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Tragedia

BriTney Spears

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fue la princesa del teen pop virginal y Ahora entra y sale de tribunales, hospitales y tratamientos de rehabilitacion. el sueño americano convertido en pesadilla, a la vista de todos. por Vanessa Grigoriadis

FOTO: getty images

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na estrella pop en un shopping es siempre motivo de felicidad, especialmente un domingo a la tarde en el Valle de San Fernando, California. Un momento antes, los visitantes del shopping Westfield Topanga aún estaban inmersos en la monotonía del mundo real, pero ante la visión de Britney han comenzado a sonreír, excitados, y ya están llamando por celular para compartir el secreto. “Tiene las patas re flacas”, susurra una adolescente, hablando por teléfono, al ver a Britney ir derecho a un negocio de Betsey Johnson, una diseñadora seudopunk. En persona, Britney es asombrosamente bella: una muñeca de 26 años con piel de porcelana, labios de rubí y unas extensiones asquerosas. Pasa a través de la multitud con paso presuroso, igual que cuando después de un concierto la rodeaban veinte mil fans devotos, ahora con su novio paparazzo, Adnan Ghalib, siguiéndola detrás. Adentro del local de Betsey Johnson hay sólo un par de pibes, una chica con su hermano y dos rubias mirando unos bra-

zaletes de oro falso. Mientras en el negocio, pintado de rosa y mal ventilado, suena “Pictures of You” de The Cure, Britney inspecciona los percheros a toda velocidad y agarra un vestido de encaje rosado, un par de remeritas ajustadas negras y un top rojo con volados de esos que dejan la panza al aire, un tipo de prenda que ella usaba todo el tiempo cuando tenía 17 pero que no es apropiado para alguien de más edad. Luego se zambulle en el probador con Ghalib. Cuando termina de probarse la ropa, revolea su American Express negra. La tarjeta no pasa, pero siguen intentando. “Por favor –ruega Ghalib–, háganlo rápido.” Una de las chicas va hasta el probador de Britney y le explica la situación a través de una cortina de gasa rosa. Del cubículo surge un aullido, gutural, primitivo, el tipo de gemido que sólo escucharíamos en el lecho de muerte de un ser querido. “A la mierda con estas conchudas”, grita Britney, y sus palabras alcanzan a distinguirse entre llantos. “Estas pelotudas no pueden hacer nada como la gente.” rolling stone, marzo de 2008 87

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halib se mete en el probador para consolarla, pero ella empieza a escupir y a gruñir, y tira una botella grande de gaseosa al piso, que empieza a desparramarse por todos lados; ahora tiene unos pañuelitos de papel que está tirando en el piso mojado, en el que yace apilada la ropa que descartó. Finalmente, logran pasar otra tarjeta, pero para entonces Britney está saliendo; dejó la camisa con la que había entrado en el piso y tiene puesto el top rojo. “Váyanse a la concha de su madre todos”, aúlla, la cara roja de rabia, mientras recorre el interminable pasillo del shopping, y la multitud detrás de ella se hace cada vez más grande. “¡Déjennos en paz!”, grita Ghalib. Los hermanos corren detrás de Britney para ver si pueden filmar un video y después colgarlo en YouTube, y algunas empleadas del negocio tratan de arrimarse para entregarle la mercadería que se olvidó en el local. La multitud que corre tras los pasos de Britney se hace cada vez más grande, y ahora las empleadas están por alcanzarla; una de ellas acaba de tropezarse espectacularmente por culpa de sus zapatos de plataforma, y se lastima el codo. Se levanta con dificultad, juntando fuerzas para tocarle el hombro a Britney. “Esteeee, yo soy del Sur también –murmura avergonzada– y quería saber si me puedo sacar una foto con vos para mi hermanita.”

sonrie, te estamos filmando. britney en Malibu, el año pasado, donde vive rodeada de paparazzi y esta de novia con uno.

que, cuando le quitaron sus hijos de 1 y 2 años, sin derechos de visita, apareció en la Corte Suprema de Los Angeles para convencer al juez de que se los devolviera, pero una vez allí decidió no entrar; y esto último lo hizo no una sino dos veces. Es la celebridad perfecta para un país en decadencia. Como al presidente Bush, a ella le chupa un huevo todo; la diferencia es que, en su caso, no vamos a tener que lidiar toda la vida con el quilombo que deje. Si Britney fuera en verdad quien pensábamos que era –una marioneta, una rubia tonta de sonrisa artificial, una histeriquita inconsciente de su atractivo sexual–, nada de esto habría ocurrido. No es una chica culta, es cierto. Pero es lo suficientemente inteligente como para entender lo que el mundo quería: hacer de ella una virgen que sería desflorada a la vista de todos, para nuestro entretenimiento y diversión. Su nueva encarnación no la avergüenza; quiere que sepamos lo que le hicimos. Si bien quizá sea cierto que sufre de la manifestación adulta de una enfermedad mental genética (o de una enfermedad creada por la fama, cuya etiología aún no ha sido adecuadamente descripta), o que se droga “frecuente y continuamente”, como declaró el juez, o que su personalidad constituye un misterio insondable, no se confundan: ella está disfrutando del caos que ha creado. Cuando se divierte con los paparazzi –recordemos que

mucho en el mundo de la fama: su caida es la mayor que haya sufrido una estrella en la historia. Britney mira a Ghalib y lo agarra del brazo. “No quiero que me hable”, grita. Se da vuelta y mira a la chica a los ojos muy fijo, con los labios casi vibrándole por la rabia. “No sé quién mierda te pensás que soy, perra –le espeta–, pero no soy esa persona.”

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i hay algo que ha quedado claro en el último año del colapso de Britney –la caída más pública que haya sufrido una estrella en la historia– es que ella no quiere tener nada que ver con la persona que el mundo creyó que era. No es una chica buena. No es la novia ideal de los Estados Unidos. Es una criatura del pantano que fuma un cigarrillo detrás de otro, no se hace las manos, les dice a los periodistas que se vayan “a la reconcha de su reputísima madre que los parió hijos de una gran puta cogida por los perros” y le grita a la gente que le pide fotos para sus hermanitas. Es una persona incapaz de obedecer las reglas más básicas de la sociedad; alguien

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está saliendo con uno de ellos–, le brillan los ojitos de la excitación. “Durante años, todo el mundo manipuló a Britney”, dice una amiga íntima. “Siempre fue como un jueguito. Si no quería salir del remolque, el sello venía y me decía: «Por favor, hablá con Britney, asegurate de que salga a cantar, y nosotros a cambio las llevamos de compras». Ahora le toca jugar a ella.” Más que cualquier otra estrella actual, Britney encarna la encrucijada que representa la fama para los famosos: la aman, la odian, y nunca logran evitar que los destruya. El año pasado, varias veces pareció que iba a salir, pero al final la nena siempre vuelve a hacer lío. Empezó con un escándalo –cuando se rapó la cabeza y después atacó el auto de un paparazzo con un paraguas–, seguido de un tratamiento de rehabilitación, una sesión de fotos para una revista en la que permitió que su perro hiciera caca en un vestido de 6.700 dólares, un choque del que escapó (finalmente, se levantaron los cargos), una investigación del Departamento de Servi-

cios para Niños y Familias, su triste actuación en los Video Music Awards y sus internaciones del 3 y el 31 de enero. Ni siquiera Michael Jackson llegó al punto de verse atado a una camilla, mientras los helicópteros de los noticieros documentaban su locura, enfoncándolo con sus reflectores. Antes de su primera internación, Britney se encerró en el baño con su hijo menor, vestida sólo con una bombacha, y discutió con los policías que querían pasarle un suéter. “Estoy calentita”, dijo, queriendo decir “abrigada”, aunque la otra interpretación de la palabra sería más divertida. La asistente de Britney le dijo a la policía que la estrella exigía sus “vitaminas” (un término que en el idioma de Britney quiere decir “pastilla”), aunque no se sabe de qué tipo está tomando. Hoy, Britney está sola: arrogante, llena de ansiedad y paranoia, ha perdido la fe en todos. “Se encapricha con la gente como se encapricha con los perros –dice una amiga íntima–, pero después llega un momento en que se le suelta la cadena y de repente dice:

«No confío en vos, y no sé qué está pasando».” No tiene ni manager, ni agente, ni publicista. No tiene estilista, asesor de imagen, ni chofer, ni nadie que la ayude en momentos de crisis. Se ha alejado de su familia: su hermano y su padre, su hermana Jamie Lynn –con quien habla por teléfono pero rara vez se ve– y, fundamentalmente, su madre, la difícil y autocomplaciente Lynne, a quien Britney considera venenosa. Célebre por dos libros edulcorados sobre su excelente relación con Britney, Lynne actualmente intenta con desesperación ayudar a su familia, pero todos sus esfuerzos han caído en saco roto: ella fue la ideóloga de la venta de las fotos de Jamie Lynn embarazada a la revista ok! por un millón de dólares y de la visita del Dr. Phil a Britney en el pabellón psiquiátrico del Centro Médico Cedars-Sinai. Irónicamente, puede que finalmente sea la familia de Britney quien logre tenerla bajo control, con la ayuda de los médicos que aconsejan que permanezca internada la mayor cantidad de tiempo que sea legalmente posible.

foto: piko press

Britney simboliza

A Britney no le permitieron ver a sus hijos en enero, y no se sabe cuándo los recuperará. Según su acuerdo prenupcial, a Kevin Federline le toca sólo un millón de dólares de la fortuna de Britney, estimada en treinta millones, y su único camino a la riqueza es el dinero de los alimentos; sin embargo, al parecer sus intenciones son más honorables. Federline recibe actualmente veinte mil dólares al mes, y su idea es tener por lo menos la custodia parcial de sus hijos, un objetivo que su abogado Mark Vincent Kaplan va camino de lograr en el juzgado del comisionado Scott Gordon. En el caso, como en su vida, Britney ha alienado a quienes intentaron ayudarla: la abogada que se ocupó de su divorcio, Laura Wasser, renunció hace unos meses, y su equipo jurídico actual, de la firma Trope & Trope, solicitó apartarse del caso. “Uno puede pasarse el día diciéndole a Britney que tiene que hacer lo que le dice el juez para recuperar a sus hijos, y ella te va a escuchar lúcida y racionalmente”, dice un abogado. “Pero después se desconecta, y vuelve

a preguntar: «¿Por qué este sorete me tiene que tomar declaración para que yo pueda ser la madre de mis hijos?».” Hay, sin embargo, un grupo de personas que aman a Britney incondicionalmente, y cuyo amor ella acepta: todos los días, en Los Angeles, al menos un centenar de paparazzi, periodistas y editores de revistas chismosas persiguen a una Britney sin corpiño, mientras ella lleva a cabo las tareas más mundanas: ir a la estación de servicio, a la veterinaria, a Starbucks, a la farmacia. Esta millonaria industria descansa literalmente sobre los caídos hombros de Britney: las agencias de paparazzi estiman que el año pasado Britney figuró en un veinte por ciento de sus notas. Pero no sólo la prensa sensacionalista le sigue los pasos: hace poco, se filtró un memo de Associated Press, en cuyos planes está agregar veintidós periodistas a su staff de espectáculos, que anuncia que todo lo que pase con Britney es noticia (incluso han comenzado a preparar su obituario). Los paparazzi le dan de comer a las revistas de cele-

bridades, las cuales a su vez le dan de comer a la prensa mainstream; mientras tanto, las fuentes venden el material más sórdido a los tabloides británicos, y a través de ellos éste regresa a los Estados Unidos. “Sin duda, es la persona sobre la que más escribí en mi sitio”, declara Perez Hilton. Esta turba deambula por la ciudad siguiendo a Britney, con sus blocs de notas y sus cámaras. Nuevos personajes, provenientes de todas partes del mundo, se suman todos los días a esta verdadera fiebre del oro. La más conspicua de las nuevas figuras es Sheeraz Hasan, un inmigrante británico-paquistaní que recientemente abrió Hollywood.tv con la ayuda financiera de Su Alteza de Dubai. Este devoto musulmán, a quien puede encontrarse todos los viernes en la mezquita rezando sus oraciones, sin dejar por ello de conducir un Lamborghini amarillo, estaba en peregrinación hacia la Meca cuando se detuvo en una pequeña aldea al pie de las montañas para comprar una botellita de agua, y allí encontró un dia-

rio en cuya tapa estaba Britney. “Me dio la impresión de que ella era la estrella número uno del mundo, no Tom Cruise ni Will Smith”, cuenta Hasan. “Todo lo que hace Britney es noticia: Britney carga nafta, Britney se olvida de ponerle leche al café... y es como una guerra, man.” Hasan descubrió que su vocación era crear una agencia de paparazzi y una marca que girara en torno a la telenovela de Britney. El hombre revela: “Voy a llevar a Paris [Hilton] a Dubai, los jeques me dijeron que no importa cuánto pida, se lo van a dar, y después la voy a llevar a Britney –dice en voz baja–; si quiere, le van a dar su propia isla”. Tratar de conseguir una entrevista con Britney es una empresa de un calibre diferente: un amigo de un amigo me contacta con un tipo que dice que me la va a presentar, pero tiene que ser ahora mismo. El tipo insiste en que tengo que llevar un contrato firmado de Rolling Stone, y que él también quiere plata. Una hora después, un danés apuesto, Claus, para con el auto en una esrolling stone, marzo de 2008 89

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ca perfecta de Britney fueron sus implantes mamarios. Según una fuente, Lynne y ella fueron las que tomaron la decisión, sobre la base de que así lo exigía la cultura, pero la prensa le cayó encima con todo. “Cuando Britney vio los diarios, se puso a llorar descontroladamente en la bañadera, preguntando: «¿Por qué todos son tan malos conmigo?» –cuenta una amiga–. Fue muy doloroso para ella pasar por algo tan privado de manera tan pública.” Britney se arrepintió de los implantes, particularmente porque sus pechos todavía estaban en desarrollo, y acabó por quitárselos cuando terminaron de crecerle. Gradualmente, empezó a perder confianza. “Después de tocar para quince o dieciséis mil personas, Britney se ponía a llorar detrás de escena, porque pensaba que había sido un desastre”, cuenta el coreógrafo Darrin Henson. Los primeros dos discos de Britney vendieron más de 39 millones de copias, y así se convirtió en uno de los vértices del triángulo del pop adolescente, junto con los Backstreet Boys y ’NSync, que le dio a Jive Records los mayores éxitos de ventas de su historia. Alguna gente de su equipo creía que Britney era muy chica para soportar tanta presión. “Había reuniones en las que la gente se peleaba a los gritos pidiendo que le dieran un respiro, pero al final siempre ganaba la picadora de carne”, cuenta una amiga. Los que la defendían demasiado terminaban quedándose afuera. A pesar de que Britney tenía una imagen impoluta, las cosas empe-

el rapido ascenso de una estrella juvenil

quina de Beverly Hills; él fue el anfitrión de la fiesta del 26° cumpleaños de Britney, celebrado en la coqueta Scandinavian Style Mansion (Paris Hilton y Sharon Stone asistieron). Es el tipo de persona que logra que la boutique para celebridades Kitson abra a las 2 am para Britney, como ocurrió en enero (otra imagen shockeante: Britney llegó enfundada en unas medias de red, pero sin pollera, y con la bombacha blanca visiblemente manchada de sangre menstrual). Se baja de un Porsche azul. Tiene puesta una remera que dice fuck rehab! [A la mierda con la rehabilitación]. Al parecer, no se trata de una afirmación irónica. Agarro el bolso con mi laptop. “¿Ahí tenés el contrato?”, me pregunta, señalando el bolso. Se acerca. “¿Por la entrevista ofrecés dos millones?”. Obviamente, no tengo ni un dólar para ofrecerle, pero decido seguirle el juego. Me dice que suba a su auto. “Britney y yo somos muy, muy amigos –dice Claus–. Acá tengo el contrato para ella, por un millón de dólares. Pero es todo entre amigos. Pronto nos vamos a ir de vacaciones juntos, en un jet privado a un lugar supersecreto.” Va a toda velocidad a través de calles serpenteantes. “Estoy podrido de la gente de esta ciudad que cree que puede hacer venir a las celebridades a sus eventos por un tubo de lápiz labial gratis. A mis celebridades les dan pieles y diamantes gratis. Britney es una reina.” Suspira. “Mirá, los medios deben haber hecho doce millones con las fotos que le sacaron a Britney en mi fiesta, ¿y yo qué saco? –dice–. Por lo menos me podrían haber pagado la torta de cumpleaños.” 90 rolling stone, marzo de 2008

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uede que por estos días a Britney no le importe demasiado lo que pensamos de ella, pero cuando era más chica, ésa era su única preocupación. Fue instada por su madre Lynne a entrar a muy temprana edad en el circuito de los concursos de belleza y talentos. Lynne, la hija de un estricto tambero bautista casado durante la guerra con una mujer británica, se crió en Kentwood, Luisiana, un pueblito de 2.200 habitantes del que su madre soñaría toda su vida escapar, junto con el papá de Britney, Jamie, un joven revoltoso que hacía piruetas en su moto por el pueblo y que se divorció de su primera mujer dos semanas antes de casarse con Lynne. La madre de Jamie se suicidó cuando éste tenía 14 años. A una hora de Nueva Orleáns, Kentwood se encontraba en el último estertor de su vida económica durante la niñez de Britney. Lynne trabajaba como maestra de segundo grado, y Jamie era un contratista con trabajos en Memphis. Generalmente, volvía a casa los fines de semana y tomaba demasiado. “Ahora Jamie se rehabilitó, pero cuando Britney era chica, era un adicto terrible”, cuenta un ex manager. “Britney es el producto de una genética muy, muy mala.” Lynne se obsesionó con el talento de su hija, en parte para liberar algo de la presión de su matrimonio. A los 3 años, Britney ya iba a un coro y tomaba clases de danza y de gimnasia; a los 6, había ganado el concurso Miss Talent Central States. A los 8, madre e hija viajaron ocho horas en auto a una audición para El Club de Mickey Mouse en

Atlanta. Era demasiado chica para el programa, aunque Lynne trató de hacerla pasar por una nena de 9; sin embargo, Britney le llamó la atención al director del casting, quien la recomendó a una agencia de talentos de Nueva York. La familia comenzó a endeudarse mientras la constructora de Jamie se venía a pique; Jamie y Lynne apostaron todo al futuro de su hija y la mandaron a Manhattan. En los años que siguieron, madre e hija dividieron su tiempo entre Nueva York y Kentwood, mientras Britney hacía comerciales, protagonizaba un espectáculo de Broadway, Ruthless, y participaba de Star Search. La familia se declaró en bancarrota antes de que Britney lograra su sueño: a los 12 años, finalmente consiguió un papel en El Club de Mickey Mouse junto a Christina Aguilera y Justin Timberlake. Luego de medrar en el mundo de la casta adolescencia de Disney, Britney dirigió sus talentos hacia un grupo etario casi idéntico, pero con una idea muy diferente de la adolescencia moderna. Gracias al boom de la generación Y, la música adolescente comenzó a explotar con los Backstreet Boys y las Spice Girls, la banda de sonido perfecta para el optimismo de los Estados Unidos antes del 11 de septiembre. A Britney la eligió Larry Rudolph, un abogado de la industria del entretenimiento devenido manager que estaba armando ’NSync. Mandaron a Britney a Suecia a grabar con el maestro del pop sueco, Max Martin, quien ya había escrito el futuro megahit “...Baby One More Time”. Luego ella volvió a su colegio católico en Mississippi. Le encantaba: hacía básquet y tenía un novio fachero, Reg Jones. Se dice que con

él perdió su virginidad a los 14 (aunque Britney lo niega). De ser cierto, era un secreto que ella no podía compartir, fundamentalmente porque Rudolph planeaba venderla como una lolita adolescente que despertaría las fantasías de los hombres adultos. En enero de 1999, Britney saltó a la fama nacional con el video de “...Baby One More Time”, vestida de colegiala de escuela católica, con trencitas y todo. La genialidad de su creación fue que su siguiente single fuera una balada, y que en el video apareciera bailando en un conjuntito blanco sobre un muelle: al surgir como una “comehombres” y luego volver a una imagen infantil, le permitió al mundo respirar tranquilo, haciéndole saber que el papel de vampiresa había sido de mentiritas. Ella siguió el juego: “¡Pero si lo único que hice fue atarme la camisa!”, le dijo a Rolling Stone. Cuando estaba de gira, Britney era muy humilde: se lavaba los platos y la ropa, y llamaba “señora” a las asistentes más grandes que ella. “La levantábamos a las seis de la mañana, y ella trabajaba haciendo un video veinte horas por día durante cuatro días seguidos”, dice Abe Sarkisyan, quien fuera su chofer por cinco años. “Era una nena buena y generosa, todo corazón y sin malos hábitos.” Una chica aniñada y un poco bobalicona que les escribía notas a sus amigas en una prosa florida, eructaba un montón y disfrutaba de las bromas pesadas, Britney era ingenua a un extremo casi cómico; grabó un cover de “Satisfaction”, pero cuando se encontró con Mick Jagger en un ascensor, no tenía ni idea de quién era él. El primer gran golpe a la imagen de chi-

FOTOs: afp (britney-madonna); getty images (mtv music awards 2000)

1. Britney en el clip que le dio fama: su primer single, “...Baby One More Time”. La colegiala fatal. “Sólo me até la camisa”, decía, ingenua, en Rolling Stone. 2. En el video de su single “Toxic” protagonizaba otra fantasía adulta y soft porn: la azafata. 3. El famoso beso con Madonna, el coqueteo lésbico, otra vez en los premios MTV pero en 2003. Adiós a la ingenuidad. 4. En los MTV Video Music Awards de 2000 se sacó la ropa y lució su figura en su mejor momento.

Britney no es la novia perfecta.

es una perra que fuma, no se hace las uñas y se la pasa puteando. zaron a cambiar tras bambalinas. “Los empresarios que trabajaban para Britney dejaban entrar gente sospechosa, que le ofrecía alcohol y drogas, y a ella le parecía divertido”, cuenta. El salvador de Britney fue Justin Timberlake, con quien empezó a salir alrededor de 1999. “Justin tenía los pies bien sobre la tierra, y la rescató de ese mundo”, dice una amiga. “Se convirtió en la mayor influencia en su vida, pero eso también creó un patrón: empezó a buscar tipos que la ayudaran a esca-

parse de la gente que la controlaba.” A pesar de que Britney era una de las más grandes estrellas del mundo y Justin nada más que uno de los pibes de ’NSync, el equilibrio de poderes de la relación era sólido. “Ella no competía por la atención”, reconoce una amiga íntima. “Sólo quería estar enamorada de él.” Una vez más, su manager le dio instrucciones: había que mantener la relación entre algodones, y tenían que decirle a todo el mundo que planeaban practicar la abstinencia hasta el matrimonio. “Se la pasaban escabulléndose el uno en el micro del otro, y una noche Justin volvió al nuestro y me dijo: «Man, oleme la mano»”, relata Henson. “Justin se había acostado con ella esa noche.” Y no fue hasta el año siguiente que admitieron públicamente que eran pareja. Aunque el mundo creía que Britney era una chica inocente a quien transformaban en objeto sexual para las cámaras, ella siempre presionaba para aparecer más perra en los videos, lo cual, según creía, la haría parecer más madura. Desde que era chica, Lynne y Jamie la dejaban andar por la casa desnuda. “Todas las chicas en los Estados Unidos usaban topcitos con el ombligo al aire y shorts diminutos, y Britney sentía que la estaban reprimiendo”, cuenta una amiga. “A veces decía en broma que le habría gustado hacer topless en un video.” Sus managers no querían asustar a sus seguidores. “Esos tipos de 30 para arriba le insistían tanto en que fuera asexual que la empujaron para el otro lado”, dice la misma amiga. “Le decían que se pusie-

ra corpiño o que el lápiz labial era demasiado oscuro. Literalmente, le elegían hasta las bombachas.”

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on su tercer disco, le dijeron a Britney que podía cambiar, pero un poco nada más. Era el momento de dejar la etapa de “Not a Girl, Not Yet a Woman” [“Ya no soy una nena, pero tampoco todavía una mujer”]. Los bailarines y estilistas gay se la pasaban cotorreando obscenidades detrás de bambalinas alrededor de ella, y un día Britney dijo: “¡Yo también quiero tener buen sexo! ¡Quiero tener sexo salvaje!”. El principal colaborador creativo de su gira, Wade Robson, estuvo de acuerdo en que era el momento de que madurara; su nueva imagen quedó plasmada en los Video Music Awards de 2001, cuando cantó “I’m a Slave 4 U” con una serpiente alrededor del cuello. La curiosidad sexual se apoderó de ella, y se sabe que empezó a acostarse con Robson, que era amigo de Timberlake. (Tanto Robson como Britney han desmentido la relación.) En febrero de 2002, Timberlake descubrió una nota de Robson hecha un bollo en la habitación de Britney. La separación fue un golpe terrible, particularmente porque dos meses después se produjo el divorcio de los padres de ella. “Nadie se tomó la molestia de decirle a Britney: «Tomate un respiro, hacé terapia»”, dice un ex manager asistente. Britney necesitaba un hombre. Empezó

BRITNEY SPEARS aunque había trabajado como bailarín para Timberlake, y tenía un bebé con su novia Shar Jackson y otro que venía en camino. Apodado “Barra de Carne”, se la pasaba de boliche en boliche en Los Angeles y no tenía un peso partido al medio. Antes de conocer a Britney, a Federline le habían embargado el auto, un Chevy. Ella quedó prendada de él y lo invitó a su gira, donde se tatuaron idénticos dados en la muñeca y se filmaron obsesivamente el uno al otro; esas filmaciones fueron la base de su reality show, Chaotic. Con poco interés por todo lo demás, Britney se sintió aliviada cuando la rodilla le dijo basta en medio de la gira. La semana siguiente le pidió a Federline que se casara con ella, cosa que hicieron inmediatamente. Dos semanas después de la boda, Britney despidió a su manager, a Rudolph y a Lynne. “Kevin convenció a Britney de que iba a echar de su vida a los que la estaban usando, y de que iban a manejar el negocio entre los dos”, revela una amiga. Su vida se convirtió en su principal negocio: vendieron las fotos de su casamiento a la revista People por un millón de dólares, y Britney empezó a escribir un blog en el sitio de su fan club, cobrando veinticinco dólares la membresía. Rápidamente, dio a luz a dos hijos: Sean Preston, un año después de su casamiento con Federline (las fotos del bebé también fueron vendidas por un millón a People), y Jayden, el año siguiente. Su interés por su carrera se redujo al mínimo. Grabó tres canciones en tres años. Federline le dio permiso para sacar a relucir su lado más ordinario: tirar ceniceros por las ventanas de los hoteles, usar remeras con leyendas como “Soy virgen, pero la remera es vieja” y, fundamentalmente, no poner a sus hijos en los asientos para bebé que hay que usar en el auto. Pero a Federline le gustaba vivir a lo grande, comprarse una Ferrari de 250 mil dólares y drogarse mientras grababa su disco de rap. Le hizo sentir muchas de sus viejas inseguridades (la soledad, el miedo al abandono), y ella empezó a salir de joda todo el tiempo y a caer cada vez más bajo, atribuyéndole sus ataques de llanto desesperado a la depresión posparto. “Cuando Britney

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“britney dijo que madonna tomaba sus propias decisiones.

pero madonna no necesita que le digan que hacer. britney, si.” tuvo hijos, tendría que haber dejado la joda”, dice un amigo de Federline. “Pero no lo hizo. Se convirtió en alguien que sólo quería que le dijeran que sí, y si no le dabas el gusto, te mandaba a la mierda.” “Barra de Carne” no era el indicado para Britney, y le pidió el divorcio por mensaje de texto en noviembre de 2006. Federline garabateó su respuesta en la pared del baño de un boliche: “Hoy soy un hombre libre. ¿Qué esposa ni esposa? Devolveme a mis hijos, puta”. Britney volvió a contratar inmediatamente a Rudolph, quien montó una operación de prensa y la llevó a patinar sobre hielo al Rockefeller Center, en Manhattan. Pero ella no estaba lista para volver a ser una nenita. No2

PERO LA FAMA CUESTA 1. ¿Por qué te pelaste? En febrero de 2007, Britney se rapó y el mundo pareció escandalizarse. La acusaron de loca. Había abandonado una internación para rehabilitarse y comenzaba el show mediático. 2. En enero, fue hospitalizada a la fuerza tras un confuso episodio: se encerró en un baño con su hijo Jayden. Aún hoy esta interdicta para vivir con sus hijos. 106 rolling stone, marzo de 2008

che tras noche, perdida en Los Angeles, de boliche en boliche, se la pasó vomitando en público, cambiándose la ropa con una camarera de un local de strip-tease y, lo que es quizá más peligroso, saliendo con Paris Hilton (Paris apodó a Britney “El Animal”, porque no piensa antes de actuar). El Animal tenía que entrar en rehabilitación, en el Centro Crossroads, de Eric Clapton; pero un día después de su internación, se escapó, voló a Miami y de ahí en clase turista a Los Angeles para ver a su familia. Se apareció en la casa de Federline, y pidió ver a sus bebés, pero él se había aliado con Lynne y Rudolph y se negó a hablar con ella hasta que se internara en el centro de rehabilitación Promises, en Malibu. Dio vueltas tres veces alrededor de su casa, furiosa por haber cedido ante sus demandas, paró en una peluquería al azar en el Valle de San Fernando y empezó a cortarse el pelo de a manojos, más como una liberación que como una forma de expiación. A continuación, permaneció despierta cuarenta y ocho horas seguidas, manejando por la ciudad, tomándose docenas de Red Bulls, con el temor de que la estuvieran siguiendo unos demonios o de que el cargador de su celular estuviera transmitiendo sus pensamientos, y escuchando obsesivamente las noticias en la radio sobre la muerte de Anna Nicole Smith, que había sucedido semanas atrás. Ese era su destino, declaró: ahora le tocaba a ella. Luego de la rehabilitación, Britney estaba profundamente enojada y expulsó de su vida a todos los que habían intentado ayudarla: sus padres, Federline, Rudolph, incluso sus mejores amigos de la infancia. Jive tenía sus reservas respecto de que Britney apareciera en los Video Music Awards de mtv, en 2007, pero era una oportunidad promocional demasiado buena como para dejarla pasar. Britney firmó un nuevo contrato de representación con la agencia The Firm, y empezó a ir al gimnasio un par de veces por semana. El día del show, llegó temprano al estadio. Timberlake estaba ensayando. Súbitamente, se sintió mal, le empezó a dar pánico, nervios y miedo de lo que él o sus compañeros pudieran pensar de su actuación. Volvió a su camarín, pero una vez allí, tocaron a su puerta: era Justin Timberlake. Se negó a salir. No quería verlo todavía. Pronto sería el momento de que le colocaran el pelo, y quizás así se sentiría mejor. La estaba esperando una peluca realizada por el coiffeur Ken Pavés; hacía siete meses que Britney se había rapado y su cabello verdadero tenía menos de quince centímetros de largo. Lo único que tenía que hacer era quedarse sentada toda la tarde, mientras le pegaban la peluca a la cabeza, y luego quedarse muy quietita durante una hora para que se asentara; después, volvería a ser la Britney de siempre. De repente, declaró que no quería que Pavés la tocara. Pidió por la asistente de éste, pero ella no quiso traicionarlo. Cuando Britney finalmente permitió entrar al afamado coiffeur, una hora antes del comienzo del show, era demasiado tarde para colocarle la peluca, así que alguien pidió prestada una estilista de Nelly Furtado, quien le pegó

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REGRESO INTENSO 1. Después del escandoloso retorno para los premios MTV 2007, volvió a editar un disco. En el clip del single “Gimme More” se la vio bailando provocativa y en buena forma. 2. Su nuevo album, Blackout, es de lo mejor de su carrera, pero su valoración estuvo opacada por su vida pública.

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aparezca por ahí. El bar se asemeja un poco a las Naciones Unidas, con gente de todos los colores y nacionalidades, todos tomándoselo muy en serio. Claus, el amigote de Britney, también aparece por el Four Seasons, con dos socios comerciales. Les gustaría hablar sobre los dos millones, que por alguna razón ahora se han convertido en uno. La cosa va a ser así, me explican: yo les voy a entregar la plata, que va a quedar en un fideicomiso. Britney va a saber que no va a ver un peso hasta que termine la entrevista y la sesión de fotos (ellos se van a quedar con un diez por ciento, que van a recibir sin importar si ella aparece o no). Van a estar presentes en la sesión de fotos, asegurándose de que Britney esté contenta; yo voy a tener que llevar cinco fotógrafos, cinco estilistas y cinco maquilladoras en caso de que no lo esté. Me dicen que hacen este tipo de cosas todo el tiempo. Ryan Seacrest [el conductor de American Idol] se acerca a saludar a la mesa. “¿Qué tal, gente, cómo va?”, pregunta. “El año pasado le hicimos ganar tres palos a Ryan”, me dicen cuando el susodicho se va. “Somos todos amigos, ¿viste?” La noche siguiente, Claus tiene otro plan: le le va a decir a Britney que le va a dar un millón de dólares. Yo se lo voy a dar a él y él se lo dará a ella. “De esa manera, nadie va a saber que Rolling Stone se humilló al punto de pagarle a la Reina Britney”, dice. Está muy contento. Llama a Lufti para contarle. “Sam dice que la revista ok! va a pagar dos palos por una entrevista a Britney.” Claus se va, rumbo a Citizen Smith, un bar de rock en Hollywood, para encontrarse con Lufti y la prima de 26 años de Britney, Alli Sims, una ingenua trepadora que alberga la esperanza de sacar su propio disco. Es la fiesta de cumpleaños de Jason Kennedy, un periodista de e! a quien se vincula sentimentalmente con Sims. “Lo que queremos es que alguien diga la verdad”, dice Sims. “Britney es reeee buena persona.” Dirigiéndose a mí, Lufti espeta: “Para que te des una idea de cómo funciona su cabeza, ella no necesita hacer nada más en la vida. Lo que le pasa conmigo es que no quiere que la defienda de todas las mentiras que publican las revistas. Ella sabe que ésa es la forma que tienen de ganarse la vida, que al fin de cuentas es la misma que la de ella. Así

unas mechas rubias. Mientras, Britney permaneció sentada, vestida con sólo una bikini de lentejuelas negras. Después se calzó el resto del atuendo, un vestido con corset a lo Posh Spice, pero a último momento se lo quitó y se negó a usarlo. Quería subirse al escenario despojada de todo artificio, y que la amáramos tal cual era.

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FOTO: afp (britney pelada); piko press (hospitalizada)

a buscar amor desesperadamente en los clubes, con tipos como Colin Farrell, y en el estudio, con gente como Fred Durst, que traicionó su confianza al revelar sus andanzas en The Howard Stern Show. Sin una identidad muy fuerte, empezó a asumir las características de cualquiera que la rodeara, y luego de su beso con Madonna en los Video Music Awards de 2003, decidió que eran almas gemelas. “Britney y Madonna se hicieron amigas después del show, y ella empezó a creer que era Madonna”, suelta un ex manager. “Britney dijo que Madonna tomaba sus propias decisiones, y que ella también podría. Pero Madonna no necesita que le digan qué hacer. Britney, sí.” Para la Navidad de 2003, Britney volvió a Kentwood y paró en una casita que tenían sus padres, con amigos de la infancia, entre los que estaba Jason Alexander, de quien Britney había estado enamorada cuando era chica. Luego de pelearse con Lynne una mañana, metió a sus amigotes en un avión y se fue de joda tres días seguidos a Las Vegas. Según Alexander, tomaban cocaína a la noche, éxtasis a la madrugada y Xanax para dormir. A las 3:30 de la mañana del 3 de enero de 2004, después de mirar la película La Masacre de Texas, Britney y Alexander abordaron una limusina color verde manzana rumbo a la capilla Little White Wedding Chapel, donde ella celebró su casamiento de cuarenta dólares con una liga blanca sobre sus jeans rotos y un humilde ramo de rosas rojas en la mano. Once horas después, llamaron a sus padres para darles la gran noticia. Lynne se tomó un avión a Las Vegas, separaron a la pareja, y los abogados se pusieron a trabajar a todo vapor para anular el matrimonio. A Alexander lo enviaron a casa bajo la falsa promesa de que Britney quería seguir con él; se quebró ante la atención que súbitamente concitó en todo el país y abandonó la universidad. No pasó tanto tiempo hasta que encontró a su alma gemela en la pista de baile: Kevin Federline, un pibe blanco con trencitas cosidas, de Fresno, California, que no había terminado la secundaria; era mecánico,

onde termina mullholand Drive hay un precipicio, una caída vertiginosa hacia la destrucción. La casa de Britney se yergue sobre ese abismo, mirando a la ciudad. Es un día de semana lluvioso y, considerando que no está haciendo ningún tipo de promoción para Blackout, no hay mucho movimiento. El que atiende su teléfono actualmente es Osamah Lufti, también conocido como Sam, un tipo de 33 años que ha mantenido a Britney a flote durante los últimos meses, haciendo el papel de asistente e intentando hacer las veces de manager, hablando con su sello discográfico y llevándola de un lado a otro en el auto. Britney sufre periódicamente crisis a causa de todas las personas que la vendieron a las revistas de chimentos: la asistente a la que se olvidó de pagarle, el guardaespaldas que dice que la vio tomar cocaína y andar constantemente desnuda por la casa, el universitario de 21 años con el que se besuqueó en un jacuzzi en la terraza de un hotel en el centro de Los Angeles... Todos los días surgen nuevos rumores: les da gaseosa en el biberón a sus bebés y tiene un calabozo sexual en su mansión de Beverly Hills con un frasco de vidrio lleno de paletas de ping pong (y una caramelera repleta de lociones y juguetes que ella llama su “cofre de los placeres”). Viéndose sitiada, Britney se ha convertido en una especie de reclusa: nunca sale a comer ni va a un boliche, y pasa la mayor parte de las noches en el Four Seasons de Beverly Hills. Durante varias semanas, ha estado durmiendo ahí casi todas las noches, y Lufti suele estar abajo, en el hotel, como todo el resto de la gente que vive de la historia de Britney: el bar del lobby, con sus alfombras rojas, se ha convertido en una suerte de centro de operaciones, en el que periodistas, paparazzi y abogados se encuentran con la esperanza de que el objeto de deseo de todo el mundo se 93

BRITNEY SPEARS que la verdad ya no le importa”. “Vamos a tener que aprobar el artículo antes de que lo publiquen”, dice Claus. “Además, Britney tiene un amigo fotógrafo que quisiéramos que sacara las fotos”, dice Lufti. Se detiene un momento para reflexionar. “Mirá, esto es mucho más que un artículo para una revista... últimamente ella me estuvo contando la historia de su vida, y yo lo tengo todo anotado. ¡Sería un libro espectacular!” Es la una y media de la mañana y el bar está cerrando. Las luces comienzan a apagarse. Nos damos un abrazo de despedida. Luego de explicarle a Claus de que no hay plata, le escribo muchas veces a Lufti para explicarle que seguimos muy interesados en entrevistar a Britney para contar su propia versión de las cosas. Nunca contesta.

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esta altura del partido, britney empieza a disfrutar de verdad de sus persecuciones con los paparazzi. Maneja a toda velocidad por la ciudad, dos o tres horas por día, llevándolos de un lado al otro, interactúa unos minutos con ellos y después vuelve a subirse al auto. Perseguirla es más divertido que subirse a una montaña rusa, pero con la salvedad de que la experiencia podría provocar un daño duradero. “Britney es la asignación más peligrosa de Hollywood”, dice un fotógrafo. El núcleo principal de paparazzi asignados a Britney está compuesto por veinte de ellos, un grupo de gente divertida y un poco mafiosa que utiliza sus extraordinarias habilidades al volante para evitar que los nuevos se metan en el medio. “La piba está re loca”, dice Craig Williams, fotógrafo de Hollywood.tv. El es casi siempre quien más se le acerca cuando la diva pisa a fondo su Mercedes sl65. Casi todos los paparazzi manejan vans alquiladas, la mayoría de ellas con rayones y abolladuras en los costados, porque nadie quiere que su propio auto termine hecho torta. Britney saluda sacando la mano por la ventanilla. “¿Qué hacés, Brit? Estuve escuchando tu disco nuevo”, dice Williams. “Está buenísimo. Qué buen disco, ¿eh? La voz, tremenda.” “Ya sé”, le grita Britney. “Soy lo más.”

para probarlo, un bombón de 35 años que usa anteojos de sol de Gucci (mucho más atractivo en persona que en la tele). La pareja se conoció en un local de la sandwichería Quiznos, donde ella le pidió que le consiguiera un tampón y se lo llevara al baño. La mujer de Ghalib ha solicitado el divorcio, y éste afirma que planea casarse con Britney y embarazarla. La consumación tuvo lugar la noche anterior a Nochebuena, cuando Britney decidió

do durante semanas a los paparazzi tras violentas y terroríficas persecuciones. La relación empieza a consolidarse, cuando de repente a Britney la llevan al hospital la primera vez, y no bien sale se va a recorrer la costa Oeste con Ghalib, mientras escuchan en el estéreo su música favorita (¿la de ella?: Dixie Chicks y Janet Jackson; ¿la de él?: System of a Down), parando en Palm Springs y en México con un amigo de él, un

da cuenta de lo que está pasando. No le importan ni los blogs ni las revistas ni la gente de la calle. Ella sabe que la gente que tenía la responsabilidad de bancarla la dejó en banda, y está muy dolida por eso.” Estalla la guerra entre Ghalib y Lufti por el control de Britney, y el 20 de enero, aprovechando que Ghalib está en un funeral en el norte de California, Lufti invita a algunos paparazzi de una agencia amiga a la casa de Britney y les muestra lo que según él es una orden judicial contra Ghalib. “La dobló de tal manera que nadie pudiera ver qué es lo que tenía en realidad”, dice Ghalib, sonriente. “Te acepto que es bueno, es muy bueno en lo que hace.” Lufti ha echado a correr el rumor de que Ghalib duerme en el sofá cuando pasa la noche en casa de Britney. Lufti le escribe un mensaje de texto a Ghalib: “Vos la estás volviendo loca. Si seguís en contacto con ella, la vas a matar. Vos decidís”. Britney vuelve a encontrarse en la misma situación: una vez más, intentan controlarla, hay presiones y peleas. Discute con Lufti y Ghalib corre a salvarla, pero Lufti llama a seguridad para impedirle la entrada. Llega Lynne, y arrastra a su hija alrededor de la ciudad. Britney empieza a dar vueltas, y pasa sesenta horas despierta. El 30 de enero, vuelve a su casa luego de un día en el Hotel Beverly Hills y se entrevista con un psiquiatra. A las once de la noche, se conoce la noticia: Britney intentó suicidarse. Setenta y cinco paparazzi están reunidos en la entrada de la casa de Britney. Si bien no parece que haya intentado suicidarse, los médicos están en camino otra vez: la policía y los paramédicos hacen su aparición, y la policía de Los Angeles bloquea todas las salidas de la casa, estaciona veinte policías en la entrada para coches y la saca (el nombre en clave de la diva: “El paquete”), sin que le tomen ninguna foto. Al día siguiente, los padres de Britney solicitan una orden judicial contra Lufti. Un mundo sin Britney, donde ella permaneciera recluida en rehabilitación o en un psiquiátrico, sería difícil de imaginar. Ella es otra vez un ícono: una señal de alerta para nuestra cultura, la representación más gráfica de los excesos de la última década. Britney no creía que hubiera un futuro que salvaguardar, y nosotros tampoco. Después de culpar a todo

ella no esta avergonzada de si misma.

“Sos lo más”, le dice Williams entre risas. “Ya sé, mi amor –grita, con una sonrisa seductora–, no te creas que es fácil estar tan buena.” “Obviamente –le dice Williams–. No hay nadie como vos, Britney.” Estos coqueteos tienen lugar todos los días; Britney empieza a dar vueltas por la pileta de su casa en busca de un tipo; Adnan Ghalib es el más fachero de todos, y Britney lo sabe. Ghalib es un británico nacido en Afganistán, que ha afirmado haber luchado para los mujaidín y tiene las cicatrices de metralla 94 rolling stone, marzo de 2008

que estaba cansada de la soledad; paró el auto en la autopista Pacific Coast, se subió al auto de Ghalib, se puso su peluca rosa y lo llevó al Hotel Peninsula para un “almuerzo” tardío, en palabras de éste.

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os últimos años, Britney les ha rogado a sus amigos que la ayudaran a escapar, a dejar todo y a convertirse en peluquera o maestra, o mudarse a una isla y trabajar de camarera. Ghalib la ayuda a cumplir este objetivo, eludien-

paparazzo que les saca fotos para venderle en exclusiva a la agencia para la que en ese momento trabaja Ghalib. Las otras agencias están teniendo ataques de nervios. Ghalib llama por teléfono a Rolling Stone porque es fan de la revista. “Tienen que entender algo de Britney”, dice, tratando de explicar su versión de las cosas. “Se le acercaron muchísimas personas que estuvieron con ella mientras pudieron sacarle algo. Así que ella adoptó una actitud detectivesca: finge que no es inteligente, para sacarle información a los demás sin que se lo imaginen, y así se

el mundo excepto a sí misma por sus problemas, finalmente ha empezado a darse cuenta de hasta qué punto metió la pata, pero su narcisismo le impide admitírselo a sí misma o a cualquiera que intente ayudarla. Queremos que sobreviva y que salga adelante. “Mirá a George Foreman: es el campeón de los Peso Pesados más viejo de la historia”, dice Ghalib. “Britney va a ser como él. Ella me lo explicó mejor todavía: se niega a seguir viviendo su vida reflejada en los ojos de los otros.” Luego baja la voz. “Sean buenos con ella”, ruega. “Se los pido personalmente.”

FOTO: afp

quiere que todos sepamos en que la hemos convertido.