BOLIVAR-ECHEVERRIA-Modernidad-y-blanquitud.pdf

/! l· ~ un "afuera", de algo diferente al sí mismo, es la fuente del te­ mor. Nada debe estar afuera; la identidad se

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un "afuera", de algo diferente al sí mismo, es la fuente del te­ mor. Nada debe estar afuera; la identidad se mantiene y salva­ guarda creando la inmanencia. 22 Sólo si el caos que se muestra en la consistencia concreta de las cosas llegara al fin a consis­ tir plenamente en una mera proyección negativa del sujeto y su cosmos, a ser exclusivamente aquello "aún no" conquistado e invadido por él, el temor a lo otro podría desvanecerse en el sujeto ilust;rado. Sólo que esta sensación de seguridad ante la identidad perfectamente conservada gracias a la anulación de 10 otro en cuanto tal sería una sensación que carecería de su­ jeto para sentirla. Anulado lo otro en provecho del sujeto plenamente enaje­ nado, el pais'1ie que quedaría sería el de una devastación to­ tal: la Ilustración habría completado su "dialéctica". Al llevar a cabo SU empresa de auto-emanipación, el sujeto humano tomó un camino que lo ha llevado paradójicamente, de estar sometido b'1io un poder ubicado en lo otro, en el caos, en la naturaleza salv.ye, a estar sometido a un poder equiva­ lente, pero ubicado ahora en él mismo; en él, como sujeto que salvaguarda al fin plenamente su identidad al cosificarse y ena­ jenarse como valor económico capitalista siempre valorizándo­ se. Para dejar de sacrificar una parte de sí mismo, como debía hacerlo en tiempos pre-modernos, el sujeto, en esta dialéctica perversa, ha pasado a sacrificarse todo entero. A esta Ilustración, que persigue a toda costa la autoconser­ vación del sujeto y retrocede ante la idea de una autoafir­ mación como "puesta en peligro" de sí mismo, Horkheimer y Adorno le recuerdan: "Todo auto-sacrificio implica destruir 'más' que 10 que se salva gracias a él".25

4. Imágenes de la blanquitud

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.. ~Q~cv-.\~ ~~~\~. J-}..-kJ..;c.o '. ~)'J..G tOo Sein Auge ist blau er trifft dich mil bleiemer Kugel er trifft dich genau.1 ,Paul Celan, Todesfuge

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[En Sophia, &vista de Fúosofta, n. 1, Quito, Ecuador, 2007; y Contrahistorias. lA otra mirada de CIio, n. 9, México, 2007.] .

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lbid., p. 67.

25 lbid., p. 73. 56

.

La palabra "espíritu" que aparece en el famoso ensayo de Max Weber sobre La ética protestante y el espíritu del capitalismo se refie­ re sin duda a una especie de demanda o petición de un cierto tipo de comportamiento que la vida económica de una socie- ' dad hace a sus miembros. El "espíritu" es una solicitación o un ' requerimiento ético emanado de la economía. El "espíritu del , capitalismo" consiste así en la demanda o petición que hac;e la vida práctica moderna, centrada en torno a la organización capitalista de la producción de la riqueza social, de un modo especial de comportamiento humano; de un tipo especial de humanidad, que sea capaz de adecuarse a las exigencias del me­ jor funcionamiento de esa vida capitalista. Según Weber, el etlws que solicita el capitalismo es un ethos "de entrega al trabajo, de ascesis en el mundo, de conducta moderada y virtuosa, de ra- ' cionalidadprodllctiva, de búsqueda de un beneficio estable y continuo", en definitiva, un ethos de autorrepresión producti­ vista del individuo singular, de entrega sacrificada al cuidado de la porción de riqueza que la vida le ha confiado. Yla prác­ tica ética que mejor representa a este ethos solicitado por el ca­ pitalismo es, para Weber, la del cristianismo protestante, Y en especial la del puritanismo o protestantis~~e calvinista, aquel que salió del centro de Europa y se extendio históricamente a los Países Bajos, al norte del continente europeo, a Inglaterra y finalmen~Estados Unidos de América.

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"Su ojo es azul/te apunta con una bala de plomo/te apunta y no fulla."

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En la nota preliminar a sus Artículos escogidos de sociología de la religión, Max Weber dejó planteada la idea de que la capaci­ dad de corresponder a la solicitación ética de la modernidad capitalista, la aptitud para asumir la práctica ética del protes­ tantismo puritano, puede tener un fundamento étnico y estar conectada con ciertas características raciales de los individuos. Las reflexiones que siguen intentan problematizar este plan­ teamiento de MaxWeber a partir del reconocimiento de un "racismo" constitutivo de la modernidad capitalista, un "racis­ mo" que exige la presencia de una blanquitud de orden ético· o civilizatorio como condición de la humanidad moderna, pe­ ro que en casos extremos, como el del Estado nazi de Alema­ nia, pasa a exigir la presencia de una blancura de orden étnico, Ipiológico y "cultural". . ~ Se puede hablar de un "grado cero" de la identidad concre­ ta del ser humano moderno, que consistiría en la pura fup­ cionalidad ética o civilizatona que los individuos demuestran tener respecto de la reproducción de la riqueza como un pro­ ceso de acumulación de capital. En este plano elemental, la identidad humana propuesta por la modernidad "realmenj:e existente"· consiste en el conjunto de características que consti­ tuyen aun tipo de ser humano que se ha construido para sa­ tisfacer al "espíritu del capitalismo" e interiorizar plenamente . la solicitud de comportamiento que viene con él. Distintos elementos determinantes de los modos de vida tra­ dicionales, distintas subcodificaciones de los sistemas semióticos y lingüísticos heredados, distintos usos y costumbres pre-mo­ demos o simplemente no-modernos, en pocas palabras, dis­ tintas determinaciones de la "forma natural" de los individuos (singulares o colectivos) son oprimidos y reprimidos sistemá­ tica e implacablemente en la dinámica del mercado a lo largo de la historia, en el camino que lleva a este "grado cero" de la identidad humana moderna. Son precisamente aquellas deter­ minaciones identitarias que; estorban en la construccióJ.l del nuevo tipo de ser humano requerido para el mejor funcio­ namiento de la producción capitalista dé mercanCÍas y que deben ser sustituidas o reconstruidas de acuerdo con la versión'

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realista, puritana o "protestante-calvinista" del ethos histórico capitalista. 2 En el contexto que nos interesa, es importante señalar que la "santidad económico-religiosa" que define a este "grado ce­ ro" de la identidad humana moderno-capitalista, caract~rística de este nuevo tipo de ser humano, es una "santidad" que de­ be ser visible, manifiesta; que necesita tener una perceptibilidad sensorial, una apariencia o una imagen exterior que permita distinguirla. La modernidad de un individuo, lo efectivo de su interiorización del ethos puritano capitalista, es decir,· su "san­ tidad".o el hecho de haber sido elegido por la gracia divina, es reconocible antes que nada en el alto grado de productividad del trabajo que le toca ejecutar. Lo evidentemente producti­ vo de su actividad es lo que lo ubica por encima de la línea que separa tajantemente a los "winners" (triunfadores) o "sal­ va"'" de los "losers" (perdedores) o "sommersi". Pero no se ma­ nifiesta sólo en este dato estadístico; también se muestra en la imagen que corresponde a esa santidad evidente: en todo el conjunto de rasgos visibles que acompañan a la productividad, desde la apariencia fisica de su cuerpo ysu entorno, limpia y ordenada, hasta la propiedad de su lenguaje, lá positividad discreta de SU actitud y su mirada y la mesura y compostura de sus gestos y movimientos. Pero el. grado cero de la identidad individual moderna es en verdad un grado insostenible, evanescente, que en la his­ toria cede su lugar enseguida a un grado primero o inicial de concreción identitaria: el grado de identidad que correspon­ de a la identidad nacional. En efecto, sólo excepcionalmente las masas de la sociedad moderna son, como suele .decirse, ma­ sas amorfas y anónimas; por lo general son masas identificadas en la realización del proyecto histórico estatal de alguna em­ presa compartida de acumulación de capital, és decir, son ma­ 2 Sobre la multiplicidad del ethos histórico de la modernidad capitalista, que incluria, además del realista, a otros tres más: el "romántico", el "(neo)c1á­ sico" y el "barroco", véase Bolívar Echeverría, "Modernidad y capitalismo", Las

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xvm), esa casualidad o arbitrariedad se fue convirtiendo p~ sas dotadas de una identidad de "concreción falsa", como di~ ca a poco en una necesidad y pasó a ser codetenninante de la ría el filósofo Karel Kosík, pero concreta al fin, que tiene una identidad moderna delser humano como una identidad civi­ consistencia nacional. ­ lizatoria capitalista, en su variante puritana o "realista". En otras Ahora bien, en 10 que concierne a estas reflexiones, es de palabras, debido a su frecuencia abrumadora, el hecho de que observar que la identidad nacional moderna, por más que se los "santos visibles" fueran también, además de todo, "de raza conforme en función de empresas estatales asentadas sobre s~ y de usos y costumbres blancos" abandonó su factualidad y pa­ ciedades no europeas (o sólo vagamente europeas) por su só a convertirse en una condición imprescindible. Es g!3.c!as "color" o su. "cultura", es una identidad que no puede dejar a este quid pro quo que el ser auténticamente moderno llegó-a­ de incluir, como rasgo esencial y distintivo suyo, un rasg9.1!l\lY incluir entre sus determinaciones esenciales el pertenecer de especiCll al que.p()del!tº3jla:rnar "~l!.l/",q:y.itud". La nacionalidad alguna manera o en cierta medida a la raza blanca y conse­ moderna, cualquiera que sea, incluso la de Estados de pobla~ cuentemente a relegar en principio al ámbito impreciso de 10 ción n~blanca (o del "trópico"), requiere la "blanquitud" de sus pre, lo anti o lo n~moderno (no humano) a todos los indivi­ miembros. Se trata sin duda de un dato a primera vista sor­ duos, singulares o colectivos, que fueran "de color" o simple­ prendente, ya que la idea de una identidad nacional parecería mente ajenos, "no occidentales".' . excluir la subsunción de ella bcYo aiguna identidad más genePero el proceso fue, en verdad, un tanto más complicado.

ral (por ejemplo, "europea" u "occidental"), que trascienda las Lo interesante está en que, durante este t.ráÍlsito subrepticio

determinaciones étnicas particulares de la comunidad "naci~. de ·10 casual a lo -necesario, la condición de blancura para la

nalizada" por el Estado capitalista. La explicación de esta posi­ identidad moderna pasó a convertirse en una condición de

ble paradoja de una nación "de color" y sin embargo "blanca" blanquitud. esto es, permitió que su orden étnico se subordina­

puede encontrarse en el hecho de que la constitución fundan­ ra al orden identitario que le impuso la modernidad capitalista

te, es decir, primera y ejemplar, de la vida económica moderna cuando la incluyó como elemento del nuevo tipo de humani­ fue de corte capitalista-puritano, y rovo h;¡gar casualmente, como vida concreta de una entidad política estatal, sobre la base hu­ , La imagen de contraSte o imagen de lo contra-moderno, de lo incom­

mana de las poblaciones racial e identitariamente "blancas" del patible con la blanquif:Ud, ubica a un personaje de la novela El último encuen·

noroeste europeo. Se trata de un hecho que hizo que la apa­ tro, de Sándor Márai. en la de una "humanidad determinada por el trópico":

riencia "blanca" de esas poblaciones se asimilara a esa visibili­ "Has de saber que todos los ingleses que han pasado cierto tiempo en.el

dad indispensable de la "santidad" capitalista del ser humano trópico son sospechosos en su propio país. Son dignos de admiración Yde

moderno, que se confundiera con ella.{J.:a productividad del reconocimiento, pero son también sospechosos. En sus fichas secretas figu­

ra seguramente la palabra 'trópico' comO si dijera 'sífilis' o 'espionaje'. Son

trab.yo como síntoma de la santidad moderna y como "mani­ sospechosos aunque hayan conservado la costumbre de jugar al go1f o al te­

festación" del "destino" profundo de la afirmación nacional pa­ nís,- aunque hayan estado bebiendo whisky, aunque hayan aparecido en las

só a incluir, como acompañante indispensable, a la blancura fiestas del gobernador, vestidos de esmoquin o con un uniforme lleno de

racial y "culroral" de las masas trabajadoras.l condecoraciones: todos ellos son sospechosos. Simplemente por haber vívi­

El rasgo identitario-civilizatorio que quereÍnos entender por do en el trópico. Simplemente por haber sobrevivido a esa infección terrible

"blanquitud" se consolida, en la historia real, de manera casual e imposible de asimilar que también tiene sus atractivos, como cualquier pe­

ligro mortal. El trópico es una enfermedad. Las enfermedades tropicales

o arbitraria sobre la base de la apariencia étnica de la pobla­ se curan con el tiempo. pero el trópico jamás" (SaÍamandra, Barcelona,

ción europea noroccidental, sobre el trasfondo de una blan­ 1999, pp. 74-75). cura racial-cultural. A 10 largo de tres siglos (del siglo XV ar-­ I

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,II [1]

Gerard Ter Borch, La dama escribiendo una carta, 1655

dad promovido por ella. Es ésta la razón de que, en principio, en la modernidad capitalista, l~s individuos de color puedan obtener la identidad moder,na sin tener que "blanquearse" completamente, de que les baste con demostrar su blanquitud. . Podemos llamar blanquitud a la visibilidad de la identidad ética capitalista en tanto que está sobredeterminada por la blan­ cura racial, pero por una blancura racial que se rdativiza a sí misma al ejercer esa sobredeterminación] , Es la compostura de los personajes, Una compostura que denota blanquitud, y no blancura de raza, lo que impresiona en la representación de la nueva dignidad humana que hay en los numerosos retratos de burgueses u hombres modernos de la pintura flamenca en los siglos XV YXVI [fig. 1]. 4"a bla'1].C.U­ ra está allí, pero precisamente sólo COIllO- uu-sobreentendido (Holbein, Van Eyck, Ter Borch, etcétera). E~bservación va­ 62

[2] Lucas Cranach, Adán'j Evo., 1528

le también para la representación que se hace en esa época del cuerpo humano desnudo [fig. 2]. En la pintura de Lucas Cranach, Adán y Eva son sin duda de raza blanca, pero no es su blancura sino la inocencia de su sensualidad 10 que el pin­ tor circunscribe y enfatiza. Puede decirse, entonces, que un racismo identitario, promo­ tor de la blanquitud civilizatoria, que no de la blancura étnica -es decir, un racismo tolerante, dispuesto a aceptar (condi­ cionadamente) un buen número de rasgos raciales y "cultura­ les" alíen, "ajenos" o "extranjeros"-, es constinitivo del tipo de ,ser humano moderno-capitalista. Sin embargo, por más "abier­ to" que sea, este racismo identitario-civilizatoriono deja de ser un racismo, y puede fácilmente, en situaciones de excepción, readoptar un radicalismo o fundamentalismo étnico virulen­ to, co~o 10 veremos enseguida.

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l3] Franz Karl Hiemer, Friedrich HóIderiin, 1792

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La intolerancia que caracteriza de todos modos al "racismo identitario-civilizatorio" es mucho más elaborada que la del racismo étnico: centra su atención en indicios más sutiles que la blancura de la piel, como son los de la presencia de una in­ teriorización del ethos histórico capitalista. Son éstos los que sir­ ven de criterio para la inclusión o exclusión de los individuos singulares o colectivos en la sociedad moderna. .t\jena al fana­ tismo étnico de la blancura, es una intolerancia que golpea con facilidad incluso en seres humanos de impecable blancu­ ra racial pero cuyo comportamiento, gestualidad o apariencia indica que h9(i sido rechazados por el "espíritu del capitalis­ mo" (fig. 3J. El "racismo" de la blanquitudsólo exige que la in­ teriorización del ethos capitalista se haga manifiesta de alguna manera, con alguna señal, en la apariencia exterior oc0I'Ro­ ral de los mismos; los rasgos biológicos de una blancura racial

l4] Obreros blancos

son una expresión necesaria pero no suficiente de esa inte­ riorización, y son además bastante imprecisos dentro de un amplio rango de variaciones. En los países nórdicos del capi­ talismo más desarrollado, una buena parte del "ejército obre­ ro industrial" del que hablaba Karl Marx -y no sólo del "de reserva", compuesto de desempleados y marginados, sino in­ cluso del "ejército obrero en activo"-, que era un ejército de "raza" indiscutiblemente "blanca", ha fracasado siempre en su empeño de alcanzar una blanquitud plena [fig. 4]. Los negros, los orientales o los latinos que dan muestras de "buen comportamiento" en términos de la modernidad capi­ talista estadounidense pasan a participar de lablanquitud. In­ cluso, y aunque parezca anti-natural, llegan con el tiempo a participar de la blancura, a parecer de raza blanca. La mani­ pulación que MichaelJackson [fig. 5] hace de los rasgos étni­

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Michae\ Jackson

[6J Condoleeu.a Rice

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[7J Junichiro Koisllmi

[8J AI~andro

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cos de su rostro es sólo una exageración caricaturesca de la manipulación identitaria y somática: que han hecho y hacen con sus modos de comportamiento y con su apariencia fisica otros "no-blancos" atrapados en el American way o/lije. Me refiero, por ejemplo, a aquellos negros estadounidenses que en los años sesenta recibían el apodo de "Unele Toms ", a quienes hoy su blanquitud a toda prueba les ha permitido triunfar, 10 mismo en la política [fig. 6] que en los negocios y el mundo del espectáculo, y cuya figura emblemática sería la ex secretaria de Defensa Condoleezza Rice. Pero me refiero también a tantos otros grupos "de color" tuya adopción de la blanquitud, cuya "americanización" o interiorización del ethos realista del capitalismo contribuye a que la "modernidad ame­ ricana" pueda ostentarse a sí misma como la única moderni­ dad válida y efectiva; son grupos humanos cuyas figuras emblemáticas serían, por ejemplo, el primer ministro japonés Junichiro Koisumi. [fig. 7] o el presidente peruano Alejandro Toledo [fig. 8]. El racismo étnico de la blancura, aparentemente superado por y en el racismo civilizatorio o ético de la blanquitud, se en­ cuentra siempre listo a retomar su protagonismo tendencial­ mente discriminador y eliminador del otro, siempre dispuesto a reavivar su programa genocida. Los mass media no se cansan de recordar, de manera solapadamente amenazante, el hecho de que la blancura acecha por debajo de la blanquitud. Basta con que el Estado capitalista entre en situaciones de recomposición de su soberanía y se vea obligado a reestructu­ rar y redefinir la identidad nacional que imprime a las pobla­ ciones sobre las que se asienta, para que la definición de la blanquitud retorne al fundamentalismo y resucite a la blan­ cura étnica como prueba indispensable de la obediencia al "espíritu del capitalismo", como señal de humanidad y de mo­ demidad. 4 4 La regresión fundamentalista de la identificación moderna capitalista no implica siempre un retorno a la exigencia de una blancura racial, como en la primera mitad del siglo XX europeo; puede cumplirse perfectamen­ te en un retorno a la exigencia de una blancura identitaria, "cultural" o mani­

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Diferencias raciales 1

,¡k.. (91 HO!J1bre ario (taIjeta postal)

[l°1 Mujer aria (taIjeta postal)

El ejemplo paradigmático de la.posibilidad de esta regresión se encuentra en la historia de la sociedad alemana: en la r~ fundación catastrófica del Estado alemán como Estado nacio­ nalsocialista entre 1933 y 1945. El racismo de la bla,nquitud fue sustituido entonces por un racismo exaltador de la blancura, gracias al cual la reivindicación histérica de una pureza racial aria se hizo acompañar de un reavivamiento igualmente histé­ rico del antijudaísmo tradicional de las poblaciones europeas. A comienzos del siglo XX, la gran mayoría de los alemanes de origen judío cumplía todas las exigencias de la blanquitud, y lo hácía con creces: la asimilación entusiasta y constructiva al mundo de la Europa moderna había llevado a muchos de ellos incluso hasta el extremo de esa auto transformación so­ mática de la que Woody Allen hace burla en su película Zelig. Por esta razón, la disfuncionalidad que la ideología nazi esta­ ba interesada en encontrar en la poblacion judía respecto del nuevo proyecto nacionalsocialista de Estado capitalista era una disfuncionalidad que sólo podía distinguirse y ser com­ batida y extirpada si la realización de ese nuevo proyecto de fiesta en los "usos y costumbres" e incluso en la Weltanscbauun¡g; como sucede ya en el presente siglo, bautizado por Samuel Huntington como el de un

"clash o/ civilizations".

[11] F1irt entre arios

(taIjeta postal)

[13]

Dii\:rencias raciales 2

Estado, que por supuesto implicaba también un nuevo pro­ yecto de n¡l.ción, planteaba como indispensable un retomo fundamentalista a la blancura racial como condición de la hu­ manidad moderna [fig. 9]; el regreso a una blancura étima o pura [fig. 10], enfáticamente noreuropea, germánica o aria [fig. 11], que no pudiera confundirse con la "blancura" mes­ tiza, solapada b~o esa blanquitud tolerante que prevalecía en las naciones de la modernidad capitalista liberal y cuyos rasgos estaban presentes de manera excelente entre los alemanes ju­ díos [figs. 12 Y 13]. Dos razones estrechamente ligadas entre sí permiten explicar -que no justificar- el hecho de que el movimiento nazi encau­ zara la reafirmación racista de la blancura étnica en el sentido de un antijudaísmo exacerbado: en primer lugar, se trataba de un movimiento constitutivamente demagógico [fig. 14], que disfrazaba con una retórica revolucionaria su intención pro­ funda de tendencia contrarrevolucionaria [fig. 15], Yque n~ cesitaba por lo tanto borrar de la percepción del proletariado, al que engañaba, la evid~ncia de su continmsmo efectivo con el Estado capitalista al que decía atacar. La única manera de hacerlo era recurrir a acciones abiertamente violentas que lle­ varan a cabo una aparente "transformaciÓn radical de lo esta­

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blecido". En esta línea, la acción violenta de arrancarle al cuerpo social alemán su parte judía (el uno por ciento de su población), y deshacerse de ella para "purificarlo y fortalecer­ lo", resultaba impactante, demóstraba una "voluntad revolucio­ naria" más potente y pura que la del "marxismo" 5 [fig. 16]; con la ventaja, además, de que se trataba de una acción relativa­ mente inofensiva para "el sistema", irrelevante grosso 1TWdo pa­ ra el funcionamiento capitalista de la economía y la sociedad alemanas. En segundo lugar, la tendencia a hacer de los judíos . el "chivo expiatorio" de todas las calamidades sociales, con una tradición que se remontaba ala Edad Media, había retomado .fuerza a finales del siglo XIX en las socieda~oreuropeas. Este renacimiento general del antijudaísmo europeo llegó en Alemania a su punto más alto después de la Primera 'Guerra Mundial, a mediados de los años veinte, al término de la de­ vastadora inflación que pauperizó aún más a las masas traba­ jadoras mientras beneficiaba a la "éliteplutocrática", aquella de la que la opinión pública pequeño-burguesa, en pleno uso de su irracionalidad, tenía por partícipes y cómplices a todos los alemanes de origen judío. El nazismo puede aprovechar el antijudaísmo tradicional de la pequeña burguesía europea, ese sentimiento que invier­ te la carga valorativa de admiración-envidia de esta claSe hacia los judíos y la presenta como si fuera un desprecio-rechazo [fig. 17]. Los pequeño-burgueses europeos cultivan un odio de resentimiento hacia los judíos, porque los tienen por superiores. En efecto, a diferencia de ellos, que dejaron que sus lazos co­ munitarios ancestrales se perdieran con la mercantificación total de su vida y con la consagración de la misma por el cris­ tianismo puritano, los judíos mantienen y cultivan esos lazos 5 En cambio, la acción sistemáticamente genocida contra los judíos de Europa oriental, que se inicia juntd con la guerra contra el bolchevismo y por la conquista de "espacio vital" o Lebensmum (véase la película de Elem Klimov, Ven y mira), es una acción que debe ocultársele al pueblo. La "radi­ calidad" de esta acción; lejos de expresar un "idealismo revolucionario", de­ muestra un cinismo tan burdamente pragmático que hasta al más fanático de los nacionalistas le resulta dificil compartirlo.

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[14] Miembro de las SA entre un obrero y un campesino

[15]

Victoria o bolchevismo (cartel)

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[16] Judeo-marxismo "El marxismo es el ángel guardián del capitalismo. Vota por la lista del nacionalsocialismo.•

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[17]

"Eljudio comerciante", "Losjudios son

nuestra desgracia", en Der Stiirmer

[18]

"Losjudíos se disfrazan", "Losjudíos son . nuestra desgracia", en DerStiirmer

en la vida cotidiana. Los judíos han logrado salvar el núcleo de la Heimat, esa combinación simbiótica "natural" de territo­ rio y ethos (a la que el microhistoriador Luis González llama "matria"), en medio de la total Heimatlosigkeit ("carencia de matria") en la que la modernidad devastadora ha sumido al ser humano, según el filósofo Martin Heidegger [fig. 18], En el sentir de la envidia pequeño-burguesa, los judíos "tienen la vent.