Caso Rimmet

CASO: MAESTRANZA RIMMET Don Ricardo Moreno, había sorteado múltiples situaciones para llegar a esta etapa en su maestran

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CASO: MAESTRANZA RIMMET Don Ricardo Moreno, había sorteado múltiples situaciones para llegar a esta etapa en su maestranza: sacrificios, esfuerzos, cambios e inversiones, lo había logrado. Con la llegada de la nueva maquinaria importada para aumentar sus servicios de rectificado y fabricación de piezas nuevas a empresas industriales de la zona, junto con la preparación de sus colaboradores para asumir nuevos desafíos, un gran compromiso y trabajo en equipo, todo estaría preparado para este gran desafío. Sin embargo, nada hacía pensar en que enfrentaría decisiones complejas en torno al valor del recurso humano, y de cómo transformaría su visión acerca de las habilidades, actitudes y aptitudes de las personas en el trabajo. ¿Qué sería lo realmente indicado? Historia Ricardo Moreno Velásquez, dueño de la maestranza RIMMET Ltda., había sido dueño de un taller mecánico por 15 años. Gracias a su esfuerzo y capacidad emprendedora, abrió una maestranza en su ciudad dando excelentes resultados por la responsabilidad y calidad del trabajo entregado, tanto a clientes que se acercaban en forma particular, como a clientes empresas que confiaban en su puntualidad y honestidad. Un departamento de venta de repuestos era el complemento indicado para su negocio, en donde se podía encontrar una amplia gama de piezas, repuestos y accesorios de marca, años y modelos de vehículos. En septiembre de 2007, había implementado un proyecto en la maestranza, que consistía en la ampliación del número de maquinarias en 2 tornos de mayor sofisticación y tamaño, una fresadora nueva, una bruñidora y una nueva máquina soldadora con múltiples funciones. Su objetivo era abarcar no solo clientes del área automotriz, sino que de empresas industriales de la zona, aumentar su participación en el mercado y las utilidades de su negocio. Para ello, solicitó la participación de alumnos en práctica de diversas instituciones con la finalidad de contratarlos como ayudantes de maestros operarios, y así sumar experiencia y finalmente contratarlos en calidad de maestro operario en cada una de sus nuevas adquisiciones. Sin embargo, el torno que había traído desde Francia, era una importación de alto valor, por lo que pensó en contratar a alguien que tuviese mayor experiencia en el área metalmecánica. Fue así como conoció a Don Antonio, quién postuló luego de leer el aviso en el diario. Bienvenido a la maestranza Don Antonio Eduardo González Cifuentes, maestro tornero por oficio, con vasta experiencia en el área metalmecánica, había trabajado durante 25 años en maestranzas de su ciudad, con experticia en el área automotriz y maquinarias industriales. “Hay que amar a los fierros para permanecer años en este trabajo”. Decía Don Antonio con sus 48 años de edad, ese día 01 de marzo de 2008, cuando se presentaba a sus nuevos colegas en la maestranza RIMMET, en su primer día de trabajo.

Don Antonio, demostró día a día su experiencia, capacidades, responsabilidad y la calidad de su trabajo. No solo en la maquinaria asignada para su cargo de maestro operario, sino que además colaborando en el desarrollo de los jóvenes maestros que llevaban solo un año en esta empresa y que necesitarían apoyo, consejos y la experiencia de los maestros más antiguos en el rubro. Lo anterior quedaba reflejado año a año en las evaluaciones del desempeño que don Ricardo realizaba a sus trabajadores con la finalidad de trabajar en aquellos aspectos que sabía debía mejorar para obtener mejores resultados con sus clientes y en el ambiente de trabajo. Fue así como don Antonio, fue presentado con el encargado de recursos humanos, quien le explicó el sistema de remuneraciones. Contaría con un sueldo base, además de las asignaciones, bonos por cumplimiento de meta del local en producción mensualmente y el pago de horas extras previo acuerdo y si se presentase algún caso fortuito fuera de la jornada habitual de trabajo, la cual sería de lunes a viernes cada semana de 08:00 a 18:00 hrs. El imprevisto El día viernes 31 de octubre de 2014, como era habitual, la maestranza se preparaba para cerrar terminar sus actividades del día. En ese momento, se acercó un cliente sumamente preocupado. Su camión había tenido un desperfecto en el motor. Una fuga de aceite así lo indicaba, y asesorado por un mecánico, llevó la pieza del motor que debía ser rectificada. Debía continuar su viaje a más tardar el día siguiente, ya que su carga era perecedera y si no cumplía con la entrega, debería pagar el total del valor de la carga por el no cumplimiento. Ante la situación, Don Ricardo lo escuchó atentamente, le indicó que lamentablemente sus maestros ya se estaban preparando para retirarse del taller y que la maestranza estaría abierta a contar del lunes de la próxima semana. En ese momento, Don Antonio se acercó al dueño y le dice: “don Ricardo, yo puedo quedarme y ayudar al señor, no creo que demore más de dos horas en rectificar la pieza que necesita, Usted dígale que puede esperar mientras yo preparo el torno y trabajo en la reparación”. No estaba acostumbrado a pedirle a sus trabajadores que trabajaran tiempo extraordinario, pero dado el apremio del cliente y la buena disposición de don Antonio, aceptó la propuesta y decidió que se hiciera el trabajo. Sin embargo, don Antonio esperó a que su jefe se fuera a la oficina, se acercó al cliente saludándolo y de inmediato le plantea lo siguiente: “don Juan, mucho gusto, yo seré quién repare la pieza del motor. Quedará perfecto para que pueda trabajar mañana sin problemas, pero debo decirle que este trabajo en condiciones habituales me tomaría 5 a 6 horas, pero por tratarse de un caso tan especial, podría hacerlo en dos horas fuera de mi jornada”. El cliente lo escuchó atentamente intentando comprender las intenciones de don Antonio. “Si Usted me pagara esa diferencia de horas de trabajo, yo le digo a mi jefe que si puedo cumplir con las dos horas exactas”, ante lo cual, don Juan aceptó inmediatamente para garantizar que se cumplieran los plazos y la calidad en el trabajo. Don Ricardo, desde su oficina, observó mientras el cliente y don Antonio conversaban en la sala de estar. No pudo saber que era lo que se decían, por lo que se concentró en el pedido de repuestos que estaba realizando y continuó trabajando.

La caída de una gran pieza de metal y el ruido que esto provocó, hizo que todos corriesen hacia el ventanal que permitía observar lo que pasaba en el taller. Don Antonio estaba desmayado en el suelo y la pieza había golpeado su cabeza. Había terminado el trabajo que se le había encomendado, pero un ataque de epilepsia lo paralizó provocando un accidente. Fue llevado al hospital para confirmar su estado de salud. El golpe no había sido grave, el desmayo había sido provocado por su enfermedad. Justo en el momento de subir a la ambulancia, se resbalan unos billetes desde el bolsillo de don Antonio, ante lo cual el cliente que también ayudaba en su traslado le señala al dueño: “don Ricardo, ese dinero es el que don Antonio me pidió en forma personal para asegurar que terminaría el trabajo en las dos horas que yo necesitaba que estuviese listo, por favor, entrégueselo nuevamente cuando esté mejor”. La decisión Era la primera vez que esto sucedía en su maestranza, sin embargo guardó el dinero para luego conversar con don Antonio. Lo primero que hizo fue contactarse con la esposa de don Antonio, quien le comentó que no había sido la primera vez que este tipo de incidente le había ocurrido en su trabajo. Ese había sido el motivo por el cual había pasado por varias maestranzas y talleres mecánicos, ya que don Antonio ocultaba su enfermedad para evitar ser discriminado. Lamentablemente, ante situaciones de mayor estrés, el riesgo de un ataque provocaba situaciones como ésta y era desvinculado de las empresas. Preocupado por todo lo ocurrido, don Ricardo llamó a don Antonio para conversar con él en su oficina a primera hora de la jornada. En el cajón de su escritorio, tenía su última liquidación de sueldos y había pedido al encargado de recursos humanos que confeccionara el finiquito de don Antonio, no sabía si lo entregaría, pero de todas formas lo solicitó. Le preguntó si ya se encontraba bien, recuperado y siguiendo las indicaciones respectivas del médico, mientras le hacía entrega de su liquidación de sueldos; ante lo cual don Antonio le comentó que hace años él no tenía incidentes como el que había ocurrido, y que no sabía cuál había sido la causa, sin saber que su esposa ya había conversado con el dueño y que le había comentado acerca de la frecuencia de sus ataques de epilepsia. Llevando la conversación al tema del día viernes, le preguntó si es que había sucedido algo anormal en el trabajo que había tenido que realizar a última hora extraordinariamente. Don Antonio señaló que independiente de su problema de salud, todo había resultado perfecto con el trabajo. Don Ricardo, desconcertado ante la respuesta, porque siempre creyó que le respondería con la verdad, agachó la mirada y sacó del cajón cinco billetes de veinte mil pesos y los dejó sobre la mesa diciendo: “don Antonio, esto cayó de su bolsillo el día de su accidente. El cliente me dijo que se lo había dado como pago para garantizar que la pieza estuviese terminada dentro de las horas que él necesitaba”. Sorprendido, avergonzado y muy alterado le dice gritando: “¡Si, es cierto! Recibí ese dinero porque siempre pasa lo mismo, a pesar de la calidad de mi trabajo, mi responsabilidad y mi voluntad para entregar lo que sé, llegamos a una oficina para tener una conversación como esta en donde yo sé que me van a despedir porque nadie quiere a un hombre con casi 50 años y que está enfermo. Yo le pedí el dinero al cliente, porque nadie más que yo sabe lo costoso que es para mí comprar las drogas que debo tener para mi tratamiento.

A pesar de que siempre he visto detalles en el cálculo de la liquidación, nunca he reclamado, yo he trabajado bajo la misma forma de pago por años y entiendo cómo debo ser remunerado, siempre he acatado todo lo que se me ha indicado en mi lugar de trabajo y siempre he buscado la forma de que los clientes se vayan contentos, pero claramente eso para Usted no es importante.” Don Ricardo, pensó: “ha tomado todas sus vacaciones año a año…será el estrés del trabajo, que este mes no obtuvieron el bono por el cumplimiento de la meta de la maestranza, o esta era la persona que contraté sin percatarme que las cosas terminarían así?”. Llegaba el mes en que debía evaluar y decidir quiénes continuarían en la maestranza, y sabía que ante esa situación, el riesgo al que se exponía la vida de don Antonio era alto, así como también la de sus ayudantes. Sin embargo, había otro detalle que preocupaba a don Ricardo: ¿sería su salud lo que realmente provocaba las desvinculaciones, o habría pedido dinero fuera del procedimiento a los clientes en sus trabajos anteriores? ¿Existiría alguna otra salida? ¿Qué debería decidir, si era alguien que siempre colaboró, cooperó, enseñó y traspasó sus conocimientos sin ningún tipo de egoísmo a todos sus colegas?

Actividad 1.- Según la normativa vigente acerca de los tipos de contrato, ¿Qué tipo de contrato tiene Don Antonio? 2.- ¿Corresponde la desvinculación de Don Antonio? ¿Sí, no? ¿Por qué? 3.- Desde el punto de vista de la Administración del RRHH, ¿Qué medidas so podrían adoptar para evitar estos casos? 4.- ¿Qué causal de desvinculación correspondería aplicar según el caso de Don Antonio? ¿Por qué? 5.- ¿Cuántos años trabajó Don Antonio en la maestranza? ¿Cuáles son las fechas de ingreso y de desvinculación? 6.- ¿Cuántos son los días de vacaciones que se le adeudan a Don Antonio? ¿Qué periodo? 7.- ¿Le corresponde pago por mes de aviso? 8.- ¿Cuáles son los elementos que debe considerar para el cálculo del finiquito al ser desvinculado legalmente?