Cada Vez Que Encuentro El Significado de La Vida

Cada Vez que Encuentro el Significado de la Vida, lo Cambian Daniel Klein Cada vez que le encuentro el significado a

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Cada Vez que Encuentro el Significado de la Vida, lo Cambian

Daniel Klein

Cada vez que le encuentro el significado a la vida, lo cambian Daniel Klein es el autor del bestseller de London Times Viajes con Epicurus y, con Thomas Cathcart, el bestseller internacional de The New York Times Plato y Platypus caminan hacia un bar. Un graduado de Harvard en Filosofía, vive en el oeste de Masschussetts con su esposa, Freke Vuijst.

Cada vez que encuentro el significado de la vida, lo cambian Sabiduría de los grandes filósofos sobre cómo vivir Daniel Klein

“Cada vez que encuentro el significado de la vida, lo cambian” –Reinhold Niebuhr, filósofo social americano y teólogo.

Prólogo No hace mucho tiempo mientras empacaba algunos libros, me encontré con un viejo cuaderno etiquetado como “Pithies”. Tenía dentro frases cortas de filósofos que yo había anotado, una por página, la mayoría con comentarios vagamente legibles escritos debajo de ellas. Tenía que sonreír. Casi había olvidado esta pequeña colección mía. Las primeras entradas llevaban [bore] las inconfundibles gotas y manchas [blots and smudges] de tinta de un bolígrafo – [fountain] – notas para mí mismo escritas hace unos cincuenta años con el bolígrafo que me dieron mis padres como un regalo por la graduación de secundaria. Debía tener unos diecinueve o veinte años para entonces y justo había decidido estudiar filosofía en la universidad. La razón de esa decisión –y de este cuaderno- era que esperaba encontrar algo de orientación de parte de los grandes filósofos sobre cómo mejor vivir mi vida. En ese entonces, no tenía idea de lo que quería hacer luego de la universidad; básicamente todo lo que sabía era que no quería ser doctor, abogado u hombre de negocios, descartes que me pusieron en una minoría distinta de mis compañeros de clases. Deduje que estudiar filosofía sería justo el ticket que me daría dirección. … Por la mitad del cuaderno, mis anotaciones cambiaron a tinta de bolígrafo ballpoint y mis comentarios dwindled a sólo algunas palabras, como “Debe haber alguna mejor manera” y “¡Ayuda!”. La última entrada era del teólogo Reinhold Niebuhr: “Cada vez que le encuentro el significado de la vida, lo cambian”. Bajo ésta había scribbled, “¡Ahora me lo dices!”. Debía estar a mitad de mis treinta cuando cerré mi libro sobre sobre “Pithies”. Mi primera reacción cuando hojeé el cuaderno estas décadas más tarde fue cringe por lo naïve que había sido. ¿Realmente creí que podía aprender a vivir mi vida mediante filósofos, muchos de los cuales habían vivido miles de años atrás? ¿En qué estaba pensando? Consejos sobre cómo vivir fueron pocos y apartados unos de otros entre los libros de filosofía que leí como estudiante. Otras preguntas debían ser respondidas primero, como, “¿Cómo podemos saber qué es verdadero?” y, “¿Hay una base racional para los principios éticos?”, y, “¿Cuál es el significado de ‘significado’?”. Después de todo, no tenía sentido preguntarse cuál era el significado de la vida, fuera la mía o de cualquier otra persona, si no sabía que significaba “significado”. Cierto. Pero mientras la graduación se acercaba rápidamente, mi vida adulta estaba por comenzar in earnest, y estaba desesperado por algunas pistas sobre qué hacer luego. En los siguientes años [I dropped in and out] de un par de [graduate schools] de filosofía y pude mantenerme escribiendo stunts y preguntas para quizzes para juegos de programas de televisión, rutinas para

comediantes de stand-ups, y novelas de misterio. También viajé mucho, usualmente llevando conmigo [lugging along] algunos libros de filosofía. Todavía estaba buscando ideas sobre cómo vivir la mejor vida. … Aquí y allá, sí encontré algunas pistas [hints] realmente evocativas y las escribí [jotted them down] en mi cada vez más desdeñado [tattered] cuaderno –esto fue, justo hasta el punto en el que me di cuenta [it struck me that] de que estaba en una misión fallida [naïf’s mission] y tiré los “Pithies” en una caja junto a unos viejos libros universitarios. Eso pudo ser alrededor del mismo tiempo en el que escuché a John Lennon famosamente declarar: “La vida es eso que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes.” La pregunta sobre cómo vivir lo mejor posible la vida había sido una vez la pregunta central de la filosofía. Ciertamente había sido lo que pensadores como Aristippus, Epicurus, Sócrates, Plato y Aristóteles tenían al frente en sus mentes. Y en los siglos consecuentes [ensuing], fue la pregunta fundamental de una gran variedad de filósofos, desde Humanistas hasta Deístas hasta Existencialistas. Pero en la filosofía occidental reciente, la pregunta de cómo vivir se ha recostado ante [has pretty much taken a backseat to] las preguntas de epistemología (¿Cómo podemos saber lo que es real y verdadero?) y lógica (¿Cuáles son los principios necesarios de la razón y del discurso racional?). Con unas pocas gratificantes excepciones, los filósofos académicos contemporáneos dejan todo el cómo-vivir-business a los [talk show hosts] de la TV matutina, oradores motivacionales vestidos inteligentemente, y gurús del pop que tienden a favorecer a los flowing robes. De acuerdo a los académicos, buscar una respuesta a la pregunta del cómo vivir definitivamente no es la empresa [enterprise] de ningún filósofo moderno respetable [self-respecting]. Eso es lamentable, pensé, hojeando mi viejo cuaderno. Después de inicialmente scoffing mi joven naïveté, me di cuenta de que esas preguntas sobre cómo vivir estaban aún bastante vivas en mi mente. Seguro, el tiempo había pasado [crept on] y mi vida, con sus subidas y bajadas, simplemente pasó, como suelen hacerlo las vidas, pero mi apetito por ideas filosóficas sobre la vida no disminuyeron en lo más mínimo. De hecho, viendo mi vida desde el ventajoso punto de mi octava década, mi hankering por tales ideas sólo ha incrementado. Tarde para el juego así esté, todavía quiero vivir mis últimos años de la mejor forma que pueda. Pero más compellingly, me encuentro a mí mismo en esa etapa de la vida en la que quiero dar a mi historia personal un último repaso [look-through], y me da curiosidad ver cómo se compara con ideas enteramente consideradas de una buena vida. Entonces, cuarenta años después de mi última entrada en “Pithies”, comencé a anotar nuevos pensamientos sobre las frases de aquellos filósofos que empecé a copiar hace tanto en ese cuaderno. Y luego comencé a reunir nuevas frases

y a noodling sobre ellas, también. A decir verdad, estaba teniendo un grand old time. Algunas de estas frases resumen una posición filosófica entera mientras que otras simplemente lob una provocativa curveball hacia mí, pero todas ellas dazzle me ahora que las pondero desde este término de la vida. I am struck anew por qué tan elocuentes e inspirantes pueden ser los grandes filósofos con sólo unas pocas palabras bien escogidas. También me doy cuenta de que a mi edad una ventaja de una concisa afirmación filosófica es que aún puedo recordar su principio cuando voy llegando a su final. Personalmente, no tengo problema con los gurús de la comunicación masiva o los oradores motivacionales, como sea que se vistan; estoy seguro de que honestamente están intentando responder una necesidad fundamental en todos nosotros. Pero algunos de los grandes filósofos proponen ideas duraderamente [enduringly] relevantes y realmente punzantes [trenchant] sobre la buena vida, y sería una pena se nos perdieran entre una pila de slogans pop o, for that matter, bajo una pila de análisis filosóficos esotéricos de significados de palabras. Entonces aquí ofrezco mi colección de preceptos [precepts] filosóficos concisos sobre cómo vivir junto con un comentario personal en cada uno. Aunque mis comentarios tienen el propósito de proyectar un pequeño rayo de iluminación sobre estos pronunciamientos, algunas veces waft off en la dirección de irrelevancia y self-indulgence. Todavía debo encontrar una excusa aceptable para estas digresiones [digressions]. Una vez decidí compartir mis Pithies con otras personas, intenté conseguir la mejor forma de secuenciarlas. ¿Cronológicamente por cuando las anoté? Eso me pareció muy arbitrario. ¿Por categoría, como La Vida Feliz y La Vida Placentera, La Vida Con Sentido y Sin Sentido, La Vida Espiritual, y La Vida Buena y Justa? El problema con la ruta de categorías fue que muchas de las ideas no encajaban limpiamente bajo ningún único título. Así que al final me fui por asociación personal, cómo una idea me llevó, a menudo whimsically, a la otra- o para ponerlo de otra forma, pretty much arbitrariamente. Aquí, entonces, están mis Pithies, viejas y nuevas, acompañadas por mis reflexiones, jóvenes y viejas. Puede que dejen más preguntas que respuestas, pero oh, qué deliciosas preguntas ellas son.

“No desestimes lo que tienes por desear lo que no; recuerda que lo que ahora tienes estuvo una vez entre las cosas por las que esperabas.” –EPICURUS, FILÓSOFO GRIEGO (341-270 AC), HEDONISTA

Esta fue mi primera entrada en mi viejo cuaderno de “Pithies”. El hedonismo me atrajo desde el momento en que descubrí que fue una filosofía honorada y no sólo el ensueño de un hombre joven egocéntrico. Pero aún entonces debí haber sentido que yo era crónicamente precavido. Quería divertirme tanto como pudiera, pero no me quería exceder. Muy peligroso. Por eso es que Epicurus me llegó: él era un hedonista cuidadoso. Recientemente, Epicurus parece estar viniendo de vuelta con muchos thoughtful estudiantes. Hay algo llamativamente nueva-era-oso sobre él. Sus aforismos –descubiertos en el milenio de la Librería del Vaticano [Vatican Library milennia] luego de su muerte- se leen como bumper stickers escritos por un Budista Zen. Epicurus era el Príncipe del Pith. En su aforismo, Epicurus marca dos puntos relacionados: Primero, desear lo que no tenemos ahora disminuye o incluso cancela nuestra apreciación de lo que sí tenemos; y segundo, cuando nos tomamos un momento para realmente considerar el resultado de obtener esa otra cosa que ahora deseamos, nos daremos cuenta de que sólo nos pondrá de vuelta en primera base –deseando todavía otra cosa. La lección general es: disfruta el presente –es tan bueno como se presenta. Cavilar los resultados es fundamental en la estrategia general de Epicurus para vivir una vida feliz. No sólo deberíamos pensar detenidamente la consecuencia de siempre estar deseando algo más que no tenemos, deberíamos ponderar los resultados de todos nuestros deseos. ¿Cómo piensas que realmente te sentirías si siguieras tu deseo de acostarte con la esposa de tu vecino? Considera un momento tu culpa y las probables complicaciones. ¿Todavía vale la pena? Epicurus remanece el viejo dicho, “Cuidado con lo que deseas, porque podrías obtenerlo.” La admonición de este antiguo filósofo griego sobre tirar nuestras aspiraciones si queremos disfrutar una vida feliz resuena en muchas personas hoy en día – personas que empiezan a ver la desventaja de siempre esforzarse por más, más cosas y más logros. El mayor inconveniente de la vida de esfuerzos, Epicurus destaca aquí, es que siempre hay algo más que desear luego de que alguien adquiere lo que sea que aún sólo recientemente anhelaba, así que termina con un deseo interminablemente insatisfecho. “Mi Maseratti nuevo modelo seguro es chévere, pero lo que necesito ahora es un Romeo alto rubio/pelirrojo que se siente en el asiento de pasajero a mi lado.”

Una manera insidiosa en la que caemos en la trampa de aspiraciones es en nuestra reverencia al perfeccionismo. Estamos convencidos de que esta cualidad es una señal de carácter noble. Alentamos a nuestros niños a ser perfeccionistas. Pero el resultado del perfeccionismo es que estamos constantemente buscando formas en las que nosotros o nuestros productos podrían ser mejores. Una pintora exitosa que conozco una vez me dijo que cuando mira su galería, siempre se concentra en lo que falta, lo que la habría hecho mejor. Epicurus tiene razón: esa es una forma garantizada de nunca sentirse satisfecho. ¿Está Epicurus sugiriendo que idealmente vayamos por la vida sin aspiraciones en absoluto? ¿Sólo ser felices con lo que tenemos y hacemos? ¿Reducir todos nuestros anhelos de vuelta al deseo sexual y al apetito por un trozo de carne? ¿Es esa la única forma de vivir la vida más feliz? Epicurus definitivamente creía eso y él era ese raro filósofo que no sólo hablaba la charla, sino que también caminaba la caminata. Escogió el celibato 1 porque estaba convencido de que el sexo inevitablemente concluía en sentimientos infelices como celos y aburrimiento. Y aunque su dieta era más rica que la del Buda de un grano de arroz por día, Epicurus parecía feliz de subsistir del pan y el agua y ocasionalmente una lenteja por ahí cuando se sentía pícaro. Como muchos filósofos, Epicurus era un hombre de extremos, escogiendo la simetría perfecta de alternativas blancas y negras antes que las detalladas subclases de opciones. Pero a diferencia de muchos filósofos, él realmente practicó su filosofía purista en su propia vida. Mi perro, Snookers, es un hedonista natural y una de las razones de esto es que él no mantiene una perspectiva amplia de su vida. Él no resiste comerse un rico caché de caballa rancia que encuentra en nuestro compost amontonado porque le causará retorcijones en el estómago algunas horas después. ¿Qué es “después” para Snookers? El pobre cachorro sólo disfruta cada momento sin analizar los resultados futuros. No tiene idea de cómo medir sus opciones, sin mencionar que ignora los compromisos. Nosotros los humanos estamos mucho mejor equipados para eso. ¿O lo estamos? La psicología moderna inspira algunas preguntas serias sobre nuestra habilidad para prever resultados gratificantes. En su notable libro Tropezándose con la felicidad, el psicólogo de Harvard Daniel Gilbert demuestra que los humanos tenemos un malísimo record prediciendo lo que nos hará felices, desde con quien nos emparejamos hasta dónde vivimos. En la mayoría de los casos, dice Gilbert, tendríamos la misma probabilidad de encontrar la felicidad al lanzar una moneda como la tendríamos al cuidadosamente deliberar nuestras opciones. … Aun así, la lección casi-Zen de Epicurus sí me toca, de hecho más ahora que cómo lo hacía cuando la leí por primera vez. Aunque generalmente no distancio del presente deseando más, frecuentemente lo hago cuando fantaseo lo que

viene después. Ahora me doy cuenta de que he pasado mucho tiempo de mi vida pensando ¿Y luego qué? Mientras ceno, empiezo a pensar qué libro leeré o qué película veré después de cenar. Mientras tanto, no me concentro en mi adorable bocado de puré de papas. De hecho, “¿Qué viene luego?” ha sido el leitmotiv de mi vida. De niño, pensaba constantemente cómo sería mi vida cuando creciera; luego, qué vida llevaría después de la universidad. Así y así. He entonces diluido mi vida. Como escribió Ralph Waldo Emerson, “Siempre nos estamos preparando para vivir, pero nunca estamos viviendo.” Una creencia fundamental de muchas de las grandes religiones del mundo es que la vida en la Tierra es sólo una etapa trivial en el camino de la Vida Real, la vida en el eterno más allá. Nuestra misión aquí es prepararnos para esa vida celeste, principalmente para asegurar que calificamos para ella. Además de eso, nuestras vidas mundanas no significan mucho. Así que lo que tenemos aquí es un perpetuo “¿Qué viene luego?”. Cada momento de nuestras vidas terrestres se concentra en la próxima vida. Los evangelistas modernos tocan este punto repetidas veces en sus sermones y homilías. Predica el Pastor Rick Warren: “La vida en la tierra es sólo el ensayo de vestuarios antes de la ejecución real. Pasarás mucho más tiempo en el otro lado de la muerte –la eternidad– que aquí. La Tierra es el área de pruebas, el prescolar, la probada de tu vida en la eternidad. Es el entrenamiento de práctica antes del juego real; la vuelta de calentamiento antes de que empiece la carrera auténtica. Esta vida es la preparación para la próxima.” Mi personal compulsión de ¿”Qué viene luego”? es por mucho menos exhaustiva que la que el Pastor Warren promociona, y definitivamente carece de su prometido Gran Más Allá. Y sin este próximo evento, mi hábito no tiene sentido en absoluto. Pero no quiero rumiar sobre eso ahora: pasar tiempo lamentando cualquier cosa es otra forma segura de perderme lo que tengo en frente. Además, a mi edad y con mi visión del mundo no-tan-preparador, estoy seguro de saber lo que viene después.