Caliban y la bruja, resumen

CALIBÁN Y LA BRUJA MUJERES, CUERPO Y ACUMULACIÓN ORIGINARIA SILVIA FEDERICI – 2010 Introducción Desde Marx, estudiar la

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CALIBÁN Y LA BRUJA MUJERES, CUERPO Y ACUMULACIÓN ORIGINARIA SILVIA FEDERICI – 2010 Introducción Desde Marx, estudiar la génesis del capitalismo ha sido un paso obligatorio para aquellos activistas convencidos de que la primera tarea en la agenda de la humanidad es la construcción de una alternativa a la sociedad capitalista. Si bien este libro está concebido dentro de esa tradición, hay dos consideraciones que también lo han motivado: I.

Deseo de repensar el desarrollo del capitalismo desde un punto de vista feminista, evitando las limitaciones de una historia de las mujeres. Calibán y la Bruja fue inspirado en “La Tempestad” de Shakespeare. Calibán no solo representa al rebelde colonial, constituye un símbolo para el proletariado mundial, más específicamente para el cuerpo proletario como terreno e instrumento de resistencia a la lógica del capitalismo. Más importante aún, la figura de la bruja, ubicado en el centro de la escena en este libro, en tanto encarnación de un mundo de sujetos femeninos que el capitalismo no ha destruido (la hereje, curandera).

II.

Con la nueva expansión de las relaciones capitalistas, el retorno a nivel mundial de un conjunto de fenómenos que venían asociados a la génesis del capitalismo. Entre ellos, cercamientos que han expropiado a millones de productores agrarios de su tierra, además de la pauperización masiva y la criminalización de los trabajadores (por medio de políticas de encarcelamientos). Aún más importante para este libro ha sido la intensificación de la violencia contra las mujeres y en algunos países el retorno de la caza de brujas. Federici vuelve a analizar la transición del feudalismo al capitalismo desde el punto de vista de las mujeres, el cuerpo y la acumulación primitiva (puntos del marco de referencia que toma la autora: feminista, marxista y foucaltiano). La acumulación primitiva, término utilizado por Marx para caracterizar el proceso político en el que se sustenta el desarrollo de las relaciones capitalistas. Su importancia yace, especialmente en el hecho de que Marx trate la acumulación primitiva como un proceso fundacional, lo que revela las condiciones estructurales que hicieron posible la sociedad capitalista. Esto nos permite leer el pasado como algo que sobrevive en el presente. El análisis de Federici se aparta del de Marx por dos vías diferentes: si Marx examina la acumulación primitiva desde el punto de vista del proletariado asalariado de sexo masculino y el desarrollo de la producción de mercancías, ella lo examina desde el punto de vista de los cambios que introduce en la posición social de las mujeres y en la producción de la fuerza de trabajo. Por ello la descripción de Federici de la acumulación primitiva incluye una serie de fenómenos ausentes en Marx e importantísimos en la acumulación capitalista. I. II. III.

El desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que somete el trabajo femenino y la función reproductiva de las mujeres a la reproducción de la fuerza de trabajo. Construcción de un nuevo orden patriarcal, basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y su subordinación a los hombres. Mecanización del cuerpo proletario y su transformación (para las mujeres) en una máquina de producción de nuevos trabajadores.

Y lo más importante, la autora ha situado en el centro del análisis de la acumulación primitiva las cacerías de brujas de los siglos XVI y XVII: la persecución de brujas (en Europa y en el Nuevo Mundo) fue tan importante

para el desarrollo del capitalismo como la colonización y como la expropiación del campesinado europeo de sus tierras. Este análisis se diferencia del de Marx también en su evaluación del legado y de la función de la acumulación primitiva. Si bien Marx era consciente del carácter criminal del desarrollo capitalista, no cabe duda de que lo consideraba como un paso necesario en el proceso de liberación humana. Creía que acababa con la propiedad en pequeña escala e incrementaba la capacidad productiva del trabajo, creando las condiciones para liberar a la humanidad de la necesidad. También creía que la violencia disminuía con la maduración de las relaciones capitalistas. En esto estaba equivocado; cada fase de la globalización capitalista es acompañada por un retorno a los aspectos más violentos de la acumulación primitiva. Esto demuestra que:   

La continua expulsión de los campesinos de la tierra La guerra y saqueo a escala global La degradación de las mujeres

Son condiciones necesarias para la existencia del capitalismo en cualquier época. Marx nunca hubiera supuesto que el capitalismo conducía a la liberación humana su hubiera mirado la historia desde el punto de vista de las mujeres, que siempre fueron tratadas como seres socialmente inferiores, explotadas de un modo similar a la esclavitud. Mujeres significa una historia oculta que necesita visibilizarse y una forma particular de explotación y, por lo tanto, una perspectiva especial de reconsiderar la historia de las relaciones capitalistas. Este proyecto no es nuevo, desde el comienzo del movimiento feminista las mujeres han vuelto sobre la transición al capitalismo. Durante cierto tiempo el marco principal de la historia de las mujeres fue el carácter cronológico. En los años 80, sin embargo, aparecieron una serie de trabajos que asumieron una perspectiva más crítica. Esta producción académica ha confirmado la reconstrucción de la historia de las mujeres o la mirada de la historia desde un punto de vista femenino, que implica una redefinición de las categorías históricas aceptadas, que visibilice las estructuras ocultas de dominación y explotación. El Calibán y la Bruja tiene un alcance amplio, porque el libro conecta el desarrollo del capitalismo con la crisis de reproducción y las luchas sociales del periodo feudal y con la formación del proletariado. El libro aborda una serie de preguntas históricas y metodológicas que han estado en el centro del debate sobre la historia de las mujeres y la teoría feminista. La pregunta histórica más importante que aborda este libro es la de cómo explicar la ejecución de cientos de miles de brujas a comienzo de la era moderna y por qué el capitalismo surge mientras está en marcha esta guerra contra las mujeres. Existe un acuerdo generalizado sobre el hecho de que la caza de brujas trató de destruir el control que las mujeres habían ejercido sobre su función reproductiva y que sirvió para allanar el camino al desarrollo de un régimen patriarcal más opresivo. Las circunstancias históricas especificas bajo las cuales la persecución de brujas se desarrolló y las razones por las que el surgimiento del capitalismo exigió un ataque genocida contra las mujeres aún no han sido investigadas. Esta tarea emprende la autora en el libro, comenzando por el análisis de la caza de brujas en el contexto de la crisis demográfica y económica de los siglos XVI y XVII y las políticas de tierra y trabajo de la era mercantilista. Su trabajo constituye un esbozo para clarificar la conexión entre la caza de brujas y el desarrollo contemporáneo de una nueva división sexual del trabajo que confina a las mujeres al trabajo reproductivo. Sin embargo, hay que demostrar que la persecución de las brujas constituyó un aspecto central de la acumulación y formación del proletariado moderno, en Europa y en el Nuevo Mundo. Este libro dialoga con la historia de las mujeres y la teoría feminista también de otros modos:

La transición al capitalismo es primordial para la teoría feminista, ya que la redefinición de las tareas productivas y reproductivas y las relaciones entre hombres y mujeres, realizado con la máxima violencia, no dejan dudas de los roles sexuales en la sociedad capitalista. Este análisis permite también trascender sobre la dicotomía entre género y clase; en la sociedad capitalista la identidad sexual se convirtió en el soporte específico de las funciones del trabajo, el género debería ser tratado como una especificación de las relaciones de clase. Si en la sociedad capitalista la feminidad se ha constituido como una función-trabajo que oculta la producción de la fuerza de trabajo bajo la cobertura de un destino biológico, la historia de las mujeres es la historia de las clases; ¿se ha trascendido la división sexual del trabajo? Si la respuesta es negativa (como en la organización actual del trabajo reproductivo) entonces mujeres es una categoría de análisis legitima y las actividades relacionadas a la reproducción siguen siendo un terreno de lucha. Otra pregunta que analiza este libro es la que plantea las perspectivas opuestas del análisis feminista y foucoltiano sobre el cuerpo. Desde los comienzos, para el movimiento feminista el cuerpo era un concepto clave para comprender las raíces del dominio masculino y la construcción de la identidad social femenina. Han llegado a la conclusión de que la categorización jerárquica de las facultades humanas y la identificación de las mujeres con una concepción degradada de la realidad corporal han sido instrumental a la consolidación del poder patriarcal y explotación del trabajo femenino. Así, los análisis de la sexualidad, procreación y maternidad se ponen en el centro de la teoría feminista e historia de las mujeres. Las feministas han denunciado las estrategias y medios violentos por el que los hombres han intentado disciplinar y apropiarse del cuerpo femenino, constituyendo estos (cuerpos femeninos) los principales objetivos para las técnicas y relaciones de poder. Así, los estudios feministas sobre la función reproductiva de las mujeres, los efectos de las violaciones, maltrato e imposición de la belleza constituyen enormemente al discurso sobre el cuerpo en nuestros tiempos, y señalan el error de atribuir su descubrimiento a Foucault. Las feministas no solo han revolucionado el discurso político y filosófico (análisis de la política del cuerpo) sino que también han comenzado a revalorizar el cuerpo, paso necesario para confrontar la negatividad que acarrea la identificación de feminidad con corporalidad (visión holística del ser humano). Las feministas han acusado al discurso de Foucault sobre la sexualidad de omitir la diferenciación sexual, al mismo tiempo que se apropiaban de saberes desarrollados por feministas. Foucault se interesa por el carácter “productivo” de las técnicas de poder que han investido al cuerpo; él considera al cuerpo como algo constitutivo puramente por prácticas discursivas y está más interesado en describir cómo se despliega el poder que en identificar su fuente. Así, el poder que produce el cuerpo aparece como entidad autosuficiente, desconectado de las relaciones sociales y económicas. Con respecto al enfoque feminista, el primer paso debe ser documentar las condiciones sociales e históricas bajo las cuales el cuerpo se ha tornado elemento central y esfera de actividad definitiva para la constitución de la feminidad. Así, este libro muestra que en la sociedad capitalista, el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia, en la misma medida que el cuerpo femenino ha sido apropiado por el Estado, forzado a funcional como medio para la reproducción y acumulación de trabajo. Calibán y la Bruja habla de una política del cuerpo, que explica cómo para las mujeres el cuerpo puede ser una fuente de identidad o una prisión. En cuanto a la teoría de Foucault, la historia de la acumulación primitiva ofrece muchos contra ejemplos, demostrando que solo puede defenderse al precio de realizar omisiones históricas. La más obvia es la omisión de la caza de brujas y el discurso de la demonología en su análisis de la disciplina miento del cuerpo; ambas demuestran el carácter represivo del poder desplegado contra las mujeres. El estudio de la caza de brujas también desafía la teoría de Foucault relativa al desarrollo del biopoder. Foucault registra la mutación (Europa, siglo XVIII) desde un poder construido sobre el derecho de matar, hacia un poder diferente que se ejerce a través de la administración y promoción de fuerzas vitales, como el crecimiento poblacional. Pero no ofrece pistas sobre sus motivaciones.

Si ubicamos esas mutaciones en el contexto del surgimiento del capitalismo el enigma se desvanece: la promoción de las fuerzas de la vida es el resultado de una nueva preocupación por la acumulación y reproducción de la fuerza de trabajo. La violencia misma se trasforma en la fuerza más productiva. Para concluir, lo que Foucault hubiera aprendido si en su historia de la sexualidad hubiera incluido la caza de brujas en lugar de centrarse en la confesión pastoral, es que la historia no puede escribirse desde el punto de vista de un sujeto universal, abstracto, asexual. Habría reconocido que la tortura y la muerte pueden ponerse al servicio de la vida o la fuerza de trabajo, pues el objetivo de la sociedad capitalista es transformar la vida en capacidad para trabajar y trabajo muerto (trabajo ya realizado que queda objetivado en los medios de producción). Desde este punto de vista, la acumulación primitiva ha sido un proceso universal en cada fase del desarrollo capitalista. En el siglo XIX, las respuestas al surgimiento del socialismo, la Comuna de París y la crisis de acumulación de 1873 fueron la pelea por África y la invención de la familia nuclear en Europa, centrada en la dependencia económica de las mujeres a los hombres, seguida por la expulsión de las mujeres de los puestos de trabajo remunerados. No sorprende que la violencia a gran escala y la esclavitud hayan estado a la orden del día, igual que en la transición al capitalismo pero ahora los conquistadores son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Mucha de la violencia desplegada está dirigida contra las mujeres, porque la conquista del cuerpo femenino sigue siendo una precondición para la acumulación de trabajo y riqueza (por ejemplo, tecnologías en reproducción; mujeres=vientres). También la feminización de la pobreza a través del primer efecto del desarrollo del capitalismo sobre las vidas de las mujeres. Efectivamente, la lección política que podemos aprender de este libro es que el capitalismo, en tanto sistema económico-social está necesariamente vinculado con el racismo y el sexismo. En el corazón del capitalismo descubrimos que las mujeres han pagado el precio más alto con sus cuerpos, su trabajo, sus vidas. Por lo tanto, resulta imposible asociar el capitalismo con cualquier forma de liberación; si el capitalismo se ha reproducido se debe al entramado de desigualdades que ha construido en el cuerpo del proletariado mundial y su capacidad de globalizar la explotación.

LA ACUMULACIÓN DE TRABAJO Y LA DEGRADACIÓN DE LAS MUJERES. La construcción de la diferencia en la transición al capitalismo. Introducción: El desarrollo del capitalismo no era la única respuesta a la crisis del poder feudal. En toda Europa movimientos sociales y rebeliones contra el feudal habían ofrecido promesa de una nueva sociedad construida a partir de la igualdad y cooperación. En 1525 la Guerra Campesina en Alemania fue aplastada. En 1535 la “Nueva Jerusalén” en el intento de traer el reino de Dios a la tierra terminó también en un baño de sangre. Con estas derrotas, agravadas por las cacerías de brujas y los efectos de la expansión colonial, el proceso revolucionario en Europa llegó a su fin. En la Baja Edad Media la economía feudal quedó condenada. Entre 1350 y 1500 tuvo lugar un cambio en la relación de poder trabajadores-patrones. Creció el salario, cayeron los precios, cayeron las rentas, disminuyó la extensión de la jornada laboral, aparece tendencia a la autosuficiencia local. Así, la economía feudal no podía reproducirse: la sociedad capitalista tampoco podría haber evolucionado, ya que a autosuficiencia y el nuevo régimen de salarios elevados permitían la riqueza popular pero excluían la capitalista.

Como respuesta, la clase dominante lanzó una ofensiva global, estableciendo las bases del sistema capitalista, en un intento de apropiarse de nuevas fuentes de riqueza, expandir su base económica y poner bajo su mando un mayor N° de trabajadores. La conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: la violencia fueron los pilares de este proceso. Así, el concepto de transición al capitalismo es en muchos sentidos una ficción (periodo entre 1450 y 1650). El concepto de transición nos ayuda a pensar un proceso de cambio y las sociedades en las cuales la acumulación capitalista coexistía con formaciones políticas predominantemente no capitalista. El periodo que nombra fue uno de los más sangrientos y discontinuos de la historia mundial. TRANSICIÓN, entonces se va a usar en un sentido temporal, mientras que para los procesos sociales que caracterizaron la reacción feudal y el desarrollo de las relaciones capitalistas la autora usará el concepto marxiano de acumulación primitiva. Esta fue introducida por Marx en el tomo I de “El Capital”, para describir la reestructuración social y económica iniciada por la clase dominante europea en respuesta a sus crisis de acumulación y establecer que:  

el capitalismo no se podría haber desarrollado sin acumulación previa de capital y trabajo separación de los trabajadores de los medios de producción.

La acumulación primitiva es un concepto útil, conecta la reacción feudal y el desarrollo de una economía capitalista. Marx analizo acumulación primitiva desde el punto de vista del proletariado industrial asalariado. Así, la acumulación primitiva consiste esencialmente en la expropiación de tierra del campesinado europeo y formación del trabajador independiente libre. No encontramos en su trabajo ninguna mención a las profundas transformaciones que el capitalismo introdujo en la reproducción de la fuerza de trabajo y en la posición social de las mujeres. Tampoco ninguna mención de la caza de brujas en los siglos XVI y XVII, a pesar de que esta campaña terrorista impulsada por el Estado resultó fundamental a la hora de derrotar al campesinado europeo, facilitando su expulsión de las tierras. En este capítulo Federici discute eso, defendiendo que: I.

II.

III.

IV.

La expropiación de los medios de subsistencia de los trabajadores europeos y la esclavización de los pueblos originarios de América y África no fueron los únicos medios para la formación y acumulación del proletario mundial. Este proceso requirió la transformación del cuerpo en una máquina de trabajo y el sometimiento de las mujeres para la reproducción de la fuerza de trabajo. Requirió la destrucción del poder de las mujeres, por medio del exterminio de las brujas. La acumulación primitiva no fue solo una acumulación de trabajadores y capital. Fue también una acumulación de diferencia y división dentro de la clase trabajadora, en la cual las jerarquías construidas a partir del género, así como la raza y edad se hicieron constitutivas de la dominación de clase y formación del proletariado moderno. La acumulación capitalista es diferente a la liberación del trabajador. El capitalismo ha creado las formas de esclavitud más brutales e insidiosas, en la medida en que inserta en el cuerpo del proletariado divisiones profundas que sirven para intensificar y ocultar la explotación. Es por esas divisiones que la acumulación capitalista continua devastando la vida.

La intervención estatal en la reproducción del trabajo: la asistencia a los pobres y la criminalización de los trabajadores. En todas partes, masas de gente se resistían a la destrucción de sus anteriores formas de existencia; el mundo pre capitalista que Marx desvalorizó llamándolo “idiotez rural”, pudo producir un nivel tan elevado de luchas como cualquiera que haya librado el proletariado industrial.

En la edad media, la migración, el vagabundeo y el aumento de los crímenes contra la propiedad eran parte de ña resistencia a la pobreza y a la desposesión; y estos fenómenos alcanzaron proporciones masivas. En todas partes los vagabundos pululaban (1545 aprox). Inglaterra fue pionera en promulgar leyes contra el vagabundeo más severas (esclavitud, pena capital). Pero la represión no fue efectiva y en los siglos XVI y XVII las rutas europeas continuaron siendo lugares de encuentros y (con)moción (pasaron soldados que desistían, herejes, gente humilde, prostitutas). La criminalidad también se intensificó. Hoy estos aspectos parecen cosa del pasado. Pero la similitud fundamental entre estos fenómenos y las consecuencias sociales de la globalización nos dicen algo diferente. Fueron elementos estructurales de la acumulación capitalista:    

Empobrecimiento Rebeliones Escalada criminal Así como también despojar a la fuerza de trabajo de sus medios de producción.

Durante el siglo XIX con la industrialización, las formas más extremas de miseria y rebeldía proletaria disminuyeron, hasta el punto de que la sobreexplotación de los trabajadores fue exportada por medio de la esclavitud y el dominio colonia. El periodo de transición en Europa fue una etapa de intenso conflicto social, preparando el terreno para iniciativas estatales que tuvieron tres objetivos: a. Crear fuerza de trabajo más disciplinada b. Distender el conflicto social c. Fijar a los trabajadores en los trabajos impuestos. Federici intenta explicar estos tres: Se perseguía la disciplina miento social: se lanzó un ataque contra todas las formas de sociabilidad y sexualidad colectivas (deportes, juegos, danzas, funerales, festivales, tabernas), que fueron sancionadas por leyes (en Inglaterra, entre 1601 y 1606, sancionaron 25 leyes para tabernas). Burke denominó este proceso como campaña contra la cultura popular. Lo que estaba en juego era la desocializacion o descolectivización de la reproducción de la fuerza de trabajo, así como imponer un uso más productivo del tiempo libre. Además, se privatizó también la relación del individuo con Dios. Iglesias y todo ámbito comunal pasaron al ámbito privado. Entre 1530 y 1560 se introdujo un sistema de asistencia pública. Todavía se debaten sus objetivos: una parte plantea que fueron respuesta a la crisis humanitaria que puso en peligro el control social. Boutang plantea que el principal objetivo fue la gran fijación de los trabajadores; el intento de evitar su huida del trabajo. Fue un momento decisivo en la mediación estatal entre los trabajadores y el capital. Fue el primer reconocimiento de la insostenibilidad de un sistema capitalista regido por el hambre y el terror. Primer paso en la construcción del Estado como garante de la relación entre clases, y supervisor de la reproducción y disciplina y fuerza de trabajo. En el siglo XIV, frente a las luchas anti feudales, el Estado surgió como la única agencia capaz de enfrentarse a una clase trabajadora unificada, armada. Fue con la introducción de la asistencia pública como el estado comenzó a atribuirse la propiedad de la mano de obra, al tiempo que se instituía una división del trabajo capitalista entra la clase dominante, que permitía a los empleadores renunciar a cualquier responsabilidad en la reproducción de los trabajadores, sabiendo que el estado intervendrá. Con esta innovación, se produjo también un salto en la administración de la reproducción social, con la introducción de registros demográficos y la aplicación de la contabilidad a las relaciones sociales. Un objetivo fundamental de la ayuda pública fue anclar a los trabajadores a sus empleados.

La asistencia se administraba con tal tacañería que el conflicto que generaba era tan grande como el apaciguamiento (clero, no estaban contentos con las donaciones y los asistidos se quejaban porque era poco). Como resultado, a fines de siglo, el ataque a los trabajadores que había comenzado con cercamientos por la Revolución de los Precios, condujo a la criminalización de la clase trabajadora, a la formación de un proletario que era encarcelado o forzado a sobrevivir fuera de la ley y en contra del estado. Estas medidas fueron un rotundo fracaso (siglo XVI-XVII). Y la crisis se agravó en la segunda mitad del siglo XVI y disminución de la población después de la conquista en América. Descenso de la población, crisis económica y disciplina de las mujeres: Los europeos habían traído la muerte a América; los especialistas lo compararon con un holocausto americano. La población indígena cayó alrededor del 90 – 95 %; en 1580 las enfermedades ayudadas por la brutalidad española, habían matado a la mayor parte de la población. El Clero explicó este holocausto como castigo de Dios por el comportamiento “bestial” de los indios. Ese mismo año (1580), la población comenzó a descender también en Europa (por plagas y viruela). La muerte cayó sobre los pobres, los artesanos, los jornaleros y los vagabundos (murieron tantos que se apilaban en las calles). Las autoridades denunciaban la existencia de una supuesta conspiración y se culpó también a la baja tasa de natalidad y a la renuencia de los pobres a reproducirse. A fines del siglo XVI la edad de matrimonio estaba aumentando al igual que la cantidad de niños abandonados. El pico de la crisis demográfica y económica fue entra 1620 y 1630. En Europa y sus colonias, los mercados se contrajeron, el comercio se detuvo, aumento el desempleo y existía la posibilidad de que colapsara la economía capitalista en desarrollo. Fue la primera crisis económica internacional: llamada crisis general. En ese contexto, donde la relación entre trabajo, población y acumulación de riqueza pasó al primer plano del debate de las estrategias políticas con el fin de producir los primeros elementos de una política de población y un régimen de biopoder. Según Federici, fue la crisis poblacional de los siglos XVI y XVII, y no la hambruna en Europa en el siglo XVIII (según Foucault) lo que convirtió la reproducción y el crecimiento poblacional en asuntos del estado y en objeto principal del discurso intelectual. Además la intensificación de la persecución de las brujas sobre la reproducción tiene también origen en esta crisis. Otros factores también contribuyeron a controlar la función reproductiva de las mujeres: como la creciente privatización de la propiedad y las relaciones económicas. También en la acusación de que las brujas sacrificaban niños al demonio (tema central de la gran caza de brujas en los siglos XVI y XVII). No solo había una preocupación por el descenso de la población, sino también el miedo de las clases altas a los subordinados, especialmente a las mujeres, que tenían muchas oportunidades para entrar en las casas de los empleadores y causarles daño. A mediados del siglo XVI, la idea de que la cantidad de ciudadanos determina la riqueza de una nación se había convertido en algo parecido a un axioma social. La fortaleza y la riqueza de un rey yacen en la cantidad y opulencia de sus ciudadanos, esto resume el pensamiento demográfico de la época. Esta preocupación por el crecimiento poblacional, se reflejó también en la reforma protestante: la mujer es necesaria para producir el crecimiento de la raza humana (Lutero). El apoyo al crecimiento poblacional llego a su clímax con el surgimiento del mercantilismo que hizo de la existencia de una gran población la clave de la prosperidad y del poder de una nación. El mercantilismo era menospreciado: ya que forzaban a la gente a trabajar, provocando con hambre la necesidad de trabajo. Esto contribuyó a su mala reputación, pues los economistas querían mantener la ilusión de que el capitalismo promueve la libertad y no la coerción. Fueron los mercantilistas los que inventaron las casas de trabajos, persiguieron a los vagabundos, llevaron a los criminales a las colonias, invirtieron en la trata de esclavos y declaraba el ocio una plaga social. En estas prácticas encontramos los requisitos de la acumulación primitiva. Esta política tuvo un aspecto:

 

Intensivo: extraer el máximo trabajo de cada individuo. Extensivo: aumentar el tamaño de la población y así el de la fuerza de trabajo.

Un deseo casi fanático por incrementar la población predomino en el siglo XVII. Al mismo tiempo, se estableció una nueva concepción de los seres humanos, vistos como recursos naturales, que trabajaban y criaban para el estado. Incluso antes, en Francia e Inglaterra el Estado adoptó medidas pro-natalistas que junto con la asistencia pública, formaron el embrión de una política reproductiva capitalista. Se aprobaron leyes a favor del matrimonio y prohibieron el celibato. Se le dio una nueva importancia a la familia como institución clave. Simultáneamente, se ve el comienzo del registro demográfico y la intervención del estado en la sexualidad, procreación y vida familia. La principal iniciativa del Estado con el fin de restaurar la procreación, fue lanzar una guerra contra las mujeres para quebrar el control que habían ejercido sobre sus cuerpos y su reproducción. Guerra librada principalmente por medio de la caza de brujas, que demonizó cualquier forma de control de natalidad y sexualidad no-procreativa y al mismo tiempo que se acusaba a las mujeres de sacrificar niños al demonio. Así, en el siglo XVI todos los gobiernos europeos comenzaron a imponer las penas más severas a la anticoncepción, aborto e infanticidio. Este último, sancionado con la pena de muerte y castigado más severamente que los crímenes masculinos. También se adoptaron nuevas formas de vigilancia para asegurar que las mujeres no terminaran sus embarazos. Se creó un sistema de espías con el fin de vigilar a las madres solteras y privarlas de cualquier apoyo. Hospedar a una mujer embarazada soltera era ilegal. Las mujeres comenzaron a ser procesadas en grandes cantidades. En los siglos XVI y XVII en Europa, las mujeres fueron ejecutadas por infanticidio y brujería más que cualquier otro crimen. Se abolieron los estatutos que limitaban la responsabilidad legal de las mujeres, estas ingresaron en las cortes por primera vez a título personal de adultos legales. La sospecha cayó también sobre las parteras en este periodo, lo que condujo a la entrada del doctor masculino a la sala de partos. Con esta marginación de la partera, las mujeres perdieron el control que habían ejercido en la procreación, reducidas a un papel pasivo en el parto. Con esto empezó una nueva práctica médica que, en caso de emergencia, priorizaba la vida del feto sobre el de la madre. Para que esto ocurriera las mujeres que rodeaban a la futura madre fueron expulsadas, y las parteras eran puestas bajo vigilancia. En Francia y Alemania, las parteras tenían que convertirse en espías del Estado si querían continuar su práctica. Además, se esperaba que parientes y vecinos espiaran a las mujeres e informaran sobre todos los detalles sexuales relevantes. El resultado de estas políticas que duraron dos siglos fue la esclavización de las mujeres a la procreación. Si en la Edad Media las mujeres habían podido usar distintos metidos anticonceptivos y habían ejercido un control sobre el proceso de parto, ahora sus úteros se trasformaron en territorio político, controlado por hombres y el Estado: la procreación fue directamente puesta al servicio de la acumulación capitalista. El destino de las mujeres europeas y las esclavas de las colonias en el periodo de la acumulación primitiva, a pesar de las diferencias (claramente las esclavas podían ser violadas libremente y quitarles sus hijos para venderlos, forzadas por sus amos a convertirse en creadoras de nuevos trabajadores) fue similar: el cuerpo femenino fue transformado en instrumento para la reproducción del trabajo y la expansión de la fuerza de trabajo, tratado como una maquina natural de crianza, que funcionaba según ritmos que estaban fuera del control de las mujeres.

Este aspecto de la acumulación primitiva está ausente en el análisis de Marx, este nunca reconoció que la procreación pudiera convertirse en un terreno de explotación, y a la vez, de resistencia. Nunca imaginó que las mujeres pudieran resistirse a reproducir (huelga de vientres), o que este rechazo pudiera convertirse en parte de la lucha de clases. Para Marx la procreación era un proceso puramente biológico y una actividad que respondía automáticamente al cambio económico. Por qué la procreación debería ser un hecho de la naturaleza y no una actividad social históricamente determinada, cargada de intereses y relaciones de poder; se trata de una pregunta que Marx no se hizo. No imaginó tampoco que mujeres y hombres pudieran tener diferentes intereses con respecto a tener hijos. Los cambios en la procreación y en la población están tan lejos de ser automáticos o naturales que, en todas las fases del desarrollo capitalista, el Estado ha tenido que recurrir a la regulación y la coerción para expandir o reducir la fuerza de trabajo. El estado no ha escatimado esfuerzos en su intento de arrancar de las manos femeninas el control de la reproducción. Como resultado, las mujeres han sido forzadas frecuentemente a procrear en contra de su voluntad, experimentando una alienación con respecto a sus cuerpos, su trabajo e incluso sus hijos. Nadie puede describir la angustia y desesperación sufrida por una mujer al ver su cuerpo convertido en su enemigo, tal y como debe ocurrir en el caso de un embarazo no deseado.