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EL NACIMIENTO DE LA HISTORIA La formación del pensamiento historiador en Grecia Francois Chatelet Introducción I. EL HO

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EL NACIMIENTO DE LA HISTORIA La formación del pensamiento historiador en Grecia Francois Chatelet

Introducción I. EL HOMBRE HISTÓRICO Y EL PROBLEMA DE LA CONSTITUCIÓN DEL ESPÍRITU DEL HISTORIADOR 1. Actualmente entendemos al hombre como ser histórico. Sabe que sus gestos, decisiones, palabras, son parte de la totalidad dinámica irreversible y significante. 2. Cada momento de su existencia resulta de su pasado y determina su futuro. 3. El “curso del tiempo” es el lugar impuesto donde se desarrolla su ser. 4. Su suerte individual no podrá ser separada del devenir actual de la humanidad. 5. Todo acontecimiento que le concierne está comprometido en la acción global que se llama historia presente. 6. Sabe que esta historia actual es su horizonte y es un momento de larga evolución en el curso de la cual se ha transformado la humanidad. 7. La respuesta al único enigma verdadero: ¿Qué sucede con el hombre? se encuentra en este universo cerrado y opaco que es el pasado mundial, y en esta abertura del presente que se llama futuro. 8. Una vez que aprendimos a conocer al hombre como historicidad, el Espíritu se ha hecho historiador. 9. Desde hace siglo y medio siglo: la verdad de la fórmula de Hegel: “Todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también y en la misma medida como sujeto” (objeto y sujeto). 10. El hombre tiende a considerar todo hecho como acontecimiento, a definir génesis, a remontarse desde el dato actual a las etapas pasadas de su constitución, a buscar la inteligibilidad no solamente en lo que es, sino en el movimiento de lo que ha llegado a ser. 11. La determinación de la esencia es, desde este momento, asunto de historiadores. 12. De todas las empresas científicas, la física es la que parecía más claramente comprometida con la actualidad omnipresente, solo se conoce ya a la luz de su devenir. 13. Esta tendencia está tan consolidada que, muy a menudo, el teórico ya no percibe el porvenir sino bajo la categoría gramatical de futuro perfecto. 14. ¿En qué condiciones se ha aceptado al hombre contemporáneo como profundamente histórico? ¿Por qué razones el Espíritu pretende hoy ser historiador? 15. A estas preguntas del “hegelianismo” debe responder el pensamiento actual a la luz de los acontecimientos que, desde el siglo XIX han modificado profundamente la situación de la humanidad. 16. Para ello hay que cuestionar precisamente esta nueva situación que instaura la sociedad industrial en su acelerado proceso de desarrollo. 17. Pero correría el riesgo de despreciar lo esencial: 1) Si no se interrogara sobre la constitución de este espíritu historiador en el seno de la cultura pasada; 2) Si no se preguntara en qué circunstancias, con qué fines y qué resultados, tanto antes como ahora, el Espíritu se ha abierto a la dimensión temporal del hombre; 3) Si no acometiera esta historia de la historia que, si la perspectiva del historiador es correcta, debe contener el secreto de su nacimiento y la explicación de sus logros. 18. Este estudio busca contribuir a) por su forma, a la manera que abordará los problemas b) por su contenido, o los resultados que obtenga, a preparar esta historia de la historia. 19. Trata de responder estas preguntas: ¿qué hay de efectivamente historiador en los textos de los pensadores más significativos que han hablado de la suerte temporal del hombre? (desde el fin de las Guerras Médicas hasta la batalla de Queronea, 480 a 388, apenas siglo y medio).

20. ¿Qué reconocimiento de la historicidad manifiestan y por qué lo manifiestan? (causas y razones). 21. Este estudio pretende demostrar que la base última sobre la que puede desarrollarse la comprensión de la historicidad y de la decisión cultural de “hacer historia” es la captación del hombre de la dimensión política de su destino, la conciencia que tiene de ser sujeto activo en este mundo sensible profano, en el seno de una comunidad de la que depende. Es decir, el conocimiento de lo que es la historia real.

II. ESTRUCTURA DEL ESPÍRITU HISTORIADOR 22. ¿Cuáles son las características del Espíritu historiador tal y como aparece en la actualidad? Solamente el conocimiento del hecho constituido permite determinar las estructuras y los momentos del movimiento de constitución. 23. El Espíritu historiador cree en la realidad del pasado y considera que el pasado, en su manera de ser, y en cierta manera en su contenido, no es por naturaleza diferente del presente. Reconociendo del pasado lo que ha sido, admite que lo que antiguamente ha ocurrido ha existido, ha tenido lugar y fecha, exactamente como existe este acontecimiento ante los ojos. 24. La utilización de testimonios y documentos, “las huellas”, habida cuenta del distanciamiento con que se les considera y de la crítica que se les puede hacer, implica que hay un testigo que ha visto, que ha conocido el hecho, como el historiador ve y conoce una acción contemporánea. 25. Que el pasado, entendido como lo que ha sido, significa que lo pasado, lo actual y lo futuro son considerados como participantes de una sola y única manera de ser, el ser que posee un ahora que se ha dado y se dará a un espectador o a un atente que lo aprehende como real. 26. Esto quiere decir que de ninguna manera está permitido tratar lo ya pasado como ficticio, como irreal, que la no actualidad del pasado (y el porvenir) no puede identificarse de ninguna forma con su no realidad. 27. El pasado y el presente pertenecen a la esfera de lo mismo, están en la esfera de la alteridad. 28. Es cierto que el suceso pasado ha concluido y que esta dimensión la determina esencialmente, pero también es cierto que su “preteridad” lo diferencia de todo otro acontecimiento que pudiera parecérsele. 29. La idea de que hay repeticiones en la historia –res gestae--, de que “no hay nada nuevo bajo el sol”, aquélla según la cual hay lecciones del pasado, sólo puede tener sentido para una mentalidad no historiadora. 30. Basta que un suceso haya tenido lugar en tal momento o en tal fecha para que se distinga de cualquier otro hecho aunque parezca idéntico. 31. El historiador deberá demostrar en qué y por qué los dos hechos son esencialmente diferentes, originales; pero el presupuesto por el que se rige el Espíritu historiador es que la sola situación en el espacio y en el tiempo constituye en sí misma una diferencia que no es posible abolir, que todo elemento del devenir, por el simple hecho de pertenecer al devenir, es radicalmente nuevo, que la temporalidad, por tanto, es efectiva. 32. Para el pensamiento historiador, la existencia humana es, en su modo de ser fundamental, existencia temporal, profana y terrenal. 33. Más allá del tiempo sensible que transcurre “hic et nunc”, pueden perfilarse dimensiones omnitemporales o atemporales. 34. La temporalidad es considerada reveladora de un orden más profundo y ahistórico (este es incluso el sentido de las actuales filosofías cristianas de la historia, pero este orden para ser considerado como real, debe manifestarse en el seno del devenir profano. Este da fe de alguna manera de la autenticidad de aquél. 35. En la medida de que todo dato humano se produce en la esfera del devenir, dominio único en el que cada momento es diferente y nuevo, al que está encadenado, por su misma manera de ser, al que le ha precedido yal que le seguirá es el acontecimiento. 36. Toda mirada más allá del tiempo supone una referencia al tiempo y se construye quizás en contra de él, pero siempre a partir de él y también en él.

37. No sólo todo hecho es acontecimiento, además existe un curso de los acontecimientos irreversibles como tal. 38. La imagen privilegiada que domina al Espíritu historiador es la del vector orientado que va desde un punto – el pasado—hacia otro – el futuro. 39. Esta imagen desconoce dos aspectos del pensamiento actual: el hecho de que una línea aunque tenga dirección, representa mal la complejidad, la imbricación de los acontecimientos que sin cesar se interfieren en niveles de causalidad diferente. 40. La misma realidad de la investigación histórica que remonta el curso del tiempo, que va desde lo actual hasta lo pasado y que así, en el conocer, opone el orden del ser al que el conocer implica. 41. El esquema pone de manifiesto puntos esenciales: No solo que todo suceso es un acontecimiento, según un juego de palabras significativo, sino además, que toda repetición queda excluida, que únicamente existen en la efectividad histórica reanudaciones que reiteran que siguen de nuevo, necesariamente con otra forma, los caminos antiguamente recorridos. 42. La imagen del vector tiene un sentido polémico: contradice la idea, siempre vida, según la cual la temporalidad no aporta nada importante; opone a la noción de devenir repetitivo o cíclico la de un tiempo en el que la realidad se hace (o se deshace), en el que, en cualquier caso, algo “pasa” y se revela. 43. La cronología –sucesión de fechas- fija el orden exterior del tiempo y permite la localización; pero no constituye más que un marco abstracto en el seno del cual se desarrolla una organización más profunda que es la dinámica efectiva de la res gestae mismas en la medida en que se engendran las unas a las otras, entran en combinación y se interfieren. 44. Así, el pensamiento historiador admite algo que es preciso llamar causalidad. 45. Causalidad no puede identificarse con la que utilizan las ciencias de la naturaleza. 46. Al respecto, la “historia crítica” insiste en la necesidad de definir un vocabulario que impida confusiones frecuentes con la “historia positivista”, tan negativas para el desarrollo de la ciencia histórica. 47. Un historiador “erudito” se preocupa por la contingencia y admite que un cierto orden estructura las “res gestae”. Que tal acontecimiento “explica” o permite “comprender” tal otro; que es posible descubrir “causas” (o complejos de causas, “motivaciones”, en todos los casos, determinaciones históricas ellas mismas, gracias a las cuales los hechos pasados pueden ser inteligibles. 48. Sobre la naturaleza de esta causalidad ha habido muchas discusiones y seguirá habiendo. 49. Sea cual fuere la respuesta, la práctica historiadora contemporánea se presenta como búsqueda de un orden de comprensión destinado a asegurar la intelección del pasado. 50. Cuando el historiador tiene en su pensamiento un objeto con el cual cree en la realidad y en la importancia de ese objeto, no puede dejar de ser objetivo. 51. Aunque sean varias presentaciones, el hecho es que cada una de ellas arroja nueva luz sobre los acontecimientos del pasado, gracias a los documentos que aporta, a los hechos que esclarece y a las conexiones que descubre. 52. Durante varios siglos, la física ha opuesto a los críticos una actitud positivista. En la actualidad ha elaborado la doctrina de la objetividad profunda, que supera el dilema subjetivismo-objetivismo. 53. La historia ha seguido un ritmo más rápido que el de la física. El historiador sabe que la lectura que ofrece de tal período no es definitiva y que no lo dice todo. Sabe que hay documentos que se le escaparon o que ha ignorado otros relatos porque él mismo es hombre de su época y emprende su investigación con una cierta preocupación. 54. Pero porque ha tenido en cuenta los trabajos de historiadores anteriores y ha cribado los resultados obtenidos, ha debido justificar nuevas interpretaciones que propone. Sabe que su investigación constituye un paso adelante en el conocimiento del pasado.

55. El pasado ya no existe. Es ingenuo pretender experimentarlo tal como fue o querer “ponerse en el lugar” de los héroes muertos. Lo que es posible es conocer a los héroes y a los otros hombres, las circunstancias de sus actos; descubrir lo que es esencial, aquello gracias a lo cual el mundo abolido deja de ser para nosotros un dato opaco, a propósito del cual se trasmiten “recuerdos”, y se convierte en un objeto difícil de captar, pero cada vez más claro gracias a una técnica apropiada. 56. La idea de que el pasado es real, como es real mi vida con sus conexiones y sus consecuciones, implica la idea de que existe un orden y, en consecuencia, se ha dado o se dará a un espectador o a un agente que lo aprehende como real. 57. Hoy existe un estatuto de objetividad de la historia: La historia rerum gestarum que se ha transformado en una ciencia que conoce su poder, sus límites y sus obligaciones: Las más importantes son la verificación y el control, ya que el pasado es real y legible, por eso es preciso que se verifique la exactitud de la lectura que nos ofrece. 58. La búsqueda de la inteligibilidad de la voluntad de racionalidad se apoya en un aparato mental y técnico cuya complejidad no cesa de crecer. 59. Ha de verse en ello más de una preocupación positivista por la minuciosidad. El esfuerzo para reconstruir un paisaje, conocer la vida cotidiana, encontrar técnicas para delimitar los marcos sociales, la mentalidad, sentimientos, incluso antes de relatarlos, combates, decisiones, acciones de los hombres, tiene como fin la racionalidad. Aspira a hacer menos gratuitas y misteriosas estas acciones de los hombres, a verificarlas, a hacerlas verdaderas, es decir, a inscribirlas en una red de hechos y de motivaciones. 60. En este sentido, la técnica de investigación que cada día se desarrolla más, enriquece la noción acontecimiento, es el alma del racionalismo historiador, ese racionalismo que quiere captar en sus estructuras profundas el verdadero devenir de la humanidad empírica, en su ser sensible profano. 61. Aspira a hacer menos gratuitas y misteriosas estas acciones de los hombres, a verificarlas, a hacerlas verdaderas, es decir, a inscribirlas en una red de hechos y motivaciones. 62. En este sentido, la técnica de investigación que cada día se desarrolla más y enriquece la noción “acontecimiento”, es el arma del racionalismo historiador, ese racionalismo que quiere captar en sus estructuras profundas el devenir de la humanidad empírica, en su ser sensible profano. 63. En esta misma idea de racionalidad es la que fundamenta el interés que tenemos por la historia. Real, ordenado, legible, el pasado es interesante. Lo es en sí, en cuanto manifiesta realidad humana en sus aspectos múltiples y contradictorios, y en cuanto descubre las figuras extrañas y sorprendentes que ha debido adoptar. 64. Sobre todo, es para nosotros interesante porque esta aventura dispar, pero encadenada que relata la obra de la historia es nuestra aventura en la medida en que se traman en ella las determinaciones que pesan sobre nosotros y constituyen nuestras categorías prácticas. 65. Por encima de la contingencia, del “ruido y la furia”, se perfila un sentido que nos permite comprendernos mejor. Es el instrumento necesario de la objetividad historiadora; esta es la crítica y el control. 66. Su fundamento se encuentra en la concepción moderna de la racionalidad: para esta, la razón no está ni presente ni ausente, ni conseguida de golpe, ni perdida de antemano, ni puede ser tampoco el destino de un individuo o de una colectividad individualizada. Se manifiesta y se revela al hombre. 67. Lo que se hace, lo que se ha hecho el res gestae (cosas que se han hecho, el pasado humano, hazañas de personajes) es lo que la historia rerum gestarum (de las cosas que ocurrieron), quiere realmente conocer. 68. Esta mentalidad historiadora constituye el basamento teórico de la teoría y práctica contemporáneas, por eso hoy es preciso interrogarse por las causas, las razones y las condiciones de su génesis.

II. CONSTITUCIÓN DEL ESPÍRITU HISTORIADOR 69. La historia es saber. Saber que tiene la posibilidad de aportar pruebas de su veracidad, más que a partir del siglo XIX. En las obras anteriores de quienes se han llamado historiadores o se han interesado por el pasado, hay elementos de gran interés: la finalidad de este estudio es señalar el sentido que hay que asignar, desde este punto de vista, al pensamiento griego. Pro para definir la perspectiva que hemos adoptado aquí, es necesario señalar la novedad de la historia como ciencia. 70. Antes de los trabajos de Niebuhr (Los estudios de Barthold Georg Niebuhr dieron a la historiografía su primer aparato crítico, que permitió distinguir entre las fuentes de esa ciencia lo seguro y lo comprobado, y desechar las leyendas y las deformaciones de la tradición dominante) de L. Bon Ranke, de la escuela histórica francesa, no hay ciencia histórica. Para que esta se constituyera fue necesario que se reconocieran como evidentes ciertos conceptos clave que señalamos en la introducción (reconocimiento de la naturaleza, tiempo, la del carácter creador del devenir, y los dramas que ahí se representan). 71. Es necesario reconocer con Hegel que el absoluto es el sujeto y que el ser es el devenir. Pero esta asunción filosófica y de las filosofías de la historia no científica del siglo XIX lo prueba suficientemente. Para que se de la posibilidad de una historia objetiva, esta debe servirse de una determinada técnica. Es indispensable que el pasado sea considerado como real y decisivo, que sea estudiado con seriedad. En la medida que los tiempos pasados son concebidos como susceptibles de llamar la atención en que les es asignada una estructura, en que existen huellas actuales, es preciso que todo el discurso que habla del pasado establezca claramente por qué y en función de qué documentos y testimonios se sustenta. 72. Hay que prestar atención a la datación y localización del acontecimiento, ya que este no adquiere su carácter histórico sino en la medida en que recibe semejantes determinaciones. 73. Esta preocupación por la precisión en el estudio de lo que ha sucedido antaño, solo aparece claramente a comienzos del siglo pasado. Hasta este momento hay abundantes relatos sobre el pasado, próximo o lejano, y en este sentido, cierta asunción de la temporalidad profana. 74. También hay esfuerzos eruditos centrados en hechos limitados. Por otra parte, genealogías de familias nobles, historias de órdenes religiosas, fechas exactas, cronologías precisas. Pero los datos se combinan mal y el pensamiento no tiene todavía a su disposición las técnicas indispensables. 75. Se ha señalado la importancia de las obras de Hume, preocupación por la cronología. L. Von Ranke plantea que “hay una evolución general objetiva que se puede encontrar mediante un estudio simple, concienzudo que considere al mismo tiempo el conjunto y el detalle”. 76. El mero conocimiento de la realidad de pasado y su interés no es suficiente. Se requiere conocer la temporalidad. 77. Habitualmente se admite que sólo desde una óptica cristiana se han podido desarrollar filosofías de la historia primero y la historia científica a continuación. De la misma manera se da por descontado que antes de la visión hebreo cristiana el espíritu permanecía totalmente cerrado a toda asunción del devenir como tal. 78. Parece que los hechos son más complejos y es preciso matizar el análisis. Es indiscutible que la Revelación cristiana ha desempeñado un gran papel 79. La reflexión sobre el pensamiento cristiano, sobre la forma en que considera el destino del hombre, hace que aparezcan temas que son constitutivos del Espíritu historiador: La Ciudad de Dios de San Agustín, pone estos temas de manifiesto: el tiempo que es criatura, y como tal tiene comienzo y todo acontecimiento tiene su ubicación y su sentido en función de este principio que formalmente y en su contenido resulta determinante. En cuanto criatura, la temporalidad es una. Los diversos tiempos locales, que un análisis limitado podría

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abstraer, deben ser reintegrados a un conjunto más vasto, que progresivamente abarca la totalidad dada del devenir creado. Así pues, es absurdo no considerar más que el saqueo de Roma por los barbaros de Alarico e imputar a la cristianización de la ciudad la responsabilidad de semejante escándalo. Hay que vincular el acontecimiento, por enojoso que sea, a la vida del Imperio Romano, y generalizando más, al destino de la humanidad: En particular, es preciso comprender este hecho en relación a otro que una visión menos amplia a considerar. 80. En cuanto criatura, la temporalidad es una. Los diversos tiempos locales, que un análisis limitado podría abstraer, deben ser reintegrados a un conjunto más vasto, que progresivamente abarca la totalidad. 81. . En particular, es preciso comprender este hecho en relación a otro que una visión menos amplia concebía por separado: el devenir del pueblo judío y el acontecimiento especial que lo marca: la venida del Mesías. 82. La historia revelans, es la clave de la historia revelata. La vida de Cristo descrita en los Evangelios, narrada como sucesión de acontecimientos nuevos, de originalidades, cambios, sorpresas, dramas, y sin embargo con una profunda unidad, su teleología que va desde Belén hasta la degollación de los inocentes, al sacrificio sublime del Monte de los Olivos, se constituye puesto que se trata de la vida ejemplar del Dios hecho hombre, en modelo de relato histórico. La anécdota de revelar un milagro, adquiere importancia. El discurso como exactitud; el gesto dado que es el de Dios encarnado, merece señalarse. Lo que ha sucedido, el desarrollo dramático del pueblo judío, y en general la constitución de los Imperios, resulta claro desde ese momento. La evolución lleva a ese punto en que la Revelación no podrá ser rechazada; lo que sucede hoy y lo que ocurrirá mañana se relaciona con ese acto decisivo y para quien sabe ve, definitivamente esclarecedor. Las acciones de Cristo se manifiestan como prototipo de lo que es el acontecimiento lo que ha tenido lugar y fecha, que no se puede omitir, que todo se preparaba de antemano y que influye sobre lo que se hará y lo anuncia. La unidad del tiempo, la importancia del acontecimiento, el hecho de que un momento del devenir humano sea determinante, sin constituir por ello una causa lógica, implican la temporalidad concebida por el pensamiento hebreo cristiano como un curso irrevocable, en el cual, no solo la humanidad, sino también para el individuo enfrentado con las virtualidades de su propia existencia, ocurre algo. Se ha señalado que La Ciudad de Dios y las Confesiones, presentan la historia frente a su propio destino interpretado en términos de hechos singulares, de acontecimientos a propósito de los cuales se perfila esa evidencia que hay siempre en querer decir esto en vez de aquello. El Cristianismo ha señalado la constante eventualidad de la conversión y también de la posibilidad perpetua de la perdición, hace hincapié en el carácter esencialmente dramático del devenir histórico, en el hecho de que en el orden mismo de la res gestae, nunca se ventila nada, de que todo acto constituye, al mismo tiempo una reanudación del pasado, ligada a este mismo pasado pero que va más allá, una forma quizás insensata, de querer alcanzar el futuro. La organización profunda de los acontecimientos permite la idea de saber que los conozca en su inteligibilidad, no es contradictoria en absoluto con la originalidad de todo lo que sucede, originalidad que exige prestar una atención, concienzuda a detalle. Las filosofías de la historia, y en particular la más grandiosa ilustrada de todas ellas, la de Hegel, son en muchos aspectos esfuerzos por laicizar, para racionalizar esta perspectiva de cuya noción viene dada por el cristianismo. Las ideas del pecado original, de la gracia merecida, de la lucha contra la culpa, de la salvación y del fin de los tiempos ¿no se encuentran en las de alienación, libertad, combate dramático por la satisfacción, apertura hacia el mundo del Espíritu y fin de la historia?

91. Debemos señalar que las filosofías de la historia constituyen menos una reanudación de opiniones ya íntegramente contenidas en la Revelación Cristiana, que reinterpretaciones que actualizan en un época dada, los temas de la óptica agustiniana o de la de Bossuet. 92. En otros términos, lo mismo que La Ciudad de Dios, comprende la Weltanschaung (cosmovisión) hebreocristiana de alguna manera, que no es en absoluto la única legítimamente concebible, también las filosofías de la historia reanudan, a la luz de los antiguos temas cristianos y los modifican profundamente. 93. La Polis griega y “el Espíritu Cristiano” se encuentran en la meditación de Hegel, estas experiencias se vivifican y transforman por hechos cercanos al autor de la Filosofía de la Historia, como la Revolución Francesa y la construcción del Estado moderno. 94. Esta es la primera razón que inclina a tomar en cuenta la visión cristiana sobre la formación del pensamiento del historiador moderno (Van Ranke ya tenía una visión providencialista del curso del tiempo). 95. Redescubrimos en La Ciudad de Dios nociones familiares al Espíritu Historiador, pero fue necesaria la experiencia histórica del siglo XIX para que estas nociones cobraran su valor histórico. 96. Hay que releer a San Agustín y a Bossuet, señalando múltiples aspectos de su obra que contradicen una concepción historiadora: negligencia en el establecimiento de hechos, preocupación por la cronología, insuficiencia en la crítica de los testimonios, recurso a todo acontecimiento. 97. Estas “deficiencias técnicas”, van unidas a la idea de que para estos autores, por admirables que sean, el pasado como tal tiene menos importancia y significación que la tesis a establecer, la cual se presenta como inmediatamente verdadera y con una verdad que trasciende la historia. 98. En alguna medida la preocupación por la vida de Cristo, permite una sensibilización del pasado en su originalidad, lleva a considerar un orden de acontecimientos que no es reductible a una lógica. 99. La importancia del acontecimiento como tal, la irreversibilidad del curso del tiempo, la existencia de un orden propio del devenir, el hecho que lo que sucede como capital para la humanidad se produzca en la historia y desde ese momento tenga sentido, todos estos temas contenidos en la Weltanschuung hebreo cristiana, adquieren un carácter científico únicamente desde el momento en que quedan constituidos como conceptos permitiendo elaborar un saber que extrae todo su conocimiento del objeto, el pasado profano empírico, y rechazando toda lección previa de orden ahistórico. 100. Examina una época en donde es posible descubrir nociones que la cultura ulterior mantendrá o redescubrirá vivificándolas como ha conservado y renovado las que surgieron del cristianismo; se trata de determinar cómo, en un momento en que todavía no se ha convertido en hábito el Espíritu la toma en consideración del tiempo del pasado, por qué causa y por qué razones, en virtud de qué decisión humana, de qué estructura de la existencia, aparece la obra histórica, la que pretende contar, “explicar” el pasado. 101. El estudio de la concepción cristiana del devenir humano permite descubrir las situaciones efectivas en las que el Espíritu tiene que forjar ciertos conceptos que el desarrollo actual de la ciencia histórica manifiesta como decisivos. También pone de relieve lo que falta para que estos conceptos lleguen a ser los principios de un saber objetivo. 102. Igualmente, en la abundancia de teorías, obras y actitudes que suscitan la gran guerra contra los bárbaros, el conflicto peloponense, la derrota de Atenas y el lastimoso desorden del siglo IV, la investigación descubre lo que inclina al pensamiento a tomar en consideración los tiempos anteriores y lo que lleva a bien pasarlos por alto, bien tomarlos como pretexto para exponer opiniones personales. IV. EL ESPIRITU HISTORIADOR Y LA CONCEPCIÓN DEL DEVENIR HUMANO 103. ¿No es acaso una paradoja querer captar algo del espíritu historiador interrogando al pensamiento heleno? ¿No es cierto que la visión del mundo griego está cerrada a cualquier reconocimiento de historicidad humana?

104. Obras de Herodoto y Tucídides son meras descripciones. Hegel les llama “simple historia”, textos que toman como objeto el pasado al cual consideran diferente a las determinaciones que nosotros le damos. 105. La razón del desinterés heleno por la historia puede tener base en la concepción que ellos tenían de la realidad y de la situación del hombre en el cosmos. 106. Hay una inquietud de los griegos, ya sean poetas, trágicos, pensadores o filósofos, ante el hecho del devenir. Sería falso creer que esta toma de consideración en el devenir implica una asunción de la historicidad humana. El devenir es concebido únicamente como un devenir natural, cósmico. 107. La idea de una transformación de la humanidad en el tiempo y por el tiempo, por su propia acción, la libertad, estaría totalmente ausente del espíritu griego. Si la “fisis” es devenir, recíprocamente el devenir es de orden “físico”. 108. El pensamiento griego habría ignorado por completo aquello gracias a lo cual es posible una concepción del hombre como ser histórico. 109. Bajo esta concepción, lo que nosotros llamamos acontecimientos pertenecen al ámbito accidental. Este concepto se relaciona con el “azar” o a la necesidad con lo cual se excluye la posibilidad de un análisis serio. 110. La fecha en los griegos no tiene importancia. La temporalidad es concebida por el pensamiento heleno como un ciclo en tanto que el movimiento perfecto es circular. Toda la filosofía de la historia de Platón tiene esa perspectiva. En La historia del Peloponeso, descubrimos un rechazo más claro de lo sagrado, la idea de una repetición ineluctable en el orden de los hechos. Igual los estoicos, toman el eterno retorno como una pieza capital para actualizar y sistematizar la concepción subyacente en toda la “weltanschaung griega”. 112. Es fácil señalar la ligereza con que los “historiadores” griegos tratan la cronología: Si no escatiman los detalles cuando un hecho les parece curioso o significativo, olvidan con frecuencia dar fechas esenciales para el sabio moderno. Heródoto, por ejemplo, construye su propia existencia. La sofística se esforzó por considerar al hombre en función de un estatuto sensible profano y lo captó claramente en el caso de Critias, como un devenir en cuyo seno se producen determinaciones que pesan luego sobre los acontecimientos futuros. 113. La tecné, o la automaton, son situaciones donde refleja la superioridad del hombre y la potencia organizadora del logos. 114. Inteligente fantasía de Heródoto sobre el pragmatismo de Jenofonte, la lógica y la penetración de Tucícides, la retórica de Isócrates, las visiones sintéticas de Platón, el genio meticuloso de Aristóteles. Frente a la existencia histórica del hombre, los pensadores griegos reaccionaron de formas diferentes, unos hacia una concepción historiadora, otros rechazándola. 115. Cuando se niega la mentalidad griega a toda apertura hacia el devenir humano se ofrece como prueba el carácter no científico del relato que ofrece sobre el pasado. En consecuencia, hay dos dimensiones que conviene no mezclar: 1) La manera en que los griegos conciben el devenir humano les impide elaborar una ciencia histórica. 2) conciben este devenir como existente, como merecedor de referencia, aunque solo sea para negar su importancia y su significación. Lo esencial es que los hechos o acontecimientos se consideren como un hecho que ha tenido lugar y que se repetirá, que se explique por el mito, que se convierta en una simple ocasión de demostración o de retórica. 116. La filosofía de la historia para los griegos tiene sus raíces en el mito, la ciencia histórica de Grecia no existe. Pero hay concepciones del devenir humano que atestiguan la presencia de este devenir. 117. La historia de las guerras del Peloponeso puede parecer insuficiente y extrañamente desenvuelta. Pero no constituye un momento capital del pensamiento en la medida en que un hombre decide interesar a sus semejantes narrándoles lo que ya no es según un orden que es a la vez lógico y cronológico. Lo anacrónico es

querer comparar a Tucídides con G. Glotz (La visión histórica consiste en confrontar obras de Tucídides y Heródoto con el pensamiento primitivo, cuyas numerosas huellas se encuentran en los poetas). 118. Heródoto dice en su Indagación, que escribe su historia para que no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas realizadas, así de los griegos como de los bárbaros. Se trata entonces de una “interpretación” moderna de ayudar a la memoria, más aún de sustituirla. La experiencia demuestra que el olvido llega enseguida. 119. Es preciso fijar los acontecimientos en una obra verdadera que Tucídides llama “ctema eis dei, capacitando a las generaciones futuras para celebrarlos y rememorarlos. 120. De esa forma, la tarea del historiador sería pobre, banal, memorialista, retener el pasado solamente. 121. Sin embargo, gracias al discurso histórico, el pasado conservando siempre su carácter propio, no es únicamente lo anterior. De alguna manera se hace actual y todo conocimiento que el por venir puede tener de ello es como una re presentación, una re actualización. 122. En ese sentido, las acciones humanas adquieren un doble carácter: 1) descritas como cumplidas, parecen hechos muertos. 2) en la medida en que permanecen en la memoria, se mantienen vivas, presentes, presente s como pasadas. Aquí está la diferencia que separa la reactualización por el relato histórico y las que producen el mito y la epopeya. 123. El relato histórico asume y confirma la existencia de una temporalidad sensible profana: entre el presente del lector y el pasado de la acción relatada se establece una especie de homogeneidad. El mito arcaico, al situar el hecho ocurrido en lo atemporal, no solo anula su realidad histórica, sino que a la vez, tiende a hacer ahistórica la conciencia de quien se ve reflejado en ella como imitación del héroe arquetípico. La epopeya, al situar el drama en “tiempos muy antiguos”, al no establecer ninguna medida común entre el pasado que describe y la actualidad del oyente, sugiere la idea de dos temporalidades heterogéneas y, al insistir en el carácter admirable de las tragedias divinas y heroicas, privilegia un devenir sagrado y ya acabado, y revela un tiempo profano en el que, sin embargo, no puede suceder nada importante. 124. En las Indagaciones de Heródoto aparece la noción de acontecimiento y ya no está proyectado en lo atemporal, como categoría mítica, ni integrado a lo sagrado, como imagen. Se sitúa en el curso de la existencia humana sensible. 125. En ese sentido, el relato histórico como el de Heródoto no pretende fijar todo, ni retener, sino hacer que se retenga más que lo excepcional, “las grandes y maravillosas hazañas”. El relato histórico depende de acciones humanas y pone de manifiesto ideas nuevas y capitales, por eso revela desde un principio que pueden existir obras humanas que merecen ser referidas. Agamemnón, Aquiles, Odiseo, no son seres humanos, sus virtudes escapan del individuo profano. Creso, Solón, Darío, Mardonio, Artemisa, Temístocles, son seres con vacilaciones, fracasos y debilidades, por lo tanto están en el plano de lo humano. El lector del siglo V tiene testimonios directos sobre estos personajes. 126. Empieza así la “laicización”, la integración del hombre a la temporalidad sensible, que va acompañada de una humanización del tiempo efectivo: el hombre del relato histórico se manifiesta como causa de hechos excepcionales. La historia fabrica personajes históricos, el mito fabrica tipos atemporales. La tipología legendaria se sustituye por una tipología histórica. Del mismo modo, por mediación del relato, el hecho pasado se hace acontecimiento, el individuo activo se transforma en héroe. 127. La desacralización del personaje ejemplar implica un cambio radical en la concepción del heroísmo. Todo hombre, por sus actos profanos puede elevarse a esa condición. 128. La “historia” no solo hace que exista en el discurso “lo que se da exteriormente”. Tiene como fin enriquecer el patrimonio propiamente humano, que pertenece por completo al hombre.

129. Memorialista, el historiador es al mismo tiempo un testigo que, al exaltar el pasado como tal, define la condición de los hombres y abre un campo a sus posibilidades. 120. La acción comprendida tiene un antes y un después. La Ilíada se trata menos de una “historia”, la unidad no es historia; en cambio la Indagación presenta una problemática general y los relatos revelan de qué manera se desarrolla esta problemática. 121. La yuxtaposición épica es sustituida por la consecución ya histórica que liga los acontecimientos unos a otros en un orden que es al mismo tiempo el devenir real y el de su inteligibilidad. 122. Herodoto expone “las causas y los motivos” (di en, aitien) de las guerras que se hicieron mutuamente los unos a los otros”. (La primera “falta” que conducirá a Platea y a Mícale, en 480 -479, se remonta al acto de Creso, en el 547 – 546). 123. Dado que este orden no puede ser otro que el de la realidad, aparece otro nuevo carácter: el hecho por su aspecto extraordinario que provoca un cambio en la suerte de la humanidad (aquella podrá ser recordada como una causa cuyos efectos pueden apreciarse todavía) 124. El relato histórico aporta algo nuevo relativo a la suerte temporal del hombre. Al lado de afirmaciones ambiguas de los sosixoi, y de los sofoi, sobre la realidad o la no realidad del devenir en general, la reflexión del historiador aparece como un fenómeno cultural de una importancia capital: lo que ha de ser narrado es el hombre en su drama, en su lucha con otros hombres, como Darío, tratando de someter y forzar a la naturaleza. 125. Mientras el pensamiento arcaico ofrecía al individuo un recurso para huir del mundo temporal por medio del mito. La narración histórica le ofrece asumir su existencia actual, mostrando que el acto “profano” es creador de efectividades, afortunadas o desafortunadas. Y que, gracias al conocimiento del pasado, es capaz de comprender su presente y de igual manera trazar un futuro. En suma, para el “hombre moderno”, el del siglo V, ya no se trata de repetir gestos, sino de captar todo gesto. 126. El hombre de la historia, de aquí en adelante va a tratar de comprenderse mejor, interrogando también el devenir sensible profano, al cual llegará gracias a la historia y no a pesar de ella, con el propósito de dominarla y no huir de ella. 127. En esta introducción el autor quiere dejar claro que no se trata de demostrar que Heródoto , ni siquiera Tucídides, es el padre de la ciencia histórica (como Galileo es el padre de la física moderna). El pensamiento griego es incapaz de concebir la historicidad humana, sin embargo pese a la total falta de preparación para recibir y forjar las nociones que le permitieran elabora una historia rerum gestarum, sería este pensamiento a partir del siglo V, que se vio obligado de alguna manera por la res gestae a construir un tipo de relato, un estilo de referencia, una óptica de conjunto que reconocía el valor de la res gestae, e inauguraba con ello una forma de considerar la existencia humana. 128. Aspectos decisivos del espíritu historiador están presentes en la obra de Herodoto y de Tucídides; dimensiones capitales de la filosofía de la historia aparecen en Platón y en Aristóteles. La unión de lo político y de lo histórico está presente por todas partes en los siglos de oro de Grecia. V. LA DECISIÓN HISTORIADORA CONFRONTADA CON EL RECHAZO ARCAICO DE LA HISTORICIDAD; VIDA POLÍTICA Y ASUNCIÓN DE HISTORICIDAD. 129. No se pretende afirmar que antes de Herotodo y Tucídides no hubiera una cierta comprensión del devenir humano basado en hechos importantes, originales, merecedores de ser recordados. Sería ilegítimo considerar la “historia” de Herodoto como un comienzo absoluto en la historia del pensamiento heleno. Antes de Herodoto, las grandes familias, las ciudades habían tomado a su cargo a los logógrafos, cuya tarea era la de genealogistas y

archiveros. Recogían “pruebas” que atestiguaran la antigüedad y la nobleza del “genos”, su derecho a un reconocimiento público, o de consignar actos importantes, diplomáticos, religiosos, militares, tec.. 130. Parece haber tenido el mismo estilo que el de Herodoto la “Periodos Ies” de Hecateo de Mileto. 131. Pero parece que la decisión lúcida de conceder un privilegio decisivo al pasado humano no aparece con cierta claridad hasta Heródoto (aunque esté escrito con una visión providencialista del devenir humano; luego Tucídides, aunque no tiene el concepto irreversible de los acontecimientos. Jenofonte por su parte trata la cronología con ligereza y para Isócrates, los hechos son pretexto para desarrollar visiones políticas. 132. Se introduce la historia en la cultura griega. Se libra un combate entre lo antiguo y lo nuevo y aparecen soluciones de compromiso, reanudaciones y esfuerzos para superar los antagonismos. 133. M. Eliade escribe sobre el pensamiento de los poetas de las edades antigua y media griegas, en los cuales identifica la manera de reaccionar al devenir sensible profano de estos poetas. M. Eliade sostiene que el hombre de estas sociedades vive en dos planos separados: lleva en el devenir una existencia profana desprovista de eficacia y significación, y por otro, con ocasión de las ceremonias y actos de cierta importancia, encentra la “verdadera” realidad elevándose hasta el nivel de héroe atemporal cuyos actos repite y con el cual termina por confundirse. 134. M. Eliade identifica en estos pueblos un deseo de negar la historicidad humana en esas ceremonias. Aborda la idea de la repetición del tiempo, cosmologías religiosas, pensamiento deliberado, karma, técnica soteriológica. 135. Desaparece la irreversibilidad, existe solamente “el gran año”, un tiempo sagrado desprovisto de toda historicidad, con el sentido del “jeiros”, sagrado, otorgado por los poetas y trágicos griegos. 135. “El tiempo por el mero hecho de ser duración, agrava continuamente la condición cósmica e implícitamente la condición humana. Ver la obra de Baquílides, Arquíloco, Píndaro (tiempo de los hombres, tiempo de los dioses). 136. Se puede, sin embargo, en los mitos descubrir hechos reales como lo hace V. Berard. 137. Es que la historicidad para reconocerse a sí mismo, tiene necesidad del mito, que no parece en el discurso histórico presente en sí, sino en el relato legendario que solicita y exige lo sagrado para exteriorizarse. Siempre se podrá, a propósito de tal texto de la Odisea, por ejemplo, mostrar que encubre un acontecimiento “real”. Lo significativo es que se expresa en el estilo de “mitos”, y no en el del “logos”. 138. La profunda conmoción que se opera en la mentalidad griega a partir del fin de las grandes guerras contra los bárbaros: todos los logros anteriores, los del siglo VI, son en todos los terrenos reunidos y movilizados; es una explosión o surgimiento del racionalismo. Este fenómeno tan importante para el Espíritu, se produce en todos los niveles de actividad y de la cultura. 139. El discurso sensato busca la afirmación desnuda en lugar de la invención religiosa. Decir se convierte en una manera de decir que exige sostener y probar y se opone al “mythos”. 140. Esta expresión se encuentra en la afirmación anaxagórica de la existencia del Nous organizador. 141. Hacía falta no solamente que el hecho histórico fuera útil, sino también que se produjera en la “visión del mundo” un cambio tal que le hiciera apreciable esta utilidad. La necesidad de la historia, no como recopilación de archivos, sino de discurso destinado a relatar el desarrollo de lo que ha sido o en lo que cree que ha sido. 142. Se desarrolla un pensamiento historiador en donde el logógrafo se transforma en historiador, y en donde el peso del pasado ya no es el de una fatalidad que regule las peripecias y desenlace de la tragedia. El un situación que obliga a querer y a desencadenar un drama que hasta su desenlace permanece abierto, si es que se puede hablar de desenlace. 143. El solo hecho de interesarse en el pasado inscribe al hombre en un contexto nuevo. “Mundo nuevo” que comienza con las guerras médicas, es el nacimiento del hombre griego a la vida propiamente política y la conciencia lúcida que adquiere de su estatuto ciudadano.

144. Desde ese momento el hombre ya no es descendiente de un héroe o como iniciado de un ritual, sino es ya un ciudadano en donde el Estado encuentra una realidad viviente al reunir dimensiones jurídicas, sociales, económicas y religiosas del grupo. 144. El individuo ya no extrae su ser de un hecho vivido como encarnación de una trascendencia, por ejemplo del lazo de parentesco “hipostasiado” en filiación heroica. 145. En la medida que obtiene su verdad de la ciudad, a no puede desear más que lo que esta desea. Pero puede desear; el Estado, en efecto no es un ser natural, es una idea que extrae toda su sustancia de la decisión de los ciudadanos. 146. El hombre, al conquistar su efectividad en el devenir sensible profano, debe admitir también las determinaciones de este devenir, presentes para él, bajo los aspectos de una situación histórica real. 147. El hombre arcaico se evadía de la temporalidad imitando una esencia sagrada que se elevaba por encima del tiempo. 148. Muchos aspectos del “renacimiento” del interés por la historia “rerum gestarum” en el siglo XVI y más tarde en los siglos XVII y XIX se sustentan en los avances de la historia del siglo V griego. El autor busca comprobar las aportaciones a la historia y el mérito de Herodoto, Tucídides, Jenofonte, Platón, Isócrates y Aristóteles. VI. OBSERVACIONES SOBRE EL MÉTODO UTILIZADO Y DETERMINACION PRECISA DEL HILO CONDUCTOR 149. Se trata de probar una hipótesis, aquella según la cual la vida política y el reconocimiento del estatuto político del hombre constituyen uno de los elementos determinantes gracias a los que el pensamiento se ve inducido a interesarse por el devenir sensible profano, o al menos tenerlo en cuenta.