos el Señor y confirmando la palabra con las señales que seguían (16:20). Semillero homilético La Gran comisión de la iglesia 16:15–20 Introducción: La resurrección de Cristo marca una nueva era. Comisiona a sus discípulos para que continúen el anuncio del evangelio que él ha iniciado en sus tres años de ministerio en la tierra. Esta es la misma tarea que tiene la iglesia de hoy. I. Predicar (vv. 15, 16). 1. La iglesia tiene la comisión de anunciar el evangelio de nuestro Señor. 2. La iglesia está constituida por creyentes que un día se beneficiaron aceptando el evangelio. 3. Cada miembro debe ser pregonero del evangelio al mundo perdido. II. Dones (v. 17). 1. La iglesia cree en Dios para quien no hay imposibles. 2. El ministerio iniciado por Jesús tiene que continuarse hoy. 3. La iglesia se interesa tanto en lo espiritual como en la vida ordinaria de los hombres. 4. El Espíritu ha dotado a los miembros con dones que le ayudan a cumplir la Gran comisión. III. Poder (vv. 18–20). 1. Pedro, Pablo y otros fueron librados de grandes peligros cuando predicaban. 2. No es sorprendente que hoy veamos milagros similares. Conlusión: La presencia de Cristo se siente cuando la iglesia se propone hacer la obra para la cual Cristo la comisinó. El Señor de la iglesia vive y está presente en la vida de cada creyente al hacer la voluntad de Dios en el mundo. El poder de Cristo que venció tanto a la muerte como al pecado continuará hasta cuando venga con poder y gran gloria por su iglesia.

Jesús describe una serie de señales que acompañarán a los que creen, muy propias del texto de los Hechos de los Apóstoles de donde podría provenir la influencia narrativa aquí. El poder de las señales no está en la acción del creyente sino en el nombre de Jesús (cf. 9:39). Es el nombre de Jesús el que opera el auténtico milagro. Los dos versículos finales cierran la narración de manera gloriosa. Por un lado, Jesús, quien es confesado aquí como Señor, asciende a los cielos, tal y como un día volverá. Por otro lado, los discípulos, una vez

cobardes y silenciosos, ahora aparecen yendo a predicar a todo lugar. El encuentro con el Jesús resucitado les ha hecho vencer el miedo inicial y ahora anuncian y proclaman, una tarea que no hacen solos, pues su Maestro les acompaña dándoles poder para hacer las señales que apoyan su ministerio. De aquí en adelante, el incentivo más grande para los discípulos es la certeza de que sirven a un Cristo vivo, que promete volver otra vez. Este no es el final original de Marcos, pero sí uno que se corresponde con la realidad de la experiencia de la comunidad primitiva de discípulos, cuyas vidas fueron transformadas por la experiencia del Jesús resucitado, aquel del que Marcos escribe El principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios (1:1), y cuya historia continúa tras su resurrección en la vida de la iglesia. Soli Deo Gloria