Borrachera Seca y Mas

http://jovenestepa.wordpress.com/2007/07/03/el-sindrome-de-la-borrachera-seca/ 2.- El síndrome de la borrachera seca 7.

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2.- El síndrome de la borrachera seca 7.- Primer síntoma (niño rey) 9. Segundo síntoma (Maestros de la excusa y campeones del pretexto) 13. Tercer síntoma (El escorpión amargado). 17. Cuarto síntoma (Navegando con bandera de culpable) 23 Quinto síntoma (Dime de lo que presumes y te diré de qué careces) 29 Sexto síntoma (El miedo al miedo: la necesidad de no sentir) 30 Séptimo síntoma (La depresión: esa agonía interminable) 31 Octavo síntoma (Ingobernabilidad sexual y sentimental 32 Noveno síntoma (El síndrome del avestruz: no veo, no oigo, no hablo). 32 Décimo síntoma (Sustitución del alcohol por otras drogas o sustancias adictivas. Transformarse para no cambiar 33.- Onceavo síntoma (Los adoradores del becerro de oro 34.- Doceavo síntoma (Ni pichan, ni cachan, ni dejan batear. 35.- LOS PECADOS CAPITALES 42.- Guía para trabajar el Cuarto Paso 51.- La Espiritualidad y el Dinero 53.- La Oración de la Serenidad en su forma completa

55.- Comentarios al 6to. Paso 58.- Comentarios al 8vo. Paso

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Es un término que describe el estado de malestar del alcohólico cuando no está bebiendo. El síndrome de la borrachera seca es un conjunto de síntomas que ocurren conjuntamente y que constituyen una anormalidad. Dado que la anormalidad de las actitudes y conducta del alcohólico durante su carrera de bebedor es generalmente reconocida, la persistencia de los rasgos de carácter después de que el alcohólico deja de beber debe parecer igualmente anormal. En consecuencia, el término "borrachera seca" se refiere a la ausencia de un cambio favorable en las actitudes y conducta del alcohólico que no bebe. Se infiere, de esta falta de cambio, que el alcohólico (hombre o mujer) está sufriendo de un malestar en su vida. El síndrome puede ocurrir en todos los alcohólicos, y prácticamente no hay duda respecto de la causa de ese malestar. La frase "borrachera seca" tiene dos palabras significativas para el alcohólico. "Seca" se refiere sencillamente al hecho de que se está absteniendo de beber, en tanto que "borrachera" significa una condición profundamente patológica resultante del uso que con anterioridad ha hecho del alcohol. Como la palabra "intoxicación" se deriva de la palabra griega "veneno", el término "borrachera seca" implica un estado de ánimo y un comportamiento que son venenosos para el bienestar del alcohólico. Rasgos evidentes. La conducta pomposa es un rasgo común de la borrachera seca. La pomposidad se manifiesta con mayor frecuencia a través de la falta de percepción interior y de una conducta personal pomposa. La persona que está padeciendo de una borrachera seca puede exagerar su propia importancia a costa de otros. Puede sobrestimar sus propias capacidades, inteligencia y criterio, o vivir por encima de su presupuesto. En cualquier caso, su conducta es marcadamente irrealista, y, de acuerdo con las circunstancias que prevalezcan, puede variar de ridícula a cruel. Al relacionar todas las cosas dentro de su medio ambiente consigo mismo, el alcohólico parece no percatarse de las necesidades y sentimientos de los demás. Una rigidez de enjuiciamiento de los conceptos parece acompañar a su conducta pomposa. "Enjuiciamiento" significa que el alcohólico tiende a pasar juicio sobre los valores relacionados con "el bien" y "el mal" –siendo sus valoraciones notablemente inadecuadas-. Como tiende a juzgarse a sí mismo más bien duramente en lo que respecto a su conducta de bebedor, no es difícil que los demás detecten en ir sentimientos profundos de desvalorización personal. Pero puede superficialmente disfrazar estos sentimientos sometiendo a su familia, parientes, amigos, socios y patrón al mismo sistema regido de valoración que aplica para sí mismo. Justificadamente ellos sienten que es la persona menos aceptable para criticar. Esto, por sí solo, es prueba suficiente de que su actitud es básicamente irrealista, sea que sus juicios reflejen o no algún grado de verdad. Esta impaciencia describe la reacción a los demás y a la propia vida del alcohólico. Aunque 2

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su reacción es irrealista, se relaciona con su deseo de satisfacción inmediata de sus exigencias. Típicamente, el alcohólico busca una recompensa inmediata por sus esfuerzos y un alivio inmediato de su tensión o presión. Si la satisfacción buscada no llega con la suficiente rapidez, reacciona indignándose o deprimiéndose. La conducta y actitudes infantiles son características del alcohólico que ha mostrado señales de impaciencia, grandiosidad o de enjuiciamiento. Es un niño en muchos respectos. Con facilidad se aburre, se distrae o se desorganiza. Constantemente compromete sus éxitos a larga plazo debido a sus cambios de estado de ánimo de un momento a otro. En cualquier momento está dispuesto a "recoger sus canicas" e irse a casa. Puede no estar capacitado para apreciar los aspectos de la vida de los que disfrutan las personas maduras, tales como la lectura, la conversación, el cine. Su entusiasmo es a veces juvenil y de corta duración. Parece estar constantemente insatisfecho con su vida. La conducta irrealista no se confina al alcohólico. Un empresario, atrapado en su congestionamiento del tránsito, puede pegarse al claxon de su automóvil en un ataque de irritación. O el ama de casa que se ha sentido desdichada todos los lunes por espacio de treinta años debido a que tiene que lavar la ropa de toda la familia, puede culpar a la familia por ensuciar la ropa. Parece estar desajustada a su papel. Ambos ejemplos demuestran un comportamiento que no ni realista ni adecuado a la situación. Las actitudes y conducta autodestructiva del alcohólico con una borrachera seca son diferentes en grado pero no en hecho. Durante sus años de bebedor el alcohólico ha aprendido a tener un enfoque profundamente inadecuado y radicalmente inmaduro para resolver sus propios problemas. BORRACHERA SECA El alcohólico se siente evidentemente incomodo consigo mismo, pero no sabe el porqué. Claramente carece de una percepción interior personal. A menudo los malestares de su vida pasada parecen revolotear a su alrededor y ocasionarle las sensaciones actuales. Firmemente desaprueba todo aquello que la sociedad le indica que es bajo, descontrolado, egoísta y ofensivo. Pero no puede o no quiere encontrar dentro de sí mismo los impulsos que gobiernan dicha conducta. Tiene que preservar su estima propia en vez de tener que aceptar la realidad. Tiene que decirse a sí mismo: "Eso no es ni puede ser cierto respecto de mm". Pero no tiene éxito en este autoengaño, porque sí reconoce en él sentimientos, impulsos, deseos y recuerdos que son inaceptables. De suerte que tiene un conflicto entre lo que vagamente percibe que es la verdad acerca de sus sentimientos, impulsos y deseos, y aquello que su estima propia le permite aceptar como la verdad. Como esta contradicción es insoportable para su consciente, la elimina y recurre a diversas maniobras para evitar que salga a la luz. Si las maniobras logran ocultar lo que es inaceptable para la estima propia del alcohólico, no se dará cuenta de que está haciendo uso de ellas. Puede negar rotundamente la verdad acerca de sí mismo. Aun cuando tenga ante sí todos los hechos, no podrá comprender su verdadero significado. Se le pasara por alto la grave inferencia de una declaración como: "Sm, he estado en A.A. desde hace tres años, y realmente me ha hecho mucho bien", aun cuando haya tenido varias recaídas. A veces es culpable de racionalizar. Al disipar la crítica de los demás por medio de explicaciones provisionales, intenta apoyar su estima propia. Tiene que justificarse en todo momento, por descarriadas que sean sus actitudes y su conducta. En consecuencia, encuentra muchas razones para rehuir el ir a A.A., y cada razón puede ser plausible, pero 3

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su argumento es solo un intento de ignorar la realidad de que necesita ayuda de A.A. o de otra fuente. El alcohólico que racionaliza acerca de su propia conducta irresponsable tiende también a encontrar fallas en las actitudes y conducta de los demás. Aunque no niegue sus propias faltas, intenta ocultarlas a la atención de los demás catalogando con mucho detalle los errores de su familia, amigos, patrón, y los de todos aquellos investidos de autoridad. Pero esto salta a la vista. Realmente no está interesado en reformarse, sino que más bien en decir con un poco de veracidad: "Miren, no soy tan distinto de todos los demás". La maniobra de la proyección superficialmente se asemeja mucho a la de la racionalización. Por medio de la proyección el alcohólico encuentra en los demás lo que es inaceptable para sí mismo. Esto implica una gran falta de percepción y es un intento de deshacerse de sus intolerables sentimientos y motivos al reconocerlos en los demás. Puede interpretar la conducta de ellos como un comportamiento motivado por sentimientos que inconscientemente siente que son indignos de él. Puede acusar a otros de criticar en exceso, aunque esto describa su propia actitud hacia sí mismo. La maniobra de la proyección puede llevarlo a acusar a otros de que desean se emborrache, o puede acusar a sus amigos de A.A. de que están bebiendo. Puede también acusar a otros de que sospechan que él esta bebiendo. La maniobra clásica de la borrachera seca es la reacción exagerada. Puede darle una aparente intensidad desproporcionada de emoción a un suceso o desventura. A veces alberga un terrible resentimiento contra un superior por razone más bien triviales o por ninguna razón evidente. Puede reaccionar con violencia extraordinaria al perder en un juego de barajas o al no recibir una llamada telefónica. Al reaccionar de esta forma, evidentemente descarga su cumulo de frustración, calera y resentimiento en un objeto exterior. Esto a veces puede ocurrir en una situación que en cierta forma se asemeje a una mayor frustración en su vida. Es incuestionable el peligro de la frustración dominante del alcohólico. Algunos alcohólicos que llegan a padecer de una borrachera seca parecen conocer todas las soluciones. Rara vez carecen de las palabras apropiadas para hacer su auto diagnóstico. Su conocimiento y percepción interior son bastante impresionantes en apariencia, contrariamente a la percepción interior genuina que no es tan convincente. Son sumisos... El fenómeno de la sumisión implica una contradicción entre el dicho y el hecho. El alcohólico parece la crítica y habla detalladamente acerca de sus defectos personales. Pero no puede traducir sus palabras en actos efectivos. Su sumisión crea en otros la esperanza de buenos resultados por llegar. Habiendo articulado sus problemas y dado evidencia de que sabe cómo eliminarlos, el alcohólico parece estar en una situación de poder actuar con efectividad para su propio bien. Pero sus hechos no son nunca iguales a sus promesas. La sumisión proviene de la tendencia del alcohólico de evitar las molestias. Le gusta deslizarse a través de las veredas de la menor resistencia, tanto en sus relaciones personales como en sus actividades de trabajo. Es un esquivador experto, a través de la práctica, que reflexivamente elige la alternativa que presente la menor cantidad de molestias inmediatas cuando se ve precisado a tomar decisiones. Sabe, y los demás lo saben, cual es el curso de acción responsable a seguir, pero su conducta es predecible y él 4

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gana todas las partidas en el juego de la esquivación. Su estancia en A.A. puede hasta ser usada para adoptar otra forma de sumisión para minimizar su malestar. Utilizando el peculiar vocabulario de A.A., puede explayarse respecto de sus "defectos de carácter" o de la "ingobernabilidad de su vida", porque sabe bien que, de decir lo contrario, incurrirme en el desagrado de sus compañeros de A.A., lo que le ocasionara molestias. Su sumisión es de dientes para afuera a los principios que podrán darle el bienestar de que carece. El acto de hablar sobre sus faltas parece disipar, por el momento, la necesidad de hacer algo para corregirlas. Vagamente se percata dentro de sí mismo de una necesidad de cambiar. Pero la maniobra defensiva de la sumisión esta ideada para evitar un reconocimiento pleno de una situación inaceptable. El alcohólico que está padeciendo de una borrachera seca parece incapaz de tener una evaluación realista de sí mismo. En la mayor parte de los casos esto significa que no puede verse a sí mismo como lo ven los demás. Por desagradable que haya llegado a ser su vida, persiste en considerarse exento de culpa, víctima de circunstancias fuera de su control. Mientras más firmemente convencido esta de su falta de culpabilidad, más tenaz y listo es para resistirse a la ayuda, ya que el primer paso hacia la recuperación de su situación consisten en aceptar su responsabilidad de ella. Para aquellos que sinceramente desean ayudarle, el problema inmediato consiste en proporcionarle las condiciones y situaciones dentro de las que pueda empezar a lograr una evaluación realista de sí mismo. Más adelante se tratara la cuestión de cómo puede lograrse esto. Es difícil para la familia del alcohólico proporcionar estas condiciones. Es el centro de los agravios familiares. La reacción de la familia a su conducta puede variar desde el desaliento y la confusión hasta la depresión, el resentimiento y la amargura. Es difícil, pero no imposible, que los miembros de la familia permanezcan objetivos en su relación con el alcohólico. S Su conducta ha sido descrita como irrealista. Lo que necesita desesperadamente es precisamente objetividad que la familia no le puede dar. En algunos casos puede ser necesario hace uso de la coerción para que el alcohólico se preste a recibir ayuda. La familia que trata de hacer esto por sí misma con frecuencia tiene que enfrentarse a consecuencias desastrosas tanto para el alcohólico como para ella misma, particularmente cuando pierden los miembros de ella el control de sí mismos y la objetividad en él procesa de hacerlo. La ayuda exterior es la alternativa más satisfactoria para todos los involucrados. Hay centros de remisión, centros de consultoría, los grupos familiares de Al-Anon y A.A. son grupos ampliamente conocidos. Alcohólicos Anónimos es la mejor fuente para una ayuda inmediata. Los centros de remisión proporcionan información para la familia, ayuda para llegar a las decisiones relativas a la necesidad de tratamiento, y remisión para las fuentes adecuadas de terapia. Los centros de consultoría tienen personal entrenado y capacitado, cuya especialidad son los problemas derivados del alcohol. Estos centros están equipados para ayudar al alcohólico a manejar su situación en lo particular. Generalmente son para consulta externa. os grupos familiares de Al-Anon proporcionan a la familia el alcohólico el apoyo en sus intentos de tratar constructivamente con el alcohólico. Son particularmente valiosos cuando el alcohólico se muestra resistente a la ayuda exterior. Los miembros del grupo están muy familiarizados con el síndrome de la borrachera seca, y pueden proporcionarle a la familia una riqueza de información práctica. En algunos casos, el padrino de A.A. 5

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puede también ser una valiosísima fuente de ayuda para el alcohólico. En consecuencia, están en buena situación para ayudar a que se tomen decisiones. En circunstancias adecuadas, puede ser efectivo para persuadir al alcohólico de que por sí mismo busque ayuda. El alcohólico que padece de una borrachera seca vive una existencia empobrecida. Su experiencia pasada y su tensión presente le impiden lograr la satisfacción de que otros disfrutan en la vida. Experimentan limitaciones agudas en su capacidad para crecer, para madurar y para beneficiarse de las posibilidades que brinda la vida. Carece de la frescura y espontaneidad que otros alcohólicos genuinamente sobrios manifiestan, aun cuando pueda ser impulsivo. Su vida es un sistema cerrado, y sus actitudes y conducta son estereotipadas, repetitivas y consecuentemente, predecibles. Carece de la capacidad de escoger, entre alternativas, el curso de acción que pueda ser mejor para él. Sus opciones son pocas y estériles, y no puede sorprender a nadie cuando se excede. Toda la evidencia existente apunta a la necesidad de que aprenda a conocer la humildad y a darse cuenta de que hay un poder superior a él, antes de que pueda experimentar una sobriedad genuina. Una medida desusada de autodisciplina debe acompañar este proceso de desinflamiento del ego. Al principio, la autodisciplina respecto de honestidad, paciencia, y responsabilidad será fastidiosa, porque estará acoplándose a un modo de vivir que le parecerá arbitrario y difícil. Pero, con un esfuerzo sostenido para el logro de la autodisciplina, crecerá en su aceptación del malestar y hasta el dolor a corto plazo, conforme trabaja para llegar a la meta a largo plazo de una sobriedad genuina y duradera. Vale la pena hacer notar que el alcohólico que está consciente de la tensión mental de la borrachera seca instintivamente tratara de involucrarse más en los asuntos de A.A. Su familia y amigos pueden oponerse a esta idea, sintiendo que ya está pasando el tiempo suficiente en A.A. Deben ser advertidos de que debe, hasta donde le sea posible, resolver su asociación con A.A. Se le debe dar todo el ánimo para que medite concienzudamente si los Doce Pasos de A.A. son todavía validos para él. Es de esperarse que empezara a darse cuenta de la irónica insensatez del alcohólico que piensa que su vida se ha vuelto súbitamente gobernable otra vez; cuyo sano juicio está fuera de duda; que no ve la necesidad de poner su vida en manos de un poder superior a sí mismo; que piensa que los inventarios personales son innecesarios, ya que rara vez deja de tener la razón; y que ya no está sujeto a la embarazosa necesidad de reparar los daños que haya cometido. Una vez que se percate de esta ironía: de que él, el todavía ingobernable, todavía impotente, es quien ha hecho esta "recuperación" notable podrá sentirse lo suficientemente mortificado para desear cambiar.

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Síntomas de la Borrachera Seca

Primer síntoma: inmadurez e infantilismo, estancamiento del crecimiento emocional y persistencia de las dependencias. El niño rey ―Con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey‖. Canción popular mexicana. José Alfredo Jiménez. Una de las características principales del perfil psicológico de los alcohólicos es la inmadurez emocional. En la psicobiografía de la mayor parte de los adictos al alcohol encontramos antecedentes de rechazo afectivo, sobreprotección o responsabilidad prematura. Estas vivencias infantiles determinan un retraso en el desarrollo de su personalidad que da lugar a que este tipo de personas inseguras ansiosas, egocéntricas, con baja autoestima y una serie de complejos que impiden un Optimo desarrollo de su personalidad. Al llegar a la adolescencia, surge una serie de fenómenos como la aparición de los caracteres sexuales secundarios, la atracción por el sexo opuesto, la necesidad de ser aceptado en su grupo de iguales, la búsqueda de una identidad propia y una mayor presión social para el cumplimiento de responsabilidades escolares, familiares y sociales. Estos futuros alcohólicos, al enfrentar esta serie de presiones, generan una gran angustia que les produce un intenso malestar psicológico y al mismo sentirse incompetentes para satisfacer esas necesidades. Pero es también en la época de la adolescencia cuando se tienen los primeros contactos con el alcohol. El inmaduro emocional, lleno de complejos y limitaciones en sus relaciones interpersonales, al experimentar con alcohol, descubre una sustancia maravillosa que transforma su personalidad y lo convierte de tímido en audaz, de cobarde en valiente, de introvertido en extrovertido, de antipático en simpático y de lacónico en locuaz. Es así, como este inseguro angustiado encuentra en el alcohol una muleta emocional que le ayuda a sobrecompensar sus limitaciones psicológicas. De esta forma se inicia una carrera que empieza por el uso, continua con el hábito, sigue con el abuso y termina con la adicción al alcohol. El alcoholismo es una enfermedad que produce un desgaste físico y psicológico impresionante. La principal característica del desgaste psicológico del alcohólico es la parálisis de su desarrollo emocional. Es decir, un alcohólico activo no crece emocionalmente. Está psicológicamente atrofiado porque para enfrentar los diferentes conflictos de su vida o para evadirse de ellos, alcohol. Por lo tanto, en el alcohólico se presenta el fenómeno de llover sobre mojado ya que antes de empezar a beber ya presentaba serias limitaciones en el proceso de madurez de su personalidad, que eventualmente lo llevaron al desarrollo de su alcoholismo, que a su vez produjo un estancamiento en ese proceso de crecimiento emocional. Pero una vez que el alcohólico decide dejar de beber y alcanza la abstinencia, persiste aun la inmadurez emocional. La abstinencia por sí sola no provoca un crecimiento emocional, sino que, el alcohólico en recuperación una vez que ha alcanzado un tiempo razonable de abstinencia debe de empezar a trabajar en su crecimiento emocional. Por eso decimos 7

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que el alcohólico que deja de beber, pero que no crece emocionalmente padece del Síndrome de la Borrachera Seca. Este primer síntoma de la borrachera seca constituye el núcleo central del síndrome. Los otros once síntomas son en cierta forma, consecuencia de una inmadurez emocional. Al inmaduro emocional le llamamos el niño rey porque su comportamiento es típico de un individuo terriblemente egocéntrico que exige todos los derechos del niño, pero que no cumple ninguna obligación del adulto. En otras palabras, cuando le conviene se comporta como niño y cuando le conviene se comporta como adulto autoritario. Las principales características del perfil psicológico del niño rey son las siguientes: • • • • • •

Infantilismo • Demandancia excesiva • Egoísmo • Narcisismo Intolerancia a la frustración • Caprichos • Inconsistencia Inconstancia • Dependencias emocionales • Superficialidad Manipulación • Incapacidad de aplazar satisfacciones Rebeldía ante la autoridad • Egocentrismo • Irresponsabilidad Pasividad

Los factores socioculturales también han influido mucho en el desarrollo del perfil psicológico del niño rey. El machismo, la sobreprotección maternal, los roles tradicionales de género en la familia mexicana, la sumisión de la mujer etcétera han sido factores que han contribuido mucho a la configuración de este tipo de alcohólicos, que son psicológicamente débiles pero que ejercen un dominio basado en la fuerza física o en el poder económico. En los hogares del niño rey, por lo general, la esposa o la madre son psicológicamente fuertes. Para el niño rey la madre y la esposa son la misma cosa, pues este tipo de personas siempre buscan una esposa con características muy maternales y que no sea otra cosa que la continuación de su madre. El niño rey domina a su esposa pero al mismo tiempo depende mucho de ella; no puede vivir sin su esposa-madre y aunque suele engañarla, agredirla y humillarla no puede tolerar que lo abandone o que lo ignore. Erich Fromm en su Socio psicoanálisis del campesino mexicano describe esta dinámica en la familia del campesino mexicano llamándolo el patriarcado minado, porque ese núcleo familiar en donde aparentemente domina el hombre, la verdaderamente fuerte es la mujer (madre o esposa), por lo que Fromm lo describió como ―un matriarcado disfrazado de patriarcado―. La irresponsabilidad, la inconsistencia y la inconstancia son otras características típicas del perfil psicológico del niño rey. Son individuos que les cuesta mucho trabajo asumir responsabilidades y tienden a evadirlas constantemente. Son inconstantes e inconsistentes porque no terminan lo que empiezan. A veces se ilusionan con un proyecto, lo empiezan con mucho entusiasmo y al poco tiempo se aburren y lo abandonan. Este tipo de personas son de impulsos cortos pues les cuesta mucho trabajo mantener una disciplina que implique perseverancia. El ser irresponsables los hace atenidos. En muchas familias de niño rey la esposa es 8

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quien aporta la mayor carga económica. En otros casos son los padres o los hermanos quienes los mantienen. Obviamente al niño rey le molesta sobremanera que le impongan reglas o limitaciones. Son individuos caprichosos, cuya intolerancia a la frustración los incapacita a aplazar satisfacciones. Casi siempre se salen con la suya mediante caprichos, chantaje sentimental o manipulación. Estas características los llevan a tener casi siempre conflictos con la autoridad, llámese padre, madre, hermanos, autoridades civiles, policía, médico o sacerdote. Es por ello que casi siempre les gusta llevar la contraria. Son oposicionistas por naturaleza. Finalmente son individuos egoístas, narcisistas y egocéntricos. Esto es consecuencia de un mecanismo de sobre compensación a sus complejos de inferioridad. Desean llamar la atención, ser el centro de atracción. Les gusta ser ―en las bodas la novia y en los entierros el muerto―. Están siempre atentos a sus propias necesidades, pero poco les interesan los sentimientos o las necesidades de los demás. Esto provoca decepción y resentimientos en las personas involucradas sentimentalmente con ellos. Muchos alcohólicos que han dejado de beber, que son miembros de Alcohólicos Anónimos (AA) y que ya han cumplido varios aniversarios sin recaer en el alcohol, persisten manifestando estas características de personalidad. Evidentemente estas personas sufren de un Síndrome de Borrachera Seca, pues a pesar de la abstinencia de alcohol no han trabajado en su crecimiento emocional y esto los expone o a una recaída o a que lleven una vida muy pobre emocionalmente, con problemas familiares crecientes y una insatisfacción permanente. Una importante cantidad de matrimonios de alcohólicos se divorcian después de un lapso prolongado de abstinencia del alcohólico. Esta situación, aparentemente contradictoria, no es más que la expresión de la desilusión y el desencanto de la esposa, que esperaba un cambio más satisfactorio en el alcohólico y no simplemente una abstinencia mediocre. Solamente mediante de un trabajo psicoterapéutico consistente se puede lograr un mejor autoconocimiento y una auto aceptación que lleve a un conocimiento más objetivo de cuáles son las áreas de la vida que requieren de un cambio. Este trabajo se puede desarrollar en algunos casos, por medio del programa de los doce pasos, pero en otros casos de neurosis más severas no es suficiente el apoyo de los grupos de autoayuda y debe recurrirse a una psicoterapia profesional. Segundo síntoma: actitud permanente de deshonestidad ante sí mismo y con los demás.

Maestros de la excusa y campeones del pretexto

El gran problema de la mentalidad del alcohólico es que la mentira y la deshonestidad fueron utilizadas tanto tiempo para justificar su conducta adictiva que quedó condicionada a su mente como un mecanismo automático que le cuesta mucho trabajo manejar en la etapa de recuperación. En el proceso de recuperación del alcohólico (y del adicto en general) uno de los 9

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elementos que más trabajo le cuesta lograr al que se está rehabilitando es recuperar la confianza de los demás. De hecho, uno de los objetivos claves en la rehabilitación de los adictos es recuperar la confianza de los demás, especialmente de sus seres queridos. Y es que, en general, los alcohólicos y los adictos a otras drogas se vuelven unos mentirosos consumados, profesionales del engaño, la mentira o, en el mejor de los casos, la verdad a medias como un instrumento para obtener la droga, disimular sus efectos o justificar el sistemático abandono de las responsabilidades que generan la adicción al alcohol y a las drogas. La más peligrosa de las herramientas psicológicas del adicto es la lengua. El alcohólico se torna un hablador profesional. Su inseguridad y sus complejos de inferioridad lo llevan a desarrollar fantasías compensatorias sobre su persona y su vida, fantasías que se convierten en mentiras que termina por creer él mismo. Sonia S., una alcohólica recuperada con seis años militando en los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA), refería que ella siempre se avergonzaba de su familia, por ser de condición humilde. Cuando conoció a su novio, que era de una posición social y económica más alta, siempre le mintió sobre su familia diciéndole que radicaba en Estados Unidos y que ella vivía con unos parientes. Cada vez que tenía que contestar alguna pregunta que su novio le formulaba acerca de su familia, ella respondía con mentiras, mentiras que tenían que ser respaldadas por otras mentiras, hasta tejer una red de engaños en la que ella misma terminó atrapada, pues cuando decidieron formalizar los arreglos para la boda se descubrió toda la verdad. Tal fue la decepción del novio por la actitud deshonesta de ella que canceló la boda. Esta situación influyó para que Sonia desarrollara su alcoholismo, del que felizmente se ha recuperado, teniendo en la actualidad como principio fundamental de su recuperación decir siempre la verdad, pase lo que pase. Sin embargo, muchos alcohólicos y adictos en recuperación continúan siendo maestros de la excusa y campeones del pretexto; siguen haciendo promesas que no cumplen; presumen lo que no tienen; manipulan a los demás para obtener beneficios; chantajean para controlar a otros; engañan a sus cónyuges; hacen trampa; practican corruptelas; piden prestado y no pagan; venden kilos de 800 gramos; dicen que son solteros siendo casados; no respetan sus compromisos; son convenencieros y acomodaticios; no respetan la ley ni los reglamentos; no son sinceros, dicen una cosa y hacen otra y no logran recuperar la confianza de los demás, sobre todo la de sus seres queridos más cercanos. Estos alcohólicos en recuperación son borrachos secos que no han logrado superar su deshonestidad. A estos borrachos secos les gusta que les digan que mintieron mucho en el pasado, pero odian que les digan que siguen mintiendo a pesar de que ya no beben Esta incapacidad de superar la deshonestidad no es más que un síntoma de inmadurez. Como dice Ann Landers: ―Madurez significa confiabilidad; mantener la propia palabra, superar la crisis. Los inmaduros son maestros de la excusa, son los confusos y desorganizados, sus vidas son una mezcla de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar y buenas intenciones que nunca se 10

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convierten en realidad―. 0 como sentencia Patrón Luján: ―Ser hombre es tener vergüenza, sentir pena de burlarse de una mujer, de abusar del débil o de mentir al ingenuo―. Del engaño al autoengaño Además de la inmadurez, otro mecanismo psicológico que determina la deshonestidad es la negación. El adicto es negador por naturaleza. No acepta su realidad: ni su realidad alcohólica ni su realidad no alcohólica. Esto puede constituir la raíz de su tendencia a la deshonestidad. ―El engaño a los demás casi siempre tiene sus raíces en el engaño a nosotros mismos―, sentencia el Grapevine de agosto de 1961. El alcohólico es una persona que vive permanentemente autoengañada como consecuencia de la no aceptación de su realidad, y esto lo lleva a desarrollar el mal hábito de engañar a los demás. Pero como se cree sus propias mentiras, en ocasiones se siente víctima de los demás porque no le creen ni le tienen confianza. 0tra forma de deshonestidad es la proyección. Proyectarse es ver en otras personas nuestros propios defectos, debilidades y desviaciones. Cuando en el proceso de recuperación del alcoholismo o la drogadicción se piensa más en los defectos de otras personas que en los propios, se está cayendo en un mecanismo de evasión de nuestra propia realidad que no es más que una forma de deshonestidad hacia uno mismo. Bill W. en una de sus cartas (1966) se refiere a esta forma de deshonestidad de la siguiente manera: ―Esta es una forma sutil y perversa de la satisfacción de sí mismo que nos permite seguir cómodamente inconscientes de nuestros defectos―. Finalmente, el otro mecanismo de defensa psicológico que hace del alcohólico el rey del pretexto es la racionalización. El alcohólico y el adicto a drogas siempre racionalizaron su necesidad compulsiva de alcohol y drogas al tratar de justificar con pretextos el porqué consumían. Una vez que dejan el alcohol o las drogas siguen racionalizando alrededor de su realidad no alcohólica. Racionalizan sus actitudes deshonestas en su hogar o en su trabajo. Siempre encuentran un pretexto para justificar por qué no han cumplido una promesa o no terminaron un proyecto. Ya no beben, ya no consumen drogas, pero siguen fallando, siguen fracasando, siguen saboteándose el éxito, y siempre encuentran un pretexto para salir bien librados y no aceptar su verdadera realidad. Precisamente cómo y cuándo decimos la verdad —o nos quedamos callados— a menudo puede representar la diferencia entre la auténtica integridad y la falta completa de ésta. Complementamos esta idea con lo que se lee en la página 68 del libro grande de los Alcohólicos Anónimos: ―Más que la mayoría de las personas, el alcohólico lleva una vida doble, tiene mucho de actor. Ante el mundo exterior representa su papel de actor. Este es el único que le gusta que vean sus semejantes. Quiere 11

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gozar de cierta reputación, pero sabe en lo más Intimo de su ser que no se la merece―. ¿Honestidad absoluta? Todo lo anterior no quiere decir que la única forma de no padecer de una borrachera seca sea practicar una férrea, absoluta y fundamentalista honestidad. Sólo Dios puede saber lo que es la honestidad absoluta, por lo tanto, cada uno de nosotros tiene que formarse una idea de lo que puede ser este magnífico ideal según su propia capacidad. En otra de sus cartas (1966) Bill W. afirma: ―Falibles como somos y que seremos todos en la vida, seria presuntuoso creer que pudiéramos en realidad lograr la honestidad absoluta. Lo mejor que podemos hacer es esforzarnos por mejorar la calidad de nuestra honestidad―. Lo anterior constituye una característica de la sobriedad que es el equilibrio. En la superación personal del alcohólico en recuperación hay que evitar los perfeccionismos y los fundamentalismos y la honestidad absoluta es, como se menciona líneas arriba, una cualidad exclusiva de Dios.

Algunas preguntas que me ayudarán a saber si soy honesto

Cada quién en su interior sabe perfectamente si está actuando con integridad en la vida, si es congruente con lo que piensa, lo que dice y lo que hace, y esgrime la verdad como herramienta fundamental de su existencia o si la mentira es una forma de hábito existencial. Sin embargo, la mente del alcohólico es traicionera y lleva, con frecuencia, al autoengaño, por lo que, muchos alcohólicos en recuperación creen que son muy honestos cuando en realidad no lo son tanto. Estas cinco preguntas ayudarán al alcohólico en recuperación a reconocer el grado de honestidad en su comportamiento. 1. ¿Soy honesto conmigo mismo acerca de mis motivaciones? Aquí la respuesta correcta obviamente es Si. Sin embargo, es común que los alcohólicos en recuperación se auto engañan con respecto a la autenticidad de sus motivaciones, por ejemplo: el miembro del grupo de AA que un desusado interés por ayudar a la compañera que acaba de incorporarse, cuando su motivación real es seducirla; o aquel otro que asiste diariamente a sus juntas y se queda varias horas charlando con los compañeros después de la sesión, cuando su verdadera motivación es evadir de los problemas que tiene con su esposa. 2. ¿Trato de buscar pretextos para justificar mis faltas? La respuesta correcta es No. No busco pretextos sino que acepto mis faltas y trato de superarlas. El borracho seco practica a la perfección el libro de oro de los pretextos. Nunca asume la responsabilidad de sus fallas o de sus defectos. Siempre encuentra un culpable a quien responsabilizar: ―Llegué tarde porque había mucho tráfico―, ―No fui a trabajar porque se enfermó mi abuelita―, ―Reprobé por culpa del profesor―, ―No tengo dinero por culpa del gobierno―, etcétera. 3. ¿Procuro no decir mentiras, ni siquiera pequeñas? Aquí se debe responder Si. Procuro nunca mentir ni siquiera decir mentiras piadosas. 12

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La mayoría de los adictos en recuperación siguen diciendo mentiras, sobre todo de las pequeñas, hábito que adquirieron en su etapa de alcoholismo activo. Muchos piensan que no tiene importancia decir mentiras pequeñas o mentiras piadosas; algunos prefieren las medias verdades. No hay que olvidar que las medias verdades son medias mentiras y, por tanto, una forma de deshonestidad. 4. ¿Puedo ser íntegro con los demás manifestándoles quien soy? La respuesta correcta es Si. No me apena decirles a los demás quien soy y qué enfermedad padezco. Muchos alcohólicos, presuntamente en recuperación, siguen negándose a sí mismos porque les apena mucho que los demás se enteren. Niegan su origen, niegan su situación social y económica, niegan su enfermedad, niegan sus debilidades y se convierten en actores que están representando un papel para cuidar su imagen ante los demás, esto les impide ser auténticos y, en consecuencia, no son sinceros y mienten con frecuencia. 5. ¿Tengo cuidado de no ser hostil o maligno bajo la capa de la honestidad? La respuesta aquí también deberá ser afirmativa. Muchos alcohólicos que llevan mucho tiempo en recuperación y que han adquirido cierto prestigio ante sus compañeros de grupo, caen con frecuencia en la tentación del poder o del prestigio y quieren controlar o manipular a los compañeros menos antiguos. En ocasiones sienten envidia, resentimiento o antipatía y entonces los agreden o satanizan argumentando que lo hacen por su bien. Asimismo, asumen estas actitudes con sus seres queridos, amigos o compañeros de trabajo. Desarrollar el hábito de la sinceridad, la honestidad y la honradez es una de las metas fundamentales para quien aspira a alcanzar la sobriedad. Esto requiere de una gran disciplina, auto observación y autovigilancia. Ser auténtico, Integro y congruente con lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace implica desarrollar a satisfacción la virtud de la honestidad. Terminamos con el pensamiento de Confucio: ―El hombre honrado es el que subordina su derecho a su deber―. Tercer síntoma: amargura e insatisfacción existencial por persistencia de los resentimientos. El escorpión amargado El alcohólico (y el adicto en general) cuando inicia su proceso de recuperación se enfrenta a dos serios problemas de insanidad mental: La culpa y el resentimiento. Ambos son sentimientos disruptivos que ponen en evidencia que la persona en recuperación no ha logrado desencadenarse del pasado. No ha logrado su verdadera liberación. Sigue atrapado por los fantasmas del ayer que le impiden un correcto y adecuado manejo del presente. Es el alcohólico en recuperación que no ha logrado ni perdonarse (culpa) ni perdonar a los demás (resentimiento). La culpa será motivo de un análisis posterior dentro de los doce síntomas de la borrachera seca. Ahora analizaremos uno de los más frecuentes y que con más tenacidad impiden el verdadero crecimiento del adicto en recuperación: el resentimiento. 13

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El escorpión, llamado también alacrán, es un arácnido de vida nocturna, que pasa el día oculto bajo las piedras y por la noche sale a cazar. Su característica más llamativa es el agudo aguijón en que termina su cola. Este aguijón está provisto de una glándula venenosa y cada vez que pica segrega una tóxica ponzoña con la que suele destruir o dañar a sus víctimas. Se dice que cuando el escorpión no logra picar a su víctima, se clava a sí mismo su venenoso aguijón provocando su muerte. A veces los seres humanos y, en especial, los adictos en recuperación, que no han tenido la posibilidad de liberarse de sus resentimientos, se comportan de una manera similar a estos arácnidos y, a pesar de que están en abstinencia de alcohol o limpios de drogas, la persistencia de sus resentimientos los hace caer en una crónica amargura existencial que les impide alcanzar el estado de sobriedad. Este es otro tipo de borracho seco a quien hemos nombrado el ―escorpión amargado―. El resentido vaga por el mundo como escorpión; envenena todo, y cuando su aguijón falla en su intento de agredir, se pica a sí mismo provocando su propia destrucción. El resentimiento es un sentimiento natural. Todos lo hemos sentido. De hecho, en algunas ocasiones, el resentimiento (positivamente manejado) puede ser útil, por ejemplo, cuando provoca que una persona se levante y actúe en forma positiva, sin embargo, lo que generalmente ocurre con los alcohólicos y adictos es que manejan el resentimiento negativamente lo cual empeora su situación. Existen muchos alcohólicos y adictos a drogas que, aunque ya no beben ni consumen drogas, siguen resentidos. Resentidos con la vida, resentidos con sus padres, con sus hermanos, con su exnovia, con su cónyuge, con algún amigo o con su jefe. Y aunque están abstemios, el resentimiento persistente ha impedido esa liberación que les permitirá disfrutar de todas aquellas cosas agradables de la vida que generan serenidad y plenitud. En otras palabras, el resentimiento provoca amargura y la amargura impide la plenitud de vida. Resentimiento quiere decir volver a sentir. El resentido está atrapado en ese sufrimiento psicológico que provoca el rencor. El resentido sigue sintiendo esa desagradable sensación porque de alguna manera se mantiene encadenado al recuerdo. Está atrapado. No puede salir. El resentido está anclado en el pasado. La situación que generó el resentimiento queda guardada en su memoria emocional y, cada vez que evoca, en su interrelación con otras personas a lo largo de su vida situaciones semejantes, vuelve a sentir (re-sentimiento) el dolor psicológico de la primera experiencia, repitiendo lo ocurrido una y otra vez en su mente. Al repetir esto durante mucho tiempo, el resentimiento se alimenta solo y el resultado es que el resentido se envuelva en la autoconmiseración. Lo anterior hace que el resentimiento se vuelva la fuerza propulsora de sus 14

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vidas; por supuesto, una fuerza propulsora muy negativa que convierte al resentido en ese escorpión que va emponzoñando a todo el que se le acerca y que finalmente termina destruido por su propio veneno. Hay resentidos famosos en la historia que hicieron de su resentimiento la fuerza propulsora de sus vidas. Tal es el caso de Adolfo Hitler, que con su resentimiento ancestral hacia los judíos desencadenó el terrible holocausto, o el reciente caso del terrorista saudita Osama Bin Laden que tanta destrucción provocó con su rencor hacia los estadounidenses. Cuando te encuentras ocupado resintiendo a alguien o algo, ese alguien o algo está controlando tu vida en ese momento. Tu resentimiento ocupa todo tu tiempo y energía y no deja espacio para el desarrollo de tu salud mental y espiritual. ―El resentimiento es el ofensor número uno. Destruye más alcohólicos que cualquier otra cosa, de esto se derivan todas las formas de enfermedad espiritual...‖ (Libro grande de AA, pág. 60). ‖Es evidente que una vida en la que hay resentimientos profundos sólo conduce a la futilidad y a la infelicidad. En el grado exacto en que permitamos que esto ocurra, malgastamos más horas que pudieron haber sido algo que valiera la pena‖ (Op. cit., pág. 62). ¿Hacia quién se tienen resentimientos? Uno puede estar resentido con personas. Estas personas pueden ser miembros de la familia o individuos fuera de ella. Podemos tener resentimientos muy antiguos o más actuales. También podemos estar resentidos con personas vivas o con quienes ya murieron. El resentimiento también se puede dirigir a las instituciones: el gobierno, la policía, las escuelas, la iglesia, las empresas trasnacionales, el ejército, etcétera. También se puede estar resentido contra ciertos principios: leyes, códigos morales, los diez mandamientos, las reglas de la moda, el reglamento de tránsito, las obligaciones fiscales, entre otros. Es importante la identificación de los resentimientos, por ello se recomienda a todos los adictos en recuperación que hagan una lista cuidadosa de las personas, las instituciones y los principios con los que están resentidos. Causas del resentimiento Una vez elaborada esta lista de personas, hay que reflexionar en cada uno de ellos y analizar cuál fue la causa del resentimiento. En muchas ocasiones, las raíces del resentimiento son inconscientes y ciertos mecanismos de defensa psicológicos impiden a la persona llegar a las verdaderas causas, por lo que en estos casos se hace necesaria la ayuda de un psicoterapeuta profesional que ayude a esclarecer los verdaderos motivos. En otros casos, la simple reflexión o trabajar un cuarto y quinto paso con los compañeros del grupo permite conocer la causa de este dolor psicológico. Por ejemplo: Oscar F., alcohólico en rehabilitación, mencionaba en su historial que sentía un gran resentimiento hacia sus padres y su hermano menor, porque cuando éste nació, lo desplazó de su posición de hijo consentido, lo que le hizo 15

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bajar su autoestima, posteriormente, el hermano menor fue más afortunado en sus estudios y con las mujeres, lo que agudizó los complejos y el resentimiento de Oscar. (Resentimiento contra personas). Alfonso P. mencionaba sentirse muy resentido con la policía, porque en una ocasión lo acusaron injustamente, lo ridiculizaron y lo amenazaron con encarcelarlo, por lo que tuvo que darles dinero para que lo soltaran. A raíz de esa experiencia, Alfonso no solamente odia a la policía sino a toda persona que represente autoridad (resentimiento contra instituciones). Alicia Z. comedora compulsiva y con muchos sentimientos de minusvalía y baja autoestima por ser obesa, sentía una gran animadversión contra todo lo que fuera reglas de la moda, culto al cuerpo esbelto o prendas de vestir femeninas que exaltaran la figura delgada. Inclusive sentía antipatía por actrices o cantantes de moda que eran admiradas por su buen cuerpo (resentimiento contra principios). El que está resentido contra instituciones o principios, hostiliza a las personas que representan, simbolizan o simplemente los asocia con tales instituciones o principios. Reflexionar sobre los resentimientos, hablar sobre ellos, analizarlos, asociarlos con otros fenómenos emocionales e investigar sobre sus posibles causas, permitirá descubrir muchos factores irracionales que giran en torno a ellos. Este es un buen principio para empezar a superarlos. ¿Qué afecta mi resentimiento? El resentimiento no es más que una forma de enojo, porque algo o alguien está amenazando las necesidades instintivas de pertenencia y aceptación social (autoestima, orgullo y relaciones interpersonales positivas), de seguridad (emocional y material), de relaciones sexuales así como de las ambiciones en general (sexo, poder y prestigio). Es muy importante que quien trabaje en sus resentimientos logre conectar con quién está resentido, la causa del resentimiento y las necesidades instintivas que estén amenazadas por la causa del resentimiento. Por ejemplo, en el caso de Oscar F, él se sentía resentido con su hermano menor porque por su causa sus padres lo relegaron (al menos, ésta es su vivencia subjetiva). Al sentirse rechazado y falto de afecto, sintió seriamente amenazadas sus necesidades instintivas de autoestima, orgullo y relaciones personales positivas. El mal manejo del resentimiento Generalmente, el resentido maneja inadecuadamente sus sentimientos hostiles y, casi siempre, este mal manejo lleva a empeorar su situación. En nuestro ejemplo de Oscar F, el resentido reacciona con soberbia agrediendo a su hermano y asumiendo una actitud de enojo y de rebeldía ante sus padres, sin tener la posibilidad de comunicar la verdadera causa de su enojo. Siempre 16

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utiliza el juego de ―Adivinen por qué estoy enojado―. Su conducta se vuelve retadora y rebelde. Empezar a beber excesivamente o consumir drogas es parte de este juego y, desde luego, el inicio de su alcoholismo y adicción a las drogas (el escorpión autoagrediéndose). Esto provocará una relación muy conflictiva entre la persona resentida y su familia (sus padres y su hermano). En el caso de Oscar, esta mala relación fue creciendo al grado que abandonó a su familia y no quiso saber más de ella; cayó en un severo alcoholismo, sintiéndose expulsado de su familia y rechazado por la sociedad (un típico cuadro de auto conmiseración) hasta que tocó fondo y llegó a un grupo de A.A. Después de lograr un año de abstinencia, trabajó seriamente en su cuarto y quinto paso. Con la ayuda de su padrino y un psiquiatra especializado en adicciones, logró descubrir la causa de sus resentimientos. Hoy ha vuelto con su familia y la relación con su hermano menor h a mejorado muy favorablemente e incluso se han asociado en un exitoso negocio de refacciones de automóviles. Oscar confiesa que hablar con su familia de sus ancestrales resentimientos, lo liberó de un gran peso sobre su existencia. Por eso es importante que, además de analizar con quién estoy resentido, la causa del resentimiento y qué necesidades instintivas están amenazadas, se analice también qué es lo que se hizo para ayudar a causar o empeorar la situación. Hay cuatro posibilidades, se puede ser egoísta, deshonesto, temeroso o desconsiderado, o a veces una mezcla de dos o más de estas características. Usualmente, si se es honesto se verá que en la mayoría de los casos hubo, parcialmente al menos, un grado de culpabilidad en la situación que provocó el resentimiento (excepto en los casos de abuso). Casi siempre el resentido, después de analizar objetivamente todos los factores causales, descubrirá que ninguno de sus resentimientos era verdadero. Simplemente había transferido su culpa a otras personas, instituciones o principios. Uno de los factores que con más frecuencia genera Síndrome de Borrachera Seca es la persistencia de los resentimientos. Y es que no es fácil superar los resentimientos si no se trabaja estos conflictos psicológicos con otras personas, con determinación, mente abierta, honestidad, comunicación, constancia y humildad Cuarto síntoma: Permanente sentimiento de autodevaluación, minusvalía y tendencia al autocastigo.

culpabilidad

con

Navegando con bandera de culpable El adicto ha sido desde siempre una persona señalada, acusada, humillada y avergonzada tan constante e intensamente que ha desarrollado un reflejo condicionado en torno a la culpa. Pero lo más terrible del caso es que su más implacable acusador resulta ser él mismo. Es bien sabido, que el alcoholismo y la drogadicción durante muchos siglos fueron considerados un grave problema de moral. Un vicio. Hasta nuestros días, todavía muchas personas, incluyendo médicos, sacerdotes y maestros, siguen 17

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pensando que aquel que desarrolla cualquier tipo de adicción, es un vicioso que tiene que ser estigmatizado y expulsado por la sociedad. Todavía se sigue utilizando la expresión Ya agarró el vicio para referirse al desarrollo de una adicción a cualquier sustancia adictiva. Recuerden los términos que utilizan los padres para dirigirse a sus hijos que han sido sorprendidos en el consumo de drogas: ¡Eres un vicioso! ¡Un degenerado! ¡No eres digno de llevar nuestro apellido! Y quien sabe cuántas cosas más. 0 cómo se expresan los familiares de los alcohólicos: ¡Eres un sucio y desgraciado borracho! ¡Eres un pobre diablo! ¡Eres un mediocre bueno para nada! La culpa genera vergüenza. Los alcohólicos y los adictos a otras drogas siempre han estado girando alrededor de la culpa y la vergüenza. Los adictos siempre han sido objetos de la vergüenza de los demás. La familia del alcohólico se avergüenza de él. No se habla del problema en público, pero en privado siempre lo están agrediendo y humillando. Los hijos del alcohólico no quieren llevar a sus amigos a la casa pues sienten vergüenza de su padre. Los padres de los consumidores de drogas ilegales no quieren hablar del problema y se convierte en un secreto y en un tabú. Los propios adictos no quieren aceptar que tienen un problema, pues aceptarlo sería reconocer que tienen un horrible vicio. En otras palabras, el alcohólico y el adicto a drogas se avergüenzan de sí mismos. Una gran cantidad de conductas que manifiestan los alcohólicos o los adictos durante su etapa de actividad generan culpa y vergüenza: los insultos a la esposa, la agresión a los hijos, aquel accidente automovilístico donde hubo lesionados y se tuvo que pagar mucho dinero, el empleo que se perdió, las deudas, los engaños, las mentiras descubiertas, la expulsión de la escuela, la detención en la cárcel por posesión de drogas, etcétera. Todo lo anterior va provocando que el adicto se vaya desprestigiando. Va adquiriendo mala fama. Nadie confía en él. Este desprestigio, esta desconfianza, esta permanente estigmatización familiar y social va creando en él, un intenso y permanente sentimiento de culpa y de vergüenza que se va convirtiendo en un lastre que día con día pesa más sobre su conciencia. Y aunque en términos generales, el alcohólico y el adicto a las drogas, son unos rebeldes y subversivos a las normas sociales y aparentemente rechazan los señalamientos y las condenas de los demás y, hasta en ocasiones asumen una actitud de cinismo y descaro, en el fondo de su ser son ellos mismos los que más se autocondenan, los que más se rechazan y se odian a sí mismos y los que más necesidad neurótica tienen de autocastigarse. El saboteo al éxito y el no me lo merezco Un miembro de AA repetía en su catarsis de tribuna una y otra vez: ―La cruda física es lo que menos duele, pero la cruda moral es un sufrimiento insoportable, es un tormento intolerable que hace que te odies mas a ti mismo, que vayas perdiendo gradualmente tu autoestima y que te sientas el peor de los humanos, el más detestable. Te sientes algo peor que basura, un detestable escupitajo‖. La culpa genera vergüenza, la vergüenza provoca autodevaluación y minusvalía, todo esto da lugar a un sentimiento de autorechazo y odio a sí mismo lo cual 18

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produce una necesidad neurótica de expiación. Cuando el alcohólico o el adicto a drogas se derrotan a sí mismos y toman la decisión de la abstinencia y en esos momentos se incorporan a un grupo de autoayuda o acuden con un profesional, llegan con ese terrible lastre de culpa, vergüenza, odio y rechazo hacia sí mismos lo cual les impedirá alcanzar la sobriedad. Por esa razón, el permanente sentimiento de culpabilidad, la autodevaluación, la minusvalía y la tendencia al autocastigo constituyen uno de los principales y más frecuentes síntomas generadores de Borrachera seca. ¿Cómo se manifiesta la necesidad neurótica de expiación? La respuesta se puede dar en dos términos muy sencillos: el saboteo al éxito y el no me lo merezco. Como en el adicto, el sentimiento de culpa se ha vuelto un reflejo condicionado ante cualquier conducta que desarrolle, va navegando por la vida con bandera de culpable. Y aunque conscientemente se quiere recuperar y desea triunfar en todas las áreas de su vida, inconscientemente se sabotea el triunfo, pues su necesidad neurótica de expiación lo lleva a una oculta convicción de que no merece el éxito, que no merece la felicidad, que la mejor forma de castigar todas sus faltas es fracasando sistemáticamente en todos sus intentos de superación y quedarse en una condición de perdedor permanente hasta que sea purificado de sus culpas. Y lo más terrible del caso es que muchos alcohólicos o adictos a drogas que logran una abstinencia prolongada son perdonados por sus seres queridos, por sus amigos, por su jefe, por sus compañeros de trabajo, por su pareja. Desde luego que también son perdonados por Dios (o su Poder Superior) porque ellos mismos en sus oraciones así lo han pedido. Pero no han logrado perdonarse a ellos mismos. Resulta que, para el juez más implacable del adicto es el propio adicto y, para el castigo, el verdugo más implacable del adicto, sea también el propio adicto. Ante la ausencia de perdón a sí mismo va a ser imposible alcanzar la sobriedad. Mientras no suelte el lastre de la culpa, el adicto en recuperación no podrá avanzar en la vida. Sigue atado al pasado, atado a sus culpas, continúa sintiéndose avergonzado y menos que los demás y todo esto le impedirá triunfar en la vida, será un formidable obstáculo para que alcance las metas por las cuales decidió dejar el alcohol y las drogas y permanecerá en un estado de mediocridad y estancamiento permanentes. Culpa, resentimiento, amargura, depresión y baja autoestima La culpa va muy ligada al resentimiento. Casi todos los que no se han logrado liberar de sus resentimientos tampoco se han podido liberar de la culpa. Es un ancla atorada en el pasado. Todo resentimiento lleva implícito algo de culpa y toda culpa lleva implícita algo de resentimiento. El culpable y el resentido ni se perdonan ni tampoco han perdonado. Por eso, la fórmula más recomendada para superar estos dos sentimientos indeseables es: perdónate y perdona. Otras emociones indeseables que genera la culpa son la amargura existencial y la depresión. En su permanente miedo al triunfo, el adicto se sabotea a sí mismo, lo que lo lleva a continuos fracasos existenciales, y como ese saboteo al éxito 19

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opera desde el inconsciente, el adicto en recuperación empieza a buscar culpables fuera de él y, por lo tanto, se siente víctima y se resiente contra los demás, esto lo lleva, no solamente a reforzar sus resentimientos y a intensificar su papel de víctima, sino que además se ahoga en la amargura existencial. Toda esta situación, cuando se torna crónica lo hace caer en una depresión que tiende a exacerbar la culpa. No se olvide que uno de los síntomas de la depresión es una percepción distorsionada y exagerada de ciertos actos que generan un desproporcionado sentimiento de culpa. La depresión provoca apatía y estancamiento, aumenta la inseguridad y la baja autoestima y el adicto en recuperación cae en un círculo vicioso que es culpa-vergüenza-autodevaluaciónnecesidad neurótica de expiación-amargura- depresión-apatía e inmovilidadfracaso-más culpa. Algunas preguntas para evitar culpas injustificadas Ya vimos como la culpa aumenta la baja autoestima. Si el adicto ya se sentía menos que los demás antes de empezar a consumir alcohol o drogas y durante su adicción esta baja autoestima todavía se hizo más intensa, al dejar el alcohol y las drogas, el adicto debe tomar la determinación de liberarse de sus culpas. ¿Cómo se logra esto? ―Adquiriendo un concepto de nosotros mismos más fuerte y positivo y mantenerlo más allá de nuestra pericia o falta de ella en cualquier ámbito particular, y más allá de la aprobación o desaprobación de cualquier otra persona‖ (Nathaniel Branden: Como mejorar su autoestima, PaidOs, 1995). Y es que las personas culpígenas, con baja autoestima, generalmente son muy estrictas cuando emiten un juicio en relación con sus conductas que les generan culpa (los adictos, en general, son muy perfeccionistas). Para evitar este mal juicio, la persona debe evaluar su conducta lo más objetivamente posible, ser tolerante, comprensivo y benévolo con él mismo para evitar un veredicto injusto, que lo lleve a autocondenarse y, consecuentemente, a autocastigarse. El ya mencionado Branden sugiere que la persona evalúe objetivamente su conducta haciéndose las siguientes preguntas: • ¿Según los parámetros de quién juzga usted su conducta: los suyos o los de otra persona? • ¿Trata usted de comprender por qué actuó como lo hizo? • ¿Considera las circunstancias, el contexto, las opciones que, según usted percibió, estaban a su disposición en ese momento? • ¿Evalúa usted su conducta como si fuera la de otro? • ¿Identifica las áreas o circunstancias especificas en las que tiene lugar su conducta, o generaliza en exceso y dice: ―Lo ignoro‖ cuando en realidad ignore un tema particular pero conozca bien muchos otros temas? • ¿O dice: ―Soy débil‖, cuando en realidad puede faltarle coraje o fuerza en una esfera particular pero no en otras? • ¿Si lamenta sus acciones, trata de aprender de ellas, para que en su conducta futura no repita las mismas equivocaciones? ¿O simplemente sufre por el pasado y sigue pasivamente atado a patrones de conducta que sabe inadecuados? 20

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Necesito la aprobación de los demás Un elemento típico en el perfil psicológico del alcohólico y del adicto a drogas es la necesidad neurótica de obtener la aprobación de los demás. Su inseguridad y la baja valoración que tienen de ellos mismos los convierten en personas pasivas que siempre están pensando: ¿Qué esperan los demás de mí? No tienen metas propias ni un plan de vida personal. Siempre esperan a que los demás decidan su conducta. No creen en ellos mismos. Esa es una de las razones fundamentales por las que caen en el alcoholismo o la drogadicción. En el historial de la mayor parte de los adictos, la primera vez que consumieron tabaco, alcohol o drogas en la adolescencia no lo decidieron hacer por ellos mismos, sino que alguien los indujo a hacerlo. La motivación para ese primer consumo es la aceptación de los demás, pertenecer a un grupo, no quedar aislado de la mayoría dominante. En este contexto ambiental es claro entender que las primeras experiencias con tales sustancias adictivas fueron consecuencia de la expectativa: ¿Qué esperan los demás de mí? Y la respuesta: los demás esperan de ti que hagas lo que ellos hacen, que manifiestes sometimiento al grupo, que no tengas ideas propias diferentes a las de ellos, que aceptes incondicionalmente a todas las pruebas que te pongan (acabarte una botella de tequila hasta que te emborraches, o probar aquella droga nueva que nunca has consumido, etcétera.) y que a cambio de eso tú vas a ser aceptado por los demás, y así satisfarás tu necesidad de pertenencia. Podemos calificar al adicto como un dependiente ambiental. Esto quiere decir que depende mucho de las expectativas que giren alrededor del medio donde está sumergido. Por eso le cuesta tanto trabajo decir NO. Muchos alcohólicos fallan en sus promesas de dejar de beber porque no conciben tener que decir NO cuando les inviten una copa en una comida o en una fiesta. ¿Qué tiene que ver lo anterior con la culpa? Pues mucho. La culpa tiene que ver con la desaprobación o condenación de otros, de personajes muy influyentes como los padres, los maestros, los amigos o los cónyuges. Cuando una persona insegura no hace lo que los demás esperan de él experimenta culpa. Pero en realidad, más que culpa tiene temor de ser repudiado, de no ser aceptado por los demás y esto constituye una importante amenaza para su seguridad. Cuando el adicto decide dejar su droga favorita y logra la abstinencia pero persiste su necesidad neurótica de ser aprobado por los demás, esto determina un impedimento para el logro de la sobriedad. Lo que ocurre con el adicto en recuperación que continúa siendo un dependiente ambiental es que cambia una autoridad por otra. Por ejemplo: Cuando estaba activo en alcohol o drogas la autoridad estaba constituida por su grupo de amigos que influían en él. Ahora que está en recuperación la autoridad pudiera ser su grupo de AA., o su terapeuta, y él tal vez haga lo que le indiquen pero no por convicción sino para obtener la aprobación de su nueva autoridad. Por eso, muchos miembros de AA que padecen borrachera seca cambian su dependencia de la droga por una dependencia neurótica hacia el grupo, o muchos más se vuelven dependientes de su terapeuta y desarrollan la necesidad de que éste decida por ellos. 21

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Aquí el problema de fondo, repitiendo las palabras de Nathaniel Branden ―es la dependencia y el miedo a la autoafirmación; más específicamente, el miedo a desafiar los valores de otras personas influyentes‖. Por tanto, una gran tarea para el logro de la sobriedad es liberarse de sus culpas a través de lograr una escala de valores individual que permita construir las propias convicciones morales de cada quien y sobre las cuales desarrollará su plan de vida y a partir de ese momento se hará responsable de su conducta y de las consecuencias de la misma. Este es un hombre maduro que no le teme al qué dirán, que atiende a la auténtica voz de sí mismo y respeta su propio juicio sobre las creencias de los otros que uno no comparte de manera genuina. Del círculo vicioso al círculo virtuoso No solamente la autoafirmación en sus propios valores va a lograr la liberación de la culpa, también son importantes otros valores como la aceptación y la responsabilidad. En el caso de los adictos, la aceptación es una condición fundamental para la liberación de la culpa. Muchos alcohólicos, por ejemplo, aceptan su enfermedad de boca para afuera, pero en su yo interno, siguen pensando que son unos viciosos. El pensar que uno es vicioso genera culpa. El pensar que uno padece una enfermedad incurable, pero controlable, genera responsabilidad. Cuando el adicto se mantiene en la línea de no aceptar su enfermedad (aunque finja que si lo hace) seguirá anclado a su culpa y caerá en el ya mencionado círculo vicioso que lo llevará al resentimiento, la amargura, el autodesprecio, la necesidad neurótica de expiación, el fracaso, la amargura, la depresión y más culpa. En cambio, cuando el adicto acepta su enfermedad incurable, pero controlable, adquiere la responsabilidad de tomar los medios para poder controlar su enfermedad y no volver a consumir su droga favorita. Esta conciencia de padecer una enfermedad lo libera de su culpa y aunque existan antecedentes de daños y perjuicios por su adicción, los va a entender como síntomas de su enfermedad y no como terribles pecados que son imperdonables. Entonces tomará los medios para, primero, mantenerse en abstinencia, segundo, ejercer acciones para alcanzar un crecimiento emocional y lograr la madurez y, tercero, reparará, en la medida de lo posible, los daños que infringió a otras personas, como consecuencia de su enfermedad adictiva y logrará reconciliarse consigo mismo y con los demás. Con lo anterior demostramos dos fenómenos: la persistencia de la culpa lleva a la persona a un círculo vicioso que lo hará desembocar en mayor culpa, en cambio la aceptación (tanto de la adicción como de la neurosis) hará que la persona desarrolle una responsabilidad persistente que lo llevará a un círculo virtuoso caracterizado por aceptación, perdón, responsabilidad, acción y crecimiento emocional progresivo que le permitirán alcanzar la sobriedad. Perdonar y perdonarse Una vez que el adicto en recuperación logre romper el círculo vicioso y se 22

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introduzca al círculo virtuoso podrá iniciar un promisorio viaje hacia la sobriedad. Cambiar una actitud de culpa por otra de responsabilidad podrá permitirle que pueda ejecutar la tarea del autoperdón. De acuerdo a lo postulado por Branden, el autoperdón implica las siguientes condiciones: •Reconocer (hacer real ante nosotros mismos, en lugar de negar o ignorar) que somos nosotros los que hemos realizado esa acción particular. Si otra persona ha sido herida por nuestra acción, es reconocer explícitamente ante esa persona (o personas) el daño que hemos hecho y transmitir nuestra comprensión de las consecuencias de nuestra conducta suponiendo que ello sea posible. •Realizar todas las acciones a nuestro alcance que puedan enmendar o minimizar el daño que hemos causado (pagar deudas, retractarse de una mentira, etcétera.). Comprometernos firmemente a comportarnos de una manera diferente en el futuro, porque sin un cambio de conducta recrearemos continuamente la desconfianza. Estar dispuestos a explorar las razones por las cuales se cometió dicha acción (la que generó culpa). Si evadimos eso, no nos liberaremos de la culpa y es muy probable que repitamos el patrón de conducta inadecuado. Ya logrado el autoperdón, se adoptará una actitud de responsabilidad ante nuestra propia conducta y se asumirá la consecuencia de la misma. Aquí ya no tenemos que buscar culpables y, automáticamente, dejamos de jugar el papel de victimas de los demás. En ese momento queda abierto el campo para enfrentar, aceptar y superar nuestros resentimientos ya que, lo verdaderamente difícil es el autoperdón y habiéndonos perdonado a nosotros mismos es mucho más sencillo perdonar a los demás. Si aprendemos a comprendernos y perdonarnos, siendo benevolentes y autocompasivos con nosotros mismos, nuestra conducta tenderá a mejorar y nuestro crecimiento emocional se superará; en cambio, si continuamos autoflagelándonos y condenándonos, nuestra conducta, como nuestra autoestima tiende a empeorar. ―La culpabilidad es de hecho el reverso de la medalla del orgullo. La culpabilidad lleva a la autodestrucción, el orgullo a la destrucción de otros‖. (Bill W, en Grapevine). Quinto síntoma: Egocentrismo, autosuficiencia neurótica, mal manejo de la agresividad y tendencia a la omnipotencia. Dime de lo que presumes y te diré de qué careces Algunos alcohólicos tienen una enorme necesidad neurótica de compensar un sentimiento de inferioridad y minusvalía que los conduce a una conducta de querer llamar la atención, es por ello que buscan el efecto del alcohol para convertirse en sujetos presumidos, jactanciosos, exhibicionistas y fanfarrones. Cuando dejan de beber y persiste el complejo de inferioridad, se vuelven narcisistas, soberbios y omnipotentes, síntomas típicos de borrachera seca. Una de las características psicológicas que con más frecuencia se presenta en la estructura de personalidad del adicto es el llamado complejo de inferioridad o 23

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minusvalía. Este consiste en un persistente sentimiento de sentirse menos que los demás. La minusvalía es el resultado de experiencias desafortunadas en los primeros años de vida, donde las necesidades de afecto y aceptación no fueron satisfechas adecuadamente provocando una falta de autoafirmación en sus cualidades y potencialidades, dando lugar a una persistente inseguridad y falta de confianza en sí mismo. Todo lo anterior provoca un evidente desequilibrio en la vida del individuo quien, inconscientemente, trata de compensar su situación para recuperar el equilibrio perdido. Este fenómeno recibe el nombre de sobrecompensación y es un mecanismo de defensa psicológico de la personalidad. La ley del todo o nada: el extremista Las personas que utilizan la sobrecompensación tienden a ubicarse en el otro extremo. Son extremistas. Esta es una característica típica del adicto y, en especial, del alcohólico. Por ejemplo: Muchos alcohólicos son tímidos e introvertidos, pero después de consumir tres o cuatro tragos de licor se vuelven atrevidos, locuaces y extrovertidos. Es decir, transitan de un extremo al otro y, para lograrlo, utilizan el alcohol como una muleta emocional. El cobarde se vuelve valiente, el tímido, audaz, el que siempre es callado e inexpresivo se torna hablantín y se atreve a decir lo que verdaderamente siente y piensa (Solo los borrachos y los niños dicen la verdad); el que es inhibido con el sexo opuesto se torna desinhibido y hasta atrevido, y aquel que se había callado sus resentimientos y por temor no los había expresado, con unos tragos de más, los grita a voz en cuello en la propia cara de la persona a la que, estando sobrio, no se había atrevido a decírselo. Se van de un extremo a otro, les cuesta trabajo situarse en el justo medio. A propósito de esta tendencia a la sobrecompensación y a ser extremistas, Bill W., el co-fundador de AA, refiere en su libro AA llega a su mayoría de edad, (pp.55-56) lo siguiente: ―En mi adolescencia tenía que ser atleta porque no era atleta. Tenía que llegar a ser músico porque no podía entonar la más simple melodía. Tenía que ser el presidente de mi clase en la escuela. Tenía que ser el primero en todo porque en mi perverso corazón me sentía la más insignificante de las criaturas de Dios. Yo no podía aceptar esta profunda sensación de inferioridad, y por lo tanto logré convertirme en capitán del equipo de béisbol y aprendí a tocar el violín. Esta exigencia de todo o nada fue lo que más tarde me destrozó―. En la experiencia anterior referida por Bill W. Se puede apreciar cómo esa profunda sensación de inferioridad que describe el co-fundador de AA lo lleva a ser un individuo extremista, desarrollando esa exigencia neurótica del todo o nada. El egocéntrico: de la histeria a la paranoia El egocentrismo es la necesidad neurótica de ser siempre el centro de atracción. La necesidad de ser admirados y aplaudidos por los demás. Siempre quieren 24

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tener la razón y no saben escuchar al otro. Evidentemente una necesidad enferma, consecuencia de su temor a no ser aceptados, a ser rechazados por los demás, de no ser tomados en cuenta. El ser egocéntrico no es más que una consecuencia de esta sobrecompensación al complejo de inferioridad. Por eso, la necesidad de destacar en todo, de ser siempre el primero, de llamar la atención o, en otras palabras, la necesidad de ser en las bodas la novia y en los entierros el muerto. La psiquiatría define el egocentrismo como una disposición mental que mueve a los individuos a referirlo todo a ellos, y a no abordar los problemas que se les plantean sino desde su punto de vista estrictamente personal, con menosprecio de los intereses vecinos o del interés general. Estos sujetos carecen totalmente de sentido altruista. Tal sentimiento se encuentra bastante a menudo como simple egoísmo, pero también puede revestir formas insólitas, y a veces patológicas y peligrosas. Por eso conviene recordar algunos aspectos psiquiátricos de esta inclinación del ánimo. En grado menor (y aquí se encuentran incluidos una buena parte de los adictos) este egocentrismo se manifiesta en débiles, vanidosos,l desequilibrados, mitómanos, habladores o fanfarrones. Ciertos histéricos que se desbordan en manifestaciones tumultuosas y espectaculares, no tiene otro móvil que el de atraer y retener sobre ellos la atención y la piedad de sus allegados. Otro aspecto de estas variedades morbosas las podemos apreciar frecuentemente en complicaciones psicóticas del alcohol y las drogas que presentan cuadros megalomaniacos con estas características. En casos de patología mental más severa, el egocentrismo es uno de los elementos fundamentales de la mentalidad del paranoico y del reivindicador, que persiguen con obstinación incansable lo que consideran como su derecho; a menudo, a la sobreestimación del perjuicio que dicen haber sufrido se añaden orgullo, desconfianza y agresividad, y ello los induce en ocasiones a reacciones antisociales (imposiciones injustas, comportamientos abusivos, etcétera) que los convierte en personas conflictivas y antipáticas. Por eso se dice que el alcohólico y el adicto en general, tienen una doble personalidad. La primera, cuando están sobrios y la segunda, cuando están intoxicados. Pero parece ser que al alcohólico le gusta más la segunda, esta falsa personalidad que adquiere cuando se emborracha, porque se comporta como a él le gustaría comportarse siempre. Resumiendo; un buen número de alcohólicos (y de drogadictos) tienen antecedentes de privación afectiva y falta de afecto en sus años claves de la infancia, que les provoca un intenso sentimiento de inferioridad y minusvalía con disminución de la autoconfianza y una nula autoestima. Como consecuencia de lo anterior desarrolla mecanismos de defensa psicológicos de sobrecompensación que los lleva a un egocentrismo neurótico, con mucha necesidad de llamar la atención y para eso recurren a la muleta emocional representada por el alcohol y las drogas que les proporciona una segunda personalidad y que les permite compensar todas sus carencias (al menos mientras permanecen ebrios) y en la cual brincan 25

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de un extremo al otro. Del egocentrismo al perfeccionismo Ahora bien, ¿qué pasa con estos alcohólicos exhibicionistas, jactanciosos, fatuos, fanfarrones y con fantasías de grandiosidad cuando dejan de beber? Los que trabajan bien en su crecimiento emocional (mediante su programa de 12 pasos, de una psicoterapia profesional o con ambas) logran paulatinamente una mayor seguridad y autoafirmación, mejorando su autoestima y logrando un mejor equilibrio emocional, disminuyendo las tendencias egocéntricas y desapareciendo las conductas sobrecompensatorias. Pero muchos otros, a pesar de que ya no beben ni consumen drogas, persisten en este egocentrismo que los hace caer en otro tipo de conductas compensatorias, igualmente neuróticas, como el perfeccionismo, la autosuficiencia neurótica y, el más grave de ellos, la omnipotencia. Muchas esposas o hijos de miembros de AA se quejan de que su familiar, aunque ya no consume alcohol ni drogas, se ha vuelto una persona muy perfeccionista, exigente, que todo lo ve mal y que sólo se dedica a criticar y a corregir a todo el mundo. Una esposa de alcohólico se quejaba de que su marido, aunque lleva casi tres años sin beber, se había vuelto una persona eternamente malhumorada y amargada, que ya no quería ir a fiestas, que dejó de frecuentar a sus amigos y que fuera de su trabajo se la pasaba eternamente encerrado en su casa regañando a sus hijos y criticando todo aquello que, según él estaba mal hecho. Este es un caso típico del alcohólico que brinca de un extremo al otro. Cuando se emborrachaba era desordenado, llegaba tarde a casa, no cumplía con sus responsabilidades y descuidaba sus aseo personal. Hoy en cambio, que no bebe y que asiste a un grupo de AA, ha desarrollado todo ese perfeccionismo rígido y moralista que ya describimos. Esta incapacidad para llegar a un justo medio, es un claro síntoma de borrachera seca que sigue provocando sufrimientos a los que conviven con el alcohólico. Aunque ya no bebe sigue sin vivir ni dejar vivir. Muchos de estos familiares de alcohólicos llegan a desear que su familiar vuelva a beber porque ahora las cosas se han vuelto más difíciles y desagradables que cuando bebía. Dicen que los perfeccionistas están llenos de presunción porque se imaginan que han logrado alguna meta imposible, o se hunden en la autocondena por no haberlo hecho. El perfeccionismo no es más que otro mecanismo de sobrecompensación del alcohólico que ya no toma o del adicto que ya no consume. En su yo interno sigue pensando que son menos que los demás, que valen muy poco, que siguen siendo culpables, que no están perdonados, que no tienen habilidades o capacidades. Entonces, tratan de compensarse volviéndose perfeccionistas. El perfeccionista es irracionalmente severo consigo mismo para calificar su propia conducta, pero es igualmente severo al juzgar la conducta de los demás. Esto tiene implicaciones importantes para los perfeccionistas que militan en un grupo de Alcohólicos Anónimos o de Narcóticos Anónimos. Este tipo de perfeccionistas casi siempre caen en la situación de ―ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el 26

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suyo―. Siempre están criticando la conducta de los demás. Continuamente condenan las imperfecciones de los otros y se vuelven unos expertos en aconsejar a los demás. Mientras más critican y más condenan a los demás, más buenos se sienten ellos mismos y terminan por creerse dicha mentira. Estos alcohólicos en recuperación se vuelven unos auténticos fariseos que se desgarran las vestiduras ante las imperfecciones de sus compañeros de grupo y se convierten en verdaderos inspectores de la conducta de los otros y, al mismo tiempo, van desarrollando una creciente incapacidad para la autocritica y se sienten agredidos cuando alguien los critica, los corrige, los descubre o les dice sus verdades. Convertirse en el inspector de la conducta de los demás no es más que un mecanismo de evasión de la realidad: ―Prefiero juzgar y condenar la conducta de otros que la mía propia―. Este mecanismo de negociación de las propias debilidades es progresivo y hace caer a la persona en lo que se llama la autosuficiencia neurótica. Este fenómeno provoca que tipo de adictos en recuperación crea que no necesita ayuda de nadie más que de ellos mismos. Rechazan cualquier tipo de ayuda. A ningún compañero de su grupo lo consideran suficientemente preparado para que sea su padrino y prefieren no tener ninguno. A los sacerdotes los considera demasiado alejados de la realidad terrenal para poder ayudarlos. A los médicos y, especialmente a los psiquiatras, los califica de ignorantes en lo que concierne al alcoholismo y las adicciones, y de no saber nada del programa de AA y, por tanto, también rechazan su ayuda. Esta autosuficiencia neurótica los lleva a la soberbia, a la hipocresía, a proyectar una imagen falsa de sí mismos y a convertirse en ―farol de la calle y oscuridad de sus casa―. La autosuficiencia neurótica es una forma de soberbia intelectual que encubre un gran miedo a enfrentarse a uno mismo. Así como cuando al alcohólico activo se le invitaba a un grupo de AA y no quería ir, la respuesta invariable siempre era: ―No, muchas gracias, yo sé que cuando decida dejar de beber, lo podré hacer sólo―. Esta es una forma de autosuficiencia neurótica con relación a su realidad alcohólica. Sin embargo, cuando finalmente se acepta la derrota y se admite un tratamiento, y se logra dejar el alcohol y las drogas, las persona continúa con esa autosuficiencia neurótica, pero ahora en relación con su realidad no alcohólica, porque, como mencionábamos párrafos arriba, tiene mucho temor de enfrentar su verdadera realidad que no acepta, porque se aleja mucho de lo que él, por mecanismos sobrecompensatorios, cree de sí mismo. Este temor que el alcohólico tiene de enfrentarse a sí mismo tiene también su origen en la infancia ya que, seguramente, vivieron cosas temibles, pasmosas, dolorosas y frustrantes que forzaron a emplear mecanismos defensivos de represión emocional como un medio de hacer la vida más tolerable. De esta manera, el futuro adicto va aprendiendo con demasiada rapidez a evadir estas pesadillas existenciales. Para poder sobrevivir se habitúan a hacerse los indiferentes a este tipo de realidades dolorosas, revistiéndose de un escudo de negación para evitar el dolor psicológico de su propia realidad que, desde luego, no aceptan. 27

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Orgullo, soberbia y omnipotencia Dice Bill W. que el defecto de carácter que encabeza a todos es el orgullo. El orgullo genera la soberbia y la soberbia desemboca en la omnipotencia. Estos tres rasgos de conducta son, sin duda los que mayormente agobian al adicto en recuperación y constituyen un formidable obstáculo para alcanzar la sobriedad. El orgullo, desviación instintiva del sentimiento de la personalidad, consiste en la sobreestimación por el individuo de sus virtudes reales o supuestas. En el orgullo, la hipertrofia del yo persuade sinceramente al sujeto de sus derechos a la estimación y al reconocimiento de los demás. En el proceso de recuperación del adicto, el orgullo interfiere con una sana adaptación social. Se manifiesta habitualmente por intolerancia, tiranía, despotismo y abuso de autoridad en todos los terrenos de la vida (en su familia, en su trabajo y en su grupo de autoayuda). La altanería y la hostilidad despectiva son las dos características del orgullo que hacen del individuo que lo padece, un individuo antipático y odioso, aunque sea un hombre inteligente y hasta genial. Hijas del orgullo son la vanidad y la soberbia. En ellas residen el germen y el núcleo de la megalomanía, el motor primitivo de la ambición y uno de los elementos de la constitución paranoica. Es un terreno de elección para el recelo, la desconfianza y las ideas de persecución. Se puede leer en el Doce y doce (p. 51): ―La soberbia es la fuente primordial de dificultades para los seres humanos, el obstáculo principal a todo progreso. La soberbia nos induce a imponernos a nosotros, o a los demás, exigencias que no pueden cumplirse sin violentar o abusar de los instintos que Dios nos entregó. Cuando la satisfacción de nuestros instintos sexuales, de seguridad y de sociedad se convierte en el objetivo primordial de nuestras vidas, aparece la soberbia para justificar nuestros excesos―. Y en el mismo libro (p. 49) se lee la siguiente sentencia: ―Quienes están dominados por el orgullo se ciegan, inconscientemente, a sus propios defectos. Estas personas no necesitan que se les levante el ánimo, si no que se les ayude a descubrir una brecha por donde pueda brillar la luz de la razón, a través de la muralla que su ego ha construido―. Muchos miembros de AA, cobran un prestigio bien ganado de tener un gran conocimiento de la literatura de AA, de ser grandes oradores en la tribuna y tener un gran ascendiente sobre los nuevos miembros que llegan al grupo. Lamentablemente, si estas personas se han infectado del virus del egocentrismo, la soberbia y la omnipotencia, pueden causarle mucho daño al grupo pues se convierten en tiranuelos siempre quieren tener la razón y se sienten agredidos y atacados cuando alguien los objeta o los contradice. Este tipo de personas suelen atacar con particular vehemencia a otros miembros del grupo que empiezan a distinguirse entre los demás, pero que no piensan como ellos. También suelen ser eternos críticos de personas, que sin ser miembros del grupo, tienen autoridad moral para influir en él, tal es el caso de sacerdotes, médicos o psicólogos que son exhibidos por estos tiranuelos por su desconocimiento del programa u otras fallas. Esta indignación virtuosa no es más que una forma farisaica de manipular a los demás para seguir adheridos a esa 28

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necesidad neurótica de poder generada por omnipotencia. ¡Borrachera seca pura! La expresión máxima del orgullo es la omnipotencia. La omnipotencia puede ser definida como el desbordamiento de un ego hipertrofiado que engendra una deformación de espíritu, produciendo un ser narcisista, convencido de que es el dueño de la verdad, que la razón sólo le pertenece a él que su razón es la única que existe en el mundo. El omnipotente crea sus propias verdades, porque no puede distinguir entre lo que es real y razonable y lo que es una falacia nacida de la sinrazón. El omnipotente obedece siempre a los impulsos de sus instintos y nunca a los lineamentos de su sabiduría, ya que la sabiduría, siendo un atributo de la conciencia no puede penetrar en este individuo, porque sus acciones y pensamientos solo alimentan el ego y no el espíritu, y porque dichas acciones solo son producto de la sinrazón. Dignidad, amor propio y autoridad moral La contraparte del orgullo es la humildad. La humildad genera virtudes de sobriedad tales como la dignidad y el amor propio lo que lleva al desarrollo de una autoridad moral. La autoridad moral constituye la cualidad ideal del líder. El omnipotente ejerce una autoridad irracional, el que posee autoridad moral ejerce una autoridad racional. El omnipotente es obedecido porque se le teme, el que tiene autoridad moral es obedecido porque se le respeta. El omnipotente es arrogante, el poseedor de la autoridad moral es digno. La arrogancia es hija de la soberbia, la dignidad es hija de la humildad. El amor propio no es más que una forma de respeto a los propios valores y a las convicciones personales. El amor propio es síntoma de una alta autoestima personal. Cuando no se crece emocionalmente, los primeros éxitos de la abstinencia pueden llevar hacia el tortuoso camino del orgullo, la soberbia y la omnipotencia. El crecimiento emocional más una abstinencia prolongada conducen necesariamente hacia el desarrollo del amor propio y la dignidad, lo que confiere a la persona en recuperación un alto grado de autoridad moral. Terminamos con esta frase de San Agustín: ―Admitamos nuestras imperfecciones para que podamos empezar a crecer hacia la perfección―. Sexto síntoma: Miedos permanentes, actitud de temor ante los retos de la vida con angustia y tensión continúas. El miedo al miedo: la necesidad de no sentir. La incapacidad para manejar la angustia es una de las características típicas de la personalidad del adicto. Uno de los primeros síntomas que aparecen en la tabla de la alcoholomanía del doctor Jellinek (*) es beber para aliviar tensiones. Los adictos tienen algo que los caracteriza: su intolerancia ante la angustia y la angustia es un sufrimiento insoportable para el alcohólico, por lo que busca de inmediato eliminar con sustancias como el alcohol que a su vez se convierte en una muleta 29

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emocional que permite a los adictos manejar su angustia. Esta necesidad de manejar la angustia con alcohol o drogas se convierte en algo así como un reflejo condicionado. El alcohólico empieza a asociar fiestas, comidas, citas sentimentales, sexo o cualquier situación que provoque tensión, con consumo de alcohol porque se adquiere una sensación de bienestar que le permite manejar la situación generadora de angustia. Después de la intoxicación viene lo que comúnmente se conoce como cruda. En la cruda se produce un fenómeno de rebote, aumentando los niveles de angustia, lo que genera nuevamente la necesidad de volver a beber, lo que a su vez, vuelve a aliviar la angustia, formando así un circulo vicioso. ANGUSTIA=>CONSUMO DE ALCOHOL=>LIBERACION DE LA ANGUSTIA=>INTOXICACION=>CRUDA=>ANGUSTIA. Permanecer atrapados en este círculo vicioso es uno de los factores que con más fuerza impiden que el alcohólico pueda alcanzar la abstinencia. En el artículo se explica qué es la angustia, sus características, sus síntomas, la persistencia de los miedos, el trastorno dual angustia-adicción y sus características también como: ataques de pánico, fobias, fobia social, fobia específica, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno por estrés posttraumático, y trastorno de ansiedad generalizada. Finalmente menciona que en ocasiones la presencia de un síndrome de borrachera seca asociado a trastornos de ansiedad es debido a la ignorancia de que ese problema constituye otra enfermedad asociada a la adicción y no simplemente un síntoma de la adicción como muchos lo interpretan. Séptimo Síntoma: Depresión cíclica o permanente con actitudes de pesimismo y desmotivación. La depresión: esa agonía interminable. La depresión es la enfermedad de nuestra era; la llaman la enfermedad invisible, pues mucha gente que la ha sufrido permanentemente, jamás se ha enterado de que padece una de las enfermedades crónicas más desgastantes e incapacitantes que existen. Alrededor de 60% de los adictos presentan alguna forma de depresión, que no se cura con la abstinencia. En este artículo se menciona entre otras cosas, que muchos adictos al alcohol, a la nicotina y otras drogas ilegales iniciaron su consumo para evadirse de ese sufrimiento psicológico que provoca la depresión. Los diferentes estudios sobre comorbilidad reportan entre 30% y 70% la coexistencia de adicción y depresión. Muchos alcohólicos o adictos a drogas que tienen propensión a la depresión, cuando finalmente dejan de consumir e inician su recuperación, tienen una alta probabilidad de presentar un episodio depresivo. 30

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Debido a que el alcohol como la mayor parte de las drogas suelen enmascarar la depresión y cuando se logra la abstinencia, que obliga al adicto a enfrentar su realidad y a no evadirse de ella, se provoca un cuadro depresivo por la fuerte predisposición del paciente a esta enfermedad. La depresión es un fenómeno emocionalmente disruptivo, un sufrimiento psicológico que impide en el individuo la plenitud a pesar de la ausencia de alcohol y de drogas. Por tanto, la persistencia de la depresión es una forma de borrachera seca. En el artículo se define a la depresión como un estado mental caracterizado por una baja generalizada en el estado de ánimo, asociada a una disminución y lentificación de la actividad desarrollada por la persona, así como una marcada incapacidad para disfrutar las cosas de la vida, dentro de un marco de tristeza y desmotivación existencial. Se habla y se explica de las emociones con las que se pueden confundir la depresión, como la tristeza y la angustia. Se proporcionan algunas cifras de la depresión, según el Instituto Nacional de Psiquiatría en México. Se habla de las personas en las que es más probable que se de este tipo de padecimiento, por ejemplo, los altos ejecutivos y empresarios, las viudas y los jubilados, niños y adolescentes. Se describe y explica cuál es la depresión endógena y cuál es la depresión reactiva, los principales aspectos neurobiológicos de la depresión endógena, los principales síntomas de la enfermedad represiva, las principales señales de la depresión y como se puede tratar la gente que los padece. Octavo Síntoma: Ingobernabilidad sexual y sentimental. La ingobernabilidad sexual y sentimental es uno de los síntomas de la borrachera seca que con más frecuencia presenta el alcohólico y el drogadicto en recuperación. Estas personas que ya no consumen alcohol o drogas, siguen practicando malos hábitos en cuanto a su conducta sexual o sentimental: siguen siendo mujeriegos, llevan una doble vida, siguen atados a amores imposibles o a relaciones conflictivas con el sexo opuesto o cambian su adicción al alcohol y a las drogas por una adicción de tipo sexual que los sigue manteniendo encadenados y sin poder alcanzar esa libertad que implica la verdadera sobriedad. Los borrachos secos son víctimas de ciertos conflictos neuróticos no resueltos, que los llevan hacia una vida sentimental muy conflictiva, pero sobre todo muy insatisfactoria; o han tenido traumas sexuales en su infancia o juventud que los llevan a tener múltiples conflictos en su sexualidad además de que también influyen causas de tipo sociocultural ya que nuestra sociedad tiene una cultura machista, una educación inadecuada y represiva en lo que a aspectos sexuales se refiere.

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En el artículo se analizan también los conflictos psicosexuales de los alcohólicos, al adicto codependiente y se explican las características del misógino, que es un tipo de codependiente muy patológico y peligroso.

Noveno síntoma: Negación de su realidad no alcohólica con persistencia de los mecanismos de racionalización y proyección. El síndrome del avestruz: no veo, no oigo, no hablo. De nada sirve la aceptación del alcoholismo si se sigue negando la realidad no alcohólica: esas zonas erróneas que giran alrededor de la adicción y que en parte, fueron su causante. Conformarse con dejar de beber y no querer enfrentarse a la realidad de las áreas neuróticas que están provocando la ingobernabilidad emocional, es una pseudorecuperación que sólo lleva a la mediocridad existencial. Existe una versión popular sobre las avestruces: Cuando se ve amenazada, esconde la cabeza bajo la tierra para forjarse la ilusión de que el peligro no existe y esto queda como anillo al dedo a muchos alcohólicos que ya no beben, que están en aparente recuperación, pero que no quieren saber nada acerca de su realidad no alcohólica, esas zonas erróneas que giran alrededor de su adicción a las cuales no quieren enfrentarse, porque sienten miedo de enfrentar esa amenaza para su autoimagen, escondiendo su cabeza en el agujero representado por los tres mecanismos de defensa psicológicos favoritos del alcohólico que son la negación, la racionalización y la proyección. Los alcohólicos son maestros de la excusa y campeones del pretexto. Cuando bebían inventaban mil y un pretextos para justificar el por que se emborrachaban. Ahora que ya no beben y que presuntamente se están recuperando siguen fabricando pretextos para justificar su conducta ingobernable. Y es que los pretextos constituyen una de las tres formas principales con las que el alcohólico niega su realidad no alcohólica. Estos pretextos, que muchas veces termina creyéndolos el propio sujeto, constituyen lo que en psicología se conoce como racionalización. Esto quiere decir que el individuo construye una explicación falsa que pretende justificar una conducta inadecuada, como una forma de no ver esa realidad neurótica. Cuando un adre golpea a su hijo con ira y desesperación, después quiere justificarse diciendo: ―Me duele hacerlo, pero es por su bien―. La realidad que ese sujeto no quiere aceptar es: ―Soy un individuo impulsivo que no sabe controlar su ira y esto me convierte en un padre golpeador―. En

el

articulo

también

se

explican

ampliamente

los

otros

mecanismos 32

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empleados para negar la realidad, los cuales son la negación y la proyección. Décimo síntoma: Sustitución del alcohol por otras drogas o sustancias adictivas. Transformarse para no cambiar. Muchos alcohólicos dejan de beber pero continúan siendo adictos a otras sustancias o a otras conductas adictivas. Los alcohólicos que dejan de beber prometen un cambio, pero solo es una transformación superficial y todo sigue igual. Para que un alcohólico en verdad se recupere y alcance la sobriedad debe dejar de consumir sustancias adictivas, madurar psicológicamente y cambiar de ambiente y de amigos para no exponerse al consumo de alcohol y drogas. El alcohólico es un químicodependiente, es decir, no sólo tiene una adicción específica al alcohol, sino que tiene una alteración neuroquímica cerebral que se manifiesta mediante un trastorno adictivo. La biopsiquiatría moderna ha desarrollado una hipótesis basada en las últimas investigaciones sobre genética y neuroquímica cerebral, que es la teoría del Síndrome de Déficit de Recompensa. Esta teoría afirma que todos los adictos tienen un defecto genético el cual provoca que su cerebro produzca una menor cantidad de neurotransmisores, como la Dopamina, que es el principal neurotransmisor encargado de estimular el Centro de Recompensa Cerebral. Las personas que tienen este defecto y que por lo tanto, su producción de Dopamina está por debajo de lo normal, tienen que consumir sustancias que provoquen un aumento de Dopamina y neurotransmisores afines, los alcohólicos tienen este defecto genético y al consumir estas sustancias sienten un efecto placentero muy intenso, lo que los lleva a consumir drogas de manera frecuente e intensa. Un alcohólico no debe pensar que la única solución a su problema es dejar el alcohol, sino que debe superar todas sus tendencias adictivas, cuando el adicto deja el alcohol, sus tendencias adictivas lo llevan, por inercia, a sustituirlo por otra droga, ya que su necesidad innata es estimular su centro cerebral del placer con ciertas sustancias. Se puede dividir las drogas con las que el alcohólico tiende a sustituir el alcohol en drogas blandas y drogas duras. Las principales drogas blandas son la cafeína y la nicotina. Son llamadas blandas porque son drogas legales que no afectan la conducta del individuo y que están socialmente aceptadas. Las principales drogas duras son la marihuana, la cocaína, las anfetaminas, los inhalantes volátiles, los hongos, los alucinógenos, las pastillas tranquilizantes, el ácido (LSD), las drogas de diseño (como éxtasis o el cristal) y los derivados de opio como la heroína y analgésicos narcóticos. Muchos alcohólicos piensan que solamente son adictos al alcohol, pero que pueden consumir socialmente las otras drogas. Nada más falso que esto. No se olvide que la verdadera enfermedad del alcohólico es su trastorno adictivo que radica en su cerebro enfermo y que la tendencia a sustituir una droga por otra no es más que una BORRACHERA SECA.

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En el artículo se explica con mayor detalle las características y los efectos de las drogas blandas y las drogas duras. ONCEAVO SINTOMA: Espiritualidad ausente o muy empobrecida con soberbia intelectual, tendencia al materialismo y nula o poca fe. Los adoradores del becerro de oro. El real propósito de la rehabilitación de un alcohólico es su recuperación integral. La recuperación de la enfermedad adictiva tiene que alcanzar los cuatro niveles de los cuales consta: el físico (desintoxicación y tratamiento de las complicaciones médicas), el psico-emocional (autoconocimiento, auto aceptación y superación de los conflictos neuróticos no resueltos), el psicosocial (reparación de daños, reconciliación con seres queridos y superación social en todos los Órdenes) y finalmente, el nivel espiritual (aceptación de un poder trascendente a uno mismo, fortalecimiento de la fe y trascendencia de lo material). Algunos solo logran los tres primeros niveles y se encadenan a una soberbia intelectual y un materialismo a ultranza que atrofia su espiritualidad y les impide su verdadera liberación. En la recuperación de muchos alcohólicos, la misma recuperación les va generando una autosuficiencia que los lleva a una forma de soberbia intelectual, y desarrollan la convicción que todo se debe a ellos mismos, esto es una forma de BORRACHERA SECA. La crisis de valores hunde al hombre contemporáneo en este materialismo a ultranza que lo convierte en un adorador del becerro de oro. Un distinguido psicoanalista, el creador de la logoterapia, Viktor E. Frankl afirma que el abuso del alcohol y de las drogas no es más que la consecuencia de la falta de sentido en la vida, de la vacuidad existencial y de la carencia de valores espirituales, el vacío existencial y la falta de un proyecto de vida con metas trascendentes que vayan por encima de la propia persona hacen que el individuo caiga en un enajenamiento existencial que lo lleva a buscar compulsivamente satisfactores que le permitan vivir el momento para encontrar una felicidad inmediata que sustituye a la verdadera felicidad del que va buscando metas superiores en su vida. Todo esto conduce a una terrible pobreza de espíritu y debilidades de la existencia que lo llevarán a la infelicidad y amargura. Aquellos que mantienen una pobreza espiritual son los adoradores del becerro de oro que, a pesar de llevar mucho tiempo de abstinencia en el programa de Alcohólicos Anónimos, no dejan de ser borrachos secos, lo que les impedirá alcanzar la verdadera liberación que los conduzca a la plenitud de la sobriedad. DOCEAVO SINTOMA: Comportamiento inadecuado en su tratamiento, tanto con el terapeuta como en el grupo de autoayuda. Ni pichan, ni cachan, ni dejan batear. Muchos alcohólicos y adictos, aunque logran la abstinencia, no toman en serio su tratamiento y aunque acuden a él, no respetan la disciplina terapéutica ni los principios de su programa de autoayuda, esto les impide alcanzar la sobriedad. En términos beisbolísticos se dice que ni se picha, ni se cacha, ni se deja batear cuando una persona no solamente no ayuda en alguna causa sino que, por el contrario, solo estorba, interfiere y sabotea el objetivo de dicha causa. Un 34

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alcohólico que en su grupo de AA tiene conductas inadecuadas se está alejando del verdadero y único objetivo que tiene AA que es ayudar a otros a dejar la bebida. No solamente en los grupos de autoayuda se da esta forma de saboteo, sino también a nivel profesional. La consecuencia de estas conductas inadecuadas será la recaída o el síndrome de la BORRACHERA SECA. El adicto es el único caso de un enfermo que no solamente no acepta su tratamiento para controlar su enfermedad, sino que hace esfuerzos inauditos por seguirla padeciendo, se resiste a efectuar otros cambios que son necesarios para la superación de sus áreas neuróticas, por lo que su actitud ante el tratamiento se va a caracterizar por muchas resistencias y reticencias a esos cambios, comportándose en forma anárquica e ingobernable, no respetando las reglas de juego de la terapia y cayendo en conductas inadecuadas e indeseables que sólo van a poner en peligro su recuperación. Las actitudes negativas y las conductas inadecuadas de los miembros de AA o de otros grupos de autoayuda son un síntoma inequívoco de resistencia al cambio. En el artículo se explican detalladamente estas actitudes negativas y conductas inadecuadas tanto en el tratamiento AA como en el tratamiento profesional. Por el Doctor José Antonio Elizondo López

LOS PECADOS CAPITALES Introducción: En contraste con nuestra época, la ética medieval poseía claras delimitaciones. De esta manera el hombre medieval cuenta con una suerte de código de conducta que le señala claramente como debe ser su actuar. Esta codificación tiene su base, por un lado, en las llamadas ―Virtudes Cardinales‖, verdaderas llaves maestras que posibilitan el ejercicio de una conducta conforme con lo que es éticamente correcto. Por otro lado, los ―Pecados Capitales‖ (denominados así por ser ―cabeza‖ o principio de todos los demás pecados) muestran claramente la cuna de todo lo moralmente reprobable. Esta codificación moral, que si bien fue formulada en el Medioevo tiene una sorprende actualidad, está cruzada transversalmente por una problemática ética fundamental: la posibilidad de acoger hospitalariamente al ―otro‖, al prójimo (el que está próximo) como una persona válida por sí misma. Dicho de otra manera el entender a los seres humanos que están frente a mí, cualquiera sea su condición, como un ―interlocutor válido‖, como un fin en sí mismo. Como veremos más adelante, Lo que verdaderamente constituye el mal moral es entender al ―otro‖ como un ―medio‖, como un objeto que puede ser utilizado para el propio beneficio, en conformidad al principio del ―amor a sí mismo‖. Veamos a continuación una síntesis de la definición de cada uno de estos conceptos, nos hemos basado en un antiguo pero esclarecedor ―diccionario de teología‖ (se han alterado la redacción, la extensión y la ortografía castellana antigua en función de la comprensión, así mismo se han traducido algunas citas que en el texto original aparecen en latín) 1. La Soberbia 35

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Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de ―todos‖ los restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general es definida como ―amor desordenado de sí mismo‖. Según Santo Tomás la soberbia es ―un apetito desordenado de la propia excelencia‖. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores: 









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La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás. La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros. El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas. La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso. La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o títulos, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento. La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen. La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes. La desobediencia: es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.

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La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión.

El remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el cristianismo, ―Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc. 14) 2. La Acidia (Pereza) Es el más ―metafísico‖ de los Pecados Capitales en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple ―pereza‖, más aún el ―ocio‖, no parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de ―acidia‖ o ―acedía‖. Tomado en sentido propio es una ―tristeza de ánimo‖ que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos. Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal. Son efectos de la pereza:  

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La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con notable defecto. La inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada. Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a poner manos a la obra y se abandona a la inacción. La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno a sus propias pasiones. La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres. 37

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La curiosidad o desordenado prurito de saber, ver, oír, que constituye la actividad casi exclusiva del perezoso.

En el fondo, la acidia se identifica con el ―aburrimiento‖. Pero no con ese aburrimiento objetivo que nos hace escapar de una cosa, de una situación o de una persona en particular. Más bien se refiere al ―aburrimiento‖ que sentimos frente a la existencia toda, frente al hecho de existir y de todo lo que esto implica. La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil. Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos aquello que debemos ―hacer‖ en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que me causa ―horror‖; se transforma en un vacío que me angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta. De hecho ‗aburrimiento‘ significa originariamente ―ab horreo‖ (horror al vacío). Decíamos que la acidia es el más metafísico de los pecados capitales parque implica no asumir los costos de la existencia, de escapar constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe. 3. La Lujuria Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como ―appetitus inorditatus delectationis venerae‖ es decir como un apetito desordenado de los placeres eróticos. La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un ―pecado mortal‖ pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales. Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica especialmente la griega–, entienden por ―amor‖ algo muy distinto de lo que el mundo contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es ―superabundancia‖, capacidad de dar y de darse, ―caritas‖, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: ―…amar al prójimo como a sí mismo‖. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plus totalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El ―hacer el amor‖ como sinónimo de ―relación sexual‖ es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una ―persona‖ válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte así en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad. Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la 38

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perpetuación de la especie. Esta clara finalidad da también sentido a la existencia del hombre ordenado su acción en vista del amor de Dios. La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción bacía, sin sentido, que de alguna manera nadifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios. 4. La Avaricia La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como ―amor desordenado de las riquezas‖, es desordenado, continua, ―porque lícito es amar y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con al gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc. El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; ―esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.‖ ―La avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el avaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.‖ En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por una lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia, la caridad que todos le debemos al menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un ―no dar‖, más aun en privar a otros de sus bienes para tener más que retener. Por otro lado, el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo. Son ―hijos‖ o faltas menores de la avaricia: el fraude, el dolo, el perjurio, el robo y el hurto, la tacañería, la usura, etc. 5. La Gula Como ―uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida‖ es definido este pecado. La definición teológica se complementa con que ―el placer o deleite que acompaña al uso de los alimentos, nada tiene de malo; al contrario, en el efecto de una providencia especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente con el deber de su propia conservación. Prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que se experimenta‖. De esta manera, la religiosidad latina especifica estas faltas en: proepropere: comer antes de tiempo o cuando se debe abstener de comer, por ejemplo 39

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en los días de ayuno señalados por la Iglesi; laute: cuando se comen manjares que superan las posibilidades económicas de la persona; nimis cuando se bebe o se come en perjuicio de la salud de la persona; ardenter: cuando se como con extrema voracidad o avidez a manera de las bestias. La gula se transforma en pecado en los siguientes casos:      

Cuando por el solo placer de comer se llega al hurto o se reduce a la familia a la mendicidad. Cuando el deleite en el comer se reduce a un fin único y preponderante en la vida. Cuando es causa de graves pecados como la lujuria y la blasfemia. Cuando trasgrede los preceptos de la Iglesia en los días de ayuno y de abstinencia de ciertos alimentos. Cuando se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida. Cuando se auto infiere grave daño a la salud o sufrimiento a si mismo y a los que lo rodean.

Además de lo dicho por la teología tradicional, la gula tiene un aspecto que no debemos dejar de considerar. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera el ―glotón‖ se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro. 6. La Ira ―Appetitus inordinatus vindictae‖ es decir, un ―apetito desordenado de venganza‖. ―Que se excita –continua la definición latina– en nosotros por alguna ofensa real o supuesta. Requiérase, por consiguiente, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. Si no entraña este desorden no será imputado como pecado‖. De esto último se desprende que habría una ira ―buena y laudable‖ si no excede los límites de una prudente moderación y tiene como fin suprimir el mal y reestablecer un bien. ―El apetito de venganza es desordenado o contrario a la razón, y por consiguiente la ira es pecado, cuando se desea el castigo al que no lo merece, o si se le desea mayor al merecido, o que se le infrinja sin observar el orden legítimo, o sin proponerse el fin debido que es la conservación de la justicia y la corrección del culpable. Hay también pecado en la aplicación de la venganza, aunque esta sea legítima, cuando uno se deja dominar por ciertos movimientos inmoderados de la pasión. De esta manera la ira se convierte en pecado gravísimo porque vulnera la caridad y la justicia. Son hijos de la Ira: el maquiavelismo, el clamor, la indignación, la contumelia, la blasfemia y la riña‖. De la definición anterior se desprende que la ira es el uso de una fuerza directa o verbal que trasgrede los límites de la legítima restitución de un bien ofendido. La violencia, entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del 40

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otro. En el asesinato, por ejemplo, que no corresponde a la legítima defensa, se pretende evidentemente la nadificación del otro. En el leguaje, mediante la ofensa o el improperio, encontramos también el deseo de perjuicio e incluso de nulidad del otro. Es importante hacer notar que el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un mal moral. Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es sólo la anulación del otro sino que persigue fines legítimos como la conservación de la vida propia o de terceros. Tal es el caso de la ―guerra legítima‖ que procura evita la propia muerte o la privación de la legítima libertad a mano de un invasor, la legítima defensa. El uso de la fuerza se justifica también cuando se procura, con esto, el bien del otro, evitando de esta manera un daño mayor que el dolor que se infringe. La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo. 7. La Envidia La envidia es definida como ―Desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto esté bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria: tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae‖ De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el prójimo. De esta manera la envidia no es pecado cuando 





Nos entristecemos por el cargo, potestad o bienes materiales alcanzado por quien no los merece y podría hacer mal uso de esa autoridad causando grave daño a sus semejantes. Sentimos insatisfacción por los bienes que posee quien no los merece y en vista de que nosotros le daríamos mejor fin. Por ejemplo, el que abunda en riquezas haciendo mal uso de ellas: los avaros que no hacen uso de sus bienes ni para beneficio propio ni para el de los demás. Otras veces, nos entristecemos, no tanto de lo que el otro posee como del hecho de que nosotros carecemos de ese bien, si esta constatación nos muestra el tiempo y las oportunidades perdidas y alienta nuestro propio sentido de superación.

La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que legítimamente a conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir. De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamente quitarle esos bienes o de hacer ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee. La mentira, la traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes.

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Guía para trabajar el Cuarto Paso

«Sin miedo hicimos un detallado inventario moral de nosotros mismos.»

Esta guía tiene como finalidad ayudar a escribir un inventario para el Cuarto Paso. Es muy importante que trabajemos con un padrino de AA. Si aún no lo tienes, éste es un buen momento para encontrar alguien que pueda orientarte. Una vez que hayas leído esta guía solo, te sugerimos que, antes de empezar a escribir, la vuelvas a leer con tu padrino. También es útil usar el resto de las publicaciones de AA y acudir a las reuniones donde se estudien los pasos, para obtener más información sobre el cuarto. Hay muchas maneras de hacer un inventario y no una sola que sea correcta para todo el mundo. Esta guía es el resultado de la experiencia, la fortaleza y la esperanza de muchos adictos que han encontrado la recuperación en Alcohólicos Anónimos. Sea cual fuere el método que usemos, nuestro Cuarto Paso tendrá éxito si es detallado y lo hacemos sin miedo.

Detallado y sin miedo…

El Cuarto Paso nos pide que seamos minuciosos y que trabajemos sin temor. Nos pide que nos examinemos y que penetremos más allá del autoengaño que estuvimos utilizando hasta ahora para escondernos la verdad sobre nosotros mismos. Debemos explorarnos como si entrásemos en una casa a oscuras con una sola vela para orientarnos y, a pesar de nuestro miedo o resistencia a lo desconocido, avanzáramos. Es preciso que estemos dispuestos a iluminar cada rincón de nuestra mente, como si nuestra vida dependiera de ello, porque en realidad depende de ello. Lo que aquí buscamos es una imagen completa de nosotros mismos. Nos dimos cuenta de que para poder examinar nuestra conducta, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y las causas que los motivaron, a pesar de lo poco importantes que pudieran parecer, hacía falta mucha honestidad. Ser honestos es lo primordial, puesto que nos orientará hacia el descubrimiento de la forma en que nuestra enfermedad afectó nuestra vida. Actuábamos con nuestra propia imagen distorsionada, nunca la habíamos examinado en conjunto, toda a la vez. Ahora, quizás por primera vez en nuestra vida, empezaremos a vernos tal como somos, y no como habíamos imaginado o creído ser. Cuanto más precisa y completa sea esta descripción, tanto mayor será la libertad que obtengamos. Al llegar a este punto tenemos que poner énfasis en que el hecho de ser minuciosos no quiere decir lo mismo que ser perfectos. No existe el Cuarto Paso perfecto. Lo hacemos lo mejor que podemos. Con esmero y perseverancia escribimos lo más honestamente posible. El hecho de esperar la perfección puede ser, a veces, una manera de ir postergándolo y de no hacerlo. Es posible también que hayamos oído decir: «Si no haces un inventario minucioso volverás a consumir.» En este caso tenemos que volver al Tercer Paso y confiar sin reservas en Dios. Si nos quedamos fijados en el miedo a que nuestro inventario no sea lo bastante bueno, o si nos preocupamos de lo que pueda decir nuestro padrino cuando se lo leamos, es posible que nunca logremos hacerlo. Éste no va a ser el último inventario que escribamos y no es necesario que sea una obra literaria; lo único que hace falta es empezar con honestidad y ser tan exhaustivos como nos sea posible. Una de las cosas que aprendimos en el Tercer Paso fue a confiar en Dios. Ahora podemos escribir sin miedo la verdad. El Cuarto Paso es un proceso liberador y curativo. Pongamos nuestra fe en un Dios que nos ama y confiemos en que aquello que escribamos, si lo hacemos detalladamente y sin miedo, sea exactamente lo que tengamos que escribir. 42

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…inventario moral…

En el Cuarto Paso se nos pide que hagamos un inventario moral. La primera vez que oímos la palabra moral, algunos entendimos mal su significado, mientras que otros no entendimos nada. La moral es simplemente una serie de valores, de principios que elegimos para guiarnos en nuestra recuperación. El propósito de esta guía no es definir la moral, ni especificar un sistema moral que debe regir la vida de los demás. Sabemos que cada uno de nosotros tiene sus propios valores internos. Podríamos elegir como definición de bueno: aquello que tiene la capacidad de sacar a relucir lo mejor que tenemos dentro y de consolidar nuestra recuperación; y definir lo malo como: aquello que tiene el poder de sacar a relucir lo peor de nosotros y que debilita nuestra recuperación. Aquí nos puede ayudar el examen de nuestros sentimientos. Al escribir el Cuarto Paso, tendremos que observar no sólo lo que hemos hecho, sino también lo que hemos sentido. Es posible que nuestros conceptos morales hayan sido vagos o indefinidos, pero en todo caso los teníamos, incluso durante nuestra adicción activa. Por lo tanto, en las situaciones en que nos sentíamos mal, o sentíamos que algo andaba mal, lo más probable es que hayamos transigido con nuestros conceptos morales o bien que hayamos sido incapaces de mantenerlos. Cuando llegamos a entender esto, vimos como los pasos encajaban unos con otros. Comenzamos a observar la naturaleza exacta de nuestras faltas. Esto significaba algo más que ver sólo los errores que habíamos cometido; significaba mirar más allá, ver su propia naturaleza. Por ejemplo: si habíamos robado dinero a nuestros padres para comprar drogas, está claro que esto fue una falta. ¿Cuál fue su naturaleza? Fue nuestro egocentrismo, nuestro miedo, nuestra deshonestidad y nuestra desconsideración. Fuimos egocéntricos porque aquello que queríamos, lo queríamos a costa de otra persona. Fuimos miedosos porque temíamos no conseguir lo que queríamos. Fuimos deshonestos porque quitamos el dinero de otro sin su permiso ni su consentimiento. Y fuimos desconsiderados porque hicimos algo que hirió a otro ser humano.

…de nosotros mismos

Es importante recordar que este es nuestro inventario. No es el lugar para hacer una lista de faltas o errores de los demás. Cuando miramos nuestra vida de esta manera, vemos que la naturaleza de nuestras faltas y nuestros defectos de carácter son los rasgos que se oponen a los principios espirituales. Nuestro inventario, pues, es el proceso de descubrir la forma en que nuestros defectos de carácter traen dolor y pena, no sólo a nosotros, sino también a los demás y cómo nuestra nueva vida, basada en los Doce Pasos, puede traernos serenidad, paz y gozo. A partir del Cuarto Paso aprendemos a descubrir las cosas que interfieren en nuestro camino y las que nos ayudan.

Esquema general

Cuando estemos listos para comenzar, le pediremos a Dios que nos ayude a ser exhaustivos y valientes en este inventario. Hay, incluso, quienes al principio escriben una oración. Lo importante es sentarse y empezar a escribir. A medida que vayan surgiendo diferentes emociones, tendremos que estar dispuestos a enfrentarnos a ellas y a seguir escribiendo.

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Algunos sentimientos pueden resultar incómodos o molestos, pero pase lo que pase, sabemos que Dios está con nosotros. Podemos sentirnos satisfechos por el simple hecho de saber que estamos tomando medidas positivas para con nuestra recuperación. Pidámosle a un Dios bondadoso que nos ayude, y procuremos recordar que lo que escribimos es un asunto entre nosotros y Él, tal como lo concebimos. La siguiente guía nos da un esquema para examinarnos. Contiene los elementos básicos que solemos usar en nuestro inventario. Para no quedar atascado, mantente en contacto con tu padrino. He aquí algunas sugerencias: 1. Sigue el esquema y ocúpate sólo de una sección a la vez. 2. Deja márgenes amplios, así tendrás espacio para apuntar las ideas que se te vayan ocurriendo mientras escribas. 3. No borres, ni taches nada y no corrijas tu inventario. A lo largo de esta guía encontrarás ejemplos del tipo de preguntas que solemos hacernos. Algunas pueden parecerte ajenas a tu caso. Se incluyen para ayudarte a hacer tu inventario. Escríbelas una por una a medida que avances. Cuando la respuesta sea un sencillo «sí», añade una lista de ejemplos. En cada una de las situaciones intenta ver dónde te equivocaste, cuáles fueron tus motivaciones y cuál fue tu papel. Al examinar nuestra conducta de antes, durante y después de la adicción activa, empiezan a aparecer pautas de conducta típicas que se repiten. El objeto de un detallado inventario moral es averiguar la verdad, mirar fríamente la realidad. Lo que estamos intentando hacer aquí en el Cuarto Paso, no es sólo descubrir dónde nos habíamos equivocado, sino también comprender cuál fue nuestro papel y de qué manera podríamos estar perpetuando en nuestro comportamiento actual esas pautas de conducta. El descubrimiento y reconocimiento de ellas, es lo que nos permite librarnos de nuestros defectos en los pasos siguientes. Aunque algunas veces pueda resultar vergonzoso o incluso doloroso ser honestos con nosotros mismos, el simple hecho de volcar esta información sobre un papel, no puede hacernos daño. Repaso de los tres primeros pasos. Ya has hecho los tres primeros pasos con tu padrino. Estos nos dan la base y la preparación necesaria para hacer, sin miedo, un detallado inventario de nosotros mismos. A muchos nos resultó útil tomar un lápiz y escribir sobre estos tres pasos. Ahora, antes de escribir tu inventario, vuelve a mirarlos y a repasarlos. Recordemos al llegar a este punto que sólo a través de un Poder Superior, y no de nuestro propio poder, seremos capaces de proceder sin miedo. Antes de empezar a escribir, pídele en silencio a Dios, tal como lo concibes, que te dé valor para ser exhaustivo y para poder trabajar sin temor. AHORA SÍ ESTÁS PREPARADO PARA EMPEZAR A ESCRIBIR EL CUARTO PASO. I. El resentimiento. Nuestros resentimientos nos causaron malestar. Volvimos a vivir las desagradables experiencias del pasado una y otra vez en nuestra imaginación. Estábamos enfadados con todo lo que nos había pasado y teníamos una lista mental de resentimientos. Lamentábamos no haber llegado a decir algunas cosas ingeniosas y planeábamos venganzas reales o imaginarias. Estábamos obsesionados con el pasado y con el futuro, y debido a ello, nos quedábamos sin presente. Ahora tenemos que escribir sobre esos resentimientos para darnos cuenta cuál fue nuestro papel en su formación. 44

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A. Haz una lista de las personas, organizaciones e ideas con las que estés resentido. La mayoría de nosotros solemos empezar por la infancia, pero cualquier orden sirve, siempre que la lista sea completa. Incluye a todas las personas (padres, parejas, amigos, enemigos, tú mismo, etc.); organizaciones e instituciones (cárceles, policía, hospitales, escuelas, etc.); e ideas (religiones, ideologías políticas, prejuicios, costumbres sociales, Dios, etc.) con las que estés enfadado. B. Haz una lista de la causa o causas de cada uno de los resentimientos. Con cada resentimiento examinamos los motivos de nuestra ira y la manera en que éstos nos afectaron. Solemos hacernos este tipo de preguntas, para ayudarnos a identificar nuestros sentimientos: • ¿Me sentí ofendido a causa de mi orgullo? • ¿Puse en peligro mi seguridad? • ¿Dañé o amenacé alguna relación personal o sexual? • ¿Mi ambición me puso en conflicto con otras personas?

C. Con cada resentimiento tratamos de observar dónde nos equivocamos y cuál fue nuestro papel en la situación. ¿Cómo reaccionamos frente a nuestras emociones en cada

situación? Tenemos que ser lo más honestos que podamos y descubrir cuáles fueron los defectos de carácter que intervinieron en nuestras acciones. He aquí algunas de las preguntas que solemos formularnos: • ¿Cuándo mis actos se basaron en la codicia y en la necesidad de poder? • ¿Hasta qué extremos llevaba mis resentimientos? • ¿De qué maneras manipulaba a los demás y por qué? • ¿Cómo se manifestaba mi egoísmo? • ¿Acaso creía que la vida me debía algo? • ¿De qué manera aquello que esperaba de los otros me causaba problemas? • ¿Cómo se manifestaban el orgullo y el ego en estas situaciones? • ¿De qué forma el miedo me impulsaba a hacer las cosas?

D. Las situaciones en las que estábamos seguros de tener razón, requieren especial atención y discusión con el padrino. La respuesta a estas preguntas y a otras que nos

podamos hacer nos ayudará a identificar nuestros defectos de carácter. Tenemos que hacerlo con honestidad y no dejar nada de lado. En las situaciones en las que los demás nos habían hecho daño, tenemos que darnos cuenta de la necesidad de dejar de esperar que los otros sean perfectos. En nuestra recuperación no hay sitio para la santurronería. Para tener paz mental, tendremos que aceptar a las otras personas tal como son. II. Las relaciones personales. Aquí no se trata sólo de hacer una lista de las relaciones sexuales. Hemos tenido problemas en todas nuestras relaciones personales. Muchos de nuestros defectos de carácter salen a relucir e impiden que podamos mantener relaciones sanas y prósperas. A. Haz una lista de tus relaciones personales. Incluye en ella a compañeros de trabajo, amigos, familia, parientes, vecinos, etc. Examina los aspectos positivos y negativos de cada una de estas relaciones, siendo honesto sobre tus aciertos y tus errores. No pierdas tiempo con las equivocaciones de los demás. Tratemos de concentrar nuestra atención sobre nuestros propios errores, sobre las áreas en las que el egocentrismo u otros defectos de carácter parecían ocupar el sitio más importante. Debemos buscar dentro de 45

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nosotros y evaluar honestamente nuestras motivaciones. Examinemos cómo estos defectos, por ejemplo la intolerancia, están presentes en nuestras relaciones. Es probable que, a veces, les hayamos negado a los otros el derecho a expresar, o incluso a concebir, sus propias opiniones; esta actitud generaba indiferencia, hostilidad y otros problemas. Teníamos la necesidad, generada por el miedo, de «tener siempre razón». Criticábamos a los demás sin necesidad, pero cuando nos hacían una crítica constructiva, no solíamos ser muy receptivos que digamos. He aquí algunas de las preguntas que podemos hacernos: • ¿Cuándo fui intolerante con los demás? • ¿Cuándo me sentí superior? • ¿De qué manera me aprovechaba y abusaba de otras personas? • ¿De qué manera intentaba hacer sentir inútiles a los demás? La autocompasión es otro ejemplo. Es una de las maneras que tenemos de manipular a los otros en beneficio propio. Dar rienda suelta a la autocompasión era pedir a los demás que cambiaran o que se sometieran a nuestras exigencias; era buscar la manera de evitar la responsabilidad. Preguntémonos: • ¿Cómo utilizaba la autocompasión para conseguir lo que quería? • ¿Mentía o exageraba? Si es así, ¿por qué? • ¿De qué manera hacía sentir culpables a los demás? • ¿Qué papel jugaba la terquedad y el egocentrismo en mis relaciones personales? • Cuando no conseguía lo que quería, ¿me convertía en una persona miedosa, celosa o deshonesta? • ¿Estaba tan obsesionado con mi persona que tenía muy poca objetividad y comprensión par con los demás? B. Haz una lista de tus relaciones sexuales. Puedes incluir relaciones profundas y duraderas o bien relaciones ocasionales, cónyuges, parejas, etc. He aquí el tipo de preguntas que solemos contestar sobre cada una de estas relaciones: • ¿Mentía o manipulaba para satisfacer mis propias necesidades? • ¿Me importaba la otra persona? • ¿Cómo se lo demostraba? • ¿Me sentía más o menos valioso que mi pareja? • ¿De qué forma influyeron mis dependencias y me obligaron a hacer concesiones conmigo mismo? • ¿Con qué frecuencia decía «sí», cuando en realidad quería decir «no»? ¿Por qué? • ¿Acabé sintiéndome inútil, usado o abusado? • ¿Creía que el sexo me «arreglaría» y haría que todo funcionase bien? • ¿Terminaron mis relaciones en dolor e infelicidad para los otros? • ¿Qué tipo de pareja elegía durante mi adicción activa? • ¿Sigue siendo igual hoy en día? • ¿Comerciaba con el sexo? • ¿Era deshonesto en mis relaciones? • ¿En qué momentos satisfacía mis necesidades sexuales a costa de otra persona? Algunos tuvimos experiencias sexuales que no entran ni siquiera en la categoría de «relaciones personales». Necesitamos escribir sobre éstas y sobre nuestros sentimientos, especialmente cuando la vergüenza y la culpabilidad estén involucradas. 46

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C. En cada una de las relaciones que has enumerado en las secciones A y B, resume la manera en que te afectó y procura identificar cuáles son los defectos de carácter que aparecen. Muchos de nuestros defectos de carácter dañaron nuestras relaciones

personales. Como adictos, las emociones nos suelen llevar a extremos que van más allá del límite de lo apropiado. El hecho de escribir el inventario nos ayuda a ver dónde nuestra adicción jugó un papel importante en nuestro trato con la gente, los lugares y las cosas. III. La autoobsesión y el egocentrismo. Parte del Cuarto Paso consiste en examinar la forma en que hemos estado obsesionados con nosotros mismos. Muchos de nuestros sentimientos, y hasta los mismos defectos de carácter tienen su origen en nuestro total egocentrismo. Somos como niños pequeños que nunca llegaron a crecer. Durante toda nuestra adicción activa y también, tal vez, durante nuestro tiempo «limpio», poníamos énfasis continuamente en aquello que queríamos, necesitábamos o deseábamos. Queríamos todo, pero a cambio de nada. No estábamos dispuestos a trabajar por ello, ni a pagar su precio. Nos hemos dado cuenta de que estuvimos exigiendo demasiado. Deseábamos que, de alguna manera, la gente, las cosas o los lugares nos hicieran sentir felices, contentos y realizados. Ahora, en recuperación, hemos visto que sólo Dios puede llevar a cabo esa tarea. A través de nuestro Cuarto Paso hemos examinado las situaciones para ver que había detrás de nuestras acciones. También es útil prestar atención a los sentimientos. Es importante aprender a identificar lo que podamos sentir. Quizás nos interese buscar las palabras en el diccionario para empezar a saber lo que significan. Es fácil decir: «Me siento mal por esto o por aquello», pero necesitamos profundizar aún más para llegar a comprender lo que estos sentimientos quieren decir. A continuación hay una lista de palabras que te pueden ayudar a identificar los sentimientos: culpabilidad, vergüenza, intolerancia, autocompasión, resentimiento, ira depresión, frustración, confusión, soledad, ansiedad, engaño, desesperación, fracaso, miedo, negación, soberbia, e incapacidad…

A. Examina cada uno de los sentimientos de la lista de arriba, así como otros sentimientos que hayas identificado en tu inventario. Haz una lista de los que experimentas más a

menudo y de las situaciones en las que suelen aparecer. Examina las circunstancias de cada una de esas situaciones. Apunta las razones por las que te has sentido así y pregúntate: • ¿Cómo me afectó ese sentimiento? • ¿Era adecuado ese sentimiento en esa situación? • ¿Me comporté adecuadamente en esa situación? • ¿Qué recuerdos me trajo?

B. Trata de ver qué papel desempeñó la autoobsesión y el egocentrismo en cada uno de esos sentimientos y situaciones. Hazte las siguientes preguntas: • • • • •

¿Me sentí o me porté como si tuviera razón en esa situación? ¿Fue egoísta mi conducta? ¿Qué esperaba de mí mismo o de los demás? ¿Me empeñé en salirme con la mía o me dio rabia al ver que no lo lograba? ¿Qué reacción tuve con mis sentimientos? IV. La vergüenza y la culpabilidad. Una de las excusas más frecuentes que utilizamos para no hacer el Cuarto Paso son nuestros «profundos y oscuros secretos». Esas 47

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situaciones que nos han causado tanta vergüenza y culpabilidad, las cosas que nunca hemos examinado suelen ser las más difíciles de escribir y compartir. El no querer enfrentarlas puede ser un obstáculo en nuestra recuperación. Al tratar con la culpa y la vergüenza debemos recordar que muchas de las cosas que ocurrieron se debieron a nuestra enfermedad. Es importante que nos demos cuenta de que no somos responsables de muchas de las cosas que hicimos durante nuestra adicción activa, aunque sí somos responsables de nuestra recuperación. Al llegar a este punto de tu inventario, tal vez hayas descubierto algunos sentimientos de vergüenza. Es muy importante que ahondes en esas situaciones, ya que estos sentimientos son la base de muchas de nuestras acciones. Por esta razón te animamos a escribir con toda la honestidad posible. Escribimos acerca de las situaciones que nos hacen sentir culpables e incluso sobre aquellas en las que no hemos cometido ninguna falta. A veces nos sentimos culpables por situaciones en las que no estábamos en falta. Es importante examinar cuidadosamente este punto para poder identificar los sentimientos que todavía puedan estar afectándonos.

A. También es importante reconocer nuestros sentimientos y nuestros defectos de carácter en los siguientes casos:

• ¿Cuáles son las cosas que nunca conté a nadie? • ¿Qué había allí, que me impulsara a guardarlo en secreto? • ¿Hubo algunas experiencias (por ejemplo de tipo sexual, económico, familiar o relacionadas con el trabajo) que me crearan sentimientos de culpa, vergüenza o confusión? • ¿Recibía o infligía malos tratos físicos? • ¿Dónde intervenían el miedo y el egocentrismo? • ¿Por qué me quedaba aferrado a los sentimientos de culpa y vergüenza? • ¿Cómo reaccionaba cuando las cosas no salían como esperaba? • ¿Me culpaba por la mala conducta de otra persona? • ¿De qué modo la culpa y la vergüenza afectaban otros aspectos de mi vida? V. Los momentos en que nos sentimos víctimas. A lo largo de nuestra vida es posible que nos hayamos creído víctimas. Puede que hayan existido numerosas razones para sentirnos así. Por ejemplo: de niños, tal vez, hayamos recibido malos tratos físicos, mentales y/o emocionales por parte de los adultos. En ese caso fuimos víctimas en el estricto sentido de la palabra, puesto que no teníamos capacidad para protegernos. Desgraciadamente, y por la razón que sea, muchos hemos desarrollado el hábito de reaccionar frente a la vida y de percibir el mundo como si constantemente fuéramos víctimas. El deseo de estar desamparados y querer ser rescatados, y, la negativa a asumir la responsabilidad sobre nosotros, son claros aspectos de nuestra enfermedad. Culpábamos a los demás y les guardábamos rencor por todas nuestras penas y, al mismo tiempo, éramos incapaces de ver nuestro propio papel en los problemas que teníamos. Es un círculo vicioso, nos encontramos una y otra vez en situaciones en las que pasamos de víctimas a verdugos. Al repasar nuestro pasado nos hemos dado cuenta de que necesitamos examinar las situaciones en las que podríamos haber sido incitadores o receptores de vínculos abusivos. Padecemos una enfermedad autodestructiva que exagera este tipo de problemas. Nuestros deseos de recuperación pueden hacernos detallar exageradamente todo esto en nuestro inventario. Juzgar honestamente estas situaciones 48

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nos puede dar una nueva perspectiva que nos ayude a ver cómo nos hemos convertido en víctimas. A través de este proceso, tenemos la oportunidad de librarnos de nuestros pensamientos y reacciones de víctimas.

A. Contestemos preguntas de este tipo:

• ¿Me sentí víctima en alguna de las situaciones sobre las que escribí (o que todavía me falte escribir)? • ¿Qué esperaba de mis padres? • ¿Sigo esperando lo mismo? • ¿Cómo me comportaba de niño cuando no podía salirme con la mía? • ¿Cómo me comporto en la actualidad cuando me pasa lo mismo? • ¿De qué forma me comporto hoy en día como si fuera una víctima? • ¿Qué siento en esas circunstancias? • ¿Qué relación hay entre mi autoestima y esas situaciones? • ¿De qué manera soy responsable de continuar con esa pauta de conducta? VI. El miedo. Al haber observado de cerca nuestro egocentrismo, nuestros resentimientos y nuestras relaciones personales, vimos que el miedo, la duda y la inseguridad yacían en el centro mismo de gran parte de nuestra conducta. Queríamos aquello que queríamos en ese preciso instante, y nos horrorizaba la idea de no poder conseguirlo. En el fondo temíamos quedarnos desamparados. Muchos de nuestros defectos y sus manifestaciones no eran más que torpes intentos de satisfacer nuestras necesidades y de poder cuidar de nosotros mismos. Cuando lo miramos de cerca, nos damos cuenta de que tenemos miedo de casi todo. Nuestros temores nos habían impedido hacer las cosas que queríamos hacer y ser las personas que queríamos ser. A. Hagamos una lista de todos nuestros miedos. Algunos de estos son: el miedo a lo desconocido, al dolor, al rechazo, al abandono, a la responsabilidad, al compromiso, a ser adultos, al éxito y/o al fracaso. Teníamos miedo de no tener nunca bastante, o bien de perder lo que ya teníamos.

B. Contestemos las siguientes preguntas sobre nuestros temores: • • • • •

¿Por qué tengo este miedo? ¿De qué manera este miedo me paraliza o impide que cambie? ¿Tengo miedo de sentir que dependo sólo de mí mismo? ¿Cómo reacciono frente a este miedo? ¿Cómo se manifiesta este miedo en mi vida actual? VII. Las virtudes. Hemos examinado nuestras acciones, nuestros sentimientos, y hemos descubierto la naturaleza exacta de nuestras faltas. Ahora ha llegado el momento de considerar nuestras virtudes. Ten presente que un examen de nosotros mismos debe incluir tanto lo positivo como lo negativo. Al mirar nuestra conducta es importante que veamos qué es lo que queremos cambiar en nuestro comportamiento. Nuestras virtudes nos proporcionan los modelos que nos pueden servir como ejemplo. Ganamos en humildad cuando admitimos honestamente que somos seres humanos, ni perfectamente buenos, ni completamente malos. Estamos hechos de virtudes y defectos, y siempre podemos mejorar. Si no conseguimos encontrar nada bueno dentro de nosotros, debemos investigar más cuidadosamente. Si buscamos, seguramente encontraremos algunas virtudes. La siguiente lista te puede ayudar a reconocer algunas virtudes en ti:  buena voluntad  valor  bondad  solidaridad Grupo Fortaleza Tetela  confianza  tolerancia  perdón

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http://jovenestepa.wordpress.com/2007/07/03/el-sindrome-de-la-borrachera-seca/       

fe honestidad receptividad conciencia de Dios paciencia aceptación generosidad

Estas virtudes nos demuestran que no somos tan «malas personas» como creíamos y nos dan ánimo y fuerza para seguir adelante. Estamos limpios y dispuestos a cambiar y a crecer; estamos tomando medidas positivas para nuestra recuperación. Hemos puesto nuestra vida y nuestra voluntad al cuidado de un Poder superior a nosotros y estamos aprendiendo a vivir de acuerdo a una nueva serie de principios. Aquellas actitudes y comportamientos que no nos funcionaron en el pasado, se modificarán a medida que sigamos adelante con los pasos. Estamos intentando edificar una vida feliz en recuperación y el Cuarto Paso es un claro esfuerzo en esa dirección. A. Escribe un párrafo sobre cada una de las virtudes anotadas en la lista de arriba (sección VII). Procura pensar en algún incidente del pasado o del presente en el que aparecieran estas virtudes. Apunta ejemplos de tu vida diaria en los que practiques estas virtudes. Es tan importante aquí, como en las otras secciones, no dejar nada de lado. Si te resulta difícil reconocer en ti alguna virtud en particular, te sugerimos que hables con tu padrino. Puedes hablar también con otros miembros de tu grupo a los cuales respetes. El talento de saber reconocer lo bueno de los demás, es una virtud en sí misma. Este es el momento de utilizar este talento en tu propio beneficio: poder ser tan buenos con nosotros mismos, como podemos llegar a serlo con los otros. Descubrimos que al principio, muchas virtudes son simples posibilidades y que sólo a través de la práctica se convierten en realidad. ¿Cuáles son los resultados de hacer sin temor un detallado inventario moral de nosotros mismos? El Cuarto Paso nos ayuda a desprendernos de nuestros falsos conceptos y de nuestras falsas percepciones de la vida, de la realidad y de nosotros mismos. El mundo de fantasías en el que vivíamos durante la adicción activa se desvanece a medida que empezamos a ver y a aceptar la vida tal cual es. Ahora que hemos descubierto nuestros secretos, es hora de desprendernos de ellos. Los defectos de carácter que habían destruido nuestra paz mental, empiezan a cambiar mediante el trabajo continuo de los pasos. El hecho de poder ver la naturaleza exacta de nuestras faltas, nos demuestra lo impotentes que en realidad somos. Vemos la futilidad de intentar vivir por medio de nuestro propio esfuerzo. Al trabajar los pasos llegamos a creer en un Poder superior a nosotros mismos. La honestidad del Cuarto Paso, nos reafirma el Tercero, ya que vemos total y absolutamente el alivio que significa depender de un Poder Superior. Al practicar los principios espirituales de honestidad, receptividad y buena voluntad, nos damos cuenta de que el amor, la aceptación, la tolerancia, la fe, la autoestima y la confianza se vuelven posibles. Cuando vivimos los Doce Pasos empezamos a librarnos del pasado, a tener la libertad de ser nosotros mismos y a saber en realidad quiénes somos y qué somos. Este proceso es un alivio y un gran paso hacia la libertad. 50

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Con este espíritu estamos listos para seguir caminando rumbo al Quinto Paso, para compartir nuestro inventario con Dios y con otro ser humano.

La Espiritualidad y el Dinero Me pregunto de dónde saca la gente la idea de que la espiritualidad no se lleva con el dinero. Muchos piensan que para ser una persona espiritual, se tiene que vivir en la pobreza extrema, carecer hasta de lo indispensable y comer cuando alguien se apiade de nosotros y nos regale un poco de ―sobras de comida‖ (aunque sea de lo que no quiso Firulais). Puedo dar testimonio que he visto indigentes con una soberbia extrema. Un día iba yo por la calle cargando un bulto de naranjas, pasó cerca de mí un indigente, y yo de buena voluntad le quise obsequiar un par. Cuando extendí mi mano con el par de naranjas para dárselas al hombre, éste sólo me dijo ―Ahí después‖ me esquivó y siguió su camino. En otra ocasión, saliendo de una reunión aproximadamente a las 6 de la mañana, (la reunión duró toda la noche) un compañero me preguntó ―¿quieres ver un ejemplo de lo que es la soberbia?‖ Me extrañó su pregunta, y sin saber exactamente a qué se refería asentí con la cabeza. Cruzamos la calle y se encontraba una señora vendiendo tamales, champurrado y arroz con leche, pedimos cada uno de los que íbamos lo que deseábamos comer y mi amigo pidió un arroz con leche y una torta de tamal extra. Sin saber exactamente qué iba a hacer, vimos cuando se encaminó a la esquina en la cual estaba sentado en el quicio de un establecimiento – que todavía no abría sus puertas – un hombre. Era evidente que había tenido una noche de borrachera, supongo que la resaca que estaría padeciendo sería terrible. Mi amigo, solícito se acercó al hombre y le extendió la torta de tamal y el vaso de arroz con leche, cuál no sería nuestra sorpresa al ver que el tipo, le dijo a mi amigo ―chinga tu madre pendejo, ¿quién te está pidiendo algo?‖ Se levantó y se marchó tambaleándose. ¿Qué quiero decir con esto? Que hay personas que no tienen ni qué comer, ni en qué caerse muertas y son propietarias de una soberbia extrema, lo que me lleva a la conclusión de que el no tener o tener dinero no tiene nada que ver con lo espiritual. El dinero es necesario, es muy útil y muy divertido tenerlo, es muy cierto el refrán que dice ―el dinero no es la felicidad, pero como se le parece‖. Es hora de cambiar la mentalidad y dejar de pensar que puede llegar a ser una persona más espiritual quien carece de dinero. De momento nos encontramos en un mundo físico, si es cierto todas esas teorías que dicen que todo es una ilusión, estoy de acuerdo con ellas, pero mientras no alcanzo el nivel de ser tan espiritual como para dedicarme a la contemplación de lo divino, es necesario que compre comida, pague la renta, los servicios – agua, teléfono, luz, gas, 51

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renta - y por supuesto que algunas diversiones, entre ellas el internet. Me divierte realmente el internet. Y para estar escribiendo mis temas, necesito tener internet, mismo que si quiero ir a la compañía de cable y pagarles con la oración de la serenidad, o alguna otra de mi preferencia, voy a encontrarme con que los dueños de mi compañía de internet son muy materialistas y no quieren nada con mi espiritualidad y sí con mi dinero. Igual están todos los materialistas de las gasolineras, y no se digan los del súper mercado. Cuando voy a comprar comida y llego a la caja registradora, quizá pueda hablar con la cajera de lo lindo que es vivir hacia dentro de uno y no hacia fuera, pero no creo que en ese momento a la cajera le sea de mucho interés el tema y me va a pedir que por favor pague con efectivo o tarjeta y me deje de idioteces para mejor ocasión. ¿Es mala la espiritualidad? Por supuesto que no. ¿Entonces es malo el dinero? Por supuesto que no. ¿Se pueden conjugar los dos en mi vida? Por supuesto que sí. Veamos, leí en un libro – y me quedo con eso – el asunto de por qué una estrella del deporte debe ganar millones de DOLARES al año, por qué una estrella porno, debe ganar millones de DOLARES al año y por qué quien quiera llevar una vida espiritual deba vivir del carajo. ¿Por qué tenemos la costumbre de darle tan poco a lo más alto? ¿Por qué una ayuda de clase inmejorable que yo le dé a alguien debe ser gratis mientras una conferencista en sexología gana millones en un fin de semana explicándome la posición del ―perrito‖ que a mi mujer ni le gusta? Creo que debemos hacer conciencia que somos un ser trino, Mente, Cuerpo, Espíritu. Y cada uno de estos tres tiene necesidades. Debo alimentar mi mente, mi cuerpo y mi espíritu. No me puedo dedicar nada mas a la contemplación de lo divino y olvidarme de mi cuerpo, porque es seguro que éste va a protestar ¡y de qué manera! Mi mente, ¿con qué la alimento? (Mente sana en cuerpo sano). Así que es necesario hacer unos pequeños gastos para la manutención del individuo. Yo los clasificó así: La alimentación del Espíritu es gratis. La alimentación de la Mente, tiene algunos gastos. (La compra de buenos libros, la entrada a una obra de teatro, unos CD de música, etc.) Aunque éstos no son de primera necesidad, también puedo darle buen alimento a mi mente gratuitamente. La alimentación de mi Cuerpo no es gratis, ya ni el agua. Mi cuerpo necesita un lugar donde pasar la noche y mi casera no es muy espiritual que digamos y mes a mes pasa por lo del alquiler. Igual la comida que necesita mi cuerpo, tengo que pagarla con dinero. Concluyo, no es necesario pasarla del carajo económicamente para poder ser una persona espiritual. No hay una pelea entre la espiritualidad y el dinero, de hecho, Dios nos da todo el dinero que le pidamos, todo, millones o centavos o nada de dinero. Pero lo sugerido es anteponer lo espiritual a lo material. No podemos vivir sin lo uno o lo otro. Mal empezamos si anteponemos el dinero a lo espiritual, es ahí donde en verdad empiezan las dificultades pero ya hablaremos de esto en otra ocasión.

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¿Cómo se relaja mi mente si me paso una semanita tirado de panza al sol en una de las Bahías de Huatulco? ¡Yo personalmente me la paso súper!, Mi Mente se siente bien, mi Cuerpo ni se diga y mi Espíritu vuela hasta lugares inenarrables. Pero hay que hacer un presupuesto y pagar con dinero esas vacaciones. Definitivamente, desde mi óptica, lo espiritual no está peleado con lo material. Puedo tener todo el dinero que desee tener, gastar es maravilloso, comprar lo que se me antoje es estupendo, ¿me siento mal gastando dinero? Por supuesto que no. Pero alguien dijo hace años – no sé quién sería – que tener dinero es malo y de ahí que se ha venido de generación en generación esa idea. Yo sugiero a mi hipotético lector, que cambie su manera de pensar y si se siente culpable por tener dinero, piense en cómo se ha sentido las veces que ha comprado lo que se le antoje. Créanme que Dios no se va a enojar si tienen mucho dinero porque es Él quien lo proporciona. Ahora que si tienes mucho, mucho, mucho, pues no te olvides de mí.

La Oración de la Serenidad en su forma completa:

―Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; pidiendo, como lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz Contigo en la siguiente. Amén.‖ Oración de la Serenidad. de Reinhold Niebuhr. (Wrigth City, 1892-Stockbridge, 1971) Teólogo estadounidense. Ordenado ministro de la Iglesia evangélica, fue pastor en Detroit hasta 1928 y después enseñó en el seminario teológico de Nueva York (1930-1960). Demostró la unión entre el liberalismo político y la teología bíblica. Actualización: = Se trata del famoso teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr, como revela Elisabeth Sifton, hija de Niebuhr, en un libro recién publicado con el título ―Fe y política en tiempos de paz y de guerra‖. La oración fue compuesta un domingo de 1943, durante las ansias de la Guerra Mundial (su autor era teólogo de izquierda, socialista en su juventud, antifascista y antiestalinista enconado). Observa su hija que a Niebuhr no le molestó que una versión abreviada de su oración fuera empleada por Doble A, ni que se ignorara no sólo que él era el autor, sino hasta que la Oración tenía un autor. Actitud que, desde luego, lo honra.= La historia de esta oración se encuentra en uno de nuestros textos de literatura: "TRASMITELO - La historia de Bill Wilson y de cómo llegó al mundo el mensaje de A.A. La historia es esta: 53

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"Se descubrió en la columna "In Memoriam" de un número de principios de junio de 1941 del Herald-Tribune de Nueva York. La fraseología exacta fué: "Madre: Dios me de la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia: Adios." Dijo Ruth: Jack C. se presentó en la oficina una mañana y me mostró la esquela con la oración de la Serenidad. Me impresioné tanto como lo estaba él y le pedí que me la dejara, de manera que puidera copiarla y utilizarla en las cartas a los grupos y solitarios. Horace C. tuvo la idea de mandarla a imprimir en tarjetas y pagó la primera impresión." Desde entonces, cuando cualquiera, en cualquier lugar del mundo en el que haya un Grupo de Alcohólicos Anónimos, entre, encontrará un cuadro en el que está escrita la Oración de la Srenidad. Hoy la rezamos al incicio de cada reunión de la siguiente manera: "Dios concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia". Tiene un inmenso valor para nosotros los AA, pero si revisa y medita en profundidad su contenido, encontrará una pieza de magistral sabiduría en tan cortas palabras. A muchos de nosotros, nos ayuda en el discurrir cuotidiano, cuando las cosas no nos salen como queremos, cuando la perturbación aparece, cuando algo nos inquieta. En lo que tiene que ver con nuestra realidad como enfermos alcohólicos, esta oración encierra una gran verdad, contenida en su primera frase: Dios concédeme el valor para aceptar las cosas que no puedo cambiar, es decir, la naturaleza incurable de la enfermedad del alcoholismo, por mas que tratemos, seremos incapaces de sanarnos de dicha enferemedad. Sin embargo, la aceptación de la misma, es la piedra fundamental, mediante la cual se inicia el proceso de recuperación; solo cuando nos percatamos de dos cosas fundamentales: 1. Que padecemos la enfermedad del alcoholismo. 2. Que dicha enfermedad es incurable (esto se aprende dentro de A.A.) Estamos francamente dando gigantescos pasos hacia nuestra recuperación. A cualquier persona que padezca otra enfermedad no le ayudará en nada negarla. Por ejemplo si se tiene la enferemedad de la diabetes, de nada le sirve al enfermo negar su mal y continuar consumiendo dulces -esto por el contrario le precipita las consecuencias-solo cuando acepte su estado, de la imposibilidad del dulce en su dieta; entonces estará dando pasos para su recuperación. Igual con el alcoholismo, que es una enfermedad y no por que se diga eso en Alcohólicos Anónimos, sino porque a nivel de las diferentes entidades de la salud en todas partes, el ALCOHOLISMO es tenido en cuenta como una enfermedad. Este es el fundamento del PRIMER PASO que ya relatamos anteriormente. Admitir, como una base sólida a partir de la cual iniciar un proceso de recuperación. La segunda parte es mucho más esperanzadora: "...valor para cambiar aquellas que puedo..." Esa es la buena nueva, la buena noticia que ofrece el programa de Alcohólicos Anónimos: Que podemos recuperarnos, que eso es posible y que cientos, miles y millones 54

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de AA en todas partes lo estamos haciendo; es decir, estamos cambiando aquello que podemos, y se necesita valor en alguna medida, el valor que nos da el cansancio de una vida echada a perder, el cansancio de ser las ovejas negras en todas partes; cansancio de causar desastres en todo nuestro alrededor. Y la tercera parte nos habla de: "...sabiduría para reconocer la diferencia...", para ser conscientes de la irremediabilidad de una condición de enfermos alcohólicos y nuestro proceso de recuperación. Siempre estaremos enfermos, pero aún así, seremos personas recuperadas, que volvemos a tener mucho de lo que perdimos por nuestro alcoholismo desafortunado: Hay una gran diferencia entre el alcohólico activo y aquél que se encuentra en franco estado de recuperación. Solo se nos pide -no para que se lo demostremos al grupo o a cualquiera en particular- sino para que el programa nos funcione, tres condiciones muy interiores, muy de nosotros mismos, que nadie puede ver: 1. Honradez consigo mismo. 2. Mente abierta. 3. Buena voluntad. Finalmente, uno se recupera para sí mismo, no para ningún otro.

Comentarios al 6to. Paso

ESTUVIMOS ENTERAMENTE DISPUESTOS A DEJAR QUE DIOS ELIMINASE NUESTROS DEFECTOS DE CARÁCTER. En los pasos cuatro y cinco identificamos y admitimos nuestros patrones de pensamiento, sentimiento y conducta. Vimos las maneras en que estos patrones han afectado nuestras vidas y las de una buena parte de las gentes que nos rodean. El sexto paso es más que tomar una acción difícil o desafiar una creencia atesorada. El mensaje del sexto paso fue claro. ―DISPONTE A CAMBIAR-ENTERAMENTE DISPUESTOS‖ En un principio el concepto ―enteramente dispuestos‖ parecía imposible de llevarse a cabo, muchos de nosotros creíamos que significaba que teníamos que dar este paso sin miedo, una vez más pusimos la carroza antes que el caballo, equivocadamente asumimos que podíamos liberar nuestros defectos de carácter en la medida en que estuviésemos dispuestos a que nos liberasen de ellos. Se nos recordó que ―enteramente dispuestos‖ significa completamente preparados. El haber terminado el quinto paso representa gran parte de esa preparación. Examinamos más de cerca esta frase y nos dimos cuenta que podemos palparla en nuestro diario vivir. Por ejemplo, si estamos en un restaurante y el mesero no nos tomó la orden con la rapidez que a nosotros nos pareciera que debiera de ser, tenemos algunas opciones: podemos actuar como antes, -para algunos de nosotros esto puede ser actuar irritados ó quizás quedarnos callados-; para otros la reacción puede ser de resignación, ya que dudamos para hablar a nuestro favor. Lo que descubrimos en el sexto paso fue una nueva opción. Nos enfrentamos con un defecto de carácter, en este caso el orgullo, y nos preguntamos a nosotros mismos si estamos enteramente dispuestos a que se nos eliminase, la elección fue nuestra. 55

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Si nuestra respuesta fue NO debimos medir las consecuencias de este nuestro defecto, no solo en los demás, sino en nosotros mismos ¿Estamos dispuestos a seguir pagando por este tipo de actividades? Comenzamos a entender que una actitud o comportamiento procedente de un defecto de carácter nunca nos lleva a la PAZ de pensamiento que estamos buscando. Sin importar lo que esas VOCES EN NUESTRA CABEZA digan. Pero ¿qué hay de los defectos que creemos que necesitamos para sobrevivir? Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia y Pereza, estos defectos son generalmente los subtítulos para una baja autoestima. El resentimiento parecía acolchonar nuestros límites contra la invasión. El miedo nos tenía a muchos en alerta por aquellos que quisieran lastimarnos ¿cómo podríamos algún día estar enteramente dispuestos a que estos defectos se eliminasen? La respuesta vino a nosotros que todos nuestros defectos de carácter eran, de alguna manera, productos de nuestra propia voluntad. Existían herramientas de supervivencia en nuestro pasado y a pesar de que parecían ser para nuestro bienestar, ya no eran suficientes. Queríamos vivir y no solamente sobrevivir y para ello necesitábamos un programa limpio DEJAR A DIOS QUE ELIMINASE TODOS NUESTROS DEFECTOS DE CARÁCTER. Como en el caso anterior, en el sexto paso se sugiere que pongamos nuestra voluntad a un lado y dejemos a Dios el trabajo. A través de nuestras vidas, la mayoría de nosotros hemos sobrellevado la adversidad en nuestros términos (a nuestro modo). Apoyándonos en nuestros defectos para atravesar situaciones dolorosas y a menudo complejas, muchos de nosotros hemos usado a nuestro Poder Superior, dirigiéndose para hacer que realice nuestro mandato: ―Querido Dios, has que ella me ame‖. ―Oh, Dios mío, no dejes que ella me abandone‖, ―Señor, hazlos que me den este trabajo ahorita mismo‖. Decíamos estas oraciones tan honestamente como podíamos. El problema era nuestro acercamiento, erróneamente, cuando nos veíamos a nosotros mismos estropeados, nuestra arrogancia nos hacía pensar que nosotros solo teníamos la respuesta a los problemas de todos los demás, incluyendo los nuestros, fue este razonamiento distorsionado lo que nos dejó en tal estado de ingobernabilidad. En el sexto paso se nos ofreció una solución PONER NUESTRA RECUPERACIÓN EN MANOS DE DIOS otra vez. Pero ¿qué hay de lo que dice que dejamos TODOS nuestros defectos a Dios? ¿Porqué no estar enteramente dispuestos a que Dios eliminase ALGUNOS de nuestros defectos? Se nos sugirió que viéramos esos defectos como una concha protectora, con la que hemos crecido, aferrarnos a ello sería como autodestruirnos, como un pájaro quedándose con un pedazo de su cascarón, o una mariposa colgándole un pedazo de su capullo. A este punto de nuestra recuperación, nuestros defectos de carácter no nos protegen para nada, eran un exceso de equipaje que nos hundía a menudo, limitándonos hasta nuestro potencial. 6. Estuvimos enteramente dispuestos a que Dios eliminase todos estos defectos de carácter. Este Paso nos ofrece uno de los mayores regalos espirituales del programa: El cambio No importa qué descubrimos acerca de nosotros mismos en los Pasos anteriores, el cambio es posible. No estamos condenados a vivir una vida envenenada por nuestra enfermedad. Un Poder Superior a nosotros mismos puede sacarnos el temor, la deshonestidad, la auto-obsesión y nuestro deseo de incurrir en hacer lo posible por enterrarnos en la mediocridad. Los Pasos Cuarto y Quinto nos han mostrado claramente nuestros defectos y sus efectos en cada uno de los ámbitos de nuestras vidas; así como, en cada una de nuestras 56

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relaciones con la gente. Comenzamos a entender que nuestros defectos de carácter no nos han servido, de hecho fueron obstáculos para lograr experimentar en su plenitud la riqueza de la Vida. Muchos AA seguimos creyendo que nada podrá cambiarnos. Pero porque no tomar en cuenta las siguientes interrogantes, a manera de identificar nuestra responsabilidad (irresponsabilidad) ¿Cuántas veces has preferido -de manera consciente- actuar mediante el soborno, la manipulación o la obstinación y abstenerte en tener una mejor actitud? ¿Cuántas veces has fallado con esa actitud? ¿Cuáles han sido los resultados de tu actitud? ¿Cómo te has sentido? ¿Cuánto te has recriminado? ¿Logras encontrar el consuelo? ¿Cómo se encuentra tu fe? Seguramente, al leer estas preguntas, puedes identificar que tu autoestima se encuentra herida y tu has sido responsable –como en muchas otras ocasiones- de retorcerte con el dolor que provoca tu inmadurez ¿Es más fácil lastimarte ó lastimar, que crecer? Recuerdas la frase con la que inicia el 6° paso? ¿Te suena familiar el ―Este es el Paso que separa los hombres de los niños‖? El Paso Sexto nos ofrece una solución espiritual a este dilema: ―La Madurez‖. Trabajando este Paso comenzamos a estar listos para que eso suceda, esto será realmente un milagro, y. La acción principal que se requiere, es cambiar nuestra actitud. El Paso Sexto nos pide que estemos dispuestos a dejar nuestros defectos de carácter. Comenzamos a estar dispuestos, a través de la oración, la meditación y hablando con otros miembros de AA. La disposición fue la clave de nuestra cura, sin ella nuestro corazón estaba bloqueado al regalo de la transformación. Nuestro cambio se dará cuando le digamos a nuestro Poder Superior que estamos listos y dispuestos para remover todos nuestros defectos de carácter que descubrimos en el Paso Cuarto. Al crecer en este entendimiento, descubrimos que estábamos listos para que Dios nos transformara. El Sexto Paso es necesario para el desarrollo espiritual. El comienzo de una tarea para toda la vida. Reconocer la diferencia entre esforzarse por lograr un objetivo y la perfección. Por qué tenemos que seguir esforzándonos. ―Estar dispuesto‖ es de vital importancia. La necesidad de ponerse en acción. La demora es peligrosa. La rebeldía puede ser mortal. El punto en el cual abandonamos nuestros objetivos limitados y nos encomendamos a la voluntad para con nosotros. Por ejemplo: si tiendes a explotar con facilidad ó a engancharte con la actitud manipuladora de ―soy víctima‖, ó te vuelves muy duro contigo porque existe mucha culpa en tu corazón, deberías estar dispuesto a que Dios elimine esos defectos y actitudes. Esos sentimientos y actitudes, que aunque sientas que te sirven, a la larga te hacen sentir peor. SEXTO PASO: APRENDE A NO REGRESAR LA PELOTA (NO TE ENGANCHES) Y ¿qué significa eso? Que aún cuando te sientas provocado por alguna persona ó situación, no respondas agresivamente impulsado por la impotencia ó permitas que te denigren a causa de tu timidez ¡Date la oportunidad de reaccionar adecuadamente! Rompe con tus patrones conductuales que han causado tu inmadurez. Al principio te será un poco difícil no caer en la trampa, pero con la practica llegarás a controlarte…será importante darte cuenta que cuando has reaccionado justificado en tus argumentos (defectos de carácter), las cosas no han salido bien, por lo que, el único que te puede detener, el único que te puede regalar la tranquilidad necesaria para enfrentar ese 57

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instante de agobio, es Dios ―….enteramente dispuestos a que Dios eliminase todos estos defectos de carácter…‖.

Comentarios al 8vo. paso

―Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos‖ (texto del 8vo. paso, 12 pasos de A.A.) ―Este no es el análisis del Paso Ocho y Nueve de hacer reparaciones. Más bien sugiere una actitud hacia ellos que podría ayudarnos a hacerlas más fácilmente‖ ―Cómo hacer reparaciones‖ ???? Comencemos conmigo mismo. Todos están ganando dinero con la nueva moda de los libros ―Cómo‖, que van desde ―Cómo tocar la Guitarra‖ hasta ―Cómo pescar un Pez‖. Yo también caí. El verano pasado, mientras estaba de vacaciones compré uno que se llama: ―Cómo convertirse en un Observador de Pájaros‖. Y lo usé, más por la consternación y diversión que tengo por mis amigos emplumados. Sólo menciono esto para demostrar lo que unos pocos años de sobriedad hacen con algunos de nosotros. Nunca en mis delirium tremens imaginé que llegaría tan bajo como para molestar a pequeños e inofensivos pajarillos mientras jugaban, se alimentaban, empollaban o tenían un romance. Deberían haberme visto en los espesos matorrales y entre la maleza, libro en mano y binoculares tratando de observar el pico de un colibrí. Hermano, ¡Esto es realmente vivir la vida en AA! Hay mucha distancia entre un pasatiempo, como observar aves, y algo tan importante para nosotros como el ―Cómo hacer reparaciones‖, ahora que estamos sobrios. Pero ambos tienen algo en común, cada uno requiere esfuerzo y práctica antes de obtener o disfrutar los resultados. Uno de los ejemplos más inmediatos e inspiradores de este tema lo cuenta un amigo mío de AA cuya esposa le dice después de ocho meses de sobriedad: ―Por tu amabilidad, consideración y cooperación en la casa, me has compensado más que todo el año de amargura que sufrí durante tu alcoholismo.‖ Generalmente esto no sucede tan fácilmente. Y no fue así en mi caso, ni en mi casa, ni con mis familiares, amigos o gente de negocios. Usando mi ropa de reo (la cual no me quedaba bien al comienzo de mi membrecía en AA) y montando mi caballo blanco árabe, galopé por todos lados para pedirle disculpas de corazón a todo el mundo por mis antiguos defectos de carácter y personalidad durante mi alcoholismo que los dañó, los ofendió, traicionó o defraudó. Todos mis esfuerzos fueron un fracaso. El dolor o daño que les causé era demasiado fuerte, o demasiado profundo, para algunos de ellos, y me recibieron (o me rechazaron) muy fríamente. Una vez que supe que la palabra clave del Paso Ocho es estar dispuesto a reparar el daño causado, acepté aquellas situaciones desagradables tanto como pude. Más adelante, después de un periodo de sobriedad, nuevamente les ofrecí mis disculpas y explicaciones y, prácticamente en todos los casos, fueron aceptadas. 58

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De esas experiencias he aprendido que algunas personas heridas son, como dice el dicho ―de Missouri, hay que mostrarles‖. Algunas veces las acciones valen más que las palabras y tuve que mostrarles mi sinceridad al continuar estando sobrio. No hay sugerencias fijas para todos en cuanto a ―Cómo hacer reparaciones‖. Las circunstancias y los individuos varían. Pero debería haber, a mi juicio, un requisito necesario para todos nosotros. El éxito de nuestros esfuerzos, con respecto a nosotros mismos o a aquellos a quienes dañamos, o a ambos, debería depender de nuestra absoluta honestidad y sinceridad de propósito. Las reparaciones no funcionarán correctamente si las usamos solamente como palabrerías para zafar de un problema, para apaciguar a alguien de quien queremos obtener una buena opinión, o de quien podría estar en una posición que nos beneficiaría en el futuro. No ganamos mucho, o nada, al imponer esta responsabilidad sobre nosotros y tomarla como una obligación hacia otros, si solamente es una acción mecánica que otro miembro de AA nos dijo que era lo que había que hacer. Deberíamos desear hacer reparaciones porque sinceramente estamos convencidos de que hicimos mal y honestamente queremos enmendar un error. No hay un sustituto para esta actitud o estado de mente esencial. Una de las dificultades que tuve al tratar de reparar el daño con otras personas fue saber la diferencia entre el deseo verdadero de hacer lo correcto y un intento falso de apaciguar la culpabilidad en mi conciencia. Por otro lado, nunca es aconsejable tratar de hacer reparaciones directas cuando al hacerlo implica perjuicio para ellos, o para otros. En mi opinión, nuestro hogar debería ser el primer lugar. Nuestras familias soportaron lo peor de nuestro alcoholismo durante todos esos años y generalmente son los últimos en recibir los beneficios de nuestro programa personal de rehabilitación. Las reparaciones con el alcohólico, al igual que la caridad, comienzan en casa. Si primero ordenamos nuestra habitación, entonces estaremos mejor capacitados, mental y emocionalmente, para intentar rectificar aquellas condiciones causadas en el mundo exterior por nuestro beber incontrolado. Esto también aplica si queremos hacer reparaciones espirituales. Hay mejores oportunidades de alcanzar esa meta después de enmendar nuestra vida en el hogar. Entonces la ―decisión de poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos‖ dará frutos más rápidamente. El hacer reparaciones puede ser una experiencia rica y reconfortante en humildad, tolerancia y una mejor comprensión de mis compañeros.

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