CIUCCI, Giorgio y Otros. La Ciudad Americana.

GIORGIO CIUCCI FRANCESCO DAL CO MARIO MANIERI-ELIA MANFREDO TAFURI LA CIUDAD AMERICANA de la g uerra civil al New Deal

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GIORGIO CIUCCI FRANCESCO DAL CO MARIO MANIERI-ELIA MANFREDO TAFURI

LA CIUDAD AMERICANA de la g uerra civil al New Deal Con un prólogo a la edición española de José Quetglas, arqto.

Título original de la obra: La cilla americana Versión castellana de MONTSERRAT ALÓS y

JosÉ QUETGLAS, arqto.

© Casa Editrice Gius. Laterza & Figli, Spa., Roma . Bari y para la edición castellana Editorial Gustavo Gili, S. A., Barcelona

Printed ÍII Spain

ISBN 84-252-0859-9 Depósito Legal: B. 34.844-1975 Industria Gráfica Ferrer Col!, S. A. - Pasaje Solsona, s/n - Barcelona-14

Mario Manicri-Elia

Por una ciudad «imperial» Daniel H . Burnham y el movimiento City Beautiful

Introducción. La ciudad del «laissez faire» Los acontecimienlos sociales y organizativos que caracterizan los Estados Unidos en el último cuarto del siglo XIX se relacionan -directa o indirectamente- con el fenómeno de la urbanización, entendida en su más amplio sentido: es decir, sin distinguir aún entre el movimiento de los inmigrados desde el campo americano y los inmigrados de ultramar. Unos y otros constituyen un flujo continuo, activado por la evolución de las relaciones de producción, dado el incremento demográfico general y el desarrollo económico de las ciudades, tanto en USA como en Europa. E n efecto, al igual que los procedentes del campo americano, los inmigrantes del otro lado del mar son, en general, campesinos llegados a sitios

tan lejanos por la enorme atracción ejercida por la ciudad americana. Y es en ella, captada en su momento de transformación en metrópoli, donde podemos esludiar, ejemplificados en estructuras físicas estables y mensurables, una serie de fenómenos vinculados a la formación del capital moderno, siguiendo una línea que nos acerca a los mecanismos organizativos e ideológicos que acompañan su evolución estructural, cuyo fenómeno más claro es, precisamente, la urbanización. Desde esta óptica, la a rquitectura se sitúa como cultura de élite y sus conlenidos específicos encuentran inmediata y significa!iva respuesta, a escala más amplia, en la edificación y los procesos de formación de la ciudad . La forma americana de la ciudad de l laissez /aire puede compararse al modelo estructural de la c iudad burguesa europea: concentración comcrciéll y productiva en el centro y una amplia y elástica reserva de fuerza de t ra bajo en la periferia. Existen, sin embargo, importantes diferencias, debido a la preexislencia, en Europa, de estructuras de asentamiento for!Tlalizadas y a la inercia de los «valores» con ellas relacionados; en Amérit:a, por el contrario, la generalización del quadrillage funciona como soporte neutral para la libre explotación de la plusvalía inmobiliaria, al "Tlismo tiempo que la gestión urbana, en el Nuevo Mundo, por lo menos durante todo el siglo pasado, está en manos de los bosses de la construcción, sin que ninguna autoridad, comparable a la de los «prefectos» europeos pueda inlervenir, ni siquiera en controles parciales. Todo esto va estrechamente vinculado a la otra gran diferencia que distingue ciudades como Nueva York o Chicago de Londres o París,

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consistente en su dinámica de desarrollo, particularmente en los años 70 y 80, decisivos para la formación de las metrópolis americanas, sin parangón en Europa. Si bien es verdad que la colonización hacia el Pacífico y la inmigración del Atlántico son fenómenos comparables, respectivamente, a las exµansiones coloniales y al desplazamiento hacia la ciudad de los campesinos europeos, hay que destacar que, en Estados Unidos, ambos fenómenos siguen un desarrollo óptimo y sin resistencias, desconocido en Europa. Y ello porque la continua entrada de riqueza desde el Oeste, bajo forma de tierra arrebatada a los Pieles Rojas, y la correspondiente llegada de mano de obra a bajo precio desde el Este son procesos que se mantienen fácilmente a su máximo rendimi ento: por su importancia pero, sobre todo, por la relativa facilidad con que uno y otro pueden ser dosificados (control de la realización del ferrocarril en el Este y de la inmigración en el Oeste). Y, finalmente, por la posibilidad, que el sistema no deja escapar, mediante un vigilante proteccionismo aduanero de impedir que, además de la mano de obra, lleguen también de Europa mercancías a bajo precio. Así, cuando con la guerra civil el Norte industrializado adquiere el control político del país, colonización e inmigración funcionan mientras la frontera sea algo más que un mito, como motores inagotables de acumulación primitiva y de disponibilidad de fuerza de trabajo, estimulando de manera inusitada e l desarrollo industrial, junto al crecimiento visible y congestionado de las ciudades. Y , con las ciudades, se agigantan los problemas de gestión, de administración, las posibilidades de explotación, de organización política y s indical , de control electoral. En la oposición entre el yankee y el emigrante, el aspecto racial enmascara a menudo la naturaleza estructural del conllicto, comparable, una vez más, a lo que sucede en el Viej•> Mundo entre la clase obrera sindicalizada y el proletariado y subproktariado de reciente urbanización. El gobierno maneja bien esta contraposición; puede hacerlo, también en este caso, mejor que en Europa, por la absoluta incomunicabilidad entre ambas categorías de trabajadores. Y puede reservar, más eficazmente, para los segundos, treinta millones de desarraigados, la función de masa de mano de obra contra las huelgas, las presiones salariales y la disminución general del standard de vida obrero. Los nativos americanos, por otra parte, excluyen a los nuevos inmigrantes de sus sindicatos, perpetuando así su privilegio objetivo con una separación social y política. Es és ta una composición de clase que hay que dosificar y controlar: para que no crezca el malestar de los inmigrantes hasta hacer de ellos una fuerza anárquica subversiva, e impedir, por otro lado, que la fuerza política de las aristocracias sindicales aumente y ponga en peligro el mismo laissez faire. La división de clase, por otra parte, imprescindible para e l establishment, está avalada ideológicamente por las dos figuras sobresalientes y características, en su contraposición, del momento: la del «boss» y la del «reformador»; personajes cuya acción combinada es parámetro esencial en la historia de la ciudad. El boss es el organizador de la masa de inmigrantes: su obra conti('ne dentro de límites tolerables el malestar, reduce al mínimo las exi-

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gencias de subsistencia y, a menudo, las satisface, consiente la perpetuación de usos y costumbres sociales de los países de origen, en una segregación que él hace soportable. Soportable a niveles ínfimos pero, de todas formas, mejores que el standard de los negros: lodo en el que el inmigrante blanco no debe hundirse. En la práctica, es él quien introduce en el ciclo productivo y, después, lentamente, en el sistema social masas de inmigrantes de las más dispares culturas, evitando en lo posible cualquier manifestación de descontento y manteniendo los brotes reivindicativos a niveles personales y elementales. El campo de acción del boss es, claro está, la ciudad. La ciudad como residencia, como lugar de producción y de camino, de lucha política y de huelga: como mercado de la fuerza de trabajo. Mediante la dirección de la fluida materia urbana, puede hacer convincente su ideología. Esta ha sido descrita en numerosas ocasiones:' en definitiva, el boss amortigua el impacto del inmigrante con la estructura productiva americana, ofreciendo unos servicios que tienen también una clara finalidad de apoyo psicológico: reduciendo el malestar producido por las diferencias de lenguaje y por los movimientos chauvinistas y racistas, ofreciendo sin hacer preguntas protección .iudicial, participando en las costumbres sociales y celebrativas, hasta llegar a un conocimiento individual. A cambio de esto, pide una lealtad personal que se materializa en el voto. Su existencia es consecuencia, por lo tanto, de la introducción del sufragio universal; el poder político que obtiene se limita, generalmente, al «aparato» urbano: si tiene un puesto clave en él, puede ofrecer trabajo en la construcción y en las obras públicas, rápidas naturalizaciones, servicios sociales, favores de las autoridades locales. Naturalmente, trabaja bajo mano y la corrupción es parte integrante de sus métodos. El periodismo crítico tiene en él su personaje negativo, su blanco fundamental. Pero el muckraking 2 representa el límite ideológico opuesto, la voz, a menudo exaltada, de los reformadores. Los reformadores son, frente al boss, el ala progresista autóctona de los que actúan sobre la ciudad. Su papel consiste en la defensa de las instituciones democráticas, en mantener a flote la solidaridad, e l interés cívico y las sanas costumbres. A la lealtad personal exigida por los bosses, oponen la promoción de una lealtad cívica, que significa también eficiencia, organización a la luz del día, estabilidad en la legitimidad. De 5u parte está la élite de los dirigentes sindicales, que se reconocen en !as palabras de hombres de fama radical, como Edward A. Ross o John R. Commos, capaces de expresar durísimas condenas racistas contra los inmigrantes, responsables de tan graves daños para las clases trabajadoras nativas. Aprueban las posiciones políticas y reivindicativas de la l. La bibliografía es extensa. Citemos tan sólo: Harold Zink, City Bosses i11 the U11ited States, Durham, Duke Univ. 1939; Charles N. Glaab, A. Theodore Brown, A Hisrory of Urban Arnerica, The MacMillan Co., Nueva York 1967, trad. it., le cilla ne/la storia deg/i Stati Uniti, Nápoles 1970, pp. 287 y sig.; Richard Hofstadter, Tlze Age of Reform. Frorn Bryan to F. D. Roosevelt, Knopf 1956, trad. it., l'eta delle riforme, 11 Mulino, Bolonia 1962, pp. 140 y sig. 2. Término despectivo para indicar el periodismo y el ensayo de denuncia, a menudo escandalosa, que se difunde en América desde fines del Ochocientos. Cfr. el ensayo de Dal Co en este volumen.

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Noble Orden de los Caballeros del Trabajo o, posteriormente, de la Federación Americana del Trabajo,3 y se horrorizan del grado de embrutecimiento en que son capaces de vivir sus nuevos conciudadanos. Su instintiva repulsión, por otra parte, pronto se verá apoyada por la autoridad de los «ideólogos» progresistas y acelerada por su objetiva contraposición política.◄ El boss -personaje casi nunca yankee, a menudo irlandés- es, pues, la única articulación que pone en relación la confusa masa de inmigrantes con el sistema en su forma urbana de «aparato». Y en su calidad de articulación puede garantizar una conexión ágil, elástica a todos los niveles, capaz de resistir empujones y desgarros, transmitiéndolos atenuados y resolubles. La forma de madurar esta condición social, segregada pero unida mediante un controlado sistema mediador, es el ghetto: zonas compactas de slums, ni más ni menos que como en Londres o Berlín, separadas aunque dentro de la ciudad que las rodea y a la que se unen mediante pasos obligatorios: rótulas de la estructura urbana que se articula, en efecto, en zonas grises, reserva de la fuerza de trabajo dirigida por los bosses, y estructuras organizativas cualificadoras, capaces de garantizar, con la dinámica de las relaciones económicas en desarrollo, el armazón que sostiene el conjunto. En estas últimas pronto se hará necesaria una planificación: pero en los campos grises reina, a nivel de actuación, el boss de la construcción, que únicamente respeta la ley del máximo beneficio. La retícula es el neutro soporte de su libertad Je

acción, el esquema lógico donde realizar el arbitrio legal, el elemento que· garantiza una vital eficiencia de base. En la retícula ya hay un principio de orden, racionalidad y medida, un elemental intento planificador, cuya paternidad cae fuera del ámbito del boss; y enlaza con la eficiencia del pensamiento reformador. La ideología progresista vuelve a actuar a posteriori en la ciudad como elemento moderador de la explotación -mediante denuncias, cruzadas, escándalos-, funcionando como válvula de escape. Por último, la exigencia de calidad de la que se hace portadora vuelve a promocionar la arquitectura. El arquitecto no recibe encargos del boss -al que, si se le puede atribuir alguna instancia cultural, no pasa del puro ceremonial o del nivel más convencional de la tradición estilística europea-; pero tampoco los recibe del reformador puro, en general bastante poco hábil en el manejo de capitales: sus clientes suelen ser, durante la época del laissez faire, determinadas figuras de boss «arrepentido» o de reformador negociante; o bien son los grandes hombres de negocios o industriales, para quienes la empresa de constru cción es sólo una manera marginal de dar 3. The Noble Order o/ tlie Knights o/ Labor nace en Filadelfia en 1869; clandestina hasta 1878, empezará organizando sobre todo a obreros especializados; en 1886 alcanzará un máximo de 700.000 afiliados. Entrará en declive después, rápidamente, a consecuencia del desarrollo de la American Federation of Labor, que se constituye en Pittsburgh en 1881 y que llegará a tener 2 millones de afiliados en 1905, año en que nace el International Workers of the World. 4. Sobre la actitud hacia los inmigrantes del gran sindicalista Samuel Gompers, véase Arthur Maon, Gompers and the lro11y of Racism, en "Antioch Review", 1953, pp. 203-14. Cfr. también Frank J. Warne, The Immigrant lnvasion, Nueva York 1913.

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brillo a su compañía y, con ella, a la ciudad. Solicitaciones, de todas formas, q11e quieren «cultura» , qué la buscan donde sea, en general entre los intelectuales «progresistas». Especialmente en Chicago, que desde su primer desarrollo se muestra como ciudad típicamente americana, sin nostalgia por las convenciones de ultramar, la arquitectura urbana tiene un desarrollo dependiente del pensamiento reformador, enciclopedista y autóctono, que, durante la época del laissez /aire, correspondiente a la autonomía del ciclo productivo, se basa en los principios de autocultura e individualismo desarrollados por la filosofía trascendentalista.5 Los arquiteclos de la «Escuela de Chicago», oue se dedican durante la época «dorada» a los primeros rascacielos que la historiografía ha hecho famosos por su indudable calidad y atractivo, buscan, dando por descontada la eficiencia, la creatividad en la originalidad y, aunque un inevitable complejo de inferioridad hacia la cultura europea condiciona sus investigaciones, tienen como objetivo la fundación de una cultura americana, que pague su deuda con Europa a no más alto precio del que cualquier arquitectura innovadora debe a la tradición. Este objetivo, de acuerdo con las peticiones del cliente y con la exigencia de originalidad de la que se ha hablado, intentan realizarlo en un edificio singular, que respete la parcela asignada en la retícula. El carácter urbano de esta arquitectura está, pues, condicionado por la rígida regla bidimensional de la vulgar parrilla de calles. De ahí que el margen de libertad volumétrica -por otra parte enormemente utilizada- consista en la tercera dimensión; pero ésta se realiza sin una relación proporcional orgánica con las otras dos {aparte unos muy limitados casos de excepcional valor estilístico). Tampoco hubiese sido posible llevar un control más articulado sobre el conjunto de la forma sin poner en discusión la ley del máximo rendimiento y su consecuencia: es decir, el quadrillage. Para comprender el rascacielos hemos de tener en cuenta, además, que en el espacio «cultural» del boss, la altura, dejando de lado la especulación del suelo, puede ser un intento por lograr, a falta de otros medios, la calidad mediante la cantidad. E! Loop de Chicago es el resultado perfecto del «aparato» urbano del laissez f aire: un sistema de retícula regular; un amontonamiento de edificios en forma de prismas, cuya altura se ve determinada por. la inversión de capital: dos operaciones, como ya se ha dicho otras veces, la primera de división, la segunda de multiplicación.6 Una ciudad donde la forma tiende a acabar en la casualidad y donde únicamente los signos del consumo, el movimiento de la gente y su manera de vestir y de comportarse, según las propias leyes del consumo, se convierten en caracterizantes de 5. Sobre las relaciones entre situación estructural americana del Ochocientos e ideologías trascendentalistas y post-trascendentalistas, y entre éstas y la arquitectura, cfr. M. Manieri-Elia, Louis H. Sullivan, epígono di 1m'ideologia, introducción a L. H. Sullivan, Autobiografia di ur1'idea ed a/tri scritti di architellura, Officina, Roma 1970. 6. Leonardo Benevolo, Storia dell'architellura moderna, Laterza, Bari 1960, 1971', página 320 (Trad. cast. G. Gili, S. A. Barcelona 1974'). Benevolo cita a Emilio Cecchi (America amara, Florencia 1946', pág. 13), que define el rascacielos como "una operación aritmética, una multiplicación" y se refiere a otra operación aritmética, la división, método de parcelación del suelo.

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forma perceptible. El excepcional esfuerzo de los maestros de la Escuela de Chicago quizás sea debido también a este extremo esfuerzo que la ciudad necesitaba para oponerse, únicamente con los instrumentos del estilo, a la «percepción distraída», típica, como van a demostrar muy pronto los sociólogos, del ambiente metropolitano. Y en Chicago esta condición alcanza su límite extremo, dado su excepcionalmente rápido desarrollo y también su tipo especial de bossismo, dependiente de aquél, sin una figura dominante, que centralice el poder de la ciudad. Incluso Nueva York, también con un desarrollo muy rápido, evidencia señales de una gestión urbana muy diferente, dominada por un único boss. Pero William Marcy Tweed sigue una veterana tradición bossista que, desde el Ochocientos, había controlado orgánicamente el mercado de trabajo y la organización de la ciudad: el Tammany Club.7 Cuando Tweed obtiene el poder absoluto, las calles de Nueva York se ensanchan, los servicios de transporte -en concesión monopolista- se coordinan y se vuelven eficaces, se adelanta la realización del Central Park. Cuando el balance pase a estar irremediablemente en déficit, los banqueros mandarán a la cárcel al boss; pero al poco tiempo el partido demócrata alcanzará la victoria electoral, devolviendo a la máquina de Tweed, aunque sin él, la posibilidad de seguir, más o menos, con el mismo trabajo de antes. Y lo que sucede en Nueva York en 1871 es perfectamente análogo a cuanto sucederá en Filadelfia diez años más tarde. Con la única diferencia de que aquí los demócratas no están de parte del boss (James McManes), republicano, sino que, por el contrario, lo atacan y, llegado el momento, lo derrotan. Un boss único, típico boss de la construcción y de muy alto nivel, es Alexander Shcpherd, en Washington. Aquí, por la falta de industrias y por la especial legislación de 1871, que hacía prácticamente no electiva la administración pública, el bossismo no tuvo el carácter popular y bonachón de otras partes. La máquina de la gestión urbana coincidía en la práctica con el poder político, detentado por los republicanos y, en primera persona, por el presidente Grnnt, amigo de Shepherd, promocionado inmediatamente para el cargo de gobernador del District of Columbia. En este caso, sobre todo, la intervención sobre la ciudad es orgánica y unitaria, anticipando mecanismos que serán desarrollados por el movimiento City Beautiful. Pero también en este caso la operación hace bancarrota. Se actúa sin planificación y el único mecanismo que se pone en práctica para moderar las arbitrariedades es un repentino cambio de dirección provocado por un violento ataque político. Es un sistema basto y eficaz, que se adapta bien a la prisa sin escrúpulos de los años 70 y 80. Pero, con la crisis de 1893, todos comprenden que se hace necesario un equilibrio más complejo y estable en todos los terrenos. Digamos ante todo, refiriéndonos a lo dicho sobre las relaciones entre las estructuras generales organizativas y los terrenos neutros aban7. Es extensísima la bibliografía sobre el Tammany C lub y el boss Tweed. Recordemos el interesante libro de Theodore Roosevelt, New York City 1890-1895, Longmans Green, Nueva York 1918; Seymour Mandelbaum, Boss Tweed's New York, J . Willey & Sons., Nueva York 1965; además de los textos sobre el bossismo (cfr. nota 1).

l. Chicago desde el lago Michigan en 1892. La retícula está generalizada y se extiende hasta perderse de vista. En el centro de la imagen y próximo al puerto flu-

vial, el Loop con la concentración de los primeros rascacielos. Nótese el Auditorium con su torre (Adler y Sulhvan, 1889), frente al paseo del lago, y el Masonic Temple (Burnham y Root, 1891) en pleno Loop. El ferrocarril corre por el litoral. 2. Vista del Loop de Chicago (1890?). Sobre la retícula de base crece caótica la ciudad del laissez faire: es el resultado de la gestión urbana en manos de los bosses.

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donados al arbitrio del boss, que, en la ciudad, estos últimos no se anulan ni se anularán jamás. Pero sobre el armazón de base se toma, desde finales del siglo pasado, la decisión de actuar en forma cada vez más determinante co"n intervenciones que tendrán, además de un fuerte contenido ideológico, también -y muy importantes- un aparato técnico y una incidencia estructural. Son precisamente estos desarrollos del diseño urbano lo que intentamos poner en claro en este ensayo. Desde el brusco viraje disciplinar de la White City que, con angustioso pesar para algunos, ha sido objetivamente el momento del inicio de una nueva concepción urbana en los USA, hasta las realizaciones y concepciones urbanas no realizadas que encajan dentro del más amplio aspecto del movimiento City Beautiful. Aspecto en el que la obra de Daniel II. Burnham es punto central.3

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Chicago 1890 )' la idea de la Exposición de 1893

Parece ser que todos los historiadores aceptan como clara señal de separación entre dos épocas históricas la Exposición Colombina de 1893. Muchos de ellos han tratado de señalar la fecha de nacimiento de la idea: Reps, por ejemplo, señala 1882 9 (sólo seis años después de la anterior Exposición Internacional de Filadelfia); fecha que, por extraña coincidencia, corresponde a la indicada por Williams como fin de la guerra contra los indios. 10 Puede afirmarse que el momento de maduración de las condiciones para este inusitado lanzamiento del prestigio y del poder americano -protagonista, Chicago- cae más o menos hacia 1887, que corresponde al fin de la deuda del Oeste hacia el Este. Hasta aquellas fechas se había perpetuado, en efecto, una relación colonial, que obliga a los países de la «frontera» a hacer dinero para enriquecer los centros del poder económico de la costa atlántica. «He aquí la razón -escribe Ralphs en aquellos años 11- por la que Chicago habla únicamente de negocios, he aquí por qué la leisure class no tiene ni reservas de capital para invertir». Pero a mediados de los años 80 la 8. La demostración de la importancia del papel de Burnham y la precisión del espacio disciplinar y operativo cubierto por él, en el ámbito de la ambigua definición del "movimiento City Beautiful", son el objeto de este ensayo. 9. John W. Reps, The Maki111: o/ Urba11 America, Princeton University Press, 1965. "La idea de una exposición mundial para conmemorar el 400 aniversario del descubrimiento de América ya fue formulada en 1882, al sugerirla T. W. Zareba a un grupo de tíders de Nueva York (... ). En 1886, el Dr. Zareba repiLió la sugerencia en el meeting de la American Historical Society de Washington. La sociedad formó un comité para entrevistarse con el presidente y obtener su ap0yo" (pág. 498). JO. William A. Williams, The Co111ours o/ American llistory, 1961, trad. it. Storia de1:li Stati U11iti, Laterza, Bari 1964, pág. 394. Hay que advertir aquí, para poder explicar la tardía fecha de la matanza de Wounded Knee en 1890, que este vergonzoso episodio, en el que encontró la muerte Toro Sentado, tuvo lugar cuando ya hacía tiempo que los indios estaban recluidos en reservas. Fue una venganza deliberada y tardía, realizada basándose en pretextos. 11. Julian Ralph, Chicago World's Fair, Harper & Brothers, Nueva York 1893.

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cionista que confía a Davis y a Eugene A. Baumann la construcción de lo que Tunnard ha definido como la «first romantic suburban community». La ordenación de conjunto del proyecto puede ser comparada al estilo de los cementerios, si bien aquí nos encontramos ante un verdadero asentamiento residencial. El eclecticismo de las arquitecturas que se construyen y la romántica organización de los recorridos, los intentos de ambientación, son fruto del lenguaje pintoresco que se va afirmando. Para ello basta ver la Gate Lodge de Llewellyn Park proyectada por Davis, donde las formas eclécticas y románticas se mimetizan con los elementos de la naturaleza: el esfuerzo de ambientación crea un pintoresco efecto cargado de tensión, explícita referencia a una actitud cultural desconocida en el revivalismo del Setecientos, que en lugar de ignorar la tradición autóctona se adapta a ella, asumiéndola y reelaborándola en su interior. Sobre estas bases el neogótico es, para las fonnas de la arquitectura, lo correspondiente al landscape romántico para las formas de la urbanística: de su fusión nace el picturesque planning.

4.

Parques y ciudades bellas

Los ejemplos de landscape que hemos recordado en el párrafo precedente, la obra de A. Pannentier y de J. J. Ramee, las villas o los rural cemeteries son sólo el inicio de un lenguaje pintoresco que encuentra en Andrew Jackson Downing un intérprete muy particular. Las relaciones de Downing con el movimiento de las Horticultura! Societies son estrechísimas: en 1846 se convierte en editor de la revista «The Horticulturist » y !>U primer volumen, publicado en 1845, The Fruit and the Fruit Trees in America, alcanza el considerable número de catorce ediciones. El primer libro de Downing, A Treatise on the Theory and Practice of Landscape Gardening Adapted to the North America; With a View to the Improvement of Country Residence, de 1841, es uno de los textos más significativos en la historia del landscape americano: en él, el romanticismo se integra con la actitud científica del horticulturism. De la lectura de los escritos de Downing se saca la impresión de que intenta definir una estética orgánica de la arquitectura y del landscape pintorescos. Por lo que respecta a la arquitectura, recoge el concepto de Cleveland, reconociendo en el gótico la verdadera y perfecta expresión de la Christian Brotherhood: y, sin embargo, aunque muchos de los trabajos de Downing puedan ser situados en el marco del gothic reviva[, él se declara explícitamente contrario a una indiscriminada repetición de un único estilo. En la medida en que Downing rechaza la simple repetición de modelos, buscando en cambio comprender sus contenidos y leyes estéticas, puede afirmarse que da una substancial contribución al nacimiento de un lenguaje ecléctico, definido sobre las bases de leyes como las de la proporción, simetría, variedad, armonía, etc., que se configuran

De los parques a la región

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como la estructura gramatical de la est ética p intoresca.33 Adem ás, en el concepto de belleza según Downing, aparecen a lgunos temas protofuncionalistas, por ejemplo allí donde niega la validez de cualquier artificio mimético respecto a la materia arquitectónica y a las funciones interpretadas; la arquitectura no debe esconder la realidad de los materiales de construcción y, al mismo tiempo, debe hacer un esfuerzo de ambientación: dos convicciones que son consecuencia de una única predisposición teórica y formal. El interés otorgado al problema de la a mb ientación, si e:,cpresa una indicación concreta de carácter estético, tiene su origen, al mismo tiempo, en el estudio «con amor y ciencia» de la naturaleza, y en las relaciones de Downing con el pensamiento trascendentalista y unitariano.34 El concepto de ambientación, en efecto, tan importante para la a rquitectura de los pequeños edificios, se convier te también en tema decisivo para el landscape. No es casual, en este sentido, que Downing reconozca explícitamente la importancia de los rural cementeries: en un ensayo de 1849 afirma que los cementerios son, al mismo tiempo, demostración de un gusto maduro del pueblo americano y paliativo a la falta de áreas verdes y parques en las ciudades.35 En 1850 Downing realiza un viaje a Europa y regresa a América acompañado por Calvert Vaux y un año después presenta el proyecto de ordenación del Mall de Washington, proyecto que le fue encargado por el presidente Millard Fillmore. La solución para el Mall, típica del landscape pintoresco, está enriquecida con algunos elementos eclécticos; el sistema de los recorridos internos del parque, al degradarse uniéndose suavemente a la orilla del Potomac, está programáticamente separado del sistema viario circundante por una continua cortina de verde que encierra las· cuatro principales secciones del área, casi como si el parque tu\'iera la intención de proponerse a sí mismo como un modelo planimétrico cerrado, en alternativa a la ciudad. Sin embargo, no basta con observar la elegancia de esta propuesta de Downing; como ha escrito Albert Fein , el proyecto del Mali «demuestra cómo se había desarrollado el interés nacional por el large - scale - urban planning. Downing -en un tiempo increíblemente breve- se había convertido en el exponente más influyente de la tendencia que intentaba traducir las imágenes naturales de valores religiosos y sociales en la teoría y la práctica del landscape».36 Como hemos dicho, la obra de Downing es uno de los primeros intentos de definición de los cánones estéticos del pintoresquismo, pero todavía no expresa totalmente una teoría orgánica sobre el uso del landscape como instrumento urbanístico específico. Al señalar la importancia de las virtudes rurales para los procesos de crecimiento urbano, Downing 33. Para la definición de estos principios, véanse los fragmentos sacados de Andrew J. Downing, Architecture of the Country Houses; Including Design far Cottages, Farm-Houses arui Villas, with R emarks 0 11 lnteriors, F ,miiture and the Bes/ Modes of Warming and Ventilaring, Nueva York 1850, en Rural Essays cit., y en D. Gifford, op. cit., pp. 199-278. _ 34. Cfr. A. Fein, The American City: The Ideal and the Real, cit. pág. 75. 35. A. J. Downing, Pub/ic Cemeteries and Public Gardens, cit. 36. A. Fein, The American City: Tite Ideal and the Real cit. pág. 74. Para el proyecto del .\lall véase J. W. Reps, Downing and the Washington Mali, en "Landscape", XVI, primavera 1967.

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interpreta substancialmente lo que Leo Marx ha definido como nostalgia americana por el «nai've and anarchic primitivism», extrayendo de fuentes literarias los elementos de su polémica a favor de los parques.37 Durante los años Cuarenta comienza a afirmarse en los Estados Unidos un movimiento en favor de los parques. Entre 1843 y 1845, Robert F. Gourlay elabora los planes de ordenación de Boston y Nueva York; en 1844 el amigo de Downing, William Cullen Bryant, inicia en el «New York Evening Post» una campaña a favor de los parques que encuentra eco en las páginas del «Horticulturist» del mismo Downing. El concepto de parque público nace del reformismo de los años Treinta y Cuarenta y, como ha escrito Mumford, se consolida a través del estudio de las realizaciones europeas, de las que Bryant es uno de los principales divulgadores. Londres e Inglaterra se convierten en ejemplos a imitar: los parques londinenses y los proyectos de Paxton son los símbolos del utilitarian planning.38 «Land of our poets! Home of our fathers! Dear old mother England!», exclama Frederick Law Olmsted en Walks and Talks of an American Farmer in England. El viaje a Inglaterra de 1850 es un acontecimiento importante en la formación de Olmsted: como Downing, se dirige hacia la old mother empujado inicialmente por intereses derivados de su actividad de agricultor; en 1848 había iniciado una hacienda modelo en Staten Island. En aquellos mismos años Olmsted entra además en contacto con los grupos intelectuales de Nueva York; el éxito de las dos ediciones de Walks and Talks sugiere a Henry Raymond confiar a Olmsted, en 1852, la tarea de preparar una serie de reportajes sobre las condiciones de vida en el Sur para el «New York Times». En los escritos sobre el Sur, Olmsted expresa una dura crítica contra la esclavitud, junto a la clara percepción de las inevitables consecuencias del individualismo y del sectorialismo socio - económico de los Estados Unidos; de todo ello deriva una importante declaración programática sobre la función del planning 37. Leo Marx, The Machine in rhe Garden: Teclwology and rhe Pastoral Ideal in America, Galaxy Book, Nueva York 1967, pág. 11. Para una ulterior referencia general a esta problemática, cfr., Roderick Nash, The Americari Cu/1 of the Primitive, en "American Quarterly", XVIII, junio 1966. Sobre Downing véase: W . G. Jackson, First /111erpreter of American Beauty: A. l. Downing and the Pla1111ed Landscape, en " Landscape" I, invierno 1952; Sarah Lewis Pattee, Andrew Jackson Downin!J and His lnfluence on Landscape Architecture in America, en "Landscape Architecture", XIX, enero 1929; el artículo The Debt of America to A. J. Downing, en "Garden and Forest", VIII, 29 de mayo de 1895. Diversos e interesantes detalles pueden encontrarse en los siguientes escritos de Vincent Scully: American Villas, /11ve11tiveness in American Suburhs from Downing to Wright, en "Architectural Rcview", CXV, marzo 1954; Romantic Rarionalism and the Express/011 o/ Structure in Wood; Downing, Wheeler, Gardner and the "Strick Sryle", en "The Art Bulletin" junio 1953; American House:r: Thomas Jeffers011 to Frank Wright, en AA. VV., The Rise of American Archilecture cit. 38. Sobre los orígenes del concepto de parque público cfr. N. T. Newton, op. cit., página 267. Mumford habla de la importancia de la experiencia europea en Stiks and Stones cit., pp. 94-95. El testimonio más evidente de la obra de William C. Bryant es su libro Lellers of a Traveller; Or Notes of Things Seen i11 Europe a11d America; George P. Putnam, Nueva York 1850, pero ténganse presentes también Curtís J. Johnson, Politics and a Belly-Ful/: The Journa/istic Career of William Cul/en Bryant, Civil War Editor of the "New Y ork Eve11ing Post", Vintage Press, Nueva York 1962. Para Londo11: A U1ili1aria11 Model cfr. A. Fein, The American City: The Ideal and 1he R eal cit., pp. 83-84. Sobre Paxton, véase George F. Chadwick, The Works of Sir loseph Paxto11 1803-1865, The Architectural Press, Londres 1961, pp. 44-71. Sobre la obra de R. F. Gourrlay cfr. Fletcher Steele, Robert Fleming Gourlay, City Planner en "Landscape Architecture", LVIII, abril 1968.

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como instrumento dedicado a resolver las contradicciones sociales emergentes de la degradación ambiental del Sur esclavista. En 1855, Olmsted entra como financiador y redactor del grupo de vanguardia que publica el «Putnam's Monthly Magazine» y, por último, durante la guerra civil, es secretario de la United States Sanitary Commission.39 Desde estas breves notas se puede comprender lo complejas que habían sido las motivaciones que se encuentran en la obra de Olmsted. Sus relaciones con la tradición utópica y con el movimiento fourierista, en particular, sus relaciones con exponentes de la iglesia unitariana, como Henry Whitney Bellows y, por último, su decidida crítica antiesclavista, hacen de Olmsted una típica figura del progresismo americano; en su formación intelectual y en sus convicciones se funden muchos de los elementos constituyentes de la tradición del planning. A principios de los años Cincuenta, personajes como Greeley, Br~•ant, Brace, Bellows, relacionados todos ellos de algún modo con Olmsted, logran transformar el debate sobre los parques de utopía literaria a problema político real, ayudados ciertamente en esto por la publicidad dada a las primeras investigaciones sanitarias -inglesas en especial- sobre las consecuencias patológicas de la congestión urbana. En 1851 esta larga polémica consigue un primer e importante resultado. Bajo la dirección del alcalde Kingsland el ayuntamiento de Nueva York vota el 11 de julio la primera Park Act, que autoriza la compra del área de Jane's Wood, entre la 3.ª Avenue y el East River, entre las calles 64 y 15. Downing interviene aún en el «Horticulturist» para polemizar sobre 39. Sobre estos aspectos de la vida de Olmsted, véanse tres importantes capítulos de Laura Wood Roper, Frederick Law Olmsted in the "Literary R epublic", en "Mississippi Valley Historial Review" XXXIX, diciembre 1952; Mr. Law and Putnam's Monthly Magazine: A Sote on a Phase in the Caree, o/ Frederick Law O/msted, en "American Literature", LXXXVI, marzo 1954; Frederick Law Olmsted and the Western-Free-Soil Movement, en "American Historical Review", LVI, octubre 1950. El libro de Fredel"ick Law Olmsted, Walks and Talks o/ an American Farmer in England, ha sido publicado de nuevo por la University of Michigan Press, Ann Arbor, 1967; los escritos sobre el Sur están sacados de Arthur M. Schlesinger (ed.), The Co11on Kingdom: A Traveller's Observarions 011 Co/1011 and Slavery in the American Slave States, Alfred. A. Knopf, Nueva York 1953, y comentados por Broadus Mitcbell, Frederick Law Olmsted: A Critic o/ the O/d South, Toe John Hopkins, Press, Baltimore 1924. El texto clátjco para el estudio de la obra de Olmsted es Frederick Law Olmsted jr. y Theodora Kimball Hubbard (edts.) Frederick Law O/msted; Landscape Architect, 2 vv., G. P. Putnam's Sons, 'lueva York 1924. Buenas antologías precedidas de útiles introducciones son: A. Fein (ed), Landscape into Cityscape. Frederick Law O/msted's Pfan for a Greater New York City, Cornell University Press Tthaca 1968; S. B. Suuon (ed.), Civi/izing American Cities. A Selection of Frederick Law Olmsted's Writings 011 City Landscape, The MIT Press, Cambridge (Mass.) 1971. Los análisis históricos más logrados, además de los ya recordados de Roper, son los que nos ofrece A. Fein : de este estudioso, además el ya citado Tlie American City: The ideal and the Real, véanse: IFrederick Law O/msted, en "Town aod Country Planning", XXXI, diciembre !963; Parks in a Democ,atic Society, en "Landscape Architecture", LV, octubre 1965; el más .:ompleto 'Frederick Law O/msted and the American E11viro11mental Tradition, George Braziller, Nueva York 1972. Téngase también presente el libro de Julius G. Fabos, Gordon T . Hilde, V. Michael Weinmayr, Frederíck Law Olmsted, Sr. Fou11der o/ Landscape Architecture m America, The University of Massachusetts Press, Amherst 1968. Parte de la literatura más reciente sobre Olmsted ha sido discutida por Jan R. Stewart, en una recensión publicada en el ··Journal of the Society of Architectural Historians", XXX, diciembre 1971. Del mismo J. R. Stewart, téngase presente también el artículo Parks, Progressivism and Planning en "Landscape Architecture", LVIII, abril 1968. Para un enfoque general, véase George F. Cbadwick, The Park and the Tow11. Public Landscape in the 19th and 20th Centuries, Frederick A. Praegcr, Nueva York 196'i.

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la elección hecha, inadecuada según reconoce explícitamente la aprobación de la Amended Park Act, el 21 de julio de 1853. La ley de 1853 autoriza la adquisición del área comprendida entre las Avenues 5.a y 8.ª y entre las calles 59 y 106; en 1859, los límites de este área se extenderán desde la calle 106 a la 110. En 1853 se crea la primera comisión para la ordenación de Central Park, a la que sigue en 1857 el Board of Commissioners, formado por once miembros: Egbert Viele es el ingeniero jefe y Olmsted el superintendente. En el mismo año se organiza el concurso para la ordenación de Central Park, al que participan treinta y cinco proyectos; al año siguiente, el proyecto «Greensward», obra de Olmsted y Vaux, conquista el primer puesto en el concurso y Olmsted es nombrado arquitecto - jefe. La historia de la realización de Central Park es demasiado compleja para tercer sitio aquí. Olmsted y Vaux chocan en numerosas ocasiones con los administradores de Nueva York, con la política de Tweéd y se ven obligados a dimitir, varias veces, del encargo.40 A pesar de tantas dificultades y alteraciones, el proyecto de Central Park es un episodio decisivo en la historia de la urbanística americana. Después de los años Cincuenta el problema de los parques urbanos se ha convertido en tema central del debate sobre el papel que el gasto público debe asumir en la creación de los servicios sociales y, al mismo tiempo, la construcción de Central Park estimula nuevas formas de organización administrativa, distintas relaciones entre políticos y proyectistas, constituyendo un punto de referencia constante del debate progresista sobre

las formas de intervención en la estructura urbana. Por otro lado, con el proyecto de Olmsted se realiza un salto cualitativo en la misma función del planning, en su filosofía, en sus técnicas. Como ha escrito Mumford: «Olmsted ha hecho mucho más que un proyecto de un parque, más que una batalla con los políticos -acabó dimitiendo cinco veces- , más que una lucha con los insolentes y corrompidos administradores ... : ha introducido una idea -la idea de utilizar el landscape de forma creadora-. By making nature urbane he naturalized the city».41 La memoria que acompaña el plan «Greensward» de 1858, de Olmsted y Vaux, contiene muchos elementos que explican ulteriormente el significado de la realización del Central Park. Ambos subrayan, en un párrafo específico de la memoria, haber prestado especial atención. a las experiencias europeas, refiriéndose explícitamente a los ejemplos de Regent's Park y de los jardines de las Turneries. Pero los ejemplos europeos y, en especial, la estructura del boulevard, son criticados por Olmsted y Vaux como modelos imperfectos e irrepetibles por cuanto la superposición de exigencias de carácter funcional degrada su unidad de diseño y de objetivos. De este orden de consideraciones deriva el énfasis con que los proyectistas demuestran la originalidad de sus propuestas, sobre todo con referencia al hecho de que los sistemas de cruce y las exigencias funcionales urbanas no son un elemento que perturbe la unidad compositiva 40. Cfr. N. T. Newton, op. cit., pág. 273; Seymour J. Mandelbaum Boss Tweed's New York, John Wiley & Sons, Nueva York 1965, pp. 70-75. 41. L. Mumford, The Brown Decades. A Study of the Arts in America, 1865-1895, Dover Publications Inc., Nueva York 1971, pág. 40.

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9. Andrew Jackson Downing, plan de ordenación del Mall en Washington, 1851. 10. Frederick Law Olmsted, Calvert Vaux, planta de Central Park en Nueva York, de un grabado de 1870 (aprox.). 11. Vista área de la inserción de Central Park en la malla urbana de Manhattan.

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de la jerarquía del conjunto de recorridos internos del parque. La separación de los sistemas viarios, la no interferencia de los tipos de tráfico, el pintoresco tratamiento de los recorridos son soluciones innovadoras que tendrán gran influencia en la tradición del planning; especialmente la primera será principio central de la urbanística progresista, tanto es así que se ha señalado a Central Park como el modelo de la solución adoptada en Radburn por Henry Wright y Clarence Stein.42 En conjunto, las soluciones formales de Central Park están aún ligadas al lenguaje pintoresco inglés y a los cánones de Downing, y es especialmente en sus opciones funcionales -los recorridos- y en las relaciones que el parque instaura con la ciudad que el proyecto es una piedra angular del planning americano. Central Park invierte la tendencia de los rural cemeteries, programáticamente colocados fuera de la ciudad para realizar una utópica Arcadia contrapuesta al materialismo y al desorden de la civilización urbana. Bajo este aspecto Olmsted va má~ allá de las enseñanzas de Downiing, que quería resolver los males de la ciudad introduciendo en ella no sólo los valores sino también los métodos del campo. En la descripción de las so1uciones de Central Park es evidente la constante preocupación por la relación con la ciudad; esto no se manifiesta sólo en el planteamiento del sistema de recorridos, sino también en el intento de encontrar momentos y fórmulas de mediación entre el área del parque y la ciudad circundante. Véase para- esto el cuidado con que se localizan, como verdaderas bisagras, las entradas al parque y el tratamiento de todo el perímetro externo, entendido como una especie de telón a través del cual calculadas aberturas permiten al visitante contemplar un panorama de la naturaleza del parque y descubrir el aura permaneciendo inmerso en la atmósfera urbana. Las mismas soluciones pintorescas asumen, en este sentido, una caracterización compositiva como progresivos elementos de tránsito de la vida urbana a la naturaleza proyectada.43 Olmsted está profundamente convencido de la inevitabilidad y del valor progresivo del desarrollo urbano. Precisamente refiriéndose a Central Park afirma, en uno de los dos fragmentos de su autobiografía que nos han llegado: «nuestro país ha entrado en una fase del desarrollo en la que el bienestar depende de la comodidad, seguridad, orden y economía de la vida en las grandes ciudades. No puede prosperar independiente42. Sobre estos elementos, véase F. L. Olmsted y Calvert Vaux, Description of a Plan for the lmprovement of the Central Park: "Greensward", Nueva York 1958, ahora en A. Fein, Landscape into Cityscape cit., pp. 64-88 y en particular las 65-68. Utilísima contribución para comprender las convicciones de Olmsted, además de gran ayuda biográfica, es la investigación realizada por Charles C. McLaughin, Se/ected L etters of Frederick Law O/msted, Ph. D. Thesis, Harvard University, 1960. La afirmación de Mumford, por lo que respecta a Radburn, está confirmada por Clarence S. Stein, Toward New Towns for America, Reinhold Publishing Co., Nueva York 1957; trad. it., 11 Saggiatore, Milán 1969, pp. 72-73. 43. A. Fein, Landscape into Cityscape cit., pp. 71-74. Para comprender la actitud protofuncionalista de Olmsted, es curioso volver a la descripción de los yachts que ve en el puerto de Portsmouth: las barcas inglesas, afirma, son bonitas pero "de manera arbitraria", siguen la moda "without regard to the primary beauty of utility", cfr., F. L. Olmsted, Walks and Talks cit., .PP, 289-95. Olmsted expresa un concepto bastante similar al de otro gran apreciador de las formas de las naves: Horacio Greenough.

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mente de éstas».44 Sobre esta convicción se levanta la recuperación de la naturaleza. La naturaleza no es sólo el instrumento para conseguir una eficiencia más evolucionada y mejores condiciones higiénicas, sinónimo de una conciencia civil y social más madura, sino que es también el punto de apoyo sobre el que reconstruir la unidad global de un ambiente degradado: el modelo de parque colma uno de los mayores vacíos en las conquistas de la American Democracy, contribuyendo a realizar un environment natural y orgánico. Como ha afirmado Albert Fein, el parque substituye el edificio religioso que había simbolizado el espíritu unitario de la primitiva comunidad; la ciudad, organizándose alrededor de sus propios espacios verdes, vuelve a encontrar la unidad perdida y reconstruye un símbolo laico de la community perdida. Para Olmsted el parque, además de esto, es también un sinónimo de justicia social y de participación democrática: las clases inferiores no están ya segregadas en la ciudad, pueden gozar de la naturaleza igualitariamente accesible: es decir, el parque es un instrumento de nivelación social y de educación del pueblo a la responsabilidad colectiva del bienestar. Por último, la constitución de los parques es tan sólo el primer escalón de una intervención más compleJa de planificación física y social: Olmsted considera los parques como demostración de la salud moral del pueblo e instrumento de lucha contra la congestión y para la redistribución de la riqueza.45 Si la historia de Central Park es emblemática, no sólo de la madurez alcanzada por el landscape y algunos protagonistas del espíritu progresista, la actividad posterior de Olmsted demuestra que empiezan a definirse concretamente en el movimiento una serie de temáticas distintas. Tras el paréntesis de la guerra civil, Olmsted vuelve a colaborar con Vaux. En 1865 prepara un Report para la ordenación del Brooklyn Park en Prospect Hill; invirtiendo las indicaciones contenidas en la propuesta avanzada cuatro años antes por Viele, Olmsted acentúa decididamente el carácter de intervención urbanística global que debía tener la ordenación del parque. El proyecto de Olmsted y Vaux deja en segundo término la ordenación interna del parque: comparado con los trabajos para Central Park, en este caso se centra la atención en la relación entre parque y es44. F. L. Olrnsted, Passages i11 the Li/e of a11 Unpractica/ Man, ahora en A. Fein, Lanscape into Cityscape cit., pág. 52. 45. Esto se ve claro en la polémica sostenida por Olmsted contra algunas modificaciones añadidas al Plan de Central Park; en efecto, se opone a cualquier intento de romper la relación entre el parque y la ciudad: cfr. Nueva York, Departrnent of Public Parks, Second Annual Report of the Board of Commissioners o/ the D epartment of Public Parks for the Year Ending May, /, 1872, William C. Bryant & Co., Nueva York 1872, pp. 70-80. Olrnsted insiste además sobre la alternativa que la vida del parque ofrece: cfr. New York City, Department of Public Parks, First Amwa/ Report o/ the Board of Commissioners o/ 1he Department of the Public Parb for the Year Ending May, /, 1871, William C. Bryant & Co., Nueva York 1871. Sobre el interés de Olmsted hacia los problemas de la educación, véase A. Fein, Frederick Law O/msted and the American E11viro11menta/ Tradition cit., pp. 24-27. Sobre la historia del Central Park, véase: Henry H. Reed, Sophia Duckworth, Cemra/ Park. A. History a11d the Guide, Clarkson N. Potter, Nueva York 1967; Clay Lancaster, Central Park 1851-1951 en "Magazine of Art", XLJV, abril 1951; interesante también es la intervención de un colaborador de Vaux, Samuel Parsons, Interesting Facts in R egard to the Development o/ Central Park, American Society of Landscape Architects, Tra11sac1io11s, 1899-1908, Horace McFarland, Harrisburg 1908, y Samuel Parsons, W. R. O'Donovan, A rt of Landsape Gardening in Central Park, en "Outlook", LXXXIV, septiembre 1906.

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tructura urbana. Mientras que en Central Park el estudio y las soluciones adoptadas para el sistema de recorridos permanecían, en ciertos aspectos, internos, encerrados en un modelo, en Brooklyn el parque se extiende, a través del sistema viario que determina en el interior de la ciudad, adquiriendo tout court el significado de un vínculo urbanístico, tanto por la forma como por los modos del desarrollo urbano. En el Report of the Brooklyn Park Commission from Jannuary 1874 to December 31, 1879, publicado en 1880, están contenidas las indicaciones para la reorganización de la estructura viaria a través de la creación de un sistema de parkways. Estos últimos determinan la reestructuración de los sistemas de tráfico y son los ejes del futuro desarrollo urbano; las soluciones para el parque son tan intrínsecas a la realización de este plan urbanístico de conjunto que los proyectistas creen poder encontrar la financiación para el desarrollo del propio parque en el aumento de valor de las áreas de los asentamientos residenciales a lo largo de los ejes de los parkways. Describiendo el proyecto para Prospect Hill, Olmsted expone de forma clara sus propias convicciones: el parque es el símbolo de una nueva vida comunitaria y habla de él en términos emersonianos, como lugar de la alegría donde es posible cultivar todas las actividades espirituales impedidas por la ciudad: «I have never seen souch joyous collections of people». Al mismo tiempo, sin embargo, el parque es también una opción urbanística que se justifica en base a argumentos de orden económicofuncionales, y este segundo aspecto no está en absoluto separado sino, al contrario, integrado y dependiente de las consideraciones ético-ideológicas sobre la función social del parque.4ó El parque ya no es más un añadido, una intervención excepcional en la ciudad: como expresión de la democracia americana es estructura portante del urban environment. De este concepto central extrae también su originalidad la investigación de Olmsted sobre la suburban community. La civilización urbana conduce a la separación entre trabajo y residencia, a la congestión, a la división entre ciudad y campo: todas estas dicotomías pueden ser resueltas, según Olmsted, a través de la eficiencia y de la ptanificación de los servicios urbanos, con un uso adecuado de los inventos tecnológicos y con la realización de suburban neighborhoods no separadas de la ciudad y dotadas de todos los servicios necesarios. Las ventajas de estos asentamientos derivan principalmente de ser una alternativa realista a la congestión, conciliando el contacto con la naturaleza y las ventajas de la comunidad urbana.47 Estos principios encuentran directa aplicación en el asentamiento de Riverside proyectado por Olmsted y Vaux a partir de 1868, para la Riverside Improvement Company, en las cercanías de Chicago. Como ha señalado justamente John Reps, algunos párrafos del Preliminary Report presentado por los proyectistas en 1868 a la Compañía suenan como un ver46. Cfr. Frederick Law Olmsted, Public Parks and the Enlargement of Towns, American Social Science Association, Riverside Press, Cambridge 1870, ahora en S. B. Sutton (ed.), op. cit., pp 79 y 83. 47. Cfr. A. Fein, Frederick Law Olmsted and the American Environmental Tradition cit., pág. 33.

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dadero manifiesto del romantic planner, cuyo núcleo central es la convicción de que el desarrollo de los asentamientos suburbanos será en adelante una constante de la vida metropolitana: no se trata de una «regresión sino de un progreso respecto a las características de la vida urbana: ninguna gran ciudad puede sobrevivir mucho tiempo sin grandes suburbs».48 El landscape olmstediano no busca producir modelos aislados, separados y alternativos a la ciudad. El landscape se ha transformado desde ahora en un instrumento urbanístico concreto; los parques son el producto de una filosofía que busca reformar las condiciones de vida a través de técnicas refinadas de proyecto: la ciudad en su conjunto se convierte en la nueva escala de la intervención urbanística. Ltewellyn Park había sido el prototipo de romantic suburb, aislado de la ciudad, un modelo utópico, si se quiere, fruto entre otras cosas de las convicciones religiosas de su financiador. Riverside es el producto de un movimiento ya extendido a amplia escala que tiene origen en el planteamiento dado por Olmsted al problema de la suburban neighborhood: es decir, en la identificación, no de una utopía urbana, sino de una tendencia concreta de desarrollo de la ciudad. Todas estas consideraciones se aclaran aún más con la obra que Olmsted está llamado a realizar en Boston, quizás la ciudad más sensible a las nuevas teorías sobre los parques urbanos. En 1872, Robert Morris Copeland publica The Most Beautiful City in America. Essay and Plan for the Improvement of the City of Boston, donde analiza las condiciones de la ciudad y propone la creación de un sistema integrado de parques que se adapte a las favorables condiciones geológicas y racionalice el uso de los recursos hidráulicos. En 1874, el City Council de Boston elabora un informe en el que recoge la idea de constituir un conjunto urbano de parques y al año siguiente es puesto en marcha la Park Commission Act. Olmsted trabaja en Boston desde 1867, cuando es llamado por Charles E. Norton, de Harvard, y, tras un encargo que recibe del Massachussets General Hospital , es nombrado en 1875 colaborador de la Park Commission. Esta última elabora un plan para los parques urbanos centrado sobre seis intervenciones principales coordinadas en dirección este-oeste por un sistema de parkways; en 1877, tras haber obtenido los terrenos, se organiza un concurso para la ordenación de la zona de Back Bay. Lo inadecuado de las soluciones imaginadas por los proyectistas, que no tienen en cuenta la particular situación hidrogeológica del área, lleva a la revisión de.! plan, confiada a Olmsted, cuyas propuestas son aceptadas por los Park Commissioners en 1879. Las propuestas para Back Bay Fens Improvement son sólo una parte de un sistema integrado: como ha escrito el propio Olmstcd, para calificar el proyecto no basta con el término «parque». «Es necesario advertir 48. F. L. Olmsted, C. Vaux & Co., Preliminary Report on the Proposed Suburba11 Village at Riverside, Near Chicago, Sutton Brownes & Co., Nueva York 1866, ahora en S. B. Sullon (ed.), op. cit., pág. 295. Cfr. sobre esta temática, J. G. Fabos, G. T. Milde, V. M. Weinmayr, op. cit., pp. 47-56. Para Riverside, además de las obras de carácter general, véanse: P. L. Olmsted, Riverside Jllinois. A. Resiential Neighborhood D esig11ed ove, Sixty Years Ago, Selected from the Papers of Frederick Law O/msted Senior, en "Landscape Architecture", XXí, julio 1931; Howard K. Menhinick, Riverside Sixty Years Later, ibíd., XXH, enero 1932.

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Frederick Law Olmsted, Calvert Vaux; 12. Plan para Prospect Park en Brooklyn, Nueva York, 1870; 13. Plan para el asentamiento suburbano de Riverside en Chicago, 1869.

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-afirma Olmsted en 1882- que la constante aplicación del término "parque" a una empresa de estas características puede suscitar injustificadas espectativas y críticas».49 Back Bay Fens es, antes que nada, un nudo urbano, una presencia vinculante para la estructura urbanística circundante que determina su organización; el área del parque no es un corte en la malla urbana, sino que la integra buscando ampliarse hacia la Commonwealth Avenue y la Bacon Street hasta el embankment sobre el Charles River. Lo que más preocupa a Olmsted no es la ordenación interna de los parques que componen el proyecto, sino la búsqueda de su continuidad urbanística, es decir la transformación de las intervenciones aisladas en un sistema urbano continuo. Esto se deduce también de la definición que Olmsted da de este sistema integrado que va de Common Boston a Franklin Park: «the Parkway». El trabajo de Olmsted en Bastan demuestra que la polémica iniciada en los años Veinte del siglo XIX por el horticulturism ha dado pasos gigantescos. En Boston, el sistema de los parques es la primera expresión de la exigencia de formular yn plan urbanístico de conjunto, y de una cultura que ya ha superado la fase de denuncia y que se va otorgando la prerrogativa de ofrecer hipótesis realistas para la reestructuración urbana. El plan de Boston contiene además la primera identificación de una nueva escala de proyecto urbanístico, al estar proyectado de cara al control global del desarrollo urbano y, con ello, de la relación entre la ciudad y el territorio, entre la ciudad y la región. Esta hipótesis ya estaba presente en la tesis de Copeland de 1872 quien, al defender la visión de futuro y el realismo de sus propias propuestas a escala territorial, había escrito: «la única diferencia o la única dificultad para este tipo de planning es que no nos han acostumbrado a planificar de esta manera. Por alguna razón desconocida hemos supuesto que la planificación del crecimiento y desarrollo de las ciudades debía reflejar simplemente sus modos; que nadie pudiese prever con claridad las necesidades futuras del business para resolverlas con sabiduría. Estas creencias son equivocadas».50 En 1892, la Bastan Metropolitan Park Commission controla algo así como 27 millas de boulevards, 30 millas de márgenes fluviales, 10.000 acres de parques; secretario de la Comisión es Sylvester Baxter, uno de los 49. F. L. Olmsted, Seventh Annual Report of the Board of Commissioners of the Department af Parks for the City af Baston for the Year 1881, City Document n. 16, Boston 1882, ahora en S. B. Sutton (ed.) op. cit., pág. 227. Sobre el sistema de parques de Boston, además de los estudios de carácter general, pueden verse: Sylvester Baxter, Bastan Park Guide, Small Maynard & Co., Boston 1898; Id., The Boston Metropolitan Park Mavement, en "Garden and Forest", V, 10 de febrero de 1892; Id., Baltimore Municipal Art Conference, en "Municipal Affairs" III, diciembre 1899; Boston Metropolitan Park Commission, A Histary and Description af the Bostan Metrapalitan Parks, Wright and Potter Co., Boston 1900; F. L. Olmsted jr., The Metrapolitan Pa;k System of Bostan, American Society of Landscape Architects, Tra11sactian, 1899-1908 cit.; John C. Olrnsted, The Boston Parkway System, ibíd.; Clarence Pullen, The Bostan Park and Parkway System, en "Harper's Weekly", XXXIV, 27 de septiembre 1890; Andrew W. Crawford, The Develapment of Park Systems in American Cities, Filadelfia 1905, opúsculo publicado de nuevo por los "Annals of the American Academy of Political and Social Science". 50. Robert M. Copeland, The Mast Beautifu/ City in America. Essay a11d Plan far the lmprovement of the City of Boston, Lex and Shepard, Boston 1872, pág. 10.

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principales exponentes del Nationalist Club de Boston, íntimamente ligado a Olmsted y a Bellamy. Boston se ha convertido en uno de los centros más dinámicos de difusión del progresismo de los años Ochenta; la utopía de Bellamy encuentra un éxito notable: en 1890 ya se han vendido 200.000 ejemplares de Looking Backward, que sigue sus ventas a un ritmo decididamente vertiginoso. Desde Boston se extiende desde el Este el movimiento, que tiene como órgano propio «The Nationalist», la revista que desde 1889 sale del círculo, dominado por componentes teosóficas, The First Nationalist Club. En Boston, las corrientes progresistas entran en contacto con una organización religiosa evolucionada, particularmente comprometida en el plano civil, mientras que los grupos teosóficos se hacen promotores de la constitución de los Bellamy Clubs. Esta ciudad es, pues, una especie de laboratorio, donde todas las distintas y multiformes componentes del impulso progresista se suman y aglutinan, conquistando notable peso sobre la opinión pública y sobre la gestión política de las reformas municipales; Boston parece haberse convertido en la legítima heredera de la cultura y el espíritu del Golden Day. Sylvester Baxter representa el trait d'union entre el utopismo el Bellamy, el trabajo de Olmsted y el compromiso político de los Nationalist Clubs. Mientras que el mensaje utópico de los años Ochenta del siglo XIX -ha escrito Albert Fein- era idéntico al de los años Cincuenta, no lo eran, en cambio, la estructura institucional y la forma física de la ciudad. El romántico idealismo des-

centralizador de los años Cincuenta se había transformado en una forma altamente concentrada y estructurada, reflejada por los edificios monumentales definidos en un contexto regulador de espacios públicos y de manzanas uniformes. El tema principal de Bellamy era que la organización industrial, que había trastornado la vida americana, debía convertirse en la base para reformar la ciudad. Para Olmsted y para otros era más sugestiva la esperanza, que esto ofrecía, de liberar a los planners y a los proyectistas profesionales de interferencias políticas, del mismo modo como durante la segunda mitad del siglo xrx se habían liberado la industria y los negocios. El nexo más directo entre la aplicación de las teorías de Bellamy y el trabajo de Olmsted quedaba personificado por Sylvester Baxter, fiel discípulo de Bellamy, que intuyó que el parque, la ciudad, el regional planning representaban la inmediata aplicación de las hipótesis nationalist."

De la obra de Olmsted derivan una serie de modelos, que serán sucesivamente recogidos y transformados en los últimos decenios del Ochocientos, y algunos principios que encontraremos constantes en las pro5 J. A. Fein, Frederick Law Olmsted and the American Environmental Tradition cit., pp. 60-61. Sobre Boston como centro del reformismo, es de importancia fundamental el libro de Arthur Mano, Ya11kee Reformers in the Urban Age. Social reform in Boston, 1880-1900; Harper Torchbook, Nueva York 1966, véanse en particular los capítulos dedicados al estudio del movimiento protestante, pp. 153-59. Para las transformaciones urbanas e institucionales de Boston en este período, véase Sam. B. Warner jr., Streetcar Suburbs. The Process of Growth in Boston, 1870-1900; Atheneum, Nueva York 1971. Sobre Bellamy, además de algunas partes de los ya recordados estudios de Parringlon y Morgan, véase: D. Aaron, op. cit. pp. 94-132; Jobn H. Franklin, Edward Bel/amy and the Nationa/ist Movement, en "New England Quarterly", XI, diciembre 1938; Edward Bellamy, How I Carne to Write "Looking Backward", en "The Nationulist", I, mayo 1899. Para un enfoque general de la producción utópica del 800 cfr. Allyn B. Forbes, The Literary Que~t for Utopia, 1880-1900, en "Social Forces", VI, diciembre 1927.

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puestas del progresismo urbano. Ante todo, el planning no es ya una hipótesis marginal, intérprete de simples ideales románticos, referidos a la estructura socioeconómica de la ciudad. A pesar de perseguir ideales autónomos de democracia y libertad, la obra del planner no nace al margen de la realidad de las contradicciones sociales, sino que recibe su influencia, mientras se proponga un fin educativo. Persiguiendo y enseñando el respeto por las grandes virtudes democráticas, de entre las cuales domina el amor y la consideración hacia la naturaleza, el planning hace que la naturaleza no quede violentada por el ambiente humano, sino que penetre orgánicamente en él como elemento constituyente. Por último, el proyecto y las reformas urbanísticas deben confiarse a técnicos «cualificados», libres de interferencias externas, políticas especialmente, y el planning debe tener instrumentos precisos de conocimiento, bases científicas de análisis. Estos principios se desarrollarán ampliamente en los decenios siguientes; también en la arquitectura y en la urbanística de los años Veinte del siglo xx será posible reconocer su presencia: esta continuidad de principios y convicciones es la ulterior demostración de la persistencia de una tradición común,· que se traduce en un compromiso civil, con una única matriz qu.e se encuentra en aquel heyday que Lewis Mumford y Van Wyck Brooks han captado en el American Renaissance. Olmsted está presente como proyectista o como colaborador en numerosas ciudades americanas: Nueva York, Chicago, San Francisco, Washington, Detroit, Buffalo, Cincinnati, Boston, Pawtucket, Tarrytown, Newark, Newport, Bridgeport, Albany y muchas otras; elabora los planes de varios campus universitarios, como el de Stanford, Berkeley, Harvard, Vassar, etc., colabora en distintas ocasiones con los principales exponentes del movimiento para los parques, con algunos de los más famosos arquitectos de la época y en especial con Henry H. Richardson.52 Uno de los exponentes del movimiento para los parques, con el que Olmsted mantuvo estrechos contactos de trabajo, es Jacob Weidenmann, cuyos principales méritos están ligados a la actividad propagandista y a la obra desarrollada a partir de 1864 como superintendente de los parques de Hartford. Sólo o en colaboración con Olmsted, Weidermann realiza numerosos encargos profesionales; entre sus más significativas obras están la ordenación de Schuykill Reservoir en Filadelfia y el proyecto de ambientación del Capitolio de Des Moines.53 En nuestro ensayo sería imposible seguir todas las realizaciones del movimiento para los parques y debemos dejar de lado algunas figuras interesantes, como por ejemplo la de A. Strauch de Cincinnati, para ocuparnos brevemente de los dos principales continuadores de la experiencia olmstediana: Horace William Shaler Cleveland y Charles Eliot. Este úl52. Cfr. Henry-Russel Hitchcock, The Architecture of H. H. Richardson and His Time, The MIT Press, Cambridge (Mass.) 1966, pp. 213-14, y passim; Maria Griswold van Rensselaer, Henry Hobson Richardson and His Work, Dover Publications Inc., Nueva York 1969, passim (ver algunas importantes citas del carteo entre Richardson y Olmsted). 53. Jacob Wiedenmann publica en 1888 el libro Modern Cemeteries, pero su obra más importante es Beautifying Country Houses. A Handbook of Landscape Gardening, O. Judd and Co., Nueva York 1870.

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timo es el intérprete y heredero de la obra iniciada en Boston por Olmsted. Eliot, formado en el ambiente de Harvard, es sobrino de Robert S. Peabody, y en 1883 entra en el estudio de Olmsted en Brooklyn. Tras un viaje por Inglaterra y Europa, Eliot abre un despacho profesional en Boston entrando en contacto con los mismos ambientes en los que Olmsted trabajaba. Mediante el Appalachian Mountain Club, Eliot se hace promotor de un proyecto de reordenación territorial de la región de Boston basado en el desarrollo del sistema metropolitano de parques; en esta actividad goza del apoyo de las mismas organizaciones que habían defendido las propuestas de Olmsted y, en especial, de Sylvester Baxter. En 1891 Baxter publica un breve volumen titulado Greater Boston, donde esboza las líneas fundamentales de una reforma institucional de los órganos de gobierno y de los servicios del área metropolitana, y propone la creación de un amplio cinturón de parques, a escala territorial, alrededor de la ciudad. En 1892 se constituye la Boston Metropolitan Park Commission, de la que Baxter es secretario y que acoge a Eliot como landscape architect. La f ederated Metro polis de la que Baxter habla, encuentra expresión en el Report presentado en 1893 por Eliot, que ese mismo año se asocia con Olmsted; el equipo Olmsted, Olmsted & Eliot se encarga de la colaboración estable con la Park Commission. La obra de Eliot lleva a una ingente ampliación del núcleo de parques urbanos previsto por Olmsted y goza de instrumentos urbanísticos y legislativos bastante avanzados, como la Boulevard Act de 1894. Su proyec-

to tiende a la constitución de un sistema de parques integrados a escala no ya simplemente urbana, sino territorial, como lo demuestran las intervenciones previstas: de Revere Beach hasta Quincy se ordena la orilla del océano, las orillas del Charles River se proyectan en la dirección de Weston; la continuidad de las intervenciones olmstedianas que iban del Boston Common al Franklin Park se extiende, a través de West Roxsbury, a Hyde Park y Bluc Hills. Dos tipos de parques, urbanos y metropolitanos, se integran así en un área de once millas de diámetro, uniendo con una especie de cinturón verde y un sistema interior de parkways los dos grandes pulmones de Blue Hills y Middlesex Fells. En 1919 la Boston Metropolitan Park Commission presenta el primer balance de esta obra, que ha comportado unos gastos de 21 millones de dólares, la adquisición de 7 .400 acres de tierra, la construcción de 59 millas de parkways, la ordenación de las orillas de los cursos de agua en una extensión de 57 millas y otras numerosas obras menores.54 La importancia de la obra de Eliot no se expresa sólo en estos vistosos resultados. El plan para el sistema metropolitano de parques de Boston es más que un proyecto de ordenación y creación de espacios verdes: es un progra!T'a de reforma global urbana. El mismo Eliot afirma: «En el actual estado de cosas la única solución está en la creación de una institución central por encima de las partes en litigio, que sea capaz de superar los límites municipalistas y cualquier interferencia local, para moverse hacia la creación de un sistema de espacios públicos en beneficio de toda el 54.

Boston Metropolitan Park Commission, Report 1919, Boston 1919, pág. 19.

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área metropolitana en conjunto». A estas palabras hace eco Baxter afirmando que el tema central del parque es la ordenación de las comunicaciones: afirmación confirmada por la atención con que Eliot estu dia las soluciones técnicas para las calles y toma en consideración los efectos a..-onómicos inducidos por la creación del sistema de parkways.55 Todos sos atrasos que dificultan el trabajo de Eliot derivan de la incomprensión ron que se encuentran las finalidades reales que animan a su plan y por las dificultades de realizar, paralelamente a las intervenciones urbanísticas, las adecuadas reformas institucionales implícitas en la propia escala del plan; la definición de las escalas de intervención, en efecto, no es .solo un problema dimensional sino que comporta la verificación de la ~oJuntad política de resolver los problemas de la ordenación urbana en un cuadro de conjunto urbanístico e institucional. Tras la muerte de Eliot, acaecida el 25 de marzo de 1897, Harvard, en su memoria, instituye ec 1900 uno de los primeros cursos universitarios de landscape architecture: si esto es síntoma de los cambios que han transformado en el Ochocientos las románticas motivaciones que habían apoyado los primeros pasos del movimiento para los parques, también demuestra, por otra parte. el actual reconocimiento de los nuevos roles profesionales, la u r gencia -.- la validez de los problemas que obras como las de Eliot habían susci:ado; la polémica para los parques parece haberse convertido ya en sinó.aimo de reforma urbana. En una dirección no diferente de la de Eliot se mueve la obra de William Shaler Cleveland. Tras haber trabajado, a partir de 1855, con Copeland en Boston, Cleveland colabora en Chicago con Olmsted y Vaux, convirtiéndose en landscape architect de la Chicago South Park Commission en 1872. Durante estos primeros años de su actividad, Cleveland publica tres escritos de una cierta importancia: en 1856, firmado por Cle• ,·ela nd y Copeland se publica A Few Words on the Central Park, un estudio probablemente con cierta influencia en la obra de la Central Park Commission; en el 1869, aparece Public Grounds in Chicago, donde reaparecen los términos de la crítica común de Cleveland y Olmsted de la es:ructura en cuadrícula de gran parte de las ciudades americanas; por último, en 1873, se publica en Chicago la obra más importante de Cleveland , Landscape Architecture as Applied to the Wants of the West. Este Yolumen, comparado con el primer escrito de 1856, es la demostración de la madurez que el landscape alcanza entre los años Cincuenta y Ochenta; las partes de este libro dedicadas al estudio y ejemplificación de los problemas del lenguaje del landscape son limitadas, y toda la atención del autor se concentra en la problemática urbanística, el significado urbano del landscape, las características y perspectivas de la profesión de ~own planner, dejando en segundo lugar todo aspecto puramente for55. Para la cita de Eliot, cfr. Ch. W. Eliot, op. cit., pág. 357 y para las referencias a Baxter, sacadas del artículo del mismo S. Baxter, Thirty Years of Greater Boston's Metropoli·an Park System, en "Boston Transcript", 29 de septiembre de 1923, cfr. Norman T. Newton, ~p. cit., pp. v33-35. De S. Baxter, hay que tener presente también, A Monumental Work of l.Andscape Architecture; the Metropo/itan Park System of Boston, en "Architectural Record", XXV, junio 1909.

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mal.~ La obra de Cleveland como proyectista es consecuente con esta transformación de la «filosofía» del landscape romántico e indica algunas de las características del planning profesional. En 1883 la ciudad de Minneapolis aprueba la constitución del Board of Park Commissioners, que confía a Cleveland la elaboración de un proyecto para un conjunto metropolitano de espacios verdes. La memoria que acompaña el plan explica las intenciones y la actitud del town planner profesional. Cleveland sostiene que el ejemplo de Central Park es emblemático del hecho que programar la institución de un sistema de parques no se traduce en un gasto improductivo para la comunidad, sino en un beneficio: el valor con que se pueden tasar las áreas de Nueva York que rodean el parque ha aumentado, según afirma, en 54 millones de dólares tras la decisión de crear Central Park. Cleveland, además, pone el acento sobre el significado programático que la intervención propuesta posee: la elaboración del master plan no significa sólo la posibilidad de coordinar entre sí las distintas intervenciones, sino que permite controlar su gradación, programar a priori su realización, asegurar un instrumento de control estratégico sobre el desarrollo urbanístico. Escribe Cleveland: «Inténtese pensar lo que pasará dentro de un siglo, cuando la ciudad tenga una población de un millón de habitantes y piénsese cuáles serán sus necesidades. Disfrutarán de un bienestar que les permitirá comprar todo lo que puede conseguir el dinero, pero todo su dinero no les permitirá conseguir una ocasión perdida».5;

El plan de Minneapolis es, una vez más, un proyecto global de ordenación urbana basado sobre un sistema integrado de áreas verdes y sobre la previsión de la construcción de veinte millas de parkways. Esquemáticamente, un amplio rectángulo formado por un gran boulevard perifér ico s igue el perímetro de la ciudad, uniendo entre sí los distintos parques previstos, urbanos y extraurbanos. Este sistema, hecho de espacios públicos y de grandes vías de comunicación, no contiene sólo una propuesta alternativa a la estructura urbana existente, sino que es inmediata indicación para el desarrollo de la ciudad. El sistema es, en efecto, como afirmará explícitamente Cleveland en 1885, en su propuesta para la vecina ciudad de St. Paul, el eje sobre el cual programar el desarrollo territorial de una continuidad urbana que unifica dos ciudades.58 El movimiento para los parques desemboca, pues, en un puro y simple proyecto de planificación territorial. Esto queda demostrado, no sólo 56. Las obras de Cleveland recordadas son: Robert M. Copeland y Horace W. S. Cleveland, A Few Words on Central Park (pamphlet), Boston 1856; H. W. S. Cleveland, Pub/ic Grounds in Chicago: How to Give Them Character and Erpression, C . D. Lakey, Chicago 1869; H. W. S. Cleveland, Landscape Architecrure. As App/ied to the Wants of the W est, Jansen, McClury & Co., Chicago 1873 . Importante artículo para el estudio de la obra de Cleveland es el de Theodora Kimball Hubbard, H. W. S. C/eve/and, an American Pioneer in Lar1dscape Architecture and City Planning, en "Landscape Architecture", XX, enero 1930. 57. H. W. S. Cleveland, Suggestions for a Systcm of Parks and Parkways for the City of Minneapo/is, Johnson, Smith and Harrison, Minneapolis 1883, pág. 6. 58. Para estos aspectos de la obra de Cleveland, véanse: H. W. S. Cleveland, The Aesthetic Development of the United Cities of St. Pau/ and Min11eapolis, Minneapolis Society of F ine Arts, Minneapolis 1888; Id., Park System of Sr. Paul and Minneapolis, H. M . Smith, Sr. Paul 1887.

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por la escala urbanística que propuestas como las de Eliot o Cleveland abordan, s ino por la atención científica con la que éstos empiezan a interesarse por los fenómenos estructurales de los procesos de urbanizacion. Además, el razonamiento romántico sobre los parques se ha transformado en un proyecto que, chocando directamente con los mecanismos de la renta y preveyendo modificar su distribución, empieza a identificar la perspectiva de una reforma administrativa de la ciudad, encontrándose mmerso en polémicas sobre los sistemas de valoración y sobre el papel del gasto público. Abordando, por último, el problema del proyecto urbanístico a escala metropolitana y territorial, el Park Movement se va uniendo desde este momento con la otra importante matriz del planning americano, el conservationism, al que dedicaremos las páginas del siguiente apartado. A fines del Ochocientos, los primeros protagonistas del Park Mo1:ement van desapareciendo: el 1893 muere Codman, en 1887 Eliot, en 1895 Olmsted se retira de la profesión. Una nueva figura profesional se está afirmando en las últimas décadas del siglo y algunas universidades empiezan a ofrecer cursos regulares de Landscape Architecture; en 1897 se forma la primera asociación profesional, la American Park and Outdoor Art Association. Dos años más tarde, en el despacho de S. Parsons en Nueva York, Frederick Law Olmsted jr., George Pentecost, Downing, Vaux, John C. Olmsted, Warren H. Manning, Nathan F. Barret, Charles ~- Lowrie y otros fundan la American Society of Landscape Architects. En cincuenta años, el movimiento para los parques ha cambiado de forma substancial las perspectivas del reformismo urbano americano; el interés romántico y literario por la naturaleza s,e ha transformado en una ideología compleja pero capaz de expresarse con propuestas basadas científicamente, dirigidas a planificar completamente el desarrollo urbano. Esta aspiración choca con el límite estructural del planning ochocentista: exceptuando algunos raros ejemplos de landscape pintoresco, el movimiento para los parques no consigue realizar un control espacial de la estructura urbana. El landscape, en otros términos, produce instrumentos urbanísticos de planificación bidimensionales que, de hecho, no controlan la ciudad como conjunto urbanisticoarquitectónico. Este salto de escala y la conquista de esta dimensión espacial de conjunto serán realizados, no por los pioneros, sino por los arquitectos de las «ciudades bellas». No entra en los límites de este ensayo tratar el movimiento City Beautiful, al que se dedica una parte específica del presente volumen; algunas observaciones son, sin embargo, necesarias. En 1893 se abre en Chicago la Exposición Colombina; puede discutirse largo tiempo sobre la forma de la «.blanca ciudad de estuco» pero lo que nos interesa recordar es que es fruto de un evidente compromiso estilístico y formal, pero también de un trabajo interdisciplinar entre arquitectura y landscape y de la experimentación de un nuevo modo global de proyectar. La exposición, ha afirmado Montgomery Schuyler, «is first of all a success of unity, a triumph of "ensemble"»; el valor principal de la White City no está, pues, en la arquitectura realizada, sino en el conjunto espacial, en el

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control global, en la unidad conseguida a pesar de tan imponentes discrepancias formales; es el plan, el programa, más que la arquitectura como tal, lo que asegura este objetivo_ «El landscape plan es la clave del éxito formal de la Exposición como conjunto: como hemos dicho, ha producido la arquitectura de la water - court ofreciendo referencias que arquitectos sensibles no podían dejar de seguir. En ningún otro momento la talla de Olmsted y de su colaborador se ha manifestado mejor que en el paso del tratamiento estático y simétrico del estanque a la irregular extensión del lago ».59 Otro paso adelante respecto a esta forma de colaboración interdisciplinar experimentada en Chicago se da con el trabajo de la Senate Park Commission de 1901, en Washington, donde colaboran Olmsted jr., y Burnham, McKim y St. Gauden's. La tarea de la Park Commission queda claramente expresada e n las palabras del senador McMillan, uno de los mayores defensores del plan para Washington: «La ciudad que Washington y Jefferson han planificado con tanto cuidado y con profética previsión continuará extendiéndose, poniéndose al ritmo del desarrollo de la nación, hasta que se convierta en expresión del poder y del gusto del pueblo de los Estados Unidos».60 Ilegemann criticará violentamente este proyecto: la obra de la Park Commission no es más que el intento de trasplantar a Washington la Exposición de 1893, transformándola en la «Exposición del derroche», afirma; además, la «Constitution Avenue es el más dañino de todos los crímenes perpetrados contra el plan de L'Enfant», que había soñado «nota beautiful court of honor, but a beautiful City».61 Washington, pese a las críticas radicales de Hegemann, sigue siendo, sin embargo, un ejemplo fundamental. La acusación dirigida contra la Park Commission de haber actuado más sobre la base de un modelo hausmanniano que americano no puede asustar más que a los moralistas o a los formalistas. Más allá de toda consideración formal, Washington es un monumento unitario que responde a los objetivos expresados por 59. Montgomery Schuylcr, Last Words About tite Wor/d's Fair, en "Architectural Record", IU, enero-marzo 1894, ahora en M. Schuyler, American Arcltítecture and Otlter ·Wrítings, William H. Jordy y Ralph Coe (edts.), Atheneum, Nueva York 1964, pág. 282. En el marco del tema tratado aquí, son importantes los juicios de: Thomas Adams. 0111/íne o/ Town arrd City Pla1111i11g, A Review o/ Past Efforts and Modem Aims, Russell Sage Foundation, Nueva York 1935. pp. 167-173; L. Mumford, Stiks and Stones, cit., pp. 127-35; J. M. Fitch, American Building, cit., pp. 210-13; Charles Mulford Robinson, !,11pro1·fme111 i11 City Life, 111. Aesthetíc Progress, en "Atlantic Monthly", LXXXITT, junio l 899. Una memorable y mordaz crítica a la escuela de Chicago, a la Exposición del 93, al plan de la Park Commission para Washington, ... a Mumford y Whitaker (Rameses to Rockefel/er) está en Wemer Hegemann, City Pla1111i11g H ousing, Architcctural Book Publishing Co., Nueva York 1936, vol. 11, pp. 343-94. Sobre el papel de Olmsted en la Exposición del 93, además de las obras de carácter general ya recordadas véanse: F. L. Olmsted, The Landscape Architelllre of the World's Columbían Expositio11, Twenty-Seventh Annual Convention of American Tnstitute of Architects Proceedings, Inland Architectural Pres~, Chicago 1893. Para un enfoque general, véase Mel Scott, American City Pla1111i11g Since 1890, University of California Press, Berkeley 1969. pp. 43 y sig. Para el estudio especial de la White City, véase el ensayo de Mario Manieri-Elia, en este mismo libro. Algunas hipótesis del que suscribe han sido ya expresadas en Francesco Dal Co, Louis Henry Sullivan: la qua/ita nel/'epoca della metropoli. App11111i su "A111obiografia di 1111'idea", en "Rassegna dell'Iistituto di Architel\ura e Urbanistica", a. VTI, abril 1971. 60. Citado en J . W. Reps, Mo1111me11ta/ Washington. Tite Pla1111ing arrd Development o/ the Capital Center, Princeton Univcrsity Press, Princeton 1967, pág. 109. 61. W. Hegemann, op. cit., vol. 11, pp. 387-94.

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!9. S istema urbano de parques en Buffalo, Nueva York, 1876. A. F. L. Olmsted se debe tan sólo una parte de la intervención. :O. Horace W. S. Cleveland, sistema urbano de parques en Minneapolis, Minnesota, 1833. 11-22. George Edward Kessler: esquema original del sistema urbano de parques en Kansas City, Missouri, 1893, y esquema del desarrollo del sistema urbano de parques en Kansas City, Missouri, 1915.

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MacMillan; ésas son, pues, las intenciones que, a inicios del 1900, pueden parecer anacrónicas, y no la arquitectura que las realiza: pero no hay que olvidar que «¡América es una nación joven!». El trabajo de la Park Commission, aparte de la ideología que interpreta, por otra parte no demasiado avanzada, tiene una significación histórica concreta en lo que respecta al desarrollo de las teorías urbanísticas: «Probablemente Washington - ha escrito John Reps- es, al mismo tiempo, banco de pruebas y símbolo de la diferente actitud hacia el desarrollo urbano.62 Esta nueva actitud frente a la ciudad no se expresa sólo en las «.ciudades imperiales», en los planes de Burnham o en los edificios de McKim. La Exposición de 1893, la Washington de 1901, la Chicago de 1909, son las puntas que sobresalen de un proceso bastante más amplio cuyas consecuencias ya serán totalmente visibles en los primeros años del siglo. Sobre la línea de lo afirmado hasta ahora resulta claro que el esquema crítico que separa el movimiento para los parques del de las ciudades bellas no es funcional para nuestros planteamientos. No sólo el trabajo «interdisciplinar» de los años 90 del 800 demuestra la artificiosidad de esta separación, sino que además el examen de obras como la de George Edward Kessler en Kansas City demuestra que el movimiento para los parques estaba destinado a confundir a menudo muchas de sus motivaciones con los ideales de la City Beautiful. En 1893 Kessler presenta su plan para la ordenación de un sistema de parques en la rígida cuadrícula de Kansas City. Los dos pulmones verdes de la ciudad, North

Terrace Park y Penn Valley Park, quedan unidos mediante parkways que se articulan en el interior de la ciudad, situando en el gran boulevard del Paseo y en su espacio terminal, The Parade, los nudos urbanos cualificantes. El sistema de parques se integra en un tema típico de la City Beautiful, la reestructuración monumental y paisajística del centro urbano. Kessler tiene perfectamente presentes las consecuencias e implicaciones urbanísticas de su propuesta y su forma de actuar es típica de la mentalidad progresista: «His rethorical encomium of rural living did not blind him to the city's social needs».63 Los parques no son sólo la ocasión de reconciliar las alegrías, las ventajas higiénicas, el espíritu comunitario del campo con la ciudad, sino también el principio racionalizador de la estructura urbana, separando sus congestionadas funciones, estableciendo normas y principios para la eficiencia de las comunicaciones entre zonas funcionalmente distintas, entre áreas residenciales y comerciales, entre la residencia y los lugares de trabajo.64 62. J. W. R~ps, Mo11ume11tal Washing/011, cit., pág. 198. E ste estudio de Reps sigue siendo la contribución fundamental para el estudio del desarrollo de Washington. 63. William H. Wilson, The City B eautiful Movement in Kansas City, University of Missouri Press, Columbia 1964, pág. 48. E ste estudio de Wilson es el más completo sobre el tema y es útil para el estudio en general del movimiento. 64. Ibíd., pág. 49. Para este tema hay que tener presentes también los siguientes estudios: H enry C. Haskell jr., y Richard B. Flower, City of the Future. A Narrative History of Ka11sas City, 1850-1950, Frank Glenn Publishing Co., Kansas City 1950; W. H. Wilson, Beginning of the Park a11d Boulevard Movement in Frontier Kansas City en "Missouri Historical Review", LVI, abril 1962; Henry Scott, A City's Fight for Beauty, en "The World's Work", XT, febrero 1906; George B. Ford, The Park System of Kansas City, Missouri, en "The Arcbi-

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Al prever las ventajas derivadas de sus propuestas, Kessler no deja de subrayar que la creación de áreas verdes comporta un aumento de la renta de posición de las áreas: una vez más, Central Park es citado apoyando esta tesis. Los improvements, además, son descritos como estructura portante, base de un proyecto global de saneamiento urbano: son una explícita polémica contra la cuadrícula de la ciudad y prevén una redistribución y una reestructuración en el uso de las áreas que no es sólo exclusiva de las zonas monumentales, sino también de las áreas degradadas y obsoletas.65 En las propuestas de Kessler se encuentran fundidas las más específicas temáticas del Park Movement con algunos de los más típicos objetivos de la City Beautiful: piénsese, por ejemplo, en el cuidado que Kessler dedica al estudio de los problemas inherentes a la viabilidad, uno de los temas centrales del libro de Charles Mulford Robinson, The Improvements of Towns and Ci!ies, que será un verdadero manual urbanístico, entre los más importantes en estos años. El estudio de Robinson aparece en 1901, y en sólo doce meses se reedita tres veces. Nada mejor que el éxito de este libro testimonia la expansión del movimiento a favor de la reforma urbana en América: la «Civic Art» de Robinson -«el altruismo es su impulso, pero más viejo que cualquier otro altruismo momentáneo, tan antiguo como los sueños y las aspiraciones de los hombres» 66- tiene directo enlace con el «impulso progresista»: América va aceptando la idea de que también la Democracia necesita planes. Pero esto, obviamente, es la ideología: detrás suyo la práctica urbanística y arquitectónica revela una constante tensión hacia un modelo urbano global, irrealizable e inalcanzable dada la contingencia histórica, un modelo que -en un marco bastante diferente- tan sólo el prefecto Haussmann había tenido el poder de llevar a la práctica.

tectural Record" XL, diciembre 1916; C. R. Ashbee, Ka11sas City, Missouri; The lnf/uence o/ a Park System, en "The Town Planning Review", VI, abril 1916; H. van Buren Mogonigle, In Memoriam, George Edward Kessler, en "Journal of l.he American Tnstitute of Architects", XII, enero 1924. 65. Cfr. W. H. Wilson, The City Beauti/ul Moveme11t in Kansas City cit. pág. 52. Para comprender el planteamiento del plan, el documento más importante es, Board Park and Boulevard Commissioners of Kansas City, Missouri, Report of the Board of Park and Boulevard Commissioners of Kansas City Mo. Embracing R ecomandations far the Establishment of a Park and Boulevard System for Kansas City. Resolutio11 of October /2, 1893, Hudson-Kimberly Publishing Co., Kansas City 1893, pero téngase también presente, George E. Kessler, Kansas City Park System and lts Effect on tite City Plan, Ninth National Conference on City Planning, Proceedings, Nueva York 1917. Para la discusión sobre las implicaciones económicas del plan, véase: George E. Kessler, Actual Distribution of the Cost of Kansas City Parks and Boulevards, Fifth National Conference on City Planning, Proceedings, Boston 1913; William Buchholz, Acquirement of Kansas City Park and Boulevard System and Its Effect on R eal Estate Value, Ninth National Conference on City Planning, Proceedings, Nueva York 1917. 66. Charles M. Robinson, Modern Civic A rt, or the City Made B eautifu/, G. P. Put-

nam's Sons, Nueva York 1904, pág. 27. En estas últimas páginas hemos hecho referencia, muy esquemáticamente, al "movimiento" City Beautiful en conjunto, poniendo en evidencia algunas intuibles relaciones con la praxis e ideas del "progresismo urbano". En esta perspectiva nos parece de extrema importancia la obra de Kessler, sobre la que no nos es posible ahora detenernos. De todas formas, es obvio que se han visto aquí los fenómenos en sus tendencias: la tarea está en disgregar el concepto y definición mismos de "City Beautiful". Esta operación, en lo que se refiere a la figura de Daniel H . Burnham, ha sido realizada en el ensayo de M. Manieri-Elia, que abre este volumen.