Breve historia de una biblioteca escolar

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LA BIBLIOTECA DEL I.E.S. RUIZ GIJÓN. Pasado y presente de las bibliotecas escolares. INTRODUCCIÓN: Importancia de las bibliotecas escolares. La biblioteca escolar supone una nueva manera de vivir la escuela. La biblioteca debe ser central en la vida de un centro educativo, un recurso con capacidad para articular proyectos globales de centro, y no un complemento a las tareas escolares o al libro de texto; proporciona un recurso versátil para poner en marcha experiencias pedagógicas innovadoras, posibilita una metodología activa que implica el trabajo del alumnado con las fuentes, la consulta, la investigación, la reflexión crítica... Ninguna disciplina puede ser aprendida sin recurrir a sus respectivas metodologías, fuentes y bibliografía. El uso de la biblioteca debería, por tanto, figurar en la programación de cada asignatura, y como fuente de nuevas propuestas de organización del trabajo, de los espacios y de los tiempos escolares (lo que implica atender al profesorado en sus demandas de materiales y de espacios y recursos). Pero el alumnado, no lo olvidemos, es el núcleo de la función de la biblioteca escolar, en la que podría apoyarse, de forma personalizada y especializada, para la realización de sus deberes y estudios (de forma libre y voluntaria): “La experiencia demuestra que si la biblioteca presta servicios útiles y ayuda realmente a los alumnos a resolver sus dudas, a trabajar, a usar las nuevas tecnologías, etc., tiene una demanda suficiente y creciente que justifica los recursos que en ella se inviertan”1. Pero, además, el alumnado puede aprender allí de forma autónoma, acceder libremente a soportes de información muy variados, más allá del currículo oficial, no necesariamente ligados a las tareas escolares. La biblioteca ofrece una diversidad de recursos y métodos pedagógicos para el aprendizaje, una amplia variedad de medios de información y análisis que garantizan materialmente el derecho a la educación y a la igualdad de oportunidades. La biblioteca escolar puede servir como un factor de compensación e igualación en el aprendizaje, capaz de suplir la carencia de “capital cultural” de las clases menos favorecidas económicamente2. Se trata, por tanto, de universalizar y reforzar aquellas prestaciones cuya disponibilidad fuera de la escuela distingue unos de otros y privilegia a unos frente a otros. Por su naturaleza, como lugar de encuentro y convivencia que facilita el libre acceso a la información, no se debería encerrar una biblioteca pública en el recinto de una escuela, ni de ninguna otra institución; su control y organización no deben estar sometidos a ningún monopolio 1

Guillermo Castán, “Diez tesis para el debate sobre las bibliotecas escolares”, Educación y Biblioteca, 2004, en http://www.juntadeandalucia.es/averroes/~cepco3/competencias/Biblioteca/diez_tesis.pdf 2 Conviene recordar que mientras en la enseñanza primaria un 57% de los padres ayudan muchas veces o siempre a sus hijos a hacer los deberes, en la enseñanza secundaria este porcentaje se reduce al 18% (Palacios y Menéndez, 2003:32).

institucional o profesional. Al contrario, la bibliotecas deben ser un espacio de contacto amplio y abierto con la comunidad. En ellas, además, debe haber asesoramiento y consejo, y las fuentes documentales deben estar al alcance del lector, favoreciendo su autonomía y ampliando su curiosidad e intereses. Las bibliotecas escolares forman asimismo, como veremos a continuación, parte de nuestro patrimonio documental, que históricamente se ha enfrentado a la destrucción y al abandono (especialmente, como veremos, durante el periodo de la dictadura franquista) o al desinterés de nuestras actuales instituciones oficiales. El trabajo por mantener y reconstruir ese patrimonio y su historia es parte del entramado de valores que robustecen la calidad democrática de nuestro país y contribuye al fortalecimiento de la memoria de las luchas y conquistas democráticas3. En las líneas siguientes, intentaremos compartir fragmentos del largo viaje que ya lleva recorrido la biblioteca de nuestro Instituto (que conmemora este curso su cincuenta aniversario). Creemos que nuestra biblioteca merece ocupar un pequeño espacio en esa historia. En este amplio recorrido, permitidnos que nos remontemos algo en el pasado para mostrar la importancia de las bibliotecas escolares: veremos los primeros entrecruzamientos entre la biblioteca escolar y las bibliotecas populares y públicas (en las que los docentes también desempeñaron un importante papel en su organización y mantenimiento); su importancia en el ámbito rural, en la autoinstrucción de los ámbitos obreros, en la democratización de la lectura y en la consideración de la educación como un derecho. Continuaremos el recorrido por la larga noche de la dictadura franquista: la “depuración” de las bibliotecas escolares y los bibliotecarios, el abandono institucional; el tímido impulso posterior, durante los años del desarrollismo económico (en los que se inaugura nuestra biblioteca), en los que la educación se conectaba con la mejora necesaria en la cualificación de la mano de obra, lejos de un afán democratizador o ilustrado; para terminar con la etapa democrática, con el inexplicable desinterés gubernativo y legislativo, a pesar de las bellas declaraciones oficiales. Y, en medio de esta historia de esperanzas y derrotas, el constante impulso de lectores y bibliotecarios por compartir un espacio de convivencia e información todavía no invadido por el mercado y la publicidad; un lugar apartado del bullicio urbano donde se reúnen la investigadora, el estudiante, el lector de relatos imaginarios, el club de lectura, la opositora...; un lugar que parece de otro tiempo, pero que es siempre nuevo, cambiante, en respuesta a nuevos 3

Es necesario, como ha señalado Antonio Viñao, tomar conciencia de nuestro patrimonio histórico-educativo, reconstruir el archivo material de los “restos” (bibliotecas, libros de texto, material escolar...) de los profundos “naufragios” de nuestra historia reciente en la vida y la cultura de los ciudadanos de nuestro país (A. Viñao Frago, “Memoria escolar, magisterio republicano y patrimonio histórico-educativo”, Andalucía Educativa, nº 64, diciembre 2007, pp. 7-10).

desafíos. A MODO DE JUSTIFICACIÓN: El papel de las bibliotecas escolares en la historia de la lectura.

Desde comienzos del siglo XX, el impulso a la difusión de las prácticas lectoras y del libro en nuestro país, así como la expansión de las bibliotecas populares a las zonas rurales, estuvo apoyado, desde las disposiciones oficiales, en la conexión con la escuela y con la figura del maestro o la maestra. Una labor que contó con el rechazo de los sectores sociales más conservadores y de la jerarquía católica, que veían, en el mayor acceso a la lectura de las clases populares, la propagación de la “mala semilla”. Los inicios de las bibliotecas populares se desarrollaron en España casi siempre en paralelo con la instrucción primaria. Tras las primeras iniciativas del periodo ilustrado, fue durante el sexenio revolucionario (1868-1874) cuando se produjo un importante punto de inflexión4. El 18 de enero de 1869, el Ministro de Fomento, Manuel Ruiz Zorrilla aprobó la creación de bibliotecas populares en todas las escuelas de primera enseñanza. El Gobierno optó por esa medida especialmente en las zonas rurales, donde la única iniciativa posible estaba en manos de la Iglesia y era difícil la iniciativa privada u obrera que impulsaba las bibliotecas populares en las ciudades. Estas escuelas, bajo el cuidado del maestro, estaban a disposición de todos los vecinos, aunque, como ya reconocía el propio decreto, encontrarían pronto la oposición de las elites dominantes, a pesar del gran retraso de nuestro país respecto a otros países europeos como Francia o Bélgica5. La II República fue la que permitió el tránsito de la biblioteca popular a la biblioteca pública, una democratización de la lectura que permitiría el paso de la lectura popular e instructiva a la lectura como derecho público6. El 7 de agosto de 1931, el Gobierno decretaba que toda escuela primaria poseería una biblioteca, que sería pública, colocada bajo la vigilancia del Maestro, instalada en una sala especial y con mobiliario adecuado. Su administración estaría a cargo del 4

Vid. Jesús A. Martínez, “La lectura en la España contemporánea: lectores, discursos y prácticas de lectura”, Ayer, nº 58 (2), 2005. 5 Decreto 18 septiembre de 1869 (Gaceta de Madrid, 22 septiembre 1869), que desarrolla el artículo 2º del Decreto del 18 de enero de 1869. En este último decreto-ley se establecía un programa de construcción de escuelas de enseñanza primaria, en el que se especificaba que la escuela debía poseer un jardín, una casa para el maestro, un salón de clase y una “sala para la biblioteca”. A pesar del interés ministerial el proyecto no llegó a prosperar, pues la enseñanza dependía en ese momento de diputaciones y ayuntamientos que no mostraron atención a las necesidades de estas pequeñas bibliotecas. 6 Especialmente la II República fue una época fuertemente impregnada de una profunda fe en la capacidad formadora del libro y la lectura, y en el vehículo imprescindible para lograrlo: las bibliotecas populares, públicas y escolares. La II República hizo de la lectura un derecho ciudadano universal, accesible a todas las clases sociales, sin discriminación de género, y superador del aislamiento de las zonas rurales. Vid. Gaceta de Madrid, 14 junio 1932 (1880-1881). También Vid. Ana Martínez Ruiz, “Las bibliotecas y la lectura. De la biblioteca popular a la biblioteca pública”, en Jesús A. Martínez (dir.), Historia de la edición en España (1836-1936), Madrid, Marcial Pons, 2001, pp. 431-454.

Consejo Local de Primera Enseñanza. Respecto a las bibliotecas escolares, este decreto señalaba que: Una Escuela no es completa… si carece de la biblioteca para el niño, y aun para el adulto, y aun para el hombre necesitado para leer. Empieza España a tener las Escuelas que le faltaban; las tendrá todas en breve. De lo que carece casi en absoluto es de bibliotecas, de pequeñas bibliotecas rurales que despierten, viéndolas, el amor y el afán del libro; que hicieran el libro asequible y deseable; que lo lleven fácilmente a todas las manos. Una biblioteca atendida, cuidada, puede ser un instrumento de cultura tan eficaz o más eficaz que la Escuela. Y en los medios rurales puede y debe contribuir a esta labor, que realizará la República, de acercar la ciudad al campo...7

La función de las bibliotecas de las Misiones Pedagógicas, creadas un mes después de proclamarse la II República, el 29 de mayo de 1931, iba más allá de las escuelas, intentado romper el aislamiento de las colectividades rurales, pero se instalaron con frecuencia en las escuelas y fueron atendidas por maestros (como lo fueron muchas de las primeras bibliotecas populares) 8. Hasta junio de 1936, las bibliotecas de Misiones habían llegado a 5.522 lugares, en su totalidad a poblaciones de menos de cinco mil habitantes, y en una muy grande proporción a pueblos de cincuenta, cien y doscientos vecinos9. Según el Boletín del Patronato de Misiones Pedagógicas (Madrid, 1934), entre septiembre de 1931 y diciembre de 1933 se crearon 3 bibliotecas en Utrera 1 en Los Molares y 7 en Sevilla. En las instrucciones de carácter general que la Inspección dio a todas las escuelas de la zona de Utrera en 1933, el inspector Ruperto Escobar señalaba que “en el apartado horario indica que los alumnos tendrán un tiempo libre en el que podrán cultivar sus aficiones: leerán lo que quieran (dentro de los libros que la Escuela disponga y de los que pida a la Biblioteca Circulante)”10. También se establecieron, poco más tarde, secciones circulantes en todas las bibliotecas del Estado, provinciales o municipales dependientes del Ministerio de Instrucción Pública (decreto del 22 agosto de 1931) 11. En el artículo 2º del decreto se señalaba que, donde no hubiera bibliotecas escolares, las solicitudes de los libros de la sección circulante se cursarían por por medio de los maestros nacionales. 7

Gaceta de Madrid, 8 de agosto de 1931. Vid. Eleanor Krane Paucker, “Cinco años de misiones”, Revista de Occidente, nº 7-8, 1981, pp. 233-263. También Vid. R. Salaberria, “Las bibliotecas de Misiones Pedagógicas: medio millón de libros a las aldeas más olvidadas”, en Otero, E. y García, M. (eds.), Las Misiones Pedagógicas, 1931-1936, Madrid, 2006, pp. 303-315. 9 Pilar Faus Sevilla, La lectura pública en España y el plan de bibliotecas de Mª Moliner, ANABAD, Madrid, 1990. Los aproximadamente cien libros que conformaban las bibliotecas de Misiones Pedagógicas eran de literatura clásica y contemporánea de autores españoles y extranjeros, de historia, geografía, técnicas agropecuarias… Según el Anuario Estadístico, las bibliotecas concedidas por el Patronato a Escuelas nacionales y rurales de la provincia de Sevilla fueron: 9 en 1931, 7 en 1932 y 30 en 1933. 10 Libro de visitas de la Inspección del maestro J. Martínez Begines. Archivo particular de su hija Dolores Martínez. 11 Gaceta de Madrid, 23 de agosto de 1931. En este decreto se denunciaba el abandono del medio rural por el Estado. 8

Un antecedente: la creación de la Biblioteca del Instituto “Rodrigo Caro” de Utrera. La sociedad española cuando comienza la II República era eminentemente agraria (47% de la población activa), y existía un elevado índice de analfabetismo del 32'4% en varones (según Agustín Escolano) y del 39'4% en mujeres. La II República se caracterizó por la confianza en la escuela como instrumento de modernización social12. En general, la segunda enseñanza vivió durante la II República un momento de expansión y desarrollo, aunque la enseñanza primaria fue realmente el centro de las obsesiones reformistas de los republicanos. En este contexto se creó el primer centro público de enseñanza secundaria de Utrera, el Instituto “Rodrigo Caro” (1933-1937), y con él su biblioteca, que funcionó también como biblioteca municipal. Creada a partir de los libros cedidos por el Ayuntamiento, absorbió la biblioteca municipal creada anteriormente. Además, su funcionamiento dependió de la consignación anual que el Ayuntamiento destinaba al Instituto. En otros pueblos andaluces también hubo en esta época una fuerte conexión entre la biblioteca escolar y la municipal13. La Biblioteca del Instituto “Rodrigo Caro” estaba en la planta baja del edificio que ocupa el actual Ayuntamiento, junto a la escalera, en lo que en la revista Bachillerías, elaborada por profesorado y alumnado del Instituto, era descrito como un “suntuoso salón de estilo pompeyano”. En las prácticas de Biblioteca del Instituto “Rodrigo Caro”, como explicaba el profesor Bernard Salatiel -en contestación a los cargos que se le hicieron en su proceso de “depuración” durante la dictadura-, se enseñaba el manejo de los libros de clase, de consulta y diccionarios, así como se orientaba al alumnado en la preparación de temas14. Durante el curso 1935-1936, el nuevo plan de estudios había introducido tres horas semanales de Biblioteca, que habitualmente se situaban en las últimas horas de clase, alternando con Deportes y Estudio. Ya en el Decreto del 5 diciembre de 1934, firmado por el ministro F. Villalobos, y que organizaba los servicios de Prácticas y Bibliotecas en los Institutos, se indicaba que era obligatorio adquirir, para el fondo de la Biblioteca, el mayor número posible de libros de texto que se utilizaran en el Centro, de los que parte podrían 12

A lo largo de la Restauración la enseñanza secundaria sólo se había desarrollado para satisfacer las escasas demandas de la oligarquía y burguesía dominantes, por lo demás atendidas en buena parte por el sector privado. Entre 1867 y 1927 se duplicó la población estudiantil de enseñanza media y también aumentaron los centros públicos y el índice de participación femenina. Pero ello no era desde luego suficiente en relación con las transformaciones demográficas, económicas y sociales que se estaban operando en España en el primer tercio del siglo XX. En relación con esto el quinquenio republicano supuso un paso importante en el crecimiento del sector, particularmente en el primer bienio (1931-1933). Durante este corto ciclo, tanto los centros públicos como los alumnos se incrementaron de forma evidente. 13 R. Salaberria, “Bibliotecas escolares en España”, Educación y Biblioteca, nº 165, mayo-junio 2008, pp. 61-62. En La Rambla (Córdoba), según el testimonio del inspector de bibliotecas Juan Vicéns, también se instaló la biblioteca municipal en el local del Instituto, arreglando su utilización por los estudiantes por al mañana, y el público en general por la tarde. En la biblioteca del Instituto “Séneca” (Córdoba) se crearon además para este fin dos salas. En otros pueblos como Cabra (Córdoba), aunque situados en locales distintos, se estableció una estrecha colaboración entre la biblioteca municipal y el Instituto: la biblioteca municipal era frecuentemente utilizada por los alumnos del Instituto y en ella colaboraba activamente el director del Instituto. 14 Archivo General de la Administración, legajo 18.463. Información aportada por José Montaño Ortega.

ser donados, gratuitamente, a los alumnos hijos de familias modestas. También debía existir una sección seleccionada por el Claustro, que tenía que funcionar -como mencionamos más arriba- con el carácter de circulante.

Instituto “Rodrigo Caro”. Utrera (1936-1939).

Pero este panorama cambió drásticamente con el inicio de la Guerra Civil, en la que la incautación, censura o destrucción de bibliotecas escolares se inició muy pronto y de forma exhaustiva en el bando golpista. En algunos pueblos, las autoridades civiles o militares ordenaron la destrucción o incautación de los libros “perniciosos” y la vigilancia o detención de los maestros que los difundían15. En Utrera, el régimen franquista acabó clausurando el Instituto “Rodrigo Caro”, ordenando el 20 de diciembre de 1937 al Rectorado de la Universidad de Sevilla entregar todo su material (incluidos los fondos de la Biblioteca y a excepción de la documentación del centro) al Colegio Salesiano “Nuestra Señora del Carmen” de Utrera, en respuesta a la solicitud de su Director de disponer para su uso del material del Centro clausurado. Según varios informantes, la Biblioteca del Instituto “Rodrigo Caro” fue cuidada por una Gestora hasta pasar a los Salesianos 16. Varios testimonios afirman que algunos profesores quisieron salvar algunos libros, aunque luego debieron quemarlos cuando se intensificó la represión. En ocasiones, los libros y archivos “pasaban de mano en mano como botín de guerra que se podía repartir, alienar o destruir”, eludiendo el control que 15 Vid. Carlos Gil Andrés, Lejos del Frente. La Guerra Civil en la Rioja Alta, Crítica, Barcelona, 2006, p. 384. También Vid. Manuel Morente Díaz, “La mala semilla. Depuración de libros y bibliotecas en Córdoba”, disponible en http://revistaeco.cepcordoba.org/index.php?option=com_content&view=article&id=132:la-mala-semilla-depuracionde-libros-y-bibliotecas-en-cordoba&catid=10:articulos&Itemid=5. 16 Desde la creación del “Rodrigo Caro” hubo ciertas tensiones con el Colegio Salesiano (especialmente por la cuestión de los exámenes de fin de curso, que debían celebrarse en el Instituto público). Más tarde, tras la sublevación militar, el director salesiano, además de reclamar el material del Instituto tras su cierre, participaría muy activamente como informante en el proceso de depuración del profesorado del “Rodrigo Caro”.

oficialmente pretendía el Servicio de Archivos y Bibliotecas del nuevo régimen 17. En la Orden del 4 de setiembre de 1936 del Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España, relativa a la segunda enseñanza y su reorganización, se encarga “a los Directores de los Institutos en primer término y en ulterior instancia los Rectores de las Universidades”, cuidar que en los libros utilizados en el aula “no haya cosa alguna que se oponga a la moral cristiana, ni a los sanos ideales de ciudadanía y patriotismo”. En el proceso de depuración de los maestros también fue utilizado como elemento acusatorio el interés de los maestros en su labor propagadora del libro. La Comisión Gestora Provincial de Primera Enseñanza de Sevilla advertía que el maestro no debía olvidar que su obra era “de apostolado y patriotismo”, y que “todo perjuicio a conciencia en la educación de los niños debe considerarse como traición a Dios y a la Patria y no como simple falta de un funcionario”18. Para el desarrollo de la tarea de “incautación y destrucción” promovida por la orden del 4 de septiembre, se crearon poco tiempo después, en las provincias controladas por los militares golpistas, las primeras comisiones para la depuración de bibliotecas escolares. Se solicitaron a los maestros y maestras listas detalladas de los libros que utilizaban en la enseñanza y los que disponían en la biblioteca de la escuela, haciendo mención expresa a los remitidos por el anterior Patronato de Misiones Pedagógicas. Los maestros y maestras debían así esperar el resultado de la censura que ejercerían las Comisiones sobre los libros de la escuela, quedando al mismo tiempo obligados a dar cuenta permanente, para su censura, de la donaciones de libros que recibieran o adquirieran19. Junto a la intensa labor “depuradora” (según el eufemismo de la dictadura) sobre el profesorado, que seguiría afectando muchos años después de la guerra a un buen número de 17

E. Ruiz Bautista, Los señores del libro: propagandistas, censores y bibliotecarios en el primer franquismo, Editorial Trea, Gijón, 2005, p. 408. 18 ABC de Sevilla del 22 de septiembre de 1936 (págs. 9-10). En el proceso de “depuración”, y en los posteriores años de censura del libro en la dictadura franquista, colaboró también la censura eclesiástica. Conviene recordar que el Índice no sería suprimido hasta 1966, y que el convenio con la Santa Sede del 7 de junio de 1941, hizo vigentes los cuatro primeros artículos del concordato de 1851, según los cuales el Estado debía dispensar apoyo a los obispos para impedir la publicación o difusión de aquellas obras que hicieran peligrar la fe o las buenas costumbres. Hubo, no obstante, en sus comienzos, una pugna entre Falange y la Iglesia católica por imponer como oficiales sus criterios de censura. 19 El 12 de agosto de 1938, el diario ABC de Sevilla incluía una noticia relativa a los libros que debían ser retirados de las escuelas públicas y privadas. En esta noticia se recogía que “una de las normas más eficaces utilizadas por la Revolución para infiltrar sus venenosas doctrinas en la sociedad española, ha sido el libro escolar sectario y antipedagógico, repartido con aviesa intención durante los últimos años en la escuela laica de la República…”. Por ello, se ordenaba retirar con la mayor urgencia y antes del comienzo del curso escolar “los libros escritos con fines proselitistas, doctrinalmente antipatrióticos y antirreligioso, deficientes en el aspecto pedagógico o escritos por autores declaradamente enemigos del Glorioso Movimiento Nacional, que actualmente obtengan cargos y desempeñan funciones de confianza a las órdenes del soviet de Barcelona”. Esta tarea era responsabilidad de maestros e inspectores, de autoridades civiles y del Movimiento, así como de los padres de familia.

maestros y maestras, el abandono oficial de las instalaciones y el material escolar, incluidas las bibliotecas, sería muy importante: “El Ministerio de Educación no invirtió hasta 1945 ni una sola peseta en construcciones escolares, y cuando lo hizo en aquel año, destinó tan solo 10.500.000 pesetas, que no alcanzaron en realidad sino para resolver algunos de los importantes problemas de las ya existentes (…). Habría que esperar al Plan de Construcciones Escolares de 1957, para empezar a resolver mínimamente el problema”20. Si nos guiamos por las partidas presupuestarias invertidas en educación, el franquismo supuso un retroceso de 20 años en materia educativa. Además, la dictadura franquista fue liquidando los aspectos progresistas de las reformas republicanas: la coeducación, la escuela laica, la democratización de las estructuras educativas, el bilingüismo escolar, etc. Los principios que inspiraron el nuevo bachillerato franquista, así como las características que presentaba (elitismo y clasismo), se correspondían milimétricamente –según Morente Valero21- con el implantado por Gentile en la Italia fascista de unos años atrás. La creación del Instituto Ruiz Gijón y su biblioteca. Ya en 1937 la dictadura franquista ordenó la clausura de muchos de los Institutos creados durante la República, entre ellos, como vimos, el “Rodrigo Caro”. En consonancia con el carácter selectivo y elitista que la ideología franquista concedía a la enseñanza secundaria, los Institutos públicos apenas aumentarían su número en la España franquista, mientras crecían los establecimientos privados22. Sólo a partir de 1957, en la época de despegue del modelo tecnocrático, empezaron a crearse nuevos centros públicos en España (aunque manteniendo su carácter selectivo a través de las pruebas de acceso, e incluso ampliando los beneficios de la red escolar católica). En ese contexto de creciente necesidad de obra de mano cualificada para el desarrollismo de los años 60, se produjo la inauguración del nuevo Instituto público de Utrera, el actual “Ruiz Gijón”.

20

R. Navarro Sandalinas, La Enseñanza primaria durante el Franquismo, PPU, Barcelona, 1990, p. 118. Este mismo autor expone que España en 1946 tenía el 4,79% de gasto escolar respecto de sus gastos totales, mientras que países que habían sufrido incomparablemente más las devastaciones de una guerra, como la URSS, invertía el 25% de sus gastos totales, e Inglaterra gastaba el 20%. 21 F. Morente Valero, “Los fascismos europeos y la política educativa del franquismo”, Historia de la educación, 24, 2005, pp. 179-204. Junto a una clara influencia católica, y en conexión con ella, existió una notable influencia de la política y la pedagogía educativa de los regímenes fascistas europeos (especialmente del italiano). Gran parte de los maestros y maestras debieron encuadrarse en el Servicio Español del Magisterio (SEM) dependiente de Falange. Asimismo, después de la guerra se convocaron oposiciones masivas en las que los “méritos patrióticos” fueron fundamentales (oficiales del ejército, excombatientes de la División Azul, excautivos,…). 22 En el curso 1955-1956, el porcentaje de alumnos oficiales en la enseñanza secundaria descendería hasta el 16,1% , en favor sobre todo de la enseñanza colegiada, en especial la de las órdenes y congregaciones religiosas (A. Viñao, Del bachillerato de élite a la educación secundaria para todos, 2007:456. Disponible en http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/30/71/12vinao.pdf).

El viernes 10 de diciembre de 1965, después de 28 largos años, volverían a coincidir, en su inauguración, la biblioteca pública municipal y la biblioteca del nuevo Instituto de enseñanza media de Utrera, aunque ahora en espacios distintos. Así celebraba el alcalde utrerano Alfredo Naranjo la inauguración de ambos locales: “Pero ninguna puede compararse con esta obra maravillosa que hará cambiar, de una vez para siempre, la faz de Utrera. No más valores ocultos, no más hombres que han de resignarse con su condición de obreros, porque no pueden aspirar a lo que todo hombre tiene derecho: saber, cultivar su inteligencia y elevarse a la categoría para la que Dios le creó. Inauguramos hoy, también, la biblioteca municipal «Rodrigo Caro», donde todos pueden completar estudios o ampliar sus conocimientos. Yo espero que el pueblo de Utrera sabrá comprender el alcance de estas obras y, por tanto, aprenda a amarlas, a cuidarlas y a mimarlas”. (Las cursivas son nuestras)23.

Ya en marzo de 1965, una crónica de Salvador de Quinta (“Ya tenemos biblioteca municipal”, ABC Sevilla, viernes 19 de marzo de 1965, p. 51) anunciaba: “La biblioteca, que llevará el utreranísimo nombre de Rodrigo Caro, será pronto un hecho”. Y añadía las siguientes reflexiones: Utrera jamás fue un pueblo amante de la lectura. Bueno. Ni Utrera, ni la mayoría de los pueblos andaluces, que en todas partes cuecen habas. Ya los Quinteros, conocedores como pocos de nuestra forma de ser, reflejaron lo que decimos en esta escenita de "Puebla de las mujeres": Adolfo y Pepe Lora discuten, ante testigos, por una mujer. Pepe Lora, que insiste en que aquello debe discutirse en un lugar solitario, dice: —"Tiene que zé en un sitio rolo. —Elíjalo usted —replica Adolfo que no conoce el pueblo. —En er zalón de lertura der Cazino —afirma seguro Pepe Lora— Ayí no entra nadie." De esta poca afición a los libros, quizás sea aquella copla secular de... "Utrera, ciudad bravía, entre antiguas y modernas, cuenta "sin-cuenta" tabernas y ninguna librería." 23

ABC Sevilla, Viernes 10 de diciembre de 1965, p. 81

Pronto va a quedar la coplilla mal parada. Porque a Utrera, que está viviendo ahora su"siglo de oro", le ha llegado la hora de hacer sólidos todos sus más grandes sueños. Y uno de estos sueños era el de contar con una biblioteca municipal.

Meses más tarde, el 24 de julio de 1965, conforme a lo dispuesto en un Decreto aprobado hacía catorce años (Decreto 4 de julio de 1952, artículo 13), el Alcalde de Utrera manifestaba, en la Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento, haber recibido escrito de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas por el que se creaba la Biblioteca Pública Municipal de Utrera (aunque oficialmente ya había aparecido en una Orden de 30 de junio de 1965) 24. Este tardío impulso a la creación de una biblioteca municipal quizás tuvo relación con las dificultades que encontraba en Utrera la campaña nacional de alfabetización emprendidas en esos años de desarrollismo económico25.. Esta idea puede estar apoyada en el hecho de que -como hemos señalado antes- su inauguración coincidiera con la de la Sección delegada de segunda enseñanza, en cuyo decreto se señalaba “la urgente necesidad de establecer nuevos estudios nocturnos de bachillerato para trabajadores por la incesante demanda de puestos escolares en esta rama de la enseñanza”. Pero en el año 1966, aunque se señalaba que existían en Utrera 2000 analfabetos, solo se registraba la asistencia de unos 400 a los cursos de alfabetización. Y ello a pesar de que se forzaba a los analfabetos con medidas coercitivas, ya que el Certificado de Estudios Primarios era obligatorio para firmar un contrato de trabajo. Además los datos muestran que, donde hubo una gran demanda de mano de obra debido al crecimiento industrial, los empresarios no respetaron esta medida, contratando mano de obra no alfabetizada. La alfabetización era teóricamente obligatoria para los varones menores de 60 años y para las mujeres menores de 50, lo que resultaba un factor más de discriminación que contribuyó a mantener tasas mayores de analfabetismo entre las mujeres que entre los hombres. Esos años fueron, en cambio, estimulantes para las bibliotecas escolares de países como Estados Unidos y Canadá, con un fuerte movimiento conjunto de educadores y bibliotecarios, recursos y experiencias innovadoras (en 1960 se publica un texto clave en la historia de las 24

En este Decreto de 1952 se aprobó el Reglamento del Servicio Nacional de Lectura (Servicio establecido hacía ya cinco años, por Decreto de 24 de julio de 1947) creado para “la expansión y difusión del libro a todo el territorio nacional”. En su artículo 13 se recoge lo siguiente: “Todas las Entidades públicas y todos los Ayuntamientos podrán contar entre sus instituciones con una Biblioteca o red de Bibliotecas, a través de un Centro Provincial Coordinador”. En esta época Joaquín Ruiz-Giménez era el Ministro de Educación. 25 AHAU, Acta de 4 de febrero de 1966. En este Acta se señalaban distintas medidas coercitivas, así como el envío de un oficio a la Delegación Provincial del Trabajo interesando al Organismo que ilustrara al Ayuntamiento “sobre la implantación de una fórmula por la que los analfabetos hayan de perder puestos en los diversos escalafones, a favor de los alfabetos”. En la respuesta, se señalaba que no se podía obligar legalmente en este sentido a las empresas, aunque se abría la posibilidad de despedir a los obreros que no concurran a los cursos de alfabetización “por no colaborar en su formación cultural” (23 febrero 1966). La Campaña Nacional de Alfabetización apareció en el BOE en el Decreto 24/07/1963.

biblioteca escolares estadounidenses: Standard for School Library Programs). También en los países escandinavos, bien desarrollados en este aspecto, se dio un gran avance durante los años 60 y 70; y en Francia se extendía el concepto de Centro de Documentación y de Información para la secundaria. Pero de todo esto apenas hubo alguna influencia en nuestro país26. En España, ya en la democracia, las reformas educativas continuaron sin dar cabida en su articulado a las bibliotecas escolares27. Detrás de las tímidas declaraciones institucionales, se mostraba la ausencia de un compromiso real, de una normativa que incorporase a la biblioteca escolar en el marco educativo y comunitario: sin dotaciones presupuestarias, sin personal especializado... Así, con la LOGSE, en los años 90, a pesar de que las bibliotecas aparecen en la base del cambio curricular propuesto, no se hace mención explícita de ella, limitándose a la adjudicación de un espacio mínimo o alguna referencia a su organización y funcionamiento 28. También se obviarán en la LOPEGCE (1995) y en la LOCE (2002). Es en la LOE, de 2006 (artículo 113), donde se hace un reconocimiento explícito de las bibliotecas escolares, dentro del desarrollo de las competencias básicas. Aunque destaca la difusión y apoyo a las “prácticas sobresalientes” o experiencias de calidad, no se pasa de los proyectos piloto que en ocasiones duran un curso, y cuyos progresos nunca llegan a generalizarse; ni del voluntarismo de un profesorado que desarrolla un trabajo aislado y sin continuidad. No existe una dotación de recursos humanos y horarios. Se realizan cursos de formación sin llegar a la profesionalización29. En Andalucía, tras los encuentros de bibliotecarios y enseñantes de los años 1998, 1999 y 2000, organizados por el Centro Andaluz de las Letras, la Consejería de Educación puso en marcha el Plan Andaluz de Fomento de la Lectura para el período 2002-2004, en colaboración con la 26

R. Salaberria, “20 años de bibliotecas escolares en IFLA”, Educación y Biblioteca, nº 88, 1998, pp. 14-15. El panorama general de las bibliotecas públicas tampoco era mucho mejor en nuestro país. Todavía en 1975 las bibliotecas públicas españolas no llegaban a prestar ni un libro al año por cada cinco habitantes. 28 Jose A. Camacho Espinosa, “La biblioteca escolar en España: pasado, presente... y un modelo para el futuro”, Madrid, Ediciones de la Torre, 2004, pp. 97-98. En 1997 se celebró el I Encuentro Nacional de Bibliotecas Escolares, organizado por el MEC y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Así concluían algunos de sus organizadores: “ Se ha cumplido una etapa de trabajo y se abre ahora un tiempo de espera, no exento de escepticismo por tantas otras estériles esperas a las que estamos acostumbrados. Han sido muchos las experiencias, proyectos y planes experimentales y pilotos que pasaron a mejor vida, confiamos en que no haya sido en vano (…). De lo contrario será una batalla perdida más, tras la que todos saldremos con menos fuerza y mermada confianza en que la situación aún pueda cambiar”. 29 R. Salaberria, “Bibliotecas escolares en España”, Educación y Biblioteca, nº 165, mayo-junio 2008, pp. 57-62. La revista Educación y Biblioteca (1989-2011), que hizo importantes contribuciones al desarrollo y fomento de las bibliotecas escolares, puede consultarse en abierto en la página http://gredos.usal.es/jspui/handle/10366/102624. La Fundación Germán Sánchez Ruipérez elaboró un Estudio de campo sobre la situación de las bibliotecas escolares en España durante el curso 2004-2005 (en el que se establecen los avances o estancamientos respecto al estudio de 1997). Los resultados mostraron que las bibliotecas escolares españolas estaban "entre las peores de Europa", bajo mínimos (según los indicadores establecidos por UNESCO e IFLA). Un aspecto muy concreto (y definitorio de la situación): en casi dos terceras partes de las bibliotecas (62%), el responsable dedica menos de cinco horas semanales. Disponible en http://www.fundaciongsr.es/pdfs/bibliotecas_escolares.pdf. 27

Consejería de Cultura, lo que representó una oportunidad para impulsar el desarrollo de las bibliotecas escolares. En la primera fase, el Plan se implantó en los centros educativos de 56 municipios, ampliándose en 24 municipios en una segunda fase. Más tarde, la Consejería de Educación puso en marcha el Plan de Lectura y de Bibliotecas Escolares, Plan LyB (BOJA 8/2/2007), en el ámbito de la Comunidad Autónoma Andaluza para el periodo 2006-2010. En él se anunciaba, entre otras líneas de actuación todavía inéditas, la creación de la Biblioteca Virtual Escolar de Andalucía y la puesta en marcha de una programa de ediciones y publicaciones. Un plan que aportó algo de recursos durante un par de años (diluyéndose en paralelo a los recortes educativos que comenzamos a sufrir en nuestros centros desde 2008), pero, como otros muchos, es confuso en sus objetivos y conceptualmente erróneo en ocasiones, por lo que no parece estar resultando eficaz. La inspección educativa, además, parece haber borrado de sus últimas y discutidas prioridades el apoyo e impulso a la biblioteca escolar. Algo parecido ocurre, en ocasiones, en el resto de la comunidad educativa (equipos directivos, profesorado y familias). Sobre cómo seguir fracasando sin desesperarse ni perder la esperanza. Alcanzando así la actualidad, y en lo que respecta a nuestra pequeña historia, cuando muchos miembros del actual grupo de trabajo de la biblioteca llegamos al Instituto, hace casi veinte años, nos encontramos con el trabajo de otro grupo de profesores que se encontraba en esos años interrumpido (probablemente por el traslado de algunos de sus componentes). El compañero Rubén Nieto había participado en ese grupo anterior, y estos son los recuerdos que conserva: Lo primero que me vienen a la cabeza es que intentamos (en parte conseguimos) que hubiera en ella un ambiente más propio de una biblioteca. Organizamos un poco los préstamos, pusimos música ambiental bajita, etc. Conseguimos que hubiera algún presupuesto para libros y recuerdo que yo solía decir irónicamente que por fin se robaban algunos libros (desapareció la colección de Astérix), señal inequívoca de que empezaban a interesar a alguien. También organizamos un poco los fondos, inventariando libros que no estaban registrados (…).

Recordamos también que en el curso 1993-1994 se comenzó a reunir en la biblioteca el grupo de Ecología, en el que se desarrollaron algunas importantes iniciativas: seguimiento de aves acuáticas, análisis de aguas o el estudio de invertebrados. Al año siguiente, en 1994, cuatro cursos de 1º de BUP realizaron un estudio sobre los residuos sólidos urbanos, aguas residuales y estudio de la flora de las zonas verdes de Utrera30. En 1995 se comenzó a grabar un programa para Tele-Utrera que se llamó Zona Verde, del que se realizaron cuatro programas que se emitieron ese verano, 30

El día 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, se realizó una exposición y presentación de los trabajos realizados. Posteriormente se presentaría esta actividad al Concurso de Actividades Medioambientales convocado por la Consejería de Educación, obteniendo un 2º premio.

tratando los problemas medioambientales de nuestra localidad. En febrero de 1997, apareció el primer número del Boletín del Grupo de Ecología. En sus páginas se recogieron las actividades realizadas por el grupo: recogida y reciclaje de papel y pilas, excursiones al Pantano del Águila para realizar un censo de aves, a Doñana, senderismo en Grazalema... Especialmente interesante fue el análisis del nivel de contaminación por nitratos en los pozos particulares de Utrera, El Palmar y Los Molares31. También de la biblioteca de nuestro centro surgió el Boletín de la biblioteca, que pasó por varias etapas. Si en su primera etapa difundía las actividades en torno al fomento de la lectura o las nuevas adquisiciones de fondos (reseñas, conmemoraciones, concurso de relatos, análisis de noticias de actualidad relacionadas con el ecologismo, el pacifismo, el feminismo, o el análisis crítico de la educación); más tarde, con la inclusión en el proyecto bilingüe, se potenciaron las secciones dedicadas a los idiomas. También aumentó la presencia del feminismo y la coeducación, impulsados por el profesorado que coordinaba estos programas en el centro. El trabajo de un grupo del profesorado en torno al proyecto de investigación sobre la “Memoria Democrática de la Enseñanza Pública en Utrera” (Historia del Instituto “Rodrigo Caro” durante la II República), también trajo al boletín algunos artículos y memorias (como el de las “Memorias tardías de una profesora expedientada por la dictadura”)32. En la actualidad intentamos mantener en lo posible el trabajo hecho por tantos compañeros y compañeras durante todo este tiempo. Creemos que este es nuestro mayor agradecimiento. Disponemos de unos buenos fondos ya catalogados y en préstamo, participamos en las actividades del Instituto, en el trabajo cotidiano de profesorado y alumnado, intentamos impulsar la biblioteca de aula, el fomento de la lectura... 33 Pero no estamos satisfechos, sabemos que nuestra biblioteca podría ser mucho más y mejor utilizada. En términos generales, muy pocos establecimientos escolares existen en España que cuenten 31

Los resultados indicaban que el índice de nitratos era de cinco a diez veces superior al del agua apta para el consumo. A través de encuestas supimos que muchas familias consumían estas aguas. Se realizó, tras los resultados, una charlacoloquio sobre la problemática del agua en Utrera, a la cual se invitó a la concejala de Sanidad, la responsable de la planta potabilizadora y al responsable de Sanidad Medioambiental en Utrera y Alcalá. Esta charla-coloquio fue divulgada por los medios de comunicación de Utrera. En mayo de 1998, el boletín publicó un último número, un especial dedicado al desastre ecológico en el río Guadiamar provocado por la empresa minera Bolidén. 32 El proyecto de investigación desarrollado por profesorado y alumnado del Instituto "Ruiz Gijón" estudió un fragmento de la memoria democrática de la historia y la educación de Utrera: la historia del Instituto Elemental de Segunda Enseñanza "Rodrigo Caro" (1933-1937). Esta experiencia educativa pública, laica y mixta sería eliminada por la dictadura franquista, y parte de su profesorado y alumnado sancionado o "depurado" (como eufemísticamente se decía en la época). En el siguiente enlace podéis escuchar y ver el testimonio de sus alumnos y alumnas: http://www.iesruizgijon.es/index.php/rodrigo-caro. También podéis consultar la guía didáctica elaborada en este proyecto en la siguiente página: https://es.scribd.com/doc/19702481/Panorama-educativo-en-la-Utrera-republicana. 33 Puedes consultar online el catálogo de fondos bibliográficos de nuestra Biblioteca a través del siguiente enlace: http://libros.iesruizgijon.es/

con una biblioteca, entendiendo por tal un local especifico y adecuado a sus funciones, un personal con formación y dedicación horaria, fondo documental equilibrado y variado, partidas presupuestarias específicas...34 Y en consonancia con ello, es escasa la infraestructura de la que disponen los distintos colectivos que, con gran esfuerzo, intentan abrir un camino para la biblioteca escolar. Y lo alarmante es que la biblioteca escolar todavía no ha acabado de arrancar y ya necesita adaptarse a diferentes “alfabetizaciones” informacionales y comunicacionales (son grandes los desafíos que presentan los grandes cambios actuales en los soportes y usos de la información, el manejo de documentos electrónicos y multimedia)35. Hace ya décadas que la información dejó de transmitirse exclusivamente por el libro: nuestras bibliotecas necesitan mejorar sus fondos sonoros, fomentar el préstamo de material audiovisual, ampliar sus nódulos de información en la red... A esto podríamos añadir el problema de que las bibliotecas escolares estén todavía explícitamente excluidas del Sistema Español de Bibliotecas (RD 582/1989, art. 22), lo que dificulta su necesaria colaboración con las bibliotecas municipales y, con ello, el establecimiento de una red compartida a nivel autonómico o local, de servicios de coordinación y asistencia bibliotecaria. Frente a todo lo anterior, un ejemplo estimulante es el de las bibliotecas escolares francesas, que cuentan con un Centro de Documentación e Información (CDI) y formación de profesores documentalistas, junto con auxiliares que integran la biblioteca escolar como elemento pedagógico en las diferentes disciplinas. Ojalá que en esto podamos también ser europeos en un futuro próximo. GRUPO DE TRABAJO DE LA BIBLIOTECA.

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Gloria Durban Roca, “Tensiones y distensiones. Reflexión en torno a la situación actual de la biblioteca escolar”. http://www.xtec.cat/alfresco/d/d/workspace/SpacesStore/167b203e-1087-4823-9b90-34d9a13fee26/Libro_abierto_35 _ feb09.pdf 35 En un informe elaborado por la University College London en enero de 2008 se señalaba que las investigaciones realizadas los últimos veinticinco años, a pesar de la creciente alfabetización digital, no muestran un aumento (o deterioro) en las habilidades informacionales de los jóvenes (se considera "generación Google" a aquellos nacidos después de 1993). Un tema persistente en la literatura sobre la alfabetización informacional es que se necesita un desarrollado mapa mental para hacer uso efectivo de las herramientas de búsqueda de Internet. Se necesita una mayor comprensión de cómo funcionan los sistemas de búsqueda, así de cómo la información se presenta en bases de datos textuales o bibliográficas, al igual que aspectos más concretos que mejoran la efectividad en las búsquedas: ortografía, gramática y estructuras lingüísticas (Educación y Biblioteca, mayo-junio 2008, nº 165, pp. 61-62).

http://intercdi.com/category/Revue http://www.educ-revues.fr/argos/ListeSommaires.aspx?som=tous&page=1